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1 De mapas y cronómetros: tiempo, estructura de clases y matriz (re)productiva de la sociedad. OSVALDO BLANCO 1 “Hoy en día echamos de menos los “mapas mentales” que permitan dar cuenta del mundo en que vivimos. Basta con ver cómo cambiaron las coordenadas de espacio y tiempo y, por ende, ciertos criterios básicos de orientación. Y ese rendimiento afecta, en particular, a la acción política (…) El mapa cumple no sólo funciones de representación de la realidad, sino también de orientación: ¿dónde estamos? ¿A dónde vamos? El uso de los mapas como “guía de viaje” nos remite a la dimensión temporal de la política”. NORBERT LECHNER. Contenido 1) Resumen.....................................................1 2) Estructura de clases y matriz de (re)producción.............2 3) Aceleración y desaceleración del tiempo en la matriz de (re)producción.................................................6 a) El tiempo y el régimen de acumulación.....................8 b) El tiempo en la gestión del trabajo.......................9 c) El tiempo, la política y la planificación................11 d) El tiempo y los movimientos sociales.....................12 e) El tiempo, el consumo, la perspectiva de vida............13 4) El tiempo y la estructura de clases........................13 5) Conclusiones...............................................16 6) Bibliografía...............................................17 1 Sociólogo U. Arcis, Magíster en Ciencias Sociales, U. de Chile. Becario Conicyt, 2012-2015, Programa de Doctorado en Sociología. U. Alberto Hurtado. Email: [email protected]

De mapas y cronómetros_Tiempo, estructura de clases y matriz (re)productiva de la sociedad

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De mapas y cronómetros: tiempo, estructura de clases y matriz (re)productiva de la sociedad.

OSVALDO BLANCO1

“Hoy en día echamos de menos los “mapas mentales” que permitan dar cuenta del mundo en que vivimos.

Basta con ver cómo cambiaron las coordenadas de espacio y tiempo y, por ende, ciertos criterios básicos de orientación.

Y ese rendimiento afecta, en particular, a la acción política (…)El mapa cumple no sólo funciones de representación de la realidad,

sino también de orientación: ¿dónde estamos? ¿A dónde vamos? El uso de los mapas como “guía de viaje” nos remite a la dimensión

temporal de la política”.NORBERT LECHNER.

Contenido1) Resumen..............................................................................................................................1

2) Estructura de clases y matriz de (re)producción..................................................................2

3) Aceleración y desaceleración del tiempo en la matriz de (re)producción............................6

a) El tiempo y el régimen de acumulación................................................................................8

b) El tiempo en la gestión del trabajo.......................................................................................9

c) El tiempo, la política y la planificación................................................................................11

d) El tiempo y los movimientos sociales.................................................................................12

e) El tiempo, el consumo, la perspectiva de vida....................................................................13

4) El tiempo y la estructura de clases.....................................................................................13

5) Conclusiones......................................................................................................................16

6) Bibliografía.........................................................................................................................17

1) Resumen

El presente texto es un trabajo a propósito del tiempo, la estructura de clases y la matriz de producción/reproducción social. Más específicamente, se trata de la aplicación problemática del tiempo en un objeto ya en sí bastante complejo: la estructura de clases como parte de lo que aquí denominamos como la matriz de (re)producción. Nuestro objetivo es introducir al objeto de estudio de la estructura clasista como fenómeno contenido en la matriz de (re)producción, desde el punto de vista del tiempo.

1 Sociólogo U. Arcis, Magíster en Ciencias Sociales, U. de Chile. Becario Conicyt, 2012-2015, Programa de Doctorado en Sociología. U. Alberto Hurtado. Email: [email protected]

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Si bien concluiremos que se trata de un objetivo no alcanzado, la pregunta es por la posibilidad de escribir la historia y pensar el tiempo en las distintas dimensiones de nuestro objeto de estudio. La tesis fundamental del artículo es que el concepto de tiempo es una variable clave para la descripción de la estructura de clases y su capacidad de mantenimiento a lo largo del tiempo, fenómeno explicado y analizado a partir de lo que aquí he denominado como matriz de (re)producción social. Al analizarla desde un concepto abstracto como el de la “matriz”, la estructura de clases escapa de lógicas exclusivamente económico productivas, alcanzando dimensiones políticas, sociales y culturales. Además, la matriz, al abarcar lo productivo y reproductivo, es un concepto fractal, esto es, lejos de una definición fija y unívoca, implica dimensiones lo suficientemente descentradas en términos espaciales y temporales. La matriz de (re)producción puede entenderse como un concepto sociológico que posee una pretensión universalista (sociedad mundial).

El presente artículo está estructurado en cuatro acápites. En el primero me aboco a definir rápidamente los dos conceptos en juego (la estructura clasista y la matriz), para establecer así sus relaciones y explicar porqué es útil estudiarlos conjuntamente. El segundo acápite se aboca a la temporalidad de la matriz de (re)producción social desde un enfoque sistémico a partir de los ritmos temporales de los procesos de aceleración y desaceleración social en (sub)sistemas, situaciones de interacción y sentido subjetivo. En el tercer acápite, caracterizamos la estructura de clases desde el tema del tiempo. El texto termina con conclusiones que sintetizan los complejos pasajes abordados.

2) Estructura de clases y matriz de (re)producción

Comencemos definiendo muy someramente el concepto de “estructura de clases”, el cual hemos venido trabajando desde hace unos años (Blanco, 2010; 2011). A nuestro juicio, al menos cinco características fundamentales posee el concepto de estructura de clases (ibíd.: 3-11):

a) Su carácter no conscientemente percibido por los individuos concretos. Vale decir, la validez científica del concepto de estructura de clases no depende de la autoimagen o conciencia clasista;

b) El que la estructura de clases remite a aspectos topológicos y relacionales, características que diferencian dicho enfoque de las perspectivas gradacionales (ABC1, C2, C3, D y E, así también la clasificación entre pobres, indigentes y no pobres, etc.). Se trata de rescatar, a lo menos, los aportes de Marx y Weber, vale decir, hablamos aquí de “relaciones sociales” de explotación dadas dentro de un marco de dominación (relaciones de poder);

c) La posición de clase se transmite a lo largo de varias generaciones. Una estructura de clases remite a desigualdades y distancias entre posiciones que son más menos perdurables en el tiempo;

d) En una estructura de clases, las posiciones relacionales –de explotación y dominio– que se transmiten a lo largo de las generaciones están determinadas por dos criterios: i) propiedad de medios de producción; ii) distintos grados de calificación y, en ciertas ocasiones, de poder de organización;

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e) En una estructura de clases existen personas “sobrantes”, vale decir, la estructura de clases capitalista no alcanza a cubrir la totalidad de la población. En otros términos: siempre habrá un “excedente absoluto de población”, un exceso de personas en relación con los espacios o posiciones dentro de la estructura de clases.

A nuestro juicio, una estructura de clases debe incorporar los factores de la propiedad de medios de producción, la organización (gestión) de la producción, la calificación de la fuerza de trabajo y el poder burocrático (ibíd.). Con la estructura de clases es posible evaluar la desigualdad en la distribución de recursos, activos y oportunidades –ingreso, educación, endeudamiento y acceso a crédito, consumo, precarización y flexibilidad, acceso a la salud y tipo de vivienda, entre otros– en las distintas clases sociales. En suma, el modelo de desarrollo y acumulación no sólo define una estructura ocupacional, sino que el enfoque de la estructura de clases es una herramienta de análisis y propuesta política sobre las desigualdades en la repartición de activos, recursos y oportunidades, a partir de la pregunta clave de la estratificación y estructura de clases: “¿a quién le llega qué?”

Es importante señalar que pretendo desarrollar un enfoque de análisis de la realidad chilena desde la estructura de clases, haciendo la salvedad de que no intento encasillar mi propuesta en los límites de aquél sistema específico, sino que usarlo como una especie de plataforma desde donde hablar de la realidad chilena en su complejidad sociocultural, política y económica. Tal y como puede verse a continuación, la matriz (re)productiva es un concepto que implica el acoplamiento de 5 dimensiones analíticas:

a) Un régimen de acumulación económica bajo formas extractivistas, financieras y de servicios consolidado en Chile a lo menos durante los últimos 40 años.

b) Formas de gestionar el trabajo en base a una superposición taylorista, fordista y postfordista.

c) Formas de ejercicio del poder político y la planificación por parte del Estado, las clases políticas y el sistema de partidos.

d) Una dinámica de la estructura de clases sociales en tanto distribución de ocupaciones y calificaciones (distribuidas en torno al saber y el conocimiento), así como al espacio desde donde irrumpen movimientos y conflictos sociales identitarios y de reconocimiento2.

e) Formas particulares de consumo, endeudamiento y procesos de sobrevivencia y cuidados a nivel familiar.

En ese sentido, el concepto de matriz (re)productiva es el que permite dicho objetivo. Se trata de un concepto que posee una alta abstracción analítica, incorporando elementos económicos, políticos y culturales. En el presente texto nos interesa atravesar el factor tiempo a través de todas estas áreas de lo social.

2 Nótese que en esta cuarta dimensión del concepto de matriz de reproducción contiene a la estructura de clases, pero la supera al incorporar la dimensión ideológico identitaria de elementos del espacio desde donde irrumpen movimientos y conflictos sociales identitarios y de reconocimiento.

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¿Qué ganamos con un análisis de la estructura de clases consistente en contraponerla con el abstracto concepto de la matriz de (re)producción? Primero, la pretensión universal de la matriz. Ello permite que los análisis de la estructura de clases no se limiten a una variable de estructura de clases en tanto estructura de oportunidades y distribución de activos necesarios para la evaluación de los procesos de integración, exclusión social y ciudadanía, en escenarios siempre territorialmente nacionales, tales como el mercado de trabajo, la estructura ocupacional, etc. Por decirlo con otras palabras, analizamos la estructura de clases a partir del concepto de la matriz de (re)producción porque permite el descentramiento territorial de la estructura de clases en contextos locales y globales en distintas dimensiones, esto es, las dimensiones de producción y reproducción de la realidad social operacionalizadas por el concepto de la matriz de (re)producción.

La hipótesis que tenemos en este punto es que la estructura de clases no sólo se descentra sistémicamente (por tanto, se desenfoca respecto de lo territorial, a excepción de lo estatal y jurídico), sino también proyecta un mapa espacial (las dimensiones de la matriz) y temporal (los ritmos de procesos, flujos, contenciones, aceleraciones y desaceleraciones). Un mapa del tiempo social en su complejidad. En un mismo mapa, tiempos de flujos y circulación, así como regulaciones y contenciones.

Si se nos permite la metáfora propedéutica, la matriz de (re)producción es a la estructura de clases lo que el modo de producción de Marx son a las relaciones sociales de producción. De hecho, en cierta medida, el concepto de matriz de (re)producción está inspirado en el modo de producción de Marx, aunque no apuntan a lo mismo3. Si se revisa un poco de bibliografía, descubriremos una serie de términos con “parecidos de familia”: modo de producción (Marx), modelos de

3 La metáfora base-superestructura ha sido vulgarizada por el marxismo bajo un modelo temporal. Al temporalizar y cronologizar diferencialmente las esferas económicas, políticas y social culturales quiero evitar, entre otros, el determinismo de la estructura sobre la superestructura, relación causa-efecto que es ya en sí misma una reminiscencia temporal. Esta determinación “en última instancia” de la base sobre la estructura no es otra cosa que la serie temporal del “antes-después” (McTaggart, 1908). Recordemos que, para este último, las posiciones en el tiempo se distinguen de dos maneras: (1) cada posición es “anterior a” y “más tarde que” otras posiciones (antes-después); (2) y, a su vez, cada posición es “pasado”, “presente” o “futuro”. Las distinciones de la serie del antes-después son permanentes, mientras que los de la segunda no lo son. Si el evento M ocurre cada vez más temprano que N, es y será siempre antes. Sin embargo, si se analiza desde la serie temporal del pasado-presente-futuro, un evento que “está” presente ahora será un “ya fue” en el futuro y un “será” en el pasado (ibíd.). Podemos señalar que en la primera serie tenemos el tiempo del mundo medido con antes-después y en la segunda serie la fenomenología del pasado-presente-futuro. Tal y como señala Norbert Elías (quien, sin citar a McTaggart, está expresando su misma paradoja entre antes-después y pasado-presente-futuro): “Mientras conceptos del primer tipo [antes-después] representan la estructura temporal del acontecimiento como tal, los del segundo [pasado-presente-futuro] incluyen en su significado a los hombres sintetizadores que ven ante sí el acontecimiento y su estructura temporal” (Elías, op.cit: 87). La serie antes-después le ocurre a un mundo: es una cronología para la instauración de mundos, estructuras, sistemas, objetividades. De esta forma, la jornada de trabajo es el antes-después que ocurre en el planeta capitalista. Con la imposición de la serie del antes-después, el mundo se vuelve objetivo: la relación sujeto objeto supone un mundo y un sujeto del mundo que se necesitan recíprocamente. Estas son la función y consecuencias del tiempo. Funciones, realidades y significados del tiempo ubicados en el proceso lógico-semántico de surgimiento de objetos, sujetos, relaciones y contradicciones. Volveremos sobre este importante punto más adelante.

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desarrollo (cepalianos y desarrollistas), estilos de desarrollo (Aníbal Pinto), régimen de acumulación (Boyer y los regulacionistas franceses), etc.

Mi argumento es que la multi-dimensionalidad del concepto de matriz (re)productiva permite superar la perspectiva –presente en los conceptos anteriores, unos más, otros menos– que visualiza como factores causales a los procesos económico-productivos y donde los elementos políticos, culturales y reproductivos del cuidado, la familia o el consumo, son epifenómenos del proceso central de énfasis económico productivo. Por motivos de espacio, por ahora no nos interesa abordar un debate filológico marxiano, ni tampoco nos interesa desarrollar aquí la crisis del ya a estas alturas polimorfo concepto de “sociedad”. Con todo, es importante decir que creemos que la sociología debiera comenzar a preguntarse ya no por lo que hace posible “la sociedad” en cuanto tal –figura abstracta y excluyente, caracterizada por aparecer como un ente, ya sea mecánico o sistémico-, sino por procesos sociales en tanto pregunta global atenta a lo relacional y a los flujos de deseos, trabajo, mercancías, información, dinero. La noción de matriz de (re)producción social pretende ser una primera delimitación para el mapa de estos flujos.

Tenemos entonces un primer concepto, el de la estructura de clases, que tradicionalmente ha sido concebido “nacionalmente”, esto es, como estructura de ocupaciones o un mercado laboral situados en un determinado territorio. Por su parte, la matriz de (re)producción nos da entradas a lo local/global: es un concepto sistémico descentrado espacial y temporalmente en cinco dimensiones. Este descentramiento abarca distintos perímetros y diámetros espaciales del planeta, pero también ritmos de aceleración y desaceleración temporal de flujos y regulaciones de diferentes elementos (dinero, información, mercancías, trabajo y personas). Ello nos permite entender a la globalización como un proceso que no es simplemente mundialización homogénea, si por ello entendemos una distribución igualitaria de elementos. Más bien, se trata del entrecruce de redes de interacción socio-espacial, redes que interactúan y se superponen entre sí, pero no de forma homogénea a lo largo del planeta, sino que en torno a ciertos centros económicos neurálgicos (Norteamérica, Europa y Asia Oriental), tejiendo una cartografía mundial de redes geográficamente difusas de tipo transnacional, financiera y política que integran a las élites metropolitanas y periféricas.

En suma, los conceptos de estructura de clases y de matriz (re)productiva se encuentran relacionados de tal manera que el primero está contenido dentro del segundo. La inteligibilidad de la estructura de clases se alcanza a través de un análisis respecto de cada una de las dimensiones de la matriz de (re)producción. Esto porque al ser parte del sistema de la matriz, no son elementos independientes: cada una de esas dimensiones –incluida la estructura de clases– existe en relaciones de interdependencia con cada una de las otras, por lo que el patrón de esta matriz de (re)producción está configurado como un sistema. Ritmos e innovaciones en las formas de gestión del trabajo y de la productividad se asocian con ritmos propios de las formas de regulación de la acumulación, así como con disposiciones institucionales y acuerdos políticos que también tienen sus propios ritmos. Estos ritmos implican procesos sociales que se manifiestan en cada dimensión del concepto de la matriz, cuestión que veremos a continuación.

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3) Aceleración y desaceleración del tiempo en la matriz de (re)producción.

Tal y como señala Luhmann, el tiempo es un concepto de suyo sistémico: la transformación temporal de los sistemas se realiza en y por los sistemas (Luhmann, 1998). Esta cuestión no se agota con el tiempo cronológico en el sentido de una medida de movimiento respecto de un antes y un después. En efecto, este tipo de perspectiva del tiempo no es capaz de reconstruir suficientemente los problemas a los que se enfrentan los sistemas a propósito del tiempo, por lo que debemos complejizarla. La complejidad del tiempo en los sistemas sociales pasa por una serie de procesos que van desde la diferencia sistema/entorno, la complejidad, la autorreferencia, así como la diferenciación y el descentramiento. De forma resumida, podemos señalar diferentes tipos de temporalidades incluidas: (1) aquellas que toman la importancia respecto de cómo se ordena la conciencia en un sentido temporal, (2) formas en que el tiempo es el factor de organización de situaciones de interacción y (3) formas en que las operaciones de los sistemas implican funciones en el tiempo. Estos tres niveles implican distintas formas de resolución de las perspectivas de las series del antes-después y del pasado-presente-futuro (McTaggart, op.cit).

Los tiempos locales y particulares, desde el s. XIX, son reconvertidos por los husos horarios como factores de la división del tiempo del globo terráqueo (Luhmann, 2006: 114). Ello permitió hacer “posible que pueda partirse de la simultaneidad de todo acontecer mundial sin importar las condiciones físicas de los tiempos diurnos y nocturnos, aun cuando la comunicación sobre ello llega de noche mientras en otro lugar es de día” (ibíd.). Ello da como resultado la temporalización de la diferencia presente/ausente, que es para nosotros representante de lo que McTaggart define como serie del antes-después. Este tiempo social objetivo en tanto “hecho social” coordina las secuencias y dinámicas de interacción que se dan a nivel situacional (Flaherty, 2001), así como las lógicas funcionales y operacionales de los sistemas (Luhmann, op.cit, 5-144).

Pero una cosa es este tiempo social objetivo de las series de los antes-después que sirven como formas de coordinación de acciones y otra cosa es el tiempo desde el punto de vista de la conciencia. Cuando el problema del tiempo es tratado fenomenológicamente comienza a emerger el sujeto que temporiza las secuencias del antes-después bajo la narrativa del presente-pasado-futuro (Flaherty, op.cit; Schütz y Luckmann, 2009).

La hipótesis sobre el tiempo que proponemos en este artículo, es que la serie objetiva del antes-después, así como la serie subjetiva del pasado-presente-futuro, se van coordinando y desplegando en cada dimensión de la matriz de (re)producción. Cada dimensión de la matriz de (re)producción posee su propia dinámica de diferenciación, las cuales entenderemos aquí como procesos de aceleración y desaceleración (Rosa, 2011). Si los sistemas se basan en lógicas de diferenciación, entonces los ritmos de tiempo no son los mismos, ni tampoco están distribuidos homogéneamente en todos los niveles de los sistemas. Dicho de otro modo: el tiempo se visualiza como antes-después o como pasado-presente-futuro según la compleja trama de ritmos y flujo en el cual nos situemos. Pero, a su vez, estas visualizaciones implican aceleraciones y desaceleraciones: ajustes y

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desajustes de flujos de elementos. Por ello, el concepto de matriz de (re)producción se desagrega en distintos niveles, pues son distintos contenidos de flujo de elementos (trabajo, dinero, comunicación, estatus, etc.) lo que están siendo organizados temporalmente.

Lo anterior guarda relación con la premisa de la diferenciación interna de los sistemas, la cual implica la repetición de la diferencia entre sistema y entorno dentro del sistema mismo (Rodríguez y Torres, 2008: 404). La diferenciación de los sistemas genera entornos internos de los sistemas mismos, lo que indica el proceso donde un sistema que se encuentra limitado hacia fuera, esto es, hacia su entorno, posibilita la producción de nuevas diferencias sistema/entorno, esta vez al interior del sistema original, generando sistemas parciales. Esta lógica no está muy lejos de la exposición parsoniana de un sistema global que cobija subsistemas en su interior. Por ello, aún cuando la estructura clasista es una dimensión dentro de la matriz, no la reduciremos a subsistema, sino que tensionaremos su relación con las otras dimensiones. En ese sentido, es importante señalar que no estamos siguiendo un modelo parsoniano de sistema (la matriz) y subsistemas (los 5 ejes).

El problema con la perspectiva recién descrita es que no permite la descripción convincente de los fenómenos sistémicos contemporáneos, ya que sigue reproduciendo una diferenciación en términos de “descomposición de un todo” en “partes internas”. Si queremos desarrollar una crítica epistemológica al término de sociedad, entonces debemos dejar de lado estas metáforas organicistas durkheimnianas y/o parsonianas. De la constatación de la diferenciación interna siempre derivan en problemas de unidad, donde la pregunta sociológica es, una y otra vez, cómo se puede llegar a la unidad a pesar de la diferenciación.

Sin embargo, podemos rescatar el concepto de diferenciación interna, aunque con un agregado importante. A nuestro juicio, aparte de la diferenciación interna (que ya estaba presente en Durkheim y Parsons), hay un proceso de descentramiento. En efecto, la antigua unidad de la sociedad se descentra: la diferenciación sistémica propia de sociedades complejas sobrepasan límites territoriales físicos (territorio nacional regional). Al poner énfasis en las funciones por sobre las estructuras, Luhmann sobrepasa los límites del concepto de sociedad y comenzar a hablar, lisa y llanamente, del sistema mundial o sociedad mundial (Luhmann, 2006). Para ser más precisos, sólo el sistema político y el sistema del derecho moderno se encuentran territorialmente situados, siendo todos los demás sistemas que operan independientemente de límites territoriales. Así, superamos la premisa que dice que los sistemas funcionales están íntimamente vinculados a límites unitarios territoriales, límites que tienen validez para los sistemas funcionales pertenecientes a una misma unidad territorial (ibíd.).

De esta forma, lo local y lo global analizados desde la particularidad de la estructura de clases y la matriz de (re)producción establece fronteras de diferenciación que pueden ser analizables desde la perspectiva temporal. Más específicamente, creemos que las diferenciaciones internas se pueden analizar a partir del ritmo de aceleración/desaceleración de las cinco dimensiones de la matriz de (re)producción.

Esto es lo que precisamente desarrollaremos a continuación, intentando indicar la forma en que la temporalidad y cronología se va generando en las

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distintas aristas de este objeto de la matriz de (re)producción, esto es, planteando la forma en que el tiempo conlleva una dinámica propia en cada una de las cinco dimensiones del concepto de la matriz.

a) El tiempo y el régimen de acumulación.

Las dinámicas de aceleración no son una lógica presente en todas las dimensiones. La primera hipótesis que tenemos es que el modo de regulación de la acumulación implica la paradoja consistente en sistemas políticos e institucionales ralentizados que permiten la acelerada acumulación de riquezas. De hecho, el concepto de régimen de acumulación definido por Robert Boyer da cuenta del conjunto de regularidades que aseguran una progresión general y relativamente coherente de la acumulación del capital, formalizando “la dinámica económica mediante la consideración explícita del impacto de las formas institucionales sobre la distribución del ingreso entre salario y ganancia, y la compatibilidad del imperativo de valorización y de realización” (2007: 61).

El régimen de acumulación es una forma institucional de ralentizar el tiempo, pero con un efecto productivo: bajo ciertas lógicas reguladas institucionalmente, el capital se reproduce en períodos históricos específicos y en espacios, regiones o formaciones sociales y económicas determinadas. Ello obliga a historiar el movimiento de la economía a partir de la premisa metodológica de que la reproducción del capital se modela en un determinado patrón o régimen que reproduce ciertas pautas de acumulación por un determinado período de tiempo. Vale decir, bajo la premisa de la observación de ciertas reiteraciones en el comportamiento de las esferas de producción, circulación y acumulación, la política económica se vuelve un mecanismo de conformación de este patrón de comportamiento, dirigiéndose a fracciones y sectores particulares del capital (por ejemplo, capital financiero, industrial, agrícola, comercial). Se podría incluso señalar que de acuerdo al sector económico beneficiado por el régimen de acumulación, la aceleración/desaceleración de la economía será variable: en países con estados que establecen su régimen de acumulación centrado en el sector tecnológico se observará una dinámica de producción-distribución-acumulación más acelerada que aquellos centrados en sectores primarios.

Por otra parte, el régimen de acumulación es una pauta de encausar la distribución de riqueza, pero no de forma equitativa. Precisamente, debido a que no es posible resolver equitativamente las necesidades de reproducción de todas las ramas económicas, el régimen de acumulación frena el crecimiento de algunos sectores y acelera y dinamiza a los sectores hegemónicos, convirtiéndolos en sectores prioritarios de la política económica. Los sectores que cuentan con mayores cuotas de poder e influencia en el campo político del Estado serán los determinantes en el diseño y aplicación de medidas que les favorezcan en su desarrollo y reproducción particular. En este contexto, serán sólo algunos sectores de la economía los que se constituirán como ejes de la acumulación y reproducción del capital. Ello nos habla de un modelo productivo que prioriza ritmos para ciertos sectores o facciones de la burguesía, acelerando algunos y llevando a la inercia a otros.

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b) El tiempo en la gestión del trabajo.

Los métodos de la gestión del trabajo están atravesados por el tiempo pues la misma producción de riqueza es un fenómeno temporal. Esto es claramente identificable en la teoría del valor-trabajo de Marx (2011). En ella, la fuerza de trabajo implica un valor determinado por los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia del obrero y los suyos (“trabajo necesario”). Sólo es productiva la fuerza de trabajo que crea un valor mayor que excede el suyo propio o, en otros términos, sólo es productiva la fuerza de trabajo que produce un valor más allá del “trabajo necesario”. Sin poder aquí explicar el proceso de producción de plusvalía, diremos que se trata de una ecuación montada a partir de dos tipos de tiempo: Plusvalía = tiempo necesario + tiempo excedente. La plusvalía aparece cuando se aminora el tiempo necesario para producir lo que vale la vida del obrero y los suyos, por tanto, cuando se acrecienta el trabajo excedente. El aumento de la plusvalía es un proceso de aceleración/desaceleración de la intensidad y productividad de la fuerza de trabajo: en la plusvalía absoluta, disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo o extendiendo la jornada laboral, o bien aumentando la productividad de las fuerzas productivas en el mismo período de tiempo de la jornada laboral (plusvalía relativa).

Otro punto interesante relativo al tiempo es que el capitalista le compra el tiempo de trabajo al obrero (el momento del tiempo donde se despliega la fuerza de trabajo dentro de la jornada laboral). Tal y como dijimos, la plusvalía brotará de lo que Marx denomina como tiempo excedente, es decir, aquél pedazo de tiempo de trabajo no retribuido. El “secreto” descubierto por la teoría del valor trabajo considera estos dos tipos de tiempo, pues sin haber desglosado el tiempo dentro de la jornada (entre tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente) simplemente Marx no hubiese dado con la fórmula para explicar la aparición de la plusvalía. Tal y como lo indicaba Marx en jerga temporal, cuando la fuerza productiva del trabajo aumenta y la jornada laboral se mantiene constante, el tiempo en que el obrero trabaja para reproducir su fuerza de trabajo se reduce y la masa de plustrabajo aumenta.

Por otra parte, hay una segunda cuestión del tiempo que nos interesa nombrar aquí y tiene que ver con el management como forma de administrar el tiempo a partir de medirlo con la vara de la productividad. La inserción del concepto de “plusvalía relativa” en Marx permite entender que un modelo productivo conlleva relaciones entre clases sociales legitimadas e instauradas como relaciones de poder que, a su vez, son formas de organización temporal de la producción misma. Ahora bien, el management es un saber que se hace práctico en el sentido de obligaciones impuestas sobre los trabajadores bajo el régimen de una tecnología laboral del yo. De esta forma, taylorismo, fordismo y post-fordismo han sido formas de gestión de la fuerza de trabajo capaces de articular y coordinar distintas prácticas del tiempo que buscan la subjetivación y de modos de acción en torno a un plan común que tiene como objetivo el aumento de la producción y la competitividad de la empresa. El management es por tanto un dispositivo de gobierno que apunta a la constitución de una ética y una subjetividad funcionales a la acumulación del capital. En ese sentido, el management visualiza al trabajo no sólo como la acción instrumental tendiente a la extracción de plusvalía, sino que implica un proceso comunicativo, involucrando aspectos de la interacción que son

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éticos y subjetivos, siendo una práctica semiótico-afectiva que está operando dentro de un diagrama tejido por dispositivos y ensamblajes compuestos de elementos heterogéneos, materiales, no materiales, físicos y simbólicos, humanos y no humanos. El trabajo es entonces un proceso de socialización que posee una concepción del tiempo conceptualizado como proceso intersubjetivo (Schütz y Luckmann, op.cit). Todo esto con el telón de fondo del tiempo: se administra y producen sujetos para unas funciones a desempeñar que permitirán alcanzar los objetivos propuestos. Dicho de otra forma, a nivel de las prácticas situadas (tales como el trabajo y el management como racionalidad ordenadora de estas prácticas), el tiempo puede ser visto como una relación constitutiva entre elementos de la interacción (Rawls, 2005)4.

Supuestamente, la actual reestructuración productiva del capitalismo globalizado se basa en un nuevo tipo de management post-fordista que gestiona la fuerza de trabajo a partir de su precarización. Lo interesante aquí es que, respecto de modelos tayloristas y fordistas, el tiempo es conceptualizado de otra forma por el post-fordismo. Las transformaciones de los procesos productivos no sólo están determinadas por formas desfragmentadas de gestión, sino que ha traído como consecuencia la reconfiguración de un nuevo sujeto ligado a estas nuevas formas de los procesos productivos que son frutos de nuevas formas de visualizar el tiempo.

Ahora bien, cuando nos damos cuenta que el post-fordismo está lejos de ser una forma de gestión hegemónica, podemos entender la superposición de ritmos de aceleración/desaceleración de la gestión del trabajo y la productividad. Ello porque al interior de un modo de producción determinado, pueden existir diversas formas de producción. Se trata de entender que en las formaciones sociales capitalistas coexisten distintos modos de producción o diferentes tipos de relaciones de producción en una misma formación social. Para el caso de Chile y América Latina, no existen modelos productivos absolutos, sino más bien el traslape entre éstos5. No existe el paso de un modelo a otro como si se tratara de una evolución pura de un estadio a otro (del taylorismo, al fordismo y luego, como estadio superior, al postfordismo). Más que una linealidad evolutiva en el tiempo, los modos de gestión de la fuerza de trabajo se superponen entre sí, aunque en distintos grados y cantidades en cuanto a su alcance y volumen. Esta superposición de los modelos de gestión de la fuerza de trabajo implica, por tanto, una superposición de tiempos, formas y cantidades de productividad. De hecho, en América Latina coexisten distintos modelos productivos: modernos, otros en base a pequeñas empresas y otros netamente de economías de subsistencia. De esta

4 En ese sentido operaría la serie del antes y después, pero no como medida de la situación entre diferentes eventos, sino como relación entre las partes de una situación determinada, constituyendo el sentido mismo del evento y siendo el elemento organizativo de la situación e interacción (ibíd.). 5 El toyotismo en Chile y América Latina ha sido llevado a cabo por pocas empresas. Esta versión débil post-fordista se da en medio de preeminencia de métodos tayloristas-fordistas, en un contexto de abundante mano de obra, altas tasas de autoempleo, baja capacitación y seguridad en el empleo, desindicalización, expansión truncada de la industrialización y baja tecnologización, articulación de formas capitalistas y no capitalistas de producción (prevalencia de una acumulación de tipo “extensiva” y centrada en la producción de medios de consumo en desmedro de medios de producción) y una inserción internacional subordinada o dependiente (Aboites, Miotti y Quenán, 1998; De la Garza y Neffa, 2010).

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forma, la producción social está atravesada por procesos de tiempo: unos más acelerados, otros más desacelerados, e incluso, inertes.

La principal hipótesis es que la aceleración de los procesos productivos en pos de aumentar la productividad es un indicador de aumento de la riqueza, dejando modelos de gestión del trabajo de menor capacidad de producción de riqueza a ritmos más desacelerados y ralentizados. A partir de ello, se podría establecer en qué medida en una misma formación social hay distintos tiempos de producción según rama económica, zona geográficas, tipos de ocupación implicada, etc.

c) El tiempo, la política y la planificación.

Los dos puntos recién descritos nos llevan a plantear el hecho que los procesos de globalización, modernización y desarrollo no son una secuencia, sino más bien suelen ser una superposición de elementos. Por ello que la “planificación” en búsqueda del crecimiento, desarrollo o lo que fuese, siempre es una decisión sobre qué sectores acelerar y cuáles desacelerar. La heterogeneidad traslapada de formas de gestión de la fuerza de trabajo (superposición de los modelos tayloristas, fordistas y post-fordistas) nos muestra segmentos de la sociedad que están en el seno de la primera oleada de una modernización “industrializante” y que conviven con segmentos que están plenamente insertos en la segunda oleada, la globalización tecnológica y del conocimiento.

Tal y como señala Rosa, algunos procesos de aceleración que caracterizan al sistema capitalista han sido posibles “gracias a la estabilidad de algunas instituciones modernas fundamentales como la justicia, la democracia, el régimen de trabajo industrial y las biografías o ‘trayectorias de vida’ estandarizadas o ‘institucionalizadas’ de la modernidad” (Rosa, op.cit: 29). La estabilidad de los marcos institucionales son precondiciones necesarias para una planificación e inversión a largo plazo, por tanto, para una aceleración a largo plazo (ibíd.). Estamos hablando de una tensión en la relación entre procedimientos y sistemas políticos democráticos y el tiempo como indicador de secuencias y ritmos de flujos de relaciones. Por un lado, la política posee una tensión a propósito de que es, al mismo tiempo, identificada con la innovación e identificada con la creación de continuidad, vale decir, lo político como la tensión indefinible entre hacer lo nuevo hacia el futuro y la creación de prolongación y conservación (Lechner, 2002: 34). En este particular punto, el régimen de gobierno implica tiempos que son de desaceleración frente a las demandas políticas y sociales. La democracia, en tanto forma de procedimiento con arreglo a fines, implica tiempo (Lechner, 2006: 377-395). En efecto, no sólo implica un acuerdo sobre los procedimientos, sino que, más profundamente, el sistema político implica acuerdos colectivos sobre objetivos a alcanzar en el tiempo (Lechner, op.cit: 34-39). Los partidos políticos son los grupos que compiten por el acceso al estado ofreciendo las recetas más rápidas y eficaces para alcanzar las metas colectivas de desarrollo.

La política implica procesos de planificación para un mañana mejor, una promesa de futuro que legitima al presente, donde la incertidumbre es manejada a partir de la elaboración conflictiva y colectiva de un horizonte de futuro (ibíd.). Nuevamente estamos frente a los procesos de aceleración y desaceleración en la medida en que el estado se convierte en un ente internamente diferenciado donde

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todos los ámbitos se desarrollan como dinámicas con ritmos propios que obedecen a programaciones internas, obligando a un ajuste de las velocidades en cada sector.

d) El tiempo y los movimientos sociales.

Desarrollaremos aquí la cuestión de los movimientos sociales en la dinámica societal a partir del tiempo6. En efecto, ¿qué son los movimientos sociales sino una cuestión de tiempo? La hipótesis que sugerimos es la siguiente: la irrupción de los movimientos sociales en el seno de las luchas por el reconocimiento representan un grito que puede ser analizado desde la arritmia braudeliana del tiempo largo y tiempo corto (Braudel, 1970), cuestión que es también una metáfora de aceleración (tiempo corto) y desaceleración (tiempo largo). Si somos capaces de discernir los movimientos no homogéneos del tiempo social a partir de la forma como Braudel distinguió el tiempo largo del tiempo corto, podemos leer que las discontinuidades y la arritmia social en la historia indican un tiempo diferencial, heterogéneo y discontinuo. El tiempo social se dilata y se condensa, es decir, hay momentos históricos donde el tiempo parece transcurrir lentamente, donde pareciera que “no pasara nada”, mientras que hay otros tiempos sociales altamente densificados y donde todas las contradicciones aparecen de forma acelerada.

En el tiempo “tiempo largo” tenemos que las estructuras tienden a prevalecer sobre los sujetos, fijando un cierto espacio de acción social fuertemente desacelerado. Se trata de agrupamientos sociales, sujetos colectivos o masas articulados con espacios claramente delimitados de la estructura social. Cuando el historiador estructuralista analiza su objeto histórico lo que le importa son los cimientos de la organización societal, por lo cual se destacan los agrupamientos humanos que de allí se derivan. En su afán muchas veces nomológico, los sucesos episódicos, las historias individuales y los actores individuales no encuentran buena ubicación (Suárez, 2007).

Muy distinto es el caso en los momentos de alta aceleración temporal, donde pareciera que están ocurriendo muchos fenómenos y procesos sociales en muy corto tiempo. Este es el caso de tiempos sociales altamente compactados, principalmente tiempos de revuelta social y de posibilidad concreta para la aparición de sujetos7. En estos turbulentos tiempos sociales, los sujetos desarrollan capacidades que les permiten pasar de ser reproductores de estructuras a ser creadores de estructuras. Vale decir, en los momentos históricos de aceleración, los sujetos prevalecen por sobre las estructuras. Sin embargo, estas coyunturas de aceleración son momentos cronológicamente reducidos en la vida de la mayoría de las personas y las sociedades, puesto que no en todo momento los hombres y mujeres están en condiciones de reestructurar radicalmente las condiciones sociales de su existencia, cambiando radicalmente a la sociedad. Es importante entender que la condensación del tiempo social es claramente más evidente en

6 La estructura de clases propiamente dicha será tratada en un acápite posterior. 7 “En la revolución mexicana, por ejemplo, muchas mujeres rompieron con las ataduras que las amarraban a la cocina y a la vida hogareña, y se unieron a campesinos que dieron vida a los ejércitos agraristas. Llegaron lejos en su arremetida contra las estructuras: se cruzaron cananas en el pecho y tomaron las armas, y vivieron su sexualidad de una manera distinta a la que prevalecía en la época” (Osorio, op.cit: 79).

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períodos de crisis, en especial si éstas son revolucionarias, vale decir, cuando existe la posibilidad de modificar estructuras de la sociedad.

Ejemplos de estas coyunturas que profundizaron fugazmente la inestabilidad política del orden mundial abundan en la historia mundial reciente: desde Seattle, como ejemplo paradigmático de las nuevas luchas, existiendo otros casos, tales como la revuelta de la Plaza de Tiananmén, la Intifada, los disturbios raciales de Los Ángeles en 1992, el levantamiento zapatista de 1994, las huelgas ciudadanas francesas, las huelgas surcoreanas de 1996, la realización de dos foros mundiales en Porto Alegre, las invasiones de tierras del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST) brasileño, las movilizaciones de los cocaleros bolivianos sacando electo por primera vez a un presidente indígena, el movimiento mapuche en Chile, las revueltas ciudadanas de Aysén, Freirina, etc.

e) El tiempo, el consumo, la perspectiva de vida.

Esta quinta dimensión de la matriz de (re)producción social permite resituar a los sujetos de clase como individuos consumidores. Consumir, en tanto el proceso de uso y experiencia del individuo con la mercancía, es un factor identitario. El grado de aceleración/desaceleración del consumo puede llevar a una institucionalización de cursos de vida (life course) que fijan sentido para los individuos.

El consumo es el acceso de bienes y servicios en tiempo presente que acelera el futuro: con el consumo, el futuro se hace presente, lo que en otro modelo nos demorábamos determinado tiempo en obtener (en le medida en que se ahorraba para comprar) hoy se accede en la inmediatez. Ello nos lleva a un enfoque pragmatista del tiempo cercano al de Mead, donde el pasado y el futuro se hace desde el vívido presente, vale decir, donde las interpretaciones del pasado y el futuro están conformados por el presente (Flaherty y Fine, 2001). Ello nos pone en advertencia respecto de la experiencia de la conciencia respecto del tiempo, donde los procesos subjetivos (de la conciencia) conforman identidad e ideologías a partir de las dimensiones de los proyectos personales y familiares, las estrategias y expectativas de consumo y acceso a bienes y servicios, así como el proyecto laboral. En todos estos temas, la conciencia vive intensamente el tiempo, en tanto expectativas alcanzadas de forma efectiva (Schütz y Luckmann, op.cit).

Es así como los cursos de vida son proyecciones temporales de la propia vida, cuestión que teóricamente ha consistido en la vinculación entre el curso de vida individuales y el ámbito económico, específicamente las trayectorias laborales (Kohli, 2007). La vida humana y el trabajo son elementos que se determinan mutuamente: el trabajo, así como todo elemento humanamente relevante, se da y despliega en el transcurso de una vida. Los fenómenos ligados al trabajo, a su carencia, precarización y flexibilidad, etc., siguen siendo factores claves que representan hitos para la historia de vida de las personas.

4) El tiempo y la estructura de clases.

Acabamos de ver las cinco dimensiones del concepto de la matriz de (re)producción social con sus respectivos procesos de aceleración/desaceleración.

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Es el momento de finalizar el presente artículo hablando del encuadre paradojal de la aceleración y desaceleración de la diferenciación funcional en el seno de la estructura y mercado del trabajo.

Al menos dos tendencias son posibles de identificar, siendo las dos unos factores que dan cuenta de la hipótesis relativa a que el éxito y la generalidad de la aceleración se fundamenta en el supuesto funcional de la desaceleración en ciertos niveles, nichos o instituciones.

La primera tendencia tiene que ver con que la propia estructura de clases es una forma de desaceleración. La ralentización de la estructura ocupacional o estructura de clases es, a diferencia de los sistemas en constante complejización y diferenciación interna, un escenario adaptativo donde distintos grupos, clases y facciones de clases se distribuyen activos y posibilidades de acceso a bienes y servicios a lo largo de generaciones. A diferencia de los movimientos sociales –que son parte de la misma dimensión dentro del concepto de la matriz de (re)producción social– la estructura de clases tiene una dinámica de tiempo largo, claramente desacelerada.

Esta estructura de clases se enmarca dentro de un determinado modelo o régimen de acumulación, el cual, para el caso chileno, se trata de la mantención más menos prolongada e inalterable en el tiempo gracias a la tendencia en el predominio del sector extractivo, de comercio y servicios por sobre el industrial8 (León y Martínez, 2001). Este modelo de producción y acumulación ha dado forma a una sociedad chilena de aparente fluidez, pero estructuralmente rígida en términos de movilidad social (Torche y Wormald, 2004). Dicho de otra forma, como existe directa relación entre el patrón de producción y acumulación (dado por la hegemonía de una facción de la burguesía por sobre las otras), la estructura de clases sociales es un fenómeno determinado por dicho régimen, cuestión que lo convierte en un fenómeno de desaceleración en la medida en que la hegemonía político-económica de la facción burguesa predominante no es una fuerza centrífuga, ni revolucionaria, sino que fijamente estructural, esto es, un ordenamiento jerarquizado de posiciones y relaciones en torno a un centro.

Un segundo proceso de inercia relacionado con el fenómeno anterior es la exclusión estructural de algunos trabajadores. Vale decir, el desempleo de larga duración, fenómeno que por lo general es derivado de una incapacidad de competitividad de individuos y grupos para “mantenerse dentro de las lógicas de flexibilidad y velocidad requeridas en las economías occidentales modernas” (Rosa, op.cit: 27). La existencia de personas “sobrantes” tiene explicación en el hecho que la estructura de clases capitalista no alcanza a cubrir la totalidad de la población, especialmente la obrera con nula o muy baja calificación. En otros términos: siempre habrá un “excedente absoluto de población” (un exceso de personas en relación con los espacios de la estructura de clases) (Blanco, 2011: 6). Marx le denominaba a esto el “ejército industrial de reserva”, poniendo el acento el carácter funcional de esta población que entra como competencia proletaria en los momentos de auge económico (ibíd.: 10). Ahora bien, en América Latina, la 8 Si se observa bien, esto es consecuencia de la hegemonía de una facción de la burguesía que logra institucionalizar las pautas para privilegiar un ritmo de acumulación determinado (el que acrecienta su tasa de ganancia). Esto lo hemos esbozado a partir de las dimensión a) del concepto de matriz de (re)producción.

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tercearización e informalización de nuestras sociedades determinan un marco de desempleo formal y autoempleo creciente que está en directa relación con dichas posiciones sobrantes. Muchas veces los sectores marginales no logran incluirse dentro de la lógica de la acumulación y producción capitalista al no participar en el mercado como consumidores ni al acceder al empleo formal, asalariado y estable. Desocupación, precarización y flexibilidad masiva; todo ello representa un inconveniente práctico, pues el enfoque de las clases sociales –y así también buena parte de los enfoques de estratificación social– tienen al trabajo como el principal indiciador del lugar ocupado en la estructura social. Ahora bien, pese a no estar trabajando, es importante entender que estas personas estructuralmente hablando están ocupando un lugar: el de posiciones sobrantes que obtienen salarios no reglamentados, utilidades irregulares y compensación no monetaria. Por lo mismo, son posiciones que pueden desarrollar distintas estrategias de sobrevivencia en la marginalidad y desarrollo de actividades de subsistencia (Portes y Hoffman, 2003)9.

Los dos ejemplos recién comentados demuestran que la lógica de la aceleración/desaceleración está aparejada a la de la diferenciación y descentramiento de los sistemas. Si ello es así, entonces es posible señalar la hipótesis de que cada clase o grupo social representa una forma específica de encarnar el tiempo en los procesos productivos. Tal y como se señaló más arriba a propósito de la relación entre el tiempo y la gestión del trabajo, la superposición en una misma realidad social de diferentes métodos de producción (taylorismo, fordismo y post-fordismo) no sólo implica la coexistencia de distintos tiempos de trabajo y productividad, sino que de clases y grupos sociales que los realizan.

Dicho de otra forma, se podría estudiar las clases sociales de acuerdo al cruce de dos variables: tiempo y productividad. Mientras las clases sociales más bajas serán las que ocuparán mayormente actividades productivas desaceleradas (en el sentido de que el tiempo de trabajo es menos productivo, lo que se expresa en menor cantidad de obtención dinero a cambio), las clases sociales más altas son las que venden su tiempo de trabajo más caro. Con todo, la diferenciación y el descentramiento es una tendencia que remite a la individualización o desagregación de particularidades a las cuales se les distribuyen ritmos de tiempo de aceleración y desaceleración variados.

No obstante lo anterior, también es posible preguntarnos respecto ya no de cómo el tiempo se desagrega en arritmias encarnadas por individuos, grupos o clases que ocupan un lugar particular dentro de una estructura de clases. Este nivel diferenciado y descentrado debe ser complementado con un nivel estructural o, mejor dicho, que permita explicar el tiempo de la estructura de clases en su conjunto. Esto último indica entonces un problema distinto: cómo explicar la forma en que la estructura de clases en su conjunto se mantiene a través del tiempo.

9 Según Portes y Hoffman, América Latina también se ve afectada por otras estrategias de adaptación que incluyen violencia criminal y la migración. Estos fenómenos son importantes en función de que la estructura de clases latinoamericana deja espacios vacíos de desocupados que migran de un territorio a otro, así como también permite la aparición de actividades de subsistencia de tipo criminal y/o delincuencial que se han instalado como una tarea importantísima para la legitimidad del Estado frente a la opinión pública (Ibíd.).

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Creemos que esto último se realiza a partir de la conjugación entre estructura y agencia. A nivel ontológico social, podemos entender un primer momento del proceso donde la sociedad en toda su exterioridad se presenta como algo ya dado a cada uno de los individuos. Esa herencia dejada por quienes nos antecedieron temporalmente hablando se puede pensar como suelo estructural desde donde se desarrolla un segundo momento: la instancia de la variación replicante de singularidades de posiciones clasistas que desarrollan estrategias de sobrevivencia. En un tercer momento, el resultado de este proceso de despliegue de estrategias de sobrevivencia dará forma a la base estructural que las generaciones siguientes heredarán de nosotros.

En otras palabras, heredamos una posición clasista en el seno de una estructura de clases. Nacemos en esta clase social determinada; cada uno de nosotros accede a sus respectivas posiciones diferenciales –principalmente a través de la familia– en cuanto al acceso de posibilidades de existencia individual y grupal dispersas en las posiciones estructurales del poder desarrollado en un determinado territorio. Desde esta base heredada, nos adaptamos y conformamos nuestro propio camino, nuestros propios procesos de interacción que constituirá la base estructural que heredarán las futuras generaciones. Se trata del ciclo desarrollado por Margaret Archer, donde la sociedad es una configuración de relaciones que emergen mediante procesos que analítica y empíricamente pueden diferenciarse en tres fases: las formas socioculturales preexistentes (“condicionamiento estructural”), las acciones de los sujetos agentes que actúan en relación a los condicionamientos derivados de estas formas (“interacción social”), y los resultados de tales interacciones (“elaboración estructural”), que pueden reproducir (morfostasis) o modificar (morfogénesis) las estructuras socioculturales de partida, formando un nuevo piso estructural para las generaciones venideras (Archer, 1982; 2009).

Para Archer, el juego mutuo entre estructura y agencia crea el tiempo. Su propuesta es una teoría sobre el movimiento en el tiempo de la realidad social que incorpora elementos de la agencia y la estructura (que no es sino uno de los ejes de discusión teórica fundamentales de la sociología y que evidencian la paradojal constitución de la disciplina). Archer es clara cuando señala: “Es crucial entonces que la perspectiva morfogenética mantenga que estructura y acción operan sobre períodos de tiempo diferentes –una afirmación que se basa en dos proposiciones simples: que la estructura necesariamente antecede a las acciones que transforma; y que la elaboración estructural necesariamente viene después de tales acciones” (ibíd.: 32).

5) Conclusiones

En el presente trabajo he querido desarrollar la relación entre estructura de clases y matriz de (re)producción a propósito de la complejidad de los flujos de tiempo implicados en ambos términos. Por una parte, sostuvimos que es posible, a partir de los procesos de diferenciación y descentramiento, entender una descomposición analítica del tiempo a partir de dinámicas de aceleración y desaceleración que son heterogéneas y desperdigadas en los distintos niveles/dimensiones del concepto de matriz de (re)producción.

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Cuando hablamos específicamente de la estructura de clases, señalamos básicamente dos cosas: (1) que los individuos, grupos y clases sociales que ocupan un lugar dentro de la red estructural también son atravesados por procesos de aceleración y desaceleración del tiempo. En otras palabras, las clases sociales no sólo implican una distribución de ingresos, poder, acceso a bienes y servicios, etc., sino que también implican una distribución desigual de tiempo y dinámicas temporales de sus actividades productivas. Pero también señalamos que, (2) al mismo tiempo de aceptar que hay posiciones de clase que implican mayor o menor ritmo de aceleración/desaceleración, se debe entender también que la mirada sobre el conjunto de la estructura de clases permite entenderla también como un fenómeno de muy lenta evolución.

Queda el desafío, no resuelto en el presente texto, respecto de si es posible pensar el tema del tiempo de la matriz de (re)producción en su conjunto. Ya ensayamos esto aplicando el modelo de Archer del tiempo como producto de la conjugación de agencia y estructura a nivel de la estructura de clases. La tarea del presente artículo es un primer intento por escribir un mapa de flujos de tiempo.

No obstante, apenas hemos logrado esbozar un mapa a una escala muy reducida. Quizás podemos decir que hemos avanzado un trazo importante del mapeo de los tiempos de la estructura de clases, quedando el desafío del mapa mayor, más detallado y abarcativo, respecto de los tiempos y la historia de la matriz de (re)producción. Sin embargo, debemos ser cautos con el desafío ya que, tal y como vimos, se trata de una conjunción de perspectivas del tiempo que van desde: (1) aquellas que toman la importancia respecto de cómo se ordena la conciencia en un sentido temporal, (2) formas en que el tiempo es el factor de organización de situaciones de interacción y (3) formas en que las operaciones de los sistemas implican funciones en el tiempo. Es decir, se trata de un trabajo que implica abordar la distinción entre serie A y B de McTaggart a partir de la dinámica constituida de, al menos, tres momentos o temporalidades: subjetiva, en tanto dinámica donde un sujeto se observa así mismo con sentido y moral; interaccional, en tanto proceso donde las subjetividades intercambian y operan por medio de reglas; sistémica, en cuanto al tiempo del conjunto de procedimientos de las distintas reglas de intercambio, de operaciones y de comunicación. En suma, un mapa de cronómetros altamente complejo.

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