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De Mi Tierra Pardo Bazán

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De mi Tierra, Pardo Bazán

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  • f&BDQ BiZN

    O B R A S

    COMPUTAS

  • mmm

  • O B R A S C O M P L E T A S

    D B

    E M I L I A P A R D O B A Z N

    TOMO IX

    DE MI T I E R R A

    N m - A u t o r

    I S m . p r o c e d e n z a

    p r e c i o

    p e c f o -

    c W s e

  • E S P R O P I E D A D

    C A P I L L A A L F O N S I N A

    BIBLIOTECA u - RABIA,

    . A . K . L :

    U O T E C A H > .ni a

    F O ^ O O R I C A R D O

    GGsAURBIAS

    AecSTlM AVRIAL.Imp. de l a Comp. de Impresores y L i b r e r o s , San Bernardo, ttitm. 92.Telfono niu. a,014,

    PRLOGO

    Comptiese este libro de elementos diversos,

    unificados por la nota comn de referirse au-

    tores, libros, monumentos y paisajes de mi tierra:

    en las pginas que hoy salen luz resuma el

    acento apasionado y asoma el tierno inters que

    inspiran las cosas familiares, rio el riguroso an-

    lisis critico. Que me arroje la primera piedra el

    escritor ajeno flaquezas tan disculpables, exen-

    to de piedad y amor por el pedazo de Espaa

    donde haya nacido.

    Parte del texto que ofrezco al pblico tiene su

    historia, y la referir en breves palabras. Al mo-

    rir el insigne poeta regional que se llam Rosa-

    la Castro, la Sociedad Liceo de Artesanos de la

    Corua, cot la oportunidad y el instinto civiliza-

    dor que tatito la enaltecen, dispuso cotisagrarle

    una velada, y no de esas que se encuentran por

    ah la vuelta de cada Circulo, sitio llamando

  • VIH PRLOGO

    nada me,ios que Castelar,para que con los \s-

    maltes y bordados riqusimos de su arrebatadora

    palabra ciese la corona de laurel al busto de la

    Musa. Castelar, que profesa ntimo afecto Ga-

    hcia, acudi al llamamiento y cumpli como l

    sabe y puede; m me cupo la honra de presidir

    el acto y abrirlo con un discurso, mi primer lec-

    tura pblica. Manifest la Sociedad su propsito

    de imprimirlo, juntamente con la oracin del

    gran tribuno, otra del Sr. Carracido, y las poe-

    sas premiadas en el Certamen; di los pasos

    conducentes al efecto; mas tuvo la mala suerte de

    que el impresor elegido en Madrid extraviase

    bastantes cuartillas del original de Castelar, y

    despus quebrase, sin siquiera haber principiado

    la edicin. Resultando de todo ello largas dila-

    ciones y pequeas pero reiteradas dificultades,

    me determin recoger mi discurso para editar-

    lo yo misma, sin otro fin que el de ganar tiempo,

    satisfacer la benvola curiosidad de mis amigos

    y evitar que la publicacin pareciese excesiva-

    mente trasnochada. Rota la unidad moral del

    libro de la velada por la falta del texto de

    Castelar, comprend que ya estaba fuera de sa-

    zn el imprimir colectivamente; sin que de estas

    circunstancias fortuitas resulte nada que pueda

    amenguar el mrito contrado por la Sociedad de

    Artesanos, cuyo decoro quiero dejar en su punto,

    ya que en cierta manera es el mo propio, pues he

    PRLOGO IX

    sido investida perpetuidad con el caigo de Pre-

    sidente honoraria de tan ilustrado importante

    Centro.

    Me dispona realizar la tirada del discurso

    en la Corte, aadindole otros originales que con-

    cordasen bien con l y formasen cuerpo de libro

    (pues aborrezco los folletitos semejantes obleas,

    que no hay forma de encuadernar y en todas las

    bibliotecas estorban) cuando, con ocasin de mis

    lecturas ai el Ateneo de Madrid, la Diputacin

    provincial de mi pueblo acord por unanimidad

    tributarme una muestra de simpata imprimien-

    do el discurso. Aceptado con gratitud el espont-

    neo y carioso obsequio, la edicin se demor ms,

    naturalmente, porque el volumen haba de im-

    primirse en la misma Corua, donde no sobran

    recursos tipogrficos, y era necesario allegarlos y

    aguardar que viniesen de fuera. Por estas ra-

    zones ha tardado tanto el discurso sobre la POESA,

    REGIONAL GALLEGA en hacer gemir los trculos-

    pues burla burlando, van corridos dos aos y me,

    dio desde que lo le.

    Apesar del tiempo transcurrido, que nunca pa-

    sa sin ensear noticias, ensanchar conocimientos,

    rectificar juicios y mitigar condenas, no juzgo l-

    cito variar ni una sola palabra de la lectura,

    pues el discurso representa mi sentir en el punto

    y hora en que lo pronuncii, y los que lo escucha-

    ron tienen derecho leerlo intacto y sin arreglos

  • X PRLOGO

    postumos. La noche de la lectura qued el ori-

    ginal depositado en la Secretara del Liceo, y

    *copia conforme de aqul original son las cuarti-

    llas que ahora reproducirn las prensas.

    Lo mismo advierto del discurso sobre FEIJO

    Y S SIGLO, ledo en el Certamen de Orense. Va

    tal cual reson all, sin ms diferencia que in-

    cluir los pasajes por brevedad suprimidos. Y

    guisa de vieta ilustracin de ambos discur-

    sos, he agregado unos juguetes sobre los poetas

    del dialecto, unos bocetos rpidos de la hermosa

    tierra donde radica el solar del sabio benedictino.

    Merced la curiosidad que hoy inspiran las

    literaturas regionales, el florecimiento de los dia-

    l e c t o s y la vida provincial, por este impulso de

    descentralizacin que, contenido en sus justos l-

    mites, es recto y sano, quizs posean algn atrac-

    tivo para el lector espaol los folios de esta

    obrilla.

    Ojal sirvan tambin para difundir ms y

    ms la opinin equitativa que de Galicia se va

    formando, y para infundir Galicia mayor

    conciencia de sus peculiares aptitudes y del senti-

    do de su vida intelectual y literaria.

    E M I L I A P A R D O BAZN*.

    La Coruna, Febrero 15 de i888 r

    L A P O E S A R E G I O N A L G A L L E G A

    Discurso presidencial leido en la velada que para honrar la

    memoria de Rosala Castro ha celebrado el Liceo de Artesa/ios

    de. la Corulla, el da 2 de Setiembre de i8Sj.

  • N o es posible dudar que la literatura gallega,

    no ahogarla en su adolescencia acontecimientos

    y vicisitudes polticas,, hubiera sido lo que fu la

    de Portugal, en la cual hay que ver el cumplido

    desarrollo de un germen galaico; y esta gloria

    que Galicia reclama, no la funda en que el ma-

    yor y ms excelso poeta lusitano,el tuerto

    ilustre colocado por los portugueses -la cabeza

    de su literatura, all donde los espaoles pone-

    mos al manco inmortal,haya sido de origen y

    solar gallego (13); sino que la basa en razones

    ms serias y cientficas; en la evidente prioridad

    demostrada, aparte de otros documentos ms

    aejos,, por la existencia de las Cantigas alfonsi-

    nas, libro de versos gallegos escrito antes que

    Portugal poseyese monumento alguno de su li-

    teratura arcica.

    Fueron el idioma portugus y el gallego, se-

    gn todas las probabilidades, una misma cosa

    hasta el siglo xv; y por lo tanto, el desarrollo

    actual de aqul revela lo que pudo ste dar de

    s. Fuerza es reconocer que al portugus le fal-

    ta la amplitud, nobleza, entereza, valiente mus-

    culatura y sana complexin del castellano, ofre-

    ciendo solamente en recompensa una mimosa

    molicie, una modulacin variada y expresiva, y

    cierto humorismo irnico que distingue tam-

    bin al gallego. Es el portugus menos opaco,

    ms resonante y metlico que nuestro dialecto;

    diriase que el oxgeno de la vibradora atmsfera

    indiana, el salitre de las olas, las emanaciones

    de la flora brasilea, han prestado la lengua

    de Portugal color y sonido. Salva esta diferen-

    cia, fruto de elementos histricos, en el idioma

    de Almeida Garrett puede Galicia ver reflejada

    la evolucin probable del suyo.

    Cuando despus de cuatro siglos de absoluto

    silencio se oy de nuevo en Galicia la voz de la

    poesa regional, debi de resonar extraamente,

    como en un recinto vaco (14). Si algn pueblo

    vivi sin letras, ese fu Galicia desde el siglo x v

    al xix: aparte honrosas cuanto escasas excep-

    ciones, el suelo gallego se mostr estril para la

    literatura nacional, cuya historia, en su edad de

    oro, casi puede escribirse sin nombrar estas

    comarcas. Durante la decadencia del siglo xvm,

    Galicia produjo al atleta Feijo, figura importan-

    tsima que representa al pensamiento regional

    en lo que tiene de reflexivo, de sensatamente

    critico, de firme y sosegado en la investigacin;

    pero Feijo vale y se cuenta como pensador, no

    como artista. Por mucho que nos duela reco-

    nocerlo, no brotaron en nuestro territorio ni los

    desbordados torrentes y las irisadas cataratas del

    teatro nacional, ni las ondas de oro de la nove-

    la, ni los arroyos de floridas mrgenes de la

    poesa, ni el vasto rio de leche y miel que mana

    la boca de los msticos hispanos: como si la len-

  • gua castellana, aceptada, nunca asimilada, no

    pudiese producir aqui sazonados frutos, cual en

    otras regiones. Quin sabe si de esta infecun-

    didad literaria se habr engendrado la injusta

    preocupacin contra la raza gallega, preocupa-

    cin que va disipndose, pero que fu general

    en Espaa y extensiva Portugal y las Am-

    ricas todas, donde el nombre d gallego secas

    es todava una injuria!

    La plyade de poetas gallegos que casi

    la vez empez cantar mediados del siglo,

    haba sido precedida por el cura de Fruirne,

    musa un tanto ramplona y prosica, aunque

    no exenta de gracejo, que abri el camino

    de la vindicacin del suelo gallego hecha por

    sus vates, defendiendo calurosamente "al pas

    de acusaciones desdeosas y extendindose en

    alabar su desconocida fertilidad y hermosura.

    De la primera generacin, que floreci all por

    los aos de 1850 1860, slo quedan composi-

    ciones sueltas, que no se han coleccionado sino

    en algn folletn de peridico en alguna mis-

    celnea, como la titulada lbum de la Caridad

    (15). Aon, los tres Caminos, Pondal, Pintos,

    Turnes, los dos hermanos Iglesia, Marcial Va-

    lladares, Jos Prez Ballesteros, Juan Gmez del

    Ferrol, y otros varios que alargaran con exceso

    la lista, se cuentan entre los adalides de esa

    poca primera. A Aon suele llamrsele el pa-

    triarca, y es sin duda el ms conocido y cele-

    brado. Su vena fluye muy desigual, y quedan de

    l versos de calidad nfima; ms cuando acierta,

    es imposible no deleitarse con su gracia humo-

    rstica, su destreza en remedar el candor aldea-

    no, su intuicin del carcter del pas, la diverti-

    dsima fanfarronera de los dos guapos de su

    Magosto, la cmica supersticin del hroe de su

    Pantasma. En sus Re cor dos da infancia es en-

    cantador el cuadro de los dos inocentes aman-

    tes, Pablo y Virginia de nuestras montaas, y

    parece que vemos la vieta idlica, el rapaz pa-

    sando en brazos la rapaza para que no moje

    en el arroyo sus delicados pies blancos como la

    nieve (16). Alberto Camino, sealado entre los

    tres poetas que llevan su apellido, gan ms

    aplauso por sus dos elegas O desconsolo y Nay

    chorosa, que por composiciones en mi entender

    superiores, populares y francas como el romance

    descriptivo A foliada de San Joan, A Bldrica

    y Repique (17).

    En cuanto Pondal, una sola poesa, pero no

    muy inferior las ms hermosas baladas germ-

    nicas y digna de competir victoriosamente con

    el famoso romance de Gngora en que parece

    inspirada, A campana d' Anllons, ha perpetuado

    su nombre en los fastos de la literatura regional:

    y cierto que difcilmente podr el dialecto, con

    sus naturales recursos, producir cosa ms bella

  • que aquel hondo lamento, donde rebosa toda

    la tristeza septentrional, ni evocar ms rpida-

    mente y con mayor intensidad el paisaje que en

    las breves estrofas dnde la luna se pone detrs

    del pinar, fra como la ausencia y melanclica

    como el destierro (18).

    En gnero bien distinto, oigamos Turnes,

    Pintos, Juan Gmez del Ferrol, que nos re-

    ferirn, sin la menor pretensin acadmica, co-

    piando fidelsimamente el lenguaje y el pensar

    de los aldeanos, los pequeos infortunios del

    pas, los sufrimientos del labriego abrumado de

    contribuciones y trabucos, los amaos electora-

    les, los trueques de papeletas en las votaciones,

    la odisea del infeliz pleiteante, asendereado y

    exprimido por curiales, escribanos y procurado-

    res, la desdicha de las mujeres quienes ja mar-

    cha dlos varones Cdiz y Montevideo deja solas

    labrando el campo; miserias mezquinas, dolores

    que no comprende el rico y que oprimen el co-

    razn del pobre como podra hacerlo la mayor

    tragedia, al par que basta la humilde cosecha de

    los birbirichos, desparramados por Dios manos

    llenas en los largos arenales, para devolver al

    desheredado de la tierra su alegra y para que

    bendiga la Providencia que le previene tan sen-

    cillo alimento. Lo que hace atractivos poetas

    de bajo vuelo como Pintos, es cabalmente la

    simpata por las penas y felicidades oscuras que

    son, sin embargo, felicidades y penas humanas.

    Y Pintos no lo ignora, y lo declara al comenzar

    el poema de los birbirichos: algunosviene

    decir en fcil y llano romance gallegocantan

    cosas altas y remotas, y mil antiguallas, des-

    deando lo que tenemos cerca Por eso mi

    me ha dado la gana de consagrar esta poesa

    unos bichos metidos en unas conchitas, sembra-

    dos por la arena, y despreciados de mucha

    gente (19).

    Y a contaba el renacimiento con estos poetas

    de tan variado estro cuando apareci el primer

    volumen completo 'de poesas gallegas; los

    Cantares de Rosala, que la autora declaraba

    inspirados por los de Antonio de Trueba. En el

    libro de Rosala Castro, cada copla de las ms

    conocidas en el pas vena parafraseada, dando

    asunto una larga composicin donde se des-

    arrollaba el pensamiento del cantar: parfrasis

    tan llena de naturalidad, que veces no se per-

    cibe la soldadura entre el pensamiento del pue-

    blo y el del poeta, sucediendo ya en el da, poco

    ms de veinte aos despus de publicada la obra,

    que la copla popular corre atribuida Rosala,

    mientras los versos de sta suelen tomarse por

    populares. Mediante tan raro mrito, es el libro

    de los Cantares lo mejor que Rosala lia produ-

    cido," y lo ms sincero de la poesa gallega; lo

    que ms copia la fisonoma tradicional y pinto-

  • resca de nuestro pas (20); pues si en tos Canta-

    res no existe ninguna composicin que pueda

    eclipsar, por ejemplo, la Campana

  • por eso aqu las poesas gallegas que gustan y se

    aprenden de memoria, no son las que alardean

    de hondas y cultas, en que el poeta trata de

    tender el vuelo por los anchos espacios donde

    se ciernen los Pndaros, Herreras y Quintanas,

    sino las que brotan, sin estudiado alio, del vivo

    manantial popular. As nos paramos embebecidos

    escuchar la pastoril avena de Rosala, con-

    templar como entreteje manzanilla y amapolas

    en torno del viejo roble drudico.

    L o que ha de conservar en Rosala eterno

    frescorcomo esas yerbas que todos los aos,

    la vspera de San Juan, echamos serenar en

    agua y nos producen la ilusin de que no existe

    el invierno y slo remanece la primavera ger-

    minal y amorosason las glogas sencillas y

    robustas la vez, donde parece que respiramos

    el prolfico aroma de la tierra removida; la p-

    gina de amor del Romeo y Julieta campesinos,

    que no acaban de despedirse por ms que los

    gallos han cantado anunciando el da; la oracin

    de la moza soltera San Antonio bendito, pi-

    dindole con mucha necesidad un hombre, aun-

    que sea tamao como un grano de maz; los

    terrores supersticiosos de la aldeana que ve al

    fatdico moncho al lado de la fuente de la Virgen,

    cerquita del cementerio, mirndola de hito en

    hito con sus ojos encendidos como brasas; la

    desterrada que pide los aires de su pas que la

    lleven all, porque se va quedando descolorida

    y morena como una mora, como si chuponas

    brujas le bebiesen la sangre; la pobre madre de

    familia rodeada de su pollada de criaturas, la-

    vndolas, dicindoles los requiebros sublimes

    que slo las madres saben discurrir, pero lamen-

    tndose al mismo tiempo de que los higos estn

    duros, de que el gato y el perro le roban la co-

    mida, de que las gallinas del vecino se cuelan en

    su corral vivir de prestado; la socarrona vieja

    mendiga, sorda de conveniencia, que fingiendo

    humildad sabe coger el mejor sitio y apartar la

    mayor tajada en-la fiesta nocturna de los ricos

    montaeses. Esto, las romeras con tan gayo

    colorido pintadas, la alborada cuyas notas breves

    y regocijadsimas parecen gorjeos con que las

    aves saludan la aurora, la cmica silueta del

    gaitero, Tenorio engaador de nenas, y otras

    mil cosas no menos genuinas y gallegas, son, lo

    repito, la sal sabrosa, la miel de panal nuevo que

    los versos de Rosala destilan.

    Porque, si no puede negarse que nuestra re-

    gin es melanclica en general, como es nublado

    muchos das del ao nuestro cielo, tambin im-

    porta reconocer que la tristeza del pueblo galico

    es resignada, sin tocar en sombra ni ttrica,

    cual la de ciertos paises del Norte. Es verdad

    que sentara mal nuestros poetas repetir la

    cancin de sus hermanos de Provenza, que ex-

  • claman brindando: El nio ama. su madre y

    el pjaro su nido: nuestro cielo azul y nuestra

    tierra son el paraso para nosotros: amigos to-

    dos, paisanos y libres, nos place el pas, y somos

    los alegres felibres provenzales. No! El canto

    de jbilo y triunfo, que se comprende donde los

    azahares embalsaman el aire y la granada abre

    su boca de rub, no armoniza bien con esta tie-

    rra de maizales y castaos; si los felibres tienen

    por emblema la cigarra de oro, cantora del esto,

    los poetas gallegos les convendra mejor por di-

    visa alguna plida flor de otoo; no obstante, aun

    careciendo de la expansiva alegra propia de las

    comarcas del sol, no le faltan al aldeano gallego,

    en medio de sus escaseces y dolores, al encor-

    varse sobre el duro terrn, al calentarse junto

    al miserable lar, frases de una filosofa irnica y

    risuea con que templa las amarguras y divierte

    los trabajos. Galicia es madre pobre, pero "no

    inclemente; el clima, benigno como pocos, no

    tiene .inviernos de nieve, ni veranos de asolado-

    ra langosta; la pesada lluvia que inunda sus cam-

    pias, se trueca, la primer j-ayola, en red de

    diamantes brillando sobre la yerba; todo aqu

    propende, ms que desesperaciones, tiernas

    melancolas; y para que un poeta gallego pueda

    exhalar gemido tan desgarrador como A cam-

    pana dt Anllons, .es preciso que est en los cala-

    bozos de Orn, arrastrando una cadena de hierro.

    Por eso Rosala traduce maravilla el alma del pas cuando se mantiene en el tono apacible de los Cantares.

    De los Cantares procede la segunda poca del

    renacimiento gallego, la segunda generacin de

    poetas. Nadie ignora aqu sus nombres. Curros

    Enrquez es el ms alabado, y aun descartando

    del extraordinario xito de sus Aires da mia

    trra los elementos extraos la literatura, los

    aplausos tributados exclusivamente al demcrata

    revolucionario, queda en el nico libro de ver-

    sos gallegos de Curros mucho que elogiar, sobre

    todo la incomparable leyenda A Virxe d' Cris-

    tal, modelo en su gnero, las primorosas des-

    cripciones de Unha boda en Einib y O gueitei-

    ro, la pattica queja de su Ayl y la dramtica

    creacin de sus Cartas (21). Valentn Lamas Car-

    bajal domina otra cuerda: poeta-hembra en el

    buen sentido de la frase, menos correcto, pero

    ms dulce y conmovedor, ms regional, la grata

    tristeza que respiran sus versos slo puede defi-

    nirse con una encantadora palabra luso-galica,

    diciendo que estn llenos de saudade (22). Otros

    muchos cantores merecen expresa mencin, ya

    por colecciones de versos, ya por composiciones

    sueltas; y es curiosa la diversidad que en ellos

    se nota, aun cuando primera vista parezcan se-

    mejantes. Distnguense las poesas de Benito

    Losada por su color picaresco que veces raya

  • en ertico y ovidiano;los romances de Andrs

    Muruais copian la rudeza y simplicidad de la

    gente aldeana, sin atenuar en nada la pintura,

    sin velar la grosera del instinto; Pondal, en esta

    segunda poca, introduce un elemento de celti-

    cismo prehistrico, soado en aquella tierra pri-

    mitiva de los brigantes, Bergantios, con algu-

    nos matices que recuerdan la escuela del falso

    Osin; Ballesteros y Francisco Mara de la Igle-

    sia atienden ante todo los intereses de la filo-

    loga, prestando servicios al idioma con la bs-

    queda y desentierre de palabras ignoradas

    escondidas ya entre el humus del campo; Mos-

    quera realiza la empresa de traducir con fortuna

    al dialecto una de las mejores odas del ms cl-

    sico poeta latino, Horacio; Saco y Arce cultiva

    la poesa religiosa; Barcia presenta un lindo en-

    sayo de poesa descriptiva en O arco da ve/la; y

    sera cuento de nunca acabar si estudisemos

    la fisonoma caracterstica, aunque en breve es-

    pacio revelada, de tantos como en el da riman

    en gallego (23). No de otra suerte, de un instru-

    mento mismo, arranca el artista infinitas melo-

    das diferentes todas.

    Mas si cada poeta, ayudado por la virginidad

    que ha recobrado el idioma con tan largo perodo

    de inaccin literaria, va conquistando su terreno

    propio, hay entre todos ellos un lazo comn,

    poderoso en extremo, que constijye el fondo,

    el espritu informante por decirlo as de la poe-

    sa regional. Para desentraarlo, es preciso tocar

    una cuestin delicada: no la rehuyamos, por-

    que entonces no conoceramos sino la parte ex-

    terna y formal del renacimiento potico gallego,

    desatendiendo lo que en l late, lo ms ntimo,

    lo que da su verdadera explicacin.

    Cuando un pas tiene contra s la fortuna y,

    como Galicia, se ve primero relegado puesto

    secundario, casi anulado despus, al paso que

    aumenta su desdicha, suele crecer tambin en

    apasionada intensidad, hasta rayar en fanatismo,

    el amor que sus hijos infunde. Hungra, Gre-

    cia, Polonia son ejemplo de naciones desventu-

    radas y doblemente queridas por lo mismo, pues

    la ternura va al doloj como los ros al mar. Este

    sentimiento de exaltado cario hacia el suelo

    natal,complicado con la enfermedad afectiva

    que se conoce por nostalgia, privacin de aire

    que acaba por asfixiarnos cuando no respiramos

    la atmsfera de los lugares donde vive nuestro

    coraznes ms profundo en los pueblos de

    raza cltica, esa rama del nobilsimo tronco aria-

    no, cuya condicin parece tan sedentaria, como

    son inmviles y permanentes sus colosales dl-

    menes de piedra. En los celtas de origen, el na-

    tural apego al pas presenta caractres morbosos,

    es un mal fsico del cual se muere; la misma

    morria que en los quintos gallegos disipa como

  • DE MI TIERRA

    por magia el sonido de la gaita y del tamboril,

    los reclutas bretones la curan con su otra gaita,

    la cornemuse. que en sus notas les trae rfagas

    de brisas del Ocano y olor de retamas floreci-

    das. Y cuanto ms pobre es el suelo natal y ms

    dura la vida en l, ms difcil el trasplante del

    arbusto humano, mayor la languidez que le con-

    sume al no posar sus races en la pea donde

    naci. El italiano deja sin gran esfuerzo su re-

    gin paradisiaca, pero el lapn y el finlands no

    abandonan jams impunemente su lbrega ca-

    baa y su clima de hielo. Preguntad al gallego

    enriquecido en Amrica cual es su sueo dora-

    do, y os responder que volver la terrina, com-

    prar peso de oro un trozo de ella para poseerla

    mejor, y morir en su seno, como la amante fiel

    de la leyenda sobre el cuerpo de su amador di-

    funto.

    A este sentimiento incontrastable de apego

    al rincn natal, se mezcla, en las provincias

    maltratadas por la suerte, un grmen de ren-

    cor, modo de agria levadura que fermenta

    contra las provincias dominadoras y puestas la

    cabeza del Estado. Los agravios regionales se

    exhalan en amargas invectivas, en palabras de

    odio contra las dems provincias primero, final-

    mente contra la nacin que de ellas se compo-

    ne. Hay ms todava: la nocin de patria llega

    subvertirse, y los regionalistas de buena fe la

    reducen las fronteras de su regin, y aun hay

    quien la circunscribe una localidad ..determi-,

    nada.

    Si esta tendencia exista ya antes del renaci-

    miento de las- literaturas regionales, al menos

    no haba .sido formulada explcitamente, no ha- *

    ba encontrado voz para expresarse; desde que

    ellas resurgieron, oyse el grito de protesta, ms

    menos vibrante, en varios puntos, y especial-

    mente en Catalua. Recordando sta antiguos

    combates, y sintiendo resonar aun en. el alma

    los caonazos con que Felipe V enterr sus pri-

    vilegios bajo las humeantes murallas de Barce-

    na, no falt quien, en el lenguaje de la morta-

    -oiva, arrojase Castilla reto terrible. Quizs

    ningn poeta cataln lo ha pronunciado con tan-

    ta energa como Francesch Pelay Briz, en aque-

    lla su clebre cancin de los Cuatre pas de

    sanch (Las cuatro barras de sangre). Ah Cas-

    tilla castellana! dice el estribillo de la poesa,

    por qu te habremos conocido! Y la ltima

    estrofa aade en son de amenaza: Si no nos

    resta ya ms que una de nuestras cuatro barras

    de sangre, t lo debemos, reino de los castillos

    y de los hambrientos leones: pero ah Castilla

    castellana! ay de t, si rompes la cuarta barra de

    sangre! (24)

    Pues bien: si no me engao en las fechas,

    poco antes de que Pelay Briz invectivase as

  • 5 8 DE M T E R R A

    Castilla, hacalo en trminos parecidos Rosala

    Castro: slo que cada poeta conserva, aunque

    impulsado por el mismo sentimiento, el distinto

    carcter de sus literaturas: lo que lamenta Pelay

    Briz es la mengua del pendn de las barras, bla-

    sn heroico de su pas; lo que gime la cantora

    gallega es el espectculo de los aldeanos regre-

    sando exhaustos y moribundos de la dura labor

    de la siega en las ridas llanuras castellanas,

    donde en vez de pan les dieron jaramagos y en

    vez de bebida hil. Quien no recuerda aquellos

    apstrofes:

    Castellanos de Castilla, tendes corazn de ferro

    Solo hai para min, Castilla, a mala ley que che teo!

    Por eso en otra composicin, respondiendo

    la Gaita gallega de Ruz Aguilera, exclamaba:

    Prob Galicia, non debes chamarte nunca espaola

    Galicia, ti non tes patria, ' ti vives no mundo soya.

    N o sera difcil multiplicar ejemplos del mis-

    mo modo de sentir, ya descubierto, ya laten-

    te, en muchos poetas, y aun en los escritores

    de asuntos regionales que han empleado la len-

    gua castellana; y claro est que si estas quejas

    no son mero juego retrico; si, como es de creer,

    expresan una aspiracin sincera, contenida en

    el movimiento intelectual de Galicia, tenemos

    que reconocer que el renacimiento lleva en s

    un germen de separatismo, germen poco desa-

    rrollado todava, pero cuya presencia es imposi-

    ble negar, y que acaso sea el nico fruto poltico

    y social de este florecimiento potico. Qu otra

    cosa significa la frecuente confusin del con-

    cepto de patria con el de tierra regin nativa,

    confusin que aqu se repite tan menudo en el

    lenguaje hablado y escrito!

    Galicia no es sino la tierra, algo ntimo y

    dulce, algo quizs ms caro al corazn, ms ne-

    cesario para la vida que la misma patria: pero la

    patria representa una idea ms alta aun, y la

    patria, para los espaoles todos, donde quiera

    que hayan nacido, desde la zona tropical hasta

    el apartado cabo de Finisterre, es Espaa, invio-

    lable en su unidad, santa en sus derechos.

    Conviene decir que el mal del separatismo es

    por ahora bien leve en Galicia; que este pueblo,

    prctico y serio en medio de su misma postra-

    cin, no ha dado la menor seal de que le cruce

    por las mientes tan peligrosa utopa, la cual, por

    hoy, slo se ha manifestado tmidamente en la

    serena esfera del arte, siendo recogida por algn

    poltico de sistema, como el sabio P y Margall,

    que reconoce en las literaturas regionales el

    signo de una idea preconizada por l i d e a que

  • DE MI TIERRA

    ya origin la patria graves daos y aun puede j

    ocasionrselos mayores.Y justo es aadir tam- ;

    bin, en descargo de los poetas gallegos, que si .

    el crimen de concebir ni aun remotamente la ;

    divisin de la patria pudiese alguna vez tener -

    disculpa, la tendra en Galicia. Quejarnse Ca-

    talua, las Vascongadas y Aragn de la prdida

    de sus privilegios, fueros, exenciones inmuni-

    dades; mas su misma queja prueba que alguna

    vez las poseyeron, mientras nuestras provincias

    han sentido, desde tiempo inmemorial, pesar

    sobre sus hombros la ley comn, sin un solo

    momento de alivio, ni la proteccin que reque-

    ra su pobreza y las calamidades que alguna

    vez las desolaron. Ellas, siempre sufridas, siempre apacibles, -

    siempre fuertes para llevar la carga, han contri-

    buido sin murmurar con hojnbres y dinero, han

    tenido disposicin de la madre comn esfuer-

    zo, hierro y brazo; por los ros amarillos y rojos,

    de'la bandera espaola corre en abundancia oro

    y sangre gallega; si la nobleza de Galicia cum-

    pli como buena en las guerras de la reconquis-

    ta el paisanaje hizo cara al francs en Puente

    San Payo, con mocas y hoces; y pesar de esta

    limpia hoja de servicios, Galicia no ha sido aten-

    dida ni respetada en sus justas pretensiones

    como lo fueron provincias ms revoltosas y

    malas de contentar. N o nos extrae, pues, la

    vehemencia con que la poesa se exalta veces,

    llorando la emigracin que diezma, los tributos

    onerosos que desangran, la mala administracin

    que esquilma, la falta de progreso industrial que

    enerva, las calamidades todas que abruman al

    pueblo ms valeroso en sufrir de cuantos Espa-

    a contiene. Y esperemos que jams llegar

    tomar cuerpo tangible ninguna idea contraria

    la unidad de la patria, lo cual sera para las lite-

    raturas regionales cargo ms grave que el de

    romper la del idioma y del pensamiento artstico

    nacional (25).

    Aun quedara mucho que aadir para esclare-

    cer puntos tan compendiosamente reseados; mas

    ya he fatigado bastante vuestra atencin y retra-

    sado la hora de que resuenen aqu voces ms

    elocuentes. Vais escucharlas, y , sobre todo,

    oir brotar de unos l-abios umversalmente cle-

    bres, cascadas de resplandeciente oratoria, frases

    que revestirn de dorada gasa cuanto yo no he

    sabido expresar en mi discurso (26). Preparaos

    aplaudir el himno armonioso en cuyas estro-

    fas resonarn unidos dos nombres que amais

    mucho: el de Rosala y el de nuestra tierra.

    UNlFErsAD DE NUEVO IOV.

    BIBLIOTECA I M V M I U R A

    "MFoksq tYES"

    ~ 1625 MONTERREY, ftSEXfC

    H E DICHO.

    (o H

  • N O T A S

    w v ,

    (1 ) A l u d e al discurso de D. Emilio Castelar, recla-mando la pensin para D. Jos Zorrilla, q u e n o se v o t hasta mucho despus de la lectura de este discurso.

    (2) El Liceo de Artesanos de la Corua ha sido funda-do en el ao de 1847, J cuenta en la actualidad 697 so-cios.

    (>) P r l o g o las obras completas de D. Jos Mara de Pereda.

    (4) El exponer las razones en que se basan estas du-das, pedira ms espacio del que dan unas notas breves y puramente aclaratorias un discurso que por fuerza hu-bo de ser compendiossimo, atendido que se escribi para leerlo en pblico. P o r consiguiente no har ms que in-dicar las principales, y son, en mi c o n c e p t o : i . a L o mucho que complica el estudio y conocimiento de u n a literatura nacional su divisin en varias l e n g u a s . 2 . a L a limitada esfera de accin que corresponde las obras li-teranas cuando slo pueden ser debidamente apreciadas en un territorio circunscrito y dependiente .3. a El ca-rcter arqueolgico de los renacimientos reg ionales . 4-a Su forzoso exclusiv ismo'y condicin en cierto m o d o negat iva .5. a E l impulso inevitable de toda nacionali-dad a extinguir los dialectos y que prevalezca el ms perfecto y general de entre el los, que constituye la len-gua patria. r

  • (5) L a palabra sajona Folk-lore significa doctrina sa-ber popular, y las Asociaciones l lamadas de Folk-lore, (ins-titucin bastante reciente), se dedican recoger cantos, cuentos, costumbres, tradiciones, leyendas y cuanto se relaciona con el pasado de las diversas comarcas. E n Espaa existen y a Asociac iones de Folk-lore, en Extre-madura, Castilla, Galicia, Andaluca, Vizcaya , Catalua y Puerto-Rico. S in embargo, h o y por h o y , no prosperan visiblemente, ni ejercen el influjo que sera de desear.

    (6) El ga l lego pretende, con m u y slido fundamento, ser anterior en su formacin y desarrollo los dems ro-mances lenguas neo-latinas de la Pennsula. D i g o en su formacin y desarrollo, n o en su origen, porque con-sidero probable que la descomposicin del latn empeza-se casi un tiempo mismo en toda la Espaa romanizada, en la cual, sin. exceptuar la misma regin B t i c a c u y a romanizacin fu tan admirable y total ,siempre debi la muchedumbre de hablar con poca pureza y con gran-des alteraciones fonticas el idioma del Lacio. Mas entre esos romances que c o m e n z balbucir tal vez simult-neamente la gente de las diversas regiones peninsulares, n o h a y duda que el primero que t o m cuerpo y se amol-d la cultura literaria fu el gal lego. El castellano, rudo y musculoso, necesit m u c h o ms tiempo para formarse, quizs por la misma causa q u e inf luye en que la puber-tad sea ms pronta en las hembras q u e en los varones, y ms rpido el desarrollo de s u osatura. D e los interesan-tes estudios acerca del idioma gallego, publicados por don Antonio Mara de la Iglesia en El Anunciador, diario de la Corua, en 1883, y hoy coleccionados en tres tomos, resulta que en el siglo v i , San Martn, arzobispo de Bra-ga, envi al tercer Concil io Lucense los Ochenta y cuatro cnones y captulos eclesisticos que haba recopilado y tra-ducido de latn en romance: y piensa el mismo Sr. la Iglesia que este romance fuese el gal lego, que aparece y a completamente formado y bien p o c o distinto del que h o v se habla, en un Foro del monasterio de Arnoya, docu-mento del ao 1.016.

    (7) En parte importante de la literatura gal lega, has-ta el da, se ha observado mas bien cierta tendencia imitar Osin y los lricos alemanes, que los moder-nos poetas franceses. Advirtese aquella direccin en Eduardo Ponda!; y aun la imitacin de la escuela de V i c

    tor H u g o , en Curros Enriquez, viene al travs de poetas portugueses, c o m o Guerra Junqueiro. C o n todo, de este e lemento erudito de la imitacin extranjera estn libres m u c h o s de nuestros vates regionales.

    (8) El lenguaje empleado por los poetas ga l legos di-fiere segn el punto de Galicia en que escriben. T a m b i n es sumamente variable y fluida la ortografa, donde unos quieren que prevalezca el e lemento et imolgico y otros el fontico.

    (9) Esta doble afirmacin relativa Catalua y Ga-licia la siento con carcter de hecho general, sin q u e la invaliden excepciones que puedan aducirse en contra.

    (10) S a m e permitido nombrar, entre los poetas y novelistas catalanes, dos que m e han sorprendido del m o d o ms grato con sus hermosas producciones: el poeta Francesch Matheu, y el novelista naturalista Nar-cis 011er.

    ( 11 ) D e M o s n Jascinto Verdagur, m s aun que La Atlntida, con ser esta obra de tanto e m p e o , hay que admirar los /dilis y cants mistichs, librito delicioso, q u e traduce los m s puros y encendidos afectos del alma.

    (12) Apenas puede elegirse, entre la gran cantidad d e poesas q u e nos ha legado la escuela culta de los tro-vadores, alguna donde se vislumbren rastros de senti-miento verdadero; n o hablemos y a del carcter nacional que campea en el R o m a n c e r o , verbigracia. L o s versos de Macas, fuerza es confesarlo, carecen de belleza; a lgo ms importante es l a personalidad literaria de Juan Ro-drguez de la Cmara del Padrn, pero ni las fras ale-goras de su prosa, ni las parodias devotas y galantes de sus versos le salvaran del olvido en que yace toda su escuela, n o ser por el inters leyendario de su historia.

    (13) L o s C a m o e n s proceden de los C a a m a o s , c u y o solar radica entre Pontevedra y Villagarca, segn Ves-teiro Torres .

    (14) El Sr. la Iglesia cita en su Idioma gallego una poesa en dialecto, escrita por V z q u e z de Neira en el ao 1612. N o es imposible que, adems de las coplas populares, se encuentren algunas rimas cultas gal legas de los siglos x v i , x v u y principios del x v u i ; pero consti-tuyen un hecho casual y aislado, que ni aun debe con-siderarse tentativa literaria.

    (15) El Album de la Caridad fu impreso en la Co-

  • runa en 1862, expensas de D. Pascual Lpez Cortn, q u e tambin coste los primeros Juegos florales. Es libro importante porque contiene una especie de A n t o l o g a d e los poetas gal legos que hasta entonces haban escrito y merced l se salvaron de olvido y prdida seur bastantes poesas que andaban diseminadas por la prensa que tal vez estaban destinadas morir inditas.

    (16) Las poesas de A n n no han sido coleccionadas que yo sepa, m s que en el folletn de un peridico lla-m a d o El Tambre; pero tan mal impresas y con tales erratas q u e apenas se poda formar idea de su valor

    . ( 1 7 ) Las poesas de los hermanos C a m i n o no han sido coleccionadas.

    (18) Las. poesas de P o n d a l tardaron m u c h o en co-leccionarse. P o c o s aos h public un tomito, Rumores de los.pinos, y m s tarde otro, Queixumes d'os pinos. A h o r a prepara y corrige minuciosamente un ensavo pico Os Eoas. ' r '

    (19) D e Pintos se ha publicado en 1853 La gaita ga-llega^coleccin de poesas h o y m u y difcil de encontrar. D e 1 rnes y dems poetas que cito en este prrafo, n o se ha publicado coleccin de versos.

    (20) A d e m s de los Cantares, Rosala Castro ha dado a luz otra coleccin de poesas gallegas, Follas novas con un p r l o g o de Emilio Castelar; u n a de poesas cas-tellanas, A orillas del Sar, varios artculos, y ensayos en el g n e r o novelesco. " '

    (21) Curros Enriquez ha publicado un solo vo lumen de versos gallee ;os: titlase Aires da mia terra, y fu prohibido por el Obispo de Orense, y denunciado'ante los tnbunales el autor, saliendo absuelto en segunda instancia.

    (22) Valent n Lamas Carvajal ha d a d o la estampa diversas colecciones de versos en dialecto: vase el Apndice bibliogrfico. A d e m s redacta hace tiempo un peridico, en dialecto tambin, O to Marcos da Prtela.

    (23) Despus de ledo mi discurso, la poesa regio-nal se ha enriquecido con nuevas producciones y nuevos nombres, entre los cuales el de Alberto Garca'Ferreiro merece mencin especial y honorfica, por su lindo vo-lumen Volvoretas, que (aparte del valor literario) es una seal evidente del progreso d e nuestra tierra como libro% pues honra la tipografa orensana.

    (24) Atendido el objeto y proporciones de este dis-curso, seria hasta enfadoso nombrar otros poetas cata-lanes, m u y numerosos, que manifiestan los mismos sen-timientos que Francesch P e l a y Briz. N o cabe en los l-mites de una resea explanar detenidamente las rpidas indicaciones que la ndole del asunto obl iga n o omitir.

    (25) C o m o mi discurso se imprime dos aos y medio despus d e leido, la cuestin del separatismo que toqu cautelosa y delicadamente ha sido agitada, en este in-tervalo, de un m o d o ms explcito y terminante, en sitios tan pblicos c o m o el A t e n e o de Madrid, y ha dado lugar acaloradas discusiones. L a postdata resultara ms lar-ga que la carta si intentase hacerme cargo de ellas: y pre-fiero declarar en cifra que h o y , c o m o ayer, creo que el mal n o es an m u y profundo, que merece atencin sin embargo, y q u e requiere medicina de blsamo de. jus-ticia, porque toda reclamacin entraa a lgo que n o des-o y e jams el repblico honrado y prudente. Esto del se-paratismo regionalista es uno de los varios sntomas del sordo y latente pero inmenso malestar actual de la patria espaola. C o n tres aos de buen gobierno (que nunca tendremos probablemente) se acabara.

    (26) Alude al discurso de D . Emilio Castelar, q u e puso fin la velada.

  • A P N D I C E B I B L I O G R F I C O

    Para uso de las personas que fuera de Galicia deseen conocer nuestra literatura regional moderna en sus fuen-tes, juzgo oportuno agregar al discurso una noticia bi-bliogrfica de los libros y peridicos publicados hasta la fecha en que ste se imprime; noticia seguramente in-completa, pero aun as til para dar idea de l o principal.

    Las obras y publicaciones que apunto, excepcin de las m u y recientes reimpresas, se h a n h e c h o raras en librera y es difcil obtener ejemplares. Suelen ser edicio-nes escasas, defectuosas, en m a l papel, destinadas fatal-mente perderse y desaparecer del todo, y l o mismo su-cede c o n varias hojas sueltas y opsculos, curiosos y estimables, y a que no por su mrito literario, por la luz que arrojan sobre tiempos y costumbres de la tierra. N o es menos arduo procurarse colecciones completas de los peridicos donde se ha reflejado el movimimiento litera-rio regional, verbigracia el interesante Heraldo Gallego.

    D e las colecciones de poesas que cito, algunas son casi reimpresiones, c o m o los Soases d'un vello, de Benito Losada, donde aparece de n u e v o la parte gal lega de la coleccin bilinge, aumentada hasta formar tomo; l o mismo ocurre con los Queixumes d'os pinos, de P o n d a l , respecto sus Rumores de los pinos. Este h e c h o repetido ya, de un libro bilinge del cual so lo sobrevive la parte gallega, mereciendo los honores de la segunda edicin, me parece significativo.

  • _

    N o b e contado entre las colecciones bilinges de poesas la del ilustre Pastor Daz, porque aun cuando el autor de la Sirena del orte rim en gal lego a lgunos ver-sos m u y lindos, figuran en tan mnima cantidad (una sola composicin) en la coleccin de sus poesas caste-llanas, que casi no deben tomarse en cuenta.

    Para el conocimiento cientfico de la moderna poesa n g a U e g ? ' d e b e n recomendarse los trabajos de , 7 Fontanals, y los de T e f i l o Braga, entre los cua-les citare especialmente a lgunos contenidos en sus Questoes de lliteratura e arte portugueza (Lisboa, 1881.)

    DICCIONARIOS

    Diccionario gallego-castellano. Francisco Javier Rodr-g u e z . L a Corua, 1863.

    Idem.Juan Cuveiro P inol .Barce lona, 1876 Idem.Marcial Val ladares .Sant iago, 1885. '

    GRAMTICAS

    Gramtica. Francisco Miras .Santiago, 1864. Gramtica gallega.Juan Saco y A r c e . L u g o , 1868.

    ESTUDIOS FILOLGICOS

    El habla gallega, observaciones y datos sobre su origen v vicisitudes.Juan Cuveiro P i n o l 1 8 6 8 . "

    El idioma gallego.Antonio Mara de la Iglesia L a Corua, 1886 (3 vol.)

    C O L E C C I O N E S DE POESAS

    i S S w j ^ * M a n u ? 1 Pintos. P o n t e v e d r a ,

    lbum de la Caridad.Varios a u t o r e s . L a Corua, 1862.(Bil inge.)

    Cantares gallegos.Rosala Castro.Madrid, 1863-1872. Ensayos poticos en dialecto berciano.Antonio Fernn-

    dez y Morales.

    Espinas, follas frores.Valentn Lamas C a r v a j a l . Orense, 1875-1876.

    Rumores de los pinos. Eduardo Pondal . Santiago, 1879.(Bil inge.)

    Versos en dialecto gallego.Jos P r e z Bal les teros . Madrid, 1878.

    Desde la reja. (Cajitos de un loco.)Valentn L a m a s Carva ja l .Orense , 1878.(Bil inge).

    J^j jmiiJuan S a c o y A r c e . O r e n s e , 1878.(Bilin-ge.)

    Poesas.Benito L o s a d a . L a Corua, 1878.(Bilin-ge.)

    Saudades gallegas.Valentn Lamas C a r v a j a l . O r e n s e , 1880.

    Aires d'a mia trra. Manuel Curros E n r q u e z . Orense, 1880.Madrid, 1 8 8 1 . L a Corua, 1886.

    Follas novas.Rosala Castro.Madrid, 1880. Risas y lgrimas.Manuel de Marcos S a n t o s . N o v a ,

    1881.(Bi l inge.) Coleucin de poesas gallegas d'alguns autores.Francisco

    Prtela P r e z . P o n t e v e d r a , 1882. Poemas gallegos.Manuel Martnez G o n z l e z . P o n t e -

    vedra, 1885. Mesa revuelta.Juan Barcia Cabal lero .Sant iago, 1883.

    (Verso y prosa.Bil inge.) Muestras sin valor. Lisardo Barreiro. L a Corua,

    1884.(Bil inge.) Soazes d' un vello.Benito L o s a d a . L a Corua, 1886. Queixumes d' os pinos.Eduardo P o n d a l . L a Corua,

    1886.

    Cancionero popular gallego.Jos P r e z Bal lesteros: Madrid, 1886 (3 vol.)

    Galicia y sus poetas.Leandro Saralegui y M e d i n a . Ferrol, 1886.(Bil inge.)

    Orballeiras.F. G. A c u a . B e t a n z o s , 1887.(Bilin-ge.)

    Volvoretas.Alberto Garca Ferre i ro .Orense , 1887. Contifws,Benito L o s a d a i L a Corua, 1888:

  • 5 2 DE MI TIERRA

    MISCELNEAS EN PROSA

    T o m o .V de la Biblioteca de as tradiciones Mares es-v a n o s autores. Madrid, 1 8 8 4 . - ( B i l i n g e . )

    Gallegada. Valentn Lamas C a r v a j a l . - O r e n s e ? 1887.

    T E A T R O

    A/o,re do xuramjnto. Drama.Francisco Mara de la Ig les ia .La Coruna, 1882.

    f ? T " J W 6 - * P r o p s i t o lrico-dramtico. K a m o n Armada T e i x e i r o . L a Habana, 1886.

    PUBLICACIONES PERIDICAS

    Galicia.Rmsta. La Corua, i 8 6 o - 6 6 . - ( B i l i n g e . ) O vello do Pico Sagro.La Corua, 1861.

    ^Ilustracin gallego-asturiana.Madrid, 1879-82.(Biln-

    Rezsta de Galicia.La Corua, 1880(Bi l inge . ) O seor Pedro.Santiago, 1881-82. 0

    O Galiciano.Pontevedra, 1884. O tio Marcos d

  • 5 2 1>E MI TIERRA

    MISCELNEAS EN PROSA

    T o m o .V de la Biblioteca de as tradiciones Mares es-/ ^ . - V a n o s autores. Madrid, 1 8 8 4 . - ( B i l i n g e . )

    Gallegada. Valentn Lamas C a r v a j a l . - O r e n s e ? 1887.

    T E A T R O

    Afonte do xuramento.-Drama.-Francisco Mara de la Ig les ia .La Coruna, 1882.

    f ? T " propsito lrico-dramtico. K a m n Armada T e i x e i r o . L a Habana, 1886.

    PUBLICACIONES PERIDICAS

    Galich.-Revista.-Lz Corua, i 8 6 o - 6 6 . - ( B i l i n g e . ) O vello do Pico Sagro.La Corua, 1861.

    ^ilustracin gallego-asturiana.Madrid, 1879-82.(Bilin-

    Re-.sta de Galicia. L a Corua, 1 8 8 0 . - ( B i l i n g e . ) O seor Pedro.Santiago, 1881-82. 0

    O Galiciano.Pontevedra, 1884. O lio Marcos d'a fortela -Orense.-En publicacin. A Gaita gallega.La. Habana.Idem A Fuliada.La C o r u a . I d e m W M d L G f d a ' ~ } ^ H a b a n a . - I d e m . - ( B i l i n g e . ) Gaitera Moderna.Idem.Idem.(Idem,) Galicia.Revista.-La C o r u a . - I d e m . - ( I d e m . )

    humo>is*- Revista. Santiago. Idem.

    r >

    E L O L O R D E L A T I E R R A

    (Valentn Lamas Carvajal .)

    he soado una tarde, con los ojos

    iertos, un sueo raro. Recostada en

    ms florido de los veirales que ro-

    dean la Granja de Meirs, con las manos hun-

    didas en el balsmico y aterciopelado matorral

    de mentas y trbol, dos pasos de mi el casta-

    ar rumoroso, me llegaba sin embargo, ms

    enrgico y sano que el de las plantas silvestres,

    el olor de la negra tierra, no inficionado aun

    con el horrible abono animal, la capa de crus-

    tceos que envenena el aire puro de la Maria

    hacia fines de Septiembre. Entreabierto el te-

  • rrn por el hierro del arado, exhalaba ese vaho

    imperceptible de almizcle que acaso procede de

    los devastados hormigueros y las larvas despa-

    churradas, pero la vez ese otro hlito vital,

    fresco imposible de asimilar ningn perfu-

    m e , u n aliento de persona robusta, de orga-

    nismo fuerte, de sangre rica.Las montauelas

    y el mar de Sada se tean de amatista plida,

    en el alejamiento con que se ofrecan mis

    pupilas de miope; y sobre su fondo, pasaba

    lentamente una yunta de bueyes marelos, he-

    chos al parecer de barro cocido, y , donde el sol

    poniente les hera el pelaje, de bruido cobre.

    Tirando de la cuerda y cantando uno de sus

    prolongadsimos le lelo lerelo lay! un

    mozo pelirojo, en camisa y bragas de estopa, de

    pies descalzos, caminaba con no menor pereza

    y melancola que sus bueyes,como si no le

    corriese gran prisa vivir.

    Entonces me puse soar despierta. Era mi

    sueo que toda la poesa de los horizontes, de

    las nubes, de la humedad, de la tierra gallega en

    suma y de los rboles y plantas que nutre, se

    haba subido como denso vapor al brumoso ce-

    rebro del adormilado mozo, transformndole en

    poetaen un poeta sencillo, rudo, sin galas re-

    tricas ni pulimento de rima,autor de estro-

    fas que sonasen como el murmurio del agua del

    regueiro, que va alimentar la represa del mo-

    lino, cuyo limo se divierten en apedrear los ra-paces.

    Este poeta del terruo, para satisfacerme del

    todo, aquella hora en que yo me despojaba de

    refinamientos y sutilezas literarias y slo quera

    oir el cntico de las cosas, la vaga sinfona del

    suelo nativo,haba de ser principalmente muy

    quejumbroso y triste, aunque sin amarguras ni

    rebeliones: haba de exhalar un lamento resig-

    nado, murmurndolo sin hinchazones de hipr-

    bole, con la paciente lentitud del buey que avan-

    za amarrado al yugo; haba de ser un alma cr-

    dula y supersticiosa, atenta las hondas voces

    del pasado; y al mismo tiempo no le haban de

    faltar sus asomos de filosofa pesimista y des-

    consolada, sus rfagas de escepticismo instintivo

    y aun de dolor terco, como el de la bestia herida

    por el aguijn. En particular le peda y o mi

    poeta soado, que .sus versos no se diferencia-

    sen mucho de la prosa en que hablara siempre.

    Transiga con a rima, pero no con la lima; no

    con esos adornos marchitos, tomados de Anto-

    logas y de Autores clsicos, galas que huelen

    alcanfor como la ropa guardada en los arma-

    rios largo tiempo. No, por amor de Dios. Dn-

    me un cerebro infantil, primitivo, un cerebro

    labriego, un alma en contacto con aquella tie-

    rra que tan fecundas emanaciones lanza de sus

    entraas siempre vrgenes!

  • He recordado este sueo de una tarde de es-

    to, al proponerme decir algo de Valentn Lamas

    Carvajal, porque en ciertos versos suyos pienso

    veces oir mi fantstico poeta agrario. Y son

    los mejorespara mi gustoque ha escrito el

    ciego de Orense.

    Har cosa de ocho diez aos, Valentn La-

    mas era acaso el vate ms popular de Galicia.

    Hoy se le va olvidando mucho. Triste linaje de

    suplicio ste de ser enterrado en vida, y cun

    menudo lo sufren los artistas, en pases como el

    nuestro! Verdad que las tres colecciones de poe-

    sas de LamasDesde la reja, Espinas, follas

    frores y Saudades gallegas,por lo humilde y

    pobre de su corteza, de su vestidura tipogrfica,

    se parecen esos frutos nacidos destiempo,

    bajo un cielo inclemente, que nunca maduran,

    que nadie recoge: me recuerdansobre todo

    Saudades, con su cubierta verdeel erizo tem-

    pranero, cado en el lodo, destinado morir al

    pie del surco que abri la llanta del carro cuando

    pasa gimiendo por la vereda solitaria Aun sin

    abrirlos, surge de estos tres modestos volmenes

    la melancola peculiar del por ac, de la trra

    esquecida, como el poeta llama la suya. Y an-

    tes de que la trra le acabe de esquecer * l

    l, quien frecuentemente nombr Homero ga-

    llego,quiero yo acordarme de esa musa en oca-

    siones tan aldeana, tan simptica, tan genuina.-

    Empiezo cantando la palinodia: reconozco

    que comet un desacierto cuando, mal sentadas

    aun mis ideas crticas y no atrevindome fiar-

    me del instinto, aconsej Valentn Lamas que

    tratase de educar su gustoconsejo tan indis-

    creto como lo sera empearse en que ciese

    cors la gallarda pescadora de Sada que con aire

    majestuoso y giles piernas viene traernos la

    cesta de calamares de sardinas la puerta de

    la Granja de Meirs.Decale y o entonces al

    poeta, con ocasin de haberse publicado Sauda-

    des: Me parece ver en Saudades la huella del

    estudio de los buenos modelos castellanos, y

    ser esto cierto, de todo corazn lo aplaudira,

    porque no basta con leer nuestros poetas re-

    gionales para ser poeta regional tambin; y el

    poeta que no pertenece ya por completo al pue-

    blo, el que escribe y rima tratando de que no

    falten ni sobren slabas, el que ha ledo algo,

    tiene forzosamente que seguir leyendo, ponerse

    al tanto de la marcha de la literatura, no ignorar

    las nuevas direcciones de la poesa lrica, ser

    en una palabra lo bastante culto para formar su

    gusto, aunque no necesite llegar erudito.

    En poesa, como en fisiologa, se observa que

    los enlaces constantes entre una misma sangre

    producen esterilidad; no basta pues que el que

    quiere escribir en gallego lea Camino, Pin-

    tos, An, Rosala Castro, Pondal; necesi-<

  • DE MI TIERRA

    ta tambin no dejar de la mano los clsicos

    castellanos, y (me atrevo indicar esta idea por-

    que cuanto ms la considero, ms til me pare-

    ce,) los portugueses, los lemosines, los es-

    critores en castellano antiguo. Claro est que

    cuando escrib lo que copio, se me figuraban

    consejos muy juiciosos; pero hoy la sinceri-

    dad me obliga reconocer que son puros dispa-

    rates.

    Nacan mis advertencias de la falsa idea de

    que el mejor poeta gallego debe parecerse un

    buen poeta castellano. Pretensin imposible y

    absurda. El poeta gallego qu ve detrs de s?

    N o un arte floreciente y vario, no un idioma

    formado, rico, soberbio, consagrado por todos

    los ejercicios del espritu, docilitado, cincelado

    por los primorosos artificios de tanto ingenio co-

    m o lo trat; perfeccionadsimo en la rima, gran-

    dilocuente en la prosa. Lo que ve el vate gallego

    es una lengua arcaica, detenida y paralizada en

    mitad de su desarrollo, conservada y usada so-

    lamente por gente campesina; y como nico

    dato artstico-tradicional, como nico modelo

    propio, fras canciones de trovadores, que nunca

    conoci la musa popular, que viven en Cancio-

    neros apelillados, y no pueden servir de patrn

    ni de tipo los poetas actuales. Pero falta de

    modelos reconocidos en el terreno literario,

    falta de bibliotecas, el poeta gallego tiene la na-

    DE MI TIERRA 59

    turalezaentendida esta palabra en el sentido

    algn tanto restrictivo de campo, de vida rural.

    S l o all encontrar el pensamiento formula-

    do en dialecto, en el habla que maneja: slo all

    obtendr, si la inspiracin le ayuda, la difcil

    conjuncin del fondo y de la forma, que eterni-

    za la inspiracin porque la hace nacer viable.

    Quisiera explicarme clarsimamente, para que

    me entendiesen todos."No aconsejo hoy al poe-

    ta gallego que sea un igmrante de levita: lo que

    le pido es que sus versos parezcan pensados y

    sentidos por un aldeano; al menos, que no

    haya en ellos cosa que contraste desafine de

    chocante modo, ni donde el escritor urbano, que

    le peridicos y discute en cafs, asome la punta

    de la oreja. Mejor si el autor de bellas poesas

    propiamente gallegas es un sabio, pues, como di-

    cen nuestros labriegos, el saber no ocupa lugar;

    pero y o creo que cuanto ms culto es un esp-

    ritu, con mayor delicadeza se enriquece y ms

    le lastima la desarmona que representa, por

    ejemplo, una pomposa flor del jardn de Nez

    de Arce Vctor Hugo puesta entre los brezos

    y gencianas de nuestros montes. De todo lo

    aconsejado Valentn Lamas, slo dejara yo

    ahora en pie la splica de no leer excesivamen-

    te los poetas regionales, puesto que l tiene

    su originalidad propia y no necesita imitar los

    dems; en cambio le pedira que se sentase al

  • pie del lar en invierno, en la linde de los mai-

    zales en verano, para que se impregnase de los

    rumores, del olor y del contacto de la tierra que

    no ve. Su ltimo libro, Saudades, est impreso

    en 1880, y Valentn Lamas no es viejo: acaso

    todava nos reserve alguna sorpresa grata.

    No conozco personalmente al dulce poeta de

    Orense: ignoro su historia, sus aficiones, su ca-

    rctery todo esto da luz al crtico para expli-

    carse el fenmeno potico.Pero el alma que

    veo en sus versos es un alma femenil, resignada

    y saudosa, por consiguiente adecuada maravi-

    lla para comprender nuestros campesinos y

    expresar sus ntimas querellas. l nos dir, sin

    ahuecar la voz, con el mismo acento montono

    con que una vieja labriega refiere como le lleva-

    ron el hijo y muri por all, las cuitas de la po-

    breza, que nos conmueven de piedad, por lo

    mismo que van narradas as, como males dia-

    rios, dolorosos, pero inevitables y eternos.

    Od ese campesino: de qu se lamenta? De

    que llueve en su choza. Tribulacin bien galle-

    ga; aqu no hay aludes, avalanchas ni sequas;

    pero el agua del cielo es enemigo tenaz; nos

    inunda de tristeza, y veces siente uno impul-

    sos de exclamar como el poeta bblico las

    aguas subieron hasta mi alma. Slo q u e y

    ahora viene pelo la distincin entre el senti-

    niiento del aldeano y el del hombre cultolo

    que nosotros, las gentes acomodadas, nos pro-

    duce el efecto de una contrariedad que engendra

    tedio y espln, males residentes en la imagina-

    cin, para el labriego es un dao positivo y

    prctico,porque al labriego le faltan tiempo y

    nervios afinados para sentir la mayor parte -de

    las torturas puramente morales. Cmo llue-

    ve! exclama el infeliz desconsoladamente por

    boca del poeta: cmo llueve, y qu manera de

    relampaguear! Pobre del que no tiene! Anda!

    Y ahora comienza el granizo la nube descar-

    ga sobre nosotros; otra per el estilo de la mal-

    dita que ya nos arras las heredades! Qu des

    trozos har en los maces! Ni un grano dejar

    para la simiente!.... Mujer, parece que cae una

    gotera en la cama de los chiquillos: v ver!

    Enciende ese candil, echa lea en el hogar

    Tre esos angelitos; si estn mojados, que se

    calienten No saben ellos por las que pasa un

    padre! As podra hablar mi poeta-labriego, sin

    aadir ni quitar tilde.

    Imagino que despus de esta queja, de este

    ay! arrancado por las inclemencias del cielo y

    la perspectiva del hambre, mi poeta, consolado

    ya y aun con una chispa de malicia picaresca

    en el fondo de sus pupilas verdosas, me conta-

    ra, respondiendo alguna pregunta que yo le

    dirigiese sobre los chismes y murmuraciones

    que corren en el rueiro, una historia tan parec-

  • da como un huevo otro lo ocurrido entre el

    Facundo y el Xan de Quen preitea La mujer

    celosa que arma pelotera con su marido; la ria

    conyugal con los imprescindibles mechones de

    greas volando por el aire; el vecino que inter-

    viene y pone paces y les encarga que tengan

    vergenza, pues l no quisiera liarse con su pa-

    rienta ni por una onza; el marido furioso que

    toma mal el consejo y lo paga con una pua-

    da de primera; el lastimado que pone la cruz

    jurando por ella, y por el diablo que lo lleve,

    que ha de dejar al agresor por puertas en el Juz-

    gado; la curia arrojndose sobre su presa con el

    instinto del ave de rapia; y por ltimo los dos

    vecinos que se quedan sin ms patrimonio que

    la gracia de Dios, porque les han embargado

    tierras, casa, terneras y cerdos Qu historia

    tan vulgar! Tolstoy no se desde de referir algo

    parecido. Y en conciencia se le consiente mi

    poeta de calzn de estopa que escriba odas la

    luna y madrigales un clavel? Y o soy en este

    particular tan severa, que ni aun le permito los

    discreteos de Comparanza, donde sale relucir

    el famoso, mustio y antiptico girasol, socorrido

    recurso para los versificadores castellanos de an-

    tao, que solan llamarle clicie. Y de buen grado

    le regaarlasigo hablando con mi poeta de la

    tierrapor decir de una rapaza de Arnoya que

    tiene labios de coral, si no supiese que algunas

    mozas campesinas llevan al cuello y en las ore-

    jas sartas y pendientes de esta materia, y la com-

    paracin, aunque parece erudita, puede ser po-

    pular en el fondo.

    Entregada mi capricho-esttico de descubrir

    un cantor del terruo, me disgustan cieas re-

    miniscencias, porque no quisiera imaginar en

    manos del poeta de mi sueo un Manual de li-

    teratura, sino ms bien alguno de esos libros

    tan graciosos, llenos de candor y sabor primiti-

    vo, qite se guardan como tesoro de la pobre fa-

    milia donde apenas sabe nadie leer, y se custo-

    dian en el arcn, entre la tela de lienzo casero,

    la monteira maja con plumas de gallo, el pa-

    uelo de colorines y el peso columnario aho-

    rrado fuerza de privaciones srdidas; libros

    encuadernados en becerro pergamino, un tan-

    to grasientos y apolillados, con las hojas amari-

    llentas, los caracteres gruesos y las vietas in-

    genuas, grabadas en boj por lo regular. As

    encontr yo, en un hogar de labriegos, toda la

    poesa caballeresca de Los doce pares de Francia,

    con que se recreaban sus tardas imaginaciones

    mientras la llama del hogar herva el caldo y

    se calentaban los cuerpos en las veladas inver-

    nales. Y as repito que deseara se solazase mi

    poeta. O quizs con cosa peor, que aun delata

    ms ignorancia y atraso: con el cabalstico y

    apcrifo Libro de San Ciprin, "talismn miste-

  • rioso, que jams perdonar una persona muy

    erudita y distinguida de mi pas ( i ) el haber

    desacreditado imprimindolo, pues para m per-

    di toda su gracia desde que ha dejado de ser

    entre los labriegos felicidad secreta el guardarlo,

    y casi pecado de nigromancia el afn de po-

    seerlo, las esperanzas fundadas en su posesin.

    Gstame ver mi poeta con el estremecimiento

    supersticioso de las horas nocturnas, persegui-

    do por los fuegos ftuos, en el atrio del cemen-

    terio, refirindonos, competencia con Rosala

    Castro, los medrosos agoiros en que siempre fi-

    gura como protagonista el mochuelo. No hay

    noche que no venga negro y sombro mo-

    chuelo posarse en las verdes ramas de un lau-

    rel de mi huerta: y cuanto ms bufa el viento

    sacudiendo las dbiles hojas, cuando las vigas

    crujen y azota los vidrios la lluvia, canta tan

    tristemente, que da congoja oirle. Tambin me

    agrada que crea, al menos, que haga como si

    creyese que las raras flores que brotan orillas

    del lago de la Limia,flores tristes, desmayadas,

    pero dignas de haber nacido al pie del Rin y

    dado asunto una balada de Burgerson en

    realidad os olios do nxel da mor-te, las pupilas

    ( i ) El Sr. D. Bernardo Barreiro public en 1885, en la Corua, un curioso opsculo de 162 pginas titulado: Brujos y astrlogos de la Inquisicin de Galicia, y el ja me so libro de San Cipriano.

    de la enamorada de Sandis. Porque la creduli-

    dadcuando no procede de atrofia de la razn,

    sino de plasticidad y sensibilidad de la fantasa,

    e s un tesoro para el poeta, mago y evocador

    de oficio de las edades pasadas y las desvaneci-

    das creencias.

    No vaya figurarse nadie, por todo esto que

    dejo escrito de Valentn Lamas Carvajal, me-

    jor dicho del olor de la tierra que he respirado

    con deleite en algunos de sus versos, que ruego

    mi poeta rsticoel cual no es enteramente

    Valentn Lamas, pero al cual Valentn Lamas

    tiene condiciones para asemejarse mucho, si

    quiereel derecho de pensar, de discurrir y

    aun de filosofar su modo. N o incurrir en tal

    delito. Labriegos conozco y o los cuales he

    oido soltar como al descuido sentencias, agude-

    zas y picardas notables, dichos que rebosan

    trastienda, mundologa y gramtica parda; y

    alguno vi meterse, como trasquilado por iglesia,

    por los intrincados berengenales polticos y so-

    ciolgicos, y sin ms gua que la luz natural, la

    ingnita malicia y el espritu de protesta y rebe-

    lin comunicado al hombre con el zumo de la

    paradisaca manzana, dejarse atrs expertos po-

    lticos, apostrselas con los ms crudos comu-

    nistas, socialistas y ateos, y hasta con los flaman-

    tes nihilistas, pesimistas y deterministas rabio-

    sos. Por eso no veo inconveniente alguno en

  • que, sin dejar la vara con que va pinchando

    sus bueyes, el mozo aldeano, quien transforme

    en poeta, improvisase algo anlogo al Gusano

    (O verme) de Saudades.

    Unos das por pereza, y muchos ms por

    guardar el ganado, no iba nunca la escuela, y

    naci y se cri libre en la montaa, como pja-

    ro que anida en las rocas. Las noches de hela-

    da y lluvia, se acoga y abrigaba en su choza,

    mal techada con unas pajas; alumbrbale el res-

    plandor de las uces que quemaba puados en

    un rincn; pof-cena, brona tan slo; por cama,

    la del ganado; por manta los andrajos que ves-

    ta; para ms tena la madre tullida, viviendo de

    limosnas y dolores En los tres das que du-

    r la fiesta del milagroso San Martn, el santo

    que ms devotos" contaba en la aldea, entre el

    placer y la algazara,- olvidronse todos de la in-

    feliz tullida, y espir de hambre Algo extrao

    pas por su hijo en la suprema noche de do-

    lor, cuando vea, la chisporroteadora llama de

    las uces, la rgida figura de su madre muerta

    Desde entonces, melanclico y sombro, evitan-

    do encontrarse con los aldeanos, buscaba ms

    la soledad del monte, para vivir mejor con las

    fieras; y desde entonces fu para sus vecinos,

    sino nima en pena ni fantasma, loco, pues ase-

    guraban que en los sesos se le haba metido un

    gusano.

    El gusano (cuyos raciocinios no quiero tras-

    ladar, porque acaso la forma en que el poeta los

    presenta peca algo de culta, aunque el fondo no)

    murmura al odo del solitario vagabundo los

    problemas socialistas y las reivindicaciones del

    hambriento contra los graneros surtidos y las

    arcas repletas, y , por ltimo, se ofrece como re-

    dentor, ya que l, pobre gorgojo, que roe el gra-

    no guardado bajo siete llaves por la avaricia,

    consigue lo que no lograron deber ni religin:

    lanzar al mercado, razonable precio, el pan de

    los pobres.

    Mas donde encuentro pintado mi labriego

    tan lo vivo que, sin metfora, est hablando,

    es en Devocin por comenencia; en la donossima

    invectiva que dirige San Amaro de Oir el

    devoto mal servido en sus pretensiones por el

    santo.

    Seor San Amaro de Oir, vengo ajusfar-

    te las cuentas; que no porque t seas santo y y o

    un pobrete, fuer de labrador, te lie de pasar la

    burla. Hace poco te ped una futesa: te ped que

    le pidieses Dios que yo ganase el pleito que

    sostengo por tesn con mi vecino Fuco; y para

    que me sirvieses bien y para que vieses que

    no acostumbro ser ingrato ni mezquino, te puse

    delante dos velas encendidas, habl-til clrigo, y '

    mand que te dijesen una misa con gaita. "Y

    buenos cuartos que me cost! (Cuatro pesos lo

  • menos, que le solt al santero en cuatro meda-

    llas como soles.) Y amn de eso, aun te rec

    (Lorenzo, cuidado con mentir,) unas quinientas

    salves y otros tantos padre nuestros Pues co-

    mo si tal cosa! Igual que si les echase maz

    los pjaros Ea, seor San Amaro, mal que te

    pese, tengo que decirte que santos como t pue-

    do yo hacerlos cientos con la madera de abeto

    que tengo en mi charca, orillas del Mio: que

    de ese palo te hicieron, y que eres hermano car-

    nal de los zuecos que llevo en los pies

    Generalmente he odo alabar, y yo misma he

    alabado en Valentn Lamas, la vaga y suave me-

    lancola que, por ejemplo descuella en O falar

    das-fados, en A gaita gallega, en Queixas y en

    Coilas d'a emigracin. Verdad que el ciego de

    Orense domina ese elemento musical indefi-

    nible, fruto quizs de la molicie del dialecto ca-

    riossimo, del cual dijo Castelar con felicidad

    suma, que serva para mimos y ternezas ms que

    ninguna lengua del mundo. Pues bien, as y to-

    do, me atengo en Valentn Lamas al olor de la

    tierra removida por el arado. Lstima que slo

    venga bocanadas: sera tan original y tan fres-

    co respirarlo en todo un volumen!

    Bastantes meses despus de escrito el juguete

    anterior, he visto Valentn Lamas y conversa-

    do buena pieza con l. Lugar de la escena: un

    campo extramuros de Orense, poblado de her-

    mosos y copudos rboles: en l una especie de

    circuito donde haba de deliberar el jurado ele-

    gido para otorgar el premio al gaitero que con

    su rstico instrumento hiciese ms primores.

    Rodeaba el pabelln del jurado multitud inmen-

    sa, que empujndose, apretndose y con oscila-

    ciones de marea que sube, nos iba encerrando

    en un crculo cada vez ms estrecho, sin que

    bastasen impedirlo las reiteradas advertencias

    de unos cuantos seores y agentes encargados

    de conservar el orden y hacer respetar el recin-

    to destinado al tribunal, del que Valentn Lamas

    formaba parte. Aquella masa de gente que se

    nos vena encima sofocndonos y quitndonos

    la respiracin, no nos molestaba, sin embargo,

    tanto como parece primera vista, porque su

    oleada era la del entusiasmo, y pesar de su afn

    por ganar terreno, y al par que se empujaba y

    atrepellaba entre s, no se atreva empujarnos

    nosotros, pero, mecnicamente, nos reduca,

    nos ahogaba. Entre esta brega, defendiendo sin

    cesar nuestras sillas para que la ola no se las

    llevase, agobiados por un calor del Senegal, Va-

    lentn Lamas hablaba, hablaba, hablaba, vuelto

    hacia m, sin verme el pobre pesar de la ra-

    diante y luminosa atmsfera de tan hermosa tar-

    d e y era su charla, regocijada como trino de

    pjaro, otra marea de entusiasmo y cario regio-

  • sorprendente belleza tipogrfica, fruto exclusivo

    de la produccin regional, permiten Barcelo-

    na combatir enrgicamente el monopolio ejer-

    cido por Madrid sobre las provincias, emulando

    las naciones ms adelantadas en lujo y primor

    para vestir Lis obras del ingenio. Declarmoslo

    llanamente: en Galicia, el movimiento literario

    carece por completo de semejantes auxiliares y

    los pocos libros que hasta la fecha produjo, fue-

    ra de aqu se han impreso cuando los autores

    aspiraron conseguir ediciones elegantes. Si al

    pronto el hecho parece baladi, visto despacio

    significa mucho, cmo sntoma de nuestra forzo-

    sa dependencia por falta de elementos y vitali-

    dad interior. Dgase lo que se quiera, el estado

    material de los pases se refleja tarde tempra-

    no en la intensidad de su vida literaria, y sta,

    en Galicia, ha sido y es lnguida y trabajosa, no

    por incapacidad de la raza, sino por consecuen-

    cia ineludible del abatimiento general en que la

    desventura, y la apata que engendrar suele, nos

    tienen sumidos. Tan cierto es que la Musa mo-

    derna, hija de nuestras luchas, de nuestros com-

    bates, de nuestras perptuas aspiraciones hacia

    lo mejor, lo ms alto, lo ms glorioso, no pre-

    fiere las ruinas, el atraso y la muerte moral de

    los pueblos postrados inactivos, sino que ama

    el gemir de la prensa, el estruendo del trabajo,

    la riqueza, pedestal de oro del Arte!

    Para convencerse de la diferencia entre el re-

    nacimiento gallego y el cataln, basta cotejar lo

    que ha sido en ambos pases la idea de los Jue-

    gos florales. En Catalua, la institucin de los

    Jochs floris, restaurada con su carcter tradi-

    cional y su sentido histrico, di la vez palen-

    que, escuela y olimpo los poetas regionales,

    que disputaron con ardor los premios y el di-

    ploma de maestros en gay saber. En Galicia, el

    entusiasmo despertado por los primeros Juegos

    florales, que se verificaron en la Corua en

    1862 y fueron saludados por An como auro-

    ra del renacimiento galico, se extingui sin

    dejar rastro ni huella, y la lid corts pero glo-

    riosa de los vates tolosanos degener, convir-

    tindose en los insulsos Certmenes, hoy acce-

    sorio obligado de todo festejo pblico, adorno

    trivial que se coloca como se puede, entre la

    salida de los gigantones y la verbena de fuegos

    artificiales. Y como esto es verdad, y lo es

    despecho de los excelentes propsitos de corpo-

    raciones individuos que promueven los Cer-

    tmenes, y despecho tambin de alguna obra

    digna de aprecio que se presente disputar el

    lauro, conviene decirlo, fin de no contribuir

    con silencio culpable frases pronunciadas por

    rutina que se malogren esfuerzos dignos de

    ms til empleo; pues no nos est permitido el ^

    lujo de gastar plvora en salvas. ^ ^ c f l - -

  • L U Z D E L U N A .

    (Eduardo Pondal.)

    REO firmemente que hay aromas, so-

    nidos, colores, formas y hasta mane-

    ras de soplar el viento, de mujir el

    mar y de besarse suavemente las frondas del

    arbolado, peculiares A cada pas, y que los na-

    cidos en l distinguiran de cualquier fenmeno

    natural anlogo, por semejante que parezca

    primera vista los que no la tienen doble, co-

    mo los escoceses, y como los artistas, gente ca-

    paz de observar y sentir intensamente hasta el

    roce de un hilo de telaraa.

    Puede acontecer que de estos colores, aro-

    mas y sonidos propios de cada pas, sea uno

  • s ; m i. M

    sobre todo el que afecta y hiere los delicados

    sentidos del artista del poeta; y que asi como

    hay pintores que en todos sus cuadros reprodu-

    cen la luz de una misma hora, del ocaso por

    ejemplo, se destaque para el poeta, sobre el in-

    menso concierto de tonos, de emanaciones y de

    ruidos que se eleva de la naturaleza sensible cual

    himno armonioso, una impresin ante la cual

    palidecen las restantes, y que viene ser la nota

    caracterstica de su musa.

    Eduardo Pondal, en quien pienso al escribir

    esto, no para aplicrselo rigurosamente, sino pa-

    ra encontrar analogas, se distingue, es una si-

    lueta aparte entre los poetas regionales de Ga-

    licia. Por cierto murmurio solemne y plaidero

    la vez, que resuena en sus versos, les cae divi-

    namente el ttulo las dos colecciones que lleva

    publicadas, bilinge la primera, toda gallega la

    segunda: Rumores de los pinosQueixumes d'os

    pinos. S; las copas de los pinares de mi tierra

    se agitan con ese ruido especial, semejante al del

    Ocano cuando se oye distancia y en das tor-

    mentosos. Mas lo que de da es zumbido vago,

    no exento de sonoridad, lleno de eses suaves pa-

    recidas al balbucir de unos labios cariosos que

    murmuran ternezas en voz baja, es, de noche, al

    brillar la luna, grave aunque contenido canto lla-

    no, que infunde cierto pavor religioso. Entonces

    predomina en l la larga ul la vocal del terror.

    DE .MI TIERRA Lo que al sol es rumor solamente, la luna es

    queixumequejido. Quin no ha notado el

    efecto fantstico que produce de noche el ruido

    ms vulgar? Y el de las copas de los pinares es de

    verdad temeroso, hecho de molde para exaltar

    la imaginacin.

    Pues bien; se me figura que, ese rumor, al

    cual se asocia en mis sentidos la impresin de

    fuertes aromas resinosos, Pondal lo ha odo

    siempre de noche: si por casualidad lo oy de

    da, no le pas del tmpano penetrando en el al-

    ma. De noche, la fra luz del luminar que es

    fama adoraban los celtas, es cuando el poeta ber-

    gantin se deja arrullar por la romntica sinfo-

    na del rbol triste, sinfona tan bien expresada

    con la onomatopeya del verbo gallego bruar.

    En estos libres scherzos sobre motivos galai-

    cos, me ro yo de los fueros cientficos de la cr-

    tica y procuro ver y escribir con la fantasa sola.

    Usando de la licencia que yo misma me otorgo,

    ahora se me ocurre dividir las literaturas en

    solares y lunares, clasificacin qe, falta de

    otro, tiene el mrito de la novedad. La escuela

    potica sevillana, por ejemplo, est llena de sol,

    mientras nuestra lrica regional siempre me pa-

    rece baada por la luz de la luna, luz incierta,

    plida y penosa. Ser que el viejo numen ins-

    pirador de la poesa de los bardos, que la virgen

    inmortal invocada por el druida con el consabi-

  • do rito misterioso de la segur y del murdago

    de eucina, la hora del plenilunio y en l bos-

    que sagrado, sigue presidiendo los destinos

    de este pedazo de tierra influyendo en la men-

    te nebulosa de sus hijos?

    Lo indudable es que el fro rayo ha cado so-

    bre la cabeza de Eduardo Pondal desde los das

    infantiles, anegando para siempre aquel cerebro

    en claridades fantsticas y argentinas que alter-

    nan con anchos trozos de sombra. Esto no es

    llamar luntico Eduardo Pondal, ni menos su-

    poner que su razn se ha ido de viaje en com-

    paa de la de Astolfo; todos conocemos la apa-

    cible, simptica y excelente persona del autor de

    la poesa mas celebrada que se ha escrito en

    lengua gallega, y sabemos que la vida sencilla,

    un tanto retrada y metida en la concha, de Pon-

    dal, se debe condiciones de carcter propias de

    la raza, que no pueden menoscabar ni la consi-

    deracin que merece el hombre, ni el agrado de

    su trato, que es de los ms dulces, apenas se rom-

    pe el hielo de su natural esquivez. Solo quiero

    significar, con esto de la luna que traigo al re-

    tortero, la forma predilecta que toman las cosas

    en una muy potica fantasade las ms poti-

    cas que produjo mi pas, y tambin de las ms

    marcadas con el sello regional.

    Quin ignora que la luna es el astro favorito

    de los amigos de recordaciones y ensueos, de

    los que anhelan vivir en lo pasado porque lo

    presente no satisface su necesidad de idealismo?

    Y quin no le consta que la luna los objetos

    mudan de aspecto y se prestan representar to-

    do cuanto se nos antoja, y un molino desmante-

    lado parece castillo ruinoso, y los arbustos cem

    telas? Una noche de verano, en la Granja de

    Meirs, hallndose las ventanas abiertas de par

    en par y reunida tertulia numerosa, alguien dijo

    que frente la casa estaba una mujer, ms pro-

    piamente un fantasma, vestido de blanco}-con los

    brazos extendidos. Todo el mundo corri ver

    el asombro. Era, en efecto, la verdadera figura de

    una mujer alta, con tnica flotante, que nos ten-

    da los brazos y que de cuando en cuando co-

    lumpiaba la cabeza y el cabello undoso; esta

    aparicin singular se proyectaba sobre el oscuro

    fondo de un macizo de limoneros. La gente se

    qued quieta y agrupada: nadie baj las escale-

    ras para ponerse al habla con la fantasma dicho-

    sa. Por miedo real? No, puesto que desde el

    primer instante se comprendi la causa del fen-

    meno: una enredadera sumamente tupida y fron-

    dosa, que trepaba por el limonero, y cuyo folla-

    je claro, al resplandor de la luna, se perfilaba

    imitando el realce y las lneas indecisas de un

    cuerpo. N o obstante, seguros completamente de

    lo que haba bajo aquella caprichosa apariencia,

    permanecamos inmviles, saboreando el vago

  • placer del temor sin objeto, del temor indefini-

    ble; percibiendo con deleite el latido de la ima-

    ginacin y lamentando casi el forzoso escepti-

    cismo que no nos permita gozar por entero la

    compaa de la dama blanca.Yo al menos dis-

    curra as, y como en otras mil ocasiones, rene-

    gaba de esta picara dualidad ma, de esta com-

    plexidad de mi ser que, permitindome sentir el

    valor inestimable de la ilusin potica, me obliga

    al mismo tiempo analizarla y por consiguiente

    destruirla.Con el incidente del fantasma fin-

    gido por la enredadera, intento yo explicar el cel-

    ticismo prehistrico, el osianismo y las reminis-

    cencias ancestrales, en que consiste la originali-

    dad de Eduardo Pondal. Son el sueo de una

    noche de luna; objetos que toman raro aspecto

    en la fantasa siempre juvenil del poeta.

    Tales representaciones piden, no dudarlo,

    un fundamento, una base aunque sea remota y

    como perdida entre las brumas de lejansimos

    tiempos: reclaman algo que imprima la ima-

    ginacin velocidad inicial. El autor de A cam-

    pana cT Anllons no hubiera odo entre el rumor

    de los pinos, acordes del arpa de los bardos, si

    no naciese en Bergantios, tierra de los brigan-

    tes, el punto de Galicia donde se conserva ms

    viva la memoria y ms visible la huella de nues-

    tros orgenes clticos, por lo menos, pues no

    ps aqu lugar oportuno para meterse en hondu-

    ras etnolgicas, de la dominacin decisiva ejer-

    cida por los celtas invasores sobre una raza au-

    tctona, cuyos rezagos he credo descubrir me-

    nudo en ciertos tipos montaeses de pmulos

    abultados y crneo muy ancho hacia la sien.

    As, por derecho de nacimiento, Eduardo Pon-

    dal, con su gabn y su hongo, ha venido ser

    el bardono hay que re irse, pues las almas de

    los que fueron parece como que se cuelan

    veces, por caprichosa metempsicosis, en el cuer-

    po de los que son.Eduardo Pondal hoy es

    acaso el nico hombre en Espaa que con algn

    derecho puede usar este ttulo de bardo, que lo

    mejor se dan s propios, con mucha formalidad,

    los copleros de seguidilla los rimadores de

    odas pindricas y sonetos argensolianos. Slo

    Pondal le es lcito decir:

    Pasajeros rumores de los pinos que arrullsteis los das de mi infancia y encantsteis un tiempo mis odos, sobre la oscura tierra de Brigandsia passteis, mas el bardo transente aun recuerda el rumor d e vuestras alas, ( i )

    Y sienta bien en su boca la invocacin al va-

    lle natal.

    Verde valle de Rouriz, en tierra de Bergan-

    tios; oh valle caro los celtas, el de los pinos

    altos y verdes; cuando se despida de este mundo

    ( i ) Dedicatoria: (Rumores de los finos.)

  • tu bardo Gundar, concdele sepulcro, oh valle

    amigo, conforme la usanza cltica, en tu seno

    silencioso: sepulcro solo de t conocido Re-

    cibe en tu soledad este errante bardo, oh valle

    de las vagas brumas y de los pinos rumoro-

    sos (i.)

    Esta poesa se escribe en un siglo de intereses

    positivos y de ciencia experimental, (siglo que le

    parece harto prosaico nuestro bardo, enamora-

    do del tiempo que fu, pesar de ciertas fiebres

    polticas juveniles que padeci un tiempo y que

    deberan llamarse la escarlatina del alma;) pero

    suenacmo dudarlo?- cancin vieja: el mis-

    mo poeta, con sentido crtico envuelto en formas

    estticas, nos lo dice, en la respuesta del valle

    caro los celtas, el valle de Rouriz: Ciertamen-

    te que no me son desconocidos tus vagos y dul-

    ces cantos; acaso los habr odo muchas veces;

    mas no puedo recordar si ahora si en tiempos

    antiguos Grande y noble cosa son los bardos,

    y durante su paso por la tierra no suelen com-

    prenderlos los hijos de los hombres..... Solo t,

    agreste soledad, eres asilo digno del bardo.

    Bien se advierte en estas breves citas que el

    espritu del poeta bergantin est vuelto cara

    al Oeste. El vivir de Pondal, adherido al rincn

    nativo con adhesin tenz y muda, es verdade-

    ( i ) Gundar, filio d' O u c o (Rtiincres de' los pinos.)

    ramente vida de hombre que, descontento de la

    edad en que le toc nacer, se aisla en la interior y

    maravillosa libertad de la fantasa, trasladndose

    los siglos para siempre desvanecidos y borra-

    dos. Dulce gnero de desvaro! Cun propio de

    la ensoadora condicin del poeta!

    Sentarse al borde del mar espumoso, y con-

    templar los negros escollos el viejo cabo, que

    tal vez suea con lo infinito; escuchar los can-

    tares del hada Rouriz, que como la Loreley de

    la balada alemana, peina sus largos cabellos con

    peine de oro; seguir la orilla del Langelle, el

    triste ro montas, sin flores en las orillas, el

    ro hijo de las nieblas y las uces, el ro de es-

    quivo carcter y mirada recelosa, montas le-

    gtimo, que escapa como el lobo por no ver gen-

    te; oir por milsima vez el fungar de los pinos,

    semejantes celtas colocados en orden de bata-

    lla; recordar que all yacen, alumbrados por la

    luz de la luna, dormidos en sus tumbas olvida-

    das, los antepasados prehistricos; todo esto es

    poesa, cerrada, nublada, gris, acuosa tal vez

    como nuestro celaje, poco humana en su ar-

    queolgico lirismo, pero sincera y sentida en

    Pondaluna de las personas menos afectadas

    que conozco, uno de los pocos hombres que son

    de una pieza con sus versos, y cuyo carcter

    la vez carioso