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TEXTO JOSEP-LLUÍS MERLOS Existe una premisa en el mundo del motor que afirma: el mejor piloto, huérfano. Esta sentencia tan radical se utiliza para cuestionar de manera irrevocable el papel que los padres biológicos de un piloto pueden jugar en su trayectoria deportiva. DE PROFESIÓN: PAPUCHI Menuda cosecha en la GP2 de 2005: Mathias Lauda, Nelsinho Piquet y Nico Rosberg, con sus padres Niki, Keke y... ¿dónde está Nelson? 030 F1 RACING 030-032 f1 120.indd 30 030-032 f1 120.indd 30 21/1/09 16:52:53 21/1/09 16:52:53

DE PROFESIÓN: PAPUCHI€¦ · de un sagaz gestor que vendió a Jaguar un equipo que había heredado de Ford, casi sin ninguna inversión económica por su parte. ... Nelson Piquet,

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Page 1: DE PROFESIÓN: PAPUCHI€¦ · de un sagaz gestor que vendió a Jaguar un equipo que había heredado de Ford, casi sin ninguna inversión económica por su parte. ... Nelson Piquet,

TEXTO JOSEP-LLUÍS

MERLOS

Existe una premisa en el mundo del motor que afirma: el mejor piloto, huérfano. Esta sentencia tan radical se utiliza para cuestionar de manera irrevocable el papel que los padres

biológicos de un piloto pueden jugar en su trayectoria deportiva.

DE PROFESIÓN: PAPUCHI

Menuda cosecha en la GP2 de 2005: Mathias Lauda, Nelsinho Piquet y Nico Rosberg, con sus padres Niki, Keke y... ¿dónde está Nelson?

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n los últimos tiempos, si un ‘papá de piloto’ se ha hecho famoso por su megalómana proyección mediática no es

otro que Anthony Hamilton, el mentor del flamante campeón mundial Lewis Hamilton.

‘Papuchi’ Hamilton, ya se han encargado determinados altavoces de ello, se ha convertido en uno de los personajes más odiados por los aficionados españoles a la F1. Su omnipresencia en las pantallas de televisión, parapetado en el trastero del box de McLaren con su socarrona sonrisa en los momentos de mayor gloria de su vástago, han soliviantado hasta el infinito a la legión de seguidores de Fernando Alonso, que han visto en la figura de este ex ferroviario reconvertido a mánager de campeón multimillonario la reencarnación de Belcebú. Y ahora, en su rol de representante también de Paul di Resta (y de otro británico capaz de ganar carreras en el DTM, Jamie Green), puede agrandar su reinado en el averno con su gestión.

Lo cierto es que el protagonismo desmesurado de este hombre ha ensombrecido el valor de los esfuerzos incuestionables (como el de tantos y tantos otros padres) que tuvo que hacer hasta

conseguir su objetivo: hacer triunfar a su hijo en la disciplina reina del automovilismo deportivo. Méritos que nadie puede discutir, por supuesto.

Sin embargo, ese afán de notoriedad sin medida contrasta extraordinariamente con la absoluta y elegante discreción con la que José Luis Alonso, el padre de Fernando, quien también tuvo que hacer juegos malabares para llevar adelante la carrera de su hijo, ha sabido llevar su papel junto al guaje. Tal vez su experiencia profesional en el manejo de explosivos le haya dotado de esa prudencia tan loable.

Estos dos personajes constituyen un buen ejemplo para la reflexión del dilema que se plantea en un capítulo determinado de la vida profesional de cualquier deportista de élite. ¿Cuándo llega el momento en que la figura de un padre, imprescindible en el inicio de cualquier vocación de piloto, debe desaparecer de escena para legar su papel a los profesionales?

En su discurso de cierre de la sexta legislatura, Carlos Gracia –presidente de la Real Federación Española–, cuando dibujó el alentador panorama que aguarda al automovilismo patrio a nivel internacional en el futuro más inmediato, formuló un deseo. Pidió a Jaime Alguersuari que dejara tranquilo a su hijo, brillante campeón de la F3 británica en 2008, y que le permita gestionar su proyecto encaminado hacia la F1 sin intromisiones paternas. Afortunadamente, la inteligencia de Jaime Sr. y la claridad de ideas de Jaime Jr. no harán necesaria la aplicación de la recomendación presidencial. Pero quedó dicho. E hizo bien en hacerlo, porque más de una prometedora carrera deportiva se ancló por el camino acaso por culpa de unas directrices erróneas en las que la fuerza de la genética pudo más que el raciocinio no emocional.

La historia del automovilismo deportivo está llena de casos que ilustran estas corrientes de actuación. El tricampeón mundial Jackie Stewart tuvo la visión suficiente como para saber reconvertir la carrera de su hijo Paul como piloto (que se auguraba poco

brillante tras las constantes derrotas a manos de hombres como Marco Apicella, Gil de Ferran o el mismísimo David Coulthard) en la de un sagaz gestor que vendió a Jaguar un equipo que había heredado de Ford, casi sin ninguna inversión económica por su parte. Esta habilidad de manejo quedó también demostrada cuando Paul Stewart fue capaz de vencer una batalla mucho más dura que la que se libra en las pistas: la del cáncer.

Jean Todt ha sabido extender en su hijo Nicolas las artes maquiavélicas que aprendió primero como copiloto (campeón) del mundial de rallies, más tarde como mánager del equipo Peugeot en los raids –no olviden aquella famosa escena en la que, por medio del cara o cruz de una moneda al aire, decidió la victoria de un Dakar entre Ari Vatanen y Jacky Ickx– y, finalmente, como catedrático de la perversión al frente de Ferrari en la F1. Hoy, Nicolas Todt es, probablemente, uno de los mánagers de pilotos con la cartera más repleta de grandes valores para el futuro, entre ellos Felipe Massa y Jules Bianchi.

Pero no todas las herencias sanguíneas han sido tan brillantes como las referidas. Keke Rosberg ha sido tan buen piloto como representante de nuevas promesas. La clave de su éxito ha sido la diplomacia con la que siempre supo manejarse en las más altas esferas de las mejores marcas y los equipos más destacados. Una cualidad de la que parece adolecer su hijo Nico, que ya ha puesto más de una vez al mismísimo Frank

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Dos papás, dos maneras distintas de obrar: Nico con su padre Keke en segundo plano (superior), y Nelson muy encima de... Nelson (arriba). CH

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Williams al pie de los caballos, a pesar de que –de momento– su palmarés no parece permitirle determinadas licencias como las que se ha tomado en el momento de cuestionar el estilo de dirección del (antaño brillante) equipo que le paga.

Nelson Piquet, temperamental donde los haya, se caracterizó por la facilidad con que era capaz de mandar a tomar viento a quien se pusiera por delante. Un contraste con la elegancia con que su hijo Nelsinho ha capeado las durísimas críticas que ha recibido por una temporada bastante aciaga.

Y es que no siempre es válido aquello de “de tal palo, tal astilla”, o como se dice en Cataluña: que “los platos se parecen a las ollas”. La fiereza que Nigel Mansell acreditó al volante de cualquier coche que manejara no ha tenido, hasta ahora, una continuidad en la figura de dos de sus hijos, Greg y Leo. Los cachorros del león parecen más unos mansos mininos que los herederos de aquella garra legendaria. Casos como este justifican aquello de que, a veces, el apellido pesa como una losa. Tal vez demasiado.

Damon Hill, ganador del título en 1996, ha sido hasta el momento el único ‘hijo de campeón’ capaz de reeditar el triunfo de su padre, Graham, que ganara los certámenes de 1962 y 1968. Jacques Villeneuve, campeón en 1997, también podría haber repetido la gesta, pero todos sabemos por qué el llorado Gilles no consagró la meta a la que estaba predestinado.

Markus Winkelhock, quien tiene el honor de ser el piloto que ha liderado más vueltas (6) en proporción a las disputadas en F1 (sólo 12, todas en el GP de Europa de 2007), coincidió con su padre, Manfred (fallecido en el circuito canadiense de Mosport en 1985), en la dificultad de tener que lidiar siempre con coches poco competitivos: un Spyker en el caso del hijo, y un ATS en el del padre.

¿Qué padre no haría todo cuanto estuviera a su alcance para que su descendiente tuviera ‘lo mejor’ a su alcance? Para la competición del motor, o para la vida en general.

Aunque hay grados de esfuerzo, y grados.Cuando Walter Grubmüller competía en el

europeo ¡¡¡de karting!!! su padre ponía a su disposición un avión privado en el que, por la noche, al término de cada clasificatoria, sus mecánicos viajaban desde donde estuvieran, para regresar al día siguiente, hasta la fábrica Parilla, donde les esperaba el genio de los motores, Lillio Frizzi, que adecuaba la puesta a punto de los propulsores a las exigencias de cada circuito.

Hoy, su padre es el propietario de un equipo en la F3 (Hitech) y de otro en las World Series (P1 Cram) a fin de que su hijo, que apenas se baja de un monoplaza a lo largo del año, pueda encontrar esa línea de aciertos que parece difusa. Vaya, como el anuncio de las natillas, ya saben: “A mí de pequeño me daban dos”.

Un caso parecido es el de Andrea Herck, que viendo las dificultades para ‘colocar’ a su hijo en un equipo de la GP2 optó por comprarse uno de los mejores: DPR (David Price Racing), en el que –por cierto– no pudo debutar por una lesión en un brazo durante una de las pruebas de la GP2 asiática.

Sebastián “Chano” García no dudó en trasladar su residencia de Madrid a Barcelona, dejando incluso un brillante trabajo en la banca privada y sin otra oferta para sustituirlo, para permitir que su hijo Antonio –en 2008 piloto oficial de Aston

Martin en la resistencia– estuviera cerca de donde ‘se cocía’ todo lo importante en el karting español.

Viendo la magnitud de tales esfuerzos, ¿quién es capaz de cuestionar la legitimidad de la presencia de cualquier padre en el box de su hijo? Aunque otra cosa es el papel que pueda desempeñar en él. Juntos, pero no revueltos. Y, sobre todo, no perdiendo jamás de vista que, normalmente, las nuevas generaciones son mejores.

Claro que no todos los progenitores han visto siempre con buenos ojos las vocaciones motoristas de sus hijos. Antes de disputar 50 Grandes Premios de F1, y de ganar nueve títulos mundiales de motociclismo, el gran Mike “The Bike” Hailwood tuvo que superar la oposición inicial de su millonario padre.

Cuando este le manifestó su voluntad de convertirse en piloto de motos profesional, papá Hailwood sacó a su hijo del Paybourne College de Oxford, donde estaba estudiando, para ponerlo a trabajar en la fábrica de motocicletas Triumph a fin de que supiera lo que vale un peine. Vaya si lo aprendió. Aunque pronto se quedó calvo, por cierto. Pero antes ganó 76 grandes premios de motos y 14 ediciones del mítico TT de la Isla de Man.

Historias de padres e hijos. Victorias y fracasos, no necesariamente como decía el título de aquella película del irlandés Jim Sheridan: “En el nombre del padre”.

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Papá Hamilton en acción: dando instrucciones a su vástago Lewis Hamilton (arriba), celebrando efusivamente sus éxitos (superior dcha.) y confabulándose íntimamente con el padrino de la F1, Bernie Ecclestone (arriba).

Leo y Greg Mansell son más altos que Nigel, pero no tan grandes...

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