De qué mujer y de qué feministas se habla en la crítica literaria feminista chilena de los años ‘90

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A partir de la publicación de La casa de los espíritus (1982) de Isabel Allende se puede hablar de un boom editorial de novelas escritas por mujeres latinoamericanas. La crítica pronto celebra el compromiso social y la perspectiva feminista que tales novelas presentan, porque articulan la resistencia a la hegemonía homocentrista con la politización de la intimidad, porque echan una mirada crítica sobre la legitimidad de las categorías y los valores de tradiciones sociales y morales latinoamericanas, porque fomentan en las lectoras el surgimiento de una conciencia sobre su propia situación de opresión.Casi una década después, comienzan a aparecer en el circuito académico de la crítica literaria feminista artículos que denigran estas novelas porque consideran que embotan el espíritu crítico de quienes las consumen. Un ejemplo paradigmático es el artículo que voy a analizar: “Feminismo, experiencia y representación”, publicado por Nelly Richard en 1996 en la Revista Iberoamericana vol. LXII, nº 176-177.Me propongo examinar el contexto de producción de la crítica cultural feminista representada por Nelly Richard y demostrar que la inconmensurabilidad de los marcos teóricos que informan estas dos grandes líneas de la crítica literaria puede ser desbaratada no sólo por otras propuestas teóricas superadoras de las aparentes divergencias sino también por una contextualización socio-histórica de las condiciones materiales y simbólicas de producción de dicha crítica literaria. Asimismo, propongo que esta corriente de crítica cultural feminista establece desiguales relaciones de poder entre diferentes contra-públicos subalternos feministas.

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De qu mujer y de qu feministas se habla en la

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De qu mujer y de qu feministas se habla en la

crtica literaria feminista chilena de los aos 90Cecilia Ins Luque

A partir de la publicacin de La casa de los espritus (1982) de Isabel Allende se puede hablar de un boom editorial de novelas escritas por mujeres latinoamericanas. La crtica pronto celebra el compromiso social y la perspectiva feminista que tales novelas presentan, porque articulan la resistencia a la hegemona homocentrista con la politizacin de la intimidad, porque echan una mirada crtica sobre la legitimidad de las categoras y los valores de tradiciones sociales y morales latinoamericanas, porque fomentan en las lectoras el surgimiento de una conciencia sobre su propia situacin de opresin.Casi una dcada despus, comienzan a aparecer en el circuito acadmico de la crtica literaria feminista artculos que denigran estas novelas porque consideran que embotan el espritu crtico de quienes las consumen. Un ejemplo paradigmtico es el artculo que voy a analizar: Feminismo, experiencia y representacin, publicado por Nelly Richard en 1996 en la Revista Iberoamericana vol. LXII, n 176-177.Me propongo examinar el contexto de produccin de la crtica cultural feminista representada por Nelly Richard y demostrar que la inconmensurabilidad de los marcos tericos que informan estas dos grandes lneas de la crtica literaria puede ser desbaratada no slo por otras propuestas tericas superadoras de las aparentes divergencias sino tambin por una contextualizacin socio-histrica de las condiciones materiales y simblicas de produccin de dicha crtica literaria. Asimismo, propongo que esta corriente de crtica cultural feminista establece desiguales relaciones de poder entre diferentes contra-pblicos subalternos feministas.La inconmensurabilidad

La perspectiva crtica desde la cual ha sido producido este texto est basada en el pensamiento post-estructuralista, el cual oper un verdadero cambio de paradigma: el paso de hacer visible la experiencia femenina a cuestionar los marcos epistemolgicos que la vuelven pensable y comunicable; el paso de analizar las causas sociales de la opresin de las mujeres a la deconstruccin de los sistemas de significacin que la naturalizan y legitiman.Justamente es este nfasis en la deconstruccin que ha de tomarse en cuenta para entender la lectura que intelectuales como Richard hacen de las novelas del boom de la literatura de mujeres: En ella se privilegia como crticamente valioso el uso de un lenguaje que ponga en evidencia los fundamentos epistemolgicos (e ideolgicos) de los conceptos de experiencia, diferencia e identidad que fundamentan los relatos de la opresin de las mujeres y legitiman su valor de realidad, verdad y autenticidad.

Tales conceptos eran importantes para las teorizaciones desarrolladas por el feminismo de la diferencia sexual de los aos 70: La experiencia es entendida como manifestacin vivencial, inmediata, material de la diferencia de las mujeres, pasible de ser aprehendida y transmitida de manera directa, ya que el sujeto mujer puede ofrecer la evidencia incontrovertible del yo lo viv. El relato de la experiencia vivida en primera persona se propone como reivindicacin de la diferencia, distorsionada y devaluada por los discursos hegemnicos; por lo tanto, fue considerado como fuente fidedigna de datos y evidencias para la produccin feminista de conocimientos sobre la diferencia sexual y sobre la opresin legitimada por dicha diferencia.En cambio, para el feminismo post-estructuralista, la experiencia es un evento primariamente discursivo, el resultado de un proceso de seleccin, ordenamiento e interpretacin de vivencias mediante herramientas y protocolos de significacin que implican relaciones de poder y que preexisten al individuo. La experiencia es un constructo discursivo cuya representatividad y validez siempre est en disputa entre diversos e incluso opuestos sistemas ideolgicos, y por lo tanto siempre es un evento poltico. Entonces, la experiencia es uno de los objetos privilegiados de los anlisis feministas que estudian cmo se reproducen, transgreden o transforman los discursos que dan contenidos a la diferencia sexual. Para el feminismo de los aos 70, la diferencia es entendida como la irreductible disimilitud material y cultural de las mujeres respecto de los hombres en las sociedades patriarcales, disimilitud que fundamenta la opresin de un sexo por el otro; mientras que para el feminismo post-estructuralista, se trata de diffrance: la naturaleza inestable y relacional del significado lingstico y [el] posicionamiento de lo femenino como el lugar clave de tal inestabilidad, (Felski 35), posicionamiento que, dicho sea de paso, est disponible para individuos de cualquier sexo. En el primer caso, la diferencia sexual es el eje conceptual primario que define a los sujetos sociales y se utiliza como categora sin problematizarla. En cambio, en el segundo caso, la sexual es una de mltiples diferencias junto con etnia, clase, edad, sexualidad, etc.; tales diferencias se intersecan, se articulan, se tensionan entre s, y estos cruces estructuran el orden simblico y producen al sujeto.El tercer nodo en disputa est relacionado con el concepto de identidad. Ante la pregunta Existen las mujeres?, el feminismo de la diferencia responde que s, mientras que el feminismo post-estructuralista responde que no. Para el feminismo de la diferencia existe una naturaleza o esencia que fundamentan la identidad femenina, y sta es una alteridad real, que ha sido tergiversada o ignorada por los discursos patriarcales. Conocer y afirmar esa identidad es el primer paso hacia la liberacin de las mujeres respecto del patriarcalismo.

Para el feminismo post-estructuralista, en cambio, creer en la existencia de una esencia o una naturaleza ahistrica, prelingstica y trascendental es pecar de realismo ingenuo, ya que es imposible conocer una realidad sin la mediacin de una variedad de discursos. Toda realidad es primariamente un evento discursivo, incluso las identidades, ya que stas son producidas por la accin interpelante y subyugante- de los discursos sociales. Por lo tanto, las identidades no pueden ser ni reales ni liberadoras: no son reales si por eso entendemos una existencia pre-discursiva o emprica y no son liberadoras por las caractersticas inherentemente opresivas del propio proceso de su produccin. Por ende, las identidades son reaccionarias desde el punto de vista poltico y errneas desde el ontolgico; en lo que atae a la mujer, tal identidad es una ficcin falogocntrica. En suma, el feminismo post-estructuralista considera que las disensiones que lo distancian del feminismo de la diferencia son epistemolgicamente inconmensurables.Terceras posturas para superar la inconmensurabilidad.

Hoy en da, luego de los aportes del giro lingstico a las diferentes disciplinas, no se puede sostener seriamente que el significado de una experiencia es inmediato, transparente o ideolgicamente neutral; ni aseverar que el valor de verdad del relato de la experiencia radica en la relacin directa entre percepcin y realidad objetiva. Tampoco se puede ignorar que las categoras identitarias de cualquier grupo son representaciones culturales que necesariamente prescinden de pasan por encima de- la inevitable heterogeneidad interna. Sin embargo, las acertadas objeciones que el feminismo post-estructuralista le ha formulado al feminismo de la diferencia sexual no alcanzan para descartar de plano el valor epistemolgico y poltico de las categoras de experiencia e identidad. La inconmensurabilidad terica de ambos feminismos puede ser superada por terceras posturas que recuperan tales categoras des-ontologizndolas.Una de ellas es la del feminismo fenomenolgico. La filsofa Linda Martn Alcoff, en su artculo "Merleau-Ponty y la teora feminista sobre la experiencia" (1999), reconoce la importancia de los aportes tericos del post-estructuralismo para superar el realismo ingenuo acerca del valor cognitivo de la experiencia, pero advierte que esta lnea de pensamiento ha llegado al extremo de desacreditarlo totalmente, sobre-enfatizando el hecho de que el discurso es la condicin para la intelegibilidad de toda experiencia y olvidndose de que hay vivencias incardinadas, inscriptas materialmente en la percepcin de los cuerpos vivientes, que no son susceptibles de articulacin lingstica ni de raciocinio o que al menos no pueden ser reducidas a su representacin discursiva. Hay vivencias placer, dolor, pnico y un largo etctera- que no se ajustan a los moldes retricos ni a los cdigos existentes y no por eso son menos reales o relevantes para el conocimiento de lo real; dado que estn ms ac o ms all de las prescripciones del lenguaje lgico escapan a las posibilidades expresivas de ese lenguaje en esa coyuntura particular. Sin embargo, siempre es factible que tales vivencias accedan al menos parcialmente- a una interpretacin discursiva mediante instancias posteriores de reflexin. Por lo tanto, para Alcoff, la experiencia incardinada es un punto de arranque relevante en el proceso de conocimiento: En algunos casos tal experiencia puede llevarnos a reafirmar la representacin hegemnica pero otras veces puede generar una sensacin de desajuste que provoque reconsideraciones crticas de dicha representacin. Por ende, Alcoff propone un abordaje epistemolgico que entienda la experiencia y el discurso como esferas de conocimiento imperfectamente compaginadas, cuyas alineaciones y dislocaciones van variando histrico-contextualmente.En un artculo posterior, Whos afraid of Identity Politics? (2000), Alcoff especifica: la desconfianza en el valor cognitivo de la experiencia se justifica slo cuando dicho concepto est basado en posturas tericas que la reducen a una serie de datos con significado transparente, ahistrico y prelingstico como el empirismo positivista o el naturalismo-. Ahora bien, una perspectiva terica post-positivista, que tome en consideracin la dimensin mediada, discursiva e histrica de lo real, puede superar las imputaciones post-estructuralistas de ingenuidad y ofrecer un concepto epistemolgicamente vlido de experiencia sobre el cual asentar un concepto polticamente viable de identidad.

La perspectiva de un realismo post-positivista permite basar la identidad de todo un grupo en una experiencia comn sin caer en las mltiples trampas que la acechan: Ni en las del pensamiento determinista, segn el cual identidad es destino-; ni en las de la indiferenciacin somos todas iguales-, la cual borra artificialmente la heterogeneidad interna y potencialmente problemtica de todo grupo; ni en las del nominalismo la mujer es una ficcin, un constructo cultural que no tiene correlato emprico-, segn el cual slo se puede proceder negativamente mediante la constante deconstruccin de las dicotomas jerarquizadas en las cuales se basan las categoras existentes, y slo se puede afirmar no es esto, ni tampoco esto otro.Afirmar la identidad de un grupo, dice Alcoff, no significa necesariamente subsumir compulsivamente las diferencias internas en una homogeneidad que se esgrime como verdad inmediata y es impuesta por facciones internas o por grupos externos de inters: Siempre existe la posibilidad de usar como plataforma poltica el resultado contingente y situacional de complejas y constantes negociaciones acerca de tales diferencias, negociaciones cuyo eje es la suerte o destino comn de todos los miembros del grupo. La identidad, en este sentido, no es ms que la articulacin de una pluralidad de diferencias en funcin de un parmetro comn situacionalmente planteado en funcin de ciertos valores y de ciertos objetivos.Las teoras queer tambin presentan una alternativa superadora de la inconmensurabilidad entre el feminismo de la diferencia sexual y el feminismo post-estructuralista. Estas teoras cuestionan la nocin de la diferencia sexual como eje estructurador de la subjetividad a partir de la nocin de performatividad, la cual se fundamenta no slo en los trabajos de Teresa de Lauretis, Judith Butler y Eve K. Sedgwick, sino tambin en el valor epistemolgico de las performances esttico-polticas desarrolladas por grupos feministas radicales de la dcada de los 70.

Segn Beatriz Preciado (2002), las posturas constructivistas que analizan los procesos de subjetivacin en trminos de performatividad discursiva son deudoras de la nocin de biopoltica de Foucault, la cual se refiere al conjunto de prcticas -de salud, de higiene, de natalidad, de clasificacin y depuracin racial, etc.- que son desplegadas en las sociedades disciplinarias para normalizar los cuerpos y racionalizar la vida de la especie. Esta concepcin, al estar tan atada a la idea de disciplina del siglo XIX, considera los regmenes disciplinarios como mecanismos cerrados e ineludibles de reproduccin social y no toman en cuenta que las tecnologas de dichos regmenes fallan, constantemente y de diversos modos, produciendo intersticios o discontinuidades que son la ocasin para hacer usos impropios de esas tecnologas. Por ende, las teoras constructivistas de la performatividad enfatizan la dimensin discursiva de los procesos de subjetivacin y contemplan al cuerpo como un dato pasivo y dcil sobre el cual acta el biopoder para producir posiciones de sujeto, pero no contemplan la posibilidad de que los sujetos a partir de la potencia de sus cuerpos y sus identidades- opongan resistencia a los procesos de normalizacin, buscando puntos de fuga frente al control estatal de flujos (hormonas, esperma, sangre, rganos) y cdigos (imgenes, nombres, instituciones), (Preciado, cit. en Carrillo 7).

En cambio, la propuesta terica queer de Preciado toma en consideracin aquellas micropolticas de resistencia que tienen lugar en y por las prcticas incardinadas de los sujetos, las cuales implican plantarse polticamente en posiciones excntricas para hacer de ello lugares de resistencia al punto de vista universal, a la historia blanca, colonial y hetero de lo humano, (Preciado, cit. en Carrillo 6). La resistencia puede tomar varias formas: la des-identificacin respecto de las categoras hegemnicas de subjetividad (las lesbianas no son mujeres), la citacin descontextualizada de una tecnologa de normalizacin (el travestismo), la reconversin de una identificacin abyecta para oponerse a las polticas de integracin que cooptan las diferencias.

Como se puede apreciar, esta propuesta terica es a la vez post-identitaria e hiper- identitaria: Post- porque critica los efectos normalizadores, disciplinarios y excluyentes de las identidades ontologizadas y fijas; porque rechaza los anlisis de la dominacin en trminos de una nica oposicin binaria (hombre/mujer, hetero/homo, blanco/de color) a favor de un acercamiento transversal a los dispositivos sociales de sumisin y opresin. Hiper- porque a pesar de todo no niega el valor epistemolgico de la experiencia, ni reniega de las identidades como lugares estratgicos de accin poltica.

Desde el marco terico de la filosofa poltica post-marxista, la propuesta de Chantal Mouffe tambin ofrece una va de superacin de la inconmensurabilidad entre el feminismo post-estructuralista y el feminismo de la diferencia sexual. En la conferencia Por una poltica de identidad democrtica, que pronunciara en 1999 en Barcelona, Mouffe sostiene que la correlacin entre la accin epistemolgica de la auto-fundamentacin y la accin poltica de la auto-afirmacin fue establecida por el pensamiento ilustrado para liberarse de la dominacin del pensamiento teolgico, pero que tal correlacin es puramente histrica y de ningn modo intrnseca. De hecho, la crtica del aspecto epistemolgico de la Ilustracin no ha de implicar necesariamente el cuestionamiento de su aspecto poltico de autoafirmacin, el cual bien puede ayudar a fortalecer el proyecto democrtico.La autoafirmacin, en una episteme post-esencialista, implica considerar el poder no como una relacin externa que tiene lugar entre dos identidades preconstituidas en base a su pura presencia u objetividad, sino como los principios de exclusin que gobiernan la constitucin de dichas identidades. Por lo tanto, si el exterior constitutivo est presente en el interior como posibilidad siempre real, el interior se convierte en un acuerdo puramente contingente y reversible (Mouffe 15). Segn esta perspectiva, las prcticas polticas basadas en la afirmacin positiva de la identidad no se reducen a defender en el campo de la poltica los derechos de comunidades preconstituidas, sino que implica adems visibilizar la condicin siempre precaria y contingente de la identidad de cada comunidad (no slo las subalternas) debido a la dimensin socio-histrica de los antagonismos que intervienen en la demarcacin del exterior constitutivo lo que Mouffe llama lo poltico. Vemos entonces que esta perspectiva epistemolgica tambin permite construir un concepto polticamente viable de identidad desligado de cualquier rmora positivista o esencialista.Razones posibles de la aparente inconmensurabilidad

Vistas estas propuestas tericas sobre experiencia, identidad y diferencia, sostengo que la inconmensurabilidad planteada por el artculo de Richard entre el feminismo post-estructuralista y el feminismo de la diferencia sexual es una manera de legitimar las discrepancias tanto en la dimensin del anlisis que privilegia cada feminismo cuanto en sus objetivos polticos.

Dimensiones del anlisis

El feminismo de la diferencia se ocupa de las mujeres, sujeto colectivo e histrico cuya agencia est fundamentada en la afirmacin de su identidad, mientras que el feminismo post-estructuralista se ocupa de lo femenino, metfora de aquello que se fuga de los ncleos identitarios y los desestabiliza; uno pone el foco en la dimensin incardinada de la experiencia y su incidencia en la agencia del sujeto, mientras que el otro lo pone en los mecanismos de constitucin discursiva de las experiencias; uno enfatiza los procesos por los cuales las experiencias femeninas son convertidas en asuntos de bien comn debatidos pblicamente, mientras que el otro privilegia las huellas de lo que an permanece oculto-reprimido cuando se echa luz sobre tales experiencias.Objetivos polticos

A su vez, la dimensin de anlisis privilegiada por cada feminismo va a depender de los objetivos polticos que se busca alcanzar siempre en un contexto socio-poltico e histrico particular-. Uno de ellos se concentra en la vindicacin de los derechos de las mujeres, mientras que el otro privilegia la transgresin en trminos de desestabilizacin y/o deconstruccin del rgimen de significacin de la ideologa cultural dominante. Uno de los feminismos busca crear conciencia de que lo personal es poltico; mientras que el otro plantea la necesidad constante de generar desconfianza en posturas pluralistas que despolitizan las diferencias y las transforman en mera diversidad como el multiculturalismo, el consenso socio-poltico a rajatabla, las polticas del mercado comunicativo neoliberal. El feminismo de la primera diferencia privilegia los procesos de identificacin como estrategia de subjetivacin, de constitucin de las mujeres en ciudadanas; el feminismo post-estructuralista propone mantenerse siempre excntrico respecto de las identidades dadas para resistir la asimilacin por parte de las instituciones neoliberales.Contexto de produccin de la crtica literaria

Voy a examinar someramente el contexto de produccin del artculo que estoy considerando, sugerir algunas posibles causas del cambio de los objetivos polticos y de las dimensiones de anlisis respecto del feminismo de los aos 70, y sealar cmo afecta esto la valoracin que la crtica cultural feminista representada por Nelly Richard hace de las novelas del boom de las escritoras latinoamericanas.

La Transicin chilena

En primer lugar, hay que considerar que, en 1996 momento de publicacin del artculo de Richard que estoy analizando, Chile estaba viviendo el paso de la dictadura de Pinochet a la consolidacin de la democracia: la llamada Transicin. Segn Richard, durante este perodo las estrategias del mercado neoliberal y el molde discursivo del consenso fueron los mecanismos encargados de normalizar la sociedad: Por un lado, el mercado cultural gener un consumismo gratificante y acrtico de lo diverso; por otro, las consignas oficiales de la democracia de los acuerdos impulsaban como poltica la (pseudo)integracin de lo plural en pactos superadores de los antagonismos pasados. De este modo se fueron unificando conductas y opiniones, se fueron borrando de la memoria colectiva las violencias e injusticias cometidas durante la dictadura, se fueron anulando las prcticas democrticas de la disensin y el conflicto.

En particular, dice Richard, se fueron anulando las acciones que los movimientos chilenos de mujeres haban llevado a cabo durante la dictadura, promoviendo el cuestionamiento terico-poltico del poder de estado desde una conciencia de gnero. En los aos de la Transicin, muchas feministas abandonaron los movimientos sociales atradas por la posibilidad de ganar mayor participacin en la vida poltica desde la gestin estatal o la actuacin en ONGs. Este paso de la autonoma de la militancia hacia la institucionalizacin de la profesionalizacin le hizo perder fuerza al feminismo, y lo volvi vulnerable a la asimilacin por parte de los mecanismos del neoliberalismo.

Por otro lado, los capitales neoliberales coparon los medios de comunicacin masiva, contribuyendo a difundir los discursos de la concertacin y a excluir cualquier manifestacin de disidencia.

Como consecuencia de esta homogeneizacin compulsiva de las tribunas de participacin pblica, el tratamiento de las problemticas de gnero en Chile fue reorientado de vuelta hacia el eje mujer-familia, y trabajado desde la perspectiva de la crisis moral de la sociedad, tal como la diagnosticaba la Iglesia catlica. Esto se puso en evidencia en ocasin de los debates sociales en torno a la palabra gnero con motivo de la presentacin del pas en la IV Conferencia Mundial de la Mujer realizada en Beijing en 1995: En los discursos de la derecha y tambin de la Democracia Cristiana, el concepto mujer representaba al Orden natural por oposicin al orden social antinatural que propugnaba el concepto gnero, y familia equivala a estructura bsica de orden, integridad e integracin social. Al respecto, dice Kemy Oyarzn que [l]a nocin de gnero fue acusada de incitar a la revuelta en un mundo ( . . . ) basado en el esencialismo de una identidad originaria ( . . . ) [que hace] coincidir femineidad con maternidad y familia, (cit. en Richard 2000, 232). De esta manera, en este contexto, la categora mujer e incluso su variante pluralista mujeres vuelven a ejercer funciones normalizadoras y naturalizadoras.Esta particular situacin socio-poltica explica en parte la necesidad de las intelectuales feministas de abandonar la categora mujeres como dimensin de anlisis de la crtica cultural y concentrarse en la categora lo femenino, la conveniencia poltica de descartar reclamos vindicativos esto es, la bsqueda de reconocimiento social e igualdad jurdica- a favor de acciones desestabilizadoras de los sistemas hegemnicos de significacin que denuncien las fallas de las polticas de representacin y que impidan una eventual re-asimilacin de la diferencia de los sujetos subalternos por parte del status quo neoliberal.Propuestas tericas con las que dialoga la crtica literaria chilena

Sin embargo, para entender mejor la postura del artculo de Richard respecto de las novelas del boom de la literatura de mujeres hay que examinar tambin las circunstancias de la vida intelectual chilena durante la Transicin y ver con qu propuestas tericas est dialogando la crtica literaria feminista chilena cuando rechaza de plano el valor poltico de tales novelas para el feminismo latinoamericano.

En la opinin de crticos como Richard, una concatenacin de circunstancias propici que se fuera perdiendo en Latinoamrica la radicalidad crtica de las teorizaciones. Por una parte, la produccin de conocimientos en las Ciencias Sociales latinoamericanas sufri una marcada instrumentalizacin, al ser impulsada y subvencionada por instituciones que privilegiaban los criterios de pragmatismo y eficacia. Por otra parte, los vaivenes de la vida poltica del pas estimularon que los objetivos operativos de la tarea intelectual (especficamente, el reconocimiento de derechos) fueran adquiriendo mayor urgencia que los objetivos discursivos (como la desestabilizacin de sentidos dados). De este modo, la praxis intelectual centrada en los anlisis de discursos pareci volverse irrelevante en la arena poltica latinoamericana. Asimismo, durante el perodo de la Transicin se crearon en Chile departamentos de Estudios de la Mujer o de Estudios de Gnero, con lo cual se le dio legitimacin institucional a este campo del saber. Richard sostiene en varios de sus trabajos que ste fue un logro poltico para el feminismo, e incluso una reivindicacin del cariz poltico del quehacer terico. Pero, por las caractersticas propias de la vida acadmica, el nfasis en la especializacin profesional de la actividad de las intelectuales feministas fue desplazando y reemplazando al aspecto activista de rupturas y desrdenes. Como consecuencia, se fue dejando atrs lo que lo haba caracterizado [al tema de la mujer]: la explosin del deseo, la anarqua de formas y conceptos por inventar, las energas sueltas todava no amarradas a la instrumentalidad de un programa, las acciones irregulares diseminadas en circuitos mltiples y cruzados, (Richard, 2000: 231), y de ese modo, la actividad feminista acadmica contribuy tambin al clima de concertacin de la Transicin.El trfico de teoras entre los centros acadmicos del Norte y los del Sur es otro elemento a tener en cuenta al examinar las caractersticas de la vida intelectual chilena de la poca. Entre esas teoras se encuentran las de los Estudios Culturales. Estos estudios, que articulan los debates sobre Posmodernidad y Poscolonialismo producidos en los Estados Unidos e Inglaterra, ingresaron a la academia latinoamericana durante los aos 80 y provocaron cambios en la manera de abordar el objeto de estudio: a diferencia de los proyectos crticos de los aos sesenta y setenta, ya no se buscan en los discursos las marcas de la propia identidad cultural sino los modos en que la alteridad y la subalternidad de lo/s latinoamericano/s fueron impuestas, resistidas y subvertidas.

En principio, el atractivo de los Estudios Culturales para el feminismo radica en su innovador abordaje transdisciplinario de las variadas manifestaciones de la construccin del poder en los rdenes social, econmico y universitario (neo)liberales. Sin embargo, hacia los aos 90 algunas intelectuales -como aquellas convocadas por la tribuna editorial de la Revista de Crtica Cultural que dirigi Richard por tanto tiempo- comenzaron a sealar los riesgos implcitos en la adopcin indiscriminada de estos marcos tericos para analizar realidades latinoamericanas.Uno de ellos reside en su fe en la categora de la identidad, especialmente asociada a las polticas de representacin de sujetos subalternos. Las polticas de identidad englobaron en los aos '70 un amplio rango de activismo poltico y de teorizaciones fundado en la experiencia de la injusticia compartida por miembros de ciertos grupos sociales marginalizados y oprimidos en determinados contextos de participacin ciudadana. Estos grupos basaban sus acciones polticas tanto en la toma de conciencia respecto de lo opresivo y falso de las representaciones dominantes de su supuesta inferioridad cuanto en el desafo a tales representaciones mediante la afirmacin de las diferencias especficas que los individualizan como grupo. El objetivo de estas polticas era empoderar al grupo mediante una mayor auto-determinacin como comunidad y como sujeto poltico.

Ahora bien, sealan crticos como Richard, la reivindicacin de la identidad colectiva del sujeto subalterno como diferencia positiva, sin tomar en cuenta la genealoga de tal diferencia, puede ser fcilmente fagocitada por la lgica del mercado globalizador y transformada en la ms reciente novedad destinada al consumo masivo global de variedad cuanto ms extica, mejor-. Lo mismo vale para la publicizacin de experiencias individuales: el mercado puede fcilmente presentar ese fragmento de una vida como el espectculo voyeurstico de la intimidad de una persona, y al enfatizar lo que tales experiencias tienen de individual, romper el lazo representativo y testimonial de ese individuo con su comunidad.Adems, las categoras de anlisis que sustentan las interpretaciones de las subjetividades subalternas han sido elaborados a partir del anlisis de situaciones socio-histricas slo parcialmente similares a las latinoamericanas. Por lo tanto, la aplicacin de tales categoras produce una distorsin o al menos un borroneo- de la especificidad de la subalternidad de los sujetos latinoamericanos, la cual conlleva una homogeneizacin, una estandarizacin, incluso una estereotipificacin de dicho sujeto. Entonces, cuando esta interpretacin es orientada por las agendas de otros loci de enunciacin (el latinoamericanismo de los centros acadmicos angloparlantes, las polticas y estrategias de los mercados culturales internacionales), los cuales tienen sus propias zonas de inters, la categora sujeto latinoamericano resulta forzada a representar marginalidades predecibles, controlables, catalogables, comercializables en el gran supermercado de las subalternidades.Repercusiones en la conceptualizacin de la literatura de mujeres

Lo dicho anteriormente tambin es vlido para el sujeto mujer latinoamericana. La representacin de su experiencia articula la posicin marginal de lo femenino y la de lo latinoamericano en una realidad extica y desequilibrante que, sin embargo, no llega a sabotear los discursos hegemnicos sobre la diferencia y resulta finalmente incorporable al repertorio de pluralidades que componen el cuerpo social: Los dioses del consumismo reciben ofrendas tambin de las mujeres escritoras cuyas obras son exitosamente promovidas por el mercado literario internacional que convierte hoy lo femenino y lo latinoamericano en la doble marginalidad ilustrativa de su diversidad de ofertas que traduce centro y mrgenes a la misma lengua del pluralismo del mercado, (Richard 1996, 742).

Estas mismas objeciones que le hace la crtica cultural feminista chilena a los Estudios Culturales son las que le hace a la crtica literaria feminista anglosajona de los aos 70, con cuyos marcos tericos el artculo de Richard tambin est dialogando. Este tipo de crtica literaria se cultivaba en los departamentos estadounidenses de Womens Studies; en primaban los estudios de las imgenes de mujer, y se consideraba que la literatura feminista debe representar las autnticas voces y experiencias de mujeres, lo cual habra de lograrse mediante la identificacin compartida entre escritora, lectora y personaje femenino. El propsito poltico de estas representaciones era lograr la publicizacin de las experiencias individuales femeninas, lo cual acerca este tipo de anlisis literario ms a los objetivos reivindicatorios de los movimientos sociales que a los objetivos deconstructivos de las tericas. En esta corriente del anlisis literario el concepto fundamental es el de mujer: sujeto definido por su relacin oposicional con el sujeto hombre en un sistema binario de significados al servicio de un orden socio-poltico patriarcal.Segn la perspectiva analtica de Richard, la categora literatura de mujeres as construida se asienta sobre la identidad genrica de las autoras, transformada en garanta previa de un posicionamiento poltico especfico sobre la opresin y la subalternidad de las mujeres el de la vindicacin. La debilidad poltica de este tipo de literatura radica no slo en la falsedad de dicha garanta (no todas las mujeres piensan igual), sino tambin en la facilidad con la que puede ser cooptada por el neoliberalismo globalizador: Cuando las novelas son escritas para satisfacer la demanda generada por las estrategias del mercado cultural, el sujeto potencialmente representativo y testimonial queda reducido a individuo particularizado por sus diferencias, sus experiencias son transformadas en ancdotas entretenidas, y por ende la vindicacin resulta simplificada a un mero memorial de agravios y a la defensa de los lugares comunes de un "feminismo llorn". (Implcita queda la idea de que las acadmicas feministas se vuelven cmplices intelectuales del neoliberalismo cuando, desde este tipo de feminismo y/o desde los Estudios Culturales, valoran positivamente los best-sellers de mujeres latinoamericanas por haber dado voz a los sujetos subalternos y haber presentado a la opinin pblica las problemticas de sus experiencias.) En cambio, el concepto fundamental para hablar de las relaciones entre feminismo y literatura es, para Nelly Richard, el de lo femenino: eje simblico que articula diversas fuerzas que luchan contra las codificaciones represivas del pensamiento cultural dominante; concepto-metfora para nombrar a diferencias que confunden, desorganizan y vuelven ambiguo el significado de cualquier oposicin binaria, que represente la subalternidad (Richard 1996, 744), especialmente las diferencias actualizadas por el sistema significante del capitalismo neoliberal. Entonces, lo que caracterizara a una literatura feminista sera las maneras polticas de textualizar la diferencia genrico-sexual.En esta accin epistemolgica de definir un tipo especfico de literatura tambin opera la necesidad poltica de las intelectuales feministas de renovar la dimensin de anlisis de la crtica cultural para que esta tarea no fuese cooptada por el espritu de la Transicin chilena.Entonces, desde esta perspectiva y utilizando estas categoras de anlisis, se concluye que los best-sellers de escritoras latinoamericanas manejan una retrica cuyo efecto de sentido es subsumir las desigualdades en diversidades indiferentes, de esta manera se satisfacen las aspiraciones de rebelda y disenso de los lectores mientras se distrae su atencin y no se les permite percibir aquellas otras diferencias que los discursos hegemnicos an reprimen y silencian. Por ende, los best-sellers transforman los lectores potencialmente crticos en consumidores acrticos.

Este juicio lapidario se basa en la afirmacin de que dichas narraciones principalmente historias de vida de mujeres y las sagas familiares- son propuestas de esencializacin de las experiencias femeninas, las cuales resultan funcionales a los discursos oficiales. Pero como ya hemos visto, esta funcionalidad tiene menos que ver con la aducida ingenuidad terica de tales narraciones acerca de los conceptos de experiencia e identidad que con la suerte poltica de los proyectos de vindicacin en diferentes contextos socio-histricos.

Uno de esos contextos fue el del Chile de la Transicin, en el cual las polticas de identidad fueron neutralizadas por posturas pluralistas que las despojaron de su potencial poltico y las utilizaron a favor de las propuestas de Estado, Mercado e Iglesia para mantener el status quo de la democracia de acuerdos. Otro de los contextos fue los Estados Unidos, donde las novelas histricas de escritoras latinoamericanas llenaron un nicho especfico no slo en el mercado editorial sino incluso en la academia latinoamericanista: el de productos que combinen entretenimiento con el inters por las cuestiones socio-polticas de Amrica Latina, en lo posible respondiendo a las expectativas y prejuicios- que sobre esas cuestiones tiene el lector promedio.

En ambos pases, la articulacin de las posiciones marginales de lo femenino y lo latinoamericano que ofrece los best-sellers de mujeres latinoamericanas pareciera no haber potenciado el sabotaje de los discursos hegemnicos sobre la diferencia, sino todo lo contrario: parecieran haber provisto una fuente de autenticidad sobre Latinoamrica y sus mujeres. Por lo tanto, los reparos que les hace esta corriente de crtica literaria feminista resultan apropiados en estos contextos bien especficos: En Chile, tales reparos tienen como objetivo presentar una fuerte oposicin al espritu de la concertacin, generando desconfianza en el pluralismo del consenso socio-poltico y del mercado cultural-comunicativo de la Transicin. En los Estados Unidos, equivale a resistirse a la reduccin antropolgica o etnogrfica de la complejidad y heterogeneidad de las identidades culturales latinoamericanas a la condicin de subalternidad de los grupos minoritarios, equivale a resistirse a la folklorizacin exotizante que instaura relaciones neocoloniales entre el centro norteamericano y las periferias latinoamericanas.

Sin embargo, an queda por verse si estos reparos pueden ser extendidos a todos los dems contextos de recepcin de este tipo de novelas.

Ahora bien, la crtica literaria feminista chilena de los 90 tambin menospreci los best-selleres por su prosa considerada ingenuamente realista, carente de esa densidad formal y semntica que ofrece un plus esttico capaz de oponer resistencia a la lgica del sociologismo neoliberal. Esta afirmacin no est basada en un juicio especializado sobre las bondades artsticas de diferentes estilos literarios sino sobre la necesidad de reposicionar en un campo cultural instrumentalizado a la esttica como prctica relevante de sentido que articula la relacin entre ideologa y poder en el imaginario social. No hay que olvidar que los intelectuales de la crtica cultural chilena de los aos 90 desconfan de las actividades desarrolladas en los mbitos institucionales de legitimidad (la academia, los organismos poltico-gubernamentales), porque favorecieron la sociologizacin y la instrumentalizacin de la produccin de conocimientos sobre las mujeres y otros sujetos subalternos.En el campo cultural post-moderno, dice Richard, donde prevalecen los Estudios Culturales, la literatura es una de las tantas prctica de sentido que articulan la relacin entre ideologa y poder en el imaginario social, y no necesariamente la ms relevante. Adems, las producciones de la industria cultural destinadas al consumo masivo son legitimadas por un sociologismo cultural ( . . . ) ms interesado en el significado anti-hegemnico de las polticas minoritarias defendidas por estas producciones que en las maniobras textuales de su voluntad de forma en donde se juegan la resistencia y la oposicin a los procesos hegemnicos de produccin de sentido (Richard, 2005: 6). Entonces, frente al cambio de paradigma de valor que trajeron aparejados los Estudios Culturales a la academia, la crtica cultural chilena -practicada por fuera de la Universidad- propici una enftica revalorizacin del alcance transgresor de lo esttico, y por ende, de la importancia poltica del anlisis de corte humanista de los discursos sociales, incluida la literatura.

Tal revalorizacin se explica tanto por la voluntad poltica de estas intelectuales de mantenerse al margen del espritu de la concertacin chilena, cuanto por su deseo de salvar una diferencia crtica con este discurso normalizador de los estudios culturales y su sociologismo adaptativo (Richard, 2005: 7). Sin embargo, considero que hay algo ms en juego, algo que repercute profundamente en el modo que estas intelectuales tienen de hacer crtica literaria: Se trata de reivindicar la relevancia de la propia praxis profesional, especializada-, la cual estaba visiblemente devaluada en el campo cultural y poltico de la Transicin. Cuando estas intelectuales sealan que una formacin humanista es la capacitacin necesaria para ejercer esa (verdadera) conciencia crtica que no tienen en Amrica Latina ni los socilogos ni los comunicadores sociales ni (siquiera) las militantes feministas ms directamente vinculadas al activismo social, la figura del crtico cultural resulta sobredimensionada y revestida de distincin (en el sentido que Bourdieu le da al trmino).

Es en base a la dicotoma sociologismo/ esteticismo que la crtica feminista chilena justifica una categrica divisoria de aguas en el campo de los estudios literarios: Por un lado, la lectura y la escritura articuladas por la teora feminista, y por ello implcitamente especializadas y crticas. Por el otro, la escritura puramente vindicativa y la mera lectura identificatoria, implcitamente a-tericas y basadas en un sentido comn de poco fiar. Como resultado de esta divisoria, se elabora un canon que incluye enfticamente obras y escritoras de circulacin tan restringida que casi se podran considerar de culto (como Diamela Eltit) mientras que excluye de manera igualmente enftica las producciones de mujeres impulsadas por el mercado editorial para el consumo masivo, porque su escasa densidad formal y semntica no slo no ofrece un plus esttico sino que tampoco oponen resistencia a la globalizacin neoliberal.

Repercusiones en la conceptualizacin del sujeto del feminismo

Como resultado implcito de esta divisoria de aguas, el sujeto del feminismo ms crtico queda trazado contra un otro constitutivo peyorativo compuesto por mujeres tambin feministas pero que escriben y leen literatura light especficamente, que practican una escritura reivindicativa y una lectura identificatoria.

Tales mujeres son construidas como individuos carentes de la capacidad crtica del sujeto del feminismo, de esa mirada bizca que les permitira desplazarse desde el dentro hacia el afuera de la ideologa, y que por lo tanto son fcilmente manipulables. Se trata, segn esta perspectiva crtica, de mujeres que se identifican con las imgenes que propositadamente les ofrecen los discusos hegemnicos a travs de la literatura light, pues ingenuamente creen no slo en la existencia de una experiencia femenina prediscursiva y universalmente compartida sino tambin en la posibilidad de que algn lenguaje la represente fielmente, sin forzamientos ideolgicos. Estas mujeres se dejan ganar por el efecto de verosimilitud que producen las estrategias de realismo de estas novelas, y creen estar tomando conciencia de su opresin mediante la lectura. Sin embargo, se estn autoengaando, pues la ilusin de referencialidad que sostiene a la literatura ligth no le permite percibir que esa experiencia es el producto de formaciones discursivas y sistemas ideolgicos histricos, y al no plantearse la pregunta sobre quin determina qu cuenta como experiencia femenina terminan consumiendo -y aceptando- lo que el mercado les ofrece: esto es, una versin inocua de insubordinacin femenina (por ejemplo, el adulterio como rebelin contra las injusticias del matrimonio patriarcal), la cual se limita a modificar situaciones personales sin afectar las estructuras de las instituciones que posibilitan dicha subordinacin, con lo cual se desactiva toda potencialidad transformadora de la reivindicacin de la diferencia.

Como consecuencia, unas feministas (las vinculadas con la industria cultural) son construidas como las "otras" de otras feministas (las vinculadas con cierto sector de la intelectualidad): stas no consideran a aquellas como pares equivalentes a la hora de debatir cmo lograr el reconocimiento de gnero, y as se establecen de hecho desiguales relaciones de poder entre diferentes contra-pblicos subalternos feministas:

Las polticas feministas se han bifurcado, por decirlo de alguna manera: de un

lado expertas, tcnicas, intelectuales transnacionalizadas; del otro, quienes

reclaman por el reconocimiento de las ofensas ligadas a sus identidades diversas,

o a su carcter de excluidas por el capitalismo. De un lado, polticas de los

derechos atadas a acontecimientos de alcance internacional, a la instalacin de la

cuestin de la democracia y la ciudadana como asunto central de debate; del otro,

proliferacin de las diferencias y las identidades, estallido de las diferencias y las

desigualdades. (Ciriza 2003, 55)

La distincin entre un feminismo crtico y un feminismo llorn es discriminatoria, pues invalida formas alternativas de participacin de las mujeres en la conformacin de la opinin pblica sobre el reconocimiento de gnero. En la raz de esta discriminacin opera, a mi juicio, el concepto de poder concebido como prctica normalizadora y controladora ejercida por los diversos dispositivos de las instituciones, cuyas estrategias de administracin de productos culturales no pueden ser resistidas por el receptor. Este poder reduce al receptor al rol de consumidor pasivo que no puede apropiarse de tales productos de manera diferente a la programada por las instituciones. Esta perspectiva no toma en cuenta que, como dijera Garca Canclini en 1991, el consumo tambin sirve para pensar: en este caso, para que las diferentes comunidades lectoras en diferentes contextos socio-histricos examinen las identidades que les presenta el mercado desde sus propias experiencias y expectativas, y luego se las apropien mediante procesos creativos que incluyen tambin la posibilidad de descartar o resignificar lo que no les sirve o no les cuadra para identificarse.

El valor poltico de la literatura de mujeres

En lo que respecta especficamente a los best-sellers de escritoras latinoamericanas, esta nocin de poder no slo construye a las lectoras latinoamericanas como grupo homogneo, sino que tambin ignora las prcticas locales de recepcin y apropiacin de tales textos por parte de diversos pblicos lectores feministas en diferentes circunstancias socio-histricas. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, hasta el da de hoy, los movimientos de mujeres y algunos feminismos marcados por la historia poltica e ideolgica de Latinoamrica durante los aos 70- siguen valorando la utilidad poltica de aquellas estrategias propias de las polticas de identidad que el feminismo post-estructuralista se ha dedicado a devaluar en las ltimas dcadas: dar testimonio, recuperar con proyeccin a futuro las historias personales y polticas mediante el trazado de genealogas femeninas, ejercer la autorreflexin como parte importante del proceso de concienciacin.

Desde un locus de produccin de conocimiento que tuviera en cuenta esta praxis feminista sera posible plantear que una estrategia narrativa como la identificacin puede ser inocua en ciertos contextos polticos y epistemolgicos, pero puede producir imprevistas rupturas en otros contextos que le permitan integrarse a una historia de prcticas subversivas del pensamiento hegemnico. Y desde esta perspectiva, los best-sellers adquiriran otro valor poltico. Tomemos como ejemplo la idea de estas novelas como espejos ofrecidos a las lectoras.

Al respecto, es posible pensar que las lectoras, en vez de mirarse en esas narrativas para chequear la propia imagen y confirmar que estn esplndidas (o que son unas pobres vctimas), pueden haber usado ese espejo para ver detrs de ellas toda una lnea de mujeres que las entronca (para bien o para mal) con una historia especfica (de sometimientos o de rebeldas); o bien pueden haberlo usado para ver por primera vez esos moretones (fsicos o simblicos) dejados por una violencia naturalizada que de otra manera no podran haber percibido. O bien, es posible que las lectoras hayan usado esos espejos narrativos para mirarse el cuerpo y aprender a conocerlo como paso previo a reconocer el propio deseo En fin, hay que pensar que, despus de todo, los espejos son instrumentos que permiten potenciar la mirada, y ver lo que el ojo desnudo no puede alcanzar. Por lo tanto, cualquier cosa que se diga acerca del uso que las lectoras dan a estas imgenes de mujer sin un estudio de la recepcin de este tipo de literatura mediante trabajo de campo serio y abarcativo no ser ms que una hiptesis a la espera de su comprobacin.

Conclusin

El anlisis de los conceptos mujer y feminista implcitos en las prcticas de la crtica literaria feminista chilena de los aos 90 permite percibir la persistencia de la polmica entre los marcos tericos de dos feminismos: el post-estructuralista y el de la diferencia sexual.

Sin embargo, la proclamada inconmensurabilidad entre ambos paradigmas puede ser explicada y superada: Explicada a partir de la explicitacin de las posturas epistmicas adoptadas y de la dimensin de anlisis privilegiada por cada feminismo, las cuales los han llevado a presuponer que su propio punto arquimedeo es lo suficientemente slido como para justificar la reduccin de la importancia explicativa de los restantes niveles de anlisis. Superada por otras propuestas que salvan las tensiones intertericas entre ellos reforzando las estrategias explicativas mltiples.

Todo lo dicho plantea la necesidad de revisar los sesgos ideolgicos implcitos en los usos acadmicos de las teoras feministas.

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Asumir una identidad implica, segn las propuestas tericas de Butler, a responder al llamado de la Ley y adoptar como propio el nombre con el cual la Ley nos llama; es aceptar los libretos dominantes y actuar los roles que el Poder ha inventado para someternos a su disciplina y que nos impone coercitivamente en cada llamado. Por lo tanto, cuando actuamos basndonos en una identidad, estamos renovando nuestra subyugacin. As, el nico uso realmente liberador de las categoras de identidad es aquel que las vuelve contra s mismas y lleva en ltima instancia a transgredir o subvertirlas.

Vale la pena recordar que existen dos generaciones de tericas de la diferencia: la primera incluye a las feministas francesas (Cixous, Irigaray, Kristeva); la segunda est representada por Rosi Braidotti, Drucila Cornell y Elzabeth Grosz. Esta segunda generacin es consciente de que existen factores histricos, tericos y polticos que intervienen en la construccin de la categora mujer, e incorporan en sus teorizaciones algunos de los aportes del giro lingstico para despojar a dicha categora de connotaciones normativas o esencialistas. Sin embargo, estas tericas siguen planteando la centralidad estructural de la divisin sexual sobre la formacin de la cultura humana, y miran con cierta desconfianza los desplazamientos tericos entre las mujeres y lo femenino, especialmente cuando esto ltimo se convierte en una posicin en el lenguaje disponible a cualquier sexo.

En castellano no hay un consenso sobre cmo traducir el concepto expresado por la palabra inglesa embodiment: algunxs autorxs usan el trmino encarnacin, otrxs prefieren usar corporizacin para evitar asociaciones con las connotaciones religiosas del trmino anterior. Yo prefiero la opcin de Mara Luisa Femenas quien, en su traduccin del artculo Sexual Difference, Embodiment and Becoming de Rosi Braidotti, usa incardinamiento en el sentido de dar forma al cuerpo, ordenar u organizar el cuerpo, moldear la carne.

Dice Linda Alcoff al respecto que los propios positivistas lgicos abandonaron en los aos 1930 la creencia en que se puede producir conocimiento sobre el mundo de manera totalmente objetiva, sin mediaciones discursivas ni ideolgicas.

Aunque no voy a explayarme en su propuesta, vale la pena traer a colacin aqu lo que Rosi Braidotti plantea al respecto: los sujetos que son conscientes y dan cuenta de la paradoja de estar atrapados dentro de un cdigo simblico al que se oponen profundamente, (Braidotti 12) negocian constantemente las formas de implementacin de su pertenencia social; esa negociacin articula la desidentificacin implcita en el proceso deconstructivo de categoras institucionalizadas por el sistema falogocntrico, y la identificacin con imgenes internalizadas por una compleja combinacin de deseos inconscientes y elecciones voluntarias. Esta filsofa no reniega de las identificaciones, al contrario: las considera pragmticamente ineludibles porque proveen al sujeto la unidad imaginaria y el sentido de la continuidad necesarios para funcionar tanto internamente como socialmente, (Braidotti 16).

La diferencia sexual, en este contexto, es entendida como sinnimo de una divisin fundamental de la opresin (transcultural, transhistrica) basada en una diferencia de naturaleza que debera estructurar la accin poltica. . . . [y que] fue explotada tanto en los feminismos esencialistas (de Irigaray a Cixous, pasando por Kristeva) como por las variantes estructuralistas y/o lacanianas del discurso del psicoanlisis (Roudinesco, Hritier, Thry), (Preciado, en Carrillo 9).

Estos grupos intervenan los espacios pblicos a travs del cuerpo para generar experiencias de lo personal es poltico, con el objetivo de modificar las estructuras de conocimiento y de afecto respecto de las identidades de gnero.

Estas prcticas son variadas, y abarcan desde el control de los cdigos de representacin de las identidades (por ejemplo, las listas de nombres para varones y para mujeres institucionalmente aceptados por los Registros Civilies estatales) hasta el control de la fisiologa (por ejemplo, los procedimientos mdicos y quirrgicos permitidos o prohibidos por el Estado, cubiertos econmicamente o no por obras sociales, etc.).

Segn Manuel Asensi Prez, hay una necesidad tica y poltica que lleva a Butler a defender la idea de que el cuerpo, y no slo el gnero, es una construccin derivada del poder performativo del lenguaje y del orden simblico. Aceptar que hay una dimensin material dada corre el riesgo, aun en aquellos casos en los que se propone como un factor subversivo (Kristeva, lo semitico y el cuerpo de la madre), de instituir una normalidad, un modelo, sea del tipo que sea, a partir del que se puedan emitir juicios discriminadores y engendrar leyes que vuelvan invivible la vida de los abyectos, (Asensi Prez 16). Sin embargo, Preciado toma distancia de estas propuestas en base a otra necesidad: la de superar la reticencia de pensar la corporalidad por temor a caer en esencialismos.

[L]a produccin transversal de las diferencias [m]arca un desplazamiento de aquellas posiciones que parten de una sola nocin de diferencia sexual y de gnero ya sea sta entendida en trminos esencialistas, en trminos marxistas (divisin sexual del trabajo) o en trminos lingsticos (orden simblico o presimblico), hacia un anlisis de naturaleza transversal. Se trata de estar atentos, dir bell hooks al sobrecruzamiento de opresiones (interlocking opressions). No es simplemente cuestin de tener en cuenta la especificidad racial o tnica de la opresin como una variable ms junto a la opresin sexual o de gnero, sino ms bien de analizar la constitucin mutua del gnero y la raza ( . . . ). Kimberly Crenshaw indicar la necesidad de evitar la creacin de jerarquas entre las polticas de clase, raza, nacin, sexualidad o de gnero y apelar por el contrario al establecimiento de una interseccionalidad poltica de todos estos ejes de estratificacin de la opresin. (Preciado, en Carrillo 2).

Aclara siempre Preciado que hay que hacerlo con la conciencia de que la configuracin de esa hiperidentidad no es resultado de un proceso natural sino de un proceso socio-cultural, el cual tambin puede generar exclusiones.

El post-marxismo retoma y revisa los postulados marxistas a la luz de los aportes del post-estructuralismo y de teoras de la identidad.

Tal episteme sera la que tiene a la crtica del esencialismo como el punto de convergencia de las corrientes filosficas contemporneas ms importantes.

Toda identidad es relacional: la afirmacin de una diferencia es decir, la percepcin de otra cosa que constituir su exteriores una condicin previa para la existencia de cualquier identidad. Esa relacin identitaria es siempre potencialmente antagnica, porque el otro puede dejar de ser considerado simplemente diferente y ser percibido como alguien que cuestiona la propia identidad y amenaza la propia existencia. (En esta dimensin de potencial antagonismo consiste, segn Mouffe, lo poltico de todas las relaciones humanas).

La poltica, segn Mouffe, se refiere al conjunto de prcticas, discursos e instituciones que intentan establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que siempre son potencialmente conflictivas, (18).

La vindicacin es un concepto que implica el reconocimiento por parte de los varones de que sus mutuas diferencias con las mujeres son homologables en el plano del ejercicio del poder social, y que por lo tanto las mujeres deben ser consideradas como sujetos polticos equivalentes y equipontentes.

Muchas de las caractersticas que voy a ir sealando en este trabajo pueden encontrarse tambin en artculos de lxs colegas de Richard, como Francine Masiello (ver, por ejemplo, su artculo Trfico de identidades: mujeres, cultura y poltica de representacin en la era neoliberal, publicado en el mismo volumen de la Revista Iberoamericana en el que aparece el artculo de Richard que estoy analizando).

De acuerdo a sus analistas oficiales, la palabra transicin nombra el proceso que, en Chile, se inicia histricamente con el gobierno de Patricio Aylwin, despus del plebiscito de 1988, el cual puso fin a la dictadura militar y reabri el curso de la democracia. ( . . . ) Sin embargo, vale la pena insistir en que los rasgos predominantes del perodo chileno llamado transicin se formularon con anterioridad a este corte, y que los gobiernos de la transicin democrtica se dedicaron sobre todo a reagenciar la continuidad de los efectos ya delineados por la ofensiva neoliberal de la dictadura que conjug represin (la violencia militar) con modernizacin (las polticas de consumo del mercado y la televisin), (Richard, 2000: 227)

Est operando aqu la nocin de mercado de los Estudios Culturales, la cual lo concibe como maquinaria de la saturacin capitalista y de la globalizacin massmeditica, la cual produce para el consumo de las masas artefactos de diferencias indiferentes, incapaces de modificar las codificaciones de los discursos hegemnicos.

Hay que reconocer que sta ha sido una situacin comn a muchos pases latinoamericanos, ya que [l]as democracias del continente fueron, a la salida de las dictaduras, los regmenes polticos que garantizaron la aplicacin de los planes econmicos que significaron la prdida de enormes conquistas del movimiento de masas, (DAtri, 2009: n/p). Esto es, planes que articulaban el desarrollo de economas de libre mercado con formas polticas democrticas, en particular aquellas que daban menor peso a las instituciones nacionales en beneficio de las instituciones de la globalizacin. Con respecto a las prdidas de conquistas de movimientos sociales, hay que decir que [m]uchas feministas, con cierto prestigio en el movimiento, con conocimientos especficos y una trayectoria poltica en la reivindicacin de los derechos de las mujeres, formaron parte de esta tecnocracia que se sum a los organismos multilaterales, las agencias de financiamiento, el Banco Mundial y las miles de ongs, que se transformaron tambin en plataformas para el lanzamiento de carreras personales. Otras, se mantuvieron a la vera de los financiamientos y criticaron duramente estas tendencias, pero su voz fue minoritaria y su lucha aunque reinvidicable- slo hizo eco en el vaco que las rodeaba, (DAtri, 2009: n/p).

Cuando la mayor parte del programa neoliberal ya se haba implementado, el Banco Mundial prioriz la financiacin de programas sociales bajo los lemas de la participacin y la transparencia, reapropindose de los discursos crticos a su propio accionar. Las organizaciones no gubernamentales fueron las ejecutoras privilegiadas de sus proyectos asistencialistas y focalizados.

El Banco Mundial como el resto de las agencias de financiamiento cumplieron, en este perodo, un papel poltico e ideolgico muy importante en relacin con el control social. Los intelectuales, antiguamente izquierdistas, se transformaron en tecncratas progresistas que asumieron la responsabilidad de colaborar en estos proyectos de gobernabilidad, desarrollo sustentable, etc. (DAtri, 2009: n/p)

Dice Richard que [l]os movimientos feministas ms directamente vinculados al activismo social, suelen considerar la teora como algo sospechoso . . . por juzgarla siempre cmplice de la alianza falocrtica entre el poder de la razn y la razn como poder, (1996: 733), por considerarla un instrumento de dominacin masculina que traiciona la corporalidad de lo vivo ligada a lo sensible de los afectos, (Richard, en Gago 2009, 1). Nada ms urgente entonces para la conciencia feminista que (. . . ) examinar el lenguaje en sus supuestos ontolgicos, y criticar esos supuestos en sus consecuencias polticas, ya que son ellos los que deliberadamente confunden hecho (naturaleza) y valor (significacin) para frustrar todo impulso transformativo hacindonos creer que la biologa es destino, (Richard 1996, 734); no me parece que sea posible transformar el mundo ni las estructuras sociales ni polticas ni econmicas sin volver al mundo inteligible y comprensible, (Richard, en Gago 2009, 1).

Segn Mara Jos Sabo, las teoras post-estructuralistas y las de los Estudios Culturales fueron adoptadas por las intelectuales feministas latinoamericanas en virtud de su comn necesidad de abandonar el marxismo devenido maniquesta, y sobre todo la omnicomprensin frankfurtiana y luego althusseriana de la ideologa, (154).

En la versin britnica de los Estudios Culturales la categora de subalterno se refiere a sujetos de las clases sociales bajas, mientras que en las versiones norteamericana y latinoamericana se aplica principalmente a los grupos tnicos y populares

"La publicizacin de un problema es precisamente el proceso mediante el cual la unidad social involucrada reconoce su existencia en tanto problema, en cuanto desviacin de una situacin deseable. Dicho de otra manera, la publicizacin de un problema es su instalacin en la agenda pblica del grupo, lo que pasa por el ejercicio de operaciones de comunicacin (conversacin, discusin, reunin, manifestacin, etc.) mediante las cuales el grupo de 'emprendedores' originales logra que se conozca y admita el carcter problemtico de la situacin existente, (Gerstl, 2005: 22).

Como afirma Morales: Algo parecido ocurre con la Post-Colonial Theory cuando se quiere aplicar en pases en los que desde hace cinco siglos se ha venido amasando una cultura mestiza, conflictiva y esquizoide, cuyo principal problema no reside en cmo desembarazarse del legado colonial por medio de la aplicacin a la inversa de sus cdigos culturales, sino en cmo democratizar la articulacin de sus diferencias (es decir, su conflictiva y desigual interculturalidad). La intensamente diversa singularidad cultural mestiza de Amrica Latina no puede hacerse encajar en el molde poscolonial, a no ser que se falseen sus especificidades y se inventen generalizaciones macondizadas y esencializadas de las mismas para postular as una diferencia cultural opuesta binariamente a una cultura metropolitana, (2007: 12).

Como afirma Moreiras: El latinoamericanismo [funciona] como aparato epistmico a cargo de representar la diferencia latinoamericana[:] a travs de la representacin latinoamericanista, las diferencias latinoamericanas quedan controladas, catalogadas y puestas al servicio de la representacin global (1998: 65-67, cit en Richard 2005).

Historias diseadas a partir de estudios de mercadeo y dirigidas a un pblico especfico por medio de certmenes amaados, conferencias y juicios valorativos de figuras conocidas del mbito cultural. En suma, las novelas se promocionan de manera similar a como se promueven otros productos culturales de consumo masivo (msica, pelculas).

El memorial de agravios es, segn Celia Amors, un gnero protofeminista de la literatura en el cual las mujeres expresan quejas por los abusos de poder de los varones contra ellas, pero no cuestionan las estructuras socio-culturales e ideolgicas que hacen posible y legtimo ese poder. Por su parte, el feminismo llorn es, segn Anglica Gorodischer, un conjunto de discursos sentimentaloides de fcil consumo que ofrecen a las mujeres un espejo en el cual verse como seres maravillosos injustamente victimizados a lo largo de la historia.

El trmino complicidad parecera ser demasiado duro; sin embargo, es el que utiliza la propia Nelly Richard para calificar a los estudios culturales que instrumentalizan el conocimiento y desatienden las cuestiones de teora y de escritura que analiza[n] las articulaciones de poder de lo social y de lo cultural, pero sin dejar de lado las complejas refracciones simblico-culturales de la esttica, (2005:7).

Sabotear un discurso o un texto, segn Manuel Asensi Prez, es desenmascarar la naturalizacin con la que se oculta el carcter ideolgico de su representacin del mundo, y de ese modo interrumpir la fuerza performativa con la que modeliza la visin del mundo de los receptores de dicho discurso o texto. Cfr. Crtica, sabotaje y subalternidad (2007), en Lectora, 13: 133-153.

En contra de la nivelacin valorativa que facilitan los estudios culturales al suspender o relativizar la cuestin del juicio esttico a favor de consideraciones sociologistas, hara falta hacer la diferencia entre, por ejemplo, Silvina Ocampo y Laura Esquivel, y subrayar por qu los textos de la primera contienen una densidad formal y semntica [cuyo] plus esttico los hace inigualables a los textos de la segunda (Sarlo, 1997: 38). (Richard, 2005: 6).

Segn la definicin que da Nancy Fraser (1997), los contra-pblicos subalternos estn formados por miembros de los grupos sociales subordinados, quienes formulan interpretaciones contra-hegemnicas de sus identidades, intereses y necesidades y las hacen circular en la esfera pblica. Las escritoras y lectoras de las novelas del boom de la literatura latinoamericana de mujeres, en tanto sus discursos y sus praxis ofrezcan algn tipo de resistencia a las injusticias y subordinaciones sufridas histricamente por el colectivo "mujeres", y reclamen la convalidacin por parte del otro del derecho de las mujeres a autodefinirse como sujetos segn parmetros propios y autnomos, califican como miembros de un contra-pblico subalterno feminista. Dicho contra-pblico es distintivamente diferente al compuesto por las feministas acadmicas, porque hay entre ambos grandes diferencias ideolgicas, estticas y de poder simblico a la hora de sustentar ante la opinin pblica definiciones de lo que es la literatura de mujeres y de lo que constituye reconocimiento de gnero. Para un desarrollo ms extenso de este tema, ver Luque, Cecilia Ins (2010 a) y Luque, Cecilia Ins (2010b).

En cierto modo, la crtica cultural feminista chilena est cometiendo el mismo error que le achacaban a los Estudios Culturales: reducir lo latinoamericano o bien a un sector de la sociedad o de la cultura latinoamericanas, o bien a lo que se entiende por latinoamericano en los Estados Unidos.

Desde 2009, en el Centro de Investigaciones Etnogrficas de la Universidad Nacional de San Martn, Argentina, se est llevando a cabo bajo la direccin de Pablo Semn el proyecto de investigacin Lectores y lecturas: la recepcin de la literatura masiva contempornea, mediante el cual se espera averiguar la eficacia del repertorio de representaciones ofrecido por literaturas no cannicas en la modelizacin de la experiencia vital de lxs lectorxs como as tambin en sus procesos identitarios. Hasta donde yo s, ste es el primer trabajo de esta naturaleza que se ocupa de los best-sellers de escritoras latinoamericanas.