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2014 24 abril Fundación para la Cultura del Vino

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SUMARIO

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Terruños.Número 24_abril 2014.

Edita FUNDACIÓN PARA LA CULTURA DEL VINOAtenas, 2 - 1º28224 Pozuelo de Alarcón (Madrid) e-mail: [email protected]

Presidente Eduardo Muga Peña

Vicepresidente Luis Miguel Beneyto

Gerente Rafael del Rey Salgado

Redacción y coordinación Rafael del Rey, María Gasca Elósegui, Alberto Coronado

Colaboran en este númeroLuis Vida, Maite Corsín, Antonio Casado, Gonzalo Sol, Ezequiel Sánchez Mateos, Isabel Mijares, Jesús Álvarez de Yraola, Joan Benassar, Antoni M. Planas, Juan Pan-Montojo, Luis González Narbona, Miguel Ángel Almodovar, Salvador Manjón, Alberto Coronado.

Imágenes Fundación para la Cultura del Vino, Pedro Menéndez, Abel Valdenebro, Shutterstock.

Ilustración de portada Alberto Coronado (Magic Circus) a partir de dos obras de Joan Bennassar.

Diseño y maquetaciónMagic Circus

Terruños no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores

COMPARTIENDO TRADICIÓN, GENERANDO CONOCIMIENTO

Las palabras del placer 4Luis Vida

El vino perfecto: críticos, científicos y consumidores opinan 8Maite Corsín

El vino ¿placer físico o intelectual? 16Antonio Casado

Vino y placer 20Gonzalo Sol

Vino: pretérito perfecto simple 24Ezequiel Sánchez-Mateos

El vino placer 27María Isabel Mijares

El secreto del placer 30Jesús Álvarez de Yraola

Dionisio en el jardín de Epicuro 34Joan Bennàssar / Antoni M. Planas

Cuatro siglos de transformaciones: 42el nacimiento del vino contemporáneo Juan Pan-Montojo

Un secundario de lujo: 52el vino en el celuloide Luis González Narbona

Tiempo, espacio, vino, candiles acrecentados 60y vasos que vuelan Miguel Ángel Almodovar

8 Encuentro Técnico de la FCV 62Salvador Manjón

El sabor de los grandes: Laurent-Perrier 66Alberto Coronado

Noticias de la Fundación 74

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EDITORIAL

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Podía parecer arriesgado centrar un

número de la revista Terruños, el 24 de

una colección que se consolida con una

amplia base de seguidores en muchos

casos apasionados, sobre el placer y el

vino. Pero el Placer es algo íntimamente

ligado al mundo del vino. Hemos abor-

dado en anteriores ediciones la estrecha

vinculación entre el mundo del vino y el

mundo de la cultura y el arte, todos ellos

universos que tanto placer producen en

el ser humano.

El vino es alimento, es salud, es historia, es

cultura, es arte pero es también, e igual

de importante, placer. Placer gustativo,

placer sensorial, placer sensual y también

placer intelectual provocado por esa cu-

riosidad de conocer y expresar todo lo

que hay detrás de una botella de vino

y de seguir explorando un mundo casi

infinito de sensaciones, de historias y de

lugares únicos.

Un año más y para afrontar este reto

de ligar el vino con una temática central,

contamos con un extraordinario elen-

co de colaboradores, que nos dan una

muestra de lo muy amplia que puede ser

esta relación entre el vino y el placer.

Desde la excitación que pueden provo-

car las palabras y términos relacionados

con el vino hasta la relación entre el vino

y el cine o el vino y el arte en general,

pasando por las reacciones que causa

entre profesionales y consumidores, la

relación entre vino y placer a lo largo de

la historia, los efectos sobre placer “físico

o intelectual”, su relación con la cata o los

efectos de esta relación sobre el consu-

mo, magníficos profesionales desgranan

en las siguientes páginas gran cantidad

de información y, sobre todo, el enorme

placer generado por sus palabras y rela-

tos. Nuestro más sincero agradecimiento

a todos: Luis Vida, Maite Corsín, Antonio

Casado, Gonzalo Sol, Ezequiel Sánchez-

Mateos, María Isabel Mijares, Jesús Álva-

rez de Yraola, Joan Bennassar y Antoni

Planas, Juan Pan-Montojo, Luis González

Narbona y Miguel Ángel Almodóvar por

sus colaboraciones, así como a Salvador

Manjón por su resumen del último en-

cuentro Técnico de esta Fundacion.

También destacamos la aportación his-

tórica de Juan Pan-Montojo que ha he-

cho un extraordinario relato del vino

entre los siglos XVI y XX, derivada de la

colaboración que esta Fundación para la

Cultura del Vino ha establecido recien-

temente con el Museo Thyssen-Borne-

misza. Se trata de una nueva incursión

– como la que hace ya algunos años hi-

cimos desde el mundo del vino a la co-

lección del Museo del Prado – para ver

la extraordinaria colección permanente

del museo Thyssen-Bornemisza con una

nueva perspectiva; un recorrido temáti-

co sobre 19 de sus obras especialmente

relacionadas con el mundo del vino a lo

largo de cuatro siglos de historia.

Un año más, debemos agradecer la cola-

boración de Alberto Coronado y María

Gasca, sin quienes la revista no habría

podido ver la luz, con el rigor y calidad

que desde la Fundación queremos seguir

dando a esta publicación.

Eduardo Muga PeñaPresidente de la Fundación

para la Cultura del Vino

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LAS PALABRAS DEL PLACER

Las palabras del placer

El vino es una cosa con la que todos parecemos disfrutar, pero pocas veces lo describimos

con palabras que suenen a placer. Hay términos que excitan la imaginación y el apetito,

pero casi nunca hablamos de vinos sensuales, sexys, emotivos, musicales o luminosos.

La cultura del vino es austera y un tanto es-

partana. Nuestro idioma viene de la ciencia de

la cata desarrollada en la Francia de los años

60 y 70 por Emyle Peynaud y otros enólogos

inspirados. Frente al vino-alimento del mundo

campesino, la Escuela de Burdeos trajo la res-

petabilidad de los métodos científicos. La asep-

sia de las salas de cata, con sus condiciones de

ventilación y luz reguladas al milímetro sacó las

degustaciones de vino fuera del ámbito lúdico

del restaurante, el bar y el hogar –lugares cálidos

Por Luis Vida

pero de carga emotiva y condiciones imprevi-

sibles– para transportarlas a la limpieza gélida

del quirófano. El paso de la experiencia del vino

de las tabernas y las cocinas a las universidades

y los laboratorios supuso un poderoso giro es-

tético y un nuevo concepto que la gastronomía

moderna ha heredado y magnificado.

Las fichas de cata que hablan de vías retronasa-

les, intensidades colorantes y olfativas, franque-

zas gustativas, análisis organolépticos, longitudes

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LAS PALABRAS DEL PLACER

La experiencia del “gran” vino no tiene vuelta, engancha para siempre y, entonces, pide un lenguaje a la altura de ese “Factor X” que va derecho desde las copas hasta los sentidos y el corazón.

y caudalías, tienen una indiscutible fascinación,

pero están escritas en el lenguaje de la seriedad

académica y no incitan a beber con los amigos.

Los objetos de estudio no están para llevarlos a

las fiestas y, mucho menos, a una velada íntima.

El participante en una cata “seria” debe escu-

pir para mantener la mente fría, dejar de lado

sus emociones y preferencias, puntuar y calcular,

comparar y describir con precisión quirúrgica.

Toda una disección ¿o vivisección?

Parece difícil medir con este rasero las sensa-

ciones que nos transmiten los grandes vinos

del mundo. Los mejores blancos y tintos del

siglo XXI tienen unos valores de fruta, paisaje,

terruño y cultura absolutamente inéditos que,

si queremos entender y disfrutar plenamente,

tenemos que descubrir desde los sentidos y las

emociones. Los clásicos siempre han sido puro

placer pero, hoy, este disfrute se ha democra-

tizado y miles de pequeños y grandes viñedos

a lo largo del planeta producen sus etiquetas

desde el terruño y la sensibilidad. Nuestras pa-

labras tienen que ser, entonces, cercanas a las

sensaciones más físicas y a las emociones más

primarias y auténticas.

La experiencia del “gran” vino –sea caro o de

precio humilde– no tiene vuelta, engancha para

siempre y, entonces, pide un lenguaje a la altura

de ese “Factor X” que va derecho desde las co-

pas hasta los sentidos y el corazón. Pero hasta en

eso somos tímidos. Hemos imaginado nuestras

botellas tan serias y respetables que corremos

el riesgo de convertirlas en bebidas monjiles y

victorianas, despojadas de la sensualidad innata a

un producto tan natural y, a la vez, tan refinado.

El Burdeos y el Rioja del pasado sabían a cuero,

especias y tabaco: unas bebidas perfectas para

un club de ancianos caballeros burgueses. La se-

veridad de formas de las copas catavinos y las

tulipas en las que se bebían contrastan podero-

samente con las de hoy, más estilizadas, amplias

y voluptuosas, perfectas para recrearse en el

aroma de unos vinos más amables cuya carnali-

dad viene de la tierra. Si queremos que el vino

vuelva a ser patrimonio de todos no hay que

perderle el respeto, pero si romper la distan-

cia, relacionarnos con él de una forma más libre

y más instintiva. Quizás así lo entendamos y lo

abarquemos de verdad.

Los vinos del siglo XXI ofrecen un enfoque

nuevo, más cercano a la naturaleza y, por tanto,

una poderosa carga de sensualidad. Cuando los

bebemos, no tienen la austeridad de los años

pasados en toneles añejos ni la frialdad oscura

de los calados subterráneos; no saben a cueva

ni a bodega húmeda, sino a fruta dulce, a pie-

dras calentadas por el sol, a bosque umbrío, a

ribera de arroyo o a monte mediterráneo en el

verano. Hemos redescubierto la seducción de la

uva y el paisaje y el roble gana juventud y pierde

protagonismo para aportar desde el ahumado

atrevido de la barbacoa y el chocolate hasta la

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LAS PALABRAS DEL PLACER

Las palabras icono del placer siguen siendo las mismas –Borgoña, Jerez, Champagne, Oporto, Tokaji– porque son las etiquetas aristocráticas, las que han definido las medidas del lujo.

frescura de los cítricos y el jengibre, siempre en

sintonía con el estilo y el relieve de la fruta.

A la hora de narrarlos, sobran los lugares co-

munes y los términos académicos y envarados.

Las palabras cercanas al mundo natural y a las

sensaciones son mejores para describir lo que,

en cada copa, complace a los sentidos. Y, así, uno

se encuentra compartiendo con los amigos vi-

nos de bombón de frutas, riojas sexys, blancos

frescos de piedra y paisaje, rosados mediterrá-

neos, tintos-golosina con taninos de terciopelo

y dulces de sol con cuerpos tersos y esbeltos.

Los vinos saben a más, y hasta sientan mejor, si

estamos sumergidos en el medio del que pro-

ceden. Es muy difícil describir el sabor de una

Manzanilla o un amontillado bebidos al atarde-

cer en la desembocadura del Guadalquivir, en el

Bajo de Guía, con las corrientes del río luchando

con los vientos y las mareas del océano. O la

increíble profundidad de un tinto de Burdeos,

recién despertado de su largo sueño en la cava,

en una mañana luminosa de primavera en las

colinas verdes y fragantes de Saint Emilion. Cada

botella pide su experiencia y vivirla en su ple-

nitud es uno de los disfrutes más inocentes, al

tiempo que poderosos e instintivos, que pode-

mos compartir.

Las palabras icono del placer siguen siendo las

mismas –Borgoña, Jerez, Champagne, Oporto,

Tokaji– porque son las etiquetas aristocráticas,

las que han definido las medidas del lujo, la

perfección y la voluptuosidad para miles de viti-

cultores y enólogos del planeta, que les rinden

culto desde sus terruños. Son los top models de

la alta costura enológica cuyo aura se extiende

por los viñedos del Viejo y el Nuevo Mundo.

Los atributos de seducción de los grandes clá-

sicos se distinguen hoy, con dsitintos tonos y

matices, en muchas de las zonas que fueron de

“segunda” y ya no lo son, iluminando los paisa-

jes conocidos con una luz nueva. Los mejores

blancos de los años diez traen su frescura de

fruta envuelta en hierbas y la acidez de la uva

en sazón arropada en un cuerpo sedoso. Si son

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LAS PALABRAS DEL PLACER

Los dulces no empalagan porque su suavidad de miel líquida contrasta con una acidez vibrante y necesaria, con el tostado sutil y las especias exóticas.

espumosos, nos acarician con su cremosidad

mientras la levadura despliega su encanto de

pastelería y sus inconfundibles texturas y sabo-

res, entre el grano fino y el umami. Los dulces

no empalagan porque su suavidad de miel líqui-

da contrasta con una acidez vibrante y necesa-

ria, con el tostado sutil y las especias exóticas.

Y los tintos traen la marca de su tierra, pero no

su aridez, porque en la copa resuenan las bayas

frescas, el campo y las flores, y la sensación de la

piel de la uva en la boca es tierna y firme, nunca

dura ni rasposa.

Un enfoque fascinante que se mezcla en los me-

dios con el lenguaje moderno del marketing, la

exclusividad y los negocios. El vino-producto se

hace según perspectivas y análisis de penetra-

ción en los mercados y notoriedad de marca, se

describe y valora por su etiquetado y, especial-

mente, por su precio y escasez. Viaja por el pla-

neta en alas de las puntuaciones de los críticos

estrella como las marcas de nuestros abuelos

llevaban las medallas de honor de las Exposi-

ciones Internacionales. Un “95” Parker o Wine

Spectator asegura al más humilde tinto aragonés

o manchego la rotura de stocks en los merca-

dos asiáticos, pero no nos dice nada en cuanto

al disfrute y comprensión de sus compradores

más allá del placer de adquirir un exclusivo ob-

jeto de moda.

Somos humanos y debemos tener en cuenta

que competimos por naturaleza. El placer del

estatus está entre nuestras principales motiva-

ciones, el gozo de disfrutar de lo que nuestros

semejantes miran con envidia. Un estudio re-

ciente demostraba que los niveles cerebrales

de las hormonas del bienestar de un grupo de

voluntarios se elevaban, súbitamente, cuando

descubrían el alto precio de unas marcas que,

catadas a ciegas, obtenían una reacción emotiva

menor. Un placer casi culpable, pero verdadero

y, por tanto, muy natural y muy humano.

©Abel Valdenebro

Luis Vida es periodista vitivinícola

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EL VINO PERFECTO

El vino perfecto:críticos, científicos yconsumidores opinan

¿Los críticos y expertos comerciales de vinos han hallado el modelo de vino más perfecto

posible? ¿Están de acuerdo con ellos los compradores no tan entendidos?

Hemos recopilado opiniones de ambos y análisis de laboratorio para acercarnos un poco

más a descubrir si la fórmula secreta es cuestión de complejidad organoléptica, terroir,

precio... O de placer y punto

Por Maite Corsín

Nos sorprende que a estas alturas del mercado,

gurús y creadores de los sistemas de puntua-

ción, como Robert Parker, sentencien que “no

puede haber sustituto de tu propio paladar ni

mejor educación que catar el vino tú mismo”,

un guiño y un salvavidas para el consumidor me-

nos entendido. O que Tim Fish, editor de Wine

Spectator en un reciente artículo (“Have You

Ever Tasted A Perfect Wine”), revele que toda-

vía no se ha encontrado el vino perfecto (se

refiere a él como el vino de 100 puntos). La

revista americana apenas ha incluido tres vinos

con 100 puntos en sus listas en los últimos tres

años. Fish se pregunta si existe tal perfección

teniendo en cuenta que este concepto es una

entelequia impulsada por el negocio del vino.

“De la forma que lo veo, el vino perfecto es una

combinación de gran vino y un momento de

disfrute. “La botella de Haut-Brion 2005 llegó a

los 100 puntos cuando la catamos a ciegas en

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EL VINO PERFECTO

2008, ¿pero no habría que esperar a como evo-

lucione? “Château Margaux 1961 nunca alcanzó

esa puntuación, pero la noche que lo probé en

el château, alcanzó para mí la excelencia”. Fish

parece que tira piedras hacia su propio tejado y

baja al terreno de los humanos, y como le ocu-

rre a Parker, se pone de lado de los compra-

dores novatos que empiezan a valorar un vino

por otros atributos como el precio, el recuerdo

culinario que invita a rememorar la marca, o el

regusto que deja un sabor especial.

Los críticos son más racionales

Para arrojar algo de luz sobre si los expertos y

los consumidores alcanzan quórum en su per-

cepción de la calidad de los vinos, una buena

prueba objetiva fue el estudio “The Intrinsic Di-

mensions of Wine Quality: An Exploratory In-

vestigation” dirigido por Stephen Charters para

Edith University (Australia). La muestra distin-

guía entre los bebedores más habituados a los

términos científicos del vino y los más neófitos.

Los que más disfrutaban eran los que más im-

plicados estaban con algunos atributos “intrínse-

cos” del vino, los más intangibles, y eran capaces

de expresar palabras de cata como equilibrio,

potencial, intensidad y complejidad. Hasta aquí

tiene su lógica, pero el vacío científico se halla

en entender las divergencias entre los propios

catadores profesionales, entre sus puntuaciones,

e incluso de un mismo país. ¿Y por qué estas

mismas puntuaciones y sus descripciones no

terminan de ser aceptadas por los comprado-

res? Al fin y al cabo los críticos pretenden ser

objetivos y segmentan, relacionan modelos, se

concentran en un rasgo determinado, lo cate-

gorizan como le dan valor y los comparan con

otros vinos del mismo estilo para establecer una

media de calidad. Rasgos todos ellos muy analí-

ticos, prácticos y cognitivos (como los llaman los

psicólogos), pero no son capaces de describir

sus impresiones personales cuando hablan de

un vino excelente. Aquí entran emociones, re-

cuerdos, expectativas...

El “vino 10” para los catadores

Luis Vida y Javier Pulido, autores de la Guía del

Vino Cotidiano (una guía para el comprador

llena de vinos inteligentes a buen precio), han

puesto un nombre a este tipo de vinos indes-

criptibles (a pesar de su precio razonable): “la

corazonada” como “un impulso de placer abso-

luto”. Para ambos, el modelo de equilibrio es

un vino con acidez natural, y aunque reconocen

que hay muchas opiniones al respecto, la com-

plejidad en definitiva es el cordón umbilical de

todos los grandes vinos del mundo. “Hacer un

vino el primer año bien es relativamente fácil

pero ante tanta globalización, apostamos por los

vinos personales que repiten calidad, la constan-

cia es un premio”.

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EL VINO PERFECTO

“Tipicidad, un don de lo que no pueden presumir todas las DO’s o zonas vecinas por muchas variedades de uva o mismos suelos comunes que compartan”.

Son fanáticos de los vinos frescos, entre los que

los blancos siempre triunfan por mucho que

el mercado los desmerezca. “A un vino blanco

no lo puedes maquillar, no puedes tapar sus

defectos con madera o con más peso en alco-

hol. Cuando es bueno, es la bondad en estado

puro”. Cuando se les pregunta por sus vinos top,

siempre eligen los que trasmiten paisaje, estilo,

autenticidad, frescos y elegantes en su paso por

boca. Lo llaman “tipicidad, un don “de lo que no

pueden presumir todas las DO’s o zonas vecinas

por muchas variedades de uva o mismos suelos

comunes que compartan”. Andrés Proensa, au-

tor de la Guía Proensa, califica a los vinos más

grandes como “vinos elegantes, profundos, con

carácter, con fuerza, finura, todas aunadas y com-

pensadas con frescura, fluidez, proyección de fu-

turo y sobre todo armonía”. Son los vinos “100

puntos” a los que sólo queda restar atributos

que impidan la satisfacción plena. “Si hay previ-

sión de que un vino tendrá buena evolución, se

compensa alguna brusquedad de la juventud o

unos aromas no del todo conjuntados. Las pro-

puestas innovadoras en elaboración o viñedo

pueden hacer olvidar alguna pega, como pasa

también con los vinos más viejos donde la de-

bilidad en boca es perdonable”. ¿Algún apego a

bodegas? Asegura que no le influyen las zonas

ni las bodegas, o las personas que lo hagan, ni la

propia marca. “Puede sumar puntos la trayecto-

ria, pero no cuenta para alcanzar el 100”.

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EL VINO PERFECTO

¿El terroir importa?

La mayoría de vocablos utilizados por los cata-

dores se refieren al contenido del vino o sus

características intrínsecas, pero también en el

vino entran en juego las variables denominadas

“extrínsecas”, que tienen que ver con la clasifi-

cación geográfica del vino: su origen asociado al

entorno (o lo que el experto llama en su jerga

el terroir), y otros valores como la reputación

del vino, el envase o el precio.

En muchos de ellos se confunde en su vocabu-

lario el terroir y la personalidad, palabras que

el común de los mortales, según el estudio de

Stephen Charters, son muy imprecisas. De to-

das maneras, el terroir es, según el crítico inglés

Jamie Goode, el factor más importante para de-

finir el sabor de un vino. “Algo que no tiene que

ver con la identidad geográfica ni con los olores

a especias, mineral o reducción que tanto ex-

plotan los vinos del Nuevo Mundo. Es un factor

de compra seguro, de ahí la importancia de que

algunos bodegueros y DO’s exploten el recurso

de la procedencia y el origen. Pero Goode recal-

ca que este concepto no tiene que ver con los

suelos o el clima: “Si una bodega tiene vinos con

distintos suelos, lo que determina su terroir es la

calidad permanente en todos ellos, nada que ver

con su procedencia”. Un argumento de calidad

que siempre han defendido los europeos (con

viejas consignas franceses desde la clasificación

de 1855) pero que nació fruto de una oportu-

nidad de los nègociants galos como medio de

evasión de fraudes y acicate de las ventas. Una

herencia que en la actualidad no ayuda a am-

parar a vinos fuera de estos márgenes, como le

ocurre a los los vinos de mesa. Los anglosajones

más orientados al mercado del consumidor final

y al comercio, debido a su corta tradición viti-

El terroir es, según el crítico inglés Jamie Goode, el factor más importante para definir el sabor de un vino.

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EL VINO PERFECTO

cultora, adaptaron por contraste unos métodos

cualitativos más marketinianos en los que pri-

maban las puntuaciones y el precio.

El vino 10 para enólogos, sumilleres, tenderos...

¿Buscan los mismos parámetros de calidad en un

vino los enólogos, los sumilleres, los críticos o los

vendedores? Elisa Errea, directora de los cursos

WSET (Wine&Spirits Educational Trust) en Ma-

drid piensa que todos se retroalimentan: el enó-

logo cuenta su historia, que la cuenta al sumiller

y al tendero. “Las divergencias surgen por los

objetivos de cada uno y eso marca los distintos

lenguajes que utilizan”. Para esta profesional de

la formación y el marketing el vino perfecto es

el que todos sus componentes están equilibra-

dos, con diversos aromas que me hacen pensar

durante minutos. Es intenso, largo y sobre todo

representa claramente un estilo y una región

determinados. Un vino que me hace abrir los

ojos como platos y sonreir”. Agustín Piqueras,

coleccionista de vinos y sumiller de la Escuela de

Catas de Alicante, espacio activista de formación

para sumilleres en España, se guía de su propio

método para olisquear vinos placenteros: “Los

puntos son lo último que me influye y la uva

es la que rige mis pasos. Cuando me enamoro

de una variedad busco entre otras similares de

otros parajes, comarcas o países. Me gusta saber

la tierra donde nace la uva y quien hace el vino.

“Las divergencias surgen por los objetivos de cada uno y eso marca los distintos lenguajes que utilizan”

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EL VINO PERFECTO

Busco vinos naturales, transgresores y diferentes.

La perfección significa emoción, placer, terroir, y

claro, el precio también influye”. El importador y

distribuidor en Gijón Ramón Coalla, se queja de

la falta de profesionalidad de la hostelería para

promover vinos con más calidad de las zonas

menos conocidas, así que en aras de conseguir

más rentabilidad están creciendo los vinos de

entre 8 y 15€, muchos de ellos tintos con crian-

zas cortas y blancos con lías: “Vinos con chicha,

vinos frescos, sin ser pesados, pero contunden-

tes y largos en boca”.

Sus favoritos personales son los vinos con bue-

na dosis de fruta y frescura en los que prima la

finura sobre la pesadez. A la pregunta de si le

influyen las opiniones de los prescriptores para

su selección de vino, reconoce que las tienen

en cuenta “pero que no siempre es el camino

a seguir. En los últimos tiempos se han ensalza-

do enormemente, dentro de la crítica, los vinos

atlánticos. Ese estilo de vinos nos ofrecen muy

buenas sensaciones a los conocedores y es un

soplo de aire fresco pero en la gran masa con-

sumidora estos vinos no están siendo igual de

valorados. Quizás un exceso de acidez es re-

chazado por un consumidor no iniciado o poco

conocedor y lo considera un defecto”. Michel

Rolland en clave de enólogo, busca en sus vinos

siempre el equilibrio, lo que da una gran cose-

cha, simplemente finura y nada de concentra-

ción. Él reconoce que sus modelos siguen sien-

do Château Latour 1961 y Cheval Blanc 1947,

un par de grand crús classé imborrables que le

dieron pistas para hacer sus vinos de encargo.

Estamos hablando de algunos de los vinos más

cotizados de todos los tiempos.

Los consumidores prefieren el sabor

¿Qué ocurre con los menos entendidos? ¿ Tie-

ne menos valor su criterio? El mismo estudio

de la Universidad australiana recopilaba que los

términos usados por los más implicados con el

vino no les aportaban nada ya que si el vino es

bueno es porque es equilibrado y ha cautivado

más que otros, lo que es lo mismo que decir que

les proporciona placer para volver a comprarlo.

Aunque no existe unanimidad para definir ese

placer, el consumidor prefiere siempre hablar de

sabor y vino equilibrado, lleno en boca, suave y

bebible. Si le gusta, repite y lo considera “bue-

no”. A medida que se vuelva más erudito, utili-

zará otras palabras más complejas. Como no se

puede definir esta sensación de excelencia, los

psicólogos prefieren hablar de la suma entre la

teoría y lo aprendido, más las percepciones sen-

soriales y las notas personales de subjetividad.

¿No es también una excelente pieza musical

muy equilibrada, compleja, intensa, personal,

persistente? Más aún si conocemos el entrama-

do del contexto, la obra y su autor. El escritor

americano Jay Mc Inernay, autor de ensayos

Los términos usados por los más implicados con el vino no les aportaban nada ya que si el vino es bueno es porque es equilibrado y ha cautivado más que otros

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EL VINO PERFECTO

sobre vinos, cree que no hay nociones platónicas

sobre la perfección del vino, que la gente debe

conocer con lo que disfruta y debería confiar

más en su propio gusto que en el de los críticos.

“Se puede educar el paladar a través de cursos

y teorías, pero cuando entran las expectativas,

recuerdos, psicología o la neurobiología, no sólo

hay una forma de leer el vino”. Miles Thomas,

psicólogo británico y estudioso de estas relacio-

nes con el vino expone en su blog www.winep-

sych.com que todos somos diferentes y no hay

absolutos. Hay toda una serie de variables que

condicionan las preferencias hacia un vino em-

pezando por las genéticas (los vietnamitas no

separan los aromas frutales y florales como los

franceses y americanos), medioambientales (la

luz, la personalidad del catador, las variaciones

en enzimas salivales pueden afectar al posgusto

e impacto de las percepciones individuales), o

contextuales (el color del vino, un vino maravi-

lloso en vacaciones puede resultar aburrido de

vuelta a casa, y la compañía). Él prefiere hablar

por esto de descripciones sobre el vino y no de

calificaciones. ¿Su vino perfecto? “El más equili-

brado y complejo según lo que me gusta a mí,

porque más que un estudioso de esto soy psi-

cólogo ¡y antes que nada consumidor¡”.

¿Un vino caro nos sabe mejor?

El precio ha servido de paraguas cuando el con-

sumidor no conoce la marca y desconoce todo

el organigrama geográfico o un estilo de vinos.

Esta es la principal conclusión de un análisis a

600 consumidores europeos para valorar vinos

de Burdeos (“How do Consumers Use Signals

To Asses Quality”, American Association of Wine

Economists). En este estudio se puso en entredi-

cho la comunicación tan compleja de los vinos

franceses basada en terroirs y pagos. Los con-

sumidores necesitaban saber más para elegir

calidad, porque si no optaban por precio o por

vinos que habían comprados anteriormente y

que les habían gustado al paladar. Los sociólogos

dicen que hay vinos sociales que son aquellas

Los consumidores necesitaban saber más para elegir calidad, porque si no optaban por precio o por vinos que habían comprados anteriormente

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EL VINO PERFECTO

marcas que mantienen nuestra reputación y

prestigio social. El vino es un símbolo de cómo

queremos ser vistos. El vino caro nos sabe mejor.

Pero no sólo el vino caro por su valor, sino nos

impacta una buena experiencia. Otro estudio

del Stanford Graduate School of Business (Califor-

nia Institute of Technology) expuso que tenemos

más expectativas y sensación de bienestar con

este tipo de vinos preciados porque se activa

el córtex orbitofrontal, la parte del cerebro que

nos activa el sentimiento de placer, como la del

desagrado igualmente. Robin Goldstein, autor de

The Wine Trials y www.blindtaste.com cuyas ca-

tas a ciegas con consumidores finales dieron la

vuelta al mundo, rompió el status quo de la crí-

tica al demostrar que los vinos que más encan-

dilaban eran los más baratos y sus gustos nada

que ver con los más concentrados y complejos

de los críticos. “El vino es más competitivo que

nunca. Si zonas como La Mancha o Rías Baixas

suben calidad a costa del precio, en Estados

Unidos, el precio medio ha caído de 15-20$ a

10$, afirma Robin. Si el consumidor sabe que

puede conseguir una botella excelente de Mo-

rellino di Scansano por 6,99$, se sobrentiende

que marcas de prestigio están encima de precio.

Goldstein está convencido de que la principal

razón por la que nos gustan los vinos caros es

porque sabemos que son caros y ponemos más

atención a sus marcas, nos interesan sus historias

y los bebemos de otra manera. Pero hay excep-

ciones a la regla: “Hay algunos vinos que mere-

cen su precio por su coste de trabajo como los

*Maite Corsín es consultora de marketing, formadora y periodista de vinos

vinos alemanes TBA en los que hay que sacrifi-

car uvas al punto de botrytis y las uvas sólo se

pueden recoger a mano en viñedos donde no

pueden entrar tractores. “Yo estoy dispuesto a

gastar en vinos con vejez. Una buena botella de

15-20 años de Borgoña o Rioja que esté en su

punto óptimo es diferente de un vino joven y la

diferencia es totalmente objetiva. No es barato

guardar un vino en bodega durante 20 años. Me

encanta la sabrosidad, los toques herbáceos y la

suavidad que adquiere el vino con los años”.

La relación calidad/precio que procede de las

listas anglosajonas lo interpreta Andrés Proensa

como un refugio de vinos mediocres. “Lo po-

demos traducir con no es muy bueno pero es

muy barato”. Prefiero que un vino de 100 pun-

tos cueste 10€ antes que mil, pero ¿cómo me-

dimos un momento de emoción?, ¿En qué casilla

de una análisis químico o de cata ponemos el

precio?, ¿En la vista, la nariz, en las sensaciones

táctiles?”.

Cree que su labor de catador consiste en cali-

ficar el vino, nada más. Una postura ortodoxa

que también comparten los autores de la Guía

del Vino Cotidiano: “Al principio juzgamos la ca-

lidad, después miramos el precio y si es es más

económico de lo esperado, lo elevamos la pun-

tuación”. Toda una controversia para reflexionar

y que nos avisa que tanta perfección es obsesiva

y ... esto es un defecto, como diría el escritor

argentino Roberto Fontanarrosa.

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EL VINO ¿PLACER FÍSICO O INTELECTUAL?

El vino¿placer físico o intelectual?

El vino es un producto con un extraordinario calibre sensorial y sensual, por lo que

son variadas las facetas que presenta en su asociación a la idea de placer. Más allá del

modo en que todos los sentidos –incluido el oído– y su gratificación se perfilan como

fundamentales a la hora de su consumo, y de que su ingesta los “trastorne” de esa forma

tan sumamente deleitosa, el “beber vino” es también susceptible de un análisis filosófico

que todos y cada uno de nosotros inconscientemente acometemos cada vez que nos

disponemos, copa en mano, a “echar un trago”.

Por Antonio Casado

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EL VINO ¿PLACER FÍSICO O INTELECTUAL?

Existe en España una expresión popular, de esas

impresas en azulejos en las tabernas tradiciona-

les, que reza: “Hay dos clases de vino, uno bueno

y otro mejor”. Sin duda este dicho supone la

democratización no tanto de su consumo pero

sí de su evaluación cualitativa, clave fundamental

en su capacidad de proporcionar placer. Un vino,

podríamos convenir sencillamente, es tanto me-

jor cuanto más placer proporciona al bebedor.

Y si ese bebedor puede discriminar de forma

sencilla, sin ambages ni fatua palabrería, entre el

vino bueno y el mejor, no será necesaria más

ciencia que la del trago gustoso para explicarlo.

Sobre la mesa

Uno sigue sólidamente afecto a la teoría de que

el vino sigue siendo el invitado de piedra en la

mesa contemporánea. El origen de ese papel

secundario pueda posiblemente hallarse en el

relativo menosprecio que el mismo Brillat-Sava-

rin, quien ideara con su “Fisiología del gusto” la

gastronomía moderna, mostrara hacia el líquido

que nos ocupa, al cual el insigne y grueso magis-

trado francés impusiera sólo un carácter “palia-

tivo” al inicio de su obra. Bien es cierto que más

adelante en la obra regala al alcohol, en general,

un más generoso halago, cuando lo juzga “mo-

narca de los líquidos que lleva al último grado la

exaltación del paladar”, pero seguramente ese

primigenio olvido del inefable galo ha conde-

nado al vino al papel de mero adlátere en ese

asunto tan exquisitamente francés de la búsque-

da del placer a través de “la buena mesa”.

Resulta indiscutible que en nuestra moderna

inclinación por el vino, incluso sin viandas de

ningún tipo, nos guía un manifiesto deseo de

placer, de ese tipo de recompensa sensual tra-

dicionalmente asociada a este producto, como

con suma agudeza fuera capaz de ver otro es-

critor galo, Rabelais, más de doscientos años

antes que su compatriota, cuando en su obra

“Gargantúa” declara: “¡Cuánto más apetitoso,

jocoso, delicioso, más celestial y exquisito es el

olor del vino que del aceite”. Seguramente pen-

saréis que ambos productos no son en modo

alguno comparables desde el punto de vista he-

donista, pues hay en el primero una caracterís-

tica de la que el segundo adolece, la capacidad

de embriagarnos, es decir, de alterar nuestros

sentidos, de inducir en nosotros un tipo de

experiencia sensorial más placentera y por lo

tanto ¬-y hasta cierto punto- más deseable, si

bien es cierto que dependiendo del grado de

ebriedad y/o consciencia, la idea original de pla-

cer puede desvanecerse de forma plena y dar

paso a la de disgusto, mental y físico.

Vinósofos

Un curioso asunto lingüístico llama poderosa-

mente la atención en la diferente mención en

español y en inglés de los valores hedonistas

“monarca de los líquidos que lleva al último grado la exaltación del paladar”,

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EL VINO ¿PLACER FÍSICO O INTELECTUAL?

relacionados con el vino. La fórmula anglosajo-

na para expresar regocijo con algo es “to take

pleasure”, generalmente seguido por la pre-

posición “in”, por ejemplo “to take pleasure

in drinking wine” (podría traducirse al español

por “disfrutar bebiendo vino”), que incluye una

mínima aunque extraordinaria idea de “impli-

cación activa” frente a la más contemplativa,

sumisa y hasta regalada expresión típica de las

culturas del sur de Europa, que hacen de la

mansedumbre la forma más habitual de acer-

carse al placer. Es decir, los latinos, más que

buscar el placer, se les es dado.

Junto a asuntos más prosaicos, el vino y su cul-

tura puede alcanzar un cariz infinitamente más

filosófico e intelectual, ya que desde la antigua

Grecia, donde su ingesta durante los simposios

suponía un feliz acicate al debate, ha acompa-

ñado el desarrollo de la filosofía de forma ex-

cepcional. Asimismo, son numerosos los filóso-

fos que, más allá de su empleo “recreativo” y la

enunciación de preferencias (la de David Hume

por los renanos, la de Kant por los canarios), han

hecho de él objeto de sus reflexiones. Cuando

se toma el vino más como un fin contemplativo

(teoría, en griego, tiene originalmente el signi-

ficado de “contemplar”) que como un medio

(para alcanzar una “curda”, una forma más de

aniquilación intelectual), este se convierte en un

aliado de primer orden en la búsqueda del pla-

cer “inteligente”. Para empezar, está el eminente

carácter social de su consumo (la comida, los

amigos, la conversación…), lo cual, junto a la fe-

licidad de la euforia alcohólica, obliga de forma

fundamental al hombre al comentario crítico y

al empleo de un código comprensible y com-

partible (el lenguaje) en su descripción, asunto

que nos lleva a la reflexión en torno a si existe

o no lo que Hume señaló como un “standard of

taste”, es decir, hasta qué punto, cuando habla-

mos de la calidad y el placer intrínseco que un

vino nos proporciona, señalamos valores com-

prensibles para la totalidad del grupo o hasta

qué punto éstos no escapan a criterios pura-

mente subjetivos.

Lo sensual y lo estético

El problema fundamental que parece acarrear

la aproximación filosófica a la esfera del vino

es que el artificio intelectual parece aniquilar la

discriminación sensual, o sensitiva. El placer sen-

sual es accesible a todos y por todos es reco-

nocible y evaluable, mientras que el otro, el es-

tético (equiparable a la percepción que subyace

en las bellas artes (pintura, música, etc.) sólo

parece sufragarlo el conocimiento, la educación

y la disquisición comparativa. El conocimiento

parece convertirse asimismo en un arma de

doble filo, por el modo en que parece apartar-

nos de la verdad intrínseca al vino, la lúdica, y

entrometernos en capítulos en exceso técnicos

(geografía, variedades, elaboración, crianza, etc.).

La pregunta sería ¿es el grado de placer que

Cuando se toma el vino más como un fin contemplativo que como un medio este se convierte en un aliado de primer orden en la búsqueda del placer “inteligente”.

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EL VINO ¿PLACER FÍSICO O INTELECTUAL?

un vino provoca el mismo en la mente de un

consumidor medio que en la de un enólogo

o la de un crítico especializado? La respuesta

es necesariamente ambigua, pues si bien en la

percepción del vino existe una especie de “uni-

versal”, tanto la amplitud de la escala como la

pluralidad del mismo concepto de placer impi-

den una clara contestación.

La identificación de los valores organolépticos

más comunes nos ha de ayudar sobre todo a

perfilar el tipo de vino que más nos gusta, de

modo que su detección en cualquier otro vino

se traduzca en un tipo de familiaridad (no olvi-

demos que el vino es un gusto adquirido) que

potencie aún más el placer de su consumo. Igual-

mente en la degustación de los grandes vinos se

da un tipo de fenómeno que parece guiarnos al

axioma gestaltista de que “el todo es mayor que

la suma de sus partes”, pues la percepción, tanto

en el catador experto como en el menos ave-

zado, va más allá del mero reconocimiento de

los distintos datos sensoriales y da forma a una

sensación de “totalidad” difícilmente expresable

en palabras pero que tiene mucho de placente-

ro, aunque no llegue tal vez al arrebato extático.

El placer de la evaluación

Como profesional de la crítica no puedo sus-

traerme a tratar de abundar en las diferencias

esenciales entre el placer que me procura el

mero consumo de vino y el placer accesorio de

la cata de evaluación. Uno de los valores que

personalmente más placer me regala la aproxi-

mación profesional al mismo es el de la aprecia-

ción varietal, el juego (la cata ante todo lo es) de

perseguir las sustantivas diferencias entre las dis-

tintas variedades de uva. Igualmente resulta ex-

citante y sumamente placentero la comparativa

entre añadas de un mismo vino, tal vez porque

pone a prueba nuestra capacidad nemónica, tan

esencial en el ejercicio de nuestra profesión. Sin

embargo, uno de los capítulos que más inquie-

tud me provoca es el de la posibilidad de que

en la evaluación cualitativa se cuele un exceso

subjetivo que pueda ahogar la comunicación

con el consumidor medio. Siempre he creído

que no hay diferencia esencial entre el consu-

midor y el catador profesional más allá de la ex-

periencia acumulada por éste último; el conoci-

miento (sobre variedades, origen y elaboración,

por ejemplo) no es ni de lejos tan importante

como la que podría denominarse capacidad de

apreciación, la solvencia sensorial, en definitiva,

y ésta puede darse en cualquier persona inde-

pendientemente de su profesión. Cabe confiar

en que, en la cata de vinos, la simple guía de

los sentidos sea la mejor manera de deshacer

toda incertidumbre cualitativa y determinar el

placer que éstos nos procuran, y en el caso de

los profesionales de la cata, la independencia sea

en todo momento el baremo fundamental en

esa evaluación

Antonio Casado es periodísta vinícola

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VINO Y PLACER

Vino y placer

Como anticipo a cuanto actualmente podría esperarse respecto a los muchos matices que

encontramos en la palabra “placer”, todos muy diversos y de profundo subjetivismo, acudo

al gran lexicógrafo Sebastián de Covarrubias, quien en su magnífico “Diccionario de la

Lengua Castellana o Española” (1611), en la descripción de la palabra “plazer” parece haber

deseado huir de las esperables dificultades de tal subjetivismo, puesto que ofrece sólo

cuatro tacañas líneas de no muy clara significación: Plazer.

Por Gonzalo Sol

El contento o pasatiempo. Díxose del verbo la-

tino “placeo”. También puede ser verbo que si-

nifica contentarse, como Pláceme esto. Placen-

tero, el regoczijado. Ello me hace acudir una vez

más a la sabiduría de la voz popular que para

solucionar tal inconcreción creó la muy acer-

tada frase “Sobre gustos no hay nada escrito”,

marginando así incluso la definición que la Real

Academia ofrecería cuatro siglos más tarde:

Agradar o dar gusto... Pero ¿cómo me podrán

dar gusto, por ejemplo, una canción del grupo

Creepypasta, un filete de vaca vieja –”macho-

rra”– demasiado hecha y mal cortada, o algunas

bebidas que no son ni los tintos de verano que

pretenden? Por otro lado, incluso en cuanto a

un Gran Vino, indudable protagonista de esta

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VINO Y PLACER

revista, me pregunto... ¿quizás me daría gusto

disfrutando con amigos un Gran Cava -quizás

de la añada 2006-, charlando en la cubierta

de un yate anclado en el mes de enero ante

una bellísima costa caribeña,… o bebiéndolo,

también en enero, sentados en el comedor mal

insonorizado de alguna intrascendente estación

de esquí?… No sé Ud. querido lector, pero yo

pienso -a mí me ocurre- que el placer del vino

resulta estimulado por la amistad, la imagina-

ción, el entorno y la charla…

En fin, si me tropiezo con esos distintos escena-

rios del deseable placer -de “mi” placer-, presu-

mo que respecto al vino en sí mismo, aparte de

las muy subjetivas circunstancias que me lo mo-

difican, temo hallar nuevos tropiezos de muy

distinta índole al intentar describir, como me

fue pedido, los placeres que desde hace 10.000

años puede haber transmitido el vino por sí

mismo, como el título de ese artículo anuncia.

Mis temores se agravan, además, teniéndolo

que hacer en una revista como “Terruños”, que

lleva manejando la cultura del vino -para mí su

gran placer- desde noviembre de 2001.

La Ley del Vino de julio 2003, propuesta por

cierto por quien es hoy de nuevo nuestro Mi-

nistro de Agricultura, dicta algo que ya sabían los

pueblos mediterráneos: que el vino es alimento

y es salud. La Ley calla sin embargo que el vino

es también placer; bien porque los legisladores

pensaron quizás que se sobreentiende,… bien

porque el placer es un concepto con cálidos -y

subjetivos- matices que no parecen encajar en

el frío protocolo legislativo. En cualquier caso,

no parece que el vino fuera ordeñado al viñedo

sólo para alimento o medicina,... pues resulta

además que todos los alimentos básicos me-

diterráneos alimentan y curan, proporcionando

además mayor o menor placer; pero cabría ad-

mitir, y transmitir, que el placer del vino parece

diferente.

Revisando los tres párrafos anteriores, tengo la

sensación de que Rafael del Rey corrió un im-

portante riesgo -y lo corre aún- al encargarme

estas líneas sobre el placer del vino; y reconoz-

co en paralelo que yo mismo lo asumí igual-

mente al aceptar su atractiva pero arriesgada

propuesta,… movido quizás por la vieja afición

al riesgo practicando alpinismo de joven, y por-

que me gusta “Terruños”.

Por tanto, recordando aquellos tiempos, en los

que escalaba con amigos unidos por “la cuerda”

en el placer del riesgo, reviso la escalada que ha

puesto Rafael en mis manos: ya con la cuerda,

mi maza y las clavijas, me siento en mi butaca

cual entonces hacíamos sobre una piedra con

el fin de poder echar una ojeada al risco re-

flexionando acerca de la mejor vía a tomar, y

hoy con el objeto de analizar por donde podría

empezar esta escalada literaria. Y resulta que, en

esa amplia reflexión, me viene a la cabeza la

bella imagen de la Última Cena de Velázquez,

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VINO Y PLACER

que una vez más contemplé durante mi última

visita al Museo del Prado, del que soy “Amigo”.

Y ocurre que la Bendición de esa Cena, es de-

cir el “Brindis” en el que Jesús entregó a Pedro

“Las llaves del Reino de los Cielos”, quizás suge-

ría igualmente la figura del Papado, lo me lleva

irremediablemente al sacerdote italiano Achile

Ratti, quien desde 1889 practicó con valor y

éxitos un “alpinismo heroico”, dominando muy

importantes cimas, hasta lograr alcanzar otra

especialmente alta: la del Papado, cuando en

1922 fue elegido Papa Pío IX. Ya entonces, con

aquella cumbre lograda a los cincuenta años y

las muy complejas responsabilidades que halló

en la cima, no parece que volviera a escalar ;

sin embargo -regresando al tema que me fue

propuesto-, parece que además de repetir en

su diaria Misa el “Brindis” de Jesús, consta que

le gustaba hacerlo gozosamente degustando al-

gún suculento Pinot Grigio veneciano mientras

charlaba en familia o con sacerdotes amigos

ante quienes más de una vez reflexionó acerca

de su emocionante actividad alpina: “No se trata

de conseguir algo temerario –decía– sino, por el

contrario, de una cuestión de prudencia, un poco

de coraje, de fuerza, de constancia, sí como de

amor por la naturaleza y los placeres de sus me-

nos accesibles bellezas”.

En fin, una prudencia que en cierto modo asu-

mí para intentar describir el reto que a Rafael

acepté. Aunque hoy no es infrecuente, no me

parece que yo deba sugerir, y menos aún dictar,

el cómo se alcanza el placer del vino, ya que

para mí es precisamente cuestión de prudencia,

tanto en la pretensión de su intensidad como

en las formas de buscarlo; desde luego, y como

en escalando se hace, yo lo pretendo siempre

con amigos, no unidos por la cuerda, sino por el

vino y la charla.

Tal aproximación a Pío IX, me lleva de nuevo al

cristianismo –sin duda el primer gran promotor

del vino– y a recordar cómo María y Jesús mos-

traron que el placer del vino se alcanza en com-

pañía... Me refiero al hecho de que la Virgen Ma-

ría advirtiera que el vino empezaba a faltar en

aquella fiesta nupcial de Caná; pidió entonces a

Jesús que aportara otro, y mejor, para que Aus-

tricliniano, el buen sumiller –que fue por ello

candidato a Patrono de la profesión–, pudiera

facilitar que los comensales continuaran disfru-

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VINO Y PLACER

tando juntos el vino, brindando por la felicidad

de los ya esposados… Tal permite deducir que

el brindis se practicaba ya antes de nuestra, y

con el deseo expreso de extenderlo a todos

quienes compartían mesa comiendo, charlando,

bebiendo,… y brindando.

Pocas fechas antes de la Boda de Caná, Ovi-

dio sugiere peculiares placeres que una copa

de vino puede aportar acompañado,… en

este caso de una dama: Procura ser el primero

en coger la copa que tocaron sus labios -decía-,...

y beber por el mismo lado por el que ella bebió.

Tantas otras muchas insinuaciones libidinosas

que el poeta romano ofrece en su “Arte de

Amar”, me permiten insistir en que el vino cau-

sa placer sobre todo en amable compañía…

plural o única, lo cual mejora la charla así como

las intenciones de un brindis con deseos y pro-

yectos que ratifican y sugieren siempre cálidos

caminos de amistad.

En 1977, creé con mi amigo Eugenio Domingo

el programa de radio “Comer, Charlar y Beber”,

que ambos transmitimos juntos en RNE hasta

1982; después de su fallecimiento, yo continué

dirigiéndolo con gran placer, por cierto, por lo

que lo viví intensamente hasta hace un par de

meses,… más que meramente transmitirlo:

esos 36 años me llevaron a concebir y ratificar

mi vieja sospecha de que el placer del vino es

más fácil de obtener, es mayor y se percibe

mejor, cuando es compartido, e incomparable-

mente mayor si se comparte en amor o amis-

tad. Como antes sugería al comentar el cava

Reserva 2006 que bebí acompañado tanto en

la bella costa caribeña como en un poco ama-

ble comedor, el placer del vino lo hallo más con

buenos amigos y amables entornos que tras los

posibles análisis de una cata, cuyas característi-

cas y resultados más convienen al enólogo que

al consumidor.

Convoque a varias personas amadas –o a una

sola, claro– sugiera compartir el vino de su va-

riedad preferida, escáncielo, y observen como

levita sobre el mantel en virtud de unas bellas

copas de esbelta y transparente pata. Y charlen

luego, por ejemplo, acerca de si todos –el vino

y Uds.– están viviendo magia o siguen atados a

la realidad.

Gonzalo Sol es periodísta en Radio Intereconomía.

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VINO: PRETÉRITO PERFECTO SIMPLE

Vino: pretérito perfecto simple

Es evidente que los primeros homínidos, aun siendo de la misma especie, no se parecen en nada al

homo sapiens actual. La humanidad experimentó un extraordinario cambio, parecido al que hace unas

décadas tuvo lugar en el sector vitivinícola español cuando el vino pasó de ser alimento a convertirse

en un artículo coleccionable y en un complemento gastronómico.

Por Ezequiel Sánchez-Mateos

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VINO: PRETÉRITO PERFECTO SIMPLE

Todos somos testigos de las modificaciones se-

mánticas que ha sufrido nuestro lenguaje: guar-

dia versus agente de la autoridad, peluquero

versus estilista, barrendero versus controlador

de residuos, etc. Hasta de nosotros mismos, los

tenderos, he oído denominaciones como “pres-

criptor de caldos”, cuando yo al único caldo que

conozco lo saludo como al mismísimo César:

Ave Crem. Pero no es el lingüístico el asunto que

ahora me gustaría tratar, quiero referirme a las

grandes consecuencias que ha traído esta trans-

formación en cuestión de cambio en las calida-

des, diseños y, sobre todo, hábitos de consumo.

Como parte positiva no podemos ser ajenos a la

impresionante clasificación de variedades de uva

y tipos de suelo. Los procesos de vinificación son

ahora asépticos y con un grado de tecnificación

que optimiza todos los estadios de la transfor-

mación del mosto en alcohol, así como la crianza

del vino y su posterior embotellado, etiquetado

y embalado. Las publicaciones sobre estos temas

son más numerosas que hace unos años e in-

cluso existen programas monográficos en radio

y televisión sobre el vino. Han surgido infinidad

de nuevos profesionales, enólogos, sumilleres y

un ejército de expertos (en concreto en España,

tantos como población masculina) hace alarde

del tamaño de sus taninos embotellados.

Se han multiplicado las Denominaciones de Origen,

las bodegas, las marcas, los diseños de botellas y eti-

quetas pero, lamentablemente, no los consumidores.

De la misma forma que en la evolución del hom-

bre no todo fueron ventajas porque sofisticación

y disminución suelen ir de la mano, hoy día se

bebe mejor vino, pero se bebe mucho menos.

El vino ha dejado de ser un alimento para con-

vertirse en un placer pero, volviendo al léxico, a

nuestro idioma le cuesta abandonar ese concep-

to gastronómico y todavía, cuando nos gusta un

vino, exclamamos: ¡Qué bueno está! De la misma

forma que lo hacemos con un buen plato de co-

mida o con el aspecto físico de una persona. Sin

embargo, utilizamos las palabras encantado o un

placer cuando conocemos nuevas amistades, es

decir, cuando nuestros pensamientos se dirigen

más a la parte emocional y afectiva.

Precisamente esta zona de nuestro cerebro es la

que tenemos que conquistar los actuales vende-

dores y prescriptores de vino. Hay que emocio-

nar, seducir y cautivar a los consumidores, sobre

todo a la gente joven que flirtea con sus prime-

ros vinos. A veces basta una simple anécdota del

productor, una breve descripción de la población

y de los viñedos, unas pinceladas de las sensacio-

nes que puede transmitir el vino para activar la

parte del cerebro que gestiona las emociones.

Experimentos realizados en consumidores habi-

tuales degustando vinos de perfil bajo que son

relatados y explicados con pasión, han consegui-

do generar más actividad e impulsos eléctricos

que otros vinos de calidad superior que son ca-

tados sin que nadie cuente nada de ellos.

Han surgido infinidad de nuevos profesionales, enólogos, sumilleres y un ejército de expertos hace alarde del tamaño de sus taninos embotellados

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VINO: PRETÉRITO PERFECTO SIMPLE

Eso sí, vamos a tratar de alejarnos de la pe-

dantería y la cursilería, tan enemigos del vino

como el exceso de roble o de levaduras aro-

matizantes.

Retornando al cambio o transformación de vi-

nos gustosos en vinos placenteros, observamos

que ha traído una consecuencia negativa im-

portante: el descenso estrepitoso del consumo.

En este punto surge una curiosa reflexión y

observamos que los nuevos países consumi-

dores, los que directamente han conocido el

vino como placer, son los únicos que están

aumentando la ingestión anual por habitante.

Véase por ejemplo USA y China, las dos gran-

des esperanzas para nuestras exportaciones.

Sin embargo, países tradicionalmente bebe-

dores como Francia y España, han rebajado

drásticamente sus consumos per cápita en los

últimos años. En Francia han pasado de 160

litros por persona en 1965 a 57 litros en 2010.

Aun así, están muy por encima de nuestros

escasos 22 litros por persona (veníamos de 47

litros en la campaña 87/88).

¿Por qué bebemos menos vino? Indudable-

mente una de las principales razones es por-

que estamos mejor alimentados que hace

unas décadas. El vino ha representado duran-

te varias generaciones la cuarta parte de la

ingesta de calorías en hombres adultos. No

solo se bebía, se mojaba pan, se mezclaba con

frutas, con el postre y hasta lo tomaban los

menores...

A mi juicio, otro factor determinante en el

descenso del consumo es la globalización. Si,

los vinos no han sido ajenos a este fenóme-

no y muchos de ellos se han homogeneizado.

De la misma forma que hoy día paseamos

por cualquier ciudad desarrollada del mun-

do y tenemos la sensación de no habernos

movido de casa, podemos tomar vinos de

viñedos separados por miles de kilómetros

y tener la impresión de estar catando algo

muy parecido.

Si la pureza de sangre es directamente pro-

porcional a la estulticia, la total industrializa-

ción de la viticultura lo es a los vinos insulsos

y aburridos.

En todo caso, cualquier tiempo pasado fue

mejor a nivel de consumo y, en la actualidad,

podríamos utilizar como acepción de VINO

cualquiera de estas tres definiciones:

Pretérito: Que ya ha pasado o sucedió.

Perfecto: Que tiene el mayor grado posible de

bondad o excelencia en su línea.

Simple: Sencillo, sin complicaciones ni dificultades.

Ezequiel Sánchez-Mateos es propietario de Reserva y Cata.

La transformación de vinos gustosos en vinos placenteros, ha traído una consecuencia negativa importante: el descenso estrepitoso del consumo.

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El vino placer

Hace ya muchos años, prefiero no especificar cuantos, asistí por primera vez en el Instituto

del Gusto de Paris, a una reunión que hoy seria histórica y yo añadiría mágica, debido a las

personalidades que allí se reunieron de las que solo citaré unas cuantas que ilustrarán

bien mi afirmación. Jean Ribereau-Gayon, Emile Peynaud, Pascal Ribereau-Gayon, Pierre

Coste, Jacques Pisais, Ezio Rivella, Muller Spath, Valeriu Cotea, etc. auténticos monstruos

entonces de la Enología mundial.

Por María Isabel Mijares y García-Pelayo

Yo era una joven química y enóloga que acaba de

terminar sus estudios en esa maravillosa Escuela

de Enología de Bordeaux, después Facultad de

Enología y, además de estar muy asustada, esta-

ba aún muy influenciada y preocupada todavía,

seguramente por mi formación eminentemente

científica (química y enóloga), por todo lo que

conllevaba el vino de interés para el análisis por

métodos físicos, químicos y microbiológicos, y

muy lejos de ese otro vino con forma, volumen

y alma que vi enseguida y veo hoy. Mis visitas con

el gran maestro Emile Peynaud y mis charlas con

él –y por esto considero que fui una privilegia-

da– me permitieron descubrir ese otro vino que

adoro.

Una pregunta que al principio nos pareció ex-

cesivamente elemental surgió en el animado co-

loquio: y Vd., ¿por qué bebe vino? Profusión de

respuestas sesudas, casi todas o muy científicas y

EL VINO PLACER

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EL VINO PLACER

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sin lugar a dudas llenas de interés y contenido, o

la típica recurriendo a la definición maravillosa del

gran Pasteur: “porque el vino es la más sana y la

más higiénica de las bebidas “.... Todo muy lógico

pero al fin poco cercano. Un joven médico, perio-

dista y gastrónomo al que después hemos leído

y admirado mucho, Michel Guillard, conocidísimo

hoy día, contestó escuetamente: “por placer”.

Interesadísima por esa definición y no existiendo

aun Google ni internet, no pude buscar nada so-

bre ese placer que parecía no armonizar mucho

con la ciencia del vino que nos unía. Reflexioné

sobre la definición de placer o mejor dicho una

de las definiciones, “satisfacción profunda, sensa-

ción agradable por la realización de algo que gus-

ta y complace”, y comprendí perfectamente a mi

joven y lacónico contertulio, hoy gran amigo y fiel

compañero de catas.

Mi licenciatura en Análisis Sensorial me ayudó

mucho pues, en el fondo, el placer es la búsque-

da final del Análisis Sensorial. Lo demás son vías

y caminos y a veces discusiones y normas que

terminan perdiendo interés.

¡Cuántas sensaciones comprendidas en el acto

de beber un vino y producidas por ese vino!

Esas sensaciones, producidas cuando el cerebro

reconoce los estímulos captados por los sen-

tidos, son en el vino múltiples y casi todas, o

todas, placenteras y gozosas.

Las primeras sensaciones que tenemos y senti-

mos cuando catamos un vino son las sensaciones

auditivas, resultados de los estímulos auditivos

captados por el oído humano y visados por el

cerebro. Y son muchas, aunque mucha gente no

se detenga en encontrarlas: fluidez, movimiento,

caída, sonido y hasta ruido, expresión de una bur-

buja o densidad de un licoroso, son una auténtica

orquesta al chocar con el fino vidrio de una ade-

cuada copa y el resultado gozoso. Vinos que caen

en la copa alegres y saltarines, otros tímidos e

incluso otros nostálgicos o tristes.

Cómo dijo Pasteur: “El vino es la más sana y la más higiénica de las bebidas”.

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EL VINO PLACER

Las sensaciones visuales, tan motivadoras a veces

y otras veces tan decepcionantes, son quizás las

que más placer nos producen antes de empezar

a beber. Aspecto, limpidez, brillantez, sobriedad,

misterio, todo se experimenta y se siente miran-

do una copa de vino. No digamos el color. ¡Qué

gran espectro de colores existe en el vino, desde

el blanco pálido con matices acerados, amarillo

salpicado en verdes, amarillo limón, sostenido, oro

y tantos otros hasta el amarillo topacio! Rosados

que van desde el rosado pálido hasta el rosa piel

de cebolla o el ojo de perdiz, pasando por los

rosas palo, frambuesas, etc. Los rojos, desde el

rubí fresco, sostenido, violáceo, granate, burdeos,

ocre o teja. Los colores del arco iris se queda-ron

cortos para definir el color de los vinos. Necesita-

ríamos los pantones de la pintura, pero sería triste

definir el color de un vino con un frio número.

Todas estas sensaciones causantes de placer y mo-

tivadoras se quedan cortas ante las sensaciones

olfativas, captadas por el olfato que es sin duda el

órgano de los sentidos más completo y que lleva

al mayor placer. Por mucho que hemos querido

describir todos los aromas del vino, no nos ha

sido posible. Se escapan de nuestras posibilidades

de definirlos y, por eso, hemos tenido que clasifi-

carlos y reunirlos en series: floral, afrutada, vegetal,

especias, maderas, empireumática, química, etérea,

mineral, etc. Hasta diez series que casi resultan po-

bres para albergar tantas sensaciones. Los olores

atraen, repelen, motivan, mueven el sentimiento,

separan ¿No es eso placer? ¿A que huele un vino?

Lo más importante es ¿a qué me recuerda? ¿Me

gusta? Poco importa el resto.

Las sensaciones gustativas, unidas a las táctiles de

la boca son más escasas pero muy motivadoras.

Las formas del vino, los cuerpos, los volúmenes,

la redondez de unos vinos, el aterciopelado de

otros, la agresión de los taninos o la acidez, la

dulzura del azúcar, el equilibrio o las sensaciones

confusas.... Todos esos sentimientos se tienen con

un vino en la boca.

Nos hemos limitado al placer proporcionado

por los sentidos al tomar un vino, sin ni siquie-ra

pensar en el de llegar a conocerlo. Conocer su

origen, con qué se hizo, quien lo elaboró, cómo

lo hizo… Eso viene después; es una fuente de

placer añadido.

El vino es una obra de arte producida por el en-

cuentro del hombre con la tierra; la lucha entre

la sabiduría y la fuerza e imposición de la tierra.

Pero, además, esa obra de arte la captamos con

los cinco sentidos y nos la llevamos dentro de

nosotros ¿No es eso placer?

No necesitamos muchos conocimientos para lle-

gar a sentir el placer de un vino, solo nuestros

cinco sentidos y un mínimo de interés y atención.

Las sensaciones visuales, tan motivadoras a veces y otras veces tan decepcionantes, son quizás las que más placer nos producen antes de empezar a beber. Aspecto, limpidez, brillantez, sobriedad, misterio...

María Isabel Mijares y García-Pelayo es

química y enóloga, experta en análisis sensorial.

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EL SECRETO DEL PLACER

El secreto del placer

Placer de sentir el vino, buscar con ilusión cosas desconocidas, dejar la monotonía de

las sensaciones y descubrir el placer al sentir el vino en toda su esencia, en la pureza

de la variedad, el suelo, el año climático, las manos que lo cuidan y lo conducen por el

buen camino. Según Platón, el placer nos enseña a vivir y el dolor a sobrevivir. Todos

los seres sienten dolor y placer alguna vez en su vida. Es así uno de los factores que nos

diferencian, personalizando nuestros sentidos y forma de ser.

Los grandes vinos enseñan a disfrutar de la vida,

los malos nos hacen reflexionar sobre cómo

mejorarlos; y siempre, nos hacen escuchar y ha-

blar al compartirlos. Por ello todos los vinos dan

placer al seguir avanzando en el disfrute senso-

rial y en el desarrollo intelectual al aprender a

mejorar su elaboración.

El mayor placer es buscar los secretos que es-

conde un vino. ¿Cómo puede salir tanto de unas

uvas? ¿Cómo lo consiguen? ¿Qué he de hacer en

mis vinos para acercarme a esos? Aquí se vive

la unión de las dos acciones: la intelectual y la

sensorial. La maravilla que nos lleva a encontrar

el placer de vivir.

Por Jesús Álvarez de Yraola

Cuando catamos un vino buscamos, en defini-

tiva, su máxima expresión de placer. Al analizar

sus partes y comparar sus parámetros, decidi-

mos cuál es su nivel y cuanto se acerca a nues-

tro súmmum.

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EL SECRETO DEL PLACER

Aunque concebimos el placer como algo agra-

dable, para llegar a ese estado, comúnmente, he-

mos de sufrir mucho. En nuestro caso, cuando

catamos soluciones puras, cuando ajustamos y

normalizamos los parámetros con otros catado-

res, en entrenamientos específicos, etc. Lo feo

que no se ve, también existe y cansa.

En muchas ocasiones nos enfrentamos a largas

catas de varias series que totalizan más de 40

referencias. Entonces hay momentos de can-

sancio, que obligan a afinar al máximo nuestros

sentidos en una cierta abstracción de la concen-

tración; hasta que repentinamente nos advier-

ten de las últimas referencias. Al terminar nos

sentimos cansados, pero a la vez placenteros;

con el trabajo realizado y un alegre compartir

opiniones sobre esos vinos.

Ese placer sentido después de una larga cata,

lo comparo al de un maratoniano. Corre con

esfuerzo sostenido, sufre, pero cuando llega a

meta…está feliz. En el deporte, se libera un

neurotransmisor llamado beta endorfina que

produce sensación de placer. En las catas, no sé

qué neurotransmisor será, pero reunidos los ca-

tadores a intercambiar opiniones después de la

cata, estamos felices. Quizá en estas largas catas,

el placer está cercano al masoquismo, pero nos

hace felices. Es más, cuando nos invitan a una de

estas catas, llego a pensar en el placer de esa

llegada a una meta. Nos olvidamos del largo y

sufrido camino para llegar a ese feliz momento.

Comúnmente asociamos la sensación de pla-

cer con algún beneficio, cuando no todo lo que

causa placer es algo bueno o bello. En las catas,

en algunas ocasiones hablamos de un buen vino;

pero para no entrar en conflicto con otros cata-

dores de la mesa. Ese vino, aunque nos ha dado

placer, no lo valoramos como fantástico, no lo

puntuamos en alto grado, porque a veces nos

volvemos demasiado exigentes. Eso creo, cuan-

do leo algunas críticas donde sus valores más

altos no se acercan al máximo. Eso me critican

algunos alumnos: “Profe, usted es muy exigen-

te, nadie llega al diez ¿será que disfruta suspen-

diendo? o ¿no sabe llegar al máximo del placer?

Espero que no le ocurra eso en todas sus face-

tas… pobrecito, no poder disfrutar más de la

vida por ponerse metas inalcanzables”

Hemos de ordenar los niveles del placer y

cuando catemos un vino debemos disfrutar

de él, buscar las emociones que aporta su va-

riedad, añada, elaboración, etc. Sentir cómo de

bien está hecho el trabajo del hombre.

Recuerdo una serie de catas de vinos, tres días

en que catamos más de 120 vinos y sólo me

emocionaron dos o tres por día. Aunque tam-

poco encontré malos vinos, dos o tres entre to-

dos los vinos catados. Eran casi todos sencillos,

armónicos, sin complicaciones ni defectos. Al fi-

nal nos comentaron que todo lo que habíamos

catado eran vinos de mesa y, salvo excepciones,

se vendían a granel o en brick. Esos momentos

En el deporte, se libera un neurotransmisor llamado beta endorfina que produce sensación de placer. En las catas, no sé qué neurotransmisor será, pero después de la cata, estamos felices.

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EL SECRETO DEL PLACER

me emocionan, me da gran placer saber que en

España escasean los vinos malos, defectuosos, y

que ya en casi todas las bodegas se elaboraban

vinos dignos.

En este caso el placer vino con la sorpresa, y esa

condición es la que permite salir de lo habitual y

cotidiano; o sea, de todo aquello que nos separa

de nosotros mismos. Eran vinos que podían reu-

nir a varias personas para el goce común de un

simple chato de vino en una taberna, de com-

partir unas migas, unas conservas o unas chu-

letillas, en una bodega o en medio del campo.

Capaces de acercar a gentes distintas y que lo

importante es poder compartir alegrías, penas,

recuerdos o nuevas experiencias. Vinos con un

precio bajo que cumplen su función: alegrar el

corazón, pasar un buen rato y ampliar las rela-

ciones sociales.

Otras veces somos extremistas, sólo buscamos

grandes tsunamis emocionales, vinos que nos

eleven el vello, nos hagan llorar de emoción, nos

den un golpe de sensaciones positivas, nos hagan

sonreír, hablar, encontrarnos a nosotros mismos

y acercarnos más a los demás. Aunque dejemos

pasar olas importantes que, en otros momentos

o situaciones, habríamos valorado más. Si no nos

producen emociones muy fuertes, no son vinos

que den placer. En muchas ocasiones la sencillez

es lo bueno…lo que consideramos vulgar y anti-

cipamos como no placentero. Hemos de buscar

la magia, enternecernos con la fruta, los taninos

amables, los suelos de los que las cepas chupan

sus nutrientes. Una vez más, hemos de sentir el

viñedo, la seducción no es exclusiva de unos po-

cos vinos, muchos vinos tienen un duende que

nos despierta ciertas sensaciones placenteras,

aunque en su conjunto no sea un gran vino.

A veces nos dan placer vinos que rompen las

reglas. Vinos diferentes, que producen placer por

no ser iguales, comunes. Llegamos a la Catar-

sis: el placer en las propias emociones derivadas

del encuentro estético capaz de conducirnos a

un cambio en las convicciones o a la liberación

del ánimo. Estas situaciones las tenemos cuan-

do catamos vinos sencillos, comerciales, pero sin

personalidad. En estos casos la causa final es la

“motivación” que lleva a la búsqueda de una “re-

compensa” de todo lo catado y lo poco hallado.

Quizás, solo encontremos buenas vibraciones

en ese vino ante nosotros mismos; que otros

catadores no la sientan. Puede ser una forma

de defensa, de encontrar algo después de tan-

ta búsqueda: un vino que nos llama la atención

para salir del aburrimiento.

De siempre el placer del vino va unido al placer

de la mesa, de los manjares, de los buenos sabo-

res. Esta unión de comida y bebida, amplía nues-

tro placer. Vinos sencillos de buen carácter con

ciertas comidas, amplían su placer hasta puntos

insospechados. Pero también pasa lo contrario.

Si bien ahí es fácil la solución: enjuagar la boca

con agua para no combinarlos.

A veces nos dan placer vinos que rompen las reglas. Vinos diferentes, que producen placer por no ser iguales, comunes

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EL SECRETO DEL PLACER

Mas el placer mayor que transmite un vino es

cuando va unido a una buena compañía. La agra-

dable situación de compartir un vino con buena

gente hace inolvidable ese momento. Un vino

que en otra situación sólo hubiera sido medio.

El vino forma parte imprescindible en el camino

a la felicidad y ésta se comparte, y cuanto más la

compartimos, mayor se hace y más placenteros

estamos.

También da placer encontrar una cierta acidez

que da vida y nervio al vino. La que prolonga

su agradable sensación y mantiene el sabor por

más tiempo. El buen cuerpo nos llena la boca

si a la vez tiene buen paso. El tanino amable y

sutilmente integrado en el vino, se deja notar

suavemente al aumentar la sensación de bien-

estar. Incluso un amargor suave, el que notamos

después de haber tenido el vino en la boca, hace

que el postgusto se amplié y traiga recuerdos

de palodú, regaliz, frutos secos, tónica…que nos

termina enamorando.

Estos son parte de los placeres que encontra-

mos en los vinos, que la gran mayoría de los

placeres que suelo encontrar en el vino, para

mi desgracia, son inexplicables. Y los que están

alrededor sólo notan mis cambios de cara, de

ánimo, de felicidad. Lo importante es poderlos

compartir esos momentos con un buen vino.

Jesús Álvarez de Yraola

es profesor de análisis sensorial.

©Abel Valdenebro

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DIONISIO EN EL JARDÍN DE EPICURO

Dionisio en el jardín de EpicuroPor Joan Bennàssar / Antoni M. Planas

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Que la sociedad actual no parezca dispuesta a renunciar al hedonismo es una realidad en

la que no es necesario redundar. Nuestra cultura está orientada hacia la consecución del

goce y el placer. La vida es tan breve y fugaz que es una necedad no disfrutarla. Buscamos la

felicidad a través de los sentidos y en esta búsqueda encontrar el sentido de la vida.

El placer es una sensación o sentimiento positi-

vo, agradable, eufórico, que en su forma natural

se manifiesta cuando un individuo consciente

satisface plenamente alguna de sus necesidades:

bebida en el caso de tener sed, comida en el

caso de tener hambre; sueño para la fatiga; sexo

para la libido; diversión ante el aburrimiento; o

conocimiento y cultura para la ignorancia y la

necesidad de saber. En las ciencias naturales la

sensación de placer se suele asociar con algún

beneficio para la especie. Y la Filosofía la con-

vierte en un camino hacia la felicidad.

Asociamos la palabra vino al placer, pues los

placeres del paladar, de la degustación de un

buen caldo, son una forma de buscar la felicidad

a través de gustos de vida sencilla, del arte del

ocio, del goce del amor, de la amistad y de la

comunicación con las personas que queremos.

Es, en cierto modo, una manera de alcanzar el

placer siguiendo las bases del original Epicuro,

un placer relajadamente ascético, pues todos los

placeres, por exceso, se convierten en vicio. “Sé

templado en el beber, considerando que el vino

demasiado no guarda secreto ni cumple pala-

bra” (El Quijote. Miguel de Cervantes).

Salvador Dalí y Josep Pla, ampurdaneses con su

seny y locura, se muestran sabios en lo que a los

placeres del vino se refiere. El pintor aseguraba

que “el que sabe degustar no bebe demasiado

vino, pero disfruta de sus suaves secretos”. En

cuanto a Pla, gran escritor y filósofo de lo coti-

diano, escribe: “Considero totalmente superfluo

Andan el pesar y el placer tan apareados que es simple el triste que se desespera y el alegre que se confía.Miguel de Cervantes

El mundo entero tiene más o menos tres vasos de vino de retraso.Humprey Bogart

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DIONISIO EN EL JARDÍN DE EPICURO

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DIONISIO EN EL JARDÍN DE EPICURO

afirmar que yo soy un hombre agradecido al

vino. Habiendo llegado a una edad bastante

madura, he tenido la ocasión de constatar que

los placeres del paladar son los últimos que se

pierden en la vida, y en estos placeres juega un

papel muy importante el vino. En el capítulo II

del libro II de sus inmortales Ensayos, Montaig-

ne dice que el calor natural, en la infancia, re-

side principalmente en los pies, de los pies se

traslada a la región media del cuerpo, donde

permanece mucho tiempo y produce, a su en-

tender, los verdaderos placeres de la vida cor-

poral; hacia el final de su existencia, como un

vapor que va ascendiendo y exhalándose, llega

a la garganta, en la cual hace su última estancia.

También recuerda que Platón prohíbe el vino

a los adolescentes antes de los dieciocho años

y emborracharse antes de los cuarenta: pero a

los que pasen de esta edad, los absuelve y con-

siente que en sus festines Dionisio predomine

ampliamente, pues es él el Dios que devuelve

la alegría a los hombres y la juventud a los an-

cianos; el que dulcifica y tempera las pasiones

del alma, de la misma manera que el hierro se

reblandece por la acción del fuego. Y Horacio,

en una de sus Odas, afirma del viejo y severo

Catón, que fue corrector y censor de los otros,

que el vino enardecía su virtud».

Los griegos aconsejaban también un placer

moderado y consideraban un vicio pernicioso

cualquier placer inmoderado. Muchos otros au-

tores nos advierten de la moderación del placer.

Dice, por ejemplo, el ensayista griego Plutarco:

«Disfrutar de todos los placeres es insensato;

evitarlos, insensible». Y el poeta satírico romano

Décimo Junio Juvenal asegura que «lo que da

valor a un placer es usarlo raramente».

El filósofo Epicuro y el dios Dionisio, como si de

una enredadera se tratara, tejen un pensamien-

to paralelo en el sentido que la vida es goce

y placer. “Que ninguno por ser joven vacile en

filosofar, ni por llegar a la vejez se canse de filo-

sofar. Así, cuando decimos que el placer es fin,

no hablamos de los placeres del los corruptos

y de los que se encuentran en el goce,... sino

de no sufrir en el cuerpo ni ser perturbados en

el alma... sino de un cálculo sobrio que averi-

güe las causas de toda elección y rechazo y que

destierre las falsas creencias a partir de las cua-

les se apodera de las almas la mayor confusión.

De todo esto, el principio y el mayor bien es la

prudencia. Por ello, más preciosa incluso que la

filosofía es la prudencia, de la que nacen todas

las demás virtudes, enseñándonos que no es

posible vivir placenteramente sin vivir prudente,

honesta y justamente, ni vivir prudente, honesta

y justamente, sin vivir placenteramente. Pues las

virtudes son connaturales al vivir feliz, y el vivir

feliz es inseparable de éstas”, escribe Epicuro en

su Carta a Meneceo.

Dionisio, dios del placer y el desenfreno, dios

de la agricultura y el teatro, es el libertador del

hombre pues lo libra de su “ser normal” a través

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“Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado no guarda secreto ni cumple palabra” (El Quijote. Miguel de Cervantes).

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de la locura el éxtasis y el vino. Con él, el vino,

usado en todas las religiones, es referencia social,

económica y lúdica, culta y popular, pero tam-

bién símbolo pagano. Se cuenta la historia de

que Dionisio encontró el tallo de una parra y lo

plantó en el hueso de un pájaro. Al crecer éste,

lo trasplantó a un hueso de león y, posterior-

mente, a un hueso de burro, donde dio su fruto.

Es por ello que el vino conserva las cualidades

de estos animales: la alegría del pájaro, la fuerza

del león y la pesadez del burro.

Entre las plantas sagradas de Dionisio estaban la

vid, la hiedra, la higuera y el mirto, que servían

para aplacar los excesos del vino. Cabe recordar

que con la madera de la higuera se tallaban los

falos. Su fruto rojizo y su jugosa textura vinculan

a este árbol con los dulces placeres de la carne.

En el vagar de Dionisio por las tierras de Fri-

gia, uno de sus acompañantes, Sileno, tutor y

maestro del joven, abandonó en un descuido el

grupo. Sileno era una criatura corpulenta pero

con nariz pequeña y ancha a quien se repre-

senta con cola u orejas de caballo, montado en

un burro o sobre los hombros de un grupo de

sátiros que le acompañaban en sus habituales

borracheras. Una noche se quedó dormido en

el jardín de rosas del Rey Midas. Unos campesi-

nos lo encontraron perdido y lo llevaron hasta

el monarca, que lo trató con gran amabilidad.

Dada la buena acogida que éste le había dis-

pensado, Dionisio decidió recompensarlo. El

Rey Midas, que pensaba que en el oro estaba

la felicidad suprema, pidió a Dionisio tener el

poder de convertir en oro todo lo que tocase.

El dios le concedió con cierta inquietud este

poder supremo. Pero pronto el Rey Midas se

dio cuenta de que toda esta riqueza no servía

para nada, pues todo lo que tocaba se con-

vertía en oro, incluida su hija Zoe. Su alegría se

convirtió en miedo al comprobar que no podía

compartir con nadie su riqueza ni disfrutar de

los pequeños placeres de la vida como tomar

un vaso de vino, pues todo se convertía en oro.

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DIONISIO EN EL JARDÍN DE EPICURO

Entre las plantas sagradas de Dionisio estaban la vid, la hiedra, la higuera y el mirto, que servían para aplacar los excesos del vino. Cabe recordar que con la madera de la higuera se tallaban los falos. Su fruto rojizo y su jugosa textura vinculan a este árbol con los dulces placeres de la carne.

El Rey suplicó a Dionisio que le devolviera a su

antiguo estado, a lo que el dios respondió que

le costaría todo el oro de su reino. “Lo que sea.

Quiero la vida, no el oro”, respondió. “Busca

la fuente del río Pactulo y lava tus manos. Este

agua y el cambio en tu corazón devolverán la

vida a las cosas que con tu codicia transformas-

te en oro”. Midas corrió hacia el río y se lavó

las manos. El oro de sus manos se depositó en

el fondo del río. Luego devolvió la vida a su hija

Zoe y aprendió a amar el brillo de la vida en

lugar del lustro del oro.

Epicuro (Samos, Grecia 341 a.C. - Atenas, Gre-

cia 270 a.C.) fue un filósofo griego que fundó

El Jardín, la escuela de filosofía que se basa en la

búsqueda del placer dirigido por la prudencia.

Critica tanto el desenfreno como la renuncia a

los placeres de la carne, arguyendo que debe

buscarse un término medio. Afirma que la fi-

losofía debe ser un instrumento al servicio de

la vida y que el conocimiento por si mismo no

tiene utilidad sino se usa en la búsqueda de la fe-

licidad. Sus seguidores fueron conocidos como

los filósofos del jardín o aquellos del jardín.

Los seguidores de Epicuro consideraban que la

felicidad del hombre consiste en la búsqueda

del placer, un placer moderado que se consigue

«obrando con buen cálculo». El abuso del placer

es el dolor. Las escuelas clásicas de hedonismo

afirman que todos los extremos son inconve-

nientes y que el exceso de placer se convierte

en vicio. El vicio, evidentemente, acaba con el

placer y se convierte de nuevo en dolor. Pla-

cer y dolor son los dos resortes que mueven el

mundo. Esta dualidad ya la señalaba Platón, que

la explicaba utilizando una brillante metáfora: «El

hombre es una auriga que conduce un carro

tirado por dos briosos caballos: el placer y el

dolor. El arte del auriga consiste en templar la

fogosidad del corcel negro (placer) y acompa-

sarlo con el blanco (dolor) para correr sin per-

der el equilibrio».

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DIONISIO EN EL JARDÍN DE EPICURO

Podemos encontrar diversos tipos de placer.

Tenemos el placer físico, relacionado con la esti-

mulación de los órganos de los sentidos. Es éste,

tal vez, el más común de los placeres. Pero hay

otros: el placer psíquico, derivado de la imagi-

nación y la fantasía; el estético, que se obtiene

de la contemplación y disfrute de la belleza; el

intelectual, que nace de ampliar nuestros cono-

cimientos; el lúdico, derivado de la práctica de

cualquier tipo de juego; o el emocional, que de-

riva de compartir el amor y el afecto.

¿A qué placer nos referimos entonces cuando

hablamos del placer del vino? Tal vez podemos

referirnos a todos ellos cuando descorchamos

una botella, vertemos su contenido en una copa,

observamos su color, su textura, recogemos los

aromas que desprende y, finalmente, saborea-

mos despacio, con calma, su contenido.

El vino es un placer que se disfruta con los ojos,

pues contemplamos su color, su cuerpo, su mo-

vimiento; con los oídos pues escuchamos como

el líquido se vierte en la copa o el sonido de

su brindis; con el tacto al sentir el cristal en tu

mano y sentir la frescura, al transmitir el calor de

nuestros dedos a un vino rojo para que despida

lo más exquisito de su esencia; con el olfato para

atrapar el aroma único, memorable y disfrutable

del momento y evocarlo con la misma intensi-

dad, para volverlo a vivir y disfrutar a nuestro

antojo; y el gusto, para paladear los sabores que

desprende.

Filosóficamente estamos en condiciones de dar

la razón a los epicuros cuando aseguran que “el

placer es el bien primero”. Hablando de vino y

del placer que genera su degustación, podemos

afirmar con rotundidad que es una fuente de

placer y, por ende, se convierte en una vía hacia

la felicidad. Un placer sencillo, tranquilo y rela-

jado. Oscar Wilde aseguraba que «los placeres

sencillos son el último refugio de los hombres

complicados». Y Winston Churchill que “el alco-

hol me ha dado más que me ha quitado”.

Bueno es el vino si el vino es bueno y la cantidad

la justa. El veneno es la dosis, según nos expli-

ca la cultura popular. Cuando uno cata un vino

debe dejarse llevar por las sensaciones que nos

transmite este caldo. Puede recordarnos una

fruta, un lugar, un recuerdo, un amor. Cerrando

los ojos te transporta a lugares extraordinarios.

Todo vale, únicamente hay que dejarse llevar.

Reside aquí el placer del vino, un placer sencillo

que hace a los hombres complejos, poliédricos,

universales.

Avicena, médico iraní del s. XI nos recuerda que

“el vino es el amigo del sabio y el enemigo del

borracho. Es amargo y útil como el consejo del

filósofo, está permitido a la gente y prohibido a

los imbéciles. Empuja al estúpido hacia las tinie-

blas y guía el sabio hacia Dios”.

El vino es una fuente de placer y, por ende, se convierte en una vía hacia la felicidad.

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

Cuatro siglos de transformaciones: el nacimiento del vino contemporáneo

Este artículo está en directa relación con el recorrido temático diseñado entre el Museo

Thyssen-Bornemisza y la Fundación para la Cultura del Vino con el objetivo de poder disfrutar

de 19 de los cuadros de su colección permanente especialmente relacionados con el vino. El

recorrido, elaborado y redactado entre Teresa de la Vega y Juan Pan-Montojo, fue presentado el

pasado 15 de febrero en el Museo y puede descargarse desde las páginas web de ambas entidades.

Por Juan Pan-Montojo

Sebastiano Ricci,

Baco y Ariadna, c. 1691-1694

(fragmento)

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

No es el vino una bebida nueva. Está presente

en el Mediterráneo desde hace miles de años

y su iconografía constituye un elemento casi

constante de nuestro patrimonio cultural, des-

de los jeroglíficos egipcios hasta la pintura de

las vanguardias en el siglo XX. Sin embargo el

vino al que estamos habituados en el siglo XXI

es fruto de un proceso de transformación

iniciado en el siglo XVI y cerrado en

el XX, por más que las posibilidades de

elaborar nuevos vinos se hayan mul-

tiplicado en las últimas décadas.

En las líneas que siguen quere-

mos hacer un breve recorrido

por ese proceso de cambio.

Podemos decir que en el si-

glo XVI, en la zona geográfica

productora de vino (que por

entonces alcanzaba en Eu-

ropa comarcas en las que

en nuestros días no hay

viticultura), había una gran

heterogeneidad de vinos,

una extremada variabilidad,

pero no una gran gama de

tipos concretos de vino. De

entrada la práctica totalidad

del vino consumido era vino

joven. Con algunas excepcio-

nes, al vino se le daba salida en

su totalidad antes de que entra-

se en las cubas, barriles o tinajas la

El vino está presente en el Mediterráneo desde hace miles de años y su iconografía constituye un elemento casi constante de nuestro patrimonio cultural.

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

siguiente cosecha. No solo era costoso tener

grandes depósitos sino que el almacenamiento

entrañaba grandes riesgos de que se perdiera

el vino –a menudo al iniciarse los calores de la

primavera se avinagraba- e incluso si no ocu-

rría, el añejamiento no aseguraba una mejora

de la calidad. En segundo lugar, la mayoría de los

cosecheros no podían permitirse una vendimia

selectiva y juntaban uvas en diferentes estados

de madurez en los lagares o jaraíces para su

pisa. En muchas ocasiones se trataba de uvas de

diferentes variedades y colores. En tercer lugar,

los procesos de fermentación dependían de las

condiciones meteorológicas –la humedad y la

temperatura- durante los días de la vendimia

y en las semanas inmediatamente posteriores:

únicamente en algunos sótanos y cuevas sub-

terráneas se lograban a veces temperaturas

ambientales más constantes y adecuadas para

la fermentación. En cuarto lugar, el instrumental

de bodega era a menudo rudimentario y es-

caso (por lo que muchas operaciones tenían

que acelerarse para dejar sitio a la uva o al

mosto entrante), y no se le otorgaba toda la

importancia necesaria a su limpieza. Por todo

ello, los vinos variaban probablemente más de

añada a añada y de mes de consumo a mes de

consumo que de lugar a lugar o de casa a casa.

Aunque desde luego las variaciones podían ser

asimismo grandes entre cuba y cuba de un mis-

mo cosechero y entre cosecheros de un mismo

lugar. Todo ello conducía a que el vino fuese un

producto relativamente indiferenciado. Las pro-

En el propio siglo XVI, la agronomía romana fue recuperada y difundida por múltiples obras, que contribuyeron paulatinamente a cambios en las prácticas culturales y vinificadoras.

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

cedencias (localidades o regiones, cosecheros,

comerciantes…) de mayor fama eran las que

más garantías ofrecían de que el vino no se iba

a perder o iba a tardar más en hacerlo, por una

parte, y las que lograban un grado alcohólico

más elevado y una cierta continuidad de co-

lores o sabores más o menos característicos,

por otra.

En el propio siglo XVI, la agronomía romana

fue recuperada y difundida por múltiples obras,

que contribuyeron paulatinamente a cambios

en las prácticas culturales y vinificadoras. Pero

los cambios mayores tuvieron otro origen. A lo

largo del siglo XVII, los holandeses adquirieron

un gran protagonismo en el comercio de vinos.

Su marina heredó parte de las antiguas rutas

hanseáticas y logró controlar la desemboca-

dura del Rin. Desde esa posición, los comer-

ciantes de vinos de los Países Bajos difundieron

novedades de gran importancia para el futuro

de la vinicultura, en su mayoría vinculadas a la

búsqueda de medios para impedir la pérdida

de la mercancía en las travesías y de nuevos

productos para captar consumidores. Se les

debe a ellos la extensión de la práctica de aña-

dir aguardiente a los vinos, encabezarlos, con lo

que además de aumentar su grado, contribuían

a detener los procesos de fermentación y esta-

bilizaban el vino. También popularizaron el uso

de velas de azufre para tratar las cubas y barri-

les, otra fórmula que ayudaba a eliminar hongos

y bacterias y por lo tanto a aumentar asimismo

A lo largo del siglo XVII, los holandeses adquirieron un gran protagonismo en el comercio de vinos.

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

la estabilidad del vino. El recurso al encabeza-

miento no puede separarse de la progresiva

mejora de las máquinas destilatorias en los Paí-

ses Bajos, que trajo consigo la multiplicación de

las bebidas destiladas en ese y en otros países:

aguardientes diversos, incluido el brandy, gine-

bras… Todas estas nuevas bebidas alcohólicas,

las posibilidades de someter al vino a travesías

más largas abiertas por el encabezamiento y el

azufrado, junto con la extensión en Europa de

bebidas importadas del ultramar como el café,

el chocolate o el te, dieron lugar en la segunda

mitad del siglo XVII a lo que algunos autores

han llamado la revolución de las bebidas. Las

elites y las poblaciones urbanas del Norte de

Europa se enfrentaron a una diversidad cre-

ciente de opciones alcohólicas y no alcohólicas

para su consumo y muchos de los coseche-

ros de vino del litoral mediterráneo trataron

de transformar sus prácticas productivas para

obtener vinos con rasgos propios y, a menudo,

novedosos, con los que competir en las pujan-

tes ciudades del Norte. Londres se convirtió

a partir de la década de 1660 en uno de los

principales centros de consumo fuera de los

países productores: allí fueron llegando vinos

con rasgos propios como el new French claret,

el madeira, el marsala, el oporto, el champán…

Durante el siglo XVIII, y con un creciente prota-

gonismo del comercio y el consumo británicos,

creció la demanda de vinos. Los nuevos tipos

que desde el siglo anterior se habían ido crean-

Londres se convirtió a partir de la década de 1660 en uno de los principales centros de consumo fuera de los países productores.

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

do un nombre en el comercio internacional

se fueron consolidando en los centros mejor

conectados con el tráfico marítimo (Londres,

Brístol, Ámsterdam, Hamburgo…) o en ciuda-

des de grandes dimensiones como París o Vie-

na, bien comunicados por vía terrestre y fluvial

con comarcas vitícolas. Y a los vinos ya reco-

nocidos se sumaron otros nuevos. La acumu-

lación de pequeñas innovaciones tecnológicas

y la mejora de los productos manufactureros e

industriales empleados en la elaboración (ma-

quinaria de bodega, tonelería, botellas, tapones

de corcho…), condujeron a que hacia 1850 se

hubiesen fijado mediante ensayo y error los

rasgos básicos de las diferentes modalidades

del proceso de vinificación, desde la vendimia

hasta el producto final embotellado o a granel,

en los vinos que eran objeto de comercio inter-

nacional o de comercio nacional más intenso. El

método conocido como Médoc, desarrollado

por los châteaux de la región bordelesa para

la producción de vinos naturales (sin adición

de aguardiente), estables y susceptibles de añe-

jamiento, el sistema de soleras en el Marco de

Jerez, el proceso de elaboración de los vintages

de Oporto, el méthode champenoise, la ela-

boración del Tokay… se estandarizaron, dando

lugar a vinos tipificados y a clasificaciones por

terroirs, añadas o soleras, rasgos organolépti-

cos… mediante la experimentación de peque-

ños y grandes cosecheros, de almacenistas y

mayoristas y de exportadores e importadores,

que llegaron a completar sus sistemas produc-

La acumulación de innovaciones tecnológicas condujeron a que hacia 1850 se hubiesen fijado los rasgos básicos del proceso de vinificación,

Willem Kalf, Bodegón con

porcelana y copa nautilo,

1660 (fragmento)

Gerrit van Honthorst,

El violinista alegre con un

vaso de vino, c. 1624

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tivos sin un conocimiento científico exhaustivo

de los procesos bioquímicos del vino. Por el

contrario la mayoría de los vinos de consumo

local o regional experimentaron cambios me-

nores y seguían siendo a la altura de 1850 re-

lativamente parecidos a los de 200 años antes.

Si entre 1650 y 1700 se produjo la revolución

de las bebidas y entre 1700 y 1850 se consoli-

daron los grandes vinos europeos, las décadas

anteriores a la Primera Guerra Mundial –co-

nocidas en ocasiones como la primera globa-

lización- transformaron en diversos sentidos la

elaboración de vino.

1. En primer lugar, entre 1850 y el final del siglo

XIX se extendieron sucesivamente tres nuevas

plagas por las viñas europeas: el oídio, el mildiu

y la filoxera. Se trataba de enfermedades pro-

ducidas por hongos –las dos primeras- y por

un insecto –la tercera- que eran endémicas en

América y fueron introducidas por viveristas y

botánicos que habían importado vides ameri-

canas. El oídio y el mildiu fueron pronto con-

trolados mediante tratamientos químicos pero

convirtieron los pesticidas en un coste fijo de

la mayoría de las explotaciones, lo que condu-

jo a la desaparición de viñas situadas en áreas

geográfica o comercialmente marginales. La fi-

El oídio y el mildiu fueron controlados mediante tratamientos químicos, pero convirtieron los pesticidas en un coste fijo de la mayoría de las explotaciones.

EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

Christoph Amberger, Retrato de Matthäus Schwarz, 1542

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loxera por su parte suponía la destrucción total

de las viñas y obligó a replantarlas, injertando

las variedades europeas sobre pies americanos,

una operación larga y costosa que, junto con la

necesidad de nuevas prácticas culturales, contri-

buyó a redefinir la geografía del viñedo europeo.

Se puede decir que en la historia de la viticultura

hay un antes y un después fijado por la filoxera

y la replantación, puesto que pocas son la viñas

que quedan en el planeta cuyas cepas no están

injertadas en pies americanos (cepas conocidas

como cepas en pie franco).

2. En segundo lugar, el crecimiento de la po-

blación y la renta en los países occidentales y

el abaratamiento de los transportes (tendido

ferroviario, mejora del transporte marítimo) au-

mentaron el volumen del comercio nacional en

los países productores (sobre todo en Francia

y en las regiones más ricas de las otras poten-

cias vinícolas) e incluso en mayor medida del

comercio internacional de vino. Parte del cre-

cimiento de las exportaciones se derivó de la

demanda francesa, cuya producción se vio se-

riamente afectada en los años setenta y ochenta

del siglo XIX por la filoxera. La combinación de

una demanda creciente y una producción debi-

litada por la plaga en determinados países con-

tribuyó a estimular el plantío de viñas en países

ultramarinos de las latitudes templadas como

Argelia, Suráfrica, Australia, los EE.UU., Argenti-

na, Chile… Aunque la presencia de la vinicultura

en estas regiones era anterior, únicamente en el Juan Gris, Botella y frutero, 1919

EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

tránsito del siglo XIX al XX surgió un sector po-

tente que inicialmente restó exportaciones a los

vinos europeos y andando el tiempo ha venido

a competir con ellos en todo el planeta.

3. En tercer lugar, entre 1870 y 1930 se sucedie-

ron fases de auge y de crisis del vino que, en el

nuevo contexto de un mercado internacional di-

námico, transformaron la vinicultura. Las oportu-

nidades comerciales abiertas por las subidas de

precios y las escaseces de determinados vinos,

primero, y la caída de las cotizaciones debido

a la replantación post-filoxérica y a los nuevos

viñedos ultramarinos, después, en la primera dé-

cada del XX y de forma más pronunciada en el

período del entreguerras, dieron lugar a nuevos

fenómenos: la multiplicación de los fraudes y los

primeros proyectos y realidades de regulación

de las denominaciones de origen y las marcas

comerciales; el afianzamiento de nuevos vinos

superiores (por ejemplo el rioja y el cava, en Es-

paña, concebidos entre 1870 y 1910 a imagen

de los burdeos y champanes, respectivamente);

la extensión de nuevos aperos y materiales in-

Ernst Ludwig Kirchner, Cocina alpina, 1918(fragmento)

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EL NACIMIENTO DEL VINO CONTEMPORÁNEO

dustriales de bodega al conjunto de los coseche-

ros; la aparición de bodegas de grandes dimen-

siones, bien fueran privadas o cooperativas…

4. La replantación del viñedo, con la inversión

y cambios varietales y culturales que trajo con-

sigo, y la extensión de nuevas bodegas y téc-

nicas bodegueras estuvieron acompañados de

importantes avances en la enología, gracias a los

descubrimientos de la bioquímica –con figuras

centrales como Pasteur- en la segunda mitad

del siglo XIX. La colaboración entre la ciencia y

los productores vinícolas pasó en la mayor par-

te de los países por el desarrollo de los centros

estatales dedicados a la experimentación y di-

fusión tecnológica: estaciones y granjas agronó-

micas especializadas en viticultura y, sobre todo,

estaciones enológicas.

La experiencia de una vitivinicultura más depen-

diente de recursos y conocimientos nuevos y

ajenos a las tradiciones locales, además de ca-

nalizados por compañías privadas y por organis-

mos públicos, creó una actitud más abierta a la

innovación. Esas actitudes y esos canales hicieron

posible un flujo constante de cambios técnicos

en la vitivinicultura del siglo XX que ha traído

consigo el inmenso panorama que se abre al

aficionado actual al vino. A diferencia de lo que

ocurre en otros ámbitos, se puede decir que en

enología cualquier tiempo pasado no fue mejor.

La experiencia de una vitivinicultura más dependiente de recursos y conocimientos nuevos y ajenos a las tradiciones locales, creó una actitud más abierta a la innovación.

Juan Pan-Montojo.

Universidad Autónoma de Madrid. NÚ

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EL VINO EN EL CELULOIDE

Un secundario de lujo:El vino en el celuloide.

“Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor

a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada

saboreador.” (Federico Fellini, director de cine.)

Por Luis González Narbona

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Un secundario de lujo:El vino en el celuloide.

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EL VINO EN EL CELULOIDE

El vino es el protagonista de muchos libros y

películas, y si no es el hilo conductor, desde lue-

go que ha logrado escenas memorables. La lista

de películas donde cobra ese protagonismo es

sin duda extensa. A continuación rendiré un

personal homenaje a aquellas que por diversos

motivos conservo en mi memoria.

El vino y la cultura parece que siempre han

ido de la mano. Hay más bodegas que nunca,

lo que permite que el producto sea más ac-

cesible al público mayoritario. A pesar de esta

disponibilidad, el vino no ha perdido nada de

su encanto, y la industria cinematográfica se ha

apresurado a explotarlo. La relación entre am-

bos no ha sido unilateral precisamente.

Mientras que las películas se benefician de los

distintos tipos de bebidas para crear el ambien-

te necesario o añadir profundidad a los perso-

najes, la publicidad que conlleva aparecer en la

pantalla puede lanzar o defenestrar un produc-

to. Por citar un ejemplo, la película Entre copas

(Sideways, 2004) condujo a una venta masiva

de Pinot Noir en EEUU en detrimento de las

de Merlot. “Si alguien pide Merlot, yo me voy.”

decía el protagonista, Paul Giamatti, en ese apa-

sionante tour que los protagonistas hacen de

bodega en bodega mientras prueban distintos

vinos y aumentan su círculo de amistades. No

deja de estar enmarcado en la desilusión de la

mediana edad y en saber valorar el buen vino.

En Un buen año (A Good Year, 2006), la campiña

francesa era el lugar de retiro de un broker bri-

tánico tras heredar unos viñedos. Russell Crowe

abandonaba la idea inicial de deshacerse de su

herencia mientras va descubriendo los placeres

de un nuevo estilo de vida en el sur de Francia.

Poco a poco se enamoraba de la rutina de los vi-

ñedos y dejaba algunas frases memorables como:

“ Quisiera pasar el resto de mi vida con una dio-

sa suspicaz e irracional. Y una ración de celos y

mal genio. Y una botella de vino que sepa como

tú. Y una botella de vino que esté siempre llena.”

Continuando en Francia, recuerdo French Kiss

(ídem, 1995) donde Kevin Kline introducía ile-

galmente en Francia una planta de vid oculta en

“Si alguien pide Merlot, yo me voy.” decía el protagonista, Paul Giamatti, en ese apasionante tour que los protagonistas hacen de bodega en bodega mientras prueban distintos vinos y aumentan su círculo de amistades.

Entre copas (Sideways, 2004).

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EL VINO EN EL CELULOIDE

el bolsillo de su abrigo. Conocía a la insulsa y tí-

pica norteamericana (Meg Ryan) y le enseñaba

a apreciar el vino mientras le educaba el olfato.

Kevin Kline: –Primero, debes probar un poco de

vino. ¿Puedes describir a qué sabe?–

Meg Ryan: –Es un vino tinto agradable.–

Kevin Kline: –Creo que lo puedes hacer mejor.–

Meg Ryan : –Es un vino atrevido con un toque

sofisticado y sin pretensión.–

En realidad estaba hablando de mí. –

En Guerra de vinos (Bottle Skock, 2008), Alan

Rickman encarnaba al personaje real que en una

cita a ciegas celebrada en California en 1976

reconocía que el Chateau Montelena superaba

a los mejores vinos franceses. Pero lo más so-

bresaliente de esta película era que el vino era

tan importante como los propios protagonistas.

En un momento dado, el personaje de Gustavo

Bambrilla decía:

“Escúchenme. Piensan que con dinero se consigue

todo. Asistir a clases. Cultivar algunas uvas. Hacer

un buen vino. No se hace así. ... Se tiene que llevar

en la sangre. Hay que crecer con la tierra entre las

uñas, y con el olor a uva en el aire que se respira.

Cultivar vino es un arte. La elaboración de su jugo es

una religión que requiere dolor, deseo y sacrificio.”

Un paseo por las nubes (A Walk in the Clouds,

1995) tenía unos paisajes maravillosos. No pue-

do decir mucho más de esta edulcorada historia

de amor donde Aitana Sánchez-Gijón flirteaba

“...Hacer un buen vino. No se hace así... Se tiene que llevar en la sangre. Hay que crecer con la tierra entre las uñas, y con el olor a uva en el aire que se respira. Cultivar vino es un arte. La elaboración de su jugo es una religión que requiere dolor, deseo y sacrificio.”

Guerra de vinos (Bottle Skock, 2008)

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EL VINO EN EL CELULOIDE

con Hollywood, y su partenaire Keanu Reeves

era nominado al peor actor.

No quiero dejar fuera a la cuestionada Tierra

(idem, 1995) donde un exterminador, reciente-

mente salido de un hospital mental (Carmelo

Gómez), es contratado para librar de una plaga

de cochinilla unos viñedos en Aragón. Precisa-

mente es esa plaga la que le da al vino un sabor

a tierra y es allí donde el protagonista intenta-

rá resolver sus propios conflictos internos. Las

emociones y las elecciones de la vida se dan cita

juntándose con el sabor de la tierra.

Los amantes del cine clásico recordarán El se-

creto de Santa Vittoria (The Secret of Santa

Vittoria, 1969) donde el alcalde borrachín de

un pueblo italiano intenta esconder un millón

de botellas de vino de las tropas alemanas; o

también Esta tierra es mía, (This Earth is Mine,

1959). ¡Qué difícil era mantener un viñedo en

la época de la prohibición en EEUU! Y aquí la

frase: “La uva es la única fruta que Dios nos dio el

sentido para saber para qué estaba hecha.”

Pero prefiero detenerme en Encadenados

(Notorious, 1946). Hitchcock utiliza su célebre

McGuffin para desarrollar una trama de espías

donde el uranio escondido en botellas de vino

en la bodega de un nazi huído a Sudamérica es

la razón para que nos rindamos ante un enamo-

rado Cary Grant y una Ingrid Bergman envene-

nada con café.

“La uva es la única fruta que Dios nos dio el sentido para saber para qué estaba hecha.”

Esta tierra es mía, (This Earth is Mine, 1959).

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EL VINO EN EL CELULOIDE

“Mira nena, hay ciertas cosas que no están permitidas, tales como beber Don Perignon del 53 a una temperatura superior a los 4º. Es tan malo como escuchar a los Beatles sin taparse los oídos.”

James Bond.

Cary Grant: –No pareces tan acalorada. ¿Estás

enferma?–

Ingrid Bergman: (mintiendo). –No. Resaca–

Cary Grant: –¡Eso es nuevo!. ¡Hemos vuelto a la

botella!–Ingrid Bergman: - En alguna forma …

alivia mi carga.

El marido engañado los descubrirá cuando falte

el champagne de la fastuosa fiesta que da en su

mansión.

“Yo soy abstemio de cerveza, no de champagne.”

(George Bernard Shaw, escritor.)

James Bond, el legendario héroe de ficción y

cinematográfico es bien conocido por su afición

al cocktail de Martini y vodka, pero también es

un fiel bebedor de champagne. Según los años,

los actores que han interpretado al personaje

se han ido sucediendo al igual que las marcas

de sus deportivos. El champagne no podía ser

menos. Al principio Sean Connery se inclinó

siempre por el Dom Perignon:

“Mira nena, hay ciertas cosas que no están permi-

tidas, tales como beber Don Perignon del 53 a una

temperatura superior a los 4º. Es tan malo como

escuchar a los Beatles sin taparse los oídos.”

Pero con el tiempo fue Bolinger, la marca favori-

ta. En Goldeneye (ídem, 1995), un joven Pierce

Brosnan es analizado por una psiquiatra que su

jefe M, le ha enviado. Tras una frenética perse-

cución en coche, la psiquiatra le pregunta qué

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EL VINO EN EL CELULOIDE

hace para relajarse. Como respuesta, Bond abre

el salpicadero de su Aston Martin donde hay un

compartimento refrigerado de donde saca una

botella helada de Bolinger Grande Annee 1988 y

dos copas. Con una sonrisa socarrona, la besa y

le llena la copa.

En cambio era Veuve Cliquot el elegido para Ca-

sablanca (ídem, 1942) donde los conocidos per-

sonajes pasaban la vida esperando el avión que

les llevaría a Lisboa mientras aliviaban sus penas

con innumerables copas.

Maurice Chavallier cantaba en Gigi (ídem, 1934)

la famosa canción “La noche que inventaron el

champagne”:

La noche que inventaron el champagne

Es así de simple

Pensaron en ti y en mí

La noche que inventaron el champagne

Sabían a ciencia cierta

Que todo lo que queremos hacer

Es volar al cielo con champagne y gritar

A todo el que veamos

Que desde que empezó el mundo, un hombre y

una mujer

No han sido tan felices como lo somos nosotros

esta noche.

Y para terminar este apartado, en Carta de una

desconocida (Letter from an Unknown Woman,

1948), el mujeriego Louis Jordan seduce a una

ingenua Joan Fontaine en la Viena de finales del

siglo diecinueve. La pasión que ella siente por

él, le lleva a dedicar toda su vida a un amor no

correspondido, criar al hijo ilegítimo de ambos

y casarse sin amor con otro hombre. Pero la

grandeza del champagne es evidente cuando en

un momento de la película él dice ante la vulne-

rable e inocente Lisa: “El champagne sabe mucho

mejor después de la medianoche, ¿no crees?”

“¡Qué súbitas amistades surgen del vino!”

(John Gay, dramaturgo y poeta.)

Mi admirado Hannibal Lecter siempre ha sido

una persona culta y refinada. Probablemente al-

gunos pensarán que asesinar a un violinista por-

que desafina durante un concierto puede resul-

tar un tanto exagerado, pero servirlo como el

plato principal en una escena espléndida regada

con buen vino, es cuando menos motivo sufi-

ciente para justificar sus excentricidades en El

Dragón Rojo (Red Dragon, 2002). Sin embargo,

la mayoría del público conoce la famosa frase

de El silencio de los corderos (Silence of the

Lambs, 1991): “Una vez vino un empleado del

censo. Me comí su hígado con habas acompañado

de un buen Chianti.” Como curiosidad en la no-

vela, la elección del caldo del doctor Lecter es

un Amarone della Valpolicella; y desde aquí me

permito aconsejar la serie de televisión protago-

nizada por Mads Mikkelsen, donde se muestra al

protagonista como un excelente gourmet.

Desde niño me gustaron las películas de aventu-

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EL VINO EN EL CELULOIDE

ras, y entre ellas figura El prisionero de Zenda

en sus múltiples versiones. En la secuencia en

la que Rudolph Rassendyll, viajero británico que

resulta ser primo lejano del futuro rey, se em-

borracha con este último, el vino –y la droga

que la última botella alberga– es el causante de

que el primo lejano tenga que suplantar al rey

el día de su coronación. Así, el astuto plan de su

hermano Michael, quien es aspirante al trono, se

viene abajo por obra del destino.

Este mismo destino es el que parece tener bas-

tantes personajes que han sucumbido al veneno

que portaban en sus sortijas los asesinos que

generosamente llenaban las copas de los infeli-

ces en numerosas películas.

Y más curioso y digno de la pluma de Edgar

Alan Poe es el cuento El barril de amontilla-

do llevado al cine por Roger Corman en 1962,

donde un vengativo Vincent Price emborracha a

su amigo Peter Lorre por una afrenta pasada. El

asesino le atrae a su casa con la excusa de que

pruebe un barril que ha recibido de Amontilla-

do, ocasión que el beodo no puede dejar pasar.

Allí es encadenado a una pared y emparedado

vivo. Pese a lo macabro de la historia, los hay

que afirman que el personaje de Peter Lorre

–experto en vinos– se merecía esa muerte por

beberse una cara botella de De Grave de un

solo trago, o simplemente por jactarse de saber

distinguir entre un Amontillado y un Jerez, ¡cuan-

do el propio Amontillado es un Jerez!

“Una vez vino un empleado del censo. Me comí su hígado con habas acompañado de un buen Chianti.”

El silencio de los corderos(The Silence of the Lambs, 1991).

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EL VINO EN EL CELULOIDE

“La tierra por supuesto siempre es la tierra,

la gente va y viene pero la tierra perdura…”

(Falcon Crest)

Lógicamente, no podía dejar de mencionar al-

gunas series de televisión que tienen su lugar

bien ganado. Como ya empiezo a peinar canas,,

para mí el mundo de los viñedos empezó con

Falcon Crest (ídem, 1981). Entonces conocí Ca-

lifornia, donde los miembros de una familia –los

Gioberti- luchaban ferozmente por hacerse con

el control de los viñedos y de paso imponerse

a los vecinos colindantes en el imaginario Valle

de Tuscany, con una clara referencia al Valle de

Napa. Nunca me olvidaré de la malvada Ángela

Channing –primera esposa de Ronald Reagan-.

No es de extrañar que en algunos países sud-

americanos se llamara Viñas de Odio.

La producción nacional nos ha dejado Gran

Reserva (2010), pero personalmente creo que

no tiene el encanto de la antes citada, pese a la

buena labor de algunos de sus actores.

Y para finalizar este breve repaso cinematográ-

fico y siendo consciente de las muchas que se

quedan en el tintero, he de decir reconocer mi

admiración por la novela de Bram Stoker y al-

gunas de sus adaptaciones. La romántica versión

que hizo Coppola de Drácula en 1992 nos deja-

ba una frase memorable del conde en su castillo

ante su invitado recién llegado:

“Confío en que sabrá disculparme por no acom-

pañarle. Pero ya he cenado y jamás bebo … vino.”

“Confío en que sabrá disculparme por no acompañarle. Pero ya he cenado y jamás bebo… vino.”

Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992).

Luis González Narbona es profesor

en la Universidad de Cantabria y crítico de cine.

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TIEMPO, ESPACIO, VINO, CANDILES ACRECENTADOS Y VASOS QUE VUELAN

Tiempo, espacio, vino, candiles acrecentados y vasos que vuelan

Juan Ramón nos enseñó que no somos presente solo, sino fuga raudal de cabo a fin y lo

que se ve a un lado y a otro en esa fuga, rosas, restos de alas, jarras y copas de vino, sombra

y luz, son solo nuestros, recuerdos y ansias nuestros y de los unos cuantos otros que con

el tiempo hicimos nuestros.

Por Miguel Ángel Almodovar

Idis Ibn-al-Yaman al-Sabini al-Yabisi, poeta ibicen-

co musulmán del siglo XI, escribió unos versos

que Llorenç Vidal transcribe al catalán-balear con

el título de Es tassons de esta forma: “Eren pesats

es tassons, quand vengueren a noltros,/ però quan

els ompliren de vi pur/ s’ageugeraren i a punt de

volar estigueren,/ como es cossos que s’ageugeren

amb sos esperits”. Por su parte, el arabista y tra-

ductor Emilio García Gómez propone la siguien-

te versión en castellano: “Eran pesados los vasos

cuando vinieron a nosotros;/ pero cuando estuvieron

llenos de vino puro,/ se aligeraron y estuvieron a

punto de volar con lo que contenían,/ del mismo

modo que los cuerpos se aligeran con los espíritus”.

Vasos o tazones, su sustancia, el vino, rompe las

leyes gravitatorias y a la vez es la sustancia de

todo lo vivido y todo lo porvivir ; tiempo y espa-

cio fundidos en vientos que pasan como pájaros,

pájaros igual que flores, flores, soles y lunas, lunas

soles como cada cualquiera de nosotros que alza

un tazón o una copa escanciados de vino, como

almas, como cuerpos, cuerpos como la muerte

y la resurrección, como dioses, que los dioses no

tiene más sustancia que nosotros y el vino que

bebemos.

Cuando Idis Ibn-al-Yaman al-Sabini al-Yabisi es-

cribe sus versos, Rodrigo Díaz de Vivar acaba de

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TIEMPO, ESPACIO, VINO, CANDILES ACRECENTADOS Y VASOS QUE VUELAN

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©Abel Valdenebro

cruzar el Arlanzón y se dispone a emprender el

deambulatorio del destierro. Los chopos de la

orilla no son los chopos madrileños que luego

hablarán a Juan Ramón contra el aire turquesa

del otoño, pero dicen lo mismo: “Termínate en ti

mismo como yo”. Al Cid se le ha negado sustento

para el camino, pero: “Martin Antolinez el burgales

complido/ a mio Çid e a los suyos abastales de pan

e de vino;/ non lo conpra, ca el selo avie consigo;/ de

todo conducho bien los ovo bastidos”.

Abastado de vino, Mio Cid, noble barba tan cre-

cido, el que en buena hora ciñó espada, oye a

un perro que gruñe, levanta la pata, orina de

miedo y se queda con la pata en el aire re-

medando un ángel, el ala abierta cubriendo un

sueño terrestre, mientras oye las melodías del

cielo. Ese perro no es el que le ladraba al sol

caído, ni el que ladraba en el Monturrio de Mo-

guer, ni cerca de Carmona de Sevilla, ni en la

calle Torrijos de Madrid. Tampoco es el que oye

Juan Ramón en Miami, Coral Gables, La Florida.

Es un perro que gruñe o que ladra y no se oye

aquí, sino allí o aquí.

¡Qué vivo ladra siempre el perro al sol que huye!

El sol que huye tras el cerro de Santa Catalina,

lamiendo la sierra de Jabalcuz, mientras Inés le

sirve a su hermano alegue vinillo aloque y un po-

tente trasañejo: “Alegre estoy, vive Dios;/ mas oye

un punto sutil./ ¿no pusiste allí un candil?/ ¿Cómo

me parecen dos?/ Pero son preguntas viles;/ ya sé lo

qué puede ser:/ con este negro beber/ se acrecien-

tan los candiles”.

Los candiles se acrecientan, los vasos se aligeran

y al punto vuelan, mientras bajo el Washington

Bridge pasan los campos amarillos de la infancia.

Porque Nueva York es igual que Jaén, y Jaén igual

que Ibiza, como la esquina de Broadway es como

la esquina de las Pulmonías de la calle Rascón.

Es entonces cuando Idis Ibn-al-Yaman al-Sabini

al-Yabisi le explica a Platero que el alma de Mo-

guer no es el pan, sino el vino; que la casa de

Aguedilla y el Monturrio son como cañas de cris-

tal grueso y claro que bajo el redondo cielo azul

esperan que septiembre les traiga el vino de oro:

“Todo el pueblo huele entonces a vino, más o me-

nos generoso, y suena a cristal. Es como si el sol se

donara en líquida hermosura y por cuatro cuartos,

por el gusto de encerrarse en el recinto transparen-

te del pueblo blanco, y de alegrar su sangre buena.

Cada casa es, en cada calle, como una botella en la

estantería de Juanito Miguel o del Realista, cuando

el Poniente las toca de sol”.

Y el chopo vuelve a su letanía: “Termínate en ti

mismo como yo”. Termínate la copa, el vaso o el

tazón y escanciaré de nuevo.

Tiempo, espacio, vino, candiles acrecentados y

vasos que vuelan.

Miguel Ángel Almodovar es Sociólogo, paleograstrónomo y amante del vino.

El sol que huye tras el cerro de Santa Catalina, lamiendo la sierra de Jabalcuz, mientras Inés le sirve a su hermano alegue vinillo aloque y un potente trasañejo.

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8º ENCUENTRO TÉCNICO

8º Encuentro Técnico de la Fundación para la Cultura del Vino

Los mayores especialistas expusieron ante más de cien profesionales las claves de la

viticultura de precisión y su valor añadido ante el mercado

Por Salvador Manjón

La Fundación para la Cultura del Vino (FCV),

organizó su 8º Encuentro Técnico, que en esta

ocasión se centró en la viticultura de precisión,

el pasado 25 de abril, en Madrid. El acto, que

contó con la presencia de más de un cente-

nar de profesionales del sector, fue inaugurado

por el subsecretario del Ministerio de Agricul-

tura, Jaime Haddad; y el presidente de la FCV,

Eduardo Muga.

Al respecto, Jaime Haddad, subrayó en su in-

tervención inaugural que las nuevas tecnologías

vinculadas a la viticultura abren “posibilidades

enormes” para aplicar una agricultura más ra-

cional gracias a sistemas GPS, teledetección y

monitorización, entre otras.

El subsecretario pidió a las organizaciones agra-

rias, sectoriales y consejos reguladores que im-

El acto fue inaugurado por el subsecretario del Ministerio de Agricultura, Jaime Haddad

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8º ENCUENTRO TÉCNICO

pulsen la generalización de las innovaciones y a

los científicos que “señalen el camino que deben

seguirse”. Precisamente, eso es lo que se consi-

guió en el 8º Encuentro FCV: ver el camino ya

recorrido y señalar la senda por la que la viticul-

tura de precisión puede guiar al vino español a

nuevos mercados y alcanzar la excelencia.

Al respecto, el investigador Jesús Yuste, situó

el tema de la jornada y definió la viticultura

de precisión como la “aplicación integral del

conjunto de técnicas y elementos tecnológicos

disponibles en el cultivo de la vid encaminada a

su gestión diferenciada según la variabilidad en

el espacio, para la optimización del proceso pro-

ductivo a través del manejo de la mínima unidad

de cultivo posible”. En sus conclusiones, este

experto indicó que la viticultura de precisión

debe permitir identificar cómo las desviacio-

nes en el modelo establecido de manejo del

cultivo modifican las características de la uva

y del vino, así como conocer de qué manera

modificar cada variable en función del tipo de

vino predeterminado.

Siguiendo con el discurso inaugural de Jaime

Haddad, que animó al sector a utilizar las nuevas

tecnologías para adaptarse en calidad, precios y

presentaciones de los vinos a los distintos mer-

cados, el edafólogo Alfred Cass, expuso cómo el

carácter, la calidad y los rasgos que diferencian

a un vino de otro se ven realzados si las uvas

utilizadas han madurado de manera uniforme y

completa, para lo que es clave la viticultura de

precisión, en el sentido en que evita la variabili-

dad. No obstante, en sus conclusiones remarcó

la importancia de los suelos, su conocimiento y

su gestión. “Si deseamos abordar de manera más

edáfica la viticultura de precisión, nos habremos

de basar en el aprovechamiento de los constitu-

yentes del suelo que inciden directamente sobre el

comportamiento de las cepas”, apuntó. Para ello,

el sector cuenta con bases de datos de suelos,

sistemas de teledetección, sensores remotos en

suelo y sistemas para combinar esos datos esta-

dísticos, mapas...

Del suelo, al material vegetal. La intervención de

Xavier Rius dejó patente la necesidad de ela-

borar un mapa de suelo previo a la plantación

del viñedo, en el caso que sea posible, para se-

leccionar el patrón según el vigor potencial del

suelo, variedades y estilo de vino, puesto que “la

planificación inicial de la plantación es básica para

la rentabilidad del proyecto”.

Por su parte, Alfonso Calera y Beatriz López

abordaron, en sendas ponencias, el seguimiento

de la viña mediante sistemas de teledetección.

Al respecto, Calera expuso los últimos avances

tecnológicos (cámaras espectrales y térmicas, y

adelantos en la aviónica y la fotometría). “Esta

forma de acercarse a la cubierta vegetal con este

grado de detalle empieza a ser conocida como

teledetección próxima”, explicó el experto. A su

vez, Beatriz López expuso que gracias al avan

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8º ENCUENTRO TÉCNICO

ce de las nuevas tecnologías de la información

y comunicación (TIC) y su aplicación, en este

caso a la viticultura de precisión, es posible “te-

ner una información totalmente personalizada de

nuestra parcela, prácticamente en tiempo real, y

gracias a las nuevas aplicaciones en smartphones

o tablets, hacer que esa información sea muy sen-

cilla y práctica en su manejo”.

Una de las claves de la viticultura de precisión,

como quedó patente en toda la jornada, es su ca-

pacidad para racionalizar, desde la inversión, hasta

lo que se obtiene de la planta. En este sentido,

Luis Gonzaga y Victorino Martínez ahondaron

en cómo la viticultura de precisión permite una

gestión más eficaz de insumos como los fitosani-

tarios, herbicidas, abonado o riego.

No hay que perder la referencia de que el ob-

jetivo final de toda viticultura de precisión es la

obtención de vino/mosto de la mayor calidad po-

sible y en función de un ideal buscado. Al respec-

to, Pascal Chatonet introdujo la importancia de

la cartografía de antocianos (uno de los compo-

nentes polifenólicos más influentes o que tienen

una de las mejores correlaciones entre el análisis

y la evaluación sensorial) en el viñedo.

Asimismo, planteó la relación entre suelos y vigor

del viñedo, con la acumulación de antocianos y

qué herramientas de la viticultura de precisión

permiten su conocimiento y su gestión adecuada.

Asistentes en el Encuentro Técnico de la Fundación pra la Cultura del Vino

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8º ENCUENTRO TÉCNICO

Fernando Martínez de Toda moderó la mesa re-

donda “Lo que al viñedo se pide desde la bodega”,

en la que participaron Enrique Macías, Barba-

rá Sebastián y Roberto Frías. Martínez de Toda

expuso la necesidad de tener una previsión

temporal amplia, para poder tener un rango de

decisiones más extenso. Durante el debate, En-

rique Macías planteó los objetivos de la viticul-

tura de precisión en el ámbito de la edafología,

la climatología, la planta y el medio ambiente.

Por su parte, Bárbara Sebastián, con su interven-

ción puso en relieve la contradicción entre lo

que pide el enólogo a la viticultura de precisión

(uva de la mayor calidad posible) y lo que le

pide el gerente (uva lo más barata posible). Por

tanto defendió la necesidad de anticipar al máxi-

mo la inversión en viticultura de precisión, para

zonificar la plantación en inicio y así rentabilizar

más la inversión que conlleva. A su vez, Roberto

Frías ilustró sobre las posibilidades que ofrece la

viticultura de precisión y las herramientas exis-

tentes a la hora de tomar una de las decisiones

más importantes en el viñedo: determinar el

momento óptimo de la vendimia.

En definitiva, en el 8º Encuentro Técnico de la

Fundación para la Cultura del Vino, que contó

con la colaboración de New Holland, Sigfito,

Agromillora y La Semana Vitivinícola; así como

del Magrama, La Rioja Alta, Muga, Bodegas Te-

rras Gauda, Marqués de Riscal y Vega Sicilia;

concluyó que la racionalización que permite la

viticultura de precisión ha de ser aprovechada

por las bodegas para dotar a sus vinos (de todas

las gamas) de un mayor valor añadido y trasla-

dárselo así a los mercados.

Más información en www.culturadelvino.org

La viticultura de precisión ayuda a tomar una de las decisiones más importantes en el viñedo: determinar el momento óptimo de la vendimia.

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EL SABOR DE LOS GRANDES

El Sabor de los Grandes:Laurent-Perrier

Son nueve las ediciones celebradas de El Sabor de los Grandes. Nunca se había catado un

champagne y ya iba tocando. Era difícil seleccionar un vino que estuviera a la altura de los

catados en las anteriores ediciones; competir con D’Yquem, Petrús, Latour, Egon Müller,

oportos, Vega Sicilia o jereces no es tarea fácil. Un pugilismo civilizado, y con el nivel

acostumbrado año tras año no es misión para principiantes, ni para “recien llegados”.

Hasta ahora la Fundación para la Cultura del

Vino había centrado sus catas en denominacio-

nes de origen históricas (Burdeos, Oporto, Je-

rez…) y en bodegas igualmente históricas, pero

faltaba una region mítica y que desde el Siglo

XVII elabora uno de los vinos más complejos y a

la vez más conocidos del planeta: el Champagne.

LA MAISONY como representante de esta región france-

sa, la bodega Laurent-Perrier. Suelos pobres, un

clima difícil para la vid, orientaciones variadas...

muchos factores que llevarían a pensar que el vi-

ñedo de Champagne se ve desfavorecido. Pero

es en parte de ahí de donde proceden la calidad

y personalidad únicas de esta bodega.

La Maison Laurent-Perrier, fue fundada en 1812,

y se considera en la actualidad como una de

las marcas de Champagne más importantes del

mundo.

Laurent-Perrier es el resultado de la energía

desplegada por una familia dirigida primero por

Bernard de Nonancourt, promotor de la increí-

ble creatividad enológica de la Casa y después

por sus dos hijas, Stéphanie Meneux de Nonan-

court y Alexandra Pereyre de Nonancourt.

Por Alberto Coronado

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EL SABOR DE LOS GRANDES

Cada uno de los champagnes Laurent-Perrier es

el resultado de un acto de audacia, de un im-

pulso creativo y de la búsqueda del placer para

responder a las aspiraciones de una época que

reclama experiencias nuevas y auténticas.

Las diferentes cuvées de esta casa poseen su

propia historia y personalidad, pero todas ellas

están unidas por un estilo común, caracterizado

por la frescura, la pureza y la elegancia. El equipo

dirigido por Michel Fauconnet, jefe de bodega,

es la mejor garantía del estilo de la Casa.

La frescura, la pureza y la elegancia, son el se-

llo inconfundible de Laurent-Perrier, y los vinos

representados en la cata hablaban por sí mis-

mos de estos atributos. Sus notas de cítricos y

frutos blancos, así como su excelente equilibro

sostenido por una sutil efervescencia y su per-

sistencia aromática, le permiten acompañar los

platos más delicados así como disfrutar de un

Champagne distinguido y plagado de matices.

La cata constaba de los 7 champagnes más re-

presentativos de la casa. De los más “sencillos” a

los más complejos, y con una sorpresa como fue

Les Réserves Grand Siécle, una edición especial

limitada, creado para celebrar el bicentenario de

la fundación de la casa.

LA CATAEstábamos convocados a las 11 de la mañana,

y tras el paso de los invitados por el photocall

dispuesto a la entrada del Salón Real del Casino

de Madrid, y las oportunas presentaciones, co-

menzó puntualmente la ansiada cata. Las copas,

los manteles, los dossieres y todo el material es-

taba colocado minuciosamente sobre las mesas,

y tras una introducción de Michel Fauconnet

sobre la historia de la bodega y de sus vinos, los

camareros comenzaron el esperado servicio de

los champagnes.

El primero de ellos fue el Laurent-Perrier Ultra

brut. Un vino sin artificios, elaborado con Char

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EL SABOR DE LOS GRANDES

donnay y Pinot Noir casi al cincuenta por ciento

–55% y 45% para ser más precisos–. Un Cham-

pagne sin maquillajes, “desnudo”, sin adición de

azúcar y con un envejecimiento de cuatro años,

que se engloba dentro de la categoría de los

“Brut Nature”. Es muy apropiado para que el

aficionado moderno descubra y aprecie el len-

guaje sutil del Champagne en general y de esta

casa en particular.

Es un champagne de color amarillo muy cris-

talino, y aroma intenso y complejo con notas

de cítricos, fruta blanca y de flores (madresel-

va). Con mucha frescura y delicadeza. Las notas

florales, frutales y minerales se entremezclan,

formando un conjunto muy bello y con un final

largo sin saturar.

El siguiente Champagne que pudimos catar

fue el Laurent-Perrier Brut. Si el Champagne

de añada es característico de una cosecha, el

brut sin añada es característico del estilo de una

Casa. Todas las cualidades de frescura, de elegan-

cia y de equilibrio de los vinos Laurent-Perrier

están reunidas con constancia en el Brut L-P.

Este champagne envejece un promedio de tres

años; algo más del doble de tiempo que exige la

denominación. Al vino se le añade una pequeña

proporción de azúcar (12 gr/l) lo que le hace

destacar su equilibrio y frescura. Tras este “do-

sage” el vino reposa tres meses más antes de

ser expedido.

El color que presenta es oro pálido, con un rosa-

rio de burbuja muy fina y persistente. Su aroma

La frescura, la pureza y la elegancia, son el sello inconfundible de Laurent-Perrier, y los vinos representados en la cata hablaban por sí mismos de estos atributos.

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EL SABOR DE LOS GRANDES

es fresco, delicado y de gran complejidad, con

las notas de cítricos y de fruta blanca y de hue-

so. En la boca es fresco y aparentemente ligero,

es expresivo y con una evolución hacia aromas

frutales y de panadería. De gran persistencia. Es

ideal para acompañar platos de pescado, maris-

co o carnes blancas.

A continuación se sirvió el Laurent-Perrier

Brut Millésimé 2002. En un principio estaba pro-

gramada la añada 2004. Pero Michel Fauconnet,

en su afán de ofrecer las mejores botellas de la

bodega, cambió a una añada pretérita. Nunca su-

pimos cómo sabía la añada 2004, pero el cham-

pagne que pudimos catar era de una calidad

excepcional y con un potencial, tanto aromático

cómo de envejecimiento, muy evidentes.

Este champagne sí que estaba elaborado al

50% con uva Chardonnay y Pinot Noir y re-

flejaba nítidamente las características de cada

una. El potencial aromático de la Chardonnay

era grandioso con notas de flor de acacia o cí-

tricos, apuntalado con la fuerza y mineralidad de

la Pinot. El color del vino ya evolucionaba a to-

nos más dorados que sus predecesores, con una

potencia en la nariz muy contundente y fresca

con notas de piña o ciruela. El ataque es fran-

camente agradable, muy equilibrado y redondo,

persistente y con un final muy fresco y complejo

con recuerdos a melocotón blanco.

El Cuvée Rosé Brut, que fue el siguiente cham-

pagne a catar, ya era un cambio o, mejor dicho,

una transición en la secuencia de la cata. Aho

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EL SABOR DE LOS GRANDES

ra íbamos a catar dos champagnes rosados de

auténtico gozo. El primero es uno de los pocos

champagnes rosados obtenidos por maceración,

lo que le proporciona una notable vinosidad. So-

lamente observar la botella de tipo escudo que

data de tiempos de Enrique VI ya es todo un

placer visual. Se elabora a partir de la uva de

10 diferentes viñedos, procedentes de los más

bellos terruños de Champagne.

La maceración dura tres días y permite extraer

el color y toda la riqueza aromática de la Pi-

not Noir. La base de este champagne se obtie-

ne mediante sangrado y no únicamente por la

mezcla de vinos tintos y blancos. Tiene un enve-

jecimiento mínimo de cuatro años.

Posee un elegante color asalmonado y un aro-

ma fresco y franco, con una ámplia gama a frutas

rojas (fresa , grosella, frambuesa y cereza negra).

Su extraordinaria frescura es la sensación domi-

nante. La fruta domina en la boca, con una evo-

cación a fruta roja, a guinda, fresa y frambuesa.

Ideal para acompañar la comida asiática, carnes

frías, aves o quesos.

Alexandra Rosé Brut 2004. En 1987, Bernard

de Nonancourt aprovechó la celebración de

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EL SABOR DE LOS GRANDES

la boda de su hija mayor, Alexandra, para crear

este champange rosé con añada, el cual expre-

sa los más altos estándares de la casa. Laurent-

Perrier, que también elabora champagne rosé sin

añada, decidió producir una cuvée rosé de lujo,

especial y exclusiva que ocupa un especial nicho

dentro de su gama.

La selección de parcelas y viñas de Chardonnay

y Pinot Noir fue extremadamente estricta. Du-

rante la maceración de las uvas de Pinot Noir, se

añadió una pequeña cantidad de Chardonnay. El

delicado Chardonnay, mezclado con Pinot Noir,

da lugar a un vino único y complejo aromática-

mente. El envejecimiento es de ocho años.

Tiene un delicado color pálido (rosa salmón),

con un precioso anillo de burbujas. Olfativamen-

te es complejo, con un toque a fresas salvajes,

mermelada de grosella roja, seguido de notas

cítricas endulzadas. Con una elegante finura en

la boca, muestra una gran mineralidad. Su suavi-

dad y seca textura conducen a un largo final con

sabor a baya.

Laurent-Perrier Brut Grand Siècle fue el si-

guiente y último champagne, y en estos mo-

mentos ya estábamos preparados para la “gran

sorpresa”. Ya la presencia física de la botella im-

presionaba por su elegancia y su belleza. En este

cuvée prestigio de Laurent-Perrier se combinan

dos conceptos: lo mejor de los diferentes viñe

Laurent_Perrier Brut Grand Siècle tiene un color amarillo dorado radiante y luminoso, con aromas sutiles a miel, avellana, almendra tostada y panadería.

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EL SABOR DE LOS GRANDES

dos y la combinación de los diferentes años. El

resultado no podía ser más elocuente y distin-

guido. Esta es la cuvée champanesa por exce-

lencia. Grand Siècle es el fruto del assemblage

de vinos complementarios provenientes de los

viñedos más prestigiosos y de los años particu-

larmente bien logrados que Laurent-Perrier ha

escogido como añadas.

Con un coupage de Chardonnay y Pinot Noir

de los mejores viñedos de la bodega, tiene un

color amarillo dorado radiante y luminoso, con

aromas sutiles a miel, avellana, almendra tosta-

da y panadería. Su fuerza y redondez, hacen de

este champagne uno de los mejores ejemplos

de la afamada reputación de una región y de

una casa centenaria. Toda la sabiduría puesta al

servicio del gran placer.

Les Réserves Grand Siècle nº571J fue el gran

acontecimiento de esta edición de El Sabor de

los Grandes. Se mantuvo en secreto este cham-

pagne, hasta la hora de ser servido. El enigma

merecía ser descubierto a su debido tiempo

y en su justo momento. Y ese momento había

llegado.

Cuando se embotelló el primer Grand Siècle

en 1959, un pequeño número de botellas se

guardó celosamente, boca abajo, en una recón-

dita galería de la bodega conocida como “Gale-

rie des Moines” o “Galería de los Monos”.

Para celebrar el Bicentenario de la Casa y como

un tributo a Bernard de Nonancourt, el hombre

que creó Grand Siècle, Laurent-Perrier decidió

lanzar una edición especial limitada del más sim-

bólico de sus vinos: el Cuvée nº 571J.

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EL SABOR DE LOS GRANDES

Esta cosecha excepcional se lanzó bajo el nom-

bre de “Les Réserves Grand Siècle”.

Les Réserves Grand Siècle nº571J se ha guar-

dado durante 16 años en las cavas, antes de ser

traspasado manualmente a las estanterías tradi-

cionales. Esta cosecha se ha lanzado sólamente

una vez, en un número limitado de magnums.

Compuesto por Chardonnay y Pinot Noir espe-

cialmente cultivadas en diez de los más presti-

giosos viñedos de Champagne, este cuvée es una

mezcla de las tres mejores añadas de Laurent-

Perrier : 1995 (para el equilibrio), 1993 (para su

finura) y 1990 (para su carácter generoso).

Es un vino de color dorado luminoso, y con suti-

les aromas de miel, avellanas y almendras tosta-

das, subrayando la profundidad de su madurez.

Un agradable ataque que pone de manifiesto un

bien equilibrado vino y un largo postgusto, con

acabado sedoso y toques cítricos.

El etiquetado se ha hecho enteramente a mano

y se ha diseñado especialmente para esta edi-

ción limitada. El cerramiento de corcho, el ca-

buchón (grabado especialmente con el número

del cuvée) y la funda hecha por un maestro ta-

picero para el característico cuello de cisne de

la botella, hacen de este Réserves Grand Siècle

una auténtica pieza de museo.

Con el maravilloso broche final que aportó este

Grand Siècle acabamos la novena edición de El

Sabor de los Grandes. Pocas oportunidades se

presentan de hacer una cata vertical de los me-

jores vinos de una bodega mítica, comentados

por sus máximos responsables y en un entorno

tan distinguido como el Casino de Madrid.

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NOTICIAS DE LA FUNDACIÓN

Durante este año la FCV ha organizado

varias catas que, precedidas por una con-

ferencia sobre la importancia del vino en

la economía y la cultura españolas, han

tenido un gran éxito.

Esta actividad se ha impartido en las

escuelas de negocios Aliter (dentro del

curso superior de “Mujer y Liderazgo”)

e Instituto de Empresa (tanto para los

alumnos miembros del Club del Vino

como para antiguos alumnos); en la Es-

cuela Diplomática, y para un grupo de

parlamentarios, miembros de la Asocia-

ción de Parlamentarios por la Cultura de

la Viña y el Vino.

Esperamos seguir desarrollando esta acti-

vidad que tiene tan buena acogida.

Esta vez el Encuentro Técnico que orga-

niza anualmente la Fundación se celebra-

rá en la bodega La Rioja Alta en Haro, La

Rioja, el próximo día 29 de mayo y tratará

sobre “El mercado británico del vino”.

Para más información escribir a

[email protected]

Catas

Encuentro Técnico:

“El Mercado Británico del Vino”

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NOTICIAS DE LA FUNDACIÓN

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Los días 30 y 31 de mayo se celebrará

en la Bodega Muga de Haro la 1ª Master

Class que organiza en España The Institu-

te of Master of Wine, junto con la Funda-

ción para la Cultura del Vino.

Ya están cubiertas todas las plazas de asis-

tencia y en la Fundación tenemos abierta

una lista de espera para futuras ediciones.

[email protected]

El pasado 25 de febrero se presentó un

nuevo recorrido temático por la colec-

ción permanente del Museo Thyssen-

Bornemisza que, preparado en colabora-

ción entre el Museo y la Fundación para

la Cultura del Vino junto con el Museo

Thyssen puede descargarse de las pági-

nas web de ambas instituciones.

Más información escribiendo a

[email protected] y

[email protected]

Primera Master Class en España de

The Institute Of Masters Of Wine

Recorrido:

“El vino en la colección Thyssen-Bornemisza”

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