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La democratización, el desdoblamiento del Espíritu Absoluto, o la ideología política hegemónica del capitalismo tardío (Una argumentación a partir del caso de El Salvador) Vicente Moctezuma Mendoza

democracia y violencia

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La democratización, el desdoblamiento del Espíritu Absoluto,

o

la ideología política hegemónica del capitalismo tardío

(Una argumentación a partir del caso de El Salvador)

Vicente Moctezuma Mendoza

Mayo 2007

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Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días, marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal. [...] No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo.

Walter Benjamín, Tesis sobre la historia.El mecanismo de la ideología

Hay que reconocer, guiados por Etienne Balibar y Slavoj Zizek, que la tesis marxista que formula que las ideas

dominantes de una época son las ideas de la clase dominante, no es del todo precisa; más aún, ésta necesita ser

reformulada, de hecho, la afirmación podría ser más asertiva si se plantea que: las ideas dominantes no son

precisamente las ideas de aquellos que dominan.

Zizek explica que las ideas dominantes se constituyen a través de dos distintos contenidos, el primero

que incorpora una serie de motivos y aspiraciones fundamentales de los oprimidos, de modo que la mayoría

explotada/oprimida pueda reconocer en ellas sus anhelos auténticos, y el segundo contenido que es la

“distorsión” del primero generada por las relaciones de dominación y explotación; en este segundo momento se

opera una articulación concreta que lima las asperezas subversivas de los contenidos para volverlos compatibles

con las relaciones existentes de dominación.1

La lucha por la hegemonía ideológica se debate en el hecho de lograr presentar un contenido, que es en

sí mismo particular, como el contenido universal como tal, en sus palabras: “el Universal adquiere existencia

concreta cuando algún contenido particular comienza a funcionar como su sustituto.”2

Lo que hay que tener claro, es que lo realmente ideológico no es un contenido universal determinado,

sino la articulación en la que un contenido universal queda representado por un contenido particular específico.

Para poner un ejemplo preciso, pensemos en el fascismo: el anhelo de una auténtica solidaridad comunitaria y

social, no guarda en sí mismo de manera soterrada un ideal reaccionario y fascista, lo realmente fascista es cómo

el trabajo ideológico puede elaborar y transformar dicho anhelo (el Universal) “convirtiéndolo en el texto ideológico

explícito que continúa legitimando las relaciones sociales de explotación y dominación” 3 (el contenido particular).

Así el que el vínculo entre el contenido particular y el Universal sea contingente, nos habla de una lucha política

por la apropiación del significado, una lucha política por lo que constituyen los anhelos sociales y quién es capaz

de representarlos.

Pero todo esto, ¿Qué nos dice sobre la democracia?

¿Amanece...?

Nadie que considere la historia de este siglo en que sólo un puñado de los estados que existen hoy han surgido o sobrevivido sin experimentar revoluciones, contrarrevoluciones, golpes militares o conflictos civiles armados, apostaría por el triunfo universal del cambio

1 Slavoj Zizek, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política., trad. Jorge Piatigorsky , Argentina, Paidos, 2001, (espacios del saber 20) p. 198 2 Slavoj Zizek, Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional, trad. Moira Irigoyen, Argentina, Paidos, 2005 (espacios del saber 6) p. 1393 Idem., p. 140

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pacífico y constitucional, como predijeron en 1989 algunos eufóricos creyentes de la democracia liberal. El mundo que entra en el tercer milenio no es un mundo de estados o de sociedades estables.

Eric Hobsbawn, Historia del siglo XX.

El 16 de enero de 1992, en el Castillo de Chapultepec de la Ciudad de México, en México, fueron finalmente

firmados los acuerdos de paz con los que se buscó poner fin a la violencia política (masiva) vivida en El Salvador,

los acuerdos se tranzaron entre las fuerzas políticas insurrectas, el FMLN (Farabundo Martí de Liberación

Nacional) y el gobierno salvadoreño.

En términos políticos, este acontecimiento quedaría inscrito en el proceso que se ha tendido a (mal)

llamar la transición a la democracia. El movimiento insurreccional propiciaría el fin del régimen autoritario en El

Salvador que caracterizó su vida política durante casi todo el siglo XX, inaugurando una época de

democratización de las instituciones políticas salvadoreñas.4

En este contexto, Boutros Ghali, secretario general de la ONU quien presidió la firma del documento de

paz definitivo, afirmó una frase que no escatima en su pretendido tono providencial: “Así termina la larga noche

de El Salvador”.5

Hoy, al cabo de 15 años de la firma de los acuerdos de paz. El Salvador no es, de ninguna forma, un país

donde prevalezca la tranquilidad y el bienestar social, muy al contrario, la violencia sigue corroyendo el tejido que

cohesiona a la ya desgarrada sociedad salvadoreña, una violencia social producto de condiciones de

marginación, exclusión y opresión que no sólo siguen operando en el país sino que en muchos sentidos se

agravan; y no podemos pasar por alto el hecho de que las condicionantes de dicha violencia pasan

necesariamente por el orden político, por un accionar de la institución de instituciones encargada de organizar la

reproducción de la vida en el orden social (el Estado), que privilegia una forma de reproducción de la sociedad,

adicta a la desigualdad y discriminación como base estructural de su sistema.6

Siguiendo la costumbre que se ha impuesto de argumentar con cifras y datos cuantificables, a razón de

no caer tan fácilmente en el dominio de nociones abstractas que albergan obscuros fines políticos como

alienación, explotación y por supuesto pobreza (más allá de la percepción cuantificable de dólares por día) entre

otros; aquí van unos datos sobre el pulgarcito “democratizado”:

1. El porcentaje de pobreza en el Salvador, en 2004, en términos de hogares llegaba a alrededor de 35%, durante los años anteriores la tendencia había sido a la baja, sin embargo, en el rubro de pobreza relativa, hubo un incremento frente al año anterior. Por otra parte, más allá de que uno pueda poner en cuestión las herramientas de cuantificación de la misma, el mismo Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera que es posible que la pobreza este subestimada.7

4 Mario R. Vázquez, Del desafío revolucionario a la reforma política. El Salvador, 1970-1992. pp. 195-227 en Ignacio Sosa (coord.) Insurrección y democracia en el Circuncaribe, México, UNAM, 1998, (Serie Nuestra América, 58) p. 2265 Alain Rouquié, Guerras y paz en América Central., trad. Daniel Zadunaisky, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, (Política y derecho) p.323 6 ¿Qué es el fenómeno de las Maras sino el síntoma del fracaso del desarrollo “democrático” de los últimos años, en el El Salvador, el fracaso de los Acuerdos de Paz? 7 Global Policie Network. Desempeño económico y del mercado de trabajo en el Salvador, p.9. Consultado en www.gpn.org/data/elsalvador/el-salvador-es.pdf el 17 de mayo del 2005 p.9

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2. En 2004, en el informe mundial del PNUD, que mide el desarrollo humano de 177 países, El Salvador aparece en la posición 104, en el siguiente informe aparecerá un lugar detrás.8

3. En lo relativo a la distribución del ingreso para 2002, el 20% de la población más pobre del país recibió 2.7% del total de los ingresos, mientras el 20% de la población más rica recibió el 56.9% de los ingresos y la tendencia es al incremento de la diferencia.9

4. En 1994 y 1995, hubo 150 y 160 homicidios por cada 100 mil habitantes, convirtiéndose en el país más violento de América Latina en términos de asesinatos. En el 2005, la cifra total de homicidios fue de 3,761 (54.71 por cada 100 mil habitantes) convirtiéndose nuevamente en el país más violento de la región.10

5. En 1980-1984, las remesas de los emigrantes apenas representaban el 1.5% del valor de las exportaciones de productos primarios y el 5.8% de las exportaciones de café; en los noventa llegaron a representar el 11.2% del PIB y alcanzaron un valor casi tres veces superior a las exportaciones de café. Para el año 2002, las remesas alcanzaron un monto total de 1,968 millones de dólares, lo cual equivale al 91% del déficit total de la balanza comercial. 11

6. Según los datos del PNUD (para 2006) el gobierno de El Salvador gastó más del 11% del PIB en seguridad, cifra que duplica el presupuesto dedicado a educación y salud que en conjunto sólo sumaron el 4.8%.12 El país es el segundo receptor más grande de ayuda militar y es el onceavo en la lista de compra de armas, adquiriendo un total de 46.8 millones de dólares en armamento entre el año 2000 y el 2003.13

Todavía se preguntará, pero todo esto ¿Qué nos dice sobre la democracia?

Democracia... ¿Y la violencia?En El Salvador la violencia no será tan sólo la partera de la HistoriaSerá también la mamá del niño-pueblo,[...]Y como hay que ver la casa pobreLa clase de barrio marginalDonde ha nacido y vive el niño-puebloEsta activa mamá deberá ser también La lavandera de la historiaLa aplanchadora de la HistoriaLa que busca el pannuestro de cada día De la Historia[...]Porque sinoEl niño-pueblo seguirá chulónApuñalado por los ladrones más condecoradosAhogado por tanta basura y tanta mierda

Luis Luna [Roque Dalton] La Violencia Aquí

Marx en algún momento escribió que la “así llamada evolución histórica reposa en general en el hecho de que la

última forma considera a las pasadas como otras tantas etapas hacia ella misma y dado que sólo en raras

ocasiones [...] es capaz de criticarse a sí misma [...] las concibe de manera unilateral.” 14 Así también la llamada

democratización se celebra como un momento de madurez inigualable de la sociedad, como el ordenamiento

político en el cual es finalmente posible resolver las diferencias políticas por otros medios que el de la vía violenta,

8 Globlal Policie Network: Country report, El Salvador. Consultado en www.gpn,org el 17 de mayo de 20079 Globlal Policie Network, global labor market database: El Salvador, p. 5. Consultado en www.gpn.org/data/elsalvador/el-salvador-data.pdf el 17 de mayo del 2007.10 Alai Celia Medrano, El Salvador –15 años después de firma de Acuerdos de paz ¿tenemos motivos para celebrar?. 5 de febrero de 2007 consultado en http://www.alterinfos.org/spip.php?article848 el 17 de mayo de 200711 PROCESO, INFORMATIVO SEMANAL, EL SALVADOR, C.A. Año 23,número 1039, marzo 5, 2003. Consultado en http://www.uca.edu.sv/publica/proceso/proc1039.html. el 17 de mayo de 200712 Fernando M. López, El Salvador: de los escuadrones de la muerte al TLC., revisado en www.rebelion.org/noticia.php?id=31236 el 17 de mayo de 200713 Alai Celia Medrano, op. cit., 14 Marx citado de Daniel Bensaïd, Una mirada a la historia y la lucha de clases pp. 247-261, en Atilio A. Boron, Javier Amadeo y Sabrina González (comp.), La teoría marxista hoy problemas y perspectivas, Buenos Aires, CLACSO, 2006, (colección campus virtual) p. 251

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es decir, diría Rouquié, se dejaría la violencia como un mecanismo de resolver los diferendos sociales 15, o en

palabras de Ignacio Sosa:

Las fuerzas emergentes comprendieron que las sociedades, al democratizarse, crean nuevos espacios para la participación política en que las armas ya no pueden seguir decidiendo la suerte de todos.16

Sin embargo, interpretar así la resolución del conflicto armado en El Salvador, así como el tiempo que

esta resolución inaugura, plantea serios problemas y puntos ciegos, relativos al problema de la violencia y el

orden político-social, así como al problema mismo del significado de este ordenamiento llamado “democrático”.

Esta visión, de la llegada de la “democracia” que podemos llamar, por lo menos, optimista, pero que no

es menos ideológica, pasa por alto la dialéctica de la violencia subyacente a cualquier ordenamiento político y

peor aún la crueldad específica del aquí revisado.

El ejercicio del poder en cualquier orden social presenta el problema de la violencia desde el momento

mismo de la consolidación de un derecho u orden legal como tal, en su imposición misma, así como en el

desarrollo de una fuerza legal, codificada, de un derecho a ejercer la violencia. En otro nivel la dialéctica de la

violencia se representa en la lucha de poderes y contrapoderes, no se debate únicamente en la sucesión

episódica o no, de momentos de violencia y contraviolencia, pues su eficacia en muchos casos depende del

poderío de sus justificaciones simbólicas, entendamos ideológicas. Y en un tercer nivel, no se puede desconocer,

que la violencia se presenta también mediante formas menos tangibles, más idealistas, más suaves, pensemos

en los discursos del poder, en la educación, en la información mediática.17

En las interpretaciones esbozada hay dos ejercicios de concesión (de olvido) que en pos de la objetividad

no podemos pasar por alto: Olvidar la violencia implícita en los ordenamientos sociales, es olvidar la historia de

los mismos, implica un fuerte ejercicio de abstracción, saltar la brecha que divide un orden ideal con el orden real,

para decirlo sintéticamente en este caso: implica equiparar “la democracia a una mera forma de gobierno.”18 La

segunda concesión consiste en olvidar que el ejercicio del poder en El Salvador, fue (es) específicamente cruel.19

Habría que revisar la genealogía de la “democracia” en El Salvador20, para poder situar en su dimensión

los acuerdos más allá de lo dicho por sus protagonistas: El comandante Shafik Nadal, en la ceremonia de la firma

15 Alain Rouquié, “Guerras y paz...” op.cit. p.32416 Ignacio Sosa (coord.) Insurrección y democracia en el Circuncaribe, México, UNAM, 1998, (Serie Nuestra América, 58) p. 4617 Etienne Balibar, Violencias, identidades y civilidad. Para una cultura política global., Barcelona, gedisa, 2005, (Serie culturas) pp. 101-12018 Ver Elias Palti, verdades y saberes del marxismo, Reacciones de una tradición política ante su “crisis”., Bueno Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 232 (sección de obras de filosofía) 19 El conflicto salvadoreño generó alrededor de 75,000, muertos; la distribución de la masacre entre las fuerzas combatientes, sin embargo, no fue equitativa (lo que a mi parecer deslegitima el que el conflicto sea considerado una guerra civil como lo estiman autores de la importancia de Rouquié, es una lucha entre un sector de la población y las fuerzas armadas leales al Estado): en el informe de la Comisión de la Verdad realizado por la ONU entre 1992 y 1993, de un registro de 22 000 denuncias de graves hechos de violencia ocurridos entre enero de 1980 y julio de 1991 85% de los casos se atribuyen a agentes del Estado, a grupos paramilitares aliados a éstos y a escuadrones de la muerte, y sólo el 5% de los casos se atribuyen al FMLN. (Informe de la comisión de la verdad para El Salvador (ONU, San Salvador-Nueva York (1992-1993), De la locura a la esperanza. La guerra de 12 años en El Salvador., p. 41 revisado en portal de Internet, de la ONU en El Salvador.)20 Por motivos de espacio este ejercicio no se puede hacer a cabalidad aquí pero recomiendo la lectura de el artículo de Mario R. Vázquez. “Del desafío revolucionario a...” citado anteriormente.

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de los acuerdos en México, dijo a nombre del FMLN, que el conflicto salvadoreño terminaba “sin vencedores ni

vencidos.”21 Pero como afirma Mario R. Vázquez:

Lejos de representar un mero balance de fuerzas entre “revolución y “contrarrevolución”, […la “democracia”…] en El Salvador fue producto de una serie de acuerdos y modificaciones graduales iniciados en 1979 con la participación de diferentes fuerzas y grupos de presión –la Fuerza Armada, organizaciones civiles, partidos políticos de diverso signo, los ejércitos revolucionarios y sobre todo la misma derecha oligárquica- bajo la tutela de la comunidad internacional y, por supuesto, la estricta vigilancia –así como también el sustancial financiamiento [e involucramiento militar]- del gobierno de Estados Unidos.22

En términos generales lo que se debe señalar es que la “democracia” no arriba con la firma de los Acuerdos de

Paz, en 1992, tampoco con las negociaciones al conflicto, estos son los pasos que la llevan a su consolidación

como régimen reconocido por todas las fuerzas políticas del país, pero sus primeros brotes, los que le dan un

cause específico son inextricables de los primeros años de la guerra. Así, la génesis de la democracia si bien la

podemos reconocer en los anhelos populares, en la aspiración de los revolucionarios o de los reformistas

congruentes, su aprehensión en una forma de gobierno concreta que pretende representarla, la veremos en

manos de las fuerzas políticas que se hicieron del poder desde el golpe de Estado que tiró al general Romero, al

lado de la Democracia Cristiana, respaldando a las fuerzas armadas, a las fuerzas policíacas, a los grupos

paramilitares, a los escuadrones militares ilegales (todos ellos sabemos bien, homicidas), con la complicidad, en

un primer momento forzada, del nuevo partido de la oligarquía Alianza Republicana Nacionalista y de la mano

siempre de los Estados Unidos.

La democracia fue una más de las respuestas contra la lucha revolucionaria, y no es de extrañar que en

pleno conflicto, el gobierno impuesto haya convocado a elecciones, al mismo tiempo que daba la espalda al

diálogo exigido por las fuerzas insurrectas después de la (poco profética) “ofensiva final”.23 En pocas palabras, las

elecciones de 1982 con las cuales se inaugura la marcha de la democracia actual en el salvador, sirvieron como

mecanismo para desconocer la legitimidad de las fuerzas rebeldes,24 para evitar la negociación con una fuerza

21 Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, op.cit., p.32422 Mario R. Vázquez “Del desafío revolucionario a...” op. cit., p. 19523 Tras la “Ofensiva final”, las fuerzas del FMLN que tenían un importante control sobre el territorio, y mantenían una lucha férrea y aguerrida poniendo continuamente en crisis la capacidad del ejército gubernamental por preservar el control con sus propios medios, comenzaron a exigir un diálogo con el gobierno para participar del gobierno provisional de la “segunda Junta”, (Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, op.cit., p. 191) durante años, los suficientes para consolidar el nuevo orden del Salvador, el gobierno evadió la negociación seria.24 La respuesta contra el diálogo fue el proceso que constituyó el primer paso para la consolidación del nuevo orden, se empieza a dar cabida al ordenamiento “democrático”. El objetivo principal es legitimar el gobierno reformista regularizando la situación política para descartar cualquier pretensión de poder dual por parte del FMLN. Así, el ejército optó por la democracia con el fin de justificar la guerra que estaba librando. En palabras de Rouquié: “El ejército de torturadores y masacradores se [...convertió...] en una fuerza al servicio de la democracia [subrayado mío] y las reformas iniciadas por ésta.” (Alain Rouquié, “Guerraz y paz...” p.246) Y la intervención del FMLN para evitar los comicios le hizo juego a la estrategia norteamericana que logró presentar El Salvador como una democracia sitiada por la subversión. (Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”p. 193) De éste modo se buscó desprestigiar “la adopción de la violencia por grandes sectores populares como un lenguaje propio para reivindicar sus aspiraciones sociales […que fue la…] respuesta a la violencia originaria, la injusticia estructural del orden oligárquico. (Mario R. Vázquez “Del desafío revolucionario a...” p. 207) Ver Daniel Siegel y Joy Hackel, El Salvador, La nueva visita de la contrainsurgencia en Michael t. Klare y Meter Kornbluh. (coord.), Contrainsurgencia, proinsurgencia y antiterrorismo en los años 80. El arte de la guerra de baja intensidad., trad. Argelia Castillo, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Editorial Grijalbo, 1990 (Los Noventas 45) pp. 165-168

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política que, en clara desventaja numérica y económica, podía poner en jaque al ejército nacional, contando con

el respaldo de amplísimos sectores de la población.25

Es así que el inicio de la democracia, si bien responde a anhelos legítimos de la población salvadoreña

su articulación concreta, su institucionalización histórica, se da como parte de una estrategia múltiple de

contención de la lucha revolucionaria.26 La lucha contrainsurgente promovida por Reagan y que seguirán los

regimenes Salvadoreños, por el benefició económico, militar27 y podemos decir moral que E.U. representaba28

planteaba en términos generales tres puntos interrelacionados: 1) La imposición del terror social, el

desbordamiento de la violencia por la crueldad, traducido en el exterminio de la disidencia política radical: la

posición por una transformación real (más allá del capital como su limite estructural) de la sociedad.29 2) Una serie

de prácticas reformistas, así como el fomento a la economía salvadoreña.30 3) Reemplazar el régimen militar con

un gobierno civil que se convirtiera en una “tercera fuerza”.31 Papel que será cubierto en un primer momento por

la Democracia Cristiana y posteriormente por ARENA.

Democracia… ¿Y la democracia? El movimiento de la humanidad camina hacia la libertad. Nosotros lo hemos visto en El Salvador, lo hemos visto en Afganistán y creo que lo veremos en Irak.

Donald Rumsfeld, de visita en El Salvador, 2006.

¿Cómo llamar los últimos veinte años del siglo si no segunda Restauración? [...] una restauración nunca es otra cosa que un momento de la historia que declara imposibles y abominables las revoluciones, y tan natural como excelente la superioridad de los ricos.

Alain Badiou, El siglo.

25 Un carácter sumamente importante que se debe destacar de las organizaciones insurrecciónales salvadoreñas, y sin el cuál no se puede entender su fortaleza militar, es que éstas lograron constituir una muy importante base social con asociaciones campesinas, gremios estudiantiles, sindicatos obreros y multitudinarios frentes de masas; debemos destacar además, la alianza de los guerrilleros con sectores eclesiásticos revolucionarios que contaban con un importante trabajo organizativo en diferentes zonas rurales. (Mario R. Vázquez “Del desafío revolucionario a...” p. 205) 26 Las campañas electorales de 1982, 1984 y 1985 “apuntalaron el intento de la administración de Reagan de encaminar a El Salvador hacia una democracia constitucional limitada [subrayado mío].” (Daniel Siegel y Joy Hackel, “El Salvador, La nueva visita de la contrainsurgencia...” op.cit., pp. 165-166)27 “Entre 1980 y 1987, Estados Unidos entregó cerca de mil millones de dólares a las fuerzas armadas de El Salvador. En esos años, la ayuda estadunidense expandió la dimensión de los militares y las fuerzas de seguridad de 12 mil a más de 53 mil hombres, muchos de los cuales fueron entrenados por los asesores estadunidenses. (Idem., p. 152) 28 No olvidemos el gesto del presidente José Napoleón Duarte de besar la bandera norteamericana en una visita importante a dicho país.29 “En 1984, un diplomático estadunidense afirmó que el objetivo de las maniobras de los escuadrones de la muerte es que ‘nadie tenga ideas en la cabeza’”. (Idem., pp. 150-151) 30 La dosis masiva de ayuda económica entregada a El Salvador por parte del gobierno norteamericano convirtió a El Salvador en tercer país receptor de fondos estadounidenses. (idem., p. 162)31 (Idem., pp. 147-148)Ignacio Sosa, afirma temerariamente que: “La democratización de los países del Circuncaribe ha sido obra de sus propias fuerzas políticas y no de presiones externas, como lo afirman los actuales políticos estadounidenses. (Ignacio Sosa, “Presentación...”., p 23) Pasando por alto (por lo menos en el caso del Salvador, pero creemos que es más extensivo en el Circuncaribe), que Estados Unidos lejos de representar una “presión” externa, fue una fuerza política activa en el conflicto, tanto impidiendo el triunfo militar de los guerrilleros, con asesoría, adiestramiento y apoyo económico, como utilizando la coacción económica como condicionante de las políticas emprendidas por las fuerzas políticas contrarrevolucionarias. Ninguno de los autores que hemos revisado sobre el tema, deja de reconocer el preponderante papel del gobierno norteamericano en el desarrollo del conflicto Salvadoreño. Ver los datos presentados en las notas 27 y 30. Así como el hecho de la presión ejercida por Norteamérica para que la derecha, ganadora en las elecciones de 1982, con 30% de Arena y 19% del PCN, no escogiera al mayor Roberto d’Aubuission como presidente. (Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, p. 193 y 247)

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El proceso de diálogo y negociación se extendió durante varios años, el primer encuentro entre las partes se

remonta a 198432 y si bien durante todo su transcurso es claro que ambos bandos tienen que ceder, también es

cierto que no se encuentran en una posición de negociación simétrica, los cambios operados durante casi una

década evidentemente habían transformado ya el orden político y social en El Salvador. Así cuando el diálogo se

da en serio, ya están las coordenadas del nuevo orden establecido legal y fácticamente 33 y serán acaso, sólo

algunas reformas sobre dicho orden particular lo que se debata.

La resolución del conflicto, en última instancia, implicó el abandono de una serie de nociones y de

principios o anhelos que, convocaron a la movilización popular, “la adopción de aquellos principios doctrinarios

[marxismo-leninismo] dotó al movimiento de singular coherencia orgánica y temple combativo, afianzó sus bases

obreras y campesinas, orientó la formulación de un programa de transformaciones...”34 Pero para la hora de los

acuerdos el momento ideológico ya era otro, en la lucha que se libró durante la segunda mitad del siglo XX, la

representación de las aspiraciones populares por la ideología socialista fue derrotada.35 Así a la hora de la

negociación los insurrectos no sólo abandonan las armas, sino también las “purezas ideológicas” 36, desdeñadas

para asumir una posición de compromiso con las otras fuerzas políticas (en un orden concreto establecido); cabe

destacar que los Acuerdos de Paz son firmados con el gobierno de ARENA (partido en el cual se agrupan los

partidario del status quo ante, donde se reorganiza la derecha oligárquica incluyendo a los altos mandos del

ejército, sostenida por todo el sector privado -incluyendo los medios de comunicación masiva-, con fuertes

respaldos institucionales y financieros).37

Uno se ve tentado a interpretar la frase de Joaquín Villalobos en plenas negociaciones: “aceptar la

realidad y convertirla en acuerdo”38, como una frase que trascendiendo el contexto en el que fue referida, sintetiza

la transmutación sufrida, tras el giro ideológico posmoderno, por el concepto de política. La confrontación política

de las negociaciones de paz, se define en un campo donde los límites internos que bordean el espacio de la

contienda política están claramente establecidos39, pero el problema aquí es, como explica Zizek, que “la lucha

política clave no es tanto la competición agonística dentro del campo de lo admisible, entre sujetos políticos que

32 Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, op.cit., p. 31133 Ver Daniel Siegel y Joy Hackel, “El Salvador, La nueva visita de la contrainsurgencia...” op.cit., pp. 147-172 34 Mario R. Vázquez “Del desafío revolucionario a...” op. cit., p. 20335 Por otra parte, debemos de sumar también, que la guerra de El Salvador se inscribe en un contexto internacional donde no sólo hay un conflicto geoestratégico característico de la Guerra Fría, sino que, y con un desplazamiento que impide subsumir el siguiente conflicto al primero (Mario R. Vázquez lo pasa por alto), hay una importante batalla ideológica que también se está llevando a cabo, que se suele (mal) simbolizar con la caída del muro de Berlín, pero que en realidad es una lucha que se debate en otro ámbito y no queda representada a cabalidad por los sujetos implicados en la Alemania de posguerra, ni por los actores de la Guerra Fría, y es de la que sale victoriosa el proyecto ideológico todavía hegemónico actualmente, el que identifica al capitalismo neoliberal con la democracia normativa liberal como el proyecto político social global. 36 Según Rouquié la democracia y el mercado se convirtieron en palabras familiares en boca de los comandantes del FMLN (Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, p. 320)37 Mario R. Vázquez “Del desafío revolucionario a...” op. cit., p. 223. Alain Rouquié (coord.), Las fuerzas políticas en América Central, trad. Daniel Zadunaisky,México, Fondo de Cultura Económica, 1994 p.81 38 Tomada en Alain Rouquié, “Guerraz y paz...”, op.cit., p. 320 39 Como hemos visto la cartografía de los social y lo político ya se había trazado en sus líneas generales durante la contienda bélica.

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se reconocen como adversarios legítimos, sino la lucha por la delimitación de este campo, por la definición de la

línea que separará al adversario legítimo del enemigo ilegítimo.”40 Así, la postura de izquierda radical fue

desdeñada en El Salvador, y se reconoce como un límite infranqueable de la contienda política, las coordenadas

delimitadas en la lucha contrarrevolucionaria: el espacio que establecen las instituciones democráticas y el

sistema electoral de partidos, soportado en las relaciones sociales impuestas por el modo capitalista de

producción41. La conclusión lógica es que a la hora de firmar los acuerdos de paz las fuerzas de izquierda ya

estaban derrotadas, y es en este mismo sentido que la “democracia” en El Salvador se debe de entender como el

aporte de la derrota insurgente, o inversamente, como el aporte de la lucha contrarrevolucionaria, frente a la

diminuta posibilidad de la transformación democrática sustantiva.

La impostura ideológica de la democracia actual estriba en que al mismo tiempo que se celebra la

democracia normativa liberal como mecanismo para la resolución de los conflictos sociales (la organización de la

vida social), se excluye de la discusión democrática, un sistema de reproducción de la vida social que sujeta a

una parte de la población (la parte mayoritaria) a venderse como fuerza de trabajo para sobrevivir, aislándola

además de la posibilidad de decidir sobre la dirección privilegiada de reproducción de la sociedad de la que forma

parte, sujeta a los dictados de la acumulación de capital e inscrita en la lógica del poder fetichizado de las leyes

naturales del mercado. Es decir, el Universal, el ideal democrático, es suturado por la democracia liberal

capitalista actual, como la forma de la democracia, convirtiéndolo en el texto ideológico implícito que sigue

justificando las relaciones de explotación, opresión y marginación que el sistema entraña.

El fundamento (enajenado) de la democracia

Claude Lefort, un importante defensor de la democracia, crítica la lectura marxista de los derechos del

hombre planteando que este pensamiento no pudo entender la dimensión simbólica que la noción de derechos

humanos inaugura; éstos al establecer un poder descentrado del poder estatal, le imponen un límite al poder

mismo contra sus arrebatos totalitarios, “la noción de derechos humanos apuntará en el sentido de un foco de

40 Slavoj Zizek, A proposito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío, Buenos Aires, Atuel /Parusía, 2003 (serie posiciones) p. 96-97 Aquí es importante recordar la noción marxista de lucha de clases que designa precisamente la brecha/soporte insalvable que impide que la realidad social objetiva pueda constituirse como una totalidad encerrada en sí misma, es decir, la “lucha de clases” designa el antagonismo fundamental que estructura a la sociedad, e impide su cierre en una Totalidad racional, transparente, armónica. Esta noción apuntala el hecho de que la realidad social (simbólicamente construida) tiene ya una configuración política particular. Lo que no hay que perder de vista es que la lucha de clases no puede resolverse en el reconocimiento pluralista de la diferencia, pues no se reduce a una confrontación binaria óntica, es más que eso, la conciliación entre las clases es ya la victoria de una de ellas en tanto que la reproducción de la clase capitalista depende de la explotación/opresión del trabajador. Slavoj Zizek, El espectro de la ideología, en Slavoj Zizek (comp.) Ideología. Un mapa de la cuestión., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994 pp. 7-42Sobre el antagonismo ver a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia., 2 ed., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2004. pp. 246. Sin embargo estos autores, acaban encerrados en la paradoja de que para ellos no hay posibilidad de resolución del antagonismo, sino el reconocimiento de la diferencia (lo que como acabamos de expresar en la contradicción capital-trabajo implica ya la resolución a favor del capital). Esta visión se puede contraponer frente a la de Jacques Rancière, El desacuerdo. Política y filosofía., trad. Horacio Pons, Buenos Aires, Ediciones nueva Visión, 1996, pp. 175 41 Cabe aclarar que no estamos defendiendo la perduración del conflicto armado, este trabajo no pretende justificar a uno o a otro de los participantes sino explicar el carácter del orden que se inaugura con la “paz” y la forma como la “paz” se dio.

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actividad que no se puede someter; el derecho representará frente al poder una exterioridad indeleble.”42 Así, el

gesto totalitario según dicho autor consiste no en la anulación de los derechos, sino en la identificación del poder

como uno y lo mismo con ellos, como la materialidad transparente de su sustancia. El carácter indeterminable de

los derechos, representa para la política un giro radical, “los derechos humanos exceden cualquier formulación

producida hasta ahora”43, siempre están en cuestionamiento y siempre pueden reformularse, pues responden al

principio genérico del hombre, la política vendría a ser la lucha por definir el contenido.

La democracia así, presenta una contradicción inherente que la caracteriza como sistema político, por un

lado representa el movimiento de la sociedad para constituir los derechos, por otro lado representa el lugar de los

derechos ya determinados (siempre cuestionables) que pertenecen ya en su determinación a la esfera del poder

(al orden judicial, las instituciones, etc.). La política se despliega en esta frontera de lo incierto, en el conflicto que

implica el doble exceso entre el poder y la sociedad: por parte del poder, la constitución del derecho en una

herramienta jurídica permite, respecto de lo social “trascender las voluntades y los intereses accidentales de sus

miembros para articular un orden institucional”, por el otro lado, lo social no sólo constituye el fundamento de

legitimidad del poder, sino que como fuente del derecho amenaza constantemente con dislocarlo.44

Ahora bien, regresemos a la crítica marxista de la ideología, el problema de la democracia planteada así

no es la referencia a los abstractos derechos humanos de la que habla Lefort, sino precisamente, que los

derechos humanos ya están determinados, es decir, no responden al ser genérico Hombre, sino a hombres

históricos concretos en particulares condiciones de clase, así pues el poder está investido de un fundamento

particular preciso, que privilegia a un sector particular de la sociedad. Específicamente la realización del derecho

a la propiedad privada de los medios de producción, como un derecho individual fundamental determinado,

muestra la paradoja de que al mismo tiempo que satisface a pocos, priva a muchos otros hombres del goce del

mismo derecho (entre otros); sin embargo, respondiendo a un elemental mecanismo ideológico, se argumenta

que dicho derecho es una enunciación que garantiza el propio ser del hombre, el derecho a la propiedad privada

es un elemento natural para la realización del hombre45. Pero entonces, y siguiendo la argumentación de Lefort,

¿No estamos descubriendo la matriz totalitaria del pensamiento liberal, el punto de inflexión que (beneficiando a

un grupo de la sociedad, por lo que es un interés y no un derecho) no está a discusión, que no es revocable, que

no es democrático? La reificación de los derecho individuales (en general), implica si seguimos el razonamiento

de Lefort, abandonar la incertidumbre democrática, imaginar una sociedad conciliada espontáneamente consigo

misma, pero entonces, preguntamos con Lefort “¿Qué es ese punto de vista por encima de todo y de todos, este

amoroso abrazo de la buena sociedad, sino un equivalente de la fantasía de omnipotencia que el ejercicio fáctico

42 Claude Lefort, La incertidumbre democrática. Ensayos sobre lo político., (Edición de Esteban Molina) 2004, Anthropos, España, (pensamiento crítico/pensamiento utópico) p. 200 43 idem., p. 20144 Elías Palti, “Verdades y saberes...”, op. cit., p. 16845 “Se reconoce como Principio de nuestra vida económica el derecho individual de adquisición, retención y uso de la propiedad como una proyección de la personalidad humana, fuente generadora de productividad, factor indispensable para el engrandecimiento y promoción de la dignidad; por lo tanto, merece el reconocimiento, respeto y protección del Estado. ” El subrayado el mío. Sin comentarios. Tomado del sitio oficial de la ARENA, en ¿quiénes somos? Principios. http://www.arena.com.sv/ el 17 de mayo de 2007.

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del poder tiende a producir?”46 Nuevamente el defendido sistema democrático liberal queda evidenciado en su

parcialidad y autoritarismo; el sistema de derecho que inaugura tiene la condición oculta de que hay derechos

(intereses) que no se pueden cuestionar.

Pero entonces, ¿Dónde quedó la democracia y la libertad a la que los políticos actuales son tan afines?

O, parafraseando a Lenin: “Democracia –sí, pero ¿Para quién? ¿Para hacer qué?”

Y, quizás esto sea todo lo que podamos hacer hoy, en esta era oscura: hacer visible el fracaso de todos los intentos de redención, del obsceno travestismo de cada gesto que nos reconcilia con la violencia que estamos obligados a cometer. Tal vez sea Job el héroe adecuado para estos días: aquel que se rehúsa a encontrar un sentido más profundo en el sufrimiento que enfrenta.47

46 Claude Lefort, “La incertidumbre democrática...” op. cit., p. 21747 Slavoj Zizek, La suspensión política de la ética., trad. Marcos Mayer, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 217

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consultados el 17 de mayo de 2007.

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