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Depósito Legal: SA 421-2013

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PRIMERA EDICIÓN, TODO UN SUEÑO En la Asociación San Rock-e vivimos en el empeño de construir pro-puestas que hagan de Laredo un pequeño punto en el universo de la cultura y el entretenimiento. Tras el Festival Europeo de la Cerveza y el Concurso Pop Rock Villa de Laredo nace esta nueva iniciativa.

Con esta primera edición del Certamen de microrrelatos Micro Rock 2013, hemos intentando dar un paso más allá colándonos en el mundo de la literatura. 200 únicas palabras para contar una historia que tuviera como hilo conductor el mundo de la música. Las expectativas han sido superadas amplia-mente y nos hemos encontrado con una participación equivalente al de otros certámenes con años de antigüedad. Los datos hablan por sí solos: 366 relatos participantes, representando a 24 países de 4 continentes y, dentro del ámbito nacional, relatos enviados desde todas las CCAA; con una calidad más que sobresaliente.

Desde nuestra asociación queremos agradecer la confianza deposi-tada por todos los participantes que nos han regalado su inspiración. También queremos agradecer a todas las personas que han trabajado en hacer realidad este sueño; a las 20 personas que, desinteresadamente, han formado parte del equipo que ha preseleccionado las obras que han sido examinadas por el jura-do y, por supuesto, a los miembros del jurado, personas pertenecientes al mun-do de la literatura, periodismo, música, docencia y otros ámbitos culturales, que nos han prestado su ayuda y conocimientos; a Luis Sánchez y su Sala Rúas por su apoyo desde el minuto uno, a Intercan Copistería que ha permitido la edición de este libreto, a Russel y Lilian de Radio Costa Esmeralda por su la promoción recibida, a Acelar por el apoyo mostrado en todas nuestras iniciativas y al Ayun-tamiento de Laredo y su Concejalía de Cultura, por el respaldo recibido.

Y,finalmente,aplaudiratodaestagentequeformamospartedelaAso-ciación San Rock-e, porque chicos, hemos vuelto a conseguirlo, hemos conver-tido en realidad otra idea surgida de una servilleta de papel alrededor de unas cervezas.

Os esperamos a todos en la

II edición del Certamen de microrrelatos Micro Rock 2014.

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M I c r o - G A N A D O R

2 7

C o l i n d r e s C a n t a b r i aÁ n g e l R e v u e l t a

Aquí estoy, esperando en medio del cruce entre la 61 y la 49, a medianoche, sintiéndome cada vez más estúpido -¿no debería estar ensa-yando?-. A punto de desistir veo aproximarse una sombra. Un tipo joven, elegantemente vestido con un desfasado pero impoluto traje años treinta, sombrero de ala estrecha y guitarra acústica al hombro. Lo reconozco al instante, pero no termino de creérmelo. -Puedes cerrar la boca, chico –dice con sonrisa irónica-. -Tú, tú eres… ¿Robert Johnson? -¿Sorprendido? Quizás esperabas rabo, cuernos y piel roja en lugar de negra. -No, bueno, no sé… Es que tú estás… -Ya, ya. Ahí abajo pensaron que era congruente que viniera yo. En fin, vamos al turrón –saca un manojo de papeles de la chaqueta-. Puedes leerlo, pero más allá de la verborrea jurídica es lo típico: éxito, fortuna, gloria, mujeres... -¿Tú… también lo firmaste? –Balbuceo la pregunta, a la que res-ponde con un gesto afirmativo-. -Pero, tu carrera “acabó” a… -A los 27 años, como Jones, Hendrix, Joplin, Morrison, Cobain… Y conseguimos lo que prometió: fama eterna. ¡Ja! Nadie puede engañar al Viejo Cabrón. -¿Valió la pena? Perfila media sonrisa como única respuesta. Corto mi pulgar y lo dejo gotear sobre el papel.

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2 º C L A S I F I C A D O

B A L A D A P A R A R O C K

Recogió su sombra como quien agarra de mala gana una chaque-ta de cuero y le guiñó un ojo como signo evidente de que la clase y la ternura, al menos la suya, no se perdían tan solo por no recordar aquella canción que juró no olvidar jamás. La miró por última vez antes de cerrar la puerta y ella se mordió los labios del mismo modo que los bluesmen arrastran notas de una guitarra tratando de expulsarlas como tristes y agónicos recuerdos que no quieren soltarse de aquello que les dio la vida. Decir lo siento habría sido tan sencillo para él como que ella le hubiera perdonado pero ninguno de los dos dijo nada como si siempre hubieren pertenecido a mundos distintos. No la olvidé, dijo antes de partir, tan sólo que nunca volvió a sonar del mismo modo. Una canción no es una foto-grafía inmóvil a la que poder regresar de tanto en tanto; cambia como lo hiciste tú, como lo hice yo, ya no existe de ese modo; se convirtió en ba-lada tan lentamente que no nos dimos cuenta y murió. Fue rock entonces porque tú y yo éramos rock, así de sencillo; era la actitud. Entonces.

A l i c a n t eB r u n o F r a n c é s G i m é n e z

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3 º C L A S I F I C A D O

M , G L O R I A Y B A R R O

B o r m u j o s - S e v i l l aT r i a n a A l o n s o L ó p e z

Un día te despiertas y sabes que vas a morir. El rock funciona así.Amanece en la 308. No sé si es Baires o Madrid. La cama caliente, aliento de cerveza. Al menos la rubia ya se ha ido. El Alprazolam y las mamadas ayudan a dormir. Arrastro la resaca hasta el baño, enciendo un cigarro. Lo que queda de mí ante el espejo. Joder, ¿me estoy quedando calvo?, ojeras, “M, estás más flaco”. Bebo mucho. Como poco.Y hoy voy a morir.Pitillos, chupa de cuero, gafas de sol. “Ey, nenas”, chicas en recepción. Fur-go desde Antequera. El cabrón del road mánager de buen humor, “M, hoy reventamos Las Ventas”. Marihuana y carretera. Insatisfacción. Pocas horas para el show.La actriz que me dejó, buzón Movistar. Backline, prueba de sonido, gritos fuera. Camerino, pasan las groupies. Lo vuelvo a estropear. Soy un perro.Y hoy voy a morir.Síndrome de abstinencia. ¿Y mi psicoanalista? Las piernas de Rosenvinge. Brugal, cocaína y Gelocatil. Soy dios, listo para salir.Escenario, rock and roll. Las chicas de las primeras filas se contonean. Me retuerzo, sangre y vómito. Muero. Miserable, solo, por el suelo. Aplausos, soy un éxito.Ya no respiro, ahora vuelo.

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4 º C L A S I F I C A D O

É L N O E S B A R R Y W H I T E

M a d r i dÁ n g e l S i l v e l o G a b r i e l

Cada mañana me levanto pensando en él. Nadie sabe nada acerca de lo nuestro, ni siquiera mis compañeros diarios de viaje por los vago-nes y pasillos del metro de Madrid. El silencio es mi mejor aliado, justo hasta que oigo su voz. Entonces todo se transforma en algo parecido a un poema; un papel en blanco que él escribe y que yo leo ensimismada. Sus canciones me hacen soñar de una forma diferente, porque me sacan del letargo en el que me encuentro. Y así me acerco hasta el lugar donde él permanece varado. No es Barry White, pero a mí me lo parece. Da igual que cante en a capela o acompañado por un equipo de música que vomi-ta las melodías que interpreta, porque cada mañana es capaz de ponerme los pelos de punta. Entre vergonzosa y atemorizada, siempre le dejo unas monedas sobre la vieja gorra que ha depositado en el suelo con una pegatina en la que se lee: trovadores in the tube. Nos miramos a los ojos sólo un instante, pero justo el suficiente, para permitirme adivinar que hay un vínculo superior al silencio que nos ampara, nos une y nos protege: la música.

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5 º C L A S I F I C A D O

N U E S T R O S E C R E T O

A r a n j u e z - M a d r i dL a u r a N a v a s M a r t í n

- Papá, música – dice la niña con emoción.Él la observa a través del retrovisor. Es tan pequeña que ni con el asiento especial alcanza a ver a través de su ventanilla. Aún así, está radiante. El aire mueve su pelo castaño y el sol se refleja en sus grandes ojos dorados.En cuestión de unos minutos empezará a marearse, a decir que odia viajar, a pedir agua, a preguntar cuánto queda para llegar, pero no ahora. Este es su momento mágico, el que ambos recordarán toda la vida.Papá aprieta el botón de la radio y sintoniza la primera cadena. Por los altavoces se escucha a una mujer cantando ópera. - No – murmura ella.Sintoniza de nuevo. Esta vez una voz dominicana susurra:”quisiera ser un pez, para tocar mi nariz en tu pecera…”- No papi – repite la niña sonriendo.Entonces él pulsa el último botón. Ambos lo saben. Unos segundos des-pués suenan unos violines y una voz que habla de secretos. La pequeña sonríe y cierra los ojos, mientras la canción de OneRepublic se cuela por sus oídos.Y juntos inician el viaje, pero es otro diferente, otro en el que ella nunca preguntará cuánto queda para llegar.

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6 º C L A S I F I C A D O

1 9 5 4 - ?

M a d r i dR a ú l C l a v e r o B l á z q u e z

Planté una banda de rock en mi jardín. Me habían dicho que me anima-ría la casa pero enseguida supe que aquella había sido una idea estúpida. Esos cuatro tipos ensayaban a todo volumen, me dejaban los rincones de su maceta llenos de vómitos y litronas y me obligaban a un constante trabajo de poda de las groupies que a diario brotaban a su alrededor. Y aunque en el fondo me daban pena, tan pálidos y flaquitos, después de unos meses de convivencia llegué a la conclusión de que no me quedaba más remedio que exterminarlos. Probé de todo. Les eché sal en la tierra, les retiré el agua y la luz, incluso contraté a unos cuantos críticos para que hablaran mal de ellos. Pero fue inútil. Un día, al borde de un ataque de nervios, me acerqué a su cantante.-¿Qué he de hacer para acabar con vosotros? – le dije mientras intentaba estrangularlo -, ¿eh? ¿Qué?-¿Es que no te has enterado, tío? – sentenció -. El rock nunca morirá.

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7 º C L A S I F I C A D O

T A R A R E A N D O P A R A V I V I R

T e g u c i g a l p a - H o n d u r a sG i u s e p p e V i g i l S c a l i c i

Temblaba frente al espejo, amenazando su propia vida con el aliento del plomo.No era cuestión de drogas, alcohol u excesos. Era un vacío que según él, solo el fuego podía ocupar.Se enfrentó al espejo por curiosidad. Quería conocer cara a cara su desesperación, esa que valiéndose de cobardes ataques de insomnio y a fuerza de estúpidas despedidas, lo instaba a salir del mundo.Tiró del martillo de la vetusta arma de su padre. No sabía por qué lo hacía, pero en las películas acostumbran hacerlo y parecía lo correcto.Mama take this badge from me I can’t use it anymoreEl verso lo distrajo, obligándole a dirigir un fugaz vistazo a la ventana en-tornada, sin retirar el cañón de la sien. Volvió a concentrarse en el espejo. Knock knock knockin on heaven´s doorBajó el brazo encaminándose a la ventanaKnock knock knockin on heaven´s doorLa abrió de un tirón y buscó el origen. Solo podía ser el tendero árabe que escuchaba música como si lo hiciera en nombre de todo el barrio. Incluso acompañaba con su mal inglés algunas veces.Sonrió excusándolo. Nadie podía evitarlo.Algunos himnos se tararean sin que podamos evitarlo.

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8 º C L A S I F I C A D O

E L S O N I D O D E L A M E M O R I A

Z a l l a – V i z c a y aI k e r A r c e A r e t x a b a l a

Ya está aquí la enfermera, mira que es pesada... Bueno, al menos sé que si un día se estropea el timbre de la cama, me bastaría con encender la radio. Eso me tranquiliza, pero todo se va al garete cuando abre la boca y me vende el mismo sermón de cada día: que si estoy molestando a mi compañero (¿de qué compañero habla esta chalada?), que si hago dema-siado ruido...¿Ruido? Un momento, señorita; no soy un mono tirando latas, ¿sabe? Esto existe desde antes que sus padres se conociesen y se llama rock.“Y yo me llamo Ofelia y usted ya es mayorcito para rockandrolles”, dice mientras apaga el transistor y lo mete en el cajón de la mesilla. Entonces es cuando siempre me callo, preguntándome si no tendrá razón la Ofelia ésta; silencio culpable que ella aprovecha para salir del cuarto, cerrando la puerta de golpe, igual que yo cierro mis ojos, sin que ninguno de los dos hayamos sido capaces de reconocer mi voz saliendo de esa vieja radio.

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9 º C L A S I F I C A D O

LAS TRIBULACIONES DE JUANITO INVIERNO

L a r e d o - C a n t a b r i aO s c a r A l o n s o A l o n s o

Su rostro enjuto producía sombras marcadas incluso en la noche más callada. Dedos largos y huesudos agitaban y trasteaban su guitarra. Todo en él rezumaba delgadez extrema, producto de su fisonomía blan-quecina y de excesos de otra época, a la que una mujer puso fin escapan-do con un tunante proxeneta, dejándole a él un precioso regalo. Tenía mirada ojizarca, maniquea, celestial y demoníaca, terrenal en cualquier caso. Cuando tocaba en la calle, su cobriza melena quedaba apresada por un coletero, obsequio del amor perdido, de un pasado cons-tantemente revivido. Todo público quedaba apabullado por aspecto tan oscuro. Sus ala-ridos- escala arriba y abajo-, silenciosos, solitarios y sordos, acongojaban a quien de soslayo le escuchaba. Y al llegar la noche lloraba hondamente, como un humano más, como los muertos en vida. En la soledad de su casa su pelo caía hasta el regazo que ya a nadie acunaría, que en un tiempo nunca lejano recibió las notas desafinadas, desesperadas, de nanas y baladas que, al igual que las medicinas, a la enfermedad de su hijo no sanaron; hasta que llegó el sueño profundo del que el niño jamás despertaría, salvo en los sonidos vivos, vibrantes y constantes de su poderosa guitarra.

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1 0 º C L A S I F I C A D O

E N P O R T A D A

B a r c e l o n aE l i s e n d a H e r n á n d e z J a n é s

Un fan me abordó antes de que mis escoltas lo echaran y los flas-hes y aplausos lo inundaran todo en un deslumbrante escándalo que me encogió el estómago. No eran nervios, ni ilusión; únicamente desasosiego, cansancio. Me preguntaron por mis influencias y mis planes. Luego llegó el momento: la audición del que sería mi nuevo disco. Había desnudado mi alma en esas canciones y, sin embargo, en ese instante, me parecieron tan lejanas como aquellos periodistas que bebían gin tonics o aquellos ejecutivos que pensaban en listas de ventas. Sentí miedo por haberme convertido en alguien tan frío, por sentir tan corrompida la música, el amor de mi vida. Bajé la mirada para ocultar las lágrimas y me di cuenta de que tenía algo en la mano. Era una foto arrugada en la que aparecía junto a un joven, el mismo que me había abordado a la entrada. Contenía una inscripción exaltada, agradecida, sobre guitarras y conciertos brutales y pieles de gallina. Entonces tuve ganas de escuchar viejos vinilos, tocar en sótanos, escribir más y mejor. Decidí, como homenaje, utilizar esa foto en la portada del disco. Esta es la historia que esconde esa imagen. ¿He contestado a su pregunta?

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1 1 º C L A S I F I C A D O

1 0 4L E G A D O

C á c e r e sF e r n a n d o R e n a G a l á n

Nunca podré olvidarlo.

Al comienzo del sendero, entonces infinito, de la juventud, visitaba mi primer altar del Rock. Un monumento dedicado a la megalomanía, que coronado por una enorme cobra de acero escupía un fuego irredento mientras sus Satánicas Majestades sorteaban de nuevo la mortalidad. Y allí, entre el público, una solitaria forma femenina contoneaba su cuerpo mientras sonaba Miss You. No existía nadie a su alrededor, nada más que su tibieza seductora dejándose abrazar por los focos, que dejaban entre-ver una fulgurante mirada que imaginaba cruzar conmigo y una cabellera esparciendo el brillo de un sol atrapado. Una visión fugaz que desapareció antes de acercarme. La multitud rugió con otro himno, pero ella ya no estaba.

Desde aquella noche, continué la peregrinación por diferentes escenarios. Y todo para descubrir, después de tantos años, que la auténtica esencia de la música pervive en momentos como aquél; una silueta perfecta de-jándose llevar, como la aguja en el surco de un viejo vinilo, justo antes de desaparecer. Una imagen que se repite, eternamente joven, como enigma que queda en el aire, mientras llena la noche de su aura y encarga a la melodía su misión de retener lo efímero para siempre.

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1 2 º C L A S I F I C A D O

L A R G A V I D A A L R O C A N R O L

M a d r i dJ a i m e F e r n á n d e z B a r t o l o m é

Dolores, a la que todos llamaban Lola, nació en un pueblo con mar cuan-do el reloj de la suerte marcaba la profecía. Mariela, su madre, viuda de un soldadito marinero, dio a luz en una fría cama de hospital. Un parto difícil pues la niña no quería venir al mundo; aunque cuando se aprende a llorar por algo, también se aprende a defenderlo. Un veinte de abril del noven-ta, Lola cambió los calcetines y las coletas del colegio de monjas por un amante, Rufino, que la invitaba a jugar al casino. Y pasó de ser la niña de azul a mujer fatal, siempre con problemas, que acababa sus noches aho-gada en la barra de un bar, el vertedero de amor donde el vaso siempre acaba siendo amigo mudo. Y entre la cirrosis y la sobredosis, en compañía de una copa, de unos amigos y de un poquito de rocanrol, la adolescente lidiaba la vida. Demasiado joven para comprender que cuando se viaja por la autopista fin de siglo, el destino siempre es la muerte.La vida de Lola se escribió a la par que la letra de muchas canciones. Solo dejó un sueño sin cumplir: ir a L.A.

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1 3 º C L A S I F I C A D O

B L A C K B I R D

M a d r i dC a r l o s C e r d e ñ a d e l a R o s a

Vivir a la sombra de un muerto es extraordinariamente difícil: no im-porta lo que hagas, todo tu trabajo se comparará con el suyo, que habrá cobrado para entonces una pátina de mitología y deificación con la que es imposible competir, ante lo único que se puede es palidecer. Lo más gracioso del caso es que yo también pude ser un muerto. Un muerto ge-nial. De hecho, para muchos, soy mi propio muerto. Una especie de doble de aquel que murió en un accidente y que una discográfica se apresuró a colocar en lugar de un talento precoz. Muchos creen esa teoría: que soy un muerto que vive a la sombra de otro muerto. A mis 71 años sigo muy vivo, y creo con toda honestidad que puedo presumir de haber compues-to un puñado de buenas canciones, de canciones pegadizas que vuelven a tu cerebro cuando menos lo esperas: eso es el pop. Sin embargo, pasaré a la historia como mera comparsa, como actor secundario de un genio al que arrebataron la vida de un disparo certero. Soy consciente de la situación y, aunque me cueste, lo único que puedo es take these broken wings and learn to fly.

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1 4 º C L A S I F I C A D O

I N F E C C I ó N

B u e n o s A i r e s – A r g e n t i n aR o d r i g o O l i v e r o

Mark Twain dijo que los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces, y el día en que descubres por qué. Nací hace 49 años. El otro día fue en Febrero de 1980 cuando supe que no podría evitar convertir-me en músico.

Es excepcional y enfermizo encontrar tu vocación. Sentir asfixia al descubrir tu oxígeno, y pasarte la vida persiguiéndolo. Tenía 16 años y se presentó como una realidad enorme, ineludible: Seríamos mi guitarra eléctrica y yo, hasta el final.

Se habla de la vocación como un llamado, pero creo que se parece más a una infección. Es una infección que te obliga a todo tipo de locuras: tra-bajar sin descanso, quedar paralizado, coquetear con la felicidad, hundirte en la frustración, pelearte contigo mismo (y por lo tanto con todos los demás)… en fin, amar sin límites.

No hay mucho que podamos hacer contra la infección. Solo queda en-frentarla con el talento que nos haya tocado, y el esfuerzo que podamos soportar. No tengo más remedio que decirlo: Si estás infectado de música estás perdido, y eres mi hermano.

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1 5 º C L A S I F I C A D O

C E R I L L A S

B u e n o s A i r e s - A r g e n t i n aD i e g o A d r i á n V a r g a s

Los labios juntos como en un abrazo. Los ojos cerrados lo mira-ban todo. Hendrix era la guitarra. La guitarra era Hendrix. El boquiabierto público reproducía en la retina de sus ojos las llamas danzantes, el espíritu que se elevaba en humo tal si fueran las notas musicales que formaban partituras nuevas, uniéndose en una regodeante melodía privada. Gotas de sudor transgredían la bandana del músico y se posaban, boquiabiertas también, para mirar el fuego purificador. Los dedos entumecidos, callosos, ensayaban ese sutil movimiento de encantador de serpientes para arrebatar la timidez primogénita de las llamas. Entendía, dijo luego, que la destrucción es un arte en sí, la posibi-lidad de haber hecho algo excelente y aún no conformarse, que siempre pueda existir algo más para dar. Acto seguido, bebió unos sorbos más. La botella rebotó una vez en la alfombra y luego rodó desparramando su contenido. Él rebotó una vez en la cama desbaratada y luego desparramo su esencia en el enredo de sabanas gastadas. Se sintió morir, claro. Pero bien sabía que no iba a terminar todo allí, que algo aún mejor podría existir. Exhaló una sonrisa agridulce. El sol de la mañana siguiente se deshacía en llamas.

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Nuestro jurado ha estado formado por los siguientes miembros.

- César Fernández Rollán Poeta y periodista

- Purificación G. Ibeas Escritora y asesora literaria

- Íñigo Ansola Guionista de cómic y dibujante

- Koldo Azpitarte Guionista y crítico de cómic

- Paolo Latrónica Músico y productor.

- Jose María Zuazo Filólogo y docente

- Josefina Tarantino Filóloga y docente.

- Rafael Sánchez Periodista y locuto

- Purificación Cañarte Filóloga y correctora editorial.

- Pedro Diego Concejal de cultura Ayto. Laredo

- Juan Pablo Pellón Filólogo y miembro de la Asoc. San

Rock-e

Emitieron su fallo en Laredo a 17 de Agosto de 2013.

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