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Teoría literaria y teatro hic et nunc DERIVAS SOBRE·TEORÍA Editores: Gustavo Remedi Claudia Pérez J(Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA URUGUAY

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Teoría literaria y teatro hic et nunc

DERIVAS SOBRE·TEORÍA

Editores: Gustavo Remedi

Claudia Pérez

J(Facultad

de Humanidades y Ciencias de la Educación

UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA URUGUAY

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Derivas sobre teoría. Teoría literaria y teatro hic et nunc

Editores: Gustavo Remedí y Claudia Pérez

Producción editorial: Susana Aliano Casales Impresión: Mastergraf SRL Depósito Legal: 372.922 ISBN: 978-997 4-8573-8-4

Contacto: [email protected] I [email protected]

Montevideo I Uruguay I Noviembre de 2017

Los editores agradecen el apoyo brindado por la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.

Prólogo Detrás de la transparencia, escondida. Gustavo Remedí Orientaciones. Claudia Pérez 5

El teatro y los estudios literarios La espinosa teoría. Roger Mirza 9

Los estudios culturales latinoamericanistas y la teoría literaria Una historiografía propia. El lugar de la producción académica latinoamericana sobre otras literaturas. Emilio Irígoyen 19

de Sofía Masdeu 41 La teoría inevitable: historia, política e inflexiones en la teoría. (La transmodernidad como provocación para los estudios literarios).

Gustavo Remedí 45 Comentarios de Florencia Viñoly 73

estudios de género y la teoría literaria y teatral ¿Hacia dónde movilizar el relato teórico en tiempos de sincretismos (ideológicos, culturales) y de literatura posautónoma o escrituras performáticas? Pilar de León 79 Comentarios de Vanesa Artasánchez 87 Tres modos para una cuestión: geometría, duelo e imperativo. Claudia Pérez 91 Comentarios de Victoria Rodríguez 103 Comentarios de Inés Acosta 107

Debates sobre el inmanentismo en teoría literaria Tres perspectivas sobre el problema teórico de la literatura. Herramientas para la discusión en el siglo XXI (Eagleton, Culler, Garrido Gallardo). Stefan Martchenko 115 Comentarios de Emiliano Pereira 125

5. Fugas Trampas y desafíos para el pensamiento teórico en el futuro próximo. (Sobre el poder de los saberes teóricos y las memorias culturales en América Latina). Hugo Achugar 133

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HISTORIOGRAFÍA PROPIA. EL LUGAR DE LA PRODUCCIÓN

ACADÉMICA LATINOAMERICANA SOBRE OTRAS LITERATURAS

Emilio Irigoyen3

ísibilidad del lugar de producción y los de la historiografía neocolonial

izá he estado leyendo demasiado el New Yorker y sea por esa influencia que este empezará por una anécdota.4

mayo de este año, Hans Gumbrecht, un conocido teórico alemán nacionalizado nidense,5 ofreció un par de exposiciones en Montevideo. Una de las cosas que fue que el período comprendido entre fines del siglo XVIII y los primeros años fue el más valioso en cuanto a la producción cultural en la historia de la cultura

ria, significación histórica que proyectó, al menos parcialmente, al conjunto de la :rnídad occidental (Gumbrecht, 2016). En cuanto a nuestro propio tiempo, que objeto de su exposición, Gumbrecht sostuvo que sus características se definen

ipalmente por -y deben, pues, analizarse en base a- lo que está ocurriendo en n Valley, lugar donde se encuentra el mayor centro mundial de empresas de alta logía. En Silicon Valley se encuentra también la Universidad de Stanford, donde recht trabaja desde hace décadas. Es decir, el académico entiende, en lo que hace

que el epicentro del momento más destacable o valioso de la historia cultural

octor en Letras Romances por la Univ. de Pennsylvania. Magíster en Literatura Latinoamericana por la Univ. e Pittsburgh. Licenciado en Letras por la UdelaR. Profesor de Letras Modernas e investigador en régimen de edicación total, UdelaR. Ha publicado el libro La patria en escena. Estética y autoritarismo en Uruguay y diversos

artículos dedicados principalmente al modernismo y las vanguardias americanas y europeas desde una perspectiva transatlántica. Su principal investigación actual estudia las referencias hispanoamericanas en la obra de Herman Melville y las condicionantes geopolíticas de las interpretaciones de las mismas producidas en espacios académicos estadounidenses y europeos. Aunque revisado, el presente texto conserva el tono y otras características de la presentación oral para la que fue

originalmente. Agradezco a Claudia Pérez y Gustavo Remedí la invitación a participar en las jornadas y

vru n nn ccr n. nació y hasta los 40 años vivió fundamentalmente en Alemania, donde cursó estudios universitarios y realizó buena parte de su carrera académica. Sin embargo, afirma que no es alemán sino estadounidense, insistiendo en distinguir entre un lugar de origen, pasado, al que no pertenecería, o en todo caso que no serviría para identificarlo, y un lugar del presente, que ha elegido y por el que se define.

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If there should be a new unifying, and let's call it 'para- Euro pean' theory of the avant-garde, it will rather have to be a meta-theory that would account for various theoretical languages and critical parameters. Who could do it? Probably a Latin American or a North American, or a citizen of peripheral Europe. For the time being let us assume that such a meta-theory is both necessary and feasible.

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1 reclamar una historiografía alternativa a la más tradicionalmente eurocéntrica, ski pregunta "quién podría hacerla'' y responde que "un latinoamericano, o un mericano, o un ciudadano de la Europa periférica" El presente trabajo no piensa

s alfabéticos y listas de palabras clave. Sin embargo, mi experiencia con esos tra- es que sus bibliografías con frecuencia están compuestas casi exclusivamente por publicados en Estados Unidos (a los que a menudo se suman algunos aparecidos

glaterra). Ya sea que se trate de un artículo sobre un autor u obra en particular, o e.un amplio panorama colectivo, como el que propone el voluminoso Re-Framing nsnational Turn in American Studies (Fluck, Pease y Rowe, 2011), la perspectiva amente transnacional se basa en una bibliografía casi enteramente nacional.9

que estos textos llaman un abordaje crítico e historiográfico transnacional consis- to muy sucintamente, en prestar particular atención a los fenómenos de alcance cional y en no limitarse a los de los espacios metropolitanos más tradicionales de riografía europea (los centros urbanos de Europa occidental, Alemania, Estados

s. y Rusia, por ejemplo), sino abarcar también otros, como Europa oriental, parte a o América Latina. Tales abordajes responden principalmente al reconocimiento, izado a partir de fines de los años noventa, de que, como dijo Wladimir Kry- 1999), "in most of the European theories there is little interplay between center

íphery" ("en la mayoría de las teorías europeas hay escaso vínculo entre centro ria"). ora bien, como la propia cita anuncia, el llamado giro transnacional no pondría tión de manera fundamental y efectiva el modelo centro/periferia. Hoy, tal ter- gía ha sido casi enteramente abandonada, pero su conceptualización permanece

·ya, lo cual seguramente se debe, en buena medida, a algo que el propio Krysinski como una condición necesaria para desarrollar una visión distinta:

nque en menor medida, algo similar ocurre con otro, más reciente y no tan extendido concepto: "planetario", arrollado por críticos como Spivak (2003, cap. 3), en parte como alternativa al de "global". Un ejemplo reciente

rticularmente sugestivo es Planetary Modernisms (Friedman, 2015), libro que propone "liberarnos de los reentendidos que gobiernan el campo y abrir nuestro trabajo a un replanteo radical de la modernidad y el dernismo" (2), por la vía de sustituir el eurocentrismo que domina la historiografía sobre estos temas en favor una visión "planetaria" (3) en la que Occidente ("the West") dejaría de ser la medida con la que "todas las demás

odernidades son entendidas" (4). Tal enfática propuesta de una perspectiva "planetaria" se funda sobre una ibliografía de 28 páginas y cientos de publicaciones, compuesta casi totalmente por textos en inglés publicados

en Estados Unidos o Reino Unido. Casos como este sugieren que si es cierto que está teniendo lugar un "giro planetario" en las humanidades (Elias y Moraru, 2015), el mismo ocurre en una única parte del planeta.

Tanto la exposición como el intercambio posterior tuvieron lugar en español. La expresión academia local se usa aquí para señalar la coincidencia espacial o geopolítica del discurso y su objet Así, por ejemplo, en lo que refiere a la investigación sobre literatura uruguaya la academia local sería aquella que situamos en Uruguay: la producción de investigadores de instituciones como la UdelaR, de investigador independientes asentados en el país, etc. Dos revisiones recientes sobre el llamado giro transnacional que son particularmente útiles a los efectos del prese texto son las de Byron (2016) y Kalliney (2016: 1-24). En conjunto, ellas ofrecen una visión adecuada del estado la cuestión, particularmente con respecto al modernismo, período que corresponde al caso abordado en la terc parte de este trabajo.

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de la modernidad corresponde al contexto nacional en el que él se formó y,con respecto al presente, que el sitio definitorio de la cultura actual es aquel en el que ahora vive. ··

En el espacio para preguntas e intervenciones del público le señalé que tal coinci; dencia seguramente no fuera casual, que incluso podía verse como sintomática: proyec;:' tar y generalizar las características o virtudes del lugar propio -o, como en el discursq; de Gumbrecht, los lugares propios: uno del pasado y otro del presente-, es una tenj¡· dencia interpretativa corriente en las cartografías e historiografías imperiales, al punto que constituye una de las formas más elementales de describir el etnocentrismo en el discurso humanístico. El principal argumento que dio como respuesta fue que él viajaba mucho, a muchas partes del mundo. 6

Elegí comenzar con esta anécdota porque es explícita y enfática, pero también por- que es local, reciente y personal. De estas tres dimensiones, esta presentación se con¡;; centra en la primera: no tanto quién o cuándo habla, sino (desde) dónde. Como tant9¡ cartógrafos viajeros, Gumbrecht, más allá del lugar en que ocasionalmente se encuentrTf habla desde una metrópolis neocolonial. En tal sentido, la anécdota ejemplifica bastantf crudamente una actitud crítica que probablemente a la mayoría de ustedes le resulté conocida. La generalización o universalización de la perspectiva local o regional propia es algo corriente y hasta natural, por supuesto; lo significativo, o en todo caso las tres observaciones de las que parte esta presentación, es que esa actitud sigue no solo siendo muy común en el discurso académico de nuestras disciplinas, sino también determinan-I do la configuración misma de sus campos discursivos ( en particular, la de sus implícita� jerarquías geopolíticas), que los discursos académicos producidos desde las metrópoltj: neocoloniales frecuentemente parecen tener, todavía hoy, escasa conciencia de esto j que en cambio desde nuestro lugar (y de ahí el uso de la primera persona), ello puede resultar particularmente notorio.

Para describir mejor esa actitud crítica y sus efectos en el campo veamos un segun- do ejemplo. En el ámbito de los estudios sobre literatura estadounidense en Estados Uni- dos (es decir: en la academia local de los estudios sobre dicha literatura)," es frecuente. escuchar que el más importante suceso teórico e historiográfico de las últimas décadas en dicho campo es lo que se entiende por abordajes transnacionales, al punto que es fre cuente hablar de un giro trasnacional.8 Y, en efecto, abundan los libros y artículos acad micos, producidos especialmente en Estados Unidos, que reivindican lo transnacion así se observa, sin ir más lejos, en la presencia de tal término en títulos, descripcione

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toriografía de temática "extranjera" y campos de producción émica nacionales. El caso de los estudios sobre Herman Melville

actitud crítica a la que refieren tanto la anécdota inicial como el segundo ejemplo bastante conocida. Su discusión, sin embargo, no puede hacerse en base a anéc-

. El presente trabajo tiene su origen en algo así como un estudio de caso acerca de cuestiones. En el marco de una investigación cuyo eje principal es el análisis de la de Herman Melville desde un lugar de lectura sudamericano, el relevamiento de la

académica acerca de Melville brindó la posibilidad de estudiar la actitud crítica ionada, observándola en un subcampo específico y, a la vez, particularmente sig- tivo como es el de los estudios melvillianos. Ese estudio puede servir de base a una tigación más amplia, sobre el sistema de producción y circulación académica en as áreas disciplinarias y sus condiciones geopolíticas y discursivas, pero aquí será ó solo para discutir algunas cuestiones relativas a la necesidad y las funciones de producción historiográfica propia sobre otras literaturas que la de nuestra región. Él estudio de la crítica melvilliana produjo decenas de ejemplos pertinentes, de los s, en aras de la brevedad, se presentará aquí solo uno, representativo de la dimen- geopolítica que se quiere describir. Al igual que algunos de los mencionados ant�s, ta de un ejemplo particularmente enfático, quizá extremo; sin embargo, el estudio

<>rpus crítico en cuestión permite afirmar que no constituye una anomalía, sino más úna manifestación especialmente pronunciada de algo muy extendido. Üno de los principales textos académicos introductorios a Melville es el Blackwell ipanion to Herman Melville, publicado originalmente en 2006 y reeditado, aparente- te sin variantes, en 2015 (Kelly). Coordinado por una de las más conocidas especia-

liftás en Melville, los autores de los distintos capítulos son académicos reconocidos en el ' bito de los estudios melvillianos. Se trata, pues, de un texto de referencia, producido

tin espacio metropolitano "central" y publicado por una de las más reconocidas edi- >.;'ales de la academia local correspondiente, acerca de un autor canónico, a cargo de ;eé:onocidos especialistas, bajo la dirección de uno de los principales investigadores en

rna, El libro fue presentado como la primera obra general sobre Melville que apunta ítuarlo "in a global context" (A Companion, c. 2006), y el texto deja bien en claro

el abordaje se considera transnacional. El tercer capítulo, "Melvilles World Readers", rda la recepción crítica y literaria de la obra de Melville, organizándola por regiones: 'tish Melville", "Pacific and Caribbean Melville', etc. (Lee, 2015: 35-51). En la sección topean Melville", por ejemplo, hay ejemplos italianos, como la decisión de Cesare ese de traducir Moby-Dick al italiano, franceses, como la visión de Camus sobre Mel-

entre otros (45-47). Una de las secciones más breves es "South American Melville" -(}1:'7), donde corresponde abordar la recepción literaria y crítica del escritor en América

Sur. En cambio, en ella se hace breve referencia al vínculo que la crítica española y la rtuguesa han establecido respectivamente con Cervantes y Camóes, se señala la exis-

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tanto en términos de la identidad de los productores de historiografía corno en el lugar donde esta se produce."

Desde nuestro propio lugar, el hecho de que un discurso producido casi enterament al interior de una única nación y en base al diálogo entre textos publicados en esa mism nación se arrogue una perspectiva transnacional, global o planetaria puede parecernos sintomático, pero en el espacio de producción donde tal apropiación se lleva a cabo, ella es corriente y no genera ningún tipo de inquietud. Esto es posible dado el contexto de la jerarquías implícitas -y largamente naturalizadas-, que condicionan a buena parte de la academia occidental. Los patrones de producción y distribución discursivas de dicha academia todavía reproducen la disposición, supuestamente obsoleta y abandonada, de un centro (metropolitano) y una multiplicidad de periferias (coloniales). En los hechos el discurso académico estadounidense (o británico, o francés), a menudo parece seguir ocupando -es decir: emitiéndose desde- una suerte de centro con respecto al cual el lugar de enunciación del discurso académico latinoamericano ( o coreano, o senegalés) sigue siendo periférico. En este orden de cosas, una de 'las-prerrogatívas del centro es que tiene jurisdicción universal o, para usar los términos ·actua� similar funcionalidad, global o planetaria, mientras que las periferias solo estirían en condiciones de producir

. . 1 d ' . 11 \ \ conocírníento re evante acerca e sr mismas. . En este sentido, la división internacional del trabajo aoadémlco reproduce, como

la de otros ámbitos de producción, las coordenadas del sisterha neocolonial. Así lo in- dica una somera mirada a la producción académica en el espacio atlántico: desde sus jerarquías geopolíticas y culturales hasta los criterios de relevancia y pertinencia que vinculan los distintos espacios de producción discursiva y los distintos objetos posibles de los discursos.

Estas cuestiones se discuten en la siguiente sección.

10 La figura de un lugar es apenas menos problemática que la de una identidad, por supuesto; ni lugar ni identidad son unidimensionales. Si aquí se elige manejar el término de manera tan simplista es a fin de hallar rápidamente un marco de referencialidad elemental, en el entendido de que las observaciones que el trabajo hace son, en efecto, elementales: que las listas delugares de edición en una bibliografía repiten, una y otra vez, los mismos nombres, por ejemplo.

11 De tal prerrogativa universalista del discurso central solo un paso a concebir que tal discurso pueda ser él mismo transnacionalpor el mero hecho de hablar también de otras naciones. El discurso producido en sitios que no gozan de tal prerrogativa, en cambio, es considerado vinculándolo más estrechamente a su lugar de origen, nacional o regional. Un síntoma de esto es que mientras que la discusión teórica realizada en lugares como Francia o Estados Unidos suele ser llamada simplemente teoría, la que se produce en sitios como Chile o México a menudo es referida como teoría latinoamericana.

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tencia de un libro publicado en Puerto Rico por un crítico español radicado en Estados Unidos y, por último, se cita un comentario de Borges sobre Melville. El texto de Borges ocupa la mayor parte de la sección y las otras menciones parecen funcionar como una suerte de preámbulo a él; aun así, es llamativo que de los cuatro elementos mencionadoq solo el último sea "sudamericano", así como que la crítica producida en España y Portu-f gal aparezca aquí, en vez de mencionarse en la sección europea.

Esta exotista visión de lo "sudamericano", en la que España, Portugal, Puerto Rico' y Argentina parecen integrarse, reproduce despreocupadamente un imaginario geopo..:, lítico y geocultural que seguramente les resulte conocido: uno en el que no es raro, por ejemplo, que hablantes estadounidenses se refieran a la comida peruana o salvadoreña como "Spanish food" ( en forma similar, quizá, a como hablantes uruguayos se refieren a inmigrantes y turistas japoneses o coreanos como "chinos"). Lo que puede sorprender es, que ese imaginario se manifieste tan descarnadamente en un texto académico. El releva-(f miento realizado del corpus crítico sugiere que la imagen de América del Sur que ofrecér este ejemplo no es sustancialmente distinta a la que suele observarse en el imaginario1¡� geopolítico de los estudios melvillianos producidos en Estados Unidos; por el contrarlo.Í se trata más bien de una expresión particularmente concentrada, o llevada hasta sus úl- timas consecuencias, de tendencias que, en variantes menos radicales, se observan con frecuencia.

Esas tendencias parecen estar lo suficientemente naturalizadas como para no llamare la atención en el discurso académico: al igual que el uso altamente nacionalista del tér·1['

mino "transnacional', el carácter groseramente discriminatorio de cartografías críticasé como esta suele quedar sin respuesta.

En lo que hace al Companion, ninguna de las dos reseñas que conozco, ambas muyt elogiosas (Berthold, 2006: 55; Marr, 2009: 113), menciona lo observado aquí, ni tampoco'I otros ejemplos similares, de los cuales uno particularmente significativo es el tratamiento que se hace de Medio Oriente. La región es incluida en una suerte de colofón al final de la sección "European Melville" (mientras que España y Portugal no parecen ser parte de Europa, Palestina sí); inicialmente referida como "Middle East', enseguida se la identifi- ca con "the Holy Land" (Tierra Santa). La imaginaria apropiación geopolítica, por la qu� Medio Oriente se vuelve una suerte de continuación o apéndice de Europa, parece venif;� de la mano, pues, con una de carácter religioso. Más llamativo aún es que, por única vez¡:';· en el capítulo, lo que se menciona sobre una zona o país no es la recepción de Melville en¡¡ ese sitio, sino la producción académica (realizada en otro lugar), sobre lo que el propio Melville escribió acerca de esa parte del mundo: más concretamente, un libro publicado en Estados Unidos por un académico estadounidense sobre Melville, Twain y "la manía por la Tierra Santa" (Lee, 2015: 47). Es como si en el imaginario crítico del Companion Medio Oriente estuviera tan disociado con la posibilidad de producir discurso relevante.Í que el criterio que da sentido al capítulo espontáneamente se suspendiera, emergiendo.\t en su lugar un orientalismo de corte casi decimonónico.

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ironía involuntaria de lo ocurrido es evidente: el sintomático gesto orientalista se ce en un espacio académico donde Orientalismo de Said (1978) suele ser conside-

uno de los libros más influyentes de los últimos cuarenta años y texto fundacional s "estudios poscoloníales" Cuatro décadas después, algunos de los puntos ciegos más entales del discurso académico neocolonial que Said señalara en el tratamiento de la

siguen operando, prácticamente incambiados, en el Companion. La enseñanza de istoria sería que ciertos aspectos vinculados a perspectivas nacionalistas, exotistas u talistas pueden resultar relativamente poco afectados y hasta seguir pasando larga- é desapercibidos, mucho después de lo que parecerían ser revisiones significativas y ente influyentes de la perspectiva crítico-teórica que los determina, como las que en produjeron el libro de Said -o, más recientemente, el llamado giro transnacional-. stos mismos aspectos, sin embargo, pueden resultar evidentes (aunque ello no síg- ;por supuesto, que sean neutralizados), cuando lo que ocurre es algo bastante más e, como un cambio de lugar: es muy probable que una lectura desde el Líbano re-

de inmediato en el escandaloso tratamiento que se hace de Medio Oriente, tal como esde Uruguay puede percibir a simple vista la grotesca distorsión sudamericana. 1 concepto de "imaginario del campo', propuesto hace un cuarto de siglo por Do- ease, puede servir para pensar este tipo de condicionamientos geopolíticos del so académico. Uno de los principales defensores de la noción de un "giro transna- ':12 Pease describió al "imaginario del campo" ("field imaginary"), como una forma

Uar el inconsciente disciplinario ("a location for the disciplinary unconscious"), ntaxis fundamental del campo: sus sobreentendidos tácitos, sus convicciones, sus ras primarias o primordiales, así como la cargada relación que los vincula" en una do espacio discursivo ("the field's fundamental syntax-its tacit assumptions, con- ns, primal words, and the charged relation binding them together") ( 1990: 11). 1 concepto de "imaginario del campo" de Pease, derivado en parte del de "campo" urdieu, comparte con este una de sus limitaciones más notorias: la identificación mpo con el ámbito de lo nacional. Ambas nociones parecen asumir que el campo, eas generales, se circunscribe a los límites políticos del país. Una de las consecuen-

tan problemática equivalencia es que los análisis basados en esa concepción tien- á prestar poca atención, cuando no a pasar por alto, las relaciones internacionales particular, la dimensión geopolítica de estas. Esto es particularmente curioso en o de Pease, cuya revisión de la noción de campo de Bourdieu está directamente ada a un esfuerzo por incorporar lo "posnacional" y lo "transnacional" al análisis. hora bien, cuando cuestiones como las que plantea Pease comienzan a pensarse itarnos a priori a una perspectiva nacional, la dimensión geopolítica se rnani-

por doquier. Se vuelve evidente, por ejemplo, que los patrones que se observan a le vista en la circulación internacional del discurso académico reproducen de ma-

otras cosas, Pease editó National Identities and Postnational Narratives (1994), una importante colección cuyo reúne dos imágenes claves para nuestro tema, y más recientemente fue uno de los tres coordinadores del ya

ª"'K1c,11dc1u Re-Framing the Transnational Turn in American Studies (Flucke et al, 2011).

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nera transparente otros, bien conocidos, que son en gran medida de orden geopolítico y ostensiblemente deudores -y reproductores- del sistema neocolonial. De ese muy amplio tema, interesa aquí destacar un aspecto en particular: cómo las relaciones que se establecen entre los espacios nacionales de producción constituyen un factor fundamen- tal en la percepción del propio campo, así como en la acumulación de capital simbólico por parte de los distintos campos nacionales."

Todo campo nacional de producción académica está condicionado, en buena medida, por el lugar que ocupa en el contexto internacional (la posición que ocupa el campo en el orden jerárquico de los campos nacionales, las funciones específicas o particulares más co- múnmente asociadas con ese campo que con otros, etc.), a ello está directamente vincula- da, entre otras cosas, la capacidad del campo en cuestión para acumular capital simbólico en el contexto de lo que podríamos llamar el campo internacional. Dicho de otro modo: la diferencia de función ( distintos campos académicos nacionales tienden a especializarse o destacarse en la producción sobre distintos temas) y la diferencia en la capacidad de acu- mulación de capital simbólico (la producción de los distintos campos nacionales tiene dis- ti,tas posibilidades de difusión, influencia, prestigio, etc.) están estrechamente vinculadas.

Como es obvio, las relaciones entre los distintos espacios nacionales de producción no se limitan a los intercambios concretos, tales como la circulación en un espacio na- cional de discursos producidos en otro espacio. Ellas también incluyen, entre otras co- sas, las imágenes y juicios que existen en un espacio de producción sobre otros espacios. Por supuesto, esto no supone desconocer que el imaginario de un campo académico nacional o regional está estrechamente vinculado a, y en gran medida determinado por, estructuras materiales, económicas, etc. Un ejemplo evidente de la importancia de esas estructuras es la concentración económica y geopolítica de los nodos de publicación y distribución académicas de mayor prestigio, que están ubicados casi exclusivamente en los centros metropolitanos neocoloniales.

Este mismo ejemplo permite ilustrar cómo los factores materiales no operan por sí solos, sino conjuntamente con los imaginarios. Las posibilidades de publicación y distribución han experimentado cambios tecnológicos que, podría pensarse, permiten modificar radicalmente los patrones de tales circuitos académicos; que hasta ahora tal posibilidad haya sido tan poco aprovechada no puede explicarse solamente por factores económicos o materiales, sino que también responde, obviamente, al imaginario de los campos de producción académicos, principalmente en lo que respecta a sus modelos y mecanismos de atribución de capital simbólico. Así, por ejemplo, parece claro que si existen relativamente pocos espacios y circuitos de publicación y distribución acadé- micos en América Latina que obtengan reconocimiento al interior de la propia región, ello no es solo por un problema en la calidad académica de los agentes de publicación y distribución, sino también por la concentración de capital simbólico existente en otros circuitos y la inercia del prestigio que han así adquirido.

13 El concepto de capital simbólico se usa aquí en el sentido de Bourdieu (1995).

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Es claro que un mismo texto académico tiene muy distintas posibilidades de acu- capital simbólico, influencia, prestigio, etc. ( con las consiguientes consecuencias

como la obtención de fondos para investigación y el salario de los investigado- según el circuito en que se publique. Al mismo tiempo, es bien sabido que los cir-

dominantes suelen estar sujetos a determinaciones geopolíticas y mercantiles muy a menudo son propiedad de corporaciones empresariales u otras organi-

iones con fines de lucro, casi en su totalidad están ubicados, han sido diseñados y son nciados, tanto en lo empresarial como en lo académico, desde las viejas metrópolis coloniales, donde entre otras cosas se fijan, de manera casi totalmente unilateral, los

· erios de selección. Ahora bien, esto no parece afectar significativamente la valoración démica que se hace de ellos. Tal falta de respuesta académica con respecto a las con- ionantes materiales y geopolíticas de la producción, la circulación y la atribución de or académicas no puede explicarse sin tomar en cuenta la importancia (y la inercia)

1 imaginario del campo. La producción de un campo académico nacional es afectada directamente por la

cepción que ese campo tiene de otros y de su lugar entre ellos. El imaginario de un po nacional no es una isla: se define, configura y funciona, en parte, por aquello que

onoce como exterior o ajeno a él y por las relaciones que guarda con esa exteriori- d. De hecho, esa cartografía imaginaria ( que es, conviene repetirlo, intrínsecamente árquica y ostensiblemente concordante con el orden neocolonial), puede llegar a ser s significativa que la propia circulación de los discursos de un campo a otro. O, más cisamente: esa cartografía suele ser un factor determinante en tal circulación y, por lo to, en el conocimiento que se tiene y la recepción que se hace, en determinado campo

cional, de la producción de otro. Mientras que la circulación de los discursos entre los istintos campos está directamente vinculada a las distintas posiciones jerárquicas ( el istinto prestigio o, en términos de Bourdieu, la distinta cantidad de capital simbólico) e estos, la influencia inversa puede ser ínfima; de hecho, en el actual orden de cosas, la aducción discursiva de un campo, por sí misma, puede tener una incidencia limitada su posición en tal imaginario internacional. Es evidente que si lo que se produce en

.'ertos países o regiones ( o en ciertos idiomas) no es leído, no podrá tener mucho efecto la imagen que se tenga de la producción de esos países o regiones, o en esos idiomas.14

Así como la visión sobre los otros culturales es una de las dimensiones fundamen- en la que se procesa la visión de la cultura propia, el imaginario internacional de un

mpo (su cartografía imaginaria de los demás campos nacionales y de su propio lugar el contexto internacional) es una de las dimensiones fundamentales en las que se pro-

Un caso que conozco de primera mano es el de la serie Montevideana, una colección de libros sobre literaturas no latinoamericanas que nuestro Departamento de Letras Modernas publica desde hace 18 años. Sus volúmenes suelen reunir trabajos sobre un autor, texto o tema específico e incluyen contribuciones de académicos latinoamericanos, europeos y estadounidenses y ocasionalmente de otras regiones; se encuentran disponibles en docenas de las principales bibliotecas académicas de Europa y Estados Unidos. Las publicaciones académicas fuera del ámbito hispánico ignoran por completo su existencia; no son incluidos siquiera en repertorios bibliográficos anuales como el de American Literary Scholarship (v. p. ej. Berthold, 2006).

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cesa la configuración de un campo nacional de producción. Y, como en cualquier ima- ginario que involucre figuras de lo propio y lo ajeno, de lo uno y lo otro, estas relaciones tienden a asumir formas jerárquicas: ni los espacios de producción ni sus producciones valen lo mismo ni significan igual.

Hice algunas observaciones acerca de estas cuestiones en un trabajo anterior (2013): "Sobre minusvalía. La visión americana de Herman Melville y el modelo académico neo- colonial". La primera parte de ese texto ensaya una suerte de panorama, muy esquemá- tico, de la división internacional del trabajo académico en campos como los estudios literarios, recordando que a distintos espacios de producción suele atribuirse distintas competencias. Así, por ejemplo, mientras que el espacio de producción peruano suele asociarse con el trabajo intelectual sobre lo que podríamos llamar la materia prima local (la literatura peruana, por ejemplo), el espacio francés suele asociarse, además, con el trabajo sobre las demás materias: no solo la literatura francesa, sino también cualquier otra, así como la "teoría" sobre lo literario. No es que la producción académica peruana sobre literatura francesa no exista, por supuesto, sino que es percibida espontáneamen- te como poco relevante, como un tanto fuera de lugar incluso, y enfrenta condiciones de acumulación de capital simbólico muchísimo más desventajosas que, pongamos por caso, la producción académica francesa sobre literatura peruana.15

Nuestra producción académica sobre otras culturas (la crítica peruana sobre literatu- ra francesa, por ejemplo), además de enfrentar importantes dificultades materiales, suele ser considerada a priori (vale decir: antes -o en lugar- de su lectura) como poco signi- ficativa. Y, cabe aclarar, esto es lo que ocurre al interior de nuestras propias academias. En otras, por lo general simplemente es ignorada. Uno de los puntos a los que quería llegar es, justamente, el desconocimiento generalizado, fuera de América Latina, de la produc- ción académica latinoamericana sobre literaturas de otras regiones. Más precisamente, cómo tal desconocimiento puede afectar al discurso crítico sobre dichas literaturas.

En la segunda parte del anterior trabajo se ofrecen algunos ejemplos de esto, en base a un estudio del desconocimiento generalizado, en la crítica melvilliana estadounidense, de la producción académica latinoamericana sobre Herman Melville y de algunos de los problemas que tal desconocimiento suele generar (y de los cuales el caso del Companion, comentado más arriba, es un ejemplo ilustrativo). A ello refiere el título de aquel artículo: "Sobre minusvalía''. Por un lado, la expresión juega con el término plusvalía, ofreciendo una suerte de equívoca inversión de este: un uso deliberadamente inexacto de la palabra para referir a la inflación o deflación del capital simbólico de distintos textos críticos se-

15 Podría creerse que un contraejemplo célebre es el libro de Mario Vargas Llosa sobre Flaubert (1975). Debe notarse, sin embargo, que el capital simbólico de este, o mejor dicho, las condiciones estructurales de su acumulación, tienen mucho que ver con el estatus literario de su autor y muy poco con las características del trabajo en tanto crítica literaria: el texto funciona como el ensayo de un novelista, dos ámbitos, el ensayístico y el novelístico (y muy especialmente este último), en los que, en la división internacional del trabajo intelectual, América Latina es considerada un espacio de producción relativamente significativo, algo muy distinto a lo que ocurre en el campo de la producción académica. En tal cartografía, La orgía perpetua es un texto latinoamericano, mucho más que uno de crítica sobre literatura francesa; un texto del escritor Mario Vargas Llosa, más bien que uno sobre la obra de Flaubert.

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lugar de producción. Pero, al mismo tiempo, en una actitud que tiene quizá algo simbólica del subalterno, la minusvalía del título refería a las incapacidades

itaciones de un discurso crítico tan fuertemente determinado por las jerarquías, dis- inaciones y exclusiones inherentes al orden neocolonial. Dicho brevemente, y para

er sobre otro ejemplo mencionado, si cabe llamar "transnacional" a un discurso pro- ido casi enteramente dentro de los límites de una sola nación, lo menos que puede irse de tal trasnacionalismo es que sufre una severa discapacidad o minusvalía. Y ello olo porque un trasnacionalismo de una sola nación es algo literalmente mutilado, sino

íén, y lo que quizá es más importante, por la mutilación perceptiva que supone. El juego con el término minusvalía, pues, apuntaba en última instancia a subrayar la plusvalía de capital simbólico puede tener, como una suerte de efecto secundario, minusvalía interpretativa. Y, complementariamente, si se acepta la opinión de que

··· un texto desde otro lugar (leer un poema limeño desde París o una novela parisina de Lima, digamos), no solo plantea dificultades sino que también puede tener algunas tajas, entonces habría que aceptar que los espacios que en la cartografía neocolonial recen como dependientes o periféricos o menos ("universalmente") significativos los centrales no serían lugares de discursos completa e irremediablemente impe- s, encerrados en una minusvalía, sino que también pueden gozar de capacidades

rentes. Si la división internacional del trabajo académico se piensa teniendo esto en nta y con cierta autonomía con respecto a los patrones del orden neocolonial, una de unciones que cabe asignar a espacios de producción como el nuestro es la de abor- objetos de estudio como la literatura francesa o estadounidense desde otros lugares. ecir, ofrecer aquello que las academias locales, por definición, no pueden producir:

extranjeras, las cuales son obviamente imprescindibles para cosas como, ponga- por caso, una perspectiva a la que sea razonable llamar transnacional. Parece poco probable que la dinámica neocolonial que domina la producción y cir-

ación del discurso académico en buena parte de América y Europa vaya a modificarse stancialmente en un futuro cercano. En todo caso, en lo que hace a la recepción en Eu -

a y Estados Unidos de la producción académica latinoamericana sobre temas no la- oamericanos, no parece que el bloqueo a menudo inconsciente a que esa producción sometida esté por levantarse. Luego de décadas de poscolonialismos producidos casi clusivamente desde las metrópolis coloniales y transnacionalismos producidos casi teramente en una sola nación (para no mencionar sino dos entre muchas fanfarrias mparables), y no obstante las buenas intenciones y los formidables aportes teóricos ríticos que esas y otras propuestas han involucrado, la incapacidad para reconocer y nfrontar adecuadamente algunas de las limitaciones o discapacidades más elernenta- y -al menos cuando se observa desde aquí- más evidentes del discurso producido ilateralmente desde esos lugares, sugieren que tal vez sea de otro lado que puede venir

respuesta efectiva a esos problemas. Corresponde, pues, preguntarnos si esa no es de las funciones que nuestros espacios de producción deben abordar.

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Si hace ya décadas que la mirada del otro colonial migrado a la metrópolis produjo una suerte de revelación en importantes ámbitos de la academia, ¿no será hora de que ocurra algo similar a partir de miradas desde los lugares-otros ( o, si se prefiere, de la . mirada del otro no migrante)? Para que algo así tenga lugar se necesita, obviamente, que el discurso producido por es(t)os otros en es(t)os otros lugares reciba una atencióni: adecuada o razonable, o al menos una no tan radicalmente discriminatoria. Pero, tama\l bién, y allí quiero poner el énfasis en esta ocasión, es preciso que estos otros lugaresl asuman decididamente su rol como productores de discurso analítico sobre algo más que la cultura local/regional propia. Es imperioso, en suma, que asumamos la tarea de producir discurso académico sobre la literatura del resto del mundo, incluyendo la de las metrópolis neocoloniales.16

Quizá haya que empezar por preguntarse por qué, siendo que tantas dimensiones de . condicionamiento del discurso académico se han sometido a revisión, la del lugar de su} producción sigue siendo prácticamente ignorada. Esta no es una pregunta de detalle. Por ! el contrario, y para usar una conocida expresión inglesa, es una pregunta sobre el elefante, que hay en la habitación (the elephant in the room). O, para ponerlo en términos más del r'" país, sobre el transatlántico que está ante nuestras narices en el muelle, dado que, en la academia latinoamericana, tan ligada al intercambio transnacíonal y, en particular, tran- satlántico (para empezar, por la imperiosa necesidad de acceder a los discursos venidos de allende el mar), la situación de algunos investigadores quizá deba describirse no solo en términos de habitar un cuarto propio, sino también de hallar un espacio en el muelle.

Como se observó antes, en la división internacional del trabajo académico (y los criterios jerárquicos de la cartografía neocolonial, que esa división reproduce), a un espacio como el nuestro le corresponde el estudio de lo "local": la literatura del país, digamos, o de la región. La producción académica sobre cualquier otro objeto de estu- dio tiende a ser percibida a priori como discurso que es, significativamente, menor. Ella funciona, a todos los efectos, como subdesarrollada o minusválida. Y esto no es algo impuesto unilateralmente desde "afuera', por cierto: he conocido a muchos académicos de nuestro país y nuestra región que, desde una posición de relativa autonomía o inde- pendencia, dudan mucho de la necesidad, la viabilidad o el valor de producir en Améri- ca Latina historiografía sobre la literatura de otras regiones. En nuestra propia Facultad, hasta no hace tanto, quienes estaban al frente de los departamentos de estudios clásicos y de literaturas europeas modernas sostenían que no era posible producir investigación relevante en esos campos desde Uruguay. Tal propuesta les parecía impracticable, inútil o fuera de lugar, como a algunos quizá todavía les parezca la de escribir en América Latina una historia de la literatura europea, o una revisión historiográfica o teórica del Romanticismo.

16 Decir esto sobreentiende que nuestra producción deberá ajustarse a -así como incidir en- los criterios de relevancia y calidad académicas de los subcampos disciplinarios correspondientes, tal como es de esperar que los mismos funcionen en un marco suprarregional. La producción académica latinoamericana sobre temas de otras literaturas no siempre se rige por este tipo de estándares.

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Incluso hoy, cuando muchos sostienen que tal tipo de actividad es válida y nece- , parecen ser relativamente pocos quienes la realizan. Una evaluación del estado

de la historiografía sobre literaturas extranjeras en América Latina requeriría, por esto, un estudio específico y suficientemente abarcativo, algo que no es posible rea- aquí y de cuya existencia no tengo noticias;17 por lo demás, mi conocimiento de la ucción latinoamericana en esas áreas es muy limitado y más bien aleatorio, en gran

e por la debilidad de las estructuras de su circulación al interior de la región ( como tros ámbitos, a muchos de nosotros nos sigue siendo más accesible mucho de lo que oduce fuera de ella que mucho de lo que se produce en ella). En consecuencia, solo

do ofrecer una impresión. Dicho esto, lo cierto es que la inmensa mayoría de los trabajos que conozco corres- den a uno de los siguientes dos tipos. Uno es el de los que incluyen lo local/regional o objeto de estudio (por ejemplo, comparan un escritor alemán y uno brasileño, o

movimiento europeo y uno latinoamericano), en cuyo caso los aportes originales en referir, en muy alta proporción, al objeto local o regional, siendo la contribución cífica sobre el texto, autor o movimiento "extranjero" muy limitada. El otro tipo de ajos son estudios específicos sobre temáticas no latinoamericanas; en estos casos, ecuente encontrar una presentación o reformulación de aportes ya existentes en la ca especializada, con escasas contribuciones originales.18 Existen muchas y a veces valiosas excepciones, por supuesto, pero mi experiencia es que ellas parecen ser,

amente, excepciones. La debilidad de la contribución latinoamericana a la historiografía sobre otras re-

nes no es un problema menor. No lo es ni en lo que respecta a nuestra comprensión esas regiones ni en lo que hace al conocimiento general que se tiene sobre ellas. Esto ulta aún más notorio cuando se considera la cuestión junto con otra: la de la produc-

historiográfica latinoamericana sobre temas de alcance "general".

toriografía de temática "general". El caso de los estudios bre Florencia Sánchez y el teatro del Novecientos

¿Son tan necesarios una historia y crítica latinoamericanas de la literatura esta- unidense, el romanticismo europeo o el neoclasicismo? El más somero estudio de alquiera de estos campos permite decir que sí. Cuando a mediados de los noventa

encé a consultar la historiografía sobre el neoclasicismo en general para mi primer ro, una de las cosas que más llamó mi atención fue que las mejores historias y descrip-

enes que encontré de dicho movimiento parecían asumir que este se limitaba a Europa stados Unidos. Incluso los estudios que proponían una visión global o, más exacta-

Una discusión interesante sobre algunos aspectos del tema tuvo lugar hace pocos años en Buenos Aires (Ciordia, Cristófalo, Funes, Vedda y Vitagliano, 2011). Este es el tipo de problema al que se hace referencia en la nota 14.

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mente, transatlántica de la estética neoclásica ignoraban completamente su existencia en América Latina, un ámbito donde lo neoclásico perduró más largamente que en Europa . y Estados Unidos. Las propuestas de datación que proponían estos trabajos parecían o bien suponer que América Latina no era parte de Occidente ( quizá en la forma en qutt el Companion ubica a España y Portugal como si no fueran parte de Europa -mientra�¡, que Medio Oriente, de alguna manera, sí-), o bien, lo que es más probable, asumir qu�: .. lo ocurrido en América Latina era totalmente insignificante. Lo ignoraban por comple-; to, vaya uno a saber en cuál sentido del verbo.

En aquel entonces, podía parecer sencillo corregir las propuestas más extendidas de datación del neoclasicismo; si no me propuse intentarlo fue en parte por un rechazo a tal tipo de marcos cronológicos totalizantes, occidentales, y en parte por la inercia de las jerarquías geopolíticas neocoloniales ( cómo un investigador principiante sudamericano podía cuestionar la cronología de recibo sobre el neoclasicismo occidental en los centros;. metropolitanos). Pero, también, en parte, porque la misma escasez o limitada visibilidadi)'t de visiones historiográficas complementarias con las producidas en Europa y Estados¡: Unidos dificultaba cualquier acción seria al respecto.

Si la investigación sobre Melville ayudó a señalar algunas de las limitaciones más ostensibles de un orden crítico e historiográfico geopolíticamente desbalanceado, usaré otro proyecto para ilustrar algunas de las tareas posibles y necesarias en tal contexto. Si el trabajo sobre Melville sirvió para discutir problemas referidos a campos específicos de conocimiento, esta otra investigación de largo aliento, que propone estudiar el lugar de Florencio Sánchez en el teatro occidental del Novecientos, servirá para discutir la sidad de la producción sobre temáticas más generales.19

Aceptemos, de momento, la harto problemática figura de una literatura o un occidental, a fin de establecer rápidamente un contexto de referencia. Uno de los puntos de partida del proyecto es, precisamente, el problema de los marcos de referencia: casi no existe un ámbito disciplinario en el que situar adecuadamente a Sánchez en el teatro del Novecientos en cualquier contexto más amplio que el latinoamericano. Esto debe entenderse en dos dimensiones, distintas pero complementarias: dicho de manera muy .. simple, el problema estribaría en que, por un lado, la historiografía sobre Sánchez se enfrenta a la ausencia de un marco historiográfico sobre el teatro occidental del cientos adecuado para su trabajo y, por otro, la historiografía más general sobre el occidental del Novecientos no parece usar herramientas adecuadas para considerar obra de Sánchez.

La tradición historiográfica supuestamente general o de conjunto sobre el teatro del Novecientos ha sido, por mucho tiempo y en gran medida, historiografía sobre (algunos sectores de) el teatro europeo. Producida principalmente en Europa y según los criterios, de la historiografía europea, naturalmente tendió a identificar a cierto teatro europeo como la expresión más valiosa o representativa de la escena occidental. Grandes espa-

19 Está previsto que el grueso de esta investigación se desarrolle luego de la dedicada a Melville. Para un avance de esta v. Irigoyen (2016).

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e Occidente, entre ellos la totalidad de América Latina, raramente fueron consi- s, de modo que su producción teatral no tuvo incidencia en el desarrollo de esas

es panorámicas. En tal marco historiográfico, obras como la de Sánchez solo son adas a posteriori de la constitución del marco de referencia primario y fundamen - cual hace casi inevitable que se tienda a percibirlas como secundarias o periféricas: culiaridades no suelen ser consideradas en su especificidad, sino como variantes ales o locales con respecto a lo establecido previa y unilateralmente como modelo

erencia, cuando no como una desviación o un subdesarrollo con respecto a este. eso ha sido señalado en la anterior sección, pero el ejemplo de Sánchez y el moder-

permiten considerarlo desde una perspectiva algo distinta. lejandro Mejías-López (2009) ha historizado la dimensión geopolítica y neoco-

1 de la historiografía sobre el modernismo. En el ámbito historiográfico, señala, el Ino modernismo fue usado en entornos críticos hispanohablantes para referir a un nto de fenómenos literarios y, por extensión, culturales de fines del siglo XIX y

ienzos del XX; más tarde, el vocablo pasó a ser usado en la academia anglófona, que ó la historia de esa noción historiográfica o, más bien, según Mejías-López, la des- en favor de una nueva conceptualización de lo modernista, la cual efectivamente

ía a buena parte de las manifestaciones literarias y culturales hispánicas, para cuyo sis crítico e historiográfico el término modernista había sido desarrollado origí- ente. Mejías-López argumenta que tal acto expropiatorio se construyó, en buena

a, sobre otro más amplio, que involucraba al concepto de la propia modernidad. explica, una nueva conceptualización de lo moderno desarrollada principalmente

historiografía anglófona, que se ocupaba casi exclusivamente de ciertos espacios uropa occidental y, posteriormente, Estados Unidos, se presentó como una imagen ral y abarca ti va de la modernidad ( occidental, podemos agregar, aunque el térmi- menudo permanecía implícito). Uno de los resultados de esto fue que aspectos y

'menos que la historiografía hispánica consideraba desde antes (y a menudo sigue siderando ), como "modernos': desde esta otra descripción son percibidos como pre- to- o submodernos, de acuerdo con la visión de la modernidad establecida por la

miografía anglófona. Así, lo que en español suele llamarse modernismo puede verse o estrictamente diferente y, en ocasiones, hasta opuesto a lo que en inglés se deno- a Modernism, un fenómeno de alcance meramente local/regional, o bien una varian- eriférica que comparte algunos aspectos de lo moderno, pero en forma muy limitada bdesarrollada. En las últimas décadas tal situación historiografía ha cambiado, es cierto, especial- te en lo que respecta a las aspiraciones generalizadoras o globalizantes de la car-

rafía europeísta. Pero ello no significa que la influencia de una conceptualización iculada sobre figuras (subyacentes, aunque pocas veces explícitas y, quizás, en oca- nes no del todo conscientes), como las de centro y periferia haya desaparecido. En la toriografía teatral, un gesto sintomático de respuesta a este tipo de problemas ha sido

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la inclusión de tradiciones escénicas y teatrales no europeas mediante panoramas hist riográficos que presentan ya no una única historia, sino una pluralidad de historias. D manera similar a como en el discurso de la historia social y económica, se volvió comú usar expresiones en plural, como "las clases altas" o "los sectores populares': la tendenci a hablar de historias en lugar de historia propone distanciarse de nociones de identida única y fija y de una linealidad histórica única o determinada desde un único espaci En la historiografía sobre el modernismo," el uso del plural se ha impuesto en la hist riografía anglófona, sobre todo a partir de Modernisms de Nicholls (2009 [1 ª ed. 1995 cf. Eysteinsson, 2009: 30). En el campo de la historiografía teatral, quizá el ejemplo má significativo sea Theatre Histories: An Introduction (Nellhaus, McConachie, Sorgenfrei Underiner, 2016), cuya más reciente edición ha sido señalada como "the most inclusív world theatre text" ("el más abarcador texto sobre teatro mundial", traducción que quiz no transmita del todo la sugestiva ambigüedad del original: ¿lo mundial es el teatro de que se habla o el propio texto historiográfico?) (Tillis, 2016: 96).21

No es tema del presente trabajo discutir la eficacia de este tipo de respuestas. Lo qu importa aquí es señalar que decisiones como esta responden a una intención, por part del discurso académico producido en el espacio de las viejas metrópolis coloniales, d modificar sus criterios de inclusión y de representación, a fin de atender a algunas de la limitaciones más notables de su cartografía pretendidamente "general", pero que no h habido una similar puesta en cuestión y, por lo tanto, tampoco un intento de respuesta en lo que respecta a otra dimensión fundamental y, uno diría, no menos evidente de problema: la del lugar de producción de esa cartografía. Una de las bases concretas más elementales del discurso historiográfico, que es el lugar (desde) donde se produc apenas ha sido objeto de consideración. El pluralismo, al igual que el transnacionalism mencionado más arriba, refiere a aquello de lo que el discurso habla (los objetos que 1 cartografía neocolonial decide considerar, los espacios que visita), no al lugar desde e que lo hace. En el imaginario del campo académico central en el orden neocolonial, lo demás lugares siguen existiendo fundamentalmente como objetos (no como espacios d producción), del discurso académico. En el caso de Theatre Histories, por ejemplo, lo cuatro autores del libro se formaron y trabajan en la academia estadounidense.

Cabe insistir en que, si las historias generales o abarcativas suelen producirse única mente desde determinados espacios, ello no se debe exclusivamente a factores materiale (concentración de la industria editorial, de mano de obra calificada, etc.). También inci- den cuestiones de otro orden, como la ya mencionada discriminación geopolítica de que son objeto los espacios de producción al interior del sistema académico internacional: 1 recepción de una historia del teatro occidental producida en la academia inglesa, fran- cesa o estadounidense tiene a priori notorias ventajas en su capacidad de impacto y d

20 El término se usa aquí en su sentido amplio, no en el restringido a Hispanoamérica. 21 En la misma línea, podría suponerse que, en vez de Neoclasicismo, como se titulaba el más conocido trabajo

conjunto sobre esta estética hace un cuarto de siglo (Honour, 1991), hoy un panorama comparable se Neoclasicismos, en plural (y quizás incluiría un capítulo sobre América Latina).

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de capital simbólico sobre una escrita en la academia peruana o brasileña. a su vez, tiene consecuencias directas y palpables sobre la propia producción;

mplo, es comprensible que a algunos académicos les resulte problemático o inclu- stionable publicar textos sabiendo que no serán leídos, o que su efecto, salvo por tengan en sus propios CV, quizá sea prácticamente nulo. ada de esto significa que fenómenos como el denominado giro transnacional, las ctivas llamadas planetarias y lo que hemos descrito como pluralismo no sean s relevantes y valiosos. Pero cualquiera sea su valor, hay un factor por el que el ma historiográfico ha cambiado significativamente en las últimas décadas que resultarnos más atractivo: los intentos realizados desde otros lugares por desarro-

iterios y prácticas críticas e historiográficas alternativas a las europeístas y, en ge- ,i a las que reproducen la organización material y el imaginario neocoloniales. Estos rzos enfrentan múltiples dificultades, por supuesto, y plantean sus propios proble- uno de los cuales es la ocasional tendencia a contrarrestar la violencia de la car- fía neocolonial con una violencia interpretativa inversa. Así, por ejemplo, si en la iografía eurocéntrica producida en las metrópolis neocoloniales las producciones

rales de espacios no europeos tienden a constituir un lugar secundario -vale decir: efinen (como) un lugar periférico con respecto al supuesto centro-, estos otros a contrarrestan tal evidente discriminación invirtiendo la jerarquía y destacando el io local/regional propio (el rioplatense, pongamos por caso), a veces reivindicando

oducción cultural de dicho espacio ya no como variante o distorsión con respecto modelos metropolitanos, sino en términos de diferencia y originalidad. Ambas

ticas (la de la inversión re-centradora y la de la diferencia valiosa), han permitido ortantes contribuciones, pero tienen sus propios peligros y limitaciones, siendo uno llos que el énfasis en la especificidad local/regional puede dificultar el estudio de las ejanzas suprarregionales. Creo que, hasta cierto punto, esto puede observarse en la riografía del teatro rioplatense producida en la región. O, en todo caso, ello es lo que ce sugerir el estado actual de la investigación sobre el lugar de Sánchez en el teatro

Novecientos, según se ve a continuación. El desarrollo de prácticas y criterios menos deterministamente eurocéntricos y más

cuados al contexto local y regional es seguramente una de las características más vantes de la historiografía sobre el teatro rioplatense de las últimas décadas. Es sig- ativo, no obstante, que tal formidable desarrollo parezca haber contribuido rela-

mente poco a la contextualización de la producción teatral de la región en marcos rarregionales. Si se piensa en los avances que la historiografía del teatro rioplatense

las últimas décadas ha experimentado en otras áreas, el aporte que ha hecho a la con- eración de ese teatro en el espacio transatlántico parece haber sido más bien limitado,

enos en lo que respecta Sánchez y su contexto.22 La historiografía sobre Sánchez ha do considerarlo principalmente como un dramaturgo rioplatense o uruguayo y, oca-

El diálogo con la producción artística y académica de otras regiones parece ser más rico en otros subcampos, como el de los estudios sobre teatro rioplatense contemporáneo.

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sionalmente, como uno latinoamericano; muy raramente como uno occidental. Cuando se consideran la importancia histórica que suele atribuirse a su dramaturgia y el desarro- llo de la historiografía sobre esta en las últimas décadas, llama la atención que los estu: dios comparativos de su obra con otras de fuera de la región sigan siendo relativamentf escasos. Ellos existen, por supuesto, pero en menos cantidad de lo que podría esperarsl y, si bien algunos son muy valiosos, suele tratarse de abordajes realizados desde un enfo� que bastante tradicional, del tipo que es usual llamar "comparatismo de primera genera. ción", comparando los textos de Sánchez con obras europeas precedentes tomadas como marco de referencia. 23 En última instancia, el conjunto de esta producción crítica parece reproducir la idea de que la pertinencia y relevancia de esa dramaturgia son de carácter; exclusivamente local y regional.

Un estudio comparativo hecho desde otros marcos puede abrir otras puertas. Ade, ·· más de cotejar los textos de Sánchez con textos europeos previos, a fin de deterrnínai] si ciertas características establecidas en la historiografía europea se verifican en la obr�(, sancheana y hasta qué punto ella las modifica o "modaliza" (Dubatti, 2010: 4), pued�, hacerse el ejercicio de considerar la dramaturgia de Sánchez en un panorama general def, teatro euroamericano del período, sin ubicarla de antemano en una posición o momento ' secundario. Así, por ejemplo, sería posible preguntarse si la más significativa y discutida cuestión estudiada por la historiográfica sobre Sánchez, vale decir la vinculación de su. obra y su figura autoral al "nacimiento" de una dramaturgia y un teatro "nacionales': puede contrastarse con lo ocurrido en otros sitios. Una vez planteada esta pregunta; resulta muy fácil ubicar un caso, parte del canon del teatro europeo de esos años: el def dramaturgo irlandés J. M. Synge. ..:.

Estrictamente contemporáneos, Synge (1871-1909) y Sánchez (1875"1910) fueron considerados, en sus respectivos espacios, como los dramaturgos fundadores de un "tea- tro nacional".24 Sus trayectorias fueron semejantes en varios aspectos: ambos provenían de un país pequeño, en cierto sentido marginal y dependiente en su región, se desarro- llaron como artistas entre su país de origen y otros centros culturales más importantes (Sánchez en Buenos Aires, Synge en París y Londres), alcanzando una original y pode-j rosa integración de las estéticas internacionales del momento y las tradiciones locales, ef lo que jugó un papel importante el motivo de lo rural como figura de una nacionalidaf · original, tradicional o profunda ( el "campo" rioplatense en Sánchez, el mundo campesi1¡ no del oeste irlandés en Synge). Por lo demás, creo que ambos podrían haber servido dé: ejemplo a Borges cuando, un par de décadas más tarde sostuvo que por el propio hecho' de no hallarse en los centros metropolitanos, "los [escritores] argentinos, los sudameri- 23 Un ejemplo ilustrativo de esto es el trabajo de Jorge Dubatti (2010), quizá la más importante contribución sobre el

tema hecha hasta ahora. Más allá de aspectos como ciertas elecciones léxicas (el uso del término "intertextos"), el.· análisis sigue, en gran medida, los criterios del comparatismo de primera generación, estudiando la influencia d7 . modelos europeos en la dramaturgia de Sánchez e intentando establecer en qué medida esta se acerca a aquellos.

24 En ambos casos, lo "nacional" operaba en un sentido particular, que no coincide con el de un país: en el de porque Irlanda era entonces una colonia británica, en el de Sánchez porque aquello de lo que se lo consicere, iniciador fue el "teatro nacional rioplatense".

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sen general" ("y lo mismo podemos decir de los irlandeses': señala) tienen impor- es ventajas para intervenir en la tradición europea (2007: 323). Cuando un objeto de estudio deja de ser establecido a priori como posterior y se-

dario, cuando se deja de examinarlo en tanto variante o diferencia con respecto a s previos y supuestamente generales, se vuelve más posible reparar en ciertos as- os del mismo, así como en otros fenómenos que lo involucran o con los que puede astarse. El caso de Synge en el teatro irlandés puede servir para pensar el de Sán- y el teatro rioplatense, por supuesto, pero lo inverso es igualmente cierto. Y tam- (y quizás mejor), el estudio conjunto de ambos casos puede contribuir a pensar el

rrollo de la figura de teatro nacional en América y Europa entre fines del siglo XIX mienzos del XX, de manera similar a como una consideración del Neoclasicismo oamericano, por más somera que ella fuera, podría haber modificado la cronología estética neoclásica que se manejaba en los años noventa. Si las semejanzas entre lo

rrído en Irlanda y en el Río de la Plata son algo más que una coincidencia fortuita go que puede establecerse en base a un estudio transregional, conducido en marcos ícos, historiográficos y metodológicos distintos a los de la tradición naciocentrista y olonial que, todavía hoy, a menudo domina la producción académica.

una historiografía propia

Un conocimiento adecuado de lo propio o específico solo puede darse de la mano n conocimiento adecuado sobre lo compartido. El estudio del teatro rioplatense y el

teatro occidental, por ejemplo, si bien en muchos sentidos miran y trabajan en distin- direcciones, son tareas complementarias. El proyecto "Florencia Sánchez en el teatro idental del Novecientos" apunta a una revisión de ambas dimensiones, de manera ilar a como el proyecto sobre Melville combina el estudio de aspectos particulares a obra del escritor estadounidense y el de cómo las condiciones geopolíticas y el na- entrismo afectan a una parte importante de la crítica melvilliana. Si la investigación

re el autor de The Encantadas parte de la hipótesis de que una obra tan efectivamen - oleada a lo transnacional y lo transidiomático no puede estudiarse adecuadamente de el interior de un único país y un único idioma, la dedicada a Sánchez asume que

consideración adecuada de su dramaturgia puede contribuir significativamente a visión menos parcial del teatro occidental del Novecientos, a la vez que una visión

nos parcial de ese contexto suprarregional puede contribuir significativamente a una [or consideración de la obra de Sánchez.

Una de las funciones fundamentales de una academia local o regional es, qué duda e, el análisis de la producción cultural del lugar o la región, y en particular de sus uliaridades (lingüísticas, culturales). Pero otra de sus funciones es el análisis de la ducción cultural de otros lugares. Y una tercera, aun, es el estudio de la produc-

cultural en general; la historia del teatro del Novecientos, por ejemplo, requiere

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de historias latinoamericanas, entre otras, que complementen a las (europeas y est' dounidenses) existentes. Nada indica que los patrones dominantes del orden académié neocolonial y su división internacional del trabajo vayan a cambiar en un futuro próJCi mo. Lo que sí puede cambiar, o, en todo caso, aquello a cuyo cambio nos correspong contribuir directamente, son nuestras propias prácticas historiográficas y académica hasta cierto punto, nuestro imaginario. Es necesario desarrollar una historiografía p pia menos limitada a lo local y regional, así como involucrarnos más en la produccf de una historiografía general. Y, al hacerlo, repensar constantemente nuestra percepció de los distintos ámbitos geopolíticos y nuestra participación concreta en el sistema producción y distribución del discurso académico.

Por supuesto que cambiar el lugar físico de producción de un discurso no produc necesariamente novedad ni constituye por sí mismo una ventaja. Nada asegura que un lectura de la obra de Melville o Synge, o una historia del teatro occidental, del Roma cismo europeo o de la literatura italiana vaya a desarrollar criterios u obtener resulta diferentes por el mero hecho de haber sido producidas desde Uruguay o Venezuela mediante una colaboración entre universidades sudafricanas y argentinas. Tampoco puede asegurar que tal aporte historiográfico supondría una contribución relevante la comprensión de su objeto. De hecho, es muy probable que, en muchos casos, tal; trabajos se diferenciaran de los producidos en otros lugares más que nada por asign __ más espacio e importancia a los fenómenos culturales del propio lugar y menos a otros

Sánchez, por ejemplo, quien no es mencionado ni una vez en Theatre Histories, pr bablemente encontraría un lugar en una historia del teatro producida en América d, Sur, pero no sería de extrañar que ello fuera a costa de Synge. Es posible que en u visión historiográfica producida en el Río de la Plata, en vez del "estudio de caso': p( sentado en uno de los anexos del libro estadounidense, sobre el rol que tuvo la obra Synge, sobre todo a partir del estreno en 1903 de The Shadow of the Glen, en el moví miento por un "teatro nacional" irlandés, encontráramos un estudio equivalente sobr el rol que Sánchez, a partir del estreno, en ese mismo año, de M'hijo el dotar, tiene en el movimiento del "teatro nacional" rioplatense.

Dudo de que tenga mucho sentido preguntarse si una de estas opciones (Synge . Sánchez, digamos), es más apropiada que la otra. Pero, hasta hoy, o al menos hasta ha muy poco, la historiografía occidental ha exhibido algo muy parecido a un monopol de lo primero (Europa, Synge, el modernismo entendido en su sentido anglófono, pa volver sobre algunos de los ejemplos mencionados) y la casi total inexistencia de lo se gundo (América Latina, Sánchez, el modernismo en su sentido hispanoamericano). objetivo no debería ser invertir jerarquías, sino producir visiones historiográficas má abarcativas y más equilibradas, aunque más no sea porque complementan las existente con otras, cuyas familiaridades y prioridades serán, naturalmente, distintas.

Para resumir, las propuestas que quería hacer en estas jornadas son: tener siempr presente (porque todos los sabemos, pero a veces pareciera que de algún modo lo o

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os) que todo discurso crítico o historiográfico, como cualquier otro discurso, es ado, se produce desde un lugar, y que ese lugar debe entenderse, entre otras co- mo geopolíticamente marcado; reconocer que el mapa geopolítico de los lugares

e ubicamos a esos discursos críticos e historiográficos responde, en gran medida, la división internacional del trabajo académico, todavía vinculada, estrechamente,

situación neocolonial, lo cual supone una especialización jerárquica en la que algo así como sitios primarios ( ciertos espacios académicos de Europa occidental

dos Unidos, en particular), que suelen acaparar la producción de carácter más átívo o general, y sitios secundarios, a los que corresponden tareas más particulares iales (básicamente, el estudio de la cultura propia):" tener presente que, en estas dones, lo corriente es que nuestra academia sea lectora de visiones generales pro- as en otros sitios, los primarios, y que ello tiene consecuencias muy importantes, endo las que afectan al desarrollo de nuestros imaginarios del campo, lo cual es ecto fundamental y a menudo ignorado de la producción y recepción del discurso

émico. Y, por último, que como no existe lugar neutro y todo es, de alguna manera, ez propio y extranjero, también nos corresponde contribuir, con y desde nuestra a parcialidad, al desarrollo de miradas de conjunto.

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Esta descripción sirve solamente a los fines de encuadrar las observaciones de este trabajo. Es evidente que la cuestión es mucho más compleja. Por ejemplo: tales jerarquías están sujetas a numerosas gradaciones, las cuales cambian según desde dónde se esté produciendo el discurso (Varsovia no significa lo mismo en la cartografía trazada desde Berlín que en la que se traza en París).

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Page 14: DERIVAS SOBRE·TEORÍAeva.fhuce.edu.uy/pluginfile.php/42371/course/section/4218/2017 Deri… · Tal enfática propuesta de una perspectiva "planetaria" se funda sobre una ibliografía

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COMENTARIOS DE SOFÍA MASDEU

Sofía Masdeu26

el texto Una historiografía propia. El lugar de la producción académica laiinoa- sobre otras literaturas, Emilio lrigoyen abre su trabajo con una anécdota por

-sin rodeos y ya desde el comienzo mismo del trabajo- hace explícita a sus la pregunta que moverá sus reflexiones: cuál es el lugar desde donde se produce

y, a modo de cajas chinas, da ingreso a una segunda pregunta, tan o portante aún que la primera: por qué los discursos académicos provenientes de

trópolis neocoloniales parecen haber obviado el lugar de producción y la acción de preguntarse por este. la primera sección del trabajo, denominada La invisibilidad del lugar de produc-

[os límites de la historiografía neocolonial, el autor trae a colación una exposición 'rico alemán Hans Gumbrecht en la que establece dos momentos de gran signífi- histórica. El primero de ellos lo ubica a fines del siglo XVIII y principios del siglo

se trata del período más valioso en producción cultural en la historia de la cultura na y cuya significación es tal que ha de ser proyectada al conjunto de la moderni- ccidental. Y en cuanto a nuestro propio tiempo, Gumbrecht afirmó que este se en- ra definido principalmente por lo que ocurre en Silicon Valley. Lo curioso de todo s que el momento para él identificado como el más valioso de la historia cultural de dernidad es el contexto nacional en que se formó y el sitio definitorio del presente ugar donde vive en la actualidad del relato. La anécdota sirve al autor para dar rien - elta a varios de los puntos que abordará a lo largo del trabajo: la universalización perspectiva local o regional catalogada como «prerrogativa del centro» donde este la jurisdicción universal, en tanto que las periferias solo se encuentran habilitadas

<lucir conocimiento relevante sobre sí mismas, la existencia de metrópolis neocolo- y la falta de conciencia por parte de estas en sus discursos académicos respecto al desde donde se produce la historiografía general.

Como segundo ejemplo, tras la anécdota acerca de la exposición de Gumbrecht, yen introduce el caso de los estudios transnacionales, que ha sido catalogado en los os Unidos como el suceso más importante teórico e historiográfico de las últimas as en el campo literario de dicho país. Sin embargo, dicho "giro transnacional",

Estudiante avanzada de la Licenciatura en Letras, FHCE-UdelaR. Colaboradora honoraria del Departamento de Teoría y Metodología de la Investigación Literaria (2015-2017).

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