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desde su entrenamiento en el campamento MCRD Parris Island

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Sin dar un respiro al lector, la obra repasa la extraordinaria aventura del recluta Leckie,desdesuentrenamientoenelcampamentoMCRDParrisIsland,enCarolinadelSur,yenlabasedeNewRiver,enCarolinadelNorte,hastasuentradaencombateenaguasdelOcéanoPacífico.Ellibroreflejalosescenariosdelacontienda—NuevaGuinea,CapeGloucester…—hastasudesenlace,quetienelugarcuandoLeckieresultaheridoydebenevacuarlodesdelaisladePeleliu.Sinescatimardetalledelasatrocidadesysacrificiosdelaguerra,Micascoporalmohadaretrataentodasucrudezadequémaderaestánhechoslosverdaderossoldados,cómoluchanyamenudomuerenendefensadesupaís.

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RobertLeckie

MicascoporalmohadaePUBr1.0

Perseo02.06.13

Page 4: desde su entrenamiento en el campamento MCRD Parris Island

Títulooriginal:HelmetforMyPillowRobertLeckie,1957Traducción:RafaelMarínTrecheraRetoquedeportada:deor67

Editordigital:PerseoCorreccióndeerratas:LuismiePubbaser1.0

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Alosquecayeron

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LabatalladelTenaru

21deAgostode1942

porRobertLeckie

Micascoporalmohadaunponchoporlecho,sobreelpechocruzadoelfusil,lasestrellasgirandoenelcielo.

Elsusurrodelkunai,elmurmullodelmar,lasuspirantepalmeraylanochetancalmanorevelanningúnenemigo.

¡Oíd!,enlaorilladelríotansilenciosahombresquedormísesegritoextranjeroalotroladodelarroyo.¡Arriba!¡Disparadalsonido!

BarriendoelbancodearenaquebloqueaelTenarualgritodebanzaiunahuestejuradestruiralospocosquesomos.

¡Alosfososytrincheras!¡Matadlosconfusilesycuchillos!Alimentadlosdeplomohastaquemueranysusesposassequedenviudas.

Hijosdelasmadresqueosdieronelhonoryeldondelnacimiento,golpeadconelcuchillohastaquesangreyvidacorranporlatierra.

Marines,mantenedlafeenvuestragloria,protegedvuestratemblorosatrinchera.Laintrusacariciadelaceronipónnopuedepenetrarenvuestracalma.

Seacercan,atacantodosaullando,suspechossonblancosgrandes.Elarmadebetemblar,lasbalashacerunamasacredesuataque.

Rojossonlostrazadores,amarilloslosproyectilesqueestallan,roncoeselgritodeloshombresquemueren,agudoslosgemidosdelosheridos.

¡Dios,cómoretrocedeasustadalanoche!Chillaconchispasnaranjas.Lasacudidadelmorteroyelestrépitodelcañónhancrucificadolaoscuridad.

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Caen,losenemigosvacilantesbajonuestrasarmasyacenamontonados.Conelresplandorverdosodelasbengalasvemoslacosechaconseguida.

Elprimerferozasaltohasidorotoycontenido.¡Martilleadosyheridos,desdepozosytrincheras,nosalzamosalataque!

Eldíaestallapálidodesdeelcañóndeunarma,lavacilantenochehahuido.Alaluzdelamanecerelenemigohatrazadounalíneatrassusmuertos.

Nuestrostanquestraquetean,asomannuestrosfusileros.Suscorazoneshanconocidonuestrabayoneta.Todoterminaconungrito.

«¡Altoelfuego!»Laspalabrasresuenansobrelasmontañasdemuertos.Labatallaestáganada,elSolNacienteyaceacribilladoenlallanura.

SanMiguel,ángeldelabatalla,tealabamosanteDiosenlasalturas.Elenemigoquenosdisteerafuerteyvalienteynotemíalamuerte.

HáblalealSeñordenuestroscamaradas,muertoscuandolabatallaparecíaperdida.Fueronarecibirunabrillantederrota:elholocaustodelhéroe.

Falsaeslaalabanzaalvencedor,vacíonuestroorgullovivo,Paralosquecayeronnohayinfierno,tampocoparalosvalientesquemurieron.

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PARTEUNO

Instrucción

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Capítulo1

UnvientocortantebarríaChurchStreeteltristeamanecerdel5deenerode1942.AquélfueeldíaenquememarchédecasaparaunirmealosmarinesdeEstadosUnidos.

TodavíanohacíacuatrosemanasqueestábamosenguerraconJapón.PearlHarboreraunaauténticatragedia,unahumillaciónamargayardiente.Enloslabiosdetodossonabancancionesbélicascompuestasatodaprisa,perosuintensopatriotismonocompensabasufaltademelodíaybrío.Lahisteriaparecíaagazaparsetraslosojosdetodoelmundo.

Peronadadetodoaquellosignificabamuchoparamí.Yosóloeraconscientedeteneramipadreami lado, resistiéndosecomoyoalviento.Podíasentir laheridaenmispartes,todavíaroja,todavíadolorosa.Mehabíanquitadolospuntosdesuturahacíaunosdías.

QuisealistarmeeldíadespuésdePearlHarbor,perolosmarinesinsistieronenqueteníaque circuncidarme.Me costó cien dólares, aunque no recuerdo haber pagado almédico,perosíestoysegurodequepocoshombresjóvenesfueronalaguerraenesosdíasaciagosconlamismacicatrizqueyo.

HabíamoscruzadolallanuradeJersey,enlalíneadetrendeErie,yluegocruzamoselrío Hudson en ferry hasta llegar al centro de Nueva York. Durante el desayuno habíareinadoelsilencioencasa.Mimadreestaba levantadaytrabajando;no lloró.Nofueunadespedidadelasqueencogenelcorazón,nifueemotivanidecidida…Nohaypalabrasparadescribirla.

Aquelladespedidafuecomotantasotrascosasenestaguerraquecausóheroicidadessincuento,peroniunasolacanciónconmovedora:simplementefueresignación.Ellamesiguióhastalapuertaconojostristesydijo:«QueDiosteproteja».

Durante el viaje por la llanura mantuvimos silencio y también nos despedimos sinpalabrasdelantedelaspuertasgiratoriasdebroncedelnúmeronoventadeChurchStreet.Mipadremeabrazórápidamentey,conlamismarapidez,volvióelrostroysemarchó.Elporteroirlandésmemiródearribaabajoysonrió.

EntréymeenroléenlosmarinesdeEstadosUnidos.Elcapitánquenostomójuramentoredujolaceremoniaalmínimo.Todoslevantamoslamano.Labajamoscuandoélbajólasuya.Deestaformasupusimos

queyaéramosmarines.Elsargentomayordeartilleríaqueseconvirtióennuestropastormomentáneonosdejó

lascosasmásclaras.Aquellasblasfemiastanelaboradasqueacabaríanporresultarmetanfamiliaressurgíandesuslabiosconlaconsumadafacilidaddequiensehapasadotodaunavidamaldiciendo.Conoceríaasusmaestrosmuypronto.Enaquelmomento,mientrasnoshacíacruzarelríohastaHobokendondenosesperabael tren,parecíanotenerparangónconnadie,perofuelosuficientementeamableyconsideradoparadespedirsedelostreintaocuarentareclutasquesubimosaltren.

Seplantóalacabezadenuestrovagón:unhombredemedianaedadydelgado,sibienunaincipientebarriguitaamenazabaconrestarlepartedesuelegancia.Llevabaeluniformeazul de los marines. Encima, la estrecha chaqueta reglamentaria color verde bosque. Elverdeyelazulsiempremehabíanparecidounaextrañacombinacióndecoloresyasímelopareciótambiénentonces:elchillónazulclaroyoscurodeluniformedemarinecubiertodeunsuaveytranquilizadorverde.

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—Vuestrodestinonoseráfácil—dijoelsargentodeartillería—.CuandolleguéisaParrisIsland, descubriréis que las cosas son bastante diferentes a lo que habéis vivido hastaahora.¡Noosgustará!Pensaréisquenosestamospasando.¡Pensaréisquesonestupideces!¡Pensaréisque sonelpuñadodehombresmáscruelesy retorcidoscon losqueoshayáistopadojamás!Voyadecirosunacosa:¡osequivocaréis!Siqueréisahorrarosunmontóndequebraderos de cabeza, escuchad lo que os digo: ¡haced todo lo que ellos os digan ymantenedlabocazacerrada!

Nopudodejardesonreírsealterminar.Ningúngrupodehombreshabíatenidojamásunconsejero más sensato, y él lo sabía, pero no podía dejar de sonreírse. Sabía queignoraríamostodassuspalabras.

—Muybien,sarge—gritóalguien—.Gracias,sarge.Sediolavueltaynosdejó.Lo llamamos «sarge». Veinticuatro horas más tarde no nos atreveríamos a llamar a

ningúnsuboficialsinelrechinante«señor»,peroentoncestodavíateníamoslapieldecivil.Vestíamos ropas de paisano, destacábamos en medio de Hoboken, todos sentíamos esetípicodespreciodelcivilhaciaelsoldado,pero¿quiénentrenosotrospodríanegarquenolefaltabamuchoparaobtenersusgalones?

NuestroviajehastaWashingtonfuesilenciosoysinnadadignodemención.Perocuandollegamos a la capital y cambiamos de tren el ambiente pareció animarse. Otros reclutasllegabandetodoelestedelpaís.Nuestrocontingentefueelúltimoenllegar,elúltimoensubiraunviejotrendemaderaqueesperaba,resoplandoysucioenlaoscuridad,oliendoacarbón, para llevarnos a la costa de Carolina del Sur. Quizá gracias a aquel viejo trendesvencijado nos animamos y empezamos con las bromas. Una reliquia tan deslucida ycansadanopodíaevitarprovocarlarisa.Unofingióencontrarunaplacadebroncebajounodelosasientos,ynuestrovagónseestremecióconlascarcajadascuandoleyó:«Estevagónes propiedad del Museo de Historia Americana de Filadelfia». Nos iluminábamos conlámparas de queroseno y nos calentábamos con un hornillo portátil. Parecía habercorrientesdeaireportodaspartesyhabíaunconstantecrujirygemirdemaderayruedasque sonaban como un interminable gemido. Por extraño que fuera aquel viejo tren, meencantaba.

NoshabíamosdespedidodelascomodidadesenWashington.Algunosempezábamosyaaregodearnosconladurezadelviajeentren.Esaintangiblemísticadelmarineestabayadealgúnmodo,inclusoentonces,enfuncionamiento.Lascondicioneseranduras,peroesoeraexactamenteloqueesperábamosyparaloquenoshabíamosenrolado.Deesosetrataba:pasarlas canutas. El hombre que peor lo pasaba era el más admirado. Del mismo modo,quienloteníamásfácileraelmenosdignodeelogio.

Los que deseaban dormir pudieron echar una cabezada en el suelo mientras el trenatravesabaVirginiayCarolinadelNorte.Perofueronpocos.Lascancionesylacharlaerandemasiadoemocionantes.

Resultóqueelmuchachoqueestabasentadoamilado(unjovenguapoyrubiodelsurdeJersey) tenía buena voz. Entonó varias canciones solo. Como había un buen puñado deirlandesesneoyorquinosentrenosotros,seanimóacantarbaladasirlandesas.

Alotroladodelpasillohabíaotromuchacho,aquienllamaréArmadilloporqueteníalacaradelgadaypuntiaguda.EradeNuevaYork,dondeasistíaalauniversidad.Alserunodelospocosuniversitariospresentes,yahabíaformadounaespeciedecamarillaliteraria.

La camarilla de Armadillo no podía igualar a otro círculo que se formó al fondo delvagón.Ésteteníaensucentroaunfornidoysonrientepelirrojo.RedhabíasidocatcherdelosSt.LouisCardinalsyunavezlogróunhomeroundenelestadiodePoloGroundsanteelgranCariHubbell.

No se podía medir el impacto de tener a semejante celebridad en nuestro grupo,compuestoporlodemásdemediocrescomoyomismo.Redhabíaestadoenlacima.Habíamantenidoconversacionesdiariasconhombresqueerannadamenosquelosídolosdesusnuevoscamaradas,asíqueeranaturalquelorodeáramos,queleconsultáramostodo,desdecómoselanzaunapelotaalacomposicióndelestadomayorjaponés.

—¿CómocreesqueseráParrisIsland,Red?—Eh,Red,¿creesquelosjapossontanduroscomodicenlosperiódicos?Losestadounidensestienenesadebilidad.Eléxitodasabiduría:loscientíficosaconsejan

sobre libertadesciviles, los cómicosyactricesdanmítinespolíticos, losatletasnosdicenqué marca de cigarrillos tenemos que fumar. Y así ocurría con el pelirrojo. En su caso,estabaclaroloquepodíanhacerlosviajesylostitulares.Sindudaéleraelqueselotenía

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máscreídodetodosnosotros.Pero sospecho que incluso alguien tan mundano como Red recibió una dura bofetada

cuando llegamos a Parris Island. Unos camiones nos recogieron en la estación deferrocarril.Cuandonosbajamos y formamosungrupo variopintodelantedel comedordeladrillosrojos,fuimossometidosalrecibimientoclásico.

—Muchachos—dijoelsargentoqueibaasernuestroinstructor—.Muchachos…Quierodecirosalgo.EntregadvuestroscorazonesaJesús…¡Porquevuestrosculosmepertenecen!

Entoncesnoshizo formar connuestras torpes ropasdepaisano ymarchamoshacia elcomedor.

Habíamortadela y frijoles de media luna. Yo no había comido antes frijoles de medialuna,perolosprobé:estabanfríos.

ElgrupoquehizoelviajedesdeNuevaYorknosobrevivióalprimerdíaenParrisIsland.Nuncavolvíaveralcantanterubio,niacasiningunomás.Unossesentadeloscentenaresquehabíamosviajadoenaquelviejotrennosconvertimosenunpelotóndeentrenamiento,nosasignaronunnúmeroynoscolocaronacargodelsargentodeinstrucciónquenoshabíadadoeldiscursodebienvenida.

ElsargentoBerridoeraunsureñoquesentíaciertodesdénhacialosnorteños.Tampocoes que favoreciera a los sureños: simplemente los trataba con menos sarcasmo. Era unhombregrande,yodiríaqueunmetronoventa,cienkilos.

Perosobretodoteníavoz.Reverberaba de energía mientras marcaba el paso, haciéndonos marchar desde el

edificio de administración hasta el de intendencia. Nos espabiló, aquella voz, y nos hizoenderezarnuestrasencogidasespaldasdeciviles.Enningúnotro lugar,sóloenelCuerpodeMarinesseoyeesacadenciademandotanpeculiar.

Thrip-faw-ya-leahft,thrip-faw-ya-leahft.

Suenacomounencantamiento,peroestansóloel tradicional«tres,cuatro, izquierda»alargado por el acento sureño, animoso al ser cantado. Nunca me ha sonado mejor quecomo lo entonaba nuestro sargento. Debido a ello y a su pasión por la instrucción, sólotengounaimagensuya:caminandoconlaespaldaerguidaaunospocospasosdenosotros,losbrazosestirados, lospuñoscerrados, lacabezaechadahaciaatrás,contodoelcuerpotensoylavozcanturreandoincesantemente:

Thrip-faw-ya-leahft,thrip-faw-ya-leahft.

El sargento mayor nos condujo hasta el edificio de intendencia. Fue allí donde nosdespojaron de todo rastro de nuestra propia personalidad. En intendencia hacen a lossoldados,marinerosymarines.Ensupresencia,tedesnudas.Concadaprendasepierdeunrasgopropio:dejaratráslaropamarcalasilenciosamuertedeunaparticularidadtuya.Tequitasloscalcetines,desaparecetugustoporlosrayados,porloslisos,porlosdecuadroseincluso por los colores: se acaba la tendencia a combinar calcetines púrpura con unacorbatamarrón.Apartirdeesemomentomiscalcetinesseránpardos.Nuncamásestaránsucios,nienrollados,niseránchillones,nitendránagujeros.Seránpardos.Laotrayúnicacaracterísticaquepuedenteneresestarsiemprelimpios.

Así con todo, hasta que te quedas desnudo, luchando contra la vergüenza que pasacompletamenteinadvertidaparalaslacónicassombrasquetrabajanenintendencia.

Dentro,enlasprofundidadesquelospsiquiatrasllamanlosubliminal,aúnparpadeaunachispa humana. No llegará a apagarse. Su vigencia o su abandono están en proporcióndirecta al número de kilómetros que un hombre puede poner entre su campamento y élmismo.

Así desnudos, tiritando, un hombre está indefenso ante el brigada de intendencia. Elcaráctersequedaenlasropasquehansidodescartadas,comolapielyelpeloenunacintaadhesiva. Te lo arrancan.Entonces las sombras de intendencia revolotean a tu alrededorconunacintamétrica.Unacascadaderopastecaeencima,lavándotedetodapersonalidad.Comosivolcaransobretiunamonstruosacornucopiaycayerasobretucabezaunalluviadegorras, guantes, calcetines, zapatos, calzoncillos, camisetas, cinturones, pantalones,guerreras.Cuandohassalidodetodoesto,noeresmásqueunnúmero:351391USMCR.Veinteminutosantesenellugarqueocupashabíaunserhumano,rodeadodeotrossesenta

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sereshumanos,peroyasólohayunnúmerorodeadodeotrossesentanúmeros:lasumadetodosesunpelotónde instrucción,pero laspartesno tienenningúnsignificado fueradelcontexto.

Parecíamos todos iguales, como nos parecen los chinos a los occidentales y, supongo,viceversa. El color y el corte de pelo nos salvaban todavía, pero en un minuto tambiéncaerían.

Elgritosonómientrasnosdirigíamosalosbarberos:—¡Lolamentarééééis!Antesdequelaúltimasílabadeburlaseapagara,elbarberoyamehabíarapado.Creo

que necesitó cuatro, quizá cinco toques con la maquinilla eléctrica. El último toquecompletóelcírculo.Yaeraunnúmerovestidodecaquiyrodeadodecaos.

YestesegundodenominadorcomúndeParrisIslanderalaclave.Alasseissemanasdeinstrucción no parecía existir una sola pauta, aparte de las comidas. Todo parecía caos:desfiles,instrucciónenelmanejodelasarmas;charlassobrecortesíamilitar(«Alsaludar,la mano derecha tocará la cabeza en un ángulo de cuarenta y cinco grados con el ojoderecho»);charlasdela jergadelosmarines(«Apartirdeahoratodo,suelo,calle,suelo,todoes“lacubierta”»),limpiezayengrasadodetupropiofusilhastaquebrillaracomounajoya;afeitadodiariotuvieraspeloofueraslampiño.Aquelloeralaselva.

—¿Quévamosahacer,saludaralosjaposhastaquelapalmen?—No,vamosacegarlosconsalivaylíquidolimpiametales.—Sí…oraparemosaloshijosdeputa.Todalalógicaparecíaestardenuestrolado.ElCuerpodeMarinesparecíaunalocura.Noshabíanacuarteladoenlaprimeraplantadeunbarracóndemaderayallínoshabían

dejado.Aexcepcióndeunasemanaoasíenelcampodetiroylasmisasdelosdomingos,nomemovídeesebarracónsalvocuandodebíamostrarmienteradisposiciónalasllamadasdel sargento Berrido. No teníamos ningún privilegio. Estábamos a medio cocer: ya noéramosciviles,perotodavíanoéramosmarines.

Éramos como la definición del tiempo de san Agustín: «Del futuro que aún no es, alpresentequeestásiendo,hastaelpasadoqueyanoes».

Ysiemprelasmarchas.Marcharhastaelcomedor,marcharhastalaenfermería,marcharpararecogerlosfusiles

queresbalabanporellimpiametales,marcharhastalosdepósitosdeaguaparalimpiarlos,marcharalterrenodemarchas.Lospiesgolpeandoelcemento,pisandolatierracompacta,deteniéndoseconungolpeenlaculatadelfusil.

—¡Media vuelta, marchen!… ¡De frente, marchen!… ¡Izquierda, marchen!… ¡Pelotón,alto!—clash, clash—. ¡Hombro derecho, armas! —slap, slap… «¡Mi dedo, mi dedo rojo yblanco!»—. ¡Maldición,soldados! ¡Golpeenelarma!¿Meoyen? ¡Golpeenelarma! ¡Quieroruido! ¡Quiero sangre! ¡Ruido! ¡Sangre! ¡Presenten, armas! —«¡Mi dedo!»—. ¡De frente,marchen!

«Otravez…marchar,marchar,marchar…».Aquelloeraunalocura.Peroeradisciplina.Exceptoanosotros los reclutas,anadiemásenParris Islandparecíapreocuparleotra

cosaquenofueraladisciplina.Nosehablabaabsolutamentenadadelaguerra:entoncesnonosdabanacaloradascharlassobrematarjaponeses,comolasqueoiríamosmástardeen New River. Todo lo que no fuera disciplina, disciplina del Cuerpo de Marines,rápidamenteeraobjetodeburlayridiculizado,yasetrataradereligiónoaltasfinanzas.Losinstructoreseranexigentesalmáximo.Comoelhedonistaquepiensaquesialgonopuedebeberse,comerseollevarsealacama,noexiste,asíeranlosinstructoresensuvisióndelmundo.Todoeradisciplina.

Noesunaactitudquepuedatrasladarsealmundocivil,peronopuedehaberotramejorparaenderezarlasespaldasdelosciviles.

El sargentoBerridoera tanestricto comoel quemás.Nosaplicaba ladisciplinade lamaneracorriente:ordenabaaunhombrequelimpiaraelretreteconuncepillodedientes,quedurmieraconelfusilporqueselehabíacaídoo,peor,lollamaba«lapistola»,peroeraespecialmenteinsistenteenlaprecisiónalmarchar.

Una vez me agarró por la oreja cuando perdí el paso. No soy demasiado alto, perotampocosoyligero.Sinembargo,élmelevantódelsuelo.

—Lucky —dijo con una sonrisa ominosa, como complaciéndose en pronunciar mal minombre—.Lucky,sinomarcaselpasoteapuestoaqueacabaremoslosdosenelhospital…

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¡paraquepuedansacarmipiedetuculo!Berrido alardeaba de que aunque podía hacer ejercitar a sus hombres hasta el

agotamientobajoaquelcalorsemitropicaldeCarolinadelSur,nuncalohacíabajolalluvia.¡Magníficaconcesión!Sinembargohabíaotrosinstructoresquenosólomandabanhacerlainstrucción en medio de un chaparrón, sino que parecían complacerse en todas lascontrariedadesquepudierancaerlesencimaasushombres.

Uno, especialmente, hacía marchar a su pelotón hacia el océano. La cadencia quemarcabacantandonuncasealteraba.Siellosvacilaban,rompiendofilasalbordedelagua,selollevabanlosdiablos.

—¿Quiénes os creéis que sois? ¡No soismás queunpuñadodepelones! ¿Quién os haordenadoparar?Yodoylasórdenesaquíynadiesedetienehastaqueyolodigo.

Pero si el pelotón marchaba resueltamente hacia el agua, permitía que su cadenciaremitierapocoapocohastaquehabíallegadoalaalturadelasrodillaso,almenos,hastaelpunto en que el agua salada hacía peligrar sus preciosos fusiles. Entonces sonreía ysimulabaenfurecerse.

—¡Volvedaquí,erroresdevuestrasmadres!¡Sacadesosestúpidosculosdelocéano!Dándoselavuelta,enfurruñado,sedirigíaaParrisIslandengeneral:—¿Quién tiene el pelotón más estúpido de toda esta maldita isla? ¡Así es, yo! ¡Yo lo

tengo!En conjunto, los sargentos no eran crueles. No eran sádicos. Creían que tenían que

hacérnoslaspasarcanutas,perocreíantenerquehacerloparaendurecernos.Sólounavezvi algoque se acercabaa la crueldad.Un reclutano sabíamarchar sinbajar los ojos.ElsargentoBerridolerugióylerugióhastaquesuvozdehierroparecióapuntoderomperse.Por finencontróunremedio.Colocó laempuñaduradeunabayonetabajoelcinturóndelrecluta, con la punta bajo su garganta. Ante nuestros ojos sorprendidos y temerosos, leordenóquemarchara.

El recluta lo hizo. Pero cuando su paso vaciló, cuando su mirada se fijó y contuvo larespiración,elsargentopusofinalcastigo.Algoparecidoalmiedosehabíatraspasadodelreclutaal sargento, yBerrido seapresuróen retirar labayoneta.Estoy segurodequeelsargentohatenidomásmotivospararecordaresteincidentequesuvíctima.

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Capítulo2

Entonceseradifícilentablarunaamistadduradera.Todoelmundoeraconscientedequenuestraunidadsedesintegraríacuandoterminaraelperíododeinstrucción.Algunosseríanembarcados, lamayoría llenaría las filasde las fuerzasde la flotade losmarinesenNewRiver y otros se quedarían en Parris Island. No había muchas oportunidades para lacamaradería, confinados como estábamos en aquellos barracones de techos altos. Habíacalidez,sí,peronointimidad.HicemuchasamistadesenelCuerpodeMarines,peroescribirédeellasenotraparte.

Aquímecentraréenelmétodo,enlaformacióndemarines.Se trata de un proceso de entrega. A cada paso, a cada hora, al parecer, había que

renunciar a una costumbre o una preferencia, había que hacer un ajuste. Incluso en elcomedordescubrimosquenada importabamenosque lo que le gusta o no le gusta a unhombre.Siempresospechéquenomegustabaelmaízmolido.Yfueentoncescuandocomprobé

queasíera.Yasísiguesiendo.Ysibienalgunamañana,paranopasarhambre,tuvequeterminar desayunandomaízmolido, casi todos los díasmis tripas vacías rugían, voraces,hastalahoradelacomida.La mayoría de nosotros tenía ideas arraigadas sobre lo que conforman los buenos

modalesalamesay,entreellas,nofigurabanelgruesobrazosudorosodeunvecinoquesecruzadeprontodelantedetuslabiosnielmétododeservirdearribaabajo,porelqueloshombres que están a la cabecera de la mesa, al recibir las escudillas de metal de loscocineros, siempre se servían hasta los topes, avariciosamente ajenos a los gritosindignadosdeloshambrientossoldadosqueestabansentadosenelcentrooalfondodelamesa.Aalgunosdenosotrospodíainquietarnoslavistadeloscuchilloscargadosdeguisantes

oelruidorapazquehacíanalgunoshombresalcomer,peronosfuimoshaciendomenosymenosdelicados.Prontomispapilasgustativassirvieronsólocomoradarintestinal—paraadvertirmedelallegadadelacomida—,ymisentidodeldecorodesertódurantetodoesetiempo.Lopeorde todode esteprocesode rendición era la implacablenegativa apermitir la

menor intimidad. Todo se hacía al descubierto. Despertarse, levantarte, escribir cartas,recibircorreo,hacerlascamas,lavarte,afeitarte,peinarteelpelo,hacerdevientre…todosehacíaenpúblicoyalamedidayalestilodelsargento.Incluso los paquetes de comida llegados de casa caían en manos del instructor. Nos

informaban de su llegada, que el instructor los había probado, que le habían parecidosabrosos.¡Qué! ¡Ahora os molesta! Esto es demasiado. ¡Manipular el trabajo del servicio de

correos de Estados Unidos! Ah, amigo mío, déjame que te haga una pregunta. Entre elserviciodecorreosdeEstadosUnidosy losmarinesdeEstadosUnidos,¿quiéndiríasqueganaría?SitesientesdeshechoenParrisIsland,destrozadoenesaspocasprimerassemanas,es

enelcampodetirodondeempiezanaformartedenuevo.Berridonoshacíamarcharhastael campode tiro,aunosochokilómetros,encerrado

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ordendeformación.(Hayunordencerradoyestá lamarchaderuta,y laprimeraesa lasegunda como estar de pie a estar agachado.). Llevábamos los macutos a la espalda.Nuestrospetatesestaríanenlastiendascuandollegáramos.Nosquejábamosdetenerquecargarconlosmacutosylospetates,plenamenteajenosalhechodequellegaríaeldíaenqueseríanunlujo.Entonces más que nunca parecía Berrido un ser de piedra: siempre recto como una

lanza, la voz de hierro incansable. Sólo al final de lamarcha parecía tenerla un poquitocascada:unsignoalentador,comoparaasegurarnosquetambiénhabíaenélunapizcadenuestraimpureza.Enelcampodetirovivíamosentiendas,seishombresportienda.Lamíateníaelsuelo

demadera,undetalledelquecarecíanlamayoríadelasotrastiendas,quemiscompañerosy yo considerábamos una gran bendición. Tampoco dejábamos de percibir lamano de laProvidenciaalhacerqueestuviéramosjuntosseisneoyorquinosybostonianos,eltrigodelnorteseparadodelapajadelsur.Peroporlamañana,elfríovientodelacostapusofinaaquellahalagadoraidea.Lasangrefríayanquisequebróantelosgritosdealegríarebeldesquecelebraronelcastañeteardenuestrosdientesylatiritonadenuestroslabiosazules.—Eh, yanquis, yo creía que aquí en el norte hacía frío. Creí que vosotros estabais

acostumbradosalfrío.¡Ja!¡Míralos,miracómocastañeteansusmorrosdeyanquis!Berridosedivirtiótantoqueperdiósuhabitualreserva.—Para mí que tienes razón —dijo Berrido—. En cuanto salgo aquí, oigo dientes

castañeteando.Ysiempresondientesnuevos.Nosé—sacudiólacabeza—.Nosé.Sigosincomprendercómolossureñosperdimoslaguerra.A la media hora, el sol brillaba intensamente, y nosotros aprendimos qué infierno de

caloryfríoalternospodíaserelcampodetiro.Después de lavarnos, a los recién llegados una nueva sorpresa nos esperaba en los

lavabos. Había una especie de plancha donde se sentaban los hombres, con el traserocolocado sobre una letrina demetal oxidado, inclinado en un ángulo por donde corría elagua.Ungruposehabíasituadodelantedelaletrina,dondebombeabaelagua.Porfortuna,yonoestabasentadoenesemomento.Pudeverlasorpresa.Untipodeaquelgrupoteníaunpuñadodepapelesdeperiódicoconvertidosenbolas.Loscolocóenelagua.Losprendió.Lacorrienteselosllevó.Aullidosdeamargasorpresayangustiasaludaronelpasodeaquelbarcoencendidobajo

losblancostraseroscolocadosenseriedemisamigos.Aquellamañanamásdeuntraseroquedóchamuscado,yennuestraestanciaenelcampodetironodejamosdeacercarnosalas letrinascon recelo.Naturalmente,nosencargamosde repetir labromaaotros reciénllegadosyfuedivertidísimo.Nos vacunaron en el campo de tiro. El sargento Berrido nos hizo marchar hacia la

enfermería,encuyaentradamediadocenadehombresdeotropelotónsedividíanenvariosestadosdenáusea,advirtiéndonosasídeloquenosesperaba.Vacunarse es inhumano. Es como si los hombres fueran alimentados en unamáquina.

Nosesperabandos filasdesanitariosde laMarinasituadosdecara,peroescalonadosdeforma que ninguno estuviera directamente frente al otro. Atravesamos esa avenida. Alhacerlo,cadasanitariopinchabaelbrazodesnudodelmarinequeteníadelante,echabalamanohaciaatráspararecogerunaagujahipodérmicaquelehabíacargadounayudanteyluegoclavabalaagujaenelbrazodelmarine.Asísecreabaunamecánicadecuerposquesegirabanybrazosqueseofrecíanparaser

pinchados,interrumpidaúnicamenteporeldestellantearcodelaaguja,mientrasnosotrosavanzábamos,nosdeteníamos,volvíamosaavanzar.Aquelloteníalaeficaciadeunalíneademontaje, y también algo de la incapacidad de las líneas de montaje para respetar lanaturalezahumana.Unodemiscompañerosdetienda,llamadoelLuchadorporsugranfortalezayunabreve

carreraenelcuadrilátero,noteníaniideadeloqueestabapasando.Ibadelantedemí,enposición para recibir la aguja, pero era tan grande que parecía estar delante de ambossanitariosalmismotiempo.Cuandoelsanitariodesuderechalelimpiabaconalgodónylepinchaba,tambiénlohizo

elsanitariodesuizquierda.ElLuchadorrecibióambospinchazossinestremecersesiquiera.Peroentonces,antemi

horrorizada mirada, tan rápido que no pude impedirlo, los sanitarios realizaron susmovimientos de rigor y pusieron otras dos inyecciones en los musculosos brazos delLuchador.

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Esoyafuedemasiado,inclusoparaelLuchador.—Eh,¿cuántasdeéstasmetengoqueponer?—Una,estúpido.Sigueadelante.—¡Una,mierda!¡Yamehanpuestocuatro!—Sí, lo sé. También eres el comandante de la base. Te digo que sigas adelante: estás

retrasandolafila.Entoncesintervineyo.—Nobromea.Lehanpuestocuatroinyecciones.Cadaunodeustedeslehapuestodos.Los sanitarios se quedaron boquiabiertos de consternación. Vieron el inconfundible

disgustoenlosrudosrasgosdelLuchadoryunasonrisacontenidaenmicara.Locogieronylocondujeronrápidamenteaunodelosmédicosdelaenfermería,peroelmédiconomostróningunaalarma.HizosudiagnósticobasándoseenlosmúsculosylosnerviosdeacerodelLuchador.—¿Cómotesientes?—Bien.Sólounpocoacalorado.—Deacuerdo.Probablementeno tepasaránada.Si tesientesmareadooconnáuseas,

házmelosaber.ResultaalgodecepcionanteaclararqueelLuchadornosesintióenfermo.Yencuantoa

las náuseas, nos afectaron a los más sensibles al verlo atacar la carne del rancho unosquinceminutosmástarde.En el campo de tiro también comprobé por primera vez la facilidad que tienen los

marines paramaldecir. Ya había habido algunos suaves ejemplos en los barracones, peronunca nada parecido a las brutales blasfemias y obscenidades del campo de tiro. Habíasuboficiales que no podían decir dos frases seguidas sin unirlas por una maldición, unjuramento, una imprecación. Oírlos nos ponía la carne de gallina y losmás religiosos seruborizabandefuriaydeseabanpoderreplicaralosblasfemos.Con el tiempo nos inmunizaríamos e incluso terminaríamos repitiéndolas nosotros

mismos. Acabaríamos considerándolas como algo que no pretendía ofender a nadie, peroentoncesnossorprendieron.¿Cómopodíantenertantafacilidadparadecirsimplestacos?Nosetratabadevituperar.

Eransólomaldiciones,obscenidades,blasfemias,irreverencias,ningunaprofusanioriginal,perosorprendentementevariadas.Siempreaparecía lapalabraobscena.Siempreaquel feosonidodecinco letrasque los

hombres de uniforme han convertido en la única base lingüística. Servía de asidero, deguión,dehipérbole, fueraverbo,nombre,modificador,sí, inclusoconjunción.Describía lacomida, la fatiga, lametafísica.Valíapara todoynosignificabanada; siendounapalabrainsultante,noseusabanuncacomoinsulto;siendoburdamentedescriptivadelactosexual,nunca se usaba para describirlo; siendo vil, describía lomejor; siendo fea,modificaba labelleza; era el nombre y la nomenclatura de la voz del vacío, pero la pronunciaban loscapellanesyloscapitanes,lossuboficialesyelcuerpomédico.Hastaque,finalmente,sólopodías deducir que si alguien que no conociera el idioma oyera nuestras conversaciones,demostraría,comosifueraunatesis,queporelgradoeincidencianumérica,estapalabritadebíadeseraquelloporloqueluchábamos.Enelcampodetiro,losfuriosossargentosllenabanelaireconsusmaldiciones,mientras

se esforzaban en hacer de nosotros tiradores durante lo que se había convertido en uncurso abreviado de instrucción. Los marines tienen que aprender a disparar de pie,tumbados y sentados.Quizáporque laposiciónde sentadoes lamásdifícil de todas, esaposturaparecíaestarenbogaenelcampodetirodeParrisIsland.Noslaenseñarondurantedosdíasenterosenaquelmiserablecampodedunasyarena

delaisla.Permanecíamossentadosalsolconarenaenelpelo,enlasorejas,enlosojos,enlaboca.Alossargentosnolesimportabadóndeestabalaarena,mientrasnofueraenlasengrasadas partes metálicas de nuestros preciosos fusiles. No había piedad para eldesgraciadoquepermitieraqueasísucediera.Elcastigoerarápido:unadurapatadayunhorriblejuramentogritadodirectamentealoídodelpobrediablo.Asumir la posición sentada, como decía el sargento instructor, era infligir sobre uno

mismolatorturadelpotro.Elfusilsesujetabaconlamanoizquierda,enelcentroo«equilibriodelapieza».Peroel

brazo izquierdose insertaenun lazode lacorrea,quesubeporelbrazohastaelbíceps,dondeseaprietademaneraincreíblementetensa.Sujetoasí,mientrasestássentadoconlaspiernas cruzadas, al estilo Buda, la culata del fusil queda a unas pocas pulgadas de tu

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hombro derecho. El truco consiste en encajar esa culata contra el hombro, demodo quepuedasapoyarlamejillajuntoconlamanoderecha,apuntaralolargodelcañónydisparar.Laprimeravezquelointentémeresultóimposible,amenosquemiespaldasepartiera

porlamitadparapermitirquecadapartedemitorsogiraraamialrededorcomosituvierabisagras.Deotromodo,nada.Deotromodo,lacorreacortaríamibrazoizquierdoendos,micabezaseromperíaporlatensióndegirarelcuellootendríaquearriesgarmeaapuntarel fusilconunasolamano,comosi fueraunapistola.Por fortuna,sipuedodecirloasí, ladecisiónnofuemía.ElsargentoBerridosemeacercó.—¿Problemas?—preguntódulcemente.Susmodalestendríanquehabérmeloadvertido,perolosconfundíconunainsospechada

venahumana.—Sí,señor.—¡Santocielo!Erademasiadotarde.Yamehabíapillado.Lomiréconojosaturdidosysuplicantes.—Muy bien, chaval, coge el fusil firmemente con la mano izquierda. Bien. Ahora la

derecha.Vaya,vaya.Esdifícil,¿eh?EntonceselsargentoBerridosesentósobremihombro.Juroquelooícrujir.Sentíque

me había roto, pero supongo que simplemente hizo que se extendieran unos cuantosligamentos.Yfuncionó.Mihombroderechoencontrólaculatadelfusilymibrazoizquierdonosedescoyuntó:asífuecómoaprendílainútilposturadedispararsentado.Sólovimataraunjaponésconundisparodesdelaposicióndesentadoysóloporqueel

enemigonodisparabaasuvez.Sin embargo, era sorprendente cómo losmarinespodíanenseñarnosadisparar en los

pocosdíasquenostuvieronenelcampodetiro,esdecir,nosenseñabana lospocosqueentre nosotros destacábamos para aprender instrucción. La mayoría sabía disparar,sorprendentemente,inclusoloschicosdelasgrandesciudades.Notengoniideadecómonidónde,enlajungladeaceroyhormigóndenuestrasciudadesmodernas,habíanconseguidoaquellos muchachos desarrollar una habilidad en lo que parecía ser un pasatiempo máspropiodelcampo.Perosabíandispararylohacíanbien.Todos los sureños sabían disparar. Los oriundos deGeorgia y del estado fronterizo de

Kentucky parecían los mejores. Sufrían la indignidad de la correa del fusil mientrasdisparabanenlasdunasdearena.Perocuandosepermitíadisparolibreypodíanlevantarlaculatadelfusil,despreciabanesaformadeapoyo,secolocabanlaculatabajolabarbillaydisparabanaplacer.Lossargentosdeinstrucciónlesdejabansalirseconlasuya.Despuésdetodo,nosepuedediscutirhabiendodadoellosenelblanco.Yoeraunode losquenoestaban familiarizadoscon lapólvora.Hastaentonces, jamás

habíadisparadounfusil,exceptoenalgunacasetadetiroenlaferiaoenlosrecreativosdelcentro de Nueva York. Para mí, un Springfield del calibre 30 me parecía un verdaderocañón.Laprimeravezquemesentéenlalíneadetiro,condoscargadoresdecincobalasami

ladoy laadvertencia«¡Cargayamartilla!»delsargentodeartillería,mesentícomodebesentirseunanimalpequeñoal veracercarseunautomóvil.Entonces llegaron las temidasórdenes.—¡Todospreparados!—¡Fuego!¡Boooom!Era el tipo a mi derecha. El sonido pareció partirme los tímpanos. Di un respingo.

Entonces toda la hilera dio comienzo a un estrépito de rugientes sonidos y yo puse amiSpringfieldafuncionarcontodosellos,disparando,expulsando,volviendoacargar.Lasdiezbalasseagotaronencuestióndesegundos.Seprodujoelsilencioy,conél,elzumbidoenmisoídos.Todavíamezumban.No pasó mucho tiempo antes de que venciera mi timidez y empezara a disfrutar al

disparar. Naturalmente, cometí los errores que cometen todos los neófitos: disparar alblancoequivocado,dispararbajoladiana,calcularmalmipostura.Peroprogresé,ycuandollegó el día de disparar para ser evaluados, fui tan arrogante como para creer que seríacalificado como experto. La clasificación de experto para quien dispara con fusil es elequivalentealamedalladehonoralvalor.Inclusoteañadíancincodólaresdepagaalmes,unasumaconsiderableparaalguienqueganabaveintiuno.Eldía enquedisparamospara ser calificados (esdecir, cuandonuestraspuntuaciones

serían oficiales y determinarían si estábamos cualificados o no) amaneció lluvioso y

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brutalmentefrío.Lorecuerdocomoundíalúgubreyrecuerdoqueanhelabaestarcercadelashoguerasdondesereuníanlossargentos,fumandocigarrillosyforzandounaalegríaqueyonoestabamuysegurodequenadiepudierasentir.Losojosmelagrimearontodoeldía.Cuandodisparamosdesdeseiscientosmetrosdedistancia,creoqueapenaspodíadistinguirelblanco.Fracasé demanera rotunda. Nome califiqué para nada. Un puñado lo hicieron como

tiradores,dosotrescomotiradoresdeprecisión,ningunocomoexperto.Despuésdehaberdisparado para ser cualificados ya éramos marines. Todavía quedaban unas cuantasdestrezasmás que aprender (el bloqueo-parada-ataque con la bayoneta o el disparo conpistola),peroesashabilidadesnoteníanmuchaconsideraciónenlaescaladevaloresdelosmarines.Elfusileselarmadelmarine.Asíquemarchamosderegresoalosbarracones,conlospechoshinchadosdesoberbiaynuestrospiesaplastandoelpavimento,conlaorgullosaprecisión de los hombres que habían dominado el Springfield o, al menos, pretendíanhaberlohecho.Éramos veteranos. Cuando llegamos a los barracones, nos cruzamos con un grupo de

reclutas que acababan de llegar, todavía con ropas de paisano, y nos parecieron tanindefensosydestartaladoscomopájarosbajolalluvia.Ycomoporinstintotodosgritamosconunasolavoz:—¡Lolamentaréééis!Berridosonrióencantado.

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Capítulo3

Encincosemanasnoshabían transformado.Quedabaotrasemanade instrucción,peroelcambiodeseadoyahabíatenidolugar.Lomásimportantedeestatransformaciónnoeraelendurecimientodemipielolaagudezademisojossinominuevaactitud.

Yoeraunmarine.Automáticamente,estoparecióelevarmeporencimadelashordasdemilitares.Hablabadespectivamentedelossoldadosdeinfanteríaconsiderándolos«carasdeperro» y de los «patizambos». Soltaba una risotada cuando el sargento se refería a WestPointcomo«esaescueladeniñatosdelHudson».Aceptabacomo laverdaddelEvangelioesosrelatosimposiblesdeverificardondeoficialesdelEjércitoolaMarinadimitíandesuscargos para enrolarse como soldados rasos de los marines. Adquirí un montón deconocimientossobrelahistoriadelcuerpoymeencantabarelataranécdotasseñalandolainvencibilidaddelosmarinesencombate.Paracualquieraquenofueramarine,mevolvíuntipoinsufrible.

La siguiente semana o así nos dedicamos simplemente a realizar los ejercicios a laesperadenuestrodestino.Hablábamos fácilmentede«servicioenelmar»o«serviciodeguardia». En aquellos sueños despiertos todos vestíamos uniformes azules de gala,bebíamoscopiosamente,bailábamos,copulábamosysolíamosactuarcomovalientes.Devezen cuando, cuando el nombre de un conocido aparecía en las conversaciones, semencionaba el nombre «New River». En esa base se formaba la Primera División deMarines.EnNewRivernohabíauniformesazules,nichicas,nibandasdebaile:sólohabíacerveza y ese páramo perdido de la mano de Dios. Mencionar New River suponía abrirdolorosaspausasenlaconversación,hastaqueseolvidabaenelsiguienteasaltodefelicesespeculaciones.

—oOo—

Llegóeldíadelapartida.Subimos nuestros petates a los camiones de suministro. Cargamos nuestros macutos.

Formamos alegremente en la acera ante los barracones. Esperamos a la sombra delbarracón,unlugarquesenoshizoodiosoundía,cuando,paracastigaraunmanazasquehabía dejado caer el fusil, Berrido le ordenó que permaneciera allí de pie, erecto, con elfusilenposicióndepresentación,cantandodesdeelalbahasta lapuestadesol:«Soyunchicomalo,dejécaerelfusil».

Allíestábamos,esperandoórdenes.Berridonoshizoformar.Noshizopresentararmas.Nuestrasmanos,algolpearlascorreasdelosfusiles,sonabanseguras.

—Descanso.Rompanfilas.Subanaesoscamiones.Nosmontamos.Alguienhizoacopiodevalorenelúltimominutoparapreguntar:—¿Adóndevamos,sargento?—ANewRiver.Los camiones partieron en silencio. Recuerdo a Berrido mirándonos mientras nos

marchamosycuántomesorprendíalverlatristezaensusojos.LlegamosaNewRiverdemadrugada.HabíamosviajadoentrendesdeCarolinadelSur.

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La comida del vagón comedor era buena, como siempre que se viaja en tren. Habíamosdormido en nuestros asientos, los macutos en los maleteros sobre nosotros, los fusiles anuestrolado.

Entre muchos gritos y destellos de luces de linternas nos hicieron bajar del tren yformamosenlavíamuerta.Todoestabaoscuro.Ningunadeaquellasfigurasquegritabanynos metían prisa (los suboficiales y oficiales que nos recibieron) parecía pertenecer a larealidad, excepto cuando una luz recortaba a alguno contra la oscuridad. A pesar de looscuro que estaba, pude sentir aquella impresión de enormidad: la cúpula del cieloarqueándoseenloaltoyextendiéndosehacialolejos,unallanurasinlímitesinterrumpidasolamenteporlastiendassilenciosas.

Noshicieronmarcharrápidamentehaciaunbarracónrectangulareiluminado,conunapuertaacadalado.Nosdetuvimosenunextremo,mientrasunsuboficialnosllamabapornuestrosnombres.

—Leckie.Meseparédemipelotón,terminando,conesemovimiento,miasociaciónconlamayoría

deloshombresquehabíansidomiscamaradasduranteseissemanas.Entré rápidamente en el barracón iluminado. Un oficinista me hizo sentarme ante su

mesa. Había otros tres o cuatro como él, «entrevistando» del mismo modo a los reciénllegados.Hizosuspreguntasconrapidez,sólosemostrabainteresadoenmisrespuestas,amíme ignoraba.Nombre,númerodeserie,númerode fusil,etcétera.Todosesosdetallessecosquenodicennadadenadie.

—¿Quéhacíaenlavidacivil?—Eraperiodistadeportivo.—Muybien.PrimerodeMarines.Salgaydígaseloalsargento.Asíeracomonosclasificabanlosmarines.Laspreguntaseranmecánicas.Lasrespuestas

se ignoraban.Estudiante,granjero, futurocientífico…Todoeraaplastadoenelmostradorderecepciónysalíasconunanuevaetiqueta:PrimerodeMarines.Nohabíaningún«testdeaptitud»,ningún«análisisdetrabajo».EnlaPrimeraDivisióndeMarinessepresumíaqueloshombressealistabanparacombatir.Anadielepreocupabanlascompetenciasciviles.

Quizáfueraunaafrentaaaquellosvestigiosde laautoestimacivilqueParris Islandnohabía tenido tiempodedestruir, peroNewRiverpronto se encargaríadehacerlo.Allí, elúnico talento que servía era ser buen soldado de infantería y la única herramienta, lapistola. Allí lo cultivado, lo elaborado, lo delicado perecían pronto, como gardenias en eldesierto.

Sentíelpoderdeesaactitudy,porprimeravezenmivida,sentíunatotalsumisiónalaautoridad cuando salí del barracón y murmuré «Primero de Marines» a un puñado desargentosqueestabanallídepieesperándonos.Unodeellos señalóconsu linternaaungrupo de hombres; ocupé mi lugar entre ellos. Unos seis grupos más estaban siendoformadosdelmismomodo.

Entonces,aunaorden,subíauncamiónconmisnuevoscamaradas.Elconductorpusoelmotorenmarchayechamosaandar,sacudiéndonosporcarreterasencharcadas,dejandoatrásfilatrasfiladecabañassilenciosasyoscuras,adelante,siempreadelante,hastaqueporfinnosdetuvimosconunasacudidayllegamosacasa.

«Casa» era la Compañía H, Segundo Batallón, Primer Regimiento de Marines. «Casa»era una compañía de ametralladoras y morteros pesados. Alguien en aquel sombríobarracónhabíadecididoqueyofueraoperadordeametralladora.

El proceso de enrolamiento en la Compañía H apenas difería del método de nuestro«destino»de la víspera, exceptoquenosdirigimosaunbarracónocupadoporel capitánCaderas-Altas. Nos miró con su ojo de cristal, gloriosa consecuencia de un combate, seacaricióelbigotemilitarynosinterrogóconsuconcisoestilobritánico.Luego,conairedeescepticismo,nosasignóa las tiendasdenuestropelotónynosentregóalcuidadode lossuboficialesquellegabandeotrosregimientos.

EstoshombresprocedíandelaQuintaylaSéptima,lasunidadesveteranasencuyasfilasestaban casi todos los soldados entrenados de la Primera División. Mi regimiento, elPrimero, había sido disuelto, pero entonces, después de Pearl Harbor, iba a serrecompuesto. El Primero necesitaba suboficiales y muchos de los que nos correspondíandelataban,porciertonerviosismoen lavoz,queerannuevosenaquelrango.Susgalonesbrillaban. Unos cuantos no habían tenido tiempo de coserlos a sus mangas y los lucíansujetosconalfileres.

Apenashacíasemanasesoscabosysoldadosdeprimeraclaseeranreclutas.Algunosnos

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aventajabancomomarinestansóloporesemargen.Perocontantaurgencia,laexperiencia,aunque sea breve, es preferible a no tener ninguna. Había que completar el cuadro demando.Yallíestabanellos.

Pero el Primero también recibió una dosis vital de suboficiales veteranos. Ellos nosenseñarían, nos formarían, nos convertirían en combatientes. De ellos aprenderíamos adominarnuestrasarmas.Deellosmoldearíamosnuestrocarácterytemperamento.EranlaViejaRaza.

Ynosotroséramoslanueva,losjóvenesvoluntariosquehabíancambiadolacomodidaddesucasaporlaspenuriasdelaguerra.

Durante los próximos tres años, todos ellos serían mis camaradas, los hombres de laPrimeraDivisióndeMarines.

RobertLeckie,1942

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PARTEDOS

Marine

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Capítulo4

Barracones,petróleo,cerveza.Alrededor de esos tres elementos, como alrededor de una tríada sacramental, giraba

nuestravidaenNewRiver.Barraconesparamantenernossecos,petróleoparamantenernosen calor, cerveza para mantenernos felices. No es ninguna broma profana llamarlossacramentales: ellos tres reunían la santidad de la tierra. Cuando recuerdo New River,recuerdo los barracones rectangulares con los techos bajos; recuerdo las estufas depetróleo y cómo nos escabullíamos de noche, cubos en mano, para robar petróleo de losdepósitos de las otras compañías, topándonos con los hombres de esas otras compañías,ladronesnocturnoscomonosotrosmismos;recuerdolascajasdelatasdecervezaenmitaddelatiendaycómohabíamosperdidohastaelúltimopeniqueparabajarhastalacantinaacomprarlas,llevándolasbulliciosamentedevueltaalhombro,gritandoyalegres,porquenosesperaban nuestros cálidos y secos barracones, y pronto la cerveza estaría en nuestrasbarrigasyelmundoseríanuestro.

Éramossoldadosrasos,¿yquiéntienemenospreocupaciones?Comolosbarracones,elpetróleoylacerveza,yoteníaunatrinidaddeamigos:Indiana,

RisitasyYardas.ConocíaIndianaelsegundodíaquepaséenNewRiver.Elhabíallegadodosdíasantes

que nosotros y el capitán Caderas-Altas lo había nombrado su mensajero. En aquellaprimera semanadesorganizada, sus ropas estaban siempremanchadas de barro de tantoviajequehacíaporellodazalentrelaoficinadelcapitánylosotrosbarracones.

Al principio me cayó mal. Parecía mirarnos con desdén desde la elevada posición queocupabaenlaoficinadelcapitánCaderas-Altas.Tambiénparecíahosco,consufigurafuertey cuadrada, supelomuy rubio y susojosazules, cuando transmitía susescuetasórdenesdesdearriba:

—Elcapitánquierequedoshombrestraiganlamunicióndelteniente.Peroyoerademasiadoinexpertoparaverqueaquellahosquedaderasólounaposepara

nomostrarqueestaba tanasustado comoel restodenosotros.El rostro inmóvil eraunafachada;laforzadacurvahaciaabajodelabocaunadefensarápidamentelevantadaantelodesconocido.Coneltiempoylaamistad,aquellabocasecurvaríaenunadireccióndistinta,haciaarriba,enunasonrisaqueerapuraalegría.

FuemásfácilconoceraRisitas.Noshicimosamigoselprimerdíadeinstrucciónconlasarmas,nuestra introduccióna losmisteriosde lapesadaametralladoradel calibre30.Elcabo Carablanda, nuestro instructor, un joven de voz suave y ojos tristes de Georgia,convirtiólainstrucciónenunacompeticiónentrepelotonesparavercuálpodíaponerantesenmarchasuametralladora.Comoartillero,Risitas llevabael trípode.Comoayudantedeartillero,yocargabaconelarma,untrastodemetaldeunosdiezkilos.Cuandoseledabalaorden,Risitascorríahastaunpuntodado,girabael trípodeporencimadesucabezay loemplazaba, mientras yo jadeaba tras él para colocar el huso del cañón en su ranura.GanamosalotropelotónyRisitasgruñódesatisfacción.

—Adelante,Jersey—rió,mientrasyomearrastrabajuntoaélymedisponíaacargarlaametralladora—.Enseñémoslesaesoshijosdeputa.

Ésaerasuformadeser.Eratremendamentecompetitivo.Eraprocaz.Teníaunaformade

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reírse,unaespeciedeperpetuobuenhumor,quecompensabasuagresividadysuavizabaelimpacto de su rudo lenguaje. Como Indiana y yo, Risitas era fuerte y, como Indiana, erarubio,peroteníaunadurabellezaquelosrasgosromosdeIndiananopodíanigualar.

Lostres,ymástardeYardas,queseuniríaanosotrosenOnlsowBeach,éramosfuertes,decasimetroochentaycincodealtura,unabuenaconstituciónparacargarconarmasotrípodesocon los tubosyplacasque loshombresdenuestra seccióndemorteros teníanqueemplear.Ycargarconesaspiezaspesadasparecíaconstituirtodanuestrainstrucción.

Instrucción con las armas y la nomenclatura. Conoce tu arma, conócela de maneraíntima, conócela casi tanto como su inventor; sé capaz de desmontarla a ciegas o en laoscuridad,demontarla; sécapazde recitarmecánicamenteunadescripcióndetalladadelfuncionamientodelarma;aprendelafunciónquecumplecadamiembrodelpelotón,desdeelartillerohastalosdesgraciadosquellevabanlasgarrafasdeaguaolascajasdemunición,ademásdesuspropiosfusiles.

Aquello resultaba aburrido y deprimente, y la guerra parecíamuy lejana. Siempre eradifícil permanecer atento, para no quedarse dormido bajo aquel cálido sol de Carolina,mientraslavozdelsargentodeartilleríazumbaba:

—Enemigoacercándoseaseiscientosmetros…Uno,dos,tres…fuego.Peroporcadahorahabíaunapausadediezminutos,dondepodíamoscharlar, fumary

hacer el ganso. Indiana y yo éramos los payasos. A él le encantaba imitar al jefe delescuadrón, elmayor, que teníaunos andares remilgados yunosmodales repipis que casieranunacaricaturaensímismos.

—Muybien,soldados—decíaIndiana,balanceándoseantenosotroscomohacíaelmayor—,dejémosloclaro.Prohibidopensar.Aningúnhombrealistadoselepermitepensar.Enelmomentoenquesepiensa,sedebilitaestainstitución.Todoaquelqueseapilladopensandoserásometidoalacortemarcial.TodoelquetengacerebroenlaCompañíaHserádevueltoinmediatamenteaintendencia.Poralláseestánquedandosinoficiales.

En estas ocasiones también podíamos cantar. Ni Indiana ni yo sabíamos entonar bien,puesnuestraideadeunaescalaerasubirobajarlavoz,peronosgustabacantaragritoslaletra. Por desgracia para nosotros, para todos nosotros, no teníamos nada que cantarexceptoaquellastontas«cancionesbélicas»sinmelodíaqueporentoncesnosinundaban.

Estribilloscomo«parademostraralosniponesquealosyanquisnossobranpantalones»o«tiréunbesoalocéano»difícilmentealientananadieamataroconquistar.Despuésdeunos cuantos días cantando estas canciones, las despreciamos, y nosdedicamos a cantarcancionessubidasdetonoque,almenos,eranmásdivertidas.

Estristetenerqueiralaguerrasinunacanciónpropia.Unacanciónvivaqueteinflame—sea«MinstrelBoy» o algo alegre y burlón comoel «Sixpence»de los ingleses—podríahaberhechoquemerecieraunpocomáslapenalibrarlaguerra,peronoteníamosninguna.VivíamosenunaEraAvanzada,demasiadosofisticadaparaesastonteríaspasadasdemoda.Losgritosdeguerraolascancionesbélicasparecíaningenuosybastanteembarazososennuestra época racional. Nos alimentaban la cabeza con otras cosas, nos dabanabstraccionescomo lasCuatroLibertades.Aversipuedescantarunacancióndemarchaconeso.

Siunhombredebevivirenelbarro,pasarhambreyarriesgarsuvida,hayquedarleunmotivoparaquelohaga,hayquedarleunacausa.Unaconclusiónnoesunacausa.

Sincausa,nosvolvimosburlones.Sólohayqueexaminar losdibujosdeBillMauldin[1]

paraverloburlonesquesevolvieronloshombresenlaSegundaGuerraMundial.Teníamosque reírnos de nosotros mismos: de lo contrario, en medio de toda aquella matanzamecánicayabsurda,noshabríamosvueltolocos.

Nadiepodíaolvidarqueeraunmarine.Seadvertíaenelverdebosquedeluniformeoenlas horas que había que pasar escupiendo y abrillantando los zapatos marrón oscuro.Asomaba en el ángulo de los sombreros de campaña que usaban los sargentos deinstrucción.Seveíaenlamarcadeltirador,losdedosdelamanodelgatillomáslargosquelosdelaotra.Caracterizabacadaarenga,cadaejercicioogrupodeinstrucción.Avecesunsargentointerrumpíalaclasedefusilpararecordar.

—China,esosíqueesservicio,muchachos.Amí,quemedenlaviejaShangai.Noesteagujero.Barracones,buenpapeo,inclusoteníamosplatos…permisosatutiplén,uniformesde gala. ¡Y a las chavalas chinas les encantan los marines! Les gustaban losestadounidenses, pero ni los caras de perro ni los patizambos tenían nada que hacer sihabíaunmarinedelante.Aquélsíqueeraundestino,muchachos.

Y como los marines son voluntarios, siempre hay un límite a sus protestas. Puede

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quejarsetodoloquequiera,hastaquelecontestan:—Túloquisiste,¿no?Sólo una vez me pareció haber encontrado la horma de nuestro zapato. Haciendo

ejercicioscon labayoneta,dosfilasdehombresenfrentados.Empuñábamosfusilescon labayonetacalada,perodentrodelavaina.Aunaorden,lasdosfilasseenfrentaban.

Pero no le gustamos al sargento. Quizá porque no teníamos ninguna intención desacarnos las tripasunosaotros.Gritóparaquenosdetuviéramosyavanzóparacogerelfusildealguien.

—¡Golpe,parada,golpe!—gritó,blandiendoelfusilduranteelejercicio.—¡Golpe, parada, golpe!Luego la culata. ¡Golpeaden el vientre! ¡Maldición, soldados,

vaisaenfrentarosalosluchadoresconbayonetamásexpertosdelmundo!¡Vaisacombatiraunenemigoalqueleencantaelacerofrío!¡MiradloquehicieronenlasislasFilipinas!¡Mirad loquehicieronenHongKong!¡Osdigoqueserámejorqueaprendáisausarestetrastosinoqueréisqueunpequeñojapoamarilloosabralabarriga!

Fueembarazoso.Inclusolosdemássargentossepusieronunpococolorados.Nopudedejardecomparara

esesargentoy su furia simuladacon losmétodosde losotros sargentosdeParris Island,quesolíanpicarnosparaquelosatacáramosconlabayonetaynosdesarmabanriéndose.

Pobre tipo:creíaqueasustarera instruir.Loveoahoracomo lovienGuadalcanal: losojos hundidos en las cuencas, desorbitados por el miedo, la cara descarnada, hueso ytendón estirados sobreunosnervios temblorosos.Afortunadamente lo evacuaron y nuncavolvíasaberdeél.

Tampocovolvimosaverningunaotrasombradeinferioridadtanindecorosa.Cuando terminábamos la instrucción formábamos filas y marchábamos a casa. Hasta

mediokilómetrode losbarracones, caminábamosen«marchade ruta».Con los fusilesalhombro, podíamos relajarnos como se nos antojara. No había que marcar el paso.Charlábamos, bromeábamos, nos gritábamos en la oscuridad, aquélla era una formaagradabledevolveracasa.

Peroexactamenteadoscientosmetros,lavozdelcomandantedelacompañíarugía.—¡Compañía!—nuestrasespaldasseenderezaban—.¡Atención!Los fusilesseponíanrectos,elpasovivoseretomaba,comenzaba lacadencia familiar.

AsívolvíamosalosbarraconesdelaCompañíaHcuandolassombrasseextendíansobrelospantanos.Sedientosysucios,entrábamosen lacallede lacompañíacon laprecisiónyelritmodeunaguarnicióndedesfile.

Unahoramás tarde,despuésdehabernos lavadoyhabercomidocaliente,parecíamosrevivir.Alguiencomprobabaelsuministrodepetróleo.

—Eh,Lucky,nosestamosquedandosincombustible.Yocogíaelcuboymeescabullíaenlanoche,enbuscadeldepósitodepetróleo.RisitaseIndianaibanalacantina.Volvíanpocodespuésconlacerveza.ElCaballeroo

algún otro barrían el barracón. Tal vez el Roble echaba una mano; el Roble, aquelcampesinobajoy fuertecomountorodePensilvania,quenobebíani fumaba—asíeraalmenos entonces—, pero al que le encantaba sentarse en el suelo, para lanzar los dados,repartirlascartas,untarseenelpelobrillantinaperfumada.ParaelRoble,esoeralavida:losdados,lascartas,labrillantina.

Entonces,conelfuegoencendido,lacajadecervezasenmediodelsuelo,nostendíamosen nuestros camastros, con las cabezas apoyadas contra la pared, bebiendo cerveza ycharlando.

¿Dequéhablábamosaquellasnoches?Hablábamos de nimiedades, chismorreos sobre nuestra situación y nuestro destino,

interminables críticas a la comida, a los suboficiales, a los oficiales. Desde luego,hablábamos mucho de sexo. Naturalmente, todos exageraban su éxito con las mujeres,sobretodolosmásjóvenes,igualqueaumentabaneltamañodesusingresoscomociviles.

Supongo que gran parte de nuestra conversación era aburrida. Ahora así me loparecería,deesoestoyseguro.Eraaburrida,perohogareña.Nosestábamosconvirtiendoenunafamilia.

LaCompañíaHeracomounclanounatribucuyopelotóneralaunidadimportante,elgrupofamiliar.Comolasfamilias,cadapelotóndiferíadelotro,porquesusmiembroserandiferentes.Noseparecíanenmodoalgunoaaquellospelotonesqueaparecenenmuchoslibrossobreguerra,compuestosporungrupomixtodecatólicos,protestantesy judíos,elniño ricoburguésyelniñopobre, el tontoyelgenio: esas creaciones imposibles tandel

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gustonacional,comolaselecciónestadounidensedefútbol.Enmi pelotón tampocohabía problemas raciales ni religiosos.Como suele decirse, no

teníamosningún«conflicto interno».Sonhistoriasquesuelen inventarsehombresquenocombatieron nunca. Sólo los que están en retaguardia luciendo su obesidad puedenpermitirseesasenfermedadesdericos,comounepicúreolagota.

No podíamos permitir la disensión y ahogábamos todas las diferencias en un rechazocomúnpor losoficiales y ladisciplina;más tarde,porelpardeenemigosdelPacífico: lajunglayeljaponés.

El pelotón, como muestra sociológica que bulle bajo el microscopio del periodistamodernooquedainmovilizadoporsulápiz,esirreal.Esfrío.Carecedeespíritu.Notieneningunarelaciónconlospelotonesqueyoconocí,cadaunotangloriosamentediferentedelotrocomoloshombresmismossondistintosyúnicos.

LewJuergens(«Risitas»)

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Capítulo5

ElsargentoCarafinaseencargódenuestropelotón.EltenienteIvyLeague,[2]nuestrojefedepelotón, senosuniríaunosdíasmás tarde.Nopodía sermuchomayorqueyo,quizásunos pocos meses, pero llevaba tres años en los marines. Eso hacía que fuera mi clarosuperior.—Muybien,yaestá—nosdijo.Echóhaciaatrásrápidamentesulaciopelorubio.Sufina

caradechiquilloseretorcíacongestoserio,comosiemprequehablabadirectamentealastropas—. Ya está. Nos vamos a los pantanos. —Los voluntarios, cómo les encanta esapalabraalosoficiales—.Losvoluntariosformaránmañanaporlamañanacontodoelequipodemarcha.Cerraránlospetatesysequedaránenlosbarracones.Compruebenelequipo.Asegúrensedeque lastiendasestánbien.Serámejorque lleven lacantidadadecuadadeestaquillasparaplantarlastiendasololamentarán.»Todoslospermisosquedancancelados.Gruñimos y regresamos a nuestros barracones. Nos pusimos a preparar nuestros

petates. Y entonces, por primera vez, los oficiales empezaron a divertirse jugando a lossoldaditos.Acadahora,alparecer,elsargentoCarafinanosdabaunaordennueva,ahoraconfirmando,ahoracontradiciendolasinstruccionesanterioresdemarcha.—Elmandodicequenadadeestaquillasparalastiendas.—Delbatallóndicenquellevéisvuestrospetates.—Olvidadeso:cogedlasestaquillasylastiendas.SóloIndiana,quesentíaeltranquilodesdéndelsoldadonatohacialosoficiales,senegó

aunirsealaconfusióngeneral.CadavezqueelapuradoCarafinallegabajadeandoconunaorden nueva, Indiana se levantaba del camastro y lo escuchaba con gran interés, perocuandoCarafinadesaparecía,seencogíadehombrosyvolvíaalcamastroparasentarseallí,afumar,mientrasnosobservabaconaltanería.—Indiana—ledije—,¿novasahacerelpetate?—Yahesacadomiscosas—respondióél,señalandounpuñadodecalcetines,calzoncillos,

cremadeafeitaryotrosbultos.—¿Novasaguardarlo?—¡Demonios,no,Lucky!Loguardaréporlamañana,encuantoesostontossedecidan.LavozroncadeRisitasintervino,lacalidaddesuhumorsuavizabalarespuesta.—Mástevale.Pasaránrevistaytelacargarás.Temeterántanalfondodelcalabozoque

tendránquedartedecomerconuntirachinas.Indianaserióconganas,mostrandounaampliasonrisadentuda.Nosestuvoobservando

toda la tarde, fumando, engullendo dos latas de cerveza caliente que había escondido lanocheanterior,segurotodoeltiempodequeteníarazón.Y la tenía. Nosotros metíamos y sacábamos cosas incesantemente, agitándonos como

veletasconlosvientoscambiantesdelasórdenesqueveníandelpaísdelosoficiales.PeroIndianateníarazón.Porlamañanallególaordendefinitivadelcomandantedelbatallón.Sehabíaabstenidodejugaralossoldados.Perocuandollegósuordennoseparecióaningunadelasotrasórdenes,porqueaquéllaeraoficial.Abrimosnuestrospetates,losreagrupamosyluegonosloscargamosalaespalda.Norecuerdocuántopesabaelequipodemarcha.Talvezdiezkilos.Inclusoenesto,los

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hombressonmuydiferentes.Yollevabalomínimo,comohabíaprescritoelcoronel.Perounhombrepreocupadoporlalimpiezapodíahabermetidounpardepastillasdejabóndemáso un frasco de brillantina; otro podía haber metido dos latas de judías en el fondo delmacuto;unterceronopodíapasarsesinunpuñadodecartasremitidasdesucasa.El macuto de un soldado es como el bolso de una mujer: un claro reflejo de su

personalidad.Me entristeció ver los recuerdos en losmacutos de los japonesesmuertos.Teníanfuerteslazosfamiliares,aquelloshombreslampiños,ysusmacutosestabanllenosderecuerdosfamiliares.Formamosdelantedelosbarracones.Losmacutosteníanunpesocálidoyllevadero.—¡Defrente,marchen!¡Pasodemarchaaa…!Yalospantanosnosfuimos.Talvezcaminamosquincekilómetros,noesmuchoparalosveteranos,peroentoncesera

unagrandistancia.Larutaatravesabalospinares,recorríaunacarreteradetierradondeapenaspodíapasarunjeep.Todounbatallónenmarchaymipobrepelotónatrapadoenelcentroocasien la retaguardia.Nubesdepolvorojonoscaíanencima.Micascochocabairritantementecontra laametralladoraquesemeclavabaenelhombroocaíademaneraenloquecedorasobremisojosporelmovimientodelpetate.Apocomásdeunkilómetrodela partida, nome atreví a seguir bebiendo de la cantimplora. No tenía ni idea de hastadónde íbamos a ir. Mis pantalones de faena estaban cubiertos de sudor, el verde clarooscurecidoporlatranspiración.Duranteelprimerkilómetrohabíamosbromeadoeinclusoentonadoalgunoscantos.Yasólocantabanlospájaros:denosotrossóloseoíaelgolpeteodelospies,eltintineodelascantimploras,elcrujidodelascorreasdecuerodelosfusiles,elocasionalcomentarioroncodeunavozyelalientomalgastadoenunamaldición.Cadahorateníamosundescansodediezminutos.Nostumbábamoscontraelbordedel

camino,apoyadosennuestrospetates.Encadapausayometíalamanobajolascorreasdelmacutoparafrotarmelasmagulladurasquemehabíanhechoenloshombros.Fumábamos.Tenía la boca seca por el polvo, la lengua hinchada. Las humedecía con un sorbo de tanpreciosaaguay,entonces,estúpidamente,volvíaasecarlotodoconunacaladadetabaco.Peroeraunabendiciónestarallí tiradocontraelbordedelcamino,olvidandoeldolor,elcansancioylasmagulladuraso,almenos,dejándolotodoensuspenso,ylasnaricesllenasconlosoloresconfusosdeltabaco.Entoncesllegabalaorden:—¡Aformaryenmarcha!Maldiciendo,odiandotantolaordencomoalcomandante,esforzándonos,nosponíamos

enpieydábamosdenuevocomienzoalgolpeteosordoyrítmicodelamarcha.Así llegamos al lugar donde nos esperaban las lanchas de desembarco. El camino

desembocabaenunodeesoscanalesqueentrelazanestazonadeCarolinadelNorteysonpartedelsistemadecanalesinteriores.Eselaberintoacuáticoeracomounservivoquesecurvabaycorríaentrelospinos,comosicabriolaraensucaminohaciaelmar.Subimoscomopudimosalasbarcazasynossentamosconlacabezajustoporencimade

laborda,loscascosentrelasrodillas.Nuestra barcaza apenas había empezado amoverse cuando el hombre ami izquierda

vomitó.EraJúnior,unchicoflacoytímido,demasiadopoquitacosaparalosmarines.JúnioreradelazonanortedeNuevaYorkynoeramarinero:sotaventoobarloventoeralomismoparaél.Vomitóabarlovento.Elvómitovolviócontranosotrosconvertidoenunchorrosucioy apestoso. Las maldiciones cayeron sobre la cabeza de Júnior con un volumen que nisiquierapodíanigualarlosgritosdelasgaviotasquerevoloteabanporelcielo.—¿Nopuedesusarelcasco?—gruñóIndiana—.Rayos,Júnior,¿paraquécreesquesirve?Aesasalturasyasehabíanmareadoalgunosotrosyhacíanplenousodesuscascos.El

pobre Júnior mostró su tímida sonrisa suplicante, contento de no ser el único culpable:cuandollegamosalmarychapoteábamosenlasprofundascorrientesdelamarea,lamitadde los ocupantes de la barcaza se habían mareado, para inmensa diversión delcontramaestre.Una y otra vez, el carácter definitivo de una sentencia, la barcaza subía y bajaba; el

desoladoocéanosehinchabaysehundíaporencimadetodo,sealzabaelcontramaestrealtimón,tancompasivocomounaserpiente,recreándoseenladivertidahistoriaquecontaríaasusamigotes:cómolosaterradosmarinessobrevivieronasuprimerenfrentamientoconelgranmarsalado.Enaquelmomentoestábamostrazandocírculos,esoloséahora,mientrasesperábamos

laordendedirigirnosalaorillaenloqueseríanuestraprimeramaniobraanfibia.Cuando

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laemprendimos,nuestromotorrugióatodapastilla.Laproaparecióhundirseenelaguaylabarcazaseaplanó.Porfortuna,elvaivénsedetuvo.—¡Adelante!Lasbarcazassedesplegaronformandounalíneadeasalto.Nosdirigimoshacialaorilla.

Elaguafríamesalpicabalacara.Sóloseoíaelsonidodelosmotores.Entoncesseprodujounabruscasacudida,seguidaporelsonidoaplastantedelaquillaalhundirseenlaarena.Habíamosdesembarcado.—¡Arribayasaltar!Alcémifusil,meagarréalabordaconlaotramanoymelancéalagua.Aterricéenel

aguaheladaquemellegabajustoporencimadelaspantorrillas,peroelpesodelmacutoylasarmasmehizocaercasiderodillas.Quedéempapado.Lastradosahoratantoporelaguacomoporelequipo,corrimoshacialaplaya.—¡Golpeadlacubierta!Lo hicimos. Cuando nos levantamos, después de disparar nuestras armas contra un

defensorimaginario,laarenaseaferróanosotroscomolaharinaaunfileteempanado.Elsudordelamarchahabíainflamadoyalacarnemagulladaporelroce,lasaldelmar

penetróenella,ardiente,pesadaytodoelloseañadíaa laomnipresentearena.Dieronlaorden de formar y marchar hacia nuestro nuevo campamento, situado a un par dekilómetros y, en cuanto marchamos, el dolor se hizo insoportable. Cada paso, cadamovimientomecánicoconelbrazo,parecíaclavarunahojaserradaenlaentrepiernaylasaxilas.Cuando recorrimos renqueando la distancia, llegamos a un denso pinar. A un lado del

caminohabíandespejadolamalezayelbosqueeramásbienunclaro.Allílevantamostrestiendas piramidales, una para la cocina, otra para la enfermería y la tercera para elcomandante de la compañía. Nos ordenaron romper filas y nos dijeron que aquél eranuestrocampamento.Habíaempezadoacaerunalluviafríamientrascomenzaronadividirnosenseccionesy

pelotones.Empezaronaaparecerlastiendas,nodibujandolascuidadasyprecisasfilasdeotrostiempos,sinoasentadassiguiendolanuevapasiónporelcamuflaje.Reventados de cansancio, sufriendo de las irritaciones de la marcha y el mar,

hambrientos, tiritandopor aquella fría lluvia, la tareade levantar el campamento tendríaquehabersidounamisiónpenosaysombría.Peronofueasí.Nisiquieramaldecimosalosoficiales.Derepenteaqueltrabajosevolvióemocionante,yelcalordelaemociónpodíaconlafríalluvia,losestómagosvacíosyloshuesosdoloridos.Prontonospusimosabuscarpinochaparacolocarladebajodenuestrasmantas.¡Quélecho!Unamantaverdeoscuroarriba,otradebajoy,pordebajodetodo,elfuerte

olordetierraypinocha.Comodigo,nosdimosprisa,yprontoelclaroresonóconnuestrasvoces,losgritosdeun

ladoaotroylasmaldicioneshechasconbuentalantealospatososquenopodíanentonces,nijamáspudieronlevantarunatiendaencondiciones.Ylalluvia,aquelintrusosiniestroyhúmedo, quizá confundida por ser la única que gemía entre nuestra alegre compañía,alternabaentreelchubasco,elaguaceroyelcalabobos.Cuando clavamos nuestras tiendas (es decir, cavamos alrededor de ellas para que el

terrenodel interiorde la tiendapermanecieraseco),nos llamaronparacomer.Lacomidaestaba caliente, también el café, y los hombres que viven al aire libre tampoco exigenmucho más. Se había hecho tarde y en la oscuridad terminamos de comer y fregamosnuestrosutensilios.Alregresaranuestracompañía,cruzamosporlazonadelaCompañíaF,tropezamoscon

lasestaquillas,embestimos lastiendasyprovocamos losgritosde irade loshombresquehabíadentro.Hicieronperspicacesreferenciasalosartillerosysesucedieronlúcidasdescripcionesdel

linaje de donde descendían todos ellos. Pero esas maldiciones, aun grandiosas en suvulgaridad,sonimposiblesdereproducir.Así terminó, con lluvia, en la oscuridad, bajo una andanada de maldiciones, nuestro

primerdíademaniobras.Noshabíamoscalificadoenlasfilasdelosgloriosamentejodidos.

—oOo—

AldíasiguienteconocíalYardas.YallevabaunoscuantosdíasenelpelotóndeIndiana,unaincorporación tardía, pero yo no había coincidido con él. Salía de la tienda de Risitas,

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riendo, haciendo un comentario procaz hacia atrás, y chocamos. Casime derribó con supasoenérgico.EracaracterísticodeYardas:aquellaspiernas fuertes,extraordinariamentedesarrolladas.Habíapracticadoatletismoensecundaria(unabuenaescuelaprivada,segúnsupemástarde)ylaprácticahabíadejadosumarcaenaquellaspantorrillasabultadas.El Yardas encajó entre nosotros como un guante. Su admiración por Risitas rayaba la

adoración al héroe. PeroRisitas tenía la capacidadde impedirlo sin ofender al Yardas, sibiensospechoqueleencantabalaadulacióndeaquelmuchachodepelooscurodeBuffalo,que hablaba con tanto conocimiento de bailes formales y automóviles, un mundo muydistintoalaprovincianaLouisvilledeRisitas.Amedidaqueseafianzabanuestraamistad,quedóclaroquelapalabradeRisitaserala

quetendríamáspeso,simplementeporquepodíaconfiarenelapoyodeYardas.Así que Risitas se convirtió en el líder, si bien ni Indiana ni yo lo admitimos jamás y

Yardassóloloreflejabaporsudeferenciahaciaél.Resultaextrañoquetuviéramoslanecesidaddeunlíder,¿no?Peroasíera.Doshombres

no necesitan un líder, supongo, pero tres, sí, y cuatro, desde luego, pues si no, ¿quiénzanjarálasdiscusiones,planearálasincursiones,sugeriráellugarylaformadedivertirseymantendrámásomenoslapaz?Aquél fueelprincipiode losbuenostiemposen lospantanos.Dormíamosenelsueloy

teníamos un trozo de lona por hogar, pero habíamos empezado a enorgullecemos de sercapacesdeaceptarlo.Enesascondiciones,noesdeextrañarquelosbuenostiemposfueranescandalososy,amenudo,violentos.Undíadeinstrucciónnopodíacansaraunoscuerposyunosespíritustanjóvenes.Sino

había ejercicios nocturnos o guardia en la compañía, quedábamos libres desde queterminábamos de cenar hasta el toque de diana. A veces nos reuníamos en torno a unahoguera, paraquemar ramasdepino y beberunabotella de licor demaíz quehabíamoscompradoa losdestiladores locales.Lasramasardíanconunbrillo fragante, igualqueelaguadefuegoennuestrasbarrigas.

Wilber«Bud»Conley(«Yardas»)

Cantábamos o luchábamos alrededor del fuego. Había otras hogueras y, de vez encuando,competicionesentrecánticosrivales,queprontodegenerabanencompeticionesagritos.Avecesunazarigüeyadesafortunadaseacercabaalcírculoyprovocabaunalborotode gritos seguido de un frenético lanzamiento de zapatos, con lo que la vida del pobreanimalerabreve.Entoncesaloshombresalosquelesencantabaafilarsushojassacabanlasbayonetasydespellejabanalbicho.Sudiminutocadávergrasientoeraentregadoalasllamasyunascuantasbocasdabanbuenacuentadelpobreanimal.

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En otras ocasiones, Indiana y Risitas, Yardas y yo nos reuníamos después de cenar ycaminábamos los treskilómetrosqueseparabanelcampamentode lacarretera,elsonidodenuestrospasosapagadoporeldensopolvodelsuelo.Avecescaminábamosensilencioen aquellas noches violáceas con el suave bosque de pinos a cada lado; a veces conescándalo,bailando,saltandounossobreotros,gritandoparaoírnuestrasvocesresonandoenlahuecaoscuridad;avecessobrios,fumando,hablandoenvozbajadelascosasdecasaydecuándoodóndeentraríamosenacción.Lacarreteraestabaamediocamino.Estaballenadegaritos.Alcanzarlasuponíaentrar

enunnuevomundo: enunmomento la suaveoscuridady el olorde lamadera,nuestroszapatosarrastrándoseporelpolvo;alsiguiente,cochesyvehículosmilitaresrecorriendolafranja de asfalto, las toscas chozas con sus bombillas peladas brillando sin rubor, lostablonesrecubiertosdeanunciosdeCoca-Colaycigarrillos.Sinembargo,nohabíachicas.Elsexoestabacarreteraarriba,enMoreheadCityyNew

Bern. Ahí había bebida y peleas. En Greenville había un cuartel, pero los marines delpantano,consusmonosde faena, raravez ibanallí,puestoquesearriesgabanaque lospillara lapolicíamilitarpor estar sinuniforme.ElRisitas y yonosarriesgamos, sólounavez,yfuimosrecompensadoscondeliciosashamburguesas.LaLinternaVerdeseconvirtióenelgaritodemibatallón,probablementeporqueestaba

máscercaqueaquellachillonacarretera,enlaesquinadondeelcaminodetierraseuníaconlacarreteradeasfaltoyparecíadeslizarsedebajo.Teníalaatracciónqueanuncianlosbancos,siempreconvenientementesituados.Las peleas eran habituales en La Linterna Verde. Siempre estaban acabando o

empezandoocociéndose,noimportabacuándollegaras.Cadamañanaenlaenfermeríalapruebaquedabaalavista:gencianacolorvioletaextendidaconlagenerosidadqueparecíamerecereladmiradoheridoporlospómuloshinchadosylosnudillosmagullados.Tuvimosnuestraprimeraaventuraenotrodelosbaretos.Erafindesemanaeíbamosde

uniforme, tras haber vuelto a los barracones y gozado de un raro permiso. Los cuatroíbamos camino de Morehead City de noche, bebiendo. Hacíamos autoestop porque nopodíamospermitirnoslasexorbitantestarifasdelostaxis.Peronoscansamosdehacerdedoinfructuosamente e íbamos cruzando la carretera para ir a los bares. En uno, cuandodescubrimosqueandábamoscortosdedinero,propuserobarunacajadecerveza.Lascajasestabanapiladasalfondodelasalaaplenavista.—Estáschalado—gruñóRisitasenvozbaja—.Nuncaloconseguirás.Eldueñopuedever

todoloquehaces.Insistí.—No.Iremosallavabo…estájustoalladodelacerveza.Lapuertaabrehaciaadentro.

Saldremosagachadosysacaremosunadelascajas.Nopuedeverporencimadelabarra.Se la birlaremos delante de las narices y, cuando lleguemos cerca de la puerta… alevantarseyacorrer.ElRisitassonrió.—Deacuerdo.Fuefácil.Soltamosunacajay,arrastrándonos,llegamossilenciosamentehastalapuerta

bajolasmismísimasnaricesdelpropietario.Parecíamoscomodosorugasunidasporlacajade cerveza en una especie de cópula. La resistencia que habíamos aprendido en lospantanosnospermitiósosteneraquellapesadacajaaunaspulgadasdelsuelo,paraqueelrocenonostraicionaramientrasreptábamoshacialapuerta.Cuando la alcanzamos, nos pusimos de rodillas, aseguramos la caja entre los dos, nos

medioincorporamosysalimosdisparadosporlapuertaabiertacomogemelossiameses.Estábamos exultantes. El aire nocturno era como un tónico fuertemientras corríamos

hacialacarreteraylacruzábamosajenosaltráficoqueibayveníaenunsentidoyenotro.Alotrolado,dejamoslacajaenunrecododelcaminoynosechamosarodarporelsuelo,riendo, aullando felices,medio histéricos. Éramos seis botellas de cervezamás ricos y lanocheparecíaflotarfueradeltiempo.ElRisitasvolvióalacarretera,mientrasyomedeteníaaorinar.Cuandoregresévique

noestabasolo.Unhombreloacompañabaysedirigióamímientrasmeacercaba.—Devuelveesamalditacaja—dijo.Eraelpropietario.Fingíunarisotadaalegre.—Llévelaustedmismo—dije.Entoncesviqueteníaunapistola.Laagitóantemí.Advertí

queestabaenfadado,peroyoeraestúpidoy,cuandoélrepitió«Devuélvela»,penséqueibaa dispararme. Simplemente tensaba su presa sobre la pistola. Mis ganas de bravatas

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desaparecieron.ElRisitasyyocogimoslacaja,lallevamosdevueltacruzandolacarretera,mientraselpropietarionosapuntabaconlapistola.La vergüenzame quemaba lasmejillas cuando volvimos a entrar en el bar. El Yardas

ocultóunarisitaconlamano.Nosdirigimosalfondodelgarito,comosicamináramosporlaplanchasobrelostiburones,ydevolvimoslacajaasusitio.La compasión es una especialidad, un talento oculto. El propietario tuvo compasión.

Cuando nos dimos la vuelta, se dirigía tras la barra hacia Yardas e Indiana. Debía dehaberseguardadolapistolaenlapuerta.Habíaconvencidoatodosenelbardequenuestrorobofracasadohabíasidounabroma.AbriócuatrobotellasdecervezacuandonosvolvimosareunirconYardaseIndiana.—Tomad,chicos,bebedunaamisalud.Ledijimosquelolamentábamos.Elsonrió.—Tenéis suerte de haber topado con un blando. Cuando os vi salir corriendo por la

puertaconesacaja,mecabreétantoquepenséenpegarosuntiroenelculo.Tenéissuertedequecambiaradeopinión.Nosechamosareírybebimos.Élvolvióasonreír,encantadodehabersidomáslistoque

nosotrosypoderimpartirelcastigoconlaeleganciadeltriunfador.Enesosgaritossiemprepodíasmeterteenlíos.Ysiemprepodíasmeterteenotrotipode

líosen los cafésde las ciudadescercanasa los campamentos:NewBern,MoreheadCity,Wilmington.Losllamocafés,porqueesasícomolosllamabansuspropietarios.Apenaseranmejorquelosbaretos,sólosedistinguíanporestarenlascallesdelasciudadesenvezdeenlascarreterasyportenerlasparedespintadas.Perohabíaunagrandiferencia:allíhabíachicas.Veníandelaciudadynoteníanningún

vínculo con los cafés. Probablemente los propietarios animaban su presencia, quizá leshacíanregalos,peronoteníanlaconsideraciónoficial,porusaruneufemismo,delaschicasque bailaban por diez centavos o las profesionales del descorche de los garitos de lasgrandesciudades.En las ciudades de marines de New Bern y Morehead City, donde las calles estaban

atestadasdeuniformesverdeslossábados,habíacafésencadaesquina:baratos,cutres,elambientecargadodenubesdehumodecigarrillos,yelsonidode lasmáquinasdediscostanpenetrantequecasiesperabasverlorizarseenmediodelperezosohumo.Siemprelaschicas.Sesentabanenlasmesasdemármoldondelashuellasgastadasdelosvasosderefresco

se unían con otra gracia a las marcas más nuevas y más estrechas de las botellas decerveza.Eraunacerveceríasuperpuestaaunafuentedesoda.Se sentaban a las mesas, bebían despacio, fumaban, reían, sus cuerpos parecían

esforzarseporliberarsedesusestrechasropas,movíanloslabiosavecespormascarchicle,avecesporestarhablando,perono importaba,porqueeran losojos loquecontaban, losojos errando, revisando lasmesas, escrutando los pasillos, buscando, cazando, anhelandocomorespuestaunamiradaosaday,cuandoaparecía,eldeliberadoaplastardelcigarrillo,aquella lánguida formadeponerseenpieyalisarse la falda,caminardespaciomeneandolas caderas hasta la mesa, como si hubieran visto infinitas sesiones de Los ángeles delinfiernoyhubierandominadoelpasosexualperfecto.CuandoyoibaaNewBernyloscafés,solíahacerloconelcaboCaralisa.Élmellamaba

«Licky».—Venga,Licky,vamosaNewBern—decía,uniendolassílabasdelnombredelaciudad

deformaqueparecíansólouna.El caboCaralisa se casó con una chica que conoció en un café.Una hora después de

conocerla,semarchóaCarolinadelSurenuncochealquiladoconeldineroquemedieronalempeñarmireloj.NopodíacasarseenNewBernundomingoporlatarde,peroconocíaunjuezdepazenCarolinadelSurquecelebraríalaceremonia.Despuésdelaboda,sediomediavueltayregresó,pasóunalunademieldeunsolodíaenNewBernyaparecióparaeltoquededianaenNewRiverellunes.Caralisa nunca me devolvió el dinero del reloj. Estoy seguro de que lo consideró un

regalodeboda.Asísea.

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Capítulo6

Los permisos se hicieron menos frecuentes a medida que la instrucción se hacía másintensa.Prontodejamosderegresaralabase.Losdíassesucedíanaburridosunosaotros,todosiguales.Lossábadosydomingosnoerandiferentesdelresto,salvoporquetodoslosdomingos nos levantaban de la cama por la mañana para que fuéramos a apagar unincendioforestal.

Nadiepudoafirmarjamásquelosprovocabaelmayor,peronadielodudaba.Noesquetuviera almadepirómano, razonábamos, sino queno le apetecía contemplar a las tropasdescansando tan tranquilas en sus tiendas. Pero, como digo, no había ninguna prueba,¿quiénlasquiere?,exceptoquelosincendiossiempreparecíantenerlugarlosdomingosporlamañanaymásomenosenlamismazona,enpartesdelbosquedondehabíapocopeligrodequeseextendieran.

Asíquesubíamosaloscamiones,soltandoimprecacionesalmayoryrogandoaloscielosqueseconsumieraensupropioholocausto,ymarchábamosasofocarlosincendios.

Apagábamos los incendios construyendo cortafuegos, cavando zanjas o simplementeaplastando los conatos golpeándolos con ramas antes de que pudieran aumentar. En unaocasióndeésas,misropassalieronardiendo.

Yomehallabaenmediodeunpradochamuscadoyhumeante,tancalientequemispiessentíanelfuego,inclusoatravésdelasgruesassuelasdecrepédemicalzado,atravésdemisgruesoscalcetinesymisformidablescallos.Miréyviconhorrorqueelinteriordemitobillo izquierdo, donde tenía enrollados los pantalones, estaba humeando y empezaba aarder.

Corrí como el viento, sinmiedo, en una carrera deliberadahacia una valla de troncosdondehabía,alotrolado,hierbaaltaytierrafresca.Sabíaquenopodíaextinguirtodaslasllamas que humeaban en mis pantalones golpeándolas: tenía que rodar por el suelo,echarmetierraencima.Yesonopodíahacerlodondemeencontraba.

Corrí.Me lancéhacia la valla ymiscompañeros,al creerqueme impulsabaelmiedo,empezaron a perseguirme, gritándome que me detuviera. Llegué primero a la valla y lasalté,aterricésobremihombro,rodéunayotravez,unayotravez,cogiendopuñadosdetierrayfrotándolaenmispantalonesycalcetinesenllamas.

Cuandoselanzaronsobremí,comosifueraalevantarmeyecharacorrerdenuevo,yahabíaapagadoelfuego.GraciasaDioslesllevabadelantera,sinonuncahabríallegadoalavallaynoquisierasaberquéhabríanhechomisamigossimehubieranalcanzadoenmitaddeaquelcalurosoyardienteprado.

Acabé con una fea quemadura en el tobillo, donde el calcetín había ardido. Me tuvofastidiadounoscuantosdíasyaúnmequedaunalevecicatriz.

Lainstrucciónseterminabaya.Días,días,interminablesdíasdepresión,sudorososdíasde quejas que se agolpaban unos contra otros como las absurdas docenas de días de laRevolución Francesa… Días en aquel simulacro de barco, subiendo y bajando por lasásperas y malignas y apestosas redes de carga envueltas sobre la tensa estructura demadera,comoelcaballodeTroya,construidasparaparecerelcostadodeunbarco…Díascavando,abriendoagujerospocoprofundos, lasdepresionesa lasque loshombresde lasFilipinashabíanpuestopornombre«escondrijos»,cavando,acarreando,arañando;meterte

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bajoelcontornodelatierra,paraexcavar,paratumbarnosenlafrescaheridaabiertaenlatierra, la cara apretada contra el fragante suelo mientras los gusanos se rebullenconsternadoscomoazoradosporlapremuradelastumbasylapasióndeloscuerposquelasllenaban…Díasdemarcha,elsolenelcascoyelsudorcayendoporlascejascomoelmar en una marisma, cubriendo de agua el labio superior, alcanzando la punta de labarbilla, mientras todo el cuerpo, endurecido ya, se regocija en ese movimiento, elmovimientoengrasadoyfluido,elburlóngoteoporlaespaldayelsaborsaladocuandolalengua, sensual, asoma para besar el labio superior… Días de todo tipo, aburridos yembrutecedores,horas tediosaschapoteandoen lasgrisesalbercas…díasdearengas,dedisparos,de inspecciones,de limpiar tiendasyarmas,decortesíamilitar,dehastíoentrepájaroscantandoyoficialesestudiandosusmapas…De tedio…De indiferenciaaldolor…Delluviacayendoenlosbosquesylasmantasmojadas…DeningúnotroDiossinoelataquedirecto…De ojos brillando y huesos endurecidos… Y finalmente, el último día, como loshacesdegranoalzándose«bárbarosensubelleza»,terminamos.

El último día el secretario deMarina, Knox, viajó desdeWashington para vernos.Nospusieron en filas ordenadas, como soldaditos de plomo, junto al canal, a la sombra denuestrobarcodepega.

Norecuerdocuánto tiempoesperamosaKnox.Quizásunahora,quizádos.Peronoseestabamuymal allí de pie al sol, una vez que nos ordenaron descanso. De repente unacornetasonóenelcanal.Nosordenaronponernosfirmes.Unabrillantelanchasubióporelcanal, lasbanderasal viento, laproaalta y arrogante, lapopabaja ypoderosa, comouncaballoderaza.Eraelsecretario.

Elcomandantedelacompañíaseunióalgrupodeoficialescuandollegaronanuestrasfilas,dejandoalViejoGunnyatrásparaquehicierael saludo.ElViejoGunnypermanecióallí de pie, cuadrado y a la vieja usanza, un mandarín de los marines, destacado yprivilegiado,unafiguraimponenteparacualquieroficialqueestuvierapordebajodelrangode coronel. El secretario y los demás pasaron. El impopular mayor iba el último. Justocuandopasaba,lavozdelViejoGunnyestallóenunclaroyprecisogruñidoquepudooírseentodoelbatallón:—¡Descansen!

Nosapoyamosennuestrosfusiles.Elrostrodelmayorsepusorojocomoelatardecerenelmar.Un silenciosoespasmodealegría recorrióa la compañía.Nopodíaoírse,pero sesentía.Elmayorseapresuró,comosisemarcharacorriendodeunlugarmaldito.

Cuando el Viejo Gunny se dio media vuelta con aquella deliberada expresión deinocencia, su arrugado rostro mostraba una curva de satisfacción: como el gato deCheshire,éleratodosonrisa.

Elsecretariononospasórevista,almenosnoamicompañía.SiemprehepensadoquevinoaNewRiveraquellosdíasdesesperantessóloparaasegurarsedequehabíahombresallí, como si sospechara que la PrimeraDivisión deMarines, como tantas otras unidadesmilitaresentonces,estuvieracompuestasólodepapel.

El período en los pantanos terminó aquel día. En cuanto el secretario regresó a sulancha, levantamos el campamento. Volvimos al relativo lujo de los barracones, loscomedores, lascantinas.Ynosalegramosporello.Laguerraseguía lejosdenosotros.Nisiquieraentonces,nadiecomprendiólaimportanciadelavisitadelsecretario.

La vida fue más fácil en la base. Nuestros oficiales se mostraron más amables. Lospermisosdesesentaydoshoras,desdelascuatrodelatardedelviernesaltoquededianadel lunes, comenzaron a sucederse. Inmediatamente las ciudades cercanas perdieron suatractivoyempezamosairnosacasa.

Lacarreteraque llevabaal complejo se llenóde taxis.Losviernespor la tardeeraunespectáculoverloscargarmarinesyequipo,unotrasotro,comograndescochesdecarrerassaliendodelosboxes.

Cinco marines solíamos contratar un taxi para que nos llevara a Washington, a unosquinientoskilómetrosdedistancia.Allícogíamos los trenesregularesaNuevaYork.Salíacaro, unos veinte dólares por cabeza para que el conductor nos llevara y volviera pararecogernoseldomingopor lanoche.Naturalmente,eldinero teníaquevenirdenuestrospadres. Los soldados rasos, con veintiún dólares al mes, no podían permitírselo, ni lossoldados de primera clase con sus veintiséis dólares, un rango que yo había conseguidorecientemente.Aunquecostoso,eltaxieraelmediodetransportemásrápidoymásseguro.Eltrenera lentoe irregular.Siperdías lostransbordos,contodaseguridadtedeclarabanausentesinpermisoenladianadellunes.

En ocasiones el taxi se sacudía con la velocidad de nuestro viaje a casa costa arriba,

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sobre todo si uno de nosotros le quitaba el volante a un conductor reacio a obedecernuestras órdenes de «dale caña». Entonces casi volaba: ciento veinte, ciento treinta, lavelocidadquepudieraalcanzarmientraselpedalseapretabaafondocontraelsuelo.

SolíamosllegaraUnionStationenWashingtonaesodemedianoche,habiendosalidodeNewRiverpasadas lasseis.LostrenesaNuevaYorksiempreestabanabarrotados.Todoslosvagonesparecíanestarequipadosconuntexanoounpalurdodelasmontañas,banjoyvoznasalincluidos,oteníasucuotadeborrachostendidossobrelosbrazosdelosasientosotumbadosenelsuelocomoalfombras.Pasábamossobreelloscaminodelvagónbar,dondepasábamos la noche y los kilómetros bebiendo, hasta que amanecía lentamente, una luzsuciacomodealademosquito,alpasarporlallanuradeJersey.

Así lo hacíamos: la impaciencia ardiendoennuestros estómagos y sólo elwhiskyparaapaciguarla.

¿Quién podía comer? En una de aquellas visitas relámpago, mi padre me llevó a unfamosorestaurante ingléssituadoenelcentrodeNuevaYorkespecializadoenpescadoycarnedeave. Juguécon lamitaddemi faisána laplancha, incapazde tragarmásdeunbocado, ajeno al sabor, mientras tragaba ansiosamente una cerveza tras otra. Cómo meamargó aquel faisán que dejé en el plato dosmeses después en Guadalcanal, cuando elhambrerugíaenmistripascomoelsonidodeunaandanadadecañonessobreelagua.

Estábamos impacientes. Estábamos nerviosos. Ya no podíamos relajarnos ni pensar.Aquellos días nadie se paraba siquiera a reflexionar. Rara vez hablábamos de la guerra,exceptoencómopodríaafectarnos,ynuncadeunamaneraabstracta.LaéticadeHitler,elexterminio de los judíos, el peligro amarillo: aquéllos eran temas de discusión entre loscaballerosenlaspáginaseditoriales.

Vivíamosparalaemoción.Nolaemocióndelcampodebatalla,sinoladelcocheatodavelocidad,delcafépoco iluminado,de labebidacorriendopor lasangre,del rocedeunamejilla,delbrillodeunapantorrillaenfundadaenunamedia.

Nadapodíadurar.Todoteníaqueserfluido:noqueríamosrealidad,sinoposibilidad.Nopodíamos parar quietos, siempre enmovimiento, todo cambiando. Éramos como sombrascorriendo, siempre corriendo: los fantasmas sin cuerpo de la pantalla de cine, hombrescondenados,almasenelinfierno.

Prontoseacabó la rachadepermisosdesesentaydoshoras.Amediadosdemayode1942fuiacasaporúltimavez.Mifamilianovolveríaavermedenuevoencasitresaños.

ElQuintoRegimientodeMarinespartióantesquenosotros.Lohizodenoche.Cuandodespertamos, el campamento estaba desierto, pelado, como si allí no hubiera habido nisiquieraunasombra,muchomenostresmilquinientos jóvenesruidosos.Noquedóniunacolillaaplastada,niunalatadecervezavacía.

Nada.Mi propio Primer Regimiento siguió al Quinto semanas después. Llenamos nuestros

petatescontodasnuestrasropasdesobraynuestrosefectospersonales.Cadapetate fuemarcadocuidadosamenteconlasinsigniasdenuestracompañía.Despuéscargarontodoenunoscamiones.NovolvíaverelmíohastaqueregreséaEstadosUnidos.Desdeaqueldía,aexcepcióndealgúnbreveintervaloenAustralia,vivimosdenuestrosmacutos,elmacutodecombatedeltamañodeunamáquinadeescribirportátil.

Recibimos la orden de llevar sólo nuestras armas y la cantidad de ropa prescrita;expresamentenadadelicor.UndíaantesdepartirconseguíiraJacksonville,dondeempeñémimaletaporeldinerosuficienteparacomprardosbotellasdewhisky.

Lasdosbotellasplanasestabanenmimacuto,durasycálidascontramiespalda,cuandosubimos al tren. Las apuramos esa noche, cuando el mozo hizo nuestras camas y todoestabaoscuroennuestrovagónPullman.Sí,viajábamosenPullmanyteníamosunmozoennuestro coche-cama. También comíamos en el vagón restaurante y podíamos sobornar almozoparaquenostrajeraunsándwichdepavoporlanoche.Eraunaformamaravillosadeira laguerra,comolosnoblesrusosenGuerraypaz,quesedirigíana larefriegaenunhermosocarruaje,contemplandoBorodinodesdelacimadeunacolinamientrassuscriadospreparabantéenunsamovardeplata.

Teníamosunmozosimpático.Leencantabapincharal texano,recién llegadoanuestrasección.Unavez,oyóaltexanohaciendounodesusexageradoscomentariosdecostumbre.

—Demonios—rióelmozo—,Texasestanáridoqueunconejonoseatreveacruzarlasinllevarfiambreraycantimplora.

Unacarcajadaestallóalrededordelruborizadotexanoyelmozoseretirósonriendotancontento.

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Mientras cruzábamos América dominaba el buen humor y el buen ánimo. SólohablábamosdelabatalladeMidway,queacababadelibrarse,admiradosporlosmarinesylospilotosdelaMarinaquehabíandetenidoalosjaponeses.

Jugábamosalpóquerocontemplábamoselpaisaje.Paramí,quenuncahabíaestadoaloeste de Pittsburgh, casi todos los momentos que pasaba despierto eran de intensaemoción.Todoaquelloeramipaís.Loveíaporprimeravezyloabsorbía,ensugrandeza,enla suave belleza de unamontaña como la curva de unamejilla, en la enormidad de susllanurasolariquezadesuscampos.Nopuedorecordarlotodoy,ahora,lamentonohabertomadonotas.Sólohaymomentosdispersos,confusos…DecepciónporcruzarelMississippidenoche,sólola impresióndeunagranmasadeaguayelsuavebamboleodelabarcazaférreabajonosotros…LabellezadelasOzarks,grandesbosquesalzándosehaciaunfrágilcieloazul,conelríoWhitecorriendorectoyclarocomounalanzaentreellas,ylamontañacon la cruz en la cima, extendiendo sus tensos brazos como una súplica… Las Rocosas(¿dóndeestabalagrandeza?,¿estábamosdemasiadocerca?)queparecíanpicosdeheladodevainillapordondecorríangrandescanalesdesalsadechocolate,peronodesprendíanningunagrandeza,sólocuandollegamosalascimasypudimosmiraratrás,boquiabiertos…ah,peroaquíestáahora,elespléndidoOeste,aquíestáelríoColoradoabriéndosepasoporRoyalGorgeenun instanteblancoyespumoso…arriba,arriba,arribaenNevada,el trenascendiendocomounagranydignamontañarusa,yluegoelrápidopasoaCaliforniayelsol.

PeroperdimoselsolenlasbrumasdeSanFrancisco.Llegamosalmuelle,rodeadosporlas colinasmarronesdeBerkeley. Lagranbahía curva, comounanfiteatrodeagua, antenosotros.Habíafocasjugandoenlabahía.

Yosóloteníaveintiúnaños.PudeverelGoldenGatey,másallá,seextendíalaCosaquemástardevería.

Perotodavíano.PasaríandiezdíasantesdequepudiéramosvisitarelGoldenGate.NosllevaronalGeorgeFElliot.Nuestrobarco.Unbarcodeesclavos.Loodiamos.

Nosdejabandesembarcartodoslosdías.Esosdíasfueronlasúltimashorasfrenéticasdenuestroviaje.AexcepcióndeChinatown,

sólo vi los bares y cafés en San Francisco. Mi padre me había enviado cien dólares enrespuesta ami última petición de dinero. Gracias a él, pude entrar tanto en losmejorescaféscomoenlospeoresbares.Todoseranuno.

No puedo recordar nada de ellos, excepto una máquina de discos donde sonabaOneDozen Roses una y otra vez, y queme echaron con cajas destempladas de un garito deChinatownporquesaltéentrelascansadaschicasdelcoroygrité«¡Buuu!».

Lamismanocheespantéadoschinosquehabíanatacadoaunmarine.Nolleguéaver

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susnavajas,perosupusequelasteníanescondidas,pueslacamisapardadelmarineestabamanchadadesangre.Yacíatumbadoenunportal;unpuestodecomida,creo.Legritéllenode furia al propietario. Había visto el ataque sin pestañear, pero en cuanto le grité, sedirigióalteléfonoyllamóalapolicía.Memarché,temerosodelapolicíamilitar.

En aquellos diez días se sucedieron muchos episodios. Pero todos eran lo mismo:manchadosdelujuriaoagotadosporlaansiedad.

Al final me harté. Me sentí hastiado. Quedé ahíto. San Francisco acabó para mí unanocheenuntaxiconJawgia,elpecosoylarguiruchochavaldelpantanodeOkenfinokeedeGeorgia,cuyonombreevocabatantosuestadonatalcomosucostumbredehablarsobrelaGuerra Civil. Jawgia saltó del taxi y el guardia abrió la puerta de la cerca. Yo miré alconductor a la cara, le puse en la mano tendida tres centavos (el único dinero que nosquedaba)ydije:

—¡Cómpreseelmejorperiódicodelaciudad!Atravesélacercay,conunsalvajealarido,corríhaciamibarco.Unadelasmonedasque

lanzóelconductormealcanzómientrascorría.

—oOo—

Nuestrobarcozarpóporlamañana,enmediodelalluvia,el22dejuniode1942.PasóbajoelpuenteGoldenGate,unfeoarmatostegris.Yoibasentadoenlapopaymiréhaciaatrás.Igualqueelemigrantequese llevaconsigounterróndetierradesupaís,yobuscabaunrecuerdoquemeacompañase.

Arriba,enloaltodelbrillantepuentemojado,uncentinelaconunponchoyuncascodeplato, el fusil como un bulto a su espalda. Saludó. Saludó firmemente, duranteminutos,mientras a mi alrededor arreciaban los silbidos y abucheos. Lo aprecié por eso. Mesaludaba.

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PARTETRES

Guerrero

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Capítulo7

LasllamasdestellabanenlasorillasdelaisladeGuadalcanalcuandollegamosacubierta.No eran grandes llamas, llamas envolventes: nos sentimos decepcionados. Cuando

salimosdelasescotillasesperábamosverelmundoiluminado.Elbombardeohabíaparecidoferoz. Nuestra armada, pues eso considerábamos que era, parecía capaz de arrasarGuadalcanalhastalaperdición.

Pero aquel sucio amanecer del 7 de agosto de 1942, sólo había unas cuantas llamasaleteando,comovertederosurbanos,parailuminarnuestrocaminoalagloria.

Nos sentíamos inquietos, en absoluto asustados. Yo estaba todavía furioso por miencontronazoconelmarinerodelcomedor.Habíatardadomuchocomiendomidesayunodefrijolesy,cuandoterminé,medicuentadequelosmarineros limpiabanfrenéticamenteelcomedor. Tal vezmás tarde se convertiría en el quirófano del barco para quienes fueranheridos en la orilla. Detrás del mostrador el cocinero jefe estaba cerrando una caja denaranjas,queserepartíancomounaespeciederegaloanterioralabatallaparalastropas,cuandoyocorríareclamarlamía.Senegóavolveraabrirlacaja.Nosgritamosconfuriaelunoal otro.Yoquería esanaranjamásqueelgeneralVandergrift queríaGuadalcanal.Elmarineronoquisoentregármelayamenazó(¡oh,necedaddenecedades!)condenunciarmeporinsolencia.¡Denunciarmeamí!¡Amí,queestabaapuntodederramarmisangreentreloscocoteros!Meentraronganasdeensartarloconmibayoneta,peroloempujéaunlado,abrí la tapa, cogí mi naranja y subí corriendo las escaleras para reunirme con miscamaradasencubierta,mientraslosgritosdelfuriosococineroseperdíanamisespaldas.

Asíqueyoardíatambién,comolalargalíneadelacostadeGuadalcanal,cuandoelViejoGunnygritó:

—¡Primerasecciónporlaborda!¡Abajarporesasredesdecarga!ElGeorgeF.Elliotsemecíasuavementeconlamarea.Lasredessebamboleabancontra

suscostadosdeacero,haciéndonoschocar.Labocademifusilempujabamicascocontramisojos.Debajo,laslanchasdedesembarcoseagitabanconlacorriente.

Elbombardeoterminaba.Miréaamboslados,agarrándomealaredcomounahormiga.ElcanalSealarkestabarepletodebarcosnuestros.Alaizquierda,amioeste,sehallabalaenormeisladeSavo.Delantedemí,alnorte,perooscurecidaporelcostadodelElliot,seextendía la isla deFlorida y la diminuta Tulagi. Losmarine raiders y los paramarines yaestaban enzarzados en Tulagi. Podía oír el sonido de sus disparos. Detrás demí, al sur,estabaGuadalcanal.

Las redes terminaban unmetro por encima de las lanchas de desembarco.Había quesaltar,cargadoconlosveinticincokilosomásdelequipo.Nohabíalugarparalaindecisión,pueslosqueveníandetráscolgadosdelaredpodíanpisartelosdedos.Asíquehabíaquesaltar,esperandoquelaslanchasnosealejaranytedejaransóloelmarazulparaaterrizar.Perotodosloconseguimossinproblemas.

Entonces pude ver las oleadas de ataque que se formaban cerca de los otros buques.Barco trasbarco,desembarcabany luego sealejabandelbuquemadreparaunirsea suscompañeros,trazandocírculosymáscírculos,comomonstruosacuáticosjuguetones.

—¡Todosabajo!A continuación vi los círculos desplegarse para formar la línea de ataque. Como mis

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compañeros,yoestabaagazapadobajo laborda,sintiendoelbarcogirar lentamenteparaapuntarconsuproahacialaorilla.Lacubiertavibrabaconuntorrentedeenergía.

Elataqueempezó.Entoncesvolvíarezar.Lavísperahabíarezadomucho,detenidamente,imploréaDiosy

alaVirgenparaquecuidarandemifamiliayamigossiyocaía.Conlavanidadpropiadelajuventud, estaba seguro de mi pronta muerte y, con esa misma vanidad, entregaba misasuntosalTodopoderoso,comounhermanomayorquedaunapalmadaenlaespaldaalmásjovenyledice:«John,túeresahoraelhombredelacasa».

Peromisoracionesterminabansiendoungalimatías.Sólopodíapensarenlaorilladondeíbamosadesembarcar.Habíaotraslanchasdemarinespordelantedenosotros.Meimaginédisparandodesdedetrásdesuscuerpospostrados,construyendounamurallaprotectoradecarne rota y teñida de rojo. Podía imaginar el holocausto que tenía lugar entre loscocoteros.Yanorezaba.Eracomounanimal: losoídosatentosal sonidode labatalla,elcuerpotensándoseparasaltarporlaborda.

Lalanchaalcanzólaorilla,seestremeció,sedetuvo.Al instante,melevantéysalté.Elcieloazulparecióoscilarenunarcogigantesco.Atisbélashojasdelaspalmerasagitándosesuavementeencima,lavisiónmásdelicadayexquisitaquehabíavistojamás.

Luego siguió un borrón. Aquello era un veloz y cambiante caleidoscopio de forma ymovimientoycolor.Yacítendidoenlaarena,entrelosaltoscocoteros,yadvertíqueestabamojadohastalascaderas.Habíaavanzadounosveintemetrostierraadentro.

Peronadiecombatía.Los japoneseshabíanhuido.Nosotrosestábamosallí,desplegadosenordendebatalla,

pero no había nadie contra quienes luchar. En cuestión deminutos, la tensión se relajó.Contemplamosnuestrosexóticosalrededores.Prontoestallaronlasrisasyloschistes.

—Eh,teniente—zumbóIndiana—,vayaformacojonudadedirigirunaguerra.ElsargentoCarafinalesoltóunalaridoaalguienqueestabapartiendouncoco.—¿Quieresenvenenarte?¿Nosabesqueesascosaspodríanestarllenasdeveneno?Todo el mundo se echó a reír. Estúpidamente Carafina interpretaba todo al pie de la

letra.Lehabíaninformadodequelosjaponesesteníantendenciaacolocarbombas-trampao envenenar los suministros de agua, de manera que, para él, los cocos estabanenvenenados.Nadie semolestó en enumerarle lasmuchísimas dificultades que implicabaenvenenar losmillonesdecocosdeGuadalcanal.Tansólonosechamosareíryseguimosrecogiendococos,partiendolascascaras,bebiendolafrescaydulceaguadecoco.Carafinasólopudomirarnosconmalacara,algoenloqueeraunexperto.

Dealgunapartellególaorden:—¡Avancen!Formamospelotonesynospusimosenmarcha.Dejamosnuestra inocenciaenRedBeach.Yanuncanadasería lomismo.Durantediez

minutos habíamos tenido algo parecido a una bendición, una sensación de bienestarsobrevenida después de un alivio inenarrable por no encontrar oposición a nuestrodesembarco. Mientras cambiábamos el blanco resplandor de la playa por la sombraprotectoradeloscocoteros,detrásresonabaeltartamudeodelosantiaéreosyelchirridodelosavionesatodavelocidad.Losjaposhabíanllegado.Laguerracontinuaba.Yanuncanadaseríalomismo.

—oOo—

Avanzamoscruzandohúmedosycálidosterrenosdehierbakunai.Cruzamosríos.Volvimosa cruzarlos. Subimos colinas. Nos internamos en la jungla. Nos abríamos paso con losmachetesoseguíamossenderosestrechosyserpenteantes.Nosperdíamosacadapasodelcamino.

Cada cierta distancia dejábamos atrás grupitos de oficiales que se inclinaban ansiososante unmapa. ¡Aquel penosomapa! Ahí estaba Red Beach, localización que estaba bienreflejadaenelmapa,yahíestabaelríoTenaru,quenoestaba,yallíestabanloscocoteros,kilómetros y kilómetros de cocoteros, marcados claramente con símbolos que, comoparecían más flores de lis que cocoteros, uno podía llegar a pensar que la empresafabricantedejabonesLeverBrothersnohabíacaídoenlacuentadelaexistenciadetantasfloresenaquellaenormeisla.

Aquelmapamentirosonoscausóproblemasdesdeelprincipio.Losoficialessemostrabaninquietos.

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Sabíanqueestábamosperdidos.—Eh,teniente,¿adóndevamos?—AGrassyKnoll.—¿Dóndeestáeso?—Ahíarriba,dondeestánlosjapos.Hasta nuestra formadehablar era propia deniños.GrassyKnoll…ahí arriba…donde

están los japos. Indios y vaqueros, policías y ladrones, el escondite…estábamos jugando.Inclusoelcomandantede ladivisiónhabíaanunciadocon toda tranquilidadqueesperabaqueesamismanochecenáramosenlacimadeGrassyKnoll.

—Sincronicensusrelojes,caballeros…Elataquehaempezado.ElúltimoenllegaraGrassyKnollestontodelculo.Ah, bueno, teníamos mucho que aprender y cinco meses para aprenderlo. Y sólo los

mejoresllegaríanaGrassyKnollenelproceso.Asíempezó,elprimerdía,lafrustración.Tambiénempezólasoledad.Lossonidosdela

batalla que quedaban atrás tenían un tinte amenazador, los rostros de los oficiales queencontrábamos mostraban un gesto. ¡Los japos estaban cerrando el círculo y nosotros,pobresneciosarrogantes,creíamosquelosestábamospersiguiendo!

Estábamosempapadosdesudor.Nuestroavanceatravésdelaaltahierbacasinoshabíareventado. Entonces, en el frescor pegajoso del bosque tropical, nuestros uniformesoscurecidosporelsudorseaferrabananosotrosconheladatenacidad.

—Eh, Lucky—llamó Indiana—.Apuesto a que podría quitarte de encima un cuarto deCalvert.Abrelachaqueta,Lucky,ydaleatodoelmundountrago.

Noerawhiskyloquequeríamos.Porprimeravezenmivida,estabaexperimentandosedde verdad. El calor, sumado a la goteante y enervante vegetación, parecían habermedeshidratado. Tenía agua en la cantimplora, pero no me atrevía a tocarla. ¿Quién podíaasegurarmecuándopodríavolverallenarla?Llevábamostreshorasomáscaminandoynohabíamosvistoaguaninguna.

Entonces,deesamanerarepentinaquetienelajungla,antenosotrosserevelólavelozcorrientedeunrío.

Caímossobreélcongritosincautos.Aquelríonoshizoromperfilas.Nosconvertimosenunamasagritonaquesalpicaba,chillaba,bebíaagrandestragos,einclusoeltenienteIvyLeague compartió la relajación general de la disciplina. ¡Oh, qué dulce visión habríamossidoparaojosjaponeses!¡Quéoportunidaddehacerunamasacreseperdieron!

Algunos incluso se tumbaron de espaldas en el arroyo poco profundo, líricamentellamado Ilu, y abrieron laboca, dejandoqueel agua les entrara en sus sistemas como sifueransumiderosabiertos.El teniente IvyLeaguese llevabaaguaa labocaconelcasco,gritandomientrastanto:

—¡Nobebáis!¡Puedeestarenvenenada!¡Nobebáishastaquehayáisdisueltolaspíldoraspurificadoras!

Todosasintieroncongravedadycontinuaronconlaorgía,bebiendo,bebiendo,bebiendo,suspirandocomounamantemientraseldulceyveloz ríonosquitabael saladosudordelcuerpo.

Refrescados,saciados,reemprendimoslamarcha.Estábamosempapados,perosentíamoslalimpiahumedaddelagua.Enlajunglatropical

siempreseestáempapado,mejorqueseaaguaquesudor.La noche cayó de pronto mientras todavía estábamos de marcha. Levantamos una

defensa apresuradamente. El primer día había pasado sin incidentes, aunque habíamosperdido un hombre: desplegado en el flanco de nuestra columna en avance, habíadesaparecidosinmás.

Empezóallover,mientrascolocábamosnuestrasametralladorasenloaltodeunacolina.La lluvia caía cansina mientras nos acurrucábamos en nuestros ponchos, obligados aguardarsilencio,mientrascomíamos lasraciones fríasquesacamosdenuestrosmacutos:cadahombreasolas,perotodosflotandoeneloscuromardelanoche.

Podría haber sido, debería haber sido una noche de auténtico terror. Estábamosasustados.Estábamosagotados.Teníamosfrío.Estábamosmojados.Ignorábamosquéhabíaanuestroalrededor,asíqueleteníamosmiedo.Nosabíamosnadadenuestroenemigo,asíque lo temíamos.Estábamos solos, rodeadosdeuna jungla viva conel ruidodeanimalesquesólopodíanparecemoselpasosigilosodelenemigoacercándose.

Pero veíamos todas estas cosas embotados, como un boxeador aturdido que boqueaesperando indiferente el últimogolpe,demasiadoparalizadopor lospuñetazos anteriores

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paramoverse,demasiadoestupefactoparaqueeso le importe.Elcontinuobombardeodeacontecimientosdeaquellajornadanoshabíadejadoasí.

En una ocasión se produjo un estallido de disparos. Rompió la noche. Nos lanzamossobrenuestrasarmas, lasbocasabiertasen laoscuridad.Peroentonces lanochevolvióacerrarse.Oscuridad.Losárbolesgoteando.Lajunglasusurrando.

Noapareciónadie.

—oOo—

Alamanecerdescubrimos la trascendenciade losdisparos.Unsanitariohabíamuerto.Lehabíandisparadosuspropioshombres.

Cuando el centinela le dio el alto cuando regresaba de hacer sus necesidades, seencasquillóconlacontraseña«Liliputiense»yasíencontrólamuerte:laeternidadamerceddeunaconsonantemalpronunciada.

Nuncaolvidaré los rostrosentristecidosde susamigoscuando loenterraron.Enaquelamanecersombrío,elsonidodelasherramientasparacavareratanquejumbrosocomolosrasguñosdeunratón.

Laluzseguíasiendotenue.EltenienteIvyLeaguelepidióalcomandantedelacompañíapermisoparafumar.

—Nosésihay luzsuficiente—dijoelcapitán—.¿Porquénoseacercaaaquelárbolyenciendeunacerilla?Asípodrésabersiestádemasiadooscuro.

El teniente se alejó. Cuando llegó al árbol y encendió su cerilla, apenas pudimosdistinguirladiminutallamayoírlollamarenvozbaja:

—¿Quétal,capitán?Elcapitánnegóconlacabeza.—No.Lucesapagadasdemomento.Todavíaestádemasiadooscuro.Miréalcapitán.Laansiedaddesurostroparecía talladapor losacontecimientosde la

noche.Noeraunguerrero,noeraunveteranocurtidoencienbatallas.Sóloerauncivil,comoyomismo.Eraunhombreque teníapocamás confianzaqueel centineladegatillofácilquehabíamatadoalsanitario.Eramuchomayorqueyo,pero la responsabilidaddelcargo,elrostrodesconocidodelaguerra,lohabíanasustadotantoqueleimpedíanconfiarenlapruebadesussentidos.

Le parecía que la diminuta llama podía atraer al enemigo hacia nosotros, como siestuviéramosencendiendohoguerasdenoche.Unminutomástardeyaeratotalmentededíaytodosterminamosfumando.Tambiénelcapitánterminófumandoenseguida.

—oOo—

Marchamos todo el día. Grassy Knoll seguía estando «ahí arriba», igual que los japos.Avanzamosporlasfaldasdelascolinasbrillantesporlalluvia,conlentitud,delado,comocangrejos o esquiadores; bajábamos por las pendientes contrarias, los pobres artillerosmaldiciendodébilmentemientrassustrípodeschocabaninmisericordescontrasusnucas.ElterrenodeGuadalcanalparecíahechodeacerocubiertoporlosdemoniosdelajunglaporunlodofinoytraicionero.Nuestrospiesteníanqueavanzardeslizándoseparanocaerenaquelloscaminosondulantes,nuestrasmanosseagarrabancontinuamentealaire,nuestrospasosseveíancontinuamenteinterrumpidosporlapesadacaídadeunartillerocargadocontodoelequipo.

Avanzamoshaciaelenemigoconelsigilodeuncirco.Sihubierahabidounenemigoenaquellajunglaoscuraygoteante,noshabríaaniquiladoatodos.Losjaponesesnoshabríanhecholoquenuestroantepasadomilitar,Washington,impidióquelosfranceseslehicieranaBraddock, lomismo que nuestros antepasados hicieron a los británicos en la retirada deLexington.

Novimosalenemigo.Aqueldíatristeyperdidofuetestigodelciclodelsol,delquenotengorecuerdonipesar.

Nuncaolvidaréaquellanoche.Medespertéy vi el cieloen llamas.Esoparecía.Como labruma rojadel sueñodemi

infanciaenqueimaginabaqueelDíadelJuicioFinalllegabamientrasjugabaalbéisbolenCastleGrounds,cercadecasa.Quedamosbañadosenluzroja,comofijosenelojodeSatán.Imaginenunamiríadadesemáforosenrojobrillandobajolalluviaytendránunaréplicadel

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mundoenelquedesperté.Las luces eran las bengalas del enemigo. Flotaban sobre el techo de la jungla y,

balanceándose suavemente en sus paracaídas, proyectaban su luz roja. Los motoreszumbabanenlasalturas.Mástardesupimosqueeranloshidroavionesjaponeses.Creímosquenosibanadarcaza.

Pero en realidad eran los ojos de una poderosa armada naval enemiga que se habíainternadoenSealarkChannel.Prontooímoselsonidodeloscañonazosylaislatemblóbajonuestrospies.Hubodestellosdeluzrojayblancaconexplosionesestremecedoras.

Los japoneses estaban consiguiendo una de sus mayores victorias navales. Se estabadesarrollando la Batalla de la isla de Savo, lo que más tarde dimos en llamar másacertadamente laBatalla de losCuatroPatosSentados.Estabanhundiendo tres crucerosestadounidenses (el Quincy, el Vincennes y el Astoria) y un crucero australiano (elCamberra), además de dañar a otro crucero estadounidense y un destructor tambiénestadounidense.

Las bengalas se usaban para iluminar la batalla. En un momento determinado, losjaponesesencendieronsusreflectores.Esoexplicabalasextrañaslucesquevimos,mientrasnosagazapábamosennuestrajunglapegajosa.

—oOo—

Apenas tardamos un día en abandonar la jungla, pese a haber pasado dos díasinternándonosenella:conocíamoselcaminodesalidaynosabíamoselcaminodeentrada.

Cuando salimos y bajamos de lasmontañas hasta los campos de kunai nos esperabantractoresanfibioscargadosdecomidayagua.ElRisitas ibadelantedemí.Resbalóen laúltimapendiente.Mientrascaía,eltrípodelegolpeóenlanuca.

Selevantóylediounapatada.Luegomaldijo.Juróconlaagudafuriadelaexasperación.Se agachó y agarró el trípode como si fuera un ser vivo y lo tuviera pillado por la

garganta, retorciendo lasmuñecas como si pudiera arrancarle la vida. Aquel cruel gestoconcentrabalafrustración,elhambre,lased,lahumedadylaansiedaddelosdosúltimosdías.Lanzóeltrípodealaire.Revoloteóyaterrizópegándoseungolpedecisivoentrelaaltahierbakunai.

El Risitas se sentó y encendió un cigarrillo, y allí fue donde el batallón se desplegómientrasloshombresbajabandelascolinasconsusuniformesverdesmanchadosdebarro,losfeoscinturonesconloscartuchosyloscascos,losfusilescolgados,labarbadedosdíasylosojosreflejandosuhastío.Lostractoresanfibiosempezaronarepartiraguaylatasdecomida.Cuando terminamosde llenarnuestrascantimplorasynuestrosvientres,despuésdehaberfumadolosbenditoscigarrillos,nospusimosdenuevoenmarcha.

Anochecía cuando llegamos a la playa. Vimos barcos destruidos y humeantes… y unaextensióndeaguaclaraydespejadaentreGuadalcanalylaislaFlorida.

Nuestraflotasehabíaido.Sehabíaido.Descansamos allí. Columnas de hombres recorrían penosamente la playa. Sus pies

parecían palmotear suavemente la arena. El sol se había puesto tras la jungla. La nocheavanzabahacianosotrosdesdeelmar, cubriendoFloridadepúrpuracomosipretendieraenvolvernos.

Los hombres estaban recortados contra la oscuridad. En la penumbra, parecían haberperdido la dimensión de profundidad: parecían sombras. Se movían aquellos hombrescansadoscomoencadenadosunosaotros,conelpasomecánicoysinalmadeloszombis.Trasellos,bajoelhorizonte,elsolreflejabaunbrillomortecino.Ladesesperaciónparecíaacompañaraladesolación.

Mealegrécuandosehizocompletamentedenoche.Entoncesmicompañíasepusodenuevoenpieyrecorrióenlaoscuridadaquellaplayasilenciosa.

Tomamosposicionesdefensivas.Cavamostrincherasyvolvimosloscañonesdenuestrasametralladorashaciaelmar.Establecimoslaguardiaynosfuimosadormir.Elúltimosonidoennuestrosoídosfueelresonardelamareacontraaquellalargalíneadecosta.

Nosbombardearonaldíasiguiente,peronohubonadaquetemer.Nofuenisiquieraunanticipodeloquepodíallegaraser.

«¡Alerta roja!», gritó alguien, y oímos el zumbido de losmotores. Estaban en el cielo,quizásunadocenadebombarderos,plateadosyesbeltos.Volaronsobrenosotrosdibujandouna espléndida V y lanzaron su carga sobre Henderson Field. Gritamos y bailamos

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mofándonos. Qué idiotas. Las bombas no eran para nosotros sino para nuestros pobrescompañerosdelaeródromo.Pudimosoírlasexplosionesysentimostemblarlatierra,peronisiquieraunniñohabríaparpadeado.

Conlaestupideznacidadelafalsaseguridadnosreímosyagitamoslospuñosantelosbombarderosquesemarchaban,comosileshubiéramosescarmentadoyhubierandecididohuir.

Sí,claro.Teníamosmuchoqueaprender.Ni siquiera la emoción del bombardeo puede descubrir el delirio que siguió al

descubrimientodelalijodesakejaponés.Encontramoscajatrascajaenunalmacéndetroncosypajaunpocoaloestedenuestras

posiciones en la playa. También había cajas de maravillosa cerveza japonesa, botellinesenvueltos en finas faldas de paja. De inmediato la carretera embarrada que corría enparaleloalacostaseconvirtióenunacalleorientalatestadademarinessuciosysonrientesque tirabande rickshaws llenos hasta arriba de botellas de dos litros de sake y cajas decervezaqueparecíangloboshinchados.

En el almacén también había comida: enormes latas de harina y arroz y cajas máspequeñas de cabezas de pescado, esos horribles manjares nipones. Pero nadie cogió lacomida.

Además, cada pelotón había establecido su propia cocina. Teníamos nuestra propiaharinayspam,[3]asícomolatasdeguisantesyazúcar,todoproductodelroboperpetradoensucesivasincursionesalosmontonesdecomidaquesehabíandescargadoatodaprisadelasnavesquecorrieronaperseguir la flotaquehundió loscruceros.Nuestrobarcohabíasalido ardiendo el día que desembarcamos cuando un Zero se estrelló en cubierta, demanera que no teníamos comedor del batallón. Asombrosamente, estos pequeñoscomedoresdepelotónseextendieronportodalaplaya.Elrobodeprovisioneseraelmejor.

Conesasprovisionesdesakeycerveza,disfrutamosdeunavidadivertidayescandalosadurante una semana, hasta que se acabó el licor y elmayor vino a hacerse dueño de lacomida.

¡Quésemanatanmaravillosa!¡Quéformatandeliciosadelibrarunaguerra!Risitas, Indiana, Yardas y yo habíamos enterrado en la arena nuestro sake y nuestra

cerveza, a una profundidad donde la cercanía del mar los enfriaba. Aquél era nuestroescondrijo, y nadiemás podía tocarlo. Así que éramos los cuatro quienesmás bebíamos,perolabebidanosanimabaynosvolvíagenerosos.Entoncesinvitábamosaotrosalgrupo.

Nossentábamosencuclillas.Comolasenormesbotellasdesakeerandifícilesdeservir,teníamosquepasarlasdeunosaotrosybebíamosporturnos,comofumanlosindioslapipade la paz. Pero nuestro método necesitaba las habilidades de un contorsionista. Podíassostener laenormebotellaentre losmuslos, inclinar lacabezahaciadelantehastaque laboca abrazaba el cuello y entonces te echabas hacia atrás, dejando que ese frío licor tecorrieraporlagarganta.¡Síqueestababueno!

Mi paladar no era nada sofisticado, pero unameramejora del gusto no podría haberigualadojamáselentusiasmoqueprovocabacadasorbodeaquelsake.Esgloriosobeberseellicordelenemigo.

Ynosotrosnosestábamosemborrachandogloriosamente.Despuésdeunadeaquellaslibacionesnocturnasmeretiréachispadoamidormitorio,es

decir,meapartéunosmetrosdelgrupoymemetíenladepresiónpocoprofundaquehabíacavado en el suelo. Sobre mí suspiraban las hojas de las palmeras, como hermososasteriscos a través de los cuales se filtraba la suave noche tropical iluminada por lasestrellas.Mequedédormido.Despertécon losgolpecitosdehordasde insectos invisibleszumbando sobre mi pecho. Caí en la cuenta de que eran balas cuando oí el sonido dedisparosdesde atrás.Volví a dormirme, tristemente convencidodeque los japonesesnoshabíanpilladoporsorpresa.

Taleraelpoderdelsake.Porlamañanaalguiennosexplicóqueaquellosdisparosproveníandedoscompañíasdel

QuintoRegimientoqueseconfundieronmutuamenteconelenemigo.«Gatillofácil»,dijo.Yyo así lo creí. No necesitaba ninguna autoridad. Tenía una teoría y ésa era la únicaautoridadrequeridaenGuadalcanal.

Lamañanaeraelmejormomentoparalacerveza:estabafrescaporelfríodelanocheyelmaroscurobajolasarenas.

ElRoblenodurabamuchoconlacerveza.Noesquebebierademasiado,pero lohacíamuy rápido y eso quizá termine siendo lo mismo. Se levantó tambaleándose de nuestro

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grupo,saliódelasombraysedesplomócasienelinstanteenqueelsolletocólacabeza.Nosotros adornamos su cuerpo conhojas de palmera y le colocamosunabotella de sakevacíasobresupecho:aquelloparecíaunaltarshinto.

Entonces Indiana, con gesto solemne, se dio cuenta de que él mismo no estabaapropiadamente vestido.No tenía puestos los pantalones. Tal falta de decoro, incluso encompañíadehombresquenosolíansercorrectosenestascuestiones,pareciómolestaraIndiana.Sepusoenpie,agarrólospantalonesquelefaltabanysedirigióalagua.

—Eh,Indiana,¿adóndevasconesospantalones?¿Vasalavartuspantalones,Indiana?—Voyaponermemispantalones.—¿Enelagua?Mostrósusfuertesygrandesdientesenunasonrisatonta.—Siempremepongolospantalonesenelocéano.Sudignidadnoteníapar.Cadavezquelasolasretrocedían,colocabaelpieizquierdoen

la pernera del pantalón. Con el exagerado cuidado del borracho, levantaba esa pierna y,entonces,haciendoprecariosequilibriossobreelpiederecho,unaolaseformabatrasélylegolpeabaensurosadotrasero.

Y volvía a incorporarse con total dignidad. Gravemente, repetía de nuevo losmovimientos. Juguetona, la ola se retiraba de nuevo y le dejaba hacer. Una o dos veces,Indianamiraba conmala caraunmomentoaqueldesleal piederecho, echabauna rápidaojeadaatrásconunamediosonrisa,comoparaversisuviejaamigalaolaseguíaallí.Yallíseguía.

Taleraelpoderdelacervezajaponesa.

—oOo—

Desdeaqueldíanosbombardearonregularmente.Almenosunavez,amenudovariasvecesal día. Las unidades navales enemigas empezaron a aparecer en el canal. Despreciandonuestra capacidad de contraatacar, venían y nos bombardeaban a plena luz del día. Losjaponesesvolvíanalabatalla.

ParaprotegerelvitalHendersonFieldcontraunenemigoqueahoraparecíadecididoaluchar por Guadalcanal, fueron necesarias patrullas nocturnas especiales. En cuantoordenaronporprimeravezamicompañíahacerlapatrulla,seterminólabebidaynuestrascarrerascomohedonistasplayerostuvieronfindeunaformatragicómica.

El día enque tuvimosquedespedirnosde labebida, yomeencontrabaentre aquelloshombres de nuestra compañía que se unieron y dejaron atrás la playa, para atravesar elbosquede cocoteros e internarnos en lamaleza, con la intenciónde emplazar ladefensaanteHendersonField.

DelantedemímarchabaSin-Culo.Aqueltipoalto,delgadoyruidosodeMichiganteníalaextraña habilidad de exasperar a cualquier hombre de la Compañía H con sólomarchardelante de él. Y todo por esa rara desgracia que no era una desgracia en sí: Sin-Culoparecíanotenerculo.Suscaderaserantanlargasyplanasqueelcorreajedelamuniciónparecía siempre a punto de resbalar hasta sus tobillos. Ninguna curva ósea ni ningunaformacióndecarnepodíandetenerlo.Parecíacaminarsindoblarlasrodillasdesuslargasyfinaspiernasy,lomásexasperante,dondesuspantalonestendríanquehaberabultadoconesebultofamiliarqueeseltrasero,¡parecíancurvarsehaciadentro!Siaestoañadimosunavoz femenina que siempre parecía alzarse para decir imprecaciones en tono agudo, nosencontrábamos ante un ser de género indeterminado que enfurecía a los que tenían ladesgracia de marchar detrás de Sin-Culo. A menudo me tenía que contener para nodesenvainarmibayonetayensartaraSin-Culopordondenolotenía.

Aquel día,mientras avanzábamos con las bayonetas caladas a través de lamaleza endirecciónalbosquetraselcualhabíacaídounsolrojo,elcaboCaralisamarchabadetrásdeSin-Culo.Caralisaestababorrachodesake.Parecíafarfullarfelizcuandodepronto,conungritoenloquecido,bajóelfusilyleclavólabayonetaaSin-Culo.

Creímosque lohabíamatado,porqueelgritodeSin-Culo fueelqueemiteunhombremoribundo. Pero, afortunadamente para Sin-Culo, su misma insuficiencia en la zona delblancolosalvó:labayonetapasóatravésdesuspantalonessinapenasrozarlelapiel,ynohabíasidoel filocortantede labayonetasinoelduroyredondocontactocon labocadelfusilloqueprovocósugritodeagonía.

ACaralisalepareciótangraciosoquetuvoquesentarseparacontenerlarisa.Entonces,cuandoselevantaba,unabateríadeartilleríaocultaenelbosqueempezóadisparar.Eran

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nuestros cañones de 75 mm, disparando a algo que no sabíamos, pues lo hacíanfrecuentemente y nunca sabíamos si sólo barrían el terreno o si estaban de verdadmasacrando al enemigo. Pero el súbito estampido de los cañones resulta siempre algoperturbador,pormásqueloscañonesseandelosnuestros.

Caralisamostrósusdientespequeñosyregularesenunamuecaanimal.Echódenuevomanoalfusilyrespondióalfuego.AquélfueelfinaldelacampañadeGuadalcanalparaelcaboCaralisa.Selollevarondetenido.

Pero lequedabaunaúltimabaladegloria.Cuandolocolocaronenlapartetraseradeljeepdeuncapitán,sepusoenpieyseenfrentóaél.

«¡NopiensoirconelcapitánTitulares!»,soltó,yeljeeparrancó.Caralisafuelanzadoalaireconunalentavoltereta,cayósobreeltobilloylotuvieronquellevaralhospital,donde,esa misma noche, un avión de transporte especial aterrizó en nuestro aeródromo. LoevacuaronaNuevaZelanda, locuraron, le impusieronunalevecondenaenelcalabozo,yfinalmente lo soltaronparaqueseentretuvieraen losprostíbulosdeAuckland.Su tobilloroto, aun consecuencia de un hecho tan poco honorable, fue la primera de las «heridascerveceras» que todos los veteranos ansían tanto, esos agujeros o cortes o roturassuperficiales que sacan a un hombre de la batalla y cosechan miradas de admiración ycopasgratisenlacivilización.

Todavíahabíaluzsobreelaeródromocuandolodejamosyregresamosalapenumbradelajungla.Sentíashabersalidodeunacallebulliciosaeiluminadaypasaralaoscuridadyelsilenciodeunaiglesia,sibiennohabíareverenciasniolorasebodevelas,sinoelprincipiodelmiedoyelolordelaputrefacción.

Nos mandaban detenernos escalonadamente cada diez metros. No tengo ni idea decuántos hombres había de patrulla, quizá poco más de un centenar, de los cuales unostreintapertenecíanalaCompañíaH.Nuncaestábamosaltantodeesascosas.Todoloquesabíamos era que delante de nosotros se extendía la oscura jungla y posiblemente elenemigo,yquedetrásdenosotrossehallabaelaeródromodondereposabaabsolutamentetodoelvalormilitardeGuadalcanal.

Nuestras herramientas para cavar trincheras hacían ruidos sordos cuando abríamosagujerosenelsuelodelajungla.Aquelloeracomoexcavarenunmontóndeguanodediezmil años.Bajo esta perfeccióndeputrefacción se extendíaun rico y oscuro limo.Apenashabíamosterminadocuandocayólanoche,brusca,negra,comounasombraquecaevelozdesdeeltechodelajunglahastaelsuelo.Nosmetimosenlasmadrigueras.Nostumbamosyesperamos.

Aquéllaeraunaoscuridadsintiempo.Unaoscuridadimpenetrable.Amiizquierdayamiderechasealzabanaquellosterriblesseresinformesdemiimaginación,quenoalcanzabaadistinguirporlafaltadeluz.Nopodíaver,peronomeatrevíaacerrarlosojos,temerosodeque la oscuridad se colara trasmis párpados ymeasfixiara. Sólo podía oír.Mis oídos seconvirtieronentodomiserypudeoírlasmotasdevidaquesearrastrabanbajomisropas,laputrefaccióndelgranárbolquesealzabadesdesu tronco triple sobremí.Podíaoír laoscuridad congregándose contramí y los silencios que se extendían entre aquellas cosasquesemovían.

Podíaoíralenemigoentodaspartesamialrededor,susurrandoentresíy llamándomeporminombre.Yacíaconlabocaabierta,mediolocobajoaquelárbolgigantesco.Nohabíaobservado el follaje que se levantaba antemí en la oscuridad y lo imaginaba repleto dejaponeses. Todo era mi enemigo y pronto mi cuerpo me traicionó y se convirtió en mienemigo también.Mipierna se convirtió enun japonés reptandopormi cuerpo, luego laotrapierna.Tambiénmisbrazos,despuésmicabeza.

Micorazónestabasolo.Erayo.Yoeramicorazón.Yacítemblando.Temblandoenaquelagujeropútridomientraslaoscuridadmerodeabay

todalacreaciónconspirabaporconseguirmicorazón.¿Cuántotiempo?Unaeternidad.Noexistíaeltiempo.Eltiemposehabíadesintegradoen

aquelvacíonegro.Sólohabíavacío.YesoesAlgo:sóloseera,sólohabíaconsciencia.Como la luz que se enciende de pronto en un teatro a oscuras, el amanecer llegó

repentinamente.Yconelamanecer,volvíaseryomismo.Pudeverlospálidoscontornosdemiscamaradasaizquierdayderecha,ymemaravilléalverlomansoquepodíasermiárbol,lopacíficasquepodíansersusramas.

Ahoraséporquéloshombresenciendenhogueras.

—oOo—

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Laurgenciayunamiradainquisitivaycargadadereprochescaracterizabanlosmodalesdelmayorcuandoatravesóloscocoterosconsujeep,deteniéndoseencadacocinadepelotónparaecharunvistazoa lasprovisiones.Sino fuerapor laurgencia,podríahabersidounjefedescoutsquereprendíaasuspupilosporhaberdevoradolacomidaamediamañana.

Lavisitadelmayormarcólamuertedeloscomedoresdepelotón.Nuestrabrevehuidadelaautoridaddelbatallónsedioporterminada,yseconstituyóunacocinacomún,peroelmayor apenas encontró provisiones que trasladar a la tiendapiramidal que se emplazó adoscientosmetros de la playa. Allí era donde comíamos y allí era donde se nos presentónuestra nueva dieta de arroz. La comida había pertenecido al enemigo, al igual que loscuencosdemaderadondelacomíamos.Aquelloscuencoseranmejoresquenuestrosplatosconsuexasperantecapacidaddehacerquetodalacomidasupieseametal.Comíamosuncuencodearrozparadesayunarylomismoparacenar.Unavezunmarinesequejóaunodenuestrosdosmédicosdequehabíagusanosenelarroz.

—Estánmuertos—rió elmédico—.No pueden hacerte daño. Cómetelos y alégrate detenercarnefresca.

Parecíaestarbromeando,perolodecíaenserio.Nadieselotomóamal.Todoelmundopensóqueelmédicoteníabuensentidodelhumor.

Eldíadespuésdequecomenzaranuestradietadearrozquedóclaralainsólitaurgenciadelmayor.SenosordenóqueabandonáramoslaplayaparatomarnuevasposicionesenlaorillaoestedelríoTenaru.Nuestrasórdeneseranurgentes.

Seesperabalallegadadelenemigo.

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Capítulo8

El ríoTenaru seextendíaverdeymaligno, comouna serpiente, a lo largode la frondosallanuracostera.Selellamabarío,peronoeratal:comolamayoríadelascorrientesdeaguadeOceanía,aquelloeraunarroyoquenoteníanitreintametrosdeanchura.

Talveznisiquierafueraunarroyo,puesnosiemprefluíayraravezllegabaasudestino,el mar. Podría desembocar en la bahía Iron Bolton, una acumulación de arena de unosquincemetrosdeancho.Laanchuradeaquelbancodearenavariabaconlasmareasy,aveces,lamareaoelvientohacíanqueelTenarusubiera,cuando,desbordandoelbanco,sedejabaabrazarporelmar,sumadre.

Normalmente, el Tenaru estaba estancado, la superficie cubiertade espumayhongos:maligno,comoyahedicho,yverde.Sihaydiosesfluviales,elTenaruestabahabitadoporunespíritusiniestro.

Nuestrasección(dospelotones,unoconelCaballerocomoartillero,elotroconRisitascomo artillero y conmigo como ayudante) tomaron posiciones aproximadamente atrescientosmetros corrientearribadelbancodearena.Mientras cavábamos, lo teníamosparcialmentealavista,esdecir,veíamosloquepodríamosllamarelladoenemigodelbancodearena,pueselTenarumarcabanuestraslíneas.Ennuestrolado,laorillaoeste,estabaelextremodelaposiciónmarine;enelotro,unatierradenadiedecocoterosquetendríanquefranquearparaatacarnos.

Los japoneses se verían obligados a remontar el río hacia nuestro frente, rebasar elestrechobancodearenaquequedabaanuestraizquierda,biendefendidoporunfusileroyvarias ametralladoras y alambradas, o tratar de rodearnos por el flanco derecho, que seextendíasóloauncentenardemetrosalsurdenosotros,antesdecurvarsehaciaelnortehastaelpuntomásestrechodelTenaru,cruzadoporunpuentedemadera.

ElemplazamientodelaametralladoradelCaballeroestabaexcelentementesituadoparadominar el bosque de cocoteros del otro lado. Cavamos primero, dejando a Risitas y miarmaaunosveintemetroscorrienteabajo,sobreelterreno,protegidosporunasolalíneadealambredeespinotendidohacialamitaddelaorilladelríoquedescendíasuavemente.Laemplazaríamosaldíasiguiente.

Cavamos un agujero muy profundo para colocar la ametralladora del Caballero (unostres metros cuadrados y uno y medio de profundidad), pues queríamos que el artilleropudiera estar de pie mientras disparaba y que el foso sirviera también como refugioantibombas,pueséstascaíanconsaña.

Aunque trabajamos de manera frenética, desnudos hasta la cintura, con el sudorcorriendodemaneratancontinuaquenuestroscinturonesestabanempapados,nopudimosterminarel fosoelprimerdía.Cuandocayó lanoche,sólohabíamoshecho laexcavación,másunsalientedearenadondesecolocóelarma.Tendríamosqueesperaraldíasiguienteparacubrirlocontroncosdecocotero.

Connuestras fortificaciones amedio terminar, nos sentíamos expuestos, inseguros. Laoscuridadconvertíaen jorobassiniestras losmontonesdesuave tierrarojaquehabíamosexcavado,montonesquenosservíandeasiento.

Pero,puestoquenoconocíamoscómoeraunabatalladeverdad,sucualidadtraicionerayrepentina,nopodíamossentirinquietudallísentadosenlosblandosmontículos,ocultando

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con el hueco de lamano las delatoras colillas de nuestros amargos cigarrillos japoneses,fumando tranquilos, charlando tranquilos. Sólo nos sentimos preocupados ante esasensacióndeestarsiendoacechadosquellegabacadanocheydesaparecíacadaamanecer.

Nadiesefueadormir.Habíaestrellasenelcieloyesobastabaparamanteneratodoelmundodespierto,pocodispuestosadesperdiciarunanocheiluminada.

De pronto en el río, corriente arriba a nuestra derecha, apareció una V ancha yondulante. Parecía moverse rápidamente corriente abajo. En la punta de laV había doslucesverdosas,pequeñas,redondas,juntas.

Jawgiasoltóunalaridoyledisparó.Anuestraderechaseprodujounadescargade fusiles.Los fusilerosde laCompañíaG

disparabantambiénalaV.Másbalasalcanzaronelagua.LaVdesapareció.Lasestrellassedesvanecieron.Lanochesevolviómásoscura.Comonuestrasvoces,los

hombresempezaronaapagarseeirseadormir,envueltosensusponchosytumbadosenelsueloaunospocosmetrosdelfoso.SóloquedamosRisitasyyo,montandoguardia.

Unasluces,oscilantes,intensas,comolinternasoreflectores,sedeslizaronporelríoenelbosquecillo.Aquelloerafantástico,uncamiónallí,comosipudiéramosdespertarnosalamañanasiguienteyencontrarunaestacióndetrenesfrenteanosotrosalotroladodeaquelarroyoestancado.Elbosquecillodecocoteroseratierradenadie.Elenemigoteníaderechoaestarallí,pero,segúntodalaexperienciabélicaenlajungla,alhacerseverconaquellaslucesparecíaestarinvitándonosaquelosmatáramos,lasruedasdesuscamionesparecíangritar«¡Aquíestamos!».

—¿Quiénandaahí?—gritóRisitas.Laslucesseagitaronyseserenaron.—¿Quiénandaahí?¡Respondedodisparamos!Laslucesseapagaron.Aquello fueyademasiado.Todoelmundoestabadespierto.LamisteriosaVenel ríoy

esas luces fantasmales… ¡Ya era demasiado! Farfullamos nerviosos y, una vez más,calentamosnuestrasalmasalcalordenuestrasvoces.

Un tartamudeante fuego de ametralladora estalló lejos, a la izquierda. Quizá junto albancodearena.Seprodujootradescarga.Otravez.Otra.Labruscadetonaciónindividualdel fusilrecalcabael tumulto.Siguióel«plop»de losmorterospesadosdisparadosdetrásde nosotros, luego el rugido aplastante de su detonación al otro lado del Tenaru. Laconflagraciónavanzabahacianosotrosríoarriba,comountrendepólvora.

Nosalcanzóenuninstanteyfueentoncescuandoempezamosadisparar.Estábamostandesorganizadosquenotuvimoselinstintodedispersarnos,agrupadosentornoaaquelfosoabierto como si hubiéramos nacido en él. Un chirriante sonido en falsete se alzódirectamentefrenteanosotrosyloatacamos,segurosdequelosintrusoshabíanprovocadoelchirridodelospájaros.AyudéalCaballeroadispararsuametralladora,aunqueyonoerasuayudante.Seconcentróenlaorilladelrío,disparandoráfagatrasráfaga,convencidodequelosjaponesesestabanpreparándoseparacruzarloanado.Loschirridoscesaron.

ElCaballerohablóenvozbaja.—Diaesostiposquedejendedisparar.Dilesqueesperenaoírparlotearalospájaros:

unhombrelistotrataríadeavanzarcubiertobajoeseruido.Entoncessemoverán.Mealegrédequemedieraesapequeñaorden.Nomehacíaningunagraciaestarallíen

elfoso,viendodispararalCaballero.Salíarastrasylecomuniquéatodoelmundoloquemehabíadicho.Ellosmeignoraronysiguierondisparando.Entoncesseprodujounapausay, en ese silencio, yo, que no había tenido tiempo de dispararmi arma, echémano amipistola.Meapoyéenelmontículoyvaciéelcargadorcontralaoscuridad.EntoncesIndianasoltóunrugidodefuria.

—Maldición,Lucky,¿esquenotienesotracosaquehacerquedispararjuntoaloídodeuntipo?¡Mevasavolarlacabeza,capullodeJersey!

MereídeélyRisitasvolvióarrastrándosedesdeelbancodearenaysusurró:—Vamosacogernuestraarma.Nosarrastramospor laorilla, lanochevibrabaconel furiosozumbidode lasbalas.El

Risitas ocupó el puesto de artillero y yo me agaché a su lado para ir suministrándolemunición. Teníamos de sobra, las largas cartucheras de doscientas cincuenta balas seenroscabanenlascajasverdeclaro,lasmismassólidascajasqueahorasevencolgandodeloshombrosdelosniñoslimpiabotas.

ElRisitasdisparóyelarmase leescapóde lasmanos,seclavóenlatierra,derribólabocacha apagallamas con un perturbador castañeteo y roció nuestro emplazamiento de

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balas.—¡Esemalditocobarde!—maldijoRisitas.Sereferíaaciertocaboquenosedistinguíaprecisamenteporsuvalentíayquehabía

colocado la ametralladora con tanta torpeza que el trípode se había caído con el primerretroceso.

Bajéporlapendienteylovolvíacolocar.Meapoyéconfuerzasobreloscierres.—Listo—ledijeaRisitas.Surespuestafueunaardientedescargaquepasórozándomelanariz.Unhombredicedelestallidodelabatalla:«Sedesencadenóelinfierno».Laprimeravez

quelodice,asíesyresulta:maravillosamentedescriptivo.Laenésimavezquelodice,esaspalabras se han gastado tanto que ya no tienen sentido: ha pasado como con todas lasbuenasfrases,sehaconvertidoenuntópico.

Pero a los cinco minutos de esa primera ráfaga de ametralladora, de la aparición deaquella primera bengala enemiga que inundó el campo de batalla de una extraña luzverdosayquealmoriracentuóelmantoenvolventedelanoche,aloscincominutosdetodoaquello, se desencadenó el infierno. Todo elmundodisparaba, cada arma se elevaba conunavozresonante,peronohabíaningunaorquestación,ningunahermosasinfoníamacabra,como escriben los decadentes observadores que se quedan en retaguardia. Sólo habíacacofonía, sólo había disonancia, sólo había salvajismo, ausencia de ritmo, pérdida delímites, pues cada uno dispara a lo qué, cuándo y dónde elige. Sólo había explosiones,sonidos,alaridos,gemidos,siseos,estrépitos,temblores,sollozos.Aquelloeraelinfierno.

Sin embargo, cada arma tenía su propio sonido y es extraño con qué claridad el oídoentrenado distingue cada una de ellas y la cataloga, distinguiéndola del fragor general,aunquesusonidoestémezcladoocoincidaconlosestallidosdeotradocenadearmasmás,aunquetupropiaametralladoraescupa,tosa,danceyseestremezcaconcoléricafuria.Elplop del mortero lanzado con el sonido crujiente de su caída, el tartamudeo de lasametralladorasyelmás livianoymásrápidorocede los fusilesautomáticosBrowning,elmartilleo de las ametralladoras calibre 50, el estrépito de los obuses de 75 mm, elchasquido del fuego de fusil, el wham de las armas antitanque de 35 mm disparandometralla a quemarropa contra el enemigo que ataca… Cada arma transmite un mensajedefinido y, a veces significado, para el oído entrenado, aunque ese oído esté lleno delgemidototaldelabatalla.

Así se acostumbraron nuestros oídos a sonidos nuevos y extraños: el chasquido másligeroyquebradizodelfusiljaponés,elborboteodesusrapidísimasametralladoras,elhipodesusmorterosligeros.

Anuestraizquierda,unalluviadetrazadorasrojassearqueóhacialaorillaenemiga.Ladistanciay lacacofoníaquesealzabaanuestroalrededorparecíanrodearlasdesilencio,comosifueranbalasdisparadasenunmundodesordos.

—Eselarmadelindio—susurré.—Sí,peroesastrazadorassonmalacosa.Mealegrodehabérnoslasquitadodenuestros

cinturones.Sisigueusandolastrazadoras,lolocalizaráncontodaseguridad.Yasífue.Emplazaron ametralladoras pesadas en un blindado abandonado en su lado del río y

mataronalindio.Los proyectiles atravesaron los sacos terreros, se abrieron paso por la defensa de su

armaylealcanzaronenelcorazón.Lomataron,mataronalmuchachoindio,aquelanónimoboxeadorchatodePittsburgh.Sequedóquietoapretandoelgatilloconelplomoajenoenelcorazón.Elmurió,peromatóamuchos.Entoncesperdióelanonimato;entoncesdejódeserunchicodesegunda.Entonces.

Hirieron a su ayudante. Aunque lo dejaron ciego, siguió luchando. Los marines leconcedieron la Cruz de laMarina yHollywood hizo una película sobre él y la Batalla deTenaru.SupongoqueEstadosUnidosquería rápidamenteunhéroe,unhéroey vivo, y elindioestabamuerto.

Elotrotipofueunhéroe,sindudaalguna,peroaalgunosdenosotrosnosentristecióqueelpobreindionorecibieranada.

Aquél fue el primer ataque japonés organizado a Guadalcanal, el primer desafío delguerrero estadounidense al «superhombre» japonés. El «superhombre» atravesó con susbalaselpechodelindio,peroéllesdisparódoscientasbalas.

¿Cómopodríanlosmarinesolvidaralindio?En aquellosmomentos teníamos problemas de una clase diferente con las trazadoras.

Habíamosempezadoaturnarnosparadispararyyoentoncesestabaalaametralladora.Las

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trazadorassedirigíanhaciamí,merodeaban.Salíandelaoscuraorilladelrío.Nolasveíasvenir.Noestánallí,alinstanteestán,bailandoatualrededordepuntillas,alegreschispasregocijándoseenelinfierno.

Sedirigíanhaciamíyeltiemposeestiraba.Noeranmásqueunascuantasdescargas,estoyseguro,peroeltiemposedetuvomientrasyotratédeesquivarlas.

—Risitas—susurré—.Serámejorquenosmovamos.Parecequenostienenatiro.Talvezdeberíamos movernos, así no podrán tenernos a tiro. Y tal vez de esa forma crean quetenemosmásametralladorasdelasquerealmentetenemos.

Risitas asintió. Quitó las trabas a la ametralladora y la sacó del trípode. Se tiró en elsuelo y arrastró el trípode hacia él. Yo me tumbé de espaldas y apoyé la ametralladoracontra mi pecho. Nos movimos hacia atrás, nadando de espaldas, casi como cuandorobamos la caja de cerveza en el bar de Carolina del Norte, intentando,mientras tanto,evitarhacerningúnruidoquepudieraoírseduranteunodeaquellosextrañosmomentosdesilencio llenosdesuspensequetienen lugaren lasbatallas,unruidoquepuedeatraerelfuegodelbandoopuesto,sihayalguienallí.

Porque, verán, nunca sabíamos si había alguien allí. Oíamos ruidos, disparábamos.Sentíamos los proyectiles explotar a nuestro lado y oíamos las balas enemigas, pero nopodíamosestarsegurosdedóndeprocedían.

Peromientras nos escabullíamos hacia nuestra nueva posición, no había ningún fuegoenemigo. Emplazamos la ametralladora una vez más y volvimos a disparar, lanzandonuestrasdescargascontracualquiermovimientoquepudiéramosalcanzaroír,comoantes.Permanecimosallíquinceminutos,luegobuscamosunanuevaposición.Asínospasamoselrestodelabatalla,moviéndonosydisparando,moviéndonosydisparando.

El amanecerpareció estallar lanzadoporun tubodemortero.Losdos coincidieron: elaumentodelbombardeodenuestrosmorterosylallegadadelaluz.Yentoncespudimosverque en el bosquecillo de cocoteros que teníamos directamente delante no había nadie.Habíacadáveres,peroningúnenemigovivo.

Peroalaizquierda,haciaelocéanoyalotroladodelTenaru,losrestosdeaquellafuerzade ataque japonesa estaban siendo aniquilados. Podíamos verlos, corriendo. Nuestrosmorteros los habían alcanzado. Los barríamos con nuestro fuego hacia dentro, es decir,lanzábamos los proyectiles detrás del enemigo y luego los íbamos acercando a nuestraslíneas, para que el desafortunado enemigo se viera obligado a abandonar refugio trasrefugio, atraído inexorablemente hacia nuestro frente, donde por fin era abatido ydestruido.

Lospodíamosverhuyendodeunárbolaotro.LaametralladoradelCaballeroestabaenunaposiciónexcelenteparaenfilar.Lohizo.Lesdisparólargasráfagas.Algunosdisparamosconnuestrosfusiles,peroyaestábamosfueradelapelea,lejosdelarefriegaalestarenelextremodelflancoderecho.Nopodíamosañadirnadaaunasituaciónqueindudablementeestababajocontrol.

—Alto el fuego —le gritó al Caballero alguien de la Compañía G—. Llega el PrimerBatallón.

La infantería había cruzado el Tenaru por el puente situado a nuestra derecha y sedesplegabaentreloscocoteros.Sedirigiríanhaciaelocéano.

Aladerechalostanquesligeroscruzabanelbancodearena,liderandouncontraataque.Losjaponesesestabansiendoempujadosasuataúd.Cuandotodoelmundohabíaolvidadoelcombateyestabaviendolamatanza,oímosunos

gritos. Un grupo de japoneses corría por el otro lado del río, en nuestra dirección. Suapariciónnossorprendióatodospuesnoestabandisparandohacianosotros.

Noslanzamosanuestrosfososynuestrasposiciones.SaltéalaametralladoraqueRisitasyyohabíamosdejadoenlaorilla.Lequitéelseguroydisparé,esparciendomisbalascomosiestuvieraguiandoauncaballo.

Cayerontodosmenosuno.Elprimerolohizocomosilehubierancortadolospantalonesconunaguadañaylosdemáscayerontambaleándose,gritando.Unavezmásnuestraarmase atascó y agarré un fusil (recuerdo que no tenía correa) que había cerca de laametralladora.Eljapoquehabíasobrevividosehabíainternadoentreloscocoteroscuandodiconélconlamirilla.Allíestabasuespalda,grandeyabultada,parecíaestarquitándoseelmacuto.Entoncesdisparéydejódeestarallí.Talveznofuiyoquienloabatió,puestodoshabíanrecuperado lacorduraysusarmasaesasalturas,peroalardeédehaberlohecho.Quizá, también, fue una bala piadosa la que lo alcanzó entre los omóplatos, pues corríahaciaunfinalseguroyhorrible:nochesnegras,hambreylentadisoluciónenlajungla.Pero

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yoentoncesnoactuémovidoporpiedadninguna.

—oOo—

Laguerramodernaavanzóhacialajungla.Los hombres del Primer Batallón despejaban el terreno. A veces empujaban a algún

japonés hacia nosotros. Se agazapaba en la orilla del río, escondiéndose, sin saber quefrente a él estábamos nosotros, victoriosos ya, numerosos, armados hasta los dientes,ansiandomássangre.Matamosaunospocosmásdeesaforma.TeníamoslaFiebre.

Enelbancodearena,remacharonelúltimoclavodelataúd.Algunosjaponesesselanzaronalcanalynadaronhuyendodeaquelbosquedehorror.Se

lanzaronuno tras otro.Nopodían volver atrás. Sus cabezas flotaban como corchos en elhorizonte.Losmarineslosmatarondesdeposicióndetendidos:setumbabanbocaabajoenlaarenaylesdisparabanalacabeza.

Labatallaterminó.

—oOo—

Esa noche, bajo una luna brillante, la V volvió a aparecer en el río. Las luces verdesbrillabanmalévolas.Algunosdispararon.Elfuegodelosfusilesresonóportodalalínea.LaVdesapareció.Esperamos,tensos.Noapareciónadie.

—oOo—

El teniente Ivy League se acercó a nuestras posiciones por la mañana. Se sentó en untroncodecocoteroynoscontóloquehabíasucedido.Fumabadesesperadamenteymirabahaciaelríomientrashablaba.Lapielalrededordesusojossehabíaestiradoporlatensióny la conmoción. Sus ojos ya habían adoptado aquel aspecto peculiar deGuadalcanal, esaexpresiónconstantedeunaspupilasqueparecíanmásoscuras,másgrandes,másredondas,más absolutas. Se notaba especialmente en los hombres de ojos marrones. Sus ojosparecíanvolversecastañorojizos,comoelcolordelossettersirlandeses.

—Trataron de rebasar el banco de arena—dijo el teniente—.Debían de ser unosmil.Sólo teníamos hilo de alambre y las ametralladoras. Tendrían ustedes que haberlos vistoapiladosdelantedelaametralladoradeMuerdeuñas.Amontonadosdetresentres.Estabanlocos.Nisiquieradispararonsusfusiles—nosmiró—.Oímosdisparosaquí.¿Quésucedió?

Selocontamos.Élasintió,peronoestabaescuchándonos;todavíaestabaconcentradoenaquella horda chillona que barría el banco de arena. Cuando volvió a hablar fue paradecirnosquiénesdenosotroshabíanmuerto.Habíamásdeunadocenadehombresde laCompañíaHymásdeunadocenadeheridos.Cuatroocincodelosmuertoserandenuestrasección. Dos habían muerto a bayonetazos. Una partida de exploración japonesa losencontródormidosensufosoenlaorilladelríoyloshizopedazos.

No siempre ni de manera inmediata es entristecedor enterarse de «quién la palmó».Salvo si se trata de un amigo, resulta difícil sentir una penaprofunda y dolorosa por losmuertosy,enaquelmomento,aloíraltenientepronunciarsusnombres,tuvequeobligarmea mostrar un gesto de pesar, a adornar deliberadamente mi corazón de negro, como sidijéramos,puesmesorprendiómirarhaciadentroycomprobarquenohabíaningunapenaallí.Envezdepermitirmeconocermeamímismocomounmonstruo(yentoncesasíera),meengañabavoluntariamentefingiendodolor.Yesolohacíamostodos.

Sólocuandooíelnombredeldoctorquehabíabromeadoconlosgusanosdelarrozunpellizcometaladróelcorazón.

EltenienteIvyLeagueselevantó,todavíamirandohaciaelagua,ydijo:—Tengoqueirme.Tengoqueescribiresascartas.Sediomediavueltaysemarchó.Emplazamos la ametralladora por segunda vez esa mañana. Luego Indiana y yo nos

fuimosalaplaya.Nuestro regimiento había matado a unos novecientos hombres. Muchos yacían

amontonadosantelosfososquedominabanelbancodearena,comosinohubieranmuertodeunoenunosinoengrupos.Entreellospululabanloscazadoresderecuerdos,abriéndosepasodelicadamentecomosi temieranquehubiesetrampasocultasmientrasdespojabana

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loscadáveresdesusposesiones.Las guerras sólo se distinguen por su aspecto. Sólo el aspecto distingue al marine

cazadorderecuerdos,agachadosobreeljaponéscaído,delHéctorquedespojaaPatroclomuertodelaarmaduraprestadadeAquiles.

Unode losmarines semovíametódicamente entre losmuertos armado conunpardetenazas.Habíaobservadoquelosjaponesesteníanempastesdeoroy,amenudo,dientesdeoro.Saqueabahastalasbocas.Lasabríadeunapatada,seasomabaamirarconlaatencióndeunodontólogodeParkAvenue(procurandosiemprenocontaminarseconelcontacto)yarrancabatodoloquebrillaba.GuardabalosdientesdeoroenunabolsitadetabacoBullDurham vacía que llevaba alrededor del cuello a modo de amuleto. Lo llamábamosRecuerditos.

Verlo a él y a otros cazadores de trofeos me hizo pensar, mientras recordaba lastrincheras,quealotroladodelríohabíaunpuñadoderecuerdosquepodíareclamarcomomíoscontododerecho.

Cuandoabatía los japonesesquehuíanpor laorilla,algoplateadohabíadestelladoalcaerelprimero.Supusequeerael reflejodel solen las insigniasdeunoficial.Sieraunoficial, tendríaque ir armadoconun sable.Ydecidí conseguir el trofeomáspreciadodetodos.

Me escabullí entre la barrera de alambre de espino y bajé a la orilla. Dejé la ropa albordedel agua, comoun escolar undía de verano, ymemetí en el río.Con la bayonetaentrelosdientes,meimaginé,comounescolar,serunarrojadopirata.

Nadéabraza.Nisiquieraelfuegoenemigopodríahabermeinducidoameterlacabezabajoaquelpútridoarroyo.Elaguaestabacubiertadesuciedad.Lapielmepicabamientrasnadaba, el cuello estirado y la cabeza recta como la de un cisne, el frío contacto de labayoneta entremis dientes y la boca tan llena de saliva que la bayoneta amenazaba conresbalarseencualquiermomento.

Chapoteéconcuidadoalrededordelcadáverdeungruesosoldado japonésqueflotabaenelaguaconunpieatrapadoenlosmatorralessumergidos.Semecíasuavemente,comouna barca varada. Me pareció extraordinariamente hinchado, hasta que advertí que suguerreraestaba llenadearroz cocido yque suspantalones estaban igualmente cargadoshasta las rodillas, donde se había atado correas de cuero para impedir que el arroz secayera.«Uncomilón»,pensé,ysentíunextrañoafectohaciaél.Mispiestocaronellimodelfondodelrío.Mefaltabantresmetrosparaalcanzarlaorilla.Ellodomellegabahastalaspantorrillas y hacía ansiosos sonidos de succión con cada paso, mientras montones decangrejoshuíanhacialoslados.

Elbosquecilloestabacubiertodecadáveres.Eltrópicosehabíaapoderadoyadeellosyestabanempezandoapudrirse.Mehorroricéantelosenjambresdemoscas,negrostúnelesenmovimientoqueparecíansurgirdecadaorificio:delaboca,delosojos,delosoídos.Elbatirdesusmilesdealasdiminutasemitíauntemiblezumbidograve.

Las moscas se habían apoderado del terreno: el trópico había vencido, sus sicariosestabanportodaspartes,lamiéndoseloslabiosconaquelbotíndecarnepodrida.Todomijúbilo ante la victoria, toda mi arrogancia desapareció ante el horror que mis ojoscontemplaron.Aquélpodíahabersidomicuerpocorrompidoatestadodegusanosblancosreptandoporél.Quizálofueraalgúndía.

Envarado,comorepeliendoelpánicoconelbrazoextendido,regreséalaorillaymemetíen el agua, pero no antes de despojar a una de mis víctimas de su bayoneta y susprismáticos, que me colgué sobre el pecho, cruzados como un granadero. No habíaencontradoningúnsable.Ningunodelosmuertoseraoficial.

Nadé de regreso, ansioso por alejarme de aquel horrible bosque.Mis camaradas, quehabían cubiertomi excursión con sus armas, confundieronmimueca de repulsa por unasonrisa de triunfo, cuando, manchado de lodo, emergí del Tenaru. Me rodearon paraexaminarmibotín.Luegomefuiacomer.

Alregresar,advertíunpuñadodemarines,muchosdelaCompañíaG,congregadosenlaorilla.ElYardasalcanzóaverlosconmisnuevosprismáticos.

Se los llevó a los ojos,mientras yome acercaba. Pensé que estaba escrutando algo yentoncesviquesonreía.Lequitélosprismáticosyenfoquélaorillacontraria,dondeviauncocodrilo comiéndose al japonés «comilón». Lo contemplé fascinado, pero cuando elcocodriloempezóacebarseenlosintestinos,recordémipresenciaenesemismoríohacíaapenasunahora,misrodillastemblaronysoltélosprismáticos.

EsanochelaVvolvióaaparecerenelrío.Todoelmundogritóyaulló.Nodisparónadie.

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Yasabíamosquéera.Eraelcocodrilo.Tresuvesmáspequeñasloseguían.Sus crujidos nosmantuvieron despiertos. El olor nosmantuvo despiertos. Aunque nos

tumbábamoscon la cabeza tapadaconunamanta (así espantábamosa losmosquitos), elolor nos abrumaba. El olfato, el sentido que tan poco valoramos, se muestra muysusceptible a los agravios. No te da descanso. Puedes cerrar los ojos a la fealdad oprotegertelosoídosdelruido,perodeunolorpotentesólocabehuir.Ycomonopodíamoshuir,nopodíamosescaparaeseolorynopodíamosdormir.

Nuncadisparamosa los cocodrilos, aunque todos losdías regresaronadarseunbuenfestín hasta que los restos fueron trasladados al montón ardiente que servía como pirafunerariadelosenemigosquehabíamosaniquilado.

Nuncadisparamosaloscocodrilosporquelosconsideramosunaespeciede«patrulladelrío». Despierto su apetito por la carne, se paseaban diariamente por el Tenaru. Ningúnenemigo, pensábamos, se atrevería anadarpor el ríomientras ellos estuvieranallí: si seatrevía,noloconseguiría.Nosbasábamosenunconocimientoimperfectodelascostumbresde loscocodrilos («Si tepersiguen,correenzigzag:nopuedencambiardedirección»), yunaapretadareddealambredeespinoparaimpedirquenoshicieranpedazos.Aveces,enlasnegrasnoches,enunespasmodemiedo,podíamosimaginarqueelgrancocodrilonosperseguía,comoelcocodriloquesetragóelrelojdelCapitánGarfioynodejadeperseguiraestepirata,enelcuentodePeterPan.

Así que los cocodrilos se convirtieron en nuestras mascotas y nunca los molestamos.TampoconingunodenosotrosvolvióanadarenelTenaru.

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Capítulo9

Nuestravictoriaenelcombatequellamamos«Labatallade laPuntadelInfierno»nofuetanimportantecomocreímosqueera.AquélnoseríasinounodelosmuchoscombatesporGuadalcanaly,comosesupoalfinal,nisiquieraeldecisivo.Perocomofuenuestraprimeraexperiencia,lainterpretamoscomountriunfototal,comolosquetomanelpresenteporelmejor de todos losmundos por no tener ninguna referencia del pasado ni consideraciónalgunaporelfuturo.

Desde laaltaplaniciedel triunfoestábamosapuntodedescendera lasprofundidadesdel ser puesto a prueba de manera continua y el tedio. El ataque japonés iba a serredoblado y prolongado y variado. Vendría del cielo, delmar y la tierra. Entre prueba yprueba a la que éramos sometidos se extendía ese tedio que es capaz de resecar a unhombre,sorbiendoeljugodelcuerpoyelalmacomolosnativosextraenelcontenidodeunacañadeazúcaryladejantirada,rota,sinmásdestinoquelasllamas.

Yestáel terror,productode la interacciónentreserpuestoapruebayel tedio:elserpuestoapruebasacudealhombrecomoelvientoen lascopasde losárboles;el tedio loerosionacomounariadaenlasraíces.Cadapruebanuevadejaalhombremásaturdidoquela anterior y cada período de tedio —con tiempo para hacer temibles especulaciones—desgastasuscimientos,dejandolasraícesmenosfirmesparalasiguienteprueba.Aveceste quiebra fatalmente: un hombre agazapado en la trinchera bajo el bombardeo de undestructorpuedellevarse lapistolaa lacabezayponerfinasuspreocupaciones.Avecessólo te zarandea: otro hombre puede romperse ante el sonido de un avión enemigo enpicadoygritaryestremecerseyretorcerselasmanosycrecerse.Esoeselterror,elterrorque te estrangula la razón haciéndote presa del pánico con susmanos. Yo sentí quemeestrangulódosveces.

Peroalrato.Apenasreclamabavíctimas.Elvaloreralonormal.Formabaunclubounacorporación,igualqueesasotrascosasnormalesycorrientesa

lasqueloshombres,porrazonesdiversas,dantantovalor:eldinero,lacaridad…Puesesen lo normal y corriente donde se apoya lo exclusivo. Nuestros fosos de ametralladorasllenosdebarrosetransformaronenClubesdelValorcuandocaíanlasbombasolosbarcosjaponeses nos machacaban desde el mar. Como en cualquier club, también había unprotocoloquecumplir;cuandounpobretiposeveníaabajopresadeterrormomentáneoseescuchabaunsilenciodoloridoytosesnerviosas.Todoelmundomirabaaotrolado,comomillonarios que se enfrentan a la horripilante visión de un miembro del club pidiendoprestadoscincodólaresalcamarero.

Pero había algo más que caridad en nuestros clubes, eso creo. No estábamos tanhenchidos de orgullo como para no reconocer esa fea expresión en el rostro de nuestroamigocomoelhermanomayordeesacosaquerevoloteabaennuestromismointerior.Hoytú,mañanayo.

Habíapasadounmesynosparecíaquelasbombasquecaíanerantannumerosascomolasmoscasquenos rodeaban.Tres veces al día y todos losdomingospor lamañana (lasideas fijas de los japos, nutridas por el gran éxito del domingo por la mañana en PearlHarbor),elbosquecillodecocoterosresonabaconelsusurrodelasbombas.Sonabacomo

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laconfesióndeungigante.Denoche,LavadoraCharliecogíaelrelevo.LavadoraCharlie—llamadoasíporelsonido

desusmotores—eraelincursornocturnoquesurcabanuestroscielos.QuizáshubieramásdeunCharlie,esdecir,másdeunpilotonipónhaciendolarondanocturnasobrenuestrasposiciones, pero nunca volabamás de un avión a la vez de noche. Para su estrategia deacoso,nonecesitabanmás.

Comoelperrodepeor ladridoquemordedura,elsonidodelosmotoresdeCharlieeramástemiblequeelestrépitodesusbombas.Unavez lanzadas lasbombas,nossentíamosaliviados,puessabíamosquesemarcharía.PeroelsonidodelavanceencírculosdeCharlienos mantenía a todos despiertos e inquietos todo el tiempo que Charlie quisiera… o seatreviera. El amanecer implicaba la marcha de Charlie, pues entonces nuestros avionespodíandespegarparacastigarloyélsehacíavisibleanuestrasbateríasantiaéreas.

Charlienomatabaamuchagente,pero,comoMacbeth,asesinabaelsueño.Aestaspruebasseañadíalapeorordalíadetodas:losbombardeosdesdeelmar.Losbarcosenemigos—normalmentecruceros,avecesacorazados—seapostabanenla

costa.Alserdenoche,nolospuedesver,tampocopodríasverlossifueradedía,puesestánakilómetrosykilómetrosdedistancia.Nuestrosavionesnopuedendespegardenochepararecibirlos.Nuestrosobusesde75mmsontanefectivoscomoescopetasdeferia.Elenemigohaceloquequiere.

Podíamosverlosdestellosdeloscañonesmaradentro.Oíamoselsuavepah-boom,pah-boom de las detonaciones. Luego, atravesando la noche, rezongando como un furgón demercancíasaéreo,llegabanlosenormesproyectiles.Latierratiemblayseestremececonelterrible estrépito de la detonación, aunque se produzca a centenares de metros dedistancia.Tuestómagose retuerce,comosiunamanomonstruosaestuvieraamasándolo,buscasairecomoeljugadordefútbolquecaepesadamenteysequedasinaliento.

Flash.Ka-boom.Fíwoo,hwoo-hwoee.Bajanelpuntodemira…Seaproxima…Oh,esehaestadocerca…Lossacosterrerosse

caen…nopuedooírlo.Nopuedooírelproyectil…Eselquenooyes,dice,elquenooyes…¿Dóndeestá?…¿Dóndeestá?

Flash.Ka-boom…GraciasaDios…Remontaelvuelo,vaenlaotradirección.Elamanecerparpadeaalotroladodelrío.Allávan.Losavionesdelaeródromodespegan

paraperseguirlos.Salimosdelastrincheras.Alguiendicequeagradecequeelbombardeohayaduradotodalanoche,puessihubieracesadopodríahabersidoseguidoporunataqueportierra.Otro lo llamaidiota.Discuten.Peroanadie le importa.Esdedíayaysólohayque preocuparse por los bombardeos… y por el calor, losmosquitos y el arroz que pesacomopiedrasentuestómago.

Losojossonmásredondos.Latendenciaamirarfijamenteesmáspronunciada.Odiábamoslascuadrillasdetrabajo.Elhambrenosdebilitaba.Atendíamoslaslíneasde

noche. De día, nos formaban en cuadrillas de trabajo y nos llevaban al aeródromo.Enterrábamos allí cajas de munición. Cavar agujeros profundos y arrastrar las cajas decincuentakilos,nosdebilitabamás.

Una vez, al regresar de una cuadrilla de trabajo, los bombarderos aparecieron derepente.Huíanteelestrépitode lasbombasqueregaronnuestrobosque.Saltéaunfosorecién cavado con otros tresmás. Permanecí allí agazapadomientras los rugidos que sedesatabanenelairemeretorcíanelestómago.Detrásdemíseagazapabaotrohombre,sucaracontramiespaldadesnuda.Sentí sus labiosmoviéndoseenoraciónsobremipiel,eltemblorosobesodelmiedoylafe.

Cuando regreséanuestraposición,medijeronque laotracuadrillade trabajo, laquehabíadejadoatrás,habíasidoaniquiladaporlasbombas.HabíamuertoModales,tambiénelalegretexano.

—oOo—

Risitasascendióacabo.Logróelascensoenelcampodebatalla.EltenienteIvyLeaguelohabíarecomendadoparaqueleconcedieranunaEstrelladePlatapornuestrotrabajoenlaorilla del río en el combate de la Punta del Infierno, especificandoquenuestra acción altrasladarlaametralladoradeunlugaraotropudohaberimpedidounataqueenemigoporelflanco.Elcomandantedelregimientoredujoesamenciónaunascensodeungrado.IvyLeague nomehabía nombrado en su recomendación.No tengo ni idea de por qué no lohizo.Aunque fueRisitasquiencogióprimeronuestraametralladora, fuiyoquienpropuso

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cambiarnos de sitio, y Ivy League lo sabía. Me molestó ser ignorado, aunque traté deocultarlo,yRisitas,cortado,hacíatodoloposiblepornodarleimportancia,tomándoseloabroma.Perosemerecíaelascensoylamención,pueseraunlídernato.NuncaperdonéaIvyLeagueycreoqueaquelepisodiomarcóelprincipiodemiantipatíahaciaél.

—oOo—

Nosfacilitaronmosquiteras.Todavíadormíamosenelsuelo:conunponchodebajosiestabaseco y por encima si llovía. Pero lasmosquiteras fueronunabendición. Por fin podíamosusarlasmantasparadormir,envezdeparaprotegernoslacabezacontralosmosquitos.Elponchosepodíaenrollarcomoalmohaday,sillovía,noscubríamosconél.Peroenrealidadlasredesllegarondemasiadotarde.Yanosestabadevorandolamalaria.

Trajeronsuministros.Cadapelotónrecibióuncepillodedientes,unpaquetedecuchillasdeafeitaryunachocolatina.Nos la jugamos.ElYardasganó lachocolatina.Desesperadopornosabercómocompartirlaentrediezhombres,sesumióenunatormentadeindecisión,hasta que todo el mundo le aseguró que debería comérsela él solo. Se internó en losmatorralesparadisfrutarla.

ElRoblesiguióreforzandosufortalezaprivada.Cadavezquemecruzabaconélllevabaunahachaountroncodecocoteroalhombro.Unaveztransportóuntroncotangrandequelehizounagujeroenelhombro,unaheridaque,enlacivilización,habríarequeridopuntosdesutura.

Todo el mundo no paraba de decir esperanzado que la marina aparecería la semanasiguientepararelevarnos.

Todo elmundo estabadesesperado.Oímosque la fuerzade relevode lamarinahabíasidodestruidaenelmar.

Risitas y yo visitamos el cementerio. Se encontraba al sur de la carretera costeraquecorríadeesteaoesteentreloscocoteros.Nosarrodillamosarezarantelastumbasdeloshombres que habíamos conocido. Sólo unas hojas de palmera marcaban el lugar dondeestabanenterrados,aunqueaquíyallíhabíaburdascrucesdondehabíanclavadolaschapasdeidentificación.Algunasdelascrucesteníanchapasdelatón,clavadasalamaderacomorudosmedallones,dondelosmarineshabíangrabadocariñosamentesusepitafios.

«Murióluchando».«Unauténticomarine».«Ungrantipoconungrancorazón».«Nuestroamigo».«Cuantomásduroeratodo,másalegreestaba».Ytambiénestepoema,quehevisto incontablesveces,antesydesdeentonces,elgrito

directoysinpulirdelburlóncorazóndelmarine:

YcuandolleguealcieloasanPedroledirá:«Sepresentaunmarine,señor,yahecumplidomipenaenelinfierno».

Otras inscripciones, la mayoría los nombres de losmuertos, estaban hechas clavandobalasenelsuelo,demodoqueelextremodelatónredondodeloscartuchosbrillabasobrela tierra.Risitas y yo alzamos lamiradapara contemplar toda la llanuraque se extendíadesdeelcementeriohastalacolina.

—Hayespaciodesobra—dijoél.—Desdeluego—contesté.Rezamosunaoraciónantelatumbadeunodelosmuertosdenuestrasección.—¿Sabes?—dijoRisitas, levantándose—.Elteníadoscientospavosen labolsaantesde

llegaraPuntadelInfierno.Losganóenunapartidadepóquer.—¿Sí?—Cuandofueronaenterrarlonoteníauncentavo.

—oOo—

Planeamos la muerte de una rata que se había aficionado a la fosa donde habíamos

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emplazado nuestra ametralladora. Juramos que la mataríamos y que nos comeríamos sucarnefresca.Solíacolarseporloshuecosdelarma,casirevoloteandodetanrápidocomosemovíaenlapenumbra.Parecíaquelarataseibaenvalentonandoamedidaqueanosotrosnosdebilitabaelhambre,hastaqueal finalacabamos intentandocolarnospor la tronera.Nuncalacapturamos.Silohubiéramoshecho,dudoquenoslahubiéramoscomido.

—oOo—

Unanochenosbombardearonloscruceros.Unproyectilaterrizóenellododelríobastantecerca de nosotros, nuestro emplazamiento se estremeció como si fuera gelatina. Nadiehabló,hastaqueSin-Culodijoesperanzado:—Debedeserdemalacalidad.

—¿Esquenuncahasoídohablardelostemporizadores?—lecontesté,ytodoelmundoseechóareír,exceptoSin-Culo,queempezóasollozar.Tuvequeabofetearlo.

Otra noche, una nochemuy oscura, nos acurrucábamos en las trincherasmientras lossonidos de la batalla se nos acercaban desde las colinas situadas a nuestra derecha.Estábamos alerta, esperando un ataque. Nos pasamos allí sentados toda la noche, todaentera,hastaquelamañananostrajolanoticiadequesehabíalibradolaprimeramitaddelabatalladeBloodyRidge.Losjaponeseshabíansidorepelidos.

Cuandovolvióacaerlanoche,sereemprendiólabatalla.Volvimosasentarnosdenuevoen la oscura trinchera, esperando. Esa vez casi no hubo ningún chasquido de armas defuegopequeñas,sóloelretumbaryelestrépitode laartillería…Denuestraartillería,esoesperábamos. Nos turnábamos para asomarnos a la trinchera en busca del enemigo ennuestro frente o nos arrastrábamos hasta la orilla del río para vermejor. Sólo podíamosesperarquelosraidersylosparamarinesaguantaranalláarribaenaquelinfiernonegroyescarlata, donde se manejaban en un espacio tan cerrado que nuestra propia artilleríabombardeaba nuestras posiciones, abandonadas por los marines que la defendían ydominada por los atacantes. Nuestros obuses de 105 mm escupían descargas a unavelocidadincreíble.Yonoestabacerca,ysinembargohacíanquemedolieranlosdientes.

Lamañanafueunabendición.Espantóeltemordequelosjaponesesrompierannuestralíneadedefensaen lascolinas, seabrieranpasopor laaberturay seesparcieranpor losbosques detrás de nosotros. Sabíamos que los japoneses habían sido derrotados. Ycuriosamente la ansiedad de aquella vigilia resultó ser casi tan agotadora como la luchareal.

Indianalodijoaldíasiguiente.Estábamos reunidos a la sombra del único árbol de la orilla del río. Indiana estaba

apoyadocontraeltronco,tallandounpalo.Siguióafilandoelpaloconsunavaja,cortandolargastirasrizadasdemaderablanca,y

hablócomosinoleimportaraqueseoyeranonosuspalabras.—Vanadesgastarnospocoapoco—dijo,marcandolasfrasesalcompásdelastirasde

madera—. Anoche vinieron contra los raiders, como ya hicieron contra nosotros. Cierto,nosotros los derrotamos. Y también los derrotaron nuestros bombarderos. Pero cada vezperdemosunpoco.Cadavezperdemosunpardecientosdehombres.¿Quélesimportasalirderrotados?Lavidalessalebarata.Tienenmáshombres—agitóelpalo—.Tienenpalosdesobra,peronosotrossólotenemosuno,sólonostenemosanosotros.UntipodelQuintovinoestamañanaydijoquelosjaposestabandesembarcandodosbuquesdetransportemáscontropasenKokum.Continúanconeldesgaste.Cadadíaperdemosdiezoveintetíosconlosbombardeos.CadanocheLavadoraCharliesellevaunpar.

»Cuandonosataquenconacorazados,nosécuántospodremosperder.Perosesaldráncon la suya—continuó, gruñendo cuando la navaja encontró un punto duro—, porque notenemos barcos y no tenemos más aviones que ese par de Grummans que no puedendespegarlamitaddelasvecesporfaltadegasolina.Ellostienenlosbarcosylosavionesyparecequetambiénsondueñosdeltiempo.Asíqueoslorepito—lanavajapenetróyelpaloserompió—:vanairdesgastándonos.

ElRisitasintentóbromear.—¿Quétepasa?Nuncahasestadotanbien.Aquítenemosauntipoquecomelenguade

corderoconarrozyquierevolvera lacivilizaciónyhacercolaparacanjearsusbonosdeguerra.¿Quémásquieres…huevoenlacerveza?

—Noseasidiota,Risitas.Noestoybromeando.Nosvanairdesgastando.—Nadadehuevoenmicerveza—dijoYardas—.Amíquemeladensola,enunbonito

vasoaltocomotienenenelStaler.Carling’s.Carling’setiquetanegra.

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Indianaselevantóynosmiróconexpresióndecansadaexasperación.Semarchóynosquedamos allí sentados en silencio. Nos sentíamos como estudiantes de teología cuyoprofesor se marcha después de presentarles los argumentos más irrebatibles contra laexistenciadeDios.Nuestrafeenlavictoriahabíasidounafeciega.Suopuesto,laderrota,noteníacabidaennosotros.Lavictoriaeraposible:esoeratodo.Seríafácilodifícil,rápidaoprolongada,peroseríanuestravictoria.YahíestabaelinquietanteIndiana,enseñandolaotracaradelamoneda:mostrándonosladerrota.

Aquellonosimpactóyjustodesdeentoncestuvimoslasensacióndeloquesellamaserprescindible.

Todos los ejércitos tienen elementos prescindibles, pues la destrucción de unadeterminadaparteounidadnoseráfatalparaeltodo.Enalgunassituaciones,unhombrepuedeconsiderarquesudedoesprescindible,peronosumano;o,encasosextremos,subrazoperonosucorazón.Hayelementosprescindiblesquepuedenperderseodestruirseenelcampo,seaenlapazoenlaguerra,sinqueseanecesarioquesudueñolosustituyaporotro.Unfusilesprescindible,tambiénuncinturónconmunición.Yloshombres.

Loshombressonlomásprescindibledetodo.Elhambre, la jungla, los japoneses,nadapodíaser tancorrosivocomo lasensaciónde

serprescindible.Noeraunasensaciónconsciente,porqueeraabsolutamenteinvoluntaria.Silosmarines

hubieran pedido voluntarios para una campaña imposible como la de Guadalcanal, casitodosloshombresqueentoncesestabancombatiendohabríandadounpasoalfrente.Peroesoes sacrificio, voluntariedad.Serprescindible teprivade la sensaciónde júbilopor tuactodeabnegación,deesalibertadabsolutadequiendecidesacrificarse.Serprescindibleteponeenelpapelde lavíctimamásqueenelpapeldelverdugo,situaciónquesiempreresulta penosa. Dudo que Isaac hubiera aceptado el cuchillo de su padre, Abraham, sinreprocharle; sin embargo, por el mismo Señor, habría ido tan contento a la muerte milveces.Elmundoestállenodesacrificiosdehéroesymártires,perosólohubounaVíctima.

Sinosotrosíbamosaservíctimas,estábamostanfirmementeapegadosanuestropapelcomoIsaacdestinadoalosgusanos.Nopasabaniunsolodíasinquepensáramosenello.

—Teniente,¿cuándovamosairnosdeestaisla?—Amíquemeregistren.Nolosé.—¿Nopodríapreguntarlealcoronel?—¿Quétehacepensarqueéllosabe?

—oOo—

—Estacomidaestápodrida,teniente.—Sí,losé…peroserámejorquetelacomas.—Nopuedotomarotrobocadomásdeestearrozllenodegusanos.—Come.—¿Perocómopuedenesperarquenosotros…?—Come.—Peromedaasco.—Vale.Notelacomas.

—oOo—

—Creoquetengomalaria.Mire,tóquemelafrente.—Vaya,creoquetienesrazón.Ardientecomoelinfierno.Deberíasiralaenfermería.—No.—¿Porquéno?—¿Quésentidotiene?Sólomedaránaspirinas.Silafiebremesubemucho,mepondrán

enunatiendaconlosdemásyyaestá.Nomedejarániracasa.Nomesacarándeestaisla.Asíqueparaqué.

—Sí,supongoquetienesrazón.—Claro.Tengorazón.Asíqueprefierosufrirentreamigos.Ledigounacosa:nadiesaldrá

deestaisla,nisiquieraenunacajadepino.—Yquelodigas.¿Nocontamosyaconnuestropropiocementerio?

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—oOo—

Aquello sí era sentirse solo. Era la soledad de la guardia durante la noche, oyendo lamiríada de movimientos y esforzándote por detectar, bajo ese ritmo irregular de lanaturaleza,elruidoregulardelhombre.Soledad.Éseeraelpozoqueseabríabajonuestraansia,nuestroconstantereprochealmundo.

Enotrosentido,enunsentidocasisensiblero,noshabíamosacostumbradoalaideadeser huérfanos. Y creíamos que a nadie le importaba. Todos losmillones de habitantes deEstados Unidos haciendo las mismas cosas todos los días: yendo al cine, casándose,asistiendoalasceremoniasdegraduaciónenlasfacultades,participandoenreunionesdeventas,disfrutandodecharlasdecafé,leyendoeditorialescontralavivisección,escuchandodiscursospolíticos.ÉxitosdeBroadwayy fracasosdeBroadway,horriblesrevelacionesenlas altas esferas y asesinatos en los bajos fondos apareciendo en los titulares de losperiódicos sensacionalistas, vandalismo en cementerios y famosos convirtiéndose a la fe:siempreigual,todo,todo,todo,elimperturbableEstadosUnidosdetodoslosdías.Todoesosucedíasinquededicaranunsolopensamientoaningunodenosotros.Así locreíamos.Yahorapareceunatontería.

Pero entonces era bastante real, y creo que nos habríamos vuelto insoportablementeamargados en aquel río maldito, si no hubiera llegado por fin un cambio liberador ydesgarrador:nosenviaronatomarnuevasposiciones.

Abandonamoselrío.Loabandonamossinmáspreámbulos.Nosechamoslosmacutosala espalda y las armas al hombro, atravesamos el puente demadera donde el Tenaru securva,dejamosatráselcubildeloscocodrilosysubimosunacolinaybajamosalosllanos.

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Capítulo10

Aquello fueunrespiro.Nuestraestanciaen los llanos fueroncomounasvacacionesentresemanaquetesalvandeltediolaboral.Undescanso,unasvacacionesdeinvierno.Elmiedocasipareciódesvanecerse.Comosiestuviéramosparticipandoenunamisiónarqueológicaounapartidadecaza.Sólolaausenciadelucesporlanochenosrecordabaaltripleenemigo:laoscuridad,lajunglayeljaponés.

El terrible calor que hacía en aquellos campos sofocantes de hierba kunai no podíaangustiarnos,pueshabíamosconstruidounfosodeametralladorasdeldobledeltamañodesus predecesores en el Tenaru y podíamos encontrar refugio en sus frescos confines.Nuestrofosoeradehechounfuerte,quizátangrandecomounacocina,deunosdosmetrosdeprofundidad.Encimahabíaunacapadobledetroncos,unascuantaspulgadasdetierrayunagruesacoberturadehierbasilvestrequeechóraícescasiencuantolaplantamosyque,aunasdocenasdemetrosdedistancia,dabaalatrincheraelaspectodeunmontículo.

Connuestrogranradiodetiroextendiéndosecomounenormemarsincosecharyconnuestradesagradablereddealambradascomobajíoperversoparaatrapara los incautos,sentíamosquesóloteníamosquepreocuparnosdeunimpactodirectodeunbombarderoounacorazado.

Nosretiramosdetrásdenuestrasdefensasparaholgazanearyatendernuestras«úlcerastropicales».Éseeselnombrequedábamosacualquier llagaquesupuraseosehinchara,especialmente a aquellas que llegaban hasta la cobertura exterior del hueso. Sólo unoscuantosno tenían laspiernasy lasmanoscubiertasdeaquellasdolorosas rosetas rojasyblancas,rojasdesangre,blancasdepus,yamenudorodeadasdelnegrodelasmoscasqueallísealimentaban.

Sí,habíalujoenloscampos.Teníamoscamas.Ennuestrazonasehabíadescubiertounsuministrodecuerdajaponesa.Hicimoscamasconella,arrastrandotroncosparadarformaauncolchónrectangulardecuerdatrenzada.

¡Quécomodidad!Secos,calentitosyencimade latierra.Ningúnhedonistaensucamadeplumasysatén,consudoseldesedaen loalto,conlacampanillaal ladoysuamanteenroscadaalospies,podríahabernossuperadoenpuroplacer.

RisitaseIndianadormíanunoalladodelotro,puesapenasunaspulgadasseparabansuscamas,al contrariode loquehacíansusotroscompañerosdeguardia, comoYardasyyomismo.Suscamasestabanaunadocenademetrosseparadasen losmatorralesentre lastrincheras y la jungla. Casi todas las noches, mientras Yardas y yo charlábamos entresusurros, podíamos escuchar el tronante avance de un cangrejo a través de losmatojos.TambiénoíamoslosronquidosdeIndiana,dejábamosdesusurraryesperábamos.

Entonces devenía el silencio, como una pausa entre notas musicales. Se rompía, demanera simultánea, por un alarido de Indiana, una risotada de Risitas y un increíbleestrépito,elcangrejocorriendoalugarseguro.

—Maldición,Risitas,esonohatenidoningunagracia.—¿Quépasa,Risitas,quéhapasado?EraYardas,conlavozahogadatratandodecontenerlarisa.—Es el cangrejo otra vez. El cangrejo de Indiana. Se ha vuelto a colar, ha cortado la

cuerdayhapinchadoaIndianaenelculo.

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LarespuestadeIndianaescandalizóalanoche.Perosurgiólarisaparacurarelagravio,grandescarcajadasquesaltaronalcielohasta

queinclusoelafrentadoIndiananopudocontenersetampoco.¿Cómopuedetenermiedounhombrecuandosucedencosasasíasualrededor?

—oOo—

Nuestros aviones habían empezado a desafiar la supremacía japonesa en el aire. SobreHendersonFieldteníanlugardiariamentebatallasaéreasy,comoestábamostancercadelaeródromo,muchas se desarrollaron sobre nuestras trincheras, pero ya compartíamos elmiedohacialosavionesynonosasomábamosmientrashubierabombarderosenelcieloosiguieracayendometralladelosobusesantiaéreos.

SóloCicatriz-en-la-Barbillacontinuódisfrutandodeloqueanteshabíamoscontempladoadmiradoscomounespectáculo.Sesentabaenloaltode latrinchera,babeandocomounniñoenelcirco,sinmoverniunapestañanisiquieracuandoeltronardelasbombasestabapeligrosamentecercaocuandoabajoenelfososepodíaoíreltintineodelametrallaquecaíaoelzumbidodelasbombasfragmentarias.Nosibadandounadescripciónendirectodelabatalla.

—¡Oh,chicos,ahívauno!Nosotrosoíamoselchirridodeunaviónenpicado.Luegounaexplosión.—Oooh.Esodebehabersidounabombadequinientos.Eh,Risitas,Lucky,subidaquí.No

sabéisloqueosestáisperdiendo.—Andaqueno—gruñíaRisitasy,entonces,alzandolavoz,añadía—:¿Quéquieresdecir

conahívauno?¿Unodequién?—Delosnuestros.Intercambiábamosunamiradadesorpresa.ElYardasocualquierotro,sacudíalacabeza.—¡Alhijodeputanoleimportaquiéngane!—¡Míralos! ¡Míralos! Ya los tienen. Los han hecho huir. Vienen los japos… están

despegando.A veces, lleno de exasperación o, cuando las bombas se acercaban más que de

costumbre,alguienlegritaba:—Ven aquí abajo, Cicatriz-en-la-Barbilla. Ven aquí, loco hijo de puta, antes de que te

vuelenelculo.Cicatriz-en-la-Barbillaseechabaareír.—¿Quédiferenciahay?Puedenvolarloaquítambién.Noimportanadadóndeestés.Site

toca,tetocaynohaynadaquesepuedahacer.Cuandosaletunúmero,seacabó,hermano.¿Porquépreocuparseentonces?

No se podía discutir con él, ni con los otros fatalistas. El destino era la norma enGuadalcanal.Estáescritodeuncentenardeformasdiferentes:«¿Porquépreocuparse?Teiráscuandotelleguelahora»,«PobreBill,llegósuhora»,«¡Fiuuu!Creíqueésallevabaminombreescrito».

Casi no se puede rebatir el fatalismo. Discutes hasta cansarte, pero hombres comoCicatriz-en-la-Barbillaseguíaninternándoseentrelasbombasquecaían.Dilesquenotelocreescuandodicen«Tevascuandote toca».Sugierequesonellos,a travésdesupropiatemeridad,losqueeligenelmomento.Déjalescaerqueellosmismossonsupropioverdugo,que sonellosquienes sacanunpapel con sunombredel sombrero.Recuérdalesqueaunhabiendodecidido ser fatalistas, contrariando así al sentido común, tampoco ellos lo hanelegido,pueshabrándecididoporfaltadeopción.

Es un buen argumento, una forma excelente de pasar el tiempo mientras caen lasbombas y Cicatriz-en-la-Barbilla, el inquietante y fatalista Cicatriz-en-la-Barbilla, seentretienealdescubiertosinrefutartuspalabras,élsoloentreelaceroylasexplosiones.

Un día de calor, me retiré de la trinchera cubierta de barro a la sombra de losmatorrales,dondemetumbéaecharunacabezada.Medespertécon latierratemblando.Me desperté sudando de miedo. La tierra se estremecía y supe que aquello era unterremoto. Me horrorizó que la tierra pudiera abrirse bajo mis pies y engullirme; medecepcionóqueno lohiciera,noverningunagranfisura.Laperdicióndebedeserasí: latierraabriéndose,latraiciónfinal,lanadabajolospiesylaeternacaídaentregemidos.

—oOo—

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MistripasrugíancontantahambreygasesqueYardassequejabadenopoderdormirdenoche.Confundióaquelruidoconellejanotronardelosacorazadosenemigos.Unanochedespertéylooílevantarsedelsacoycorrerhaciaelfoso.

—¡Todoelmundoarriba!—gritó—.¡Todoelmundoarriba!¡Sonlosacorazadosotravez!—Eh, Yardas —le grité—. Vuelve aquí antes de que te hagan volar. No es ningún

acorazado:sonmistripas.Regresó,maldiciéndomesinganas,unaespeciedeimprecaciónmansaysinesperanza.Naturalmente,Yardas teníabuenosmotivospara temera los acorazados cada vezque

oíamosun rumor sordo.Durante nuestra estancia en los llanos, los bombardeos desde elmar se convertían en un trueno. La tierra se estremecía bajo los impactos y entoncesestabanmáscercaqueenelrío.

Laprimeraandanada fue tanrepentinae inesperadacomoun terremoto.Nadieoyóelespectralpah-boom,pah-boom en altamar, ni oyó el correrde los proyectiles por el airehasta que aquel triple y desgarrador estrépito de los proyectiles al estallar desgarró elsueñocomoelsonidodelosfrenosdeuncochedesgarralaserenidaddelsalóndecasa.

Maldiciones cargadas de odio en la oscuridad, los pies corriendo hacia la trinchera,apretujarseyempujaralaentradacomolosneoyorquinosenelmetro.Otranocheperdida,otrosueñoconcedidoalenemigo.Seguíandesgastándonos.

La noche que se produjo el peor bombardeo llevábamos ya dos meses y medio enGuadalcanalylorecuerdocontotalclaridadporquefuelanochequecasimedejéllevarporelpánico.

La explosión de los primeros proyectiles desgarró de manera tan brutal mi sueñoprofundoquenopudecontrolarme.Sentíquehabíanexplotadoenmibolsillo trasero: lossiguientes,sinduda,meharíantrizas.

Meagarréfrenéticamenteamimosquitera.Tratédesalirdeella,tratédeabrirmepasoa través de la red. Entonces llegó la siguiente bomba de dispersión, casi a la mismadistancia que la primera. Toméaire ymequedéquieto unmomento, comopara alisar elnudodeinquietudquemehabíaprovocadoelpánico.

Lentamente,palpéparaagarrarporabajo lamosquiteray levantarla.Salíconcuidado.Meerguí,decidido.Entoncescorrídándomepatadasenelculoymedirigíalatrinchera.

Aquélfueelpeorbombardeo,perolopasédurmiendo.Habíarecuperadoelcontrol,mehabía librado del estigma del escarnio público, me sentía completamente confiado yrelajado.Noteníamiedo,asíquecaírendido.

—oOo—

ElRisitasencontrópapayasenlasorillasdelIlu.Noslascomimosporlamañanaantesdedesayunar,mientras aún conservaban el frío de la noche y la humedad de lamañana. EltenienteIvyLeagueseenteró,nospidióunpocoy,alverquenoslashabíamosterminado,organizóunapartidaparairenbuscadeesossuculentosmelones.

Nohabíamáspapayasen lasorillasdel Ilu,peroensu lugarencontramosalgomejor.Nuestra expedición en busca de papayas se convirtió en una expedición acuática.Apostamoscentinelas en la otraorilla ynos solazamosnadandoenaquelmaravilloso río.Aquéleraelmismoenelquenoshabíamosbañadoybebidoeldíadenuestrodesembarco,todavíarápido,todavíafrío,todavíaundeleiteparalapielacaloradaysudorosa.

Los trópicos tienen su propio analgésico, lo que elmundomoderno llama «añadidos».Comolafrescalechedecocoolosrápidosriachuelosquebajanbailandodesdelascolinas.Arroyos como el Ilu y el Lunga nos mantenían sanos. No tengo ninguna estadística queapoyemitesis,peropormispropiasobservacionespuedoafirmarquequienesnossolíamosbañarenelloséramoslosmenosafectadosporlasúlcerasolamalaria.

Peronuestroredescubrimientodel Ilu llegódemasiadotarde.Sólohabíamosdisfrutadouna semana de sus encantos, cuando se nos notificó que debíamos prepararnos paratrasladarnos.Nosíbamosaemplazamientosnuevos.

—Hallegadoelejército.—¡Vengaya!—Tedigoqueestánaquí.Yomismoloshevisto—eraRisitas,gesticulandoairadamente

conunamanomientrassecolgabaconlaotraunabolsablancaalhombro—.Heestadoenlaplaya…enLungaPoint.Loshevistodesembarcar.

—¿Quéllevasenlabolsa?—preguntóYardas.ElRisitassonrió.Sesentósobresuscuartostraseroscomohacíacuandonohabíaotro

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sitiodondesentarseyelsueloestabaenfangado,yseechóareír.—Nuncahevistounacosaigual.EstabaenlaplayajustodondeelLungadesembocaen

labahíaydondevilosbarcos.Algunosdesembarcabanenflotillasyhabíaunpuñadoenloscocoteroscuandoalguiengritódepronto«¡Alertaroja!».Pobreshijosdeputa,sentílástimaporellos.Lashabíanpasadocanutaslanocheanterior.Elgranbombardeonavaleraparaellos.Heoídodecirquelosjaponesesllegarondemasiadotardeparahundirsusbuquesdetransporte,asíquedescargaron lasbombasenelaeródromo.Noalcanzóa lossoldaditos,perolosacojonódeveras.

De todas formas, no estaban preparados para actuar ante una alarma antiaérea.Empezaronacavaryaesparcirseporlaplaya.Aunodesusoficialesseleocurreunaideabrillantey,alaprimeradecambio,correnaponerseacubiertoenlajungla.

Risitashizounamueca.—Tendríaisquehaberlosvisto.Aquellofuelamonda.Encuantolossoldaditossepiran,

todaunahordademarinessalecorriendodelajungla.Sucediócomosiestuvieraensayado.Los soldaditos desaparecen por un lado, los aviones llegan y empiezan a bombardear elaeródromoyesosmarinescurtidossalendelajunglaporelotroladoyempiezanasaqueartodoloquelossoldaditoshandejadoatrás.Parecíacomosiunciclónhubieraarrasadoelbosque.Cuandolossoldadosregresaron,lamitaddesuscosashabíandesaparecido.

Solíamosdivertirnosacostade los soldadosde infantería,haciendo las típicasbromasquemásdisfrutanlosmarines.

—¿Quieresdecirqueestuvistemirandotodoesetiempo?—preguntóIndiana,incrédulo.—¡Demonios,no!Sólolosvisalirdelajungla.Cuandoviloqueestabanhaciendo,meuní

aellos.—¿Quéconseguiste?ElRisitasabriósubolsa,tambiénrobada,yrevelósucontenido.Aquéleraelbotíndeun

ladrón juicioso. Nada de tonterías, nada de adornos inútiles o recuerdos de ese mundoartificial que habíamos dejado en casa, como afeitadoras eléctricas o anillos de oro ocarteras, sino material útil del que no tenía precio en nuestra isla, como calcetines ocamisetas,pastillasdejabónocajasdegalletas.EsofueloquerobóRisitasyloaplaudimoscomo los hombres de RobinHood podrían haber cantado alabanzas a Little John tras suregresodeunaincursiónalaciudaddeNottingham.

Pasadasunashorasnosenteramosdequeesamismaunidaddel ejército ibaaocuparnuestropuestoenel frente.Nosalegramosdeoírlo.Su llegadaaGuadalcanalsignificabaqueyanoestábamosrodeados.Apartirdeentonces,elcontactoconelmundoexteriorsenormalizaría.EldestinodeWakeIslandyanonosobsesionaríamás.Nuestramarinahabíavuelto.LopeorquepodíasucedemosahoraeraDunquerque.

Así que nos alegramos de ver a los soldados avanzando hasta nuestras trincheras.Aparecierondespuésdeotra incursiónaérea,muy intensa.Aúnnoestaban infectados.Laguerra seguía siendo una diversión para ellos. Sus rostros eran todavía carnosos, suscostillas cubiertas, sus ojos inocentes. Aquellos hombres eran mayores que nosotros,veinticinco años de media frente a nuestros veinte, pero los tratábamos como a niños.Recuerdocómodosdeellos,cuandoseenterarondelaexistenciadelIlu,sedirigieronhaciaallídeinmediato,abriéndosepasoentrelaalambrada,comobotánicosenunaexcursióndecampo.

Lesgritéquevolvieran.Nopuedodecirexactamenteporqué lohice,quizáporquenoparecíanmostrarelrespetodebidoalpeligro.

Laalambradalesparecíaunapistadeobstáculos,lajunglaenemigaunbuenlugarparamerendar. Su curiosidad era infantil, sus mismas espaldas comunicaban confianza y seburlabandemisrecuerdossombríosdeestaisla.

—Volvedaquícagandoleches—gritéyregresaron.—¿Quéocurre?—preguntósuoficial.Yyorespondí,conexageradapreocupación:—Allíhancaídoalgunasbombasyquizáseandeefectoretardado.Élsedioporsatisfechoymediolasgracias.—GraciasaDiosquehayalguienqueconoceestascosas.Mehizosentirmecomouncapullo.Así que nos despedimos. Los dejamos en los llanos. Los dejamos tomar posesión de

nuestro magnífico campo de tiro y nuestras sólidas trincheras y nuestros preciososcamastros de cuerda, nuestra alambrada y el Ilu, y subimos a los camiones que nosesperaban.

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Habíamosvividoenlasarenasdelaplaya,enel lododelaorilladelrío,enlarevueltahierbakunaidelallanurayentoncesíbamosalcoraldelasmontañas.

Subimosysubimos,dandovueltasymásvueltas,porcaminosqueparecíanenredarseentornoanuestramontañacomouna serpienteenroscada,hastaque llegamosalnivelmásaltoynosdijeronquebajáramosdeloscamiones.

Asífuecomollegamosalrisco.

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Capítulo11

Elriscosealzabacomolaespaldadeunaballenaenelmaroscuroyrevueltoporelvientoqueeralajunglaquenosrodeaba.Sealzabaparadominarunavisiónpanorámica,nosólodelabahíasinodetodoelnortedeGuadalcanal.

EltenienteIvyLeaguenosanimaba,mediotrotandodelantedenosotros,comosifueraun entrenador de fútbol que sale al campo unos metros antes que su torpe equipo deuniversitarios.Noscondujoalapuntasurdelaballenadondeelmorrosecurvabahacialajungla.Nos habían dado una ametralladoramás quemanejar. Dividió nuestro pelotón endos.

—Risitas,túteencargasdeuna.Lucky,túdelaotra.Laurgenciahacíaquesuvozsonaramásagudayesonospreocupó.—Mirad—dijo,señalandomásarribadelajungla—.EsoesGrassyKnoll.Alguienseburló.—Bueno,sinollegamosnunca,almenospodremosdecirquesílohemosvisto.Eltenientesemordióloslabiosycontinuó:—Inteligenciadicequelosjaposseestánconcentrandoallí.Selosesperaestanoche.Supúblicoyanoabriólaboca.—Ahíesdondelosdetuvieronlosraidersylosparamarines,peropuedequelointenten

denuevo.Poresotenéislaotraametralladora—sevolvióamirarhacialajungla—.EsodeahíeselsenderohaciaGrassyKnoll.

Nadiedijonada,yélhizoungestoparaquemipelotónyyolosiguiéramos.Saltamosporla faldadenuestramontaña,unacaídadedosmetros.El teniente señalóunaespeciedecuevabajaexcavadaenunlado.

—Emplazadallí elarma—dijo,y semarchó,prometiendoenviarcomidacalienteantesdelanochecer.

Aquelloeraunatrampa.Unatrampa,trampa,trampa.Aquelloeraunojociego,unojomaligno,unacuencaciclópeaqueasomabaalcostadode

la montaña de tierra rojiza y daba al estrecho barranco de donde, incluso en aquelmomento,lanocheseextendíahacianosotros.

Nosmiramosunosaotros.—Muybien—dije—.Emplacemoselarmaaquí.Emplazamos la ametralladora sin decir palabra. No había espacio para más de dos

hombres:miayudanteyyo.MiayudanteeraCincinnati,untiporubio,cuadradoytranquilode Ohio que se distinguiría en Australia prestando dinero a sus camaradas al diez porciento.

Los otros (Yardas, El Roble, Red el sanitario y Amish, el holandés de Pensilvania) sedispersaron por la falda de la colina. Pude oírlos marcharse, alejándose más y más deaquellatrampa.Nodijenada.¿Quiénpodíareprochárselo?Mesentícomounhombreatadodemanos.Imposiblecombatirdesdenuestraposición.Caeríansobrenosotrosantesdequenos diéramos cuenta. La fila de hombrecitos amarillos que subiera por el sendero nosdispararía a unos pocos metros de distancia. Si los rechazábamos, sólo sería por unmomento:nuestracuevaestabatanmaloculta,tanmalelegida,queunagranadademano

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acabaríaconnosotrosalprimerintento.Nisiquieratendríanqueapuntar.Si llegaban esa misma noche, moriríamos en nuestro foso del tamaño de un sello de

correos. No podríamos escapar. Peor, no podríamos detenerlos, ni siquiera podríamosretenerlosunpoco.Unacosaesmorir,otramorirenvano.

Cayó lanoche.Permanecimos sentados en la oscuridad, enel silencioqueamplificabatodo sonido, escuchando nuestra propia respiración como el moribundo que se busca elpulso, sobresaltándonos con el sonido de la tierra que se desmoronaba suavemente anuestroalrededor.Debajo,lajunglaseagitabainquieta.

Empezamos amaldecir. En voz baja, siempre en voz baja,maldijimos la estupidez deloficialquehabíaestablecidolaslíneasdedefensa,lainsensatezdeIvyLeague;maldijimospor hechos aislados o por pares, generalizando o concretando y, cuando terminamos,cuandoexpulsamoselvenenodeladesesperanza,mevolvíhaciaCincinnatiyledije:

—Empiezaadesmontarlaametralladora.Noslargamosdeaquí.Nostrasladaremosaloaltodelacolina.Nosétú,peroyonopiensomorirsinpelear.

—Yquelodigas—susurróél,yempezóadesmontarelarma,mientrasyosalíaarastrasdelacuevaparaadvertiraloshombresdelacolina.

Losllaméenvozbaja.—Yardas…Amish…—¿Erestú,Lucky?—eraAmish,sorprendidoyconunapizcadereceloenlavoz.—Sí, soy yo.Mira. Vamos a subir, vamos a emplazar la ametralladora en lo alto de la

colina.Estoesunatrampa.CubridnosmientrasnosmovemosydilealYardasqueavisealRisitasylosdemásparaquenonosdisparen.

—Vale—susurróél,yyomearrastrédevueltaalacueva.—Cogeelarmaylalatadeaguayyollevaréeltrípodeylacajademuniciones—ledijea

Cincinnati.Élnodijonada.—Vamos—susurréentonces.Nonosmolestamosen tratardearrastrarnosconnuestra

molestacarga.Derribamosapatadaslossacosterrerosqueprotegíanlabocadelacuevaysalimoscorriendodeaquelpozoclaustrofóbico.

Sudábamoscuandoterminamosdeemplazardenuevoelarma,peroaliviados.Teníamosespacioparamovernos.Yapodíamoscombatir.

No estábamos tan nerviosos. Ni diez minutos más tarde, me incliné hacia delante ycoloquéunamanosobreelbrazodeCincinnati,puesmeparecióoírmovimientoabajo,alaizquierda.

Cuandomeparecióoírunaordensusurradacomo«¡Porallí!»,susurré«¡Ahívienen!»ylequitéelseguroalarma.

Esperamosaloshombrecitosamarillos,aquelasiluetadesuscascosenformadesetaserecortaracontralanegramasadelajungla.Peronoaparecióninguno.

Novinieronentodalanoche,aunqueoímosdisparosyelbramidodelosmorteros.Porlamañana,descubrimosqueelataquehabíasidocontraelejército,contra lamismaunidadquenoshabía reemplazadoesedía.Sehicieron fuertes trasnuestrasgrandes trincheras,trasnuestrasalambradasyennuestrocampodetiroymasacraronalosjapos.

Nospareciódecepcionante,noquenohubieranidocontranosotrosenelrisco,sinodeno haber estado en la llanura para abatirlos. Nos alegrábamos de que no nos hubieranatacado, expuestos como estábamos. En el risco nos habrían barrido, aunque quizáshubiéramospodidocontenerlos.

Esamañananosenteramostambiéndequeaquellanochehabíamossidoprescindibles.—¿No losabías?—preguntóunode losotrosartillerosqueestabanapostadosunpoco

másatrásenelrisco—.Teníamosórdenesdedispararatodoloquesubieraporlacolina.—¿Sí? ¿Y si subíamos nosotros? ¿Y si las cosas se hubieran puesto feas y hubiéramos

tenidoquereplegarnos?Elhombreseencogiódehombros.—¿Quécreesquehabríamoshecho…pediroslacartillamilitar?Oshabríamosvoladoel

culo,esoestodo.Indianaabriómucholosojosymaldijo,indignado.—¡Noshabríamosidoalinfierno!Nadiemecriticóporhabertrasladadolaametralladora.EltenienteIvyLeagueloaceptó

cuandolemostréquedesdeesesalientepodíamosdominarelcaminoentero,asícomolosbarrancos, y que también podíamos hacer fuego cruzado con el Caballero, situado por

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encima y más a la derecha. También, si tomaranmi emplazamiento, el Caballero podríahacerfuegodirectosobreellos.

¡Enquéfortalezaconvertimoselrisco!Limpiamos ambos lados de los barrancos. Aplanamos el terreno y lo cubrimos de

alambrada.Sembramoslajunglarestantedebombastrampahechascongranadasdemano.Llenamoslatasdecincolitrosdegasolinaylasatamosalosárbolesenlugareshaciadondeapuntabannuestrasametralladoras,deformaquepudiéramosdispararbalasincendiariasyprenderles fuego. Cogimos proyectiles de artillería de 105 mm y los enterramos en lajungla,preparándolosparahacerlosdetonarconcableseléctricostendidosdesdenuestrastrincheras.Cavamos fososparadisparar con los fusiles entre las trincheras y,más tarde,otras trincheras más profundas que corrían de una a otra, de modo que los riscosdominados por las ametralladoras y los fusiles de la Compañía G estaban cubiertos defortificaciones.Finalmente, exploramosel frentede la junglaenbuscade todoel terrenollano, donde el enemigo podría sentirse más inclinado a emplazar morteros oametralladoras o donde eramás probable que iniciaran un ataque, y los exploramos connuestrasarmas,preparandoelalcance,cadahombremidiendocuidadosamentesupropioradiodetiro,paraquepudiéramosdisparardenocheyalcanzarelblanco.

Mientras tanto, un sol terrible nos atacaba.No había ni un solo árbol en el risco.Noteníamosningunasombra,salvoenlastrincheras,yamediatardenisiquierapodíasestarenellas.

Estábamosempapadosensudorylasmanosylaspiernasplagadasdeúlcerasabiertas.Quéamargaydesesperada rabia sientesal ver la sangreproducidaporunaalambradaysaber que no puedes hacer nada para que la herida no se te llene de moscas. Sólo elmovimientoconstantemanteníaapartadosaesosansiososysucios insectos.Poraltosqueestábamos,noerasuficientealturaparaellos.Habíamosdejadoatrásalosmosquitos,perolasmoscassealimentabanincesantementedenosotros.

A veces el pus se acumulaba hasta extremos dolorosos y entonces Red, nuestroenfermero de combate, sacaba un mellado escalpelo de su equipo y hurgaba la herida.Examinabaunallagaespecialmenteinflamadaysilbaba:

—¡Ufff…!¿Cuántotiempohacequetienesesto?—Comounasemana.—¿Ah, sí?—preguntaba tranquilamente, comounhombreque lepreguntaaunvecino

porlasfloresdesujardín,yentoncesclavabaelcuchilloenlaheridacontodalagraciadelhombrequeamasutrabajo.

Brick, demi pelotón, sufría terriblemente con las úlceras. Tenía las piernas plagadas.Sufríatambiénporelcalor,comoRed.Aquelloeratodounsuplicioparaambos,puesteníanlapielmuyblanca,ajuegoconsupeloencendidoysusojoscelestes.Peroreaccionabandeformadiferente.Bricksucumbía.Todoslosdías,cuandoelsolalcanzabasucénitseretirabade la trinchera y se tumbaba con la cara contra las frías cantimplorasde agua, un trapomojadoenlafrente.Avecessedesmayabaosecansabatantoquenopodíamoverse.Sóloqueloenviaranatrabajarenpuntosmásfrescosdelalíneadedefensa,oquelalluvianosbendijeraconunavisita,lesalvabadesudiariaagonía.

Redseconvertíaenuntopo.Conelcascoporencimadelosojos,cubríatodosucuerpocomosiestuviéramosenelártico.Sereplegabaensímismo.

Dejabadehablarnos,exceptoparadispensarconsejosmédicosconunaplomoquesólorivalizabaconsuescandalosaignoranciadesupacienteoparaenzarzarseenunaespeciede frenéticomonólogoreferidoasusposibilidadesdeser trasladadoasuciudadnataldeUtica,sisobrevivíaaGuadalcanal.

¡Peroaquelcasco!Siemprelollevabapuesto.Lollevabapormiedoalcalorypormiedoalas bombas.Dormía con el casco puesto. Se bañaba con el casco puesto.No era extrañoverlo, de pie en medio del arroyo cercano a las líneas de la Compañía E en nuestraretaguardia,sucuerporidículamenteblanco…¡yconelcascopuesto!

Mencionárselo, gritarle «¡Red, quítate ese maldito casco!» conllevaba arrancar unamiradadeodioanimal.Bajoaquelcasco,surostroseempequeñecíaysecargabadeodio,comounanimaldedientesafilados.

Pronto el casco se volvió una fijación para nosotros. Queríamos quitárselo. NosrecordabacontinuamentequeRedseestabavolviendomajaretay,despuésdeél,¿aquiénletocaría?Planeamoslibrarnosdelcasco.

—Lo único que podemos hacer es acribillarlo y llenarlo de agujeros —dijo Risitas.Estábamosacuclilladosenlafaldadelamontaña,dondesiempre,amediocaminoentreel

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fosodelaametralladoradeRisitasylamía.Redestabasentadoalgoapartadodenosotros,comountopo,conelcascotapándolelosojosentrecerrados.Indianareflexionóysonrióconpicardía.

—¿Quiénvaadisparar?—Yo—dijoRisitas.—Oh,no,nihablar.Loecharemosasuertes.ElRisitasprotestó,peroestabaenminoría.Nosirviódenada.Sacólapajitamáslarga.ElplaneraqueYardasentretuvieraconsucharlaaRedmientrasyomeacercabapor

detrásylequitabaelcasco.Risitaslorociaríaconbalasdeametralladoramientrasrodabamontañaabajo.

Yardas se acercó y se sentó junto a Red, preguntándose en voz alta si sería posible,cuandonos relevarandeGuadalcanal, hacerse conunbuenbillete de vuelta a casa.RedinmediatamentesepusoahablardeUticaydeltemaquemáslegustaba.Mefuiacercandoaélylequitéelcasco.

LaametralladoradeRisitasempezóarugirytartamudear.LassorpresasgemelasdeperderelcascoyescucharelsonidodelarmahicieronqueRed

se pusiera en pie como impulsado por un resorte. Se llevó las manos a la cabeza, a lacabelleradespeinadayllameante,comosiselahubieranllevadoconelcasco.Seveíaterrorensurostro.Todossaltábamos,agitandolosbrazosygritando.

—¡Adelante,Zeke!—¡Hip,hip,hurra!—¡Eh,Red…,lástimaquetutontacabezanoestédentrodeesecasco!—¡Dispara,Risitas…,dispáraleaesamalditacosa!—¡Yaaa-jú!Llenodeagujeros,elcascorodóhastaperdersedevistabajandolamontaña.Yardasle

gritóalRisitasquedejaradedispararycorrióarecuperarlo.Locolocóencimadeunpostedelaalambradadondeloconvertimosenuncolador.LuegolosubióyloarrojóalospiesdeRed.

Red lomiróhorrorizado.Se volvió amirarnos:ni siquierahabíaodio en susojos, sólolágrimasymáslágrimasylaaturdidaexpresióndesúplicadelanimalquehasidoabatido.

Confiábamos en que finalmente se hubiera echado a reír. Pero lloró y corrió hacia elpuestodeenfermeríadelbatallón.

Allí se quedó, hasta que le encontraron un casco nuevo y lo convencieron de queregresara a nuestros emplazamientos. Cuando lo hizo, su conducta fuemás distante quenunca y jamás sequitó la cinta que le sujetaba el casco a la barbilla.Nadie se atrevió abromearconélsobreelcascoquehabíamosreducidoachiribitas.

—oOo—

Eranoviembre,tresmesesypicodesdequedesembarcamos.Losjaponeseshabíanestadoatacando el perímetro de nuestra división durante todo octubre, parecía, haciéndolosiempre en un frente estrecho, penetrando algo por la noche y, luego, por la mañana,replegándoseconenormespérdidas.Sinembargo,continuabanviniendo.Casinohabíaunbatallóndenuestrostresregimientosdeinfantería(elPrimero,elQuintoyelSéptimo)quenohubieralibradosupropiabatalla.Igualquelossoldaditosdel164Regimiento.Perolosjaponeses continuaban viniendo. Podíamos verlos, a veces, bajando de sus buques detransportevaradosenlaorilladeKokumbona.

A veces los viejos Airacobras despegaban y enfilaban los buques de transporte parabombardearlosyametrallarlos.Nosotrosaplaudíamosybailábamosmientraspasabansobrenosotros, caminode lamatanza.Veíamos, fascinados, cómo losAiracobrasenfilabanparaametrallarosoltarsusbombasenaquellalenta,enorme,temibleparábola.

Perocontinuabanviniendo.Yacontabanconartilleríapesada:enelríoMatanikauusarontanques pesados. Continuaban viniendo contra nuestras líneas, continuaban siendorepelidos, pero todas las noches los esperábamos. El tiempo se había convertido en unterribleritmoentrecortado,comolarespiracióndeunniñoasustadoporlossonidosdelaoscuridad.Todaslasnochesconteníamoselaliento,loshombresdelaPrimeraDivisióndeMarinesy lossoldadosde infanteríaquesehabíanunidoanosotros (en losriscos,en losbarrancos,mirando hacia elmar desde la playa, protegiendo los ríos, agazapados en losrefugiosdelaeródromo),todosconteníamoselalientocomounúnicoorganismogigantesco,atentosalossonidosdelintrusoenlaoscuridad.Todaslasmañanasdejábamosescaparun

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largo,lento,silenciososuspiro.Continuabanviniendo.Conellos veníanmásymásaviones,desdeRabaul,plateadosybrillantes, comopeces

voladores, altos en el cielo azulísimo. A veces, antes o después de que los bombarderossoltaran su carga, había combates aéreos sobrenuestro risco, tan cercaqueparecíaquesóloteníamosqueestirarlamanoparatocaraloscombatientes.

Un día, en una de aquellas refriegas, a un Zero le dio por jugar con nosotros yametrallarnos.Risitasseenfadótantoquesacósuametralladoradelfosoylaemplazóparacontestarle.Aun siendoconscientede ladificultaddealcanzar aunZerodisparandounadiminutaametralladoradelcalibre30enterrenodescubierto,nopudosoportartenerqueestaracurrucadoenlatrincheramientraseljaposedivertíaanuestracosta.

MaldijoalZeromientrasvirabaconelegancia,yseesforzóporcolocarlaametralladoraenposición,gritándome:

—¡Vamos,Luck,échameunamano!Corríaayudarle.PeroelZerohabíaviradoyregresaba.Antesdequepudieraalcanzarlo,

se lanzóhacianosotrosconunrugido.Alver losmontículosdepolvoque levantabansusbalas,aloíreltintineomusicaldeloscasquillosvacíosalcaersobreelrisco,medimediavuelta y eché a correr. Salté desde la falda de la colina, sobre la cueva que habíaabandonadolaprimeranoche.OíalZerorugirsobremíantesdecaeralsuelo,dosmetrosmásabajo.

Enlacimadelacolina,Risitasmaldecíacomoloco.Volvíasubir,leayudéaemplazarelarmay lacarguéymeagazapéasu ladoparairalimentándola.EsperamosaqueelZerovolviera.

Elavióngiróyselanzóhacianosotros.—Vamos,hijosdeputa—gruñóRisitas—.Estaveznolotendrástanfácil.El tintineo había vuelto a comenzar; las nubéculas de polvo bailaban hacia nosotros;

nuestra ametralladora tartamudeaba, cuando, desde detrás del risco, aparecieron dosAiracobrasvolandoalaconalayelZerodesapareció.Digoquedesapareció.Supongoquesaltó en pedazos, desintegrado por el impacto del cañón que los Airacobras llevabanmontado en elmorro. Pero no oí ninguna explosión, quizá porque para entonces nuestroriscosehabíaconvertidoenunaruidosaollaapresión,conelcombatede losaviones,elbombardeodelaeropuertoylasexplosionesderespuestadelosantiaéreos.

Los antiaéreos nos producían tanto resquemor como el enemigo. La mayoría de susdescargasaéreasestallabandirectamentesobrenosotrosyamenudonuestroriscosonabacomounxilofónconlametrallaquecaía.

Nos poníamos a cubierto, tanto de la lluvia de azufre como de las bombas o balasenemigas.Noeraagradablecaminarporelriscosinoestabasacubierto,vera lahuesteenemigaacercarsey lasnegrasexplosionesde losproyectilesestallandoasualrededorydespuésoíreltableteodelametralla.

Undíaclaroamediadosdenoviembrepasabayoporelpuestodemandodelbatallóncuandogritaronalarmarojajustocuandolosbombarderos,volandomuyaltoenunatensaV, aparecieron en el cielo. Nuestros antiaéreos lanzaron una negra nube de explosivos,obligándolosaviraryaarrojarsusbombas,quecayeronsincausardañosenlajungla.

Prontomequedé solo. Todo elmundo sehabíapuesto a cubiertobajo tierra.Corrí deagujeroenagujero,buscandolaentrada.Perotodosestabanllenos.Porfinlleguéalrefugiodelosoficiales,abiertoenlafaldadelacolina.Conlosfragmentoscayendoamialrededorcomouna fuga escalofriante, levanté la lona que cubría la entrada yme encontré con elformidable ojo de cristal del capitán Caderas-Altas. ¡Qué desdén! ¡Me miró como si yotuviera un billete de segunda y hubiera intentado entrar en un vagón de primera! Suhostilidadfuetanbrutalcomounbofetónenlacara.OdiéaCaderas-Altasyatodasuclase.

Murmuréunadisculpaydejécaerlalonaensusitio.Meretiréalasoledaddelriscoylalluviademetralla,jurandoquepreferíamorirahífueraaquemedespreciaranallídentro.Peronorecibíniunarañazo:sólosufriómisensibilidad.

—oOo—

Recuerditos volvió a aparecermientras estábamos en el risco.No lo había visto desde elTenaru.Ahoraeramiembrodelamediadocenadetiradoresdeprecisiónqueservíancomoexploradoresdelregimiento.AintervalosdeunasemanaoasípodíabajaralajunglaeirdeexpediciónhastaGrassyKnoll.Conélibaunsargentodemarinesdelosviejostiempos,un

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ancianofornidoytaciturnoconunasalvajematadepelorojoyunaenormebarbacoloradaqueledabaelaspectodeunSantaClausdel infierno.Nuncahablabamientrasbajabananuestracolinafrenandoelpaso,peroaRecuerditosleencantabaelrevueloquecausabasupresencia.

—Eh,Recuerditos,¿traestustenazas?Recuerditossonreíaysepalpabaelbolsillotrasero.—Yameconocéis.Antespreferiríaolvidarmifusil.—¿Qué teparece,Recuerditos?TedoydiezpavosporesesaquitodeBullDurhamque

llevasalcuello.—Sí,yateveovenir.¿Yporquénounlitrodemisangre?—¿Cuántosdientesguardasenesesaquito?—Esoesasuntomío.—¿Uncentenar?—Siguecalculando,chaval.Notecortes.Sonriendo con picardía bajo su mostacho retorcido, Recuerditos desaparecía en la

jungla, pero su famoso saquito de Bull Durham lleno de dientes de oro japoneses habíadejadoasusexcitadosadmiradoreshaciendoespeculaciones.

—Mepreguntocuántosdientestendráesemamónenesesaquito.—No lo sé, pero un compañero de su antiguo pelotón de la Compañía F dice que

consiguiócincuentaenlaPuntadelInfierno.Yesofuehacetresmeses.Yllevasaliendoenpatrullas continuamente desde entonces. Como mínimo debe de tener setenta y cincodientesdeoroenesesaquito.

—Talvezunosdosmildólares. ¡Joder!Megustaría teneresapastacuandovolvamosaEstadosUnidos.Mepillaríaunahabitaciónenunhotely…

—¿QuédemoniostehacepensarquevasavolveraverEstadosUnidos?—¿Dóndecreesquevamosaircuandosalgamosdeaquí?—Aotraisla,¿adóndesino?¡QuiencreaquevaavolveraverEstadosUnidosdenuevo

estálocodeatar!Tedaránunapatadaenelculoyteharándesembarcarenotraislatanrápidoquenisiquierasabrássireírollorar.AquínadievaavolveraverEstadosUnidos,almenosnoenmuchotiempo,salvoquelollevenaenterrar.

—¡Oh,cierraelpico!

—oOo—

Nosvolvíamosirritables.Nuestrasfuerzasseibandesgastandopocoapocoyalamayoríanosvencióelagotamiento.Amenudounhombreempleabatodassusenergíasaliracomer,bajar por la resbaladiza colina para ir a la tienda comedor emplazada en un barranco yluegosubirdevuelta.Aveces,silalluviahabíasidoespecialmentecopiosa,podíassaltartela comida: olvídala, aunque te rujan las tripas. La colina era demasiado resbaladiza. Lalluvia.

Se nos vino encima la estación de lluvias. En nuestro risco al descubierto nos llovíatorrencialmente. Te empapabas en cuestión de segundos, te castañeteaban los dientes yteníasqueecharmanorápidamenteatuscigarrillos,paraponerlosasalvodebajodelcasco,maldiciendoamargamentesihabíastardadodemasiadoenreaccionar.

Después de los cigarrillos, lo que más nos preocupaba era nuestra munición. Por lapendiente de la colina, la lluvia se colaba en nuestros fosos y trincheras, como si fueranpequeñosdesagües.Teníamosquecorreralosfososyapartarlascajasdemunicióndelasametralladorasparaquenolasalcanzaraelagua,poniéndolasunasencimadeotrasenlaplataformadetierradondeestabalaametralladora.Cualquierlugarsecoenlatrincherasereservaba para colocar la munición. Aquel que buscara refugio de la lluvia tenía quesentarsesobrelasgarrafasdeagua.

Habíadíasenterosdeaguaceroenquemequedabaallíempapadoytiritando,mirandoabsortodesdemifoso,viendocómola lluviagrissacudíayseondulabasobreelrisco.Enesosmomentos, tu cerebro parece que deja de funcionar. También parece retirarse a unlugar profundo, igual que los glóbulos rojos se retiran de la superficie del cuerpo enmomentosdegranexcitación.Dejasdeserracional,tevuelvessólosentido,comounalapapegadaaunbarco.Sóloeresconscientedelavida,lahumedad,lafríalluviagris.Sinestaretiradaautomáticadelarazónunhombresólopuedeseguiruncamino:volverseloco.

Como una lapa, mientras llovía hice un descubrimiento. Descubrí que incluso en lahumedadhaycalor.

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Yoeraelúnicodelriscoqueteníauncamastro.Locoloquéenmifoso.Porencimahabíatendido un poncho rociado de tierra. No se nos permitía que un palo sobresaliera delterrenopormiedoaqueelenemigoloconsideraraunblanco.Cavémifoso,enocasionesmidesagüecaseroymiponchosecombinabanparamantenermeseco.Perocuandollovíademaneracopiosaopersistente,nohabíanadaquehacer.

Elagujerosellenabadeaguaqueatravesabaelcamastroymeempapaba.Enocasiones,podíaestartumbadosobreunapulgadadeaguayconunpalmodeaguabajoelcamastro.Hacíafrío.Tecalabaloshuesos,porqueelintensocalorhabíadebilitadonuestrasangre.

Por fin, disgustado, llevé mi camastro a la falda de la colina. ¡Al demonio! Si esascriaturasmiopespodíanvera travésde la lluvia, sieran tanestúpidoscomoparaquererhacerlo,quelosjaposledispararan.Coloquéunamantamojadaenelsueloymeechéotrapor encima. ¡Se estaba calentito! Empapado, sí, pero cómodo; mojado, pero caliente.Aquelloeradeprimente,peromehizoreír.

Mírenme ahora, si quieren, y verán la guerra en el Pacífico.Miren al risco alzándosecomounaballenadelsalvajemarverdeoscurodelajungla,recorranesacolinapardaconlamirada y busquen signos de vida.No verán ninguno. Sólo verán caer la lluvia gris, lalluviayuncamastroyunhombresolitarioacurrucadobajounamanta. ¡Ah,peroes feliz!¡Él,sóloélentodoelmundo,conoceelcalorenvueltoenunamantamojada!

—oOo—

Yardascontrajolamalaria.Lotuvieronenelhospitaldecampañadelbatallónduranteunosdíasy luego loenviarona las líneasdedefensa.Todavía tenía fiebre,peronohabíanadaquepudieranhacerporél.Yacíaensufoso,incapazdecomer.Cuandoempezabaatiritar,leechábamos nuestras mantas encima. Cuando le subía la fiebre y empezaba a sudar, setumbabaysonreía.Apenaspodíahablar,perosusurraba:

—Seestátanbien.Seestátanbien.Tanbienyfresquito.

—oOo—

Amediadosdenoviembresupimosquesehabíaproducidolacrisis.Nuestradivisiónhabíarechazado a los japos repetidas veces, incluso había pasado a alguna ofensiva aislada,habíamosluchadocontratodotipodeadversidades,hastaquelabatallaparecióigualarse,peronohabíacabidaalequívoco:amediadosdenoviembresufrimoslacrisis.

Flotabaenelaire,formabapartedelaatmósfera;igualqueunhombrepuedesentirunapresenciahostilenlaoscuridad,sentíamosqueaquelloveníahacianosotros:lagranfuerzadechoquejaponesaprocedentedelnorte.

Siteníaéxito,caeríamostodos.Unacrisisnuncaseproducesinserprecedidaporelfalsooptimismo.Asípues,tambiénnuestracrisisvinoprecedidaporlaapariciónenlabahíadeunaflota

quenavegabaalegrementeycreímosqueeranlosrefuerzostanlargamenteesperados.—¡Caramba!—exclamóCicatriz-en-la-Barbilla, roto incluso suaplomo—. ¡Ha llegado la

marina! ¡La marina ha vuelto! Mirad al canal. ¡Mirad, mirad! ¡Un crucero y tresdestructores!

Subimoscorriendohastalacimadelrisco,dondesedesplegabaelenormepanoramadelnorte de Guadalcanal, el mar y las islas cercanas. A esa distancia, el canal parecía unalagunaazul.

Peroallíestabanlosbuquesdeguerra.Nosabrazamosunosaotrosybailamos:Risitas,Yardas,Indiana,elRoble,todosnosotros.Entornamoslosojosparabuscarunatisbodelosbuquesdetransporte.Todavíanoestabanalavista.

Entoncesnoshicimoslapregunta.—¿Quiénhadichoquesondelosnuestros?Silencio.Loscañonesdelosbarcosnosdieronlarespuesta.¡Disparabancontranuestraisla!Ahí,

a plena luz del día, arrogantes, armados con un desdén aún más formidable que suscañones, lanzaron descarga tras descarga contra el aeropuerto, hundieron los pocosbarquitos que tenían a la vista, ejecutaron una pasada por el canal y se marcharon pordondehabíanvenido.Suspopas sehundíanen las aguas revueltas con tanta sornacomounamujerqueagitasufalda.

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Chasco.Ni siquiera nuestro maloliente vocabulario podía encontrar palabras tan bajas para

expresar nuestro disgusto, nuestra amarga exasperación, nuestras maldiciones, nuestraardientedecepción.

Volvimosabajarpor lacolinaypasamoselrestode la tardetratandodetomárnosloabroma,intentandodesesperadamenteliberarlatensióngeneradaporesanuevaamenazaalaquenadieseatrevíaaponernombre.

Nadie pareció querer irse a dormir esa noche. Aunque estaba oscuro, todospermanecimos acurrucados en torno a la posición de Risitas anhelando la alegría de lasnochesbrillantes enque entonábamos cancioncillas improvisadas, tratandode forzar unadespreocupaciónquenoexistía.

Por fin todos se arrastraron a sus agujeros. La batalla naval nos despertó. La voz delimperturbableCicatriz-en-la-Barbillaseoyórugirenlaoscuridad.

—¡Caramba!¡Esunabatallanaval!¡Sepuedever!¡Vamos,capullos,subidaquí!TratodeimaginarelDíadelJuicioFinal.TratodeimaginarelCrepúsculodelosDioses;

piensoenlasestrellasexplotando,losplanetasestallandocomofuegosartificiales;tratodeimaginarunvolcán;tratodeimaginarunrugidoyunaenergíaincreíble;tratodeimaginarelholocausto,yotraveztratodeimaginarlanochesurgiendodesdeunmillardepestañasescarlatayveoelojorojodel infiernogimiendoporsusheridas…Tratode imaginar todoesoynopuedodecirloquehevisto,elterribleespectáculodelquefuitestigodesdeaquellacolina.

Losproyectilessealzaban, terriblesyrojos.Trazadorasgigantescascruzaban lanocheen arcos anaranjados. A veces nos agachábamos, pensando que venían hacia nosotros,aunqueestabanakilómetrosdedistancia.

Elmar parecía una plancha de obsidiana pulida donde los buques de guerra parecíanhaber sido colocados e inmovilizados, formados en círculos concéntricos como ondas dechoquequeseformaranalrededordeunapiedracaídaenelbarro.

Nuestraislatemblabaconelsonidodesuspoderosasvoces.Unpuntitodeluzapareceenmedio de la oscuridad, crece y crece hasta que ilumina elmundo entero y quedamosbañados en una luz pálida y amarilla, entonces se produce un terrible, terrible rugidoestremecedorynosdominaunmomentáneoestertordemiedoalsentirqueGuadalcanalseagitabajonosotros,alnotarquenuestroriscotiemblacomosilagranballenahubierasidoarponeada,comosihubieranhundidoelhierroensucarnefresca.

Ungranbarcohabíaexplotado.No podíamos saber cuál, ni de quién. Sólo pudimos permanecer tendidos en nuestra

colina, sin aliento, observando hasta que la batalla terminó y pudimos retirarnos a lastrincherasparaesperarelamanecerentremurmullosycorazonesinquietos.Sielresultadono hubiera sido tan decisivo, habríamos parecido aficionados al béisbol ansiosos por losresultadosdelcampeonatodeliga.

Elsonidodemuchosmotoresenelaeropuertonosseñalóquehabíamosvencido.Encuantoamaneció,losavionesdespegaronparaperseguiralaflotaenemiga.Elsonido

de sus motores sonaba tan triunfal como la marcha de Aída, aplaudimos y saltamos yagitamos nuestros brazos cuando pasaron sobre nosotros, instándolos a continuar,gritándoles ánimos, pidiéndoles que hicieran blancos directos, que borraran a la armadaniponadelasuperficiedelmar.

Aquellofueelectrizante.Losavionesnodejarondetronarsobrenuestrascabezas.Ibanyveníantodoeldía,inclusolosmásdecrépitos,ynuncanoscansábamosdesaludarlos.TodoGuadalcanal vivía con la esperanza y vibraba con el olor de la victoria. Éramos comohombrescondenadosa losquehansoltadolosceposdehierrodelostobillos.Noshabíanquitadoungranpesodeencimadenuestroshombros.¡Elenemigohuía!¡Sehabíarotoelasedio!Ydurantetodoeldía,comounpoderosotedeumalzadoalcielo,seoíaeltronardelosmotores de los aviones. ¡Oh, qué dulce aire respiré aquel día! ¡Qué fresca y limpia yanimada era la vida que corría pormis venas! Ser liberado es nacer de nuevo. Como sihiciéramosaun ladonuestrosantiguosyoes,dejamosatrásaaquellosseresmelancólicoscomoquiendejaunmontónderopamanchadayarrugada,y loscambiamosporpersonasnuevas,porprendasalegresyllenasdeesperanza.

AsícambiaronlastornasenGuadalcanal.

—oOo—

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Risitasencontróunescorpiónensucajade laropa,unacajademaderade latasdesopaqueguardabaensufoso.

—¡Eh,Luck!—gritó—.¡Hayunescorpiónenmicaja!¡Venaquí!Miréalbichodetemiblecola.—Veamossiesverdadquesesuicidan.Risitasencontróunapiedra.Empezóagolpearconfuerzaelfondodelacaja,empujando

al escorpión hasta una esquina. Su último golpe fue tal vez a un centímetro del cuerpoacorralado del escorpión. Esperamos. Vimos fascinados cómo la cola temblaba, se alzabalentamente, se arqueaba y se clavaba en la espalda del escorpión. Tuvo convulsiones ydespuéssequedóquieto:muerto.

—¡Qué hijo de puta!—exclamó Risitas, soltando el aire contenido en sus pulmones—.¿Quétepareceeso?

Sedispusoavolcarlacajayvaciarladelescorpiónmuerto,perosugeríqueesperáramosunos minutos para asegurarnos. Nos retiramos a sentarnos en la colina. Cinco minutosdespuésregresamos.Elescorpiónyanoestaba.

—¡Qué hijo de puta! —exclamó de nuevo Risitas, esa vez con exasperación—. No tepuedesfiardenadie.¡Inclusoelescorpiónesunfarsante!

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Capítulo12

Risitasyyoempezamosabuscarcomidaparanuestrasección.EltenienteIvyLeaguenosdejabalibres,comoperrosdecaza,ytodoslosdíasnosenganchábamoslaspistolassobrelos pantalones desgastados por el sol que nos habíamos recortado por encima de lasrodillas, nos echábamos al hombro los macutos vacíos, asegurábamos nuestros cascos ypartíamosdelrisco.

Teníamosquehacereldescensoapie,perocuandollegábamosalllanoyloscocoterosdelacosta,podíamoshacerdedo.Nuestrodestinoeraeldepósitodecomidasituadobastantecerca de nuestros primeros emplazamientos defensivos en la playa. La comida habíaempezadoaentrarenGuadalcanalenabundanciadespuésdeladerrotadelafuerzanavaljaponesa,perofielalestilodedistribucióncaracterísticodetodoslosejércitosdesdeeldeAgamenón,nisiquierahabíaempezadoallegaralossoldadosdelfrente.Sedesviabahacialascocinasylasbarrigasdelasunidadesdemandoydetodoslosotrostiposacuarteladosquevivíanasalvotraslaslíneas,esosesnobsquesonalavezlaenvidiayeldesdéndetodocombatiente que ha tenido que sufrir problemas sanitarios y ha hecho su servicio en lastrincheras.

Considerábamos que toda esa comida era nuestra. La considerábamos nuestra ya sehallara dentro de las alambradas del recinto o en las tiendas de los que estaban enretaguardia. Podíamos cogerla a hurtadillas, sintiéndonos entonces culpables, o por lafuerza:larobábamos,lamendigábamos,mentíamosporella.

Alprincipio,cuandoRisitasyyobajábamosdelapartetraseradelcamiónquenoshabíarecogido,nosacercábamosalrecintoprotegidoarastras.Unavezcercadelaalambrada,dondenopodíanvernoslosguardiasdelejércitoqueestabansentadosenlaspilasdecajas,losfusilessobrelasrodillas,cavábamoslatierrabajolaalambradaynoscolábamos.

Las pilas de cajas y cartones nos cubrían mientras nos arrastrábamos en silencio,buscandofrutaenlata,habichuelashervidas,espaguetis,salchichasalemanas…¡incluso,elpremiodepremios,spam!¡Sí,spam!Quizáselcerdoprocesadoquetodoelmundollamabaspamera la deshonrade lasmesas enEstadosUnidos, pero el spamdeGuadalcanal eratodo un manjar. A menudo nos arriesgábamos a recibir una bala por la espalda porconseguirspam,robandoconmuchosigilounacajaalpiedelmismomontónsobreelqueestabasentadoelcentinela,comoratonesqueseapoderandelquesoentrelaszarpasdeungatodormido.

Pronto no tuvimos necesidad de hacerlo con sigilo. El depósito de comida se habíaconvertido en el lugar más popular de la isla. Las carreteras se llenaron de saqueadorescomonosotros,laspistolascolgandoenlascaderasolosfusilesalhombro,todoscaminodela alambrada como la multitud va camino del Yankee Stadium. Había tantos agujeroscavados bajo la alambrada que se podía entrar por cualquier parte. Dentro, marinesbarbudos, demacrados y macilentos recorrían con osadía el lugar, atacando las cajas aplacer, abriéndolas para coger lo que querían, dejando los artículos que rechazaban a laintemperieconlaindiferenciadecarnadasderatas.Cuandolabolsadeunhombreestaballena,semarchaba,despreciandoeldesafíoquesuponíanlosguardias.

Inevitablemente, semejante enjambre de ladrones vació el depósito y, comoconsecuencia,ordenaronmásmedidasdeseguridad.Nosdedicamosentoncesalosbarcos.

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Desdelabatallanaval,losbuquesamigosqueechabanelanclasehabíanconvertidoenlomásnormalennuestrocanal.

Esperábamos intercambiar esa particularidad propia de los marines, los chismes, portazasdedeliciosocafédelamarina,¡yquizásinclusoporbarrasdechocolatinas!

Esperábamosaquesevaciaraunbarcoantesdeacercarnosasucontramaestre.—Eh,marinero,¿ysinosenseñastubarco?Nohabíaningunainsolenciapornuestraparte.Jugábamosalniñodisfrazadodesoldado

quesehaencaprichadoconunatontería,alapobrecerilleraboquiabiertaantelatiendadecaramelosenNochebuena.Jugábamosconlacompasióndelosmarineros,induciéndolosapasarporaltolaclarísimaleyqueprohíbealosmarinesvisitarlosbarcos.Anosotroslaleynonospreocupaba(¿cuálpodíaserelcastigo?),perohabíaquepersuadiralosmarineros,igual que a los oficiales de cubierta cuando la lanchadedesembarco se colocababajo elcostadodelbarcoypedíamospermisoparasubirabordo.Amenudonosgritabanconfuria.

—¡No! ¡Contramaestre, lleve a esos marines a la playa! Sabe que va contra las reglassubirmarinesabordo.Alaorilla,¿meoye?

—Pero,señor,yosóloqueríasubirabordoparaveraunamigomío.Demipueblo.¿Noleparecebienquemicompañeroyyosubamosabordoparaveramiamigo?Vivíamospuertacon puerta. Es mi mejor amigo y no lo veo desde que empezó la guerra. Estuvo con miabuelacuandolapobrecitasemurió.

Entonces todo dependía de la suspicacia del oficial o de su disposición para dejarseengañar.Sipreguntabaelnombredelamigo,estábamosperdidos.Sieratontoynoscreíaosi estaba al tanto de nuestro objetivo y sonreía ante nuestra obvia patraña, nosagarrábamosalascuerdasdelaescaleraysubíamosabordo.

Cuandoconseguíamoshacerlo, intercambiábamosnuestrashistoriaspor café, nuestros«recuerdos»porcomidaychocolatinas.Enelcomedorseformarápidamenteungrupitoanuestroalrededor.Somoselblancodetodaslasmiradas.

—¿Queréis decir que los japos estaban colocados cuando os atacaban? —pregunta unmarinero,mientrasvuelveallenarlastazasdecaféqueletendemos.

—Claro—eslarespuesta—.Lesencontramosdroga.Todosteníanagujasypaquetitosdedroga.Secolocabanantesdelosataquesyluegoselanzabancontratialgritodebanzai.

(Nadieencontrójamásdrogaenlosjaponeses.)—¿Deverdadquelosmarineslescortabanlasorejas?—¡Oh, demonios, sí! Conocí a un tipo que tenía toda una colección. La mayoría las

consiguió en la Batalla de la Punta del Infierno… el Tenaru, ya sabéis. Las colgó de uncordelparasecarlas,elcapullo,ylalluvialaspudriótodas.Esanochellovióacántarosyloestropeótodo.

—No os lo vais a creer, pero la mitad de los japos sabe hablar inglés. Una nocheestábamosgritándolealajunglacosasdelestilode«Tojocomemierda»y«Hirohitoesuncabrón»,cuandoderepente lavozdeun japo llegaflotandohastanosotros,¿yquécreéisquedijoelhijodeputa?«¡AlamierdaconBabeRuth!».

Nosregocijábamosconsusrisasyextendíamosnuestrastazaspidiendomáscafé.Unbarcoespecialmentehospitalariopodíainclusoabrirsudespensaennuestrohonory

entoncesregresábamosalriscoconlosmacutosllenosdebarritasdechocolate,cuchillasdeafeitar, pastillas de jabón, cepillos de dientes y diversos trofeos de aquella caza. Deboadmitirquenoéramosdesprendidosaldividirlaschocolatinas,pueslasconsiderábamoseltributolegítimodelbuscadordecomida.Noslasquedábamosparanosotros.

Un día, al enterarnos de que el Octavo Regimiento de Marines (los «Marines deHollywood»)habíaalcanzadonuestraorilla,yquetraíanconellosuneconomato,Risitasyyonospreparamosparahacernuestramayorincursión.

Había dos tiendas y había dos centinelas, cada uno con su fusil y su bayoneta calada.Detrás,latupidajungla.¡Oh,laretaguardiasinprotección!¡Oh,traseroindefenso!¿Creíanquelajunglaeraimpenetrable?¿Seconsiderabanasalvoconelculoalaire?

Asombrados,RisitasyyonosretiramosalacercanabateríadeLongTomsparaprepararnuestra estrategia. Nos miramos el uno al otro y estallamos en carcajadas ante laposibilidaddeponerenunbretealosmarinesdelOctavo.

Trazamosnuestroplan:yoentraríaenlajunglaparaabrirmepasohastalapartetraserade la tienda más grande. Llevaría nuestros dos macutos. Transcurridos quince minutos,Risitas volvería al claro donde estaba emplazado el economato para darle charla a losguardias.Encuantooyerasusvoces,yoentraríaenlatienda,llenaríalosmacutosymelosllevaríaalajungla.

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Lafríaoscuridaddelajunglafuemialiadacuandoempecéaarrastrarmehacialatienda.Micuchilloeramuyafiladoynotuveningunadificultadparacortarlaslianasyenredaderasquemebloqueaban el paso. Lanecesidadde cautela extremahacía quemi avance fueralento.Teníaquetenercuidadoparanoperturbaralospájarosnialosbichosquereptaban,por miedo a que pudieran traicionarme. Sudaba cuando llegué a la parte trasera de latienda,elmangodemicuchilloestabaresbaladizo.Oívocesymedicuentadequehabíatardadomásdeloprevisto.

Unescalofríomeatravesóaltocarelcalienteyásperolino.Micuchilloatravesólatensatelacomountambor,conunrocecasisensual,yenunmomentohiceunaabertura.Elolordelacreosotameasaltó.Tuvequeensancharlaaberturaparadejarentrarlaluzyelaire.

Habíacajasdecartónapiladasunasencimadeotras.Ensuslateralespudeleerquecasitodoerancigarrillos.Menudagracia:enGuadalcanalhabíacigarrillosdesobra.Perohabíaotrascajasyprontomisojosempapadosensudorsefijaronenunacajadegalletasrellenas.Sinmirarlascajasrestantes,espoleadoporlasvocesdeRisitasyloscentinelas,mepusealatareadetrasladarelcontenidodeunacajaalosmacutos.

Mientras lohacía, tuvequesofocarelansiaquecrecíaenmi interior:«Adelante,cogemás.Llévatealajunglalacajaentera».Vacilé,peroentoncesdecidíajustarmiroboamisnecesidadesycontinuéconmitarea.

Cuandollenéunmacuto,melevantéparatomaraireconcautelayprestaratenciónalasvoces. La grave risa de Risitas atravesó la lona. Me incliné hacia el otro macuto, mástranquilo.Mimiradaseposóenunacajadecartónunpocoabierta.

¡Conteníacajasdepuros!SilasgalletasvalíansupesoenoroenGuadalcanal,lospurosvalíanelsuyoenplatino.

Elvalordelospurossólopodíasuperarloelwhisky,ynohabíawhiskyenGuadalcanal.Tampoco había habido puros, hasta entonces. ¡Me había topado con lo que

probablementeeraelúnicoalijodepurosquehabíaenlaisla!Estabaporvaciarlasgalletasdelmacuto,cuandoviquesólohabíacincocajasdepurosy

cabrían en el otro macuto. Las metí rápidamente y, luego, echándome un macuto a laespalda y el otro delante, salí del calor y el olor y la tensión de la tienda al frescor y laoscuridadyelaliviodelajungla.

Despuésdecubrirlosmacutosconramas,mereuníconRisitas.Élsonrióencantadocuandomevioacercarme.—Eh,quédemoniosestáshaciendoaquí—gritó—.Apuestoquenadabueno—ledioun

codazoalcentinela—.Serámejorquelovigiles.EsunodeesoschicosperdidosdeJersey.Terobaráhastaloscalzones.

Mesonriódenuevoypudever lapicardíabrillandoensusojos.Peroalguardiano lehizoningunagracia y así se reflejó encierta tensiónnerviosade subocay su fusil. ¡EseRisitas!¡Noerasuficientequemetiéramoslacabezaenlabocadelleón,tambiénteníaquehacerlecosquillasenlagarganta!

Mirisaderespuestasonóhuecay,pasadounrato,locogíporelbrazoymelollevé.—Locohijodeputa—susurré,cuandoestábamosaunadistanciaseguradelcentinela—.

¿Quieresquesedécuenta?Meencogídehombros,sinesperanza,ynosmarchamos,pararegresarunasdoshoras

mástardearecuperarnuestrobotín.Regresamosparadisfrutardelaadulacióndetodoelrisco.Compartimoslasgalletascon

nuestroscompañerosynosquedamosconlospurosparanosotros.Díasdespués,unmontóndeoficiales(yunavezinclusounmayordelasunidadesaéreasdelosmarines)estuvierondesfilando a todas horas por nuestro emplazamiento y, durante todos esos días, todossonreían, entonces sí, a los alegres voluntarios, todos se pasearon exultantes decamaraderíayaúnmásfalsaspromesas.

Nolesdimosninguno.

—oOo—

Sabíamosqueestábamosganando.LosupimosdesdeelmomentoenquelosP-38,loscazasLighting, aparecieron en nuestros cielos. Llegaron un día mientras estábamos comiendoacuclillados en el barranco. Apenas unos minutos antes Pistol Pete había descargado sudesganadamuniciónbastantecercadenosotros.Todosnospreparamosparalucharcuandooímoselrugidodelosmotoresy,almirarhaciaelcielo,vimoslahermosavistadesuscolasgemelascruzarsobreeldoseldelajungla.Vitoreamoscomosalvajesy,cuandolasbalasde

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PistolPetevolvieronachillar,lomaldijimostancontentos,renovadasnuestrasesperanzas.Paravolveralrisco,dondenuestroscompañerosesperabanserrelevadosparapoderirse

a comer, debíamos pasar necesariamente por el arroyo que nos servía de bañera. Doshombres,Recuerditosyeltipoqueloacompañabaensusexploraciones,aquelpelirrojoqueparecía un Santa Claus del infierno, se estaban lavando allí. Se gritaban el uno al otromientrassefrotaban.NosdetuvimosaescucharyRisitaspreguntó:

—¿Quédemoniosestápasando?—Estetontodelculopiensaquelashemospasadomáscanutasaquíquelosmarinesde

WakeIsland—contestóBarbaRoja,mirandocondesprecioprimeroaRecuerditosyluegoanosotros—.¿Cómopuedessertanestúpido?

—¿Qué sabrás tú de estupideces? —chilló Recuerditos—. El problema con vosotros losviejos veteranos es que creéis que nadie que haya llegado al Cuerpo después de PearlHarboresbueno.¿QuésabestúdeWake,porcierto?Niestuvisteallí…ysigodiciendoquefueunameriendacampestrecomparadoconestelugar.

BarbaRojaseescandalizó.MientrassevolvíaparadejarqueRecuerditosleenjabonaralaespalda,lechillóllenodefuria.

—¡Unameriendacampestre!¡Nohablescomounmalditoidiota!—Ah,olvídalo…Apuestoaquelosperiódicosdiránqueestelugarfueeldobledemalo

queWake.¿Cuántasveceslosbombarderonallí?—¿Aquiénleimporta?¿Cuántosquedan?—No murieron todos. La mayoría fueron hechos prisioneros. ¿Nos rendimos nosotros?

¿Eh?¿Quédicesaeso?BarbaRojasevolviódenuevo,reclamandoautomáticamentesu jabónaRecuerditos,y

apenassedetuvoantesdelanzarsucontraataque.—No me vengas con esas chorradas de rendirse. Es lo único de lo que os escucho

quejaros a los novatos. En Wake decían: «Enviadnos más japos». Pero vosotros decís:«¿Cuándonosvamosacasa?»—hizounamuecayalzó lavoz,burlón—.¿Cuándosevaacasitaelniñodemamáparalucirantelaschicassubonitouniforme?

Yasícontinuólabatalla.Yasíterminó,comosiempre,sinresolver.ElCuerpodeMarinesmantiene un equilibrio: está dividido en dos claros grupos, los viejos veteranos y losnovatos, y siempre están peleándose. Los veteranos defendiendo su pasado y sustradicionescontraelfuriosoasaltodelnovatoquepugnaporexaltarelpresenteaexpensasdelpasadoypretendehacermellaenelaplomodelviejoveteranoderribandoesepasadoinfladoenelqueseapoya,peroelnovatosiempresesentiráinferioralveterano:siempredebeatacar,puesno tieneconfianzacomopara limitarsea ladefensa.Enelmomentoenque deja de atacar la Tradición con el brillante sable de los hechos del presente, en elinstanteenquedetienelaimpetuosamanodelaespada,confiandoensulugarenlamiradaserenaquetasayvalora,pasaalasfilasdelosviejosveteranosydejadeserunnovato.Eljovenserebelayelviejoconserva:ambosavanzan.Losmarinesdejarándeganarbatallasenelmomentoenquecualquieradelosdosgruposconsigaunaclaraventaja.

Laconscienciadetodoelloempezabaahacerefectoenmímientrasvolvíamosasubirlacolina.MesentíaagradecidoaBarbaRojaporhabernosrecordadoaloshombresdeWake,yconfiéenqueél,encuantoselopensaramejor,nonostendríatantodesdén.

Alregresaranuestroemplazamiento,Indianarompióelsilencio.—¿Creéis que Recuerditos tenía razón en lo que dijo de los periódicos? ¿Guadalcanal

seráfamoso?—¡Demonios,no!—rióRisitas—.Apuestoaquenisiquierahasalidoenlosdiarios.—Nosé,Risitas—dijoIndiana,pensativo—.Yocreoqueteníarazón—sevolvióhaciamí

—.Eh,Lucky,¿túcreesquenosharándesfilarporNuevaYork?Risitasrespondióconsucaracterísticarapidez,losojosbrillandoantelaidea.—¡Vaya!¡Esosíqueestaríabien!Noesmalaidea,Indiana.Piensaentodasesasnenas

haciendo cola en la calle —se detuvo y, entonces, recuperó su afectada expresión deindiferencia—. ¡Ah, olvídalo! Sabes que no nos organizarán ningún desfile. Ni siquierasabenqueestamosvivos.¿QuiénhaoídohablardeGuadalcanal?

—Seguro que sí —replicó Indiana, cuya calma rayaba el desdén—. Seguro que somosfamososalláencasa.

—Bueno,osapuestoquenohabrádesfileenNuevaYork—añadióRisitas—.Sisomostanfamosos,sisomostanbuenos…nosusaránparalasiguiente.Desfilaremos,sí…¡porlacallemayordeRabaul!

—¡Yque lodigas!—apostillóel sombríoYardas.Hastaentonceshabíapermanecidoen

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silencio,mordiéndoselasuñashastalosnudillos.Enuninstantesealegróantelaideadeldesfile, se volvió hacia mí, hablando con voz apagada por los mordisqueos—. ¿Y si nosorganizaranfinalmenteundesfile,dóndesería,Lucky?¿EnlaQuintaAvenida?

—No.TúestáspensandoenelDíadeSanPatricio.Ahíesdondedesfilanlosirlandeses.SeguramenteseríaenBroadway…desdeelBattery.

—¡ElBattery!—explotóIndiana—.¿Quévanahacer,recargarnos?Risitasasintió.—Todoelmundo.TodoelmundosevaarecargarconelaguardientedelaviejaNueva

York.¿Verdad,Lucky?—Verdad.Treintadíasdepermisoparatodoquisque.—Ydoschávalasparacadahombre…unablancayotranegra.Indianasemostrócontrariado.—Yo no voy a desfilar. Al diablo con ellos. No voy a desfilar para nadie. En cuanto

bajemosdelbarcorompofilasymepierdoenlamultitud.—¿No estaría bien? —dijo Yardas, entusiasmado—. Imaginad que bajamos del barco y

todoelmundorompe filasy semezclacon lamultitud.Nopodríanencontrarnosentre lamuchedumbredeNuevaYork.Beberíamoscomocubas.Todoelmundoterminaríaborracho,asíquenopodríanhacernosnada.Todoelmundoestaríaborracho,inclusolosoficiales.

Todosguardaronunsilencioensoñador,unapausaquefuerotafinalmenteporlatristevozdeIndiana.

—Apuestoaquesí,Risitas…Apuestoaquenosorganizanundesfile.

—oOo—

Se habían producido dos cambios: los cielos de Guadalcanal se habían vueltoestadounidensesyelcorreollegabaconregularidad.Enconsecuencia,estuvimosdemejorhumoryunagranoleadadealegríarecorrióelriscocuandorecibíunacartademipadre.

Leí la carta acuclillado en la falda de la colina, mi trasero apenas rozando el suelomojado.Una lluvia torrencialhabía llenado losagujeros y fososen loquenosparecióuninstante,pararemitirdeprontoysersucedidaporunsorprendenteenjambredeinsectossemejantesahormigastangruesosquehabíaquecerrarlosojosylabocaparaprotegersedeellos.Susdiminutoscadáverescubríanelsueloalládondecaían—apenasvivíanpasadounminutodespuésdelalluvia,demaneraqueprocurabanomancharmispantalonesreciénlavadosnidebarroniconelmontóndebichosmuertos.

«Robert(escribíamipadre),tuuniformeazuldegalaestálisto.¿Teloenvío?».Ah…Mevinoalacabeza,depronto,conclaridad,ununiformeazuldegalademarine.Viesa

hermosavestimenta.Estabaallíacuclillado,clavadoennuestroriscocomounascetaensucolumna,rodeadodeespesurayhumedadydeaquellosdiminutoscadáveresdemillonesdeefímeras hormigas. Allí acuclillado, vestido sólo con unos pantalones recortados por larodillayunpardemocasinesrobadosdeunabolsadelejército,contempléestavisióndelagloria.

Robert,tuuniformeazuldegalaestálisto.¿Teloenvío?Enun instantemeconvertíenelcentrodelrisco.Hastaque lodejamos, fui«Lucky,el

tipoalquesuviejoquiereenviarleununiformedegala».Ibaacomeryloshombresdelosotros puestos me saludaban con «Hola, Lucky, ¿dónde está tu uniforme de gala?» o «Eh,Lucky, ¿te ha enviado ya tu viejo el uniforme?». El simple hecho de acercarme causabasonrisas, pues cada uno de ellos imaginaba a la Primera División de Marines en nuestrorisco, resplandeciente con los uniformes de gala y las banderas ondeando y las bandassonando,marchandoalajunglaparaentrarenbatalla.

Noestallabanrisotadas,niseoíaninsultos:sólosonrisasybromasyocasionalescodazosenlascostillas,comosielmismoabsurdodelaproposicióndemipadrefueraalgodignodeatesorar, como un chiste familiar, un poco de banalidad para conservar la cordura enaquellalocaislanuestra.

Todos consideraban a mi padre un tipo cojonudo y a menudo me preguntaban por susalud.

—oOo—

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El sargento Dandy nos dio la mala noticia. La víspera nos había visitado para tomarnosmedidasparanuestrasnuevasropasynuestradeducciónfuetanpositivaquenospasamosla noche especulando tan contentos. Estábamos seguros de que íbamos a marcharnos deGuadalcanal.Lapreguntaera,¿parairadonde?

PeroeltonoagudoynasaldelsargentoDandyrompiónuestrafelicidadcomounlatigazo.—Prepárense para partir por la mañana. Nos vamos a Matanikau para una nueva

ofensiva. Preparen todos los atavíos de invierno y asegúrense de que las armas estánengrasadasylamuniciónseca.ElOctavodeMarinesnosrelevaráporlamañana.

Se detuvo y nosotros nos miramos detenidamente unos a otros en silencio. Su carainexpresivadeniño-hombrenoreflejabaningunaalegría,nisiquieraunatisbodemaliciosasatisfacciónporserelportadordemalasnoticias.ElcorazóndelsargentoDandyestabatanapesadumbradocomoeldecualquiera.

—Nomepreguntendequésetrata.Nomehaganpreguntastontas.Sólohaganloquelesdigo.

Sediomediavueltaysefue.Despuésdecasicincomeses,eso.Yardasteníamalaria,Brickapenassalíade la trincheraexceptodenoche, Indianayel

Robleeranpresade largosperíodosdedepresión,Rednoshabíadejadohacía tiempo,yoteníadisentería,Risitassemostrabairritable…,todosestábamosconsumidosydebilitadoshastaloindecible.

Pero íbamos a pasar al ataque. No podíamos siquiera movernos sin jadear para tomaraliento,peroíbamosaatacaralenemigo.

Nosdesesperamos.Por lamañana,nosacurrucamosjuntoanuestrasametralladorasyesperamoslaorden

dedesmantelarymarcharnos.Laordennosedio.TampocoaldíasiguientenialotroylaEsperanzaregresó,sonrojada,avergonzadadesu

desleal huida pero comprometiéndose con nosotros una vez más con la promesa de nodesertarnuncamásdelasdefensas.

Entonces,unamañananosdieronlaordendeponernosenmarcha.NosladioelsargentoDandy.—Dejenaquílasametralladoras—dijo—.Llévensesólolosfusilesylaropaimpermeable.

Sonrió.—¡Nosrelevan!Erael14dediciembrede1942.Llevábamosenlalíneasinserrelevadosdesdeel7de

agosto.Mibatallón (elSegundoBatallón,PrimerRegimiento) fueel últimode laPrimeraDivisióndeMarinesensalirdeallí.

Guadalcanalsehabíaterminado.Habíamosvencido.Bajamosdelriscobajounafríallovizna,mientrasloshombresdelOctavoRegimientode

Marines subían. Llevaban cascos de plato, como los que usaron nuestros padres en laPrimeraGuerraMundial,losquetodavíausanlosbritánicos.Teníanunaspectomiserable,mientrassubíanporelresbaladizoriscobajolalluvia.Aunquelopeoryahabíapasadoloscompadecimos,peronopudimosresistirnosapincharlos,aesoshombresdeSanDiego,delasoleadaCalifornia.

—AquívienenlosMarinesdeHollywood.—Sí, mirad quiénes están aquí. ¡Si son los marines de caramelo! ¿Dónde está vuestro

economato,chicos?—Ah,alamierda…—Chssst…¡Miracómohablan!Asínosehablaenlaspelículas.¡Quévergüenza!—Eh,¿cuálessonlasúltimasnoticiasdeHollywood?¿CómoestáLana?—Sí,esoes,¿cómoestáLana?¿CómoestáLanaTurner?Ellostratabandeparecerdisgustadosperonopodíanocultarelasombroconqueelque

releva inevitablemente mira al relevado. Nosotros bajamos del risco, demacrados perofelices;elloslosubían,bienalimentadosperorecelosos.Hedichoqueestábamosfelices.Loestábamos.Estábamosenlagloria.

—oOo—

Pasamos la siguiente semana bajo una tienda improvisada colocada en la falda de unacolina,dondelosriscosbajabanhastaloscamposdekunai.Risitasyyovisitábamosunay

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otra vez los depósitos de comida hasta que almacenamos tanta que pude permitirmedevorarunalatadecincolitrosdemelocotonesenconserva,encuyadigestiónmiestómagose sintió maravilloso, maravillosamente enfermo. Me tumbé boca abajo y sentí el dolorextendiéndoseymemaravillé:

—Estoy enfermo. He comido demasiado. Es la sensación más maravillosa del mundo…¡Hecomidodemasiado!

Las visitas rutinarias de Lavadora Charlie servían para recordarnos que los japonesesseguíantratandodeconquistarGuadalcanal.

Pasamos la semana siguiente en un Jardín del Edén. Marchamos hasta la boca del ríoLunga,hastauncampamentosituadoenunbosquedecocoteros.Nosdieronunaracióndecerveza. De algún modo conseguíamos pillar la suficiente para emborracharnos un pocotodaslasnoches.Duranteeldía,nadábamosenelLunga,esemaravillosoríocuyasaguasfríasyvelocesmantuvieronapartadodemisangreelfuegodelamalaria.Avecesnadarerapeligroso,graciasaloscabritosalosquelesencantabaarrojargranadasdemanoalagua.Unavezoíun fuertegritoen laorillay,al llegarcorriendo,mesorprendíalver lamantaraya gigante que algunos hombres habían atrapado en una red de pesca nativa.Naturalmente,estabamuerta,agujereadaporunmontóndesitiosporhaberofrecidoamilhombresdegatillofácillaoportunidadde«vaciarelcargador».

Luegodormimosenunacarretera,esperandoparaembarcaraldíasiguiente.Esedíanosentregaron losregalosdeNavidadquenosenviabandesdecasa.Nopodíamos llevarlosabordo con nosotros, pues no se nos permitía llevar más que nuestras armas y macutos.RisitasyyoyalehabíamospedidoaltenienteIvyLeaguequeguardaralascajasdepurosrestantesensupetate:a losoficialessíse lespermitía llevarsuspetates.Nossorprendióver lareapariciónde lospetates (unartículoexclusivode losvoluntarios)ynosenfurecióverqueselosentregabanalosoficiales.

Ese fue el primer caso de discriminación que sufrimos, el primer tiro de una monedatrucada,conlaquelosoficialespodríansatisfacersusansiasprohibiéndonoscosasqueerannuestrasporderecho,paraluegotomarlasparasí,actuandocomolospolíticossesirvendelos tribunales para sus fines. Así que devoramos lo que pudimos de nuestros regalos deNavidadytiramoselresto.

—Preparadosparapartir.¡Defrente,marchen!Bajamos a la playa a nuestro paso, arrastrando un aspecto barbudo y demacrado,

incapazde igualar laprecisióndeaquellaorden.Subimosa losbotesquenosesperaban.Nosapostamosenlabordaycontemplamoslacostaquequedabaatrás.

Nuestrobotesedetuvobajounenormebarcoqueseagitabatantoababorqueparecíaborracho.AquéleraunodelosviejosbarcosdelaDollarLine,elPresidenteWilson,creo.

—¡Subidporlasredesdecarga!Nosmarchábamoscomohabíamosllegado.Estábamos tan débiles que muchos de los nuestros no pudieron hacer esa escalada.

Algunos cayeron al agua, con macuto y fusil y todo, y tuvieron que rescatarlos. Otros seaferraron desesperadamente a las redes, jadeando, temerosos de moverse, no fueran aabandonarloslasúltimasfuerzasyelmaracabaraporrecibirlostambién.

Tambiéntuvieronqueserrescatadosporágilesmarinerosquebajaronporlasredes.Yopude llegar a la parte superior de la red, pero allí me quedé. No pude hacer acopio defuerzas para pasar por la borda y me quedé allí colgado, jadeando, mientras el calientecostado del barco se agitaba con la marea y la perdición lamía debajo, hasta que dosmarinerosmeagarraronpor lasaxilasymesubieron.Caícongranestrépitoentre tantosotrosquesehabíanaupadoabordoymequedéconlamejillaapretadacontralacubiertacalienteysucia,elcorazónlatiendorápidamente,noporelesfuerzo,sinodefelicidad.

—oOo—

Una vez en el barco, Risitas y yo nos dirigimos al comedor para tomar una taza de cafécalienteyconversar.Entramosynossentamos,justocuandoelúltimosoldadoqueveníaenaquelbuquedetransportese levantabaparamarcharse.Nosmiró,mientrassorbíamoselcafédeaquellasbastastazasblancas.

—¿Cómohasido?—preguntó,señalandolaorillaconlacabeza.—Duro—respondimos,mecánicamente.—¿TerefieresaGuadalcanal?—preguntóentoncesRisitas.Elsoldadopareciósorprendido.

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—Puesclaro.Risitasseapresuróaexplicarse.—Nomeheexpresadobien…Quierodecir, ¿habíasoídohablardeeste lugarantesde

llegaraquí?Elasombrodelsoldadonossobresaltó.Unaideaempezóaformarseennuestrascabezas,

alegremente.—Quieresdecir…—¡Demonios,sí!Guadalcanal.ElPrimerodeMarines.Todoelmundohaoídohablarde

esto.Soisfamosos,tíos.Encasasoishéroes.No lo vimos marcharse, pues ambos habíamos apartado rápidamente la mirada,

avergonzadosporlaslágrimasqueseprecipitaronacaer.Nonoshabíanolvidado.

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PARTECUATRO

Lotófagos

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Capitulo13

La gloria había terminado. Atrás quedaba Guadalcanal. Atrás quedaba el valor, laperseverancia,elabandonodenuestroshuesosabiertosalpicoteode la jungla.Agotados,sólo éramos válidos para la Gran Diversión que, llamativa, se abría ante nosotros enMelbourne.

Canten un réquiem por la camaradería, lloren por la amistad que nos había unido, aoficiales y a hombres, desde las marismas de la costa de Carolina hasta la borda delPresidenteWilsondondesaltábamosjadeantes.Habíamuerto.

NosllevaronprimeroaEspírituSanto,enlasNuevasHébridas,dondellegamoseldíadeNochebuena, para recibir una piruleta del capellán, mientras el teniente Ivy Leaguealegraba los corazones de sus superiores con nuestros puros, y donde, durante tressemanas,nosdieronelmanualdearmasy tratarondeponerenpráctica losartículosdelcódigoqueadviertenalosoficialesdeque,aligualquenodebenmaltratarasuperro,nodebenabusardesusvoluntarios.

DespuésnosllevaronaAustralia.Una alegre banda tocaba para nosotros cuando llegamos a losmuelles deMelbourne.

Eralaprimeravezqueveíamoselpaís,puesnohabíamosbajadodelbarcodesdeEspírituSanto,porculpadeunafeatormentaqueestallóenelmardeTasmania.Lesonreímosalabanday,derepente,todosycadaunodenosotrossupimosquetodoibaairbien.

PaséanteunaauxiliarfemeninadelasFuerzasAéreasbritánicaspelirrojaeintercambiésonrisas con ella, detectando en sus chispeantes ojos un segundo atisbo de los buenostiemposporvenir.Nosmetieronenuntrenyarrancó.Nosasomamosalasventanillas.Todoel mundo empezó a gritar y vitorear, pues pasó algo sorprendente: toda la ruta estabaatestada de mujeres que aplaudían, se abrazaban unas a otras, bailaban sin parar, noslanzabanbesos,dandoasíalaPrimeraDivisióndeMarinesdeEstadosUnidoslamejordelasbienvenidas.

El tren se detuvo en Richmond, a las afueras de la ciudad, y nos condujeron a uncomplejovalladoqueparecíauncorral.Alotro ladode laverjahabíamáschicas, riendo,agitandopañuelos,metiendolasmanosporlarejaparatocarnos.Derepentenossentimossuperados.NohabíamosvistoaunamujerdesdeNuevaZelanda,hacíayasietemeses.

Entoncesabrieronlapuerta.—¡Compañía!¡Atención!¡Defrente,marchen!Salimossonriendo,encorvados,connuestrosfusilesalhombro,ypasamosdelargoante

laschicas.Entodanuestracolumnadeajadoverdeclaronohabíanirestodemarcialidad.Asínacieronloslotófagos.

Nos sorprendió un poco descubrir que marchábamos hacia un estadio, el MelbourneCricket Grounds. Ahí estaba situado nuestro cuartel, literas que se extendían por losescalones de cemento de las gradas. Habían retirado los bancos para sustituirlos pornuestroscamastros,demodoqueaquelloparecíaunaenormeherraduradedondebrotabanfila tras fila de finas estructuras arácnidas, rodeando un gran campo verde circular.Viviríamos de nuestros macutos. Dormíamos al aire libre, sin más protección que unaespeciedecuartodetejadosituadosobrenosotros.Lalluviaquelosvientosazotabanhacianuestroexpuestofrentenodejabademojarnos.

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¿Peroquiénsequejaba?Yesmás,¿aquiénlemolestabanesastonteríaselprimerdíadenuestroregresoalacivilización?¿Quiénpodíareprocharnadaalabuenafortunaquenoshabíaacuarteladoenelcampodecriquet,casienelcorazóndelaciudad,mientraslosotrosregimientos,elQuinto,elSéptimoyelUndécimodeArtillería,vivíanenelextrarradio?Laciudad era nuestra, podríamos saborearla casi todas las noches. No nos la habíamosmerecido,másbien lahabíamosganado:nuestrocomandantese lo jugóasuertescon losjefesde laQuintay laSéptima.De todos los regimientos,elnuestro,elPrimero, tenía laposiciónmásventajosaparalaGranDiversión.

Ladisciplina,disueltayaconlosdeliciososchilliditosdelaschicas,casidesaparecióesanoche.

Habíamosrecibidopartedenuestrossueldosdeseismesesenlibrasaustralianas,perononoshabíandadoropa:todavíallevábamosnuestrosuniformeshechostrizas.

Aunasí,quizásunterciodelregimientorecorríalascallesdeMelbourne.Yoestabasolo:Yardas, Risitas, Indiana y el resto estaban de guardia o no estuvieron dispuestos aarriesgarse.

¡Qué noche tan alegre! Al principio pensé que mi extraño uniforme y mi intensobronceado llamaban la atención, pero pronto comprendí que había algo más: yo era elsalvadoren la tierraquehaayudadoa salvar.Las sonrisasyguiñosde lasmultitudesdeMelbourneasímeloconfirmaban;losvendedorescallejeros,consusbanderolas(«Bienporvosotros,yanquis.HabéissalvadoaAustralia»),asímelodecían.Eraadulaciónyeracomounabebidafuerte.Lo interpretécomountriunfoyprontoconsiderétodas lassonrisasunsaludoy todas laschicasdeMelbourne labella recompensadel salvadorquemadoporelsol.

LaprimerafueGwen.Nos conocimos en una cafetería, extraño lugar para unmarine con todos los apetitos

encendidosdespuésdesietemesesdeabstinencia,perolospubsdeMelbournecerrabanalasseisyentoncesnosabíaqueloshotelesseguíansirviendobebidaduranteunascuantashoras.

Mefijéenellaencuantoentréenlacafeteríayadvertíquesefijóenmí,perocuandomesentéasuladoypedíunbatido,fingióindiferencia.Nosupequédecir,asíquelepreguntélahora.Ellaseñalóelrelojdemimuñeca,luegoelrelojsobremicabeza,ydijo:

—Eresyanqui,¿no?Sihubieradicho«Vamosamihabitación»nopodríahabersidomásexcitante,pues lo

únicoqueimportabaeraquemehabíahablado.—Sí—dije—,acabamosdellegardeGuadalcanal.Ellaabriómucholosojosalresponder.—¿Ah,sí?Debedehabersidoterrible.Yasífue,palabraseducadas,palabrasformales,palabrassinsignificado,peropalabras

cargadasconlallamadadelsexo,palabrasquebuscabanunmismoresultado,demodoqueal final, después de ir de hotel en hotel, fue como si su primera respuesta hubiera sido«Vamosamihabitación»,puesahíesadóndefuimos.

Sedistinguíalaluzfluctuantedeuncalentadordegasyunacama.Nohabíanadamás.Gwen instruyó a su arrojado visitante en las inescrutables costumbresde lasmujeres:

ellanoseríaelamorencadapuertodenadieensujovenvida,nopronunciaríanelnombredeningúnbastardoyanquiparaquelainsultaranensumadurez,nohabríanada…sinqueprimerohubieraunanilloensudedo.

Fingiendo una gravedad dificilísima en esas circunstancias, me levanté de aquelinhóspitocamastroymevolvíaponermiuniformeymidignidad.Ymemarché.

Cerrélapuertasuavementealsalirymeperdíenlanoche,maldiciendotristementeesaideadelaspelículasamericanasquehanconvencidoalmundodequetodoslosyanquissonmillonarios, provocando así el desdén de las mujeres, convencidas ellas de que no hayhombrevivoquenopuedaserengañado.

DevueltaalcentrodeMelbourne,antelaestacióndeFlindersStreet,lascallesestabanrepletasdemarines.Sienunprimermomentounterciodenuestroregimientohabíasalidoilícitamentedepermiso, ya debía de ser lamitad.Algunos aún estaban sin afeitar.AquelpintorescogruporecordabaaquellahordaquehabíasalidodelajungladeGuadalcanalparalanzarsesobrelosmacutosdeloscarasdeperro.

Esa vez, blandían botellas, gruesos perritos calientes australianos, pasteles de carne,platos de «crema helada», todo lo que podía conseguirse en los puestos abiertos toda lanoche. También cantaban. Parecía que de lamañana a la noche todo elmundo se había

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aprendidolasdosúltimasestrofasdeWaltzingMatilda.

Unavezunalegrevagabundoacampójuntoaunalagunaalasombradeuneucaliptoycantó,mientrasmirabayesperabaaque su teterahirviera:«¡Venavagabundearconmigo!».

Yoteníabastantedineroparaalquilaruncochedecaballosquehabíajuntoalaestacióndetrenymediadocenadenosotrossubimosabordo.Medeslicéhaciadelanteymemontéenelcaballo.

Asíllegamosacasa,mordisqueandoaquelladeliciosacomidacomprada,soplandodelasbotellas y cantando a voz en grito, mientras la enorme bestia domada que tenía debajoclopeteabaamigablementesobrelaacera.

Aldíasiguientebrindamosporlamuertedeladisciplina.Brindamosliteralmente,puesencadamacutohabíaaparecidounabotellaycaímosenredondo,comomuertos,puessólouna orden para formar perturbó la orgía la semana siguiente. Mi recuerdo de aquellarevistaesquefueunaclarafarsa.

—¡Todoelmundoarriba!¡Todoelmundoarriba!—gritóunavozautoritariaesamañana,pastosaporlabebida.

Silencio.Entonces, comomuertos saliendo de tumbas abiertas, quizás una docena de nuestros

doscientoshombresdormidosselevantómecánicamentedesuscamastrosyseenvolvióensusmantas.Unoodosseagacharonparacogerlasbotellasdesusmacutosantesdebajardandotumboslasescalerasysalirporlapuertaparaformardelantedelapareddelestadio.

ElViejoGunny,elquehabíaavergonzadoalmayorcuandoelsecretarioKnoxnosvisitaraen New River, salió tambaleándose para pasar lista, pero no podía hablar. Miróestúpidamenteaaquelpuñadodemomiasaturdidas.

EltenienteIvyLeaguesaliópararecibirelinforme.Gunnydiomediavueltaconafectadagravedad.Saludóconlosdedostorcidos,comosilostuvierapegajosos.

—Todoshpreshentesh—dijo,ysedesplomólentamentedecara.IvyLeagueloexaminócondolidasolemnidad,medioagachado,comosifueraadarleuna

suavepalmaditaenlacara.Entoncesnosmiróconlosojosentrecerradosydijo:—Compañía,rompanfilas…Regresamosanuestrossepulcros.Despuésdeaquellaescena,nosdejaronanuestroaire.Talveznosdejaronporque losoficiales,dearribaabajo,estaban igualdeansiosospor

retozar.Nospagaron,nosdieronuniformesnuevos(incluidasaquellasguerrerasverdesquellevábamosdieciochomesesantesdequelasbautizaranconelnombredeEisenhower),nosinstruyeron sobre dónde y cuándo podíamos comer y nos recordaron que podíamosencontrar los profilácticos en la enfermería. A excepción de los que tenían que hacerguardia,losdemáseranlibresapartirdelmediodía.

Incluso losguardiasencontraron susamiguitas.Estas,que solíanabalanzarse sobreeloficialdeguardiadeldíaparapedirle«unmarinepara irdepaseo», recibíanelmotede«monasdelahierba»,porsucostumbredetumbarseenlahierbadelparqueVictoriaquerodeabaelcampodecriquet.

Losguardiasde laspuertas lateralesy loshombresqueestabanfueradepatrullaeranlosmás favorecidos por las «monas de la hierba» y pronto hicimos el chiste de que porprimeravezenlahistoriadelCuerpodeMarineshabíavoluntariosparahacerguardia.Perolasmonas de la hierba hacían las cosasmás fáciles para quienes nos quedábamos fuerahastademasiadotarde.Sólohabíaquedarlavueltaalcampodecriquethastadarconunfusilapoyadocontralapared,testigomudodequeelguardiaestabaocupadoenotraparte,porloquesólohabíaqueabrirlapuertaycolarsedentro.

Cada día ofrecía un nuevo placer, un nuevo descubrimiento. Descubrimos la cervezaaustraliana, que no tiene nadaque envidiar a la deliciosa cerveza japonesa; descubrimosquelosbaresestabanbiensurtidosdewhiskyescocés;aprendimosqueunasheilaesunachica, uncobber un amigo, que lo que erabonzer era excelente,que fair dinkum era elequivalentea«lodigocontodasinceridad»,yqueeltérminoyanqui(yank)podíasalirdeloslabiosaustralianoscomounbesoounamaldición.

Laprimerasemana,sentadosalamesadelpisosuperiordeunrestaurantedeSwanstonStreet, descubrimos el vino espumoso.Habíamos pedido champán, pero la camarera dijoquenohabía.

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—Pero tenemos vino blanco espumoso —dijo, con ese acento australiano que es elcockney—.Escasilomismo.

—¿Tieneburbujas?—preguntóRisitas,haciendogestosconlasmanos—.Yasabe,¿comoelgingerale?—Risitasparecíaestarexplicándolecómoeranlosespaguetisaunamammaitaliana.

Lacamarerasonrióconindulgencia.—Yanquis—dijo,ysemarchópararegresarconuncuboconhieloyunabotella.Eltapónsaltócomoeldelchampán,ellíquidoborboteóigual…¡ysabíaigual!¡Mientras

tuviéramosdinero,ésaseríanuestrabebida!Risitas y yo hicimos entrechocar nuestros vasos con la exagerada gravedad

hollywoodiense.—Aldiabloconlaguerra—dijoél.—Porlapaz—dijeyo.Terminamos esa botella e innumerables botellas más, junto con innumerables filetes

australianos y huevos, pues el restaurante se convirtió en nuestro cuartel general. Allícenamoscon lamayoríadenuestraschicasyallíconocimosaHopeyMolly.Hopeposeíaesa belleza que suele ser acreedora de una fortuna en Hollywood: el rostro grande yovalado enmarcado por un hermoso y sedoso cabello castaño, los ojos grandes y la bocacarnosa,lanarizrecta,unacaradebellosrasgosperovacía,enreposo,avariciosa.Tambiénerapechugona.Hopeseajustabaaltópico,latípicacamarera,deésascuyoampliotraserodejan una impronta duradera en las páginas de la historia. Se lanzó a por el dinámicoRisitascasiinmediatamenteyfuesuchicahastaquenosmarchamosdeAustralia.AHopenuncalecaíbien.Meconsiderabaengreídoyaltivo.«Pijo»,mellamaba.

Molly era diferente. Los días siguientes, nos dio por escapar de Risitas y Hope, yentonces paseábamos por el parque, cantando y gastándonos bromas. Sabía desde elprincipioquenuestraamistadterminaría.AlcontrarioqueHope,nopretendíaalcanzarunavidallenadecomodidadesenelricoEstadosUnidos.Suinteréspormíylosotrosmarinesconlosquesalíaeracálidoyhumano,pornosotrosmismoscomopersonas,nocomofuturo.PobreMolly,amabademasiado…,demasiado.

—Háblame de América —me pedía, mientras recorríamos los senderos del parque,nuestros pies crujiendo suavemente en la gravilla, el aire de la noche una caricia en lamejilla,nuestrosbrazosentrelazados,eneselugar,enesemomento,enamorados.

Yolehablaba.Sentadosenunbanco,lecontabacosas,tambiéntendidosjuntoaunlagomientrasel impresionante cielodel sur se curvabaen lanocheaterciopelada, cuajadadeestrellas.Lafraganciadeloseucaliptosenflorimpregnabaaquelladelicadanoche.

—Oh,Luck…,esperoquenuncatehaganregresar.—Yotambién.—Peroloharán,¿verdad?—Notepreocupesporeso,Molly.Nohaynadaquepodamoshacer.Eslaguerra.—Sí, pero sin ella, nunca nos habríamos conocido. En ciertomodo podemos darle las

graciasalaguerra.Prontoaquellamelancolíadesaparecíayempezabaabromear.—Ah, vosotros los yanquis. Estáis llenos de palabrería. Toda esa dulce cháchara y los

buenosmodales…ysólobuscáisunacosa.Nos levantábamosypaseábamos,cogidosdelbrazo,porel sendero,persiguiéndonosa

veces, cantandoenotras.AMolly le gustabami voz,Dios labendiga.Laúnicamujer (laúnicapersona)alaquelehagustadojamás.Pensabaqueyosabíacantarotalvezsólolodecíaparahacermecantarlascancionesswingamericanasqueleencantaban.PeroMollysíquesabíacantar,conuntonoclaroyelegante.Habíaunacanciónqueeramifavorita,unatonadillaquecantabaenvozbajamientrasregresábamosacasa.

PatrickMichaelFrancisO’BriennuncadejabadellorarporladulceMolly.Cadamañanaconelgorriónrápidocomolaflechaquesaledelarcoasujardínvolabaybajosuventanacantaba:

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«DulceMollyO’Donahueesatimismaaquienpidosaliradarunpaseo…».

Pero Molly y yo discutimos porque apareció otra chica y nos distanciamos, aunqueRisitascontinuóconsuHope.

SheilahabíacausadolarupturaentreMollyyyo.Laconocíenuntranvía,cuandoRisitasyyoíbamosaSt.Kilda,unparquederecreoaustralianosituadoalasafuerasdeMelbourne,similaraConeyIsland,peronotanescandaloso,notancutre.

AlfinaldelalíneaeltranvíadiounasacudidaySheilacayódeespaldasenmiregazo.Laaprisionéconlasrodillasydije:—Levántese,porfavor.—Nopuedolevantarme—dijoella,riendo.—¿Noledavergüenza?—lesusurréaloído—.Laschicasaustralianassontandirectas.—Porfavor—dijoella,volviendosuoscuracabezaparamirarme—,porfavor,suélteme.MiréaRisitas.—¿Dequéestáhablando?¿Quelasuelte?Puedelevantarse,¿no?Elasintiógravemente.—Legustaestarahí.Sheilaledirigióunamiradallenadeindignaciónydijoconvoztensa:—Suélteme,porfavor.—Muybien—dijeyo—,sivieneaLunaParkconmigo.Ellahizounmohínyluegodijo:—

Deacuerdo.—Bien—contesté,yrelajémisrodillas.Sheilasepusoenpie.Sepresentó,nospresentó

aotrachicayloscuatronosfuimosjuntosaLunaPark.Regresamosacasajuntostambién,disfrutandodellargotrayectoentrenquecorrepor

unodelosbarriosperiféricos,ySheilanosalojóaRisitasyamíencasadesumadreparapasar la noche. Risitas se quedó en una habitación de la casa, pero amíme dieron unacabañitasituadaeneljardín.Puedequefueraunestabloalgunavez,puesSheilallamabaalpatiotrasero«elcorral».Uncaminitodeunosquincemetros loconectabacon lacasa.Elcolchónerablandoyllenodebultos,perolassábanasestabanlimpias.Mequedédormido.

Unruidomedespertóy, cuando levanté lacabeza,viqueSheilacerraba lapuerta.Sevolvióyseacercóamí,conunavela.Llevabapuestouncamisón.

—Hola,yanqui—dijoconsuavealegría—.¿Tegustaelcorral?Meapoyéenuncodoparaincorporarmeyasentíporrespuesta.Ellasearrodillójuntoa

lacamaymemiróalacaraconojosrisueños.—Megustas,yanqui.Esperoquevengasavermeamenudo.Lamiréyellaseacercómásydijo:—¿Hayalgoquequierasquehagaporti?Lamiréyellaapagólavela.

—oOo—

Vi a Sheila siempre que pude durante un mes, a veces cenábamos en nuestro cuartelgeneral, a veces íbamos a bailar, a veces dábamos largos paseos por la hermosa ciudaddondevivía, donde las acacias crecíanaltas en la colina, a vecesbebíamos interminablestazas de café en el salón de su casa para humedecer la garganta seca de tanto contarhistoriasdeAméricaasumadrecojayviuda.Hastaqueaquelloterminó,hastaquemedijoqueseibaaTasmania,Sheilanomecontóqueestabacasada.

DespuésdeMollyySheila,seacabaronlossentimientos.Sóloeracaza.¿Cómo se hace?Cómo lo voy a saber.No soy ningúnCasanova, ni esto es unmanual

amoroso.La caza es fría, sí; calculadora, por supuesto; un hombre no debe arriesgarse a

comprometersecuandosatisfacelalujuria.Nuncadebeserromántico.Debedejarelamorrománticoalospoetasnocorrespondidosqueloinventaron.

En ocasiones la caza terminaba en situaciones extrañas. Como aquella camarera demoralestricta…

—Vosotros,yanquis—jadeaba—,notenéismoral.—¿Cómoeseso?—Ah—decía,mordaz—, sólohayqueecharunvistazoaHollywood.Bastacon leer las

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noticias de esas estrellas… salen unos con otros, se casan cuatro o cinco veces. LosecharíandeAustralia.¡Anosotrosaúnnosquedaalgodemoral!—secubríaconlasábanahasta labarbilla—.Vosotrosno,yanquis…¡Todo loquequeréisdeunachicaesacostarosconella!

Sólounneciooalguienqueyanoestuvierainteresadoenlacazalehabríaseñaladolaincoherenciadesudiscurso.

Esamismanoche,deregreso,mispasossecruzaronconlosdeotromarine,másjovenqueyo,quegruñíamientras tratabade limpiarse lasmanchasdecarmíndelcuellodesucamisa.

—Elproblemadeestaschicasaustralianas—sequejaba—esqueno tienenmoral.Sondemasiadofáciles.Aversihayalgunachicaestadounidensequeseentreguecomolohacenellas.No,señor,nihablar…Ellastodavíatienenmoral.

Los descendientes de los fariseos son legión. «Oh,Dios, te doy las gracias por no sercomo el resto de los hombres… adúlteros, como también es este australiano y esteamericanoyeste…».

—oOo—

La enigmática era la camarera. Todo el tiempo que estuve en su compañía, no pudecomprenderla.Decíadespreciaralosestadounidenses,pero,sinosalíaconmigo,salíaconotromarine.Legustabaaceptarmidinero,pero,cadavezquelaofendía, losacabadesubolsosoltandounaimprecaciónymelodevolvía.Apasionada,fría.Servíabebidas,peronolegustababeber.Despectivahacia lamúsicaamericana,eracapazderecorrerkilómetrosparabailarjazz.

UnavezquerecorríamosenbarcaelYarra,metió lánguidamentelamanoenelaguayparecía tanaburridaque yomealegré en secreto, pues losmarinesnoshabíamos vueltoblandos y la tarea de remar corriente arriba se había convertido en un desafío. Por fin,cuandoempezabaabostezar,hicevirarlabarcaymedirigíalembarcadero.

Enelmomentoenquepusimoselpieenlaorilla,ellapalideciódeiraymeespetó:—¡Quévergüenza!¡Quévergüenzaqueunhombrecomotúsaqueaunachicaallagoyla

traigadevueltasindirigirlesiquieraunamiradacariñosa!Al día siguiente,medolían los brazos y el pecho…y no lamenté no volver a remar ni

verlanuncamás.

—oOo—

Sheilaregresó.Unsábadoporlanoche,cuandotuvequequedarmeenelcampodecriquetymefuitempranoalacama,alguienmedespertóydijo:

—Hayunachicaenlapuertapreguntandoporti,Lucky.Sheila había estado en Tasmania sólo unos meses, pero parecía más vieja. Fuimos al

parqueycharlamos.Sheilaqueríairalaciudad,peroledijequeyonopodía:ellaregresabaaTasmaniaporlamañana,peroyonopodía.

—Peronopodemosquedarnosaquísentadosenelparque—sequejó.—Espera—dije—. Tengo una idea. Los demás tienen pases de cuarenta y ocho horas.

Cogerésusmantasycolchonetasylastraeréaquí.Veaporunpardebotellasdecerveza—ledieldinero—.Celebraremosunpicnic,¿deacuerdo?

Ellaserióydijo:—Yanqui,eresuntíoestupendo.Lasliterasestabanoscurasysilenciosas.VaciélaspiltrasdeRisitaseIndiana,sinolvidar

lamía,enrollétodoenunenormepetatecilíndricoycorrídevueltaalparque.Sheilallegóconlacervezacuandoyotendíanuestrocamastrobajoungranárbol.Nossentamosenlacolchonetaybusquélacerveza.

Gemídedesesperación.Sheilasehabíaolvidadodetraerunabrebotellas.—Noteapures,yanqui—dijo—.Aquítienes.YsellevóalabocaelcuellodelabotelladecervezadeMelbourneylearrancólachapa.Ah, estas chicas australianas, reflexioné, mientras el maravilloso líquido ámbar corría

libre.—¿Sabes?Estoesundelitograve—dijo,acomodándosejuntoamí—.Esundelitocontra

laPropiedaddelRey.

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—¿Yesoquées?—Toda propiedad pública pertenece a la Corona. Esto que estamos haciendo se llama

ofensaalaPropiedaddelRey…ytepuedenmeterenlacárcelporello.—Pues cojonudo, ¿no? —me burlé—. Por furtivos… Bueno, Sheila, a la salud de Su

MajestadelRey…Pasamoslanocheenelparqueyellamedejópor lamañana,cuandoelgrisamanecer

retirabaeltelóndelanoche.Medejóparasiempre.Recogílasropasdecamayregreséalestadio.Paramihorror,lascompañíasyaestaban

formandoparapasar revista.Con las colchonetasalhombroyoera tandiscretocomounelefante,unaclaraofensaalaPropiedaddelRey.

Perodecidíecharlevalor.Trashundirlacaraenlasmantas,echéacorrer.Nunca olvidaré la expresión de incredulidad que arrugó el entrecejo del Viejo Gunny

cuando pasé entre él y la CompañíaH.No había andado ni diez pasos cuando sonó unarisita.Luego silbidos.Después carcajadas.Aumenté la velocidad.Pero lanoticia sehabíaextendidoalasotrastrescompañíasyprontoestuvecorriendoentreunpasillodeburlas.Terminé corriendo a toda velocidad, pues los gritos, las risas y los abucheos se habíanconvertidoenunatormentadesonidoquemeimpulsóporlapuertaylosescaloneshastalasliteras.

Sihabíaofendidoal reyaquellanoche,mis camaradashabían impartido justicia en sunombre.

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Capítulo14

PerodoscosaspuedenconteneraunhombreenlaGranDiversión:lamalariayelserviciodeguardia.

Lamalariasignificabaelhospitaly,aveces,lavueltaacasa.Sinembargo,estábamostandecididosadivertirnosqueunhombrequeexperimentabalaagotadoraincomodidaddeunataquepróximoseguíaacudiendoalaciudad,tampocoeraextrañoverlodespuésapoyadocontraunafarola,lacarablanca,losdientescastañeteando,cerrándoselaguerreracontraelcuerpotemblorosomientrasbuscabauntaxiquelollevaradevueltaalcampamentoyalaenfermería.

AsífuecomoviporúltimavezaCicatriz-en-la-Barbilla.Susataquesdemalariasehabíanvuelto más violentos y más frecuentes. Esa última vez estaba sufriendo horrores en unacamadelhospitaldecampaña,unaconsulta improvisadabajoelestadio.Tenía lamalaria«rompehuesos», ese tipo maligno que asa tu cuerpo al horno y estira tus huesos en unpotro.

Yohabía idoadespedirme,puesmehabíaenteradodeque ibana llevarlodevueltaacasa.Nosésillegóareconocerme,niquisetorturarlopreguntándole,puesesesufrimientono puede soportar la intrusión de otra persona. Así que dejé a Cicatriz-en-la-Barbilla, aquienapreciaba;Cicatriz-en-la-Barbilla,delingeniomordazylosnerviosdeacero.Estrechésumanoardienteymedespedí.Creoquehuboundestellodereconocimientoensumirada,untemblorenlaboca,comosiintentaramoverlosmúsculosparaofrecerunasonrisa,peronopudesoportarverlolucharasí.Lesoltélamanoymemarché.

Para los no afectados por la malaria, sólo el estar de guardia podía mantenernosapartados de la juerga. Cuando nuestro batallón estaba de guardia, no importaba a quécompañía le tocara, todos teníamosqueestarpreparadosyacuartelarnosenelcampodecriquet.

ComoenlosviejostiemposenNewRiver,casicomosilavidagiraradenuevoentornoalaantiguatríadadebarracones,cervezaypetróleo.Llegábamosdelcampodeinstrucciónynoslavábamos.Nosquitábamosloslargoscalzoncillosynosmetíamosbajolasfríasduchas.

Alguiencogía loscubos(para irenbuscadecervezaesavez,nopetróleo),mientraselpelotónsesentabaalpiedelmiradorquedabaalcampo.Todoelmundoestabaallí:Risitas,Yardas,Indiana,elRoble,Amish,elCaballero,másreciénllegadoscomoSonrisaAmplia(unchavaldehombroscuadradosyexpresiónsimpáticadelosbayousdeLouisianaquehabíavenidocomoreemplazoaGuadalcanal)yGranSki,otroreemplazo,alto,patilargo,cetrino,contendenciaafarfullardesuestanciaenHawaiconelejércitoydesuesposa.GranSkieraelúnicocasadodenosotros.

Asípasábamoslanoche,sentadosenlaoscuridad,mirandolanegramanchadelcampo,cantandoocontandohistorias,oyendoenmediodelacalmalasvocesapagadasdelosotrospelotones,igualmentecansados,todosalrededordeaquellaenormeherraduraquerodeabaelterrenodejuego.

Lascancionesquecantábamosnoerannuestras:EstadosUnidosaúnnonoshabíadadouna canción que cantar. Tomábamos prestadas Waltzing Matilda y Bless’em All de losaustralianosyI’veGotSixpencedelosingleses,aquienesnohabíamosvistonunca.

Pronto, incluso esa sencilla diversión tocó a su fin y el día que nos enviaron al

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campamentodeDandenongsupimosquelosbuenostiempossehabíanterminado.Losmacutosllenosotravez.Loscascoschocandocontraloscañonesdelasarmas.Los

sargentos gritando de nuevo, incapaces de ocultar cierto placer. Las correas apretadas,clavándoseenloshombros,elnovatoarrugándoseyelveteranoencogiéndosedehombrosycambiandosucarga,recordando,abatido.Todoestodenuevo:comounconocidomolestoquesetecuelaatomarunascopas,reavivandoantiguasanimosidadesyconfiandoenqueregresaráa laciudadparasiempre.Asíqueapáñatelascomopuedas…yesperaaquelosdemássemuden.

—¡Compañíaaaaa!Allíestaba.—¡Marchen!Silencio, sólo un instante, sólo aquel diminuto trozo de nada, vacío de sonido o

movimiento, dividiendo una medida infinitesimal de otra, la infinitud misma tal vez y,entonces, el sonido inconfundible, el suave susurro de las tropasmoviéndose al unísono,seguidodelplanogolpeardelospiesenelpavimento.Ynospusimosenmarcha.

—Mimadremedijoquehabríadíascomoéste…peronotantos.—¡Eh!Apartaesametralletademicara.¿Quéintentas,convertirmeenbaja?—Apártateentoncesdemitrasero,capullo…NoganarásningúnCorazónPúrpura.—¡Sí,elCorazónPúrpura!Elculopúrpura,querrásdecir,esoesloqueganaremos.Losperrosmarchabanpordocenasjuntoanosotros.Corríandeunladoaotrodelalínea

demarcha,ladrandojuguetones.Erantantontosybonitosyfielesquetuvimosquereírnosdeellos,unaespeciederisanostálgicaquetehumedecelascomisurasdelosojos.

—Mira a esos chuchos majaretas —dijo Risitas—. Nosotros caminamos cien metros yellos,arribayabajo,correnunkilómetro.Echaránelbofeantesdequehayamosrecorridolamitaddeltrayecto.

Tenía razón,aunquepodríahaberacortado ladistancia.Nohabíamosrecorridoni seiskilómetros cuando vi al primero de los perros tendido en el camino, agotado. Tenía lacabeza hundida entre las patas, la lengua torcida en tierra, lamitad inferior cubierta depolvo.Nosmiróentristecidomientraspasábamos.Pobrecillo, estabaexhausto.Duranteelsiguientekilómetro,todoelcaminofuecubiertodebajascaninas,perononosabandonaron.

Dejédesentirlástimaporlosperroscuandonotélasampollascreciendoenlasplantasdemispies.Noshabíansuministradocalzadodelejércitoneozelandésantesdelamarchayfui de los que tuvo mala suerte. Aquellos zapatos eran de grueso cuero negro,sorprendentementerecio,consuelasrígidasytaconesreforzados.

Noeranparanosotros,acostumbradoscomoestábamosanuestrosboondockersdepieldegamoysueladecrepé,uncalzadomaravillosamentesuaveycómododiseñadoparanohacerruido.¡Peroaquelinstrumentodetorturaneozelandés!¡Aquelcalzadodeacero!¡Esabota de dolor! ¡Actuaba sobre las plantas de mis pies con la exquisita delicadeza de untorno!

Eldolorseconvirtióenmicompañerolossiguientesquincekilómetros,hastaquetodomiserparecióconcentrarseenaquellaincreíblezonablandapresionadaacadapasocontraelcruelacerodemisbotas.Aunasí,conseguíllegaranuestronuevocampamentoy,cuandomepresentéalmédicodelbatallónyésteexaminólasgrandesampollasquecolgabancomoubresdelasplantasdeambospies,medijo:

—Tendríasquehabercaminadolosúltimosquincekilómetrossobrelasmanos.Asentí,ysuspirédeplacercuandolasreventóydejóquesalieraelagua,lasvendóyme

enviócojeandodevueltaconmiscompañeros.Nofuielúnicoquesecalzóaquellasbotasbrutales.Hubootrosafectados.Novolvierona

suministrarnosesecalzado,puesestuvoapuntodeestropearlospiesdeunacuartapartedelbatallón.

—oOo—

NuestronuevocampamentoalbergóatodoelPrimerRegimiento,situadoenlafaldadeunadelascolinas,queaquellatierralastimosamentepobreenaltitudhabíallamadomontañasYuyang.Noeranmásquecolinas:suavespromontoriosdondeaquíyallácorríaunestrechoarroyo.PobreAustralia.Lanaturalezanohasidomuygenerosaconella.Nohayríosríos,sólo arroyos, y uno de ellos corría al pie de la colina donde estaba situado nuestrocampamento.

Naturalmente,llovíay,naturalmente,habíalodo.Lacomidaeraunapapilladecarnede

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ovejayverduraspasadas.Comocombustible,unlotedeleñoscortadosparalaestufaquehabíaenel centrode cada tienda.Comodivertimento, algúnpermisoocasionalde findesemanayunacantinaunkilómetrocarreteraabajodondeservían lacervezamásverdeyrepugnante que he bebido jamás, elaborada (no estoy seguro si decir perpetrada) en lapropiafuentedelonadelosoficialesyservidaenlostaponesdenuestrascantimplorasenunahabitacióndestinadaaalbergaraveintepersonas,peroocupadatodaslasnochesconalmenosdoscientas.

Las semanas pasaban con marchas y problemas nocturnos y ejercicios diarios en loscampos,unarutinaparecidaalavividalosdíascomoreclutasenNewRiver.Másaburridos,quizás incluso amargos, por lo que se esperaba de nosotros, los famosos vencedores deGuadalcanal.

Avecesnosdabanunpuñadodearroz,o lacantidadcon laque lebastaaunsoldadojaponés,ynosordenabanquehiciéramosmaniobrasdenocheyhacíamosmarchasforzadasnocturnas de cincuenta kilómetros o así y dormíamos durante el día. Recuerdo habermedormido en un prado y despertarme con una enorme vaca de ojos amables que memordisqueóconunmansoreprocheporhaberelegidoelpastomástiernoparaacostarme.De los problemas nocturnos aprendimos una lección duradera: cuando un mapa y unabrújulaentranencontactoconunsegundoteniente,prepárateparalaconfusión.

Durante aquel período, se produjo una inapreciable tensión de la disciplina, como eljinetequetiralentamentedelasriendas,perohubounbruscoretrocesocuandoreformaronlascompañías.ElsargentoMcCausticsehabíahechocargodelaCompañíaHcomoprimersargento.Erauntipodelgadoqueapenassobrepasabaelmínimodealturaexigida,conunalengua sucia, de temperamento claramente sádico, si bien no llegaba a ser un monstruograciasasuexcelentesentidodelhumorysurápidainteligencia.

Enel sargentoMcCaustic encontrémi cilicioparticular.Llegamosaunacuerdoenunpardedías,esdecir,llegamosalaconclusióndequeélyyoéramosincompatibles.Cuandollegó el momento de rehacer las compañías, el sargento McCaustic se libró de míalegremente.

Yame loesperabamientrasmedirigíaa la tiendade la compañíacon losdemásparapasarrevista.Llovía,peroelsargentoMcCausticignorólasgotasdelluviaqueaplastabansus finos rizos contra su estrecho cráneo. Habló con despreocupada alegría mientraspermanecía allí de pie, rodeado de sonrientes sargentos, rodeados a su vez de hombresformandounamedialuna.

—Muy bien, escuchad. Esta compañía ha estado holgazaneando demasiado tiempo… ytodoesporculpadeunoscuantosinútilesyovejasnegras.Asíquehoynosvamosalibrardeellos.

Unoscuantossargentossecubrieronlabocaconlamano.Cómodisfrutaron:lalistadelas«ovejasnegras»nolahabíaescritoMcCausticsolo.

—Compadezcoalascompañíasdondevayan,esoestodoloquepuedodecir—continuóMcCausticconsurápidaformadehablar—.Peroallávamos.Lossiguientesnombresvanaser deportados —se oyeron risas—, es decir, trasladados, a la Compañía E. En cuantopronunciesusnombresregresaránalazonaasignadaasupelotón,recogeránsuscosasyformarándelantedelatiendadelacompañía.

Cadavezquepronunciabaunnombre,McCausticsonreía.Unsargentoodossereían.Laalegría se extendía por toda la media luna, pero la risa de la media luna nunca era tansinceranisentidacomoladelcírculodesargentos,puescadanombresuponíaladesgraciade algúnhombre, lamarchade un amigo, la rotura del tejido de una amistad forjada enParrisIslandyNewRiverytempladaenelcrisoldeGuadalcanal.Cadavezquepronunciabaunnombre,algoseperdía,algoinconmensurable,quizánisiquierasentidoporlamayoríadeaquelloshombresdelamedialuna,peroseperdía,detodasformas,comounpedazodetierraquesedesprendesilenciosamentedelariberadelríoycaealacorrienteycontinúahastaelmar.

Pronuncióminombre.Lasrisassealzaronyyomedirigíapenadoamitienda.Adiós Risitas, hasta siempre Indiana y Yardas, adiós a la Compañía C. Me vine abajo.

Llorémientrascaminaba,ylalluviafueunalivio,puespudeagacharlacabezaybajarmeelcascocomoparaprotegermeelrostro.Lleguéami tiendayrecogímiscosas.LapenasemezclóconlahumillaciónylaindignaciónyempecéaodiaralsargentoMcCausticconunodioimplacable,inolvidable,imperdonable.Mismanosansiabansucuello.Anhelabaestarasolas con él en su tienda, ardía con la intensidad demi odio y, si elmismísimoDiosmehubieraordenadoamaraaquelhombre,noséquéhabríarespondido.

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Empaquetémiscosasysalídemitienda.Seguíalloviendocuandoregreséalatiendadelacompañía.Lamultitudsehabíadispersado.Losotros«deportados»permanecíandepiebajo la lluvia, rechazados, sus cabezas, como la mía,más hundidas de lo necesario paraevitarlasgotasdelluvia,suscuerpostensosreflejandoconclaridadsudesgracia.DentrodelatiendadelacompañíaseoíaunmurmullodevocesyelcacareodelarisadeMcCaustic.

Permanecimos allí hasta que apareció un sargento de la Compañía E.Nos dirigió unamirada apagada y entró en la tienda, para salir unos minutos más tarde con nuestroshistorialesenlamano.Losguardóbajosuponchoynosexaminóconfranqueza.Seencogiódehombros.

—¡Destacamento, ateeeención!—ladró.Nos pusimos firmes con torpeza, lastrados pornuestracarga—.Derecha—giramos—.¡Defrente,maaaarchen!

Echamosaandar.Los deportados, o trasladados, procedían de todas las compañías del batallón, quizá

porqueloscomandantesconsideraronquelareestructuraciónpondríafinalasviejaspeleasfamiliares. En esa confusión busqué santuario. Decidí ausentarme sin permiso, pero, porunavez,intentaríasalirmeconlamía.

Miplaneratorpeypeligroso.Sebasabaentreshechosmañaneros:mehabíadespertadocon los antebrazos cubiertos de grandes verdugones rojos, el sargento de artillería de laCompañíaEmehabíaconfundidoconSonrisaAmplia,quehabíasidodeportadoconmigo,yen unas cuantas horas laCompañíaEmarcharía aRye para pasar una semana haciendoprácticasde tiro.SonrisaAmplia sequedaríadetráscortandomadera, segúnmecontóelsargentoartillero,peronadieselohabíadicho.

ConvencíaSonrisaAmpliadeiraRyeyrespondercuandomellamaranporminombredosmañanas.LedijequecuandoelsargentoHabla-sin-Rodeosaparecieraparaenviarmeacortarleña,pensandoqueyoeraSonrisaAmplia,lediríaquiénerayoyqueSonrisaAmpliahabía idoaRye.También lediríaquemehabíanordenado iralhospitalpara tratarme laurticaria.SonrisaAmplia,despuésdedosdías,lediríaalsargentomayordeRyequiénera,fingiendo sorpresa porque no habían mencionado su nombre al pasar revista. Tenía quedecirquenomeconocía.

MiesperanzaeraqueelsargentomayordeRye,cuandodescubrieraqueestabaausente,vacilaraenconsiderarmeausentesinpermisohastapoderdeterminarlafechaexactademipartida.No le gustaría admitir al sargentomayor ni al comandante de su compañía quehabía estado considerando presente a un hombre ausente. Esperaría, razoné, a volver alcampamentoytenerunaoportunidaddesonsacarmealgo.Entoncesyolesoltaríaunatrola.

La jugada no era fácil, pero yo estaba desesperado por librarme de aquellos rostrosdesconocidos y nada apreciados de mis nuevos compañeros. A Sonrisa Amplia el plan lepareciódesastroso.

—¡Demonios!—dijo,sombrío—.Sifuerayo,meiríayyaestá,perovale.CuandolaCompañíaEsemarchódemaniobras,mequedéacostadoenmicamastroen

latienda.OíalsargentoHabla-sin-Rodeosconsuvozgraveproductodelwhiskyllamandoaloshombresqueiríanacortarmaderaalbosque.LeoíllamaraSonrisaAmpliadosvecesydiun respingoanteel silencioqueseprodujoacontinuación.EntoncesHabla-sin-RodeosladrósusinstruccionesycomenzólabúsquedadeSonrisaAmplia.Measoméylovirecorrerlos pasillos entre tienda y tienda, retirar la lona, asomarse, continuar su camino. A unascuantastiendasdedistancia,meretiréymetumbéenmicamastro.

UnrayodeluzprecedióalaentradadeHabla-sin-Rodeosenlatienda.Cerrélosojos.—¿Quédemoniosestáshaciendoenelcatre?Abrílosojos,fingiendosorpresa,ymepuseenpiedeunsalto.Lomiréaturdido.—¿TúnoeresSonrisaAmplia?Neguéconlacabeza.—¿Cómotellamas,entonces?—Lucky—dije—.ProcedodelaCompañíaH.—Losé,losé—murmuróél,sacandounalibretamanchada.Despuésdeecharleunvistazo,medirigióunamiradadeirritación.—¿ConocesaSonrisaAmplia?—Sí.—¿Lohasvisto?—Sí,sefuealcampoconlasegundasección.Maldijocondesesperación.SualientoolíaaAquaVelva.ElsargentoHabla-sin-Rodeos,

conocidoenelbatallónporsuaficiónalalociónparadespuésdelafeitado,debíadehaber

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apuradoelfrascoesamañana.Entoncesmemiróferozmente.—¿Quédemoniosestáshaciendoaquí?¿Nosesuponequedebesdeestarenelcampo?—No—contesté, subiéndome lamanga—.Mire.Tengourticaria.El sargentomayorme

dijoquefueraalhospital.Habla-sin-Rodeosmiró lasmanchas rojas y retrocedió. Para un viejo veterano, no hay

nadamáshorripilantequeunaenfermedadcutánea,cualquierformadesuciedadcorporal:sonloshombresquesehanpasadolavidaenteraviviendoencomúnyhanvistocómoseesparcenlasepidemias.Paraellos,todoescontagioso.Medejó,sinhacermáspreguntas.

Me pusemi ropa de permiso, guardé unas cuantas camisas caqui y unos pañuelos decampaña en unabolsita de viaje y volví a acostarme.Amediodía,mientras los leñadoresestabancomiendo,bajéporlapendienteysalíporlapartetraseradelcampamento,dondenohabíaguardias,cogíuntranvíahastalaestaciónDandenongy,desdeallí,untrenhastaMelbourne.MepasécuatrotranquilosdíasenMelbourne,encasadeunamigo,haciendoelcrucigramapor lamañana,bebiendopoco, incluso leí,yregreséalcampamentoalquintodía,unviernes.

Eradíadepaga.Habíancolocadounamesaen la callede la compañíay,detrásde lamesa, se sentabael comandante, quenospagaba cuando firmábamos el librode cuentasabiertoanteél.

—Muy bien —gritó el sargento de artillería Habla-sin-Rodeos, pasando a la fórmulahabitual para la paga—, alinéense en orden alfabético, no importa el rango: primero losregulares,luegolosreservas.Firmenenellibroapellido,inicialdelnombredepilayjúniorsiloson.Tuveunapremonición.

El sargento Habla-sin-Rodeos me llamó y escrutó la fila con la feroz mirada de uncazador.

Diunpasoadelanteyfirmélanómina.Elcomandantememirófijamente,conojostranquilosycalculadores.Mepagó.Suspiréaliviadoymedimediavuelta,perounamanofuriosamecogióporelhombroy

mehizogirarme.—¿EresLucky?EraHabla-sin-Rodeos.—Sí.—Veinmediatamentealaoficinadelacompañía.SualientoolíatantoaAquaVelvacomosiemprey,mientrasmedirigíaapesadumbradoa

la oficina de la compañía, pensé que al ser día de paga, el economato del batallón sequedaríaindudablementesinlociónparaelafeitadoalanochecer.TambiénpenséquehastaentoncesnuncamehabíaenfrentadoalsargentoprimerodelaCompañíaE.

Suiranoresultónadaconvincentemientrasyopermanecíallídepie,mirándolo,sentadoantesuescritorio.Noteníaaspectodehombreapasionado,nilosmodalesdeunencallecidosargentoprimero.Surostroduro,denarizgrandeyorejasenormes,noocultabasuedad,quenoalcanzabalostreintaaños,demasiadojovenparasersargentoprimerodelCuerpodeMarines.

—Serámejorquetequedesaquí—dijo—.Vasaveralcomandante.—¿Porqué?—¡Yencimatieneslacaradepreguntarporqué!Porausentartesinpermiso,poreso,ylo

sabes—memiróconseveridad—.¿Dóndehasestado?Guardésilencio,micorazónlatiendoylacabezaesperandoqueSonrisaAmpliahubiera

podidoresponderaunarevista(sóloauna,esoeratodo)paraconfundirlos.—¿Dóndehasestado?—repitió,sintantafuerza.—Enlasmaniobras—dije.Élhizounamuecadedesdén.—Nome vengas con ésas. Sabemos que no estuviste allí. Sabemos lo que le dijiste al

sargentoartillerotambién.Tehasescapado,¿no?Silencio.Suexasperaciónsemezclóconlapersuasiónyresultósermáshábilconlaslisonjasque

conlafuria.—Mira, sé lo que te está reconcomiendo. Sé que recibiste un mal trato por parte de

McCaustic.Asíqueestuvistedándolevueltasysetefuelacabezaytequitastedeenmediounos cuantos días.Muy bien, no te lo reprocho… ¿Por qué no eres listo? ¿Por qué no loadmites yme dejas hablar con el capitán? Será comprensivo. Vamos…, no vayas a hacerningunaestupidezahora,noechestodoaperder.

Esaeslallamadamásdifícilderesistir,laotracaradelamoneda,peroresistíelcantodesirenayguardésilencio.Elsargentoprimerosemostrómolestoyporfindije:

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—Estoydispuestoaenfrentarmealoscargos.—Vuelveatutiendayespera—replicó.Memarché,medioexultante.¡SonrisaAmpliadebíadehabermeprotegido!Obviamente,

el sargento primero no tenía ningún deseo de llevarme ante el comandante del batallón,pues no quería admitir queme habían considerado presente al pasar revista varios días,cuandoenrealidadhabíaestadoausentesinpermiso.Miplanestabafuncionando.Mesentéenlatiendayesperé.Unahoradespués,llegóunmensajero.

—Elsargequiereverte.Asolas,elsargentoprimeromesaludóconunapregunta.—¿Sabesescribiramáquina?—Sí.—Muybien,¿tegustaríaserelsecretariodemicompañía?¿Quién puede reprocharme que sonriera? ¡Ya estaba claro! ¡Si no puedes con ellos,

sobórnalos!Contesté que sí, y tres días más tarde el sargento primero contrajo malaria y yo me

convertíensargentoprimeroenfuncionesdelaCompañíaE.Aquélerauntrabajoaburrido,pocomenostediosoquelosdeberesdelsecretariodela

compañía,quereemprendícuandoelsargentoregresódelhospital.Enmisdiezdíascomosargento de laCompañíaE casi nohuboningún incidente, salvo queunpelotamequisosobornar con dos libras para que lo librara de la guardia el fin de semana, trato querechacé, sin olvidar obligarle a invitar aRisitas, Indiana, Yardas y los demás cuando nosreunimosunanocheenlacantina.Porlodemás,miridículametamorfosisdeculpabledelacompañíaa jefedepajade lacompañíasólomesupusociertascomodidades,pero,ensí,aquélla era una tarea embrutecedora y por eso aproveché la oportunidad para sertransferidoalBatallóndeInteligencia.

ElArtista,quehabíaestadoenmipelotóndeinstrucciónenParrisIsland,tambiénestabaen el Batallón de Inteligencia, el B-2, como se llamaba. Había sido trasladado comoexploradordesdelaCompañíaG,trashabersedistinguidoenlaBatalladelTenaru,dondeunjapolehabíahechountajoenlapiernaconunabayoneta.

Pocodespuésdeque el sargentoprimero regresara,Artistameabordó en la calle delbatallón.EltenienteGrandes-Ideas,eloficialdelBatallóndeInteligencia,loacompañaba.

—Aquíestá—ledijoalteniente,llamándome—.Ésteeselhombredelquelehablaba.Mepresentó.—Tengoentendidoqueeraustedperiodista—dijoGrandes-Ideas.Asentí—.¿Legustaría

encargarsedelperiódicodenuestrobatallón?Me mostré encantado y así terminó mi breve y azarosa carrera como fusilero de la

CompañíaE,durantelacualniunasolavezmeechéunfusilalhombro.Naturalmente, tampoco lleguéapublicar el periódicodelbatallón: sólo eraunade las

grandes ideas de Grandes-Ideas. Una ocurrencia que halagaba a su vanidad. Ni siquierahabía un periódico del regimiento o de la división, pero, con todo, Grandes-Ideas podíaalardeardeteneruneditorpotencialensuSeccióndeInteligencia,inclusopodía,dadasunaturaleza,considerarqueaqueldeseosuyoeraunarealidad.

Inclusoasí,Grandes-Ideasmerescatódeltediodelasecretaríadelacompañía,mellevóde vuelta al servicio y restituyó el orgullo herido por la «deportación» de McCaustic.También le debo aGrandes-Ideas que no le importara nadami reputación de rebelde, nisiquieraqueaesasalturasyofuerayaunaratadecalabozoveterana.

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PARTECINCO

Ratadecalabozo

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Capítulo15

HeoídodecirquealgeneralSmedleyButlerlegustabarecalcar:«Denmeunregimientoderatasdecalabozoymecomeréelmundo».

Puede que el Viejo Ojos Penetrantes nunca dijera esto, pero podría haberlo dichoperfectamente o, si no él, muchos otros comandantes de marines, pues expresa unsentimientomariney,cuandoseanaliza,resultaquenoesalgodesvergonzadonichocante,sino una obviedad: el hombre que acaba en el calabozo suele ser un hombre de espírituosadoymenteindependientequeserebelaalgunaqueotravezcontraladuraeimplacabledisciplinadelcampamento.

Nointentoexaltarunaconductaquedebesercondenada.Noestoysugiriendoqueporsuosadíaoindependencialasratasdecalabozodebanserperdonadasyescapenalcastigo.Debían serenviadasal calabozoyal calabozoeranenviadas.Tampocoestoyhablandodeunaratadecalabozocualquiera,elhombrequesiempresehaceelenfermo,elhombrequeno sirve para nada y está más veces en la trena que fuera a fin de evitar todas lasconsecuencias de su uniforme, incluso combatir.Hablo del soldado joven y valeroso cuyamismanaturaleza legeneraconflictoscon ladisciplinamilitaryhacequeacabe,amenosqueseaexcepcionalmenteafortunado,enelcalabozo.

HablodeRisitasydelPolloydelRobleydeunadocenamás…y,porsupuesto,demímismo.

El aniversario del nacimiento de George Washington fue el día en que Risitas y yomanchamos la pureza de nuestros historiales. Ese día la división iba a desfilar porMelbourne.TeníamosquemarcharporSwanstonStreetarriba,apenasunmesdespuésdenuestra llegada a Australia, para aceptar los aplausos de una ciudad y una nación queseguíansiendomuyconscientesdelaamenazajaponesaquehabíaexistidoenGuadalcanal.

Pero Risitas y yo no queríamos desfilar. Queríamos ver el desfile y eso, comocomprenderán, es imposible para la persona que va desfilando con el fusil pegado alhombro, los ojos fijos al frente y totalmente concentrado en la nucadel tipo quemarchadelante.

GraciasaalgúnsubterfugioevadimoseseodiosodeberynosatrincheramosanteelCityClub, bebidas en mano, cuando la Primera División de Marines entró desfilando enMelbournelatardedel22defebrerode1943.Anuestroalrededorsealzabanlosvítoresylosentusiasmadosaplausosdelosaustralianosalverpasaranuestroscamaradas.

—¡Bienporvosotros,yanquis!—¡Ah,ungrupocojonudo,enefecto!—¡Adelante,muchachos!—¡Hurraporloschicosyanquis!Loshombresvestíanuniformedecampañaymacutosdecombate.Losfusilesalhombro

y lasbayonetas caladas, todos llevandoo cargando supropia armaen labatalla.Así queresultabanbastanteimpresionantes:delgados,duros,bronceados,demovimientosrápidosyaspecto capaz. Tragué saliva repetidamente, ymis ojos se llenaron de lágrimas al verlospasar. Incluso losaustralianos,quehanheredadode los ingleses laaficióna los soldadosque dan taconazos, agitan los brazos y se pavonean, incluso ellos, finalmente, guardaronsilencio cuando la Primera División de Marines pasó en silencio, caminando de aquella

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manerasinesfuerzoperoalertaque identificaa los soldadosestadounidensescaminodelfrente.

ProntoRisitas vio el estandarte rojo y doradodenuestro regimiento.Nos alejamosunpoco, pasando de nuestra posición en primera fila a la tercera o la cuarta. El PrimerBatallón pasó. Entonces llegó el nuestro y nuestros corazones latieron más rápido. LaCompañíaE,laCompañíaFy,porfin,laCompañíaH.¡Allíestaban!AllíestabanIndianayYardas,eltenienteIvyLeagueyelCaballeroyAmish…¡Todos!¡Oh,quéorgullosentimosalverlos! Era estimulante, era abrumador, era como leer tu propio obituario o escuchar tupropio responso…, verlos allí moverse con tanta confianza y tanto orgullo, notar laadmiración en los ojos de los australianos que nos rodeaban. ¡Un gran día, sin duda!Esperábamosquenoterminaranunca,peroterminó,ynonosquedónadamásquehacerquesustituiresararaygenuinaalegríaporesaotraalegríaartificialqueseguarda,consucorchoysuchapa,engrandescantidadesenelinteriordelasbotellas.AsíquenosdimoslavueltayvolvimosaentrarenelCityClub.

Y,naturalmente,bebimosdemasiado.Al anochecer, estábamos como cubas. Pero Risitas tenía que hacer guardia ante la

cantinaesamismanoche.Semarchóconpasoalgotorpe.Paracuandollegaraalcampodecriquet,lainestabilidadselehabríapasado.Risitasteníaesahabilidad.

Alrato,tambiényoregreséalcampamento,graciasalasuerteoporlaintercesióndemiángeldelaguarda.EchéacorrerhaciauntranvíaquesubíaporWellingtonParade,saltédesdeelandén,loperdí,meagarréalabarraymearrastródosmanzanashastaqueunpardefuerteszapadorespudieronsubirmeabordo,comosifueraunahogado.

Tambaleándome,meerguíysaquépecho.—Estonoesnada—dije—.¡Anochemeatropellóuno!Nosestuvimosriendohastaquelleguéamiparadaymebajé.Encontré a Risitas haciendo guardia cabreado en la entrada de la cantina. Risitas

confiabaenpoderhacer laguardiadentro, dondepodríahaberse chupadouna cervezaodos.

—Tetraeréuna—leprometí.RegreséconunagranjarradecristalparaqueRisitaspudieratomarunpardesorbosa

escondidas.Tomamosmásjarras,hastaqueRisitasdijo:—Tengoqueiralbaño.Toma…,cúbreme.Medioelcintoyelcascoyselargó.Queuncentinelaseemborracheyluegodesertedesupuestoyentreguesuarmasupone

combinarunpecadomortalconundelitoimperdonable.Mequedéesperandollenodeansiaaqueregresaraloantesposible,peroentoncessucedióalgodesafortunado.

EltenienteIvyLeagueaparecióporelpasillo.Digoque fuedesafortunadoporque IvyLeagueerael oficialdeguardia.Másqueeso,

seguíasiendoelhombrequemehabíarobadomispuros,lospurosdetodoslosvoluntarios,si quieren. El alcohol que tenía dentro alimentómi ira y saqué la pistola de Risitas y leapuntédiciendo:

—Quietoahí,suciohijodeputaladróndepuros…otevolaréeseculodeseñorito.Opalabrasporelestilo.Fueracualfueselaexpresiónempleada,lapistolalodejóclaro.EltenienteIvyLeaguese

marchó y regresó junto al cabo de guardia (Caralisa, que se había vuelto a unir alregimiento) y el sargento de guardia. Mientras Ivy League me entretenía conversando,Caralisayelsargentohicieronunamaniobradeinfiltración.Saltaronsobremí.Habíansidomáslistosqueyo…ymehabíansuperado.

—Coged esa pistola y ese cinto—ordenó IvyLeague, blancode ira—. ¡Y buscad a esemalditoidiotadeRisitas!

No hizo falta. Risitas llegó corriendo, demasiado tarde, ay. Ivy League lo mandó alcalabozo.Temblandode furia,abriendoycerrando lospuños, lamandíbula tan tensaquecasisepodíanoírlosmolaresrechinando,IvyLeaguenosobservó.

—¡Altrullo!Caralisanosguió.Inexplicablemente,mientrasnosacercábamosalaimplacablefachada

deacerodelcalabozo,nosdieronunindulto.ElsargentodijoalgoyCaralisasedetuvo.—Idadormir—dijo—.IvyLeagueosveráatodosporlamañana.Sacudiótristementelacabeza.—¡Noséquédemoniostehapasadoporlacabeza,Lucky!¡Tratardedispararaloficial

deguardia!Conozcoauntipoalquelecayerondiezañossóloporpegarleaunoficial.

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Alguienmedespertóbruscamenteporlamañana.Eraelsargentodelanocheanterior.—Venga,vístete.Uniformedefaena.Vasaveraljefazo.Esperósombríoamiladomientrasyocubríaapresuradamentemislargoscalzonescon

lospantalonesylaguerreradefaena.Elsargentoparecíahervirporfuera,peroyoestabaheladopordentro.Todoloquehabíahecholanocheanteriormecaíaencima:¡veinteañosdetrabajosforzadosnoseríanunapenamuyduraporatacaraloficialdeguardia!

Másheladoqueningunodelosdos,elsargentomayordelbatallónnosesperabaantelapuertadelcoronel.Alto,derasgosafilados,elcabellorubiascotirandoaescasoylospelosde su bigote militar afilados como bayonetas, parecía más un sargento de la guardiaescocesaquedelosmarinesestadounidenses.

—Elprisionero—dijo,examinándome,ajenoamihorroralvermellamadodeesaforma—,elprisioneroentraráeneldespachodelcoronelcuandoyodélaorden.Traslaordendedetenerse se pondrá firmes delante del coronel y permanecerá así hasta que se le dé laordendedescanso.¡Ateeención!¡Defrente,maaarche!¡Prisionero,alto!

MisojoscayeronsobrelacoronillarosadadeMísterCinco-por-Cinco,elcomandantedenuestrobatallón.

MísterCinco-por-Cincorecibíasuapodoporsuconstitución,algomásdecincopiesdealtura y casi la misma anchura. Era un mote afectuoso, lo apreciábamos de veras o, almenos, lo habíamos apreciado en Guadalcanal, cuando no pasaba un día sin queMísterCinco-por-Cinco subiera y bajara aquellas montañas para atender a sus líneas y a sushombres.

El sargento mayor leía los cargos, la sequedad de su estilo militar derrotadaocasionalmentepor ladificultadcon laspalabras.Cuando terminó,elcoronelmemiródearribaabajo,taladrándomeconlamiradacomosimiestómagofueratransparente.

—Teniente,oigamossuversióndelosucedido.LavozdeIvyLeaguellegóflotandoporencimademihombro.Sentísobremílosojosde

MísterCinco-por-Cincomientras,hablandoconvozforzada(comositambiénélsesintieraavergonzadoanteelcoroneloledisgustarahacerloqueteníaquehacer),relatóloshechosde la noche anterior. Dijo la verdad, incluyendo la prueba de cargo,másmi borrachera,pueslaembriaguezdistamuchodeserunatenuanteenelCuerpodeMarines.

El coronelmeestuvoexaminandoconseveridad.Miréal frente, tratandodeno tragarsaliva, tratando de poner acero en mi estatura, tratando de no parpadear, tratando demantener la lengua húmeda para poder responder rápida y claramente cuando mehablaran…tratandoentodoslossentidosdedarfalsafuerzaalasarenasmovedizasdemiscobardes tripas. La expresión del coronel era severa. No pude deducir nada de su cara,mientrasestudiabamihistorial,pasandodespaciolaspáginas,comosilassopesaracontralas palabras del sargento mayor y de Ivy League. ¿Sería cruel o indulgente? Imposiblesaberlo,perosísabíaunacosa,comosabíatodosoldadoenlaguerra:mifuturo,inclusomivida,estabaensusmanos.Yaquelpensamientoerademasiadoinquietante.

—¿Cómosedeclara?Contramivoluntad,meaclarélagargantaytraguésaliva.—Culpable,señor.Élvolvióaestudiarmihistorial.Levantólacabezaymemiróalosojos.—No voy a arruinarle la vida —y mis tripas, que habían estado tratando de escapar,

parecieron detenerse y se recuperaron—. Podría encerrarlemucho tiempo por lo que hahecho.Estarborrachonoesningunaexcusa:sesuponequeunmarinedebesaberaguantarelalcohol.Perotieneunbuenhistorialdeguerra—continuó,pasandodenuevolaspáginasde mi historial— y parece tener buen fondo, así que no voy a enviarlo de vuelta aPortsmouth,dondemarcaelreglamentoquedeberíaenviarlo…,perotampocovoyadejarquesesalgaconlasuya.

Surostroseendureció.—Cincodíasapanyagua.Degradadoasoldadoraso.El sargento mayor ladró sus órdenes. Obedecí mecánicamente, tan feliz que casi no

advertí laexpresióndedecepciónenlacaradeIvyLeague, laexpresióndelcazadorcuyapresa se le ha escapado. Ivy League no quería arruinarme la vida tampoco, pero habríaapreciado una sentencia más severa. ¡Cinco días a pan y agua! ¡Podrían haberme caídocincoaños!Yoestabatanentusiasmadoquehabríaabrazadoalcarcelerocuandoaparecióanteeldespachodelcoronel,conelfusilenprevengan,ymeescoltó.

IralcalabozoenelCuerpodeMarines,sobretodoalaceldaapanyagua,escomosi

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fuerasaviajaraotropaís.Primero debes pasar por la enfermería para que te hagan un reconocimiento médico

paradeterminarsieres lobastante fuerteparasoportarsemejantedietayconfinamiento;luego debes visitar la oficina de la compañía, para que pasen a tu historial las marcasnegras y, más importante, para asegurarse de que pierdes la paga el tiempo que estésencarcelado;acontinuación,debesvolveravisitarlazonadetucompañíaparaentregartuarmaytuequipoalsargentoencargadoy,luego,vestidosóloconunajadomonodefaena,elropajedelcalabozo,estáslistoparaquelapuertasecierredetrásdeti.

Entucompañía,ereshombremuertodurantecincodías.Inclusoquitandetucamastrolacolchonetay lasmantas.Eresunceroa la izquierda,eldesgraciadocuya fotovuelvencontralapared.

Acadapasodelcaminodeestalentaprogresión,tesiguetuguardián,trotandosombríodetrás de ti, fusil en alto sobre el pecho, como un piragüista con el remo preparado: tusombraytuvergüenza.Losgrandescírculosnegrosqueadornanpordelanteypordetrástuuniformecasiparecequetienenpeso,tandolorosamentelossientes,puessabesquesonparaqueelcarceleroapuntebiensiechasacorrerhacialalibertad.

El calabozo te recibe y tú no eres nada. Incluso las ropas que llevas pertenecen alcalabozo y llevan su marca; tu mismo cinturón y tus cuchillas de afeitar se entregan alguardián,notienesnada,noeresnada.

Lapuertadeacerode la jaula se cierradetrásde ti, ceroa la izquierda, yallí estáelguardián, doblando intencionadamente una manguera de goma y adviertes que lo hanelegido por su crueldad. De repente, las cosas se han puesto serias. No hay nadie paraapreciarelhumordelasituación.Unescalofríosurgedelsuelodecementoyelcorazónsete hiela, al mirar al guardián del calabozo con sus brillantes ojos oscuros cargados decrueldad.

Hacefríoyestássoloy,contrati,sehallaelguardiánconsuuniformebienplanchadoy,detrásdeél,losMarinesdeEstadosUnidosy,detrásdeellos,EstadosUnidosdeAmérica…ydetrásdelguardián,denuevoenlarealidad,unapuertaseabreyunavozordena:

—¡Defrente,maaarche!Yentrasdepuntillasparasaludaratuscompañerosdeceldaapanyagua.Había entrado en unmundo de sombras. Había entrado en un lugar que parecía una

cavernatalladaenlarocasubmarinadeunríosubterráneo.Peroentoncesoíunmurmulloylas sombras parecieron tomar sustancia y oí una risa…, y entonces incluso aquel lugarterrible pareció animarse con esa gran esencia en llamas, el espíritu humano, y me dicuenta,claro,dequenoestaríaenelinfiernosinosóloenelcalabozodurantecincodías.

Misojosseajustaronalapenumbraydistinguíqueestabaenunaestanciadeunosseismetrosporcuatro,dondeunaluzmortecinasecolabaporunrectángulodegruesocristalsituado en las alturas de una de las paredes. Al igual que las paredes, el suelo era decementopeladoysecurvabahaciadentroendirecciónaunsumiderocolocadoenelcentro.Enelcentrodelaparedamanoderechahabíaungrifodeaguadelquecolgabandosotrestapas metálicas de cantimploras. La celda a pan y agua era una sala de duchasreconvertida,comocomprobécuandovique lassombrasseapoyabancontra lasparedes,observándomeconcuriosidadyexpectación.Unavozpreguntódesdelaoscuridad:

—¿Porquéestásaquí?Traguésalivayselodije.Seprodujounincómodosilencio.Yentonces…—¿Peroestásloco,tío?¿Porquéquisistedispararlealoficialdeguardia?—MerobólospurosenGuadalcanal.—Lástimaquenomatarasaesehijodeputa—gruñóalguien.—¿Quétehacaído?—preguntóotro.—Cincodíasapanyagua—respondí.Unaexclamacióngeneralizadadeincredulidad.—¿Cómotehaslibrado?¡Demonios!Amímehancaídotreintadíasporlargarmeunpar

días. ¡Ya ti sólocinco! ¡Por loquehiciste, tendríanquehabertedevueltoaPortsmouthyenchironarteparasiempre!

—¡Demonios, sí! Intentar dispararle al oficial en jefe… ¿A quién conoces, amigo? ¿Tuviejoesgeneraloalgo?

Derepentelaculatadeunfusilgolpeóbruscamentelapuerta.—¡Silencioahídentro!Sesucedieronlosmurmullosypocoapocosehizoelsilencioenlaceldaapanyagua.

Misojossehabíanacostumbradoyadeltodoalamalaluzyestudiéamiscompañerosratas

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decalabozo.Nohabíaningunodemicompañía,aunqueviaotroshombresdelbatallón,aquienes conocía de vista. Todos los rostros parecían desfigurados con esa expresión dedesánimomalhumoradocomúnalasvíctimasdepequeñaspersecucionesoalosjóvenesdeciudad o a los diletantes desencantados, pero no tanto comopara no suavizarla con sóloinsinuarque laspuertasde laprisión seabriríandeparenpar:entonces, todo rastroderencor y resentimiento desaparecerían. Aparte de esa expresión, aparte de los vanosgruñidoscontra losoficialeso lossuboficialesque loshabíanenviadoallí,oapartede lasfunestasperovacuasamenazasdevenganza,nohabíanadaquedistinguieraalasratasdecalabozodeloshombresdefuera.Lasratasdecalabozoéramossimplementemarinesquesehabíanmetidoenlíos.

Lassombrassiguierondepie,nadiesesentó,ylepreguntéaunhombrequeteníacercaporqué.Señalóalsueloydijo:

—Mojanelsuelo.Nopuedessentarte,amenosquequierasmojarteelculo.Justoentonceslapuertaseabrióyunsoldadoempezóaarrojarcubosdeagua.Trasél

habíaotrosoldado,conelfusilenprevengan.Lairamedominó.—Tómatelo con calma—dijo la sombra que estaba junto amí—. Te acostumbrarás. El

calabozonoesningúnclubdecampo,yasabes.Mojanelsuelocadavezquepillanaalguienfumandoaquídentro.

—¿Fumando?Elasintióyseguísumirada.La puerta apenas se había cerrado tras el soldado del cubo cuando dos sombras

acurrucadas frente a nosotros encendieron una colilla apagada. Ocultaron la llamaquitándoselasguerrerasycolocándolas,comosifueraunatienda,sobrelacabezadeunodeellos.Fumabandandopequeñascaladas,expulsandoelhumorápidamentehaciaabajoy,luego,dispersabanlasnubecillasdelatorasabanicandovelozmenteconlasmanos.Aquelloeralamonda,peroanadieleparecíagracioso.

Seoyeronferocessusurrosdedesagrado,perolosfumadoreslosignoraronysiguieronponiendo en peligro a todos los demás por un placer que sólo podía derivarse delconocimientodequeestabanquebrantandounaregla,porqueesaformadefumarsuyanopodíasernadaplacentera.

—Lesquedapara largo—meexplicó la sombra—.A cadauno le faltan todavía veinte,veinticincodíasmás.Nolesimportasilospillan:unoscuantosdíasmásnosignificannadapara ellos. Así es como consiguen los cigarrillos cuando van a comer con los prisionerosnormales cada cuatro días, alguien les pasa un cigarrillo. Y lo pasan de contrabandoguardándoseloenelpelooentrelosdedos,inclusoenlaboca.Esperanaqueseseque.

Lapuertavolvióaabrirseydiunrespingo,esperandomásagua.Peroeralacomida.—Pichoncitos,pichoncitos,pichoncitos…,venidacogervuestracomida—canturreóuno

delosguardiasconunburlónfalsete.¡Cayeron sobre la comida como lobos hambrientos! Saltaron sobre aquella caja y

desgarraronlashogazasdepanconlafuriadeunaturbaquearrancalapieldeuntiranocaído. Con un solo salto silencioso, se abalanzaron sobre ella y empujaron y tiraron ylucharonhastaque,todosconuntrozodepanapretadoentreloslabios,seretiraroncontralapared,parapermanecerallíagachadoscomoanimalesenjaulados,masticandosindecirpalabra,losojosfuriososyrecelosos,loshombrosencogidosylosmismoscuerposavisandodequeestabandispuestosarugir.Devezencuando,unasombraseponíaenpieycogíaunatazadeaguadelgrifoounpellizcodesaldelosgranosesparcidosdescuidadamenteenelfondodelacaja.

Esoeraestarapanyagua.Serepetíaporlamañana,amediodíayporlanoche.Yyo,horrorizadoanteaquelprimer

salto, reaccioné tarde y sólo conseguí una corteza para comenzar a vencer el asco quesentía.Asíquetuvequeaprenderasaltaralaprimerasílabadelcantoburlóndelguardia.

Lanochecaeenelcalabozocon lamisma inmediatezyelabsolutosilencioconque laoscuridadcaesobrelajungla.Nohayatardecer.Unúltimorayodeluzmuereenelairequeterodea,yderepentetodoestáoscurocomobocadelobo.También,derepente,tesientescansado.Elpandelanocheyasehaconsumido,nohaynadaqueesperar,sóloelpasodeundíaylallegadadelalibertad.Esmejordormir,olvidarse,pasarlanocheenunsuaveybenditoolvidoydespertarundíamáscercadelaliberación.

Los guardias aparecen con las mantas, dos por hombre: una para colocarla entre elcuerpoyelhormigóntodavíahúmedodelsuelo,laotraparataparte.Comoloshombresde

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Robin Hood, nos arrojamos sobre ese burdo camastro y nos ponemos a dormir. Losprisioneros somos más afortunados que nuestros carceleros, pues mientras nosotrosdormimos, un guardia debe vigilarnos.Descansamos sobre la palma de lamano deDios,incluso los prisioneros lo hacemos, y nuestro guardia tiene que permanecer tieso y sindormir, alerta, incluso temerosodequealgúnprisionero seamásastutoqueél y escape.Peronosotrosdormimos.

Lamañanavieneacompañadadelamelancolía.Permanecemosdepieoagachados,sinrostroysin forma,esperando lacajadelpan,ansiandoque llegue lanocheytemiendoelamanecer, contando los días y maldiciendo la explosión del tiempo, la erupción de losminutosenhorasylashorasendíasycuatropequeñosdíasenunaeternidad,odiandoalosoficiales e inventando imposibles formas de venganza, hundiéndonos, hundiéndonos,hundiéndonos tanprofundamenteenelabismode laautocompasiónqueprontoelmundoentero parece desequilibrarse, y las mantas y el pan se magnifican más allá de todaproporción,ocupandotodalamente,usurpandoelhabitáculodelmundoporunprocesodemisticismo inverso que destruye el tiempo al revés, que es el mismo corazón negro ymalignodeladesesperación.

Perohayunamañanaquetraelalibertad.Elguardiadelaprisióntrotadenuevodetrásdemí,visitamoslaenfermeríaylaoficinadelacompañíay,luego,lalibertad.Lapuertadelajauladeaceroresuenadetrásyallásequedanlosmelancólicosreclusosdelaceldaapanyagua,cerosalaizquierdaunavezmás,susrostrossinrasgoseirrecuperables.

Laexperienciahadejadosuhuella.Cincopequeñosdías,yhayunacicatriz.Elrecuerdodeunadegradaciónquecompartircontodoslospájarosalosqueleshancortadolasalas,contodas lasbestiasenjauladasy losvagabundosencarcelados,con lomásbajoy lomásaltoenlahistoriadetodoslostiempos.

Sinembargo,unhombrequesaledelcalabozodondehasidoencarceladoporprimeravez(siesehombretienevalorylavirtuddedarunsentidoaaquelladesgracia),unhombreasísevolveráymiraráellugarysonreirá.Entoncesseecharáareír.Porque¿quiénpuedehacerledañoapartirdeentonces?¡Hapasadoporelpanyagua!

Risitas esperaba una cortemarcial sumaria cuando salí y su abogadome llamó comotestigo de la defensa. También Yardas tendría que declarar como testigo valedor de suconducta.

Cuando llegó el día del juicio, los tres estábamos muertos de miedo: Risitas, por lagravedaddesudelitoylaposibilidaddequepudieranremitirloaljuiciomuchomásgravede una corte marcial general; Yardas porque su lealtad hacia Risitas podría llevarlo arevelarsinquerersuspropiospecados,yyoporelmismomotivoyporhaberprobadoyaelcalabozo.

Tambiénestábamosasustadosporque,aprimeravista,eltribunalparecíaunaburlaalajusticia.

Digoaprimera vistaporquepor sumismaconstitución y susmaneras así parecía ser,perono:acabóresultandopráctico.

UnabogadopodríainsistirenqueeljuiciodeRisitasfueunafarsa.Unabogadopodríapartirse de risa al ver al jubiloso representante de Risitas, un segundo teniente reciénllegado,másjoveninclusoquenosotros,queacababadesalirdeuncursodepreparaciónalderecho cursado en una facultad de la ciudad de Nueva York, claramente destinado adedicarse a lapolítica yno a los tribunales.Unabogadopodríadespreciar al fiscal y losjueces, todos elegidos entre las filas de tenientes y capitanes que apenas hacía dos añoseranuniversitariossinotraspreocupacionesquedecidirsigastarseonolapagasemanalencerveza o en libros. Así fue el juicio de Risitas. Pero acabaron degradándolo de cabo asoldado raso y a condenarlo diez días al calabozo normal. Nadie, ymenos Risitas, podíaponerreparosaunasentenciatansabiaypiadosa.

Es una lástima que mi memoria sea tan miserablemente débil aquí, ojalá pudierarecordarmáscosasdeaqueljuicio.

En determinadomomento, recuerdo, el fiscal interrumpió al abogado de Risitas ymeinterrogórespectoamiamistadconelacusado.

—Está guiando al testigo—exclamó el fiscal, mientras que el abogado de la defensa,sorprendidodequeestafrasetípicadelostribunalessevolvieracontraél,elúnicohombreenlasalaconformaciónjurídica,apretósusmúsculosfacialesconunaaplastantemiradadedesdénycontinuóconsuinterrogatorio.

Los jueces, demasiado conscientes de la capacidad legal de la defensa, cruzaron ydescruzaronlaspiernas,agitaronlasmanos…yrechazaronlaobjeción.

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AsíRisitasperdiósusgalonesysepasódiezdíasdisfrutandode larelativacomodidaddelcalabozonormalysuúnicaquejacuandosaliófueque,alcontrarioqueamí,lohabíanencarceladobajolatuteladeunoficialaquienencantabaraparlascabezasdesusratasdecalabozoydejarlaslimpiascomoundientederata.ElpobreRisitassaliódeallícalvorotaperdidoy,apartirdeentonces,mostróunavanidadquenosospechábamosenélalcalarseunagorritaenelbrillantecráneohastaquesuhermosopelorubiovolvióacrecer.

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Capítulo16

La policía militar se hizo más numerosa. El odiado brazalete negro con sus letrasmayúsculasblancas,PM,seestabaconvirtiendoenuncontinuoaguafiestas.CuandosubimosabordodelbarcoaustralianoH.M.S.Manoora,antesdelasmaniobras

enlabahíadeMelbourne,laPMvinoavigilardesdelagarita.Seconvirtieronenlaespinaclavadaennuestrocostado.Sólounhombrelistopodíaburlarlos.Todos estábamos ansiosos por desembarcar, odiábamos elManoora como barco —su

mismonombrenosparecíaqueexpresababurdamentenuestrodisgusto—,[4]odiábamoseltediodeestarallíesperandoaqueempezaran lasmaniobrasy,mientras tanto,comíamosbarbaridadescomotripasypatatashervidasparadesayunar,dormíamosenhamacasbajocubierta y pasábamos el resto de las horas puliendo las interminables extensiones demaderalacadadelbarco.Pero una noche llegó la noticia de que habían retirado a los PM de la garita. Sólo

quedaban guardias de lasmilicias civiles.Una hora después, el barco se quedó vacío demarines. Saltaron la verja que separaba losmuelles de la carretera o la atravesaron condescaro,deduciendoacertadamenteque losguardiasciviles, yamayores,no lespondríanunamanoencima.Risitas,Yardas,yoyotrochicodeLouisville,primodelCaballero,aquienllamábamosel

Pollo dada su juventud—no había cumplido los diecinueve—, desembarcamos echándolecara,puesradiomacutonosinformóquealoscivilesnolesimportaba.Nosdetuvimosenelprimerrestaurantequeencontramos,unosituadoenlacarreterade

lacosta.La insípidacocinadelManoorahabíaempobrecido tantonuestrospaladaresqueansiábamosnuestroplatoaustralianofavorito:fileteyhuevos,convinoocerveza,avecesincluso con jarras de leche densa y cremosa, y platos de pan australiano, de un blancolechosoytexturadepastel,cortadomuyfinoyuntadoconmantequillatandensacomoelqueso.El restaurante era un local tan grande que parecía una galería o un entresuelo que

recorría de parte a parte aquella estancia tan espaciosa. Para llegar debías subir unaescalerasituadaaladerecha.Alfondodelasalahabíapuertasgiratoriasqueconducíanalacocina.Alaizquierdahabíauncomedorprivadomáspequeño,dondeadvertíquehabíaunamesaredondaconvariassillasderespaldorecto.Cenamos y empezamos a beber. Risitas había llamado por teléfono a su chica, que

viajabaentrenparareunirseconél,perotodavíafaltabaunahora.Asíquebebimos,comobebíamedia docena de grupos demarines vestidos con susmonos de faena. Entre elloshabíauntipomorenoyagraciadodelaCompañíaE,elbarberodelacompañía,elhombrequecortabaelpeloporunascuantasmonedas.Senotabaqueestababorracho.Algunos de los marines estaban acompañados por chicas que bailaban con ellos a la

músicadeunamáquinadediscos.Atravésdelapuertaabiertaquedabaalacallesepodíaver el pavimento brillando oscuro a la luz de la sala. Durante todo el día había estadolloviznando.Unjeepseparóante lapuertademaneratanrepentinaqueparecióencajarseallíyal

instante cuatro PM irrumpieron en la sala a la carrera. Nos dispersamos como ovejasasustadas,elefectodelpánicoampliadoporelsonidodelassillasarrastradasylasmesas

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volcadas,peronoseoyóniunavoz,nisiquierachillaronlaschicas.Subícorriendolasescalerasdelagalería,conlosPMcorriendosalvajementedetrásde

mí.Una luzbrillabaa travésdeunapuertaabierta,mientrasrecorríavelozelpasillo.Mecoléycerrélapuertaconcerrojo.Atraveséunahabitaciónoyéndolesaporrearlapuertayllegué a un cuarto de baño. Allí había un australiano, a medio vestir, con pantalones ycamisetainterior,lacarablancadeespumayconunacuchillaenlamano.Todosucuerpohizolapregunta:—¿Quéocurre,yanqui?Respirando entrecortadamente,mientrasmis ojos buscaban una salida, respondí:—La

PMmepersigue.—Oh,losmalditos«provos»[5]¿eh?Bueno,veamos,yanqui,salporaquí,porlaventana.

¿Vesesetejado?Nuncateseguiránporahí.Sébuenchico.¡Yomeencargarédelosmalditosprovos!Salíaltejadomientrascontinuabanaporreandolapuerta.Mearrastréhastaelbordey

me quedé colgando aferrándome a él con las manos. Al momento pude oír a los PMhablandoconel australiano,peronopudedistinguir suspalabras.Seoyóel sonidode laventanasubiry loshacesde las linternascortaronextrañamente laoscuridad, luegosóloquedó laoscuridad, el silencio y la ventanaquevolvíaabajar.Elbordedel tejado semeestaba clavandoen los dedos y la carnedemisbrazos se tensaba tantoque temíque serompieraydejaraúnicamentemisbrazosallícolgando,peroteníaqueaguantar.Auparmedenuevoaltejadohabríasidounahazañasobrehumana.Nopodíapermitirmecaer,pueselsonido alertaría a los PM y tenía miedo de mover la cabeza para localizarlos. Tuve queaguantar, por insoportable que pudiera parecer el dolor, hasta que oí el jeep arrancar yperderseenladistancia.Entoncesmesolté.Noestabaaunagranaltura,yaterricéenlaacera,pueslahabitacióndelaustralianodabaalacalle.Dehecho,losPMpodríanhabermevistosihubieranmiradoenmidirección.Memantuveenlaoscuridadhastaestarsegurodequesehabíanperdidodevistay,entonces,agitandolosbrazosparaquelasangrevolvieraafluir libremente,medirigí a la luzque salíapor lapuertaabierta yentrédenuevoenelrestaurante.Empecéabeberotravez,esperandoaqueRisitasyYardasyelPollovolvieranahacersu

aparición, pero no aparecieron. Otros marines fueron regresando, entre risas,representandodemaneraescandalosasuhuidadelosPM,peroningunodemiscamaradasseencontrabanentreellos.—Eh,Compañía E—le pregunté al grupo del guapo pero borracho barbero—, ¿habéis

vistoaalgunodemiscolegasdelaCompañíaH?¿SeloshanllevadolosPM?—No —entonces se rieron—. Los PM no se han llevado a nadie. ¡Todos subieron las

escaleraspersiguiéndoteati,atontado!¿Cómotelibrastedeellos?—LesdijequeeradelaCompañíaE,paraqueseapiadarandemí—respondí.—Sehabríandadocuentadequeeraunamentirademierda—contestóuno—.Nadiede

laCompañíaEenseñaelculo.SabríanqueeradelaCompañíaHdesdeatrás.Intercambiamos insultos y habríamos acabado en pelea si el Barbero no se hubiera

resbalado de su silla. Ellos se agacharon para ayudarlo y, al hacerlo, los PM volvieron aentrar en trombaen la sala.Dieronungolpe tan rápidoquenohuboescapatoria. Yomedirigíalcomedorprivado,perounPMmeinterceptó.—¿Dóndecreesquevas?—Apormigorra.—¡Tugorra,unamierda!¡Venconmigo,amigo!LosotrosPMteníansujetoalBarberoentreellos.Lacabezaledabavueltastontamente.

Alparecersusamigoshabíanescapado,sacrificándoloaélyamíensuretirada.Unodenuestroscaptoresleencasquetólagorraenlacabezayempezóaempujarlohacialapuerta.MevolvíhaciaelPMquemesujetaba.—¿Ymigorra?—¿Quépasacontugorra?—Estáenesahabitacióndeahí.Tengoquecogerla.Nomeharádejarlaahí,¿no?—Deacuerdo,perovoycontigo.Me dirigí a la otra puerta con el PM pegado amis talones. La abrí. Entonces di una

rápidapatadahaciaatrás,cerrándoladegolpe,crucélahabitación,abrí laotrapuerta, laatravesécorriendo,pasélaspuertasgiratoriasycorríhacialacocinagritando:—Rápido,¿cuáleslasalida?Seguílamiradaqueechóunacamarerahacialapartetraserayatraveséotrapuerta.Me

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encontréanteunpatioy,másallá,unaltomurodepiedrarematadoconalambredeespino.Pero el sonidodel PMquemeperseguíame impulsó a cruzar el patio comounabaladecañón.Meabalancécontraelmuro,agarrándomealbordeconlosdedos,subílaspiernas,arriba, arriba, haciendo gran esfuerzo. Allí estaba yo, escalando en la noche oscura yhúmeda.¡Undisparo!¡Elhijodeputamehabíadisparado!La fuerza de la caída me derribó de rodillas. Sentí que las manos me sangraban,

desgarradasporelalambredeespino.Miguerreraestabaigualmentedesgarrada,peroyosólopodíapensarenlosdisparosysentíunacaloradoarrebatodefuria.Enaquelmomento teníaquedefendermecontrauna camadadeperrosque sehabían

congregadoensilencioamialrededordespuésdequeaterrizaraensucallejón.Mostrabanlos dientes y ladraban, haciendo que mi avance sigiloso por el callejón oscuro fueraimposible.Laslucesempezaronaencenderseenlascasuchasquedabanalcallejón.Seguíavanzando,atientas,espantandoalosperros,chocandocontralasvallas.Unaluzseencendióenunacasaamiizquierda.Unapuertaseabrióylaluzinundóla

negrura.Meagachéparaevitarla.Unavozdemujerllamó:—¿Quiénandaahí?Habría sidounaestupidezpormipartepretenderquenohabíanadie.Losperrosmás

feroces,rugieronymerodearonencuantopudieronvermeademásdeolerme.—Unestadounidense—dije—.Soymarine.Lapolicíamilitarmepersigue.—Losmalditosprovos—gruñóella,avanzandohaciaunaverjatrasera,linternaenmano

—.Vengaporaquí.¡Largo,chuchosasquerosos,fueradeaquí!¡Fuera!¡Fuera!Amenazó a los perros con la linterna,mientras yo atravesaba la verja.Me iluminó las

manos.—Estáustedherido—dijorápidamente—.Venga,locuraré.Anteseraenfermera.La seguí al interiorde la casa.Me limpió lasheridas, las cubriódemercromina, y las

vendó.Laobservé.Eraunamujersencilla,derostrofuerte,deunoscincuentaypocosaños.Estabasolaenlacasa,peronosintiómiedo.—¿Dequéhuyedelosprovos?—preguntó,vendándomeconprofesionalidad.—Mepersiguen.Llevanpersiguiéndometodalanoche.EstamosabordodelManooray

muchoshemosdesembarcadoestanoche,peronoteníamospermiso…,ynuncavamosconropasdefaenacomoésta.—Eso veía yo.Me extrañé al verlo tan sucio. Ustedes van siempre tan limpios, todos

brillantesyplanchados,queparecequeacabendesalirdelalavandería.La seguí a través de un pasillo estrecho y oscuro. Ella se comportaba de manera

despreocupada,comositodaslasnocheslesucedieraesomismo.Meacurruquédetrásdeunacortinaqueseparabaelsalóndelacocina.Ellaabriólapuerta.¡Sonarondosdisparos!Cerrólapuertadegolpe.—¡Uy,acabandedispararleaunodesuscompañeros!Suvozsonótanserenacomosihubieraanunciadoquehabíadejadodellover.«Uy»dijo

parainformardealgoqueeramásbienpococomún:losPMlehabíandisparadoalpobreBarberoenelmusloy,además,conunabaladelcalibre45,comosupemástarde.—Sucompañeroibacorriendoporlacalley,justocuandoheabiertolapuerta,oigolos

disparosyloveocaer.Silencio,ahora…,losoigovenir.Meacurruquéaúnmásenlaoscuridady,paramisorpresa,viquevolvíaaabrirlapuerta

concautela.—Ahhh—suspiró,cerrandolapuertasuavemente—.Yasevan.Alzóunamano.Yoprestéatención.Seoyóelsonidodeunjeepalalejarse.—Supongoque su camarada está bien—continuó ella—.Por lomenos está vivo. Se lo

llevanenelcoche.Measoméyelladijo:—¿Siemprehacenesto?—No—gruñí—.Queyosepa,jamásactúanasí.¿Lehandisparadodeverdad?—Oh,sí.Lohevistocaer.—Lolamentarán—dije.—¿Quéquiereusteddecir?—No quisiera ser ese PM…No cuando los amigos de ese tipo descubran quién le ha

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disparado.—Bueno,esperoqueledenunapalizaquenoolvideenlavida.¡Malditosprovos!Ledilasgraciasysalíalacalle.Amiizquierdapudeverlacarreteradelacostaylaluz

rompiendo a través de las nubes sobre el agua. Me encaminé a la bahía, decidido aencontrar a Risitas o a Yardas y volver a subir alManoora. Ya había jugado bastante alescondite con esos PM que habían decidido cambiar de juego y probar el tiro al blanco.Cuando llegué a la carretera de la costame asomé con cuidado desde la esquina de unedificio.NohabíaningúnPMalavista.Crucélacarreteraybajélosescalonesdemaderahastalaplaya.Risitasdebíadeestarporahíconsuchica.Noteníaningúnotrositioalqueir,novestido

comoiba.Latierraengullóelsonidodemispasos,asíquesilbéconfuerzaparanotoparmeconellossinavisoyprovocarunasituaciónembarazosa.Silbandoasí,mesentéjuntoaunbote varado. Diez minutos después, Risitas se reunió conmigo, tras aparecer de manerarepentinaysilenciosadeentrelaniebla.—¿DóndeestáHope?—pregunté.—Seha ido ya a casa.Cogió un taxi para ir a la estación.Vamos, serámejor quenos

pongamosenmarcha.Caminodelbarco,nosencontramosconelPollo.Sonrióalvernos.—¡Demonios,Lucky!HabríajuradoquelosPMtehabíanpillado.Casimemeoencimaal

vertecorrerescalerasarriba.Yotambiéncorría,peronopudedejardereír.HanpilladoaYardas,¿sabes?—¡AYardas!—Puessí.Fuealprimeroquetrincaron.Lovicuandoechabaacorrer.Risitassoltóunacarcajada.—¿Quiénibaadecirlo?¡Porfinhanpilladoalprudentevejete!¡Yardasenelcalabozopor

fin!Guardamos silencio mientras nos acercábamos a la garita de entrada. Un viejo

australiano,vestidoconeluniformedelosguardiasciviles,terminabasuservicio.Lollaméynossusurró:—Nolointentéis.Eloficialdeguardiaestávigilandodesdelagarita.Vaarrestandoalos

chavalessegúnvanllegando.Ledimosprofusamente las gracias y nos retiramos a reflexionar.Decidimos escalar la

verja. Lo hicimos en un santiamén, pero entonces descubrimos que el muelle estabaseparadounosmetrosyquesólopodíamosllegarsubiendoaunadelasbarquitasatracadasallí,trascortaramarrasyremarconlasmanos.Asocairedelmuelle,meagarréaunode lospilaresmientrasprimeroelPolloy luego

Risitas subían a bordo. Lo hicieron tan bien y tan silenciosamente que se podía oír loslamidosdelaguacontralospilaresporencimadelsonidodesusmovimientos.Losllamé,envozbaja,peronoobtuveningunarespuesta.Temiendollamarlaatencióndelcentinela,novolvíallamar,asíqueasegurélabarquitaysubíporelpilar.Unextrañoescenariosepresentóantemisojosenelmomentoenqueasomélacabeza.

RisitasyelPolloestabanelunoalladodelotro,loscuerposenposicióndeecharacorrer,pero con lasmanos en alto por encimade la cabezamientrasun centinela con casco losamenazabaconunfusil.Intentéagacharme,peroelcentinelayamehabíavisto.Mehizoungestoconelfusilyadoptélaposturadeseada.Porelportedelcentinelapodíamosverquese tratabadeun recluta que acababade llegar deEstadosUnidos.Casi ningún veteranohabría detenido así a ninguno de sus camaradas y se habría horrorizado ante la idea deapuntaraunodesuscamaradasconunfusil.Risitaslehablóenvozbaja.—¿Estácargadoesefusil?—Sí—dijoelcentinela,observandoconcautelaasuinterrogador.—¿Elcartuchoenlarecámara?—Oh,oh.No.Los tres respiramosmás tranquilos y yo, queme había ido acercando a él durante la

conversación, eché de pronto a correr hacia la oscuramasa del barco. Conté con que elcentinela no fuera a disparar ni se volviera hacia mí, dando así a Risitas y al Pollo laoportunidaddeempujarlo,lanzarloalaguadesdeelembarcaderoodispersarsedemaneraqueleresultaramásdifícilapuntar.Peroelcentinelafuemásrápidoymáslistoquenosotrostres.SaltóhaciaatrásparacortarleelpasoaRisitasyalPolloy se llevóel fusilalhombro

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para apuntarme. Descorrió el cerrojo. Cuando oí el letal chasquido del cartucho en larecámara,medetuve.Observéalcentinelaciegodeincredulidadyconsternación.—¡Estúpido recluta patoso! —susurró Risitas—. ¿Qué demonios te crees que somos,

japos?¡Bajaesemalditofusil!El centinela nos observó con la boca abierta, como si las furiosas palabras de Risitas

hubieranafectadoalgunaespeciedelealtadquehastaesemomentonihabíaconsiderado.Sus ojos parecieron observarnos como a personas distintas, no como los abstractostransgresoresdeapenashacíaunminutoaquieneslasórdenesdesugeneralleordenabandetener,sinocomoamarinesdecarneyhuesodesupropiobatallón,ypareciódarsecuentadequenosestabaamenazandoconunfusilcargadoquepodíamatar.Empezóabajarlo.Perofuedemasiadotarde.Alotroladodelmuelleydelagransombraproyectadaporelbarco,llegócorriendoel

oficialdeguardia.Involuntariamente,tensélosmúsculosdemiestómago,comopreparándomepararecibir

unabala,cuandoviqueeraeltenienteCaballodeCarreras.CaballodeCarreraseraellídermástemido,elmáscapaz,elmásrespetadoyelmássedientodesangredetodoelbatallón.Mientraspermanecíallídepieconlasmanoslevantadas,viéndoloacercarse,viéndolosacarlapistolamientrascorría,llamandoalcabodeguardia,recordéunavagaimagensuyadelpasado,recorriendolasmontañasdeGuadalcanalypracticandodesenfundarsupistoladeespaldas,practicandodesenfundarydisparar,practicando, tal vez, conesamismapistolaqueahoradesenfundóyapretócontramivientrecuandollegóamí.Memiródesdedebajodesucasco,peronopudeleerningunaemociónenaquelrostro

afiladoydecididodenarizhinchadaypequeñosojosfijos.—Regístrelos—dijo,clavándomelapistolaenlabarriga.—¿Para qué quiere registrarme? —le pregunté—. Me conoce usted, teniente. No soy

ningúnquintacolumnista.—Regístrelos—repitióeltenienteCaballodeCarreras,yelcentinelaobedeció.Sehabía

ruborizado.—Denoscuartelillo—dijoRisitas,ymesorprendióoírlo.PeroentoncesrecordéqueCaballodeCarrerasprocedíadelatropaysupusequetalvez

Risitasestabaaludiendoaeso.—Nada de cuartelillo esta noche —dijo Caballo de Carreras. Su voz era aguda—.

Tendríaisquehaberlopensadoantesdeescapardelbarcoeirosatierrasinpermiso.Ysinuniforme,además—nosmiróconfrialdad—.Centinela,colóquesedetrásdeestoshombresycúbralos.—Venga ya, teniente—suplicóRisitas—.Denos cuartelillo.No hemos hecho nada peor

que ninguno de los demás. ¡Demonios! Todo el Segundo Batallón estaba en tierra estanoche.Nosotrossólosomoslosdesafortunadosquehanpillado.—No,no losois.Hepilladoadocenasatravesando lapuerta.Y losdejépasara todos.

Peroavosotrosno.Lohevistotododesdeelmuelle.Vosotrossoisdemasiadolistos…y,siyohubierasidoelcentinela,estaríaistodosmuertos.Nos hizomarchar hacia elManoora y subir por la plancha y llegar hasta la proa del

barcoybajarporunaescalerahastaunagujeroencaladoiluminadoporunasolabombillaeléctrica.Aquelloeraelcalabozodelbarco.Noeraunahabitación,másbienunaespeciederetretemarinero,unhuecoentrebaboryestribor,cercadelaproa.Lascostillasdelnavíoeranvisiblesaloslados.Unhombreapenaspodíadarselavuelta,asíquetresnodigamos.Nos habíanmetido a presión en aquel lugar, literalmente, y cuando la escotilla se cerró,descubrimos una placa en el mamparo con esta inscripción: «Calabozo certificado paraconteneraunmarinerocapaz».Nosmiramosunosaotros,noscontamos…ynosechamosareír.Entoncesnospusimosadormir:Risitas,alserelmásfornido,setumbóenelsuelo,yo

encimadeRisitas,yelPolloencimademí.Nosdespertamos al sentir quehabíamos zarpado. Laproa subía y bajaba firmemente,

subía y bajaba demanera exagerada dadanuestra posición.Nuestro calabozo, comounamadrigueradeconejosquetemblarabajolaspisadasdelcazador,seestremecíaytemblabaconlosmovimientosdelManoorayellatirdesusmotores.Subíamosycaíamos,avecesdeformamareante,avecesde formaatropellada,avecesconese largodeslizamientohaciaarriba,esahorriblepausaylacaídadegolpe,queeslopeordetodo.Perononossentíamosmareados, ni siquiera tristes. Elmovimiento del barco significaba que lamaniobra habíacomenzado y eso, concluimos, significaría que nuestros comandantes estarían demasiado

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ocupadoscomoparajuzgarnospornuestrasfechorías.Peronofueasí.

—oOo—

Laceldaapanyaguarebosabadebuenhumor.EntréconelPollo,nosjuzgaronencubiertaante el oficial ejecutivodel batallón.Mehabíanquitado el galónde soldadoprimeroqueacababaderecuperar,memultaronymecondenaronadiezdíasapanyagua.ElPollosalióigualdemalparadoyRisitasescapódelcalabozoperdiendosusegundopardegalonesdecabo.Cuandoentramos,nosrecibieroncongritosalborozados.—¡Miradquiénhavuelto!—¡Bienvenidoabordo,compañero!Aquelloparecíaunareunióndeantiguosalumnos.Casi todoelmundohabíapasadoya

porallí,ytodoelmundoseconocía,inclusolosguardiaseranantiguosalumnos.Nuestraaparicióninterrumpióunavotación.Laeleccióndelalcaldedelpresidioerauna

costumbre y, que yo recuerde, la elecciónmás limpia que he visto jamás. Sólo dos cosashacíanfaltaparasercandidato:serencarceladofrecuentementeyunacondenalarga.Cadavez que la condena del alcalde actual expiraba y dejaba felizmente el cargo había queconvocarelecciones.Unodeloscandidatosestabaterminandosuapasionadodiscurso,cargadodepromesas

devenganzaa losoficialesyconanimados juramentosde innumerablesventajaspara loslotófagosencarcelados.NuestroRobleerasurival.Sudiscursofuesólido.—Vaaestaraquípocotiempo—dijoelRobledesuoponente—yessólolasegundavez

que lo encierran—se señaló el enorme pecho—. Amíme quedan quince días… y esmicuartavisita.ElRoblefueelegidoporaclamación.—Enhorabuena,señoralcalde—ledije,perosusonrienterespuestafueinterrumpidapor

la llegada de la comida. Todo el mundo saltó, y yo con ellos, con tanta facilidad seacostumbrabanloshombresalasprivaciones.ElRoble llenóunacantimploradeagua.Partióendosunahogazadepanyestudió las

dosmitadesaconciencia.—Creoquemevoyahacerunbocadillo—dijo.Bufé.—¿Conqué?¿Conaire?—Consal—contestó—.Siempremehagounbocadillodesal.Se agachó, cogió un puñado de sal de la caja y lo depositó en una mitad de pan,

rociándoloconcuidado.Loaplastóypusolasegundamitadencima.—Perfecto—dijo,ensoñador—.Lasaladecuadaparaestebocadillo.Empezó a comer, deteniéndose para beber agua, tan satisfecho que hasta parecía

pecaminoso.Si nomehubieraacordadodeElRoble enGuadalcanal,mezclando suarrozcongusanosconlosrestosdeunalataperdidademantequilladecacahuetesylamiéndoseloslabiosporelresultado,podríahabercreídoqueestabaloco.PeroeraelRoble,eldelaespalda de buey y el cerebro a juego y el paladar imbatible… Y yome pregunto, ¿cómopuedeserderrotadounhombreasí?

—oOo—

Esanoche,nuestrapropiaCompañíaHseencargódelaguardia.Yardaseraelcentineladelcalabozoapanyagua.AunquelaPMlohabíapilladoduranteelepisodiodelManoora,lasuertenolehabíaabandonado:lehabíandejadomarchar.Cuandocayólaoscuridadynostumbamosennuestrasmantas,Yardassecolgóelfusilal

hombro, sacó un cigarrillo y lo encendió paramí. Pronto otros cigarrillos brillaron en laoscuridad.—¿Yalgodecomida?—susurré.—¿Dónde?Lacocinaestácerrada.—Enelpuestecillosituadojuntoalapuertaprincipal.Puedestraerperritoscalientes.—Vale.Encuantosalgadeguardia.Perocoméoslosvosotrosotodoelmalditocalabozo

querráperritos.

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Mequedédormido,esperandofelizqueYardasmedespertara.Casieramedianochecuandomedespertó.Traíaunaboladepapel llenadecomidadel

puestecillo.DespertéalPollo.Yardassemarchódelacelda.Devoramos la comida. ¡Qué banquete! Era un perrito caliente de poca enjundia, pero

biensazonado,conelsabordeloprohibidoyregadoconelnéctardeunabocasedienta.Nosdimosdenuevounfestínlanochesiguienteylohabríamoshechotambiénlaotra,si

laCompañíaHnosehubieraencargadodelaguardia,perolacuartanochenosdespertóunextraño.Unalinternameiluminólacara,molesta.—Esél—dijounavozymeordenaronquemepusieraenpie.Lomismohicieronconel

Pollo.Nos llevaron fuera.Nos temíamos, claro, lo peor. Pero iban a liberarnos.Nospusimos

bajolacustodiadeunaltoyflacoreciénllegadoalbatallónconocidocomoElocuente,tantoporsupasiónporlaspalabraspolisílabascomoporsusexpresivasmanos.Noshizomarcharpasilloabajohastalaoficinadelsargentomayorynossorprendióver

queaúnhabíahombressaliendodepermiso.Sóloeranlasnueve,peronosotrosllevábamosyadoshorasdurmiendo.—¿Aquésedebeesto?—lepreguntéaElocuente.—Fueroncondenadosinadecuadamente—respondió.—¿Yeso?—Eloficialejecutivosepasódeentusiasta.Quisoaplicaroselreglamento,perocontodos

susartículos.Enunacortemarcialabordo,degradasaunhombre,lomultasoloconfinas,peronopuedeshacerlastrescosas,comohizoconvosotros.—¿Quiereesodecirquemedevolveránmirangoymidinero?Elocuentemedirigióunamiradapiadosa.—Noseasiluso.Elsargentomayortieneunabonitacortemarcialnuevaescritayapara

vosotrosdos.—¿Cuáleselcastigo?—Pérdidaderangoymultadecincuentadólares,igualqueantes.—¿Peroyloscuatrodíasapanyaguaqueyahemoscumplido?—Nuncaloshabéiscumplido.ElPolloyyonosquedamosdepiedra,impotentesdefuria.—Lanueva cortemarcial sólo dicequehabéis sido castigados conpérdidade rango y

multa y, cuando pase a vuestro historial, así constará. No habrá ninguna mención alcalabozo.—Síquelahabrá—dije,librandounabatallaperdidacontramitemperamento—,porque

yonovoyafirmar.Llévenmedevueltaalcalabozoyterminarélosdiezdías.MevolvíhaciaelPollo.—¿Quédices?¿Tevuelvesconmigo?ElPollomemirótímidamente.—No sé, Lucky.No creo que podamos hacer nada. ¿Qué vamos a hacer si el sargento

mayordicequetenemosquefirmar?Nosepuedelucharcontraloestablecido,Lucky.—Hablaunhombresensato—dijoElocuente,congrandiosidad.—¿Llamaaesosersensato?—lomiréconmalacara—.¡Elpuñeterosargentocometeun

errorynosotros tenemosquepagarporél!Cumplimoscuatrodíasquesesuponequenodebíamoscumpliryahorasesuponequetenemosqueolvidarlos. ¡Yolvidarloporescrito!¡Haceroficial lamentira!¿Esoessersensato?Bueno,puesal infiernoconustedyconelsargentomayor.Puededecirlealsargentomayorquecojacondosdedossucortemarcialysusensibilidadyaladetrespuedemetérselaporel…—Eh,tómateloconcalma—interrumpióElocuente—.Nopuedesenfrentarteatodoslos

marines de Estados Unidos. Tienes toda la razón, el sargentomayor está absolutamenteequivocado.Peropordesgraciatúeresunmarineconrazónyélesunsargentoequivocado.Nopudehacerotracosaquemirarloconmalacara.Sehabíaexpresadobien:unmarine

conrazónnotienenadaquehacercontraunsargentosinella.—Nocreasquenoadmirotuespíritu—continuódiciendoElocuente—.Habríasidomás

apreciadoenlaEdadMedia.Peroteaconsejoquecedasyfirmeslasentencia.—Vamos, Lucky—dijo el Pollo—, firma esa tontería para que podamos salir de aquí e

irnosacomeralgo.Nosepuedecombatircontralaburocracia.Firmé la sentencia, mientras el sargento mayor permanecía en silencio detrás de su

mesa.Lofirmédemalagana,detestandolasmismasletrasqueformabanminombre.

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Mesentíaliviadoal salirde laoficinaydescubrirqueElocuentepodíaprestarnosunalibra hasta el día de paga. La aceptamos y nos fuimos a Richmond a devorar filetes yhuevos,abebercervezaymaldeciralsargentomayor.Oficialmente, para los Marines de Estados Unidos, el Pollo y yo nunca habíamos

cumplidoesoscuatrodías.Tampoconosdevolvieronloscuatrodíasdepagaqueperdimosmientrasestuvimosencarcelados.—Aceptémoslo, Lucky —dijo el Pollo, masticando su filete con audible deleite—. Nos

tienenpilladosporloscojones.

—oOo—

NuestrosdíasenMelbourneestabantocandoasufin.—¿Cuándoosmarcháis?—preguntabanlaschicas.—Dicen que os marcharéis pronto —decía la gente que nos invitaba a sus casas. Lo

sabían.Siempreparecíansaberloantesquenosotros.Nosfaltabadiversión:nosfaltabanchicas,nosfaltababebida.Lasequíaacabaríapronto

con aquel torrente de placeres y nosotros volveríamos al desierto. Intentábamos haceracopio.Entonces,undíaafinalesdeseptiembrede1943,noshicieronmarchardesdeelcampo

decriquetalosmuellesysubiralosbarcosyvolveralaguerra.Multitudesdemujeressehabían congregado en el muelle. Quizás hubiera hombres entre toda aquella enorme yrugiente muchedumbre, pero nuestros ojos sólo podían ver a las chicas, despidiéndosedando chillidos como nos habían recibido, chillando y repartiendo abrazos, hacía nuevemeses.—Míralas, Lucky —dijo Indiana—. No te creas que vienen sólo a despedirse. No sólo

están diciendo adiós: están esperando…, están esperando al primer barco lleno desoldaditosquelleguealabahía.—¿Y qué?—se encogió de hombros Risitas—. Tú harías lomismo si fueras ellas. Sólo

estásceloso.—Demonios, sí, Risitas —contestó Indiana—. Sólo estoy mosqueado porque voy en el

barcoequivocado.Justo entonces, como para corroborar la valoración que Indiana había hecho de la

escena, comopara resumir laGranDiversiónquedejábamosatrás, eseperíodoquecadavezdejábamosmáslejosconelaguaensanchándosemásymásentrelosmuellesynuestrapopa,loshombresdelbarcohicieronungestodedespedidapropio.Rebuscaronensuscarterasybolsillosysacaronlosanticonceptivosdegoma,inútiles,y

loshincharon.Salieronvolandoconelvientoqueseagitabaapopa.Prontoelespacioentrelosmuellesynuestrobuquedetransportesellenódeaquellosglobosblancosenformadesalchicha: docenas, luego cientos, luegomiles, bailando en la brisa, subiendo y cayendo,pareciendoaletearconelvientodelruidolevantadoentreesosdoscampamentosquecadavez se separaban más, los roncos y vulgares gritos de los marines y los agudos yseudoescandalizadoschillidosde laschicas, respondiéndoseunosaotroscomobestiasencelo,creandouncontrapuntohastaelmásburdoconcertogrosso.Enladistancia,todavíapodíamosverlosglobos.Salveyadiós,mujeresoccidentales.Losquevamosamorirosinsultamos.

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PARTESEIS

Veterano

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Capítulo17

ComotodoslosBarcosdelaLibertad,nuestrobuqueeraanónimo.Oh,teníanombre,peronounoquerecordarasmástiempodelquetardabasenpronunciarlo.Unbarcorechoncho,oscuro, incómodo, lento, sólo servía para llevarnos de un sitio a otro, como un ferry, sinpersonalidad,sininterés,sinaventura:anónimo.

Aquél fueelprimerBarcode laLibertadqueconocíamos,aunquenoseríaelúltimo,yYardasexpresóbiennuestrodesdénhaciaesafearalea.

—¿Sabéis? —dijo, mirando disgustado las cubiertas abarrotadas, hablando por encimadel temblequeante ruido del barco—, hacen estas cosas en fin de semana. Cogen a unmontón de gente que no tiene nada que hacer y los trasladan a otro lugar. Luego losemborrachan.Eldomingoporlamañanayatienenotro.

Agitaba la mano para abarcar no sólo nuestra bovina belleza sino la entera línea debuquesdetransporteque,comovacas,recorríanlacostaaustralianaendirecciónalnorte.

Comíamosencubiertaytambiénatendíamosnuestrasnecesidadesencubierta.Habíanconstruidouncobertizosobrelascubiertasqueservíadecomedorytambiénhabíaretretesallíarriba.Convientofuerteluchábamospormantenerlacomidaenaquellosexasperantesinstrumentosimposiblesdemanejarquellamábamosnuestrosutensiliosdemesa…oparamantenerlaenelestómago,cuandosoplabaelvientodesdelosretretes.

Habíamosvueltoatomarpíldorasdeatabrina.Cuandollegábamosalfinaldelacola,latapadelacantimploraenunamano,lacomidaylabandejaenprecarioequilibrioenlacola,unoficialesperabaparaordenartequeabrieraslaboca.Yentoncesunsanitarioechabaunapíldoraamarilladeatabrinaenlacavidad.

—Abrelaboca,venga.—Ah,yaestá.—¡Hasfallado,idiota!—Eh,vosotros…cuidadocontucomida.¡Puaj!Torpe…¡cuidado,cuidado!—¡Nopuedoevitarlo,teniente!Elmalditobarcosemueve…—Maldición de hombres, cuidado con esas cantimploras. Estáis derramando el café.

Venga,continuad.Tú,¿quéesloquemiras?Venga,sigue,estásretrasandolacola.Cuidadoahora,sanitario.Estáfallandodemasiados…Cuidado,ledigo…¡cuidado!

—Ups,losiento,señor.—Noesgranquemadura,señor.Nisiquieradesegundogrado,nocreo.—¡Maldición,cabo!Lehedicho…—Cuidado,señor.Elbarcovuelveaagitarse.Puaj,huelaeseretrete.¡Cuidado,señor!Se

estáponiendoverde.Cuidado,señor.Así fuenuestra travesíapor lacostaaustraliana,mientrasnavegábamosporel interior

delaGranBarreradeCoral.Teníamoselarrecifeaestriborylacostaababor.Aquéllaeraunabarreraprotectoranaturaly,cuandonavegábamosdenoche,senospermitíafumarencubierta. Ningún submarino enemigo se arriesgaría a asomar la nariz en semejantelaberintosubacuático.

Noteníamosniideadeadondenosdirigíamos,sólosabíamosqueíbamosalnortey,portanto,devueltaalaguerra,dondeaesasalturaslosjaponeseshabíansidoexpulsadosdelas islas Salomón y de gran parte deNuevaGuinea, y habíamos iniciado nuestro avance

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haciaelnorte,saltandodeislaenislaporlosmaresdeOceanía.LasterriblespérdidasdeTarawanospesaban.

Pero,comoveteranos,hablábamosybromeábamosmássobreellugaralqueíbamosquedelascondicionesdevidaquenosesperaban:deestasúltimas,noteníamosningunaduda.Lasconjeturasmantuvieronnuestras lenguasenmovimientoynuestrasmentesocupadasesosdíasdetedio,cuandonossentábamosacotillearbajolassuciaslonasquecubríanlasescotillas.Avecesalguienempezabaunjuegodepalabrasounacompeticiónparainventareslóganes.

«Calma,chaval,esRabaul»,seoíadecirdelainexpugnablefortalezajaponesadeNuevaBretaña.O«AlGoldenGate,48», loquesignificabaqueaúnnosquedabancincoañosdeguerra antes de volver a ver San Francisco. «¿Estarás en la lista cuando volvamos deGloucester?» era una macabra referencia al cabo Gloucester, en el extremo de NuevaBretaña, mientras que la perspectiva de invadir Corea presentaba a aquellos incipientesfreudianosquehabíaentrenuestrasfilas(yhabíamuchos)unaoportunidadsinigualparahacerrimarCoreacontodasesaspalabrasdematizfreudianamenteescatológico.

Ocioso,inmóvil,aburrido,unhombreseirritafácilmente.Inclusolallegadadelahoradelacomidaloexaspera,porqueparacomerlaesnecesariocogerlosutensiliosylevantarseyponerseencolay,despuésdecomer,esnecesario limpiar losutensiliosyguardarlosytalvezenfrentarsealaexasperanteposibilidaddequehayaotrapersonasentadaentusitioenlazonasoleadadelaescotilla.

Enlacantinadelbarcosepuedencomprarchocolatinas,peroresultaaúnmásirritante:paraconseguirlas,hayqueponerseenfila,quizásunastreshoras,mientraselencargadoatiendelosdeseosdelosmarinerosdelatripulacióny,luego,cuandohallegadoelmomentodequelastropashagansuscompras,searriesgaaquesehayanagotado.Elsuministrodechocolatinas parecía acabarse todos los días, justo cuando los marines se disponían acomprarlasy,luego,milagrosamente,comoasociadasconlosmisteriosdealgúnasombrosodiossolar,volvíaahaberparalosmiembrosdelatripulaciónalamanecersiguiente.(Perode noche podíamos percibir que los seguidores de la deidad de la cantina pasaban decamastroencamastroporlasentina,ofreciendoalosmarinesbarrasdecincocentavosaundólar por pieza. También nos vendían sándwiches a precios imposibles.) Pasábamos lamayoríadel tiempoasomadosa labordaen lapopadelbarco,contemplando laesteladeespumaquedejábamosenelaguaverdeclaro.Aveceslashélicesgirabanfrenéticamentecuandolaproadelbarcosehundíademasiadoenunaola,dejandoenaltolapopa,comosilashélicessesintierandesnudasalsolyseapresuraranporvolverarevestirseconelmar.Allíenlapopa,hipnotizadosporlaestela,arrulladosporelgirardelashélices,tehundíasenun agradable sopor.Nonecesitabas pensar, no necesitabas sentir, no necesitabas casinada,salvointegrarteconlaolaofluirconelmovimientodelbarcoy,sólocuandolaproasehundíaylapopasealzabayelaguaseperdíadevista,elmovimientodelcieloazulantetusojos y el chirrido de las hélices liberadas servían como recordatorio de la realidad y elmomento.

Nospermitíanestarencubiertadenoche,aunquesenosprohibiófumarcuandodejamosla protección de la Gran Barrera de Coral. Había noches oscuras que ofrecían tantaseguridad como la Barrera, pero también había noches estrelladas que proyectaban unbrillo pálido y encantador sobre el mundo entero, que parecían beneficiarse del peligroinherenteensuiluminación.

Navegamos por mares estrechos rodeados de junglas verdes que se apretaban en lasempinadasorillas condesbordanteexuberancia.CosteábamosNuevaGuinea.De repente,llegamosaunpuerto,nuestromovimientoparóydesembarcamos.

Unodelosbuquesdetransporteparecíahaberencalladoaunamediamillaaestribordenosotros.

—Yapuedenmandaraesecapitánacasa—dijoRisitas.—Sí —dijo Yardas—. Será uno de esos capitanes de veintiún años que sacan de la

AcademiadelaMarinaMercante.Peronohabíatiempoparacharla.Debíamosdesembarcar.Lastripulacionessoltabanlas

amarras de los botes y los bajaban al agua, instados por los gritos ansiosos de loscontramaestres, crecidos en cuanto comenzaron a descargar. Nos mandaron subir acubiertayluego,aunaorden,bajamosporlaborda,porlasredesdecarga,llegamosalosbotesynosllevaronalaorilla.

Al primer vistazo comprobamos que no era una isla deshabitada. No había ningúnedificio,naturalmente,perosíunprácticogritándonosatravésdesumegáfonoparadirigir

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la descarga, así como filas de camiones color verde oliva para trasladarnos a nosotros ynuestroequipoalinteriordelaisla.Peroprimeronosdedicamosadescargarnuestrobarcoy,enunodelosdescansosquenospermitieron,nospusimosanadar.

Desdelaplayaviunbarcodepescamediohundidoaunoscincuentametrosdedistanciaydecidíinvestigar.Nadé,subíabordoymedirigíalextremodelaproa,queestabafueradelagua.Estabaaunostresmetrosdelasuperficiecuando,porimpulso,mezambullí.

Horrorizado, en plena zambullida, distinguí un arrecife de coral sumergido sólo a unmetro.Contrajeelcuerpoparanohundirmemás,peroaunasíelarrecifemearañótodoeltorsoy,cuandoalcancéatodonadarlaorillaypisélaplaya,sangrabaporvariossitiosytancopiosamentecomoparasobresaltaraunnativoqueestabaallísentadofumandotabaco.

Afortunadamente, los cortes eran superficiales y me los vendaron, después de aplicaryodo, claro, seguramente porque quema más. Mientras estaba allí de pie, los puñoscerradosylosdientesapretados,oíunavozdiciendo:

—Tehaslibradoporlospelos,Lucky.Acertaronalponerteelnombre.[6]¿Duelemucho?MevolvíhaciaelpadreRecto.Antesdegirarmesabíaqueeraél,pueseralaúnicavoz

amable o refinada que había encontrado entre los marines. El padre Recto era nuestrocapellán,elprimero,dehecho,queteníaelSegundoBatallón.SehabíaunidoanosotrosenAustralia, justocuandonosmarchábamos.Loconocínuestrosegundodía,cuandoviaunpuñadodemarinesrodeandoaunhombremayor.Teníaunairetanrespetuoso,unairetanansiosamenterespetuoso,yestabatanclaroqueelhombrenoeraunodenosotros,quefuefácildeducirsuprofesión.

—Picacomoel infierno,padre—dije,sinserconscientedequehubieraningunaofensaenmispalabras.Sólo loquenopuedepublicarseseconsideraba imposibledepronunciardelantedelcapellánynisiquierasiempre—.Pero tuvesuertedenocortarme los…denocortarmeendos.

—Sí,puedesdarlasgraciasaDiosporeso.El padreRecto era un hombre de unos cuarenta años, pero seguía siendo de ese tipo

radiantequelosirlandesesllaman«celtanegro».Almirarlo,advertíquelatravesíalehabíabronceado el rostro, antes blanqueado por la harina de la civilización, y que la carnesedentariaquerodeabasuscaderasycinturahabíaempezadoadesaparecer.

—¿Quéleparecelaisla,padre?—pregunté.—Esemocionante—respondióél,sonriendo—.Eslaprimeravezqueestoyenlajungla.Memirócomounforasteroapuntodepreguntarunadirección.—¿Hayalgoquepuedahacerporusted,padre?—pregunté.—Talvezsí.Contantaemoción,parecequesehanolvidadodemí.—Quédeseconnosotros—dije—.Cuidaremosdeusted.Élvaciló.—¿Esoestarábien?—Claro.Siempreesunlíocuandonosponemosenmarcha.—Muy bien —dijo el padre Recto. Nos acompañó cuando descargamos uno de los

camionesconelmaterialdelaSeccióndeInteligenciaysubióabordo.Elcamiónascendiópequeñas colinas y finalmente nos dejó en medio de un campo de hierba kunai, nuestronuevohogar.

Asíescomoentrenanasushombres losmarines.Mantenlosansiososydesagradables,comofierashambrientas,diceelCuerpo,ylucharánmejor.Cuandosetrasladendeunlugaraotro,noahorresningúnesfuerzoporhacerqueesetrasladoseadolorosoy,antesdellegarasudestino,destacaaunhombreparaquesuperviseel terrenocongestodedecepción.Comosustento,dalescomidafríay,porherramientas,unmachete.Ysielcomandantetienealgunainfluenciaconeldiosdelasnubes,queseencarguedequellueva.

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Secumpliótodo.Nosllovió,oscurecióynosllególanoticiadequenohabíacomida.Miréal padre Recto, abatido bajo su casco, envuelto en un poncho, siguiendo las normas devestir en todos los detalles. Parecía ingenuo, como un niño al que le dan el uniforme dejugadordefútbolantesdejugarelpartido.

—Eh, Playboy —le grité a uno de mis nuevos amigos de la Sección de Inteligencia—.AyúdameaprepararuncatreparaelpadreRecto.

Playboy se acercó y unió sus poderosos golpes de machete a los míos. Abrimos unatrochaenelkunaiehicimosunlechoconlosrecortes.ClavamosunasvarasenlamalezayextendimossobreellaselponchodelpadreRecto.Élsemetiódebajoyseacostó.Algoseagitóenellechodehierbayseirguióalmomento.Sonriómansamenteyvolvióaacostarse.Enunmomento,oscureció.

—Tómeseloconcalma,padre—dije—.Vamosabuscaralgodecomida.—Esoestaríamuybien—dijo,comounniño—.¿Dónde?ElpadreRectoseechóareír.—Yasabesquerobarseasímismonoesrobo.—Esoes.Vamosaacelerarunpoquitoelprocesodedistribución.Nosdirigimosalacarreteraynossubimosauncamiónvacíoqueregresabaalaplaya.

Un kilómetro y medio más adelante, nos bajamos y esperamos a un camión cargado devuelta.Llegóuno,laslucescubiertasbrillandoconlalluvia.Nossubimosaélcuandoredujovelocidad para subir una colina y seguimos el viaje hasta que llegamos a nuestrocampamento.Allí arrojamosunacajade zumode tomate yotradehabichuelas cocidas ynosotrossaltamostrasellas.

DividimoslamayorparteentrenuestrosamigosyluegocorrimosalcobertizodelpadreRecto.Losacudí.

—Aquítienealgodecomida,padre…,perotalvezserámejorquelabendigaprimero.—¿Qué?—exclamóaldespertarse.Nosechamosareír.—Oh—dijo,einclusoenlaoscuridadpudimosadvertirqueeraun«oh»divertido.Playboy y yo volvimos a reírnos y volvimos a arrastrarnos de vuelta a la lluvia. Sólo

éramosunpardepobrescatólicosquehabíanpasadoalegrementelosmesesenMelbournesaltándose a la torera los Diez Mandamientos, y nos fuimos a dormir confiados en quehabíamos sido perdonados gracias a nuestras generosas ofrendas robadas de zumo detomateyhabichuelascocidas.

—oOo—

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Hastaqueamaneciónisemeocurriópreguntardóndeestábamos.—EnlaislaGoodenough—explicóalguien.Playboyserióamargamente.—Goodenough,sí…bastantebuenaparalosmarines.Nospusimosatrabajarparalevantarlastiendasdenuestrasección,pinchadosmásque

guiadosporlasdesorganizadasórdenesdeltenienteGrandes-Ideas.Montamostrestiendas:dosparavivir,unaparatrabajar.

En esa tercera tienda se hallaba nuestromagro equipo para confeccionarmapas: unamesa, hecha con una tabla de madera prensada sobre dos caballetes, algunas brújulas,lápiz,papeldecalcoyunaodosescuadras.Unaseccióndeinteligenciadelosmarinesllevapocomaterialcartográfico.Dehecho,éramosunaseccióndeexploradores:losojosyoídosdelcomandantedelbatallón.Esoeratodo,noimportabacuántoseesforzaraGrandes-Ideaspormagnificarlo.

Pero pormucho queme encandilara la idea de convertirme en explorador, el tenienteGrandes-Ideasnoqueríaoírhablardeltema.

—Estásaquíparasacaradelantemiperiódico—dijograndiosamente.—Pero,teniente,vamosavolveraentrarenacciónpronto.Ynisiquierasécómomanejar

un acimut.Me perdería en una cabina telefónica. Todo lo que quiero hacer es averiguarcómomanejarunabrújulayleermapas.

—Nolonecesitas.—Pero,teniente,notendremostiempoparasacarunperiódicocuandovolvamosaentrar

enacción.¿Quéharéentonces?El teniente Grandes-Ideas, al menos dos meses mayor que yo, agitó con desdén una

mano a lamaneraquehabía seguido cultivandodesde aquel díamágico enGuadalcanal,cuando,soloentodaunaseccióndeinteligencia,elsargentoGrandes-Ideaspudodecirlealcomandantedelbatallónquéeraunmosaicoaéreo,hazañapor laqueganóenelactoelnombramientocomotenienteGrandes-Ideas.

Agitóunamano,condescendiente,ydijo:—Cuandoentremosenacción,llevaráseldiariodelbatallón.—¿Quéeseso?—Lodescubrirásensumomento.¿Quéhaydemiperiódico?Quierosabertuparecer.Lo

primeroesloprimero:¿quénecesitarásparaempezar?—Unamáquinamulticopista.—Anotado.Hablaconelsargentomayoralrespecto.¿Quémás?—Papel.—Alsargentomayor.Sigue.—Grapadoras.—Lomismo.Vamos,muéstrameunproblemadeverdad.—Reporteros.—Bueno,sí,claro,reporteros,porsupuesto…¿Cuántosnecesitarás?—hizounapausa—.

¿Quédemoniosquieresdecirconreporteros?—Sivamosatenerunperiódicodelbatallón,señor,necesitaremosnoticias.Esosignifica

que tendremos que cubrir las compañías. Así que necesitaremos a un hombre de cadacompañíaparaquetrabajecomoreporterodeesacompañía.

—¿Ydequéinformará?—De todo lo que ocurra en la compañía. Haré una especie de boletín de cada una y

tambiéntendremosunaseccióndenoticiasdelcuartelgeneral,talvezunrincóndepoesíaabiertoaloquequieranenviar,unmensajedelcomandanteyuneditorial.

—¡Unmensajedelcoronel!¡Uneditorial!—Sí,señor.Esoadornaráunpocolapáginaytalvezledéalcomandantelaoportunidad

deelevarlamoral.—Esperaunmomento,amigo.Esperaunmomento—eltenienteGrandes-Ideasalzóuna

mano para contenerme. Caminó gravemente de un lado a otro. Se sentó, adoptando laposturadelPensadordeRodin.

—Hay que tener cuidado con estas cosas, Lucky. No puedes ir por ahí atropellando anadie.Tenemosqueconsideraraloscomandantesdelascompañías.Quizánolesgustequeunhombreinformedelasnoticiasdesusunidades.Querránecharleunojoalmaterialantesdequelopubliquemos.

—¿Censura,señor?—¡Cuidadoconloquedices!Siesunasuntodelicado,elcomandantequerráasegurarse

de que el reportero lo refleje bien, tal como sucedió en la realidad. Tenemos que tener

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cuidadoconeso.—Sí,señor.—Así que voy a decirte cómo debemos actuar. Ve a ver al sargento mayor a ver qué

puedehacerportirespectoalpapelytodolodemás.Mientrastanto,tendréquehablardeesto con los comandantes. Mañana tengo prevista una reunión. La importancia deStalingrado.Yunacosamás.Esodelmensajedelcoronelyeleditorial.Olvídalo.¿Meoyes?¡Esofuera!

—Sí,señor.Obedecílasórdenesyconsultéconelsargentomayor,quemedijoquemefueraaldiablo

ysalieradesutienda.EltenienteGrandes-Ideas,despuésdetenerunanocheenteraparareflexionar,seciñó

estrictamenteaStalingradoaldíasiguiente.Elperiódicodelbatallóndesapareciódelmapatanclaramentecomouninexplicablerasgodelterrenotomadodesdeunmosaicoaéreo.

—oOo—

Los tornillos de la disciplina estaban siendo apretados con fuerza. Un domingo por lamañana jugábamosalvoleibolen lahierbakunai, cercade la tiendacomedorcompartidaporelcomandanteyelmayorMayor-Porción,nuestronuevoeimpopularsuperior.Yahabíapasado la hora de comer, excepto, naturalmente, para hombres como el mayor Mayor-Porción,quepodíacomercuandoleveníaengana.

Mientras jugábamos,elcabodeguardiadelcomedorcorrióaunirseanosotros.Porelrabillodelojo,viqueelmayorsalíaconesosandaressuyosdesdelatiendadondedormíaysedirigíaalatiendacomedor.Entonceselcabosediocuenta,perofingiónopreocuparse.Alguienleadvirtióquenodebíahaceresperaralmayor.EltemperamentodelmayorMayor-Porciónerabienconocido,peroelcabopertenecíaaesapeculiarclasedefeosque,quizásenfadadosporlosairesdelosmásagraciados,derepentelossorprendenconlafuerzadeunaactitudinexplicableeinquebrantable.Siguiójugandoalvoleibol.

Nosotrosempezamosaponernosnerviosos.Elmayorsiguióesperando.Latensiónsequebrócuandoelmayoralzólavoz.—¡Sargentomayor!—rugió,girándoseparaapuntarcon ímpetuendirecciónalpor fin

aturdidocabo—.¡Sargentooo!¡Ma-aayor!Elsargentosaliódesutienda,trastabillando,mientraselmayorMayor-Porción,tomando

airecomounsapomonstruoso,explotófinalmenteconunrugidotremendo.—¡ENCIERREAESEHOMBRE!Ysellevaronalpobrecabo.

—oOo—

Íbamosadejarlaisla.Radiomacutodijoqueeradebidoalosnumerososcasosdetifusquehabía entre nosotros, pero en realidad resultó que lo hicieron para reunirnos con otrosregimientosenunazonapreparada,desdedondeatacaríamosalosjaponesesunavezmás.Laguerraseacercaba.AnsiábamosnuevostriunfosenelPacíficoyvictoriasaliadasenelnortedeÁfrica,pues tambiénellas impulsarían lamareamáscercade la orilla enemiga,reducirían las filas deun enemigo largamente inmovilizadomientras la causa aliada, quetantohabíatardadoenmovilizarse,aumentabaentamañoycapacidad.

Yunasemanaantesdequenosmarcháramos,nuestrapequeñacausaynuestronúmeroaumentóconunsoloaliado,perotansingularqueeracasiunejércitoensímismo.

—Hayunaustralianoenlacarretera—dijoeltenienteGrandes-Ideas—.Veyéchaleunamano.

AtravesélahierbahastallegaralacarreteraymeencontréconelBuscador.Meloencontrésentadoentrelagrandezaylaconfusióndeunjeeptancargadohastalos

topesdehombresymaterialqueunopensabainmediatamentequeeraelhabitáculodeunrecluso codicioso o un vehículo cargado a la desesperada para escapar de riadas oterremotos.

Había al menos tres grandes cazos, esas latas cascadas donde los australianosaficionadosaltépreparansuinfusión;unaflauta;uncascobritánicooxidadoyunbrillantecascoestadounidensenuevo;unalámparadequeroseno;unalámparadegasolina;unacaja

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deSterno;[7]latasdetéyazúcar;sacosdearroz;tresocuatrograndesmochilashinchadasdeuniformesestadounidensesyaustralianos;unafaldadehierba;unatrompeta,adquirida,segúnmecontóelBuscadormástarde,a«unyanquiporcatorcemachacas»;unconductor,elBuscadorycatorcenegrosmelanesiosdecuyospoderososhombroscolgabanfardos,ensímismosauténticasobrasmaestrasmenores.

Me quedé mirando, embobado, mientras un puñado de marines holgazanes se quedóesperandoquehicierauncomentariohumorístico,peronomeburlé.

—¡Perobueno!—exclamóelBuscador,irritado—.¿Siempretequedascruzadodebrazoscuandovesqueuntíonecesitaayuda?

Medispuseaayudarloadescargar,aligualquealgunosotros,ycuandoelcontenidodeljeep quedó depositado en el suelo formando una montaña en miniatura, el conductor semarchóatantavelocidadquelevantóunanubedepolvosofocante.

LairritaciónsereflejóenlacaradelBuscador,puessehabíaechadohaciaatráselajadosombreroflexible, lacintablancamanchada,yasípudeecharunbuenvistazoasurostropequeño y correoso con su frívolo bigotito negro. Sus nativos advirtieron su estado deánimo.Permanecierondepie,vacilanteseinquietos,observándolo.Quizáséldisfrutódesuconfusión,puesderepenteadoptóunaposemediosonrientemediopensativa,mirandoporencimadesuscabezaselhiloblancoquesedistinguíacontralalejanamontaña,lacascadaquecaíaporlacaradelmonteNitulolo.

O tal vez elBuscador ocultaba supropia confusión, esperando también con su actitudpensativaimpresionarnosconsupresencia.Porfinsevolvióhaciamíydijo:

—Guíanos, yanqui. Eso es el maldito Segundo Batallón, ¿no? ¿Y si me llevas a micovacha?

Lo conduje hasta su tienda, que habían levantado rápidamente detrás de la nuestra.Mientras le ayudaba a tensar las cuerdas (pues la tienda estaba tan flácida que parecíahaber sido levantada por un oficial), me sorprendió el sonido de un galimatías entre losmatorrales,acompañadoporel ruidodelcortarmadera.Eran los indígenasdelBuscador.Noshabíanseguidoatravésdelahierba,perotansilenciosamentequemehabíaolvidadodeellos.Aquelgalimatíaserasudialectotribal,puestodosprocedíandeunazonadeNuevaGuineacercanaaLae,dondeelBuscadorhabíasidoplantadordecocosantesdelainvasiónjaponesa.Estabancortandomaderapara loscobertizosqueconstruíanparaellosmismos:no dormirían desde luego en la tienda del Buscador, como tampoco les permitiría comernuestracomida.Lossacosdearrozestabandestinadosasucomedor.

AyudéalBuscadoraconseguiruncamastroyelrestodeequiponecesarioenintendenciayleprometíregresardespuésdelacenaparaenseñarleelríodondenoslavábamos.

Cuandoregresé,medetuveadiezmetrosdelatiendaaloíreltronardeunatormentaenelsilenciodelaisla.Unruidotanincongruentementefuertequerompíaelsilenciocomoelsilbidodeuntren.

Sonabaunamelodía.Algoasícomo«Lopasaremosbienenlaciudadestanoche».MetílacabezaenlatiendadelBuscador.Alaluzdelalámparadequerosenofijadaenelsuelo,lovisentadoensucamastroconloshombrosencogidosylacararetorcidamientrassoplabalatrompetacontodassusfuerzas.Cuandomevio,soltóel instrumento,sefrotólabocaydijo:

—Hola,yanqui,pasaysiéntate.Empezóasoplardenuevo,alzandoelpieybajándolo lentamentecuando llegabaa las

notasdifíciles.Sí,era«Lopasaremosbienen laciudadestanoche»,reconocible,peronosiemprefiel.

—¿Dóndehasaprendidoeso?—preguntécuandoterminó.—El yanqui al que le compré la trompeta me la enseñó —dijo, agachándose para

encender una estufa de Sterno, donde estaba hirviendo agua para el té. Ya estabademasiadooscuroparairavisitarelrío.

—Peroesunacanciónestadounidense,¿sabes?—Pues claro. Hay algunas cosas que los yanquis sabéis hacer bien. Esta canción me

gusta.Yodiríaqueesauténticamenteamericana.SonlascosasquemegustandeAmérica.Puedes quedarte con tu Nueva York, yanqui. Oye —hizo una pausa, esperanzado—, ¿noserásdeTexas,no?

—No—respondí—.DeNuevaJersey.—Oh—suspiróyseentretuvopreparandoelté.—¿Vasaestarmuchotiempoconnosotros?—pregunté.ElBuscadorseencogiódehombros.

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—Indefinidamente.—¿Quévasahacer?Meguiñóelojo.—Secreto,yanqui…Altosecreto.—¿Quéquieresdecir?—Quierodecirsecreto,chaval.Nopuedodecírtelo,esoestodo.AlguienenAustraliame

dijoquemovieraelculoymeunieraalosmalditosmarinesyaquíestoy.¿Té,yanqui?Aceptéydije:—¿Peroytuschicosindígenas?—Estánconmigo,esoestodo.Apartirdeahoraestoyvinculadoavosotros,parabieno

paramal…,yesperoqueseaparabien.Nomeimportadecírtelo,yanqui,mesentiríamuchomástranquilosimedejaraisamiaire.¡NopodéissuperaralasAIF![8]

—¡Andaqueno!Superaremosalosaustralianoseldíamenospensado.Pregúntalealosjapos cómo clasifican al enemigo. Nosotros somos los más duros delmundo y, detrás denosotros,lainfanteríaamericana…¡yluegolosaustralianos!

—¿Dóndehasoídoeso?—gruñó.—Noloheoído.¡Loheleído!Loleíenunodevuestrosmalditosperiódicos.—¡Vengaya!¡Estáschalado!ComparadosconlasAIFsoisunpuñadodeescolares—me

miróconmalacaraysedispusoavolverallenarlostazonesblancosqueusabaparatomarel té—.Nome interpretesmal—dijo,sirviendoconcuidado la infusión—.Nodigoquenosepáisluchar.SólodigoqueosfaltamuchoparaalcanzaralasAIF—regresóasucamastroyalzósutaza—.Porlasfuerzasestadounidenses.

Bebimosy,entonces,añadió:—YgraciasaDiosporlasAIF.Nospusimos enmarchauna semanamás tarde.Aquel «alguien enAustralia» le había

dado poco tiempo para unirse a nosotros. Nos notificaron que nos preparáramos el díasiguientealallegadadelBuscador.

Nos echamos las armas al hombro, nos colgamos los macutos y recorrimos aquellacarreterapolvorientahastalabahía.EstabarepletadeLST[9]ymuchosdeellosyahabíanalcanzadolaorilla, lasrampasbajadasy lasbocasabiertasmientrassoldados,vehículosyarmasentrabanapie,rodabanochocabancontrasusvientresoscurosyespaciosos.

Entramos en nuestro buque. La rampa se alzó detrás de nosotros, las mandíbulascrujieronalcerrarseyzarpamos.

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Capítulo18

Lluvia.Habíallegadolalluvia.Finschhafen,enlacostasurestedelnoroestedeNuevaGuinea,

nosrecibióconunabrazomojadoygoteante.Unavezmásdesenfundamosnuestrosmachetesparaabrirnosunespaciodondeviviren

lajunglaempapada.Unavezmásnossentamosencuclillas,desconsoladoseindolentes,esperandolaorden

deataque.Una vez más oímos las bombas, susurrando, como perdidas en aquella negra lluvia

cegadora, estallando salvajemente en la jungla. Sólo los indígenas del Buscador estabanencantadosconelretraso.

—Estonoser terrenoKinni—dijoBuri,sus fuertesdientesbrillandoenunasonrisadeplacer.Sequitó lapipaomnipresenteysedetuvoaacariciarcariñosamenteel lodo—.NoterrenoKinni—dijo,casicanturreando.

Todos ellos (Buri, Kimbut y los otros dos cuyos nombres no puedo recordar) eran deNuevaGuinea.Estabanorgullososdesuprocedencia,ysolíanmirarporencimadelhombroalosotrosmelanesiosquevivíanenelarchipiélagoBismark,elgrupodeislasdeloestedelPacífico situado al norte de Nueva Guinea oriental. Concretamente, despreciaban a los«banaka selváticos», los simplones que habitaban en el interior,más allá del alcance delcomerciocivilizadorde lacosta.Todoshablaban ingléspidgin,resultadode lasrelacionesdeesas tribus con los comerciantesextranjeros, yme lo enseñarondurantenuestrasdosaburridassemanasenFinschhafen.

Ellosmehablaronde lavidaque llevabanantesde laguerra,unavida increíblementesencillade recolectordealimentos, salvo lospocosmesesal añoempleados (heestadoapunto de decir explotados) por plantadores como el Buscador, y yo traté de hablarles denuestracomplicadaexistencia,perofuecasiimposible.Sólocuandohablabadelosedificiospodíancomprenderalgoynormalmentelosdescribíaconayudadefotosderevistas.

—Cogeslacasadeuntipo—decía,señalandolaplantadelEmpireState—.Bien.Cogeslacasadeotrotipo.Laponesencima.Bien.Cogesaotrotipo.Cogesunmontóndetipos,todosigualescomolahierba.Muchostiposencimadeotros.

Ellos asentían, los ojos asombrados, a veces un pocomás exagerados de lo necesario,pueseranconsumadosactoreseimpecablementeamables.

La parada en Finschhafen fue breve, quizás unos diez días, y nos salvamos delaburrimiento sólo por los bombardeos y una absurda patrulla de dos días por losalrededores, donde Buri nos divirtió una tarde de lluvia tratando de calentar el téencendiendo fuego con dos palos de madera. Era un truco aprendido de los cómicsestadounidenses que quería poner a prueba, pero fue un fracaso. Cuando regresamos,encontramoselcampamentolevantadoytodopreparadoparalamarcha.

Unapatrullanocturna,compuestaprincipalmenteporhombresdenuestrasección,habíahechounreconocimientobajo lasmismasnaricesdelenemigoenNuevaBretaña.Habíansido trasladados al otro lado del estrecho Dampier en una lancha torpedera y habíandesembarcado en una balsa de goma. La información que trajeron consigo —a puntoestuvieron de no regresar, pues su barco había sido bombardeado por una patrullera

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japonesa mientras huían— resultó decisiva para enviarnos a luchar. Al parecer, el lugardondedesembarcaríamosestabapocodefendido.

El comandante nos reunió a todos esa noche y nos dio el discurso de la víspera de labatalla.

Loshombresformaronenlacarreteraquecorríaperpendicularalaplaya,agrupadosenunagruesamedialunairregularalrededordelcomandante,situadodeespaldasalaselva.Hablócon tonopausadopero furioso,hablócomounhombrequeodiabaa los japoneses,como si hubiera sufrido una afrenta personal a sus manos y le motivara la venganzapersonal…,comosiestofueraunaguerrapersonal,nomecánica.Suarengaparecióirreal,yfueirrealporquenuncapodríaproducirelefectodeseado.

—Matenjapos—estabadiciendoelcomandante—.Quieroquematenjapos.Yquieroquerecuerden que ustedes son marines. Donde vamos nos espera un trabajo duro. Y dondevamos no podremos malgastar munición. Así que asegúrense de que ven algo antes dedisparar.No aprieten el gatillo hasta que tengan carne en lamirilla. Y cuando lo hagan,derramensangre,derramensangreamarilla.

Esofuetodo.Regresamosalastiendas.EraNochebuena.Enlastiendas,elpadreRectoseestabapreparandoparaoficiarlamisadelgallo.Había

erigido un altar bajo una tienda piramidal y nos reunimos allí, arrodillados en el barro yencogidoscontralafinalluviaquecaía,parasertestigosdelainmolacióndelPríncipedelaPaz.AtaviadosconlosfeosymolestosatuendosdelaguerramodernaadoramosalDivinoHijodelDiosdelasBatallas.

Santo,Santo,SantoeselSeñorDiosdelUniverso…

El padreRecto habló con dulzura.Nos recordó que no todos viviríamos para ver otraNavidad, si bienquizás algunosdenosotrosmoriríamosesemismodía.NosdijoquenosarrepintiéramosdenuestrospecadosyquepidiéramosperdónaDios,queperdonáramosaquienesnoshabíanofendido,quepreparáramosnuestrasalmasparalamuerte.

Cantamosvillancicos.MilnovecientoscuarentaypicoañosanteselNiñohabíanacidoenBelén, y lo celebramos esa noche en un bosque oscuro y neblinoso que Su Padre habíacreado.

Lecantamosvillancicos:«Nochedepaz»,«AdesteFideles»y«Escuchadelsontriunfal».

De tu trono has bajado y lamuerte conquistado para dar al sermortal nacimientocelestial.

Y al día siguiente nuestras manos estarían manchadas con la sangre de nuestroshermanos.

Perocantamos,sinmuchasganas,sinmuchaesperanza,avecesmecánicamente,avecescon desesperada intensidad, una mano en el corazón, la otra en la empuñadura de labayoneta, convencidos de la verdad y la urgencia de lo que había dicho el padre Recto,aferrándonosapalabrastanfinascomounatelarañaenlabrumaquenosrodeaba.Peronodejamosdecantary,cuandoterminamos,nosfuimosadormir.

Porlamañanamarchamoshacialosbarcos.NosofrecieronunamaravillosacenadeNavidad.Estábamosrepartidosporlaplaya,alo

largo de aquella expansión de negro y liso barro volcánico donde una fila de grandesárboles parecidos a robles se inclinaba hacia el mar como una brillante línea de lanzasgigantes.Comimospavoypurédepatatas,paneinclusohelado,maravilladosalpensarquepudiéramoscomertanregiamenteantesdelabatalla.

Entoncesnosentregaronnuestrocorreodenavidad.Comosifuéramosreyesy,despuésdehaberterminadoelbanquete,hubiéramosdadounapalmadallamandoalosjuglares…ynosloentregaron.Nospasamoselrestodeldíaretozandoenaquellalisaplayanegra.

Cuandooscureció,subimosabordodenuestrosbarcosdeasalto,rumboalabatalladelamañanaenlasorillasdeNuevaBretaña,alnoroestedelestrechoDampier.

Navegamosenlanoche,silenciososysincanciones,devueltaalaguerra.

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Capítulo19

EnlasorillassinsoldeNuevaBretaña,dondelajunglaseasomabaalmar,loshombresdelaPrimeraDivisióndeMarines volvimosal ataquey fueallí dondehicimospedazosa losjaponeses, literalmente,cuandoenaquella jungladevoradoranosedispersaron;y fueallídondenosapiadamosdeellos.La piedad hacia el enemigo es una locura o es un signo de fuerza. Creo que con la

PrimeraDivisióndeMarinesenNuevaBretañafueunsignodefuerza.Nosapiadamosalfinal,deaquelenemigoalafuga,desorganizado,desmoralizado,que

inclusosearrastrabaacuatropatas,enmediodeaquella lluviaquetodolodisolvía,puesfuimos nosotros, los blandos y afeminados estadounidenses, quienes aprendimos aacostumbrarnos a la jungla y quienesmejor aguantamos la prueba delmonzón y en elloradicónuestrafuerza.La jungla y también la lluvia hicieron que Nueva Bretaña fuera tan distinta a

Guadalcanal. Desde el momento en que bajé por la rampa de nuestro LCI, crucé unaestrechaplayanegraysubíunaempinadaorillaparapasardelaluzdelsolalapenumbradelajungla,supequeibaaserdiferente,pues,enesemomento,lalluviaempezóacaery,enesemomento,empezamosadarcazaalenemigo.El sonido de los cañonazos y los aviones en picado ya se había acallado cuando el

comandante,nuestronuevojefedelbatallón,emplazósupuestodemandoaunoscincuentametrosdel agua.Nuestras compañíasdeasaltohabíanavanzadopara tomarposicionesyformarunperímetrodefensivo,unamedialunaconsufilorectoalolargodelaplaya.Nopodíatenermásdecuatrocientosmetrosdeanchuraenelpuntomásamplio.Comounidad,nopodíamosavanzarmás.Ahínosquedamos,solos,cubriendolacarretera

costeramientraselrestodeladivisiónconquistabacaboGloucesteralnorte.Noshabíamosinsertadocomocuñadefensivaentrenuestradivisiónyelenemigoquecreíamosalsur.Parareforzarasuscamaradas,losjaponesestendríanquepasarpordondeestábamosnosotros.Asíqueaquíestábamos,solos, fueradecontactoconnuestrafuerzaprincipal,porquenoshallábamosenloqueelcomandantellamó«protecciónradial».Desde ahí, el comandante enviaba nuestras patrullas diarias. Con aquella incansable

precisióntanpropiadeél,habíaestadoenviandopatrullasaterritoriodesconocidodesdeelmismomomentodenuestrodesembarco. Ibanyveníanconstantemente, ibanyvenían,alnorte, al sur y al este,más ymás lejos, extendiéndose como antenas, como los sentidostáctilesdenuestrobatallón,eseorganismomilitarqueyacíaaciegasenlajungla,cazandoaunenemigoexasperantementeausente.Al norte, una patrulla descubrió el cadáver de un explorador de la Compañía E que

habíamosdadopordesaparecido.Enlazonahabíamarcasdelucha,comosihubieralibradoun combate cuerpo a cuerpo. Su cadáver mostraba docenas de heridas de bayoneta. Lohabíanusadocomoblancodeprácticas.Enlabocalehabíanmetidolacarnequelehabíancortadodelbrazo.Susamigosdijeronqueteníaallíuntatuaje,elemblemadelosMarines,elanclaenrolladayelglobo.Losjaponesesselohabíanarrancadoyselohabíanmetidoenlaboca.Elcomandanteseenfureció.Enotra ocasión, al norte, dos oficiales japoneses fueron capturados espiandonuestras

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posiciones y fueron abatidos. Una avanzadilla de la Compañía E, al explorar el terreno,descubrióuncontingentejaponés,casiunpelotón,durmiendoenelsuelo.¡Durmiendo!Lesdispararon,aaquellosdormidossuperhombresde la jungla,pararetirarsea la llegadadeotropelotónenemigo.Así que el enemigo estaba allí. ¿Pero en qué número? Si los pelotones japoneses se

habían dividido en patrullas, su tamaño era apreciable. Las acciones enemigas, por lodemás,erandesconcertantes.¡Durmiendo!¿Noeranconscientesdenuestrapresencia?Elcomandantedebiódeconsideraralgodetodoestocuandoenvióaunanuevapatrulla

al sur,puesallí sehabíahechoel silencioynoeraconvenientequeestallarade repente,pillándonosentredosfuegos.Eligió al teniente Comando para que liderara la patrulla y yo fui como explorador.

Comando,quesehabíaunidoanosotrosenAustralia,eraunfrancésgrandeypoderosoconunligeroacentopropiodelinglésdeuncanadiensefrancófonoydeunfrancés.RecibíaeseapodoporquehabíaestadoenladesastrosaincursióndeDieppe.Pretendíaimpartirentrenosotroslastécnicasdecombatequehabíaobservadoentreloscomandosbritánicos,peropasóporaltonuestroorgullocomomarineseignorólaobviadiferenciaentrelosterritoriosdeEuropayOceanía,demaneraqueamenudosesentíadecepcionadoyofendidocuandosuscríticasbienintencionadasnosmolestabanyterminabansiendorechazadas.Elcaminoqueseguíamoscomenzabacomounestrechosenderoalolargodelaplayay

seseparabadelocéanotierraadentroparaseguirelterrenoelevadoqueprontoseperdíaenlaexuberanciadelajungla.Seretorcíaygirabacomosilohubieraabiertounindígenaborrachodelicordenueces.Éramos diez: un hombre en la punta, normalmente la posición del explorador de

inteligencia, pero entonces ocupada por un hombre de la Compañía G, y el restodesplegadostrasél.Nuestroalineamientonoeraestricto,esobvio,sinointencionadamentelaxoyentrecadahombrehabíaunadistanciadeunosseismetros.Aunaseñaldelpunta—solía levantar unamano—, nos fundíamos con la jungla. Nadie fumaba, por supuesto, nihablaba.Lascantimploras,loscuchillosylamuniciónibanaseguradosparaquenohicieranningún ruido. Las armas las llevábamos sobre el pecho, listas para ser descolgadas ydisparar al instante o clavar la culata en tierra a fin de suavizar la caída. Yo llevabamimetralleta cargada y amartillada, pero con el seguro puesto. Un solo movimiento de miíndice derecho soltaría el seguro y pulsaría el gatillo. Incluso los que iban armados confusiles esperaban disparar desde la cadera, porque los encuentros en la jungla sonrepentinosyporqueladensidaddelbosquetropicalpermiteunavisibilidaddeapenascincometros.¿Quiénnecesitaapuntardesdeesadistancia,aunquetuvieratiempoparahacerlo?Una patrulla avanza despacio por la jungla. El miedo a una emboscada exige una

prudenciatanextremaquereducelosmovimientosaarrastrarse.Literal.Cadapieseplantafirmemente antes de levantar el otro, se tiene el mayor cuidado para evitar las ramitassueltasyseproduceunaespeciederitmopropiodeuncangrejocuandolosojosyeltorsoviajanendireccionesalternativasalospies.Pieizquierdo,apoyarse,mirar,escuchar,pausa;piederecho,apoyarse,mirar,escuchar,pausa.A esa velocidad, se tardaba un día en andar un kilómetro y medio y regresar. Si el

senderoeramontañosooespecialmenteretorcido,sepodíatardarmás.Ennuestrapatrulla,tardamosveinteminutosendoblarunrecodo,precisamenteporque lacurvasehallabaalpiedeunaelevaciónyporqueesacaracterísticadelterrenoesidealparaunaemboscada.Tienelasventajasgemelasdelterrenoylasorpresa:elenemigopuedeacribillartusfilasaltiempoquetuvisibilidadesnula.Puedeinclusopermitirtequelleguesalacolina,permitirtequeloadelantesy,entonces,disparartedesdeatrás,untrucodesmoralizador.Habíamossorteadoconéxitoelrecodoyhabíamossubidounaseriedepequeñascolinas,

resbaladizas por el barro, para llegar a un terreno elevado. Nos hallábamos en lo quepodríamosllamarunprecipicioo,almenos,unacantiladoempinado,desdedondeelterrenoanuestraderechacaíahastaelmar.Elsonidodelocéanorompiendocontralaorillaapenaseraaudibleaunprestandoatención.Los pájaros y todos los bichos vivientes permanecían en silencio, nosotros nos

intranquilizamos. Su silencio anunciaba nuestra llegada o revelaba la presencia delenemigo.Llovía.ElPuntaestabaalavistacuandonosacercamosaunacurva.Seagachópararebasarlay,

luego,setumbóenelsueloparaarrastrarse.Entonceslevantólamano.Desaparecimosentreelfollaje.Lamanovolvióalevantarse,mostrandocuatrodedos.Cuatroenemigos.

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Yo estaba tendido entre las hierbas que flanqueaban esa parte del sendero,preguntándomesimetraicionaríanloslatidosdemicorazón.Entoncesmedicuentadequenopodía ver nadapor encimade la hierba. Si los japos pasabanpor el lado, sólo podríaverles las piernas para dispararles. En ese momento recordé que el hombre que teníadelante ocupaba la parte izquierda del sendero y que tenía que tener cuidado para noalcanzarlecuandodisparara.Cuandorecordéqueelhombrequemeseguíaestabatambiénalaizquierda,confiéenquefueraigualdeconsiderado.Entonces pensé: tal vez no deberíamos disparar. Éramos suficientes para superarlos.

¿Debería sugerirle al teniente que los capturáramos, cuando se metieran en nuestratrampa?PeroComandoteníaotrasideas.Cuandomiréhaciaatrás,lehizoseñasaunhombreyle

susurróalgocuandoésteseacercó.Elhombresearrastróhasta lacurvadondeestabaelPunta.Unmomentodespués,elPuntaregresóarastrasyconsultóalgoconComando.Unmomentodespués,unfusileroaquiennoconocíasearrastróhastami lado,cogióel fusil,ajustóunlanzagranadasalabocadelarmaysepreparóparadisparargranadas.Comandoseacercó.—Aunoscienmetros,alaizquierda—susurró.Elfusileroasintió.ElPuntaregresóasupuestodeobservación.Levantóunamano.Elfusilerodisparó.Lohizounayotravez.Debiódelanzarcincogranadasalcieloypude

oírsusexplosionescuandocayeron.ElPuntaregresóarrastrándose.Comandolomiróimpaciente,casiconavidez.ElPuntaseencogiódehombros.Sushombrosfueronmáselocuentesquesussusurros:—Nolosé.Talvez.Cuatrodeellosbajabanpor lacolina.Puedequeledieraalprimer

tipo.Losdemássetiraronalsuelo.Laslíneasdepolvo,marcadasclaramenteenlacaradeComando,sedesvanecieron.Su

carasehizomásblanday luegovolvióamostrar irritación.Lomiré.Elme ignoró.Habíaignoradomipresenciadesdeelprincipioytoménotaparacorregirlamentiraquesindudaélcontaríacuandoregresáramosalabase.—Nosé,teniente—repitióelPunta,yesperó.ElrostrolatinoyovaladodeComandoseanimó.—Cuatro,¿eh?—dijo,suacentocortandolaúltimapalabra—.Bien—seagachóyledio

unapalmadaenelhombroalfusilero—.Buentrabajo.Memirócondureza,ymedicuentadequehabíasidoconscientedemipresenciaymi

identidadtodoeltiempo.Comandoesperabaqueconfirmaralafalsedad.Derepente,sentífríoydolor.Lalluviamehabíacaladolaropayteníaelcuellodolorido

de tanto doblarlo. En ese momento, el hombre que había sustituido al Punta levantó lamano.El Punta volvió rápidamente a su posición y, un momento después, se reunió con el

teniente Comando, que había retomado su antiguo puesto ante esa nueva alarma.Conversaron,yentonceselPuntavolvióasubirporelsendero.MisdientesseestremecieroncuandoelPuntaabriófuegoyelfusileroescupiódenuevo

susgranadas.Cuando el Punta pasó velozmente a mi lado, la cara tensa, corriendo con las piernas

abiertascomounjinetey,cuandoelhombretraséltambiénsequitódeenmedioyseretiró,supequéeraloqueestabapasando.EltenienteComandoestabajugandoaloscomandos.Aquéllaeralatécnicadelaluchacallejera.Unhombredisparayseretira,cubiertopor

elsegundohombrequedisparaahora,despuéstambiénéstedisparayseretira,yasíportodalalínea,unatácticaquepuedeextendersehastaelinfinitoo,almenoshastaquetehasretiradotantocomodeseas…hasta llegara losgeneralesohastaqueagotas lamunición.Sindudaesunatécnicaexcelenteparalucharenlasciudades,peroestanpocoprácticaenla jungla como las tropas de invierno en el Sáhara o, lomismoda, el empleodenuestratécnicadepatrullaenesemismodesierto.Esatácticavaleparaunasituacióndondehayapocos o ningún escondite. ¿Quién podía pedir más escondites que la jungla de NuevaBretaña?MidesdénhacialastácticasequivocadasdeltenienteComandoseconfirmóunmomento

mástarde,cuandoelúltimohombrequeteníadelantedisparóyvinocorriendohaciamí.—¡Oh,qué tíomáscapullo!—dijo,maldiciendoentredientes—. ¡Oh,quécapullo!—me

miró y gruñó—. Este Comando piensa con el culo—y cuando vi que no era otro sino el

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arrojadoRecuerditos,sentíquemipropiavaloracióndeltenientehabíasidoreforzadaporunaopinióndelTribunalSupremo.SólofueuninstanteyenseguidaRecuerditosquedódetrásdemíyfuiyoquientuvoque

disparar.Me arrodillé y disparé desde la cadera, tirando con fuerza de la correa conmimano izquierda para impedir que la boca se fuera al cielo, como hacen lassubametralladoras.Vaciémi cargador, unogrande, de treintabalas, en la direcciónde lacurvadel sendero y luegome volví para correr, perono antes de sentir repugnancia poraquelinsanocastañeteoquequebrabaelsilenciodelajunglayunespasmonerviosoporlaexposiciónextremademiposición.Repetimoslafarsaconcadaunodelosdiezhombreshastaquedesaparecimostrasotro

recodo.Entoncesnosdimosmediavueltayregresamosacasa,aunritmomuchomásvivo,puesnotemíamosseremboscadosenunterrenoqueyahabíamosrecorrido.Había dejado de llover, pero la jungla seguía goteando. Justo antes del perímetro,

doblamos un recodo y, allí, sobre la cabeza del hombre que tenía delante, vi una arañagigantesca,agazapadaensutela,unodeesoshorroresrojosynegrosconhorriblespataspeludasextendiéndosedesdeuncuerpodel tamañodeunpuño.Enesemomentocayó latelarañasobreelcascodelhombre,cubriéndolo,yéste,conungestodeascoextremo,sequitó el casco y lo lanzó contra lamaleza. Esperé a que lo recogiera, volviéndome paracubrirelsenderoquedejábamosatrás,yluegoalcanzamosalrestodeloshombres.Despuésdellegaralperímetroeltenienteyyocontinuamoscaminandohastaelpuesto

demando.Delantede la tiendademandohabíaotrapatrulla,unapatrulladecombateajuzgarporlasarmasautomáticasquellevaban.Cuandoentramos,elcomandanteestabaenel interior, hablando conun jovenoficial de laCompañíaF.Su cara se relajó al vernos ysonrióalverloscuatrodedosquealzabaComando.Inclusoconlaescasaluzdelatienda,losojosazulesdelcomandantechispearon.—Unmomento—ledijoal jovenoficial.Entoncessevolvióhacianosotros—.Mealegra

verlodevuelta,teniente.Oímoslosdisparos.¿Quésucedió?—Nos encontramos con una avanzadilla enemiga cerca de Tauali, señor —respondió

Comando. Sacó un mapa del bolsillo de su guerrera, marcó el punto donde habíamosmantenido el tiroteo y se lo entregó—.Había cuatro hombres, señor. Los destruimos condisparosdefusilygranadas.Elcomandantealzólacabeza,esperanzado.—¿Encontraronalgoenloscadáveres?—No, señor —respondió Comando sin vacilar—. No tuvimos tiempo para registrarlos.

Parecía que eran la avanzadilla de un cuerpo principal de tamaño considerablementesuperior.Miré a Comando desde el rincón de la tienda al que me había retirado. Lo miré

detenidamente. Si alguna vez un hombre ha hablado con confianza o seguridad, era eltenienteComando.Elcomandanteseencogiódehombros.—Lástima. Ahora mismo nos vendría bien un poco de información. Pero al menos los

negociosprosperan—dijo,riendo—.Estamosmatandoaesospequeñoshijosdeputayésees el objetivo. Si no estoy equivocado, me parece—continuó, saboreando obviamente lafraseylaidea—,sinoestoyequivocado,seestánpreparandoparahacernosunavisitaunodeestosdías.Sonriódenuevo,mostrandosusdientesblancosyregulares.—Esoestodo,teniente.Buentrabajo.Comando le dio las gracias al coronel y salió. Lo vimarchar, pensando que no era un

mentiroso,quecreíadeverdadhabervistotodoeso.Tampocouncobarde,pueslohevistoreaccionaranteelpeligro.Recuerditosteníarazón:Comandopensabaconelculo.Por fortuna, el informe de Comando no afectó en absoluto las determinaciones del

comandante. Estuvimos de guardia las veinticuatro horas, esperando que los japoneses«hicieranunavisita».Peroesanochenoaparecieron.MeasignaronunapatrullanuevaparaexplorarelcaminodeTauali.Ladirigíaelteniente

Clorofilay semereconoció laexperienciaymeencargaron lapunta,quizáporqueeraelúnicoqueyahabíaestadoeneseterreno.EltenienteClorofilaeralobastantesensatocomoparaaprovecharesaventaja.Clorofilaeraunhombremuycapaz,muy tranquiloymuysensato.Habíaascendidode

entrelatropacomomuchosdenuestroshombres,peronoselehabíasubidoalacabezasu

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nuevocargo.Elsignomásfirmedesuaplomoantetanbuenasuerte,puesningunasonrisamásbrillantedelosdiosesnosparecíaposible,eraqueClorofilaseguíamascandochicle.La ligade loscalzoncillos limpios,comollamábamosalcuerpodeoficiales,no lehabía

hechocambiardemodaleseincluso,mientrasnoscomunicabanuestrasposicionesydabalaordendeponernosenmarcha,susmandíbulassemovíanlentamente,comorumiando.—Yacuérdate,Lucky,deavisarmecuandolleguemosalpuntodondelosatacasteisayer.Llovíayelcaminoeramásresbaladizoquenunca,asíquenuestroavancefueaúnmás

lentoqueeldíaanterior.Aladerecha,ahoraescuchadodébilmenteatravésdelgolpeteodelalluvia,ahorainaudible,seextendíaelocéano.Aquélloseranlosúnicossonidos.Mesusurraronqueeltenientequeríaconsultaralgoconmigo.Regreséarastrashastael

lugar donde estaba agazapado junto al camino. Tenía un mapa en equilibrio sobre lasrodillasysujetabaelponchoporencimadesucabezaparaprotegerlodelalluvia.Mehizounaseñaymearrodilléenelbarroasulado.—¿Dóndeestamos?—preguntóenvozbaja.Unapreguntanormal,peromehizoestremecer.Mehabíaconcentradotantoenavanzar

poraquellascurvasdelcaminoquemehabíaolvidadodetomarreferencias.Mepreocupabaelenemigo,noladirección.Contuvelarespiraciónyprestéatenciónalsonidodelocéano.Sipodíaoírloyestabaamiderecha,todavíaavanzábamosenladirecciónadecuada.Si

nopodíaoírloosiestabaamiizquierda,estábamosperdidos.Looí,anuestraderecha,miréelmapadeltenienteparaverlaescalayluegocalculéla

distanciaquehabíamosrecorrido,lascurvasquehabíamosdejadoatrás,ladistanciahastaelocéano,yseñaléloqueparecíaserellugarcorrespondienteenelmapa,ydije:—Aquí.Clorofilaasintió.Lemiréalacara.Conteníaelgesto,yalobservarlaviquelasarrugas

de preocupación desaparecían de sus ojos y que comenzaba amascar chicle de nuevo ycuandoasintióymedijoquecontinuaraavanzandounavezmásobedecísindecirnada.Habíadejadodellover.Elverdedelalluviabrillabahúmedomientrasnosdirigíamosal

llanodondehabía tenido lugareldesastreconel tenienteComando.Llegamosaun lugardespejado,unabreveextensióndehierbadepocaalturabajounagujeroeneltechodelajungla que conducía a una pequeña colina que desaparecía tras una curva antes dereaparecercomoelsalientedetierradeComando.Amediocaminocolinaarriba,marcadatanclaramentecomoenunmoldedeescayola,

habíaunahuelladeunpie.Unpiedescalzo,grande,condedogordoprensil.Elpiedeunindígena.Apuntabahacianosotros,colinaabajo.Nosllenódeemociónydeasombro.LlaméaClorofilayestabapreparadoparadiscutirconélalrespecto,peromirónerviosoalrededorydijo:—Vamos,subamosaesacolina.Noesbuensitio.Subimosconcuidadoelpromontorio,puesseguíasiendoresbaladizo.Conlaemociónde

lapisada,casimeolvidédedecirleaClorofiladóndeestábamos,peroentoncesmeacordéyledije:—Teniente,aquíesdondelosatacamosayer.Clorofilapareciópreocupado.—¿Ylahuella?—pregunté.Élmemirópensativoyseechóhaciaatráselcasco.Mascósuchiclemetódicamente,con

los labios replegadosymostrandosusgrandesdientes,comosi sacara fuerzasyvalordeaquellagomademascar.—¿Ylahuella?—repitióenvozbaja,másparasímismoqueparamí—.Estáahí,esoes

todo.Nohaynadaquepodamoshacer.Lopeordetodoes…queessólounahuella.Seencogiódehombrosysiguiómirándome.—Serámejorquenosdetengamosaquíunmomento.Túencárgatedelaretaguardia,en

aquellacolina.—Pero teniente—dije, tratando de ocultarmi decepción—, se supone que estoy en la

punta.—Adelante—contestó,impertérrito—.Hazloquetedigo.Retaguardia.Obedecí,sintiéndomecomosimehubierandegradado.Unpoquitomás abajo de la cimade la colina,meoculté entre lamaleza.Rompí unas

cuantasramasquetapabanmilíneadevisión,ganandoasíunaperspectivaclaradeaquelespacioabierto.Mepuseencuclillas,cabreado,furiosoporhabersidodegradadoalapartedeatrás.Aunquehabíadejadode llover, seguía sinoírseniun solo sonido,ni siquieraelocéano.

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Unaramitasequebró.Alcélacabezayviacuatrohombresacercarse.Ibanmuyjuntos.Durante un instante pensé que eran de los nuestros y me pregunté por qué habían

enviado a otra patrulla y por qué aquel tipo grande que iba delante, el mayor Mayor-Porción,habíadecididoliderarla.Siguieronavanzandoyvisuscascosconformadesetaysupequeeranjaponeses.Estabansubiendolacolina.Eltipograndeteníalacabezaagachadaylosbrazosfuertes,

parecidísimoalmayorMayor-Porción.Apoyéelpiederechoenelsueloy,mirándolos,apretéelgatilloydisparé.Cayerongritando.Elhombretónalzólosbrazosporencimadelacabeza,gritó,giróycayóconelestrépito

desufusil.Loshombresqueteníadetráscayerontambiéngritandoyunodeellosrodóyrodócolinaabajo,hastadesaparecerparasiempredelavista.Habíavaciadomicargadordetreintabalasysólomequedabaeldeveinte.Noteníani

ideadesihabíamásjaponeses,asíqueabandonémiposiciónenelsendero,replegándomealrededordelacurvahastaelpróximohombre,quienmerecibióconlabocaabiertaylosojosdesencajados.—Quédateaquí—dije,ycorríhastaeltenienteClorofila.Eltenientenoestabanervioso,

peroelruidodelosdisparosensuretaguardianolehabíadejadoimpertérrito.Sucarahizolapregunta.—Unapatrullajaponesa—jadeé—.Cuatro.Creoquelosheabatidoatodos,peropuede

quehayamás.Notuvequeesperar,puesClorofilasepusoenpieeindicóaotrohombrequevinieracon

nosotrosyatodoslosdemásquesequedarandondeestaban,alerta.—Vamos—dijo.Lostresregresamosalbordedelacolina.—¿Algunomás?—lepreguntéalhombrequehabíadejadoatrás,yélnegóconlacabeza.

Pudeoírgemidos.Mevolvíhaciaelteniente—.¿Quierequeecheunvistazo?Eltenienteasintió.Meechéal suelo y empecéa reptarpendienteabajo.Elhombretónyacíadondehabía

caído.Estabamuerto.Habíaotrosdosmásabajo,yenesemomento,justocuandoaparecí,elmáslejanodelosdosempezóaalejarsearrastrándose.Lasexplosionesrugieronamiespalda.ElhombredeltenienteClorofilahabíaempezado

adispararconsumetralletaycasimereventóeloído.Mesobresaltó.Creyendoqueestabanllegandomásenemigos,corrídevueltaaterrenoelevado.—Casiteda—dijoelhombrequehabíadisparado.—¿Quién?—Esejapo,elqueacabodecargarme.Teestabaapuntando.El hombre estaba nervioso. Tenía un grueso bigote que parecía temblar mientras

hablaba. Miré al teniente. Su rostro reflejaba preocupación, pero era ansiedad por laseguridaddeunapatrullaaparentementeaisladaporelenemigo.Pensé:estetipoestáloco,elúnicojapovivoeselherido.Perodetodasformasledilasgracias.Volvieron a oírse gemidos ymovimientos.El otro hombre y yo apuntamos y acabamos

coneljaponésherido.Disparéunadescargacorta,temiendoagotarmiúltimocargador.—Escuchad—dijoeltenienteClorofilacuandoterminamos—.Quedaoslosdosaquí.Voya

desviarme hacia la derecha, hacia el océano. No tiene sentido volver por donde hemosvenido,puedequehayamásjaposdetrásdenosotros.Encuantoveáisalhombredecola,largaos.Habíacaídounsilenciointenso,rotoporloquenosparecióelsonidodemovimientosal

piedelacolina,dondeterminabaenundensomatorral.Peronuestrapatrullahizobastanteruidomientrasrecorríalamalezahaciaelmar,como

mastodontes, tan ansiosos estábamos por salir de aquella desconcertante altiplanicie.Cuandovimosalúltimohombre,loseguimos,peronoantesdequemicamaradabarrieralacolinaconunalargacargadesuametralladora.Cuandodejamosatráslamaleza,comprendimoselmotivodelruido.Uncampoderocas

lisas,mojadasyresbaladizasquecubríaunaempinadacaídahaciaelmar.Nosdeslizamos, resbalamos y chocamos; rodamos y recorrimos con estrépito toda esa

distanciadeunospocoscientosdemetroshastaelagua,esperandoatraerdeunmomentoaotro el fuego del enemigo hacia nosotros. Fue un movimiento por el flanco bastantepeligroso,peronossacódelaratoneradondecreíamosestar.

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Regresamosporlaplayadepiedras,avecescaminandoporlaorilla,avecespisandoconcautelalasrocasempinadasqueselanzabansombríashaciaaquelmarplanoygris.CuandoClorofilapensóquehabíamosllegadolobastantelejosycuandoelterrenoaladerechayanosealzabatanaltosobrenosotros,dejamoslaplayayregresamosalsendero.Despuésdedestacarunhombreenlapuntayotroenlaretaguardia,eltenienteClorofila

ordenódescanso.Seacercóamí,quitándoseelcascoparasecarseelsudordelafrente.—Serámejorquevuelvasalperímetroylescomuniquesquéhansidoesosdisparos.Medilavuelta.Clorofilameagarródeprontoporelbrazo.—Oh, seme olvidaba—hizo un gesto con la cabeza señalando hacia atrás y sonrió—.

Buentrabajo.Mesentímejorporaquelpuestoenlaretaguardiaquemehabíaasignado.Noestábamoslejosyadelaslíneasycorríaltroteporlajungla,ansiosoporentregarmi

informeydisfrutardelaadmiracióndemiscamaradas.Derepenteelcentineladeunodenuestros hombres de avanzadilla me apuntó con su fusil y le sonreí, levantando cuatrodedos.—Bienhecho—contestó—.¿Quiénseloshacargado,Lucky?—Fuiyo—lerespondí,sindejardecorrer,ysaboreéel«¡Vaya!»sorprendidoquesalióde

suslabios.El ardor había dado paso a la verdad cuando llegué con los hombres restantes de la

avanzadillaylevantésólotresdedos,intercambiandosonrisasconellos,ycontinuéhaciaelpuestodemando.Elcomandanteenvióinmediatamenteunanuevapatrulla,coninstruccionesdeadelantar

a los hombres del teniente Clorofila e investigar el sendero hacia el sur hasta dondeparecieraaconsejable.Peronoencontraronnada.Sóloloscuerposdetressoldadosjaponeses,lossignosdela

huidadeuncuartohombreherido,posiblementeunquinto…ynadamás.Inclusolahuelladelindígenahabíadesaparecido.Tampoco encontramos ninguna explicación al hecho de que aquella patrulla enemiga

hubiera aparecido detrás de nosotros. Las continuas brumas del bosque tropical habíanenvueltoelincidenteenmisterio.

—oOo—

Enlaoscuridaddeesanoche,losjaponesesvinieron«devisita».Surgierondelaoscuridaddelajungla,delanegruradeunanocheaúnmássalvajepor

elgemidodeunvientoquebienpodríahabersidounhuracán.Yono estaba allí.Dehecho, nomásde veinte o treintamarines estabanpresentes.El

ataque fue contra la Compañía G, que ocupaba el centro y el terreno más elevado denuestroperímetro.Rodeabannuestropuestodemando,exceptoporeloesteoelmar,asíquelabaseseencontrabaenelcentrodeunaherraduraquesealzabaanuestroalrededor.Elataqueseprodujoalasdosdelamadrugada,justocuandoelvientodelirabaconfuria,

cuando la noche estaba llena de sus alaridos, y los entrecortados sonidos de la junglaremitían bajo la sacudida de su eterno atormentador, cuando también lamarea rugía dedolordetrásdenosotros.Yestuvolloviendotodalanoche.Enunanocheasíeraimposibledistinguirmásdeloquepudierandecirnoslossonidos.

Comoel ruidoeramayoritariamentenuestroporquenisiquieraunabalaperdidacayóennuestrodeclive,sabíamosquenoestábamosperdiendo,peronosabíamosnadamás.Yoestabaennuestratiendademando,completamentearmado,esperandoinstrucciones

delcomandanteodelmayorMayor-Porción.Teníaunagranada térmica,con laquedebíadestruirnuestrospapelessilosjaponesesseabríanpaso.Aotrosmiembrosdelasecciónseleshabíaencomendadocargarconlamunición,peroyomequedéenlatienda,agazapadoenlaoscuridad,libredetenerquecargarproyectilesdemorteroalosgruposdelos«tubosdeestufas».Podíaoírlosmaldecirmientraspasabanantelatienda, losproyectilestriplesconforma

detrébolalhombro,yavecespodíaverlosenlaluzmomentáneayfluctuanteproyectadapor las bombas o los relámpagos, no puedo recordar. Algunos sollozaban con amargaexasperación, apretando los dientes, cuando resbalaban por la fangosa pendiente porsegunda o tercera vez, para recibir entonces crueles golpes de su pesada carga o verseforzadosatantearaciegasparabuscarlaenlaoscuridadyellodoantesdereemprenderel

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ascenso.Perolostubosdeestufasnecesitabanmunición.Porsusonidoestabaclaroqueestaban

ampliando la lluvia de proyectiles. Habían creado una temible algarada y casi habíanahogadoelsalvajegemidodelatormenta.Nuestrofuegodeametralladorashabíacesado,aexcepcióndealgúnestallidoesporádico.Devezencuandoseoíaelsonidodealgúnfusilola traca de muchos fusiles disparando simultáneamente. No había sonidos por parte delenemigo. La batalla se acababa. Losmorteros entonaban su canto demuerte. Habíamosvencido.Peroconlaprimeraluzdeldíadescubrimosloquehabíasucedido.Cuatro soldados japoneses y un oficial habían sido capturados con vida y los habían

trasladadoalpuestodemando,lasmanosatadasalaespalda,amenazadorescuchillosenlagarganta.Porellosnosenteramosdequeel53RegimientodelaTerceraCompañíadela17División de los japoneses había sido separado del cuerpo principal de cabo Gloucester yenviadoaTauali,paradefendersecontranuestrodesembarco.Aquelloshombreshabíanatravesadounajunglacasiimpenetrableynohabíanllegadoal

escenario hasta dos días después de nuestra llegada. No obstante, nos atacaron. Nosatacaron, un centenar de japoneses contra nuestras fuerzas, compuestas por unos mildoscientoshombresy,salvoaesosprisioneros,loshabíamosaniquiladoatodos.¿Eranvalientesofanáticos?¿Quéesperabanconseguir?¿Creíadeverdadsucomandante

que una compañía de soldados japoneses podía conquistar a un batallón de marinesestadounidenses experimentados, seguros de sí mismos, mejor armados y apostados enterrenoelevado?¿Porquénosehabíadadomediavueltaysehabíamarchadoacasaconsus hombres? ¿Ningún soldado japonés puede informar de su fracaso, no puede «sentirvergüenza»?No tengo respuesta. Sólo puedo preguntarme por ese enemigomisteriosamente feroz,

tan cruel y, sin embargo, tan valiente, un enemigo que en su inutilidad total, en sufanatismo, si quieren, podíahacer que yo sacara lomejor demímismoparadefendermecontraél.Nuestrosmuertosfueronseishombres,entreelloselrechonchoeintrépidoObie,aquien

habíavistoporúltimavez tanborrachoenMelbournequeapenaspodía tenerseenpieycuyopozodetirofuetomadocuandolosjaposselanzaroncontraunaseccióndelaslíneasen su primer silencioso ataque a la colina. Obie había ayudado a repelerlos en elcontraataqueyhabíaestadodisparándolesymaldiciéndolosalternativamentehastaquesusbalasledierondeplenoenlafrente.Descanseenpaz.Los japoneses yacían muertos amontonados en la falda de la colina y llenaban la

trinchera donde estaba emplazada el arma de Obie. Los cazadores de «recuerdos»rebuscabanentreellos,arrancandoconcuidadolasinsigniasdelosuniformes,losanillosdelosdedosolaspistolasdeloscinturones.AllíestabaelmismísimoRecuerditos,caminandoconcauteladecadáverencadáver,armadoconsustenazasyunalinternadedentistaquehabíatenidolaprevisióndeadquirirenMelbourne.Caminéentre losmontonesdemuertos.Yacíanarrugados, inútiles, difuntos.La fuerza

vital loshabíaabandonado.Unabalaounfragmentodemorterohabíaabiertounagujeroenaquellosdébilessoportesylasustanciasehabíaescapado.Elmisteriodeluniversohabíahabitado una vez en esos bultos tendidos, le había dado a cada uno una identidad, unaformade caminar, quizásuna formaespecial dehablar oundon con laspalabras oparapintarcoloresenunlienzo.Tandistintos,entonces.Ahoranoerannada,eranmontonesdenada. ¿Puedeunabala o un fragmentodemorterohacer eso?Esta fuerza, estemisterio,quierodecirestaalma,¿sedesparramaporelsuelojuntoconlasangre?No.Estáenalgunaparte, lo sé.Puesestemontón rojo y amarilloquemiroenestemomento fueunavezunhombreyaquelloque ledabaenergía, laPalabraquedaba«aunanadadeaireun lugardonde vivir y un nombre», la Palabra de una Palabra superior, eso no puede haber sidoaniquilado por un cuarto de pulgada de metal calentado. El misterio del universo lo hadejado y no vale decir que el acertijo está resuelto, que el misterio ha terminado sóloporque ha cambiado de residencia. Aquello que dio forma al aleteo de esa nariz, queensanchó el brazo que ahora sangraba, que forjó una mano tan fina que ahora colgabaflácida,esosigueexistiendoysigueteniendoelpoderdehaceraletearesanariz,dedoblaresebrazo,decerraresepuñoexactamentecomohacíaantes.Porhaberse idonopuedesdecirquenovayaavolver,aunquepuedasdecirquenoha

regresadonunca,nopuedesdecirquenolohará.Esblasfemiadecirqueuntrozodemetalhadestrozadolavida,tanpresuntuosocomodecirquealhaberdesaparecidolavida,yano

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hayvida.Yocaminabaentre losmontonesdemuertosysupe,no,sentí,que lamuerteessólounsonidoqueemitimosparadestacaranteAquelloquenoconocemos.Volvíabajarlacolina.En ruta,mepaséa veralBuscador.Sus indígenasyél sehabíanapostadoen terreno

elevadojustodetrásdelaCompañíaE.Sealegródevermeysemostróbastanteasombrado.Preparóté.—¿Dónde habéis aprendido los yanquis a disparar así? —dijo. Me contuve—. Rayos,

menudoestrépitoquehicisteisanoche.Nomeimportadecirquemepuseunpoconervioso—terminósutécontresrápidossorbosymemirómedioamablemediorefunfuñón—.Losmarinessoisjodidamentebuenos.CasitanbuenoscomolasAIF.Todounelogio.

—oOo—

Por la mañana la tormenta había remitido. Había hundido a dos de nuestros tanquesanfibiosyLandingCraftVehicle,peronadieseaventuróavolvera laplayitanegra,pueshabía surgido un nuevo peligro. Al amanecer, un misterioso cañón enemigo trató dealcanzarnos desde las colinas. No podía ser localizado. Afortunadamente, todos susproyectilescayeronenelagua.

—oOo—

Yodirigíaunapatrullatodoslosdías.Aunincapazdemanejarunacimutyapenascapazdeleer un mapa, continuaba dirigiendo patrullas, prestando atención al sonido de fiar delocéano.La mayoría de mis patrullas se dirigían al norte, hacia lo que se llamaba Dorf Point,

donde las playas estaban cubiertas de restos de las barcazas a las que el enemigo habíarecurrido para trasladar suministros, hasta que el tráfico nocturno quedó hecho pedazospornuestrastorpederasquezarpabandeNuevaGuinea.Enunadeesaspatrullas,dirigidaporelaltoyafabletenienteTranquilodelaCompañíaE,nosencontramosconunpuñadodechozas indígenas. El interior tenía ese fuerte olor a pescado que habíamos aprendido aasociar con los japoneses. Toqué con la mano un camastro deshecho. Todavía estabacaliente.Sucontactomehizosentirunescalofrío.—Todavía está caliente—le dije al teniente Tranquilo,mirándolo—.Deben de haberse

marchadohacepoco.Elasintióydiolaordendeperseguirlos.Pero se estaba haciendo tarde y no podíamos alejarnosmucho de nuestras líneas, no

fueraaserquelanochenosimpidieraregresarasalvo.Asíquenosdirigimoshaciaelsur.Me quedé atrás con el teniente y otro hombre ocupó la punta. Casi en ese mismo

momentolevantólamano.La patrulla desapareció de forma algo desordenada y, antes de que despejáramos el

senderoenelextremo,comosisematerializaradelamaleza,aparecióunindígenajovenypoderoso. Se detuvo e hizo un rígido saludo, al estilo británico, sonriéndonos de oreja aoreja, como si se alegrara de vernos y, al mismo tiempo, le divirtieran nuestros torpesintentosporevitarserdetectados.Tranquilo y yo nos miramos el uno al otro, sorprendidos. El teniente le indicó que

avanzara, pero el indígena permaneció firmes. Parecía tener motivos para no moverse.Parecíaestarprotegiendoaalguienoaalgo.—Déjemeacercarmeaél,teniente—pedí—.Talvezhablepidgin.—Adelante—dijoTranquilo—.Hablaconél.Su reticencia a moverse, su actitud protectora se hicieron comprensibles cuando me

acerqué.Trasélseextendía lamáspenosa, lamássufriente, lamásdescuidaday lamássonrienteprocesiónquehevistojamás.Eranunoscincuenta.Algunoscojeabanconburdasmuletas hechas de tallos de caña de azúcar, otros, los ancianos, eran transportados enliteras, algunos se apoyaban en los más fieles. Todos habían quedado reducidos por elhambreamerospalilloshumanoscontodaslascostillasvisiblesbajounapieltantensaqueparecía que fuera a estallar y todos padecían el pian o llevaban las marcas de haberlosufrido.Sinembargo, todosaquellosrostrososcurosse iluminaronconsonrisasbeatíficascuandomevieronacercarmeasulíder.

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Eltambiénsonrióyaquélfueunmomentodetalbellezayconfianzaquepodríahaberloabrazado.—¿Hablaspidgin?—pregunté.—Oh,sí,massa…,mítodoschicosdelamismamisión.Señaléalagentequeseextendíatrasél,atendiendoensilencionuestraconversación.—¿Quénombrerecibeestepueblo?—El nombre serWaremo. Esta gente vivir enWaremo—señaló detrás demí hacia la

aldeaconesenombre,queseencontrabaaunpardekilómetrosalnorte—.Todoslamismabuenagente.Nogustarjapos.—¿Mediceslaverdad?—Oh,sí,massa.Mídecirverdad.Míchicodemisión—memiróconsolemnidad—.Papa

Marehablaconnosotros.DecirquedebemoshablarverdadconDios,sersiempresinceros.Parecíaansiosoporcontarmeunahistoriayleasentíconlacabezaparaquecontinuara.—Dos navidades atrás venir los japos. Este tipo Kanaka no gustar japos.Matar japos.

Este tipoKanaka esconderse en jungla—ladeó la cabeza en dirección a lasmontañas detierraadentro—.PapaMarematar.Venir japo.CapturarPapaMare.Cortarcabezasy sersuyas. Este tipo Kanaka ocultarlo. Vosotros venir por agua grande. Japos huir. Este tipoKanaka dejar escondite, mirar agua grande. Querer volver aldea Waremo suya.¿Comprendes?Asentí y le dije que me acompañara para ver al teniente. Le expliqué lo que estaba

sucediendo. Los indígenas querían regresar a su aldea. ¿Era seguro permitírselo? Eltenienteseencogiódehombros.—Talvezdeberíamosllevárnoslosconnosotros.—Sí—dijoél—,peroapenastenemoscomidasuficiente.Tranquilosequitóelcascoyserascólacabeza.—Puedensubiralaaldeaynosquedaremosconestehombrecomorehén—dijo—.Puede

hablarconelBuscador.Despuésde todo,estoes loquesesuponequeelBuscador tienequehacer,encargarsedereorganizaralosindígenas.AsíqueésaeslamisióndelBuscador,medije.—¿Yesosjaposqueestamospersiguiendo?—pregunté—.Podríancapturaraestagentey

eliminarlos.Mevolvíhaciaelindígenaylepreguntéporlosjaponeses.Élsonrió.—Japoshuir.Miréalteniente.Seechóareír.—Escucha—le dije al indígena—. AmigoNúmeroUno—señalé al teniente—, dice que

esteamigoKanakapuedeiraldeaWaremo,bien.Tútequedasconnosotros,¿deacuerdo?Élsonriótranquilamente.—Sí,massa.Elindígena,quesellamabaKolo,regresóconsugente.Nuestroshombressehicierona

un lado para dejarlos pasar y, al ver cómo estaban, empezaron a darles cigarrillos ychocolatinasyraciones,loquetuvieranenlosbolsillos.Losindígenasloaceptaronalegreydignamente.Vi a los niños al pasar, sus vientres diminutos hinchados por el hambre. Uno de los

ancianosencamillachupabaunbrotedebambúqueagitabadébilmente.Entonces se fueron, desaparecieron tras un recodo, y Kolo se quedó orgullosamente

juntoamí.Aunaordenmudadelteniente,lapatrullavolvióaponerseenmarcha.Llegamos a un arroyo que cortaba el sendero que se dirigía al mar. Tenía unos tres

metros de ancho y aproximadamente un palmo de profundidad. Me remangué lospantalonesparaatravesarlo,peroalhacerlo,unasfuertesmanosmecogieronpordetrásymealzaron,paradepositarme,seco,alotrolado.EntoncesmevolvíparaverelsemblantesonrientedeKolo.Cuando regresamos a nuestro perímetro, llevaron a Kolo ante el Buscador. Al día

siguiente,unapatrulla armadahasta losdientes llevóalBuscador y sus chicospolicíasaWaremo,dejandoentoncesclaroelauténticopropósitodelosaustralianosconlosmarines,puesnilosbritánicosnisusprimosaustralianosdebíantenerintenciónalgunadepermitirquesumanodeobrabaratapermanecierasinexplotarosinorganizaro,peoraún,quedaraexpuestamuchotiempoalainfluenciacorruptoradelagenerosidadestadounidense.PeroKolopermanecióconnosotros,másbienconmigo.Seconvirtióenmiordenanza.Dormíabajomihamaca.Inclusomelavabalaropa.

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Dos días después de conocerlo, firmes en la jungla, yo estaba sentado en la playamientrasélmelavabaeluniforme.Unodeesosrarosmomentosdesol.La jungla era sofocante y pequeñas nubes de vapor se alzaban de nuestras ropas

empapadas.Enesosmomentosnoslavábamoslasropasenelocéanogolpeándolascontralas olas, frotándolas contra la abrasiva arena y, al final, las escurríamos. Luego, mediosecas,volvíamosaponérnoslas,esperandoqueelcalordenuestroscuerposcompletaraeltrabajoantesdequeregresaralalluvia.La playa estaba repleta de marines desnudos que lavaban su ropa en el océano, los

cuerposincreíblementeblancos,pueslaslluviasyaquelladeshidratantejunglasinsolhacíatiempoquenoshabíaquitadotodoelcolor.EntreellosseencontrabaKolo,sucuerponegrobrillantecontraaqueltrasfondo.Losmarineslomirabanconcuriosidad.Cuandometrajolaropa,escuchéabucheosdeburlayelgritoásperoeinconfundibledeRisitas:—¡Quemezurzan!Miradlo,¿queréis?Miradlo…Elpiojosohijodeputadelaretaguardia.

¡Puesnovaysebuscaunordenanza!¡Voyaescribirleasuviejoparadecirlequeyapuedeenviarleeluniformedegala!Koloseretirócuandoellossereunieronconmigo,riéndose.Empecéaprotestar,peroenesemomentoelcieloseoscurecióyvolvióallover.Ungrito

general de ira y desesperación se alzó en toda la playa. Nos quedamos allí sentados,disgustados.FinalmenteIndianasepusoenpie.—Disparadme—suplicó—.¿Porquénosoiscaritativosymepegáisuntiro?Miró desesperado al océano, otra vez gris acero y salpicado por las gotas de lluvia,

despuéssemirólasropasmediosecas.—¡Demonios!¿Quésentidotieneesperar?—maldijo,yechóacorrercomounlocohacia

elocéano.Por lamañana, perdí ami ordenanza. Llegaron los oficiales yme quitaron a Kolo. Lo

necesitaban para que sirviera en el comedor de oficiales que se habían apañado,levantándolo casi todos los días después de que aseguráramos nuestra posición. Uncomedordeoficialesesunode losbarómetrosmássegurosdeléxitomilitar.Mientras losoficiales sigan comiendo con los hombres, se corre el peligro de ser derrotados, perocuando se levanta el comedor de oficiales, erigido casi sobre los cadáveres del enemigo,hechoconpalosytrozosdelonaoquizásólosetrazaunalíneaimaginaria,comountabú,peroexiste,yserestauralacasta,sabemosquelavictoriayaesnuestra.Esamismamañana,nuestrosmorterosde81mmapuntaronauna líneaalestedonde

creíamos que se encontraba la posición de lamisteriosa artillería enemiga. Sus cañonesjamásvolvieronahablar.Nuestraspatrullassondeabancadavezmásymáslejosencadadirección.Aleste,enla

junglamásdensa,eltenienteCaballodeCarreras(elmismoquenoshabíametidoaRisitas,alPolloyamíenaqueldiminutocalabozoabordodelManoora)matóaun japomientrasdirigíaunapatrulla.Alsur,eltenienteComandosetopóconunaametralladoraenemigade20mmymatóa

dos.Alsur,haciaLaut,eltenienteLiberal,unoficialnuevo,matóaunjapodepatrulla.En la misma dirección, una patrulla de cincuenta hombres nuestros destruyó una

emboscadaenemigade treshombres, acribillándolosa tirosdespuésdeque lospobres ytontosjaposgritaranensuexactoinglés:«Poraquí,porfavor.Poraquí,porfavor».Denuevoal sur,haciaSagSag,unapatrullapasópor la llanuradonde tuvemipropio

encuentroytuvimosquetaparnoslanarizalpasaranteaquellamasablancadecorrupciónenquesehabíanconvertidoloscadáveresdespuésdeunoscuantosdías.Unospocosdíasmás tarde,alnorte,el tenienteCaballodeCarrerascontactóconuna

patrulla de nuestro cuerpo principal en el cabo Gloucester y los trajo hasta nuestroperímetro.Finalmente,másalsur,eltenienteComandofueheridoporunfrancotiradorjaponésen

un tiroteoentresupatrullayuna fuerzacompuestaporsoldadosnipones,exploradoreseindígenasarmadosconarcosyflechas.Comoeratangrande,nopudierontransportarlolosdiezodocekilómetrosqueseparabanaquelirregularterrenoentreLautynuestraposición.Enviarondevueltaaunmensajero.Yomeencontrabaenelpuestodemandoenelmomentodesullegada.FuimosalrescatedeComandoenuntractoranfibio,recorriendolacostabajouncielo

aborregado,acompañadosporunabandadadepájaroscarroñeroscomojinetesfantasmalessobre losacantiladospeladosqueseabríananuestra izquierda.Comandosetumbóen la

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partedelanteradel tractorenelcaminodevuelta,elrostrocenicientoy los labiostensosporeldolor.Podíapensarconelculo,peroluchabaconelcorazón.Cuatro días más tarde, el 11 de enero, disolvimos las líneas y marchamos por la

carretera costera hasta el cabo Gloucester, bordeando la costa, dejando atrás los barcoshundidos,atravesandolasaldeasvacías,sorteandoelocéanoconlosfusilesenalto,hastallegaraunaplayade lisaspiedrasblancasy,deallí,alaeródromo,devueltaalcalory lacomodidaddenuestroscamaradasdedivisión.

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Capítulo20

Mehabíapasadolanochebajounachozaindígena,protegidodelacontinualluvia,húmedoperonoempapado.

Cuandodespertéapenaspodíaver.Mepasabaalgoenlosojos.Comosituvierapegadoslospárpados.Salíalaluzymeesforcéporveramiscamaradas,quienesconsusponchosempapados se levantaban de la tierra húmeda como genios que cobraran forma en labruma,ydistinguíquesereíanymeseñalaban.

Mepalpélacaraydescubríqueteníaloslabioshinchadoscomounamujerubangiyquetambiénmispárpadosyminarizsehabíanhinchado.Alguiensacóunespejodelmacutoymelotendió:mehabíaconvertidoenunagárgolahinchada.

Peromicaravolvióaadquirirproporcionesnormalesmediahoramástarde.Achaquélahinchazónaalgúnbichodeaquellachozademalamuerteymeolvidédelasunto.

Pero ahora recuerdo, ahora recuerdoque aquellomarcó el punto central de la batallacontralajungla.Losjaponeseshabíansidoderrotadosdurantenuestramisiónensolitariopor la costa y, aunque lo peor del combate (la conquista de la Colina 660 por parte delSéptimoRegimiento) requeriría otra semana para su consumación, era la jungla y no losjaponesesnuestroadversario.

Lahinchazóndemis labiosymisojossimbolizóelmisterioyelvenenodeaquella islaterrible. Misteriosa… quizá quiero decir que Nueva Bretaña era maligna, oscura ysecretamentemaligna,malhechorayenemigadelahumanidad,unaadversariaenrealidad,quedisolvía,corroía,envenenaba,helaba,sorbía,empapabayatacabaaunhombreconsusbrumasvelocesysumohoverdeysusincesantesaguaceros,poniéndolezancadillasconsusinnumerables raíces y enredaderas, envenenándolo con sus insectos verdes y sus bichosmalolientesylastraicionerascortezasdesusárboles,arrancandoelsoldesushuesosylaalegríade sucorazón,disolviéndolo…La lluvia, elmoho, lahumedadsorbían firmementecada célula comomanos diminutas que arrancaran los pétalos de una flor, disolviéndolo,digo,enuninformefluidosinmentecomoelbarrodondelospiescaíancontinuamenteenunmonótonogolpeteodesucciónqueeselsonidodelanada,elsonidodelajungladondetodosehacepedazosenhuecaarmoníaconlalluvia.

Nadapodíaenfrentarseconaquello:unacartaquellegaradecasateníaqueserleídayreleídaymemorizada,puessehacíapedazosentubolsilloenmenosdeunasemana;unpardecalcetinesnodurabanmuchomás;unpaquetedecigarrillosseempapabayestropeabaamenos que te lo fumaras en el día; las hojas de las navajas se oxidaban y pegaban; losrelojes marcaban el momento de su propio deterioro; la lluvia convertía la comida enbasura; los lápices se hinchaban y reventaban; las plumas se atascaban y sus puntas seseparaban; los cañones de los fusiles se volvían azules de moho y había que llevarloscolgados boca abajo para protegerlos de la lluvia; las balas se quedaban pegadas en loscargadoresylosametralladoresteníanquerepasarsuscinturonesdiariamente,extrayendo,engrasandoyreinsertandolasbalasparaimpedirquesepegaranalaspresillas.Ytodoerahúmedoyestabaempapadoypegajosoalcontacto,exudandoesefirmeolorahumedaddelajungla,eseolorcaracterísticodedeterioroquesealzadeunavegetacióntanexuberante,que crece tan velozmente, queparece correrhacia sudescomposicióndesdeelmomentomismodesunacimiento.

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FueenaquelinfiernoverdedondenossituaronundíaodosdespuésdelamarchadesdeTauali-SagSag.Yallíselibrólabatallaconlajunglatropical,allílajunglayloshombresseenzarzaron en un conflicto mucho más básico que nuestra guerra a tiros contra losjaponeses,puesahílaluchaeraporlaexistenciamisma.

La guerra quedó olvidada. ¿Quién podía comprenderla? ¿A quién le importaba? El díasólo teníaveinticuatrohorasy lamentesólo tenía tresocuatrocosasqueordenar:estarseco, comer algo (oh, sobre todo, lomás increíble, una taza de café caliente), un par depantalones secos y limpios y un lugar a resguardo de la lluvia. Las horas pasaban enpreciosa contemplación de ese momento que precede a la oscuridad, cuando (con lospaquetes de cigarrillos y los envoltorios de papel de cera de las raciones, con cerillascuidadosamente envueltas en preservativos y guardadas dentro del forro del casco) seencendíaunahogueradiminuta y se calentaba aguaenuna tapade cantimplora y así setonificabaelestómagoparaenfrentarsealafríaynegranoche.

—oOo—

Cuando tomamos nuestras nuevas posiciones, borrosas en el recuerdo excepto por unestrechoperovelozarroyoqueatravesabaelpuestodemandodelbatallón,meresignabaalatemibleideadeestarmojadomientraspermanecieraenNuevaBretaña.Estaríamojadonosólopor la lluvia—puesavecesparabayotrasvecesnocaíatanrápidoparaqueunahamaca no pudiera repelerla—, sino por la desgracia que se había apoderado de mí alabandonarAustralia y que volvía a dominarme entonces.Había comenzado con todas lasmolestias deGuadalcanal, había desaparecido en la vida civilizada deMelbourne y habíareaparecido enGoodenough,NuevaGuinea y entonces enNuevaBretaña.Más tardemeenteréquelosmédicoslollamanenuresis.Cuandoestásdormido,lavejigasevacía…yesoestodo.Comenzamosdenuevoconlaspatrullas,pueslosjaponeseshabíansidopuestosenfugayhabíaqueaniquilarlos,unidadtrasunidad,amedidaquefuéramosencontrándolosdeambulandoporlajunglatropical.

Las acciones pequeñas y rápidas eran normales. Aquí una patrulla destruía a mediadocena de japoneses, perdiendo a veces uno o dos hombres que resultaban muertos oheridos,allíotrasorprendíaaungrupomayordedesmoralizadosjaponesesocaíaenunadesusemboscadas.

Perosumarseaeseritmoirregulardeacciónenpatrullasuponíauncontinuodesgaste.PoremplearlaexpresióndeIndiana,estábamosdesgastandoalenemigo.

Losdíasdifícilespor laansiedaddepatrullareranrematadospor lasnoches inquietosanteunaposibleinfiltracióndelenemigo.Noesquelosjaponesesfueranseressedientosdesangre,quesemantuvieranvivossólopor laposibilidaddematar.Másbienera lamismadesorganización de sus fuerzas lo que los volvía más temibles de noche, pues rondabannuestras líneas, hambrientos de comida… y, cuando eran detectados, luchaban por susvidas.

La idea de un enemigo capaz de infiltrarse sin ser detectado no abandonaba nuestrasmentesenlasguardiasnocturnas,sobretodocuandocaminábamosprudentementedesdelahamacahastaelpuestodecentinela.

Unanochedeterribletormentanodejabadepensarenellocuandoterminémiguardiaysubíamihamaca,mequedéallítendidomediodespiertomediodormido,elcuchilloenlamano.Deprontooíungritoniadosmetrosdedistancia.

Mevolvíparaver,alaluzdeunrelámpago,ymeencontrécondososcurasfigurasquechocaban launa contra la otra, antesdequeambashuyerany la oscuridad reclamaraelterreno.

El puesto de mando se convirtió en un torbellino. Se alzaron voces, interrogantes,quejosas,ypudedistinguirentreellaselgritodeunodeloshombresdemisección:

—Japosenelpuestodemando!Luegootravozfamiliar.—¡Unjapohaintentadosorprenderme!Saltédelahamaca,buscandomimachete,queestabajuntoaunárbol,ygritando:—¡Poraquí!¡Poraquí!¡Loshevisto!Enelsilencioquesiguió,sealzóelgritodelmayorordenando:—¡Nodisparen!¡Usenlasbayonetas!Y entonces, en el nuevo silencio que se produjo a continuación, se oyó el claro e

inconfundiblepercutordeunarmacuandoelmayoramartillósupistola.

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—Ah,sí,usadlasbayonetas,chicos:nodisparéis,chicos,podríaisdarlealmayor.Click,click.Volví a la cama y escuché la tormenta de viento y la tormenta de órdenes y

contraórdenes a mi alrededor, hasta que una de las dos remitió o hasta que me quedédormido.

Por lamañana, se supoque losdoshombresdemi secciónquedecíanhaber vistounintrusojaponéshabíanchocadoenrealidadelunoconelotro.Yanosecaíanbienantesdeeseincidente,peroapartirdeentonceshicierongaladesudesdén.

Por fin nos retiraron de aquel miserable lodazal y tomamos nuevas posiciones.ChapoteamossobreunasopadebarroquedebiódeseruncaminodetierrayporelcaminosenosunióElocuente,elhombrequenoshabíasacadoalPolloyamídelcalabozoyquehabía llegado al cabo Gloucester desde el batallón de retaguardia de Goodenough. Noscontó que allí el sargento primero se había suicidado. Se vino abajo una noche, dijoElocuente,ysemetióelcañóndeunaametralladoraenlabocayapretóelgatillo:unfinalmuydesagradable.Ningunodenosotrosfuecapazdecomprenderlo.

Enaquelmomentoestábamosenlareserva.Yanoteníamosunfrentequedefender,peroteníamosunnuevoenemigo.Losárboles.

Nuestra posición se encontraba en un bosque arrasado, tan sombrío, tan pelado, tanasolado que podría haber sido un bosque lunar. Los japoneses se habían defendido allí yhabíanrecibidounferozfuegodeartillería.

Nuestros proyectiles se habían cebado en aquel bosque de árboles gigantes. Yacíandesenraizados,rotosyhendidos,lasramascolgandocomobrazosrotos,odecapitados,conlasramasagitándosecomounacabezamalcortada,oseinclinaban,debilitadosporelfuegode los cañones y empapados de lluvia. Durante todo el día y toda la noche ese bosquegrotescoresonabaconelestrépitodelosárbolesquecaían.

Ynomenosdeveinticincohombresmurieronporsuculpa,aplastados.Elmismonúmeroresultó herido. Y una vez, cuando empezamos a dinamitarlos, matamos a otro hombre,demostrandoasíqueunmalremediopuedesertanletalcomolacausa.Ungranpeñascolecayóencimamientrasestabasentadojuntoasuhamaca.

Todoslloramosporél,pueseraelpayasodelbatallón.Bocazaseralomásparecidoaungordoquehe visto jamásenelCuerpodeMarines.En realidadno estabagordo, pero síteníalamandíbulagrandeyesatezsonrosadaquesiemprepareceanunciarlaobesidad.Sinedad, sin cualidades, sin autoridad, un hombre gordo no tiene ninguna oportunidad. Elpobre Bocazas no tuvo ninguna, aunque era inteligente y sensible. Por eso siempre seburlabandeély,cuandopretendíacontraatacarasumiendounairesuperior, lasbromasypullasvolvíancontraélsuneciavanidad.

Le gustaba pavonearse y fingir que estaba por encima de la rutina o los riesgos denuestravidadiaria.Legustabadecircosasquereforzaranesapose:

«Yovoyaestaren laCompañíaB.Voyaestaraquícuandoosmarchéisyseguiréaquícuandonovolváis».

«Lapróximaguerra,chicos,habrádospersonasdesaparecidas.Yoyelpolicíamilitarqueenvíenabuscarme».

Unpeñascoleaplastólavidaysuspenososalardes.Nos entristecimos, porque Bocazas siempre había parecido tan abandonado, tan

desesperado. Los otros podían morir bajo los árboles que caían (los «crea-viudas» losllamábamos) y nadie sentía tristeza, pero con Bocazas aquello no parecía justo. Bocazasnuncaparecióimplicadorealmenteenlaguerra,parecíamásespectadorqueparticipante.Yasífuecomomurió,comosiunabolatramposahubierasurgidodesdedetrásdesubaseylehubieradadoenlacabeza.Sentadojuntoasuhamaca,unpeñascoloaplastó.

—oOo—

Laúltimapatrullaseprolongóvariosdías.NosllevaronenunalanchadedesembarcoporlacostaestehastaunlugarllamadoOldNatamoyallínosdejaron.

El lugar había sido habitado por los japos, pero todos sus emplazamientos estabanvacíos. Los enemigos que habían sido descubiertos estaban en las últimas. Algunos searrastrabanagotadosacuatropatas,otrosestabantandescompuestosqueparecíaquesuspies se estaban pudriendo, algunos no pesabanmás de cuarenta kilos, otros carecían dearmas, todosdecomida…y todosposeíanese indómitoespírituguerreroqueeraelgranactivo del ejército imperial japonés, el único factor que convertía a un soldado mal

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pertrechadoenunenemigodeprimeraclase.Todos resistieron y todos fueron destruidos, a bayoneta en su mayoría, pues era una

locuradispararunfusilcuandoestásdepatrullaenunterritorioenemigodesconocido.Unode esos soldados rezagados fue estrangulado a sangre fría por el Chico, un joven que,aunque veterano de Guadalcanal, apenas sabía manejar la bayoneta. Se volvió loco dosmesesmástarde.

Seguimosconnuestralabordelimpieza.De noche estalló una feroz tormenta y nos acurrucamos bajo los toldos que habíamos

construidoenlaorilla.Porlamañanaseguíalloviendo,peroelmarhabíadepositadounregaloanuestrapuerta.

La lluvia había creado una riada que barrió el bosque de los «crea-viudas», dondedescansabannuestroscamaradas,ytodasucomidallegóhastalaplaya,dondeselatragóelmar,peroelmarvolvióavomitarlaennuestrafranjadearena.

Caímos sobre este regalo de Neptuno dando gritos de placer. Aunque la comida eracorriente (latasdehuevos liofilizados, lecheenpolvo,azúcar, café, verduradeshidratada,sirope),nosparecióunbanquete,puespodíamosusarlacomoqueríamosyenlascantidadesquequeríamos.Sihubiéramossabidoqueera lacomidaperdidadenuestroscompañerossospechoquenoshabríasabidoaúnmejor.Comíamostortitas(fritasennuestrasescudillas)ybebíamoscafétodoeldía,pueshabíatormentasdemaneraintermitenteynosalíamosdepatrulla.

Aldíasiguiente,enunabrevepatrullatierraadentro,encontréunbaúljaponésymelollevéconlaayudadePlayboy.Sólido,aquelbaúleraadecuadoparaguardarmisropasyloslibros quemi padre había empezado a enviarme de casa. Ya contaba con una docena delibros, entre ellos un diccionario y un almanaque, dos obras que bastaron para serconsideradoelSabiodelSegundoBatallóndelPrimerodeMarines.Meconsultabanmuchasdisputas a mí y a mis libros de sabiduría, con una confianza tan injustificada como lavanidad que despertaban.En combate,mis libros se guardaban en las propiedades de lacompañía, pero en aquel momento, como ya no estábamos en primera línea, los habíareclamado…yelbaúlseríaunamagníficataquilladondeguardarlos.

Las lanchasdedesembarcovinieronapornosotrosaldíasiguienteysubimosabordo,Playboy y yo cargando el baúl japonés. A nuestro regreso, encontramos al batallónlevantandoelcampamento,despidiéndosedeaqueltristebosquearrasadoydirigiéndoseauna nueva zona donde nos proporcionaron tiendas piramidales y empezamos a vivir conalgunascomodidades.

Nuestrascomodidadesatrajeronvisitantes.UnamañanaelArtistabuscósuponchobajoelcamastroyencontróunaserpienteenroscada.Echómanoalacarabinayledisparóenlahorriblecabeza.Medíaunostresmetros.

Unasemanadespuésdenuestrallegada,eltenienteGrandes-Ideasapareciópornuestratiendayrequisómibaúl.Selollevóenmiausencia.Megustaríadecirquelorobó,peroyahedichorequisó,queeslapalabraqueusábamosparaelroboperpetradoporlosoficiales.Apretandolosdientes,fuiaveraGrandes-Ideasalatiendadelasección.

Seríaunaluchadesigual,puesnohabríaningunalucha.Yorazonaría,élordenaría…yyoperdería mi baúl, del que había sacadomis libros y mis ropas, arrojándolas con desdénsobremicamastro.PeroseguíaqueriendoqueGrandes-Ideasmemiraraalacara.

—ElArtistadicequetieneustedmibaúl—empecéadecir.Élmemiróconfrialdadynodijonada.Apretélosdientesysonreí.—¿Lohatomadoustedprestado,señor?—Lohecogido.Lonecesitamosenlabaseparaguardarelequipo.Seguí su mirada y vi el baúl. En una esquina se hallaba nuestro exiguo equipo

cartográfico;enelotro,laropadeltenienteGrandes-Ideas.Unairalocaseapoderódemí.IvyLeague robandopuros, elmayorMayor-Porciónquedándose con todo el baconde lasracionesdelbatallón,losoficialessecuestrandoaKoloyahoraGrandes-Ideasrobándomeelbaúl.Volvióahablar.

—Sabesqueunvoluntarionopuedetenerunacosaasíensutienda.¿Quépodíadeciryo?Aquelloquehervíadentrodemíanhelabaliberarseyestallarcon

violencia, mi interior era como una caverna donde aullaba y gritaba un demonioencadenadoynomeatrevíahablarpormiedoaquemipropiavozlodejaralibre.Sólopudemirar aGrandes-Ideas ydejarquemi rostro ledijeraquequeríamatarlo.Y entoncesmemarché.

Aldíasiguiente,elequipocartográficovolvíaaestartiradoenelsueloyelbaúlestaba

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en la tienda de Grandes-Ideas, lleno de ropas y artículos personales suyos. El baúl seconvirtió en una fijación para mí y el insulto y la injusticia alcanzaron una magnituddesproporcionada. Hablé estúpidamente de matar a Grandes-Ideas, procurando decir lascosas más terribles en presencia de los hombres más cercanos a él, hombres queseguramentelerepetiríanmispalabras.

Todo era cháchara, tremenda, ampulosa, vacía, pero tuvo el efecto deseado. Unoscuantos días después, Grandes-Ideas envió un emisario ami tienda. Eligió bien, pues suportavozfueelJugador,quizáselhombremásapreciadodelbatallón.Duroenlamesadepóquer,elJugadoreramuyamableensupuestocomojefedeintendenciadelbatallón.

—¿Qué tereconcome,chaval?¿Quéesesa locuraquevasdiciendoporahídemataraGrandes-Ideas?

Seriócomosiacabaradecontarunchisteyyomereítambién.—¿Quiéntelohadicho?—¿Quiénmelohadicho?Nomehagasreír.Prácticamentelohasescritoconneónentu

espalda. «Me voy a cargar a Grandes-Ideas» —su tono cambió y habló con severidad—.Vamos,chico,nodeberíashablarasí.Alguienpodríatomárseloenserio.YtienesalpobreGrandes-Ideasvolviéndoseloco.

—Esperoquemetomenenserio…,yesperoqueaesepiojoso lameculos lereviente lacabeza.

—¿Quétienescontraél?—Merobóelbaúl.ElJugadorsonrió.—¿Quéquieresdecirconquetelorobó?¿Dedóndelosacaste?—Sé qué quiere decir—contesté—, pero los japos pueden venir a recuperarlo cuando

quieran.Digoqueme lorobóyesoes loquehizo.Dijoquese lo llevabapara lasección,peroloestáutilizandoparaguardarsuropa.

Aunque advertido de que Grandes-Ideas podía tomar represalias, memantuve enmistrece.Lavisitadel Jugador sólo logró inquietarme.Mesentímejor cuando,unosminutosmás tarde, Elocuente y el Playboy aparecieron en la tienda y sugirieron que fuéramos anadaralacascada.

La cascada se encontraba arroyo arriba, detrás de nuestras tiendas. Caía unos cincometroshastaunacharcaprofundayespumosa.Aunterciodelacaída,pordetrás,habíaunhuecoen laroca.Sepodíaescalarhastaallíyentonces,desdeun lisosalientedepiedra,zambullirse.

Enelmomentoenqueentrabasenaquelchorrodeagua,seapoderabadeti,obligándoteacaercomounapiedraalafríacharca,abajo,abajo,abajo,hacialanegrurayelescalofríodelmiedocuandolospulmonesempezabananotarlafaltadeaireylaspiernasempezabanapatalear,frenandotudescenso,empujandofrenéticamente,hacialasuperficieyeldulceaireyelrugidodelacascadayelsonidodelasvoces.

Peroesedía,enmiprimerazambullida,sentíunsúbitodolorenmispartesgenitales.Talvez era una pequeña hernia o el signo de una incipiente. En Guadalcanal, había sentidodolores similares cuando enterraba las pesadas cajas de munición, pero allí no habíaningunaesperanzaderecibirtratamiento,asíqueloignoré.Ahíestabadenuevoyesomepreocupó.

Mecostabatrabajoandar.Eraunasensacióndepesadez.ElPlayboymeayudóaregresara la tienda. Con todo, yo seguía sin querer ir al hospital, esperando que el dolordesapareciera,perocuandolleguéalatienda,cambiédeopinión.

—Grandes-Ideas quiere verte —dijo el Artista—. Va a mandarte a cocina. ¿Qué te hapasado?

—Creoquetengounabuenahernia.—¿Yquétienedegracioso?—PuesquenovoyairacocinaynopuedoesperaradecírseloaGrandes-Ideas.Fui cojeando hasta la enfermería. El doctor me hizo un reconocimiento y empezó a

escribirenunvolanteazul.—¿Quéeseso,señor?—pregunté.—Ordende evacuación.Nohaynadaquepuedahacer aquí por ti. Te voy a evacuar a

NuevaGuinea.Preséntateaquíporlamañanacontuscosas.¡Qué hermoso volante azul! ¡Qué manera tan bonita de dirigir una guerra! Miré el

volantecomoelprisioneroquerecibeelperdónymeencaminéhacialatiendadeGrandes-Ideas.

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—¿Queríaustedverme,señor?Nopudemostrarmemásrespetuoso.Sucaraerasombría,sutonoresentido.—Sí.Cojasuscosasypreséntesealsargentodecocina.Vaustedacocina.—Pero, señor—dije, con quejumbroso respeto—, creía que el personal de Inteligencia

estabaexentodeservicioencocina.Esunodelosbeneficiosquemencionaroncuandomepidieronquemeunieraalasección.

Evitómimirada,perosuvozestabacargadadedeseosdevenganza.—Yano.Desdeahora,tenemosqueproporcionarunhombre.Yaustedletocaelmesde

marzo.—Vaya,quélástima.—¿Lástimaporqué?—preguntóenfadado,mirándomeferozmente.—Nopuedoir.Tengoqueiralhospital.Seleveíatanclaramentefrustradoyconsumidoporlairaqueaquellasituaciónsehizo

incómoda. Yohabía venido a alardear, pero en esemomento sólo deseéque terminara laentrevistaymedejaralibre.

—¿Quédemoniosquieredeciriralhospital?¿Quiéndemonioslodice?¡Soysuoficialenjefe!

—El doctor dice que tengo una hernia —dije, sin mostrarle el parte de evacuación aNuevaGuinea.Noteníasentidoarriesgarse.Selodiríaalsargentodelbatallónlamañanaantesdeirme—.Quizátenganqueoperarme—añadí,sóloporreforzarmispalabras.

EntoncesfueeltenienteGrandes-Ideasquienmemirófijamente.Memirósindisimularsuodio,perocondemasiadoresentimientoparaunapersonaacostumbradaasalirseconlasuya.

—Muy bien—dijo—. Yame encargaré de usted cuando vuelva. Quizá crea queme haderrotadoestavez,peroiráacocinadetodasformas.

—Sí,señor—dije—.¿Puedoretirarmeya?

—oOo—

ElgranavióndetransportesealzóconunrugidoenlapistadelcaboGloucesteryyomeacomodé con alivio en mi asiento mientras nivelaba el vuelo. Pasó sobre el estrechoDampieryluegoganóaltitudsobreNuevaGuinea,dondelajunglateníaelaspectodefilatrasfiladeapretadascolesdeBruselas.

NuestroavióndescendióvelozhaciaelcaboSudest.Habíaunaambulanciadehombresuniformados de color caqui esperándonos. Nos encontramos en manos del Ejército. Nosllevaronaunodesushospitalesdecampaña.

Lasalaestabaenunedificioprefabricado.Unaenfermera,laprimeramujerqueveíaenseis meses, me dio un pijama y me asignó una cama. Pasé dos o tres días en la gloria,leyendo, comiendomis tres buenas comidas al día, yendo al cinedenoche…y, entonces,llegómireconocimientomédico.

Losmédicos decidieron que no querían realizar semejante operación en el trópico, niconsideraroneldolor tangravecomoparaenviarmeaunhospitalgeneral enAustraliaoEstadosUnidos,aunquehubierantenidoautoridadparahacerlo.

Medierondealta.DevueltaacaboGloucesterylavenganzadeGrandes-Ideas,adiósalabibliotecadelhospital,peroalanochecerelfuturovolvióacambiar:contrajemalaria.

¡Ojalánotengaquerecurrirnuncamásaunsalvadortanmalévolo!MelibrédelservicioencocinaylavengativapersecucióndeGrandes-Ideas,perolosfuegosquemeatenazaronehicierondemicuerpounhorno fueron talesquedeseéestarunañoencocinaconunadocena de Grandes-Ideas dándome órdenes. En realidad, no deseaba nada de eso. Sólodeseabaliberarmedeesosterriblesdoloresy,silaúnicaliberacióneralamuerte,entonces,deseabamorir.

Yacerdeespaldaseraunatortura,yacerbocaabajountormento.Tratédetumbarmedelado,peroinclusoasímedolíanloshuesoscomosiestuvieranrompiéndomeloscontenazasgigantescas. No podía comer, no podía beber, ni siquiera agua. Me pusieron una sondaintravenosaparaalimentarme,duranteno sécuánto tiempo:diezdías,dos semanas.Yacíallítodoeltiempo,cociéndome.Quierodecir,noardíanimequemaba,peromecocía,comosiestuvieraenunhorno, sintiendoque lavoluntaddevivirmenguabaconmigo,ansiandosóloqueunhilillodesudorescaparademicarnereseca,oyendoalagenteviviryhablaramialrededor,sintiendoelcontactodelaenfermera,elfrescomomentáneodelalcoholquemefrotabanenlaespaldacomounbenditorecordatoriodelmundoquehabíadejado,pero

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sin comprender nada, allí tendido, sólo un saco de huesos doloridos que se encogíalentamenteenelbrillantehornodelamalaria.

Entoncesestallólafiebre.Elsudorfluyódemisporoscomolluvia.Bañómicuerpodeunbendito frescor y, si hubiera tenido fuerzas, podría haber reído, cantado, gritado. Parecíadesagradecidoestarallítendidosinmásmientrasellíquidoliberadorfluíademicuerpo,nohacerningúngestodeagradecimiento,peroestabademasiadodébilparamoverme,comounateoqueno tieneningúnDiosaquiendar lasgraciaspor los favores recibidos.Y yo,como hacía tanto tiempo que había olvidadomi propia religión, no sentí ningún impulsoparaagradecernadaanadie.

El sudor empapó las ropas de mi cama y la enfermera, feliz de ver que mis ordalíasterminaban,mepasóconsonrisasaotracama.Laempapétambién…yentoncesvinieronlos escalofríos.Seguí temblandomientras apilabanmantas ymantas encimademí. Teníamásde cuarentagrados, perome cubrían conmantas como si no tuvieramásdediez. Yseguíatiritando,peronomeimportaba.Podíainclusosonreír,comolohabíahechoYardasconlabiostemblorosos:«Seestátanbien,seestátanbien».

Seacabó,peronecesitétodavíavariosdíasantesdepodersentarmeoaceptarlacomida.El olor de los alimentosme asqueaba: té y una tostada eran todo lo que podía soportar.Finalmente,comíconelrestode lospacientesypuedorecordarelesfuerzosupremoquenecesitéparametermeenlabocalaprimeracucharada.

Perounasemanamástardedejéelhospital.Devueltaalpuntodeevacuaciónenlaplayay, de ahí, al caboGloucester a través de un cruce nocturno del estrechoDampier en unbarcodepescareconvertido.Unatormentaestallósobrenuestrascabezas.Elaguanegracubríalasbordas,inundandolacubiertadondedormíamos,ynosretiramosauncamarotedondepasamos lanoche, lamitadde los«pacientesen tránsito»mareadosporel subirybajardenuestradébilembarcación.

El destino fue benévolo conmigo ami regreso al caboGloucester. Lamayor parte delbatallón estaba fuera, de patrulla extendida (el teniente Grandes-Ideas entre ellos) y elsargentomayordelbatallón,alverquetodavíaestabadébil,meencargóunservicioligeroenelcomedordesuboficiales.AsíquemivueloaNuevaGuineafuecasiinútil:laamenazadeherniaseguíaacompañándome,habíaconseguidounretrasosóloparacaeranteaquelasqueroso ataque de malaria y ahí estaba, sirviendo en cocinas, para demostrar lopresuntuosoquepuedeserelsoldadorasoquecreequepuedeconseguircualquiercosaélsólito.

Peronohabíanadaquehacereneseservicio,sólomantenerlatiendalimpia,barrerlasmigajasdelaburdamesademaderayprepararlascosasparaelpuñadodehombresquenohabían idodepatrulla. Se servían ellosmismos, comiendouna especiedebuféde lasollasdepeltreenviadasdesdelacocinaprincipal.

Unosdíasmástardeelbatallónregresó,consólounospocosheridos,ymealegréaloírqueGrandes-IdeashabíasidotrasladadoyqueelnuevojefedenuestraseccióneraLiberal,el joven segundo teniente que se había distinguido al matar a un japo en su primerapatrulla.

Pasarondosotressemanasmásynosentreteníamospornuestratienda.Empezamosajugar al bridge. Jugábamosobsesivamente, deteniéndonos sólopara comerodormirparaganar fuerzas o descansar para seguir jugando. Algunos incluso empezamos a pensar entérminosdebridge(doblo,redobloopaso)yelpuntoderupturadenuestramaníallegóunanochecuandoelJugador,exasperadoporeljuegodeunpobrecompañero,selevantóairadopararomperlaúnicabarajadecartasqueteníamosyvolcólasvelas.

Pero a nadie le importó, pues nos marchábamos al día siguiente, como bien sabía elJugadorcuandohizotanpatentesudisgusto.

Una unidad del Ejército llegómientras partíamos.Hubo gritos y burlas en falsete porpartedenuestrasajadasfilascuandovimoselprimerequipoquedepositabanenlaplaya,estufas y maletas. Después marchamos hacia las lanchas de desembarco, los ahorafamiliarescaballosdeTroyamarinos,ydejamosaquellamalditaislaparasiempre.

Nosíbamos.Comodicelacanción,«nosabemosadóndevamos,peronosvamos».

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PARTESIETE

Víctima

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Capítulo21

Durante todo el viaje desdeNueva Bretaña se sucedieron necias y esperanzadas charlassobre«volveracasa».Todoelviajenosdedicamosahacertontasespeculacionessobrelaimposibilidadde enviar denuevo a la acción a nuestradivisión, enferma y diezmada, sinconcedernosundescansoenAustraliaoenNuevaZelanda,oinclusodevolvernosaEstadosUnidos. Todo el viaje lo pasamos señalando nuestros cuerpos demacrados y nuestraspiernaspodridasynuestrossobacosulcerosos,yluego,argumentandoconlabiosmarcadospor la ictericia y corazones predispuestos, nos declaramos no aptos. Todo el caminoestuvimos levantando castillos en el aire sobre la telaraña del nuevo plan de rotación detropasdelgobiernoyelhechodehaberservidolosdosañosrequeridosenultramar.

Todoelviaje,corazonesanimososytontasesperanzas.Yentonces,Pavuvu.—¿Quéeseso?—preguntóElocuente,cuandoeltenienteLiberalnosanuncióelnombre

delaisla—.¿QuédemontresesPavuvu?¿Unaenfermedadtropical,comoelmurau?[10]—EsPavuvuconPmayúscula—reprochóeltenienteLiberal.—¿Y?—Esunlugar.Eselsitioalquevamos.LaislaPavuvu,enlasRussell,partedelasislas

Salomón.—Quépoético—dijoPlayboy,ensoñador.—Oh,apuestoaque loes—respondióElocuenteconclarosarcasmo—.Elvientosopla

suavementeentre laspalmeras, lasplayasblancasbesanelmarazul,ondulantesbellezasindígenasacudenarecibirnosconcancionesycoronas…

—¿Coronas?¿Aquiénvanaponerunacorona?—Cancionesycoronasdeflores—continuóElocuente,ignorandolainterrupción.—Oh, apuesto a que será una belleza. ¿Cuándo llegaremos a ese lugar de ensueño,

teniente?—Mañana.

—oOo—

Desembarcamos bajo la lluvia y ascendimos penosamente por una pendiente cubierta debarrohastallegaraunbosquecillodecocoterosyallínossentamosacontemplarnuestramiseria. Pavuvu sería nuestro lugar de descanso. Allí íbamos para nuestra siguientecampaña.

Envezdeunmachetenosdieronpalasycubos.Nohabíamalezaquedespejar,perosíbarroqueconquistarextrayendoincontablestoneladasdecoraldeunavetaabiertaenunacolinaqueteníamosdelante.

Compartimos Pavuvu conmultitudes de ratas y también a éstas las conquistamos connuestroestilodevidaamericano,peroprontonuestrosuministrodevenenoseacabóylasmontañas de pequeños cadáveres se volvieron tan molestas en su estado de apestosacorrupciónquelasratasvivashuyeronendesbandadaaloaltodenuestrastiendas.

Alfinal,sóloconquistamoselbarro.Dejamosenpazalasratasynuncamolestamosalosmurciélagos,preguntándonossólo,enocasiones,dedóndeveníanlasratasy,sieradelas

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ramasde laspalmeras,comomuchoscreían,cómose llevabanconsus lacónicosvecinos,losmurciélagos.

Lacomidatambiéneramala,ynuestrastiendasestabanpodridasy llenasdeagujeros.Nohabíaaguaexceptolaquerecogíamosconnuestroscascosporlanoche.Nosbañábamosmetiéndonos desnudos bajo la lluvia, enjabonándonos en una loca carrera contra laprobabilidaddequelalluviacesaraynosdejaracubiertosdepegajosojabón,ylavábamoslaropahirviéndolaentinasconaguadelluvia.Nuestrohedorsehabíavueltotanmalo,tanpersistente, que se había marcado un momento por la tarde para que los hombres sequitaranbotasycalcetinesysetumbaranenloscatresconloshediondospiesalsol.

Perohabíamossoportado todoesoantesypodríamossoportarlodenuevoyni lamalacomidanilastiendascongoteraspodíanvencerelardordemiscamaradas.Eralamuertedelaesperanzaloquenosabatía.

Siemprehabíahabidoesperanza:esperanzadeserrelevados,esperanzadequesalieraelsol,esperanzapor lavictoria,esperanzadesobrevivir.Perocuandovinieronynosdijeronqueningunodenosotrosibaavolveracasaenrotación,abandonamoslaesperanzaynosconvertimosensoldadosdemadera.Elfuturoasomabaainnumerablesislasdominadasporelenemigoeinnumerablesataques,yyahabíamosadvertidocómolasfilasdelosoriginalesde New River se reducían con cada acción. Unos cuantos suicidios reflejaron lodesesperantequepodíaserlasituaciónparaalgunos.

Nos tumbábamos en nuestros camastros y escuchábamos la lluvia o las ratas ycontemplábamosunamonótonasustanciadecolorgris.

Entonceslascosascambiaron.Vinieronydijeronquelamitaddelosoriginalespodíanirseacasa.Hubo alegría y, luego, cuando se conoció el método de selección llegado de Estados

Unidos, hubo ira. Sería un sorteo, una «lotería del estado», donde los nombres de loshombres se sacarían de un sombrero, pero sólo los nombres de aquellos que nunca sehubieranmetidoenlíos.

Yoestabaentreaquelloscuyosnombresnoentraronenelsombrero,igualqueYardaseIndianayelPolloyRecuerditosyunpuñadodeotros.LosoriginalesdelSegundoBatallóndelPrimerodeMarineshabíansidodivididosclaramenteenbuenosymalos.

Entre nosotros estalló la furia. Ahora sé cómo debe sentirse un convicto cuando lorechazan de un trabajo tras otro debido a su pasado. Eso era lo que nos descalificaba:nuestropasado.Nohabíaningunadiferenciasinoshabíancastigado—sí,castigadosunayotravez,puessehabíavueltorutinarioresolver todos losproblemasdeseleccióndeestaforma— marcando a las ratas de calabozo con trabajos sucios y excluyéndolos de losbeneficiosespeciales.Tampocoimportabaquetuviéramosbuenoshistorialesdeguerra.

Debiódeseraúnmásduroparauntercergrupo,unospocoshombres,comoelArtista,cuyas habilidades eran tan raras que no podía pasarse sin ellos, hubieran sido buenos omalos.SinelArtista,noteníamosseccióncartográfica.SospechoquesielArtistahubieratenidounainfraccióndetráficoensucontra,lohabríanencerradoconesepretexto,igualquesospechoquealguiendelaltomandocreíaenelaxiomadeSmedleyButlersobre lasratasdecalabozo.

Enretrospectiva,esfácilperdonarestoamiscomandantes,peroentoncesfueduro,tesentíasinjustamentecondenadoamuerte.Lainjusticiadetodoaquellomeabrumabayardíconunresentimientodifícildesoportar.Cuando lapartidade losafortunadosfueseguidade un período de lamás rígida disciplina, resolví apartarme de Pavuvu y retirarme a unlugardesolazdondepudierarecuperarelequilibrio.

¿Y quémejor lugar que el hospital que había al otro lado de la bahía, en Banika? ElepisodioconeltenienteGrandes-Ideasmehabíaenseñadocómounaescapaditaalhospital,igualqueunretiroalasmontañas,podíaresolvermisproblemas.¿Porquénointentarlodenuevo?Acausadelalluvia,quecaíadiariamenteaunquelaestacióndelluviastendríaquehaberterminadoya,mienuresissehizomásintensaqueantes.Quizátambiénlaagitacióndelmomentolaagravó.Séqueloshombresdemitiendameurgíanparaquemepresentaraalaenfermería.Asílohice.

El doctor, que conocía mi caso, me ordenó ir a Banika. Tenía que marcharme por lamañana.

Volvíde laenfermeríaconunasensacióndesombríasatisfacción,entréenmi tiendayencontréaRutherfordsentadoenmicamastro.DerepentelaspalmerasylanochetropicaldesaparecieronymeencontrédelantedelaaceradeStationSquareencasa.Allíhabíamospasadomuchossábadosporlanoche,Rutherfordyyo,comentandoelpartidodefútboldel

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instituto.SehabíaenroladoenlosmarineselmismomesqueyoylodestinaronalQuintoRegimiento.NolohabíavistodesdeNewRiver.

Sonrióalegremente,ydije:—Eh,inutilidad,¿cómoesquenotehasidoacasaderotación?Rutherfordseechóareír.—Supongoquenohesidounbuenchico.—Yotampoco—contesté,yentonces,cuandoélsacabaunaenormepistolajaponesade

debajodesuabrigo,lepregunté—:¿Quédemoniostienesahí?Miróalrededorfurtivamenteylaguardóbajolamanta.—Guárdamela, ¿quieres? —dijo—. Se la mangué al comandante de la compañía esta

mañanayestáquese lo llevan losdemonios.Vanahacerunregistromañana—surostroredondo y demacrado se ensombreció—.Esmía, de todas formas.Ese piojoso capitán seaprovechódelrangoyme laquitó.Lacogídeunmayor japonésenTalasea.Sematóconella.

—Dámela—dije—.MañanamevoyalhospitaldeBanikaymelallevaréconmigo.Susojosbrillaron.—¡Bien! Mañana podrán poner boca abajo toda esta maldita isla… y nunca la

encontrarán.Rutherfordsemarchó,inmensamentealiviado.Porlamañana,mecolguélapistoladeRutherforddelsobacoconungrancordónblanco,

mepuselaguerreraencima,recogímimacutoconmiscosasdeaseoymedirigíalhospitaldecampaña.Desdeallí,unalanchadedesembarcomellevóaBanika.

—oOo—

Banika era un lujazo, Banika era la gran ciudad, Banika era Broadway. Banika teníamujeres, tenía edificios de madera y acero, tenía carreteras, tenía miles de marinerospavoneándose como capones, tenía anfiteatros donde proyectaban películas, tenía luceseléctricas, tenía cantinas rebosantes de chocolatinas y comodidades. Y Banika teníacerveza.

Al caminar con los otros desde la playa al Hospital de la Marina me sentí como unpalurdoensuprimeravisitaaNuevaYork.Jeeps,camionesycochesoficialesrecorríanlascarreterasdelaisla,levantandounacontinuanubedepolvo.Lasgrúascrujíanychirriabanen la playa, cargando y descargando los barcos. La policía militar patrullaba unaempalizadadepalospuntiagudosdetrásdelacualhabitabanlasmujeres,lasenfermerasdelaMarinaylastrabajadorasdelaCruzRoja.Todoelmundoestababienalimentadoylibredepreocupaciones,elfondillodecadapardepantalonesbienrellenoyfeliz.Banikaeraunculodetoro.

Los delgaduchos que llevábamos el descontento en la cara y en las manos nuestranerviosa impaciencia debimos de ser una presencia perturbadora en aquella ronroneanteincubadorade la isla.Sinembargo,mientrascaminaba, recelécon inquietudquesería laimagendeBanikaynoladePavuvulaquepresentaríanaEstadosUnidosparadarcuentadelaguerraenelPacífico.RecordéaunacantantedelaUSO[11]aquienconocíadeantesdela guerra, que había actuado para nosotros en New River. Pidió verme y, cuando mellamaron,dimosunpaseopornuestrayermabase.

—¿Quéteparece?—lepregunté.Y ella, quizá pensando en otras bases que había visto, llena de mandos y oficiales

alegres,miróconciertodesdénlaspobrestiendasycabañas,ydijo:—Nomuyglamurosa.Pavuvu era comoNewRiver, como todos los lugares donde habíamos estado.Nomuy

glamurosa.¡Pero,ah,Banika!Esosíqueeraglamur.EsoeralaguerraenelPacífico.EsoeraloqueconoceríaEstadosUnidos.

Un sanitario de la Marina me condujo a un pabellón y una habitación lateral, unapequeñacelda.

—Quítese la ropa—medijo, fríamente, lanzándomeunpijamayunabata.Claramente,aquelservicionolegustaba.

Empecéaquejarme.—Demesucinturónysuscuchillasdeafeitar.Eraunaordenextraña,peroobedecí.Mientrasmedesnudaba,misojossedirigieronala

ventana. Tenía barrotes. ¿Cinturón? ¿Cuchillas? ¿Barrotes? ¿Dónde me encontraba? El

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sanitariointerceptómimiradaydijo:—Estoessóloelpabellóndesobrantes.Nohayespacioenelpabellónalquetienequeir.Asentí,peronolocreí.Loexaminé.Sucaraestabatodavíablancaconlapalidezpropia

delacivilización.NopodíahacermuchoquehabíasalidodeEstadosUnidos.Tambiénerajoven. Sobre todo, tenía la mirada despectiva del marinero al que le resulta dolorosoasociarseconsoldadosdeinfantería.RecordélapistoladeRutherfordbajomisobaco.Aúnnome había quitado la guerrera y lo retrasé hasta el final, esperando a que el sanitariorecogieramicinturónymisútilesdeafeitaryempezaraadejar laceldadel«pabellóndesobrantes».Saquélapistola,mequitélaguerreray,entonces,allídesnudo,loapuntéconlapistolaydije:

—Eh.Sediolavuelta,exasperado,violaenormepistolaapuntándoleysequedódepiedra.Yo

nodijenada,inmóvil.Fueagradableveraquellaexpresióndeseguridaddesaparecerdesucara,verlalenguaasomarnerviosa,comoladeunlagarto.Siestabaenelpabellóndeloschalados(comoestaba),sipensabanqueestabaloco(comopiensandetodoslosmarines),yo representaría el papel hasta el final y lo disfrutaría. Un loco desnudo empuñando unpistolón.

—¿Quéhagoconesto?—dijeporfin.Élestabademasiadosorprendidoparacontestar,asíquecontinué:—Tome,serámejorquelacojaylaguardeenlaconsignadelhospitalodondesea.Éllacogiótorpementeysemarchó.Pobreidiotasuperior,nofuecapazdedeterminarsi

estabacargadaono…Noloestaba,porcierto.Mepuseelpijamaylabatarojaysalíalpabellón.Elprimerhombrealquemeencontré

meparóydijo:—Voyaunafiestaestanocheymetengoquepulirelcerebro.¿Leimportaríasujetarlo

hastaqueencuentreunabayeta?Ahorasupedóndeestaba.¡Elpabellóndesobrantes,ya!—Claro—dije,siguiéndolelacorriente—.Démelo.Sellevólasmanosalacabeza,lasunió,hizocomosidepositaraalgoenmismanos,se

marchó corriendo, regresó con un pañuelo, recuperó sus «sesos», murmuró «Muchasgracias»ysalióalexterior,aunpequeñoespaciocerradodondeseentretuvoagitandoelpañuelomientrasmurmurabatonteríasparasímismo.

Loobservéunosinstantes,esperandoquelevantaralacabezayseecharaareír,peronolohizo:estabalocodeverdad.

Al finaldelpabellón,brillantemente iluminado,habíamesasdonde los internospodíanleer,escribiropracticaralgún juego.Enaquelmomentohabíadoshombresallísentados,jugandoalascartas.Meacerquéymesenté.

Despuésdeunrato,hiceungestoconlacabezaendirecciónalquesepulíaelcerebroypregunté:

—¿Quédemonioslepasa?—Estáloco—respondieroncondespectivounísono,sinlevantarlamiradadelascartas.

Silencio.Hablédenuevo,tímidamente.—¿Quépabellóneséste?—ElpabellónP-38—respondieron,irritados.Supuseque«pabellónP-38»eraelargotqueindicabaelpabellóndeenfermosmentales,

quizáporquemuchosde suspacientesafirmaban saber volar.[12] Los jugadoresde cartasinterrumpieronlapartidaymeexaminaronconatención,comosiquisieranqueexclamara«¿Peroquéestoyhaciendoyoaquí?».Envezdecontentarlos,melevantéymefuiandandohastaelotroextremodelasala.

Allí, en un cubículo de cristal, estaba la enfermera de la Marina. Higiénica, pocoamistosa,nuncalevantabaundedoparaatenderaunhombre.Lossanitariosseencargabande hacerlo. La enfermera llevaba los archivos. Muy lejos de ser ángeles piadosos en elPacífico, lasenfermerasde laMarinaeranángelesburócratas,contables.Nosobservabandesdelasuperioridaddesurango,puesnoeranenfermerasynosotrospacientes:ellaserantenientesynosotrosmarinesvoluntarios,malhabladosymediolocosademás.DeseábamosquelasenfermerasdelaMarinasefueranalinfiernoymásallá,acualquierpartemenosaloshospitales,dondeentorpecíaneltrabajodelossanitariosyenfurecíanalospacientes.

Enesemomento,unpaciente regordete leestabadando la lataparaojearuna revistapornográficaquealgúncabezadechorlitodebuenavoluntadlehabíapasado.Mástardeme

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enterédequeelsexoeraelproblemadeesehombre,comoloeraparamuchosdeellos.Laenfermerafingióadmirarlarevistaysedeshizodeél.Entoncesmevioysumiradaheladamehizodecidirmeainterpretardenuevomipapel.

—Enfermera —dije, mirándola fijamente—, me gustaría recuperar mis cuchillas deafeitar.

—¿Porqué?—preguntóella,preocupada.—Quieroresolverunarencilla.Ellamemiróasombradayyo ledevolví lamirada.Anotó lapeticióncomosi estuviera

registrandounpecadomortalenelLibrodelJuicioymemarchésatisfecho.¡Aldiablocontodosellos!Sipensabanqueestabaloco,muybien,estaréloco…,almenoshastaqueveaalpsiquiatra.

Lovialdíasiguiente.Memiróconbuenhumorcuandoentréensuconsultaymesentéfrenteaél.—¿Quéesesodelascuchillasdeafeitar?—¿Qué?Oh,sóloestababromeando,señor.—Yalosé—dijoél,mirándomeconreproche—,peronolovuelvaahacer,¿eh?Tieneala

enfermeramuyinquieta.—Sí,señor.EradifícilnodescargarmidisgustoporhabersidoalojadoenelpabellónP-38ynoenun

lugar más adecuado para curar mis débiles riñones, como yo llamaba a mi caso. Peroguardé silencio, mirando al doctor Amable mientras él se agachaba, gruñendo, parahacermelapruebaconelmartillito:golpearlapiernacruzadadelpacientejustopordebajodelarodillaparamedirlavelocidaddelosreflejos.

Comoestabaconcentradoensutarea,yopudeestudiarlo.Cuadrado.Fuerte.Cuadradodecuerpo,manosycabeza,fuerteenconjunto.Eracalvo,

deunoscincuentaaños.Susamablesmodalesyformadehablarrozabanlofemenino,unaimpresión reforzada por cierta blandura en exceso en la cara y el cuerpo, pero eramalacosa fiarse de esa primera impresión, pues podría ser intencionada a fin de engañar alpacienteypillarlodesprevenidoyestudiarmejorsucarácter.

Comenzóelexamenpsiquiátricorutinarioydedujequeerade laescuelafreudiana.Lamayoríadesuspreguntasysuscuestionespreliminaresestabanbasadasenelsexo.Luegomepreguntópormiinfancia.Porfin,despuésdequinceminutos,élterminósuentrevistayyoparecíaestarmirándoloconlaintensidaddelacusadoqueesperaelveredictodeljuez.Amabledijo:

—Tómeseloconcalma.Vaaquedarseaquíalmenosunmesynosveremosmucho.Asíque relájese. Por lo que puedo ver, parece estar bien. De temperamento un poco fuerte,pero…

—¡Quéesesodetemperamentofuerte!—leespeté.Élsonrióyyomehabríasentidoidiotasinohubierasabidoverelhumordelasituación:

mecomportabacomoelhombrequevaporahícorriendo,gritandofrenético:«¿Quiénestánervioso, quién está nervioso?». Después de pasarme toda la vida negando mi fuertetemperamento,reconocerloeraunalivio.

Empezóapreguntarmepormisexperienciasenlaguerray,cuandoselasfuicontando,sacudiólacabezadeunladoaotro,comoparaindicarquetodamidivisión,ynosóloyo,debería ser psicoanalizada. Luego hablamos de libros, pues era un hombre leído, y defilosofía.

Derepenteseinterrumpióypreguntó:—¿Quémehadichoqueera?—Explorador—dijeorgullosamente—.Anteseraartillero.—Puesésenoessitioparaunhombredesucalibre.¡Ahorasíquemequedédepiedra!¡Laviejadistinciónsocial,lainteligencia!¿Nohabía

sido nuestro gobierno suficientemente culpable al mimar a los reclutas de coeficienteintelectual alto por ser demasiado inteligentes para luchar por su país? ¿No advirtió eldoctor Amable que yo estaba orgulloso de ser explorador y de haber sido artillero?Inteligencia, inteligencia, inteligencia. Adelante, América, sigue diciéndole a tus jóvenesqueelbarroyelpeligrosólosondignosdelostontos.Siguediciendoquesólolosestúpidossonadecuadosparaelsacrificio,queEstadosUnidosdebeserdefendidoporlossimplesydisfrutadapor lasélites.Siguepotenciando lacabezaporencimadelcorazónypronto lacabezaserácapazderendirseestúpidamenteacualquiertipodeluchayentregarásinmáseltesoroalprimerbandidoconsuficientevalorparaexigirlo.

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Pero el doctor Amable no pareció percibir el orgullo tras mis palabras, así quetartamudeéehiceunchistetontoalrespectoyesperéquecambiaradetema.

—Oh, por cierto —dijo—. Tengo esa pistola suya. ¿Le importaría vendérmela? Megustaríaenviarlaacasacomorecuerdo.

—Losiento,señor,peronopuedo.Noesmía.—Lástima—dijoél,poniéndoseenpie—,perosicambiadeopinión,hágamelosaber.A

misamigosdeAtlantalesencantaría.Memirópensativo.—Nohaymuchoquepuedahacerse conesa enuresis suya.Un sanitario le despertará

cada cierto tiempo por la noche. No está limitado al pabellón, como los otros pacientes.Puede ir al cine y comer en el comedor regular del hospital. Oh, y recuerde, nada decuchillasdeafeitarnicosasporelestilo.

Esanocheunsanitariomedespertócadahora,lanochesiguientehizolomismo,tambiénlasiguiente,peroalacuartanochenomellamaronylaenuresismereclamódenuevo.Asíquevolvieronadespertarmey,luego,sinadvertencia,lodejaron.Siempreasí.Estabaclaroloqueestabanhaciendo.Sólo intentabancomprobar la legitimidaddemiqueja,puesesaaflicciónesmonedacomúnentrelosfarsantesylosquesehacenpasarporenfermosparaconseguirunabajamédica.

Comoeraunasospechageneral,nomelotoméamalyprontoinclusoloolvidé.Lavidaera muy agradable en el pabellón P-38 y sucedían muchas cosas interesantes. Tal veztendríaquehaberdichocosasraras.

Entre losmás raros se encontrabaelCapitánMedianoche ypuedequegracias a él elpabellónhubieraganadosucuriosonombre.Duranteeldíaeraunávidolectordecómics,sobretodolosdelaventureroCapitánMedianoche.

Denoche,eraelCapitánMedianoche.Selevantabadelacama,extendíalosbrazoscomosifueranalas,cuadrabaloshombros

ycorríadepuntillasporelpabellón,alzandoyplegandosus«alas»y ladeandosucuerpocomounavión,mientrasemitíaunsonidozumbante.

—Capitán Medianoche llamando al aeródromo —gritaba—. Capitán Medianochellamandoalaeródromo.

Inmediatamente,elpabellóncoreabaelgrito.—¡Eh,capitán,tencuidado!¡TienesunZeroenlacola!—¡Atención,atención,pordelante!¡Cuidadoconlosalerones,capitán!—¡Buenamaniobra,capitán!¡HasmandadoaeseZeroalinfierno!El Chico estaba confinado entre barrotes que mantenían a los pacientes violentos

separados de nosotros. Lo vi allí, para mi sorpresa. Me miró mansamente y me pidióchocolatinas,queyo ledi.Nopudeevitarmirarle lasmanos,pueseraelChicoquehabíaestrangulado al japonés. Eran lasmanos cuadradas y cortas de un pintor, poderosas.Mepreguntécuántohabríatenidoqueveraquelincidenteconsulocura.¿Cuántoeracastigo,cuántoeraremordimiento?¿Ohabíaalgunadiferencia?

LepreguntéaunsanitarioporelChico.—Selehaidolaolla—dijosimplemente.ElsanitariohabíaestadoenPavuvuyconocíael

terreno—. ¿Conoces esa carretera que rodea la isla? ¿Y el pequeño avión que tienen allíaparcado?Bueno,puesestechicosecolóallíundíaysesubióalavión.Locogieroncuandopusoelmotorenmarcha.Alguien lepreguntóadondecreíaque iba.«Acasa»,respondió.«Melargodeaquí».Yporesolotrajeronaquíacambio.

Lohabían traídoaBanika.Noeraunviaje tan largocomoel locoplandelChicoparavolveracasa,peroacabaríahaciéndolotardeotemprano.ParaelChicolaguerrasehabíaterminado.Volveríaacasay,probablemente,recuperaría lacorduraencuanto llegara.Lainsoportablepresióndesaparecería.Mepreguntécuántapresiónmeesperaba,cuántomáspodríaaguantar.

La locura había sidomimayor temor desde elmomento en que salté de la lancha dedesembarcoenGuadalcanalyviaquellaspalmerasantemí.Quememataran, inclusoqueme hiciera prisionero un enemigo cruel y vengativo, parecía preferible a la locura. Ysiemprehabíaconsideradoposiblelalocura,notantodesdedentro,porlapresiónmental,sinodesdefuera,porunabala,untrozodemetralla,unaconmoción.Laconsiderabaalgofísicomásquepsíquico.

Allí,enelpabellóndeenfermosmentales,viqueestabaequivocado.Viloquelapropiamentedeunhombre,loqueladesesperaciónpodíahacerle.

Estoypensandoenesaspobrescriaturasquellamanmaníacodepresivos.Sonhijosdela

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desesperación.Losvi, sentí elhundimientode suespírituymepregunté tristementequépodríahaberlepasadoaunhombreparaconvertirloenunfantasmaambulantequerecorríaelpabellónconlabiossilenciososyojosenblanco.

Si Banika era una isla paradisíaca, tenía, para los voluntarios, su fruta prohibida: lasenfermeras.

—Noespersonal—meexplicóelsanitarioquemehabíacontadolodelChico—.Esquesonmujeresylasmujeresaquísonunalata.Causandemasiadosproblemas—reflexionóunmomento—. ¿Sabes?No teníamosmujeres cuando llegamosaBanika.Sóloestábamos losmédicosynosotros—suspiró tristemente—.Eramaravilloso.Losmédicoscompartíanconnosotrossusracionesde licorytodo.Eracomounagranfamilia feliz.Tambiéncomíamosbien, igual de bien que los médicos. Los médicos nunca abusaban de su rango. Nosllevábamos maravillosamente bien —su rostro se ensombreció—. Entonces vinieron lasenfermerasytodocambiódelanochealamañana.Dejamosdeestaragusto.Seacabóellicor,seacabólabuenacomida,seacabólaamistad.LasenfermerassólohablabanconlosmédicosylosmédicossólohablabanconDios.Yelproblemaesquenuestrotrabajonosehavueltoniunapizcamásfácil.Entodocaso,másduro,porlatensión—surostrosevolvióaúnmássombrío—.Ymiraloquehanhecholasenfermerascontodalabase.Miralabonitaempalizadaquetuvieronqueconstruirparaellasyencimaconunbatallónenterodepolicíamilitarmontandoguardiaalrededor.Miracómoaloshombresselosllevanlosdiabloscadavezquevenaunoficialviajandoenjeepconunaenfermeraal lado.¿Ysabesquésientencuando ven que el oficial tiene una pistola al cinto? ¿Qué demonios significa eso, eh?Significa que se supone que tiene que defender el honor de esta mujer pura contra losataquesde lachusmavoluntariaquesomosnosotros.Somos losúnicoscapacesdehacereso, ya sabes. Las glándulas de los tenientes han ido a la escuela militar—su voz sonóamargaahora—.Esunalocura.Esinjusto.Lasmujeresnotienennadaquehaceraquí.Nosiendotanpocas,almenos.¡Sinopuedenenviaraunamujerporcadahombre,mejorquelasdejenatodasensuspuñeterascasas!

—oOo—

Elhospitalteníaunabuenabibliotecayleerseconvirtióenunaobsesiónparamí.Meleíadosotreslibrosaldía,despreciandolaspelículasnocturnas,yamenudoleíaenelserviciodespuésdequeapagaranlasluces.

Pero acabé por ir a ver las películas, cuandomi apetito aparentemente insaciable delecturaquedósaciadoycuandoempezóaasaltarmeunavagasensacióndevergüenza.Lacomodidaddemividaenelhospitalhabíaempezadoamortificarmeydevezencuandomesorprendía al compararla con desdén con el régimen espartano de mis camaradas enPavuvu. Mi resentimiento hacia la «lotería estatal» se había desvanecido, incluso habíaolvidadoelmotivodemitrasladoaBanika.

Aburridodeloslibrosycontodoalalcancedemimano,decidíiralcine.AcompañéaundestacamentodehombresdelpabellónP-38,aquienesescoltabanlossanitarios.Hubolashabituales miradas de recelo y risitas disimuladas cuando los locos ocuparon nuestrosasientosenelanfiteatrodetroncosdecocotero.Entonceselcomandantedelaislaentróytodossepusieronfirmes.Cuandosesentó,empezólapelícula.

Hubounainterrupción.Atravésdelsistemadealtavoces,unavozanunció:—Las tropas aliadas acaban de invadir el norte de Francia. Se ha abierto el Segundo

Frente.Gritosyaplausosexultantessealzaronenlatranquilanoche,seguidosdeunmurmullo

deexcitación,peroentonceslapelículaempezódenuevoyelsilencioregresó.Me levanté y dejé el anfiteatro, el corazón redoblando de emoción. Me era difícil

comprenderaquellaemoción.Semezclabaconunescalofríodeorgullo,perosobretodoeraansiedad, pues de repente había comprendido los grandes acontecimientos que estabanteniendo lugar, que la guerra iba camino de la victoria, y ahí estaba yo, vestido con unpijamaclaroyunabata,holgazaneandoenunhospital.Elansia seapoderódemíy llorémientras corría por la oscura carretera de vuelta al hospital. Quería reunirme con miscamaradas.

Losmédicosmeenviarondevueltaconellospocodespués.MellamaronaldespachodeldoctorAmable.Sentadotraslamesaestabaelcomandante

delhospital.VilapistoladeRutherfordsobrelamesaysupequemiestanciaenBanikase

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acababa.—Nohaymuchoquepodamoshacerporusted—medijoelcomandante—.Aquínohay

ningunacura.Loquenecesitaesuncambiodeclimayundestinomenosangustioso.—¿SerefiereaquevuelvaaEstadosUnidos,señor?—pregunté.Élsonriódébilmente.—En circunstancias normales, sí. Por desgracia, los marines no pueden volver a casa

hastaquelostrasladen.Asíquelevamosadevolveralserviciosugiriendoquesuoficialenjefehagaqueelcentinelalodespiertedurantelanoche.

YomereíyélserióyeldoctorAmableserió.Nohuboningunaamarguranireproche,puesellossabíantanbiencomoyoloimposiblequeeracumpliraquellasugerencia.Pobredelcentinelaquetuvieralatemeridadderecorrerlaslíneasparaatenderlavejigallenadesucamarada.Nohabríamanosdegatillofáciligualdesolícitasparaél.Perosupongoquelosmédicosteníanquedeciralgo.

—Noolvidesupistola—dijoeldoctorAmable—.¿Seguroquenohacambiadodeopiniónrespectoavenderla?

—Losiento,señor.No,señor.Graciasdenuevoporsuayuda.Él asintió y me marché. Recogí mis cosas de aseo y dejé el pabellón P-38 y subí al

siguientebarcoconrumboaPavuvu.

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Capítulo22

Pavuvulatíaconánimosrenovados.Losentíenelmomentoenquedesembarqué,alverloscientosdehombresbañándoseenlabahía.Otravezsemostrabandespreocupados,riendo,gritando,retozandoenlasbrillantesaguascomomarsopas,susfuertescuerposbrillandoalsol,elbroncedesupielacentuadoporlostorsosblancos.Losentíenelordendelastiendasenfilasentrelaspalmeras,enlalimpiezadelascallesdelacompañíaflanqueadasporloscocoteroshundidosenlatierrayenelbulliciosoiryvenirdevehículosquetransitabanporlaúnicacarreteraque rodeaba la isla. ¡Había retretesconpantallas,habíaduchas,habíacanchasdebaloncestomarcadasenelbarroseco,habíauncinealairelibre,habíainclusouna lavandería en el batallón! Pero lomejor de todo era ese espíritu de renacimiento, laviejayburlonaconfianzadelosbienjodidos.

Uncambiosemejanteestansúbitoeinexplicablecomoungolpedeviento.Loshombressilenciososempiezanamaldecir,luegoempiezanabromeary,antesdequeelprimersonidodelarisahayamuertoensusgargantas,sehaobradoelcambio.

Empiezan siendo cuidadosos con sus ropas, se afeitan con más frecuencia, alguienencuentraunaescobaybarrelatienda,otrocogeunacajadeembalajeyhaceunataquillaconellayseiniciaunamodaytodaladivisiónbuscaporlaislacajasomaderassueltasy,porfin,deladivisiónllegaunapelotadebaloncestoodevoleibolyseformanequipos,porsecciones,porcompañíasoporbatallones;seformulanretosyseaceptan, lasrivalidadescrecen,losviejosmotessecruzancomoproyectilesdemorteroylomejordetodovuelveasaliralaluz,elespírituluchadorsedespliegacomounabanderaconlosvientosdelorgulloy todo loquequedaes trazarelplandebatalla.Asímeencontréalviejoespíritucuandoregreséyhalléalgoigualdebuenoomejor:unnuevoamigo.

ElEruditosehallabaentreunpuñadodereemplazosqueacababandellegar.Marchabanhacia sus nuevas unidades cuando mi lancha llegó a la orilla. En cuanto llegaron a lastiendasdelacompañía,sequitaronsusbrillantesuniformescaquideEstadosUnidosparacambiarlosporlosgastadosuniformesdelosveteranos,lasropas«saladas»valoradasporsuauradeexperiencia.Unreemplazoinsegurosesentíamásconfiadovistiendolasajadasinsignias de «la vieja raza», mientras que los veteranos, al no tener ningún problemapsicológicode«pertenencia»quedistorsionarasusentidodelvalor,captabanrápidamentealosincautos.Encuestióndedías,elcambioeratancompletoqueelveteranoqueantespodía ser reconocido por su atuendo sin lustre era ahora identificado por su brillantenovedad.Yoestabasentadoenmitienda,observandoaquellasescenasdivertido,cuandomivisiónquedóbloqueadaporunabultadopetatequeatravesabalaentrada.

Detráshabíaunsudorosoreemplazo.—¿EstaeslatiendadelaSeccióndeInteligencia?—preguntó,casicontimidez.—Claro, pasa —respondí, mirando aquel petate y desenvolviendo una tableta de

chocolate que había traído de Banika—. Ponlo donde quieras. Ten —dije, partiendo latabletaendos—,tomaunpocodechocolate.

Élcogiósumitadyselametióansiosamenteenlaboca.—Gracias.Nohemoscomidonadadesdequebajamosdelbarcoestamañana.—¿Quéllevasenesabolsa,eh?¿Algúnzapato?Yonecesitabazapatosdesesperadamente,peromisojosrepararon,desazonados,ensus

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pies.—¿Quétalladezapatosusas?—Treintayseis,treintayseisymedio.Bastantepequeña,¿eh?El sonrió y yo perdí interés en su petate. Por alguna razón nome pareció el tipo que

cambiarauniformesviejospornuevos.Observónuestratiendayviomiestanteríahechaconunacajadeembalar.

—Eh,¿dóndehasconseguidoesoslibros?—Melosenvíamipadre.—Québien—dijoentusiasmado—.Tengounmontóndelibrosenelfondodelpetate.¿Ysi

lossacamosylospongoconlostuyos?—Bien —dije, haciendo espacio para sus libros en mi estantería y su amistad en mi

corazón.No eran sólo los libros (recuerdo JeanChristophe de Romain Rolland y algo deCalderón, en español), sino el acero que sentí en él y quizá, sobre todo, la expresión detestarudezenaquelrostromedioburlón.Asíquenoshicimosamigosyloseguimossiendo.

DespuésdelErudito,llegaroncuatroreemplazosmásanuestrasección,paraalojarseennuestratienda.Dosdeellosapenaseranmásqueniñosdeinstituto,deunosdieciochoañoscadauno:unopeleón,elotrotratable.ElprimerodelMedioOeste,elsegundodelSur.Elpeleónagresivoeinteligenteyamenudoofensivo,elotrotímido,lentoyagradable.Aunquemuydistintos,estabansiemprejuntosyseconvirtieronenlosGemelos.

Hombre-Blancofueeltercerreemplazo.DelasmontañasdeVirginia,Hombre-Blancoeraunintransigentedesdelapuntadelospieshastaloaltodesucabezaestrechaydecabellosatigrados.

—Lucky—medijounavez—,¿sabesquévamosahacerdespuésdelaguerra?Vamosaacabarconlosnegros.Ycuandoacabemosconlosnegros,¡empezaremosconloscatólicos!

Latiendasepartíaderisa,puessólootro intransigente,éstesinsentidodelhumor,semolestaría con el amistoso ánimo de Hombre-Blanco. Además era el primer marinoreclutadoqueyoconocía.

El Cuerpo había empezado a aceptar reclutas del fondo general, nomuchos, pero lossuficientes como para debilitar nuestra orgullosa posición en la élite. Aquél era el únicomomentoenqueHombre-Blanconosmolestaba,cuandohablabamaldelosvoluntarios:

—Vosotroslopedisteis,malditosidiotas.Yono.Tuvieronquevenirapormí.Sólonuestrosilenciopodíaexpresartodonuestrodesdén.

RussDavis(«ElErudito»)enPavuvu,1944

ElSucioFred,elcuartodelosnuevos,eraungranjerotranquilo,delgaduchoynarigudodeKansas,unsabiodegraneroyconalgodegallitodecorralensuformadeverlavida.Le

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gustabaaplicar losbaremosdelasmalasrachasdelcampoa lasde lavida,ynosóloeraaburrido,sinorepulsivo,porloqueamenudoprovocabagritosdeascoentrelosmarines,quenoeranprecisamenteremilgados.

Conestosreemplazos,enPavuvunosdedicamosaintentarintegrarlosnuevoshombresen ladivisión,peromuchosde los viejos veteranosdespreciaban repetir aquellaaburridadisciplinadescorazonadoradenuevoehicieroncomohacíayo:seaseguraronunpuestoquelosmantuvieraenlazonadelbatallón.Otros,comoelArtista,simplementepermanecieronalejados.

ComoAquiles,elArtistarumiabaensutienda.Muchasmañanas,alasdiez,despuésdeterminarmisdeberesconeltenienteLiberal,elcensordelbatallón,deberesqueconsistíanenlamersobresycerrarlos,meacercabaalatiendadelArtistaconunascuantashogazasdepanqueacababadeconseguirenlacocina.ElArtistaabríaunasconservasdecaponataquesumadreleenviabaregularmente,hacíacaféynosdábamosunfestín.

Elcafénosacompañabatambiénporlasnoches.Despuésdelaspelículas, loshombresse pasaban a beber el café que yo preparaba. En calor gracias a este líquido negro,hablaban,discutíanybromeabanacercadelosméritoscomparadosdemicaféylabebidarivaldelsargentode intendencia.Mealababanpormicocina(«elmejorpuñeterocafédePavuvu»),perocreoqueera laconversaciónynoelcafé loquelosatraíaamitienda.Micocinanoteníarivalconladelsargentodeintendencia:élhacíaelcaféconunalámparadeacetileno,mientrasque yo teníaquehervirlo enuna vieja lata apoyada sobreunbotedetomatellenodegasolina.Perosiélpresumíadecocina,mitiendadisfrutabadelambiente.

Los libros que nos pertenecían al Erudito y a mí, sobre todo el almanaque y eldiccionario, hicieron de nuestra tienda un punto de reunión para los cultos del batallón.Siempre había una discusión quemantener conElocuente, dispuesto en todomomento aoponerse a los demás. También se sentían atraídos por aceptar café de la mano de un«asiático».Este término expresa la reverencia y el temorhacia el hombrequeha estadodemasiado tiempoenel trópico.AprendídeElocuenteaaceptaresadesignación,pues tevolvía casi intocable y, automáticamente, te excluía del trabajo sucio y de otras cuantasrutinascomotenerquehacergimnasiaaltoquedediana.

HaberpasadocuatrosemanasenelpabellónP-38mehabíaconvertidoenelAsiáticoporexcelencia. Enmi caso, elmote era oficial. Así que ninguno de los oficiales ponía pegascuandomededicabaasellarlossobrestodaslasmañanasparaeltenienteLiberal,evitandoelrestodedeberes,ocuandomevestíaconunpardemocasinesyunatoallacaquienvueltaalacinturacomosifueraunlaplapmelanesio.SeencogíandehombrosysellevabanundedoalacabezaymellamabanAsiático.

Unapersonaqueesconsideradadiferentepuedeejercerunaatracciónpeculiarentreloshombres y debido ami reputación, todas las noches, cuandohabía terminadode escribircartas en la viejamáquinade escribir quehabía compradopor diez dólares, la tienda sellenabadehombresqueregresabandeverlapelícula,ansiososdeunatazadecaféyquizásunadiscusiónencondicionesentrelosdosasiáticos,Elocuenteyyo.

Avecesunabotelladewhiskyencontrabaelcaminodenuestratienda,biencompradaaprecio escandaloso o, en una ocasión, chantajeada al teniente Liberal, cuando éste, aldecidirqueloshombresdelaSeccióndeInteligenciadeberíanhacerguardiaconlosotros,hizo la fatal observación «Yo mismo estoy a favor de la igualdad», y se le pidióinmediatamentequeextendierasusprincipiosasuracióndelicor.Sielwhiskyseacababademasiadopronto,yoconseguíaunacantimploradezumodejungladelatiendadeRisitasobebíamos nuestra loción para el afeitado o el tónico capilar. Una vez bebí un horriblemejunjeverdellamadoDupreymedespertéconunalenguaqueparecíahabersidoafeitadaylavadaconchampú.

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MiltonFogelman(«Elocuente»),RobertLeckie,RussDavis(«ElErudito»)

Conalcoholenvezdecafé,nuestrasvocespasabande lacharlaa lacanción.Unavezmás entonábamos las tonadillas obscenas y las canciones de la PrimeraGuerraMundial,inclusohacíamosunospenososbajoscuandoempezábamosatararearsinfoníasclásicasalunísono, unas profundidades de las que fuimos rescatados por unamacabra composiciónpropiainspiradaporlanoticiadequeladivisiónibaaponerseenmarchadenuevo.Alsonde «Funiculí, Funiculá» cantábamos una serenata horrible. Rodeábamos a un hombre ycantábamos:

Ya-mo,yamoPlayboyvaamorirYa-mo,yamoPlayboyvaamorirvaamorir,vaamorir,vaaMORIR.Asíqueparaquédemoniosvasamorir,vasamorir.

Se la cantábamos a todos, a todo elmundo…, excepto a Liberal, el Artista yHombre-Blanco.

Empezóacorrerlanoticiadequeeldestinosiguienteseríarápido.NocomoGuadalcanaloNuevaBretaña.Seríaduro,muyduro,mientrasdurara.Pero luego, losviejosveteranosnosiríamosacasa.Nosalegramos.Esoeralomejor:cortoydulce.

Rutherford recuperó su pistola. Apareció una noche cuando todos estaban viendo lapelículayyoestabaasolasenlatienda,tecleandounacartaalaluzdeuntrozodecuerdamojadoenunalatadegasolina.Unamigoyélsalierondelaoscuridad,comoconspiradores.Mealegrédelibrarmedelapistola,puestemíaquemelarobaran.

—Te veo en nuestro pueblo —dijo Rutherford, y se perdió en la oscuridad con sucamarada.

AbandonamosPavuvu.VencedoresdeGuadalcanalydePavuvu,volvíamosdenuevoalalucha. Marchamos hacia el buque de desembarco que nos esperaba en la playa con lasfaucesabiertas.Jamásantesnoshabíamossentidotanconfiadosenlavictoria,jamásseríatanaltosuprecio.

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Capítulo23

Peleliuerayaunholocausto.La isla, plana y casi sin rasgos destacados, era un altar que estaba siendo preparado

paralainmolacióndediecisietemilhombres.Los aviones del Ejército y la Marina la habían bombardeado. Una enorme flota de

cruceros pesados y destructores había lanzado sus misiles de castigo contra aquellafortalezadecoraldurantedíasydíasantesdenuestrallegada.Elpequeñoatolón,sólosietekilómetros y medio de largo, quizá dos de ancho en su punto más amplio, quedabaoscurecidobajounacolumnadehumo.Eraunanubequelaluzdelasllamasvolvíadecolorrosáceoy,enocasiones,temblabaytitilabacomouncarteldeneón,mientraselrumordeunadetonaciónespecialmentefuertellegabahastanosotros.

Nuestra barcaza de desembarco había descargado los vehículos todo terreno a unkilómetro de la orilla. Salimos rodando de sus entrañas como el feo retoño de monstruomarciano y habíamos sentido el impacto de enormes rugidos, explosiones, chasquidos ysonidos sibilantes: el sonido del bombardeo y, así nos pareció, el sonido de la totaldestruccióndeaquellapequeñaisla.

Nuestrosgrandesbarcosdeguerraquedarondetrásy,delante,elenemigo.Enelcielotodos los aviones eran nuestros. Aquél fue un momento de confianza suprema. Una fieraalegría se apoderó de mí, arrinconando aquella tonta convicción de que iba a morir, ycontempléaquellaelectrizanteescenadeconquista.

Los proyectiles navales corrían por el aire hacia la orilla, sobre nosotros. Los quehabíamos estado en Guadalcanal, recordando nuestra situación con los bombardeosnavales,pudimosdedicarunsentimientodepiedadhaciaelenemigo,agradecidosdetodasformas por la nueva dirección que había tomado la guerra. Torpederas y destructores seacercaban a la orilla, gráciles como caballos de carreras. Cuando las torpederasdescargaron sus terribles salvas, se produjo un rugido terrible, como la introducción deacerocalienteenelagua,yelaireseoscurecióconelvuelodelosmisiles.

Elgran furorremitía.Lacortinade fuegosealzaba.Enmi júbilo,mevolvíparaecharunaúltimamiradaanuestrabarcazadedesembarcoyvilaproacubiertademarinerosquenos saludaban, agitando los puños en dirección a Peleliu como si fueran espectadores deunapeleadegladiadores.

Entonces,depronto,silencio.Losmotoresdenuestrasbarcazasrugieronynosabalanzamoshaciaaquellacolumnade

humo.Yoasomaba la cabezapor labordaporquehabíaelegidomanejar laametralladora.Lo

mismohacíaIndianaenunabarcazacercana.Mevio,asintióhacialaislaysonrió.Entendísusignificadoyalcélamanohaciendoungestodeoptimismo.

—Estoestáchupado—gritéalvientoyalruido.Indiana sonrió de nuevo y devolvió el saludo y, en ese momento, se produjo un golpe

extrañocontraelcostadodeacerodenuestrabarcazay luegounsonidoestrangulado.Elaguaempezóaestallarenpequeñosgéiseresyelairesepoblódeaceroenexplosión.

El enemigo nos saludaba. Nos recibían con fuego de morteros y artillería. Diez miljaponesesnosesperabanen la isladePeleliu,diezmilhombres tanvalientes,decididosy

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habilidososcomonohabíahabidootraguarnicióndesdequeempezóelartede laguerra.Habilidosos,sí:fueunalluviaterribleehicieronuntrabajoterribleentrenosotrosantesdequealcanzáramoslaplaya.Conlaprimeradetonación,Indianayyonosagachamosbajolasbordasyyonomeatrevía levantar lacabezahastaqueestuvimosa treintametrosde laorilla.

Nuestra barcaza estaba entre las primeras olas de asalto, pero la playa estaba yacubiertade tractoresanfibiosennegrecidosyhumeantes,demuertosyheridos,un jardínmortal de proyectiles de mortero que explotaban. Habían abierto agujeros en la arenablancaoloshabíancausadolosproyectiles,laplayaestaballenadeagujeros…,todosllenosdemarinesdecascosverdes.

Nosestabanmasacrando.

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RussDavisyBillSmith(«Indiana»)

Junto conel tenientePechofuertede laCompañíaF, conquiennoshabíanasignadoalSucio Fred, al Gemelo tranquilo y a mí, salté por la borda de nuestra barcaza y abrí unagujeropropio.Detrásdemícayóunproyectilquehizovolaraunhombreporlosaires,eltipoquemeacompañabaenNuevaBretañacuandolosjaposmesalieronpordetrás,elquehabíadisparadoporencimademicabeza.Vivió,perolaguerraseacabóparaél.

EltenientePechofuerte intentódeciralgoperonopudeoírlo,asíquele indiquéqueloescribiera. Se encogió de hombros: no era importante. Justo entonces, un marine rebasócorriendounadunadelantedemí,lacaradistorsionadaporelmiedo,unamanoagarrandolaotra,dondelapuntadeldedoíndicehabíavoladodeuntiro,elmuñónasomabacarmíncomounavelaromana.EraelcaboquesehabíaganadolaenemistaddeRisitas lanochedel combate en Tenaru en Guadalcanal, cuando nuestra ametralladora, que él habíaemplazado,sehundióenelbarro.Entonces,trasaquelrostroasustado,mepareciódetectarasombroyalivio.

Nos masacraban, pero no sólo los morteros. Desde un puesto invencible que losjaponeses habían abierto en un promontorio de coral que se proyectaba hacia la bahía,llegabafuegodeametralladora.Habíamosencontradounmododepasaralataque,inclusocontestábamoscontodotipodefuegodearmaspequeñas:granadas,cartuchosdedinamitalanzados por hombres que conseguían llegar arrastrándose o rodándolos con fuego delanzallamasporpartedeaquellosquehabíanganadotambiénelagujero,peroelfuegoderespuestacontinuóarrasandonuestromortíferoterrenodejuego.

Alexaminarnuestraposición,viquelaplayaseextendíaanteunalíneadematorrales.Másallásehallabalaansiadapistadeaterrizajeylasprincipalesfortificacionesenemigas,quellamaríamosBloodyNoseRidge(riscodelaNarizSangrante).Enlosmatorralesviunamariposaamarillacorriendoentreelfollajeyelpenachoondeantedealgoquesemovíayresultóseruntanque,untanquemarine.Hubounmomentodepausaypudeoírelgritoquese produjo cuando el tanque tomó posición delante de la fortaleza que nos había estadomasacrando. Disparó proyectil tras proyectil, mientras su ametrallador descargaba unacorrea de munición, pero los cañones de aquel búnker continuaron disparando contranosotros.

Entoncesdiocomienzounaextrañaprocesión.Elagujerosellenódeprontoconlafigurade un soldado japonés. Saltó y se perdió de vista. Luego otro. Otro. Cada apariciónprovocaba una loca descarga de disparos por nuestra parte. Podríamos haber estadodisparando a conejos, pues aparecían con la rápida capacidad furtiva de roedores ydesaparecíanigualderápidamente,comosisubúnkerfuerauncubil…yesoesloqueera,pueslosjaponeseshabíansidodueñosdePeleliudurantedosdécadasyhabíanconvertidoelcoralenunareddecuevasconectadasunasconotras.Cuandounjaponéssaltaba,hacía

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susalidahaciaotraposición…,quizásinclusocorreteabapordebajodenosotros.Uno,sólounodeaquellosdefensoresqueescapabanmurió.Eragordoygrande,conla

blusa y los pantalones cargados de arroz como aquel pobre tipo que se comieron loscocodrilosenGuadalcanaly,comosemovíatandespacio,unalluviadebalasloalcanzóylodesintegróenunacascadadecarneyarroz.

Hacíacalor.Laarenablancanosquemabaatravésdelaropa.Eraelirritantecalordelasala de máquinas. El sudor resbalaba hasta la boca para intensificar la sed. El agua denuestrascantimplorasestabacalientey,cuandomelabebítoda,lallenéconaguasuciadela lluvia estancadaen los cráteresabiertospor losproyectiles.NohabíaaguaenPeleliu.Los japoneses conseguían la suya con cisternas abiertas al cielo, a nosotros tenían queenviárnoslaenbidonesdegasolina,quealgúnestúpidooficialdesuministrohabíaolvidadolimpiardelosresiduosdecombustible.Olíaysabíaagasolina,imposibledebeber.Unsolde justicia nos asaltó cuando, liberados del búnker por el silencio, nos levantamos ymarchamosatravésdelamalezahastaelaeródromo.

Sólo era una pista de aterrizaje, al borde de los matorrales, junto a un enorme cráterabiertoporlasbombas.Ahítomamosposiciones.MeencontréalArtista.

—Liberalhamuerto—medijo—.UnmorterolosalcanzóalSoldadoyaél.—¿YelSoldado?¿Cómoestá?—Malheridoenunapierna.Peroestábien—elArtistaseechóareír—.Almenosmejor

quenosotros:élsaldrádeaquí.—Sí,lástimalodeLiberal.Eraunbuentipo.—Le alcanzó en el estómago. Lo vi sentado contra un árbol cuando llegué a la playa.

Estabariendo.Lepreguntéydijoqueseencontrababien,peromurióallísentado.ElArtistasacudiólacabezaysemarchó.LástimalodeLiberal:todalabuenaeducación,

todo el buen humor y aquella cara rubia y ruda, toda la buena voluntad de sus planessocialistasparalahumanidad…,todoperdido,desaparecidoporalgunafisuradesconocidaen este frágil receptáculo de la vida, mientras el hombre se apoyaba contra el árbol,sonreía,fumabaycontemplabaunfuturoaseguradoporlavictoriaaliadayporesaheridaqueleincapacitabatemporalmente.Yasípereció,descanseenpaz.

Nos quedamos en el cráter. Nuestro avance se había detenido. Había habido muchasbajas.Losdefensoreserandecididosycontabanconmuchosrecursos.Losmarineshabíanempezadoacavartrincherasenelcoraldelaeródromo.Amediodíaintentécomer,peronopudetragarnisiquieraunacucharadadehabichuelasdelaracióndemimacuto.NocomínadaenPeleliu.

Sus tanques nos atacaron de repente. Cruzaron el aeródromo, una docena. Fuesorprendente. Salieron de la nada y allí sólo estábamos los fusileros y artilleros deametralladoraparaoponernosaellos.

Hubounviolentoestallidodedisparos.Asomélacabezaporencimadelcráter.Atravésde las ramas de los matorrales, vi un tanque enemigo avanzar, con francotiradores decamuflajecolgandodetrás.Fuesólouninstante,peroalmismotiempocaptéaunmarinedelaCompañíaF,unveterano,quecorríahaciaretaguardia,lacarademacrada,gritando:

—¡Tanques!¡Tanques!Unoficialloagarró,lehizodarlavuelta,lediounapatadaylehizoregresarasupuesto.

Enel cráter,nospreparamospara ladefensa, comounacaravanaatacadapor los indios.Los tanques enemigos pasaron de largo, las ruedas girando dentro de sus cintas. Lasametralladoras tabletearon, los bazucas dispararon, nuestros aviones llegaron chirriandodesdeelcieloyoímosladetonacióndelasbombasyelrugidodelostanquesalexplotar.

Un avión lanzatorpedos pasó volando, tan bajo que su vientre podría haber rozado elcoral. A mi derecha, vi una línea de tanques nuestros avanzando, disparando sobre lamarcha,yparecíaquesedeteníancadavezquesuscañonestronaban.Entoncesseacabó.

Lostanquesjaponeseshabíansidodestruidos.Melevantéymedirigíalaeródromo.Aunosveintemetrosardíauntanque.Algunosde

los muertos enemigos estaban en su interior. Los francotiradores colgaban en sus redescomo muñecos metidos en un calcetín de Navidad. Me di la vuelta para marcharme y, alhacerlo,casipisélamanodealguien.

—Disculpa—empecéadecir,peromedetuve.Viqueeraunamanosueltao,másbien,sinnadiedetrás.Estabaallísola,abierta,lapalmahaciaarriba,limpia,capaz,solitaria.Nopude apartar la mirada. La mano es el artesano del alma. Es el segundo miembro de latrinidadhumanadecabeza,manoycorazón.Elhombrenotienefacultadmáshumanaquesumano,nadamáshermosoniexpresivoniproductivo.Veresamanoallícaídasola,como

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arrojadacondesprecio,sinformaryapartedeunhombre,sinseryadeayuda,eraverunaguerraentodasucrueldad,eraverelsalvajismoespecialmentebrutaldenuestratécnicadedespedazar,yeraveraloshombresensupeorformaeterna,lanzadosunoscontraotros,desgarrándose mutuamente, arañando sus propias entrañas con la furia maniática de losposeídosporelorgullo.

La mano me entristeció y le ofrecí una respetuosa inclinación de cabeza mientrasrecuperabaelequilibrioylarodeabaconcuidado.

Llegué al borde del aeródromo y vi los otros tanques y los montones esparcidos decadáveres. Entre ellos pululaba Recuerditos, ocupado con su linterna y sus tenazas. Subigote rizado brillaba de expectación. Pero ésa sería la última incursión de Recuerditosentrelasbocasdelosmuertos.Lomataronunahoramástardeenunataqueaunaposiciónenemiga. Igual que al teniente Comando, cuyo epitafio había pronunciado el propioRecuerditos.Descansenenpaz.

Nuestras bajas fueron enormes. Antes de que terminara el día alcanzarían la cifra dequinientoshombresenelPrimerRegimiento,aproximadamenteelveinteporciento.Yesoelprimerdía.

Avanzamosdenuevo.NuestroobjetivoeraBloodyNoseRidge,elterrenoelevadovisiblealotroladodelaeródromo.Dabaalenemigounpuestodeobservaciónperfecto.Avanzandoa travésde la llanuradecoralaplastadodondeapenashabíaunasoladepresión,era tanfácilvernoscomoapatosdebarroenunagaleríadetiro,peronohabíaotrarutayteníamosque seguirla. El fuego de ametralladora barría el aeródromo, cortando la hierba. Losmorteroscaíanconlatranquilaregularidaddeloautomático,comosihubierandecididoaqué ritmo podían matar al mayor número de los nuestros y se contentaran con ésos, sinprisas por sumar más. Los marines caían. Se doblaban, se tambaleaban, se arrastrabanhaciadelante,caíanderodillas,caíanhaciaatrás.Seguíanavanzando.

El día moría entre roncos gritos pidiendo agua o ayuda por parte de los heridos. Unvehículo anfibio vacío de otra unidad llegó hasta nuestro sector y el teniente Caballo deCarreras, al verlo, corrió a su encuentro, saltó a bordo y ordenó al conductor que sedirigieraanuestrofrente.CaballodeCarrerasqueríaretiraralosheridos.

Peroelconductornoquisoobedecer.Eradeotraunidad,estabacansado,noveíaningúnmotivoparaarriesgarlapielporunoficialdesconocido.Dijoquenopodíaobedecer.CaballodeCarrerasledijoquemáslevalía.Elconductorsenegóenredondo.

CaballodeCarrerasdesenfundósupistolaylapusocontralacabezadelconductor.—Mueve el culo —le dijo, y el conductor rápidamente cambió de marchas y se lanzó

haciadelanteconunrugido.CaballodeCarrerashabíaganadounaCruzNavalporsuvalentíaenGuadalcanal.Ganó

otra en Peleliu, pero se la concedieron a título póstumo. Pereció al atacar una casamata,descanseenpaz.

Ya oscurecía pero seguía siendo el primer día de batalla. Nos habían retirado paraconsolidar posiciones, y yo, con Sucio Fred, estábamos de nuevo dentro del gran cráter.Habíaintentadocomerotracucharadadehabichuelasperonopude.Latensiónhacíaquemiestómagovibraracomosituvieraunarpa.

Al descubrir que el agua del cráter se había agotado, salí y me dirigí a la playa,esperandoencontraralgoallí.Talvezsehubierandesechode laqueestabamanchadadegasolina—queyahabíahechoenfermaramuchoshombres—yhabíantraídoagualimpiaalaorilla.Meabrípasoconsigiloentrelosmatorrales.

ElCorredorsaliódeentrelamaleza.—El Pollo ha muerto —dijo—. El maldito idiota no dejaba de arrancarse la aguja con

plasmaqueelsanitarioleclavabaenelbrazo.YasabescómoeraelPollo.Testarudo.Nosé—dijo,sacudiendosombríolacabeza—.Nosé.Talvezhabríamuertodetodasformas.Eraunaheridafea.Peroéltampocoayudónada,pobrechico.

Yardasmemiróenlaoscuridad.Tuvelaimpresióndequesehabíadistinguidoesedíayqueluchabacontrasumodestiaparadecírmelo.

—¡Chico,ha sidoduro!—estalló—.PregúntaleaRisitas…, tediráqueGuadalcanal fueunafiestadetécomparadaconlodehoy.Merefieroalcombate.¡Ysesuponíaqueésteibaaserfácil!¡Tendríasquehabervistocuandonoslanzaronesostanques!¡Nosloscargamosconametralladorasygranadasdemano!—proclamótriunfal.

—¿Cómoestánlosdemás?—Bien. Risitas e Indiana están bien. Hirieron al Caballero, pero está bien. Cabrón

afortunado…,yaestáfueradeesto—memiródenuevo—.¿Yvosotros?¿Cómooshaido?

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LecontélodeLiberalylosdemás,yélsacudiólacabeza.—Noquedaránmuchosdespuésdetodoesto.¿Ysabesquiénesselovanatragar?Asentí.—Todoslosveteranos.Le pregunté si había encontrado agua, pero él volcó su cantimplora en respuesta.

Caminamosjuntos,contristeza,cadaunosumidoensuspensamientos,preguntándonossiaquelloterminaríaalgunavez.

—¿Recuerdas a los chicos que cayeron en Guadalcanal? —preguntó Yardas—.Pensábamos que eran unos pobres desgraciados que cayeron demasiado pronto. Tal vezellos fueron los afortunados. No tuvieron que soportar toda esta mierda para acabarpalmándoladetodasformas.

—Talvez—dije—,perotampocoestuvieronenMelbourne.—Eso es verdad, pero ahora mismo ni me acuerdo de Melbourne. Llevo todo el día

rezando. Y hacerlo no tiene nada que ver con ser un ateo converso en un nido deametralladoras.

ElrostrooscuroyovaladodeYardasnuncahabíaestadotanserio.RecordéqueelpadreRectolohabíabautizadoenPavuvu.¡Quédiferenteera!¡Quédistintoeratodo!Yanoexistíalacamaradería.YanoexistíaGuadalcanal.Yanoexistíalaingenuidadpaganadelaprimerabatalla.Cuántomássencilloseríaserdenuevounpaganoynegarseatomartelascosasenserio.

Nos despedimos en el borde del cráter. Nunca lo había echado más de menos a él, aRisitasyaIndiana.

Habíaoscurecidoya,perolossonidosdelabatallasereanudaban.Losmorterosvolvíana disparar. De punta a punta de nuestras líneas se alzaba el furioso tableteo de lasametralladorasy los fusiles,avecesparecían indignados,comosi losmarines lamentaranesas incursiones nocturnas como un granjero enfadado tras los furtivos. Incluso laoscuridad remitió, pues empezamos a utilizar bengalas. Aquéllas eran de aquel tipo queiluminaron nuestra segunda noche de guerra, cuando se lanzaron sobre la jungla enGuadalcanal:persistentes,verdosas,extrañas.

Luegonuestroscohetesrugieronenelcieloenunatemibledescargasiseantequedebióde ser terriblede recibir.Alguienenel interiordel crátermurmuróque los japoshabíanabiertounabrechaennuestraslíneasyqueseusabanloscohetesparasellarlabrechaconacero.Tratédedormirunosinstantes,tendidocontraelbordedelcráterconelcascosobrelosojos,perofueimposible.Lanochepasócomounainterminablepesadillaenvela.

Recibimos el calor de la mañana con la boca seca, labios que empezaban aresquebrajarseytripasquegruñíandehambrenosatisfecha.Elcalorempezóaaumentarde nuevo, reflejado en la superficie de coral de Peleliu, cociendo la atmósfera,envolviéndonosenunhorno.

—Vamos—dijoeltenientePechofuerte.—Bien —contesté yo, y le dije al Sucio Fred y al Gemelo que recogieran su equipo.

Dejamosaquelagujeroynosdirigimosaunaaberturaenlamaleza,alaizquierda,atravésdelacualeravisibleelaeródromo.Eraporlamañanatemprano.

Pasamos ante dos marines tendidos en su trinchera, dormidos. Me incliné paradespertarlos.

—Eh—dije,sacudiendoaunodeellos—.Despierta.Nosmovemos.No me contestó. Yacía inerte. Le di la vuelta. Tenía un agujero de bala en la cabeza.

Estabamuerto.Tambiénsucamarada.AtravésdelaaberturaenlosmatorralespudeveralaCompañíaFquevolvíaaatacar.

ElArtistaestabaallídepie,observándolos.Losmorteroshabíancesado.LaprimeraoleadadelaCompañíaFavanzabaatravésde

la pista de aterrizaje, corriendo dispersa y agachada, capeando un arrasador fuego deametralladora que había empezado a cubrir la pista. Estaban cayendo. Parecía irreal,parecíaunescenariofantasmagórico,comounaescenadepelícula.Eranecesariohacerunesfuerzo mental para recordar que eran marines de carne y hueso, hombres a quienesconocía,cuyasvidasestabanenlazadasconlamía.Peromásfaltahacíaaceptarelhechodequemi turnoeraelsiguiente.Yésteeselmomentode labatallaenqueunonecesitaungrito de guerra. Entonces es cuando hay que desplegar la bandera o cantar la canción onombrarlacausaanteelenemigocomoundesafío.Entoncessepreparalacarga,esoquees tan antiguo como la guerra misma, que supera las defensas y gana la batalla o esdespedazada y causa la derrota. Cuán menos imponente habría sido aquel camino de

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muerte que estaba a punto de cruzar si hubiera habido algún grito completamenteirracional(como«¡VivaelEmperador!»o«¡Gloriaalcuerpodemarines!»)envezdeaquellavozeducadaquedijoconsangrefríatanencontrastecon lasituación:—Bien,esnuestroturno.

Medespedí delArtista.Elmemiró con tristezapordebajode su casco, el rostromásoscuroymásangulosodebidoasusombra.Dirigióunatristemiradaendirecciónalapistadeaterrizajeyloshombresqueseguíancayendo.

—Buenasuerte,chaval—dijo,ysediolavuelta.Empecéacorrer…Elcalor sealzabaenoleadassofocantes…Lasbalassusurrabanen

ocasiones,enotrasnoeranaudibles…Corríconlacabezagacha,elcascochocandocomoloco entorpeciendo mi visión, como olas que se alzan alrededor de un barquito… En unmomentonopudeveraltenientePechofuerteniaSucioFred…Estabasoloycorriendo…Había hombres a mi izquierda, todavía cayendo… Caí y me arrojé al suelo, recuperé elaliento,melevantéycorrídenuevo…Derepentecaíenuncráterllenodehombresydejédecorrer.

El cráter era como un oasis. Había imaginado que no había ningún refugio en elaeropuerto y, de repente, eso. No era tan grande como el que había en los matorrales ydondehabíapasadolanoche,perosílosuficienteparaalbergaradiezhombres.

Cuatro de esos hombres pertenecían al Quinto de Marines y, entre ellos, había unteniente herido; el resto eran hombres de mi batallón, incluyendo el comandante de laCompañíaF,elcapitánAcorazado.Medejaronsitiosindecirunapalabray,derepente,conel sonidode losproyectilesenemigoscayendoamialrededor,medicuentadequehabíaencontrado refugio, sí, pero también que era el único sitio en todo el aeródromo que losartillerosenemigospodíanveryalquepodíandisparar.

Unaametralladorapesadamontadaenelbordedenuestrocráter,encaradahacialoquellamábamoslazonade«concentración»enemiga—unbloquedecementoyaceroyalgunosbarracones, las únicas estructuras sobre tierra de la isla— había atraído también hacianosotrosaquellosrugientesmisilesrojos.

Hasta entonces, una cosa parecía habernos salvado de la destrucción. Los artillerosjaponeses, más tarde descubrimos que era un cañón naval montado en tierra, no podíancolocarsusproyectilesennuestroagujero.Nopodíanalzarnibajarelcañón,niapuntaralpuntoexactoquesituaríaunmisilentrenosotros.

Regularmente, con precisión que tensaba el estómago, aquellos proyectiles caíandelante, detrás y a los lados de nuestro agujero. A veces el proyectil caía más cerca yentonces nos estremecíamos mientras los fragmentos volaban desagradablemente sobrenuestrascabezas,peroavecescaíanmáslejos.

—Esehaestadocerca—murmuróalguien,cuandounestrépitoespecialmentefuertenossacudió.

—Sí—susurróotro—.Esperoquenotengancalibrecorto.Esoacabaríaconnosotros.—¡Silencio!—ordenóferozmenteelcapitánAcorazado—.Tome—ledijoalencargadodel

walkie-talkie—, a ver si puede poner en funcionamiento esta cosa. Quiero hablar con elBatallón.

Walkie-Talkiesesentójuntoamíenelsuelodelcráter.Encogióloshombrosymepidióque girara ciertos diales. Lo hice, pero parecía que no podía establecer comunicación.Entoncesllegóelchirridodeunproyectil.Mepreparépararecibirlo,aunquesabíaquelosqueoyesnosondetemer.¿Perocómotemeralquesetelleva,alquenooyes?

Otra voz era audible en ese momento. El teniente del Quinto de Marines que estabaherido—dehecho,estabaagonizando,comosupemástarde—,hablabaconsuwalkie-talkieconelcomandantedesuregimiento.

—ElgloriosoQuintodeMarineshapasado,señor—estabadiciendo—,yhaconseguidoelobjetivo.AhoraestamosencontactoconelPrimerRegimiento.

Miré al teniente. Era joven y poseía ese buen aspecto limpio y atlético propio de loshombresdeWestPointodeAnnapolis.Sufría,ahora,ylatensiónempezabaadesgastarladisciplinadesusmúsculosfaciales.

Unproyectilchirrióytodosnosagachamos.Explotóconunrugidoestremecedor.Hastaelmomentoeraelquehabíacaídomáscerca.ElcapitánAcorazadogritó:

—¿Dedóndevieneesefuego?Los hombres se miraron aturdidos unos a otros, se encogieron de hombros y

contemplaronelaire,delquecaíaunfinopolvillo.—A ver, déjeme ahí —le gritó el capitán Acorazado al hombre de la ametralladora. Se

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acercóalbordedelcráteryalzólacabeza.Estudiólazonadeedificacionesyelriscoquesealzaba a la izquierda, Bloody Nose Ridge. Entonces regresó arrastrándose a su anteriorposición,sacósumapa,loexaminóehizounamarcaconsulápiz.

—Intentecontactardenuevoconelbatallón.Esavezsílogrólacomunicación.—Hola, batallón, aquí la Compañía Fox. Fuego de artillería enemigo avistado en 128

George.Solicitofuegosobreelmismo.Corto.¡Increíble! ¡El capitán Acorazado no tenía más idea sobre el emplazamiento del cañón

enemigoquedelaformadelanarizdelcomandantejaponés!CuandolevantólacabezayechóaquelapuradovistazosóloviolacaraarrasadadeBloodyNoseRidge.Sihubieravistoaunquefueraunasolacolumnadehumo,cosaquenovio,habríasidoimposiblecalcularsuposiciónexacta,muchomenosrelacionarlaconunmapa.Lascoordenadasquetransmitióalbatallón se basaban en la esperanza y en la probabilidad. Pero podía esperar más de losegundo,porquelasposibilidadesdequealcanzaranelpuntoadecuadoeranigualesquesihubierapedidoquedispararanalapuntadelanarizdelgeneraljaponés.Enunmomentooíelsonidodenuestrospropiosproyectilesvolandohacia«128George».Miréeltensorostroquemado por el sol del capitán y me pregunté si no estaba demasiado afectado por lasbombasenemigasqueseguíancayendoalrededordelpozo,peroentonceshablóyadvertíquesuestupidezrayabaelniveldesuvalor.

—¿CuántoshombreshaydelPrimerodeMarines?—preguntó.Levantamoslamano.—¿Seis,eh?Tendríaquesersuficiente.Serámejorquetomemosesacasamata.Todoese

fuegodeametralladoraparecevenirdeahí.Encuantoceseelbombardeo,noslanzaremoscontraella.

Así de fácil. La casamata había resistido incluso el fuego naval. Había recibido lasbombasabocajarroycontinuabaenpie.Obviamenteestabacubiertaporun laberintodebúnkeres.Nosotros,losseis,teníamosquetomarla.

ElcapitánAcorazadopodíaserestúpido,peronadiepodíadecirqueno fueravaliente.Mesentídisgustadoymeresignéaunamuertetonta.MiréaloshombresdelQuinto,quenosmirabanconasombro,ylosenvidiéporhabermantenidorelacionesdiplomáticasconlacordura. Su comandante apenas estaba consciente, pero lo había oído todo. Agitódébilmenteunamanoennuestradirecciónysonrió,comodiciendo:«Nuncaloconseguiréis,pero no perdéis nada por intentarlo». Y, por supuesto, un moribundo supongo que no seperdíanada.

Llevábamosvariosminutosdesilencio.Elbombardeoenemigohabíacesado,comoparaconfirmar al capitán Acorazado sus milagrosos poderes. De detrás llegó un rumor y, alasomarme, vi aunodenuestros tanquesShermanacercarseydisparara la casamata.ElcapitánAcorazadoestallódealegría.¡Untanque!¡Conuntanqueennuestraayuda,casinonecesitábamosanadie!Seishombreseraunaexageración.¡ElcapitánAcorazadocasipodíahacerloélsolo!

Salimosdel cráter ynosdesplegamosdetrásdel tanque, queavanzóendireccióna lacasamata,peroeltanqueseconvirtióenobjetivodelosartillerosenemigosylosproyectilesempezaronacaerdenuevoanuestroalrededor.Elairezumbabaytitilabadenuevoconlosterribles e invisibles fragmentos de acero. No era aconsejable estar cerca de ese ruidosotitán. En ese momento, el comandante del tanque decidió que tampoco era aconsejableconvertirse en un blanco tan obvio y desvió su montura de metal hacia nuestro flancoderecho.

Las bombas nos empujaron de regreso al cráter. Una vez más, Walkie-Talkie tuvoproblemas con su aparato. Podía recibir, pero no transmitir. Desde el batallón pedíanposiciones.

Serámejorquesepresentealpuestodemando—medijoelcapitánAcorazado—,perovuelva.

Salídelcráterycorríhacialosmatorrales.Cuandoalcancéelpuestodemando,elfuegodeartilleríaaumentó.Sevolviómásfuriosoduranteunminutooasí,luegocesó.EncontréalmayorMayor-Porciónapoyadocontrasumacutoconunaexpresióndeextremodisgustoensurostrodegrandesquijadas.Aunospocosmetrosdedistanciaestabansuencargadodelwalkie-talkie y Elocuente, que había heredado mi antiguo trabajo de llevar el diario delbatallón. Le di nuestra posición y me senté a fumar. Tenía una sed terrible pero seguíafumando.

—¿Cómovanlascosasahífuera,Lucky?—preguntóelmayor.

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—Mal,señor—contesté,ynoañadínada,puesmi ideade labatallaseguíasiendounaconfusa mezcla de hombres, movimiento y explosiones, donde de algún modo habíaimplicadounardienteaeródromo.Mesentéafumar,disfrutandodelapequeñasombradelosmatorrales.Luegomelevantéydije—:Serámejorquevuelva.

Elmayorasintióymedeseóbuenasuerte.Me pegué más a nuestro flanco derecho, porque la artillería había vuelto a empezar.

Mientras caminaba, me encontré con un fusil japonés que habían clavado al suelo por labayoneta.Extraño.Meacerquéaexaminarlo.Talvezeraunatrampabomba.Meaproximé,lomiréconcuriosidady,entonces,oí labruscadetonacióndeun fusilyel silbidodeunabalaquemepasabaporencima.

¡Otrodisparo!Unanubéculadepolvodetrásdemí.¡Saldeaquí,idiota!Esunatrampade francotirador. ¡El fusil es su referente de tiro! Y con frío descaro, operaba dentro denuestropuestodemando.

Lleguéaundepósitodemuniciones,montadoenelbordedelapistadeaterrizaje.Loscamilleros cargaban a un hombre herido. Una bala le había atravesado el hombro y lasangre manaba pastosa por un feo agujero. El hombre estaba de buen humor, riendo,mirabaaloscamilleroscomodiciendo:«Yatengolamía,chicos,¿quéosparece?».

Agarréconfuerzamimetralletayajustémimacuto,aseguréelmapa,lafunda,yrodeélamontañadeproyectilespararegresaralcráter.Fuemiúltimoactobélico.Porúltimavez,mevolvíhaciaelenemigo.

Aunoscienmetros,unproyectilestallódelantedemí.Giréaladerecha.Otroproyectilestallódelante.Volvíagirar.Otroproyectil.Otro.Peromáscerca.Cuatromás.Otro,aúnmáscerca.Medetuve.Un

hecho aterrador quedó claro. ¡Me había situado entre la artillería enemiga y su blanco!Estaban buscando algo, quizás el depósito de municiones que tenía detrás, y movían sufuegoenesadirección.

No había ningún refugio. Avanzar era morir. Sólo podía huir de esa muerte que seacercabasaliendodelazonadeblancoantesdequemealcanzaran.

Medilavueltayechéacorrer.Corrí con el calor titilando en oleadas desde el coral, con el sudor engrasando mis

articulacionesyelmiedoquemesecabalaboca,conlasbombasexplotandodetrásdemí,cerca,cadavezmáscerca,yelaire llenode lasfuriosasvocesde lametrallaqueexigíancobrarsemivida.Corríconuna imagenen lamentedelartillero japonésen loaltodesurisco, acercando cuidadosamente cada ráfaga a mi espalda, persiguiéndome por aquelcaliente llano en un monstruoso juego del gato y el ratón, alegre de cada estallido develocidadcausadoporunaexplosiónmáscercana…yluego,cansadodeldeporte,alzandoelcañónylanzandounproyectildelantedemí.

Una bomba cayó a mi lado, a unos cinco palmos de distancia, pero no explotó o, almenos,nocreoque lohiciera.Enmomentosasínopuedesestarseguro:conelmiedo,eltiempoyelespaciosondistintos.Peroallíestabaelproyectil,unamasadedospalmosderojoardientequegolpeóelcoralconuntruenoyluegopareciórebotarenelaireparairaperdersegimiendoenlabahía.

Entonceselartillerojaponésalcanzósuobjetivo.Eldepósitodemuniciones.La guerra terminó para mí. Estaba destrozado. Inútil, un cascarón seco. La guerra

moderna había podido conmigo. Un gigantesco exprimidor de limones me había secado.Conmoción, calor, sed, tensión… todo había podido conmigo. Puede que me tambaleara,incapazdehablar,hastaquepor fincaíderodillas juntoadoshombresquecavabanunatrincheraenlaarena.Sesorprendieron.Comodesdemuylejos,pudeoírquehablabandemí.

—Nopuedehablar.¿Quécreesquelepasa?—Amíquemeregistren.Nopareceherido.Talvezlehandadocerca.Eh,amigo,¿quéte

pasa?¿Nopuedeshablar?(Inútil.Mehabíasentidoasícuandojugabadeniñoalfútbolymequedabasinresuello.)—¿Quécreesquedeberíamoshacerconél?—Nolosé.¿Hasvisto?Tieneunametralleta.—Sí.Seguroquevienebienporaquídenoche.Mepreguntodedóndedemoniossalieron

anochelosjapos.Creíquelaplayaestabaasegurada.—Dedebajodelatierra.Tienentodaunaredsubterránea.Chico,síquenosvendríabien

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unametralleta.Elfusilnosirvedenada.¿Creesquedeberíamosllevarloalpuestomédico?—Buenaidea.Elpobretipoparecehechopolvo.Melevantaronymepusieronderecho,cadaunometióunhombrobajomisaxilasyme

arrastraroncomounmaniquíporlaarena.Comounmuñecodetamañonaturalaquienseleharotoelmuelle,mearrastraronhastaeldoctor.

Unsanitariomeacostósobreunamantaymepusounaetiqueta.Meclavóenelbrazouna aguja conectada a un frasco de líquido suspendido boca abajo de un armazón dealambre.Laparejaquemehabíatraídoseagachóamilado.

—¿Quélepasa,doctor?—preguntóunodeellos.—No losé—respondióelsanitario—.Parecebastante jodido.Unacontusiónprovocada

poralgunaexplosión.Voyaenviarloalbarcohospital.Uno de los dos miró ansioso la metralleta que yo tenía a mi lado. Su mirada parecía

decir:yanolanecesitarásmás.Ledijeconlosojosquelacogierayélselacargóalhombrotancontento.Entoncessemarcharon.Habíantenidosurecompensa.

Losmorterosdisparabancuandomellevaronalaplayaconotramediadocenadebajas.Nos quedamos allí tirados y me pregunté aturdido si los artilleros japoneses iban aalcanzarme después de todo. Pero una lancha de desembarco nos subió a bordo y nosdirigimoshaciaelbarco.

Empecé a sentir vergüenza. Los otros estaban malheridos, algunos aliviados del dolorporlamorfina,yahíestabayoenunrincón,vomitandoensilenciocomoungatitoasustado,intacto, mi cara sin un rasguño, mis huesos enteros. La guerra terminaba en ignominia.Sentívergüenza.

Intenté protegerme de las miradas que se centraron en nosotros cuando la lancha fuelevantadaacubierta.Hombresconbatasblancasocupabanlabordaydosdelossituadosenelcentrocontemplaronconautoridad la lancha,buscando losheridosmásnecesitadosdeayuda.Meencogíanteaquellasmiradasexpertas, cuandode repenteunodeellosmeseñalóydijo:

—Ese.Llevadloabajoinmediatamente.Meagarraron,desnudándomemientraslohacían,ymellevaronporunaescaleraabajo,

me tendieronenunamesaydenuevomeclavaronunaagujaenelbrazo.Conel líquidofluyendo hacia mi cuerpo regresó a mí la cálida corriente de amor propio. La vergüenzasombríaydeprimentehabíadesaparecidoenelmomentoenqueaqueldedomeseñaló.Mehabíanherido.Necesitabaayuda.Conunpodercuradorquenosospechaba,elmédicomehabíadevueltoelánimo.

Asíterminólaguerraparamí.Delquirófanome llevarona los camastrosdeabajo y en tresdías recuperéel habla y

pudecaminar.Todoslosdías,duranteunasemana,subílasescalerashastalacubiertaycontemplécon

enfermiza fascinación Peleliu, situada a poco más de un kilómetro de distancia. Todavíaestabancombatiendo.Sepodíaoírelsonidodelosdisparos.BloodyNoseRidgesealzabacomounamontañalunararrasadaenaquellallanuradecoralpicoteada.

Todoslosdíaslasnoticiaseranmalas.Estábamosganando,peroaunprecioterrible.MataronaRutherford.Melocontósuamigo,eltipobajitoydelgadoquehabíasalidode

la oscuridad con él aquella noche que apareció para reclamar su pistola. El amigo deRutherfordhabíasidoherido.Llevabaelbrazoencabestrillo.MedijoqueunproyectildemorterohabíaalcanzadoaRutherfordyquehabíavoladoenpedazos.

«Nos veremos en el pueblo», había dicho Rutherford, pero yo volvería solo al pueblo.Descanseenpaz.

Mataron a Hombre-Blanco. Pereció fuera de nuestras líneas durante aquel terriblebombardeo de la primera noche. Hombre-Blanco, nacido y criado en la intransigencia,murióenfrentándosealenemigo.Descanseenpaz.

Y el Artista. Muerto por una mano cobarde. Regresaba solo de una patrulla nocturna,saltólaalambradaqueprotegíaelpuestodemandoyrecibióuntiroenelpechoporpartedelordenanzadelmayor,uncobardequenotuvoelvalordedarelaltoantesdedisparar.ElArtistahabíamuerto,unhombrevaliente,descanseenpaz.

TreshombresdenuestrasecciónaquienesnohabíamoscantadolamacabraserenatadePavuvu:Liberal,Hombre-Blanco,elArtista.Todosmuertos.

Aquello se había convertido en una masacre en el sentido más absoluto. Docenas dehombres del batallón perecieron. El capitán Acorazado cayó, muerto por la bala de unfrancotirador—alfinalhizofaltaunbombardeodesdeeldestructorMississippiparareducir

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la casamata—, y de su Compañía F sólo quedaron restos. Hombres a quienes no hemencionadoenestelibro,amigosquenoencajaronenlanarración,hombrescuyosrostrosnoheolvidadoycuyavalentíaysacrificiohanentregadounenormecréditoespiritualparaorgullo de nuestra nación. También ellos cayeron, arrebatando aquella isla rocosa de lasgarrasdelmástenazdelosdefensores.Descansenenpaz.

Nosmarchábamos.Habíamosganadolabatalla.ElexterminiohabíacaídosobrelosdiezmiljaponesesdePeleliuymiregimiento,elPrimero,selamíalasheridasenlaplaya.Demibatallón (una fuerza compuesta por unos mil quinientos hombres) sólo quedaban 28efectivoscuandollególaordendelúltimoasaltoparapeinarlascuevasycasamatasquelosjaponeseshabíantalladoenBloodyNoseRidge,conhombres,sangreyagonía,eltrozodetierramáscarodelanchoPacífico.Cuandollególaorden,selevantarondesustrincherascomo sombras de sepulcros… y avanzaron. No podían correr, apenas podían andar yarrastrabansusarmas,peroobedecieronyatacaron.Losretirarondelalíneaalbordedelcolapso.

Nos marchábamos. Los heridos más graves iban a ser trasladados de nuestro barcohospital de campaña a otro espléndidamente equipado que navegaría directamente aEstadosUnidos.EntrelosquesemarchabanestabaelSoldado,aquienyohabíaencontradoeneltercerocuartonivelbajocubierta,tendidoensucamastroysufriendoagónicamenteporunterribleagujeroenelmuslo.

Elcalorerasofocanteyencontréuncascoquellenédeaguaparaenjuagarlelafrente.Encontrétambiénunmédico,quelealivióeldoloryordenóquelecambiaranlasvendas.LamentédespedirmedelSoldado,peromiespírituseanimócomoimpulsadoporuncohetecuandoviaYardasentrelasbajasmenoresquepasabananuestrobarco.

Yardas todavía tenía una bala japonesa en el brazo. Estaba orgulloso de ello, se quitórápidamenteelvendajeymelaenseñóencuantolovi.

—EstovaldráunmontóndebebidasgratisenBuffalo—rió.Subuenhumoreratranquilizador,casiunagarantíadequelosdemásestabanasalvo,

pero,naturalmente,hicelapregunta:—¿CómoestánRisitaseIndiana?¿Cómoescaparon?—Bien,supongo…,peroRisitasrecibióunaheridafea.TambiénhirieronaIndiana,pero

pocacosa.Noledieronhastaelsextodía.ARisitasyamínosdieronelcuarto.—¿Juntos?—No exactamente, pero casi. Te diré una cosa —su rostro se entristeció y sus ojos

oscurosbrillarondecompasión—. ¿Conocesaese reemplazodeTexas? ¿El tipoamableyguapetón?Bueno, tal vezno loconozcas,perodosde sushermanoshanmuertoyaen laguerra.Teníamiedodemorir,noporél,yasabes,sinoporsumadre.Teníamiedodeloquelepasaríasimatabanasutercerhijo.Bien,puesalcuartodíaempiezanabombardearnoscon morteros. Y alcanzan a ese pobre chico. —Yardas me miró con atención—. En serio,Luck,nuncaloolvidaré.Elsanitariolediomorfinainmediatamente,peronosirviódenada.«Meestoymuriendo»,ledijoaRisitas.«Memuero,Risitas».YRisitastratódebromearconél:«No,chico,essólounaheridafea,esoestodo.Tepondrásbien».«Memuero,Risitas,memuero»,dijoelchico.«Noquieromorir».Ysemurióallímismo.

Yardashizounapausayluegoreemprendiósurelato.—Entonces los morteros volvieron a disparar. Risitas recibió una buena herida en el

musloizquierdo,cercadelaingle—Yardasserióalrecordarlo—.Fuegracioso.Leaterrabaperderlasjoyasdelafamilia.«¿Estánbien?»,lepreguntóalsanitario.«Rápido,dígamelo,¿están bien?». «Tranquilo», le dice el sanitario, «ni siquiera te las han rozado. Tienesdiversióndesobrapordelante».YRisitassetendiósonriente.Sesentíatanaliviadocomosisólo se hubiera cortado el dedo o algo así. Te juro que habría sido capaz de pedirle alsanitarioquelepegarauntirosinohubierasidoasí.

Losmotoresdelbarcorugieron.Nosmovíamos.Yardasyyocorrimosalaamuraconlosdemás, chocamos con el amigo de Rutherford del brazo en cabestrillo. En silencio,estudiamos Peleliu, oscura y arrasada, unos cuantos matorrales pelados en Bloody NoseRidge,susramasandrajosasalzándosealcieloengestodesúplica,comoaquellacruzquevienlasOzarks.

Nosdirigíamosaunhospital naval situadoen la isladeManus, enel archipiélagodelAlmirantazgo.AllínosencontramosconIndianayconelpobreCaralisa,sufinapielblancaarrugadacomounpergaminosobresurostrodehuesos finos, tendidoen lacamaconunagujero en el riñón, con un hipo que agravaba su dolor, pero sonriendo al vernos. Y allíencontramosamuchosotros,comoAmishyelRoble,hastaqueManusseconvirtióenuna

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reunióndelrestodelosoriginales.CelebraríamosunareuniónmayorenSanDiego,cuandotodosllegáramosacasaporfin:

inclusoRisitasestaríaallí,apoyadoenunbastónyconlarisabrotándolegravedelpecho,yuna vez más seríamos tan felices como en los primeros días en New River, la terribleexperienciadejadaatrásylaperspectivadevolveracasaantenosotros.

Pero en aquel momento, los supervivientes nos marchábamos de Peleliu, dejando elholocausto.Elbarcoganabavelocidad.Contemplamosaquelpuntitoderocaperderseenladistancia.

—Hastalavista,muchachos—dijoYardas,cuandollegamosamarabierto.

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Epílogo

YoyacíaenelpabellóndeunhospitalyelSignodelHongoseelevabasobreelmundo.Estabaenunhospitalpordécimavezdesdequedecidíenrolarmeen losmarines.Mis

camaradasyyohabíamossufridoennuestrascarnes igualqueelmundohabíasufridoensus gentes desde que la esvástica nazi se unió al sol naciente japonés en un abrazoarácnido: el mundo entero sufrió durante seis años como un organismo gigantesco yentonces,elSignodelHongosealzabasobreél.

El pabellón en el Hospital de la Marina Newton D. Baker, en Martinsburg, VirginaOccidental,semantuvoensilencio,parecíaaturdido.Unavozimpersonaldijoporlaradio:

—Estados Unidos acaba de lanzar la primera bomba atómica de la historia sobre laimportanteciudadjaponesadeHiroshima.Laciudadhasidodestruida.

Una nube monstruosa se elevaba sobre Hiroshima, sobre el mundo, un hongomonstruoso, símbolo de nuestro pecado: el desarrollo, la grandeza, la velocidad. Crece,crece, crece, crece como un cáncer, aumenta una fábrica, amplía una ciudad, hinchanuestros vientres, acelera la vida, vuela a la Luna, haz estallar una bomba, aplasta a unpueblo…,explotaalmundo.

La nube se alzaba y yo me encogí en la cama, yo que me había encogido ante elaplastanteestallidodeunabombadedoscientoskilos,oíaesaextraña,fríaeincomprensiblejergade lamegatonelada.Alguienhabíapecadocontra lavidayyo lo sentí enmipropiapersona.

Pero también yo pequé.De repente, en secreto, en privado,me alegré. PuesmientrasyacíaenaquelhospitalmehabíaenfrentadoalahorribleperspectivaderegresaralPacíficoy la guerra y la ley de probabilidades. Pero en aquel momento lo supe, los japonesestendríanquedeponerlasarmas.Laguerrahabíaterminado.Yohabíasobrevivido.Comounhombrequeempuñaunaametralladoraparadefendersedeunniñodesarmado, yohabíasobrevivido.Asíquemealegré.

Unos díasmás tarde la guerra terminó y tuvo lugar una celebración de la victoria enMartinsburg. Los lugareños salieron y dieron dos veces la vuelta a la plaza del pueblo,despuéstodoelmundoregresóacasa.Undelgadocaballerochino,aladvertirmiuniformeverde entre el caqui, mis lazos y mis hombreras, llegó quizás a la conclusión de que yohabía combatido a los japoneses y salió de entre la multitud mientras me tomaba unacervezaenlacantinaydijo:«Gracias».Entoncessemarchó.Esoeralavictoria,esoeraeljúbilo, bajo el Signo del Hongo. Regresé al hospital, completamente sobrio. En pocassemanas,volvíaseruncivil.

—oOo—

Unamujergruesadebuenaspectomedijo:—¿Qué ganó usted con ello? ¿Por qué luchó? Pensé en responderle: «Para que usted

puedacomprarcarneenelmercadonegro»,peronolohice,puesesasalidadetonosólolaenfureceríaaellaeinsultaríaamiscamaradas.Tampocorespondí:«Parapreservarelstatuquo,paradefenderloquetengoahora»,puesesohabríacomplacidoasumaterialismo,que

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essiempreunamentira.Sobretodonopodíadecirlaverdad:«Paradestruiralabestianazi,para contener al imperialismo japonés», pues no lo habría comprendido. Eso era lo quehabíamoshechoylohabíamoshechosinunacanciónquecantar,sinprofundadevoción.

Peronosuperesponderalaprimerapregunta,puesnosabíaquéhabíasacadodetodoello,nisiquierasiteníaqueobtenerbeneficioalguno.

Ahoralosé.Paramí,unrecuerdoylafuerzadelaterribleexperienciasufrida;paramihijo,unaherenciaincalculable;paramipaís,sacrificio.

Esto último es suficiente, pues es el sacrificio —el sufrimiento de los que vivieron, lainmolacióndelosquemurieron—loquedebeponerseenlasbalanzasdelajusticiadivinaqueempezaronainclinarseconviolenciacontranosotroscuandoelhongosealzósobreelmundo.Loshombresvanalaguerraparasacrificarse.Novanamatar,vanaquelosmaten,aarriesgarsuvida,ainterponersuspreciosaspersonasenelcaminodeladestrucción.

El sacrificio responde a la interminable discusión sobre la guerra y la paz, si el dulceJesús no es traicionado por el hombre de Marte. Contamos con las respuestas de losfilósofosyteólogos:elhombrepuedecombatirenunaguerrajusta.Tambiéncontamosconlaantiguasabiduríade laIglesiaqueseñala la imposibilidaddequeelhombredeterminejamás la justicia de su causa y que le empuja, si cree que sus líderes son honrados, aobedecerlosyempuñarlasarmas.

Peronocontamosconhombresquedigan:«Éseesunargumentodemasiadodébil.Nopuedo matar por sofismas. Debo saber que mi causa es justa. Siempre lucharé paradefenderamipaíscontraun invasoroparareprimiraunagresorocastigarauntirano,perodebosaberqueasíes,y,comonocabedemostrarloimposible,saberloacienciacierta—lodigoconunalógicatanconvincentecomolasuya,unalógicaquenoexigelasangredemishermanos—,noiré».

Peroelsacrificiodice:«Nolasangredetuhermano,amigomío:tupropiasangre».Por eso lloran las mujeres cuando sus hombres van a la guerra. No lloran por sus

víctimas, lloran por ellos como Víctimas. Por eso, con la sabiduría inmemorial de lahumanidad, suenan canciones alegres y tocan pintorescas bandas para despedirlos, parafortalecersustemerososcorazones,noparaavivarsuansiadesangre.Poresonohayvivosgloriosos, sino sólo muertos gloriosos. Los héroes se vuelven traidores, los guerrerosenvejecenysevuelvenblandos,perounavíctimanocambia,elsacrificioeseterno.

Yahora,aesaVíctimacuyoSignosealzósobreelmundohacedosmilaños,paraseramenazadaahoraporeseotrosignoqueahoraserebela,entonounaoracióndecontrición.Yo,aquienhabéisvistocomounhombreirreverenteypocoreligioso,rezoahoraennombrede Risitas e Indiana y Yardas, en nombre de Caralisa, Caballero, Amish y el Roble, IvyLeagueyGrandes-Ideas,ennombredetodosaquellosquesufrieronenlasjunglasyenlasplayas,desdeAnzioaNormandía.Yenelnombredelosinmolados:Texano,Rutherford,elPollo,Bocazas,Artista yHombre-Blanco,Recuerditos yCaballodeCarreras,Acorazado yComando.Ennombrede todosellosy todos losotros,queridoPadre,perdónanosporesanubehorrible.

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RobertLeckie,finalmenteconsuuniformedegala,1945

RobertLeckie,oficinadeAssociatedPress,Buffalo,NewYork,1947

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RobertLeckierecibiendoelPremiodeCorresponsalesdeGuerradelCuerpodeMarinesporMicascoporalmohada,

1958

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ROBERTLECKIE(Filadelfia,18dediciembrede1920–24dediciembrede2001) fueunreportero y escritor estadounidense, especialista divulgador de historia militar de losEstados Unidos. Antiguo marine (1941-1944), combatiente durante la Segunda GuerraMundial en la guerra del Pacífico, Leckie es autor del bestsellerHelmet for My Pillow,publicadoen1957enelquerelatasuexperienciabélicaen lasbatallasdeGuadalcanalyPeleliu,dondefuegravementeherido,yquehaservidodefuenteparalaserietelevisivaThePacificestrenadaen2010.En1946secasóconVeraKeller,unavecinadela infanciaconquientuvotreshijos:David,GeoffyJoan.DeacuerdoconVera,en1951Leckiesedecidióaescribir susmemorias despuésde ver elmusical deBroadwaySouthPacific.Robert dijo,«tengoquedecircómofueenrealidadaquello,laguerranoesunmusical».

Traslaguerra,LeckiecolaborócomoreporteroparaAssociatedPress,BuffaloCourier-Express,NewYorkJournalAmerican,NewYorkDailyNewsyTheStar-Ledger,ademásesautor de más de cuarenta obras especializadas. Recibió en 1958 el Premio deCorresponsales deGuerra del Cuerpo deMarines por su obraHelmet forMy Pillow (Micascoporalmohada).

RobertLeckiemurióenel2001despuésdeunalargabatallacontraelAlzheimer.

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Notas

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[1]DibujanteestadounidenseganadordedospremiosPulitzer,famosoporsusviñetassobrelaSegundaGuerraMundialysusdospersonajes,lossoldadosWillieyJoe.(N.delT.)<<

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[2]EnelnoroestedeEstadosUnidos,laIvyLeagueestáformadaporochouniversidadesdegran prestigio. El término tiene su origen en la hiedra (ivy) que cubre losmuros de lasfacultadesycolegiosuniversitarios.(N.delT.)<<

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[3]Carneen lata.DeungagdeMontyPythonviene laacepciónspamtanpopularhoyeninformática.(N.delT.)<<

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[4]El autorhaceun juegodepalabrasentreel nombredelbarco y lapalabra«manure»,estiércol.(N.delT)<<

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[5]Términodelhablaaustraliana,derivaciónde«provisionales».(N.delT.)<<

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[6]Lucky,derivacióndelapellidodelautor,significa«afortunado».(N.delT.)<<

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[7] Lata de combustible compuesto de etanol y alcohol gelatinoso, arde en la propia latadondeesenvasado.(N.delT.)<<

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[8]FuerzasImperialesAustralianas.(N.delT.)<<

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[9]Buquesdedesembarcodetanquesdeataque.(N.delT.)<<

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[10]EnfermedaddeHansen.(N.delT.)<<

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[11] United Service Organization. Entre otras funciones, se dedica a proporcionarentretenimientoyapoyomoralalastropas.(N.delT.)<<

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[12]SerefierealaviónLockheedP-38.(N.delT.)<<