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Núm. 164 Sobre colinas de juego El Alquimista del verbo meditaba y contemplaba en silencio, en esa in- mensidad donde se murmuran secretos callados. Mientras contemplaba, pensó- ¡Oh cuánto tiempo llevo construyéndote casa!- evocando a otro alquimista francés que había conocido tiempo atrás. La fragilidad de su pluma había derramado el tintero, ante el llamado de aquella tierra tranquila, de aquél reino imaginativo, pintoresco, con singu- laridades humanas- ¡Oh Bestiario de ciudad!- exclamó- eres la casa de los habitantes delicados, donde el rostro o cuerpo de hombre, mujer o quizás de un animal, no importan, ni la clase de remodelación existente. El Alquimista sabía que la plenitud de la personalidad era lo ideal para una casa íntima. La primavera se acercaba y con ella el redescubrimiento de los viejos recuerdos, cubiertos en el invierno. Entonces, se levanto y con- tinúo su recorrido entre los diversos habitantes, y ahí fue, donde supo que también era un habitante de la ciudad.

Destellos 164

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Suplemento de lengua y literatura de la Facultad de Letras y Comunicación

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Núm. 164Colima, Col., miércoles 19 de marzo de 2014

Sobre colinas de juego

El Alquimista del verbo meditaba y contemplaba en silencio, en esa in-mensidad donde se murmuran secretos callados. Mientras contemplaba, pensó- ¡Oh cuánto tiempo llevo construyéndote casa!- evocando a otro alquimista francés que había conocido tiempo atrás.

La fragilidad de su pluma había derramado el tintero, ante el llamado de aquella tierra tranquila, de aquél reino imaginativo, pintoresco, con singu-laridades humanas- ¡Oh Bestiario de ciudad!- exclamó- eres la casa de los habitantes delicados, donde el rostro o cuerpo de hombre, mujer o quizás de un animal, no importan, ni la clase de remodelación existente.

El Alquimista sabía que la plenitud de la personalidad era lo ideal para una casa íntima. La primavera se acercaba y con ella el redescubrimiento de los viejos recuerdos, cubiertos en el invierno. Entonces, se levanto y con-tinúo su recorrido entre los diversos habitantes, y ahí fue, donde supo que también era un habitante de la ciudad.

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Universidad de Colima

Director: Carlos Ramírez Vuelvas

Consejo Editorial: Ada Aurora Sánchez, Hilda Rocío Leal Viera,

Víctor Gil Castañeda, Gloria Vergara, Krishna Naranjo, Fernanda Fernández

Coordinación: Abelina Landín, Nélida Sánchez

Diseño: Karina Sánchez, Paola Grajeda, César Avila

Fotografías: Ma. De los Ángeles Aparicio Carmona

Impreso en el periódico“El comentario”

Daniel Peláez CarmonaDirector

ePágina webfdestellosfalcom.blogspot.mx

eFacebookfDestellos Falcom

[email protected]

la opinión aqUí expresada es responsabilidad de los aUtores

Aparicio Carmona Ma. De los Ángeles*

Colaboradora de fotografías en esta edición

Creo que el interés por la fotografía surgió desde

pequeña: la atención por las cámaras, ese apara-

to mágico que podía capturar un momento y des-

pués, tener una imagen física en tus manos, un

recuerdo. Con el tiempo descubrí su ayuda para

tener un registro o una memoria en imágenes.

Al llegar a la Universidad, mi interés por la

fotografía ya era innegable, quería ser fotógrafa

y tener en mis manos una cámara profesional.

Después de dos años, compré mi cámara réflex.

Pedacitos de algodón: Anahí GonzálezQuédate: Samantha Isais Ochoa Sin título: SuNiebla: Leo Monroy

La vida en viaje: Karina Estradas Salas

Felicia: Paulina Meléndez

Despedida de los suburbios: Xavier Cruz Las cabalgatas: Juan Manuel Suárez

Deseos peligrosos: Martín Ibarra Ceja

Contenido

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u 5-6

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Me gusta tomar fotos con diferentes enfoques,

al cielo, a personas, obras de arte, conciertos, así

como fotos con mis amigos cuando me lo piden.

Mi postura frente a la fotografía que ten-

go, es solo decir que es un arte y un modo

de expresión, mi perspectiva apenas se va

formando. En resumen, amo la fotografía

y la cámara es una extensión más de mi vis-

ta y mi mano con la cual dejo ver mi corazón.

*Estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

¡Caer, volver, soñarme y que me sueñenotros ojos futuros, otra vida,otras nubes, morirme de otra muerte!—esta noche me basta, y este instanteque no acaba de abrirse y revelarmedónde estuve, quién fui, cómo te llamas,cómo me llamo yo...

Piedra de sol (Fragmento) Octavio Paz

El siguiente número será especial: estará dedicado al poeta y ensayista mexicano Octavio Paz en cele-bración por motivo del centenario de su nacimiento.

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*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

Los dedos de la niebla acarician las cejas del alba

Cuando los caminos apagan estrellas para no guiarla

Temerosos, los labios mojan la tarde

Se esconden los venados en el valle

Donde los ojos rompen espejos

Se nubla el iris con un velo de tempestades.

NieblaLeo Monroy*

Pedacitos de algodón Anahí González Hernández*

Lupita jugaba en el patio cerca de los cachorritos que habían nacido ape-nas ayer. Su mamá no la dejaba agarrarlos porque decía que se podría enfermar; pero cuando nadie la veía, Lupita se recostaba de uno por uno los cachorritos en su hombro y les pegaba en el lomito hasta que ella creía haber escuchado un eructo del animal. Un buen día se le ocurrió la idea de poder alimentar a los cachorritos con pedacitos de algodón blanco, el único problema era que estaba muy alto y no los podía to-mar. Lupita pensó en una silla: se subió, se estiró lo más que pudo pero no alcanzó los pedacitos. Después se le ocurrió una reja: se subió, se estiró lo más que pudo, pero tampoco así pudo conseguir los pedaci-tos. Entonces a Lupita se le ocurrió que tal vez si brincaba muy alto podía tomar algún pedacito de algodón. Corrió por las escaleras ha-cia la azotea y desde ahí -sin dudar un segundo- Lupita echó el brinco más alto que pudo. Desde ese momento Lupita pudo sentir el algodón, pero descubrió que ahora no podía bajar a alimentar a sus cachorritos.

*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

Quédate, que la noche es larga y hace frío afuera.

Quédate porque hoy te necesito, me faltan tus palabras, tus sonrisas y

caricias.

Abrázame como sabes hacerlo, bésame como sabes que a mí me gusta,

quédate y disfruta que la noche es de los dos.

Quédate porque ansío sentir tu perfume, y el cálido roce de tu cuerpo.

Quédate por favor, he esperado tanto de ti que no puedo más, quédate por

que te amo, quédate y no te arrepentirás.

QuédateSamantha Isais Ochoa*

*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

La mano de Dios te dio vida en mis entrañas te confía a mí

Lo hice bien o lo hice mal no lo sé, solamente te quise así

Amarte y cuidarte hasta que al fin volaste

Espero nuevamente la mano de Dios renueve tu corazón

Y nazca en ti el amor por quien te cuidó

Y me reconozcas nuevamente a mí.

Sin títuloSu*

*Facultad de Letras y Comunicación

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De repente se encontraba sentada en el autobús. Hacia frio, los cristales sudaban y ella dibuja-ba una paloma blanca atorada en un alambre de púas. Todo era un caos, los pasajeros grita-ban y charlaban entre ellos haciendo del viaje un mercado, no se distinguían voces ni pláti-cas completas, solo se escuchaba el barullo que aturdía los oídos de la pequeña mujercita que estaba sentada hasta el último asiento; se entre-tenía pensando en quién se sentaría a su lado, qué le conversaría, si sería igual de galante al que estaba sentado delante de ella del brazo de aquella joven de tez hermosa que asomaba la cara por la ventana mirando el paisaje que iba dejando atrás conforme el autobús avanza-ba. La anciana que conducía parecía estar todo el tiempo de mal humor, siempre a paso lento y sin un rumbo en la llanura, girando siempre alrededor de la iglesia desierta. En cada vuelta la mujer parecía acrecentarse, los pechos se le abultaban, la cabellera le llegaba a la espalda y sus piernas se estiraron a tal grado que el pe-queño asiento le estrujaba las rodillas contra el de adelante. La mirada perdida en el horizon-te sucumbía ante los molestos jaloneos que la anciana provocaba a causa de su ceguera. Hu-biera querido gritarle que tuviera más cuidado, que la lastimaba, pero no tuvo el valor, así que solo se sostenía fuertemente del barandal. ¡Un acelerón! y la anciana desapareció, el camión gira hacia todos lados, hay golpes, abucheos, un joven sale volando por la ventana, ella se sostiene, suelta una mano, vuelve a sujetarse, las ruedas siguen deslizándose, hay nieve en la carretera, tres vueltas sobre su circunferencia, algo sangra, es la nariz, se detiene. Una herida y un grito -¡Alguien que sostenga el volante! - La joven repasó a los posibles candidatos: la mujer gruñona, las dos mujeres de adelante que la observaban prejuiciosamente, un grupo de jóvenes que solo gritaban y se burlaban del su-ceso haciendo parodias de las caras de susto. Se

La vida en viajeKarina Estrada Salas*

*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

sentó en el enorme sillón tejido de iste protegi-do por un sucio cojín rojo que dejaba pasar las tiras de mecate volviéndolo solo un poco me-nos incomodo, tomó el rasposo volante y puso el pie en el freno. Estaba mareada, golpeada y con un ligero sangrado que le hacía difícil el respirar. Oprimió aun más el freno al ver que el autobús, aunque más lento seguía en picada. El freno no respondía, lo intentó más fuerte hasta que escuchó un gran ruido que al parecer venía del cofre, el motor estaba averiado, no había forma de detener la caída. En el cristal hela-do se dejaba ver el acantilado, clavó su mirada en él confundiendo sus grandes ojos negros el abismo; se hallaba sola, - ¿A dónde fueron? - Se preguntó mientras el pánico se apoderaba de su alma. Sintió un jalón, otro. Uno más fuerte. Era jalada por alguien o algo, el fondo del acanti-lado iba desapareciendo poco a poco. Primero las dos llantas traseras tocaron tierra, después el resto de la enorme máquina. Se reincorpo-ró en el asiento, decidió acelerar, se dio cuenta que el paisaje había cambiado. Alguien venía corriendo, - Algún viajero. - Pensó, corría con todas sus fuerzas para alcanzarla, desacelera y el joven con mucho esfuerzo logra subir. El camino se va haciendo pedregoso, se sostiene de los tubos, quiere decirle que resista, que por favor resista porque no quiere seguir sola, pero el accidente anterior la había enmudecido, se pega al barandal y por fin logró tomar asien-to. Poco a poco sigue subiendo gente. Él toma el volante de vez en cuando para que la mujer descanse. Ahora el camino es plano, con pocas curvas, tranquilo, con atardeceres naranjas y amaneceres azules, piensa en lo aburrido que se ha vuelto, ya casi no conduce, se deja con-ducir por él, eso le da tranquilidad, bienestar, el acantilado quedó atrás; aunque siempre seguirá preguntándose ¿qué había en el fondo de aquel oscuro precipicio?

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*Estudiante de Comunicación

Felicia se había quedado dormida junto al comedor, un viernes por la noche, alrededor de las 2 am. Estaba recién bañada y perfumada. Su estómago se inflaba y desinflaba rítmicamente. Sería una pena que algo o alguien interrumpiera su descanso. Uno, dos, tres minutos pasaron y una cucaracha se escurrió con gran prisa, Felicia abrió los ojos y le perdonó la existencia, se dio la vuelta y permaneció en un gélido silencio hasta que su salivación emergió. No supo si fue porque nubló su vista mientras tenía la boca abierta, pero ya los ríos de saliva hacían lo propio. Se levantó de un tirón, y se escuchó el crujir de las vértebras. Caminó menos de medio metro para luego acostarse de nuevo. Una incesante orquesta de recuerdos ya la estaban aturdiendo. Se había acostumbrado a evadirlos de vez en cuando, sin embargo la pista de Fur Elise (Beethoven) hinchó el dolor que se colaba en sus re-cuerdos mundanos, esos lapsos en donde Felicia era humana, caminaba con zapatillas, usaba rímel y se mofaba de los piropos arrabaleros. Felicia ahora era un perro. Un perro que escuchaba Beethoven solo por las noches. Su amo es un espectro, nunca emite palabra alguna. Y Felicia que solo puede hablarle con los ojos, se aqueja con ladridos y se vuelve. Se vuelve.

FeliciaPaulina Meléndez*

Experimentaba la verdad. Parecía restregárme-lo en la cara. Sólo él o Dios sabrían lo sucedi-do en su diminuto mundo interior. Él lo sabía, pero, ¿qué sabía? Su mirada invitaba al diálogo, sus orejas no tintineaban en distracciones; su nariz, fría, estaba calmada esta vez. Quería algo más, más allá de las necesidades esenciales de sobrevivencia. Pero no. Solo sus ronroneos ex-trañamente isócronos me respondían. -Lástima. Hubiera sido un placer escucharte.- Le dije mientras abandonaba la sala para irme a descansar a mi cuarto. Él no cambió de posi-ción. Seguía aletargado en su distinguida forma de luna menguante hasta perderme de vista al dar vuelta por el pasillo en dirección al baño. Había sido un día muy pesado, y, justamente pensaba en eso cuando vino él y se recostó en el sillón de enfrente. Entonces recordé que no estaba sólo. Los límites de la privacidad son tan absur-dos e imaginarios que solo la voluntad del otro para no voltear a vernos es el muro que nos la brinda. Si las paredes fueran transparentes y sin puertas viéramos lo absurdo de esta situación.

Viéramos al vecino comiendo sentado enfrente de nuestro escusado, por ejemplo, o no se di-rían los ¡Buenos días! ni las ¡Buenas tardes! Y ni hablar de los holas y adioses. Los muros no son más que líneas exageradamente pronuncia-das. Las acciones son las líneas de tiempo. Mis abluciones habían disminuido su dura-ción desde hace algunos días, no era para me-nos. ¿Esquilines? ¡Aquí también! De entre un hueco surgía una fila densa de esos negros ani-malejos. Pasaban por el espejo haciendo varios rodeos como teniendo la impresión de multipli-car su actividad e incitándoles a continuar su trabajo. Por cada ordenado esquilín que salu-daba a su compañero había otro que seguía su ejemplo amplificando aquella armonía de an-darines sistemáticos. De vez en cuando uno se aburría, quizás, de la monotonía del pomposo vals y se llevaba a su pareja hasta los confines plateados convirtiéndose de nuevo en uno. No me estorban. Me cepillo los dientes y los veo. De arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba van los esquilines sobre el espejo.Noto que mi escasa barba empieza a colarse en-

tre los poros y entiendo que necesito una ima-gen clara para rasurarme. ¿Los quito con agua? ¡Vamos, no necesitas interrumpirlos! Hay un espacio no tan tupido; tomo el rastrillo de triple hoja y me dispongo a afeitar la corta barba de casi un mes. No, mejor no iré a trabajar. Maña-na diré que me enfermé o que mi gato murió y tuve que hacerle su ritual. Tendré que fumigar la casa. Me abstraigo viendo su pasmoso orden. Ya nomás forman un par de filas. Poco a poco voy acercando mi dedo índice y acaricio uno solo de ellos. El orden se convierte en un her-videro de puntitos negros dispersados por todo el espejo buscando el camino. Uno mira al otro como esperando que le responda hacia donde ir y, a su vez, éste le pregunta a otro; así parece. Dejo el rastrillo y me retiro del baño. Apenas es martes. Mi rutina de quince horas daba inicio a las siete de la mañana. Empezaba a ser una persona “acomodada” y me iba bien. Tenía mi propia casa y mi auto.

[ Continúa en la siguiente página... ]

Despedida de los suburbiosXavier Cruz*

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Con un 30% de inglés y una carrera trunca en telemática, logré escabu-llirme a un puesto importante en una empresa. Reclutaba mexicanos de la región para la reproducción de piezas de computadoras. Éstas tenían leyenda de fabricación en otro idioma y le faltaba acento a la palabra Mé-xico. Apagué mi celular sin ver las novedades del día y pasó el tiempo.

No hay luna. En el irreconciliable sueño, de noche, cuando las luces se van y carcomen al mundo, viene y me cuenta sobre los desfiles de luces cristalizadas y sigilosas y, en sus pupilas, un desconocido resplandor se enciende. Se lleva el polvo del piso de hormigón a la cocina y de ahí, otra vez al sillón. Me roba una caricia, le devuelvo un tirón, astuto se retuer-ce; reacciono, no me alcanza, me absuelve; ¡me atrapa! Compasión. Se ha dormido por fin. Su sueño, quizás es muy obvio: juega con una fibra de hilos añil desprendida del cobertor de mi cama que le arrebaté hace unos momentos. Abandona su descanso exabrupto y sale otra vez por la ventana.

La idea era solo tratar de ver las estrellas. Me sorprendió darme cuenta que no era capaz de reconocer ni una constelación. Esto antes de que el cielo se nublara. Después solo vi un triángulo equilátero descubier-to por las nubes coloreadas superficialmente de rojo por la lámpara del alumbrado público y ahí me quedé dormido a la intemperie absurda de la azotea de mi casa. Más noche desperté para quitarme un insecto que caminaba por mi cuello y, de forma automática, me dispuse a dormir otra vez cuando vi que las nubes habían cubierto el cielo dejando ver un triángulo más grande que el anterior. Volvía a ver el insecto caminar y detenerse, alejándose de mí moviendo sus antenas. No, no era ése el cielo que quería ver. Antes de que terminara la noche tenía que ver las estrellas. Bajé por un palo y empecé a golpear la lámpa-ra hasta que, luego de parpadear, se apagó con una fulgurante despedida.

Al fin estaba solo. Esa noche debió ser larga. Ahora veía las estrellas muy claramente. Veía a millones de kilómetros la basura estelar haciendo parpadear a los astros, todo un fragmento del infinito en un solo plano y encontraba constelaciones que ya no existían. Éste es el Aleph de los pobres. Reconocí el mismo triángulo de antes con tan solo mover la ca-beza un poco mas a la izquierda. Después cada estrella era el vértice de un triángulo. Ahí venía el gato a acompañarme de nuevo. Tenía la nariz sangrando y, cuando caminaba despedía polvo como si se hubiera revolcado en la are-na. Llegó, extendió sus patas delanteras hacia mí y se recostó mirándome fijamente, moviendo la cola de un lado a otro. Solo lo ignoré y me voltee de lado. De pronto lo oí maullar por lo bajo. Ese preludio a... ¿un desafío felino? La negrura del gato brincó mi bulto tirado sin dificultad y se puso volvió a la misma posición, mirándome. Sus agudos sentidos lo hicieron girar rápidamente la cabeza a otro lado en la espera de lo inevitable. Entre las disparejas azoteas vi una masa de gatos de distintos pelajes y tamaños acercándose. No recuerdo que en todo el suburbio hubiera semejante número de gatos. Brincaban ágilmente entre tejados, asbestos, láminas y colados y comprendí que no tenía caso correr, solo alcancé a sentarme para ver que por el otro lado venían más y más gatos que no dudaron en tirarse sobre mí con sus garras y finos colmillos.

“Hombre muere atacado por gatos”, leí en algún periódico que llegó a mis manos y todos en la colonia dieron por hecho mi muerte, no sé si por el título tan amarillista o porque encontraron mi cadáver sin piel o porque nunca volví al pueblo luego de que me llevaron los paramédicos. La ver-dad yo mismo decidí no volver más a aquel suburbio. El argumento que más me convence de que no morí, es que si estuviera muerto no estuviera aquí contando lo sucedido aquella noche que dicen que morí.

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Las cabalgatas: opiniones, efectos negativos y solucionesJuan Manuel Suárez *

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Las cabalgatas que cada año recorren las ciudades de Colima y Villa de Álvarez como parte de las fiestas charrotaurinas (organizadas por la se-gunda ciudad), durante el mes de febrero son un evento que durante los últimos años ha generado diversas críticas y creado mala fama, gracias a los problemas de tráfico, contaminación y accidentes que origina. Una entrevista realizada a estudiantes universitarios colimenses, arroja sus opiniones sobre la mencionada celebración. Se les preguntó ¿qué opinión tienen sobre las cabalgatas?, ¿qué efectos provocan en las áreas urbanas que atraviesan? y ¿qué soluciones proponen para reducir el impacto ne-gativo en la ciudadanía colimense?. A continuación presento, en forma resumida, sus opiniones:

Paulina gonzález (estudiante de la licenciatura en Letras hispanoame-ricanas, U. de C.): “Deberían invertir ese dinero en cosas que el estado realmen-te necesita”.

andrea salazar (estudiante de la licenciatura en Educación primaria, ISENCO): “Para mí no es cultura ver que la gente se emborrache en las calles corriendo el riesgo de provocar accidentes”.

Al término de cada cabalgata, la suciedad que queda en las calles es demasiada. Podemos encontrar todo tipo de envoltorios de frituras y go-losinas; latas y botellas de cerveza, envases de agua y refresco; vómito, orina y excremento de caballos (a veces, incluso de humanos). Para muchas personas que utilizan el transporte privado, taxis o auto-bús, resulta muy molesto el bloqueo vehicular en algunas avenidas de Colima y Villa de Álvarez por donde pasará la cabalgata, así como en las calles aledañas a éstas. Para las autoridades de vialidad en los dos muni-cipios resulta difícil canalizar por otras vías a todas las personas que van al volante. Otro problema, un poco ignorado, es el tráfico equino, pues una gran cantidad de caballos, siendo llevados en transporte motorizado o por sí mismos, circulan hacia el centro de la ciudad de Colima, donde se reúnen para dar arranque a la cabalgata. Por otro lado, la cantidad de gente que gusta de embriagarse en la vía pública durante las cabalgatas diurnas y nocturnas es impresionante, ya que lo hacen “justificadamente” para celebrar y las autoridades ignoran el hecho. Por si fuera poco, los caballos no quedan exentos de cierto maltra-to por parte de sus jinetes cuando han bebido demasiado alcohol, pues en el calor de la celebración intentan realizar maniobras con el animal para sorprender al público, y más de una vez se ha visto cómo los animales tropiezan, resbalan y caen al duro asfalto por culpa de los excrementos de otros equinos -y en la mayoría de los casos- por culpa de quien dirige las riendas. Durante las fiestas de la Villa aumenta la cantidad de peleas de borra-chos, accidentes de tráfico y heridos por caídas de caballo. Durante la cabalgata, las autoridades se enfocan en vigilar las zonas por donde pasa y, según opinan muchas personas, los maleantes aprovechan para hacer de las suyas mientras todo el mundo ve desfilar a los mojigangos. Además, la población colimense y villalvarense en general, se ve afec-tada por la contaminación auditiva provocada por la gente que pone mú-

sica a todo volumen y celebra hasta altas horas de la madrugada.

enrique ocón (estudiante de la licenciatura en Derecho, U. de C.) con-sidera que: “La solución es quitar el alcohol de esa tradición. A ver si con eso la cosa mejora”.

silvana cortés (estudiante de la licenciatura en Letras hispanoame-ricanas, U. de C.): “No voy en contra de que se erradiquen por completo las "tradiciones", sino que las autoridades sean conscientes de las verdaderas nece-sidades del estado. Pienso que debería haber una reestructuración de las activi-dades”.

Para más de un entrevistado, la prohibición o limitación de bebidas al-cohólicas durante las cabalgatas es una solución a los problemas que provocan después. Otra propuesta sería acortar el trayecto de las cabalgatas, colocando su punto de arranque en un lugar más cercano a las instalaciones donde tienen sede los festejos, y de esa manera reducir el bloqueo de tráfico que durante más de una hora tienen que padecer muchos automovilistas de la ciudad. Además, se ha propuesto eliminar las cabalgatas diurnas, que se llevan a cabo, durante una de las horas pico del tráfico. Algunas posibles soluciones para reducir la cantidad de basura que la gente tira en las calles durante las cabalgatas podrían ser las siguientes: que las autoridades contraten a más personal de limpieza para que lim-pien no sólo las avenidas por donde pasan las cabalgatas, sino también las calles que desembocan en ellas; colocar más botes de basura; y por último, invitar a la población asistente al evento a ser más educada y co-loquen sus desechos en los lugares designados para ello.

*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

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Todavía recuerdo el día que salí de mi casa por última vez… válgame dios. Llegué a Sahuayo el día de ayer, venía de Nueva Italia en donde había cerrado otra venta más para el señor Ochoa, quien aparte de ser mi jefe es un malagradecido de primera. Se convirtió en uno de los empresarios más prominentes en Guadalajara gracias a la reventa de tractores. No logró embaucar a tantos campesinos sólo bajo el lema: “Modernizando el campo a bajos costos”, sino gracias a mí que podía venderles vieja maquinaria de la John Deer por encima de lo que costaría nueva. Con modestia confieso que tengo facilidad de palabra. Gracias a que soy muy puntual para mi trabajo y porque no me gusta quedarme en un lugar por mucho tiempo, cuando viajé logré cerrar, en menos de un día, un trato con un empresario agrícola llamado Carmelo de la Cruz. Me hubiera regresado a Guadalajara inmediatamente de no ser porque él me invitó a tomarnos una copa para celebrar. Llegamos a su hacienda tras un rato de conducir por una brecha. El día era cálido y tranquilo en medio de aquella inmensa huerta. Bebimos y comimos toda la tarde. Don Carmelo me presentó a su esposa e hijo, a quien se refería como el futuro magnate agrícola, cuando él se retirara, y dueño de un emporio industrial de cuya historia me daba crédito por venderle los pri-meros tractores de una supuesta flotilla. No fue la incomodidad de dichos honores lo que me forzó a irme de una manera tan abrupta, sino lo que dijo uno de los socios de don Carmelo que llegó con la noticia de varios pueblos que se habían armado para darle solución al problema del narcotráfico y se hacían llamar “autode-fensas”. Aunque me dijeron que aquellos pueblos estaban retirados, no me agradaba la idea de quedarme en medio de una posible guerra civil. Me despedí del señor De la Cruz, de su esposa, del futuro magnate y del resto de los presentes y me dirigí a la central camionera. Perdí casi todo el día en aquella celebración y cuando llegué a la central no pude abordar ningún autobús a Jalisco. Presa de un pánico, que ahora no logro explicarme, compré un boleto en el único autobús que salía de Michoacán y emprendí la huida a Colima. Cuando llegué tomé un taxi y fui al centro a buscar algún hotel barato donde quedarme, ya que esta escala no estaba incluida en los viáticos que me dio el señor Ochoa. Con-vertí a la negociación en un arte del cual sacó muchos beneficios y me lo agradecía con la miseria de sueldo que me pagaba. Caminé un rato por ahí y finalmente encontré un hotelucho a un par de cuadras más abajo del centro histórico. Cuando entré en el lugar el señor que atendía la recepción me dijo que sólo podía alquilarme un cuarto por tres días, por más que le insistí a aquel viejo que me iría en la mañana terminé aceptando el trato. Confie-so que una vez en mi cuarto, el cual era lo más austero posible, me ganó la risa: yo el gran agente de ventas había recibido una cucharada de mi propia medicina. Al final la idea de tomarme un descanso en un lugar tranquilo me pareció más que justa, llamé al señor Ochoa por teléfono, le conté lo ocurrido y dónde me encontraba; él sólo me pidió presentarme en la oficina el lunes. [Continuará en el siguiente número.]

Deseos peligrososMartín Ibarra Ceja *

Para José Emilio Pacheco

*Estudiante de Letras Hispanoamericanas

La Facultad de Letras y Comunicación te invita a participar en el concur-so de creación literaria, en la categoría de poesía erótica.

Requisitos 1. Podrán participar los estudiantes y egresados de las cuatro li-cenciaturas de la Facultad de Letras y Comunicación. Así como estu-diantes inscritos en cualquier campus de la Universidad. 2. Todos los trabajos deben ser inéditos. 3. La extensión de los trabajos será de máximo dos cuartillas. 4. Se recibirá un número máximo de dos poemas por persona, de resultar ganador/a, se incluirá únicamente uno. 5. Las colaboraciones deberán enviarse atendiendo al siguiente formato: • La extensión máxima será de dos cuartillas, tipografía Times New Roman o Arial a 12 puntos con interlineado 1.5. • No serán válidos poemas anónimos. • Deberán incluir nombre y apellidos, así como número de cuenta y licenciatura a la que pertenecen.

6. Los poemas se enviarán por correo electrónico a la siguiente dirección: [email protected] 7. Los trabajos se recibirán a partir de la publicación de la pre-sente convocatoria hasta el viernes 4 de abril del presente año y será la fecha límite para la entrega. 8. La publicación de los resultados se dará a conocer el viernes 11 de abril de 2014 en la cuenta de facebook del suplemento Destellos y en el periódico El Comentario. A cada ganador se le notificará vía correo electrónico. Premiación1.- Los 10 mejores poemas serán publicados en una antología poética.2.- A consideración del jurado, se dotará de un paquete de libros y un regalo sorpresa a los tres mejores poemas.3.- El jurado estará integrado por distintas personalidades de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima.4.- Los premios se entregarán en el momento de la presentación de la antología, en las instalaciones de la Facultad de Letras y Comunicación, el viernes 30 de mayo del presente año (hora a acordar).5.- Se otorgará constancia de participación.

Convocatoria