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LA RELIQUIA DÍA DOS DÍA DOS DÍA DOS DÍA DOS San Cutis ; Investigando al santo ; El funeral y el Terranova ; La maldición ; La sesión ; Tras la tempestad siempre llega la calma ; El diario Una aventura de La llamada de Cthulhu dirigida por robroy en los foros de PlataformaRol

DíA Dos

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LA

RELIQUIA

DÍA DOSDÍA DOSDÍA DOSDÍA DOS

San Cutis ; Investigando al santo ;El funeral y el Terranova ; La maldición ; La sesión ;Tras la tempestad siempre llega la calma ; El diario

Una aventura de La llamada de Cthulhudirigida por robroy en los foros de PlataformaRol

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EL REPARTO

Guardián de los arcanos ........................... robroy

Dirk Schmidt ................................…..….... Thorontir

William Thorndick ....................…............. SirAlexander

Bryan West ..............................….............Telcar

Mina Adams ..........................…………....... Figaro

Matilda Schilling .....................………….......ANA_

ÍNDICEPág. 3 ………………………………………………… CAPÍTULO 7 – San Cutis

Pág. 14 .................................................. CAPÍTULO 8 – Investigando al santo

Pág. 26 ................................................. CAPÍTULO 9 – El funeral y el Terranova

Pág. 35 .................................................. CAPÍTULO 10 – La maldición

Pág. 46 .................................................. CAPÍTULO 11 – La sesión

Pág. 59 .................................................. CAPÍTULO 12 – Tras la tempestad siempre llegala calma

Pág. 66 .................................................. CAPÍTULO 13 – El diario

Pág. 75 .................................................. Apéndice 1: Dramatis personae

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TURNO 7 – San Cutis

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis20 de agosto de 1923 - 8:09 am

Uno a uno, los investigadores se fueron levantando y bajaron a desayunar. Sus caras mostrabanun aspecto renovado. Después de un día agotador y repleto de sorpresas, el descanso habíaresultado del todo reparador. Sin embargo, había una excepción. Al amanecer del nuevo día, elrostro de Dirk apareció más pálido y ojeroso de lo que sus nuevos compañeros de andanzas sehabían empezado a acostumbrar. El detective comenzaba a pensar que su corazonada y suincursión nocturna a la caja fuerte, no había sido tan buena idea.

Denise D´Anjou tenía listo el desayuno. Crepes, jarabe de arce, tostadas y café bien cargadojunto a un par de ejemplares del Montreal Star.

Madame D´Anjou: Buenos días, espero que hayan descansado. Si necesitan cualquier cosa, noduden en pedírmelo. El padre McBride salió muy temprano y me pidió que les dijera que novolverá hasta esta tarde. Si quieren otra cosa para desayunar, sólo tienen que decirlo. Buenprovecho.

En un principio no era sencillo darse verdadera cuenta, pero observando detenidamente al ama dellaves de la parroquia, llamaba la atención que su vida diaria estaba plagada de pequeños rituales.Muchos eran de naturaleza cristiana y católica, como santiguarse o besar su crucifijo. Otros, encambio, parecían derivados de fuentes paganas u ocultistas, como arrojar ciertas hierbas a la pilamientras preparaba el café.

Bryan: No tiene buen aspecto, señor Schmidt, ¿se encuentra bien?

Dirk: Si, estoy bien... ¿Recuerda nuestra conversación de anoche? Las pesadillas no me handejado dormir, pero no es nada preocupante. Mis manos están bien – añadió tratando de quitarleimportancia.

William: ¿Qué ha soñado? ¿Lo recuerda?

Dirk: Vagamente... Algunos retazos.

Dirk se encontraba paseando, ensimismado en sus pensamientos, por las retorcidas callejuelas deMontreal. El cielo estaba encapotado, y al cabo de un rato empezaron a caer las primeras gotas,que pronto se transformaron en un auténtico chaparrón. Para no mojarse, el detective no tuvomás remedio que refugiarse en una vieja tienducha destartalada.

El lugar era oscuro y polvoriento, semiperdido entre las viejas y retorcidas callejuelas de la ciudad.Rezumante de extrañas cosas venidas de sólo Dios sabe dónde. Diminutos vidrios esmerilados,oscurecidos por los vapores y la escarcha, le mostraron los libros, en montones, sucios ydescuidados, pudriéndose desde la base hasta el techo. Cúmulos de desmigajado poderprimigenio a poco precio. Allí, como hechizado, y de un atelarañado montón, cogió el volumen

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más cercano y lo hojeó. Estremeciéndose ante las curiosas palabras que parecían contener, algúnsecreto monstruoso si alguien llegara a conocerlo, buscó al viejo vendedor de la tienda. Y, aunqueno encontró a nadie pudo oír una extraña carcajada a sus espaldas...

Dirk se giró con presteza, mas no había nadie, tan solo una extraña sensación, como si la tiendafuera, en realidad, el interior de las fauces de una temible bestia desconocida a punto de cerrarsey engullirlo. Dejando el libro, huyó despavorido.

Pero su huida no fue en solitario. Unos pasos le seguían de cerca y cuanto más aceleraba sucarrera, más cercanos sonaban. Jadeante, el detective tropezó con un adoquín de la calzada,dando de bruces contra el frío y húmedo suelo. Aterrado, volvió la vista atrás justo a tiempo paradescubrir a varios seres a punto de echársele encima. Hombres y mujeres cadavéricos con el torsovacío y sin corazón...

Tras el suculento desayuno, amenizado por el relato del detective privado, William subió a suhabitación dispuesto a preparar todo lo necesario para su examen de la tumba del supuestosanto.

Dirk: Madame, necesito analizar algo, una sustancia. ¿Conoce algún lugar donde pueda llevar lamuestra?

Madame D´Anjou: Déjeme pensar... Si, creo que si. El doctor Henri Auberjoines, un químicoindustrial, trabaja no muy lejos de aquí. Tal vez él pueda ayudarle. Si quiere le puedo llevar yomisma la muestra, no queda lejos del mercado y tengo que comprar algo para comer.

Matilda había cogido uno de los periódicos y Bryan hojeó el segundo buscando alguna referenciaal incidente de Le Bistro. Era importante conocer cualquier dato que pudiera ponerles en apuros,algún testigo o algo así. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que no habíanada. El suceso había sido, al parecer, encubierto por los Lavoie.

Matilda: Miren esto – dijo señalando una esquela.

Lucien LavoieFalleció tras una larga enfermedad en el Hospital Real Victoria. Su hijo Jean-Claude, susnietos Stephane y Celine y su sobrino Hugh, ruegan a sus amistades encomienden su almaa Dios Nuestro Señor y asistan a los oficios de córpore insepulto esta tarde en elCementerio Monte Real, por cuyos actos de caridad cristiana les quedarán agradecidos.

Al menos eso parecía cierto...

Mina se encontraba algo desplazaba y fuera de lugar. Por un lado, quería acudir al sepelio y a laposterior reunión con los Lavoie. No se olvidaba de su prueba, pero por otro lado, se sentía endeuda con sus compañeros, que la habían acogido, y quería corresponderles de alguna manera.Así, cuando William regresó con sus cosas, anunció su deseo de colaborar en lo que fuesenecesario.

También Matilda se había ofrecido la noche anterior, por lo que el grupo se puso manos a la obra.William quería ver en primer lugar la tumba, y estaba preparado con su cámara fotográficadispuesto a documentar su investigación al máximo.

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Viendo al grupo preparado para bajar al sótano, el ama de llaves se ofreció para acompañarles,entregando a Dirk y a Bryan sendas lámparas de queroseno.

Sótano de la Iglesia de San Cutis9:46 am

Madame D´Anjou les guió con una tercera lámpara por las crujientes escaleras de madera dondeMatilda había encontrado al señor Deschamps. El sótano, muy húmedo, se extendía a lo largo demedio centenar de metros desde el final de las escaleras. El suelo contenía una cantidadantinatural de sal.

Madame D´Anjou: Ahí está la tumba. – Dijo señalando con sus dedos índice y corazón cruzadosy extendidos.

La tumba se hallaba oculta bajo los cimientos exteriores del edificio principal y estaba construidacon un ladrillo de color rojo. Era una bóveda, de unos dos metros y medio de largo por uno dealto. Los cimientos se arqueaban sobre la bóveda. Al parecer, el cuerpo había sido depositado ensu interior y posteriormente se había atestado de tierra.

En el extremo más alejado de la bóveda, se encontraba la almohada de piedra que les habíamencionado el Padre Philip. Se trataba de un canto rodado de cinco centímetros de espesor ymedio metro de diámetro. En su parte superior estaba grabadas en bruto las palabras Jaime deAndrés, mientras que en torno a sus lados aparecían sinuosas formas talladas. ¿Olas, hojas,tentáculos? Difícil de saber. El centro de la piedra estaba decolorado por unas manchas oscurascon cierto tono rojizo.

William: Es extraño. Parece uno de esos almohadones medievales sobre los que transportaban alos huéspedes. Sin embargo, esas manchas oscuras, sangre seguramente, no deberían estar ahí.Yo juraría que esta piedra data del siglo XVI, pero la tumba es posterior. Lamentablemente lahumedad y la sal han deteriorado el ladrillo y no puedo precisar su antigüedad.

Dicho esto, pidió a sus compañeros que le iluminaran y realizó unas cuantas fotos al lugar, a latumba y, especialmente, a la almohada de piedra. Las condiciones de luz no eran las adecuadas yhasta que revelara las placas no sabría si obtendría fotos decentes. El joven arqueólogo realizóunas cuantas anotaciones en su libreta antes de acompañar al resto a la planta principal.

Matilda: Me gustaría echar un vistazo a ese libro.

Cualquier cosa antes de visitar el cuerpo del santo. En el piso superior, en la habitación de la cajafuerte, Bryan introdujo la combinación y giro la manivela para abrirla. En su interior, sólo sehallaba la cajita de plata que contenía el corazón incorrupto, pero el libro en copto no estaba allí.Seguramente el señor Lowell aún lo tenía en su poder.

Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuestoque no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datosde que disponemos.

Congelador con el cuerpo momificado10:37 am

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Una puerta en la cocina, conducía al congelador. El cuerpo exhumado yacía sobre varios bloquesde hielo aislado de la humedad por tablas de madera y respetuosamente cubierto por unsobrepelliz de McBride.

Madame D´Anjou: San Cutis era glorioso, un alma pura aceptada por Dios. Pero el hombre queera esa cosa – añadió señalando el cadáver – no podía ser peor que el mismísimo Diablo. Lesesperaré fuera.

El ama de llaves regresó a la cocina santiguándose repetidamente y musitando alguna extrañaletanía en francés.

Una vez retirado el sobrepelliz, quedó al descubierto un cuerpo esquelético de color pardo oscuro.El cadáver había sido destripado y su corazón, intestinos y demás órganos internos habíandesaparecido. Estaba reseco como una momia.

La mayor parte del tejido adiposo se había deshidratado y el cuerpo se mantenía unidoúnicamente por una capa epidérmica petrificada, dando al conjunto, un aspecto bastante frágil.

Pero la principal atención de los investigadores se vio atraída hacia las largas uñas de sus manos,los dientes incisivos sin encías y la peculiar nariz aguileña del cadáver, donde el pliegue de su pielcaía sobre su boca. A ambos lados de la cabeza, los pelos y la carne se habían fundido en unamasa supurante. COR (0/1d3)

El cadáver vestía una prenda de lana, ahora podrida, que le llegaba hasta las rodillas, de un colorazul celeste. Sobre su pecho permanece dibujada la misma figura que aparecía en la portada dellibro en octavo. También llevaba un torque de oro alrededor del cuello y un anillo, también de oro,en cada meñique.

**********

WILLIAM

Había varias incongruencias en la tumba, era como si todo perteneciese a épocas distintas. Quizálas fotos le permitirían ver algo más una vez fueran reveladas, hasta tanto tendría que hacer unpoco más de investigación. Lamentablemente eso significaría ver el cadáver.

La visión del cuerpo casi lo hace devolver, ese cuerpo no era humano, y si alguna vez lo habíasido no quería ni imaginarse lo doloroso que debía haber sido que los huesos se deformasen deese modo. Madame D'Anjou tenía razón en algo: Ese no podía ser San Cutis.

El torque de oro y los dos anillos trajeron a su memoria las costumbres célticas de entierro. Eraposible que la prenda se hubiese deteriorado por la salinidad del lugar, pero si fuera posibleestablecer la antigüedad de la misma, él apostaría a que la misma era anterior al nacimiento deJaime de Andrés.

Con cuidado tomó fotos de la joyería y de la marca del pecho, un recorte de la prenda fue a parara un sobre de papel madera y midió la altura del cadáver cuidando siempre de no tocar la piel.

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Luego salió del congelador y le pidió a Madame D'anjou que le dijera si había una biblioteca en lacasa, esperaba que Philip hubiera mantenido una colección de libros.

Por lo pronto necesitaba una biografía del santo, algún libro sobre los celtas, y la historia de esaparte de la ciudad; además de algún tratado sobre masonería. Si faltaba algo ya acudiría a labiblioteca pública, por ahora le interesaba sobre todo revelar las fotos.

- Madame D'Anjou, ¿podría indicarme si hay algún cuarto que pueda usar de cuarto oscuro pararevelar las placas?. Les pediría que por al menos una hora no me molesten a menos que seaabsolutamente necesario, y por lo que mas quieran, no abran la puerta.

La voz de William había comenzado a cambiar a medida que avanzaba en su trabajo. Del tonosuave y desenfadado de la noche anterior había ido volviéndose más y más autoritario, sin llegar aser descortés. Al mismo tiempo su abstracción en el trabajo se hizo cada vez más evidente. Estabapor fin pisando terreno conocido, y el científico en él había tomado las riendas.

**********

DIRK

Por la mañana, aun con el recuerdo de sus pesadillas acechándole, Dirk bajó a desayunar. Debíaser evidente en su rostro que aquella no había sido una placida noche, pero no importaba. Susmanos estaban bien. No había ojos flameantes, o al menos no los recordaba. Sin duda, todosaquellos desvaríos eran las locuras de un hombre acabado.

Y sin embargo, su sueño era... extrañamente oportuno. "Todo autosugestión, sin duda. Deboinvestigar un cadáver sin corazón, al que para momificarlo le extrajeron del torso todos losórganos. Y por eso tuve pesadillas con algo así. Hay un libro extraño, y sueño con librosmalvados. Todo autosugestión, desde luego."

El señor West le preguntó al respecto, y Dirk se vio obligado a hacer una descripción de aquelsueño, no sin antes mostrar, irónico, sus manos. Ningún temblor en ellas, desde luego. Sus viejasy útiles manos. No pudo evitar sentirse satisfecho. Tenía cariño a sus manos, como a cada partede su cuerpo, no en vano sus manos (y todo su ser físico, por ende) le acompañaban desde quenació, se dijo a si mismo. Pero aquella burda broma era estúpida, y no consiguió alegrarse enabsoluto. "Demonios, ahora si me vendría bien la señorita Lavoie. Necesito algo que me hagadejar de pensar en ello, y simplemente se irá."

Dejó a Madame D'Anjou el encargo de llevar la sustancia blanca al químico que decía conocer,para después ojear la esquela que Matilda les mostraba. Sin duda aquello era cierto, después detodo. Como lo era lo ocurrido en Le Bistro, aunque nadie lo contase. Mejor así, desde luego. Almenos los Lavoie sabían hacer algo bien, si es que era cosa suya. En asuntos turbios, nunca sesabe muy bien quien hace que...

Cuando bajaron a la tumba, Dirk se dio cuenta, angustiado, que en su mente empezaba a hacersehueco la idea de que allí había algo sobrenatural. Las tallas de la tumba - el "cojín" de piedra, másbien - se le insinuaban como símbolos demoníacos. "Deja de asustarte, maldita sea. No es másque una piedra, con formas y motivos cristianos, seguro. Pero el tiempo es caprichoso, y hadeformado las tallas. Si, ha de ser eso...". Distraído, actuó como le pedía William, iluminando aquí

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y allá, pero sin prestar mucha atención a sus palabras. "Debería hacerlo. Nunca se sabe donde seencontrará el dato clave..."

Más tarde quisieron ver el libro, pero no estaba allí. De modo que no quedo excusa para posponerla visita al cadáver. Quizá fuese como los de su sueño, quizá no, pero no quedaba si no verlo. Dirksuspiró.

Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuestoque no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datosde que disponemos.

Al ver el cuerpo... Bien, Dirk había visto muchas cosas, aunque no como aquella. Un leveescalofrío recorrió su espalda, y no pudo evitar, al ver esos dientes, y esas garras que un díahabían sido uñas, pensar en mitos como los vampiros. Desde luego, el cuerpo se conservaba peorque el corazón, de eso no había duda. Salvo que San Cutis fuese un engendro extraño,malformado. Aquella cabeza... difícilmente podría ser la de un santo. Y las joyas... podían gustaral hombre, pero... un anillo era un anillo, un medallón era un medallón... pero... un torque...

Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo queilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición?¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres?¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tantopagano para un santo?

**********

WILLIAM

- Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos,normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es lapresencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que heaprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoríaplausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quieroimaginarme que puede haberlo transformado en eso.

**********

MINA ADAMS

Mina se despertó realmente descansada. La mañana era fresca y ella notaba su piel más joven ytersa. La cama reparadora de la señora D’Anjou le habían restablecido las fuerzas y el ánimo.Antes de bajar a desayunar estuvo unos minutos haciéndose con el cuarto; abriendo la ventanapara orearlo, observando el trasiego de las calles colindantes, colocando su ropa en los cajoncitosdel aparador junto a la cama… Y escogiendo el vestido más apropiado para el día. En principio hoyempezaba su labor como ayudante de sus nuevos amigos y, además, en la tarde se celebraría elsepelio por el fallecimiento del señor Lucien Lavoie. Sin duda, lo más apropiado sería algo sobrioy, como no, de color negro; el vestido de algodón con cuello camisero sería más que acertado…

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Apenas se lo ponía al considerarlo quizá demasiado recatado e incluso monjil. “A Madame D’Anjoule encantará…” –se dijo a sí misma con una sonrisa.

Sentada frente al espejito de su mini tocador se arreglaba el pelo con maña y parsimonia en unrecogido discreto y colocaba en sus orejitas unos pendientes discretos de perlas falsas. Unasonrisa absurda y sin ningún motivo se había instalado en su cara y el espejo se la devolvíadadivoso. Sentía que, a pesar de la huida a todo correr del país y de los múltiples incidentes de lajornada anterior, estaba dónde debía estar… Curiosamente y no exenta de cierta fascinación porlos conocimientos de sus amigos y por la naturaleza de la investigación, se empeñó en creer queella también podría aportar algo de su talento y maña, aunque lo único que supiera hacer concierta desenvoltura fuera cantar.

El desayuno era delicioso y el resto de integrantes del grupo ya estaban a la mesa cuando ellallegó. Parecía ser que todos habían disfrutado del sueño… todos a excepción del señor Schmidt,que había sufrido unas pesadillas rarísimas acerca de un libro maldito.

“¿Quién lo iba a decir…? El único que realmente parece un tipo duro y resulta ser un muchachoasustadizo…” –pensó Mina, reforzando su visión del siempre impecable Bryan.

La mañana empezó realmente en el momento en que descendieron al sótano a inspeccionar elcuerpo del supuesto santo. El cuerpo de la pequeña de Kansas se estremeció de pies a cabezacuando el sobrepelliz se retiró del cuerpo y pudo contemplar aquel bizarro espectáculo. Loshombres, en cambio, o disimulaban fenomenalmente el rechazo que provocaba aquel cadávermomificado o su ansia de investigación no les dejaba percatarse de lo escalofriante que resultabatodo aquello pero lo cierto es que no dejaban de escudriñar aquí y allá y aportaban datos curiososy reveladores y, aunque parecían enojados al no llegar a ninguna conclusión, a ella le resultabaimposible seguir el ritmo de la investigación. Se hablaba de revelar fotos, visitar a un químico otraducir un libro en copto… Ahora ella se posicionaba como una jovencita ignorante y de pueblo,frente a unos hombres doctos y elocuentes… Sobretodo ante la conversación entre Dirk y William:

Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo queilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición?¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres?¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tantopagano para un santo?

William: Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos,normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es lapresencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que heaprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoríaplausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quieroimaginarme que puede haberlo transformado en eso.

A lo que Mina, tímidamente, como una niña que objeta algo tan absurdo como evidente, agregó:

Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para quecreamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no sé nadade historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría crucescristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar estafarsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedoayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durante

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toda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine.

El ofrecimiento de Mina no podía ser más oportuno.

**********

WILLIAM

- Mina, si puede usted tomar dictado y no es mucha molestia, me gustaría que tomara notasmientras realizo las investigaciones en la biblioteca. Me ayuda hablar en voz alta y sinceramente siusted pudiera plasmar mis pensamientos en papel creo que me ayudaría mucho.

William se rascó la barbilla y advirtió que no se había afeitado, quizá se dejase crecer la barbacomo en Babilonia.

- En cuanto a su teoría, creo que ha pegado en el clavo, si esto fuera una falsificación de unatumba cristiana debería estar mejor ambientada. No, creo que esto es real, pero ciertamente noes la tumba del santo.

**********

BRYAN WEST

El relato del sueño, o más bien pesadilla de Dirk, me dejó sumido en cavilaciones pocoacogedoras. Las percibidas no parecían emanaciones propias de una reliquia santa... claro que,¿qué estupideces eran esas, acerca de sueños inducidos, malignidades latentes... me estaríavolviendo como un adolescente proclive a creerme semejantes paparruchas?

- Dirk, hágame caso. Nosotros le pagamos, pero no es necesario que arriesgue más dela cuenta... cada vez percibo que hay algo realmente siniestro en todo este asunto.Cuando pueda voy a hablar muy seriamente con McBride.

La más que comprensible necesidad de William por hacerse cargo de la situación no mesorprendió, salió por fin el erudito que había en él. Pero hubiese preferido evitarme el tener queestar presente en el espectáculo del cadáver bajo hielos. Tras una inquieta ojeada al periódico, ahíal menos estaba la esquela, señal de que lo de la noche anterior no era todo imaginado.

- Por mi parte no quiero perderme el entierro, apostaría que algo interesante podríaocurrir. Eso sí, me gustaría mantener un discreto segundo o incluso tercer plano. ¿Temolesta mucho que acudamos, ya que te perdiste la simpática refriega de anoche?. -esto último va dirigido a Matilda, acompañado por la mejor de mis sonrisas mañaneras. Intentabaanimarla, a pesar de las circunstancias, pero caí en la cuenta de que como plan del día le ofrecíaacudir a un entierro triste y probablemente tumultuoso - La verdad es que no tenemosporqué ir... a pesar de las dos escenitas vividas con Celine, no se puede decir que sea

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nuestra íntima amiga. Habrá cosas más entretenidas en las que gastar nuestrotiempo...

Lo cierto es que a medida que se acercaba el momento de la auscultación visual del dichosocadáver, me iba poniendo más nervioso. No quería bajar al maldito sótano, pero sin libro coptoparecía la salida inmediata más lógica, y no podía dejarles a otros las tareas desagradablesmientras yo me limitaba a tomar el té. La Señorita Mina, como un pajarillo inquieto se apuntó alpicnic cadavérico.

Fue peor, mucho peor de lo que pensaba. Es un monstruo lo que ocupaba esa tumba, no unvestigio de una persona normal.

- ¡Joder William...pero que rayos es esta...cosa!. Torques, adornos, grabaciones y esosanillos, en esos dedos o lo que sea...soy el primero al que le atrae lo extraño y loantiguo, pero esto es...demoníaco, no tiene nada de santo. ¿Es que acaso nuestroanfitrión se ha vuelto ciego?... Madame D'Anjou, supongo que algo tendrá que decir alrespecto.

Estoy interesado en lo que la mujer tenga que decirnos, la más cercana testigo a los recientesdesvaríos de McBride. Estoy impacientándome, sobrepasado por los últimos acontecimientos ydeseoso de zumbarle la badana a alguien merecedor de ello. Pero ese alguien no está en estasala.

Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para quecreamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no se nadade historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría crucescristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar estafarsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedoayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durantetoda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine.

- No es ninguna tontería eso que dice. Aunque ya creo que nadie ha querido montarninguna farsa, y más bien pienso que la tumba es vestigio de un rito pagano siniestro,y alguien ha tenido la desgracia de encontrarlo. Es McBride el responsable de tomareste despojo por lo que no es.

Antes de salir de San Cutis, tengo intención de registrar la biblioteca e incluso invadir losaposentos de McBride. Para ello consultaré con D'Anjou y acataré su guía si se da el caso, por loque le preguntaré si sabe lo que el eclesiástico ha estado leyendo últimamente.

- Por cierto Señorita Adams, alguien con su desparpajo nos será útil aunque no lopretendiese. También tengo intención de presentarme en el entierro, a menos que aMatilda se le ocurra algo mejor (probablemente), pero opino que ya hemos vivido muchocon los Lavoie como para desaparecer ahora (sonrío pretendiendo parecer irónico). Porotro lado, tal vez no estaría mal engrosar nuestro escueto guardarropa con algo nodemasiado caro y sencillo. A fin de cuentas, no todo van a ser trifulcas y cadáveres ynuestros equipajes de mano no parecen excesivamente grandiosos.

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**********

MATILDA

Un rayo brillante penetraba en el oscuro dormitorio a través del blanco visillo, acariciando mialmohada. La suave luz de aquel primer amanecer en Canadá me despertó. El cielo aún lucía añil.Todavía confusa y desorientada, tardé un rato en darme cuenta de dónde estaba. El ajetreo y laconfusión del día anterior, plagado de estímulos tan sorprendentes como inquietantes, bienmerecía un tiempo de reflexión, que permitiera a mi mente procesarlos adecuadamente. Antes desaltar de la cama, con la energía completamente renovada ya y deseosa de reencontrarme conBryan y los demás, me dediqué a ordenar mis pensamientos cual se ordenan los estantes de unaescribanía, antes de acometer un nuevo proyecto.

Los recuerdos de la noche anterior bullían fuertemente en mi cabeza, pugnando por aflorar. Loacontecido en Le Bistro con los Lavoie me intrigaba sobremanera. Se mezclaban sentimientoscontradictorios: el rechazo que me producía Celine de forma casi instintiva y que me impelía aalejarme de su mundo desde el primer momento, mezclado con un interés reciente, casi morboso,por ese hermano suyo, del que me dieron noticias mis amigos y cuyo comportamiento, modales ycostumbres parecían más propias de un maleante de poca monta de un suburbio neoyorquino,que de un rico heredero o influyente hombre de negocios del Canadá francés. Así que decidido: sia mi amigo le parecía bien, yo me apuntaba esta tarde con el grupo al sepelio del “grand père”.No pensaba perderme ni uno solo de los espectáculos con los que a partir de ahora y de manera,en apariencia, tan desinteresada, nos fuera a obsequiar la Sta. Lavoie. Eso sí, tendría que buscarun hueco durante la mañana para ir a comprar algo decente para ponerme, puesto que el vestidomás recatado y oscuro que tenía, estaba hecho un asco después del ajetreo del día anterior y nohabía tiempo para mandarlo limpiar. De paso, podría comprar alguna camisa y alguna corbatapara mi fiel compañero de andanzas.

Una vez resuelto ese asunto, me sobrevino como una punzada el recuerdo del numerito deMonsieur Deschamps. Su delirante discurso adornado por esa mirada desorbitada no measustaron tanto como el estado de trance en que pareció entrar momentos antes de que MadameD´Anjou telefoneara al sanatorio para pedir ayuda. Mucho me temo que ese estado catatónicosea definitivo e irreversible. Me costaba creer que ese ser deforme, fantasmagórico e histriónicohasta el paroxismo, unos días antes hubiera sido un obrero joven, sano, fornido y jovial como melo había descrito la vieja señora. Y que todo eso tuviera que ver con la obra del sótano y con el“maldito” santo aún me inquietaba más. ¿Hasta que punto podía la sugestión humana obrar sobreel comportamiento y la salud?. Tenía que mentalizarme para lo peor: seguro que en la agenda deldía estaría incluida una visita guiada por el sótano, la tumba y la cámara frigorífica. Es decir, unpaseo gratuito por el túnel de los horrores... Resultaba irónico al fin y al cabo. Por la mañana, concerteza absoluta, visitaremos la tumba de un ser, al parecer, incorrupto y por la tarde, la tumbadel abuelo de un ser... presuntamente corrupto. No quería decepcionar a Bryan y hoy iba a echartoda la carne en el asador con tal de serle de alguna utilidad. Ni por un instante quería suponer unpeso muerto en la misión que a Bryan le había traído a Montreal.

Por cierto, no debía olvidar comentarle el asunto del ama de llaves. No sabía si tenía importancia,pero anoche descubrí en ella un par de comportamientos que me desconcertaron. Cuandosubimos a la cocina y estaba preparando la infusión para los nervios, la vi proferir frente al fogónuna especie de salmo entre susurros... Interpreté que rezaba en voz baja, pero no reconocí en suspalabras ninguna de las oraciones o proposiciones católicas que durante años escuché en elcolegio de monjas. Más bien sonaba a una especie de conjuro en lengua extraña. Algo así como:“Viga, ira, luna... ergo tira lira...” y mientras salían esos misteriosos vocablos u otros parecidos de

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sus labios, hizo girar los ojos dos vueltas completas, sacudiendo mientras la cuchara con la quehabía removido las hierbas de la tisana en el fregadero otras tantas veces. Luego se volvió hacianosotros con la sonrisa más dulce y solícita, ignorante de que en medio del discurso del orate,había yo dejado de prestarle atención, atraída por el extraño ritual.

Miré la hora en mi reloj. Aún tenía tiempo para acicalarme y borrar cualquier rastro que quedarade cansancio en mi rostro. Animosa bajé después a reunirme con mis compañeros atraída por losefluvios aromáticos que desprendía la sala del comedor. Besé en la mejilla a Mina y a Bryan ysaludé sonriente al resto de comensales. Todos me devolvieron una amplia sonrisa, excepto Dirk,lo que agradecí. Para mi sorpresa, el padre Philip no estaba hoy tampoco. Estaba hambrienta y elpan tostado y el café preparado por la señora de aquella especie de casa, me supieron de nuevo acielo. Escuché muy atenta los planes que cada uno de los allí presentes tenían para el nuevo día.Si yo hubiera podido escoger con entera libertad, de todo ello, hubiera sin duda elegido ayudar aDirk con sus pesquisas en la biblioteca. Siempre sentí debilidad por esas grandes salas revestidasde madera, bien iluminadas y caldeadas, repletas de estantes llenos de legajos que olían a papelviejo y en ciertas ocasiones a humedad y a polvo. Me pasaría horas enteras hojeando viejos libroscon bonitos grabados y letra gótica. Además, cuanto más en serio se tomaba a sí mismo y a sutrabajo ese hombre, más me olvidaba de su raro aspecto físico y de mis bajos pensamientos en loreferente a sus problemas con el alcohol. Pero el plan de salir a tomar el aire, buscar algo de ropaapropiada y de paso aprovisionar al grupo de tabaco para la completa jornada que acababa deempezar, aunque mucho más frívolo, no era una mala manera tampoco de celebrar el nuevo día.Así que asentí complacida cuando Bryan me lo propuso. Era una forma también sutil de quedar asolas un rato con mi viejo amigo y poder compartir con él algunas vagas ideas e íntimospensamientos... Tal vez después del paseo por el túnel del terror podamos acercarnos a algúncomercio cercano...

Ni por asomo imaginaba que algo tan feo hubiera podido existir con vida en mi planeta ni en losalrededores. Aquel muerto disecado era el tipo más repulsivo y asqueroso que había visto en mivida. Ni el mismísimo hijo de Belcebú, si Belcebú hubiera existido y fuera padre, debía ser tanhorrible como ello. No parecía un ser humano. Parecía... un basilisco o algo peor. ¿Y ese tipo es elque dice el párroco que fue un santo?

**********

MINA ADAMS

Convertirme en la secretaria para la ocasión del señor William Thorndick, en aquel momentodonde lo antiguo, lo misterioso y lo tenebroso confluían en aquel lugar parecía una laboremocionante digna de alguna de las películas de espías en el lejano oriente. A pesar de todo,incluso aparte de la nefasta primera impresión que me dio William en el tren, parecía un hombresabio en su materia, todo un experto y, por ende, interesante.

Así pues, tomé su libreta y su pluma y, sentada de piernas cruzadas en un taburete alto cerca dedónde Will "operaba" el siniestro cuerpo, me dispuse a plasmar en papel sus impresiones, ideas ycualquier posible teoría que pudiera ser interesante para la posterior resolución del caso.

Hacía años que había abandonado los estudios y olvidado mi bonita caligrafía pero, tal y comorepetía una y otra vez mi viejo profesor de literatura: "los estudios son la semilla de una bonitaflor que acabará por florecer..."

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Turno 8 – Investigando al Santo

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis10:50 am

William había recuperado el entusiasmo y recuperado su espíritu científico, desaparecido el díaanterior a causa de los excesos con el alcohol.

Pese a que la visión del cadáver fue mucho peor de lo que ninguno hubiera imaginado, el jovenprofesor no perdió en ningún instante su interés por el caso y examinó minuciosamente el cuerpodel supuesto santo. Su fisonomía y constitución, así como su estructura ósea, era sin dudahumana, pero había ciertos detalles muy extraños, como sus dientes y largas uñas, que exigíanuna explicación que, en esos momentos, William no supo dar.

Bryan fue el primero en abandonar el lugar, ligeramente mareado, seguido de Matilda que sepreocupó de que su amigo estuviera bien. En la cocina se encontraba Madame D´Anjou, rezandocon gran devoción.

Bryan: Madame, ¿dijo el Padre McBride cuándo regresaría? O al menos, ¿sabe dónde está?

Madame D´Anjou: Salió muy temprano y simplemente me dijo que no volvería hasta la tarde,que tenía que ocuparse de ciertos asuntos.

Bryan: ¿Sabe si estaba leyendo algo en estos momentos? Es importante.

Madame D´Anjou: No lo sé, pero si quieren les llevaré a la biblioteca. No es muy grande, perocontiene algunos volúmenes interesantes. Pero si quieren investigar algo más a fondo, yo lesrecomendaría la Biblioteca Nacional de Quebec. Si un libro existe, debería estar allí. Por cierto, lesdejaré un par de llaves de la Iglesia. Tengo que salir un momento a comprar y a llevar el encargodel señor Schmidt, pero no tardaré mucho. Por favor, que sus amigos cierren la puerta delcongelador al salir.

Matilda: Bryan, ¿qué te parece si vamos a comprar algo de ropa para el entierro?. De pasopodríamos echar un vistazo a esa Biblioteca.

Bryan asintió y dio el aviso a Dirk de que saldría con Matilda un momento. Se reunirían de nuevoen la iglesia en unas horas.

Dirk: Bien, el señor Thorndick está elaborando alguna teoría y la señorita Adams le asiste.Mientras tanto y como quiere revelar las fotos, yo echaré un vistazo por ahí y en la biblioteca deMcBride.

Cuarto oscuro11:22 am

Mina nunca había entrado en un cuarto oscuro, pero estuvo encantada de ayudar a William arevelar sus fotografías. Para ello usaron una de las habitaciones desocupadas del antiguoseminario. La nueva labor de la joven cantante le resultaba muy agradable y descubrir laverdadera faceta intelectual de William hizo que comenzara a mirarle con otros ojos.

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De no haber sido por la mala iluminación del sótano, las placas hubieran resultado excelentesinstantáneas de la tumba. Sin embargo, y pese a las sombras, eran suficientes para documentarun informe completo del caso. Además, el cadáver si que apareció perfecto. Satisfecho, colgó susfotos de una pinza y fue con Mina en busca del detective. Ya sólo quedaba esperar a que secarandel todo.

(...)

Mientras tanto, Dirk deambulaba por la iglesia en busca de cualquier detalle que se les hubieraescapado hasta entonces. Le sorprendió que Madame D´Anjou dejara abierta la puerta de sudormitorio, no así Philip McBride, que si había cerrado la suya. La tentación de intentar abrirla ybuscar en su interior desapareció pronto. ¿Cómo explicarlo luego?

Casi sin darse cuenta, había terminado en la sala de la caja fuerte. Los recuerdos de su pesadillaafloraron de nuevo al pensar que allí se ocultaba la reliquia, ese fatídico corazón perfectamenteconversado pese al inexorable paso del tiempo. Intentando sacudirse los malos pensamientos dela cabeza, el detective se fijó en algo.

En la parte exterior de la caja fuerte, justo en la zona donde por dentro estarían las bisagras,encontró los destellos de unas marcas, arañazos sobre la pintura y el metal de la caja. Todoapuntaba a que eran consecuencia de un intento fallido por forzarla, pero ¿cuándo? Paraasegurarse, abrió la caja y comprobó que el corazón seguía en su sitio. En efecto, así era.

La nueva visión del corazón le provocó una imagen en su mente. Fue apenas una fracción desegundo, pero la nitidez fue absoluta. “El libro de las Odas” , ese era el título del libro que cogíaen su sueño...

Biblioteca de la Iglesia12:09 pm

De nuevo reunidos, William, Dirk y Mina se dispusieron a buscar datos relevantes acerca delsanto, su vida y milagros y todo aquello que pudiera resultar de utilidad.

William no tardó en dar con un ejemplar, “Vidas de los Santos”, en el que se relataba la biografíade innumerables santos de todas las épocas. Por supuesto, se incluía a San Cutis.

William: Miren, creo que he encontrado algo interesante.

Sus compañeros escucharon con atención, mientras William les leía un pasaje. Mina aprovechópara tomar algunas notas al respecto.

San Cutis nació en Inglaterra en 1458. Bautizado como Jaime, sus padres murieron cuandoera aún muy joven, y creció en el Orfanato del Sagrado Corazón De María. El nombre deAndrés viene de su lugar de nacimiento en Londres, cerca de la Cruz de San Andrés. A laedad de trece años, fue adoptado por un tal Hatum Cutis, que se convirtió en su tutorhasta que tomó los votos sacerdotales a los veinte años. Se acostumbró a utilizar tanto elapelativo de Cutis como el de Jaime.

Su energía, inteligencia y piedad, le grajearon una rápida influencia en Londres, Ruán(Francia) y, finalmente, en Roma. En 1509, durante una peregrinación a Jerusalén, realizótres milagros; curó a un hombre moribundo, aplacó una tormenta, y durmió sobre piedrasafiladas como cuchillos para escarmentar a los incrédulos. Regresó a Inglaterra, donde se

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formó un pequeño culto en su nombre. En 1516 entró de nuevo en el Imperio Otomano yse cree que allí se le martirizó. Fue beatificado en 1547 y canonizado en 1591.

Que muriera como un mártir ayudó sin duda a adquirir la santidad, pero su vida tambiéndemostró las cualificaciones necesarias para conseguirlo, tal y como afirma la Santa Sede.Esos requerimientos incluyen la reputación como santo, la cualidad heroica de sus virtudesy la prueba de que realizó, al menos, dos milagros.

Francis X. MacDowell. Pétalos de la Rosa de Dios(Edición de bolsillo de Vidas de los Santos)

Biblioteca Nacional de Quebec11:15 am

El taxi les dejó cerca de la Biblioteca, en Sherbrooke Street Oeste. Ambos necesitaban aquelparéntesis y no habían dejado de hablar en ningún momento. Tenían una buena provisión detabaco, Matilda un nuevo vestido oscuro y Bryan un par de corbatas y una camisa.Lamentablemente, hubieran necesitado mucho más tiempo para ponerse al día de todo, pero seprometieron no volver a separarse por tanto tiempo.

Antes de entrar en la Biblioteca, Matilda quiso comentar a su amigo sus sospechas acerca del amade llaves. Nada concreto, más bien intuición femenina y Bryan sabía que la germana poseía unacualidad para analizar a las personas, así que sus advertencias fueron tenidas en cuenta.

Ya entre los pasillos repletos de libros, Matilda y Bryan comenzaron a buscar información sobreSan Cutis. No fue complicado dar con una pequeña biografía del santo.

Jaime de la Cruz de San Andrés fue amparado por el Sagrado Corazón de Santa Maríadespués de que sus padres murieran en un incendio. El tutor de Jaime fue un tal HatumCutis, un marchante extranjero que decía ser moscovita, de quien tomó el nombre. Hatummurió en un incendio cuando Jaime (Cutis por aquel entonces), tan solo contaba diecisieteaños.

Poco después, en la sección de libros raros, Bryan encontró una pequeña alusión al Santo en unvolumen titulado “Los mártires de las Cruzadas”, que mostró satisfecho a Matilda.

Existe un relicario de San Cutis en la parroquia de San Pío VIII, en Faggia, una ciudad de laToscana. Se trata de un relicario de oro que contiene un fragmento de hueso de San Cutis.Desde Montreal se ha solicitado la custodia de dicha reliquia.

Algo desconcertados por sus hallazgos, regresaron a la Iglesia, deseando que sus compañeroshubieran tenido más suerte que ellos.

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis12:26 pm

Madame D´Anjou estaba terminando de preparar la comida cuando Bryan y Matilda regresaron ala parroquia. Tenían el tiempo justo para comer y acudir al cementerio. El grupo se reunió eintercambiaron datos mientras el ama de llaves preparaba la mesa.

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Durante la comida, Bryan se fijó más detenidamente en Denise D´Anjou, corroborando laspalabras de Matilda. No dejaba de hacer pequeños rituales, algo obsesivo sin duda. Aunquemuchos de ellos eran de tipo religioso, otros estaban muy lejos de serlo.

Madame D´Anjou: Se me olvidaba, señor Schmidt. El doctor Auberjoines me ha dicho quemañana por la mañana tendrá listos los resultados de su análisis. Tenga, esta es la dirección, noestá muy lejos de aquí.

Dirk: Muchas gracias Madame.

Después de otra demostración culinaria de D´Anjou, los investigadores se prepararon para acudiral sepelio. El ama de llaves les pidió un taxi y mientras esperaban Bryan se dirigió a ella.

Bryan: Perdone Madame, hemos leído que existe otra reliquia de San Cutis y que alguna iglesiade Montreal la ha solicitado. ¿Sabe algo al respecto?

Madame D´Anjou: Sí, está aquí, en la capilla. – se santiguó - El padre Philip lo arregló todo parapedir su custodia a Faggia en honor de la apertura de San Cutis. Estaba muy orgulloso de poderexhibirlo pero todo cambió cuando encontraron el cuerpo del sótano. Desde entonces tieneguardado el relicario.

William: ¿Por qué haría eso? No tiene ningún sentido.

Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que elcuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... Nosabe escuchar – dicho esto, comenzó a frotar sus manos repetidamente.

Antes de que nadie pudiera replicar, se escuchó el sonido de un claxon. El taxi había llegado.

**********

MINA ADAMS

La muchacha de Kansas estaba exultante como una niña pequeña. Toda la mañana atareada conWilliam, aprendiendo esto y lo otro, elucubrando posibles teorías a cada cual más misteriosa einverosímil pero a la vez ninguna descartable... Sentía la vida fluir por sus venas... Parecía laeficaz ayudante de un espía americano que andaba detrás de algún hallazgo increíble yrevelador... como en las películas. Le gustaba poder ser de ayuda a alguien que, desde esa mismamañana, había pasado de ser un pelele que no sabía beber, a ser un tipo de un intelecto fuera delo que Mina estaba acostumbrada a tratar. Su sentido del humor era fresco y espontáneo y, paraser sinceros, era más guapo que Bryan... La atribulada mente de Mina iba y venía entre fantasía yrealidad, como un péndulo que se mueve rítmica y apresuradamente.

La comida llegó justo a tiempo y el menú canadiense de Madame D'Anjou no defraudó a nadie;exquisito, como era de esperar.

Durante la comida se hicieron varios comentarios interesantes. Parecía que Bryan y Matilda lo

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habían pasado bien de compras y en la biblioteca... y Mina no dejaba de preguntarse si entre ellosdos no hubo (o había) algo más que una sencilla y vieja amistad.

Cuando Bryan sacó a relucir el tema de la segunda reliquia de San Cutis en forma de hueso, laseñora Denise D'Anjou reaccionó con brusquedad y casi hostilidad hacia el proceder del padreMcBride. Para Mina la cosa estaba mucho más clara:

"Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. - Adujo decidida Mina -. Si tomamos elhueso de San Cutis como verdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto quetenemos en el congelador le falta esa misma parte y si encaja. De ese modo sabremossi ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Lo cierto es que no se como no se le haocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobación para saber de cierto si esuna reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William?

**********

WILLIAM

El joven Thorndick no podía entender que había pasado con su profesor, cada pieza de evidenciaque encontraban alejaba más la posibilidad de que el cadáver que estaba en el congeladorhubiese sido alguna vez Jaime de Andrés.

La lectura del pasaje del libro de los santos descartaba cualquier posibilidad de un viaje del santoal nuevo mundo, al menos tan al norte. Si mal no recordaba en 1497 un italiano había reclamadola isla de Terranova para la corona británica, pero no fue hasta 1534 que los francesescomenzaron a explorar la cuenca del río San Lorenzo, y si mal no recordaba Montreal había sidofundada en 1634, más de un siglo después de su muerte.

Si bien cabía la posibilidad de que su cadáver hubiese sido encontrado y trasladado, Williamdudaba seriamente de que esa teoría tuviese raíces firmes. Por empezar, si realmente había sidotorturado y muerto por los turcos en 1516, lo más posible es que sus huesos no descansasenenteros en una sola localización, o al menos en un sepulcro. Dudaba que alguien se hubiesetomado el trabajo de rastrear el desierto buscando los huesos de un santo, y si lo hubiese hechoel resultado estaría en este momento en el Vaticano, o el British Museum como una colección defragmentos de huesos, no en Montreal, y definitivamente no en la forma de esa momia.

William iba hablando en voz alta y clara, consciente de que Mina intentaba seguirle el ritmo paraplasmar en papel sus desvaríos, cada tanto se detenía y se acercaba a la joven para ver como iba.La ayuda de la joven estaba resultando inestimablemente útil, si él hubiese tenido que escribirseguramente se hubiesen perdido algunos de sus pensamientos más fugaces.

El almuerzo interrumpió el tren de pensamiento de William, pero no completamente. Su cabezaseguía dando vueltas alrededor de las cosas que no encajaban en ese rompecabezas. Habló pocoy distraídamente, solo se enfocó cuando nombraron la reliquia. Definitivamente Phillip McBride noera el mismo hombre que había conocido. Sin embargo lo que más le llamó la atención fue elcomentario de Madame D'Anjou acerca de las voces del cadáver y del relicario. Más de unarqueólogo, al referirse a un hallazgo, dice que este le ha contado su historia. Esto tiene unsentido metafórico, sin embargo por alguna razón el comentario de la mujer había sonado muy

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literal.

Cuando Mina planteó su teoría, una sonrisa triste se aposentó en su rostro.

- Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasó por lamente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento de hueso nopertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para eso necesitaremos elfragmento. Discúlpenme un momento.

William salió de la habitación y se dirigió al cuarto oscuro, a esa altura las fotos ya debían estarsecas. Con cuidado tomó aquellas en las que se veía el almohadón de piedra y las joyas en elcadáver y las puso en un sobre manila. Luego volvió al comedor.

- Madame D'Anjou, quisiera que luego me cuente acerca de las voces del cadáver y la del relicario,creo como usted que a quien tenemos en el congelador no es San Cutis. También quisiera saberdonde puedo comprar papel encerado y carbonillas- William se dirigió al perchero y puso el sobrecon las fotos en su abrigo.

- Saldré con ustedes pero no iré al entierro, presenten mis disculpas a los Lavoie, tengo muchotrabajo que hacer aquí y no puedo perder la tarde. Bryan, ¿Me indicas como llegar a la BibliotecaNacional?

William tenía pensado investigar tres cosas en la biblioteca, primero la historia de Montreal yespecialmente de la iglesia de San Cutis, luego le tocaría el turno a las joyas, debía averiguar lomás posible de su procedencia. Finalmente investigaría lo que pudiese sobre el almohadón depiedra. Cuando volviese, bajaría al sótano y con paciencia tomaría un grabado del almohadónapoyando el papel encerado y pasando la carbonilla sobre el mismo, haría varias láminasaplicando presiones diferentes en cada una para tener una idea de los distintos relieves de lapiedra.

**********

MATILDA

Me quedé preocupada al salir del encuentro con el muerto. Más que la visión en sí, que de tanhorrible me parecía irreal, por la perturbación que de inmediato apareció dibujada en el rostro demi querido Bryan. Salió cejijunto y alterado de la cámara y se dirigió al ama de llaves sin disimularsu recelo respecto a su viejo amigo, el padre Philip.

Abiertamente se interesó sobre las lecturas que frecuentara McBride en aquellos momentos y lamujer, mostrándose comprensiva y colaboradora, no dudó en sugerirnos un par de lugares dondeencontrar información. Por otro lado me sentí aliviada: la resolución y seguridad con que Williamtomó las riendas de la investigación de inmediato, le daría un tiempo a Bryan para poderreflexionar acerca de todo lo acontecido, sin la presión de la responsabilidad que hasta ahora casitotalmente había recaído sobre él. Dirk también parecía dispuesto a tomar el relevo en cuantohiciera falta.

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No me cabe duda alguna de que Madame D´Anjou es una buena mujer, ferviente católica yverdaderamente leal al párroco, por el que no sólo parece sentir respeto, sino verdadero aprecio.Pero empecé a sospechar al salir de aquel cuarto, que mi amigo no era el único suspicaz respectoa los cambios que parecía haber experimentado su viejo y admirado maestro en los últimostiempos. La mujer parecía verdaderamente aliviada con nosotros allí, tal vez por poder compartircon alguien que contara con la confianza de su jefe, las dudas e inquietud que los cambios en elcomportamiento de éste le habían suscitado. Empecé a leer en sus extraños rituales y devotosrezos, una forma casi compulsiva de intentar aplacar la ansiedad de su alma, por los extrañossucesos de los últimos tiempos en aquella, hasta entonces, apacible parroquia.

Bryan no dudó en aceptar la oferta de un paseo reparador. Le propuse ir caminando en busca dealguna Boutique por el Vieux Montreal. Así podríamos charlar tranquilamente y tomar el airemientras estirábamos las piernas. Le pareció buena idea, ya que contábamos al menos con un parde horas antes de comer. Madame D´Anjou nos sugirió ojear las tiendas cercanas al MercadoBonsecours, indicándonos el camino y hacia allí nos dirigimos. Mi amigo se mostró pensativo ysilencioso al salir de la parroquia y decidí callar un rato para no interrumpir la cadena depensamientos que parecían tenerlo apresado desde hacía unos minutos. Entendía por experienciapropia, que la mente, apabullada a veces, necesita orearse antes de seguir trabajando. Esa era laventaja de la antigua amistad que nos unía. Podíamos hablar como cotorras o callar comodifuntos, sin sentirnos obligados en uno u otro sentido. Y hay que reconocerlo: entre un hombre yuna mujer no suele surgir ni mantenerse este tipo de amistad, leal por un lado e incondicional porotro. Sin jugar al jueguecito del cazador cazado. Para mí era un tesoro que quería preservar atoda costa. Me gustaba especialmente cuando Bryan me había presentado en alguna ocasióndiciendo: Esta es Matilda; mi mejor “amigo” chica. Y reíamos ambos con un gesto de complicidadque solía dejar incrédulo a nuestro interlocutor.

Mientras le daba su tiempo, me dediqué a contemplar las hermosas edificaciones del siglo XVIII,la impresionante fachada de la gran Basílica de estilo neogótico, creo, que compartía nombre conla de París y el ajetreo de las estrechas calles, plagadas de calesas y velomotores que circulabanen ambos sentidos y de transeúntes muy bien vestidos en su mayoría, imagino que por provenirde un barrio más bien distinguido... Algún coche, impecablemente resplandeciente, tocaba elclaxon de vez en cuando, más que por necesidad pienso, por hacerse de notar.

Tras entrar en un pequeño establecimiento que anunciaba tabaco, para aprovisionarnos de éste,la mirada de Bryan se despejó de pronto, como si los nubarrones de su cabeza estuvierandisolviéndose con la caminata... Sonrió, me besó la mejilla y tomándome de nuevo del brazo medijo:

- Matilda, disculpa mi comportamiento... Necesitaba aclarar algunas cuestiones en mi mente y noquería aturdirte con mis pesarosos pensamientos... ¿Estás bien?

- Sí, si tú lo estás.

- Ya sí... ¿Y tú... por cierto...que opinas de todo esto?

- Ufff... ¿De qué, del asunto del santo? ...- Bryan asintió -.

- Verás... de momento sólo intuyo que es tan grande el fervor de Philip por que se cumpla sudeseo de tener al santo en la parroquia, que es incapaz de ser medianamente racional u objetivocon el tema. Por eso os llamó a vosotros, pienso. Confía en vuestro criterio.

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- ¿Crees que alguien pueda estar manipulándolo, aprovechándose de esa vehemencia suya einstrumentalizando al supuesto santo, para satisfacer un interés mucho más mundano y terrenalque el de Philip, “el párroco”?

- Podría ser... Tu amigo habrá sido una eminencia, un profesor de reconocido prestigio y probadasolvencia profesional, pero hoy por hoy, sus nuevas creencias o algo más, algo distinto..., lo estácegando, le está haciendo perder un poco el norte. La verdad, Bryan, cuando anoche le oía hablartras la cena de la reliquia con aquel entusiasmo, me pasó por la mente que estuvieraverdaderamente trastornado... Me gustaría que llegáramos al fondo de la cuestión, por el bien delbuen hombre. Aproveché ahí, para sugerirle que hablara a solas con el ama de llaves condelicadeza, a ver que pensaba ella verdaderamente de todo este asunto -. Y cambiando de temaradicalmente le espeté:

- Y tú... ¿qué opinas del hermano de la Sta. Lavoie?. ¿Qué sensación te causó?

- Mujer... en vistas al embrollo donde nos vimos metidos, trigo limpio no, desde luego... ¿Por quéte cae tan mal ella?

-No sé, su aire altivo de autosuficiencia, supongo... Desde que sufrí la persecución y el acoso demultitud de “niñas de papá” en mi viejo colegio, odio a las señoritas “ de buena familia”, a las“niñatas caprichosas” que se creen especiales por el mero hecho de portar tal o cual apellido.Debe ser algo así.

Bryan salió en su defensa aduciendo que al fin y al cabo ella era una muy buena actriz, además de“niña de papá”. Sonreí y preferí no añadir nada a su comentario...

Enseguida pasamos frente a los escaparates elegantes de una tienda de ropa femenina. Bryan meanimó a que entrara a probarme el vestido de mangas anchas y livianas que lucía el maniquí. Eranegro, como requería el protocolo, pero versátil. Despasando algunos de los botones de la partesuperior para descubrir mi escote, podría servir también para eventos menos solemnes yadaptarse mucho más a mi estilo desenfadado y según algunos, provocador... Bien abotonodahasta el cuello, serviría también para sentirme a la altura de nuestros anfitriones a la hora decenar. Bryan se eligió mientras una camisa blanca y un par de pañuelos para el cuello en la tiendade caballeros de enfrente y nos reunimos de nuevo en la acera. Allí mismo pedimos el taxi quenos conduciría hasta la Biblioteca Nacional...

No había mucho tiempo, pero el hallazgo más interesante y desconcertante lo hizo Bryan. Setrataba de un corto artículo que hablaba de una vieja reliquia (un hueso de San Cutis o algo así)que se guardaba en una pequeña iglesia en Italia. ¿Si le faltara un hueso al muerto de estamañana nos tendríamos que haber dado cuenta alguno, no? Pregunté. No contestó, de nuevopensativo... Marchamos deprisa a la iglesia por temor a preocupar a nuestros compañeros, puestoque ya faltaba poco para la hora del entierro y teníamos que comer y prepararnos.

El rosbif con puré de castañas y los tomates asados, para chuparse los dedos. La charla muyanimada durante la comida, todos agitados y dicharacheros en la puesta en común. Cada cualcomentó sus andanzas matutinas y sus conjeturas y me hizo gracia ver la carita de admiraciónque Mina ponía cuando William expuso su hipótesis. ¡Menudo cambio!

Mientras me acababa de peinar frente al tocador, antes de partir hacia el entierro, me sobrevinoun fugaz pensamiento, no sé aún si desafortunado, pero impertinentemente intenso: seguir alpadre Philip en una de sus salidas de la parroquia. Tratar de averiguar dónde iba y con quién sereunía cuando marchaba para tantas horas de su hogar, repleto de gente. En las horas que

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llevábamos allí instalados, apenas si había compartido con nosotros una cena y una rápidasobremesa. Luego nada. No es la conducta típica de un anfitrión y menos teniendo en cuenta elmotivo de nuestra estancia allí. Ni siquiera había encontrado aún la ocasión de reunirseprivadamente con sus dos antiguos y fieles amigos. A mí aquello me resultaba chocante, y másaún tras la última conversación con Bryan...

**********

DIRK

Mina: Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. Si tomamos el hueso de San Cutis comoverdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto que tenemos en el congelador le falta esamisma parte y si encaja. De ese modo sabremos si ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Locierto es que no se como no se le ha ocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobaciónpara saber de cierto si es una reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William?

William: Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasópor la mente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento dehueso no pertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para esonecesitaremos el fragmento. Discúlpenme un momento.

Dirk: Lamento entrometerme, pero... No serviría para desmentir el asunto. Si el fragmentoencaja, aunque no sea una prueba definitiva, pues el azar a veces juega malas pasadas, seria sinduda importante. Pero si no encaja... ha pasado mucho tiempo desde la muerte de San Cutis, y eltiempo todo lo borra, me temo. Salvo quizá ese extraño corazón, pero eso no viene al caso. Comodigo, el no encajar no seria, ni mucho menos, una prueba irrefutable de que no pertenecieron almismo cuerpo en su momento.

Aquel breve intercambio de frases sirvió para poner un poco de orden en su cabeza. Desde que selevantase, estaba agitado. Algo rondaba su mente, pero no a las claras. Estaba en el fondo, y esole sacaba de quicio. Entonces lo vio claro. Tras ver el corazón de nuevo, un pensamiento se habíaintroducido en su mente, pero... no había sabido que hacer con él. Ahora caía en la cuenta: "Ellibro de las odas" era el libro que aparecía en su pesadilla. El que él mismo escogía. O bien lohabía visto en algún lado, y por alguna extraña razón su mente lo introdujo en la pesadilla, o eraotra de sus corazonadas. Sólo había una forma de saberlo: conseguir ese libro. A él no se ledaban bien esas cosas, era más de preguntar a la gente que de buscar libros, pero...

Dirk: Señor Thorndick... me temo que seré más útil en el entierro, si sucediera algo, cosa que nodescarto. Pero... referente a la investigación, me preguntaba si podría intentar conseguir en labiblioteca una copia de un libro llamado "El libro de las Odas". Por otra parte... quizás les interesesaber a ustedes que la caja fuerte... sufrió un intento de forzarla. Me temo que el corazón interesaa alguien. O quizá el manuscrito. Bien pudieran ser ambos, pero lo importante es que hay másgente tras esto. Lo que quiera que esto sea... - las ultimas palabras eran de plena resignación.Odiaba no saber por donde agarrar un caso. Y ahora... estaba cerca de esa situación.

Cuando el taxi llegó no les dio tiempo a interrogar a Madame D'Anjou, pero Dirk anotómentalmente el detalle. Según la mujer, el padre McBride "no sabia escuchar" las voces derelicario y cadáver. Aquella forma de hablar... si, aquella forma de hablar le hizo volver la mente alas historias sobre las brujas de su Salem natal. Brujas... ¿Podría ser la señora D'Anjou una bruja?

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Algún tipo de culto celta, encargada de velar de algún modo por que nadie hallase el cadáver. Unaespecie de guardiana de la tumba de aquel... hombre, fuese quien fuese.

Aquello no tenia sentido, pero... ¿Que lo tenia? En un último y súbito impulso, Dirk se disculpó.

Dirk: Me temo que me perderé el entierro, y mal que me sabe. Excúsenme ante la señoritaLavoie, y ante su hermano. Pero... me temo que acompañaré al señor Thorndick. Justo despuésde un par de detalles, si a él no le importa que sea yo quien le acompañe, y está dispuesto aconcederme esos minutos...

**********

WILLIAM (respondiendo a Dirk)

- Ningún problema detective, de hecho me gustaría hacerle unas preguntas a nuestra ama dellaves antes de partir. Sinceramente me intriga lo de las "voces". Su ayuda me será útil.

**********

MINA ADAMS

Las perlas eran exactamente lo que se esperaba de una mujer que asistía a un entierro y, lospendientes que le regaló aquel "ferviente admirador" hacía ya tres años eran perfectos para laocasión.

Cuando las mujeres bajaron por la escalera Mina no pudo evitar observar el precioso vestido quelucía su nueva amiga Matilda y, con sinceridad y admiración se deshizo en halagos para conMatilda.

Ella estaba nerviosa. Probablemente habría un gran tumulto en las puertas del cementerio y ellosconseguirían evadir la seguridad de la familia Lavoie y posicionarse como amigos de la familia aojos de curiosos y paparazzis. Era morbosamente excitante aquella situación. Mina lo tenía todoplaneado... su recatado vestido, los guantes pequeñitos de blonda, las perlas y un casto recogidocontrastaban con la blanca piel empolvada de la joven y sus labios color granate. Deseabaacercarse a Celine con gesto solemne y estrechar entre sus brazos a su gran ídolo y decirle al oídocuánto lamentaba su pérdida... mientras docenas de periodistas se preguntaban quién sería lamisteriosa nueva amiga de la super estrella.

Camino del cementerio, en el taxi, iba visualizando la escena una y otra vez de modo que nopodía evitar esbozar una leve sonrisa de satisfacción y extravagante placer al imaginarlo. Sólo erainterrumpida aquella repetitiva escena por retazos del cadáver del supuesto santo... comoimágenes que se resistían a huir de la mente de la muchacha de Kansas.

Y se preguntaba... ¿trataría William de comprobar la conexión del hueso con el cadáver? ¿Cuál

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sería el resultado? ¿Qué acerca del manuscrito en copto? Y... ¿cómo reaccionaría Mina ante elreencuentro con el perturbador Stephane?

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BRYAN WEST

Que fatalidad. La visión del maldito ser cadavérico me persigue, incluso aquí a la luz del día en lamejor de las compañías. No me encuentro bien, ese despojo... me ha aguado la fiesta. Trato dedisimularlo ante los demás, no quiero preocupar a nadie con nimiedades. En todo caso,discretamente conmino a Dirk a que deje el puñetero congelador cerrado a cal y canto.

La mañana de compras por Montreal con Matilda me hace recuperar el color. El mundo sigue ahí,y los siniestros sótanos oscuros son algo circunstancial. Mi amiga me confiesa sus sospechasacerca del ama de llaves. Aquí en esta ciudad parece que te puedes encontrar rarezas en cadarincón. Escucho pacientemente y con interés sus ideas acerca del posible trastorno de McBride,sus motivaciones, nuestra presencia aquí... me apetece fumar y compartir.

- Sí, desde luego esa mujer, no tiene nada de normal. Cocina demasiado bien (sonrío,camuflado entre el humo del cigarrillo)... en serio, esos pequeños rituales supersticiososson inquietantes, pero al menos sí que parece más cuerda que el padre Philip. ¿Estoypreocupado por él, sabes? Tendremos una charla cuando regrese... me gustaría queestuvieses presente. Incluso empiezo a creer que tal vez alguien lo está manipulandode alguna forma, una idea puede que descabellada, pero ya no me fío ni de MadameD'Anjou... aunque hablar con ella en privado es mi intención cuando haya tiempo.

Tras el brusco cambio de tema, salió a relucir de nuevo la antipatía que Matilda le profesaba a laLavoie. Era comprensible en cierto modo, pero yo no podía evitar seguir cegado por aquella damafascinante. No así por su hermano, elemento de quién haríamos bien en cuidarnos. Nuevosescaparates incitantes atajaron la conversación. No todo iba a ser espesa intriga.

Tiempo después, percibí que la visita a la Biblioteca tampoco era lo fructífera que hubiesedeseado, pero al menos pudimos confirmar que McBride necesitaba una temporada en la Riviera,al sol y lejos de misticismos mal enfocados. Otro cigarrillo, por favor.

Ya en San Cutis, almuerzo e intercambio de información y conclusiones. Constato con satisfacciónque William se encuentra por fín en su salsa, ágil de mente e inquisitivo, y por lo visto biensecundado por la muchacha. Más inquietante fue la afirmación de Dirk de que la caja receptoradel corazón había sido asaltada.

- Dirk (ya lo tuteo habitualmente), ¿se podrían sacar conclusiones sobre las marcas de lacaja?. Quiero decir, si fueron hechas con alguna herramienta, o con qué... y si sonrecientes.

Por educación mantengo a raya mi deseo de fumar en la mesa. Tengo que dejarlo, pero mecuesta con afirmaciones como la de Madame D'Anjou.

Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que el

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cuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... Nosabe escuchar

- ¿Voces, qué voces?. Supongo que lo dirá en sentido figurado, es decir, no se refiere avoces que suenan en su cabeza, sino a las evidencias que muestran, por un lado elrelicario y por otro el... cadáver. De todas maneras, alguien tiene que tratar con Philip,con franqueza y lo más firme posible dadas las circunstancias. Es un buen hombre,pero no es concebible que siga engañado durante más tiempo. Dígale cuando le veaque cuando regresemos de nuestro "compromiso" deseo hablarle, por favor Madame.

Después de todo, parece que la embajada que acudirá al entierro será reducida. Matilda, Mina yyo mismo. Eso me convierte en el héroe cuya hombría planeará sobre el escenario. Claro que, sivuelve a haber problemas, la presencia de Dirk se echará en falta... que se le va a hacer.

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TURNO 9 – El funeral y el Terranova

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis13: 45 pm

Las palabras del ama de llaves no dejaron indiferentes a ninguno de los presentes que,rápidamente, le preguntaron acerca de esas "voces", casi convencidos de que hablaría en sentidofigurado. La respuesta les dejó helados.

Madame D´Anjou: Distingo diferentes armonías en torno al cadáver y al relicario del hueso.

William: ¿A qué se refiere con "armonías"?

Madame D´Anjou: Verán, desde niña percibo esquemas y auras. Es cuestión de fe. Todo tienevoz y no hay duda de que ese cuerpo no es de San Cutis.

Dirk: Madame, ¿hay alguna forma de que otros puedan escuchar esas voces?

Madame D´Anjou: Si... - dijo frotando sus dedos una y otra vez - Sé cómo hacer que las voceshablen directamente - Su pie derecho comenzó a golpear repetidamente el suelo, manteniendo eltalón en contacto con él - Si, tal vez puedan aprender algo de las voces. Puedo preparar unalectura en unas horas, si así lo desean. Esta noche...

Dicho esto, dejó de moverse. Se santiguó dos veces y esperó una respuesta.

Dirk: Creo que me apunto.

El taxista volvió a tocar el claxon. Bryan sacudió su cabeza como queriendo olvidar laconversación, pero era imposible.

Bryan: Hay que hablar de eso con más calma. Nos veremos luego aquí, suerte en la Biblioteca.

El joven William y el detective privado, ahora solos con Denise D´Anjou, pidieron a ésta ver la otrareliquia. No se perdía nada por comprobar la teoría de la señorita Adams. Lejos del altar principalde la Iglesia, una pequeña capilla custodiaba el relicario. En su interior había otro altar, una cruz,un par de banquetas para arrodillarse y una acuarela de "María sosteniendo al Niño", donación deun parroquiano, según informó el ama de llaves. Madame D´Anjou se santiguó una vez más yrezó varias letanías arrodillada frente al altar antes de mostrarles los restos del santo.

En un nicho bajo el altar se hallaba una pequeña caja de oro en forma de relicario. Con muchocuidado abrió la tapa, descubriendo un trozo de hueso. Poco o nada se podía comprobar con eso,apenas una astilla, seguramente perteneciente a un fémur. El cuerpo del congelador estaba en unestado tal, que no permitiría comprobar si le faltaba un pedazo tan pequeño. Algo desilusionados,se despidieron de Madame D´Anjou para después dirigir sus pasos a las Biblioteca Nacional.

Cementerio Monte Real14:03 pm

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Un trayecto de unos veinte minutos en taxi, condujo a la pequeña comitiva al Cementerio MonteReal. En su entrada había varios vehículos, incluyendo un par de limusinas junto a las queesperaban sus respectivos choferes.

Bryan, Matilda y Mina caminaron hasta el lugar del entierro en silencio. Las palabras de MadameD´Anjou en las que les invitaba a una sesión de espiritismo, no era algo que se olvidarafácilmente. Desde luego, si había algo claro en aquella experiencia canadiense, era que apenasiban a disfrutar de un momento de respiro.

Por fin llegaron, a tiempo de descubrir, en el extremo más alejado de la tierra removida, a unsollozante Jean-Claude Lavoie perfectamente flanqueado por su hijo a la derecha y su hija a laizquierda. Pero si algo resultó sorprendente, fue descubrir a poco más de una veintena deasistentes, dispuestos en semicírculo alrededor de la tumba, además de un sacerdote en lacabecera del ataúd. Ni rastro de periodistas y todo muy lejos de ser una ceremonia masiva. Loscálculos de Mina se alejaron mucho de la realidad.

Siendo algo tan íntimo, se quedaron en un segundo plano. El sacerdote recitaba unos pasajes enlatín ante el absoluto silencio de los asistentes. Sin otra cosa que hacer, los investigadoresobservaron a los allí presentes, percatándose de que Jacques Lavoie, el tío de Celine con quientuvieron un breve encuentro en la estación Viger, no estaba presente.

El funeral concluyó y los asistentes caminaron de regreso a sus automóviles. Celine, que caminabadel brazo de su padre, se disculpó un instante para acercarse al grupo.

Celine: Muchas gracias por venir.

Su semblante serio y triste competía con su belleza. Su vestido negro, ligeramente escotado y supamela del mismo color realzaban su elegancia y le daban un aspecto frágil que le hacía parecer,si cabe, más atractiva. Los tres le dieron el pésame por la pérdida de su abuelo.

Celine: Gracias... Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algoque proponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie.

Tras agradecerles de nuevo su presencia, Celine regresó al lado de su afligido padre y continuaroncaminando hacia la salida. Su hermano Stephane parecía abstraído y no dejaba de escudriñar elcementerio. Parecía alerta e inquieto por algo.

El trío cerró la procesión de los asistentes hacia la entrada del Cementerio. Comentaron en vozbaja la idea de ir o no a la mansión, cuando las dos mujeres distinguieron a un enorme perroTerranova negro vigilándoles desde una colina cercana, agitando su rabo. Cuando Matilda lo viopor primera vez comprendió que debía tratarse del mismo que mencionaron sus compañeros.Alertado Bryan, confirmó, al igual que Mina, que no había dudas al respecto. El can retrocedióunos metros, sólo para volver a detenerse de nuevo a mirar a los tres investigadores. Repitió esemovimiento varias veces.

Matilda: Parece que quiere que le sigamos.

Bryan: Ese perro destrozó el cuello a dos hombres... aunque también es cierto que nos salvó.

Mina: ¿Vamos?

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Evitando que alguien se diera cuenta, retrocedieron siguiendo al Terranova. Para su sorpresa, selo encontraron junto a la reciente tumba de Lucien Lavoie. La herida de su ojo estaba cicatrizada,como si alguien se la hubiera cosido. El imponente perro les miró fijamente con su único ojo y acontinuación rascó la lápida con su pata derecha, justo antes de desaparecer a la carrera porentre las tumbas del cementerio.

En la lápida había un epitafio, justo en el lugar que les había señalado el animal.

LUCIEN LAVOIE1832 - 1923

L´ours avec trios jambes indique la bonne voieNe fait jamais un bol grimacerCar le corbeau ne restera pas.

Mina: ¿Qué dice?

Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala elcamino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará.

Bryan: Vaya, otra vez el cuervo... Cuando llegamos a Montreal creí ver uno cerca del coche deCeline. Los cuervos abundan en las leyendas y mitologías de los nativos americanos, así como endiversas tradiciones europeas. En general, los cuervos disfrutaban entrometiéndose siempre quepodían, robando cosas y engañando a la gente. Cuando un cuervo estaba implicado, se imponía lacautela.

Sumamente desconcertados, dieron media vuelta y se dirigieron a la salida. Por el caminodiscutieron la opción de ir a la mansión de los Lavoie o regresar a la Iglesia con sus compañeros.

Biblioteca Nacional de Quebec14:52 pm

William y Dirk llegaron a la Biblioteca Nacional de Quebec dispuestos a atar cabos y completarlas informaciones de que ya disponían.

El joven arqueólogo buscó datos relevantes acerca de Montreal, en especial, de la Iglesia de SanCutis. Dirk colaboró en la búsqueda, pero la información fue más bien escasa en lo referente a laIglesia.

Montreal fue fundado 350 años atrás, una pequeña aldea a orillas del río San Lorenzo queterminó prosperando rápidamente como un importante puerto fluvial, hasta llegar aconvertirse en la principal ciudad de Canadá. En lo referente a la Iglesia de San Cutis, muypoco. Es prácticamente de nueva construcción. La restauración del antiguo seminariocatólico de Saint Andrews, que quedó destrozado como consecuencia de un terribleincendio, comenzó apenas hacía seis años. No había información de por qué se escogió elnombre de San Cutis para la parroquia.

Continuaron su búsqueda con los torques y demás joyas. William mostró al detective sudescubrimiento: un libro de la cultura celta.

Los torques eran una especie de aros que los guerreros y nobles celtas llevaban en elcuello. Algunos eran un aro simple con florones decorados. Pero existían variedades más

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robustas, realizadas con dos o más trenzas de metal retorcido, con florones anillados, o deun único conducto de metal hueco. Realizados en bronce y oro, los torques representabanun nivel social alto y tuvieron valor en sí mismos. La mayoría de ellos han sido encontradosen enterramientos.

El torque tuvo un origen oriental y en un principio se asoció únicamente con las mujeres,pero posteriormente se descubrió que no era así. Los torques ofrecen un espacio ampliodonde disponer una gran variedad de decoraciones, sobre todo a base de formas vegetalescomo los dibujos de volutas dispuestos en bandas. Algunos artistas se deleitaron con larepresentación de cabezas humanas y de animales en los extremos, creando así unaespecie de confrontación en la garganta del que los llevara.

Los torques fueron un símbolo de las clases altas, y quizás tuvieron también un significadoreligioso. Los dioses celtas se representaban luciéndolos o sosteniéndolos, y en muchasocasiones se utilizaron como ofrendas votivas. El sentido religioso del torque, se extendióigualmente por otras culturas. Así, en la actual Turquía y en otros países de Asia Central,se han hallado restos de sumos sacerdotes enterrados con este objeto y otras joyas comomedallones y anillos.

La consulta del almohadón de piedra les llevó algo más de tiempo. Ninguna referencia les condujoa nada, pero en el mismo libro en el que William obtuvo información de los torques, se hablaba deque los celtas realizaban algunos bajorrelieves en piedras redondas de gran tamaño, que usaban amodo de lápida en sus enterramientos. No obstante, no era su práctica más habitual.

Finalmente, se centraron en la búsqueda del título del libro con el que soñó Dirk, El libro de lasOdas. De nuevo William, tras una exhaustiva búsqueda en la sección de libros raros, encontró uninteresante ejemplar que mostró satisfecho al detective. El tomo, Libros legendarios, ¿realidad oficción?, describía una serie de libros en los que se incluía textos únicos custodiados en Bibliotecasde renombre, así como varios volúmenes cuya existencia era, en ocasiones, dudosa o inclusootros de los que se desconocía su paradero actual.

El libro de las Odas

Se trataba de un volumen escrito en tibetano antiguo, un libro de poesía que contenía unaserie de enseñanzas esotéricas de difícil comprensión. La última referencia constatable desu existencia databa de principios del siglo XVIII, cuando varios expertos en lenguasmuertas intentaron, sin éxito, traducirlo al inglés.

Sus párrafos hacían referencia al "corazón que nunca late", "el compañero del Señor","Arja" y otros conceptos sin aclaración. la conclusión de los expertos fue que el textoestaba dedicado a una deidad extraña y malévola, que exigía sacrificios y crueldad, y queprometía un gran poder personal si se cumplían ciertas profecías.

Habían pasado varias horas en la Biblioteca con resultados interesantes, aunque poco aclaradores.

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WILLIAM

Cada pista que encontraban le confirmaba a William que la momia no podía pertenecer a SanCutis. Todo apuntaba a un ritual oscuro, sobre todo si tenían en cuenta lo que habían leído delLibro de las Odas. Gran parte de la imaginería del enterramiento era céltica, pero la sangre sobreel almohadón le hacía pensar más en un sacrificio.

Debía averiguar dos cosas, primero si el nombre en la lápida era tan antiguo como la piedra.Debía conseguir algunos componentes químicos al efecto, volviendo hacia la San Cutis compraríalo que necesitaba. También le interesaba ubicar espacial y temporalmente las joyas, quizá al díasiguiente visitase a un anticuario, o le preguntaría a Bryan.

Esa noche asistiría a la sesión organizada por Madame D'Anjou y mañana seguiría con lainvestigación.

- No sé a ti Dirk, pero a mi el corazón que nunca late me suena al supuesto corazón de San Cutis.

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DIRK

Dirk: En efecto, señor Thorndick. Pero... a veces, las cosas no son lo que parecen. Sin embargo,es un buen punto de partida, desde luego. Aunque personalmente, pensaba ahora en "elcompañero del Señor". Los adornos de nuestro cadáver... ¿Será el susodicho compañero, o inclusoel mismo Señor al que se hace referencia? Sin embargo... Si el libro está en tibetano antiguo, nopuede hacer referencia a un hombre celta, probablemente de la época medieval, ¿Cierto? Perosobretodo... ¿Qué o quien es "Arja"? Son muchas preguntas, más de las respuestas que hemosobtenido. Ciertamente frustrante.

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WILLIAM

- Creo mas bien que el cadáver no es más que la víctima de un ritual. Quizá descripto en el librode las odas y ejecutado por algún cultista de ascendencia céltica. Sospecho que la inscripción quedice Jaime de Andrés en la estela puede no tener que ver con la criatura en si, y sospecho quequizá el propio Phillip o alguien mas puedo haberla tallado luego de haberla encontrado. El estadode salinidad del suelo hace muy difícil hacer análisis para datar realmente las piedras y ladrillos dela cripta, pero quizá si podamos determinar si esa talla es mas reciente que el enterramiento en sí.

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MATILDA

Estaba decidida. En la próxima salida intempestiva del padre Philip, me inventaría algún pretextopara escabullirme de la parroquia e ir tras él. Cada vez más me preocupaban sus largas ausenciasy extravagancias y todo aquello estaba dislocando el ánimo, normalmente jovial y festivo, de miquerido Bryan.

Dirk y William estaban enfrascados ya de lleno en la investigación de la asquerosa momia. Habíandecidido no acompañarnos al cementerio. Sospechaban ambos, al parecer, que el cadáverperteneciera a alguien relacionado con el pueblo celta, un gobernante o alguien con mucho poder,de ahí que llevara esa especie de argolla en el cuello y esos enormes anillos dorados. Pero a mítodo aquello me resultaba bastante chocante y rocambolesco. Si la cultura celta prevaleció enEuropa durante el primer milenio anterior al nacimiento de Jesús como había oído... ¿qué tendríaque ver aquel difunto con un santo católico que vivió alrededor del 1500 d.C.? Y ¿por qué seemperraba el cura en encasquetarle esa poco probable identidad?

Dirk, por otro lado, acababa de comunicarnos que el cofre que contenía el corazón había sidoforzado sin éxito. Pensé y así se lo dije cuando nos apartamos del pequeño comité queformábamos, que tal vez el obrero Deschamps, tras perder el juicio, había vuelto por la parroquiala anoche anterior con la malsana intención de volver a jugar con la víscera. Probablemente alverse sorprendido por mí, se asustó y comenzó a hacer la crisis que Madame D´Anjou presenció.De hecho había confesado en pleno delirio que quería pedir perdón al santo...

- Señorita Matilda, es improbable que las cosas sucedieran de esa manera o por ese orden.Recuerde que Ud. encontró al obrero delirando en los sótanos donde se halla la tumba vacía. Peroel cofre lo guarda el padre Philip en la caja fuerte de su despacho, frente a nuestros aposentos.Esto invalida su hipótesis.- Respondió el detective en un tono decididamente seguro.

También me había estado preocupando por lo de las voces que pretendía escuchar MadameD´Anjou. Una de dos; o la asistenta estaba tan loca como el párroco y como el Sr. Deschamps oesta noche acabábamos todos de verdad, alrededor de una mesa jugando a la güija. Desde luegotenía cierta gracia. Bryan me había prometido diversión, pobre, y recién llegados a Canadá noshabíamos desayunado con la momia, nos íbamos a merendar un entierro y teníamos previsto a lanoche invocar a unos cuantos muertos más. No creo que fuera éste el concepto de diversión en elque pensara Bryan cuando me invitó al viaje...

Por cierto, hablando del entierro, el vestido que me había regalado Bryan me quedaba como unguante. Al bajar las escaleras hubo ovación general y la preciosa Mina se deshizo en halagos. Meencantaba el movimiento ondulante de la amplia falda en capa, que daba un toque ciertamentedistinguido al enlutado atuendo. Cuando el taxi tocó el claxon salimos los tres rumbo alcementerio.

- Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine, Jacques...el que vino a recogerla a la estación...? Bryan asintió distraído.

Mina estaba radiante, como una preciosa muñeca de Broadway lista para pasar el gran casting. Lesugerí que camuflara esa deslumbrante sonrisa que tanto la delataba, antes de bajar del coche ydarse un baño de multitudes. Me guiñó el ojo, habiendo captado la ironía de mi voz. Pero eldespago nubló la alegría de su rostro nada más parar el taxi. Apenas quince o veinte personasaguardaban cerca del nicho a que comenzara el funeral. El hombre joven del sombrero negro quellevaba a Celine del brazo, debía ser su hermano. Nos quedamos los tres juntos, unos cuantosmetros por detrás del grupo principal. Ni periodistas, ni muchos amigos, ni admiradores de la

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actriz... Ni siquiera el tío Jacques. Que raro. Se supone que ese hombre es el hijo del difunto, aligual que el padre de nuestra anfitriona en aquella macabra celebración.

Cuando acabó todo, Celine se acercó a nosotros para agradecernos nuestra presencia.Intercambiamos saludos por pésames (no muy sentidos, pero bien interpretados) y fuimosinvitados a la mansión con el propósito de conocer al gran padre. Lamentó la ausencia del jovenerudito y el detective.

- Como dije la otra noche, mi padre os quiere proponer algo, una especie de negocio.

A mí la invitación me pilló totalmente desprevenida. Bryan había olvidado mencionarme estedetalle, aunque más tarde se disculpó, achacando su despiste al ajetreo de la velada. Pero claroestá, aceptamos, y quedamos en seguir a la comitiva hasta la casa familiar.

De nuevo, otra sorpresa antes de marchar hacia el taxi que aún nos aguardaba a la entrada. Algirarme hacia la tumba como por instinto, cuando ya el grueso del grupo se aproximaba a lapuerta principal donde la familia recibía los últimos pésames, antes de subir a la limusina, vi a unenorme animal oscuro cerca de la tumba. Era el perraco que atacó a aquel hombre anoche, segúnme confirmaron Mina y Bryan. Parecía querer reclamar nuestra atención en un curioso vaivén deaproximación-evitación. Con cautela decidimos los tres al unísono acercarnos lentamente. Nosquería mostrar algo y con los curiosos movimientos de la cabeza herida y de la enorme cola, noscondujo hasta la lápida. Allí había unas frases escritas en perfecto francés, bajo el nombre y lasfechas: nada que ver con un epitafio convencional. Parecía más bien una adivinanza, un mensajeencriptado.

L´ours avec trois jambes indique la bonne voie.Ne fait jamais un bol grimacer.Car le corbeau ne restera pas.

¿Osos, cuencos, cuervos...? Delirante, dije. No tiene el menor sentido. Ni siquiera es poesía, añadíqueriendo sonreír. Las caras, mezcla de perplejidad e incredulidad que tenía enfrente, reflejaronmi propio asombro. Una sombra de duda comenzó a planear sobre mis pensamientos. Elpresentimiento que me asaltó tras el primer encuentro con la actriz en su vagón, empezaba ahoraa tomar cuerpo. De nuevo, una punzada de miedo se clavó en mi estómago y un interroganteempezó a perfilarse en mi cerebro. ¿De veras aquella tumba contenía el féretro del abuelo?

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BRYAN WEST

En la intimidad, como debe de ser. Siempre detesté esos entierros multitudinarios, en los quepuñados de personas apenas conocidas por el difunto presentan sus respetos, en realidad comoexcusa para darse un garbeo e intercambiar chismes.

Claro que lo nuestro no es más que una visita de cortesía, espoleada por la curiosidad... pero creoque ya aprecio a esta dama lo suficiente como para sentir genuina congoja. Y no es solo eso... eldolor durante el reciente funeral de mi padre todavía persiste, me palpita en el pecho a pesar demi convicción de que la vida sigue, sin más.

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Matilda: Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine,Jacques... el que vino a recogerla a la estación...?

- Mmmm... eres muy perceptiva. Tal vez fuese un despiste, o puede que fuese un deseoexpreso de... alguien, no sé que decir.

Interrumpo el hilo de pensamientos cuando la fascinante Celine se dirige hacia nosotros. Tristeparece aún más hermosa.

- Créame, lo siento de corazón, Señorita Lavoie - susurro mientras le cojo la mano a ladama. Con la sensibilidad a flor de piel, no digo más.

Celine: Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algo queproponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie.

¡La oferta!, lo había olvidado, entre tantas emociones fuertes. Me pregunto de qué se trata, algointeresante teniendo en cuenta las trazas de esta familia. Me encojo de hombros al ver la miradainterrogante de Matilda. No está el horno para bollos, con tanto misterio e historias que seentrecruzan... ahora más que un cigarro lo que necesito es un vaso de whisky, o al menos unacerveza.

Casi en la salida, la dulce Mina me suelta un codazo que pretende ser disimulado.

- Puf, ¿es una venganza por el baile de ayer?... ¡por dios, ese chucho de nuevo! - se meescapa un silbido al descubrir al imponente can.

Momentos después nos encontramos frente a la lápida, incapaces de resistir la llamada de lomisterioso. Observamos embobados como el animal se preocupa hasta de facilitarnos la búsquedadel objetivo. Un epitafio en francés que Matilda descifra con rapidez.

- Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo queacecha. Tal vez más adelante lo veamos más claro... por ahora ya hemos visto uncuervo y unas cuantas caras tristes. Falta el oso. - Casi me sonrío, pero la situaciónrealmente no se presta a ello. Ese perro no es precisamente común...nada es común últimamente.

De regreso me muestro más que interesado en acudir a la mansión, a pesar de la verdadera razónque nos ha traído a Montreal y que nos espera en San Cutis.

- Algo me dice que decepcionaríamos a ese noble perrazo si no nos presentamos enVilla Lavoie... ¿qué decís a ello?.

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MINA ADAMS

Pese al bochorno vespertino que caía sobre el cementerio la cara de Celine estaba fría... fría yhúmeda por el correr de las lágrimas que había vertido en el transcurso del sepelio. Así lo notóMina cuando la estrechó entre sus brazos y le decía un "lo siento" con voz queda y solemne. Lasuperestrella no pudo evitar estremecerse con el abrazo de la joven de Kansas y este (el abrazo)

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duró quizá un poco más de lo debido ya que a la joven Mina se le pasó por la cabeza de manerafútil y callada, un pensamiento de: "espero que no se malogre mi colorete..."

Ciertamente no era en absoluto apropiado sacar la polvera para retocar la nacarada piel de lamuchacha en pleno entierro.

Aunque hablando de cosas inapropiadas, en realidad a Mina le parecía terriblementeintranquilizador la presencia de aquel grandioso animal en el camposanto. Al verlo reaparecer trasalgunas lápidas, notó como su corazón se azoraba al recordar la escaramuza de la noche anterioren aquel oscuro callejón. En cambio, el terranova no sólamente no parecía ya herido... en el lugardonde antes hubo un ojo, ahora lucía una impresionante y sorprendentemente bien cauterizadacicatriz.

La inscripción de la lápida era realmente intrigante:

Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala elcamino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará. ¿Osos, cuencos,cuervos...? Delirante. No tiene el menor sentido. Ni siquiera es poesía...

Bryan: Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo que acecha.Tal vez más adelante lo veamos más claro...por ahora ya hemos visto un cuervo y unas cuantascaras tristes. Falta el oso.

Mina: Pues te parecerá extraño querido Bryan pero, con un clima tan bueno me pareciócuriosísimo que el tío de Celine luciera ese enorme abrigo de pieles y que, a pesar de estarsudando la gota gorda no se desprendía de él ni por asomo. Al verlo, cuando salimos de laestación, me pareció de lejos como ver a un enorme osito de peluche... ¿alguno os fijasteis sillevaba bastón? Quizá el oso de las tres piernas es él... Quizá él es quién nos quiere proponeralgo... mostrarnos el camino hacia algo. No sé... Igual simplemente es el extracto de algunanovela de especial gusto por el difunto y nosotros le estamos intentando buscar los tres pies algato. Por lo pronto considero oportuno no olvidarnos de la adivinanza y acompañar a Celine a lamansión de los Lavoie. Por que supongo que será una mansión...

A pesar de la ausencia de periodistas y curiosos y de la solemnidad con la que estaba tildadoaquel acto... nada morboso ni frívolo, Mina seguía sintiéndose como parte de un film de cinenegro americano. Por su mente deambulaban multitud de pensamientos en torno a los Lavoie, esemisterioso negocio en ciernes, su amistad con la estrella de Broadway... y el fastidioso cadáver delsótano de San Cutis, las investigaciones de William a quien prácticamente había abandonado porconseguir un poco de vida social, la reliquia del hueso de San Cutis... Y entre una cosa y otratambién pensaba en ponerse, quizá una gotita más de perfume en el taxi, de camino a la casa dela familia de Celine. Había que causar buena impresión al padre de su amiga. Y de nuevo se vioabordada por la misma sonrisa que antes, muy sabiamente, le censuró Matilda en pos de guardarlas apariencias. Tosió ligeramente para recomponer las formas y dulcemente dijo:

"Bueno... ¿vamos?"

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TURNO 10 - La maldición

La mansión Lavoie15:35 pm

El deseo de acudir a la reunión fue unánime. El trayecto en limusina fue corto y una vez allí,pudieron comprobar que se trataba de una enorme hacienda. Una mansión, construida con esestilo del Segundo Imperio en honor de Napoleón III, dominaba el lugar. Otras dos construccioneseran visibles desde la carretera; una vivienda mucho más pequeña y una humilde caseta. Elvehículo se dirigió a la entrada principal.

Ya en su interior, los Lavoie se retiraron para cambiarse, al tiempo que un mayordomoacompañaba a los investigadores hasta el estudio de Jean-Claude. Después de ofrecerles algo debeber y tender un puro a Bryan, el mayordomo les dejó a solas a la espera de su anfitrión. Elestudio era una gran estancia en la que destacaba por encima de todo un escritorio con unacubierta de cuero. La sala estaba ampliamente iluminada gracias a una serie de ventanas queocupaban toda la pared norte y a través de las cuales se dominaba los ornamentales jardines queconstituían la mayor parte de la hacienda Lavoie. Varios Watteau originales colgaban en las otrasparedes.

Celine no tardó en aparecer, seguida por su padre. La actriz hizo las presentaciones oportunas ytomó asiento junto al trío. Jean-Claude les agradeció su presencia tanto allí, como en elcementerio, y se sentó tras el escritorio.

Todo rastro de pena se había desvanecido. Jean-Claude era un hombre de mediana estatura,rostro circular, pelo negro y una nariz muy peculiar. Vestía un sencillo traje, algo fuera de lugarentre tanta opulencia. Hablaba lentamente y parecía faltarle el resuello, como si estuvieraenfermo, aunque este punto no afectaba a su intelecto.

Jean-Claude: Mi hija me ha hablado de ustedes. Estoy en deuda por lo que hicieron en el tren ypor haber acudido a mi llamada pese a no conocerme de nada. Iré al grano. Creo que son lagente que necesito y confío en que les expliquen a sus amigos lo que aquí se va a hablar. No sépor qué están ustedes en Montreal y, la verdad, no me importa. Estoy más interesado en mifamilia. Celine cree que son un grupo de personas inteligentes y compasivas y yo mismo estoyconvencido de que me podrán ayudar y puedo confiar en ustedes. Y eso que no soy de esaspersonas que suelen confiar en los demás. Han ayudado a mi familia una vez y les pido que lovuelvan a hacer de nuevo. Sé que lo que les voy a decir ahora, sonará increíble, pero es cierto. Mipadre está intentando matarme.

Como era de esperar, sus invitados le miraron con una mezcla de sorpresa e incredulidad.Acababan de enterrar a su padre y pese a ello afirmaba que intentaba acabar con él.

Jean-Claude: Dejen que les explique... Mi padre, Lucien, comenzó a cambiar tras la muerte demi madre. Cuando comenzó a volverse violento, decidí marcharme de casa y vine a Montreal.Tuve suerte con algunos negocios y adquirí McTanish algunos años antes de la Prohibición y...bueno, me hice rico. Me he pasado más de veinte años sin noticias de mi padre, pese a que leenviaba dinero regularmente. Sin embargo, inesperadamente, llegó a Montreal hace cuatro meses.Su aspecto era... ¿cómo definirlo? ... perturbador. Ni mi hermano ni yo mismo confiamos en él, asíque le instalamos en la caseta de invitados. No aceptó nuestra ayuda, pero consultó aespecialistas del Hospital Real Victoria. No obstante, se volvió totalmente loco tres semanas antesde morir.

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En ese punto, se sirvió un whisky, pero en ningún momento varió su tono de voz. Tras beber untrago, continuó hablando.

Jean-Claude: Hace unos diez días, el mayordomo le vio deambulando por los salones de lamansión, balanceando un hacha de un lado a otro. Le siguió escaleras arriba hasta un corredor,donde se detuvo e incrustó el arma en un retrato mío. Tras este incidente, le llevamos al hospitaly un examen médico descubrió un tumor cerebral. Su estado mental declinó día a día, pero semantuvo en la caseta. No quería volver al hospital. La semana pasada me amenazó conmaldecirme, a mí y a toda mi familia. Lanzó la maldición en su habitación la misma noche quemurió. El mayordomo encontró su cuerpo a la mañana siguiente. Supongo que serán conscientesde que la magia es real. Bien, pues la maldición de Lucien también lo es.

Bryan: ¿Qué se supone que quiere que hagamos?

Jean-Claude: Muy sencillo. Que eliminen la maldición que mi padre nos impuso y amenazanuestras vidas – dijo señalando a Celine – Me da igual si me creen o no, o si creen en maldicioneso piensan que son cuentos de niños. Sólo quiero saber que me ayudarán. Nadie más puedehacerlo. La maldición está estructurada de forma que nadie con sangre Lavoie puede entrar en lahabitación de mi padre y... entenderán que, debido a mi posición, no puedo permitir que esto sefiltre a la prensa. Necesito gente fiable, como ustedes.

Antes de que nadie tuviera tiempo de intervenir, el señor Lavoie se puso en pie y abrió un cajónde su escritorio, depositando encima de la mesa un grueso sobre.

Jean-Claude: Son dos mil dólares americanos en efectivo para cada uno de ustedes. Se loentregaré cuando hayan realizado el trabajo. No tiene que decidirse ahora, hablen del tema consus amigos, tómense su tiempo, pero no demasiado. Me gustaría conocer su decisión esta mismatarde, si no les importa. Antes de las ocho. A esa hora tengo una cena de negocios muyimportante y no deseo ser interrumpido. Ahora debo dejarles, piensen en ello, espero surespuesta.

Cogiendo el sobre, que guardó en un bolsillo de su chaqueta, abandonó el estudio, dejando a losinvestigadores a solas con Celine.

Celine: Gracias por acudir. Yo no me creo mucho esa historia de la maldición, pero aún así lespido por favor que se lo piensen. Mi padre es una buena persona, aunque no piense igual muchagente. Si así se convence de que todo está bien, pues estupendo. La historia de mi abuelo escierta, se volvió loco. Yo no lo vi, estaba en Nueva York, pero durante sus últimos días de vida,hablé con mi hermano casi a diario y me fue contando todo. Casi no conocía a mi abuelo... Estoysegura de que ayudarán a mi padre. ¿No es así?

Algo sacó a Matilda de la conversación...

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis16:08 pm

La visita a la biblioteca no había sido todo lo fructífera que hubieran deseado, pero sin otra cosaque consultar, Dirk y William decidieron regresar a la iglesia. Por el camino comentaron sushallazgos y plantearon algunas teorías y conjeturas acerca de la naturaleza del cuerpo.

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Para su sorpresa, la puerta que conducía a lo que era el antiguo seminario estaba abierta. Concautela, Dirk empujó la puerta. Madame D´Anjou yacía en el suelo del vestíbulo, completamenteinmóvil. Casi instintivamente, el detective desenfundó su revólver, al tiempo que William seacercaba al cuerpo del ama de llaves para comprobar su estado.

Afortunadamente, tenía pulso, pero William no pudo reanimarla. Tras asegurarse de que allí nohabía nadie más, fue Dirk quien se agachó junto a la mujer y logró que recuperara la conciencia.Había sufrido un fuerte golpe en la cabeza que le había dejado un considerable chichón. Por lodemás estaba bien y poco a poco se reincorporó.

Madame D´Anjou: ¿Qué ha pasado? – preguntó, llevándose la mano a la nuca con elconsiguiente gesto de dolor.

William: Me temo que alguien la ha golpeado, ¿se encuentra bien?

Dirk: Debemos asegurarnos de que el asaltante no siga aquí y de que esté todo en su sitio. Yahabían intentado robar en la caja fuerte.

El joven William se quedó junto a la dama mientras Dirk bajaba al sótano. Una lámpara en unamano y su arma en la otra. La tumba parecía estar bien. El detective regresó entonces a la plantaprincipal, y se dispuso a confirmar que no había nadie. Así fue, pero hallaron rastros de pisadashúmedas en la cocina, procedentes del congelador. Con un mal presentimiento, abrió la puerta ycomprobó que sus pensamientos eran correctos: el cadáver había desaparecido.

Dirk: ¡Mierda!

Sin soltar su revólver, se apresuró a subir al despacho de McBride. Pequeños restos de agua enlas escaleras, procedente del hielo que preservaba el cadáver, hacía pensar que los ladrones,varios seguramente, habían subido. Pero ya no estaban. Al menos habían llegado a tiempo paraevitar un nuevo intento de hurto en la caja. El corazón incorrupto seguía ahí. Un cristal roto en laventana del despacho mostraba el camino de huida. Alguien tremendamente ágil para transportarun cuerpo mientras desciende por un canalón.

De nuevo en la cocina, se reunió con William y D´Anjou. Las cosas estaban sucediéndosedemasiado rápido y el robo del cadáver era una fatal noticia.

Madame D´Anjou: El padre Philip aún no ha regresado y me dijo que llegaría a comer, aunquetarde. Estoy muy preocupada por él. Nunca se ausenta tanto tiempo sin avisar...

William: Estará bien, se habrá retrasado. – Aunque conocía bien a Philip McBride y podía valersepor sí solo, sus palabras querían servir más de consuelo para la mujer que otra cosa. – Por cierto,señor Schmidt, nos hemos quedado sin sesión de espiritismo...

Madame D´Anjou: Puede que no. Basta con un pequeño pedazo de cuerpo para hacerla yseguramente haya quedado alguno en el congelador. Voy a mirar.

Santiguándose antes de entrar, la rechoncha ama de llaves buscó en el congelador y acabóencontrando un pequeño mechón de pelo del cadáver.

Madame D´Anjou: Con esto será suficiente. Tengan, guárdenlo ustedes hasta entonces, yoprefiero no llevarlo encima...

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MATILDA

Vi cómo Bryan despedía al taxista con un ademán cortés. Conociéndolo bien, seguro que se habíaacercado hasta el coche para agradecerle, con una propina generosa, la larga y vana espera. Perolos tres parecíamos de acuerdo en acompañar a Celine a la casa del padre y nos sentamos atrás,en la última fila de asientos de la limusina, tal y como nos indicó el chofer con un gesto al abrir lapuerta. Yo me sentí, con un amigo a cada lado, en aquel desproporcionado y lujoso automóvil,cohibida, como una insignificante niña, encogida contra el asiento de un gran trolebús, el primerdía de colegio.

Mina había estado soberbia en su interpretación durante el sepelio, compungida y a la vezcontenida, en un intento bien resuelto de parecer apenada y discreta simultáneamente. Su bellezaúnica, resplandecía especialmente bajo la sobria indumentaria del luto, adornada muy sutilmentepor un suave y aterciopelado maquillaje que iluminaba las perfectas líneas de su rostro. Elhermano de Celine, Stephane, no le había quitado el ojo de encima hasta el final del acto, de unamanera poco apropiada, dadas las circunstancias. Era tal cual me lo había imaginado. De gestochulesco, arrogante y grosero hasta la médula. La oveja negra de aquella, al parecer, pequeña ycontrastada familia. Su mirada lasciva y un posar ciertamente irreverente, delataban la ausenciatotal de cariño hacia el abuelo recientemente fallecido. El Sr. Lavoie, sin embargo, no obedecíapara nada a la imagen previa que de él me había formado. Para ser un próspero hombre denegocios y padre de aquella bella y glamurosa actriz del país vecino, su porte e indumentaria,carecían del menor carisma o elegancia. Se notaba que la gran fortuna no le venía por cuna oeducación y que el buen gusto no había crecido a la par que sus millones o que el buen hacer desu hija en los teatros.

Pero el que me había conmovido realmente era Bryan. Tras su rostro sereno y taciturno, parecíaverdaderamente acongojado y sobrecogido por algún hondo sentimiento. En algún momento, mepareció adivinar el brillo de una lágrima mal contenida en su mejilla... cuando se acercó a dar elpésame a Celine, a la que parecía apreciar ya verdaderamente. Tal vez aquel entierro había traídoa su mente el recuerdo de la ausencia de su padre. En un arrebato de ternura, agarré su manoestrechándola unos instantes entre las mías, durante el trayecto hacia la mansión. Él callócomplacido y Mina observó mi gesto sin decir nada.

La choza de los Lavoie no estaba lejos. La ostentosa mansión rodeada de opulentos jardinesapareció ante nosotros inmensa, tras abrirse la enorme y pesada puerta de hierro macizo que laprotegía de intrusos. Los tres dejamos de respirar simultáneamente ante la visión de tamañavivienda. Luego fuimos conducidos por el mayordomo hasta una estancia parecida a un lujosodespacho, mientras Celine subía a ponerse ropa más cómoda. Nos ofrecieron un whisky mientrasesperábamos. Yo acepté sin dudarlo. Tras las presentaciones oportunas y unas brevísimaspalabras a modo de protocolo, nos fue introducido el tema por Jean-Claude, casi a bocajarro. Enresumen: el abuelo de Celine, era al parecer una especie de fantasma psicópata, que perseguía asu hijo, con la pretensión, según él, de asesinarlo. O era una epidemia o en aquel país no habíaun solo ser humano en su sano juicio. Ni curas ni mafiosos ni actrices ni amas de llaves ni obreros,ni siquiera cadáveres bien enterrados. Al menos este loco prometía pagarnos un fortunón a cadauno por seguirle el rollo. La cantidad era como para no pensarlo.

Enseguida caí en la cuenta de que esa historia tuviera que ver algo con el extraño epitafio.Cuando el padre marchó, Celine mostró abiertamente sus reservas. Me atreví a preguntarle por el

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significado de la leyenda que a todos nos había intrigado tanto. No supo responder, puesdesconocía ella también su significado. Pensaba que era una especie de conjuro que su padrehubiera encargado, con el fin de espantar el miedo o los malos presagios. Mientras respondíadubitativa, un ruido me sacó de la conversación. El sonido de unos pasos tras la puerta de aqueldespacho, acompañados de un taco de madera golpeando rítmicamente el suelo entarimado. ¿Latercera pierna del oso sería el bastón de un anciano...?

-¿Habéis escuchado? Pregunté. Me pareció oír el ruido de unas pisadas y un palo golpeando elsuelo...

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DIRK

Dirk: Bien, prefiero que sea así. Esa sesión de espiritismo puede aportar algo de luz. Desde luego,no puede decirse que tengamos fuentes más... habituales. Bien, al menos el corazón sigue en susitio, pero... ¿para qué demonios podría querer alguien ese cadáver? Aunque no se por qué, peroeste robo me hace pensar en ese libro... "El compañero del señor". Ya le comenté que se meocurrió la posibilidad de que el cadáver fuese, supuestamente, el del mentado señor... ¿Y si formaparte de algún extraño ritual? No se me ocurre mucho más, porque un cadáver no es algo que sesuela robar... - Dirk se echó a reír - O quizá nadie lo ha robado. Sencillamente salió andando, yfue dejando ese rastro mojado por la casa. Después, al oírnos, simplemente saltó por la ventana.Una cadáver congelando es tremendamente ágil, todo el mundo lo sabe. - Su propia ironía le hizoreír más aun. Su risa devino algo histérica, hasta que se obligó a parar.

Dirk: Lo siento señor Thorndick. Es sólo que esto... no tiene pies ni cabeza. Y su señor McBride,quien motivó nuestra visita, no aparece. Si no fuera por ciertos detalles, pensaría que todo esto noes más que una broma macabra.

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WILLIAM

Todos los planes que tenía para las pequeñas botellas de ácido que habían comprado en unabotica quedaron olvidados momentáneamente. El estado de salud de la señora D'Anjoupreocupaba más a William ahora.

Una vez seguro de que la mujer estaba bien, y habiendo recorrido la casa con Dirk, el joven dejóescapar un gesto de desanimo.

- La verdad es que el estado de Phillip me preocupa, y aunque parezca descabellado, a mitambiÉn se me pasó por la cabeza que el cadáver se había escapado por las suyas. Veamos sipodemos ver donde aterrizaron los ladrones y si podemos seguir su pista.

William bajó hasta la planta baja y acompañó a Dirk hasta debajo de la ventana de Phillip, consuerte podrían encontrar alguna pista acerca de la dirección tomada por los maleantes.

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BRYAN WEST

Una cortesía exquisita en un entorno opulento. Por mucho menos que eso ya podría sentirme másque satisfecho, pero una sensación de urgencia empaña lo agradable del momento. Demasiadasincógnitas pululan por mi cabeza, a mí que tiendo a deleitarme en las cosas buenas de la vida.Aspiro el aroma del puro generosamente ofrecido y lo guardo en un bolsillo interior de lachaqueta.

Ese hombre, Jean Claude, presiento que es excepcional, a su manera. Su talante ahora frío ypragmático no deja de sorprenderme, debe de ser un hombre acostumbrado a mantener a rayalas emociones, un negociador avezado reticente a demostrar debilidad. Observando de hito enhito a mis amigas, especialmente a la perceptiva Matilda, pretendo averiguar que impresiones seforman acerca de nuestro nuevo "mecenas".

Locura y maldición, menudo legado para los Lavoie. No sé que habrán hecho los miembros deesta familia para merecer semejante testamento, pero apostaría de nuevo a que no todo es trigolimpio en el pasado de esta gente. A menos que el azar les haya jugado una mala pasada.

Trato de no boquear cuando escucho la oferta...dos mil dólares, un excelente bagaje para llevarde vuelta a Boston. Nos pagarán tal cantidad por hacer algo que en el fondo me atraeirremisiblemente, investigar un nuevo misterio sombrío que adereza un festín iniciado en SanCutis.

Celine: Gracias por acudir. Yo no me creo mucho esa historia de la maldición, pero aún así lespido por favor que se lo piensen. Mi padre es una buena persona, aunque no piense igual muchagente. Si así se convence de que todo está bien, pues estupendo. La historia de mi abuelo escierta, se volvió loco. Yo no lo vi, estaba en Nueva York, pero durante sus últimos días de vida,hablé con mi hermano casi a diario y me fue contando todo. Casi no conocía a mi abuelo... Estoysegura de que ayudarán a mi padre. ¿No es así?

Puf, esa mirada unida a una voz femenina y sutil me tienen subyugado. No creo que se trate denada más que cierta fascinación por un personaje del carisma de Celine, a pesar de que temo quemi juicio esté prisionero. Dudo que llegue a sentir algo realmente serio por la dama, pero desdeluego conseguiría convertirme en su vasallo si se lo propusiese...claro que no tiene porquésaberlo.

- En lo que a mí concierne, me siento inclinado a prestarles mi ayuda. Sin embargodebe haber consenso con mis compañeros, de quienes en cierto modo me consideroresponsable de haberlos metido en todo esto. Por otra parte, no debemos descuidarotro asunto de importancia, lo que realmente nos trajo a Montreal...pero seaoptimista, señorita.

La opinión de Matilda es vital para mí. Sé que los Lavoie no le agradan, pero parecen gentedesesperada por conseguir ayuda poco convencional. Tengo que hacerle ver las ventajas deaceptar, ventajas en forma de sobre repleto de dólares y un poco de intriga añadida, como si nofuese suficiente con lo que se cuece en San Cutis. Mina estoy seguro de que aceptará, aunque deesa encantadora muchacha no me atrevería a dar nada por hecho. Los demás...Dirk no creo que

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renuncie a la posibilidad de ganar dos mil dólares, pero William...ya veremos, me da en la narizque el asunto de McBride le absorbe plenamente.

- Señorita Lavoie, tendrán una respuesta a tiempo, antes de las ocho.

Matilda: ¿Habéis escuchado? Pregunté. Me pareció oir el ruido de unas pisadas y un palogolpeando el suelo...

- ¿Eh...dentro de la casa? Yo no oigo nada.

¿Por qué me sobresalto?. Será un viejo criado con un bastón, o un niño que anda jugando porahí...¡que diantres, voy a terminar por fumarme el puro antes de tiempo, necesito relajarme! Creoque aún no me recuperado del todo de ver aquel monstruo en el congelador,...entre eso y lapelea de anoche, tengo los nervios alterados.

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MATILDA

Nadie había oído lo mismo que yo, o al menos ninguno de los presentes en la sala pareció darleimportancia a mi comentario. Bryan estaba absolutamente omnubilado por los encantos de lamansión y de su cautivadora dueña, mientras fumaba aquel puro que apestaba, alargando elmomento lo más posible. ¡Que ganas me daban de pellizcarle una nalga para sacarlo del trance enque se hallaba! - ¿Eh... dentro de la casa? Yo no oigo nada... Fue todo lo que acertó a decir.Celine, impecable actriz, (para que negarlo a estas alturas), en plena actuación magistral,interpretando el papel de pobre chica, ¡ay! Que incrédula, como si la cosa no fuera con ella, pero¡que inocente y condescendiente hija...! En fin, para mí, su falsa blandura y su prefabricadadureza, por increíbles, daban asco ambas. Yo de ella, ya no me creía nada. Aunque a Bryan, deesto, por supuesto, ni una palabra. Si quería desbarrar, que desbarrara, que ya era mayorcito. Sinembargo, el utilitarismo de Mina era punto y a parte. Su sordera al menos tenía una razóncomprensible y de sobra justificada. El pragmatismo de su codicia, estaba en aquel delicado ytrascendental momento, extendiendo sutilmente el hilo de su tela de araña. Y la situación no erapara menos. Al menos, ahí yo, la secundaba.

Sin embargo, los ruidos que oí fueron reales e inequívocos. Correspondían a una imagen acústica,que aunque invisible, era igualmente clara: un hombre cojo andaba espiando tras aquella robustapuerta y deambulaba por el pasillo mientras su viejo bastón le delataba. No pude evitar acordarmede éstas palabras:

Mina: Pues te parecerá extraño querido Bryan pero, con un clima tan bueno me pareciócuriosísimo que el tío de Celine luciera ese enorme abrigo de pieles y que, a pesar de estarsudando la gota gorda no se desprendía de él ni por asomo. Al verlo, cuando salimos de laestación, me pareció de lejos como ver a un enorme osito de peluche... ¿alguno os fijasteis sillevaba bastón? Quizá el oso de las tres piernas es él... Quizá él es quién nos quiere proponeralgo... mostrarnos el camino hacia algo. No sé...

Muy buena la observación de la pequeña Mina momentos antes. Y muy oportuna. Así que una dedos. O el del otro lado de la puerta era el tío Jacques, el de la estación, el omitido en la esquela,el ausente en el entierro y el mencionado en el epitafio.... O iba a ser verdad lo del muerto

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viviente y el del pasillo era el viejo loco Lucien...Poco probable en todo caso, pues que yo sepa,los fantasmas gustan más de arrastrar cadenas que cayados. A no ser que se trate de una modanueva.

Al salir de allí, para que negarlo, algo impresionada, hablamos los tres, largo y tendido, en el viajede vuelta. Bryan quiso conocer nuestras sensaciones sobre lo acontecido. Mi opinión sobre elpadre aún no estaba del todo formada, pero de ser cierta su creencia en la maldición del abuelofantasma, me inclinaba más a pensar que Jean-Claude era la víctima de un complot, que unvisionario. De ahí que contratara a extraños para arreglar el entuerto y que la suma de dinero queofertaba para librarle del mal fuera tan elevada. No sería la primera vez en la vida que meencontrara con un adinerado hombre de negocios, pragmático y frío en apariencia, abyecto en suvida privada por creencias o experiencias esotéricas o poco convenientes.

Luego mi amigo, apasionado, intentó convencernos de seguir adelante con el asunto. Me sonreímientras argumentaba. Me encantaba verlo gastar saliva para nada. Por mi parte. Dos mil Dólaresiban a suponer no abrir las piernas por dinero en una larga temporada.

**********

MINA ADAMS

Era increíble como la familia Lavoie entera pasaba por la mente de Mina de forma oscilante... tanpronto los encontraba profundamente fascinantes como de pronto se le barruntaban necios ytoscos en sus maneras. No había que dejar de lado que la figura de la "familia maldita" teníacierto regusto romántico terriblemente atrayente para la joven de Kansas pero las palabras delpatriarca de los Lavoie le habían hecho torcer el gesto dejando aflorar los recuerdos que se habíansuscitado en ella la noche anterior en el callejón trasero de Le Bistró.

El padre de Celine parecía efectivamente un hombre de negocios respetable y poco propensos alas creencias folklóricas y muchos menos de carácter místico... con lo que aquel supuesto tratopara limpiar la familia de malos augurios era casi cómica en aquel augusto empresario.

Por supuesto la posibilidad de sacar de un apuro a tan afamada familia y además ganar un buenmontón de pasta era algo que Mina no pensaba ni por un instante dejar escapar. En realidadcuando Celine le comentó la primera vez al posibilidad de trabajar para la familia Lavoie ella seveía a sí misma cantando en una elegante recepción para una nutrida reunión de ricos y famososempresarios de la flor y nata montrealesa, y no como investigadora de lo paranormal... aunqueúltimamente, entre la familia Lavoie y el cadáver de aquel supuesto San Cutis en el congelador dela parroquia, todo le llevaba a acercarse a lo incomprensible.

Saliendo de su ensimismamiento Mina pudo comprobar fácilmente que a su querida Matilda lesuscitaba el mismo presentimiento que a ella toda aquella situación; si bien no le hacía ningunagracia el asunto, no pensaba rechazar aquel apetecible sobre lleno de dólares. Era increíblecomprobar una vez más la simbiosis que se producía entre la dos mujeres que hacía apenas unashoras que se conocían.

Al dejar la mansión camino de nuestra residencia pude disfrutar largo y tendido de la pasión conla que Bryan argumentaba sus motivos para aceptar la propuesta de los Lavoie. Al tiempo que nosmetíamos en el taxi y encendiendo un aromático cigarrillo de tabaco canadiense le comenté:

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No te canses, encanto. La respuesta es sí... y de hecho, estoy segura de que tanto Dirkcomo el brillante William estarán encantados de participar en un nuevo reto oscuro ymisterioso... esto parece estar saliéndose de madre. Por cierto... ¿os habéis dadocuenta de que por ninguna parte ha aparecido la madre de Celine? ¿Habrá muerto? Nosé... pero parece que no hay nada claro en esa mansión. Sólo espero que William hayapodido aclarar algo acerca del cadáver del santo para poder cerrar un asunto antes deembarcarnos en otro. Creo que todo esto me supera... empiezo a hablar como en unapelícula de cine negro americano. ¿Tú que piensas Matilda?

**********

MATILDA

Cuando Bryan acabó de argumentar, no sin ocultar su gran interés por participar en el asunto,Mina respondió tajante:

- No te canses, encanto. La respuesta es sí... y de hecho, estoy segura de que tanto Dirk como elbrillante William estarán encantados de participar en un nuevo reto oscuro y misterioso... estoparece estar saliéndose de madre. Por cierto... ¿os habéis dado cuenta de que por ninguna parteha aparecido la madre de Celine? ¿Habrá muerto? No sé... pero parece que no hay nada claro enesa mansión. Solo espero que William haya podido aclarar algo acerca del cadáver del santo parapoder cerrar un asunto antes de embarcarnos en otro. Creo que todo esto me supera... Empiezo ahablar como en una película de cine negro americano. ¿Tu que piensas Matilda?

- No lo dudéis. No me interesan en absoluto los muertos, los fantasmas, las maldiciones ni losLavoie, pero dos mil dólares son mucho más de lo que haya podido soñar que ganaría en la vidacon un trabajo decente... Puesto que no creo en los muertos vivientes... sólo me queda pensarque alguien vivito y coleando está gastando a “Mr.Hielo” una broma pesada o algo peor. Tal vez elhermano ausente, que me parece que rondaba tras la puerta cuando quedamos a solas conCeline...Tal vez su propio hijo, ávido por heredar una gran fortuna antes de tiempo...o tal vez lamadre de Celine, de la cual como Mina bien dice no sabemos nada...O los enemigos de Stephane,que por lo que supongo, deben ser muchos y no se andan con tonterías...-Y seguí diciendo:

- Como veis son muchas las posibilidades lógicas que pueden apuntar a un complot contraMonsieur Lavoie, antes de andarnos por las ramas especulando sobre motivos sobrenaturales,como él pretende. Espero que tengas razón, querida, y que Dirk y William acepten tan suculentaoferta. Por mi parte estoy deseosa de meter las narices en la cabaña de ese pobre diablo cuantoantes... ¿Me pasas un pitillo? – Y añadí:

- Bryan cariño... ¿Crees que el epitafio es una pista?, ¿Por dónde piensas que debemos empezaren caso de que los compañeros acepten?...Y si no aceptan... ¿Piensas que podríamos hacerlonosotros tres solos? Uffff... ¡Esta situación empieza a excitarme muchísimo!

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BRYAN WEST

Mi orgullo me dicta que mi vehemente oratoria ante las damas ha dado sus frutos. Una levemirada chispeante de Matilda y la rotunda respuesta de Mina diluyen mi presunción, convencidoahora de que ambas féminas caminan este sendero con soltura, varios pasos por delante de mispercepciones de novelista ansioso. Así pues, punto en boca.

Aún aspiro con deleite el aroma del puro mientras nos alejamos de la mansión. Ya no me cabeduda de que Matilda le está dando vueltas a todo este asunto, su vivacidad la delata y me sientosatisfecho de que mi amiga recupere el color. Cualquier sombría etapa anterior queda entrebambalinas... al menos de momento.

- Desde luego deberemos conocer más detalles acerca de los Lavoie. Una supuestamaldición no surge porque sí... habrá un pasado y motivos para que alguien recurra ala oscura mística, ¿no os parece?. En cuanto a San Cutis, ayudar al viejo McBrideseguirá siendo mi meta prioritaria, no importan los dólares de por medio. Es mi amigo,y cada vez tengo más claro que tiene un serio problema que le atenaza. Confío enWilliam y en Dirk, esperemos que hayan sacado algo en limpio.

Mina tiene razón. Ambos retos amenazan con superarnos, no siendo ninguno de ellos un simplepasatiempo, precisamente. Demasiadas casualidades que hacen referencia a lo sobrenatural, queen el caso Lavoie se entremezcla con peligros más mundanos. Pues aquellos matones de anocheno parecían sacados de ninguna obra de terror, más bien de una de bandoleros o pandilleros quebuscan su hueco en el mundo del hampa.

Escucho con atención las razones expuestas por Matilda, encantadoramente segura de sí misma.Así que teníamos un espía tras la puerta...parece que mi amiga concede mucho crédito a lasospecha de que alguien de la propia familia esté implicado, y hace bien pues yo pienso igual,aunque solo la intuición guía de momento nuestros pensamientos.

Matilda: Como veis son muchas las posibilidades lógicas que pueden apuntar a un complot contraMonsieur Lavoie, antes de andarnos por las ramas especulando sobre motivos sobrenaturales,como él pretende.

- De acuerdo, pero no olvides que un perro muy poco común ha intervenido dos vecesen ayuda de esta gente. Yo jamás he visto a un animal comportarse así, tiene tan pocode natural como su milagrosa recuperación de la fea herida que recibió anoche. ¿Yrecordáis aquel hombre en el tren... el maquinista?, no conozco a nadie capaz de salirdel tren como aquel tipo, me pareció una especie de de... no sé como calificarlo.

Matilda: Bryan cariño... ¿Crees que el epitafio es una pista?, ¿Por dónde piensas que debemosempezar en caso de que los compañeros acepten?...Y si no aceptan... ¿Piensas que podríamoshacerlo nosotros tres solos? Uffff... ¡Esta situación empieza a excitarme muchísimo!

Me conmueve la inesperada actitud positiva de Matilda, disipa parte de mis dudas y rebaja el pesode la responsabilidad. Incluso la joven Mina irradia seguridad, un diamante en bruto, diría yo.Sonrío y expelo una bocanada de humo hacia el cielo, procurando no molestar a las damas. Aquí ala luz del sol y en tan grata compañía, nada parece lo suficientemente espeluznante para llegar ainquietarme.

- Tiene que ser una pista, ese can no sería tan amable con nosotros por nada. Miopinión es que ahora debemos visitar a nuestros compañeros, comprobar sus

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progresos y ponerles al corriente de la situación aquí. Ya veremos comocomplementamos ambas investigaciones, pero separarnos pienso que sería un error.Pocos ejércitos ganaron batallas dividiendo sus fuerzas... juntos afrontaremos todoesto con más garantías.

Rumbo a San Cutis. No veo el momento de verle la cara a McBride de nuevo y empezar a sacaralgo en limpio de esta atípica visita a Montreal.

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TURNO 11 – La sesión

La mansión Lavoie16:09 pm

El grupo se despidió de la señorita Lavoie, prometiéndole que su padre recibiría una respuestaantes de las ocho. Si por cualquier de los tres hubiese sido, dicha respuesta sería, claramente,afirmativa, pero debían consultar con sus compañeros antes de tomar una decisión al respecto.

Cuando abandonaron el despacho de Jean-Claude, ya era demasiado tarde para intentar averiguarquién o qué había provocado el sonido que oyera Matilda. El pasillo estaba desierto, así como todoel trayecto hasta la salida de la mansión. La propia Celine pidió un taxi para sus nuevos amigos yaguardó en la entrada hasta la llegada de éste. Una afectuosa despedida y a esperar quedecidieran ayudar a su padre.

El regreso a la iglesia sirvió de puesta en común sobre los, ahora dos, asuntos pendientes enMontreal. Para Bryan era prioritario resolver el misterio de San Cutis y averiguar qué le sucedía asu viejo amigo McBride. Sin embargo, era difícil pasar por alto la suculenta recompensa ofrecidapor el magnate de las destilerías McTanish,

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis16:41 pm

El robo, o desaparición, del cadáver, unido al nuevo intento de forzar la caja de caudales delpadre Philip y a la agresión sufrida por el ama de llaves, bastó para que William y Dirkcomenzaran a pensar con rapidez. La idea de la sesión con Madame D´Anjou tal vez sirviera paraaclarar alguno de los incontables puntos oscuros de aquella misteriosa trama. Pero antes de eso,cabía la posibilidad de encontrar algo en el callejón por donde el ladrón o, quién sabe si el propiocuerpo, huyera del antiguo seminario.

La teoría de que el supuesto santo huyera por su propio pie fue descartada casi de inmediatocuando el detective y el arqueólogo observaron el lugar. En el suelo hallaron varios fragmentosmás del cuerpo, todos ellos de pequeño tamaño. Algún mechón de pelo, un trozo rasgado de susvestiduras y varios pedazos de piel seca. Sin duda, los restos momificados habían sufrido duranteel complicado descenso. Pero lo que clarificó todo fue descubrir un par de huellas de botas. Pordesgracia, el rastro se perdía poco más allá.

El sonido de voces en el interior de la iglesia les alertó. Ambos corrieron de regreso a su interior.Dirk fue en cabeza, con su mano buscando la culata de su arma y seguido de cerca por el jovenWilliam. Con su revólver ya desenfundado, el detective irrumpió en la cocina donde habían dejadoa la señora D´Anjou recuperándose de su golpe.

Matilda, Mina y Bryan, así como la propia D´Anjou, dieron un respingo ante la entrada de Dirk,que respiró aliviado al descubrir que los ladrones de cadáveres no habían regresado al lugar.

William: Menudo susto... Creíamos que habían vuelto. Me alegro de veros.

Mina: El susto nos lo hemos llevado nosotros...

Bryan: ¿Qué ha pasado aquí? Y... ¿quién parecía haber vuelto?

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Dirk: Me temo que han robado el cadáver del congelador. Huyeron por una ventana del pisosuperior. Llegamos demasiado tarde, aunque al menos evitamos que robaran el corazón.

Matilda: ¿Está usted herida? – dijo mientras se acercaba al ama de llaves.

Madame D´Anjou: No es nada, me golpearon pero estoy bien. Gracias, señorita.

Bryan: ¿Y McBride?

El joven profesor negó con la cabeza.

William: No ha vuelto, pese a que dijo que vendría a comer. Como ves, aquí las cosas no han idodemasiado bien...

Los siguientes minutos se dedicaron a comprobar, una vez más, que todo estaba en orden en laiglesia. Después, reunidos de nuevo, comentaron todo lo que acababa de suceder. La reliquiaparecía no estar en un lugar demasiado seguro y, con seguridad, volverían a intentar llevársela.Los acontecimientos en torno a San Cutis se estaban precipitando a un ritmo demasiado rápidopara ser seguidos con facilidad. Había que decidir qué hacer a partir de ese instante.

Y aún quedaba todo el asunto de los Lavoie y su supuesta maldición, así como la suculentarecompensa ofrecida por deshacerla.

Madame D´Anjou intervino para comentar que en apenas unos minutos podía tener todo listopara escuchar las voces.

Madame D´Anjou: Si aún están interesados... verán que ese cadáver no era del santo.

La sesión con Madame D´Anjou17:25 pm

Tal y como les explicó el ama de llaves, todos los participantes debían sentarse alrededor delobjeto y formar un círculo. Todo ello, en un ambiente tranquilo y relajado. La primera parte de lasesión se realizó en la capilla donde se custodiaba el pequeño relicario traído desde Italia quecontenía un fragmento del fémur de San Cutis.

Todos los miembros del grupo se cogieron las manos, relajándose y aclarando sus mentes de todopensamiento, excepto aquellos relacionados con San Cutis. Pocos minutos después, MadameD´Anjou cayó en un ligero trance. Lentamente la estancia pareció volverse más calurosa pormomentos. Desde ninguna fuente en concreto, un intenso olor dulce a flores lo envolvió todo.Entonces, la respiración de Madame D´Anjou se agudizó, su cabeza se reclinó hacia atrás y sesacudió violentamente. COR (0/1)

San Cutis: Que la paz de Dios esté con vosotros.

Fueron los labios de Madame D´Anjou quienes pronunciaron estas palabras, pero con una vozbien distinta... y masculina. Las mismas palabras volvieron a surgir de su boca, primero en latín y,finalmente, en alemán.

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San Cutis: Eres alemana, ¿verdad? – añadió mirando fijamente a Matilda – Me siento máscómodo hablando en mi lengua natal o en latín.

Tras un intento inicial por hablar en inglés, comenzó a hacerlo en alemán, haciendo Matilda deintérprete de todo cuanto decía. La teutona se sorprendió ante lo que escuchaba. La voz que salíade la garganta de D´Anjou dominaba el alemán y se expresaba con una corrección absoluta.

Matilda: ¿Eres Jaime de Andrés?

San Cutis: No, mi nombre es Andrik de Kues, aunque también me conocen como Cutis. Confíoque algún día todo se aclarará.

Matilda explicó a sus compañeros que Kues era una pequeña ciudad alemana.

San Cutis: Leo en vuestros corazones que sois los adecuados. Jaime de Andrés es un impostor,pero Philip McBride escogió bien. Todo se arreglará.

Matilda: ¿Dónde está McBride?

San Cutis: Su alma está segura, alabado sea Dios.

Madame D´Anjou sufrió una nueva convulsión y el olor a flores desapareció de pronto. San Cutisse había ido. Los investigadores no daban crédito a lo que acababan de presenciar en la capilla.Algo cansada, el ama de llaves se incorporó.

Madame D´Anjou: Sería una herejía repetirlo aquí con el mechón. Vamos a otro sitio, la cocinaestaría bien.

La mujer no parecía darle ninguna importancia a lo sucedido y sin variar un ápice la expresión desu cara, giró sobre sus talones y se dirigió a la cocina. El grupo, casi sin palabras, se limitó aseguirla sin dejar de pensar en lo sucedido.

Sentados alrededor de la mesa de la cocina, Madame D´Anjou les pidió de nuevo que se cogieranlas manos y depositó el mechón de pelo del cadáver sobre la mesa.

Madame D´Anjou: Como ya les dije, San Cutis era glorioso, pero el hombre que era esa cosa...– dijo señalando los restos – es peor que el mismísimo Diablo. Por favor, deben despertarme sialgo sale mal o me asusto demasiado.

El grupo observó los mismos preparativos que en la capilla pero, por la expresión de su rostro,parecía más difícil y desagradable en esta ocasión. Por fin, reclinó su cabeza y se sacudióviolentamente. Una voz aceitosa cruzó sus labios.

Claramente, se trataba de dos voces diferentes. Si Andrik de Kues hablaba suavemente y con untono tranquilizador, Jaime Andrés lo hacía con una voz mucho más grave y remarcandoostensiblemente la sílaba final de aquellas palabras a las que quería dar mayor énfasis.

Jaime Andrés: Mi Señor os ruega que pongáis fin a vuestra presencia aquí. No podéis interveniry seguir vivos. Él es todopoderoso. Castiga a aquellos que se resisten y elimina a los que seoponen. Os conviene marcharos.

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La mirada desencajada del ama de llaves y el tono amenazante de sus palabras provocaronescalofríos en los allí reunidos. Casi se podía sentir la presencia de algo maligno en la vieja cocinade la iglesia. COR (0/1d3)

**********

MATILDA

- ¿Está usted herida? - Pregunté al ama de llaves al ver la zona enrojecida y abultada en la frentede la anciana.-

- No es nada, me golpearon, pero estoy bien. Gracias, señorita. - Respondió con media sonrisa,que delataba cierto dolor reprimido.-

- Déjeme ver... Le han dado un buen mamporro. ¡Menuda cabeza dura la suya! - La mujer repitióla misma mueca de antes, queriendo emular una sonrisa. - Le prepararé, con su permiso, unacompresa fría de manzanilla y lavanda. Verá como eso le alivia. ¡Mano de santo! (Nada másdecirlo, quise comerme mis palabras) Ejemmm... ¿Dónde guarda Ud. las hierbas?

Mientras preparaba la tisana para el remedio casero, siguiendo las indicaciones del ama de llavesy una cafetera bien cargada para el resto, cruzamos nuestras miradas unos con otros... Habíamucho de que hablar antes de que el padre regresara. Bryan pareció contrariado al no tenernoticias de él. No era normal en su amigo ese comportamiento y comenzaba a preocuparse aligual que William.

- ¿No tendrá Ud. el número de teléfono del Sr. Lowell? - Pregunté a la dama. - Tal vez él sepa pordonde anda y creo que dadas las novedades, parece bastante urgente que le localicemos... - Meatreví a sugerir.- La mujer señaló una libreta que colgaba de un hilillo junto al aparato de pared.Parecía una pequeña guía.

Dirk se apresuró a hojearla, mientras William nos daba los detalles de lo acontecido desde suregreso esta tarde a San Cutis. Al saber que habían vuelto a forzar la caja recordé el sueño de lanoche anterior. Curiosamente mi mente lo había desterrado hasta ahora. En un momento de máscalma, quizás lo contara. Tal vez tuviera algún significado que ahora mismo, con tanto lío, se meescapaba. Mientras Madame D´Anjou sujetaba bien prieta la compresa ya fría contra el chichóndijo:

- Si aún están interesados... verán que ese cadáver no era del santo. En unos minutos, si lodesean, puedo tenerlo todo preparado para escuchar las voces y me gustaría hacerlo antes de queel padre vuelva. Estoy segura de me despediría si se enterara de que puedo hacer que hablen losmuertos.

Todos asentimos con la cabeza y ella marchó de la cocina sin despegar la compresa de su cabeza,para los preparativos. Ahí aprovechó Bryan para resumir el extraño encuentro con el padre deCeline y la rocambolesca proposición que nos había hecho, ante la mirada atenta de Dirk y deWilliam. Sus cuatro ojos se abrieron al unísono nada más escuchar las palabras mágicas. Dos mildólares... Parafrasearon ambos... El resto no pudimos controlar una abierta sonrisa. A estas

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alturas ya, nadie parecía dudar de nada. Todo, hasta lo más inverosímil, parecía factible en aquelextraño viaje.

**********

MINA ADAMS

Parecía que una vez más los acontecimientos se precipitaban y, al igual que las desgracias, estosno venían solos. Mientras Matilda, Mina y Bryan capeaban el temporal entre los tapices yarabescos de la mansión Lavoie, sus amigos habían hallado diversos puntos importantes de lainvestigación a través de los datos biográficos de Jaime de Andrés y su periplo por medio mundo,y, entre tanto, la pobre señora D'Anjou era asaltada brutalmente.

Desde que abandonaron las inmediaciones de la casa Lavoie e intercambiaron sus impresiones enel taxi, camino de la parroquia, Mina tuvo un lento pero inexorable proceso de introspección.Quizá fuera por la cantidad de cosas inexplicables que sucedían a su alrededor y que quedaban aaños luz de la comprensión de una chica de Kansas... quizá porque, aunque se lo intentara negara ella misma, se sentía atraída por el entorno Lavoie como una polilla ante un candil. Todos losdatos le daban vueltas en la cabeza mientras miraba absorta el paisaje plomizo de la tardemontrealesa; el cadáver, el perro, el cuervo, el oso, el corazón, el libro, el maquinista... todo eraconfuso en extremo. Es por esto que Mina realizó buena parte del viaje de regreso a la parroquiacallada como una tumba, hecho que no pasó desapercibido a sus dos acompañantes.

Al entrar de nuevo en "casa" y percibir el alboroto del reencuentro con Dirk y William, unido alataque sufrido por Madame D'Anjou Mina despertó de su letargo visiblemente atontada. Apenaspudo reaccionar con la claridad y energía que Matilda mostró... Ella conocía bien los modos dehacer que un chichón bajara ya que no habían sido pocas las veces que había tenido que emplearestos conocimientos con su anterior pareja... pero se sentía torpe y abotargada.

El café de Matilda era excelente y pareció ayudar a que se despejara un poco, aunque minutosdespués, cuando la señora D'Anjou sugirió contactar con los muertos a Mina se le pasó por lacabeza un "ah, si... y qué más va a pasar hoy?" ... completamente rebasada. Así tanto que debuena gana se hubiera ido a dormir dando por zanjado un día estremecedor en la vida de lamuchacha de Kansas. Pero educadamente se dispuso a cooperar en aquel extraño ritual comonunca antes había visto.

Cuando todo comenzó y Madame D'Anjou pidió que se tomaran de las manos, Matilda, sentada ala diestra de la joven pudo notar la blandura de su mano, provocada por el cansancio, y asícompartieron por un instante una mirada muy explicativa para la comprensión del estado deabatimiento de Mina.

Y súbitamente la torsión antinatural y extrema del cuello de Madame D'Anjou hizo a Mina ponersetensa apretando la mano de la teutona hasta hacer emblanquecer sus uñas nacaradas. De unrespingo tomó aire nerviosa y entrecortadamente y se dispuso a escuchar la voz del santo porboca del ama de llaves.

Con la segunda sesión la cosa fue diferente. Igual fue por haber presenciado ya la primera lasorpresa fue menor pero a pesar de la desagradable voz que manaba ahora de los labios de lacriada Mina consiguió mantener la calma y poner especial atención a las palabras que escuchaba;el epitafio, la pesadilla de Dirk y ahora las confesiones de Santo y Diablo... todo parecía tener un

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doble sentido, un simbolismo bizarro y desagradable, una clave oculta esperando serdesentrañada para dar con un resultado inesperado y más siniestro aún si cabe que el propioacertijo.

En el momento de tensión a Mina la volaban miles de preguntas por la cabeza que deseabaverbalizarlas en presencia de aquel ser extraterreno pero ninguna lo suficientemente concisa o derespuesta clarificadora. El café y el susto la habían despejado pero aún se sentía torpe y cansada.Por fin, blandamente profirió:

"¿Quién es tu Señor? Tu no eres San Cutis por lo que no estas hablando de NuestroSeñor Jesucristo... ¿quién es entonces?"

**********

(...)

Mina fue la primera en atreverse a formular una pregunta. Su voz sonó un tanto tímida, pero novaciló.

Mina: ¿Quién es tu Señor? Tú no eres San Cutis por lo que no estás hablando de Nuestro SeñorJesucristo... ¿quién es entonces?

Jaime Andrés: ¿Jesucristo? Jajaja - su carcajada le hizo estremecerse - Soy Jaime Andrés,Compañero de Chaugnar Faugn, mi Señor, El Horror de la Colina. Os lo advierto, marchad ahora yserá condescendiente, seguid aquí y sufriréis su poder.

La presencia de un mal absoluto seguía inundando todo. Las sombras de la cocina se acentuaronlevemente y la luz que entraba a través de las ventanas parecía más tenue, como si hubieraatravesado algún tipo de filtro. Madame D´Anjou dibujó una sonrisa grotesca mientras su ojosobservaban, casi fuera de sus órbitas, las reacciones de los presentes. Parecía estar divirtiéndosecon todo aquello...

**********

DIRK

Si todo aquel asunto era complicado, las noticias que trajeron del entierro no lo eran menos.¿Maldiciones? Aquello, aquello no dejaba de ser gracioso. Que él, viniendo de donde viniera,pareciera ser el más escéptico. Aunque quizá por venir de donde viniera, precisamente, nodescartó del todo aquel asunto. De todos modos, había algo en lo que si creía, con una feinquebrantable: el dinero. Con aquel dinero... si, una nueva vida era posible. No es que ledesagradase la vida que llevaba, se había acostumbrado con el tiempo, pero... Incluso quien sabe,quizá los Lavoie pudiesen conseguirle clientela si se establecía aquí, y con todo ese dinero eraposible. Canadá... No más ley seca. Oh, el alcohol había estado ausente de sus pensamientos untiempo, pero en los momentos de reposo volvía, cada vez con más fuerza. "No mientras estémetido en este asunto. El alcohol y los negocios no son buenos compañeros, menos aun en estetrabajo concreto."

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Cuando la sesión de espiritismo comenzó, Dirk se arrepintió al instante de no ceder a susimpulsos. Necesitaba un trago, aunque fuera de esa mierda que él mismo destilaba, allá en sucasa. En su casa... Mierda... ¿Qué hacia aquí? De pronto el dinero era menos apetecible...

"Serénate. Si de verdad es lo que se supone que es, aprovéchalo. Obtén información. Hazpreguntas. Indaga. Haz algo..."

Pero no fue capaz. Suspiró, y se dedicó a observar. Afortunadamente, todo aquello resultó seralgo tranquilo. El supuesto San Cutis, si de verdad la señora estaba poseída, no provocó ningúnproblema. No era un experto en el tema, pero a veces había oído...

Aun así, cuando se produjo la pausa, Dirk se sintió más tranquilo, listo para afrontar el segundoencuentro, que había de ser más útil si estaba en lo cierto...

Aquel segundo encuentro fue diferente. La entidad que poseía a la señora D'Anjou - Ahora notenía dudas- era sensiblemente maligna. Era, por estúpido que pareciera, como volver a sentiraquella bala dentro de él, tantos años después. Como sentir aquella opresión, cuando cruzó elAtlántico para intervenir en la Gran Guerra. No, no era exactamente así, en realidad... Era muchopeor. Era... Mina interrumpió sus pensamientos. Aquella joven no carecía de valor, desde luego.Pero aquella cosa le contestó de un modo... Dirk no pudo explicárselo, pero le molestóenormemente como había contestado a la joven, esos aires que se daba. Era un maldito muerto,no podía hablar con esa prepotencia. Máxime cuando todas sus amenazas había de cumplirlasotro. Dirk, sin saber muy bien porqué, decidió pasar al ataque. Metafóricamente, claro.

Dirk: Y dígame... Jaime... ¿O debería decir Arja? Aunque claro, Arja podría ser ese señor tuyo...Espero no romperte el corazón con mi falta de tacto. - Dirk sonrió, esperando no enojardemasiado a aquel ser, con su estúpido chiste. Pero muchas veces un hombre enfadado dice másde lo que pretendía. Aquello era más peligroso que un hombre, pero... No perdía nada por probar-Tendrás que ser capaz de algo más que de intentar perturbar mis sueños si quieres que memarche. E imagino que otro tanto con mis compañeros. Además, estás en una iglesia. Y tenemosel corazón. Pórtate bien, y cuéntanos unas cuantas cosas, o haré a ese corazón un par decariñitos, que he aprendido por ahí.

**********

(...)

La segunda pregunta no se hizo esperar...

Dirk: Y dígame... Jaime... ¿O debería decir Arja? Aunque claro, Arja podría ser ese señor tuyo...Espero no romperte el corazón con mi falta de tacto.

La intervención de Dirk no dejó indiferente al ente que poseía a Madame D´Anjou. La expresiónde su rostro cambió notablemente al escuchar el tono burlesco del detective.

Dirk: Tendrás que ser capaz de algo más que de intentar perturbar mis sueños si quieres que memarche. E imagino que otro tanto con mis compañeros. Además, estás en una iglesia. Y tenemosel corazón. Pórtate bien, y cuéntanos unas cuantas cosas, o haré a ese corazón un par decariñitos, que he aprendido por ahí.

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Jaime Andrés: Tu falta de respeto resulta intolerable. – Hubo una larga pausa – Mi Señor deseamarcaros, preparaos para su llegada.

Una especie de campo eléctrico puso los vellos de punta a todos los presentes. Los cincomiembros que formaban el círculo sintieron una nueva presencia en la cocina, acompañada por uninconfundible olor a ozono. La presencia era grande, poderosa, e intensamente malvada. En elcentro del círculo, sobre la mesa, un gran ojo sin párpado, de casi medio metro de diámetro, tomóforma. A pasar de que los investigadores rodeaban la pupila de color carmesí, el ojo mirabafijamente a todos ellos, independientemente de la posición que ocuparan alrededor de la mesa.COR (0/1d4)

Sólo Dirk y William fueron capaces de sostener la mirada del ojo flotante sin vacilar. Sin embargo,Bryan, Mina y Matilda apartaron la vista, grajeándose así, el menosprecio de Chaugnar Faugn, loque conllevó un intenso y punzante dolor en la boca del estómago...

**********

MATILDA

Cuando el ama de llaves comenzó a hablar con voz ultraterrena de santo varón, sentí un profundopinchazo en el centro del estómago. La lengua de trapo con que pronunciaba algunas palabras delinglés, hacía bastante ininteligible su discurso. Era tan perfecta la interpretación del ama de llaves,que me pareció fruto de un delirio psicótico. Estaba segura de que aquella transformación, de laque estábamos siendo testigos, se debía a algún tipo de alucinación visual y/o acústica. No habíaotra explicación posible. Las piernas me comenzaron a temblar de forma ostensible, debido alpánico. Mina apretó mi mano con más fuerza en ese momento, cuando sintió el temblorextenderse a mi barbilla. Entonces los ojos de la vieja posesa se detuvieron en mí y la voz mehabló en perfecto alemán, pidiéndome cortésmente que le hiciera de intérprete. El discurso enlengua extraña no podía ser fruto de ninguna enfermedad ni de ningún fraude. Aquello eraverdaderamente inexplicable, pues no tenía noticias de que la señora conociera ni una solapalabra de mi idioma. Intenté pues, concentrarme en el mensaje y traducirlo a los compañeros,en un esfuerzo por bloquear el miedo y seguir adelante con aquello. Con voz titubeante me atrevía preguntar al ente si era Jaime de Andrés.

- Nicht. Mein name ist Andrik De Kues. Aber sie etkennen mich an Cutis. Jaime de Andrés ist einbetrüger. Der vater Mc Bride hat es gut gemacht. Das seid die gewählten. Haltet die Windnstille.

Traduje lo más literalmente que pude. Y terminó: Mantened la calma, todo se arreglará.

- Alles wird sich bereitstellen, bereistellen, bereistellen.....bereistellen.

Mina soltó mi mano de golpe igual que Bryan y ambos me zarandearon para despabilarme. Caí enla cuenta de que una gran somnolencia se había apoderado de mí, como si las palabras del santotuvieran poder hipnótico. Me costó recuperar el temple y la compostura, aunque el discurso,bastante tranquilizador en sí, había calmado mi ánimo y aplacado mis recelos.

Durante el siguiente encuentro todo fue distinto desde el primer momento. Comenzó la sesión enla cocina con pocos preámbulos, ya que todos conocíamos el protocolo. Nada más escuchar las

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primeras palabras proferidas por aquel ser maligno, se me encogió el alma y volvió la punzadaaguda en las tripas. Ya no tenía duda de que la mujer no era más que un vehículo, una especie deenvoltorio que usaban aquellos muertos para poder corporizarse en ese lugar. Pero lejos detranquilizarme la idea de que allí entre nosotros no había motivo para mi vieja fobia, la nuevarealidad que se hacía evidente, superaba con creces al pánico que por los orates hubiera sentidotan solo unos minutos antes.

No solo la voz era amenazante. También el discurso. Clara y explícitamente amenazante. O nosíbamos o nos enterábamos. Jaime de Andrés hablaba, al parecer de parte de otro tipejo al quellamaba su Señor. Rió a carcajadas cuando Mina le preguntó si trabajaba para Cristo. Pero eltalante decidido de mi pequeña amiga me insufló ánimo suficiente para preguntar, sin atreverme amirar directamente en su dirección. -¿Por qué le llamas El Horror de la Colina? ¿Representas a unmuerto o a un hombre vivo?

Tardó en contestar, como si me escrutara de arriba abajo para calibrar la intencionalidad de mipregunta.

Entonces tomó la palabra Dirk. Parecía irritado y su tono sonó insolente. A partir de ese momentono recuerdo ya nada. Sólo el repugnante y profundo olor a ozono que me había penetrado y sehabía instalado en lo más profundo de mi cerebro, impregnando todo mis pensamientos de suaroma dulzón. Cuando desperté, apenas conservé el sentido unos minutos. El dolor era taninsoportable, que parecía taladrar con fuego mis entrañas.

**********

DIRK

En el interior del detective luchaban el odio y la vergüenza. En su irresponsabilidad habíaprovocado al ente, del que no sabía apenas nada.

"Hasta un niño sabría que eso no era una buena idea, estúpido"

Sintió la tentación de bajar la mirada, avergonzado, pero el odio pudo más. En silencio ahora,sostuvo la mirada del ojo extraño. El olor, las sensaciones... nada importaba, sólo soportar sumirada, sólo demostrar que podía con ello. No le daría a ese monstruo la satisfacción dedoblegarse tan fácilmente.

"Si esto fuese una de esas historias con final feliz, ahora alguien pronunciaría alguna suerte depalabras mágicas, que acabarían con esto."

Pero no era así, y ningún hechizo surgió para combatir la posesión. Así sucedía en la vida real,pero... aquello no era exactamente como la vida real. Por lo general no había posesiones, ni ojossin párpado mirándolo a uno sin importar donde huyese. Por lo general...

"Un momento. Si sabe algo, quizás la pesadilla venga de él, o de su señor. Pero... si no sabenada... ¿Cómo hacer para saberlo? Es más... ¿Acaso tiene importancia?"

Manteniendo la mirada, esperó en silencio. Era peor que sentirse inútil: era saber que podíacausar más dolor a aquellos que lo habían contratado.

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**********

WILLIAM

Al entrar a la cocina, William esperaba encontrarse con cualquier cosa. La visión de sus trescompañeros ayudando a Madame D'Anjou le devolvió el alma al cuerpo.

El relato de lo vivido en el funeral, y la posterior propuesta de Monsieur Lavoie entretuvo al jovenThorndick lo suficiente para calmar sus nervios después de lo vivido. Claro que la naturaleza delpedido de Jean-Claude y la próxima sesión de espiritismo ponía a Montreal bajo una luz que sólopodía definirse como sobrenatural.

- No puedo responder ahora con respecto a la propuesta del padre de Celine, el dinero me tienta,y el misterio de lo que puede estar pasando también, prometo decidirme cuando terminemos conla sesión de espiritismo.

La primer sesión de espiritismo sirvió para poner a William a tono con lo que se vivía. Habíahablado con varias personas que decían poder contactar con antiguos espíritus, sobre todoaquellos que acudían a la excavación en Babilonia asegurando que conocían la ubicación de untesoro. La mayoría cobraba su bolsa de monedas y se iban contentos. Lógicamente no se buscabaen esos lugares a menos que estuviera en la planificación previamente, y normalmente no seencontraba nada.

En este caso era evidente que la manifestación era real, William no podía evitar sentirse fascinadopor la paz que emanaba de la voz del hombre que hablaba a través de Madame D'Anjou. Si bienno entendía una sola palabra, la melodiosa voz y su entonación le daban un aura de credibilidadque sólo había encontrado en algunos de sus mejores profesores, Phillip el mejor de ellos. Unavez Andrik de Kues terminó de hablar, dos cosas quedaron grabadas en la mente de William. Elhecho de que hubiera dicho que Phillip había elegido bien... y que su alma estaba a salvo. O bienMcBride era incorruptible, o había muerto antes de sucumbir ante el mal.

La desconexión de Madame D'Anjou con Kues le impidió a William formular la pregunta quepesaba en su alma. Y dado que aún tenían una sesión por delante prefirió no decir nada de lo quepensaba aún.

La segunda sesión fue otra historia, la mera presencia del espíritu de Jaime de Andrés en la sala leponía los nervios de punta. Una mezcla extraña de furia y de miedo llenaba su mente, tan prontosentía ganas de destruir toda evidencia de la existencia de tan abominable ser como de iresconderse bajo su cama.

La pregunta de Mina lo sacó de esa especie de trance, el ser decía responder a un tal ChaugnarFaugn, el Horror de la Colina. Tomó nota mental del nombre, ahora tenía una pista que investigar.La imagen de Phillip vino a su mente y cuando iba a preguntar algo Dirk decidió insultar a lacriatura.

La aparición del ojo sobre la mesa trajo una reacción inesperada en el joven Thorndick, el miedose había evaporado dejando solo una furia blanca de la que el joven jamás se hubiese creídocapaz. Sin poder contenerse escupió al ojo.

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- Maldito engendro demoníaco, devuélveme a mi amigo o te pesará, no te atrevas a tocar estemundo nuevamente. Te destruiré si lo haces.

William no era dueño de sus actos, el hecho de saber que esa cosa era responsable de ladesaparición de Phillip lo convertía en el receptáculo de su ira. Su cara estaba transfigurada ypoco faltaba para que saltara sobre la mesa a pisotear el ojo.

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BRYAN WEST

La noticia de la desaparición de nuestro amigo el cadáver me llena de desasosiego, acrecentadotras constatar que McBride sigue sin aparecer. Algo malo, realmente malo está ocurriendo y yo nopuedo hacer gran cosa de momento. La propuesta para una sesión de espiritismo la recibo comouna pésima idea, pero parece lo único a lo que aferrarnos en estos momentos de desconcierto...¡qué mujer tan peculiar, Madame D'Anjou!, me alegraré cuando la tenga lejos, a ella y a estedichoso santuario.

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Cogidos de las manos como colegiales ante un juego nuevo. Estoy nervioso, me cuesta relajarmeaunque trato de parecer sereno frente a las señoritas. Qué vergüenza, un tipo de mundo como yo,asustado ante el rostro de nariz afilada de una señora un tanto excéntrica. ¡Ten piedad, McBride...vuelve de una maldita vez y acaba con esta pantomima!

No voy a mentirme a mí mismo. Estoy aterrado cuando la mujer empieza a hablar con vozextraña, que pretende ser tranquilizadora pero que no evita el sudor de mis palmas agarrotadas.¡Ese aroma dulce... parece que estemos en un jardín interior, aquí en esta sala oscura!.

Trato de prestar atención a las palabras del ente, o lo que puñetas sea. Dice que el alma deMcBride está segura, pero eso no me calma. Yo quiero ver al viejo ante mí, sonriente ydicharachero como otras veces. Estoy a punto de hacer de tripas corazón y preguntarledirectamente al llamado Andrik, pero el olor se desvanece y nuestra médium regresa connosotros.

Madame D´Anjou: Sería una herejía repetirlo aquí con el mechón. Vamos a otro sitio, la cocinaestaría bien.

Quiero discrepar, pero me encuentro de camino hacia la cocina, sonriendo a las muchachas conaparente despreocupación, como si lo de antes hubiese sido algo poco más relevante que un té alas cinco. William y Dirk parecen decididos, no seré yo quién desentone.

Sujeto con firmeza las manos de mis inmediatos vecinos de mesa, mientras observo embelesadoel desagradable mechón, como si éste tuviese vida propia y pudiese saltar hacia mi rostrodesprotegido de un momento a otro.

Madame D´Anjou: Como ya les dije, San Cutis era glorioso, pero el hombre que era esa cosa...– dijo señalando los restos – es peor que el mismísimo Diablo. Por favor, deben despertarme sialgo sale mal o me asusto demasiado.

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Dios, lo que faltaba. ¿Por qué no estaré en Le Bistro, con una copa en la mano y observandocalmadamente una simpática trifulca con cuchillos de por medio?. Allí al menos nada podría poneren tela de juicio mi concepción del mundo.

Poco ha faltado para retirar mis manos cuando esa voz dura hiere mis oídos. No es el tono, sino lanaturaleza de ese sonido lo que me inclina hacia un pánico infantil y casi ridículo. Mironerviosamente en todas direcciones, tratando de discernir las sensaciones de mis compañeros deodisea. Tengo que...

Mina: ¿Quién es tu Señor? Tú no eres San Cutis por lo que no estás hablando de Nuestro SeñorJesucristo... ¿quién es entonces?

Muchacha valiente, o bien temeraria. Mejor no atraer la atención de ese...lo que sea. La respuestade Jaime de Andrés me aturde...¿Chaugnar Faugn ha dicho, su Señor...qué clase de serdespreciable ha puesto ahora su mirada sobre nosotros, y hasta nos amenaza?. No es la única enhablar, pues también Matilda le hace una escueta pregunta. Aún contaba con salir bien librado detodo esto cuando finalmente Dirk alza su voz. Sus palabras disgustan al ente y traenconsecuencias.

Esa presencia, pesada, poderosa, maligna, espesa...el ojo surgido de la nada y que taladra conesa pupila horrible. Quiero gritar, me siento devoto de Dios por primera vez en años, deseoso deque algo pueda oponerse al mal que invade nuestro alrededor. El lacerante dolor en mi abdomenme obliga a doblarme, y no soy el único...pobre Mina, lo lamento querida Matilda, amiga mía.

También William parece desafiar a la aparición. Eso es excesivo...aquello que puede herirnos deesta forma no debe ser enfrentado como si se tratase de un simple truhán. Siento que me va lavida en ello cuando deshago el círculo de manos y me abalanzo sobre Madame D'Anjou. Lasacudo con fuerza, ansioso por despertarla e ignorante del dolor. Ese ser debe salir de esta sala,sin más dilación.

- ¡¡¡Vuelva Madame, despierte ya por Dios y todos los Santos!!!

**********

MINA ADAMS

Las palabras de la pequeña muchacha de Kansas, proferidas con la desesperación que provocaestar ante lo desconocido, salieron de su boca atropelladamente ante la estupefacción de suscompañeros de ouija. Su pobre alma no soportaba más misterios, acertijos y palabras imbricadaspor el día de hoy. Sobresaltos, angustias... Había huido del maltratador de su pareja, sí... peroestaba empezando a dudar que su nuevo refugio fuera mejor. Honestamente se sentía a salvo yprotegida por este singular grupo que ahora la acompañaba... que hace apenas 48 horas eranunos completos desconocidos y ahora encomendaba su cordura al criterio general de la reunión.

Tras la respuesta del vil ser que poseía el cuerpo de la señora D'Anjou llegó al réplica en tono deinfantil bravata del detective. Mina temblaba de pies a cabeza y en sus ojos se agolpaba unaespesa neblina de llanto que se negaba a emitir. Tendría que haber sido tranquilizador que tras elblasfemo comportamiento del ente para con la cantante, Dirk saliera en su defensa como un

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caballero de flamante armadura, pero sus insultos y amenazas sonaban como la de un niño que seenfrenta a un gigante.

No cabía duda... la llegada del ser a la habitación había afectado a todo el grupo impregnando suscorazones con maldad y vileza, corrupción y agresión pura... Los ceños de los cinco estabanfirmemente fruncidos en una mueca por tratar de comprender lo que estaba aconteciendo antesus propios ojos... por intentar encajarlo como un mal golpe en la boca del estómago. Yefectivamente en el estómago llegó una terrible quemazón con la aparición del ojo de ChaugnarFaugn. Un dolor punzante que a mina le recordó su aborto años atrás... un tirón agudo que hizodesbordar la lluvia en sus preciosos ojos arrastrando capas y capas de máscara de ojos por susmejillas como si dejas bajo la tormenta un cuadro que una vez fue hermoso.

Mientras Matilda trata de resistir al dolor encogida y Bryan hace lo que puede, Mina gimotea comouna mocosa lo que provoca un nuevo arranque de ira por parte esta vez de William. Como si laprimera lágrima de la cantante fuera la piedrecita que precede a la avalancha. Sumida en llanto dedolor, miedo y desesperación, Mina grita:

"No, William... déjale en paz. No le provoques más...! Haz que se vaya... Bryan dile quese vaya..."

Mina apretaba las manos de sus vecinos de aquelarre con furia y agarrotadas las manos y losbrazos... Atenazada por el frío miedo.

Menos mal que Bryan supo reaccionar a tiempo ante el horror que se estaba apoderando de susalmas y como un desesperado desconectó el círculo de manos y se lanzó sobre la señora D'Anjouesgrimiendo a lo más sagrado para volver a traer al ama de llaves a nuestra realidad... lejos de lasgarras del mal que la había poseído.

Mina temblaba y lloraba sin consuelo con ambas manos cubriéndose el rostro ya inundado...

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TURNO 12 - Tras la tempestad siempre llega la calma

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis18:12 pm

William: Maldito engendro demoníaco, devuélveme a mi amigo o te pesará, no te atrevas a tocareste mundo nuevamente. Te destruiré si lo haces.

En un arrebato incontrolado, William retó al ojo. Las consecuencias fueron desastrosas.

Jaime Andrés: Insensato... Sufrirás su cólera.

El joven arqueólogo sintió como si una mano gigantesca agarrara su corazón y comenzara aestrujarlo con fuerza. El dolor se hizo casi insoportable. No resistiría mucho...

Pero Bryan había roto el círculo y se abalanzó contra Denise D´Anjou sacudiendo con fuerza sumenudo cuerpo, ansioso por despertarla e ignorante de su propio dolor.

Bryan: ¡¡¡Vuelva Madame, despierte ya por Dios y todos los Santos!!!

La imagen del ojo suspendido se desvaneció. Madame D´Anjou comenzó a despertar lentamentecon su frente cubierta de sudor. La presión en el pecho de William desapareció, aunque sentía unterrible malestar. Matilda, que se había desvanecido, recuperó el sentido al poco rato, gracias a sunueva amiga, Mina, que no dejó de gimotear y sollozar mientras trataba de reanimarla. Alconseguirlo, un amago de sonrisa en la joven cantante sirvió de inyección para Matilda. El rostrode Dirk estaba serio, lamentaba profundamente lo ocurrido. Y Bryan... observó unos instantes laescena, algo que no olvidaría jamás.

William estaba muy asustado, casi paralizado. Lo que había sentido momentos antes había dejadomella en su cuerpo. El simple hecho de respirar le producía un dolor en el pecho, una sensaciónsimilar al flato, pero mucho más fuerte e intensa.

Madame D´Anjou: Agradecería una taza de té y una copita de Calvados.

Sus palabras sirvieron para que el grupo deseara olvidar lo sucedido haciendo cualquier otra labor,aunque era imposible no recordar. Matilda preparó té, Mina fue a por la botella de Calvados, unBrandy francés de manzana. Bryan se preocupó por el estado de su joven amigo, aún pálido yavergonzado, además de dolorido.

El detective comenzó a pensar que la paga no era tan buena y atractiva como le pareció en unprimer momento. Jugarse la vida contra demonios o lo que quiera Dios que fuera aquello noentraba en sus planes, aunque de algún modo y por algún motivo aún desconocido, le atraía.Mientras los demás se afanaban por mantenerse ocupados, Dirk se dio cuenta de que era el únicoque no había sufrido dolor...

Mientras trataba de organizar sus pensamientos, recordó que Matilda le había dado la agenda deMcBride antes de iniciar las sesiones de espiritismo y la abrió echando un rápido vistazo a losnombres. Entre ellos, aparecía Robert Lowell, al menos su tienda de libros antiguos: RobertLowell, El Libro Abierto, 400 de Saint-Jean Street. Por desgracia, ningún número de teléfonoacompañaba a la dirección.

De nuevo reunidos alrededor de la mesa, la tensión era palpable. William parecía algo más

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recuperado, pese a que su dolor se mantenía. Se hacía duro volver a la realidad pero, quisieran ono, estaban metidos de lleno en una trama de misteriosos seres sin corazón, santos y ojosflotantes, sin olvidar las maldiciones familiares.

Alguien consultó su reloj. Faltaba hora y media para las ocho...

**********

DIRK

Dirk: El que se haya marchado es cuestión de suerte. Traté de marcarme un farol, y no resultó. Ono hay modo alguno de vencer a esa… cosa, o confía en que nadie sabe cómo hacerlo. Pero todoesto es… El señor Deschamps habló de ojos de fuego, en la gente que lo perseguía en sueños. Enel mío eran personas con el torso vacío, sin corazón. Supongo que no es necesario que mencioneque ojos de fuego y que corazón hemos visto últimamente. Pero más importante. Aquel libro demi sueño… El libro de las Odas… Hablaba nuevamente, pienso, de nuestro corazón: el corazónque nunca late. También del… “compañero del señor”. Supongo que nuestro amigo, el señor DeAndrés. Y de un tal Arja. Pero… todo esto viene del libro que vi en mi sueño. Lo vi en una librería,aquí en Montreal. Si el libro ha resultado ser real, la tienda en cuestión también podría serlo, y serimportante. Y ahora… ahora encontramos la dirección del señor Lowell. Librero. Yo… creo que voya ir. Aunque este cerrada, necesito saber si es la que visité en mis sueños. Me duele decirlo, perotengo la sensación de ser un peón movido por los poderosos, y eso no me gusta. No me gusta enabsoluto. Si alguien quiere acompañarme, dudo que la visita sea peligrosa. De no ser así, tampocoimporta, pero traten de hacer algo para no pensar demasiado en… todo esto. En cuanto a losLavoie, no se ustedes, pero empiezo a tener mis reticencias. Esto de las maldiciones se estávolviendo… demasiado real. Pero no importa, si hemos de ir, me contrataron para solucionarproblemas, e iré. Por poco sensato que me parezca. Y, además… tenemos que encontrar aMcBride. Necesitamos cualquier respuesta que pueda darnos.

**********

MINA ADAMS

Era increíble la capacidad de Mina para reflejar en su rostro los acontecimientos que pasaban ymarcaban su vida modificando su ánimo y grado de esperanza; cuando se sentía optimista y jovialsu piel resplandecía sana y joven como la de la muchacha de veintipocos años que en realidadera... en cambio, cuando su ánimo se encontraba bajo o se sentía desdichada sus ojos reflejabanel pesar de una mujer "demasiado vivida", transparentando el pesar de unos años de interminablepesadumbre que, por mucho que ella huyera de ellos, se resistían a abandonarla completamente.

De camino al mueble bar, a por la botella de brandy, se retiró un instante al excusado. Deseabafervientemente orinar y deshacerse de los restos de maquillaje que pintaban su cara como la deun payaso bizarro y gris sin ánimo ya para hacer reír. Así mismo un poco de agua fría en la nucala ayudarían a recobrar la calma. Y allí, sentada en el "trono" desencadenó un llanto amargo depura frustración. No era igual que el de años atrás... donde la sensación de abandono y de nosentirse amada predominaba el caer de las lágrimas. Era una mujer fuerte y los golpes de sumarido los había aprendido a encajar. Ahora, si bien se sentía protegida y "arropada" por susnuevos amigos, la sensación de verdadero peligro le asustaba muchísimo.

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Cuando regresó donde todos se respiraba un ambiente tenso y parco en palabras. William serecuperaba lentamente del dolor de su pecho y sólo Dirk divagaba acerca del rumbo a tomar apartir de ahora con respecto a las investigaciones. Mina, botella en mano, comenzó a servirpequeños tragos de Cavados a los presentes; primero al ama de llaves, después a Matilda...siempre tintineando el cuello de la botella con el borde de los vasos al servir el líquido por eltemblor de sus manos.

Una vez todos servidos Mina tomó asiento, se agarró las manos para disimular el temblor deestas, sus piró lo más hondamente que pudo e hizo un descomunal esfuerzo para que su vozpudiera traspasar su garganta.

"Esto es algo siniestro. No soy una mujer frágil... no lo he sido nunca y no piensoempezar a serlo ahora. No voy a abandonar pero he de deciros que siento un terriblepeligro sobre mí... sobre todos nosotros. No me gusta... Como dice Dirk... ¿le importasi le llamo Dirk? Páseme... pásame un pitillo, por favor... Como dice Dirk, la sensaciónde estar siendo manipulados es muy fuerte y por mucho que intento separar el granode la paja no veo a otra persona más que a McBride que pueda ocupar el epicentro detanta maldad. A ustedes les parecerá una sospecha absurda ya que ustedes lo conocendesde hace muchos años y yo apenas he cenado una noche con él... y bla bla bla. Séque nada de esto se puede calificar de "normal" pero su amigo nos ha puesto en unasituación realmente difícil y él ni tan siquiera se digna a aparecer... a presentarse... aechar una mano aunque sea con las oraciones propias de su cargo como párroco deSant Cutis. Sinceramente no se si quiero volver a verle... aunque tengo la impresión deque si lo volvemos a ver, cosa que empiezo a dudar, ya no sea el gentil e hiperactivocaballero que ustedes conocieron tiempo atrás y que nos acogió bajo este techo.”

Hizo una pausa larga mientras buscaba las palabras correctas y daba una larga y honda calada alcigarrillo que le había brindado el detective.

"Con respecto a los Lavoie... sinceramente creo que la "maldición" que pesa sobre sucasa es bastante más mundana que lo que atenaza a esta Iglesia. Celi... la señoritaLavoie me prometió una audición e intuyo que si ahora le presto mi ayuda hará todo loposible por encontrarme trabajo como cantante aquí, en Montreal. Es por eso por loque mi respuesta va a ser afirmativa aunque tenga que hacerlo sola. Comocomprenderán, no tengo intención alguna de dedicarme toda mi vida a luchar contraespíritus y demonios y yo no voy a regresar a los Estados Unidos cuando toda estalocura acabe."

Apuró de su vaso el último sorbo de brandy y miró a los presentes como esperando unarespuesta, una bendición o incluso un milagro.

**********

DIRK

El detective no habia probado el alcohol. No ahora.

Dirk: Por supuesto que puede llamarme Dirk, señorita. - Mientras Mina terminaba de hablar, se

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dio cuenta de que, si esto seguía, pronto todos tendrían su mismo mal aspecto. "Bien, al menosen ese aspecto yo no puedo empeorar demasiado..."

Estaba ya pensando en otra cosa cuando Mina llegó al final. "Y yo no voy a regresar a los EstadosUnidos cuando toda esta locura acabe".

Dirk: Es curioso. Yo... ese pensamiento también ha pasado por mi cabeza. Tengo la impresión deque todos nosotros huimos, aunque no sepamos de que. Algunos si lo saben, claro. Pero...ahora... se nos insta a huir de nuevo. Y esta vez no lo tengo tan claro. Llámenlo tozudez, pero...me niego a obedecer sin más.

**********

WILLIAM

El dolor era insoportable, no podía respirar y un sudor frío le corría por la espalda y la frente.Pálido, con la mente liberándose poco a poco de la presencia del maldito, William se levantó aduras penas. Haciendo pausas para recuperar la respiración, el joven se dirigió a sus compañeros.

- Perdonad... mi arranque, no se... que me... pasó. Creo que he... pagado el... precio de mi... ira.Si me disculpan... iré a descansar a mi... cuarto, despertadme cuando... vayáis a salir para... lo deCeline. Os acompañaré.

Haciendo acopio de sus fuerzas y sintiéndose un poco mejor, se dirigió a las escaleras y subiópenosamente hasta su cuarto. Lo que había habido sobre esa mesa era real, y el dolor que sentía,aunque se iba mitigando de a poco, lo acompañaría por días. Philip estaba probablemente muertoy él había puesto en peligro a sus compañeros y a si mismo, debía aprender a controlar esosataques de ira.

Una vez en su habitación se quitó los zapatos y se dejó caer en la cama, rogando que el sueño loenvolviera con sus alas y lo alejara de la pesadilla en que se había convertido ese día.

**********

MATILDA

Los enormes ojos de Mina, emborronados por el rímel corrido, derramaban un río de lágrimasfrente a los míos, cuando volví. Aún sentía el mordisco en la boca de mi estómago. Pero su gestoinfantil, lloroso y sonriente al mismo tiempo, alivió el malestar de mi cuerpo. A ella le reconfortótambién mi regreso, pues lo celebró con aplausos y risas. Nunca una bienvenida había sido mássentida, candorosa y espontanea que ésta, jamás en mi vida. Bryan estrujaba mi mano con lassuyas, empapadas de un sudor frío. Abrí los ojos del todo, parpadeando un par de vecesmecánicamente, en un intento de tolerar la luz de gas que colgaba del aparador y mi amigosuspiró aliviado. A ambos se les veía especialmente desmejorados, como si acabaran de regresarde un largo viaje por tierras inhóspitas.

Reconocí enseguida la enorme mesa rústica de la cocina, desconchada en las esquinas, alrededorde la cual descansábamos todos. Tardé apenas unos minutos en terminar de recordar dónde, con

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quién y qué hacía en aquel lugar. Una enorme copa frente a mí, conteniendo un licor dorado, meinvitó. El sabor a manzana agria apaciguó mi espíritu y eliminó por completo el regusto amargodel fondo del paladar. Al escuchar los comentarios de mis amigos, supe inmediatamente que losrecuerdos que afloraban de mi mente eran tan reales como el Calvados que saboreaba en aquelpreciso instante. Aquel miedo y aquel dolor no eran invención de un cerebro torturado bajo losefectos de la anestesia. Sin embargo no me sentía parte de ellos, a pesar de haber estado allí.Escuché hablar del ojo púrpura, de Chaugnar Faugn, de Arja, de Philip McBride, del corazón, delrobo... y de los Lavoie. Oí como William se disculpaba abochornado y cabizbajo con el rostroaterido por el dolor y se retiraba a su aposento. De repente vi en él a un chiquillo grande, listo sí,pero incapaz de responder con serenidad a las urgencias de la vida. Primero la borrachera y hoyaquel episodio... También escuché a Dirk. Seguía al parecer indemne y sobrio, más entero quenadie y decidido a no perder de vista su cometido en Canadá. Mina había recuperado el temple yla energía, dejando bien manifiesto su enfado con Philip y dispuesta a embarcarse cuanto antesen la misión “Lavoie”, con tal de hacerse un hueco en las salas montrealeñas y de escapar de lamaldita iglesia de una vez.

Madame D´Anjou parecía muy cansada, pero su mirada hermética no reflejaba dolor ni tensión.En la mecedora, junto al fogón, sujetaba su rosario de cuentas brillantes, mientas recitaba unPadre Nuestro prácticamente inaudible, con los ojos entornados y se balanceaba en un leve yrítmico movimiento. La envidié en cierto modo, porque ella si había encontrado la manera a travésde sus rezos y rituales, de espantar las pesadillas y recomponer su alma, para recuperar la paz. Yono sabía como hacerlo, ya que él fenómeno más paranormal al que me había enfrentado hastaahora en toda mi vida, era el conejo blanco de Jean Michael, que desaparecía del sombrero decopa por el orificio del fondo.

Mi cabeza daba vueltas sin saber bien que tenía que hacer, ni hacia donde focalizar con aciertomis pensamientos, que giraban uno tras otro a una velocidad de vértigo, sin hilo argumentalalguno. No había olvidado la oferta de Jean-Claude, pero tampoco la desaparición de McBride, queWilliam se empeñaba en dar por muerto. A mí no me pasaba inadvertido el rostro cejijunto ycontraído de mi amigo cuando el muchacho hablaba así. Y volvieron de nuevo aquellas palabrasincautamente pronunciadas:

- Maldito engendro demoníaco, devuélveme a mi amigo o te pesará, no te atrevas a tocar estemundo nuevamente. Te destruiré si lo haces.

Mi mente flotaba sobre todo aquello; recuerdos tenebrosos y laberíntica realidad. Y Dirk continuó:

- Pero… todo esto viene del libro que vi en mi sueño. Lo vi en una librería, aquí en Montreal. Si ellibro ha resultado ser real, la tienda en cuestión también podría serlo, y ser importante. Y ahora…ahora encontramos la dirección del señor Lowell. Librero. Yo… creo que voy a ir. Aunque estecerrada, necesito saber si es la que visité en mis sueños. Me duele decirlo, pero tengo lasensación de ser un peón movido por los poderosos, y eso no me gusta. No me gusta en absoluto.Si alguien quiere acompañarme, dudo que la visita sea peligrosa.

Sin reflexión alguna que mediara, me escuché diciendo:

- Yo le acompaño, si no tiene inconveniente. El paseo me servirá para templar los nervios y sientocuriosidad por las últimas andanzas de nuestro misterioso anfitrión. Si me da unos minutos, subiréa refrescarme y cambiarme de ropa. ¿Me espera? Y añadí dirigiéndome a mis amigos:

- Bryan, Mina... Espero que no os moleste que acompañe al detective. Necesito un paseo paraairear mis ideas y despejar mi cabeza, que aún siento omnubilada.

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Dejé claro de nuevo que podían contar conmigo para el otro asunto. Al fin y al cabo hoy nopensaba yo que fueran a avanzar mucho ya y el paseo a la librería, en principio, no nos llevaríamucho tiempo. Pegué un último sorbo a la deliciosa pócima francesa y besé en la frente a Bryanantes de subir a mi habitación.

**********

BRYAN WEST

Muy insignificante. Así me siento y creo que es la sensación correcta. Me tiemblan las piernas, lasmanos resbaladizas mientras recompongo mi compostura, la vista tenuemente velada, el doloraún presente. Las dos mujeres...no puedo afirmar que estén saludables, pero al menos noparecen irreversiblemente dañadas. William se retira, afectado, herido en cuerpo y espero que ennada más, aunque el muchacho parece roto como un soldado de la Gran Guerra. Esta experienciaha resultado un duro aprendizaje para todos, y tan solo nuestro detective parece indemne, unsuperviviente en medio de nuestro naufragio.

No sé si es llanto lo que creo escuchar mientras me ocupo de Matilda con ansiedad. Tal vez la otramuchacha... tal vez solo imagine cosas.

Madame D´Anjou: Agradecería una taza de té y una copita de Calvados.

Se me escapa una risa seca que más parece un estertor. Ante la ocurrencia de Madame sonrío conafán a mi amiga, que se recupera con rapidez tras abrir los ojos. Una copa, cómo no... será lasalvación en estos momentos. Nos recuperamos lentamente, los codos apoyados en la mesa. ElBrandy resulta ser medicinal, un poderoso reconstituyente.

- El libro, el Señor Lowell...por supuesto es buena idea, Dirk - Tuerzo el gesto ante elofrecimiento de Matilda, pero mis objeciones temo que suenen poco consistentes.

- Haré esa llamada, si finalmente todos están de acuerdo. Los Lavoie tendránrespuesta antes de la hora prefijada y, además, sugiero que nadie se quede solomucho tiempo. Puede parecer una estupidez, pero...- me encojo de hombros. Apelar aterrores infantiles ya no parece tan absurdo, no ahora, tras lo que hemos vivido. De pronto caigoen que ya no es simple preocupación lo que siento por el destino de McBride. ¿Qué ha sido delpobre hombre? ¿Su alma está segura, dijo el espíritu o lo que fuese?. No tiene sentido quedarseaquí, viendo pasar el tiempo.

- Yo también iré... efectivamente el último rastro del Padre Philip termina en Lowell.Quiero hablar con ese hombre, y salir de este lugar. Tampoco estaría de más averiguaralgo sobre la desaparición del cadáver, tiene que haber algo que nos aclare la nuevaubicación de ese engendro. Pero Philip es lo primero. Si lo prefiere, Señorita Adams,haga usted esa llamada de confirmación a Villa Lavoie. Me gustaría que todosacudiésemos a la librería, pero William... no sé, creo que la peor parte se la ha llevadoél.

Dos cosas claras. La llamada y la visita a Lowell. Una sensación de urgencia acabará por darmealas, no veo el momento de tener ante mí a McBride, de carne y hueso. Una radiante sonrisa deCeline también sería bienvenida... mejor aún que una copa de Calvados.

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**********

MINA ADAMS

"Ciértamente cielo, me parece una buena idea. Por supuesto yo misma realizaré lallamada a la casa de los Lavoie y hablaré con Celine. Sin embargo, tú, por tu parte,quizá también sería buena idea que acompañaras a Matilda y a Dirk a la librería delseñor Lowell. De ese modo yo cuidaré de Madame D'Anjou y, por supuesto, de nuestroquerido William... ambos han recibido sin lugar a dudas la peor parte esta noche."

Mina, mientras hablaba, aún tratando de controlar la presión en su pequeño pecho, de dominar larespiración que continuaba agitada como un potrillo, se arremangaba la blusa es un gesto muy dematrona y recogía las tazas vacías del té. Por supuesto no dejaría que esta noche el ama de llavestocase un solo cubierto. Hoy se encargaba ella.

Quizá mantener las manos ocupadas le ayudaría a que la cabeza dejase de revivir una y otra vezla experiencia vivida minutos atrás.

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TURNO 13 – El diario

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis18:41 pm

Mina ayudaba a Madame D´Anjou con la cena. Sus compañeros habían salido minutos antes enbusca del señor Lowell y alguna pista que les indicara el paradero actual del padre McBride. Por suparte, William descansaba en su habitación. Habían decidido no molestarle y dejarlerecuperándose de su sufrimiento.

El ama de llaves se encontraba un poco más animada y confiaba en que el padre Philip aparecieraa cenar y explicara el motivo de su prolongada ausencia. Asistida por Mina, preparó un pot au feu,un delicioso estofado francés.

La joven cantante acababa de hablar con Celine. Le había telefoneado para confirmar queayudarían a su padre con el asunto de la maldición. Todos querían olvidar cuanto antes laexperiencia vivida y para Mina, volver a encontrarse con la estrella era una forma ideal. Mientraspreparaba la verdura, las palabras de Celine acudieron a su mente, haciéndole sonreír de nuevo.

Celine: Cuánto me alegra oír eso, querida. Mi padre espera invitados a las ocho, así que serámejor que vengan mañana. Les estaré esperando. Cuando todo esto termine, me gustaría quevolviéramos a charlar con mi hermano acerca de tu prueba...

El Libro Abierto18:57 pm

Llegados a Saint-Jean Street, Dirk tuvo algunos recuerdos vagos de la zona. Se parecía un poco alo que recordaba de su pesadilla, pero no supo concretar si se trataba del mismo lugar. Tambiénla tienda le resultaba familiar, aunque El Libro Abierto no era tan caótica como la de su sueño.

Dirk, Matilda y Bryan entraron, encontrándose una inmensa tienda repleta de libros nuevos yantiguos. Una señora de mediana edad les saludó desde detrás del mostrador.

Marie Lowell: Buenas noches. Han tenido suerte, estábamos a punto de cerrar. ¿En qué puedoayudarles? – preguntó con una amable sonrisa.

Dirk: Verá, queríamos hablar con el señor Lowell.

Marie Lowell: ¿De qué se trata?

Bryan: Queremos hacerle algunas preguntas sobre un amigo, Philip McBride.

Desde la trastienda, el señor Lowell pudo escuchar el nombre de McBride y, asomando por lapuerta, les invitó a pasar a una pequeña oficina.

Robert Lowell era un hombre de corta estatura, con gafas y un peinado extravagante que le dabacierto aire de búho. Vestía un sencillo suéter azul marino con cuello de pico sobre una camisaverde manzana y se movía como si estuviera muy nervioso.

Robert Lowell: ¿Conocen al Padre McBride?

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Bryan: Así es, pero ha desaparecido y...

Dirk: Y sabemos que vino aquí anoche. ¿Qué sucedió?

Robert Lowell: Conozco a McBride desde el mismo día que llegó a Montreal y he tenido el gustode ayudarle en varias ocasiones. Si, estuvo aquí anoche – afirmó con gesto severo – Me enseñóun viejo libro de odas tibetanas. Estuvimos hablando un par de horas y luego se marchó. Es todolo que sé.

Matilda: ¿Odas tibetanas? Creía que estaba escrito en copto.

Robert Lowell: Jaja, no. Verá, se lo explicaré. Él también creyó que era copto y así me lo hizosaber, pero cuando me lo mostró comprobé que era tibetano. El padre McBride no es un expertoen idiomas, fue un error.

Dirk: ¿De qué estuvieron hablando tanto tiempo?

Robert Lowell: Quería información sobre el libro. Le dije que probablemente era del siglo XVI,nada demasiado interesante, pero sí muy bien conservado. Cuando se marchó de la tienda, sellevó el libro consigo. Pero aquí dispongo de una copia similar, aunque algo estropeada... Unmomento... Si, aquí está.

Al ejemplar del señor Lowell le faltaba la portada, como si se la hubieran arrancado. Por lo demásparecía un libro igual al que encontró el padre Philip en el sótano de la iglesia junto al cadáver.

Robert Lowell: Pueden tomarlo prestado un par de días, si así lo desean. Seguro que el padreMcBride volverá pronto, no se preocupen, sabe cuidarse. Ahora si me disculpan, mi mujer meespera y tenemos que cerrar. Si puedo ayudarles en cualquier cosa, ya saben dónde encontrarme.

Sin dar lugar a más preguntas, el señor Lowell se levantó invitando a los investigadores a seguirlehasta la puerta. Su esposa, Marie, esperaba en la tienda ya preparada para salir y con las llavesen la mano. Ambos se despidieron amablemente antes de alejarse calle abajo cogidos del brazo.

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis19:40 pm

Casi igual que como estaban, regresaron a San Cutis, donde el estofado de Madame D´Anjouparecía capaz de resucitar a los muertos, y eso sólo a partir de su excelente olor. El propio Williamse acababa de levantar. No tenía muy buen aspecto, pero al menos daba la impresión deencontrarse algo más animado. Mina les habló de su conversación con Celine y de que lesesperaría al día siguiente.

Madame D´Anjou: La cena estará en breve. Pueden ir al comedor si quieren. Gracias por suayuda, querida – añadió mirando a Mina.

En su tono de voz se podía leer la preocupación por la desaparición del párroco, pero nada sepodía hacer para descubrir dónde se hallaba.

Intentando aparentar calma y control sobre la situación, el grupo cenó tratando de disfrutar de lasuculenta comida. Cada plato que preparaba el ama de llaves, suponía un nuevo manjar que

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inundaba el paladar con una placentera sensación, un verdadero lujo culinario. La señora D´Anjoureservó una ración por si el padre Philip aparecía, pero parecía claro que no iba a suceder tal cosa.

Tras el rico estofado, aderezado por un buen vino francés, un magnífico flan de huevo comopostre. La posterior tertulia fue interrumpida por un fuerte golpe seco procedente del pisosuperior. Como un resorte, el detective se levantó de la mesa, revólver en mano, imitado pocodespués por Bryan. Había alguien en la planta de arriba.

Mientras subían las escaleras, oyeron el sonido de cristales rotos. Demasiado tarde. La puerta dela habitación de McBride había sido forzada y el ladrón había escapado rompiendo el cristal de laventana. En el callejón, sólo oscuridad. Matilda, asomada a la ventana de la cocina, tuvo tiempode ver una sombra antes de que se perdiera tras la esquina del edificio de enfrente de laparroquia.

De nuevo la desazón y la impotencia.

Bryan se acercó a la sala de la caja fuerte. Comprobó con la combinación que el relicario quecontenía el corazón seguía en su sitio. Por su parte, Dirk examinó la habitación de McBride. Habíasido registrada, pero de una forma muy desordenada. En el marco de la ventana, encontróalgunos trozos de arcilla relativamente fresca, al igual que en el suelo bajo la ventana.

En el primer cajón de la mesita de noche, aparentemente uno de los primeros lugares dondebuscar, se hallaba aún el diario personal del padre Philip.

Reunidos de nuevo aseguraron, como buenamente pudieron, todas las posibles entradas y salidasdel edificio. Tablones y clavos de la obra del sótano para proteger las ventanas rojas y todos losseguros y pestillos echados. Una vez más, las caras del grupo desvelaban su estado de ánimo.

Su segundo día en Canadá estaba a punto de terminar y las cosas estaban muy lejos de aclararse.Lo que a priori se antojaba un trabajo sencillo, se había convertido en algo verdaderamentecomplejo.

Dirk sacó el diario y se dispuso a leerlo en voz alta. Tal vez, por fin, aclarase algo las cosas.

Abarcaba unos ocho meses y en él se registraban las labores diarias del sacerdote,entremezcladas con algunas referencias sobre escrituras de San Agustín y Santo Tomás deAquino, la política local de la diócesis y cosas más personales. Las últimas anotaciones parecíanmás interesantes.

23 de julio de 1923 – Las excavaciones del sótano han comenzado hoy. ¿Qué pasará siestoy equivocado? ¿Qué pasará si no está allí? Tonterías... sé lo que me hago. Estoyseguro de ello, demasiado seguro. ¿Me castigará Dios por llegar tan lejos?

29 de julio de 1923 – Alabado sea Dios. Los trabajadores han desenterrado algo. Lo heencontrado. Debe ser la tumba. Lo tengo. Por fin lo he encontrado.

4 de agosto de 1923 – Sorprendente descubrimiento. ¿Una bendición o una maldición?Encontrar un corazón tan bien preservado es un milagro, pero... ¿de qué Dios? Esantinatural. Anoche tuve un sueño terrible, pero sólo estoy cansado. El calor me dejaexhausto.

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9 de agosto de 1923 – Jaime de Andrés. Algunos de los trabajadores son sospechosos.¿Quién querría robar el cadáver de Jaime de Andrés? ¿ O su corazón? A menos que... amenos que sepan la verdad, que sean Ellos.

14 de agosto de 1923 – Son capaces de matarme por conseguir el cadáver y su corazón.Me pregunto qué parte querrán más. No importa. Debo protegerle, no permitiré que lehagan ningún daño. Escribiré a mis amigos.

19 de agosto de 1923 – Me gusta verles de nuevo, personas en las que puedo confiar. Sonsumamente inteligentes y han traído compañía. Podrán descubrir los datos, resolver 178años de misterio pero... ¿y si revelan más de la cuenta? ¿Y si se encuentran con LaSangre?

Esa era la última anotación del diario.

**********

DIRK

Dirk: Me parece que su amigo, el señor McBride, no ha sido tan sincero como debiera. Yo no soyningún ejemplo a seguir, y sin embargo me lo pensaría mucho antes de meter a cualquier amigoen esto… sea lo que sea lo que tenemos entre manos. Y, sobretodo, me parece que nos pone enpeligro al no decirnos lo que sabe, que parece ser mucho.

Hablar ayudaba. Encontrar la librería, el libro… Su sueño era demasiado real. Sólo faltaban loshombres sin corazón, con ojos de fuego. ¿El cadáver? Tal vez. En estos momentos era capaz decreer en cualquier cosa. “Señor. Y todo porque parecía dinero fácil. El dinero nunca es fácil, idiota.Al menos no el que se gana de manera honrada. Tienes exactamente lo que te mereces. Pero… ¿Ylos demás? ¿También es lo que se merecen? ¿Una especie de castigo cósmico por nuestrospecados? Ah, todo esto empieza a afectarme.”

Dirk: Aunque es primordial encontrar a McBride, pienso que también lo es conservar lo quetenemos. Me refiero… al corazón. Yo mismo montaré guardia esta noche, al menos la mayorparte. No necesito dormir demasiado, pero agradecería que me relevasen al menos un par dehoras. Necesito pensar, pero dormir un poco siempre se agradece. Todo eso de lo que McBridehabla… sin duda ha de ser importante. Y más importante aun es averiguar lo suficiente para que,llegado el momento, su amigo nos cuente todo lo que sabe, y no sólo lo que le interese, comohasta ahora.

Dudó. Tenía algo en mente, pero quizá era descabellado. Y probablemente desagradable paraMadame D’Anjou. Aun así, decidió plantearlo al resto.

Dirk: ¿Creen que valdría la pena intentar una segunda sesión con San Cutis? Quizá… quizá si lepreguntamos por detalles que McBride deja entrever obtengamos algo. Quizá incluso puedadecirnos algún modo de protegernos ante… Andrik de Kues… y compañía, claro. En cualquiercaso, es primordial obtener este tipo de información, de un modo u otro. No se ustedes, pero yoodio sentirme indefenso. Soy de los que sólo gustan de llevar la sartén por el mango… Y en estemomento, esta muy lejos de ser así: El tipo del tren, el perro tras el asunto en Le Bistro, lamaldita aparición… No sabemos prácticamente nada, y eso es algo que no puedo soportar.

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Había sido un día muy largo, y todo hacia presagiar que los siguientes no lo serian menos.Durante la noche, mientras montase guardia, Dirk confiaba en poner orden en todo el barulloformado en su mente. Aun así… había dicho exactamente lo que pensaba: no sabíanprácticamente nada, y él era incapaz de permanecer en esa situación.

“Bien, el polvo blanco puede decirnos algo. Habrá que ver los resultados. McBride podría decirnosmucho, pero no sabemos si le encontraremos. El simpático Ojo podría freírnos, pero sólo sihacemos lo que pensamos hacer: quedarnos. El caso es que nada depende enteramente denosotros. Ah, en ocasiones como esta lo daría todo por un buen trago. Whiskey, Absenta…cualquier cosa me sirve. Y debo mantenerme sobrio por un maldito trabajo que puede acabar conmi vida. Si, esto debe ser un castigo por todos mis pecados…”

Pasándose las manos por el rostro, retirando hacia atrás el pelo, Dirk se encontró pensando derepente en su aspecto. Sin beber, con todo lo sucedido, su expresión, que no necesitaba de nadieni de nada para ser ciertamente grotesca, debía ser ahora digna de una historia de terror.

“Al menos han tenido la delicadeza de no decir nada al respecto.”

**********

MATILDA

El aplomo del detective en el trayecto, así como su convincente locuacidad, mantuvieron a Matildadespejada y entretenida durante el paseo de ida y vuelta. Bryan se mostró taciturno todo elcamino. El Sr. Búho, amigo del párroco, les despachó deprisa. Parecía obligado a mostrarseamable, pero se le veía incómodo. Algo debía ocultar, pues no pareció sorprenderse nipreocuparse por la desaparición del cura ni por nuestra propia preocupación. Tampoco por losraros acontecimientos, que seguro no había olvidado Philip mencionar, durante sus largasconversaciones de medianoche con el librero. Al menos no aparentó estar, lo sorprendido queMatilda entendía que sería normal estar, dadas las circunstancias. Al despedirse, más bien parecióestar disculpando veladamente, por supuesto, la desaparición de Mc Bride, como si se tratara deun joven díscolo que se ha perdido unas horas, tras la resaca de una larga noche de juerga. Sindarle más importancia al asunto.

Pensando en ésta actitud, a Matilda no le era del todo extraña. Madame D´Anjou, con su beateríay su aparente afabilidad y sumisión, parecía también saber más de lo que confesaba. Algoimportante y vital conocían el Sr. Lowell y ella que, bien por miedo, bien por exceso de prudenciahacia el cura, no querían desvelar. La alemana prefería pensar en que el silencio de ambos o lasmedias verdades, se debieran más a la fidelidad de él y de ella hacia su común amigo, que en elcaso contrario.

Aprovechó el camino de regreso a San Cutis para, ya que Dirk mencionaba la custodia delcorazón, contarles a Bryan y a él, su extraño sueño de la otra noche. Un hombre con cara decuervo negro horadando su pecho para usurparle su víscera principal. Ambos quedaronsorprendidos por la sarta de "casualidades" y aparentes "premoniciones" que se estabanentrecruzando en aquel par de largos días. Por cierto, la imagen del cuervo ya se estaba haciendodemasiado redundante últimamente. En la estación, en su sueño, en el epitafio.

Lo primero que haría al día siguiente sería hablar con el ama de llaves a solas. Se levantaría conlas primeras luces, como la sirvienta, antes que sus amigos. Debía saber cuanto antes toda la

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verdad, si no quería más sobresaltos. Antes que otro encuentro con los muertos, Matilda pensóque preferiría una larga conversación con Madame ante un gran café olé y unas tostadas, paraobtener unas cuantas respuestas a los incidentes de la parroquia en los últimos tiempos. Losnormales y los paranormales. Pues la anciana, según dijo, ya había escuchado las voces antes dehoy. Pensando de esta manera, Matilda respondió a Dirk:

- A mí me gusta levantarme temprano. Si le parece bien, me ofrezco para turnarle de madrugada,cuando Usted decida retirarse a descansar. ¿Podría dar tres golpes en la puerta de mi cuartoantes de acostarse? Es la primera puerta del pasillo a mano derecha. Y por favor, si es tanamable, deje las luces de la escalera encendidas.

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WILLIAM

Si algo puede decirse acerca del cerebro humano, es que es sabio más allá del entendimiento.Nada más tocar la cama su cuerpo se relajó y el joven William se vio envuelto en un sueñoprofundo, soñó que su madre le cantaba como cuando era niño, sólo que la mujer en el sueño eraMina. El olor de la comida de Madame D'Anjou lo trajo de vuelta al reino de los vivos. El dolor ensu pecho seguía igual, pero al menos su cabeza estaba despejada.

Durante la cena William escuchó a sus compañeros mientras trataba de armar un esquema en sumente. Lo sobrenatural era ahora natural en este caso. Aquello que parecía imposible era laverdad, como bien había advertido Sir Arthur Conan Doyle. Una vez establecida esta premisacomo la base de la cual partir, acomodar las piezas sería más fácil. Mientras comía en silencio ibatirado de los hilos de la madeja, tanteando para encontrar aquel que le permitiera deshacer elnudo.

Andrik de Kues era San Cutis, de eso no cabía duda. Jaime de Andrés no sólo era un impostor sinoque además era seguidor del tal Chaugnar Faugn. Debería investigar mas acerca de este Dios, norecordaba haber escuchado acerca de él en sus cursos de historia o antropología. Phillip seguíadesaparecido, y el tema del libro y el librero le sonaban demasiado turbios para dejarlo tranquilo.Algo sucedía allí, y ese librero sabía más de lo que decía.

El golpe en el piso de arriba lo sacó de sus ensoñaciones, sobresaltándolo y trayéndolo al presentede mala forma. Automáticamente subió las escaleras tras Dirk y Bryan, temiendo lo peor. Mientrasrevisaban que la caja estuviera cerrado y sin saber si realmente faltaba algo, William se dedicó aestudiar los títulos de la biblioteca de Phillip, quizá alguno podría darle una pista.

La lectura del diario de su amigo sólo le trajo mas desazón, era evidente que Phillip había sabidomás de lo que decía... 178 años de misterio, La Sangre, Ellos... nuevas piezas para añadir a surompecabezas, nuevos hilos de los cuales tirar.

Luego de que Dirk terminó de leer el diario, y expresado sus temores y anhelos, William sepermitió corregirlo.

- Andrik de Kues, es San Cutis, el impostor es Jaime de Andrés, el cadáver que se robaron lepertenecía a Jaime y es él quien esta aliado con el ojo. En cuanto a la guardia, he dormido unabuena siesta, si lo desean puedo quedarme el primero y llamarlos luego.

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MINA ADAMS

La pequeña muchacha de Kansas estaba encantada de ayudar a Madame D'Anjou. Aquellasituación no estaba exenta de cierta hilarante ironía. Mina se afanaba en seguir las indicaciones dela cocinera a la manera en que lo hizo años atrás con su madre, solo que en esta ocasión la "chef"no era ni más ni menos que una avezada médium.

Así, efectivamente tener las manos ocupadas en la tarea hizo que su mente dejara de divagar yde atormentarse con los acontecimientos que los envolvían como sombras en la noche.

La parroquia estaba por fin en paz, William dormía una merecida siesta antes de cenar y losdemás continuaban afanosos la búsqueda de información acerca del paradero del Padre McBrideen la librería de las pesadillas del detective. Y justo cuando estaban poniendo la mesa aparecieronsin muchos ánimos al no haber encontrado más que otra puerta cerrada... otro callejón sin salida,por mucho que Matilda sospechara de algún dato que a Lowell le convenía ocultar. ¿Se estaríavolviendo paranoica? - se le pasó por la mente a la joven de cabellos azabache.

Durante la cena la conversación era escasa y las pocas palabras eran casi hirientes al reparadorsilencio de la sala. Lo sucedido horas atrás era algo demasiado impactante como para tomarlo a laligera con lo que el grupo se limitaba a comer el delicioso estofado en calma.

Cuando el ama de llaves se afanó en guardar algo de estofado para el pater Mina y Matilda nopudieron evitar una mirada cómplice y algún comentario de soslayo y "por lo bajini" acerca deldesperdicio de estofado ya que era bastante evidente que McBride no iba a volver. Estuviera o noen sus manos hacerlo... era muy poco probable.

El golpe en el piso de arriba sobresaltó a toda la mesa. Mina ahogó un agudo grito temiendo algúnnuevo ataque. Y todos subieron por la escalera casi a trompicones. Pero no lo suficientementerápido.

El cuarto del cura estaba hecho un asco y, aunque el hallazgo del diario ofrecía datos realmenteinteresantes la situación no había mejorado en absoluto. Ahora Mina se sentía más vulnerable quenunca y eso... eso era mucho decir dado el bagaje de la cantante. Así, ofreciendo un cigarrillo a laalemana en un pequeño aparte le confesó su terrible estado de nervios:

- "Matilda... estoy muy asustada. Mira, yo no tengo miedo de que entren unosmaleantes a robar... ya sea dinero o joyas o... o incluso corazones humanos o momiasde santos malditos. Pero lo de esta tarde me ha puesto los pelos de punta y no creoque vaya a poder pegar ojo en toda la noche. El ojo... me miraba fijamente, nos mirabaa todos. Con franqueza, ¿me dejarías dormir contigo? Quizá de ese modo podamoshacer guardia las dos juntas. No me veo con fuerzas para pasar la noche sola.

A la muchacha le temblaba la voy y el pulso haciendo que el hilo de humo que ascendía hacia eltecho desde su cigarrillo serpenteara como el devenir de un río que no encuentra su propio curso.

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MATILDA

- Claro, chiquilla. Creo que es una buena idea. Me temo que lo peor aún está por llegar.Tendríamos que hacer acopio de cigarrillos, por si las moscas...Tal vez se nos hagan las tantas sinpegar ojo...aunque tendríamos que intentar descansar. ¿Habrá vodka en esta maldita iglesia?

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BRYAN WEST

Nos ha despachado. Amablemente, pero eso es lo que ha hecho el Señor Lowell, sin dar lugar apreguntas ni disquisiciones. ¿Y qué haremos ahora con esta copia del libro, digo yo?. Nada decopto, sino tibetano supuestamente del siglo XVI, o al menos de esa fecha data el tomo, segúnLowell. ¿Acaso mis tenues conocimientos de chino mandarín servirán de algo en este caso?. Lodudo mucho, ni siquiera sé si el tibetano está emparentado con el chino, o si tiene algo que ver.Cuando lleguemos a San Cutis le echaré un vistazo, no hay nada que perder.

- Dos horas de charla, y solo tiene a bien a decirnos un par de generalidades, ni un solodetalle de la conversación. Y eso que evidentemente estamos preocupados por elparadero de McBride. O bien Lowell es de pocas palabras, o bien prefiere noimplicarse. O tal vez no hablaron de nada importante, quizá solo del tiempo, deliteratura clásica, de oscuras deidades arropadas por sanguinarias sectas... asuntoscotidianos y sin nada de miga.

Miro significativamente a Dirk y enlazo el brazo de Matilda mientras caminamos de vuelta enbusca de taxi, imitando la cándida marcha de Lowell y su esposa.

Dirk: Me parece que su amigo, el señor McBride, no ha sido tan sincero como debiera. Yo no soyningún ejemplo a seguir, y sin embargo me lo pensaría mucho antes de meter a cualquier amigoen esto… sea lo que sea lo que tenemos entre manos. Y, sobretodo, me parece que nos pone enpeligro al no decirnos lo que sabe, que parece ser mucho.

No tengo más remedio que asentir. No creo que Phillip supiese con exactitud en lo que nos estabametiendo, pero es evidente que se ha callado muchas cosas, demasiadas para mi gusto.

Durante el trayecto Matilda hace mención a su propio sueño. Por lo visto aquí todo el mundosueña cosas extrañas menos yo, por lo cual debería sentirme discriminado, o mejor, afortunado.Otra vez un cuervo, en forma de cara negra y picuda, sangrienta para más señas. Aprietosuavemente el brazo de mi amiga, ansiando transmitir tranquilidad.

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La cena no resulta tan sombría como había temido. El hambre y la buena compañía contribuyen adisipar en parte el recuerdo del reciente horror vivido. Pero no es momento de distracciones y mimente trabaja, aunque lentamente, como aletargada. Me pregunto si en ese libro se haráreferencia a ese extraño ente maligno, ese Chaugnar... da igual. No consigo atar ni un maldito

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cabo, si es que hay cabos que atar a través del libro. Estoy acostumbrado a escribir tramas, no aformar parte de una, en la que la ansiedad y la preocupación no dejan sacar conclusiones. Me veoobligado a decir algo poco adecuado para la sobremesa.

- Sé que no apetece hablar de ello, pero ese corazón sin cuerpo... Algo me dice quevolverán a buscarlo, creo que esta noche estamos bajo asedio queridos amigos.

A pesar del tono de broma, estoy asustado, por poco varonil que quede admitirlo. Le guiño un ojoa Mina, que no deja de rebullir, nerviosa y afectada. Lo cierto es que la pobre no debería estarmetida en esto, quizás deba decirle algo al respecto...El fuerte ruido en el piso superior casi mehace caer de la silla. Tras un instante de duda me levanto, echando mano a la pistola de la que nohe vuelto a separarme desde que estoy en Montreal.

- ¡Coño, si antes lo digo antes sucede! - tras tan interesante exclamación, avanzo con rapidezhacia las escaleras. Nada mejor para combatir el miedo que afrontarlo de una vez por todas.

Ya no hay nadie, pero la caja fuerte sigue intacta. Ese era mi mayor temor. Vigilo la ventanamientras Dirk comienza a leer el diario. Aprieto los puños, no me gusta lo que escucho, no megusta que me oculten cosas. Escuchar la opinión de Dirk no me tranquiliza.

- ¿De verdad quiere traer esa cosa de vuelta con otra sesión?. En fin, no me quedaréatrás, pero esta vez que las damas se mantengan al margen. Por otro lado, parece quePhillip sospechaba de los trabajadores, al menos de algunos. ¿Habrá manera delocalizarlos, saber quienes son, aparte de aquel que se volvió loco?. Además...¿Pordonde ha subido el asaltante?. Hemos de buscar un sitio mejor para poner a buenrecaudo la caja fuerte y su contenido. Y que el que la vigile no lleve la combinaciónencima. Eso va por usted Dirk, y por mí mismo claro está. Y guardias de dos en dos,perfecto. Yo tampoco necesito dormir demasiado, no esta noche.

William: Andrik de Kues, es San Cutis, el impostor es Jaime de Andrés, el cadáver que se robaronle pertenecía a Jaime y es él quien esta aliado con el ojo. En cuanto a la guardia, he dormido unabuena siesta, si lo desean puedo quedarme el primero y llamarlos luego.

A veces escuchar algo relativamente obvio, sirve de tabla para sujetarse. Además, algo me diceque el corazón es la pieza que le falta a los ladrones, o al menos una pieza más que importante.Lo de la sesión, creo que tal vez mañana, ni hablar en plena noche y aun doloridos por la anteriorexperiencia.

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Apéndice 2: Dramatis personae

Jean-Claude Lavoie

61 años, director general de la Compañía Destiladora McTanish. Padre de Stephane y Celine,viudo desde el nacimiento de ésta. Desde la aprobación de la Prohibición el el país vecino, se hahecho rico y poderoso.

Robert Lowell

48 años, librero. Tiene una tienda de libros nuevos y antiguos. Viejo amigo del padre Philip.

El ojo de Chaugnar Faugn