Dialnet-LaImagenYElDolor-2248492

Embed Size (px)

DESCRIPTION

dfdf

Citation preview

  • La obra del Marqus de Sade (1740-1814) nos ofrece algunas de lasdescripciones ms brutales de la historia de la literatura, hasta el puntode imponerse al lector como una expresin ejemplar de lo siniestro. A suvez, nos presenta una serie de escenas que plantean toda una reflexinacerca del papel que juega la imagen en la experiencia del goce. La cues-tin merece, por tanto, que le dediquemos un breve comentario, partien-do para ello de la lectura de un pasaje contenido en el segundo libro deJuliette1. De todas las escritas por su autor, quizs sea esta la obra msadecuada para interrogar el problema de la imagen, para analizar suconvergencia y su divergencia con aquello que ubicamos en el registrode lo real.

    I

    En trminos generales, toda la obra de Sade insiste en la descripcin,ms o menos retrica, de lo que se identifica como goce escpico, y a tra-vs de ella puede el lector formarse una idea de cmo se inscribe la vio-lencia en el plano de la mirada. La lectura de su obra nos ilustra acercade la relacin que existe entre el contacto visual de los cuerpos y la expe-riencia de un goce que deriva hacia el dolor. En este sentido, comproba-mos que sus textos nos ensean el funcionamiento de la pulsin en elcampo escpico, haciendo visible, bajo muy diversas formas, el carcterfascinante de la imagen que la moviliza.

    El libro de Juliette fue publicado por Sade en 1797, tres aos despusde salir de la crcel de Picpus donde poda ver la guillotina funcionarbajo su ventana y cuatro aos antes de ingresar en la prisin de Sainte-Plagie2. Se trata de una novela cuya protagonista, la diablica Juliette3,narra en primera persona, a travs de mil quinientas pginas, las aventu-

    La Imagen y el DolorComentario sobre Sade

    MANUEL CANGA

    1 SADE, Marqus de: Juliette 2,Fundamentos, Madrid, 1990.

    2 HAYMAN, Ronald: Marqusde Sade. Vida de un cruel libertino,Lasser Press Mexicana, Mxico,1979.

    3 Juliette era tres aos mayorque Justine y ambas quedaronhurfanas cuando sus padresmurieron en plena ruina.Abandonadas y sin recursos, cadauna sigui caminos opuestos parareencontrarse al cabo del tiempotras muy diversas aventuras. Elfinal de la obra es ms propio deun relato mtico que de una novelamoderna: para demostrar que lamaldad triunfa sobre la bondad,Juliette se hace cmplice de los ele-mentos y asesina a su hermanaprovocando que caiga fulminadapor un rayo.

  • &46Manuel Canga

    TramaONDOF

    ras de sus viajes por Europa hasta que se encuentra de nuevo con su her-mana Justine. La obra puede ser concebida como un relato biogrficoque mezcla las especulaciones filosficas con todo un amplio repertoriode escenas que proclaman, sin sentido del humor, la identidad del sexo yel crimen.

    Desde el punto de vista de la construccin narrativa, notamos que noexiste en toda la obra un principio de economa que gestione simblica-mente los acontecimientos, lo cual contribuye a eliminar el valor delacto, a eliminar su potencia transgresora. Ya no se trata de regular su ins-cripcin en un orden simblico, sino de gozar con la perspectiva de unaaccin cada vez ms fuerte y agresiva. Quizs por ello nos encontramosante lo que podra calificarse como una parodia del relato confesional,pues no hallamos aqu el sentido agnico de un relato capaz de transmi-tir las tensiones subjetivas del deseo, sus conflictos y sus tragedias4.

    En uno de esos viajes, vemos llegar a Juliette a la ciudad de Florencia,donde queda impresionada por la belleza de las obras de arte queencuentra en la galera del prncipe Cosme I de Mdicis. All contemplalienzos de Tiziano, de Verons, de Guido Reni, y celebra todas aquellasmaravillas creadas por la mano del hombre, tal y como ya haba hecho,poco antes, al describir los frescos hallados entre las ruinas de los pue-blos tragados por la lava del Vesubio. De este modo, tras declarar suodio a las iglesias, observa: Jams podr expresaros el entusiasmo que sent enmedio de todas esas obras de arte. Me gustan las artes, me vuelven loca; la natu-raleza es tan hermosa que se debe amar todo aquello que la imita... Ah!, nuncapodr animar con la suficiente fuerza a los que la aman y la copian!

    En primer lugar, constatamos que esta frase certifica la oposicinradical entre la imagen y la palabra, dejando claro, desde un principio,que el lenguaje no logra ceir ni reducir la esencia puramente emocionalde la belleza. En segundo lugar, advertimos que la contemplacin de lasobras de arte provoca un entusiasmo capaz de arrastrar, incluso, a unestado transitorio de locura. La protagonista confiesa sentir una pasindesmedida por las bellas artes; una pasin que podra estar asociada aese carcter insaciable de la imagen, incapaz de calmar ni apaciguar pors misma la exigencia permanente de la pulsin. Y en tercer lugar, lafrase formula una paradjica relacin entre la representacin artstica ylas formas naturales, afirmando la hermosura de la naturaleza y decla-rando la funcin mimtica del arte.

    La propuesta de Juliette se descubre as como una versin oscura dela esttica neoclsica, pues, aunque maneja nociones similares, se opone

    4 Gonzlez Requena ha insisti-do en la idea de que el texto sadia-no nos involucra en un proceso deviolencia psicoptica que tiene porobjeto la eliminacin sistemticadel sujeto. De ah que no sea posi-ble hablar, propiamente, dedeseo. Sade nos invita a partici-par de una fantasa siniestra quepone en juego la emergencia delhorror. Tomamos aqu como refe-rencia las ideas expuestas en loscursos de doctorado que imparteen la Universidad Complutense deMadrid, cuyas lneas generalespueden seguirse en los artculosEmergencia de lo siniestro yOccidente: lo transparente y losiniestro publicados en Trama yFondo.

  • La Imagen y el Dolor. Comentario sobre Sade

    47&TramaONDOF

    drsticamente a las ideas del siglo XVIII. La naturaleza, adems, tal ycomo la encontramos definida en la obra sadiana, nos presenta una carabien distinta de la que extendieron ilustrados como Rousseau y poetascomo Wordsworth. Porque la naturaleza cuya lgica fue descrita conplena lucidez por Sade no es ese conjunto equilibrado donde todas laspartes encajan para alcanzar la armona universal. La naturaleza, enesencia, es algo completamente diferente: un organismo cuyo movimien-to est como apresado en la inercia de su propia destruccin.

    Avanzando un poco ms en la lectura, percibimos que esas alabanzasde las bellas artes vienen seguidas del recuerdo de un suceso acaecidosiglos atrs en aquella misma estancia: la descripcin de un acto inces-tuoso que tuvo lugar entre el prncipe y su hija en la sala que expona sustesoros. Un acto del que, segn escribe Sade, fue testigo directo el propioVasari mientras pintaba los muros de la bveda. La descripcin resultamuy significativa, pues permite imaginar un acto criminal rodeado deuna serie de pinturas que forraban las paredes como si fueran pantallasestimulantes. Vemos as que la escenografa se articula en torno al acto yla mirada, y que la imagen adquiere una presencia decisiva en su conjun-to. Los libertinos, por otro lado, exigen abiertamente que las atrocidadesse realicen a la vista de todos, para doblar as el goce de unos cuerposentregados a la accin. La lectura de los textos de Sade nos descubre quela hermosura de los cuerpos bien formados llena tanto la mirada como elbrillo deslumbrante del dinero.

    Pero es necesario, a su vez, destacar la relacin que el texto planteaentre los cuadros colgados de las paredes y esos otros cuadros queJuliette y sus amigos montan para su propio disfrute. Tanto unos comootros subrayan la dimensin imaginaria a travs de la cual los libertinosrealizan la experiencia de su goce. El cuadro aparece, pues, como unacomposicin formal de la escena5 cuyas partes se relacionan entre s ajus-tndose a reglas preestablecidas. Los miembros que en l participan seintegran como piezas de un engranaje que se pone en movimiento bajo elmando de la voz. No es difcil apreciar, por tanto, que esa insistencia enmarcar y componer las relaciones corporales subraya una diferenciainsalvable entre la quietud y el movimiento, entre el orden que cuadra laimagen y el goce que la desborda6. La obsesin por el cuadro participade una economa perversa, pues afirma la presencia de la mirada exclu-yndola, no obstante, de la experiencia inmediata del goce. Porque en eljuego de la escena la mirada queda siempre desplazada del combate delos cuerpos7.

    5 El inters de Sade por la esce-nografa deriva tambin de supasin por el teatro y la pintura,que le llev a elogiar en su VoyagedItalie ou Dissertations critiques, his-toriques et philosophiques sur les villesde Florence, Rome, et Naples el impre-sionante Descendimiento realizadopor Ribera para la Cartuja de SanMartino en Npoles (citado en elartculo De Ribera a Ribot, escritopor Pierre Rosenberg para el catlo-go de la gran exposicin dedicadaal pintor valenciano en el Museodel Prado en 1992).

    6 Michel Foucault observ quela obra sadiana descubra la corre-lacin entre el deseo y el discurso,cuya mxima expresin sera laescena. Foucault defina la escenacomo el desorden ordenado de larepresentacin y en ella encontrabaun equilibrio cuidadoso entre la combi-natoria de los cuerpos y el encadena-miento de las razones (cf. Las palabrasy las cosas, Siglo XXI, Madrid, 1996,p. 208; De lenguaje y literatura,Paids, Barcelona, 1996). Por suparte, indic Roland Barthes queSade distribua el placer como laspalabras de una frase y que la unidadmnima de su cdigo ertico era lapostura, siempre sometida al artifi-cio de la sintaxis (cf. Sade, Fourier,Loyola, Ctedra, Madrid, 1991).

    7 Dicha obsesin est asociadatambin al papel que el espejodesempea en ciertos pasajes. Elespejo constituye la pieza clave deuna escenografa delirante, en tantoque multiplica el goce escpico atravs de un juego indefinido dereflejos.

  • &48Manuel Canga

    TramaONDOF

    Seguidamente, va Juliette recorriendo la galera del prncipe hastaque descubre la Venus de Urbino, realizada por Tiziano en 1538 paraGuidobaldo della Rovere. Despus de elogiar su belleza diciendo que setrata de una hermosa rubia con los ojos ms hermosos que puedan verse,Juliette compara la figura del lienzo con su amiga Raimonde, a quienbesa emocionada de inmediato. La mujer representada en el cuadro sirveas como una suerte de doble especular cuya presencia motiva el contac-to carnal con el otro. El pasaje verifica, de esta forma, que el otro inter-viene como una imagen que dispara el resorte de la sexualidad8, comoesa imagen que inflama los sentidos y empuja a buscar la satisfaccin delgoce. El contacto carnal viene determinado, en este caso, por un juego desemejanzas, por la analoga entre una figura pintada y una figura real.

    Tras comentar el cuadro de Tiziano, sigue luego Juliette admirandolos altares de oro adornados con piedras preciosas y el ex-voto que elgran duque Ferdinand II haba encargado como ofrenda para CarlosBorromeo. Poco despus, llega a la cmara de los dolos donde encuentravarios sepulcros que representan el cuerpo humano en las fases de sudescomposicin hasta la destruccin total del individuo; hasta ese punto,cabe aadir, donde ya no queda ni un suspiro de dolor. El fragmento deSade nos hace pensar aqu en algunas obras del realismo gtico, como elfamoso Triunfo de la Muerte del Campo Santo de Pisa o el relieve de laTumba del Cardenal Lagrange en Avignon.

    Tenemos, pues, as descrito, como en una panormica, el trayecto queva de la exposicin de la imagen ms seductora hasta la reproduccinnaturalista de lo real. Y es aqu, precisamente, en el contexto de la obrasadiana, donde el concepto de naturalismo adquiere su pleno sentido:el sentido de una imitacin cuasi fotogrfica de los horrores que lamadre naturaleza nos ofrece.

    A continuacin, se detiene Juliette ante la estatua de una Venus atri-buida a Praxteles y seala que, sea quien sea el autor, el placer que seobtiene al mirarla es uno de los ms dulces que se puedan disfrutar.Sigue despus el elogio de la estatua del Hermafrodita, la descripcin deuna efigie descomunal de Prapo y la de una coleccin de puales enve-nenados. Y entre tanto, mientras contempla la representacin de Calgulaacariciando a su hermana, expone Juliette una idea que define exactamenteel sentido que atribuye al arte: los dueos del universo, observa, no ocul-tan sus vicios, sino que los hacen eternizar por medio de las artes.

    De la lectura de este prrafo se desprenden, entonces, varias ideasque podemos resumir del siguiente modo. Por un lado, el texto subraya

    8 Esta idea fue desarrolladapor Jacques Lacan en El psicoan-lisis y su enseanza (Escritos 1,Siglo XXI, Madrid, 1985) y en ElSeminario 1, Los escritos tcnicos deFreud (1953-54), Paids, Barcelona,1995.

  • La Imagen y el Dolor. Comentario sobre Sade

    49&TramaONDOF

    el carcter puramente emotivo del arte y apela a su funcin mimtica. Elarte servira as para representar a la figura humana en todo su esplen-dor ergeno, pero tambin para plasmar y reproducir las formas bsicasde lo real, los estados de la corrupcin material del ser humano.

    Y por otro lado, el pasaje apela a la capacidad de las artes para eterni-zar el vicio y el crimen, como si de esta forma los doblaran y evitasen elolvido. En consecuencia, el arte se impondra como aquello que trascien-de el movimiento, que resiste y que supera los cambios del devenir. Demanera que la imagen funcionara como una configuracin visual queevoca y que desplaza la irrupcin de lo real, en un mundo de ficcionesdonde la palabra ha perdido ya todo su valor. Notamos as que lareflexin sadiana resulta un tanto paradjica, porque el deseo de eterni-zar contradice esa voluntad destructora que anima las acciones del liber-tino.

    Pero el libro de Juliette nos ensea todava algo ms acerca del papelque juega el arte en la obra de Sade. Pocas pginas despus, al llegar aRoma, Juliette tiene la oportunidad de conocer al Santo Padre y visitarlas magnficas galeras del Vaticano. Y es all donde el Papa, hostigadopor Juliette, va quitndose poco a poco sus mscaras hasta descubrirsecomo un perfecto criminal que disfruta profanando el nombre y las reli-quias de su templo. En el calor de la conversacin, el Papa revela a sunueva amiga que uno de sus mayores placeres consista en retirarse asus aposentos para contemplar las imgenes religiosas mezcladas y con-fundidas con las pinturas ms obscenas de Leda y Mesalina. En ese lugarprivado, deca el Papa, poda olvidar las distancias y juntar el vicio con lavirtud.

    II

    El Marqus de Sade fue reivindicado por la vanguardia surrealista,hasta el punto de convertir su obra y su figura en un emblema de la sub-versin radical del deseo. Andr Breton, por ejemplo, lleg a decir en suPrimer Manifiesto (1924) que Sade era surrealista en el sadismo, mientrasque en el Segundo Manifiesto (1930) se atreva a defender la integridadde su pensamiento y su voluntad de liberacin moral.

    Aunque sera arriesgado e injusto meter a todos los autores de van-guardia en el mismo saco, bien puede afirmarse que el Surrealismo con-dens el inters de toda una poca por la obra de Sade. Incluso autorescomo Georges Bataille llegaron a sostener que el Surrealismo haba sido

  • &50Manuel Canga

    TramaONDOF

    el primer movimiento en dar cierta consistencia a una moral de la rebelin, yque la corriente surrealista haba llevado a Francia a ser, en el plano cul-tural, el pas de la subversin9. Se entiende, por tanto, que los filsofos fran-ceses que vinieron despus examinaran, bajo la influencia ms o menosconsciente de esta tendencia, los aspectos fundamentales de la obrasadiana, siguiendo muchas veces la perspectiva abierta por escritorescomo Bataille quizs el ms valorado y respetado de todos los que par-ticiparon activamente en el movimiento surrealista.

    A pesar de subrayar su carcter contradictorio, Georges Bataille10

    observ que el pensamiento sadiano no era tan descabellado ni tan lococomo pareca, y que su obra poda ser concebida como la expresinhiperblica del exceso. Ms an, como un intento de negar los fundamen-tos de la vida al margen de la razn, como un intento de negar la reali-dad del prjimo en un movimiento que conduce, inexorablemente, a lanegacin absoluta de s. Por eso hallaba en su obra el anhelo, tantas vecesrepetido, que el ser humano tiene de entregarse por completo a la conti-nuidad, aadiendo que, en definitiva, su pensamiento nos mostraba lacumbre de lo que somos, esa cumbre a la que nunca llegaremos. Pero esnecesario sealar que quizs en esta idea late la conviccin a nuestrojuicio equivocada de que el goce sadiano es el goce verdadero, y que siel hombre no lo consuma es por conveniencia social o por pura cobarda.

    Los autores de vanguardia interrogaron el sentido y el alcance de laobra de Sade movidos, muchas veces, por un deseo imaginario de rebe-lin. Sin embargo, pocos fueron los que se ocuparon de examinar elpapel que en ella juega la imagen; la imagen y sus relaciones paradjicascon el goce. Y es en este punto donde podemos tomar como referencia lainterpretacin propuesta por un autor como Lacan, pues su lectura seapoya en el manejo de una serie de categoras que permiten orientar elanlisis con criterio y con rigor11. Veamos, a continuacin, las lneas bsi-cas de su lectura; una lectura que toma como punto de partida la cues-tin tica y los problemas vinculados a la experiencia del amor fsico.

    Pensando tal vez en las opiniones de Blanchot12, Jacques Lacan seocup de denunciar el error de quienes vean al libertino como parientey precursor del psicoanlisis, a pesar de que l mismo los puso en dilo-go al tratar los enigmas del goce y la pulsin de muerte13. A medida queavanza en su enseanza, va Lacan ordenando sus ideas sobre la tica,revisando el tema de la ley moral e interrogando el sentido del bien taly como llega a su culminacin en la filosofa kantiana. Es as como pro-pone una interpretacin muy sugestiva de la relacin que existe entre laobra del filsofo ilustrado y las novelas de Sade, apuntando que La filoso-

    9 Al respecto, pueden consul-tarse los artculos La revolucinsurrealista (1945) y El equvocode la cultura (1956), incluidos enun volumen titulado La literaturacomo lujo (Versal, Madrid, 1993).No est de ms recordar aqu queOrtega ya expuso en La rebelin delas masas la idea de que el surrea-lista necesitaba atacar el Arte igualque el fascista la Libertad. Es posi-ble que lo ms productivo de larevolucin surrealista sea, precisa-mente, aquello que ataca con msfuerza.

    10 Cf. El erotismo, Tusquets,Barcelona, 1992; La literatura y elmal, Taurus, Madrid, 1987;Documentos, Monte vila, Caracas,1969. Su lectura se apoya, a su vez,en los estudios previos deApollinaire, Jean Paulhan, MauriceHeine, Pierre Klossowski yMaurice Blanchot.

    12 BLANCHOT, Maurice:Lautramont y Sade, FCE, Madrid,1990. Para estudiar la obra deSade vase tambin: KLOSSOWS-KI, Pierre: Tan funesto deseo,Tecnos, Madrid, 1980. PAZ,Octavio: Los hijos del limo, SeixBarral, Barcelona, 1993; Al Paso,Seix Barral, Barcelona, 1992; Lossignos en rotacin y otros ensayos,Alianza, Madrid, 1983.

    11 Cf. El Seminario 7, La ticadel psicoanlisis (1959-60), Paids,Barcelona, 1992; El Seminario 11,Los cuatro conceptos fundamentalesdel psicoanlisis (1964), Paids,Barcelona, 1992; Kant con Sade,Escritos 2, Siglo XXI, Madrid,1985. El uso que hacemos de talescategoras ya ha sido justificadoen varios artculos publicados enesta misma revista. No es necesa-rio, por ello, demorarse en unaexplicacin detallada.

  • La Imagen y el Dolor. Comentario sobre Sade

    51&TramaONDOF

    fa en el tocador (1795) dice la verdad de la Crtica de la razn prctica(1788). Y que la dice, adems, mediante una exploracin sistemtica deaquello que Kant excluye del bien y del uso incondicionado de la razn:la pasin del goce sexual.

    El psicoanalista desarrolla, por tanto, una lectura inspirada directa-mente, pero sin confesar, en el ensayo redactado por Max Horkheimer yTheodor W. Adorno14 a principios de los aos cuarenta. Estos autoresanalizaron la relacin que exista entre la obra de Sade y la de Kant,planteando al mismo tiempo un curioso paralelismo entre el discurso delautor libertino y el pensamiento de Nietzsche. Partiendo de esa dobleconexin, indicaron que Juliette intervena como una encarnacin del

    14 HORKHEIMER, Max,ADORNO, Th. W.: Dialctica de lailustracin, Trotta, Madrid, 2001. Lainterpretacin lacaniana puedehacerse ms legible consultando lossiguientes trabajos: CARBAJAL,Eduardo: Schwarmerein (NegrosEnjambres): una lectura de Kantcon Sade, en VV. AA.: Lecturas deLacan, Lugar Editorial, BuenosAires, 1984. ALEMN, Jorge: Lalectura de Antgona en JacquesLacan, Colofn, nov. 1994, n 10-11,pp. 7-13; La experiencia del fin.Psicoanlisis y metafsica, MiguelGmez Ediciones, Mlaga, 1996;Lacan en la razn posmoderna,Miguel Gmez Ediciones, Mlaga,2000.

    13 La apologa surrealista deSade resulta ingenua y contradic-toria, pues el propio Lacan advirtique la liberacin naturalista deldeseo fracas histricamente yque, a pesar de proponerse comoun goce sexual no sublimado, eldeseo sadiano es voluntad de goceque siempre fracasa. An as, fueel propio analista quien rindihomenaje al Marqus bautizando asu perra con el nombre de Justine,segn declar en el seminariodedicado a La identificacin (1961-1962).

    La Recompensa de la Crueldad(1751), de William Hogarth.

  • &52Manuel Canga

    TramaONDOF

    amor intellectualis diaboli, como un personaje que disfrutaba el placer inte-lectual de la regresin y que gozaba destruyendo la civilizacin con suspropias armas. Observaron tambin que tanto Sade como Nietzsche sepercataron de que an quedaba, tras la formalizacin del orden racional,una cosa llamada compasin que operaba como la conciencia sensible dela identidad de lo universal con lo particular. La compasin apareca conce-bida as en el sistema sadiano como una virtud afeminada y pueril,opuesta a la dureza que exige la prctica disciplinada de la filosofa.

    Estas son, por tanto, las cuestiones que aparecen como teln de fondoen la lectura realizada por Lacan. Veamos, ahora, brevemente, cmo secruzan con los conceptos especficos del psicoanlisis.

    Como decimos, la interpretacin lacaniana parte de una crtica radicalde la idea del bien, tal y como se ha ido filtrando en nuestra cultura bajola influencia de la filosofa griega y el cristianismo. De esta forma, saca ala luz la relacin que existe entre trminos tales como el Bien Soberano,el bienestar y los bienes de consumo los objetos de placer, en tantoligados por algo ms que por una simple homonimia15. La hiptesis deLacan se resume del siguiente modo: la idea del bien est determinadapor la estructura psicolgica del narcisismo, y, en esa misma medida,siempre engaa al deseo, siempre se las arregla para desplazar y distraerla experiencia del goce. Por eso aade que la conservacin de los bienesfrena el goce, porque ste implica, de un modo u otro, la dimensin de laprdida. Subrayemos, de pasada, que esta idea se alimenta nuevamentede lo expuesto por Bataille en su ensayo sobre La parte maldita, dondeinterroga la naturaleza del goce, concebido como prdida, y su rela-cin con el mundo de los objetos.

    La realizacin del deseo exigira, por tanto, superar las falacias delbien, dejar atrs todas esas afecciones imaginarias como el temor y lacompasin16 y apuntar hacia lo real sin retroceder. En definitiva, hay queestar dispuesto a arriesgar el pellejo, porque el goce diferente en todocaso del bienestar que procura el placer est del lado de la pulsin demuerte. Lacan identifica su movimiento con lo que denomina el deseopuro, el puro y simple deseo de muerte, tal y como lo encarnan los persona-jes de Sade y de Sfocles mostrando que el camino del goce es el caminodel dolor, del sufrimiento.

    Y tambin podra aadirse aqu la experiencia radical de los primerosmrtires cristianos, cuyo desafo a las leyes romanas de sacrificar a losdioses resulta ciertamente incomprensible para la mentalidad europea

    16 Es menester recordar que, apartir de su anlisis de la tica, eldeseo comienza a articularse dedos formas diferentes: el deseocomo barrera protectora y el deseocomo movimiento que tiende a loreal. Tambin debemos apuntarque, en realidad, fue Freud quienexpuso la idea de que la compa-sin tena origen narcisista:Historia de una neurosis infantil(Caso del Hombre de losLobos), Obras Completas, t. VI,Biblioteca Nueva, Madrid, 1972, p.1989.

    15 Lacan va aqu demasiadorpido, pues condensa en unmismo trmino las diversas signi-ficaciones que cabe atribuir al con-cepto del bien: el bien absoluto, elbien relativo, el bien como propie-dad, como valor, como aspiracin,etc. Incluso afirma que la teorafreudiana de la sublimacin tam-bin est sometida a esa mismalgica, pues el arte acaba transfor-mndose, por muy agresivo quesea, en un bien que la sociedadconserva en los museos. Y lomismo sucede cuando el maso-quista siente el dolor como subien, como el bien que demanda alsdico para realizarse como tal.

  • La Imagen y el Dolor. Comentario sobre Sade

    53&TramaONDOF

    de hoy. Los mrtires, como bien puede leerse en los testimonios quetodava se conservan17, solicitaban sin temor la pena capital y competanentre ellos para alcanzar cuanto antes la gloria eterna. No obstante, elsentido de su pasin difiere radicalmente de las atrocidades que halla-mos en las obras de Sade y por ello es arriesgado compararlas.

    Resumiendo. Lacan sostena que los personajes sadianos descubranlos misterios del goce porque fueron capaces de atravesar la barrera nar-cisista de ese bien que exige la conservacin de la vida. De ah queconcibiese el goce como un mal, puesto que su bsqueda implicaba ladestruccin de ese prjimo que somos nosotros mismos18. Desde estaperspectiva, los textos de Sade mostraran que la satisfaccin de la pul-sin est ms all del bien y que supone la fragmentacin del objeto, laquiebra de esa forma especular que sirvi de identificacin para el yo. Ysin embargo, apunta Lacan, todava queda algo que supera el movimien-to de la pulsin: la imagen fascinante del otro, esa forma ilusoria quenunca podr aniquilarse por completo19.

    III

    Vemos, pues, que el mecanismo imaginario desempea una funcinprimordial en las relaciones con el semejante, cuya imagen se desprendey se disocia del cuerpo real. De esta forma, el otro aparece como la pan-talla que vela un vaco enigmtico, un vaco que nunca podr forzarse.De ah la repeticin fatigosa de escenas, de un crimen tras otro, buscandosiempre destrozar algo que, en el fondo, no se sabe con certeza qu es. Yeso mismo planteaba Alphonse Allais en aquella famosa fbula: la baila-rina nunca estar lo suficientemente desnuda para los ojos del sultn,porque nadie podr despojarla de su ltimo velo.

    Las imgenes del arte, entonces, se mantienen en un soporte msduradero que las imgenes mentales, pero ambas juegan un papel anlo-go en la obra sadiana: activar los motores de la pulsin y fijar la expe-riencia del goce.

    La imagen aparece as estrechamente relacionada con el fenmeno dela pulsin escpica, que Sade intenta traducir mediante un sinfn demetforas y comparaciones. Unas veces, por ejemplo, alude al poderdevorador de la mirada, a su capacidad para hacer visible la rabia y elfuror de la lujuria. Y otras veces llega, incluso, a transformarla en unafuente seminal de la que brotan los fluidos corporales.

    18 Por eso recordaba al final deun seminario aquella idea repetidadesde la antigedad: lo mejor es elenemigo del bien. El anlisis deLacan va destinado a cuestionardos ideas principales: 1. La idea deque el bien es aquello hacia lo quetodas las cosas tienden, segn decaAristteles al comenzar su ticaNicomquea siguiendo la tradicinplatnica. 2. El nuevo mandamien-to que Jesucristo aporta a la ley deDios (Amars a tu prjimo como ati mismo), que en la perspectivalacaniana sera la expresin de unmecanismo defensivo orientado aatajar la pulsin de muerte.

    19 La ambivalencia funcional dela imagen y el carcter reversible dela mirada estn expresados contotal exactitud en la frase que Mme.de Saint-Ange pronuncia en unpasaje de La filosofa en el tocador alexplicar a un caballero su aventuracon Eugenia: Y si hubieses vistocmo me pintaban sus dos grandes ojosel estado de su alma!... Aqu el pro-nombre me revela la presenciadel yo del narrador, que se descu-bre a s mismo reflejado en la mira-da del otro.

    17 RUIZ BUENO, Daniel: Actasde los mrtires, B.A.C., Madrid,1996.

  • &54Manuel Canga

    TramaONDOF

    Llegados a este punto, podemos afirmar que el registro de lo imagi-nario se impone en el discurso de Sade de manera decisiva y que, a suvez, se manifiesta como tal en dos planos diferentes: en el plano de larelacin con el objeto y en el plano de la relacin con la ley. En lo concer-niente a la relacin con la ley, el texto sadiano demuestra que el Otro esindestructible y que su negacin lleva implcita la condicin de su retor-no; pero, eso s, bajo la forma de un fantasma diablico. Por eso decaLacan que el libertino acaba colocndose en posicin de objeto ante esafigura que aparece entre bastidores como un ser supremo que disfrutaatormentando a sus criaturas.

    Pero lo imaginario afecta tambin a las relaciones del libertino con elsufrimiento. Los personajes de Sade participan constantemente en discu-siones filosficas, referidas a problemas tales como la creacin, el mal, lapoltica o el sentido de la existencia. Y una de las ms interesantes es ladiscusin que se abre a propsito del dolor y la vida eterna al final delprimer volumen de Juliette. Se mantienen ah dos posiciones antagnicas:la de Clairwil, que opina que no hay ms infierno para el hombre que la estu-pidez y la maldad de sus semejantes, y la de Saint-Fond, que esboza una teo-ra extravagante afirmando la existencia del infierno y justificando laesencia malvada del mundo y su creador.

    Al respecto, resulta interesante comprobar que, ms adelante, serClairwil quien asuma la idea el infierno y reclame la existencia de un cri-men cuyos efectos pudiesen prolongarse ms all de la tumba. Sade res-taura as la nocin cristiana del infierno tomndola del texto que SanJuan escribi mientras viva desterrado en la isla de Patmos. De estemodo, vuelve a poner en juego, desde otra perspectiva, la idea de lasegunda muerte, la idea de que la segunda es ms importante que laprimera, pues condena al dolor eterno a quien muere en pecado mortal.Sade hace que personajes tan locos como Saint-Fond, la seora Clairwil oel Papa Po VI reclamen un dolor infinito para sus vctimas, un dolorcapaz de actuar ms all de los lmites de la vida.