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    9I. Introduccin

    El lgido clima poltico que sucedi al 68mexicano, dio pie al surgimiento de mltiplesmovimientos sociales que innovaron y renovaronlas prcticas y el discurso poltico hegem-nico. No slo se empezaron a resquebrajar elpoderoso partido de Estado (el Partido Revolu-cionario Institucional, PRI) y el sistema polticoconstruidos luego de la Revolucin de 1910;sino que la nueva izquierda cuestion tambinla cultura autoritaria en diversos espacios y re-laciones sociales. Uno de los movimientos quesurgieron en aquella oleada fue el neofeminismo

    mexicano1

    constituido por mujeres universita-rias de clase media.Han pasado ms de treinta y cinco aos

    de aquel fructfero despegue. En este lapso, demltiples maneras y en diversos mbitos sociales,se han multiplicado las voces, los medios y losmodos en que las mujeres mexicanas cuestio-nan el papel subordinado que ocupan en todoslos espacios. Surgidos en el seno de la izquierda,se alimentan de sus perspectivas y horizontesde cambio, pero tambin se han confrontado

    con ella, pues aunque hoy prcticamente no hay

    movimiento social que guarde silencio ante lasdesigualdades de gnero, este reconocimientose ha abierto espacio en medio de la confron-

    tacin con una cultura sexista profundamentearraigada.Las luchas de gnero de las mujeres indgenas

    y de sectores populares no slo encuentran obs-tculos en el sistema y en sus organizacionessociales mixtas: una tensin y un debate tericopoltico atraviesan las relaciones entre ellas yquienes asumen explcitamente la identidadfeminista y se expresa por ejemplo, en el hechode que la historia oficial del feminismomexicano, recupera los avatares y el discurso,

    transformado a lo largo de los aos, de las femi-nistas pioneras que siguen en el movimiento. Enesa historia se eclipsan los aportes y la trascen-dencia de los procesos ocurridos en los mediospopulares, entre mujeres asalariadas, amasde casa de barrios urbanos pobres (colonas,como se les llama en Mxico), campesinas eindgenas.

    El presente texto afirma que son mltiples ydiferentes las formas en que se vive, se percibe yse enfrenta la subordinacin de gnero, que son

    mltiples las estrategias polticas del movimien-

    Gisela Espinosa Damin**

    Movimientos de mujeres indgenas y populares en Mxico.

    Encuentros y desencuentros con la izquierda y el feminismo

    * Profesora investigadora de la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, actualmentecoordina el Posgrado en Desarrollo Rural en esta Universidad.

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    to. Y que la historia del feminismo se escribecon muchas voces y desde distintas estrategiaspolticas. Y es que el movimiento feminista dacabida a todos los procesos y grupos que asumenexplcitamente una postura crtica ante lasformas en que la categora mujer implica subor-dinacin (Mouffe, 1993: 21), que cuestionan lasrelaciones de poder entre varones y mujeres yque proponen formas de relacin ms igualita-rias y libres sea que se organicen y aboquen ex-clusivamente a ello o que articulen sus instan-cias y luchas de gnero a organizaciones mixtasy para a reivindicaciones de diversa ndole. Eneste sentido, toda lucha feminista implica la

    conquista de equidad, libertad y autonomapara las mujeres, pero la poltica feminista nose restringe a lograr slo los intereses de lasmujeres, sino a articular las metas y aspiracio-nes feministas en demandas y luchas polticasms amplias.

    Desde esta perspectiva, en el texto ubicocuatro vertientes del movimiento feministamexicano: la histrica, la popular, la civil y laindgena.2 1971 abre el ciclo del feminismohistrico (tambin llamado neofeminismo);

    constituido por grupos que, si bien definie-ron plataformas reivindicativas muy amplias,centraron su lucha en la maternidad voluntaria,la despenalizacin del aborto y el apoyo a mujeresgolpeadas y violadas. 1980, abre el ciclo de losmovimientos de mujeres de sectores popularesque, insertas en organizaciones mixtas de clase,articulan sus demandas de gnero en una visinde cambio radical revolucionario y construyenel discurso3 del feminismo popular; en esteciclo tambin cobra auge la creacin de organis-mos civiles que apoyan aquellos procesos y queconstituirn la vertiente del feminismo civil, lams visible en nuestros das. El levantamien-to zapatista de 1994 abre un ciclo de accin delos pueblos indios y de mujeres indgenas quecomparten las demandas del movimiento mixtopero que cuestionan las prcticas culturalesopresivas y sexistas de sus propios pueblos, con-figurando as un feminismo indgena apuntala-do por organismos civiles.

    Las luchas protagonizadas por indgenas ymujeres de sectores populares se privilegian enel anlisis, se abordan las coyunturas y procesospolticos que las hacen posibles, sus problemas,

    sus agendas, el arduo camino para ejercer ohacer respetar sus derechos sociales y polticos;sus relaciones convergentes o de conflicto con elmovimiento popular y el movimiento indgena(de los que ellas mismas forman parte) y con elmovimiento feminista. La historia muestra lacomplejidad y diversidad discursiva de las ver-tientes, sus puntos de articulacin, la descons-truccin y reconstruccin de las identidadesfemeninas que ocurre a la par que emergen elfeminismo popular y el feminismo indgena.

    Es en medio de este dinamismo donde seconstata y analiza la construccin de otros fe-minismos y otras ciudadanas. Las particulari-

    dades que encierra este largo proceso podranubicarse en la perspectiva de una democraciaradical que, sin renunciar a los criterios univer-sales de igualdad d cabida a la diferencia. Sinembargo, el proceso muestra tambin que lademocracia radical es apenas un horizonte, unimaginario poltico que puede guiar las forma-ciones discursivas, su trayectoria no es lineal,tersa o ascendente, est sembrada de retos, zig-zagueos, roces y contradicciones.

    II. Movimientos de mujeres: entre laizquierda y el feminismo

    Al comenzar la dcada de los ochenta, loscolectivos y grupos feministas constituidos en ladcada anterior vivan un momento de reflujo ydispersin. Las formas de organizacin y accinque el movimiento se haba dado en los setentamostraban sus lmites, y los llamados grupos deautoconciencia4no slo se estancaron, sino que

    sus diferencias internas fracturaron los frentesy convergencias construidos para luchar por ladespenalizacin del aborto y la maternidad vo-luntaria, desalentando las acciones unitarias.

    Entre los colectivos feministas que surgieronen aquellos aos destacan: la Coalicin deMujeres (1976) articul a los pequeos gruposque existan en esos aos y consensu como ejesdel movimiento la lucha contra la violencia hacialas mujeres y la lucha por la despenalizacin ygratuidad del aborto; el Frente Nacional de Li-

    beracin de la Mujer (1979) nucle a grupos fe-ministas y militantes de algunos partidos y sin-dicatos, formul una plataforma ms amplia queinclua demandas por la igualdad poltica y legal

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    de las mujeres, derecho al trabajo, autonomasobre el cuerpo y la sexualidad, seguridadsocial, reconocimiento al trabajo domstico,as como un proyecto de ley sobre maternidadvoluntaria y despenalizacin del aborto quefue presentado en la Cmara de Diputados porla Coalicin de Izquierda Parlamentaria, peronunca tuvo respuesta. (Espinosa y Snchez,1992: 11-17)

    La dificultad para extenderse y coordinar-se era slo uno de los saldos de una dcada delucha. Pero al comenzar los aos ochenta, re-sultados menos tangibles pero no menos im-portantes estaban emergiendo en otros espacios

    y sectores sociales, pues si en los setenta lasagrupaciones feministas lograron convocar areducidos ncleos de una clase media univer-sitaria, al comenzar los ochenta seran mujerestrabajadoras, campesinas y de barrios urbanospobres, quienes daran un nuevo aire y otrasperspectivas a la movilizacin femenina.

    El surgimiento de lo que ms adelante serallamado feminismo popular estuvo marcadopor la agudizacin de la crisis e incluso porpolticas sociales que dieron cobertura a

    ciertas demandas femeninas (los programas desubsidio al consumo de tortilla, leche y bsicosprimero, y a finales de la dcada, algunosproyectos de combate a la pobreza crearonespacios de negociacin entre diversos ncleosfemeninos y el Estado); pero los emergentesgrupos de mujeres, en lucha por reivindicacio-nes sociales y de gnero, difcilmente habranrebasado una relacin clientelar y corporativacon el Estado si el feminismo y la izquierda nohubieran incidido en su proceso. Algunos temascentrales del feminismo histrico lograrontrascender a los sectores populares. Cierto queall lleg un discurso fragmentado y hasta ter-giversado. Pero la base social del feminismopopular no se desarroll espontneamenteni por la promocin directa del feminismohistrico, sino entre ncleos de mujeres quetenan cierto tipo de organizacin y que arti-cularon sus crticas y aspiraciones de gnero aotro discurso libertario.

    El Primer Encuentro Nacional de Mujeres,realizado en la Ciudad de Mxico en noviembrede 1980, fue clave para desatar procesos dereflexin, organizacin y acciones masivas

    femeninas en los sectores populares. El quid noslo radic en el carcter masivo y el entusias-mo que despert la reunin, sino sobre todo enla calidad de las asistentes: eran integrantes delFrente Popular Tierra y Libertad de Monterrey(organizacin de colonos); o de la Ciudad deMxico, de la Unin de Vecinos de la ColoniaGuerrero, y colonas organizadas de las coloniasAjusco, Cerro del judo y de algunos barriosde Iztapalapa; haba campesinas de Chiapas,Veracruz y Michoacn, donde la contienda ruralera violenta; hubo sindicalistas de seccionesdemocrticas ganadas en sindicatos charros,como las del Instituto Nacional de Antropologa

    e Historia; militantes de sindicatos nacidos fueradel control oficial como los de las universidades(Nacional Autnoma de Mxico y AutnomaMetropolitana); obreras de clulas democr-ticas que actuaban en fbricas de la zona in-dustrial de Naucalpan y de pequeas industriasdonde el sindicalismo charro impona su ley(Espinosa y Snchez, 1992).

    Sindicalistas y activistas de colonias pobres yagrupaciones campesinas, que a su vez formabanparte de organizaciones mixtas y de la red social

    articulada en frentes de masas, populares, sec-toriales, regionales o nacionales; armazn socialindependiente del aparato corporativo oficiale influenciada claramente por la izquierda,como el Frente Nacional de Accin Popular, laCoordinadora Nacional de Trabajadores de laEducacin, la Coordinadora Nacional Plan deAyala, la Coordinadora Nacional de Movimien-to Urbano Popular, la Coordinadora SindicalNacional, el Comit Nacional de Defensa de laEconoma Popular, el Frente Nacional por laDefensa del Salario y Contra la Austeridad y laCaresta de la Vida, el Frente Nacional Contrala Represin, el Pacto de Accin y Solidari-dad Sindical y la Asamblea Nacional ObreroCampesino Popular, entre las ms importantes(Moguel, 1987: 117-128).

    A partir del Primer Encuentro y en unproceso que fue cobrando cada vez mayor fuerzay amplitud, se hicieron ms de veinte reunionesde sindicalistas, colonas y campesinas que muy

    pronto se adentraron en la reflexin crtica desus problemas de gnero y que fueron diseandopropuestas de cambio y formas organizativaspara coordinar sus acciones.

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    Estas reuniones fueron: El Primer Encuentrode Mujeres Trabajadoras (1981), el PrimerEncuentro de Trabajadoras de la Educacin(1981), el Primer Encuentro de Mujeres del Mo-vimiento Urbano Popular (1983), el Foro de laMujer (1984), el Primero y Segundo Encuentros deTrabajadoras del Sector Servicios (1984 y 1985),el Primero y el Segundo Encuentro Regional deObreras (1985), el Primer Encuentro Regional deCampesinas (1985), el Primer Encuentro de Tra-bajadoras de la Industria Maquiladora (1985), elSegundo Encuentro de Mujeres del MovimientoUrbano Popular (1985), un sinfn de reunionesy movilizaciones de costureras que daran

    como resultado la constitucin y desarrollo delSindicato 19 de septiembre (1985-1987), otronmero indeterminado de reuniones de mujeresde las organizaciones vecinales surgidas despusdel sismo de 1985, el Segundo Encuentro deTrabajadoras de la Industria Maquiladora(1986), cuatro encuentros de campesinas de laZona Sur, el Primer Encuentro de Mujeres dela Coordinadora Nacional Plan de Ayala (1986),el Primer Encuentro de Mujeres Asalariadas(1987), el Tercer Encuentro de Mujeres del Mo-

    vimiento Urbano Popular (1987), la PrimeraJornada Sobre Mujer, Trabajo y Educacin(1990) (Espinosa, 1993 y Centro de Estudios dela Mujer et.al., 1987).

    Pero los espacios de esta reflexin no slofueron grandes encuentros, sino mltiplesprocesos desarrollados en microespacios, pro-tagonizados por la comisin, el comit, elgrupo, la regional de mujeres de la uninvecinal, de la comunidad campesina o delsindicato.

    Las promotoras de las primeras reuniones ydiscusiones sobre la problemtica de la mujerque involucraron a colonas, campesinas o tra-bajadoras, eran militantes de izquierda insertasen movimientos sociales. As por ejemplo, elPartido Revolucionario de los Trabajadores(PRT) y el Partido Comunista Mexicano (PCM)tenan feministas formadas en los aos setenta;en cambio, el Movimiento Revolucionario delPueblo (MRP), la Organizacin de Izquierda Re-

    volucionaria lnea de masas (OIR-LM) y PuntoCrtico, contaban con pocas feministas, pero yaen los aos ochenta muchas de sus militantescuestionaban la poltica de sus organizaciones

    hacia las mujeres. En la OIR-LM por ejemplo,apenas en 1982 se constituy la primera clulade mujeres que rpidamente empez a cuestio-nar las formas en que se trabajaba con colonasy esposas de obreros; en el MRP -con gran in-fluencia en la Unin de Vecinos de la ColoniaGuerrero- se haban generado conflictos por laorientacin feminista desarrollada con mujeresde esta Unin.

    El malestar e inquietud de estas militantesno pudo articularse en los procesos de luchafeminista que venan de los aos setenta, en elfeminismo histrico, pues an cuando entre1981 y 1985 se realizaron cinco encuentros femi-

    nistas, y se crearon nuevas instancias (la Coordi-nadora de Grupos Autnomos Feministas, 1982y la Red Nacional de Mujeres, 1983), grupos yredes se mostraron incapaces de reorganizarse yvincularse efectivamente con otros movimien-tos (Lamas, 1992: 556). Varias feministas se en-gancharon paulatinamente al proceso popular,pero el grueso del feminismo histrico como tal,se conserv orgnica y polticamente separadode los emergentes movimientos de mujeres desectores populares.

    En la primera mitad de los ochenta, sloCIDHAL5ONG pionera del feminismo civil,se volc en los sectores populares y se vincula las militantes de izquierda que intentabanpolitizar la problemtica de las mujeres. Enese lustro se constituyeron varias organizacio-nes no gubernamentales (ONG) que, con unaposicin crtica ante las inequidades de gneroempezaron a trabajar con mujeres de sectorespopulares. Entre las ONG que fueron consti-tuyndose en el Valle de Mxico en esos aos yque dieron prioridad al trabajo con las mujeresde sectores populares se encuentran: AccinPopular de Integracin Social (APIS), el Centrode Apoyo a Mujeres Violadas (CAMVAC) queluego dara lugar al Centro de OrientacinContra la Violencia (COVAC), el Equipo deMujeres en Accin Solidaria (EMAS), Grupode Educacin para Mujeres (GEM) y Mujeresen Accin Sindical (MAS). Ninguna de estasONG tuvo como origen un grupo de autocon-

    ciencia: en ellas confluyeron mujeres compro-metidas con la lucha social que a la vez tenanuna postura crtica ante las relaciones degnero.

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    Muchas integrantes de estos grupos dejaronsus agrupaciones polticas para poder trabajarms flexible y abiertamente con el emergentemovimiento de mujeres. Justamente en laprimera mitad de los ochenta, ex-militantes dediversas agrupaciones polticas (PRT, OIR-LM,MRP, PCM, Marxistas Feministas) y CIDHALempezaron a realizar trabajos conjuntos y a es-tablecer proyectos comunes, no slo alianzas,impensables entre sus partidos y organizacionesde origen, pues la nueva amalgama izquierda-feminismo dio prioridad al desarrollo del mo-vimiento y a la posibilidad de construir estruc-turas femeninas populares incluyentes para el

    conjunto de la izquierda.La convergencia entre militantes con arraigoen el movimiento y ONG feministas con com-promiso social6 potenci las nuevas expe-riencias. En el arranque, ms que una ida alpueblo de las feministas, llegaron algunasde sus ideas y ejes de discusin (como trabajodomstico, doble jornada, sexualidad y violencia,opresin de la mujer). Los mtodos de trabajoempleados por las ONG fueron decisivos paravencer prejuicios y resistencias y para gestar un

    discurso popular sobre la problemtica de lasmujeres, pues en lugar de una poltica doctrina-ria se promovi la discusin participativa. Lasmujeres hablaban y construan su discurso, cosaque no ocurra en muchas de sus organizacio-nes sociales o polticas, donde pocas tomaban lapalabra (Espinosa y Paz Paredes, 1988).

    Las mujeres de sectores populares dieronnuevos significados y enriquecieron losconceptos, o bien aadieron otros temas: ex-plotacin de la mujer, trabajo asalariado yvida sindical; mujer, propiedad de la tierra ycomunidad rural; ciudad y mujer; y participa-cin poltica de la mujer. El discurso que empeza construirse en los sectores populares estabaatravesado por otras experiencias y problemasfemeninos, pero tambin por perspectivas decambio que no slo intentaban modificar las re-laciones de gnero sino la sociedad y el sistema.

    Los movimientos de mujeres no slo reci-bieron la influencia feminista: su pertenencia

    al amplio espectro de la izquierda tambin fuesu partera: potenci la fuerza y magnitud de losmovimientos de mujeres, aport una base socialorganizada embrin y esqueleto del feminismo

    popular, e impidi que el corporativismooficial se adueara de los nacientes procesosfemeninos. Pero la izquierda no oper slo enun sentido positivo, pues se sinti amenazadapor las crticas, propuestas y demandas demujeres, por el cuestionamiento y la desestabi-lizacin que caus la crtica a las jerarquas degnero y las relaciones de poder en las familias,las organizaciones sociales y las comunidades.En este sentido, la izquierda marc el discursode los emergentes movimientos de mujeres conuna perspectiva de clase reticente y prejuicio-sa ante el feminismo. Desde ah influy decisi-vamente en las relaciones entre el feminismo y

    los movimientos de mujeres.En la primera mitad de los ochenta se multi-plicaron los grupos populares femeninos que in-corporaron a sus agendas la problemtica de lamujer. En los sectores populares no se hablabaexplcitamente de feminismo, era una tcticaimplcita para impedir que el antifeminismo delas organizaciones sociales y gremiales desman-telara los incipientes colectivos y acciones de lasmujeres de sectores populares. Hablar de la pro-blemtica de la mujer neutralizaba el tema.

    Se hacan talleres y reuniones aprovechandoestructuras locales, sectoriales y sociales cons-truidas por la izquierda. A diferencia de algunasautoras (Mun, 1997:69), que prcticamenteno otorga ningn papel a las organizaciones yalianzas construidas por la izquierda de los aossetenta en la emergencia de un movimientoamplio de mujeres (MAM), yo creo que el curso,la fuerza y la magnitud del feminismo popular,seran impensables sin la izquierda, no porquesta fuera feminista, sino porque sus estructurasy redes polticas se convirtieron en eje articula-dor de las redes de mujeres. Las feministas por ssolas difcilmente habran construido con tantaceleridad una base social y una estructura orga-nizativa tan amplia en los sectores populares.

    Las primeras redes de organizacin popularfemenina, fueron prcticamente un desdobla-miento de aquellas. As, las mujeres de las coor-dinadoras sindicales, de la Conamup, del FNCRy de la CNPA,7 dieron luz a la Coordinadora

    de Mujeres Trabajadoras (1981), a la Regionalde Mujeres de la Conamup (1983), al Foro de laMujer (del FNCR) (1984) y a la Coordinadora deMujeres de la CNPA (1986); al mismo tiempo,

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    los conflictos de la izquierda influyeron deci-sivamente en los procesos femeninos, as porejemplo, las diferencias internas del Conamupy de la CNPA se tradujeron en conflictos dentrode la Regional de Mujeres y en la disolucin de laCoordinadora de Mujeres de la CNPA (Espinosay Snchez, 1992).

    Otras experiencias populares femeninasligadas a la izquierda surgieron en aquellapoca, pero muy pocas instancias de coordina-cin lograron mantenerse en el mediano plazo.Prcticamente slo la Regional de Mujeres dela Conamup (asentada en el valle de Mxico)logr una estructura amplia y permanente. Las

    reflexiones permitieron visualizar problemascomunes en el mundo privado y en el espaciosocial. En diversas reuniones y encuentrosse ubic la desigualdad y opresin en el senofamiliar como un campo de identidad general:campesinas, trabajadoras y colonas se descu-brieron como trabajadoras domsticas sin pagoni reconocimiento, como mujeres que desco-nocan sus cuerpos y no tenan decisin sobreellos, sobre su sexualidad, su maternidad ni susvidas; el papel de madres, esposas y amas de casa

    result ser un gran campo de identidad. Otroselementos de identidad se vincularon al papelque jugaban en sus organizaciones sociales ygremiales, donde, pese a un discurso democr-tico, su acceso a la direccin era muy difcil; sedescubrieron subordinadas, cuando no menos-preciadas o ignoradas por sus compaeros; noexistan como grupo especfico reconocido porsus agrupaciones, lo cual dificultaba la resolu-cin de sus rezagos y de sus problemas de gnero(Espinosa y Snchez, 1992: 22).

    Sin embargo, lo popular tampoco erahomogneo, adquira distintas connotacionesen los mundos rural y urbano, e incluso dentrode cada uno haba diferencias abismales; la pro-blemtica de la mujer adquira tantas peculia-ridades y se articulaba en tan variadas condicio-nes que difcilmente se sostena la posibilidad deuna instancia comn o de demandas conjuntas.Haba diferencias entre feministas y mujeres desectores populares, por ejemplo, los problemas

    de las campesinas eran muy distintos a los delas asalariadas urbanas o de las amas de casa decolonias populares; ms difcil an, pues las di-ferencias tambin se evidenciaban dentro de un

    mismo sector: por ejemplo, entre las asalariadasde sindicatos independientes y las de sindicatoscorporativizados, pues no era lo mismo lucharpor guarderas en un sindicato independiente (elde trabajadores de la UNAM por ejemplo), queen un sindicato charro de pequea empresadonde mujeres y varones podran perder elempleo por levantar sus reivindicaciones. Serexplotadas no garantizaba agendas comunesni organizaciones nicas. El movimiento sehizo ms heterogneo, complejo y rico que enlos setenta, pero se dificultaron las tendenciasunitarias debido a la confusin y naturaleza in-cipiente de los procesos, pero tambin a que la

    diversidad no condujo de inmediato al pluralis-mo.8Se fueron gestando tensiones y conflictos

    entre los movimientos de mujeres de sectoresy populares y el autodenominado movimientofeminista. Aquellos visualizaban a ste comoun todo homogneo y poco comprometidocon un cambio radical revolucionario. Pero ascomo entre los sectores populares haba grandiversidad de problemas y agendas, entre las fe-ministas haba diferencias grupales y hasta per-

    sonales. Coexistan cuando menos dos vertien-tes: el feminismo histrico, cuyas concepciones,acciones y liderazgos se venan construyendodesde los setenta, centrado en la lucha por ladespenalizacin del aborto y contra la violenciasobre las mujeres; y el emergente feminismo civilde las ONG, que comparta con aquel una crticaa las desigualdades de gnero pero volcaba suaccin hacia los movimientos sociales.

    Cuando se multiplicaron los procesosfemeninos en los sectores populares, elfeminismo histrico se entusiasm ante la posi-bilidad de que una base social tan amplia comola movilizada por la Regional de Mujeres de laConamup, por ejemplo, asumiera sus demandas.Pero las colonas estaban construyendo otrodiscurso: descubran nuevas reivindicaciones, ydotaban de una carga genrica a las demandashistricas del MUP y al discurso socialistaque compartan con sus organizaciones mixtas.Este desencuentro se manifest por ejemplo en

    1984, cuando por primera vez las mujeres delMUP celebraron el 8 de marzo y convirtieronen masivo un acto que en aos anteriores sloconvocaba a un puado de mujeres; sin embargo,

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    en vez de que las colonas apoyaran las tradicio-nales demandas feministas, protestaron contrala caresta de la vida.

    Las feministas no slo encontraron reti-cencias a sus demandas, sino a su apelativo: lasmujeres del pueblo no queran llamarse feminis-tas. El deslinde de stas obedeca, como dijimosa la idea de que el feminismo no comparta unaperspectiva de cambio social de corte revolu-cionario, sino que centraba sus bateras contralos hombres, a favor del libertinaje sexual, ellesbianismo y el aborto; por otro lado, pese ala crtica a las desigualdades de gnero que lasmujeres de sectores populares estaban formu-

    lando, teman que sus compaeros las acusarande divisionistas, pues el discurso de la izquierdadio prioridad a las alianzas de clase y lalucha contra el capitalismo. En poco tiempo,el deslinde tambin provino de las feministas,que se resistan a incluir en el movimiento a lasmujeres de sectores populares y no comprendancul podra ser la subversin genrica de colecti-vos populares que, en lugar de cuestionar el roltradicional de madres y amas de casa, realizabanacciones que parecan reafirmarlo (demandar

    subsidios al consumo y al abasto popular, au-togestionar comedores colectivos y molinos denixtamal, organizar grupos comunitarios paraatender la salud de las familias).

    Pese a los desencuentros y crticas mutuas, elcamino abierto por el feminismo histrico y susejes de reflexin, contribuyeron decididamen-te al desarrollo de las experiencias popularesde los aos ochenta, pero las mujeres de estosnuevos movimientos no se reconocan en laspioneras y, finalmente, muchas feministas de lavertiente histrica, tampoco encontraron lazosde identidad con stas. La exigencia mutua dehomogeneidad poltica y estrategias nicas, eraparte del problema, pues un posible entendi-miento no tendra por qu suponer identida-des ni discursos idnticos. As, dos vertientescon potenciales convergencias se rechazaron ysiguieron cursos paralelos. Slo el 8 de marzo(Da Internacional de la Mujer; el 10 de mayo,Da de la Madre; y el 25 de noviembre, Da

    Contra la Violencia Hacia las Mujeres) llegarona realizar actos comunes, estuvieron juntas perono revueltas, con fricciones y marcando conflic-tivamente las diferencias.

    El feminismo civil se convirti en un frgily complejo puente de relacin entre ambospolos, pues intent amalgamar un discursocontra la desigualdad de gnero y un discursocontra la explotacin y desigualdad social. Y esteintento, que apunt a la construccin de unanueva dimensin del feminismo y de una nuevadimensin de lo social, no satisfizo ni a las femi-nistas ni a las mujeres de sectores populares. Enlos ochenta, las ONG estaban entre la espada y lapared, pues muchos grupos feministas sintieronque era demasiado el sacrificio ideolgico exigidopor un trabajo popular que, para colmo, no for-taleca la lucha por sus demandas histricas; y

    por otro lado, pese a que los grupos popularesreciban el apoyo de las ONG, tenan recelos y lasvean como parte de un movimiento feministacon el que no compartan un proyecto polticode ms largo alcance; adems, a mediados de ladcada, la disputa por recursos financieros9y elpeso distinto que los grupos populares y las ONGotorgaban a las demandas y alianzas de gneroo de clase, tensaron an ms sus relaciones.

    III. El feminismo popularVarios factores fueron modificndose y

    modificando la identidad de las mujeres de lavertiente popular y su relacin con el feminismo:la accin participativa y civilista de los nuevosmovimientos sociales urbanos surgidos a razde los sismos de 1985 mostraron los lmitesdel discurso maximalista de la izquierda yaproximaron a un amplio sector del feminismoorganizado ms bien reorganizado en esacoyuntura con las costureras y con las mujeresde las emergentes organizaciones urbanas. Enestos movimientos se experiment una nuevaforma de vinculacin social y poltica entre unasy otras, facilitada por la necesidad de apoyo yla solidaridad que despert la tragedia, por unamayor apertura al feminismo, y tambin poruna mayor sensibilidad de las feministas ante laproblemtica social. Sin embargo, all surgieronnuevos problemas, las diferencias y conflictosinternos del feminismo civil se trasladaron, por

    ejemplo, al naciente Sindicato de Costureras19 de Septiembre que, apenas en formacin, nopudo resistir las pugnas y ya en los aos noventaprcticamente se convirti en un membrete.

    Movimientos de mujeres indgenas y populares en Mxico

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    Pese a estos reveses, en la segunda mitadde los ochenta, el feminismo tambin se abripaso por la relacin que las mujeres de sectorespopulares tuvieron con grupos de AmricaLatina y Estados Unidos, donde indgenas,negras, pobladoras, trabajadoras y chicanas,asuman explcitamente su feminismo sinrenunciar a sus identidades y objetivos sociales,polticos y de clase.

    El proceso vivido por las propias mujeresde sectores populares fue decisivo en la cons-truccin de su discurso feminista: su accinno parti del rechazo a su papel tradicional delas mujeres, sino (sobre todo en el caso de las

    colonas y las campesinas), a la imposibilidad decumplirlo plenamente. Fueron sus dificultadesen el mundo privado y familiar las que propi-ciaron su participacin en el espacio social ypblico.

    Pero tratar de cumplir colectivamente sustareas como madres, esposas y amas de casa, lascondujo a romper el aislamiento y a subvertirla tradicin en un tenso proceso: no era lomismo hacer milagros individuales con el gastofamiliar que montar un desayunador y una

    cocina popular o un centro de salud; no era lomismo dedicarse a cuidar hijos en la casa queorganizar una guardera y formarse como edu-cadoras populares; ni tena el mismo significa-do enfrentar individualmente la violencia intra-familiar que organizarse para la defensa contraella. La politizacin de sus problemas personalesy privados, la colectivizacin de sus tareas tradi-cionales, dio pie a su construccin como nuevossujetos sociales. Ya no slo eran parte de mo-vimientos populares supuestamente asexuados,sino que alzaron su propia voz en el espaciopblico y empezaron a marcar su impronta enel proyecto de cambio social; construyendo suciudadana y reconstruyendo sus relaciones degnero desde otro imaginario social y poltico.

    Actuar colectivamente evidenci muchosobstculos: salir de casa fue un paso difcil,la mayora conceba que ese era su lugar, ysu primera victoria se libr internamente,frente a s mismas; en seguida tuvieron que

    vencer la oposicin y violencia de maridos,padres, hijos, suegras, madres y, a medida queavanzaba su proceso organizativo y de accin,tambin tuvieron que convencer o enfrentar a

    los camaradas. Demandar tortibonos (bonoscanjeables por tortilla) o desayunos escolares,recursos para la salud o para la vivienda, de-fenderse de la violencia, implic desconstruiruna identidad genrica, empezar a cuestionaruna arraigada forma de ser mujer, a definirotra imagen de s mismas y a transformar elconcepto tradicional de lo femenino. La parti-cipacin social de las mujeres populares obliga muchos ncleos familiares a redefinir loslugares y funciones de sus miembros, compar-tiendo con ms equidad el trabajo domstico yla vida pblica, aunque en otros casos, oblig alas mujeres a asumir dobles o triples jornadas de

    trabajo: la domstica, la salarial y la poltica.En trminos generales, los conflictos familia-res implicaron rupturas conyugales de muchasdirigentes, pero la mayora de las bases tratde negociar su participacin social con la pareja,pues no era fcil lograr la subsistencia ni sobre-llevar el estigma de mujer sola en un mundopopular azotado por la crisis econmica y elmachismo. En un lento y conflictivo procesosurgieron nuevos liderazgos femeninos queactuaron en los espacios informales de la poltica,

    donde tambin se construye la ciudadana.Estos efectos de la participacin social de las

    mujeres se asociaron a un discurso claramen-te feminista construido en cientos de talleres,encuentros y reuniones donde, casi siempreapoyadas por organismos civiles, discutieronuna gran diversidad de temas: trabajo domstico,trabajo asalariado, trabajo rural, tenencia de latierra, sexualidad y violencia, fueron los ms so-corridos; pero tambin se abordaron problemasde salud, la educacin sexista de los hijos, laparticipacin social y poltica de las mujeres,su dificultad para acceder a las direcciones yla opresin de la mujer. De este abanico deproblemas surgi tambin un abanico de ideas ypropuestas, a veces difciles de llevar a la prctica,pues las mujeres se movan en varios campos dis-cursivos y antagonizaban con diversos sujetos,de esta diversidad de posiciones surga tambinuna diversidad de negociaciones y posibilidadesde cambio. El carcter multifactico de la proble-

    mtica de las mujeres dio origen a una multipli-cidad de luchas en espacios diferentes y tambina una multiplicidad de resultados, no siemprecoherentes, satisfactorios o articulados.

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    De todas formas, este proceso zigzagueantey desigual conmocion su vida y sus relacionesde gnero en todos los espacios: la familia, lasorganizaciones sociales y gremiales, las comu-nidades, las relaciones con intancias guber-namentales. Al igual que las feministas, estasmujeres convirtieron lo personal en poltico, ypolitizaron parte de sus asuntos privados, re-definiendo con ello los espacios de lo pblicoy lo privado y la relacin entre ambas esferas.Profundizaron el concepto de democracia, cues-tionaron la visin reduccionista de la izquierda,al incorporar paulatinamente los problemas degnero a los procesos de democratizacin social

    o gremial, y ampliaron los espacios y dimensio-nes de lo poltico y la poltica.Todo ello abon el terreno para que, en la

    segunda mitad de los ochenta, varios ncleospopulares femeninos acuaran el conceptofeminismo popular, cuyo contenido puede sin-tetizarse como la lucha por transformar las re-laciones de opresin entre hombres y mujeres.Lo popular decan estas feministas, destacabano tanto su origen, sino la idea de que el cambiosocial se hara junto con el pueblo y no slo por

    y para las mujeres. Quienes asumieron explci-tamente el concepto constituyeron el coraznde esta vertiente, pero muchos otros ncleosfemeninos de sectores populares luchaban portransformar positivamente las relaciones degnero y asuman la idea de un cambio social conun protagonismo popular. En este sentido, si notoda movilizacin femenina con composicinpopular se inscribe en el feminismo popular,tampoco estn excluidas todas aquellas queignoraron el nombre10, pues cuando el procesoincorpora la reflexin crtica y la transformacinde las desigualdades de gnero, los contenidosreales resultan ms significativos que el ttulo.

    El feminismo popular no fue bien recibidopor las feministas de otras vertientes: en el IVEncuentro Feminista Latinoamericano y delCaribe realizado en Mxico en 1987, la presenciamasiva de mujeres de sectores populares fueinterpretada por importantes sectores femi-nistas como una prdida de identidad y como

    un menoscabo de la radicalidad del proyectofeminista. As, mientras algunos gruposperciban que la dimensin clasista habainvadido y tenda a desvirtuar la arena propia

    de lucha contra las asimetras en las relacio-nes de gnero, otros aplaudan la gran penetra-cin lograda por la perspectiva feminista en elcampo de lucha del continente (Tun, 1997:75). Estas divergencias se expresaron en la rea-lizacin virtual de dos encuentros y en el hechode que las ONG ligadas a procesos popularesse convirtieron en vrtice y receptculo de lascrticas de unas y otras.

    El grupo de las cinco (CIDHAL, EMAS,GEM, APIS y el MAS), indudablemente el mscomprometido con los procesos popularesfemeninos en el Valle de Mxico, haba sidocolocado en el banquillo de los acusados

    en un severo y, creo yo, sectario juicio alfeminismo que la Regional de Mujeres de laConamup haba hecho en un taller preparato-rio del Encuentro de Taxco. Paradjicamente,esta misma reflexin condujo a que la dirigenciade la Regional acuara el concepto feminismopopular y se asumiera como parte de l. Por otrolado, en esos tiempos, muchas feministas de lavertiente histrica usaban un tono peyorativoal referirse al grupo de las cinco como las po-pulricas, para marcar una diferencia entre los

    feminismos.

    IV. Nuevas identidades polticas

    A fines de los ochenta confluyeron procesosque rebasan a los feminismos pero inciden de-cisivamente en ellos. Si en el 82 se agudizla crisis, en el 88 se hablaba ya de la dcadaperdida. Para entonces las recetas neolibera-les sumaron nuevos estragos a la vieja deudasocial: el ajuste estructural cerr espacios denegociacin, redujo empleos y partidas para eldesarrollo, de modo que la lucha por reducirla explotacin y ampliar los derechos socialesse redujo a una simple defensa del empleo, latierra, la vivienda... el nuevo combate era casipor seguir siendo explotados.

    No slo el neoliberalismo exiga alternati-vas inditas, el derrumbe del bloque socialis-ta colaps un horizonte poltico y la izquierdapoltica empez a buscar nuevos cauces. En

    1988, la disidencia espontnea y la organizadaconfluyeron en un espacio cvico desdeadohasta entonces. Por primera vez en la posre-volucin, la lucha reivindicativa convergi con

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    la lucha ciudadana. Durante dcadas, estasvertientes corrieron por distintos cauces, entiempo, coyuntura, estructura orgnica, basesocial e interlocutores; pero hay en ellas unorigen comn: la injusticia econmica y sucorrelato, el autoritarismo poltico; y un idealdemocrtico compartido que las hace potencial-mente convergentes (Bartra, 1992: 25). En el 88la crisis econmica y social se desdobl en crisispoltica y la lucha social devino en insurreccinciudadana. La poltica formal, empez a ser elespacio articulador de la poltica. Si aos atrsla politizacin se expres en una creciente mo-vilizacin social y en una radicalizacin de las

    perspectivas del cambio, luego del 88 la polticatendi a ciudadanizarse, el sufragio a percibirsecomo vehculo del cambio.

    Y el voto mayoritario fue de oposicin. El 88expres no slo el principio del fin del partidode Estado y una nueva apuesta de la ciudadana,tambin mostr los lmites de la democraciadirecta y el desgaste del discurso radical revolu-cionario de la izquierda.

    La accin de las diversas vertientes feminis-tas haba discurrido principalmente en el espacio

    informal de la poltica, en el movimiento socialy les era desconocida la poltica formal, el sabery la prctica de gobernar o ser gobernado, lasnormas del Estado (Avalos, 2002: 12-13). Seranecesario dar un salto cualitativo: vincular laaccin social con la poltica; articular la polticainformal con la formal, la democracia directacon la democracia electoral. Aun cuando la de-finicin formal de ciudadana resulta estrechapara analizar los medios y los modos de parti-cipacin y construccin del ciudadano, sin estereferente institucional, la participacin socialy poltica puede apuntar a la democratizacinde diversos espacios y a la creacin de sujetossociales o revolucionarios, pero no necesaria-mente a la construccin del ciudadano.

    Y si desde un inicio, para extirpar las reglasy las trampas de la poltica formal se exigi unareforma de Estado, de inicio tambin, hubo queaceptar el criterio de igualdad, cuestionar la cen-tralidad de la clase, poner en duda la revolucin

    y el socialismo; tocar el desencanto y la tragediade la va imaginada para el cambio. Abrir pasoa la pluralidad de actores, a la discuin sobre elproyecto nacional, y a una ptica democrtica

    incluyente. Otras percepciones estaban trans-formndose, el Estado burgus empez a seruna institucin que poda apuntalar el cambio.Haba que desconstruir identidades e imagina-rios polticos de aos. El proceso era complejo,pues la reconstruccin de identidades no se dasin conflicto ni consiste en eslganes o merosfenmenos lingsticos, sino que atraviesa lacultura toda, el discurso: instituciones, ritualesy prcticas de diverso orden (Laclau y Mouffe,1987: 125). Construir una identidad ciudadanaexiga desconstruir, simultneamente, viejasidentidades polticas.

    Todas las vertientes del movimiento

    feminista fueron tocadas por el cisma electoral.Todas estaban vinculadas a la izquierda. Afines de los ochenta las feministas empezaron aconfluir en la lucha por la democracia. Apenasa unos das de conocerse los resultados oficialesde las elecciones, el 30 de julio de 1988, mujeresde ms de treinta agrupaciones feministas, estu-diantiles, sindicales, representantes de coloniasy de organizaciones polticas, se manifestaroncontra el fraude electoral del Partido Revolucio-nario Institucional (PRI) y acordaron formar el

    Frente de Mujeres en Defensa del Voto Popular.Poco despus surgira Mujeres en Lucha por laDemocracia grupo integrado por feministas,intelectuales, profesionales y mujeres de orga-nizaciones polticas, que plante que la causade las mujeres perdera sentido si no se invo-lucraban en la construccin de un pas demo-crtico. El objetivo principal de esta organiza-cin fue negociar frente al poder las demandasde las mujeres. El 11 de noviembre del mismoao, ms de treinta organizaciones de mujeresde organismos civiles, organizaciones sociales,partidos y agrupaciones polticas, constituyeronla Coordinadora Benita Galeana, que definitres ejes de lucha: por la democracia, contrala violencia hacia las mujeres y por el derechoa la vida. En 1990, luego del VI EncuentroNacional Feminista realizado en Chapingo,Estado de Mxico, se constituy la Coordinado-ra Feminista del Distrito Federal, que desde unaperspectiva de gnero se propuso contribuir a la

    transicin democrtica.Muy pronto, a las demandas iniciales(respeto al voto y democracia), se aadiran in-novaciones: en 1991, Mujeres por la Democracia

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    que aglutinaba a ONG, mujeres de partido y deorganizaciones sociales decidi impulsar diezcandidaturas feministas para ocupar puestosde representacin popular; para entonces,todos los partidos tuvieron que posicionarseante las cuotas exigidas por las mujeres enlas candidaturas a cargos de eleccin popular.De entonces hasta ahora, en cada coyunturaelectoral resurgen propuestas para que lospartidos polticos asuman la agenda feminista,candidaturas femeninas o definitivamente femi-nistas. Y surgen nuevas formas de participacin,como es el caso de Ciudadanas en Movimientopor la Democracia, Diversa. Asociacin Poltica

    Feminista, y el Partido Mxico Posible11

    Pero la ciudadanizacin trajo la dispora:las instancias ms consolidadas del feminismopopular dejaron de existir en los noventa. Pese aque los conflictos internos del sindicato de cos-tureras fueron la puntilla, varias de sus asesorasmigraron a la lucha partidaria; y las feminis-tas del MUP, insertas ya en partidos polticos,fueron dejando los movimientos; varios se frac-turaron por intereses partidarios o, en el peor delos casos, fueron rebajados a relaciones clientela-

    res. As reapareca la cultura poltica combatidapor esa misma izquierda. La disolucin de lasprincipales organizaciones que dieron vida alfeminismo popular, se explica, en parte, por lafuerza centrpeta que acompa la construccinde los partidos polticos de centro izquierda yen parte por su efecto desestructurador en losmovimientos sociales.

    Al tiempo en que se desvaneca elfeminismo popular se rescataba su experien-cia: la perspectiva de gnero que empezarona adoptar partidos polticos, rganos legislati-

    vos, y polticas pblicas, no slo se incuba en elfeminismo histrico y civil, sino en la rica ex-periencia que las mujeres de sectores popularesllegaron a denominar feminismo popular.Gonzlez (2003: 58-78) destaca el hecho de queal PRD llegaron mujeres del MUP, militantes demovimientos sociales y de grupos de izquierdacon la consigna de luchar por la equidad degnero. Antes de que el Partido Accin Nacional

    gobernara, prcticamente todas las encargadasde programas para mujeres, tenan su raz enalguna de las vertientes feministas a las quehemos hecho referencia.

    V. La insurreccin indgena

    Si la insurreccin cvica del 88 fue indicadordel malestar social que produjo la dcada

    perdida, el alzamiento zapatista de 1994 revelala furia social y la cara pobre, discriminada yexcluida de un pas que ya perteneca al clubde los pases ricos. El movimiento indgena quesucede al zapatismo alienta un proceso organi-zativo de mujeres. Y un embrionario feminismoasoma en la revuelta.

    En la vertiente campesina del feminismopopular que surgi en los ochenta lata ya elgermen del feminismo indgena; pero no serhasta despus de 1994, cuando muchas de esas

    campesinas y otras que se suman a la marea in-contenible del emergente movimiento, asumansus identidades tnicas. Articular etnia, gnero,clase y ruralidad, no ha sido cuestin de sumar,ms bien se asemeja a un proceso qumico: cadaconcepto acta como un reactivo que modificay reorganiza todos los elementos. La emergen-cia del movimiento de mujeres indgenas haimplicado la construccin de un discurso y unproyecto sociopoltico inditos, aunque se apoye

    y nutra de diversas races.Conceptos y experiencias de la vertientecampesina del feminismo popular fueronreferente inmediato para las indgenas, pero suproceso tambin recibi y sigue recibiendo la in-fluencia de otros feminismos, sea el feminismocivil que acompaa sus procesos, sea un pen-samiento feminista que rebasa el tiempo y elespacio de sus protagonistas y llega en formade ideas, conceptos, propuestas. La vertienteindgena del feminismo surge a un cuarto de

    siglo de accin poltica del feminismo. Luegode tanta historia, conoce fragmentos de unlargo dilogo que, mucho antes del 94, habanentablado las izquierdas y los feminismos.

    A diferencia de la izquierda revolucionaria,que busc poder y cambio social desde una pers-pectiva de clase; y de la joven izquierda electoralque intenta incidir desde la poltica formal; unaparte importante del movimiento indgena dehoy se posiciona desde la sociedad civil y, pese

    a la radicalidad de sus mtodos de lucha, nointenta la toma del poder, sino un nuevo pactonacional que reconozca el carcter multitni-co y pluricultural de este pas; vindicacin que

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    expresa una crtica profunda al proyecto occi-dental homogeneizador, excluyente y discrimi-nador que se impuso sobre los pueblos indios.Las indgenas son parte de esa lucha, pero desdeuna mirada crtica de gnero, cuestionan mo-dernidad y tradicin y tambin las rescatan,pues ambas matrices civilizatorias naturalizansu posicin subordinada, y a la vez, contienenprcticas y normas que apuntan a una conviven-cia ms armnica entre hombres y mujeres. Laorganizacin y accin de estas mujeres expresauna de las formas en que se construye la ciudada-na y se reconstruyen las relaciones genricas.

    VI. Mujeres sublevadasIndgenas de los cuatro puntos cardinales se

    sintieron identificadas con las zapatistas y la LeyRevolucionaria de Mujeres del EZLN que consignael derecho de las mujeres a trabajar y recibir unsalario justo; a la educacin, la salud y la alimen-tacin; a elegir pareja y no ser obligadas a casarse;a decidir el nmero de hijos; a no ser golpeadas,maltratadas ni violadas; a participar en asuntosde la comunidad y ocupar cargos (EZLN, 1993).

    Si desde los ochenta se haban iniciadoformas de coordinacin entre mujeres cam-pesinas, luego de 1994, estas articulacionescobraron ms fuerza y dinamismo, desbordaronlos espacios regionales y, vertiginosamente, al-canzaron una escala nacional y continental. Lasidentidades tnicas de las mujeres ocuparon elprimer plano como nunca antes se haba visto.Muy pronto, las indgenas abordaron el debatidoasunto de los usos y costumbres. El 19 y 20 demayo 1994, ms de cincuenta mujeres tzotziles,tseltales, tojolabales y mames de distintas co-munidades, se reunieron en San Cristbal de lasCasas, Chis., para participar en el Taller Losderechos de las mujeres en nuestras costumbresy tradiciones; reflexiones sobre el Artculo 4constitucional.

    No todas las costumbres son buenas. Hayunas que son malas [...] las mujeres tienen quedecir cules costumbres son buenas y deben res-petarse y cules son malas y deben olvidarse.

    (Palomo, Castro y Orci, 1999: 74). Estas brevespalabras, surgidas desde el corazn del movi-miento indgena, tendran un enorme podercrtico y movilizador. En la ola ascendente del

    movimiento mixto, la inquietud de las mujeresindgenas creci y sus reuniones se multiplica-ron. A la primera Convencin Estatal de MujeresChiapanecas, celebrada en septiembre de 1994,asistieron representantes de 24 organizacionesde todo el estado, a la segunda llegaron ms de500 mujeres de 100 agrupaciones (Ibdem: 85).La nutrida asistencia dio cuenta de la capacidadde convocatoria y el inters que despert la luchade las zapatistas, pero tambin capitaliz unlargo y silencioso proceso de organizacin, ca-pacitacin y accin colectiva de mujeres ruralesque, en algunos casos tena ms de veinte aos.A estas reuniones asistieron, entre otras, la

    Unin de Alfareras JPas Lumentik, la Organiza-cin Independiente de Mujeres Indgenas, la Or-ganizacin de Mdicos Indgenas del Estado deChiapas, la Coordinadora Diocesana de Mujeresy Mujeres de Comunidades Eclesiales de Base.

    La Ley Revolucionaria de Mujeres actu comoeje de identificacin y convergencia, piso bsicocomn y punto de partida de nuevas reflexio-nes y acciones. Entre 1994 y el momento actualha habido infinidad de reuniones y discusionesdonde las indgenas han abordado temas como:

    usos y costumbres, autonoma, derechos de lasmujeres, empoderamiento, derechos reproduc-tivos, derechos de los pueblos indios, equidad degnero en las que no slo crece el nmero sino lared organizativa y el discurso. En diciembre de1995, 260 indgenas de doce estados del pas sereunieron en San Cristbal de Las Casas duranteel Primer Encuentro Nacional de Mujeres dela Asamblea Nacional Indgena Plural por laAutonoma (ANIPA). Haba mayas, chontales,tojolabales, mixes, zapotecas, purpechas,tzotziles, tseltales, choles, otomes, nahuas, tla-panecas, chinantecas, uu savis y hahus. De-batieron los derechos de las mujeres versus losusos y costumbres y radicalizaron el conceptoautonoma al proponer que sta se aplicara entodos los niveles: comunal, municipal, regional,estatal, nacional y personal. (ANIPA, 1999:363-370). En enero de 1996, en el Foro NacionalIndgena convocado por el EZLN y la Cocopa,se acord nombrar una Comisin Coordina-

    dora Nacional de Mujeres. En el III CongresoNacional Indgena logr instalarse una Mesa deMujeres, que en los congresos anteriores no sehaba considerado.

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    En 1997, en la ciudad de Oaxaca, con la par-ticipacin de ms de 700 mujeres de alrededorde veinte pueblos indios del pas, se realiz elEncuentro Nacional de Mujeres Indgenas,

    que marc el momento lgido del proceso.Ah se constituy la Coordinadora Nacionalde Mujeres Indgenas (Conami), que integra mujeres de catorce estados12. La Conami ha

    jugado un papel activo en el movimiento mixtoy ha sido relevante en la reflexin y capacita-cin sobre temas como violencia intrafamiliar,derechos reproductivos, justicia y derechoshumanos, identidad y cultura, propiedad in-telectual, legislacin nacional e internacio-

    nal (Snchez Nstor: 2003: 19). Las redes dediscusin y organizacin de las indgenas searticulan a otros procesos de mujeres indgenasde Amrica Latina, este hecho proyecta al con-tinente andino y mesoamericano las perspecti-

    vas de cambio.Tambin en 1997, se celebr en Mxico

    el II Encuentro Continental de las MujeresIndgenas de Abya Yala (Amrica), que exigiel respeto de los derechos de los pueblos y delas mujeres indgenas, a la vez que estableci un

    Enlace Continental de Mujeres Indgenas que,en coordinacin con otras instancias organizla Primera Cumbre de Mujeres Indgenas de lasAmricas, celebrada en Oaxaca a fines de 2002con la asistencia de 400 delegadas de 24 pases.Los temas abordados fueron: derechos humanosy derechos indgenas; liderazgo y empodera-miento; espiritualidad, educacin y cultura; de-sarrollo y globalizacin; y gnero desde la visinde las mujeres indgenas.

    El pulso de este movimiento no slo sepalpa en eventos y declaraciones; su trascen-dencia sera limitada si no existieran cientosde procesos locales en los que el grupo, lacomisin, la cooperativa, la unin, etc., demujeres, construye da a da proyectos decambio con mayor equidad de gnero, y desdeah se apropia y reelabora reflexiones, leyes,proyectos y propuestas que surgen en espaciosamplios. Su trascendencia tambin se mide enel impacto que ha logrado dentro de sus orga-

    nizaciones mixtas. Como se ver en seguida,no es que todo haya cambiado, sino que apenasempieza a desestabilizarse el sentido comnque indica que una mujer debe estar sometida

    y calladita. Aqu tambin, como en los tiemposdel feminismo popular, el conflicto es parte delproceso.

    VII. El feminismo indgena

    Un primer rasgo distintivo de esta vertientefeminista que va configurndose, radica en quelas propuestas y acciones tendientes a la equidadde gnero no operan de manera aislada, sino enestrecha relacin y tensin con el movimientoindgena mixto. Tras la Ley Revolucionaria deMujeres se adivinan malestares femeninos y laintencin de superarlos legislando desde otro

    imaginario social. La democracia liberal no hacumplido con las indgenas sus promesas en elplano econmico, laboral, educativo y de salud;pero tampoco sus sistemas normativos, los usosy costumbres les otorgan plenos derechos, entreotras cosas, es comn que las mujeres no tenganvoz ni voto en las decisiones comunitarias. Espor ello que una Ley Revolucionaria de Mujeresen la que apenas asoman libertades y derechosque son comunes a mujeres de otros grupossociales, aqu resultan verdaderamente subver-

    sivos; es por ello tambin que las indgenas hanido ms lejos, tanto en sus reuniones como en laampliacin de la Ley Revolucionaria de Mujeresque se propuso en 1996.

    El discurso del feminismo indgena reclamaigualdad de derechos en espacios pblicos comola comunidad y el municipio; en el acceso a bienesdisponibles en el espacio privado: la alimenta-cin, el vestido, el gasto y el fondo monetario dela familia, la mitad de la tierra y los bienes encaso de separacin de la pareja; igualdad en lavaloracin del trabajo de hombres y mujeres; yen la oportunidad para prepararse en cuestio-nes polticas, econmicas, sociales y culturales.Exige reconocimiento y respeto a cada mujer, noslo al colectivo, condicin bsica que apunta a laindividuacin (que no al individualismo) y cons-truccin de dignidad y ciudadana. Se atribuyeel derecho a defenderse verbal y fsicamente sison ofendidas o agredidas.

    Las indgenas reivindican sus derechos

    agrarios, acceso a un recurso bsico para la sub-sistencia, que adems condiciona el ejercicio dela ciudadana construida por usos y costumbres,pues es comn que la tenencia de la tierra d

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    voz y voto en asambleas13 Destacan su papelproductivo y su derecho al crdito, a manejarproyectos, a organizarse, a manejar planes dedesarrollo. Demandan que el hombre contribuyaa la crianza de los hijos y al trabajo domstico.

    Otras aspiraciones tienen un carcter ldicoe innovador: el derecho a descansar; la libertadpara divertirse y conocer otros lugares delestado, del pas o del mundo. Con ello se des-marcaron de las mujeres de sectores popularesque, en los aos ochenta, slo pudieron salir decasa argumentando el bien de la familia, comosi las mujeres no tuvieran derechos para s.

    Se afirman derechos reproductivos: decidir

    el nmero de hijos, derecho a usar mtodos deplanificacin familiar naturales y artificiales.Pese a la importancia indiscutible que las co-munidades eclesiales de base han tenido en losprocesos organizativos de las indgenas, en esteasunto se desmarcaron del discurso religioso,pero tambin de la presin comunitaria y de suspropias parejas.

    En resumen: las indgenas consignanderechos sociales, polticos, humanos y repro-ductivos; enfatizan la igualdad, la libertad de

    movimiento, la no violencia, el respeto y re-conocimiento a las mujeres, la redistribucingenrica de los espacios pblico y privado y delas tareas productivas y reproductivas.

    El concepto autonoma se ha llevado tambina un plano individual. Las indgenas advierten,dice una de sus dirigentes (Snchez, 2003: 14-15),que la armona entre lo colectivo y lo individualrequiere reconocer la pluralidad y diversidad deidentidades y derechos (y exigen que junto a loscomponentes fundamentales de la autonoma desus pueblos: base territorial, rganos de gobiernoy autoridad, etc.) se precisen los derechos indivi-duales de las mujeres.

    El feminismo indgena tambin busca supropia conceptuacin: equidad y gnero son re-formulados: buscamos la paridad, la equidad,la igualdad, y, si para muchos hombres y mujeresindgenas son trminos que complican su pen-samiento, entonces empecemos a hablar dedualidad. El fin que perseguimos es el mismo: el

    respeto y reconocimiento de nuestros derechoscomo mujeres indgenas (Snchez Nstor, 2003:20). Con base en su cosmogona y espiritualidad,algunas mayas proponen un concepto gnero

    que implique: una relacin respetuosa, comple-mentaria, equitativa y armnica en la que tantoel hombre como la mujer tengan la oportunidad(Hernndez, 2005: en prensa).

    Pese a la justeza de esta lucha, hay resisten-cia y reacciones negativas de sus organizacio-nes mixtas. Aun cuando hay varones solidarios,muchos dirigentes se han opuesto a los procesosy las propuestas de las indgenas. Una vez ms,se escucha el argumento de que dividen al mo-vimiento, de que dan armas al adversario; serepite la acusacin de que estn influenciadaspor un discurso feminista ajeno a sus culturas.El debate interno es lgido pero poco a poco, las

    mujeres van abriendo espacios.Las posturas polticas de las indgenastampoco satisfacen totalmente a algunas fe-ministas. Surgen crticas a milicianas zapa-tistas porque el feminismo es pacifista y laguerra siempre ha sido cosa de hombres (Lacorrea feminista, 1994); han llegado a tacharlasde racistas y separatistas porque reducen elpapel de las asesoras al de observadoras,con el fin de que no sean las asesoras sino ellasmismas sus propios discursos y resolutivos

    (Hernndez, 2001); otro desencuentro gira entorno a la despenalizacin del aborto, demandacentral del feminismo histrico que no es enar-bolada por las indgenas; una tensin ms, seasocia a la prohibicin de la infidelidad que lasmujeres indgenas han expresado. El dilogoest abierto, pero hay desencuentros y unapresin para que las indgenas asuman posicio-nes o propuestas feministas que no necesari-mente han sido comprendidas ni reflexionadaspor ellas.

    El discurso de las mujeres indgenas haempezado a subvertir el orden simblico ysocial, tradicional y moderno: Mesoamrica yOccidente a la luz de su mirada crtica. El levan-tamiento zapatista no slo dio cobijo, autoridade impulso a las luchas de gnero en el medioindgena, sino que, como dice Lovera (1999: 17)mostr una cara nueva del feminismo contem-porneo. Por igual se reivindic el cumplimien-to de modernos derechos constitucionales y

    buenas costumbres indgenas, que se recha-zaron las malas costumbres de sus pueblos yse evidenci la exclusin y las promesas incum-plidas de la modernidad.

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    El sexismo que denuncian las indgenas noes privativo de las culturas originarias ni puedeachacarse slo a Occidente, y por lo mismo, lascrticas y las alternativas no pueden ubicarse enuna sola direccin o espacio cultural. Ms bien,las mujeres indgenas ponen en tela de juiciola dicotoma entre tradicin y modernidad, yrechazan la falsa disyuntiva de permanecermediante la tradicin o cambiar a travs de lamodernidad; se puede permanecer cambiando ycambiar permaneciendo.

    VIII. Ciudadana y luchas de gnero

    En Mxico, donde durante dcadas se viviun rgimen de partido de Estado, una dictaduraperfecta que asfixi la libertad y autonoma dela ciudadana y donde la democracia sigue siendouna asignatura pendiente, la construccin de losderechos polticos de todos los ciudadanos, peroen particular la de aquellos que, por desigualda-des sociales o por diferencias tnicas o de gnerosufren mayores desventajas, es una tarea ardua,incipiente e incompleta.

    No se puede esquivar el hecho de que, en

    todas partes, para las mujeres, la igualdad formalque supone el concepto ciudadano universal,ha sido ms una ilusin que un hecho, y queeste universalismo es ms lejano para mujerespobres, de las clases explotadas; peor an si ensu lengua, en su cultura o en sus modos de vidasiguen vivas las races mesoamericanas.

    El feminismo ha evidenciado que una con-cepcin que separa tajantemente los espaciospblico y privado, que jerarquiza el primerosobre el segundo y que los asigna con criteriosexista: lo pblico masculino, lo privadofemenino; opera como mecanismo de exclusinpara todas las mujeres. As, aunque las leyespregonen igualdad de derechos, en la prctica,ellas han sido ciudadanas de segunda. El estatuses comn a todas, pero no todas lo sufren en elmismo grado.

    Mujeres del mundo popular, campesinas yhabitantes de barrios urbanos pobres, traba-jadoras, asalariadas y amas de casa, partcipes

    de movimientos sociales y agrupaciones mixtasque luchan por derechos sociales y polticos,descubren que esa lucha no basta, que los logrospopulares colectivos son insuficientes para ga-

    rantizar el respeto a sus derechos humanos ola equidad en el ejercicio o cumplimiento desus derechos sociales y polticos. As, ademsde compartir la lucha con sus agrupacionesmixtas, estn dando otras batallas: en la familia,en la organizacin y el movimiento social, enla comunidad, espacios donde no siempre sereconoce la capacidad, los derechos ni las liber-tades de las mujeres, y donde ellas viven des-igualdades en la asignacin de recursos, oportu-nidades y poderes.

    Siendo parte del mundo popular pero dife-renciados por su pertenencia tnica, los pueblosindgenas evidencian que la homogeneidad

    tnica y cultural, sobre la que se ha construi-do la identidad nacional, condujo a la exclusiny discriminacin del otro, el indio; y que re-construir la nacin exige aceptar la diferencia yla legitimidad de formas de vida y de ciudada-na surgidas de una matriz civilizatoria distintaa Occidente. Las indgenas comparten con suscompaeros la lucha porque se reconozcan losderechos colectivos, la autonoma y la cultura desus pueblos, pero tambin descubren que eso nobasta, pues sus sistemas normativos contienen

    buenas y malas costumbres, prcticassexistas que atentan contra ellas.

    Al igual que para las campesinas, colonas,trabajadoras asalariadas y amas de casa delmundo popular, para las indgenas, las batallasse multiplican, pues ni los derechos constitu-cionales ni los consuetudinarios, garantizanigualdad, equidad o ejercicio de su ciudadana.

    Hoy, resulta indispensable retomar lascrticas y lecciones que ofrece la democracia oc-cidental ms avanzada y las de nuestra propiahistoria. Entre los desafos que de ah surgen sehalla el reconocer la diferencia sin renunciar alprincipio de igualdad, y el aceptar que la formade resolver los asuntos pblicos o de interscomn, es decir, de hacer poltica, no slo pasapor el juicio y el voto individual, sino por eldebate y la participacin de colectivos. No esmera especulacin ni propuesta innovadora: enMxico, la ciudadana colectiva informal tieneprofundas races y se inscribe en una concep-

    cin del mundo donde no slo el individuo, sinola comunidad tienen cabida; pero tambin hasido una respuesta ante el fracaso del ciudadanoindividual para hacer valer sus derechos en un

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    sistema poltico autoritario, excluyente, corpo-rativo y clientelar. Aqu, la ciudadana no hagozado de derechos sino de favores, perdones yprebendas polticas y sociales. Zafarse de estalgica ha sido tarea de colectivos opositoresque a contrapelo construyen su ciudadana y unEstado de derecho.

    Los movimientos sociales han sido y son la-boratorio de experiencias autnomas, democr-ticas y ciudadanas. Pero estas promesas socialesque intentan revolucionar las cosas, tienen lucesy sombras: as como reconstruyen el presentey crean imaginarios sociales ms amables ydiscursos libertarios, pueden alojar prcticas

    autoritarias y excluyentes que vuelven a anularal ciudadano, o recrear el sexismo que afecta ne-gativamente a las mujeres.

    Asimetras de gnero naturalizadas por elsentido comn o acalladas para no dividir almovimiento, son finalmente convertidas enbandera de lucha cuando las mujeres ven quesus problemas no slo provienen de un sistemaexpoliador y de un Estado autoritario, sino dede un sistema sexo-gnero y relaciones de poderentre los gneros, que las someten en todos los

    espacios.Si en el plano social callarse es no existir,

    hablar y exigir reconocimiento a la palabra escondicin bsica para construirse como personas,como ciudadanas, como sujetos sociales. Y lapalabra de las mujeres del pueblo es subversiva,pues pugna por desconstruir las diversas formasen que ser mujer implica subordinacin y des-igualdad, busca alcanzar la equidad de gnero yla igualdad real de derechos sociales y polticos,lo cual no slo las ubica como protagonistas delos movimientos ciudadanos, sino de los movi-mientos feministas. En este sentido, las luchasfeministas y las luchas ciudadanas convergen yse retroalimentan.

    IX. Reflexiones finales

    En una sociedad donde la democracia estan muy lejos, las mujeres del pueblo, amas decasa, campesinas, indgenas, empleadas, asala-

    riadas, trabajadoras informales del campo y laciudad, construyen su ciudadana a contrapeloy a pulso. Lograr el respeto y el ejercicio de susderechos humanos, sociales y polticos, no slo

    exige participar codo a codo con los varones enmovimientos sociales mixtos, sino reconocerque para ellas hay una desigualdad adicionalpor el simple hecho de ser mujeres, y que tantoen el espacio pblico como en el privado, tienenque subvertir el orden de gnero para lograr elreconocimiento a sus personas, el respeto a susderechos y a su palabra. As, la lucha por su ciu-dadana coincide en buena medida con la luchapor la igualdad de gnero.

    Los adversarios de las mujeres indgenas ypopulares, son diversos; no slo es el Estado, elcacique, el charro sindical o el patrn; puedenencarnarse en sus compaeros de vida y de

    lucha; hallarse dentro de sus propias familias ycomunidades, al interior de sus organizacionesy movimientos libertarios; dentro de los movi-mientos feministas.

    La lucha de las organizaciones mixtas en lasque participan las mujeres de sectores popularesy las indgenas, remite a un sistema social y eco-nmicamente injusto y a una sociedad que dis-crimina o excluye no slo por cuestiones de claseo tnicas, sino de gnero; tambin evidencia lacomplejidad de los retos y las luchas de los grupos

    subalternos, pues si bien en conjunto sufren in-justicias y exclusiones, en su interior tambin sehan construido y recrean criterios de exclusiny subordinacin que, en el caso que nos ocupa,operan contra las mujeres. Y es difcil reconocery modificar la cultura, las representaciones, lasprcticas, las injustas relaciones de gnero entrevarones y mujeres. Los obstculos y retos paraque indgenas, campesinas, obreras, empleadas,etc., remonten el lugar subordinado en que sehallan, remiten tambin a relaciones jerrquicasy de poder que operan entre las propias organi-zaciones de mujeres.

    Las feministas han creado un marco con-ceptual desde el que se excluye del movimientofeminista a las mujeres de sectores populares,bajo el supuesto de que luchan slo pordemandas prcticas de gnero (por satisfacersus necesidades materiales inmediatas) y no porintereses estratgicos de las mujeres (los quecuestionan las relaciones de poder entre varones

    y mujeres). La historia muestra que desde hacems de un cuarto de siglo y ahora mismo, lasexperiencias de las indgenas y de las mujeresdel pueblo contienen aspiraciones de cambio

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    cultural y social profundas, multidimensiona-les y radicales. Tras la faceta socioeconmicade muchas de sus reivindicaciones y proyectos,se halla una dimensin cultural y poltica tano ms importante que los satisfactores materia-les. La triple opresin (tnica, de gnero y declase) que resume la problemtica de las mujeresindgenas, por ejemplo, carece de sentido si nose acepta su trascendencia en la naturaleza desu estrategia poltica, que debe conjugar rei-vindicaciones de clase, tnicas y de gnero,mostrando no slo el carcter multifactico desus problemas sino de sus acciones y proyectos.

    Los proyectos de cambio que indgenas y

    mujeres de sectores populares han compartidoy comparten con sus organizaciones mixtas,contienen elementos libertarios, sea porqueconstruyen su autonoma poltica, sea porquebosquejan un horizonte social ms libre yjusto. Pero las mujeres profundizan y radicali-zan la lucha: la autonoma no slo es una aspi-racin colectiva de los pueblos, sino un anhelofemenino que, sin renunciar al plano colectivo,se articula y lleva al plano individual. La de-mocracia no slo se concibe como el sufragio

    efectivo de la poltica formal, ni se acaba en eldebate colectivo y la mano alzada de la asambleacomunitaria y la democracia directa, se extiendea la vida familiar y de pareja, se anhela la de-mocratizacin de las relaciones cotidianas. Elreconocimiento y el respeto que se pide paralos pueblos indios, tambin se solicita para lasmujeres, de manera individual y colectiva, entodos los espacios.

    Autonoma, libertad, dignidad, recono-cimiento, respeto, no violencia, equidad, sonvalores y aspiraciones de estas mujeres que al

    tiempo en que afrontan sus carencias materiales,van construyendo su ciudadana y un discursofeminista.

    Vale la pena reflexionar sobre los desen-

    cuentros entre las distintas vertientes femi-nistas, pues la polarizacin que han producidoalgunas posturas ancladas en las identidades degnero, tnica o de clase, se ha dado a la vez quese entabla un largo, difcil y fructfero dilogoque influye en los proyectos polticos de unas

    y de otras: las mujeres de sectores popularesy ahora las indgenas, van incorporando unadimensin crtica sobre las relaciones de gneroa sus proyectos polticos; mientras las femi-

    nistas van abrindose a una reflexin sobrela dimensin social, econmica y tnica quetambin modifica sus agendas. Se articulanlos discursos, se transforman las identidades,se replantean los proyectos. Pese a tantos des-encuentros, el proceso apunta a la construc-cin de un feminismo diverso, asociado a la

    variedad de situaciones socioeconmicas, cul-turales, generacionales, de las mujeres que loconstituyen.

    De esta articulacin potencial de discursos

    y prcticas no puede derivarse la idea de quecon el tiempo se tiende a un nico proyecto.Ms bien sugiere que aceptar la idea de unfeminismo diverso, de un movimiento que notiene ruta nica ni una sola estrategia, dara laposibilidad de una poltica de alianzas y soli-daridad que potencie las luchas de gnero y laconstruccin de la ciudadana de las mujeres, ala vez que se inscribe en el horizonte de una de-mocracia radical, que supone el reconocimientode la diferencia, lo particular, lo mltiple, lo he-terogneo.

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    1. A diferencia del feminismo sufragista de finesdel siglo XIX y principios del XX, que privilegi elderecho al voto, el neofeminismo que surge en lossetenta, lucha por la igualdad real de los derechospolticos y sociales y por conquistar la libertad sobreel propio cuerpo (Bartra, 2002: 45). En este anlisisme interesa distinguir las diferencias entre algunasvertientes contemporneas del feminismo en lugarde incluir a todas en el neofeminismo. Vargas (1994:66) tambin habla de feministas histricas refirin-dose a las primeras que, en los setenta impulsaron la

    construccin del feminismo en Amrica Latina.2. Tambin podramos ubicar otras vertientes

    feministas: la lsbica, la de partidos polticos, laacadmica, la que surge en la iglesia catlica, la delos medios masivos de comunicacin y, ms recien-temente, la que se desarrolla en la administracinpblica, las legislaturas e incluso el mundo empresa-rial. He optado por hablar de vertientes, porque stasaparecen como fuerzas polticas en movimiento y ar-ticulacin constante en una realidad social tambincambiante; las vertientes son entonces una construc-

    cin poltica y cultural dinmica, no conglomeradosfijos o fuerzas polticas que puedan caracterizarsede una vez y para siempre. Vargas (1994: 49), refi-rindose al feminismo en Amrica Latina tambin loconcibe como un conjunto de vertientes.

    3. Aqu, siguiendo a Laclau y Mouffe (1987:122-125), entendemos que una formacin discursivano puede consistir en meros fenmenos lingsti-cos, sino que debe atravesar el espeso material deinstituciones, rituales, prcticas de diverso orden,a travs de las cuales una formacin discursiva seestructura. Los juegos lingsticos se encadenancon acciones estableciendo secuencias relacionales.Ambos constituyen la prctica discursiva. En estesentido, cuando hablamos de discurso nos referimosno slo a los postulados verbales sino a las acciones

    y proyectos del movimiento.4. Pequeos colectivos donde las mujeres recons-

    truan y compartan su historia y analizaban crtica-mente la experiencia personal de ser mujer.

    5. La historia de CIDHAL de aquellos aos (1977-1984) coincide casi exactamente con el curso y lageografa de los movimientos de mujeres del pueblo

    (Espinosa y Paz Paredes, 1988). Al comenzar losochentas, otras asociaciones civiles trabajaban ensectores populares (Equipo Pueblo, Mujeres Parael Dilogo, Comunidades Eclesiales de Base, por

    ejemplo) pero las mujeres no eran su sujeto priorita-rio o no asuman explcitamente una postura crticaante las relaciones de gnero.

    6. A fines de los setenta y principios de los ochenta,CIDHAL era apenas un puado de mujeres, algunasligadas a comunidades eclesiales de base, otrasal PCM o al PRT, pero el trabajo institucional se

    vincul con el conjunto de la izquierda mexicanadesde una postura incluyente y plural (Espinosa yPaz Paredes, 1988).

    7. Conamup: Coordinadora Nacional del Mo-

    vimiento Urbano Popular; CNPA: CoordinadoraNacional Plan de Ayala; FNCR: Frente NacionalContra la Represin.

    8. Gutirrez seala que pluralismo no es la meraprofusin de posiciones diversas, sino el reconoci-miento de la legitimidad de las diversas posturas ysu derecho a afirmarse en un terreno comn. Lo cualno excluye el conflicto, pero lo intenta procesar civi-lizadamente mediante reglas del juego, posibilitan-do que el enemigo al que naturalmente se elimina,se trastoque en un oponente con el que se compite y

    negocia (2001).9. Me refiero a los provenientes de agencias y

    fundaciones internacionales, que por esa poca per-mitieron la manutencin e institucionalizacin deun amplio sector del feminismo. Muchos gruposfemeninos populares no comprendan por qu lasONG reciban dinero para realizar un trabajo querecaa fundamentalmente en las propias mujeres desectores populares, ni por qu, mientras ellas tenandificultades para pagar, por ejemplo, el transportede los desayunos escolares del DIF a sus colonias, las

    feministas de ONG reciban salarios y tenan trans-porte para ir a sus comunidades.10. Tovar (1997) y Vzquez (1989), refirindo-

    se a las mujeres del MUP, sealan que la identidadfeminista fue prerrogativa de una lite: las dirigen-tas. Disiento de esta postura, pues si en efecto fueronlideres quines asumieron como propio el concepto,los procesos de reflexin crtica sobre las relacio-nes de gnero y los cambios en stas, abarcaron acolectivos muy amplios, no slo a las lderes, pre-cisamente en el MUP, pero tambin en un sinfnde ncleos rurales y entre empleadas y obreras de

    diversas ciudades.11. Ciudadanas en Movimiento por la Democra-

    cia se cre el 4 de julio de 1994 con el objetivo deimpulsar una ciudadana femenina visible y prota-

    Notas

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    y democrtica (Diversa, s/f). la militancia ms activade Diversa se aglutin en el Partido Mxico Posible,en su breve vida (2003-2004), recuper de Diversasus planteamientos polticos feministas.

    12. Chiapas, Michoacn, Morelos, DistritoFederal, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado deMxico, Puebla, Quertaro, San Luis Potos, Sonora,Veracruz y Oaxaca

    13. Como dice Bonfil (2003: 9), el espacio derepresentacin de la comunidad es la asamblea,generalmente compuesta por jefes de familia,casados y con tierra. De ah que no tener acceso aella refuerce la exclusin de las mujeres e impidasu participacin poltica.

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