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Carlos Díaz Diez virtudes para vivir con humanidad m Morgan e-books

Diaz Carlos - Diez Virtudes Para Vivir Con Humanidad

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Carlos Díaz

Diez virtudes paravivir con

humanidad

mMorgan

e-books

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Carlos Díaz DIEZ VIRTUDES PARA VIVIR CON HUMANIDAD

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1 • Edición (España): enero de 20022." Edición (México): febrero de 20023." Edición (España): febrero de 20024." Edición (España): marzo de 20025." Edición (España): junio de 2002

6." Edición (México): septiembre de 20027.a Edición (España): diciembre de 2002

8.* Edición (España): abril de 20029." Edición (España): noviembre de 2003

10." Edición (España): mayo de 200411." Edición (España): enero de 200512." Edición (España): junio de 200513.a Edición (España): enero de 2006

© Fundación Emmanitel MoitnierMelilla, 10. 8." D. 28005 MadridTeléf. y Fax: 91 473 1697e-mail: [email protected]/~spie/iem/iem.html©SOL1TECCayetano de Cabra, 14. 29003 MálagaTeléf. 9523301 51©IMDOSOCPedro Luis Ogazon, 56. 01020 México D. F.Teléf. 5 661 44 65. Fax 5 661 42 86Reforma 48Centro históricoC.P. 7600 QuerétaroMéxico

Diseño de cubiertaunocomunicaciónDepósito legal: S. 1.694-2001ISBN: 84-95334-18-6Imprenta KADMOSTeléf.: 923 28 12 39SALAMANCA, 2005

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ÍNDICEI. LA VIRTUD ................................................... 111. La virtud, biografía bien vivida................ 112. Mal vestido está quien anda desnudo devirtud......................................................... 123. Virtudes: todas para una, una para todas.. 134. El narcisismo (fariseísmo interior) contrala virtud..................................................... 145. El fariseísmo (narcisismo exterior) contrala virtud..................................................... 15II. FORTALEZA ............................................... 171. Fortaleza: el poder del querer................... 172. Voluntad y forja del carácter..................... 183. Sólo si quiero hacer algo de lo que puedo, po-dré lograr algo......................................................... 194. Carácter, el querer del poder..................... 215. ¡Puedo!...................................................... 226. ¡Soy libre, actúo!...................................... 257. Para llegar muy lejos, comenzar por ir muycerca.............................................................. 29III. ALEGRÍA ................................................... 331. Alegres y felices........................................ 332. Parábolas de alegría.................................. 342.1. Parábola de los viajeros........................ 342.2. Parábola del prisionero del campo deconcentración................................................ 35

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2.3. Parábola del maestro Figueredo........... 362.4. Parábola del pordiosero soñador.......... 362.5. Parábola de la biblioteca del castillo ... 372.6. Parábola de Simorgh............................. 37IV. AMOR .......................................................... 391. ¿Razones del corazón?.............................. 392. Ser amigos: estar seguro de que vendrás.. 403. Cuidar al hijo disminuido: Vicentito........ 414. Recibir al hijo pródigo.............................. 425. Una fuerza milagrosa que llega hasta losconfines de la Tierra...................................... 445.7. Quiero que tú existas............................. 445.2. Quiero tu querer..................................... 445.3. El amado es eminente por ser amado ... 455.4. ¡Qué maravilloso es el mundo!............. 475.5. Por ser tú............................................... 485.6. ¡Qué triste que se haya ido, qué buenoque haya venido a mí!.................................. 49V. CONFIANZA ................................................ 511. Con-fianza: encuentro con-fidente........... 512. Algunas parábolas..................................... 522.1. Parábola de los tres grados de confianza... 522.2. Parábola del jardinero........................... 522.3. Parábola de los astronautas.................. 532.4. Parábola del luchador de la resistencia... 532.5. Parábola de los dos viajeros................. 542.6. Parábola de los dos huérfanos.............. 542.7. Parábola de las huellas sobre la arena. 55

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VI. ESPERANZA .............................................. 571. Hastío contra esperanza............................ 572. Esperar es dar crédito a la realidad........... 583. Espero en ti .............................................. 594. Espero en Ti.............................................. 615. Si me voy antes que tú.............................. 626. Parábola del supuesto ciego...................... 637. Parábola de la lámpara encendida............ 64VIL HUMILDAD .............................................. 651. No te justifiques........................................ 652. No estés pendiente de ti............................ 673. Grados de humildad.................................. 683.1. Los doce de la Regla de San Benito...... 683.2. Los tres grados de San Bernardo.......... 683.3. Como un cadáver................................... 69VIII. JUSTICIA................................................. 711. Justicia y amor.......................................... 712. ¿Quién es justo?........................................ 723. Justicia, responsabilidad y veracidad........ 744. La regla de oro del justo........................... 755. La generosidad no sustituye a la justicia,pero la mejora................................................ 766. La justicia que se pierde en la Tierra ¿acasono merece al menos verse recompensada en elcielo?............................................................. 77IX. PACIENCIA................................................ 791. Virtud humilde, pero básica...................... 791.1. Parábola del bon sai.............................. 79

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1.2. Parábola de Lincoln.............................. 801.3. Parábola del pequeño caracol.............. 801.4. Parábola del leopardo y el fuego.......... 817.5. Parábola del chino y el caballo............ 821.6. Parábola de los artesanos de Chiapas.. 821.7. Parábola del trigo.................................. 831.8. Parábola del sembrador........................ 841.9. Parábola del barrendero ...................... 85X. PRUDENCIA................................................. 871. Para saber vivir el presente....................... 871.1. Parábola de las tres mariposas............. 881.2. Parábola de los dos gatos y el mono .... 891.3. Cuando el loco entra en mi casa........... 891.4. Parábola del niño de cristal.................. 91XI. TEMPLANZA.............................................. 931. La templanza: quien evita la tentación evita elpeligro.............................................. 932. Templanza y desapego del yoísmo........... 943. Autocontrolarse, autodominarse, serenarse 954. Vivir con lo estrictamente necesario......... 965. Cuatro parábolas....................................... 975.7. Parábola del movimiento obrero........... 975.2. Parábola del rabino y los caballos....... 985.3. Parábola del cura de Ars....................... 995.4. Parábola del abad budista.................... 99

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I. LA VIRTUD1. La virtud, biografía bien vivida

No todas las biografías son tan impresentables comosugiere Bernard Shaw cuando afirma que «leyendo unabiografía os dais cuenta de que la verdad no se presta nuncaa ser publicada», o como dice Osear Wilde («una vida bienescrita es tan rara como una vida bien empleada»). No semide la vida de las personas por su duración, sino por el usoque han hecho del tiempo que les fue dado vivir. ¿Amas lavida? En tal caso no malgastes el tiempo, ya que es el tejidode la existencia; una vida grande es un pensamiento dejuventud realizada en la edad madura, madurado en eladulto que convivió con el niño abriéndose al padre. Todavida es, en su mayor parte, espuma y viento, fragilidad ypompas de jabón, pero existen al menos dos componentesvitales sólidos como el mármol: la compasión ante ladesgracia ajena y el valor ante la desgracia propia, es decir,la alegría luminosa y la gracia de haber podido testificarla.Para los mejores, la vida es un combate que se salda conuna experiencia de luz; para los menos buenos, la tristeza deuna sombra peregrina; pero también para estos últimos, quesomos mayoría, la vida sería mil veces mejor acompañadapor espíritus virtuosos, pues la intensificación de la exis-tencia sólo se alcanza por contagio de su energía luminosa,esto es, de su virtud, de su fuerza.Ahora bien, no habría biografía virtuosa sin muerte, puestoda biografía es un combate victorioso sobre la

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sombría muerte. La luz de una vida luminosa asombraa las sombras de la muerte y, al a-sombrarla dejándolasin lo que ella es, la nihiliza y ano-nada posibilitandoel resplandor del Todo, que ya sólo puede ser gracia ygloria. La muerte no es el morir, morir se acaba: cadanoche morimos y cada día renacemos si vivimos segúnvirtud.

2. Mal vestido está quien anda desnudo de virtudEl-hombre-tal-como-es se plenifica en el-hombre-tal-como-podría-ser-si-realizara-su-naturaleza. La vir-tud es la plenificación de la bondad potencial que hayen nosotros, «convierte al hombre en prudente, discre-to, sagaz, cuerdo y sabio, valeroso, moderado, íntegro,feliz, digno de aplauso, verdadero, es decir, un granhombre en todo. Tres eses traen la dicha: santo, sano ysabio. La virtud es el pequeño sol del pequeño mundollamado hombre; el hemisferio es la buena conciencia.Nada hay que amar más que la virtud, ni nada es tanaborrecible como el vicio. La virtud es cosa de veras, yde burlas todo lo demás. Hay que medir la capacidad yla grandeza por la virtud y no por la suerte. La virtudse basta a sí misma. Ella hace al hombre digno de seramado, cuando vive, y memorable, una vez que hamuerto» (Gracián).Es preciso ser virtuoso para alcanzar una vida feliz,pero también ser feliz para ser virtuoso; por eso, la vir-tud no puede ser un vicio disfrazado, ni siembra narci-sista de fama futura, ni temor al comentario de las gen-tes o a la ley. Las actitudes pequeñas afectan a las

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mentes pequeñas, pero quien monta un elefante noteme los ladridos de los perros, y ni aún la mayor de lasserpientes atemoriza al águila.

2. Virtudes: todas para una, una para todas

San Gregorio aseguraba que la prudencia no es ver-dadera si no es justa; ni es perfecta la templanza si noes fuerte, justa y prudente; ni es íntegra la fortaleza sino es prudente, templada y justa; ni es verdadera la jus-ticia si no es prudente, fuerte y templada. En realidadno existen las virtudes en plural, cada una a su aire y amodo de catálogo de habilidades independientes; lavirtud (en singular) es el ser humano entero, de ahí quecada hábito virtuoso implica a los demás porque es elser humano entero quien puede recibir el calificativode virtuoso.Quien posee una virtud las posee todas, y quienofende a una, a todas ofende. Virtud: sintaxis de ladiversidad, pluralidad solidaria de las excelencias,esencia única con nombres distintos. Esto no impideque, yendo juntas pero no revueltas, cada una de ellastenga su sede propia, y por eso afirma Aristóteles queel ojo posee su virtud como el caballo la suya, siendola virtud del ojo la de hacernos ver bien, y la del caba-llo ser bueno en la carrera.En Kant será la buena voluntad la encargada de uni-ficar las virtudes. En Grecia, están unidas por la armo-nía interior. En el cristianismo, el amor es el centro detodas. Eslabones de una misma cadena, todas las virtu-des son manifestaciones del amor, única virtud sin

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límite: nunca podremos decir que amamos demasiado,porque la medida del amor es amar sin medida.Orden, medida: así como para cada virtud una defi-nición subsume la pluralidad de casos particulares, asítambién se combinan las virtudes entre sí según ladebida proporción; es el hombre entero el que ha de servirtuoso. El sabio no es el coleccionista de virtudes quereúne las excelencias complementarias desde fuera desí -la prudencia del zorro y la fuerza del león- sino elcorazón amoroso. Fusión sin confusión: una virtud enla otra, todas en todas y todas en cada una, cada unatotalmente entera en el sujeto entero. En sentido con-trario, quien tiene un vicio tiene todos los vicios: laavaricia, por ejemplo, recapitula mediocridades talescomo dureza, egoísmo, mezquindad, etc.Cuando esta unidad interior no se da tenemos loscasos complejos. Aquiles, o el valor sin prudencia,Ulises o la prudencia sin generosidad, Ajax o la fuerzasin justicia; en ellos los instintos y las virtudes entranen competencia entre sí, con la merma subsiguiente detodas ellas y de sus portadores. Si el heroismo es espas-módico, la virtud es crónica. Ni la virtud puede serfugaz (la piedad-minuto, la piedad momentánea no esaún una virtud), ni puede fraccionarse (una semisabi-duría no es una sabiduría).

4. El narcisismo (fariseísmo interior) contra la virtud¿Puede quererse la perfección propia como objeto delquerer, constituir su finalidad? Pretender ser un «sacode virtudes», salir del gimnasio ético presumiendo de

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tener un «cuerpo ético» sería fariseísmo. El fariseocree convertirse él mismo en bueno, pero sólo el resul-tado del ejercicio de acciones buenas me convierte enbueno, sin pretenderlo; sin su ordenamiento hacia unfin bueno la virtud termina en narcisismo o prometeís-mo. Quien se declara poseedor de una virtud encubresu egocentrismo, pues la virtud lo posee a uno y no ala inversa. El fatuo dice: «a mí a humilde no me gananadie». Ejercitarse en virtudes para exhibirse encuen-tra su acomodo en el refrán «dime de qué presumes yte diré de que careces»: este narcisismo egocéntrico(autotélico) hace de sí mismo el fin de la acción. Laperfección farisaica no es sino avaricia espiritual, vir-tuosismo sin virtud: la misma distancia que va de lasonrisa comercial a la sonrisa tierna.

5. El fariseísmo (narcisismo exterior) contra la virtudQuien para ser virtuoso exige premio o recompensaexterior es moralmente reprobable; la acción virtuosaes tan ajena al miedo al castigo («haré tal cosa o no laharé para que no me castiguen»), como a la mera obe-diencia a la ley: hay leyes sin valor ético, por muycomunes que sean. En la virtud no cabe heteronomía.Si la virtud es el hábito de obrar el bien, el vicio esel de obrar el mal: lo que nos impide abandonar un solovicio es que tenemos varios. Presumir de vicioso esañadir otro nuevo, el de la presunción; al final, algunose parece a un cheque de un millón de dólares contraun Banco en quiebra. Hace el tonto quien considerainteresante lo que un día le llevará a violar su palabra,

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a perder el pudor, a utilizar malas artes. Quien contralos demás hace, contra sí mismo escupe. Los vicios sonun error de cálculo en la búsqueda de la felicidad, nosvisitan como huéspedes y se quedan como carceleros.Todo vicio conlleva su consiguiente excusa y su inevi-table cinismo -se comienza por avergonzarse del vicio,y se acaba por blasonar de él-, siempre su fariseismo:los vicios más peligrosos son los que se ocultan bajoapariencia de virtud, pero ni los mejores defectos bienexplotados refulgirán como las virtudes, pues no deja-rán de ser lo que son.

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II. FORTALEZA1. Fortaleza: el poder del querer

Toda virtus (de vif) es fuerza, y por eso la fortalezaestá presente en cada virtud: conlleva serenidad paraaceptar las cosas que no se pueden cambiar, valor paracambiar aquello que se puede, inteligencia para gustarla diferencia. Para los griegos de tradición estoica lavirtud es fortaleza y elevación de ánimo frente a losimpulsos irracionales y los azares de la fortuna, mien-tras que para los de tradición homérica significa exce-lencia de carácter, armonía, plenitud del hombre debien que realiza el fin al cual está llamado. Sin la sabi-duría el esfuerzo es ciego, pero sin el esfuerzo la sabi-duría es impotente; si falta conocimiento no hay volun-tad, sino instinto, pero si falta la voluntad elconocimiento es inútil. Sin fortaleza sólo queda pesi-mismo: quien estime inmodificable una realidad seráun simple pesimista disfrazado de realista. No se tratade la acción por la acción, del mero activismo, pues loque se hace sin formar una mentalidad carece de senti-do, pero una voluntad que no ejerce su asertividad esvoluntad desertora. Por miedo a la acción mucha gentese neurotiza y no hace nada; la persona pusilánime,inhibida, hipersensible, no se afirma en el mundo, algopavoroso y a su acecho puede caer sobre ella en cual-quier momento, se vuelve hipocondriaca, más atenta asus propias dolencias reales o supuestas que a sus inter-locutores. Si no eres asertivo te vienes abajo, vuelvescontra ti los conflictos, sufres por sufrir, te refugias en

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la derrota, huyes, caes en el conformismo. Si solos nopodemos, pidamos ayuda, quien nos quiera nos ayuda-rá; siempre se puede, al menos intentarlo: un problemaes una oportunidad.

2. Voluntad y forja del carácterLa vida es tarea y proceso de ajustamiento. Poco apoco hila la vieja el copo. Sin que nos demos cuenta,va tejiéndose y destejiéndose el manto de nuestra exis-tencia, nuestro carácter axiológico, que no es el carác-ter sicológico que le sirve de soporte (más o menos avi-nagrado, risueño, etc), sino la forma de vivir. Untalento se forma en la calma; un carácter, en el torren-te del mundo. La condición humana es en parte espon-taneidad natural, pero también deliberación artificial:llegar a ser humano del todo es un arte ético.«Ética» viene de éthos, lugar donde uno habita (pri-mera naturaleza) y modo de ser (carácter, segundanaturaleza) obtenido gracias a unos hábitos (si buenos,virtudes; si malos, vicios), los cuales hábitos surgen dela repetición de los actos. La ética es aquel quehacerque consiste en la forja del carácter; nacemos con unadeterminada naturaleza primera, pero vamos modifi-cándola con nuestro actuar plenificador (y entoncesnos encontramos altos de moral) o degenerativo (yentonces andamos con la moral por los suelos, bajos demoral, desmoralizados). La ética es, pues, la aclimata-ción del espíritu en la materia: convertirse en luz.Acción-hábito-carácter-destino: al final, el mundoes un espejo, y te devuelve la imagen de tu propio ros-

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tro: frunce el ceño ante él, y te lanzará una miradaagria; trabaja por él, y él te ayudará. Es afortunadoaquél cuyas circunstancias se ajustan a su carácter,pero es más excelente el que sabe adaptar su tempera-mento a las circunstancias. Tú puedes forjar tu caráctero temperamentum (temperare, templar: ejercer el tem-ple): tu buen temple o temperatura ética, o tu carácterdestemplado, disarmónico. «Temperare» (templar) esde la misma raíz que tempus (tiempo), pues es en eltiempo donde se labra la identidad ética, y por eso sisiembras un acto tendrás un hábito, si siembras unhábito tendrás un carácter, si siembras un carácter ten-drás un temperamento aprendido. Mientras tanto nopodremos presumir de haber ganado para siempre tal ocual hábito, porque vivimos como Penélope, que tejíapor el día y destejía por las noches el mismo mantohasta que llegara Ulises, su esposo.

3. Sólo si quiero hacer algo de lo que puedo, podrélograr algoEs la propia tarea que acometes, y la importanciaque le concedes, lo que puede cubrir de gloria tu ahora;pero hasta la misma impotencia de hoy puede conver-tirse en el poder de mañana. La excelencia moral esresultado del buen hábito; nos volvemos justos reali-zando actos de justicia; templados, realizando actos detemplanza; valientes, realizando actos de valentía.¡Pues claro que puedes, como todo el mundo! Aprendea poder, hasta donde puedas, pues a lo imposible nadieestá obligado. Alguien que cree que puede se hace ina-

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batible, porque la fuerza viene de la convicción. Sicada minuto de tu vida tienes que probar que tu vida noes una derrota, tu vida en cada minuto será una derro-ta. Si crees, por el contrario, que para tí nada es impo-sible, para ti nada hay imposible. El sol poniente pre-guntó: «¿no hay quien pueda relevarme?» «Se hará loque se pueda», contestó la lámpara de barro.Si héroe no es sólo aquel a quien podemos elogiaren lo grande, sino también admirar en lo pequeño,entonces normalidad y heroísmo distan de ser incom-patibles, según lo narra Julio Cortázar en la portentosaodisea del valiente que abandona una tarde su butaca,desciende la escalera, desafía el tráfico callejero, viajahasta la esquina, adquiere el periódico y, de nuevo,navegando contra viento y marea, vuelve triunfalmen-te a su gran sillón. Lo que no puede faltar es el coraje.Coraje para vivir; generosidad para convivir; pruden-cia para sobrevivir; amor para desvivir: el coraje lo essiempre para las concreciones. Quienes hablan sinreferirse a la realidad tienen un cadáver pudriéndoselesen la boca. El mundo es una montaña de mierda y hayque cogerla con las manos sin ensuciarse el corazón.Nosotros afirmamos el primado de una voluntad que escapaz de construir no sólo «ideaciones» (ideas), sinotambién «idealidades» (utopías), sin ceder por princi-pio a lo ya dado; es al buscar lo imposible cuando serealiza lo posible, y quienes se limitan a lo posiblejamás avanzan un paso. ¿Pide barricada el coraje? No,desde luego, si es violenta; pero hay otras barricadas.A veces la barricada cierra el camino, otras abre lacalle; personalmente desearía que mi barricada fuese lade la razón profética no violenta. Únicamente los peces

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muertos nadan con la corriente, sólo el pato es feliz ensu sucio charco porque no conoce el ancho mar, y sóloel chacal cree haberse dado un gran banquete cuandosólo ha comido los restos que abandonó el león.Alguien quedó extrañado de que aquel anciano hubie-ra escalado las cimas del Himalaya durante el crudoinvierno; cuando le preguntaron, respondió: «mi cora-zón llegó primero; al resto de mi persona le ha resulta-do fácil seguirle».

4. Carácter, el querer del poder¿Por qué es tan fácil desear y tan difícil querer?Porque en el deseo se expresa la impotencia, y en elquerer la fuerza. Quien tiene la voluntad tiene la fuer-za. La presencia de la voluntad de ser más no anula elreconocimiento de una cierta jerarquía del desear, puesno deben confundirse el sano deseo y los insanos deseos.Desear muchas cosas no es lo mejor, pues no ha de serel hombre a la medida de los deseos, sino los deseos ala medida del hombre. No el deseo que esclaviza lalibertad, sino la libertad que domina el deseo. El meroantojo no es formativo, pues hace a la voluntad mismaesclava de los deseos, como niño malcriado. Una cosaes desear teniendo a la voluntad dominadora comocentro, y otra muy diferente hacer a la voluntad escla-va de los deseos. Las anorexias motivacionales estallanen el campo minado del me apetece/no me apetececomo único criterio. La universalización de tal arbitra-rismo conduciría a admitir que aquel que más puedesatisfacer su caprichosa apetencia sería el más valioso.

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No. El desear sin el deber no vale, sino sólo un querera la altura del deber. En caso de que desee pero nodeba, mi deber será frenar el desear y aceptar el deber(el remordimiento sano es el deber contra lo in-debi-do); sólo cuando mi deseo y mi deber coinciden puedopermitirme el gozo en toda su magnitud.Aunque a lo imposible nadie está obligado, sí a loposible; ahora bien, si poder no siempre resulta posi-ble, querer (al menos querer lo posible, pues no sepuede querer realmente lo imposible) sí, pues todospueden querer: para poder querer basta con quererlo,basta con querer querer. Quien no quiere querer nopuede poder.

5. ¡Puedo!No basta con el mero querer algo para forjar uncarácter: el querer es necesario, pero insuficiente. Paraejercer el querer hace falta poder. Pero tampoco sedebe hacer todo lo que se puede: hace falta tener encuenta el deber para que la acción sea axiológicamen-te correcta.El poder sigue al ser; él es fuerza, pujanza, vigor.Deponer el poder resulta imposible. Mientras hay vidahay poder, en distinto grado; puede haberlo inclusohasta después de morir, como en la leyenda del CidCampeador. Aunque ciertas versiones peliculescas pre-senten al héroe como a un Rambo de musculaturacorreosa y aceitada, hasta un enfermo impotente en sulecho goza de poder ante aquél que, por amarle, se loconfiere: ¿cómo negar la importancia que en la vida de

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un padre amoroso ocupa un hijo necesitado? El poderno sólo brota de las capacidades propias, sino de lafuerza que nos confiere quien nos ama: da más fuerzasentirse amado que creerse fuerte. En el mundo orien-tal se afirma que cada ser humano tiene parte débil(yin) y parte fuerte (yang): el padre es «yang» para suhijo, la mujer es «yin» respecto a su marido, etc; por lodemás, nadie es completamente lo uno o lo otro, puesla complementariedad de los opuestos rige en todo.La justicia sin la fuerza es impotente, la fuerza sinla justicia es tiránica. Sólo corrompe si no compartido:cuanto más poder compartido, más vitalidad común.Pero la persona sólo puede aspirar a un poder limitado,lo comparta o no; somos voluntad de poder, a condi-ción de que ésta no se entienda como lucha inmiseri-corde de todos contra todos por la obtención de esepoder (voluntad de dominio, instinto de amo). El podersólo debería concedérsele a gentes que no lo adorasen;de todos modos, el fuerte nunca lo es suficientementepara mantener eternamente su dominio.Si asumo un deber, he de intentar al menos saberhasta qué punto me considero capaz de ejercerlo, esdecir, cuáles creo que son los límites de mi poder, pues¿qué sacaría yo en claro si sé lo que tengo que hacer,quiero hacerlo y debo hacerlo, pero me resulta imposi-ble realizarlo? Yo puedo hacer algo, pero no puedohacerlo todo: a lo imposible nadie está obligado. Entreel no y el sí, las voluntades débiles se traducen en dis-cursos; las fuertes, en actos. Si no haces lo que quieres,haz al menos lo que puedes. Posibilidades: tu voluntadquiere y puede; quiere y no puede; no quiere aunquepudiera; ni quiere ni puede; ¡y hasta cabe que una parte

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de ti mismo se oponga a otra parte de ti mismo en sucomplejo querer-poder! Sólo puedo hacer realmente loque quiero cuando dejo de querer hacer lo que no debo.Que no puedas hacer todo lo que quieres no es razónpara que no quieras hacer todo lo que puedes. Si aúnpuedes ser mejor de lo que eres, es evidente que aún noeres tan bueno como debes. Haz lo que puedas, pidepara que puedas. Y que no piense el malo que no haynadie bueno, ni el bueno crea que sólo él lo es.El «sí» convierte los proyectos en realidades; lapersona entrenada en las pequeñas y medianas contra-riedades logrará superar las grandes. Lo que para eldébil de voluntad es barrera, para el fuerte es desafío,la fortuna ayuda a los audaces. El «no puedo» del des-moralizado volitivo es un «¿cómo podré?» para elalma grande. La primera lección que nos enseña elluchador es considerar las dificultades y los sufrimien-tos como asuntos de rutina inherentes a la alegría delluchar mismo. El atleta demuestra su capacidad sóloante los grandes obstáculos, que no le amilanan comoa los pusilánimes, antes al contrario representan un aci-cate para él. Decidir sí implica saber decidir no (nolun-tad): yo quiero no querer el mal que tú sin quererme meofreces; esto que me ofreces no lo quiero, te ofrezcopor contrapartida un querer más alto: he ahí un gran«negar afirmando», que consiste en no querer querien-do mejor. El sí del agente se manifiesta a través de suscuatro fórmulas: de presentación, aquí estoy, contadconmigo; de identidad y cualificación: yo soy este quesoy; de identificación: me conocéis por mis obras;reconocimiento: os quedaré agradecido. En cierto sen-tido soy lo que quiero, quiero los quereres que mehacen ser, quiero ser lo que soy. Pero también soy lo

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que no quiero, me cuesta querer lo que soy, la parteciega de mi querer me arrastra. La reflexión sobre lohecho puede ayudar a hacer mejor.El modelo de humanidad no es la evasión, sino elcompromiso. Cuando debes hacer una elección y no lahaces, esto ya es una elección. Se vive dentro del tren,y en él se ejercita la libertad; cabe modificar los vago-nes, o dejarlos intactos, disfrutar del paisaje o aburrir-se, dialogar con los vecinos o callarse, pero no por esoel convoy se detiene, sino que corre infatigablementehacia su destino. ¡Cuidado! Las águilas tienen un vueloalto y poderoso, pero cualquier cazador furtivo puedeabatirlas con un disparo: también los cazadores furti-vos de nuestro corazón -la mezquindad, el egoísmo,los malos sentimientos- saben disparar.La acción diligente aleja de nosotros tres grandesmales: el hastío, el vicio y la escasez. El pan es mássabroso cuando se gana con el propio sudor; para dis-frutar la sidra hay que pelar primero la manzana, paradisfrutar las flores hay que cultivar primero el jardín, yeso requiere mucha agua, sobre todo en forma desudor. Los sueños devienen realidad para quienes tra-bajan mientras sueñan. Santiago Ramón y Cajal excla-maba: «¡santa fatiga del trabajo: tú nos traes el sueñoreparador, único consuelo del pobre, del perseguido ydel postergado!».

6. ¡Soy libre, actúo!La libertad no consiste en hacer lo que nos da lagana, sino en hacer lo que tenemos que hacer porquenos da la gana; nadie es más esclavo que quien hace de

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la libertad la facultad de elegir la esclavitud; debería-mos saber que no hay animal tan manso que atado nose irrite. Cada buen hábito adquirido es una libertadconquistada. La libertad no es una máquina de fabricarcaprichos, así pues tú no entres donde libremente nopuedas salir.¡Soy libre, actúo! Fortaleza: un querer para laacción. Saber lo que hay que hacer es sabiduría; sabercómo hacerlo, inteligencia; hacerlo, virtud. Un grupode estudiantes pidió al novelista Sinclair Lewis que lesdiera una conferencia, y le explicaron que todos ellosquerían ser escritores como él. Lewis preguntó:«¿cuántos de ustedes pretenden realmente ser escrito-res?» Y todos levantaron la mano. «En tal caso nomerece la pena que les hable. Mi único consejo es:vayan a casa y escriban, escriban, escriban». Luego,abandonó la sala.Ningún humano lo puede todo; aunque normalmen-te se puede mucho, a veces se quiere poco. Yan-kieudijo a Confucio: «tu doctrina me complace, maestro,pero no me siento con fuerzas para practicarla». Elmaestro le contestó: «los débiles emprenden el camino,pero se detienen a la mitad; tú, ni siquiera tienes volun-tad para iniciar el camino; no es que no puedas, sinoque no quieres». No nos falta valor para emprenderciertas cosas porque son difíciles, sino que son difíci-les porque nos falta valor para emprenderlas.Pocas cosas se obtienen por azar, pocos deseos serealizan por si solos, hay que buscarlos con afán y ali-mentarlos con diligencia. No fracasa quien intenta sindesmayo lo mejor, aunque no lo logre; por lo demás,mejor fracasar honradamente que triunfar con fraude.La persona valiosa se levanta tras la experiencia dolo-

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rosa sin consumirse en la inacción de la frustración:nuestra vida es un trampolín no una hamaca. Ante unbien inalcanzado quizá te sientas mal, si fracasas; peroestás perdido si no lo intentas: duro es caer, pero espeor todavía no haber intentado nunca subir. Ilusiónfracasada es la experiencia dolorosa, pero una vida sinilusiones ¿qué es? No se sale adelante celebrando éxi-tos, sino superando fracasos, pues todo fracaso nosbrinda una nueva oportunidad. Fracasado es quiencomete un error, pero no sabe transformarlo en expe-riencia. Los errores suelen ser el puente que mediaentre la inexperiencia y la sabiduría, por eso en el fra-caso hay dos tipos de clase: primera clase y ningunaclase. No te importe el fracaso, siempre que no te resul-te destructivo. Lo peor es autodescubrirse fracasadoante uno mismo.La actitud más inteligente es enfrentarse a las situa-ciones con buen ánimo; él es al espíritu lo que la san-gre al cuerpo. En toda circunstancia siempre hay unlado brillante, detrás de la más negra nube nos esperaun sol radiante, quizás puedas dar la vuelta en U; losconflictos no duran siempre. ¿Acaso la gema no conti-núa siendo valiosa cuando se encuentra en el lodo? Loque para algunos es una piedra que brilla, para el joye-ro es un diamante. Las luces del semáforo están apunto de cambiar de rojo a verde. ¿Es que el polvo valealgo porque el viento lo levante hasta el cielo? Noganarás la carrera posterior por la derrota en la anterior,sé modesto y recomienza.Si dijeses «ya basta, alcancé la perfección», todoestaría perdido, pues la perfección hace que uno conoz-ca su propia imperfección. Hay quienes se consideran

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perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mis-mos. Abandonar puede tener justificación, abandonar-se jamás. El progreso es un error constantemente recti-ficado, recuerda que el hecho de dar por terminada unaobra no responde a una ley de perfección, sino simple-mente a un límite de fatiga, y que se quiere más lo quese ha conquistado con más fatiga. Te cansas, luegoestás viejo: renuévate, pero no culpes de tu cansancioal resto de los cansados.Un viejo plantaba cedros. «¿Por qué siendo tanviejo plantas árboles cuyas sombras no disfrutarás?».«Si el Señor me considera digno, comeré y descansaréa su sombra. Y, si no, trabajaré para mis hijos como lohicieron mis padres para mí». Variante: cuando llegó asus oidos la noticia de que un bosque cercano habíasido arrasado por llamas, dijo: «Debemos replantar loscedros». «¿Los cedros? ¡Pero si tardan siglos en cre-cer!». «Por eso tenemos que comenzar ahora mismo.No hay un minuto que perder». Cuando no tengasmejor cosa que hacer, planta un árbol: crecerá mientrasduermes.La primera cosecha está ya en el hecho de sembrar.Surco a surco, caminas hacia el futuro. Siembra sinesperar la cosecha; quien siembra poco espera dema-siado y desespera mucho. Todo el placer de los díasestá en sus amaneceres. Imposible plantar hoy un árboly sentarse mañana a su sombra: el tiempo es la hora dela siembra, la eternidad la de su cosecha.

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7. Para llegar muy lejos, comenzar por ir muy cercaTiempo habrá mañana para la cigarra, así que noolvides hoy el peaje de la hormiga; llegar hasta dondese pueda nunca resulta fácil, y la mayor parte de losfracasos suelen llegarnos por pretender adelantar lahora de los éxitos. Si al principio de un largo viajeconociésemos todas las dificultades que nos esperan,pocos lo emprenderían; por eso para llegar lejos habráde comenzar por ir muy cerca (un lejos son muchoscercas): sólo hay un modo de dar en el clavo, y es darcien en la herradura. Siempre que te pregunten si pue-des hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguidaa aprender cómo se hace; en realidad, trabajar es des-cubrir lo que tienes dentro; por eso, si le encomiendassólo lo que puede hacer, no lo hará. Quien no cultivasus talentos es un ladrón, pues responde como elComendador a don Juan Tenorio en el drama deZorrilla: «y qué tengo yo, don Juan, con tu salvaciónque ver?».¿Te gustaría saber lo que serás? Mira lo que haces.Cuando se ha trabajado todo el día, un buen atardecersale al encuentro. No esperes al Juicio Final: tienelugar todos los días. Imagina que cada día es el últimoque brilla para ti, y aceptarás agradecido el día que noesperabas vivir ya.Cuida los minutos, las horas se cuidan por sí mis-mas. El día más largo llega pronto a su fin. Yerra quienno comienza a aprender por parecerle ya tarde. Uno delos secretos del entusiasmo es aliarse con la imagina-ción; cada día tiene sus espacios huecos, que el ideal hade rellenar: siempre puede aprenderse. Ganas de

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luchar, esperanzas de vencer. ¿Nadie te ha dicho quecultivar un jardín requiere mucha agua, la mayor parteen forma de sudor, y que el genio comienza las obraspero sólo el trabajo las concluye?. Si olvidas esto, envano te quejarás del destino, pero la manera en quetomes las riendas del destino resulta más determinanteque el hipotético destino. El destino está en tus manos;no dejes que el destino te destine.Busca como quien va a encontrar y encontraráscomo quien aún ha de buscar, pues cuando se ha ter-minado algo, entonces es cuando empieza. Para llegarmuy lejos, comenzar por ir muy cerca. Llegarás tanlejos como el águila. El águila tiene que volar comoáguila. Aquellos dos hombres convinieron en averiguarsi era posible que ese águila volara. El naturalista lacogió en brazos suavemente: «tú perteneces al cielo, noa la tierra. Abre las alas y vuela». Pero el águila estabaconfusa, y al ver a las gallinas comiendo saltó y se reu-nió con ellas de nuevo. Sin desanimarse, al día siguien-te, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y ledijo: «eres un águila. Abre las alas y vuela». Pero eláguila tenía miedo y saltó una vez más en busca de lacomida de los pollos. El naturalista se levantó tempra-no el tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a unamontaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le dijo:«eres un águila y perteneces tanto al cielo como a latierra. Abre las alas y vuela». El águila miró alrededor,hacia el corral y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sinvolar. Entonces el naturalista la levantó directamentehacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lenta-mente sus alas, y finalmente, con un grito triunfante,voló alejándose en el cielo. Es posible que el águila

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recuerde todavía los pollos con nostalgia y que, decuando en cuando, vuelva a visitar el corral, nunca avivir como un pollo.¿Hasta dónde llegar? Una golondrina llegó tarde ala cita otoñal, pues sus hermanas ya habían partido, noquedándole otro remedio que volar sola. Cuando esta-ba agotada divisó otra golondrina que planeaba a ras demar en su misma dirección, lo que le dio fuerzas pararemontar el vuelo. Cada vez que se sentía desfallecermiraba a la golondrina compañera, y de esa maneravolaba con más fuerza. Llegada la noche, ésta desapa-reció, pero la meta ya estaba cerca: era la propia som-bra proyectada sobre el agua del mar.Sí, los árboles que crecen en lugares sombreados ylibres de vientos, aun cuando en su exterior se desarro-llan con aspecto próspero, se convierten por dentro endébiles y fofos, y fácilmente se quiebran o los hierecualquier cosa; en tanto que los árboles que viven en lacumbre de las montañas más altas, agitadas pormuchos y fuertes vientos y expuestos a la intemperie ya todas las inclemencias, golpeados por fortísimas tem-pestades y cubiertos con frecuentes nevadas, se hacenmás robustos que el hierro. En vacío y sequedad han deprobarse los fuertes frente a lo malo.

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III. ALEGRÍA1. Alegres y felices

Se habló mucho del miedo a la libertad, pero ¿noexiste un miedo a la alegría? En las épocas de tinieblas,como en ciertos momentos de la vida de cada uno, lapeor tentación es la de renunciar a la alegría profunda.Existen cabezas similares a una botella llena que serodea de un trapo húmedo y se expone al sol: el trapose pone ardiente, el interior de la botella permanecehelado. Creen que la felicidad está en el placer, y elresultado son vidas inmaduras, pues en cada placer hayposibilidad de dolor; además, no cualquier placer da lafelicidad (locos, enfermos y depravados sienten placerpodrido). La felicidad consiste en la elección correctadel placer y del dolor: al elegir una vida adecuada alganado devenimos rebaño.El placer, sin ser objeto de búsqueda, resulta o sederiva de un modo de ser y de vivir, que es el que hayque lograr. El placer elevado a principio cierra el cami-no al desarrollo personal. La felicidad es la meta, peroa veces el sufrimiento puede ser el camino; es el pre-mio no buscado para quien realiza el valor que cree quetiene que realizar; es la indicadora de que la persona haencontrado la respuesta al problema de la existenciahumana, la realización productiva de sus potencialida-des, y por eso al gastar su energía acrecienta su poder.Lo opuesto a la felicidad no es el pesar o el dolor, sinola depresión que resulta de la esterilidad interior. Elplacer no es la medida de la felicidad, sino su conse-

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cuencia; la felicidad es un regalo para la persona quecultiva su vida de una forma felicitaría, por eso, aun-que el regalo no llegue, la persona es feliz, e inclusopuede serlo en el sufrimiento. La felicidad está en elfuero interno.Preferible sería no sufrir, lo contrario sería maso-quismo, pero cabe sufrir por la causa asumida y a lavez vivir feliz, igual que se puede ser acumulador deplaceres y esclavo infeliz respecto de ellos. El recono-cimiento del difícil logro de la felicidad exigente nodebe inducir a la tristeza, ni a la búsqueda de una ale-gría barata, impropia del hombre. Existen en todohumano más cosas dignas de admiración que demenosprecio, todo puede mejorar con una mirada pro-positiva. La felicidad no es sólo un lugar a dondevamos, sino también el modo de ir; el camino, el cami-nante y la meta están vinculados. Vamos a ilustrarlo.

2. Parábolas de alegría2.1. Parábola de los viajerosUn día decidieron ir a buscar entre las montañas lafamosa fuente de la felicidad. El que bebía de ella sesentía plenamente feliz. Estaba lejos y el camino eradifícil y empinado, pero ellos eran valientes y aventu-reros. Andaban, descansaban y pasaban las noches entiendas de campaña. Estaban muy cansados, el caminotranscurría entre zarzas, se caían y se hacían rasguños,pero seguían adelante. Algunos no quisieron seguir,pero los más fuertes habían decidido encontrarla.

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Llegaron a un camino sin huellas, casi nadie habíapasado por allí; aunque dudando y perdiéndose, seguí-an empeñados en su meta. Por fin ¡la fuente! El aguaes fresca, pero es agua como las demás; sin embargo,se sienten felices y comentan: lo que nos da felicidades el esfuerzo.2.2. Parábola del prisionero del campo de concentraciónEn un campo de concentración vivía un prisioneroque, pese a estar sentenciado a muerte, estaba alegre.Un día apareció en la explanada tocando su guitarra, yuna gran multitud se arremolinó en torno a él paraescuchar porque, bajo el hechizo de la música, los quele oían se veían, como él, libres de miedo. Cuando lasautoridades de la prisión lo vieron, le prohibieron vol-ver a tocar. Pero al día siguiente allí estaba de nuevo,cantando y tocando su guitarra, rodeado de una multi-tud. Los guardianes le cortaron los dedos, pero él, unavez más, se puso a cantar su música con las manos cor-tadas. Esta vez la gente aplaudía entusiasmada. Losguardianes volvieron a llevárselo a rastras y detrozaronsu guitarra.Sin embargo, al otro día, de nuevo estaba cantandocon toda su alma. ¡Y qué forma tan pura y tan inspira-da de cantar! Toda la gente se puso a corearle y, mien-tras duró el cántico, sus corazones se hicieron tan puroscomo el suyo, y sus espíritus igualmente invencibles.Los guardianes estaban tan enojados que le arrancaronla lengua. Sobre el campo de concentración cayó unespeso silencio, algo indefinible; por fin, para asombrode todos, al día siguiente estaba allí de nuevo el cantor,

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lleno de alegría, balanceándose y danzando a los sonesde una silenciosa música que sólo él podía oir. Y alpoco tiempo todo el mundo estaba alzando sus manosy danzando en torno a su sangrante y destrozada figu-ra, mientras los guardianes se habían quedado inmovi-lizados y no salían de su estupor.2.3. Parábola del maestro FigueredoA la mañana siguiente pasaron por allí unos arrierosy encontraron al maestro Figueredo cubierto de more-tones y de sangre. Estaba vivo, pero en muy mal esta-do. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo yllegó a balbucir con unos labios entumecidos e hincha-dos: 'me robaron las muías'. Volvió a hundirse en unsilencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empu-jar hacia sus labios destrozados una nueva queja: 'merobaron el arpa'. Al rato, y cuando parecía que ya noiba a decir nada más, empezó a reir. Era una risa pro-funda y fresca que inexplicablemente salía de ese ros-tro desollado. Y, en medio de la risa, el maestroFigueredo logró decir: ¡pero no me robaron la música!(E. Galeano).2.4. Parábola del pordiosero soñadorHace ya tiempo se demostró que un pordiosero quesoñara todos los días, durante doce horas, que es rey,sería tan feliz como un rey que todos los días soñara,durante doce horas, que era un pordiosero. Cuando unprisionero se echa a dormir, ya no hay cadenas nicerrojos que lo retengan; cada noche, inmóvil, al pare-cer, en su catre, se dedica a asaltar nuevos bancos,

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abraza a su novia, abofetea al carcelero. Su felicidad esreal, porque el sueño es una de las dimensiones de lavida.2.5. Parábola de la biblioteca del castilloLa felicidad se encuentra en una Isla -en un lugaralejado y de reducidas dimensiones-, adonde sólo tie-nen acceso los hombres de letras y de espíritu sosega-do. En la Isla hay un castillo roquero. En el castillo hayuna gran estancia con una biblioteca muy nutrida. Enla biblioteca hay, entre miles de libros, un libro. En estelibro, que consta de mil páginas, hay una página. Endicha página se explica, muy documentadamente, enqué consiste la felicidad. Desde luego, tenemos lavehemente sospecha de que en tal página, encontradapor fin en las postrimerías de la vida, se nos dirá que lavida feliz es justamente esa que nosotros hemos vivi-do, devorando páginas y más páginas, consultandolibros y más libros, empeñados en la dulce y ardua con-quista de la verdad. La felicidad consiste en la búsque-da y hallazgo de la verdad. (Cabodevilla).2.6. Parábola de SimorghSimorgh es el nombre del fabuloso rey de los pája-ros, que ejercía una seducción infinita entre los pájarospersas, los cuales se hallaban a la sazón hastiados de suanarquía y orfandad, ansiosos de un jefe que les dieracoherencia y prestigio, que supiera proponerles un por-venir radiante. Un día se deciden por fin a buscarlo, eir tras él. Y emprenden la marcha hacia el monteAlburz, en cuya cumbre se dice (revelación que ha

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pasado de padres a hijos a lo largo de los milenios) queanida el gran pájaro Simorgh. El viaje es largo y peno-so y lleno de peligros. Han de cruzar siete mares, hande atravesar siete cordilleras altísimas. Muchos deser-tan, muchos sucumben. Al final, de la inmensa muche-dumbre de pájaros que emprendieron el viaje, sóloquedan treinta cuando llegan a posarse sobre la cimadel Alburz. No hay nadie. Pero allí les espera la mara-villosa revelación: si-morgh quiere decir treinta pájaros(Cabodevilla).

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IV. AMOR1. ¿Razones del corazón?

La alegría más grande es amar y ser amado. Ahorabien, lo más hermoso es indemostrable, el amor semuestra humildemente pero no se demuestra; se com-promete a conocer, pero una vez conocido es la culmi-nación del conocer. Comienza sin razones, éstas vienendespués, pero cuando el amor se ha encendido no nece-sita razones: el corazón tiene sus razones que la razónno conoce, se fabrica razones para justificar su amor yromper la coraza misma. Ni espacio, ni tiempo, nimedida tiene, porque la medida del amor es el amormismo, a la vez causa eficiente y causa final del amor,causa de sus propias causas. Sobran razones para amar,basta con amar por causa del amor, a él mismo por élmismo: amo porque amo, amo para amar. El amor espoesía (poíesis), fabricación de su propio mito, dialéc-tica embellecedora que torna las objeciones en argu-mentos favorables a su propia causa, transfigurando el«a pesar de» en «porque». Todo es obstáculo cuandono se ama, y todo es razón cuando se ama. Lo primeroen él es el olvido de sí: un yo que tiene su yo fuera desí.Sin amor:La justicia te hace duro.La inteligencia te hace cruel.La amabilidad te hace hipócrita.La fe te hace fanático.El deber te hace malhumorado.

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La cultura te hace distante.El orden te hace complicado.La agudeza te hace agresivo.El honor te hace arrogante.La amistad te hace interesado.El poseer te hace extraño.La responsabilidad te hace implacable.El trabajo te hace esclavo.La ambición te hace injusto.

2. Ser amigos: estar seguro de que vendrásAmigos son aquellos seres que te conocen y sinembargo te quieren, los que te preguntan cómo estás yesperar a oír la respuesta, los que no esperan a que lesllames, pues llegan mucho antes para auxiliarte porquedesde el primer momento estuvieron atentos a lo queprecisabas, los que te abren sus puertas cuando llegascon tus muletas. ¿Cómo enfatizar el valor excelso de laamistad si no es recordando que no hay amor más gran-de que dar la vida por los amigos? «Mi amigo no haregresado del campo de batalla, señor. Solicito permi-so para salir a buscarlo». «Permiso denegado», replicael oficial; no quiero que arriesgue usted su vida por unhombre que probablemente habrá muerto. El soldado,haciendo caso omiso de la prohibición, sale; una horamás tarde regresa mortalmente herido transportando elcadáver de su amigo. El oficial le grita furioso. «¡Ya ledije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido a doshombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traerun cadáver»? «¡Claro que sí, señor! Cuando lo encon-

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tré todavía vivía y pudo decirme: Jack, estaba segurode que vendrías».Harás más amigos en dos meses interesándote porlos otros, que en dos años tratando de interesarles en ti.

3. Cuidar al hijo disminuido: VicentitoVicentito es mi primo hermano, aproximadamentede mi edad, y no conoce a nadie; babea permanente-mente; padece ataques y convulsiones periódicas; nisiquiera sabe regular sus esfínteres. ¿Alguna habili-dad? Da vueltas y vueltas día y noche en tomo a unaestufa sin tropezar con ella. Su madre, llena de abne-gación para con Vicentito, ha muerto. Su padre, toda-vía su cuidador de día y de noche, dice: «Siento morir-me antes que Vicentito, porque luego ¿quién le cuidarácomo merece?».Vicentito podría ser considerado por algunos comoun ser inferior a otros animales más inteligentes. Sinembargo, desde el amor que le profesa su padre, es lapersona más digna, más «persona» del universo. ¿Porqué? Porque le ama totalmente. He aquí una verdadbásica en la vida humana: quien nos ama nos reconocecomo personas, seamos quien seamos y estemos comoestemos. El amor dignifica y rescata del olvido y de lamuerte, reconstruye lo deficiente, asume la deuda,enjuga el llanto, y por eso quien es amado renace. Damás fuerza sentirse amado que creerse fuerte. Así desencillo, pero así de verdadero es el amor.

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4. Recibir al hijo pródigo«Dijo: 'Un hombre tenía dos hijos; y el menor deellos dijo al padre: 'Padre, dame la parte de la herenciaque me corresponde'. Y él les repartió la herencia.Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y semarchó a un país lejano donde malgastó su haciendaviviendo como un libertino.Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambreextrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos deaquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puer-cos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas quecomían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrandoen sí mismo, dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tie-nen pan en abundancia, mientras que yo aquí memuero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y lediré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya nomerezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno delos jornaleros'. Y, levantándose, partió hacia su padre.Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido,corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. Elhijo le dijo: 'Padre, pequé contra el cielo y ante ti; yano merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo asus siervos: 'Traed aprisa el mejor vestido y vestidle,ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en lospies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos ycelebremos una fiesta, porque este hijo mío estabamuerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sidohallado'. Y comenzaron la fiesta.Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuan-do se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y lia-

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mando a uno de los criados, le preguntó qué era aque-llo. Él le dijo. 'Ha vuelto tu hermano y tu padre hamatado el novillo cebado, porque lo ha recobradosano'. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, yle suplicaba. Pero él replicó a su padre: 'Hace tantosaños que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una ordentuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener unafiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijotuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, hasmatado para él el novillo cebado!'.Pero él le dijo: 'Hijo, tú siempre estás conmigo, ytodo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiestay alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto, yha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado'».En el incomparable cuadro de Rembrand «El regresodel hijo pródigo», sobre el que a su vez se ha escrito unhermosísimo libro de idéntico título, un hijo destroza-do que vuelve a casa harapiento es abrazado por unpadre anciano que a su vez parece fundirse con su hijo,como si quisiera acogerse en el acogido; y, mientras elregazo del padre y la espalda del hijo se incurvan recí-procamente, unas manos llenan el cuadro, son las delpadre sobre la espalda de su hijo: una de padre, otra demadre, manos padre-y-madre que aceptan incondicio-nalmente al hijo. ¡Cómo se adelantó la mirada creado-ra de Rembrand al mundo con ese cuadro! Sólo el artis-ta convierte en gracia lo que el pensamientoespeculativo trabaja penosamente: que sólo la miradapadre-y-madre puede transmutar ciertos espectáculos.

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5. Una fuerza milagrosa que llega hasta losconfines de la Tierra

5.7. Quiero que tú existasTomo conciencia de mi valor a través de la relacióncontigo, y de modo especial cuando me amas. Amor deenamorados: ¿qué no se habrá dicho de Romeo yJulieta, de los amantes de Teruel, etc? Amar es lo quehace ser, su fuerza resulta tan contundente, que flore-cemos al sentirnos queridos. Fuente creadora, amar aotro es decirle: tú no morirás. Amar es querer tu bien,el yo que quiere quiere ante todo la existencia del tú,amar es aprobar, darte por bueno, ponerme ante ti yproclamar: yo quiero que existas. Es asentir positiva-mente, conceder de buen grado, la afirmación de undeseo realizado. Lo que para un ser significa ser amadoes precisamente esto: ser. «Es bueno que tú existas»implica desear unirse a la persona amada, a lo quehace, a su proyecto en tanto que éste sea amable, o a lamejora de su proyecto en tanto éste todavía no sea sufi-cientemente hermoso. Puede amarse a la persona, perono a su proyecto, y entonces ese amor a la persona bus-cará la mejora del proyecto, o su plenificación. Amares alegrarse de la felicidad del otro, de su perfección,de su bien, o, si el otro no es bueno, ayudarle a que losea para así en ello llegar a deleitarse, a reunirse e iden-tificarse con el ser amado. Amor, dos impulsos un sololatido.5.2. Quiero tu querer¿Qué mejor forma de identificarse con la alegría delser amado que la de querer el querer con que el querer

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quiere? Yo-y-tú, dos personas juntas en una sola pri-mera-segunda persona, dos siamesas que respiran conla misma respiración y quieren con una única voluntad;mi alegría no es ya una reflexión sobre la tuya, ni unaderivación de la tuya, ni una alegría en segunda poten-cia; es una alegría contemporánea, igualmente inicial yterminal, porque brota de una misma fuente. «Quierotu querer» no significa «quiero como tú quieres», ni lomismo que tú quieres, sino que es tu voluntad la quequiero en mí y en mí actúa: ambos formamos uno. Ladesapropiación de lo propio permite propiamente laapropiación de lo propiamente nuestro. Ponerme en tupiel no es abandonar la mía: es tu alegría la que se ale-gra en mí intensificando la mía, tu tristeza la que seentristece en mí; yo espero con tu esperanza y temocon tu temor. Si la compasión dice «sufro cuando túsufres», y la condolencia «sufro de lo que tú sufres», elamor reza: «sufro tu sufrimiento». ¿Qué diferenciahabría entre el amante amado y el amado amante?Tácita convergencia de dos miradas que brillan en elcruce recíproco, mirándose a sí mismas miran lomismo.«Yo no miro donde miras:yo te estoy viendo mirar»5.3. El amado es eminente por ser amadoMas ¿qué ocurriría si las que aman fuesen almasmediocres, egoístas? Desde su parva precariedad, elamor puede ascender. Nada que no fuera él podríalograrlo; sólo el amor que se profesan podría sacarlasdel egoísmo y -si en verdad aman de verdad- expandir

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su energía regalándola al cosmos, pues es el amor ver-dadero el que hace cantar a los pájaros y torna locua-ces a los ruiseñores. El amor es un canto de pájaro enel cielo.Cuando se ama no hay fingimiento ni doblez, nitemor, ya que es la aceptación misma; ni ocultación niengreimiento caben, pues la alabanza de quien ama noes el pago por el reconocimiento de la excelencia delamado, (exista o no), sino su constitución en excelenteprecisamente por haber sido amada. Si el amado no estonto ni engreído (aunque pueda ser amado pese a todoy pese a todos), sabrá que no es tan maravilloso comole ven los ojos de quien le ama, pues le bastará con seramado. El amado es eminente por ser amado, y no porser eminente, pues la eminencia de todas las eminen-cias es el amor mismo. Más aún, sólo después deamado podrá el amado llegar a ser eximio, pues elamor logra el milagro de dignificar al indigno dándolealas para alcanzar las cimas jamás sospechadas, y deeste modo merecer un poco -nunca del todo- la estima-ción otorgada. Entonces es cuando sabe por primeravez que podría ser toda esa maravilla que le dicen, siconsiguiese hacer realidad en su propia persona eseilusionado y oculto diseño de sublimidad que el aman-te ha sabido descubrir con su amorosa mirada. He ahíel poder constructivo del amor, un fuego que todo lopurifica, eleva y transforma. No será jamás el desamor,la hostilización o el desafecto lo que puede hacernosmejores, sino la dilección, la acogida y el don incondi-cional del cariño. La puerta que no sea capaz de abrirel cariño no la abrirá nunca nada ni nadie. Nunca.Nada. Nadie.

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5.4. ¡Qué maravilloso es el mundo!Quien ama acoge al otro, se alegra de que exista,aunque deba corregir sus vicios, pues dar por bueno lomalo de la persona amada sería dar por malo lo bueno,no amarle suficientemente; más que amor, complici-dad. El verdadero amor no se presta a dejar a la perso-na amada en el engaño ni en el error. Relaciones que sebasan sobre la admiración miope de los errores tarde otemprano decaen, igual que aquellas otras que única-mente se construyen sobre una recíproca admiraciónde las cualidades.Amar a la otra persona no sólo la embellece a ella,sino a las demás. Aunque no todas las personas seandignas de amor por su comportamiento, el amor a unadignifica a todas. El pesimista respecto de todos lo esporque no ama a nadie; basta con amar a uno para quemejore la opinión respecto de todos, y por eso cuandoBeatriz aparecía ante los ojos de Dante «no había yaenemigos en mi vida», toda pasión enmudecía en supresencia. Por extensión, al amar a una persona se amaa la entera creación: «¡qué maravilloso es el mundo!».El mundo visto por los ojos del amante es el mejor delos mundos posibles: el amor al amado ennoblece alcosmos, y por eso mueve al sol, a la luna, a las estre-llas, vuelve interesante lo que aburría, salazona lodesabrido, salva lo perdido, da relieve a lo que yacía enla indiferencia, llena de esperanza. Nada hay indife-rente en el amor; se goza con una nadería (nada másinteresante que la conversación de dos amantes quepermanecen callados) y se sufre con menos todavía. Sufuerza y su debilidad son la causa de sus ilusiones y de

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sus decepciones. Lo inexplicable del amor es que unoquiera perderse por el otro y que, perdiéndose, ambossalgan ganando.5.5. Por ser túEl amado es eminente por ser amado, y no a lainversa. La fórmula del amor no es «te quiero porqueeres así», ni tampoco «te quiero mientras seas así»,pues no pone condiciones, y cuantas más pone tantomás dista de ser verdadero. Lo no amado como fin ensí no se ama. No se ama por amor al amor, sino poramor a la persona amada. Si ésta fuese amada por otrosmotivos que por ella misma, no sería amor: te amamenos quien contigo ama otra cosa, quien no te amapor lo que tú eres. Nadie se resigna a ser amado por supoder, por sus relaciones o por su fortuna, pues si senos ama por el dinero no se nos ama por nosotros mis-mos; un átomo de interés ajeno al amor hiere este sen-timiento apasionado, delicado y susceptible que reivin-dica la preferencia absoluta. El amor no es selecciónentre cualidades, sino elección de personas. El amanteelige la persona entera, la acepta en bloque, con suscualidades y defectos, con los defectos convertidos encualidades por cristalización imaginativa, pues quedacomprometido en cuerpo y alma en su amor. La pre-gunta no es: «¿la encuentras simpática, hábil y aten-ta?», sino: «¿puedes decir honradamente: qué maravi-lloso que estés sobre el mundo?». El amor alcanza sumadurez cuando no se dirige a lo que el otro logra sus-citar en mí, sino a lo que él es no tanto por las cualida-des que tiene y puede perder, o que otros poseen en

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igual o en más eminente grado, sino por el misterio queél mismo es y por el destino de plenitud de ser y debien hacia el cual se es atraído al mismo tiempo que él;si las pasiones subjetivas no corresponden a esa pleni-tud, no es posible construir un amor real, pues la vidaen común es mucho más que la unión de dos egoísmos.5.6. ¡Qué triste que se haya ido, qué bueno que hayavenido a mí!¿Y qué pasa cuando lo agraciado se desgracia, loque fue bueno no lo es, cuando lo que nos hizo felicesmuere? Hay que sanar la pena con el recuerdo agrade-cido de lo que se perdió, y con la certeza de que esimposible revocar lo efectivamente sucedido. Bellafórmula de elaboración del duelo: aceptar lo que es,llorar por lo que fue, y continuar amándolo en el agra-decido recuerdo de lo que ha sido, es decir, alegrándo-nos, dulcificando mediante el recuerdo la rememora-ción de los días hermosos. Amputación y aceptación,desgarro y deleite, desasosiego y pacificación, eso es lavida tejida con hilo de amor: ¡Qué triste que se hayaido, qué bueno que haya venido!.Dignificar la vulnerabilidad: ¿y el dolor, el temor aperder a quien se ama, acaso no existe una indefensiónradical en quien ama, en la medida en que depende deque el amado no le retire su gracia, amar no es sufrir?Sí, desde luego; pero también reconocerse agraciadopor el don gratuito del otro. Nada valioso es fácil. Cabeamor sin dolor y sin amargura; en cambio, no puededarse amor sin alegría. Hasta el amante desgraciado esmás feliz que el que no puede amar. El primero no se

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cambiaría por el segundo, no sólo porque en el propioacto de amar se tiene algo amado, sino también porqueel que ama sigue participando en las cosas de ese serque se le aparta con ingratitud, que se arrastra por sen-das tortuosas y que lo llena de dolor; porque el amantesigue estando unido a él de alguna forma; porque hastael amor desgraciado puede quebrar el principio de laseparación y por tanto conserva un motivo real de ale-gría y un trozo, por pequeño que sea, del paraíso.

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V. CONFIANZA1. Con-fianza: encuentro con-fidente

Las personas recluidas en los manicomios nuncatuvieron a nadie dispuesto a escuchar las confidenciasque tenían que contar: ¿estarían enfermos por eso?Con-fidencia o con-fíanza no es, sin más, comunicarun secreto; es preciso que confiante y confidente con-vivan lo confiado mío-y-tuyo. La con-fíanza dice«nosotros», está hecha para el plural singularizador;dos miradas pierden su posesividad para ganarse recí-procamente. El con-fidente o con-fiante siente conmi-go lo confi(denci)ado, no sólo ni necesariamente a tra-vés de palabras; allí donde éstas no llegan puedenllegar los silencios, las lágrimas, los gestos cordiales;con ellos puede darse la fusión de horizontes.En esta privilegiada experiencia de encuentro nohay contrato, sino alianza: en la comunicación al niveldel ser puede la confianza perfeccionarse hasta alcan-zar la reciprocidad. ¿Cabe mayor garantía que la de nonecesitar de ninguna otra garantía que la confianza?Amigos, con-fiamos, nos tenemos fe recíproca, sinfisuras, transparente, sin engaño, con ayuda mutua ybenevolencia activa. Quiero el bien para mi amigo ypor eso le enriquezco; al mismo tiempo cuento con él,sé que hay alguien que se ocupa de mí y busca mi bien,no mis bienes. Al final de la amistad hay un momentode esperanza: compartiendo don y confianza, suscítaseante nosotros un futuro en libertad y en gratuidad. Lafidelidad confidente y confiante es virtud capaz de tro-

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car la esclavitud en libertad, en tanto que la infidelidadsólo hace de la libertad esclavitud.2. Algunas parábolas2.1. Parábola de los tres grados de confianzaSegún Algacel, tres son los grados de confianza, elprimero de los cuales permite al creyente abandonarsea Dios como un acusado se confía a la rectitud, ener-gía, elocuencia y solicitud de su abogado. Si estás con-vencido de que no existe nada superior al Poder,Ciencia, Providencia y Misericordia de Dios sobre ti,necesariamente tu corazón se abandonará a Él.El segundo grado es mayor, se asemeja a la actituddel niño pequeño respecto a su madre: se refugia úni-camente en ella; desde que la ve se cuelga de ella ycualquiera que sea la circunstancia se agarra a su ves-tido y no la suelta. Si sufre algún mal en ausencia de sumadre, la primera palabra que le viene a los labios es«mamá». Ella constituye su refugio. Un niño muypequeño pregunta: «¿A dónde vas, mami? «A ningúnlado» «Voy contigo, ¿sí?».El tercer grado, dice Algacel, es «con mucho el máselevado de todos, consiste en estar entre las manos delDios Altísimo como el cadáver entre las manos dellavador de muertos. Sábete que este tercer grado supri-me toda iniciativa personal».2.2. Parábola del jardineroCierto día llegan dos exploradores a un rincón de laselva donde crecen armónicas flores y hierbas. El uno

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afirma: este orden significa que aquí tiene que haber unjardinero que al menos cuide de este rincón. Como elotro lo niega, para saber a qué atenerse montan guardiadía y noche. Pasa el tiempo, pero el jardinero no apa-rece. Entonces el primero insinúa que el jardinero esinvisible pero existente. A fin de comprobarlo alzanuna alambrada espinosa, encomendando a la par labúsqueda olfativa a perros amaestrados. Todo en vano,nada denota la presencia del presunto jardinero, ningúngrito, ningún movimiento, ningún susurro, nada; losperros, por su parte, guardan silencio. No dándose porvencido, el primero concluye: se trata de un jardineroinvisible, intangible, indetectable, custodio secreto desu jardín. Moraleja: la confianza no crea evidencia,pero deja abierta la posibilidad; la desconfianza siste-mática produce campos fóbicos.2.3. Parábola de los astronautasMucho depende de la forma de mirar, que tambiéndividió a los pioneros astronautas rusos y americanosen su primera salida al espacio. Mientras los primerosvoceaban con Gagarín: «vamos, Dios, sal si estás ahíen ese espacio cósmico», los segundos abrieron el librodel Génesis y, extasiados por la contemplación, leye-ron: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Latierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían lasuperficie del abismo, mientras el espíritu de Dios ale-teaba sobre las aguas». Moraleja: quien confía ensan-cha la realidad; quien desconfía, la estrecha.2.4. Parábola del luchador de la resistenciaDurante la ocupación militar de su país, un partisa-no conoce a un extranjero que le impresiona profunda-

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mente. Tras largas horas de conversación, el extranjerole pide que confíe en que él también es resistente. Sinvolver a charlar más, y aunque el extranjero es vistoposteriormente ayudando a miembros de la ocupación,el partisano continúa impertérrito: «el extranjero estáde nuestro lado». En ocasiones sus compañeros leincrepan: «¿qué necesitas tú para admitir que te haengañado? Si a eso le llamas tú estar de nuestra parte,sería preferible que el extranjero se pasara cuanto antesal otro bando». Pero el partisano continúa impertérrito:«está de nuestro lado». Moraleja: en el encuentro conel ser auténtico, contra viento y marea la confianzaresiste.2.5. Parábola de los dos viajerosUno de los dos viajeros cree que el camino condu-ce a la ciudad celestial y el otro lo niega; ninguno deellos se ha embarcado jamás por aquella senda, por loque ambos ignoran las sorpresas que pueda depararlesla fortuna en cada uno de los recodos del trayecto. Éste,pródigo en sucesos, les proporciona una variada gamade situaciones de gozo y dolor pero, mientras que elcreyente vive todas las penalidades bajo el signo de laconfianza como estímulo, el otro las recibe comoincordio y fastidio. Moraleja: para quien confía, milobjeciones no hacen una duda; para quien no, mil prue-bas no constituyen la menor certeza.2.6. Parábola de los dos huérfanosDos amigos que crecieron juntos en un hospicio.Cuando salieron de él, decidieron buscar juntos a suspadres, porque un día lejano habían recibido la visita

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de un joven que les dijo ser su hermano, y que, por cir-cunstancias que un día podrían comprender, los padresse habían visto obligados a dejarles a ellos (gemelos)en el hospicio. Tras muchos años buscando, uno de losjóvenes duda de que todo aquello pueda conducir aalguna parte, ¿por qué creer aún a aquel visitante queno volvió? Existen ciertos parecidos entre el joven y sucompañero, pero hay también notables diferencias,¿vale la pena buscar así a unos padres que se han por-tado de modo tan extraño?Pese a todo, el joven escéptico, aunque muchasveces tentado de dejarlo todo, continúa pues siente unaextraña ley de fidelidad y de solidaridad con el compa-ñero más entusiasta, cuya convicción se mantiene aúncuando es cada vez más consciente de que no puedeaportar argumentos persuasivos. Alguna vez dice tam-bién a su compañero más escéptico, su presunto her-mano gemelo: el mismo vínculo de la solidaridad quedía a día nos une, a pesar de nuestras diferencias,¿acaso no es indicio de nuestro origen común?Moraleja: la confianza, mientras dura, invita a laacción y sirve para dinamizar la existencia. (GómezCaffarena).2.7. Parábola de las huellas sobre la arenaCaminaba un hombre tan cansado, que sus huellasse hundían profundamente en aquel arenal. Entonces sedirigió así a Dios: «Señor, tú me dijiste una vez que, sidecidía seguirte, caminarías siempre conmigo. Sinembargo, durante los momentos de mi vida en quetenía más dificultades y problemas tan sólo había un

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par de huellas. No comprendo por qué cuando más tenecesitaba más me abandonabas». «Hijo, nunca te heabandonado. En los momentos de angustia y dolor,cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellasen la arena, yo te transportaba en mis brazos».Moraleja: la confianza se explica después, pero hayque ejercerla antes para poderla comprender más tarde.

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VI. ESPERANZA1. Hastío contra esperanza

El primer mundo rico se encuentra lleno de desani-mados sin causa suficiente para estarlo. Por increíbleque parezca, hay gente que se las ingenia para morir lavíspera, en lugar de alargar su esperanza. Muchos nie-gan que haya vida después de la muerte porque no lahan sabido vivir antes; la pregunta que habría quehacerles es la de si hay vida en esta vida, pues muchosde ellos arrastran una existencia de zombis con un relojrolex de oro y pulsera de brillantes y con un encende-dor dupont de alta definición. ¿Cómo hacerles entenderque vivir no es volver la cara a la pared, aferrar por loshombros al que esté más cerca, echarse a correr comoquien tiene las ropas incendiadas?La esperanza es el pan de los pobres, pero cuidado:constituiría un buen desayuno, mas no se podría llegarsólo con ella a la cena, si ningún signo la sustentase.Ese signo exige arrimar el hombro: dos que arrimanjuntos el hombro mantienen mejor la esperanza; quienespera llegar a la meta, camina; al que le desaparece laesperanza se le quiebran las piernas. Fue la energía dela esperanza quien sacó a la humanidad de las cavernasy la puso en marcha; cuando una sociedad pierde laesperanza, muere su futuro. Sólo a causa de los sinesperanza nos es dada la esperanza, de ahí la impor-tancia que para nosotros mismos tiene ser fuente deesperanza para otros. Esto es muy importante, puesnormalmente la esperanza nos la otorgan otros. El

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hombre siempre vive de crédito, del crédito que le con-ceden los demás; se mata a una persona «retirándola elcrédito», no esperando ya nada de ella, no concibiendopara ella ningún futuro. Pensemos en todos esos matri-monios acostumbrados que están sentados uno enfren-te de otro pero ni se miran ni se escuchan. ¡Se han vistoya tanto! Cuando uno empieza a hablar, el otro piensapor dentro: ¡A ver qué tontería dirá ahora!. Se hacen así-cruel oficio- asesinos de posibilidades; sépanlo o no,se están quitando la vida recíprocamente. Por muy aba-tida que se encuentre una persona, si descubre que noestá sola, que hay alguien que la quiere, confía en ella,y seguirá haciéndolo pase lo que pase, despuntará laesperanza a su corazón.Muchas personas que sufren un grave problema seencuentran hundidas y desesperanzadas porque ventoda su existencia a la luz de ese problema, pero podrí-an recuperar la esperanza si hay alguien que se intere-sa no solamente por ese problema, sino por el conjun-to de su vida. No se trata de quitar importancia alproblema que padecen, si tiene importancia hay quedársela; se trata más bien de invertir la perspectiva: nover toda la vida a la luz de ese problema, sino de ver elproblema a la luz del conjunto de su vida, descubrir losdiversos signos de resurrección que existen bajo lasapariencias de muerte. Lo importante es que el hombreinterior no se desmorone.

2. Esperar es dar crédito a la realidadLa esperanza abre futuro manteniendo al espíritudespierto y ágil para leer los signos de los tiempos, y

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por eso ella es «memoria del futuro», tiempo abierto,tiempo salvador, «arma de los desarmados», tensiónpaciente (la paciencia da tiempo a lo real y es primahermana de la esperanza), incondicionada. En la medi-da en que yo condicionara mi esperanza abriría laspuertas a la angustia, pues la frustración traería consi-go la decepción y la desesperación, el tiempo clausura-do.Este permanente y abierto esperar es ya por ellomismo un colaborar con la creación manteniendo en elorden del ser aquello que se espera. Esperar es dar cré-dito al universo, dar crédito a la realidad, confiar enque ésta puede restaurar la integridad de un ordenviviente en nosotros, en ti y en mí. No es, pues, la espe-ranza un mero sentimiento sicológico, no perteneceúnicamente al orden del sentir, sino al del ser. Por laesperanza afirmo mi relación de fidelidad con la reali-dad, dando el sí confiado a la creación (la esperanzatambién es prima hermana de la confianza) porque ellase nos muestra acreditada de sentido. El crédito que laesperanza concede a la realidad salta por encima de lovisible. En su raíz, esperar es saltar con los ojos abier-tos (porque ese salto nunca puede ser seguro) desde elpresente concreto hasta el último fondo de la realidad,porque a pesar de todas nuestras inseguridades confia-mos en su fundamentalidad. Por referirse al ser, y no altener, la esperanza es misterio.

3. Espero en tiPuesto que en sí misma posee una estructura elpídi-ca, la vida convertirá la fianza en confianza y en espe-

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ran/.a. La confianza, el asentimiento personal al juicioacerca de la posibilidad de lo esperado, eleva la esperaa la esperanza. Cuando «creo» que me es posible loque mi espera vital desea, esa creencia es mi confian-za. Confiado es quien, sin mengua de las cautelas a quesu buen sentido le conduce, acepta la pretensión deseguir siendo que late en el fondo de su ser. Confianzaes descanso en aquello en que se confía; pero una con-fianza meramente pasiva antes corresponde a unaforma de presunción que a la verdadera esperanza: laconfianza del esperanzado exige de éste actividad, pro-yectos tan altos y arriesgados como la razón y la pru-dencia consientan, y la resuelta ejecución de lo pro-yectado en ellos.La esperanza es también plegaria, pues el esperan-zado es un caminante que vive el riesgo del desespe-ranzar. En el que espera distingue Gabriel Marcel lacautividad o sentimiento de imposibilidad de acceder ala plenitud (por paradoja, cuanto menos se siente lavida como cautividad, tanto menos logra el alma ver laluz de la esperanza) y la comunidad: quien espera nosólo dice «yo espero», sino además «espero en ti y paranosotros», pues la esperanza atañe al yo que esperadel-tú-y-con-el-tú. Con-fiando, la esperanza vive si unhombre espera en otro. Sólo porque un adulto confía enél, desarrolla el niño sus potencialidades. Porque otroser humano está a nuestro lado soportamos las másterribles pruebas, las peores perspectivas; asimismo,porque sabe que su vida cuenta para la mirada amantede algunos seres al menos, el viejo acepta el tiempo.El otro necesita saber que no desesperamos de él; siun niño es incapaz de ver el futuro con optimismo, se

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produce una interrupción inmediata del desarrollo. Losniños sufren autismo como consecuencia de su com-pleta incapacidad para imaginar mejora alguna. Unaniña, tras una periodo prolongado de terapia, surgiófinalmente de su total autismo y expresó lo que paraella caracterizaba a los padres buenos: «esperan algode ti». Sus padres se habían portado mal porque ningu-no había sido capaz de tener esperanza ni de transmi-tírsela a ella en cuanto a sí misma y a su vida futura eneste mundo. Todo padre que se preocupe por el estadode ánimo de su hijo sabrá decirle que algún día todo leirá mejor.Dejamos de tener razón cuando ya no la esperamosen los demás. Hogar es la casa donde uno es esperado.Si somos esperanza, si la esperanza es el tejido delalma, entonces desconfiar (y más aún desesperar) deun ser es negarlo en tanto que tal, tenerlo muerto paranosotros. En suma, fidelidad, generosidad y esperanzase implican: amar a un ser es esperar de él algo indefi-nible e imprevisible y darle a la vez de algún modo elmedio de responder a esta espera.

4. Espero en Ti«Un día -escribe Jean Guitton- en que estaba con elmás increyente de mis amigos, Jean Rostand, me dijo:'tienes mucha suerte; tú crees en Dios, por consiguien-te puedes no pensar en Dios. Yo, que no creo en Él,estoy obligado a pensar siempre en El'». La esperanzaes la respuesta de la criatura al ser infinito al cual tienela conciencia de deber lo que es y de no poner sinescándalo condición alguna, y ese ser infinito es un Tú

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más íntimo que mi propia intimidad: desde el momen-to en que de algún modo me abismo ante el Tú absolu-to que, en su condescendencia infinita, me ha hechosalir de la nada, parece que para siempre me prohibodesesperar. Él es la última roca sólida.5. Si me voy antes que túSi me voy antes que tú, no me busques entre losmuertos, encuéntrame en todas aquellas cosas que nohabrían existido si tú y yo no nos hubiésemos conoci-do. Yo estaré a tu lado en nuestra amistad, en tantasexperiencias que supimos compartir, en cuantos pasa-ron a nuestro lado recibiendo algo de nosotros e incor-porando algo nuestro. También nuestros fracasos serántestigos permanentes de que estuvimos vivos, sin serángeles sino humanos. No te ates a los recuerdos ni alos objetos, porque dondequiera que hayamos estado,allí habrá algo mío; por la amistad de tantos años, elmundo estará ya para siempre salpicado de nosotros.Llora si quieres, porque el cuerpo se llena de lágrimasante todo aquello que es más grande que él, pues cuan-do la lengua no es capaz de expresar una emoción, yasólo pueden hablar los ojos. Y vive. Vive creando cadadía y más que antes. Porque desde mi otra presencia yotambién estaré creando junto a ti, y será precisamenteen ese acto donde nos habremos encontrado. Sin |entenderlo muy bien. Como los granos de trigo que noentienden que su compañero muerto en el campo haya idado vida a muchos nuevos compañeros. Con esa espe- jranza dejarás tu huella hasta que tu muerte nos vuelva}

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a dar la misma voz, cuando nuestro próximo abrazo seaya sin ruptura.

6. Parábola del supuesto ciegoDos hombres enfermos de gravedad compartían lamisma habitación del hospital; a uno de ellos, cuyacama estaba al lado de la única ventana de la habita-ción, se le permitía sentarse durante una hora por latarde para drenar el líquido de sus pulmones; el otrotenía que permanecer acostado durante todo el díamirando a la pared. Cada tarde, el compañero sentadocerca de la ventana relataba al otro lo que veía a su tra-vés: un parque con un lago donde se deslizaban her-mosos cisnes y donde los enamorados entrelazaban susmanos mientras paseaban entre árboles y flores multi-colores. Allá al fondo, una hermosa vista de la ciudad.Un día era esto, otro día era aquello, y siempre habíanovedades que relatar, las suficientes para mantenerviva la esperanza.Un día murió el enfermo situado cerca de la venta-na, siendo el otro trasladado a la cama del difunto juntoa la ventana, mas cuando logró apoyarse sobre un codopara contemplar por sí mismo los paisajes relatadospor el añorado compañero no vio sino la oscura paredde un patio interior. Preguntó entonces a la enfermeracómo era posible el cambio del decorado, a lo queaquélla respondió que el señor anterior era ciego, aña-diendo en voz baja: «quizá solamente deseaba animar-lo a usted».

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7. Parábola de la lámpara encendida«Cuando llegamos a Australia fuimos a visitar a lasfamilias más pobres. Pregunté a un hombre si me deja-ba limpiarle la casa, y me dijo: 'no hace falta. Está bienasi". Yo le respondí que estaría mejor si me permitieralimpiarla, así que comencé a limpiar y a lavar susropas; luego vi en la habitación una lámpara grande,llena de porquería. Le pregunté: '¿enciende esta boni-ta lámpara?'. '¿Para qué? Nadie en muchos años habíavenido a visitarme'. '¿La encendería si las hermanascomenzaran a visitarle?'. 'Sí'. Limpié la lámpara y lashermanas comenzaron a visitarle todas las tardes. Dosaños después yo me había olvidado completamente delepisodio, pero él me mandó un mensaje: 'dile a miamiga que la luz que encendió en mi vida brilla aún'»

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VII. HUMILDAD1. No te justifiques

La persona humilde no sufre ansiedad ni enojo sisus valores personales no son exaltados o reconocidos,ni tiende a hacer gala de ellos, por tanto es pacífica ydialogante, abierta alegremente a los demás: en el pre-tencioso, la necesidad de que se le reconozcan y exal-ten valores que a veces no tiene le mantiene constante-mente inquieto e inseguro, puesto que para él elreconocimiento social es una importante fuente deseguridad. Para la persona segura de sí, el reconoci-miento social no es más que una fuente de segundoorden en su autoestimación. De este modo, y contra lasapariencias, el modesto suele ser una persona que seautoestima más que el pretencioso, se preocupa menospor lo que lo valoran los demás y basa su autoestima envalores reales. Esto implica independencia y seguridaden su criterio, que le hace menos vulnerable a la caren-cia de gratificaciones sociales y mantiene su serenidadcuando éstas no le son ofrecidas. Muchos artistas yhombres de ciencia han tenido esas características, quede faltarles les hubieran hundido en un mundo deresentimientos, desconfianza e inactividad, ya que aveces sus méritos no fueron apreciados hasta despuésde su muerte.Excusa no pedida respecto del yo, acusación mani-fiesta; muchas excusas convencen menos que una sola.En los hombres de oración tal convicción es una cons-tante: Abba Evragio dijo: aléjate del apego al renombre

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por temor a que tu espíritu deba enfrentarse con ello,perdiendo así tu paz interior También hoy se siguerecurriendo a la misma mística en lo que se refiere alduro control del yo, por algo será. Esto dice IgnacioLarrañaga: «sé riguroso contigo mismo, mira que el Yote va a reclamar ahora un bocado de autocompasión.Luego te exigirá un momento de autosatisfacción, mástarde te llorará pidiéndote que lo defiendas, te suplica-rá que no lo dejes en ridículo, te hablará en nombre dela razón y de la objetividad, te sacará a relucir concep-tos elevados como autorrealización u otros. No te dejesofuscar, mantente frío, sé implacable: no le des satis-facciones a esa fiera hambrienta. Cuanto mejor la ali-mentes, mayor tiranía ejercerá sobre ti. Si hablan des-favorablemente de ti, no te importe nada, quédate ensilencio, no te defiendas, deja que se desangre el amorpropio. No te justifiques, dando explicaciones paraquedar bien, si tus proyectos no salieron a la medida detus deseos. Es preferible un poco más de humildad, queun poco más de prestigio. No busques aprobación yelogios en tus actuaciones ni abierta ni disfrazadamen-te. Si calculas que, presentándose ante ese grupo, tevan a felicitar por tu actuación, no vayas. Hay manerasdisfrazadas de mendigar elogios: evítalos. Evita hablarde ti mismo o de tus asuntos. No busques disfrazada-mente aplausos ni parabienes. Es sobre todo en tu inti-midad donde se libra la principal lucha liberadora: rec-tifica incesantemente las intenciones. No saborees,rumiándolas, las actuaciones felices. En lugar de ello,remite a Dios la gloria de tus realizaciones. En la medi-da en que Dios es menos para mí, yo soy más en mí,para mí, aumentando el amor propio: vanidad, busque-

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da de sí, resentimientos, vacíos afectivos, rivalidades,tristezas, manías de grandeza, necesidad de autocom-pasión, mendigar consolación. Estamos en el fondo delbarranco». Y no transformes esta lucha liberadora enun deporte ascético, sino en seguimiento de las pisadasde Jesús.2. No estés pendiente de tiHumildad es olvido de uno mismo; no es mujeresguapas intentando creer que son feas u hombres inteli-gentes tratando de convencerse de que son tontos.Humildad es una mujer bella consciente de su belleza,pero a la que no da excesiva importancia y en la que nose recrea, y a la que no utiliza para esclavizar a quienesle rodean, preferentemente del sexo masculino.Tampoco consiste en vivir en plan Narciso, y calificar-lo sicológicamente de autoestima. Humildad es consi-derar, a ser posible no más de un segundo, los propiosvalores y las propias realizaciones y quedarle luego tancontento como si fueran de otro. Y esto no es una téc-nica: es objetividad. Porque todo nuestro talento esprestado. Y nadie puede enorgullecerse del preciadoautomóvil que la generosidad de un amigo nos permi-te conducir. La humildad es, pues, la verdad, pero ésaes una descripción demasiado bella para ser tenida encuenta en cada momento de nuestra vida, en la calle, ala hora de ejercitarla. Por eso es más útil la definiciónanterior: no estar pendiente de uno mismo.

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3. Grados de humildadAl dar a conocer lo que viene a continuación nosarriesgamos a que el lector menos inteligente, desde suactual atalaya, identifique humildad con masoquismo.Confiamos sin embargo en que casi todos nuestros lec-tores, inteligentes, sabrán ponerse en la intención de loque aquí se dice, más que en la literalidad de lo dicho.3.1. Los doce de la Regla de San BenitoEl temor de Dios y el recuerdo de sus mandamien-tos.No querer seguir la propia voluntad.Someterse por la obediencia al superior.Abrazar pacientemente por la obediencia las cosasásperas y duras.Reconocer y confesar los propios defectos.Creer y confesar ser indigno e inútil para todo.Creer y confesar ser el más vil y miserable de todos.En los hechos: someterse en todo a la vida común,evitando las singularidades.En las palabras: no hablar sin ser preguntado.Hablar con pocas palabras y en voz humilde, no cla-morosa.En los gestos y ademanes: no ser fácil a la risanecia.Llevar los ojos bajos.3.2. Los tres grados de san Bernardo1. Humildad suficiente: someterse al mayor y nopreferirse al igual.

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2. Humildad abundante: someterse al igual y nopreferirse al menor.3. Humildad sobreabundante: someterse al menor.3.3. Como un cadáverSi se engola demasiado la voz al pronunciar la pala-bra «modestia», atentamos contra ella; es necesario,pues, saber poner al propio yo en su sitio: «Toma uncuerpo sin vida y colócalo donde mejor te pareciere.Verás que no se resiste a ser movido, ni a que le cam-bien de sitio, ni reclama el que ha dejado. Si es senta-do en una cátedra, no mira altanero, sino hacia el suelo;si se lo rodea de púrpura, resalta el doble su palidez. Elverdadero obediente es aquél que no juzga por qué sele cambia, ni se preocupa del lugar donde le coloquen,ni insiste en que le trasladen. Si es promovido a algúncargo, insiste en su habitual humildad, y cuanto más esensalzado, más indigno se reconoce del honor»(Francisco de Asís). «Yo» es una palabra bien pequeñapara contener nuestro egoísmo, que es tan grande.

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VIII. JUSTICIA1. Justicia y amor

Según Aristóteles, la justicia es la más perfecta delas virtudes; sin embargo, para la tradición cristiana lamás perfecta es el amor, el cual se derrama en justicia:¿cómo podría haber amor sin obras de equidad y res-peto a todos y cada uno? Ahora bien, ¿podría decirse,a la inversa, que la justicia ha de ir impregnada deamor, que la persona justa ha de ser una persona amo-rosa? No. Si la justicia es una proporción, el amor esuna desproporción. Si la justicia está en el espacio, ylos juicios son públicos, el amor anida en la concien-cia, y el tribunal de sus jueces no pueden actuar desdeel exterior. Si la justicia está en el tiempo, pues no sepuede aplicar la ley hasta que los actos no se han come-tido, el amor es atemporal porque se anticipa a la vida,la mantiene a través de la esperanza, y la restaura conel perdón. El amor pertenece a la «ética de máximos»,la justicia a la «ética de mínimos», y su terreno sería elde la Declaración Universal de los Derechos Humanos:a nadie se le puede obligar a amar, aunque a todos seles deba obligar a no contravenirlos.La virtud de la justicia, pues, permanece más abajode la virtud del amor, y a pesar de eso merece los elo-gios de Aristóteles y los de todos nosotros cuando esverdadera justicia y no mera legalidad (no pocas leyesson injustas y despreciables), ya que la persona real-mente justa no puede carecer de sentido de respeto alprójimo. Por debajo, pues, del amor, y por encima de la

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injusticia, he aquí la virtud de la justicia. De todosmodos, la relación entre justicia y amor no se limita ala de su mera superposición pues, quien hace justiciadesde la perspectiva del amor resulta ser mucho másexigente que quien se limita a ejercerla desde la meralegalidad. Se dice que es más fácil ser bueno que serjusto, pero ¿acaso el justo no es bueno, al menos encuanto que es justo (¡insistamos: justo es una cosa,legal puede ser otra!)? La justicia puede ser considera-da como una virtud heroica cuando se vive rodeado decobardes cacareantes. Un ejemplo: en el caso de losimpuestos, votar por un partido cuya intención esaumentarlos puede constituir a los ojos de los medio-cres morales un acto heroico (o al menos extravagante)si el que va a votarle forma parte de la clase desahoga-da, por ir contra sus propios intereses. No tardará entransigir con el fin quien esté dispuesto a transigir conlos medios, y por eso no es raro vender el honor porlograr la fama, preferir barcos sin honra antes quehonra sin barcos. La ruindad no es defendida por larazón, sino por la conjura de los ruines, aunque la malacausa empeore con su defensa. Ahora bien, el roboseguiría siendo moralmente malo, aunque se viviese enuna sociedad de la sobranza. Hay cleptómanos que evi-dencian un desorden de su carácter robando incluso loque no necesitan llevados por un impulso autoafirma-tivo enferm(iz)o.2. ¿Quién es justo?Justo es quien pone su fuerza al servicio del dere-cho y, decretando en sí mismo la igualdad de todo

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hombre, pese a las innúmeras desigualdades de hechoo de talento, instaura un orden sin el cual nada podríasatisfacernos. Para ello hay que resistir la injusticia quecada uno lleva en sí mismo, un combate que no tendráfin: bienaventurados los sedientos de justicia, quenunca serán colmados. He aquí los rasgos del justo.En primer lugar, ser justo significa reconocer al otroen cuanto otro, es decir, estar dispuesto a respetarcuando no se puede amar. La justicia enseña que hayun otro que no se confunde conmigo, pero que tienederecho a lo suyo. El individuo justo es tal en la medi-da en que confirma al otro en su alteridad y procuradarle lo que le corresponde. Encuéntrese o no el otro ensituación de necesidad o de indigencia, siempre que desu derecho se trate, estoy obligado a darle satisfacción.En sentido contrario, sería reprobable torturar a prisio-neros para arrancar de ellos confesiones que evitaríana su vez males y bajo otro punto de vista resultaríanprovechosas. El fin no justifica los medios.En segundo lugar, ser justo significa tener unadeuda y pagarla, algo común a toda obligación moral,a saber, la vinculación a otra persona de la que poralgún concepto soy deudor.En tercer lugar, no es justo el que respeta la legali-dad si es ilegítima. Ahora bien, para poder decir no a lajusticia cuando ésta sea ilegítima tenemos que estar porencima de ella: la justicia no nos torna legítimos, sonlos legítimos los únicos que pueden construir una ver-dadera justicia.¿Es eso todo? Eso no sería poco, pero además, ydado que aquí tratamos la justicia como virtud, éstapide no solamente hacer «lo justo», sino también

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hacerlo tal y como lo hace el justo, a saber, con pronti-tud y agrado. Llegado a este punto Aristóteles escribe:quien tiene tendencia a elegir y a llevar a cabo accio-nes equitativas y no se ciñe rigurosamente a sus dere-chos, pero acepta menos de lo que le corresponde pesea tener la ley de su lado, es un hombre equitativo, y esadisposición de ánimo es la equidad. Un hombre puedeno ser igual a otro, pero siempre será su semejante. Loque las leyes no vedan puede vedarlo el pudor; sólo elbueno está dispuesto a hacer más de lo justo.

3. Justicia, responsabilidad y veracidadA todo esto, ni ser justo, ni genio, ni santo confie-ren a nadie ningún «derecho» especial, pues la recom-pensa está en la virtud misma. Por lo demás, el genialMozart tiene que pagar su pan igual que todo elmundo, y ni siquiera san Francisco de Asís ante un tri-bunal verdaderamente justo tendría más derechos quecualquier otro.Si el yo egoísta, centro de todo a costa de todos,resulta incómodo para los demás, ya que éstos se sien-ten expulsados de su propio terreno, el yo del justosería el reverso de esa tiranía, porque asume su carga,aunque se trate de una pesada y no le beneficie: vendesuna casa después de haber vivido en ella durante años;es indudable que la conoces mejor que cualquier com-prador potencial. ¿Hay que decirle que el vecino seembriaga y provoca desórdenes después de la medianoche? ¿Que las paredes de la casa son húmedas eninvierno? ¿Que las termitas han corroído la madera?

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La ley puede prescribirlo o ignorarlo, pero la justicia loexige siempre. Se dirá que con esas exigencias seríadifícil, o poco ventajoso, vender casas. Tal vez.¿Dónde se ha visto que la justicia sea fácil o ventajo-sa? ¿Debemos entonces renunciar a nuestros intereses?No. Pero hay que someterse a la justicia, y no a lainversa. ¿Y si no lo hacemos? Entonces, conténtate conser rico y no intentes además ser justo.

4. La regla de oro del justoLo peor de la justicia es que exige juzgar; cuandoun hombre juzga la intención de otro siento un estre-mecimiento: ni siquiera se podría pronunciar el juiciosobre un hombre cuando se hubiera clavado la tapa desu ataúd. La justicia no debe caer en la tentación dejuzgar la intención de las personas, pues nadie conocea nadie lo suficiente como para juzgar su fuero interior(«de las cosas interiores ni siquiera juzga la Iglesia», sedecía); el mero hecho de juzgar sus actos ya es muydelicado, aunque sólo sea porque sus acciones exterio-res vienen irremisiblemente impregnadas por ese fuerointerior que según decíamos nadie conoce: pronto searrepiente quien juzga apresuradamente. Pobre del quejuzgando comete injusticia, pues es peor cometer injus-ticia que padecerla. A la vista de ello, es preciso que lasleyes sean severas con todos, y todos los hombres quelas aplican indulgentes: mejor arriesgarse a salvar unculpable que a condenar un inocente.Por otra parte, si juzgar con justicia es difícil, viviren la justicia, practicarla, amarla, resulta arduo, pues

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quien ve lo justo y no lo practica carece de valor.Además, con frecuencia nos avergonzamos de nosotrosmismos al comprobar que vemos lo mejor, pero termi-namos haciendo lo peor. Por si fuera poco, quien,pudiendo, no impide una falta, es igual que si ordena-se cometerla. Y quien no es justo en su momento puedellegar a no poder serlo después: nada se parece tanto ala injusticia como la justicia tardía.La regla de oro: ponerse en el lugar del otro, des-centrar el egocentrismo, cuesta más de lo que parece.En realidad hay dos clases de hombres: los justos quese creen pecadores, y los pecadores que se creen justos.Con frecuencia creemos estar en una de las dos cate-gorías y estamos en la otra; desde luego, la equidad, elequilibrio en los dos platillos de la balanza no es fácil.En nosotros todo lo excusamos, en los demás casinada; vender caro, comprar barato. ¡Qué diferente es elcorazón del justo, que ya no es suyo al colocarse en ellugar de la humanidad! Ecuanimidad, neutralidad, hon-radez, justicia: hermosas palabras que el justo no sólopronuncia con sus labios, sino que las alberga en sucorazón y gestiona con su vida diaria. ¿Por qué noscostará tanto activar vitalmente las mejores palabras?

5. La generosidad no sustituye a la justicia, pero lamejoraDebemos ser justos antes que generosos. La justiciacorresponde a una ética de mínimos, es decir, debeaplicarse según la razón y la objetividad, sin diferen-cias; la generosidad es más singular, viene de un cora-

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zón más cálido. Los derechos del hombre pueden serobjeto de una declaración, no así la generosidad, quebrota del amor, de la compasión, de la alegría de poderhacer algo personal por alguien. La generosidad es unagracia radiante, sobreabundancia de existencia o dedicha, feliz efusión. Tal vez ni siquiera consista en dar,pues no perdemos nada; sólo necesitamos generosidadcuando nos falta amor, y por eso casi siempre la nece-sitamos.Generosidad es también tolerancia -hasta el límitede lo posible- dentro de la confrontación de intereses,gustos, etc. Asimismo, generosidad conlleva solidari-dad, siempre que recordemos que ser solidario es per-tenecer a un conjunto in solido, «para el todo». Losdeudores son solidarios cuando cada uno responde porla totalidad de la suma adeudada en común, con inter-dependencia de intereses o destino. Bien se ve que laforma común de referirse a la solidaridad la devalúa alreducirla a un mero sentimiento de simpatía, sin corrercon los gastos que su ejercicio comporta. Hay tres for-mas de solidarizarse o implicarse: con el kikirikí, perosin poner nada, como tantos gallos de corral; como lamodesta gallina, poniendo el huevo, pero sin perdernada de ella misma; como el denostado cerdo, que a lahora de la verdad pone su propio tocino. Para queluego nos llamen cerdos.6. La justicia que se pierde en la Tierra ¿acaso nomerece al menos verse recompensada en el Cielo?Ahora bien, ¿no sería justo -ya que de justicia setrata- que aquéllas personas que la han buscado con

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generosidad y cuya búsqueda les ha costado cara, nosería justo que al menos quedase abierta para ellas laposibilidad de una Justicia divina en la eternidad?

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IX. PACIENCIA1. Virtud humilde, pero básica

También la paciencia es virtud presente en todas lasdemás. El combate interior debe ser constante; si loabandonamos, descubriremos que mientras intentamoseliminar una pasión otra nos invade. Por ejemplo, arro-jamos la gula mediante el ayuno, y he aquí que la vana-gloria ocupa su lugar. Si descuidamos otorgar al com-bate interior la atención que le es debida, ningúnesfuerzo, por penoso que sea, traerá fruto. El combateinterior, unido a la lucha activa, golpea a las pasiones ala vez desde dentro y desde fuera, y así las destruyecomo a un enemigo rodeándolo por el frente y por laretaguardia. Si se hace caso omiso de eso, todo ascetacae: de un anacoreta indio, que había vivido años ente-ros alimentándose solamente del rocío que cae delcielo, se cuenta que vino un buen día a la ciudad y que,habiendo degustado el producto de la vid, se hizo unbebedor consumado. Veámoslo con una serie de pará-bolas.1.1. Parábola del bon saiLa paciencia son las estalactitas y estalacmitas de lavida: ellas se van formando muy poco a poco en laoscuridad, se integran gota a gota y de manera irregu-lar, no geométrica, requieren de tiempo, y crecen porarriba y por abajo siendo al fin muy hermosas.La paciencia es un bon sai: solo tiempo, fe, cuida-dos y mimos le hacen crecer. No se puede sacar el

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arbolito de su maceta para ver si está echando raíces.Necesita la humildad del humus para desarrollarse.Podemos explicar esta parábola con otra. Es, enefecto, como aquella rana que al saltar cayó en un cubode crema, pero que chapoteando y chapoteando ama-neció sobre una masa de mantequilla que ella mismahabía batido. Allí estaba con su cara sonriente tragan-do las moscas que venían de todas partes.1.2. Parábola de LincolnAunque no nos gusten demasiado los ejemplos yan-kees (¡paciencia nos hace falta con ellos!), noblezaobliga. El negocio de Abrahán Lincoln fracasó políti-camente en 1831. Derrotado en las elecciones para lalegislatura del Estado en 1832, volvió a fracasar en losnegocios en 1833. Al año siguiente fue elegido para lalegislatura. Su novia murió en 1835 y después de esole vino una depresión nerviosa. En 1838 perdió su lici-tación para ser presidente de la legislatura, y fue derro-tado como elector en 1840 y en las elecciones para elCongreso en 1843. Ganó la competencia para elCongreso en 1846, para sufrir de nuevo la derrota en1848, fecha en que se reiteró en las elecciones para elSenado en 1858. Después de todo eso fue elegido pre-sidente de los EEUU en 1860.En todo hombre público que alcanza una meta seesconde siempre un hombre privado que cultiva unhábito, cuyo color es el color de la paciencia.1.3. Parábola del pequeño caracol¡Cuántísima paciencia desarrolla el caracol con sucasita a cuestas! Aquel pequeño caracol emprendió la

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ascensión a un cerezo en un desapacible día de finalesde primavera. Al verlo, unos gorriones de un árbol cer-cano estallaron en carcajadas: «¿no sabes que no haycerezas en esta época del año?» El caracol, sin dete-nerse, replicó: «no importa. Ya las habrá cuando lleguearriba». Llegara o no, el caracol ya las anticipaba en suimaginación comenzando a subir con suma modestia.La paciencia es la semisuma de un trabajo modesto yde una imaginación potente, es decir, de una miradapositiva y prepositiva.Cuando las sociedades incitan al triunfo rápido, hayque recordar que la verdadera fuerza procede del inte-rior, del modesto esfuerzo que recorre centímetro acentímetro, y que quien ríe en viernes puede llorar endomingo.1.4. Parábola del leopardo y el fuegoAntiguamente el leopardo y el fuego eran amigos.Aquél vivía en la selva, y éste en una caverna. A vecesel leopardo hacía largas caminatas para ir a ver a suamigo. Un día le dijo: «¿Por qué no me devuelves misvisitas, por qué te estás aquí metido siempre en lacaverna en compañía de estas piedras negras? El fuegorespondió: «Es mucho mejor que yo esté aquí. Si salgo,puedo ser muy peligroso». Pero el leopardo insistiótanto, que al fin su amigo dijo: «Bueno, pero primerolimpia cuidadosamente la explanada que hay delantede la caverna». El leopardo, perezoso, arrancó la hier-ba, pero dejó alguna que otra hoja seca. Cuando elfuego salió de la caverna, se transformó en seguida enun gran incendio que, impulsado por el viento, llegóhasta la copa de los árboles. El leopardo, aterrorizado,

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se puso a correr de un lado para otro y se le quemó lapiel; todavía hoy lleva las señales de las quemaduras y,cuando ve a lo lejos al fuego, huye como un loco.Perezosos e inconstantes pierden hasta los amigos.7.5. Parábola del chino y el caballoUn chino tenía un caballo. El caballo se le escapó.Los vecinos fueron a darle el pésame. «¿Quién diceque sea una desgracia?», les contestó el chino. En efec-to, a la mañana siguiente el caballo vino trayendo unayegua salvaje. Los vecinos le felicitaron. «¿Quién diceque sea una fortuna?», respondió el chino. A los dosdías su hijo priomogénito, montando la yegua, se cayóy quedó cojo. Los vecinos expresaron su dolor.«¿Quién dice que sea una desgracia?», preguntó elchino. Al año siguiente hubo una guerra en el país. Elprimogénito, por estar cojo, no tuvo que alistarse en elejército. ¡Cuántas veces los juicios apresurados impi-den ver más alto y más lejos! La paciencia es esa mira-da que aguarda algún no-visto e imagina algún no-lugar. De ahí le viene a la paciencia su capacidad paratejer u-topías (no-lugares) y u-cronías (no-tiempos). Yde ahí también la extraordinaria vecindad entre lamodesta paciencia y la modesta esperanza.1.6. Parábola de los artesanos de ChiapasEntre los indígenas de Chiapas, cuando el maestro,derrotado por los años, decide retirarse, le entrega alalfarero joven su mejor vasija, la obra de arte más per-fecta. El joven la recibe y no la lleva a casa para admi-rarla, ni la pone sobre la mesa en el centro del taller

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para que en adelante le sirva de inspiración y presidasu trabajo. Tampoco la entrega a un museo. La estrellacontra el piso, la rompe en mil pedazos y los integra asu arcilla para que el genio del maestro continúe en suobra. La obra de arte es tradición, entrega (traditio) deun arte sólo reproducible por la mano de otro artista sirecrea lo creado por su maestro. Si lo destruyera nopodría incorporarlo, pero si no lo retomase con libertadcreadora, tampoco. En el primer caso sólo habría van-dalismo, en el segundo plagio. Lo que evita ambos esla paciencia: en ella hallamos las grandes tradicionescreadoras.1.7. Parábola del trigoCon la ardiente paciencia de un trigal. He aquí unahermosísima parábola de Ignacio Larrañaga, un hom-bre cuya forma paciente de mirar la realidad dejándoseinterpelar por ella ha transformado muchos corazones:«hoy siembras un extenso trigal en el campo. Vuelvesa la semana siguiente y no se ve nada: parece que eltrigo murió debajo de la tierra. Vuelves a las dos sema-nas y todo sigue igual: el trigo sigue sepultado en elsilencio de la muerte. Retornarás a las cuatro semanasy observarás con emoción que el trigal, verde y tierno,emergió tímidamente sobre la tierra. Llega el inviernoy caen toneladas de nieve sobre el trigal recién nacidoque, aplastado por el enorme peso, sobrevive, perseve-ra. Vienen las terribles heladas capaces de quemar todavida. El trigal no puede crecer, ni siquiera respirar.Simplemente se agarra obstinadamente a la vida entrevientos y tempestades para sobrevivir. Asoma la pri-

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mavera y el trigal comienza a escalar la vida lenta perofirmemente. Apenas se nota diferencia entre un mes yotro; parece que no crece. Cuando vuelves unos mesesmás tarde, con tus asombrados ojos te encontrarás conel espectáculo conmovedor de un inmenso trigal dora-do, ondulado suavemente por la brisa. ¿De dónde vieneesta maravilla? De las noches horribles del invierno.Por haber sobrevivido con una obstinada perseveranciaen las largas noches del invierno, hoy tenemos esteespectáculo. No hay más. Cuando llegue la hora en queparezca que, en lugar de adelantar, retrocedes, manten-te en pie, sobrevive, persevera como el trigal. Cuandola helada de la aridez o la niebla del tedio te penetrenhasta los huesos, persevera con una ardiente paciencia:en tus firmamentos habrá estrellas y en tus camposespinas doradas».1.8. Parábola del sembrador«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, unosgranos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y selos comieron. Otros cayeron en terreno rocoso, dondeapenas tenían tierra; como la tierra no era profunda,brotaron en seguida; pero en cuanto salió el sol se abra-saron y, por falta de raíz, se secaron. Otros cayeronentre zarzas; las zarzas crecieron y las ahogaron. Otroscayeron en tierra buena y dieron grano: unos, ciento;otros, sesenta; otros, treinta. ¡Quien tenga oídos queoiga!» (Mt 13,1).Hasta el día de la cosecha crecerán juntos trigo ycizaña: «Semejante es el Reino de Dios a un hombreque sembró semilla en un campo. Mientras sus hom-

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bres dormían, vino su enemigo, esparció cizaña enmedio del trigo, y se fue. Pero cuando creció la hierbay llevó fruto apareció también la cizaña. Viniendo loscriados del amo, le dijeron: 'Señor, ¿no sembrastebuena cosecha en tu campo?, ¿cómo es que tienes ciza-ña?'. Él les dijo: 'Un hombre enemigo hizo esto'.Dijeron los criados: '¿Quieres que vayamos a recoger-la?'. Les contestó: '¡No!, no sea que, al recoger la ciza-ña, arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntas lasdos cosas hasta la siega; en el tiempo de la siega, diréa los segadores: recoged primero la cizaña y atadla enhaces para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi gra-nero'» (Mt 13, 24-30).1.9. Parábola del barrenderoMomo tenía un amigo, Beppo Barrendero, quevivía en una casita que él mismo se había construidocon ladrillos, latas de desecho, y cartones. Cuando aBeppo le preguntaban algo se limitaba a sonreír ama-blemente, y no contestaba. Simplemente pensaba. Y,cuando creía que una respuesta era innecesaria, secallaba. Pero, cuando la creía necesaria, la pensabamucho. A veces tardaba dos horas en contestar, perootras tardaba todo un día. Mientras tanto, la otro per-sona había olvidado su propia pregunta, por lo que larespuesta de Beppo le sorprendía casi siempre.Cuando Beppo barría las calles, lo hacía despacio-samente, pero con constancia. Mientras barría, con lacalle sucia ante sí y limpia detrás de sí, se le iban ocu-rriendo multitud de pensamientos, que luego le expli-caba a su amiga Momo: «ves, Momo, a veces tienes

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ante ti una calle que te parece terriblemente larga quenunca podrás terminar de barrer. Entonces te empiezasa dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantasla vista, ves que la calle sigue igual de larga. Y teesfuerzas más aún, empiezas a tener miedo, al final tehas quedado sin aliento. Y la calle sigue estando pordelante. Así no se debe hacer. Nunca se ha de pensar entoda la calle de una vez, ¿entiendes?. Sólo hay que pen-sar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, enla siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguien-te. Entonces es divertido: eso es importante, porqueentonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. Derepente se da uno cuenta de que, paso a paso, se habarrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo hasido, y no se queda sin aliento. Eso es importante».¿Acaso no es lo hermoso de la paciencia el que ellapuede concedernos tiempo para conocernos a su travésa nosotros mismos? Porque, nos pongamos como nospongamos, la impaciencia con que nos miremos anosotros mismos será la misma no-paciencia que nosimpida mirar a la realidad como ella debe ser mirada:con-paciencia, con-pasión, con-com-pasión, com-padeciendo. Desde luego, con humor: «cuando era unchico de catorce años, relata Mark Twain, mi papá eratan ignorante que apenas podía tolerarlo; sin embargo,cuando cumplí veintiuno, quedé sorprendido de lo queél había aprendido en siete años».

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X. LA PRUDENCIA1. Para saber vivir el presente

Es la prudencia una sabiduría práctica, de la accióny en la acción: acción sin prudencia significaría catás-trofe. Examinando pros y contras, eligiendo un caminoy descartando otros, evaluando y discerniendo, la pru-dencia es el arte de vivir el bien. Sabiduría, sensatez,tacto, tino, discreción, cordura, juicio, serenidad, cir-cunspección, ponderación, precaución, cautela, pies deplomo, tira y afloja: seamos prudentes como serpientesy sencillos como palomas.El prudente es moderado.El moderado es constante.El constante es imperturbable.El imperturbable vive sin tristeza.El que vive sin tristeza es feliz.Luego el prudente es feliz.Si esto es así, el perfil del sabio deberá coincidircon el del prudente, es decir, con el del maestro o conel del padre que sabe discernir sin alocamiento, quenos lleva de la mano y desde que somos niños nosenseña a comportarnos como es menester. El prudenteque en verdad lo sea (pues en la virtud de la prudenciaabundan los que parecen, pero no son; también en estohay que diferenciar entre el partido de los prudentes yel partido de la prudencia) habrá de resolver los con-flictos del mejor modo posible, ocasionando el menordaño, aunque para ello, buscando el mal menor, a vecestenga que sacrificar los valores más bajos a los más

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altos: prudencia es también dolor, quien añade pruden-cia (ciencia o sabiduría vital), añadirá asimismo can-sancio.Prudencia es, sobre todo, el arte de encontrar eltiempo adecuado para cada valor, o el valor oportunoen cada ocasión. Y esto precisa tiempo, errores, tante-os. El prudente nace, pero también y sobre todo sehace: no hay virtud alguna que no resulte de ese hacer,de esa hacendosa hacienda. Por suerte, disponemos dela vida para desplegar el arco de los valores, si bien nodebemos errar demasiado (es decir, no debemos darleespacio al vicio). Hay tiempo para ser leales, justos,sobrios, alegres, compasivos. Todo tiene su tiempo, ysu oportunidad. Ante la muerte de una persona queridano es prudente exteriorizar alegría; en la celebración deun acontecimiento feliz está de más el rostro avinagra-do por los recuerdos de pasadas desgracias. Hay tiem-po de reir y tiempo de llorar; tiempo de trabajar y tiem-po de descansar. Lo cual, con ser ya mucho, no lo estodo. Prudencia es saber distinguir las cosas deseablesde las que conviene evitar, y al respecto a veces con-viene cerrar un ojo, pero no es prudente cerrar los dosal mismo tiempo.1.1. Parábola de las tres mariposasTres mariposas amigas vieron cierto día un lámparade luz en una vivienda. La curiosidad por saber qué eraaquello que brillaba como el sol, pero que no era elastro, les hizo entrar en aquella habitación. La primera,intrépida, se acercó a la bombilla; enseguida regresódiciendo: «no he podido saber muy bien qué era, por-

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que aquello me cegaba. Mantendré la distancia hastasaber más». La segunda, más atrevida, se acercó más ycasi se quema imprudentemente las alas: «es horrible,casi me destroza mis alas». La tercera mariposa, total-mente imprudente, se acercó más y más hasta quedaratrapada por el calor de la bombilla y arder con ella,carente de toda prudencia. La luz en aquel momento sevolvió más intensa... sólo durante algunos segundos.1.2. Parábola de los dos gatos y el monoDos gatos se peleaban por la comida y llamaron almono para que hiciese de juez en el reparto. Dividiólael mono en dos partes iguales, se sentó, examinó una ydespués otra, y dijo que quizá una parte era algo mayorque la otra. Quitó de ella un poco y se la comió.Cuando las examinó de nuevo le entraron sospechas deque quizá había quitado demasiado, y con ello las por-ciones seguían siendo desiguales. Quitó de nuevo unpoco de la porción mayor, y se lo comió. Y así conti-nuó, pues siempre que quitaba algo necesitaba igualar-lo, con lo que la comida disminuía progresivamente.Temiendo los gatos quedarse sin nada, dijeron al monoque parase de comer, y que ellos mismos se arreglarí-an entre sí, a lo que el mono replicó: «no tengan prisa,amigos. Cualquiera que sea el resultado, lo que quedade la comida son mis honorarios. El caso está acabado,no vuelvan a pelearse».1.3. Cuando el loco entra en mi casaSegún Kant jamás puede llegarse a mentir en nom-bre de nada, ni siquiera invocando la prudencia: un

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loco furioso persigue a un inocente ciudadano que parahuir de la quema se mete en mi casa. ¿Debo negar lapresencia del fugitivo en mi casa al loco? No; yo debodecir siempre la verdad, también ahora, si quiero com-portarme de forma ejemplar para toda la humanidad.Pero ¿y si entra el loco?. Dicha la verdad, debo recor-darle que llamaré a la policía y que no le permitiréentrar en casa; y que, si lo lograse, yo estaría dispues-to a defender al fugitivo con mi vida porque ahora soyresponsable de él. He ahí un comportamiento categóri-co.La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su por-quero: «¿qué dos cosas me pedirías?», preguntó el reyal sabio. «Una, dejar que diga la verdad; otra, un caba-llo para salir corriendo». Di la verdad, aunque precisa-mente por ello después tengas que márchate a renglónseguido. No hagas como aquel político que presumíade verdaderamente hábil porque al llegar a una encru-cijada tomaba a la vez los dos caminos. Que se hagajusticia al modo castellano: «entonces, Garci Ximénezde Aragón, cada uno de nos, que somos tanto comovos, y juntos más que vos, os hacemos rey, con tal quehagáis observar bien las leyes, y si non, non».Por dura que sea, la verdad es la verdad. Estaba elfilósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio elfilósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base deadular al rey: «si aprendieras a ser sumiso al rey, le dijoAristipo, no tendrías que comer esa basura de lente-jas». «Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, lereplicó Diógenes, no tendrías que adular al rey».La verdad obliga, no nos vaya a pasar como alviudo de «La Partida» de Miguel Delibes que, bajo la

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impronta de la aflicción del momento, había escrito enla lápida de su difunta esposa «espérame, pronto mereuniré contigo», y que fue atemperando luego su des-consuelo para olvidarlo de tal modo que, diecisieteaños más tarde, fallecido él mismo, alguien añadió sar-dónicamente sobre la lápida: «querido, creí que novenías».Existen, sin embargo, excepciones a la obligaciónde decir la verdad. La verdad únicamente hay quecallarla cuando al decirla se introducen más grandesmales que al callarla, o cuando se daña innecesaria-mente sin contribuir a nada bueno.1.4. Parábola del niño de cristalJaime nació transparente, pero la gente le llamaba«el niño de cristal» pues, si bien era de carne y hueso,parecía de vidrio. A través del cuerpo de Jaime se podíaver lo mismo que a través del aire. Se le veía latir elcorazón y deslizarse sus pensamientos como si fuesenpececitos de colores dentro de una pecera. Una vez dijouna mentira, y de inmediato toda la gente pudo vercomo un globo de fuego a través de su frente. Luegodijo la verdad, y el globo desapareció. De esta manerano volvió a mentir el resto de su vida. Jaime creció, sehizo un hombre, y cualquiera podía leer sus pensa-mientos y adivinar las respuestas cuando le hacían pre-guntas.Cierto día llegó al gobierno de aquel diminuto paísun feroz dictador, que gobernaba por el miedo. Lagente callaba y sufría, pero Jaime no podía callar, yaque sin necesidad de abrir la boca todo el mundo podía

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leer sus pensamientos en la frente transparente, pensa-mientos que eran contrarios al perverso dictador. Eldictador le hizo entonces encarcelar en la mazmorramás oscura, pero las paredes de su celda se hicierontransparentes, y lo mismo las murallas de la prisión. Deeste modo, la gente que paseaba por la calle podía con-tinuar leyendo en la frente y en el corazón de Jaime.Hasta de noche la celda era un foco del que irradiabauna gran luz, que quitaba el sueño al tirano, pues se lecolaba por todas las partes aunque cerrara todas lasventanas.Moraleja: hasta encadenado y privado de libertad,Jaime era más poderoso que el tirano, porque la verdades más clara que la luz del día, y más temible que unhuracán.

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XI. TEMPLANZA1. La templanza: quien evita la tentación evitael peligro

El mayor placer de muchos es llegar a vivir y amorir en el pellejo de un cerdo, y por eso su campanano suena. Ya no son un cascabel. Cuando más un cen-cerro. Y mientras, como dijera Martín Descalzo, te lle-van a los tribunales si firmas un cheque sin fondo, perono si toda tu vida está montada sobre la mentira.Nuestro esquizofrénico mundo practica el hedonis-mo y admira el ascetismo. Pero la templanza no es nilo uno ni lo otro; ella consiste en orientar el placer, quees subjetivo, hacia el bien objetivo. Su moderación noes tristeza, pues precisamente evita el sufrimiento queprovocan los excesos. Constituyendo una forma deasumir positivamente nuestros límites, en lugar de evi-tar el desear hay que luchar contra los malos deseos ysustituirlos por acciones prepositivas. Por eso la tem-planza es la virtud que modera la inclinación a los pla-ceres sensibles absteniéndose de lo malo, virtud nadasencilla, pues tales placeres brotan con vehemencia deuna naturaleza humana que tiende a desmandarse anteellos tratando de arrebatárselos a los demás, aunquepara eso haya de recurrir a la violencia.Nunca sabemos qué dique derribamos cuando cede-mos a las tentaciones: llega un momento en que, perdi-da la serenidad, nos descubrimos vulnerables, y enton-ces las faltas nos atraen con vértigo. Hacer frente a alas tentaciones frecuentes que la vida suele ofrecer

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exige estar dispuesto a huir de las ocasiones peligrosas,lo que a su vez pide ser humilde, pues el soberbio secree más fuerte que todas las adversidades. Además dehumilde hay que ser prudente, ya que al imprudente suimprudencia le lleva a callejones sin salida, siemprecreyendo que va a ser capaz de detenerse a tiempocuando quiera y como quiera con la ayuda de la razón,lo cual es andar haciendo equilibrios sobre la cuerdafloja: de ciento que lo ensayan, apenas uno acierta amantenerse en equilibrio y, aun éste que lo logra algu-na vez, el día menos pensado sucumbe víctima de ladistracción o del vértigo. Bien pronto harán lo que noestá permitido los que hacen todo lo que está permiti-do. No valen propósitos enérgicos ni determinacionesinquebrantables; todo se hunde ante la fuerza terrible-mente fascinadora de una ocasión. Los sentidos seexcitan, se enciende la fantasía, aumenta fuertementela pasión, se pierde el control de sí mismo, y finalmen-te sobreviene la caída. Por eso, mejor prevenir quecurar, y quien evita la ocasión evita el peligro.

2. Templanza y desapego del yoísmoAdmiramos a quienes, en lugar de dejarse arrastrarpor las pasiones, las dominan; pero el mero hecho dedominarlas no nos hace virtuososos, sino el carecer desoberbia y presunción al dominarlas. El desprendi-miento de todo es imprescindible, pero hay que des-prenderse asimismo del apego al egoísmo o amordesordenado de sí, origen de todos los egoísmos.

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3. Autocontrolarse, autodominarse, serenarse«Modérate», le decimos al airado, incluso al apa-sionado. «Todo con moderación», se recomienda pormiedo a cualquier clase de exaltación. «Reprime tuimpulso, echa el freno». Así las cosas, ¿es la modera-ción la virtud del cerrojazo, la «tranquilidad de espíri-tu», la ausencia de ambiciones, la inmovilidad quesigue a la falta de pulso vital? No, nada de eso, sino laordenación del propio yo para energetizar el cosmos.Para ello hay que trabajar mucho: la persona templadaha sabido dosificar su vida habiendo realizado todoslos valores, lo cual implica equilibrio, don de la opor-tunidad, evitación del exceso, sentido exquisito de lamedida, sensibilidad abierta, etc.Mientras, cuando el día se nuble y ruja el trueno,consérvate sereno, pues nadie puede permanecer sere-no ante la ansiedad de sus propios pensamientos.Como primer paso, manten una apariencia tranquilaante estímulos que te provocan ira y agresividad. Sipuedes, cuando estés enojado toma una hoja y escribelo que sientes; al enfrentar de este modo el problemaganas en objetividad y pierdes en acaloramiento.Domina tu lenguaje, eso te ayudará a frenar tu agresi-vidad. Trata de mantener la cabeza fría, respira profun-da y lentamente; si gritas te involucrarás en más pro-blemas; además perderás ante los demás la poca omucha razón que pudiera asistirte. Verbaliza las razo-nes de tu enojo sin ofender. Si todavía te sientes muyenfadado, o si la otra persona lo está, no discutas; hazlocuando ambos se hayan tranquilizado. Mientras, cana-

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liza tu emoción en alguna actividad que te permita libe-rar la energía contenida, extrae dulzura de lo amargo.4. Vivir con lo estrictamente necesarioEl castigo del Norte enriquecido es la plaga de laabundancia. Pero la Templanza le grita al Norte: mode-ra el despilfarro, ten austeridad, lo que basta nunca espoco, por eso quien nunca tuvo almohada no laencuentra a faltar; sin la frugalidad nadie llega a serrico, y con la frugalidad poquísimos llegarían a pobres.No es más feliz quien más tiene, sino quien menosnecesita, aunque si un máximo es superfluo, un míni-mo es necesario. Desde su grandiosa carencia de nece-sidades, Sócrates dice: «¡Cuánto es lo que no necesito,y lo poco que necesito qué poco lo necesito!» Así pues,actúa sin demasías; nada demasiado, la inmoderaciónpone de relieve el exceso del ansia. Si se miran lascosas a fondo, en la sobriedad está el sumo deleite.Recuerda con Gracián que en la templanza «el menos,la falta, se nota más».La persona bien temperada no piensa en lo ausentecomo presente; al mismo tiempo, cuida de no compla-cerse demasiado en las cosas presentes para que suausencia no le quite la paz. La templanza se manifies-ta de cuatro maneras: en la manera de conseguir losbienes, de conservarlos, de acrecentarlos y de usarlos.El superior ama su alma; el inferior, su propiedad. Sólopuede cuidar lo ajeno quien sabe poseer lo propio; sinllegar a la avaricia, la persona sobria gasta siempre unamoneda menos de la que gana: quien compra lo super-

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fluo no tardará en vender lo necesario. En el imperiodel oro, el Obispo Bartolomé de las Casas fue enterra-do con un báculo de madera.5. Cuatro parábolas5.1. Parábola del movimiento obrero

Los obreros no luchaban por enriquecerse, comolos burgueses, sino para posibilitar el advenimiento deun nuevo tipo de individuo y de sociedad. Eso explicaque los más conscientes de ellos diesen una importan-cia decisiva, a su conducta personal, a sus costumbrescotidianas, a sus hábitos de vida. La lucha proletariacontra el alcoholismo, contra los naipes y juegos deazar, contra la violencia, contra la pereza, contra eltabaco y otras taras sociales no era sino la expresióndel carácter integral de la cultura obrera. Si pudo sur-gir una cultura y un modo de ser proletarios, ello fueporque el obrero no se avergonzaba de lo que era, de sucondición social, de su indigencia (sin sentimiento dela propia dignidad no hay liberación). El mundo delsuburbio y de la fábrica no constituía un motivo de ver-güenza, sino por el contrario de callado orgullo, de ínti-ma dignidad. En ese mundo de privación y amargura elobrero se sentía en sus entrañas portador de valoresexcelsos: los valores de la igualdad y la fraternidad, delcompañerismo y el valor humano. La pobreza era elsigno externo de que el obrero no participaba en laexplotación, sino alguien que vivía del sudor de sufrente. En rigor, la lucha económica no era sino laexpresión objetiva de una lucha mucho más profunda y

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grandiosa: la lucha por un nuevo modo de ser, por unnuevo orden de valores opuesto al mundo burgués.Junto a sus reivindicaciones materiales, indispensablesa su mantenimiento y reproducción, los obreros pidie-ron, de una manera sistemática y urgente, el derecho aeducarse, es decir, el derecho a cultivar y ennoblecer suespíritu. Esta voluntad de emancipación fue tanto másmeritoria por cuanto surgía en medios sociales en losque predominaba el analfabetismo: se leía siempre; lacuriosidad y el afán de aprender eran insaciables; hastade camino, cabalgando en caballerías, con las riendas ocabestros abandonados, se veían campesinos leyendo;en las alforjas, con la comida, iba siempre algún folle-to. Es verdad que el setenta u ochenta por ciento nosabía leer; pero el obstáculo no era insuperable. Elentusiasta analfabeto compraba su periódico y lo dabaa leer a un compañero, a quien hacía marcar el artícu-lo más de su gusto; después rogaba a otro camaradaque le leyese el artículo marcado, y al cabo de algunaslecturas terminaba por aprenderlo de memoria y reci-tarlo a los que no lo conocían.5.2. Parábola del rabino y los caballosEn un mundo que trata a ciertas personas como aperros y a ciertos perros como a personas, no estará demás reivindicar la templanza del rabino. Un rabino veal cochero que golpea con el látigo al caballo parahacer que corra más aprisa. «¿Por qué pegas al caballo,una criatura viva?» «Pero rabino, nos están esperan-do». «¿Tiene la culpa de ello el caballo? ¿Le pegas por-que nos están esperando?». El cochero deja en su sitio

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el látigo; el caballo, contento, se pone al trote corto, yel cochero, nervioso, tira de las riendas y vocea: «¿Porqué gritas a este pobre caballo, por qué gritas a unacriatura viva?» «¿Y qué quiere que haga para hacer queavance rápido?», pregunta el cochero a punto de perderla paciencia. «Habíale suavemente, arroja tu látigo, yaprende a hablar con suavidad».5.3. Parábola del cura de ArsA un párroco que se lamentaba de la frialdad de susfeligreses y de la esterilidad de su propio celo, le con-testó el cura de Ars: «¿Ha predicado usted, ha orado, haayunado, ha dormido sobre duro, ha tomado discipli-nas? Mientras no se resuelva usted a esto no tiene dere-cho a quejarse».Hacerse víctima (el victimismo) es fácil; sin embar-go, ayudar a otros exige autodisciplina: el acero de latemplanza sólo fragua en la lucha exigente consigomismo.5.4. Parábola del abad budistaCierto ejército rebelde irrumpió en el templo budis-ta; todos los monjes huyeron, excepto el abad: «¿Nosabes, rugió, que estás viendo a un hombre que puedetraspasarte con su espada sin un parpadeo?» «¡Y tú,replicó el abad, estás viendo a un hombre que puedeser traspasado por una espada sin un parpadeo!». Elgeneral quedó desconcertado; pasado un momento, seinclinó reverencialmente y se marchó. Pues quien con-quista a otros es fuerte, pero quien se conquista a símismo es poderoso.

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Y adiós. Gracias por la magnánima virtud de haberacompañado hasta aquí a este frágil librito.Que el sol brille templadosobre vuestros rostros.Que la lluvia caiga suavesobre vuestros campos.Que el viento sople siemprea vuestra espalda.Y, hasta que volvamos a encontrarnos,que Dios os guarde en la palma de su mano.

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TÍTULOS APARECIDOS1. Diez palabras clave para educar en valoresCarlos Díaz (31." edición)2. Como levadura en la masaLuis E. Hernández (5." edición)3. Memoria para la esperanzaMiguel Fernández Blanco (4." edición)4. Hacia el desarrollo sostenibleFederico Velázquez de Castro González (3.° edición)5. Diez términos sociológicos clave para el tercer milenioJosé Taberner (3." edición)6. La Solidaridad de Dios ante el sufrimiento humanoMario Vázquez Carballo (2." edición)7. Hijos del Viento, la Luz y el EspírituRaúl Berzosa Martínez (2.a edición)8. Las nuevas tecnologías y los valores humanosAlfonso Gago Bohórquez (4.a edición)9. Posees lo ajeno cuando posees lo superfinoJuan Biosca González e Irene Mora Pérez (3." edición)10. Vivir es comprometerseLuis A. Aranguren Gonzalo (5." edición)11. Más allá de la guerraGerardo López Laguna (2.a edición)12. África en la encrucijada. Caminos de solidaridadJuan Manuel Pérez Charlín (2.a edición)13. Diez virtudes para vivir con humanidadCarlos Díaz (13.a edición)14. Para ser personaXosé Manuel Domínguez Prieto (6a edición)15. Hacia una pedagogía del personalismo comunitarioEnrique Belenguer Calpe16. La familia y sus retosXosé Manuel Domínguez Prieto (4.a edición)17. La agrupación solidariaJulián Abad Marigil18. Ética del docenteXosé Manuel Domínguez Prieto19. En torno a la enfermedadEsperanza Díaz20. Cartografía de herrumbres (Aforismos)Jaime Septién21. La Escuela de la AventuraGuillermo García Domínguez22. Diez palabras clave para leer el Credo (2.a edición)Carlos Díaz23. Negocios contra cultura (Ensayos de urgencia)Jai me Septién24. El trdbajo humanoAntonio Calvo25. No perder el tú en el caminoCarlos Díaz