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ARTICULO DEL MES Julio 2017 “Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Pa- labra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de auténca conversión y de renovada comunión y solidaridad. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se pre- senta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Je- sús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evan- gelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida co- mo animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra, un acerca- miento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelec- tual e instrumental, sino con un corazón hambriento de oír la Palabra del Señor (Am 8, 11)” (D A 248). En este escrito propongo releer toda la narración del Evangelio de Mateo teniendo presente algunas dimen- siones de la realidad donde vivimos, par#cipamos y desde donde nos aproximamos al texto bíblico. Selec- cioné diez claves de lectura del Evangelio de Mateo inspiradoras para la “Animación Bíblica de la Pasto- ral” (ABP), que pueden ser enriquecidas con otros tex- tos bíblicos y del magisterio eclesial, para ayudar a en- carnar los ejes centrales propuestos por el Documento conclusivo de Aparecida arriba citado. El desarrollo de cada una de las claves podrá ser profundizado, corregi- do y ampliado con la propia sabiduría de la vida y la experiencia comunitaria de la Palabra de Dios en el discipulado de Jesús. Las preguntas abiertas al final de cada clave buscan mo#var la reflexión y el discerni- miento en el Espíritu a par#r de nuestras prác#cas pas- torales. 1. Una guía para la formación de Comunidades discípulas misioneras de Jesús “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discí- pulos” (Mt 28, 19) El evangelista Mateo ha organizado su Evangelio para presentarnos quién es Jesús y cómo seguirlo en Comu- nidades discípulas misioneras. Podemos observarlo en las dos estructuras literarias propuestas en el “Apéndice” 1 donde existe una alternancia entre las secciones narra#vas (vida y prácca misionera de Je- sús) y los cinco grandes discursos de enseñanzas (a se- mejanza del Pentateuco-Ley, dado que sus interlocuto- Diez claves de lectura del Evangelio de Mateo inspiradoras para la Animación Bíblica de la Pastoral Miguel Armada svd * Nº 35, Julio 2017 Recursos de formación permanente Misioneros del Verbo Divino - Argenna ARTICULO del MES ARTICULO del MES

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ARTICULO DEL MES Julio 2017

“Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Pa-labra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de autén�ca conversión y de renovada comunión y solidaridad. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se pre-senta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Je-sús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evan-gelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida co-mo animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra, un acerca-miento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelec-tual e instrumental, sino con un corazón hambriento de oír la Palabra del Señor (Am 8, 11)” (D A 248).

En este escrito propongo releer toda la narración del Evangelio de Mateo teniendo presente algunas dimen-siones de la realidad donde vivimos, par#cipamos y desde donde nos aproximamos al texto bíblico. Selec-cioné diez claves de lectura del Evangelio de Mateo

inspiradoras para la “Animación Bíblica de la Pasto-ral” (ABP), que pueden ser enriquecidas con otros tex-tos bíblicos y del magisterio eclesial, para ayudar a en-carnar los ejes centrales propuestos por el Documento conclusivo de Aparecida arriba citado. El desarrollo de cada una de las claves podrá ser profundizado, corregi-do y ampliado con la propia sabiduría de la vida y la experiencia comunitaria de la Palabra de Dios en el discipulado de Jesús. Las preguntas abiertas al final de cada clave buscan mo#var la reflexión y el discerni-miento en el Espíritu a par#r de nuestras prác#cas pas-torales.

1. Una guía para la formación de Comunidades discípulas misioneras de Jesús

“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discí-pulos” (Mt 28, 19)

El evangelista Mateo ha organizado su Evangelio para presentarnos quién es Jesús y cómo seguirlo en Comu-nidades discípulas misioneras. Podemos observarlo en las dos estructuras literarias propuestas en el “Apéndice”1 donde existe una alternancia entre las secciones narra#vas (vida y prác�ca misionera de Je-sús) y los cinco grandes discursos de enseñanzas (a se-mejanza del Pentateuco-Ley, dado que sus interlocuto-

Diez claves de lectura

del Evangelio de Mateo

inspiradoras para la Animación Bíblica de la Pastoral

Miguel Armada svd *

Nº 35, Julio 2017 Recursos de formación permanente

Misioneros del Verbo Divino - Argen�na

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res eran mayoritariamente judeo-cris�anos). En el cen-tro de la estructura literaria se encuentra el tercer dis-curso de Jesús (Mt 13), que con#ene siete parábolas centradas en la experiencia y el misterio del Reino de Dios.

Mateo es el único que emplea el verbo “hacer discípu-los” de Jesús y su Buena No#cia del Reino, misión en-comendada a toda la Comunidad (28,18-20). Jesús es el Evangelio vivo. Nadie puede ocupar su lugar porque es el único Maestro, padre y guía:

“En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no �enen más que un Maestro y todos uste-des son hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no �enen sino uno, el Padre celes-�al. No se dejen llamar tampoco "guías", porque sólo �enen un Guía, que es el Mesías” (23, 8-10).

“Discipulado” es una categoría fundamental en este Evangelio. Mateo cita la palabra discípulo (mathetés en griego) 72 veces, mientras que Marcos lo hace 46 veces y 37 Lucas2. El término literalmente significa “aquel o aquella a quien se enseña”. El discipulado de Jesús es comunitario. Se habla mayoritariamente de “sus discípulos”, en plural, e implica un proceso de es-cucha, aprendizaje, sintonía con su propuesta de vida, seguimiento, servicio, vinculación afec#va y compro-miso integral. El verbo “hacer discípulo” (matheteúô) y su voz pasiva “hacerse discípulo/llegar a ser discípulo” es empleado en:

• “Todo escriba que se hace discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo” (Mt 13,52).

• “Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús” (27,57).

• “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis dis-cípulos…” (28,19).

¿Qué significa para nosotros hoy “hacernos discípulos o hacer discípulos de Jesús y del Reino”? ¿Cómo acom-pañamos los procesos e i#nerarios en su discipulado? Nuestras estructuras, esquemas y grupos pastorales ¿Son espacios de encuentro y formación prác�ca en el discipulado de Jesús y del Reino? Responder a estas preguntas cons#tuye un gran desaEo del discernimien-to en el Espíritu, porque no se trata solo de ofrecer enseñanzas catequís#cas, leyes morales o prác#cas religiosas, sino generar espacios de encuentro con la persona de Jesús y una vivencia comunitaria misionera, como la que Jesús propone en el Evangelio, en las ca-lles, caminos, casas, mesas de nuestro #empo… En-cuentros profundos con el Dios de Jesús, que generen una alegría inmensa como la de “quien encuentra un tesoro escondido o una perla de mucho valor” (13,44-46), que nos inspiren y apasionen por el proyecto del Reino en el seno de la humanidad.

Cuando hablamos de “Animación Bíblica de la Pasto-ral” (ABP) nos referimos a lo que nutre la vida, espiri-tualidad y misión de toda pastoral en la Iglesia: la Pala-bra de Dios, contenida en las Escrituras, como la fuen-te, el alma y el corazón de la evangelización. La Biblia

nos conduce al encuentro personal y comunitario con la persona de Jesucristo y a la escucha de lo que el Es-píritu hoy nos comunica, para proseguir su misión en nuestra realidad co#diana y social. La ABP es un nuevo paradigma que inspira el caminar de la Iglesia la#noa-mericana y del Caribe a la luz de la Palabra, cuya cen-tralidad es fundamental para toda pastoral. Lo bíblico no es un asunto de algunos especialistas o de una pas-toral específica. Todo grupo, pastoral, consejo, comu-nidad, diócesis, parroquia, centro educa#vo o espacio eclesial precisa nutrirse en la fuente de la Palabra de Dios, revelada en las Sagradas Escrituras y hecha carne en Jesús de Nazaret (Jn 1, 14). Estos espacios están llamados a ser mediación para el encuentro creyente con Jesús y formación en su discipulado:

“La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escritu-ras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejan-do de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia… Es necesario, por consiguiente, que toda la predica-ción eclesiás�ca, como la misma religión cris�ana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella. Por-que en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas pa-labras: Pues la palabra de Dios es viva y eficaz…” (D V 21).

“El Sínodo ha invitado a un par�cular esfuerzo pasto-ral para resaltar el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial, recomendando incrementar la pastoral bíblica, no en yuxtaposición con otras for-mas de pastoral, sino como animación bíblica de to-da la pastoral. No se trata, pues, de añadir algún en-cuentro en la parroquia o la diócesis, sino de lograr que las ac�vidades habituales de las comunidades cris�anas, las parroquias, las asociaciones y los movi-mientos, se interesen realmente por el encuentro per-sonal con Cristo que se comunica en su Palabra. Así, puesto que «la ignorancia de las Escrituras es igno-rancia de Cristo», la animación bíblica de toda la pas-toral ordinaria y extraordinaria llevará a un mayor conocimiento de la persona de Cristo, revelador del Padre y plenitud de la revelación divina…” (V D 73).

“Las Sagradas Escrituras, como sabemos, son el tes�-monio escrito de la Palabra divina, el memorial canó-nico que ates�gua el acontecimiento de la Revela-ción. La Palabra de Dios, por lo tanto, precede y exce-de a la Biblia. Es por ello que nuestra fe no �ene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y sobre todo a una Persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne”.

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“Toda la evangelización está fundada sobre la Pala-bra de Dios, escuchada, meditada, vivida, celebrada y tes�moniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse con�nuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja con�nuamente evangeli-

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zar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea ca-da vez más el corazón de toda ac�vidad eclesial»‖ (E G 174).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

El empleo de la Biblia en nuestra Diócesis, parroquia, comunidad, pastoral o grupo: ¿Conduce al encuentro con Jesús y su prác#ca misionera? ¿Cómo acompaña-mos los procesos en el discipulado de Jesús? En nues-tras prác#cas y estructuras pastorales: ¿Qué significa para nosotros que la Palabra de Dios, contenidas en las Escrituras y hecha carne en Jesús de Nazaret, sean el corazón, la fuente y el alma de toda pastoral evangeli-zadora? ¿Qué nos ayuda a escuchar, meditar, vivir, celebrar y tes#moniar la Palabra de Dios en nuestra Comunidad?

2. Jesús nos presenta una Buena No#cia: el Reino de Dios

“Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sina-gogas, proclamando la Buena No�cia del Reino y cu-rando todas las enfermedades y dolencias de la gente… Al ver a la mul�tud, Jesús subió a la montaña, se sentó y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: Felices los que �enen alma de pobres, porque a ellos les pertene-ce el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la �erra en herencia. Felices los afligidos, por-que serán consolados. Felices los que �enen hambre y sed de jus�cia, porque serán saciados. Felices los mise-ricordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que �enen el corazón puro, porque verán a Dios. Feli-ces los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por prac-�car la jus�cia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los pre-cedieron” (Mt 4,23-5,12).

Jesús comienza la misión de Dios en la periferia de Ga-lilea, saliendo por todos los pueblitos, ocupándose de la salud integral de las personas y convocando en pri-mer lugar a los úl#mos de su sociedad. Las Bienaventu-ranzas (5,1-12) nos muestran el rostro de los convoca-dos por Jesús en su primer discurso y su propuesta para entrar en la dinámica del Reino de los Cielos=el proyecto de Dios. No hace un discurso de lamentos ni adoctrinador moralizante. Es una propuesta comunita-ria de felicidad, una Buena No�cia=Evangelio desde los sectores del pueblo discriminados, difamados y exclui-dos, cansados de recibir “malas no#cias”.

Cada Comunidad discípula es invitada a asumir las Bie-naventuranzas del Reino en su espiritualidad misionera y encarnar el programa de Jesús en su proyecto pasto-ral, inserta en un contexto socio-cultural que promue-ve y publicita una felicidad individualista-narcisista-compe##va-consumista, sin “los otros”. Hoy el Papa

Francisco nos exhorta a ser “una Iglesia en salida”, “salir hacia las periferias sociales y existenciales”, en sintonía con la prác#ca de Jesús, para promover una transformación desde abajo y junto a los convocados en las Bienaventuranzas. Esto nos plantea la necesidad de una conversión pastoral y de corazón al Dios de Je-sús, conversión de una visión pastoral demasiado “auto-centrada” en los que vienen hacia nosotros, la Iglesia, el templo, la capilla o un culto desconectado de la vida real de la gente simple:

“Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Je-sucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que mu-chas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Bue-nos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocu-pada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesu-cristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sen�do y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a ence-rrarnos en las estructuras que nos dan una falsa con-tención, en las normas que nos vuelven jueces impla-cables, en las costumbres donde nos sen�mos tran-quilos, mientras afuera hay una mul�tud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)” (EG 49).

“Sueño con una opción misionera capaz de transfor-marlo todo, para que las costumbres, los es�los, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se con-vierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sen�do: pro-curar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pasto-rales en constante ac�tud de salida y favorezca así la respuesta posi�va de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como obje�vo para no caer presa de una especie de introversión ecle-sial» (EG 27).

«El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes poten-cias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y tam-bién en sus manos que riegan con humildad y convic-ción este proceso de cambio».4

La ABP nos inspira para “volver a Jesús”, estar en sinto-nía con su es#lo y propuesta misionera al servicio del Reino, ser una Iglesia en salida, abierta al Espíritu en ac#tud de conversión del corazón y de nuestros esque-mas pastorales, convocando y entrando en comunión con quienes hoy claman por una vida digna.

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Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Dónde reconocemos hoy la prác#ca de las Bienaven-turanzas dentro y fuera de nuestra Iglesia? ¿Cuáles inicia#vas de salida pastoral existen en nuestra Comu-nidad? ¿Qué implica como Iglesia orientada al Reino caminar junto con otros y dejarnos evangelizar por los demás? ¿Qué pasos hemos dado en nuestra Comuni-dad para implementar la exhortación de Francisco de no vivir pastoralmente “auto-centrados”, enfermos por el encierro, sino en prác#cas misioneras en sinto-nía con las de Jesús?

3. Una nueva jus#cia desde los pobres, persegui-dos y discriminados

“Les aseguro que si la jus�cia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 20).

En el #empo de Jesús había muchos “maestros de la Ley” (escribas y fariseos), que empleaban las Escrituras para jus#ficar desde Dios divisiones, grietas y fronteras entre justos y pecadores, hombres y mujeres, sanos y enfermos, amigos y enemigos, puros e impuros, judíos y extranjeros, ricos y pobres, adultos y niños… Para es-te sector religioso, el concepto de jus#cia se reducía al estricto cumplimiento externo de la Ley. Muchas veces seleccionaban lo que les convenía de la Ley, se obse-sionaban por cues#ones no esenciales, la interpreta-ban según sus intereses, predicando un pesado legalis-mo por encima de la dignidad de las personas5. Jesús cri#ca esta visión de jus#cia, tanto en relación a Dios como a los demás: “Tengan cuidado de no prac�car su jus�cia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo” (6,1ss); “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esen-cial de la Ley: la jus�cia, la misericordia y la fideli-dad!” (23,23); “No se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean…” (23,3-5).

Jesús desde su experiencia de Dios como Padre que ama con un corazón de Madre, reinterpreta las Escritu-ras al servicio del proyecto del Reino que es de Vida plena para todas sus hijas e hijos. Jesús afirma que el mandamiento central de la Ley y los Profetas consiste en: “Amar a Dios y amar al prójimo como a sí mis-mo” (22,37-40), señalando además que “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sá-bado”. No somos discípulos de una “ley” al es#lo de los escribas y fariseos, sino discípulos de una “persona”: Jesucristo, el Hijo del Padre que nos hace hermanas y hermanos.

En las Bienaventuranzas (5-7) Jesús nos propone la prác#ca de la nueva jus�cia del Reino, para humanizar la sociedad desde los excluidos; poner en el centro a los pobres e invisibilizados que sufren; acompañar a

los perseguidos por promover la jus#cia y la paz; cui-dar la vida en nuestras relaciones humanas y con la #erra. Allí descubrimos la presencia y el rostro de Dios que reina en la experiencia libre de vivir como hijas e hijos. Si las leyes del Imperio romano y de los sectores religiosos dominantes promovían una jus#cia al servi-cio de los poderosos y fuertes, Jesús instaura “una nueva jus#cia‖, cimentada en los valores del Reino de Dios: “Busquen primero el Reino y su jus�cia y todo lo demás se les dará por añadidura” (6,20).

Las Comunidades discípulas son invitadas a tes#moniar el rostro del Dios de Jesús quien transgrede ciertas leyes que se habían naturalizado como justas: “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (5,43-48).

En nuestra sociedad existen diversas fronteras-grietas de división, exclusión y discriminación por mo#vos económicos, sociales, culturales, polí#cos, de género, Esico, salud y edad. Las leyes del mercado neoliberal, en complicidad con el poder judicial y polí#co, están al servicio de los poderosos, de los que pueden “comprar” casi todo con dinero. Desde los medios de comunicación social se divulgan muchas veces la visión de quienes merecen vivir dignamente y quienes no me-recen, promoviendo o jus#ficando el racismo, la xeno-fobia, la violencia hacia las mujeres, el consumismo sin límites, una economía de exclusión que daña a los más vulnerables y al ecosistema por la adicción al lucro de unos pocos privilegiados. Jesús cri#ca la idolatría del dinero: “Nadie puede servir a dos señores, porque abo-rrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero” (6,24). En esta misma pers-pec#va, el papa Francisco afirma:

“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la ex-clusión y la inequidad». Esa economía mata. No pue-de ser que no sea no�cia que muere de frío un an-ciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se �re comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la compe��vidad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego �rar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la ex-plotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la

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exclusión queda afectada en su misma raíz la perte-nencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»” (EG 53).

“Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre mo�vados por el amor fra-terno que se rebela contra la injus�cia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del mi-grante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un �roteo porque el barrio fue copado por el narcotráfi-co, del padre que perdió a su hija porque fue some�-da a la esclavitud; cuando recordamos esos “rostros y esos nombres”, se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos, todos nos conmovemos… Porque “hemos visto y oído” no la fría estadís�ca sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy dis�nto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la ra-zón: �ene un plus de sen�do que sólo los pueblos en-�enden y que da su mís�ca par�cular a los verdade-ros movimientos populares…

Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponien-do una resistencia ac�va al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata. Los he visto trabajar incan-sablemente por la �erra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas ac�vidades comunitarias que �enden a la

reafirmación de algo tan elemental e innegablemen-te necesario como el derecho a las “tres T”: �erra, techo y trabajo”.6

La nueva jus#cia del Reino propuesta por Jesús va en la contra-mano de cierta teología del mérito o la jus�cia de la meritocracia. Todas las personas somos hijas e hijos de Dios, amados por el Padre y convocados a vivir dignamente. El papa Francisco nos recuerda los dere-chos sagrados de cada ser humano: las tres “T”, Tierra, Techo y Trabajo, vinculando el cuidado de los que más sufren en el cuerpo social y el cuerpo de la Tierra. Jus-#cia social y jus#cia ecológica van de la mano frente a la ley del mercado excluyente y del consumo sin lími-tes. Existen diversas inicia#vas populares que con crea-#vidad, organización y generosidad compar#da van gestando otro #po de economía y relación social, des-de otro paradigma integral: una jus#cia promotora de vida desde los pobres, perseguidos y discriminados, desde las mujeres, jóvenes y adultos mayores en situa-ciones de vulnerabilidad.

La ABP busca nutrir la espiritualidad y misión en las Comunidades discípulas para ser desde Jesús casas de encuentro, escucha, diálogo, acogida e inclusión, para promover la jus#cia social y el cuidado de la Casa co-mún=la Tierra. Somos invitados a volver a Jesús y su Buena No�cia, asumiendo junto con los movimientos populares y sociales la promoción de una jus#cia que responda al clamor de los excluidos/as y al clamor de la Tierra. Al mismo #empo, como en #empos de Jesús (5,20), precisamos mantener una distancia crí#ca fren-te a sectores del poder judicial, mediá#co, económico, polí#co y religioso que legi#man una jus#cia genuflexa a los poderosos, siendo además, omisa, sorda y ciega al clamor de “nuestros hermanos más peque-ños” (25,31-46).

Pintura: Maximino Cerezo Barredo (Brasil)

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Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Qué significa hoy para nosotros, discípulos de Jesús, superar “la jus�cia de los escribas y fariseos”?7 ¿Cómo hoy interpretamos en clave creyente: “Felices los que �enen hambre y sed de jus�cia, porque serán sacia-dos” (Mt 5, 6); “Felices los que son perseguidos por prac�car la jus�cia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (5, 10); “Busquen primero el Reino y su jus�cia, y todo lo demás se les dará por añadidu-ra?” (6, 20). ¿Cómo estamos presentes los cris#anos en los espacios, organizaciones y movimientos que promueven una jus#cia más en sintonía con el espíritu de las Bienaventuranzas? ¿Cómo se integran en la es-piritualidad y pastoral de nuestra Comunidad la pro-moción de la jus#cia, la paz y el cuidado de la Tierra?

4. Una oración centrada en el corazón del Padre y la vida de las hermanas y hermanos

“Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las es-quinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya �enen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, reSrate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oren, no hablen mu-cho, como hacen los paganos: ellos creen que por mu-cho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, san�ficado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la �erra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbra-nos del mal” (Mt 6,5-13).

El Padre compasivo es la fuente de donde brota la es-piritualidad de Jesús y su servicio al Reino a lo largo de toda la narración de Mateo. Por detrás de cada espiri-tualidad existe “un rostro y una experiencia de Dios”. No es lo mismo la espiritualidad de los escribas y fari-seos que la de Jesús. No es lo mismo una espiritualidad centrada en la observancia de leyes, ritos y prác#cas religiosas externas, que la tes#moniada por Jesús des-de su vivencia de Dios como Padre que nos ama gratui-tamente. Ésta se expresa tanto en la oración personal (en la habitación), que inspira confianza y cercanía por-que el Padre conoce lo que necesitamos en lo más pro-fundo, como en la comunitaria (6,9-13). El Padrenues-tro concentra la espiritualidad de Jesús en siete pe#cio-nes. Están dirigidas al corazón del Padre para restable-cer los vínculos con Él, con las hermanas y hermanos y con toda la Creación: “las tres primeras pe�ciones edu-can nuestro deseo y nos comprometen en el crecimien-to de su Reino. Las otras cuatro, conciernen a nuestra vida co�diana. El Padre no cesa de cumplir todo esto, pero orando nos disponemos a acoger sus dones”.8

La Comunidad discípula ora en confianza al corazón del Padre, para que su deseo-proyecto-voluntad (Reino) se

realice en nuestras vidas aquí en la #erra; que no ma-nipulemos su Nombre sino que lo san#fiquemos; que el pan sea nuestro, no acaparado en pocas manos, sino redistribuido para que ninguna hija e hijo pase ham-bre; que el perdón y la paz sanen los vínculos en su raíz; que su presencia nos libere de todo lo que daña nuestra salud integral y de la Tierra=Casa común. Jesús mo#va una espiritualidad de “ojos abiertos” al corazón de la humanidad. La compasión del Padre es la misma compasión revelada en el rostro, palabras y gestos de su Hijo Jesús con su pueblo: “Al ver a la mul�tud, Jesús tuvo compasión, porque estaban fa�gados y aba�dos, como ovejas que no �enen pastor” (9,36).

A diferencia de otros maestros de la época (23,1ss), con otras enseñanzas y métodos (7,28-29), Jesús con-voca a su seguimiento tanto a varones (4,18-22) como a mujeres, ofreciendo un discipulado alterna#vo y con-tra-cultural como es#lo de vida, tes#moniado hasta el final de sus días: “Había allí muchas mujeres que mira-ban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de San�ago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo” (27,55-56). Son mujeres las primeras a quienes aparece el Resuci-tado expresándoles: “¡Alégrense!... No tengan miedo; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán” (28,9-10).

Durante mucho #empo y hasta el día de hoy se siguen u#lizando algunos textos aislados de la Biblia (como por ejemplo 1 Tim 2,11-12; Col 3, 18 y otros del AT) para jus#ficar lo injus#ficable: la dominación, el silen-ciamiento y some#miento de las mujeres a los varo-nes, reforzando así una cultura patriarcal-machista responsable de violencias y femicidios. Esto está en contra no solo del fundamento igualitario del bau#smo proclamado por Pablo (Gál 3,26-28) y el liderazgo de mujeres en las comunidades paulinas (Rom 16,1ss), sino del Fundamento principal de nuestra fe: Jesucristo (1 Cor 3,11) y su vínculo con las mujeres, narrado en los cuatro Evangelios. Lo mismo podemos afirmar de la experiencia de Dios asociada únicamente a figuras y rasgos masculinos, como el término “Padre” o “Todopoderoso” (en nuestras oraciones litúrgicas). ¿Por qué no empleamos Misericordioso/Compasivo o alguno que exprese el rostro de Dios revelado por Je-sús en los cuatro Evangelios? Es necesario incorporar también en nuestra vivencia del misterio de Dios sus rasgos y dimensiones femeninas (más allá de los este-reo�pos socio-culturales atribuidos a cada género), que expresen la espiritualidad de todas las mujeres y hombres creados a imagen y semejanza de la Trinidad, misterio de comunión de amor en la diversidad.

El término recomendado por Jesús para designar a los miembros de su Comunidad es hermanas y hermanos (Mt 12, 50; 23, 8; 28, 7.10): “Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (12,50). Jesús nos invita a poner en prác�ca la Palabra de Dios en nuestra Comunidad (7,21-27), que refleje la igualdad funda-mental de todas sus hijas e hijos en nuestra espirituali-dad, estructuras pastorales y modos de vincularnos.

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La ABP busca que todos los grupos, pastorales y comu-nidades sean espacios de “encuentro y experiencia del Dios de Jesús”, ambientes donde oramos a Dios que es Padre compasivo y Madre que nos ama gratuitamente, donde la Palabra de Dios abra nuestros ojos para tener una mirada contempla#va, creyente y comprome#da con la vida de los seres humanos en toda su diversi-dad. Las Sagradas Escrituras disponen el corazón para una vivencia orante. Aquí se encuentra la raíz de la A. B. P: el encuentro con el Dios de Jesús y su Palabra-proyecto humanizador. De allí la importancia del mi-nisterio de la escucha en cada Comunidad discípula (Is 50,4-5), permaneciendo como decía Mons. E. Angelelli “con un oído en el Evangelio y el otro en el Pueblo”, expresión retomada por Francisco en su encíclica Evan-gelii Gaudium:

“El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escu-char. Un predicador es un contempla�vo de la Pala-bra y también un contempla�vo del pueblo. De esa manera, descubre «las aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo, que dis�nguen a tal o cual conjun-to humano», prestando atención «al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cues-�ones que plantea». Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una ac�tud oportunista o diplomá�ca, sino que es profundamente religiosa y pastoral. En el fondo es una «sensibilidad espiritual para leer en los aconteci-mientos el mensaje de Dios» y esto es mucho más que encontrar algo interesante para decir. Lo que se pro-cura descubrir es «lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia». Entonces, la preparación de la predicación se convierte en un ejercicio de dis-cernimiento evangélico, donde se intenta reconocer –a la luz del Espíritu– «una llamada que Dios hace oír en una situación histórica determinada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente» (E G 154).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Cuáles rasgos del Dios de Jesús están más presentes y ausentes en nuestra espiritualidad comunitaria, en nuestra oración co#diana, catequesis, liturgias, cele-braciones, encuentros, grupos y pastorales? Teniendo en cuenta la vida actual de las personas y familias en toda su diversidad: ¿Cómo oramos al Dios revelado por Jesús, Padre y Madre, que ama gratuitamente con en-trañas de compasión-misericordia a cada hija e hijo suyos? ¿Qué lugar ocupan las mujeres en las estructu-ras, ministerios, espacios de formación y decisión de nuestra Iglesia? ¿Qué nos comunica el Espíritu a través del clamor de jus#cia por las mujeres asesinadas ¡Ni una menos!?

5. Jesús comparte la mesa de la misericordia que humaniza e incluye

“Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron

muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publica-nos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que �enen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,10-13).

Toda espiritualidad necesita discernir qué impactos genera en los demás y qué #po de vínculos fortalece su imagen y experiencia de Dios. El texto citado nos muestra a un grupo religioso (los fariseos) que coloca la Ley por encima de las personas, el rostro de un Dios que divide a las personas en justas y pecadoras, con una preocupación obsesiva por prác#cas religiosas ex-ternas, pero sin misericordia hacia los demás. Jesús cues#ona e interpela esta visión excluyente, porque su vivencia de Dios no se centra en cultos que piden sacri-ficios, sino en el corazón del Padre-Madre (Abbá- Immá, en arameo, la lengua de Jesús), generador de “mesas de encuentro, humanización e inclusión so-cial”. Jesús tes#monia en sus gestos el Dios compasivo, invitando en primer lugar a los discriminados por quie-nes se creían los justos y puros.

El principio de la misericordia (9,13; 12,7)/compasión (9,36) inspira a Jesús en su modo de relacionarse y comprometerse desde abajo, desde los más pequeños y discriminados, hasta asumir como propio el sufri-miento y vulnerabilidad de los demás: “Él tomó nues-tras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermeda-des” (8,17).

En evangelista Mateo nos presenta a Jesús como el Maestro que enseña curando, restableciendo la salud integral de las personas y del tejido social (8-9; 14,34-36; 15,21-31; 17,14-21). Sus enseñanzas ofrecen una visión alterna�va de vida, crí#ca de los sectores que man#enen y generan pobres, enfermos, mudos, paralí-#cos, sordos, endemoniados, dependientes (6,24; 15,1-20; 23,1-36). De allí la alternancia entre discursos y prác�cas emancipadoras-humanizadoras a lo largo de la narración. Cuando Jesús resume su misión ante los discípulos de Juan Bau#sta expresa: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los pa-ralí�cos caminan; los leprosos son purificados y los sor-dos oyen; los muertos resucitan y la Buena No�cia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea mo�vo de escándalo!» (11,4-6).

La ABP busca nutrir la espiritualidad de la Iglesia en su raíz: desde el corazón del Dios de Jesús que nos dice: “Yo quiero misericordia, no sacrificios”. Las entrañas maternas de Dios (misericordia) nos mo#van a vivir nuestros vínculos personales, comunitarios y pastora-les como lo hizo Jesús: movidos y con-movidos por compasión. Muchas personas viven actualmente diver-sos sufrimientos en soledad, incomunicados, con sen#-mientos y preguntas que los atormentan, como los adultos mayores abandonados, los que padecen adic-ciones, las mujeres violentadas y familias que sufren violencias, los discriminados por su iden#dad sexual, personas con discapacidades, enfermedades, sin traba-

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jo… Y por detrás de cada sufrimiento hay responsables. Existen sujetos, grupos, ac#tudes, prác#cas, leyes, vi-siones y polí#cas responsables del sufrimiento de las personas y la Tierra, como lo señala Francisco:

“Mientras las ganancias de unos pocos crecen expo-nencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este des-equilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especula-ción financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva �ranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e im-placable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su po-der adquisi�vo real. A todo ello se añade una corrup-ción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que �en-de a fagocitarlo todo en orden a acrecentar benefi-cios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, conver�dos en regla absolu-ta” (EG 56).

“Estas situaciones provocan el gemido de la hermana �erra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y las�mado nuestra casa común como en los úl�mos dos siglos. Pero estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud. El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta cons-truir liderazgos que marquen caminos, buscando atender las necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras. Se vuelve indispensable crear un sistema norma�vo que incluya límites infranqueables y ase-gure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecno-económico terminen arrasando no sólo con la polí�ca sino también con la libertad y la jus�cia” (LS 53).

En la ABP es importante recordar que una Comunidad discípula que vive la Palabra de Dios, por más pequeña que sea, puede transformarse en gran un árbol de des-canso, acogida y salud (13,31-32). Cada comunidad, pastoral o grupo bíblico puede tornarse una Casa de puertas abiertas, donde Jesús y el Espíritu comunican hoy sus palabras de Vida: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán ali-vio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (11,26-27). Están surgiendo diversas inicia#vas tendientes a repensar, formar, capacitar y organizar el ministerio de la escucha y del acompañamiento, para responder a los clamores de quienes sufren y comprometerse junto a otras organizaciones populares en la promoción de la jus#cia social, los derechos humanos, la inclusión que

humaniza y el cuidado de la Tierra. Como discípulas y discípulos de Jesús necesitamos discernir quiénes #e-nen este don del Espíritu en la Comunidad (mujeres y hombres, matrimonios, jóvenes, religiosas/os, presbíte-ros), formarlos y apoyarlos en este ministerio, traba-jando en red junto a otros que estén en sintonía con el mismo obje#vo-servicio en la sociedad.

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Cómo nuestra Comunidad acompaña los sufrimientos de sus miembros y de las personas del contexto social donde se encuentra? ¿Cuándo nuestra Comunidad es como un árbol de descanso, acogía y salud? ¿Qué sig-nifica ser una Comunidad de puertas abiertas y que comparte la mesa con todos? ¿Cómo fortalecer los espacios y mesas de encuentro, escucha, servicio e inclusión? ¿Quiénes acompañan y cómo se forman las personas que ejercen este servicio-ministerio? ¿Están ar#culados con otros que están en sintonía con el mis-mo obje#vo-servicio? ¿Cómo las enseñanzas y prác#-cas de Jesús iluminan nuestras opciones polí#cas? ¿Generan humanización, inclusión y emancipación so-cial?

6. Comunidades que sintonicen-escuchen la Pala-bra de Dios y la pongan en prác#ca

“Todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en prác�ca, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vien-tos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó por-que estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las prac�ca, puede compa-rarse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se precipitaron los torren-tes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande» (Mt 7,24-27).

La ABP busca que la Palabra de Dios ocupe un lugar central en la vida y misión de cada Comunidad eclesial y sus miembros. En este Evangelio, Pedro hace su pro-fesión de fe en Jesucristo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (16,18). Si esta fe en Jesucristo con su Evan-gelio (único fundamento sobre el que se edifica la Igle-sia: 1ª Cor. 3,11) y el Espíritu Santo (presencia que en-seña, recuerda, guía, inspira, consuela y comunica pa-labras y vida nueva en la misión: Jn 14,16-17.26; 16,12-13; 20,22-23) no están en la base de nuestra Casa-comunidad, otras palabras-discursos-visiones-proyectos ocuparán su lugar y edificaremos sobre la arena.

Hoy somos conscientes que las palabras de los medios de colonización social (ciertos MCS en general, salvo excepciones), al servicio de grandes grupos económi-cos, van impactando e influenciando la mentalidad, la subje#vidad, la visión y la vida de la población, a par#r de sus relatos, propagandas, ideologías e intereses polí#cos. Tienen el monopolio de “la palabra” en la selección de no#cias, de lo que desean mostrar u ocul-tar de la realidad, con una interpretación según los

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impactos que buscan suscitar. Así por ejemplo, si el Papa Francisco dice algo que les conviene polí#camen-te aparece en primer plano, si no, es demonizado día y noche por defender a los pobres, los movimientos po-pulares o escribir una carta a una dirigente social pre-sa. Hasta gente simple o formada, cris#ana, reproduce los discursos su#les o explícitamente racistas, xenófo-bos, clasistas y sexistas de ciertos medios y sus porta-voces: “Los pobres son unos vagos y no quieren traba-jar”, “El Estado no �ene controlar sino dejar que el mercado actúe libremente”, “Le pasó eso porque ella se lo buscó, ¿cómo va a andar sola de noche y ves�da así?”, “Habría que expulsar a todos los peruanos y boli-vianos que viven de los impuestos que pagamos”, “Todos los dirigentes polí�cos son unos corruptos, sal-vo nosotros”…

Y cuando estas visiones se trasladan al mundo de las redes sociales, el nivel de violencia e intolerancia au-menta visceralmente. Basta leer los comentarios de los lectores/oyentes de programas y no#cias de los Me-dios más vistos, escuchados y leídos… Tienen alergia a que los sectores populares hablen de igualdad o recla-men el respeto de sus derechos, y quienes se iden#fi-can con sus causas son difamados hasta el hartazgo. Inves#gan la corrupción hacia fuera, menos la del po-der empresarial donde trabajan. Sus periodistas y vo-ceros no admiten crí#cas porque afirman que se ataca la libertad de expresión, mientras destruyen a otros recurriendo a todo #po de presiones y manipulacio-nes. Parecen adoptar la posición de los sumos sacerdo-tes y sacerdotes en #empos de Jesús, o de sus escribas y fariseos, auto-presentándose como “los puros, los limpios, los justos”, los neutrales ideológicamente en la sociedad (Mt 23,13-36). Es como si estuvieran en un pedestal de pureza desde donde analizan, interpretan y juzgan la realidad socio-económica-polí#ca-cultural-religiosa.

¿Qué pensaría Jesús de los actuales Medios de comu-nicación social, hoy llamados el Cuarto poder? ¿Cómo

la Palabra de Dios puede ayudarnos a discernir crí#ca-mente lo que está en sintonía con su Proyecto del Reino y lo que no lo está? ¿Cómo no cooperar con esta colonización mental, socio-cultural y polí#ca que mani-pula? No se trata de demonizar los medios en sí (ellos son importantes para la comunicación humana y so-cial), sino de discernir: ¿Qué generan? ¿Al servicio de qué y quiénes están? ¿Humanizan nuestras relacionan o nos alienan? ¿Qué lugar ocupan los preferidos de Jesús? ¿Cómo son tratados? ¿Qué criterios del Evange-lio precisamos tener en cuenta para discernir el rol de los medios? ¿Qué medios y programas ofrecen una visión alterna#va, escuchan otras voces y fortalecen una formación ciudadana más integral?

Jesús escucha la voz de los sufrientes, excluidos y em-pobrecidos, comulga con ellos, les devuelve “la pala-bra”, la capacidad de hablar y pensar por sí mismos, los emancipa de todo poder colonizador y dependiente (socio-cultural-polí�co y religioso), los hace poner de pie, los empodera en dignidad como hijas e hijos del Padre, los acompaña como Buen Pastor que da la vida por sus ovejas… Podemos recordar aquí todos los rela-tos de sus curaciones, milagros y exorcismos en el pue-blo, y la serie de conflictos, difamaciones y persecucio-nes que Jesús sufrió desde el inicio de su ministerio, tes#moniada en los cuatro Evangelios (Mc 3,6; Mt 12,14; Lc 4,28-30; Jn 11,53-57). Jesús advierte a sus seguidores que tengan cuidado con la levadura-enseñanza de los fariseos y saduceos (Mt 16,6s) y pro-pone la levadura del Reino (13,33) para fermentar toda la sociedad al servicio de la Vida digna. Para ayudar al discernimiento señala: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ove-jas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán…” (7,15-16).

En cada Comunidad discípula de Jesús todas las perso-nas precisan ser escuchadas, respetadas, valoradas, de manera especial quienes más sufren. Ante la Palabra de Dios, todos somos invitados a madurar, crecer, me-

Pintura: Luis Henrique Alves Pinto (Brasil)

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jorar, corregir, valorar, cambiar, conver#rnos, humani-zarnos, ser crí#cos y auto-crí#cos, comprometernos con su Proyecto revelado en Jesús. De este modo, el tes#monio comunitario se transforma en profecía viva del Evangelio en la sociedad: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos glorifiquen al Padre que está en el cie-lo” (5,16). Cada día somos invitados a escuchar, como por primera vez, la Palabra de Dios manifestada en Jesús y como creyentes ponerla en prác#ca. No se tra-ta de reproducir el esquema ver#calista y an#-dialógico de ciertos medios, ni de adoptar como Iglesia una posición colonizadora, como la de quien desea tener el monopolio de la palabra para imponerla a los demás, sino de tes#moniar y vivir la Palabra de Dios en nuestra realidad atravesada por diversos conflictos.

He desarrollado aquí el tema de ciertos “medios” de comunicación, pero desde la ABP podrían ampliarse e incluir otras temá#cas de la realidad y diversas pers-pec#vas hermenéu#cas conectadas con edificar sobre roca o sobre arena y sus impactos en los vínculos inter-personales, eclesiales y socio-culturales. Es un desaEo permanente discernir comunitariamente a la luz del Espíritu cómo interpretar, actualizar e inculturizar el mensaje de la Palabra de Dios en nuestro presente histórico:

“La necesidad de una hermenéu�ca, es decir, de una interpretación en el hoy de nuestro mundo, encuen-tra un fundamento en la Biblia misma y en la historia de su interpretación. El conjunto de los escritos del An�guo y del Nuevo Testamento se presenta como el producto de un largo proceso de reinterpretación de los acontecimientos fundadores en relación con la vida de las comunidades de creyentes. En la tradición eclesial, los primeros intérpretes de la Escritura, los Padres de la Iglesia, consideraban que su exégesis de los textos no estaba completa, sino cuando sacaban de ella el sen�do para los cris�anos de su �empo en su situación propia. No se es fiel a la intención de los textos bíblicos, sino cuando se procura encontrar, en el corazón de su formulación, la realidad de fe que expresan, y se enlaza esta a la experiencia creyente de nuestro mundo” (I B I, II.2).

“Aunque la interpretación de la Biblia sea tarea par�-cular de los exegetas, no les pertenece, sin embargo, como monopolio, ya que comporta, en la Iglesia, as-pectos que van más allá del análisis cienSfico de los textos. La Iglesia, en efecto, no considera la Biblia simplemente como un conjunto de documentos histó-ricos concernientes a sus orígenes. Ella la acoge como palabra de Dios que dirige a ella y al mundo entero, en el �empo presente. Esta convicción de fe �ene co-mo consecuencia la prác�ca de la actualización y de la inculturación del mensaje bíblico, así como los di-versos modos de u�lización de los textos inspirados, en la liturgia, la Lec�o divina, el ministerio pastoral, y el movimiento ecuménico” (I B I, IV).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Qué significa para nuestra Comunidad creyente edifi-car su vida y misión sobre “roca”? ¿Cuándo edificamos

sobre “arena”? ¿Cómo confrontamos la Palabra reve-lada en Jesús con palabras-visiones-prác�cas deshuma-nizadoras? ¿Cómo enfrentamos los conflictos que sur-gen por interpretaciones diferentes de una misma realidad o de la Palabra de Dios? ¿Qué criterios é#cos y evangélicos nos inspiran? ¿Qué lugar damos entre nosotros a una sana auto-crí#ca (desde dentro y desde fuera), para no predicar una cosa y vivir otra (Mt 7,21-23) o reproducir lo que cri#camos?

7. La pedagogía popular de Jesús y su dimensión ecológica

“Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran mul�tud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mien-tras la mul�tud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas… El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un ar-busto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas» (Mt 13,1-3.31-32).

El Evangelio nos muestra a Jesús como un contempla#-vo del misterio de Dios en toda la naturaleza e historia humana. Posee una sabiduría y una sensibilidad espe-cial para descubrir la Palabra que Dios comunica a tra-vés de todos los seres de la Tierra. La espiritualidad de Jesús estuvo centrada en el Dios de la Alianza, quien realizó un pacto de amor fiel no solo con los humanos y los pueblos, sino con todos los seres de su Creación: “Yo establezco mi Alianza con ustedes, con sus descen-dientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la �erra… Este será el signo de la Alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los �empos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la �erra… Al aparecer mi arco en las nubes, yo lo veré y me acordaré de mi alianza eterna con todos los seres vivientes que hay sobre la �erra” (Gén 9,8-17).

Jesús descubre el rostro y proyecto de Dios en la vida co#diana de su pueblo y de la Tierra. Todo lo que con-templa puede conver#rlo en “parábola del Reino de Dios” o “proverbio sapiencial” para revelar el rostro de Dios. Jesús evangeliza y comparte su espiritualidad a través de imágenes. Las parábolas manifiestan su pe-dagogía popular para enseñar y comunicarse: el len-guaje de las imágenes es más amplio y sugerente que el de discursos racionales (una imagen comunica más que mil palabras). Las parábolas ayudan a sus interlo-cutores a pensar por sí mismos, discernir, interpretar y par#cipar ac#vamente (no son discursos cerrados o de bajada de líneas que enmudecen al pueblo). Con#enen algún elemento desconcertante de la realidad que des-pierta la atención de los oyentes y mo#van a reflexio-nar (como el pastor que deja 99 ovejas y sale a buscar la que se perdió, o el trabajador que trabajó pocas ho-

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ras y recibe el mismo salario que aquellos que trabaja-ron mucho más). Poseen un lenguaje muy simple que cualquier persona puede comprenderlo. Dejan un mensaje final abierto que posibilitan nuevas relecturas e interpretaciones, y descubrir otras perspec#vas des-de nuevos contextos existenciales.

Jesús crea parábolas principalmente a par#r de imáge-nes de la vida co#diana rural: de los animales, plantas, insectos, árboles, climas, suelos, terrenos, siembras, cosechas, vida y trabajos de los campesinos. Por ejem-plo: la del sembrador (13,3-9); la del grano de mostaza (13,31-32); la del trigo y cizaña en el campo (13,24-30); la levadura que emplea una mujer que amasa (13,33); la de la red u�lizada por un pescador para sacar pesca-dos (13,47-50); la oveja extraviada de un pastor (18,12-14); los viñadores asesinos (21,33-46)… Existen otras más vinculadas al mundo urbano (13,45; 18,23-35; 20,1-16; 25,1-13; 25,14-30). Las parábolas comunican diversas dimensiones del Reinado de Dios. Jesús invita a sus discípulos y al pueblo a sintonizar con una mirada sapiencial aprendiendo de:

• Los brotes y ramas de la higuera, para reconocer la venida del Mesías e Hijo del hombre (24,32-36).

• Los pájaros, los lirios y las hierbas del campo, para experimentar la providencia de Dios y la liberación de los ins#ntos de acumulación (6,25-34; 10,29-31), buscando primero “el Reino de Dios y su jus�-cia” (6,33).

• Los árboles y sus frutos (espinos-cardos/ uvas-higos), para reconocer y discernir los verdaderos de los falsos profetas: “Por sus frutos ustedes los reco-nocerán” (7,20).

• La levadura que fermenta la masa en la preparación del pan (13,33), así como la Buena Nueva del Reino precisa fermentar la sociedad en todas sus dimen-siones.

• La edificación de casas sobre “roca o arena” (7,24-27), para incen#var la formación de una Comunidad construida sobre la prác#ca de la Palabra de Dios. Ella se transforma en “sal y luz” encarnada en el mundo (5,13-16).

• Un grano de mostaza cuando Jesús invita a la fe-confianza en la oración al Padre: “Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, di-rían a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes» (17,20).

También Jesús incorpora en su predicación las imáge-nes y caracterís#cas de algunos animales para vincular-las con la perspec#va del Reinado de Dios:

• Observa las ac#tudes de perros y cerdos (7,6), de lobos (7,15), camellos (19,24), zorros y aves del cie-lo, para analizar algunas situaciones de la realidad social: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (7,15). “Los zorros �enen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no �ene dónde reclinar la cabe-za” (8,20). “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de

Dios” (19,24).

• Jesús se compara con una gallina junto a sus crías en la misión del cuidado de la vida del pueblo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!” (23,37).

• Tiene compasión de su pueblo, fa#gado y aba#do, al que contempla “como ovejas que no �enen pas-tor” (9,36). Su vínculo es de amor, cuidado, cariño y ocupación hasta salvar al perdido, semejante al del pastor que busca la oveja extraviada (18,12-14). Esta misma imagen la empleará para hablar de la misión de sus discípulos: “Yo los envío como ovejas en me-dio de lobos” (10,16).

• Algunas cualidades de rep#les, aves, insectos, ani-males y peces son u#lizadas por Jesús para enseñar a vivir en sintonía con el Reino, o cri#car la prác#ca de algunos dirigentes socio-religiosos. Expresa a sus discípulos: “Sean astutos como serpientes y mansos como palomas” (10,16b). Desenmascara a dirigentes que actúan como “víboras-serpientes”: son agentes de muerte en el pueblo (23,33). “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hom-bre el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran… ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!” (23,13.23-24). Propone imitar al Padre en su amor inclusivo: “él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (5,45).

• Responde a quienes lo acusan de no respetar la ley del descanso sabá#co a par#r de la situación de una oveja que se cayó en un pozo (12,11-12), colocando la vida humana por encima de la ley: “¿Quién de us-tedes, si �ene una sola oveja y esta cae a un pozo en sábado, no la va a sacar? ¡Cuánto más vale un hom-bre que una oveja! Por lo tanto, está permi�do hacer una buena acción en sábado” (12,11-12).

• En el conflicto con los comerciantes del Templo, Je-sús libera palomas y animales usados para venta y comercio religioso, y prohíbe que se transporten cargas para el culto. No coopera con el sacrificio de animales y cri#ca aquellos que transformaron la Ca-sa de oración en “una cueva de ladrones” (21,12-13).

• Jesús conoce la vida de los pescadores, el oficio de pescar, imágenes que empleará en algunas parábo-las (13,47-50) y en la invitación de sus primeros dis-cípulos a la misión: “Síganme y yo los haré pescado-res de hombres” (4,19).

• Cues#ona a quienes saben interpretar bien los sig-nos climá#cos, pero no los signos de Dios en la his-toria: “Cuando ven que una nube se levanta en occi-dente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que ha-rá calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la �erra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el �empo presente? (16,1-4). “Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la Venida del Hijo del hombre” (24,27).

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• Los relatos de la resurrección de Jesús son presenta-dos por los evangelistas como el inicio de una Nueva Creación (28,1ss). Se habla del “primer día de la se-mana”, aludiendo al libro del Génesis, vinculando la resurrección de Jesús al comienzo de un “nuevo cie-lo y nueva �erra” (Ap 21,1ss). El horizonte bíblico no es de destrucción del mundo, sino de construcción.

El mandamiento principal del amor propuesto por Je-sús (22,34-40) necesita reorientarse a todos los seres de la Tierra. Nuestro modo de ser, vincularnos y vivir siempre #ene “un impacto” en los demás: pueden res-petar, proteger, cuidar, generar y fortalecer la Vida, o herirla, dañarla, contaminarla, matarla. Desde una perspec#va de amor y servicio ecológico resuenan de manera nueva las palabras de Jesús: “Todo los que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas” (7,12). Co-mo afirma el papa Francisco: “Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe inte-grar la jus�cia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la �erra como el cla-mor de los pobres” (LS 49).

Tras décadas de una cosmovisión económica-polí#ca-religiosa que posibilitó una mentalidad y un modo de vivir ecocida, el volver a Jesús y su Evangelio puede fecundar e inspirar una espiritualidad de la compasión y una ecología del cuidado esencial, orientadas a un nuevo modo de con-vivir junto a todos los seres de la Tierra. Su Espíritu nos invita a escuchar con el corazón los gemidos de la creación (Rom 8,22) y los clamores de l@s oprimid@s (Ex 3,7ss), y par#cipar ac#vamente en las diversas inicia#vas ya existentes que promueven el respeto de los ciclos de la naturaleza, un vida social saludable y una jus#cia global: “Nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una �erra nueva donde habitará la jus�cia” (2 Pe 3,13):

“Cuando se habla de «medio ambiente», se indica par�cularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impi-de entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y esta-mos inter-penetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funciona-miento de la sociedad, de su economía, de su com-portamiento, de sus maneras de entender la reali-dad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posi-ble encontrar una respuesta específica e indepen-diente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las inter-acciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja cri-sis socioambiental. Las líneas para la solución requie-ren una aproximación integral para comba�r la po-breza, para devolver la dignidad a los excluidos y si-multáneamente para cuidar la naturaleza” (LS 139).

Descubrir la pedagogía popular de Jesús y su perspec#-va ecológica nos invita a repensar nuestras formas y

métodos para compar#r la Palabra de Dios en clave de ABP junto a los diferentes interlocutores en la misión. Existen diversos caminos para llegar al corazón de las Sagradas Escrituras y de las comunidades, que posibili-tan un encuentro creyente con Jesús y su Buena No#-cia. El Documento conclusivo de Aparecida en su Nº 249 destaca de manera especial la Lectura orante:

“Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada a la que todos esta-mos invitados: la Lec�o Divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta Lectura orante, bien prac�cada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al tes�monio de Jesús-Señor del universo. Con sus cua-tro momentos (lectura, meditación, oración, contem-plación), la lectura orante favorece el encuentro per-sonal con Jesucristo al modo de tantos personajes del Evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3,1-21), la Samaritana y su anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4,1-42), el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior (cf. Jn 9), Zaqueo y sus ganas de ser dife-rente (cf. Lc 19,1-10)... Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en “la madurez con-forme a su plenitud” (Ef 4,13), proceso de discipula-do, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad”.

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Qué experiencias de Lectura orante-Lec�o Divina te-nemos en nuestra Comunidad? ¿Qué otros métodos nos parecen significa#vos para compar#r las Sagradas Escrituras? ¿Cómo está incorporada la dimensión eco-lógica en la vida, espiritualidad, catequesis, liturgia y misión de nuestra Comunidad? ¿Qué aprendizajes y desaEos pedagógicos vamos descubriendo cuando compar#mos la Palabra junto a niños/as, jóvenes, adultos y adultos mayores? ¿Qué imágenes de la vida co#diana de nuestro #empo podemos tener presentes para la ABP de nuestras Comunidades y el cuidado ecológico esencial?

8. La centralidad de los pequeños en la vida y mi-sión de la Comunidad

“En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?» Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga peque-ño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo… ¿Qué les parece? Si un hombre �ene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encon-

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trarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la mis-ma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños” (Mt 18,1-5.12-14).

Al inicio del Evangelio de Mateo, en la narración del nacimiento de Jesús (2,1-23), aparece la confrontación entre los grandes (Herodes, sumos sacerdotes y escri-bas, autoridades de Jerusalén) y los pequeños (José, María y Jesús). La familia de Jesús sufre la persecución y el exilio por causa de la violencia de los poderosos. Pero Dios, a través de José, María y los magos (paganos), protege la vida del Niño, el Mesías. En la mitad del Evangelio, en el cuarto discurso (18,1-35), la mentalidad de los grandes se introduce en la Comuni-dad de los adultos y Jesús corrige esta visión visibili-zando a quiénes deben estar en su centro: los niños y pequeños. La misión de la Comunidad es ocuparse de la vida de cada uno de los pequeños, como es el deseo del Padre: allí está la verdadera grandeza, el poder he-cho servicio a los más vulnerables. Jesús, en el discurso sobre el juicio final, se iden#fica como el más pequeño entre sus hermanos: "Señor, ¿cuándo te vimos ham-briento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; des-nudo, y te ves�mos? ¿Cuándo te vimos enfermo o pre-so, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pe-queño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (25,37-40). Percibimos en Mateo la conexión entre una cristo-logía y eclesiología desde los pequeños, que inspiran una espiritualidad misionera en sintonía con ellas.

En el cuarto discurso (18, 1-35) Jesús ofrece orientacio-nes prác#cas para la corrección fraterna y el perdón

desde el corazón del Padre, responsabilidad de toda la Comunidad. Ésta no se compone de puros, justos, lim-pios y santos, sino de personas vulnerables, limitadas, pecadoras, atravesadas de conflictos-sufrimientos, necesitadas de la Compasión de Dios Padre-Madre y de los hermanos. Son Comunidades donde hay trigo y cizaña (13,24-30), el mismo que existe en todos los grupos y sectores de una sociedad. En nuestro contex-to actual es preciso señalar que el término “reconciliación” no puede ser u#lizado para encubrir o ser cómplices de delitos de lesa humanidad, ni favore-cer la impunidad o la injus#cia. Verdad, jus#cia, arre-pen#miento y reparación del mal ocasionado a las víc-#mas son condiciones previas necesarias para un per-dón evangélico: “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano �ene alguna queja con-tra �, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (5,23-24).

En este Evangelio existe una comunión permanente entre el Padre que está en el cielo y cada uno de los pequeños (18,10-14). De allí el llamado de Jesús a es-tar permanentemente vigilando en la Comunidad discí-pula lo que pueda causar escándalo o desprecio a cual-quier pequeño/a (18,6-9). Ellos son el sacramento de Jesús: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo” (18,5).

Por otro lado, Mateo es llamado "el evangelio eclesial" no sólo porque ha sido el más comentado y que más ha influenciado la historia del cris#anismo, sino porque es el único que menciona en dos oportunidades y en boca de Jesús la palabra "iglesia" (ekklêsía). La primera vez, en el ámbito de la confesión de fe de Pedro: “Feliz de �, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha re-velado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevale-cerá contra ella (16,17-18). La segunda, en la instruc-ción sobre el perdón comunitario: “Si tu hermano pe-ca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ga-nado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la de-claración de dos o tres tes�gos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la iglesia. Y si tampoco quiere escuchar a la iglesia, considéralo como un pagano o publi-cano” (18,15-17).

Las Comunidades cris#anas en #empos de Mateo se autodefinían como “iglesia= asamblea”, no como sina-goga, asociación o gremio. Organiza#vamente estas comunidades estaban separadas de las sinagogas (23,34), reflejan el contexto redaccional. Su iden#dad específica corresponde al período pos-pascual, poste-rior a la destrucción de Jerusalén (70 d.C). En griego el término ekklêsía deriva de la preposición ek= de, des-de adentro hacia fuera y el verbo kaleô=llamar, convo-car. Iglesia designa la asamblea de los convocados/congregados/llamados por Jesucristo: la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), la Comunidad creyente en Jesús, “el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16) y her-mano de los más pequeños (25, 40.45).

Dibujo: Gustavo Daguerre (Argen�na)

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La ABP nos anima desde Jesús a fortalecer condiciones y opciones para que los pequeños (por diversas cau-sas) ocupen un lugar central en la Comunidad eclesial, descubran su vocación y llamado, experimenten el amor y la compasión de Dios, sean sujetos protagonis-tas de la evangelización y promotores de cambios en la sociedad. En ellos y junto a ellos descubrimos la pre-sencia de Jesús que nos comunica su Palabra de Vida. Desde los pequeños el misterio de Dios se nos revela generando como en Jesús alabanza y gra#tud: “En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la �erra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pe-queños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (11,25-27). En la Comunidad creyente reunida en círculo alrededor de Jesús Maestro, todos estamos con#nuamente aprendiendo en el servicio/diaconía junto a los más pequeños (25,31-46):

“Para la Iglesia la opción por los pobres es una cate-goría teológica antes que cultural, sociológica, polí�-ca o filosófica. Dios les otorga «su primera misericor-dia». Esta preferencia divina �ene consecuencias en la vida de fe de todos los cris�anos, llamados a tener «los mismos sen�mientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de pri-macía en el ejercicio de la caridad cris�ana, de la cual da tes�monio toda la tradición de la Iglesia». Esta opción –enseñaba Benedicto XVI– «está implíci-ta en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su po-breza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los po-bres. Ellos �enen mucho que enseñarnos. Además de par�cipar del sensus fidei, en sus propios dolores co-nocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangeliza-ción es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpre-tarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Qué significa para nosotros releer e interpretar las Sagradas Escrituras a par#r de la vida de los más pe-queños/as? ¿Qué aprendemos cuando compar#mos el Evangelio y la vida junto a ellos? ¿En qué situaciones hemos contemplado el rostro de Jesús en los que más sufren? ¿Qué lugar ocupan los más pequeños en el corazón y las opciones pastorales de nuestra Comuni-dad? ¿Cómo los pequeños/as son sujetos en la evange-lización y protagonistas de la animación bíblica de la pastoral?

9. Jesús, las Sagradas Escrituras y el evangelista Mateo

“Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arres-tado, se re�ró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se esta-bleció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Ne^alí, para que se cumpliera lo que ha-bía sido anunciado por el profeta Isaías: "¡Tierra de Zabulón, �erra de Ne^alí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en �nieblas vio una gran luz; sobre los que vi-vían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz." A par�r de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4,12-17).

El Evangelio de Mateo con#ene más de 65 citas del A.T. Muchas veces, para mostrar que en Jesús se cum-plen las Escrituras (citas de cumplimiento, por ejem-plo, en el texto arriba citado), como el verdadero Me-sías-Ungido, corrigiendo expecta#vas nacionalistas o violentas de algunas tradiciones. Otras veces, las Escri-turas son mencionadas para iluminar diferentes mo-mentos de su vida y misión (no citadas de manera tex-tual, como en Mt 15,7 tomado de Is 29,13). A nivel re-daccional, el evangelista va presentando a Jesús desde una relectura de los grandes personajes, eventos y nú-cleos teológicos del Pueblo de Dios en el A. T (“Éxodo, Pascua, Alianza, Nueva �erra y nueva Ley, Profecía, Mesianismo”), como por ejemplo, cuando narra el na-cimiento de Jesús y la persecución de Herodes en co-nexión con Moisés y la masacre del Faraón (Mt 2/Ex 2). Recordemos aquí que la mayor parte de los des#nata-rios de este Evangelio eran judeo-cris#anos, aunque desde el comienzo encontramos la par#cipación de miembros de otras culturas-naciones, como los magos (Mt 2,1ss), los habitantes de “Galilea de los gen�les-las naciones” (tôn ethnôn). Algunos biblistas iden#fican al autor de la narración en el versículo que afirma: “Todo escriba conver�do en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo an�guo” (13,52).

Mateo presenta a Jesús como el autén#co intérprete de las Escrituras, así lo muestran las seis anZtesis lega-les de Mt 5,21-48: "Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero Yo les digo que no ha-gan frente al que les hace mal..." (6,3842). Jesús entra en confrontación y conflicto con los sectores religiosos que poseen visiones e interpretaciones de las Escritu-ras (sobre el ayuno, la pureza, el sábado, el comer con pecadores, el divorcio) contrarias a la voluntad de Dios que es de vida plena, igualitaria y libre para todas las personas (15, 1-9; 12, 1-21; 22, 23-33; 23,1 ss).

Jesús relee las Escrituras desde su experiencia ín#ma de Dios Padre, desde la centralidad del amor a Dios y al prójimo: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Se-ñor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a � mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profe-tas» (22,36-40). De su experiencia del amor gratuito

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del Padre no brota un legalismo, sino un amor respe-tuoso hacia todos los seres humanos: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas” (7,12).

Cuando hablamos de la ABP supone ir más allá del em-pleo de la Biblia o la lectura de textos bíblicos. Porque como descubrimos en este Evangelio, hasta el demo-nio usaba la Biblia para jus#ficar su cosmovisión (4,1-11) y Jesús lo confronta a par#r de otros textos bíbli-cos. Las Escrituras pueden ser empleadas por los seres humanos tanto para dar vida, humanizar, liberar o pa-ra generar violencia, deshumanizar, oprimir. Jesús des-enmascara el uso de la Biblia y de las tradiciones reli-giosas por algunos grupos para jus#ficar exclusiones, discriminaciones o ritualismos vacíos (19,1-9; 23,13-36), porque están en contra del Proyecto primero de Dios que es de Vida plena para todas sus hijas e hijos: “Ustedes en nombre de la tradición, han anulado la Palabra de Dios. ¡Hipócritas!” (15,6); “Ustedes descui-dan lo esencial de la Ley: la jus�cia, la misericordia y la fidelidad” (23,23). Hasta para asesinar a Jesús los su-mos sacerdotes, ancianos y el sanedrín se valieron de citas de las Escrituras (26,47-27,54).

Jesús nos enseña que más importante que la predica-ción o verbalización de citas bíblicas es prac�car la Pa-labra de Dios y hacer la voluntad del Padre (7,21-27; 21,28-32). De este modo, las Escrituras meditadas en clave creyente y la prác#ca vivencial del Reino nutren el discipulado de Jesús al servicio de la Vida. En esta misma perspec#va el biblista Carlos Mesters expresa: “Poco a poco crece el descubrimiento que la Palabra de Dios no está solamente en la Biblia sino también en la vida, y que el obje�vo principal de la lectura bíblica no es interpretar la Biblia, sino la vida con la ayuda de la Biblia. La Biblia ayuda a descubrir que la Palabra de Dios, antes de ser leída en la Biblia ya exisSa en la vi-da”9. Muchos siglos antes, San AgusZn señalaba que el primer libro de Dios es la Creación-Vida y que “la Bi-blia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudar-nos a descifrar el mundo, para devolvernos la mirada de la fe y de la contemplación, y para transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios”. Jesucristo, muerto y resucitado es la clave central para compren-der las Escrituras y encontrar en ellas la Palabra de Dios viva y eficaz (Heb 4,12).

El evangelista Lucas nos ofrece dos modelos inspirado-res de lectura de las Escrituras. El primero, parte de la Vida: “El encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús” (Lc 24,13-35). Jesús comienza su diálogo con estos dos discípulos sobre lo que van conversando y discu#endo por el camino (24,17). El segundo, parte de la Biblia: “El encuentro de Felipe y el eSope” (Hech 8,26-40). Felipe guiado por el Espíritu comienza el diálogo a par#r del texto de Isaías que iba leyendo el eZope (8,30-32). Ambos modelos llevan al encuentro con Je-sús y suscitan discipulado, desde un diálogo fecundo a par#r de la vida y las Sagradas Escrituras.

La ABP busca que la lectura y meditación de la Biblia en las Comunidades nos orientan al encuentro perso-nal y comunitario de fe con la persona de Jesús, con sus opciones y miradas, con sus sen#mientos y prefe-

rencias, con su modo de interpretar las Escrituras, con su prác#ca transformadora y liberadora en nuestra realidad co#diana. Releer y contemplar nuestras vidas iluminadas por las Escrituras, interpretadas desde Je-sús resucitado, nos hace arder el corazón y nos apasio-na para proseguir su camino de amor misionero (Lc 24,13-35). La fe en el Resucitado posibilita siempre una nueva mirada, nueva interpretación, nueva vincula-ción, nueva prác�ca misionera, nueva actualización del mensaje de su Evangelio. Jesús (Mt 28,20) y el Espíritu (Jn 14,15-18.26) nos acompañan en el proceso comuni-tario de recordar, interpretar y vivir la Palabra de Dios en nuestro actual contexto eclesial y sociocultural.

Las preocupaciones, esperanzas, sufrimientos, sueños, búsquedas, interrogantes, necesidades, deseos de las personas (niñ@s, jóvenes, adultos, adultos-mayores, los diversos grupos y situaciones), pueden cons#tuir otro punto de par�da para el diálogo orante con las Sagradas Escrituras, el encuentro con Jesús, una visión creyente de nuestra realidad y el discernimiento del mensaje actualizado de la Palabra de Dios:

“La actualización es necesaria, porque aunque el mensaje de la Biblia tenga un valor duradero, sus tex-tos han sido elaborados en función de circunstancias pasadas y en un lenguaje condicionado por diversas épocas. Para manifestar el alcance que ellos �enen para los hombres y las mujeres de hoy, es necesario aplicar su mensaje a las circunstancias presentes y expresarlo en un lenguaje adaptado a la época ac-tual. Esto presupone un esfuerzo hermenéu�co que �ende a discernir a través del condicionamiento histó-rico los puntos esenciales del mensaje…

Inspirada por filoso_as hermenéu�cas, la operación hermenéu�ca comporta luego tres etapas: 1) Escu-char la Palabra a par�r de la situación presente; 2) Discernir los aspectos de la situación presente que el texto bíblico ilumina o pone en cues�ón; 3) Sacar de la plenitud de sen�do del texto bíblico los elementos que pueden hacer evolucionar la situación presente de un modo fecundo, conforme a la voluntad salvífica de Dios en Cristo.

Gracias a la actualización, la Biblia ilumina múl�ples problemas actuales, por ejemplo: la cues�ón de los ministerios, la dimensión comunitaria de la Iglesia, la opción preferencial por los pobres; la teología de la liberación; la condición de la mujer. La actualización puede también estar atenta a los valores cada vez más reconocidos por la conciencia moderna, como los derechos de la persona, la protección de la vida hu-mana, la preservación de la naturaleza, la inspiración a la paz universal” (I B I, IV.1.2).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Cómo son empleadas las Sagradas Escrituras en los diferentes grupos, espacios y pastorales de nuestra Comunidad (rasgos, caracterís�cas, impactos en térmi-nos de vínculos que generan y discipulado de Jesús)? ¿Qué situaciones de nuestra vida presente son tenidas en cuenta para aproximarnos a los textos bíblicos? ¿Qué suscita una lectura fundamentalista de ciertos

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textos aislados de la Biblia? ¿Qué criterios teológico-pastorales nos parecen centrales en la lectura, inter-pretación y actualización de las Sagradas Escrituras para una ABP?

10. La presencia de Jesús en todas las etapas del Camino

“Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mun-do” (Mt 28,20).

A lo largo de toda la narración de Mateo, la presencia de Dios en Jesús está en el comienzo: “Su nombre es Emanuel, que significa Dios-con-nosotros” (1,23); en el medio, cuando habla sobre la pequeña comunidad: “También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la �erra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos” (18,19-20); y en el final, cuando el Resucitado los envía a hacer discípulos en todos los pueblos y com-par#r todas sus enseñanzas (28,20). Jesús acompaña a su Comunidad a lo largo de todas las etapas del Ca-mino y a pesar de las dificultades, vulnerabilidades, conflictos y traiciones, nunca la abandona.

El segundo discurso de Jesús en este Evangelio está centralizado en la misión. Jesús convoca a los Doce apóstoles, a cuya cabeza está Pedro (10,1-42) y los en-vía con las siguientes instrucciones: “Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han re-cibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento… Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella” (10,7-10.12). La pedagogía misionera de Jesús revelada en la narración y compar#da por su Comunidad discípula, en el comienzo parte “de las ovejas perdidas del pue-blo de Israel” (10,6), hasta llegar en el final a incluir a todos los pueblos: “Vayan y hagan que todos los pue-blos-naciones (ethné) sean mis discípulos…” (28,19).

La misión de Jesús es vivida como parte del discipulado tanto por varones (10,1-4) como por mujeres (27,55-56) que lo siguen y sirven. Jesús se iden#fica con la Comunidad misionera, de manera especial cuando la misión #ene como protagonista a los pequeños: “El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió… Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa” (10,40.42). El evangelista nos recuerda que toda Comunidad, por más pequeña que sea (“donde dos o tres estén reuni-dos en su Nombre” 18,20), es consagrada por la Dios (28,20) para ser una luz en el mundo donde brille la Buena No#cia de Jesús (5,14-16), una levadura que fermenta-transforma la sociedad (13,33), un espacio de encuentro con Jesús, presencia salvadora del Evan-gelio, el “Dios-con-nosotros”.

En el final del Evangelio de Mateo, Jesús resucitado se hace presente en “Galilea”. A las mujeres que fueron a buscarlo al sepulcro las envía diciéndoles: “No tengan miedo; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán” (28,10). Fue en Galilea donde Jesús co-menzó su misión al servicio de la Buena No#cia del Reino y convocó sus primeros discípulos (4,18-23). Y será en Galilea donde reciben la misión de hacer nue-vos discípulos en todos los pueblos (28,16-20). Galilea se torna de esta manera en el lugar teológico de nue-vos inicios misioneros, allí donde nos encontramos con Jesús resucitado prosiguiendo su misión.

A través de las Sagradas Escrituras, Palabra reveladora y salvífica del misterio de Dios, la ABP nos invita a vol-ver a Jesús y renovar nuestro discipulado misionero como Comunidad creyente. Hoy comprendemos la par#cipación en la Misión de Dios desde el diálogo in-ter-cultural, ecuménico e inter-religioso, allí donde la Vida clama y reclama. Toda la Comunidad eclesial es convocada a par#cipar en la Misión del Dios-Trinidad por el bau#smo:

“En virtud del Bau�smo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha conver�do en discípulo misione-ro (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bau�zados, cual-quiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangeli-zación llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo recep�vo de sus ac-ciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bau�zados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cris�ano, para que nadie postergue su compro-miso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho �empo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cris�ano es misio-nero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que so-mos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros»…” (EG 120).

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fruc�fican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la inicia�va, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la inicia�va sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar mise-ricordia, fruto de haber experimentado la infinita mi-sericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como con-secuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e invo-lucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los de-más para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comuni-dad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida co�diana de los demás, achica distancias, se

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abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores �enen así «olor a ove-ja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompa-ña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas lar-gas y de aguante apostólico. La evangelización �ene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fruc�ficar». La comuni-dad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no �ene reac-ciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación con-creta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el mar�rio como tes�-monio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y mani-fieste su potencia liberadora y renovadora. Por úl�-mo, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña vic-toria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebra-ción de la ac�vidad evangelizadora y fuente de un renovado impulso dona�vo” (EG 24).

Para dialogar y enriquecer la reflexión desde nuestras experiencias

¿Cuáles inicia#vas misioneras existen en nuestra Co-munidad? ¿Cómo la Palabra de Dios va nutriendo nuestra espiritualidad y pastoral misionera? ¿Dónde descubrimos la presencia viva de Jesús que nos acom-paña en su misión? ¿Qué palabras nos comunica hoy Jesús y su Espíritu en la actual etapa del camino de nuestra Comunidad e Iglesia?

Conclusión

Como expresé en el inicio de este escrito, las diez cla-ves de lectura del Evangelio de Mateo inspiradoras para la Animación Bíblica de la Pastoral pueden ser enriquecidas y ampliadas a par#r de otras importantes líneas teológicas, cristológicas y eclesiológicas presen-tes en Mateo, otras dimensiones de nuestra realidad eclesial y socio-cultural donde vivimos y otras citas del magisterio eclesial, para renovar nuestro encuentro personal y comunitario con Jesús en el discipulado mi-sionero de nuestros días.

* Miguel Ángel Armada svd Parroquia Cristo Rey - Córdoba [email protected]

Coordinador Dimensión Bíblica de los Misioneros del Verbo Divino, Provincia Argen#na Sur (ARS)

Material elaborado por Miguel Armada svd y desarrollado en uno de los talleres del “Xº Encuentro Nacional de Anima-

ción y Pastoral Bíblica 2017" (ENAPBI).

APÉNDICE

A. Estructura literaria del Evangelio de Mateo10 (Carlos Mesters oc)

Introducción (Mt 1-2) Jesús dentro de la historia del Pueblo de Dios (1,1-17) Jesús: un nuevo comienzo dentro de un nuevo éxodo (1,18-2,23)

Libro primero: La jus#cia del Reino (Mt 3-7) Narración: Jesús anuncia el Reino (3-4) 1er Discurso: El sermón de la montaña. Condiciones para entrar en el Reino (5-7)

Libro segundo: Una jus#cia que libera a los pobres (Mt 8-10) Narración: Los milagros, signos del Reino (8-9) 2do Discurso: La misión y cómo anunciar el Reino (10)

Libro tercero: Una jus#cia que provoca conflictos (Mt 11,1-13,52) Narración: Las reacciones ante la prác#ca de Jesús (11-12)

3er Discurso: Las parábolas del Reino. El misterio del Reino (13,1-52)

Libro cuarto: El nuevo Pueblo de Dios (Mt 13,53-18,35) Narración: El seguimiento de Jesús (13,53-17,27) 4to Discurso: La comunidad de los seguidores, signo del Reino (18,1-35)

Libro quinto: La venida del Reino (Mt 19-25) Narración: El Reino es para todos (19-23) 5to Discurso: La vigilancia. El futuro del Reino (24-25)

Conclusión (Mt 26-28) La Pascua de la liberación.

B. Estructura quiás#ca del Evangelio de Mateo11 (José Luis Sicre sj)

Narración (Mt 1-4). Nacimiento de Jesús: comienzo de la ac#vidad del Mesías

Discurso (Mt 5-7). Bienaventuranzas: promulgación del

Miguel Armada svd

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Reino

Narración (Mt 8-9). Autoridad del Mesías e invitación al Reino

Discurso (Mt 10). La misión comunitaria

Narración (Mt 11-12). El Mesías rechazado

Discurso (Mt 13). Parábolas del Reino

Narración (Mt 14-17). El Mesías reconocido por los su-yos

Discurso (Mt 18). La comunidad eclesial

Narración (Mt 19-22). Autoridad del Hijo del Hombre e invitación al Reino

Discurso (Mt 23-25). Malaventuranzas, consecución del Reino

Narración (Mt 26-28). Muerte y Resurrección de Jesús. El nuevo comienzo.

ÍNDICE DE SIGLAS DE DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

DA- Quinta Conferencia General del Episcopado La�noame-ricano y del Caribe – Documento conclusivo de Aparecida (2007). DV- Cons�tución dogmá�ca Dei Verbum, sobre “La divina revelación” (1965). EG- Exhortación apostólica Evangelii gaudium del Santo Pa-dre Francisco, sobre “La alegría del Evangelio” (2014). IBI- La interpretación de la Biblia en la Iglesia. Pon#ficia Co-misión Bíblica de Roma (1997). LS- Carta Encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco, sobre “El cuidado de la casa común” (2015). VD- Exhortación Apostólica pos-sinodal Verbum Domini del Santo Padre Benedicto XVI, sobre “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia‖ (2010).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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-Levora_, A (Director), Comentario bíblico la�noamericano, Verbo Divino, Estella (Navarra), 2003. -Luz, U, El Evangelio según san Mateo. Mt 1-7. Volumen I, Sígueme, Salamanca, 2001. -Luz, U, El evangelio según San Mateo Mt 18-27. Vol III, Sí-gueme, Salamanca, 2003. -Malina, B y Rohrbauch, R, Los evangelios sinóp�cos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las cien-cias sociales, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1996. -Mateos, J, y Camacho F, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Cris#andad, Madrid, 1981. -Mesters, C, Lopes, M y Orofino, F, Encuentros bíblicos el Evangelio de Mateo. Yo estoy con ustedes todos los días, Centro Bíblico Ecuménico, Buenos Aires, 2003. -Nakanose, S y de Paula Pedro, E, Él está en medio de noso-tros! El sembrador del Reino. El evangelio de Mateo, Verbo Divino, Estella (Navarra), 2002. -Pagola, J, Jesús. Aproximación histórica, Clare#ana, Buenos Aires, 2009. -Pikaza, X, Hermanos de Jesús y servidores de los más pe-queños (Mt 25,31-46), Sígueme, Salamanca, 1984.

NOTAS

[1] Ver el Apéndice, páginas 31-32.

[2] P. Nepper-Christensen, “Discípulo”, en H. Balz y G. Sch-neider (Eds), Diccionario exegé#co del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1988, Vol II, 115.

[3] Discurso del Papa Francisco a los miembros de la Pon#fi-cia Comisión Bíblica el 12/04/2013 disponible en el si#o: hcp://w2.va#can.va/content/francesco/es/speeches/2013/april/documents/papafrancesco_20130412_commissione-biblica.html

[4] Discurso del papa Francisco en el Segundo Encuentro mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sie-rra, Bolivia, 9 de julio de 2015.

[5] Armada, Miguel Ángel, ¿Cómo seguir a Jesús en #empos de conflictos? Las comunidades eclesiales en Mateo, Guada-lupe, Buenos Aires, 2011, 53-80.

[6] Discurso del papa Francisco en el Segundo Encuentro mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sie-rra, Bolivia, 9 de julio de 2015.

[7] En el Evangelio de Mateo, escrito aproximadamente en los años 80/85 d.C, se conectan situaciones del #empo de Jesús y de las comunidades des#natarias, su cristología y eclesiología. Y esto #ene un impacto a la hora de presentar los personajes. Así por ejemplo, la situación y semblanza de “los escribas y fariseos” corresponden más al #empo de con-flicto de las Comunidades cris#anas separadas de las sinago-gas (80/85 d.C), que a las del contexto histórico de Jesús (20/30 d.C).

[8] Service Biblique Evangile et Vie, I#nerario por el Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella (Navarra), 2000, 54.

[9] Carlos Mesters y Francisco Orofino, Sobre la Lectura po-pular de la Biblia. Disponible en el si#o: hcp://www.redescris#anas.net/2007/11/06/sobre-la-lectura-popular-de-la-biblia-icarlos-mster-yfrancisco-orofino

[10] Mesters, Carlos, Lopes, Mercedes y Orofino, Francisco, Travesía. Yo estoy con ustedes todos los días. Encuentros bíblicos. Evangelio de Mateo, Centro Bíblico Ecuménico, Buenos Aires, 2003, 14.

[11] Sicre, José Luis, El cuadrante. Introducción a los evange-lios. Parte I-La búsqueda, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1997, 148-149.