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DISCIPULADO Y LA GUÍA DEL ESPIRITU SANTO El verdadero director espiritual es el Espíritu Santo. Los ministerios son colaboradores en el accionar de Dios. Son responsables de crear el marco, el ambiente, donde cada discípulo alcance la meta de ser como Jesús, bajo la guía y gracia del Espíritu. Pretender vivir los principios del evangelio del reino sin el Espíritu Santo es una empresa imposible. La doctrina, la eclesiología, el esfuerzo humano , la disciplina religiosa, no sirven para nada sin la presencia del Espíritu. Un pasaje clave en la Escritura atinente a la obra del discipulado se encuentra en la carta a los Efesios, en la que el apóstol Pablo afirma que el Señor ha establecido los ministerios: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;….” Efesios 4:11-13 Existe otro párrafo referido al tema que parece estar en contradicción con el anterior, es la expresión del apóstol Juan en su primera carta: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”. 1ª Juan 2:20 Un poco más adelante expresa: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” 1ª Juan 2:27. En estos pasajes hay una clara referencia al Espíritu Santo, presentándolo como aquel que nos enseña todas las cosas y que parece estar en contradicción con las declaraciones del apóstol Pablo sobre los ministerios de la iglesia. En los extremos de esta tensión se encuentra el iluminismo místico que menosprecia a la autoridad delegada y a la iglesia; excusándose en la relación con el Espíritu Santo. En el otro extremo tenemos el legalismo estructurado, el gobierno del

Discipulado y La Guía Del Espíritu Santo (Óscar Marcellino)

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DISCIPULADO Y LA GUÍA DEL ESPIRITU SANTO

El verdadero director espiritual es el Espíritu Santo. Los ministerios son colaboradores en el accionar de Dios. Son responsables de crear el marco, el ambiente, donde cada discípulo alcance la meta de ser como Jesús, bajo la guía y gracia del Espíritu.

Pretender vivir los principios del evangelio del reino sin el Espíritu Santo es una empresa imposible. La doctrina, la eclesiología, el esfuerzo humano , la disciplina religiosa, no sirven para nada sin la presencia del Espíritu.

Un pasaje clave en la Escritura atinente a la obra del discipulado se encuentra en la carta a los Efesios, en la que el apóstol Pablo afirma que el Señor ha establecido los ministerios:

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;….” Efesios 4:11-13

Existe otro párrafo referido al tema que parece estar en contradicción con el anterior, es la expresión del apóstol Juan en su primera carta:

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”. 1ª Juan 2:20

Un poco más adelante expresa:

“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” 1ª Juan 2:27.

En estos pasajes hay una clara referencia al Espíritu Santo, presentándolo como aquel que nos enseña todas las cosas y que parece estar en contradicción con las declaraciones del apóstol Pablo sobre los ministerios de la iglesia.

En los extremos de esta tensión se encuentra el iluminismo místico que menosprecia a la autoridad delegada y a la iglesia; excusándose en la relación con el Espíritu Santo.

En el otro extremo tenemos el legalismo estructurado, el gobierno del

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humanismo religioso que resiste al Espíritu e ignora la acción personal del mismo en cada uno de los hijos de Dios.

Se hace imprescindible armonizar la guía personal del Espíritu Santo y el ministerio de la iglesia; de modo de alcanzar una guía efectiva bajo el gobierno del Espíritu.

EL ESPÍRITU SANTO ES EL UNICO VICARIO DE CRISTO EN LA TIERRA

El gobierno de la iglesia es ejecutado por el Espíritu. El cuerpo de Cristo no es un conglomerado de miembros sueltos e independientes donde cada uno vive como le parece, sino una comunidad teocrática donde los miembros se sujetan a Cristo, que es la cabeza, con una sumisión voluntaria.

El señorío de Cristo es ejecutado por el Espíritu Santo, el cual como ejecutivo de la deidad, actúa en forma personal sobre cada uno de los miembros y corporativamente a través de la autoridad delegada.

En esta etapa de restauración y derramamiento del Espíritu Santo, es de vital importancia conocer y experimentar las operaciones del Espíritu; tal desafío es la responsabilidad del liderazgo cristiano en la hora presente.

Para ubicarnos en el tema, haremos una breve referencia a la obra que el Espíritu realiza en cada hijo de Dios.

El testimonio del Espíritu

Comunica conciencia de filiación, conciencia de pecado, conciencia de ser salvo, certeza de la herencia en Cristo.

Revelación

Sin revelación nadie puede ser edificado, por lo tanto ella debe actuar en cada hijo de Dios.

Durante el magisterio, opera tanto en el maestro como en el discípulo; permite la percepción, y comprensión de la palabra, otorgando el poder para encarnarla.

Gracia

La gracia es fuente de salvación, liberación, santificación, consuelo y socorro oportuno. Opera en dos sentidos, comunicando los frutos del Espíritu,

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infundiendo el carácter de Cristo, santificando la vida del creyente. En otro aspecto, derrama los dones y carismas del Espíritu de modo que los creyentes sean revestidos del poder de lo alto.

Derramamiento del amor de Dios

El apóstol Pablo afirma en Romanos 5:5 que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

El amor es el principal fruto del Espíritu, fuente y sostén de la evangelización, del amor fraternal, la unidad de la iglesia y las obras de misericordia.

El trato del Espíritu

El Espíritu disciplina a cada hijo de Dios con el propósito, de hacer morir las obras de la carne, quebrar el orgullo y la autosuficiencia, formar el carácter de Cristo, para corrección y juicio, para hacernos partícipes de su santidad y capacitarnos en la obra de Dios.

La guía del Espíritu

El Espíritu Santo nos guía a toda verdad, revelándonos la voluntad de Dios, y anunciando lo que va a acontecer. El andar en el Espíritu las veinticuatro horas del día, oyendo su voz y obedeciendo sus mandamientos es el único modo de vivir El Señorío de Cristo y de madurar espiritualmente.

Sin el Espíritu Santo es imposible el crecimiento espiritual y mucho menos alcanzar la imagen de Jesús. Una gran frustración en el liderazgo cristiano es pretender que ocurran transformaciones en hermanos que no están llenos del Espíritu. En este caso solo se pueden dar transfusiones de gracia que se agotan en el tiempo, la falta de resultados producirá inevitablemente desgaste y agotamiento al hacer la obra.

AUTORIDAD DELEGADA

Según lo expresado anteriormente, la Escritura nos dice que Cristo constituyó cinco ministerios para la edificación del cuerpo de Cristo, y la perfección de los santos; de modo que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto , a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

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Estos ministerios son:

Apóstoles

Profetas

Evangelistas

Pastores

Maestros

Estos a su vez delegaran funciones en hombres fieles capaces de enseñar a otros, de modo que el cuerpo de Cristo este perfectamente unido por las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, para recibir su crecimiento y alcanzar la plenitud de Cristo.

Esto implica que no podemos ser edificados fuera de la iglesia y que no existe ningún grado de iluminación por el cuál podamos prescindir de los ministerios establecidos por Dios.

La revelación del misterio del evangelio y los mandatos del Señor nos son comunicados por medio de los ministerios, quienes con su exhortación, consuelo, cobertura y corrección velan por la edificación de los santos.

Razones de la autoridad delegada

Funcionales:

Las coyunturas actúan para nutrir, unir, sostener los miembros del cuerpo de Cristo. Son necesarias por razones de unidad, armonía, orden y disciplina en la iglesia.

Están relacionadas además con la estrategia y acción indispensables para realizar la obra de Dios; toma de decisiones, metas, visión común, trabajo en equipo.

PsicológicasPaternidad sustituta que suple las carencias afectivas y llena el vacío de amor producidos por el rechazo y el abandono.

Provee aceptación, cobertura, consuelo, socorro y compañerismo.

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EspiritualesAyuda para discernir la guía del Espíritu Santo, como protección para mantener la sana doctrina y la necesidad del discernimiento espiritual frente a los engaños y maquinaciones del diablo.

PATERNIDAD ESPIRITUAL

Generalmente relacionamos el Discipulado con el ejercicio de autoridad o la enseñanza, sin embargo el elemento más importante para una guía efectiva es la paternidad espiritual, constituyendo su pilar fundamental.

Sin el reconocimiento de la paternidad espiritual es imposible el ejercicio de autoridad o el magisterio en la iglesia porque que la autoridad está fundamentada en la paternidad. En su ausencia solo será autoridad burocrática, basada en la jerarquía de la dominación.

Las relaciones eclesiásticas por lo general no están sustentadas en el concepto de paternidad; comúnmente son relaciones institucionales, semejantes a las de cualquier otra organización mundana, no establecen relaciones de pacto ni proporcionan una cobertura real a los discípulos, de ahí su vulnerabilidad e ineficacia.

Esta realidad alcanza principalmente a los pastores, quienes por lo general no tienen una cobertura espiritual que vele por ellos y sus familias, la soledad del ministerio, la falta de apoyo en medio de la prueba, el enfrentar la obra con las propias fuerzas ha determinado la ruina y el fracaso de muchos siervos de Dios.

La crisis de la familia, la confusión de roles en el matrimonio, el divorcio, la decadencia moral, el abandono de la prole, han producido la muerte del padre en la sociedad contemporánea y determinado que miles de jóvenes vivan en la orfandad. Sin ley, sin cobertura, padeciendo grandes deficiencias en el desarrollo de su psiquis. Solamente en la iglesia podrán encontrar el padre y la madre que no tuvieron y sanar sus corazones.

Por estas razones se hace imprescindible restaurar en la iglesia el concepto de paternidad espiritual.

Engendrar hijos espirituales

El apóstol Pablo encuadra la predicación de la palabra en la dimensión simbólica de concebir hijos espirituales en Cristo Jesús, por medio del evangelio; estableciendo una filiación en el Espíritu en la cuál reconocemos haber sido engendrados en la vida espiritual por un padre con quien establecemos una relación de pacto, cuya identidad jamás se perderá.

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La evangelización es definida así, no como una conscripción de socios para formar un club religioso, sino como un parto espiritual que inaugura una relación permanente de filiación basada en el amor, que no podrá ser mellada por el tiempo o la distancia.

Continuamente Pablo expresa el liderazgo espiritual en términos de paternidad.

“No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como hijos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. 1ª Corintios 4: 14-14

Los ayos eran aquellos tutores que cuidaban de la crianza y educación de los niños pero no tenían el amor ni los derechos del padre. Muchos maestros podrán intervenir en nuestra formación espiritual pero solo tendremos un padre que nos ama en el Señor y por ello nos lleva en forma permanente al trono de la gracia, e intercede por nosotros de noche y de día.

Cuando Pablo se dirige a los Gálatas:

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,” Gálatas 4:19

En casi todas las ocasiones se refiere a sus discípulos como hijos espirituales y jamás utiliza términos o títulos institucionales.

Encabeza su primera epístola a Timoteo con el saludo paternal y amoroso:

“Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe : Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor”. 1º Timoteo 1-2.

Lo mismo hace en su segunda epístola a Timoteo:

“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: “Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor” 2ª Timoteo 1:1-2

Refiriéndose de nuevo a Timoteo les dice a los Corintios:

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“Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cuál os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias”. 1ª Corintios 4: 17

Timoteo es recomendado a los Filipenses del mismo modo:

“Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también este de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros.

Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.

Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” Filipenses 2:19-22

En la epístola dirigida a Tito escribe de modo similar:

“… a Tito, verdadero hijo en la común fe. Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del señor Jesucristo nuestro Salvador.” Tito 1:4

También vemos que sin hacer ninguna distinción de clase o rango hace mención del esclavo Onésimo como su hijo espiritual.

“… te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, el cuál en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mi nos es útil,” Filemón 10-11

Estas expresiones indican que hacía la obra evangelizadora y cuidaba de los hermanos con la ternura y el amor de un padre, actitud que se revela en la primera carta a los Tesalonicenses:

“Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.

Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; como trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el

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evangelio de Dios.

Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes, así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros,..” 1ª Tesalonicenses 7-11

De estas citas se desprende que el acto de concebir espiritualmente es al igual que en el plano natural, un acto de amor, que implica entrega, sacrificio, embarazo y dolor; sufrimiento que encuentra su resarcimiento en el nacimiento de un hijo para el Señor y Padre Celestial, como una ofrenda deseada consagrada en el altar.

Significa el sacrificio de la propia vida, la muerte por el hijo, en imitación de Cristo quien dio su vida por cada uno de nosotros.

En ese sentido Pablo realiza declaraciones sublimes de su intenso amor, con palabras tales como trabajo, fatiga, gastar lo propio, gastarse uno mismo, no esperar retribución aunque amando más sea amado menos, agolpar cada día sobre si la carga de todas las iglesias y celar con celos de Dios hasta lograr presentar a sus hijos espirituales como una virgen pura para Cristo.

La entrega de la vida se expresa en el servicio, siendo este uno de los pilares que fundamentará el discipulado en los comienzos de la vida cristiana. Por ello Pablo siempre procuro no ser gravoso ni de carga para sus hijos espirituales afirmando que no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.

El padre espiritual es además, un sacerdote que cubrirá permanentemente a sus hijos con oración intercesora, de modo que siempre estén sostenidos y protegidos por la gracia de Dios.

Para realizar esta tarea se requiere un marco de compañerismo y aceptación, brindando a los hijos cobertura, socorro oportuno, estímulo, ánimo, consuelo en los tiempos de prueba y exhortaciones adecuadas.

La autoridad paternal se origina en esta entrega de la vida por parte del padre y en su servicio de amor en el modelo de la jerarquía de servidores, establecidas por el Señor Jesucristo, por ello la clara advertencia apostólica de no ejercer señorío. En una relación sana ningún hijo tendrá problemas en sujetarse y respetar la autoridad de un padre amoroso.

El objetivo de la paternidad espiritual es el desarrollo de los hijos de modo que cada uno de ellos alcance la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, para lo cuál será necesario un amor paciente y sufrido, sumado a un velar constante.

La paternidad espiritual se ejerce primeramente mediante el ejemplo; o sea, la transmisión de la vida de Cristo que existe en nosotros, la cobertura espiritual, el magisterio y el ejercicio de autoridad de modo de exhortar, corregir y disciplinar cuando fuere necesario. Ello debe hacerse con espíritu de mansedumbre y

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amor, usando al decir de Pablo la vara, solo cuando fuere estrictamente necesario (1ª Corintios 4:21).

Hemos visto ya la importancia de la paternidad espiritual. No todos podemos ser maestros, pero todos podemos ser padres, ya que el único requisito para serlo es el amor..

La paternidad es uno de los pilares que sostiene la guía espiritual. Es imposible ser un consejero infalible, no equivocarnos nunca o saberlo todo, pero si ejercemos una paternidad responsable estaremos cumpliendo una parte vital en el proceso de edificar la iglesia. Los hermanos necesitan ser cubiertos con oración intercesora, consolados y sostenidos cuando se encuentran sometidos a las pruebas, como así también ser exhortados y estimulados a alcanzar la meta.

SIERVOS DEL ESPÍRITU SANTO

El gobierno de la Iglesia esta en manos del Espíritu Santo. El llama, capacita, comisiona, guía y apoya en la tarea. Los ministerios establecidos son instrumentos a su servicio que trabajan en una relación de sumisión y dependencia.

Quisiera destacar la importancia del llamado de Dios para tener sentido de misión y constancia en la obra. Todos participamos de la vocación general de servir a Dios como sacerdotes, pero además existe un llamado personal a una función específica dentro de la iglesia.

El apóstol Pablo siempre consideró el llamamiento divino como la base de su ministerio:

“Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles,…” Gálatas 1:15-16.

El llamado es una convicción espiritual profunda, producida por el Espíritu Santo, de que Dios nos ha encomendado una determinada tarea. Este llamamiento involucra carga por la obra y gracia para desempeñar la tarea, lo cuál será a la vez evidencia del llamado.

El encomendamiento de Dios nos otorga sentido de misión y constancia en la obra, ya que si creemos estar en el servicio cristiano por propia decisión podremos abandonarlo cuando queramos. También nos sostiene en medio de las pruebas, las circunstancias adversas, el fracaso aparente, proveyéndonos fe, confianza, estímulo y valor.

La guía espiritual es un proceso conducido por el Espíritu Santo, los ministerios son instrumentos del Espíritu de Dios que trabajan bajo su autoridad. Operan

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para ayudar a los discípulos de Cristo a oír y obedecer al verdadero conductor del proceso de guía espiritual, el Espíritu Santo.

No es una dirección sicológica o ética; sino espiritual. Por su intermedio se conduce y anima al discípulo de modo que pueda discernir la voz del Señor y recibir su gracia, hasta que alcance la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

El discipulado cristiano debe realizarse siempre en el plano espiritual, ello no significa que no se deban dar consejos que tengan que ver con la ética, la conducta, el área sicológica; pero en todos los casos la mirada debe ser espiritual.

Es una función carismática, aprobada por la santidad y apoyada en los dones que posea el líder espiritual. La eficacia de su trabajo devendrá de la acción interna del Espíritu operando en el discípulo. El magisterio no depende solo de la letra ya que la letra sin el Espíritu, mata. Es por medio del Espíritu de Gracia que obtenemos salvación, liberación, santificación, somos llamados al ministerio, y capacitados para hacer la obra mediante los carismas que nos son otorgados.

ES UNA FUNCION SACERDOTAL

En la mayoría de los casos al referirnos a la guía espiritual, abordamos el tema desde el ángulo del ejercicio de autoridad o del magisterio. Sin dejar de tener en cuenta tal realidad, es necesario darle un enfoque sacerdotal, mirando el discipulado cristiano como una colaboración con el obrar del Espíritu Santo, del cual somos instrumentos.

Servimos a Dios y a los hermanos como sacerdotes, bajo la guía, poder y gracia del Espíritu de Dios.

Es necesario e indispensable revalidar el concepto del sacerdocio y comenzar a conocer esta función para ejercerla de acuerdo a la voluntad de Dios. El objetivo es sin duda que cada discípulo del Señor, asuma su función sacerdotal y la ejerza bajo la guía del Espíritu Santo.

Lejos estoy de pensar en el sacerdocio como un oficio sacramental y litúrgico, su esfera es la espiritual desde la que ofrece sacrificios agradables a Dios por medio de Jesucristo; adorándole en espíritu y verdad (1° Juan 4:29).

Toda la obra debe realizarse con conciencia sacerdotal. Desde esta óptica, la iglesia es el templo de Dios donde sus sacerdotes le rinden culto mediante la adoración, alabanza, acción de gracias, administración de la gracia, el ejercicio de los dones y la intercesión perpetua de sus ministros ante el altar.

El Señor está restaurando el templo y el sacerdocio de modo que su casa llegue

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a ser como El la desea, un templo santo donde morar en el Espíritu (Efesios 2:21-22).

Somos sacerdotes intercesores entre Dios y los hombres, administradores de la gracia divina:

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” 1° Pedro 4:10

No solo enseñamos la verdad, ejercemos además, el poder y la autoridad de Dios, los cuales encauzamos por medio de la intercesión.

Esto implica una doble responsabilidad. Por un lado en relación a los hermanos, debemos comunicar todo el consejo de Dios, rogándoles que se reconcilien con él. Por otro la debemos interceder en oración y súplica ante el Señor a favor de su pueblo, aplacando su justa ira y apelando a su misericordia.

La santificación del sacerdote

El capítulo 21 del libro de Levítico, nos narra que Jehová hablo con Moisés, estableciendo la santidad como base del sacerdocio:

“Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque las ofrendas encendidas para Jehová y el pan de su Dios ofrecen; por tanto serán santos” (Levítico 21:6).

Para que este requisito se cumpliera, y los que presentaban defectos no profanaran su santuario, determinó una serie de condiciones que los dejaba fuera del oficio.

En el momento de ministrar, el sacerdote debía llevar sobre la parte delantera de la mitra, escrito en una lámina de oro la proclama: “Santidad a Jehová”, indicando la importancia de esta condición para no manchar la investidura.

En el culto del nuevo pacto, refrendado por la sangre de Cristo, la necesidad de ser santo es aún mayor, ya que él nos ha provisto todos los medios para alcanzar perfección. Debemos desechar totalmente el pensamiento de que la gracia de Dios nos exime de este requisito, por el contrario tenemos una gran responsabilidad, la de santificarnos a nosotros mismos y la de santificar al pueblo.

El sacerdote consagrado

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El culto levítico prescribía ofrendas y oblaciones que debían ser presentadas a Dios para alcanzar su favor, o para agradarle expresando gratitud. Diferían de los sacrificios en, que eran sin sangre y no estaban por lo general relacionadas con la expiación.

El impulso natural del amor es buscar la felicidad del ser amado, procurando con dádivas, y una entrega total, su contentamiento, con respecto al Señor, será natural el deseo de ofrecerle sacrificios que le sean aceptos y de olor grato.

Ante la pregunta ¿Que darte Dios mío? Y sabiendo de la manera que el ha amado al mundo, la respuesta lógica será llevar delante del altar las almas de otros hombres a quienes hemos ganado para el Reino.

Debido a que el hombre tiene hambre, frío y esta herido, envuelto en el sufrimiento; el Padre amoroso estableció la misericordia por encima del sacrificio y la caridad como el culto superlativo.

“…misericordia quiero y no sacrificio” Oseas 6:6

En cada pobre, hambriento o desnudo, en cada ser humano que sufre, Cristo esta encarnado; al verlo en tal condición, no deseamos cantar ni danzar, sino saciar su hambre, restañar sus heridas y cubrir su desnudez.

Cuando ya hemos gastado todas las palabras y el idioma y la música no nos alcanzan para alabarle y no tenemos nada para ofrendarle, solo nos queda la vida. Será entonces inevitable el deseo de la propia inmolación sobre el altar, como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Sigamos las pisadas de Jesús mediante la oblación de nuestra persona, bienes, familia, tiempo.

Siempre estará presente la sombra del martirio ya que nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por el ser amado. Muchos de los que nos precedieron en la fe inmolaron sus vidas, sufriendo torturas y muerte, haciéndolo con gozo y regocijo de ser tenidos por dignos del bautismo de sangre. El recuerdo de los mártires es una corriente de aire fresco que nos impulsará hacia una entera consagración.

Sacerdocio y adoración

La primera imagen que tenemos de un sacerdote es contemplarle oficiando el culto y no hay dudas que ello es su principal responsabilidad.

Ante la presencia de Dios, la única acción posible es la adoración, contemplando su justicia y santidad, su gloria y magnificencia, todo calla y se postra,

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glorificando al que vive y reina por los siglos de los siglos.

Deseo resaltar el hecho de cada hijo de Dios es fundamentalmente un adorador y debe convertir su vida en un acto continuo de culto, adorándole las veinticuatro horas del día.

El culto es la puerta para pasar de lo temporal a lo eterno, liberados de las barreras del espacio y la materia, nos sentamos juntamente con Cristo en los lugares celestiales experimentamos las virtudes del siglo venidero. Recíprocamente el cielo desciende a la tierra y la gloria de Dios se manifiesta.

Quiero señalar a esta altura un claro principio: El culto establece la presencia de Dios.

Ello fue visible cuando Moisés dedico el tabernáculo de reunión y cuando Salomón consagró el templo; en ambos casos mientras se oficiaba el culto, Dios manifestó su presencia en medio de una nube de gloria. ¡Cuántas veces en medio de la adoración de la iglesia, el Señor se revela mediante el mover soberano del Espíritu Santo!

Si los hijos de Dios lo adoraran con esta conciencia y fe, el Reino se manifestará en cada barrio, ciudad o región geográfica y no dudo provocará un impacto en las distintas esferas sociales de una nación.

Todo lo expresado tiene una contrapartida negativa, que es ampliamente conocida y manejada por Satanás. La continua adoración al diablo y sus demonios por medio de las distintas formas de ritos ocultistas facilita las operaciones demoníacas en las distintas regiones geográficas. En América del Sur somos testigos de cómo en los lugares de culto afrobrasileños se ofrece mediante rituales y sacrificios de animales un permanente culto al diablo.

La obra satánica resiste la extensión del reino de Dios ejerciendo una constante oposición a la iglesia. Cuando más intensa sea la práctica ocultista en un centro poblado o ciudad, mayor será la actividad de las fuerzas espirituales de maldad, y por consiguiente las dificultades para establecer el evangelio.

En las afueras de la ciudad de Buenos Aires, algunas familias de la comunidad a la que pertenezco, se instalaron como parte de un proyecto de extensión y vida comunitaria, con el objetivo de establecer el Reino de Dios en aquel lugar. La oposición de Satanás se manifestó mediante la acción de un grupo que realizaba práctica de macumba. Haciendo sonar permanentemente los tambores llevaron a delante una estrategia de control geográfico, invocando demonios y sacrificando aves en diferentes esquinas, incluso delante de las viviendas de los hermanos. Advertidos estos por medio de sueños y visiones, fueron guiados por el Espíritu Santo a recorrer casa por casa, esquina por esquina, adorando a Dios y alabándole, al mismo tiempo que reprendían a las fuerzas espirituales de maldad.

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Fue maravilloso comprobar como la presencia de Dios establecida de esta manera desalojó a los demonios, transformando el clima espiritual del barrio y provocando el cierre definitivo del local dedicado a la macumba. Aprendí de esta vivencia que el evangelismo en un área nueva debe incluir el establecimiento del culto a Dios, lo que garantiza el retroceso de las tinieblas y apertura a la palabra de Dios. Las tinieblas cejarán y el Reino de Dios se afirmará si renovamos el culto a Dios y oficiamos al Señor una adoración continua.

La autoridad del sacerdocio

Me ha hecho bien al enfocar el ministerio comprender que la gracia no es una definición teológica sino una dimensión sobrenatural en la que opera el poder de Dios. Es una realidad que a pesar de estar inserta en el orden natural se mueve en las alturas del Espíritu.

El encuentro de los hermanos es un hecho trascendente en el que Cristo está presente. La exhortación, el consejo, la comunión no tienen así una base anímica o intelectual, sino espiritual, donde la inspiración y guía provienen del Espíritu Santo.

Esta es una realidad carismática cuya eficacia depende exclusivamente del grado de dependencia del Señor.

Una tragedia de la iglesia ha sido apoyarse en los recursos humanos y no en la gracia de Dios para extender el Reino. El camino de la humillación, el renunciamiento a la propia sabiduría y la fe en la soberana operación del Espíritu Santo permitirán recuperar la sobrenaturalidad.

Deseo señalar un aspecto particular de la autoridad espiritual: “la capacidad de bendecir, y en su contraparte desatar y deshacer maldiciones.”

Como hijos de Dios y administradores de su gracia, él nos ha otorgado la capacidad de invocar su poder en favor de alguien o de una acción, o empresa con la intención de que sea prosperado, admitir que tenemos tal facultad, nos otorgará la fe para ejecutarla.

Al bendecir, un embrión de bondad es concebido en la palabra profética y sacerdotal, que irá desarrollándose en la vida y en las circunstancias sobre las cuales la impartimos.

En medio de tantos males y sufrimiento, el pueblo necesita ser librado, consolado. Los padres deben bendecir a sus hijos, el esposa a la esposa, los pastores a los hermanos y la iglesia en su conjunto a las naciones.

Un aspecto muy importante de este ministerio es deshacer las maldiciones que condicionan la vida de las personas. El Señor nos ha dado autoridad para atar, desatar y remitir:

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“De cierto, de cierto os digo que lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo”. Mateo 18-18

Tal autoridad nos ha sido delegada, no solo para establecer orden y disciplina en la comunidad cristiana, sino también para operar sobre el diablo y el mundo; logrando con su ejercicio que se cumpla la voluntad de Dios en cada circunstancia y las obras del enemigo sean deshechas.

En la tarea pastoral he tratado con personas sujetas a opresiones y bajo la influencia de maldiciones. Ello se hizo particularmente visible en los que padecían trabajos de brujería y soportaban anatemas de hechiceros. Algunos estaban bajo operaciones diabólicas realizadas en algunos casos con fetiches del vudú o con sacrificios de animales. Por esta causa padecían enfermedades de diversa índole y se hallaban inmersos en circunstancias negativas y de fracaso. Al desbaratar con la autoridad de Cristo las obras de brujería, fueron liberados y sanados. Los que tiene experiencia en demonología conocen el obrar de la magia negra en este campo.

Una postura madura requiere que enfrentemos tales situaciones desarrollando un ministerio capacitado espiritualmente para oponerse a los brujos y hechiceros, ello requerirá una mayor revelación de parte del Espíritu Santo y la profundización en el estudio del tema.

Las maldiciones y obras de brujería están por lo general motivadas por el odio, el resentimiento, la envidia o el propio interés. Este terreno eminentemente diabólico hace que cuando una persona con esos sentimientos profiere maldiciones, su lengua sea inflamada y potenciada por el mismo infierno (Santiago 3:12).

Algunos individuos soportan sentencias que han recibido de sus propios padres y que marcan y condicionan sus vidas. Ello se debe a que aceptan mentiras y malos augurios, se desarrolla una fe negativa, que conduce al fracaso en las acciones que emprenden.

Recuerdo que en una reunión, mientras se ministraba al Señor, el Espíritu Santo reveló que una mujer allí presente, había sido maldecida por su propia madre. Ello le había afectado considerablemente, causándole sufrimiento e impidiéndole el desarrollo en el plano espiritual.

Al finalizar el encuentro, una hermana se acercó al equipo pastoral profundamente conmovida y con la certeza de que era ella la persona aludida por el Espíritu. Manifestó que desde muy pequeña experimento el rechazo de su madre, quien exteriorizaba su desamor mediante castigos corporales, malos tratos, y una continua proclama donde le deseaba el mal. Al mismo tiempo la zahería diciéndole que era una persona inútil que nunca haría nada bien y que siempre fracasaría. Por esta causa nació en ella una fe negativa creyendo tales sentencias que provocaban el fracaso de todo lo que emprendía.

Después de ser guiada a tener una actitud de perdón hacia su madre, oraron por

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ella y la desataron de toda maldición. El paso posterior consistió en bendecirla con imposición de manos, tornando las maldiciones en bendiciones. En el transcurso del tiempo, se produjo su liberación, sanidad y progreso espiritual.

La comunidad cristiana es el marco donde hombres y mujeres serán librados de sus sentencias y sufrimientos. Ello ha de lograrse no solo mediante el ministerio de liberación, sino también por un ambiente de amor y aceptación, donde se sanen las heridas, se suplan las carencias afectivas y se expulsen los sentimientos de rechazo.

Es una función carismática

Refiriéndose al ministerio cristiano dice el apóstol Pedro en:

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” 1ª Pedro 4:10-11

La gracia no es una definición teológica, o de doctrina, es una vivencia. La vida cristiana es un estado de gracia, se desarrolla en una dimensión sobrenatural que impacta y transforma el orden natural.

Para edificar a los discípulos a la imagen de Jesús, debe operar en ellos la gracia de Dios que ministra el Espíritu Santo.

Con el fin de cumplir este cometido, el Señor escoge y capacita los ministerios, constituyendo a unos Apóstoles, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos.

Aún el más humilde de los hermanos, que da de comer al hambriento o viste al desnudo, debe hacerlo consiente que es Dios quien le ha encargado esta función y que actúa bajo su gracia.

Las Escrituras declaran que a cada uno le es dada una gracia especial, de manera que teniendo diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, podemos juntos servir al Señor en los diversos ministerios. Sin la gracia de Dios no se puede desempeñar en la iglesia ninguna función.

El Apóstol Pablo hace continuas referencias a la relación entre ministerios, gracia y dones. Declara que se ha conducido en el mundo y en la iglesia con sencillez y sinceridad, con la gracia de Dios y no con la sabiduría humana:

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“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” 1ª Corintios 15:10.

Esta declaración deberían hacerla todos los obreros: “No yo sino la gracia de Dios conmigo”. No podemos confiar en nuestras capacidades y talentos naturales al hacer la obra del Señor.

La idoneidad y eficacia en el ministerio depende de la medida de gracia espiritual que posee el obrero cristiano, jamás de los recursos humanos.

Por ello no debemos reconocer técnicos sino hombres y mujeres espirituales para que desempeñen tareas en la iglesia. De ahí que la gracia sea un requisito indispensable para el establecimiento de obreros. Debemos seguir el ejemplo de Jacobo, Cefas y Juan, quienes reconociendo la gracia que había sido dada a Pablo y Bernabé, les dieron la diestra en señal de compañerismo y los enviaron a la obra entre los gentiles.

Para detectar la gracia debemos evaluar los frutos y las señales, puesto que los carismas confirman el ministerio cristiano y lo sustentan.

En la epístola a los Hebreos Pablo declara que Dios testifica juntamente con nosotros, con señales, y prodigios, y diversos milagros, y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad; por ello la obra genuina es aquella que se realiza mediante la operación de los dones del Espíritu.

La eficacia de un líder espiritual depende de su relación con el Espíritu Santo y de la medida de gracia que le ha sido dada. El impacto que producirá su enseñanza y guía estará directamente relacionado con la acción del Espíritu que energizará la palabra dada, dotando además al discípulo del poder y la capacidad para llevar a la práctica los mandamientos.

Es un proceso de asistencia y ayuda

En este sentido el guía espiritual colabora con el Espíritu en el propósito de ajustar la vida del discípulo al modelo de Jesús:

Ayuda a reconocer y seguir las indicaciones del Espíritu Santo.

Ayuda a discernir las inspiraciones del espíritu maligno y de los deseos de la carne.

Acompaña en los tiempos de prueba y de trato del Espíritu en la vida del discípulo

Intercede para que la gracia de Dios cubra las vidas de los hermanos a fin de que puedan alcanzar la meta

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Intercede para que sean librados de los ataques del enemigo y de las maquinaciones de Satanás.

Para llevar a cabo esta tarea se hace indispensable que posea un claro discernimiento espiritual que solo el Espíritu Santo puede otorgarle. El éxito de su labor no esta en las exhortaciones que da, sino en un juicio espiritual correcto. Consejos basados en un mal diagnóstico pueden hacer mucho daño.

¿Cómo se realiza la guía espiritual?

Ejemplo Transmisión de la vida de Cristo que posee el líder espiritual. Al decir del apóstol Pablo el discípulo deberá imitar a su maestro en la medida que este imite a Cristo, no exigiendo perfección, sino una santidad progresiva y una capacidad de rectificar errores.

Cobertura espiritual Ejercicio de paternidad espiritual que implica ejercer el sacerdocio, intercesión, consolación y servicio. Deseo destacar especialmente el valor de la oración intercesora como una herramienta eficaz para cumplir este ministerio.

Magisterio Transmitir los mandatos de Cristo revelados por los Apóstoles y Profetas, el Kerigma y la Didaké apostólicas, teniendo cuidado de la sana doctrina.

Ejercicio de autoridadMediante la exhortación, la corrección y la disciplina cuando fuere necesario.

Relaciones de pacto Para lograr tal cometido es necesaria una intima relación entre el maestro y el discípulo; una relación de pacto, comprometida y leal, que esté cubierta por la presencia de Cristo.

De esta manera el discípulo podrá ver e imitar todo lo que realiza su maestro; reproducir en su propia vida, la vida de Cristo que se refleja en su padre

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espiritual. En este ambiente podrá abrir su corazón, manifestar pensamientos y aspiraciones íntimas, motivaciones del corazón, sabiendo que será tratado con honestidad y reserva; ello requiere un clima de confianza y amistad.

El guía podrá conocer al discípulo en forma integral, su historia de vida, las circunstancias traumáticas, percibir las heridas del alma, las fortalezas y raíces de amargura que lo condicionan, las tentaciones que lo acosan.

No deberá centrarse en las acciones externas, sino en las actitudes del corazón y el modo de responder ante las dificultades y tentaciones.

OBJETIVOS DE LA GUIA ESPIRITUAL

No se debe considerar el discipulado cristiano como un programa a desarrollar, sino como objetivos que irán alcanzándose en el tiempo. Estos objetivos son:

La llenura del EspírituSin la llenura del Espíritu Santo es imposible vivir la vida cristiana, por ello este debe ser el punto de partida de todo proceso de guía espiritual.

Relación personal con DiosEn este plano hay que velar por el desarrollo de la vida devocional y el ejercicio de los medios de gracia. Oración, ayuno, lectura de la palabra de Dios, culto continuo.

No se trata de inculcar una disciplina religiosa, con oraciones ritualistas, sino de que el discípulo alcance la presencia de Dios y pueda discernir la voz del Espíritu Santo. Se trata de conducir a los hermanos de modo que aprendan a andar en el Espíritu.

Confesión y apertura de concienciaEsta exposición de la conciencia es absolutamente necesaria para la guía espiritual. El líder debe conocer el modo de ser real, ver a la persona no como aparece ante los ojos de los hombres, sino del modo en que Dios la ve.

Tal apertura no es sencilla debido a que los seres humanos procuran mantener una buena imagen social, para conservar el aprecio de los demás.

Solo de esta manera el guía espiritual conocerá lo que el discípulo realmente es, develando la hipocresía inconsciente y la simulación que realiza en su lucha por la vida.

Para ello será necesario lograr:

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Que el discípulo se deshaga de su instinto de defensa y auto-justificación. Que no tema que se pongan de manifiesto sus errores y defectos y que renuncie a los esfuerzos de mantener una fachada.

Animarlo a que manifieste lo que piensa, siente y desea, a fin de descubrir las motivaciones de su corazón.

Los elementos a tener en cuenta en esta apertura son: Pecados, sufrimientos, motivaciones, raíces de amargura, complejos, traumas, temores y la posibilidad de opresiones demoníacas.

Ministrar según se requiera: perdón; liberación; sanidad interior; si ello no se realiza el discípulo arrastrará impedimentos que no le permitirán crecer espiritualmente.

Desarrollar criterio propioPara evaluar y juzgar circunstancias con la finalidad de que sea capaz de tomar decisiones bajo la guía del Espíritu Santo. El guía espiritual no debe tomar decisiones en lugar del discípulo ya que ello atentaría contra el libre albedrío e implicaría señorío sobre la persona.

Edificar la imagen de JesúsDebemos ayudar para que salga a la luz la imagen de Cristo que ya esta impresa en el discípulo por la obra del Espíritu Santo. Para lograrlo debemos penetrar la cáscara de su propio yo, más halla de los hábitos, la cultura, el modo de ser.

Descubrir su vocación en el servicio a DiosAyudarlo a oír el llamado de Dios y reconociendo su gracia ubicarlo en el cuerpo de Cristo, en el ministerio que le corresponda.

CONCEPTOS EQUIVOCADOS SOBRE LA GUÍA ESPIRITUAL

Autoritarismo o abuso de autoridadOrientaciones arbitrarias, caprichosas, demandas personales. Imponerse sobre la personalidad de otro, anulando su capacidad de decisión. El gobierno plural y la posibilidad de pedir otro consejo serán los remedios para impedir tales abusos.

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Utilizar la autoridad espiritual en el propio beneficioComo un medio de realización personal, obtención de fama y honores o beneficios económicos, usando el servicio de los hermanos en provecho propio.

ProfesionalismoCreer que tiene la autoridad y la fórmula para resolver todos los problemas. Ello puede ocurrir cuando se establece un sistema de consejería en el cual se ha llegado a ser experto o cuando se manejan técnicamente las enseñanzas de la iglesia. Si se actúa de esta manera se dan respuestas preconcebidas, muchas veces severas, siempre iguales y que no admiten excepciones.

No hay discernimiento espiritual, consideración por las circunstancias e intereses del discípulo y mucho menos de la voluntad de Dios. El guía será un déspota arbitrario que usurpa el lugar del Espíritu Santo.

ORACION INTERCESORA Y GUIA ESPIRITUAL

Para llevar a cabo la responsabilidad que el Señor nos ha asignado en la gran comisión de “hacer discípulos a todas las naciones” Mateo 28: 18-20, contamos con dos recursos provistos por el Señor:

La Palabra de Dios y La Oración.

En este capítulo nos referiremos especialmente a la oración sacerdotal.

No somos simples pedagogos que comunican enseñanzas a nivel intelectual. Más bien somos sacerdotes intercesores entre Dios y los hombres, administradores de la gracia divina (1ª Corintios 4:1 / 1ª Pedro 4:10). No solo enseñamos la verdad, ejercemos, además, el poder y la autoridad de Dios, los cuales encauzamos por medio de la oración intercesora.

Esto implica una doble responsabilidad:

En relación a los hermanos debemos comunicar todo el consejo de Dios, mientras que en relación al Señor intercedemos en oración y súplica a favor de su pueblo.

Si nuestra tarea no está saturada de una atmósfera de oración, tendemos a realizar la obra confiando en nuestros propios recursos, y no en dependencia del Señor.

La habilidad como consejeros y orientadores no esta basada en la sabiduría humana, sino en la gracia de Dios. Para tener acceso a ella es necesario un continuo diálogo con el Señor.

Orar con amor

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La oración por los discípulos no es un mero rito, es una expresión de profundo amor. La calidad del sacerdote se manifiesta en su capacidad de amar a Dios y a los hombres. El amor por los hermanos hará que nos presentemos delante de Dios buscando ser el canal para que sus vidas sean bendecidas.

Lo primero que el Señor buscará en nuestra oración intercesora es la presencia del amor y nuestra disposición al sacrificio, demostrando así que somos dignos del real sacerdocio y que seguimos fielmente los pasos de Jesús.

La oración de amor implica:

IdentificaciónSignifica sufrir los padecimientos de los discípulos como si fuesen propios, al decir del apóstol Pablo ¿ Quien enferma, y yo no enfermo? ¿A quien se hace tropezar, y yo no me indigno? ; O también expresar que se gozaba en lo que padecía por sus hijos espirituales, uniéndose a los padecimientos de Cristo.

SacrificioSignifica llanto y agonía delante del Señor. Tiempo y esfuerzo invertidos a favor de los hermanos, siguiendo el modelo de Jesús nuestro sumo sacerdote; que es según declara la epístola a los Hebreos, sacerdote y sacrificio a la vez.

ORAR HACIENDO MEMORIA

El apóstol Pablo nos ha dejado un claro ejemplo en sus epístolas de esta faceta de la oración por los discípulos:

“Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”

Romanos 1:9

“Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” 1ª Tesalonicenses 1:2

“No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” Efesios 1:16.

De estos textos aprendemos que la oración intercesora debe ser específica y objetiva, recordando la persona pero también sus circunstancias e historia.

Hacer memoria es más que nombrar a los hermanos en una larga lista, como si la sola mención del nombre invocara la bendición. Es, más bien, presentar al discípulo delante de Dios con una visión precisa de su condición y sus necesidades, en forma integral. Al hacer esto, el Espíritu Santo nos revelará aspectos que solo se disciernen espiritualmente y que nos permitirán servir mejor a los hermanos.

Todo discípulo es tan importante que merece que nos detengamos en él, a solas

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con el Señor; luego con la visión y sabiduría de Dios, podremos intervenir exitosamente a su favor. Debemos también suplicar ante el trono de Dios por las circunstancias que rodean su vida y que condicionan su proceder y en ocasiones determinan su futuro.

Quizás no podemos hacer memoria de todos los discípulos cada día de esta manera, pero el Espíritu Santo nos ayudará en nuestra debilidad, dándonos una carga particular sobre algunos de ellos, cada vez que intercedamos, es en ellos en quienes debemos detenernos.

ORAR CON GRAN INSISTENCIA“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” Efesios 6:18

Orar con gran insistencia significa hacerlo con ruegos y súplicas, es el camino que marcara Jesús en su ministerio terrenal:

“Y Cristo en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”. Hebreos 5:7

Jesús es el ejemplo de la actitud y la postura con la que debemos venir ante el trono de Dios. Nos acercamos a él humillados y quebrantados, concientes de nuestra propia incapacidad y de las necesidades de los hermanos, sabiendo que ningún recurso humano es válido, nos presentamos con lágrimas, clamando al Dios de toda gracia por la manifestación de su amor y misericordia.

De esta manera participamos de los sacrificios y sufrimientos de Cristo por la iglesia y establecemos un vínculo cada vez mas fuerte con el Señor; al mismo tiempo que la gracia opera en los discípulos, nos identificamos con él y le conocemos íntimamente.

ORAR CON PERSEVERANCIA“Orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestra rostro, y completemos lo que falta a vuestra fe” 1ª Tesalonicenses 3:10

“Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios. Padre de nuestro Señor Jesucristo” Colosenses 1:3

“ Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día” 2ª Timoteo 1:3.

La perseverancia es un requisito indispensable de la oración intercesora, la cantidad de tiempo invertido es una medida del amor y la carga que llevamos por los hermanos. Es obvio que para lograrlo deberemos hacer ajustes, establecer prioridades, realizar sacrificios a fin de acrecentar nuestra vida de

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intercesión. Este desafío implica un alto costo, entrega y renunciamiento.

Aprendemos de Pablo que su intercesión sacerdotal era constante y continuaba por sus hijos espirituales que habían madurado en la fe y participaban activamente en la obra, esto revela la profundidad de su paternidad espiritual y lo inmenso de su amor por los discípulos.

PETICIONES A FAVOR DE LOS DISCÍPULOSCada discípulo tiene circunstancias y necesidades particulares por las cuales debemos velar en oración; pero existen peticiones generales que debemos hacer a favor de todos ellos. Las Escrituras nos enseñan como realizarlas.

Sabiduría y RevelaciónPablo nos guía a interceder en este sentido en la carta a los Efesios:

“No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, par que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,..” Efesios 1:16-18.

Iluminación espiritualPara ser edificados, los discípulos requieren iluminación espiritual, esto hace necesario que intercedamos para que Dios alumbre los ojos del entendimiento de cada uno de ellos.

Por más que intentemos comunicar la palabra con esmero, esta no será asimilada si el Espíritu Santo no la revela. Antes de ministrar la verdad a los discípulos debemos clamar al Señor para que sus mentes, corazones, y espíritus sean dóciles y perceptivos. En la tarea de formar vidas a la imagen de Cristo debemos emplear el mismo tiempo en oración que el que usamos en preparar la palabra. De esta manera honramos al Espíritu Santo, que es el único que enseña toda verdad y desechamos la humana sabiduría.

Conocimiento de Dios En el párrafo de la Escritura anteriormente citado, Pablo ora para que los efesios, en la inspiración del espíritu de sabiduría, conocieran a Dios.

Cada hijo de Dios tiene que conocer personalmente a su padre celestial y recibir el testimonio directo del espíritu de adopción. No se trata de que como maestros describamos las virtudes del Señor, sino de ayudar, para cada uno de los que estamos guiando, tenga un encuentro personal e íntimo con él. Se hace necesario interceder para que Dios les revele su persona y para que Cristo habite por la fe en sus corazones. (Efesios 3:14-19).

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Conocimiento de la voluntad de DiosAsimismo debemos ayudar a los discípulos a guardar los mandatos claros que comisionara el Señor Jesús; además cada hijo de Dios debe conocer la voluntad particular de Dios para su vida, las decisiones que debe tomar frente a cada circunstancia, el llamamiento para la obra, etc. Dios tiene un plan, un propósito para cada discípulo, una función en la iglesia y dones para llevarla a cabo; nuestra intercesión debe estar dirigida a que cada uno de ellos acceda a su voluntad, para poder cumplirla y agradar a su Señor.

Conocimiento de la herencia en CristoCada hijo de Dios debe conocer cuál es la esperanza a que ha sido llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con los que creen (Efesios 1:18-19).

La esperanza en Cristo los animará en las pruebas; la conciencia de la herencia les servirá de estímulo y el conocimiento del poder les permitirá enfrentar al enemigo sin temor y realizar proezas en Cristo.

SantidadLa voluntad de Dios es que cada uno de sus hijos sea santo como él es santo (1ª Pedro 1:16). La conciencia de su voluntad llevó al Señor Jesús a pedir la santificación de los apóstoles, en su gran oración sacerdotal (Juan 17:14-19).

Se ve también en las oraciones de Pablo una constante preocupación con este tema. La tarea de purificación es obra del Espíritu Santo y podemos colaborar con la misma teniendo presente varias medidas prácticas que mencionamos a continuación:

Confesar los pecados de los discípulosComo sacerdotes es nuestra obligación reconocer y clamar delante de Dios por el pecado en la vida de los discípulos, tal como nos ilustran Moisés, Daniel, Nehemías, y los rituales del sacerdocio levítico. Nuestra intercesión en este sentido sirve para poner en evidencia situaciones oscuras en la vida de los hermanos, y demostrará nuestro rechazo terminante a todo lo que pueda ofender a Dios.

Desatarlos de atadurasEn muchas ocasiones es necesario romper ataduras espirituales por medio de la oración; debemos hacerlo con plena conciencia de la autoridad que tenemos en Cristo y del poder que el nos concede como sacerdotes sobre su pueblo, tal como se proclama en Mateo 18:18.

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Esta clase de oración es especialmente necesaria para liberar de opresiones diabólicas, destruir fortalezas interiores, quitar raíces de amargura y ministrar consuelo en las cicatrices del alma.

El Señor nos ha dado su poder para atar al hombre fuerte, para destruir fortalezas del enemigo y liberar a los oprimidos por el diablo.

Que Dios los libre del mal Jesús oró pidiéndole a Dios que librara a los discípulos del mal ( Juan 17:15).

Esta petición es vital para cubrir a los hermanos de los ataques del diablo. El Señor, no solo intercedió de este modo en la ocasión referida. Aprendemos de Lucas 22:31-32 que velaba en oración por sus discípulos. Cuando Satanás pidió a Pedro para “zarandearlo como a trigo”, el Señor se anticipa a la prueba, rogando para que su fe no le falte.

Los ataques del enemigo contra la vida de los hermanos son inevitables. Es nuestra responsabilidad rogar para que puedan esgrimir el escudo de la fe, y apagar los dardos de fuego del maligno.

Que Dios los santifique Pidamos también, que el Señor los santifique, que todos ellos permanezcan llenos del Espíritu y vivan guiados por él. Cubramos sus vidas de tal manera que el ministerio del Espíritu pueda obrar sin obstáculos y no sea contristado ni apagado, especialmente en los tiempos de disciplina y prueba. De esta manera estaremos ayudando a que los discípulos anden como es digno del Señor y el nombre de Cristo sea glorificado en ellos. (2ª Tesalonicenses 1:12)

PoderSin el poder de Dios no hay vida cristiana posible, por ello el objetivo de nuestras oraciones debe estar centrado en que los discípulos experimenten que Dios es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente que lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (Efesios 3:20). Pidamos específicamente que opere en los hermanos espíritu de poder y dominio propio (2ª Timoteo 1:7); que sean fortalecidos con todo poder (Efesios 3:16); y que el Señor cumpla toda obra de fe y propósito de bondad con el poder de Dios (2º Tesalonicenses 1:11).

UnidadDado que la unidad de la iglesia es la voluntad de Dios y un elemento indispensable para el crecimiento sano de la obra, debemos rogar a su favor. En

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la práctica cada siervo de Dios debe velar por los hermanos que están bajo su responsabilidad, esto cultivará el amor fraternal y se opondrá a la estrategia diabólica de dividir para reinar. La importancia de este asunto se hace de manifiesto por el énfasis decidido que Jesús le otorga en su oración sacerdotal. El apóstol Pablo lo expresa sencillamente pidiéndole al Señor que haga abundar más y más el amor entre hermanos.

FrutoEl crecimiento de la obra es proporcional al número de obreros que en ella se ocupan; de ahí que un objetivo primordial debe ser la formación de nuevos obreros, junto con el crecimiento y edificación de los que ya están predicando el evangelio.

Podemos colaborar en esta meta intercediendo para que los discípulos lleven fruto en el Señor. En un paso más concreto, roguemos para que sean enviados como obreros a las mies (mateo 9:38), y que Dios los haga partícipes de su llamamiento llevando fruto en toda buena obra.

A esta altura es necesario remarcar las actitudes que debemos tener en relación al discipulado.

ACTITUDES NEGATIVAS ANTE LA GUÍA ESPIRITUAL

ComodidadAlgunos hermanos con debilidad de carácter se refugian en la autoridad espiritual para no tomar decisiones, eludiendo la responsabilidad personal y tomando una actitud pasiva frente a la propia vida.

RebeliónOtros, al escuchar opiniones con las que no coinciden de parte del liderazgo espiritual, reaccionan con molestia y desagrado. Se debe investigar si la reacción se produce por una actitud de rebelión o porque se ha acertado al señalar algún mal.

Hay personas que buscan en el guía espiritual complicidad y que le digan a todo que si y los hay que buscan vengarse en la autoridad espiritual de los excesos cometidos por sus padres u otras personas con quienes estuvieron relacionados.

ACTITUDES CORRECTAS PARA UN BUEN DISCIPULADO

Espíritu de sumisión

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Con una sumisión inteligente y provechosa, tal como exhorta Hebreos 13:17.

Reconocer que es un don de DiosEste reconocimiento nos permitirá estar atentos y agradecidos, de modo de aprovechar correctamente la guía.

No esperar que lo sepa todoNo pretender que con la orientación desaparezcan los problemas, en realidad las respuestas ya se encuentran impresas en el corazón por la obra del Espíritu Santo. El consejo permite descubrir y aceptar lo que ya se conocía y superar vacilaciones.

No buscar complicidadAlgunos rechazan la autoridad porque no les halaga el ego o no avala las ilusiones que tienen puestas en ellos mismos, desean un liderazgo que los enaltezca en lugar de ayudarlos a liberarse del amor propio.