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Si nos concentramos en buscar y en recibir el Espíritu, nos preocuparemos menos de que el maestro o el orador capten nuestra atención y nos importará más prestar atención al Espíritu. Una mañana, cuando servía como misionero en Beaumont, Texas, mi compañero enfermó y tuvo que descansar. Siguiendo el consejo de nuestro presidente de misión ante tales situaciones, puse una silla junto a la ventana abierta de nuestro apartamento, ubicado en el cuarto piso, y comencé a leer el Libro de Mormón. En seguida me sumergí en las Escrituras y, al cabo de un rato, llegué a Alma capítulo 29, versículos 1 y 2: “¡Oh, si fuera yo un ángel y se me concediera el deseo de mi corazón, para salir y hablar con la trompeta de Dios, con una voz que estremeciera la tierra, y proclamar el arrepentimiento a todo pueblo! “Sí, declararía yo a toda alma, como con voz de trueno, el arrepentimiento y el plan de redención: Que deben arrepentirse y venir a nuestro Dios, para que no haya más dolor sobre toda la superficie de la tierra”. Al meditar en las palabras de Alma, éstas se convirtieron en algo muy personal. Mi compañero y yo habíamos tocado cientos de puertas en Beaumont, ofreciendo dar nuestro mensaje, aunque con poco éxito. En mi mente, comencé a imaginar qué pasaría si yo fuese un ángel y pudiese llamar al arrepentimiento con una voz que hiciese temblar la tierra. Miré por la ventana hacia abajo y vi a la gente que iba y venía por la calle. Me imaginé qué pasaría si me pusiese allí mismo de pie brillando como un ángel, con las manos en alto, y les hablara con una voz de trueno. Me imaginé que los edificios temblaban y que la gente caía a tierra. En tales circunstancias, pensé que quizás, ¡surgiría en ellos el repentino deseo de escuchar lo que yo tenía que decirles! Pero luego leí el siguiente versículo:

Discurso de Enero

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Si nos concentramos en buscar y en recibir el Espritu, nos preocuparemos menos de que el maestro o el orador capten nuestra atencin y nos importar ms prestar atencin al Espritu.Una maana, cuando serva como misionero en Beaumont, Texas, mi compaero enferm y tuvo que descansar. Siguiendo el consejo de nuestro presidente de misin ante tales situaciones, puse una silla junto a la ventana abierta de nuestro apartamento, ubicado en el cuarto piso, y comenc a leer el Libro de Mormn.En seguida me sumerg en las Escrituras y, al cabo de un rato, llegu a Alma captulo 29, versculos 1 y 2:Oh, si fuera yo un ngel y se me concediera el deseo de mi corazn, para salir y hablar con la trompeta de Dios, con una voz que estremeciera la tierra, y proclamar el arrepentimiento a todo pueblo!S, declarara yo a toda alma, como con voz de trueno, el arrepentimiento y el plan de redencin: Que deben arrepentirse y venir a nuestro Dios, para que no haya ms dolor sobre toda la superficie de la tierra.Al meditar en las palabras de Alma, stas se convirtieron en algo muy personal. Mi compaero y yo habamos tocado cientos de puertas en Beaumont, ofreciendo dar nuestro mensaje, aunque con poco xito. En mi mente, comenc a imaginar qu pasara siyofuese un ngel y pudiese llamar al arrepentimiento con una voz que hiciese temblar la tierra. Mir por la ventana hacia abajo y vi a la gente que iba y vena por la calle. Me imagin qu pasara si me pusiese all mismo de pie brillando como un ngel, con las manos en alto, y les hablara con una voz de trueno. Me imagin que los edificios temblaban y que la gente caa a tierra. En tales circunstancias, pens que quizs, surgira en ellos el repentino deseo de escuchar lo que yo tena que decirles!Pero luego le el siguiente versculo:Mas he aqu, soy hombre, y peco en mi deseo; porque debera estar conforme con lo que el Seor me ha concedido (versculo 3).Fue una leccin de humildad darme cuenta de que el Seor ama a todos Sus hijos y tiene un plan para Su obra. Mi trabajo consista en hacer mi parte.Tambin continu la leccin de humildad al darme cuenta de algo ms. En aquel momento yosupeque lo que lea no era ficcin, sino que era real. De manera tranquila y callada, mientras lea, me haba llenado de luz y de la comprensin de que Alma era una persona real, que haba vivido, y que l tambin haba tenido el profundo deseo de dar a conocer el mensaje del Evangelio a otras personas.Si en aquel momento me hubiesen preguntado: Sabes que esto es verdad?, habra contestado: Sin ninguna duda!. En aquel instante se me hizo manifiesto que estaba recibiendo un testimonio espiritual de la veracidad del Libro de Mormn.Al reflexionar en aquella experiencia, y en otros muchos testimonios que he recibido desde entonces, he llegado a comprender mejor lo vitalmente importante que esrecibirpor medio del Espritu. Con frecuencia nos concentramos, y as debe ser, en la importancia de ensear por medio del Espritu; no obstante, debemos recordar que el Seor le ha dado igual relevancia, si acaso no mayor, al hecho de recibir por medio del Espritu (vase D. y C. 50:1722).Esa recepcin es una de las caractersticas fundamentales del Evangelio. Se expone en la misma ordenanza por medio de la cual somos confirmados miembros de la Iglesia. En esta ordenanza se nos dice recibe el Espritu Santo. sta es una invitacin formal a actuar para recibir este gran don.A medida que he ido comprendiendo este principio, he descubierto que las Escrituras estn repletas de la doctrina del recibir. Tal y como ha indicado el presidente Boyd K. Packer: Ningn otro mensaje aparece en las Escrituras ms veces ni en ms variadas formas que el que dice pedid y recibiris (La reverencia inspira la revelacin,Liahona,enero de 1992, pg. 23).En la esencia misma de nuestra probacin terrenal, se halla la opcin de recibir a Jess como el Cristo. El apstol Juan ense:A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.Mas a todos los que le recibieron les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:1112).Uno no puede menos que preguntarse cuntos son los dones y las bendiciones que nos rodean, pero que no recibimos. El Seor ha dicho: Porque, en qu se beneficia el hombre a quien se le confiere un don, si no lo recibe? He aqu, ni se regocija con lo que le es dado, ni se regocija en aquel que le dio la ddiva (D. y C. 88:33).Durante las reuniones de la Iglesia, durante el estudio de las Escrituras, tanto personal como en familia, e incluso en el da de hoy, al escuchar a los profetas y apstoles del Seor, algunos recibiremos ms que otros. Por qu? He llegado a la conclusin de que quienes en verdad reciben hacen al menos tres cosas que quizs los dems no hagan.En primer lugar,buscan.El mundo en el que vivimos es un mundo dominado por el entretenimiento, un mundo espectador. Sin darnos cuenta, quizs acudimos a la conferencia o asistimos a la Iglesia con la actitud de: Aqu me tienen; ahora, insprenme. Llegamos a ser espiritualmente pasivos.Si nos concentramos en buscar y en recibir el Espritu, nos preocuparemos menos de que el maestro o el orador capten nuestra atencin y nos importar ms prestar atencin al Espritu. Recuerden que recibir es un verbo, es un principio de accin, es una expresin fundamental de la fe.En segundo lugar, los que reciben,sienten.Aun cuando la revelacin acude a la mente y al corazn, la mayora de las veces se siente. Mientras no aprendamos a prestar atencin a esos sentimientos espirituales, por lo general, ni siquiera reconoceremos al Espritu.En una reciente conversacin que tuve con una de mis nueras, ella mencion que incluso podemos ayudar a los nios ms pequeos a discernir estos sentimientos que proceden del Espritu. Podemos hacerles preguntas como stas: Qu sientes cuando leemos juntos esta Escritura?; Qu percibes que te est diciendo el Espritu que hagas?. sas son buenas preguntas para todos; demuestran el deseo de recibir.En tercer lugar, los que reciben por medio del Espritutienen la intencin de actuar.Tal y como indic el profeta Moroni, para recibir un testimonio del Libro de Mormn, debemos pedir con verdadera intencin (vase Moroni 10:4). El Espritu ensea si tenemos la sincera intencin de hacer algo con respecto a lo que hayamos aprendido.Al volver a leer lo que escrib en mi diario, con objeto de comprender y de aprender ms de la experiencia que tuve como misionero, me he dado cuenta de que aunque ya haba ledo el Libro de Mormn antes, lo que ocurri en Beaumont aquella maana fue diferente porque yo tambin era diferente. Aun siendo inexperto, al menos en aquella ocasin, yo intentaba con toda sinceridad buscar y sentir, y mi intencin era actuar con fe de acuerdo con lo que haba aprendido. Ahora s que esos testimonios estn a disposicin de todos nosotros de forma habitual, si es que los recibimos.El Libro de Mormn es la palabra de Dios. Jess es el Cristo. El Evangelio ha sido restaurado y en verdad nos hallamos en presencia de profetas y apstoles modernos.Ruego que en este da y siempre, aprendamos a recibir de un modo ms eficaz, a fin de que nos regocijemos tanto en el don como en aquel que dio la ddiva.En el nombre de Jesucristo. Amn.