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7/25/2019 Discurso Racializante y Segmentacion Etn http://slidepdf.com/reader/full/discurso-racializante-y-segmentacion-etn 1/23  1 En prensa en: Benencia, Roberto, Herrera Lima, Fernando; y Levine, Elaine. Ser migrante latinoamericano, ser vulnerable, trabajar precariamente. Colecciión CSH. Editorial de la División de Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Autónoma Metropolitana-Campus Iztapalapa Discurso racializante y segmentación étnico-nacional del mercado laboral: Trabajadores bolivianos en un cortadero de ladrillos de Córdoba, Argentina. Cynthia Pizarro Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Universidad de Buenos Aires [email protected] Introducción El objetivo de este artículo 1  es analizar la imbricación entre la producción discursiva de la discriminación racializante en un lugar de trabajo y los procesos de segmentación étnico- nacional del mercado laboral vinculado con la fabricación de ladrillos en el área peri- urbana de la Ciudad de Córdoba, República Argentina. En esta región, los cortaderos de ladrillos constituyen uno de los principales ámbitos en los que los migrantes bolivianos se insertan como mano de obra no calificada en condiciones de precariedad e informalidad. El progresivo reemplazo de trabajadores y productores nativos por migrantes bolivianos en este sector productivo del periurbano de la ciudad de Córdoba puede ser concebido como: bolivianización de los cortaderos de ladrillos 2 . En Argentina, la articulación de las personas oriundas de Bolivia en nichos laborales destinados a migrantes recientes (Herrera Lima, 2005), tales como los rubros de la construcción, la horticultura, el servicio doméstico, la 1  Esta investigación fue financiada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba, en el marco de los Proyectos de Investigación 2008-2009: “Ser boliviano en Córdoba. Discriminación, ilegalidad y precariedad laboral de los migrantes bolivianos que residen en la Ciudad de Córdoba y en el Gran Córdoba” y 2010-2011: “Experiencias laborales, residenciales y escolares de los inmigrantes bolivianos recientes en la Región Metropolitana de la Ciudad de Córdoba”; y, por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba, en el marco del Proyecto de Investigación 2009-2011: “Relaciones interculturales, mercado de trabajo y localización socio-espacial de los migrantes bolivianos que residen en áreas urbanas y periurbanas de la ciudad de Córdoba”. Versiones preliminares de este artículo fueron presentadas en el V Coloquio de Investigadores en Estudios del Discurso y I Jornadas Internacionales de Discurso e Interdisciplina, Córdoba, 16 al 18 de abril de 2009; y, en el VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo, ciudad de México, 20 al 23 de abril de 2010. Agradezco los comentarios de los participantes en dichos eventos. 2  Parafraseo a Benencia (2006) quien utiliza la expresión bolivianización de la horticultura  para referirse al proceso de reemplazo de trabajadores y productores nativos por bolivianos que se dio en los últimos 20 años en las áreas hortícolas de Argentina.

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En prensa en: Benencia, Roberto, Herrera Lima, Fernando; y Levine, Elaine. Ser migrante latinoamericano,

ser vulnerable, trabajar precariamente. Colecciión CSH. Editorial de la División de Ciencias Sociales y

Humanidades. Universidad Autónoma Metropolitana-Campus Iztapalapa 

Discurso racializante y segmentación étnico-nacional del mercado laboral:

Trabajadores bolivianos en un cortadero de ladrillos de Córdoba, Argentina.

Cynthia Pizarro

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad de Buenos Aires

[email protected] 

Introducción

El objetivo de este artículo1 es analizar la imbricación entre la producción discursiva de la

discriminación racializante en un lugar de trabajo y los procesos de segmentación étnico-

nacional del mercado laboral vinculado con la fabricación de ladrillos en el área peri-

urbana de la Ciudad de Córdoba, República Argentina. En esta región, los cortaderos de

ladrillos constituyen uno de los principales ámbitos en los que los migrantes bolivianos seinsertan como mano de obra no calificada en condiciones de precariedad e informalidad.

El progresivo reemplazo de trabajadores y productores nativos por migrantes bolivianos en

este sector productivo del periurbano de la ciudad de Córdoba puede ser concebido como:

bolivianización de los cortaderos de ladrillos2. En Argentina, la articulación de las personas

oriundas de Bolivia en nichos laborales destinados a migrantes recientes  (Herrera Lima,

2005), tales como los rubros de la construcción, la horticultura, el servicio doméstico, la

1  Esta investigación fue financiada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional deCórdoba, en el marco de los Proyectos de Investigación 2008-2009: “Ser boliviano en Córdoba.Discriminación, ilegalidad y precariedad laboral de los migrantes bolivianos que residen en la Ciudad deCórdoba y en el Gran Córdoba” y 2010-2011: “Experiencias laborales, residenciales y escolares de losinmigrantes bolivianos recientes en la Región Metropolitana de la Ciudad de Córdoba”; y, por el Ministeriode Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba, en el marco del Proyecto de Investigación 2009-2011:“Relaciones interculturales, mercado de trabajo y localización socio-espacial de los migrantes bolivianos queresiden en áreas urbanas y periurbanas de la ciudad de Córdoba”. Versiones preliminares de este artículofueron presentadas en el V Coloquio de Investigadores en Estudios del Discurso y I Jornadas Internacionalesde Discurso e Interdisciplina, Córdoba, 16 al 18 de abril de 2009; y, en el VI Congreso de la AsociaciónLatinoamericana de Sociología del Trabajo, ciudad de México, 20 al 23 de abril de 2010. Agradezco loscomentarios de los participantes en dichos eventos.2

 Parafraseo a Benencia (2006) quien utiliza la expresión bolivianización de la horticultura para referirse alproceso de reemplazo de trabajadores y productores nativos por bolivianos que se dio en los últimos 20 añosen las áreas hortícolas de Argentina.

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manufactura textil, el comercio ambulante y, en el caso de Córdoba, la fabricación de

ladrillos, puede ser comprendida teniendo en cuenta la particular intersección que se dio

entre ciertos discursos que estereotipan a los migrantes regionales como “indeseados”, que

cíclicamente se instalaron en la agenda pública desde principios de los 1990s, y los

procesos de precarización y flexibilización laboral que tuvieron lugar en el marco de la

implementación de políticas neoliberales en Argentina.

Partiendo del supuesto de que la segmentación étnico-nacional del mercado laboral es una

estrategia de control que resulta funcional a la acumulación del capital en el mundo

globalizado3, en esta oportunidad me interesa analizar cómo opera a nivel micro, en un

lugar de trabajo determinado. Para ello, me concentro en las maneras en que dicha

segmentación es producida y re-significada por la patronal a través de la naturalización de

ciertos estereotipos hegemónicos. La importancia de tal análisis radica en la posibilidad de

profundizar la comprensión de aquellos mecanismos discriminatorios que forman parte de

la cultura laboral de los cortaderos de ladrillos del área bajo estudio, y que constriñen y

orientan los procesos de subjetivación de los trabajadores migrantes así como legitiman su

asignación a ciertos puestos de trabajo bajo condiciones laborales de suma precariedad4.

La discriminación de los trabajadores en contextos migratorios opera diariamente a través

de variadas formas de racismo que naturalizan su dominación y explotación (Foucault,

1996; Margulis, 1999; Wieviorka, 2009). La distinción que legitima la ubicación de ciertos

trabajadores en las posiciones laborales más bajas es producida cotidianamente en los

lugares de trabajo a través de variadas prácticas discursivas racializantes. Así, la

desigualdad de estas jerarquías laborales es explicada en base a distinciones que (auto)

adscriben características raciales diferenciales a los trabajadores, a través de conexiones

pseudo-causales que conectan a ciertas minorías, consideradas como comunidades de

3

  Algunos autores han remarcado la importancia de las migraciones en la conformación de mercadoslaborales que se caracterizan por estar segmentados en base a criterios de pertenencia étnico-nacional.Herrera Lima (2005), entre otros autores, ha destacado la importancia de las jerarquías culturales ydiscriminaciones étnico-nacionales en la conformación y regulación de mercados laborales segmentados.Dentro de la teoría dual del mercado de trabajo, las economías de enclave han sido identificadas o bien comoparte del sector secundario del mercado de trabajo o bien como poseyendo características tanto del sectorprimario como del secundario, situación que tiene sus fundamentos en el hecho de que coexisten en losenclaves muchas de las desventajas que caracterizan a los sectores secundarios junto con algunos de losbeneficios con los que cuentan los trabajadores del sector primario (Bailey y Waldinger, 1991).4 Diversos estudios etnográficos sobre los lugares en donde trabajan migrantes han mostrado que los modosde control del proceso laboral se vinculan con las relaciones sociales que se entablan tanto en los lugares deorigen como en los espacios laborales, remarcando que las adscripciones identitarias de los trabajadores sondiversas (étnicas, regionales, de clase, entre otras) así como lo son sus expectativas y aspiraciones (Chari y

Gidwani, 2007; de Genova, 1998; Morberg, 1996; Pizarro, 2007; Torres, 1997; entre otros). Se ha señaladotambién el uso estratégico de la identidad que realizan algunos trabajadores para conseguir empleo (Trpin,2004; Vargas, 2005).

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descendencia, con determinados rasgos biológicos (genéticos y fenotípicos), psicológicos,

sociales y culturales colectivos, que son considerados como invariables.

El discurso racista es eminentemente ideológico tanto en su nivel referencial: lo que dice

sobre la realidad, como en su nivel preformativo: la realidad que crea, reproduciendo o

transformando estructuras sociales desiguales. En línea con lo planteado por Reygadas

(2002), quien remarca la necesidad de analizar los vínculos bidireccionales entre cultura y

trabajo para estudiar la influencia que tiene la acción semiótica sobre el proceso

productivo, resulta relevante indagar sobre el uso cotidiano de estereotipos que naturalizan

y justifican la segmentación étnico-nacional del mercado laboral, en el marco de prácticas

discursivas que producen y habilitan las posiciones ocupadas por trabajadores migrantes en

una jerarquía laboral atravesada por relaciones de poder y de desigualdad.

En este artículo analizaré las maneras en que los patrones producen discursivamente la

discriminación racializante de los trabajadores bolivianos en un lugar de trabajo: un

cortadero de ladrillos. Para ello, me focalizaré en los siguientes recursos correspondientes a

tres niveles analíticos del discurso:

a) Discurso como texto (Fairclough, 1992): tendré en cuenta la manera en que los

enunciadores expresan sus puntos de vista con relación a los estereotipos racializantes que

re-producen a través del uso de modalizaciones (Quasthoff, 1989), estrategias

argumentativas, uso de la memoria y sistemas de control (Van Dijk, 1984).

b) Discurso como práctica discursiva (Fairclough, 1992; Van Dijk, 1990): consideraré la

manera en que lo dicho se relaciona con estructuras de sentido más amplias (contexto) y

opera sobre la realidad re-creando ciertas desigualdades racializadas a través tanto de la

intertextualidad (Bauman y Briggs, 1990) como de la utilización de símbolos colectivos

(Link, Jäger y el grupo de Duisburg, citados por Wodak y Reisigl, 1999) cargados de

iconicidad afectiva (Webster, 2008) que movilizan sentimientos y actitudes

transformándolas en estereotipos discriminatorios.c) Discurso como práctica social (Fairclough, 1992): indagaré sobre la manera en que las

distinciones semióticas que clasifican lo social en base a criterios racializantes son

naturalizadas por los hablantes, quienes son socializados en estas estructuras de sentido y

las reproducen acríticamente (Hanks, 2005). Asimismo, consideraré la manera en que el

contexto incide en la formación social del hablante a través de valores instalados que se

expresan en la producción verbal, gestos y posturas (Kendon, 1997).

Me focalizaré sobre las maneras en que las relaciones laborales desiguales se articulan conciertas configuraciones de sentido que los empleadores tienen sobre los trabajadores de un

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cortadero de ladrillos en donde he realizado trabajo de campo etnográfico desde septiembre

de 20085. Este cortadero está ubicado en un paraje rural de la localidad de Monte Cristo

que dista aproximadamente 30 km de la ciudad de Córdoba, Argentina6.

En este paraje existen alrededor de siete cortaderos organizados por una jerarquía laboral

cuyas posiciones más altas son ocupadas por una patronal que generalmente es de origen

“criollo”7  o “gringo”8. Esta patronal puede gestionar personalmente el emprendimiento o

bien puede delegar estas funciones en un encargado, asalariado permanente, que

generalmente es alguien de confianza y se ocupa de controlar el proceso productivo y de

relacionarse con los trabajadores9.

Los trabajadores, por su parte, son migrantes recientes –mayoritariamente procedentes de

Bolivia- que se ubican a la vez en distintas posiciones laborales ordenadas

 jerárquicamente: medieros, moldeadores, quemadores y peones. El mediero o medianero es

un trabajador permanente. Sin embargo, dicha relación es enmascarada a través de un

arreglo informal que presenta la relación socio-productiva como la de una sociedad entre el

patrón que aporta la tierra, tecnología y capital operativo y el mediero que se hace cargo de

proveer la totalidad del trabajo en el cual se incluye tácitamente la mano de obra aportada

por su familia y, en los momentos de mayor demanda, la provisión de trabajadores

eventuales contratados por él mismo. Los beneficios de las ventas se distribuyen entre

ambas partes, correspondiendo aproximadamente un 60% o 65% al patrón.

Los trabajadores que son provistos por el mediero y a quienes les abona un salario por

tanto desempeñan tareas en distintas posiciones: quemadores, moldeadores o peones. Son

contratados temporalmente de acuerdo a las necesidades del proceso productivo que es

preeminentemente manual, puesto que en el cortadero bajo estudio la única tecnología

5 Agradezco la colaboración de Pablo Fabbro y Mariana Ferreiro.6  Hacia 2006-2007, posiblemente debido al gran auge que tuvo la fabricación de ladrillos debido a lasinversiones en la construcción de bienes inmobiliarios por parte de capitales provenientes de lasexportaciones de soja, existían hornos de ladrillos localizados en diversos sectores del cinturón verde deCórdoba tales como el Municipio de Colonia Tirolesa, el Municipio de Monte Cristo, el Municipio deMalagueño y el sur del Municipio de la Ciudad de Córdoba.7 Utilizo comillas para transcribir expresiones usadas por mis interlocutores durante el trabajo de campo. Eltérmino criollo es utilizado por los bolivianos para referirse a los nativos, el término gringo es utilizado porbolivianos y argentinos para referirse a los migrantes europeos o sus descendientes que se establecieron en lazona durante la primera mitad del siglo XX.8  En algunos casos los patrones son migrantes bolivianos que previamente se habían desempeñado comotrabajadores en este sector o en la horticultura y que, habiendo acumulado cierto capital, lograron comenzar

un emprendimiento propio, en sus palabras: “ponerse por su cuenta”.9 Para profundizar sobre el proceso productivo y las relaciones laborales en el cortadero de ladrillos verPizarro et al. (2009).

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mecanizada es un tractor utilizado para realizar la mezcla de barro10. Los ladrillos son

fabricados a mano y son apilados dando lugar a un horno que es alimentado a leña por los

trabajadores durante el día y la noche.

El cortadero en donde desarrollé el estudio etnográfico presenta características similares a

los otros de la zona en lo que hace a las relaciones laborales y el proceso productivo.

Además, lo elegí como ámbito de estudio debido a la accesibilidad proporcionada por una

persona perteneciente a la familia propietaria, que autorizó el ingreso de los investigadores

así como la realización de observación participante y entrevistas en profundidad

mantenidas con los patrones y los trabajadores, quienes estaban informados del motivo de

nuestra presencia en el lugar de trabajo.

Los registros de campo fueron analizados teniendo en cuenta las dimensiones analíticas del

discurso racializante que mencioné más arriba. Por otra parte, su interpretación fue posible

gracias al conocimiento contextual posibilitado por conversaciones y observaciones

realizadas en otros ámbitos vinculados con personas bolivianas que residen en Córdoba, al

análisis de noticias periodísticas pertinentes publicadas en dos diarios locales, y a la

consideración de la manera en que se tematizó la presencia de migrantes bolivianos en la

ciudad de Buenos Aires durante la década de 1990 y principios de los 2000s.

A continuación, me referiré al contexto social de la producción discursiva racializante de

los bolivianos en Argentina en dicho momento, haciendo referencia en particular a la

provincia de Córdoba. Luego, me focalizaré en el análisis de algunos registros del trabajo

de campo etnográfico desarrollado en el lugar de trabajo bajo estudio para dar cuenta de las

estrategias discursivas con que los patrones re-centran ciertos estereotipos racializantes

sobre los bolivianos que allí trabajan, justificando y naturalizando tanto la segmentación

étnico-nacional del mercado laboral cuanto las condiciones de precariedad e informalidad

en las que transcurre el proceso productivo. Argumentaré que tanto las condiciones

precarias como la regulación informal de las relaciones laborales están íntimamenteimbricadas con elementos de sentido que son re-centrados por la patronal y que apelan a

ciertas distinciones étnico-raciales entre los trabajadores (auto) definidos como

“bolivianos” y los patrones (auto) definidos como “criollos” o “gringos”.

La visibilización de los migrantes bolivianos en la opinión pública

10  Son pocos los cortaderos en Córdoba que disponen de tractores. En la mayoría se utiliza la fuerza decaballos o de los trabajadores para hacer girar la rueda con la que se mezcla la materia prima.

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A partir de la década de 1990 los migrantes bolivianos cobraron mayor visibilidad en el

discurso público argentino. Esta visibilidad se relaciona tanto con los aspectos simbólicos

de los procesos identitarios como también con los contextos socio-económicos en los que

estos procesos se articulan.

Con respecto a los contextos socio-económicos, la década de 1980 marcó un quiebre en las

características que tuvo el flujo migratorio boliviano a la Argentina con respecto a los años

anteriores. Durante la primera mitad del siglo XX la migración laboral entre ambos países

se dio, primero, en el marco de los procesos de formación de los mercados de trabajo en las

economías regionales argentinas y, posteriormente, en el contexto de los procesos de

modernización. Sin embargo, a partir de mediados de la década de 1980 se puede apreciar

un cambio sustantivo en el sistema migratorio boliviano-argentino que se enmarca en el

contexto de la flexibilización laboral y la globalización de los países del Cono Sur de

América Latina11.

Paralelamente, la mayor visibilidad de los migrantes bolivianos a partir de la década de

1990 se relaciona con ciertos aspectos simbólicos. Hasta mediados del siglo XX las

principales zonas de la Argentina a donde se dirigían los migrantes bolivianos eran

preferentemente las provincias fronterizas de Jujuy y Salta, en donde las matrices

clasificatorias de la otredad local son más porosas y tolerantes para aquellas personas que

son estereotipadas como portadores de fenotipos asociados con una posible pertenencia

indígena. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX, el flujo migratorio boliviano –

mayormente de origen campesino e indígena- se desplazó hacia las áreas metropolitanas de

distintas ciudades tales como Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza en

donde las cartografías de la exclusión justificadas en base a criterios racializantes son

menos porosas y tolerantes.

Diversos autores señalan que durante la década de 1990 los migrantes bolivianos fueron

definidos en términos de problema en el discurso público (Belvedere, et al.  2007;Caggiano, 2005; Casaravilla, 2000; Grimson, 1999; Margulis, 1999; entre otros). Frente al

discurso del crisol de razas y del europeo como buen migrante, la inmigración proveniente

de países latinoamericanos se convirtió en el prototipo de la inmigración no deseada. La

prensa gráfica nacional tematizó a estos migrantes indeseables como actores peligrosos,

conflictivos e ilegales, reproduciendo acríticamente los discursos institucionales

gubernamentales y facilitando diversas prácticas represivas racializantes por parte de los

11 Se observan algunas semejanzas con los momentos migratorios vinculados con las transformaciones en losmercados laborales a nivel regional y transnacional que señala Morales Gamboa (2005) para Centro América.

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diferentes niveles gubernamentales. Los migrantes fueron definidos como culpables de

diversas problemáticas estructurales vinculadas a los efectos de las políticas neoliberales:

el desmantelamiento de los sistemas de seguridad social y los procesos de precarización y

flexibilización laboral. En esa escalada racializante, los migrantes bolivianos fueron

estereotipados con una serie de características morales negativas vinculadas a ciertas

disposiciones naturales de sus cuerpos (olores, suciedad), a sus costumbres (ruidos

molestos, bajo nivel cultural) y a sus prácticas laborales (comercio informal/clandestino).

Más allá de que las operatorias del racismo discursivo analizadas por estos autores se

hayan focalizado en discursos originados en Buenos Aires, existen ciertas continuidades en

las estructuras de clasificación de la otredad a lo largo del territorio argentino, debido –

entre otras cosas- a la hegemonía económica y política de esta ciudad en relación al resto

del país. Pero también existen algunas especificidades en el caso de Córdoba. Veamos.

En los últimos años la prensa gráfica local se preocupó por la situación de vulnerabilidad

social de los migrantes bolivianos, tal como se evidencia en una nota titulada “Ser

boliviano en Córdoba” en la que se señala que “sufren la explotación laboral, la

persecución policial y la discriminación por sus rasgos étnicos”, y se compara su

“sacrificio y explotación” con las condiciones de vida de aquellos trabajadores argentinos

de principios del siglo XX que eran “sometidos a atrocidades” similares (13 de julio de

2006, diario Hoy Día Córdoba). Posiblemente este discurso haya sido influido por algunas

modificaciones que se dieron en los discursos hegemónicos nacionales sobre la situación

de los migrantes regionales debidas, entre otras cosas, al incendio de un taller textil en la

ciudad de Buenos Aires en marzo de 2006 en el que murieron trabajadores bolivianos, a los

cambios en la política migratoria tanto en Argentina como en Bolivia (Domenech y

Magliano, 2007), y a la importancia que la cuestión migratoria cobró a nivel internacional

durante los primeros años del siglo XXI.

Una nota publicada dos meses después (Domingo 13 de agosto de 2006) titulada “Córdobasin Bolivianos” también mostraba preocupación por la situación de estos migrantes y los

asignaba a ciertos espacios sociales que les serían propios. Así, se señala la importancia de

los bolivianos, remarcándose su desempeño laboral en condiciones precarias en los

sectores de la construcción, el empleo doméstico, la producción hortícola y los cortaderos

de ladrillos. Esta preocupación local por las condiciones laborales de los migrantes

bolivianos se condijo con una preocupación a nivel nacional que fue detonada no sólo por

la emergencia de la problemática de los derechos humanos de los migrantes, sino tambiéncon una política fiscal que propugnaba el blanqueo de las relaciones laborales informales.

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Así, en dicha nota se re-centran las voces de ciertos agentes sociales vinculados al ámbito

laboral que se muestran preocupados por la situación de los trabajadores bolivianos: el

Secretario de Trabajo de Córdoba y un inspector de la Unión Obrera de Ladrilleros.

Si por su lado la prensa gráfica local continuó caracterizando a los migrantes bolivianos

como trabajadores “indispensables” que son explotados por ciertas características

racializadas tales como su capacidad para trabajar “de sol a sol”, la preocupación de los

funcionarios gubernamentales cordobeses fue en aumento en la medida en que el control

fiscal sobre el trabajo informal aumentaba y los “trabajadores explotados” se animaban a

realizar denuncias, en parte incitados por miembros de algunas organizaciones de co-

nacionales y de algunos sindicatos. De este modo, en 2008 se conformó la Comisión

Provincial Contra el Trabajo Infantil, integrada por autoridades gubernamentales locales,

funcionarios diplomáticos de los países de origen y representantes de algunas asociaciones

de migrantes latinoamericanos. Concomitantemente, aumentaron las inspecciones en los

lugares en los que trabajan los migrantes, principalmente en los cortaderos de ladrillos.

Discurso racializante en un cortadero de ladrillos

Hacia el año 2006, posiblemente debido al gran auge que tuvo la industria de la

construcción en algunas áreas metropolitanas de la pampa húmeda argentina en

consonancia con la relativa bonanza que aparejó el boom de la producción de soja para los

sectores hegemónicos, había alrededor de 800 hornos de ladrillos en la provincia de

Córdoba. La mayoría de ellos estaban localizados en diversos sectores del cinturón verde

de la ciudad de Córdoba tales como el municipio de Colonia Tirolesa, el municipio de

Monte Cristo, el municipio de Malagueño y el sur del municipio de la ciudad de Córdoba.

En una zona rural aledaña a Monte Cristo, un pueblo localizado a unos 30 kilómetros de la

ciudad de Córdoba, se concentran alrededor de 6 o 7 cortaderos cuyos propietarios son ensu mayoría “criollos” y sus trabajadores son predominantemente migrantes bolivianos. El

cortadero donde llevamos a cabo nuestro estudio etnográfico es uno de ellos y sus

propietarios son miembros de una familia de origen italiano que forma parte de la elite

local. Este emprendimiento ha sido gestionado por tres generaciones desde mediados del

siglo XX.

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  9

El padre del señor Fabiani12 compró un campo de aproximadamente 40 has. hacia 1950 y

lo desmontó junto con sus hijos. Durante mucho tiempo lo utilizaron para hacer ganadería

y, también, tenían un “campamento de ladrillos”. Hasta fines de la década de 1990 los

trabajadores del campamento -moldeadores y peones- eran migrantes internos,

provenientes de distintas localidades de las provincias argentinas de Santiago del Estero,

Entre Ríos y Córdoba. Para “traer mano de obra” los patrones aprovechaban los viajes que

hacían para buscar leña.

Durante el tiempo que hicimos trabajo de campo y hasta la muerte del señor Fabiani, el

cortadero estaba compuesto de dos campamentos que son gestionados –aparentemente de

manera independiente- por dos personas: él y su hijo, que tiene alrededor de 40 años. En el

campamento gestionado por Fabiani los trabajadores son migrantes bolivianos, por lo que

lo llamaban el “campamento de los bolivianos”. El gestionado por su hijo era laboreado

por migrantes peruanos, por lo que era denominado el “campamento de los peruanos”.

Pancho, un trabajador entrerriano de unos 50 años, se desempeñaba como encargado.

Residía permanentemente en el campo, en la vivienda que anteriormente era utilizada por

la familia de Fabiani, quien residía en el pueblo de Monte Cristo al igual que su hijo.

Pancho tenía más de cuarenta años de trabajo en el cortadero. Llegó allí cuando tenía

alrededor de 10 años procedente de Entre Ríos, junto con su hermano que había venido a

trabajar al campamento. Fabiani se encariñó con él y lo crió junto con otro de sus hijos,

quien falleció hace unos años. Este hijo y Pancho se habían hecho muy amigos.

Mari, nieta de Fabiani e hija de su hijo fallecido, nos invitó a varios miembros del equipo

de investigación a visitar el campamento debido a que era alumna de una de las integrantes

del equipo. En las distintas ocasiones en que asistimos al lugar fuimos recibidas con mucha

deferencia y tratadas como las profesoras de Mari. En el marco de estas visitas

mantuvimos diversas interacciones discursivas con Fabiani, su familia y algunos de los

trabajadores del cortadero.Veamos las maneras en que la patronal naturalizó la segmentación étnico-nacional durante

nuestro trabajo de campo. Fabiani recordaba que en épocas anteriores los trabajadores del

cortadero no eran bolivianos. Remarcó que fue a partir de 2000 que “han proliferado los

hornos en la zona” cuando vinieron los bolivianos. Opinó que los argentinos ya no quieren

trabajar en esa actividad porque es un trabajo “duro” y expuesto a las inclemencias del

tiempo. Con la frase: “Acá si no hay bolivianos no hay ladrillos” sintetizó el notable

12 Utilizo seudónimos para preservar la identidad de mis interlocutores.

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incremento de trabajadores procedentes de países limítrofes re-contexutalizando un

elemento de sentido del discurso público cordobés sobre los migrantes bolivianos, a través

de una generalización universal, esto es, una proposición analítica que pretende expresar

una verdad. Implícitamente, les asignó a los bolivianos el rol de trabajadores dispuestos a

trabajar en condiciones precarias.

Sin embargo, no pudo dar cuenta de por qué los argentinos antes sí querían trabajar en esa

actividad y ahora ya no. Más que referirse a la progresiva precarización y flexibilización

del trabajo de las últimas décadas y al hecho de que los argentinos no aceptan contratos

laborales tan desfavorables como lo hacen los migrantes, explicó la actual segmentación

étnico-nacional del mercado laboral en términos de las características psico-físicas que “los

bolivianos” tendrían.

Señaló su motivación individual por ganar dinero ya que dijo que “empezaron a venir

bolivianos porque empezó a valer el ladrillo”. Con esta generalización, Fabiani relacionó el

estereotipo que define a los bolivianos como competencia desleal en el mercado laboral

argentino -memoria semántica- con las experiencias personales que él tuvo como patrón

del cortadero –memoria episódica. Así, re-centró en su discurso un estereotipo del sentido

común hegemónico que atribuye a los bolivianos una característica psicológica tendiente a

ganar dinero y a ahorrarlo con el objetivo de ascender en la escala social o para enviarlo a

sus familiares residentes en Bolivia. Este estereotipo racializante se relaciona con un

símbolo colectivo cargado de iconicidad afectiva que está vinculado a la “competencia

desleal” de los migrantes laborales con los trabajadores nativos. Además, Fabiani señaló

implícitamente que “los bolivianos”, sin diferenciar al interior de este colectivo, vinieron a

buscar la supuesta riqueza que tendría Argentina, articulando una valoración moral

negativa de este supuesto oportunismo.

Los mecanismos utilizados por los bolivianos para ofrecerse en el mercado laboral de los

cortaderos de ladrillos a los que aludió Fabiani son los siguientes: “viajaba uno a lafrontera y se venía con 10”, “después se iban enterando y ya se venían de 10 o 15”,

“vinieron buscando trabajo”. Estas frases des-responsabilizan a una de las partes

involucradas en el mercado laboral: los dueños de los medios de producción, para cargar

en una sola de las partes –los trabajadores potenciales- la responsabilidad de tener que

ofrecer su mano de obra. Una vez más, Fabiani omitió referirse a que los trabajadores

argentinos podrían ser reticentes a continuar ofreciéndose en el mercado laboral de los

cortaderos de ladrillos debido a las precarias condiciones de trabajo y a la informalidad de

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los contratos laborales. Sobre todo en un país en el que muchos derechos sociales lograron

ser conquistados por los trabajadores durante la etapa del estado benefactor.

Veamos cómo se justificaron las relaciones de desigualdad en el proceso productivo

durante nuestras interacciones en el lugar de trabajo bajo estudio. Fabiani explicó los

motivos por los que supone que los bolivianos “se ofrecen” para trabajar en los cortaderos

de ladrillos del siguiente modo: “Ellos no saben trabajar en otra cosa, saben ladrillos y la

quinta”. Dio el ejemplo de que cuando los quiere llevar al monte, a buscar la leña “no

andan”, y tampoco para manejar un tractor porque nunca han visto uno. A su juicio, los

únicos en la zona que saben manejar un tractor y trabajar el campo son los “hijos de

colonos13”. Opinó que “cada cosa tiene su historia”, que los hijos saben hacer lo que

hacían sus padres.

Así, justificó la segmentación étnico-nacional del mercado laboral a través de discursos

racializantes que re-contextualizan ciertos significados sedimentados en el sentido común

hegemónico de la pampa húmeda argentina. Además, en estas estrategias utilizó algunos

símbolos colectivos cargados de una iconicidad afectiva que movilizan sentimientos y

actitudes transformándolas en estereotipos discriminatorios.

En las frases antes citadas, Fabiani planteó, a través de generalizaciones universales, que

las competencias laborales no son posibles de ser desarrolladas por medio del aprendizaje,

sino que son un conjunto de habilidades innatas que los trabajadores tendrían de acuerdo a

su pertenencia a cierto grupo étnico-racial. Su concepción acerca de las capacidades

psicológicas de los trabajadores los asemeja a máquinas que sirven o no sirven para

determinadas tareas.

Implícitamente Fabiani aludió a la capacidad diferencial que tendrían los actuales patrones-

clases hegemónicas para tareas más complejas en virtud de sus ancestros europeos, re-

contextualizando así a través de su memoria episódica las tensiones entre civilización-

barbarie que atraviesan el sentido común nacional –memoria semántica- que valorapositivamente a los migrantes europeos. Para ello, empleó un símbolo colectivo cargado de

iconicidad afectiva: la idea de que existirían ciertas competencias laborales innatas por la

sola pertenencia a una supuesta raza blanca europea, lo que conlleva una valoración moral

negativa de los campesinos-indígenas.

En síntesis, mediante estas estrategias discursivas racializantes justificó, por un lado, la

segmentación étnico-nacional del mercado laboral y el recambio de trabajadores migrantes

13 El término “colonos” es utilizado localmente para referirse a los migrantes europeos que durante la primeramitad del siglo XX se establecieron en colonias agrícolas en distintas partes de la Argentina.

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internos por bolivianos. Y, por el otro, las relaciones de desigualdad y de poder en el

marco del proceso productivo haciendo alusión a la capacidad innata de los descendientes

de migrantes europeos para realizar tareas más complejas en contraposición a la dis-

capacidad innata de los trabajadores bolivianos.

Nuestros interlocutores en el cortadero construyeron su identidad como integrantes de la

patronal, proceso que estuvo condicionado por nuestro rol como investigadores. Veamos.

Fabiani trató de realizar una presentación positiva de sí mismo puesto que habíamos sido

invitados al cortadero de ladrillos por su nieta. Probablemente también estaba influido por

los discursos racializantes de los medios locales que en los últimos tiempos se habían

hecho eco de diversas denuncias sobre las condiciones de vida de los migrantes bolivianos

en los cortaderos de ladrillos. Así, en diversas oportunidades trató de presentarse como un

patrón considerado y preocupado por sus trabajadores, contrastando implícitamente la

situación de los trabajadores en su cortadero con aquella que denunciaban los medios de

comunicación.

Según Fabiani “ellos [los bolivianos] tienen plata, no te vas a creer”. Y cada tanto “cuando

 juntan bastante, se van a Bolivia y la dejan ahí, se la llevan a la familia (…) el boliviano y

el peruano vive uno mejor que otro (…) cualquier rancho de esos [las viviendas en donde

viven los trabajadores en el campamento] tiene televisor color, freezer, heladera, luz

eléctrica (…) también tienen un boliche [en sus viviendas] en donde venden gaseosa y

cerveza para vender”.

Más allá de las generalizaciones con las que homogeneizó a todos los trabajadores del

cortadero, que de hecho no desempeñan los mismos trabajos ni tienen posiciones similares

en el proceso productivo ya que algunos son peones mientras que otros son medianeros,

 justificó su punto de vista sobre las condiciones laborales de los bolivianos señalando que

disponen de ciertos recursos, lo que relativizaría su supuesta precariedad. Sin embargo,

estos recursos consisten en un conjunto de comodidades mínimas que todas las personasdeberían tener más allá de su condición en el proceso productivo y que, además, son

necesarias para su reproducción como fuerza de trabajo. Nuevamente, omitió referirse a las

condiciones propias del tipo de trabajo que estas personas realizan tales como: exposición

a las inclemencias climáticas sumamente adversas y a la contaminación por el humo de los

hornos, largas jornadas laborales, nulo acceso a los derechos laborales, entre otras.

Así, utilizando el género de la anécdota para ejemplificar el buen trato que les brinda a sus

trabajadores, en un momento en que un niño de alrededor de 5 años pasó cerca del lugar endonde estábamos charlando, Fabiani nos dijo que se trataba de uno de los hijos de una

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pareja de trabajadores bolivianos y que a veces comía con él en la casa que era habitada

por Pancho en el momento de nuestra visita. Recordó que este niño una vez se había caído

en el tanque que está en el campamento, en donde se almacena el agua que es utilizada

para realizar la mezcla de barro con la que se hacen los ladrillos y en donde también lavan

su ropa los trabajadores. Señaló que fue una suerte que lo vieron a tiempo y lo pudieron

rescatar, porque el tanque tiene 1,40 m. de profundidad. En síntesis, no se refirió a la

informalidad de los contratos laborales ni a las peligrosas condiciones en las que se

desarrolla el proceso productivo en los cortaderos, naturalizando una vez más ciertos

elementos del sentido común hegemónico según el cual los bolivianos deberían estar

agradecidos por la posibilidad de conseguir trabajo en Argentina.

Por otra parte, también adscribió ciertas características psico-físicas innatas a los

trabajadores bolivianos para justificar las relaciones de poder durante el proceso de trabajo.

Así, refiriéndose a los mecanismos de control y de supervisión señaló que nunca discutió

con nadie porque “ellos [los bolivianos] no hablan”. De este modo, re-centró el estereotipo

del “indio silencioso” que caracteriza a los bolivianos por su sumisión laboral.

Además, realizando una presentación positiva como buen patrón y utilizando símbolos

colectivos cargados de iconicidad afectiva, dijo que él no los molesta “mientras le

cumplan” sino que, por el contrario, los “ayuda”, “les trae ropa”. Reforzando la idea de que

un buen patrón es aquel que se relaciona de manera paternalista y afectiva con sus

trabajadores, y omitiendo el detalle de que en el marco de las relaciones capitalistas de

producción un buen patrón sería aquel que cumpliera con las obligaciones patronales

reguladas por el estado, dijo que él se limita a darle las órdenes al encargado –Pancho- y

éste se las da a los trabajadores.

Por el contrario, según Fabiani “no reniego con ellos [los bolivianos]”, sino que cada tanto

“les hago un asado en el galpón” o comparte con ellos una picada de salames. Finalmente,

resumió su identidad como patrón comentando que los trabajadores le dicen “Pa[diminutivo de papá]”, tanto los niños como las personas grandes.

A través de una estrategia discursiva de transferencia, Fabiani remarcó que, a diferencia de

otros patrones, él es sumamente respetuoso con sus trabajadores. Así, dijo que “hay

muchos patrones babosos” que se aprovechan y no respetan a las mujeres que trabajan

“hay que respetar a la pobre gente”, tanto a los grandes como a las “nenas chiquitas”. Dijo

que si sus trabajadores lo necesitan los lleva al médico. También, relató que hizo once

sepelios para los bolivianos, y que les dio el mejor cajón y sepultura en el cementerio.

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Recordó que sólo “una criaturita murió de hambre”, pero aclaró que no estaba trabajando

con él, sino que para otro patrón. Aún así, se encargó de su sepelio.

Otros miembros de la patronal del cortadero bajo estudio pusieron en juego similares

mecanismos racializantes para justificar la desigualdad en las relaciones laborales en

términos de diferencias étnico-nacionales. En una de nuestras visitas Mari, la nieta de

Fabiani, nos llevó a recorrer los campamentos y nos mostró las distintas fases del proceso

de producción. Mientras tanto, su madre y sus hermanos quedaron en la casa mientras su

abuelo preparaba un asado para agasajarnos al mediodía.

En varias oportunidades Mari nos dijo: “De acá van a salir con olor a negro, dijo mi

mamá”. Esta joven mostró sentirse muy cómoda en su trato con los trabajadores migrantes,

a quienes trataba de manera muy familiar y a cuyas casas entraba del mismo modo, sin

reparar en que ella era identificada como la nieta del patrón por los trabajadores y que los

intercambios discursivos que mantuvimos con ellos estuvieron condicionados por estas

relaciones asimétricas.

Durante uno de estos intercambios, un joven trabajador a quien Mari le había preguntado

dónde se encontraba otro de los trabajadores, le respondió -en tono de broma- que estaba

encerrado porque “te tiene miedo”. Debido a que planteó esta ironía en el marco del género

del chiste, Mari no la registró como una estrategia discursiva de resistencia (Torres, 1997).

Por el contrario, le respondió en tono de reproche ficticio “no te voy a llevar al boliche”.

Más tarde nos brindó las pistas meta-discursivas y meta-culturales que ella consideró que

nos permitirían interpretar ese diálogo. Así, nos explicó que uno de los jóvenes

trabajadores deseaba que ella lo llevara al boliche del pueblo. Nos dijo que esto no era

posible porque “tendría que haber nacido hombre”.

Hasta allí, explicó las desigualdades entre ella y el joven apelando a las diferencias de

género, sin tomar en consideración las desigualdades patrón-trabajador. Pero, además,

agregó una nueva diferenciación racializada al comentarnos que su mamá no la dejabaporque “queda mal (…) cómo vas a andar vos con los bolivianos”. Durante todo ese día

Mari había construido una imagen positiva ante nosotros señalando en distintas

oportunidades su distancia con respecto el punto de vista racializado de su madre y de sus

hermanos. Esta estrategia de transferencia se evidenció en el uso que Mari hizo del

discurso indirecto para re-contextualizar la voz de su madre. Aún más, como corolario de

la explicación que dio con respecto a los prejuicios de sus familiares sobre los bolivianos,

aclaró que “yo no tengo drama (…) yo tomo mate con los bolivianos y no me da asco[mientras que] a ellos [sus familiares] les da asco”.

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En relación a las expresiones de Mari, la distancia que tomó con respecto a estos

estereotipos racializantes puede ser identificada en la manera en que los expresó a través de

aseveraciones modificadas (restringidas) mediante el uso del discurso indirecto. Así,

estructuró su relato a través de un sistema de control que puso en la voz de su madre el

prejuicio de socializar con los bolivianos. La estrategia que racionaliza la discriminación

vía diferenciación racializada fue relativizada por Mari, al transferirla a su madre y

hermanos a través del discurso indirecto, expresando el prejuicio con una aseveración

particular implícita que coadyuvó a una presentación positiva de sí misma. Si bien tomó

mayor distancia que su abuelo con respecto a los estereotipos racializantes sobre los

bolivianos, al igual que él fue interpelada por la memoria semántica del sentido común

hegemónico ya que fue ella la que tuvo la iniciativa de lexicalizar las diferencias étnico-

raciales sin haber sido indagada por los investigadores al respecto.

Por otra parte, cierto día en que dos investigadoras visitamos el cortadero fuimos con Mari

a la casa donde vive una familia de trabajadores bolivianos localizada en el campamento.

Allí conversamos con Nelly, con su cuñada y con los hijos de ambas mientras participamos

en el amasado de pan. Nelly nos dio unos pancitos como gesto de reciprocidad por la

“ayuda” que le habíamos brindado. Más tarde, intentamos hacer ladrillos guiadas por dos

trabajadores. A la tarde nos reunimos a tomar mate con Fabiani, su nuera, el resto de sus

nietos y Pancho, el encargado entrerriano. A continuación transcribo un fragmento de mi

diario de campo en el que relato las prácticas y expresiones verbales racializantes que

orientaron no sólo mi atención, sino que también dieron origen a las reflexiones que aquí

presento:

“Cuando los pusimos en la mesa [a los pancitos] y se sentó el señor Fabiani, iba a

servirse algunos y preguntó de dónde habían salido. [Las investigadoras y su nieta]

le dijimos, orgullosas, que los habíamos hecho con Nelly en la siesta. El hizo un

gesto con la mano como despectivo hacia los pancitos, pero pareció recapacitar yabrió la bolsita y se sirvió. Se sorprendió por el hecho de que hubiéramos amasado

con Nelly y hecho ladrillos con los trabajadores. Pancho y la nuera de Fabiani

abiertamente dijeron que ellos no comían las comidas de los bolivianos. Esto dio

pie para que ellos opinaran sobre los bolivianos, junto con el hecho de que vimos

por la ventana que Nelly y su cuñada estaban subidas al techo de sus casas, lo que

hizo que Mari se fuera a ver qué estaban haciendo y cuando volvió contó que

habían puesto maíz a secar en el techo para que no lo comieran las gallinas y lo

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estaban separando. Fabiani relacionó esto con lo que comen los aborígenes, y con

la manera en que se aprovechan los frutos de la tierra.”

A través de gestos Fabiani dio cuenta de su formación social como hablante y de la nuestra

como sus interlocutores. Los prejuicios racializantes hacia los bolivianos que incorporó

durante su socialización fueron naturalizados por él de tal manera que se dispararon en su

performance a través de gestos hacia la comida hecha por bolivianas. Estos gestos

claramente marcaron estrategias discriminatorias de diferenciación, distanciamiento y

despersonalización, aún cuando trató de modificarlos a través de una estrategia de control

frente a las investigadoras.

“La nuera de Fabiani contó que ella tiene reparos para con los bolivianos porque es

hija de italianos que migraron al campo en Córdoba, y que cuando ella era chica

escuchaba que sus padres se referían a los criollos como negros que no querían

trabajar, a diferencia de ellos que habiendo llegado al país con una mano atrás y

otra adelante y se sacrificaron. Entonces, durante el tiempo que estuvo viviendo en

el campo con su marido [hijo de Fabiani fallecido], en las ocasiones en las que ella

se refería a los trabajadores como negros, el marido le decía que ‘estos negros son

los que te dan de comer’. A pesar de que ella sabía esto, no podía dejar de sentir la

diferencia, y no le gustaba que los bolivianos entraran a su casa”.

La nuera de Fabiani y madre de Mari re-centró los estereotipos racializantes sobre los

bolivianos a través de una aseveración particular explícita, incorporando en su narración su

memoria episódica en relación a la memoria semántica. Su sistema de control operó

contrastando dos símbolos colectivos con alta iconicidad afectiva. Por un lado, el

estereotipo sobre los “negros” que alude a los migrantes internos en Argentina que fueron

denominados cabecitas negras no por su posible adscripción a antecesores afro-americanos

sino por aquella postulada en relación a antecesores aborígenes (Ratier, 1971; Margulis,

1999). Por otro lado, el estereotipo sobre los “gringos” que refiere el colectivo de losinmigrantes europeos llegados a Argentina durante la primera mitad del siglo XX, en el

que ella se incluyó. Además, utilizó una estrategia de diferenciación y distanciamiento para

racionalizar la discriminación, haciendo referencia de manera conciente y explícita a su

necesidad de separarse físicamente de los bolivianos discriminados.

“Salió el tema entonces de una anécdota que contó Pancho recordando cuando

recién vinieron los bolivianos a trabajar al campamento, que con el hijo de Fabiani

fallecido les dijeron que había espíritus en las noches, y como ellos “son muysupersticiosos”, se asustaron muchísimo la primer noche cuando el hijo de Fabiani

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y él se escondieron e hicieron ruidos en las paredes de la habitación en donde

dormían los bolivianos. Entonces ellos fueron corriendo a la casa en donde vivían

la nuera de Fabiani y su esposo. La nuera de Fabiani contó que se indignó porque

entraron en su casa cuando ella les había dicho que no podían entrar en su casa,

pero que ellos le dijeron que había espíritus, y en realidad habían sido Pancho y su

marido que los habían asustado. Pancho hizo algunos chistes sobre los bolivianos.

Uno de estos chistes es que a Villa El Libertador [un barrio de la ciudad de

Córdoba] le dicen barrio rulemán porque está lleno de bolitas. Me sorprendió su

actitud porque su piel es bien morena y también fue trabajador migrante, al igual

que los bolivianos, sin embargo se identifica con los patrones gringos y reproduce

la discriminación y la desigualdad laboral”.

En el fragmento antes citado se puede apreciar la manera en que Pancho re-centró, a través

de una aseveración general restringida: “le dicen”, símbolos colectivos con una alta

iconicidad afectiva sobre las características físicas de los bolivianos que son lexicalizadas

de manera despectiva desde el sentido común argentino. Empleó una combinatoria de

diferenciación, distanciamiento y difusión de creencias a través del género del chiste para

racionalizar la discriminación.

Como hemos dicho más arriba Pancho, el encargado del campamento, es un migrante

interno que podría haber sido considerado como “negro” en el momento en que llegó al

cortadero. Sin embargo, durante nuestro trabajo de campo, puso en evidencia la porosidad

de las fronteras étnicas al ubicarse a sí mismo en el colectivo de identificación de la

patronal-blanca. Esto se evidenció en los comentarios que realizó sobre su amistad con el

hijo de Fabiani fallecido y las bromas que realizaban juntos a los trabajadores bolivianos.

La posición de Pancho como encargado puede ser considerada como la de un mediador

múltiple y contradictorio en el proceso de explotación-dominación de los trabajadores por

parte de la patronal. Como señala Silva (1998), en el marco de las relaciones laborales elmonopolio de la violencia deja de ser ejercido exclusivamente por el estado y pasa a ser

compartido con los propietarios, quienes se encargan de disciplinar y controlar a los

trabajadores. Pero, en aquellos lugares de trabajo en donde los patrones delegan estas

funciones a otros agentes, como en el caso de los gatos y agenciadores  estudiados por

dicha autora o en empleados “de confianza”, estos agentes se constituyen en mediadores

entre los patrones y los trabajadores.

El caso específico de Pancho es interesante porque es también un trabajador que, al igualque los  fiscalizadores que dicha autora caracteriza como el relleno del sandwich, se

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identifica tanto con la lógica de la patronal como con la de los trabajadores, funcionando

como un broker  cultural. Silva (1998), retoma los conceptos de Da Matta para caracterizar

a estos sujetos múltiples y contradictorios que son mediadores de la violencia simbólica en

las relaciones laborales. Estos personajes son portadores de máscaras sociales cargadas de

elementos simbólicos que son aprendidas a lo largo de la trayectoria laboral y que son

tanto necesarias y positivas como incómodas para ambas partes: trabajadores y patrones.

En la medida que conocen los códigos y experiencia de vida de los trabajadores, pueden –

según la máscara que utilicen- atender y comprender sus necesidades al identificarse con

los trabajadores o bien, controlarlos y disciplinarlos al adherir a los intereses de la patronal.

En esta oportunidad me detuve en la máscara utilizada por Pancho para identificarse con

los patrones. Queda para otra oportunidad indagar sobre la máscara que posiblemente le

permita compartir ciertos intereses con los trabajadores.

Conclusiones

A pesar de los recientes adelantos en la Ley Nacional de la República Argentina Nº 25.871

sancionada en diciembre de 2003 y promulgada en enero de 2004, que reconoce los

derechos humanos de los inmigrantes internacionales, los migrantes bolivianos siguen

siendo considerados como “indeseables”, “peligrosos” o, por lo menos, “oportunistas”.

Así, los estereotipos racializantes del sentido común hegemónico marcan de manera

negativa, por un lado, la condición de migrante, que es subsumida exclusivamente en una

motivación económica-laboral desconociendo otras motivaciones o factores externos que

inciden en el proyecto migratorio (Stang, 2010). Y, por el otro, la Otredad de los migrantes

bolivianos es racializada a través de la (auto) marcación de ciertos diacríticos identitarios

tales como: haber nacido en un país ubicado negativamente en el ranking internacional por

el sentido común cordobés, que postula la adscripción al ideal de ser nacional blanco yeuropeo al tiempo que oculta y silencia posibles adscripciones a identidades indígenas y/o

campesinas; tener la tez morena, el cabello negro y lacio, los ojos rasgados y ser de baja

estatura; hablar otro idioma y tener ciertas costumbres vinculadas al imaginario local que

remite a los indios y al campo; “tomar mucho alcohol”, ser “sucios” y “analfabetos”;

trabajar en sectores de baja calificación, mala paga y condiciones laborales precarias; vivir

en barrios considerados peligrosos; y, ser “buen trabajador” pero también competir de

manera “desleal” en el mercado laboral con potenciales trabajadores nativos; entre otros.

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En este trabajo argumenté que la segmentación étnico-nacional del mercado laboral es

producida y re-significada mediante la naturalización de este tipo de estereotipos

hegemónicos racializantes por parte de los patrones de un cortadero de ladrillos localizado

en el área peri-urbana de la ciudad de Córdoba. Así, me concentré en analizar la

producción discursiva de la discriminación racializante de los trabajadores bolivianos

puesto que es parte de la cultura laboral de los lugares de trabajo en los que se ha

producido un proceso de reemplazo de los trabajadores “criollos” por dichos migrantes.

Me interesó señalar la importancia de comprender las maneras en que las prácticas

discursivas son constitutivas y constituyentes de la realidad para entender cómo la

segmentación del mercado laboral opera como una herramienta de control en la asignación

de los trabajadores a ciertos puestos en condiciones de suma precariedad, en el marco de

una jerarquía laboral signada por relaciones de explotación y dominación.

No es mi intención, sin embargo, minimizar la importancia de las tensiones que esta misma

configuración semiótica puede generar en los lugares de trabajo, temática que ya está

siendo indagada fructíferamente en otros ámbitos laborales y que ha sido reseñada por

Ortiz (2002). De hecho, en otro lugar he analizado algunas modalidades a través de las

cuales los trabajadores logran su reproducción social en el marco de estos constreñimientos

y las variadas formas en que experimentan y soportan el sufrimiento (Pizarro, 2009).

Además, durante el trabajo de campo hemos observado algunas prácticas de resistencia y

de confrontación en relación a las condiciones de vida y de trabajo (Pizarro et al., 2009),

sobre las que no he querido profundizar en esta ocasión por exceder los objetivos de este

trabajo.

Más bien, en esta oportunidad me concentré en analizar las producciones discursivas

racializantes de los patrones en lugares de trabajo en los que trabajan migrantes recientes,

teniendo en cuenta los contextos discursivos y sociales de las prácticas comunicativas y las

relaciones ideología-poder-lenguaje. Me enfoqué en el estudio de caso de un cortadero deladrillos para poner de relieve cómo las relaciones laborales desiguales se vinculan con

ciertas configuraciones de sentido que los empleadores tienen sobre los trabajadores.

Fue necesario re-construir el contexto en el que estas prácticas discursivas tienen lugar a

fin de conectar las condiciones micro-macro socioculturales que se ponen de juego en el

denominado racismo cotidiano  (Wodak y Reisigl, 1999). De este modo, al re-centrar

ciertos estereotipos que naturalizan y justifican la segmentación étnica del mercado laboral,

las prácticas discursivas producen y habilitan las posiciones ocupadas por las personas de

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origen boliviano en el marco de una jerarquía laboral atravesada por relaciones de poder y

de desigualdad.

Fue necesario re-construir el contexto en el que estas prácticas discursivas tienen lugar a

fin de conectar las condiciones micro-macro socioculturales. Así, hice alusión a la

conformación socio-histórica de las estructuras hegemónicas de clasificación de la otredad

que actualmente son re-significadas por el sentido común de los habitantes de la ciudad de

Córdoba. Además, caractericé algunos de los estereotipos racializantes sobre los migrantes

regionales que fueron recreados en la opinión pública cordobesa durante el último tiempo.

Esto permitió que me focalizara en el análisis de algunos de mis registros del trabajo de

campo etnográfico para dar cuenta de las estrategias discursivas con que los patrones re-

centran ciertos estereotipos racializantes sobre los bolivianos que trabajan en el cortadero,

 justificando y naturalizando tanto la segmentación étnico-nacional del mercado laboral

cuanto las condiciones de precariedad e informalidad en las que transcurre el proceso

productivo, en el marco de las transformaciones en los mercados de trabajo que tienen

lugar en el contexto de la flexibilización y precarización laboral y de la globalización de

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