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Discursos de la Conferencia General La IgLesIa de JesucrIsto de Los santos de Los ÚLtImos días • mayo de 2010

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Discursos de la Conferencia

General

La IgLesIa de JesucrIsto de Los santos de Los ÚLtImos días • mayo de 2010

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La Primera Visión, artista desconocido En 1820, el joven José Smith entró a una arboleda cercana a su hogar para orar

a fin de saber a qué iglesia debía unirse. En respuesta a su oración, vio al Padre y al Hijo:“...vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza;

y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí...“Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor

y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” ( José Smith—Historia 1:16–17).

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2 Resumen de la ConferenciaGeneral Anual número 180

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA

4 Bienvenidos a la conferenciaPresidente Thomas S. Monson

6 El poder del sacerdocioPresidente Boyd K. Packer

10 “...y sobre las siervas derramarémi Espíritu en aquellos días”Julie B. Beck

13 Nuestra senda del deberObispo Keith B. McMullin

16 La roca de nuestro RedentorÉlder Wilford W. Andersen

18 Madres e hijasÉlder M. Russell Ballard

22 Ayúdenlos en el camino deregreso al hogarPresidente Henry B. Eyring

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE26 El sostenimiento de los Oficiales

de la IglesiaPresidente Dieter F. Uchtdorf

27 Informe del Departamento deAuditorías de la Iglesia, 2009Robert W. Cantwell

28 Informe estadístico de 2009Brook P. Hales

29 Las madres enseñan a los hijos en el hogarÉlder L. Tom Perry

32 La bendición de las EscriturasÉlder D. Todd Christofferson

36 Manos que ayudan, manos quesalvanÉlder Koichi Aoyagi

38 Cuando el Señor mandaÉlder Bruce A. Carlson

40 Velando… con toda perseveranciaÉlder David A. Bednar

44 No hay lugar para el enemigo de mi almaÉlder Jeffrey R. Holland

SESIÓN DEL SACERDOCIO47 Sanar a los enfermos

Élder Dallin H. Oaks51 El llamamiento divino de un

misioneroÉlder Ronald A. Rasband

54 El magnífico Sacerdocio AarónicoDavid L. Beck

56 Continuemos con pacienciaPresidente Dieter F. Uchtdorf

60 Obrar con toda diligenciaPresidente Henry B. Eyring

64 La preparación trae bendicionesPresidente Thomas S. Monson

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA68 “Ustedes son Mis manos”

Presidente Dieter F. Uchtdorf75 ¡Él vive, y yo lo honraré!

Élder Richard G. Scott78 Volverse al Señor

Élder Donald L. Hallstrom81 Que nuestros niños puedan ver la

faz del SalvadorCheryl C. Lant

83 Nosotros seguimos a JesucristoÉlder Quentin L. Cook

87 ¡Ha resucitado!Presidente Thomas S. Monson

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE91 Generaciones entrelazadas con

amorÉlder Russell M. Nelson

95 Nuestro deber a Dios: La misiónde padres y líderes para con lanueva generaciónÉlder Robert D. Hales

98 Mamá me lo dijoÉlder Bradley D. Foster

101 Todas las cosas obraránjuntamente para su bienÉlder James B. Martino

103 Cultivar el buen juicio y no juzgara los demásÉlder Gregory A. Schwitzer

106 Cosas concernientes a la rectitudÉlder Francisco J. Viñas

108 Dime la historia de CristoÉlder Neil L. Andersen

112 Palabras de clausuraPresidente Thomas S. Monson

REUNIÓN GENERAL DE LAS MUJERES JÓVENES114 Sé valiente

Ann M. Dibb117 ¡Nunca, nunca, nunca se den por

vencidas!Mary N. Cook

120 ¡Recuerden quiénes son!Elaine S. Dalton

123 Presentación en video: Tengo unpropósito

124 Ser felices para siemprePresidente Dieter F. Uchtdorf

72 Autoridades Generales de LaIglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días

128 Se dirigen a nosotros: Hagamosde la conferencia parte denuestras vidas

130 Se dirigen a los jóvenes132 Índice de relatos de la conferencia133 Enseñanzas para nuestra época133 Presidencias Generales de las

Organizaciones Auxiliares134 Noticias de la Iglesia

Índice general Mayo de 2010Volumen 34 • Número 5

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Resumen de laConferenciaGeneral Anualnúmero 180SÁBADO POR LA MAÑANA, 3 DE ABRILDE 2010, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Dieter F. Uchtdorf.Primera oración: Élder Yoshihiko Kikuchi.Última oración: Élder Erich W. Kopischke.Música por el Coro del Tabernáculo; MackWilberg, director; Richard Elliott y AndrewUnsworth, organistas: “Dulce Tu obra es,Señor”, Himnos, Nº 84; “Hijos del Señor, venid”, Himnos, Nº 26; “Tengo gozo en mialma hoy”, Himnos, Nº 146, arreglo deWilberg, inédito; “Jehová, sé nuestro guía”,Himnos, Nº 39; “Mandó a Su Hijo”,Canciones para los niños, Nº 20, arreglo deHofheins, inédito; “Qué firmes cimientos”,Himnos, Nº 40, arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 3 DE ABRIL DE2010, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Dieter F. Uchtdorf. Primeraoración: Élder Lynn G. Robbins. Última ora-ción: Élder Craig C. Christensen. Música porun coro combinado del Instituto de Religiónde Orem; Ryan Eggett y Allen Matthews, direc-tores; Bonnie Goodliffe, organista: “Dios man-da a profetas”, Himnos, Nº 11; “Siento el amorde mi Salvador”, Canciones para los niños,Nº 42, arreglo de Dayley, pub. Jackman; “Tedamos, Señor, nuestras gracias”, Himnos, Nº 10; “Más cerca, Dios, de Ti”, Himnos, Nº 50, arreglo de Duffin, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 3 DE ABRIL DE2010, SESIÓN DEL SACERDOCIOPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Henry B. Eyring. Primeraoración: Élder Keith K. Hilbig. Última ora-ción: Élder Michael John U. Teh. Música porun coro del sacerdocio de la UniversidadBrigham Young; Ronald Staheli, director;Clay Christiansen y Richard Elliott, organis-tas: “El Padre tanto nos amó”, Himnos, Nº112, arreglo de McDavitt, inédito; “Haz elbien”, Himnos, Nº 155, arreglo de Hall, inédi-to; “Glorias cantad a Dios”, Himnos, Nº 37;“La barra de hierro”, Himnos, Nº 179, arreglode Staheli, inédito.

DOMINGO POR LA MAÑANA, 4 DE ABRILDE 2010, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Henry B. Eyring. Primeraoración: Élder Kenneth Johnson. Última ora-ción: Élder Wolfgang H. Paul. Música por elCoro del Tabernáculo; Mack Wilberg y RyanMurphy, directores; Andrew Unsworth y ClayChristiansen, organistas: “En este día de gozoy alegría”, Hymns, Nº 64; “Cristo ha resucita-do”, Himnos, Nº 122; “El Cristo es”, Moody,arreglo de Bradford, pub. Nature Sings; “ACristo Rey Jesús”, Himnos, Nº 30; “Cuandovenga Jesús”, Canciones para los niños, Nº46, arreglo de Murphy, inédito; “Himno de laPascua de Resurrección”, Himnos, Nº 121,arreglo de Wilberg, inédito.

DOMINGO POR LA TARDE, 4 DE ABRILDE 2010, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Henry B. Eyring. Primeraoración: Élder Christoffel Golden Jr. Últimaoración: Obispo Richard C. Edgley. Músicapor el Coro del Tabernáculo; Mack Wilberg y Ryan Murphy, directores; Linda Margetts yBonnie Goodliffe, organistas: “Oh Rey de re-yes, ven”, Himnos, Nº 27, arreglo de Murphy,inédito; “Tan humilde al nacer”, Himnos, Nº 120, arreglo de Kasen, pub. Jackman; “Yo sé que vive mi Señor”, Himnos, Nº 73;“Conmigo quédate, Señor”, Himnos, Nº 98,arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 27 DE MARZODE 2010, REUNIÓN GENERAL DE LASMUJERES JÓVENESPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Elaine S. Dalton. Primera oración:Karlee Gubler. Última oración: KendrickSmaellie. Música por un coro de MujeresJóvenes de las estacas de Lehi, Utah; LehiEste, Utah; Lehi Norte, Utah y Lehi Sur, Utah;Merrilee Webb, directora; Bonnie Goodliffe,organista: “Bandera de Sión”, Himnos, Nº 4,arreglo de Webb, inédito; “Caros niños, Dios

os ama”, Himnos, Nº 47, arreglo de Watkins,inédito; “Sé fuerte”, de Un nuevo año:Celebración de la juventud: 2010, inédito;“Oh, Tú, Roca de salvación”, Hymns, Nº 258,arreglo de Kasen, pub. Jackman; “Qué firmescimientos”, Himnos, Nº 40, arreglo contra-punto de Webb.

DISCURSOS DE LA CONFERENCIA A DISPOSICIÓN DEL PÚBLICOPara tener acceso a los discursos de laConferencia General en varios idiomas, visite conference.lds.org. Luego, seleccioneun idioma; por lo general, las grabaciones de audio estarán disponibles en los centrosde distribución dos meses después de laconferencia.

MENSAJES DE ORIENTACIÓN FAMILIAR YDE LAS MAESTRAS VISITANTESPara los mensajes de la orientación familiar yde las maestras visitantes, sírvase seleccionaruno de los discursos que mejor satisfaga lasnecesidades de las personas a las que visite.

EN LA CUBIERTAFrente: Fotografía del presidente Thomas S.Monson y de la hermana Frances Monson,por John Luke. Atrás: Fotografía del Templode Salt Lake, por Weston Colton.

FOTOGRAFÍAS DE LA CONFERENCIALas escenas de la conferencia general, que seefectuó en Salt Lake City, las tomaron CraigDimond, Welden C. Andersen, John Luke,Matthew Reier, Christina Smith, Les Nilsson,Scott Davis, Lindsay Briggs, Cody Bell, Mark Weinberg, Weston Colton, JenicaHeintzelman, Brandon Flint y Robert Casey;en Argentina, Lucio Javier Fleytas y CristianRafael López Fonseca; en Brasil, LaureniAdemar Fochetto y Ana Claudia Soli; enChile, Oscar Schmittner; en República Checa,Bev Robison; en Francia, Carlos González; enlas Filipinas, Edwin Redrino; y en Oregón,EE. UU., John Snyder.

2 L i a h o n a

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LOS DISCURSANTES PORORDEN ALFABÉTICOAndersen, Neil L., 108Andersen, Wilford W., 16Aoyagi, Koichi, 36Ballard, M. Russell, 18Beck, David L., 54Beck, Julie B., 10Bednar, David A., 40Carlson, Bruce A., 38Christofferson, D. Todd, 32Cook, Mary N., 117Cook, Quentin L., 83Dalton, Elaine S., 120Dibb, Ann M., 114Eyring, Henry B., 22, 60Foster, Bradley D., 98Hales, Robert D., 95Hallstrom, Donald L., 78Holland, Jeffrey R., 44Lant, Cheryl C., 81Martino, James B., 101McMullin, Keith B., 13Monson, Thomas S., 4, 64,

87, 112Nelson, Russell M., 91Oaks, Dallin H., 47Packer, Boyd K., 6Perry, L. Tom, 29Rasband, Ronald A., 51Schwitzer, Gregory A., 103Scott, Richard G., 75Uchtdorf, Dieter F., 26, 56,

68, 124Viñas, Francisco J., 106

ÍNDICE DE TEMASAdversidad, 78, 101, 124Amor, 68, 98Aprendizaje, 40Belleza, 120Bendiciones, 38Bendiciones del sacerdocio,

6, 47Concupiscencia, 44Conferencia General, 112Confianza, 54Consuelo, 68Conversión, 36Crecimiento, Iglesia, 4Deber, 13, 60, 95Deber a Dios, 22, 54, 60, 95Diligencia, 60Ejemplo, 18, 95Enseñanza, 29, 75, 106, 108Escrituras, 32, 106, 114, 117Esperanza, 16Espíritu Santo, 10, 103, 117,

120Expiación, 75, 83Familia, 6, 29, 40, 81, 91Fe, 16, 47, 56, 120Felicidad, 124Fidelidad, 44Hijas, 18Hijos, 81, 108Historia Familiar, 91Hogar, 29, 95Honradez, 64Inspiración, 51Jesucristo, 16, 32, 68, 75,

78, 81, 83, 87, 98, 101,108, 112

Juicio, 103Libro de Mormón, 40

Mandamientos, 13, 38Maternidad, 18, 29, 98Modestia, 18Muerte, 87Mujeres jóvenes, 123Naturaleza Divina, 120Niños, 22, 40, 108Normas, 64Obediencia, 13, 38, 103, 114Obra misional, 51Oración, 13, 114Paciencia, 56Padres, 95, 106Paternidad, 6Paz, 78Perseverancia, 124Perspectiva, 101Pornografía, 44Preparación, 64Profetas, 114Progreso Personal, 22, 95,

117Rectitud, 106Rescate, 22, 36Resurrección, 87Revelación, 10Sacerdocio, 6, 56Sacerdocio Aarónico, 51,

54, 60Sanidad, 47Seguridad, 83Servicio, 36, 64, 68Servicio humanitario, 4Sociedad de Socorro, 10Templos, 4, 91Testimonio, 40, 117Valor, 114, 117Verdad, 32Virtud, 120, 123

M a y o d e 2 0 1 0 3

MAYO DE 2010 VOL. 34 NO. 5LIAHONA 09286 002

Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días, en el idioma español.

La Primera Presidencia: Thomas S. Monson, Henry B. Eyring, Dieter F. Uchtdorf

El Quórum de los Doce Apóstoles: Boyd K. Packer, L. TomPerry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, David A. Bednar, Quentin L. Cook, D. Todd Christofferson, Neil L. Andersen

Editor: Spencer J. CondieAsesores: Keith K. Hilbig, Yoshihiko Kikuchi, Paul B. Pieper

Director administrativo: David L. FrischknechtDirector editorial: Vincent A. VaughnEditor principal: Larry HillerDirector de artes gráficas: Allan R. Loyborg

Editor administrativo: R. Val JohnsonEditores administrativos auxiliares: Jenifer L. Greenwood,Adam C. OlsonEditores adjuntos: Ryan CarrEditora auxiliar: Susan BarrettPersonal de redacción: David A. Edwards, Matthew D. Flitton,LaRene Porter Gaunt, Annie Jones, Carrie Kasten, Jennifer Maddy,Melissa Merrill, Michael R. Morris, Sally J. Odekirk, Joshua J.Perkey, Chad E. Phares, Jan Pinborough, Richard M. Romney,Don L. Searle, Janet Thomas, Paul VanDenBerghe, Julie WardellSecretaria principal: Laurel Teuscher

Director de arte: Scott Van KampenGerente de producción: Jane Ann PetersPersonal de diseño y de producción: Cali R. Arroyo, ColletteNebeker Aune, Howard G. Brown, Julie Burdett, Thomas S.Child, Reginald J. Christensen, Kim Fenstermaker, KathleenHoward, Eric P. Johnsen, Denise Kirby, Scott M. Mooy, Ginny J.NilsonAsuntos previos a la impresión: Jeff L. Martin

Director de impresión: Craig K. SedgwickDirector de distribución: Randy J. Benson

Coordinación de Liahona: Enrique Resek, Diana R. Tucker

Para saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ella fuerade Estados Unidos y de Canadá, póngase en contacto con elCentro de Distribución local o con el líder del barrio o de larama.

Los manuscritos y las preguntas deben enviarse aLiahona, Room 2420, 50 E. North Temple Street, SaltLake City, UT 84150-0024, USA; o por correo electrónicoa: [email protected].

Liahona (un término del Libro de Mormón que significa "brújula"o "director") se publica en albanés, alemán, armenio, bislama,búlgaro, camboyano, cebuano, cingalés, coreano, croata, checo,chino, danés, esloveno, español, estonio, fiyiano, finlandés,francés, griego, hindi, holandés, húngaro, indonesio, inglés,islandés, italiano, japonés, kiribati, letón, lituano, malgache,marshalés, mongol, noruego, polaco, portugués, rumano, ruso,samoano, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano, tamil, telegu,tongano, ucraniano, urdu, y vietnamita. (La frecuencia de laspublicaciones varía de acuerdo con el idioma.)

(c) 2010 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechosreservados. Impreso en los Estados Unidos de América.

El material de texto y visual de la revista Liahona se puede copiarpara utilizarse en la Iglesia o en el hogar, siempre que no seacon fines de lucro. El material visual no se puede copiar siaparecen restricciones en la línea de crédito del mismo. Laspreguntas que tengan que ver con este asunto se deben dirigir aIntellectual Property Office, 50 East North Temple Street, Salt LakeCity, UT 84150, USA; correo electrónico: [email protected].

Para los lectores de México: Certificado de Licitud de títulonúmero 6988 y Licitud de contenido número 5199, expedidospor la Comisión Calificadora de Publicaciones y revistasilustradas el 15 de septiembre de 1993. "Liahona" (c) es nombreregistrado en la Dirección de Derechos de Autor con el número252093. Publicación registrada en la Dirección General deCorreos número 100. Registro del S.P.M. 0340294 características218141210.

For Readers in the United States and Canada:May 2010 Vol. 34 No. 5. LIAHONA (USPS 311-480) Spanish(ISSN 0885-3169) is published monthly by The Church of JesusChrist of Latter-day Saints, 50 East North Temple, Salt Lake City,UT 84150. USA subscription price is $10.00 per year; Canada,$12.00 plus applicable taxes. Periodicals Postage Paid at SaltLake City, Utah. Sixty days' notice required for change of address.Include address label from a recent issue; old and new addressmust be included. Send USA and Canadian subscriptions to SaltLake Distribution Center at the address below. Subscription helpline: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard,American Express) may be taken by phone. (Canada PosteInformation: Publication Agreement #40017431)

POSTMASTER: Send address changes to Salt Lake DistributionCenter, Church Magazines, PO Box 26368, Salt Lake City, UT84126-0368.

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Por el presidente Thomas S. Monson

Desde la última vez que nos reuni-mos, la Iglesia ha continuado propor-cionando una ayuda humanitaria muynecesitada en diversos lugares delmundo. Tan sólo en los últimos tresmeses, se ha proporcionado ayudahumanitaria a la Polinesia Francesa,Mongolia, Bolivia, Perú, Arizona,México, Portugal y Uganda, entreotras regiones. Hace muy poco he-mos prestado auxilio a Haití y a Chile,tras los devastadores terremotos ymaremotos que hubo en estas regio-nes. Expresamos nuestro amor a losmiembros de nuestra Iglesia que hansufrido durante estos desastres. Lestenemos presentes en nuestras ora-ciones. Les expresamos una gratitudprofunda a todos ustedes por sus de-seos de colaborar con nuestra laborhumanitaria al compartir sus recursosy, en muchos casos, su tiempo, sus talentos y su pericia.

Este año se cumplen veinticincoaños desde que nuestro programahumanitario llegó a formar parte denuestra labor de bienestar. Sería im-posible calcular de manera precisa la cantidad de personas que han recibido ayuda de dicho programa.Siempre nos esforzaremos por llegarentre los primeros a la escena de los desastres, dondequiera que seproduzcan.

La Iglesia continúa creciendo yavanzando. La edificación de temploses una indicación de dicho crecimien-to. Hace poco anunciamos un nuevotemplo que se edificará en Payson,Utah. También anunciamos un amplioproyecto de renovación en el Templode Ogden, Utah. De aquí a los trespróximos meses, dedicaremos tem-plos en Vancouver, ColumbiaBritánica, Canadá; en el valle Gila,Arizona; y en Ciudad de Cebú,Filipinas. Más adelante durante esteaño, se dedicarán o rededicarán otrostemplos. Continuaremos edificandotemplos por el mundo a medida queaumente nuestra cantidad de miem-bros. Cada año se efectúan millonesde ordenanzas en los templos a favorde nuestros seres queridos que han fa-llecido. Ruego que continuemos sien-do fieles al efectuar tales ordenanzas

Qué bueno es, mis queridoshermanos y hermanas, reu-nirnos una vez más. Esta con-

ferencia marca ciento ochenta añosdesde que la Iglesia fue organizada.Cuán agradecidos estamos por el pro-feta José Smith, quien buscó la verdad,quien la encontró y quien, bajo la di-rección del Señor, restauró elEvangelio y organizó la Iglesia.

La Iglesia ha crecido constantemen-te desde ese día, en 1830. Continúacambiando la vida de más y más perso-nas cada año y se esparce por toda latierra a medida que nuestra fuerza mi-sional busca a aquellos que van en pos

de la verdad. Una vez más hacemos unllamado a los miembros de la Iglesiapara que extiendan una mano a losnuevos conversos o a aquellos que es-tán en su camino de regreso a laIglesia, a fin de que los rodeen deamor y los ayuden a sentirse en casa.

Gracias, mis hermanos y hermanas,por su fe y su devoción al evangelio deJesucristo. Gracias por todo lo que ha-cen en sus barrios y ramas, en sus es-tacas y distritos. Ustedes sirven bien yde buena gana, y llevan a cabo grandescosas. Que el Señor les bendiga al es-forzarse por seguirle a Él y obedecerSus mandamientos.

Bienvenidos a la conferenciaGracias, mis hermanos y hermanas, por su fe y su devoción al evangelio de Jesucristo.

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA | 3 de abril de 2010

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M a y o d e 2 0 1 0 5

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6 L i a h o n a

Les hablo a los padres de familia ya las familias de toda la Iglesia.

Hace años, comenzamos elprograma de correlación bajo la direc-ción del presidente Harold B. Lee. Enesa época, el presidente Monson dijo:“Hoy estamos acampados contra eldespliegue más grande de pecado, vi-cio y maldad que se haya congregadojamás ante nuestros ojos… El plan debatalla según el cual luchamos parasalvar las almas de los hombres no esnuestro propio plan. [Se obtuvo me-diante] la inspiración y la revelacióndel Señor”1.

Durante aquellos años de correla-ción, se cambió toda la estructura ope-rativa de la Iglesia. Se reestructuró elprograma de estudio en su totalidad.Se redefinieron los objetivos y las rela-ciones de las organizaciones entre sí.La palabra clave, durante esos años decorrelación y reestructuración, era sa-cerdocio.

El presidente Monson también ha-bló de Gedeón, un héroe del AntiguoTestamento. Gedeón fue elegido paraliderar los ejércitos de Israel con susmiles; pero de todos ellos, él sólo eli-gió a trescientos hombres.

Gedeón seleccionó a sus reclutasde una manera interesante. Cuandolos hombres bebieron agua en unarroyo, la mayoría “se dobl[ó] sobresus rodillas para beber”. A esos lospasó por alto. Unos pocos llevaron elagua a la boca con la mano, permane-ciendo completamente alerta. Ésosfueron a los que él escogió2.

Vivimos en días de “guerras [y] rumores de guerras y terremotos endiversos lugares”3. Como fue profetiza-do, “toda la tierra est[á] en conmo-ción”4, y “Satanás anda por la tierra”5.Él procura destruir todo lo que es bueno y recto6. Él es Lucifer, quien fue echado de la presencia de Dios7. A pesar de todo eso, tenemos senti-mientos muy positivos en cuanto a lo que está por delante.

Las pequeñas fuerzas de Gedeóntuvieron éxito porque, como indica elregistro: “Permaneció cada uno en sulugar”8.

Esta “dispensación del cumplimien-to de los tiempos”9 tuvo su aperturacon la aparición del Padre y el Hijo aljoven José Smith10. Después, el ángelMoroni le mostró a José dónde se habían enterrado las planchas que

Por el presidente Boyd K. PackerPresidente del Quórum de los Doce Apóstoles

por aquellos que no pueden hacerlopor sí mismos.

Muchos de ustedes saben que miquerida esposa, Frances, sufrió unacaída poco después de la conferenciade octubre, en la que se fracturó la ca-dera y un hombro. Después de dosoperaciones exitosas y varias semanasde hospitalización pudo regresar acasa; se encuentra bien y continúaavanzando hacia una recuperación total. El sábado pasado pudo asistir a la reunión general de las MujeresJóvenes y este fin de semana tieneprevisto asistir a una o dos sesiones.Lo cierto es que en el último minutome ha dicho: “¡Voy a ir hoy!”, ¡y aquíestá! Ella se une a mí para expresarlesnuestra más profunda gratitud a nues-tro Padre Celestial y a todos ustedespor sus oraciones y sus buenos de-seos en su favor.

Ahora bien, hermanos y hermanas,hemos venido aquí para ser instruidose inspirados. Les damos la bienvenida alos que son nuevos en la Iglesia. Otrosestán luchando con problemas, con de-safíos, con desilusiones, con pérdidas.Les amamos y oramos por ustedes.Durante estos dos días, se darán mu-chos mensajes que cubrirán diversostemas del Evangelio. Estos hombres ymujeres que les dirigirán la palabra hanbuscado la ayuda de los cielos concer-niente a los mensajes que les darán.

Es mi oración que seamos llenos deSu Espíritu al escuchar y al aprender.Ruego que esto sea así en el nombrede Jesucristo, nuestro Señor ySalvador. Amén. ■

El poder del sacerdocioEl sacerdocio no tiene la fuerza que debería tener, y no la tendrá sino hasta que el poder del sacerdocio estéfirmemente arraigado en las familias como debería estarlo.

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contenían el Libro de Mormón11. AJosé se le dio poder para traducirlas12.

Durante la traducción, José y OliverCowdery leyeron acerca del bautismo.Oraron para saber qué debían hacer13.Se les apareció un mensajero angeli-cal: Juan el Bautista, y él les confirió elSacerdocio Aarónico, “el cual tiene lasllaves del ministerio de ángeles, y delevangelio de arrepentimiento, y delbautismo por inmersión para la remi-sión de pecados”14.

Los apóstoles Pedro, Santiago yJuan, quienes fueron los más cerca-nos al Señor durante Su ministerio, se les aparecieron a continuación yconfirieron sobre José y Oliver el sacer-docio mayor15, o “el Santo Sacerdociosegún el Orden del Hijo de Dios”16. El sacerdocio, indican las Escrituras,habría de llamarse con el nombre deMelquisedec, el gran sumo sacerdotea quien Abraham pagó diezmos17.

Ésta, entonces, se convirtió en suautoridad. Mediante las llaves del sa-cerdocio, tuvieron acceso a todos lospoderes del cielo. Se les mandó llevarel Evangelio a todas las naciones18.

Nunca ha sido fácil vivir el evange-lio de Jesucristo. No fue fácil cuandoÉl vivía, ni fue fácil en los primerosdías de la Iglesia. Los primeros santosestuvieron sujetos a un sufrimiento

y a una oposición indescriptibles.Ya han pasado más de ciento

ochenta años desde que se restauró elsacerdocio. Ya somos casi catorce mi-llones de miembros. Aun así, somosuna diminuta fracción si nos compara-mos con los miles de millones de per-sonas que hay en la tierra. Pero somoslo que somos y sabemos lo que sabe-mos, y debemos avanzar y predicar elEvangelio.

El Libro de Mormón deja claro quenunca dominaremos en lo que se re-fiere a números; pero tenemos el po-der del sacerdocio19.

El profeta Nefi escribió: “Y sucedióque vi la iglesia del Cordero de Dios, ysus números eran pocos… No obstan-te, vi que la iglesia del Cordero, queeran los santos de Dios, se extendíatambién sobre toda la superficie de latierra; y sus dominios sobre la faz de latierra eran pequeños”20.

El presidente Joseph Fielding Smithdijo: “Aunque quizá se diga… que so-mos un puñado en comparacióncon… el mundo, se nos puede compa-rar con la levadura de la que habló elSalvador, que, finalmente, hará leudar[o elevar] al mundo entero”21.

Nosotros podemos, y en el debidotiempo definitivamente lo haremos,influir en toda la humanidad. Se sabrá

quiénes somos y por qué somos.Quizá parezca imposible; es extrema-damente difícil; pero no sólo es posi-ble, sino cierto que ganaremos labatalla contra Satanás.

Hace algunos años, di un discursotitulado “Lo que todo élder debería sa-ber: Una guía sobre los principios delgobierno del sacerdocio”. Luego, antesde que lo publicaran, cambié el título:“Lo que todo élder debería saber, ytoda hermana también”22.

Incluyo a las hermanas porque escrucial que todos entendamos qué seespera de los hermanos. A menos queconsigamos la atención de las madres,las hijas y las hermanas —quienes ejer-cen influencia en sus esposos, padres,hijos y hermanos—, no podremosprogresar. El sacerdocio perderá granpoder si se descuida a las hermanas.

El sacerdocio es la autoridad y elpoder que Dios ha concedido a loshombres sobre la tierra para actuarpor Él23. Cuando la autoridad del sa-cerdocio se ejerce como es debido, losportadores del sacerdocio hacen loque Él haría si estuviera presente.

Nos ha ido muy bien al distribuir laautoridad del sacerdocio. Tenemos laautoridad del sacerdocio establecidacasi en todas partes. Tenemos quóru-mes de élderes y sumo sacerdotes en

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todo el mundo. Pero la distribución dela autoridad del sacerdocio ha supera-do, creo yo, a la distribución del poderdel sacerdocio. El sacerdocio no tienela fuerza que debería tener, y no la ten-drá sino hasta que el poder del sacer-docio esté firmemente arraigado enlas familias como debería estarlo.

El presidente Harold B. Lee decla-ró: “Me parece que es claro que laIglesia no tiene opción —y nunca laha tenido— sino hacer más para ayu-dar a la familia a cumplir con su mi-sión divina; no sólo porque es elorden de los cielos, sino, además, por-que es la contribución más prácticaque podemos hacerle a nuestra juven-tud: ayudar a mejorar la calidad devida de los hogares Santos de los Últi-mos Días. A pesar de lo importanteque sean nuestros muchos programasy esfuerzos organizacionales, éstos nodeben suplantar al hogar; deben apo-yar al hogar”24.

El presidente Joseph F. Smith hizola siguiente declaración acerca del sa-cerdocio en el hogar: “En el hogar, laautoridad presidente es siempre inves-tida en el padre, y en todos los asun-tos del hogar y de la familia no hayotra autoridad mayor. Para ilustrar esteprincipio, tal vez sea suficiente un soloejemplo. En ocasiones sucede que losélderes son llamados para ungir a losmiembros de una familia. Entre estosélderes puede haber presidentes deestaca, apóstoles o aun miembros dela Primera Presidencia de la Iglesia. Noes propio que en estas circunstanciasel padre se haga a un lado y espereque los élderes dirijan la administra-ción de esta importante ordenanza. Elpadre está allí y es su derecho y su de-ber presidir. Debe designar al que hade administrar el aceite y al que ha deofrecer la oración, y no debe sentirque, por motivo de encontrarse pre-sente alguien de entre las autoridadespresidentes de la Iglesia, él queda des-pojado de su derecho de dirigir la ad-ministración de esa bendición delEvangelio en su hogar. (Si el padreestá ausente, la madre debe pedir quela autoridad presidente que esté pre-sente se haga cargo.) El padre presidela mesa, la oración y da instrucciones

generales referentes a su vida familiar,pese a quien esté presente”25.

Durante la Guerra de Vietnam, tuvi-mos una serie de reuniones especialespara los miembros de la Iglesia que ha-bían sido llamados al servicio militar.Después de una de esas reuniones enChicago, me encontraba de pie juntoal presidente Harold B. Lee cuando unexcelente joven mormón le dijo al pre-sidente Lee que estaba de licencia paravisitar a su familia y que después teníaque volver a Vietnam. Le pidió al presi-dente Lee que le diera una bendición.

Para mi sorpresa, el presidente Lee dijo: “Tu padre debe darte la bendición”.

Muy desilusionado, el joven dijo:“Mi padre no sabría cómo darme unabendición”.

El presidente Lee contestó: “Ve acasa, muchacho, y dile a tu padre quete irás a la guerra y que quieres que élte dé una bendición de padre. Si él nosabe cómo hacerlo, dile que te sentarásen una silla. Él puede ponerse detrásde ti, colocar las manos sobre tu cabezay decir lo que le venga a la mente”.

El joven soldado se alejó apenado.Unos dos años más tarde, volví a

encontrarlo; no recuerdo dónde. Élme recordó esa experiencia y dijo:“Hice lo que se me había dicho quehiciera. Le expliqué a mi padre queme sentaría en la silla y que él debíaponer las manos sobre mi cabeza. Elpoder del sacerdocio nos inundó alos dos. Eso me sirvió de fortaleza yprotección durante aquellos peligro-sos meses de combate”.

En otra ocasión, estaba en una ciudad distante. Después de una conferencia, estábamos ordenando yapartando líderes. Al concluir, el presi-dente de estaca preguntó: “¿Podemosordenar élder a un joven que se estápor ir al campo misional?”. La respues-ta, por supuesto, fue que sí.

Mientras el joven se acercaba, leshizo señas a tres hermanos para que losiguieran y estuvieran de pie a su ladopara la ordenación.

En la última fila, noté que había unaréplica del joven y pregunté: “¿Ése estu padre?”.

El joven respondió: “Sí”.Yo le dije: “Tu padre te ordenará”.Y él protestó: “Pero ya le había pedi-

do a otro hermano que me ordenara”.Yo le dije: “Muchacho, tu padre te

ordenará y vivirás para dar gracias alSeñor por este día”.

Entonces el padre se acercó.Menos mal que él ya era élder; de

no ser así, ¡en seguida lo hubiera sido!En la milicia, a eso le hubieran llamadoascender por vacantes. A veces se haceese tipo de cosas en la Iglesia.

El padre no sabía cómo ordenar a su hijo. Le puse mi brazo alrededor y lo ayudé durante la ordenanza.Cuando terminó, el muchacho era él-der. Entonces, sucedió algo maravillo-so: cambiados por completo, padre ehijo se abrazaron. Era obvio que nuncaantes había sucedido eso.

El padre, con lágrimas, dijo: “Nopude ordenar a mis otros hijos”.

Piensen cuánto más se logró que si lo hubiese ordenado otra persona,aunque hubiera sido un apóstol.

Dado que el sacerdocio está actual-mente en todo el mundo, llamamos atodo élder y sumo sacerdote, a todoposeedor del sacerdocio, a permane-cer, como la pequeña pero poderosafuerza de trescientos hombres deGedeón, cada uno en su lugar. Ahoradebemos reavivar en todo élder ysumo sacerdote, en todo quórum ygrupo, y en el padre de todo hogar, el poder del sacerdocio delTodopoderoso.

El Señor dijo que “lo débil delmundo vendrá y abatirá lo fuerte ypoderoso”26.

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El profeta Nefi también dijo que “elpoder del Cordero de Dios descendiósobre los santos de la iglesia delCordero y sobre el pueblo del conve-nio del Señor, que se hallaban disper-sados sobre toda la superficie de latierra”, y dijo que “tenían por armas surectitud y el poder de Dios en grangloria”27.

Necesitamos a todos. Los cansa-dos, agotados o perezosos, e inclusoquienes estén limitados por la culpa,deben ser restaurados mediante elarrepentimiento y el perdón. Dema-siados de nuestros hermanos del sacerdocio viven por debajo de susprivilegios y de las expectativas delSeñor.

Debemos avanzar confiando en el poder celestial del sacerdocio. Esuna fuente de fortaleza y ánimo saberquiénes somos, qué tenemos y quédebemos hacer en la obra del Todopo-deroso.

El Señor ha dicho: “Yo, el Señor, es-toy obligado cuando hacéis lo que osdigo; mas cuando no hacéis lo que osdigo, ninguna promesa tenéis”28.

Los quórumes del sacerdocio de-ben ministrar y velar por los hogaresque no tienen el sacerdocio. De estamanera, no faltará ninguna bendi-ción en ninguna morada de laIglesia.

Hace años, una familia se reuniójunto a la cama de una pequeña ancia-na danesa. Entre ellos se encontrabasu hijo descarriado, de mediana edad,quien, durante los últimos años, habíaestado viviendo en casa de ella.

Con lágrimas, le suplicó: “Mamá,tienes que vivir. Mamá, no puedes mo-rirte”. Decía: “Mamá, no puedes irte.No lo permitiré”.

La pequeña madre alzó la vista paraver a su hijo y con su marcado acentodanés contestó: "Pero, ¿dónde está tupoder?”.

Pablo dijo:“[Estamos] edificados sobre el fun-

damento de los apóstoles y profetas,siendo la principal piedra del ánguloJesucristo mismo,

“en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser untemplo santo en el Señor;

“en quien vosotros también soisjuntamente edificados para morada deDios en el Espíritu”29.

No hay dudas de que la obra delSeñor prevalecerá. Y es sabido que de-bemos reunir todos nuestros esfuer-zos y estar unidos.

La autoridad del sacerdocio estácon nosotros. Después de todo lo quehemos correlacionado y organizado,ahora es nuestra la responsabilidad deactivar el poder del sacerdocio en la

Iglesia. La autoridad del sacerdocioviene por medio de la ordenación; elpoder del sacerdocio viene medianteuna vida fiel y obediente al honrarconvenios, y aumenta al ejercitar yusar el sacerdocio en rectitud.

Ahora bien, padres, quisiera recor-darles la naturaleza sagrada de su lla-mamiento. Se les ha dado el poder delsacerdocio directamente del Señorpara proteger su hogar. Habrá ocasio-nes en que el único escudo que hayaentre su familia y la malicia del adver-sario será ese poder. Ustedes recibirándirección del Señor por medio deldon del Espíritu Santo.

El adversario no está perturbandoactivamente nuestras reuniones de laIglesia; quizá sólo lo haga ocasional-mente. En general, tenemos la libertadde reunirnos según nuestros deseossin mucha interrupción. Pero él yaquellos que lo siguen son persisten-tes al atacar al hogar y a la familia.

El objetivo principal de toda activi-dad de la Iglesia es que el hombre, suesposa y sus hijos sean felices en elhogar, protegidos por los principios y las leyes del Evangelio, sellados demanera segura en los convenios delsacerdocio sempiterno.

Cada ley, y principio y poder, cadacreencia, cada ordenanza y ordena-ción, cada convenio, cada discurso y

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Durante el pasado año, he co-nocido a miles de mujeresSantos de los Últimos Días de

muchos países. La lista de desafíosque ellas afrontan es larga y seria; hayproblemas familiares, pruebas econó-micas, calamidades, accidentes y en-fermedades. Hay mucha distracción yno suficiente paz y gozo. Pese a loque afirmen los medios de comunica-ción, nadie es lo suficientemente rico,atractivo ni inteligente como para evi-tar la experiencia mortal.

Las preguntas que las hermanas ha-cen son serias y delicadas; expresan in-certidumbre acerca del futuro, pesarpor esperanzas que no se han hechorealidad, indecisión y sentimientoscada vez menores de autoestima; tam-bién reflejan un profundo deseo dehacer lo que es correcto.

Ha crecido en mí un asombrosotestimonio del valor de las hijas deDios. Mucho es lo que depende deellas. Al visitar a las hermanas, he sentido que nunca ha habido mayornecesidad de un aumento de fe y derectitud personales; nunca se han necesitado más familias y hogares

fuertes; nunca ha habido más cosasque se podrían hacer para ayudar a losque tienen alguna necesidad. ¿Cómoaumentamos la fe, fortalecemos a lasfamilias y brindamos alivio?1. ¿Cómoencuentra una mujer hoy día respues-ta a sus preguntas y permanece fuertee inmutable en contra de increíbleoposición y dificultad?

Revelación personalUna buena mujer sabe que no

tiene suficiente energía, tiempo nioportunidad para atender a todas laspersonas o hacer todas las cosas bue-nas que su corazón anhela. La vidano es tranquila para la mayoría de lasmujeres y cada día parece exigir quese lleven a cabo un millón de cosas,la mayoría de ellas importantes. Unabuena mujer debe resistir constante-mente los mensajes atractivos y enga-ñosos de muchas fuentes, que ledicen que tiene derecho a pasar mástiempo alejada de sus responsabilida-des y que merece una vida de másplacer e independencia. Pero con larevelación personal, puede estable-cer prioridades de forma correcta y

Por la hermana Julie B. BeckPresidenta General de la Sociedad de Socorro

cada Santa Cena, cada consejo y co-rrección, los sellamientos, los llama-mientos, los relevos, el servicio:todos tienen como propósito princi-pal la perfección de la persona y la fa-milia, porque el Señor ha dicho:“Ésta es mi obra y mi gloria: Llevar acabo la inmortalidad y la vida eternadel hombre”30.

Doy testimonio del poder del sacerdocio dado a la Iglesia para pro-tegernos y guiarnos. Y, gracias a que tenemos eso, no le tememos al futu-ro. El temor es lo opuesto a la fe. No-sotros avanzamos, seguros de que elSeñor nos cuidará, especialmentedentro de la familia. De Él doy testi-monio en el nombre de Jesucristo.Amén. ■NOTAS

1. Thomas S. Monson, “Correlation BringsBlessings”, Relief Society Magazine, abril de 1967, pág. 247.

2. Jueces 7:4–8.3. Mormón 8:30; véase también Doctrina

y Convenios 45:26; José Smith—Mateo1:23, 28.

4. Doctrina y Convenios 45:26; véase tambiénDoctrina y Convenios 88:91.

5. Doctrina y Convenios 52:14.6. Véase Doctrina y Convenios 10:22–23.7. Véase Apocalipsis 12:7–9; Doctrina y

Convenios 29:36–37; 76:25–26.8. Jueces 7:21.9. Doctrina y Convenios 112:30.

10. Véase José Smith—Historia 1:17.11. Véase José Smith—Historia 1:33–34, 59.12. Véase Introducción del Libro de Mormón;

Doctrina y Convenios 135:3.13. Véase José Smith—Historia 1:68–69.14. Doctrina y Convenios 13:1.15. Véase Doctrina y Convenios 27:12–13.16. Doctrina y Convenios 107:3.17. Véase Doctrina y Convenios 107:2–4; véase

también Hebreos 7:1–4; Alma 13:15.18. Véase Doctrina y Convenios 42:58.19. Véase 1 Nefi 14:14.20. 1 Nefi 14:12.21. Joseph Fielding Smith en Conference

Report, octubre de 1968, pág. 123.22. Véase Boyd K. Packer, “What Every Elder

Should Know—and Every Sister as Well: A Primer on Principles of PriesthoodGovernment”, Tambuli, noviembre de1994, págs. 15–24.

23. Véase Enseñanzas de los presidentes de laIglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 151;Traducción de José Smith, Génesis14:28–31, en el apéndice de la Biblia.

24. Harold B. Lee, “Preparing Our Youth”,Ensign, marzo de 1971, pág. 3; cursiva agregada.

25. Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio,quinta edición, 1939, págs. 280–281.

26. Doctrina y Convenios. 1:19.27. 1 Nefi 14:14.28. Doctrina y Convenios 82:10.29. Efesios 2:20–22.30. Moisés 1:39.

“…y sobre las siervasderramaré mi Espírituen aquellos días”Sabemos que tenemos éxito si vivimos de modo de ser dignosde tener el Espíritu, recibirlo y entender cómo seguirlo.

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viajar con confianza a lo largo de esta vida.

La capacidad de reunir los requisi-tos para recibir revelación personal yactuar de acuerdo con ella es la apti-tud más importante que se pueda lo-grar en la vida. El ser dignos de tenerel Espíritu del Señor empieza con eldeseo de tener ese Espíritu, e implicacierto grado de dignidad. El guardarlos mandamientos, arrepentirse y re-novar los convenios hechos a la horadel bautismo conducen a la bendiciónde siempre tener el Espíritu del Señorcon nosotros2. El hacer y guardar losconvenios del templo también añadefortaleza y poder espiritual a la vida de la mujer. Se encuentran muchasrespuestas a preguntas difíciles al leerlas Escrituras, porque ellas contribu-yen a la revelación3. La percepción que se recibe de las Escrituras se acu-mula con el tiempo, por eso es impor-tante dedicar tiempo todos los días a las Escrituras. La oración diaria

también es esencial para tener elEspíritu del Señor con nosotros4. Losque con sinceridad buscan ayuda me-diante la oración y el estudio de lasEscrituras muchas veces tienen lápiz ypapel a mano para escribir preguntas yanotar impresiones e ideas.

La revelación puede venir hora tras hora y momento tras momento al hacer lo correcto. Si las mujeresdan cuidado a la manera de Cristo,descienden un poder y una paz paraguiarlas cuando se necesite esa ayuda.Por ejemplo, las madres pueden sentirayuda del Espíritu, incluso cuando niños cansados y ruidosos exijan suatención; pero se pueden distanciardel Espíritu si pierden los estribos con los niños. El estar en el lugar de-bido nos permite recibir guía. Para reducir las distracciones se requiereun esfuerzo consciente, pero tener el Espíritu de revelación hace posibleque triunfemos ante la oposición yperseveremos con fe en días difíciles

y en tareas esenciales rutinarias. La revelación personal nos da el entendi-miento de lo que debemos hacer to-dos los días para aumentar la fe y larectitud personales, fortalecer a las familias y los hogares, y buscar a losque necesiten nuestra ayuda. A causade que la revelación personal es unafuente de fortaleza que se renuevaconstantemente, es posible sentirserodeada de ayuda incluso durantetiempos turbulentos.

Se nos dice que pongamos nuestraconfianza en ese Espíritu que nos lle-va a “obrar justamente, a andar humil-demente, a juzgar con rectitud”5.También se nos dice que este Espírituiluminará nuestra mente, llenará nues-tra alma de gozo y nos ayudará a sabertodas las cosas que debemos hacer6.La revelación personal prometida serecibe cuando la pedimos, cuando nospreparamos para recibirla y seguimosadelante con fe, con la confianza deque se derramará sobre nosotros.

Sociedad de Socorro —Enseñar,inspirar y fortalecer

Además, en Su sabiduría, el Señorha proporcionado la Sociedad deSocorro para ayudar a Sus hijas en es-tos últimos días. Cuando la Sociedadde Socorro funciona de manera inspi-rada, eleva a las mujeres, las saca deun mundo turbulento y las lleva a unmodo de vivir que las prepara paralas bendiciones de la vida eterna. Ensu esencia misma esta Sociedad tienela responsabilidad de ayudar a lashermanas a aumentar la fe y la recti-tud personales, fortalecer a las fami-lias y a los hogares, y buscar a losnecesitados y ayudarlos. Mediante laSociedad de Socorro, las hermanaspueden recibir respuesta a sus pre-guntas y ser bendecidas por el poderespiritual combinado de todas lashermanas. La Sociedad de Socorro davalidez a la verdadera naturaleza delas hijas de Dios; es una comisión sa-grada, una luz guiadora y un sistemade protección que enseña e inspira alas mujeres a ser fuertes e inquebran-tables. Su lema, “La caridad nuncadeja de ser”7, está incorporado entoda buena mujer.

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Cuando una joven pasa a formarparte de la Sociedad de Socorro, ocuando una mujer se bautiza en laIglesia, ella se convierte en parte deuna hermandad que la fortalece en su preparación para la vida eterna. Elpasar a ser parte de la Sociedad deSocorro significa que se puede confiaren la mujer y depender de ella paraque haga un aporte significativo a laIglesia; continúa su progreso comopersona sin recibir mucho mérito oalabanza públicos.

La segunda presidenta general de la Sociedad de Socorro, Eliza R. Snow,dijo a las hermanas: “Deseamos ser damas en todo hecho, no de acuerdocon el término como lo juzga el mun-do, sino compañeras dignas de losDioses y de los Santos. En una capaci-dad organizada, podemos ayudarnosunas a otras no sólo en hacer bien,sino en refinarnos a nosotras mismas,y ya sean pocas o muchas las que pres-ten su ayuda para llevar a cabo estagran obra, serán las que ocuparánpuestos honorables en el reino deDios… Las mujeres deben ser mujeresy no bebés que necesitan que se lesmime y se les corrija todo el tiempo.Sé que nos agrada que se nos aprecie,pero si no recibimos todo el aprecioque creemos que merecemos, ¿quéimporta? Sabemos que el Señor hapuesto sobre nosotras una gran

responsabilidad y que no hay ningún deseo o anhelo que Él haya puesto en nuestro corazón en rectitud que nose vaya a realizar, y el mayor bien quepodemos hacernos a nosotras y a lasdemás es refinarnos y cultivarnos entodo lo que es bueno y ennoblecedorpara ser merecedoras de esas respon-sabilidades”8.

La medida del éxitoLas mujeres buenas siempre quie-

ren saber si están teniendo éxito. Enun mundo donde la manera de medirel éxito muchas veces se distorsiona, es importante buscar aprecio y reafir-mación de las fuentes apropiadas.Parafraseando una lista que se encuen-tra en Predicad Mi Evangelio, tene-mos éxito cuando cultivamos atributossemejantes a los de Cristo y nos esfor-zamos por obedecer Su evangelio conexactitud; tenemos éxito cuando nosesforzamos por superarnos y hacer lomejor posible; tenemos éxito cuandoaumentamos la fe y la rectitud persona-les, fortalecemos a las familias y los ho-gares, y buscamos a los necesitados ylos ayudamos. Sabemos que tenemoséxito si vivimos de modo de ser dignasde tener el Espíritu, recibirlo y sabercómo seguirlo. “Cuando nos hayamosesforzado al máximo, es posible queaún así experimentemos desilusiones,pero no estaremos desilusionados

con nosotros mismos. Podemos estarseguros de que el Señor está compla-cido cuando sintamos que el Espíritutrabaja por medio de nosotros”9. Lapaz, el gozo y la esperanza están al al-cance de los que miden el éxito debi-damente.

Una revelación del libro de Joel de-clara que en los últimos días, el Señorderramará Su Espíritu sobre Sus sier-vas10. El presidente Kimball hizo eco de esta profecía cuando dijo:

“Gran parte del progreso y creci-miento que tendrá la Iglesia en estosúltimos días se deberá a que habrámuchas mujeres en el mundo que, te-niendo un gran sentido de espirituali-dad, se sentirán atraídas a la Iglesia.Pero esto sólo puede suceder si lasmujeres de la Iglesia viven en formajusta y prudente, hasta el punto deque las consideren diferentes de lasdel mundo…

“Repito, las mujeres de la Iglesiaque sean ejemplos de vida recta, cons-tituirán una influencia significativa enel desarrollo de la Iglesia, tanto desdeel punto de vista numérico como delespiritual”11.

Doy mi testimonio de que el evan-gelio de Jesucristo es verdadero. ElSeñor confía en que Sus hijas hagan su parte para fortalecer los hogares deSión y edificar Su reino en la tierra. Amedida que procuren la revelación ysean dignas de recibirla, el Señor de-rramará Su Espíritu sobre Sus siervasen estos últimos días. En el nombre de Jesucristo. Amén. ■NOTAS

1. Véase Jacob 2:17; Mosíah 4:26; Doctrina y Convenios 38:35; 44:6.

2. Véase Doctrina y Convenios 20:77.3. Véase 2 Nefi 32:3.4. Véase 3 Nefi 19:24–33.5. Doctrina y Convenios 11:12.6. Véase Doctrina y Convenios 11:13–14.7. 1 Corintios 13:8.8. Eliza R. Snow, discurso dirigido a la

Sociedad de Socorro del Barrio Lehi, 27 de octubre de 1869, en el Libro de Minutasde la Sociedad de Socorro del Barrio Lehi,Estaca Alpine, Utah, 1868-1879, Bibliotecade la Historia de la Iglesia, Salt Lake City,págs. 26–27.

9. Véase Predicad Mi Evangelio, 2004, págs. 10–11.

10. Véase Joel 2:28–29.11. Véase Presidente Spencer W. Kimball,

“Vuestro papel como mujeres justas”,Liahona, enero de 1980, pág. 171.

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Por el obispo Keith B. McMullinSegundo Consejero del Obispado Presidente

en su discurso”, dijo él. “Yo fui guardiaahí…, pero desde ese entonces me heconvertido en cristiano”. Él explicóque había procurado el perdón deDios por las cosas crueles que habíahecho; extendió su mano y preguntó:“¿Me perdonará usted?”.

Corrie ten Boom entonces dijo: “Quizás no fueron muchos segun-

dos los que él estuvo ahí, con su manoextendida, pero a mí me parecieronhoras mientras yo luchaba con la situa-ción más difícil que jamás había en-frentado.

“…El mensaje de que Dios perdonatiene una… condición: Que tenemosque perdonar a los que nos han herido…

“…‘¡Ayúdame!’, oré en silencio. ‘Yo puedo extender mi mano; es todolo que puedo hacer. Tú concédeme elsentimiento’.

“…Inexpresiva y mecánicamenteestreché mi mano con la que él exten-día hacia mí. Al hacerlo, sucedió algoincreíble: Una corriente me empezóen el hombro, recorrió mi brazo y ex-plotó en nuestras manos unidas. Y en-tonces esa calidez sanadora parecióinundar todo mi ser, lo que hizo brotarlágrimas de los ojos.

“ ‘¡Lo perdono, hermano!’, exclamé,‘con todo mi corazón’.

“Por un largo momento nos estre-chamos las manos; el antiguo guardiacon la antigua prisionera. Nunca habíaconocido el amor de Dios tan intensa-mente como en ese momento”6.

Para los que evitan la maldad y viven vidas buenas, quienes se esfuer-zan por un día más brillante y guardanlos mandamientos de Dios, las cosaspueden mejorar y mejorar aun ante latragedia. El Salvador nos mostró el ca-mino. De Getsemaní, de la cruz y de latumba, Él se levantó triunfante, trayén-donos vida y esperanza a todos noso-tros; nos pide: “…ven, sígueme”7.

El presidente Monson ha aconseja-do: “Si vamos a caminar con la frenteen alto, debemos hacer nuestra contri-bución a la vida. Si vamos a cumplirnuestro destino y regresar a vivir connuestro Padre en los cielos, debemosguardar Sus mandamientos y modelarnuestra vida según la del Salvador. Al

Éste es un mundo atribulado. Ladiscordia y el desastre están entodos lados. Algunas veces se

siente como si la humanidad mismaestuviera pendiendo de un hilo.

Al predecir nuestros días, el Señordijo: “…y temblarán los cielos asícomo la tierra; y habrá grandes tribula-ciones entre los hijos de los hombres,mas preservaré a mi pueblo”1. Debe-ríamos sentir gran consuelo en esapromesa.

Aunque los desastres perturbancompletamente “el llano curso de[nuestro] camino”2, no tienen por quédejar nuestra vida destruida para siem-pre. Los desastres pueden “[hacernos]recordar”3, “despertar en [nosotros] elsentido de [nuestro] deber para conDios”4, y mantenernos en la “senda de[nuestro] deber”5.

En Holanda, durante la SegundaGuerra Mundial, la familia Casper tenBoom usaba su hogar como esconditepara aquellos que eran perseguidospor los nazis. Ésa era su manera de vivir de acuerdo con su fe cristiana.Cuatro miembros de la familia perdie-ron la vida por proporcionar ese refu-gio. Corrie ten Boom y su hermanaBetsie pasaron unos meses de terroren el infame campo de concentraciónRavensbrück. Betsie murió allí, pero

Corrie sobrevivió.En Ravensbrück, Corrie y Betsie

aprendieron que Dios nos ayuda a per-donar. Después de la guerra, Corrie es-taba decidida a compartir ese mensaje.En una ocasión, ella acababa de hablar-le a un grupo de personas en Alemaniaque sufría los estragos de la guerra. Sumensaje había sido: “Dios perdona”.Fue entonces que la fidelidad de Corrieten Boom dio a luz una bendición.

Un hombre se le acercó y ella lo re-conoció como uno de los guardiasmás crueles del campo de concentra-ción. “Usted mencionó Ravensbrück

Nuestra senda del deberEl deber no requiere perfección, pero sí requiere diligencia.No es simplemente lo que es legal, sino lo que es virtuoso.

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hacerlo, no solamente lograremosnuestra meta de la vida eterna, sinoque también dejaremos al mundo mássustancioso y mejor de lo que hubierasido si no hubiéramos vivido y cum-plido nuestro deber”8.

En la Santa Biblia se hallan estas ins-piradas palabras: “El fin de todo esteasunto que has oído es éste: Teme aDios y guarda sus mandamientos, por-que esto es el todo del hombre”9.

¿Qué es eso que se llama deber?El deber del que hablo es lo que se

espera que hagamos y seamos. Es unimperativo moral que llama a las per-sonas y a las comunidades a haceraquello que es correcto, verdadero yhonorable. El deber no requiere per-fección, pero sí requiere diligencia.No es simplemente lo que es legal,sino lo que es virtuoso; no está reser-vado para el poderoso o el de alta posición, más bien yace en el funda-mento de la responsabilidad personal,

la integridad y el valor. El cumplirnuestro deber es una manifestaciónde la fe que uno tiene.

El presidente Monson dijo de ello: “Me encanta y atesoro la noblepalabra deber”10. Para los miembros dela Iglesia de Jesucristo, nuestra sendadel deber es el guardar nuestros con-venios en la vida diaria.

¿A quién y a qué debemos dedicarnuestro deber?

Primero, nuestra senda del deber espara Dios, nuestro Padre Eterno. Él esel autor del Plan de Salvación, “el orga-nizador de los cielos y de la tierra”, elcreador de Adán y Eva11. Él es la fuentede la verdad12, la encarnación delamor13 y la razón por la que hay unaredención mediante Cristo14.

El presidente Joseph F. Smith dijo:“Todo lo que tenemos viene de[Dios]… En lo que a nosotros se refiere, no somos más que un montónde barro inerte. La vida, la inteligencia,

la sabiduría, el juicio, el poder de razo-nar, todos son dones de Dios para loshijos de los hombres. Él nos da tantola fuerza física como nuestros poderesmentales… Debemos honrar a Dioscon nuestra inteligencia, con nuestrafortaleza, con nuestro entendimiento,con nuestra sabiduría y con todo elpoder que poseamos. Debemos pro-curar hacer el bien en el mundo. Ésees nuestro deber”15.

Uno no puede llevar a cabo su deber con Dios el Padre sin hacerloigualmente con el Hijo de Dios, elSeñor Jesucristo. Reverenciar a unorequiere que reverenciemos al otro,puesto que el Padre ha señalado quees sólo en el nombre de Cristo y pormedio de ese nombre que uno puedecumplir completamente con este respetuoso mandato16. Él es nuestroEjemplo, nuestro Redentor y nuestro Rey.

Cuando los hombres, las mujeres,los muchachos y las señoritas llevan a

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cabo su deber a Dios, se sienten impe-lidos a llevar a cabo su deber el uno alotro, a su familia, a su iglesia y su na-ción, a todo lo que se le haya confiadoa su cuidado. Están ceñidos por el de-ber a fin de magnificar sus talentos yser gente bondadosa y obediente a laley. Llegan a ser humildes, sumisos yfáciles de persuadir. La moderaciónconquista la indulgencia; la obedienciaguía su diligencia. La paz destila sobreellos. Los ciudadanos llegan a ser lea-les; las comunidades llegan a ser bene-volentes y los vecinos se hacenamigos. El Dios de los cielos es com-placido, la tierra es pacificada y estemundo se convierte en un lugarmejor17.

¿Cómo sabemos nuestra senda del deber en medio de la crisis?

¡Al orar! Es la manera segura de sa-ber para todos; es la cuerda de salva-mento del cielo para todos. El apóstolPablo dijo: “…los ojos del Señor estánsobre los justos, y sus oídos atentos asus oraciones”18.

La oración humilde, sincera e inspirada pone a disposición de cadauno de nosotros la guía divina que necesitamos tan desesperadamente.Brigham Young aconsejó: “…a veces,hay hombres que se encuentran des-

concertados, preocupados y llenos deproblemas… no obstante, nuestro razonamiento nos enseña que orar es nuestro deber”19.

Jesús enseñó:“…debéis velar y orar siempre, no

sea que entréis en tentación;…“Por tanto, siempre debéis orar al

Padre en mi nombre;…“Orad al Padre en vuestras familias,

siempre en mi nombre, para que seanbendecidos vuestras esposas y vues-tros hijos”20.

Para que las oraciones sean efica-ces, deben estar en armonía con elplan de los cielos. La oración de feproduce fruto cuando existe esa armo-nía; y esa armonía existe cuando lasoraciones son inspiradas por el SantoEspíritu. El Espíritu manifiesta cómodeben ser nuestras peticiones21. Sinésta inspirada guía, tendemos a “[pe-dir] mal”22; a buscar sólo nuestra voluntad y no “la voluntad de Él”23.Cuando oramos, es igualmente impor-tante ser guiados por el Santo Espíritucomo ser iluminados por ese mismoEspíritu al recibir una respuesta a laoración. Tal oración trae las bendicio-nes del cielo porque nuestro Padre“…sabe de qué cosas [tenemos] nece-sidad antes que [nosotros] le [pida-mos]”24 y Él responde a toda oración

sincera. A final de cuentas, son elPadre y el Hijo quienes prometen:“Pedid, y se os dará; buscad, y halla-réis; llamad, y se os abrirá”25.

Testifico que nuestra senda del de-ber está demarcada claramente por laindivisible fe y creencia en Dios, elEterno Padre, y en Su Hijo Jesucristo,así como por el poder de la oración.Esta senda ha de ser recorrida por to-dos los hijos de Dios que le aman y de-sean guardar Sus mandamientos. A losjóvenes los conduce hacia el logro per-sonal y la preparación; a los adultoslos conduce a una fe y determinaciónrenovadas; a los de la generación delas personas de edad, los conduce auna perspectiva y perseverancia enrectitud hasta el fin. Equipa a cada via-jero fiel con la fortaleza del Señor, loprotege de la maldad de nuestros díasy lo dota con el conocimiento de que“El fin de todo este asunto… es [te-mer] a Dios y [guardar] sus manda-mientos, porque esto es el todo del hombre”26. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Moisés 7:61; cursiva agregada.2. Véase Joseph F. Smith, Doctrina del

Evangelio, 1939, pág. 151.3. Mosíah 1:17.4. Alma 7:22.5. Helamán 15:5.6. Corrie ten Boom, Tramp for the Lord, 1974,

págs. 54–55.7. Lucas 18:22.8. Thomas S. Monson, usado con permiso.9. Eclesiastés 12:13; cursiva agregada.

10. Thomas S. Monson, “Al rescate”, Liahona,julio de 2001, pág. 58.

11. Véase Doctrina y Convenios 20:17–19.12. Véase Doctrina y Convenios. 93:36.13. Véase 1 Juan 4:8.14. Véase Juan 3:16; Helamán 5:10–11.15. Joseph F. Smith, en Conference Report,

octubre de 1899, págs. 69, 70; cursiva agregada.

16. Véase Moroni 10:32–33; Doctrina y Convenios 59:5.

17. Véase Alma 7:23, 27.18. 1 Pedro 3:12.19. Véase Enseñanzas de los Presidentes de

la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 49;cursiva agregada.

20. 3 Nefi 18:18–19, 21.21. Véase Doctrina y Convenios 50:29–30.22. Santiago 4:3.23. Santiago 4:3.24. Mateo 6:8.25. Mateo 7:7; véase también las Selecciones

de la Traducción de Joseph Smith, Mateo7:12–13, en el apéndice de la Biblia.

26. Eclesiastés 12:13; cursiva agregada.

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Por el élder Wilford W. Andersen De los Setenta

sujeta a las circunstancias. Habían des-cubierto que la verdadera fuente de laesperanza es el Señor Jesucristo y Suexpiación infinita, el único cimientoseguro sobre el cual edificar nuestravida.

En la actualidad, otro grupo de pio-neros ejemplifica este importanteprincipio. El martes 12 de enero, ungran terremoto azotó al país de Haití, y dejó en ruinas la capital de PuertoPríncipe. El impacto fue devastador; seestima que un millón de personas que-daron sin hogar y se informó que másde doscientas mil murieron.

Mientras el mundo se enteraba de laayuda internacional sin precedentes,otra labor de rescate inspiradora y ex-traordinaria se estaba llevando a caboen Puerto Príncipe; ésta estaba dirigidapor un comité formado por líderes hai-tianos de la Iglesia, organizado deacuerdo con el orden del sacerdocio,que funciona bajo inspiración. Entrelos miembros del comité se encontra-ban los dos presidentes de estaca y lasdos presidentas de la Sociedad deSocorro de estaca de Puerto Príncipe, yel presidente de misión que, a la edadde 30 años, preside a setenta y cuatromisioneros de tiempo completo en laMisión Haití Puerto Príncipe. Todos susmisioneros son haitianos y, milagrosa-mente, ninguno de ellos resultó heridoen ese terremoto devastador.

Los recursos de la Iglesia se pusie-ron en manos de esos líderes localesinspirados, recursos que incluían lasgenerosas contribuciones de muchosde ustedes. La gente de Haití está pro-fundamente agradecida por esas con-tribuciones. Bajo la dirección delcomité, casi en seguida llegaron deRepública Dominicana camiones lle-nos de provisiones y, a pocos días delterremoto, llegaron aviones con ali-mentos, sistemas para purificar elagua, tiendas de campaña, cobijas y su-ministros médicos, junto con un gru-po de médicos.

Las nueve capillas que se encuen-tran en Puerto Príncipe y sus cercaníasprácticamente no sufrieron daños:otro milagro extraordinario. Durantelas semanas que siguieron al terremo-to, éstas se convirtieron en refugios

Años atrás, fui de visita a Nauvoo,Illinois, con mi familia. Los san-tos habían ido allí en busca de

refugio. Muchos habían perdido sushogares y sus granjas, y algunos ha-bían perdido a sus seres queridos porcausa de la intensificación de la perse-cución. En Nauvoo, se reunieron yconstruyeron una nueva y hermosaciudad; pero la persecución no cesabay, en 1846, una vez más, se vieron for-zados a dejar sus hogares; esta vez, enpleno invierno. Hicieron una fila consus carromatos en la calle Parley espe-rando su turno para cruzar las aguascongeladas del río Misisipí hacia un fu-turo incierto.

Mientras nos encontrábamos enesa calle reflexionando acerca de lacondición desesperante de ellos, mellamó la atención ver unos carteles demadera clavados en los postes de lascercas: allí se habían grabado citas to-madas de los diarios de esos santosafligidos. Al leer cada cita, nos asom-bró que las palabras no fueran de desesperación ni desánimo, sino deseguridad, dedicación e incluso gozo.Estaban llenas de esperanza, el tipo de esperanza que transmite esta cita

del diario de Sarah DeArmon Rich, de febrero de 1846: “Comenzar unatravesía de ese tipo en invierno… pa-recería como si nos estuviéramos co-locando en las garras de la muerte,pero teníamos fe… [y] nos regocijá-bamos porque el día de nuestra libe-ración había llegado”1.

Esos pioneros realmente se habíanquedado sin hogar, pero no habíanperdido la esperanza. Aunque el cora-zón lo tenían destrozado, su espírituera fuerte. Habían aprendido una im-portante y profunda lección: que la es-peranza, con sus correspondientesbendiciones de paz y gozo, no estaba

La roca de nuestro RedentorTestifico que quienes guarden Sus mandamientos tendránmás fe y esperanza, [y] recibirán la fortaleza para superartodas las pruebas de la vida.

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para más de cinco mil haitianos y enbases desde las cuales se distribuíanalimentos, agua y atención médica. Secubrieron las necesidades básicas y co-menzó a surgir el orden en medio delcaos.

A pesar de que los fieles santos hai-tianos han sufrido muchísimo, estánllenos de esperanza en el futuro. Aligual que los primeros pioneros en1846, su corazón está destrozado,pero su espíritu es fuerte. Ellos tam-bién nos enseñan que la esperanza, lafelicidad y el gozo no son consecuen-cia de las circunstancias, sino de la feen el Señor.

El profeta Mormón, a quien no leeran ajenas las circunstancias difíciles,entendía y enseñó con claridad estadoctrina:

“Y además, amados hermanosmíos, quisiera hablaros concerniente a la esperanza…

“He aquí, os digo que debéis teneresperanza, por medio de la expiaciónde Cristo… y esto por causa de vuestrafe en él, de acuerdo con la promesa.

“De manera que si un hombre tienefe, es necesario que tenga esperanza;porque sin fe no puede haber espe-ranza”2.

La esperanza proviene de la fe enJesucristo. Él ya venció al mundo y haprometido que enjugará nuestras lágri-mas si tan sólo nos volvemos a Él ycreemos y Lo seguimos3.

Algunas personas que en este preci-so momento se sienten desesperadaso desanimadas quizá se preguntencómo es posible recuperar la esperan-za. Si alguno de ustedes está en esa situación, recuerde que la esperanzaviene como resultado de la fe. Si deseamos edificar nuestra esperanza,debemos fortalecer nuestra fe.

La fe en el Salvador requiere másque simplemente creer. El apóstolSantiago enseñó que hasta los demo-nios creen y tiemblan4. Pero la verda-dera fe requiere obras. La diferenciaentre los demonios y los miembros fie-les de esta Iglesia no es su creencia,sino sus obras. La fe aumenta al guar-dar los mandamientos, lo cual requie-re un esfuerzo continuo. En la Guíapara el Estudio de las Escrituras

leemos que “los milagros no producenfe, sino que la fe firme se desarrollamediante la obediencia al evangelio deJesucristo; en otras palabras, la fe pro-viene de la rectitud…”5.

Cuando nos esforzamos por guar-dar los mandamientos de Dios, arre-pintiéndonos de nuestros pecados yprometiendo realizar nuestro mejoresfuerzo por seguir al Salvador, empe-zamos a obtener una mayor confianzaen que, mediante la Expiación, todoestará bien. Esos sentimientos sonconfirmados por el Espíritu Santo,quien aleja de nosotros lo que nues-tros padres pioneros llamaron “afáninútil”. A pesar de nuestras pruebas,sentimos plenamente una noción debienestar y sentimos deseos de cantarcon ellos que realmente “está todobien” 6.

No deseo minimizar la realidad dela depresión clínica. Algunos encontra-rán la solución a la depresión y la an-siedad al consultar a profesionalescompetentes; pero, para la mayoría denosotros, la tristeza y el temor comien-zan a desvanecerse y los reemplazan la

felicidad y la paz cuando depositamosnuestra confianza en el Autor del plande felicidad y cuando desarrollamos feen el Príncipe de Paz.

Hace poco un querido amigo míofalleció de cáncer. Él y su familia sonpersonas de gran fe. Fue muy inspira-dor ver cómo su fe les ayudó a sobre-llevar esa época tan difícil. Estabanllenos de una paz interior que lossostenía y los fortalecía. Con el per-miso de ellos, me gustaría leer partede una carta de uno de los integran-tes de la familia, la cual escribió tansólo unos días antes de que su padrefalleciera:

“Estos días han sido particular-mente difíciles… Anoche, cuando nos reunimos junto a la cama depapá, el Espíritu del Señor se podíapalpar y realmente fue un consoladorpara nosotros. Tenemos paz… Estoha sido lo más difícil que cualquierade nosotros haya experimentado,pero sentimos paz por saber que…nuestro Padre Celestial ha prometidoque volveremos a vivir juntos comofamilia. Después de que el médico le

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Hermanos y hermanas, hace seismeses hablé en la sesión delsacerdocio de la conferencia

general a padres e hijos. Como era deesperar, mis cinco hijas, veinticuatronietas y un creciente número de bis-nietas me han pedido la misma aten-ción. Por lo tanto, hoy les hablaréprincipalmente a las madres e hijas de la Iglesia.

Mi querida esposa, Barbara, ha ejer-cido una influencia eternamente tras-cendental en nuestras hijas y nietas; yellas, a su vez, la han ejercido en ella.Madres e hijas cumplen una funcióncrucial al ayudarse mutuamente a ex-plorar sus posibilidades infinitas, a pe-sar de las influencias denigrantes deun mundo en el que se corrompen ymanipulan la condición de mujer y lamaternidad.

Al hablar a las mujeres de la Iglesiahace casi un siglo, el presidente JosephF. Smith dijo: “No corresponde que us-tedes sean guiadas por las mujeres delmundo; ustedes deben guiar… a lasmujeres del mundo, en todo lo quesea digno de alabanza, en todo lo quesea de Dios, en todo lo que sea enno-blecedor y purificante para los hijos delos hombres” (Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: Joseph F.Smith, 1999, 2000, pág. 198).

Hermanas, nosotros, sus herma-nos, no podemos hacer la obra que a

ustedes se les ha asignado divinamen-te desde antes de la fundación delmundo. Podríamos intentarlo, peronunca podríamos aspirar a reproducirsus exclusivos dones. En este mundo,no hay nada tan personal, tan enrique-cedor ni tan decisivo para una vidacomo la influencia de una mujer recta.

Entiendo que algunas de ustedes,jovencitas, no tienen una madre conquien puedan conversar de estosasuntos; y muchas de ustedes, muje-res, no tienen hijas en su vida. No obs-tante, dado que toda mujer poseedentro de su naturaleza divina tanto eltalento inherente como la mayordo-mía de ser madre, la mayor parte de loque diré se aplica igualmente a abue-las, tías, hermanas, madrastras, sue-gras, líderes y otras mentoras que aveces llenan el vacío de estas significa-tivas relaciones de madre e hija.

Jovencitas, sus madres las adoran yven en ustedes la promesa de futurasgeneraciones. Todo lo que ustedes lo-gran, cada desafío que superan, a ellasles brinda un gozo puro. Y del mismomodo, las preocupaciones y las penasde ustedes son las preocupaciones ylas penas de ellas.

Hoy deseo darles a ustedes, joven-citas, algunas sugerencias en cuanto ala forma de sacar el máximo provechode la relación que tienen con su ma-dre; después compartiré algunos

Por el élder M. Russell BallardDel Quórum de los Doce Apóstoles

dijera a papá en el hospital que noquedaba nada más por hacer, él nosmiró a todos con fe perfecta y, con va-lor, preguntó: ‘¿Alguno de los que seencuentran en esta habitación tienealgún problema con el plan de salva-ción?’. No lo tenemos y estamos agra-decidos por tener un padre y unamadre que nos han enseñado a tenerconfianza perfecta en el plan”.

Les hablo a todos los que sufren, atodos los que lloran, a todos los queahora enfrentan o que enfrentaránpruebas y dificultades en esta vida. Mimensaje es para todos los que esténpreocupados o desanimados o quetengan miedo. Mi mensaje no es másque un eco, un recordatorio, del con-sejo consolador y constante que unPadre amoroso ha dado a Sus hijosdesde el principio del mundo.

“… recordad… recordad que es so-bre la roca de nuestro Redentor, elcual es Cristo, el Hijo de Dios, dondedebéis establecer vuestro fundamento,para que cuando el diablo lance susimpetuosos vientos, sí, sus dardos enel torbellino, sí, cuando todo su grani-zo y furiosa tormenta os azoten, estono tenga poder para arrastraros alabismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáisedificados, que es un fundamento se-guro, un fundamento sobre el cual, silos hombres edifican, no caerán”7.

Testifico de Él, que ha vencido almundo, que nunca nos olvidará ni nosabandonará, porque nos lleva graba-dos en las palmas de Sus manos8.Testifico que quienes guarden Susmandamientos tendrán más fe y espe-ranza, recibirán la fortaleza para supe-rar todas las pruebas de la vida yexperimentarán la paz que sobrepasatodo entendimiento9. En el nombre de Jesucristo. Amén. ■NOTAS

1. Sarah DeArmon Rich, en Carol CornwallMadsen, Journey to Zion: Voices from theMormon Trail, 1997, págs. 173–174.

2. Moroni 7:40–42.3. Véase Apocalipsis 7:14–17.4. Véase Santiago 2:19.5. Véase, Guía para el Estudio de las

Escrituras, “Fe”.6. “¡Oh, está todo bien!”, Himnos, núm. 17.7. Helamán 5:12.8. Véase 1 Nefi 21:16.9. Véase Filipenses 4:7.

Madres e hijasEn estos últimos días es esencial, aun crucial, que los padresy los hijos se escuchen y aprendan los unos de los otros.

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pensamientos con las madres sobre laforma de maximizar la influencia queejercen en sus hijas y en otros inte-grantes de la familia.

Lamentablemente, es demasiado fácil ilustrar la confusión y la distorsiónde la mujer en la sociedad contempo-ránea. Mujeres indecentes, inmorales ydesaforadas plagan la radio y la televi-sión, monopolizan las revistas y se ex-hiben en las pantallas de cine, todoello mientras el mundo lo celebra. Elapóstol Pablo habló proféticamentesobre los “tiempos peligrosos” quevendrían en los últimos días, y espe-cialmente se refirió a algo que debióhaberle parecido particularmente peligroso: “...mujercillas cargadas depecados, llevadas por diversas concu-piscencias” (2 Timoteo 3:1, 6). La cul-tura popular de hoy suele proyectar ala mujer como ridícula, trivial, sin dis-cernimiento e incapaz; la convierte en objeto, le falta el respeto e insinúaademás que la mujer sólo puede dejarsu huella en la humanidad mediante la seducción: se trata sin duda del

mensaje más peligroso y penetranteque el adversario envía a la mujer acer-ca de sí misma.

Y por ello, mis queridas jovencitas,con todo mi corazón las insto a nobuscar en la cultura contemporánea asus modelos de conducta ni a susmentores. Por favor, miren a sus fielesmadres como el modelo que debenseguir. Sigan el modelo de ellas, no elde mujeres famosas cuyas normas noson las normas del Señor, y cuyos valo-res quizá no reflejen una perspectivaeterna. Miren a su madre. Aprendande sus puntos fuertes, su valor y su fidelidad. Escúchenla; quizá no sea ex-perta en mensajes de texto, quizá ni si-quiera tenga una página en Facebook,pero en lo que respecta a asuntos delcorazón y a las cosas del Señor, poseeuna gran riqueza de conocimiento. Alacercarse el momento de casarse y te-ner hijos, ella será la mayor fuente desabiduría para ustedes. Ninguna otrapersona en la tierra las ama de la mis-ma manera ni está dispuesta a sacrifi-car tanto para alentarlas y a ayudarlas

a encontrar la felicidad, en esta vida ypara siempre.

Amen a su madre, mis jóvenes her-manas; respétenla, escúchenla, con-fíen en ella; tiene su mejor interés enmente; se preocupa por su seguridady su felicidad eternas. Por lo tanto,sean amables con ella y sean pacientescon sus imperfecciones, porque lastiene. Todos las tenemos.

Ahora deseo compartir unos pensa-mientos con ustedes, madres, sobre elpapel especial que desempeñan en lavida de sus hijas. Una amiga de nues-tra familia viaja con frecuencia a ver asus parientes. La principal observaciónque hace después de cada viaje es lomucho que las jovencitas se compor-tan como sus madres. Si las madresson ahorradoras, así son las hijas. Si lasmadres son modestas, así son las jóve-nes. Si las madres van a la reunión sa-cramental con chanclas y otra ropainformal, también lo hacen sus hijas.Madres: su ejemplo es sumamente im-portante para sus hijas, incluso si ellasno lo reconocen.

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A lo largo de la historia del mundo,la mujer siempre ha sido maestra devalores morales. Ese tipo de instruc-ción comienza en la cuna y continúadurante toda la vida de sus hijos. Hoy,nuestra sociedad es bombardeada conmensajes sobre la mujer y la materni-dad que son peligrosa y malvadamen-te erróneos. El seguir esos mensajespuede colocar a sus hijas en el sende-ro hacia el pecado y la autodestruc-ción. Sus hijas quizás no entiendaneso a menos que ustedes les digan, omejor aún, les demuestren cómo to-mar buenas decisiones. Como madresen Israel, ustedes son la primera líneade defensa de sus hijas contra las arti-mañas del mundo.

Ahora bien, madres, comprendoque a veces parece que nuestros hijosno prestan atención a las leccionesque tratamos de inculcarles. Créanme,he visto esa mirada indiferente en losojos de los adolescentes en el precisomomento en que uno va a decirles loque considera la mejor parte de su en-señanza. Les aseguro que aunquepiensen que su hija no está escuchan-do ni una pizca de lo que digan, ella sigue aprendiendo de ustedes al ob-servarlas para ver si sus actos concuer-dan con sus palabras. Como se creeque dijo Ralph Waldo Emerson: “Lo que haces habla tan alto que no

puedo escuchar lo que dices” (véaseRalph Keyes, The Quote Verifier, 2006,pág. 56).

Enseñen a sus hijas a hallar gozo en el cuidado de los hijos; es allí don-de su amor y sus talentos podrán sur-tir el efecto eterno más significativo.Consideren en este contexto el man-dato del presidente Harold B. Lee: “Laobra más importante… que harán serála que realicen dentro de las paredesde su propio hogar” (Enseñanzas delos Presidentes de la Iglesia: HaroldB. Lee, 2001, pág. 148). Esto se aplica atodos nosotros, desde luego, pero esespecialmente poderoso cuando setrata de la relación de madres e hijas.

Madres, enseñen a sus hijas queuna hija fiel de Dios evita la tentaciónde chismear o de juzgar a los demás.En un sermón dirigido a la Sociedadde Socorro de Nauvoo, el profeta José aconsejó: “La lengua es un miem-bro indócil; refrenen la lengua conrespecto a las cosas que no tengan importancia” (Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: José Smith,2007, pág. 484).

En los últimos años ha habido unaexplosión de artículos, libros y películasescritos sobre mujeres adultas y jóve-nes que chismean y tienen “malicia”.Satanás siempre procura denigrar elelemento más precioso de la naturaleza

divina de la mujer: la naturaleza delcuidar de los demás.

Una hija aprende a cuidar al ser cuidada por medio de la relación demadre e hija. La hija recibe amor y en-señanza, y experimenta personalmen-te lo que se siente al tener a alguienque se preocupa lo suficiente por tipara corregirte, al mismo tiempo quesigue alentándote y creyendo en ti.

Recuerden, hermanas, Dios es lafuente de todo poder moral y espiri-tual. Se nos otorga el acceso a ese po-der al concertar convenios con Él y alguardar esos convenios. Madres, ense-ñen a sus hijas la importancia de hacerconvenios, y después muéstrenlescómo guardar esos convenios de ma-nera que ellas deseen vivir dignamentepara ir al templo.

En el mundo actual esto significahablar con sus hijas sobre cuestionessexuales. Sus hijas, así como sus hijosvarones, están creciendo en un mun-do en el que se acepta abiertamentela promiscuidad precoz, informal eirreflexiva; las mujeres inmodestas eincastas son enaltecidas, y demasiadoa menudo celebradas e imitadas. Apesar de que hay pasos que se pue-den seguir en nuestro hogar y ennuestra familia para reducir el contac-to con esos elementos de mal gustode la vida contemporánea, sus hijasno podrán evitar por completo losdescarados mensajes sexuales y lastentaciones que las rodean. Deben tener conversaciones frecuentes yabiertas en las que enseñen a sus hi-jas la verdad sobre estos asuntos.

Por ejemplo, ellas tienen que en-tender que cuando visten ropa dema-siado ajustada, demasiado corta odemasiado escotada, no sólo puedenenviar el mensaje equivocado a losjóvenes con los que se relacionen,sino que también perpetúan en supropia mente la falacia de que el va-lor de la mujer depende exclusiva-mente de su atractivo sexual. Estonunca ha formado ni nunca formaráparte de la definición justa de una fielhija de Dios. Ellas necesitan escucharesto de su boca, clara y reiterada-mente, y necesitan ver el ejemplo correcto y constante que ustedes

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tengan en sus propias normas de vestimenta, arreglo personal y vidamodesta.

Todos los jóvenes tendrán mayoresprobabilidades de hacer y guardarconvenios si aprenden a reconocer lapresencia y la voz del Espíritu. Ense-ñen a sus hijas sobre las cosas del Espíritu; diríjanlas hacia las Escrituras;bríndenles experiencias que les ayu-den a atesorar las bendiciones del poder del sacerdocio en su vida. Alguardar convenios, aprenderán a escuchar la voz del Señor y recibir re-velación personal. Dios de verdad es-cuchará y contestará sus oraciones. Ellema de la mutual de 2010 se aplica anuestros jóvenes así como a todos no-sotros: “[Esfuérzate] y [sé] valiente; notemas ni desmayes, porque Jehová tuDios estará contigo dondequiera quevayas” (Josué 1:9). Esto los guiará demanera segura a las bendiciones de lacasa del Señor.

Asegúrense de que ellas sepan queel guardar los convenios constituye elcamino más seguro hacia la felicidadeterna; y si fuera necesario, enséñen-les a arrepentirse y a permanecer puras y dignas.

Ahora bien, si esto les parece cono-cido, mis hermanos y hermanas, esporque he hablado a los padres e hijosdurante tres conferencias seguidas. Enabril del año pasado, alenté a los jóve-nes a “aprender las lecciones del pasa-do”; de ese discurso cito: “Si estándispuestos a escuchar y a aprender, al-gunas de las enseñanzas más significa-tivas de la vida provienen de los que sehan ido antes que ustedes… Cuántomejor será la vida de ustedes si siguenel noble ejemplo de los fieles seguido-res de Cristo” (“Aprendamos las leccio-nes del pasado”, Liahona, mayo de2009, págs. 31, 33).

En octubre del año pasado me diri-gí a los padres e hijos en la reunióndel sacerdocio, y hoy lo he hecho prin-cipalmente a las madres e hijas. Encada caso mi mensaje ha sido diferen-te, pero a la vez similar. Espero que estén escuchando y que perciban unmodelo y escuchen un mensaje cons-tante y uniforme de que en estos últimos días es esencial, aun crucial,

que los padres y los hijos se escucheny aprendan los unos de los otros. Loque he estado diciendo no son sim-plemente conceptos abstractos, sinoque son la esencia, el centro del plande Dios para nuestra eterna felicidad y paz.

Como Iglesia, ayudaremos en todolo que podamos. Estamos presentespara apoyar y sostenerlos a ustedescomo padres e hijos, pero el hogar esel lugar más importante para preparara los jóvenes de hoy a fin de guiar a las familias y a la Iglesia del mañana.Sobre cada uno descansa, como ma-dres y padres, el hacer todo lo que podamos para preparar a nuestros jóvenes para ser hombres y mujeresfieles y justos. Es en el hogar dondedebemos enseñar el Evangelio por elprecepto y por el ejemplo.

Concluyo mi consejo con este resu-men profético del presidente JosephF. Smith: “Nuestras relaciones (familia-res) no tienen por objeto ser exclusi-vamente para esta vida, para este

tiempo, según lo distinguimos de laeternidad. Vivimos por el tiempo ypor la eternidad y formamos asocia-ciones y relaciones por el tiempo ypor toda la eternidad… Aparte de losSantos de los Últimos Días, ¿quiénesconsideran el concepto de que conti-nuaremos como organización familiarallende el sepulcro? —el padre, la ma-dre, los hijos, reconociéndose losunos a los otros… [siendo] esta orga-nización familiar una unidad en la or-ganización grande y perfecta de laobra de Dios, todo ello destinado acontinuar a través del tiempo y de laeternidad” (Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: Joseph F.Smith, pág. 414).

Es mi oración que Dios nos bendi-ga para que nos enseñemos, cuide-mos y preparemos unos a otrosdentro de las paredes de nuestro ho-gar para la gran obra que todos noso-tros debemos hacer ahora y en elfuturo; en el nombre del SeñorJesucristo. Amén. ■

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Por el presidente Henry B. EyringPrimer Consejero de la Primera Presidencia

una nueva sensación de ser aceptada;y así, la resolución esporádica de arre-pentirse parecía cada vez menos im-portante. A medida que aumentaba lagravedad de los mandamientos quequebrantaba, el sueño de un hogar fe-liz y eterno parecía desvanecerse.

Estaba sentada frente a mí, y se refi-rió a su situación como miserable.Quería que la rescatara de la trampadel pecado a la cual se encontraba ata-da. Pero la única manera de salir eraque ella ejercitara la fe en Jesucristo,tuviera un corazón quebrantado, searrepintiera y, de ese modo, fuera lim-pia, cambiada y fortalecida mediante laexpiación del Señor. Le di mi testimo-nio de que todavía era posible. Y lofue, pero resultó mucho más duro delo que hubiera sido ejercitar la fe tem-prano en su vida en el camino de re-greso a Dios y cuando recién habíacomenzado a desviarse.

Entonces, ayudamos mejor a los hi-jos de Dios al proporcionarles mane-ras de edificar su fe en Jesucristo y Suevangelio restaurado mientras son jó-venes. Y luego debemos ayudar a rea-vivar esa fe rápidamente, antes de quese debilite al desviarse del sendero.

De modo que ustedes y yo pode-mos esperar una oportunidad casiconstante de ayudar a los viajeros quehay entre los hijos de Dios. El Salvadornos dijo por qué sería así cuando des-cribió la peligrosa jornada de regresopara todos los hijos espirituales deDios a través de los vapores de tinie-blas que crean el pecado y Satanás:

“Entrad por la puerta estrecha; por-que ancha es la puerta, y espacioso elcamino, que conduce a la perdición, y

Hermanos y hermanas, nuestroPadre Celestial quiere y necesi-ta nuestra ayuda para llevar a

Sus hijos espirituales de regreso a Él.Hoy hablo de los jóvenes que ya estándentro de Su Iglesia verdadera y queya han emprendido el camino estre-cho y angosto para regresar a su hogarcelestial. Él quiere que ellos obtengana temprana edad la fortaleza espiritualpara permanecer en el sendero; y ne-cesita nuestra ayuda para que regresenal sendero rápidamente si empiezan adesviarse.

Yo era un joven obispo cuando em-pecé a ver con claridad por qué elSeñor quiere que fortalezcamos a losniños mientras son pequeños y quelos rescatemos rápidamente. Les con-taré el relato de una joven que repre-senta a muchos de los que he tratadode ayudar a lo largo de los años.

Ella estaba sentada frente a mí, delotro lado de mi escritorio de obispo.Me habló de su vida. Había sido bauti-zada y confirmada como miembro dela Iglesia cuando tenía ocho años. No

derramó ninguna lágrima mientras serefería a los más de veinte años que si-guieron, pero había tristeza en su voz.Dijo que la senda que la había llevadohacia el pecado había comenzado condecisiones de relacionarse con perso-nas que ella pensaba que eran impre-sionantes. Pronto empezó a violar loque al principio parecían ser manda-mientos menos importantes.

Al principio sentía un poco de tris-teza y un poco de culpa, pero la rela-ción con sus amigos proporcionaba

Ayúdenlos en el camino de regreso al hogarAyudamos mejor a los hijos de Dios al proporcionarlesmaneras de edificar su fe en Jesucristo y Su evangeliorestaurado mientras son jóvenes.

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muchos son los que entran por ella;“porque estrecha es la puerta, y an-

gosto el camino que conduce a la vida,y pocos son los que la hallan”1.

Previendo las necesidades de Sushijos, un amoroso Padre Celestial pusoindicaciones y rescatadores a lo largodel camino. Envió a Su Hijo Jesucristopara hacer un pasaje seguro que seaposible y visible. Llamó al presidenteThomas S. Monson como Su profetaen estos tiempos. Desde su juventud,el presidente Monson ha enseñado nosólo la manera de permanecer en elsendero, sino la forma de rescatar alos que han sido conducidos al pesar.

El Padre Celestial nos ha asignadouna gran variedad de puestos para for-talecer y, cuando sea necesario, condu-cir a los viajeros a un lugar seguro.Nuestras asignaciones más importantesy poderosas están en la familia; son im-portantes porque la familia tiene laoportunidad, al comienzo de la vida deun niño, de poner sus pies firmementeen el sendero de regreso al hogar. Lospadres, hermanos, abuelos y tíos seconvierten en guías más poderosospor los lazos de amor que constituyenla naturaleza misma de la familia.

La familia tiene una ventaja en los primeros ocho años de la vida deun niño. En esos años de protección,debido a la expiación de Jesucristo, sebloquea el uso que hace Satanás de losvapores de tinieblas para esconder elcamino de regreso al hogar. En esospreciados años, el Señor ayuda a las familias al llamar a personas a trabajaren la Primaria para que ayuden a forta-lecer a los niños espiritualmente.Además, Él proporciona poseedoresdel Sacerdocio Aarónico para queofrezcan la Santa Cena. En esas oracio-nes de la Santa Cena, los niños escu-chan la promesa de que algún díapodrán recibir al Espíritu Santo comoguía si son obedientes a los manda-mientos de Dios. Como consecuencia,los niños son fortalecidos para resistirla tentación cuando ésta venga y, des-pués, en algún día futuro, para ir a res-catar a otras personas.

Muchos obispos de la Iglesia sien-ten la inspiración de llamar a las perso-nas más fuertes del barrio para servir a

los niños de manera individual en laPrimaria. Se dan cuenta de que, si losniños son fortalecidos con fe y un tes-timonio, tendrán menores probabili-dades de que necesiten rescate comoadolescentes. Se dan cuenta de que unfuerte cimiento espiritual puede tenerun impacto positivo para toda la vida.

Todos podemos ayudar. Las abue-las, los abuelos y todos los miembrosque conozcan a los niños pueden ayu-dar. No hay que tener un llamamientoformal en la Primaria ni hay límites deedad. Ése fue el caso de una mujerque, cuando era más joven, formó par-te de la mesa general de la Primariaque ayudó a crear el lema HLJ.

Ella nunca se cansó de prestar servi-cio a los niños. Enseñó en la Primariade su barrio, porque ella lo pidió, has-ta casi los noventa años. Los niñitospodían sentir su amor; veían su ejem-plo; aprendían de ella los sencillosprincipios del evangelio de Jesucristo.

Y, sobre todo, debido a su ejemplo,aprendieron a sentir el Espíritu Santoy a reconocerlo. Y cuando lo hicieron,ya estaban bien encaminados hacia lafe que se necesita para resistir la tenta-ción. Ellos tendrían menos probabili-dades de que necesitaran serrescatados, y estarían preparados parair a rescatar a otras personas.

Aprendí sobre el poder de la fesencilla en la oración y en el EspírituSanto cuando nuestros hijos eran pequeños. Nuestro hijo mayor toda-vía no se había bautizado. Sus pa-dres, maestros de la Primaria ysiervos del sacerdocio habíamos tra-tado de ayudarlo a sentir y a recono-cer el Espíritu y a saber cómo recibirSu ayuda.

Una tarde, mi esposa lo había lleva-do a la casa de una mujer que le estabaenseñando a leer. Nuestro plan eraque yo lo fuera a recoger cuando re-gresara del trabajo.

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La clase terminó antes de lo que es-perábamos y, como él se sentía segurode que conocía el camino de regreso anuestra casa, empezó a caminar.Luego de lo sucedido, dijo que teníaplena confianza en sí mismo y que lehabía gustado la idea de recorrer eltrayecto solo. Después de haber cami-nado casi un kilómetro, empezó a os-curecer y comenzó a darse cuenta deque todavía estaba muy lejos de casa.

Todavía recuerda que las luces de losautos que iban pasando se veían borro-sas a causa de las lágrimas. Se sentíacomo un niño pequeño, y no como elmuchacho que había empezado a cami-nar solo de regreso a casa. Se dio cuen-ta de que necesitaba ayuda. Entoncesalgo acudió a su memoria. Supo quedebía orar, así que se alejó de la calle yse dirigió hacia unos árboles que ape-nas podía ver en la oscuridad y encon-tró un lugar para arrodillarse.

En medio de los arbustos, oyó voces que se acercaban hacia él. Dosjóvenes lo habían oído llorar. Al acer-carse, le preguntaron: “¿Podemos ayu-darte?”. Entre lágrimas, les dijo queestaba perdido y que quería regresar acasa. Le preguntaron si sabía el núme-ro telefónico o la dirección de su casa,pero no los sabía. Le preguntaron sunombre; eso sí lo sabía. Lo llevaron aun lugar cercano donde vivían, y en-contraron nuestro apellido en la guíatelefónica.

Cuando recibí la llamada, me apre-suré a ir al rescate, agradecido de quese había puesto a gente bondadosa ensu camino de regreso a casa. Y siem-pre he agradecido que se le enseñó aorar con fe en que recibiría ayudacuando estuviera perdido. Esa fe lo ha

conducido a un lugar seguro y ha lle-vado hacia él a más rescatadores másveces de las que él puede contar.

El Señor ha puesto un modelo derescate y rescatadores en Su reino. EnSu sabiduría, el Señor ha inspirado aSus siervos a poner algunos de los me-dios más poderosos para fortalecernosy a colocar a los mejores rescatadoresconforme se pasa por los años de laadolescencia.

Ustedes conocen dos programas po-derosos proporcionados por el Señor.Uno, para las mujeres jóvenes, se llamaProgreso Personal. El otro, para los po-seedores del Sacerdocio Aarónico, sellama Mi Deber a Dios. Instamos a losjóvenes de la nueva generación a versu propio potencial para lograr unagran fortaleza espiritual. Y rogamos aquienes se interesan en esta gente jo-ven, que estén a la altura de lo que elSeñor requiere para ayudarlos. Ya queel futuro de la Iglesia depende de ellos,todos nos interesamos en ellos.

Los dos programas se han mejora-do, pero su propósito sigue siendo elmismo. El presidente Monson lo dijode esta manera: debemos “aprender loque debemos aprender, hacer lo quedebemos hacer y ser lo que debemosser”2.

En el librito del Progreso Personalpara las mujeres jóvenes leemos clara-mente cuál es el objetivo: “En el pro-grama del Progreso Personal seutilizan los ocho valores de las MujeresJóvenes para ayudarte a comprenderplenamente quién eres, por qué estásaquí sobre la tierra y lo que debes es-tar haciendo como hija de Dios paraprepararte para el día en que vayas altemplo a hacer convenios sagrados”.

Sigue diciendo que las MujeresJóvenes aprenderán a “hacer compro-misos, a llevarlos a cabo y a informar de[su] progreso a uno de [sus] padres o auna de [sus] líderes”. Además, prometeque “los modelos que establezca[n] al trabajar en el Progreso Personal —tal como la oración, el estudio de lasEscrituras, el servicio y el llevar un dia-rio— se convertirán en hábitos diariospersonales que fortalecerán [su] testi-monio y [las] ayudarán a aprender y asuperar[se] durante toda la vida”3.

El programa Mi Deber a Dios paralos hombres jóvenes del SacerdocioAarónico se ha reforzado y simplifica-do. Estará contenido en un solo libropara los tres oficios del SacerdocioAarónico. Los hombres jóvenes y suslíderes recibirán un ejemplar de estenuevo libro. Es una herramienta pode-rosa. Fortalecerá el testimonio de loshombres jóvenes y su relación conDios. Los ayudará a aprender los debe-res del sacerdocio y a desear cumplircon ellos. Fortalecerá la relación consus padres, entre los miembros delquórum, y con sus líderes.

Ambos programas ponen gran res-ponsabilidad en los esfuerzos de losjóvenes mismos. Se les invita a apren-der y a hacer cosas que serían desa-fiantes para cualquier persona. Alreflexionar en cuanto a mi propia ju-ventud, no recuerdo que se me hayadesafiado tanto. Es cierto que en algu-nas ocasiones se me invitaba a poner-me a la altura de pruebas de ese tipo,pero sólo de vez en cuando. Estos pro-gramas requieren constancia, gran es-fuerzo y la acumulación de enseñanzasy experiencias espirituales a lo largode los años.

Al reflexionar en ello, me di cuentade que el contenido de estos libritos esuna representación física de la confian-za que el Señor tiene en la nueva gene-ración y en todos los que los amamos.Y he visto indicios de que esa confian-za está depositada correctamente.

En algunas visitas, he visto quóru-mes del Sacerdocio Aarónico en ac-ción. He visto a hombres jóvenes quesiguen modelos de aprendizaje, quehacen planes para hacer lo que Diosquiere de ellos y que entonces se po-nen en movimiento para hacer lo quese han comprometido a hacer y quecomparten con los demás cómo fue-ron cambiados espiritualmente. Y alverlos y escucharlos, se hizo evidenteque padres, madres, líderes, amigos eincluso vecinos de la congregación sin-tieron el Espíritu al escuchar a los jó-venes testificar cómo habían sidofortalecidos. Los jóvenes fueron eleva-dos al dar su testimonio, y también lofueron las personas que estaban tra-tando de ayudarlos a superarse.

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El programa de las Mujeres Jóvenescontiene el mismo modelo poderosopara desarrollar fortaleza espiritual enlas mujeres jóvenes y para brindarnosla oportunidad de ayudar. El ProgresoPersonal ayuda a las mujeres jóvenes aprepararse para recibir las ordenanzasdel templo; ellas reciben ayuda me-diante el ejemplo de madres, abuelas yde cada mujer justa que las rodea en laIglesia. He visto cómo los padres ayu-daban a una hija a lograr sus metas ysueños al notar y agradecer todas lasbuenas cosas que ella hace.

Hace pocos días, vi a una madre depie junto a su joven hija para recibir unreconocimiento por haber logrado jun-tas ser ejemplos de mujeres virtuosasextraordinarias; y cuando compartie-ron conmigo lo que había significadopara ellas, sentí la aprobación y el áni-mo del Señor para todos nosotros.

De toda la ayuda que podamosofrecer a estos jóvenes, la más grandeserá el hacerles sentir que confiamosen que están en el sendero de regresoa Dios y que pueden lograrlo. Y la me-jor manera de hacerlo es ir junto aellos. Debido a que el camino es empi-nado y a veces rocoso, en ocasiones sesentirán desanimados e incluso trope-zarán. Quizá a veces se sientan confun-didos en cuanto a su destino y sedesvíen en pos de metas eternamentemenos importantes. Estos programasinspirados hacen que esto sea menosprobable, puesto que conducirán a lajuventud a invitar y a recibir la compa-ñía del Espíritu Santo.

El mejor consejo que podemos dar-le a la juventud es que podrán regresaral Padre Celestial sólo si son guiados ycorregidos por el Espíritu de Dios. Poreso, si somos sabios, animaremos, elo-giaremos y ejemplificaremos todo loque invite la compañía del EspírituSanto. Cuando compartan con noso-tros lo que hacen y sienten, nosotrosmismos debemos ser merecedores detener el Espíritu. Entonces, ellos senti-rán en nuestro elogio y nuestras sonri-sas, la aprobación de Dios. Y, en casode que sintamos la necesidad de darun consejo correctivo, sentirán nues-tro amor y el amor de Dios en ello, yno la reprimenda y el rechazo, los

cuales pueden dar lugar a que Satanáslos aleje más.

El ejemplo que más necesitan denosotros es que hagamos lo que ellosdeben hacer. Debemos pedir en ora-ción los dones del Espíritu. Debemosmeditar en cuanto a las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes.Debemos hacer planes que no seansólo deseos, sino convenios; y, enton-ces, debemos guardar las promesasque hacemos al Señor y debemos ele-var a los demás al compartir con elloslas bendiciones de la Expiación quehemos recibido en nuestra vida.

Y debemos ejemplificar en nuestrapropia vida la fidelidad constante yprolongada que el Señor espera deellos. Al hacerlo, los ayudaremos asentir del Espíritu una seguridad deque, si persisten, escucharán las pala-bras de un amoroso Salvador y delPadre Celestial: “Bien, buen siervo yfiel; sobre poco has sido fiel, sobremucho te pondré; entra en el gozo de

tu señor”4. Y quienes les hayamos ayu-dado a lo largo del camino escuchare-mos esas palabras con gozo.

Testifico que el Señor los ama a us-tedes y a cada hijo de Dios. Éste es Sureino, restaurado con las llaves del sa-cerdocio mediante el profeta JoséSmith. Thomas S. Monson es el profe-ta del Señor en la actualidad. Prometoa cada uno de ustedes que, al seguir ladirección inspirada que hay en ésta, laIglesia verdadera de Jesucristo, nues-tros jóvenes, y aquellos que los ayuda-mos y los amamos, llegaremos a salvoa nuestro hogar con el Padre Celestialy el Salvador, para vivir en familias ycon gozo para siempre. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. 3 Nefi 14:13–14.2. Thomas S. Monson, “Aprendamos, haga-

mos, seamos,” Liahona, noviembre de2008, pág. 67.

3. Mujeres Jóvenes: Progreso Personal, librito,2009, pág. 6.

4. Mateo 25:21.

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Presentado por el presidente Dieter F. UchtdorfSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Juan A. Machuca, Per G. Malm, CarlosS. Obata, Alexander A. Odume, A.Rolando Oyola, Melvin R. Perkins,James C. Perry, John C. Pingree, DinarM. Reyes, D. Chad Richardson, MauryW. Schooff, Hans T. Sorensen, John C.Taggart, Donald P. Tenney, G. PerrinWalker, Johann A. Wondra y KazuhikoYamashita.

Los que deseen unirse a nosotrospara expresar nuestra gratitud por elexcelente servicio que han prestado,sírvanse manifestarlo.

Se propone que relevemos a lashermanas Cheryl C. Lant, Margaret S.Lifferth, y Vicki F. Matsumori como laPresidencia General de la Primaria.

También relevamos a todos losmiembros de la Mesa directiva generalde la Primaria.

Todos los que deseen unirse a noso-tros para expresar agradecimiento porel dedicado servicio que han prestadoestas hermanas, sírvanse manifestarlo.

Se propone que sostengamos a lossiguientes hermanos como nuevosmiembros del Primer Quórum de losSetenta: a Kevin R. Duncan, Gerrit W.Gong, Patrick Kearon, y Juan A. Uceda;como nuevos miembros del SegundoQuórum de los Setenta a Larry R.Lawrence, Per G. Malm, y JairoMazzagardi.

Todos los que estén a favor tengana bien manifestarlo.

Los que se opongan, con la mismaseñal.

Se propone que sostengamos a lossiguientes hermanos como nuevosSetentas de Área: Ian S. Ardern, PhilipK. Bussey, René J. Cabrera, Renato

Se propone que sostengamos aThomas Spencer Monson comoprofeta, vidente y revelador y

Presidente de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días; aHenry Bennion Eyring como PrimerConsejero de la Primera Presidencia; ya Dieter Friedrich Uchtdorf comoSegundo Consejero de la PrimeraPresidencia.

Los que estén a favor, pueden mani-festarlo.

Los que estén en contra, si los hay,pueden manifestarlo.

Se propone que sostengamos a Boyd Kenneth Packer como Presi-dente del Quórum de los DoceApóstoles, y a los siguientes comomiembros de ese quórum: Boyd K.Packer, L. Tom Perry, Russell M.Nelson, Dallin H. Oaks, M. RussellBallard, Richard G. Scott, Robert D.Hales, Jeffrey R. Holland, David A.Bednar, Quentin L. Cook, D. ToddChristofferson, y Neil L. Andersen.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Si hay opuestos, por la misma señal.Se propone que sostengamos a los

consejeros de la Primera Presidencia y a los Doce Apóstoles como profetas,videntes y reveladores.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Contrarios, si los hay, con la mismaseñal.

Se propone que relevemos a los si-guientes Setentas de Área, lo cual sepondrá en vigencia el 1º de mayo de2010:

Jorge M. Alvarado, Homero S.Amato, Manuel Araiz, Jorge D.Arrevillaga, Marcelo Bolfarini,Fernando E. Calderón, Gabriel A.Campos, Chu-Jen Chia, Flávio A.Cooper, Ronaldo da Costa, John C.Dalton, Kevin R. Duncan, Randy D.Funk, Robert H. Garff, Gerrit W. Gong,Frerich J. Görts, S. Horacio Guzmán,Ronald J. Hammond, Stephen W.Hansen, Yu Chen (Philip) Ho, PatrickKearon, Christiaan H. Kleijweg, Larry R.Lawrence, Robert W. Lees, F. Rene Loli,

El sostenimiento de losOficiales de la Iglesia

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SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE | 3 de abril de 2010

La Presidencia General de la Primaria, que fue sostenida recientemente

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Capelletti, Paul D. M. Christensen,Rogério G. R. Cruz, Donald D. Deshler,George R. Donaldson, Ini B. Ekong,Christian Fingerle, Craig G. Fisher,Jerryl L. Garns, Jack N. Gerard, M. KeithGiddens, Brent J. Hillier, Jui ChangJuan, George M. Keele, Dane O. Leavitt,Alexander T. Mestre, Arayik V. Minasyan,T. Jackson Mkhabela, S. Gifford Nielsen,Valentín F. Núñez, Jeffery E. Olson, R. Ingvar Olsson, Robert N. Packer,Nathaniel R. Payne, Cesar A. Perez Jr.,Fouchard Pierre-nau, Michael J. Reall, Edson D. G. Ribeiro, Brad K.Risenmay, Mozart B. Soares, Carlos A.Solís, Norland de Souza Lopes, Kouzou Tashiro, Omar Villalobos, W. Christopher Waddell, Alan J. Webb,Gerardo J. Wilhelm, Kevin J. Worthen,Craig T. Wright y Jim L. Wright.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Si hay contrarios, pueden manifestarlo.

Se propone que sostengamos aRosemary M. Wixom como la nuevapresidenta general de la Primaria, conJean A. Stevens como primera conseje-ra y Cheryl A. Esplin como segundaconsejera.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Contrarios, si los hay, pueden mani-festarlo.

Se propone que sostengamos a lasdemás Autoridades Generales, a losSetentas de Área y a las presidenciasgenerales de las organizaciones auxiliares como están constituidas actualmente.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Contrarios, si los hay, pueden manifestarlo.

Presidente Monson, hasta donde hepodido observar, el voto en el Centrode Conferencias ha sido unánime a fa-vor de lo que se ha propuesto.

Gracias, hermanos y hermanas, porsu voto de sostenimiento, y por su con-tinua fe, su devoción y sus oraciones.

Invitamos ahora a los que reciénhan sido llamados como AutoridadesGenerales y a la Presidencia Generalde la Primaria, a tomar su lugar en elestrado. ■

Estimados hermanos: Tal comoestá prescrito por revelación enla sección 120 de Doctrina y

Convenios, el Consejo Encargado de laDisposición de Diezmos autoriza elempleo de los fondos de la Iglesia.Este consejo está compuesto por laPrimera Presidencia, el Quórum de losDoce Apóstoles y el ObispadoPresidente. Este consejo aprueba lospresupuestos de los departamentos yel del funcionamiento de la Iglesia. Losdepartamentos de la Iglesia empleanlos fondos de acuerdo con los presu-puestos aprobados y de acuerdo conlas normas y los procedimientos de laIglesia.

Al Departamento de Auditorías dela Iglesia se le ha concedido acceso atodos los registros y sistemas necesa-rios para evaluar que exista un con-trol adecuado del ingreso de losfondos y de los gastos realizados a fin de salvaguardar los bienes de la Iglesia. El Departamento deAuditorías de la Iglesia es indepen-diente de todos los demás departa-mentos y del funcionamiento de laIglesia, y el personal está compuestopor contadores públicos certificados,auditores internos acreditados, audi-tores acreditados de sistemas de in-formación y otros profesionalesacreditados.

Basándonos en las auditorías llevadas a cabo, el Departamento deAuditorías de la Iglesia es de la opiniónque, en todos los aspectos materiales,los donativos recibidos, los gastosefectuados y los bienes de la Iglesiadel año 2009 se han registrado y admi-nistrado de acuerdo con las prácticasapropiadas de contabilidad, con lospresupuestos aprobados y con las nor-mas y los procedimientos de la Iglesia.

Presentado respetuosamente,Departamento de Auditorías de la

IglesiaRobert W. CantwellDirector Ejecutivo ■

Informe delDepartamento de Auditorías de la Iglesia, 2009Presentado por Robert W. CantwellDirector ejecutivo del Departamento de Auditorías de la Iglesia

Para la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

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élderes George I. Cannon, W. DonLadd, Douglas J. Martin y Joseph C.Muren, ex miembros de los Setenta;la hermana Colleen W. Asay, viudadel élder Carlos E. Asay, AutoridadGeneral emérita; la hermana JeanneC. Dunn, viuda del élder Paul H.Dunn, Autoridad General emérita; la hermana Jelaire C. Simpson,viuda del élder Robert L. Simpson,Autoridad General emérita; la herma-na Jacqueline Y. Lawrence, esposa del élder W. Mack Lawrence, ex miembro de los Setenta; la hermanaBetty N. Turley, esposa del élderRichard E. Turley Sr., ex miembro de los Setenta; el hermano David S. King, ex asistente de laSuperintendencia General de laAsociación de Mejoramiento Mutuode los Hombres Jóvenes; la hermanaAnn S. Reese, ex consejera de laPresidencia General de la Sociedadde Socorro; el hermano Robert J.Matthews, un experto en laTraducción de José Smith de la Bibliay el hermano Truman Madsen, eru-dito de la Iglesia y ex director delCentro Jerusalén de BYU. ■

L a Primera Presidencia ha emitidoel siguiente informe estadísticode la Iglesia al 31 de diciembre

de 2009.

Unidades de la IglesiaEstacas............................................2.865Misiones............................................344Distritos ............................................616Barrios y ramas............................28.424

Miembros de la IglesiaTotal de miembros ...............13.824.854Nuevos niños inscritos

durante 2009 ........................119.722Conversos bautizados

durante 2009 ........................280.106

MisionerosMisioneros de tiempo

completo.................................51.736

TemplosTemplos dedicados durante 2009.......2

(Draper, Utah; y Oquirrh Mountain, Utah)

Templos en funcionamiento ...........130

Oficiales generales anteriores de la Iglesia y otros miembrosprominentes de la Iglesia que hanfallecido después del pasado mes de abril de 2009

El élder Royden G. Derrick,Autoridad General emérita; los

Informe estadístico de 2009Presentado por Brook P. HalesSecretario de la Primera Presidencia

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Por el élder L. Tom PerryDel Quórum de los Doce Apóstoles

Hace poco, una de mis sobrinas memostró cuatro cuadernos que mi ma-dre había llenado con apuntes mien-tras se preparaba para dar su clase dela Sociedad de Socorro. Me imaginoque estos cuadernos —y hay otrosque todavía no he examinado— repre-sentan cientos de horas de prepara-ción de mi madre.

Mi madre era una gran maestra, diligente y minuciosa al prepararse.Tengo recuerdos claros de los días pre-vios a sus clases. La mesa del comedorse llenaba con material de consulta ylos apuntes que preparaba para su lec-ción. Preparaba tanto material que es-toy seguro de que sólo llegaba a usaruna pequeña parte durante la clase;pero también estoy seguro de quenada de lo que preparaba se desapro-vechaba. ¿Cómo puedo estar segurode ello? Al hojear sus cuadernos, meparecía escuchar a mi madre enseñán-dome una vez más. Repito: en sus cua-dernos había material de sobra acercade cualquier tema como para presen-tarlo en una sola clase, pero lo que nousaba en su lección lo usaba para en-señar a sus hijos.

Creo que no me equivocaría al decir que, aunque mi madre era una maestra muy eficaz entre las her-manas de la Sociedad de Socorro, sus mejores lecciones se impartían en casa, con sus hijos. Por supuesto,esto se debía en gran parte a que teníamás tiempo para enseñar a sus hijosque a las hermanas de la Sociedad deSocorro, pero también me gusta pen-sar que se preparaba minuciosamente,primero, para ser un ejemplo de servi-cio diligente a la Iglesia para sus hijosy, segundo, porque sabía que lo queaprendiera al preparar sus clases podíausarlo una y otra vez para un propósi-to más elevado: enseñar a sus hijos ehijas.

Por unos momentos, permítanmerememorar y compartir algunas de laslecciones que aprendí de mi madreacerca de la enseñanza del Evangelioen el hogar. Mi madre comprendía elvalor de enseñar a sus hijos normas,valores y doctrina mientras eran pe-queños. Si bien agradecía que otrosenseñaran a sus hijos, ya fuera en la

Hace poco tuve la oportunidadde viajar con el élder DonaldL. Hallstrom para visitar cinco

ciudades de la gran región del centrode los Estados Unidos. En cada ciu-dad que visitamos, teníamos una reu-nión con los misioneros de tiempocompleto, seguida de una reunióncon los líderes de barrio y de estacaacerca de la obra misional. Entre unay otra reunión, la Sociedad deSocorro de estaca preparaba una cenaliviana para permitirnos estar con lospresidentes de estaca. Cuando llega-mos a Milwaukee, Wisconsin, dos fa-milias jóvenes le habían pedido a laSociedad de Socorro que les permi-tiera preparar y servir la cena. Los dosesposos se encargaron de la cocina;las dos madres supervisaron el arre-glo de las mesas y lo relacionado conservir la comida; tres niños pequeñosse encargaron de poner la mesa y deservir la comida bajo la supervisiónde sus madres, lo cual proporcionó alas madres una oportunidad de ense-ñar a sus hijos. Fue muy especial ver alos niños atender cada detalle, como

sus madres les habían enseñado.Realizaron sus asignaciones completay cabalmente.

Esta experiencia me llevó a refle-xionar en la capacitación que recibí de mi madre. Igual que el profetaNefi, yo también, como muchos deustedes, nací de buenos padres (véase 1 Nefi 1:1).

Las madres enseñan a los hijos en el hogarCreo que es por designio divino que en el papel de la madrese recalque el cuidado y la enseñanza de la próximageneración.

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São Paulo, Brasil

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escuela o en la Iglesia, reconocía que a los padres les es confiado educar asus hijos y, en última instancia, que los padres deben asegurarse de que asus hijos se les enseñe lo que su PadreCelestial desea que aprendan. Nuestramadre nos interrogaba con sumo cui-dado a mis hermanos y a mí despuésde que se nos había enseñado fuera de casa para cerciorarse de que las lecciones correctas fueran las que llegaran a nuestros oídos y las que formaran nuestro criterio.

Algunas veces pensaba, al regresar acasa corriendo de la escuela, que yahabían terminado las lecciones de esedía, pero esa ilusión pronto se desva-necía al ver a mi madre esperándomede pie en la puerta. De pequeños,cada uno tenía un pupitre en la cocina,donde ella nos enseñaba mientras rea-lizaba las tareas del hogar y preparabala cena. La enseñanza era algo innatoen ella y era mucho más exigente connosotros que nuestros maestros de laescuela o de la Iglesia.

Lo que mi madre nos enseñabaabarcaba lecciones seculares y espiri-tuales; se aseguraba de que ningunose atrasara en las tareas de la escuela,y a menudo las complementaba.Además, practicaba sus clases de laSociedad de Socorro con nosotros,quienes, desde luego, recibíamos laversión completa de las clases de suscuadernos, y no la versión abreviadaque tenía que ajustarse a una sola clase.

Parte de nuestro aprendizaje en elhogar incluía memorizar pasajes de lasEscrituras, incluso los Artículos de Fe ylas palabras de los profetas, videntes yreveladores. Mi madre creía que lamente se debilitaba si no se ejercitabaconstantemente. Nos enseñaba mien-tras lavábamos los platos, batíamos lamantequilla y ayudábamos con mu-chas otras cosas. Ella no creía en dejarque pensamientos ociosos entraran enla mente de sus hijos, ni siquiera cuan-do estaban realizando trabajos físicos.

No digo que mi madre sea el mode-lo a seguir de los padres del mundoactual. La época actual es muy diferen-te, pero, aunque los tiempos cambien,las enseñanzas de un padre nunca

deben menospreciarse. Muchas activi-dades unen los valores de una genera-ción con la siguiente, pero quizá lamás importante sea la enseñanza delos padres a los hijos en el hogar. Estoes particularmente cierto cuando seconsidera la enseñanza de valores,normas morales y éticas, y la fe.

La enseñanza en el hogar es cadavez más importante en el mundo ac-tual, donde la influencia del adversa-rio está tan extendida; y él ataca,intenta corroer y destruir la base mis-ma de nuestra sociedad: la familia.Los padres deben decidir que la ense-ñanza en el hogar es la responsabili-dad más importante y sagrada. Si bienotras instituciones como la Iglesia y laescuela pueden asistir a los padres a“[instruir] al niño en su camino” (Pro-verbios 22:6), en última instancia, esaresponsabilidad recae sobre los pa-dres. Según el gran plan de felicidad,a los padres se les confía el cuidado ydesarrollo de los hijos de nuestro Pa-dre Celestial. Nuestra familia es parteesencial de Su obra y gloria: “llevar acabo la inmortalidad y la vida eternadel hombre” (Moisés 1:39). En el es-cenario eterno de Dios, normalmentese espera que los padres sean los per-sonajes principales en la vida de sushijos. Afortunadamente, hay suplen-tes que forman parte de la produc-ción, quienes entran en escenacuando los padres no pueden hacer-lo. No obstante, es a los padres aquienes el Señor ha mandado criar asus hijos en la luz y la verdad (véaseD. y C. 93:40).

A fin de llevar luz y verdad a su ho-gar, los padres deben, una y otra vez,hacer oraciones familiares, tener sesio-nes de estudio de las Escrituras, hacernoches de hogar, leer libros en vozalta, cantar y comer en familia. Ellossaben que la influencia de la crianzarecta, concienzuda, perseverante y dia-ria está entre las fuerzas positivas máspoderosas y constantes que hay en elmundo. La salud de cualquier socie-dad, la felicidad, la prosperidad y lapaz de su gente, todas tienen su raízen la enseñanza de los hijos en el hogar.

El élder Joseph Fielding Smith en-señó: “Los padres tienen el deber deenseñar a sus hijos estos principios desalvación del evangelio de Jesucristo, afin de que sepan por qué deben bauti-zarse y para que se grabe en sus cora-zones el deseo de seguir guardandolos mandamientos de Dios después de haberse bautizado, para que pue-dan regresar a Su presencia. Mis bue-nos hermanos y hermanas, ¿quieren asus familias, a sus hijos; quieren estarsellados a sus padres y a sus madresque les han precedido?… Si es así, entonces deben empezar a enseñardesde la cuna. Deben enseñar me-diante el ejemplo y el precepto” (enConference Report, octubre de 1948,pág. 153).

El ejemplo de mi madre como maestra en el hogar me hace reflexio-nar en la enseñanza en general. Los lí-deres de la Iglesia pasan mucho tiempopensando en la manera de mejorar la enseñanza en la Iglesia. ¿Por qué

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dedicamos tanto tiempo y esfuerzo?Porque creemos en el inmenso poderde la enseñanza para aumentar la fe delas personas y fortalecer a las familias.Considero que una de las cosas más efi-caces que podemos hacer para mejorarla enseñanza en la Iglesia es mejorar laenseñanza en el hogar. Enseñar en elhogar nos ayuda a enseñar con más eficacia en la Iglesia, y enseñar en laIglesia nos ayuda a enseñar más eficaz-mente en el hogar. En toda la Iglesiahay mesas repletas de material de con-sulta y cuadernos llenos de ideas paralas lecciones que se enseñarán. No exis-te eso de prepararse demasiado paraenseñar el evangelio de Jesucristo, yaque el conocimiento adquirido sobre elEvangelio, se use o no durante la clase,siempre puede enseñarse en el hogar.

El inspirado documento “La Fami-lia: Una Proclamación para el Mundo”declara:

“El esposo y la esposa tienen la so-lemne responsabilidad de amarse y decuidarse el uno al otro, así como a sushijos. ‘…herencia de Jehová son los hijos’ (Salmo 127:3). Los padres tienenel deber sagrado de criar a sus hijoscon amor y rectitud, de proveer para

sus necesidades físicas y espirituales, yde enseñarles a amarse y a servirse eluno al otro, a observar los manda-mientos de Dios y a ser ciudadanosrespetuosos de la ley dondequiera quevivan…

“Por designio divino, el padre debepresidir la familia con amor y rectitudy es responsable de proveer las cosasnecesarias de la vida para su familia yde proporcionarle protección. La ma-dre es principalmente responsable delcuidado de sus hijos. En estas sagradasresponsabilidades, el padre y la madre,como compañeros iguales, están obli-gados a ayudarse el uno al otro” (véaseLiahona, octubre de 2004, pág. 49).

Según “La Familia: Una Proclama-ción para el Mundo”, los principios dela enseñanza en el hogar que he com-partido se aplican a ambos padres,pero son especialmente cruciales en loque se refiere al papel de la madre. Elpadre suele pasar gran parte del díafuera de casa, en su empleo. Ésa esuna de las muchas razones por las cua-les recae sobre la madre la responsabi-lidad de enseñar en el hogar. Si bienlas circunstancias varían y el ideal nosiempre es posible, creo que es por

designio divino que en el papel de lamadre se recalque el cuidado y la en-señanza de la próxima generación.Enfrentamos muchos retos de influen-cias que distraen y son destructivas, y buscan desviar a los hijos de Dios.Vemos que muchos jóvenes no tienenlas profundas raíces espirituales nece-sarias para permanecer firmes con fe mientras les rodean las tormentasde incredulidad y desesperanza.Demasiados hijos del Padre Celestialestán siendo vencidos por los deseosmundanos. El ataque de la iniquidadcontra nuestros hijos es más sutil y a la vez más descarado que nunca. Laenseñanza del evangelio de Jesucristoen el hogar agrega otra capa aislanteque protege a nuestros hijos de las in-fluencias del mundo.

Dios los bendiga, maravillosos pa-dres y madres de Sión. Él les ha con-fiado el cuidado de Sus hijos eternos.Como padres, somos copartícipes conDios y nos asociamos con Él para lle-var a cabo Su obra y gloria entre Sushijos. Nuestro deber sagrado es hacerlo mejor que podamos. Testifico deello en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Por el élder D. Todd ChristoffersonDel Quórum de los Doce Apóstoles

Sin embargo, Tyndale emprendió ladifícil tarea de la traducción. En 1524,viajó a Alemania, bajo un nombre ficti-cio, donde vivió la mayor parte deltiempo a escondidas, bajo constanteamenaza de arresto. Con la ayuda deamigos fieles, Tyndale logró publicarlas traducciones al inglés del NuevoTestamento y más tarde del AntiguoTestamento. Las Biblias se introduje-ron clandestinamente en Inglaterra,donde tenían gran demanda y las valo-raban grandemente los que podíanconseguirlas. Se compartían extensa-mente, pero en secreto. Las autorida-des quemaban todas las copias queencontraban. Sin embargo, en menosde tres años después de la muerte deTyndale, Dios en verdad abrió los ojosdel rey Enrique VIII, y con la publica-ción de lo que se llamó “La GranBiblia”, las Escrituras en inglés comen-zaron a estar a disposición del público.La obra de Tyndale llegó a ser el funda-mento de casi todas las traduccionesfuturas de la Biblia al inglés, en parti-cular la Versión del Rey Santiago1.

Guillermo Tyndale no fue el prime-ro ni el último de los que se han sacri-ficado, en muchos países e idiomas,aun al grado de morir, para sacar la pa-labra de Dios de la oscuridad. Les de-bemos a todos ellos una gran deudade gratitud. Debemos quizás una deu-da aún mayor a aquellos que fielmenteregistraron y preservaron la palabra através de las edades, muchas vecescon minuciosa labor y sacrificio:Moisés, Isaías, Abraham, Juan, Pablo,Nefi, Mormón, José Smith y muchosmás. ¿Qué sabían ellos de la importan-cia de las Escrituras que nosotros tam-bién debamos saber? ¿Qué es lo queentendió la gente de Inglaterra del si-glo dieciséis, que pagó enormes su-mas de dinero e hizo frente a gravesriesgos personales para tener acceso auna Biblia, que nosotros también de-bamos entender?

Poco antes de morir, el profetaAlma confió los sagrados anales delpueblo a su hijo Helamán. Le recordóa Helamán que las Escrituras habían“ensanchado la memoria de este pue-blo, sí, y… convencido a muchos delerror de sus caminos, y los han traído

El 6 de octubre del año 1536, auna figura lastimosa se le condu-jo de un calabozo del Castillo

Vilvorde, cerca de Bruselas, Bélgica.Durante casi año y medio, el hombrehabía tenido que soportar estar aisladoen una celda oscura y húmeda. Ahora,fuera de los muros del castillo, el pri-sionero fue atado a un poste. Tuvotiempo de pronunciar en voz alta suoración final: “¡Señor!, abre los ojosdel rey de Inglaterra”, tras lo cual fueahorcado. De inmediato, quemaron sucuerpo en la hoguera. ¿Quién era esehombre, y cuál era la ofensa por lacual tanto las autoridades políticascomo eclesiásticas lo habían condena-do? Se llamaba Guillermo Tyndale, y sucrimen fue haber traducido la Biblia alinglés y haberla publicado.

Tyndale, nacido en Inglaterra en laépoca en que Colón zarpó hacia elnuevo mundo, se educó en Oxford yCambridge y llegó a ser integrante delclero católico. Hablaba ocho idiomascon fluidez, entre ellos griego, hebreoy latín. Tyndale era un ferviente estu-dioso de la Biblia, y le preocupaba pro-fundamente la ignorancia generalizadasobre las Escrituras que observaba en-tre sacerdotes y laicos por igual. Enuna acalorada discusión con un clérigo

que opinaba que no se debían ponerlas Escrituras al alcance del hombrecomún, Tyndale juró: “¡Si Dios meconcede vida, antes de que pasen muchos años, haré que el joven queconduzca el arado sepa más de lasEscrituras que tú mismo!”.

Solicitó la aprobación de las autori-dades de la iglesia para preparar unatraducción de la Biblia al inglés paraque todos pudieran leer la palabra deDios y llevarla a la práctica. Le fue nega-da, ya que la opinión que prevalecía eraque el acceso directo a las Escrituraspor parte de alguien que no fuera delclero ponía en peligro la autoridad dela iglesia y era como echar “perlas de-lante de los cerdos” (Mateo 7:6).

La bendición de las EscriturasEl propósito central de todas las Escrituras es llenarnuestras almas de fe en Dios el Padre y en Su Hijo Jesucristo.

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al conocimiento de su Dios para la sal-vación de sus almas” (Alma 37:8). Lemandó a Helamán que preservara losanales a fin de que mediante ellos,Dios pudiera “manifestar su poder alas generaciones futuras” (Alma 37:14).

Por medio de las Escrituras, Diosverdaderamente “manifiesta su poder”para salvar y exaltar a Sus hijos. Por Supalabra, como dijo Alma, Él ensanchanuestra memoria, arroja luz en la false-dad y el error, y nos lleva al arrepenti-miento y a regocijarnos en Jesucristo,nuestro Redentor.

Las Escrituras ensanchan nuestra memoria

Las Escrituras ensanchan nuestramemoria al ayudarnos a recordarsiempre al Señor y nuestra relacióncon Él y con el Padre. Nos recuerdanlo que sabíamos en nuestra vida pre-mortal, y ensanchan nuestra memoriaen otro sentido al enseñarnos acercade épocas, personas y acontecimien-tos que no experimentamos personal-mente. Ninguno de nosotros estuvopresente para ver partirse el mar Rojo

y cruzar con Moisés al otro lado entremuros de agua. No estuvimos allí paraescuchar el Sermón del Monte, paraver a Lázaro al ser levantado de entrelos muertos, para ver al Salvador ago-nizante en Getsemaní y en la cruz; nioímos, con María, a los dos ángelestestificar en la tumba vacía que Jesússe había levantado de los muertos.Ustedes y yo no avanzamos uno poruno con la multitud en la tierra deAbundancia por invitación delSalvador resucitado, para palpar lasmarcas de los clavos y bañar Sus piescon nuestras lágrimas. No nos arrodi-llamos al lado de José Smith en laArboleda Sagrada ni contemplamos allíal Padre y al Hijo. Sin embargo, sabe-mos todas esas cosas y mucho másporque tenemos el registro de lasEscrituras para ensanchar nuestra memoria, para enseñarnos lo que nosabíamos; y a medida que estas cosaspenetren nuestra mente y nuestro co-razón, se arraiga nuestra fe en Dios yen Su Hijo Amado.

Las Escrituras también ensanchannuestra memoria al ayudarnos a no

olvidar lo que nosotros y generacionesanteriores hemos aprendido. Los queno tienen la palabra registrada de Dioso que no hacen caso de ella, con eltiempo dejan de creer en Él y olvidanel propósito de su existencia. Ustedesrecordarán lo importante que fue paralos del pueblo de Lehi llevar las plan-chas de bronce consigo cuando partie-ron de Jerusalén. Esas Escrituras eranclave para que tuvieran conocimientode Dios y de la futura redención deCristo. El otro grupo que “salió deJerusalén” poco después de Lehi notenía Escrituras, y cuando los descen-dientes de Lehi los encontraron unostrescientos o cuatrocientos años des-pués, se encuentra registrado que “suidioma se había corrompido… y nega-ban la existencia de su Creador”(Omni 1:15, 17).

En la época de Tyndale, abundaba laignorancia en cuanto a las Escriturasporque la gente no tenía acceso a laBiblia, especialmente en un idiomaque pudieran entender. Actualmente,la Biblia y otras Escrituras están a lamano y, sin embargo, el analfabetismo

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sobre las Escrituras va en aumentoporque la gente no abre los libros. Porconsiguiente, han olvidado cosas quesus abuelos sabían.

Las Escrituras son la norma paradistinguir la verdad y el error

Dios se vale de las Escrituras paradesenmascarar las ideas erróneas, las tradiciones falsas y el pecado consus devastadores efectos. Él es un padre tierno que desea evitarnos el sufrimiento y el pesar innecesarios, y al mismo tiempo ayudarnos a lograr nuestro divino potencial. LasEscrituras, por ejemplo, desacreditanuna antigua filosofía que ahora vuelvea estar de moda: la filosofía de Korihorde que no existen las normas moralesabsolutas, de que “todo hombre [pros-pera] según su genio, todo hombre[conquista] según su fuerza; y no [es]ningún crimen el que un hombre[haga] cosa cualquiera” y “que cuando[muere] el hombre, allí [termina]todo” (Alma 30:17–18). Alma, quienhabía lidiado con Korihor, no dejó a supropio hijo Coriantón con dudas encuanto a la realidad y a la esencia deun código moral divino. Coriantón había sido culpable de pecado sexual,

y su padre le habló con amor pero conclaridad: “¿No sabes tú, hijo mío, queestas cosas son una abominación a losojos del Señor; sí, más abominablesque todos los pecados, salvo el derra-mar sangre inocente o el negar alEspíritu Santo?” (Alma 39:5).

En un cambio total de hace un siglo, hoy muchos cuestionarían aAlma acerca de la seriedad de la inmo-ralidad. Otros alegarían que todo esrelativo, o que el amor de Dios es per-misivo. Si hay un Dios, dicen ellos, Éljustifica todos los pecados y las trans-gresiones por motivo de Su amor pornosotros; no hay necesidad de arre-pentirse o, a lo sumo, basta con unasimple confesión. Se han imaginado a un Jesús que quiere que la gente lu-che por la justicia social pero que noexige nada de su vida y conducta per-sonales2. Pero un Dios de amor no nosdeja solos para que aprendamos portriste experiencia que “la maldad nun-ca fue felicidad” (Alma 41:10; véasetambién Helamán 13:38). Sus manda-mientos son la voz de la realidad ynuestra protección contra el dolor quenosotros mismos nos ocasionamos.Las Escrituras son el criterio para me-dir la exactitud y la verdad y dejan bien

claro que la verdadera felicidad noyace en negar la justicia de Dios o entratar de evadir las consecuencias delpecado, sino en el arrepentimiento yel perdón mediante la gracia expiato-ria del Hijo de Dios (véase Alma 42).

En las Escrituras se nos enseñan losprincipios y los valores morales queson esenciales para mantener la socie-dad civil, incluso la integridad, la res-ponsabilidad, el desinterés, la fidelidady la caridad. En las Escrituras encontra-mos vívidos ejemplos de las bendicio-nes que provienen al honrar losprincipios verdaderos, así como lastragedias que ocurren cuando las per-sonas y las civilizaciones los desechan.Si se hace caso omiso de las verdadesde las Escrituras o éstas se abandonan,el núcleo moral esencial de la socie-dad se desintegra y en poco tiempodecae. Con el tiempo, no queda nadapara sostener las instituciones que sos-tienen a la sociedad.

Las Escrituras nos llevan a Cristo, nuestro Redentor

Al final, el propósito central de to-das las Escrituras es llenar nuestras al-mas de fe en Dios el Padre y en SuHijo Jesucristo; la fe en que existen;

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la fe en el plan del Padre para nuestrainmortalidad y vida eterna; la fe en la expiación y la resurrección deJesucristo, lo cual da vida a este plande felicidad; la fe para hacer del evan-gelio de Jesucristo nuestro estilo devida; y la fe para llegar a conocer al“único Dios verdadero, y a Jesucristo,a quien [Él ha] enviado” (Juan 17:3).

La palabra de Dios, como dijo Alma, es como una semilla que seplanta en nuestro corazón, la cual pro-duce fe a medida que empieza a cre-cer en nuestro interior (véase Alma32:27–43; véase también Romanos10:13–17). La fe no se logrará del estu-dio de textos antiguos como actividadestrictamente académica. No proven-drá de excavaciones ni de descubri-mientos arqueológicos; no provendráde experimentos científicos; ni siquie-ra provendrá por presenciar milagros.Esas cosas pueden servir para confir-mar la fe, o a veces para ponerla aprueba, pero no la crean. La fe vienepor el testimonio del Espíritu Santo anuestra alma, de Espíritu a espíritu, alescuchar o leer la palabra de Dios. Y lafe madura al seguir deleitándonos enla palabra.

Los relatos de las Escrituras sobre lafe de otras personas sirven para fortale-cer la nuestra. Recordamos la fe de uncenturión que permitió que Cristo sa-nara a su siervo sin siquiera verlo (véa-se Mateo 8:5–13), y la curación de lahija de la mujer gentil porque esa hu-milde madre estuvo dispuesta a acep-tar, por así decirlo, incluso las migajasde la mesa del Maestro (véase Mateo15:22–28; Marcos 7:25–30). Oímos ellamento del sufrido Job: “…aunque élme matare, en él confiaré” (Job 13:15),y lo oímos profesar: “Yo sé que miRedentor vive, y que al final se levanta-rá sobre el polvo. .. [y] aún he de veren mi carne a Dios” (Job 19:25–26).Cobramos valor al escuchar la determi-nación de un tierno y joven profeta,odiado e implacablemente perseguidopor tantos adultos: “…había visto unavisión; yo lo sabía, y sabía que Dios losabía; y no podía negarlo, ni osaría ha-cerlo” (José Smith—Historia 1:25).

Debido a que las Escrituras exponenla doctrina de Cristo, van acompañadas

del Espíritu Santo, cuya función es dar testimonio del Padre y del Hijo(véase 3 Nefi 11:32). Por lo tanto, elenfrascarnos en las Escrituras es unaforma en que recibimos el EspírituSanto. Naturalmente, el EspírituSanto es quien da las Escrituras enprimer lugar (véase 2 Pedro 1:21; D. y C. 20:26–27; 68:4), y ese mismoEspíritu puede testificarnos a uste-des y a mí de la veracidad de ellas.Estudien las Escrituras de manera de-tenida y deliberada. Mediten en ellasy oren al respecto. Las Escrituras sonrevelación y brindarán revelación adi-cional.

Consideren la magnitud de nuestra bendición de tener la SantaBiblia y unas 900 páginas adicionalesde Escritura, incluso el Libro de Mor-món, Doctrina y Convenios y la Perlade Gran Precio. Luego considerenque, además, las palabras que hablan los profetas cuando son inspi-rados por el Espíritu Santo en ocasio-nes como ésta, a las que el Señorllama Escritura (véase D. y C. 68:2–4),fluyen hacia nosotros casi constante-mente por televisión, radio, internet,satélite, CD, DVD y material impreso.Supongo que nunca en la historia seha bendecido a un pueblo con talcantidad de escritos sagrados, y nosólo eso, sino que todo hombre, mu-jer y niño puede poseer y estudiar su

propio ejemplar personal de estostextos sagrados, la mayoría en su pro-pio idioma. ¡Qué increíble le habríaparecido tal cosa a la gente de la época de Guillermo Tyndale y a lossantos de dispensaciones anteriores!Ciertamente, con esta bendición, elSeñor nos está diciendo que la nece-sidad de que recurramos constante-mente a las Escrituras es más grandeque en cualquier época anterior. Rue-go que nos deleitemos continuamen-te en las palabras de Cristo, las cualesnos dirán todas las cosas que debe-mos hacer (véase 2 Nefi 32:3). He estudiado las Escrituras, las he escudriñado, y en esta víspera de Pas-cua de Resurrección, les doy mi testi-monio del Padre y del Hijo tal comose revelan Ellos en las Santas Escritu-ras, en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Se consultaron las siguientes fuentes acerca

de Guillermo Tyndale: David Daniell, TheBible in English, 2003, págs. 140–157;Lenet Hadley Read, How We Got the Bible,1985, págs. 67–74; S. Michael Wilcox, Firein the Bones: William Tyndale, Martyr,Father of the English Bible, 2004; JohnFoxe, The New Foxe’s Book of Martyrs,1997, págs. 121–133; William Tyndale,http://en.wikipedia.org/wiki/William_Tyndale,accedido el 28 de febrero de 2010.

2. Véase entrevista de Richard NeitzelHolzapfel en el artículo de Michael DeGroote “Questioning the Alternative ofJesus”, Deseret News, nov. 26, 2009, M5.

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Por el élder Koichi AoyagiDe los Setenta

gracias a la ayuda de los misioneros ydel Señor, recibí permiso y me bauticéde manera milagrosa.

Al año siguiente comencé la univer-sidad en Yokohama. Vivía solo, lejos demi ciudad y de mis conocidos, así queempecé a sentirme solo y me alejé dela Iglesia. Un día me llegó una postalde una miembro de la Iglesia de miciudad. Me escribió que se había ente-rado que yo no asistía a las reuniones,citó un pasaje de las Escrituras y meinvitó a regresar a la Iglesia. Las pala-bras del pasaje me dejaron abrumado.Esto me ayudó a darme cuenta de quetal vez había perdido algo importante,así que medité y tuve una lucha inte-rior durante varios días. Esto tambiénme recordó una promesa que me ha-bían hecho los misioneros: “Si lee elLibro de Mormón y pregunta en ora-ción ferviente si la promesa que se en-cuentra en Moroni es verdadera, sabrála verdad por el poder del EspírituSanto”2.

Me di cuenta de que no estabaorando de todo corazón y decidí em-pezar a hacerlo. Una mañana me le-vanté temprano, me puse de rodillasen mi pequeño apartamento y oré consinceridad. Para mi sorpresa, obtuve laconfirmación del Espíritu Santo pro-metida. Me ardió el corazón, mi cuer-po se estremeció y me sentí lleno degozo. Por el poder del Espíritu Santo,supe que Dios el Padre y Su Hijo

Mis hermanos y hermanas, mesiento sumamente agradecidopor la oportunidad de hablar

en esta conferencia. Estoy agradecidopor el presidente Thomas S. Monson,y testifico que él es el profeta del Diosviviente. Me impresiona profundamen-te su maravilloso ejemplo, ya que hadedicado su vida a ayudar y a salvar alos demás con sus propias manos.

Vivimos en una época en la quemuchas personas hacen frente a cala-midades y necesitan ayuda debido alos efectos devastadores de terremo-tos, maremotos, huracanes y otras ca-tástrofes naturales. La Iglesia extiendeuna mano a estas personas mediantela ayuda humanitaria, y los miembrosde la Iglesia fielmente aportan ofren-das de ayuno generosas todos los me-ses y prestan servicio con un espíritude amor. Literalmente, ofrecen manosque ayudan a la manera del Señor.Obedecen el mandamiento que dio elSeñor de recordar “en todas las cosasa los pobres y a los necesitados, a losenfermos y a los afligidos, porque elque no hace estas cosas no es mi discí-pulo” (D. y C. 52:40).

Hoy me gustaría centrarme en lasmanos que ayudan y salvan espiritual-mente. La obra y la gloria del Señor

verdaderamente es “llevar a cabo la in-mortalidad y la vida eterna del hom-bre” (Moisés 1:39). Nos rodeanmuchas personas que necesitan ayudaespiritual. Al extender una mano salva-dora a los miembros menos activos, alas familias en las que no todos sonmiembros y a los que no son de nues-tra religión, invitamos a todos a “venira Cristo”1.

Como nuevo converso de la Iglesia,fui rescatado espiritualmente por me-dio de las manos salvadoras de una fielmiembro de la Iglesia. Me crié enMatsumoto, Japón, cerca de donde tu-vieron lugar las Olimpiadas de invier-no de Nagano. Mi ciudad se parecemucho a Salt Lake City, ubicada en unvalle rodeado de hermosas montañas.Cuando tenía 17 años, conocí a dosmisioneros estadounidenses: el élderCarter y el élder Hayashi. Aunque en-tre nosotros apenas había dos o tresaños de diferencia, los élderes teníanalgo maravilloso que yo nunca anteshabía sentido. Eran diligentes, alegresy llenos de amor y luz. Sus cualidadesme impresionaron mucho y deseé lle-gar a ser como ellos. Escuché su men-saje y decidí bautizarme. Mis padres,que eran budistas, se opusieron enér-gicamente a que lo hiciera, pero

Manos que ayudan,manos que salvanRuego que sigamos el consejo y el ejemplo del profeta y que cada día busquemos a los necesitados.

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Jesucristo viven y que verdaderamentese le aparecieron a José Smith. Mecomprometí de corazón a arrepentir-me y a seguir a Jesucristo fielmentedurante el resto de mi vida.

¡Esa experiencia espiritual me cambió la vida por completo! Comomuestra de gratitud al Señor y a lamiembro de la Iglesia que me rescató,decidí prestar servicio en una misión.Después de la misión, me sellé en eltemplo con una joven maravillosa y he-mos sido bendecidos con cuatro hijos.No es coincidencia que ella sea la mis-ma persona que me salvó al mandarmeuna postal a aquel solitario apartamen-to de Yokohama hace muchos años.Siempre estaré agradecido por la mise-ricordia del Señor y la ayuda de estamiembro de la Iglesia que me invitó avenir a Cristo3 nuevamente.

Sé que muchos de ustedes extien-den de manera privada y diaria susamorosas manos que salvan. Esto incluye a una fiel hermana de laSociedad de Socorro que cuida nosólo de las hermanas que le han asig-nado como maestra visitante, sinotambién de cualquier otra hermanaque esté enferma o que necesite algúntipo de ayuda; hace visitas con fre-cuencia y lleva años fortaleciendo la fede muchos. Pienso en un obispo que

visitaba a menudo a las viudas y a losviudos de su barrio, un modelo deayuda que siguió poniendo en prácticadurante muchos años después de surelevo.

Conozco a un líder del sacerdocioque dedica tiempo a un jovencitoque perdió a su padre, acompañán-dolo a las actividades, enseñándole elEvangelio y ofreciéndole consejoscomo su propio padre lo haría. Otrafamilia halla gozo al predicar elEvangelio; tanto los padres como loshijos testifican del Evangelio a losque les rodean, y muchos les tienencariño.

Mi nieta de cinco años participa enuna actividad de la Primaria en la cual,cada vez que hace una buena obra, co-loca un grano de maíz para hacer palo-mitas en una botella grande de vidrio.Al buscar cada día algo bueno que ha-cer, canta en voz alta la canción de laPrimaria que dice: “Sigue al profeta, si-gue al profeta, lo que él dice manda elSeñor”4.

No me alcanzaría el tiempo paracontarles todas las cosas buenas queveo hacer a los miembros de la Iglesia.En forma anónima y con alegría siguenlos consejos del profeta, no porquesea un deber o una responsabilidad,sino por su propia y libre voluntad.

A veces sentimos que somos débi-les y que nos falta la fuerza necesariapara rescatar a otras personas, pero elSeñor nos recuerda lo siguiente: “Decierto os digo que en cuanto lo hicis-teis a uno de éstos, mis hermanos máspequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo25:40).

Concluyo mis palabras con una citadel presidente Thomas S. Monson:“Mis hermanos y hermanas, estamosrodeados de personas que necesitannuestra atención, nuestro estímulo,apoyo, consuelo y bondad, ya sean fa-miliares, amigos, conocidos o extraños.Nosotros somos las manos del Señoraquí sobre la tierra, con el mandato deprestar servicio y edificar a Sus hijos. Éldepende de cada uno de nosotros”5.

Ruego que sigamos el consejo y elejemplo del profeta y que cada díabusquemos a los necesitados, paraque podamos ser las manos del Señoral ayudar y salvar a Sus hijos. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■NOTAS

1. Véase Predicad Mi Evangelio: Una guíapara el servicio misional, 2004, pág. 1.

2. Véase Moroni 10:4–5.3. Véase Mateo 11:28.4. “Sigue al Profeta”, Canciones para los

niños, 1989, pág. 58.5. Thomas S. Monson, “¿Qué he hecho hoy

por alguien?”, Liahona, noviembre de2009, pág. 86.

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Por el élder Bruce A. CarlsonDe los Setenta

Cuando optamos por desobedecerun mandamiento, generalmente esporque: (1) nos hemos convencido deque el mandamiento no se aplica a no-sotros; (2) no creemos que sea impor-tante; o (3) estamos seguros de que esmuy difícil obedecerlo.

1. Ese mandamiento no se aplica a mí.En los últimos años del reinado del

rey Salomón, el Señor le informó pormedio de un profeta: “…arrancaré elreino de ti y lo entregaré a tu siervo”2.

Poco después, el profeta Ahías re-conoció a ese siervo como Jeroboam,“un hombre laborioso” a quienSalomón había encomendado “toda lacarga de la casa de José”3. Los deberesde Jeroboam lo llevaron a viajar desdelas montañas de Efraín, donde vivía,hasta la capital de Jerusalén. En unode esos viajes, el profeta se encontrócon él en el camino. A través de Ahías,el Señor le dijo: “…a ti te daré diez tri-bus”4. También le instruyó: “…si… an-das en mis caminos… guardando misestatutos y mis mandamientos… esta-ré contigo… y te entregaré a Israel”5.

Al enterarse Salomón de la profecíade Ahías, buscó matar a Jeroboam, porlo que Jeroboam huyó a Egipto6.Después de la muerte de Salomón,Jeroboam regresó de su exilio a la par-te norte de Israel y comenzó a dirigir alas diez tribus del norte7.

No obstante, el plan de Jeroboampara gobernar el reino contenía una mezcla de lo bueno y lo malo.Estableció la capital de la nación enSiquem, una ciudad de gran significa-do religioso para su pueblo; pero, lamentablemente introdujo rituales satánicos en sus servicios religiosos8.

Jeroboam se convenció de que al-gunos de los mandamientos de Diosno se aplicaban a él y, como resultadode sus acciones, todos sus descendien-tes fueron asesinados; y por las prácti-cas paganas que él introdujo en susordenanzas sagradas, las diez tribus deIsrael fueron finalmente arrancadas desu heredad9.

Al igual que el efecto suelo, el tratarde levantar vuelo con más peso de loque las alas del avión puedan soportarllevará a consecuencias desastrosas,

Se cuenta de dos aficionados a lasactividades al aire libre que con-trataron una avioneta para que

los llevara a un lago remoto en su via-je de pesca anual. Después de unabuena pesca, el piloto regresó para re-cogerlos. Les informó que su pequeñoavión no podría soportar el peso deellos, el del equipo y el de lo que ha-bían pescado. Sería necesario hacerun segundo viaje, por lo que tendríaque hacer dos.

Ahora bien, los pescadores no que-rían pagar otro viaje; así que, despuésde prometerle que empaquetaríanbien todo y de ofrecerle una pequeñapaga extra, el piloto aceptó de malagana intentar el vuelo.

Los pescadores sonrieron con com-plicidad mientras el piloto forzaba laavioneta para que levantara vuelo. Sinembargo; unos segundos más tarde, elavión no despegó y cayó en una zonapantanosa al final del lago.

El avión había fallado al levantarvuelo a causa de un fenómeno bienconocido llamado “efecto suelo”, elcual se crea cuando el aire se compri-me entre las alas del avión y la superfi-cie de la tierra cuando el avión está

muy cerca del suelo. En este caso, alsubir lentamente fuera del “efecto sue-lo”, la avioneta tenía que volar por supropia fuerza, lo cual simplemente nopudo llevar a cabo.

Felizmente, ninguno se lastimó se-riamente, y después de recobrarse,uno de los pescadores le preguntó alotro: “¿Qué pasó?”, a lo cual su compa-ñero respondió: “Caímos al levantarvuelo. ¡A unos cien metros de dondecaímos el año pasado!”.

Al igual que estos dos pescadores, a veces creemos que debe haber unamanera más fácil, un atajo o una modi-ficación a los mandamientos del Señorque se ajuste a nuestras propias cir-cunstancias. Pensamientos como éstefallan en reconocer que la estricta obe-diencia a las leyes de Dios trae Susbendiciones; y el dejar de obedecerSus leyes conlleva consecuencias pre-visibles.

Cuando recibió su nombramientocomo Presidente de la Iglesia, HaroldB. Lee dijo: “La seguridad de la Iglesiadescansa en que los miembros guar-den los mandamientos… Si guardanlos mandamientos, recibirán bendi-ciones”1.

Cuando el SeñormandaLa obediencia fiel, sin tener en cuenta cuán grandeparezca la tarea, proporcionará la guía, la asistencia y la paz del Señor.

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nuestro cumplimiento parcial o selec-tivo de las leyes de Dios impedirá querecibamos la plenitud de las bendicio-nes de la obediencia.

2. Ese mandamiento no es importanteVarias décadas después, Naamán,

un héroe sirio de guerra, un hombre“valeroso en extremo” 10, viajó desdesu país natal a Israel y fue a hablar conel rey Joram, para que lo sanara de lalepra11.

Naamán fue enviado entonces alprofeta Eliseo quien “…le envió unmensajero, diciendo: Ve y lávate sieteveces en el Jordán… y serás limpio”12.

A pesar de la promesa profética deque se curaría, Naamán se ofendióporque Eliseo no lo recibió en personay se sintió aún más insultado con lainstrucción del profeta de que se lava-ra siete veces en el pequeño y fangosorío Jordán. Su orgullo exigía algo másnotable y ostentoso, algo que estuvierade acuerdo con su fama y su posiciónen la comunidad y en la nación.

Afortunadamente para él, uno desus siervos lo convenció de que si obe-decía, sin importar lo que el profeta lehabía pedido que hiciera, podría reci-bir las bendiciones del Señor. Naamánse lavó en el río Jordán como se le ha-bía mandado y como resultado de suobediencia se sanó de la lepra13.

La obediencia a los mandamientosdel Señor, a pesar de cuán trivial o sinimportancia los consideremos, trae-rán, sin duda alguna, Sus bendicionesprometidas.

3. Ese mandamiento es muy difícil de obedecer

Siguiendo el mandato del Señor, elprofeta Lehi condujo a su familia al de-sierto. Durante las primeros días de latravesía Lehi instruyó a Lemuel parapermanecer “firme, constante e inmu-table en guardar los mandamientosdel Señor”14.

Sin embargo, cuando recibieron el mandato profético de volver aJerusalén a recobrar las planchas debronce que contenían “los anales delos judíos”15, los dos hijos mayores serebelaron, diciendo: “Es algo difícil”16.

A pesar de las murmuraciones de

sus hermanos mayores, la fe de Nefi ysu obediencia a los mandamientos delSeñor permitió que se obtuvieran esasplanchas de bronce. Se edificó una na-ción, un idioma fue preservado y seenseñó el evangelio de Jesucristo porvarias generaciones.

A veces racionalizamos que elSeñor comprenderá nuestra desobe-diencia porque nuestras circunstanciasespeciales hacen que sea difícil, ver-gonzoso o incluso doloroso que nosadhiramos a Sus leyes. Sin embargo, laobediencia fiel, sin tener en cuentacuán grande parezca la tarea, propor-cionará la guía, la asistencia y la pazdel Señor.

El profeta José Smith imploró dosveces al Señor preguntándole si suprominente amigo, Martin Harris,

podía llevarse las primeras ciento die-ciséis páginas manuscritas del materialtraducido del libro de Lehi desdeHarmony, Pennsylvania, hasta Palmyra.Cada vez, el Señor le aconsejó a Joséque no confiara el manuscrito al señorHarris.

Martin procuraba utilizar el manus-crito traducido como evidencia paraevitar que sus conocidos hicieran co-rrer rumores sobre su amistad conJosé Smith. La tercera vez que José lesuplicó, el Señor le concedió lo quepedía17.

Martin perdió el manuscrito y comoconsecuencia se le quitaron al profetaJosé Smith las planchas durante bas-tante tiempo. Ésa fue una penosa lec-ción para el profeta, quien dijo: “…meimpuse esta regla: Cuando el Señor te

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Hace poco iba manejando miauto mientras las gotas de unatormenta empezaban a caer so-

bre el parabrisas. Al lado del camino,en una señal electrónica aparecía unaoportuna advertencia: “Carretera res-baladiza adelante”. La superficie por laque conducía parecía bastante segura,pero esa vital información me permi-tió prepararme para un posible peligroque no esperaba y que aún no veía. Alproseguir hacia mi destino, reduje lavelocidad y miré con atención por sihabía más señales de peligro.

Las primeras señales de advertenciason evidentes en muchos aspectos denuestra vida; por ejemplo, la fiebrepuede ser el primer síntoma de unaenfermedad o dolencia. Varios indica-dores económicos y laborales del mer-cado se utilizan para pronosticar lasfuturas tendencias en la economía lo-cal y nacional y, según la región delmundo en la que vivamos, podemosrecibir advertencias de inundaciones,avalanchas, huracanes, maremotos,tornados o tormentas invernales.

También somos bendecidos con señales espirituales tempranas de advertencia como una fuente de

protección y dirección en nuestra vida. Recuerden cómo Dios le advirtióa Noé de cosas aún no vistas, y éste“preparó el arca para que su casa sesalvase” (Hebreos 11:7).

A Lehi se le advirtió salir deJerusalén y llevar a su familia al desier-to porque la gente a quien él había de-clarado el arrepentimiento procurabamatarlo (véase 1 Nefi 2:1–2).

El Salvador mismo fue protegidomediante una advertencia angelical:“…he aquí un ángel del Señor se leapareció en sueños a José, diciendo:Levántate, y toma al niño y a su madre,y huye a Egipto, y quédate allá hastaque yo te lo diga, porque acontecerá

Por el élder David A. BednarDel Quórum de los Doce Apóstoles

lo mande, hazlo”18. Ésa debe ser tam-bién nuestra regla.

La respuesta del Señor cuandoobedezcamos Sus mandamientos estáasegurada. Él nos ha prometido esto:“Y si guardas mis mandamientos yperseveras hasta el fin, tendrás la vidaeterna…”19.

Además, nos ha dicho: “Yo, elSeñor, soy misericordioso y benignopara con los que me temen, y me de-leito en honrar a los que me sirven enrectitud y en verdad hasta el fin”20.

La obediencia a los mandamientosdel Señor nos da confianza en el cami-no que hemos elegido, que nos permi-te obtener Su guía y dirección alcontinuar con nuestro empeño y nosofrece el potencial de llegar a ser comonuestro Salvador Jesucristo y de regre-sar a la presencia de nuestro Padre.

Ruego que cada día nos encuentreesforzándonos por ser más obedientesa las leyes, las ordenanzas y los manda-mientos del evangelio de Jesucristopara que Él nos bendiga más plena-mente.

Testifico que la obediencia a losmandamientos de Dios trae las bendi-ciones del cielo, que nuestro PadreCelestial y Su Hijo Jesucristo viven,que el Libro de Mormón es la palabrade Dios y que el presidente Thomas S.Monson es el Profeta del Señor paranuestros días. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Sección para los niños, Liahona, abril de

1994, pág. 8.2. 1 Reyes 11:11.3. 1 Reyes 11:28.4. 1 Reyes 11:31.5. 1 Reyes 11:38.6. Véase 1 Reyes 11:40.7. Véase 1 Reyes 12:2–3, 20.8. Véase 1 Reyes 12:25–30.9. Véase 1 Reyes 14:10, 15–16.

10. 2 Reyes 5:1.11. Véase 2 Reyes 5:5–6.12. 2 Reyes 5:10.13. Véase 2 Reyes 5:11–14.14. 1 Nefi 2:10.15. 1 Nefi 3:3.16. 1 Nefi 3:5.17. Véase History of the Church, Tomo I, págs.

20–21; Doctrina y Convenios 3 y 10.18. Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia:

José Smith, 2007, pág. 170.19. Doctrina y Convenios 14:7.20. Doctrina y Convenios 76:5; cursiva

agregada.

Velando… con todaperseveranciaUn sistema espiritual y precoz de advertencia… puedeayudar a los padres de Sión a velar y a discernir conrespecto a sus hijos.

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que Herodes buscará al niño para ma-tarlo” (Mateo 2:13).

Consideren el lenguaje del Señoren la revelación conocida como laPalabra de Sabiduría: “Por motivo delas maldades y designios que existen yque existirán en el corazón de hom-bres conspiradores en los últimos días,os he amonestado y os prevengo, dán-doos esta palabra de sabiduría por re-velación” (D. y C. 89:4).

Las advertencias espirituales debenconducir a una vigilancia más alerta.Ustedes y yo vivimos en “un día deamonestación” (D. y C. 63:58). Y debi-do a que se nos ha advertido y que senos advertirá, debemos estar, como elapóstol Pablo amonestó: “velando…con toda perseverancia” (Efesios 6:18).

Ruego la guía del Espíritu Santo aldescribir un sistema espiritual y pre-coz de advertencia que puede ayudara los padres de Sión a velar y a discer-nir con respecto a sus hijos. Este siste-ma precoz de advertencia se aplica alos hijos de todas las edades y tienetres componentes básicos: (1) leer elLibro de Mormón y hablar de él conlos hijos, (2) dar testimonio espontá-neamente de las verdades del

Evangelio con los hijos e (3) invitar a los hijos como aprendices delEvangelio a actuar y a que no sólo seactúe sobre ellos. Los padres que ha-gan esas cosas fielmente serán bende-cidos para reconocer las primerasseñales del crecimiento espiritual delos hijos o de los desafíos que se ten-gan con ellos, y estar mejor prepara-dos para recibir inspiración a fin defortalecer y ayudar a esos hijos.

Componente número 1: Leer el Libro de Mormón y hablar de él.

El Libro de Mormón contiene laplenitud del evangelio del Salvador yes el único libro que el Señor mismoha testificado que es verdadero (véaseD. y C. 17:6; véase también Russell M.Nelson, “Un testimonio del Libro deMormón”, Liahona, enero de 2000,pág. 84). De hecho, el Libro deMormón es la piedra clave de nuestrareligión.

Los poderes del Libro de Mormónque convencen y convierten provie-nen tanto de un enfoque central en elSeñor Jesucristo así como de la inspi-rada sencillez y claridad de sus ense-ñanzas. Nefi declaró: “Mi alma se

deleita en la claridad para con mi pue-blo, a fin de que aprenda” (2 Nefi25:4). En este caso, el término “clari-dad” denota instrucción que es evi-dente y fácil de entender.

El Libro de Mormón es el más co-rrecto de todos los libros sobre la tie-rra porque se centra en la Verdad(véase Juan 14:6; 1 Nefi 13:40), o sea,Jesucristo, y restaura las cosas claras y preciosas que se han quitado delEvangelio verdadero (véase 1 Nefi13:26, 28–29, 32, 34–35, 40). La combi-nación singular de esos dos factores—el enfocarse en el Salvador y la clari-dad de las enseñanzas— invita de manera convincente el testimonioconfirmador del tercer miembro de laTrinidad, o sea, el Espíritu Santo. Porconsiguiente, el Libro de Mormón sedirige al espíritu y al corazón del lectorcomo ningún otro tomo de Escrituralo hace.

El profeta José Smith enseñó que el obedecer los preceptos que se en-cuentran en el Libro de Mormón nosserviría para “acercar[nos] más a Dios”que cualquier otro libro (Enseñanzasde los Presidentes de la Iglesia: JoséSmith, pág. 67). El leer el Libro de

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Mormón con regularidad y hablar encuanto a él invita al poder para resistirla tentación y producir sentimientosde amor dentro de nuestras familias.Los análisis acerca de las doctrinas y losprincipios del Libro de Mormón pro-porcionan oportunidades para que lospadres observen a sus hijos, los escu-chen, aprendan de ellos y les enseñen.

Los jóvenes de todas las edades, in-cluso los bebés, pueden responder alespíritu característico del Libro deMormón, y lo hacen. Los niños quizáno entiendan todas las palabras y losrelatos, pero ciertamente pueden sen-tir la clase de espíritu que describióIsaías (véase Isaías 29:4; véase también2 Nefi 26:16). Las preguntas que hagael niño, las observaciones que el niñocomparta y las conversaciones quesurjan proporcionan las primeras seña-les de advertencia que serán cruciales.Y lo que es más importante, tales con-versaciones pueden ayudar a los pa-dres a discernir lo que sus hijos esténaprendiendo, pensando y sintiendoacerca de las verdades que encierraeste sagrado tomo de Escritura, asícomo las dificultades que puedan estar afrontando.

Componente número 2: Dar testimonio espontáneamente

El testimonio es un conocimientopersonal, basado en la atestiguacióndel Espíritu Santo, de que ciertos hechos de importancia eterna son verdaderos. El Espíritu Santo es elmensajero del Padre y del Hijo y el maestro de toda verdad y el que guía a ella (véase Juan 14:26; 16:13). Por lotanto, “por el poder del Espíritu Santopodréis conocer la verdad de todas lascosas” (Moroni 10:5).

El conocimiento y la convicción espiritual que recibimos del EspírituSanto son el resultado de la revela-ción. Para buscar y obtener esas bendi-ciones se requiere un corazón sincero,verdadera intención y fe en Cristo (véase Moroni 10:4). El testimoniopersonal también implica responsabi-lidad y el dar cuenta de ella.

Los padres deben velar y estar espi-ritualmente atentos a las oportunida-des que ocurran espontáneamente

para dar testimonio a sus hijos. Esasocasiones no tienen que programarse,planearse ni dirigirse con un guión. Dehecho, cuanto menos estructurada seala ocasión para compartir tales testi-monios, mayor será la probabilidadpara edificar y lograr un impacto per-durable. “Ni os preocupéis tampocode antemano por lo que habéis de de-cir; mas atesorad constantemente envuestras mentes las palabras de vida, yos será dado en la hora precisa la por-ción que le será medida a cada hom-bre” (D. y C. 84:85).

Por ejemplo, una conversación fa-miliar que se lleve a cabo de maneranatural durante la cena puede ser elmarco perfecto para que uno de lospadres hable de las bendiciones espe-cíficas que recibió durante el curso de actividades relativamente cotidia-nas, y que testifique de ellas. Y un testimonio no siempre tiene que em-pezar con la frase: “Les doy mi testi-monio”. Nuestro testimonio se puededeclarar de forma tan sencilla como“Sé que hoy fui bendecido con inspi-ración en el trabajo” o “La verdad deeste pasaje de las Escrituras siempreha sido una poderosa fuente de guíapara mí”. Oportunidades similarespara compartir el testimonio tambiénpueden surgir al viajar juntos en elauto o en el autobús o en diversas situaciones.

Las reacciones de los hijos a ese tes-timonio espontáneo y su entusiasmo o

renuencia a participar son fuentes po-derosas de señales precoces de adver-tencia. La expresión de un hijo sobreuna lección que aprendió en el estu-dio familiar de las Escrituras o una de-claración franca de preocupaciónsobre un principio o práctica delEvangelio puede ser sumamente esclarecedor y ayudar a los padres aentender mejor la pregunta o las nece-sidades específica del hijo. Esas con-versaciones —especialmente si lospadres están tan ansiosos de escucharcomo de hablar— pueden fomentarun ambiente de apoyo y de seguridaden el hogar y alentar la comunicacióncontinua sobre temas difíciles.

Componente número 3: Invitar a los hijos a actuar

En la gran división de todas lascreaciones de Dios, hay “cosas que actúan… [y] aquéllas sobre las cualesse actúa” (2 Nefi 2:14). Como hijos denuestro Padre Celestial, hemos sidobendecidos con el don del albedríomoral, la capacidad y el poder de ac-tuar en forma independiente. Dotadosde albedrío, somos agentes, y princi-palmente, hemos de actuar y no quese actúe sobre nosotros, especialmen-te al “[buscar] conocimiento, tantopor el estudio como por la fe” (D. y C.88:118).

Como aprendices del Evangelio, debemos ser “hacedores de la palabra,y no tan solamente oidores” (Santiago1:22). Nuestro corazón se abre a la influencia del Espíritu Santo si ejerce-mos debidamente el albedrío y actua-mos de acuerdo con principioscorrectos; y por medio de ello invita-mos Su enseñanza y Su poder testifica-tivo. Los padres tienen la sagradaresponsabilidad de ayudar a los hijos aactuar y a buscar conocimiento pormedio de la fe; y un hijo nunca es de-masiado pequeño para tomar parte eneste modelo de aprendizaje.

Si al hombre se le da un pescado, leda de comer una vez; si al hombre sele enseña a pescar, lo alimentará todala vida. Como padres e instructoresdel Evangelio, ustedes y yo no estamosen el negocio de distribuir pescados;más bien, nuestra obra es ayudar a

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nuestros hijos a aprender a “pescar” y a llegar a ser espiritualmente firmes.Ese objetivo vital se logra mejor al animar a nuestros hijos a actuar deacuerdo con principios correctos, alayudarlos a aprender por medio de laacción. “El que quiera hacer la volun-tad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo”(Juan 7:17). Tal aprendizaje requiereun esfuerzo espiritual, mental y físico yno sólo una recepción pasiva.

Invitar a los hijos como aprendicesdel Evangelio a actuar y a que no sim-plemente se actúe sobre ellos se llevaa cabo al leer y al hablar sobre el Librode Mormón y al testificar espontánea-mente en el hogar. Imagínense, porejemplo, una noche de hogar en laque se invita y se espera que los hijosvayan preparados para hacer pregun-tas acerca de lo que leen y aprendendel Libro de Mormón o sobre un temaque recientemente se haya recalcadoen una conversación sobre elEvangelio o testificado espontánea-mente en el hogar. E imagínense, ade-más, que los hijos hagan preguntasque los padres no estén adecuada-mente preparados para contestar.Algunos padres quizás sientan algo de aprensión hacia ese método pocoestructurado de la noche de hogar.Pero las mejores noches de hogar noson necesariamente el producto depaquetes preparados de antemano,comprados o bajados de internet con bosquejos y ayudas visuales. Quéoportunidad tan gloriosa para que losmiembros de la familia escudriñen jun-tos las Escrituras, busquen conoci-miento por el estudio y por la fe yreciban instrucción del Espíritu Santo.“…porque el predicador no era demás estima que el oyente, ni el maes-tro era mejor que el discípulo… y to-dos trabajaban, todo hombre según su fuerza” (Alma 1:26).

¿Estamos ustedes y yo ayudando anuestros hijos a ser agentes que actúany que buscan conocimiento tanto porel estudio como por la fe, o hemos ca-pacitado a nuestros hijos a que espe-ren para que se les enseñe y se actúesobre ellos? Como padres, ¿estamosdando de comer principalmente

a nuestros hijos el equivalente de pescado espiritual, o estamos constan-temente ayudándolos a actuar, a apren-der por sí mismos y a permanecerfirmes e inmutables? ¿Estamos ayudan-do a nuestros hijos a estar anhelosa-mente consagrados en pedir, buscar y llamar? (Véase 3 Nefi 14:7.)

El entendimiento espiritual con elque ustedes y yo hemos sido bendeci-dos, y cuya veracidad se ha confirma-do en nuestro corazón, no se puedesimplemente dar a nuestros hijos. Elprecio de la diligencia y del aprendiza-je tanto por el estudio como por la fese debe pagar para obtener y personal-mente “poseer” tal conocimiento. Sólode esa manera lo que se sabe en lamente también se podrá sentir en elcorazón. Sólo de esa manera un hijodejará de depender del conocimientoy de las experiencias espirituales de lospadres y adultos y reclamar esas ben-diciones para sí mismo. Sólo de esamanera nuestros hijos podrán estar

espiritualmente preparados para losdesafíos de la vida mortal.

Promesa y testimonioTestifico que los padres que cons-

tantemente lean el Libro de Mormón y hablen de él con sus hijos, que com-partan su testimonio de manera es-pontánea con ellos y que los inviten,como aprendices del Evangelio, a ac-tuar y a que no sólo se actúe sobreellos, serán bendecidos con ojos quevean lejos (véase Moisés 6:27) y conoídos que oigan el sonido de la trom-peta (véase Ezequiel 33:2–16). El discernimiento y la inspiración espiri-tuales que ustedes recibirán de lacombinación de estos tres hábitos san-tos les permitirán ser como atalayas en la torre para su familia, “velando…con toda perseverancia” (Efesios 6:18),para bendición de su familia y de sufutura posteridad. Se lo prometo y testifico en el sagrado nombre delSeñor Jesucristo. Amén. ■

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Por el élder Jeffrey R. HollandDel Quórum de los Doce Apóstoles

mala conducta sexual. Trágicamente, lamisma computadora y el mismo servi-cio de internet que me permite hacermi historia familiar y preparar esosnombres para la obra del templo po-drían, sin filtros ni controles, permitira mis hijos o nietos el acceso al pozoséptico global de percepciones quepodría causar un verdadero cráter ensu mente para siempre.

Recuerden que aquellas jóvenes es-posas dijeron que la infidelidad de losesposos comenzó con una atracción ala pornografía; pero la actividad inmo-ral no es sólo un problema de hom-bres, y los esposos no son los únicosque comenten esta ofensa. El peligrodisponible al clic de un ratón, inclusolo que pueda ocurrir en un encuentrode una sala de conversación virtual, nohace acepción de personas, hombre omujer, joven o anciano, casado o solte-ro; y sólo para asegurarse de que latentación esté cada vez más accesible,el adversario está ocupado extendien-do su cobertura, como lo dicen en laindustria, a los teléfonos celulares, losvideojuegos y los reproductores MP3.

Si dejamos de cortar las ramas deeste problema y acometemos más di-rectamente a la raíz del árbol, no es desorprender que encontremos la lujuriamerodeando furtivamente por allí.Lujuria es una palabra desagradable yciertamente me es un tema desagrada-ble para tratar, pero hay una buena ra-zón por la que en algunas tradicionesse la conoce como el más mortífero delos siete pecados capitales2.

¿Por qué es la lujuria un pecado ca-pital? Y bien, además del impacto espi-ritual destructor total que ejerce sobrenuestras almas, pienso que es un peca-do porque profana la más elevada y lamás santa relación que Dios nos da enla vida mortal: el amor que un hombrey una mujer se tienen el uno por elotro y el deseo que esa pareja tiene detraer hijos a una familia con la mira deser eterna. Alguien dijo una vez que elverdadero amor debe incluir la idea depermanencia. El verdadero amor per-dura, pero la lujuria cambia tan rápidocomo se da vuelta a una página porno-gráfica o se echa un vistazo a otro posi-ble objeto de gratificación que se nos

Mientras la hermana Holland yyo desembarcábamos hacepoco en un lejano aeropuer-

to, tres bellas jóvenes que descendíandel mismo vuelo se apresuraron parasaludarnos. Se presentaron comomiembros de la Iglesia, lo cual no erade sorprenderse, ya que las personasque no son de nuestra fe por lo gene-ral no corren hacia nosotros en los ae-ropuertos. En una conversación queno habíamos esperado, muy prontosupimos por medio de sus lágrimasque las tres mujeres se habían divor-ciado recientemente, que en cada casoel esposo había sido infiel y que, encada caso, la semilla del distanciamien-to y la transgresión había comenzadocon la atracción a la pornografía.

Con esta sombría introducción a mimensaje de hoy, uno que supone undesafío, me siento como Jacob de anta-ño, quien dijo: “Me apena tener que sertan audaz en mis palabras… delantede… muchos [que]… son de senti-mientos sumamente tiernos, castos ydelicados”1; pero debemos ser audaces.Tal vez fue el padre o quizás el abueloque hay en mí, pero las lágrimas de

los ojos de aquellas jóvenes hicieronque brotaran lágrimas de los míos y dela hermana Holland, y las preguntasque hicieron me dejaron pensandoen: “¿Por qué hay tanta decadenciamoral a nuestro alrededor y por quéhay tantas personas y familias, inclusoalgunas de la Iglesia, que caen comovíctimas de esto, siendo trágicamentemarcadas por ello?”

Pero, desde luego, yo sabía al me-nos parte de la respuesta a mi propiapregunta. La mayoría de los días todosnos sentimos agredidos por mensajesinmorales de algún tipo que nos inun-dan desde todo ángulo. Los lados os-curos de la industria del cine, latelevisión y la música incursionan másy más en un lenguaje ofensivo y la

No hay lugar para elenemigo de mi almaQue el gozo de nuestra fidelidad hacia lo más elevado ymejor dentro de nosotros sea nuestro a medida quemantengamos nuestro amor y nuestro matrimonio, nuestrasociedad y nuestra alma, tan puros como se espera que sean.

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cruce, ya sea hombre o mujer. El verdadero amor que nos hace estar fas-cinados, como yo lo estoy por la her-mana Holland, lo pregonamos desdelos techos de las casas. Pero la lujuriase caracteriza por la vergüenza y el se-creto, y es casi patológicamente clan-destina, cuanto más tarde y más oscurasea la hora, mejor; y con puertas condoble cerrojo, por las dudas. El amorinstintivamente nos hace acercarnos aDios y tender la mano a los demás. Lalujuria, por otro lado, no es para nadapiadosa y celebra la autocomplacencia.El amor trae consigo manos extendidasy un corazón abierto; la lujuria sólotrae consigo un apetito voraz.

Éstas son sólo algunas de las razo-nes por las que prostituir el verdaderosignificado del amor, ya sea con la ima-ginación o con otra persona, es tandestructivo; destruye lo que le sigue anuestra fe en Dios, a saber, la fe enaquellos que amamos. Eso sacude lospilares de la confianza en la que se edi-fica nuestro amor, presente o futuro, ytoma mucho tiempo recuperar esaconfianza cuando se pierde. Continúeninsistiendo lo suficiente con esa idea—ya sea en un ámbito tan personalcomo un familiar cercano, o tan públi-co como funcionarios electos, líderesempresariales, estrellas del espectáculoo deportistas famosos— y muy pronto,en el edificio que una vez se construyópara albergar sociedades moralmenteresponsables, podremos colgar un car-tel que diga: “Propiedad vacante”3.

Bien sea que seamos solteros o ca-sados, jóvenes o mayores, hablemospor un momento sobre cómo prote-gernos contra la tentación, en cual-quier forma que se presente. Quizásno podamos curar hoy todos los malesde la sociedad, pero hablemos de al-gunas medidas personales que pode-mos tomar.

• Sobre todo, comiencen separándo-se de las personas, los materiales ylas circunstancias que los dañarán.Como bien saben los que por ejem-plo batallan contra el alcoholismo,el efecto de la proximidad puedeser fatal; lo mismo sucede con lascuestiones morales. Como José en

la presencia de la esposa de Potifar4,simplemente corran, corran tan le-jos como puedan de lo que sea ode quien sea que los seduzca; y porfavor, cuando huyan del lugar de latentación, no dejen la dirección delremitente.

• Reconozcan que las personas cons-treñidas por las cadenas de verda-deras adicciones, con frecuencianecesitan más ayuda que la propia,y eso podría incluirlos a ustedes.Busquen esa ayuda y acéptenla.Hablen con su obispo; sigan su con-sejo. Pidan una bendición del sacer-docio. Utilicen el Servicio para lafamilia de la Iglesia o busquen otraayuda profesional. Oren sin cesar;pidan la ayuda de ángeles.

• Junto con los filtros de las computa-doras y la represión a los sentimien-tos, recuerden que el único controlreal en la vida es el autocontrol.Ejerciten más control incluso en losmomentos dudosos que afronten.Si un programa de televisión es in-decente, apáguenlo; si una películaes grosera, váyanse; si se está esta-bleciendo una relación indebida,rómpanla. Muchas de estas influen-cias, por lo menos inicialmente, talvez no sean malas, pero pueden nu-blar nuestro juicio, disminuir nues-tra espiritualidad y llevarnos a algoque podría ser malo. Un viejo pro-verbio dice que un recorrido de mil

kilómetros comienza con un paso5,así que miren por dónde caminan.

• Como ladrón en la noche, los pen-samientos impropios pueden y tra-tan de entrar en nuestra mente;¡pero nosotros no debemos dejar lapuerta abierta, servirles té y bizco-chos, y decirles dónde se guardanlos utensilios! (De todos modos, nodeberían estar sirviendo té.) ¡Echena los granujas de allí! Remplacen lospensamientos lascivos con imáge-nes de esperanza y recuerdos degozo; imaginen los rostros de laspersonas que los aman y que sesentirían destrozadas si ustedes lasdefraudaran. Más de un hombre seha salvado del pecado o de la estu-pidez al recordar el rostro de sumadre, de su esposa o su hijo espe-rándolos en algún lugar de casa.Cualesquiera que sean sus pensa-mientos, asegúrense de que entrena su corazón “sólo por invitación”.Como dijo un antiguo poeta: dejaque tu voluntad rija tu razón6.

• Cultiven el Espíritu del Señor y es-tén donde Él esté. Asegúrense deque eso incluya su propia casa oapartamento, y que determine eltipo de arte, música y literatura que tengan allí. Si han recibido lasinvestiduras, vayan al templo tanfrecuentemente como sus circuns-tancias lo permitan. Recuerden queel templo los arma del “poder de

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[Dios]… los [rodea] [de Su] gloria…y [Sus] ángeles los [guar-dan]”7. Y cuando salgan del templo,recuerden los símbolos y las pro-mesas que lleven consigo, paranunca dejarlos de lado ni olvidarlos.

La mayoría de la gente con proble-mas termina exclamando: “¿Qué esta-ba pensando?”. Y bien, sea lo quefuese que estuviesen pensando, no es-taban pensando en Cristo. Sin embar-go, como miembros de Su Iglesia noscomprometemos cada domingo denuestra vida para tomar sobre noso-tros mismos Su nombre y promete-mos “siempre acordarnos de Él”8. Asíque esforcémonos un poco más porrecordarle a Él, en especial que Él “lle-vó nuestras enfermedades y sufriónuestros dolores… [que fue] molidopor nuestras iniquidades; …y por susheridas fuimos nosotros sanados” 9.Ciertamente, nuestras acciones se guia-rían de un modo dramático si recordá-semos que cada vez que transgredimosno sólo lastimamos a los que amamos,sino también a Él, quien nos ama tan-to. Pero aún si pecáramos, por más serio que sea el pecado, podemos ser rescatados por esa misma figuramajestuosa, Él, quien lleva el úniconombre debajo del cielo por el quecualquier hombre o mujer puede sersalvo10. Cuando nos enfrentemos a

nuestras transgresiones y cuandonuestra alma se vea atormentada converdadero dolor, que todos hagamoseco del Alma arrepentido y exclame-mos el ruego que cambió su vida: “¡OhJesús, Hijo de Dios, ten misericordiade mí!”11.

Hermanos y hermanas, los amo. Elpresidente Thomas S. Monson y lasAutoridades Generales los aman.Mucho más importante aún es que suPadre Celestial los ama. Hoy he trata-do de hablar acerca del amor, amorreal, verdadero amor, del respeto porél y la forma apropiada de manifestar-lo en las sociedades justas que la hu-manidad ha conocido; la santidad deél entre el hombre y la mujer casados,y en las familias que se crean como re-sultado de ese amor. He tratado dehablar sobre la manifestación redento-ra del amor, la caridad personificada,que viene a nosotros mediante la gra-cia de Cristo mismo. Por necesidad,también he hablado del Diablo, el dia-bólico, el padre de las mentiras y la lu-juria, quien hará cualquier cosa quepueda para falsificar el verdaderoamor, para profanar o mancillar el ver-dadero amor, dondequiera o cuandosea que lo encuentre. Y he habladosobre su deseo de destruirnos si élpudiera hacerlo.

Cuando enfrentemos tales tenta-ciones en nuestra época, debemos

declarar, como lo hizo el joven Nefi:¡[No daré] más lugar al enemigo demi alma!”12. Podemos rechazar al mal-vado. Si lo deseamos con suficienteintensidad y profundidad, ese enemi-go puede y será reprendido por elpoder redentor del Señor Jesucristo.Es más, les prometo que la luz de Suevangelio sempiterno puede volver yvolverá a brillar donde ustedes pensa-ban que la vida se había tornado endesesperanza y vulnerabilidad tene-brosas. Que el gozo de nuestra fideli-dad hacia lo más elevado y mejordentro de nosotros sea nuestro a me-dida que mantengamos nuestro amory nuestro matrimonio, nuestra socie-dad y nuestra alma, tan puros comose espera que sean; ruego en el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Jacob 2:7.2. Véase, por ejemplo, el excelente The Seven

Deadly Sins Today, de Henry Fairlie (1978).3. Véase The Seven Deadly Sins Today, de

Fairlie, pág. 175.4. Véase Génesis 39:1–13.5. Lao Tzu, en la recopilación de John

Bartlett, Bartlett’s Familiar Quotations,14 edición, 1968, pág. 74.

6. Véase The Satires, sátira 6, línea 223, de Juvenal.

7. Doctrina y Convenios 109:22.8. Doctrina y Convenios 20:77–79; véase

también el versículo 79.9. Isaías 53:4–5.

10. Véase Hechos 4:12.11. Alma 36:18.12. 2 Nefi 4:28.

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Naturalmente, no esperamos hastaque se agoten todos los otros méto-dos antes de orar con fe o dar bendi-ciones del sacerdocio para sanar. Enemergencias, las oraciones y bendicio-nes vienen primero. Con frecuencia,procuramos todos esos esfuerzos deforma simultánea. Esto va de acuerdocon las enseñanzas de las Escrituras deque debemos “ora[r] siempre” (D. y C.90:24) y de que todas las cosas se de-ben hacer con prudencia y orden2.

II.Sabemos que la oración de fe, pro-

nunciada a solas o en nuestros hogareso lugares de adoración, puede ser efi-caz para sanar a los enfermos. En mu-chos pasajes de las Escrituras se hacereferencia al poder de la fe para sanar auna persona. El apóstol Santiago ense-ñó que debemos “ora[r] los unos porlos otros, para que [seamos] sanados”,y agregó: “la oración eficaz del justopuede mucho” (Santiago 5:16). Cuandola mujer que tocó a Jesús fue sanada, Él le dijo: “…tu fe te ha sanado” (Mateo9:22)3. Asimismo, en el Libro de Mor-món se enseña que el Señor “obra porpoder, de acuerdo con la fe de los hijosde los hombres” (Moroni 10:7).

En una reciente encuesta nacionalse descubrió que aproximadamenteocho de cada diez estadounidenses“creen que los milagros todavía suce-den hoy día como [sucedían] en la antigüedad”. Una tercera parte de las

En estos tiempos de conmociónmundial, más y más personas defe están recurriendo al Señor en

busca de bendiciones de consuelo ysanidad. Deseo hablar a este auditoriode poseedores del sacerdocio encuanto al hecho de sanar a los enfer-mos mediante la ciencia médica, lasoraciones de fe y las bendiciones delsacerdocio.

I.Los Santos de los Últimos Días

creen en la aplicación del mejor cono-cimiento y de las técnicas científicasdisponibles. Nos valemos de la nutri-ción, del ejercicio y de otras prácticaspara preservar la salud, y conseguimosla ayuda de profesionales que sanan,tales como médicos y cirujanos, pararestaurar la salud.

El uso de la ciencia médica no va endesacuerdo con nuestras oraciones defe ni con nuestra dependencia en lasbendiciones del sacerdocio. Cuandouna persona solicitaba una bendicióndel sacerdocio, Brigham Young pre-guntaba: “¿Ha tomado algún reme-dio?”. A los que decían que no porque“deseamos que los élderes coloquensus manos sobre nosotros, y tenemosfe que seremos sanados”, el presidenteYoung respondía: “Eso es sumamente

contradictorio según mi fe. Si estamosenfermos y le pedimos al Señor quenos sane, y que haga por nosotrostodo lo que sea necesario hacer, deacuerdo con mi entendimiento delEvangelio de salvación, bien podría pe-dirle al Señor que hiciera que mi trigoy maíz crecieran, sin que yo arara latierra ni plantara la semilla. Me parecelógico aplicar todo remedio del quellegue a enterarme, y [después] pedir-le a mi Padre Celestial… que santifiqueesa aplicación para la sanación de micuerpo”1.

Sanar a los enfermosPoseemos este poder del sacerdocio, y todos debemos estar preparados para usarlo debidamente.

SESIÓN DEL SACERDOCIO | 3 de abril de 2010

Por el élder Dallin H. OaksDel Quórum de los Doce Apóstoles

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personas que participaron en la en-cuesta dijeron que habían “vivido opresenciado una curación divina”4.Muchos Santos de los Últimos Díashan experimentado el poder de la fe al sanar a los enfermos. Escuchamostambién ejemplos de ello entre perso-nas de fe en otras iglesias. Un periodis-ta de Texas describió uno de estosmilagros. Cuando una niña de cincoaños respiraba con dificultad y le diofiebre, los padres la llevaron de inme-diato al hospital. Para cuando llegó, losriñones y los pulmones ya le habíandejado de funcionar, tenía una fiebrede 41,7º C y tenía el cuerpo de colorrojo vivo y cubierto de lesiones colorpúrpura. Los doctores dijeron que es-taba muriendo de síndrome de shocktóxico, por causa desconocida. Al en-terarse de ello la familia y los amigos,la gente temerosa de Dios comenzó aorar por ella, y se realizó un servicioespecial de oración en la congregaciónprotestante de Waco, Texas, a la quepertenecían. De forma milagrosa, re-pentinamente regresó del borde de lamuerte y fue dada de alta del hospitalen poco más de una semana. Su abue-lo escribió: “Ella es prueba viviente deque Dios sí contesta las oraciones yobra milagros”5.

Verdaderamente, tal como se enseñaen el Libro de Mormón, Dios “se mani-fiesta por el poder del Espíritu Santo acuantos en él creen; sí, a toda nación,tribu, lengua y pueblo, obrando gran-des milagros… entre los hijos de loshombres, según su fe” (2 Nefi 26:13).

III.Para este auditorio —adultos que

poseen el Sacerdocio de Melquisedec,

y hombres jóvenes que pronto recibi-rán este poder— concentraré mis co-mentarios en las bendiciones desanidad que tienen que ver con el po-der del sacerdocio. Poseemos este po-der del sacerdocio, y todos debemosestar preparados para usarlo debida-mente. El aumento actual de desastresnaturales y desafíos económicos de-muestra que necesitaremos este poderaún más en el futuro que en el pasado.

En muchos pasajes de las Escriturasse enseña que los siervos del Señor“sobre los enfermos impondrán susmanos, y sanarán” (Marcos 16:18)6.Ocurren milagros cuando la autoridaddel sacerdocio se utiliza para bendecira los enfermos. Yo he experimentadoestos milagros. De niño y como hom-bre he visto sanidades tan milagrosascomo cualquiera de las que se hallanregistradas en las Escrituras, al igualque lo han hecho muchos de ustedes.

El uso de la autoridad del sacerdo-cio para bendecir a los enfermos cons-ta de cinco partes: (1) la unción, (2) elsellamiento de la unción, (3) la fe, (4) las palabras de la bendición y (5) la voluntad del Señor.

La unciónEn el Antiguo Testamento se men-

ciona con frecuencia la unción conaceite como parte de una bendiciónconferida por la autoridad del sacerdo-cio7. Se declaró que las unciones eranpara santificación8 y tal vez también sepueden considerar simbólicas de lasbendiciones que se han de derramardel cielo como resultado de este sagra-do acto.

En el Nuevo Testamento leemosque los apóstoles de Jesús “ungían con

aceite a muchos enfermos y los sana-ban” (Marcos 6:13). En el libro deSantiago se enseña la función de la un-ción en relación con los otros elemen-tos de una bendición de salud por laautoridad del sacerdocio:

“¿Está alguno enfermo entre voso-tros? Llame a los ancianos de la iglesia,y oren ellos por él, ungiéndole conaceite en el nombre del Señor.

“Y la oración de fe salvará al enfer-mo, y el Señor lo levantará, y si ha co-metido pecados, le serán perdonados”(Santiago 5:14–15).

Sellamiento de la unciónCuando alguien ha sido ungido

por la autoridad del Sacerdocio deMelquisedec, la unción es sellada poresa misma autoridad. Sellar algo signi-fica afirmarlo, hacerlo vinculante parael propósito que se ha dispuesto.Cuando los élderes ungen a una per-sona enferma y sellan la unción, abrenlas ventanas de los cielos para que elSeñor derrame la bendición que Él de-sea para la persona afligida.

El presidente Brigham Young ense-ñó: “Cuando pongo mis manos sobrelos enfermos, espero que el poder sa-nador y la influencia de Dios pasenpor mi intermedio al paciente y que laenfermedad desaparezca… Cuandoestamos preparados, cuando somosvasos sagrados ante el Señor, una co-rriente de poder puede fluir desde elTodopoderoso a través del tabernácu-lo del que bendice al sistema del pa-ciente, y el enfermo es restablecidopor completo”9.

Aunque sabemos de muchos casosen los que las personas bendecidaspor la autoridad del sacerdocio hansido sanadas, rara vez hablamos de es-tas sanidades en reuniones públicasporque en la revelación moderna senos advierte “que no [nos jactemos]de estas cosas ni [hablemos] de ellasante el mundo; porque [nos] son da-das para [nuestro] provecho y parasalvación” (D. y C. 84:73).

FeLa fe es esencial para sanar median-

te los poderes del cielo. En el Libro deMormón incluso se enseña que “si no

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hay fe entre los hijos de los hombres,Dios no puede hacer ningún milagroentre ellos”10. En un memorable dis-curso sobre la bendición a los enfer-mos, el presidente Spencer W. Kimballdijo: “A menudo se le resta importan-cia a la necesidad de la fe. Pareceríaque con frecuencia el afligido y la fami-lia dependen enteramente del poderdel sacerdocio y del don de sanidadque esperan que tengan los hermanosque lo bendicen, mientras que la res-ponsabilidad mayor la tiene el que re-cibe la bendición… El elemento másimportante es la fe de la persona cuan-do ésta es consciente y responsable.‘Tu fe te ha sanado’ [Mateo 9:22] lodijo el Maestro con tanta frecuenciaque casi se convierte en un refrán”11.

El presidente Kimball incluso sugirióque “las bendiciones demasiado fre-cuentes tal vez sean un indicio de la fal-ta de fe, o de que la persona afligidaesté tratando de poner sobre los élde-res la responsabilidad de desarrollar lafe, en vez de en sí misma”. Contó sobreuna fiel hermana que recibió una ben-dición del sacerdocio. Cuando al día siguiente le preguntaron si deseaba que le volvieran a dar una bendición,contestó: “No, ya me han ungido y

bendecido. La ordenanza se ha llevado a cabo, y ahora depende de míreclamar mi bendición por medio demi fe”12.

Palabras de la bendiciónOtra parte de una bendición del sa-

cerdocio son las palabras de la bendi-ción que el élder pronuncia despuésde que sella la unción. Estas palabraspueden ser sumamente importantes,pero su contenido no es esencial y nose inscriben en los registros de laIglesia. En algunas bendiciones del sa-cerdocio —como la bendición patriar-cal— las palabras que se hablan son laesencia de la bendición. Pero en unabendición de salud son las otras partesde la bendición —la unción, el sella-miento, la fe y la voluntad del Señor—las que son los elementos esenciales.

En una situación ideal, el élder queoficie estará en tanta armonía con elEspíritu del Señor que sabrá y declararála voluntad del Señor en las palabras de la bendición. Brigham Young ense-ñó a los poseedores del sacerdocio:“Ustedes tienen el privilegio y el deberde vivir de tal manera que puedan sa-ber cuándo el Señor les dirige la pala-bra y cuándo les revela Su voluntad”13.

Cuando eso sucede, la bendición quese pronuncia se cumple literal y mila-grosamente. En ciertas ocasiones espe-ciales, he experimentado esa certeza deinspiración en una bendición de salud,y he sabido que lo que yo decía era lavoluntad del Señor. Sin embargo, comola mayoría de los que ofician en bendi-ciones de salud, con frecuencia he teni-do dificultades con la incertidumbre encuanto a las palabras que debía decir.Por una variedad de razones, todo élderexperimenta altas y bajas en su nivel desensibilidad a los susurros del Espíritu.Todo élder que da una bendición estásujeto a la influencia de lo que deseapara la persona afligida. Cada una de éstas y otras imperfecciones mortalespueden influir en las palabras que hablemos.

Afortunadamente, las palabras ex-presadas en una bendición de saludno son esenciales para su efecto sana-dor. Si la fe es suficiente y si el Señorlo dispone, la persona afligida será sa-nada o bendecida, ya sea que el ofi-ciante pronuncie o no esas palabras.Por el contrario, si el oficiante se dejallevar por su deseo personal o inexpe-riencia y da mandatos o palabras debendición por encima de lo que el

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Señor elija conceder de acuerdo con la fe de la persona, esas palabras no secumplirán. Por consiguiente, herma-nos, ningún élder debe vacilar nuncapara participar en una bendición desalud debido al temor de que no sepaqué decir. Las palabras pronunciadasen una bendición de salud puedenedificar y vigorizar la fe de los que lasescuchan, pero el efecto de la bendi-ción depende de la fe y de la voluntaddel Señor, no de las palabras pronun-ciadas por el élder que ofició.

La voluntad del SeñorHombres jóvenes y mayores, les

ruego que pongan especial atención a lo que ahora voy a decir. Al ejercer el poder indudable del sacerdocio deDios y conforme atesoremos Su pro-mesa de que Él escuchará y contestarála oración de fe, siempre debemos re-cordar que la fe y el poder sanador delsacerdocio no pueden producir un re-sultado contrario a la voluntad deAquel de quien es este sacerdocio.Este principio se enseña en la revela-ción que ordena que los élderes de laIglesia pongan las manos sobre los en-fermos. La promesa del Señor es que“el que tuviere fe en mí para ser

sanado, y no estuviere señalado paramorir, sanará” (D. y C. 42:48; cursivaagregada). Del mismo modo, en otrarevelación moderna el Señor declaraque cuando uno “pide en el Espíritu…es hecho conforme a lo que pide” (D. y C. 46:30)14.

De todo esto aprendemos que in-cluso los siervos del Señor, al ejercerSu divino poder en una situación en laque haya suficiente fe para ser sanado,no pueden dar una bendición del sa-cerdocio que cause que una personasea sanada si esa sanidad no es la vo-luntad del Señor.

Como hijos de Dios, al saber de Su gran amor y Su conocimiento su-premo de lo que es mejor para nues-tro bienestar eterno, confiamos en Él.El primer principio del Evangelio es feen el Señor Jesucristo, y la fe significaconfianza. Sentí esa confianza en undiscurso que dio mi primo en el fune-ral de una adolescente que habíamuerto a causa de una enfermedadgrave. Pronunció estas palabras, queprimero me sorprendieron y que des-pués me edificaron: “Sé que fue la vo-luntad del Señor que ella muriera;tuvo buena atención médica, recibióbendiciones del sacerdocio, su

nombre estaba en la lista de oracióndel templo y fue objeto de cientos deoraciones para que se restableciera susalud. Sé que hay suficiente fe en esafamilia para que ella hubiera sido sa-nada a menos que fuera la voluntaddel Señor llevársela a Su hogar en estemomento”. Sentí esa misma confianzaen las palabras del padre de otra jovenexcepcional cuya vida fue arrebatadapor el cáncer en su adolescencia. Éldeclaró: “La fe de nuestra familia radi-ca en Jesucristo, y no depende de losresultados”. Esas enseñanzas me sue-nan verdaderas. Hacemos todo lo quepodemos para que un ser queridosane, y después le confiamos al Señorel resultado.

Testifico del poder del sacerdociode Dios, del poder de la oración de fe yde la verdad de estos principios. Sobretodo, testifico del Señor Jesucristo, dequien somos siervos, cuya resurrecciónnos da la certeza de la inmortalidad ycuya expiación nos da la oportunidadde la vida eterna, el más grande de to-dos los dones de Dios. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Discourses of Brigham Young, selec.

de John A. Widtsoe, 1954, pág. 163.2. Véase Mosíah 4:27.3. Véase también Marcos 10:46–52; Lucas

18:35–43.4. U.S. Religious Landscape Survey: Religious

Beliefs and Practices: Diverse andPolitically Relevant (The Pew Forum onReligion and Public Life, June 2008), 34, 54,http://religions.pewforum.org/reports#.

5. Véase Steve Blow, “Sometimes, ‘Miracles’Are Just That”, Dallas Morning News, 30 deenero de 2000, 31A.

6. Véase también Mateo 9:18; Marcos 5:23;6:5; 7:32–35; 16:18; Lucas 4:40; Hechos9:12, 17; 28:8; Doctrina y Convenios 42:44,48; 66:9.

7. Véase, por ejemplo, Éxodo 28:41; 1 Samuel10:1; 16:13; 2 Samuel 5:3.

8. Véase Levítico 8:10–12.9. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Brigham Young, pág. 266; véasetambién Russell M. Nelson, “No pongan suconfianza en el brazo de la carne”, Liahona,marzo de 2010, págs. 40–41; Gordon B.Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley,1997, pág. 474.

10. Véase también 1 Nefi 7:12; Doctrina yConvenios 35:9.

11. Véase “El don de sanidades”, Liahona, septiembre de 1982, pág. 43.

12. Liahona, septiembre de 1982, pág. 43.13. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia:

Brigham Young, pág. 3.14. Véase también 1 Juan 5:14; Helamán 10:5.

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Por el élder Ronald A. RasbandDe la Presidencia de los Setenta

Ese susurro del Espíritu es un ejem-plo de cómo llega el llamamiento a lossiervos del Señor para enviar misione-ros a sus áreas de trabajo.

Hoy los misioneros salen de dos endos como lo señaló el Señor, llevandoel mismo mensaje, con el mismo lla-mamiento divino de servir, provenien-te de un profeta de Dios. Nuestroprofeta, el presidente Thomas S.Monson, ha dicho de los que son lla-mados a servir: “La máxima oportuni-dad misional de su vida está a sualcance; las bendiciones de la eterni-dad los aguardan; tienen el privilegiode no ser espectadores sino partici-pantes en el escenario del servicio delsacerdocio”4.

El escenario les pertenece, mis que-ridos jóvenes del Sacerdocio Aarónico.¿Están listos y dispuestos a desempeñarsu papel? El Señor necesita que todo jo-ven capaz se prepare y se vuelva a com-prometer, a partir de esta noche, a serdigno de un llamado del profeta deDios de servir en una misión.

Recuerdo con cariño la gran alegríade toda nuestra familia cuando dos denuestros hijos recibieron sus llama-mientos para servir como misionerosde tiempo completo. Nuestro corazónestaba lleno de entusiasmo y expecta-tiva cuando cada uno abrió la carta es-pecial del profeta de Dios. Nuestra hijaJenessa fue llamada a servir en laMisión Michigan Detroit; y nuestro

Buenas noches, mis queridos hermanos del sacerdocio. Estanoche me gustaría hablar del

servicio misional. Dirijo mis palabras alenorme ejército de hombres jóvenesque poseen el Sacerdocio Aarónicoque están reunidos por todo el mun-do, y a los padres, abuelos y líderes delsacerdocio que velan por ellos.

La obra misional es un tema muyquerido para mí, como lo es para to-dos los miembros de los ochoQuórumes de los Setenta, a quienes elSeñor ha nombrado para que vayan“delante de sí a toda ciudad y lugar adonde él [ha] de ir”1. La obra misionales el alma de la Iglesia y la bendiciónque salva la vida de todos los queacepten su mensaje.

Cuando el Maestro ministró entrelos hombres, llamó a pescadores enGalilea para que dejaran sus redes y losiguieran, y les declaró: “…os harépescadores de hombres”2. El Señordio esos llamamientos a hombres hu-mildes para que, por medio de ellos,otros oyeran las verdades de Su evan-gelio y vinieran a Él.

En junio de 1837, el profeta JoséSmith llamó a Heber C. Kimball, un

apóstol, a servir en una misión enInglaterra. El llamamiento del élderKimball llegó cuando los dos estabansentados en el Templo de Kirtland, yJosé habló con autoridad divina:“Hermano Heber, el Espíritu del Señorme ha susurrado: ‘Que mi siervoHeber vaya a Inglaterra y proclame elEvangelio y abra la puerta de la salva-ción para esa nación’”3.

El llamamiento divinode un misioneroEl Señor necesita que todo joven capaz se prepare y sevuelva a comprometer, a partir de esta noche, a ser dignode un llamado del profeta de Dios de servir en una misión.

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Buenos Aires, Argentina

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hijo Christian a la Misión Rusia MoscúSur. ¡Qué experiencias tan emocionan-tes que a la vez nos hicieron sentir humildes!

Hace algunos años, cuando mi es-posa y yo tuvimos el privilegio de pre-sidir la Misión Nueva York Nueva YorkNorte, me maravillaba al ver llegar alos misioneros a la ciudad de NuevaYork.

Al entrevistarlos el primer día de su misión, sentía profunda gratitudpor cada misionero. Sentía que su lla-mamiento a nuestra misión había sido diseñado por Dios para ellos, y paramí, como su presidente de misión.

Al concluir nuestra asignación misional, el presidente Gordon B.Hinckley me llamó a servir comoSetenta de la Iglesia. Como parte demi capacitación inicial como nuevaAutoridad General, tuve la oportuni-dad de sentarme con algunos miem-bros de los Doce cuando asignaban amisioneros para servir en una de lasmás de 300 misiones de esta granIglesia.

Con el permiso del presidenteHenry B. Eyring, y alentado por él, me gustaría contarles una experienciamuy especial que tuvimos hace variosaños cuando él era miembro delQuórum de los Doce. Cada uno de

los apóstoles tiene las llaves del reinoy las ejerce bajo la dirección y asigna-ción del Presidente de la Iglesia. El élder Eyring estaba asignando misio-neros a sus respectivas áreas de traba-jo y, como parte de mi capacitación, se me invitó a observar.

Me reuní con el élder Eyring tem-prano por la mañana en un cuartodonde se habían preparado varios monitores grandes de computadoraspara la sesión. También se encontrabaallí un miembro del personal del De-partamento Misional a quien se le ha-bía asignado ayudarnos ese día.

Primero nos arrodillamos juntos enoración. Recuerdo que el élder Eyringutilizó palabras muy sinceras al pediral Señor que lo bendijera para saber“perfectamente” a qué lugar se debíaasignar a los misioneros. La palabra“perfectamente” indica mucho encuanto a la fe que el élder Eyring mos-tró ese día.

Para comenzar el proceso, aparecíaen el monitor de la computadora lafoto del misionero o la misionera aquien se daría la asignación. Al apare-cer cada foto, me parecía como si elmisionero o la misionera estuviera enel cuarto con nosotros. Entonces el él-der Eyring saludaba al misionero consu voz gentil y agradable: “Buenos

días, élder Reier o hermana Yang.¿Cómo está usted hoy?”.

Me dijo que le gustaba imaginarsedónde concluirían su misión los misio-neros; eso le ayudaba a saber a dóndese les debía asignar. Luego, el élderEyring analizaba los comentarios delos obispos y los presidentes de esta-ca, las notas médicas y otros aspectosrelacionados con cada misionero.

Después, miraba otra pantalla endonde aparecían las áreas y las misio-nes alrededor del mundo. Finalmente,según le indicaba el Espíritu, asignabaal misionero o a la misionera a su áreade trabajo.

De otros miembros de los Doce he aprendido que ese método generales usual cada semana cuando losApóstoles del Señor asignan a muchosmisioneros a dar servicio por todo elmundo.

En vista de que años atrás yo habíaprestado servicio como misionero enmi país, en la Misión de los Estados delEste, esa experiencia me conmovióprofundamente. Además, al haber servido como presidente de misión,estaba agradecido de tener otra con-firmación en el corazón de que losmisioneros que había recibido en laciudad de Nueva York se me habíanenviado por revelación.

Después de asignar a varios misio-neros, el élder Eyring se dirigió a mímientras reflexionaba sobre un misio-nero en particular y dijo: “HermanoRasband, ¿a dónde cree que debe ireste misionero?”. ¡Me sobresalté! Le indiqué suavemente que no sabía, ¡yque tampoco sabía si yo podía saber!Me miró de frente y simplemente medijo: “Hermano Rasband, preste másatención, ¡y también podrá saber!”.Después de eso, acerqué mi silla unpoco más al élder Eyring y a los moni-tores, ¡y sí presté mucho más atención!

Un par de veces más al continuarel proceso, el élder Eyring se volvióhacia mí y me preguntó: “Bueno, her-mano Rasband, ¿a dónde siente quedebe ir este misionero?”. Yo le nom-braba una misión en particular y el élder Eyring me miraba pensativo ydecía: “¡No, no es esa!”, y asignaba al misionero a la misión a la que él

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había sentido que debía ir.Casi al finalizar las asignaciones, apa-

reció la foto de cierto misionero en lapantalla. Tuve una impresión muy fuer-te, la más fuerte de toda la mañana, deque ese misionero que teníamos en-frente debía ser asignado a Japón. Yono sabía si el élder Eyring me iba a pre-guntar sobre ese misionero, pero in-creíblemente lo hizo. Con vacilación yhumildad le dije: “¿A Japón?”. El élderEyring respondió de inmediato: “Sí, va-yamos allí”. Aparecieron en el monitorlas misiones de Japón, y en el actosupe que el misionero debía ir a laMisión Japón Sapporo.

El élder Eyring no me preguntó el nombre exacto de la misión, peroasignó al misionero a la Misión JapónSapporo.

En lo profundo de mi corazón mesentí muy conmovido y sinceramenteagradecido al Señor por permitirmetener esa impresión, y saber a dóndedebía ir ese misionero.

Al terminar la reunión, el élderEyring me testificó del amor que elSalvador tiene por cada uno de los mi-sioneros asignados a salir al mundo apredicar el Evangelio restaurado. Dijoque es por el gran amor del Salvadorque Sus siervos saben a dónde debenir a prestar servicio esos maravillososhombres y mujeres jóvenes, misione-ros mayores y matrimonios misione-ros. Recibí un testimonio más esamañana de que cada misionero aquien se llama en esta Iglesia, y que seasigna o reasigna a una misión en par-ticular, es llamado por revelación delSeñor Dios Todopoderoso medianteuno de éstos, Sus siervos.

Concluyo con las palabras delSeñor a los hermanos Whitmer, quedesempeñaron un papel muy impor-tante en los inicios de la Restauración.Ellos fueron testigos de las planchasde oro, y sus testimonios firmados seencuentran en las primeras páginas decada ejemplar del Libro de Mormón.Ellos formaron parte del primer grupode misioneros llamados por un profetade Dios en 1829 para predicar el evan-gelio del Señor Jesucristo.

En el prefacio de la sección 14 deDoctrina y Convenios dice: “Tres de

los hijos de la familia Whitmer, habien-do recibido cada uno de ellos un testi-monio en cuanto a la autenticidad dela obra, se interesaron profundamenteen el asunto de su deber individual”.

A John y Peter Whitmer, hijo, elSeñor les dijo esto: “Porque muchasveces has deseado saber de mí lo quepara ti sería de mayor valor”5.

Supongo que muchos de ustedes,jóvenes, se han hecho la misma pre-gunta. Aquí está la respuesta delSeñor: “Y ahora bien, he aquí, te digoque lo que será de mayor valor para tiserá declarar el arrepentimiento a estepueblo, a fin de que traigas almas amí, para que con ellas reposes en elreino de mi Padre”6.

A estas alturas de su vida, mis jóve-nes amigos, un llamamiento misional

del Señor es la obra más importanteque pueden hacer. Prepárense ahora,vivan con rectitud, aprendan de su fa-milia y de sus líderes de la Iglesia, yúnanse a nosotros para edificar el rei-no de Dios sobre la tierra: acepten sunombramiento divino en “una causatan grande”7. Ésta es mi humilde ora-ción en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Lucas 10:1.2. Mateo 4:19.3. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, 2007, pág. 347.4. Thomas S. Monson, “That All May Hear”,

Ensign, mayo de 1995, pág. 49; véase tam-bién “…Haced discípulos a todas las nacio-nes”, Liahona, julio de 1995, pág. 55.

5. Doctrina y Convenios 15:4; 16:4.6. Doctrina y Convenios 15:6; 16:6.7. Doctrina y Convenios 128:22.

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Por David L. BeckPresidente General de los Hombres Jóvenes

El Libro de Mormón fue traducido ypublicado por José Smith, quien fuellamado a su gran obra a los 14 años,cuando recibió la visita del PadreCelestial y de Jesucristo.

El presidente Thomas S. Monsondijo: “…se esperan grandes cosas deustedes… Como el llamado del clarínllega la palabra del Señor a ustedes, y a mí, y a todos los poseedores del sa-cerdocio en todas partes: ‘Por tanto,aprenda todo varón su deber, así como a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado’ (D. y C. 107:99)” (“El llamado al valor”,Liahona, mayo de 2004, págs. 54, 57).

II. El nuevo programa Mi Deber a DiosPara ayudarles a responder a ese lla-

mado urgente, la Iglesia va a presentarun nuevo programa Mi Deber a Dios,como lo anunció hoy el presidenteHenry B. Eyring; estoy entusiasmadocon este programa. Se enviarán losmateriales a los obispos y presidentesde rama a partir de junio, y ustedesdeberán comenzar a usarlos en cuantolos reciban.

Como diáconos, maestros y presbí-teros, participarán en actividades queles ayudarán a fortalecerse espiritual-mente y a aprender y cumplir sus de-beres del sacerdocio. Cada actividadsigue este modelo sencillo:

Primero aprenden acerca de unprincipio del Evangelio o deber del sa-cerdocio. Descubren lo que el PadreCelestial desea que hagan y se esfuer-zan por obtener una confirmación es-piritual de su importancia.

Luego, hacen planes para actuarde acuerdo con lo que aprendieron.Se les insta a basar sus planes en suspropias necesidades, circunstancias yoportunidades de servir a los demás.Es una gran oportunidad de hacerseresponsables de su propio crecimientoy de desarrollar la autosuficiencia espiritual.

Luego comparten con los demáslo que han aprendido y experimenta-do. Al hacerlo, fortalecerán su testimo-nio y aumentarán la fe de quienes losrodean; también aumentarán su capa-cidad de hablar del Evangelio conotras personas.

Me siento honrado de dirigirmea los increíbles hombres jóve-nes de la Iglesia. He tenido la

bendición de conocer a muchos de us-tedes alrededor del mundo; su entu-siasmo es contagioso.

Ustedes afrontan los desafíos congran fortaleza y valor. Les expreso miamor y la confianza que tengo en ustedes.

Ustedes inspiran a quienes los ro-dean más de lo que se imaginan.Escuchen las palabras de un jovenque no es de nuestra religión al tratarde describir a su amigo que tiene elSacerdocio Aarónico: “Noto algo dife-rente en Luis… no es en absoluto…como otras personas. Se ve algo enél… ni siquiera sé qué es, pero él esdiferente de todos los demás. Es algoque se siente; no es [algo]… que se alcance a ver; simplemente sesiente”.

Hay algo muy importante que distingue a Luis y a ustedes de los demás hombres jóvenes; han recibi-do el Sacerdocio Aarónico. Es un donsagrado, y muchos no lo aprecianplenamente. Esta tarde les ayudaré aver cómo pueden descubrir por uste-des mismos la magnificencia delSacerdocio Aarónico.

I. Dios confía en ustedesCuando Dios les confía Su sagrado

sacerdocio, demuestra gran confianzaen ustedes. Sabe que puede confiar enque usarán el sacerdocio para servir alos demás, así como ha confiado enotros jóvenes para realizar partes clavede Su obra.

Por ejemplo, el mundo no tendríael poderoso testimonio de Jesucristoque contiene el Libro de Mormón sino fuera por dos jóvenes en quienesDios confió. Mormón, el profeta querecopiló este registro sagrado, teníasólo 10 años cuando se le asignó ob-servar y después registrar la historia desu pueblo. A los 15 años, fue visitado“por el Señor, y [probó] y [conoció] labondad de Jesús” (Mormón 1:15).

El magníficoSacerdocio AarónicoEs urgente que cumplan su deber a Dios, y confío en que lo harán.

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Estoy agradecido a un joven por compartir conmigo la siguienteexperiencia. Él y otro poseedor delSacerdocio Aarónico recibieron laasignación de administrar la SantaCena a un hermano muy enfermo queno podía salir de la casa. Llegaron allísin saber que los recientes tratamien-tos médicos le impedían ingerir ali-mentos, ni siquiera un pedazo de pansacramental. Tras bendecir el pan, eljoven ofreció la Santa Cena al débilhombre. Él tomó el pedazo de panbendecido, esperó un momento, yluego lo puso contra sus labios. El jo-ven dijo que cuando vio a ese fiel her-mano expresar su reverencia por laSanta Cena, sintió como si lo viera be-sar los pies del Salvador. Se dio cuentade que el hermano amaba al Salvador.

La importancia de la Santa Cenaquedó grabada en este joven de ma-nera inolvidable ese día. Ustedes ten-drán experiencias sagradas, igual queese joven.

Sus padres, sus líderes y los miem-bros de su quórum tienen un papelimportante en el programa Mi Debera Dios. Las reuniones de quórum losdomingos les darán oportunidades deaprender, actuar y compartir. El nuevoprograma Mi Deber a Dios los guiará

en su camino para cumplir su deber aDios y descubrir la magnificencia delSacerdocio Aarónico.

III. Cumplir su deber a DiosLos viajes que he llevado a cabo du-

rante el año pasado han cambiadopara siempre mi forma de verlos a us-tedes y al Sacerdocio Aarónico. Estoyentusiasmado por que ustedes descu-bran por sí mismos lo que yo descubrí.Aprenderán por qué el Sacerdocio Aa-rónico es tan importante en su vida ylo vital que es para la Iglesia. Aprecia-rán por qué nos referimos a él comouna de las “cabezas principales” del sa-cerdocio (véase D. y C. 107:6). Enten-derán mejor el significado de las llavesdel sacerdocio, del ministerio de ánge-les y del Evangelio preparatorio (véaseD. y C. 13; 84:26).

Satanás desea que piensen que sondemasiado jóvenes o que son muy po-cos para hacer cosas significativas conel Sacerdocio Aarónico. Nada de esoes verdad.

Las palabras de Dios a Moisés sonpara ustedes hoy: “He aquí, tú eres mihijo… Y tengo una obra para ti”(Moisés 1:4, 6).

Él les ha dado Su poder para hacergrandes cosas. Al cumplir su deber a

Dios, fortalecerán y bendecirán a su fa-milia, lo cual es su máximo deber delsacerdocio. Escuchen a una madredescribir el impacto que su hijo ha te-nido en la familia: “Leo tiene el sacer-docio en nuestro hogar y es unainmensa bendición. Es un buen ejem-plo para sus hermanos… se asegurade que siempre oren. Reparte la SantaCena los domingos y su hermano me-nor lo ve. Ayuda… con la oración fami-liar. Sé que seguirá siendo unabendición a medida que crezca. Podrábautizar a su hermano menor. Es unconsuelo y un don para nosotros”.

Al cumplir su deber a Dios, exten-derán una mano a sus amigos que noson de nuestra religión y los ayudarána prepararse para unirse a la Iglesia.Como verdaderos hermanos, velaránpor ellos y los fortalecerán. Lideraránel rescate de otros jóvenes que se hanextraviado.

Al cumplir su deber a Dios, seránuna fuerza para bien en todo momen-to y en toda circunstancia. Su ejemplode rectitud y su fiel servicio en el sa-cerdocio serán una forma poderosa deinvitar a todos los que conozcan a ve-nir a Cristo.

Los nefitas, en su momento más crítico, recurrieron al liderazgo y a la

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En la década de 1960, un profesorde la Universidad de Stanford dioinicio a un modesto experimento

para poner a prueba la fuerza de vo-luntad de los niños de cuatro años.Puso frente a ellos un bombón grandey les dijo que podían comerlo ensegui-da o que, si esperaban 15 minutos, po-dían comer dos.

Entonces dejó a los niños solos y losobservó desde el otro lado de un espe-jo falso: algunos comieron el bombónde inmediato, otros no esperaron másque unos minutos antes de ceder a latentación y sólo un treinta por cientologró esperar todo el tiempo.

Fue un experimento de leve inte-rés, y el profesor pasó a otras áreasde investigación porque, en sus pro-pias palabras: “no es mucho lo que sepuede hacer con niños que están tra-tando de no comer bombones”. Perosiguió el rastro de los niños con el pa-sar del tiempo y se empezó a percatarde una correlación interesante: los niños que no pudieron esperar en-frentaron dificultades en etapas pos-teriores de la vida y exhibieron másproblemas de comportamiento;mientras que los que esperaron

demostraron la tendencia a ser máspositivos y tener mayor motivación,mejores calificaciones, ingresos supe-riores y relaciones más sanas.

Lo que comenzó como un sencilloexperimento con niños y bombones seconvirtió en un estudio trascendentalque sugiere que la facultad de esperar—de ser paciente— es un rasgo clavede la personalidad que puede predecirel éxito posterior en la vida1.

Esperar puede ser difícilEsperar puede ser difícil. Los

niños lo saben, al igual que los adul-tos. Vivimos en un mundo que ofrececomida rápida, mensajería instantánea,películas a pedido y respuestas inme-diatas a las preguntas más triviales y alas más profundas. No nos gusta espe-rar. Algunos incluso sienten que lessube la presión si la fila que están ha-ciendo en el supermercado se muevemás despacio que las otras.

La paciencia —la capacidad deaplazar por un tiempo nuestros de-seos— es una virtud preciada e inu-sual. Queremos lo que queremos y lo queremos ya. Por tanto, la idea en sí de la paciencia puede parecer

Por el presidente Dieter F. UchtdorfSegundo Consejero de la Primera Presidencia

inspiración del joven Mormón (véaseMormón 2:1–2). Hoy confiamos enustedes para que sean una gran forta-leza para la Iglesia y una fuerza benéfi-ca en la tierra. Esto es lo que el Señorespera.

IV. Llegar a ser un hombre fiel delsacerdocio

Testifico que sentirán que su cora-zón cambia a medida que se convier-tan en hombres fieles del sacerdocio.Procurarán ser completamente lim-pios y administrar dignamente la SantaCena. Tratarán a todas las jovencitascon bondad y respeto. Honrarán a suspadres. Evitarán ofender al Espíritucon lo que piensen, digan o hagan.Llegarán a conocer al Señor, a quiensirven, y siempre se esforzarán por ser como Él.

Testifico que su fiel servicio en elSacerdocio Aarónico cambiará la vidade las personas a las que sirvan. Hayquienes necesitan su servicio del sa-cerdocio. Su familia, su quórum, laIglesia y el mundo los necesitan.

Es urgente que cumplan su deber a Dios, y confío en que lo harán.

Una fría mañana hace unas sema-nas, corrí junto al río Tajo, en Lisboa,Portugal, y llegué a un monumentodedicado a los exploradores portugue-ses de siglos atrás. Me detuve mientrasel sol salía y derramaba su cálida luzsobre ese monumento imponente ysobre mí. Me sentí inspirado al obser-var los rostros decididos de los explo-radores que miraban más allá del agua.Eran hombres dispuestos a hacer co-sas que pocos habían hecho. Dejaronun mundo conocido y cómodo y va-lientemente salieron al océano desco-nocido a descubrir tierras nuevas.Cambiaron el mundo.

Cuando pienso en ese monumentoa los valientes exploradores, los veo austedes; los veo en un viaje personalque pocos en el mundo de hoy eligenemprender; los veo cumpliendo su deber a Dios.

Ruego que todos comprendamos elmagnífico Sacerdocio Aarónico y con-fiemos, como lo hace Dios, en los quelo poseen. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

Continuemos con pacienciaLas lecciones que aprendamos de la paciencia cultivaránnuestro carácter, elevarán nuestra vida y aumentaránnuestra dicha.

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desagradable y, a veces, amarga.No obstante, sin paciencia no

podemos agradar a Dios; no podemosllegar a ser perfectos. De hecho, la pa-ciencia es un proceso purificador querefina el entendimiento, aumenta la fe-licidad, centra la acción y ofrece la es-peranza de la paz.

Como padres, sabemos cuán im-prudente sería satisfacer todos los deseos de nuestros hijos; pero los ni-ños no son los únicos que se echan aperder cuando siempre reciben satis-facción inmediata. Nuestro PadreCelestial ya sabe lo que los buenos pa-dres comprenden con el tiempo: paraque los hijos maduren y logren su po-tencial, deben aprender a esperar.

La paciencia es más que esperarCuando tenía 10 años de edad,

los de mi familia llegaron a ser refugia-dos en un nuevo país. Siempre habíasido un buen alumno… por lo menoshasta que llegamos a AlemaniaOccidental. Allí, mis vivencias educati-vas fueron muy diferentes. La geogra-fía que estudiábamos en clase eradistinta. También era muy distinta lahistoria que estudiábamos. Antes

aprendía ruso como segundo idioma,y ahora era inglés. Eso era difícil paramí; es más, había momentos en quede veras pensaba que mi lengua senci-llamente no tenía la forma necesariapara hablar inglés.

Debido a que gran parte del progra-ma de estudios me resultaba nuevo yextraño, me atrasé. Por primera vez enmi vida empecé a preguntarme si ten-dría la inteligencia suficiente para losestudios.

Por fortuna, tuve un maestro queme enseñó a ser paciente. Me enseñóque el trabajo firme y constante —laperseverancia paciente— me ayudaríaa aprender.

Con el tiempo, las materias difícilesempezaron a tener más sentido, inclu-so inglés. Poco a poco, empecé a dar-me cuenta de que si me aplicaba deforma constante, podría aprender. Nosucedió de inmediato, pero con pa-ciencia, lo logré.

De esa experiencia aprendí que lapaciencia era más que sencillamenteesperar a que algo pasara. La pacienciaexigía esmerarse de forma activa porlograr metas dignas y no desalentarsecuando los resultados no se dieran de

inmediato o sin esfuerzo.Aquí tenemos un concepto impor-

tante: la paciencia no es ni una resig-nación pasiva, ni es dejar de actuar porcausa de nuestros temores. Ser pa-ciente significa esperar y perseverar deforma activa. Significa persistir en algoy hacer todo cuanto podamos: traba-jar, tener esperanza, ejercer la fe y en-frentar las dificultades con fortaleza,incluso cuando los deseos de nuestrocorazón se ven demorados. ¡La pacien-cia no es simplemente sobrellevar lascosas, sino hacerlo bien!

La impaciencia, por otra parte, essíntoma de egoísmo. Es una caracterís-tica de los absortos en sí mismos. Es elresultado de una afección demasiadocomún conocida como el Síndromede “creerse el centro del universo”, elcual lleva a las personas a creer que elmundo gira en torno a ellas y que to-dos los demás son simplemente acto-res de reparto en esa gran pieza teatralde la vida mortal en la cual sólo ellas tienen el papel protagónico.

Cuán diferente es esto, mis queri-dos hermanos, de la norma que elSeñor nos ha puesto como poseedo-res del sacerdocio.

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La paciencia: un principio del sacerdocio

Como poseedores del sacerdocio yrepresentantes del Señor Jesucristo,debemos servir a los demás de unaforma acorde con Su ejemplo. Por algoes que tarde o temprano prácticamen-te toda lección sobre el liderazgo en elsacerdocio hace referencia a la sección121 de Doctrina y Convenios. Allí, enunos pocos versículos, el Señor dictaun curso magistral sobre el liderazgoen el sacerdocio. “Ningún poder o in-fluencia se puede ni se debe manteneren virtud del sacerdocio, sino por per-suasión, por longanimidad, benigni-dad, mansedumbre y por amorsincero”2.

Las prácticas y los rasgos de perso-nalidad que se describen en estos ver-sículos son el cimiento de la pacienciasegún Dios, y se encuentran conecta-dos de manera inseparable al servicioeficaz en el sacerdocio y como patriar-cas. Estos atributos les darán fuerza ysabiduría al magnificar sus llamamien-tos, al predicar el Evangelio, al herma-nar a los integrantes del quórum y alprestar el más importante de los servi-cios en el sacerdocio, que es sin dudael afectuoso servicio dentro de las pa-redes de su propio hogar.

Siempre recordemos que una de lasrazones por las que Dios nos ha confia-do el sacerdocio es con el fin de ayudara prepararnos para recibir bendicioneseternas a medida que refinamos nues-tra naturaleza mediante la pacienciaque exige el servicio del sacerdocio.

Así como el Señor es paciente con nosotros, seamos pacientes con aquellos a quienes sirvamos.Comprendamos que ellos, igual quenosotros, son imperfectos. Ellos, igualque nosotros, cometen errores. Ellos,igual que nosotros, quieren que losdemás no los juzguen de inmediato.

Nunca pierdan la esperanza en nadie, y eso incluye que no pierdan la esperanza en ustedes mismos.

Creo que en algún momento denuestra vida cada uno de nosotrospuede identificarse con el siervo de laparábola de Cristo que le debía dineroal rey y le rogaba diciendo: “Señor, tenpaciencia conmigo”3.

A la manera y en el momento del Señor

Los hijos de Israel esperaron 40años en el desierto antes de poder en-trar en la tierra prometida. Jacob espe-ró siete largos años a Raquel. Losjudíos esperaron 70 años en Babiloniaantes de poder regresar a reconstruirel templo. Los nefitas esperaron unaseñal del nacimiento de Cristo, inclusosabiendo que si la señal no llegaba, pe-recerían. Las pruebas que enfrentóJosé Smith en la cárcel de Liberty hi-cieron que incluso el profeta de Diosse preguntase: “¿Hasta cuándo?”4.

En todos esos casos, el PadreCelestial tenía un propósito al pedir a Sus hijos que esperaran.

A cada uno de nosotros se nos pideque esperemos de una u otra manera.Esperamos respuestas a nuestras ora-ciones; esperamos cosas que en esemomento nos parecen tan correctas ybuenas que no logramos entender porqué el Padre Celestial se demora encontestar.

Recuerdo cuando me preparabapara recibir capacitación como pilotode combate. Dedicamos gran parte denuestra capacitación militar preliminara hacer ejercicio físico. Todavía no mequeda del todo claro por qué se consi-deraba que correr sin parar fuera unaparte tan esencial de la preparaciónpara ser un piloto. Pero corrimos y co-rrimos, y corrimos un poco más.

Mientras corría, empecé a darme

cuenta de algo que, francamente, meperturbaba. Una y otra vez, me pasa-ban hombres que fumaban, bebían yhacían todo tipo de cosas que erancontrarias al Evangelio, y en especial ala Palabra de Sabiduría.

Recuerdo que pensé: “¡Un momen-to! ¿No se supone que soy yo el quetiene que poder correr sin desma-yar?”. Pero me sentía agotado, comopara desmayarme, y me pasaban per-sonas que definitivamente no seguíanla Palabra de Sabiduría. Confieso queen ese entonces eso me perturbaba.Me preguntaba: “¿Es verdad la prome-sa o no?”.

La respuesta no llegó de inmediato,pero con el tiempo descubrí que laspromesas de Dios no siempre se cum-plen con la velocidad o de la formaque nos gustaría, sino en el momentoy a la manera de Él. Años después tuveuna evidencia clara de las bendicionestemporales que llegan a los que obe-decen la Palabra de Sabiduría, ademásde las bendiciones espirituales que en-seguida llegan al obedecer cualquierade las leyes de Dios. En perspectiva, sécon certeza que las promesas delSeñor, si bien no siempre son rápidas,siempre son seguras.

La paciencia requiere feBrigham Young enseñó que cuando

surgía algo que él no lograba compren-der plenamente, oraba para que elSeñor: “… [le diera] paciencia para esperar hasta que [pudiera] enten-derlo por [sí] mismo”5. Y luegoBrigham seguía orando hasta que lograba comprenderlo.

Debemos aprender que, en el plandel Señor, nuestro entendimiento llega “línea sobre línea, precepto trasprecepto”6. En resumidas cuentas, elprecio del conocimiento y del entendi-miento es la paciencia.

Los profundos valles de nuestropresente suelen comprenderse sólo al mirarlos desde la perspectiva de lasmontañas de nuestras vivencias futu-ras. Con frecuencia no podemos ver lamano del Señor en nuestra vida sinohasta mucho después de que pasenlas pruebas. A menudo, las épocasmás difíciles de nuestra vida son los

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componentes básicos de los cimien-tos de nuestro carácter y sirven parapreparar el camino hacia las oportuni-dades, el entendimiento y la felicidaden lo futuro.

La paciencia, fruto del Espíritu7

La paciencia es un atributo divinoque puede sanar almas, abrir tesorosde conocimiento y entendimiento yconvertir a personas comunes y co-rrientes en santos y ángeles. La pacien-cia es verdaderamente un fruto delEspíritu.

Paciencia es seguir con algo hasta elfin; es postergar el placer inmediato afin de recibir bendiciones futuras. Escontrolar la ira y refrenarse de decircosas hirientes. También es resistir elmal incluso cuando éste parezca enri-quecer a los demás.

Paciencia significa aceptar lo que nose puede cambiar y encararlo con va-lor, gracia y fe. Significa estar “[dispues-tos] a [someternos] a cuanto el Señorjuzgue conveniente imponer sobre[nosotros], tal como un niño se some-te a su padre”8. En última instancia, pa-ciencia significa ser “firme, constante einmutable en guardar los mandamien-tos del Señor”9 a toda hora de cada día, incluso cuando hacerlo sea difícil.Como dijo Juan el Revelador: “Aquíestá la paciencia de los santos; aquí es-tán los que guardan los mandamientosde Dios y la fe de Jesús”10.

La paciencia es un proceso de per-fección. El Salvador mismo dijo quecon nuestra paciencia ganaremosnuestras almas11, o como dice otra tra-ducción del texto griego: “con vuestrapaciencia ganaréis dominio de vues-tras almas” 12. Paciencia quiere decirperseverar en la fe, sabiendo que a ve-ces es al esperar y no al recibir quemás crecemos. Así era en los días delSalvador y sigue siendo así en nuestraépoca, porque en estos últimos días senos manda: “Continuad con pacienciahasta perfeccionaros”13.

El Señor nos bendice cuandodemostramos paciencia

Parafraseando al salmista de antaño:si pacientemente esperamos a Jehová,se inclinará a nosotros, oirá nuestro

clamor, nos sacará del pozo turbulentoy pondrá nuestros pies sobre una rocasólida; pondrá en nuestra boca cánticonuevo y cantaremos alabanzas a nues-tro Dios. Muchos verán esto y confia-rán en Jehová14.

Mis queridos hermanos, la esenciade la obra de la paciencia es ésta:guardar los mandamientos, confiar enDios nuestro Padre Celestial, servirlocon mansedumbre y amor cristiano,ejercer la fe y la esperanza en elSalvador y nunca darnos por vencidos.Las lecciones que aprendamos de lapaciencia cultivarán nuestro carácter,elevarán nuestra vida y aumentaránnuestra dicha. Nos ayudarán a ser po-seedores dignos del sacerdocio y dis-cípulos fieles de nuestro MaestroJesucristo.

Mi ruego es que la paciencia sea unrasgo distintivo de los que poseemosel sacerdocio del Dios Todopoderoso;

que con valentía confiemos en las pro-mesas del Señor y en Su tiempo; queactuemos hacia los demás con la pa-ciencia y la compasión que buscamospara nosotros mismos, y que continue-mos con paciencia hasta perfeccionar-nos (véase D. y C. 67:13). En el sagradonombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Jonah Lehrer, “Don’t; The Secret of

Self-Control”, New Yorker, 18 de mayo de2009, págs. 26–27.

2. Doctrina y Convenios 121:41; véanse también los versículos 39–45.

3. Mateo 18:26.4. Doctrina y Convenios 121:25. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Brigham Young (1997), pág. 81.6. Doctrina y Convenios 98:12.7. Véase Gálatas 5:22, 23.8. Mosíah 3:19.9. 1 Nefi 2:10.

10. Apocalipsis 14:12.11. Véase Lucas 21:19.12. Véase Lucas 21:19, nota b al pie de página.13. Doctrina y Convenios 67:13.14. Véase Salmo 40:1–3.

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Por el presidente Henry B. EyringPrimer Consejero de la Primera Presidencia

asegurarse de que tendría éxito en suservicio en el sacerdocio.

En su diligencia reconocí el modelodel nuevo librito Mi Deber a Dios: sa-ber qué espera el Señor de ustedes, di-señar un plan para lograrlo, poner elplan en práctica con diligencia y luegocompartir con los demás cómo su experiencia los cambió y bendijo aotras personas.

El diácono creó ese diagrama con elfin de asegurarse de que podría haceraquello para lo cual el Señor lo habíallamado. Al inicio de su servicio en elsacerdocio, el Señor le estaba enseñan-do a regocijarse continuamente en “ha-cer todo lo que Dios requiere de él”2.

La otra experiencia que me llevó ahablarles de la diligencia esta nochefue el haber observado a un hombreque estaba cerca del final de su servi-cio en el sacerdocio, en esta vida. Élhabía sido obispo dos veces. Su pri-mer llamamiento de obispo había sidocuando era joven, años antes de queyo lo conociera. En aquel momento,ya era anciano y lo habían relevado delllamamiento de obispo por segundavez. Sus limitaciones físicas eran cadavez mayores, por lo cual cualquier ser-vicio del sacerdocio era muy difícil.

Sin embargo, él tenía un plan paraobrar con diligencia: cada domingoque podía llegar hasta la capilla, sesentaba cerca de la fila más cercana ala puerta por donde entraban la mayo-ría de las personas para la reunión sa-cramental. Llegaba temprano paraasegurarse de que hubiera un asiento

Hermanos, estoy agradecido porestar con ustedes esta noche yme siento humilde por lo que

sé de su servicio fiel en el sacerdocio.Esta noche les hablaré de la diligenciacuando estamos al servicio del Señor.Experiencias recientes me han llevadoa tomar esta decisión.

Una de ellas fue mi cuidadoso estudio del extraordinario librito nue-vo para el Sacerdocio Aarónico, sobreel cual habló el hermano David L.Beck. Lleva el título Cumplir Mi Debera Dios. Al leer y meditar acerca de loque se espera que los hombres jóve-nes hagan y lleguen a ser, me di cuenta de que describía lo que el pre-sidente Brigham Young prometió alposeedor del sacerdocio que sea dili-gente a lo largo de toda la vida: “El in-dividuo que posee el sacerdocio y seconserva fiel a su llamamiento, que seregocija de continuo en hacer todo loque Dios requiere de él y sigue cum-pliendo cada deber a través de su vida,obtendrá no sólo el privilegio de reci-bir sino también el conocimiento desaber cómo recibir las cosas de Dios,de tal manera que pueda entendersiempre la voluntad de Dios”1.

Tan sólo hace algunas semanas, vi a un nuevo diácono emprender elsendero de la diligencia. Su padre memostró un diagrama que su hijo habíacreado, donde aparecía cada fila de susalón sacramental, un número paracada diácono que sería asignado pararepartir la Santa Cena y la ruta que ten-drían que seguir en el salón sacramen-tal para repartirles la Santa Cena a losmiembros. El padre y yo sonreímos alpensar que un joven, sin que se le pidiera, había creado un plan para

Obrar con toda diligenciaDebemos aprender nuestro deber del Señor, y luego debemos obrar con toda diligencia y nunca ser perezosos ni holgazanes.

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libre. Cada persona que llegaba podíaver en sus ojos amor y sentimientos de bienvenida como los habían vistocuando se sentaba en el estrado comosu obispo. Su influencia nos animaba ynos elevaba porque teníamos algo deconocimiento acerca del precio quepagaba por servir. Su tarea como obis-po había concluido, pero su servicioen el sacerdocio no había terminado.

Ustedes han visto ejemplos así degrandes siervos en el sacerdocio. Estanoche intentaré contarles qué heaprendido de ellos. Todo comienzacuando aprenden al servicio de quiénse encuentran y con qué fin. Cuandoeso les llega al corazón, ya nada esigual.

Primero, hablaré directamente a los hombres jóvenes del SacerdocioAarónico. Ustedes llegarán a ser másdiligentes cuando sientan la magnitudde la confianza que Dios ha deposita-do en ustedes. En el librito Mi Deber a Dios, hay un mensaje de la PrimeraPresidencia para ustedes: “NuestroPadre Celestial tiene gran confianza en ti, cuenta contigo y tiene una im-portante misión para que cumplas; teayudará si acudes a Él en oración, es-cuchas los susurros del Espíritu, obe-deces los mandamientos y guardas losconvenios que has hecho”3.

Juan el Bautista regresó a la tierrapara restaurar el sacerdocio que uste-des, jóvenes, poseen. Él contaba conlas llaves del Sacerdocio Aarónico. Fuea Juan a quien Jesús acudió para serbautizado. Juan sabía quién lo habíallamado. Él le dijo al Señor: “Yo necesi-to ser bautizado por ti”4.

Juan sabía que el SacerdocioAarónico “tiene las llaves del ministe-rio de ángeles, y del evangelio de arre-pentimiento, y del bautismo porinmersión para la remisión de peca-dos” cuando el Señor lo mandó orde-nar a José Smith y a Oliver Cowdery el15 de mayo de 18295. Él sabía quién lohabía llamado y para qué glorioso pro-pósito había sido enviado.

El sacerdocio les permite repartirlos emblemas de la Santa Cena delSeñor a los miembros de Su Iglesiahoy en día. Ése es el mismo privilegioque el Salvador les concedió a Sus

Doce Apóstoles durante Su ministerioterrenal, y volvió a hacerlo al llamardoce discípulos después de Su resu-rrección para dirigir Su Iglesia.

El Señor mismo, como se describeen el Libro de Mormón, proveyó losemblemas de Su sacrificio infinito y losadministró a la gente. Piensen en Él yen cómo Él los honra cuando llevan acabo su servicio en el sacerdocio. Alrecordarlo, tendrán la determinaciónde efectuar ese servicio sagrado, de lamanera más similar posible y tan bieny fielmente como Él lo hizo6.

Esto podría llegar a ser un modeloen la vida de ustedes, el cual aumenta-rá su poder para ser diligentes en cadaservicio del sacerdocio para el cual elSeñor los esté preparando y al cual losllame. Esa determinación los ayudará aprepararse para recibir el Sacerdociode Melquisedec, que en la antigüedadse llamaba el “Santo Sacerdocio segúnel Orden del Hijo de Dios”7.

Ahora deseo hablarles a quieneshan sido llamados a prestar servicio en el Sacerdocio de Melquisedec y quetienen el honor de hacerlo. Al igualque el Sacerdocio Aarónico, elSacerdocio de Melquisedec implicamás que el encargo de hacer lo que elSeñor haría. Es una invitación a llegar a

ser como Él es. Su promesa es la si-guiente:

“Porque quienes son fieles hastaobtener estos dos sacerdocios de loscuales he hablado, y magnifican su lla-mamiento, son santificados por elEspíritu para la renovación de suscuerpos.

“Llegan a ser los hijos de Moisés yde Aarón, y la descendencia deAbraham, y la iglesia y reino, y los ele-gidos de Dios.

“Y también todos los que recibeneste sacerdocio, a mí me reciben, diceel Señor;

“porque el que recibe a mis siervos,me recibe a mí;

“y el que me recibe a mí, recibe ami Padre;

“y el que recibe a mi Padre, recibeel reino de mi Padre; por tanto, todolo que mi Padre tiene le será dado”8.

Hay un modelo por el cual todos losposeedores del sacerdocio llegan a sermerecedores de esa bendición gloriosa.La sección 107 de Doctrina y Convenioses uno de los pasajes de las Escriturasdonde el Señor nos da ese modelo:

“Por tanto, aprenda todo varón sudeber, así como a obrar con toda dili-gencia en el oficio al cual fuere nom-brado.

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“El que sea perezoso no será consi-derado digno de permanecer, y quienno aprenda su deber y no se presenteaprobado, no será considerado dignode permanecer. Así sea. Amén”9.

Debemos aprender nuestro deberdel Señor, y luego debemos obrar contoda diligencia y nunca ser perezososni holgazanes. El modelo es simple,pero no es fácil seguirlo. Nos distrae-mos con tanta facilidad. Estudiar lasnoticias del día puede parecer más in-teresante que el manual de clases delsacerdocio. Sentarse a descansar pue-de ser más atractivo que el fijar citaspara visitar a aquellas personas que ne-cesitan nuestro servicio del sacerdocio.

Cuando siento que me aparto demis deberes del sacerdocio por otrosintereses y cuando mi cuerpo suplicaun descanso, me digo a mí mismo es-tas palabras de ánimo: “Acuérdate deÉl”. El Señor es nuestro ejemplo per-fecto de diligencia en el servicio del sa-cerdocio. Él es nuestro capitán. Él nosllamó. Él va delante de nosotros. Élnos eligió para seguirlo y para que trai-gamos a otras personas con nosotros.

Esta noche Lo recuerdo y mi cora-zón se conmueve. Ésta es la noche del sábado que precede al domingo de Pascua de Resurrección, cuandoconmemoramos Su resurrección.

Recuerdo Su ejemplo durante los díasanteriores.

Por amor a Su padre y a nosotros, seofreció para sufrir más allá de la capaci-dad de un hombre mortal. Él nos dijoparte de lo que el sacrificio infinito re-quirió de Él. Recordarán las palabras:

“Porque he aquí, yo, Dios, he pade-cido estas cosas por todos, para queno padezcan, si se arrepienten;

“mas si no se arrepienten, tendránque padecer así como yo;

“padecimiento que hizo que yo,Dios, el mayor de todos, temblara acausa del dolor y sangrara por cadaporo y padeciera, tanto en el cuerpocomo en el espíritu, y deseara no tenerque beber la amarga copa y desmayar.

“Sin embargo, gloria sea al Padre,bebí, y acabé mis preparativos paracon los hijos de los hombres”10.

Desde la cruz en el Calvario, elSeñor anunció: “¡Consumado es!”11.Entonces Su Espíritu dejó Su cuerpo ySus restos mortales fueron deposita-dos con amor en una tumba. Él nosenseñó una gran lección con lo quehizo en tres días en el mundo de losespíritus, antes de Su resurrección, lo cual recuerdo cuando estoy tentadoa sentir que he terminado una tareadifícil en Su servicio y merezco un descanso.

El ejemplo del Salvador me infundevalor para continuar. Su obra en la vidaterrenal había terminado, pero Él en-tró en el mundo de los espíritus con ladeterminación de continuar Su glorio-sa obra de salvar almas: organizó laobra de los espíritus fieles para resca-tar a aquellos que aún podían llegar aser partícipes de la misericordia pormedio de Su sacrificio expiatorio.Recuerden las palabras de la sección138 de Doctrina y Convenios:

“Mas he aquí, organizó sus fuerzas ynombró mensajeros de entre los jus-tos, investidos con poder y autoridad,y los comisionó para que fueran y lle-varan la luz del evangelio a los que sehallaban en tinieblas, es decir, a todoslos espíritus de los hombres; y así sepredicó el evangelio a los muertos;

“y los mensajeros escogidos salie-ron a declarar el día aceptable delSeñor, y a proclamar la libertad a loscautivos que se hallaban encarcelados;sí, a todos los que estaban dispuestosa arrepentirse de sus pecados y a reci-bir el evangelio”12.

Cada vez que recordamos al Señor,se vuelve más fácil resistir la tentaciónde desear tomar un descanso de nues-tra labor en el sacerdocio. Hoy debe-mos de haberlo recordado, ya que noshallamos aquí para aprender cuáles

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son nuestros deberes, determinados ahacer lo que hemos hecho conveniode hacer con toda diligencia. Y graciasa Su ejemplo perseveraremos hasta elfin en las tareas que Él nos dé en estavida, y estaremos comprometidos ahacer la voluntad de Su Padre parasiempre, así como estuvo y está Él.

Ésta es la Iglesia del Señor. Él nosha llamado y ha confiado en nosotrosa pesar de las debilidades que sabíaque teníamos. Él conocía las pruebasque pasaríamos. Mediante el serviciofiel y por medio de Su expiación, llega-remos llegar a desear lo que Él desea yser lo que debemos ser para bendecira aquellos a quienes servimos por Él.Si le prestamos servicio durante eltiempo que sea necesario y lo hace-mos con diligencia, seremos cambia-dos. Podremos llegar a ser más comoÉl es.

He visto la evidencia de ese milagroen la vida de Sus siervos. La vi haceunas pocas semanas en la sala de estarde un fiel poseedor del sacerdocio.

Lo conocí como diácono, padre,obispo y miembro de una presidenciade estaca. Durante décadas he obser-vado su diligencia al servir a los hijosdel Señor por medio de su sacerdocio.

Su familia estaba reunida a su alre-dedor en la sala de estar de su casa. Élsonreía, vestido de camisa blanca, trajey corbata. Me sorprendió, ya que meencontraba allí porque me habían di-cho que estaba en medio de trata-mientos médicos dolorosos que aúnno le habían curado.

No obstante, me había recibidocomo debe de haber recibido a otrosmiles de visitantes durante el transcur-so de una vida de servicio en el sacer-docio: con una sonrisa. Yo había ido aayudarlo con las tribulaciones que pa-decía, pero, como muchas veces suce-de en el servicio del sacerdocio, yo fuiquien recibió la ayuda y aprendió.

Nos sentamos y conversamos grata-mente. Me contó que su padre habíacuidado de mi madre cuando ella esta-ba por morir. Yo no lo sabía. Entoncesme di cuenta de que, en su niñez, élhabía aprendido de su padre, un dili-gente poseedor del sacerdocio, cómodar socorro. El pensar en eso me hizo

estar agradecido por las ocasiones enque llevé a mis hijos conmigo, cuandoeran pequeños, a hacer visitas del sa-cerdocio para dar consuelo y bendecir.

Después de unos minutos, él mepreguntó en voz baja: “¿Sería apropia-do si le pidiera que me dé una bendi-ción?”. Su ex presidente de estaca, conquien había servido por años, ungió sucabeza con aceite consagrado por elpoder del Sacerdocio de Melquisedec.

Al sellar la bendición, el SantoEspíritu me hizo sentir parte, al menos,de lo que el Señor ya había hecho porese fiel poseedor del sacerdocio. Él es-taba limpio y sus pecados habían sidolavados. Su naturaleza había cambiadoy deseaba lo mismo que el Salvador.No temía a la muerte. El deseo de sucorazón era vivir para prestar servicio asu familia y a otros hijos del PadreCelestial que lo necesitaran.

Esa noche salí de allí agradecidopor haber sido testigo de la bondaddel Señor hacia Sus siervos que sonconstantemente diligentes en el sacer-docio. Él cambia el corazón de ellos afin de que deseen lo que Él desea y ac-túen como Él actuaría.

Termino ahora con este consejopara los siervos del Señor en el sacer-docio. Mediten profunda y diligente-mente en las Escrituras y en laspalabras de los profetas vivientes.Perseveren en la oración para que elSanto Espíritu les revele la naturalezade Dios el Padre y de Su Hijo Amado.Supliquen que el Espíritu les muestre

lo que el Señor quiere que hagan.Planeen hacerlo. Prométanle que obe-decerán. Obren con determinaciónhasta haber hecho lo que Él haya pedi-do. Y después oren para agradecerle laoportunidad de servir y para saber quépodrían hacer a continuación.

Testifico que nuestro Padre Celestialy Jesucristo viven. Ellos son seres resu-citados y glorificados que nos aman ynos cuidan. Las llaves del sacerdociofueron restauradas por mensajeros ce-lestiales al profeta José Smith, las cualeshan pasado en una línea ininterrumpi-da hasta el presidente Thomas S.Monson. Esas llaves las posee cada unode los apóstoles vivientes.

Les dejo mi bendición para quepuedan llegar a sentir por el Espíritu lamagnitud de la confianza y de las pro-mesas que han recibido como siervosordenados del sacerdocio en la Iglesiaverdadera del Señor. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 138.2. Ibídem.3. Cumplir Mi Deber a Dios: Para poseedores

del Sacerdocio Aarónico, librito, 2010, pág. 5.

4. Mateo 3:14.5. Véase Doctrina y Convenios 13.6. Véase 3 Nefi 20:3–9.7. Doctrina y Convenios 107:3; véase también

Alma 13:1–9.8. Doctrina y Convenios 84:33–38.9. Doctrina y Convenios 107:99–100.

10. Doctrina y Convenios 19:16–19.11. Juan 19:30.12. Doctrina y Convenios 138:30–31.

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Por el presidente Thomas S. Monson

a sus maestros y asesores de la Iglesiaque fueron dedicados y diligentes.Cuando tuvo la edad suficiente, fue lla-mado a servir en una misión, lo cualhizo de la manera más honorable.

Jóvenes, los exhorto a que se pre-paren para dar servicio como misione-ros. Hay muchos medios que losayudarán a aprender las lecciones queles serán de provecho, y que al mismotiempo los ayudarán a vivir la clase devida que tendrán que haber vividopara ser dignos. Uno de esos medioses el librito titulado Para la Fortalezade la Juventud, publicado bajo la di-rección de la Primera Presidencia y delQuórum de los Doce Apóstoles.Contiene normas extraídas de los es-critos y las enseñanzas de los líderesde la Iglesia y de las Escrituras, la ob-servancia de las cuales nos traerán acada uno las bendiciones de nuestroPadre Celestial y la guía de Su Hijo.Además, hay manuales de clase, cuida-dosamente preparados con oración yreflexión. Las familias efectúan nochesde hogar en las que se enseñan losprincipios del Evangelio. Casi todosustedes tienen la oportunidad de asis-tir a clases de seminario impartidaspor maestros dedicados que tienenmucho conocimiento para compartir.

Empiecen a prepararse para el ma-trimonio en el templo, así como parauna misión; una parte de esa prepara-ción es las salidas apropiadas en pare-ja. En las culturas en las que seaaceptable salir en pareja, no lo haganhasta que cumplan dieciséis años. Notodos los adolescentes tienen que salircon jóvenes del sexo opuesto ni deseanhacerlo… Cuando empiecen a salir,háganlo en grupo o con varias parejas.Asegúrense de que sus padres conoz-can a la persona con la que vayan a sa-lir y que se familiaricen con ella. Ypuesto que las salidas en pareja lespreparan para el matrimonio, “[salgan]únicamente con personas que tengannormas elevadas”2.

Asegúrense de ir a lugares dondehaya un buen ambiente, donde no seenfrentarán con la tentación.

Un padre sabio le dijo a su hijo: “Si alguna vez te encuentras en un lu-gar donde no debes estar, ¡sal de ahí!”.

Hermanos, es un panorama ins-pirador ver a los que se en-cuentran en el Centro de

Conferencias de Salt Lake City. Esasombroso darse cuenta de que en mi-les de capillas por todo el mundo,otros como ustedes, poseedores delsacerdocio de Dios, están recibiendoesta transmisión vía satélite. Las nacio-nalidades varían, y los idiomas son mu-chos, pero nos une un vínculo común.Se nos ha confiado portar el sacerdo-cio y actuar en el nombre de Dios.Somos los beneficiarios de una con-fianza sagrada y es mucho lo que se espera de nosotros.

Uno de mis recuerdos más vívidoses cuando asistí a la reunión del sacer-docio como diácono recién ordenado ycanté el primer himno “Venid, los quetenéis de Dios el sacerdocio”1. Esta tar-de hago eco del espíritu de ese himnoespecial y les digo: Venid, los que tenéisde Dios el sacerdocio; pensemos ennuestros llamamientos, reflexionemosen nuestras responsabilidades y siga-mos a Jesucristo, nuestro Señor.

Hace veinte años asistí a una reu-nión sacramental en la que los niñospresentaron el tema “Yo soy de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días”. Esos niños y niñas

demostraron que se estaban capaci-tando para servir al Señor y a los de-más. La música fue hermosa, losdiscursos se presentaron de maneraexcepcional y el espíritu fue enviadodel cielo. Uno de mis nietos, que enaquel entonces tenía once años, habíahablado de la Primera Visión al presen-tar su parte en el programa. Después,cuando se acercó a sus padres y abue-los, le dije: “Tommy, creo que estáscasi listo para ser misionero”.

Él respondió: “Todavía no; tengomucho que aprender”.

A lo largo de los años, Tommyaprendió, gracias a sus padres,

La preparación trae bendicionesPensemos en nuestros llamamientos, reflexionemos ennuestras responsabilidades y sigamos a Jesucristo.

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Es buen consejo para todos.Los siervos del Señor siempre nos

han aconsejado vestir de manera apro-piada para demostrar respeto pornuestro Padre Celestial y por nosotrosmismos. Su forma de vestir transmitemensajes a los demás y a menudo in-fluye en la forma de actuar de ustedesy de otras personas. Vistan de tal for-ma que exprese lo mejor de ustedes yde las personas que los rodean. Evitenlos estilos extremos en la ropa y la apa-riencia, incluso los tatuajes y las perfo-raciones en el cuerpo.

Todos necesitan buenos amigos. Elcírculo de amigos influirá grandemen-te en su modo de pensar y en su com-portamiento, al igual que el de ustedesinfluirá en los de ellos. Si compartenvalores comunes con sus amigos, pue-den fortalecerse y alentarse mutua-mente. Traten a todos con bondad ydignidad. Muchos se han convertido ala Iglesia a través de amigos con quie-nes han participado en actividades dela Iglesia.

El repetido adagio “La honradez esla mejor norma”3 sigue siendo verda-dero. Un joven Santo de los ÚltimosDías vive lo que enseña y lo que cree;es honrado con los demás, consigomismo y con Dios. Es honrado por há-bito y por costumbre. Si hay que to-mar una decisión difícil, nunca sepregunta: “¿Qué pensarán los demás?”,sino, “¿Qué pensaré de mí mismo?”.

A algunos les llegará la tentación defaltar a una norma personal de honra-dez. En una clase de derecho empre-sarial de la universidad a la que yoasistía, recuerdo a un compañero enparticular que nunca se preparabapara los análisis de clase. Yo pensaba:“¿Cómo va a pasar el examen final?”.

Descubrí la respuesta cuando llegóal salón el día del examen final, un díade invierno, calzando sólo un par desandalias. Me sorprendí y lo observémientras empezaba la clase. Siguiendolas instrucciones, habíamos colocadotodos nuestros libros en el piso. Él sequitó las sandalias y después, con de-dos que había adiestrado y preparadocon glicerina, diestramente volvió laspáginas de uno de los libros que habíapuesto en el piso, por lo que pudo ver

las respuestas del examen.Recibió una de las calificaciones

más altas en ese curso de derecho em-presarial, pero le llegó la hora de laverdad. Más tarde, mientras se prepa-raba para tomar el examen global, porprimera vez el decano de esa discipli-na particular dijo: “Este año me aparta-ré de lo acostumbrado y llevaré a cabouna prueba oral, en vez de escrita”. Anuestro amigo de los dedos diestrosde nada le sirvió su método en aquellaocasión y reprobó el examen.

Su forma de hablar y las palabrasque usen dicen mucho en cuanto a laimagen que ustedes eligen transmitir.Utilicen un lenguaje que aliente y edi-fique a las personas que los rodean. Ellenguaje profano, vulgar o soez, y loschistes inapropiados o indecentes son

ofensivos para el Señor. Nunca usenincorrectamente el nombre de Dios niel de Jesucristo. El Señor dijo: “No to-marás el nombre de Jehová tu Dios envano”4.

Nuestro Padre Celestial nos haaconsejado aspirar a todo lo “virtuoso,o bello, o de buena reputación, o dig-no de alabanza”5. Cualquier cosa quelean, escuchen o vean deja una impre-sión en ustedes.

La pornografía es especialmente pe-ligrosa y adictiva. La exploración de lapornografía por curiosidad puede con-vertirse en un hábito dominante quellevará al uso de material aún más obs-ceno y a la transgresión sexual. Evitenla pornografía a toda costa.

Que no les dé miedo salirse de uncine, apagar el televisor o cambiar la

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estación de radio si lo que se está presentando no concuerda con lasnormas del Padre Celestial. En una pa-labra, si no están seguros de que unapelícula, un libro o cualquier otra forma de diversión sea apropiada, no la vean, no lo lean ni participen en ella.

El apóstol Pablo declaró: “¿No sa-béis que sois templo de Dios, y que elEspíritu de Dios mora en vosotros?…el templo de Dios, el cual sois voso-tros, santo es”6. Hermanos, es nuestraresponsabilidad mantener nuestrostemplos limpios y puros.

Las drogas ilícitas, el uso indebidode las drogas lícitas, el alcohol, elcafé, el té y los productos de tabacodestruyen el bienestar físico, mental yespiritual. Cualquier forma de alcoholes perjudicial para su espíritu y sucuerpo. El tabaco los puede esclavi-zar, debilitar sus pulmones y acortar-les la vida.

La música los puede ayudar a acer-carse a su Padre Celestial; se puedeutilizar para educar, edificar, inspirar yunir. Sin embargo, la música, por sutempo, ritmo, intensidad y letra, pue-de entorpecer su sensibilidad espiri-tual. Ustedes simplemente no sepueden dar el lujo de llenar su mentede música indigna.

Debido a que la intimidad sexual estan sagrada, el Señor requiere el auto-dominio y la pureza antes del matri-monio, al igual que la plena fidelidaddespués del matrimonio. En el noviaz-go y las salidas en pareja, traten conrespeto a su pareja y exijan ese mismorespeto. La transgresión inevitable-mente va seguida de lágrimas.

El presidente David O. McKay, noveno Presidente de la Iglesia, acon-sejó: “Les imploro que tengan pensa-mientos puros”. Después declaró esta importante verdad: “Toda acciónva precedida de un pensamiento. Si

queremos controlar nuestras accio-nes, debemos controlar lo que pensa-mos”. Hermanos, llenen sus mentesde buenos pensamientos y sus accio-nes serán apropiadas. Ruego que cadauno de ustedes pueda hacer eco sin-cero de la frase de Tennyson, pronun-ciada por el caballero Galahad: “Tengola fuerza de diez porque mi corazónes puro”7.

Hace poco, el autor de un ensayosobre la sexualidad de los adolescen-tes resumió su investigación diciendoque la sociedad da a los jóvenes men-sajes confusos: la propaganda y losmedios de comunicación transmiten“mensajes sumamente fuertes de quela actividad sexual es aceptable y admi-sible”, persuasiones que a veces sofo-can las advertencias de los expertos ylas súplicas de los padres. El Señor de-rriba todos esos mensajes con palabrasclaras y precisas cuando nos declara:“Sed limpios”8.

Cuando sobrevenga la tentación,recuerden el sabio consejo del apóstolPablo, quien declaró: “No os ha sobre-venido ninguna tentación que no seahumana; pero fiel es Dios, que no osdejará ser tentados más de lo que po-dáis resistir, sino que dará tambiénjuntamente con la tentación la salida,para que podáis soportar”9.

Cuando se les confirmó miembrosde la Iglesia, recibieron el derecho a lacompañía del Espíritu Santo. Él lospuede ayudar a tomar decisiones co-rrectas. Cuando tengan pruebas o ten-taciones, no tienen por qué sentirsesolos. Recuerden que la oración es elpasaporte al poder espiritual.

Si alguno ha tropezado a lo largodel camino, hay una manera de vol-ver. El proceso se llama arrepenti-miento. Nuestro Salvador murió paraproporcionarnos a ustedes y a mí esebendito don. Aunque la senda es difí-cil, la promesa es verdadera: “…aun-que vuestros pecados sean como lagrana, como la nieve serán emblan-quecidos”10.

No arriesguen perder la vida eterna.Guarden los mandamientos de Dios.Si han pecado, cuanto más pronto em-piecen a tratar de volver, tanto máspronto encontrarán la dulce paz y el

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gozo que se reciben con el milagro delperdón. La felicidad se logra al vivircomo el Señor desea que vivamos y alservir a Dios y a los demás.

Muchas veces la fortaleza espiritualse logra por medio del servicio abne-gado. Hace años visité lo que en aquelentonces era la Misión California, don-de entrevisté a un joven misionero delestado de Georgia. Recuerdo que lepregunté: “¿Les escribe a sus padrestodas las semanas?”.

Contestó: “Sí, hermano Monson”.Entonces pregunté: “¿Le agrada re-

cibir cartas de su casa?”.No contestó. Después de un rato,

pregunté: “¿Cuándo fue la última vezque recibió una carta de casa?”.

Con voz trémula, respondió:“Nunca he recibido una carta de casa;papá sólo es diácono y mamá no esmiembro de la Iglesia. Me rogaron queno viniera; dijeron que si salía a unamisión, no me escribirían. ¿Qué debohacer, hermano Monson?”.

En silencio ofrecí una oración a miPadre Celestial: “¿Qué le digo a este jo-ven siervo Tuyo, que ha sacrificadotodo para servirte?”. La inspiración lle-gó; le dije: “Élder, escriba una carta asus padres todas las semanas de su mi-sión; cuénteles lo que está haciendo;dígales cuánto los quiere y después ex-préseles su testimonio”.

Él preguntó: “¿Entonces me escri-birán?”.

Le respondí: “Entonces le escribi-rán”.

Nos despedimos y seguí mi camino.Meses más tarde, me encontraba enuna conferencia de estaca en el sur deCalifornia cuando un joven misionerose me acercó y me dijo: “HermanoMonson, ¿se acuerda de mí? Soy el mi-sionero que no había recibido carta demi madre ni de mi padre durante losprimeros nueve meses de la misión.Usted me dijo: ‘Escriba una carta a suspadres todas las semanas, élder, y suspadres le escribirán’”. Entonces pre-guntó: “¿Recuerda esa promesa, élderMonson?”.

Sí recordaba, y le pregunté: “¿Ha tenido noticias de sus padres?”.

Metió la mano en el bolsillo y sacóun montón de cartas atadas con unagoma elástica; tomó la carta de arribadel montón y dijo: “¿Qué si me han escrito? Escuche esto de mi madre:‘Hijo, disfrutamos tanto de tus cartas.Estamos orgullosos de ti, nuestro mi-sionero. ¿Sabes una cosa? A tu papá loordenaron presbítero, y se está prepa-rando para bautizarme. Estoy recibien-do las lecciones de los misioneros, ydentro de un año queremos ir a Califor-nia cuando termines la misión porque,junto contigo, queremos ser una familia

eterna yendo al templo del Señor’”.Ese joven misionero preguntó: “Herma-no Monson, ¿contesta siempre nuestroPadre Celestial las oraciones y cumplelas promesas de los apóstoles?”.

Le contesté: “Cuando alguien tienela fe que usted ha demostrado, nues-tro Padre Celestial oye y contesta lasoraciones a Su propia manera”.

Unas manos limpias, un corazónpuro y una mente dispuesta habíanconmovido al cielo. Una bendición delos cielos había contestado la fervienteoración del humilde corazón de unmisionero.

Hermanos, ruego que vivamos detal modo que nosotros también poda-mos conmover al cielo y ser igualmen-te bendecidos, cada uno de nosotros,en el nombre del Dador de toda ben-dición, aun Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. “Venid, los que tenéis de Dios el sacerdo-

cio”, Himnos, núm. 206.2. Para la Fortaleza de la Juventud, librito,

2001, págs. 24, 25.3. Miguel de Cervantes, en John Bartlett,

comp., Familiar Quotations, 14a. edición,1968, pág. 197.

4. Éxodo 20:7.5. Artículos de Fe 1:13.6. 1 Corintios 3:16–17.7. Alfred Lord Tennyson, en Familiar

Quotations, pág. 647.8. Doctrina y Convenios 38:42.9. 1 Corintios 10:13.

10. Isaías 1:18.

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Por el presidente Dieter F. UchtdorfSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Al emular Su ejemplo perfecto,nuestras manos pueden ser Sus ma-nos; nuestros ojos, Sus ojos; y nuestrocorazón, Su corazón.

Nuestras manos pueden abrazarMe admira profundamente la forma

en que los miembros de la Iglesia seponen a disposición de los demás.Cuando nos enteramos de sus sacrifi-cios desinteresados y de su enormecompasión, nuestros corazones se lle-nan de gratitud y felicidad. Ustedesson una luz brillante para el mundo, yse les conoce por su bondad y compa-sión en todo el planeta.

Desafortunadamente, de vez encuando también nos enteramos demiembros que se desaniman y queposteriormente dejan de ir a las reu-niones de la Iglesia y de participar enellas porque no se sienten integrados.

Cuando yo era pequeño, despuésde la Segunda Guerra Mundial,Alemania estaba destruida y en ruinas.Había mucha gente hambrienta, enfer-ma y moribunda. Recuerdo bien losenvíos humanitarios de alimentos yropa que llegaron de la Iglesia en SaltLake City. Hasta el día de hoy, puedorecordar el olor de la ropa y aún pue-do probar la dulzura de los duraznosenlatados.

Algunos se unieron a la Iglesia porlos bienes que recibían en esa época.Algunos de los miembros menospre-ciaban a esos nuevos conversos; inclu-so les dieron un apodo ofensivo:Büchsen Mormonen, o “MormonesEnlatados”. Resentían a esos nuevosmiembros porque creían que una vezsatisfechas sus necesidades tempora-les, se apartarían.

Aunque algunos sí se fueron, mu-chos se quedaron: vinieron a la Iglesia,probaron la dulzura del Evangelio ysintieron el tierno abrazo de buenoshermanos y hermanas. Descubrieronun “hogar”. Y ahora, tres o cuatro ge-neraciones después, el origen de mu-chas familias en la Iglesia se remonta aesos conversos.

Espero que recibamos y amemos atodos los hijos de Dios, incluso a losque tal vez tengan otra apariencia oforma de vestir, de hablar y de hacer

Se cuenta que en el bombardeode una ciudad durante laSegunda Guerra Mundial una es-

tatua de Jesucristo resultó sumamentedañada. Cuando los habitantes halla-ron la estatua entre los escombros, selamentaron porque había sido un ama-do símbolo de su fe y de la presenciade Dios en su vida.

Los expertos lograron reparar lamayor parte de la estatua, pero las ma-nos estaban tan dañadas que no laspudieron restaurar. Algunos sugirieroncontratar a un escultor para que hicie-ra manos nuevas, pero otros queríandejarla así, como recordatorio perma-nente de la tragedia de la guerra. Al fi-nal, la estatua permaneció sin manos;sin embargo, la gente de la ciudadagregó en la base de la estatua deJesucristo una placa con estas pala-bras: “Ustedes son Mis manos”.

Nosotros somos las manos de CristoEsa historia encierra una profunda

lección. Cuando pienso en el Salvador,a menudo me lo imagino con las ma-nos extendidas para consolar, sanar,bendecir y amar. Él siempre hablabacon la gente, y no les hablaba mal.

Amaba a los humildes y a los mansos y anduvo entre ellos, ministrándoles yofreciendo esperanza y salvación.

Eso es lo que hizo durante Su vidamortal; es lo que estaría haciendo si vi-viera entre nosotros hoy; y es lo quedebemos estar haciendo como discí-pulos Suyos y miembros de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Esta hermosa mañana de Pascua de Resurrección, nuestros pensamien-tos y corazones se dirigen hacia Él, laEsperanza de Israel y la Luz del Mundo.

“Ustedes son Mis manos”Como discípulos de Jesucristo, nuestro Maestro, se nos llamaa apoyar y a sanar en vez de condenar.

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SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA | 4 de abril de 2010

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las cosas. No está bien hacer sentir alos demás como si fuesen deficientes;elevemos a los que nos rodean.Extendamos una mano de bienvenida.Depositemos sobre nuestros herma-nos y hermanas de la Iglesia una medi-da especial de humanidad, compasióny caridad para que los haga sentir que,después de tanto tiempo, por fin hanllegado a casa.

Cuando sintamos la tentación dejuzgar, pensemos en el Salvador, quien“ama al mundo, al grado de dar supropia vida para traer a todos los hom-bres a él…

“[Y] Él dice: Venid a mí, vosotros,todos los extremos de la tierra… [por-que] todo hombre tiene tanto privile-gio como cualquier otro, y nadie esexcluido”1.

Al leer las Escrituras, me parece quelos que reciben la más fuerte repri-menda del Salvador son con frecuen-cia los que se consideran a sí mismosen gran estima a causa de su riqueza,influencia o supuesta rectitud.

En una ocasión, el Salvador enseñóuna parábola de dos hombres que fue-ron al templo a orar. Uno de ellos, unrespetado fariseo, oró: “Dios, te doygracias porque no soy como los otroshombres: ladrones, injustos, adúlteros,ni aun como este publicano; ayunodos veces a la semana, doy diezmos detodo lo que gano”.

El otro, un odiado publicano, se de-tuvo a cierta distancia, “no quería niaun alzar los ojos al cielo, sino que segolpeaba el pecho, diciendo: Dios, tencompasión de mí, pecador”.

Y Jesús dijo: “Os digo que éste des-cendió a su casa justificado antes queel otro”2.

En verdad, “todos [hemos pecado]y [estamos] destituidos de la gloria deDios”3; todos necesitamos misericor-dia. En el día final, cuando se nos lla-me ante el tribunal de Dios, ¿noesperamos que se nos perdonen todasnuestras imperfecciones? ¿No añora-mos sentir el abrazo del Salvador?

Lo apropiado y lo correcto es quehagamos a los demás lo que tanto de-seamos para nosotros mismos.

No sugiero que aceptemos el peca-do ni que pasemos por alto el mal en

nuestra vida personal ni en el mundo;sin embargo, en nuestro afán, a vecesconfundimos el pecado con el peca-dor y condenamos con demasiada pri-sa y con muy poca compasión.Sabemos por las revelaciones moder-nas que “el valor de las almas es gran-de a la vista de Dios”4. No podemoscalcular el valor de otra alma así comono podemos medir la extensión deluniverso. Toda persona que conoce-mos es de suma importancia paranuestro Padre Celestial. Una vez que loentendamos, podemos comenzar acomprender cómo debemos tratar anuestros semejantes.

Una mujer que había pasado añosde pruebas y dolor dijo a través de laslágrimas: “He llegado a comprenderque soy como un viejo billete de 20dólares: arrugada, hecha trizas, sucia,maltratada y cicatrizada; pero sigosiendo un billete de 20 dólares. Tengovalor. Aunque parezca que no valgonada, y aunque me hayan golpeado ymaltratado, todavía tengo un valor ín-tegro de 20 dólares”.

Nuestras manos pueden consolarCon esto en mente, extendamos

nuestros corazones y nuestras manosen compasión hacia los demás, por-que todos andan por su propio sende-ro difícil. Como discípulos deJesucristo, nuestro Maestro, se nos lla-ma a apoyar y a sanar en vez de conde-nar. Se nos manda “llorar con los quelloran” y “consolar a los que necesitande consuelo”5.

Como cristianos, es indigno de no-sotros pensar que los que sufren semerecen su sufrimiento. El domingode Pascua de Resurrección es un buendía para recordar que nuestro Salvadorvoluntariamente tomó sobre Sí el do-lor, la enfermedad y el sufrimiento detodos, incluso los que parecemos me-recer nuestro sufrimiento6.

En el libro de Proverbios leemosque “en todo tiempo ama un amigo, yel hermano nace para el tiempo de an-gustia”7. Amemos en todo momento y,en especial, tendamos una mano anuestros hermanos y hermanas duran-te épocas de angustia.

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Nuestras manos pueden dar servicioUna antigua leyenda judía cuenta

de dos hermanos, Abram y Zimri,que tenían un campo que trabajabanjuntos. Acordaron dividir la labor y lacosecha en partes iguales. Una no-che, al terminar la cosecha, Zimri nopodía dormir porque no parecía jus-to que Abram, que tenía una esposa y siete hijos a quienes mantener, reci-biera sólo la mitad de la cosecha,mientras que él, que estaba solo, tuviera tanto.

Así que Zimri se vistió y calladamen-te se fue al campo, donde tomó unatercera parte de su cosecha y la colocóen la porción de su hermano. Despuésregresó a acostarse, satisfecho de quehabía hecho lo correcto.

Mientras tanto, Abram tampoco po-día dormir. Pensó en su pobre herma-no Zimri, que estaba muy solo y notenía hijos para ayudarle con su labor.No le parecía justo que Zimri, que

trabajaba tanto por sí mismo, recibierasólo la mitad de la cosecha. Eso segu-ramente no complacía a Dios. Así queAbram fue en silencio al campo, tomóuna tercera parte de su cosecha y lapuso en la porción de su amado hermano.

A la mañana siguiente, los herma-nos fueron al campo y se asombraronal ver que sus porciones todavía pare-cían ser del mismo tamaño. Esa nochelos dos salieron de sus casas para repe-tir lo que habían hecho la noche ante-rior, pero esta vez se descubrieron eluno al otro, y cuando eso sucedió, lloraron y se abrazaron. Ninguno pudo hablar, porque sus corazones rebosaban de amor y gratitud8.

Ése es el espíritu de la compasión:que amemos a los demás como a no-sotros mismos9, que procuremos sufelicidad y hagamos con ellos lo queesperaríamos que ellos hicieran connosotros10.

El verdadero amor requiere acciónEl verdadero amor requiere acción.

Podemos hablar del amor todo el día—escribir notas o poemas que lo pro-clamen, entonar canciones que lo ala-ben y predicar sermones que lopromuevan— pero hasta que no mani-festemos ese amor con hechos, nues-tras palabras no son más que “metalque resuena o címbalo que retiñe”11.

Cristo no sólo habló del amor, sinoque lo demostró cada día de Su vida.No se alejó de las multitudes, sino queal estar entre la gente Jesús sirvió a laspersonas individualmente. Rescató alperdido. No enseñó simplemente unalección acerca de dar servicio conamor para después delegar el trabajo a los demás. No sólo enseñó sino quetambién nos demostró cómo “[soco-rrer] a los débiles, [levantar] las manoscaídas y [fortalecer] las rodillas debili-tadas”12.

Cristo sabe cómo ministrar a los de-más con perfección. Cuando elSalvador extiende Sus manos, aquellosa los que toca son edificados y por ellollegan a ser personas más excelentes,más fuertes y mejores.

Si nosotros somos Sus manos, ¿nodebemos hacer lo mismo?

Nosotros podemos amar como Él amó

El Salvador reveló las perfectasprioridades para nuestra vida, nues-tros hogares, nuestros barrios, nues-tras comunidades y naciones cuandohabló del amor como el gran manda-miento del cual “dependen toda la leyy los profetas”13. Podemos pasar losdías obsesionándonos por los más ínfi-mos detalles de la vida y de la ley, ycon una larga lista de cosas por hacer;pero si desatendemos los grandesmandamientos, no hemos entendido ysomos nubes sin agua, las cuales sonllevadas de acá para allá por los vien-tos; árboles… sin fruto14.

Sin ese amor por Dios el Padre ypor nuestros semejantes, somos única-mente la forma de Su Iglesia, pero nola substancia. ¿De qué sirve nuestraenseñanza sin amor? ¿De qué sirve la obra misional, del templo o deBienestar sin amor?

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Miembros de la Iglesia sereúnen en todo el mundopara la ConferenciaGeneral Anual número180. Desde arriba, deizquierda a derecha, yterminando en el centro,aparecen Santos de losÚltimos Días de Navotas,Filipinas; Carcasona,Francia; Formosa,Argentina; São Paulo,Brasil; São Paulo, Brasil;Santiago, Chile; y Praga,República Checa.

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Por el élder Richard G. ScottDel Quórum de los Doce Apóstoles

El amor es lo que inspiró a nuestroPadre Celestial a crear nuestros espíri-tus; es lo que llevó a nuestro Salvadoral Jardín de Getsemaní para ser Élmismo el rescate por nuestros peca-dos. El amor es el gran motivo delplan de salvación; es la fuente de feli-cidad, la siempre renovadora prima-vera de la curación, la valiosa fuentede la esperanza.

Al extender nuestras manos y nues-tro corazón hacia los demás con amorcristiano, nos sucede algo maravilloso.Nuestro propio espíritu llega a ser sa-nado y se vuelve más refinado y fuerte.Somos más felices, más pacíficos y másreceptivos a los susurros del SantoEspíritu.

Con todo mi corazón y mi almaagradezco a nuestro Padre CelestialSu amor por nosotros, el don de Su Hijo, la vida y el ejemplo de Jesús el Cristo y Su sacrificio desinte-resado y sin pecado. Me regocijo enel hecho de que Cristo no está muer-to, ¡sino que se ha levantado del se-pulcro! Él vive y ha regresado a latierra para restaurar Su autoridad yEvangelio al hombre. Nos ha dado el ejemplo perfecto de la clase dehombres y mujeres que debemos ser.

En este domingo de Pascua deResurrección, y todos los días, al con-templar con reverencia y asombro laforma en que nuestro Salvador nosabraza, nos consuela y nos sana, com-prometámonos a ser Sus manos, paraque, por medio de nosotros, las de-más personas sientan Su amorosoabrazo. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■NOTAS

1. 2 Nefi 26:24, 25, 28; cursiva agregada.2. Véase Lucas 18:9–14.3. Romanos 3:23.4. Doctrina y Convenios 18:10.5. Véase Mosíah 18:9.6. Véase Alma 7:11–3; Doctrina y Convenios

19:16.7. Proverbios 17:17.8. Véase Clarence Cook, “Abram and Zimri”,

en Poems by Clarence Cook, 1902, págs.6–9.

9. Véase Mateo 22:39.10. Véase Mateo 7:12.11. 1 Corintios 13:1.12. Doctrina y Convenios 81:5.13. Mateo 22:40.14. Véase Judas 1:12.

Es la mañana de Pascua, ese díasanto designado en todo el cris-tianismo para conmemorar la vic-

toria de Jesucristo sobre la muerte. Suresurrección rompió lo que hasta esepunto habían sido las rígidas cadenasde la muerte. Él abrió el sendero pormedio del cual cada uno de los hijosdel Padre Celestial que nace en la tie-rra tuviera la oportunidad de levantar-se de la muerte y vivir otra vez.

Cuánto debe haberse regocijadonuestro Padre Celestial ese día sagra-do, cuando Su Hijo, totalmente obe-diente y completamente digno,destrozó las cadenas de la muerte.¿Qué propósito eterno habría tenidoel plan de felicidad de nuestro Padre sino hubiese cobrado vida mediante laExpiación eterna e infinita de Su obe-diente y glorioso Hijo? ¿Qué propósitoeterno hubiera tenido la Creación dela tierra, donde las inteligencias reves-tidas de espíritu recibirían un cuerpo,si la muerte fuese el fin de la existenciay nadie resucitara? Qué momento glo-rioso fue el de esa mañana para todoslos que entendieron su significado.

La Pascua es esa época sagrada enla que el corazón de cada cristiano

devoto se vuelve en humilde gratitudhacia nuestro amado Salvador. Es unaépoca que debería llevar paz y gozo atodos los que lo aman y lo demuestranal obedecer Sus mandamientos. LaPascua trae pensamientos de Jesús, deSu vida, de Su Expiación, de Su resu-rrección, de Su amor. Él se ha levanta-do de los muertos “con [sanidad] ensus alas” (Malaquías 4:2; 3 Nefi 25:2).Ah, cuánto necesitamos todos esa sa-nidad que el Redentor puede propor-cionar. El mío es un mensaje deesperanza basado en los principioscomprendidos en las enseñanzas delMaestro de maestros, Jesucristo.

Los miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías entienden más plenamente el alcance de la sanidad que proporcionaSu Expiación porque tenemos la ple-nitud de Su doctrina. Nos damoscuenta de que lo que Él ha hecho vo-luntariamente con sufrimiento y sacri-ficio inmensos nos afectará no sólo en esta vida, sino a lo largo de toda la eternidad.

En esta Pascua, cuando recuerdes la Resurrección y el precio que sepagó y la dádiva que se dio mediante

¡Él vive, y yo lo honraré!Nuestro entendimiento de la expiación de Jesucristo y nuestra fe en ella proporcionarán la fortaleza y lacapacidad necesarias para tener una vida de éxito.

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la Expiación, medita en lo que lasEscrituras enseñan sobre esos aconte-cimientos sagrados. Tu testimonio per-sonal de esa realidad se fortalecerá.Ésos deben ser más que principiosque memorices, deben entretejerse encada fibra de tu ser como un poderosobaluarte contra la creciente marea dela abominación que infecta nuestromundo.

El profeta Lehi declaró una profun-da verdad cuando dijo: “Por tanto, laredención viene en el Santo Mesías ypor medio de él, porque él es lleno degracia y de verdad. He aquí, él se ofre-ce a sí mismo en sacrificio por el peca-do, para satisfacer las demandas de laley, por todos los de corazón quebran-tado y de espíritu contrito; y por nadiemás se pueden satisfacer las demandasde la ley” (2 Nefi 2:6–7). Esa Escritura

indica que para los orgullosos y los al-taneros es como si nunca se hubieraefectuado una Expiación.

Jesucristo vive; Él es nuestroSalvador, nuestro Redentor. Él es unser glorioso, resucitado; tiene la capa-cidad de comunicar un amor que estan poderoso, tan conmovedor quesobrepasa la capacidad de la lenguahumana para expresarlo en forma ade-cuada. Él dio Su vida para romper lasligaduras de la muerte. Su Expiaciónhizo que se activara plenamente elplan de felicidad de Su Padre Celestial.

Jesús administra el balance que exis-te entre la justicia y la misericordia, loque está condicionado por nuestraobediencia a Su evangelio. Él es la luzpara toda la humanidad. Él es la fuentede toda verdad. Él cumple con todasSus promesas. Todos los que obedecen

Sus mandamientos obtendrán las ben-diciones más gloriosas que se puedaimaginar.

Sin la Expiación, el plan de felicidaddel Padre Celestial no podría habersellevado a efecto en su plenitud. LaExpiación da toda oportunidad de superar las consecuencias de errorescometidos en la vida. Cuando obede-cemos una ley, recibimos una bendi-ción. Cuando quebrantamos una ley,no hay nada que haya sobrado de laobediencia anterior que satisfaga lasdemandas de la justicia por dicha leyquebrantada. La expiación del Salvadornos permite arrepentirnos de cual-quier desobediencia y así evitar la penaque la justicia nos hubiera impuesto.

Mi reverencia y gratitud para con laExpiación del Santo de Israel, elPríncipe de Paz y nuestro Redentor,continúan expandiéndose a medidaque me esfuerzo por entender másacerca de la Expiación. Me doy cuentade que ninguna mente mortal puedeconcebir adecuadamente, ni puedelengua humana expresar con propie-dad, el significado total de todo lo queJesucristo ha hecho por los hijos denuestro Padre Celestial mediante SuExpiación. Aún así, es vital que cadauno de nosotros aprenda lo que pue-da acerca de ella. La Expiación es eseingrediente esencial del plan de felici-dad de nuestro Padre Celestial sin el cual ese plan no se podría haber activado. Tu entendimiento de laExpiación y la perspectiva que ésta teproporcione realzarán grandemente el uso productivo de todo el conoci-miento, la experiencia y las aptitudesque adquieras en tu vida mortal.

Pienso que sería instructivo tratarde imaginar lo que la Expiación requi-rió tanto del Padre como de Su obe-diente Hijo. Tres de los desafíos queafrontó el Salvador fueron:

Primero, un enorme sentido de res-ponsabilidad, puesto que Él compren-día que si ésta no se llevaba a caboperfectamente ninguno de los hijos deSu Padre Celestial podría regresar a Él.Serían desterrados para siempre de Supresencia dado que no habría formade arrepentirse de leyes quebrantadasy porque ninguna cosa impura puede

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existir en la presencia de Dios. El plande Su Padre habría fracasado y cadahijo espiritual habría estado bajo elcontrol y el tormento eternos deSatanás.

Segundo, en Su mente y corazónabsolutamente puros, Él tuvo que sen-tir personalmente las consecuenciasde todo lo que la humanidad afronta-ría, incluso los pecados más deprava-dos e infames.

Tercero, Él tenía que soportar losdespiadados ataques de las hordas deSatanás mientras se encontraba presio-nado al límite física y emocionalmente.Entonces, por razones que no conoce-mos plenamente, mientras se encon-traba en el extremo de Su capacidad,en el momento en que el Salvador másnecesitaba socorro, Su Padre permitióque Él cargara la onerosa responsabili-dad sólo con Su propia fortaleza y capacidad.

Trato de imaginar qué momento de intenso dolor debe haber sidopara nuestro Padre Celestial cuandoel Salvador clamó desde la cruz:“¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué mehas desamparado?” (Mateo 27:46;Marcos 15:34). Yo no creo que elPadre Celestial haya abandonado a SuHijo en la cruz. Sí creo que la exclama-ción surgió cuando el Hijo sintió que lefaltaba el apoyo sustentador que siem-pre había gozado de Su Padre. SuPadre sabía que el Salvador debía llevara cabo la Expiación total y completa-mente por Sí solo, sin apoyo externo.El Padre no abandonó a Su Hijo. Élhizo posible que Su Hijo perfecto ga-nara los frutos eternos de la Expiación.

Ninguno de nosotros podrá apre-ciar jamás adecuadamente en la vidamortal la plenitud de las consecuen-cias beneficiosas de la Expiación.

Existe la necesidad imperativa deque cada uno de nosotros fortalezcasu entendimiento sobre el significadode la expiación de Jesucristo para quellegue a ser un fundamento inque-brantable sobre el cual edificar nues-tras vidas. A medida que el mundollegue a ser más carente de normasfundamentales, y el honor, la virtud y la pureza se dejen cada vez más a un lado para ir en pos de apetitos,

nuestro entendimiento de la expia-ción de Jesucristo y nuestra fe en ellaproporcionarán la fortaleza y la capa-cidad necesarias para tener una vidade éxito. Ello también traerá confianzaen épocas de prueba y paz en mo-mentos de confusión.

Con gran energía, te animo a esta-blecer un plan de estudio personalpara entender y apreciar mejor las in-comparables, eternas e infinitas conse-cuencias del cumplimiento perfectodel llamamiento divinamente designa-do de Jesucristo como nuestroSalvador y Redentor. La meditaciónpersonal profunda de las Escrituras,acompañada de la oración inquisitiva ysincera, fortificará tu entendimiento ytu agradecimiento por Su Expiacióninvalorable. Otro medio poderosopara aprender de Jesucristo y Su

Expiación es mediante la asistenciaconstante al templo.

Que cada uno de nosotros renuevesu determinación de enseñar princi-pios verdaderos dentro de la santidadde nuestros hogares. Al hacer eso,proporcionaremos la oportunidad másgrande de felicidad a los espíritus quese hayan confiado a nuestro cuidado.Utilicen la Iglesia como una herra-mienta de rectitud para fortalecer elhogar, pero reconozcan que, como pa-dres, tenemos la responsabilidad y elprivilegio primordiales de ser guiadospor el Señor en la crianza de los hijosespirituales que Él nos ha confiado anuestro cuidado.

La importancia vital de enseñar laverdad en el hogar es fundamental. LaIglesia es importante, pero es en el ho-gar donde los padres proporcionan el

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Hace muchos años, fui testigo de una experiencia desgarrado-ra, la cual se convirtió en una

tragedia. La llegada del primer hijo de una joven pareja estaba cerca. Suvida estaba llena de expectativas y en-tusiasmo debido a esa extraordinariaexperiencia. Durante el parto, se pre-sentaron algunas complicaciones y elbebé falleció. La congoja se convirtióen un profundo dolor, el profundo do-lor en enojo, el enojo en recrimina-ción y la recriminación en venganzacontra el médico, a quien considera-ban totalmente responsable. Los pa-dres y otros familiares se involucraronmucho en el asunto y juntos procura-ron arruinarle la reputación y la carre-ra al médico. A medida que lassemanas y luego los meses de amargu-ra iban consumiendo a la familia, suamargura se extendió hasta el Señor.“¿Cómo es que Él permitió que ocu-rriera algo tan horrible?”. Rechazaronel reiterado empeño de los líderes ylos miembros de la Iglesia en consolar-los emocional y espiritualmente y, conel tiempo, se desvincularon de laIglesia. Ya van cuatro generaciones deesa familia que resultan afectadas.Donde una vez hubo fe y devoción ha-cia el Señor y Su Iglesia, no ha habidoactividad espiritual por parte de nin-gún integrante de la familia durantedécadas.

A menudo, en las circunstanciasmás difíciles de la vida, hay sólo unafuente de paz: el Príncipe de Paz,Jesucristo; Él extiende Su gracia con la invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).Además promete: “Mi paz os doy; yono os la doy como el mundo la da”(Juan 14:27).

Mis abuelos paternos tuvieron doshijos: un varón (mi padre) y una mu-jer. Después de prestar servicio en unamisión y en el servicio militar enHawai, mi padre volvió a las islas en1946 para establecerse profesional-mente y criar a su familia. Sus padresvivían en Salt Lake City, al igual que suhermana. Ella se casó en 1946 y cuatroaños más tarde estaba embarazada.Esto es algo muy especial para los pa-dres cuya hija (en este caso, su únicahija) está por dar a luz por primeravez. Nadie sabía que estaba esperandogemelos. Lamentablemente, ella y losgemelos fallecieron durante el parto.

Mis abuelos estaban devastados; sinembargo, su profundo dolor los volvióde inmediato hacia el Señor y SuExpiación. Sin pensar demasiado enpor qué había sucedido algo así ni enquién tenía la culpa, se concentraronen llevar una vida recta. Mis abuelosnunca tuvieron riquezas, nunca estu-vieron entre la élite social, nunca

Por el élder Donald L. HallstromDe la Presidencia de los Setenta

entendimiento y la dirección requeri-dos para los hijos. Se ha dicho contoda justicia que los llamamientos másimportantes por tiempo y eternidadson los de padre y madre. Con el tiem-po, se nos relevará de toda otra asigna-ción, pero nunca de la que tenemoscomo padre o madre.

Cuando medites, no sólo cuandoleas, sino cuando medites y reflexionesen los pasajes de las Escrituras, el po-der del Espíritu Santo destilará verda-des en tu mente y tu corazón como unfundamento seguro en estos tiemposde incertidumbre en los que vivimos.Como padre o madre, prepara a tus hi-jos para los desafíos que ellos encon-trarán. Enséñales la verdad, anímalos avivirla y ellos estarán bien, sin importarcuán fuerte sea sacudido el mundo.

En esta Pascua, toma la resoluciónde hacer que el Señor Jesucristo sea elcentro de tu hogar. Asegúrate de quecada decisión que tomes, ya sea de na-turaleza espiritual o física, sea guiadapor el pensamiento: “¿Qué desearía el Señor Jesucristo que yo hiciera?”.Cuando el Salvador es el centro de tu hogar, éste se llena de paz y sereni-dad; hay un espíritu de segura calmaque domina el hogar y la sienten tantolos niños como los adultos.

La mejor manera de realizar un cam-bio permanente para bien es hacer queJesucristo sea tu modelo y que Sus en-señanzas sean tu guía para la vida.

Si has sido desobediente a Susmandamientos y te sientes indigno, re-conoce que fue por eso que el SeñorJesucristo dio Su vida. Mediante Su ex-piación, Él ha abierto para siempre laoportunidad de vencer esos errores,de arrepentirnos de decisiones impro-pias y de conquistar los efectos negati-vos de una vida contraria a Susenseñanzas.

El Salvador nos ama a cada uno denosotros y hará posible que se satisfa-ga toda necesidad nuestra al hacernosmerecedores, mediante la obediencia,de todas las bendiciones que Él quiereque tengamos en esta tierra. Yo lo amoy lo adoro. Como Su siervo autoriza-do, testifico solemnemente con todaslas facultades de mi ser que Él vive, enel nombre de Jesucristo. Amén. ■

Volverse al SeñorNunca permitan que una circunstancia terrenal los incapacite espiritualmente.

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ocuparon posiciones elevadas en laIglesia; sencillamente eran Santos delos Últimos Días devotos.

En 1956, después de jubilarse pro-fesionalmente, se mudaron a Hawaipara estar junto a su única posteridad.Durante las décadas que siguieron,amaron a su familia, prestaron servicioen la Iglesia y, principalmente, disfruta-ron de estar juntos. No les gustaba se-pararse e incluso hablaban de quequien muriese primero debería buscarla manera de ayudar a que se reunie-ran pronto. Cuando estaban cerca decumplir noventa años, tras 65 años dematrimonio, fallecieron con pocas ho-ras de diferencia por causas naturales.Dado que era su obispo, yo dirigí el

funeral doble.La fidelidad del abuelo Art y la

abuela Lou, en especial al enfrentar di-ficultades, ha influido en las cuatro ge-neraciones que ya han pasado. Influyóde manera directa y profunda en suhijo (mi padre) y en mi madre cuandosu propia hija, la menor, falleció debi-do a complicaciones causadas al dar aluz. A los 34 años, falleció diez díasdespués del parto, y dejó cuatro hijos,que tenían entre diez días y ochoaños. Gracias al ejemplo que habíanvisto en la generación anterior, mis pa-dres —sin vacilar— se volvieron alSeñor en busca de consuelo.

En todo el mundo y entre losmiembros de la Iglesia, abundan el

gozo y el dolor. Ambos son parte delplan. Sin uno, no podemos conocer elotro. “...existen los hombres para quetengan gozo” (2 Nefi 2:25) y “porquees preciso que haya una oposición entodas las cosas” (2 Nefi 2:11) no sonconceptos contradictorios, sino que secomplementan. Alma, hijo, al describircómo se sintió cuando se volvió alSeñor, dijo: “...mi alma se llenó de ungozo tan profundo como lo había sidomi dolor” (Alma 36:20).

A algunas personas las vencen losproblemas graves; otras dejan que lascosas pequeñas se vuelvan grandes.Symonds Ryder, que era un lídercampbelita, se enteró de la existenciade la Iglesia y tuvo una reunión conJosé Smith. Conmovido por la expe-riencia, se unió a la Iglesia en junio de1831. Inmediatamente después, fueordenado élder y llamado a prestarservicio en una misión. Sin embargo,en su carta de llamamiento de laPrimera Presidencia, y en su comisiónoficial para predicar, escribieron malsu nombre: se equivocaron en una le-tra. Su apellido figuraba como R-i-d-e-r,y no R-y-d-e-r, que era lo correcto. Esolo llevó a cuestionar su llamamiento ya aquellos de quienes éste procedía.Decidió no ir a la misión y apostató, locual no demoró en conducirlo al odioy a una gran oposición contra José y laIglesia. En marzo de 1832, cuando, du-rante la noche, una enfurecida turbatomó por la fuerza a José Smith y aSidney Rigdon de la casa, y los untaroncon brea y los cubrieron con plumas,se escuchó una voz que gritaba:“Simonds, Simonds [sic.], ¿dónde estáel balde de brea?” (History of theChurch, Tomo I, págs. 262–263). Enmenos de diez meses, Symonds Ryderpasó de ser un converso entusiasta aser el líder de una turba; su deterioroespiritual comenzó cuando se sintióofendido porque se habían equivoca-do en una letra de su nombre. Sin importar cuál sea la dimensión delasunto, la forma en la que reacciona-mos ante él puede cambiar el curso de nuestra vida.

El profeta José Smith estableció un modelo para manejar las tragediaspersonales y la oposición. La siguiente

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guía divina se le reveló mientras se en-contraba en el entorno inhumano dela cárcel de Liberty (ésta, en parte, erauna descripción de la vida de Joséhasta ese momento y también una ad-vertencia): Si “los necios se burla[n]de ti… Si te es requerido pasar tribu-laciones;… si te acometen tus enemi-gos;… si eres echado en el foso o enmanos de homicidas;… y todos loselementos se combinan para obstruirla vía; y sobre todo, si las puertas mis-mas del infierno se abren de par enpar para tragarte, entiende, hijo mío,que todas estas cosas te servirán deexperiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:1, 5–7). Y luego la profun-da declaración: “El Hijo del Hombreha descendido debajo de todo ello.¿Eres tú mayor que él?” (versículo 8).A esto le siguen instrucciones claras ygrandes promesas. “Por tanto, perse-vera en tu camino,… no temas, pues,lo que pueda hacer el hombre, por-que Dios estará contigo para siemprejamás” (versículo 9).

Durante los años siguientes, JoséSmith continuó soportando una vidallena de adversidad. Él ofreció esta

perspectiva llena de fe: “En cuanto alos peligros por los que se me requie-re pasar, me parecen cosa pequeña…suelo nadar en aguas profundas… [Me glorío] en la tribulación, por-que… Dios… me ha librado de todoello, y de aquí en adelante me librará”(D. y C. 127:2). La confianza de Josépara vencer la constante oposición sebasaba en su capacidad para volverseal Señor constantemente.

Si sienten que alguien ha sido injus-to con ustedes —un familiar, un ami-go, otro miembro de la Iglesia, unlíder de la Iglesia, un compañero detrabajo— o que algo lo ha sido —el fa-llecimiento de un ser querido, proble-mas de salud, un revés económico, elabuso, las adicciones—, ocúpense delasunto directamente y con toda lafuerza que tengan. “Persever[en] en[su] camino” (D. y C. 122:9); el darsepor vencidos no es una opción. Y, sindemora, vuélvanse al Señor. Ejercitentoda la fe que tengan en Él. Permítanlecompartir su carga. Permitan que Sugracia aligere su carga. Se nos ha pro-metido que “[no padeceremos] nin-gún género de aflicciones que no

fuesen consumidas en el gozo deCristo” (Alma 31:38). Nunca permitanque una circunstancia terrenal los incapacite espiritualmente.

Su acto más ejemplar, la Expia-ción, requirió que Jesús descendiera“debajo de todo” (D. y C. 88:6) y su-friera “los dolores de todos los hom-bres” (2 Nefi 9:21). De este modo,comprendemos que la Expiación tie-ne un objetivo más amplio que elproporcionarnos un medio para ven-cer el pecado. Éste, el mayor de to-dos los logros, le da al Salvador elpoder para cumplir con esta prome-sa: “Mas si os tornáis al Señor con ín-tegro propósito de corazón, y ponéisvuestra confianza en él, y le servíscon toda la diligencia del alma, si ha-céis esto, él… os librará del cautive-rio” (Mosíah 7:33).

Al celebrar esta mañana de Pascuade Resurrección, volvámonos al Señor,nuestra “estrella resplandeciente de lamañana” (Apocalipsis 22:16). Testificoque Él siempre iluminará nuestro ca-mino, nuestra verdad y nuestra vida(véase Juan 14:6). En el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Por Cheryl C. LantRecientemente relevada como Presidenta General de la Primaria

una vida de esfuerzo. Por lo tanto,¿cómo lo buscamos a Él en esta vidapara que podamos ver Su rostro en lavenidera?

Tenemos el relato en Tercer Nefi so-bre un pueblo que en verdad vio la fazdel Salvador en esta vida. Y aunquenosotros no lleguemos a verlo ahora,tal vez podamos aprender de las expe-riencias de ellos. Después de la muer-te del Salvador, Él se apareció a estepueblo, les enseñó y les bendijo. Y lue-go: “…aconteció que mandó que traje-sen a sus niños pequeñitos” (3 Nefi17:11).

Es nuestra sagrada responsabilidad,como padres y líderes, traer a estanueva generación de niños al Salvadorpara que puedan ver Su rostro y tam-bién el de nuestro Padre que está enlos cielos. A medida que lo hagamos,también nosotros nos acercaremos aEllos.

Nuevamente formulo la pregunta:¿Cómo lo logramos, especialmentecuando estamos en un mundo llenode distracciones? En Tercer Nefi, lospadres amaban al Señor; eran creyen-tes; tenían fe en los milagros queCristo efectuaba. Amaban a sus niños,los reunieron para que escucharan laspalabras del Señor, y obedecieron elmandamiento que Él les dio de que letrajeran a los niños.

Una vez que los trajeron, Cristo pi-dió a los padres que se arrodillaran.Luego hizo por ellos lo que ha hechopor todos nosotros. Oró por ellos alPadre y, al hacerlo, se dice que Su ora-ción fue “tan grande y maravillosa”que no se podía describir con palabras(3 Nefi 17:16). Al venir al Salvador yaceptar Su expiación, esos padres sefortalecieron para hacer todo lo quefuera necesario para “traer” a sus ni-ños.

Una cosa más que Cristo les pidió aesos padres que hicieran se encuentraen 3 Nefi 22:13: “…todos tus hijos se-rán instruidos por el Señor; y grandeserá la paz de tus hijos”.

Así que, siguiendo las experienciasque ellos mismos habían tenido con elSalvador, esos padres nefitas enseña-ron a sus niños acerca de Él. Les ense-ñaron a amar al Señor; les enseñaron

Hace algunos años, enseñaba aun grupo de líderes de guarde-ría cómo impartir una lección

corta sobre el Evangelio a niños muypequeños. Una de las líderes tenía a suhijo pequeño en el regazo. Yo teníauna lámina del Salvador en la mano y,para demostrarles cómo hablarles a losniños pequeños, empecé a hablar acer-ca de Jesús. El pequeñito se bajó delregazo de su madre, caminó hacia mí,miró fijamente la lámina y tocó la caraen el retrato. En ese momento pregun-té: “¿Quién es Él?”. Con una sonrisa enlos labios, el niño respondió: “Jesús”.

El pequeño ni siquiera tenía la edadpara decir su propio nombre, pero re-conoció la imagen y sabía el nombredel Salvador. Al escuchar esa dulce res-puesta, pensé en las palabras delSalvador cuando dijo: “…buscad siem-pre la faz del Señor, para que con pa-ciencia retengáis vuestras almas, ytendréis vida eterna” (D. y C. 101:38).

¿Qué significa buscar la faz delSalvador? Ciertamente significa másque tan sólo reconocer una imagen de

Él. La invitación de Cristo de buscarloimplica saber quién es Él, lo que hahecho por nosotros y lo que nos hapedido que hagamos. Venir a Cristo, yfinalmente ver Su rostro, sólo se consi-gue al acercarnos a Él por medio de lafe y las acciones; es el resultado de

Que nuestros niños puedan ver la faz del SalvadorEs nuestra sagrada responsabilidad, como padres y líderes,traer a esta nueva generación de niños al Salvador paraque puedan ver Su rostro.

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Su evangelio; les enseñaron a vivirlo.Les enseñaron tan bien que hubo rec-titud y paz en la tierra durante dos-cientos años (véase 4 Nefi 1:1–22).

Ahora, les pido que miren a su alre-dedor a sus seres queridos. Lo más im-portante es nuestra familia. Estoysegura que más que nada ustedes de-sean que esa familia sea suya eterna-mente. El relato en Tercer Nefi nospuede ayudar a traer a nuestros hijos aÉl porque nos da un modelo a seguir.Primero, debemos amar al Señor contodo el corazón y amar a nuestros hi-jos. Segundo, debemos llegar a serejemplos dignos para ellos al buscarcontinuamente al Señor y al esforzar-nos por vivir el Evangelio. Tercero, de-bemos enseñar a nuestros hijos elEvangelio y cómo vivir las enseñanzasdel mismo.

El seguir ese modelo de llevar a nuestros hijos al Salvador es un

proceso. Examinémoslo nuevamente.Primero, debemos aprender a amar al Señor y a nuestra familia, lo cual re-quiere tiempo, experiencia, fe y servi-cio desinteresado. Y así, a medidaque nos llenemos del amor del Señor,podemos amar. Tal vez Él llore por loque hagamos, pero nos ama y siem-pre está allí para ayudarnos. Así escomo debemos aprender a amar anuestros hijos.

Segundo, debemos ser ejemplosdignos; esto también es un proceso. Sideseamos que nuestros hijos vengan aCristo para que puedan ver Su rostro,es importante que nosotros tambiénnos esforcemos por verlo. Tenemosque conocer el camino para podermostrárselo. Debemos poner nuestrapropia vida en orden para que los hi-jos vean nuestro ejemplo y lo sigan.Quizá nos preguntemos: “¿Qué venmis hijos cuando miran mi rostro?”.

“¿Ven la imagen del Salvador reflejadaen mi rostro gracias a la manera enque vivo?”.

Recuerden, ninguno de nosotrosserá un ejemplo perfecto para nues-tros hijos, pero todos podemos llegara ser padres y líderes dignos. Nuestralucha por ser dignos constituye unejemplo en sí. En ocasiones quizá sin-tamos que estamos fallando, pero po-demos seguir esforzándonos. Con elSeñor y por medio de Él, podemos serfortalecidos para ser quienes debemosser. Podremos hacer lo que tengamosque hacer.

Y tercero, tenemos el proceso detraer a nuestros hijos al Salvador al enseñarles las verdades del Evangelioen las Escrituras y las palabras de losprofetas, y al ayudarlos a sentir y a re-conocer el Espíritu. Aun los niños muypequeños pueden comprender y aceptar las cosas de naturaleza eterna.Aman las Escrituras y aman al profeta.De manera intuitiva desean ser bue-nos. Es nuestra responsabilidad ayu-darles a mantener abierta lacomunicación con el cielo. Tenemos laresponsabilidad de protegerlos de lasinfluencias que los separen delEspíritu. Podemos encontrar guía einspiración en las Escrituras y luegoenseñar a nuestros hijos a encontrarsus propias respuestas en ellas.Podemos enseñarles principios correc-tos y ayudarlos a aplicar esos princi-pios en su vida. Los podemos dirigirhacia el Espíritu para que ellos recibansu propio testimonio de las verdadesque están aprendiendo. Podemos ayudarlos a hallar el gozo de vivir elEvangelio, y así edificarán cimientosfirmes de fe y obediencia en sus vidasque los fortalecerán.

Ahora bien, esto no es algo fácil dehacer. El relato de los nefitas dice queesas familias tuvieron 200 años de paz,pero de seguro tuvieron que hacer ungran esfuerzo. Requiere mucho trabajoy paciencia y fe, pero no hay nada másimportante o gratificante. Y el Señornos ayudará, pues Él ama a estos niñosaún más que nosotros. Los ama y losbendecirá.

Se acordarán que Él bendijo a loshijos de los nefitas uno por uno y oró

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Por el élder Quentin L. CookDel Quórum de los Doce Apóstoles

por ellos (véase 3 Nefi 17:14–17, 21).Luego: “…habló a la multitud, y lesdijo: Mirad a vuestros pequeñitos.

“Y he aquí, al levantar la vista paraver, dirigieron la mirada al cielo, y vie-ron abrirse los cielos, y vieron ángelesque descendían del cielo cual si fueraen medio de fuego; y bajaron y cerca-ron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados de fuego; y los ángeles lesministraron” (3 Nefi 17:23–24).

¿Cómo pueden nuestros hijos reci-bir bendiciones como ésas en la actuali-dad? El élder M. Russell Ballard dijo: “Esevidente que a quienes se nos han con-fiado esos preciados hijos hemos reci-bido una sagrada y noble mayordomía,porque fue a nosotros a quienes Diosllamó para que rodeáramos a los niñosde esta época con amor y con la luz dela fe, como así también con el conoci-miento de saber quiénes son en reali-dad” (“Mirad a vuestros pequeñitos”,Liahona, octubre de 1994, pág. 40).

Hermanos y hermanas, nosotrossomos los ángeles que el PadreCelestial ha enviado en estos días parabendecir a los niños, y podemos ayu-darles para que un día vean el rostrodel Salvador si les enseñamos los prin-cipios del Evangelio y llenamos nues-tro hogar del gozo de vivirlos. Juntospodemos llegar a conocerle a Él.Podemos sentir Su amor y Sus bendi-ciones, y a través de Él podemos re-gresar a la presencia del Padre. Lologramos cuando estamos dispuestosa ser obedientes, fieles y diligentes alseguir Sus enseñanzas.

“De cierto, así dice el Señor:Acontecerá que toda alma que dese-che sus pecados y venga a mí, invoquemi nombre, obedezca mi voz y guardemis mandamientos, verá mi faz y sabráque yo soy” (D. y C. 93:1).

Hermanos y hermanas, yo sé queDios vive; Jesucristo es Su Hijo, nues-tro Salvador y Redentor. Nos ha invita-do a venir a Él y nos ha mandado traera nuestros hijos para que juntos logre-mos ver Su rostro y vivamos eterna-mente con Él y con nuestro PadreCelestial. Es mi oración que todos tra-bajemos para recibir esa gran bendi-ción, en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

Es una responsabilidad significati-va hablar en domingo de Pascuaa los Santos de los Últimos Días

por el mundo, quienes aman a nuestroSeñor y Salvador Jesucristo. Esta ma-ñana celebramos Su victoria sobre lamuerte. Atesoramos nuestro entendi-miento del sacrificio expiatorio que elSalvador realizó voluntariamente anuestro favor y sentimos un sinceroagradecimiento por ello. Su aquiescen-cia a la voluntad de Su Padre logró lavictoria divina sobre la muerte y es elacontecimiento más trascendente enla historia de la humanidad. Agradezcoesta oportunidad de hablar acerca deseguir al Salvador.

Los dos últimos días del ministeriomortal del Salvador antes de Su crucifi-xión son profundamente importantesy, en cierta forma, más allá de todacomprensión. Mucho de lo que esesencial para nuestro destino eternoocurrió el jueves y luego el viernes, díaen que Cristo fue crucificado. La Últi-ma Cena, la cena de la Pascua, el “insti-tuido memorial del rescate de Israel dela servidumbre” comenzó el jueves porla noche1. En la Última Cena se inicia-ron ordenanzas y doctrinas de gran im-portancia. Mencionaré sólo tres:Primero, el Salvador instaura la orde-nanza de la Santa Cena. Él tomó pan, lopartió, oró sobre él y lo repartió a Susdiscípulos diciendo: “Esto es mi cuer-po, que por vosotros es dado; hacedesto en memoria de mí”2. De esa ma-nera instituyó la Santa Cena. Segundo,Su hincapié dominante fue en las doc-trinas que enseñaban el amor como unprincipio preeminente. Él enseñó: “Enesto conocerán todos que sois mis dis-cípulos, si tenéis amor los unos por losotros”3. Tercero, mediante la interce-sión o dirección de Cristo, “se les pro-metió a los apóstoles el Espíritu Santo”como otro Consolador4.

Nosotros seguimos a JesucristoNos regocijamos por todo lo que el Salvador ha hecho pornosotros. Él ha hecho posible que cada uno de nosotrosobtenga la salvación y la exaltación.

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Subsecuentemente, el Salvadorefectuó la Expiación. Tomó sobre sí la“carga de los pecados de todo el géne-ro humano” y “… los horrores queSatanás… pudo infligirle”5. En ese proceso, soportó los fraudulentos tri-bunales que se habían tramado y losterribles y trágicos eventos que condu-jeron a Su crucifixión. Esto finalmenteculminó en la triunfante resurrecciónde Cristo el domingo de Pascua. Cristocumplió Su misión sagrada comoSalvador y Redentor. Nosotros resuci-taremos de la muerte y nuestro espíri-tu se reunirá con nuestro cuerpo. Enbase a nuestra dignidad personal po-dremos, mediante Su gracia, tener lagloriosa oportunidad de entrar nueva-mente en la presencia de Dios6.

El profeta José Smith, al hablar deestos acontecimientos de la Pascua,dijo: “Los principios fundamentales denuestra religión son el testimonio delos apóstoles y de los profetas concer-nientes a Jesucristo: que murió, fue se-pultado, se levantó al tercer día yascendió a los cielos, y todas las otrascosas que pertenecen a nuestra reli-gión son únicamente apéndices de eso”7.

Aun cuando nos regocijamos en elsignificado divino de Getsemaní y delCalvario, nuestro enfoque siempre hasido en el Señor resucitado. FredericFarrar, el teólogo y creyente inglés, tes-tificó que la primera generación de cre-yentes de la Iglesia Cristiana primitiva

celebraba al Salvador como “…elResucitado, el Eterno, el Cristo glorifi-cado”, y “lo contemplaron, no como siestuviera en la cruz, sino en un trono”8.

El presidente Gordon B. Hinckleyenseñó que nuestro mensaje al mun-do es que ¡Él vive! El símbolo de Cristopara los Santos de los Últimos Días seencontrará en la expresión significativade nuestra fe y en la forma en que vi-vamos Su evangelio9.

Al meditar sobre lo que significaser cristianos hoy en día, piensen qué requerirá de nosotros nuestrosendero como discípulos. Les sugieroque consideremos y emulemos, enforma apropiada, lo que hizo elSalvador en esos dos últimos días de su vida mortal.

Primero, consideren la instauraciónde la Santa Cena por el Salvador. ElSalvador sabía lo que iba a sucederle.Su misión sagrada y expiatoria, que co-menzó con la guerra en los cielos en lavida premortal, iba a desenvolverseesa noche y al día siguiente. Aún así,ante la inminencia de los tribunales deSus adversarios, no existe ni la másleve evidencia de que Él estaba prepa-rando una defensa contra las acusacio-nes falsas. En lugar de ello, el Salvadorinstauró la sagrada ordenanza de laSanta Cena entre Sus discípulos. Alcontemplar esa solemne ocasión, missentimientos están profundamenteconmovidos. La reunión sacramentales la reunión más sagrada y santa de

todas las reuniones de la Iglesia.Después de Su resurrección, elSalvador instituyó la Santa Cena entrelos nefitas10. Si vamos a ser Sus discí-pulos y miembros dedicados de SuIglesia, debemos recordar y reveren-ciar la Santa Cena; ella permite quecada uno de nosotros exprese con uncorazón quebrantado y un espíritucontrito nuestra disposición de seguiral Salvador, de arrepentirnos y llegar aser santos mediante la expiación deCristo11. La Santa Cena nos permitetestificar a Dios que recordaremos aSu Hijo y guardaremos Sus manda-mientos al renovar nuestro conveniobautismal12. Esto incrementa nuestroamor y aprecio tanto por el Padrecomo por el Hijo.

El Salvador también hizo hincapiéen el amor y la unidad, y declaró queseríamos reconocidos como Sus discí-pulos si nos amamos unos a otros.Ante esa Expiación de consecuenciaseternas que Él estaba por llevar a cabo,dicho mandamiento requiere nuestraobediencia. Manifestamos nuestroamor por Dios cuando guardamos Susmandamientos y prestamos servicio aSus hijos. No comprendemos plena-mente la Expiación, pero podemos de-dicar nuestra vida a tratar de ser másamorosos y bondadosos, sea cual seala adversidad que afrontemos.

El mandato del Señor a Sus discípu-los de amarse unos a otros, y el mododramático y poderoso en que enseñóeste principio en la Última Cena, esuno de los episodios más conmovedo-res y hermosos de los últimos días deSu vida mortal.

Él no estaba enseñando una clasesencilla de comportamiento ético.Éste era el Hijo de Dios suplicando aSus apóstoles y a todos los discípulosque vendrían después de ellos, que re-cordaran y siguieran la más fundamen-tal de Sus enseñanzas. La forma enque nos relacionamos con los demás ylos tratamos es una medida de nuestradisposición de seguir a Jesucristo.

Al escuchar los mensajes de estaconferencia se conmoverán nuestroscorazones y haremos resoluciones ycompromisos de ser mejores. Pero ellunes por la mañana regresaremos al

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trabajo, a la escuela, al vecindario y aun mundo que, en muchos casos, estáen confusión. Muchos en este mundose sienten atemorizados y enojadosunos con otros. Si bien comprende-mos esos sentimientos, debemos sercorteses en nuestro modo de hablar yrespetuosos al tratar con los demás;esto se aplica especialmente cuandono estamos de acuerdo. El Salvadornos enseñó que amáramos aun a nues-tros enemigos13. La gran mayoría denuestros miembros hace caso a esteconsejo; pero hay algunos que pien-san que expresar su enojo personal osus opiniones más recónditas es másimportante que comportarse como vi-vió y enseñó Jesucristo. Invito a cadauno de nosotros, en forma personal, areconocer que la forma en que discre-pamos es una verdadera medida dequiénes somos y de si verdaderamenteseguimos al Salvador. Es apropiado es-tar en desacuerdo, pero no es apropia-do ser desagradable. La violencia y elvandalismo no son la respuesta a losdesacuerdos. Si demostramos amor yrespecto, incluso en circunstancias

adversas, llegaremos a ser más comoCristo.

La promesa del Espíritu Santo que el Salvador hizo a los Doce es deimportancia suprema para reconocer lafunción preeminente del EspírituSanto, el tercer miembro de la Trinidad.El Espíritu Santo es un personaje deespíritu, el Consolador, que da testi-monio del Padre y del Hijo, revela laverdad de todas las cosas y santifica aquienes se hayan arrepentido y bauti-zado. A Él se lo llama el Santo Espíritude la Promesa y, como tal, confirma laaceptación de Dios de los hechos, or-denanzas y convenios justos de cadauno de nosotros14. Aquellos que sonsellados por el Santo Espíritu de laPromesa reciben todo lo que el Padretiene15.

Vivimos en un mundo ruidoso ycontencioso donde es posible ver u oírinformación, música e incluso purasinsensateces prácticamente a todahora del día. Si queremos tener la ins-piración del Espíritu Santo, debemosencontrar tiempo para aminorar lamarcha, meditar, orar y vivir de modo

que seamos dignos de recibir Sus susurros y actuar en base a ellos.Evitaremos cometer grandes errores sihacemos caso a Sus advertencias. Esnuestro privilegio como miembros elrecibir luz y conocimiento de Él hastael día perfecto16.

Las pruebas expiatorias que elSalvador afrontó en Getsemaní y en lacruz son un gran ejemplo para noso-tros. Él afrontó aflicciones mentales, fí-sicas y espirituales más allá de nuestracomprensión. En el Jardín, Él oró a SuPadre diciendo: “Padre mío, si es posi-ble, pase de mí esta copa; pero no seacomo yo quiero, sino como tú”17.Como Sus discípulos, habrá tiemposen que seremos probados y persegui-dos injustamente, se burlarán de noso-tros inmerecidamente y afrontaremostormentas temporales y espirituales detal magnitud que parecerán imposiblesde sobrellevar; experimentaremosamargas copas por las que oraremospara que pasen de nosotros. Nadie estáexento de las tormentas de la vida.

Nos estamos preparando para la se-gunda venida del Salvador. LasEscrituras son claras con respecto aque nadie sabe cuándo ocurrirá eso;pero las Escrituras nos dicen que enlos últimos días, entre las amargas co-pas que afrontaremos, habrá “…terre-motos en diferentes lugares”18 y “…lasolas del mar que se precipita[rán]allende sus límites”19.

Recientemente han ocurrido terre-motos y maremotos devastadores envarios lugares, entre ellos en Chile,Haití y las islas del Pacífico. Hace unassemanas, el obispo presidente H.David Burton, el élder Tad R. Callistery yo nos reunimos con los santos quehabían perdido a seres queridoscomo resultado del maremoto queasoló el lado este de Samoa el sep-tiembre pasado. La capilla estaba lle-na y fue una emotiva reunión; nos fueposible asegurar a esos miembros se-lectos que, debido a la expiación deJesucristo, ellos podrán reunirse nue-vamente con los seres queridos quehan perdido.

El presidente de estaca, SonnyPurcell, estaba conduciendo su auto-móvil cuando vio una enorme ola

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acercarse a lo lejos en el mar. Tocó elclaxon o bocina, detuvo a los niños enla calle que se dirigían a la escuela y lesadvirtió que corrieran hacia terrenosmás elevados y lugares seguros tan rá-pido como pudieran; los niños siguie-ron sus instrucciones. Manejó demanera desesperada, buscó a su hijade cuatro años, la puso en el auto yluego trató de llegar hasta su madre.Antes de alcanzar a su madre, la paredde agua levantó el auto y lo arrastrómás de 90 metros, depositándolo so-bre un árbol. Se apresuró a asegurar asu hija sobre el techo del auto y nadópara rescatar a su madre que se encon-traba tomada de la rama de otro árbolcerca de su casa. Con gran esfuerzonadó con ella hasta el automóvil, a unlugar seguro. Muchos no fueron tanafortunados. No tuvieron tiempo dellegar a terrenos más elevados, a un lu-gar seguro. Muchos perdieron la vida,en particular los jóvenes y ancianos.

Les dijimos a las familias samoanasque miembros de todo el mundo ha-bían expresado amor y preocupación,y habían orado por ellos y contribuidoa las ofrendas de ayuno y a la ayudahumanitaria, tanto para los miembroscomo para sus vecinos. Lo mismo ocu-rrió con los miembros y sus vecinos enChile y en Haití. Hacemos eso porqueseguimos a Jesucristo.

Al reunirnos con las familias enSamoa, el significado espiritual de su-bir a terrenos más elevados, de viviruna vida mejor y aferrarnos a las

ordenanzas salvadoras fue sumamenteclaro. El ejemplo y la vida del Salvadornos enseñan a evitar espiritualmentelos senderos bajos donde dominan lascosas de este mundo. Al estrechar lamano de los miembros después denuestra reunión, una hermana me dijoque su familia no había ido al templo y habían perdido a una hija. Con lágri-mas, me dijo que la meta de ellos ahora era prepararse para recibir lassagradas ordenanzas del templo, demodo que pudieran estar juntos eternamente.

Al meditar sobre lo que esa herma-na dijo y en las condiciones actualesdel mundo, he sentido la urgencia deaconsejar a cada uno de ustedes a quebusquen los terrenos más elevados, el refugio y la protección eterna deltemplo.

El domingo de Pascua del 3 de abrilde 1836, una semana después de ladedicación del Templo de Kirtland, losDoce oficiaron en el reparto de losemblemas de la Santa Cena del Señora los miembros. Después de la reu-nión, seguido de una solemne y silen-ciosa oración, el Salvador apareció enmajestuosidad al profeta José y aOliver Cowdery y, por medio deMoisés, Elías y Elías el profeta, se inicióla restauración de llaves adicionalesdel sacerdocio, entre ellas el sagradopoder de sellar que une a las familiaspor la eternidad20.

Hoy, en esta mañana de Pascua, nos regocijamos por todo lo que el

Salvador ha hecho por nosotros. Él hahecho posible que cada uno de noso-tros obtenga la salvación y la exalta-ción; pero nosotros, como los niñossamoanos, debemos correr lo más rá-pido posible al terreno elevado que Élnos ha proporcionado para nuestra se-guridad y paz.

Una de las maneras de hacerlo es aladherirnos a las enseñanzas de nues-tro profeta viviente, el presidenteThomas S. Monson. Él es un ejemploexcelente de alguien que sigue alSalvador.

En esta gloriosa mañana de Pascua,resuenan dentro de mí las atesoradaspalabras escritas por Eliza R. Snow, unafiel servidora de la Restauración:

¡Oh cuán glorioso y cabal,el plan de redención,merced, justicia y amoren celestial unión!21.

Doy mi testimonio apostólico deque Jesucristo vive y es el Salvador yRedentor del mundo. Él ha proporcio-nado la senda a la verdadera felicidad.De eso testifico, en el nombre deJesucristo. Amén. ■NOTAS

1. James E. Talmage, Jesús el Cristo, 1982, pág. 625.

2. Lucas 22:19.3. Véase Juan 13:34–35.4. James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 634;

véase también Juan 14:16–17.5. James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 644.6. Véase 2 Nefi 9:6–24.7. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, 2007, págs. 51–52; véa-se también Doctrina y Convenios 20:22–25.

8. Frederic W. Farrar, The Life of Lives—Further Studies in the Life of Christ, 1900,pág. 209.

9. Gordon B. Hinckley, “Esta resplandecientemañana de la Pascua de Resurrección”,Liahona, julio de 1996, pág. 70; “El símbo-lo de nuestra fe”, Liahona, abril de 2005,págs. 2–6.

10. Véase 3 Nefi 18:1–11.11. Véase Mosíah 3:19.12. Véase Mosíah 18:8–10; Doctrina y

Convenios 20:37, 77–79.13. Véase Mateo 5:44.14. Véase Doctrina y Convenios 132:7.15. Véase Romanos 8:16–17; Efesios 1:13–14;

Doctrina y Convenios 76:51–60.16. Véase Doctrina y Convenios 50:24.17. Mateo 26:39.18. Mateo 24:7; José Smith—Mateo 1:29.19. Doctrina y Convenios 88:90.20. Véase Doctrina y Convenios 110.21. “Jesús, en la corte celestial”, Himnos, Nº 116.

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Por el presidente Thomas S. Monson

De todos los hechos de la vida mor-tal, ninguno es tan cierto como su fin.La muerte nos llega a todos; es nuestra“herencia universal. Puede reclamar asu[s] víctima[s] en la infancia o en lajuventud; [puede visitarnos] en la florde la vida; o su cita puede diferirsehasta que las nieves de la edad se acu-mulen sobre la… cabeza; podría ocu-rrir como consecuencia de accidente oenfermedad,… o… por causas natura-les; pero llegar, ha de llegar”2. Ella ine-vitablemente representa la pérdidadolorosa de una relación y, en particu-lar con los pequeños, es un golpe apa-bullante de sueños truncados, deaspiraciones fallidas y de esperanzasdesvanecidas.

¿Qué ser mortal, enfrentado con lapérdida de un ser querido o, por cier-to, contemplando él mismo el umbraldel infinito, no ha meditado en lo queyace más allá del velo que separa lovisto de lo que no se ha visto?

Hace siglos Job —por tanto tiempobendecido con todo don material yahora afligido por todo lo que le pue-de suceder a un ser humano— senta-do con sus compañeros, pronunció laeterna y clásica pregunta: “Si el hom-bre muriere, ¿volverá a vivir?”3. Jobpreguntaba lo que todo hombre o mu-jer viviente se ha preguntado.

En esta gloriosa mañana de Pascua,me gustaría examinar la pregunta deJob: “Si el hombre muriere, ¿volverá avivir?”, y proporcionar la respuestaque viene no sólo de una reflexivaconsideración, sino también de la pa-labra revelada de Dios. Empiezo conlo esencial.

Ésta ha sido una sesión extraordi-naria. Por parte de todos los quehan participado hasta ahora con

palabras o música, en calidad dePresidente de la Iglesia, deseo sencilla-mente decirles en este momento unapalabra, la más importante de nuestroidioma. A la hermana Cheryl Lant y asus consejeras, al coro, los músicos,los discursantes, esa palabra es:“Gracias”.

Hace muchos años, mientras estabaen Londres, Inglaterra, visité la famosagalería de arte Tate. Las obras deGainsborough, Rembrandt, Constabley otros renombrados artistas se exhi-bían sala tras sala. Admiré su belleza y reconocí la destreza que se había re-querido para crear esas obras de arte.Sin embargo, colgado aparte, en untranquilo rincón del tercer piso, habíauna pintura que no sólo captó miatención, sino que capturó mi cora-zón. El artista, Frank Bramley, habíapintado una humilde casita frente aun mar azotado por el viento. Dosmujeres, la madre y la esposa de unpescador ausente, habían vigilado yesperado toda la noche el regreso deél. Ahora, la noche había pasado y sedaban cuenta de que él se había per-dido en el mar y no regresaría. Arrodi-llada al lado de su suegra, con

la cabeza sepultada en el regazo de laanciana mujer, la joven esposa llorabadesesperadamente. La vela derretidaen el marco de la ventana describía lainfructuosa vigilia.

Sentí el dolor de la joven mujer;percibí su pena. La inquietante y vívidainscripción que el artista le dio a suobra describía la trágica historia; decía:Amanecer sin esperanza.

Ah, cuánto anhelaba la joven mujerel consuelo, incluso la realidad, del“Réquiem” de Robert LouisStevenson:

El marinero ha regresado del mar;

y el cazador ha vuelto al hogar1.

¡Ha resucitado!La tumba vacía de esa primera mañana de Pascua era larespuesta a la pregunta de Job: “Si el hombre muriere,¿volverá a vivir?”.

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Si existe un diseño en este mundoen el que vivimos, tiene que haber unDiseñador. ¿Quién puede contemplarlas muchas maravillas del universo sincreer que haya un diseño para toda lahumanidad? ¿Quién puede dudar deque haya un Diseñador?

En el libro de Génesis aprendemosque el Gran Diseñador creó los cielosy la tierra. “Y la tierra estaba desorde-nada y vacía, y las tinieblas estaban so-bre la faz del abismo”.

“Haya luz”, dijo el Gran Diseñador,“y hubo luz”. Él creó el firmamento;separó la tierra de las aguas y dijo:“Produzca la tierra hierba verde… ár-bol que da fruto, cuya semilla está enél, según su especie”.

Dos lumbreras Él creó: el sol y laluna. Aparecieron las estrellas por Sudiseño. Mandó que hubiera criaturasvivientes en el agua y aves que vola-ran sobre la tierra. Y fue así. Hizo elganado, las bestias y los animales quese arrastran. El diseño estaba casicompleto.

Por último, creó al hombre a Supropia imagen, varón y hembra, condominio sobre todos los demás seresvivientes4.

Sólo el hombre recibió inteligencia,un cerebro, una mente y un alma. Sóloel hombre, con estos atributos, tenía lacapacidad de tener fe y esperanza, ins-piración y aspiraciones.

¿Quién podría alegar persuasiva-mente que el hombre, la obra más no-ble del Gran Diseñador, con dominiosobre todos los seres vivientes, con ce-rebro y voluntad, con mente y alma,con inteligencia y divinidad, llegaría asu fin cuando el espíritu abandonarasu templo terrenal?

Para entender el significado de lamuerte, debemos apreciar el propósi-to de la vida. La tenue luz de la creen-cia debe dar paso al brillante sol de larevelación, por la cual sabemos que vi-víamos antes de nacer en la vida mor-tal. En nuestro estado premortal, sinduda fuimos de los hijos y las hijas deDios que nos regocijamos por la opor-tunidad de venir a esta existencia mor-tal difícil pero necesaria5. Sabíamosque nuestro propósito era obtener uncuerpo físico, vencer las pruebas y

probar que guardaríamos los manda-mientos de Dios. Nuestro Padre sabíaque, debido a la naturaleza de la vidamortal, seríamos tentados, pecaríamosy no seríamos perfectos. Así que, paraque tuviéramos toda oportunidad deéxito, Él proporcionó a un Salvadorque sufriría y moriría por nosotros, yno sólo expiaría nuestros pecados,sino que, como parte de esa Expia-ción, también vencería la muerte físicaa la que estaríamos sujetos debido a la Caída de Adán.

Y así, hace más de dos mil años,Cristo, nuestro Salvador, nació en lavida mortal en un establo de Belén. ElMesías predicho por tanto tiempo ha-bía venido.

Se escribió muy poco en cuanto a la niñez de Jesús. Me encanta el pasajede Lucas: “Y Jesús crecía en sabiduría,y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”6. Y en el libro deHechos hay una breve frase concer-niente al Salvador que tiene un signifi-cado monumental: “…anduvohaciendo bienes”7.

Fue bautizado por Juan en el ríoJordán. Llamó a los Doce Apóstoles.Bendijo a los enfermos. Hizo que loscojos caminaran, que los ciegos vieran,que los sordos oyeran. Incluso levantóa los muertos a vida. Él enseñó, testifi-có y dio un ejemplo perfecto que de-bemos seguir.

Y entonces, la misión mortal delSalvador del mundo llegó a su fin. Unaúltima cena con los Apóstoles se llevóa cabo en el aposento alto. Por delanteyacían Getsemaní y la cruz delCalvario.

Ningún ser mortal puede concebirla trascendencia total de lo que Cristohizo por nosotros en Getsemaní. Élmismo describió más tarde la expe-riencia: “[El] padecimiento… hizo queyo, Dios, el mayor de todos, temblaraa causa del dolor y sangrara por cadaporo y padeciera, tanto en el cuerpocomo en el espíritu”8.

Después de la agonía deGetsemaní, agotado y sin fuerzas, fueapresado por manos ásperas y rudas, y se le llevó ante Anás, Caifás, Pilato yHerodes. Fue acusado y maldecido.Los despiadados golpes debilitaronaún más su dolorido cuerpo. La sangresurcó su rostro cuando se le puso for-zadamente en la cabeza una vil coronade espinas que desgarró Su frente. Yentonces, una vez más, fue llevadoante Pilato, quien cedió ante los gritosde la iracunda multitud: “¡Crucifícale,crucifícale!”9.

Se le fustigó con un azote de múlti-ples tiras de cuero en las que se entre-lazaban metales y huesos filosos. Allevantarse de la crueldad del azote,con pasos vacilantes llevó su propiacruz hasta que no pudo avanzar más yotra persona llevó la carga por Él.

Finalmente, en un cerro llamadoCalvario, mientras los seguidores lomiraban impotentes, Su cuerpo heridofue clavado en la cruz. Sin piedad, seburlaron de Él, lo maldijeron y lo es-carnecieron. Y aún así, él clamó:“Padre, perdónalos, porque no sabenlo que hacen”10.

Las agonizantes horas pasaronmientras Su vida se consumía; y de Sus labios resecos procedieron las

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palabras: “Padre, en tus manos enco-miendo mi espíritu. Y habiendo dichoesto, expiró”11.

Librándolo de los pesares de la vidamortal la serenidad y el solaz de unamuerte misericordiosa, Él regresó a lapresencia de Su Padre.

A último momento, el Maestro po-dría haberse vuelto atrás; pero no lohizo. Pasó por debajo de todas las co-sas, para que pudiera salvar todas lascosas. Después, Su cuerpo inerte fuepuesto rápida y cuidadosamente en unsepulcro prestado.

No hay palabras en la Cristiandadque signifiquen más para mí que laspronunciadas por el ángel a las acon-gojadas María Magdalena y la otraMaría cuando, el primer día de la se-mana, fueron a la tumba para atenderel cuerpo de Su Señor. Dijo el ángel:

“¿Por qué buscáis entre los muertosal que vive?

“No está aquí, sino que ha resuci-tado”12.

Nuestro Salvador volvió a la vida. El acontecimiento más glorioso, re-confortante y tranquilizador de la his-toria de la humanidad se había llevadoa cabo: la victoria sobre la muerte. Eldolor y la agonía de Getsemaní y delCalvario se habían borrado; la salva-ción de la humanidad se había asegu-rado; la Caída de Adán se habíaresuelto.

La tumba vacía de esa primera ma-ñana de Pascua era la respuesta a lapregunta de Job: “Si el hombre murie-re, ¿volverá a vivir?”. A todos los queestén al alcance de mi voz, declaro: siun hombre muriere, volverá a vivir. Losabemos, pues tenemos la luz de laverdad revelada.

“Porque por cuanto la muerte entrópor un hombre, también por un hom-bre la resurrección de los muertos.

“Porque así como en Adán todosmueren, así también en Cristo todosserán vivificados”13.

He leído y creo los testimonios deaquellos que experimentaron el dolorde la crucifixión de Cristo y el gozo deSu resurrección. He leído y creo lostestimonios de los que estaban en elNuevo Mundo, quienes fueron visita-dos por el mismo Señor resucitado.

Creo el testimonio de aquél que, enesta dispensación, habló con el Padrey el Hijo en la arboleda que ahora lla-mamos sagrada, y que dio su vida, se-llando ese testimonio con su sangre.Él declaró:

“Y ahora, después de los muchostestimonios que se han dado de él,éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él:¡Que vive!

“Porque lo vimos, sí, a la diestra deDios; y oímos la voz testificar que él esel Unigénito del Padre”14.

La obscuridad de la muerte siemprese puede disipar con la luz de la ver-dad revelada. “Yo soy la resurrección yla vida”, dijo el Maestro15. “La paz osdejo, mi paz os doy”16.

A lo largo de los años he oído y leí-do muchos testimonios, demasiadospara contar, que han compartido con-migo personas que testificaban de larealidad de la Resurrección, y que hanrecibido, en los momentos de mayornecesidad, la paz y el consuelo prome-tidos por el Salvador.

Mencionaré sólo parte de uno deesos relatos. Hace dos semanas recibíuna carta conmovedora de un padrede siete hijos que escribió acerca de sufamilia y, en particular, acerca de suhijo Jason, quien había contraído unaenfermedad a los once años de edad.En los años siguientes, la enfermedadde Jason se hizo recurrente varias ve-ces. Este padre comentó la actitud po-sitiva de Jason y su temperamento

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alegre a pesar de los problemas de salud. Jason recibió el SacerdocioAarónico a los doce años y “siempremagnificó sus responsabilidades conbuena voluntad y de forma excelente,se sintiera bien o no”. A los catorceaños logró el rango de “Águila” en elEscultismo.

El verano pasado, poco después deque Jason cumpliera quince años, tu-vieron que volver a internarlo en elhospital. En una de sus visitas, el pa-dre encontró a Jason con los ojos ce-rrados. Sin saber si su hijo estabadormido o despierto, comenzó a ha-blarle en voz baja. “Jason”, le dijo, “séque has pasado por muchas dificulta-des en tu corta vida y que tu condiciónactual es difícil. Aunque tienes unagran batalla por delante, quiero quenunca pierdas tu fe en Jesucristo”. Elpadre dijo que se sobresaltó cuandoJason abrió los ojos de inmediato ydijo: “¡Nunca!” con voz clara y resuelta.Luego Jason cerró los ojos y no dijonada más.

Su padre escribió: “Con esa senci-lla declaración, Jason expresó uno delos testimonios de Jesucristo más po-derosos y puros que yo haya escu-chado… Cuando su afirmación‘¡Nunca!’ se grabó en mi alma esedía, mi corazón se llenó de gozo

porque mi Padre Celestial me habíabendecido con ser el padre de un jo-ven tan grandioso y noble… [Ésa]fue la última vez que lo oí declarar sutestimonio de Cristo”.

Aunque la familia esperaba que esafuese sólo otra hospitalización de ruti-na, Jason falleció en menos de dos se-manas. En ese momento, servíancomo misioneros un hermano y unahermana mayores de Jason. Otro her-mano, Kyle, acababa de recibir su lla-mamiento misional; de hecho, elllamamiento llegó antes de lo espera-do y el 5 de agosto, sólo una semanaantes de que Jason falleciera, la familiase reunió en el cuarto del hospitalpara abrir la carta del llamamiento mi-sional de Kyle y compartirlo con todala familia.

En la carta que me escribió este pa-dre, también envió una fotografía deJason en la cama del hospital con suhermano mayor Kyle a su lado con elllamamiento misional en la mano. Alpie de la fotografía habían escrito:“Llamados a servir sus misiones juntos,a ambos lados del velo”.

El hermano y la hermana de Jasonque servían en la misión enviaron acasa hermosas cartas de consuelo paraque se leyeran en el funeral. Su herma-na, que servía en la Misión Argentina

Buenos Aires Oeste, escribió en la car-ta: “Sé que Jesucristo vive, y porque Élvive, todos nosotros, incluso nuestroquerido Jason, también viviremos otravez… Podemos recibir consuelo por elconocimiento seguro que tenemos deque hemos sido sellados como familiaeterna… Si nos esforzamos al máximopara obedecer y ser mejores en estavida, lo veremos [otra vez]”. Continuó:“[Un] pasaje de las Escrituras quesiempre he amado ahora cobra nuevosignificado e importancia para mí…Apocalipsis, capítulo 21, versículo 4: ‘Yenjugará Dios toda lágrima de los ojosde ellos; y ya no habrá más muerte, nihabrá más llanto, ni clamor ni dolor,porque las primeras cosas han dejadode ser’”.

Mis queridos hermanos y hermanas,en el momento de nuestro más hondopesar, nos pueden brindar profundapaz las palabras del ángel en esa prime-ra mañana de Pascua de Resurrección:“No está aquí, sino que ha resucitado”17.

¡Cristo ha resucitado!Proclamad con voz triunfal.Se unió al tercer díacon Su cuerpo inmortal.Cristo libertad nos dio, y la muerte conquistó18.

En calidad de uno de Sus testigosespeciales en la tierra hoy, este glorio-so domingo de Pascua, declaro queesto es verdad, en Su sagrado nombre,sí, el nombre de Jesucristo, nuestroSalvador. Amén. ■NOTAS

1. Robert Louis Stevenson, “Réquiem,” en AnAnthology of Modern Verse, ed. A. Methuen,1921, pág. 208.

2. James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 20.3. Job 14:14.4. Véase Génesis 1:1–27.5. Véase Job 38:7.6. Lucas 2:52.7. Hechos 10:38.8. Doctrina y Convenios 19:18.9. Lucas 23:21.

10. Lucas 23:34.11. Lucas 23:46.12. Lucas 24:5–6.13. 1 Corintios 15:21–22.14. Doctrina y Convenios 76:22–23.15. Juan 11:25.16. Juan 14:27.17. Mateo 28:6.18. “Himno de la Pascua de Resurrección”,

Himnos, núm. 121.

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L a correspondencia que recibi-mos en Pascua o en Navidadproporciona recuerdos reconfor-

tantes de amigos y parientes queri-dos. Algunos de esos mensajes vanacompañados de preciadas fotogra-fías de familiares. Aquí hay una que,me llamó mucho la atención.

Ella es una de nuestras bisnietas. Lallamaré “Querida Ruby”. Esta fotogra-fía me recuerda a su madre cuandomás o menos tenía la misma edad. De mis archivos saqué esta foto deuna de nuestras nietas, la madre de“Querida Ruby”.

Le tomé esta foto a la madre de“Querida Ruby” hace unos 29 años.Sus ojos aún son azules.

Me vinieron a la mente caros re-cuerdos de hace medio siglo cuandola abuela de “Querida Ruby”, una denuestras hijas, era en ese entonces el miembro más nuevo de nuestra fa-milia. Ésta es una fotografía de ellacuando era bebé. Ahora, ella es unaabuela amorosa y yo soy el bisabuelode “Querida Ruby”. (No les mostrarémi fotografía de bebé; eso no

ayudará.) Estas fotografías sugieren elamor que entrelaza a nuestras cuatrogeneraciones.

Cuando pienso en el amor quesiento por cada miembro de nuestrafamilia, percibo, en cierto grado, elamor que nuestro Padre Celestial tienepor Sus hijos. Mientras que la familiaestá siendo atacada por el mundo, LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días proclama, fomenta yprotege la verdad de que la familia esfundamental en el plan del Creadorpara el destino eterno de Sus hijos. Lafamilia: Una proclamación para elmundo y nuestros amplios esfuerzosen historia familiar son sólo dos evi-dencias de cómo esta Iglesia brinda esperanza y ayuda a la sagrada institu-ción de la familia.

Enseñamos que el amor de Diospor Sus hijos es infinito. Sin importarla raza, la nacionalidad o el sexo, Él losama a todos1. Él lo ha hecho desde elprincipio y continuará haciéndolo. Élinvita a todos a obtener la exaltacióneterna para sus respectivas familias. Su obra y Su gloria es llevar a cabo la

Generacionesentrelazadas con amorNuestros anhelos innatos por tener conexiones familiares se hacen realidad cuando nos entrelazamos con nuestrosantepasados mediante las ordenanzas sagradas del templo.

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE | 4 de abril de 2010

Por el élder Russell M. NelsonDel Quórum de los Doce Apóstoles

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“Querida Ruby”, la bisnieta del élderNelson

La abuela de “Querida Ruby”, e hijadel élder Nelson

La madre de “Querida Ruby”, y nietadel élder Nelson

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inmortalidad y la vida eterna —la exal-tación— de Sus hijos2. “Porque de talmanera amó Dios al mundo que hadado a su Hijo Unigénito, para quetodo aquel que en él cree no se pier-da, mas tenga vida eterna”3.

La expiación de Su Hijo Amado hizoposible que ambos objetivos del Padrefueran cumplidos. Sin la Expiación, nohabría inmortalidad. Sin la Expiación,no habría regreso a la presencia delPadre y no habría continuación de lafamilia más allá de la tumba.

Debido a la Expiación, cada hijo deDios que obedezca Sus leyes eternaspuede lograr estas bendiciones supre-mas. A lo largo de las épocas, muchos

de Sus hijos han tenido acceso a esasbendiciones del Evangelio, pero mu-chos otros no lo han tenido. Antes de la fundación del mundo, nuestro PadreCelestial instituyó la ordenanza del bau-tismo para quienes hubieran muertosin el conocimiento del Evangelio4. Élama a esos hijos también.

Además, Él proporcionó una víapara que ellos fueran parte de una fa-milia eterna. Todo ser humano queviene a la tierra es el producto de ge-neraciones de padres. Tenemos un anhelo natural de conectarnos connuestros antepasados. Ese deseo moraen nuestros corazones, sin importar laedad.

Consideremos las conexiones espi-rituales que se establecen cuando unajoven ayuda a su abuela a ingresar in-formación de la familia en una compu-tadora o cuando un joven ve elnombre de su bisabuelo en un registrode censo. Cuando nuestro corazón sevuelve a nuestros antepasados, algocambia dentro de nosotros; nos senti-mos parte de algo más grande que no-sotros mismos. Nuestros anhelosinnatos por tener conexiones familia-res se hacen realidad cuando nos en-trelazamos con nuestros antepasadosmediante las ordenanzas sagradas deltemplo.

Debido a la importancia de estaobra, la Iglesia ha edificado templosmás cerca de la gente5, y la investiga-ción de historia familiar se ha facilitadocomo nunca se había hecho antes. Losmétodos para encontrar nombres yprepararlos para las ordenanzas deltemplo también están mejorando. Enla conferencia de octubre de 2005, elpresidente Gordon B. Hinckley anun-ció un emocionante paso hacia adelan-te en la obra de historia familiar y deltemplo. Él dijo: “Uno de los aspectosmás complicados de nuestra actividaden el templo es que, al tener cada vezmás templos… por la tierra, hay unaduplicación de trabajo en la obra vica-ria… Por ese motivo, desde hace untiempo, nos hemos embarcado en unatarea muy difícil… la solución consisteen recurrir a una tecnología computa-rizada compleja”6.

Desde entonces, no sólo la duplica-ción se ha reducido, sino que los pro-cedimientos se han simplificado, demanera que prácticamente todomiembro de la Iglesia puede participaren la obra del templo y de historia fa-miliar. Han quedado atrás los días enque esta obra sagrada se efectuabasólo por especialistas. Sin importar susituación, ustedes pueden hacer de lahistoria familiar una parte de su vidaahora mismo. Los niños de la Primariapueden dibujar un árbol genealógicofamiliar; los jóvenes pueden participaren bautismos vicarios; éstos tambiénpueden ayudar a la generación de personas mayores a trabajar con computadoras. Los padres pueden

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Tarjetas de ordenanzas del templo

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relatar historias de su vida a su posteri-dad. Los miembros adultos dignos pue-den tener una recomendación para eltemplo y efectuar las ordenanzas deltemplo a favor de sus propios familiares.

El profeta José Smith dijo: “La res-ponsabilidad mayor que Dios ha pues-to sobre nosotros en este mundo esocuparnos de nuestros muertos”7. Lanueva tecnología hace que sea más fá-cil que nunca cumplir con esa respon-sabilidad. La obra del templo y dehistoria familiar ahora se facilita me-diante un sistema conocido como el“nuevo FamilySearch”8. Este sistemade internet ayuda a los miembros a localizar a sus antepasados, a determi-nar qué obra de las ordenanzas se ne-cesita efectuar por ellos y a prepararlos nombres para el templo. Se puedeacceder a él desde el hogar, desde uncentro de historia familiar9 o desdecualquier sitio donde haya internet.Los pasos son fáciles de seguir10.

Primero deben localizar a las perso-nas por quienes desean efectuar laobra del templo.

Después, deben imprimir un formulario de Solicitud de ordenanzasfamiliares. Ese documento les propor-ciona la información que el templo vaa necesitar y elimina la necesidad dellevar discos de computadora con ustedes.

Con el formulario de Solicitud deordenanzas familiares se imprimen lastarjetas de las ordenanzas en el tem-plo. Después que se efectúe una orde-nanza, se registra y se ingresa en elnuevo FamilySearch ese mismo día.

Ahora bien, ¿qué sucede con laspersonas que no tengan acceso a unacomputadora o que prefieran no utili-zar esa tecnología? ¡No se preocupen!Den un paso a la vez; comiencen en elhogar. Empiecen con una caja de car-tón vacía, como lo sugirió el presiden-te Boyd K. Packer11. En la caja, pongandatos importantes acerca de ustedes yde su familia. Añadan datos recopila-dos por otros familiares. Entoncesconsigan la ayuda de un consultor dehistoria familiar de su barrio o rama. El nuevo FamilySearch permite alconsultor efectuar todas las funcionesde computadora en lugar de ustedes,

incluso preparar los nombres para eltemplo. Aproximadamente 60.000consultores prestan servicio por elmundo. Uno de ellos, de su barrio orama, puede ser de gran ayuda paraustedes.

El sistema nuevo FamilySearchcambia la dinámica de la obra de histo-ria familiar al facilitar la creación de uncuadro genealógico común. En el pa-sado, una persona trabajaba en formaseparada y guardaba sus propios regis-tros de familia. A menudo, uno trabaja-ba en ello sin saber qué estabanhaciendo otros miembros de la familia.Ahora, cada persona puede contribuirinformación mientras coordina con losdemás al elaborar su árbol genealógicofamiliar.

Aunque el nuevo FamilySearch esun paso gigantesco hacia adelante, essólo un paso. Hay mucho trabajo pordelante. Debido a que el sistema facili-ta acceso a la información que se en-vió a la Iglesia durante muchasdécadas, desde diferentes fuentes deinformación, el nuevo FamilySearchpuede exponer datos repetidos o erro-res que no se habían previamente reconocido. Esta función es especial-mente útil para quienes tengan ante-pasados pioneros. Las duplicaciones y

los errores se deben corregir, y no haynadie mejor para hacerlo que cadapersona por su propia familia.

Puede que sientan frustración al trabajar en medio de esos desafíos.Permítanme asegurarles de que sus inquietudes se entienden bien. LaIglesia, bajo el inspirado liderazgo del presidente Thomas S. Monson,está trabajando diligentemente paraayudarlos a resolver esos problemas.Juntos estamos esforzándonos para organizar el árbol genealógico familiarpara todos los hijos de Dios. Ésta esuna enorme empresa con enormes recompensas.

Ésta es una obra gozosa. Miren lafotografía de estos nuevos conversosrealizando la obra del templo por susfamiliares. Estos queridos santos sonde la Estaca Ilopango, San Salvador, ElSalvador, y están asistiendo al Templode la Ciudad de Guatemala por prime-ra vez. En sus manos tienen sus pro-pias tarjetas del templo, cada una conel nombre de un familiar fallecido porel cual han efectuado un bautismo vicario.

Para que los esfuerzos de historiafamiliar de la Iglesia tengan éxito, la di-rección y el liderazgo del sacerdocioson esenciales. Los líderes enseñan y

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Los santos de la Estaca Ilopango, San Salvador, El Salvador, asisten al Templo dela Ciudad de Guatemala, Guatemala.

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testifican acerca de la doctrina sobre lacual se basa esta sagrada obra12. Ellosextienden llamamientos y se asegurande que haya instrucción disponible13.Ven la actividad del templo y de histo-ria familiar como un medio de elevarel espíritu de su barrio, fortalecer lasraíces espirituales de los nuevos con-versos y bendecir la vida de todos losmiembros.

Aunque la obra del templo y de his-toria familiar tiene el poder para ben-decir a los que están más allá del velo,tiene el mismo poder para bendecir alas personas que están vivas. Tiene unainfluencia refinadora en aquellos queparticipan de ella. Éstos literalmenteestán ayudando a exaltar a su familia.

Somos exaltados cuando podemosmorar juntos con todos nuestros fami-liares en la presencia del DiosTodopoderoso. El profeta José Smithprevió nuestro deber: “…está a punto

de llegar el gran día del Señor”, dijo él.“Ofrezcamos, pues, como iglesia ycomo pueblo, y como Santos de losÚltimos Días, una ofrenda al Señor enrectitud; y presentemos en su santotemplo… un libro que contenga el re-gistro de nuestros muertos, el cual seadigno de toda aceptación”14.

La preparación de ese registro esnuestra responsabilidad individual ycolectiva. Al trabajar juntos, podemoshacerlo digno de toda aceptación delSeñor. Ese registro permite que seefectúen las ordenanzas y que seanaceptadas por nuestros antepasadosfallecidos, si ellos así lo deciden. Esasordenanzas pueden llevar la libertad alos cautivos que están del otro ladodel velo15.

Nuestros hijos, nietos, “QueridaRuby” y todos nuestros demás bisnie-tos están entrelazados con amor.También están entrelazados con amor

con sus antepasados. Esos eslabones,unidos mediante sagradas ordenanzas,conducen a nuestras familias a la exal-tación16. Que esa meta sagrada puedalograrse para cada uno de nosotros, es mi oración, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase 1 Corintios 12:13; Gálatas 3:28;

2 Nefi 26:33.2. Véase Moisés 1:39.3. Juan 3:16.4. Véase Doctrina y Convenios 124:33.5. El presidente Thomas S. Monson dijo re-

cientemente que el 83 por ciento de losmiembros de la Iglesia viven a unos 320 ki-lómetros de un templo (véase “Bienvenidosa la conferencia”, Liahona, noviembre de2009, pág. 4).

6. Gordon B. Hinckley, “Discurso de apertu-ra”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 6.

7. Enseñanzas de los Presidentes de laIglesia: José Smith, 2007, pág. 507.

8. En la actualidad está disponible en español,alemán, francés, inglés y portugués. Estarádisponible en chino, coreano y japonés másadelante este año.

9. Tenemos más de 4.000 centros de historiafamiliar en el mundo.

10. Si tienen acceso a una computadora, vayan anew.familysearch.org. Para inscribirse por pri-mera vez, se requerirá su número de cédulade miembro y la fecha de nacimiento. Esta in-formación se puede solicitar al secretario debarrio o rama. Una vez que hayan entrado enel sistema, pueden verificar que la informa-ción de sus antepasados se encuentre en elsistema y ver qué ordenanzas del templo senecesitan. Pueden encontrar antepasadosque no conozcan y agregarlos a su árbol ge-nealógico. Impriman un formulario Solicitudde ordenanzas familiares para llevar al tem-plo y así abrir el camino para que se efectúenlas ordenanzas necesarias.

11. Véase Boyd K. Packer, “Su historia familiar:Cómo empezar”, Liahona, agosto de 2003,págs. 12–17.

12. Bajo la dirección de la presidencia de esta-ca, se asigna a uno o más miembros delsumo consejo para supervisar la obra deltemplo y de historia familiar en la estaca. Anivel de barrio o rama, el líder del grupo desumos sacerdotes o el presidente del quó-rum de élderes guían el camino. Hay mu-chos recursos disponibles, impresos y enlínea, para ayudar a los consultores de his-toria familiar y a los líderes del sacerdocio acumplir con sus deberes.

13. Otros nuevos recursos útiles son la Guíapara los miembros sobre la obra del tem-plo y de historia familiar (artículo Nº36795 002), y Guía para el instructor sobrela obra del templo y de historia familiar(artículo Nº 35804 002) y el DVD de esecurso. Esas guías se pueden bajar de inter-net, verlas en línea en lds.org o pedirlaspor medio de los Servicios de Distribución.

14. Doctrina y Convenios 128:24.15. Véase Isaías 61:1; Lucas 4:18; Doctrina y

Convenios 138:18, 31, 42.16. Véase Doctrina y Convenios 128:18.

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Por el élder Robert D. HalesDel Quórum de los Doce Apóstoles

su corazón, debemos hacer muchomás que sólo estar en el mismo cuartoo asistir a las mismas actividades fami-liares y de la Iglesia. Debemos planifi-car y aprovechar momentos deenseñanza que generen un impactoprofundo y perdurable en su mente yen su corazón.

Por ejemplo, los líderes de la Iglesiaplanean con regularidad actividadesdel sacerdocio y también clases y cam-pamentos de escultismo, pero ¿se lo-gra siempre el objetivo másimportante de esas actividades? Heaprendido que lo que hace que unaactividad del sacerdocio o de escultis-mo sea más significativa para el muchacho no es sólo obtener una in-signia de mérito, sino tener la oportu-nidad de sentarse y hablar con un líderque se interese en él y en su vida.

De manera similar, madres y pa-dres, al llevar a sus hijos a la escuela oa sus diversas actividades, en el auto ocaminando, ¿aprovechan el tiempopara hablar con ellos de las esperan-zas, sueños, temores y dichas de ellos?¿Se toman el tiempo para hacerles quitarse los audífonos conectados atantos aparatos para que puedan escucharle a usted y sentir su amor?Cuanto más vivo, más reconozco quelos momentos de enseñanza de mi ju-ventud, especialmente los que tuvecon mis padres, han moldeado mi viday me han hecho quien soy.

Es imposible sobreestimar la influen-cia de los padres que comprenden elcorazón de sus hijos. Las investigacio-nes científicas demuestran que durantelas transiciones más importantes de lavida —incluso los períodos en que esmás probable que los jóvenes se alejende la Iglesia— la mayor influencia noproviene de una entrevista con el obis-po o con algún otro líder, sino de la in-teracción regular, cálida, amigable ycariñosa con los padres.

Considerando esto, cuando nossentamos a la mesa para cenar, ¿estápresente toda la familia? Recuerdo quecuando era joven pedí permiso parajugar béisbol a la hora de la cena.“Sólo pon mi comida en el horno”, le dije a mi mamá. Ella respondió:“Robert, realmente quiero que tomes

Esta tarde deseo alentar a los pa-dres y a todos los que han sidollamados a orientar y a servir a la

juventud de este mundo. El Señor re-veló a José Smith que tenemos “…unaobligación imperiosa… para con la generación que va creciendo” (D. y C. 123:11).

En el transcurso de mi vida comopadre y abuelo, he meditado en la pre-gunta: ¿Cuál es mi deber a Dios conrelación a los jóvenes? Quisiera com-partir con ustedes algo de lo que heaprendido por medio de la reflexión yel testimonio.

Para todos nosotros, el cumplirnuestro deber a Dios como padres y lí-deres empieza por guiar mediante elejemplo, o sea, vivir los principios delEvangelio con constancia y dedicaciónen casa, lo cual requiere determina-ción y diligencia diarias.

Para los jóvenes, no hay nada mejorque vernos vivir el Evangelio en la vida

diaria. Los jóvenes guerreros no tuvie-ron que preguntarse lo que sus padrescreían. Ellos dijeron: “No dudamosque nuestras madres lo sabían” (véaseAlma 56:47–48). ¿Están enteradosnuestros hijos de lo que nosotros sa-bemos?

Una vez uno de mis nietos me pidióque lo acompañara a ver una películapopular que no era apropiada. Le dijeque yo no tenía edad para verla.Quedó desconcertado hasta que suabuela le explicó que la clasificaciónde las películas según la edad de lapersona no se aplicaba al abuelo.Entonces él vino y me dijo: “Ya entien-do, abuelo. Nunca vas a tener la edadpara ver esa película, ¿verdad?”. ¡Y tenía razón!

Además de mostrar a los jóvenes lasenda por medio del ejemplo, los guia-mos al comprender su corazón y al ca-minar a su lado en el sendero delEvangelio. Para realmente comprender

Nuestro deber a Dios:La misión de padres y líderes para con lanueva generaciónEs nuestro deber imperioso ayudar a los jóvenes acomprender y creer el Evangelio de una formaprofundamente personal.

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un descanso, vengas a casa y cenescon la familia, y luego te puedes ir a ju-gar béisbol hasta que obscurezca”. Nosenseñó a todos que en las comidas fa-miliares lo más importante no son losalimentos, sino la interacción con la fa-milia, la cual nutre el alma. Mi madreenseñó que el amor más grande se dadentro del hogar.

Para que nuestras interacciones conlos jóvenes realmente tengan un efec-to en su corazón, tenemos que poner-les atención de la misma forma que loharíamos con un colega de confianza oun amigo íntimo. Lo más importantees hacerles preguntas, dejarles hablar,y después estar dispuestos a escuchar—sí, escuchar, y luego escuchar más—incluso ¡escuchar con oídos espiritua-les! Hace varios años estaba leyendo elperiódico cuando uno de mis nieteci-tos se acurrucó a mi lado. Mientras

leía, me dio gusto escuchar su dulcevoz charlar en el fondo. Imagínense misorpresa cuando, unos momentos des-pués, se puso entre el periódico y yo,me tomó de la cara y con la nariz pues-ta contra la mía me preguntó:“¡Abuelo! ¿Estás ahí?”.

Madres y padres, ¿están ahí?Abuelos y abuelas, ¿están ahí? Estar ahísignifica comprender el corazón de losjóvenes y conectarse con ellos. Y co-nectarse con ellos significa no sóloconversar con ellos, sino también ha-cer cosas juntos.

Hace poco escuché a una madrecontar cómo había ayudado a sus pri-meras tres hijas a cumplir los requisi-tos del Progreso Personal haciendo loque se esperaba de ella: mantenerseinformada y firmar cuando se comple-taran los proyectos. Luego tiernamen-te explicó, con lágrimas surcando su

mejilla: “Últimamente he trabajadocon mi cuarta hija haciendo los pro-yectos junto con ella. Esto ha tenidoun gran impacto en nuestra vida ynuestra relación; pero qué tristezasiento cuando me doy cuenta de loque me perdí por no haber hecho lomismo con mis otras tres hijas”. El di-cho más triste, hablado o escrito, es elque expresa: “¡Pudo haber sido!”1.

Los miembros adultos de la Iglesiadeben comprender que los requisitosdel Progreso Personal y de Mi Deber aDios no son sólo una larga lista de ta-reas a realizar y firmar, sino metas per-sonales que cada hombre y mujerjoven se fija para llegar a ser dignos derecibir las ordenanzas del templo, ser-vir en misiones, contraer matrimonioeterno y disfrutar de la exaltación.Pero que quede bien claro: ¡el que loshombres y las mujeres jóvenes tratende lograr esas metas solos sería unagran pérdida y tragedia!

Padres, madres y líderes de los jó-venes, les instamos a participar en elProgreso Personal y en Mi Deber aDios con sus hijos y con los jóvenes.No sólo progresarán ellos, sino uste-des también. Igualmente importantees que progresarán juntos en un lazode fe y amistad que les permitirá for-talecerse mutuamente y mantenerseen la senda del Evangelio para siem-pre, para ser en realidad una familiaeterna.

Una parte igualmente importantedel cumplimiento de nuestro debermaternal y paternal ante Dios es ense-ñar a nuestros hijos el Evangelio y pre-pararlos para participar plenamente enla Iglesia restaurada del Salvador.Recuerden la lección del pueblo delrey Benjamín. Como resultado de lasenseñanzas de él, muchos adultos tu-vieron un gran cambio en el corazón(véase Mosíah 5:2). Pero luego diceque “había muchos de los de la nuevageneración que no pudieron entenderlas palabras del rey Benjamín, pueseran niños pequeños en la ocasión enque él habló a su pueblo; y no creían…y se endurecieron sus corazones”(Mosíah 26:1, 3).

Es nuestro deber imperioso ayudar a los jóvenes a comprender y creer el

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Evangelio de una forma profundamen-te personal. Les podemos enseñar a an-dar en la luz, pero esa luz no puede serprestada; tienen que ganársela. Ellosdeben obtener su propia luz de testi-monio directamente de la fuente de luzespiritual, que es Dios mismo, a travésde la oración, el estudio y la reflexión.Deben comprender quiénes son y loque nuestro Padre Celestial desea quelleguen a ser. ¿Cómo los ayudamos?

Al tener una noche de hogar, unconsejo familiar o una conversaciónedificante del Evangelio con nuestroshijos, tenemos la oportunidad de ver-los a los ojos y decirles que los ama-mos y que nuestro Padre Celestial losama. En esos entornos sagrados, tam-bién podemos ayudarles a compren-der, en lo profundo del corazón,quiénes son y lo afortunados que sonde haber venido a esta tierra y a nues-tro hogar, y de participar en los conve-nios que hemos hecho en el templode ser una familia para siempre. En

toda interacción que compartamos,demostramos los principios y las ben-diciones del Evangelio.

En estos tiempos peligrosos, no essuficiente que nuestros jóvenes sólosepan; deben actuar. La participaciónentusiasta en ordenanzas, en quóru-mes y organizaciones auxiliares, enprogramas inspirados y actividadesque fortalecen, ayuda a los jóvenes aponerse toda la armadura de Dios.¿Les ayudaremos a ponerse esa arma-dura para que resistan los ardientesdardos del adversario? Para realmenteescoger el camino del Señor, ellos de-ben conocer ese camino. Y para querealmente conozcan Su camino, debe-mos enseñarles y guiarles a actuar, par-ticipar y hacer.

La obra misional más grande querealicemos será en nuestro propiohogar. Los hogares, los quórumes y lasclases forman parte del campo misio-nal. Los hijos y nietos son nuestros in-vestigadores más importantes.

La obra de historia familiar másgrande que realicemos será dentrode nuestro propio hogar. La prepara-ción espiritual de nuestros hijos queson de la nueva generación, mediantesu obediencia, será lo que garantizarála preservación y la perpetuidad eter-nas de nuestra familia para las genera-ciones venideras.

El rescate y la activación másgrandes se realizarán en nuestropropio hogar. Si alguien de su familiaanda por senderos extraños, ustedesson rescatadores que participan en elmayor esfuerzo de rescate que laIglesia haya conocido. Les testifico porexperiencia propia: El único fracaso esdarnos por vencidos. Nunca es dema-siado tarde ni demasiado tempranopara comenzar. No se preocupen porlo que haya ocurrido en el pasado.Hagan una llamada; escriban una nota;hagan una visita; invítenlos a regresara casa. No tengan miedo ni vergüenza.Su hijo es hijo de nuestro Padre

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El Señor ha dado a los padres laresponsabilidad primordial de lanutrición espiritual de sus hijos.

A veces esta responsabilidad recae so-bre uno de los padres. Mi propia ma-dre era relativamente joven cuando mipadre murió, dejándola sola con cua-tro hijos. Sin embargo, ella afrontó suadversidad con fe y valor, prometién-donos que si permanecíamos en lasenda de la verdad, el final sería mejorque el principio. Al igual que los hijosde madres valientes del Libro deMormón, “No dudábamos que nuestramadre lo sabía” (véase Alma 56:48).Hermanos y hermanas, comprendo demanera personal la gran influencia delas madres.

Mi buen amigo, Don Pearson, com-partió una experiencia que destaca esainfluencia. Una noche, su hijo de cua-tro años, le pidió que le leyera uncuento antes de dormirse. Eric habíaescogido su libro preferido en cuantoa las aventuras de la familia de unpuerquito que vivía en las islas del mary viajaban de isla a isla en un globo deaire caliente. Era un libro de ilustracio-nes sin texto, así que el hermanoPearson inventaba las palabras delcuento.

“El puerquito está en un globo deaire caliente; está a punto de aterrizar

en una isla; está dejando caer un cablepor el costado del globo”.

Eric lo interrumpió. “Papá, no es un cable”, le dijo, “es una cuerda”.

El hermano Pearson miró a Eric yluego otra vez al libro ilustrado y si-guió adelante: “El puerquito se está sa-liendo del globo y bajando del árbol.¡Ay, no! ¡Se le enganchó el abrigo enuna rama!”.

Nuevamente Eric lo detuvo. “Papá,no es un abrigo; es una chaqueta”.

A esta altura, el hermano Pearsonestaba algo perplejo, le dijo: “Eric, eneste libro no hay palabras, sólo dibu-jos. ¿Por qué insistes en que es unachaqueta?”

Eric respondió: “Porque mamá melo dijo”.

Su padre cerró el libro y dijo: “Eric,¿quién crees que tiene la última palabray la autoridad máxima en esta casa?”.

Esta vez Eric pensó con deteni-miento antes de contestar: “Tú, papá”.

El hermano Pearson le sonrió com-placido. ¡Qué respuesta excepcional!“¿Cómo lo supiste?”.

Eric respondió rápidamente:“Mamá me lo dijo”.

Como dijo el presidente James E.Faust: “No existe un bien mayor en latierra que el que proviene de la mater-nidad. La influencia de una madre en

Por el élder Bradley D. FosterDe los Setenta

Celestial. Ustedes están haciendo laobra de Dios. Él ha prometido juntar aSus hijos, y está con ustedes.

La mayor fe que tengamos serádentro del hogar al permanecer fuer-tes en las pruebas y tribulaciones deser padres. Hace poco el presidenteMonson le dijo a un pequeño grupode madres: “A veces juzgamos dema-siado pronto el efecto de nuestros éxi-tos y fracasos”. Y yo quisiera agregarque no consideremos eternas las prue-bas de hoy. Nuestro Padre Celestialhace Su obra a largo plazo. “[Hay] mu-cho en lo futuro”, dijo el profeta JoséSmith. “Por tanto… hagamos conbuen ánimo cuanta cosa esté a nuestroalcance; y entonces podremos perma-necer tranquilos, con la más completaseguridad, para ver la salvación deDios y que se revele su brazo” (D. y C.123:15, 17).

Este domingo de Pascua esperoque tengamos la oportunidad de dartestimonio de que sabemos que Diosvive y que Jesús es el Cristo. Esperoque demos nuestro testimonio paraque nuestros hijos sepan lo que es importante para nosotros y que losamamos. El amor más grande y lasenseñanzas más grandes deben existir en nuestro hogar.

Invoco las bendiciones del Señorpara los padres y las madres, y para losjóvenes que son criados en hogaresfieles, para que comprendan el gozode vivir en un hogar y con una familiadonde puedan ser amados, encamina-dos y guiados. Ruego que tengamosfamilias eternas y estemos juntos parasiempre en la presencia de Dios elPadre y de Su Hijo, Jesucristo.

Doy mi testimonio especial de queJesucristo vive. Él es el pastor de lasovejas perdidas, el rescatador del almadesamparada, el sanador del corazónherido, la esperanza de toda la huma-nidad. Que con Él como Maestro,cumplamos nuestro deber a Dios confe en Él y en Su eterno amor por cadauno de nosotros, lo suplico en el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

NOTA1. Véase “Maud Muller”, The Complete

Poetical Works of John Greenleaf Whittier,1876, pág. 206.

Mamá me lo dijoQuizás la razón por la que respondemos de un modo tanuniversal al amor de nuestra madre sea porque ésterepresenta el amor de nuestro Salvador.

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la vida de sus hijos es incalculable”(Liahona, julio de 1993, pág. 41).

Por designio divino, la crianza pare-ce ser parte del legado espiritual dadoa las mujeres. Lo he visto en mis hijas,y ahora lo veo en mis nietas; inclusoantes de que aprendieran a caminar,querían sostener a sus muñecas y cuidarlas.

En mi profesión de agricultor y ganadero, he observado de cerca elmodo en que el afecto natural de unamadre se manifiesta incluso en la natu-raleza. Cada primavera llevamos unamanada de vacas y sus nuevos bece-rros a lo largo de la ribera del ríoSnake de Idaho, donde pastan aproxi-madamente un mes; después de ro-dearlas, las llevamos por un caminoque conduce al corral, donde las car-gan en camiones que las llevan a laspasturas de verano en Montana.

Un día de primavera particularmen-te caluroso, yo estaba ayudando a ro-dear la manada y cabalgaba detrás deella conforme iba por el polvorientocamino hacia el corral. Mi tarea erareunir a los becerros que se hubierandesviado del camino. La marcha eralenta y me daba tiempo para pensar.

Debido a que hacía mucho calor,los becerritos constantemente corríanhacia los árboles en busca de sombra.Mis pensamientos se tornaron hacialos jóvenes de la Iglesia que a vecesse desvían del sendero estrecho y an-gosto. También pensé en los que handejado la Iglesia o quienes quizássientan que la Iglesia se ha alejado desu corazón, mientras estaban distraí-dos. Se me ocurrió que una distrac-ción no tiene que ser mala para sereficaz: a veces puede ser simplemen-te sombra.

Después de varias horas de reunirbecerros descarriados, y con la carallena de sudor, les grité a los becerroscon frustración: “¡Sigan a sus madres!¡Ellas saben a dónde van! ¡Ya han andado por este camino!” Sus madressabían que aunque por ahora el sende-ro estuviera caluroso y polvoriento, el final sería mejor que el principio.

Tan pronto como metimos la mana-da al corral, nos fijamos que tres de lasvacas caminaban nerviosamente en-frente del portón; no podían hallar asus becerros y parecían percibir que sehabían quedado en alguna parte delcamino. Uno de los vaqueros pregun-tó qué debíamos hacer, y le dije: “Creoque sé dónde están; a medio kilóme-tro de aquí hay una pequeña arboleda;estoy seguro de que los encontrare-mos allí”.

Y, como sospechaba, hallamos a losbecerros perdidos dormidos bajo lasombra. Nuestra llegada los sobresaltóy se resistieron a que los rodeáramos.¡Estaban atemorizados porque no éra-mos sus madres! Cuanto más nos es-forzábamos por dirigirlos hacia elcorral, más obstinados se ponían.Finalmente les dije a los vaqueros: “Losiento, muchachos; sé que hay unamanera mejor de hacerlo. Volvamos ydejemos que sus madres salgan del co-rral; las vacas vendrán y reunirán a susbecerros, y éstos las seguirán”. Estabaen lo correcto: las vacas supieron conexactitud a dónde ir para hallar a susbecerros, y los condujeron al corral,como yo lo esperaba.

Hermanos y hermanas, en un mun-do donde a todos se nos concede elalbedrío, algunos de nuestros seresqueridos podrán descarriarse por unatemporada. Pero no podemos darnosnunca por vencidos. Debemos regre-sar a buscarlos siempre; nunca debe-mos dejar de hacerlo. Nuestro profeta,el presidente Thomas S. Monson, nosha suplicado que rescatemos a nues-tros seres queridos que estén perdidos(véase, por ejemplo, “Permanece en el lugar que se te ha designado”,Liahona, mayo de 2003, págs. 54–57).Con la ayuda de los líderes del sacer-docio, los padres deben seguir regre-sando a buscar a sus seres perdidos,

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asegurándoles que siempre habrá un“hogar” en la familia y en la Iglesiaque espera su regreso. No sabemoscuándo podrá cambiar un corazón;no sabemos cuándo un alma podríaestar cansada y desgastada por elmundo. Cuando eso suceda, pareceque nuestros hijos casi siempre setornan primeramente a su madre,con emociones como las que se ex-presan en un poema de ElizabethAkers Allen:

Atrás, vuelve atrás, oh tiempo quevuelas,

Qué agobiada estoy de afanes ylágrimas…

Cansada de lo vano, lo vulgar y lo vil,

Madre, oh, madre, ¡mi corazón teanhela!…

Mi corazón, en los días pasados,Amor como el maternal jamás ha

abrazado;

Nadie cual madre desvaneceangustias

Del espíritu afligido y del mundohastiado.

La dulce calma del sueño mis ojosrendidos subyuga;

¡Arrúllame, oh, madre, mi sueñoacuna!

(Rock Me to Sleep, The FamilyLibrary of Poetry and Song, editadopor William Cullen Bryant, 1870,págs. 190–191; puntuaciónactualizada).

Quizás la razón por la que respon-demos de un modo tan universal alamor de nuestra madre sea porqueéste representa el amor de nuestroSalvador. Como el presidente JosephF. Smith dijo: “El amor de una buenamadre se aproxima más al amor deDios que cualquier otra clase de amor”(“The Love of Mother”, ImprovementEra, enero de 1910, pág. 278).

Como en todas las cosas, elSalvador dio el ejemplo perfecto me-diante el amor que mostró por Sumadre terrenal. Incluso en el mo-mento más crucial de Su vida mortal—tras la angustia del Getsemaní, delfalso juicio, de la corona de espinas yde la pesada cruz a la que se le clavóbrutalmente— Jesús miró hacia abajodesde la cruz y vio a Su madre, María,quien había venido a estar con suHijo. Su último acto de amor antesde morir fue asegurarse de que secuidara de Su madre, al decirle a Sudiscípulo: He ahí tu madre, y de allíen adelante el discípulo la recibió en su casa. Tal cual se dice en lasEscrituras, entonces Jesús supo que“ya todo se había consumado”, e in-clinó la cabeza y murió (véase Juan19:27–28, 30).

Hoy estoy ante ustedes para testifi-car que Jesucristo es el verdaderoSalvador y Redentor del mundo. Éstaes Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días.Nuestro Padre Celestial desea que to-dos Sus hijos regresen a Él. Sé estoinequívocamente debido al testimo-nio del Espíritu Santo a mi corazón.No siempre lo supe; cuando era másjoven debía confiar en el testimoniode mis padres. Mi madre me aseguróque si permanecía en la senda de laverdad, aun cuando pareciera caluro-sa y polvorienta, aun cuando hubieradistracciones, el fin sería mejor que elprincipio. Estaré eternamente agrade-cido porque mi madre me lo dijo. Enel nombre de Jesucristo. Amén. ■

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Por el élder James B. MartinoDe los Setenta

preciso que haya una oposición entodas las cosas”1. Cada uno de noso-tros afrontará momentos de dificul-tad, y lo importante no es cuándo los enfrentaremos, sino cómo lo haremos.

El apóstol Pablo enseñó una leccióninteresante sólo unos años antes deque los santos de Roma sufrieran unade las persecuciones más violentas detoda la era cristiana. Pablo les recordóa los santos que “para los que aman aDios, todas las cosas obrarán junta-mente para su bien”2. Nuestro PadreCelestial, quien nos ama de maneracompleta y perfecta, deja que tenga-mos experiencias que nos permitandesarrollar las características y los atri-butos que necesitamos para ser cadavez más parecidos a Cristo. Nuestraspruebas tienen muchas formas dife-rentes, pero cada una nos permitirállegar a ser cada vez más parecidos alSalvador en la medida en que aprenda-mos a reconocer las cosas buenas quesurgen de cada experiencia. Al com-prender esta doctrina, podemos ad-quirir mayor certeza del amor denuestro Padre. Quizá en esta vida nun-ca sepamos por qué tenemos que pa-sar por ciertas circunstancias, peropodemos estar seguros de que podre-mos crecer gracias a la experiencia.

Ahora bien, soy consciente de quees mucho más fácil mirar hacia atráscuando ya ha terminado la prueba yver qué hemos aprendido de nuestraexperiencia; pero el desafío es obte-ner una perspectiva eterna mientrasestamos en medio de las pruebas. Aalgunas personas les puede parecerque las pruebas por las que nosotrospasamos no son grandes, pero paracada uno de los que enfrentamos esas

Cuando era joven, todos losaños esperaba la llegada de laprimavera. Cuando se iba el

frío, ya estaba listo para jugar al béis-bol. Como la mayoría de los niños, hu-biera deseado convertirme en un granjugador de béisbol. Acude a mi memo-ria la historia de un niño con sueñosparecidos. Con el deseo de convertirseen la nueva estrella del béisbol, deci-dió salir a practicar. Tomó la pelotacon una mano, el bate con la otra ylanzó la pelota al aire. Con la intenciónde enviarla lo más lejos posible, la lan-zó muy fuerte, pero la pelota cayó alsuelo sin siquiera rozar la madera delbate. No conforme con el fracaso, vol-vió a intentarlo. Mientras se disponía alanzar la pelota al aire, su determina-ción aumentó al imaginarse un fuertí-simo golpe, pero, desafortunadamente,el resultado fue el mismo: la pelotacayó al suelo. No obstante, como todobuen jugador de béisbol sabe, se pue-den hacer tres intentos antes de per-der el turno. Se concentró aún más,tiró la pelota al aire y la lanzó de la

forma más potente que jamás había in-tentado. Cuando la pelota cayó al sue-lo una vez más, los ojos comenzaron allenársele de lágrimas. Entonces, derepente le surgió una gran sonrisa ydijo en voz alta: “¡Qué gran lanzador!”.

Cada uno de nosotros afrontarápruebas y retos y, como sucedió eneste sencillo ejemplo, lo que deter-minará nuestro éxito y nuestra felici-dad es la forma en que reaccionemosante dichas dificultades. Cada uno denosotros pasará adversidades, sin im-portar dónde nos encontremos. Enlas Escrituras se nos enseña que “es

Todas las cosasobrarán juntamentepara su bienQuizá en esta vida nunca sepamos por qué tenemos quepasar por ciertas circunstancias, pero podemos estarseguros de que podremos crecer gracias a la experiencia.

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pruebas, son reales y requieren quenos humillemos ante Dios y aprenda-mos de Él.

En este domingo de Pascua deResurrección, recordamos la vida denuestro Salvador. Es a Él a quien de-seamos emular en todos nuestros ac-tos. Permítanme mencionar cincocosas que podemos aprender de lasúltimas horas de la vida del Salvadoren la tierra, que pueden ayudarnos aafrontar nuestras propias pruebas.

Primero, Él no procuró hacer Supropia voluntad, sino únicamente lade Su Padre. Él se mantuvo fiel a Su sa-grada misión incluso durante la tribu-lación. Al caer de rodillas en el jardínde Getsemaní, suplicó: “Padre, si quie-res, aparta de mí esta copa; pero no sehaga mi voluntad, sino la tuya”3. A ve-ces pasamos por dolores y penas conel fin de crecer y estar preparados paraposibles pruebas del futuro. Les hagouna pregunta a las madres: “¿Serían ca-paces de hacer algo que produjera do-lor e hiciera llorar a sus hijos aunqueellos no hayan hecho nada malo?”.¡Por supuesto que sí! Cuando las ma-dres llevan a sus pequeños hijos al mé-dico para vacunarlos, casi todos losniños salen del consultorio llorando.¿Por qué hacen esto? Porque sabenque un ligero dolor ahora los protege-rá de posibles dolores y sufrimientosen el futuro. Nuestro Padre Celestialconoce el fin desde el principio.Debemos seguir el ejemplo delSalvador y confiar en Él.

Segundo, cuando afrontamos prue-bas, debemos aprender a no quejarnosni murmurar. Nefi, después de unagran visión del sacrificio del Salvador,nos dijo: “Por tanto, lo azotan, y él losoporta; lo hieren y él lo soporta. Sí,escupen sobre él, y él lo soporta, pormotivo de su amorosa bondad y sulonganimidad para con los hijos de loshombres”4. Siempre debemos procurarcorregir el problema y superar la tribu-lación, pero en vez de preguntarnos“¿Por qué a mí?” o “¿Qué he hechopara merecer esto?”, quizá la preguntadebería ser: “¿Qué debo hacer? ¿Quépuedo aprender de esta experiencia?¿Qué debo cambiar?”.

Hace varios años, mientras mi espo-

sa y yo prestábamos servicio enVenezuela, nuestro hijo menor dejó la comodidad de su escuela secunda-ria para acompañarnos. Aunque no se quejaba, era evidente que le resul-taba difícil ir a ese país donde todoera nuevo para él; pero ocurrió unasombroso cambio y la experienciadejó de ser una prueba y se convirtióen una enorme bendición en su vida.Esto lo logró al cambiar su propia actitud y tomar la determinación de alcanzar el éxito.

Tercero, al afrontar nuestros desa-fíos, debemos buscar una mayor ayudade Dios. Incluso el Salvador de todosnosotros sintió la necesidad de orar“más intensamente” cuando se encon-traba en el jardín de Getsemaní5. Si ha-cemos esto, podemos aprender aobtener más fe. Debemos recordarque, a menudo, las respuestas denuestro Padre Celestial no nos liberande la prueba, sino que Él nos ayuda asoportar la experiencia. Como hizocon los seguidores de Alma, el Señor

puede aliviar “las cargas que pongansobre [nuestros] hombros, de maneraque no [podremos] sentirlas sobre[nuestras] espaldas”6. En nuestraspruebas, evitemos caer en la amargurao abandonar nuestra dedicación y siga-mos el ejemplo del Salvador para lle-gar a ser más serios, más sinceros ymás fieles.

Cuarto, aprendamos a servir a losdemás y a pensar en ellos incluso enlas épocas de tribulación. Cristo fue elmáximo ejemplo de servicio. Su vidaestuvo llena de ejemplos de ayuda yde servicio a los demás, y Su mayordon fue lo que hizo por nosotros.Como Él dijo: “Porque he aquí, yo,Dios, he padecido estas cosas por to-dos, para que no padezcan, si se arre-pienten”7. Debemos arrepentirnos yluego seguir Su ejemplo de servicio.Cuando servimos a los demás, nos ol-vidamos de nuestros propios proble-mas, y al esforzarnos por aliviar eldolor o el malestar de otras personas,nos fortalecemos a nosotros mismos.

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Por el élder Gregory A. SchwitzerDe los Setenta

En nuestra última ConferenciaGeneral, nuestro amado profeta, elpresidente Thomas S. Monson, dijo:“Creo que el Salvador nos está dicien-do que a menos que nos perdamos endar servicio a los demás, nuestra pro-pia vida tiene poco propósito.Aquellos que viven únicamente para símismos al final se marchitan y, en sen-tido figurado, pierden la vida, mientrasque aquellos que se pierden a sí mis-mos en prestar servicio a los demásprogresan y florecen… y en efecto sal-van su vida”8.

Quinto, perdonemos a los demás yevitemos culparlos por la situación enla que nos encontramos. A veces nosgusta decir: “Si no hubieran hechoesto, yo no habría reaccionado comoreaccioné”. El hombre natural tiene latendencia de culpar a los demás parano hacerse responsable de sus propiosactos. El Salvador miró a los que lo ha-bían clavado en la cruz y rogó a SuPadre Celestial que los “perd[onara]porque no sab[ían] lo que hac[ían]”9.¿Acaso nosotros no podemos ser másindulgentes?

Al pasar por las pruebas de la vida,mantengamos una perspectiva eterna,no nos quejemos, seamos más dedica-dos a la oración, sirvamos a los demásy perdonémonos los unos a los otros.Al hacer esto sucederá que “para losque ama[mos] a Dios, todas las cosasobrarán juntamente para [nuestro]bien”10. Testifico solemnemente y concerteza que nuestro Padre nos ama yque envió a Su Hijo para que nos mos-trara y allanara el camino. Él sufrió,murió y resucitó a fin de que podamosvivir y desea que “teng[amos] gozo”11,incluso durante las pruebas de nuestravida. Digo esto en el nombre deJesucristo. Amén. ■NOTAS

1. 2 Nefi 2:11.2. Romanos 8:28.3. Lucas 22:42.4. 1 Nefi 19:9.5. Lucas 22:44.6. Mosíah 24:14.7. Doctrina y Convenios 19:16.8. Thomas S. Monson, “¿Qué he hecho hoy

por alguien?”, Liahona, noviembre de2009, pág. 85.

9. Véase Lucas 23:34.10. Romanos 8:28.11. 2 Nefi 2:25.

V ivimos en un mundo en el quemuchas situaciones requierenque emitamos juicios; esto no

siempre es cosa sencilla. Sin embargo,el Salvador dio el mandamiento de “no juzg[ar]”1 a nuestros semejantes.¿Cómo podemos lograrlo y aún asíejercer el buen juicio en un mundo lle-no de engaño y corrupción? Debemosjuzgar bien al tomar decisiones críticasen cada etapa de nuestra vida, comoescoger amigos, encontrar un compa-ñero eterno o elegir una ocupaciónque nos permita cuidar de nuestra fa-milia y servir al Señor. A pesar de queel Señor nos ha pedido que no juzgue-mos a los demás, espera que hagamosuso de un excelente discernimiento.

Quizá a veces juzgamos rápidamen-te a las personas, lo cual puede cam-biar o redefinir nuestra relación conellas. Con frecuencia se emiten juiciosincorrectos porque contamos con in-formación limitada o porque no ve-mos más allá de lo que estáinmediatamente frente a nosotros.

Como ejemplo, a menudo se cuen-ta la historia de la ocasión en queJesús visitó la casa de María y de Marta,que vivían en Betania con su hermanoLázaro. Era un lugar grato para elMaestro, donde podía descansar y dis-frutar del entorno de un hogar recto.Durante una de Sus visitas, Marta esta-ba ocupada preparando la comida yMaría decidió sentarse a los pies delMaestro para ser instruida por Él.

“Pero Marta se preocupaba con mu-chos quehaceres; y acercándose, dijo:Señor, ¿no te da cuidado que mi her-mana me deje servir sola?

“Pero respondiendo Jesús, le dijo:Marta, Marta, afanada y turbada estáscon muchas cosas.

“Pero sólo una cosa es necesaria; yMaría ha escogido la buena parte, lacual no le será quitada”2.

Se han dado muchas lecciones do-minicales haciendo uso de este relatoque muestra a Marta en una condiciónmenor en cuanto a su fe. Pero hay otrorelato de esta gran mujer, Marta, que

Cultivar el buen discernimiento y nojuzgar a los demásSe necesita buen discernimiento no sólo para comprender alas personas, sino también para enfrentarnos con decisionesque muchas veces nos acercan a nuestro Padre Celestial o nos alejan de Él.

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nos da una perspectiva más profundade su comprensión y su testimonio.Ocurrió cuando el Salvador llegó pararesucitar a su hermano Lázaro de en-tre los muertos. En esta ocasión fueMarta quien acudió a Jesús “cuandooyó” que Él venía. Al encontrarse conÉl, le dijo que “sabía” que “todo loque le [pidiera] a Dios, Dios [se] lo[daría]”.

Cristo entonces compartió conMarta la gran doctrina de la resurrec-ción diciendo:

“Yo soy la resurrección y la vida; elque cree en mí, aunque esté muerto,vivirá.

“Y todo aquel que vive y cree en míno morirá jamás. ¿Crees esto?”.

Ella respondió con su fuerte testi-

monio: “Sí, Señor; yo he creído que túeres el Cristo, el Hijo de Dios, que hasvenido al mundo”3.

¿Cuántas veces, incorrectamente,hemos juzgado a Marta como una persona que se preocupaba más porlos deberes que por el Espíritu? Sinembargo, su testimonio durante laprueba de la muerte de su hermanomuestra claramente la profundidad desu entendimiento y de su fe.

Más de una hermana ha escuchadoel primer relato y se ha preguntado sies una María o una Marta, pero la ver-dad radica en conocer a la persona y enejercer buen discernimiento. Al apren-der más en cuanto a Marta, nos damoscuenta de que en realidad era una per-sona de carácter profundamente espiri-

tual, que tenía un testimonio audaz yosado de la misión del Salvador y de Supoder divino sobre la vida. El juzgar in-correctamente a Marta quizá nos hayallevado a no conocer la verdadera natu-raleza de esta maravillosa mujer.

En lo personal, cuando era un mé-dico joven aprendí una gran lecciónen cuanto a emitir juicios apresura-dos. Mientras trabajaba a la mediano-che en la sala de emergencias,llegaron un hombre joven y su esposaporque ella tenía un dolor muy fuerte.Por su vestimenta e higiene, era fácildarse cuenta de que habían tenidouna vida difícil. Él tenía el pelo muylargo y desarreglado, la ropa de am-bos hacía bastante que no se lavaba y,en sus rostros, se reflejaban los efec-tos de una vida difícil.

Después de examinarla, me sentécon él para explicarle cuál era el pro-blema y para hablar del tratamiento.Este hombre me miró con un profun-do amor que era evidente y que nose ve muy a menudo, y me preguntócon todo el amor de un esposo amo-roso: “Doctor, ¿va a estar bien miamada esposa?”. En ese momento,sentí al Espíritu testificar que él eraun hijo de Dios y vi en sus ojos la pre-sencia del Salvador. Este hombre real-mente mostraba amor por otrapersona, y yo lo había juzgado mal.Fue una lección que dejó en mí unaimpresión perdurable.

Se necesita buen discernimientono sólo para comprender a las perso-nas, sino también para enfrentarnoscon decisiones que muchas vecesnos acercan a nuestro Padre Celestialo nos alejan de Él. Al recordar mipropia vida, veo muchas ocasionesen las que un pequeño cambio derumbo, basado en una mala determi-nación, me hubiera alejado muchode donde el Señor quería que estu-viera. Las decisiones como tener unafamilia mientras estudiaba, ser activoen todos los aspectos del Evangelio,pagar diezmos y ofrendas cuando losingresos eran sumamente limitados,y aceptar llamamientos en épocas di-fíciles me ayudaron a entender mejorel sacrificio. Muchas bendiciones enla vida se pierden por aplicar un

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criterio mundano a lo que en reali-dad es una decisión espiritual.

Las personas que han cultivado elbuen discernimiento se caracterizanpor muchas cosas. Me gustaría ofrecercuatro pautas para cultivar el buen discernimiento al tomar decisiones importantes.

Primero, ajusten sus normas perso-nales de acuerdo con el evangelio deJesucristo. Una persona nunca podrájuzgar bien si no tiene el evangelio deJesucristo como punto de referencia.El Evangelio tiene una larga y exitosatrayectoria de guiar a las personas a lafelicidad. Algunas de las ideas delmundo dejan a la humanidad a la deri-va para que ellos traten de definir suspropias normas y, a causa de eso, escu-chamos frases como “una nueva mora-lidad”. ¡Esa frase es engañosa! Lasnormas de la moralidad son eternas yno han cambiado; y tampoco debe-mos procurar descubrir una nueva in-terpretación de ellas. Para los jóvenes,estas normas están escritas en el folle-to Para la Fortaleza de la Juventud,las cuales claramente se ajustan alevangelio de Jesucristo y deben seguir-se observando en la vida adulta. Quizásería bueno que los adultos estudiára-mos y pusiéramos en práctica las nor-mas de este folleto.

Segundo, escuchen los mensajesdel profeta viviente. ¿Cuántas malasdecisiones financieras se hubieran evi-tado si hubiéramos escuchado los con-sejos que por años nos han dadonuestros profetas en cuanto a evitarlas especulaciones riesgosas y en cuan-to a tener un presupuesto prudente afin de evitar las deudas? ¿Cuántos ma-trimonios se hubieran salvado si se hu-biera ejercido buen discernimiento alevitar los medios de comunicaciónque llevan a la adicción a la pornogra-fía y al dolor? Cada conferencia generaly revista de la Iglesia contiene conse-jos de los profetas, que, si los aplica-mos, nos conducirán al buen juicio.Cuando hacemos caso omiso de ellos,no tenemos justificación.

Tercero, cultiven una relación conel Espíritu Santo en la que lo escu-chen. Después de bautizarnos, recibi-mos el don del Espíritu Santo, pero

muchas veces lo dejamos guardado ynos olvidamos de que Él nos ayudaráen las decisiones más importantes denuestra vida. El Señor nos dio estedon porque sabía que afrontaríamosdecisiones difíciles en la vida. El es-cuchar esta voz es vital para cultivarel buen discernimiento. Una relaciónen la que se escuche a menudo re-quiere que haya un ambiente tran-quilo donde podamos tomarnos eltiempo para meditar y escuchar lavoz suave y apacible. Este ambientede paz es tanto externo como inter-no. Por lo tanto, requiere más queapagar la música del mundo o el es-truendo de otros medios de comuni-cación; también requiere apagar elruido del pecado que proviene denuestra alma. Esto dará comienzo a la comunicación con el Espíritu quetanto necesitamos.

Cristo dijo: “La paz os dejo, mi pazos doy; yo no os la doy como el mun-do la da. No se turbe vuestro corazónni tenga miedo”4. La paz que provienede escuchar al Santo Espíritu eliminael temor de emitir un juicio equivoca-do en la vida.

Cuarto, guarden los mandamien-tos. El deseo de guardar los manda-mientos de Dios nos abre la puerta amuchas bendiciones prometidas. El

Libro de Mormón, además de ser otrotestamento de Jesucristo, es un libroen el que se habla acerca de los resul-tados de guardar y de no guardar losmandamientos. El Señor le dijo a Nefien el segundo capítulo de su primer li-bro: “Según guardéis mis mandamien-tos, prosperaréis”5.

Esta misma promesa la han repeti-do casi todos los principales profetasdel Libro de Mormón. De este modo,se han registrado mil años de historiaque testifican que estas cosas son ver-daderas, y el mismo mensaje se aplicaa nosotros en la actualidad. El buendiscernimiento se aprende y se practi-ca mejor dentro de los límites que elSeñor fija por medio de los manda-mientos que nos da.

Testifico que, en la medida en quenos enfrentemos con decisiones difíci-les y sigamos estas normas, podremossaber mejor cuál debe ser nuestra for-ma de juzgar. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Mateo 7:1. Véase también Mateo 7:1, nota

al pie de página a; de la Traducción de JoséSmith, donde el Salvador nos manda “nojuzg[ar] injustamente”.

2. Lucas 10:40–42.3. Véase Juan 11:20–27.4. Juan 14:27.5. 1 Nefi 2:20.

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Por el élder Francisco J. ViñasDe los Setenta

Diversos profetas de diferentesépocas nos advirtieron de otra trage-dia que es menos perceptible, pero nomenos importante, y es la “terriblemuerte [que] sobreviene a los inicuos;porque mueren en cuanto a las cosasconcernientes a la rectitud; pues sonimpuros, y nada impuro puede here-dar el reino de Dios” (Alma 40:26).

Nefi enseñó este principio a sushermanos cuando les dijo que los que“morían en su iniquidad, tendrían queser desechados también, con respectoa las cosas que son espirituales, lascuales se relacionan con la rectitud” (1 Nefi 15:33).

El profeta Samuel el Lamanita ense-ñó que “el que no se arrepienta serátalado y echado en el fuego; y vieneotra vez sobre ellos una muerte espiri-tual; sí, una segunda muerte, porquequedan nuevamente separados de lascosas que conciernen a la justicia”(Helamán 14:18).

La tragedia de morir en cuanto alas cosas que son espirituales tieneun mayor impacto para los que“[han] sido [iluminados] por el Espí-ritu de Dios, y [han] poseído un granconocimiento de las cosas concer-nientes a la rectitud, y entonces[caen] en el pecado y la transgre-sión[;] [llegan] a ser más [empeder-nidos], y así su condición es peor quesi nunca [hubiesen] conocido estascosas” (Alma 24:30).

Los padres y líderes debemos velarpor nuestros miembros y nuestras fa-milias para ayudarles a mantenerse ale-jados de lo que podría conducirlos auna muerte espiritual. También procu-ramos rescatar a quienes actualmenteestán muertos en cuanto a las cosasespirituales y ayudarles a “nacer otravez; sí, nacer de Dios, ser cambiadosde su estado carnal y caído, a un esta-do de rectitud, siendo redimidos porDios, convirtiéndose en sus hijos e hi-jas” (Mosíah 27:25).

La curación espiritual de aquellosque han estado muertos en cuanto alas cosas concernientes a la rectitudviene mediante el poder de laExpiación, la conversión a la verdad yla observancia de los principios de larectitud.

Se nos dice en Doctrina yConvenios que después del testi-monio de los siervos de Dios,

vendrá el testimonio de terremotos yel testimonio de otros acontecimien-tos. “Y todas las cosas estarán en con-moción; y de cierto, desfallecerá elcorazón de los hombres, porque el temor vendrá sobre todo pueblo” (D. y C. 88:91; véanse también los versículos 88–90).

Como miembro de la presidenciadel Área Caribe, fui testigo personal decómo los fieles santos cambiaron el te-mor por la fe. Las lecciones aprendidasen Haití se pueden comparar a ejem-plos del Libro de Mormón.

La impresión de esa terrible des-trucción me trajo a la mente las pala-bras del capítulo veintiocho de Alma:“…fue un tiempo en que se oyó granllanto y lamentación por toda la tierra”(Alma 28:4).

Cuarenta y dos miembros perdie-ron la vida, mientras que sus familias yamigos “lamentan por cierto la pérdi-da de sus parientes; no obstante, se re-gocijan y se alegran en la esperanza, yaun saben, según las promesas delSeñor, que serán levantados para

morar a la diestra de Dios, en un esta-do de felicidad perpetua” (Alma 28:12).

La Iglesia envió ayuda inmediata amiembros y no miembros, la cual sedistribuyó bajo la dirección de los líde-res locales del sacerdocio y de laSociedad de Socorro. No sólo recibie-ron asistencia médica, alimentos, aguay otros artículos básicos, sino que tam-bién obtuvieron consejo, guía y con-suelo de sus líderes locales. Tienen elapoyo de los miembros de la Iglesia detodo el mundo que “[lloran] con losque lloran; sí, y… [consuelan] a losque necesitan de consuelo” (Mosíah18:9).

Cosas concernientes a la rectitudLos padres y líderes debemos velar por nuestros miembros ynuestras familias para ayudarles a mantenerse alejados delo que podría conducirlos a una muerte espiritual.

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El enseñar a los miembros y a nues-tra familia en cuanto a las cosas con-cernientes a la rectitud es esencial enel proceso de lograr una conversiónduradera, ya que puede llevarlos a ob-tener un conocimiento correcto de losmandamientos del Señor, los princi-pios y las doctrinas del Evangelio, y losrequisitos y las ordenanzas que debe-mos cumplir a fin de lograr la salva-ción en el reino del Señor.

Existen muchos ejemplos en las Es-crituras que confirman la importanciade enseñar las “cosas concernientes ala rectitud” para ayudar a obtener unaconversión duradera. En la relaciónque se da de Ammón y sus hermanosmientras predicaban el Evangelio en-tre los lamanitas, leemos: “Y Ammónpredicó al pueblo del rey Lamoni; yaconteció que les enseñó todas las cosas concernientes a la rectitud”(Alma 21:23).

Observamos los resultados de la en-señanza diligente de todas las cosasconcernientes a la rectitud al seguir leyendo este relato en el capítulo 23,donde dice: “…cuantos creyeron, osea, cuantos llegaron al conocimientode la verdad… fueron convertidos alSeñor [y] nunca más se desviaron”(Alma 23:6).

Cuando Alma, padre, estableció laIglesia, consagró a hombres dignoscomo sacerdotes y maestros que “vela-ban por su pueblo, y lo sustentabancon cosas pertenecientes a la rectitud”(Mosíah 23:18).

Los padres desempeñan una fun-ción esencial en ayudar a sus hijos acomprender las cosas concernientes ala rectitud. En el Libro de Mormón en-contramos que Alma, hijo, apesadum-brado por la iniquidad, las guerras ylas contenciones que existían, y afligi-do por la dureza de corazón de supueblo, “hizo que sus hijos se reunie-ran para dar a cada uno de ellos su en-cargo, separadamente, respecto de lascosas concernientes a la rectitud”(Alma 35:16; cursiva agregada).

Es interesante observar que enseñóy dio su encargo a sus hijos separada-mente, y adaptó sus instrucciones acada hijo, de acuerdo con sus necesi-dades respectivas. Les testificó y les

enseñó doctrina y principios, y los pre-paró para predicar esos mismos princi-pios a los demás.

En una época en que las fuerzasdel mal atacan a la familia y en quelas condiciones en que vivimos noson tan diferentes de las que Almaexperimentó, la Primera Presidenciay el Quórum de los Doce han ex-puesto en “La Familia: Una Proclama-ción para el Mundo” lo siguiente:“Los padres tienen el deber sagradode criar a sus hijos con amor y recti-tud” (véase Liahona, octubre de2004, pág. 49).

Esto implica criar a los hijos conamor, apoyarlos y enseñarles en cuan-to a todas las cosas concernientes ala rectitud para que se mantengan fir-mes, con los lomos ceñidos con la ver-dad, “llevando puesta la coraza de larectitud y calzados [los] pies con la

preparación del evangelio de paz” (D. y C. 27:16).

Tal como en la época de Alma,nuestros líderes también velan por losmiembros de la Iglesia y los nutrencon las cosas concernientes a la recti-tud, las cuales nos ayudarán a obteneruna conversión duradera. En el docu-mento “Énfasis en la Capacitación deLíderes”, que se revisó el 10 de diciem-bre de 2009, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce piden a loslíderes tanto del sacerdocio como de las organizaciones auxiliares que“insten a todos los miembros de la fa-milia, a padres e hijos, a estudiar lasEscrituras, a orar con regularidad y avivir el evangelio de Jesucristo” (Cartade la Primera Presidencia, 15 de di-ciembre de 2009).

Estudiar las Escrituras, orar con regularidad y vivir el evangelio de

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Cuando a alguien se le asignahablar al final de la última se-sión de la conferencia general,

escucha cada palabra, pensando quépartes del discurso que ha preparadose mencionarán antes de que le toqueel turno. No se asignan temas ni se lle-ga a acuerdos sobre dichos temas. Lamanera del Señor, naturalmente, essiempre la mejor. Él toma los esfuer-zos personales y devotos de cada ora-dor y compone una sinfonía espiritualllena de revelación y poder. Los temasque se repiten, los principios que seedifican los unos sobre los otros, lasamonestaciones proféticas y las prome-sas edificantes: ¡la divina armonía es unmilagro! Testifico que en esta conferen-cia hemos escuchado y hemos sentidola mente y la voluntad del Señor.

El presidente Monson ha descrito alos de la nueva generación como “losmejores que [hemos] tenido”1, y ha di-cho a nuestros jóvenes: “Ustedes hanvenido a esta tierra en una época glo-riosa. Las oportunidades que tienenpor delante son casi ilimitadas”2. Perotambién advirtió: “Se nos ha mandadoa la tierra en tiempos difíciles”3. “Esuna época de permisividad, en que lasociedad en general no tiene en cuen-ta las leyes de Dios y las quebranta de

manera habitual”4. Estamos rodeadosde muchísimas cosas cuya finalidad esdistraernos. “El adversario se vale detodo medio posible para atraparnos ensu red de engaños”5.

Sostenemos en nuestros brazos alos integrantes de la nueva genera-ción; vienen a esta tierra con respon-sabilidades importantes y con grandescapacidades espirituales. No podemostomar una actitud despreocupada enla forma de prepararlos. Nuestro reto,como padres y maestros, no es crearun núcleo espiritual en el alma deellos, sino avivar la llama del núcleo es-piritual que ya arde con el fuego de sufe premortal.

Esta tarde deseo recalcar el ruegode un niño en una canción de laPrimaria:

Dime la historia de Cristo, hazme sentir

cosas que yo de sus labios quisiera oír6.

En nuestro mundo actual, todoniño, todo hombre joven y toda mujerjoven necesitan su propia conversión ala verdad. Cada uno precisa su propialuz, su propia fe “firme e inamovible”7

en el Señor Jesucristo,

Por el élder Neil L. AndersenDel Quórum de los Doce Apóstoles

Jesucristo son obras de rectitud, y elSeñor ha revelado esta maravillosapromesa: “…el que hiciere obras jus-tas recibirá su galardón, sí, la paz eneste mundo y la vida eterna en el mun-do venidero” (D. y C. 59:23).

Para enseñar con más eficacia lascosas concernientes a la rectitud, esimportante comprender que, ademásde impartir información, debemos fa-vorecer la revelación. De este modo, lapersona a la que se enseñe puede sen-tir el deseo de conocer estos princi-pios por sí misma.

El Señor reveló a Hyrum Smith losiguiente por medio de su hermano, el profeta José Smith:

“Te daré de mi Espíritu, el cual ilu-minará tu mente y llenará tu alma degozo;

“y entonces conocerás… todas lascosas que de mí deseares, que corres-ponden a la rectitud, con fe, creyendoen mí que recibirás” (D. y C. 11:13–14).

Como conclusión, las Escriturasnos advierten del peligro de morir encuanto a las cosas concernientes a larectitud, y de las graves consecuenciasque esto implica para los que, habien-do sido iluminados por el Espíritu de Dios, caen en el pecado y la transgresión.

El enseñar las cosas concernientesa la rectitud es un elemento impor-tante para ayudar a las personas a lle-gar a un conocimiento de la verdad,ser convertidas y permanecer firmesen la fe de Cristo hasta el fin.

Los padres tienen el deber sagradode enseñar a sus hijos en cuanto a lascosas concernientes a la rectitud. Loslíderes y maestros pueden velar porlos miembros de la Iglesia que esténbajo su cuidado y nutrirlos, enseñán-doles diligentemente todas las cosasconcernientes a la rectitud.

Esto se puede lograr más eficaz-mente si se favorece la revelación du-rante el proceso de la enseñanza,creando así en las personas el deseode ser iluminadas por el Espíritu deDios. Entonces, al ejercer la fe, elEspíritu puede darles a conocer las cosas concernientes a la rectitud.Testifico de ello en el nombre deJesucristo. Amén. ■

Dime la historia de CristoUna fe personal más firme en Jesucristo… preparará [a sushijos] para los retos que sin duda enfrentarán.

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independientemente de los padres, delos líderes de la juventud y de los ami-gos que lo sostienen.

Las historias de Cristo pueden sercomo un viento que aviva las brasas defe en el corazón de nuestros hijos ynuestras hijas. Jesús dijo: “Yo soy el ca-mino, y la verdad y la vida”8. Los rela-tos sobre Cristo repetidos una y otravez promueven la fe en el SeñorJesucristo y fortalecen los cimientosdel testimonio. ¿Se les ocurre un rega-lo de más valor para nuestros hijos?

¿Se encuentran la vida y las ense-ñanzas de Jesucristo grabadas en lamente y el alma de nuestros hijos?¿Piensan ellos en la vida del Salvadorcuando se preguntan qué hacer en supropia vida? Esto será más y más im-portante en los años venideros.

¿Han visualizado nuestros hijos elconcilio premortal9 donde Jesús —elmás grande de todos— declaró:“Heme aquí; envíame a mí”?10.¿Perciben su propia voluntad de pres-tar servicio como el hecho de que si-guen el ejemplo de Él?

¿Piensan en Su humilde naci-miento11, con el Salvador del mundo

acostado en un pesebre?12. ¿Les permi-ten las circunstancias de Él compren-der mejor el lugar apropiado de lasposesiones materiales?

¿Saben que Jesús con frecuenciaenseñó: “pedid, y recibiréis”?13. ¿Flu-yen por la mente de nuestros hijos lasoraciones de agradecimiento de Él14,así como Sus súplicas al Padre15, cuan-do ellos se arrodillan en oración consus propias inquietudes?

¿Les hemos dicho cuánto ama Jesús a los niños, cómo los tuvo enSus brazos, rogó por ellos y lloró?16.¿Saben nuestros hijos que Jesús espera “con los brazos abiertos pararecibir[los]”?17.

¿Se fortalecen por medio de las his-torias del ayuno de Cristo18, a medidaque les enseñamos le ley del ayuno?

Al sentirse solos, ¿saben nuestroshijos de la soledad que sintió elSalvador cuando Sus amigos lo aban-donaron y cuando les preguntó a Susapóstoles: “¿También vosotros queréisiros?”?19

¿Han sentido nuestros hijos el poder de los milagros del Salvador?Jesús sanó al leproso20, dio vista a los

ciegos21, alimentó a los 5.00022, calmóel mar23 y levantó a Lázaro de entre losmuertos24. ¿Creen nuestros hijos que“es por la fe que se obran milagros”? 25

y ¿oran pidiendo milagros en su vida?¿Les han dado ánimo a nuestros hi-

jos las palabras del Salvador al princi-pal de la sinagoga: “No temas, creesolamente”?26.

¿Saben nuestros hijos acerca de Suvida perfecta27, de Su abnegado minis-terio, de que fue traicionado y de lacruel Crucifixión?28. ¿Les hemos testifi-cado acerca de la certeza de Su resu-rrección29, de Su visita a los nefitas enlas Américas30, de Su aparición al pro-feta José Smith en la ArboledaSagrada?31.

¿Esperan ellos el retorno majestuosode Él, cuando todo volverá a ser comodebe ser y toda rodilla se doble y todalengua confiese que Jesús es el Cristo?32.

¿Dicen nuestros hijos: “Cosas deCristo quiero escuchar”?33.

A los jóvenes y a los niños: Vivan ala altura de sus importantes responsa-bilidades y gran capacidad espiritual.Procuren saber más sobre Jesucristo;abran las Escrituras. Una idea podría

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ser leer otra vez el libro de Juan, y des-pués analizarlo con sus padres, maes-tros o entre ustedes.

A los padres y a las madres, a abue-los y abuelas, y a aquellos que no ten-gan hijos propios pero que nutran conamor a jóvenes y niños, mi consejo esque hablen con mayor frecuencia so-bre Jesucristo. Su santo nombre tienegran poder espiritual. “No [hay] otronombre, ni otra senda… por el cual lasalvación llegue a los hijos de los hom-bres, sino en el nombre de Cristo, elSeñor Omnipotente, y por medio deese nombre”34.

A las madres que crían a sus hijossin un padre en el hogar, les prometoque cuando hablen de Jesucristo, sen-tirán que el poder de los cielos lasbendice.

Después del fallecimiento de su es-poso, la hermana Stella Oaks crió solaa sus tres pequeños hijos (entre ellos

al élder Dallin H. Oaks35). Ella dijo unavez: “Se me hizo saber que el Señorme amaba y que yo estaría a la alturade mi misión. Me sentí rodeada deamor… [y supe] que Él [nos sosten-dría] a través de la oposición que [surgiría]”36.

A los padres hago una súplica especial: Por favor, tomen parte im-portante en hablarles a sus hijos acer-ca del Salvador. Ellos necesitan queustedes les expresen la confirmaciónde la fe que tienen, junto con la de susmadres.

Aunque habrá ocasiones en que elniño no escuche con un corazón cre-yente, el testimonio que ustedes ex-presen sobre Jesús permanecerá en sumente y en su alma. ¿Recuerdan la his-toria de Alma, que había escogido elsendero errado? Al volver, dijo:

“…me acordé de… mi padre [quehablaba]… concerniente a la venida

de… Jesucristo… para expiar los peca-dos del mundo.

“Y al concentrarse mi mente eneste pensamiento, clamé dentro de micorazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, tenmisericordia de mí!”37.

Si el hijo no escucha, no se deses-peren. El tiempo y la verdad están dellado de ustedes. En el momento ade-cuado, sus palabras harán eco como sivinieran del cielo mismo. Su testimo-nio jamás abandonará a sus hijos.

Cuando hablen con reverencia so-bre el Salvador, ya sea en el automóvil,en el autobús, a la mesa, al arrodillarsepara orar, durante el estudio de lasEscrituras o en conversaciones a entra-das horas de la noche, el Espíritu delSeñor acompañará sus palabras38.

En la medida en que pongan lo me-jor de su parte, el testimonio de Jesúsdestilará dulcemente sobre el corazónde sus hijos. Acudirán al PadreCelestial en humilde oración y senti-rán Su influencia mediante el poderdel Espíritu Santo. Una fe personalmás firme en Jesucristo los prepararápara los retos que sin duda enfrenta-rán39.

Conocí a Bill Forrest y a DebbieHutchings cuando éramos estudiantesen la Universidad Brigham Young.Cuando Bill volvió de la misión, él yDebbie se enamoraron y se casaron en el Templo de Oakland California.Fueron a vivir a Mesa, Arizona, y fueron bendecidos con cinco hijos va-rones y dos hijas. Billy y Debbie ense-ñaron a sus hijos a amar al SeñorJesucristo como ellos lo amaban. Elhijo de ellos, el élder Daniel Forrest,que actualmente presta servicio en laMisión México Oaxaca, dijo: “Todas lasmañanas, sin falta, antes de ir a la es-cuela nos sentábamos a la mesa paraleer y analizar las Escrituras”.

Kara, una de las hijas, ya casada ycon dos hijos, aún recuerda claramen-te que su padre la llevaba tempranopor la mañana a las actividades de laescuela secundaria. Ella dijo: “A mi pa-dre le gustaba aprender de memoriacitas, pasajes de las Escrituras y poe-mas, [y durante esos viajes tempranopor la mañana] practicábamos repetir-los”. Uno de sus pasajes preferidos

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era: “…recordad,… recordad que essobre la roca de nuestro Redentor, elcual es Cristo, el Hijo de Dios, dondedebéis establecer vuestro fundamento,para que cuando el diablo lance susimpetuosos vientos… [él] no tengapoder para arrastraros… a causa de laroca sobre la cual estáis edificados”40.

El viernes antes del domingo dePascua de Resurrección del año 2000,exactamente hace diez años, BillForrest era el obispo del Barrio EstateGroves de Arizona. Camino al trabajo,a unos dos kilómetros de su casa, uncamión grande que transportaba gravi-lla chocó su vehículo. Debbie y los hi-jos salieron de la casa poco despuésde Bill y, sin saberlo, llegaron al lugardel trágico accidente. Bill no había so-brevivido el impacto. El espíritu in-mortal de este amado esposo y padresúbitamente había regresado a casa de Aquel que venció la muerte, el Hijode Dios, cuya gloriosa resurrección ha-brían celebrado juntos aquel domingo de Pascua.

¿Cómo encontraron Debbie y sussiete hijos (el más pequeño de sólocinco años) la fortaleza que necesita-ban? Kara, que tenía quince años

cuando falleció su padre, me dijo hacepoco: “Estoy agradecida a mi [madre y a mi padre] por las formas en queme enseñaron [acerca del Salvador].Abrían las Escrituras conmigo, orabanconmigo y fueron un ejemplo de la ca-ridad, del amor y de la paciencia [delSalvador]… Cada año, la Pascua deResurrección es una tierna época en laque reflexiono en la vida, la misión yresurrección de nuestro Salvador, y re-cuerdo la vida de mi padre terrenal”.

El élder Daniel Forrest expresó: “Yotenía diez años cuando falleció mi pa-dre. Fue una época difícil… Mi madresiempre ha sido un ejemplo de las en-señanzas del Salvador. Llevo conmigola placa de identificación de mi padrede cuando era misionero en España.[Dos] de las citas de mi padre que másme gustan [son]: ‘Dos hombres pue-den hacer cualquier cosa, siempre ycuando uno de ellos sea el Señor’ y ‘ElSalvador debe ser nuestro cimiento;sin eso, nos hundimos’”.

La fe en Jesucristo ha llenado el co-razón de los hijos del matrimonioForrest. Este fin de semana de Pascuade Resurrección, diez años despuésdel fallecimiento de su padre, lo

extrañan muchísimo, pero el aguijónde su muerte “es consumido enCristo”41. Ellos saben que, gracias a lainvalorable dádiva del Salvador, pue-den volver a estar con su padre terre-nal y con su Padre Celestial.

Dime la historia de Cristo.En un momento escucharemos al

Profeta de Dios. Refiriéndose a Su pro-feta, el Señor dijo: “…recibiréis su pa-labra… como si viniera de mi propiaboca”42. Testifico que el presidenteThomas S. Monson es el portavoz delSeñor en la tierra.

Testifico que Jesús es el Cristo, elSalvador de toda la humanidad. Suvida, Su expiación, Su resurrección, Suanhelado regreso son tan seguros yciertos como la salida del sol. Su nom-bre sea alabado para siempre jamás43.En el santo nombre de Jesucristo.Amén. ■NOTAS

1. Thomas S. Monson, “Verdades constantespara tiempos cambiantes”, Liahona, mayode 2005, pág. 19.

2. Thomas S. Monson, “Tengan valor”,Liahona, mayo de 2009, págs. 123–127.

3. Thomas S. Monson, “Ejemplos de rectitud”,Liahona, mayo de 2008, págs. 65–68.

4. Thomas S. Monson, “Palabras de clausura”,Liahona, noviembre de 2009, pág. 109.

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Ha sido una maravillosa sesiónde clausura. Pocas veces he es-cuchado excelentes sermones

en tan pocas palabras tales como loshemos escuchado hoy. Todos nosotrosestamos aquí porque amamos al Señory queremos servirle. Nuestro PadreCelestial nos tiene presentes, de esoles testifico. Reconozco Su mano entodas las cosas.

Una breve Escritura:“Confía en Jehová con todo tu cora-

zón, y no te apoyes en tu propia pru-dencia.

“Reconócelo en todos tus caminos,y él enderezará tus veredas”1.

Ésa ha sido la historia de mi vida.Mis queridos hermanos y hermanas,

llegamos ahora a la conclusión de unaconferencia sumamente edificante einspiradora. Después de escuchar losconsejos y los testimonios de los quenos han hablado, creo que hemos sidoricamente bendecidos y todos estamosmás resueltos a vivir los principios delevangelio de Jesucristo. Ha sido deprovecho estar aquí. Expresamos nues-tra gratitud a cada uno de los que hantomado la palabra, así como a los quehan ofrecido las oraciones.

La música ha sido espléndida.Acude a mi mente el pasaje deDoctrina y Convenios: “Porque mialma se deleita en el canto del cora-zón; sí, la canción de los justos es unaoración para mí, y será contestada con

Por el Presidente Thomas S. Monson

5. Thomas S. Monson, “Hasta que nos volva-mos a ver”, Liahona, mayo de 2009, pág.113.

6. “Dime la historia de Cristo”, Cancionespara los niños, pág. 36.

7. Véase Alma 1:25.8. Juan 14:6.9. Véase Abraham 3:2–28.

10. Abraham 3:27.11. Véase Lucas 2.12. Véase Lucas 2:7.13. 3 Nefi 27:29.14. Véase Lucas 10:21.15. Véase Lucas 11:2–4.16. Véase 3 Nefi 17:11–24.17. Mormón 6:17.18. Véase Lucas 4:1–13.19. Juan 6:67. Al dirigirse a la juventud el año

pasado, el presidente Monson dijo: “…ten-drán que defender aquello en lo que creen.A menos que las raíces de su testimonio es-tén firmemente arraigadas, les resultará difí-cil soportar las burlas de los que cuestionensu fe” (Liahona, mayo de 2009, pág. 126).

20. Véase Marcos 1:40–42.21. Véase Lucas 18:35–43.22. Véase Marcos 6:34–44.23. Véase Marcos 4:35–41.24. Véase Juan 11:8–53.25. Moroni 7:37.26. Marcos 5:36.27. Véase 1 Pedro 2:21–25.28. Véase Lucas 22:47–48; 23:32–46.29. Véase Juan 20:11–23.30. Véase 3 Nefi 11–26.31. Véase José Smith—Historia 1:17.32. Véase Doctrina y Convenios 88:104.33. “Dime la historia de Cristo”, Canciones

para los niños, pág. 36.34. Mosíah 3:17.35. El élder Dallin H. Oaks dijo en una ocasión:

“Cuando era niño, pasaba casi todas las ho-ras del anochecer leyendo libros. Uno delos favoritos era La historia de la Biblia, deHurlbut,… [un libro de] 168 relatos de laBiblia. Esos relatos me encantaban y los leímuchas veces” (véase “Historias bíblicas yprotección personal”, Liahona, enero de1993, pág. 41).

36. Stella Oaks, “Thy Will Be Done”, en Leon R.Hartshorn, recopilador, Remarkable Storiesfrom the Lives of Latter-day Saint Women,2 tomos, 1973–75, tomo II, págs. 183–184.

37. Alma 36:17–18.38. En nuestro mundo actual, necesitamos más

que nunca que las palabras que Enós dijode su padre sean las palabras que nuestroshijos digan de nosotros: “…las palabras quefrecuentemente había oído a mi padre ha-blar, en cuanto a la vida eterna… penetra-ron mi corazón profundamente. Y mi almatuvo hambre; y me arrodillé ante miHacedor” (Enós 1:3–4).

39. El presidente Monson hizo esta promesa a lajuventud: “Si su testimonio del Evangelio delSalvador y de nuestro Padre Celestial estábien cimentado, influirá en todo lo que ha-gan a lo largo de la vida… Su testimonio, silo nutren constantemente, [los] mantendráa salvo” (Liahona, mayo de 2009, pág. 126).

40. Helamán 5:12.41. Véase Mosíah 16:8.42. D. y C. 21:5.43. Véase Alma 26:12.

Palabras de clausuraEl faro del Señor envía señales que fácilmente se pueden reconocer y que nunca fallan.

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una bendición sobre su cabeza”2.Tengan presente que los mensajes

que hemos escuchado durante estaconferencia se imprimirán en losejemplares de las revistas Ensign yLiahona. Los exhorto a estudiar losmensajes, a meditar sus enseñanzas y después a aplicarlos en su vida.

Sé que ustedes se unen a mí paraexpresar gratitud a estos hermanos yhermanas que han sido relevados du-rante esta conferencia. Han servidobien y han hecho un aporte significati-vo a la obra del Señor. Su dedicaciónha sido completa. Les agradecemosdesde el fondo de nuestro corazón.

Y ahora hemos sostenido, al levantarla mano, a hermanos y hermanas quehan sido llamados a nuevos puestos du-rante esta conferencia. Queremos quesepan que esperamos con ansias traba-jar con ellos en la causa del Maestro.

Mis hermanos y hermanas, al con-templar hoy día el mundo que nos ro-dea, hacemos frente a problemas queson graves y de gran preocupaciónpara nosotros. El mundo parece ha-berse soltado del ancla de seguridad y alejado del puerto de paz.

El libertinaje, la inmoralidad, la pornografía, la deshonestidad y una infinidad de males son la razón por la

que muchos son zarandeados en unmar de pecado y azotados contra losescabrosos arrecifes de oportunidadesperdidas, bendiciones abandonadas ysueños destrozados.

Mi consejo a todos nosotros es quemiremos hacia el faro del Señor; nohay niebla demasiado densa, ni nochetan oscura, ni viento demasiado fuer-te, ni marinero tan perdido que la luzde ese faro no pueda rescatar; noshace un llamado a través de las tor-mentas de la vida. El faro del Señor en-vía señales que fácilmente se puedenreconocer y que nunca fallan.

Me encantan las palabras que se en-cuentran en Salmos: “Jehová, roca míay baluarte mío, y mi libertador; Diosmío, fortaleza mía, en quien me refu-gio;… Invocaré a Jehová… [para ser]salvo de mis enemigos”3.

El Señor nos ama, mis hermanos yhermanas, y nos bendecirá si invoca-mos Su nombre.

Cuán agradecidos estamos por elevangelio restaurado de Jesucristo ypor todo lo bueno que trae a nuestravida. El Señor ha derramado Sus ben-diciones sobre nosotros, Su pueblo.Les doy mi testimonio de que estaobra es verdadera, de que nuestroSalvador vive, y de que Él guía y

dirige Su Iglesia sobre la tierra. Ahora bien, al llegar a los momen-

tos finales de esta conferencia, mi corazón está rebosante y mis senti-mientos están tiernos. Les expreso miamor y mi gratitud; gracias por susoraciones por mí y por todas lasAutoridades Generales de la Iglesia. El Señor oye nuestras oraciones, nosbendice y nos dirige en los asuntos deSu reino aquí sobre la tierra. Estamosprofundamente agradecidos por ello.

Al salir de esta conferencia, invocolas bendiciones del cielo sobre cadauno de ustedes. Al volver a sus hoga-res en todas partes del mundo, ruegoque nuestro Padre Celestial les bendi-ga a ustedes y a sus familias. Ruegoque los mensajes y el espíritu de estaconferencia se manifiesten en todo loque hagan en sus hogares, en su traba-jo, en sus reuniones y en todos susquehaceres.

Les amo; oro por ustedes. Ruegoque Dios les bendiga; que Su promesade paz esté con ustedes ahora y siem-pre, en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Proverbios 3:5–6.2. Doctrina y Convenios 25:12.3. Véase Salmos 18:2, 3.

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Por Ann M. DibbSegunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

muy valientes en esa época. En el pri-mer capítulo del libro de Josué, elSeñor le dice varias veces que se es-fuerce y que sea valiente. La palabra“valor” se define como “fuerza mentalo moral para …perseverar y resistir elpeligro, el temor o las dificultades”(Merriam-Webster’s CollegiateDictionary, decimoprimera edición,2003, “courage”, cursiva agregada).Mediante el valor y la obediencia,Josué y los hijos de Israel pudieron en-trar a la tierra prometida y hallar felici-dad en las bendiciones del Señor.

Josué y los hijos de Israel vivieronhace mucho, mucho tiempo; pero enla actualidad, también nos esforzamospor entrar a una “tierra de promisión”.Nuestra meta máxima es obtener lavida eterna con nuestro PadreCelestial. En el primer capítulo del li-bro de Josué, encontramos cuatropautas seguras que nos ayudan a ven-cer obstáculos, a completar la jornaday a disfrutar las bendiciones del Señoren nuestra “tierra de promisión”.

Primero, en el versículo 5, el Señorle promete a Josué: “…no te dejaré, nite desampararé”. Podemos encontrarfuerza y valor en esta promesa de queel Señor siempre estará allí para apo-yarnos y que nunca nos dejará solos.Se nos enseña que nuestro PadreCelestial conoce y ama a cada uno deSus hijos. Como una de Sus preciadashijas, ustedes tienen acceso a Su segu-ridad y guía mediante el poder de laoración. En Doctrina y Convenios lee-mos: “Sé humilde; y el Señor tu Dioste llevará de la mano y dará respuestaa tus oraciones” (D. y C. 112:10).

Muchas veces, cuando lasAutoridades Generales se diri-gen a los hermanos del sacer-

docio en la conferencia general,comienzan diciendo que sienten quese están dirigiendo a un “gran ejército”de poderosos líderes del sacerdocio.Esta noche, siento que estoy frente aun “gran ejército” de hijas escogidasde Dios. Ustedes han sido escogidaspara ir hacia adelante al lado de esosvalientes poseedores del sacerdocio,en rectitud en estos últimos días. Sonuna vista imponente y hermosa.

Me gustaría comenzar esta tardecon un repaso breve del contexto his-tórico de nuestro lema, Josué 1:9:“…[esfuérzate y sé] valiente; no te-mas ni desmayes, porque Jehová tuDios estará contigo dondequiera que vayas”.

Moisés fue el gran profeta que sacóa los hijos de Israel de la tierra deEgipto, donde habían sido esclavos yhabían sido inducidos a adorar a dio-ses falsos. Después de 40 años de pri-vaciones en el desierto, estaban yamuy cerca de su nuevo hogar, dondeserían libres para adorar al Dios verda-dero y viviente. Tras la muerte deMoisés, Josué fue llamado por Dios

para ser el profeta que finalizaría esemilagroso trayecto.

Josué era un líder de mucha in-fluencia. En el Diccionario Bíblico, eninglés, se lo define como “la clase másalta del guerrero devoto” e indica quesu nombre significa “Dios es ayuda”(Diccionario Bíblico en inglés,“Joshua”). Su liderazgo inspirado fuemuy necesario, ya que aún había mu-chos ríos que cruzar y batallas que ga-nar antes de que pudieran realizar yobtener todo lo que el Señor habíaprometido a los hijos de Israel.

El Señor sabía que el profeta Josuéy los hijos de Israel tendrían que ser

Sé valiente[Las] pautas del libro de Josué se combinarán parabrindarnos la más potente fuente de valor y fortaleza queexiste: la fe en nuestro Padre Celestial y en Su Hijo Jesucristo.

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REUNIÓN GENERAL DE LAS MUJERES JÓVENES | 27 de marzo de 2010

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Creo estas palabras y les prometoque nuestro Padre Celestial sí escu-cha y responde nuestras oraciones.Sin embargo, a menudo se requierepaciencia cuando estamos “…espe-ran[do] al Señor” (véase Isaías 40:31).Cuando esperamos, podemos llegar acreer que se nos ha abandonado oque no se han escuchado nuestrasoraciones, o posiblemente que no so-mos dignos de recibir una respuesta.Eso no es verdad. Me encantan las pa-labras consoladoras del rey David:“Pacientemente esperé a Jehová, y élse inclinó a mí y oyó mi clamor”(Salmo 40:1).

No importa lo que lleguen a afron-tar en su jornada personal, la primerapauta que se da en Josué nos recuerdaque oremos, seamos pacientes y re-cordemos la promesa de Dios: “…note dejaré, ni te desampararé” (Josué1:5).

La segunda pauta se encuentra enel versículo 7, donde el Señor le dice aJosué: “…[cuida] de hacer conforme atoda la ley… no te apartes de ella ni ala derecha ni a la izquierda, para queprosperes en todas las cosas que em-prendas”. El Señor instruye a Josuéque obedezca los mandamientos es-trictamente, y que no se desvíe del ca-mino del Señor. El presidente HowardW. Hunter enseñó: “Josué sabía que suobediencia traería éxito, y aunque nosabía exactamente cómo lograría eseéxito, ya tenía confianza en que obten-dría los resultados. Sin duda las expe-riencias de los grandes profetas [quese encuentran en las Escrituras] se hanregistrado [y preservado] para ayudar-nos a comprender la importancia deescoger el camino de la obediencia estricta” (“Nuestro compromiso conDios”, Liahona, enero de 1983, pág. 109).

Hace un mes visité a un grupo demujeres jóvenes y les pregunté a lasde más edad qué consejo darían a unanueva abejita para ayudarle a mante-nerse fiel y virtuosa en toda situaciónen que se encontrase. Una de las jóve-nes dijo: “Cuando camines por los pa-sillos de la escuela, es posible queveas, de reojo, algo que te llame laatención, algo que no parezca estar

bien del todo. Quizá sientas curiosidady quieras mirar, pero mi consejo eséste: No mires. Te prometo que si mi-ras, te arrepentirás. Hazme caso, mirasólo hacia el frente”.

Al escuchar a esta jovencita, supeque estaba escuchando el consejo delSeñor a Josué: “…no te apartes de [él]ni a la derecha ni a la izquierda” (véaseJosué 1:7), aplicado a una situación cotidiana en estos últimos días.Jovencitas, eviten las tentaciones quelas rodean mediante la obediencia es-tricta a los mandamientos. Miren di-rectamente al frente hacia su metaeterna. La segunda pauta nos recuerdaque al hacerlo, estarán protegidas y“prosper[arán] en todas las cosas queemprenda[n]” (Josué 1:7).

El versículo 8 contiene la tercerapauta. En ella, el Señor se refiere al “li-bro de la ley” y le dice a Josué: “…dedía y de noche meditarás en él, paraque guardes y hagas conforme a todolo que en él está escrito… y todo te

saldrá bien”. El Señor está instruyendoa Josué, y a todos nosotros, que lea-mos las Escrituras. El estudio diario delas Escrituras, en especial el leer elLibro de Mormón, establece un ci-miento firme para que ustedes desa-rrollen un testimonio de Jesucristo yde Su Evangelio; también invita alEspíritu a su vida. El presidente HaroldB. Lee aconsejó: “Si no estamos leyen-do a diario las Escrituras, nuestro testi-monio está disminuyendo, [y] nuestraespiritualidad no está aumentando enprofundidad” (Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: Harold B.Lee, 2001, pág. 73).

Dentro de las páginas de lasEscrituras se encuentran innumerablesindicaciones, promesas, soluciones yrecordatorios que nos ayudarán ennuestra jornada hacia la “tierra de pro-misión”. La tercera pauta nos indicaque leamos las Escrituras y que las me-ditemos diariamente, a fin de que po-damos encontrar prosperidad y éxito.

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Después de que el Señor terminade hablar con Josué, éste se dirige alos hijos de Israel. Al final de su discur-so, en el versículo 16, los hijos deIsrael responden a sus palabras y nosbrindan la cuarta pauta. Ellos dicen:“Nosotros haremos todas las cosas quenos has mandado, e iremos adonde-quiera que nos mandes”.

Como miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, tenemos la oportunidad de ha-cer el mismo compromiso de seguir anuestro profeta, al presidente ThomasS. Monson, que nos acompaña estanoche. Por medio de la oración y laconfirmación del Espíritu, cada una denosotras puede obtener un testimo-nio personal del profeta viviente. Esetestimonio crecerá conforme escuche-mos y observemos sus enseñanzas, y tengamos el valor de aplicarlas anuestra vida.

El escuchar y obedecer el consejode nuestro profeta, nos permite teneracceso a bendiciones especiales.Escuchen algunas de las promesasproféticas que el presidente Monsonnos extendió en la última conferenciageneral: “Que Dios los bendiga; que lapaz que Él ha prometido los acompa-ñe ahora y siempre…” (“Palabras declausura”, Liahona, noviembre de2009, pág. 110). “…nos esperan gran-des promesas si somos leales y fie-les…” (“Se prudente… a tu alma

gobernad”, Liahona; noviembre de2009, pág. 69). “…invoco las bendicio-nes del cielo sobre cada uno de uste-des” (Liahona, noviembre de 2009,pág. 110).

Las invito a que escuchen la próxi-ma semana en la conferencia generallas instrucciones y las promesas dadaspor medio de nuestro Profeta y de losApóstoles. Luego, apliquen la cuartapauta al comprometerse a seguir elconsejo del profeta y al reafirmar: “ha-remos todas las cosas que nos [ha]mandado, e iremos adondequiera quenos [mande]” (Josué 1:16).

En este momento, estas cuatropautas: la oración, la obediencia a losmandamientos de Dios, el estudiodiario de las Escrituras, y el compro-miso de seguir al Profeta viviente,pueden parecer cosas pequeñas ysencillas. Les recuerdo el pasaje de lasEscrituras que se encuentra en Alma:“…he aquí, te digo que por medio decosas pequeñas y sencillas se realizangrandes cosas” (Alma 37:6). Cuandoaplicamos en nuestra vida diaria esascuatro “pequeñas y sencillas” pautasdel libro de Josué, éstas se combina-rán para brindarnos la más potentefuente de valor y fortaleza que existe:la fe en nuestro Padre Celestial y enSu Hijo Jesucristo.

Nuestro Padre Celestial sabe quenuestra jornada personal no es fácil.Cada día nos enfrentamos a situaciones

que requieren valor y fortaleza. Un artículo reciente en el diario ChurchNews, me llamó la atención:

“Una maestra de secundaria haceunos meses comenzó su instrucciónun día pidiendo a aquellos de susalumnos que apoyaran un argumentopolítico que se pusieran de pie a unlado del aula, y a los que se opusie-ran, que se pusieran de pie al otrolado.

“Después de que los alumnos seubicaron, la maestra adoptó la posturade los que se oponían. Señalando auna joven del lado de los que estabana favor, la maestra comenzó a atacarlaa ella y a los otros compañeros por suspuntos de vista.

“La jovencita, que era una Damitade su barrio, resistió el ataque que cri-ticaba sus creencias.

“[Permaneció] tranquila frente a unataque público dirigido por alguienque tenía autoridad” (“What youthneed”, Church News, 6 de marzo de2010).

Esta jovencita demostró gran valoren su propio campo de batalla, queese día resultó ser el aula de su escue-la. Dondequiera que se encuentren ysea lo que sea lo que afronten, esperoque aprovechen las pautas que se en-cuentran en el libro de Josué para quepuedan confiar en la promesa delSeñor: “…[esfuérzate y sé] valiente;no temas ni desmayes, porque Jehovátu Dios estará contigo dondequieraque vayas” (véase Josué 1:9).

Deseo dejarles mi testimonio deque nuestro Padre Celestial conoce y ama a cada una de ustedes. Si seallegan a Él, ¡no les fallará! Las bende-cirá con la fortaleza y el valor que necesiten para completar la jornadade regresó a Él. Estoy agradecida porlas Escrituras y por los poderososejemplos como el del profeta Josué.Estoy agradecida por el presidenteMonson, que se esfuerza por guiar-nos a salvo de regreso a nuestroPadre Celestial. Es mi oración que,como los hijos de Israel, entremos a nuestra “tierra de promisión” y encontremos descanso en las bendi-ciones del Señor. Digo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén. ■

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Santiago, Chile

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Por Mary N. CookPrimera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

cien. Ruthie y yo le aseguramos aCaroline que la ayudaríamos. Nos pro-pusimos buscar algo en el camino quenos hiciera felices y compartir lo quedescubriéramos; incluso cantamos al-gunas canciones de la Primaria.

La situación cambió. Caroline deci-dió seguir el plan. Los cien pasos con-virtieron una tarea que parecíaimposible en algo factible. Caroline sa-bía que la ayudaríamos y, al buscar lascosas buenas que nos rodeaban y en-tonar canciones, nos sentimos más felices.

¿Alguna vez se han sentido asusta-das y desanimadas al enfrentarse conun desafío cuya solución parecía supe-rar su capacidad? ¿Alguna vez han que-rido darse por vencidas?

Imagínense cómo se habrá sentidoJosué, el sucesor del gran profetaMoisés, al saber que tenía que condu-cir a los hijos de Israel a la tierra pro-metida. Estoy segura de que hubomomentos en que deseó darse porvencido. Pero el Señor lo reconfortórecordándole tres veces que se esfor-zara y fuese valiente (véase Josué1:6–9). Con fe en que Dios estaría conellos, los hijos de Israel se comprome-tieron: “…haremos todas las cosas quenos has mandado” (Josué 1:16).

Las Escrituras están llenas de rela-tos de hombres y mujeres que demos-traron gran valor para hacer lo quefuera que el Señor les mandara, aun-que la tarea pareciera imposible y auncuando quizá desearan darse por vencidos.

¿Qué es lo que el Señor desea quehagan? Desea que cada una sea una hijade Dios valiente y virtuosa, dedicada avivir diariamente de tal manera que seadigna de recibir las bendiciones del

El pasado agosto llevamos a algu-nos de nuestros nietos al monu-mento nacional Timpanogos

Cave, uno de los paseos más popula-res de Utah. Para llegar a la cueva hayque emprender una extenuante cami-nata de casi dos kilómetros y medio,pero bien vale la pena el esfuerzo paracontemplar las formaciones en espiralde la cueva. Yo estaba segura de queRuthie, de nueve años, no tendría mu-chas dificultades, pero me preguntabasi Caroline, de seis, tendría la fortalezay la resistencia para llegar hasta el final.

Todos estábamos muy entusiasma-dos por empezar la caminata y, al prin-cipio, avanzábamos rápidamente porel sendero pavimentado. Llegamos rá-pido a la cuarta parte del camino, peronos llevó más tiempo llegar hasta lamitad. Caroline comenzó a desanimar-se. Ruthie iba bien y alentaba aCaroline para que continuara.Aminoramos la marcha para queCaroline pudiera seguirnos el ritmo.De repente, parecía que todo salíamal: se levantó un viento fuerte y elpolvo no nos permitía ver. La situación

era un tanto inquietante y, como si esofuera poco, nos encontramos con unletrero que decía: “Víboras de casca-bel. No se aparte del sendero.Permanezca en un lugar seguro”.

Seguimos caminando trabajosa-mente hasta completar las tres cuartaspartes del camino, pero todavía nosfaltaba la porción más empinada de lamontaña. Cansada, asustada y dudan-do de su capacidad, Caroline se sentóy, entre lágrimas, dijo: “¡Me doy porvencida! ¡No puedo dar un paso más!”.

Nos sentamos y hablamos acerca dequé debíamos hacer. Ideamos un plan:decidimos contar los pasos y ver cómonos sentíamos después de llegar a

¡Nunca, nunca, nuncase den por vencidas!¿Qué es lo que el Señor desea que hagan? Quiere que cadauna sea una hija de Dios valiente y virtuosa, dedicada avivir diariamente de tal manera que sea digna de recibirlas bendiciones del templo.

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templo y de regresar a Él. En el mun-do de hoy, eso requerirá valor. Ustedestienen el plan de salvación que haceque esto sea posible. El albedrío mo-ral, o la capacidad de escoger, es unaparte esencial de este plan. Ustedes yahan tomado algunas buenas decisio-nes: antes de nacer, escogieron venir ala tierra a recibir un cuerpo y ser pro-badas; tomaron la decisión de bauti-zarse, que es la primera ordenanzaque se requiere en el sendero hacia lavida eterna. Ahora están en la vida te-rrenal, donde continúan tomando de-cisiones, aprendiendo y progresando.Otro paso importante del plan es ha-cer convenios sagrados y recibir las or-denanzas del templo.

A medida que van creciendo, joven-citas, el camino se va haciendo másempinado y tal vez deseen darse porvencidas. La vida se va volviendo másdifícil, llena de decisiones y tentacio-nes a cada paso. Satanás levantarávientos de confusión que pueden cau-sarles dudas en cuanto a si éste es elsendero que desean seguir; quizá sesientan tentadas a tomar otra ruta aun-que en ella haya señales de peligro. Tal vez duden de su capacidad y sepregunten, como una joven se pre-guntó: “¿Es realmente posible mante-ner la virtud en el mundo actual?”. La respuesta, mis jóvenes amigas, es:“¡Sí!”. Y el consejo que les doy es simi-lar al que dio Winston Churchill duran-te la Segunda Guerra Mundial: ¡Nunca,nunca, nunca se den por vencidas!(véase “Never Give In”, [discurso,Harrow School, Londres, Inglaterra, 29de octubre de 1941]).

Esto requerirá gran valor, pero ¡us-tedes tienen Su plan! ¿Qué cosas lasayudarán a seguir el plan y ser hijas deDios valientes y virtuosas? Primero, ob-tengan un testimonio fuerte, paso apaso. Segundo, busquen la ayuda delPadre Celestial, de Jesucristo, de su fa-milia y de otras personas que las apo-yarán en su decisión de seguir el plan.Y, por último, lleven una vida digna dela compañía del Espíritu Santo.

Refiriéndose a la importancia deobtener un testimonio fuerte, el presi-dente Thomas S. Monson prometió alas jovencitas: “Su testimonio, si lo

nutren constantemente, las mantendráa salvo” (“Tengan valor”, Liahona,mayo de 2009, pág. 126).

Su testimonio se fortalece “gradual-mente, con las experiencias que ten-ga[n]. Nadie lo recibe completamentede la noche a la mañana” (Leales a lafe: Una referencia del Evangelio,2004, pág. 194). Recordarán que, a finde avanzar en la parte más empinadade la montaña, enfrentamos nuestroobjetivo un paso a la vez. Para obtenerun testimonio, deben nutrirlo paso apaso. “[Su] testimonio aumentará amedida que tome[n] decisiones deguardar los mandamientos. Al inspirary fortalecer a los demás, verá[n] que[su] testimonio continuará creciendo”.Al establecer el hábito personal deorar… estudiar las Escrituras, obede-cer los mandamientos y servir a los demás, “será[n] bendecid[as] con mo-mentos de inspiración que [fortalece-rán su] propio testimonio” (Leales a la fe, pág. 194).

El Progreso Personal es un recursomagnífico para nutrir su testimoniopaso a paso. Las experiencias y los pro-yectos con un valor son pequeños pa-sos que nutrirán su testimonio deJesucristo a medida que aprendan Susenseñanzas y las apliquen con frecuen-cia en su vida. Ese alimento constantelas mantendrá a salvo en el sendero.

Segundo, busquen la ayuda deotras personas que les brinden fortale-za y apoyo. En primer lugar, diríjanse asu Padre Celestial en oración. Son Sushijas y Él las conoce y las ama; Él escu-cha y contesta sus oraciones. Infinidadde veces se nos enseña en las

Escrituras que debemos “ora[r] siempre” (véase, por ejemplo, D. y C.90:24). Cuando oren, el Señor estarácon ustedes como estuvo con Josué.

Cada una de nosotras necesita laayuda del Salvador para seguir el plany regresar a nuestro Padre Celestial.Quizá hayan cometido algunos erroreso tomado otro camino. “[Ustedes]puede[n] arrepentir[se] debido a queel Salvador [las] ama y ha dado Su vidapor [ustedes]… El sacrificio expiatoriodel Salvador ha hecho posible quesea[n] perdonada[s] de [sus] peca-dos” (véase Mujeres Jóvenes, ProgresoPersonal, libro, 2009, pág. 71).“Cuanto más pronto se arrepientan,más pronto encontrarán las bendicio-nes que provienen del perdón” (véasePara la Fortaleza de la Juventud, folleto, 2001, pág. 30).

Tomen la determinación ahora dehacer lo que se requiere para arrepen-tirse. “Particip[en] dignamente de laSanta Cena cada semana” y… llen[ensu] vida de actividades virtuosas que[les] brindarán poder espiritual. Al ha-cerlo, [se] fortalecerá[n] en [su] habi-lidad para resistir la tentación, guardarlos mandamientos y llegar a ser máscomo Jesucristo” (Mujeres Jóvenes,Progreso Personal, pág. 71).

También están los profetas de losúltimos días en la tierra para ayudarlas.Los profetas hablan para esta época.Interésense en sus palabras; ellos lesproporcionarán las señales que las ad-vertirán del peligro y las mantendrán asalvo en el camino. Las señales queson específicamente para ustedes seencuentran en el folleto Para laFortaleza de la Juventud. “Sigue alprofeta, lo que él dice manda elSeñor” (Canciones para los niños,“Sigue al profeta”, págs. 58–59).

Una de las grandes bendiciones delplan es que estamos organizados enfamilias. Ustedes tienen padres cuyamayor sabiduría y experiencia las ayu-darán a alcanzar su potencial divino.Confíen en ellos. Ellos desean lo mejorpara ustedes.

Aprendan de su madre, de susabuelas y de otras mujeres rectas quetengan un testimonio fuerte. En elplan, la función de la madre es ser

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educadora. Madres, nadie ama a sushijas como ustedes las aman. Ustedesson su mejor líder, mentora y ejemplo.Esperamos que acepten la invitaciónde trabajar con su hija en el ProgresoPersonal. Al trabajar con el ValorVirtud junto a mi madre, aprendí aligual que ustedes aprenderán que larelación entre ambas se fortalecerá ylas dos serán bendecidas por el amor,el apoyo y el aliento de la una a la otra.

Jovencitas, elijan buenos amigosque las apoyen en su decisión correctade seguir el plan. Como Ruthie, quedio ánimo a Caroline, sabemos que noes poco lo que muchas de ustedespueden hacer para fortalecerse mutua-mente. Después de recibir su “Reco-nocimiento a la mujer virtuosa”, lestocará a ustedes ser la “hermana ma-yor”. El trabajar por obtener la “Abejitade Honor” les dará oportunidades defortalecer a otra jovencita con su buenejemplo y testimonio al guiarla en suProgreso Personal.

Por último, lleven una vida digna dela compañía del Espíritu Santo. Al ayu-dar a Caroline a buscar las cosas bue-nas que nos rodeaban e incluso cantar

canciones de la Primaria, invitamos alEspíritu; sentimos amor, gozo y paz,que son los frutos del Espíritu (véaseGálatas 5:22). Necesitarán esa paz yesa seguridad cuando Satanás trate deconfundirlas con sus vientos de dudas,cuando estén tentadas a seguir otrosendero o cuando otras personas seancrueles y se burlen de sus creencias.

Permítanme contarles la experien-cia de Julie, una jovencita que pudoenfrentar una dificultad al seguir lasimpresiones del Espíritu Santo. Un día estaba estudiando el AntiguoTestamento y le vino a la mente estepensamiento: “Lee Mateo 5. Lee Mateo5”. Ella pensó: “¿Por qué habré tenidola idea de leer el Nuevo Testamento?”.Hizo caso a esa impresión y leyó enMateo: “Amad a vuestros enemigos,bendecid a los que os maldicen, hacedbien a los que os aborrecen, y oradpor los que os ultrajan y os persiguen”(Mateo 5:44).

Al día siguiente, tuvo algunas difi-cultades con sus amigas que fueroncrueles y la traicionaron. Al principio,estaba muy enojada, pero luego pensó: “Se me preparó para esto. El

Espíritu me inspiró a leer Mateo, ydebo amar y orar por mis amigas”. Elpequeño paso de leer las Escrituras lapreparó para responder de maneracristiana. Por esa experiencia, tuvo laseguridad de que el Señor la conocía y,mediante las impresiones del EspírituSanto, supo qué debía hacer.

Mis queridas jóvenes, he conocidoa muchas de ustedes que, como Julie,no se han dado por vencidas al enfren-tar circunstancias difíciles, sino quehan decidido seguir el plan. Ruegoque, paso a paso, continúen fortale-ciendo su testimonio. Busquen la ayuda de nuestro Padre Celestial, de Jesucristo, de los profetas y deotras personas que las apoyarán en su decisión de seguir el plan. Llevenuna vida virtuosa que les permita tenerla compañía del Espíritu Santo paraguiarlas de modo seguro. Les testificoque si hacen estas cosas, el Señor estarácon ustedes y podrán permanecer enel sendero que conduce al templo y ala vida eterna. “Esfuér[cense] y s[ean]valiente[s]”, y ¡nunca, nunca, nunca seden por vencidas! En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

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Por Elaine S. DaltonPresidenta General de las Mujeres Jóvenes

otras a “[permanecer] en lugares san-tos”2 y a recibir el Espíritu Santo, reco-nocerlo y confiar en él.

Seguiremos hablando de Cristo yregocijándonos en Cristo, para quecada una de nosotras sepa a qué fuen-te hemos de acudir para la remisiónde nuestros pecados3. Y sí, seguiremosfirmes a pesar de las tormentas querugirán a nuestro alrededor, porquesabemos y testificamos que “…es so-bre la roca de nuestro Redentor, elcual es Cristo, el Hijo de Dios, que[debemos] establecer [nuestro] funda-mento… un fundamento sobre el cual,si [edificamos], no [caeremos]”4.

El consejo que el Señor le dio aJosué es el que hoy les da a ustedes, la“juventud bendita”5. “…te mando quete esfuerces y seas valiente; no temasni desmayes, porque Jehová tu Diosestará contigo dondequiera quevayas”6. ¡No están solas! Aunque seanlas únicas personas miembros de laIglesia en su escuela o en su grupo deamistades, o incluso en su familia, noestán solas. Pueden confiar en la forta-leza del Señor. Como Josué les dijo alos israelitas: “Santificaos, porqueJehová hará mañana maravillas entrevosotros”7. Ése fue el llamado de Josuéde regresar a la virtud, y es el mismoque se nos hace hoy. Simplemente nopodemos hacer la obra para la que senos ha reservado y preparado, a me-nos que tengamos acceso a la fortalezay la seguridad en nosotras mismas queprovienen del vivir una vida virtuosa.

Ustedes son jovencitas de gran fe;trajeron esa fe consigo al venir a la tie-rra. Alma nos enseña que en los reinospreterrenales ustedes demostraron “feexcepcional y buenas obras”8, y lucha-ron con fe y testimonio para defenderel plan que Dios presentó. Sabían queel plan era bueno y sabían que elSalvador haría lo que dijo que haría,¡porque lo conocían! Ustedes se pusie-ron del lado de Él y esperaron ansiosasla oportunidad de venir a la tierra.Sabían lo que se esperaría de ustedes;sabían que sería difícil y, sin embargo,confiaban no sólo en que podrían lo-grar su misión divina, sino que podríantener un impacto. Ustedes son “espíri-tus selectos que fueron reservados

Somos hijas de nuestro PadreCelestial; Él nos ama y nosotraslo amamos a Él1. Me siento hu-

milde y agradecida de estar en la pre-sencia de ustedes. El Señor me habendecido con un claro entendimien-to de quiénes son y la razón por la queestán en la tierra en esta época. ElSeñor las ama y sé que ustedes loaman a Él; lo veo en su rostro, en sumodestia, en su deseo de escoger locorrecto y en su cometido de perma-necer virtuosas y puras.

Juntas hemos compartido muchosmomentos especiales y espirituales.Hemos expresado nuestro testimo-nio alrededor de hogueras de campa-mento, en capillas y en charlasfogoneras. Hemos sido reconfortadaspor el fuego de nuestra fe. Hemos es-calado montañas y desplegado estan-dartes dorados —desde Brasil hastaBountiful— expresando el cometidoen lo profundo de nuestro corazónde permanecer virtuosas y de sersiempre dignas de entrar en el tem-plo. Hemos orado, leído el Libro de Mormón y sonreído cada día y,junto con nuestras madres, abuelas y líderes, estamos trabajando en

nuestro Progreso Personal. ¡Y apenascomenzamos!

Ésta es una época maravillosa paraestar en la tierra y ser una mujer jo-ven. Nuestra visión sigue siendo lamisma; es la de ser dignas de hacer ycumplir convenios sagrados y recibirlas ordenanzas del templo. ¡Ésa esnuestra meta excepcional! Por lo tan-to, seguiremos guiando al mundo en el regreso a la virtud: el regreso a la castidad y a la pureza moral. Se-guiremos haciendo todo lo que esté anuestro alcance por ayudarnos unas a

¡Recuerden quiénes son!No hay nada más bello que una mujer joven que, comoresultado de ser virtuosa, resplandece con la luz delEspíritu, se siente segura de sí misma y es valiente.

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para nacer en el cumplimiento de lostiempos, a fin de participar en la colo-cación de los cimientos de la gran obrade los últimos días, incluso la construc-ción de templos y la efectuación enellos de las ordenanzas”9.

Y ahora están aquí para hacer loque han sido reservadas y preparadaspara hacer. Al mirarlas esta noche, ¡mepregunto si así se habrían visto las no-vias de los jóvenes guerreros deHelamán! Con razón Satanás ha inten-sificado sus ataques contra la identi-dad y la virtud de ustedes. Si lograabatirlas, desanimarlas, distraerlas, re-trasarlas o incapacitarlas para que nosean dignas de recibir la guía delEspíritu Santo o de entrar en el santotemplo del Señor, él gana.

Mujeres jóvenes de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, ¡recuerden quiénes son! Son ele-gidas; son hijas de Dios. No pueden seruna generación de mujeres jóvenesque sólo se contenten con “ser partedel grupo”; deben tener el valor de des-

tacar, de levantarse y brillar, para que suluz sea un estandarte a las naciones10.El mundo quiere que ustedes creanque no tienen importancia, que estánpasadas de moda y que no están al tan-to de lo que ocurre a su alrededor. Elmundo las llama con voces incesantes yestridentes a que “vivan la vida”, “prue-ben todo”, “experimenten y sean feli-ces”. Por el contrario, el Espíritu Santosusurra y el Señor las invita a “andarpor las sendas de la virtud”, [desechar]las cosas de este mundo” y “[adherirse]a [sus] convenios”11.

Siempre me ha gustado la historiadel hijo del Rey Luis XVI de Francia por-que él tenía un conocimiento inque-brantable de su identidad. Cuando erajoven, fue secuestrado por hombresperversos que habían destronado a supadre, el rey. Esos hombres sabían quesi lograban destruirlo moralmente, noheredaría el trono. Durante seis meseslo sometieron a todas las cosas ruinesde la vida y, no obstante, él nunca cedióante la presión. Eso dejó perplejos a los

secuestradores quienes, después de ha-cer todo lo que pudieron, le pregunta-ron por qué tenía tal entereza moral. Surespuesta fue sencilla. Dijo: “No puedohacer lo que me piden, ya que nacípara ser rey”12.

Así como el hijo del rey, cada una deustedes ha heredado una primogenitu-ra real; cada una tiene un patrimoniodivino. “Son literalmente hijas realesde nuestro Padre Celestial”13. Cada unade ustedes nació para ser una reina.

Cuando asistía a la UniversidadBrigham Young, aprendí lo que real-mente significa ser una reina. Se mebrindó la singular oportunidad, juntocon un pequeño grupo de estudian-tes, de conocer al profeta, el presiden-te David O. McKay. Me dijeron quellevara ropa de domingo y que estuvie-ra lista para viajar temprano a la maña-na siguiente a Huntsville, Utah, dondevivía el profeta. Jamás olvidaré la expe-riencia que tuve. Tan pronto como en-tramos en la casa, sentí el espíritu queallí reinaba. Nos sentamos en la sala,

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alrededor del profeta. El presidenteMcKay llevaba un traje blanco y a sulado estaba sentada su esposa. Nos pi-dió a cada uno que nos acercáramos yle dijéramos algo de nosotros. Al acer-carme, me tendió la mano y sostuvo lamía y, al contarle de mi vida y mi fami-lia, me miró profundamente a los ojos.

Al terminar, se reclinó en la silla,tomó la mano de su esposa y dijo:“Ahora bien, jovencitas, quiero que conozcan a mi reina”. Allí a su lado estaba su esposa, Emma Ray McKay.Aunque no llevaba puesta una coronade diamantes centelleantes, ni estabasentada en un trono, yo sabía que eraen verdad una reina. Su cabello canoera su corona, y sus ojos puros brilla-ban como joyas. Mientras el presiden-te y la hermana McKay hablaban encuanto a su familia y a su vida juntos,sus manos entrelazadas dejaban ver sugran amor. Sus rostros irradiaban ale-gría. La belleza de ella no se podíacomprar, ya que provenía de años deprocurar los mejores dones, de obte-ner una buena educación, de buscarconocimiento tanto por el estudiocomo por la fe; provenía de años de

trabajo arduo, de soportar fielmentelas pruebas con optimismo, confianza,fortaleza y valor; provenía de su inque-brantable devoción y fidelidad a su es-poso, a su familia y al Señor.

Aquel día otoñal en Huntsville,Utah, se me recordó mi identidad divi-na y aprendí acerca de lo que ahorallamo la “belleza profunda”, la clase debelleza que brilla de adentro paraafuera. Es la clase de belleza que unono se puede pintar, ni se puede crearquirúrgicamente ni comprar; es la cla-se de belleza que no se quita al lavarsecon agua: es el atractivo espiritual. Labelleza profunda emana de la virtud;es la belleza de ser castas y moralmen-te limpias; es la clase de belleza que seaprecia en los ojos de mujeres virtuo-sas como sus madres y abuelas; es labelleza que se gana mediante la fe, elarrepentimiento y el honrar los conve-nios.

El mundo pone mucho énfasis enel atractivo físico y quiere que uste-des crean que deben parecerse a lafugaz modelo de la portada de unarevista. El Señor les diría que cadauna es singularmente bella. Cuando

son virtuosas, castas y moralmentelimpias, su belleza interior brilla ensus ojos y en su rostro. Mi abuelo so-lía decir: “Si vives cerca de Dios y deSu gracia infinita, no tienes que men-cionarlo, ya que se refleja en tu ros-tro”14. Cuando son dignas de lacompañía del Espíritu Santo, tienenconfianza en sí mismas y su bellezainterior resplandece. Así que “…dejaque la virtud engalane tus pensamien-tos incesantemente; entonces tu con-fianza se fortalecerá en la presenciade Dios… [y el] Espíritu Santo será tucompañero constante”15.

Se nos ha enseñado que “el don delEspíritu Santo… despierta todas las fa-cultades intelectuales, aumenta, en-sancha, expande y purifica todas laspasiones y afectos naturales… Inspiravirtud, amabilidad, bondad, ternura,gentileza y caridad; desarrolla la be-lleza de la persona, de la figura y delos rasgos”16. ¡Ése es un gran secretode belleza! Es la clase de belleza queobservé en la casa de un profeta. Esedía aprendí que la belleza que vi en lahermana McKay era la única bellezaque de verdad importa y la única queperdura.

Alma hace una pregunta penetranteque debemos considerar: “¿Habéis recibido su imagen en vuestros ros-tros?”17.

Recientemente un grupo de muje-res jóvenes visitó mi oficina; al final dela visita, una de ellas confesó, con lá-grimas en los ojos: “Nunca había pen-sado que era bella; siempre meconsideré una persona común, perohoy, al pasar frente al espejo de su ofi-cina, me miré en él ¡y me vi hermosa!”Ella era hermosa porque su rostro bri-llaba con el Espíritu. Se vio a sí mismacomo nuestro Padre Celestial la ve; ha-bía recibido la imagen de Él en su ros-tro. Ésa es la “belleza profunda”.

Mujeres jóvenes, mírense en el es-pejo de la eternidad. ¡Recuerden quié-nes son! Véanse a sí mismas comonuestro Padre Celestial las ve. Ustedesson electas; son de noble linaje. Nocomprometan su patrimonio divino;ustedes nacieron para ser reinas. Vivande tal manera que sean dignas de en-trar en el templo y allí recibir “todo lo

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que [el] padre tiene”18. Desarrollen labelleza profunda. No hay nada más be-llo que una mujer joven que, como re-sultado de ser virtuosa, resplandececon la luz del Espíritu, se siente segurade sí misma y es valiente.

Recuerden que son hijas de nuestroPadre Celestial; Él las ama tanto queenvió a Su Hijo para mostrarles la ma-nera de vivir, a fin de que pudieranvolver a Él algún día. Les testifico queal acercarse al Salvador, la infinita ex-piación de Él hace posible que se arre-pientan, cambien, sean puras y recibanSu imagen en el rostro. Su Expiaciónles permitirá ser fuertes y valientes amedida que sigan elevando su estan-darte de virtud. Ustedes son de oro;¡son el estandarte!

Y ahora concluyo con las palabrasdel Señor a cada una de nosotras, Suspreciadas hijas: “He aquí… eres unadama elegida a quien he llamado”19.“Anda por las sendas de la virtud…[desecha] las cosas [del] mundo… ad-hiérete a los convenios que has he-cho… Guarda mis mandamientoscontinuamente, y recibirás una coronade justicia”20. De esto doy mi testimo-nio, en el santo nombre de nuestroSalvador Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase “Lema de las Mujeres Jóvenes”,

Mujeres Jóvenes: Progreso Personal, librito,2009, pág. 3.

2. Doctrina y Convenios 87:8.3. Véase 2 Nefi 25:26.4. Helamán 5:12.5. Véase “A vencer”, Himnos, núm. 167.6. Josué 1:9.7. Josué 3:5; véase también Guía para el

Estudio de las Escrituras, “Santificación”.8. Alma 13:3.9. Doctrina y Convenios 138:53–54.

10. Doctrina y Convenios 115:5.11. Doctrina y Convenios 25:2, 10, 13.12. Véase Vaughn J. Featherstone, “The King’s

Son”, New Era, noviembre de 1975, pág.35.

13. Ezra Taft Benson, “A las Mujeres Jóvenes dela Iglesia”, Liahona, enero de 1987, pág.86.

14. Autor desconocido; véase Elaine S. Dalton,“En su rostro se refleja”, Liahona, mayo de2006, pág. 109.

15. Doctrina y Convenios 121:45–46.16. Parley P. Pratt, Key to the Science of

Theology, 10a. ed., 1965, pág. 101; cursivaañadida.

17. Alma 5:14.18. Doctrina y Convenios 84:38.19. Doctrina y Convenios 25:3.20. Doctrina y Convenios 25:2, 10, 13, 15.

Presidente Thomas S. Monson“Mis queridas jóvenes hermanas,aunque siempre ha habido desa-

fíos en el mundo, muchos de los queustedes afrontan son exclusivos deesta época”1.

Elaine S. Dalton, PresidentaGeneral de las Mujeres Jóvenes:“Para ser y permanecer virtuosas, de-ben ser fieles a su identidad divina yestablecer modelos de pensamiento yconducta basados en elevadas normasmorales”2.

Presidente Henry B. Eyring, PrimerConsejero de la Primera Presidencia:“Ruego de todo corazón que aumentesu fe en que son hijas de un Dios amo-roso”3.

Mary N. Cook, primera consejerade la Presidencia General de lasMujeres Jóvenes: “Mis queridas joven-citas, ya han tomado muchas buenasdecisiones. Ahora deben establecermodelos de virtud que las mantenganen este sendero toda la vida”4.

Presidente Dieter F. Uchtdorf,Segundo Consejero de la PrimeraPresidencia: “Hermanas, confíen en elEspíritu y dependan de Él. Si aprove-chan las oportunidades comunes de lavida diaria y crean algo bello y útil, me-jorarán no sólo el mundo que las ro-dea, sino también su mundo interior”5.

Ann M. Dibb, segunda consejerade la Presidencia General de lasMujeres Jóvenes: “Las cosas pequeñas

Presentación en video: Tengo un propósitoLo siguiente es una transcripción del video que se mostródurante la reunión general de las Mujeres Jóvenes que tomólugar el 27 de marzo de 2010.

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Mis queridas jóvenes hermanasalrededor del mundo, mesiento agradecido y honrado

por estar hoy con ustedes. El presi-dente Monson y todos los líderes de laIglesia las aman; oramos por ustedes ynos regocijamos en su fidelidad.

A lo largo de los años, he estado ex-puesto a muchos idiomas hermosos:cada uno de ellos es fascinante y extra-ordinario; cada uno tiene su encantoespecial; pero sin importar cuán dife-rentes sean esos idiomas, suelen tenercosas en común. Por ejemplo, en la

mayoría de los idiomas existe una fra-se, tan mágica y prometedora comoquizá ninguna otra en el mundo. Esafrase es: “Érase una vez”.

¿No son esas palabras maravillosaspara comenzar un relato? “Érase unavez” nos promete algo: un relato deaventura y romance, un relato de prín-cipes y princesas. Puede incluir histo-rias de valor, esperanza y amor eterno;en muchos de esos relatos, lo agrada-ble vence a lo desagradable, y el bienvence al mal. Pero quizá, más quenada, me gusta cuando llegamos a laúltima página, miramos las últimas lí-neas y vemos las encantadoras pala-bras “y vivieron felices para siempre”.

¿Acaso no es eso lo que todos de-seamos: ser los héroes y las heroínasde nuestro propio relato, triunfar so-bre la adversidad; experimentar la vidaen toda su hermosura; y, finalmente,vivir felices para siempre?

Hoy quiero que presten atención aalgo muy significativo, sumamente ex-traordinario. En la primera página desu libro del Progreso Personal de lasMujeres Jóvenes encontrarán estaspalabras: “Eres una hija amada denuestro Padre Celestial, preparada

Por el presidente Dieter F. UchtdorfSegundo Consejero de la Primera Presidencia

y sencillas que elijan hacer hoy semagnificarán y mañana serán grandesy gloriosas bendiciones” 6.

Elaine S. Dalton, PresidentaGeneral de las Mujeres Jóvenes:“¿Puede una jovencita recta cambiarel mundo? La respuesta es un rotun-do, ‘¡Sí! ’. Lo que hagan habitualmen-te las fortalecerá para ser líderes yejemplos: la oración diaria, el estudiodiario de las Escrituras, la obedienciadiaria, el servicio diario al prójimo. Alrealizar todo eso, se acercarán más alSalvador y llegarán a ser cada vez máscomo Él”7.

Presidente Thomas S. Monson “Misjóvenes amigas, sean fuertes…Ustedes saben lo que es bueno y loque es malo, y ningún disfraz, poratractivo que sea, puede cambiar esaverdad. Si sus supuestos amigos lasinstan a hacer algo que ustedes sabenque es malo, ustedes defiendan lo co-rrecto, aunque sean las únicas”8. ■

NOTAS1. Véase Thomas S. Monson, “Tengan valor”,

Liahona, mayo de 2009, pág. 127.2. Véase Elaine S. Dalton, “Venid, y subamos

al monte del Señor”, Liahona, mayo de2009, pág. 121.

3. Véase Henry B. Eyring, “Andemos en la luz”,Liahona, mayo de 2008, pág. 125.

4. Véase Mary N. Cook, “Una vida virtuosa,paso a paso”, Liahona, mayo de 2009, pág. 117.

5. Véase Dieter F. Uchtdorf, “La felicidad es un legado”, Liahona, noviembre de 2008,pág. 119.

6. Véase Ann M. Dibb, “Se ejemplo de los cre-yentes”, Liahona, mayo de 2009, pág. 116.

7. Véase Elaine S. Dalton, “En su rostro se re-fleja”, Liahona, mayo de 2006, pág. 109.

8. Véase Thomas S. Monson, “Ejemplos derectitud”, Liahona, mayo de 2008, pág. 65.

Ser felices para siempreNuestro Padre Celestial les ofrece el don más grande detodos, la vida eterna, y la oportunidad e infinita bendiciónde tener sus propios “felices para siempre”.

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para venir a la tierra en esta épocaprecisa para un propósito sagrado yglorioso”1.

¡Hermanas, esas palabras son verda-deras! ¡No son el invento de un cuentode hadas! ¿No es extraordinario saberque nuestro Padre Eterno las conoce austedes, las escucha, vela por ustedesy las ama con un amor infinito? De he-cho, Su amor por ustedes es tan gran-de que Él les ha concedido esta vidaterrenal como un precioso obsequiode “Érase una vez” lleno de su propioy real relato de aventuras, pruebas yoportunidades de grandeza, nobleza,valor y amor; y lo más glorioso detodo: Él les ofrece un don invalorableque supera precio y comprensión.Nuestro Padre Celestial les ofrece eldon más grande de todos, la vida eter-na, y la oportunidad e infinita bendi-ción de tener sus propios “felices parasiempre”.

Pero dicha bendición no viene sinun precio; no se da simplemente por-que ustedes la deseen. Viene solamen-te al entender quiénes son y quédeben llegar a ser a fin de ser dignasde ese don.

Las pruebas son parte de la jornadaPor un momento, piensen en su

cuento de hadas preferido. En ese re-lato, el personaje principal podría seruna princesa o una campesina; podríaser una sirena o una lechera, una sobe-rana o una sirvienta; pero encontraránuna cosa que todas tienen en común:deben vencer la adversidad.

Cenicienta tiene que soportar a susmalvadas madrastra y hermanastras.Se le obliga a pasar largas horas de ser-vidumbre y ridículo.

En “La Bella y la Bestia”, Bella seconvierte en cautiva de una bestia deapariencia temible para salvar a su pa-dre. Ella sacrifica su hogar y su familia,todo lo que ella aprecia, con el fin depasar varios meses en el castillo de labestia.

En el relato de “Rumpelstiltskin”,un pobre molinero le promete al reyque su hija, al hilar, puede convertirpaja en oro. El rey inmediatamentemanda buscarla y la encierra en unahabitación con una pila de paja y unarueca. Más tarde en el relato, se en-frenta al peligro de perder a su primerhijo a menos que pueda adivinar el

nombre de la criatura mágica que la ayudó con esa tarea imposible.

En cada una de esas historias,Cenicienta, Bella y la hija del molinerotienen que sufrir tristeza y pruebas an-tes de llegar a “ser felices para siem-pre”. Piensen. ¿Ha habido algunapersona que no haya tenido que pasarpor su propio valle oscuro de tenta-ción, pruebas y pesar?

Entre el “Érase una vez” y el “felicespara siempre”, todas tenían que expe-rimentar una gran adversidad. ¿Porqué todos debemos experimentar tris-teza y tragedia? ¿Por qué no podíamossimplemente vivir con dicha y paz,cada día lleno de maravillas, gozo yamor?

Las Escrituras nos dicen que es pre-ciso que haya una oposición en todaslas cosas, ya que sin ella no podríamosdiferenciar lo dulce de lo amargo2.¿Sentiría el que corre maratones eltriunfo de terminar la carrera si no hu-biera sentido el dolor de las horas alesforzarse más allá de sus límites?¿Sentiría gozo el pianista al dominaruna intrincada sonata sin las minucio-sas horas de práctica?

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En los relatos, como en la vida, laadversidad nos enseña cosas que nopodemos aprender de otro modo. Laadversidad ayuda a cultivar una pro-fundidad de carácter que no viene deninguna otra manera. Nuestro amoro-so Padre Celestial nos puso en unmundo lleno de desafíos y pruebaspara que, mediante la oposición,aprendamos sabiduría, seamos másfuertes y experimentemos gozo.

Permítanme compartir una expe-riencia que tuve cuando era adoles-cente, mientras mi familia asistía a laIglesia en Fráncfort, Alemania.

Un domingo, los misioneros lleva-ron a nuestras reuniones a una familianueva que jamás había visto. Era unamadre con dos hermosas hijas. Me pa-reció que esos misioneros estaban ha-ciendo un muy, muy buen trabajo.

Me llamó particular atención la hijaque tenía un bellísimo cabello oscuroy grandes ojos color café; se llamabaHarriet y creo que me enamoré de elladesde el primer momento en que la vi.Lamentablemente, esa hermosa jovenno parecía sentir lo mismo por mí.Había muchos jóvenes que deseabanconocerla y empecé a preguntarme sialgún día me consideraría algo másque un amigo. Pero no dejé que esome desalentara. Me las ingenié para es-tar donde ella estaba. Cuando repartíala Santa Cena, me aseguraba de estaren la posición correcta para que fuerayo quien se la diera a ella.

Cuando teníamos actividades espe-ciales en la capilla, iba en bicicleta has-ta la casa de Harriet y tocaba el timbre.Por lo general, contestaba la madre deHarriet; de hecho, abría la ventana dela cocina de su apartamento en elcuarto piso y me preguntaba qué que-ría. Yo le preguntaba si a Harriet legustaría que la llevara a la capilla en mibicicleta; y ella contestaba: “No, ella irámás tarde, pero a mí me encantaría ircontigo a la capilla”. Aunque no eraexactamente lo que yo tenía en mente,¿cómo iba a negarme?

Así que fuimos juntos a la capilla.Tengo que admitir que yo tenía una bi-cicleta admirable. La madre de Harrietse sentaba en la barra y yo intentabaser el conductor de bicicleta más

elegante sobre las calles de desparejosadoquines.

El tiempo pasaba. Mientras la her-mosa Harriet salía con muchos otrosjóvenes, parecía que yo nunca teníaningún progreso con ella.

¿Me sentía desilusionado? Sí.¿Me daba por vencido? ¡Por supues-

to que no!Es más, al recordarlo me doy cuen-

ta de que no hace ningún mal estar enbuenos términos con la madre de lajoven de tus sueños.

Años más tarde, cuando ya habíaterminado mi entrenamiento como pi-loto de combate de la fuerza aérea, ex-perimenté un milagro moderno con larespuesta de Harriet ante mi cortejoconstante. Un día me dijo: “Dieter, hasmadurado mucho durante los últimosaños”.

Después de eso, actué rápido y, po-cos meses después, me casé con lamujer que había amado desde la pri-mera vez que la vi. El proceso no habíasido fácil: hubo momentos de sufri-miento y desesperación; pero, final-mente, mi felicidad fue total, y todavíalo es, incluso más que antes.

Mis queridas jóvenes hermanas, deben saber que experimentarán suspropias adversidades. Ninguno estáexento. Sufrirán, tendrán tentaciones y cometerán errores. Aprenderán porustedes mismas lo que cada heroínaha aprendido: que, al vencer los desa-fíos, llega el crecimiento y la fortaleza.

Es cómo reaccionan ante la adversi-dad, no la adversidad en sí, lo que de-termina la manera en que su historiase llevará a cabo.

Hay muchas entre ustedes que,aunque son jóvenes, ya han sufridouna medida total de congoja y pesar.Mi corazón está lleno de compasión yamor por ustedes. ¡Cuán preciadasson para la Iglesia! ¡Cuánto las ama elPadre Celestial! Aunque parezca queestén solas, hay ángeles que las cui-dan. Aunque quizá sientan que nadieentiende la profundidad de su deses-peración, nuestro Salvador Jesucristoentiende. Él sufrió más de lo que aunpodemos imaginarnos, y lo hizo pornosotros; lo hizo por ustedes. No están solas.

Si alguna vez sienten que su cargaresulta demasiado grande de llevar,eleven su corazón a su Padre Celestialy Él las sostendrá y bendecirá. Él lesdice, como le dijo a José Smith: “Tu ad-versidad y tus aflicciones no serán másque por un breve momento; y enton-ces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará”3.

El soportar la adversidad no es loúnico que deben hacer para tener unavida feliz. Permítanme repetir que laforma en que reaccionen ante la ad-versidad y la tentación es un factor crí-tico que determinará si llegarán o no asu propio “ser felices para siempre”.

Permanezcan leales a lo que saben que es correcto

Hermanas, jóvenes hermanas, ama-das jóvenes hermanas, permanezcanleales a lo que saben que es correcto.Dondequiera que hoy miren, encon-trarán promesas de felicidad. Losanuncios de las revistas prometen unadicha total con sólo comprar ciertasprendas, champú o maquillaje. Enciertos espectáculos se trata de dar un aire sofisticado a las personas queabrazan la maldad o que ceden a ins-tintos deshonrosos. A menudo se re-presenta a estas mismas personascomo modelos de éxito y logro.

En un mundo que muestra lo malocomo bueno y lo bueno como malo, aveces es difícil discernir la verdad. Encierto modo, es casi como el dilemade Caperucita Roja: uno no está segu-ro de si lo que está viendo es una que-rida abuelita o un peligroso lobo.

Pasé muchos años en la cabina demando de un avión. Mi tarea consistíaen que un avión grande llegara a salvodesde cualquier parte del mundo has-ta nuestro destino deseado. Yo sabíacon certeza que, si quería ir de NuevaYork a Roma, debía volar hacia el este.Si alguien me decía que debía ir haciael sur, sabía que no había verdad ensus palabras. No confiaría en esa per-sona porque yo lo sabía por mí mis-mo. Ninguna dosis de persuasión,ninguna dosis de halagos, el sobornoni las amenazas podían convencermede que volar hacia el sur me llevaría ami destino, porque yo lo sabía.

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Todos buscamos felicidad y trata-mos de encontrar nuestro “ser felicespara siempre”. La verdad es que, ¡Diossabe cómo llegar allí! Y ha creado unmapa para ustedes; Él conoce el cami-no. Él es el amado Padre Celestial deustedes, quien procura su bien, su feli-cidad. Él desea con todo el amor de unPadre perfecto y puro que lleguen a sudestino divino. El mapa está a disposi-ción de todos. Da indicaciones explíci-tas de qué hacer y adónde ir acualquiera que se esfuerce por venir aCristo y “ser [testigo] de Dios en todotiempo, y en todas las cosas y en todolugar”4. Todo lo que tienen que haceres confiar en su Padre Celestial. Confiarlo suficiente en Él para seguir Su plan.

No obstante, no todos seguirán elmapa. Puede que lo miren. Puede quepiensen que es razonable y tal vez has-ta que sea verdadero; pero no siguenlas direcciones divinas. Muchos creenque cualquier camino los llevará a “serfelices para siempre”. Algunas perso-nas puede que hasta se enojen cuandootras que conocen el camino traten deayudarlas y explicarles. Suponen queese consejo es anticuado, irrelevante,fuera de tono con respecto a la vidamoderna.

Hermanas, ellas suponen mal.

El Evangelio es el camino hacia el “ser felices para siempre”

Entiendo que, a veces, algunas per-sonas podrían preguntarse por quéasisten a las reuniones de la Iglesia opor qué es tan importante leer lasEscrituras regularmente u orar alPadre Celestial a diario. Aquí está mirespuesta: Ustedes hacen esas cosasporque son parte del sendero queDios tiene para ustedes; y ese senderolas llevará hasta su destino de “ser feli-ces para siempre”.

“Ser felices para siempre” no esalgo que encontramos sólo en loscuentos de hadas. ¡Ustedes pueden te-nerlo! ¡Está a su disposición! Pero de-ben seguir el mapa del Padre Celestial.

Hermanas, ¡por favor, abracen elevangelio de Jesucristo! Aprendan aamar a su Padre Celestial con todo sucorazón, fuerza y mente. Llenen sus al-mas de virtud, y amen la bondad.

Esfuércense siempre por suscitar lomejor en ustedes mismas y en los demás.

Aprendan a aceptar los valores delas Mujeres Jóvenes y a ejercitarlos.Vivan las normas de Para la Fortalezade la Juventud. Estas normas las guia-rán y dirigirán hacia el “ser felices parasiempre”. Vivir estas normas las prepa-rará para hacer convenios sagrados enel templo y para establecer su propiolegado de bondad en sus circunstan-cias personales. “Permane[zcan] en lu-gares santos y no se[an] movid[as]”5 apesar de las tentaciones o las dificulta-des. Les prometo que las generacionesfuturas les agradecerán y alabarán sunombre por su valor y fidelidad duran-te esta época crucial de su vida.

Mis queridas jóvenes hermanas, austedes que defienden la verdad y larectitud, que buscan la bondad, quehan entrado en las aguas del bautismoy andan en los caminos del Señor,nuestro Padre que está en los cielos ha prometido que ustedes “levantaránlas alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatiga-rán”6. “No será[n] engañad[as]”7. Dioslas bendecirá y las prosperará8. “Laspuertas del infierno no prevaleceráncontra [ustedes]; sí, y Dios el Señordispersará los poderes de las tinieblasde ante [ustedes], y hará sacudir loscielos para [su] bien y para la gloria desu nombre”9.

Hermanas, las amamos. Oramospor ustedes. Sean fuertes y de buenánimo. Ustedes son en verdad hijas es-pirituales de la realeza del Dios Todo-poderoso. Son princesas, destinadas aser reinas. Su propio relato maravillo-so ya ha comenzado. Su “érase unavez” es ahora.

Como apóstol del Señor Jesucristo,les dejo mi bendición y les prometoque, en la medida en que acepten yvivan los valores y principios delevangelio restaurado de Jesucristo,“estar[án] preparadas para fortalecerel hogar y la familia, hacer conveniossagrados y cumplirlos, recibir las or-denanzas del templo y gozar de lasbendiciones de la exaltación”10. Yvendrá el día en que, al llegar a lasúltimas páginas de su propio y glo-rioso relato, leerán y experimentaránel cumplimiento de esas benditas ymaravillosas palabras: “y vivieron feli-ces para siempre”. De esto testificoen el sagrado nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Mujeres Jóvenes Progreso Personal, librito,

2009, pág. 1.2. Véase 2 Nefi 2:11, 15.3. Doctrina y Convenios 121:7–8.4. Mosíah 18:9.5. Doctrina y Convenios 87:8.6. Isaías 40:31.7. José Smith—Mateo 1:37.8. Véase Mosíah 2:22–24.9. Doctrina y Convenios 21:6.

10. Mujeres Jóvenes Progreso Personal, pág. 3.

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Hagamos de laconferencia parte de nuestra vida

Puedes encontrar los discursos dela conferencia general en línea,en conference.lds.org. Además,

puedes ver y compartir secciones delos discursos de la conferencia pasadaen mormonmessages.org.

Nota: Los números de página queaparecen a continuación correspon-den a la primera página del discurso.

Para los niños• ¡Todos pueden participar de la

obra de historia familiar! El élderRussell M. Nelson sugirió que losniños pueden dibujar árbolesfamiliares (página 91). Los padrespueden ayudarlos a agregar losnombres de sus antepasados.

• Lean o vuelvan a relatar la his-toria del élder Quentin L. Cookacerca de los niños samoanos

Considera la posibilidad de utilizar algunas de estasdeclaraciones, actividades y preguntas como punto inicialpara el análisis o la meditación personal.

SE DIRIGEN A NOSOTROS

que huyeron del maremoto (página83). Pídanles a los integrantes de la familia que simulen que el agua de lainundación está entrando en la casa eínstenlos a buscar un “terreno más elevado”, como una cama o una silla.Hablen acerca de los lugares donde po-demos encontrar un terreno espiritualmás elevado en medio de la inundaciónde iniquidad que experimentamos en laactualidad.

• El élder D. Todd Christoffersonhabló acerca de William Tyndale, quetradujo la Biblia al inglés (página 32).Pídales a los niños más grandes quelean un versículo de las Escrituras enun idioma que no sepan hablar.Cuando digan que no pueden

hacerlo, invítelos a leeren su lengua mater-na. Hablen acerca

de la importancia de tener a nuestradisposición las Escrituras en nuestropropio idioma.

• Con su familia, repasen alguno de los muchos discursos de la confe-rencia general que hablan acerca deJesucristo. Canten “Dime la historia de Cristo”, (Canciones para los niños,pág. 36) Reparta papel y lápices o cra-yones. Invite a sus hijos a dibujar algu-na de sus historias preferidas de Jesús.Juntos, lean el relato en las Escrituras.

Para los jóvenes• Repasa el discurso del presidente

Dieter F. Uchtdorf acerca de la pacien-cia (página 56). ¿Cuáles son algunosde los principios y las prácticas delEvangelio que nos enseñan a ser pa-cientes? Piensa, por ejemplo, en elayuno o el no salir en citas con jóvenesdel sexo opuesto hasta los dieciséisaños. ¿De qué manera han resultadobeneficiados tú y los integrantes de tu familia al demostrar paciencia al seguir estos y otros principios?

• El élder M. Russell Ballard, el élder Bradley D. Foster, la hermanaJulie B. Beck y la hermana Elaine S.Dalton enseñaron acerca de la natura-leza divina de las mujeres (páginas 18,

10, 98 y 120). Si eres mujer,¿de qué manera influyen

estos discursos en cómote sientes con respectoa ti misma? ¿Qué hasaprendido acerca de tupropósito y tus dones?

Si eres hombre, ¿de quémanera han influido estos

mensajes en la forma enque ves a tu madre, tus herma-

nas, tus amigas y otras mujeres queforman parte de tu vida?

• El élder Jeffrey R. Holland ense-ñó: “Si un programa de televisión es indecente, apáguenlo; si una pelí-cula es grosera, váyanse; si se está es-

tableciendo una relación indebida, rómpanla. Muchas de estas influen-

cias… pueden nublar nuestro juicio, disminuir nuestra espiri-tualidad y llevarnos a algo que

podría ser malo” (página 44). Como

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familia, hablen acerca de qué puedenhacer a fin de que su hogar sea un lugar donde el Espíritu pueda morar.Examinen el arte, la música, los li-bros, los juegos de video y otros artículos de entretenimiento que tengan y desháganse de todo lo queno sea apropiado.

Para los adultos• Con su familia, repasen la historia

que el presidente Thomas S. Monsoncontó acerca del joven llamado Jason ysu familia (página 87). Hablen acercade cómo el conocer el plan de salva-ción puede bendecirnos.

• El élder L. Tom Perry contó cómosu madre les enseñaba a sus hijosusando parte del mismo material queusaba para enseñar en la Sociedad deSocorro (página 29). ¿Cuáles son algu-nas de las formas en que podría coor-dinar su servicio en la Iglesia con susresponsabilidades familiares?

• El élder Robert D. Hales hizo hin-capié en la importancia de hablar conlos niños y los jóvenes y escucharlos(página 95). ¿Qué oportunidades pue-de crear con el fin de hablar con sus hi-jos? ¿Qué ha aprendido al escucharlos?

¿De qué manera puede demos-trarles que está dispuesto a es-cuchar? ¿En qué formas podríaaprovechar la oportunidad

para expresar su testimo-nio de manera espontá-

nea a sus hijospequeños y jóve-nes? En el discursodel élder David A.Bednar (página40) puede encon-

trar ejemplos.• Varios discur-

santes hablaron acer-ca de la importancia deMi Deber a Dios y el

Progreso Personal (véan-se las páginas 22, 54, 60,95 y 117). ¿Qué puede ha-cer usted para ayudar aque los jóvenes que forman

parte de su vida se benefi-cien de estos programas? ■

Las Escrituras en la Conferencia GeneralAl estudiar los mensajes de la conferencia general, quizá desee buscar lossiguientes pasajes de las Escrituras, que fueron los más citados durante laconferencia:

• Mosíah 18:9• Helamán 5:12• Doctrina y Convenios 13:1; 19:16; 25:13• Moisés 1:39

A continuación aparecen los versículos de Dominio de las Escrituras de seminario que se mencionaron durante la conferencia general:

• Alma 37:6; 41:10• Helamán 5:12• Moroni 10:4–5• Doctrina y Convenios 14:7; 18:10;

19:16–19; 25:12; 76:22–23; 82:10;84:33–38

• Moisés 1:39• José Smith—Historia 1:17

A continuación aparecen algunos relatos de las Escriturasque se contaron durante la conferencia general:

• Gedeón y sus trescientos soldados (presidente Packer,pág. 6)

• Alma y Korihor (élder Christofferson, pág. 32)• Ahías y Jeroboam (élder Carlson, pág. 38)• Eliseo y Naamán (élder Carlson, pág. 38)• Lamán y Lemuel (élder Carlson, pág. 38)• Parábola de los fariseos y los publicanos

(presidente Uchtdorf, pág. 68)• La Pascua y la Expiación (élder Scott, pág. 75

y presidente Monson, pág. 87)• José Smith en la cárcel de Liberty (élder Hallstrom,

pág. 78)• Jesús y los niños nefitas (hermana Lant, pág. 81)• La Última Cena (élder Cook, pág. 83)• Jesús y Su madre (élder Foster, pág. 98)• María y Marta (élder Schwitzer, pág. 103)

• Josué 1:9• Juan 14:6, 27; 19:30• Gálatas 5:22• 2 Nefi 2:11

• Génesis 39:9• Job 19:25• Proverbios 3:5–6• Isaías 1:18; 53:4–5• Mateo 25:40• Juan 7:17; 17:3• 1 Corintios 10:13; 15:21–22• 2 Nefi 2:25; 32:3• Mosíah 3:19

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130 L i a h o n a

Aprender, actuar ycompartir: Hacer tuDeber a DiosSe nos ha confiado portar el sacer-

docio y actuar en el nombre deDios. Somos los beneficiarios de

una confianza sagrada y es mucho loque se espera de nosotros… Pensemosen nuestros llamamientos, reflexione-mos en nuestras responsabilidades y sigamos a Jesucristo, nuestro Señor.Presidente Thomas S. Monson, “Lapreparación trae bendiciones”, pág. 64.

Tan sólo algunas semanas atrás, vi a un nuevo diácono emprender el sen-dero de la diligencia. Su padre memostró un diagrama que su hijo habíacreado, donde aparecía cada fila de susalón sacramental, un número paracada diácono que sería asignado pararepartir la Santa Cena y la ruta que ten-drían que seguir en el salón sacramen-tal para repartirles la Santa Cena a losmiembros. El padre y yo sonreímos alpensar que un joven, sin que se le pi-diera, había creado un plan para ase-gurarse de que tendría éxito en suservicio en el sacerdocio.

En su diligencia reconocí el patróndel nuevo librito Mi Deber a Dios: saberqué espera el Señor de ustedes, diseñarun plan para lograrlo, poner el plan enpráctica con diligencia y luego compar-tir con otros cómo su experiencia loscambió y bendijo a otras personas.Presidente Henry B. Eyring, PrimerConsejero de la Primera Presidencia, “Obrar con toda diligencia”, pág. 60.

Los miembros adultos de la Iglesiadeben comprender que los requisitosdel Progreso Personal y de Mi Deber a Dios no son sólo una larga lista de ta-reas a realizar y firmar, sino metas per-sonales que cada hombre y mujer

sacerdocio. Descubren lo que el PadreCelestial desea que hagan y se esfuer-zan por obtener una confirmación es-piritual de su importancia.

Luego, hacen planes para actuar deacuerdo con lo que aprendieron. Se lesinsta a basar sus planes en sus propiasnecesidades, circunstancias y oportuni-dades de servir a los demás. Es unagran oportunidad de hacerse responsa-bles de su propio crecimiento y de de-sarrollar la autosuficiencia espiritual.

Luego comparten con los demáslo que han aprendido y experimenta-do. Al hacerlo, fortalecerán su testimo-nio y aumentarán la fe de quienes losrodean; también aumentarán su capa-cidad de hablar del Evangelio conotras personas…

Testifico que su fiel servicio en elSacerdocio Aarónico cambiará la vidade las personas a las que sirvan. Hayquienes necesitan su servicio del sa-cerdocio. Su familia, su quórum, laIglesia y el mundo los necesitan.David L. Beck, Presidente General de losHombres Jóvenes, “El magnífico SacerdocioAarónico”, pág. 54.

SE DIRIGEN A LOS JÓVENES

joven se fija para llegar a ser dignos derecibir las ordenanzas del templo, ser-vir en misiones, contraer matrimonioeterno y disfrutar de la exaltación.Pero que quede bien claro: ¡el que loshombres y las mujeres jóvenes tratende lograr esas metas solos sería unagran pérdida y tragedia!

Padres, madres y líderes de los jóve-nes, les instamos a participar en elProgreso Personal y en Mi Deber aDios con sus hijos y con los jóvenes.No sólo progresarán ellos, sino uste-des también. Igualmente importantees que progresarán juntos en un lazode fe y amistad que les permitirá forta-lecerse mutuamente y mantenerse enla senda del Evangelio para siempre.Élder Robert D. Hales del Quórum de losDoce Apóstoles, “Nuestro deber a Dios: La misión de padres y líderes para con lanueva generación”, pág. 95.

El escenario les pertenece, misqueridos jóvenes del SacerdocioAarónico. ¿Están listos y dispuestos adesempeñar su papel? El Señor nece-sita que todo joven capaz se prepare y se vuelva a comprometer, a partir de esta noche, a ser digno de un lla-mado del profeta de Dios de servir en una misión.Élder Ronald A. Rasband de los Setenta, “Elllamamiento divino de un misionero”, pág. 51.

Como diáconos, maestros y presbí-teros, participarán en actividades queles ayudarán a fortalecerse espiritual-mente y a aprender y cumplir sus de-beres del sacerdocio. Cada actividadsigue este modelo sencillo:

Primero aprenden acerca de unprincipio del Evangelio o deber del

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En DutyToGod.lds.org se puede encontrar información en varios idiomas acerca del nuevo programa Mi Deber a Dios.

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M a y o d e 2 0 1 0 131

Defender la virtud: El Progreso Personal

nobleza, valor y amor; y lo másglorioso de todo: Él les ofreceun don invalorable que superaprecio y comprensión. NuestroPadre Celestial les ofrece eldon más grande de todos, lavida eterna, y la oportuni-dad e infinita bendi-ción de tener suspropios “felicespara siempre”.Presidente Dieter F.Uchtdorf, SegundoConsejero de laPrimera Presidencia,“Ser felices parasiempre”, pág. 124.

Mujeres jóvenes de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, ¡recuerden quiénes

En la primera página de tu libroMujeres Jóvenes: ProgresoPersonal, encontrarás las si-

guientes palabras: “Eres una hija amada de nuestro Padre Celestial, pre-parada para venir a la tierra en estaépoca precisa para un propósito sagra-do y glorioso”.

¡Hermanas, esas palabras son ver-daderas! ¡No son el invento de uncuento de hadas! ¿No es extraordina-rio saber que nuestro Padre Eterno lasconoce a ustedes, las escucha, velapor ustedes y las ama con un amor in-finito? De hecho, Su amor por ustedeses tan grande que Él les ha concedidoesta vida terrenal como un preciosoobsequio de “Érase una vez” lleno desu propio y real relato de aventuras,pruebas y oportunidades de grandeza,

son! Son elegidas; son hijas deDios. No pueden ser una genera-ción de mujeres jóvenes que sólo secontenten con “ser parte del gru-po”; deben tener el valor de desta-car, de levantarse y brillar, para quesu luz sea un estandarte a las nacio-nes10. El mundo quiere que ustedescrean que no tienen importancia, queestán pasadas de moda y que no estánal tanto de lo que ocurre a su alrede-dor. El mundo las llama con voces in-cesantes y estridentes a que “vivan lavida”, “prueben todo”, “experimenten

y sean felices”. Por el contrario, elEspíritu Santo susurra y el Señor

las invita a “andar por las sendasde la virtud”, [desechar] las co-sas de este mundo” y “[adhe-rirse] a [sus] convenios” (D. y C. 25:2, 10, 13).

Elaine S. Dalton, Presidenta Generalde las Mujeres Jóvenes, “¡Recuerden

quiénes son!”, pág. 120.

El Progreso Personal es un recursomagnífico para nutrir su testimoniopaso a paso. Las experiencias y los pro-yectos con un valor son pequeños pa-sos que nutrirán su testimonio deJesucristo a medida que aprendan Susenseñanzas y las apliquen con frecuen-cia en su vida. Ese alimento constantelas mantendrá a salvo en el sendero.Mary N. Cook, Primera Consejera de laPresidencia General de las Mujeres Jóvenes,“¡Nunca, nunca, nunca se den porvencidas!”, pág. 117.

El Señor siempre estará allí paraapoyarnos y nunca nos dejará solos. Se nos enseña que nuestro PadreCelestial conoce y ama a cada uno deSus hijos. Como una de Sus preciadashijas, ustedes tienen acceso a Su segu-ridad y guía mediante el poder de laoración.Ann M. Dibb, Segunda Consejera de laPresidencia General de las Mujeres Jóvenes,“Sé valiente”, pág. 114. ■

Si deseas obtener más información acerca del Progreso Personal, visita el sitio PersonalProgress.lds.org.

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Relato

(6) Harold B. Lee le aconseja a un joven soldado que procure obtener una bendición de su padre. El presidente Packer invita al padre de un joven a ordenar élder a su hijo.

(13) Una mujer perdona a un guardia de un campo de concentración.

(16) Una hija recuerda la fe de su padre, quien murió de cáncer.

(22) Una mujer siente una profunda tristeza por haberse desviado durante su adolescencia.El hijo menor del élder Eyring se pierde, ora para pedir ayuda y alguien lo encuentra.

(29) La madre de L. Tom Perry le enseña cuando es pequeño.

(32) William Tyndale es martirizado por traducir la Biblia al inglés.

(36) Él élder Aoyagi vuelve a relatar su conversión y la ayuda de un miembro cuando él se había apartado de la Iglesia.

(38) Dos hombres que hacen un viaje para pescar nunca aprenden la lección y siguen estrellando un avión.

(44) Tres mujeres divorciadas cuentan acerca de la lucha de sus ex esposos con la pornografía.

(47) Una mujer que recibe una bendición rechaza otra y dice que ahora es ella quien debe ejercitar la fe. Niña deTexas, EE. UU., es sanada de manera milagrosa.

(51) El presidente Eyring recibe una revelación acerca del lugar donde ciertos misioneros deben prestar servicio.

(54) Un joven le lleva la Santa Cena a un hombre que se encuentra confinado en su casa y éste la recibe conreverencia.

(56) Un profesor usa malvaviscos para poner a prueba la paciencia de niños de cuatro años.

(60) El presidente Eyring visita a un amigo que está enfermo y le da una bendición.

(64) Un alumno hace trampa en un examen pasando las páginas de un libro con los pies, pero llega el día de sujuicio final. Se cumple la promesa que le hace el presidente Monson a un misionero.

(68) Le agregan un cartel a una estatua de Jesucristo sin manos: “Ustedes son Mis manos”.Una leyenda judía cuenta de dos hermanos que, en secreto, le dan una porción de su cosecha al otro.Miembros alemanes son bendecidos por los servicios humanitarios después de la Segunda Guerra Mundial.

(78) Un matrimonio joven se aleja del Señor y de la Iglesia después de que su primer hijo muere al nacer.Los padres y los abuelos del élder Hallstrom permanecen fieles a pesar de sus grandes pruebas.

(83) Un presidente de estaca samoano rescata a su hija y a su madre de un maremoto.

(87) Una familia que pierde un hijo de quince años halla consuelo mediante la fe en Jesucristo.

(95) El nieto del élder Hales interrumpe a su abuelo mientras lee el diario para preguntarle: “¿Estás ahí?”.La madre del élder Hales enseña la importancia de comer en familia.Una madre disfruta de ayudar a su hija con el Progreso Personal.

(98) Un hijo joven le dice a su padre que él sabe lo que sabe porque su madre se lo dijo.

(103) El élder Schwitzer, cuando era un médico joven, aprende a no juzgar a otras personas por su apariencia.

(108) Las enseñanzas constantes de un padre acerca de Jesucristo brindan consuelo a sus hijos después de que él muere.

(114) Una mujer joven defiende sus convicciones cuando un maestro de la escuela secundaria la desafía.

(117) Una mujer joven es bendecida por haber hecho caso a la impresión de leer Mateo 5.

(120) De joven, la hermana Dalton conoce al presidente David O. McKay, quien presenta a su esposa como su “reina”.

(124) El presidente Uchtdorf cuenta cómo conoció a la hermana Uchtdorf y finalmente se gana su amor.

Índice de los relatos de la conferenciaA continuación figura una lista de experiencias que se han seleccionado de los discursos de la conferencia general, las cuales pueden utilizarse en el estudio personal, la noche de hogar y otro tipo de enseñanza. El número indica laprimera página del discurso.

Discursante

Presidente Boyd K. Packer

Obispo Keith B. McMullin

Élder Wilford W. Andersen

Presidente Henry B. Eyring

Élder L. Tom Perry

Élder D. Todd Christofferson

Élder Koichi Aoyagi

Élder Bruce A. Carlson

Élder Jeffrey R. Holland

Élder Dallin H. Oaks

Élder Ronald A. Rasband

David L. Beck

Presidente Dieter F. Uchtdorf

Presidente Henry B. Eyring

Presidente Thomas S. Monson

Presidente Dieter F. Uchtdorf

Élder Donald L. Hallstrom

Élder Quentin L. Cook

Presidente Thomas S. Monson

Élder Robert D. Hales

Élder Bradley D. Foster

Élder Gregory A. Schwitzer

Élder Neil L. Andersen

Ann M. Dibb

Mary N. Cook

Elaine S. Dalton

Presidente Dieter F. Uchtdorf

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preparar la lección utilizandootros materiales; sin embargo,los discursos de la conferen-cia constituyen el curso de es-tudio aprobado. La asignaciónque usted ha recibido es la de ayudar a otras personas aaprender el Evangelio y a vi-virlo, tal como se enseñó du-rante la conferencia generalde la Iglesia más reciente.

Estudie el (los) discurso(s)buscando los principios y ladoctrina que satisfagan las ne-cesidades de los miembros dela clase. Asimismo, busque enel (los) discurso(s) relatos, re-ferencias de las Escrituras ydeclaraciones que le sirvan de ayuda para enseñar esasverdades.

Haga un bosquejo de laforma de enseñar los princi-pios y la doctrina; en el mis-mo deberá incluir preguntasque ayuden a los miembrosde la clase a:

• Buscar los principios y la doctrina en el (los) discurso(s).

• Pensar en el significado de dichos principios y doctrina.

• Compartir lo que entien-dan, así como ideas, expe-riencias y testimonios.

• Aplicar esos principios yesa doctrina en su vida. ■

L as lecciones delSacerdocio deMelquisedec y de la

Sociedad de Socorro que seimpartan el cuarto domingodel mes se deben concentraren las “Enseñanzas para nues-tra época”. Cada lección sedeberá preparar en base auno o más discursos imparti-dos durante la conferencia general más reciente. Los pre-sidentes de estaca y de distri-to elegirán los discursos quedeban utilizarse o podránasignar esa responsabilidad alos obispos y a los presidentesde rama. Los líderes deberánresaltar la importancia de quelos hermanos del Sacerdociode Melquisedec y las herma-nas de la Sociedad de Socorroestudien los mismos discur-sos ese mismo domingo.

Se insta a las personas que asistan a las lecciones delcuarto domingo a estudiar yllevar a la clase el ejemplar dela revista de la conferencia general más reciente.

Sugerencias para prepararuna lección basada en losdiscursos

Ore para que el EspírituSanto esté con usted a medi-da que estudie y enseñe el(los) discurso(s). Es probableque se sienta tentado(a) a

Presidencias Generales de lasOrganizaciones Auxiliares

David L. BeckPresidente

Larry M. GibsonPrimer Consejero

Adrián OchoaSegundo Consejero

Russell T. OsguthorpePresidente

David M. McConkiePrimer Consejero

Matthew O. RichardsonSegundo Consejero

Julie B. BeckPresidenta

Silvia H. AllredPrimera Consejera

Barbara ThompsonSegunda Consejera

Elaine S. DaltonPresidenta

Mary N. CookPrimera Consejera

Ann M. DibbSegunda Consejera

Rosemary M. WixomPresidenta

Jean A. StevensPrimera Consejera

Cheryl A. EsplinSegunda Consejera

ESCUELA DOMINICAL

SOCIEDAD DE SOCORRO

MUJERES JÓVENES

PRIMARIA

HOMBRES JÓVENES

Enseñanzas para nuestra época

MESES

De mayo de 2010a octubre de 2010

De noviembre de 2010 a abrilde 2011

MATERIALES PARA LAS LECCIONES DEL CUARTO DOMINGO

Discursos publicados en la revista Liahona*de mayo de 2010

Discursos publicados en la revista Liahona*de noviembre de 2010

*Estos discursos están disponibles (en muchos idiomas) en conference.lds.org.

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ha recibido a más de 5.500 dignatarios.Entre los acontecimientos que se han llevado a cabo en el auditorio y en el tea-tro anexo del Centro de Conferencias se encuentran la Conferencia General,diez reuniones generales de las MujeresJóvenes, diez reuniones generales de laSociedad de Socorro, tres acontecimien-tos conmemorativos (como el funeral delpresidente Hinckley) y 125 espectáculosmusicales, sin contar el programa Músicay Palabras de Inspiración del Coro delTabernáculo, que se ha efectuado 186 veces en el Centro de Conferencias.

Estas cifras comienzan a apuntar alcumplimiento de las palabras del presi-dente Hinckley.

Brent Roberts, director de instalacio-nes centrales, se ha encontrado con mu-chas personas en el edificio que hanexpresado su gratitud por lo que hansentido en su interior. “Han entrado conlágrimas en los ojos y el Espíritu en el co-razón”, explica. “Aunque lo cierto es queno sólo es cuestión del edificio; se tratadel Señor, Su obra y Su Espíritu”.

El centro fue anunciado en la mañanadel domingo de Pascua por el presidenteHinckley, durante la Conferencia Generalde abril de 1996.

Al repasar los desafíos que planteó laconstrucción del Centro de Conferencias,se percibe con mayor facilidad el carác-ter único de este edificio. El auditorio de21.000 asientos debía construirse exca-vando en un lugar situado cuesta abajo,entre las calles Main y West Temple deSalt Lake City. Tres grandes empresas deconstrucción participaron en las obras.El auditorio no contaría con ninguna co-lumna de soporte, para evitar obstruir lavista de los asistentes, así que los cons-tructores tuvieron que emplear celosíasde acero de 88 m de largo para soportarcargas de 17 a 37 kg por centímetro cua-drado. Este diseño también permitiríallevar a cabo el proyecto de jardines so-bre el tejado. Durante este proceso, ha-bía unos mil trabajadores en las obrascada día.

Durante la construcción, el edificiosuperó el insólito tornado de 1999 enSalt Lake City, y a pesar de que se rompióel brazo de una grúa, las obras siguieronadelante.

La estructura se terminó puntualmente

La conferencia de abril dio paso a la segunda década de servicio delCentro de Conferencias. En sus diez

primeros años, muchos millones de per-sonas disfrutaron de las característicasúnicas de este edificio sin igual durantemás de cien sesiones de la ConferenciaGeneral y 4.500 acontecimientos, con sus transmisiones correspondientes.

El Centro de Conferencias albergó suprimera sesión de la Conferencia Generalel 1 de abril de 2000. En ese momento, elpresidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo: “Su presencia [del Centro deConferencias] será muy valiosa para estaciudad. Aquí no se realizarán sólo lasconferencias generales y algunas otras

reuniones religiosas, sino que este edifi-cio también servirá de centro culturalpara las mejores presentaciones artísti-cas. Esperamos que los que no sean denuestra fe vengan a este lugar a disfrutarde este bello entorno y se sientan agra-decidos por su presencia” (“Mi testimo-nio a todo el mundo”, Liahona, julio de2000, pág. 6).

Seis meses después, el 8 de octubre,el presidente Hinckley dedicó el edificio.

Desde entonces, casi siete millones de visitantes han acudido al Centro deConferencias para participar en 4.577acontecimientos distintos. Alrededor de 4,8 millones de visitantes han hechouna visita guiada al edificio, y el centro

El Centro de Conferencias cumple diez años de servicioPor Ryan KunzRevistas de la Iglesia

134 L i a h o n a

NOTICIAS DE LA IGLESIA

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y los visitantes del centro pueden disfrutar de un equipo y unas instalacio-nes de primera categoría. El Centro deConferencias emite una señal digital dealta definición para la televisión. En Utah,la primera transmisión en alta definiciónen directo fue la que se emitió desde elCentro de Conferencias durante la cele-bración del 90 cumpleaños del presidenteHinckley, en junio de 2000.

Los ingenieros diseñaron el sistemade sonido del auditorio para lograr unaacústica excelente, ya fuera que los visi-tantes escucharan a un orador o que par-ticiparan en un espectáculo musical; estorequirió consideraciones meticulosas quetomaran en cuenta los materiales de losmuros y el techo, el aforo, el alfombradoy el almohadillado de los asientos.

El presidente Hinckley dijo que el edi-ficio también transmite una sensación deelegancia. Dicha elegancia es percibidapor los visitantes cuando entran en losvestíbulos, los cuales cuentan con escul-turas del Salvador y bustos de los presi-dentes de la Iglesia; cuando acceden alos jardines sobre el tejado, con sus árbo-les, flores, arbustos y cascadas; cuandomiran a través de los tragaluces de la par-te superior del edificio, que se puedencubrir durante los espectáculos; y tam-bién cuando disfrutan de las pinturaspresentes en todo el edificio, muchas delas cuales son conocidas para los miem-bros de la Iglesia y en su gran mayoríason originales.

Las cifras detrás de este inmenso edifi-cio son impresionantes. Abarca 4 hectá-reas, es decir, una manzana de la ciudad.Cuenta con un cableado eléctrico sufi-ciente para rodear la tierra dos veces.Cada minuto se reciclan más de 22.330 litros de agua en sus fuentes y adornosde agua.

Sin embargo, la característica más im-portante del centro no es sus kilómetrosde cableado ni la cantidad de peso que escapaz de soportar su tejado, ni ningunaotra cifra en sí misma.

El presidente Hinckley dijo: “No escomo un museo, aunque la arquitecturaes exquisita; es un lugar que se utilizaráen honor al Todopoderoso y para el cum-plimiento de Sus propósitos eternos”(“Este grandioso año milenario”,Liahona, enero de 2001, pág. 80). ■

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Se anuncia un nuevo programa Mi Deber a Dios

Como se anunció durante laConferencia General, bajo la di-rección de los profetas vivientes

se ha preparado un nuevo programa MiDeber a Dios, destinado a ayudar a loshombres jóvenes a adquirir fortaleza espiritual y a cumplir sus deberes del sacerdocio.

“[El nuevo programa Mi Deber a Dios]es una herramienta poderosa”, dijo elpresidente Henry B. Eyring, PrimerConsejero de la Primera Presidencia, durante la sesión del sábado por la ma-ñana. “Fortalecerá el testimonio de loshombres jóvenes y su relación con Dios.Los ayudará a aprender los deberes delsacerdocio y a desear cumplir con ellos.Fortalecerá la relación con sus padres,entre los miembros del quórum, y consus líderes”.

El nuevo programa Mi Deber a Diosse ha simplificado y enfocado en lo másimportante. Los requisitos para los tresgrupos de edades, además de las ins-trucciones para padres y líderes, apare-cen en un solo libro. Dicho libro y susmateriales relacionados estarán disponi-bles en 27 idiomas entre junio y agostode 2010. A lo largo del año se seguiránpublicando otras traducciones de estosmateriales.

Las actividades están organizadas conel fin de que los hombres jóvenes apren-dan acerca de un principio del Evangelioo un deber del sacerdocio en particular,pongan en práctica lo que hayan apren-dido, y después compartan lo que pien-sen y sientan con sus padres, líderes dela Iglesia o su quórum.

“Como diáconos, maestros y presbí-teros, participarán en actividades queles ayudarán a fortalecerse espiritual-mente y a aprender y cumplir sus debe-res del sacerdocio”, dijo David L. Beck,presidente general de los HombresJóvenes, durante la sesión del sacerdo-cio de la Conferencia General. “El nuevoprograma Mi Deber a Dios los guiará en su camino para cumplir su deber aDios y descubrir la magnificencia delSacerdocio Aarónico”.

El programa está concebido paraalentar a los hombres jóvenes a asumirla responsabilidad de su propio creci-miento, pero también ofrece oportuni-dades para fortalecer las relacionesentre los hombres jóvenes y sus padres,líderes y miembros del quórum. Muchasde las actividades pueden integrarse fá-cilmente en la noche de hogar y en lasreuniones y actividades del quórum.

“Los padres, los líderes, y los miem-bros del quórum desempeñan una fun-ción importante en el programa Mideber a Dios”, dijo el hermano Beck aRevistas de la Iglesia. “Las reuniones dominicales de quórum ofrecerán opor-tunidades frecuentes para aprender,aplicar y compartir”.

Se invita a los hombres jóvenes a se-guir trabajando en su programa actualhasta que se adopte el nuevo en su barrioo rama. Una vez puesto en marcha éste,cada hombre joven deberá comenzar atrabajar en la sección que corresponda asu oficio actual en el sacerdocio. Si un jo-ven está a punto de terminar los requisi-tos del programa anterior para obtener elcertificado o medallón correspondiente a

su oficio, podrá terminar de cumplir conesos requisitos mientras comienza a traba-jar con el nuevo programa.

“Cada actividad de Cumplir nuestrodeber a Dios sigue un modelo que teayudará a convertirte en el poseedor del sacerdocio que el Señor quiere queseas”, dijo el hermano Beck.

Se facilitará información y materiales adicionales en el sitio web DutyToGod.lds.org. ■

Un nuevoformato ayuda a las hermanas a progresarcomo maestrasvisitantes

En julio de 2010, las hermanas de la Sociedad de Socorro y los sus-criptores a las revistas Liahona

y Ensign observarán cambios en el formato del mensaje de las maestras visitantes.

“Deseamos que cada maestra visitantecomprenda que su llamamiento procededel Señor y acepte su asignación de amar,servir, enseñar y ministrar a otras herma-nas teniendo eso en mente”, dijo Julie B.Beck, presidenta general de la Sociedadde Socorro.

El nuevo formato del mensaje ayudaráa las hermanas a comprender el propósi-to de la Sociedad de Socorro, enseñaráprincipios que ayuden a las hermanas aaplicar dicho propósito en su vida, pro-porcionará una perspectiva histórica yofrecerá sugerencias sobre la manera enque las hermanas pueden cuidar de lasdemás y fortalecerlas.

“El mensaje de las maestras visitanteses una herramienta en las manos de unamaestra visitante. A medida que estudielos mensajes pensando en sus hermanas,sabrá lo que debe compartir con ellas yhacer por ellas”, dijo la hermana Beck.

En la página siguiente se ofrece unmodelo del nuevo mensaje de las maes-tras visitantes, con explicaciones de susnuevas características. ■

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A u g u s t 2 0 1 0 7

NOTES 1. Silvia H. Allred, “Holy Temples, Sacred Covenants,”

Liahona and Ensign, Nov. 2008, 113, 114. 2. Gordon B. Hinckley, “Ambitious to Do Good,” Ensign,

Mar. 1992, 2.

V I S I T I N G T E A C H I N G M E S S A G E

Our Responsibility to Be Worthy of Temple Worship

Study this material, and as appropriate discuss it with the sisters you visit. Use the questions to help you strengthen your sisters and to make Relief Society an active part of your own life.

From the Scriptures Isaiah 2:2–3 ; D&C 109:22–23 ; 110:8–10

The covenants we make with the associated ordinances we receive in the temple become

our credentials for admission into God’s presence. These covenants elevate us beyond the limits of our own power and perspective. We make covenants to show our devotion to build up the kingdom. We become covenant people as we are placed under covenant to God. All the promised blessings are ours through our faithfulness to these covenants. . . .

“What can the women of the Church do to claim the blessings of the temple?

“Through His prophets, the Lord invites those who have not yet received the blessings of the temple to do whatever may be necessary to qualify to receive them. He invites those who have already received these blessings to return as often as possi-ble to enjoy again the experience, to increase their vision and understanding of His eternal plan.

“Let us be worthy to have a current temple recommend. Let us go to the temple to seal our families eternally. Let us return to the temple as often as our circumstances will permit. Let us give our kindred dead the opportunity to receive the ordinances of exaltation. Let us enjoy the spiri-tual strength and the revelation we receive as we attend the temple regularly. Let us be faith-ful and make and keep temple covenants to receive the full blessings of the Atonement.”  1

Silvia H. Allred, fi rst counselor in the Relief Society general presidency.

What Can I Do? 1. What support can I offer to help my sisters prepare for and attend the temple?

2. How can I exemplify the heritage of the early sisters who sacrifi ced to receive temple blessings?

3. How can I claim the bless-ings of the temple?

For more information, go to www.relief

society.lds.org .

RIG

HT: P

HOTO

GRA

PH O

F O

QUI

RRH

MO

UNTA

IN U

TAH

TEM

PLE

BY C

HRIS

TINA

SMITH

From Our History President Gordon B. Hinckley (1910–2008)

taught that Relief Society grew out of sisters’ desire to worship in temples:

“During the construction of the Kirtland Temple the women were called upon to grind their china into small particles to be mixed with the plaster used on the walls of the temple, which would catch the light of the sun and the moon and refl ect that light to beautify the appearance of the building.

“In those times, when there was very lit-tle of money but an abundance of faith, the workmen gave of their strength and resources to the construction of the Lord’s house. The women supplied them with food, the best they could prepare. Edward W. Tullidge reported that while the women were sewing the temple veils, Joseph Smith, observing them, said, ‘Well, sisters, you are always on hand. The sisters are always fi rst and foremost in all good works. Mary was fi rst at the resurrection; and the sis-ters now are the fi rst to work on the inside of the temple.’ . . .

“Again in Nauvoo, when the temple was under construction, a few women joined together to make shirts for the workmen. It was out of these circumstances that twenty of them gathered on Thursday, 17 March 1842, in the

upper room of the Prophet’s store.”  2 ◼

Faith • Family • Relief

M a y o d e 2 0 1 0 137

A u g u s t 2 0 1 0 7

NOTES 1. Silvia H. Allred, “Holy Temples, Sacred Covenants,”

Liahona and Ensign, Nov. 2008, 113, 114. 2. Gordon B. Hinckley, “Ambitious to Do Good,” Ensign,

Mar. 1992, 2.

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Our Responsibility to Be Worthy of Temple Worship

Study this material, and as appropriate discuss it with the sisters you visit. Use the questions to help you strengthen your sisters and to make Relief Society an active part of your own life.

From the Scriptures Isaiah 2:2–3 ; D&C 109:22–23 ; 110:8–10

The covenants we make with the associated ordinances we receive in the temple become

our credentials for admission into God’s presence. These covenants elevate us beyond the limits of our own power and perspective. We make covenants to show our devotion to build up the kingdom. We become covenant people as we are placed under covenant to God. All the promised blessings are ours through our faithfulness to these covenants. . . .

“What can the women of the Church do to claim the blessings of the temple?

“Through His prophets, the Lord invites those who have not yet received the blessings of the temple to do whatever may be necessary to qualify to receive them. He invites those who have already received these blessings to return as often as possi-ble to enjoy again the experience, to increase their vision and understanding of His eternal plan.

“Let us be worthy to have a current temple recommend. Let us go to the temple to seal our families eternally. Let us return to the temple as often as our circumstances will permit. Let us give our kindred dead the opportunity to receive the ordinances of exaltation. Let us enjoy the spiri-tual strength and the revelation we receive as we attend the temple regularly. Let us be faith-ful and make and keep temple covenants to receive the full blessings of the Atonement.”  1

Silvia H. Allred, fi rst counselor in the Relief Society general presidency.

What Can I Do? 1. What support can I offer to help my sisters prepare for and attend the temple?

2. How can I exemplify the heritage of the early sisters who sacrifi ced to receive temple blessings?

3. How can I claim the bless-ings of the temple?

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RIG

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HOTO

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HRIS

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SMITH

From Our History President Gordon B. Hinckley (1910–2008)

taught that Relief Society grew out of sisters’ desire to worship in temples:

“During the construction of the Kirtland Temple the women were called upon to grind their china into small particles to be mixed with the plaster used on the walls of the temple, which would catch the light of the sun and the moon and refl ect that light to beautify the appearance of the building.

“In those times, when there was very lit-tle of money but an abundance of faith, the workmen gave of their strength and resources to the construction of the Lord’s house. The women supplied them with food, the best they could prepare. Edward W. Tullidge reported that while the women were sewing the temple veils, Joseph Smith, observing them, said, ‘Well, sisters, you are always on hand. The sisters are always fi rst and foremost in all good works. Mary was fi rst at the resurrection; and the sis-ters now are the fi rst to work on the inside of the temple.’ . . .

“Again in Nauvoo, when the temple was under construction, a few women joined together to make shirts for the workmen. It was out of these circumstances that twenty of them gathered on Thursday, 17 March 1842, in the

upper room of the Prophet’s store.”  2 ◼

Faith • Family • Relief

Más informaciónEn la página web de la Sociedad de Socorro,

reliefsociety.lds.org, se ofrecen enlaces a otros

recursos relevantes.

InstruccionesLas instrucciones ayudan a las

maestras visitantes a saber cómo

enseñar y aplicar el mensaje.

Propósitos de laSociedad de SocorroSe han agregado

los propósitos de la

Sociedad de Socorro

para recordar a

las hermanas las

responsabilidades de

esta organización:

aumentar la fe y la

rectitud personal,

fortalecer las familias

y hogares, y buscar

y ayudar a los

necesitados.

MensajeEl mensaje principal

ofrecerá a partir

de ahora consejos

específicos y pertinentes

directamente de la

Presidencia General de

la Sociedad de Socorro.

Pregunta en cuanto al ministerioEl propósito de esta pregunta es ayudar a

las maestras visitantes a actuar según la

inspiración para servir mejor a las

hermanas a las que enseñen.

Pregunta en cuanto a la aplicaciónEsta pregunta tiene por

objeto motivar a cada

hermana de la Sociedad

de Socorro a actuar, y

ayudarla a aplicar el

mensaje a su propia vida.

De nuestra historiaAl leer acerca del noble

legado de la Sociedad

de Socorro, las hermanas

hallarán inspiración en

la organización que

existía en la Iglesia de

los primeros días y en

el programa actual de

la Sociedad de Socorro.

“Sus sacrificios y su

deseo nos inspiran a

cumplir con nuestra parte

para edificar el reino del

Señor en nuestra época

de servicio”, dijo la

hermana Beck.

De las EscriturasEstos pasajes de las

Escrituras enriquecerán

el estudio, la enseñanza

y la aplicación personal

del mensaje.

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138 L i a h o n a

Los miembros de Haití salenadelante, firmes en el EvangelioPor Lauren AllenRevistas de la Iglesia

Cuando un terremoto azotó Haitíen enero de 2010, Jean-Elie Renécorrió a su casa para asegurarse de

que su familia estuviera a salvo. Al llegar,vio a uno de sus tres hijos llorando en lacalle, y alcanzó a escuchar los gritos deotro de sus hijos bajo los escombros, don-de antes se alzaba la casa de su familia.

Este padre de 32 años siguió los gritosy excavó en los escombros hasta que en-contró a su hijo de cinco años y el cuer-po de su esposa embarazada, que todavíaprotegía al bebé de nueve meses del te-cho de su hogar derrumbado.

El hermano René presta servicio comosecretario de barrio en el Barrio Leogane,Estaca Puerto Príncipe, Haití. Aunque per-dió a su esposa, su hijo no nacido y su hogar, no se queja ni se enoja por su situa-ción. Después del terremoto, el hermanoRené estaba casi todos los días en el centro de reuniones, con el bebé en su

regazo y sus otros dos niños a su lado,ayudando al obispo a coordinar las tareasde auxilio a los miembros del barrio y aotras personas que hicieron del centro dereuniones su hogar provisional.

La historia del hermano René es con-movedora, pero no es única. Los miem-bros de la Iglesia a lo largo de Haitísufrieron enormemente por la destruc-ción que ocasionó este terremoto demagnitud de 7,0, pero la calamidad per-mitió poner de manifiesto la fortaleza de los miembros de Haití, que siguen au-mentando en número. Como el hermanoRené, muchos miembros, tanto antiguoscomo recientes, hicieron frente a los desafíos y hallaron paz y consuelo en lafidelidad y la obediencia.

Probados a través de las tribulacionesA través de sus pruebas, los miembros

de la Iglesia de Haití han permanecido

firmes en el Evangelio mientras siguencuidando y fortaleciéndose unos a otros,así como a sus conciudadanos.

“Es cierto que todo lo que poseíamos,incluso nuestros bienes materiales y nues-tra familia, desapareció; pero nuestra fe enJesucristo no se ha destruido”, dice YvesPierre-Louis, obispo del Barrio Leogane.“Ha sido una buena oportunidad para eva-luarnos como discípulos de Cristo”.

Los líderes locales del sacerdocio enespecial dieron un gran ejemplo de fe ytestimonio al encarar el desafío; apren-dieron a cumplir con sus llamamientosen momentos difíciles y ayudaron a otras personas necesitadas, dice el élder Francisco J. Viñas, de los Setenta,Presidente del Área Caribe.

“Utilizaron sus llaves del sacerdociopara bendecir la vida de miembros y nomiembros”, explica. “Trabajaron en con-sejo y recibieron guía del Espíritu paratratar los difíciles desafíos día tras día”.

Las secuelas del terremoto plantearondificultades, especialmente a los obisposde Haití, dice Prosner Colin, presidentede la Estaca Puerto Príncipe, Haití. Losobispos y otros líderes de la Iglesia que-daron a cargo de cuidar y auxiliar a cien-tos de miembros del barrio, además desus propias familias.

“[Los obispos] siguen prestando ayuda”, explica el presidente Colin.“Entienden que han perdido muchas cosas, pero que tienen el Evangelio.Alientan a [los miembros] a seguir viviendo dignamente”.

Tras el terremoto, el obispo Pierre-Louis se convirtió en un líder en la comu-nidad. A lo largo de las semanas y mesesque siguieron a la devastación en Haití,dedicó su vida al servicio de miembros yno miembros en Leogane y atendió a lasnecesidades de cientos de personas.

“Es el siervo más increíble y humildeque uno pueda llegar a conocer”, diceChad Peterson, un médico de Arizonaque trabajó como voluntario junto al obis-po Pierre-Louis después del terremoto.

Fe para ahora y para el futuroSe han compartido muchas historias

de miembros de Haití, cuya tenacidad yfe en el Señor les sostuvieron a lo largode sus pruebas.

“A pesar de que los fieles santos

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M a y o d e 2 0 1 0 139

haitianos han sufrido muchísimo, estánllenos de esperanza en el futuro”, dijo el élder Wilford W. Anderson, de losSetenta, en su discurso durante laConferencia General de abril de 2010.“Al igual que los primeros pioneros en1846, su corazón está destrozado, perosu espíritu es fuerte. Ellos también nosenseñan que la esperanza, la felicidad yel gozo no son consecuencia de las cir-cunstancias, sino de la fe en el Señor”.

Prueba de esta obediencia y fe fueque las reuniones de la Iglesia prosiguie-ron sin interrupción justo después delterremoto.

A pesar de la destrucción de su país,los miembros de Haití llegaron a laIglesia vestidos con su mejor ropa de do-mingo y sonrientes. El Evangelio era elsalvavidas al que muchos recurrieronpara superar su tristeza y desesperación.

“A pesar de haber perdido su hogar,su trabajo y miembros de su familia, estepueblo está lleno de amor, de confianza yde afabilidad. Tienen una fe prodigiosa”,dijo el hermano Peterson.

En la actualidad, la Iglesia sigue flore-ciendo en Haití. La asistencia a la reu-nión sacramental ha aumentado, explicael presidente Colin, y el pueblo de Haitísigue trabajando para reconstruir susmunicipios.

“Los miembros están sirviendo a losdemás diligentemente”, dijo. “Los visitany están buscando oportunidades de em-pleo para ellos mismos y para los demás”.

Berthony Theodor, haitiano de naci-miento y director de Bienestar de laIglesia en Haití, dice que él y otros líde-res actuales y futuros de la Iglesia enHaití han obtenido una experiencia valio-sa como resultado de esta catástrofe.

“Tenemos la oportunidad de servir alos demás y mostrarles una vez más cuán-to les amamos”, afirma. “Hemos llegado aaprender una vez más que no estamossolos en el mundo, que somos miembrosdel pueblo del Señor”.

El hermano Theodor dijo que ni el te-rremoto ni ninguna otra catástrofe po-dría arrebatar la paz y el gozo de losmiembros de Haití.

“Es mi testimonio que el Señor nuncaolvida a Sus hijos”, dice. “Sabe dónde es-toy y cuál es mi situación. Nunca me de-jará solo”. ■

Ayuda humanitaria de la Iglesia

Justo después del terremoto de enero de 2010, la Iglesia envió artículos hu-manitarios a Haití. Poco después se enviaron equipos de personal médico,que establecieron clínicas en los centros de reuniones y trabajaron con los

hospitales locales para llevar a cabo las operaciones necesarias.No obstante, en cuanto pareció que se volvía a alcanzar cierta estabilidad en

Haití, las labores de ayuda de la Iglesia comenzaron a abandonar las tareas deauxilio y pasar a las tareas de recuperación, proporcionando recursos para rees-tablecer la autosuficiencia y para que las personas pudieran retomar el controlde su vida.

Como parte de ello, se establecieron pequeñas instalaciones de alimentación,similares a los almacenes del obispo; también se enviaron materiales para cons-truir seiscientos refugios provisionales destinados a las personas que se queda-ron sin hogar, para que pudieran albergarse durante la temporada de huracanes;estos materiales fueron preparados por los miembros de Haití.

Asimismo, la Iglesia preparó un programa de recomendación de médicosatendido por doctores locales de Haití, con el fin de que los miembros pudieranrecibir ayuda y recursos. Los Servicios para la Familia SUD también participaroncapacitando a haitianos para ofrecer asesoría emocional a las personas con difi-cultades para afrontar su situación.

La Iglesia consolidó su programa de empleo en Haití; los miembros contabancon la ayuda de especialistas en empleo para encontrar trabajo y oportunidadesde micronegocio.

“Estamos agradecidos por todo el apoyo que la Iglesia prestó a los miembrosde Haití”, dijo el obispo Pierre-Louis. ■

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140 L i a h o n a

ayudó a obtener una licencia-tura en contabilidad por laUniversidad Brigham Young,una maestría en contabilidadde impuestos y un juris doc-torado (título estadouniden-se) en Derecho. Comenzó su carrera profesional comoabogado tributario y más ade-lante fundó una compañía especializada en tecnologíapara litigios.

El élder Duncan y su es-posa, Nancy Elizabeth Smart,se casaron el 27 de junio de1986 en el Templo de SaltLake. Tienen cinco hijos, unode ellos de la difunta primeraesposa del élder Duncan,Wendy Wallentine.

Casi veinte años despuésde servir en una misión enChile, el élder Duncan regre-só a una misión de servicio ala Iglesia como asesor legalasociado internacional para la Iglesia en Sudamérica.Mientras se encontraba allí, fuellamado a presidir la MisiónChile Santiago Norte, y vivióen la misma casa de la misióndonde sirvió de joven.

Antes de ser llamado al Primer Quórum de losSetenta, el élder Duncan sirvió como consejero delobispado, líder misional debarrio, miembro del sumoconsejo y de Setenta del Área Utah Sur. ■

Primer Quórum de losSetenta, sirvió como miembrodel sumo consejo, líder degrupo de sumos sacerdotes,consejero de la presidenciade la Escuela Dominical de es-taca, maestro de seminario,obispo, presidente de misiónde estaca, presidente de esta-ca y Setenta de Área.

Profesionalmente, el élderGong ha trabajado como ayudante especial del vicese-cretario de estado del Departa-mento Estatal de EstadosUnidos y como ayudante espe-cial del embajador de EstadosUnidos en Pekín, China.También ocupó cargos en elCentro de estudios estratégi-cos e internacionales (CSIS,por sus siglas en inglés) enWashington D.C., EstadosUnidos. En el momento enque aceptó su llamamiento, es-taba trabajando como ayudan-te del rector de la UniversidadBrigham Young, supervisandola planificación y la evaluación.

El élder Gong es hijo deWalter y Jean Gong; nació en diciembre de 1953 y secrió en Palo Alto, California.Obtuvo una licenciatura de laUniversidad Brigham Youngen estudios universitarios y es-tudios asiáticos. Más adelante,obtuvo una maestría y un doc-torado en relaciones interna-cionales por la Universidad deOxford, donde obtuvo la becaRhodes.

Prestó servicio en la MisiónTaiwán y más adelante se casó con Susan Lindsay en elTemplo de Salt Lake, en ene-ro de 1980. Juntos tienencuatro hijos varones. ■

Desde su niñez, el élderKevin Read Duncanestaba deseoso de

servir al Señor como misione-ro. “Nunca jamás lo puse enentredicho. Siempre supeque deseaba servir en una misión”, dice.

Mucho antes de cumplirlos 19 años, el élder Duncan seencontró con una AutoridadGeneral que servía en elDepartamento Misional,quien le instó a memorizar las charlas misionales. Hizohonor a ese reto y tiempodespués fue llamado a servir ala Misión Chile Santiago Sur.Su servicio como misioneroafianzó aún más su amor porel servicio al Señor. “Supeque quería ser misionero du-rante el resto de mi vida”,dice el élder Duncan.

Nació en octubre de 1960y es hijo de David Henry yLaRene Eliza Duncan; se crióen una granja familiar en WestPoint, Utah. Su infancia en lagranja le enseñó no solamen-te a trabajar, explica, sino tam-bién a amar el trabajo.

Esa ética de trabajo le

El élder Gerrit WalterGong conoce el poderde la oración y sabe que

el Padre Celestial tiene unplan para Sus hijos. Cuandoera joven, su madre cayó gra-vemente enferma en ciertaocasión. Recuerda que oró“con las palabras y los senti-mientos de un niño pequeñi-to” para que no muriera.

“Las oraciones hallan res-puestas diferentes en los diver-sos momentos de nuestra vida,pero gracias a Dios, en aquellaocasión sentí y supe que se re-cuperaría”, explica el élderGong. “Desde ese momento,nunca he dudado que el PadreCelestial escucha nuestras ora-ciones y, según Su propia sabi-duría y manera, las contesta”.

Desde entonces, el élderGong ha disfrutado repetida-mente esa tierna comunica-ción con un Padre lleno deamor; esto incluye, explica,cuando se casó con su esposa,al criar a su familia, al tomardecisiones sobre la formaciónacadémica y la carrera profe-sional y al servir en la Iglesia.

Antes de ser llamado al

Élder Kevin R.DuncanDe los Setenta

Élder Gerrit W.GongDe los Setenta

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Iglesia el 24 de diciembre de 1987, el élder Kearon haaportado ese buen ánimo anumerosos llamamientos,como el de presidente de losHombres Jóvenes de barrio,consejero del obispado, presi-dente de rama, presidente deestaca y Setenta de Área.

Como miembro del PrimerQuórum de los Setenta re-cientemente llamado, afirmaque siempre “ha procurado laguía de los principios de laIglesia. He visto cómo el vivirestos principios puede trans-formar vidas”.

El élder Kearon nació en Carlisle, Cumberland,Inglaterra, en julio de 1961, y es hijo de Paddy y PatriciaKearon. Dado que su padreprestaba servicio en la RealFuerza Aérea Británica, el él-der Kearon se crió y estudióen Oriente Medio y en elReino Unido.

Conoció a Jennifer CaroleHulme mientras ella estaba es-tudiando en Inglaterra con laUniversidad Brigham Young.Se casaron en el Templo deOakland, California, en 1991.Tienen cuatro hijos, uno delos cuales falleció.

El élder Kearon ha vivido ytrabajado en el Reino Unido,Arabia Saudita y los EstadosUnidos en diversos ámbitos,como la política, la atenciónmédica y la automoción. Antesde recibir su llamamiento, elélder y la hermana Kearon di-rigían una empresa de consul-toría en comunicaciones enInglaterra. ■

el 13 de abril de 1979. Tienencinco hijos.

El élder Uceda nació en ju-lio de 1953 en Lima, Perú, y eshijo de Juan José Uceda Péreze Inés Andrade Uceda. Trasunirse a la Iglesia en 1972, es-tudió contabilidad y relacio-nes públicas en el InstitutoJosé Carlos Mariátegui deLima. También estudió admi-nistración de empresas en elCentro Andino de G.E. y obtu-vo una licenciatura en relacio-nes públicas en la UniversidadSan Luis Gonzaga.

El élder Uceda ha trabaja-do en el Sistema Educativo de la Iglesia como director de área para Perú y Bolivia. En 2003 se mudó de Perú aNueva Jersey, Estados Unidos,para ayudar a su padre a am-pliar su empresa de forma-ción académica y de idiomas.

Además de servir en unamisión, el élder Uceda haprestado servicio como miem-bro del sumo consejo, obispo,presidente de estaca, presi-dente de la Misión Lima PerúNorte, y Setenta de Área.Actualmente presta servicioen el Primer Quórum de losSetenta.

“Tengo un firme testimoniodel poder de la revelación per-sonal que procede del EspírituSanto”, dice el élder Uceda.“Este testimonio se afianzacontinuamente mediante lasbendiciones que provienende la obediencia”. ■

Durante el corto tiem-po en que vivió enCalifornia, el élder

Patrick Kearon permaneció en la casa de una familia “ex-cepcional” de Santos de losÚltimos Días que le dio a co-nocer el Evangelio.

Dos años más tarde, ya de vuelta en Inglaterra, se en-contró con los misioneros enuna calle de Londres y con eltiempo comenzó a investigarla Iglesia. Halló un pasaje delas Escrituras del Libro deMormón que dice: “...existenlos hombres para que tengangozo” (2 Nefi 2:25). Este pasa-je le hizo reparar en el gozoque había en el hogar deaquella familia SUD y en lavida de los misioneros que le enseñaron.

“Ese pasaje de lasEscrituras resonó en mis oí-dos”, explica el élder Kearon.“En aquellas personas que había conocido, observé quenuestra vida puede verseenormemente enriquecida alseguir el consejo del Salvadorde ser de buen ánimo”.

Desde que se unió a la

Cuando el élder Juan Alberto UcedaAndrade comenzó a

salir con María Isabel Bendezú,la mujer con la que se casaríamás tarde, sabía que ella era al-guien especial. Ambos se ha-bían convertido a la Iglesia dejóvenes, y ambos habían servi-do en una misión en su paísnativo, Perú.

No obstante, fue la convic-ción de la hermana Uceda decasarse en el templo lo quemarcó la diferencia. En aquelmomento, el templo más cercano era el de Sao Paulo,Brasil. “Se tardaba siete díasen llegar allí, utilizando todoslos medios de transporte dis-ponibles”, explica el élderUceda. “Viajamos por auto-bús, autocar, barco, caballo ycarro, tren, camión e inclusoavión. Cuando llegamos altemplo, extendimos las ma-nos para tocar sus muros sólopara asegurarnos de que noera un sueño. Aquello fue unaexperiencia fundamental paranosotros dos”.

La pareja se casó en elTemplo de Sao Paulo, Brasil,

Élder PatrickKearonDe los Setenta

Élder Juan A.UcedaDe los Setenta

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justo cuando parecía que elritmo de su vida empezaba a decrecer, con sus seis hijosen edad adulta e independiza-dos, su esposa y él fueron llamados a presidir la MisiónRusia Novosibirsk en Siberiaen 2001. El élder y la hermanaLawrence tuvieron que ejer-cer la fe al dejar atrás su casa y su familia para servir en unpaís con un idioma, un pue-blo y un clima completamen-te desconocidos.

“Fue una gran pruebapara nosotros en lo que res-pecta a poner nuestra con-fianza en el Señor”, dice lahermana Lawrence. “Todo loque nos preocupaba se arre-gló, y [la experiencia] noscambió la vida”.

Un cartel en la cocina de la casa de la misión servía derecordatorio constante de laamonestación “Elevad haciamí todo pensamiento; no dudéis; no temáis” (D. y C.6:36).

El élder y la hermanaLawrence cuentan su expe-riencia en la misión entre lasmejores de su vida, y sientenque les preparó para sus nue-vas responsabilidades con el llamamiento del élderLawrence como Setenta.

“No sabemos lo que nosaguarda, pero sabemos queserá bueno”, dice el élderLawrence. ■

la Misión Suecia Estocolmo.Tras su regreso, se casó conIngrid Agneta Karlsson en elTemplo de Berna, Suiza, enoctubre de 1969, tomó el re-levo de su padre a la cabezade su compañía inmobiliariay obtuvo una maestría por laUniversidad de Gotemburgoy un título sueco de Derecho(LLM) en la UniversidadLund.

Trabajó para la Iglesiacomo gerente regional debienes raíces de área. Másadelante, en calidad de direc-tor de asuntos temporales, el Obispado Presidente leconfió la labor de comenzar a fusionar las funciones deAsuntos Temporales de lasáreas Europa Central, Este y Norte de la Iglesia.

Mientras criaba a sus ochohijos junto con la hermanaMalm, el élder Malm sirviócomo presidente de misiónde estaca, presidente de rama,miembro del sumo consejo,presidente de estaca, presi-dente de misión, director deasuntos público de Suecia ySetenta de Área.

Sus experiencias le hanservido para afianzar las en-señanzas de sus padres, lascuales espera compartir ensu llamamiento para servir en el Segundo Quórum delos Setenta. “El Evangelio esnuestra ancla”, dice. “Si per-manecemos fieles a él, pro-ducirá una paz que va másallá de lo que podamos comprender”. ■

A través de diversos lla-mamientos y del servi-cio que ha prestado a

la Iglesia, el élder Larry RayLawrence ha aprendido a“[confiar] en Jehová con todo [su] corazón”(Proverbios 3:5).

Nació en Cheverly,Maryland, en agosto de 1947, y es hijo de Argil y Mary Lawrence; se crió enTucson, Arizona. Estudió en la Universidad de Arizona,donde obtuvo una licenciatu-ra en bioquímica agrícola y un doctorado en medicina, lo que le condujo a la profe-sión de oftalmólogo.

Se unió a la Iglesia en 1970,a los 23 años, y se casó conLaurel Stott en el Templo de Mesa, Arizona, el 5 de noviembre de 1971.

Antes de ser llamado alSegundo Quórum de losSetenta, prestó servicio comopresidente del quórum de él-deres, obispo, miembro delsumo consejo, presidente deestaca y presidente de misiónde estaca.

El élder Lawrence dice que

Cuando el élder PerGösta Malm tenía 16años, sirvió en una

misión de servicio a la Iglesiaen la que participó en la cons-trucción de nuevos centrosde reuniones en Alemania,Finlandia, Holanda y Suecia.Desde entonces, ha participa-do diligentemente en ayudara edificar la Iglesia.

El élder Malm nació enseptiembre de 1948 enJönköping, Suecia, y es hijode Karl Gösta Ivar y KarinAnna-Greta Malm. Aprendióde sus padres muchas de laslecciones más importantes de la vida, en especial graciasal testimonio que su padrecompartió antes de fallecer a los 48 años: “Permaneced fieles al Evangelio”.

“Nos estaba enseñandoque en el Evangelio encontra-remos soluciones a las cosasmás importantes”, dice el élder Malm.

Después de los dieciochomeses que duró su misión deconstrucción, el élder Malmprestó servicio como misio-nero de tiempo completo en

Élder Larry R.LawrenceDe los Setenta

Élder Per G.MalmDe los Setenta

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Antes de ser llamado alSegundo Quórum de losSetenta, el élder Mazzagardisirvió como consejero delobispado, miembro del sumoconsejo, consejero de unapresidencia de estaca, presi-dente de estaca, representan-te regional, Setenta de Área,consejero de la presidenciadel Templo Campinas, Brasil,y presidente del Templo deSao Paulo, Brasil.

El élder Mazzagardi, empre-sario, dedicó parte de su carre-ra profesional a la industria dela carne, y más tarde fue pro-pietario de una compañía in-mobiliaria. También sirvió enla armada brasileña como sar-gento de artillería, desde 1965hasta 1966. Es hijo de Antonioy Margarida Mazzagardi y na-ció en abril de 1947 en Itú,Brasil. Se crió en dicho lugar yen Jundiaí, Brasil. Él y su espo-sa, Elizabeth Ienne, se cono-cieron de niños y se casaronen Hoboken, Nueva Jersey, en julio de 1970.

Aunque durante muchosaños no estaban interesadosen la Iglesia, una vez que losMazzagardi regresaron a Brasil,un amigo les invitó a asistir alprograma de puertas abiertasdel Templo de Sao Paulo,Brasil. Allí, los dos tuvieron ex-periencias espirituales muy in-tensas. Se bautizaron el 31 deoctubre de 1978 y se sellaroncomo familia en noviembre de1979. Los Mazzagardi tienentres hijos. ■

deseo de expresar sus senti-mientos acerca del Salvador.“Me levanté y mi amor porJesús manó a raudales”, re-cuerda la hermana Wixom.Su madre le ayudó a com-prender que era el EspírituSanto quien había inspiradosus sentimientos.

“Nunca me había dadocuenta de que el EspírituSanto era tan poderoso y tanreal”, dice la hermana Wixom.Años más tarde, el EspírituSanto le transmitió otro senti-miento de paz sobreabundan-te mientras oraba por uno desus hijos. Su esperanza ahoraes que los padres y líderes ymaestras de la Primaria pue-dan ayudar a los niños a apren-der a escuchar los susurrosdel Espíritu Santo.

La hermana Wixom obtuvouna licenciatura en formaciónacadémica por la UniversidadUtah State. Ella y su esposo,Blaine Jackson Wixom, se ca-saron en el Templo de SaltLake el 18 de agosto de 1970.Juntos tienen seis hijos.

La hermana Wixom fuemiembro de la mesa directivageneral de la Primaria antesde prestar servicio con su es-poso cuando él fue llamadocomo presidente de la MisiónWashington D.C. Sur. Másadelante, la hermana sirvióen la mesa directiva generalde las Mujeres Jóvenes, don-de se encontraba prestandoservicio hasta que recibió sullamamiento como presiden-ta general de la Primaria. ■

El élder Jairo Mazzagardisabe lo que significa hacer sacrificios en el

servicio del Señor. En 1990,recibió una llamada telefóni-ca del presidente Thomas S.Monson, entonces consejerode la Primera Presidencia,quien le llamó a presidir laMisión Salvador Brasil.

“Nunca soñé que sería pre-sidente de misión”, dice el él-der Mazzagardi. “Había sidopresidente de estaca durantemenos de cinco años. Habíamucho trabajo en nuestro ne-gocio, el cual prosperaba. Siaceptaba el llamamiento, de-bía dejarlo todo atrás”.

A la conclusión de la llama-da telefónica, el presidenteMonson ofreció tiempo al él-der Mazzagardi para reflexio-nar sobre el llamamiento; sinembargo, el élder Mazzagardiy su esposa habían decididoaños atrás que consagraríansu vida al Señor, así que acep-tó el llamamiento en el mo-mento. “Sea lo que sea lo que el Señor necesite de no-sotros, estamos listos para salir”, dice.

En un mundo lleno de rui-do e inseguridad, los ni-ños necesitan descubrir

cómo escuchar los susurrosdel Espíritu, dice RosemaryMix Wixom, recientementesostenida como presidentageneral de la Primaria.

“Los niños pueden hallarseguridad en la oración”, dice.“Pueden saber que nunca es-tán solos, que el Salvador ca-mina con ellos y que Él lesama incluso cuando cometenerrores”.

Nació en diciembre de1948 y es hija de RobertWayne y Mary Mix; se crió enSalt Lake City, Utah, EstadosUnidos. Mientras crecía, suhermana gemela era su mejoramiga, y sus padres le enseña-ron a dar de sí misma con uncorazón feliz. “Cuando entra-ba por la puerta en casa, mesentía segura”, dice la herma-na Wixom.

Cuando tenía 12 años, susensación de seguridad searraigó más profundamente.Mientras se encontraba enuna reunión de testimonios,de repente sintió un fuerte

Élder JairoMazzagardiDe los Setenta

RosemaryM. WixomPresidenta General dela Primaria

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tienen cinco hijos.La hermana Stevens se

siente agradecida por servir al Señor, y en especial por laoportunidad de prestar servi-cio a los niños de la Primaria.

“Los niños tienen unaenorme sensibilidad para lascosas espirituales”, dice la her-mana Stevens. “Llegan a estavida con un corazón que cree.Se percibe su naturaleza divi-na cuando vienen a esta tierra,habiendo dejado la presenciade su Padre Celestial tan recientemente”.

La hermana Stevens creeque las hermanas líderes y las maestras de la Primaria desempeñan una importantefunción para ayudar a los pa-dres a enseñar el evangelio deJesucristo. “La Primaria es unlugar fantástico para que losniños sientan amor y para quelas maestras y líderes afiancenlas lecciones que se enseñanen el hogar”, dice.

Antes de ser llamada a ser-vir como primera consejera dela Presidencia General de laPrimaria, la hermana Stevensprestó servicio en la mesa di-rectiva general de la Primaria.También ha servido como presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio, conse-jera de la presidencia de laPrimaria de barrio, y maestrade la clase de Doctrina delEvangelio. La hermana Stevensobtuvo una licenciatura en ma-temáticas por la Universidadde Utah, así como un certifi-cado de enseñanza. ■

Utah, el 1 de septiembre de1967. Tras su graduación, elhermano Esplin fue reclutadopor el ejército, y la hermanaEsplin enseñó el quinto añode primaria cerca de su fami-lia en Byron, Wyoming.

Ha prestado servicio en lasorganizaciones auxiliares dela Sociedad de Socorro, lasMujeres Jóvenes y la Primaria.Su llamamiento más recientefue para servir en la mesa di-rectiva general de la Primaria.También sirvió con su esposomientras él era Presidente dela Misión Carolina del NorteRaleigh.

Los Esplin tienen cinco hijos. A la hermana Esplin leencanta estar con sus nietos;juntos preparan panqueques(tortitas) y gofres, juegan adisfrazarse, salen de camina-ta y leen cuentos.

A la hermana Esplin le encanta el mensaje de su pa-saje favorito de las Escrituras,Doctrina y Convenios 84:88:“Y quienes os reciban, allí es-taré yo también, porque irédelante de vuestra faz. Estaréa vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estaráen vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de voso-tros, para sosteneros”. Ella espera que los niños recuer-den que el Padre Celestialsiempre está cerca de ellos y que pueden hablarle me-diante la oración. ■

Jean Alldredge Stevenscree que el hecho de quelos niños sientan amor

en los comienzos de su vidaejerce un profundo efecto enellos. Al sentir amor, los niñospueden saber y comprendercon más facilidad el gran amorque el Padre Celestial y elSalvador tienen por ellos.

La hermana Stevens nacióen noviembre de 1952 en Salt Lake City, Utah, EstadosUnidos, y es hija de Claron y Helen Alldredge.

“Fui criada por padres de gran fe”, dice la hermanaStevens. “Amaban al Señor yenseñaban el Evangelio ennuestro hogar. Mi madre enespecial tenía una capacidadsorprendente de amar a losdemás”. La hermana recuerdahaber sentido desde que erapequeña que sus padres laamaban y amaban el servicioal Señor.

La hermana Stevens esta-bleció ese mismo modelo en su propia familia al casarsecon Mark Stevens en elTemplo de Salt Lake el 12 deseptiembre de 1973. Juntos

Cheryl Asay Esplin, se-gunda consejera de laPresidencia General

de la Primaria, no recuerdaningún momento en el que no creyera en el PadreCelestial y en Jesucristo. “Se me enseñó desde unaedad temprana a orar”, dice.“Recuerdo que recurría a laoración antes que nada parabuscar ayuda, y siempre recibírespuesta a mis oraciones”.

Nació en octubre de 1944y es hija de Orson y MildredAsay; se crió en una granja situada a 13 km al este deLovell, Wyoming, EstadosUnidos. Como segunda denueve hijos, a menudo se lepedía que cuidara de sus her-manos pequeños. Mientras lohacía, la hermana Esplin re-cuerda que oraba para quesu familia estuviera a salvomientras sus padres salían.

La hermana Esplin obtuvouna licenciatura en educaciónprimaria por la UniversidadBrigham Young. Mientras es-tudiaba, conoció a su esposo,Max Esplin, y se casó con élen el Templo de St. George,

Jean A.StevensPrimera consejera dela Presidencia Generalde la Primaria

Cheryl A.EsplinSegunda consejera dela Presidencia Generalde la Primaria

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“Cuán agradecidos estamos por el evangelio restaurado de Jesucristo y por todo lo bueno que trae a nuestra vida”, dijo el presidente Thomas S. Monson al final de la Conferencia General Anual Nº 180. “El Señor ha derramado Sus bendiciones sobre nosotros Su pueblo. Les doy mi testimonio de que esta obra es verdadera, de que nuestro Salvador vive, y de que Él guía y dirige Su Iglesia sobre la tierra”.