2
1 Diseño y Sociedad Dra. Gloria Fernández Somoza El diseño es sociedad y la sociedad es diseño. Este la observa, la analiza y le devuelve objetos que lo relacionan con ella. Se establece una red de interrelaciones necesarias y habituales para una y otro. Por sociedad entendemos hoy la colectividad de individuos y los mecanismos y herramientas que aquella mueve y conmueve y por diseño la trama de la urdimbre que configura la pieza final. Necesitamos conocer al individuo, entender su comportamiento y de qué manera se relaciona con su entorno físico y emocional y así entendemos el diseño que ese mismo individuo desarrolla para atender las carestías sociales. El hombre necesita del diseño en su dependencia con el espacio, con los objetos y en su relación con los demás individuos, es decir, en su modo de comunicación. Por esta razón proyectar es diseñar pero diseñar es mucho más que proyectar. Quizás aquí es donde vemos de manera más manifiesta la ruptura que en ocasiones se produce entre la práctica del diseño y su conceptualización. El diseño construye formas de representación a lo largo de la historia y nos muestra su evolución e identidad según los individuos, las geografías, las influencias estéticas u otras manifestaciones vinculadas a unas u otras identidades. En ocasiones se identifican con el entorno, mientras otras muestran su diferenciación a través de las formas, materiales, colores… Y de esta manera dicho proceso acaba asimilándose a la identidad cultural contemporánea aunque traiga consigo reminiscencias históricas. Es así como el diseño traspasa el simple modo productivo con exclusivos fines económicos y de consumo y se acomoda en nuestro día a día integrándose en nuestros iconos visuales. Lo feo no vende proclamaba Raymond Loewy en las primeras décadas del siglo XX, pero nuestra sociedad actual necesita de un diseño comprometido con su entorno y con el individuo. Entendemos que esa aserción y esa mentalidad reflejan una sociedad donde el discurso proyectual estaba estrechamente relacionado con la producción y la necesidad de cambiar una sociedad convulsa, que se convertirá en el germen de la cultura del consumo que aún hoy sobrellevamos. Bien es cierto que no debemos tampoco caer en la ingenuidad de proclamar un diseño social al margen de la producción y ajeno a la economía contemporánea. Pero por otro lado, en muchos casos podemos compatibilizar uno y otra llegando a una simbiosis que permita a la práctica proyectual adentrarse en el mundo fabril e industrial. En ocasiones nos perdemos en discusiones bizantinas ya caducas sobre el papel del diseño en nuestra sociedad. Resulta ya tediosa la ambigüedad del término diseño y la intencionada distorsión que de ella hacen algunos. Del mismo modo que puede resultar exagerada la provocación del diseñador José María Cruz Novillo: “Todo lo que hay en el mundo o lo ha hecho Dios o los diseñadores”, que por otro lado hay que entender en su contexto, igualmente escapa al sentido común la negación de la necesaria vinculación existente entre el diseño y la sociedad. Estamos rodeados de objetos, espacios y modos comunicativos en nuestra

Diseño y Sociedad

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Diseño y Sociedad

1

Diseño y Sociedad

Dra. Gloria Fernández Somoza

El diseño es sociedad y la sociedad es diseño. Este la observa, la analiza y le devuelve objetos

que lo relacionan con ella. Se establece una red de interrelaciones necesarias y habituales para

una y otro. Por sociedad entendemos hoy la colectividad de individuos y los mecanismos y

herramientas que aquella mueve y conmueve y por diseño la trama de la urdimbre que

configura la pieza final. Necesitamos conocer al individuo, entender su comportamiento y de

qué manera se relaciona con su entorno físico y emocional y así entendemos el diseño que ese

mismo individuo desarrolla para atender las carestías sociales. El hombre necesita del diseño en

su dependencia con el espacio, con los objetos y en su relación con los demás individuos, es

decir, en su modo de comunicación. Por esta razón proyectar es diseñar pero diseñar es mucho

más que proyectar. Quizás aquí es donde vemos de manera más manifiesta la ruptura que en

ocasiones se produce entre la práctica del diseño y su conceptualización. El diseño construye

formas de representación a lo largo de la historia y nos muestra su evolución e identidad según

los individuos, las geografías, las influencias estéticas u otras manifestaciones vinculadas a unas

u otras identidades. En ocasiones se identifican con el entorno, mientras otras muestran su

diferenciación a través de las formas, materiales, colores… Y de esta manera dicho proceso

acaba asimilándose a la identidad cultural contemporánea aunque traiga consigo reminiscencias

históricas. Es así como el diseño traspasa el simple modo productivo con exclusivos fines

económicos y de consumo y se acomoda en nuestro día a día integrándose en nuestros iconos

visuales. Lo feo no vende proclamaba Raymond Loewy en las primeras décadas del siglo XX,

pero nuestra sociedad actual necesita de un diseño comprometido con su entorno y con el

individuo. Entendemos que esa aserción y esa mentalidad reflejan una sociedad donde el

discurso proyectual estaba estrechamente relacionado con la producción y la necesidad de

cambiar una sociedad convulsa, que se convertirá en el germen de la cultura del consumo que

aún hoy sobrellevamos. Bien es cierto que no debemos tampoco caer en la ingenuidad de

proclamar un diseño social al margen de la producción y ajeno a la economía contemporánea.

Pero por otro lado, en muchos casos podemos compatibilizar uno y otra llegando a una

simbiosis que permita a la práctica proyectual adentrarse en el mundo fabril e industrial.

En ocasiones nos perdemos en discusiones bizantinas ya caducas sobre el papel del diseño en

nuestra sociedad. Resulta ya tediosa la ambigüedad del término diseño y la intencionada

distorsión que de ella hacen algunos. Del mismo modo que puede resultar exagerada la

provocación del diseñador José María Cruz Novillo: “Todo lo que hay en el mundo o lo ha hecho

Dios o los diseñadores”, que por otro lado hay que entender en su contexto, igualmente

escapa al sentido común la negación de la necesaria vinculación existente entre el diseño y la

sociedad. Estamos rodeados de objetos, espacios y modos comunicativos en nuestra

Page 2: Diseño y Sociedad

2

cotidianidad que han tenido un proceso de diseño. No entraremos aquí si dicho proceso ha sido

el más adecuado. No todo lo diseñado está bien proyectado y aquí es donde se produce el

cisma entre la sociedad y el individuo, ya que esa práctica profesional inútil ha transcurrido por

senderos paralelos a los que se estaba demandando desde la colectividad. Como ejemplo, la

sociedad construye espacios físicos y el diseño debe indagar su habitabilidad. En ocasiones se

llega incluso a proyectar el “no lugar”, mientras el “lugar” no ha sido siquiera conceptualizado

dando resultados erróneos e inadecuados, cuestión que lleva a muchos a asociar diseño con lo

desusado, infructuoso o antojadizo, dotándole de consideraciones volubles y cambiantes que

rallan en lo caprichoso. Quienes conciban el diseño como aquella apariencia estética que da

forma al objeto, que configura el espacio o modela nuestra comunicación con los demás debe

reconsiderar dicha idea. El diseño debe ser, como ya anunciaba Gui Bonsiepe, una interfaz

entre el hombre y el mundo. Cada vez más necesitamos de una vía que permita comunicarnos

con nuestro entorno y establecer los puentes con nuestras necesidades cotidianas.

Sobrepasamos ya la interacción entre tecnología y cultura de los años ochenta, caminemos

pues hacia la interacción entre tecnología e individuo, planteando así un serio desafío para el

diseñador del mañana.