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[email protected] El día que la universid ad me confirió el título de médico, yo creí que ya lo era.

Doctor en medicina

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El día que la

universidad me

confirió el título

de médico,yo creí que ya lo era.

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Había hecho mío el conocimiento de la anatomía y la fisiología, Había hecho mío el conocimiento de la anatomía y la fisiología, el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.

Había hecho mío el conocimiento de la anatomía y la fisiología, Había hecho mío el conocimiento de la anatomía y la fisiología, el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.

Y así, con mi ser de científico colmado de saber con pretensión de omnipotente, me fui por el mundo a ejercer la medicina.

Y así, con mi ser de científico colmado de saber con pretensión de omnipotente, me fui por el mundo a ejercer la medicina.

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Todo iba bien al principio.

Los medicamentos que prescribía

controlaban las afecciones de mis pacientes,

y mi bisturí extirpaba sus tejidos dañados.

Pero muy pronto la corona de mi erudición

médica sufrió una lastimosa abolladura.

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Amanecía un domingo cuando me llamaron del hospital para operar a un niño agredido por un perro

que le destrozó el rostro y el cuello. Sangraba abundantemente y estaba agonizando.

En medio de transfusiones reconstruí con éxito las estructuras desfiguradas,

pero en los días siguientes noté que a pesar del agradable resultado de mi cirugía, el niño seguía abatido, desmejorándose cada día, derrotando el

optimismo que la ciencia me permitía. Entonces me di cuenta de que yo estaba

enseñado para tratar enfermedades, pero no a personas enfermas.

Me lo mostró ese niño que no sufría por sus heridas, sino por la falta de su padre, prófugo del hogar.

De poco me servirían todas mis teorías para aliviarlo. Necesitaba también confortarle en su turbación

emocional. Con ello percibí que la verdadera medicina no consiste en combatir la enfermedad como si fuera

un objeto que entró en un cuerpo, sino en atender en su integridad humana a la persona que padece.

Hora tras hora, iba descubriendo que era más lo que ignoraba que lo que creía saber,

y que llegar a ser un verdadero médico no se logra con la mera obtención del título profesional,

pues por encima del conocimiento científico certificado, está la comprensión y la entrega para con el semejante

que padece, a fin de atenuar sus dolores físicos, atenderlo en lo íntimo de sus temores,

y confortarle en su interioridad que sufre.

Page 5: Doctor en medicina

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En el ejercicio de mi profesión he presenciado el nacimiento de una criatura escuálida en una pobre choza, y el del bebé rozagante que ve la primera luz

rodeado de flores en una clínica para ricos. He atestiguado la agonía atemorizada del valentón

que siente escapársele la vida por los agujeros de una bala, y he estado ante los últimos estertores del anciano

que deja el mundo con una plegaria de paz en sus labios. Y entre esos extremos de vida y de muerte, he

quedado maravillado ante los prodigios que obran en la evolución de las enfermedades la fe en Dios y la

voluntad de superar los padeceres, despedazando triunfalmente las estadísticas médicas y los pronósticos

de las eminencias.

¡Qué lejos están de estos asuntos íntimos de la vida humana las páginas de los textos médicos y los sofismas de los catedráticos!

A través de los años en mi práctica profesional, descubrí que tras los síntomas que manifiestan los pacientes,

clama el conflicto anímico que los ha originado, conflicto que anda por los consultorios buscando encontrar a un médico que lo reconozca,

lo entienda y lo conforte para aliviarlo.

Pero...

Page 6: Doctor en medicina

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He visto frente a mí la expresión desesperada del adinerado que no se explica cómo su

dinero no puede comprarle una hora más de vida, y me he acongojado al ver el rostro

afligido del pobre que vende su sangre para dar de comer a su prole. He estado ante el

hombre de mundo, antes soberbio y arrogante, ahora intimidado hasta lo risible

por una erupción de la piel, y me he arrodillado para besar la frente de una madre que oculta los dolores de su cáncer para no

molestar a sus hijos.

He visto frente a mí la expresión desesperada del adinerado que no se explica cómo su

dinero no puede comprarle una hora más de vida, y me he acongojado al ver el rostro

afligido del pobre que vende su sangre para dar de comer a su prole. He estado ante el

hombre de mundo, antes soberbio y arrogante, ahora intimidado hasta lo risible

por una erupción de la piel, y me he arrodillado para besar la frente de una madre que oculta los dolores de su cáncer para no

molestar a sus hijos.

Con todo ello me quedó manifiesto lo distinto que es cada paciente, y el grave error que se comete

al generalizar con ligereza en el tratamiento de los enfermos.

Como si todos los pacientes fuesen iguales. Como si no tuviese cada uno

sus muy propios sentimientos y circunstancias.

Con todo ello me quedó manifiesto lo distinto que es cada paciente, y el grave error que se comete

al generalizar con ligereza en el tratamiento de los enfermos.

Como si todos los pacientes fuesen iguales. Como si no tuviese cada uno

sus muy propios sentimientos y circunstancias.

Page 7: Doctor en medicina

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He hurgado entre mis dedos la milagrería de los tejidos orgánicos en las entrañas de la vida,

y cada día se graba más en mi conciencia que mis manos son sólo un modesto instrumento entre el Creador y mis enfermos.

Por ello, en ese filtrado de conocimientos que nos da la experiencia, me quedó la firme convicción de que he de actuar ante quien padece,

con humanismo y espiritualidad, no de médico a paciente, sino de ser a ser.

Page 8: Doctor en medicina

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Esto es lo que significa mi frase dirigida a las expectativas más profundas del enfermo:

Estoy en ti. Estoy en tu entraña. Porque vengo a ti en el Nombre del Señor.

Escribo estos pensares dedicándolos a la nueva

generación 2009 de profesionales.

Coinciden ustedes, flamantes colegas recién graduados,

en un mundo que les impone la alternativa de ejercer

para la tecnología y lo científico, o servir

al hombre enfermo. Poseen sensibilidad

de lo humano, virtud que les ofrece pasar de la ciencia

a la conciencia. Dejar de vivir en el racionalismo

científico, para convertirse en emisarios de Dios.

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Texto:Dr. Jorge Fuentes Aguirre.

Porque después de todo, nosotros los médicos sólo somos sencillos intermediarios del Señor que nos ha encomendado la misión predilecta de Cristo:

curar a los enfermos.Para que, cumpliéndola, lleguemos todos a merecer el noble título de

“Doctor en Medicina”.

Porque después de todo, nosotros los médicos sólo somos sencillos intermediarios del Señor que nos ha encomendado la misión predilecta de Cristo:

curar a los enfermos.Para que, cumpliéndola, lleguemos todos a merecer el noble título de

“Doctor en Medicina”.