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DOCTRINA TERESIANA DEL AMOR AL PRÓJIMO Escribe Santo Tomás: «Respondeo dicendum quod, sicut supra (1·2, q .. 54, a, 5), dictum est, habitus non diversificantur ni si ex hoc quod variat speciem actus: omnes enim actus unius speciei ad eumdem habitum per- tinent. Cum auten:¡ species actus ex objecto desumatur secundum forma- lem rationem ipsius necesseest quod idem specie sit actus qui fertur in rationem objecti,et qui fertur in objectum sub tali ratione ... Unde mani- festum est quod idem specie aatus estquo diligitur Deus; et quo dilígítur proxf;mus. Et propter hoc habit'us caritatis non solum se extendít ad dilec- tion1em Dei, sed ad dilectíonem proximlÍ» (1). y es evidente. El amor de Dios y del prójimo no sólo no se excluyen. Ha de incluir aquél a éste de una manera necesaria. No es posible enten- der cristianamente el amor de Dios, desligándole del amor a nuestros semejantes. El amor a nuestros prójimos es el ejercicio del amor a Dios. En esto descansa toda la originalidad del mensaje de Cristo sobre el amur de Dios. Porque antes de Cristo se sabía por la ley natural que la perfec- ción del hombre descansaba en el amor de Dios. Pero lo que no se sabía, porque esto la ley natural no nÜ's lo dice, es que el amor de Dios haya que ir a cultivarlo en el terreno del arriar al prójimo. Y Cristo fué eso precisamente lo que nos ha enseñado; que la santidad ha de medirse por la caridad fraterna. Aún más: consiste en el amor al prójimo. Así se explica un hecho por lo demás evidente. Que cuantos han sen- tido la comezón del amor a Dios, se han sentido también punzados por el deseo y el hambre de darse y amar a sus semejantes. Y el dato resul- taba curioso, aunque sea nOTInal. Cuando las almas han avanzado más en los caminos del espíritu, les ha dolido en lo más hondo de su ser transfor- mado la situación de sus prójimos. El dogma del Cuerpo Místico, que en el <,ristianismo viene arropado con el de la Comunión de los Santos, viene (1) 2-2, q. 5, a. 1.

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DOCTRINA TERESIANA DEL AMOR AL PRÓJIMO

Escribe Santo Tomás: «Respondeo dicendum quod, sicut supra (1·2, q .. 54, a, 5), dictum est, habitus non diversificantur ni si ex hoc quod variat speciem actus: omnes enim actus unius speciei ad eumdem habitum per­tinent. Cum auten:¡ species actus ex objecto desumatur secundum forma­lem rationem ipsius necesseest quod idem specie sit actus qui fertur in rationem objecti,et qui fertur in objectum sub tali ratione ... Unde mani­festum est quod idem specie aatus estquo diligitur Deus; et quo dilígítur proxf;mus. Et propter hoc habit'us caritatis non solum se extendít ad dilec­tion1em Dei, sed ad dilectíonem proximlÍ» (1).

y es evidente. El amor de Dios y del prójimo no sólo no se excluyen. Ha de incluir aquél a éste de una manera necesaria. No es posible enten­der cristianamente el amor de Dios, desligándole del amor a nuestros semejantes. El amor a nuestros prójimos es el ejercicio del amor a Dios. En esto descansa toda la originalidad del mensaje de Cristo sobre el amur de Dios. Porque antes de Cristo se sabía por la ley natural que la perfec­ción del hombre descansaba en el amor de Dios. Pero lo que no se sabía, porque esto la ley natural no nÜ's lo dice, es que el amor de Dios haya que ir a cultivarlo en el terreno del arriar al prójimo. Y Cristo fué eso precisamente lo que nos ha enseñado; que la santidad ha de medirse por la caridad fraterna. Aún más: consiste en el amor al prójimo.

Así se explica un hecho por lo demás evidente. Que cuantos han sen­tido la comezón del amor a Dios, se han sentido también punzados por el deseo y el hambre de darse y amar a sus semejantes. Y el dato resul­taba curioso, aunque sea nOTInal. Cuando las almas han avanzado más en los caminos del espíritu, les ha dolido en lo más hondo de su ser transfor­mado la situación de sus prójimos. El dogma del Cuerpo Místico, que en el <,ristianismo viene arropado con el de la Comunión de los Santos, viene

(1) 2-2, q. 5, a. 1.

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a explicar teologalmente este hecho, y a fundamentar semejante pÜ'stura. y es, porque cada alma, en la medida de su entrega a Dios, va adentrán­dÜ'se en el misterio de la Iglesia, va adquiriendo más viva conciencia de su condición de miembro de Cristo, de ser perteneciente a un Cuerpo vivo. y tener conciencia de miembro vivo es, en expresión de Pascal, tener vida, ser y movimiento por el espíritu del cuerpo y para el cuerpo. La función conjunta de los miembros no ha de limitarse a sostener la vida del cuerpo, sino a dilatarla y extenderla. Robustecerla e intensificarla, por el acrecen­tamiento de su vivir como miembros.

Teresa de Jesús no es una excepción. El amor al prójimo, que es la fuente de ese darS'e a las almas, de ese laborar por que el mundo sea injertado en Cristo, está también presente en ella. Y lo está como vida y como doctrina. Un estudio completo del tema ha de abarcar necesaria­mente estos dos aspectos. Y más en Teresa, en que ambos están tan Ínti­mamente entrelazados. Nosotros prescindimos del primero, para tratar de captar la presencia de este tema en su doctrina.

Al tratar de captar el pensamiento de la Madre de los Espírituales sobre un tema de tan vitaHsima trascendencia en la vida y en la perfec­ción cristiana, conviene recordar unas palabras de Santo Tomás, que dice:

«Hay cuatro nombres que significan de algún modo una misma realidad, a saber: amor, dilección, caridad, amistad. Sin embargo, difieren en que la amistad según el Filósofo es a modo de hábito; el amor y la dilección a manera de acto o pasión y la caridad se puede entender de los dos modos. No obstante, el acto se significa diver­samente por estos tres términos. El amor es el más común, ya que toda dilección o caridad es amor, pero no al contrario, por cuanto la dilección añade sobre el amor una elección previa, como su mismo nombre enseña ... La caridad, a su vez, añade sobre el amor una cierta perfección de éste, en cuanto el objeto amado se estima en mucho, como lo da a entender el mismo nombre» (2).

Según este pensamiento tomista, el vocablo de más amplia significa­ción es el del amor. Para captar mejor el pensamiento de un autor sobre este tema, será un medio más seguro dejarlo en esa imprecisión que trae consigo la palabra amor. Y más si este autor es Santa Teresa de Jesús. Las preocupaciones por ir aquilatando el significado estricto y técnico de las palabras no rima con el carácter de los escritos teresianos. Teresa escri­be, pero escribe sin preocupaciones científicas ni técnicas. Teresa era amiga de la cultura. Admiraba a lÜ's sabios y a los letrados y se confiaba a ellos. Pero ella no tenía letra. Más aún, presumía de iletrada. Y si escri­be, lo haCoe sólo por ser dócil a la voluntad de Dios, manifestada por sus Superiores. Y escribe en medio de mil ocupaciones que la robaban el tiempo, y que para ella eran más interesantes y de mayor relieve en su existir que el de emborronar cuartillas. Tampoco goza de tiempo ni tiene vagar para ir corrigiendo o siquiera releyendo aquello que ha escrito. Escribe sin preocupaciones literarias. ¡Buena estaba aquella monja a la que remordía la conciencia el tiempo dedicado a escribir, quitándoselo de hilar! Por eso se apresta a escribir con la misma espontaneidad con que se dispone a hilar. Escribe 'sin formarse plan alguno, ni someterse en

(2) 1-2, q. 6, a. 3.

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la exposición de sus ideas a ningún sistema previo. Va llenando páginas y más páginas sin ninguna distinción. Las ideas acuden en tropel a su mente y ella las va dejando pasar por lo's puntos de su pluma con toda espontaneidad. Escribía tan velozmente-nos dirá Gracián-- como suelen hacerlo los notarios, sin pararse a discurrir, cual si las estuvieran dic­tando; sin embarazarse en poner puntos ni comas, contenta con la sola ortografía fonética. En más de una ocasión ella misma saldrá con frases elocuentes a este respecto; 1 se reirá de sí misma: «qué desconcertada escribo ... leedlo como pudiereis, que así lo escribo yo; como puedo» (3).

Por eso los temas en ella no marchan por los cauces marcados por una metodología, aun la menos exigente. Así acontece con el tema del amor al prójimo.

Nosotros vamos a tratarlo de encerrar en unos cuantos capítulos. No serán todos los que pudieran formarse del pensamiento teresiano, pero sí lo suficientes para dar una idea exacta de cómo pensaba la Madre sobre el tema.

1. IMPORTANCIA DEL AMOR FRATERNO (4)

1. EN GENERAL.

Para Santa Teresa el amor al propmo reviste los mismos rasgos de trascendencia para la vida que en el pensamiento de Cristo. Santa Teresa enseña que el amor al prójimo es lo que mide la santidad humana. Aún más: es la misma santidad. Para ser espirituales, viene a decimos la Santa de Avila, no se requiere sino este amor; y para serlo perfectamente poseer­lo de manera perfecta. Porque la santidad no está en otra cosa que en el perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios. En esto estriba toda la esencia de la perfección cristiana. Y para cumplir esa voluntad, el mejor medio es este amor a nuestros semejantes. Eoscribe la Santa:

(3) SABINO DE JESÚS, OCD, Santa Teresa a través ele la critica literaria. Bil­bao, 1!Mo9, p. 91.

(4) Como rpuede darse cuenta fácilmente el lector, las citas más numerosas serán a base de las obras teresianas. Las siglas que usaremos a lo largo de nuestro trabajo para citar las obras de Santa Teresa serán las siguientes: V. = Autobiografía; C. = Camino ele Perfección (códice de El Escorial, que es el usado por nosotros); añadiremos una V. para designar el códice de Valladolid; M. = Moradas, y en éstas el primer número significará la Morada, y los siguientes, el capítulo y el núme­ro, respectivamente; F. = Fundaciones; MC. = Meditaciones sobre los Cantares; E. = Exclamaciones; VD. = Visita de Descalzas; CO. = Constituciones; Cta. = Carta; A. = Avisos.

Citamos por la edición manual publicada por la Biblioteca de Autores Cristia­nos (Madrid, 1962) y preparada por los PP. EFREN DE LA MADRE DE DIOS, OCD, y OTGER STEGGINK, O. Carm.

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«¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas; que para ser unos con El y .con el Padre· como su Majestad lo pidió, mirad qué nos falta para llegar a eso ... No penséis que está la cosa en, si se muere mi padre o hermano, con­formarme tanto con la voluntad de Dios que no lo sienta, y si hay enfermedades y trabajos sufrirlos con contento. Bueno es y a las veces consiste en discreción, porque no podemos más y hacemos de la necesidad virtud. ¡Cuántas cosas de éstas harían los filósofos, o aunque no sea de éstas, de otras, de tener mucho saber! Acá solas estas dos nos pide el Señor: amor de su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar; guardándolas con perfección, hacemos su voluntad y ansí estaremos unidos con El» (5).

La santidad es amor. Pero el amor tiene dos movimientos. Los dos son esenciales. Uno, filial hacia Dios. Brota de la caridad teologal, cuya fun­ción es hacernos hijos de Dios, y emparentamos con el Verbo. Pero junto a él y -en la misma línea de necesidad, está el otro movimiento de esa cari­dad teologal también, el movimiento fraternal u horizontal, hacia el pró­jimo. Y éste, si cabe, es más importante que aquél. Por lo menos en un orden intencional y psicológico. Este amor es el que nos hace conscien­tes del amor a Dios.

«La más cierta señal-enseña Santa Teresa-que a mi parecer hay de si guardamos estas dos cosas (amor de Dios y del prójimo) es guardando bien la del amor al prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber ... , mas el amor al prójimo sí. Y estar ciertas que mientras más en esto os vierdes aprovechadas, más lo estáis en el de Dios» (6).

Pero tratando de interpretar el pensamiento teresiano, esta principali­dad del amor al prójimo no sólo ha de situarse en ese terreno intencional o poético. También en el orden ontológico o real. El amor de Dios es fuente del amor a Dios. Aquél hace presente y acrecienta este amor de Dios. Sus movimientos no sólo significan, sino que causan los movimien­tos del amor de Dios, «porque es tan grande el que su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tene­mos a su Majestad de mil maneras; en esto yo no puedo dudaD) (7).

Por eso podrá escribir la Madre, «que importa mucho andar con gran advertencia cómo andamos en esto,. que si es con mucha perfección, del hombre, el examen se ha de hacer a base del Í'ema del amor al pró­jimo ha cumplido la Ley (Rom 13, 8); que 'en la última fecha de la vida del hombre, el examen se ha de hacer a base del tema del amor al pro­jimo, siendo eso lo que se premie o se castigue; y por eso ella recuerda a sus hijas y a través de ellas a todas las almas, que «si en ten diérais lo que os importa esta virtud, no traerían otro estudio» (9) y que «importa tanto este amor de unas para otras que nunca querría 'se os olvidara» (10).

Con esto no queda completo el pensamiento teresiano, Santa Teresa

(5) M5, 3, 7. (6) M5, 3, 8, Aquí Santa Teresa habla en lenguaje y según el sentido popular,

No prejuzga la cuestión teológica sobre la posibilidad o no posibilidad de tener certeza ,de si estamos en gracia o no, Sólo queremos recordar que lo que la Iglesia enseña es que no es posible sin especial revelación tener certeza de fe de ese esta­do (D. B" 802). Alguna certeza moral no está excluída por las enseñanzas de la teología católica.

(7) M5, 3, 8. (8) M5, 3, 9. (9) M5, 3, 10. (10) M1, 2, 18, Todo está ordenado a esto. La Regla y Constituciones no sirven

sino para esto (ib., 17). Y no sólo esto, sino todo lo demás, porque las mercedes de Dios no tienen otra finalidad, ya que a cada alma Dios "la señala su .oficio, el que más ve le conviene a su alma y al mismo Señor y al bien de los prójimos" (C. 29, 1).

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no se concibe sin oración. Y nada de lo de ella tiene sentido) si no se relaciona con este tema de la oración. Es la oración el punto .de referen­cia necesario e insustituíble de todos los tema's teresianos, si queremos tener de ellos una visión exacta. También del tema del amor al prójimo. No podremos tener una idea acertada del pensar teresiano sobre este tema, si no le encuadráramos dentro del de la O'ración. Ha sido la misma Madre quien lo ha hecho. Es en el capítulo quinto de sus Fundaciones.

Para comprender bien su alcance creemos de necesidad adelantar dos ideas, que por otra parte resultan demasiado claras en el pensar de Santa Teresa de Jesús:

a) La oración para la Santa no es sólo un medio de adquirir la san­tidad. Es para ella la misma santidad. La O'ración es amistad y su ejerci­cio será ejercicio de intimidad con el Señor. Y la santidad desde Cristo, no tiene otro matiz. Los santos son los amigos, y los íntimos de Dios por anto­nomasia. Es la nota fundamental de toda la'religión cristiana. En la última cena lo declara abiertamente Cristo: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Yana os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 14-15). Y según el pensamiento de Santo Tomás, esta amistad tiene un carácter universal. No hay razón para reservarla a unos cuantos privilegiados. La tienen todos los cristianos que están en gracia (11). Y los santos son los que la poseen en el más alto grado; Así se comprende toda la trascendencia y la universalidad que en la vida tiene el pensamiento teresiano sobre la oración.

b) Santa Teresa, en ese capítulo de sus Fundaciones, se plantea el problema de descubrir y enseñarnos la esencia íntima de la oración per­fecta. Nos lo dice la Madre expresamente: «Lo primerO' quiero tratar se­gún mi pobre entendimiento en qué está la sustancia de la perfecta ora­ción» (12). La consecuencia de esfasdos ideas es elata. La esencia y sus­tancia de la perfecta oración coincidirá con la sustancia de la santidad perfecta.

Ahora ya podemos entraren la exégesis del pensar teresiano sobre el amor al prójimo y la santidad y oración.

Para la Doctora Mística la oración no está en pensar, sino en amar. Pensar es en el sentir teresiano estarse a solas con Dios solo.

«Porque algunos he topado que les parece está todo el negocio en el pensamiento, y si éste pueden tener mucho en Dios, aunque sea haciéndose gran fuerza, luego les parece que son espirituales, y si se divierten, no pudiendo más, aunque sea para cosas buenas, luego les viene gran desconsuelo y les parece que están perdidos .. ,» (13).

La oración no está sustancialmente en esto, sino en amar. Y amar para Teresa se encierra en dos cO'sas: determinarse a obrar y a padecer. La pri­mera, el obrar, tiene una encarnación principal. No la única, pero sí la principal: las obras de caridad.

La Santa no es enemiga de la oración en soledad. No era una activista

(11) FEDERICO DE SAN JUAN DE LA CRUZ, OeD, Cristianos por dentro. Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1961, p. 114-115.

(12) F. 5, 2. (13) F. 5, 2.

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a ultranza. Su espiritualismo. no fué un mo.verse huero. e infecundo. La ac­tividad teresiana es una actividad contemplativa, que bro.ta desde dentro. de una convicción arraigadísima de nuestra Ü'bligación de servir a Dios en nuestros semejantes. Nunca es una actividad laica. Jamás la desliga de Dio.s. Brotará de las riquezas de su vida interior. Por eso no se opone a estarse a solas pensando en el Señor; «no. digo que no. es merced del Seño.r quien siempre puede estar meditando en sus Ü'bras y es bien que se procure ... Bien es verdad que del pensar lo que debemÜ's al Señor ... se viene hacer un alma determinada y que es gran mérito. y para los princi­pios muy co.nveniente ... » (14). La Santa admite por tanto esta o.ración. Pero. la supedita a otra oración, la de las obras de caridad. «Mas entién­dase cuando no hay depo.r medio cosas que to.quen en obediencia y apro­vechamiento de los prójimo.s. Cualquiera de estas dos cosa's que se ofrez­can, piden tiempo para dejar el que nosotros tanto deseamos dar a Dio.s, que, a nuestro parecer, es estarnos a solas pensandO' en El y regalándolo.s con IÜ's regalos que no.s dan» (15).

Y es porque Santa Teresa admite dos clases de oración. Una que nos­otros llamamos oración en soledad, que está encarnada en la meditación u o.ración mental. Y Ü'tra, que llamamo.s o.ración-servicio.. Las do.s so.n bue­nas. Las dos so.n o.ración para la Madre, po.rque laos dos encierran amo.r. Pero. las dos no. so.n igualmente importantes. Una ha de estar supeditada a la o.tra. Y en el pensar teresiano. la o.ración-soledad ha de ceder el paso a veces a la Ü'ración-servicio.. La Santa lo. afirma explícitamente eo más lugares que éste. «El mayo.r 'servicio. que se le puede hacer a Dio.s-escri­birá en Exclamaciones-es dejarle a El por amo.r y ganancia de las almas» (16). Y co.mentando. en sus Meditaciones sobre los Can,tares, aquel verso. de la escritura, «sostenedme con flores», escribe:

«De otro olor son estas flores. Entiendo yo aquí que pide hacer grandes obras en servicio del Señor y del prójimo, y por esto huelga de perder aquel deleite y contento ... y porque saben del amor que tiene a sus criados, gustan de dejar su sabor y bien por con tentarle en servirlas y decirlas las verdades para que se aprovechen sus almas por el mejor término que pueden, ni se acuerdan ... si perderán ellos; la ganancia de sus prójimos tienen presente, no más.»

y este valo.r que encierra el dejar IÜ's regalo.s de la o.ración-soledad por la oración-servicio lo. aprueba la Santa con el ejemplo. de la Samarita­na, que co.menta así: «Qué herida debía -estar de esta yerba y cuán bien había co.mprendido. en su corazón las palabras del Señor, pues deja al mis­mo. Seño.r po.rque ganen y se aprovechen lÜ's de su pueblo.» (17).

La Santa de Avila no se co.ntenta co.n asentar el hecho.. Trata de fun­damentar sus preferencias. Y lo fundamenta así. El estarse a so.las co.n Dio.s es estarse regalando. el alma. Pero. dejarle po.r dedicarse al servicio. de lo.s demás es regalarle al mismo Seño.r, dicho. po.r su bo.ca: «Lo que hicísteis po.r uno. de esos pequeñito.s hacéis po.r Mí» (18). Por eso. el alma no debe alimentar ningún disgusto, cuando t'enga que abando.nar la o.ra­ción de soledad po.r la o.ración de servicio. a los demás. Sentir disgusto.

(14) F. 5, 3. (18) F. 5 ,3.

(15) F. 5, 3. (16) E. 2. (17) Me. 7, 4-5.

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consciente nunca sería expresión de amor de Dios, de ese amor de amis­tad, en que estriba toda la esencia de la oración; sino de amor propio, enemigo de toda amistad. Pero los que verdaderamente aman, dirá Tere­

. sa, «qué poco descanso podrán tener, si ven que son un poquito de parte para que un alma sola se aproveche y ame más a Dios, u para darle algún consuelo, y para quitarle de algún peligro ... » (19).

y resulta curioso el pensamiento teresiano. Este darse a aquellos a quienes puede aprovechar el alma, ha de entenderse en todo el sentido de la palabra. Darse en las obras y en la oración. Porque estamos de acuerdo que al prójimo se le puede ayudar no sólo con la oración-servicio, sino con la oración en 'soledad. Pero la principalidad de esta ayuda, que ahora estudia la Madre, estriba en la oración-servicio; es la ayuda por medio de nuestras obras exteriores, las que sean, que son las que pueden plantear compromiso o problemas de colisión con la oración de soledad. Escribe en el mismo lugar, a continuación de describir esas exigencias del verdadero amor:

«y cuando no pueden con obras, con oración, importunando al Señor por las muchas almas, que la lastima de ver que se pierden; pierde ella su regalo y lo tiene por bien perdido, porque no se acuerda de su contento sino en cómo hacer la voluntad del Se­ñor» (20).

La objeción brota espontánea. Tal modo de pensar amenaza la propia santidad del alma; que corre peligro de sufrir disipación en ese darse a los demás por medio de las obras exteriores. Y no debemos oividar que en cristiano sólo se puede salvar a los demás salvándonos nosotros y santificándonos.

Santa Teresa supone también la objeción. Y la responde. Se vale para ello de un argumento de carácter existencialista y vital. Y su argumenta­ción tiene más valor, porque ella estaba libre de prejuicios en este senti­do; prejuicios favorables a la acción. Al principio pensaba en el mismo sentido que discurre la objeción presentada. «Pensaba que no era posi­ble entre tanta baraúnda crecer el espíritu, porque entonces no tenían mucho». Pero el mismo Dios es el encargado de hacerla salir de ese modo de enfocar la vida espiritual. Y el medio de que se vale es ponerla en contacto con personas muy metidas en estas tareas de servicio del projimo y de obediencia. Estas almas, Teresa pensaba, que estarían disipadas y retrasadas en los caminos de Dios.

El resultado no puede ser más contrario, pues a pesar de que

«la obediencia lo había traído cerca de quince años tan trabajado en oficios y gobiernos, que en todos éstos no se acordaba de haber tenido un día para sí, aunque él procuraba lo mejor que podía algunos ratos de oración ... Hale pegado bien el Señor que sin saber cómo, se halló con aquella libertad de espíritu tan preciada y deseada que tienen los perfectos, adonde se halla toda la felicidad que en esta vida se puede desear» (21). « ... N o es sólo esta persona, que otras he conocido de la mesma suerte, que ni las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte veíales tan medrados en cosas espirituales que me espantaban» (21 bis).

(19) F. 5, 3. (20) F. 5, 5. (21) F. 5, 6 Y 7. (21 bis) F. 5, 8,

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No es, pues, obstáculo para la santidad la oraClOn-servlClO, sirio ex­presión de santidad. Porque el amor para la Madre Teresa no se ha de ver en la soledad, sino en la actividad. Las ocasiones ciertamente no hacen al hombre, pero demuestran lo que es. Por eso Teresa, muy realista y psicóloga, escribirá: «Aquí, hijas mías, se ha de ver el amor, que no en los rincones, sino en mitad de las oca'siones» (22). Más todavía. Las oca­siones de la actividad ayudan más al alma que la oración en soledad. Cier­tamente que pueden presentarse ocasiones en las que el alma padezca quiebras en sus virtudes; quiebras que no hubiera padecido de no haberse tenido que encontrar 'en ellas. Es un hecho demasiado evidente para que nos detengamos en comprobarlo. La Santa tampoco se detiene. Lo da por supuesto. Pero esto no es obstáculo, ni razón tampoco para que abando­nemos ni nuestro modo de pensar ni ,esas ocasiones que nos 'crean nues­tras obligaciones de servicio y de vivir para las almas. Teresa adoctrina de la siguiente manera: «y creedme, que, aunque haya faltas y aun algu­nas pequeñas quiebras, que sin comparación es mayor ganancia nues­tra» (23).

El pensamiento teresiano viene a coincidir con él de Cri'sto, contenido en la parábola del Samaritano. Está más cerca de Dios el que practica la religión horizontal, aunque no viva con tanta perfección la religión verti­cal, que quienes viven sólo la religión vertical. Estaba más cerca de Dios el Samaritano, porque era el que había cumplido la ley, que el sacerdote y el levita. Siempre el humilde está más cerca de Dios.

«Porque lo que digo es ganancia es porque nos da a entender quiénes somos y hasta dónde llega nuestra virtud. Porque una persona siempre recogida, por santa que a su parecer sea, no sabe si tiene paciencia ni humildad, ni tiene cómo lo saber ... Y tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración» (24).

y de este significado que tiene la caridad fraterna en la vida, brota ese papel funcional que desempeña en la vida de oración en soledad. La caridad ha de preceder a ésta y ha de acompañarla.

La ha de preceder, porque el amor al prójimo será una de las pri­meras condiciones fundamentales que Teresa señala para poder vivir la oración. Es una piedra cimental del edificio de la oración (25). Sería no sólo un camino. El mejor para adquirir la unión. Mejor que la contem­plación.

«Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy en­capotadas cuando están en ella (que parecen no osan bullir ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido), háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión. Y piensan que allí está todo el negocio.»

«Que no, hermanas, que no; obras quiere el Señor, y que si ves a una enferma a quien puedes dar un alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas

(22) F. 5, 15. (23) F. 5, 15. (24) F. 5, 15. (25) C. 6, 1. "Solas troo me extenderé en ,declararlas que son de la mesma

Constitución ... , la una es amor unas con otras ... CUanto a la primera, que es amaros mucho, va muy mucho."

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de ella ... » (26). Porque Santa Teresa razonará en estos ténninos: «y créanme que no es el largo tiempo el que aprovecha al alma en la oración, que cuando le emplea tam­bién en obras, gran ayuda es, para que en muy poco espacio tenga mijor dispusición para encender el amor, que en muchas horas de consideración» (27).

y la caridad ha de acompañar a la oración. Si no, no sería moneda auténtica ni de intimidad ni de santidad. La OTación-soledad que no flore­ciera en servicio del prójimo, no sería oración genuína en el pensamiento teresiano, «pues vuestra oración ha de ser 'siempre para provecho de las almas» (28). «y cuando os vierdes faltas en esto, aunque tengáis devo­ción y regalos que os parezca habéis llegado ahí y alguna suspencioncilla en la oración de quietud... creedme que ni habéis llegado a unión y pedid a Nuestro Señor que os dé con perfección este amor del próji­mo» (29). La oración en 'sentir de Santa Teresa tiene una finalidad. Tam­bién todas las mercedes divinas. Y esta finalidad, idéntica en ambas rea­lidades, es que nazcan de ellas obras y virtudes. «Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve el matrimonio espiritual, de que nazcan siempTe obras, obra's» (30). Estas obras serán, antes que nada, obras de caridad: «Ansí que hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo y por dónde las podéis hacer placer y servir... [Porque] su manjar [el de Cristo] es que de todas maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben» (31).

2. EN LA VOCACION CARMELITANA.

Quizá choque un poco este afán de particularizar en una virtud que es general, porque es trascendente en la vida cristiana. De acuerdo que lo carmelitano no puede estar fuera de la órbita de lo cristiano. El espí­ritu religioso, con toda su grandeza, tiene que estar ubicado en el área del espíritu cristiano. Por esto parece 'ser que la caridad ° amor al prójimo no

(26) M5, 3, 11. (27) F. 5, 17. (28) C. 34, 1. E insistiendo todavía en esta vinculación de la caridad a la ora­

ción, Teresa hace proceder de la oración verdadera este amor: "An,de la verdad en vuestros corazones como ha de andar por la meditación y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos" (ib., 2).

(29) M5, 3, 12. (30) M7, 4, 6. (31) M7, 4, 9. De acuerdo perfecto con este pensamiento escribe la Santa en el

número siguiente: "Torno a decir que para esto es menester no poner vuestro fun­damento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, os quedaréis enanas." Y no se crea que esto es sólo par:a las almas que comienzan, para aquellas que no pueden tener oración en soledad. Santa Teresa, en más ,de una ocasión, aconsejará que en tiempos de sequedad se dedique a obras de caridad. Cfr. M6, 1, 13, Y V. 11, 17. Pero el pensamiento es de alcance universal. "Pareceros ha que hablo con los que comienzan, y que después pueden descansar. Ya os he dioho que el sosiego que tienen estas almas es piara tenerlo muy menos. ni querer tenerle en lo exterior." M7, 4, 11.

28

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646 SEGUNDO DE JESÚS, OCD

puede tener ningún significado peculiar en ninguna de las vertientes que el espíritu religioso presente dentro de la Iglesia de Cristo.

y sin embargo no es así. La caridad para con el hennano tiene todas las tonalidades en lo, carmelitano que presenta en lo cristiano, pero tiene un matiz especial. Y este matiz es de carácter vocacional. El amor al pró­jimo se convierte en fin vocacional del Carmen Descalzo.

Teresa de Jesús es una monja que muere a los sesenta y siete años en Alba de Tonnes. Y de ésos, veinte los ha pasado fundando conventos, y re­corriendo los caminos de la geografía española (32), dejando por ella diseminados treinta y dos conventos, 17 de monjas y 15 de frailes. Ese quehacer era el fruto maduro de una vocación determinada y personal en ella. La vocación de fundadora. Había entrado en el convento, aun sin saberlo, para eso precisamente. Y la gracia y la naturaleza la habían ido formando con vistas a ese fin providencial. Fruto maduro de ese destino, al que Teresa permanece fiel con una delizadeza extraordinaria, surge un nuevo estilo de entender la vida religiosa dentro de la Iglesia Católica: la forma teresiana. Antes de la Madre, las mujeres se recluían en los con­ventos con el fin de labrar su propia santidad personal. La misma Madre Teresa había perseguido ese fin cuando un día entra en el Convento de Santa María de la Encamación.

Pero un día se realiza una metamorfosi·s en la vida y en las concepcio­nes teresianas. Teresa, que había tenido la visión del infierno, y hahía visto caer en él como copos de nieve las almas de los hombres; que había oído, hablar de la defección del fraile sajón, arrastrando tras de sí más de la mitad de Alemania y dejado sentir 'sus efectos perniciosos en Francia; que se había sentido escogida por Cristo para esposa suya, cogiéndola sus propias manos entre las de El, mientras le decía en un gesto de confianza extraordinaria: «Desde hoy, como verdadera esposa, celarás mi honra»; Teresa, a través de todos estos pasos providenciales en su existencia, ad­quiere la revelación del misteTio de la Iglesia, y de ella como una parte viva de esa misma Iglesia, cuya suerte es también la suerte de su propia alma. Y entonces se encierra, todavía más, dentro de las exigencias de clausura de la Regla carmelitana, y llama tras de sí a aquellas religiosa's que qu¡'eran seguirla e imitarla. Yias llama para algo distinto, para algo que necesariamente tenía que sonar a revolucionario para aquellas almas y mentalidades. La santidad, les dirá la Madre, ya no será el fin último de aquel llamamiento vocacional. Será tan sólo un medio. El fin último será la Iglesia. Y Ja.s almas que forman esa Iglesia ocuparán sus principa­les tareas de consagrada. Todas las almas; las que viven dentro, y las que todavía están fuera. Las de los sacerdotes, y teólogos y predicado,res e intelectuales católicos, y la·s de los judíos, y moros y luteranos e indios. Todas le duelen en el alma a Teresa y a' sus hijas. Y como se ven muje­res y ruines intentan hacer lo que ellas pueden: retirarse, santificarse más y más en aras de la salvación de las alma·s. Así surge la Reforma de la

(32) Es cmioso e·1 dato. Se 10 debemos al P. Lucinio del Santísimo Sacramento. Santa Teresa, a 10 largo de sus viajes fundacionales, llegó a recorrer unos 9.155 ki­lómetros de las carreteras actuales.

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Madre Teresa. Con estas inquietudes nació el Cannen Descalzo, retrato vivo del alma de su fundadora. «Oh hermanas mías en Cristo; ayudadme­le a suplicar esto; para esto os juntó aquí el Señor; este es vuestro llama­rrüento» (33). Las almas han sido el origen de la Reforma teresiana en su estructuración actual:,

«Venida a saber los daños de Francia de estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta fatiguéme mucho, y como si yo pudiera algo u fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto maL Paréceme que mU vidas pu­siera yo para remedio de un alma de las muchas que vía perder; y como me vi mujer y ruín, y imposibilitada de aprovechar en el servicio del Señor ... y ansí determiné hacer ese poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que esas poquitas que están aquí hiciesen lo mesmo» (34). ..

y ha sido. esa conciencia de las necesidades acucian tes de la Iglesia de aquel tiempo, lo que ha determinado a Teresa a acentuar ciertos mati­ces de rigor, de clausura en la vida de la Carmelita Descalza; «al prin­cipio que se comenzó este monesterio a fundar ... no era mi intención hubiese tanta esperanza en lo esterior, ni que fuese sin renta» (35).

Todo lo explican las almas en la Reforma teresiana: «Estos han de ser vuestros negocios; estos han de ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas; estas vuetras peticiones» (36). Y más adelante pontifica doctoral­mente la Madre, amenazándolas con la esterilidad vocacional: «Cuan­do vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se empleasen por esto que he dicho (por la Iglesia) pensad que no hacéis ni cumplís el fin par.a que aquí fuisteis juntas» (37).

Por este papel que juega la caridad para con el prójimo en la vida cris­tiana en general, y en la carmelitana en especial, es la importancia que legalmente tiene en el pensamiento teresiano al tratar de estructurar jurí­dicamente la vida de sus religiosas. Estas recomendaciones prácticas y jurídicas se reflejan en dos libros de Santa Teresa principalmente: las Constituciones y la Visita de Descalzas.

En aquéllas la Madre abroquela la vida y la práctica de este amor al prójimo en un doble sentido. En cuanto que no se cansa de recomendar­lo a sus hijas, tanto en general como en especial a determinados suje­tos (38), y en cuanto que castiga con dureza las falta's contra este amor, faltas que tienen un papel importante en el último tratado de las Consti­tuciones, el de las penas, en el que Santa Teresa señala penas grandes

(33) C. 1, 2 Y 5. (34) C. 1, 2. (35) C. 1, 1. (36) C. 1, 5. (37) C. 4, 4. (38) Las Constituciones de las Descalzas recomiendan atender bien las necesi­

,dades de las hermanas en comida y vestido (6, 1). Admite como obra de caridad las bromas, sobre todo en recreación, teniendo por tiempo bien gastado el empleado en hacer reír a las hermanas (6, 6). Ordenan que se amen unas a otras sin particu­larismos de ningún género, como Cristo nos ha mandado, ya que importa muy mucho (6, 10). Insiste de manera especial en la atención que se debe a las ~nfer­mas, sin doler prendas ni de observancia regular ni de dinero (7, 2), cuidando ,de que sean visitadas y consoladas y tratadas con mucha limpieza y caridad. El Ca­pítulo conventual ha de estar todo él regulado por las exigencias de la car~dad (10, 5-7).

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para defender esta virtud, apartando a sus Hijas de traspasarla en nada (39).

En Visita de Descalzas insiste y hace hincapié en que el Visitador se entere con mucho detenimiento y escrúpulo, en cómo andan en la vinud de la caridad fraterna, y que sea dura sobre todo con las chismosas (40).

y (Jomo si fuera poco, todavía Teresa se preocupa de facilitar a las almas la práctica de este amor. Y le señala al alma los caminos por donde ha de discurrir el alma que quiera mantener siempre fresca y lozana en su vida esta virtud. Los Avisos nos adoctrinan sobre estos caminos. Re­cordemos unos cuantos tan sólo, y ellos nos hablarán de sus inflexiones en el tema de la caridad: «Nunca decir cosa digna de 'su loor, como de su ciencia, de sus virtudes, linaje, si no tiene esperanza de que hará pro­vecho» (41). «Nunca se entrometa en dar el parecer en todas las cosas, sino se lo piden o la caridad se 10 demanda» (42). «Cuanto pueda des­truir la unión de amor entre los hermanos ha de ser proscrito por el alma». «Huya 'siempre de singularizarse, que es mal grande para la comunidad, y nunca haga comparaciones de uno a otro, porque es cosa odiosa» (43). Y una voluntad siempre pronta al servicio será una garantía de ejercicio fácil para el amor: «Haga siempre lo que le pidieren los de casa y Icon todas sea mansa» (44).

n. FUNDAMENTOS DEL AMOR AL PROJIMO.

En Santa Teresa el amor al prójimo es siempre amor de caridad, es­trictamente sobrenatural. Presupone la gracia de Dio's, sin la cual no es posible que exista ninguna virtud cristiana. Presupone y se apoya también en las motivaciones sobrenaturales. Pero esto no es obstáculo para que la caridad, a pesar de todo ese carácter sobrenatural que encierra, pueda estar apoyada también en fundamentos naturales: La gracia no destruye, sino que cuenta con la naturaleza humana y la perfecciona. La caridad no destruye, sino, que cuenta también con las motivaciones de carácter natural, si bien no sean suficiente para hacer nacer en un alma la caridad sobrenatural. En los escritos teresianos aparece esta doble fundamenta­ción de la caridad fraterna.

(39) Es cW'ioso el lugar que ocupan las faltas de caridad en la parte penal de las Constituciones teresianas. Todos los capítulos que abarca esta parte registran entre las faltas posibles alguna o varias faltas de caridad y a todas' las señala la correspondiente pena. Sirva de ejemplo 10 siguiente: considera falta ,de una reli­giosa el meter ruido en el coro o en la celda (11, 1); discutir con otra o decir algo que pueda ofender a los demás y negarse a perdonar a quien le ha ofendido (12, 1); discutir airadamente con otra, enfadarse, decir ,defectos natW'ales de algún reli­gioso o de sus padres; amenazar o herir a alguien; sembrar discordias, tener cos­tumbre de detraer o calumniar. Las penas a estas últimas faltas son muy duras. Pel'O en medio de la dureza, que llega hasta encerrar en la cárcel de una celda a: la monja que tales faltas graves cometa, resplandece la preocupación ,de la Madre por la caridad. Así, ordenan que la priora sea piadosa con 'ellas y mande alguna hermana que la consuele en su prisión y encerramiento (14, 1), etc.

(40) VD. 17. (41) A.12. (42) A. 16. (43) A.33. (44) A.55.

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1. FUNDAMENTOS NATURALES.

Leyendo las obras teresianas encontramos las siguientes motheaciones del amor al prójimo de signo natural:

A) LA SEMEJANZA DE NATURALEzA.-Escribe la Madre: «y si vos aun no le amáis-porque para ser verdadero el amor y que dure la amistad hanse de encontrar las condiciones ... -no podéis acabar con vos de amar­le tanto porque no es de vuestra condición» (45). Y hablando de las rela­ciones entre confesor y confesada, director y dirigida, dice:

«Mas espero yo en el Señor que no primitirá personas que han de tratar tanta oración, puedan tener voluntad, sino a quien mucha la tenga a Dios y sea muy virtuoso; que esto es muy cierto u lo es que no tienen ellas oración; porque si la tienen, y ven que no las entiende su lenguaje y no le ven aficionado a hablar de Dios, no le podrán amar, porque no les su semejante» (46).

B) EL TRA'ID MUTUo.-Es también otra de las motivaciones del amor reconocida por la ley natural y enseñada también por la Madre de los Espirituales, porque «¿qué gente hay tan bruta, que tratándose siempre; y estando en compañía y no habiendo de tener otras conversaciones ni otros tratos ni otras recreaciones con otras personas fuera de casa ... que no cobre amor?» (47).

C) EL SENTIRSE AMADA.-Es principio de ley natural que amor con amor se paga y que amor trae amor. «La voluntad-escribe Teresa-se inclina a amar adonde tan innumerables muestras ha visto de amor, y querría pagar alguna» (48).

D) LAS BUENAs CUALIDADEs.-El bien es el objeto de nuestra volun­tad, cuyo acto formal es el amor. Por eso Santa Teresa recomendará a las almas, para adquirir este amor al prójimo, poner la vista en lo posit!ivo de las buenas cualidades y apartarla de lo negativo. «Pues procuremos siem­pre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en las otms y a tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran vir­tud» (49). Y la razón es sencilla: «la virtud 'siempre convida a amar» (50).

2. FUNDAMENTOS SOBRENATURALES.

Los motivos naturales, con toda su realidad y grandeza de sobra jus­tificada, resultan insuficientes a la naturaleza concreta del hombre actual, para fundamentar firmemente una virtud de tanta transcendencia en la

(45) V. 8, 5. (49) V. 13, 10.

(46) C. 7, 3. (47) C. 6, 7. (50) C. 6, 7.

(48) M2, 1, 4.

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vida como el amor al hermano. Aún más: aunque resultaran suficientes para darle consistencia, ni bastarían para adornar al amor de ese matiz sobrenatural, para que se convierta en caridad. La caridad ha de ser so­brenatural. Y para '8110 han de serlo también sus motivaciones más funda­mentales. Santa Teresa los va enumerando:

A) EL PRECEPTO DE DIOS.-Es el principal motivo que a un cristiano debe impulsarle a amar a sus semejantes. Este debe serle suficiente. El cristianismo es una religión fundamentalmente positiva. Y conviene re­cordar que la razón primera de toda realidad positiva es la voluntad ex­presada a través de un mandato del Legislador.

La Madre Teresa recuerda esta voluntad de Dios como fuente de amor al prójimo, si bien sea de paso: «Si este mandamiento se guardara en el mundo, creo a todos los otros sería gran ayuda» (51). y este mandamien­to que ya lo era a través de la ley mosaica, se convierte en la nueva ley en mandamiento de Cristo, y no de los ordinarios, sino especial, «pues tanto nos le encomendó y encomendó tan encargadamente a sus após­toles» (52).

B) EL AMOR DE D10S A sus CREATURAS.-Existe un proverbio según el cual el amigo del amigo es también amigo. AqUÍ tiene perfecta reali­zación. Dios ama a todas las creaturas racionales, en cuanto está dis­puesto a comunicarlas su propia bondad, o sea, su propia naturaleza, vida y bienaventuranza. Por eso la extensión universal de este amor. Abarca el cielo, el purgatorio y la tierra, porque en todos estos lugares se encuen­tran seres en los que 'se refleja esta bondad, y puede florecer esta biena­venturanza. Sólo el infierno queda excluído de este dominio de la caridad. Esta razón es medular en ella.

Santa Teresa hace alusión también a esta razón cuando escribe aquello de que «¿qué gente hay tan bruta que ... creyendo las ama Dios que no cobren amor?» (53) .

. C) LA PRESENCIA DE CRISTO EN EL PRÓJIMO.-Esta presencia será todo lo misteriosa que se quiera, pero es realísima. Consta como un hecho in­controvertible en las fuentes mismas de la Revelación y en las enseñan­zas de la Iglesia (54).

Los Santos la han sabido descubrir y esta verdad les ha inspirado las delicadezas más exquisitas en sus relaciones con sus semejantes. Santa Teresa no fué una excepción. Y nos lo da entender, como fundamentación de nuestro amor, cuando tratando de razonar el porqué es más meritorio la oración-servicio que la oración-soledad, afirma que la oración-servicio es «regalarle y hacer por El, dicho por su boca, 10 que hicístes por uno

(51) C. 6, 2. (52) C. 6, 8; CO. 6, 10. (53) C. 6, 7. (54) El hecho es consignado por la Revelación: Jn 15, 5; 17, 23; Mt 25, 35;

1 COl' 12, 12 Y 27; Eph 5, 30. La Teología se entretiene en desentrañar este hecho, tratando de explicar de qué naturaleza es esta unión y esta presencia de: Cristo en los hombres. Cfr. E. SAURAS, OP, El Cuerpo místico ele Cristo. Madrid, BAC, 1956, p. 96 s.

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de estos pequeñitos, hacéis por MÍ» (55). Y presupone esta presencia cuando intenta explicar las preferencias por las almas, presuponiendo una cercanía y una revelación más Íntima entre ellas y Cristo. Así la oración va dejando en las almas, según el pensamiento de Teresa, una gran lásti­ma por la suerte de las demás almas, en especial de los cristianos (56) y de los luteranos, «porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia» (57).

III. SUJETOS PASIVOS DE LA CARIDAD.

Atendiendo a las fundamentaciones, tanto naturales como sobrena­turales del amor al prójimo, surge ,en seguida espontáneo en el amor un carácter de universalidad. El mismo que aparece en el pensamiento de Cristo. La parábola del Samaritano es elocuente en este aspecto. El sujeto pasivo del amor es el prójimo y prójimo no quiere decir más que cercano a secas. La-s circunstancias diferentes a esa cercanía son algo accidental en la caridad. Es el hombre, sin ulteriores limitaciones de raza, de creen­cias, de ideas, de religión, de conducta. Prójimo no es quien lo merece, sino quien necesita nuestro amor. No es un sujeto ideal, sino algo real y concreto que Dios se complace en poner junto a nosotros (58).

Teresa de Jesús así lo ha visto también y así lo ha vivido y nos lo ha enseñado en su doctrina.

Teresa ama a todas las almas. No sólo a las que están cerca de ella, las personas con quienes convive, las monjas de sus conventos. También las que viven muy alejadas, o en lugares o en 'situaciones psicológicas y religiosas muy dispares a las de ella. Teresa siente amor entrañable por los cristianos, pero también por los iudÍos, y los moros, y los pagano's, los herejes y los santos. Vive preocupada y recomienda la oración y el sacri­ficio por la Iglesia, que en sana teología viene a estar constituÍda por todos los hombres, fuera de los precitos (59).

Y lo enseña en sus libros. Cuando las almas descubren el misterio de la Iglesia, del Cristo total, en las Quintas Moradas, sienten un amor muy profundo por todas las almas, que se traduce en la láostima o la ale­gría que les da la aventura de su condenación o de su salvación. Y esas almas serán las de los cristianos, pero también las de luteranos, judíos y moros (60). Y razonando esta universalidad en el pensamiento teresiano,

(55) F. 5, 3. (56) M5, 2, 7: "Aunque las que más la lastiman son las de los cristianos." (57) V. 32, 6. (58) P. FEDERICO, o. c., p. 124. (59) No tratamos ,de exponer la teología sobre la Iglesia. Por eso nada decimos

de las distintas maneras de pertenecer a la Iglesia los hombres todos. Remitimos al lector a cualquier tratado De Ecclesia para una exposición detallada de este pro­blema.

(60) M5, 2, 10; V. 32, 6.

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descubrimos, además de ser ésta' la voluntad y laos enseñanzas de Jesús, un motivo lógico. Los dos problemas que despiertan en la doctrina tere­siana la inquietud por las almas, son la salvación y la santidad de las mismas. Pero 'son dos problemas que tienen planteados todos los hombres, sin distinción de credos ni de razas. Por eso el amor debe abarcarlos a todos.

Pero aunque este amor sea universal, no quiere decir que sea idén­tico para todos. La universalidad es algo distinto de la unidad y de la identidad. La caridad cristiana es ciertamente universal, pero es también gradual y ordenada, tiene también sus predilecciones. En el pensamiento de la Virgen de Avila hay lugar también para este carácter del amor fra­terno. Santa Teresa tuvo predilecciones en su amor y las admite en su doctrina.

En la vida teresiana existe un fenómeno de raíces tan profundas y de virtualidades tan grandes que no se puede desconocer. Es el fenómeno de la amistad. Influye en el existir teresiano la amistad tanto en un sentido negativo como positivo (61). Y tiene tonalidades diferentes. La Santa no tiene rebozo en manifestarlo. Hasta parece que goza en recordár­selo a las personas depositarias de esas predilecciones. Y esto, aun después de haber conocido al P. Alvarez, y revestir sus amistades y su amor un carácter puramente espiritual (62).

Pero admite también estas predilecciones en su doctrina. Cierto que Teresa, adoctrinando a monjas, insiste con toda la vehemencia de su ca­rácter varonil en que el amor sea universal. Su inquina contra las amista­des particulares, sobre todo en los conventos, y más en los conventos pe­queños, es demasiado notoria para entretenernos en demostrarla (63). Pero es la misma Santa Teresa la que afirma: «procurad ser afables y en-

(61) En la vida teresiana se acusa la presencia: de la amistad en un sentido negativo, desviándose a Teresa de los primitivos fervores de la infancia y metién­,dola un sentido demasiado frívolo de la vida y de las coS!as en 13ls relaciones man­tenidas con aquella pariente suya, que entraba en la casa de sus padres (V. 3, 2 s.), como más .tarde, monja ya de la Encarnación, la amistad y el trato excesivo en el locutorio con aquel caballero de Avila (V. 7, todo él). En sentido positivo, ayudán­dola en las empresas de Dios, baste recordar algunos nombres, cuya presencia en la vida teresiana es conocida por todos: sus hermanos, Rodrigo y Antonio; María ,de Briceño, Juana Suárez, etc.

(62) V. 25, 5-6. Refiriéndose al P. Alvarez escribe en este lugar 131 Santa: "El me dijo que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno Veni Creator, porque me diese luz de cuál era lo mejor. Habiendo estado un día mucho en oración, y suplicando al Señor me ayudase en contentarle en todo, comencé el himno, y estándole ,diciendo, vínome un arrebatamiento tan súbito, que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fué muy conocido. Fué la primera vez que el Señor me hizo esta merced de arrebatamientos. Entendí estas palabras: Ya no quiero que tengas conversaciones con hombres, sino con ángeles... [y el efecto lo apunta en seguida la Santa]. Ello se me ha cumplido bien, que nunca más yo he podido asentar amistad, ni tener consolaoión ni amor particular, sino a· personas que entiendo le tienen a Dios y le procuran servir, ni ha habido en mi mano, ni me hace al caso ser deudos o amigos."

Pero el hecho de las preferencias continúa, si bien esté produci,do por la mayor santidad y agrado de Dios o por las exigencias de su vocación de Reformadora. Los PP. Garcfa de Toledo, Báñez, Mariano, Gracián, Fr. Juan de la Cruz, y las monjas Ana de Jesús, Ana de San Bartolomé, María de San José, etc., son el tes­timonio de las predilecciones teresianas.

(63) C. 6, todo él.

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render de manera con todas las personas que os trataren ... que es lo que mucho hemos de procurar ser afables y agradar y contentar a las personas que tratamos, en especial a nuesfras he1'manas» (64).

IV. NATURALEZA DEL AMOR AL PROJIMO.

Hemos oído antes a Santo Tomás decirnos que el amor es un 'acto o pasión del alma humana. Amor sobrenatural, el de caridad, pero en resu­midas cuenta's, amor. Y como lo sobrenatural no destruye ni anula lo natural, tampoco la caridad destruye el aspecto y la estructura del amor natural como acto del alma humana. Por eso un estudio completo de la caridad en su naturaleza ha de abarcar los dos aspectos: el natural o psi­cológico, en cuanto amor, y el teologal en cuanto amor sobrenatural. En Santa Teresa hay fundamento para descubrir esas dos facetas del amor.

1. ASPECTO PSICOLOGICO.

El amor es la ley de la vida, la ley de todo ser. Dios ha impreso esta ley en toda creatura. Es el amor el medio a través del cual todo ser mar­cha en dirección de su fin providencial. Pero este amor, que es ley uni­versal, no es uniforme ni idéntico. Cada ser, o mejor, cada grado de ser, lo realiza y lo vive según su propia naturaleza. El hombre también.

La Santa, de una manera implícita, ha captado esta realización que guarda el amor en la naturaleza del ser. Por eso ha descubierto en el hombre frente a sus semejantes tres clases de amor. Explícitamente los estudia en cuanto a su cariz teologal. Pero en su pensamiento subyace el elemento psicológico de esos tres amores. Nosotros los encerramos en nom­bres que pueden 'ser de cuño auténticamente teresiano: a) amor sensible, b) amor espiritual-sensible, y c) amor puramente espiritual.

A) AMOR sENsIBLE.-Lo bautizamos con este nombre y no con el de sensual, por evitar confusiones que puede traer este vocablo considerado en el terreno teológico. Es el amor propio de la vida del cuerpo. Se ubica en el área del sentido y ni lo trasciende. Su objeto está encerrado dentro de lo sensible, y sus exigencias tampoco superan esa zona del sentido. Ese amor es acto o pasión del alma humana. Todo acto humano vital ha de 'enraizarse como en principio elicitivo, por lo menos remoto, en el alma, que es la forma, raíz y principio de toda la actividad en los seres. Pero el principio elicitivo inmediato son los sentidos.

(64) C. 41, 7.

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Santa Teresa admite este amor, aunque lo bautice con el nombre de quereres malos, que nos están hablando de una condenación. Pero es una condenación en lo teologal, no en lo psicológico. Aún más, es una condenación relativa aun en la zona de lo teológico. Porque si Santa Te­resa nos habla de 'esos quer,eres malos, encerrando en ellos este amor sensible, no debemos olvidar el contexto donde Teresa habla de ellos. Viene impuesto por la clase de destinatarios de sus doctrinas en ese libro. Son sus Hijas, las religiosas que han hecho a Dios obsequio de 'su virgi­nidad y la guardan con mimo. Para esta clase de persona este amor es malo. Pero no lo es en sí, ni siquiera cuando traiga consigo consecuencias 'sexuales, que pueden ser legítimas, dentro de otro marco diferente al de la virginidad. Por ejemplo, el del matrimonio. No pueden serlo, ya que responde este amor a una forma de ser que existe en el hombre y que le constituye esencialmente, la materia, el cuerpo. Santa Teresa nos lo da a entender cuando escribe: «esta voluntad y no esos quereres de por acá desastrados, aun no digo los malos ... » (65).

B) AMOR ESPlRITUAL-SENSIBLE.-Es el amor psicológicamente más hu­mano, porque responde más plenamente al modo de ser del hombre. En él se armonizan elementos de los dos órdenes, del sensible y del espiri­tual. Y el hombre ni es sólo espíritu, ni es sólo carne o materia. Es una síntesis armoniosa de esos dos elementos dispares. Por eso en el pensa­miento teresiano 'este amor será también el amor más corriente, más ge­neral, aun entre las almas dadas al espíritu. El apostolado de la amistad adoptará con preferencia esta forma de amor espiritual-sensible, como más adaptada a nuestra naturaleza concreta. El «que no 'somos ánge­les» de Teresa resuena también en el amor. Por eso la Santa vendrá a tranquilizar a las almas en el terreno teologal sobre este amor de sínte­sis, comparándolo al amor que se tiene a los deudos. No tan sólo es lícito, sino ha-sta provechoso.

Este amor viene caracterizado por un matiz mixto en su principio elici­tivo: lo vive el espíritu y el sentido: es el alma y la ternura de la volun­tad de la que nos hablará la Santa (66), y el alma y nuestra sensualidad y flaqueza (67). Es mixto también en sus motivaciones, puesto que se apoya sobre la virtud y sobre simpatía-s naturales, en los dones del cielo y en las gracias de la tierra. Lo es también en sus manifestaciones, pues este amor tiene resonancias en los sentidos, resonancias que 'se visten de manifestaciones sensibles. El alma siente ternura, pero también la mani­fiesta a las personas a las que ama. La'S frases teresianas no dejan lugar a duda; mostrar ternura en la voluntad y tenerla, sentir cualquier enfer­medad, si les duele la cabeza a nosotros nos duele el alma, etc. (68).

Hasta el mismo desorden, estudiado por Santa Teresa, que puede 'Sufrir este amor, nos está hablando de ese carácter de síntesis de elementos dispares que hemos señalado en él. El desorden puede venir por los ca­minos del sentido o por los del espíritu. El sentido puede hacer zozobrar este amor, porque el amor, en nuestra naturaleza caída tiende hacia las

(65) C. 11, 1. (66) C. 11, 6. (67) C. 7, 1. (68) C. 11, 2 Y 6.

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regiones inferiores y a desbordarse por los 'sentidos, haciendo peligrar al amor en las desviaciones deplorables del sensualismo místico o en las li­bertades que uno se permite culpablemente respecto de ese amor sensi­ble. Es cuando el amor se convierte en amor pasional, y del que dice Santa Teresa que todo va desconcertado en este concierto (69). Y puede venir también por la senda del espíritu, degenerando en un afecto desordenado o amistad particular de tipo exclusivista, que es también un desorden (70).

C) AMOR ESPIRITUAL pURo.-E'studiando el pensamiento teresiano y revistiéndolo de cierto tecnicismo, podríamos calificar este amor por lo siguiente: a) psicológicamente es amor espiritual puro, porque su objeto es espiritual: «Luego éstos [los que poseen este amor], si aman, pasan por los cuerpo's y ponen los ojos en las almas ... no se contentan con amar cosa tan ruin como estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gra­cias que tengan, bien que les place a la vista y alaban al que le crió; mas para detenerse en ellos, más de primer movimiento-de manera digo que por estas cosa's le tengan amor-no» (71); b) por el origen de donde brota. El amor, como acto de la voluntad, presupone siempre la idea que le brinda el conocimiento. Y este amor espiritual no nace de algo que entre por los sentidos, sino de una muy alta iluminación acerca de Dios y de la criatura, pero una iluminación extraordinaria, que queda impresa en las entrañas, que llega a ser conocimiento experimental, que excede por tanto los senderos por donde las d·emás ideas entran en el alma (72); e) ha llegado a dominar todas las tendencias naturales; el interés pro­pio (73), y el sentir lo relacionado con los prójimos (74).

Por eso en ese amor nada puede romper el equilibrio. Es amor vasto, potente, abierto a todos sin exclusivismo. Pero no por eso menos vehemen­te y ardiente que el otro o los otros amores, sino más todavía (75).

Pero precisamente por esa perfección y casi prescindencia del elemen-

(69) C. 7, 1. (70) C. V. 4, 5 Y 9. Esta clase de amor "poco a poco quita la fuerza a la voluntad

para que del todo se emplee en amar a Dios... y hace daños en la comunidad muy notorios... Porque estas amistades grandes pocas veces van ordenadas a ayudarse a amar a Dios, antes creo las hace comenzar el demonio para comenzar bandos en las religiones... En atajar estas parcialidades es menester gran cuidado ,desde el principio que se comience la amistad".

(71) C. 10, 1. (72) C. V. 6, 3. "Paréceme ahora a mi que cuando una persona ha llegádola Dios

a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de 10 uno a 10 otro ... u qué cosa es amar al Criador u a la criatura (esto visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo) ... que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí."

(73) C. 11, 1. "Es amor sin poco ni mucho ,de interés, todo su interés está en ver rica aquella alma de bienes del cielo."

(74) C. 11, 3. "Aunque con la flaqueza natural se sienta algo de presto, luego va la razón a ver si es bien para aquel alma, si se enriquece máS en virtud, y cómo 10 lleva, el rogar a Dios le dé paciencia y merezca en los trabajos. Si ve que la tiene y es ansí, ninguna pena le da; antes se alegra y consuela, bien que 10 pasaría de mijor gana que vérselo pasar ... "

(75) C. 11, 1. "Es cosa extraña qué apasionado amor es esto, qué de lágrimas cuesta, qué de penitencias, qué de oración, qué encomendar a todos los que piensa aprovechar; un cuidado ordinario, un no traer contento ... ni come ni duerme, sino con este cui,dado, siempre temerosa si alma que tanto quiere se ha de perder y si se han de apartar para siempre."

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to sensible, que es medularmente humano, es amor de muy pocos, y un regalo que Dios hace a las almas según sus planes y decretos (76).

Pero este aspecto, con ser muy iriteresante para el amor, era el que menos interés revestía para el pensamiento de la Madre Teresa. Ella no pretendía hacer análisis de sentimientos anímicos, sino enderezar las almas por entero y de una manera absoluta hacia Dios. Por eso la inte­resa más el aspecto que dice relación al amor a Dios, el aspecto teologal.

2. ASPECTO TEOLOGAL.

El estudio de los caracteres de un ser ayuda a conocer la naturaleza del mismo. Así ocurre con el amor al prójimo, contemplado desde este ángulo teologal que ahora vamos a considerar. Sus caracteres nos ayu­darán a conocer su esencia teológica según el pensamiento teresiano, que es vitalista y práctico y no especulativo y abstracto.

A) SOBRENATuRAL.-Es la pnmera característica que encontramos en el amor al prójimo. De lo contrario no podría ser caridad, estrictamente dicha. y si no es caridad, no es amor genuinamente cristiano.

Esto resulta evidente en el magisterio teresiano. Lo sobrenatural es la nota más fundamental en su pensar sobre el amor al prójico. Se convierte en una especie de obsesión. Y lo ha de ser en todas las facetas que puede ofrece el amor. En su origen, -en su objeto, en sus motivos, en su ejercicio.

a) En su O1·igen.-Casi todas las enseñanzas teresianas sobre este tema descansan en este aspecto de la sobrenaturalidad originaria del amor al prójimo. Las grandes manifestaciones de amor hacia el hombre apare­cen en Teresa como una consecuencia de su amor a Dios, ya que brotan de la oración, que en teresiano es siempre amistad entre' el alma y Dios. y la amistad siempre presupone la caridad teologal. Es la misma amistad, ya que realiza los elementos todos que encierra la amistad (77). Los gran­des ímpetus que las almas sienten de aprovechar a las almas, aparecen en la síntesis magisterial de Teresa de Jesús, como efectos que deja en ellas la oración, el trato de intimidad con el Señor. Son manifestaciones de las distintas etapas de vida de santidad que en la Madre de los Espirituales están siempre simbolizadas y producidas por distintos grados de oración. Lo enseña 'expresamente la Santa; hablando de los efectos que en 'este orden ex­perimentan las almas en las Quintas Moradas, donde sufren angustias y desasosiegos por la salvación de las almas, la Madre se pregunta sobre el origen de estas inquietudes y escribe:

«Yo os lo diré, ¿No habéis oído ... de la esposa, que la metió en la bodega del vino, y ordenó en ella la caridad?» (78). Por eso, sólo cuando el amor al prójimo proceda

(76) C. 9, 1. "Del que digo es todo espirituaL .. no es menester mucho hablar en él, porque temo le ternán pocas, y quien le tuviere alabe a Dios y bien loado se está. Debe ser de grandísima perfección."

(77) Del campo psicológico es de donde recoge Santo Tomás las leyes esenciales de la amistad, y las aplica a la caridad teologal. 2-2, q. 23, a. 1.

(78) M5, 2, 11-12.

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de la caridad teologal será perfecto, «porque creo yo que, -según es malo nuestro na­tural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo» (79). Yen otro lugar, comentando aquel verso de sostenedme con flores, por nosotros citado ya en nuestro trabajo: «Cuando el alma está en este estado nunca dejan de obrar juntas Marta y María; porque en lo activo y que parece exterior obra lo interior, y cuando las obras activas salen de esta raíz son admirables y olorosÍsimas flores, porque proceden de este árbol de amor de Dios y por solo EL .. y es olor que dura; no pasa presto, sino que hace gran operación» (80).

b) En su objelo.-La Santa pone de relieve con toda claridad esta faceta de lo sobrenatural del amor. Y sólo cuando se fija en esas cuali­dades sobrenaturales de la persona que se ama, es cuando es el amor perfecto. El amor perfecto para Teresa, el que sólo mereüe el nombre de amor, es -el que ella llama amor puramente espirituaL «En fin es amor, y esotras aficiones bajas le tienen hurtado el nombre» (81). Pues el objeto de este amor no son las cosas de la tierra, sino las del cielo.

«Verdad es que lo que ven aman y a lo que oyen se aficionan; mas es a cosas que ven son estables ... Y saben muy bien que si no tiene bienes y ama mucho a Dios que es imposible. Y digo que es imposible, aunque se muera por ellos y les haga todas las buenas obras que pueda y tenga todas las gracias de naturaleza juntas; río terná fuerza la voluntad, porque es voluntad ya sabia y tiene experiencia de lo que es ya todo» (82).

y por esto lo que este amor busca es producir eso's bienes del cielo en las almas. «Todo su interés está en ver rica a aquella alma de los bienes del cielo». Es muy distinto del amor natural, aunque sea un amor hones­to, que todo él se reduce a apartar de las personas a las que se quiere, los males de la tierra y los problemas del tiempo (83). Este amor no en «ansÍ ... aunque con la flaqueza natural se sienta algo de presto, luego va la razón a ver si es bien para aquella alma, si se enriquece más en virtudes cómo lo lleva, el rogar a Dios le dé paciencia y merezca en aquello. Si ve que la tiene y es ansÍ, ninguna pena le da, antes se alegra y consuela» (84).

c) En sus motivacíones.-Este amor perfecto, el verdadero amor, el sumo analogado del amor, diríamos, traduciendo a lenguaje filosófico el pensamiento teresiano, brota en las almas de un conocimiento sobrena­tural. Escribe la Madre:

«Paréceme ahora a mí que cuando una persona ha llegádola Dios a claro co­nocimiento de lo que es el mundo, y de qué cosa es el mundo, y de que hay otro mundo, digamos otro reino, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que aquello es eterno y estotro es soñado, y qué cosas es amar al Creador u a la criatura ... , y otras muchas cosas que el Señor enseña con verdad y claridad a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí» (85).

d) En su ejercício.-Es éste otro de los aspectos que más resaltan en Santa Teresa. Y entendiéndolo en el doble sentido en que ella lo entien-

(79) M5, 3, 9. (80) MC. 7, 3. Cfr. MC. 6, 14; 7, 8, etc. (81) C. 10, 2. (82) C. 10, 3. (83) C. 11, 2. "Todo se va a no se nos muera; si les duele la cabeza, parece les

duele el alma; si los ven con trabajos, no les queda paciencia; todo de esta manera." (84) C. 11, 3. (85) C. 9, 3.

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de. Porque este aspecto de lo sobrenatural del amor fraterno quiere decir en la Madre de los Carmelitas que el ejercicio del amor ha de estar siempr'e supeditado a los bienes sobrenaturales del que ama, y ha de ir buscando, antes que nada, los bienes del alma de aquel a quien ama.

La entrega al servicio del prójimo ha de estar supeditada a que nunca 'sea con perjuicio de la vida de santidad del alma. Aparece esto claro cuando Santa Teresa estudia el apostolado.

El apostolado es algo esencial a la vida cristiana y a la vocación car­melitana. En Teresa más aún: la Madre se lamentaba de verse mujer y ruin ante las necesidades de la Iglesia, creadas por la escisión luterana (86). Siente una necesidad imperiosa de darse a las almas, por las que mil vidas que tuviera daría con gusto, con tal de que se aprovechara una sola de ellas (87), y llega a sentir remordimientos de ser depositaria de grandes mercedes divinas, cuando éstas no podía emplearlas en provecho de las almas (88).

Pues esta mujer, alma apostólica por excelencia, condiciona el ejercicio del apostolado exterior, el de las obras, a los intereses espirituales del alma apostólica. Y por eso, en su síntesis de la vida espiritual, que ha quedado magistralmente reflejada para 'siempre en el edificio de su CasUlla Interior o Las Moradas, la tarea apostólica no aparece sino tarde en la vida del alma. En las tres primeras moradas Teresa no habla al alma, ni ésta siente tampoco en sí la preocupación por las almas. Y la razón la da la Madre Teresa. El apostolado 'entonces encerraría serios pe­ligros a las almas, además de resultar huero e infecundo. Por eso la pre­ocupación del alma en ese período de vida de espíritu está centrado en algo diferente, la búsqueda de Dios y la santificación personal.

Estamos de acuerdo que Santa Teresa habla preferentemente a alma's de vocación contemplativa en la Iglesia de Cristo. Y que los cristianos y aquellos quienes como los sacerdotes han recibido una misión determi­nada de apostolado, deben dedicarse a cumplirla al margen del nivel de su vida anterior. Más aún: en ellos el apostolado debe ser, lo es, un ejercicio obligatorio de caridad, y proporciona un medio eficacÍsimo de desarrollo de esa misma caridad.

Pero esto no es un obstáculo para la validez de la enseñanza teresia­na. Para ellos también tiene aplicación. No pueden tampoco descuidar ese cultivo de lo interior que enseña Santa Teresa en la's Primeras Mora­das de su Castillo. También a éstos les amenazan los mismos peligros que

(86) C. 1, 2. (87) C. 1, 2. (88) F. 1, 6. "Puesto que mis deseos, mientras más el tiempo iba adelante, eran

muy más crecidos de ser alguna parte para bien de algún alma, y muchas veces me parecía, como quien tiene un gran tesoro guardado y desea que todos gocen de él y le atan las manos para distribuírle... y porque las mercedes que el Señor en aquellos años le hacía eran muy grandes y todo me parecía mal empleado en, mi. .. " y más a4elante (n. 7) nos dice de ella, que "había gran envidia a los que podían por amor de Nuestro Señor emplearse en esto [salvación de almas], aunque pasasen mil muertes; y ansí me acaece que cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia qml todos los martirios que padecen (por ser ésta la inclinación que Nuestro Señor me ha dado) ... "

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a los de vocación contemplativa. El carisma del apostolado preserva al apóstol de los ataques de los enemigos del alma. También en el apóstol, y a veces con mayor violencia que en el contemplativo, se despiertan las rebeliones de las pasiones que quieren ahogar el espíritu de Dios.

Hay que esperar a las Cuartas Moradas para que encuentre lugar el apostolado. Pero aun entonces Santa Teresa -se encarga de recordarnos este supeditarlo a lo de dentro. El alma puede dedicarse, pero no con toda libertad, a ese ejercicio. También las almas de las Cuartas y de las Quintas Moradas tienen que oír a Santa Teresa, que aunque les recomien­da el apostolado y autoriza la actividad apostólica, las amonesta contra los peligros que les pueden amenazar y de hecho les amenazan, y les acon­seja prudencia en su dedicación al apostolado (89).

Sólo en las dos últimas moradas del Castillo teresiano es cuando el alma goza de libertad en el ejercicio de la actividad apostólica. Ya no existen peligros, porque Marta y María andan juntas. Puede, incluso, sa­crificar la devoción en aras de la caridad para con las almas (90).

El amor de Dios yel del prójimo no pueden ser enemigos el uno del otro. Han de cuidarse ambos, para la santidad del alma. Y cuanto pueda impedir la totalidad de nuestro amor a Dios ha de ser proscrito en nombre de la santidad y de la perfección. Por eso Teresa condenará las amistades grandes, porque pocas veces están ordenadas para mayor ser­vicio de Dios (91), recomendará la afabilidad en todo aquello que no sea ofensa de Dios (92). Y en esto se apoya la pTeferencia que en el magisterio teresiano tiene la obedi:encia sobre las obras de caridad. No sobr-e el amor. El an10r es sólo eso, amor. Y por encima del amOT no puede darse nada en la vida. Pero el ejercicio de las obrll's de amor ha de estar supeditado siempre a la obediencia, porque la obediencia es para la Madre, la que nos asegura con mayor garantía el cumpHmiento de la voluntad de Dios (93). Al Visitador de sus Descalzas le dice:

«Es mucho menester que entiendan hay cabeza y no piadosa para cosa que sea menoscabo de la religión, y que el juez sea tan recto en la justicia que las tenga per­suadidas no ha de torcer en lo que fuere más servicio de Dios y más perfección, aunque se hunda el mundo, y que hasta tanto les ha de ser afable y amoroso hasta que no entiendan faltan en esto ... Y cuando en alguna de estas cosas faltare [afabilidad o cum­plimiento de la voluntad de Dios, o de las exigencias de la religión] sin comparación es mejor que falte en la postrera [la afabilidad] que en la primera» (94).

Para comprender mejor el pensamiento de Teresa sobre este aspecto que ahora estamos considerando, no tenemos sino Tecordar su doctrina sobre el amor a los confesores y a los deudos.

Frente a los confesores es cierto que Santa Teresa aconseja naturalidad.

(89) Son numerosos y elocuentes los testimonios teresianos a este respecto, sobre todo en las Moradas. Cfr. M4, 3, 10; Mó, 4, 5; V. 19, 16, etc.

(90) M7, 4, 14. (91) e. 6, 1. (92) e. V. 41, 7.- "Ansi que, hermanas, todo lo que pudierdes sin ofensa de Dios,

procurad ser afables." (93) e. V. 5, 4; 34, 10; 39, 3; F. pról., 1. (94) VD. 4.

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No hay que hacerlo problema ni misterio. Santa Teresa llama a sus confesores los bienhechores de su alma. Con sencillez y a veces con un entusiasmo nada disimulado, habla de la gran alegría que es para ella poderles ver y conversar con ellos de las solicitudes y delicadezas con que les rodea, su adhesión profunda y fiel, sobre todo cuando ha encontrado en ellos las prendas que ella deseaba en 10's padres de su alma. Algunos, más meticulosos, se sienten un poco sobrecogidos ante esas expresiones de amor encendido que la Santa usaba. Pero ella les tranquiliza. Su sencillez no supone ignorancia, 'sino dominio perfecto del corazón. No hay razón para excluirlos del deber del amor al prójimo. Su actuación beneficiosa para el alma autoriza este amor. No sólo se les puede amar, se les debe amar, porque «tengo por gran principio de aprovechar mucho tener amor al confesor» (95). Por eso, lo mejor que debe hacer, si el confesor reúne las prendas que ella quería, es no preocuparse de si le quiere o no 'le quiere. «Lo que en esto pueden hacer es procurar no ocupar el pensa­miento en si quieren o no quieren, sino si quieren quieran; porque pues cobramos amor a quien nos hace algunos bienes del cuerpo, quien siem­pre procura y trabaja de hacerlo al alma ¿por qué no le hemos de que­rer?» (96).

Pero Teresa es realista. Y a pesar de todas las apariencias, entiende que también este amor puede desviarse de ese camino del espíritu.

Cualquier contemporización sería dañosa al espíritu y a los intereses de Dios. Y Teresa no está dispuesta a ello,

«Mas si en el confesor entendieren va encaminado a alguna vanidad en lo que les dicen todo lo tengan por sospechoso, y en ninguna manera, aunque sean pláticas de oración ni de Dios, las tengan con él, sino con brevedad confesarse y concluir; y lo mijor sería decir a la madre no se halla su alma con él y mudarle ... y poner lo que pudiere en no tratar con él, aunque sienta la muerte» (97).

y las prescripciones que ella da en ese lugar del Camin'o de Perfección están encaminadas a evitar que el amor y trato con el confesor se convierta en un obstáculo para el avanzar del alma en los caminos del espíritu (98).

Del amor a los deudos se desprende la misma enseñanza. Teresa, al parecer condena ese amor, pero su condenación está supeditada sólo a aquellas ocasiones en que ese amor y sobre todo ese trato con los deudos y familiares pueda ofrecer algún detrimento para la santidad de las almas (99).

El ejercicio del amor al prójimo ha de enfilar directa y primordial­mente a buscar y crear los bienes sobrenaturales en las personas a las que se ama. En Teresa y en el Carmen Descalzo esto está claro.

Aparece esto en Teresa, en su afán por enseñar a cuantO's trataba en su vida el arte de la oración, que para ella era la puerta de todas las merce­des sobrenaturales, la panacea universal de todos los remedios a los males del espíritu, el arma invencible contra todos los combates de laos almas, el

(95) C. 7, 2, (99) C. 7, 13,

(96) C. 7, 2. (97) C. 7, 2. (98) e, 7, 7-8.

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remedio más seguro para adentrarnos en la intimidad de Dios (100). Sus libros, casi todos ellos, están inspirados por este deseo de entusifrsmar a las almas con los bienes que están encerrados en la oración y con el propósito de enseñarles el camino de llegar a tener vida de oración.

y aparece en su Reforma también. Cuando describe el quehacer cons­tante de sus hijas, las Carmelitas Descalzas, lo sitúa todo él. en pedir para las almas los bienes del cielo, las riquezas de la etemidad. Pedir .al Señor las baratijas de este mundo, la quincalla y bisutería de cosas ma­teriales, era para la Madre de los Espirituales como algo forzado. Le en-tristecÍa (101). . .

Tenía que ser así. Cuando Teresa ha descubierto las fuentes dedo:t;1de brota el amor al prójimo, en un sentido personal y vitalista, ha encontra­do esa fuente en la consideración del infierno. Era natural, por tanto, que en ella sus afanes por las almas estuvieran centrados en libertar a las almas de esa tremenda desgracia que encierra el infierno.

Doctrinalmente aparece esto también en el magisterio teresiano. El amor puramente espiritual, que es en sentir de la Madre el verdadero amor, brota en el alma de una idea clara de lo que es Dios y lo que es la criatura, lo que es este mundo y la diferencia que hay de éste al otro, y lo que se gana y se pierde con uno y con otro (102). De ahí que el amor, por consecuencia legítima, 'se tenga que centrar, antes que en nada, en que el alma posea y adquiera los bienes de ese mundo de verdad, de esa vida verdadera, los bienes de Dios (103). El lenguaje de ese amor es el mismo que hablaba el alma de Teresa, cuando se deshacía de pena al ver las almas que se condenan (104). De una forma ya más impersonal, y por tanto con carácter más de principio universal, expresará la pena que sienten las almas de las Quintas Moradas ante la posibilidad de conde­narse las almas de todos, de herejes y paganos y en especial de los cris­tianos (105). La doctrina teresiana sobre el amor al prójimo baila toda ella en torno a ese bien fundamental de la salvación de las almas.

También vive abierto el amor para 'el bien superior de la santidad de las almas. Existencialmente Teresa vivió, y se cansó, y fué fiel a su misión de fundadora, y obedeció las órdenes de escribir sus libros, para enseñar y facilitar a las almas la santidad. Y doctrinalmente también. Fruto del amor perfecto, es la obsesión por la perfección y santidad de las almas a las que se quiere (106). Cualquier disminución en este terreno es sufi­ciente para torturar a esta alma en posesión del amor verdadero. «No les sufre el corazón tratar con ellos con doblez, porque si les ven torcer el

(100) LUIS DE SAN JOSÉ, OCD, Concordancias de las obras y escritos ·d'e Santa Teresa de Jesús. Burgos, El Monte Carmelo, 1945. Cfr. "oración".

(101) C. 1, 5. (102) C. 9, 3. (103) C. 11, todo él. , (104) V. 32, 5. "De aquí también gané la gran.dísima pena que me da las mu­

chas almas que se condenan ... y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece cierto a mí que por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes de muy buena gana."

(105) M5, 2, 10. (106) C. lO, y sobre todo el 11, 3-4.

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camino, luego se lo dicen, u algunas faltas; no pueden consigo acabar otra cosa» (107).

B) DElslNTERElsADO.-Lo debe ser toda caridad. Nos lo enseña San Pablo: la caridad non quüel'it quae sua sunt (1 Cor 13, 5), y Santa Teresa también. Aunque ella sólo lo diga de una especie sólo de amor, del amor perfecto, el que ella precisamente intenta predicar a las almas.

«Es amor sin poco ni mucho de interés ... ; todo su interés está en ver rica aquella alma de bienes del cielo... Tomo a decir que es amor sin interés, como nos le tuvo Cristo y así aprovechan tanto los que llegan a este estado, porque no querrían ellos sino abarcar todos los trabajos y que estotra se aprovechase de ellos ... siempre querrían estar trabajando y ganando para los que aman» (108). .

C) SINCERO.-Teresa nos lo recuerda también. El amor perfecto no entiende de comedias. Es rudamente sincero, viene a decirnos Teresa (109).

El amor al prójimo ha de ser como el de Dios, en espíritu y ver­dad (Jn 4, 23).

D) EFECTIvo.-Estamos de acuerdo que el amor esencialmente es sólo eso, amor. No es obras ni don. Es afecto interior. Nunca puede ser sustituído por un don o por unas obras (110).

Pero en el magisterio teresiano el don y las obras han de acompañar necesariamente al afecto interior. Si no no será auténtico. Es éste, quizá, uno de los rasgos más acusados del espiritualismo teresiano. Su espiritua­lidad es una espiritualidad transida de actividad. Todo ha de estar pene­trado de ella. Mientras no venga la obra, no podemos fiarnos de ninguna virtud, por muy fuerte que se nos antoje estar radicada en el alma. Es el abecedario en la espiritualidad teresiana. Este carácter profundamente ac­tivo, que unge todo en Santa Teresa, penetra también su concepción del amor al prójimo.

Ella así lo vivió. No se quedó en sentimientos vacíos de compasión es­téril ante los males que padecían las almas, ni adoptó una actitud pasiva y de encogimiento ante las tragedias de la Iglesia de 'su tiempo. Había que hacer algo ante todo aquel mundo. Y ella se dispuso a hacer lo que estaba en sus manos. Y como lo único que entonces estaba en sus manos era darse de una manera más perfecta a Dios, más totalitaria y más dura, eso es lo que inmediatamente se dispone a realizar. Con razón podía decir la Santa qll'e no sólo los indios, sino la Ig:esia entera le costaba mucho (111). Ayunos, disciplinas, oración, observancia más perfecta de los consejos evangélicos, son una sarta de obras en las que cuajó el amor de Teresa y sigue cuajando el del Carmen Descalzo, para con los hombres.

Teresa no concibe otro amor, porque «obras quiere el Señor, y que si ves a una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder tu devoción y le compadezcas de ella y. si tiene algún dolor, te

(107) C. V. 7, 4. (108) C. 11, 1 Y 4. (109) C. 11, 4. (110) FEDERICO, o. e., p. 121. (111) cta. 19, 13.

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duela a ti, y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma ... » (112). El amor en sentido teresiano consistirá en «holgarse con las hermanas, en lo que ellas se huelgan ... en saberlas sufrir [las faltas que tengan] y no espantarse de ella's ... y procurar quitarles trabajos y tomarle cada una ... » (113).

Mientras esto no venga, desconfiemos de nuestra caridad.

«Pues tanto nos importa esto, hermanas, procuremos irnos entendiendo en cosas me­nudas, y no haciendo caso de unas grandes-que ansí junto vienen en la oración-de parecer que haremos y conteceremos por los prójimos y por sola un alma que se salve; porque si no vienen después conformes las obras, no hay para qué creer que lo ha­remos» (114).

Las obras en las que ha de florecer este amor serán diversas según la's distintas circunstancias en que se encuentren los prójimos, y el campo que la voluntad de Dios, manifestada a través de la obediencia, vaya seña­lando a cada alma. No debemos olvidar que el amor es esencialmente detallista y profundamente ingenioso. De ahí la variedad de matices que puede revestir. Estudiarlas todas, aun a través del prisma teresiano, extra vaga los límites que nos hemos señalado a nuestro estudio. Sólo unas cuantas, la's que la Santa estudia con mayor detención, vamos a de­tallar. Y esto en síntesis muy apretada, que dejen el tema suspenso, y en espera de ulteriores' dedicaciones a él.

V. ALGUNAS OBRAS ESPECIALES DE AMOR AL PROfIMO.

Tres son las que la Santa estudia con mayor detenimiento. Son tam­bién de las más' fundamentales. 1) La corrección fraterna. 2) El perdón de las injurias, y 3) El apostolado.

1. LA CORRRECCION FRATERNA.

Es una de las obras espirituales de misericordia más important~s. Santo Tomás advierte que es mayor acto de caridad la corrección fraterna que curar a nuestro prójimo las enfermedades corporales o remediarle con la limosna una necesidad material (115).

Santa Teresa no podía descuidar este acto tan importante de la caridad y de la vida de perfección. Corregir al que yerra-nos dirá la Madre-es

(112) M5, 3, 11. (113) C. 11, 6, 7. (114) C. 3, 9. (115) 2-2, q. 33, a. 1.

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caridad también (116). Pero con ello no está enseñado todo, porqué es­cribe el Angélico: «Las acciones virtuosas no deben hacerse de cualquier manera, sino guardadas las debidas circunstancias requeridas, para que lo sean, a saber, que se hagan dónde, cuándo y del modo que se debe» (117)

Este es el caso de la corrección fraterna. Por eso es necesario encua­drarla dentro del marco de todas aquellas circunstancias exigidas por la caridad para que sea una obra informada y producida por ella.

A) MATERIA DE CORRECCIÓN.-Nos interesa poner de relieve el pensar teresiano sobre este particular. Damos por supuesto todo lo que enseña la Moral sobre este particular (118). Los defectos han de revestir cierta im­portancia para que sean materia de corrección, según Santa Teresa. Los de poco relieve no deben corregirse (119). Conviene encuadrar ese pen­samiento dentro de todo el contexto teresiano. La gravedad de Santa Teresa habrá que medirla no con criterios, ni exclusiva, ni preponderante­mente morales, sino ascéticos. Y dentro ya de éstos, no con criterios ascé­ticos generales, sino especiales. Santa Teresa escribe para las almas que buscan con afán la santidad, o por lo menos ella quiere que la busquen. Dentro de esa línea ascética de santidad, los defectos de importancia. Por eso ella dirá en las M oradas, que no es caridad «andar mirando en las otras unas naderías (que a las veces no será imperfección ... ) Porque si fuesen contra las Reglas y Constitución es menester que no todas las veces se eche a buena parte, sino avisarla .... y también con las hermanas, si fuese alguna co'sa grave, y dej arlo todo por miedo si es tentación, >sería la mesma tentación» (120).

y junto a este carácter del defecto a corregir, ha de tratarse de defec­tos reales, y ciertos. La mera sospecha o los defectos inventados serán ali­mento de venganzas y de ruindades de espíritu, nunca ejercicio de la cari­dad cristiana (121).

B) SUJETO ACTIVO DE LA CORRECCIóN.-Santa Teresa admite este dere­cho 'en todas las almas, pero el que tenga este derecho no impone sobre ellas la obligación de estar pendientes de la conducta de los demás. La Santa recomienda precisamente lo contrario (122). Pero si, sin fijarse ni ir a caza de defectos en los demás, se encuentran fallos que merezcan la pena, todos tienen el derecho de advertirlo. No importa que la que se corrige sea de condición jurídica inferior a la corregida (123). Sólo dos sujetos adquieren esta obligación en el pensar teresiano, marcado de tinte conventual: la Celadora y la Superiora (124).

(116) M1, 2, 18. (117) 2-2, q. 33, a. 2. (118) A. Royo MARÍN, OP, Teología de la Caridad. Madrid, BAC, 1960, p. 452-60. (119) CO. 6, 11. (120) M1, 2, 18. (121) ca. 10, 5-7. (122) V. 13, 10. (123) C. 2, 4. "Y la más chiquita, cuando esto entendiere ... , acuérdeselo a la

mayor; con humildad dígala que va errada." (124) CO. 6, 3; 9, 6; 10, 10.

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DOCTRINA TERESIANA DEL AMOR AL PRÓJIMO 665

C) CONDICIONES QUE HA DE REUNIR LA CORREcCIóN.-Para que la co­rrección sea acto de caridad ha de ser obligatoria y conveniente. Y para ello ha de reunir las 'siguientes condiciones, según Santa Teresa, Además de aquellas que hemos expuesto al tratar de determinar la materia de la corrección, ha de ser la corrección a) necesaria. Y ésta deja de serlo cuan­do el sujeto ya se ha enmendado o ya se le ha corregido, habiendo satis­fecho ya por esa falta (125). b) Ha de ser útil también. Ha de buscarse el beneficio del corregido. Por eso Santa Teresa dará este aviso al Supe­rior: «Nunca, siendo Superior, reprenda a nadie con ira, sino cuando sea pasada, y ansÍ aprovechará la reprensión» (126). c) Ha de ser también la corrección ordenada. Ha de seguir el proceso establecido por el Evangelio. Santa Teresa lo recuerda explícitamente. Manda que se haga a la misma persona interesada, y 'sólo después de haberlo hecho dos o tres veces, sin efecto ni enmienda, se acuda al Superior competente (127). d) La discre­ción y reserva es otra de las características que ha de tener toda co:rrec­ción. Es síntoma de delicadeza teresiana para con el delincuente. La co­rrección es una forma de caridad teologal, y la caridad teologal es amis­tad que busca y gusta de la soledad. El Evangelio nos lo pide así tam­bino Santa Teresa viene hablando de las faltas que se pueden corregir y escribe: «Mas háse de advertir mucho-porque no nos engañe el demo­nio-no lo tratar una con otra, que de aquí puede sacar el demonio gran ganancia y comenzar costumbre de murmuración; sino con quien ha de aprovechar, como tengo dicho» (128). Por eso prohibe a sus monjas hablar de la's faltas corregidas en el Capítulo conventual. No conviene olvidar, para darse cuenta de todo el alcance del pensamiento teresiano, que estas faltas son conventualmente faltas públicas, frente a las cuales la Moral podría autorizar el hablar de ellas. Pues aun frente a ellas, la Madre Tere­sa recomienda silencio y reserva. Lo contrario heriría la caridad (129). e) La corrección, finalmente, ha de ser paciente. La Santa viene a decirnos que no debemos pretender inculcar la perfección a fuerza de brazos. Y en ocasiones hay que contentarse con lo que se pueda. Lo ideal no siempre puede ser real.

2. EL PERDON DE LAS INJURIAS.

Es otra de las obras de la caridad. Santa Teresa le da una importan­cia tan trascendental como a la caridad. Por eso le asigna las mismas pro­piedades que 'señala a la caridad en general en la vida del espíritu (130). El perdón de las injurias es para Santa Teresa señal de muchas cosas bue­nas en la vida. Es a) señal de autenticidad en la vida de oración.

« y entender que cuando las cosas que Dios da a el alma de oración... y contem­plación perfecta no sale muy determinada, y si se le ofrece lo pone por obra de per­donar cualquier injuria grave-no digo estas naderías ... -. Y ansÍ podéis creer, si no

(125) CO. 10, 5-7. (128) MI, 2, 18.

(126) A. 59. (127) MI, 2, 18; CO. 6, 11. (129) CO. 10, 8-9. (130) C. 64, 4.

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sale con estos efectos, que no eran de Dios las mercedes, sino del demonio; alguna ilusión y regalo que os hace parecer que es bueno, para que os tengáis por más hon­rado» (131).

b) Es ,señal de que el alma ha entregado de veras su voluntad en la voluntad de Dios. Porque «quien de veras hubiere dicho esta palabra 'al Señor: fíat volunftas tua, todo lo ha de tener hecho con la determinación al menos» (132).

e) Es señal finalmente de que conseguiremos el perdón de Dios, la razón de la consecución de ese perdón. Cristo nos 1'0 vinculó en la oración del Paternoster (133).

Por eso este quehacer es de carácter universal. Han de vivirlo todos, los perfectos y los que no lo son, los fuertes y los débiles, los generosos y los no generosos, «puesto que esta's dos cosas, que es dar nuestra volun­tad y perdonar, que es para todos» (134).

En cosa de tanta importancia, ya que es lo único que nos pide el Señor y lo único que Cristo pone delante de su Padre para grangearnos el amor suyo (135), Santa Teresa se afana por ir esgrimiendo razones que determinen al alma a cumplir con la perfección posible este deber de la caridad. Unas veces serán los ejemplos de los santos (136); otras, el de Cristo Jesús (137), y otras lo irrisorio de las injurias que tenemos que perdonar en comparación de las enormes que hacemos a Dios y que nece­sitamos que El nos perdone (138).

3. BL APOSTOLADO.

Es un tema de horizontes dilatadísimos en el magisterio teresiano. Como que es el fin esencial de toda su vida, y de toda la obra que como Reformadora ha dejado en la Iglesia y de toda la que como escritora ha legado a la humanidad entera a través de sus libros. Pero un tema tan amplio no's impide tratarlo en el último capítulo de nuestro estudio. Sin­tetizando el pensamiento teresiano, en esta perspectiva en que ahora esta­mos estudiándolo, nos atrevemos a encerrarlo en las siguientes afirma­ciones, fáciles por otra parte de comprobar y de razonar a base de ideas y de palabras teresianas.

a) El apostolado es tarea esencial en la espiritualidad que Teresa enseña a las almas. No quiere en sus filas almas que se propongan como fin exclusivo la santidad personal y la intimidad divina; almas encerra­das en sÍ. Exige de ellas que sean almas abiertas a los demás. Porque más allá del Cristo físico, Teresa descubre el Cristo total, la Iglesia, y a todas las almas se la enseña, y las consagra a su servicio. La unión transforman­te o matrimonio espiritual florecerá necesariamente en una maternidad

(131) C. 65 ,1. (132) C. 63, 2. (135) C. 64, 4. (136) C. 63, 2. (138) C. 68, 2; 64, 2.

(133) C. 63, 2. (137) M6, 10, 5.

(134) C. V. 37, 3.

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espiritual para Santa Teresa. Y todo en ella lleva ese signo de abertura y de unión con y para la Iglesia; con y para el mundo (139).

b) Este apostolado ha de brotar según ella de la vida interior. Con­templación y apostolado son solidarios entre 'Sí en la doctrina teresiana. Se funden y se completan admirablemente. Son dos aspectos de un todo armónico. Dos manifestaciones de una vida íntima idéntica (l40).

e) Sin embargo, en su ejercicio, el apostolado ha de estar supeditado a la vida de unión con Dios. De ahí el triple movimiento del alma frente a la tarea apostólica; en el principio el apostolado de las obra's le estará prohibido al alma; más tarde le será permitido. Finalmente se convertirá en algo necesario.

, . SEGUNDO DE JESÚS, OCD

Avila,

(139) MARÍA EUGENIO DEL NIÑO JESÚS, OCD, Quiero ver a Dios. Vitoria, El Car­men, 1951, P. 109.

(140) lb., p. 111.