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1 DOCUMENTO Control Sanitario de la Disposicion Final de Cadáveres y sus Implicaciones en la Salud Pública Junio 2015

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DOCUMENTOControl Sanitario de la

Disposicion Final de Cadáveres y sus Implicaciones en la Salud

Pública

Junio 2015

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Documento

CEVECECentro Estatal de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades

CONTROL SANITARIO DE LA DISPOSICION FINAL DE CADAVERES Y SUS IMPLICACIONES EN LA

SALUD PUBLICA

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Antecedentes

En México, el tema de la muerte es conocido por su sincretismo religioso, sin embargo el del manejo

seguro de cadáveres es todo un desafío considerando los mitos que rodean su tratamiento y lo

fuerte que se han arraigado en la cultura de nuestras poblaciones, aunado a que la manipulación de

cuerpos y restos humanos requiere de conocimientos y un entrenamiento específico.

La muerte de una persona tiene consecuencias inmediatas en todas las esferas, iniciando porque

deja de serlo como tal y se convierte en un cadáver. En materia legal, pierde el ejercicio de sus

derechos y la obligación de sus deberes concediendo a sus familiares, ahora deudos, la aplicación

de ritos religiosos y duelo. Con la dictaminación de la muerte, se cierra el uso de un nombre y de

una identidad para convertirse en el cadáver de quien fuera tal o cual persona. Los derechos civiles

desaparecen y ya no es posible comprar ni vender, pagar deudas, liberar hipotecas, reconocer hijos,

elegir ni ser elegido, etc.

El profesional de la salud que brindó atención médica, en su caso, es el principal responsable en la

expedición del primer documento legal que certifica la muerte y que es precisamente el Certificado

de Defunción. Para hacerlo, los médicos tratantes usan como documento válido la Historia Clínica

que forma parte del expediente clínico, si la muerte ocurrió como parte de un proceso de atención

médica. En otro tipo de fallecimientos como los accidentes y las muertes ocurridas por eventos no

naturales, adoptan circunstancias de mayor trascendencia jurídica en la que se involucran autoridades

ministeriales.

Conviene entonces mencionar alguna de las clasificaciones de las muertes. Según su causa, la muerte

puede ser natural o violenta; por su modo de aparición, las muertes naturales pueden ser súbitas,

inesperadas, imprevistas o previsibles. La muerte natural es aquella causada por procesos biológicos

propios de los seres humanos (neoplasias, hemorragias, infecciones, senectud). La muerte violenta

es aquella que se produce por circunstancias ajenas al estado biológico del individuo, incluyendo el

suicidio, homicidio y accidente, siendo esta última la muerte en la cual hay un hecho que no ha podido

ser previsto, o que previsto no ha podido evitarse. La muerte súbita, es materia de discusión científica

mundial, tratando los expertos de ponerse de acuerdo en los tiempos y condiciones necesarias para

encuadrar en la misma, pero en general, la Organización Mundial de la Salud, la define como la muerte

no violenta e inesperada, que ocurre dentro de un periodo de seis horas en un sujeto aparentemente

sano o enfermo cuya condición es estable o está mejorando.

La Organización Panamericana de la Salud, señala que en casos de desastre, la presencia de

cadáveres no debe ser considerada un riesgo importante para la salud pública, debido a que

existe poca evidencia que sugiera que éstos, tanto de humanos como de animales, constituyen

un riesgo en áreas que no son endémicas para ciertas enfermedades. Sin embargo, la aparición de

cadáveres no identificados es un hecho que suele suceder independientemente de emergencias

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o catástrofes y en consecuencia, previsto por los marcos normativos existentes, que contemplan

desde el levantamiento, traslado a las morgues o anfiteatros, identificación, señalamiento de la causa

de muerte y entrega a familiares o disponer de ellos en caso de que nadie los reclame; ante todo, el

interés de la autoridad por determinar la existencia de un hecho criminal.

Cuando se trata de cadáveres no identificados, usualmente se les identifica con un alias ‘NN’ y el

personal del anfiteatro requisita alguna ficha de identificación en donde queda constancia de la

descripción de las características físicas del cadáver como edad aproximada, sexo y rasgos raciales,

entre otras. Así mismo, se toman fotografías, se elabora una carta dental, se toman huellas dactilares,

muestras de ADN y otros elementos necesarios para proceder a la posible identificación futura.

Por disposición legal, los cuerpos deben permanecer en anfiteatros oficiales por lo menos 72 hrs

y mientras la capacidad del mismo lo permita. Cuando el cadáver no es reclamado, se procede a

inhumarlo en fosas individuales perfectamente identificadas en los lotes que para el efecto, han

dispuesto los panteones municipales, generando así una cadena de custodia del cadáver, que

comprende desde la clara relación documental entre la ficha de identificación hasta el lugar exacto

donde se sepultó el cadáver, de manera que una vez identificado, sea posible, en su caso, exhumarlo

y entregarlo a sus familiares.

El Estado tiene un claro deber de policía sanitaria que ejerce al regular todo lo relativo al funcionamiento

de los cementerios, inhumaciones, exhumaciones y otras cuestiones relacionadas. Asimismo, legisla

sobre el traslado dentro del país e internacional de cadáveres, el que se realiza bajo el control estricto

de las autoridades sanitarias.

En todo caso, social, cultural y legalmente, existe un respeto a la integridad de los cadáveres que los

Estados protegen a través de diversas normas. Así, los códigos penales sancionan figuras delictivas

relativas a la profanación de tumbas, cadáveres o cenizas y, en algunos casos, las interrupciones

de los funerales y la necrofilia, considerados delitos contra la libertad religiosa, la libertad de cultos,

contra el estado civil de las personas e, incluso, contra el respeto debido a los muertos.

Otro aspecto normado es el de la disposición de órganos y tejidos provenientes de cadáveres y para

su uso en trasplantes, por lo que son denominados de donantes cadavéricos, los cuales deben recibir

un trato respetuoso y digno que atienda la integridad corporal del cadáver identificado como no

identificado al que se le han extraído órganos.

En materia de Derechos Humanos, el Estado tiene el deber de proteger los fundamentales consagrados

en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como es el derecho a la integridad física

y moral de las personas, la libertad religiosa y el respeto a las costumbres de los pueblos indígenas,

pues podrían verse lesionados si las autoridades a cargo de la vigilancia del manejo y disposición final

de cadáveres se niega a rescatar los cuerpos inertes, no los levantan en forma adecuada, si no aplican

los procedimientos normados o necesarios para identificarlos o si los inhuman transgrediendo sus

ritos religiosos y creencias culturales.

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La disposición final de los cuerpos puede hacerse de forma natural mediante su sepultura, que es

casi universal, aunque actualmente se practica la incineración o la cremación con mayor frecuencia.

Independientemente del destino final, el proceso de velación como parte del rito religioso prevalente

en México, implica que el cadáver deba permanecer usualmente más de 24 horas posteriores al

fallecimiento, aún sin sepultar o cremar, lo que podría implicar la necesidad de emplear algún método

de conservación hasta que se lleve el cuerpo al lugar de destino final.

La conservación de los cadáveres puede realizarse por varios métodos, según el estado en que se

encuentre el cuerpo, pero tradicionalmente se realiza a través del empleo de bajas temperaturas: en

neveras, con hielo u otras formas; por procesos químicos: de inyección intravascular y colocación o

inyección de sustancias en cavidades y en otras partes corporales; o por inmersión en líquidos.

No obstante, el riesgo limitado de transmitir enfermedades en los cadáveres, se relaciona a las

condiciones adversas que se generan con los fenómenos de transformación postmortem: desecación,

enfriamiento y putrefacción.

Así, el Ministerio de Salud de Argentina, refiere que entre las enfermedades que se pueden transmitir

del cadáver al personal sanitario, se encuentran aquellas provocadas por bacterias o virus, que

conserven el poder infectante al momento de la muerte, y que las condiciones del medio las preserve,

como son Hepatitis, VIH, Tuberculosis y Enfermedades diarreicas.

La Hepatitis puede transmitirse en sus tres principales tipos serológicos: Virus A por contacto con

materia fecal contaminada (vía fecal-oral); Virus B y C por contacto con sangre contaminada (vía

sanguínea, inoculación o contacto con piel y mucosas erosionadas). El Virus de Inmunodeficiencia

Humana tiene las mismas vías de contagio que la Hepatitis B y C. La Tuberculosis puede transmitirse

por dos vías de contagio: la variante Pulmonar o Broncogénica lo hace por vía inhalatoria; mientras que

la variante Miliar lo hace por vía digestiva. Las enfermedades diarreicas capaces de ser transmitidas

por cadáveres incluyen a aquellas producidas por V. cholerae, Salmonella, Shigella y E. coli. La vía

de contagio es el contacto fecal-oral. En áreas endémicas, las condiciones por las cuales puede

exacerbarse la diseminación del cólera son: el hacinamiento, las pobres medidas de saneamiento y

las alteraciones de los sistemas de agua potable. Los cadáveres en descomposición, en contacto con

las fuentes de agua pueden jugar un papel importante en el aumento del rango de infección.

Existen otras enfermedades que pueden ser transmitidas por manipular cadáveres, sin provenir de

los propios cuerpos, es decir, que incrementan el riesgo del personal ocupacionalmente expuesto,

entre éstas el Tétanos, por encontrarse el germen productor en la tierra; y las enfermedades que

pueden afectar al personal por no administrar el riesgo, sin observar la situación, la escena y la

seguridad del lugar del hecho.

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En materia de Control Sanitario, entendido este como el conjunto de acciones de orientación,

educación, muestreo, verificación y en su caso, aplicación de medidas de seguridad y sanciones,

que ejerce la Secretaría de Salud con la participación de los productores, comercializadores y

consumidores, en base a lo que establecen las normas oficiales mexicanas y otras disposiciones

aplicables, la Ley General de Salud dispone que la autoridad sanitaria debe realizar la vigilancia del

cumplimiento de la normatividad aplicable tanto al manejo de cadáveres como al establecimiento,

personal y equipo que se emplean para ello.

El lugar adecuado para la realización de autopsias son los anfiteatros o morgues, del francés moguer:

ver, exhibir, mostrar; y aunque la normatividad actualmente no establece requisitos específicos

para éstos, se debe tratar de un lugar bien iluminado, ventilado, dotado de mesa de obducción,

agua corriente, desagüe, electricidad, refrigeración, normas acordes de bioseguridad, depósito de

cadáveres y cadena de custodia, siendo la autoridad judicial quien dicta la necesidad de realizar

autopsias para individualización o identificación de víctimas previa a la inhumación.

La infraestructura de los establecimientos para el manejo de cadáveres, tiene como objetivo esencial,

no producir los dos tipos de contaminaciones indeseados con la manipulación de fallecidos: la

contaminación de las muestras en caso de estudio científico y técnico-pericial de los muertos, y la

contaminación del personal por inadecuada o inadvertida manipulación de cadáveres.

Otro tipo de disposición final de cadáveres es la cremación, definida como el procedimiento mediante

el cual se reduce un cuerpo humano a cenizas. Idealmente, las especificaciones de construcción de

un crematorio o la instalación de hornos crematorios, deben asegurar que un cuerpo de 70 kg de

peso, a 900º C, se reduce a cenizas en una hora y cuarenta y cinco minutos, pudiendo alcanzar las

cenizas entre 1500 gramos y 2000 gramos. En caso de enfermedades infectocontagiosas tanato-

transmisibles como el Cólera, no es necesario cremar los cuerpos, pudiendo ser velados a cajón

abierto pero cuidando que no exista contacto directo de los deudos con el cuerpo.

La práctica para el manejo de cadáveres también debe considerar la aplicación de medidas de

seguridad para el personal ocupacionalmente expuesto, de modo que se reduzcan casi al 100%

los factores de riesgo para su salud. Así, se señala que se deben ocluir los orificios naturales de los

fallecidos: fosas nasales, boca y ano, con algodón humedecido en solución a base de cloro (Lavandina

al 10%) y realizar pulverización o lavado corporal con solución a base de cloro antes de la inhumación.

La utilización de cal no acelera la transformación cadavérica o la descomposición del cuerpo, ni

reduce el riesgo de infecciones.

El conocimiento actual de los mecanismos de transmisión de enfermedades y las investigaciones

científicas sobre poder infectante residual en el cadáver ha dejado en el pasado la ordenanza

que decía: “es de carácter obligatorio la cremación de los cadáveres en casos de: a) fallecidos de

enfermedades pestilenciales o como consecuencia de grandes epidemias declaradas”.

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Sin embargo, sí es necesario considerar que en situación de cólera, por ejemplo, el lugar seleccionado

para enterramiento debe estar alejado de fuentes de agua (terrenos no anegables), como tampoco

en las laderas de las montañas. En caso de enterramientos controlados, de cadáveres únicos o

múltiples, se recomienda enterrar a 2 metros de profundidad (6 pies) y una separación entre ejes

mayores de cuerpos de 1 metro (3 pies). En caso de enterramientos masivos por víctimas múltiples,

los cadáveres humanos pueden ser enterrados a una profundidad mínima de 1 metro (3 pies), con

una separación entre ejes mayores de cuerpos de 1 metro (3 pies). La trinchera o fila deberá tener un

ancho de 2 metros (6 pies), debiendo dejar entre trincheras un corredor de 1 metro (3 pies), de forma

tal que al momento de organizar el cementerio a modo de damero, se pueda marcar el terreno con

elementos que permitan identificar cada cuerpo en su fosa, recordando que la elección del terreno

debe estar alejada al menos 200 metros de fuentes de agua, en terrenos no inundables ni anegables.

La profundidad estimada de 1 metro permitirá la conservación del cuerpo, con mínimas condiciones

de contaminación, acción de depredadores y facilidad para la exhumación. Teniendo en cuenta

las medidas sugeridas, en un terreno de 10 metros (33 pies) por 14 metros (43 pies). Totalizando

140 metros cuadrados, en los cuales se puede diagramar un cementerio para enterramiento de 50

cuerpos (2 metros cuadrados por cada sepultura) y los correspondientes corredores, para que no

haya superposición de cuerpos.

Finalmente, en cuanto a la cremación como otro tipo de destino final de los cadáveres, aunque hasta

hace unos años se señalaba que sólo podría hacerse por imperiosas razones de higiene o motivos

religiosos, actualmente es una práctica de mayor aceptación social que implica requisitos básicos

como contar con un registro claro, sencillo y completo; dejando aclarado si se trata de cadáveres y

restos humanos identificados o no, en este último caso, las autoridades judiciales se encargarán de

preservar material para estudios comparativos con fines identificatorios mediante técnicas de ADN

como pueden ser un diente, sin arreglos odontológicos (de una sola raíz: canino), cabellos (quince

por lo menos, que sean arrancados para que conserve el bulbo piloso), sangre (es suficiente unas

gotas en papel absorbente), fragmentos de tejidos en caso de haberse realizado autopsia (piel de

abdomen, músculo psoas y hueso: fragmento de costilla). Para su conservación, no requiere de

medios de fijación (formol), si las muestra serán procesadas en las próximas 72 horas, es suficiente

con crioconservarlas a 4º C, si se las almacenará por más tiempo, se recomienda congelarlas a -20º

C, a excepción de las manchas, que se pueden conservar a temperatura ambiente.

Respecto al uso de ataúdes, no obstante que culturalmente es una práctica obligada, a falta de

éste, el cadáver debería envolverse, según normas internacionales, en un sudario de algodón de

color blanco o beige. Ante la falta de féretros de madera, si el cuerpo se encuentra en envoltorio

plástico, el mismo debe ser abierto, antes del enterramiento, para que pierda la hermeticidad;

debiendo cortar o tajear la base de apoyo, porque si no es difícil que se esqueletice. Si la cobertura

es de tela, no requiere abrirse. La hermeticidad de las bolsas plásticas, al igual que los féretros

que tienen caja metálica, generan las condiciones óptimas para que el cadáver entre en proceso

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de adipocira o transformación grasa; por la cual el fenómeno de descomposición de los tejidos,

en combinación con las sales cálcicas y potásicas del cuerpo, generan jabones que en casos

de haber padecido enfermedades en vida, el cuerpo conservaría por mayor tiempo la capacidad

de anatotransmisibilidad de infecciones. La experiencia internacional cita hallazgos de retrovirus

de inmunodeficiencia humana (VIH), con poder infectante en fallecidos, hasta 16 días después de

producido el deceso, aunque se han registrado virus en condiciones de tanatotransmisibilidad hasta

21 días. En el caso de Vibriones coléricos, la experiencia mundial (África y sudeste asiático) cita poder

infectante hasta 5 días de producida la muerte.

Un elemento inherente al manejo de cadáveres es el transporte utilizado. En este tema, la

normatividad internacional, al igual que la de nuestro país, señala que cualquier cadáver que se haya

de transportar, irá obligatoriamente acompañado por un salvoconducto especial que especifique el

apellido y nombre, edad del fallecido, lugar, fecha y causa de su deceso, así como el lugar donde será

sepultado y si se trata de cadáveres exhumados. Este documento, en su calidad de Permiso, debe

ser emitido por las autoridades competentes, en el caso de México, por la Secretaría de Salud y las

entidades federativas que tienen descentralizada tal atribución, por lo que ni el país de destino, ni los

países de tránsito exigirán otros documentos más que: copia certificada del certificado de defunción,

certificados oficiales que demuestren que el transporte del cadáver no tiene objeciones sanitarias

ni médico-legales y que ha sido colocado en un ataúd que cumpla con requisitos internacionales,

usualmente relativos a que los cadáveres sean colocados en un ataúd de metal, en cuyo fondo se

deposite una capa de 5 cm de materia absorbente (turba, aserrín, carbón en polvo, o similares), a

los cuales se les añade una sustancia antiséptica. Si la persona falleció por enfermedad contagiosa,

se amortaja con un lienzo sumergido y empapado con solución antiséptica. Se procede al cierre

hermético del ataúd metálico (soldadura) que se depositará luego en un ataúd de madera; el cual

tendrá los costados de 3 cm de espesor por lo menos, sus juntas totalmente herméticas y se cerrará

mediante un tornillo por lo menos, cada 20 cm, añadiendo cinchas metálicas para su mejor sujeción.

No se podrá autorizar transporte de cadáveres fallecidos por epidemias (cólera, viruela o tifus),

entre los países consignatarios, hasta 1 año de la fecha de fallecimiento. Si el cadáver se transporta

por ferrocarril, lo hará en vagones cerrados. Si se transporta en automóviles, se hará en carroza

funeraria y, si ello no es posible, en una camioneta cerrada. Si se transportan en avión, se hará en

compartimento especial reservado al transporte de material en los vuelos ordinarios. Si se transporta

en barco, el ataúd de madera en el cual se halla el ataúd de metal soldado, se pondrá a su vez en una

caja de madera, tomando las precauciones que se impongan para que esté sólidamente encajado en

ella. Dicha caja de madera, con su contenido, se colocará en un lugar donde no entre en contacto con

alimentos, que no pueda molestar a la tripulación ni a los pasajeros y no se podrán transportar con

el ataúd otros efectos más que las flores y coronas que ordinariamente se depositan sobre un ataúd.

Como se observa y se reitera, el manejo y destino final de los cadáveres, aunque parece poco aludido,

en el contexto de la salud pública representa un tema de actualidad, pues lo que tenemos seguro en

esta vida, es precisamente, la muerte.

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Marco Normativo

La Ley General de Salud establece como materia de salubridad general, el control sanitario de la

disposición de órganos, tejidos y sus componentes y células, así como de cadáveres y la organización,

control y vigilancia de la prestación de servicios y de establecimientos de salud, de modo que en

su art. 313 ratifica que es competencia de la Secretaría de Salud, la regulación sobre cadáveres y el

destino final, la conservación permanente, inhumación, incineración, desintegración e inactivación

de órganos, tejidos, células y derivados, productos y cadáveres de seres humanos, incluyendo los

de embriones y fetos, en condiciones sanitarias permitidas por la propia Ley y demás disposiciones

aplicables.

En su art. 321 establece que la donación en materia de órganos, tejidos, células y cadáveres, consiste

en el consentimiento tácito o expreso de la persona para que, en vida o después de su muerte, su

cuerpo o cualquiera de sus componentes se utilicen para trasplantes.

En su Capítuo V del Título Décimo Cuarto, dedicado exclusivamente a la Donación Trasplante y

Pérdida de la Vida, el art. 346 señala que los cadáveres no pueden ser objeto de propiedad y siempre

serán tratados con respeto, dignidad y consideración.

Clasifica a los cadáveres en: de personas conocidas y de personas desconocidas (art. 347), de modo

que los cadáveres no reclamados dentro de las setenta y dos horas posteriores a la pérdida de la vida

y aquellos de los que se ignore su identidad, serán considerados como de personas desconocidas.

El art. 348 establece que la inhumación o incineración de cadáveres sólo podrá realizarse con

la autorización del oficial del Registro Civil que corresponda, quien exigirá la presentación del

certificado de defunción. En tal contexto, expresa que los cadáveres deberán inhumarse, incinerarse

o embalsamarse dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a la muerte, salvo autorización

específica de la autoridad sanitaria competente o por disposición del Ministerio Público, o de la

autoridad judicial. Sin embargo, la inhumación e incineración de cadáveres sólo podrá realizarse en

lugares permitidos por las autoridades sanitarias competentes.

En su art. 349 se señala que el depósito y manejo de cadáveres deberá efectuarse en establecimientos

que reúnan las condiciones sanitarias que fije la Secretaría de Salud y será esta autoridad la que

determine las técnicas y procedimientos que deberán aplicarse para la conservación de cadáveres.

En materia de vigilancia sanitaria, el art. 350 establece que las autoridades sanitarias competentes

ejercerán el control sanitario de las personas que se dediquen a la prestación de servicios funerarios,

por lo que verificarán que los locales en que se realicen estas actividades, reúna las condiciones

sanitarias exigibles.

El tiempo mínimo que han de permanecer los cadáveres en sus fosas, es determinado por la autoridad

sanitaria y mientras el plazo señalado no concluya, sólo podrán efectuarse las exhumaciones que

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aprueben las autoridades sanitarias y las ordenadas por las judiciales o por el Ministerio Público,

previo el cumplimiento de los requisitos sanitarios correspondientes (Artículo 350 bis.)

Respecto al internamiento o salida de cadáveres del territorio nacional, la Ley General de Salud

establece que sólo podrán realizarse mediante autorización de la Secretaría de Salud o por orden de

la autoridad judicial o del Ministerio Público y en el caso del traslado de cadáveres entre entidades

federativas se requerirá dar aviso a la autoridad sanitaria competente del lugar en donde se haya

expedido el certificado de defunción.

Para la práctica de necropsias en cadáveres de seres humanos se requiere consentimiento del

cónyuge, concubinario, concubina, ascendientes, descendientes o de los hermanos, salvo que exista

orden por escrito del disponente, o en el caso de la probable comisión de un delito, la orden de la

autoridad judicial o el Ministerio Público. Y para la utilización de cadáveres o parte de ellos de personas

conocidas, con fines de docencia e investigación, se requiere el consentimiento del disponente.

Tratándose de cadáveres de personas desconocidas, las instituciones educativas podrán obtenerlos

del Ministerio Público o de establecimientos de prestación de servicios de atención médica o de

asistencia social.

En cuanto a la documentación sanitaria con que deben contar los establecimientos, la Ley General

de Salud indica que solamente deberán presentar el aviso correspondiente a la autoridad sanitaria

de la entidad federativa competente y contarán con un responsable sanitario que también deberá

presentar aviso (Artículo 350 Bis 7).

El Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Control Sanitario de la Disposición de Organos,

Tejidos y Cadáveres de Seres Humanos, cuya aplicación es en toda la República y sus disposiciones

son de orden público e interés social, define al Cadáver como el cuerpo humano en el que se haya

comprobado la pérdida de la vida y en su art. 7º señala como destinos finales de órganos, tejidos,

productos y de cadáveres de seres humanos, a la inhumación, incineración, inclusión en acrílico

y otras substancias plásticas, conservación permanente mediante tratamiento a base de parafina,

conservación permanente de esqueletos con fines de docencia, embalsamamiento permanente con

fines análogos a los de la fracción anterior, conservación permanente de órganos y tejidos mediante

substancias fijadoras para fines de docencia, y los demás que tengan como fin la conservación o

desintegración, en condiciones sanitarias, que autorice la Secretaría de Salud.

En cuanto a la aplicación de técnicas y procedimientos para la conservación de cadáveres, el art. 71

de este Reglamento, establece que únicamente podrán realizarlas los médicos con título legalmente

expedido y registrado por las autoridades educativas competentes y los técnicos o auxiliares en

embalsamiento que cuenten con diplomas legalmente expedidos y registrados por las autoridades

educativas competentes, así como aquellas personas expresamente autorizadas por la Secretaría.

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Entre las Normas Oficiales Mexicanas que tienen relación con el manejo y disposición de cadáveres,

se encuentra la NOM-087-SEMARNAT-SSA1-2002, Protección ambiental-Salud ambiental-Residuos

peligrosos biológico-infecciosos-Clasificación y especificaciones de manejo, misma que es aplicable

a los anfiteatros por cuanto hace a la generación de tejidos, órganos y partes que se extirpan o

remueven durante las necropsias, así como los materiales utilizados.

El Código Penal Federal, en su libro Segundo, contempla al Título Décimoséptimo como Delitos

en Materia de Inhumaciones y Exhumaciones, que en su art. 280 señala que se impondrá prisión

de tres días a dos años o de 30 a 90 días multa al que oculte, destruya o sepulte un cadáver o un

feto humano, sin la orden de la autoridad que deba darla o sin los requisitos que exijan los Códigos

Civil y Sanitario o leyes especiales; al que oculte, destruya, o sin la licencia correspondiente sepulte

el cadáver de una persona, siempre que la muerte haya sido a consecuencia de golpes, heridas u

otras lesiones, si el reo sabía esa circunstancia, así como al que exhume un cadáver sin los requisitos

legales o con violación de derechos. Así mismo, de uno a cinco años de prisión, al que viole un

túmulo, un sepulcro, una sepultura o féretro, y al que profane un cadáver o restos humanos con actos

de vilipendio, mutilación, brutalidad o necrofilia. Si los actos de necrofilia consisten en la realización

del coito, la pena de prisión será de cuatro a ocho años.

Prácticamente iguales alusiones a la comisión de estos delitos, realiza el Código Penal del Estado

de México a través del Capítulo VIII, Subtítulo Sexto denominado Delitos Contra el Respeto a los

Muertos y Violaciones a las Leyes de Inhumación y Exhumación, incluyendo delitos como la retención

de cadáveres, partes o restos humanos en una clínica, sanatorio, hospital o en otro lugar similar

por mayor tiempo del aconsejado por las normas de salud con el objeto de que los familiares o

deudos paguen gastos de hospitalización, atención, tratamiento u operaciones, salvo que sea por

instrucciones del Ministerio Público o autoridad judicial que requieran la retención del cadáver para

el cumplimiento de sus funciones, así como al que retenga un cadáver, partes o restos humanos

para realizar estudios de carácter científico, sin previa autorización del Ministerio Público, de la

autoridad judicial, de los familiares o de los deudos.

Discusión

La complejidad del trato de cadáveres individuales, víctimas múltiples y muertes masivas, pone

al descubierto temores, itos y acciones poco fundamentadas, máxime si hablamos de situaciones

inhabituales y escenarios complejos como accidentes, y desastres, y ante la falta de seguridad

que debe afrontar el personal destinado a la manipulación de cadáveres y restos humanos, surge

la improvisación y muy probablemente el fracaso que implica riesgos para la salud de todos los

involucrados, tanto física como emocionalmente.

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El manejo de los fallecidos comprende una serie de actividades que comienzan con la identificación

in situ, el traslado al centro escogido (servicio funerario) y la ayuda que el Estado brinde para su

disposición final siguiendo los ritos religiosos y costumbres culturales de sus familiares y la comunidad.

Al ser una actividad multisectorial, requiere del concurso de un equipo humano de la más diversa

índole: personal médico en unidad hospitalaria, personal administrativo, Registro Civil, Regulación

Sanitaria y ayuntamientos, organismos internacionales u organizaciones no gubernamentales y hasta

de los voluntarios de la propia comunidad.

Es seguro que en algunos municipios y zonas del país no se cuenta con los recursos institucionales

y profesionales, ya no digamos especializados, sino incluso los mínimos necesarios para el manejo

de cadáveres, por lo cual es posible que se deba identificar inicialmente a la institución que cuenta

con atribuciones para ejercer el control y en consecuencia, con facultades para coordinar con plena

autoridad y responsabilidad tanto a las personas involucradas, como los establecimientos e instancias

gubernamentales y no gubernamentales.

Ante las actividades que implican su manejo, debe existir la suficiente coordinación entre todas las

instancias involucradas para evitar la pérdida de tiempo y de recursos o la duplicación innecesaria de

trabajo y esfuerzos. Es por ello que la Secretaría de Salud contempla como una de sus funciones, la

aplicación de normatividad para el manejo de cadáveres en situaciones de la vida diaria y con mayor

razón en aquellas de contingencia epidemiológica.

El papel de las autoridades gubernamentales, así como de líderes comunitarios y de organizaciones

no gubernamentales, es sumamente importante, sin embargo, es responsabilidad del sector salud

dirigir los esfuerzos para asesorarlos en los aspectos técnicos y humanos relacionados con el

manejo masivo de cadáveres (consideraciones sociales, legales, de derechos humanos, sanitarios y

aspectos psicológicos), porque la participación comunitaria puede cumplir una función importante

en la información así como en la contención de las personas más afectadas.

Independientemente de la potestad de las autoridades a cargo del manejo de emergencias y desastres

y de los motivos epidemiológicos que puedan apresurar la disposición de los restos mortales, se deben

adoptar medidas que respeten y consideren las costumbres de la población, evitando situaciones

como la sepultura en fosas comunes o la cremación, generalmente prohibidas por las disposiciones

legales y violatorias de Derechos humanos fundamentales.

Cuando existen muertes colectivas, es deber del Estado recobrar los cadáveres, levantarlos en forma

adecuada, identificarlos y, en caso que esto no sea posible, recoger los datos necesarios para lograr

una identificación futura mediante la elaboración de fichas de identificación. Así mismo, en todo

momento se deben respetar las costumbres religiosas y los ritos funerarios de los fallecidos o del

lugar del hecho e inhumarlos en forma individualizada manteniendo una relación detallada entre la

ficha identificativa y el lugar exacto de la inhumación.

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En cuanto a la inhumación de restos en fosas comunes, en el Estado de México es una práctica que

aún no se desecha del todo, aunque los órganos para la administración de justicia cada vez son más

cuidadosos en la identificación de los predios donde son depositados los cadáveres de desconocidos

o no identificados, sin embargo, a partir de la publicación del Reglamento de Salud del Estado de

México en marzo del 2002, los panteones se encuentran obligados a disponer de un área para fosa

común que permita a las autoridades correspondientes, cumplir con el procedimiento de la plena

identificación del lugar de inhumación, a fin de facilitar el proceso de identificación y evitar con

ello, los trabajos antropológico-forenses mucho más costosos y complicados, además del desgaste

emocional y psicológico que genera en los deudos.

En materia de riesgo laboral, poco se ha documentado respecto a la existencia de personal infectado,

fallecido o con patologías crónicas que afecten su calidad de vida, tal vez no porque no existan,

sino porque no exista la voluntad administrativa para otorgar los beneficios de una indemnización

sustentada en la evidencia del riesgo sanitario adquirido, pues muy conocido es que los llamados

“sepultureros” suelen no contar con equipo de protección personal mínimos como overoles y calzado,

que sean exclusivos para la jornada de trabajo.

La propia Secretaría de Salud ha emitido escasa regulación en torno a las actividades para el destino

final de los cadáveres y salvo la existencia de la medicina forense que documenta perfectamente

los procesos de descomposición de los cadáveres, el conocimiento de los argumentos técnicos

y biológicos que impiden la exhumación, así como los que motivan las inhumaciones por riesgo

epidemiológico, son poco a nada conocidos por el personal que labora en panteones, crematorios y

salas de velación.

Respecto a los profesionales de la salud que se constituyen en responsables de los establecimientos

donde se realizan necropsias y embalsamamientos o cualquier tipo de conservación de cadáveres

de seres humanos, se conoce que existen en número reducido y usualmente sólo son responsables

en lo administrativo, que significa firma de las tesis de embalsamamiento y demás documentos que

amparan la realización de actividades en el cadáver, sin embargo, en la práctica, son los técnicos,

en el mejor de los casos y sus ayudantes, quienes efectúan los procesos de manera mecánica y con

una baja percepción del riesgo que implica además del casi nulo cumplimiento de especificaciones

relativas al manejo de Residuos Peligrosos Biológico Infecciosos, incluidos los líquidos corporales.

Las acciones de control sanitario que ejerce la autoridad en el Estado de México, se han centrado

en giros y actividades que implican un aparente mayor riesgo epidemiológico, considerando las

estadísticas de morbi-mortalidad que privan en la Entidad, no obstante, la existencia de un solo caso

de personal con patologías derivadas del manejo de cadáveres, justificaría plenamente la realización

de visitas de verificación a la totalidad de los establecimientos para el manejo y disposición final de

cadáveres, pues su ocurrencia es cien por ciento prevenible, pero no debería esperarse la presencia

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del caso para actuar en consecuencia, cuando el esquema de comunicación de riesgos puede abarcar

a un padrón que de suyo es reducido y centrar a los propietarios y personal de éstos en la adecuada

percepción de riesgos.

Conclusiones

Ante el escaso conocimiento y percepción del peligro inherente al manejo de cadáveres de seres

humanos, que existe entre propietarios de establecimientos y su personal, resulta necesario generar

campañas de comunicación que no sólo informen, sino que capaciten de manera más eficiente y

lleven al cumplimiento de las normas que protegen contra riesgos sanitarios.

Uno de los temas que el personal ocupacionalmente expuesto debe dominar, es el de la higiene básica

para la mejor protección, por lo cual, la visita de verificación que se realiza a los establecimientos,

debe enfatizar en la existencia y uso de material y equipo de protección como guantes y botas,

el lavado de las manos con agua y jabón después de la manipulación de los cuerpos y antes de

consumir cualquier alimentos, la utilización de alcohol en gel, lavado y desinfección de equipos,

vestimentas y vehículos utilizados para el transporte de los de los cuerpos y en general, la dotación

de equipo, que aunque no amerite su uso cotidiano, se tenga previsto para situaciones especiales.

Es importante que la Secretaría de Salud emita guias de cumplimiento obligatorio en los procesos que

se llevan a cabo en los giros para el manejo y destino final de cadáveres, máxime cuando se refiere

a muertes masivas por accidentes y desastres, estos deben incluir la recuperación de cadáveres

de espacios cerrados y sin ventilación (exhumaciones), pues la descomposición del cuerpo genera

gases tóxicos potencialmente peligrosos.

Ante la manipulación de sangre, fluidos corpóreos, secreciones, excreciones, membranas mucosas

y/o la realización de la limpieza y desinfección del ambiente de trabajo, se debe asegurar la reducción

del potencial de transferencia desde cadáveres infectados al personal, a través de las manos del

trabajador, por lo que es urgente que la aplicación de la NOM relativa a residuos peligrosos biológico

infecciosos, sea un tema obligado para su cumplimiento total.

En todos los casos, el personal de salud, como parte de la vigilancia sanitaria, debe asegurar el

manejo digno de restos mortales e identificar los riesgos de manipular muertos y restos humanos

en casos individuales, múltiples y masivos para orientar sobre las medidas de bioseguridad para el

manejo de cadáveres, internacionalmente aceptadas.

La autoridad sanitaria debe generar normas de profilaxis para quienes contacten fallecidos, en

relación a enfermedades tanato-transmisibles, especialmente cuando se trata de casos de desastre.

El plazo acotado para la inhumación es una exigencia legal, a fin de evitar la descomposición del

cuerpo y la pérdida de líquidos potencialmente infectantes por orificios naturales. En situación de

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víctimas múltiples y con posibilidad de tanato-transmisión de enfermedades, estos plazos suelen no

cumplirse, por razones operativas relacionadas al gran número de cadáveres, la falta de elementos

para acondicionar los cuerpos y la carencia de disponibilidad de fosas de enterramiento. Por ello,

quienes están a cargo de la gestión de cadáveres, deben realizar la previsión mediante estudio del

terreno, capaz de ser utilizado como ampliación de los cementerios existentes, o de crear nuevos

cementerios.

La Secretaría de Salud debe instrumentar un programa formal y permanente para el Control Sanitario

de los giros y actividades relacionadas con el manejo y disposición final de cadáveres, que incluya

no sólo la visita de verificación, sino desde la integración de un padrón real de establecimientos

que aunque no requieren de licencia sanitaria, sí cuenten con los avisos correspondientes para

continuar con un registro actualizado de responsables sanitarios y autorización de libros de registro

de actividades, procedimientos y personal ocupacionalmente expuesto, sólo así, se generará la

información suficiente que demuestre el estado en el que operan en la Entidad estos establecimientos

y con ello, la proyección de la capacidad instalada y seguridad en el manejo de riesgos, para casos

de accidentes y desastres.

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Cuadros y gráficas

Organigrama administrativo para el manejo de cadáveres

Fuente: OPS. Manejo de cadáveres en situaciones de desastre. 2004.

Categorización de infecciones en cadáveres según riesgo de contagio y modo de transmisión

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Etiquetado internacional de cadáveres con infecciones tanato-transmisibles

Diagrama de un cementerio para enterramientos masivos