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DOMINGO24DEENERODE1875. MONTEVIDEO AÑO L — NUM . m LA REVISTA URUGUAYA jpEmóDico R emanal de piENCiAS y L iteratura ADMINISTRADOR: MIGUEL, L MENDEZ COLAffiOUADORES En Montevideo ; Agustín de Vedia, Di*. Alberto Palomequé, Eduardo Ácevedó y Díaz, José R. Mendoza, Dr. Nicanor G. Leguizamon, Jacinto Albi sí ur, Enrique Azaróla, P e" dro A. Bernat, J. C. Itoldós, J. de La Ilanty, Dr. M. I’. Nun ez,~A. De-María, F. Noguera, E. Garzón , E. de Arrascoeta, E. Pérez.—En Buenos Aireé: S. García, Dr. C. M. Arrotea. C. V. Belgi'anp» Dr. A. La manine, R. Obligado, G. Uriarte, M.^Coronado Dr. M. E. Pone*, F. B. del Marmol, J. Caballido, Apolinario Casabál. SUMARIO—Revista General, por Dédalo—Sección Lite- raria.* Algunas epímones sobre la Poesía Ame- ricana a<? escritores Americanos, compiladas . y ordenadas por él doctor don Enrique de Arras- caetaNecia' de Cárlqs. Guido y Spano por Rafael Obligado— Elvira, por Juan C, Roídos—• Ojeada ■ soffre la literatura, por M. Bilbao— VARiEn.VDEsr:Z,a Universidad de Va República .y el señor don José. Pedua Várela, por otro es- ' tudiante — Necrologia : Rasgo biográfico del doctor don Florentino ^González, por Á. P.-r* Historia :íaoionai.: Breve noticia do la vida del doctor don Dámaso Antonio Larrañaga, ' Vicario Apostòlici, Proto-Nótario Apostòlico., y Notario de lti Santa Sede en el Estado Orieh? tal del Urnguau—José Artigas, por . José G L- Busto— -S eccíon C ientitíca.* ¿Muerto intestado un individuò qtle "fio deja mas qué un hernia- no é higos desaíro hermano muerto antes que él,entran estos á heredarlo conjuntamenteeon el tío, por Agustín deVedia—Album poético ;. El . Seibo, por Rafael Obligado—Elia por Julirfti O. MirandaLazos-de. amor, por:Estanislao Perez — Un recuerdo á lthasen alas del viento por A. Serralta—G otas de tinta. LA REVISTA URUGUAYA ISevista general El horizonte político de nuestra bendita tierra parece que se encuentra mas despejado. En las calles, plazas y paseos .se nota mucha ma- yor animación que estos dias pasados. Ya no se yen tantas caras lánguidas y espanta- das, tantas miradas recelosas y escudriñadoras que proclaman á voces que el miedo con todo su acom- pañamiento de fantásticas y terroríficas preocupa- ciones, anda en prosecion por el cuerpo. Hoy se encuentra ya todo mas animado, y los que ante3 temblaban hoy sonríen. Es una dicha. Continuando así podemos esperar que tendremos un carnaval agradable y tal como ños lo habíamos imaginado. Lástima fuera á la verdad que después de tantos y tan valiosos preparativos, se ahogara la fiesta. Confiemos en que la tranquilidad actual no será interrumpida, y dispongámonos á volvernos locos por algunos dias contagiados por la locura del Car- naval, , * * ¿Qué podrá decir á ustedes de teatros? Que Salvini en la Muerte Civil estuvo como siem- pre á la altura de su elevado genio al que el público rindió culto una vez mas demostrándole sus sim- patías. A la hora en que estas líneas escribimos se ha em- barcado ya en el paquete Sud América con destino á Descames buen viaje al eminente trágico. * # * Según se nos informa por nuestro ilustrado corres- ponsal de la vecina orilla, verá la luz pública en aquella ciudad dentro de breves dias una impor- tante publicación semanal dedicada al bello sexo, y especialmente á las madres de familia. Tanto por el objeto de la publicación cuanto por la distinguida colaboración que ejercerán escrito- res de aquella localidad, tenemos la seguridad que ella sera altamente interesante. Hemos tenido el placer de leer su programa, y no podemos resistir al deseo de transcribir uno de sus párrafos. El solo bastará á dar una idea del mérito del se- manario. Dice así: «Nosotros que reconocemos la importancia, la trascendencia de la misión que ella, (la mujer) no puede cumplir sino en parte; nosotros que funda- mos en la felicidad de ia mujer la de todo el ge- nero humano, nosotros que consideramos el impor- tante rol social á cuyo desempeño está llamada en los tiempos presentes, nos proponemos secundar, en nuestra humilde esfera, los caudales esfuerzos de las madres en la tarea árdua, trabajosa, pero n o- ble y fructífera de la educación moral é intelectual de sus hijos*. Hasta aquí el programa del colega. Cúmplenos enviarle desdo nuestro apartado rin- cón un cariñoso y fraternal saludo al nuevo obre- ro de la prensa, al nuevo hermanó en las fatigas, que desplega la hermosa insignia, la noble ban- dera dé la educación de la mujer, Colega, salud. Nuestro amigo Eduardo L. Holmberg, uno de los escritores que por sus vastos conocimientos y poco común ingenio, se ha conquistado un nom- bre y una posición en la República de las letras; vá á publicar en Buenos Aires, una fantasía cien- tífica que titulará «Dos partidos en lucha». El nombre del autor os ya una recomendación; pero según nos lo asegura nuestro corresponsal, que ha tenido ocasión de leer algunos capítulos, la obra de nuestro amigo Hoimberg, tendrá él éxito feliz que de corazón le deseamos, Una palabra antes de concluir, que tenemos que dirigir á Holmberg. El humilde autor de Jfios Misterios, Dédalo; es- pera que el distinguido autor de Dos partidos en lucha, no olvidará que lo prometido es deuda, Y, abur. Apega, y vámonos. Montevideo, Enero 24 de 1875. D édalo , SECCION LITERARIA Algunas opiniones solare la Poesía Americana, cíe escritores aanersen« nos—CoanpIiaciaS) y ordenadas por el doctor don üurlque de Arras» eacía. Véase el número 2 página 11. (Continuación) MORALIDAD, É INSTRUCCION DEL POETA VII Con algunos esfuerzos colectivos, productores de publicaciones, como la que dá márgen á estas lí- neas, la poesía habrá entrado en su verdadero ter reno, y el poeta tomará el puesto honorable, que le Corresponde entre los agentes activos de la ci- vilización americana. ¿Cómo no alcanzarlo cuando se hiera la imagi- nación popular con cualesquiera de los conmove- dores episodios de la epopeya de nuestra indepen- dencia? ¿Cómo no deleitar al público inteligente con la inagotable descripción de las bellezas de nuestra espléndida naturaleza, de nuestras cordilleras, de nuestros chacos, y vastas soledades, que esperan su Chateaubriand, para deslumbrar la imaginación tan poética ya de nuestras poblaciones? ¿Cómo no elevarse á un sacerdocio, que haga venerable al poeta, al anatematizar nuestras ne- fandas guerras civiles, y sus criminales promoto- res, predicando la concordia, piedra filosofal de nuestro anhelado engrandecimiento? Y por último, ¿cómo no electrizar las masas ame- ricanas al execrar ese villano salteamiento de un pueblo entero ejercido sobre, la mártir Méjico en pleno medio dia del siglo X IX ? Tantos tópicos dignos, y elevados como ofrecen el pasado,¿y-el présente de nuestra América^ bas- tan, por sí solos, para reflejar sobro cualquier me- diana inteligencia, que los cultive, ó apropie él brillo seductor,1 que les es congeniali Por otra parte, debe atribuirse una influencia muy decisiva en el carácter superficial^ de las producciones fiel vulgo de nuestros poetas á la falta de estudio, á la carencia de instrucción ge- neral, y á la arraigada idea de que para ser buen poeta basta, y sobra con saber medir bien los versos y con la inspiración ingénita para escri- birlos. Tan absurdos desvarios producen su inevitable resultado. El presunto poeta careciendo de nocio- nes éstensas en las ciencias sociales; menospre- ciando las qué influyen en el buen desarrollo de los pueblos, su bienestar y progreso, nunca puede surjir de su mediocridad, y se deja ir en esa pen- diente de vaciedades, que constituye para muchos, la esencia de todo trabajo poético. De ahí la tibieza, la indiferencia pública, que hace preciso en los verdaderos talentos un doble trabajo y perseverancia á fin de sobreponerse á ellos* Por eso ep nuestra opinion, y sin inculcar ahora, sobre la acrisolada moralidad, que debe revestir en su carácter privado, el poèta de su idealismo, nomo hombre de inspiración, y de estudio, es un ser incompleto sin la reunión correlativa de esas dos fecundas facultades creadoras. Poseyéndolas ambas puede y debe colocarse muy en alto entre los reformadores de las sociedades humanas, entre los nobles procursores de su progreso. Asi se le vé elevarse el dia menos pensado sobre el nivel de sus compatriotas, dominándolos eu el Poder pú- blico, en los Ministerios, en la Magistratura, des- pués de haber predominado sobre ellos, por su su- perioridad intelectual. No necesitamos ir á la Europa, qué nos daría ua centenar de ejemplos análogos. Entre nosotros, Juan Maria Gutiérrez, Lopez, padre é hijo, Mármol, Mi- tre, Domínguez, Juan Francisco Seguí, Luis de la Peña, Arrascaeta, Lamas, Magarifíos Cervantes, y tantos otros, que podíamos nombrar, comprende», asi esa^supremacía, y á la vez que la ejercen en las letras la hacen, ó la han hecho práctica presidien- do, ó gobernando un pueblo,' dirijiendo su movi- miento interior, representándolo en el esterior, é haciendo acatar la magestád de sus leyes. Justo Maeso. (Juicio sobre Xas Brisas del Plata de don Alejan- dro Magarifíos Cervantes). RESEÑA DE LA POESIA AMERICANA VIII Cuándo la lengua de Castilla se arraigó en la parte meridional de nuestro continente, sus hijos enriquecieron á la madre patria, «no menos con los tesoros de su suelo, que con sus aventajados talentos, que fecundiza un sol ardiente, y desarro- lla una naturaleza grandiosa y magnífica* (1). Ellos cantaron en el habla de Mena, y de Leon, No con ruda Zampona, Sino con lira grave. (2) y muchas, y muy lozanas hojas del Laurel d® Apolo, dejó caer el monstruo de los ingenios espa- ñoles sobre sienes Americanas. Don Juan de Alarcon, guia del gran Corneille, en sus mas celebrados aciertos, y la vírjen Meji- cana, de quienes estensamente nos hemos ocupa- do en el Correo, (3) no son los únicos nombres (IV Don E. Ochoa. Tesoros del Teatro Español. (2) Lope de Vega. Laurel de Apolopu Irlicado por prime- ra vez en 1630 hablando de un antiguo poeta chileno. (3) Sor Juana Inés de la Cruz.

DOMINGO 24 DE ENERO DE 1875. MONTEVIDEO AÑO L — NUM. …anaforas.fic.edu.uy/jspui/bitstream/123456789/42998/1/RevUrn04.pdf · DOMINGO 24 DE ENERO DE 1875. MONTEVIDEO AÑO L —

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DOMINGO 24 DE ENERO DE 1875. M O N T E V I D E O AÑO L — NUM. m

LA R E V IS T A URUGUAYAj p E m ó D i c o R e m a n a l d e p iE N C iA S y L i t e r a t u r a

A D M IN IS T R A D O R : MIGUEL, L M E N D E Z

COLAffiOUADORESEn Montevideo ; Agustín de Vedia, Di* *. Alberto Palomequé, Eduardo Ácevedó y Díaz, José R. Mendoza, Dr. Nicanor G. Leguizamon, Jacinto Albi sí ur, Enrique Azaróla, P e"

dro A. Bernat, J. C. Itoldós, J. de La Ilanty, Dr. M. I ’ . Nun ez,~ A . De-María, F. Noguera, E. Garzón , E. de Arrascoeta, E. Pérez.—En Buenos Aireé: S. García, Dr. C. M. Arrotea. C. V. Belgi'anp» Dr. A. La manine, R. Obligado, G. Uriarte, M.^Coronado Dr. M. E. Pone*, F. B. del Marmol, J. Caballido, Apolinario Casabál.

SUMARIO—Revista General, por Dédalo—Sección Lite­raria.* Algunas epímones sobre la Poesía Ame­ricana a<? escritores Americanos, compiladas

. y ordenadas por él doctor don Enrique de Arras- caeta—Necia' de Cárlqs. Guido y Spano por Rafael Obligado— Elvira, por Juan C, Roídos—• Ojeada ■ soffre la literatura, por M. Bilbao— VARiEn.VDEsr:Z,a Universidad de Va República

. y el señor don José. Pedua Várela, por otro es- ' tudiante — Necrologia : Rasgo biográfico del

doctor don Florentino ^González, por Á. P.-r* Historia :íaoionai.: Breve noticia do la vida del doctor don Dámaso Antonio Larrañaga,

' Vicario Apostòlici, Proto-Nótario Apostòlico., y Notario de lti Santa Sede en el Estado Orieh? tal del Urnguau—José Artigas, por . José G

L- Busto—-Seccíon Cientitíca.* ¿Muerto intestado un individuò qtle "fio deja mas qué un hernia- no é higos desaíro hermano muerto antes que él,entran estos á heredarlo conjuntamenteeon el tío, por Agustín deVedia—Album poético;. El

. Seibo, por Rafael Obligado—Elia por Julirfti O. Miranda—Lazos-de. amor, por:Estanislao Perez — Un recuerdo á lthasen alas del viento por A. Serralta—Gotas de tinta.

LA REVISTA URUGUAYAIS e v is ta g e n e r a l

El horizonte político de nuestra bendita tierra parece que se encuentra mas despejado.

En las calles, plazas y paseos .se nota mucha ma­yor animación que estos dias pasados.

Ya no se yen tantas caras lánguidas y espanta­das, tantas miradas recelosas y escudriñadoras que proclaman á voces que el miedo con todo su acom­pañamiento de fantásticas y terroríficas preocupa­ciones, anda en prosecion por el cuerpo.

Hoy se encuentra ya todo mas animado, y los que ante3 temblaban hoy sonríen.

Es una dicha.Continuando así podemos esperar que tendremos

un carnaval agradable y tal como ños lo habíamos imaginado.

Lástima fuera á la verdad que después de tantos y tan valiosos preparativos, se ahogara la fiesta.

Confiemos en que la tranquilidad actual no será interrumpida, y dispongámonos á volvernos locos por algunos dias contagiados por la locura del Car­naval,

, * *¿Qué podrá decir á ustedes de teatros?Que Salvini en la Muerte Civil estuvo como siem­

pre á la altura de su elevado genio al que el público rindió culto una vez mas demostrándole sus sim­patías.

A la hora en que estas líneas escribimos se ha em­barcado ya en el paquete Sud América con destino á

Descames buen viaje al eminente trágico.*# *

Según se nos informa por nuestro ilustrado corres­ponsal de la vecina orilla, verá la luz pública en aquella ciudad dentro de breves dias una impor­tante publicación semanal dedicada al bello sexo, y especialmente á las madres de familia.

Tanto por el objeto de la publicación cuanto por la distinguida colaboración que ejercerán escrito­res de aquella localidad, tenemos la seguridad que ella sera altamente interesante.

Hemos tenido el placer de leer su programa, y no podemos resistir al deseo de transcribir uno de sus párrafos.

El solo bastará á dar una idea del mérito del se­manario.

Dice así:«Nosotros que reconocemos la importancia, la

trascendencia de la misión que ella, (la mujer) no puede cumplir sino en parte; nosotros que funda­mos en la felicidad de ia mujer la de todo el ge­

nero humano, nosotros que consideramos el impor­tante rol social á cuyo desempeño está llamada en los tiempos presentes, nos proponemos secundar, en nuestra humilde esfera, los caudales esfuerzos de las madres en la tarea árdua, trabajosa, pero n o­ble y fructífera de la educación moral é intelectual de sus hijos*.

Hasta aquí el programa del colega.Cúmplenos enviarle desdo nuestro apartado rin­

cón un cariñoso y fraternal saludo al nuevo obre­ro de la prensa, al nuevo hermanó en las fatigas, que desplega la hermosa insignia, la noble ban­dera dé la educación de la mujer,

Colega, salud.

• Nuestro amigo Eduardo L. Holmberg, uno de los escritores que por sus vastos conocimientos y poco común ingenio, se ha conquistado un nom­bre y una posición en la República de las letras; vá á publicar en Buenos Aires, una fantasía cien­tífica que titulará «Dos partidos en lucha».

El nombre del autor os ya una recomendación; pero según nos lo asegura nuestro corresponsal, que ha tenido ocasión de leer algunos capítulos, la obra de nuestro amigo Hoimberg, tendrá él éxito feliz que de corazón le deseamos,

Una palabra antes de concluir, que tenemos que dirigir á Holmberg.

El humilde autor de Jfios Misterios, Dédalo; es­pera que el distinguido autor de Dos partidos en lucha, no olvidará que lo prometido es deuda,

Y, abur.

Apega, y vámonos.

Montevideo, Enero 24 de 1875.D é d a l o ,

SECCION L I T E R A R I A

A lg u n a s o p i n i o n e s s o la r e l a P o e s í a A m e r i c a n a , cíe e s c r i t o r e s a a n e rs e n « n o s —C oa n p Iia c ia S ) y o r d e n a d a s p o r e l d o c t o r d o n ü u r l q u e d e A r r a s » e a c í a .

Véase el número 2 página 11.

(Continuación)MORALIDAD, É INSTRUCCION DEL POETA

V I I

Con algunos esfuerzos colectivos, productores de publicaciones, como la que dá márgen á estas lí­neas, la poesía habrá entrado en su verdadero ter reno, y el poeta tomará el puesto honorable, que le Corresponde entre los agentes activos de la ci­vilización americana.

¿Cómo no alcanzarlo cuando se hiera la imagi­nación popular con cualesquiera de los conmove­dores episodios de la epopeya de nuestra indepen­dencia?

¿Cómo no deleitar al público inteligente con la inagotable descripción de las bellezas de nuestra espléndida naturaleza, de nuestras cordilleras, de nuestros chacos, y vastas soledades, que esperan su Chateaubriand, para deslumbrar la imaginación tan poética ya de nuestras poblaciones?

¿Cómo no elevarse á un sacerdocio, que haga venerable al poeta, al anatematizar nuestras ne­fandas guerras civiles, y sus criminales promoto­res, predicando la concordia, piedra filosofal de nuestro anhelado engrandecimiento?

Y por último, ¿cómo no electrizar las masas ame­ricanas al execrar ese villano salteamiento de un

pueblo entero ejercido sobre, la mártir Méjico en pleno medio dia del siglo X IX ?

Tantos tópicos dignos, y elevados como ofrecen el pasado,¿y-el présente de nuestra América^ bas­tan, por sí solos, para reflejar sobro cualquier me­diana inteligencia, que los cultive, ó apropie él brillo seductor,1 que les es congeniali

Por otra parte, debe atribuirse una influencia muy decisiva en el carácter superficial^ de las producciones fiel vulgo de nuestros poetas á la falta de estudio, á la carencia de instrucción ge­neral, y á la arraigada idea de que para ser buen poeta basta, y sobra con saber medir bien los versos y con la inspiración ingénita para escri­birlos.

Tan absurdos desvarios producen su inevitable resultado. El presunto poeta careciendo de nocio­nes éstensas en las ciencias sociales; menospre­ciando las qué influyen en el buen desarrollo de los pueblos, su bienestar y progreso, nunca puede surjir de su mediocridad, y se deja ir en esa pen­diente de vaciedades, que constituye para muchos, la esencia de todo trabajo poético.

De ahí la tibieza, la indiferencia pública, que hace preciso en los verdaderos talentos un doble trabajo y perseverancia á fin de sobreponerse á ellos*

Por eso ep nuestra opinion, y sin inculcar ahora, sobre la acrisolada moralidad, que debe revestir en su carácter privado, el poèta de su idealismo, nomo hombre de inspiración, y de estudio, es un ser incompleto sin la reunión correlativa de esas dos fecundas facultades creadoras. Poseyéndolas ambas puede y debe colocarse muy en alto entre los reformadores de las sociedades humanas, entre los nobles procursores de su progreso. Asi se le vé elevarse el dia menos pensado sobre el nivel de sus compatriotas, dominándolos eu el Poder pú­blico, en los Ministerios, en la Magistratura, des­pués de haber predominado sobre ellos, por su su­perioridad intelectual.

No necesitamos ir á la Europa, qué nos daría ua centenar de ejemplos análogos. Entre nosotros, Juan Maria Gutiérrez, Lopez, padre é hijo, Mármol, Mi­tre, Domínguez, Juan Francisco Seguí, Luis de la Peña, Arrascaeta, Lamas, Magarifíos Cervantes, y tantos otros, que podíamos nombrar, comprende», asi esa ̂ supremacía, y á la vez que la ejercen en las letras la hacen, ó la han hecho práctica presidien­do, ó gobernando un pueblo,' dirijiendo su movi­miento interior, representándolo en el esterior, é haciendo acatar la magestád de sus leyes.

Justo Maeso.(Juicio sobre Xas Brisas del Plata de don Alejan­

dro Magarifíos Cervantes).

RESEÑA DE LA POESIA AMERICANA

V III

Cuándo la lengua de Castilla se arraigó en la parte meridional de nuestro continente, sus hijos enriquecieron á la madre patria, «no menos con los tesoros de su suelo, que con sus aventajados talentos, que fecundiza un sol ardiente, y desarro­lla una naturaleza grandiosa y magnífica* (1). Ellos cantaron en el habla de Mena, y de Leon,

No con ruda Zampona,Sino con lira grave. (2)

y muchas, y muy lozanas hojas del Laurel d® Apolo, dejó caer el monstruo de los ingenios espa­ñoles sobre sienes Americanas.

Don Juan de Alarcon, guia del gran Corneille, en sus mas celebrados aciertos, y la vírjen Meji­cana, de quienes estensamente nos hemos ocupa­do en el Correo, (3) no son los únicos nombres

(IV Don E. Ochoa. Tesoros del Teatro Español.(2) Lope de Vega. Laurel de Apolopu Irli cado por prime­

ra vez en 1630 hablando de un antiguo poeta chileno.(3) Sor Juana Inés de la Cruz.

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26 L A R E V IS T A U R U G U A Y A

gloriosos del Parnaso Americano en la época colo­nial. Oña, Castellanos AgnirEe, Delso, Oiavide son ’ los precursores de Navarrete, que rivaliza con el autor de la «Noche Serena* en elevación, y can- ñor; de Gorostiza que logró colocarse á la par dé Moratin, entre Martínez de la Rosa, y el fecundé Bretón de los Herreros, y de otros ranchos, que como Lavarde en el Rio de la Plata, cultivaban la literatura poética espontáneamente y casi sin estí­mulo.

Por entónces el sonido de las liras americanas se perdia entre el gran concierto de las españolas: «1 hilo de agua, por decirlo así, se engolfaba, sin dejar huella, en el mar á cuyo alimento contri-> buia, pero la revolución política, que convirtió los Vireinatos en Repúblicas, encordó con bronce; aquella lira. Y como la única ocupación de los brazos fué el manejo de la espada, y la victoria la esclusiva inspiratriz del; íhjeñio^ el carácter de la poesía, durante la lucha de la emancipación,, fué puramente guerrero.

Entónces canta Eernandez Madrid al Padre de •Colombia y á los Libertadores de Venezuela; López : «entona su himno imperecedero; Olmedo eterniza: el nombre de Junin á par del suyo, y otros mu- i chos entusiastas y nobles siguen el carro de la victoria hasta el término de su carrera. .

De entónces hasta los dias actuales, toma la poesía otra dirección en América.

Los poetas pudieron pensar en si mismos, é in­teresar con sus dolores, ó con sus dichas persona­les. Las flores, el cielo, la mujer, la naturaleza, la tradición histórica, los recuerdos en fin, hijos del silencio, entraron como colorido en el pincel del poeta. Aquellos mismos que antes cantaron á ios héroes, cantan á las Rosas, ó vierten á la len­gua materna, las descripciones de Delille, ó los pensamientos de Pope. Pesado traduce á David, y se inspira en los sagrados libros; Yarela (infati­gable atleta poético) traduce á Horacio, y muere con la Eneida en la mano, esforzándose por con­tinuar la versión de este poema.

Todos nuestros escritores en verso han respeta^ do, religiosamente, las conveniencias de la decen­cia, y de la moralidad, y cada uno ha podido es­cribir al frente de sus producciones estas palabras de un vate de la antigüedad: « Sacerdote de las musas, canto para las almas inocentes y puras». La trivialidad no tiene sonido en la lira america­na, sus notas son levantadas y nobles, carao son grandes los objetos de la naturaleza qne la inspira.

El cinismo, y las provocaciones á la risa, pro­pias de las literaturas Achacosas, y artificiales, se buscarán, en vano, entre los buenos versos firma­dos por nuestros poetas.

Esta distinguida calidad puede esplicnrse por sus antecedentes personales, pues los mas de ellos se educaron para el foro, se sentaron en las Asam­bleas Legislativas, representaron á sus gobiernos en países extranjeros, los presidieron á veces, y siempre pertenecieron al movimiento político, ó á la administración de sus respectivas Repúblicas.

Juan María Gutiérrez.(Poesía Americana).

( Continuaré).

M en ta

(Llora, llora úmtaú)DE CÁELOS GUIDO Y SPANO

I¿Quién no ha leído, cantado ó suspirado los her­

mosos versos de N e n ia?La canción elegiaca del Sr. Guido, popular en­

tre nosotros como los cautos de Béranger en Eran cia y de Trueba en España, no ha conquistado su Lama hiriendo la fibra sensible del entusiasmo pá- trio, como las inspiraciones del primero, ni dando forma artística á las consejas populares, como las trovas del segundo: el Sr. Guido ha encontrado otra neta mas simpática y mas tierna: e l sollozo y la plegaria.

El cuadro que nos presenta no puede ser mas -sencillo, la imaginación lo descubre inmediata­mente; y desde la primera estrofa; se nos hace simpática la figura dé la jóven; la adivinamos re­clinada sobre el arpa, suspendida la lágrima en los párpados, la mirada melancólica como un ere púseulo espirante, los labios entreabiertos, impri­miendo una modulación armoniosa en los sollozos escapados de su alma:

En idioma guaraní,Una jóven paraguaya,Tiernas endechas ensaya Cantando en el arpa asi En idioma guaraní.. . . . .

Canta; y se la oye con respeto, casi con venera­ción: algo-como un remoró imi enrto: levanta en nues­tra conciencia su acento trémulo; no podemos olvi­dar ante el la,como argentinos, como americanos, cor1 rao demócratas, que la bala de nuestros cañones há sepultado bajo el polvo de las ruinas muchos héroes hermanos del héroe del Timbó’, que los ma­nejos oscuros de nuestra política, han enriquecido las tradiciones paraguayas con muchas leyendas tan tristes y desoladas como la historia de N e n ia .

La gen erosa inspiración del poeta argentino en­carna en la armonia de sús versos, en la ternura melancólica de su acento y én la joven paraguaya, una deuda de nuestro corazón: la lagrima; una ne­cesidad de nuestro espíritu: la justicia; una ofren­da de nüéstrps seniímieñtos aínedéanos:; el dolor, la piedad sincera, La admiración, por fin, que es el incienso de la gloria, ante el cadáver de un pueblo hermano.

¡Grande misión cumplen loa poétas! Para ellos la gloriano tiene fronteras,.el dolor no tiene patria, ni saben enmudecer su lira ante la razón de estado ni ante «esa inmensa trampa que se llama Derecho de Gentes». La conciencia de la historia que pedia Lamartine al historiador fi ósofo,. está ahí en sus himnos, en sus dramas, en sus poénaas.

Dante no es el único poeta—juez. El himno que canta una victoria: la oda que sublimiza la apostú- ra del héroe y que sigue ios vuelos del genio: el di- tirámbo lírico que lanza una maldición tremenda, porque se elava en la memoria del pueblo por el encanto de la rima, fal lo anticipado de la historia; sobre la frente del tirano: el idi lio mismo, con sus .sonrisas, sus lágrimas y sus flores, que ilumina para la gloria á esas almas sencillas y puras, tórtolas dei hogar.¡ predilectas del; corazón* formúlan la con­ciencia de la historia, colocada por el poèta sobre las alas poderosas de la rima, para que siga con eterno vuelo la marcha incesante de los años, dé los si­glos y de las épocas.

nN e n ia es un. idilio como euadxo;; como senti­

miento es una epopeya.Su duelo es el duelo dé todo un pueblo; su histo­

ria es la historia de todas las jóvenes de su país; la lágrima vertida sobre su hogar desolado, con­densa todos los sentimientos y todas las lágrimas de su patria.

¡Maravillosa obra! ¿Cómo es posible que un pe­queño número de estrofas, treinta y dos octosílabos, pinten toda una época trágica, compendien las sen­saciones de todo un pueblo? Esta empresa parece que solo está reservada á las vastas dimensiones de un poèma; pero nada mas incierto: la lira tiene notas de eternas y universales vibraciones: sus predilectos eligen el momento y tocan sus cuer­das.

Cuando un pueblo funde todas sus esperanzas en un solo crisol: cuando todas las almas responden á una sensación idéntica: cuando la sociedad, im­pulsada por un peligro común, se agrupa, se abra­za y forma la familia nacional: entonce« puede el poèta condensar en una estrofa las aspiraciones, los triunfos ó las desgracias de un pueblo.

No de otra manera, Lopez, nuestro poèta ama­do, en un sublime grito épico hace vibrar de ge­neración en generación, como el estallido del true­no en la Pampa de loma en loma, la palabra can­dente de nuestra epopeya titánica, formulada y encendida en el pecho de los prohombres de Mayo.

Ese instante solemne, que solo es dado sorpren­der en los grandes triunfos ó en las grandes des­gracias populares, inspirando la lira maèstra del Sr. Guido, ha producido á N èn ia , como produjo nuestro Himno Nacional y las notas de fuego de la Marsellesa de Rouget de L isie .. . . . . Ah! un apòs­trofe de Priamo, sobre las ruinas de su Troya, hubiera arrancado mas lágrimas que la sublime I liada!

m sI Nenia es el Genio del Paraguay llorando sobre ; sus ruinas.

La naturaleza debe acompañarla en su duelo:: el gènio de la guerra ha. velado con sangre la ; sonrisa de una vegetación tropical : las selvas don- ; de la torcaz arrullaba; las lianas donde colegian i los vientos; las flores donde jiraba el mainumbí y : se perfumaban los sueños de las vírgenes, no eeds- ; ten ya !........

El apostrofe no se hace esperar. Se adivina la orfandad en la entonación de la frase y parece q.ue las sílabas se escapan una á una, como los ¿émi­dos del carandaíL, de un alma que desmaya y de un, lábio estremecido*.

Llora, llora úmtaú En las ramas del yatay,Ya no existe el Paraguay Donde nací como tú;Llora, llora ürutaú.

En el dulce Lambaré Feliz era en mi cabaña,Yino la guerra y su saña No ha dejado nada en pié En el dulce Lambaré.

La tristeza, la domina cuando evoca la memoria de su hogar y de su familia; la orfandad arranca las notas mas sentidas de su canto y entónces el sollozo de su corazón parece el ritmo dé la sole­dad. Este verso está empapado en lágrimas del alma:

Padre, madre, hermanos- ¡ay!. . . .El recuerdo fie su amado, cuyos restos yacen al

pié de un verde ubirapitá, vigoriza paulatinamen­te el temple de su espíritu; el valor del héroe reac­ciona sobre su corazón espirante y un destello de la gloria del soldado, que ha muerto, sí, pero que no se ha rendido, viene á iluminar la noche de su infortunio y á.despertar el orgullo de haber sida amada por aquel

................... . «que combatióComo un héroe en el Timbó.»

Se goza enumerando sus glorias, y cuando llega á hablar de su muerte, parece que la chispa de la ira brilla-trèmula en su mirada y que el despecho mas profundo la dicta una imprecación, que lo mis­mo puede ser una amenaza que una amarga ironía* Al héroe del Timbó, al mas valiente de los solda­dos paraguayos, á aquel que fué el último en salir de Curuzú y de Humaitá.. . . Creemos ver su pié descalzo y breve, hiriendo el suelo sagrado de la patria:

¡Lo mataron los cambá!Estas transiciones, espresadas de una manera ad­

mirable por su naturalidad, dada la situación psi­cológica de la jóven paraguaya, constituyen, á nuestro juicio, el mérito artístico do la canción del del Sr. Guido. ;

E l sentimiento que domina d la huérfana es uno; sus manifestaciones son múltiples: ora brille la lá­grima en sus párpados, ora se alcen sus ojos al cie­lo, ora su gesto sea modelado por un sentimiento de despecho y de venganza, N e n ia aparece siempre cándida, siempre melancólica, eomo un rayo de lu ­na sobre una mancha de sangre.

IY

Creemos que la producción del Sr. Guido, que acabamos de estudiar, no tiene rival en su género, al menos en nuestro idioma; y que el asunto que canta, la sencillez de sus jiros y el arte con que está escrita, oculto por la fluidez del verso, la ha­rán pasar á la posteridad; no como el jemido deunt alma sola, sinó eomo una frase palpitante, recoci­da de los lábios de un pueblo en agonia.

N en ia despertará siempre en todas partes y en todo tiempo, un recuerdo cariñoso y triste; por­que el dolor, hijo de la naturaleza, del hombre, jamás llega á filtrarse en el alma sin producir una modificación simpática.. . . . . Es que le amamoscomo cosa nuestra! Por eso, observa Lamartine, la lira de todos los poétas ha sido siempre mas pró­diga en sollozos que en sonrisas.

La felicidad en la tierra no es mas que un tra- ; sunto del cielo, breve y luminosa como el relám­pago, dulce y furtiva, como los sueños.

R afa e l Ob l ig a d ©.

Buenos Aires—Enero de 1875.

E lv ira

HISTORIA DE UNA NIÑA DESGRACIADA

A ..........

I

—Si la hubieras conocido!. . . .medecía, no tengo presente que tarde, del mes de Diciembre, de no recuerdo que año, mi amigo Enrique, mientras con­templábamos, yo, entre admirado y curioso, él en­tre triste y meditabundo, un suntuoso monumento funerario del cementerio dé ***, cuya inscripción.; por lo breve, hubo de atraer mi vista y hacerme ar­der en deseos de conocer á quien pertenecía el cuer­po que aquel mármol encerraba.

E l v i r a . . .Héahí todo el detalle, toda la historia, eon qu©

los vivos legaban aquel ciierpo á la posteridad.—Su vida es todo una leyenda; si la conocieras!

..........volvió á exclamar Enrique^ como desper­tando de aquella especie de éxtasis contemplati­vo en que sefparecía hallarse.

—La conociste tú, por ventura?

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LAl R E V IS T A U H U O U AYA 2T

—La conocí; ahora solo me queda su recuerdo, dijo suspirando Enrique,

~ Ea! sentémonos y me la contarás, contesté; y diciendo y haciendo colocamos ámbos nuestros pa filíelos son re la blanca y arenosa alfombra del ca­mino, dispuesto yo á escucharle y él, como quien evoca recuerdos que quisiera en vano desechar:

La tarde estaba hermosa; qué digo? hermosísi­ma, y hasta estoy por decir que seductora. Al calor sofocante que habia reinado en el dia, suce ̂dia una atmósfera agradable, embalsamada con e l aroma de las mil flores de aquel jardin, que nues­tros cuerpos habían de contribuir á enriquecer, y purificado el ambiente por las frescas brisas con que el vecino mar nos brindaba, mientras el sol iba á ocultarse allá en sus azuladas ondas.

El Cementerio estaba solo; nadie sino nosotros respiraba por aquellos sitios.

Yeíanse todavía frescas, lozanas las coro­nas de siempre-viva, esa especie de tributo anual, migajas de la mundanal miseria, que la sociedad arroja à la mansión de los muertos, sin duda para hacer menos terrible el espectáculo de aquellos ni­chos que parecen esclamar al vernos ¡te e&pero!

Estaban aun marcadas las huellas, delineadas las pisadas en la movediza arena y esparcidos aquí y allá los restos y girones de las galas con que el pueblo irreverente se atavia, para concurrir á esa Tornería que llaman Dia de difuntos, de ese dia, en que todo se tiene presente, ménos en que está des­tinado á cumplimentar los carcomidos huesos de los que fueron nuestros hermanos ea la tierra*

Estrafío contraste. . . . . .Hasta allí queremos llegar ostentando la vani­

dad y el orgullo que nos rodean en esta vida mez­quina y transitoria; hasta allí se hiergue altanero, despreciativo y humillante el esquitado monumen­to del r ic o .. . . junto á él, pasa desapercibido, de­saparece ignorado, el mezquino lefio que.señala por que punto de la tierra ha desaparecido el cadáver del mendigo. . . .

¡,A.quí estoy, comò tú! parece querer decir, ei a l­tivo millonario, el aristócrata, al contemplar al desheredado de la fortuna; pero mientras tu cuerpo vá á confundirse y perderse mezclándose con la tierra,.. . . el mio, permanecerá intacto encerrado en este lecho de mármol que respetarán los siglos.

Tal, mas ó ménos reflexionaba yo, cuando trope­zando de nuevo mi vista con las letras del sepul­cro que tenia delante pronuncié maquinalmente— E l v ir a ! . . . .

-í-¡Pobre E l v ir a ! murmuró entonces Enrique, que habia permanecido. Silencioso; ángel pasaste por la tierra sin empañar siquiera el cristal de tu pureza, flor que arrancada á los jardines del Eden y trasplantada al desierto de la' vida, caíste al so­plo envenenado de la sociedad, alejándote de este mundo indigno de poseerte. . . .

Así hablaba Enrique, miéntras yo, mirándole con estrañeza, no acertaba á comprenderle, »

Pasáronse algunos minutos, hasta que al fln haciendo un esfuerzo y como quien recuerda una página grabada en el corazón, me habló de esta manera :

I I

Dócil y cariñosa, pura é inocente, con la pro­venía! sonrisa en los entre abiertos láhios, Elvira, la pequeña Elvira, era desde sus mas tiernos años, una de esas criaturas que atraen con sus caricias que embelesan con sus gracias.

Siempre atareada y afanosa, la hubieras visto, ora empeñada en coser vestidos para sus muñecas, ora prodigando mil cuidados á Leow, su perro fa­vorito y el único fiel compañero de sus infantiles juegos.

¡Cuántas veces no me deleité contemplándola prodigar su reducido tesoro en manos de algún mendigo y después bajar humildemente los ojos á las reconvenciones que su aya la dirigía por este exceso de caridad !

El aya, he aquí el tipo mas acabado de la mu­jer intolerante é intolerable; mujer á quien los años, por una parte y las diversas enfermedades, que triunfaran en su cuerpo por otra, hablan secado su corazón á toda las dulces emociones, á todos los buenos propósitos.

A esta mujer, vieja, beata y regañona; cuya alma encartonaran los sufrimientos y los desen­gaños, se habia encargado la dirección de aquel ser, que abría su corazón como la flor sus pétálos, para recibir el rocío vivificante de las tiernas afecciones.

Pero el carácter de Elvira, habia sabido salir ile­so, y neutralizar los efectos que podía engendrarla aquella madre de alquiler, con su ejemplo y su doc­trina.

Su inocencia misma parecía,rechazar aquella en­señanza, que hubiera destruido en gérmen todo lo

grande, todo lo sublime que atesora el corazón del niño, en la feliz alborada ¡de nuestra vida.

Leer, rezar, ser sumisa y obediente;___ he ahítodo lo que Elvira pudo utilizar de las lecciones de su aya.

Lo primero constituía las tres cuartas parte de sus diarias ocupaciones; lo, segundo lo debia mas que toda, á su carácter de suyo bondadoso y apa ctble.

El perro, el aya y las muñecas. . . . he ahí concre­tada toda la.sociedad, permítaseme decirlo, toda la familia, que la suerte había deparado á Elvira en los primeros años de su infancia.

Estraña por completo á esas impresiones que so producen en nuestro ánimo:, cuando recibirnos las. benditas caricias de una madre tierna, cuando es­cuchamos de sus ílábios evangélicos los saivadores consejos que la dieta su experiencia, cuando radian­te de gozo y de entusiasmo nos contempla embele sados; ó ya cuando solícita y cariñosa vela á nues­tro lado miéntras nos adormece con sus cánticos, ó cuenta ansiosa los latidos de nuestro corazón. . . . . . ,

—Y E ivira no tenia madre era huérfana tai vez?. . . .me parece que te oigo preguntar.

—Nada de eso¿ ¡Magdalena!. . . . . .¿por qué no nombrarla?

Quisiera hacer abstracción de ella, pero es ñeco sano que la conozcas.

Hay madres que no se comprenden, que son un sarcasmo, Magdalena era una de ellas.

Magdalena era uno do esos seres que no vacila­ría en considerar como fenómenos, sino fueran tan comunes en todas las sociedades presididas por esa falsa aristocracia, ávida de lujo y disipación, que encubre sus vicios con oro y cree deslumbrar con el brillo de sús diamantes ai osado que se atreve á acercarse á ella, que la mira, que la estudia, des­preciando el misterio que la rodea. Uno de esos seres, que todo lo sacrifican, todo lo posponen á esa fiebre de lucir, de brillar, que los domina sin abandonarlos jamás, en todos los momentos de su vida.

Ser el ídolo de la sociedad de buen tono, la admi­ración de los salones, el protó-tipo de la moda y de la elegancia, atraer todas las miradas en Solis.t haciendo olvidar el palco escénico por su- palco, ser la envidia de las de su sexo en el Club, en una noche de baile ó de concierto,. S¡ * hé ahí el ideal de Magdalena.

Fácilmente comprenderás, que un ser como El­vira, todo inocencia y candor, al lado de una mu­jer como su madre, pura vanidad, puro artificio, debían ofrecer, el contraste mas notable y digno de estudiarse detenidamente.

Decirte que Magdalena estaba desprovista de to­das las condiciones que constituyen el ángel del hogar, seria repetirte lo que te tengo dicho.

Además ¿cómo hacer el sacrificio de abandonar el campo de sus triunfos, para arrinconarse en su hogar, ciñéndose á educar una niña de pocos años, y un marido antidiluviano?

Entre tanto Elvira iba creciendo y cada año que transcurría, era un nuevo encanto que la natura leza agregaba á los muchos con que ya la habia do­tado.

J. C. R.( Continuará.)

O je a d o , s o b r e l o l i t e r a í n r a

Cuando se ha dicho que la literatura es la espre- sion de la sociedad, no se ha querido decir que ella reflejaba tan solo los vicios que encierra; no, porque entonces la, literatura tendría por misión sembrar el escándalo como elemento de regenera­ción, y la regeneración vendría á ser la familiariza- cion del vicio,

Ni la antigua literatura ni la moderna han tenido tal misión.

Según han sido las creencias de los pueblos, la literatura ha tenido que ser el reflejo de ellas y comunicarles el sello de sus aspiraciones.

El mundo antiguo está representado por la lite­ratura griega. La literatura griega fué el ideal, la enseñanza de la literatura latina. Entre una y otra no haymas diferencia que ser la segunda una imi­tación de la primera.

El mundo griego fué la ©spresion fiel amor á lo bello en la poesía en las artes y en las formas, se­gún las creencias paganas. Esas creencias limita­ban el vuelo inmortal del alma al perfeccionamien­to de las formas.

De ahí es que esa literatura tenia ¡por base la observación del mundo material. La inteligencia se apoderaba de las impresiones que los sentidos recibían, y del estudio de ellas salía la creación fantástica de la perfección de la materia, que res­pondía á la aspiración por lo bello en los objetos puestos al alcance dé los sentidos.

Una sociedad que materializaba el ideal de sus aspiraciones no podía dejar de alcanzar la perfec­ción, reflejando en la literatura, en las artes, en los gustos el bello ideal do las necesidades de los sen­tidos.

Por eso es que la sociedad griega no ha tenido quien la supere en los modelos que dejó en bellas artes, ni en poesía. El Partenon, el Apolo del Bel- veder, el Jupiter de Fidias, la Iliada ds Homero son modelos de arquitectura,.de estatuaria, de poe­sía que no han vuelto á reproducirse, ni por los ro­manos quo se apoderaron de aquella civilización* ni por los modernos que la tomaron en parte.

Era que qsa literatura reflejaba la sencillez, la vida inspirada por la contemplación de la natura-

: leza, y no alcanzaba á mas que á ©apresar el amor perfecto á lo bello de lo esterno, de las formas, ideal que las creencias sensualizaban para darse cuenta del Olimpo material en que creían.

Con la caída ¡del paganismo, el mundo antiguo fué vencido por la victoria del cristianismo, y en-

; jtónees estas creencias que desligaban el alma de las ideas materialistas, vino áformar de los pueblos sociedades que buscaban la perfección- en el mun­do infinito del espíritu.

Desde entonces la literatura tuvo que ser eljrefle- jo do esas aspiraciones que no encuentran el ideal j|én el perfeccionar liento del ser moral, puesto en

| contacto con el mundo invisible.Las primeras manifestaciones de esta literatura

las encontramos en los tiempos de la edad media, cuando con la caída del Imperio Romano, desapa­recieron sus obras dejando á las sociedades que sa­lían de la mezcla dnl elemento bárbaro, en la oscu­ridad del pasado. Esa literatura fué la espresion original de la vida de aquellos pueblos en su amor por el heroísmo personal, por la fuerza bruta y á la vez de los sentimientos engendrados por las nue­vas creencias, qtíé les hacia contemplativos de la

^eternidad y daban espansion á las nuevas cualida­des del espíritu, al amor del alma sobre el deseo- de los sentidos, al honor del caballero sobre la per­fección de las formas, á la aspiración indefinida de un mundo ideal que condenaba la materialización^ de la vida futura.

Esa literatura,, sin modelos que imitar, entregad» á su propia inspiración, quedó consignada en los romances de la caballería, en las canciones de sus trovadores. No imitó, no tuvo reglas á que ceñirse £ fué melancólica como el aislamiento del alma ahu­yentada del contacto de los infiernos ó de la espe­ranza de la gloria. Fué heroica como el culto por e l valor individual que se ponía ál servicio del ho­nor. Fué tierna como el amor que inspiraba la mu­jer, salida del estado degradante del sensualismo á que la redujera la sociedad antigua, perfecciona­da por la moralización de los sentimientos, por la

'dignificación del corazón.Ariosto es el poema de aquella edad que pinta

al caballero; Tasso el que nos diviniza la mujer en la creación de su Armida; Dante el que nos reve­la el horror de las creencias sobre la eternidad de los infiernos; la arquitectura gótica, la que nos es- presa la aspiración moral de aquella edad en sus Arcos de filigrana y en sus espirales aéreos que re­presentan la ascención del espíritu hácia el.infinito.

Fot eso, esa literatura fué nueva cómo la creen­cia que le daba vida; y es desde entonces que pue­de señalarse la primer aparición del romanticismo, escuela que rompiendo con el viejo mundo en ideas en gustos, en aspiraciones, daba existencia á los brotes espontáneos de la inteligencia, dominapa por la contemplación de la naturaleza que habia dejado de ser el palacio de los antiguos, y so con ; vertia en una morada que preparaba á buscar el Olimpo en las regiones de los mundos y de los so­

des que rodanen la bóveda celeste.La literatura . antigua habia desaparecido para

los pueblos 4© la edad media, pero no para los monjes que vivían fuera del contacto de sus con­temporáneos y salvaban en sus claustros el legado de los escritores griegos y latinos.

Los monjes cultivaban su inteligencia leyendo las obras dé la antigüedad ; y por eso sus gustos, sus escritos, no eran los que reflejaban la época en que vivían sino la época que habia muerto.

¡Sin aspiración propia, encadenados por la lite­ratura latina, al mismo tiempo que los pueblos creában la literatura romántica, los monjes crea­ban la literatura clásica, que no era otra cosa que una indigesta copiado los autores antiguos, cuya mérito estaba en ostentar erudición, someter el pen­samiento propio al pensamiento ajeno y sacrificar á la belleza las formas, á las reglas de composi­ción la espontaneidad del espíritu libre.

La literaturadel renacimiento, que sucedió á la vida de las sociedadesjfeudales,tuvo que ser clásica, porque abjuró el imperio de la razón, no tuvo e le­mentos propios en qué inspirarse, y fué obligada á sustentarse de la contemplación del mando anti­guo.

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L A R E V IS T A U R U G U A YA28

Cuando los fpueblos salieron de esa tumba del pasado, sintieron la necesidad de la vida del de­recho; entonces su literatura dejó de ser clásica, fue la espresion de las investigaciones filosóficas, de las necesidades que se sentían por el amor á la libertad, fué política y soeial, revelando en sus entrañas la preñez de la revolución.

Desde entonces la literatura moderna tuvo una misión distinta de la antigua.

Esta habla sido sensual, limitada en sus aspira­ciones materiales, desconociendo el amor moral, sacrificándolo todo á lo bello de las formas.

Aquello vino á ser espiritual, sin límites en el espacio, tomando por móvil el amor 'cómo base «orgánica de la familia, y la libertad corno funda­mento de la organización de las sociedades.

Por eso es que la literatura moderna, para res­ponder á las necesidades del espíritu libre, tiene por misión en sus composiciones, reflejar los vicios para condenarlos, estudiar sus causas para comba­tirlas; y el modo como las combate es reflejando á la vez las virtudes sociales para presentar el cho­que entre esas manifestaciones del organismo ' hu­mano, dando el triunfo á los sentimientos mo­rales.

La literatura moderna sería aun poca cosa, si ella se limitase á tomar las manifestaciones tangi­bles de las asociaciones.

Tiene que inspirarse en lá realidad para ideali­zarla, apoderarse del coraron para conmoverle en pro de la perfectabilidad, ilustrar la inteligencia para purificar las acciones y acabar por lanzar el pensamiento á las regiones poéticas de lo bello, creadas por el esfuerzo de la imaginación.

M anuel B il b a o .

V A R I E D A D E S

$*& 'SJaaiversfíIsifiS «Je la S S epú blftea y e ! seeaor d o n « fo s é a®. ¥ a r e l a

Impulsado por el amor que profeso ála verdad, y cumpliendo con el sagrado deber de defendedla; voy á combatir lo que en mi concepto es un error; voy á contrarestar aserciones falsas y hasta juicios inconscientes, juicios y errores tanto mas graves cuanto que han sido cometidos por persona ilustra­da y que goza de bastante reputación entre no-

- sotras.Don José P. Varela, en su obra «La Educación»

del «Pueblo», dedica un artículo ála Universidad de la República, y ese artículo concluye más ó menos con estas palabras.... .. Pero contra nuestro pro­pósito nos detenemos á hacer observaciones que, acaso, para no parecer inexactas necesitarían mas estensos desarrollos.—«Esto seria suficiente para inducir la falsedad de todos los asertos que el se­ñor Yarela ha hecho con respecto á la Universi­dad,

Ese colorido vago que deja reflejar sobre su ar­tículo por sus últimas palabras, muestran de un modo evidente que el señor Yarela no estaba segu­ro d é lo que decía, no tenia conocimiento decau­sa y hablaba inconscientemente, como paso á de­mostrarlo. ; 7

El señor Yarela no tuvo razón para lamen­tarse de que el corto espacio no le permitiese darle mas desarrollo á sus ideas para que parecie­sen exactas.

La luz clara dé la verdad brilla en todas partes y se destaca del mismo modo sea cual sea él núme­ro de palabras que sirvan para espresarla; el señor Yarela siémpre habría faltado á ella diciendo como dijo que en el aula de Química no había ni un solo aparato y que solo los mimados de la posición ó la fortuna subían con planta mas ó menos firme las gradas del templo de la ciencia.

Lamento sobremanera que al censurar los defectos de nuestra Universidad, y ponerlos de manifiesto se exajeren de tal modo, nasta llegar á faltar á los dictados supremos de la conciencia humana, á las cualidades mas general del espoáitór, que dá á co­nocer hechos verdaderos, y lo que es mas, faltar sin cuidado á ese sublime ideal de las sociedades de la época, faltar á la verdad, sin rebozo y con énfasis como que se estuviera muy seguro de lo que se establecía.

* Empezaré por decir que no es cierto lo que ase­gura el Sr. Yarela que en el aula de química no haya ni un sólo aparato, pues, como decía muy bien un estudiante que escribió sobre este mismo asunto, se hacen od clase casi todos los experimen­tos que trae indicados M. Troost, texto arreglado para la 2. ° enseñanza en París. Si el Sr. Yarela quiere cerciorarse de la verdad no tiene mas que dar un paseo por la Universidad y se convencerá que estaba en error.

l*o es cierto tampoco lo que afirma el Sr. Ya­rela cuando dice que solo los mimados de la posi­

ción y de la fortuna suben con planta mas ó menos firme las gradas del templo de la ciencia. EL que escribe estas líneas, como muchos otros, quiz i no hayan tenido muchas veces, para comprar los li­bros mas necesariosy sin embargo estudiamos; el deseo innato, de aprender en nosotros secundado por nuestra libertad, ha tenido la fuerza suficien­te para vencer las mil dificultades que se oponían á nuestra aspiración bien generosa y lejítima por cierto.

También dice el señor Yarela que no hay facul­tad de filosofía, sin duda será por que el ostudio de esa materia entro nosotros no comprende tam­bién el de las matemáticas, mineralogía, química y otras ciencias semejantes, como sucede en Ber­lín y otras universidades de Europa; lejos estoy de participar de esa opinión, por mas autorizada que sea.

Creo, como lo sostendré si necesario fuera, que el objeto primordial de la filosofía debe ser el es­píritu humano, sus diversos caracteres y desarro­llos y las relaciones de este con la causa primera y con el mundo sensible; la filosofía, ciencia eminen­temente racional, no debe ocuparse de la forma plástica de los cuerpos de los minerales ni de las reacciones químicas, eso seria descender de su nivel, seria materializar, por decirlo así, el estudio filosófico; al filósofo le basta saber que existen esos cuerpos, esos minerales y esas reacciones para que dé libre vuelo á su pensamiento, se desarrolle su espíritu y forme ideas, juicios y raciocinios.

La ciencia filosófica no se estudia en nuestra universidad mas que dos años, pero, aunque se juzgue que el tiempo es limitado, el que quiere aprender aprende.........

El señor Yarda afirma también que es ilegítima la existencia de la Universidad porque la educa­ción primaria no está al alcance de todos. La ra zon que da no me parece que tenga gran alcance, y me propongo combatirla en mejor oportunidad con datos numéricos y raciocinios lógicos, pues no me parece tarea difícil impugnar las opiniones ó juicios falsos que se ¡emitan, acerca de la Univer­sidad, por personas que no conocen ni saben lo que pasa en ella.

Otro Estudiante.Montevideo, Enero 16 de 1874.

N ECROLOGIA

Dr. 1$. F lo ren tino 6 o iiza lcz

F lorentino Go n zález , «una de esas robustas inteligencias qüe se han aplicado en el exámen y descubrimiento de la verdad, interrogando la filo • sofía moral y las ciencias naturales, la jurispru­dencia civil y la teología, la diplomacia en todos sus ramos y la literatura, la ciencia constitucional y administrativa y el arte de la política. Ese acti­vo obrero de la civilización que lia sido abogado, profesor, periodista, viajero, ministro de Estado,- agente diplomático, legislador, orador, historia­dor, empresario de obras de importancia general para el comercio del mundo » acaba de fallecer en la ciudad de Buenos Aires á la avanzada edad de seterta y tantos año 3.

F lorentino Go n zá l e z , no había cumplido aun cinco años cuando estalló en el lugar de su na­cimiento, la provincia del Socorro, en Nueva Gra­nada, el movimiento revolucionario de 1810.

El niño no oia hablar sino dé libertad, se le ponían en sus manos los libros de historia de las antiguas Repúblicas, las traducciones de los epi­sodios de la guerra de la Independencia de la América anglo-sajona, como de los acontecimien­tos déla Revolución francesa, sublimes unos, san­grientos otros. Se le enseño á leer en una obra española que contenia la exposición y ei comen­tario de los derechos del hombre. Esto explica el entusiasmo, cási diríamos el fanatismo con que Gon zález defendió siempre la libertad aun en una época en que nadie pensaba en atacarla.

En 1816 los tercios republicanos sufrieron un revés en Cachiri, y muchas fueron las familias que se vieron obligadas á emigrar, entre ellas la de Go n zá l e z , que se dirigió á las desiertas llanuras de Casanare. El padre de González se reunió en Apure con los batallones patriotas que aún conti­nuaban lidiando por la independencia y murió po­co tiempo después.

El doctor Gon zález quedó recomendado á un sacerdote de los pueblos de Casanare, y allí perma necio hasta fines de 1819 que fué á reunirse con su familia á Bogotá.

De 1816 á 1819, los edificios de los colegios fue­ron convertidos en cuarteles y prisiones, y solo ha-

bia un establecimiento en que sedaban lecciones de gramática latina, de filosofía peripatética y de derecho. G on zález fué uno de los alumnos de ese establecimiento hasta que, Bolívar vencedor en Boyacá, entró en Bogotá el 10 dé Agosto de 1819. Entonces Gon zález sentó plaza de .cadete en el batallón que estaba encargado de la custodia de los prisioneros hechos en Boyacá, y entre los cua­les se hallaba el general Barreño.

Permaneció en él hasta mediados de Octubre en que conmovido y horrorizado do la ejecución de' los prisioneros, á cuya tristísima ceremonia tuvo que asistir, pidió se le diera de baja; y entró entonces en el colegio de San Bartolomé dondo continuó su carrera.

En 1825 recibió los grados de Bachiller, licen­ciado y doctor en jurisprudencia.

Por ’aquella época empezaron á ser mas marca­das las divisiones de los partidos Boliviano y San- tanderista, y el doctor Gon zález se afilió á este último que, apoderado de la prensa hacia una guerra cruda al partido contrario.

EL redactor de El Conductor <à 1 señor Azuero fué atacado en una calle pùb ica por un oficial. El es­critor se vi ó obligado á alejarse del teatro de la lucha, y el periódico iba á morir euando GONZA­LEZ se presentó y dijo á Azuero: |

«El periódico no debe suspenderse, suceda lo que sucediere».

«¿Quién se atreverá á redactarlo? observó Azuero».«Yo, repuso Go n z á l e z».«Bien! replicó aquel; y mi imprenta está á su dis-

«posnioñ puesto que usted acepta tan difícil ta- «réa.»

G onzález continuó en 1827 la redacción de E l Conductor, hasta que el señor Azuero dispuso de su establecimiento tipográfico. Al mismo tiempo regenteaba en la universidad de Bogotá la cátedra de legislación civil y penal, esplicando y soste­niendo en el aula la ciencia de la legislación de Bentham; pero en sus últimas lecciones enseñó que la utilidad que debe consultarse es la que re­sulta á la comunidad y no al individuo que ejercita el acto.

Gon zález tomó parte activa en la conspiración del 25 de Setiembre de 1828 contra la vida de Bo­lívar, impidiendo en esa noche que sus compañe­ros ultrajesen á una señora que Bolívar cortejaba. Esta conducta hizo que so le tratase con menos rigor que á otros, y fué condenado á la detención solita- ̂ria en los castillos de Bocachica, donde permane­ció 18 meses, hasta que ei mismo Bolívar le hizo poner en libertad.

El doctor Go n zález , sin embargo, ha confe­sado el error en que incurrió, afiliándose á esa criminal conjuración.

Se dirigió luego á Caracas y el Gobierno le con­fió la redacción de la Caceta oficial.

En 1830 regresó á su patria y fué nombrado se­cretario de la Convención constituyente. Dotado de una memoria prodigiosa redactaba todos los discursos pronunciados,7al levantarse cada sesión.

En seguida fué redactor de la Gaceta do la Nueva Granada, tarea que desempeñó durante un año.. En 1833 fué elegido diputado al Congreso, y desde ese mismo año hasta 1840 sirvió e’n la uni­versidad de Bogotá las clases de derecho constitu­cional, ciencia administrativa y derecho interna­cional.

Poco después fué nombrado ofipiai mayor de la secretaria de hacienda. En 1835 pasó con el mismo carácter á la de lo Interior y de Relaciones Exte­riores.

En 1836 fué llamado por el presidente Santander como gefe del Departamento fiel Interior y de Relaciones Exteriores; y tres meses mas tarde se encargó de la cartera de Hacienda, en reemplazo del Dr. Soto.

Poco tiempo después fué nombrado gobernador de Bogotá, y luego figuró como diputado y per- sonero de esa provincia. Por aquella época redactó El Constitucional, en colaboración con los señores Rufino Cuervo y Alejandro Yeles, redactando mas tarde El Cachaco y la Bandera Nacional.

En 1839 y 1840 redactó El Correo, periódico que escrito: con suma habilidad sostenía los sanos principios económicos y fué uno de los que por primera vez sostuvieron la justa y racional idea de separar completamente la Iglesia del Estado.

En 1839 fué elegido rector de la universidad; puesto que no entró á desempeñar, porque el señor Presidente Márquez declaró que él era incompati­ble con el de diputado.

Poco después se acusó á Gon zález do compli­cidad en una revolución y fué reducido á prisión como conspirador. Dos meses estuvo en la cárcel y no encontrándose prueba alguna contra él fué puesto en libertad. Sin embargo, se le quiso redu­cir de nuevo á prisión; pero ya estaba asilado en la Legación norte-americana, y en febrero de 1841 salió de Bogotá con dirección al Yiejo Mundo.

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L A R E V IS T A U R U G U A YA 29

Regresó á Bogotá en 1846 y faé nombrado jefe -del departamento de hacienda del que hizo dimi­sión en 1848.

Entonces se le nombró representante del go­bierno Neogranadino cerca del de la república francesa; donde permaneció hasta 1850, época en que el general López le envió sus letras de retiro.

Se encaminó á Panamá, y allí ejerció algún tiem­po la abogacía. En 1851 fué á Bogotá á solicitar privilegio para la apertura de un canal que pusiera en comunicación los dos mai es por la pro­vincia del Chocó, privilegio que le fué otorgado. En ese mismo año promovió numerosos meetings en la eapital, á fin de tomar las necesarias medidas para dar protección á las personas y á las propie­dades.

Habiendo regresado á Europa se asoció en Lon­dres con Sir Charles Fox, y juntos organizaron la comisión exploradora que Hizo los primeros es­tudios del Darien.

fin 1852, fué elegido senador y después de ha­ber desempeñado la comisión que le encargaron desde Londres para hacer la adquisición de algu­nas minas de oro en Antioquia, fué á tomar asien­to en el Senado contribuyendo á que se sanciona­ra la constitución do aquel año.

Este nuevo servicio de nada lo valió, pues el famoso Obando, olvidando que Go n zález había sido uno do sus antiguos amigos, le hizo atacar «n una calle pública, donde le dejaren por muerto.

Regresó á Europa, v en 1854 resultó electo pro­curador general de la Nación, obteniendo nada menos que 80,000 votos. Por aquel entonces Oban­do había hecho una revolución para proclamarse dictador; había sido vencido; y á Gon zález tocó acusarlo ante la suprema corte de justicia.

En 1858 fué nombrado procurador especial para defender el pleito que tenia él fisco contra lá com­pañía del ferrocarril de Panamá, el que ganó en todas las instancias.

Estando de procurador general de la nación, tuvo, dice Torres Caieedo, la desventurada idea de proponer la anexión de la república á los Estados- ÍJnidos de la América anglo-sajona.

En í 859 fué nombrado ministro plenipotenciario cerca del gobierno del Perú, y habiendo pasado a Chile ejerció sus funciones diplomáticas hasta 1861. Éasó luego á Yalparaiso donde ejerció con. brillo y fruto la abogacía habiéndose últimamente radicado en la ciudad de Buenos-Ayres donde era estimado y considerado por sus talentos, virtudes y servicios al país. Regenteába la cátedra de De­recho Constitucional en la Universidad de dicha

-ciudad.Hemos sido .su; discípulo, y la bondad de su al­

ma se dejaba ver en esos momentos en que consa­grábamos nuestro espíritu al e lud ió-de esa cien­cia que tanto ha honrado y on que tanto ha des­collado.

iSentimos qne en las columnas de La R e v ist a no haya mas espacio, porque de otro modo nos deten­dríamos á hablar de las obras que dio á luz este «eminente Neogranadino. (1)

A. P.Montevideo, Enero 12 de 1874.

(1) Todos éstos apuntes son- tomados casi al pié de la letra de la obra del señor don J. M. Torres Cáicédó titulada En­sayos Biográficos etc

H I S T O R I A N A C I O N A L

ISreve na^tlcia da la vida del íI»eí»B* ~M. b á m a s o AfinícEaSo íjftsv a ija g 'tii, V I- cario Apostòlico,?;,y Prcitconotado Apostòlico, Piotarlo (Sc ia Nasuta •*Se en el Estado .©ridatali del ÍIru» ^gTBiay.

• (Conclusióni.)

La bondad de su corazón ño tenia límites. Era incapaz de ofender ni dañar á nadie; y siempre estaba dispuesto á servir á su prójimo : ni había para él mayor placer que hacerle bien. No cree­mos que haya un solo viviente humano que pue­bla decir: el Padre Larráñaga me hizo este mal, m e ofendió en esto; mientras sen infinitos los que -se hallarán que han recibido los efectos de su ex cesiva beneficencia. Y no es decir que esa ausen­c ia de pasiones, y esa incapacidad para dañar á na­die procediese de alguna apatia ó frialdad nativa.

No: el Padre Larrañaga era dotado derma ex­tremada sensibilidad, y tenia mucho calor en el alma; pero esta alma angelical le dejaba afectos .solo para lo bueno, y lo hacia vivir mas bien para los demás, que para sí.

Si de estas y otras virtudes sociales que seria largo describir, pasamos álas religiosas, no lo en­contraremos menos ejemplar y digno de sor vene­nado. Sin ser un ascético austero, su piedad era

sincera y sólida, y tenia gran celo por la Religión Católica (i). Su ilustración, es verdad, no le per­mitió nunca ser fanático, ni supersticioso. Culti­vaba las ciencias y tomaba parte en la política; pero en esto mismo se manifestaba siempre poseí do del espíritu de la religión que profesaba. Su aplicación á las ciencias era sin deseo de ostenta­ción y sin vanidad, y solo por pura recreación y por utilidad que de ello podía sacar para sus seme­jantes; y sus procedimientos políticos estaban exen­tos de toda ambición y se encaminaban al mismo fin. El sacerdote acompañaba siempre ai político. Asi es que, Ministro de una religión de paz, y re­pugnando los espedientes violentos y los remedios extremos, se presentó con frecuencia en nuestras disensiones y luchas intestinas con el carácter de un conciliador.

De su humildad y mansedumbre evangélica di­remos solo que eran tanto mas notables, cuanto que residían en un espíritu elevado, lleno de ilustración, cargado do méritos, y condecorado con altas dignidades.

Su desprendimiento y desinterés, y el desprecio con que miraba las vanidades humanas, .eran iguale« ásugrafade caridad. Ejercía esta con todo el mundo, y de tal manera, que insensible á sus propias privaciones, se afligía amargamente cuan­do no pedia aliviar al pobre y al desvalido que lo buscaban. Quienes lo han visto llorar entonces, y entristecer aquel rostro al que ninguna adversi­dad privó de su habitual sonrisa han podido sola­mente formar juicio cabal de su ardiente caridad.

Nada ba sido mas apropósito para mostrar el fon­do religioso del Padre Larrañaga, que esa resigna eion, y conformidad inal terable con que supo lle­var la privación de la vista, y los achaques qué lo acompañaron por mas de veinte años. Ni un solo dia, ni un solo momento se le notó la menor impaciencia, el menor abatimiento y disgusto. Ja­mas salió de sus lábios la mas leve queja por su situación. Lá tranquilidad, la alegría, ía satisfac­ción brillaban siempre en aquel rostro verdadera­mente apostólico, do tal manera* que inspiraban el respeto y la admiración de quien lo veiá. Ad­mirable prueba de la cristiana fortaleza de un hombre que supo atravesar una «época en gran parte borrascosa y desdichada, con la serenidad de un filósofo, y con la pureza* de un ángel!! .

Los- 'conocimientos del Padre Larráñaga eran extensos y generales, tanto en las ciencias sagra­das como profanas. Él había recorrido los amenos campos de la literatura, internándose en las cieü- cias exactas, profundizando en las naturales, y fa­miliarizándose con las morales y políticas. Sobre­salía especialmente en la botánica, ciencia que amaba mucho, y que había cultivado con fruto. Es de esperarse que, éntre sus papeles se encon­trarán algunos manuscritos dignos de ver la luz pública; y no dudamos que les deudos ilustrados á cuyo poder felizmente han ido, liarán de ellos el uso conveniente.

Su saber nada vulgar en historia natural le trajo la correspondencia con ilustres natural stas con­temporáneos, tales como Humboldt, Cuvier, St. Hilaire y otros; y le valió el nombramiento de Socio corresponsal de la Sociedad de Historia Na­tural de París, con la que se comunicaba, y déla que recibió mas de una demostración del aprecio que hacia dé él, y de la gran confianza que ponía en sus informes,

Sólo Ips que han tenido la intimidad, y manteni­do comunicación literaria con él, han podido.co­nocer la extensión y variedad de su instrucción.

Nosotros mismos se lo hemos aplicado al princi­pio de este artículo: Pues bien, ni lo era, ni ja ­más hubiera querido serlo. Siendo aun joven, un deudo suyo que deseaba verlo aparecer con distin­ción, le ofreció sufragar, todos los gastos que tu­viese quehacer para doctorarse; pero á sus reite­radas instancias, siempre contestó negándose, y diciendo que mas quería ser docto que doctor. Él fué sin embargo también ésto último en el oom- cepto del público, como se ha visto: fie quién úni­camente recibió ese título con que siempre honró é hizo justicia á su saber: condecoración popular mil veces mas honorífica por cierto, que si la hu­biera recibido dé la mas insigne Universidad del Mundo. £

No sabemos que será mas singular y al mismo tiempo mas glorioso, el doctorado conferido á Fran- klin por una corporación científica sin que jamás hubiese él cursado otros estudios que los hechos por sí mismo en su casa, ó el que espontáneamen­te y por una espacie de aclamación concedieron sus conciudadanos al Padre Larrañaga, que había concluido los suyos conforme á los reglamentos universitarios.

Aunque, según hemos dicho, su instrucción era(1) A eso, fuera (le sus demás virtudes debió las dignida­

des que ie confirieron, y últimamente el ser corresponsal de la Propaganda Católica de León de Francia.

extensa y variada, y cultivaba mas ó míenos todas las ciencias en que se habia versado, dába su pre­ferencia á los conocimientos útiles; teniendo par­ticular propensión á reducir á la práctica cuanto concebía con la especulación;, condición propia de todos los entendimientos rectos, y de aquellos hom­bres cuyo espíritu filantrópico les hace tener siem­pre presente, en medio de sus especulaciones, e l bien de sus semejantes.

Tal vez á eso sea que se debiese el poco caso que "hacia dé las galas exteriores, y de ja s super­fluidades halagüeñas, en las ciencias: placiéndose y adoptando siempre la expresión mas breve, mas sencilla, y mas limpia de accesorios innecesarios* *

No está aun determinado de qué manera ejer­cen su influencia las calidades morales del alma sobre el entendimiento, y hasta qué punto alcan­zan á modificarlo. Problema psicológico es esto cuya resolución será siempre muy difícil, porno decir imposible; pero parécenos estar bien averi­guado que esa influencia se ejerce, y algunas veces de un modo poderoso. En efecto ál ver el agudo injenio del Padre Larrañaga siempre apartado de toda malicia y de todo artificio, siempre concibien­do con rectitud las cosas, y siempre desarrollán­dose en dirección ai beneficio del prójimo, preciso es creer que su entendimiento se había puesto al unisono con su alma casta y bondadosa, recibien­do de ella su impulso, su colorido, y ese candor y probidad, si podemos expresarnos así, que se ma­nifestaba en todas sus concepciones.

Su anhelo por el bien público y la prosperidad de su patria fué el mayor que se puede imaginar, de lo que existen señalados monumentos. La casa de la Cuna ó Expósitos de Montevideo, cuya uti­lidad ha sido bien reconocida, fué -instituida por él.—El establecimiento de la Vacuna á él se debe también, en lo principal. Ei fué quien lo promo­vió, y quien lo regularizó del mòdo que se ha conservado después, habiendo corrido bajo su di­rección por mucho tiempo en los principios, hasta dejar acreditado y arraigado en el país este eficaz preservativo contra el terrible azote de la Viruela.

También le es deudora su patria de la introduc­ción del método Lancasteriano en las escuelas, tan apropósito para facilitar la enseñanza primaria en ellas. A su cuidado especial estuvo así mismo en­cargado este otro último establecimiento.

Su empeñosa diligencia pudo realizar la dispo­sición testamentaria del Dr. Perez, porla que or­denaba la erección de una Biblioteca pública, le ­gando para ese efecto una parte de sus bienes. Establecióla en 1815 bajo él Gobierno patrio del General D. José Artigas venciendo dificultades, y haciendo ño pocos sacrificios.

Destruido por la opresora dominación portugue­sa este primer, monumento alzado en nuestra pa­tria-á la ilustración, quiso restablecerlo después; pero no le fué posible por la tenaz resistencia que siempre encontró en el Gobernador militar que mandó en el país durante su dependencia de Por­tugal y del Brasil. Restablecida posteriormente por el Gobierno del Exrao. señor Presidente ac­tual dòn Manuel Gribe, fué Presidente de la Co­misión nombrad a para es e efecto.

Su deseo de ser útil al país abrazaba toda clase de objetos. Decidido á introducir en ‘él varios ve- jetalés útiles, se habia preparado para ejecutar es­ta empresa en una escala extensa, cuando la pérdi­da de la vista trastornó su patriótico designio. Lá introducción de la morera multicauiis, y la cria del gusano de seda, fué uno de los pocos ensayos que pudo hacer; el que ha obtenido el mas feliz resul­tado, aclimatada como está, y convidando con im seguro producto á los que se dediquen á ese impor­tante ramo do industria rural.

Por fin, no habia cósa en qué pudiese hacer bien á su patria, para lo que no estuviese dispuesto con la voluntad mas decidida y constante. ¡Ojalá las facultades y los medios hubiesen correspondi­do á los deseos de este tan virtuoso é ilustre, co- mo llorado Oriental, honra de la República!

[Del Defensor de la Independencia Americana.)

A rtig a s (1)

Cuando contemplo la indiferencia que existe en la mayor parte de mis compatriotas hácia el estu­dio de nuestra historia, no puedo ménos de for­mular desde lo íntimo de mi corazón, una ardoro­sa protesta contra ese desvío, con :ra esa especie de desprecio con que se la quiere relegar en el polvo del olvido.

Vemos, á los miembros do esa juventud ilus­trada que tantos bienes reporta á todos los pue­blos, cooperando con su grandioso óbolo al pro­greso d é la civilización, vemos, repito, á la mayor

(1) Este trabajo fué leipo en la Sociedad Filo-Histórica.!

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30 HA. R E V IS T A U R U G U A Y A

parte de esos- jóvenes entusiastas, remontarse en alas de su inspiración á las encantadoras regiones de la Grecia, ó bien dejarse arrebatar por un sen­timiento de admiración anee las grandes conquis­tas de la poderosa Boma; pero pocas, muy pocas Teces los vemos consagrar su talento, al enalteci­miento de los grandes hombres que han fundado la independencia de nuestra querida patria, para señalar á ios ojos de la.posteridad los errores en

ue han incurrido nuestros gobernantes, enseñan- o así á los que asuman en adelante la dirección

del Estado, la senda por donde llegarán á satisfa­cer las verdaderas aspiraciones del país, á garan tizar fielmente la libertad y los derechos dé los ciudadanos y á estimular el progreso material é intelectual del pueblo*

Y sin embargo, muchas veces nos envanecemos con el recuerdo de nuestro pasado, muchas veces nos abandonamos en alas del entusiasmo al con­templar los heroicos hechos de nuestros predece­sores: pero eso no basta: es preciso que la historia constate 'esos hechos, es necesario que las glorio­sas aeciones de los Artigas, de les Benavides y de muchos otros grandes patriotas no queden sepul­tadas en el abismo de los tiempos, para que su memoria se grabe en el corazón de todos los orientales, para ceñir á sus frentes la enmareesi- ble corona de la gloria.

Quisiera, señores, poder disponer dé la melodiosa lira del inmortal Hornero, para cantar las glorías de mi patria; quisiera poseer la elocuente palabra del célebre Demóstenes para hacer resonar la fama de nuestros héroes por todos los ámbitos del mundo. Pero la triste realidad con su séquito de decepcio­nes y de Verdades, me muestra hasta que punto es ridicula mi ambiciosa pretensión: y apesar de eso, todavía aspiro á remontar la serie de dificultades que se presentan á mi vista, todavía abrigo la es peranza de llevar la con viceion al fondo de mu­chos corazones.

Mis apreciaciones tal vez se resientan de algún tinte de parcialidad; pero esa parcialidad es noble y santa, porque al recuerdo de los. héroes que han fundado la independencia de nuestro país, derra­mando su sangre por la causa sublime de la liber­tad; al recuerdo de las memorables acciones que se han sucedido en la historia del suelo que nos dió vida,•siempre predomina en nuestro corazón un sentimiento de patriotismo, un arranque de amor hácia este suelo, ennoblecido po? las hazañas de tantos grandes hombres ’^regado con la sangre dé tantos heróicos: campeones. ;

Por eso, ésta parcialidad es disculpable, y lo es mas todavía, cuando nuestro espíritu, ensimismán­dose en la contemplación d e , los hechos que han llenado las primeras páginas de nuestra vida polí­tica, vacila, y no sabe d cual dar la preferencia; si á la lucha santa que un pueblo sostiene para re vin­dicar su nacionalidad, desconocida, vilipendiada por el azote implacable de la tiranía, ó bien él de­sinterés y patriotismo del ciudadano virtuoso, que pudiendo conservar en sus manos el mando supre­mo de su país, prefiere retirarse á la vida privada y atraer sobre sí las bendiciones del pueblo, gober­nando legal y equitativamente, que perpetuarse en el poder gue se le ha conferido, recibiendo tan solo por fruto la indignación y el odio. .

Es en esos ejemplos, es en esos hechos que de­bemos inspirarnos si queremos ser útiles á nuestra patria; debemos beber nuestras ideas en las aguas de esa corriente bienhechora, si queremos qué ella.

■ cuente en su seno con •elementos puros é intacha­bles, verdaderos obreros dol progreso que puedan sostener sobre sus hombros el portentoso edificio de la regeneración; pero también es nuestra obliga­ción, protestar contra los errores y los crímenes que desgraciadamente se han sucedido á la faz de esas memorables acciones, aunque Sean cómo la va- ganubé que mantiene oculto á nuestros: ojos, por breves momentos, el astro réfulgente del dia y lúe go se disipa, dejando tan solo tras de sí, una clara prueba de su impotencia, porqué debemos evitar cualquiera mancha que tien da á empañar, aunque sea por corto tiempo el brillo de nuestros trofeos, de nuestras glorias, y así como enalteceremos á los gobiernos qué respondan fielmente á las aspiracio­nes del pueblo qué tos ha elegido, así también lan­zaremos la maldición y el oprobio contra los go-, bierúos tiránicos ó imbéciles que solo sepan dirigir e l Estado, convirtiéndolo en monopolio de un a fa ­milia ó únicamente puedan fertilizar los campos, regándolos con la preciosa sangre de sus desgra­ciados compatriotas.

Debemos pues estudiar con atención nuestra his­toria, porque aunque en ella no aparézcan grandes conquistadores, hábiles políticos ó célebres legis­ladores, ornan sus páginas los nombres de varones honrados, patriotas y sinceros, que sino no nos han dejado un pasado Henchido de trofeos y ;de victo­rias, han librado á nuestro país de la tiranía ex - trangera y lo han colocado en el rango de las na-

ciones libres é independientes. Uno de esos gran­des hombres, cuyo mayor mérito es el estar com­prendido entre ios-libertadores de los pueblos, en tre Milcíades y Bruto, Guillermo Teli y Jorge Washington, es José Artigas."

Mágico nombre que hace brotar á nuestro alre­dedor armonías de paz y de venturas; nombre que fortalece nuestro espíritu en los momentos mas terribles, cuando contemplamos el suelo pàtrio des trozado por las sangrientas guerras civiles; nombre qué trae continuamente á nuestro oido, el estampi do dél cañón en la cuchilla de las Piedras, cuyo Ico repercute en las montañas, atruena los valles, estremece las selvas y viene en fin á cobijarse bajo él modesto techo del patriota, haciendo renacer en su corazón el férvido entusiasmo, apartándolo de las miserias y horrores de la lucha fratricida, para trasportarlo á tiempos mas bonancibles y mas serenos para la pàtria, á los tiempos de Gerrito é Ituzaingó.

¿A quién debemos nuestra nacionalidad, á quién debemos nuestra independencia, nuestros derechos, nuestro título de ciudadanos libres? A José Artigas, al grande hombre que con su tesón, con su cons­tancia, con su valentía, supo detener el ímpetu de las poderosas naciones que como el repug­nante buitre que se lanza ávidamente sobre su presa, afilaban sus garras para arrojarse so bre nuestro territorio, considerándolo pomo una parte componente de sus dominios, como uii hermoso floron que arrancado á sus coronas por el hilracan impetuoso de las revoluciones, era. necesario aprovechar un momento de calma para reeobrárlo: pero el espíritu del pueblo oriental, personificado en Artigas, protestó ardientemente contra esta inicua pretensión y arrancando el man­to de protección" con que esos gobiernos tendían á encubrir sus falaces designios, les impuso el con­digno castigo, presen tand o á los ojos atónitos de las naciones el descarnado esqueleto de su ambi­ción. i

¿Y cómo hemos, pagado, esos inapreciables dones, cómo hemos retribuido esos inmensos beneficios eon que Artigas ños ha colmado? De la manera mas ingrata que puede darse, dejándo­lo morir oseurarñente en el destierro, después de haber soportado los horrores de la mas espantosa miseria: y en un país como esté, donde se ven tan­tos y tan suntuosos^ monümentos, erigidos por la mano pródiga de los ricos, vergüenza dá decirlo: no hay siquiera un triste homenage al beneméri­to ciudadano,- que consiguió disipar con su pa­triotismo las espesas nubes que se presentaban en el horizonte de la Bepúbliea; no hay tan solo una tosca piedra que mantenga viviente en las edades venideras el recuerdo de este grande hombre. Pe ro no importa: aunque la ingratitud de sus compa­triotas no haya permitido tributarle esa modesta ofrenda, el brazo incomparable del tiempo no po - drá borrar esas páginas del libro de nuestra his toria, porqué dol uno al otro confin de la Bepúbli­ca, desde los campos de Ituzaingó hasta la llanura de Sarandí, desde el Plata hasta el Cuareim, reso­nará siempre el nombre de Artigas y se celebra­rán sus gloriosas acciones; porque para que su me­moria se borre por completo en el corazón de los orientales, es precien que también olviden total­mente todo sentimiento de pundonor y de patrio tismo. .

A semejanza del árabe fanático que al entrar en las' batallas se lanza siempre hácia adelante sin preservar su vida y esponiéndola á los mayores peligros, creyendo - cumplir en todo la voluntad de su Dios, y caiga ó salga ileso esclama «estaba escrito», así también Artigas pelea sin descanso demostrando un ciego fanatismo por la causa de la libertad y de la independencia de su patria, y mien­tras le queda un solo soldado, una sola arma, si gue batallando contra ejércitos numerosos y disci­plinados, ávidos de poseer las floridas campiñas que riega el Bio Negro y las vastas praderas que ferti­liza el Uruguay, bañadas por los ardientes rayos del esplendente rey de lps astros que sentado so­bre suf roño de fuego, papéce querer regocijar con su presencia los campos y las ciudades del hermoso suelo oriental.

Patriota noble y desinteresado, quiere mas bien arrastrar una vida llena de sinsabores y de peligros para salvar á su país de la dominación extranjera, que recibir los honores y recompensas con que pre­tenden sobonarla los hombres que habian plantea­do en él esa dominación. Así como el mísero escla­vo prefiere el duro pan de la independencia á los suculentos manjares que le ofrece la mesa del señor, del mismo modo Artigas sacrifica su hacienda, sus títulos; su vida en las sacrosantas aras do la liber­tad de su patria y rechaza con noble indignación los innumerables dones que le ofrece la mano pró­diga del conquistador.

Espíritu generoso y magnanimo, sus manos nun­ca se empaparon en sangre inocente y al entrar

en batalla esclamába, repitiendo las palabras del vencedor de Earsalia:

«Perdonad, perdonad á los vencidos».Este proceder es tanto mas loable, cuanto que eja

aquella época do odios y de rencores, muchos otros revolucionarios no se contentaban coa matará Ios- enemigos que hallaban con las armas en la mano, sino que asaltaban sus moradas, deshonraban sus familias, y en fin, cometían toda clase de escán­dalos y atropellos, empañando de este modo el bri­llo de la causa que pretendían defender:„ pero A r­tigas anatematizaba atentados tan funestos é inhu­manos y abriendo sus brazos á sus mas encarniza­dos detractores, hace admirar, no ya su valor siné Su clemencia y su nobleza.

Cuando el débil gobierno de Buenos Ayres, que había puesto á, precio su cabeza, pretende desagra­viarle, entregando cobardemente en sus manos a l­gunos do sus enemigos personales, el generoso can dilio de los orientales hubiera podido castigar en muchos de ellos, á los malos ciudadanos, que de­sertando de sus banderas y forjando contra él toda; clase dé calumnias, daban así armas al enemigo co­mún para desprestigiarlo y desprestigiar su causa á los ojos dol mundo, Mas en un corazón puro como el suyo no encuentran cabida los sentimientos ras­treros de venganza; así es, que obedeciendo á sus naturales instigaciones, los vuelve á entregar al' gobierno de Buenos Aires, y mostrando todo el des­precio de que se halla poseída su alma pundono­rosa hácia aquel gobierno pusilánime que trafica­ba con la vida de ms amigos y desús súbditos¡¡ ; le dá por única contestación estas sublimes palabras:- «El general Artigas no es un verdugo».

Su abnegación y su desinterés no son cualidades menos elevadas que su generosidad y su grandeza de alma. Habiendo te ofrecido é l vi rey Elio, gobe r- nador del Bio de la Plata, en nombre del rey de E s­paña, títulos y riquezas si abandonaba el partido de la revolución y acataba su autoridad, Artigas re­chaza indignado - los \donés que se le ©frecen, lanza á los vientos su glorioso estandarte, que lleva por lema: «Independencia ó muerte»,escita cada vez mas ardientemente á sus compa­triotas á sacudir el yugo extranjero, y según las palabras de uno de los pocos beneméritos ciuda­danos que se han consagrado al estudio de nuestra historia, el señor don Isidoro De-María, « prefie­re la modesta casaca del caudillo de los iudepen- dientes y uu puñado del polvo de las Piedras, á todos los rangos y honores que pudiera brindarle la mano de los monarcas ».

Toda la vida de Artigas, esa vida qüe había consagrado entera á la eaüsa de la lioertad y dé­la independencia del suelo querido que le habla visto nacer y cuyas apacibles auras habian meci­do su cuna, esa vida qué había espuesto constan­temente por ella, está llena de estos rasgos subli­mes é imperecederos: y sin embargo, hay quien ha pretendido cubrir de lodo á este grande hom­bre, una de las figuras mas prominentes que se destacan en la escena de la independencia de Amé­rica, hay quien ha querido reducir al ilustre fun­dador de la nacionalidad oriental al repugnante" rol de nn caudillo de hordas vandálicas, de un ti­rano sanguinario y cruel. Mas estas espesas nubes, con que el temible vendabal do la calumnia pre­tendo ocultar su fama á los ojos de la posteridad, se disipan como por encanto antes de llegar á to­carlo, detenidas por el poderoso dique que les opo­nen las virtudes acrisoladas do la honradez y del patriotismo, y la aureola brillante de la gloria que circunda su inmortal cabeza irradia sus ar­dientes resplandores sobre el, hermoso manto de púrpura con que envuelve á sus hijos la joven y bella Bepúblioa del Uruguay.

¿Como podremos comparar, al valiente caudi­llo, que al frente de un puñado de hombres in­disciplinados é inespertoe , pone en fuga en las Piedras á los numerosos y aguerridos soldados es­pañoles que componían la guarnición de Montevi­deo y clava en la elevada cuchilla el egregio pendón déla libertad, eon esa turba de hombres sin concien­cia, de seres sin principios, de salteadores de cami­nos, en fin, de esos revolucionarios rastreros, que se alzan en armas contra el gobierno que los rige, solo con el objeto de satisfacer sus ambiciones bastar­das ó meramente su repugnante sed de oro? ¿Cómo hemos de creer que un hombre como Artigas, espí- tu noble y caballeresco, corazón generoso y va­liente, de razón recta y justiciera, como lo de­muestran altamente todas sus acciones, todos los accidentes de su azarosa vida, fuese uno de eses- seres corrompidos y degenerados, que arrojados desde muy temprano en la engañadora senda del vicio, apuran hasta la hez la ponzoñosa copa de los placeres, recogiendo después por único fruto,, por única cosecha, la degradación y la miseria?

Sería la mas negra de las ingratitudes, el que dejándonos arrastrar por las apreciaciones parcia­les de algunos escritores, que ofuscados por m etí-

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L A R E V IST A U R U G U A YA M

enlosas preocupaciones ó engañados por las fuentes en donde han bebido sus ideas, han tratado de ha­cer aparecer al benemérito defensor de nuestras pátrias libertades, como el entronizádor delcaudi- lbije que huella á su paso los provechosos frutos, de la civilización, lo consideran, no como es como el ciudadano noble y patriota que revindica para su país el título de nación libre, como el guerrero, generoso y valiente que solo desenvaina su espada en defensa del glorioso estandarte de la independencia, que mantiene siempre enarbolado apesar de los numerosos obstáculos y peligros que encuentra, sino como un tiranuelo díscolo, que derramára á torrentes la sangre de sus conciudada­nos, solo para, satisfacer su bastarda ambición ó semejante á esas feroces alimañas que se alimentan fle sangre humana, con el único objeto de saciar impúnemente sus depravados y crueles instintos.

Concluyo, alimentando la esperanza de que lle­gará muy pronto un dia, en que haciéndose com­pleta justicia al grande hombre que ha motivado este humilde trabajo, no solo se eleven monumen tos públicos á su memoria, sino que todos , los orientales, desechando las calumnias que se han forjado contra él, erijan en el sitio mas recóndito de su corazón un altar en que se rinda homenage á sus virtudes y á su patriotismo, para que cuan­do el espíritu, contristado y abatido ante las des gracias de la patria se ensismimc en el delirio de la desesperación, el nombre de Artigas sea el bál­samo consolador que cicatrice sus heridas, recor­dándole los sufrimientos análogos que él padeció, sobrellevándolos siempre con virtud y persevera- cía, y haciéndole volver á la lucha con nuevas fuerzas para contrarestar el poderoso influjo del

snal.José G. Bu,sto.

SECCION C I E N T I F I CAB e re eh o C ivil

MUERTO INTESTADO UN INDIVIDUO QUÉ DEJA UNHERMANO É HIJOS DE OTRO HERMANO MUERTOANTES QUE ÉL, ENTRAN ESTOS A HEREDAR CON­JUNTAMENTE CON ÉL TIO?

EL DERECHO DE REPRESENTACIONLa importancia de la doctrina jurídica que sé

desenvuelve en la carta que sigue, nos hace espe­ja r que será acojida con interés por el lector ilus­trado :

Señor:Nos pide Y . qué abramos opinión, apreciando á

la vez la de un ilustrado jurisconsulto, sobre La -cuestión siguiente:

« Muerto intestado un sujeto que no ha dejado descendientes de ninguna clase, ni ascendientes, ni cónyuge, sino un solo hermano lejítimo, y un sobrino también lejítimo, hijo de una hermana que falleció antes de abrirse aquella sucesión—¿á quie-1 mes se trasmine la herencia?-- ¿Hereda únicamente «1 hermano que sobrevive, ó concurre á la par el sobrino, en representación de la madre? »

El Jurisconsulto cuya opinión nos ha puesto Y . de manifiesto, piensa que—* definida la represen tacion en los términos del articulo 980 del Código Civil, esto es, como una disposición de la ley por, la cual se coñsidera á una persona en el lugar* yr por consiguiente en el grado y con los derechos del pariente mas próximo, quo no quisiere ó no pudiere suceder, y salvo el caso de los descen­dientes en que la representación existe siempre, por precepto del artículo 981; en los demas casos de la línea colateral no hay derecho á la repre­sentación sino cuando aquel á quien se ha de re­presentar renuncia á la herencia ó es declarado- inca paz de herédar; »—de donde deduce así mismo que, « no puede haber derecho de representación en esos casos sí no existe la persona á quien se representa, pues el que ha muerto no puede re munciar herencia, ni ser declarado incapaz ».

En esa opinión se encierra á juicio^ nuestro una falsa noeion de lo que constituye el derecho de representación. No es. exacto que los único« casos d e representación sean aquellos en que haya re- i nuncia de herencia ó declaración de incapacidad, como es inexacto que la declaración de incapaci­dad solo pueda tener lugar en vida del incapaz.

La representación, por el contrario, es una fic­ción de la ley, por medio de la cual se coloca á los. representantes en el lugar, grado y derechos de q¡,ue gozaría el representado si viviese: ficción que tiene por objeto repiarar, en él interés délos hijos, el mal que les causára la muerte prematura de «us padres.

Siendo pues, el efecto de la representación, se­gún los mismas términos del Código Civil,, poner

al representante en el lugar del representado, se requiere evidentemente que ese lugar esté libre y vacante, según la espresion de diversos autores; de donde se sigue naturalmente que es á lasppr-

vsonas muertas á quienes se representa, por regla general, sea en la línea recta, sea en la. línea co­lateral, que ño hay á ese respecto distinción algu­na en la ley. La representación durante la vida del representado, es solo una esCepcion, escepcion qne se ésplica precisamente porque la renuncia viene á producir respecto á la sucesión los mismos efectos que produciría la muerte del representado. La persona que renuncia á la herencia, en efecto, no existe propiamente para la sucesión; su lugar pued« considerarse como vacante.

Siendo el objeto de la representación, corüo se ha visto, reparar el mal que snfririau aquellas per­sonan á quienes la ley considera en el lugar, gra­do y derechos del pariente mas próximo que no quisiere ó no pudiere sticeder, ¿cómo había de ne­garse la representación en el caso de la muerte de ese pariente, que es precisamente la causa ma­yor y mas frecuente de imposibilidad que puede sobrevenir, asi.como la que principalmente reflui­ría en daño y en perjuicio de aquellos á quienes ha querido favorecer la ley? ;

Con arreglo á la legislación y á la jurisprudencia universal, la representación solo cabe cuando han muerto las personas llamadas inmediatamente á suceder. Según nuestro Codigo Civil, la represen tacion se entiende del mismo modo, salvo el caso de renuncia y salvo lo dispuesto en el art. 810, en que se trata únicamente de los descendientes en la línea recta, en cuyo casó la representación tiene siempre lugar, como lo confirma el art, 981. Fue ra de los casos de excepción á que se refiere el ci­tado artículo 810, nuestra legislación ño admite la representación de los incapaces. La razón qne hay para no admitirla es obvia. Desde que el efecto de la representación es colocar al representante en el lugar, grado y derechos del representado, hay una condición que la representación po puedo salvar, y e s la capacidad del representado. ¡Si éste no tiene por si mismo lugar, grado y derechos en la sucesión — ¿qué representación , puede hacerse valer que no adolezca de los mismos vicios?

Por otra parte, el derecho de representación no depende del hecho de estar vivo ó muerto el indi­viduo á quien se ha de representar: ese derecho emana puramente de la ley, y comprende*tódos los casos en que un individuo 11 ama do á suceder no quiere ó no puede entrar en la sucesión. El primer caso es el de la renuncia; el segundo, el de . la muerte. La excepción comprendida en el artículo 810 ya citado, no hace mas que confirmar la regla.

Debe prevenirse que, si bien esa escepcion se ha­lla comprend da en el capítulo II del Código, que trata de la sucesión testamentaria, sus disposicio­nes, según el artículo 479, en cuanto se refieren á la capacidad ó indignidad para adquirir por testa­mento, tienen lugar respectivamente en las heren­cias intestadas, y sen aplicab les por tanto á la par­te relativa á la representación. Si se tiene además en cuenta que, por el artículo 796, no pueden su­ceder aquellos á quienes la ley declara incapaces ó indignos, y que, tratándose de la línea co ale- ral, no se consigna ninguna eseepcion semejante á la que se refiere á los descendientes, no se abri­gará ya duda da.que la ley ha querido establecer únicamente á favor de los últimos una escepcion al principio general de que nadie puede, á título de representación, ejercer derechos de que carece el representado, declarada incapaz.

Así pues, lejos de exijirse en la línea colateral que esté viva la persona representada, para que pueda valer la representación, como lo sostiene el Jurisconsulto cuya opinión analizamos, la imposi­bilidad de que habla, el artículo 980, no puede ser otra en este caso que la de la muerte del repre­sentado, pues su incapacidad ó indignidad lo des­nudaría de todo derecho, con arreglo al artículo 796, y mal podría el representante invocar dere­chos que no habrían alcanzado al representado.— Admitiéndose, por consiguiente, la doctrina del Jurisconsulto aludido, nunca heredarían los sobri­nos por derecho de representación, fuera del easo de renuncia de sus padres.

Nada seria, sin embargo, mas opuesto al pensa­miento del legislador y á la letra es presa del Có­digo.—Por el artículo 989 se establece que, á falta de descendientes y ascendientes legítimos, sucede­rán al difunto sus hermanos legítimos. Pero este se entiende sin perjuicio del dereeho¡ de represen­tación, como lo prescribe el artículo 992; con refe­rencia á los- artículos 983 y 984. —Por el artículo 983, aplicable al caso que motiva esta consulta, solo se admite lrit representación en la línea colate­ral á favor do la descendencia legítima de los her manos legítimos, verificándose la representación sea que los^ descendientes de los hermanos estén solos y en igualdad de circunstancias, sea que con­

curran con sus tíos: disposiciones todas en que se vé predominando siempre el principio consignado en el artículo 975, según el cual, para arreglar la sucesión intestada, la ley solo considera los vín­culos de afecto y de parentesco.

Cumple aquí hacer notar que la misma razón que ha tenido el Jurisconsulto aludido para admi­tir una escepcion á su doctrina, salvando el caso de los descendientes en que la representación exis­te siempre; según sus mismas palabras, por pre­cepto del art. 981, la misma razón militaría para salvar igualmente el caso de los descendientes le­gítimos de los hermanos legítimos, en la línea co­lateral, en la que la representación se admite por precepto dei artículo 983; en cuya virtud, y por pedio de escepciones, acabaríamos por destruir un» falsa regla..

Hemos dicho al principio que, no es menos inex­acto, pretender que la declaración de incapacidad Solo puede tener lugar en vida del incapaz. Basta hacer notar que las causas de incapacidad ó de in­dignidad de una persona pueden denunciarse y probarse después de su muerte, con el fin de im­pedir los efectos de la representación, para que no quede duda del error en que se incurre.—Esos jui­cios á que puede dar lugar la apertura de una su­cesión, sobre la capacidad de las personas pre­muertas, serán mas comunes en los distados en cu­ya, legislación se ha consagrado en absoluto el prin­cipio do qué no se puede representar á aquel que ha sido exheredado, como sucede en la República Argentina.

Entre nosotros, ese principio se halla modifica­do, y los hijos ó descendientes del hijo ó descen­diente del testador, que, por incapacidad ó indig­nidad, ha sido escluido de la herencia, tienen de­recho á la legítima del escluido, según el artículo 810, varias #ece& citado.—Pero, en los casos déla línea colateral, la declaración de incapacidad, que produce su efecto de pleno derecho, según el artí­culo 813 y la declaración de indignidad, que puede pronunciarse en juicio, á instancia de cualquiera de los interesados én la esclusion del heredero ó legatario indigno, como lo dispone el artículo 812, esas declaraciones, con arreglo á las leyes, pueden, solicitarse y obtenerse aun después dé la muerte del incapaz ó del indigno, á efecto de anular, co­reo anularían, la representación.

La doctrina que hemos desarrollado se apoya es­pecialmente en la legislación qÚ6 nos rige, en la misma antigua legislación de las Partidas, en la jurisprudencia universal, y en la autoridad de Ju­risconsultos eminentes cuyas obras hemos tenido á la vista al espedirnos en esta consulta.

De usted con este motivo, atento y S. S.

A g u stín d e Y e d i a .— A l b e r t o P a l o m e q u e .

Montevideo, Noviembre 6 de 1874.

AL BUM POE T I CO

E l seibo

Yo tengo mis recuerdos asidos á tus hojos Yo te amo como se ama la sombra del hogar, Risueño compañero de mi bendita infancia,

i Seibo esplendoroso del regio Paraná*

Las horas del estío pasadas á tu sombráis, Pendiente de tus brazos mi homaca guaraní, Eternos vibraciones dejaron en mi pecho,Tesoro de armenias que llevo al porvenir.

Y muchas veces, muchas, mi frente enardecida, Tostada por el rayo del sol meridional, Brumosa con la niebla de luz de!pensamiento, Buscó bajo tu copa frescura y soledad.

Allí, bajo las ramas sombrías y apartadas; Teniendo por doseles tus flores de carmín, También su hogar aéreo suspenden los boyeros, Colómpio predilecta del céfiro feliz.

Se arrojan en tus brazos las blancas ehirivanas, Las dulces pasionarias y el lánguido isipó,Y abriendo victorioso tus flores carmesíes, Guirnalda de las islas, coronas su mansión.

Recuerdo aquellas ondas azules y risueñas Que un himno de suspiros cantaban á tu sien,Y aquellas quo el pampero-sonoras y tendidas, Lanzaba como un manto de espumas á tu pié.

Evoco aquellas tardes doradas y apacibles Laciadas'de perfumes, de cantos y de amor,En que ios vagos sueños que duermen en el alma Despiertan en las notas de blanda vibración.

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« o TLa-Al R E V IS T A U R U aiTA TA

Entonces los suspiros qup vuelae de tus hojas Confunden con las olas su música fugáis/v Y se oyen de las aves las alas tremulantes Así como un susurro del verde totoral.

¡Momentos de delicia, de o lv idóle esperanza, Destellos que iluminan la hermosa juventud;. A llí es donde se sueña la virgen prometida,“A llí es donde su acento se enlaza con la luz!

Oh! nunca Dios me aparte de tu mansión de amo*. (res,)

Seibo de mis islas, Señor del Paraná.. . . . .Que jmeda con mis versos dejar contigo el alma Dormida con el sueño solemne de la mar!

Buenos Aires, Enero de 1875. |

Rafael Obligado,

Un recu erd o Ya Stlia

EN ALAS DEL VIENTO

Ya en nubes de grana el cielo Sonriente anuncia la aurora,Que del Sol vividos rayos Con leve tinte colora.

De los bellos ruiseñores Se escucha el dulce cantar,Y el murmullo de la brisa Con soñoliento girar.

Y el arroyo que del cauce Se desborda bullicioso llegando las mustias ñores,Que abren su cáliz hermoso.

Todo respira dulzura Entre la apacible calma,Y al suave ambiente que aspira, Grata espansion halla el alma

Mas ay! que en vano la aurora Tan risueña se despierta,Que yo lejos do mi amada Gimo llorando la ausencia.

Que son las rosadas nubes Hubes negras para mí;Y como mi dolor negras,Que visten falso rubí.

El suave álito del viento El soplo es del huracán,En cuyas lijeras alas Mis tristes suspiros van.

¿Quién escucha mis congojas?Es vano mi lamentar!........^En mi torno indiferente Todo sonríe al pasar.

Corre, vuela manso viento,O tu, furioso huracán:Que para el que triste llora Las calmas negras serán,

Dile á la mujer que adoro Que se agosta mi vivir;Dile sí, que lejos de ella.Vivo, intenso, es mi sufrir.

Que su constante memoriaHo se borra de mi mente..........Que es de mis sueños la imágen Bu recuerdo solamente.

Que aun veo en sus negro* ojos El fuego de su mirada;Cuyo brillo me deslumera,Cuyo poder me anonada.

Que á su encanto no resisto Cuando su pura sonrisa Entre sus carmíneos lábios Tierna y fugaz se desliza.

Que aun el eco de su voz Siento en mi oido resonar,Y cuyo divino acento En vano fuera imitar.

Que jamas mis ojos lánguidos Oso levantar del suelo;Que el temor de no encontrarla Los cubre con denso velo.

Que mientras su ausencia dure Durará mi cruel penar,Si no viene el sol mañana Mi oscura tumba á alumbrar.

Que el consuelo en vano busco - Que doquier me negarán,Y mis lágrimas sangrientas Entre el polvo secarán.

Que para el que triste llora Es la luz del claro dia

- Earo triste de pesares,Lúgubre antorcha, sombría.

Y así en crueles ansias veo Correr sus horas serenas..Solo anhelo ver las sombras, Compañeras de mis penas!

Corre y dile manso viento,O tu, furioso huracán:Que para el que triste llora Las calmas negras serán.

A ugusto Ser r a lt a . Montevideo, Julio 31 de 1874.

EDIla

Como el suspiro de la leve brisa Como el perfume de la bella flor,Como el consuelo' que al dolor suaviza,

Así es su amor!

Transida el alma por dolor agudo, Mustia la flor de la esperanza bella, Sufrí mis penas en silencio mudo,

Solo por ella.

Ella, la musa de mi alegre canto, Ella el querube de mi sueño ayer, Ella á quien amo con delirio tanto,

Bella mujer!

Hizo en mi pecho vevivir la calma Con sus amores, seductora hurí,Y desde entonces desterré del alma

. Cuanto sufrí

Como el suspiro de larleve brisa,Como el perfume de la bella flor,Como el consuelo que el dolor suaviza,

Así es su amor!Enero 23 de 1875.

Julián O, Miranda,

Lazos «le amos*¿Conoces un lenguaje, me decía,De n»ág: eos acentos seductores,Fecundo manantial de poesia,Delicada espresion de los amores?—¿Qué lenguaje, mi bien.—El de las flores.

Dijo, y en mi hombro reclinó graciosa La pura frente de rubor teñida A l par que jugueteaba distraída,Con una madreselva/primorosa Por sus dedos de nácar sostenida.

Respondí entonces yo:—Las seductoras Notas de ese lenguaje ignoro, Irene;Tú que cuanto hay de bello en tí atesorasY los secretos de la flor no ignoras,La madreselva, di ¿qué emblema tiene?

Miróme, y al sonreírse dulcemente, Encendido el semblante de rubor,Bajó los ojos, inclinó la frente,Y estendió hácia mi la tierna flor Trémula contesto:— Lazos de amor.

Tornó á mirarme, y su mirada hermosa De misterioso fuego vi irradiar,Y con voz dulce, pura y armoniosa Como del ave el trèmule cantar,—¿Lo sabias tú ya? volvió á exclamar.

— ¡Oh! sí, le contesté; mas no sabia,Hasta leer entre púdicos sonrojos,En tu mirada dulce y sin euojosQué ün lenguaje mas bello aun existía.—¿Qué lenguaje, mi bien?—El de los ojos.

—Que lo que cu ellos arrobado leí,Es de tu alma la tierna confesión;Dobles lazos de amor ma unen á tí: |La flor que junto al pecho recojí,La mirada que está en,el corazón.

Estanislao Perez,Montevideo, Enero de 1875.

G O T A S DE T I N T AAgradecemos á la prensa en general las tran^

cripciones que han hecho de algunos de los artícu­los publicados en La Revista del número anterior.

Pedimos, no obstante á algunos de nuestros co­legas se sirvan indicar de donde les toman.

A l solicitarlo así, no lo hacemos por un espíritu de vani dad, sino en el deseo de que el público 'sepa que existe un periódico destinado á la literatura yciencias, llamado La Revista Uruguaya,

- *A nuestros colegas El Sigla, La Idect ̂El Uruguay

y El Ferro-Carril, hacemos presente, no hemos recibido hasta hoy juno solo de. sus números en cambio de nuestro periodico, que se les h.i sido enviado y entregado con regularidad. Esperamos

Sue pronto les veremos por nuestra Redacción, ca- e de Reconquista núm. 21.

Hé aquí la nota que la deducción ha recibido die la Biblioteca Popular «El Porvenir,» del Uruguayy y su contestación:Biblioteca Popular de «El Porvenir.»

Uruguay, Enero 14 de 1875. ; A l Sr. Redactor en Jefe de La Revista Uruguaya,

Montevideo.Habiéndose inaugurado la Biblioteca Popular de

esta Capital, y creyendo á Yd. animado dé los me» jores descosen pròde tan benéfica institución, es­pero de su reconocida galanteria tenga á bien remi­tir á esta Biblioteca un ejemplar de la ilustrada y amena publicación que Yd. tan acertadamente di­rijo. \ " | : 1 ;

Agradeciendo de antemano tan señalado servicie en nombro de la Sociedad que tengo el honor da presidir, me.eomplazco en saludar al señor Redac­tor con mi más distinguida consideración.

Dios guarde á Yd.Miguel M. Ruiz, Presidente.

M, Fernandez y Especio, Secretario-

Montevideo, Enero 29 de 1875.Señor:

He recibido.su nota de fecha 14 del presente so­licitando se remita á esa asociación un ejemplar deL periodico Xa Écvista Uruguaya.

He puesto en conocimiento de los señores R e­dactores esa solicitud, y se me ha autorizado para contestar á Y. que los deseos de la Biblioteca Po­pular El Fofvenir están satisfechos. En consecuen­cia por el Correo de hoy se remiten todos los núme­ros que ya han visto la luz pública.

Los señores Redactores á su vez me han manifes­tado el deséó de nombrar á Yd. corresponsal de La Revista en el Uruguay. Ellos suponen que no tre­pidará en aceptar ese cargo porque le consideran bien penetrado del interés generoso que les ha guiado al iundar esta publicación. Su ñn no es otro que contribuir en su modesta esfera al progreso de la literatura americana.

Pero ¿es posible llegar á aquel resultado si los pueblos hermanos no nos ayudan en el sosteni­miento del periódico?

Esta publicación, como todas las de su género, vivirá si el público le presta su ayuda intelectual y material. Lo primero van obteniéndolo. Ya litera­tos reconocidos le envian sus producciones y sus artículos son trascritos en los diarios de esta Capital y de la vecina orilla. En lo segundo, quizá lo mas fácil pensándolo bien, está sin embargo la verdade­ra vida del periódico.

La suscricion obtenida no alcanza á cubrir los gastos, pero ellos esperan que haciendo algunos esfuerzos, y ayudado por personas como Yd. han de obtener el resultado que anhelan.

Espero, pues, que Yd. satisfará los deseos dn los Redactores de esta publicación, aceptando ese cargo, sin que ello obste para que, cómo se dice en; el Programa que está en el número 1. ° que acom­paño, Yd. y sus demás amigos nos remiten alguna» producciones, honrando de esa manera las columnas de «La Revista Uruguaya».

Soy ‘de Yd. atento y S. S.Miguel I. Mendez.—Administrad o r.

Al señor Presidente de la Biblioteca Popular «E l Porvenir,» Dr. D. Miguel M. Ruiz,—Uruguay..

Oficina de Redacción Reconquista 21.

Imprenta á vapor de El Uruguay, á cargo de- D. Sebastian Romero.