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Domingo 2º de Cuaresma Ciclo B
Todos los años, en este segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos quiere dar una gran lección:
Que las penitencias cuaresmales no tienen un fin en sí mismas, sino que nos llevan a la Gloria.
Estamos destinados para la alegría, para la gloria, para la Resurrección, como Jesús.
Pero para llegar al monte de la gloria es menester pasar por el Calvario.
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Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.
Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.
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Por eso se nos presenta hoy la escena
de la TRANSFIGURACIÓN del Señor.
Jesús les había dicho a los apóstoles que para realizar plenamente la salvación, él debía morir, y morir en la Cruz.
Sería acusado por los jefes religiosos del pueblo,
y llevado ante el tribunal romano para ser juzgado hasta llegar a la cruz..
Pero al tercer día resucitaría de entre los muertos.
Los apóstoles no entendieron lo de la resurrección y se pusieron muy tristes por lo de la muerte.
Entonces Jesús pensó explicárselo mejor a los tres discípulos un poco más aventajados y más dispuestos a su amor.
Dicen algunos que, quizá Jesús no se transfiguró ante los doce, porque Judas no se merecía tan divina visión.
Este año, ciclo B, la Transfigu-ración está contada por el evangelista san Marcos.
San Pedro, vidente principal, lo contaba muchas veces. De él lo aprendió san Marcos.
Mc 9, 2-10Dice así:
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan,
Subió con ellos solos a una montaña alta.
Y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió.
Y salió una voz de la nube:
“Este es mi Hijo amado;
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”,
Palabra del Señor
Para aquellos que flaqueaban en la fe les decía que todos los sufrimientos padecidos por Jesucristo iban a tener un final feliz, porque iban a reunirse con Cristo resucitado.
Cuando escribía san Marcos el evangelio, ya arreciaban las persecuciones contra los cristianos.
Si provienen de Dios, que es nuestro Padre, serán para ayudarnos a crecer y mejorar. Nunca serán pesos insoportables. Dios no permite tentaciones que superen nuestras fuerzas.
En esta vida tendremos muchas pruebas.
Son pruebas para purificarnos, para quitarnos apegos de las cosas materiales. Son fruto de la bondad de Dios y “todo coopera para el bien de los que aman a Dios”.
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Y ¿Qué diremos, pues?
¿Quién contra nosotros?
Quiero vivir…
Quiero vivir…
Nada nos separará del amor de Dios.Hacer CLICK
Y el amor de Dios necesariamente tiende a la alegría de la Gloria.
Metámonos bien en nuestro corazón las palabras que hoy nos dice san Pablo en la 2ª lectura.
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún resucitó y está a la
derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Romanos 8, 31b-34
No sólo sabemos que aceptando la cruz y siguiendo a Jesús encontraremos un día la resurrección, sino que muchas veces Dios nos regala momentos felices de gran euforia o momentos de intensa paz.
Dios da a gustar a sus siervos un poquito de lo que será la eterna y feliz transfiguración.
Especialmente para poder soportar las pruebas, que nos harán merecer la gloria.
Una gran prueba es lo que le sucedió a Abrahán. Nos lo cuenta la primera lectura.
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!». Él respondió:- «Aquí me tienes.» Dios le dijo:
- «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el
altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su
hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán! Abrahán!».
Él contestó:- «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó:- «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que
temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo tu único hijo.» Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar
de su hijo.El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: -- «Juro por
mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes
como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia,
porque me has obedecido.»
Abrahán se había educado entre gentes que a veces ofrecían a los dioses la vida de sus primogénitos.
Para Abrahán su hijo era más que un hijo. Era su amor y esperanza en la misma promesa de Dios para su descendencia.
Pero se entrega a Dios con fe y recibirá el hijo, la descendencia y la gloria.
Debemos ser como “semilla que se rompe al pudrir”, pero puestos en las manos de Dios, nuestro Padre, que nos ama de verdad.
Como la semilla que se rompe al pudrir
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
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No esperemos nunca dar la vida sin morir,
nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
Como la semilla que se rompe al pudrir,
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
No esperemos nunca dar la vida sin morir; nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
Oh Señor, que me fije en tu vivir; mi oración que me acerque hasta Ti.
No sabré quién has sido sin sufrir.
Esperamos ser transfigurados con Cristo, para vivir con Él.
AMEN
Como María, que vivió con Cristo en sus penas y alegrías
para vivir eterna-mente feliz con Él.