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® 6 de diciembre de 2015 Cultural E L AJUSTE DE CUENTAS El colombiano publica‘¡Llegaron!’, una andanada contra Dios, Colombia y su familia. PÁGINAS 8 Y 9 DE F ERNANDO VALLEJO

Domingo Cultural 20151206

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®

6 de diciembre de 2015

Cultural

EL AJUSTE DE CUEnTAS

el colombiano publica‘¡llegaron!’, una andanada contra Dios, Colombia y su familia.

PÁGInaS 8 Y 9

DEFERNANDO VALLEJO

Cultural

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2Domingo \ el mañana \ 6 de diciembre de 2015 PSicologÍa

Domingo es un magazine semanal. Impreso en los talleres de Editora DEMAR, S.A. de C.V., ubicados en la calle Matías Canales No. 504, Código Postal No. 88620, Col. Ribereña, Apartado Postal No. 14, Cd. Reynosa, Tam. [email protected]

DIRECTOR GENERAL oRLAnDo TomÁS DEÁnDAR mARTÍnEZ

[email protected] Adrián Altamirano Jaime

[email protected]

DISEÑO Mariela Olvera Cultural

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Por miriam Subiranael PaÍS

¿Siente alguna vez que no le escu-chan? Si es así, revísese. Puede ocurrir que el que siente que no es escuchado es porque no escucha a los demás. Quizá están prestando atención desde sus propios ruidos mentales y no están abiertos. En estos casos es bueno preparar el terreno de la conversación. Comunique lo importante que es para usted que le atiendan. Cree un espacio de posi-tividad en el cual se sienta cómodo para abrirse y ayude a que el otro también se abra a escuchar. Si dice lo que piensa de cualquier manera, en cualquier lugar, posiblemente no esté teniendo en cuenta a su interlocutor. Cuando lo que buscamos comunicar es importante debemos preparar el momento y a la persona que quere-mos que nos escuche.Nuestra mente está cargada de información y de pensamientos que van hacia todas direcciones. Seguramente atiende distintas voces: la de su rol, la de su responsabilidad, las de su pasado, la de la opinión de otras personas, la de sus deseos insa-tisfechos, la de su lógica racional, la voz de sus miedos y preocupaciones,

Saber escuchar“Me oyes, pero no me escuchas”. Hacerlo significa parar, prestar atención, quitar el piloto automático y abrirnos a aquello que va más allá de nuestras propias opiniones

y la de su intuición, su concien-cia. Disponemos de dife-rentes canales por los que funciona nuestra mente. Pensamos en personas, en proyectos y trabajo, en lo que pasó o en lo que tendría que pasar, en el dinero, el coche, la reu-nión, el correo, el móvil, el fin de semana o las vaca-ciones. Saltamos de un canal a otro sin centrarnos. Estamos dispersos en muchos temas. A veces le hablan varias voces a la vez. ¿A cuál de ellas presta atención?Cuando su mente está hablándole a todas horas, ¿qué calidad tendrá su escucha? ¿Puede silenciar su mente para prestar atención a su intuición y para escuchar al otro con total interés? Es decir, pendiente de sus gestos, sus sentimientos, su vibración, sus pala-bras, los sonidos que las acompañan, los contenidos de lo que narra, su expresión facial. Para lograrlo debe silenciar su mente y estar presente. ¿Cómo? Parando, respirando, tomán-dose un tiempo para desacelerar. Desconectar de los ruidos externos para tratar con los ruidos que hay en su interior, y hacer limpieza. Cada día. Al igual que saca la basura de su

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Soltar anclasAbrir el corazón, según Otto Scharmer, signifi-ca acceder a los niveles más profundos de nues-tra percepción emocional y activarlos. En esa apertura vivimos la interconexión, que es ley de vida. Siendo conscientes de nuestra interco-nexión con todo y con el todo nos damos cuenta de que lo que pensamos, decimos y hacemos tiene impacto. Cuando escuchamos desde ese espacio nuestra percepción se amplía. En ese estado dejamos de sentirnos separados. Uno deja de sentirse víctima y necesitado, para darse y compartir. Se convierte en una expe-riencia de trascendencia de la individualidad y de acceso a las fuerzas del universo en las que el gozo no se queda encerrado en uno mismo, sino que es una donación de sí mismo al otro y al todo. ¿Escucha el latido de su corazón? ¿Percibe cómo se mueve el diafragma cuando respira? Escuche… El libro de Otto Scharmer Teoría U: Liderar desde el futuro a medida que emerge profundiza en los diferentes niveles de escucha y nos ilumina sobre el hecho de que podemos centrarnos en el futuro que nos llama, en lo que quiere nacer en noso-tros, en vez de estar anclados en el pasado.

Desde lo que ya sabemos no obtendremos una

conversación interesante

casa a diario, despréndase de la basura mental cada día.Así le será más fácil estar presente con su corazón abierto, para sentir y tener empatía; con su mente despe-jada, para incorporar nuevos datos y no juzgar ni suponer de antemano; con su cuerpo presente, para captar el lenguaje psicosomático del otro. Desde este estado podrá dar la mejor respuesta. A veces será una sonrisa, un silencio, unos ojos despiertos, y otras serán unas palabras llenas de sentido.La naturaleza es sabia y nos hizo con dos orejas para ampliar nuestra capa-cidad de escucha. Pero ¿desde dónde escuchamos? Muchas veces lo hace-mos desde nuestro piloto automático y con los hábitos adquiridos. Es decir, oímos solo aquello que confirma lo que ya sabemos y lo que creemos. Estamos centrados en nosotros mis-mos, y antes de que el otro termine la frase le decimos: “Sí, esto ya lo sé”. Estamos seguros de que entendemos al otro, y ni siquiera le dejamos que termine su narración. Limitamos nuestra escucha a aquello que con-firma nuestras opiniones.Otras veces logramos mantener la mente abierta a nuevos datos, y nues-tra escucha se centra en obtener infor-mación diferente a la que ya tenemos. Pasamos de estar concentrados en nuestra voz interior a prestar atención a lo que se revela frente a nosotros. Nuestra curiosidad se amplía e inda-gamos para saber más. Logramos esta-blecer una conversación que amplía nuestros conocimientos sobre alguna cuestión. Sin embargo, nuestra escu-cha puede aún ser más abierta cuan-do traspasamos los límites de nues-tra organización mental cognitiva. Se trata de abrir nuestro corazón para que nuestra escucha sea empática.La primera vía de escucha empática es para con uno mismo. Atravesando las capas de múltiples pensamientos para escuchar la voz más íntima: la intuición. Seguirla es conectar con nuestra brújula interna que nos ayuda a mantener el rumbo. Es una voz que en ciertos momentos nos susurra para ayudarnos a decidir. Con la intuición no entramos en el proceso de analizar, dudar, intelectualizar, cuestionar. Su sabiduría nos ofrece una verdadera guía. Cuántas veces tenemos la idea

de hacer algo, pero nuestra lógica o nuestras creencias nos dicen: “No, no, por aquí no, por allá”. Después pen-samos: “Tendría que haber hecho lo que pensaba”. La intuición se siente, se escucha, no se piensa. Muchos de nuestros pensamientos son acerca del pasado, o del futuro, pero la intuición es siempre del momento presente.Cuando escuchamos con empatía hemos cambiado nuestra percepción.

En vez de percatarnos desde nuestra lógica racional, o limitarnos a captar los datos que se comparten con noso-tros, nos centramos en el sentir. Esto nos facilita adentrarnos a descubrir todo lo vivo que hay en nosotros y en quienes nos rodean, y en especial en aquella o aquel a quien estamos escuchando. Conectamos. En ese vínculo, dejamos nuestras agendas de lado y nos abrimos a sentir lo que la otra persona dice. Atendemos sin juzgar, desde un lugar de aceptación.La escucha empática se puede desa-rrollar activando la inteligencia del corazón. Para lograrlo, primero debe-mos silenciar las maquinaciones de la mente complicada. Es decir, dejar de estar constantemente preocupados, centrados en el pasado o ansiosos por el futuro, juzgando y criticando, culpando y siendo catastrofistas. El camino más efectivo para lograrlo es meditar. Se trata de serenar la mente, soltar el parloteo mental y dejar espa-cio para la escucha. Escúchese a sí mismo. Perciba lo que siente. Ábrase a sí. Imagínese que está junto a un río y suelte en él todo lo que no necesi-ta ahora. Deje que la corriente se lo lleve. O imagine que cada pensamien-to innecesario es una hoja que se la lleva el viento. Airéese.Una vez que la mente está serena podemos sintonizar mejor con el corazón, con nuestro sentir. Y desde ese espacio podemos atender al otro, estando plenamente presentes. Así, nuestra escucha es empática.Pero todavía podemos ampliar aún más nuestra forma de escuchar. Veámoslo.

Hay otro nivel de escucha, la que es generativa. Es decir, que genera un estado diferente mientras la practica-mos. Es una variedad que permite que conectemos con la mejor posibilidad futura que quiere emerger.“Este nivel de escucha requiere que accedamos no solo a nuestro cora-zón abierto, sino también a nuestra voluntad abierta, afirma Scharmer. Ya no buscamos más fuera. En este proceso de escucha han pasado por un cambio profundo y sutil que les ha conectado con una fuente de saber más profunda, incluyendo el conoci-miento de la mejor posibilidad y el mejor ser futuro”.En ese estado, la conversación está llena de sentido, y uno se resiste a ser arrastrado a la superficialidad de las palabras. La presencia es plena, y se ve y se percibe más allá del campo común. Es decir, uno se siente arropa-do por una fuerza mayor, que podría llamarse estado de unión con algo que le trasciende. Uno es más consciente del todo y se siente conectado.Todos podemos percibir que el modo de atención que aplicamos cuando escuchamos determina el resultado de la conversación. Si escuchamos desde nuestro yo centrado en lo que ya sabemos, no obtenemos ni siquie-ra una conversación interesante. En cambio, si la escucha es empática, se propicia una mayor comprensión.Tras una buena meditación, cuando nuestra mente está serena, y el cora-

zón y la voluntad, abiertos, la escucha va más allá de nosotros, del otro, y nos conecta con otra dimensión más universal. Es generativa. Es difícil ponerlo en palabras. Se trata de sentir al otro y estar en comunión con el todo. Ya no somos yoes separados. Se desmontan las barreras que nos separan y sentimos la interconexión con todos y con el todo. Abrazamos la existencia del otro y de más allá del otro. Sentimos el campo que nos une y estamos en él.

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Por leila guerrieroel PaÍS

¿Un lector omnívoro, un especialista en diseño, estrategias de marketing e historia de la encuadernación? ¿Alguien que lee 100 libros por año —quizás más—, que sabe de cine y de teatro, de fotografía y de moda? ¿Una persona a la que no hay que explicarle cuál es el hotel en el que conviene hospedar al escritor equis porque no sólo sabe perfectamente cuál es ese hotel, sino que, además, sabe qué clase de almohada, whisky y comida le gustan al escritor equis y conoce los sitios que es mejor evitar para que no se encuentre con el escritor eme, a quien odia? ¿Alguien que sabe qué decir cuando el escritor tal lo llama llorando porque un crítico ha destro-zado su novela? Alguien, en todo caso, que un día recibe un manuscrito y que, para convertirlo en libro, atra-viesa un largo proceso que incluye sugerir cambios en el texto, apoyar al autor en momentos de incertidumbre o miseria económica, pensar un título, evaluar la portada, planificar en qué mes conviene hacer el lanzamiento, contener la ansiedad del autor ante las primeras críticas, vivir los triunfos del autor como si fueran propios, los golpes del autor como si fueran pro-pios, el crecimiento del autor como si fuera propio, y todo eso para que, al final del camino, si todo sale bien, se le cite entre un grupo de gente para el cual nombres como Robert Gottlieb, Jorge Álvarez, Bennett Cerf, Maxwell Perkins, Kurt Wolff, Jérôme Lindon o Giulio Einaudi quieren decir alguna cosa. Un grupo de gente, por cierto, bastante pequeño.“La cualidad número uno del edi-tor respetable”, escribió la chilena Andrea Palet, editora de Libros del Laurel, en su texto Brevísimo manual para jóvenes editores, “es la capaci-dad de quedarse inmensamente calla-do (…) Es duro ser una sombra, y ni siquiera eso te lo van a agradecer, pero si eres editor es porque te gustan los libros, leerlos, tocarlos, rodearte de ellos, pensarlos, crearlos: bien, esa y no otra ha de ser tu callada recom-pensa”. Más allá de la crisis, de los cambios que ha sufrido el negocio, de la irrupción de la tecnología, ¿en qué consiste el trabajo —la vocación— de

Anatomía de la edición

generaLmente erudito y con criterio, eL editor es La sombra de todo escritor: hace de consejero, psicóLogo, conseguidor

ser una sombra; el trabajo —la voca-ción— de ser un editor?“Es trabajar con gente interesante y talentosa, correr el riesgo de tomar una decisión acertada, presentar cosas nuevas a los lectores”, dice Pilar Reyes, directora de la editorial Alfaguara. “Es estar tras la escena del talento, y esa conversación con los autores es fan-tástica”.Claudio López Lamadrid, director literario de Penguin Random House, estudiaba Derecho sin convicción cuando su tío, Toni López, al frente

de Tusquets con Beatriz de Moura, le pidió ayuda para hacer un trabajo de fuerza bruta.“Mi primer trabajo editorial fue tras-ladar el archivo de libros de Tusquets desde la casa de Beatriz de Moura a otro sitio. El siguiente fue borrar el pre-cio de los libros en la primera página. Se anotaban allí, y cuando cambiaban había que borrarlos. Luego empecé a revisar las traducciones. Es un trabajo muy artesanal, que se ha perdido. Los editores que hoy tienen 30 años no trabajan los textos. Para mí, ser editor

es trabajar con los textos. Para los de hoy en día, es vender libros”.Luis Solano lleva 11 años al frente de su editorial, Libros del Asteroide. Siempre supo que lo suyo eran los libros, pero había estudiado Derecho y trabajaba en una consultora, donde le encargaron llevar los temas del libro electrónico en Planeta.“En Planeta empecé a darle vueltas a la posibilidad de montar una editorial. Los libros me parecían lo más gran-de a lo que podía dedicarle mi vida. Ya que no me reconocía talento para

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escribir, no se me ocurría una manera de estar más cerca de los libros que esa. Si estás en esta profesión es por-que tienes claro que el talento está en otro lado. En el triunfo del autor está tu triunfo”.“Éramos pobres”, dice Julián Rodríguez, escritor y editor de Periférica. “En casa sólo había un Quijote y una Biblia. Los libros fueron el primer patrimonio con el que pudimos hacernos por nuestros propios medios. Para mí una editorial es un proyecto intelectual. Hay perso-nas que pensaron una serie de ideas y devienen empresarios para poder defenderlas. No me fascina la parte pop star que puede tener un editor en este tiempo. La literatura nunca ha sido una chaqueta que te pones para declararte intelectual”.Al escritor argentino Damián Tabarovsky, exeditor de Interzona y ahora de Mardulce, le habían ofrecido, en los noventa, dirigir una colección de nouvelle en una gran editorial.“Y dije que no, porque me parecía que los editores eran todos delincuentes. Tenía la idea de que tenías que hacer concesiones comerciales. En 2008, Fogwill me contó que estaban bus-cando un editor en Interzona. Le dije lo mismo: los editores son todos delin-cuentes. Y me dijo: ‘No seas tonto, nadie sabe más que tú de la historia de la edición. Y además, entras y me pagas anticipos más altos’. Entré a Interzona y descubrí un oficio que me encantó y que no quisiera perder. Para mí un editor es una persona erudita, que lee mucho y tiene un criterio de lectura, y editar es una forma subrep-ticia de opinar sobre el estado de la cultura contemporánea”.Jorge Herralde, fundador de Anagrama, estudió ingeniería aunque su gusto por el mundo editorial venía desde la adolescencia y lo compartía con su amigo Carlos Durán.“Su padre era encuadernador, muy amigo y colaborador de Janés, el gran editor de los años cuarenta y cincuen-ta, y yo iba a menudo a su casa, donde tenían todo el fondo de Janés. Allí des-cubrí lo que era ser un editor, elaborar un catálogo coherente e imaginativo, con vocación artesanal y elevado sen-tido de la estética”.Recién en 1969 salieron los primeros títulos de Anagrama. Si la editorial comenzó como “caja de resonancia

de la izquierda heterodoxa”, a fines de los setenta el interés por los libros políticos decayó, pero, para entonces, Herralde ya había iniciado la colec-ción Contraseñas y, luego, Panorama de Narrativas (con autores como Bukowski, Nabokov y un larguísimo etcétera), lo cual hace pensar que el editor es no sólo una persona tozuda —alguien que quiere contar su visión del mundo—, sino también alguien capaz de ejecutar las maniobras de ajuste necesarias para que el negocio no se estrelle y, en cambio, siga en tur-bulento pero muy seguro vuelo hacia el destino final.“En muchas ocasiones pones tanto o más trabajo en libros que fraca-san como en libros que funcionan”, dice Miguel Aguilar, editor del sello Debate. “Con lo cual cuánto de ese éxito se te atribuye a ti es cuestionable. Un requisito fundamental es la capa-cidad de entusiasmarse permanente-mente, porque si un libro fracasa y te desilusionas, te vas a casa y no editas nunca más”.“Cuando eres un editor pequeño, haces los paquetes para los envíos, la maque-ta, eres tu propio jefe comercial”, dice Julián Rodríguez, de Periférica. “Te vas a tomar un vodka tonic con el autor y al día siguiente estás haciendo cajas. Este trabajo te obliga a ser humilde. El texto siempre es más importante que

tú. Eres un lector privilegiado. Pero no eres el autor”.“Hay muchos escritores con los que he trabajado muchísimo el texto y jamás han tenido una palabra de reconoci-miento”, dice Claudio López Lamadrid, “y está muy bien, yo no lo espero en absoluto. Me gustaría que mis autores sintieran que conmigo pueden hablar de sus libros. La parte más bonita es el trabajo con el autor. El escritor es una persona frágil y yo siento que puedo ser desde mamá hasta guardaespaldas, me gusta hacerlo.“Yo tengo todos los pecados menos la envidia”, dice Matías Rivas, director editorial de Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile. “Hay que pasarlo bien cuando a los otros les va bien. Eres el entrenador del equipo. Sabes que si el equipo se cae, te echan a ti. No van a echar a los jugadores”.“Tenía un amigo argentino”, dice Luis Solano, “que me decía que con las mujeres tienes que estar en la APC: actitud permanente de conquista. La APC de un editor es estar siempre con las antenas alerta a los libros. Si estás en una conversación y alguien men-ciona un libro, tomas nota y lo miras al día siguiente”.El editor es, quizás, un entusiasta serial que recoge las esquirlas del entu-siasmo ajeno y alimenta su caldera con intuición, erudición, ambición,

curiosidad y algo de buena suerte: Francisco Porrúa supo de la existen-cia de Ray Bradbury porque leyó un artículo de Jean-Paul Sartre en Les Temps Modernes donde se lo men-cionaba, compró los derechos por poco dinero y Crónicas marcianas fue, en 1955, el primer libro de su editorial, Minotauro; luego, sien-do editor de Sudamericana, llegó a Gabriel García Márquez al leer una entrevista incluida en Los nuestros, el libro de Luis Harss: lo contactó y García Márquez le ofreció su nueva novela, Cien años de soledad, que ya había ofrecido, sin éxito, a Carlos Barral en España. El argentino Jorge Álvarez fue el primero en publicar a Piglia, Rodolfo Walsh, Saer y Manuel Puig; Kurt Wolff reunió, en 1917, a Kafka, Robert Walser y Georg Trakl en su catálogo. La importancia de esos autores dentro del sistema lite-rario resulta ahora muy clara, pero la dificultad para evaluar la obra de un contemporáneo ha producido catás-trofes que la indulgencia de los años transformó en grandes momentos de morbo en la historia editorial, como, por ejemplo, cuando André Gide, trabajando para Gallimard, rechazó Por el camino de Swann, de Marcel Proust.“De todos modos”, dice con prag-matismo calcáreo Miguel Aguilar, “no eres editor sólo para descubrir a Proust. Si descubres a Proust y no consigues que nadie lo lea, es como si no lo hubieras descubierto. La parte bonita del trabajo del editor es que estás en contacto con la realidad más descarnada, que es el mercado.El catálogo es el sello y la patria de un editor, un sitio con fronteras definidas que emite un mensaje claro: dice a los lectores “aquí encontrarás La muer-te de Virgilio, mas no Juan Salvador Gaviota”. Pero cuando el catálogo aún no existe, ¿con qué criterios se dirime qué sí y qué no?“El catálogo mismo va seleccionan-do autores”, dice Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia. “Nos ha pasado con libros buenísimos y sen-tir que quedan sueltos en el catálogo, y tener que decir que no porque un libro que queda suelto no tiene buen augurio. Y no alcanza con el gusto. Uno no puede publicar sólo lo que le gusta. Hay libros con los que puedo

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no estar de acuerdo, pero me parecen fundamentales para pensar una cues-tión determinada”.El editor italiano Giulio Einaudi habla-ba de “la edición sí” (la que no sale al encuentro de los gustos del público, sino que introduce nuevas tenden-cias) y “la edición no”, que trata de satisfacer los deseos más obvios del público.“No es tanto que los libros se lleven bien entre ellos, sino que no se odien”, dice Luis Solano. “Saber mejor lo que no te vas a encontrar que lo que sí. Dos textos en dos editoriales distin-tas le están diciendo al lector cosas diferentes. Zweig era un autor de best sellers en los años treinta y Jaume Vall corba lo publica en Acantilado y propone una lectura distinta. Si a Zweig lo pones al lado de los ensayos de Montaigne, le estás diciendo al lec-tor: ‘Este autor está al nivel de este’. Por eso es importante la credibilidad del catálogo. Si la pierdes, desaprovechas el arma fundamental de convencer a los lectores de que lo que publicas es bueno”.“Yo había sido librero, y cuando empe-cé en la UDP sabía que todo aficiona-do a la lectura alguna vez va a comprar algunos libros como Las flores del mal o Una temporada en el infierno”, dice Matías Rivas. “En Chile teníamos a Nicanor Parra, Enrique Lihn, pero no encontrabas sus libros. Decidí hacer-me cargo de eso y de la crónica, de los géneros híbridos. Pero no tiene que ver con mi gusto personal. Si fuera

así, estaría publicando a Tácito. La literatura es un reflejo de otras cosas sociales, como la moda. Miro los desfiles de Alexander McQueen, por ejemplo, porque cuando tipos como esos deciden que la moda es punki, el correlato es Cincuenta sombras de Grey. Siempre hay una relación torci-da entre una cosa y la otra”.Cuando el manuscrito llega al editor es necesario, en ocasiones, ajustar tornillos, pulir aristas. En esa instan-cia hay editores que eligen hacer un trabajo de carpintería fina y otros que irrumpen con intervenciones a cora-zón abierto.“La escritura honesta deja a los auto-res tremendamente expuestos”, dice Diego Rabasa, de la mexicana Sexto Piso. “Exige una enorme prudencia y un gran respeto sugerir una modifica-ción en una obra que no nos pertene-ce. En términos generales, los autores valoran mucho más la honestidad que la zalamería”.“Estás manejando una materia abso-lutamente sensible”, dice Pilar Reyes. “Hay una inmensa fragilidad, incluso en los autores más consagrados, cuan-do terminan de escribir un texto. El editor es como un espejo en el que tienen que autoafirmarse. Y dar esa confianza exige que tengas un ego que te permita configurar ese espejo de una forma eficaz. A un escritor de esta clase no puedes decirle simple-mente: ‘Me gustó’. Quieren saber por qué funciona, por qué no, y ahí tienes que tener seguridad, para producirla

en el autor. El editor es el gran interlo-cutor del creador, pero el texto es del escritor. Yo creo que es apropiación indebida pensar que uno se homologa con el autor y vuelve lo bruto en un diamante”.“Un buen editor es un tipo que tra-baja con animales salvajes. Que hace que los animales salvajes produzcan y que nunca los domestica”, dice Matías Rivas. “Si el autor funciona con ira, tienes que hacer que se vaya furioso cada vez que habla contigo, directo a la computadora dispuesto a sacar esa ira. Si el tipo necesita tranquilidad, hay que hacer de padre. A veces me dan pena los escritores. Es gente que trabaja mucho y el retorno real es muy simbólico. El autor latinoamericano no gana mucho dinero, y trabaja lo mismo que el noruego, que el nor-teamericano. Lo primero que tiene que saber un editor latinoamericano es que está trabajando con una per-sona pobre. Si trabajas con 40 libros al año, trabajas con 30 personas con problemas para llegar a fin de mes. Es muy duro ser escritor. Tú como edi-tor te puedes equivocar, sacas un libro que es más o menos malo, dos que no. Pero cuando un autor se equivoca se cae él. Tu complicidad con el creador va a significar mucho más que las 10 críticas buenas que le hagan en los periódicos”.En un reportaje publicado por Paris Review, Robert Gottlieb, editor de Simon & Schuster, Knopf y The New Yorker, decía: “La relación del editor

con el libro debe ser invisible (…) Tu trabajo como editor es darte cuenta de qué es lo que el libro necesita, pero el autor es el que tiene que darle eso al libro (…) Cuando la gente me dice: ‘Oh, eres tan creativo’. Les contesto: ‘No, yo no soy creativo. Simplemente tengo ciertas cualidades que se necesi-tan para mi trabajo’. Hay editores que toda la vida se sienten culpables por no ser escritores. Yo puedo escribir, pero no me gusta la escritura. En cam-bio, leer es como respirar”.En el reportaje participaban algunos de los autores a quienes Gottlieb había editado; entre ellos, Cynthia Ozick, quien contaba que David Segal, que había sido su editor en Knopf, había muerto de un ataque al corazón en la Navidad de 1970, el mismo día en que la primera hija de Robert Gottlieb venía al mundo. Ozick recordaba que, inmediatamente después del naci-miento, Gottlieb la llamó desde el hospital y le dijo: “No te preocupes, no estás abandonada. Tu editor se ha ido pero yo estoy aquí y seré tu editor y te publicaré. No sien-tas que estás perdida”. Y ese llamado, decía Ozick, fue la demostración de generosidad más grande que haya experimentado en toda su vida. Y esa, quizás, sería una buena definición del editor: el tramoyista discreto que, mientras el trapecista está en pleno vuelo, contempla las piruetas que él no puede ejecutar y permanece en las sombras, atento, listo para aparecer cuando todo lo demás desa parezca.

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7cultura 6 de diciembre de 2015 / el mañana / Domingo

Joaquín Ferrandisel PaÍS

Intentaron vender los “picasso” fal-sos a través de marchantes, galeris-tas, exhibiciones en hoteles y hasta en el interior de una furgoneta. Hasta hace unas semanas, cuando el grupo de Patrimonio de la Policía de la Generalitat Valenciana (una unidad adscrita de la Policía Nacional) se incautó de los lienzos que ahora están depositados en el Museo San Pío V de Valencia a la espera de que los jueces decidan qué hacer con ellos.El comisario de la Policía de la Generalitat Valenciana, Álvaro Rodríguez, explicó que las incauta-ciones de los falsos picasso, que esta-ban a la venta por un importe global cercano a los 160 millones de dólares, se han realizado en dos operaciones paralelas.Las primeras detenciones se regis-traron en Granada donde se detuvo a seis personas que pretendían ven-

Incautados cinco ‘picassos’ falsos que estaban a la venta por 160 millones

La PoLicía de la Generalitat Valenciana requisa cuatro lienzos en Granada y uno en Benidorm y detiene en dos operaciones a ocho personas por estafa.

der un lienzo de gran formato titulado Variation por nudite sur divan en 60 millones de dólares y otros tres cua-dros de inspiración cubista titulados Guitare et Guitarron, Mujer cubista o arlequín y Bodegón con aguamanil por los que pedían precios que osci-laban entre los 20 y los 30 millones. Dos de las obras estaban guardadas en un despacho, mientras que las otras iban a ser transportadas en vehículos particulares.Las seis personas detenidas por esta presunta estafa, dos de los cuales tienen antecedentes por corrupción urbanística, alegaron que los cuadros proceden de Cuba y que habían sido donados a uno de los detenidos que buscó intermediarios para realizar la operación de compraventa.La Fundación Picasso de Málaga asegura que no está documentada la presencia de Picasso en Cuba y que, en cualquier caso, ninguna de las cuatro obras que estaban a la venta puede atribuirse al pintor malagueño,

según ha explicado el comisario.En la segunda operación policial, registrada en Benidorm, los agentes incautaron otro falso picasso titulado La vida y la muerte, cuyo propietario había invertido una gran cantidad de dinero en obtener documentación que respaldase la supuesta autoría del cua-dro. En este caso, la Fundación Picasso de Málaga aseguró que, pese a que la obra iba acompañada de abundante documentación (análisis químico, informe de restauración, informe cali-gráfico, un estudio histórico-teórico y un certificado redactado por un crítico e historiador del arte), el cuadro no puede atribuirse “en absoluto” a Pablo Picasso.

Firma en BeliceEl falso picasso sobre La vida y la muerte se intentaba vender por un precio que oscilaba entre 18 y 30 millo-nes de dólares a través de una socie-dad mercantil con sede en Belice para eludir al fisco español. Dos de los tres

propietarios del cuadro, que aseguran que lo obtuvieron de un coleccionista catalán ya fallecido, han sido deteni-dos, mientras que el tercero se halla prófugo. Como en el caso de Granada, los dos detenidos ya tenían anteceden-tes policiales.En el caso de Benidorm, el cuadro se incautó dentro de la furgoneta de uno de los vendedores. Un constructor venido a menos que pretendía salir de la mala racha y del que la policía no ha querido facilitar más detalles. La policía tiene constancia de que se llegó a ofertar en más de una docena de ocasiones.El director general de la Agencia de Seguridad del gobierno valenciano, Josep Maria Ángel, ha indicado que “no se trataba de delincuentes de guante blanco” y ha elogiado la labor policial iniciada el pasado mes de sep-tiembre. Ahora tendrán que ser los juz-gados de Granada y Benidorm quienes determinen el futuro de los cuadros incautados y de sus propietarios.

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8Domingo \ el mañana \ 6 de diciembre de 2015 liBroS

Por Jan martínez ahrensel PaÍS

Hay libros que se escriben para morir en el punto final. Otros for-man un interrogante. Y sólo unos pocos se elevan entre exclamacio-nes. Este es el caso de ¡Llegaron!, la última y exuberante obra de Fernando Vallejo (Medellín, 1942), que ahora publica la editorial Alfaguara. Su historia es la de su autor, su familia y, sobre todo, los recuerdos de infancia en la colom-biana finca de Santa Anita, junto a sus abuelos. Pero lejos de quedarse en un paseo por un tiempo perdido, el texto sirve para un ajuste de cuentas con el presente. Ese universo amorfo e inagotable al que el narrador pasa a cuchillo página tras página. Desde Colombia hasta Dios. A veces lo hace con humor, otras con saña, pero siempre con voz propia. Una primera persona (el autor detesta el uso del narrador omnis-ciente) que, sentada en un avión con destino desconocido, reme-mora la vida y muerte de los suyos, se muestra a sí mismo sin pudor y hace estallar con su torrencial estilo todo lo que toca.— Hablo como pienso y escribo como hablo.Vallejo vive en la Ciudad de México. Allí, en la frondosa aveni-da de Ámsterdam, pasea cada día a su perra, Brusca. Es un hombre ele-gante, de talante bondadoso, pero que, en su conversación, guarda siempre una navaja bien afilada. Preguntarle es verla brillar. Salvaje y tropical.Pregunta. El libro se abre y cie-rra con exclamaciones. ¿Hay algo así como un ritmo exclamativo?reSPueSta. Exacto. Con excla-maciones. Solo que antitéticas. La de entrada es “¡Llegaron!”. Y la de salida “¡Se fueron!”. Claro que lle-gamos, claro que nos fuimos, como llegamos todos y nos habremos de ir todos. La literatura se escribe en prosa y la prosa antes que nada es ritmo. Pero del bueno. No los octo-sílabos asonantes y sonsonetudos de García Lorca. Esto que le digo es uno de los grandes descubri-

“El cristianismo es una empresa criminal”

con humor, con saña y con voz propia, fernando vaLLejo Lanza dardos a dios y a su país

“La igLesia y Los poLíticos son roñas incurabLes. y mi país, una maLa patria”

mientos míos, hecho después del agua tibia, que se lo debo a México, ya cumplidos mis 27 años, pues en Medellín nos bañábamos siempre con agua fría.P. Su estilo es enormemente fluido. ¿Cómo trabaja un texto?r. Lavando platos y paseando a mi perra, Brusca, por el camellón de la avenida de Ámsterdam de la Ciudad de México para que haga en público

sus necesidades porque en privado, en la casa, no le gusta a la maldita. O mejor dicho bendita, porque la amo.P. ¿Se identifica con la voz central del libro?r. Mil por mil. Cien por cien. Ciento por ciento.P. ¿Es un viaje por sus recuerdos?r. Sí. Un viaje en avión tratando de ganarle la carrera a mi médico, el doctor Alzhéimer.

P. ¿Le gusta viajar en avión?r. Mucho. Ahí o cuando lavo pla-tos se me ocurren los libros. Viajo en clase turista y lavo platos más que por falta de dinero por humil-dad. A mí que no me venga el papa Francisco a dárselas de humilde, que él no lava platos y viaja en jet privado. Ah, no, perdón, calumnio, miento. Lava patas.P. El libro tiene mucho humor.

EL Escritor colombiano Fernando Vallejo con su perra Brusca.

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96 de diciembre de 2015 / el mañana / DomingoliBroS

“El cristianismo es una empresa criminal”

con humor, con saña y con voz propia, fernando vaLLejo Lanza dardos a dios y a su país

“La igLesia y Los poLíticos son roñas incurabLes. y mi país, una maLa patria”

¿Cómo se consigue?r. Esa es una interpretación errada. Yo nunca escribo en burla: siempre en serio.P. A la Iglesia le dedica constantes dardos. Por ejemplo: “Dios, como Pablo Escobar, no mata por mano propia, Él no se ensucia: para eso tiene sus sicarios”. ¿Le falta humor a la religión?r. Según Marx, la religión es el opio

del pueblo. ¡Qué va! Ojalá. Me la fumaría enterita. La religión es una plaga. Todas, empezando por el cristianismo y el mahometismo, a las que hoy pertenece la mitad del género humano. El cristianismo no es una civilización, es una empresa criminal, y lo mismo eso que llaman pomposamente el islam: mahome-tanos asesinos y rezanderos. No hay Dios, Bergoglio, y nunca ha habido un Cristo de carne y hueso, saca-do de una costilla de Adán o de un chorro de luz de las entrañas de la Virgen fecundada luminosamente por el Espíritu Santo. A la religión no le falta humor, lo que le falta es castigo.P. Cuando ataca, lo hace con nom-bre y apellidos. Putin, Sarkozy y hasta Santos (“más estúpido que una película de avión”)… ¿Le gusta la polémica?r. Yo con nadie polemizo. No soporto que me contradigan.P. Dice usted de los colombianos que son “chusma carnívora y pari-dora, cristiana y futbolera”. ¿Existe posibilidad de que usted se recon-cilie con Colombia?r. Nunca me he peleado con esa mala patria. Simplemente, le ajusto cuentas cada vez que puedo.P. ¿Es Santa Anita su infancia, la otra Colombia?r. Así es. La más hermosa.P. Dice su protagonista sobre Colombia: “Ya sé que por maldición eterna habré de volver a morir a ese moridero”. ¿Lo cree usted?r. Estoy seguro, porque como yo soy el que voy a decidir mi muerte… A mí no me va a matar Diosito con un cáncer de páncreas o mandán-dome un sicario. No le pienso dar gusto a ese Viejo.P. “El Homo sapiens es una fábrica de mierda”. ¿No le gusta el género humano?r. Me gusta que haya dicho “género humano” y no “raza humana” como muchos ignorantes traduciendo del inglés the human race; o “especie humana” como dicen los escrupu-losos aduciendo que la del Homo sapiens es una especie y no un géne-ro. Sí, reparones, pero en términos biológicos, no de lenguaje. Las len-guas son caprichosas. Y la española ni se diga. Este es un idioma loco.

P. ¿De dónde le viene el interés por la gramática?r. De Colombia, que está loca. Durante 50 años la gobernaron presidentes gramáticos del partido conservador, que creían en Dios y vivían en guerra permanente con-tra el que y los gerundios galicados. Y que no se le podía quitar la prepo-sición a las ciudades ni a los países cuando eran complemento directo. “Más independizó Cataluña”. ¡Qué horror! Eso es incorrectísimo. Debe ser: “Más independizó a Cataluña”. Cuando se consume esta separación vuelvo a España. Antes ni muerto.P. No se fía de los políticos, o eso parece. ¿Pero se puede vivir sin ellos?r. Los políticos son corruptos; los dictadores, corruptos; los tiranos, corruptos; los reyes, zánganos y corruptos; los curas, maricas y corruptos; el Papa, farsante y corrupto; los ayatolás, asesinos y corruptos; Castro, traidor y corrup-to; Berlusconi, pederasta y corrupto; Putin, asesino y corrupto… Y así. Y todos ellos carnívoros.¡Hideputas!, les habría dicho don Quijote.P. Colombia, la Iglesia, la podre-dumbre política, la muerte… ¿Se puede decir que forman parte de sus obsesiones?r. La Iglesia y los políticos son roñas incurables. Y Colombia, una mala patria. Esta es la hora en que no acabo de ajustarle las cuentas.P. ¿Cómo ve Colombia ahora? ¿Y México?r. Igual de jodidos. Casi como España. En ese par de paisuchitos la gente se reproduce como animales, y se come a los animales. “¡No se reproduzcan como conejos!”, dijo Bergoglio. ¡Ah, sí! ¿Y la encíclica Humanae vitae de su predecesor Pablo VI en que este Papa prohi-bía el sexo no solo por fuera del matrimonio sino también dentro de él cuando no estaba destinado a

la reproducción? Así que si usted quiere tener 20 coitos en su vida tiene que tener 20 hijos. Mi papá y mi mamá fabricaron 24. En la por-tada de ¡Llegaron! puede ver usted unos cuantos de ellos. Ahí estoy yo con gafitas. Mi papá, manejando. Mi mamá, con su benjamincito en brazos.P. Dentro del libro hay otro libro: ‘La libreta de los muertos’. ¿Los cuenta y recuerda usted?r. Voy en el 858, que se dicen rápi-do pero que me costaron una vida y años de esfuerzos de la memo-ria. Son los que vi por lo menos una vez, pero en persona (no en el periódico o por televisión), y que sé con certeza que se murieron. Me dicen que Buñuel llevaba una libre-ta así. La llevaría, pero no como la mía, ni de lejos: en la mía hay putas, gigolós, travestis, políticos, atra-cadores, ladrones, sicarios. Y dos papas: Giovanni Battista Montini, alias Pablo VI, y Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II. A uno lo vi con la capa al viento, a 20 metros, en la plaza de Bolívar de Bogotá; y al otro pasando en papamóvil por la avenida de los Insurgentes de la Ciudad de México, también a tiro de piedra. No sabe la alegría con que los anoté.P. La muerte es una constante en su texto. ¿Le produce miedo? ¿Angustia? ¿Sensación de absurdo? ¿Soledad?r. Terror, porque dejaría a mi perra, Brusca, huérfana.P. ¿Es usted un hombre familiar? En el libro le da mucha importancia a la familia.r. Toda mi familia tiene cuentas pendientes conmigo que no acaban de saldar. De libro en libro se las voy cobrando.P. “Vivo para contener el caos”, dice su protagonista. ¿Es la lite-ratura una forma de poner orden en las cosas?r. No. Por el contrario. Nada de orden. Que se acabe la humanidad y volvamos al caos, que el orden cuesta mucho, inmenso esfuerzo, no paga el sacrificio.P. ¿Cuándo sabe que ha terminado un libro? ¿Cuándo lo supo de éste?r. Cuando llego a la página 180. Más es mucho y menos poco.

También es una empresa criminal eso que llaman pomposamente el islam: mahometanos asesinos

y rezanderos

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Por Pilar Bonetel PaÍS

Otoño, domingo, Minsk. En una explanada entre la avenida de la Victoria y el río Svislach, los agricul-tores venden manzanas, calabazas y coles en una feria de fin de semana. Al otro lado del río aparece el denso bloque de viviendas donde se aloja

Svetlana Alexiévich, la Nobel desconocida

esta semana, esta escritora de 67 años, a mitad de camino entre La Literatura y eL periodismo, recibirá eL premio nobeL de Literatura en estocoLmo

pocos escritores han retratado como eLLa eL aLma de La unión soviética. sin embargo, putin aún no La ha feLicitado. eLLa no se da por aLudida

la escritora Svetlana Alexiévich siem-pre que recala en la capital bielorrusa. La última Nobel de Literatura se pre-para para la ceremonia de entrega del premio, el próximo 10 de diciembre en Estocolmo. Ha pasado gran parte de la jornada con un equipo de la televisión sueca que cada año realiza un exhaus-tivo programa con los premiados.Ya ha oscurecido cuando por fin tiene

lugar esta conversación; un encuentro íntimo que no será interrumpido por teléfonos enervantes, la llamada de los diplomáticos complacientes y la continua cascada de flores. Volvemos a estar en su cocina. Como otras veces. Svetlana, que se ha resfriado durante el rodaje con los periodistas suecos, se echa una chaqueta sobre los hombros y prepara un té. Pese a

mi intento inicial de excluir al pre-sidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, y su colega y líder ruso, Vladímir Putin, de nuestra conversa-ción, ambos se terminan asomando a ella: son referentes del paisaje político y social de la escritora. El primero de ellos, Lukashenko, inicialmente la felicitó haciendo gala de su astu-cia, para después acusarla de haber

En 1985, en la época de su primer éxito, ‘La guerra no tiene rostro femenino’.

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la humanidad. Tomaron el poder y para mantenerlo y realizar su revo-lución comenzaron a derramar san-gre y se transformaron en horrendos verdugos. Fue una tragedia. Entonces yo no lo comprendía, pero nunca he pretendido ser una disidente desde la cuna. Mi padre era un comunista con-vencido que nunca entregó su carné y yo era un sovok (una partidaria recalcitrante del modelo soviético), como los demás, y solo me liberé de esa condición en Afganistán”, afir-ma, recordando el viaje que realizó a aquel país en 1988 cuando el Ejército soviético aún mantenía su ocupación militar sobre él.

“Nos propusieron llevar juguetes a un hospital de Kabul. Era una barra-ca, un corral, donde se hacinaba la gente, sobre todo mujeres y niños. Comenzamos a repartir los jugue-tes. Yo tenía un montón de osos de peluche y le di uno a una mujer que tenía un hijo. El niño, acostado, tomó el juguete con los dientes. Cuando yo le pregunté torpemente por qué lo

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una imagEn dE chErnóbiL, escenario de una de sus obras maestras.

“Nunca he pretendido ser disidente desde la cuna. Mi padre era comunista”

empañado la imagen del país. Svetlana es la madre del “primer Premio Nobel de Bielorrusia”, según definición de una funcionaria gubernamental; lo que quiere decir que el premio no es ya tanto de Svetlana Alexiévich, sino patrimonio y orgullo del Estado bie-lorruso. “Si opino sobre Lukashenko y Putin no significa que me refiera al pueblo de Bielorrusia y de Rusia, donde hay mucha energía creati-va, pero las ideas son medievales y retrógradas y [para esos dirigentes] es muy fácil pulsar el botón del pri-mitivismo”.Le cuento a la escritora que en la Casa del Libro de Moscú (la librería más grande y famosa de la ciudad, en la avenida Nueva Arbat), en el lugar más privilegiado de la monumental tienda, me encontré con la colección completa de libros del ministro de Cultura de Rusia, Vladímir Medinski, unos tomos de divulgación propagan-dística sobre los orígenes y modelo de Estado ruso que han tenido una tirada de centenares de miles de ejemplares. En la misma librería, las obras de mi interlocutora, Svetlana Alexiévich, la nueva Nobel, ocupaban un lugar discreto, casi como rescata-dos de un naufragio. Era una imagen impagable de su situación actual. No hacían falta palabras. Ni el presidente ruso, Vladímir Putin, ni el ministro-escritor Vladímir Medinski le han dado la enhorabuena, aunque Putin sí que tuvo tiempo durante ese mismo intervalo para felicitar a tres repre-sentantes de la cultura estatal, uno de ellos armenio, por sus respectivos cumpleaños. “No me afecta mucho. El escritor ruso está acostumbra-do desde hace tiempo a vivir en la oposición”, sentencia. Luego matiza: “Por otra parte, yo no he dicho ni la mitad de esas tonterías primitivas que se me atribuyen. Dicen que en San Petersburgo [ciudad natal de Putin y de su grupo de influencia política] hay una fábrica de trolls encargados de tergiversar las cosas. ¿Qué se puede oponer a todo eso?”. Las reacciones a la concesión del Nobel a Svetlana por parte de otros intelectuales rusos tampoco son muy halagadoras. “Le he dicho a mi hija, Natasha, que me las imprima para leerlas cuando tenga tiempo. Después de todo, son mani-festaciones del hombre rojo, el objeto

de mis investigaciones”, dice refirién-dose a las personas que se formaron bajo el imperio de la URSS.Alexiévich compone sus obras a par-tir de la memoria oral de sus prota-gonistas, que ella ordena y organiza como un coro de seres marcados por sus experiencias en la URSS. Su últi-ma obra, Tiempo de segunda mano: el fin del hombre rojo (2013), es la crónica de los traumáticos efectos de la desaparición de aquel imperio. Sin esperar a que le pregunte, Svetla na se adelanta y menciona un ensayo que dedicó a Félix Dzherzhinski, el fundador de la policía política de la Rusia soviética. Sus detractores esgrimen aquella obra de juventud para demostrar que ella también fue soviética. Los Dzherzhinski perte-necían a la pequeña nobleza rural polaca y su hacienda, convertida en museo, está cerca de Minsk. Svetlana la visitó y quedó impresionada por la correspondencia del fundador de la Cheka, ese cuerpo policial represor creado por Dzherzhinski en 1917. Ante mí insiste en que “las cartas de Félix Dzherzhinski son muy interesantes, porque al leerlas se comprende que la revolución de 1917 no la hicieron los bandidos, como algunos hemos ima-ginado. Dzherzhinski era uno de esos románticos que aspiraban a purificar

cogía así, la madre, con rabia, apar-tó la sábana de un tirón y vi que no tenía ni brazos ni piernas. Sentí que me desvanecía y ella me espetó cruelmente: ‘Mira lo que han hecho tus soviéticos, como hizo Hitler”. “A partir de ahí, el camino de mi liberación fue muy difícil. Nuestra generación creía en el socialismo de rostro humano”.La cruda experiencia afgana de Svetlana Alexiévich se convirtió en su obra Tsinkovii Malchii (Los chicos de zinc), publicada en 1989 y no traducida hasta ahora al caste-llano. Se trata de una novela sobre el efecto de aquella guerra ajena en aquellos que volvieron lisiados físi-ca o moralmente, y también en sus familias y las familias de los muertos. Construido también como un relato coral, el libro fue muy controvertido. Y la respuesta no tardó en llegar. Un grupo de familiares de veteranos de aquella guerra olvidada la llevaron a los tribunales bajo la acusación de tergiversar sus testimonios. Entre los demandantes estaba “la protagonista de una de las mejores historias del libro”, explica Svetlana. “Me sor-prendí cuando la vi en el juzgado. De pronto me soltó: ‘No necesito tu verdad. Mi hijo era un héroe y tú lo has convertido en un asesino.

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La Escritora Svetlana Alexiévich.

tEstigos. Svetlana, en los años ochenta, rodeada de mujeres combatientes de la II Guerra Mundial con cuyos testimonios escribió ‘La guerra no tiene rostro femenino’.

Me has robado a mi hijo por segun-da vez. Antes de que escribieras tu libro venían a pedirme sus cosas, sus cuadernos escolares, para el museo. Era un héroe y tú me lo has robado”.A los militares tampoco les gustó la obra. El general Borís Grómov, jefe del ejército soviético en Afganistán, le había pedido a Svetlana que escribiera “un libro tan heroico como mi obra La guerra no tiene rostro de mujer (una obra monumental que recorre la II Guerra Mundial a través de centenares de testimonios de ciudadanos sovié-ticos que la vivieron). Yo le contesté que aquella era otra guerra y de pronto vi un brillo de acero en sus ojos…”. En 1993, los tribunales obligaron al perió-dico Komsomólskaya Prav da a rec-tificar algunos fragmentos del libro de Alexiévich sobre Afganistán que había reproducido en sus distintas ediciones. Se había intentado cerrar la boca de Svetlana, pero aquellos héroes trágicos de Afganistán habían cobrado vida propia al margen de sus modelos originales.Svetlana nació en Stanislav (hoy Ivano-Frankovsk, una ciudad de 220.000 habitantes en Ucrania Occidental) en 1948. Su padre, un bielorruso que estu-diaba Periodismo cuando lo moviliza-ron para la II Guerra Mundial, acabó la contienda en aquella localidad y no fue desmovilizado de inmediato. Trabajaba como técnico en un regi-miento de aviación y, como le gusta-ba leer, frecuentaba la biblioteca. Allí comenzó el romance con la bibliote-caria, que era de la región ucrania de Vinnitsa, y la relación acabó en boda y en el nacimiento de Svetlana. La población local era hostil a los representantes del poder soviético y la niña Svetlana estuvo a punto de morir de hambre, dice, cuando “nos robaron todo lo que teníamos en casa y no podíamos comprar nada en el mercado. Entonces mi padre saltó la valla de un monasterio y logró llegar hasta la priora, a la que le dijo que entendía que le viera como enemigo, pero que necesitaba salvar a su hija del hambre. La priora, una mujer madura, pensó mucho tiempo antes de acceder a su demanda. Prohibió a mi padre que volviera a acercarse al monaste-rio, pero ordenó que mi madre pasara cada día a recoger medio litro de leche de cabra para mí”.

Cuando la niña Alexiévich tenía cinco años la dejaron a cargo de su abue-la materna en la región de Vinnitsa. Aquella mujer, con la que pasó un par de años, fue “el ser que más he querido en mi vida; una ucrania de pura raza con una bonita trenza, que llevaba siempre una blusa borda-da y desprendía energía; una mujer impresionante”. Después, la familia se trasladó a Bielorrusia, a la región de Polesie. El padre trabajaba en la redacción de un periódico y llegó a ser considerado para que ocupara un cargo de responsabilidad en el Partido Comunista, hasta que “descubrieron que la hermana de mi madre había vivido en el territorio ocupado, lo que suponía un gran pecado, y, por si fuera poco, era profesora de alemán”. Esa tía fue enviada a “excavar en las minas de Donbás” y al padre le dieron a ele-gir entre su carrera y su esposa. Un amigo comunista le aconsejó que se esfumara lo antes posible, y el padre se fue de maestro a un pueblo apartado y solo así logró salvarse.En el recuerdo de Alexiévich, el ambiente rural en Ucrania y en Bielorrusia, las dos repúblicas occi-dentales de la URSS, se diferencia porque en la última “solo había muje-res, ya que todos los hombres habían muerto en la guerra”. Alexiévich trabajó como maestra y reportera, ingresó después en la Facultad de Periodismo y se incorporó a la redac-ción de una revista literaria en Minsk. A sus primeros pasos en la literatura pertenece la obra teatral Mariutka, un intento de retomar una novela sovié-tica sobre la guerra civil entre blancos y rojos escrita por Borís Lavreniov, titulada El 41 y publicada en 1924. En ella, la protagonista, la bolchevique Mariutka, mata por razones ideológi-cas al blanco del que está enamorada. En su secuela dramática, Alexiévich trató de imaginarse a esa bolchevi-que muchos años después, ya mayor, desilusionada ante el materialismo del entorno y atormentada por el remordimiento del gesto que creyó una proeza en su momento. La obra estuvo brevemente en la cartelera en el teatro de los jóvenes espectadores de Minsk. Hoy Alexiévich se distancia de aquella producción y asegura que no ha guardado el texto: “No pude lograr la sintonía global humana a

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EL LídEr ruso Vladímir Putin y del presidente de Bielorrusia. Ambos han ninguneado el trabajo literario de Svetlana Alexiévich. De ellos habla en esta entrevista.

“El escritor ruso está acostumbrado hace tiempo

a vivir en la oposición”

la que llamamos literatura. Fue un experimento. No era serio. Buscaba mi género. Escribí versos, teatro. Me busqué durante mucho tiempo”, explica. Svetlana Alexiévich parece no dar nunca por acabados sus libros, a los que añade nuevos párrafos o desmiembra para utilizar esos frag-mentos en otras obras, como si fueran seres vivos. “Mis libros viven conmi-go y con sus protagonistas. Las muje-res a las que entrevisté para La guerra no tiene rostro de mujer [concluida en 1983 y publicada en 1985] se resistían al principio a contar su experiencia porque no la consideraban bastante heroica, pero luego, durante la peres-troika, su testimonio circuló en millo-nes de ejemplares y la sociedad las convenció de que esa era la guerra que interesaba a las siguientes gene-raciones. Y a partir de ese momento, aquellas mujeres que habían temido perder el respeto de sus hijos por sus recuerdos me llamaban para contar-me nuevos detalles que antes no me habían relatado”. Posteriormente, la escritora incorporó al libro los textos vetados por la censura, sobre sexo, violencia, crueldad y, en definitiva, sobre el precio de la victoria.Tardo al menos diez años en escribir un libro y no soy de las que van, hacen una entrevista y asunto resuelto. El proceso es muy largo, hay que volver sobre el tema muchas veces, como sobre la composición de un retrato. Mis relatos exigen muchas conver-saciones, porque de repente el inter-locutor consigue formular sus ideas como no lo había hecho antes. Es un trabajo muy delicado”. Cada obra ha tenido su dificultad específica. En La guerra no tiene rostro de mujer se trataba de “encontrar una mirada que no fuera masculina, liberarse de la prisión del lenguaje masculino. Los hombres son rehenes de la cultura de la guerra. Por ejemplo, Putin, con su culto al cuerpo, al ejército y a la flota, esgrime un lenguaje masculino. Pero las mujeres pueden ser impla-cables”. Alexiévich se refiere a una de sus protagonistas, que tomó la

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La autora, en 1988 en Kabul, durante la invasión soviética a Afganistán. De aquella experiencia salió su libro Los chicos de zinc y cambió la visión de su país.

decisión de matar a tres alemanes presos porque comprendía que sus compañeras partisanas, más jóvenes que ella, no serían capaces de hacerlo. “No se le ocurrió liberarlos y lo más impresionante es que me lo contó con total tranquilidad. Creo que era una maestra”, agrega.En Voces de Chernóbil (1997), a Alexiévich le resultó “muy difícil encontrar el ángulo” adecuado por-que el accidente de la central nuclear era algo nuevo y “la gente estaba tan impresionada que se expresaba de un modo distinto”. En su última obra, El fin del hombre rojo, el reto era “encontrar la columna vertebral” de aquella fragmentación de la URSS, que iba acompañada de “una misma atomización personal”. Alexiévich dice haber trabajado entre 12 y 13 años en este libro, si se considera que su origen está en Fascinados por la muerte (1994), una historia sobre jóvenes suicidas. Opina la escritora que el fin de la URSS y el derrumbe del sistema socialista “fue una catás-trofe para muchos. No es verdad que fuera un final esperado, ni siquiera por Gorbachov. La gente no estaba preparada. Las ideas comunistas tam-

bién atraían a los mejores, y puedo juzgar por mi padre”.¿Conserva Alexiévich los documen-tos sobre los que teje su obra? “No los guardo”, dice, y explica que tras conservar durante un tiempo las grabaciones de las cintas emplea-das en La guerra no tiene nombre de mujer, acabó entregándolas al museo del Komsomol (las Juventudes Comunistas) de Minsk, que fue pos-teriormente desmantelado. “Es una pena, pero de todas maneras creo que las cintas se hubieran echado a perder, porque no interesan a nadie. Nosotros, a diferencia de los alema-nes, no tenemos una cultura archi-vística”, dice. En cuanto a los docu-mentos que sirvieron para construir Voces de Chernóbil, la escritora dice haber entregado vídeos y grabacio-nes a la fundación del financiero y filántropo George Soros, “y creo que los conserva en Hungría. Durante un tiempo intenté entregar mis docu-mentos al Museo de la Guerra Patria [la denominación soviética de la II Guerra Mundial], pero se negaron a hacerse cargo de ellos porque me veían como alguien de la oposición. Luego, cuando escribí Los chicos de

zinc, la sociedad se dividió en torno a esa obra, unos me aceptaron y otros me demandaron, y no podía darle las cintas a nadie, y eran casetes antiguos y se estropeaban”.Alexiévich reconoce como maestro a Alés Adamóvich, el escritor bielorru-so que fue partisano en la II Guerra Mundial y que uso la técnica del mon-taje documental para abordar el blo-queo de Leningrado o la experiencia de la ocupación nazi y la resistencia partisana en Bielorrusia.Antes de la ceremonia de entrega del Nobel, en menos de dos semanas, la escritora deberá cumplir con una serie de rituales. Tiene que prepa-rar su discurso de aceptación, “de 45 minutos”, y anda pensando qué temas planteará. “Tengo la idea de que de mis libros se puede extraer odio y también amor, y yo creo que ha llegado la hora de sacar amor. He tomado unas notas sobre eso, pero tengo que desarrollarlo, demostrar-lo de forma sistemática”, dice, y sus-pira. “Cuarenta y cinco minutos, 10 folios, un texto enorme, que debe ser filosófico, pero no teoría pura”. Además del aspecto intelectual, el premio también incluye aspectos

más prosaicos. Le pregunto si ya ha encargado el traje para la ceremonia. Como si fuera una colegiala prepa-rándose para una fiesta, Alexiévich dice: “Me lo están cosiendo, pero, de acuerdo con el código de vestuario establecido, necesito cuatro modelos distintos”.Asegura la autora que su ciclo sobre la “utopía” socialista está concluido, con independencia de que el hombre soviético siga vivo, por ejemplo en la violencia que ha aflorado en Donbás (Ucrania). Actualmente, Alexiévich trabaja en una obra sobre el amor y otra sobre la vejez, “los dos ejes en torno a los cuales gira la vida”. Para El ciervo maravilloso de la eterna caza, su libro sobre el amor, solicitó volun-tarios anónimos para que relataran sus experiencias, aunque “el amor es una cosa muy íntima y no es fácil que la gente se preste a hablar de ello. La idea me surgió hace 10 años y llevo mucho tiempo reuniendo material, aunque aún no sé cómo lo voy a mate-rializar”. “Para estos dos nuevos libros tengo que ser otra persona distinta, con otro vocabulario, con otro siste-ma de sensibilidades, pero la vida, constantemente, me arrastra a las barricadas”.A propósito del amor, le pregunto si hay en su vida un “ser querido”. “Los hubo, pero no ahora”, dice, y puntuali-za que no se siente sola. “No está en mi naturaleza. Tengo a mi hija, mis ami-gos, la naturaleza, la música”. Dice que le gustan compositores como el ucra-nio Valentín Silvéstrov, que ha musi-cado películas de la directora de cine Kira Murátova, y Sofía Gubaidúlina, una compositora de Tataristán de tendencia vanguardista y residente en Alemania. También le gustan las instalaciones de Marina Abramovic, una artista que le es “muy cercana”.Alexiévich marca las distancias entre periodismo y literatura. Su obra, dice, “es una concepción del mundo, un trabajo infernal, no solo para reunir las voces, sino para encontrarles una forma, para convertir este caos huma-no de voces y sonidos en una sinfonía. Escucho el texto como música”.

* La última obra de la nueva premio Nobel, El fin del Homo sovieticus, está editada por Acantilado.

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Por Juan José millásel PaÍS

Parece que se está probando un sal-vavidas y quizá se está probando su ataúd. El niño, a juzgar por su sonrisa, no lo sabe. A esas edades tiene más fuerza la fantasía que la realidad. La vida en cierto modo es una guerra entre aquella y esta, de la que tarde o temprano sale derrotada la primera. Significa que la realidad, a medida que creces, va

Un chaleco con silbatoLa reaLidad, a medida que creces, va ‘okupando’ tu casa y tu cabeza hasta que no queda un rincón Libre para La fantasía

ocupando tu casa y tu cabeza hasta que no queda un rincón libre para la fantasía. La realidad parece que viene de visita hasta que un día te levantas y la encuentras decidiendo la disposición de los muebles en el salón y de las ideas en la cabeza. Pero este chamaco no se ha ente-rado todavía. Quizá le hayan vendido como una aventura novelesca el viaje que se dispone a emprender con su familia.

Observen el gesto solícito de la que suponemos que es la dependienta y la sonrisa del adulto que se refleja en el espejo del fondo. ¿Qué motivo de inquietud puede prosperar en tal atmósfera?La tienda se encuentra en Esmirna, desde cuya costa salen decenas o cientos de pateras que intentan alcanzar Grecia. El niño, que se llama Hassan, tiene 10 años. Según la crónica a la que esta foto servía de ilustración, se

echó a llorar minutos después, cuando sus mayores le dijeron que no podían comprarle un sal-vavidas con silbato porque costaba dos euros más que los normales. No lloraba desde luego por la uti-lidad real del silbato, sino por su significado imaginario. Ignoramos cuánto tardó la rea-lidad en arruinar sus quimeras. Como señalamos al comienzo, ni siquiera sabemos de qué le sirvió el chaleco, si le sirvió de algo.

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guadalajara, Jal.

“Celebro que el ITCA traiga estos textos a la feria del libro más importante de habla hispana.

La vida encendida. Revisitaciones a Carmen Alardín. Este es un libro que queda muy completo porque algu-nos de los textos seleccionados para esta obra hablan sobre el trabajo de Carmen desde un punto de vista poé-tico. También hay autores que cuen-tan lo encantador que era convivir con ella”, comentó el tamaulipeco Luis Aguilar, al presentar su trabajo de compilación.La presentación de la obra de Carmen Alardín se realizó en el módulo del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA), ubicado dentro de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. En este proyecto se encuentran textos de Elvira Alardín, Minerva Margarita Villarreal, Celeste Alba Iris, Miguel Covarrubias, Leticia Herrera, José Javier Villarreal, Blanca Luz Pulido, Diana Garza Islas, Carlos Castillo, Marco Antonio Huerta, Dionicio Morales y Luis Aguilar.“Carmen era una poeta en acción,

Voz de carmen alardín

sigueviva

vivía poéticamente. Era una mujer original, capaz de hacer y decir cosas que nadie más se atrevía. En este libro la poeta aparece en ratos, citada por diferentes autores que comparten sus experiencias a través de su obra”, expresó el poeta Miguel Covarrubias.Con este trabajo la voz de Carmen seguirá viva por medio de las letras de quienes compartieron y convivie-ron con ella en la poesía, la vida y los sueños. El ITCA muestra el Fondo Editorial Tamaulipas dentro de la FIL como un referente del impulso a los creadores tamaulipecos y a las obras que identifican la Entidad.

RECONOCEN SU POESÍA EN FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA