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1 DOÑA MARÍA DE MENDOZA, AMANTE DE DON JUAN DE AUSTRIA Y SU POSIBLE TUMBA EN EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSAL, EN PRIEGO, CUENCA En un lugar de la Alcarria conquense, muy cercano a las estribaciones de la llamada sierra de Bascuñana que el río Escabas ha ido perforando durante siglos y formando el Estrecho de Priego, a no más de dos kilómetros de dicha ciudad medieval, en la carretera de Alcantud, y solar en otros tiempos de los condes de Priego, lloran en silencio las nobles y hoy olvidadas ruinas del convento de hermanas Concepcionistas franciscanas. Pero, naturalmente, no siempre fue así: el noble edificio, cuya espadaña aún hoy se enfrenta orgullosa a los vientos de Castilla, fundado en 1525 por iniciativa de don Hurtado de Mendoza, por aquel entonces párroco del pueblo de Zaorejas, más tarde Chantre y canónigo de la catedral de Cuenca, tercer hijo de don Diego Hurtado de Mendoza, II conde de Priego “...Manda que un Monasterio que tenía principiado en Ntra. Sra. del Rosal, ermita extramuros de la Villa de Priego se acabe de sus bienes

Doña María de Mendoza

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En un lugar de la Alcarria conquense, muy cercano a las estribaciones de la llamada sierra de Bascuñana que el río Escabas ha ido perforando durante siglos y formando el Estrecho de Priego, a no más de dos kilómetros de dicha ciudad medieval, en la carretera de Alcantud, y solar en otros tiempos de los condes de Priego, lloran en silencio las nobles y hoy olvidadas ruinas del convento de hermanas Concepcionistas franciscanas.

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DOÑA MARÍA DE MENDOZA, AMANTE DE DON JUAN DE

AUSTRIA Y SU POSIBLE TUMBA EN EL CONVENTO DE

NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSAL, EN PRIEGO,

CUENCA

En un lugar de la Alcarria conquense, muy cercano a las

estribaciones de la llamada sierra de Bascuñana que el río Escabas ha ido

perforando durante siglos y formando el Estrecho de Priego, a no más de

dos kilómetros de dicha ciudad medieval, en la carretera de Alcantud, y

solar en otros tiempos de los condes de Priego, lloran en silencio las nobles

y hoy olvidadas ruinas del convento de hermanas Concepcionistas

franciscanas.

Pero, naturalmente, no siempre fue así: el noble edificio, cuya

espadaña aún hoy se enfrenta orgullosa a los vientos de Castilla, fundado

en 1525 por iniciativa de don Hurtado de Mendoza, por aquel entonces

párroco del pueblo de Zaorejas, más tarde Chantre y canónigo de la

catedral de Cuenca, tercer hijo de don Diego Hurtado de Mendoza, II conde

de Priego “...Manda que un Monasterio que tenía principiado en Ntra. Sra.

del Rosal, ermita extramuros de la Villa de Priego se acabe de sus bienes

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para que en él estén monjas que tomaren Orden de la Concepción, y halla

en él las monjas que se pudieren sustentar con la renta que él les deja”, fue

en su momento el centro social y religioso más importante de esta comarca

que da entrada a la Alta Sierra conquense.

El total del edificio lo componían una sólida iglesia de estilo gótico,

de una sola nave terminada en cabecera poligonal con bóvedas estrelladas,

cuyos nervios partían de columnas y ménsulas adosadas a los muros, el

edificio conventual, amplio y de noble planta rectangular en donde

proliferaban las celdas conventuales, el amplio comedor, cocinas, lavabos

comunales y una pequeña capilla donde en un principio estuvo la tabla de

Nuestra Señora la Virgen del Rosal, hoy restaurada por la especialista

Susana Lozano y conservada en el Museo Diocesano de Cuenca, obra de

Juan Correa de Vivar, siglo XVI.

La tabla del la Virgen del Rosal tal y como se encontraba en el Convento de Priego

Formando parte del conjunto está la fábrica de de un hermoso

claustro de sencillas arquerías de medio punto que hacen un todo continuo

con los pilares que sirven de soporte.

Este importante edificio, junto al cercano convento de San Miguel de

la Victoria, levantado a tres kilómetros de la ciudad y sin lugar a dudas el

edificio religioso más representativo de la comarca donde se venera la

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imagen del Santísimo Cristo de la Caridad, proveniente del hecho de que

don Fernando Carrillo Mendoza, VI conde de Priego, mayordomo mayor

de Don Juan de Austria prometió al Señor que si de la Batalla de Lepanto,

en la que lucharon la Liga Santa, formada por España, Venecia, Génova y

la Santa Sede, y los Turcos Otomanos, salían vivos él y sus hijos,

construiría un convento religioso, hecho que tuvo lugar en 1574. Su

nombre fue apostillado con “de la Victoria” por celebrar esta victoria

frente a los turcos.

De esta relación, la de D. Juan de Austria y el VI Conde de Priego, es

de donde proviene la sospecha del posible enterramiento en el Monasterio

del Rosal y el nombramiento de abadesa perpetua de Dª María de Mendoza,

objeto de nuestro trabajo.

Afortunadamente, los nuevos tiempos y las nuevas sensibilidades

culturales del pueblo hicieron que el Excmo. Ayuntamiento obtuviera la

cesión el 21 de marzo de 1980 del paraje denominado “Las Monjas”,

quedando expresamente prohibido otros usos que no sean el deportivo y el

artístico, “y siempre respetando las normas de moralidad según las

entiende la Iglesia Católica”, durante un periodo de treinta años, de su

propietario el Obispado de Cuenca, titularidad que adquirió por la donación

del Doctor D. Lorenzo Galindo López, de lo que él denominó “Terrenos y

ruinas artísticas del Convento El Rosal”. Recuperadas las ruinas para

usos culturales, lo poco que quedaba de los edificios se pusieron a

disposición de los ciudadanos de Priego, sus huertas y espacios libres, que

durante muchos años fueron utilizados como zona deportiva y de recreo en

las tardes de templanza.

Vamos nosotros a volver a utilizar, por la importancia del documento

ya publicado por don Arturo Culebras Mayordomo en su imprescindible

libro sobre dichos conventos titulado Puerta del Cielo, el Acta de

fundación del convento del Santa María del Rosal, firmado en Valdeolivas

el 9 de noviembre de 1525. Es trascripción completa del testamento

original de Hurtado de Mendoza, tal y como lo demuestra la fotocopia que

lo acompaña:

In dei nomine Amen. Sepan quantos este publico instrumento de

testamento vieren como yo don Hurtado de Mendoza, hijo de don Pedro Carrillo

de Mendoza y de Doña María de Quiñones, difuntos y que Dios haya, Señores

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de las Villas de Priego y Cañaveras, conociendo que todos los que en este

mundo venimos somos humanos y tenemos flaquezas en nuestras personas y

habemos de morir y no sabemos la hora y decaemos infinitas veces de nuestros

sentidos y por ello nuestras ánimas reciben infinitas veces detrimento por que los

cuerpos no son ensi, y conociendo todas estas flaquezas y otros muchos peligros

y la sospecha que el enemigo malo nos tiene parados en que caigamos, acordé de

ordenar y hacer este mi testamento el qual hago y ordeno estando sano de mi

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cuerpo y mucho más de mi entendimiento tal qual nuestro Señor Dios me lo

quiso dar. El honor de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo tres

personas y un solo Dios verdadero, y de la gloriosa Madre de Dios Ntra. Señora

la virgen María y de los Bienaventurados apóstoles Sant Pedro y Sant Pablo y de

toda la Corte celestial.

Primeramente ofrezco mi alma a Dios nuestro Señor que la crió y

redimió por su preciosa sangre y a la bienaventurada Virgen Santa María su

madre, a la qual suplico sea mi abogada con su precioso Hijo para que asi como

la crió y redimió la reciba y la coloque en su Corte celestial quando mi cuerpo

faltare.

Item mando que el mi cuerpo sea sepultado en el Monasterio que hago en

Ntra. Sra. Santa María del Rosal extramuros de la Villa de Priego, en la parte del

Evangelio en el Coro de la dicha Iglesia, y que la sepultura donde me hubiere de

enterrar sea llana y sea de tal manera que sea conocido como yo estoy en ella,

metida en la pared por que no haya estorbo en la Iglesia, y esto dejo a la

determinación de mis albaceas.

Item mando que el día de mi enterramiento me digan oficios completos

de nueve lecciones con su letanía y que los digan los clérigos de la Iglesia de

Priego y les den lo acostumbrado.

Iten mando al cabildo de la Trinidad de la Villa de Valdeolivas donde soy

cofrade, tres mil maravedís.

Mando que los clérigos de la Villa de Priego digan en Ntra. Sra. del

Rosal dos treintanarios cerrados de Santo Amador con su procesión cada noche,

y con sus oficios de nueve lecciones cada día, y les den por los decir siete mil

maravedís.

Mando que a mis criados les den paño de bruneta tondido para saya e

jubon o capuces, y digo que mi voluntad es que sean capuces.

Mando a la Iglesia de Zahorejas cinquenta mil maravedís para que

deshagan una custodia que hay pequeña, y sobre ella hagan otra de cinco manos

de plata labrada de mui buena hechura y dorad y hecha la dicha custodia de los

maravedís restantes se compre una capa y un vestimento y almaticas de

terciopelo verde, y las mangas de las almaticas y cenefas del vestimento de

carmesí y que hagan una arca con su llave para que esté guardado.

Mando a la Iglesia de Cuenca, y a Sant Lázaro, y a Sant Antón, y a Santa

María de la Ley, y a Santa Olalla de Barcelona, y a Santa María de Guadalupe, y

a Sant Sebastián, y a Sant Pedro, y a Sant Bartolomé, y a Sant Julián, hermitas

de Zahorejas, y a otros qualesquiera santuarios que yo sea obligado mandar a

cada uno treinta y quatro maravedís.

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Hurtado de Mendoza

En dicho testamento otorgado ante el Notario Apostólico, clérigo

Alfonso Pérez de Valdeolivas, manda el testamentario algo muy importante

para el posterior desarrollo de nuestro trabajo. Y dice: Que las monjas que

hubieren de entrar en dicho Monasterio sean de su linaje las más cercanas

que hubiere de los descendientes de los Señores de la Villa de Priego,

contando que las primeras que se pusiesen fuesen las más cercanas

parientas suyas que se hallasen descendientes de sus hermanos y

hermanas, Don Fernando Carrillo de Mendoza, Don Francisco de

Mendoza, Doña Guiomar de Mendoza casada con Pedro Cuello, Doña

Beatriz de Mendoza casada con Álvaro Carrillo, y si su hermana Doña

Teresa de Mendoza quisiese entrar fuese recibida, de manera que todas

las que hubieran de entrar fueran de los descendientes de sus padres,

Don Pedro Carrillo Hurtado de Mendoza casado con Doña María de

Quiñones.

Que si hubiere muchas que aun quisieran entrar unas más cercanas

de sus descendientes y otras de los referidos sus padres se prefieran las

más cercanas de sus padres. Si no las hubiere en los descendientes de sus

padres, se reciban de otras de su linaje colaterales o trasversales

descendientes de la Casa de Mendoza, buscando los descendientes de don

Íñigo López de Mendoza hijo de Don Pedro González de Mendoza, su

bisabuelo, y de don Diego González de Mendoza, Almirante de Castilla, su

hermano mayor, que es de la casa del Sr. Duque del Infantado, y de los

linajes de los Carrillo, descendientes de Hernán Carrillo Perigallo, su

rebisabuelo, con tanto que estos colaterales, se entiendan que sean las

cercanas parientas suyas que se hallaren, y en defecto los Mendoza y

Carrillo…

Que las monjas no paguen dote alguna, ni les sea llevada, ni tomada

en alguna manera, ni forma, ni vía directa, ni indirecta, excepto si la

monja quisiere meter una cama en que duerma, que le sea recibida con

tanto que no sea premio.

Que ni ellas ni el Monasterio hereden bienes algunos de sus

ascendientes, ni colaterales, y queden estas herencias para los otros

parientes ab intestato.

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Quiere que en este Monasterio no se reciba monja si no fuere de su

linaje, como lleva declarado, y en defecto hijas de criados de los Sres. de

la Casa de Priego, ni puedan ser recibidas de manera alguna aunque den

su renta al Monasterio tanto como tuviere de la principal renta de la

fundación, ni más ni menos, y que supliquen al Papa, y que no dispense

contra ello, y si dispensare que no se admita la tal dispensación, por ser

contra su voluntad.

Quiere que en dicho Monasterio haya Abadesa que sea la primera,

si no hubiese de su linaje, persona noble y de buena fama, para que ponga

en construcción la Casa, y sea perpetua, y ella fallecida, sean trienales, y

las monjas elijan Abadesa, de tres en tres años, y la tal Abadesa todavía

sea de mi linaje y de cuenta del Monasterio y monjas, de los bienes y frutos

de dicho Monasterio, y que puedan las monjas reelegir a la dicha Abadesa

que hubiere sido otra vez, y otras muchas cuantas veces quisieren sin que

pase tiempo en medio si la tal Abadesa fuese persona que administrase

bien los bienes del Monasterio y tratase bien a las monjas, y en persona de

autoridad y Doctrina….

Imagen antigua del camino de acceso al Monasterio del Rosal

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Al llegar a este punto, entre otros muchos consejos, órdenes y

recomendaciones del fundador, vamos hacer nosotros pausa para dar

entrada al verdadero motivo de estos renglones, pero teniendo siempre muy

presente lo anteriormente reflejado, porque será el soporte de nuestro

trabajo.

Como hemos dicho tras la exclaustración y traslado a un convento

de Cuenca de las pocas monjas existentes en los años anteriores a la guerra

incivil, sufrió el saqueo y el vandalismo de aquellos incivilazados

ocupantes durante el periodo guerrero y también de los propios del lugar,

siendo sus firmes piedras literalmente arrancadas de su fábrica y empleadas

en obras menos piadosas. Ello conllevó el debilitamiento de su recia

estructura viniéndose abajo la bóveda de la iglesia y el hundimiento de

numerosos arcos del claustro, algunas de cuyas piedras forman actualmente

parte de algunas viviendas particulares o, más dolorosas todavía, de

corrales y cuadras para el ganado.

Pero en los desescombros que se hicieron por parte del Excmo.

Ayuntamiento para dejar libre el espacio de la Iglesia y en el que

participaron personal cualificado del Patrimonio Nacional fue encontrada

Interior de la Iglesia del Monasterio del Rosal donde se encuentra la tumba

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una vieja lápida de mármol corroída por el tiempo, en la que todavía podía

leerse, de manera harto dificultosa, un nombre: Doña …. de Mendoza.

¿Quién fue esta dama para tener el privilegio de ser enterrada como

Abadesa en un –diríamos– exclusivo Monasterio de la familia más

poderosa de la comarca de Priego, y cuyos apellidos están ligado a los

linajes de los Carrillo y de los Mendoza?

Podría ser aquella D. María de Mendoza de la que poco o nada

sabríamos si su vida no hubiera estado ligada a los tempranos amores de

don Juan de Austria con el que tuvo, según señalan algunas crónicas, dos

hijos: doña Ana de Mendoza (más tarde doña Ana de Austria y Mendoza)

y Francesco. Esta Ana de Mendoza, hija de María de Mendoza y de don

Juan de Austria llegará a ser la famosa protagonista del proceso ligado al

Pastelero de Madrigal y a la conspiración contra Felipe II, que llevaría a la

horca al pastelero Gabriel de Espinosa y al convento de las Huelgas a la

dama, quien alcanzaría a ser su abadesa.

El jesuita P. Osorio, como queriendo justificar las andanzas poco

recomendables del héroe de Lepanto, nos dice sobre esta niña: don Juan

guardó a su amante la misma constante fidelidad que si hubiese sido su

esposa legítima, con lo que demostró que su amor no procedía de la

lascivia, sino de la más noble potencia del alma (…). Se ocultó la

existencia de Doña Ana para no dar disgusto al rey”. Así escriben o

mienten algunos sobre la verdadera historia.

También hay que tener en cuenta en este estudio sobre la rama

familiar de doña María, que las normas para el uso de los apellidos no

coincidían con las actuales. El fundador de un mayorazgo solía imponer sus

armas y nombre de familia. Los hermanos se llamaban de modo diferente.

El primogénito aparecía con el apellido del padre, el segundo con el de la

madre, una tía o una abuela, y así sucesivamente.

Por otra parte la existencia de algún linaje “sospecho” o de “mala

ralea” se ocultaba cuidadosamente. El decir de un linaje que no fuese

“cristiano viejo”, por ser de procedencia judía o morisca, aportaban

apellidos ajenos a la familia.

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Una de las primeras “candidatas” a ocupar nuestra investigación, será

Doña Maria de Mendoza y de La Cerda, tía de la princesa de Éboli.

Aunque aparecen otras muchas “Marías” en las ramas del Marquesado de

Santillana, y del Infantado. Se llegó a confundir a esta María de Mendoza,

por su belleza, con la otra homónima de la que nos ocuparemos más

adelante, y que pasó a la historia como la enamorada amante de Don Juan

de Austria, el vencedor de Lepanto. María de Mendoza y de La Cerda era

la hija menor de Diego de Mendoza (1468?-1536), segundo hijo del Gran

Cardenal Mendoza y conde de Mélito, y de Ana de la Cerda. María nació

en Utiel hacia 1522, en medio de la revuelta de las Germanías, cuando su

padre era virrey de Valencia.

La mayoría de sus bienes, así lo dejará testado Dª María de Mendoza

y de La Cerda, servirían para que las dominicas construyeran el monasterio

de la Madre de Dios en Alcalá de Henares (En la actualidad es sede del

Museo Arqueológico Regional de Madrid) y un convento franciscano en

Convento franciscano de Tamajón (Guadalajara) en la actualidad

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Tamajón (Tras la desamortización de Mendizábal, ha sido utilizado como

corral de ovejas, almacén, trastero, hoy está en ruinas).

Siendo definida por algunos autores como “dama de gran

honestidad, que no se había casado ni metido a religiosa”, muere en 1567

en Alcalá de Henares, y parece que pasó algunos años refugiada en el

convento de la Concepción Jerónima de Madrid. La descartaremos, de

nuestro objetivo de este trabajo, por razones obvias de diferencia de edad

con D. Juan de Austria, y por su retiro a un convento.

Partiendo de la cita de Severo Ochoa: “La investigación progresa a

base de una hipótesis confirmada o rechazada” que encabeza la tercera

parte del libro de la escritora Mercedes Fórmica, “María de Mendoza

(Solución a un enigma amoroso)” publicado en 1979 por la Editorial Caro

Raggio de Madrid, y a la que nos

remitiremos desde aquí en adelante.

Retomaremos el objetivo de

nuestra investigación, y nos

centraremos en el hecho de conocer

quién fue exactamente Dª María de

Mendoza, con la que D. Juan de Austria

mantuvo relaciones sentimentales y

fruto de ellas una hija llamada Ana de

Mendoza, y más tarde reconocida por su

tío el Rey Felipe II, que adoptaría el

nombre de Ana de Austria; y si era

“familia” de los Condes de Priego, y si

está “enterrada” o no en el Monasterio

del Rosal.

Nos dice Mercedes Fórmica, en la obra mencionada, que Dª María

de Mendoza pudo nacer entre los años de 1550 a 1552, “No abriga ninguna

esperanza sobre su suerte. A pesar de su extrema juventud -veinte o

veintidós años- está convencida que morirá …” esto proveniente del

testamento que otorga con fecha 18 de diciembre de 1571 ante el escribano

D. Diego Méndez en Madrid.

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A este testamento recurriremos posteriormente para aclarar algunos

otros datos. Pero ahora centrémonos en la filiación de nuestra Dª María de

Mendoza. “Todos los indicios señalan a Soria como el lugar de Castilla

donde María pudo haber nacido y está probado que residió”. Aunque la

familia de los Condes de Priego se extendía por gran parte de la meseta no

hemos encontrado ningún dato que los relacione con esta provincia, sí con

otras como Murcia, Córdoba y principalmente con Guadalajara y Toledo, a

parte de nuestra Cuenca. Desde este punto ya podemos empezar a

vislumbrar cual puede ser el desenlace de nuestro objetivo.

Será su padre D. Sebastián de Peñaranda. “pertenecía al linaje de los

Llorente –nos dice Mercedes Fórmica–, uno de los doce linajes sorianos

cuyo escudo muestra lises y losanges, símbolo de nobleza, …”, y continúa:

“… al ser los de Peñaranda, tanto los de Tardequende como los de Osma,

San Esteban de Gormaz y Morón, <<muy limpios e hidalgos>> …” Los

Mendoza sorianos enraizados en Osma –Señores de Hinojosa y Retortillo–

procedían de los Condes de Monteagudo, Marqueses de Almazán,

vinculados por repetidos enlaces a los La Cerda de Medinaceli. Así como

al linaje de los Coruña (El condado de Coruña perteneció a los Mendoza,

sorianos, villa llamada Coruña del Conde, Soria). La madre de nuestra

María, Dª Catalina de Mendoza, debió pertenecer a una de estas líneas

donde casaron hombres y mujeres del linaje Peñaranda.

San Esteban de Gormaz (Soria)

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Fueron vecinos y tenían su hacienda en San Esteban de Gormaz

(Soria).

Una vez determinada la naturaleza y progenitores de Dª María de

Mendoza volvamos a otros datos interesantes para nuestra historia.

Parece ser que María de Mendoza, fue pariente menos afortunada de

los Mendoza (denominados “acostados”; es decir, protegidos por sus

parientes más afortunados, con oficios que permitiesen vivir a su costa).

La madre de María, Dª Catalina de Mendoza, lo fue de los IV

Condes de Coruña, Don Apóstol de Castilla, V Conde del Infantado, Los

Torres Mendoza, Señores de Retortillo, y de los Duques de Medinaceli.

Esta rama de los Mendoza, sorianos, tenían sus propiedades en la

fortaleza de Coruña (cerca de Burgo de Osma, Soria) y una vivienda “de

placer” en Beleña.

D. Juan de Austria, inicia una “gran amistad”, a partir de 1565 con

Bernardino, hijo menor de los terceros Condes de Coruña. Es en esas

fechas donde D. Juan de Austria “se pone de moda” y se copian “sus

atuendos”, y hasta la forma de peinarse, “a la austriaca”, dirá el Padre

Coruña del Conde (Soria)

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Coloma. Pasará largas temporadas en las posesiones de estos señores

condes.

El 27 de mayo de 1565, la reina Isabel de Valois, duerme en San

Leonardo (Soria) cuando se dirigía a Bayona para la Conferencia celebrada

con su madre, Catalina de Médicis, el día 20 de junio de 1565.

Agustín de Amezcua (Agustín González de Amezcua, Isabel de

Valois, T. 1, pag. 218; y A. G. de S. Casa Real. Obras y Bosques, Legajo

52), descubre un dato ignorado en la vida de D. Juan de Austria, el futuro

vencedor de Lepanto se estaba construyendo en esta localidad “un palacio

o casa fuerte”. Isabel de Valois visitó las obras y repartió entre los oficiales

que trabajaban en ellas 200 ducados.

La presencia del “bastardo” D. Juan de Austria en Soria, y la

construcción de su “palacio” resultan significativas, cuando sabemos que

María de Mendoza vivía en los alrededores. San Esteban de Gormaz está

emplazada en las cercanías de la villa llamada de Coruña del Conde y San

Leonardo. Es posible que los amantes consumasen sus relaciones en alguna

de las fortalezas de estas tierras, tal y como se desprende de su testamento

cuando nombra tutor de su hija al IV Conde “por las causas y respetos de

que tiene noticia”.

Al testamento que aludimos, mejor dicho, a los testamentos que

aludimos ya que fueron dos, dicen así:

“Por heredera universal proclama a su hija, Dª Ana de Mendoza,

confiándola a fray Alonso para que se crie en buenas costumbres. Y por

descargo de su conciencia declara que la dicha su hija: es hija del Ilustre

Señor D. Juan de Austria”

En un segundo testamento (15 de enero de 1572) otorgado tres días

antes de su fallecimiento expresa su voluntad respecto a su hija Dª Ana de

Mendoza diciendo: “Por cuanto la dicha D. Ana es menos de tres años y

porque tenga más amparo y quien haga por ella, suplico al Ilustrísimo

Conde de Coruña, mi señor, sea su tutor, por algunas causas y respetos

que a ello me mueven. De lo cual tiene noticia”

Los rumores recogidos por el padre Coloma, de haber sido María

parienta de la princesa de Éboli, no lo mencionan los cronistas cercanos a

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los hechos. María tuvo ciertas vinculaciones con los La Cerda, pero más

que parienta de la Éboli lo fue de su tía, la cuarta condesa de Coruña.

Es posible que, de acuerdo con el Príncipe junto con su madre,

decidieran desplazarse a Madrid, donde resultaría más fácil dar a luz “sin

ruido”. Doña Catalina, su madre, disponía de alguna hacienda y, ya viuda,

no estaba “sujeta” a nadie, lo que significaba poder moverse con libertad.

La primera huella de Dª María de Mendoza en Madrid aparece en

julio de 1570, cuando Dª Catalina compra una casa para su hija (A.H.P.

Protocolo 389. Julio de 1570. Escritura de compraventa de una casa por Dª

Catalina de Mendoza). D. Juan había triunfado en las Alpujarras, y Ana de

Mendoza estaba a punto de cumplir dos años.

Tampoco puede descartarse que la enamorada hubiese seguido a su

héroe a Granada, dejando a Ana con su abuela al cuidado de Pascuala, su

criada, comprometida a ciertos servicios a través de un severo contrato de

asentamiento.

María se instaló con su madre en la parroquia de San Justo, barriada

elegante, que cobijaba una zona popular, la que descendía del Monasterio

de la Merced hacia Lavapies, en los solares propiedad de Bartolomé

Montero.

María no fue “dama de Palacio”, como pretendieron los elegantes

cronistas del siglo XIX, miembros de la compañía de Jesús. Ni Strada ni

Ossorio aluden a tal cargo.

La “enamorada del Príncipe” nunca gozó ni poseyó galas de una

dama de Palacio. Si no vivió en una gran mansión, sí aderezó sus estancias

con adornos que habían pertenecido a su familia. De ahí que advierta,

cuando hace donación de los arrembeles, “que los tiene en casa”, como si

la de Madrid fuese de paso y sus raíces continuasen en San eEteban de

Gormaz.

María había comprado, jubones de tafetán, camisas labradas, ropetas

de seda, basquiñas y gorgueras lindísimas, a un tal Argüello, proveedor de

las más importantes personas de la Corte. Sin embargo, en su modesto

status no dispuso de una sola esclava.

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Una vez determinada la fecha de su fallecimiento, 18 de enero de

1572, queda por determinar el lugar de su enterramiento. Así consta “en el

Libro primero de enterramientos de la desaparecida parroquia de San

Justo, conservado en el Archivo de la iglesia de las Maravillas de Madrid”.

Ante el escribano Diego Méndez, volvemos a su testamento, “se declara

parroquiana de la Iglesia de San Justo y pide enterrarse en la parte del

Evangelio del Altar de Nuestra Señora del convento de la Trinidad” de

Madrid.

Será preciso en este punto hacer incapié en la pretendida presencia

de Dª María en el entierro de D. Juan, imposible de todo punto ya que la

“enamorada del Príncipe” falleció con anterioridad a la de su amado y

padre de su hija Dª Ana, que más tarde sería Dª Ana de Austria y Mendoza.

La que pudo llegar a ser

una de las grandes damas de la

nobleza castellana, pasaría el

resto de su vida, como nos

relata muy poéticamente el

Padre Coloma, “como una

imagen descolorida y borrosa,

imagen melancólica de un

recuerdo que se desvanece,

dejando en pos de sí la triste

reata de la culpa llorada y

perdonada, y la secuela

dolorosa que llevan siempre

consigo las flaquezas humanas

y que con el tiempo se olvidan,

como se deshacen en el aire

las brillantes pompas de

jabón, sin dejar rastro, ni

huella, ni recuerdo. Más la

influencia de esta bella mujer

dio cuerpo a los sueños, fuego

a los deseos, ocasión a los

sentidos, e hizo rodar hasta el final de la pendiente a los dos alucinados

amantes”, muriendo sin memoria en un lugar que hubiese permanecido

olvido de la Historia para siempre, si esta no hubiese sido recuperada en el

extraordinario trabajo de Mercedes Fórmica.

Testamento de D. Luis Carrillo Hurtado de Mendoza

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¿Quién es la moradora de la tumba del Monasterio del Rosal? Ya que

una de la condición de adquirir el rango de abadesa perpetua era el de ser

del linaje del fundador, y a pesar de carecer de inscripciones de fechas,

aunque en nuestra opinión particular, creemos que más que María en la

inscripción pone Teresa, y en el Acta Fundacional del Convento se dice“…

y si su hermana Doña Teresa de Mendoza quisiese entrar fuese recibida,

de manera que todas las que hubieran de entrar fueran de los

descendientes de sus padres, Don Pedro Carrillo Hurtado de Mendoza

casado con Doña María de Quiñones…” siendo ésta la hermana del

fundador D. Hurtado de Mendoza hubiese adquirido tal rango de abadesa a

perpetuidad, tal y como deja mandado en su fundación: “…para que ponga

en construcción la Casa, y sea perpetua”. También podría haber sido la

hija de D. Luis Carrillo Hurtado de Mendoza, como así consta en su

testamento otorgado en la villa de Cañaveras el 2 de agosto de 1570 en el

que dispone como sus legítimos herederos a sus hijos, y nombra entre otros

a “ Dª Ana y Dª Luisa, Monjas, en el Convento de San Pedro de Cuenca, y

Tumba en la Iglesia del Monasterio del Rosal (Priego, Cuenca) “…. (Parece poner Teresa) de Mendoza, Abadesa Perpetua de este Convento”

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Dª Maria en el Convento del Rosal”, con lo cual nos estaríamos refiriendo

a otra María de Mendoza pero más alejada del tiempo de la fundación, y

por lo tanto no hubiese podido alcanzar el grado de “abadesa perpetua”

Lo que sí está esclarecido es que no es la María de Mendoza que

algunos pretendieron, como ya ha quedado suficientemente reflejado y

demostrado en este trabajo.

Por Ricardo Hernández Megías

y Arturo Culebras Mayordomo

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Bibliografía adicional

Ares, Nacho.- Éboli: secretos de la vida de Ana de Mendoza. Algaba,

2005.

Braudel, Fernand.- El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época

de Felipe II. Fondo de Cultura Económica, 1953.

Chesterton, G. K.- Poema épico Lepanto, traducido al español por Jorge

Luis Borges

Coloma, Luis Padre.- Jeromín

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