Dos Libros Dos - Tabarovsky

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  • 8/17/2019 Dos Libros Dos - Tabarovsky

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    Dos libros dos

      Por Damián Tabarovsky | 

    Qué embole: le hice caso a la propaganda del Gobierno y cedí la palabra… ¡pero no me la devolvieron! Ahora estoy

    obligado a leer, día a día, sólo a los grandes diarios, especies de Pradva del prebendario capitalismo periférico y sus

    gerentes gubernamentales. Para colmo, pasé por la Feria del Libro. Al fondo de todo, en el Pabellón Amarillo,

    encontré un lindo stand, lleno de libros maravillosos, que además tenía unos cómodos cubos que oficiaban de

    banquitos donde sentarse. Eso hice, y con el correr de las horas, y luego de los días, me fui quedando allí. Una

    semana entera pasé en esa situación anómala, como una muda estalactita humana que vive de la caridad de los

    lectores desprevenidos. Cuando desperté de esa pesadilla editorial, bajo los efectos narcóticos del tintineo de la caja

    registradora, noté que me había vuelto un cruzado de la edición independiente, y un fino connaisseur de la Feria del

    Libro. En ese carácter, teniendo en cuenta que hoy, 1º de mayo, la Feria abre al público (hoy debería llamarse “La

    noche de la edición Mártires de Chicago”) paso a recomendar un par de libros, conseguidos a módico precio.  

    En el stand de De la Flor, por apenas $ 25 (menos que una porción de pizza, diría Prat-Gay) se encuentra

    Pecadoras, de Juan José de Soiza Reilly, en una preciosa edición de 1974, con diseño y diagramación de Carlos

    Boccardo. Muerto a fines de los años 50, De Soiza Reilly, novelista, conferencista radiofónico (solía gritar, al final de

    sus discursos “¡Terminó mi cuarto de hora!”), cronista en revistas como Caras y Caretas, en Pecadoras, publicado

    originalmente en 1924, describe, entre otras cosas, la cultura chic de Mar del Plata, en la época en que todavía era

    el balneario de moda entre la clase alta: “Para ejercer en Mar del Plata la cultura chic, se necesita estar bien vestido

    o bien estar desnudo”. Maestro de la ironía, tal vez sus novelas estén por debajo de sus viñetas de costumbres que,

    en cambio, no han perdido nada de interés. Ahora que la crónica parece haber obtenido legitimidad en la Ciudad

    Letrada, no estaría mal volver sobre sus libros, y aprender un poco de él: si la crónica no es irreverente, mejor que

    no sea.

    Unos metros más allá, en el stand de Eudeba, por $ 50 (apenas lo que cuestan, en Mercado Libre, dos packs de 25

    globos amarillos) se hallan ejemplares de Lecturas de infancia, de Jean-François Lyotard, autor que, ya pasado el

    oprobio de lo posmoderno, merece ser repuesto entre lo más interesante de la filosofía francesa del último tercio del

    siglo XX (en especial La diferencia, absurda traducción de un título que claramente debería haber sido El diferendo,

    concepto nodal en el pensamiento estético-político contemporáneo). En Lecturas… presenta ensayos sobre Joyce,

    Kafka, Freud, entre otros, pero especialmente sobre Hanna Arendt. Ese es el texto clave del libro. Titulado

    Sobreviviente, Lyotard discute con Arendt en estos términos: “Arendt escribe en su Eichmann: ‘Siempre habrá unsobreviviente para contar la historia’; ¿cómo lo sabe, cómo saberlo? La Shoa, una Vernichtung casi perfecta, faltó

    poco para que nadie pudiera contarla. Y los testigos que hablan, lo hacen en el horror de haber sido elegidos para el

    mal de sobrevivir y poder contar. De haberse ‘salvado’ a último momento”.