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    Revista electrnica mensual del Instituto Santo Toms (Fundacin Balmesiana)

    e-aquinasAo 5 Abril 2007 ISSN 1695-6362

    Copyright 2003-2007 INSTITUTO SANTO TOMS (Fundacin Balmesiana)

    Este mes... EN EL CENTENARIO DE LA ENCCLICA PASCENDI(Ctedra de Doctrina Social de la Iglesia del ISTen colaboracin con el Instituto CEU de Humanidades ngel Ayala)

    Aula Magna:ALBERTO CATURELLI, La Pascendi Dominici Gregis, una

    encclica proftica 1-15

    Documento:PO X, Pascendi Dominici Gregis 16-64

    Publicacin:HORACIO BOJORGE, Teologs deicidas 65-69

    Noticia:Centenario de la encclica Pascendi 70

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    Horacio Bojorge, Teologas deicidas

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    Teologas deicidas

    Horacio Bojorge, S.J.Ediciones Encuentro, Madrid, 2000

    Felicitamos al querido P. Bojorge por esta magnfica obra, donde laprofundidad del pensamiento se une con la belleza de la expresin, as como lalucidez de su inteligencia se desposa con el coraje de su corazn sacerdotal. Estelibro est en el mismo nivel de sus dos esplndidas obras anteriores sobre laacedia. Su autor sigue ejerciendo el doble oficio que, segn Santo Toms,

    compete al sabio, exponer la verdad y reprobar el error. Creemos que paratodos los que se interesan en los grandes temas de nuestro tiempo, en especiallos atinentes a la crisis de la Iglesia, este libro es de lectura obligada.

    Juan Luis Segundo es un jesuita uruguayo que muri hace cinco aos, cuyopensamiento ha suscitado la admiracin de amplios sectores del catolicismohispanoamericano y europeo. El P. Bojorge lo analiza en el presente libro consingular agudeza. Si bien l es tambin, como Segundo, miembro de laCompaa de Jess, entiende que el amor a la Orden no lo exime de llevar a

    cabo una crtica incisiva. Primero es la verdad. Bojorge se empear en mostrarcmo el pensamiento de Segundo se inscribe dentro de la gran corriente delnaturalismo moderno. Los aplausos que recibe el telogo uruguayo se deben aque representa de manera acabada el pensamiento de la modernidad acerca dela fe y de la Iglesia. A lo largo de este informe se podr ver que el perfil delpensamiento de Juan Luis Segundo es el de los pensadores gnsticos ymodernistas (p. 15). En l confluyen elementos del naturalismo, elmodernismo, el existencialismo, la teologa de la muerte de Dios, la teologaprogresista, la teologa de la liberacin. Segundo ha sabido hacer una brillantesntesis de todas estas corrientes. Bojorge nos ofrecer en este libro, si bien depaso, un utilsimo anlisis de tales tendencias, cuyo conjunto pareciera implicaruna resurreccin del viejo gnosticismo.

    Seala el autor el estilo sinuoso y resbaladizo de Segundo. Aqu parece afirmaralgo, luego establece distingos o matices sobre lo que acaba de afirmar; sugieresin decir, lo que hace difcil conocer su pensamiento real. Es el estilo que SanPo X atribua a los modernistas: No proponer con orden metdico susdoctrinas ni formando un todo, sino esparcidas y separadas entre s, para que selos tenga por indecisos, cuando por el contrario son muy firmes. Lo que pasaes que, como dice Bojorge, a Segundo lo ponen nervioso las certezas de la

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    revelacin y de la fe. Como si el tener certezas fuese signo de cuadriculaturamental, y el alentar dudas, seal de profundidad.

    Destaca el autor los errores de Segundo en lo que toca a los conceptos de

    Revelacin y de teologa. En cuanto a la Revelacin, pareciera correr siempre elpeligro de verla desde la inmanencia, confundiendo teologa con antropologa.Un peligro semejante se advierte en su concepto de teologa. Como se sabe, lateologa es una ciencia que toma sus principios de la revelacin, principios quedeben ser aceptados por la fe. Santo Toms nos lo expresa de maneraadmirable: La doctrina sagrada es ciencia, porque procede de principios quenos son conocidos por medio de la luz de una ciencia superior que es la de Diosy de los bienaventurados...; as como la msica cree los principios de laaritmtica, la doctrina sagrada cree los principios revelados por Dios (Sum.Theol. I,1,2,c). Ms adelante prosigue diciendo que la teologa no toma susprincipios de las otras ciencias como superiores; sino que se sirve de ellascomo inferiores y siervas, del modo como los arquitectos se sirven de lasauxiliares; y si se hace tal uso de ellas, no es por defecto ni por incapacidad, sinosolamente por la fragilidad de nuestro entendimiento, que, de las cosas que seconocen por la razn natural, de la cual proceden las otras ciencias, eslevantado ms fcilmente a las cosas superiores, que son el objeto de estaciencia (I,1,5, ad 2). Como su nombre lo indica, la teologa tienen a Dios portema central: No se ocupa por igual de Dios y de las creaturas. Se ocupa deDios principalmente; y de las creaturas en cuanto se relacionan con Dios, comocon su principio o fin" (I,1,3, ad 1). La fe es el punto de partida y de llegada de lateologa, es el ambiente en que se baa, su habitus operativo.

    Totalmente diverso es el punto de vista de Segundo. Segn l, hay queconvencerse primero de las verdades que nos trasmite la fe tradicional, ya quelo que realmente es incuestionable e indiscutido son los criterios del mundomoderno, como l mismo lo dice. De ah que se oponga al fijismo dogmticoque caracteriza a la teologa tradicional. El Magisterio es el principalresponsable de este inmovilismo del pensamiento catlico. Todo lo que diga el

    Magisterio y el comn sentir del pueblo catlico deber ser pasado por la cribade su adaptacin a la modernidad. El dogma a que se adhiere Segundo es elque libera de lo que no es moderno. Un eximio ejemplo de la tesituraesclavizante del Magisterio lo encuentra en el Syllabus , donde queda bien clarala condenacin que la Iglesia hace, sin talante dialogal alguno, de todas y cadauna de las tentativas humanistas de la poca. Nada le hubiera gustado, porcierto, la reciente decisin de Juan Pablo II de beatificar a Po IX, heroico testigode la fe, frente a los errores del mundo moderno, an a costa de enfrentarse conel antagonismo mancomunado de los poderes masnicos de la poca.

    Bojorge va analizando los errores de Segundo, a partir de los conceptos quesustenta acerca de la Revelacin, la fe y la teologa. El telogo uruguayo

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    muestra un inters excesivo por la salvacin intramundana, sin que parezcaentusiasmarle demasiado la salvacin trascendente. La raz de esta idea laencuentra en el monismo. Para l, la teologa catlica tradicional es dualista.Lo que ahora se impone es acabar con las famosas distinciones entre profano-

    sagrado, natural-sobrenatural; historia humana historia de la salvacin,tiempo-eternidad. De ah que aunque su teologa poltica se formule comoteologa de la esperanza, dicha esperanza no tiene ya por objeto la vida eternasino la transformacin de la sociedad desde sus propias entraas, una suerte deautorredencin.

    En estricta dependencia de lo anterior emerge otro error de Segundo: elhistoricismo, o la fe en la historia. A su juicio, la proclamacin de los dogmas noha sido sino un intento de frenar la historia, un remedio excogitado contra la

    aceleracin de la historia. Segundo no se interesa tanto por el ser natural ysobrenatural- y lo verdadero, sino por el acto y lo actual. Slo los que acatan elcurso de la historia son hombres histricos, no los que por motivossuperiores buscan frenar un proceso, aduciendo que conduce a la ruina.Slo es libre el que se suma al proyecto universal; no el que procura enfrentarlo,vindose tachado por ello de restaurador o restauracionista. De ah que aSegundo le parezca ridculo llamar filosofa perenne a la filosofa medieval deSanto Toms, ttulo harto significativo de una tentativa para detener lahistoria. Hablar del depsito de la fe es para l una actitud fundamentalista.

    Quizs sea ste uno de los puntos ms controvertibles del P. Segundo, deudor,en el fondo, del espritu gnstico. Porque, como escribe Bojorge, la gnosis sepresenta hoy como estando al servicio de un cierto intento de manipular la fecristiana con fines intrahistricos, pragmticos, polticos. La fe, en lugar deponerse de rodillas ante Dios, se pone de rodillas ante la historia; la fe debejustificarse ante el mundo de hoy, en lugar de que el mundo de hoy se justifiqueante el Dios eterno de la fe. Es un principio importante en l, la necesidad dejustificar la fe y sus contenidos ante la mentalidad moderna. En la visin deSegundo, cuando Dios se revela no busca comunicar una verdad que seaaceptada por todos, sino para que sea puesta al servicio de la solucin de losproblemas histricos. No una verdad que deba ser contemplada, sino unaverdad fctica, hacedora de historia.

    Si nuestro telogo se irrita ante la concepcin tradicional de la teologa comoreina de la filosofa y de las otras ciencias, l intenta lo contrario, convirtiendo,no ya a la teologa, sino a la misma fe, en servidora de la Historia, fides ancillahistoriae. Se encubre aqu una idea tpicamente modernista; la revelacin no esalgo que viene de lo alto, sino algo que brota del hombre, de la historia delhombre, de su inmanencia vital. Bojorge llega a decir que Segundo parecera

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    aceptar una especie de fe en la revelacin histrica, que brota de la historia yse pone al servicio de la historia, relativizando toda intervencin histrica deDios. Y as quiere someter la fe, la Iglesia, el dogma, Dios, uncindolo al carrode la Historia (p. 231). Para Segundo, lo que no interesa a la historia es

    superfluo. Pone el ejemplo del dogma de la Inmaculada Concepcin, unafrmula dogmtica vinculada slo al plano religioso; cuesta ver que tengarelacin con alguna liberacin humana. Hay que seleccionar las verdadessegn los intereses de hoy. Con qu principios de discernimiento se har talseleccin? Un principio extrateolgico, que parte del mundo moderno, unasuerte de revelacin inmanente.

    Por lo dems, no deja de ser grave esta sumisin de lo trascendente a su eficaciaen lo inmanente. El culto a la eficacia, sobre la contemplacin, parece suponerque no es el hombre quien se pone de rodillas delante de Dios, sino Diosdelante de los hombres. Dios pasa a ser un instrumento para la promocin delhombre, lo que, por otro lado, como bien seala Bojorge, resulta paradjicocuando a la vez el secularismo se opone celosamente a que la fe catlica rija lapoltica y arroja permanentemente sobre ella la sospecha de esconderaspiraciones totalitarias (p. 230). Resultan reveladoras a este propsito lastergiversaciones de los textos que a veces encontramos en Segundo, en algunoscasos por omisin, como cuando traduce la magnfica expresin de San Ireneola gloria de Dios es el hombre que vive, pero no aadiendo lo que el Santoagrega, la vida del hombre es ver a Dios.

    Por cierto que, afirma Bojorge, al oponerse la Iglesia a una teologa que slobusca la eficacia, no pretende en modo alguno ignorar la influencia real quedebe tener la doctrina catlica en el campo temporal. Ello y no otra cosa es laCristiandad: la impregnacin evanglica del tejido social. Pero no es esto ltimolo que busca Segundo, como se ve cuando contrapone el culto de Dios con lajusticia social, cual si aqul fuera algo alienante. Dios vino a nosotros para traerel cristianismo, el Evangelio y el culto, pero tambin la Cristiandad. Unverdadero cristiano tiende a hacer Cristiandad. Claro que teniendo siempre

    en cuenta que lo primero es la glorificacin de Dios; lo segundo, el ordentemporal cristianizado, es la aadidura, el resto, segn el lenguaje de Cristo.

    Coherentemente con su idea de la reduccin del catolicismo a la historia, a loque pide el hombre de hoy, a su eficacia, en los escritos de los aos 60 y 70opt Segundo por el marxismo, que en aquellos momentos pareca la expresinms radical del mundo moderno, en desafo a la enseanza del magisterio.Pero fue una actitud de gabinete, ya que existencialmente se senta muy lejos delos pobres concretos. Su pblico predileccionado fueron siempre los burgueses.

    l mismo as lo reconoce. Sea lo que fuere, el marxista estaba en el oleaje de lahistoria, y por ende los marxistas eran cristianos annimos, cristianos aunque

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    no lo supieran, aunque repudiasen el cristianismo y lo combatiesen. Por eso losprincipales dardos de Segundo se dirigen, no a los enemigos de la Iglesia, sino alos catlicos que se resisten a captar el sentido de la historia. Se muestra tanintolerante con el creyente, a quien no le ahorra ironas o frases ofensivas, como

    simptico con el hombre de hoy, por el que entiende preferentemente el ateoo el creyente en crisis de fe. Todas sus sospechas y sus acusaciones no vanhacia el mundo incrdulo, sino slo hacia la Iglesia, su fe, su culto, hacia loscreyentes, hacia toda teologa que no sea la de la liberacin. Para el autor, elestilo zumbn e irnico de Segundo es el ejemplo tpico de las burlas nacidas dela acedia.

    Acertadamente trae Bojorge a colacin una cita de Augusto del Noce:Resignados a una era poscristiana producen una teologa eutansica...; estos

    discursos de los telogos parecen no tener ya ms utilidad que mantener laimportancia de los telogos en un mundo en que ya nadie cree en Dios.

    Antes de integrar las filas de estos pseudotelogos preferimos estar con lossencillos de corazn, con los fieles que forman el pueblo cristiano, gente de fe.Bien deca San Hilario que muchas veces los odos de los fieles son mscatlicos que los labios de los pastores y de los telogos. Tienen el instinto de lafe, del que parecieran haber perdido hasta la noticia estos telogos de saln.Como afirma Bojorge, lo que la racionalidad ilustrada no alcanza a ver, lo ve la

    sabidura de los fieles comunes (p. 343).

    P. Alfredo Senz1

    1 Recensin publicada en la revista Gladius 19 (2001) 52, pp. 198-201.