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Hace unos meses, un aguerrido compañero, batalla- dor en mil frentes y curtido en mil batallas, abatido por lo que veía a su alrededor, y al calor de una vieja discusión acerca del combate por las palabras y de cómo la izquierda se las había ido dejando arrebatar una tras otra, me escribía sobre la denominación que había que aplicar a España en estos términos: «Querido Matías, la cuestión fundamental es cuál puede ser la razón para que todos los países tengan su nombre y el nuestro no lo tenga (al menos en una buena parte de los documentos de la presunta izquierda). Se dice España; ¿acaso lo ignoran? ¿Se puede así hacer una política nacional-popular en nuestro país? ¿Tenemos acaso país?» No recuerdo exactamente qué le respondí enton- ces, o si lo hice; pero ahora lo hago: ¡No; rotunda- mente no!… ¡No lo tenemos, ni lo necesitamos!... Los trabajadores no necesitamos país, ni nación, ni iden- tidad territorial, pues nos desprendimos de la vieja servidumbre de los señores y del sometimiento a la tierra –aunque muchos aún no se hayan enterado– hace más de un siglo. La patria de los trabajadores no tiene fronteras, es un estado de la realidad, no del territorio, ni de la len- gua, ni de las costumbres de sus aldeas o comarcas; la patria de los trabajadores es su común sufrimiento y explotación, estén donde estén; son las ideas de jus- ticia social y de solidaridad de clase que nos permi- tan alcanzar nuestro auténtico objetivo, una sociedad nueva, justa, comunitaria y libre de la sujeción y la sumisión a los viejos y a los nuevos amos; pero tam- bién a los viejos y a los nuevos prejuicios y embustes fabricados por los que nos dominan; como ese que da por sentado que les debemos algo por haber naci- do casualmente en el mismo espacio o por hablar casualmente la misma lengua materna. Es algo que aprendí muy temprano, antes incluso de tener ideología propia, a los dieciséis años, en el instituto, cuando un compañero de clase nos explicó a todos el significado de La gran ilusión, el magnífi- co film de Jean Renoir, con las inolvidables actuacio- nes de Jean Gabin y E. von Stroheim, estrenado en 1937, justo cuando estábamos bregándonos a brazo partido con nuestros viejos amos, cuando a mi abue- lo y a tantos otros abuelos de los cuatro puntos cardi- nales los asesinaron por ser trabajadores, no por haber nacido donde nacieron; y cuando miles de otros trabajadores de todo el mundo sintieron la lla- mada del internacionalismo proletario y quisieron acompañar en la lucha y en la derrota a los trabajado- res que luchaban entonces por una república social y democrática. Aquella explicación fue, para mí, como una reve- lación, los seres humanos nos dividíamos en castas, en dos clases, unos eran dueños de los destinos de otros, y los otros vivían sujetos a sus caprichosos deseos, tanto en la paz como en la guerra. Aunque lo más importante no era eso, sino el hecho de que, cuando hay que tomar decisiones que de verdad nos afectan, nuestros amigos, nuestros camaradas, no son los amos de nuestras vidas, por más que compar- tan la misma nacionalidad o lengua que nosotros, o incluso el mismo cautiverio, sino que nuestros com- pañeros son los que de verdad son como nosotros, a pesar de que no hablemos el mismo idioma o haya- mos nacido en territorios diferentes. Sí, las palabras España y Cataluña, o Euskadi, o Castilla, o Galicia, son eso, meras palabras –flatus vocis–, que no nos afectan objetiva y realmente, sólo de un modo subjetivo y parcial; como tampoco nos afectan “estado español” o “països catalans”, o “País Vasco”, o Euzkadi, o Galiza, o Hispania, o Iberia, o “federación ibérica”… ¡Qué más nos da el nombre o la ortografía!... Ni el nombre ni la ortografía cambia- rán ni un ápice nuestra condición de trabajadores sometidos a la disciplina del capital y de las castas señoriales, o de las élites culturales, económicas y políticas, o de los caciques que gestionan para ellos ISBN: 1885-477X YOUKALI, 17 página 66 MISCELÁNEA IZQUIERDA, NACIÓN E IDENTIDAD: CONSIDERACIONES SOBRE EL PROCESO SOBERANISTA EN CATALUÑA. por Matías Escalera Cordero … ni en dioses, reyes, [naciones] ni tribunos… … proletarios de todos los países, uníos… … leed hasta el final…

EA IZQUIERDA, NACIÓN E IDENTIDAD ...las mismas, el socialismo, el comunismo libertario, la anarquía… Pero nunca una identidad nacional. Lo nuestro no son las fronteras sino su

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Hace unos meses, un aguerrido compañero, batalla-dor en mil frentes y curtido en mil batallas, abatidopor lo que veía a su alrededor, y al calor de una viejadiscusión acerca del combate por las palabras y decómo la izquierda se las había ido dejando arrebataruna tras otra, me escribía sobre la denominación quehabía que aplicar a España en estos términos:«Querido Matías, la cuestión fundamental es cuálpuede ser la razón para que todos los países tengansu nombre y el nuestro no lo tenga (al menos en unabuena parte de los documentos de la presuntaizquierda). Se dice España; ¿acaso lo ignoran? ¿Sepuede así hacer una política nacional-popular ennuestro país? ¿Tenemos acaso país?»

No recuerdo exactamente qué le respondí enton-ces, o si lo hice; pero ahora lo hago: ¡No; rotunda-mente no!… ¡No lo tenemos, ni lo necesitamos!... Lostrabajadores no necesitamos país, ni nación, ni iden-tidad territorial, pues nos desprendimos de la viejaservidumbre de los señores y del sometimiento a latierra –aunque muchos aún no se hayan enterado–hace más de un siglo.

La patria de los trabajadores no tiene fronteras, esun estado de la realidad, no del territorio, ni de la len-gua, ni de las costumbres de sus aldeas o comarcas;la patria de los trabajadores es su común sufrimientoy explotación, estén donde estén; son las ideas de jus-ticia social y de solidaridad de clase que nos permi-tan alcanzar nuestro auténtico objetivo, una sociedadnueva, justa, comunitaria y libre de la sujeción y lasumisión a los viejos y a los nuevos amos; pero tam-bién a los viejos y a los nuevos prejuicios y embustesfabricados por los que nos dominan; como ese queda por sentado que les debemos algo por haber naci-do casualmente en el mismo espacio o por hablarcasualmente la misma lengua materna.

Es algo que aprendí muy temprano, antes inclusode tener ideología propia, a los dieciséis años, en elinstituto, cuando un compañero de clase nos explicó

a todos el significado de La gran ilusión, el magnífi-co film de Jean Renoir, con las inolvidables actuacio-nes de Jean Gabin y E. von Stroheim, estrenado en1937, justo cuando estábamos bregándonos a brazopartido con nuestros viejos amos, cuando a mi abue-lo y a tantos otros abuelos de los cuatro puntos cardi-nales los asesinaron por ser trabajadores, no porhaber nacido donde nacieron; y cuando miles deotros trabajadores de todo el mundo sintieron la lla-mada del internacionalismo proletario y quisieronacompañar en la lucha y en la derrota a los trabajado-res que luchaban entonces por una república social ydemocrática.

Aquella explicación fue, para mí, como una reve-lación, los seres humanos nos dividíamos en castas,en dos clases, unos eran dueños de los destinos deotros, y los otros vivían sujetos a sus caprichososdeseos, tanto en la paz como en la guerra. Aunque lomás importante no era eso, sino el hecho de que,cuando hay que tomar decisiones que de verdad nosafectan, nuestros amigos, nuestros camaradas, noson los amos de nuestras vidas, por más que compar-tan la misma nacionalidad o lengua que nosotros, oincluso el mismo cautiverio, sino que nuestros com-pañeros son los que de verdad son como nosotros, apesar de que no hablemos el mismo idioma o haya-mos nacido en territorios diferentes.

Sí, las palabras España y Cataluña, o Euskadi, oCastilla, o Galicia, son eso, meras palabras –flatusvocis–, que no nos afectan objetiva y realmente, sólode un modo subjetivo y parcial; como tampoco nosafectan “estado español” o “països catalans”, o “PaísVasco”, o Euzkadi, o Galiza, o Hispania, o Iberia, o“federación ibérica”… ¡Qué más nos da el nombre ola ortografía!... Ni el nombre ni la ortografía cambia-rán ni un ápice nuestra condición de trabajadoressometidos a la disciplina del capital y de las castasseñoriales, o de las élites culturales, económicas ypolíticas, o de los caciques que gestionan para ellosIS

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EA IZQUIERDA, NACIÓN E IDENTIDAD: CONSIDERACIONESSOBRE EL PROCESO SOBERANISTA EN CATALUÑA.

por Matías Escalera Cordero

… ni en dioses, reyes, [naciones] ni tribunos…… proletarios de todos los países, uníos…

… leed hasta el final…

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esos territorios… ¿Qué más nos ha dado nunca cómohayan llamado a los territorios en los que nos hansometido o nos someten? Que los llamen como quie-ran, desde el siglo XIV, sabemos que las palabras nocrean la realidad, que decir “República deCatalunya” no crea una realidad diferente necesaria-mente de Catalunya o Cataluña o Catalonia, comodecir “República Popular China”, no hace de Chinauna república popular, o decir URSS no hizo del“Imperio ruso” una sociedad socialista, salvo en eldeseo de millones, durante un tiempo, de que esofuese así. No importan los nombres, importan lasrealidades, y una “República de Catalunya” presidi-da por Mas o Junqueras, en la UE, con el euro, comorepiten una y otra vez, no sería muy diferente de lode ahora… Lo otro es nuestro deseo, de la CUP o deciertos sectores de ICV, o de muchos compañeros deizquierda, el deseo de que no fuese así, de que tras elcambio de nombre se diese un cambio de realidad,pero con la correlación de fuerzas actuales y tal comose han planteado las cosas eso no pasa de ser unapura ensoñación.

De cualquier modo, nuestra aspiración como tra-bajadores desde el principio fue “un estado de lascosas”, o, si se quiere, una modificación del estado delas mismas, el socialismo, el comunismo libertario, laanarquía… Pero nunca una identidad nacional. Lonuestro no son las fronteras sino su abolición; por eso,no entiendo el papel que están desempeñando entodo este proceso soberanista una parte de la izquier-da catalana; no entiendo las fotografías de los compa-ñeros de Iniciativa (ICV) y de la CUP, como si de vie-jos mayordomos de corte se tratase, justificando eltramposo ardid que han urdido sus señores paraseguir legitimados en su estatus de dominio y depoder social y político, en esa que llaman ya “nuevaTransición catalana”… ¿Qué se les ha perdido a esoscompañeros en los salones de la Generalitat legiti-mando los intereses políticos de sus élites locales? Lasmismas élites, las de CIU y, desde hace un tiempo, lasde Esquerra (ERC), que manejan el país a su antojo, enconnivencia, las de CIU, con las que ahora quierenpasar por enemigas (¿quién ha sostenido durantedécadas las políticas estatales españolas en Madrid?;¿quiénes se han comportado y se comportan enEuskadi y en Cataluña como los dueños de la finca?).

No; no merece la pena gastar por parte de los deabajo una energía tan necesaria, si se quiere dar unaalternativa social de clase, en un proceso de este tipo,exclusivamente nacional, tal como van demostrandolos hechos; cuando los parámetros de la lucha nosestán situando, en todo el estado, en un escenario deconfrontación de clases como hacía tiempo que no sedaba. Por lo que, más allá de su deseo, lo único queparece que están haciendo los compañeros de la CUPy de ICV, al final, es dar oxígeno a CIU y cancha a

ERC (que, más allá de su denominación, es un parti-do puramente nacionalista), a costa de su propia frac-tura y de la fractura de la izquierda catalana.

Ofrecerles banderas y escapatorias con las queocultar sus vergüenzas y por las que escabullirse, noes nuestra lucha, no lo ha sido nunca, sea cual sea labandera y sea cual sea el feudo o territorio al querepresenta; la nuestra es otra muy distinta. Otra cosaes que no queramos entablarla o que no resulte fácil,o que no sepamos cómo emprenderla, o que los traba-jadores no se sientan vinculados subjetivamente aella, y nos agarremos entonces al primer subterfugiode lucha aparente, sea nacional o identitaria, como aun clavo ardiendo, para hacer como que hacemosalgo, o para justificar nuestra inoperancia e incapaci-dad como organizaciones y gentes “de izquierda”.Porque, ¿de verdad se creen los compañeros de laCUP y de Iniciativa (ICV) que tras la independencia,pongamos por caso, incluso “a coste cero”, Cataluñase convertiría en algo diferente de lo que es hoy?, enuna especie de república social siquiera; ¿realmente selo creen? Porque, si es así, la cosa es más grave de loque parece. Y más teniendo en cuenta que el “costecero” en estas cosas no existe… Cuando se desatan lasemociones nacionales y locales, el coste cero no existe.

Cuando Michael Billig (Capitán Swing, 2014) res-ponde a la pregunta de por qué las gentes no olvidansu identidad nacional, recurre a lo que él denomina“nacionalismo banal” y cotidiano, esas señales iden-titarias que están por doquier y que forman parte denuestras vidas sin saberlo, sin ser conscientes deellas, como “eficaces recordatorios” de nuestra inclu-sión en una tribu. Por eso nos resulta tan difícil salir-nos de esa dinámica gregaria e impersonalizadora, y,por eso, el nacionalismo “continúa siendo una fuerzaideológica fundamental en el mundo contemporá-neo”. Desprenderse de esos lazos sutiles, y ocultos enel medio, que nos ligan a nuestras tribus incondicio-nalmente no es tarea fácil, pero muchos trabajadoresen pleno siglo XIX la emprendieron, y se reconocie-ron como una clase internacional y universal; y, otros,

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durante el siglo XX, la continuaron, contra todos losvientos y todas las mareas nacionalistas, y otros, eneste siglo XXI, nos empeñamos aún en que no se apa-gue la llama de ese viejo –nuevo– internacionalismo.

Soy consciente de que sostener lo que sostengo meenfrentará a algunos (o bastantes, tal vez) muy bue-nos compañeros y amigos; como sé que ya está suce-diendo esto en Cataluña entre viejos buenos compa-ñeros y camaradas. Tal vez la culpa sea mía, de mifalta de sensibilidad ante las banderas, las identida-des nacionales y las fronteras… Acaso no sea más queuna deficiencia emocional o sentimental, este rechazode lo nacional, y que debido a ello cause, sin querer-lo, un daño imprevisto a los amigos y compañerosque sí sienten todas esas cosas de un modo sincero eíntimo (no es mi intención). O, tal vez, sea cierto,como otro compañero me dice, que este escrito, ade-más de resultar innecesario e inútil, llegue tarde.

Sea como sea, voy a dejar claro desde ahoramismo que lo que llama una muy buena amiga, yaún mejor intelectual –de Barcelona–, la “partedemocrática de la cuestión” no la pongo en absolutoen cuestión; pues por supuesto que cualquier partesignificativa o insignificante de la población de unterritorio no tiene por qué renunciar al “derecho adecidir su forma de organización política” en rela-ción con otro estado, incluso a independizarse… Noes eso lo que le planteo a mis camaradas y compañe-ros de la izquierda catalana, sino si es esa una tareade las organizaciones de la izquierda política y social.Puesto que lo sea de los sectores liberales o conserva-dores de la pequeña burguesía (como lo fue del capi-tal del siglo diecinueve), lo entiendo y lo veo lógico,pero que sea tarea de las organizaciones que repre-sentan, en la Europa y en el mundo de hoy, a los tra-bajadores, no lo entiendo. ¿Cómo hemos podidodejarnos arrebatar una de nuestras palabras clavesdesde el principio, globalidad, internacionalidad…?

Que el PP y este Gobierno “no está tratando lacuestión correctamente”; es más, que el PP y esteGobierno son una máquina de hacer nacionalistas eindependentistas, nadie lo duda… Pero en la historiay en política no se dan puntadas sin hilo, y lo quehabría que preguntarse es por qué justamente el PP ysus gobiernos han bloqueado todo proceso negocia-dor desde su impugnación del nuevo estatuto,impulsado durante el gobierno de Zapatero, quehabría resuelto el encaje de Cataluña con el resto delestado durante algunas décadas más, sin causar dis-función alguna en la gobernanza del mismo. A veces,se tiene la impresión de una cierta innegable conni-vencia de CIU y del PP en el manejo, en las idas yvenidas, de toda esta tensión; y que maniobran de unmodo interesado –dosificándolas– con las emocio-nes, inevitablemente encontradas, que despierta.

Porque si es cierto que las emociones nos consti-

tuyen esencialmente, y que estas, en muchos casos,cruzan aparentemente y atraviesan las clases socia-les, lo importante para los trabajadores, lo determi-nante, es saber si estas son beneficiosas o perjudicia-les para nosotros, y, lo que es más importante, si sonnuestras de verdad, o si, en realidad, nos las hanconstruido para apoderarse de nuestra voluntadaquellos que nos dominan, esas mismas castas quenos someten y subyugan. La sujeción y vinculaciónsentimental a un espacio determinado, a mi aldea, ami comarca, a mi tierra, a mi lengua, ¿no será una deellas?, y una de las más poderosas; como la idea delamor que hemos heredado del constructo ideológicocortesano y romántico, o como esa emoción construi-da que hace que muchos trabajadores consideren elespacio en el que son explotados como suyo, que tan-tos y tantos asalariados se consideren aún, contratoda evidencia, parte de su empresa, como de sunación. Emociones que convierten al otro, a quien nola siente, en loco o traidor… Esa emoción deletéreaque rompe los lazos de clase, como rompe los de laamistad y los de la familia. Y no bromeo con esto;algunos, en Cataluña, en Euskadi, ya sabéis a qué merefiero, pues ese desgarro ya lo habéis sufrido o loestáis sufriendo; el mismo que vi extenderse, comoun cáncer, por los pueblos de la vieja Yugoslavia.

Se me puede objetar que la conciencia de clase, elsentido de pertenencia a la clase trabajadora, puedeser una de esas emociones construidas también; perola pertenencia a una clase no es fruto de ningunaemoción, es una hecho objetivo y material, y la tomade conciencia de nuestra exacta situación en el mapasocial es un dato adquirido, en general, por la refle-xión y por un esfuerzo de la inteligencia analítica yracional, generadora de debate y de comunicación,pero nunca de silencio. La toma de conciencia declase, de la situación ajustada o excéntrica –desclasa-da– que ocupamos en el mapa social, es una laborio-sa adquisición de la inteligencia y del razonamientodialogado; jamás se da en el silencio ni en el aisla-miento.

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Silencio impuesto o auto impuesto, silencio que seimpone al otro o un silencio fundamentado en elmiedo, letal, empobrecedor y aniquilador del pensa-miento y de las sensibilidades distintas y diversasentre los trabajadores y el común de las gentes, comoha sucedió en Euskadi durante decenios. Un silencioque sólo beneficia a los amos, los que lo han induci-do y los que se han aprovechado de sus efectos; si no,que se lo digan a los señoritos del PNV; el mismosilencio que ha permitido el expolio del clan Pujoldurante décadas en Cataluña ante la vista de todos,simplemente porque eran “de los nuestros”; y elmismo silencio que permite la construcción de unrelato idílico y mentiroso (como lo son todos los rela-tos fundacionales de las naciones, sean estas cualesquieran) de los orígenes e historia de la nueva patria;como el que en 1714 las élites catalanas estabanluchando por Cataluña, y no por un monarca paraEspaña, inmersas en un conflicto geopolítico entre lasdos casas reales más poderosas de la Europa conti-nental de la época; o ese otro relato que dice que lasderechas nacionalistas catalana o vasca (léase CIU yPNV) no eran exactamente como la derecha españo-la, que no se dedicaban al mangoneo y al latrocinio;o que Madrid (no nosotros, que somos puros ydamos lecciones de moral y ética política) nos roba-ba; o ese otro que dice que éramos más europeos ymodernos, o el que predice que, al día siguiente de laindependencia, los trabajadores catalanes van aentrar directamente al paraíso que sus nuevos amosles van a ofrecer, así porque sí, de modo gratuito, sóloporque serán, de pronto, más ricos, y Europa y elmundo y los poderes fácticos del estado español serendirán extasiados a sus encantos y no reaccionarán,y el nuevo pastel será tan suculento que las sobrasque les dejarán a los trabajadores que hayan caídodentro de las nuevas fronteras establecidas les harta-rán y durarán para siempre.

La misma imposición de silencio que hace que losque ayer alababan y bailaban el agua y reían las gra-cias y cualquier ocurrencia, en cualquier foro identi-

tario, a Joaquim Brugué, miembro de la Comisión deControl de la consulta del 9N, a propuesta de ICV;dos segundos después de su renuncia a la misma,porque la convocatoria, según explica, "no ofrecegarantías democráticas", le llamasen fascista y trai-dor. Ese mismo pesado consenso que inclina a unhonesto militante de la contracultura catalana a man-darnos a todos los izquierdistas españolistas, que “noentendemos” o no nos sentimos entusiasmados porel “proceso catalán”, directamente al psiquiátrico.

Ese silencio impuesto y auto impuesto que haceque una persona como Nuria Amat, Premio RamonLlull de les Lletres Catalanes, en 2011, se sienta encar-celada en un mundo orwelliano. O que pretende con-vertir a TV3 en Telemadrid, ante la mirada compla-ciente de unos y atónita de otros. O que lleva aGregorio Morán, uno de los analistas más lúcidos dela prensa actual, procedente de la izquierda antifran-quista más consecuente y honesta, y profundo cono-cedor de las realidades vasca y catalana, que llevaescribiendo para La Vanguardia veinticinco años, aexpresarse como se expresa en su artículo sabatinodel 25 de octubre, titulado “Sobre la disolución de laizquierda.1”.

«Es una sensación nueva, algo que en más de vein-ticinco años de escribir artículos en Barcelona, nohabía sentido nunca. La sensación de sentirse con-trolado, como si los depositarios del control políti-co estuvieran esperándote para hacerte pagar conpalos verbales –de momento sólo verbales– laslicencias a que te obliga vivir en una sociedad cadavez más alucinante…»

Comienza Gregorio Morán. Para preguntarse, másadelante: «¿En qué se diferencia Convergència de laCUP?» Y responderse de la forma más rotunda: «Ennada que sea fundamental, porque para ambas eneste momento el objetivo es el mismo, la independen-cia; lo demás es letra pequeña.»

Si Joaquim Brugué, Nuria Amat y GregorioMorán, que no son unos cualquieras en Cataluña,que no son sospechosos de anti catalanismo precisa-mente, que no hablan por hablar; si gente así seexpresa como se expresa y se sienten como se sien-ten, es que algo está pasando, algo que no anuncianada bueno.

٭٭٭

Sí, algunos de los valles hundidos de mi tierra memaravillan, como la línea inacabable del horizonteabierto de la gran llanura al atardecer; el cielo velaz-queño de Madrid, al crepúsculo, me parece insupera-ble, a veces; pero he visto valles más hermosos, hori-zontes abiertos más espectaculares y atractivos, y cie-los que te quitan el hipo, bajo los que he sido tan feliz IS

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o más que bajo los de mi tierra de origen. E igual mesucede con las gentes de mi tierra, que por ser de mitierra no son ni mejores ni peores que las demás gen-tes que he conocido. Lo que me importa de ellas es sison como yo o no, qué intereses defienden, los de lostrabajadores o los de las castas que los dominan; estoes, me interesan las razones por las que viven yluchan, es todo lo que necesito saber.

Ya he dicho que, desde muy joven, sentí que losprocesos nacionales no son (salvo en coyunturascoloniales e imperialistas) una tarea de los trabajado-res. Recuerdo que las ikurriñas, las banderas barra-das o verdiblancas, daba igual, de nuestros actos yencuentros, a finales del Franquismo, no me gusta-ban mucho, aunque entonces no significaban, paramí, aún lo que luego significaron, una extraordina-riamente bien urdida trampa en la que muchos tra-bajadores caerían; por eso es por lo que sostengo tanfirmemente que la tarea de la CUP y de ICV, como detoda la izquierda catalana, ahora sería sumarse a losesfuerzos por desalojar del poder político a las élitessociales y políticas de todo el estado y no sostenerlasbajo ningún concepto, rechazar el anzuelo, no caer enla trampa.

Los que manejan la caña hablan y agitan el fantas-ma del nacionalismo español para distraer a sus pre-sas, pero el nacionalismo español todavía no hahecho su aparición, sólo está meneando su cola, eldragón aún está dormido, espero que no despierte.

Cuando llegué a la antigua Yugoslavia, a la uni-versidad de Ljubljana (Eslovenia) desde Moscú, allápor 1987, nada hacía presagiar lo que luego vendríatan rápida e inesperadamente; por aquellos tiemposse hablaba de democratizar la Federación, de contro-lar el gasto de los presupuestos federales, de moder-nizar la gestión de la economía autogestionada socia-lista y la burocracia administrativa, etcétera… hastaque llegó 1989 y la caída del muro de Berlín y lasburocracias comunistas de cada una de las repúblicas,especialmente las serbia y la croata vieron que el dis-curso socialista, el relato social-realista había sucum-bido y que ellos, como estaba haciendo la nomenkla-tura soviética debían reciclar su discurso, cambiar derelato, si querían continuar siendo y ejerciendo comotales élites locales en los nuevos regímenes capitalis-tas que se anunciaban, y el relato que nunca falla, elque siempre está a disposición de todas las élites, deltipo que sean, el que es más rápidamente digeriblepor los pueblos sometidos a presión es el nacionalis-ta; y eso hicieron. A eso se dedicaron concienzuda-mente. Y, en tres años, en sólo tres años, esos pueblosestaban dispuestos a la inmolación.

Cuando una de mis jefas del departamento deHispanistika, en nuestras conversaciones, me asegu-raba que habría una guerra, yo la miraba incrédulo yle decía que en Europa era imposible, que eso no

pasaría nunca... Claro que esta situación nada tieneque ver con aquella, pero leamos entre líneas…

Aquí, eso, en España, en Europa, en la UE, eso nopuede pasar: me dicen… Aducir esa comparación esinsensato, es no tener en cuenta las coyunturas, escomo “dar patadas a la historia”: me dicen… Perollevar a los pueblos a la guerra es tan fácil, compañe-ros; llevar a los trabajadores de un lado a batirse conlos trabajadores del otro lado, es tan fácil, camara-das… Yo lo he visto, lo vi. Tan sólo bastaron tres añosde tensiones, de agitación propagandística, y ahíestaban los tanques arrasando el parque en donde mihijo pequeño había jugado o el aparcamiento endonde yo dejaba mi Opel Corsa. Sólo tres años y elsentido común, la razón, la capacidad de analizar elmundo lógica y racionalmente por las masas de tra-bajadores serbios, croatas, musulmanes, eslovenos yalbaneses habían sucumbido; y todo era emociónnacional exaltada, todo eran lágrimas vertidas amoco tendido ante el ritmo enloquecedor de los him-nos nacionales y el flamear de las banderas agitadasal viento. Parece increíble, ¿verdad?

Hoy, unos bromistas simulan el fusilamiento delconcejal del PP, durante las fiestas de su pueblo;mañana, las sedes del PSC y del PP aparecen llenasde pintadas, luego, se apedrea a un autobús enLleida; las familias y los amigos rompen sus relacio-nes por el tema, un intelectual desafecto tiene quedar de baja su cuenta en Twitter acosado por losinsultos y amenazas; los departamentos universita-rios, los claustros se dividen en dos; en las redaccio-nes de los periódicos y de las emisoras de radio y TV,se sugiere, primero, el silencio, o se obliga, luego, alsilencio, y llega la propaganda; las organizacionessociales y políticas se fraccionan, las palabras y losgestos cada vez van adquiriendo mayor agresividad;y un día cualquiera sectores de la ultraderecha deci-den atacar y provocar la ira, y jóvenes independentis-tas deciden responder a la provocación, y elGobierno “no tiene más remedio” que “hacer cum-plir la ley”, y ya está… Así de fácil.

Tanto para un gobierno, como el español, que haresistido la presión terrorista de ETA durante dece-nios, como para los que se sienten lógicamente agre-didos, a uno y a otro lado del espectro, ya tenemos laviolencia justificada en ambos bandos, y la luchasocial y política de clase desalojada de Cataluña. Asíde sencillo.

No es “política del miedo”, no estoy trazandoparalelismos, cuando hago referencia a Yugoslavia,sólo estoy dando los parámetros de un escenario posi-ble, que no se dará del mismo modo y exactamenteigual, por supuesto; pero que sí provocará los mismosefectos, la hegemonía totalitaria de un solo discurso, elnacional; la división y la fractura artificial entre los tra-bajadores catalanes, y entre una parte de estos y unaIS

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buena parte de los del resto del estado; una fracturaque solo beneficiará a quienes realmente se beneficiande ella; y una frustración enorme, que desmovilizará yanulará durante decenios la posibilidad de cualquierotro intento de un genuino cambio social.

Hace poco, se han celebrado elecciones en Bosnia-Herzegovina, unos comicios que se juzgaban comocruciales; sin embargo, los ciudadanos, los trabajado-res de Bosnia, desanimados por la inutilidad de suclase política, divididos entre la cólera y la desespe-ración, decía el corresponsal de Le Temps, han pasa-do olímpicamente de ellas. Un desencanto tan pro-fundo y general que ha vuelto a beneficiar, una vezmás, a las respectivas élites nacionalistas que se divi-den el castigado territorio en disputa, la musulmana,la croata y la serbia, justo los mismos que les prome-tieron el oro y el moro si ganaban sus respectivasguerras nacionales. Un conflicto que les costó a lostrabajadores de Bosnia más de cien mil muertos (sí,aquí mismo, en Europa, a tiro de piedra geopolítico),y cuyos despojos, convertidos en privilegios y venta-jas, ahora disfrutan exclusivamente esas élites nacio-nales en un gobierno tripartito territorial, provenien-te de los acuerdos de Dayton, firmados, en medio deldesastre, hace diecinueve años.

No es que aquí vaya a suceder exactamente lomismo, ya lo he dicho, nada se repite de idénticomodo, pero me temo que esa misma general frustra-ción nos acecha. Me refiero a esa frustración queviene cuando los trabajadores que han creído queacotando el espacio con una frontera nueva los pro-blemas se resolverán, como si hubiese en ello unaespecie de causa/efecto, comprueban que eso no esasí, y que una lucha no sustituye a la otra (la suyapropia), que la causa territorial sólo beneficia a lasnuevas élites locales. Pero es que, además, en estosdías las coordenadas de la lucha, tal como se handefinido desde el 15M, pero incluso desde muchoantes, desde el movimiento altermundialista de fina-les del siglo XX, nos llevan a otras latitudes políticasy trazan otros mapas del antagonismo social muydiferentes.

٭٭٭

Otro de los argumentos más extendidos que esgri-men una buena parte de mis camaradas y compañe-ros que están por el “derecho a decidir”; es que la con-sulta soberanista abrirá una brecha en el modelo polí-tico y social que surge de la Transición y de laConstitución del 78, y que el esfuerzo independentis-ta de una parte de la izquierda viene justificado, comoen Escocia, no tanto por el lado identitario, sino por elbienestar y desarrollo de la clase trabajadora catala-na… ¿Seguro?, ¿de verdad creen que la lucha de cla-ses puede ser sustituida por el independentismo?

O sea, que primero gastamos un montón de energíaen la ruptura y luego en soldar esa ruptura… Si con-vocar ahora una huelga o una acción conjunta enEuskadi y en Cataluña junto con el resto de las orga-nizaciones del estado es casi tarea imposible, puesacaso se confundan con el resto de los trabajadoresespañoles; con una frontera de por medio ya olvidaos.

Un movimiento liderado por Artur Mas (CIU),Oriol Junqueras (ERC), el obispo de Solsona (laIglesia católica que se apunta un bombardeo), unaseñora de clase media y una monja; cuyos líderesmás representativos juran y perjuran que tras la inde-pendencia nada va a cambiar; que ellos, con el euro,sin fisuras, con la Merkel y con la Comisión, si hacefalta; que no tengan miedo de nada, que las bases delsistema capitalista y financiero de la Cataluña inde-pendiente ni se tocan, que los intereses de la banca,de las empresas y de las compañías multinacionalesestarán garantizados, etc. Un movimiento así conce-bido, que calca el modelo transversal y pactista de laTransición española (de hecho, se habla de la“Transición catalana”), ¿de verdad va a dar un siste-ma diferente al actual?, ¿para ese viaje se necesitanestas alforjas?, desactivar la lucha de clases enCataluña o el País Vasco, y convertir todo en unalucha nacional (en ese “Madrid nos roba”, que ocul-taba el hecho de que el latrocinio y el expolio se per-petraban desde el corazón mismo de Barcelona), ¿deverdad beneficia a los trabajadores?

Para que se me entienda, ¿no es sospechoso quelas luchas sociales en Cataluña hayan casi desapare-cido en la práctica, que las luchas sociales y políticasmás creativas y novedosas, como el 15M, Rodea elCongreso, las marchas de la dignidad o Podemos, enestos momentos, se hayan dado y se estén dando, enlo esencial, fundamentalmente fuera de Euskadi y deCataluña; o que incluso iniciativas como Guanyem,que tenían su origen en Cataluña, hayan quedado oestén a punto de quedar engullidas por la vorágineplebiscitaria? A veces, me pregunto qué hubiesesucedido si las izquierdas vascas y catalanas, des-prendidas por un momento de sus discursos nacio-nales, se hubiesen sumado con entusiasmo a lasmovilizaciones de estos dos o tres últimos años con-tra las castas y las élites que nos gobiernan; hoypodríamos estar hablando acaso de la apertura realde un proceso constituyente. Si hubiesen apretado asus respectivas castas nacionalistas, en vez de darlesesos balones de oxígeno político, entonces sí quepodríamos estar hablando de una alternativa real yfactible al régimen actual.

Pero desde que la consulta y la independencia seha convertido en el eje y objetivo único de la políticacatalana, todo lo demás casi ha desaparecido… Lasmareas han desaparecido, Ada Colau y su Guanyemha sido sustituida por Forcadell y la ANC; ha desapa- IS

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recido cualquier rastro de reacción social respecto dela corrupción interna, como de cualquier otra de lasáreas de confrontación social que estaban abiertas.De tal manera que, mientras que en el resto del esta-do es precisamente la indignación y el hartazgo fren-te a esas conductas el detonador de las respuestassociales y políticas que buscan un cambio de régimeny de élites, en Cataluña es como si se hubiese parali-zado la sustitución de su propio viejo/nuevo régimeny sus viejas/nuevas élites.

Sin embargo, en Euskadi, tras la frustración yparálisis provocada por los años de plomo de ETA yde su entorno, y la paulatina recuperación de losespacios sociales por discursos no nacionales, algoestá cambiando; y la irrupción de Podemos, así comola presentación de candidaturas como Irabazi-Ganemos Euskadi, junto con la experiencia acumula-da por Ikune, la plataforma de independientes, dis-puestos a converger en “algo nuevo”, está trastocan-do ya el mapa político vasco (no digamos enNavarra), justo contra lo que ellos denominan el cua-tropartidismo (que es otra forma del bipartidismoorgánico y paralizante); una ventana abierta, al fin,que deja entrar un poco de aire fresco en ese territo-rio. No es de extrañar que también esto afecte, en lapráctica, al espacio político y social ocupado porBildu, en el que el municipalismo, como práctica yámbito de encuentro, se ha abierto paso como unaalternativa de clase al predominio absoluto del dis-curso nacional.

Fue, en parte, por todo ello por lo que tantos sen-timos la desaparición del PSUC como una pérdidairreparable, no sólo para los trabajadores de Cataluña,sino también para los trabajadores de todo el estado.¡Qué claridad estratégica respecto del tema nacionalhabía en esa vieja organización!... Una claridad seme-jante a la del viejo anarquismo y el pujante movimien-to libertario catalán, que no se dejó nunca confundirpor sus amos… ¿Dónde queda la rosa de foc, esa“rosa de fuego”, la Barcelona proletaria y libertaria, laBarcelona abierta al mundo en la que nos mirábamoscon envidia mi generación? La miro ahora y, si nofuese por espacios aún resistentes al canto de sirenanacionalista, no vería más que la capital de laCataluña provinciana más casposa, esa que llaman“del interior”, en donde se refugian los Pujol y losFerrusola, protegidos y a salvo por la omertà debidapor los siervos a las viejas castas señoriales. La hanconvertido en lo que no ha sido nunca, una ciudadescaparate, como cerrada sobre sí misma, unaDisneylandia de cartón piedra, un puro decoradopara turistas, si no fuese por sus barrios secretos y porsus Can Vies; igual que esos espacios propagandísti-cos pro-consulta (el famoso de Esquerra Republicanadel “ayer y hoy” era directamente un insulto a la inte-ligencia de los catalanes), o engendros tan demencia-

les como el dirigido por Isona Passola, presidenta dela Academia Catalana de Cine, subvencionado porcrowdfunding, por la Generalitat y TV3, tituladoL'endemà, en donde se les promete a los catalanes sinel menor rubor ni sentido del ridículo el oro y elmoro; una Cataluña maravillosa, propia de los “mun-dos de Yupi” (y, claro está, todo “de gratis”); como siellos no hubiesen gobernado la sanidad catalananunca, la educación catalana nunca, los serviciosmunicipales nunca, o los mossos d’esquadra nunca.Como si el señor Junqueras, o Artur Mas y toda lacompañía jamás hubiesen sido responsables de nada,ni de Banca Catalana, ni del expolio comisionista, nide los municipios, ni de la capital, ni de las institucio-nes catalanas, en general; en fin, de nada.

Respecto de esta impostura y respecto del papelde sus élites en la transformación y vaciamiento deBarcelona, convendría releer con atención el brevepero enjundioso artículo de José Mansilla, miembrodel Observatorio de Antropología del ConflictoUrbano (OACU) de Barcelona, titulado precisamen-te “Modelo Barcelona, fútbol y dinastías de poder”,publicado en DIAGONAL (24/10/2014), para darsecuenta de los estrechos lazos que ha habido, desde elfranquismo hasta el independentismo, entre lasempresas del ex-presidente del FC Barcelona JosepLluis Núñez, de su hijo y de sus acólitos (clanessemejantes a los Pujol-Ferrussola) y el modelo dedesarrollo urbanístico de la capital catalana…Veamos algunos de sus párrafos más interesantes:

«Si hay una característica que destaque sobremane-ra en el tan manido “Modelo Barcelona” es la famo-sa colaboración público-privada impulsada desdelas instancias municipales. Presentada como unaforma moderna, actualizada, de intervenciónmunicipal sobre la ciudad, esconde realmente laexternalización y privatización de las políticas delAyuntamiento bajo al mantra del neoliberalismo…/… Y es aquí donde aparecen empresas comoNúñez y Navarro, las cuales, junto a otras comoFomento de Construcciones y Contratas (FCC) oObrascón, Huarte y Laín (OHL), ya colaborabanhace 50 años en el diseño de la ciudad a través de lavinculación de parte de su equipo técnico, así comode miembros de sus Consejos de Administración,con la política municipal de aquel entonces. Enpleno siglo XXI continúan haciéndose con los mejo-res solares y la mayoría de las contratas de obra quese ejecutan en Barcelona, constituyendo una autén-tica dinastía local…»

Pero aún hay más:

«Nuestro protagonista, Josep Lluis Núñez, cedió elmando del Futbol Club Barcelona en el año 2000 aJoan Gaspart, perteneciente casualmente a otrafamilia miembro de la élite empresarial de la capi-IS

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tal catalana, en esta ocasión dueña del grupo hoste-lero HUSA. Así, mientras el “Modelo Barcelona”impera y estas dinastías se suceden en el futbol y enla economía, las clases sociales más bajas siguenjugando un papel de comparsa en el reparto delpastel urbano. La ausencia de formas y canales departicipación auténticos, de empoderamientopopular en definitiva, los sitúa justo en el mismolugar que hace cinco décadas.»

Y es que, si la ciudad es el elemento vertebrador fun-damental de las sociedades modernas, el síntoma delas mismas; e incluso podría decirse, con Lefebvre,que es el corazón de los movimientos insurrecciona-les frente al poder uniformador de las clases domi-nantes; no veo muchas diferencias entre la Barcelonaactual y el Madrid de Botella, de Gallardón y deEsperanza Aguirre. ¿Dónde ha quedado aquellaBarcelona que envidábamos?

Entiendo que esa típica clase media conservadorao medio liberal, que subjetivamente ha dejado de serclase trabajadora, a la que representan CIU y ERC,que el señor Oriol Junqueras, que Artur Mas, queCarme Forcadell o la monja Teresa Forcades se sien-tan arrobados ante el agitar de banderas y la llamadade la patria, eso lo entiendo; pero que los compañe-ros de la CUP o de ICV, o incluso que Ada Colau, conlo que ha bregado en la PAH contra esos señores pro-pietarios de media Cataluña, no reaccionen con con-tundencia, eso ya no lo entiendo.

٭٭٭

Pero volvamos al “derecho a decidir”; decidir, quéexactamente… ¿El fin de la dominación de clase, lanaturaleza del sistema económico y la organizaciónsocial del nuevo espacio, o simplemente el trazado delas nuevas fronteras?, porque si los trabajadores cata-lanes no pueden decidir las dos primeras cuestiones,objetivamente les trae al pairo la última, salvo –ya losé– en el terreno subjetivo de las emociones construi-das por los relatos nacionales (idénticos en todas las

latitudes; trufados normalmente de cantos y de lágri-mas de cocodrilo).

Pero, aún más, pongámonos en el caso de que sí,de que todo este esfuerzo y energía social desperdi-ciada por los trabajadores, que esta suspensión de lalucha de clases, tiene sentido… ¿Se puede construiruna nación con más del sesenta por ciento de lapoblación de un territorio en contra?

Dice David Fernández (CUP) en Carne Cruda 2.0,en julio de 2013: "Queremos la independencia paraluchar contra nuestra oligarquía y los mercados". Noqueremos una nación del siglo XIX, repiten los com-pañeros de la CUP, “queremos salir de la UniónEuropea, de la Troika, de la Deuda, del fraude y de laregresión social…” Entonces, qué hace la CUP apo-yando de modo tan entusiasta a los que, ni de lejosvan a permitir la materialización de esos deseos; yque representan exactamente todo lo contrario. ¿Quéhace David Fernández dando la mano y abrazandoal señor Artur Mas, sin necesidad alguna, sin quenadie se lo pida o exija?, o saliendo en sus fotografí-as de familia como mera comparsa (florero, handicho otros…) O qué hace el compañero JoanHerrera en tal tesitura; entiendo la división internaque este proceso está creando en ICV. ¿Qué hacéisvosotros en esas fotografías de familia?

En algunas ocasiones, sí, la lucha nacional puedeestar ligada coyuntural y excepcionalmente a lalucha de clases, como sucedió durante el periodocolonial o incluso en Euskadi hasta la VI Asambleade ETA, en la que los sectores de izquierda abando-naron la organización. Pero este, creo, no es el caso dela Cataluña o la Euskadi actuales. Y digo más, por sialguien piensa, a estas alturas, que soy españolista yesas cosas; si hay un territorio en la España actual enel que aún se pueda ligar la lucha nacional con lalucha de clases, no serían ni Euskadi ni Cataluña,sino Galicia, pues allí sí las élites locales tradicionales,los caciques del PP, fundamentan aún una parte desu dominio en los prejuicios culturales y lingüísticos,y la identidad del pueblo gallego sí está sometida apresión intolerable. Pero este no es el caso de laCataluña y la Euskadi actuales.

Esta es la razón por la que en la CUP e ICV todoeste proceso está terminando por pasar una cierta –yprevisible– factura a las organizaciones, que las hadebilitado objetivamente; pues a pocos se les escapaque la única organización que sale fortalecida, en él,es la de la pequeña burguesía nacionalista, EsquerraRepublicana, como loca por zamparse a los sectoressociales más conservadores, y garantes del ordencapitalista, que han apoyado tradicionalmente a CIU.Aunque tras el 9N la figura de Mas haya salido apa-rentemente fortalecida.

Dice David Fernández que su efusivo abrazo aArtur Mas, tras las votaciones del 9N, no tiene por IS

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qué explicarlo, que él es como es y que no debe darrazón de sus gestos; pero yo creo que sí debe hacerlo.Los abrazos a Mas hay que explicarlos, pues no sonun gesto personal (aunque aun así serían muy signi-ficativos, por repetidos), sino que, por lo que repre-sentan ambos y por el contexto en los que se dan, songestos claramente políticos; en realidad, son la visua-lización más clara de la suspensión de la lucha de cla-ses en Cataluña por parte de la CUP; como lo es, meparece, el hecho de que Jordi Pujol fuese a votar tanricamente ante la “indiferencia del pueblo”, según lascrónicas, cuando no ante la “deferencia” de unabuena parte del público (no me imagino, la verdad, aBlessa o a Bárcenas o a cualquier político corrupto enMadrid o en Sevilla o en Valencia o en Valladolidesperando la cola para votar tan tranquilamente enmedio de la indiferencia popular).

Esos abrazos hay que explicarlos, y muy bien, siconsideramos que Artur Mas y CIU representan a lacasta más netamente comprometida con el proyectoneoliberal y con el sistema de corrupción que nos hatraído a donde estamos. Pues no es que la propia sedede CIU esté embargada para cubrir la responsabili-dad civil de las causas judiciales abiertas en el casoPalau de la Música, por ejemplo; o que su fundadorsea quien es; es que CIU, no sólo ha apoyado y apoyacon entusiasmo el TTIP, el nuevo tratado de librecomercio entre EEUU y la Unión Europea, junto conel PP, PSOE y UPyD, como se manifestó en la vota-ción de mayo de 2014 en Congreso de los Diputados;sino que, aún más recientemente, después del 9N, hasido la única formación que ha apoyado al PartidoPopular (y no ha sido la primera ni la única vez quehan votado juntos contra el resto de la cámara),urgiendo a Europa a acelerar la negociación delmismo con Estado Unidos y a su firma inmediata.

Y todos esos abrazos, además, cuando DavidFernández y la CUP ponen tantas trabas a su integra-ción en Guanyem Barcelona y en la convergencia conotras fuerzas de izquierda como ICV-EUiA, PodemBarcelona o el Partido X, para dotar a la candidaturade un componente abiertamente de clase; mientrasque, por el contrario, la monja benedictina TeresaForcades y su Procés Constituent se aprestan a fago-citar el proyecto, dotándole de un sesgo indudable-mente nacionalista y vaciándolo justamente de sucomponente de clase.

Dice Lluís Orriols (El País 13/11/14) que "Laexplosión independentista se produjo a partir de2012 y está relacionada con la llegada del PP alGobierno en Madrid y la crisis económica" y que "apartir de ahí empieza a construirse el relato de queuna Cataluña independiente estaría mejor”; y que“eso convenció a muchos que hasta entonces no sereconocían independentistas".

Otros, como Josep Centelles i Portella (Octaedro,

2014), consideran que “cada hecho histórico, sinnecesidad de ser falseado, es susceptible de ser inter-pretado de varias formas”, pues “los pueblos tienenderecho a interpretar su propia historia”. Esto es,que, en realidad, los acontecimientos son como ungran autoservicio en el que cada uno puede servirsea discreción para construirse, y relatarse, a sí mismoy al otro. Y llevan toda la razón. Por eso, no es deextrañar que en el actual relato de la “izquierda cata-lana”, orquestado por ERC principalmente, comoseñala Lidia Falcón, no solamente el enemigo (tanfácilmente localizable, en este caso, debido a la torpe-za de Mariano Rajoy y de las políticas del PP, engeneral) sea siempre externo a las propias élitesextractoras catalanas, sino que incluso hayan desapa-recido del pasado común el Partido RepublicanoDemocrático Federal, de Francesc Pi i Margall, queen 1930 obtuvo aún 16 escaños, o el Bloc Obré yCamperol que se convertirá en el POUM (PartidoObrero de Unificación Marxista), e incluso el PSUC ola CNT, creada en Barcelona en 1910; y que, como meseñalaba un amigo libertario catalán, no hace mucho,en un rizo que riza todos los rizos, algunos quieranhacer de sus líderes históricos, empezando porDurruti, prohombres del nacionalismo catalán.

Pero, si todos los pueblos tienen derecho a mentir-se un poco sobre su propia historia, descontados fenó-menos y foros tan frikis como el esperpéntico congre-so celebrado el pasado mes de noviembre en Arenysde Munt, organizado por el Institut Nova Història(entidad subvencionada por la Generalitat) e inaugu-rado por los alcaldes de las dos Arenys; apoyado ybendecido por gentes como Manuel Cuyàs, autor delas memorias de Jordi Pujol, o Víctor Cucurull, miem-bro del secretariado nacional de la Asamblea NacionalCatalana (ANC), en el que se querían hacer catalanesa Cervantes, Da Vinci, Colón, Santa Teresa e tuttiquanti… ¿qué hace las mentiras de unos mejores quelas de los otros?; ¿qué hace a las mentiras catalanistasmejores que las españolistas? ¿Qué hace que el relato

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nacionalista catalán sea mejor que el relato nacionalis-ta español con el que nos acunaron?

Este, lo repito, no es nuestro juego; ese es su juego,no el de los trabajadores. Para nosotros todas las men-tiras son la misma mentira. No debemos caer en susredes, en las trampas que nos tienden, tampoco en susbrazos, querido David Fernández. Los trabajadoresdebemos construir nuestro propio relato, que no esnacional, sino de clase. No es la soberanía nacional,nuestro relato, sino la soberanía popular, la lucha declases, en donde no caben abrazos transversales.

Algunos camaradas catalanes, convencidos deque este proceso soberanista es una oportunidadpara abrir una brecha en el régimen del 78, me dicenque al dret a decidir la independencia le seguirá eldret a decidir todo, como sostienen los compañerosde la CUP. Que “tenemos que aprovechar la grietaque se ha abierto en la pared del 78 para cambiar derégimen, para tumbar la pared entera, para iniciarun proceso constituyente que nos permita volver adefinirnos al conjunto de los españoles en lo político,en lo nacional y en lo social. Y que si, desde el restode España, participamos en el dret a decidir, si ledamos nuestro apoyo, tumbaremos juntos la pared;pues, cuando Catalunya logre la independencia sig-nificará que habrán cambiado tantas cosas, y tantolas cosas, que los catalanes no se van (no nos vamos)a conformar con seguir siendo gobernados por unacasta, y empezarán (empezaremos) a reclamar elderecho a decidirlo todo, como dice el lema de laCUP; y que los trabajadores del resto del estadotenemos que ser el martillo que tumbe la pared, noel cemento que tape sus grietas, pues, si Catalunyacambia, cambiaremos todos. No debemos perderesta oportunidad histórica”.

Esos camaradas saben que no habría nada que mesatisficiese tanto como ese escenario, una Cataluñasocial de los trabajadores que abriese la espita de uncambio revolucionario en el resto de España, o quedesencadenase un proceso de cambio social profun-do en el sur de Europa y en Europa entera. Pero metemo que, tal como están planteadas las cosas, es unescenario atractivo, sí, pero ilusorio… Y es que comoles digo a ellos, y ellos mismos me reconocen, todo seresume en una cuestión de correlación de fuerzas.

Si hubiera en Cataluña un movimiento obrero yunas izquierdas fuertes, organizadas, con plantea-mientos sólidos y una estrategia de cambio, quetuviera la hegemonía social, de modo que lo nacionalno desplazase a lo social, que la identidad no suplan-tase a la lucha de clases, todo sería distinto, claro;pero no es así.

Mientras la CUP e ICV sean incapaces de ligarsea un mismo proyecto de clase, y se lo dejen en bande-ja a Forcades y su Procés Constituent; mientras ERClidere, junto con CIU el proceso, y los compañeros de

la CUP y de ICV sean meras comparsas en él, omeros invitados a la “fiesta nacional” y a las fotos; lostrabajadores del resto del estado, al menos, los quepensamos y vemos las cosas así, no podemos apoyarese proceso, como no lo hace una gran parte de laclase obrera catalana.

Pues, como se ha demostrado tras el 9N (en reali-dad, lo que ya se sabía de antes, elecciones tras elec-ciones), no más de un tercio de los catalanes, mayo-res de 16 años, apoyan el actual proceso soberanista;y que la clase obrera, como se ha demostrado en elcinturón barcelonés, se siente completamente ajena almismo. Sólo en ocho de las cuarenta y dos comarcashay una clara mayoría pro-independencia; pero esque, en las zonas más pobladas, urbanas e industria-lizadas de Cataluña solo un tercio se mostró a favor.

Así no hay brecha en la pared, la brecha se haabierto justamente por otro lado por el lado cuyo sín-toma es Podemos, por el lado de la confrontaciónvertical, entre los de arriba y los de abajo, no es hori-zontal ni transversal, como se pretende por parte deJunqueras y de Mas.

Y algo de todo esto deben estar percibiendo loscompañeros de la CUP y de ICV cuando se han nega-do a salir en la gran foto de Mas y de Junqueras,durante la presentación de la “nueva hoja de ruta delindependentismo”, tras el 9N, en esa auténtica teatra-lización y baño de multitudes que fue la intervenciónde Artur Mas del pasado 25 de noviembre, en la quepropuso ya sin ambages, como única alternativa, lalista única plebiscitaria del “todos juntos que somoscatalanes”, que anularía y enterraría definitivamente,bajo su prudente caudillaje, la confrontación de cla-ses y las luchas sociales en Cataluña, que es lo que lanueva élite local pretende. Aunque lo más chocantede todo y lo que mejor indica, desde mi punto devista, el despiste de la izquierda catalana, hoy, es quesea Duran Lleida, el más listo de la partida, el quetenga que decir que “hay vida más allá de la inde-pendencia”.

٭٭٭

De cualquier forma, lo que no puede ser de ningunamanera es pretender el “coste cero” para los pueblosy los trabajadores de un territorio que emprende elcamino de la secesión (la afirmación reciente deArtur Mas, que se suma a otras de Oriol Junqueras enese sentido, de que una Cataluña unilateralmenteindependiente no pagará su parte de la deuda, si nohay acuerdo con Madrid, es una completa estupi-dez). Es como esa imagen entre patética y lamenta-ble, pero muy ilustrativa, del propio Oriol Junquerasllorando en la radio pidiendo por favor la indepen-dencia de Cataluña entre pucheros.

Y es que Oriol Junqueras es el típico representan- ISBN

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te de esas élites pequeñoburguesas de los campospolítico y cultural que tras el barniz tierno y emotivodel relato de “mi tierra” (muy sincero, seguro) pre-tenden medrar y ampliar su parcela de poder ydominar la pirámide social nacional en un territoriodelimitado a su medida y acotado para su ejerciciode caza particular, como nuevos señores de esenuevo feudo soñado y deseado.

Por eso, he dicho antes que no tengo argumentoscontra las emociones, pues contra las emociones nohay argumentos que valgan y menos con las patrió-ticas, las religiosas o las futboleras, pues son pornaturaleza sectarias e inmunes a todo razonamiento.Mis prevenciones son de tipo material e histórico; alos trabajadores, es un hecho, no se nos ha perdidonada en los juegos identitarios, solo nos ha tocadoperder, sencillamente porque esa no es nuestra lucha;los estados nacionales son frutos de pactos entre lasélites económicas con capacidad auténticamentedecisoria, a lo largo del tránsito del Feudalismo a laconstitución de la Europa Moderna, por eso Españafue producto del pacto entre las élites de los reinos deAragón y de Castilla, no de la voluntad de sus vasa-llos o de sus siervos; y dejará de serlo cuando las éli-tes económicas y sociales verdaderamente decisoraslo crean conveniente u oportuno para sus intereses;por eso, se mantienen expectantes ante todo este pro-ceso, tanto en Cataluña, como fuera de Cataluña,porque de momento no les interesa, no ven gananciaen ello.

Sin embargo, soy consciente de que la clase no esel único vínculo ni la única vía de socialización de untrabajador, ya lo he dicho, reconozco que los trabaja-dores, igual que los amos, que todos estamos cons-truidos por el imaginario/mundo que vivimos, unasuma de costumbres, de hábitos, de instituciones y desentimientos que nos hacen como somos y que nospermiten asociarnos a otros y sentirnos miembros deuna comunidad; pero esos hábitos, esas instituciones,esas ideas y esas emociones no son sino constructoshistóricamente transitorios, generalmente fruto de lascondiciones en que se da la explotación de una clasesobre otra, como bien sabemos; no son esencias inmu-tables y dadas de una vez para siempre, y el pensa-miento crítico materialista nos dio la posibilidad,desde finales del diecinueve, de repensarnos y repen-sar nuestras formas de relacionarnos con los demás ydio a los trabajadores la posibilidad de construir supropio imaginario/mundo y los lazos a partir de loscuales se ligarían a los suyos, la solidaridad de clase yla desterritorialización de sus cuerpos y sus espíritus;es decir, la extraordinaria posibilidad de sentirse des-ligados de sus amos y ligados a otros trabajadores encualquier parte del mundo en el proceso de su libera-ción. Lo que me pregunto aquí es por qué la abando-namos, por qué nos hemos dejado arrebatar tan fácil-

mente esa conquista por nuestros amos… Que lamayoría de los trabajadores no sean conscientes deello, lo entiendo; pero que los dirigentes políticos deformaciones de la izquierda obrera, como ICV y laCUP, no lo sean, es para señalarlo.

Además de que, cuando se pone en marcha unproceso de este tipo, se sabe cómo empieza, pero nocómo acaba. No hay gratuidad en ese proceso nisiquiera para hacer una “Andorra del Mediterráneo”.Me sorprende que haya aún quien quiera hacer pen-sar a los catalanes que todo será limpio y fácil, quetras la declaración de independencia el estado espa-ñol se plegará así, por las buenas, rendido a la evi-dencia y a las maravillas de sus argumentos incon-testables, y que no reaccionará más allá de una pata-leta internacional; pero que al final se hará cargo, sindecir ni pío, de toda la deuda catalana (incluso de laque la propia Cataluña ha adquirido con el estadoespañol; sin hablar, claro, de la parte alícuota que lecorresponde de la deuda internacional de la quedebe hacerse solidaria, como sucedió, después de laguerra en Yugoslavia); y que, por si fuera poco, lacomunidad internacional los acogerá inmediatamen-te en su seno sin costes, sin contrapartidas. Esto es lomás inconsciente de todo, hacer pensar a los catala-nes que no habrá una reacción por parte española oeuropea a su acción; creer que el nacionalismo espa-ñol o que la geopolítica ya se han expresado.

٭٭٭

Sé que hay compañeros y compañeras que no están,ni estarán de acuerdo con estos planteamientos poralgunas de las “cuestiones de base” que lo funda-mentan. Por ejemplo, el que dé por sentado que “lalucha de clases es siempre un enfrentamiento declase contra clase, cosa que –según estos compañe-ros– nunca ocurre así” exactamente. O cuando des-precio “la materialidad de los imaginarios comunita-rios”, y no entiendo las izquierdas nacionalistascomo fenómenos propios de la lucha contra el fran-quismo y de la Transición, como “apuestas por dis-putar ese imaginario”, a las burguesías locales; y quedebido a ello “la cultura política de las clases popula-res en el País Vasco y Cataluña ha sido mucho máspotente que en los demás territorios”, aunque eso–reconocen– está cambiando, sin duda, por las trans-formaciones en la composición de clase, por la des-aparición de ETA, por las movilizaciones del 15M, delas mareas, del fenómeno Podemos, etcétera… Y quevolver a la idea de la pura lucha de clase contra claseno es “la forma más adecuada de afrontar la cues-tión”.

Pero resulta que es eso justamente lo que esteescrito señala como más asombroso, que el Capitalnos haya arrebatado nuestra capacidad de imaginar-IS

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nos y concebirnos como clase, que hayamos asumidoque hacerlo es algo del pasado, que disputar su ima-ginario transversal y territorial, "cultural", es de unanaturaleza estratégica superior –así porque sí– arechazarlo de plano. Contra esa derrota conceptuales contra la que arremeto, como cuando les tuve queexplicar a mis alumnos que la palabra obrero no eraun insulto (es algo parecido...) Me niego a admitirsiquiera que la elaboración política, social y culturalde la izquierda en Cataluña y el País Vasco sea o hayasido más dinámica que en el resto de los territorios,debido a la acción de su disputa del imaginarionacional interclasista, porque objetivamente no esasí; desde hace décadas las izquierdas del País Vasco(desde la VI Asamblea) y Cataluña (desde la desapa-rición del PSUC) me parecen como cazuelas que secuecen en su salsa; y esto ha sido más evidente desdeel 15M, en los que han sido territorios prácticamentedesaparecidos.

Pero es que, además, en ese marco de pensamien-to, ¿dónde queda nuestra lucha global, contra uncapitalismo global, como trabajadores? Que muchostrabajadores catalanes tienen más que ver con susamos catalanes, porque comparten el mismo imagi-nario nacional, que con los trabajadores navarros yaragoneses, porque son navarros y aragoneses y noposeen un imaginario común; pues claro que sí, claroque esto es así, lo reconozco, una vez más; pero esoes así no debido a un avance estratégico, sino a unaderrota histórica; eso es así porque nos hemos dejadoarrebatar nuestra propio ser real, objetivo e incuestio-nable, el que somos trabajadores antes que cualquierotra cosa.

Es impresionante cómo el Capital nos ha arreba-tado una de las ideas motrices, más originales ypotentes del movimiento obrero, la internacionali-dad (la desterritorialización de nuestros cuerpos ynuestras almas, que decía más arriba); mientras queel capital industrial y financiero hace tiempo que dejóarrumbada la noción de territorio y de patria, los tra-bajadores se empeñan en mantenerla contra sí mis-

mos de un modo estúpidamente suicida. Por eso soytan beligerante.

Sé que algunos pueden echar de menos en elescrito “la posibilidad de una estrategia respecto dela cuestión nacional que no haga imposible la luchade clases”. Ese equilibrio lo consiguieron, creo, enépoca moderna, el PSUC, en Cataluña, y EuskadikoEzquerra y la LKI (Liga Komunista Iraultzailea, estoes, la LCR vasca), en Euskadi; por eso fueron los ene-migos a batir por unos y otros. Y, durante el procesodescolonizador en América y en África, es justo seña-lar los casos de la Cuba revolucionaria, de laNicaragua sandinista, o de la Federación de Malí y,luego, el Senegal de Leopold Sédar Senghor (quizás),o el Congo de Patrice Lumumba. Intentos, la mayo-ría, desgraciadamente fallidos.

De lo que se trataría, pues, es de que los compa-ñeros de ICV y de la CUP se desligasen de la tutelade sus amos y que emprendiesen un camino inde-pendiente de ellos, y que se decidiesen finalmentepor la lucha de clases, sin renunciar, por supuesto, alo que son también, habitantes de un determinadoterritorio en el que se han sedimentado lenguas,hábitos, costumbres, celebraciones, recuerdos y emo-ciones, pero teniendo en cuenta que no todos, que notodas son suyas ni tienen por qué serlo; y que todoello puede cambiar y ser reconstruido.

¿Y cómo nos organizarnos para vivir juntos,entonces?, me pregunta otro gran compañero, muycrítico con una parte de lo dicho hasta aquí.

De momento, no gastando ni una pizca de ener-gía en procesos transversales como este, que no inte-resan objetivamente a la clase obrera, que la divideny que sólo benefician a otros (élites locales aspiranteso ya activamente extractivas), y centrarnos precisa-mente en su desalojo en cualquiera y todas las partesdel estado; e intentar un verdadero cambio de régi-men, concentrándonos en la batalla social… Y, luego,si lo conseguimos, encontrar una fórmula que satisfa-ga a los pueblos y no a sus élites. Acaso una repúbli-ca federal social y avanzada, como propugnan loscompañeros y compañeras de Federalistesd'Esquerres; o una federación de repúblicas volcadasen la construcción de una nueva Europa (que es elfuturo; pues este debate, en realidad, ya es el pasa-do), comprometidas con la democratización de losórganos de gobierno y de gestión europeos, hastaalcanzar un espacio continental distinto a este que elCapital nos ofrece. Ese sería un buen marco de rela-ciones y un buen objetivo histórico para los pueblosibéricos, para los del sur de Europa y para los de todaEuropa, en realidad.

Y para los carentes de imaginación, para aquellosque necesitan modelos, hay uno extraordinariamen-te creativo en marcha; y muy cerca de nosotros, justoen los límites geopolíticos de esta Europa decaída, IS

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cansina y recurrente. Ha surgido y se experimenta enuna castigada región en donde vive un pueblo atra-vesado de fronteras, el Kurdistán. Allí se está abrien-do paso una de las experiencias más atractivas y esti-mulantes de superación de la vieja dinámica del esta-do nación y de la lucha nacional. Se trata del modeloconfederal y democrático de Kurdistán, propuestopor Abdullah Öcalan a su propio pueblo, el kurdo, ya la comunidad internacional, que trasciende el con-cepto de los sistemas nacionales estatales, y que pro-pone “un sistema democrático de las personas sinestado”. Un sistema en el que todos los sectores de lasociedad desarrollan sus propias organizacionesdemocráticas, mediante procesos y acciones políticasejercidas en cuanto ciudadanos libres confederales,cuyo poder deriva de su propio empoderamientocomo personas en todas y cada una de las áreas queconstituyen la vida de las gentes.

El Confederalismo Democrático es la propuestaque Abdullah Öcalan hace para una solución factibley revolucionaria de la cuestión kurda, y también paraabrir una vía de escape del avispero en que las poten-cias han convertido Oriente Medio; pero no es soloeso, es mucho más –y he aquí lo más sorprendente–,que Öcalan y las fuerzas que la están llevando a caboestán convencidas de que “esta práctica políticapuede ser clave para la liberación y verdadera demo-cratización de los pueblos del mundo”.

Más interesante aún, acaso, para nosotros, toca-dos sin duda, lo queramos o no, por el etnocentrismooccidental, es el hecho de que detrás de esta propues-ta de Abdullah Öcalan, están los planteamientos deMurray Bookchin y de Immanuel Wallerstein, cuyasaportaciones al pensamiento y a las prácticas liberta-

rias, ecologistas y sociales hicieron evolucionar alpropio Öcalan desde un estatalismo nacional a unsocialismo libertario y democrático fundamentadoen la llamada “administración política no estatal” o“democracia sin Estado”, fundamentada esencial-mente en la asamblea de trabajadores.

El Confederalismo Democrático desliga, pues, elderecho de los pueblos a su autodeterminación delconcepto del estado nación y de la frontera territoriala la que la burguesía europea lo había encadenado,convirtiéndolo en una oportunidad para el “estable-cimiento de una democracia de base, sin necesidadde buscar nuevas fronteras políticas”. He ahí unmodelo para todos nosotros. Un modelo que nos per-mite independizarnos y autodeterminarnos de nues-tras propias élites locales y ligarnos a la lucha de cla-ses sin el viejo y pesado lastre nacional.

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