Edición No es menor: Cuba en su 56 aniversario

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  • 8/9/2019 Edicin No es menor: Cuba en su 56 aniversario

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    | 1 | periscopio | SEPARATAcuba fabulante | ENERO 2015|

    E

    cubaNo esmenor SEPARATAenero 2015#05

    l 1 de enero se cumplieron 56 aosdesde que entraron en La Habanalas columnas revolucionarias lide-radas por Fidel, Camilo y el Che,

    dando inicio a una etapa histrica,no slo para Amrica Latina, sinopara el mundo. Desde entoncesCuba resisti el asedio y la agresinmilitar y el bloqueo econmico ycultural que dura hasta hoy. Datras da las cadenas noticiosas pro-nosticaron la derrota del sistemasocialista, la muerte de Fidel Cas-tro y la vuelta al capitalismo, perosiempre tuvieron que tragarse suspropios cuentos. Incluso hoy se ven obligados a seguir escuchandola voz gastada de Fidel, que a suscasi 90 aos, opina y polemiza so-bre los ms variados temas.

    La cubana nunca pretendi seruna sociedad perfecta (no la habrnunca), pero desde el inicio asegu-r para su poblacin altsimos es-tndares en salud, educacin, cul-tura, y una seguridad social igual omejor que la de los de los pasescapitalistas desarrollados. A nivelhumano, Cuba ha sido y es ejemplode internacionalismo, llevando susmdicos, enfermeros y educadores

    a cualquier lugar del mundo y,cuando fue necesario, sus comba-tientes marcharon a luchar contrael racismo y el apartheid en frica.

    Esa solidaridad lleg a Uruguaya travs de la Operacin Milagrogracias a la cual 50 mil compa-triotas operados gratuitamente decataratas volvieron a ver, y delprograma de alfabetizacin En elpas de Varela, Yo s puedo, por elque millares aprendieron a leer y aescribir.

    Hoy se anuncia el restableci-miento de las relaciones con Esta-dos Unidos. Un hecho auspicioso,buscado desde siempre por el pue-blo y el gobierno cubano, que con-tribuir a resquebrajar el bloqueo yel aislamiento.

    Es una buena noticia para todaLatinoamrica. Ya no habr espe-

    remos balas y bombas; ahora losembates sern a nivel de la cultura.

    Cuba, como siempre, resistir.Y a la vanguardia de esa lucha esta-r la profunda reserva cultural desu pueblo, su ADN solidario y suamor al socialismo. Y la solidari-dad continental con esa lucha de-ber continuar por otras vas.

    A la salud del 56 aniversario y aese porvenir desafiante es que Pe-riscopio arroja esta pequea mues-tra de literatura y plstica cubana.Un futuro, que como cant el chi-leno Victor Jara en su Manifiesto ,siempre ser cancin nueva.Nelson Lista

    El fuego en el Batey ,Mario Carreo yMorales

    SIEMPRESERCANCIN

    NUEVA

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    ANAGNRISIS ADVERTENCIA

    Elaine Vilar Madruga.La Habana, 1989.Narradora, poeta y dramaturga.Miembro de la AHS*. Coordinadoray fundadora del Taller de LiteraturaFantstica Espacio Abierto. Ha publicado lanoveletaSalom , el libro de cuentosDime ,bruja que destellas, el cuadernoLa hembraalfa . Co-editora de la revista de literaturade ciencia-ccin y fantasa cubana Korad.

    Ha publicado la novelaAl lmite de losOlivos , Editorial Extramuros 2009;AxisMundi: antologa de cuentos cubanos defantasa , Editorial Gente Nueva 2012.*Asociacin Hermanos Saz: ONG quepromueve a artistas jovenes (el nombrehomeajea a Luis y Sergio Saz, estudiantesmuertos en combate contra la dictadura deFulgencio Batista).

    Wifredo scar de la Concepcin Lamy Castilla.Sagua La Grande, 1902-Pars, 1982.Pintor vanguardista inuenciado por laobra de Henri Matisse, Joaqun Torres-Garca y, sobre todo, la de Pablo Picasso.

    El libro est en cubano. Es decir,escrito en los diferentes dialectosdel espaol que se hablan en Cuba y la escritura no es ms que un in-tento de atrapar la voz humana al vuelo, como aquel que dice. Lasdistintas formas del cubano sefunden o creo que se funden en unsolo lenguaje literario. Sin embar-go, predomina como un acento elhabla de los habaneros y en parti-cular la jerga nocturna que, comoen todas las grandes ciudades,tiende a ser un idioma secreto. Lareconstruccin no fue fcil y algu-nas pginas se deben or mejor quese leen, y no sera mala idea leerlasen voz alta. Finalmente, quiero ha-cer mo este reparo de MarkTwain:

    Hago estas explicaciones por lasimple razn de que sin ellas mu-chos lectores supondran que to-dos los personajes tratan de hablarigual sin conseguirlo.

    (Alerta de Guillermo CabreraInfante, en su libroTres tristes ti- gres, que consideramos apropiadapara esta edicin de No es menor:Cuba fabulante .)

    Ganado tengo el pan: hgase el verso Jos MartI

    Ganado tengo el pan: hgase el verso sobre el ltimoresquicio. Demasiadas veces hemos comido de susmanos. Demasiadas veces hemos desnudado al tiem-po. Demasiadas veces construimos la espada con lacarne, y la carne con la espada.

    Ganado tengo el pan , y el verso se abre como una ma-triz de herrumbre.

    Sumergida en el xido dije brase el espacio/destr- yanse las eras/ descbranse las aguas.

    Ganado tengo el pan , y el verso es una tumba de tierra y semen.

    La transfiguracin limita el vuelo de la esperma, en unsegundo van a volar las estructuras de los puentes, enel prximo segundo voy a violar las cifras.

    En el prximo tendr ganado el pan. Y el verso:

    su mordida.

    IIHe de inclinarme, y beber, y morir, y acaso tambin hede encontrarlo.

    Al surco. Al escorzo. A Dios bajo la mugre. Al pasto delos aos donde deambulan animales inservibles. Altemblor. A la osada. Al orgasmo de la sombra.

    Pero he de inclinarme y beber primero.

    Luego, el aullido.

    IIIMe duelen los dientes de tanto masticar los versos. Sucorteza de sangre. IV

    Ganada tengo la poesa, y el pan de la palabra en migarganta desciende poco a poco.

    Muy poco a poco.asi lentamente.Como vidrio.

    V Mos son.El hierro. Y la materia. Y los residuos de la historia.Y el verso: animal transparente.Escudo.

    24 de enero de 2013

    Poema de Elaine Vilar Madruga

    Dibujo,Wilfredo Lam

    Dibujo,Wifredo Lam.

    La presente seleccin de cuentos, poemas eilustraciones fue realizada por Ramiro Alonso. Fuente de los textos: lajiribilla.cuEdicin: Periscopio

    No esmenor

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    leva bajo el brazo el l ibro que le de- volvi su amiga, y se sienta en laacera. Abre el libro e intenta leerbajo la dbil luz del alumbrado p-blico, pero el cansancio, los restosdel alcohol y las sombras se lo im-piden. Lo cierra, y lo deja junto asus pies. Cruza sus brazos sobre lasrodillas, apoya en ellos la cabeza,se queda dormido.

    A la parada del autobs lleganotras personas. Jorge duerme tran-quilamente. Se ha ido formandouna pequea multitud a su alrede-dor, pero nadie parece reparar enl. De repente, alguien grita Ya viene el animal, oigan como ruge!.Jorge se despierta, y al levantarsees arrastrado por el tumulto quelucha por subir alcamello . Vio-lento metrobs, oye decir a su es-palda mientras lo empujan haciaarriba. Al verse ya en el pasillo co-rre hacia el fondo y alcanza unasiento vaco, todo un lujo en estascircunstancias. Elcamello terminapor repletarse y parte.

    Est sentado, apenas lo puedecreer. Aprovecha que est junto ala ventanilla y saca la mitad delcuerpo. La brisa hmeda del ama-necer lo hace feliz, refresca su ca-beza embotada. Tal vez sea la pri-mera vez en su vida que adivina unasiento en un camello. Solo enton-ces se percata de que ha dejado ellibro. Salta de su poltrona y se abrecamino entre el mazacote de pasa- jeros que protestan. El mnibus sedetiene en la siguiente parada, bajaentre gritos e insultos y corre endireccin contraria.

    Corre rpido y mucho. Son casidos mil metros entre una parada yotra, y no quiere perder el libro,ese libro. Est por amanecer, an noha salido el sol pero ya hay claridadsuficiente. Al llegar ve que en el lu-gar donde haba estado sentado nohay nada. Busca entre las piernasde los que esperan el prximoca-mello, que lo miran con recelo.Nada.

    Su mirada es la de quien noconcibe que en tan poco tiempoalgo como un libro,ese libro, hayadesaparecido. No era una billetera,ni un tratado de cosmetologa, sinounas simples memorias inventa-das, parece decir. Entonces ve, sen-tado entre unas piedras detrs dela parada, a un negro grande quelee. Junto a l hay un cartn largoextendido en el suelo, y una bolsagrande de tela en un extremo,como una almohada. Jorge se acer-ca despacio, en silencio.

    El tipo, de unos cincuenta aos,tal vez un poco ms, tiene su libroen las manos. Es un negro comootro cualquiera, sin ninguna seaparticular. Pero ya se sabe el pre- juicio, aunque inconfesado, queexiste contra esta raza; si leen tran-quilamente en un lugar apartado,algo traman. Lee con la boca abier-

    ta, moviendo los labios mientrasrecorre las lneas, y dentro de laboca todo es oscuro, como su mis-ma piel. Y en ambos lados de laboca dos colmillos, afilados y blan-qusimos. No, la cosa no es tan f-cil o tan obvia; no era el demo-nio, o al menos no pareca serlo.Pero tambin se sabe que su tram-pa ms feliz es hacernos creer queno existe.

    Disculpe, maestro peroese libro es mo.

    El negro levanta la cabeza y lomira de reojo. S, efectivamente: lefaltan varios jugadores en elcuadro, solo tiene dos cubriendoen las lneas de primera y tercera(afilados y blanqusimos ). Peroesto no quiere decir que sea un la-drn de libros. El negro deja de mi-rarlo y vuelve a lo suyo.

    quiero decir, yo estaba aquhace un momento, cog elcamello y se me qued all, en la acera Esms, si no me cree mire en la pri-mera pgina, tiene mi nombre.

    Mire mi carnet, ver que coinci-den

    Tremendo cabrn que era elAdriano esedice el negro sin si-quiera mirarlo. Parece ensimisma-do en la lectura. Pasaba las hojas auna velocidad vertiginosa.

    S, tremendo cabrn. Ahoradevulvamelo.

    El negro baja el libro pero dejala mirada en el mismo lugar. Estas unos segundos, completamenteinmvil.

    Ah, carajoQu?Mire, consorte, ste libro yo

    me lo encontr, es decir queahora es mo aunque tuviera tu ojerosacara en la portada Lo que se en-cuentra no se roba, ya se sabe. Esms, quin coo te dijo que meiba a quedar con l? Aunque tam-bin puedo

    Bueno, bueno, tranquilo, yosolo

    T ests esperando el violen-to?

    Si ( ya le dije, acabo de irme enel que pas hace un momento, perotuve que volver porque haba deja-do el libro y)

    Bien, cuando llegue yo te lodevuelvo. O tal vez no Veremos.Ahora djame leer y no jodas ms.

    Y cmo puedo saber que escierto lo que me est diciendo?

    Porque aunque me falte la mi-tad del cuadro soy un hombre depalabra, porque nadie me trata deusted y eso me gusta, y porque sino te callas ya, me lo como hojapor hoja y lo nico que te vas a lle- var ser una pulpa apestosa dondeni siquiera podrs leer el ttulo.

    Jorge se queda frente a l, de pie,mirndolo. No sabe qu decir, y sesienta sobre una piedra cercana.Aquel tipo hablaba como un per-sonaje de Raymond Chandler. Nopuede hacer otra cosa que mirarcmo el negro pasa las pginascomo si las azotara, mueve los la-bios mientras lee, y escuchar la sal-modia que produce. l tambin su-surra por lo bajo, dice: Vaya, ne-gro, la fra franchute se derretirade gozo si te viera aqu, ahora, sen-tado sobre una piedra en el culodel mundo estrujando sus pala-bras. El otro, leyendo, parece quereza. Dice: las ideas rechinaban,las palabras se llenaban de vaco,las voces hacan sus ruidos de lan- gostas en el desierto o de moscas enun montn de basura

    La frase que el negro lee se cor-ta de golpe por el ruido del mni-bus que se acerca. Jorge se levanta,pero se queda all, inmvil. El ne-gro mete un dedo en su boca, lomoja con saliva, pasa la pgina y ladobla en una esquina. Luego cierrael libro y mira a Jorge, por primera vez, directamente a los ojos. Alar-ga la mano, pero la retira un pococuando Jorge intenta agarrar el li-bro.

    Con una condicin, dice.Con cinco, si quiere, pero aca-

    be de drmelo que se me va el vio-lento

    El violento nunca tiene apu-ro respondi el otro, muy despa-cio. Hace una pausa, pasa la manopor el cartn duro de la cubiertadel libro, acaricia el rostro en pie-dra del emperador. Maana aqu,a la misma hora. Ese Adriano es uncabroncito de la vida y quiero saber

    a dnde va a parar todo esto. Deacuerdo? No quiero intriga, t nosabes quin soy yo, en el momentoque menos lo esperes vuelvo a apa-recer y

    Jorge agarra el libro de un tirn,corre hacia el mnibus y subecuando este ya ha empezado a mo- verse, fundindose otra vez en elmolote. Colgado de la puerta logra volver la cabeza y mirar hacia don-de est sentado el negro. Parecaleer todava, los brazos apoyadosen las rodillas, las palmas de lasmanos hacia arriba. No puede ex-plicar por qu, pero sabe que al dasiguiente ese tipo estara all, espe-rndolo.

    DEL CREPSCULO AL AM

    Atilio Caballero.Cienfuegos, 1959.Narrador, poeta, teatrista, traductor y profesor. Licenciado en

    teatrologa y dramaturgia por la Facultad de Artes Escnicas delInstituto Superior de Arte. Director del grupo teatro de La Fortaleza.Ha publicado, entre otros, los libros de relatoTarntula , El azar yla cuerda , y las novelasNaturaleza muerta con abejas , La ltimaplaya, yLa mquina de Bukowski ; Escribir el teatro(ensayo),El sabor del agua, y La arena de las plazas (poesa); yCuarteto (teatro). Este cuento forma parte del libroRosso Lombardo .

    Angel Boligan Corbo.San Antonio de los Baos, 1965.Reside en Mxico desde 1992, donde trabaja como caricaturistaeditorial en el diario El Universal, la revista Conozca Ms y larevista de humor poltico El Chamuco. Se grada como profesor artes plsticas en La Habana, (1987).Fundador de la agencia Cartonclub.

    Despus de una noche difcil, Jorge llega a laparada del mnibus, en la periferia de la ciudad.Son las ltimas horas de la madrugada, an estoscuro y l est solo en ese lugar.

    L

    Caricatura,Bolign

    Cuento de Atilio

    Caballero.

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    espertaba los martes y la maanaola a l, se vea como l: gris, repug-nante. Entonces me iba a la callepara librarme de l que llegaba almedioda pegando en las paredes elrancio de sus pies y su otra esencia,la que trajo consigo aquel martesque mi madre lo llev a la casa y dijo:Se llama Fulano, nos queremos y viene a vivir con nosotros.

    Todava no comprendo cmo ellano percibi el olor. Tal vez quisopensar que era algo de ese momento,pero han pasado dos aos y el olor esel mismo, no desaparece. Y si no lonombro peste, fetidez, tufo, es porconsideracin a mi madre que tieneque soportarlo, dormir con l todaslas noches. A veces la he sentido to-ser, levantarse, tomar agua y s quees porque no lo aguanta; se ahogacon el aliento de sus poros, de suboca. Yo desde mi cuarto, que estalejado de l, lo siento y quiero mo-rirme cuando me avispo en la noche

    y tengo que lidiar con su olor hastaque vuelva el sueo.Odiaba los martes. Ahora odio

    todos los das. Mi nico momentode paz es cuando se va al trabajo.Aunque regresa en las tardes, me ali- via no asimilarlo de forma directapor ms de ocho horas. Tambin lomandan a trabajar fuera de la ciudadpor algunos das y cuando ya he lo-grado que, con la influencia de am-bientadores, casi se elimine el olor, lregresa y vuelve a pegarlo en el aire.

    Ya no puedo salir a la calle. Creoque tengo su olor en la piel, que lagente lo va a notar como yo se lonoto y en ocasiones a mi madre, quepasa horas en el bao y l se molesta,le grita: Qu ests haciendo, mu- jer. Yo lo miro, sonro de saberloinocente, sufro al imaginar a mi ma-dre con la cuarta esponja de un pa-quete de seis que compr hace dossemanas, limndose la piel, sacu-dindose su olor en vano: cuandosale, l est esperando y la abraza, ledice cunto la quiere y le devuelve lo

    que se haba empeado en liberar desu cuerpo.

    Esos son los peores das, en losque el olor no es tan fuerte. Se ponea caminar por toda la casa, a exigirque est bien hecha la comida, aadoptar esa pose de gladiador enor-gullecido de su acto, a decirme quetengo que trabajar, ser como l, quele da por besar a mi madre y a la vezcensurarla por si el arroz est duro osi no hay vianda frita. Son esos mo-mentos en los que debo controlarmepara no romperle la cara y gritarleapestoso, mofeta, en los que deseocargarlo sobre mi espalda y tirarlo almar, ahogarle el olor.

    Prefiero los das en que es inso-portable: desde que viene por la es-quina lo siento. Entonces llega y sen-tado en la butaca su propia esencia lodomina y se queda dormido, con lacabeza como avestruz. Mi madredice: Se le va a partir el cuello ysiente lstima; quiere acercrselepero lo deja all, para ahorrar una delas veces de tenerlo cerca y no poderrespirar.

    Algunas de esas noches me armode coraje y voy a casa de una vecina.Ella me mira, siente el tufito que

    traigo. No le he contado pero sabe,to- dos los vecinos saben, lo ven lle-gar con su olor, dando tumbos.

    En casa de la vecina intento con-centrarme en el juego de cartas, en lanovela, pero la imagen de mi madrees ms fuerte. La vecina pregunta:Te pasa algo? y contesto: Nada,no quiero decirle que estoy pensan-do en mi madre sentada frente al te-levisor, cerca del fulano inconscien-te que la asfixia y la obliga a salir albalcn varias veces para respirarotro aire y no ese que le impone.

    Siento pena de ella al orla decirque lo quiere, que l es bueno, quetrae comida para la casa. Ella lo jus-tifica, sin embargo hay momentosen los que no puede disimular y loesquiva, cuando l se acerca con subabeo. Entonces me pongo nerviosoporque el olor lo pone violento; legrita: Qu te pasa, acaso tienesotro hombre? Si me entero te moris-te. Y yo pienso: El que va a morirseeres t, si la tocas, cabrn, pero nose lo digo por ella, ella que no le dice,

    cuando se pone a criticar el mal gus-to de la comida, que el olor tambinlo tienen los alimentos, ella que nosabe qu excusa decirle para evitar-nos el dao en el estmago a mitadde la noche, cuando l se antoja decocinar.

    Hace unos das lleg su hijo deEstados Unidos. La exesposa del fu-lano lo mand para que le pusieranun tratamiento, el muchacho padecelo mismo y yo pienso: Cmo no vaa padecer si el padre se lo trasmiti,en los genes? No s por dnde, peroahora el hijo tiene que pagar por loque no es culpable. El muchachoacept. Eso ha tenido de bueno, queconoce su problema.

    El fulano no se da cuenta. Da gra-cia orlo hablar de su hijo, de criti-carlo, escucharle las historias decuando era el mejor expediente de laescuela, que no se explica cmopudo llegar a esto. Da risa que no sed cuenta de que el caso suyo es peor y mucho ms para nosotros que te-nemos pocas esperanzas de quedarlibres de l, de su olor al que recono-cera an dejndolo de percibir poraos: si un da se marcha su aromapermanecer en esta casa, en los cal-

    deros, adornos y en mi nariz, sobretodo en mi nariz.A veces se pone melanclico: me

    dice que soy como su hijo, que si esduro conmigo es por mi bien, me

    dice: Tienes que dejar la bobera ysalir a buscar trabajo, una mujer, tumadre no va ser eterna. Yo le digoS, pronto, ya estoy en eso y tratode zafarme rpido porque un da voya tener que gritarle que todo es porsu culpa; si me acercara a un direc-tor para hablar de trabajo, el tipo nose concentrara tratando de descu-brir de dnde viene el olor inmundo y lo peor ser cuando descubra quesoy yo, me mirar compasivo y dirque todas las plazas estn cubiertas.

    Igual ser con las mujeres; aunatrevindome a salir a la calle y logrando que alguna se enamore dem, cuando la lleve a la casa se darcuenta de que su amor no es tangrande, como para soportar al fula-no y sus muestras de cario todoslos das, si le da por apretarla paradecirle que es de la familia, que puede contar con l, y ella, la pobre, queno tiene que ver con esta historia, in-tentar aguantar por m, pero no po-dr.

    Hoy es martes. El fulano est enla sala con un grupo de amigos,otros fulanos. Juegan domin, hacenruido con las fichas, hablan alto, es-cuchan a Pimpinela:Si hay amores

    que matan pero sobre todo se pa-san el olor una y otra vez. S, hoysupe que no son l y su hijo los ni-cos que tienen la epidemia. Hayotros, como estos que trajo a la casaSeguro hay muchos ms, cientos,miles, y yo no lo s por estar encerra-do en este cuarto, con este pomo deperfume en mi nariz, sufriendo pormi madre que no puede oler sino eseaire infectado del olor de los fulanos y de la manteca mientras fre chi-charritas para ellos que no se perca-tan de que est sudando, que no res-pira, que va a morirse de la cocina abalcn, como la veo por la rendija demi puerta. Ellos no se sabrn nuncaculpables de este encierro, de queme quedar solo y har sufrir ms ami madre. Ellos no descubrirn queel pomo de perfume no basta, que a veces tengo ganas de empinrmelopara limpiarme el olor desde aden-tro. Ellos no saben que no es sufi-ciente Pimpinela y su Hay olores quematan o es amores ? No s, ya noentiendo, no escucho, nada.

    EL OLOR DE LOS FULAOdiaba los martes. No por capricho, como la gentecuando dice: No me gusta el nmero siete o eldieciocho, no me gusta el color violeta o el amarilloy no tienen razones para odiarlos. Yo s las tengo.

    Cuento de LianyVento Garca.

    Liany Vento Garca.Santa Clara, 1982.Poeta y narradora. Por el libroOlor de los fulanos , obtuvo el premioPinos Nuevos del 2012. Public, adems, el libro de cuentosClose up (Editorial Sed de belleza 2010).

    Carlos Estvez.La Habana, 1969.Museo Nacional Palacio de Bellas Artes, La Habana, Cuba Museodel Bronx, New York. Arizona State University Art Museum, Arizona,

    Drammens Museum for Kunst og Kulturhistorie, Drammens, Noruega.MOLAA. Museum of Latin American Art. Long Beach, CA. Bacardi ArtFoundation, Miami. Fort. Lauderlade Art Museum, Fort. Lauderlade.Association dArt de La Napoule, Francia. Acerbo Histrico de laAcademia de San Carlos, DF. Mxico Kunst Forum Ludwig, Aachen,Alemania. Coleccin Casa de las Amricas, La Habana, Cuba Centerfor Cuban Studies, New York, Fundacin Arte Viva, Rio de Janeiro,Brasil.

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    Carlos Estvez.

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    All, tendida a mis pies, una mujer:largas piernas, corazn pequeo, le-tal como un ltigo. Carne abierta en-tre las ancas. Esa mujer a la que arri-bo (mbolo, pistn) no es exacta-mente la mujer tendida a mis pies.Su rostro no es el suyo, y lo sabe endas alternos cuando se escabulle ypenetra en mi apartamento, sino elde otra mujer (justo el rostro que de-sea tener): ojos de argn, sin afeites,trunco cabello en la nuca, caderas demiedo bajo horrible vestido (mbolo,pistn); una mujer que al tenderse amis pies, la carne abierta entre lasancas, pide y disfruta ser otra mujer(mbolo, pistn) incluso de nombre,costumbres y maneras bien diferen-tes (largas piernas, corazn peque-o, letal como un ltigo).

    Tendida, sospecha que no esexactamente la mujer a la que arribo.

    All, de pie, un hombre: reciaspiernas, corazn pequeo, letalcomo un ltigo. Carne levantada en-tre las ancas. El hombre que arriba(pistn, mbolo) no es exactamenteel hombre alzado frente a esas largas

    piernas. Mi rostro no es el mo (y lodeseo), lo s en das alternos cuandoella se escabulle y penetra en miapartamento, sino el del hombre casipoema que arriba a otra mujer: ojosde argn, sin afeites, trunco cabelloen la nuca, caderas de miedo bajohorrible vestido (pistn, mbolo);una mujer que al tenderse a mis pies,la carne levantada entre mis ancas,pide y disfruta que el hombre alzadoa sus pies sea otro (pistn, mbolo)incluso de nombre, costumbres ymaneras bien diferentes (recias pier-nas, corazn pequeo, letal como unltigo).

    Alzado, sospecho que no soy exac-tamente el hombre que arriba.

    Ahmel Echeverra.La Habana, 1974.Narrador, poeta, ensayista.Ha publicado el libroInventario (EdicionesUnin, 2007), la noveletaEsquirlas (EditorialLetras Cubanas, 2006), la novelaLa Noria (Ediciones Unin, 2013);Bfalos camino almatadero (Editorial Oriente, 2013.)

    MATRIOSKAS

    RAPE

    Rafael Villares.La Habana, 1989.Su obra seencuentra en variascolecciones privadasy pblicas en Cuba,Mxico, Colombia yEEUU.

    Cuento de AhmelEcheverra.

    Cuento de Alexis Sebastin Garca Somodevilla.

    Al sur del calvario,Toms Snchez.

    Finisterre ,Rafael Villares.

    El olor se impregnaba en las fosas nasales como una tu-picin diablica. Los reclusos se haban apartado, dejan-do dos o tres literas por el medio, para evitar embarrarselos zapatos. Se preguntaban cmo era posible tantamierda dentro de alguien.

    Acostado bocabajo, con una sbana que le cubra has-ta la mitad de la espalda, un hombre lloraba. Tena loshombros finos, suaves, de muchacha. Un tatuaje en for-ma de flor adornaba su omplato izquierdo. De sbito seescuch una risa, seguida de un comentario procaz. Lue-go encendieron un radio donde casualmente se hablabasobre el derecho a la identidad sexual.

    Alexis Sebastin Garca Somodevilla.La Habana, 1964.Tiene publicados dos libros por la editorialMecenas,El deshollinador (2000) ySenderosvirtuales (2002). Textos suyos aparecenrecogidos en antologas publicadas enEstados Unidos y el Reino Unido. El cuentoRape pertenece a la novelaAriza .

    Toms Snchez Requeiro Aguada de Pasajeros , 1948. Pintor y grabador cubano afn al gneropictrico del paisajismo. Su obra ha sidoexpuesta de forma individual y colectiva enms de 30 pases.

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    Nada.Esa es una palabra tan terriblecomo el rostro estresado de sufri-mientos y hambre de los viejos quese arrastraban a mi lado, que meacompaaban al cementerio lle- vando la pesada carga de su vejez yde las medallas doradas que colga-ban de sus curtidas guerreras ver-des, llenas de manchas y de costu-rones mal cosidos. Haba muertomi padre, pero maana sera algu-no de ellos. Tal vez muchos. Ya nopensaban en el futuro sino vivanen sus glorias pasadas y ese da lehaban dado brillo a sus condeco-raciones, para que se vieran mejoren lo que consideraban una mag-nfica oportunidad para mostrar-las ante el escaso pblico queacompaaba los restos de mi pa-dre.

    Lo habamos hallado muerto enla finca. De maana, su cuerpo lle-no de roco y la boca contrada, losojos abiertos mirando el azul. Susmanos callosas, fuertes, hechas altrabajo, ahora rgidas, como abra-zando algo que no veamos. Algoque a lo mejor sera imposible de ver por nuestros ojos llorosos. Ypor encima el horrible susurro delos rboles y el cielo.

    A mi padre no le hicieron au-topsia para ver de qu haba falleci-do. Era domingo y los mdicos noiban a echar a perder su guardiaaburrida y su juego de domin porun viejo muerto, de setenta y tan-tos aos, con el rostro mustio sinafeitar y desnutrido. Me dijeron,molestos y quitndose los guantes,que haba muerto de un infarto ylisto, siguieron las fichas sonandosobre la mesa en la enfermera ycorriendo el buen trago de alcoholde noventa rebajado con agua. Yoquise protestar pero pens que asera mejor, dejarlo descansar en paz y que si los mdicos decan eso de-ba de ser verdad. Al fin y al caboellos son el orgullo del pas donde

    vivo, quin soy yo para negar loque dicen? Y me fui a la funeraria adecirle a mi familia que no hacafalta autopsia. Que estaba bienmuerto y a los muertos hay que de- jarlos en paz. Recuerdo que mihermano se enfad mucho pero loconvenc que era mejor as. El sem-blante ajado de mi padre estabatras el cristal empaado de la cajabarata de pino, la bandera encima,las paredes desnudas del cuarto ylos del pueblo que venan a darnoslas condolencias y a alegrarse anteel hecho de que no les hubiera to-cado a ellos, a deleitarse por estar vivos, por vegetar con sus peque-as miserias, temores, hambres yenvidias, pero mezquinamente vi- vos. Y con sus condolencias recita-das y necesarias para mantener suconciencia higinica. Yo abrazabamecnicamente a los vecinos, ca-ras teatralmente tristeza los fun-cionarios del gobierno, bigote, ca-misa de cuadros, barriga promi-nente; a los ex combatientes de la

    resistencia, desmejorados camara-das de mi padre, a mi hermano en- juagndose una lgrima. Escucha-ba los gritos de mi madre y los so-llozos de mi hermana, y era comouna pelcula muda que yo mirabapanormicamente desde mi posi-cin privilegiada de las lunetas. Al-guien me pidi permiso para darun discurso sobre su vida abnega-da y heroica y me negu, creo quele dije: sus ltimos aos fueron dehambre y de trabajo: no quejarsede los culpables fue su verdadera

    heroicidad.Y cuando lo llevbamos a ente-rrar un viejo murmuraba a mi ladoque hubiera sido mejor llevarlo enandas, como a los hroes, pero yosaba que sus palabras eran purafanfarria: ellos no podran andarcon el peso de la caja ni siquiera unmetro, tan esculidos estaban, tanhambrientos; almas alimentadascon pan viejo y bajado, si habasuerte, con un caf de chicharosaguado, sino, agua con azcar prie-ta; espaldas dobladas, cargadas deperidicos de hoy para revenderlosa peso despus en la esquina del

    bar; brazos flacos, sarmentosos,cansados de vivir, jabas sucias he-chas de saco colgando flcidas, po-mito vaco de caf. Zapatos cosidoscon alambre. Colegas de mi padre.Amigos tan exanges como el ca-dver de mi padre. Camaradas deideas. Yo lo vena a ver cuando mu-ri, yo le llevaba un par de botaspara que pudiera trabajar en elcampo. Un par de botas consegui-das. Luchadas. Y no tuve tiempode drselas. No aguantaba verlocon sus zapatos rotos, suela ama-

    rrada con una soga de yute, dedonde escapaban unos dedos os-curos, casi gangrenados, de gran-des uas partidas y sucias. Noaguantaba verlo trabajando en unafinca propiedad de uno de los nue- vos ricos, cadenas de oro, manoensortijada agua marina, sonrisasatisfecha, perfume caro, sombre-ro de pao marrn. Un tipo que seiba todas las noches a beber conmujeres diferentes y que dejaba lafinca al cuidado de mi padre, pa-gndole un poco de dinero, tres ki-los mierderos que a veces le debapor meses completos. Mi padre nose quejaba, me deca que estababien alimentado all cuando yo ibaa verlo a la finca y le daba diez pe-sos para cigarros que despus fu-maba con fruicin, en sus nochesoscuras de monte, siempre el ro yel monte sonando a sus espaldas.

    Pero ahora mi padre habamuerto. El hombre que tuvo el va-lor durante la llamada crisis delMariel de salvar a nuestros vecinos

    del linchamiento dndoles hospe-daje en nuestra casa. El mismohombre que en el ao 92, el AoTerrible, dej su cargo de secreta-rio del partido y me llev con miadolescencia al monte, a cortar r-boles y hacer carbn y a cultivarmaz y arroz y a beber agua direc-tamente del ro Saramaguacn, uncaudal turbio donde era un placerbaarse. Un ro que se llevaba todolo malo, me deca l mientras co-mamos sopas de arroz condimen-tadas con un puado de cebollas

    silvestres y por la noche, pan conmoho, son ms alimenticios as,me deca. Y en la oscuridad, nosacostbamos fuera del vara en tie-rra y mirbamos el cielo estrellado y me deca: los arboles me hablan,escchalos siempre. Y el futuro esluminoso, llegar antes de lo quet mismo te imaginas, todo tiem-po que viene tiene que ser mejor,no puede ser de otra forma. Y elagua se escuchaba a lo lejos y yo meiba quedando dormido, cansado,soando con esos tiempos mejo-res. Siempre me hablaba de la Gue-rrilla del Che en Bolivia, de Mart,de la justeza y del innegable venci-miento de los justos sobre los ma-los, porque siempre haba hombresque guardaban en s el decoro quemuchos otros hombres no tenan,porque la pobreza pasa pero lahonradez no, y siempre haba queser dignos. E invariablemente, an-tes de dormirme por completo, lme arropaba y me lo susurraba alodo, son los rboles, escchalos

    Mi padre ha muerto. Pero no fue hoy, ni ayer: fue

    hace un ao. Recuerdo que camin detrs del carrofnebre hacia el cementerio y no entenda nada.

    Cuento de Vctor Hugo Prez Gallo.

    LOS RBOLES ME HAB

    Vctor Hugo Prez Gallo.Nuevitas, 1979.Narrador, socilogo y ensayista. Ha sido publicado en la antologade cuento erticoNadie va a mentir (cana, 2001), en la antologade cuento fantsticoSendero del futuro(Sed de Belleza, 2005) y endiversas publicaciones electrnicas; adems, en revistas literariascubanas. Forma parte de la Asociacin Hermanos Saz (AHS).

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    siempre, ellos me hablan. Y el airemova las hojas que caan sobrenosotros como una tenue lluvia os-cura.

    Era la nada cotidiana. Con sumuerte se diluan mis recuerdosde infancia. Se iban a la nada unaserie de mitologas, de historias le-gendarias, de vetustas discusionesfilosficas sobre el socialismo real.Con su deceso desapareca esenio risueo que una vez fui y quelea al osito Misha cuando el llega-ba por las tardes, cansado, pero fe-

    liz, con una revista Sputnik en unamano y la revista infantil en laotra. Se apagaba mi propia imagencomo l me haba visto, descalzo,cara llena de fango, mataperrean-do, cazando ranas y lagartijas ver-des con una cerbatana. Haciendouna honda, como la de David, pararomperle el techo a pedradas a mi vecina Ego. Ya yo no cazara msranas, ya no leera ms a mi peque-o carnicero Misha, ya no ms co-rrera bajo los rboles escuchndo-los y cantando somos pioneros ex-ploradores, descendientes delmamb. Ya no ms.

    Y de repente habamos llegadoante la mole oscura del cementeriode San Miguel de Bag, lleno deangelotes oscuros y tumbas llenasde epitafios hechos de mrmol deCarrara. Ya oscureca, en el nortese formaba otra tormenta. Alguienquera decir un panegrico sobremi padre, fundador de las Organi-zaciones Revolucionarias Integra-das y combatiente de Girn y An-

    gola, y no tuve nimo de impedir-lo, ante las miradas tristes de sus viejos compaeros de luchas, consus ropas radas, sucias y sus ros-tros demacrados. El veterano sesubi sobre la tumba y yo me apar-t un poco. Los zacatecas bebanun turbio ron de un pomito deplstico percudido, el ms viejo,sombrero de guano roto, pantalngastado en las rodillas, ojeras os-curas, me brind un poco que bebagradecido. Me hablaban de un hi-pottico fin del mundo por una fu-

    tura guerra nuclear, mientras elorador comentaba con efusin lasbatallas de mi padre en el conti-nente africano, describa sus botas y boina que deberan estar en unmuseo. El viento ya nos golpeabacon fuerza y las primeras gotas hu-medecan nuestras espaldas, de-trs de m los zacatecas con su in-terminable murmullo sobre unapeste que iba acabar con la huma-nidad, como en el medioevo, yfrente a m el discurso sobre lahonradez de mi padre siempre fir-me en sus principios, nadie podasealarlo con un dedo, porque al

    lado de tantos corruptos nunca sehaba llevado nada que no fue-ra suyo y que haba repartido tele-

    visores, carros ladas y casas y al fi-nal de la vida no tena donde vivir,pens yo con melancola. Ya la gen-te se iba, ya se marchaban, a pie, oen el carro fnebre, dejndomesolo, con mi familia, con nuestrosdolores y aoranzas y bellos dis-cursos, solos ante la tumba llena decemento fresco y de flores de pls-tico descoloridas. Llova.

    Hace un ao que ha muerto mipadre, pero parece ayer. Hoy tam-bin llueve, tenuemente, como contimidez. Fui al cementerio a sacarsus huesos, sus pobres restos y lle- v un paquete y una botella de Ha- vana Club, 7 aos, para rociar loshuesos y beberme el resto en sunombre. El zacateca ms viejo mereconoci, seor, usted es el quelloraba aparte cuando enterrabana su viejo y me sonrea con su bocallena de dientes podridos, enfer-mos, y de repente estbamos be-biendo de la botella y hablando delas glorias pasadas, de la Zafra delos 10 millones, las Olimpiadas deMosc 1980, de los muequitosrusos, entonces me lo dijo, ya casiborracho, sollozando conmigo ybebindose un ltimo trago, com-pay usted si es un compaero, unrevolucionario de verdad, yo nuncahaba bebido este ron tan bueno.Sent que algo se me rompi aden-tro y lo quise abrazar porque en elfondo l era como yo, un miserableque con todos mis estudios y aspi-raciones no haba logrado el bien-estar de mi padre, yo era igual quel, un sepulturero de mierda que viva el diario y cuyo salario no ledaba para una botella de buen ron,un lujo que no poda permitirse.En el fondo era como mi padre quetampoco nunca se comi un buenbocado de comida y nunca bebiese ron que su jefe, nuevo rico, tra-gaba todos los das.

    Y entonces se acab la bebida ynos miramos todos sorprendidos,la orga de recuerdos haba termi-nado muy pronto para nuestrogusto y ellos, generosamente, ibana sacar el sucedneo de ron, la wal-fara, el diente de tigre, el hombre

    y la tierra, de su pomito plsticosucio, cuando yo di el paso al fren-te y desenvolv el paquete que lle- vaba arriba, vndelas le dije, vnde-las y compra otra botella de ron, yel viejo me miraba sorprendido,pero las cogi y dijo, cien pesos? Yante mi gesto afirmativo fue a ven-derlas, a ofrecer las botas que yohaba robado del almacn de la F-brica Che Guevara para llevrselasa mi pobre padre que, en el mo-mento de morir, andaba descalzo,barbado y todava lleno de sueosgloriosos y medallas.

    Genocidio en Ruanda,

    Edel Rodrguez.

    Ramiro Zardoya Snchez.La Habana, 1982.Su obra forma parte de colecciones particulares en Turqua,Portugal, EEUU, Espaa, Canad, Australia, Suecia, Dinamarca,Puerto Rico, Colombia, Brasil, Alemania, Grecia, Irlanda y FrancTrabajos suyos han sido publicados en el semanario DEDETE,en la revista OCLAE (Publicacin de la Organizacin ContinentaLatinoamericana y Caribea de Estudiantes), en la publicacinmensual Jeny Akrep Nnew Scorpion de Chipre y en la pagina werebelion.org.

    Edel Rodrguez.La Habana, 1971.Ilustrador y jefe de arte de diferentespublicaciones estadounidenses, pas al queemigr con su familia en 1980.

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    n fondo blanco cede el protagonis-mo a un cuadrado negro de tama-o regular y a otro pequeo, de co-lor rojo intenso, ms abajo y a laderecha. La pintura no poda serms simple, verdad? Sin embargo,no bien el muchacho de la galerala hubo colgado frente a mi cama,una pregunta se aloj en mi cere-bro: Qu expresa esta obra? Dili-gente, busqu respuestas en laweb;empeo intil. Rumi el asuntoaquellas tardes en que el nio seaburra jugando conmigo a las da-mas; sufr un nuevo ataque. Porfin, comprend que para saber de-ba interrogar a la obra misma.Qu quieres decir?... Qu quieresdecirme?... Qu quieres de m?!Al cabo de un tiempo de obstinadosilencio el pequeo cuadrado rojocomenz a hablarme. Y no ha pa-rado desde entonces. Por eso nopuedo dormir. No puedo dormir ytemo, porque a mis preguntas res-ponde con otra pregunta: Juga-

    mos a los piratas?, repetida una,cien, mil veces, incansablemente.Cada noche. Cada noche de estalarga semana, desde que me acues-to hasta que me sorprende el alba.Jugamos a los piratas? En vano hetratado de persuadir al cuadraditorojo de que me falla el controlmuscular, de que puedo hacerledao sin quererlo. Su letana es lainvariable respuesta: Jugamos alos piratas? T tomas el cuchillo y Decidido a terminar con todo,le susurro a Lidia:Ver si se ha dor-mido. Mi esposa no contesta. Sque ltimamente me espa con elrabillo del ojo, pero no importa.Hoy jugar a los piratas.

    Recin me han trado elCua-drado negro , del tal Malvich. Pa-gu la factura en el recibidor y enpersona llev el leo hasta mi habi-tacin, para que el muchacho de lagalera no advirtiera en la alfombramis huellas ensangrentadas. Locolgu en la pared, justo a los piesde mi cama. Otro ocupaba ese lu-

    gar pero me deshice de l. Quobjetivo tendra conservarlo? Decualquier manera, este s me gusta.Es un enorme cuadrado negro enun marco de tela blanca. La figurase extiende por casi toda el rea, locual se agradece. No hay espacioall para un cuadradito inquisidor,quejica, chilln, rojo vivo, no. Estees negro y es uno solo.

    Lo contemplo acostado, conmis manos en la nuca. Asombro-so! El cuadrado es tan negro quedestaca en la penumbra como unamosca en un vaso de leche. Me re- vuelvo, intranquilo. Lidia no re-funfua. Si est molesta se lo calla.Golpearme no puede pues la tengobien amarrada de brazos y piernasdesde hace horas no!, das ya.Ahora recuerdo que le he dado decomer un par de veces.

    La fatalidad me persigue: el cua-drado negro tambin habla. No, nohabla; grita. Ms, si cabe, que el an-tiguo cuadradito rojo. Y claro, mu-

    cho ms que el otro cuadrado ne-gro, que no pronunciaba letra. Mepregunto si ser el mismo? Pero di- vago. El hecho es que pretendo ig-norarlo. Desgarrar mi cara, vomi-tar, patear el colchn, tomar mispastillas Lo que sea, con tal de noor su reclamo. Un reclamo sordoque llega a m cual emergido desdeel fondo de una cueva. Ese Me aho- ga el dolor incesante (montono ta-ido de campana que alborota losgrillos de mi cabeza...). Fue culpadel cuadradito rojo, le explico muyserio, armndome de paciencia. Meahoga el dolor. Qu hiciste?... Meincorporo, tambaleante, y cubro elleo con una sbana. En vano. Su Me ahoga el dolor sigue ah, fluyen-do a travs de los agujeros de la tela;contenido, sofocado, como si estu- viera bajo un metro de agua. Aho-gndose. Me ahoga... Ahgala!

    Salto sobre Lidia, con una al-mohada le obstruyo nariz y boca.

    Tengo que asfixiarte. No te re-sistas.

    Me habr escuchado? Lidiaforcejea, revelndose potra salvaje.Desorbita los ojos Bastante hace,la pobre, con lo dbil y abatida queest. Consumida por una pena queno alcanzo a entender, una penaque hasta la indujo a agredirme. Alfinal no tuve opcin que no fueseatarla.

    Sus estertores de gata heridaprovocan que el batn se le escurrahasta la cintura. Imagino su sexo aldescubierto. Y hace tanto que noMe siento a horcajadas en la almo-hada, mi lengua desciende paracuriosear entre unos muslos queinvitan. Escupo.

    Cerda, te lo has hecho enci-ma!

    No est funcionando. El aire sefiltra por alguna parte. Retiro la al-mohada y me aplico a la tarea conambas manos. Lidia maldice, llora,destroza mis dedos con sus dientes.Arde como el infierno! Mi mei-que se le aloja en la garganta. Tal vez

    sera razonable detener esto. Alzo la vista para implorar al Seor, y desdeun espejo en sombras el cuadradome urge con su negra mirada. Pre-siono fuerte en el rostro de mi espo-sa y uncrac me anuncia que le heroto la mandbula. Lo sent en mispropios huesos, lo juro. De a poco seextinguen los resuellos.

    Compr el Cuadrado blanco,de Marlowitz? Marlowitz. Pa-gu va Internet e hice que me lodejaran en la puerta. Por lo del he-dor y los gusanos; adems, mimano derecha est gangrenada yno quiero alarmar a nadie. Cmodescribir este leo? Es hermoso,discreto (quiz introvertido) ysolo comunica paz. Y me arrulla. Duerme . Es, con certeza, el quebuscaba. Duerme . S Hoy des-cansar y nada tendr que ver elpomo de pastillas que he tomado. Duerme . Duerme. S, s... Y l,duerme?

    Como un angelito, querida.Buenas noches...

    Claudio del Castillo.Villa Clara, 1976, Cuba.Miembro de los talleres literarios EspacioAbierto (dedicado a la Ciencia Ficcin, laFantasa y el Terror Fantstico) y Carlos

    Loveira. Ha publicado relatos en Axxn, NG3660, miNatura, Tauradk, Cosmocpsula,Qubit, Korad, Cuenta Regresiva, JuventudTcnica, Cryptonomikon 4, Prxima y Lacueva del lobo; as como en los blogsliterarios del grupo Heliconia.

    Reynier Ferrer Prez.La Habana, 1979, Cuba.Nacido en La Habana (Cuba), cursestudios en la Escuela de Bellas Artesde San Alejandro, y es miembro de laAsociacin Hermanos Saz.Ms collages del artista: reyferrer.com

    CUADRADOS

    U

    Hace una semana que no duermo. Cada noche doy vueltas y ms vueltas en la cama sin que el sueo llegue a m. Lidia,cada noche tambin, refunfua a mi lado y me da de codazos. Solo entonces me estoy quieto, pero no consigo apartar lamirada del leo que adorna la pared. La luna llena que se cuela por el ventanal ilumina una copia delCuadrado negro ycuadrado rojo , de Kazimir Malvich. La adquir el mes pasado siguiendo una prescripcin del facultativo: Hallar alivio en elarte. Nada complicado para empezar, de acuerdo? As lo hice.

    Cuento deClaudio delCastillo.

    El monstruo sonre conmigo ,Reynier Ferrer

    The guardian of 17 th street ,Reynier Ferrer.