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Edith o el gozo de la Cruz EZEQUIEL GARCÍA RoJO Empresa nada fácil resulta siempre el estudio a nivel interior de toda persona, pero en la que nos proponemos detener, las di- ficultades salen al paso ya desde el principio; Edith Stein no era amiga de revelar sus secretos, la riqueza de su espíritu perma- necerá, en muohos aspectos, desconocida para siempre. La vida de esta mujer puede verse como la "encarnación" personal de la historia de la salvación. En un primer momento la fe hebraica es acogida con más o menos interés; es el tiempo de desierto del pueblo escogido. En los años de su adolescencia abandona toda creencia para confesarse "atea"; es el período en que Israel va tras dioses extraños y se olvida de la Alianza con Yahvé. Des- pués de años de búsqueda y sufrimiento, Edith Stein acepta a Dios y se entrega definitivamente a El; equivale a la preparación profética y a la entrada de Cristo en la humanidad. Quedaría aún el triunfo escatológico, realizado ya en Edith Stein, e ini- ciado, pero no perfeccionado, en la Iglesia. El estudio que sigue de alguna manera responde al esquema aquí señalado. Las tres partes en que se divide son el reflejo de tres etapas vividas con intensidad y estímulos diferentes; en todas ellas, sin embargo, Cristo ¡y su evangelio ocupan un puesto preeminente. l. AL ENCUENTRO DE CRISTO Edith Stein nació el 12 de octubre de 1891. En este año los judíos celebraron en tal fecha la fiesta de la "Reconciliación". Lo que sería de este personaje débil, y físicamente no muy agra- REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 42 (1983), 219-242

Edith o el gozo de la Cruz

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Edith o el gozo de la Cruz

EZEQUIEL GARCÍA RoJO

Empresa nada fácil resulta siempre el estudio a nivel interior de toda persona, pero en la que nos proponemos detener, las di­ficultades salen al paso ya desde el principio; Edith Stein no era amiga de revelar sus secretos, la riqueza de su espíritu perma­necerá, en muohos aspectos, desconocida para siempre. La vida de esta mujer puede verse como la "encarnación" personal de la historia de la salvación. En un primer momento la fe hebraica es acogida con más o menos interés; es el tiempo de desierto del pueblo escogido. En los años de su adolescencia abandona toda creencia para confesarse "atea"; es el período en que Israel va tras dioses extraños y se olvida de la Alianza con Yahvé. Des­pués de años de búsqueda y sufrimiento, Edith Stein acepta a Dios y se entrega definitivamente a El; equivale a la preparación profética y a la entrada de Cristo en la humanidad. Quedaría aún el triunfo escatológico, realizado ya en Edith Stein, e ini­ciado, pero no perfeccionado, en la Iglesia. El estudio que sigue de alguna manera responde al esquema aquí señalado. Las tres partes en que se divide son el reflejo de tres etapas vividas con intensidad y estímulos diferentes; en todas ellas, sin embargo, Cristo ¡y su evangelio ocupan un puesto preeminente.

l. AL ENCUENTRO DE CRISTO

Edith Stein nació el 12 de octubre de 1891. En este año los judíos celebraron en tal fecha la fiesta de la "Reconciliación". Lo que sería de este personaje débil, y físicamente no muy agra-

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 42 (1983), 219-242

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ciado, está lejos de sospecharse 1. Los primeros años de su exis­tencia fueron fundamentales, 'cuando no decisivos. La capacidad de recepción es grandísima, y la sensibilidad está abierta a cual­quier estímulo. Muchas experiencias de la infancia quedaron im­presas para siempre en su "mundo" tan rico como misterioso. Teniendo quizá en cuenta sus primeros recuerdos, escribe en la última obra: "El alma del niño es blanda y flexible. Lo que en ella se introduce es susceptible de informarla durante toda la vida. Cuando los Hechos de la Historia Sagrada en los tiernos años penetran en el alma de forma debida, es muy fácil que se hayan colocado los fundamentos para una vida santa" 2. Pues bien, el ambiente de la familia Stein estaba saturado de espíritu religioso, por doquier se respira el aroma de la fe; igualmente otras virtudes gozan de buena acogida: amor a padres y herma­nos, dedicación al trabajo, preocupación por los pobres, hospi­talidad generosa, interés por la verdad, pureza de conciencia ... De todos ellos se aprovecha con creces la última de la casa Stein.

La religión es un factor importante en el pueblo de Israel y en cuantos se consideran fieles mantenedores del don de la fe. Queriendo o no, Edith $tein deberá someterse a las prescripcio­nes y normas de la religión heredada, y que la madre se encarga de mantener viva. "Desde sus primeros pasos, escribe Courtois, la pequeña Edith se ve penetrada por un clima de Antiguo Tes­tamento. Todo le habla del pueblo de Dios. Los cuadros bíblicos

1 A la hora de componer la vida de Edíth Stein pueden compulsarse diferentes biograflas, algunas de valor inestimable por ser sus autores personas que convi­vieron y conocieron de cerca a esta mujer. Mención aparte merecen los escritos autObiográficos de Edith -Stein misma: Aus dem Leben einer jildischen Familie. Das Leben Edith Stein: Kindheit und Jugend, Friburgo" 1965 (trad. española: Es­trellas Amarillas, Madrid, 1973); Mein erstes GiJttinger Semester, Heroldsberg, 1979; Selbstbildnis in Brie!en: Erster Teil 1916-1934, Friburgo, 1976; Selbstbildnis in B1"ie!en: Zweite Teil 1934-1942, Friburgo, 1977.

Entre las distintas bíograflas cabe destacar: Teresia RENATA, Edith Stein. Eine grosse Frau unseres Jahrhunderts, Fríburgo, 1957, 3.' ed. (trad. española: Edith Stein. Una gran mujer de nuestro siglO, San Sebastlán, 1960, 2.' ed.); Waltraud HERBSTRITH, Edith Stein. Au! del' Suche nach Gott, Ratisbona, 1963, 2." oo. (trad. española: Edith Stein. En busca de Dios, Estella, 1980, 3.' ed.); de la misma autora: Das wahre Gesicht Edith Steins, Munich, 1980, 4.' ed.; Hilda GRAEF, Edith Stein: Zeugnis des vernichteten Lebens, Friburgo, 1979; Marta PAULUS, Edith Stein aus Leben und Werk, Munich, 1960; E. BORTONE, Suor Teresa Benedetta della Croce (Edith Stein), Roma, 1975; J. de FABREGUES, La conversion d'Edith Stein, patronne de l'existentialisme, París, 1963; L. C. di MuzIO, 1 giomi della verita: la vicenda di Edith Stein, Roma, 1974; J. GALOFARO, Dalla catedra al Lager: Edith Stein, Roma, 1959; R. GUlLEAD, De la phénoménologie á la science de la Croix, Paris, 1974; C. LóPEZ SAINZ, Edith Stein, Bilbao, 1965.

2 E. STEIN, La ciencia de la CrUf&, San Sebastlán, 1959, p. 28.

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por las paredes de su casa, los motivo:> esculpidos sobre estatuas de roble, las tradicionales oraciones en hebreo, los ritos del 'Tal­mud' fielmente observados, ,Y sobre todo, el admirable ejemplo de una madre profundamente religiosa, a la manera de la mujer fuerte de la Escritura" 3. Mas a pesar de todo, será un misterio descubrir la profundidad de las convicciones religiosas en la in­fancia. La madre, aunque amante de sus hijos, era respetuosa con los mismos, no obligándoles a aceptar lo que no infundía interés alguno.

La responsabilidad de pertenecer a la religión de sus padres puede ponerse en duda, no así el sentirse parte del pueblo judío. Los avatares de la vida no lograron traicionar su sangre, "tuvo en todo momento, dice A. Lobato, una 'conciencia de ser uno de los miembros de ese pueblo, se asociaba a su historia, se apro­piaba el orgullo de la raza, compartía su suerte. En ningún mo­mento fue para ella un estigma el ser judía" 4. Tanto en las pá­ginas autobiográficas, como en el período infantil, el problema religioso, de Dios o de la fe apenas si son tratados. La educación religiosa, si es que alguna vez echó raíces en Edith Stein, pronto fue sofocada por otros intereses considerados más importantes. En la relación de su vida podemos leer: "Ya he contado cómo perdía mi fe infantil y cómo casi al mismo tiempo, comencé a sustraerme, como "persona independiente" a toda tutela de mi madre y hermanos" 5. No es que haya descrito expresamente el proceso del abandono de la fe; el relato autobiográfico da cuen­tas de una existencia en la que las referencias religiosas van disminuyendo hasta desaparecer.

Las biografías Y Edith Stein misma sitúan la edad de trece años como el inicio d~ su "ateísmo". Mucho antes, pienso yo, habría que colocar su comienzo, quizá en los primeros años es­colares, cuando despierta su "yo", se descubre a sí misma y el afán de independencia. A los trece años cae en la cuenta de la situación en que vive, que arrastra de tiempos atrás. H. Graef comenta: "Habiendo perdido la fe espontánea de su infancia, después de que ella no podía llegar a creer en la existencia de Dios por razonamiento filosófico o experiencia religiosa, rechaza el pretender adherirse a una vaga religión individual y declara

3 R. COURTOIS, Edith Stein, hija de Israel, en F. LELOTE, Convertidos del si­glo XX, Madrid, 1966, 3.. ed., p. 40.

4 A. LoBATO, La pregunta por la mujer, Salamanca, 1976, p. 113. 5 E. STEIN, Estrellas Amarillas, Madrid, 1973, p. 104.

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francamente que le es imposible creer en Dios" 6. El paso al ateísmo fue un gesto de "honestidad humana" por parte de la inteligente Edith Stein. Sus criterios no admitían verdades que no formasen unidad con la existencia del hombre. La religión queda suprimida, sin que los escrúpulos aparezcan. El único punto delicado sigue siendo la familia, que continúa a vigilar por la "salud espiritual" de la benjamina.

En 1905, a los catorce años, su mundo interior opta por lo inesperado: dejar la escuela. Los problemas que la inquietan, de la vida, del mundo, de la mujer ... no encuentran explicación ni en libros ni en profesores. Se va una temporada a Hamburgo. El viaje a esta ciudad puede ser interpretado como una huida de un mundo misterioso que se le echa encima y que no es acep­tado, o como la búsqueda de una solución que responda a la nueva situación creada. En los meses transcurridos en Hamburgo la cuestión religiosa es definitivamente zanjada: "Max y Else (cuñado ,y hermana de Edith Stein) eran incrédulos por com­pleto, escribe Edith Stein. En aquella casa, de religión, nada en absoluto", y continúa: "Aquí tuve conciencia completa de la oración y la abandoné por una decisión libre" 7. La pujanza por la claridad en la verdad le impide mantener una división ana­crónica: de la fe no quedaba nada, por tanto, la oraCión no tiene razón de 'ser.

La conciencia religiosa quizá estuviese atrofiada, pero la sen­sibilidad humana adquiere una agudeza insospechada. Las faltas morales, claro está que no vienen apreciadas como tales, pero la mentira, las injusticias, las falsas acusaciones, y todo aquello que hiera a la persona, es detectado por su fino espíritu, procu­rándole sufrimiento e inconformismo.

Edith Stein tiene veintiún años cuando parte de Breslau, su ciudad natal, para proseguir sus estudios en la universidad de Gotinga. Los últimos ocho años dejados atrás, en los que se ha calificado de "atea", no han sido desperdiciables; para algo han servido, aunque sólo sea a proporcionar una inseguridad e insa­tisfacción consigo misma y con los otros. "Das liebe Gottingen" recordará con nostalgia al escribir la época allí pasada, pues marcará el inicio de una nueva senda a recorrer, de una decisión vital para esta infatigable mujer. El final del camino es impre-

• H. GRAEF, La phllosophe et la Croix. Edith Stein, Paris, 1956, p. 18. 7 E. STEIN, O. C., p. 112.

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visible aún; "todo parecía alejarla del cristianismo: su ambiente familiar, la educación judía recibida, sus estudios al lado de un maestro eminente ... , la perspectiva de una carrera universitaria que se anunciaba de las más brillantes" 8. Sin embargo, el des­tino puede servirse de 'Ciertas formas para conseguir efectos con­trarios. La fe en la Providencia no entra en el mundo de Edith Stein, pero la "fe" en algún principio, fundamento de tantos otros principios, la instiga insistentemente.

La fenomenología será contemporáneamente para Edith Stein punto de llegada y momento de arranque hacia un horizonte ape­nas visible en la lejanía. La nueva dirección que toma el proble­ma de esta mujer 'como pregunta por los demás, por la existen­cia humana, será también su mayor punto de apoyo en el incierto camino que está por emprender. Los hombres -sobre todo al­gunos- le serán faro orientador para descubrir la existencia de otro mundo, de otros seres, y de otras cuestiones mucho más importantes que el reducido círculo de su "yo". El misterio del hombre, en su visión total, se le aparece 'casi de repente; no en­trevé aún ninguna posible solución, pero la fascina. El elevado concepto que tiene de sí misma, y que extiende a los demás, le hace dirigirse hacia una respuesta digna de tales consideraciones. Su tesis doctoral 9 sobre la "empatía", como acto peculiar de conodIniento, en parte es quien iocaliza todos sus recursos hacia senderos originales, no sólo rfilosóficos, también humanos. Refi­riéndose al tiempo en que se ocupó en la elaboración del traba­jo (1916), escribe: "A partir de aquí yo había continuado algo que llevaba m~y dentro en :el corazón y que continuamente si­guió asaltándome en mis posteriores trabajos: se trata de la es­tructura de la persona humana" 10. El puesto que concede al hom­bre en su pensamiento y vida, en alguna manera la transforma. La grandeza atribuida a la persona humana, la lleva a la preocu­pación por ella. Una ocasión es ofrecida por la guerra de 1914-18. S~ alista como enfermera, yen un hospital de enfermos con­tagiosos (soldados de guerra) ejerce voluntariamente su oficio. Las necesidades urgentes de la humanidad, hacen olvidar libros y propósitos intelectuales; no hay comparación entre las dos al­ternativas, por lo que la decisión no supone disgusto alguno en

8 R. COURTOIS, O. e., p. 40 •

• El titulo es «Zum Problem der Ein/ühlung»; la defensa tuvo lugar el 3 de agosto de 1916. Será publicada en Halle, 1917.

10 E. STEIN, O. e., p. 315.

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Edith Stein. Dedica a los enfermos persona y esfuerzos, sin re­servarse sacrificio personal por el bienestar de los internados. Escribe en la autobiografía: "Tuve la impresión de que los en­fe1}mos estaban poco acostumbrados a una atención esmerada y cariñosa. Personas voluntarias en tales lugares de dolor per­manente podían encontrar un amplio campo para ejercer el amor al prójimo" 11. El amor al prójimo 10 practica al máximo de sus posibilidades y con absoluto desinterés, siéndole extraño el valor evangélico de la caridad fraterna (aunque no el segundo impera­tivo más importante de la ley rabínica, que había aprendido de labios y vida de su madre). Prueba de la 'grandeza de esta per­sona y del "alma" que ponía en cuanto hacía es que ni siquiera de noche se despreocupa de sus pacientes. Ya no serán los estu­dios la causa de la felicidad. Saber que los otros están contentos le procura un placer indescriptible. Por eso, mientras reposaba, "pensaba, son palabras de Edith Stein, en mis enfermos y me sentía feliz cuando a la mañana siguiente iba de nuevo a ellos ~ comprobaba que no les faltaba nada" 12.

Todo 10 humano, 10 bueno, 10 bello, y por qué no, 10 ver­dadero, son valores que han entrado definitivamente a formar parte constitutiva de su personalidad aún en forja. Pues bien, la sensibilidad, la honestidad natural y las reminiscencias reli­giosas, son cómplices de la aceptación de Dios en su vida, aun­que no se confiese creyente aún. Sin embargo, ella se dirá "atea" hasta los veintiún años. A esta edad ha llegado a Gotinga. Esto quiere decir, que de una manera u otra, no la religión, pero sí Dios, se hace presente en su mundo. Va a ser la experiencia vivida, el testimonio personal, quien la interrogue y oriente en su búsqueda atormentada. Por ejemplo, más impresión le pro­dujo el Padrenuestro rezado por patrón y obreros antes de co­menzar el trabajo, que su lectura y traducción en clase de Ger­manÍstica. Igualmente la sencillez de una oración improvisada por una persona cualquiera, será algo imborrable en sus recuer­dos. La verdad tras la que corre es más asequible de lo que pen­saba; no pertenece tanto a la investigación; ·cuanto al cotidiano de la vida. Edith Stein buscaba una verdad que explicase su existencia, una verdad por la que vivir, y continuamente tropieza con "apóstoles" de dicha fe. A pesar de todo, el puesto otorgado

11 E. STEIN, O. c., p. 245. 12 E. STEIN, O. C., p. 291.

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a Dios en estos años es inferior al de otros tantos intereses que la seducen.

El proceso evolutivo de Edith Stein, sin ésta pretenderlo, sigue el curso de la lógica divina. Dios no fuerza a las personas, más bien actúa acomodándose a ellas. Aún prevalece la resisten­cia ·en esta mujer. Se hará necesaria la intervención "especial" de la 'gracia para romper el hielo de la no aceptación de Dios en su vida. Habrá que recurrir a la situación Hmite de la muerte para que el primer paso tenga lugar. La experiencia de la muerte no le era extraña; había asistido a varios funerales judíos y cris­tianos, sin descubrir en ellos motivo alguno para renunciar a su ateísmo. No obstante, cuando ya su espíritu se había sensibili­zado a nuevos campos, durante su estancia en el hospital en 1915, la muerte de un soldado sale del ordinario y la cautiva. Dos años más tarde, a finales de 1917, las cosas cambian. El encuentro con una persona que ha experimentado la muerte de un ser que­rido, deja ,en Edith Stein una sensación tal que la marcará para el resto de la vida. La aceptación de la muerte del marido Reinach por parte de la viuda, es algo que desconcierta a la joven filósofa (tiene veintiseis años). Ante la muerte siempre había experimen­tado dolor, sufrimiento, desesperación, misterio ... Pero ahora, en la viuda Reinach encuentra una explicación personal, no a la muerte, sino a la vida del desaparecido. La ¡fe en un Dios y en un más allá, testimoniado por su amiga en momentos hu­manamente inexplicables, supera la capacidad de argumentación de Edith Stein. Dios y su misterio se le hacen presentes por me­dio de una persona; ante ello 'confesará: "Este fue mi primer contacto con la cruz y con la virtud divina que comunica a los que la llevan. Por primera vez vi palpablemente ante mí la Igle­sia nacida de la pasión redentora de Cristo en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que quebró mi in­credulidad, palideció el Judaísmo y apareció Cristo; Cristo en el misterio de la cruz" 13. El testimonio de una "fe inamovible de un Dios vivo" 14, logra lo que muchos años de 'estudio e in­vestigación filosófica no podían ofrecer.

El dios de la filosofía podía ser un "fenómeno" digno de estudio, la fe un "valor" que merece respeto, más el Dios que anhelaba Edith Stein supera estas limitaciones. Ahora, el mun-

13 T. RENATA, Edith Stein. Una gran mujer de nuestro siglo, San Sebastián, 1960, 2.' ed., p. 71.

14 J. de FABREGUES, La conversion d'Edith Steln, Paris, 1963, p. 37.

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do, que había apenas intuido, se le esclarece poco a poco. La postura frente a la muerte da un sentido a la vida. El Dios que se le presenta es el Dios vivo y personal, un Dios que forma parte del ser y de la constitución del hombre, y que en los mo­mentos difíciles se hace presente de modo extraordinario.

El espíritu investigador y clarividente no se detiene. Edith Stein se dirige al Evangelio, y "se pregunta, nos dice W. Herbs­trith, si 10 debe interpretar en sentido evangélico o en sentido católico. En todo caso, ve cada vez más claro que en ella ha irrumpido un mundo que supera con mucho al estudio y a la investigación filosófica" 15. Otra serie de dudas asaltan su 'con­ciencia, no de la validez del camino emprendido, sino de la elec­ción ante las diversas posibilidades a seguir. Argumentos para uno y otro lado no le faltan; será otro testimonio presente desde hace siglos en la Iglesia católica, quien atraiga a su recinto a esta filósofa judía.

A partir de este año, tiene lugar una lucha interna, un tira y afloja, que dura tanto cuanto el amor propio de la persona. Dios se ha revelado, se ha dado a conocer. Queda al hombre el reconocimiento; 'esa toma de posición que permite a la persona humana no sólo la aceptación del "otro", sino también el so­metimiento voluntario al mismo. "Conocer" a Dios corresponde a la ,esfera intelectual, "reconocerle" empeña toda la persona, desde su más profundo pensamiento hasta su más externa ma­nifestación. Tal 'cambio requiere en Edith Stein no poco sacrifi­cio que por ahora no está dispuesta a conceder. Una persona de voluntad firme, que hasta ahora ha decidido su porvenir, que sabía 10 que hacía, y que se siente segura de sí misma, dejarse en manos de otros es inadmisible, su espíritu independiente no se 10 permite. La batalla interior que tocó soportar a esta filo­sofa nos es desconocida; el amor al secreto nos 10 impide. De Fabregues 'compara estos momentos a las pruebas descritas por San Juan de la Cruz hablando de la noohe del sentido y del espíritu 16; quizá no llegue a tanto, pero se siente 'entre dos fue­gos, dividida en sí misma. El año 1920 lo trascurre en su ciudad natal (Breslau) con la familia; fue un año especialmente dolo­roso: las exigencias insistentes, por un lado, y la resistencia per-

15 W. HERBSTRITH (Teresia a M. Dei), Edith Stein. En busca de Dios, Estella, 1980, 3.· ed., p. 62.

16 OL J. de FABREGUES, O. c., p. 50.

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manen te, por otro, agudizan la situación hasta límites insoste­nibles. Ella misma escribirá: "Por aquella época mi salud no iba bien a causa del combate espilitual que sufría en total secreto y sin ninguna ayuda humana" 17. A la crudeza de la clisis, viene a sumarse la soledad; todas las decisiones importantes han sido siempre suyas, toda indiscreción es excepcional, por lo que el peso de la batalla se hace notar.

En el espacio de tiempo que va de final de 1917 al verano de 1921, Edith Stein lleva a cumplimiento la madurez lenta de una decisión fundamental. El irrumpir de Dios en su vida la había deslumbrado, pero no tirado del caballo, seguía amarrada a las riendas de sus criterios racionales. Sin embargo, el golpe se hizo sentir y la seguridad mantenida se tambalea. En el ar­tículo suyo publicado en 1922 escribía: "Puedo aspirar a la fe religiosa y empeñarme con todas las fuerzas y, sin embargo, no se me ,concederá" 18. Es el reflejo de la propia situación en estos años de laberinto sin salida. La filosofía desempeña el papel de "abogado del diablo" a la hora de ceder a la fe. Con el Judaís­mo no le fue difícil romper porque nunca se sintió atraída por la religión de la Antigua Alianza. La preocupación venía, más bien, de tener que tomar una decisión que los "suyos" no podían comprender y que será interpretada como traición a la familia y al pueblo. A esto hay que añadir el riesgo que toda conversión 'comporta, tentación más psicológica que moral, de equivocarse 'en el rumbo a tomar. A causa de este concurrir de elementos, para que la gracia obre su ,cometido en "los hijos de Israel, ésa debe intervenir de manera determinente, casi violenta, dice D. Grasso. La senda común no vale para ellos; se requiere, si no precisamente el milagro, sí una intervención de Dios que le acer­que" 19.

Por fin llegó el momento de recoger los frutos; los meses de sementera, crecimiento y madurez han pasado, y no en balde. Es verano para Edith Stein; en esta estación de 1921 su reco­lección será la más importante de toda su vida: la conversión. Referimos el texto de la biógrafa T. Renata que Edith misma le comunicó: "Agarré a la buena de Dios y saqué un volumino-

17 E. STEIN, O. O., p. 188. ,. E. STEIN, Psychische Kausalitiit, en ({Jahrbuch füI' Philosophie und phanome­

nologische Forschung)), 5 (1922), 43_ Este artículo, junto con otros dos han sido reeditados en libro aparte, Tubinga, 1970.

19 D. GRASSO, Contrasti e problemi nella oonversione degli ebrei, en «La Civilta Cattolica)), 106 (1955), 393.

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so libro. Llevaba por título 'Leben der Heiligen Theresia von Avila', escrito por ella misma. Comencé a leer, y quedé al punto tan prendida que no lo dejé hasta el final. Al cerrar al libro, dije para mí: 'Esto es la Verdad'" 20. Compra un catecismo y un misal, y tras el estudio de los mismos, se acerca a la parro­quia de Bergzabern a asistir a un misa. Concluida ésta, sigue al párroco, "y, dice Edith Stein, le pedí en concisas palabras el bautismo" 21, que tendría lugar el día de Año Nuevo de 1922. En la ceremonia de introducción oficial a la Iglesia toma el nom­bre de "Teresa" en agradecimiento a la santa española. Por fin pudo considerarse "hija de la Iglesia". Así, pues, la conversión de Edith Stein, "no fue el efecto de un subitáneo resplandoL En realidad fue el punto de llegada de un largo itinerario reco­rrido en la apasionada búsqueda de la verdad" 22. Fue la llegada de la nave, que tras sufrir tempestades y pérdidas de rumbo, atra­caen el puerto seguro de la fe 23.

La aceptación de una gracia tan desproporcionada supuso para la convertida el comienzo de un nuevo vivir; con el bautis­mo es consciente de que renace a vida diferente. Los documen­tos biográficos de los primeros años en la fe cristiana de esta mujer escasean. Lo que Edith Stein trata de inculcar a una neo­convertida en 1934, puede ser el reflejo de los momentos vividos por ella en una situación parecida ,en 1922; le aconseja: "De­ponga todas las preocupaciones del futuro con plena confianza en las manos de Dios, y se deje guiar por él como un niño. Se­guro que entonces no podrá equivocarse de camino" 24. El cam­bio causa admiración: su espíritu independiente se somete hu­mildemente, el futuro no le preocupa. En la obra espiritual de mayor valor, escrita al final de la vida, el seguimiento sigue fres­co. Hablando sobre la donación del hombre a Dios, dirá que cuando ésta se realiza "ya no tiene sino que dejarse guiar y llevar por el espíritu de Dios que sensiblemente le está empujando, y tiene en todo lugar y momento la conciencia de hacer 10 que

20 T. RENATA, O. e., p. 78. 21 lb . ., E. BORiUNE, Suor Teresa Benedeita della Croce, Roma, 1975, pp. 103-4. 23 La narración de la conversión de Edith Steln que T. Renata recoge en la

biografía ha planteado diferentes cuestiones, en concreto sobre la lectura de la «Vida» de Santa Teresa. Un estudio aclarador es el de Amata NEYER, Edlth Stein und Teresa van AvUa. Versuch einer Dokumentatlon, en ccChristliche lnnerllchkeltu, 17 (1982), 183-197 .

• , E. STEIN, SelbstbUdnis in Brie/en. Zwelter Teil 1934-1942, Frlburgo, 1977, p. 16 (Carta del 4-X-1934).

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debe. En la gran decisión que ha tomado en un acto de supre­ma libertad, van incluidas todas las decisiones posteriores" 25.

Una auténtica "metanoia" se dio en Edith Stein con el bautis­mo; la regenerada por el espíritu responderá a la gracia como la misma gracia exige: con radicalidad y entrega generosa.

n. VIDA CRISTIANA

Edith Stein recibe el bautismo el 1 de enero de 1922, y la confirmación el 2 del mes siguiente, a los treinta años de edad. Humanamente hablando podría decirse que posee una cierta ma~ durez, fruto de una vida ordenada y preñada de grandes aspira­ciones y elevados ideales, impulsada por un natural educado en la honestidad y pureza de costumbres. A pesar de todo, lo que parecía ser una meta, no es más que el inicio de un nuevo caminar. Las tres décadas pasadas han servido de preparación a la empresa ahora puesta en marcha. En la confesión de la Verdad, va incluida la determinación a dejar paso a una nueva vida con nuevos valores, propósitos y aspiraciones. El pasado no se desecha, pero es empleado en favor de la vida ahora injer­tada. La vida cambia, porque la fe tiene como efecto transfor­mar a las personas. En Edith Stein esta gracia se vio ayudada por el carácter radical de la convertida.

Encontrar a Dios tuvo como consecuencia directa encontrar­se a sí misma, hasta lograr el equilibrio personal que le permi­tirá comportarse con naturalidad espontánea cada momento de la existencia. No le resulta problemático acompañar a su madre (después de convertida) a la sinagoga, lo que no deja de mara­villar a la señora Stein 26. El breviario que lleva consigo contiene los salmos del Antiguo Testamento y son comunes a judíos y cristianos; el Dios a quien van dirigidos es el mismo.

La coherencia entre el pensar ,y el obrar en Edith Stein fue siempre respetada con decisiones exigentes. Así como al no sen­tirse judía religiosa abandona toda oración, y al no admitir la existencia de Dios se autodenomina atea, del mismo modo, los principios ahora aceptados llevan a la convertida al correspon­diente cambio de vida. Dicha uniformidad es fácilmente reco-

25 E. STEIN, La ciencia de la Cruz, pp. 224-225. 26 Of. T. RENATA, O. c., p. 80.

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nocible; para quienes se cruzan con ella, su comportamiento cris­tiano era un auténtico testimonio de la vida de fe. Para las alum­nas del colegio dominicano de Espira (donde ejerció como pro­fesora de 1922 a 1931), fue maestra, pero sobre todo, forma­dora, cuyo influjo se extendía más allá de la misión académica. Una de ellas comunica: "Teníamos diecisiete años y la señorita Stein nos daba clase de alemán. En realidad nos daba de todo ... Diariamente la veíamos arrodillada en su reclinatorio, delante del coro, durante la Santa Misa. Entonces comprendimos 10 que significa llevar perfectamente al unísono la fe y la vida" :n. Esta armonía continuaba en las demás horas del día. Se descubre en ella un ejemplo de cristiano, donde el equilibrio humano da fuer­za a su personalidad. Como escribe T. Renata, "sólo Dios sabe para cuántos fue ella ayudadora, 'consejera y guía, y a cuántos alivió en las necesidades del cuerpo y del espíritu, como ángel de caridad. Siempre tenía tiempo para los demás" 28. La caridad, como virtud suprema, es el móvil verdadero de su actuar.

El hombre y su existencia, que ya antes de la conversión la atraían y preocupaban, se convierte ahora en referencia donde ejercitar el amor; su ·corazón femenino 'está abierto a los demás, ,y las necesidades de las personas suplantan cualquier otra ur­gencia. Ha descubierto d amor y su importancia para la vida cristiana, por eso debe obrar en consecuencia, aunque la tenden­cia innata al recogimiento y al silencio se vea sacrificada. A. Lo­bato lo expresa así: "Está cerca de todos porque está lejos de buscarse a sí misma" 29.

Edith Stein era amada y admirada. La mayoría de los que la trataban creían estar delante de un ser equilibrado, intachable, superior, casi perfecto (lo que no favorecía el abordarla). Podía dar la impresión de pertenecer a otra clase de seres que no par­ticipa de la naturaleza débil que acompaña a los demás. Alguna de las alumnas dirá "que la hubiera preferido con algún defec­to" 30. Lo que se puede deducir de todo esto, es que desde el primer día de la regeneración tomó en serio la nueva vida. Los posibles errores, propios y ajenos, no hay necesidad de drama­tizarlos. Escribiendo a una escolar comentará: "No solamente eres tú quien comete a diario muchas equivocaciones, esto lo

'I1 T. RENATA, O. o., p. 85. 28 T. RENATA, O. O., p. 83. 29 A. LoBATO, O. O., p. 178. 30 H. GRABE', O. O., p. 57.

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hacemos todos. Pero el Señor es paciente y rico en misericordia. El puede sacar provecho en su Providencia de nuestras faltas, si las ponemos sobre el altar" 31. La fe católica le ha enseñado a confiar en Dios más que en los esfuerzos o méritos propios.

La vida teologal va adquiriendo dominio en su alma, y Dios ocupa el puesto principal en su persona; simplemente se consi­dera "un instrumento del Señor. A quien se me acerque, quisiera conducirle a El" 32. Con el bautismo toma una resolución: vivir en plenitud la vida cristiana abandonándose a la voluntad di­vina. Este principio regirá su comportamiento y modo de pen­sar. El corazón no se satisface con el ordinario desenvolverse de la moral común; aspira a más, a entregarse a la persona que colme sobradamente todo su ser (alma, corazón, vida ... ). La vida reHgiosa se le presenta como el lugar propicio donde des­plegar sus anhelos.

Quizá haya que achacar al espíritu individualista el que, a la conversión de Edith Stein le siguiese el deseo de consagrarse inmediatamente a Dios. Concibe la vida cristiana ,como relación personal entre Dios y el hombre singular. Quiere vivir "sólo" para Dios; otra actividad es juzgada de distracción. Su primer director espiritual, if más tarde Santo Tomás le hacen ver el error de tal consideración. Cae en la cuenta de que Dios se vale de muchos medios en su plan de salvación (sobre todo de los hom­bres). Poco a poco la Iglesia, como comunidad y lugar de ma­nifestación del amor divino, entra en su horizonte. Por inclina­ción natural sus pretensiones se encaminan "instintivamente" a la vida de silencio y de recogimiento. La oración tiene peso preponderante en la jerarquía de valores. Una de las razones por la que se oponían a que Edith Stein se consagrase a Dios era que el "mundo" necesitaba su ciencia, su pedagogía y, sobre todo, su testimonio 'cristiano 33. Las aspiraciones de Edith cris­tiana encuentran, no una solución satisfactoria, pero sí un am­biente ,favorable, al residir en conventos de religiosas.

Aunque las puertas de la vida religiosa no le son abiertas,

31 E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen. Erster Tell 1916-1934, Friburgo, 1976, p. 98 (Carta del 17-VIII-1931).

32 E. STEIN, O. c., p. 77 (Carta del 19·XII·1930). 33 otras razones que se suelen aducir es que el ingreso en la vida religiosa in­

mectiatamente después de la conversión serfa un nuevo golpe demasiado duro para la familia, sobre todo para su madre. Además que la prudencia aconseja el no acelerar los pasos, y dejar un tiempo de consolidación de la fe cristiana y someter a prueba la vocación religiosa.

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no por eso se desalienta. La dedicación a Dios también es po­sible desde su ser de cristiana. Las tareas del mundo no son im­pedimento para una oración intensa, más bien, el frecuente trato con Dios anima e ilumina el resto de su actividad. Durante su estancia en Espira, acomodarse al horario de las dominicas es algo connatural; lleva una vida de piedad no inferior al de las religiosas. A pesar de no sentirse del todo satisfecha del lugar que ocupa, su espíritu, sin embargo, goza de paz y tranquilidad. Paulatinamente está descubriendo su puesto en el organismo vivo de la Iglesia; mientras tanto se esfuerza por vivir en plenitud cada momento del presente. "Puede parecernos la forma de vida presente, escribe en 1930, no la más adecuada -en el fon­do, qué sabemos nosotros-o Pero estamos aquí y ahora para trabajar por nuestra salvación y la de los que se nos han con­fiado; de esto no hay ninguna duda" 34. Para esto está en la Igle­sia, para la salvación de todos.

Cuando en los últimos años de profesora en Espira, comien­za la serie de conferencias por Europa, su vida espiritual sigue inalterada; el lugar concedido a Dios es inamovible. Afirma T. Renata que "-el punto de gravedad de su vida era Dios y no la podía mover ni el aplauso ni el vituperio de los hombres. Cual­quiera que le hablase podía vislumbrar al instante que ella más tarde o más temprano se consagraría totalmente a Dios" 35. Por­que la naturaleza le había dotado de un 'espíritu penetrante e insaciable, no se contenta con pequeñas devociones, "se nutre de teología pura" 36. La seriedad del carácter no permite "jugar" con las cosas importantes. El lugar que ha conquistado en el pueblo de Dios quiere llenarlo al máximo, aprovechando todas las posibilidades, permaneciendo en comunión con Dios. La res­ponsabilidad ante el don ofrecido, obliga al empeño de profundi­zarlo cualitativa y cuantitativamente. La fe compromete al amor, y en él se completa.

El retraso de la entrada en el claustro le resulta doloroso, más 10 acepta. "Una de las características más notables de Edith, escribe H. Graef, era su perfecta docilidad a la Iglesia y a cual­quiera que representase su autoridad; no opone ninguna objec­ción, si bien la obediencia le parece penosa" 37. Le es penosa

34 E. STEIN, O. c., P. 60 (Carta del 16·!I·1930). 35 T. RENATA, O. C., p. 91. 3ó H. GRAEF, O. C., p. 60. 37 H. GRAEF, O. C., p. 75.

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porque se ve obligada a 'conjugar una actividad pedagógica o científica con unas exigencias espirituales que piden ser colma­das. Cuando le preguntan cómo puede resolver tanto trabajo y tener tiempo para la oración, responde: "Lo que es preciso ha­cer es buscarse un rincón silencioso en el que se pueda tratar con Dios, como si no existiera otra cosa en el mundo y esto dia­riamente" 38. Seguramente que Teresa ha sensibilizado su paladar a este 'gran manjar, y desde entonces acude a él con asiduidad.

Desde el bautismo piensa 'en la vida religiosa, y en concreto en el Carmelo. Las circunstancias y la Providencia la obligan a postergar el abandono del mundo. Externamente aparenta una cristiana más; en su interIor, sin embargo, corre una vida espi­ritual nada inferior a la de los consagrados oficialmente. Sin profesar públicamente los votos, vive con no menos perfección los consejos evangélicos; el seguimiento de Cristo orienta sus deseos. N o en valde casi siempre ha residido entre religiosas, acomodándose a vida y ,horarios.

III. LAS EXIGENCIAS DEL EVANGELIO

La prohibición de enseñar en Alemania a los judíos y la per­secución que contra éstos se desata, acelera los pasos y aumen­ta el deseo de consagrarse definitivamente en la Orden del Car­men por parte de Edith Stein. A todos los motivos, hasta ahora anotados, del interés por la obra carmelitana cabe añadir el de los sufrimientos que sus hermanos de raza comienzan a soportar. De nuevo se encuentra con la cruz, y decide abrazarla con todas las consecuencias. Sabe que la salvación de su pueblo sólo es posible a través de la cruz de Cristo, a ella se une y, tras la "im­potencia de un influjo directivo, veo más claramente, son pala­bras de Edith Stein, la urgencia del propio holocausto" 39. A la eficacia del apostolado, opone el valor de una vida consumada por entero en Dios. Con el ingreso en el Carmelo, otra cosa no se propone Edith Stein, sino donarse enteramente a Cristo partici­pando en su pasión y muerte en favor de los hermanos perse­guidos.

38 Palabras de Edlth Steln citadas en T. RENATA, O. e., p. 97.

39 Palabras de Edlth Steln en W. HERBSTRITH, O. e., p. 162.

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En unos folios donados a la M. Teresia Renata en la N avi­dad de 1938, Edith Stein comenta los momentos inmediatamente anteriores a su entrada en el Carmelo de Colonia 40. En ellos se lee cómo al quedar sin profesión en 1933, ve la ocasión para pedir la admisión en la comunidad de Colonia. Se le había ofre­cido un puesto 'en América del Sur; cuando esta proposición llega, otra decisión ha tomado. El 20 de abril de 1933 le comunican que no puede continuar dando clases, y poco después sale a flote la idea: "¿No será ya tiempo, por fin, piensa la profesora, de irme al Carmelo? Desde hacía doce años era el Carmelo mi norte. Desde que en el verano de 1921 había caído en mis ma­nos la 'Vida' de nuestra Santa Madre y había puesto fin a mi ansiedad y búsqueda de la verdad. Cuando recibí -el bautismo en el año nuevo de 1922 pensé que aquello era sólo una pre­paración para mi ingreso en la Orden" 41. La espera se hizo larga y dura. Por fin el 14 de octubre de 1933 entra 'como postulante en el ansiado carme10 de Colonia. Cuenta con cuarenta y dos años de edad, doce de católica, una carrera filosófica excelente, diversos años de magisterio, y un ánimo grande de entregarse totalmente a Dios por la salvación de los suyos y de toda la hu­manidad. Es ahora ,cuando ocupa el puesto que le pertenece: el Carmelo c.on su vida de oración y sacrificio.

Edith Stein sabe 10 que le espera. Al igual que cuando la conversión, ahora, la vocación religiosa será origen de dolor y desesperación por parte de la familia. La herida del primer golpe estaba casi cicatrizada, más este segundo viene a abrirla de nue­vo. Si la entrada en la Iglesia les parece Ca los familiares) in­comprensible, abrazar el estado religioso 10 consideran un absur­do y una "traición". No obstante, Edith Stein, que tanto ha lu­chado por conseguir la meta, no encuentra obstáculo que la haga desistir. Cuando por fin la madre le hace la esperada pregunta de qué va a hacer con las monjas, Edith no puede responder otra cosa sino: "Vivir con ellas" -y comentará-: "Siguió una lucha desesperada ... Desde aquel momento se perdió la paz. Un peso oprimió toda la casa. De vez en cuando mi madre me dirigía un nuevo ataque, al que seguía nueva desesperación en el silencio" 42.

40 Estas hojas llevan por título «Wie ieh in den Kiilner Karmel kam», con fecha IV domingo de Adviento, 18 de diciembre de 1938. La recoge íntegramente T. RE' NATA, Edith Stein, pp. 129-145.

41 E. STEIN, Wie ieh in den Kiilner ... , en T. RENATA, O. e., p. 133, 42 E. STEIN, O. e., PP. 105-106.

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Semejante escena había tenido lugar once años antes; 'COmo en aquella ocasión, también en ésta, la incomprensión salta a la vista y el enfrentamiento es inevitable; más ninguno cede.

La cruz que había pedido cargar sobre sus hombroscomien­za a pesar, pero está sostenida por su fuerte fe en la voluntad divina y ciertas comprensiones humanas. En una de las primeras cartas desde la nueva dirección, describe los momentos previos y su luoha interna: "Fue para mí un consuelo y un fortalecimien­to en las últimas semanas y días, el que alguien me asegurase la firme creencia en mi vocación. Pues en el entorno más próxi­mo únicamente veía gran dolor, frente al cual mi marcha apa­reda como una crueldad inconcebible" 43. La magnitud de los padecimientos~n la benjamina de la casa aumentan ante la im­posibilidad de hacer comprender a los suyos su situación. Entran en conflicto el amor filial y las exigencias radicales del evan­gelio. Quince días después de la entrada en clausura escribe a una amiga: "Unicamente pude irme con la firme confianza en la gracia divina y en la fuerza de nuestra oración" 44. La fe y la oración se van a ·constituir a partir de ahora en los únicos puntos de apoyo de la atormentada vida que le espera.

Encerrarse en clausura no equivale a abandonar a los suyos en momentos delicados. Más que nunca se siente unida a su pue­blo y eHge el mejor modo deestarles cerca y correr la misma suerte. Abraza la vida carmelitana por un motivo "esencialmente sobrenatural, dice Bortone: La oferta de sí misma a Dios por la salvación espiritual del pueblo hebraico" 45. La vocación reli­giosa acentuó aún más su sentido de pertenencia al pueblo judío: toma conciencia de su origen y raza, y se entrega a ellos. Aunque perseguido, se siente orgullosa del porvenir de ese pueblo al que también perteneció Cristo. Sólo Dios conoce los momentos de angustia que comienzan a sacudir su espíritu, y que no la aban­donarán hasta el último latir del corazón.

Desde que Dios aparece en la vida de Edith Stein, se cons­tituye en pesadilla constante para la hebrea convertida. Dios y sólo Dios orienta su persona, se esforzará por hacer de la exis­tencia un "vacío", un silencio, que sólo puede ser ocupado por el Dios-Amor. Edith Stein es consciente de que el Carme10 no

43 E. STEIN, Selbstbildnis in Briejen. Erster Teil 1916·1934, p. 155 (Carta del 18-X-1933).

44 E. STEIN, O. e., p 156 (Carta del 31-X-1933). 45 E. BORTONE, O. e., p. 116.

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es otra cosa que "soledad transida d~ Dios, según escribe T. Re­nata. Porque todo apetito se extingue en él y toda voz se apaga en su silencio. Es un vado, sin nada que no sea Dios. Dios sólo es Todo en todo" 46. La tierra fértil elegida por esta mujer y designada por el Eterno para el cultivo de su fecundo espíritu no podía ser otra que la obra de Teresa.

El Carmelo es, pues, su "puesto" en la Iglesia. Sólo aquí se encuentra a sí misma y puede realizarse plenamente. "Yo estoy ahora en el lugar al que pertenecía desde hace mucho" 47. Y per­tenecía como origen de vocación (Teresa) y como finalidad a la que tiende (sólo Dios), y confesará: "Siempre me pareció como si el Señor me tuviera reservado algo que sólo podía hallar en el Carmelo" 48. Rodeada de las hermanas y del ambiente de si­lencio, se siente feliz y privilegiada de gozar de tanta paz y tran­quilidad interior. Se le concedió la mayor gracia a la que aspi­raba: "Vivir en el santuario más íntimo de la Iglesia" 49; ser digna de tal privilegio orienta sus decisiones. Ciertamente había apuntado alto, osaba desafiar dificultades y riesgos para intro­ducirse en la dichosa aventura del seguimiento radical de Cristo a través del silencio, de la oración y del sacrificio. Se considera "esposa del Cordero" 50 con la única preocupación de agradar al "Esposo" en todo momento.

En 1917 la cruz de Cristo en la casa Reinach había fasci­nado a Edith Stein. Desde entonces quedó grabada en su interior despertando anhelos d~ seguimiento. Leyendo a Santa Teresa tuvo la oportunidad de comprobar el éxito de las almas que se donan totalmente a Cristo. Al entrar en el Carmelo tropieza con un maestro de espíritu que marcará sus pasos en la vida espiri­tual: San Juan de la Cruz. Las obras de este doctor son el ali­mento propicio para su insaciable espíritu. Las exigencias y rea­lidad del evangelio están formuladas por el primer carmelita de modo claro y tajante, como lo prefiere el alma de la postulante. Fruto de este encuentro será la última obra de Edith Stein, el testamento espiritual, que dejará sin acabar al ser deportada en 1942 51 • Al referirse a este escrito J. M. Dubois comenta:

... T. RENATA, O. c., p. 150. 47 E. STEIN, O. C., p. 157 (Carta del 20-XI-1933). 48 Palabras de E. Stein citadas en T. RENATA, O. C., p. 149. 49 E. STEIN, O. C., p. 148 (Carta del 27-VIII-1933). 50 W. HERBSTRITH, O. c., p. 199. 51 El escrito lleva por titulo «Kreuzeswissenschaltll (La ciencia de la Cruz).

Está dividida en tres partes, de las que desarrollará únicamente dos; la tercera

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"Aquí se descubren las afinidades que han llevado a Edith, filó­sofa cristiana, a elegir por maestro al doctor místico del Carmelo. En efecto, ella encuentra ~n la obra de San Juan de la Cruz, fundamentada sobre una ontología del espíritu, la respuesta exis­tencial a toda su búsqueda interior" 52. El "todo" y la "nada" no la asustan; vacío, oscuridad, purificación, desnudez, etc., son acogidos de buena gana por este espíritu emprendedor. El santo le ofrece expresamente lo que hasta ahora nadie había conse­guido eficientemente: una visión clara del proceso espiritual del cristiano y del religioso, desde los inicios hasta el final. La trans­parencia de conceptos y la sistematización de la materia cautivan a Edith Stein; se dispondrá a seguir a Cristo a través del ma­gisterio sanjuanista.

La escuela carmelitana enseña el camino para acercarse a Cristo, para ello "aprovecha todos los momentos de su oración y de su trabajo, escribe W. Herbstrith; para irse asemejando a su Señor crucificado" 53. La cruz, que en principio se le presen­tó como misterio y enigma, se ha convertido en fuerza motriz y meta a alcanzar. No es simplemente a Cristo a quien se con­forma, sino al Cristo crucificado a quien se une. Edith Stein ve en la cruz la clave interpretativa del mensaje cristiano y de su propia vida.

La vida de comunidad es una gracia, pero también motivo de sufrimiento. Aquí el fino orgullo y el ,carácter individualista de la convertida sufren su primera purificación. Compartir con los otros y ceder la voluntad, no le resulta a Edith Stein nada fácil; es uno de los sacrificios más duros de superar. Cuando ya lleva unos años en el claustro escribe: "Uno no puede conocer verdaderamente sus faltas, sino viviendo en comunidad. Cuando uno vive solo, se hace ideas falsas sobre sí mismo. Esto sólo constituye ya una inestimable ventaja de la vida conventual" 54.

En una vida religiosa severa y tomada en serio, como hará Te­resa Benedicta de la Cruz 55, cada momento del día es una oca-

apenas está iniciada. Es el Intento de una Interpretación de San Juan de la Cruz a la luz de la Cruz; a partir de ésta, quiere dar sentido a la vida y doctrina del santo.

52 M. J. DUBOIS, L'itineraire philosophique et spirituel d'Edith Stein, en «Revue Thonllste», 73 (1973), 203.

53 W. HERBSTRITH, O. e., p. 207. 54 Palabras de E. Steln citadas en H. GRAEF, O. e., p. 147. 55 Con la prOfesión religiosa Edlth Steln toma nombre nuevo, «Teresa» por la

santa española, «Benedicta» por su devoción a S. Benito y «de la Cruz» porque en ella ve el sentido de su existencia.

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sión para practicar la virtud, para seguir a Cristo ,Y para superar el egoísmo.

"Sigue pobre a Jesús, dice W. Herbstrith, pobre, pequeña, impotente, crucificada con su propia impotencia, no puede ofre­cer a Dios sino su amor ... Todo se 10 ha quitado: profesión, fama, personas amigas, es más, hasta la propia familia, y Edith siempre ha dicho que sí. Este sí incondicional a la divina volun­tad es el fundamento de su propia alegría y gratitud" 56. La car­melita no puede renunciar al sacrificio porque ella misma ha elegido seguir al Cristo de la cruz, y porque se siente mediadora de la salvación de su pueblo. Para Edith Stein, oración y sacri­ficio tienen valor apostólico y eficacia directa; en ellos ve el mejor modo de prolongar la redención de Cristo, pues a través de los mismos es más fácil configurarse con el Redentor. "Debe morir con Cristo, escribe en la última obra, y con él resucitar: morir con la muerte del sufrimiento que dura toda la vida, con la negación de sí mismo como obra de cada día y, si se tercia, con la muerte sangrienta del martirio por la defensa del Evan­gelio" 57. El don de de sí misma que le fue requerido al momento de la conversión, ahora es exigido con mayor radicalidad. Re­nunciar a la actividad científica no le importa; comunica a la madre T. Renata: "Lo que vale no es la humana labor, sino la pasión de Cristo. Participar en ésta es mi deseo" 58.

Aflora un continuo progreso en las aspiraciones del alma de esta mujer: de la vocación cristiana a la vocación carmelitana, y de ésta a la vocación a la cruz, o mejor a Cristo crucificado. No se conforma simplemente con "colaborar" a la obra reden­tora, quiere "participar" en sus posibilidades a los sufrimientos de Cristo. Sabe que unida a El, su cruz y oración adquieren valor y fuerza infinitos. Su .fe se ha desarrollado sin cesar, y el amor es vivido heroicamente. Se alimenta de esperanza: esperanza de ser digna del lugar que ocupa, esperanza de responder a la Ua­mada divina, y esperanza de la salvación de su pueblo. La vida teologal alcanza límites inesperados; es el espíritu quien gobierna a la persona toda. Se confiesa instrumento en las manos de Dios.

Con el seguirse d~ los acontecimientos y de las experiencias espirituales, Edith ve cada vez más claro la finalidad salvífica

56 W. HERBSTRITH, O. e., p. 182. 51 E. STEIN, La ciencia de la Cruz, p. 39. 58 Palabras de E. Steln citadas en T. RENATA, O. e., p. 136.

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de su sacrificio, pero desconoce el "cómo" se verificará en con­creto su cruz personal. La ,cruz voluntariamente aceptada por la carmelita no tarda ~n aparecer en su más dolorosa realidad. Los cinco años transcurridos en Colonia (1933-1938) son vivi­dos por Edith Stein bajo -el signo de la cruz; desde el claustro sigue los sucesos trágicos de los no-arios. En 1938 el futuro nada prometedor hace temer por su vida y la de las hermanas de hábito. Opta por el sacrificio personal en favor de la comunidad; el último día de este año se despide de las hermanas y pasa la frontera holandesa hasta -el Cm'melo de Eoht. Se puede decir que a partir de esta fecha comienza su Vía Crucis.

Abandonar una casa que tan maravillosamente la había aco­gido y a la que generosamente se había entregado, fue un duro golpe, un peso de la Cruz fatigoso de llevar. Una vez más la fidelidad a la fe y los impulsos de la caridad "imponen" renun­cias casi inhumanas: dejar la familia carmelitana. Más el espí­ritu está acostumbrado, en parte, a tales sacrificios; en todo ello ve la voluntad divina que exige "todo", y comienza por privarle del claustro en el que había encontrado el lugar ideal, su "patria". La purificación de Edith Stein, su ascensión al Monte Carmelo, aún no ha llegado a su culmen, y Dios la quiere vacía de todo.

El primero de enero de 1939 llega al Carmelo de Echt. Mas pensar en las atrocidades que están soportando los suyos es causa de angustia y tormento; procurará no manifestar exteriormente lo que su interior está sufriendo. Son años (1939-1942) "de pro­funda conmoción psíquica y de total entrega a la voluntad divi­na" 59. Unicamente en la cruz de Cristo halla explicación, a la vez que apoyo, a la humillación infligida a su pueblo. Con la marcha a Holanda el peso de la cruz no desaparece, más bien aumenta: estar lejos de los que sufren, y no poder hacer nada (humanamente) por ello es causa de nuevo dolor. Ya en 1927 decía en una carta: "Esto debemos aprender: ver a los otros llevar su cruz y no podérsela tomar. Es más difícil que nevar la propia" 60. Seis años más tarde aconseja a una amiga: "El cami­no del sufrimiento es -el más cualificado para la unión con el Señor" 61, por eso ha elegido este medio, y Dios no se lo ha negado.

fIJ W. HERBSTRITH, O. c., p. 241. 60 E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen. Erster Teil 1916·1934, p. 53 (Carta del 12·

X-1927). 61 E. STEIN, O. C., p. 145 (Carta del 26-VII-1933).

4

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El traslado a Echt pone a prueba la madurez de la vida es­piritual y humana de la carmelita. Lo acepta con alegría; podía lamentarse o buscar consuelo, no lo intenta porque su experien­cia le dice, "que el que impone la cruz sabe hacer dulce y ligero su peso" 62. La subida del Monte no termina aquí. A finales de 1939 los alemanes invaden Holanda, por lo que las sombras de la persecución amenazan también al Carmelo de Echt. El año 1941 es vivido con especial tensión por la carmelita hebrea: había comenzado la deportación en masa de los judíos, y teme la expulsión de la clausura. Su interior sufre, más no se des­compone; sigue anclada al principio que hasta ahora ha man­tenido viva y segura la fe: "No se haga mi voluntad sino la tuya", y comenta T. Renata: "Con esta disposición entra Sor Benedicta en la última fase de su vida" 63. Estamos a finales de 1941, la persecución y malos tratos se agudizan; se intenta el traslado de Edith Stein (y de su hermana Rosa) a un Catmelo de Suiza. No llegarán los permisos. En este año comienza a escribir su testa­mento espiritual, la obra sobre San Juan de la Cruz con motivo del IV -centenario de su nacimiento. La doctrina del santo es una luz 'en la noche oscura de la .fe por la que está atravesando la escritora. El estudio de San Juan de la Cruz la atrae y la llena de tal manera, que en abril de 1942 escribe serena: "Abando­nemos todo llenos de confianza a la Providencia y dediquémonos tranquilamente a nuestros deberes" 64. Era Dios quien había to­mado el gobierno de su alma. La vida espiritual había alcanzado el máximo de lo que puede aspirar: la coincidencia perfecta en­tre la voluntad divina y la humana.

Incluso los intentos por salvar la vida de Edith Stein envián­dola a Suiza, son realidades que hacen más pesada la cruz. Pero esta carmelita está por encima de estas cosas, y así se lo comu­nica a una amiga cuatro días antes de ser deportada: "No me pondría triste si no llegase (el permiso). No es ninguna pequeñez tener que abandonar por segunda vez una querida .familia con­ventual. Pero lo acepto como Dios lo disponga" 65.

Por .fin llegó el día .fatal, pero previsible; el 2 de agosto de 1942. Edith Stein es obligada a dejar el convento por la policía

62 E. STEIN, Selbstbildnis in Brieten. Zweiter Teil 1934·1942, p, 127 (Carta del 16·XII-1938).

63 T. RENATA, O. e., p. 219. 64 E. STEIN, O. e., p. 172 (Carta del 7-IV-1942). 65 E,STEIN, O. e" p. 175 (Carta del 29·VIl-1942).

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alemana. Es transportada al campo de concentración de Amest­fort (Holanda), juntamente con Rosa, su hermana. Estarnos to­cando la cima del Monte, y el peso de la Cruz es casi agotador, más mientras se soporta la cruz es señal de que hay vida. La muerte no es ,temida por Edith Stein, ella misma se ha ofrecido corno víctima por su pueblo, a ejemplo de Esther intercediendo por su gente: "Yo soy una pobre, impotente y pequeña Esther, escribe Edith Stein, pero el rey que me ha elegido es infinita­mente grande y misericordioso" 66. Este es su consuelo y espe­ranza.

Desde hace tiempo esta hija de Israel intuía su futuro y su final. La conformidad con Cristo debía ser total. El ofrecimiento de sí misma fue aceptado, la víctima juzgada digna de tal sacri­ficio. Al entrar en ~l campo de concentración último, Auschwitz, para la carmelita, como para muchos de sus acompañantes, "se acabaron las incertidumbres; Dios ha aceptado el sacrificio. En compañía de sus hermanos y hermanas judíos va a recorrer hasta el fin el 'camino del Calvario" 67. Las esperanzas están puestas en la otra vida, y no en los recursos humanos. El camino largo y penoso ha desembocado en el vértice del Monte; pronto la cruz será alzada y la víctima inmolada. Porque sabe lo ineficaces que a veces resultan las palabras y el apostolado externo, se ha ofre­cido a llevar la cruz de Cristo y a dar su vida por los que no le conocen; es consciente de que el Señor ha tomado su vida por la de otros muchos 68.

El 9 de junio de 1939 -preveyendo cercana la muerte­redacta su testamento, en el que, entre otras 'cosas, puede leerse: "Ya desde ahora acepto la muerte que Dios me ha destinado, con total sumisión a su santísima voluntad y con alegría. Pido al Señor que se digne aceptar mi vida y mi muerte para honra y gloria suya ... " 69. Tres años tardó la ofrenda en llegar al altar, pero ilegó a tiempo y de manera digna del todo. Cuando en la tarde del 2 de agosto tiene que salir de la clausura para no volver, dando la mano a su hermana Rosa le dice en voz baja, pero decidida: "Vamos a morir por nuestro pueblo" 70, Esta mujer fuerte no se rinde ante las adversidades; ha previsto su futuro

66 E. STEIN, O. e., p. 121 (Carta del 31·X-1938). 67 W. HERBSTRITH, O. e., p. 291. 68 cr. E. STEIN, O. e., p. 121 (Carta del 31-X·1938). 6. Palabras de E. Stein citadas en W. HERBSTRITH, O. e., p. 253. 70 cr. W. HERBSTRITH, O. e., p. 253.

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y está dispuesta a conquistarlo. Es la última prueba a la que Dios la somete, y responde como siempre lo ha hecho: pronta y generosamente.

Por fin todo se ha cumplido según la voluntad de Dios; el 9 de agosto de 1942 entrega su alma a Dios al morir en la cá­mara de gas del campo de Auschwitz. Cuatro días antes había escrito desde el ,campo de Westerbork: "Estamos tranquilas y contentas del todo" 71. Esta expresión puede traducirse en su "consummatum est" dirigido al Padre. Ha hecho cuanto estaba a su alcance: ha cumplido la voluntad de Dios, y ahora todo lo pone en sus manos, la vida pasada y la muerte que le espera. Se dirigió a la muerte, dice N. Sarale, "callando, orando, aman­do, sin juzgar a nadie. El misterio de la Cruz es misterio de Amor, y por eso de silencio y de alegría, suceda lo que suceda" 72.

Recibe la muerte con el saludo victorioso: "Ave Crux, spes uni­ca" 73. ¡\Ihora que se le descubre en toda su realidad y crudeza el "cómo" de su cruz, no retrocede, al contrario, se abraza a ella para seguir a Cristo en "todo". Tanto a uno como a otra, no le fue ahorrado un final 'cruel, inhumano.

La muerte en la cámara de gas del campo de Auschwitz fue la puerta de entrada al lugar merecido en la Iglesia celeste, des­de donde intercede por todas aquellos que buscan la Verdad y no se dan por satisfechos hasta conseguirla.

71 E. STEIN, O. C., p. 176 (Carta del 4·VIII·1942). 72 N. SARALE, Ora como in uno specchio. L'itinerario religioso di Edith Stein,

Eugenio Zolli, Alphonse Gratry, Sofia Swetchine, Turín, 1975, p. 28. 73 E. STEIN, O. C., p. 167 (Carta probablemente de diciembre de 1941). En la bio·

grafía de la M. T. Renata, dicha carta se la sitúa como proveniente del campo de concentración de Westerbork, entre el 4 y el 7 de agosto de 1942.