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Eduardo Galeano - Mujeres

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A menos de un mes de la muerte de Eduardo Galeano llega a las librerías "Mujeres", editado por Siglo XXI, un libro en el que el escritor uruguayo traza breves semblanzas de una serie de personajes femeninos que lo han deslumbrado por su determinación, desobediencia constante y fragilidad, como Roxa Luxemburgo, Eva Perón, Marilyn Monroe y Rita Hayworth, entre otras.

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  • bib l ioteca eduardo galeano

  • Galeano, EduardoMujeres.- 1 ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015.240 p.; 21x14 cm.- (Biblioteca Eduardo Galeano)

    ISBN 978-987-629-544-4 1. Narrativa. I. TtuloCDD U863

    Eduardo Galeano 2015, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

    Diseo de portada: Tholn KunstIlustracin de portada: artesana en Olinda, Brasil, imagen reproducida con permiso de

    ISBN 978-987-629-544-4

    Impreso en Artes Grficas Color-Efe// Paso 192, Avellanedaen el mes de mayo de 2015

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina // Made in Argentina

    grupo editorialsiglo veintiuno

    siglo xxi editores, mxicoCERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310 MXICO, DFwww.sigloxxieditores.com.mx

    siglo xxi editores, argentinaGUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINAwww.sigloxxieditores.com.ar

    anthroposLEPANT 241, 243 08013 BARCELONA, ESPAAwww.anthropos-editorial.com

  • Leolo, el personaje de la bellsima pelcula de Jean-Claude Lauzon, asediado por la locura y el horror, se repeta:

    Porque sueo, no estoy loco,porque sueo, no lo estoy...

    Galeano nos narra un mundo loco, pero lleno de dignidad y sueos.

    Esta seleccin deba hacerse, pues, a travs del sueo y de la poesa.

    Cada mujer representa a todas las mujeres. To-das ellas nos salvan de la locura.

    Porque Galeano escribe, yo sueo,porque sueo, no lo estoy.

  • 7Sherezade

    Por vengarse de una, que lo haba traicionado, el rey degollaba a todas.

    En el crepsculo se casaba y al amanecer enviudaba.

    Una tras otra, las vrgenes perdan la virginidad y la cabeza.

    Sherezade fue la nica que sobrevivi a la primera noche, y despus sigui cambiando un cuento por cada nuevo da de vida.

    Esas historias, por ella escuchadas, ledas o imaginadas, la salvaban de la decapitacin. Las deca en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin ms luz que la luna. Dicindolas senta placer, y lo daba, pero tena mucho cuidado. A veces, en pleno relato, senta que el rey le estaba estudiando el pescuezo.

    Si el rey se aburra, estaba perdida.Del miedo de morir naci la maestra de narrar.

  • 8Fundacin de la novela moderna

    Hace mil aos, dos mujeres japonesas escribieron como si fuera ahora.

    Segn Jorge Luis Borges y Marguerite Yourcenar, nadie nunca ha escrito una novela mejor que la Historia de Genji, de Murasaki Shikibu, magistral recreacin de aventuras masculinas y humillaciones femeninas.

    Otra japonesa, Sei Shnagon, comparti con Murasaki el raro honor de ser elogiada un milenio despus. Su Libro de la almohada dio nacimiento al gnero zuihitsu, que literalmente significa al correr del pincel. Era un mosaico multicolor, hecho de breves relatos, apuntes, reflexiones, noticias, poemas: esos fragmentos, que parecen dispersos pero son diversos, nos invitan a penetrar en aquel lugar y en aquel tiempo.

  • 9La pasin de decir (1)

    Marcela estuvo en las nieves del Norte. En Oslo, una noche, conoci a una mujer que canta y cuenta. Entre cancin y cancin, esa mujer cuenta buenas historias, y las cuenta vichando papelitos, como quien lee la suerte de soslayo.

    Esa mujer de Oslo viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundacin y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujera. Y as ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va.

  • 10

    Tituba

    En Amrica del sur haba sido cazada, all en la infancia, y haba sido vendida una vez y otra y otra, y de dueo en dueo haba ido a parar a la villa de Salem, en Amrica del norte.

    All, en ese santuario puritano, la esclava Tituba serva en la casa del reverendo Samuel Parris.

    Las hijas del reverendo la adoraban. Ellas soaban despiertas cuando Tituba les contaba cuentos de aparecidos o les lea el futuro en una clara de huevo. Y en el invierno de 1692, cuando las nias fueron posedas por Satn y se revolcaron y chillaron, slo Tituba pudo calmarlas, y las acarici y les susurr cuentos hasta que las durmi en su regazo.

    Eso la conden: era ella quien haba metido el infierno en el virtuoso reino de los elegidos de Dios.

    Y la maga cuentacuentos fue atada al cadalso, en la plaza pblica, y confes.

    La acusaron de cocinar pasteles con recetas diablicas y la azotaron hasta que dijo que s.

    La acusaron de bailar desnuda en los aquelarres y la azotaron hasta que dijo que s.

    La acusaron de dormir con Satn y la azotaron hasta que dijo que s.

  • 11

    Y cuando le dijeron que sus cmplices eran dos viejas que jams iban a la iglesia, la acusada se convirti en acusadora y seal con el dedo a ese par de endemoniadas y ya no fue azotada.

    Y despus otras acusadas acusaron. Y la horca no par de trabajar.

  • 12

    Las mujeres de los dioses

    1939. San Salvador de Baha

    Ruth Landes, antroploga norteamericana, viene al Brasil. Quiere conocer la vida de los negros en un pas sin racismo. En Ro de Janeiro la recibe el ministro Oswaldo Aranha. El ministro le explica que el gobierno se propone limpiar la raza brasilea, sucia de sangre negra, porque la sangre negra tiene la culpa del atraso nacional.

    De Ro, Ruth viaja a Baha. Los negros son amplia mayora en esta ciudad, donde otrora tuvieron su trono los virreyes opulentos en azcar y en esclavos, y negro es todo lo que aqu vale la pena, desde la religin hasta la comida pasando por la msica. Y sin embargo, en Baha todo el mundo cree, y los negros tambin, que la piel clara es la prueba de la buena calidad. Todo el mundo, no: Ruth descubre el orgullo de la negritud en las mujeres de los templos africanos.

    En esos templos son casi siempre mujeres, sacerdotisas negras, quienes reciben en sus cuerpos a los dioses venidos del frica. Resplandecientes y redondas como balas de can, ellas ofrecen a

  • 13

    los dioses sus cuerpos amplios, que parecen casas donde da gusto llegar y quedarse. En ellas entran los dioses y en ellas bailan. De manos de las sacerdotisas posedas, el pueblo recibe aliento y consuelo; y por sus bocas escucha las voces del destino.

    Las sacerdotisas negras de Baha aceptan amantes, no maridos. El matrimonio da prestigio, pero quita libertad y alegra. A ninguna le interesa formalizar boda ante el cura o el juez: ninguna quiere ser esposada esposa, seora de. Cabeza erguida, lnguido balanceo: las sacerdotisas se mueven como reinas de la Creacin. Ellas condenan a sus hombres al incomparable tormento de sentir celos de los dioses.

  • 14

    Ventana sobre la palabra (4)

    Magda Lemonnier recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaos, y las guarda en cajas. En caja roja guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia.

    A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrir.

  • 15

    Profecas (1)

    En el Per, una maga me cubri de rosas rojas y despus me ley la suerte. La maga me anunci:

    Dentro de un mes, recibirs una distincin.Yo me re. Me re por la infinita bondad de esa

    mujer desconocida, que me regalaba flores y augurios de xito, y me re por la palabra distincin, que tiene no s qu de cmica, y porque me vino a la cabeza un viejo amigo del barrio, que era muy bruto pero certero, y que sola decir, sentenciando, levantando el dedito: A la corta o a la larga, los escritores se hamburguesan. As que me re; y la maga se ri de mi risa.

    Un mes despus, exactamente un mes despus, recib en Montevideo un telegrama. En Chile, deca el telegrama, me haban otorgado una distincin. Era el premio Jos Carrasco.

  • 16

    Voces de la noche

    En este amanecer del ao 44 antes de Cristo, Calpurnia despert llorando.

    Ella haba soado que el marido, acribillado a pualadas, agonizaba en sus brazos.

    Y Calpurnia le cont el sueo, y llorando le rog que se quedara en casa, porque afuera le esperaba el cementerio.

    Pero el pontfice mximo, el dictador vitalicio, el divino guerrero, el dios invicto, no poda hacer caso al sueo de una mujer.

    Julio Csar la apart de un manotazo, y hacia el Senado de Roma camin su muerte.

  • 17

    La televisin

    Me lo cont Rosa Mara Mateo, una de las figuras ms populares de la televisin espaola. Una mujer le haba escrito una carta, desde algn pueblito perdido, pidindole que por favor le dijera la verdad:

    Cuando yo la miro, usted me mira?Rosa Mara me lo cont, y me dijo que no saba

    qu contestar.

  • 18

    A dos voces

    Haban crecido juntas, la guitarra y Violeta Parra.

    Cuando una llamaba, la otra vena.La guitarra y ella se rean, se lloraban, se pre

    guntaban, se crean.La guitarra tena un agujero en el pecho.Ella, tambin. En el da de hoy de 1967, la guitarra llam y Vio

    leta no vino. Nunca ms vino.

  • 19

    Ella no olvida

    Quin conoce y reconoce los atajos de la selva africana?

    Quin sabe evitar la peligrosa cercana de los cazadores de marfiles y otras fieras enemigas?

    Quin reconoce las huellas propias y las ajenas?Quin guarda la memoria de todas y de todos?Quin emite esas seales que los humanos no

    sabemos escuchar ni descifrar? Esas seales que alarman o ayudan o amenazan

    o saludan a ms de veinte kilmetros de distancia?Es ella, la elefanta mayor. La ms vieja, la ms

    sabia. La que camina a la cabeza de la manada.

  • 20

    El arte de dibujarte

    En algn lecho del golfo de Corinto, una mujer contempla, a la luz del fuego, el perfil de su amante dormido.

    En la pared, se refleja la sombra.El amante, que yace a su lado, se ir. Al amane

    cer se ir a la guerra, se ir a la muerte. Y tambin la sombra, su compaera de viaje, se ir con l y con l morir.

    Es noche todava. La mujer recoge un tizn entre las brasas y dibuja, en la pared, el contorno de la sombra.

    Esos trazos no se irn.No la abrazarn, y ella lo sabe. Pero no se irn.