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Educar para la vida Prof. Romero Miguel Ángel. Zárate - 2003 La costumbre de educar para la “cultura”.  “Precisamente ahora comprendo más que nunca lo necesaria que es una institución que haga posible la vida en común con los escasos hombres de auténtica cultura, para que se puedan encontrar en ellos guías  y estrella s que mues tren el camino.” 1  El problema educativo puede considerarse como la inquietud social por antonomasia, sea en la antigüedad clásica como en los primeros años de este nuevo milenio. Claro está que dicha preocupación, en cualquiera de sus aspectos    práctico, teórico, económico, etc.    no ejerce demasiada presión, hoy día, en el pensamiento político y mucho menos en el pensamiento filosófico. Sucede entonces que el pasaje de la inquietud  a la teoría o praxis social merece un penoso descontento, ya que la necesidad de soluciones  pedagógicas son de relevante importancia en todo momento de la vida o, mejor escrito aún, de la historia. Lamentando esta desafortunada predisposición, no demasiados pensadores, antiguos, medievales, modernos y contemporáneos han dado rienda suelta a su libre genialidad en este aspecto: la educación. Filósofos como Sócrates, Hegel, Schopenhauer, entre otros, se esforzaron, a veces, más en aprender cómo se llega a ser un buen maestro que en dominar lo que habitualmente se enseña, o se aprende. Entre aquellos que dedicaron horas y días enteros a diferentes inquietudes humanas, no puede negarse la incumbencia que el propio Nietzsche ejerce en las reacciones académicas de su época. Este romántico germano hizo hincapié en la enseñanza desde una perspectiva muy particular, perspectiva que, tal vez, en la actualidad de nuestros establecimientos educativos mantenga el rótulo de modelo pedagógico, esto es el historicismo, una cultura histórica, una educación basada en la formación de hombres “cultos”, una educación con objetivos particularmente sociales e históricos. Ahora bien, el problema tiene radical fundamento en la creencia de que una educación basada en la historia, en el aprendizaje de los acontecimientos (absolutos y universales) del hombre, genera ciertos inconvenientes para el individuo en relación con su vida, con LA VIDA. Y ¿cuáles son estos peligros a los que hace referencia Nietszche, o a los que intento esbozar mediante este trabajo? Son aquellos que directamente, en nuestro ámbito cotidiano, pueden verificase: encadenar al joven a la masa predominante, alejarlo del propio aprendizaje (experimentación personal), promover el desconocimiento de la naturaleza y, lo más preocupante, la falta de creación: “la historia es capaz de frustrar a la juventud de su más bello  privilegio, de su faculta d de implanta r en sí, en un ar ranque de fe desbordante, una gran idea y hacer que crezca y se convierta en otra idea t odavía más grande” 2  .Carecer de ideas propias, de la posibilidad genial de creación, es la mayor preocupación de aquel prematuro pensador que iniciaba su larga carrera por la filosofía. Así, será conveniente analizar, para responder a la pregunta antes mencionada, cuáles son las características de esta costumbre historicista de educar al individuo y, además, la profundización del  pensamiento nietzscheano respecto a la historia monumental, arqueológica y crítica advertirá  preliminarmente acerca de la nuclear preocup ación del escrito: le his toria y la educación. Existe, como es de esperase, una humilde correspondencia de las ideas personales con las que serán expuestas en los próximas líneas, por lo tanto, es posible que la solución al cuestionamiento inicial sea obligadamente con argumentos compartidos. El fenómeno educativo historicista puede superarse siempre y cuando la “nueva generación” (así es como Nietzsche denomina a la juventud) pueda servirse del  pasado, bajo el dominio de la vida, porque la vida es la fuerza superior y dominante (y no el puro conocimiento). 1  F. Nietzsche. “Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas”, Cuarta conferencia.. Barcelona, 2000. Ed. Tusquets Pág. 139. 2  F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 88.  

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Educar para la vidaProf. Romero Miguel Ángel. Zárate - 2003

La costumbre de educar para la “cultura”. 

“Precisamente ahora comprendo más que nunca lo necesaria que es una institución que haga posible lavida en común con los escasos hombres de auténtica cultura, para que se puedan encontrar en ellos guías

 y estrellas que muestren el camino.”1 

El problema educativo puede considerarse como la inquietud social por antonomasia, sea en laantigüedad clásica como en los primeros años de este nuevo milenio. Claro está que dicha preocupación,en cualquiera de sus aspectos –  práctico, teórico, económico, etc. –  no ejerce demasiada presión, hoy día,en el pensamiento político y mucho menos en el pensamiento filosófico. Sucede entonces que el pasaje dela inquietud  a la teoría o praxis social merece un penoso descontento, ya que la necesidad de soluciones pedagógicas son de relevante importancia en todo momento de la vida o, mejor escrito aún, de la historia.Lamentando esta desafortunada predisposición, no demasiados pensadores, antiguos, medievales,modernos y contemporáneos han dado rienda suelta a su libre genialidad en este aspecto: la educación.

Filósofos como Sócrates, Hegel, Schopenhauer, entre otros, se esforzaron, a veces, más en aprender cómose llega a ser un buen maestro que en dominar lo que habitualmente se enseña, o se aprende.Entre aquellos que dedicaron horas y días enteros a diferentes inquietudes humanas, no puede negarse la

incumbencia que el propio Nietzsche ejerce en las reacciones académicas de su época. Este románticogermano hizo hincapié en la enseñanza desde una perspectiva muy particular, perspectiva que, tal vez, enla actualidad de nuestros establecimientos educativos mantenga el rótulo de modelo pedagógico, esto es elhistoricismo, una cultura histórica, una educación basada en la formación de hombres “cultos”, unaeducación con objetivos particularmente sociales e históricos.

Ahora bien, el problema tiene radical fundamento en la creencia de que una educación basada en lahistoria, en el aprendizaje de los acontecimientos (absolutos y universales) del hombre, genera ciertosinconvenientes para el individuo en relación con su vida, con LA VIDA. Y ¿cuáles son estos peligros a losque hace referencia Nietszche, o a los que intento esbozar mediante este trabajo? Son aquellos que

directamente, en nuestro ámbito cotidiano, pueden verificase: encadenar al joven a la masa predominante,alejarlo del propio aprendizaje (experimentación personal), promover el desconocimiento de la naturalezay, lo más preocupante, la falta de creación: “la historia es capaz de frustrar a la juventud de su más bello

 privilegio, de su facultad de implantar en sí, en un arranque de fe desbordante, una gran idea y hacer quecrezca y se convierta en otra idea t odavía más grande”2 .Carecer de ideas propias, de la posibilidad genialde creación, es la mayor preocupación de aquel prematuro pensador que iniciaba su larga carrera por lafilosofía. Así, será conveniente analizar, para responder a la pregunta antes mencionada, cuáles son lascaracterísticas de esta costumbre historicista de educar al individuo y, además, la profundización del pensamiento nietzscheano respecto a la historia monumental, arqueológica y crítica advertirá preliminarmente acerca de la nuclear preocupación del escrito: le historia y la educación.

Existe, como es de esperase, una humilde correspondencia de las ideas personales con las que seránexpuestas en los próximas líneas, por lo tanto, es posible que la solución al cuestionamiento inicial sea

obligadamente con argumentos compartidos. El fenómeno educativo historicista puede superarse siemprey cuando la “nueva generación” (así es como Nietzsche denomina a la juventud) pueda servirse del pasado, bajo el dominio de la vida, porque la vida es la fuerza superior y dominante (y no el puroconocimiento).

1 F. Nietzsche. “Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas”, Cuarta conferencia.. Barcelona, 2000. Ed. TusquetsPág. 139.2 F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 88. 

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  Los renglones que a continuación descubran “la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida”,han sido elaborados gracias a la redacción de uno de los primeros escritos nietzscheanos que fueronreunidos bajo el título de “Consideraciones Inactuales”,  título que incluye cuatro de sus escritos de juventud. Vale la aclaración a razón de centrar íntimamente la cuestión educativa con la influencia de lahistoria científica, crítica que además puede encontrase en otros tantos textos de este mismo autor: LaGaya Ciencia, El origen de la tragedia, Más allá del bien y del mal, entre otros. A fin de lograr una eficaz

comprensión de lo sugerido (educar para la vida), todo nuestro trabajo tendrá como motivo esencial elrecorrido por el pensamiento crítico de F. Nietzsche y sus respectivas recomendaciones para una mejorenseñanza.

Nietzsche contra la historia.

Bajo la convicción de que cierto grado de conocimientos históricos son funestos para la energía delhombre y ruinosos para las fuerzas creadoras, Nietzsche afirma igualmente que la vida necesita de losservicios de la historia: “necesitamos la historia para la vida y la acción, no para apartarnoscómodamente de la vida y la acción, y menos para encubrir la vida eg oísta y la acción vil y cobarde”.3 Según él la historia ayuda a aquel que libra una gran lucha y que, teniendo necesidad de ejemplos, de

maestros y consoladores, no los encuentra entre sus contemporáneos. Por el contrario, la historia resultadesastrosa cuando se pone al servicio de almas productivas. Por ejemplo, si se conduce a los jóvenesartistas a las galerías de arte en vez de ponerlos en presencia de la naturaleza, o bien si se envían esasalmas, todavía no formadas, a ciudades de arte donde pierden toda confianza; en dichas circunstancias lahistoria puede hacer al hombre inepto para la vida: como “monumental”, acredita la falsa idea que existede las constelaciones históricas determinadas, susceptibles de reproducirse y que pueden hacer asínuevamente posibles en condiciones completamente diferentes lo que ha sucedido otras veces; como“arqueológico”, imponiendo el respeto a las cosas antiguas y pasadas al hombre activo se encuentra, sin poder obrar, totalmente paralizado; y finalmente, como “crítico”, por el sentimiento desalentador que hacenacer en nosotros la idea que llevamos en nuestro ser, que la hemos adquirido por herencia o por lasimpresiones de la infancia (precisamente los errores antiguos sobre los cuales quisiéramos elevarnos), laidea de que en todas partes vivimos en una lucha continua, interior entre lo viejo y lo nuevo.

Así, para poder vivir, el hombre tiene la necesidad de romper con el pasado, de aniquilarlo, pararehacerse y renovarse. Nietzsche, afirma que los “hombres cultivados” son especies de enciclopedias, queobran únicamente en conformidad con lamentables preceptos tradicionales y generalmente admitidos.

A estas consideraciones se une una queja que debía hacerse especialmente en la Alemania moderna, laqueja de ver la grandeza de los siglos pasados que pesa tan abrumadoramente, sobre los que han llegadoúltimamente, dándoles la sensación de que no son más que rezagados, productos degenerados de lasgrandes épocas, capaces ciertamente de aprender historia, pero no de crearla. Escribe Nietzsche: “Se

necesitan educadores educados, espíritus nobles y superiores que sepan afirmarse a cada momento pormedio de la palabra y por medio del silencio, seres de una cultura madura y dulcificada, no esos sabiosbrutos que el Instituto y la Universidad ofrecen hoy como nodriza superiores.” 4 Es de lamentar como lamisma filosofía haya revestido la forma de una enseñanza histórica; qué puede decirse de la necesidad dela libertad de opinión. En realidad esta libertad esta, probablemente, más bien desecha. Se logra pensar de

cien modos diferentes, pero no se logra obrar de una sola manera, y es a esto a lo que llaman civilización(adoptando ya un temperamento desconsolado), cuando en realidad no es más que  forma., mala forma, omejor dicho, una especie de “uniforme”. –  Ser “masa” como lo contrario de ser “original” –  

 Nietzsche ataca la teoría según la cual la civilización basada en la historia aparece a nuestra concienciacomo la más justa de todas. Se adora al historiógrafo que no busca más que el conocimiento puro y cuyosdescubrimientos “no arrastran consecuencias”. Se considera como imparcial al sabio que mira el pasado

3 F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 51. 4 F. Nietzsche. “El crepúsculo de los ídolos”. México, 1993. Ed. Mexicanos. pág. 72.

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como medida de las ideas preferidas por sus contemporáneos y como parcial al que no ve en esas ideas lanorma de todo; se cree como más hábil para descubrir un período del pasado aquel a quien ese período lees indiferente. Pero, en realidad, es solamente aquel que trabaja en la creación del porvenir el quecomprende lo que fue el pasado.

La educación histórica, tal como se practica actualmente (aunque no en todas las instituciones),suministra al individuo un número de impresiones que resulta de ellas una sensación de haber nacido

viejo, de una raza vieja; a esto se agrega la superstición enorme del valor y la importancia de la historiauniversal: “La historia universal es el juicio universal” –  Schiller –  ; la concepción hegeliana de la historiacomo revelación cada vez más clara de la divinidad se mantiene obstinadamente en la admiración por losresultados felices, aprobación de todo hecho realizado, por brutal que haya sido. En nuestros días todo seconsidera que está perfectamente bien con la condición de que tenga el carácter de los hechosconsumados; hasta cuando un genio muere en la más bella edad se sabe demostrar que su muertesobrevino a la hora justa. La rama de historia que nosotros conocemos está calificada de “procesomundial”; como Eduardo Hartmann, nos rompemos la cabeza a fin de poder asignarle un princi pio y unfin. En consecuencia, Nietzsche piensa (junto a S. Kierkegaard): que nadie en el mundo sabría decirte enseguida por qué existes, pero puesto que estás en él, trata de dar un sentido a tu existencia, señalándotecomo objetivo todo lo grande y noble que sea posible.

La oposición de Nietzsche contra el respeto que muestra por las masas el historiógrafo moderno, es

característica de su concepción netamente aristocrática. Su razonamiento es éste: en otro tiempo seescribía la historia desde el punto de vista de los monarcas, ahora se ha comenzado a escribir la historiadesde el punto de vista de las masas. En las últimas argumentaciones del ensayo sobre los Inconvenientesde la historia, afirma Nietzsche: “Se llama “grande”a todo lo que durante largo tiempo ha removido las

masas y, como se dice, ha sido “una fuerza histórica”. Pero ¿no significa esto confundir intencionada-mente la cantidad con la  cualidad?5  No creo que haga falta demasiada explicación aquí, claro esta que lagrandeza no depende ni del resultado ni del éxito. Ahora bien, según análisis personal, las masas no sonnunca más que una de las tres cosas siguientes: copias de grandes personalidades, copias defectuosas, o borrosas hechas con malas materias primas; resistencia contra los grandes hombres; y útiles en las manosde los grandes. Y, entonces, se designa como grande a aquel que durante algún tiempo ha puesto una masaen movimiento; a esta cualquier cosa se le llama una  fuerza de la historia. Cuando, por ejemplo, la masa bruta se ha asimilado una idea religiosa cualquiera o ha adaptado una idea a sus necesidades se decreta

grande al que ha formado esa idea. Pero considera Nietzsche que lo que hay de verdaderamente noble ysuperior no obra sobre las masas en la posteridad como en el momento de su aparición. He ahí por qué eléxito histórico, la duración y la solidez de una religión más que confirmar la grandeza de su inventor, ladebilitan.

 Nietzsche, tomando el caso de la Reforma luterana, supone que la razón principal de su éxito es la faltade civilización en la Europa septentrional. Puede comparase este caso con la antigua Grecia, en aquella seintentó en vano varias veces crear nuevas religiones; hombres como Pitágoras, Platón o quizásEmpédocles poseían cualidades de innovadores religiosos, pero los individuos estaban muy diferenciados para poder ser socorridos por una fórmula única de fe y de esperanza.

La nueva generación.  –  reflexión final –  

Daremos comienzo ahora a la exigente solución que debe adoptarse ante aquellas metodologíaseducativas (sean académicas o morales) tan poco alabadas por nuestro pensador.Luego de la comprensión nietzscheana de la historia en relación con la vida, conocemos sin mediar

dificultad alguna las razones por las cuales su convicción de que la historia, mientras sea historia, nosuministra a la humanidad el elemento educador, sano y confortable que se cree: tiene necesidad dehistoria solamente el hombre que ha aprendido a conocer la vida y que está armado para la acción; sólo

5 F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 86

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éste está en estado de servirse de ella. Para los demás la historia desempeña un papel opresor y los haceestériles, haciéndolos sentir que no son más que figuras.

El aporte de Nietzsche a este respecto es una protesta contra todo optimismo histórico, se aferra conmayor entusiasmo por la realización de una cultura “trágica”, creada por el impulso del alma de unageneración joven en la cual podría resucitar la antigüedad griega: “ (...) ¡dadme vida y yo sabré hacer de

ella una cultura! Este es el primer grito de cada individuo de esta primera generación, y con este grito se

reconocerán todos ellos entre sí”.6  A la luz de de esta generación sigue convencido de que es la educaciónlo que impide que las generaciones nuevas obren y gocen, porque quien es incapaz de concentrarse y vivirenteramente en el instante, no puede ni experimentar un sentimiento de felicidad, ni realizar actossusceptibles de hacer felices a los demás. Sin la posibilidad de sentir de una manera antihistórica, no hayfelicidad.

Hemos encontrado, luego de una breve reestructuración de la doctrina nietzscheana, la necesidad o el por qué de una educación para la vida; empero surge una nueva cuestión que merece un aplicado interés yes saber quién puede (o debe) formar a esta nueva generación de jóvenes, teniendo en cuenta, claro está, la plena costumbre de los formadores actuales –  subordinados al régimen político y social  –  de masificar yculturizar a sus enseñados. Aquí, también, nos serviremos del propio Nietzsche cuando responde a estanueva inquietud que ningún dios y ningún ser humano le dará aquella vida (educación), sino su propia juventud. Es reluciente la firme confianza en la  juventud que este pensador desarrolla en varios de sus

escritos, sin embargo vale aclarar que tanto el comienzo del análisis como estos últimos renglones hansido construidos sobre cimientos más bien cosmológicos que pedagógicos. Pero tanto en un aspecto comoen otro puede llegarse a la misma reflexión: la vida es la fuerza dominante, porque cualquier conocimientoque destruya la vida, al mismo tiempo se destruirá a si mismo. “El conocimiento presupone la vida y tiene

el mismo interés en el mantenimiento de la vida que tiene todo ser en la continuación de la propiaexistencia”7   Así, la nueva generación se basará tan solo en su potencia activa que lucha, discrimina yanaliza sirviéndose del pasado, bajo el dominio de la vida, en aquel triple sentido antes citado:monumental, anticuario y crítico. Será pues que cada individuo deberá organizar el caos que tiene en sí,concentrándose en sus verdaderas necesidades. Aprenderá, entonces, por propia experiencia, que la fuerzasuperior de la naturaleza moral es lo que permitió a las antiguas civilizaciones (griegos) la victoria sobretodas las otras culturas.

En síntesis, Nietzsche, juzgaba el exceso de estudios históricos nocivo para la vida y especialmente

negativos para las personas débiles, no suficientemente vigorosas para valorar la historia respecto a símismas y llevadas, por tanto, a modelar su propia personalidad conforme al pasado. Podemos concebir, endefinitiva, a la vida como una potencia no histórica, a la cual la consideración histórica es extraña ysubordinada.

Bibliografía. 

   Nietzsche, F. “Más allá del bien y del mal”. Madrid, 2000. Ed. El Ateneo

   Nietzsche, F. “Consideraciones Inactuales”. Barcelona, 1997. Ed. Óptima.

   Nietzsche, F. “El crepúsculo de los ídolos”. México, 1993. Ed. Mexicanos.

   Nietzsche, F. “Sobre nuestras instituciones educativas”. Barcelona, 2000. Ed. Tusquets.

  Verneaux, R. “Historia de la Filosofía contemporánea”. Barcelona, 1980. Ed. Herder.

  Paci, Enzo. La Filosofía contemporánea”. Buenos Aires, 1963. Ed. Universitaria de Buenos Aires. 

6 F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 91. 7 F. Nietzsche. “Consideraciones Inactuales”, Segunda consideración. Barcelona, 1997. Ed. Óptima. pág. 92. 

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