Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

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    h toorrai

    B I B L I O T E C A

    8

    Perry A nderson, Geoff Eley, A nthony Giddens,

    Bry an D. Palmer, W illiam H . Sew ell, Jr

    y El len Meiks ins Wood

    E P T h o n i p s o n

    diálogos y

    controversi s

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    Los capítulos de Geoff Eley, W illiam H. Se well Jr. y Ellen M eiksins W ood fueron origi-

    nalmente publicados en Harvey J. Kaye y Keith McLelland (eds.),

    EP Thom son. Cri t i-

    cal P erspectives ,

    1990. El capítulo de Bryan D. Palmer apareció en

    Social H is tory,

    vol. 38/2 (1993). El capítulo de Anthony Giddens forma parte de

    Socia l Theory and

    Modern Sociology,

    1987. Y el capítulo de Perry A nderson fue originalmente pu blicado

    en

    London Review of Books,

    21'de octubre de 1993.

    Í N D I E

    Presentación de José A. Piqueras

    7

    Traducc iones de

    Marina Sanchis (G. Eley, E. M. W ood, P. Anderson)

    M. Ferrandis Garrayo (W . H. Sewell , i r .)

    Teresa Casado (B. D. Palmer)

    José Carazo (A. G iddens)

    Geoff Eley

    Edward Thompson, historia social y cultura

    polí tica: la formación de un espacio públ i -

    co de la clase obrera, 1780-1850

    W illiam H . Sewell, Jr.

    Cómo se forman las clases: reflexiones crí-

    t icas en torno a la teor ía de E. P. Thom p-

    son sobre la formación de la clase obrera

    19

    7 3

    Ellen M eiks ins W ood

    Entre las f isuras teór icas: E. P . Thom pson

    y e l debate sobre la base y la superes truc-

    tura

    Bryan D. Palmer

    La teor ía cr í t ica, el m ater ialismo histór ico

    y e l supues to f in del marxismo: re torno a

    La miseria de la teoría

    A nthony Giddens

    F u era de l mecan ic i smo : E . P . Th o mpso n

    sobre conciencia e historia

    Perry Anderson

    Diario

    Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira-Valencia

    Fundación Insti tuto de Historia Social

    Cas a de l a Mis e r i co rd ia , 3 4

    46014 Valencia

    Los autores, 2008

    Diseño

    Estudio Paco Bascuñán

    I m p r i m e

    Artes Gráficas Soler , S. L.

    La Olivereta, 28 46018 Valencia (España)

    ISBN

    978-84-95484-86-4

    Depósito legal

    V. 1.762 - 2008

    Foto cubierta

    La libertad de prensa,

    g rabado an ó n imo ( 1 7 9 7 )

    Bilsliothéque Nationale, París

    1 1 5

    153

    201

    23 1

    5

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    resentación

    expertos. Y Thom pson, a través de su obra y de las impugnaciones

    que la toman co mo pu nto de referencia beligerante, respetando sus

    argum entos, continúa siendo para los historiadores sociales un va-

    lioso auxiliar a la hora de ilum inar problemas y de pen sar explica-

    ciones his tóricas . Pues con Thom pson, el his toriador podría hacer

    lo que és te escr ib ió en su b iograf ía de W il liam M orris , qu ien en

    lugar de esforzarse por ser marxis ta, dijo, se congratulaba de que

    Marx estuviera con ellos en el mo vimiento socialista .

    J o s É A P I Q U E R A S A R E N A S

    Universi ta t Jaume I

    E D W A R D T H O M P S O N H I S T O R I A S O C I A L Y C U L T U R A P O L Í T I C A : L A F O R M A C I Ó N

    D E U N E S P A C I O P Ú B L I C O D E L A C L A S E O B R E R A , 1 7 8 0 - 1 8 5 0

    Geoff Eley

    T

    A

    tradición que existe entre los historiadores de teorizar sobre

    la formación de los estados y el desarrollo polít ico es mu y po-

    bre. La m ayoría parece satisfecha con una categoría de lo pol í tico

    concebida de m anera limitada, una noción del proceso p olítico al-

    tamente institucionalizada y un m odo de análisis narrativo relacio-

    nado pr inc ipa lmente con l as e lecc iones , par t idos y par lamentos .

    Inc luso, a pr ior i , se desprec ian las cues t iones teór icas bás icas .

    Desde el carácter del Estado y sus relaciones con la economía y la

    sociedad civil , pasando por los procesos d e articulación de intere-

    ses y la form ación de bloqu es sociales , has ta e l equi libr io ent re

    coacción y consen so en el sistema de gobierno, los potenciales pa-

    ra conform idad y oposición, y las bases de cohesión del orden so-

    * Esta es una versión abreviada y revisada de un ensayo que apareció origi-

    nalmente en

    A rchiv für Soz ialgeschischte,

    XX I (1981), pp. 427-457, bajo el t í tulo,

    Replanteándose lo Po lí t ico: Historia Social y C ultura Polí t ica en la G ran Bretaña

    de los siglos xvm y xix . La versión anterior contenía extensos debates de las es-

    fe ras públ icas de l s ig lo xvm y de l rad ica l ismo p opular ent re los años 1790 y

    1830, que han sido omit idos en el presente texto. Por lo demás he intentado tener

    en cuenta algunas de las discusiones sin alterar la estructura básica del razona-

    miento.

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    eof f Eley

    cial, los rasgos inherentes a la cultura política nacional rara vez se

    t ra tan como ta l es .

    Los historiadores británicos no son ni mejor ni peor que otros

    en este sentido. Los mejores debates sobre el desarrollo político

    b r i tá n i c o e n l o s a ñ o s 6 0 — c o m o e l h a b i d o e n t r e E d w a r d T h o m p s o n

    y Per ry A nd erson-Tom Nairn— no provienen d e l ámbi to d e l o f ic io ,

    teniendo un impacto muy escaso en el discurso autocomplaciente

    de la historia política británica) En cambio, se ha canalizado la

    energía hacia controversias más particularizadas y mucho menos

    in t imid ato r ias para l os l ími tes convencion al es d e l d ebate en l a d is -

    c ip l ina , ta les com o l a na tu ra l eza d e l os par t id os a pr inc ip ios d e l s i -

    glo xvm, el conflicto entre

    laissez

     aire

    y el intervencionismo del

    Estado a mediados del siglo xix o los orígenes del Estado de bien-

    estar. En este sentido, la enorme expansión de la historia social no

    ha sido de gran ayuda ya que la mayoría de historiadores de lo so-

    cial ha sido notoriamente indiferente al mismo tipo de cuestiones:

    ' Para el intercambio en cuest ión, la serie de ensayos en

    New Lef t Review y

    The S ocialist Register

    durante 1964-1966, ver Richard Johnson, Barrington Moo-

    re, Perry Anderson, and English Social Development , en Stuart Hall

    et al. (eds.),

    Culture, Med ia, Language,

    Londres, 1980, pp. 48-70; Kei th Nield, A Symptom a-

    t ic Dispute? Notes on the relat ion between Mandan theory and historical pract ice

    in Bri tain , en

    Social Rese arch,

    47 (1980), pp. 479-595; Perry Anderson,

    A rgu-

    ments W ithin English Marxism,

    Londres, 1980. Recientemente Anderson ha vuel-

    to a las tes is or iginales en The Figures of Descent ,

    New Left Review,

    1 6 1

    (1987), pp. 20-77, con la subsecuente crí t ica de Michael Barrat t Brow n, Aw ay

    with All the Great Arches: A nderson's history of Bri t ish capi tal ism ,

    New Left Re-

    view,

    167 (1988) , pp. 22-51. Ver también Philip Corrigan y Derek Sayer,

    The Great

    Arch. English State Formation as Cultural Revolution,

    Oxford, 1985; Geoffrey

    Ingham,

    Capitalism Divided: The City and Industry in British Social Develop-

    ment,

    Londres , 1984; y David Suga rman , Law, Econom y and the Sta te in En-

    gland , 1750-1914: some major i ssues , en D av id Sugarman (ed . ) ,

    Legality, Ideo-

    logy and the State,

    Londres /Nueva York , 1983, pp . 214-266 . De nu evo , e s tos

    contribuyentes más recientes son más sociólogos que historiadores por su forma-

    ción. De la misma forma , no ha habido práct icamente debate sobre

    Social Origins

    of Dictatorship and Democracy

    (Harmondsworth, 1966) de Barrington Moore Jr .

    entre los historiadores bri tánicos —en c omparación co n la historiografia alemana,

    donde Moore ha sido fundamental durante los últimos veinte años—.

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    1

    un interés en la extensión de la acción de gobierno (como las Le-

    yes del Pobre, la legislación en educación o el derecho penal) ra-

    ramente ha desembocado en una reflexión más sistemática sobre

    las formas del poder del Estado. De nuevo, las contribuciones pa-

    recen venir de autores que por afiliación profesional no son estric-

    tamente historiadores.'

    Al mismo tiempo, la historia social de finales de los años 60

    desarrolló un importante potencial en este sentido. En particular,

    se amplió el reconocimiento del lugar de lo político en la vida

    social, pasando el análisis del ruedo institucional de partidos y

    otras instituciones públicas, al campo de la sociedad y la cultu-

    ra . Por entonces esto estaba conectado con propuestas sobre esti-

    los de vida alternativos y subjetividad radical, y con la populari-

    dad de la teoría desviacionista, la idea de alienación y las lecturas

    d el joven M arx , l íneas que a l a rgo p l azo d ieron l ugar a l aná l i s i s fe -

    minista, al florecimiento de los estudios culturales y a la apropia-

    ción de Gramsci y otros teóricos culturales. Potencialmente esto

    cimentó l a po l í t ica d e manera más pro fund a en un con tex to soc ia l ,

    conf i r iend o a l as re l ac iones soc ia l es y a l a v id a co t id iana un nuevo

    sentido político. Nuestra interpretación del poder, la dominación y

    l a au to r id ad —y sus pos ib l es fuen tes d e res is tenc ia— se t rans fo rm ó

    gracias a estos planteamientos. La historia social estaba engen-

    drando una concepción radicalmente desinstitucionalizada del

    proceso político, cuyo impacto en la historia política era poten-

    cia lmente enorme.

    H as ta es te m om ento ta l es pos ib i lid ad es han ten id o una repercu-

    s ión l imi tad a en l a prác t ica d e l os h is to r iad ores soc ia l es y po l í t icos .

    Ver la obra producida bajo los auspicios del curso del Centre for Contem po-

    rary Cultural Studies de Birm ingham y la Open Universi ty State and Society :

    Mary Lang an y B i ll Schwarz (eds . ) ,

    Crisis in the British State, 1880-1930,

    Lon-

    dres, 1985; Gregor McLennan, David Held y Stuart Hall (eds.) ,

    State Society in

    Contempormy Britain,

    Cambridge, 1984. Ver también David Nicholls, Fract ions

    of Capital: the Aristocracy, the City and Industry in the Development of M odern

    Brit ish Capitalism ,

    Social History,

    13 (1988) , pp. 71-83, que también es u na

    contribución más al debate mencionado en la nota 1.

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    eoff Eley

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    3

    Una m anera de con ectar lo con el s ig lo xvi ii es a t ravés del con-

    cepto de 'espac io públ ico ' . Como propuso Jürgen Haberm as , é s te

    es un espac io que media en tre la soc iedad y e l Es tado , en e l que

    lo públ ico se o rgan iza a s í m ismo com o e l portador de l a opin ión

    pública ? Se originó a finales del s iglo xviii con el aume nto de la

    participación política y de la cristalización de los ideales de ciuda-

    danía, una consecuencia de la lucha contra el absolutismo (o, en el

    caso br i tánico , que permi t ió e l for ta lecimiento de la mon arquía

    constitucional) y un intent5 de transforma r la arbitrariedad en au-

    to r idad rac ional , su je ta a l escru t in io de l a c iudadanía o rgan izada

    en un cuerpo público bajo la protección de la ley. Se relacionó con

    la demanda de un go bierno representativo y una constitución libe-

    ral , junto con las l ibertades civiles básicas ante la ley (expresión,

    prensa, reunión, asociación, conciencia y rel igión, habeas corp us,

    e tc . ) . Soc ia lmente , nac ió de las asp i rac iones de una burguesía

    triunfante y con conciencia de su iden tidad, cuyas funciones eco-

    nómicas y estatus social implicaban una agenda de transformacio-

    nes acumulativa.

    En este sen tido, e l espacio público derivó sólo parcialmente de

    las demandas intencionadas de los reformad ores y de su articula-

    c ión en e l gobierno . Es m ás , bás icamente requ ir ió l a t rans forma-

    ción previa de las relaciones sociales , su condensación en n uevas

    disposiciones institucionales y la generación de un nuevo discur-

    so polí tico, social y cul tural alrededor de este en torno cam biante.

    Jürgen Haberm as , The Publ ic Sphere ,

    New German Critique,

    3 (1974),

    p. 49. Haberm as presentó originariamente su tes is en

    Strukturwandel der Offentlich-

    keit,

    Neuwied , 1962, su pr imera y m enos conoc ida obra en e l mundo de habla in -

    g lesa . Pa ra un es tud io sobre su acogida ve r Mete r Hohendahl , C r i t ica l Theory ,

    Publ ic Sphere , and Cul ture : Jürgen Habermas and h is C r i t ic s ,

    New German Cri-

    tique,

    16 (1979), pp. 89-118. Se ha seguido ex plorando estas ideas en una serie de

    libros de John Keane, aunque sorprendentemente incluyendo muy poco debate so-

    bre el propio

    Strukturwandel: Public Life and Late Capitalism,

    Cambridge, 1984;

    Democracy and Civil Society,

    Londres , 1988; y

    Civil Society and the State. New

    European Perspectives,

    Londre s , 1988 . MIT P re ss ha p rome t ido sa c a r una t ra duc -

    ción de Strukturwandel

    para 1989.

    Los impulsos políticos

    programáticos y de l iberados emerg ieron

    con m ás fuerza donde los procesos subyacen tes de desarro llo so-

    cial es taban reestructurando el contexto general de comunicación

    socia l. E l espac io públ ico presupuso es ta mayor acum ulac ión de

    camb ios socio-cul turales . Se relacionó con la expansión d e la cul-

    tura urbana de provincias como el novedoso escenar io para una

    vida pública organizada localmente, con una nueva infraestructu-

    ra de com unicación social ( incluyendo la prensa y o t ros m edios

    l iterarios , el aumento de un pú blico lector, la m ejora del transpor-

    t e y de cen t ros de social ización adaptados ta les como los cafés ,

    l as tabernas y los c lubes ) y con u n nuevo u n iverso de asoc iac ión

    volun tar ia . Al m ismo t iempo, es tas nuevas condic iones se acom -

    pañaron de u n resurgimiento d e la pol í tica parlamentaria, origina-

    r ia de l a década de 1760 y que fue asen tándose du ran te los a r ios

    siguientes.4

    El nac imien to de un espac io públ ico requ ir ió también de un a

    transformac ión de las relaciones de autoridad. Por decirlo de otro

    modo, la reconstitución de la autoridad a través de las modalida-

    Es t e a r gum e n t o s e ha d e sa rr o l la d o d e m a ne r a m á s e x t e nsa e n E l e y , R e -

    thinlc ing the Polit ical , pp. 428 ff. Está basado en una am plia li tera tura secundaria ,

    de los que los más impor tan tes son los s igu ien tes esc r i tos : John Brewer , Com -

    merc ia l iza t ion and Pol i tic s , y J .H . P lumb, Com merc ia l iza t ion and Soc ie ty , en

    Nie l McKen dr ick , John Brew er y J .H . P lumb,

    The Birth of a Consumer Society,

    Lon dres , 1982 , pp . 197-262 y 265-334; Pet er Borsay, The Eng l i sh Urban Re-

    na isssance : The Deve lopment o f P rovinc ia l Urban Cul tura c . 1680-c . 1760 ,

    So-

    cial History,

    2 (1977) , p p . 581-604 ; P . J . C or f ie ld ,

    The Impact of English Towns,

    1700-1800,

    Oxford , 1982; John Brewer ,

    Party Ideology and Popular Politics at

    the Accession of Geroge

    Ca mbridge , 1976 ; John Bre we r , E ng l i sh Ra dic a l ism

    in the Age of George III , en J.G.A. Pocock (ed.),

    Three British Revolutions:

    1641, 1688, 1776,

    Pr inceton, 1980, pp . 265-288; Linda Co l l ey,

    In Defiance of

    Oligarchy: The Tory Party, 1714-1760,

    Cambr idge , 1982; John Money,

    Experi-

    ence and Identtity. Birmingham and the West Midlands, 1760-1800,

    Manchester,

    1977; Nicholas Roge rs , The Urban Opposi t i on t o Whig Ol igarchy, 1720-60 ,

    en Margare t Jacob and Jam es Jacob ( eds . ) ,

    The Origins of Anglo-American Rad-

    icalism,

    Londres , 1984 , pp. 132-148; y L inda Col ley , W hose Nat ion? C lass and

    National Consciousness in Britain 1750-1830 ,

    Past & Present,

    113 (1986) ,

    pp. 97-117.

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    eof f Eley

    des institucionales e ideológicas del espacio público provocó que

    se reem plazara l o que en té rm inos br i tán icos d e l s ig lo X VIII impl i -

    caba la existencia de una estructura previa de paternalismo de la

    gentry.

    A d em ás , s i esa es t ruc tu ra d e re lac iones hegem ónicas es taba

    en decadencia para ser reemplazada de modo gradual e irregular

    por otra (la cultura política parlamentaria organizada alrededor de

    un nue vo t ipo d e re l ac iones en t re e l gobierno c en t ra l y l oca l con e l

    poder social de las clases dominantes), ¿cómo iban las masas a

    reintegrarse en esta nueva situación? ¿cuáles fueron las conse-

    cuencias para el orden público? ¿cuál fue el equilibrio entre me-

    d ios conci l iad ores y repres ivos? ¿cóm o se d i r ig ió l a labor d e l a re -

    novación ideológica? ¿cuáles fueron los recursos de las clases

    populares y con cu án to éx i to se mov i l izaron para l a res is tenc ia?

    Teniendo en cuenta estas consideraciones, quiero utilizar el

    trabajo de Edward Thompson para reflexionar acerca de algunos

    aspectos de la cultura política británica de los siglos XVIII y xix.

    En pr imer l ugar , qu iero d es tacar l a propia con t r ibución d e Thomp-

    son al tema combinando y yuxtaponiendo su obra del siglo

    XVIII

    con la más temprana

    La formación de la clase obrera.

    A reglón

    seguido trataré de desarrollar un razonamiento sobre ciertos ras-

    gos del cartismo como movimiento popular nacional que critica la

    visión de la formación de la clase obrera propuesta por Thompson

    en la época pre-cartista. En particular, este último argumento ne-

    cesita de una atención más focalizada en la organización política

    nacional y en el papel de la política para la creación de un senti-

    miento de colectividad de clase. Concluiré con algunas observa-

    ciones generales acerca del problema de la conciencia y la forma-

    ción de la clase obrera.'

    A pa r te de

    The Making of the Working Class,

    Londres, 1963, los escritos re-

    levantes de Thompson son los s igu ien tes : T ime , W ork-d iscipl ine , and Indus t ria l

    Capita lism ,

    Past & Present,

    38 (1967) , pp . 59-97; The Mora l Econom y of the

    Engl ish Crowd in the E ighteenth Century ,

    Past & Present,

    50 (1971) , pp . 76-

    131; Roug h Music : l e char ivar i angla i s ,

    Annales E.S.C.,

    27 (1972) , pp . 285-

    312; Pa t r ic ian Soc ie ty , P lebe ian Cul ture ,

    Journal of Social History,

    7 (1973-

    1974) , pp . 382-405; An thropology and the Di sc ip li ne of Hi s tor i ca l Con text ,

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    5

    II

    A grandes líneas, la obra de Thompson ha tratado de la cultu-

    ra popular en un sentido neo-antropológico suave y generalizado

    que ha sacrificado el debate de las cuestiones políticas por la con-

    tinua búsqueda de la historia desde abajo . Esto, junto con una

    presun ta fa l ta d e a tenc ión a l a econom ía , con t r ibuyó d uran te l a d é -

    cada de 1970 a difundir la acusación de culturalismo .

    6 Sin em-

    bargo, tanto en su obra anterior como posterior, el propio Thomp-

    son pone espec ia l a tenc ión en am bas d imens iones — la po l ít ica y l a

    económica— mientras que las conceptualizaciones por él elegidas

    dejan mucho espacio para el debate resulta completamente impro-

    cedente acusarle de simple negligencia. En particular, su explora-

    ción de las prácticas tradicionales del siglo XVIII se ha ido locali-

    Midland History,

    1 (1972) , pp . 41-55;

    Whigs and Hunters: The Origin of the

    Black A ct,

    H a r m o n d s w o r t h , 1 9 7 5 ; T h e C r i m e o f A n o n y m i t y , e n D o u g l a s H a y

    et al.

    (eds.),

    A lbion 's Fatal Tree. Crime and Society in Eighteenth-Century En-

    gland,

    Harm ondsw or th, 1975, pp . 255-344; The Gr id of Inher i t ance: A Com -

    ment , en Jack Goody, Joan Thir sk y Edward Thompson ( eds . ) ,

    Family and Inhe-

    ritance. Rural society in Western Europe, 1200-1800,

    Cambridge, 1976, pp.

    328-360; E ighteenth Century Engl ish Soc ie ty : C lass s t ruggle w i thout C lass? ,

    Social History,

    3 (1978) , pp . 133-166; y

    Folklore, Anthropology, and Social His-

    tory,

    Brighton, 1979.

    6

    Ver Richard Johnson , Edward Thompson, Eugene Genovese , and Soc ia l i s t-

    Humanist History ,

    History W orkshop Journal,

    6 (1978), esp. pp. 90 ff. , y dos tex -

    t os de l mi smo autor : Cul ture and the Hi s tor ians , y Three Prob lemat i cs : Ele-

    ment s of a Theory of W orking-c lass Cul ture , en John Clarke , Chas Cr i t cher y

    Richard Johnson ( eds . ) ,

    Working-class Culture. Studies in History and Theory,

    Londres, 1979, pp. 41-76, 201-307. Para el subsiguiente debate, ver las contr ibu-

    ciones de S tuar t Hal l , R ichard Johnson y e l mi smo Thom pson a l Cul tura l i sm:

    De ba te s a round

    The Poverty of Theory ,

    en Raphae l Sam uel ( ed . ),

    People 's His-

    tory and Socialist Theory,

    Londres , 1981 , pp. 375-408; y Susan Magarey , Tha t

    Hoary Old Chestnut, Free Will and Determinism: Culture

    vs.

    Structure , or History

    vs.

    Theory in Br i ta in ,

    Comparative S tudies in Society and History,

    29 (1987) ,

    pp. 626-639. Ver también Gregor McLennan , E .P . Thompson and the D isc ipl ine

    of His to r ic a l Con te x t , e n R ic ha rd Johnson

    et al.

    (eds.),

    Making Histories. Studies

    in History-writing and Politics,

    Londres, 1982, pp. 96-130.

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

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    26

    eof f Eley

    zando de m anera progresiva en el análisis de la descomposición de

    l a economía de poses ión , cons t itu ido por un denso nexo soc io-

    económ ico de derechos de uso coincidentes —las costumbres de

    herencia, la real idad de lo que se estaba hered ando, el carácter de

    la econom ía, las normas señoriales o sobre los usos de la t ierra , la

    Ley de Pobres—.7 Uno de los p r inc ipa les logros de Thom pson ha

    sido el de insistir en el hecho que en sociedades concretas, lo cul-

    tura l inf luye direc tamen te en las re lac iones económ icas y de

    merca do, o mejor dicho, que la actividad productiva se inserta en

    un denso tejido de prácticas tradicionales . A pesar de que sus pri-

    meras incurs iones en e l s ig lo xvnt com binaron , s in duda , con de-

    masiada fac i lidad las par t i cularidades de un capi ta li smo ag rar io

    transformado con la noción típica ideal de una econom ía tradicio-

    nal paternalista , ésta ya no es una crít ica razonable. '

    Adem ás , en e l desar rol lo de es te an ál is i s de la lógica de las

    prácticas agrarias capitalistas arraiga un razonam iento estimulante

    e innovador referen te a la naturaleza del Estado del siglo xvitt . Al

    proceder de u na disolución parcial e irregular de la autoridad legí-

    t ima loca lmente espec if icada — el v ie jo pa terna l ismo en un m o-

    mento de crisis — y en la ausencia de un fuerte estado burocrático

    bajo el modelo continental , Thompson sugiere que la dom inación

    política se localizó, en primer lugar, en una hegemo nía cultural y

    sólo en segundo lugar en una expresión del poder f ísico (militar) o

    económ ico . Al carecer de un aparato policial o militar centraliza-

    do, con la Iglesia debil itada com o instrumento provee dor de con-

    formidad, la clase dominante no tuvo m ás opción que tolerar cier-

    ta efervescencia en lo que se refiere a mov imientos populares . En

    Whigs and Hunters

    Thompson a lega conv incentemente que e l me-

    dio de l a dominación hegem ónica e ra l a reg la de l a ley , no como

    un m e r o i ns tr ume nt o de p o de r de c l a se s i no c omo una un i da d

    ' Thompso n, The Grid of Inheritance , pp. 328, 342 y 347.

    V e r T h o m p s o n , T h e M o r a l E c o n o m y , y e l c o m e n t a r io d e E l iz a b e t h F o x

    Ge nove se , T he Ma ny Fa c es o f Mora l E c onomy ,

    Past & Present,

    58 (1973), pp.

    161-168. Según Patric ian Society, Plebeian Culture , ésta ya no era la cuestión.

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    7

    compleja y relativamente autónoma de funciones

    contradictorias,

    al mismo tiempo coactivas, instrumentales y desconcertantes pero

    también re strictivas, equitativas dentro de c iertos l ímites y, por lo

    tanto, legit imadoras:

    La hegem onía de la

    gentry

    y la ar is tocracia del s ig lo xviu

    se expresó, ante todo, no con fue rza m ili tar , no en los miste-

    r ios de un sacerdocio o de la prensa , incluso no en la coacción

    económ ica , s ino en l os r i tua les d e l es tud io d e l os jueces d e

    paz, en las

    quarter 

    essions,

    en la pompa de los

    assizes

    y en el

    theatre

    de Tyburn.

    Éste fue un legado especí f ico del s ig lo xvn, que defendió s i -

    mul táneamente los derechos d e propiedad con tra l a a rb i t ra r iedad

    de las incursiones reales , y gracias a esta virtud otorgó un medio

    de resarcimiento potencial a los más hum i ldes , a saber , los no-

    propietarios que pudieron disfrutar de derechos sobre la propie-

    dad o derechos de uso agrario nim ios cuya definición era inconce-

    bible fuera de las formas de la ley .

    La cuestion tiene enorm es implicaciones para nuestra interpre-

    tación del Estado del siglo xviti ya que, en base a este razonam ien-

    to, las funciones del poder de Estado habrían pasado de u n aparato

    central a una reciprocidad inestable entre una man o de obra libre a

    medias y una

    gentry

    parcialmente paternalista , entre una sociedad

    patricia y una cultura plebeya . Dicha reciprocidad de relaciones

    entre

    gentry

    y pueblo fue p ermitida —en este sentido

    determinada—

    por la propia debil idad del Estado. Ésta úl tima se caracterizó por

    una incapacidad para uti l izar la fuerza con prontitud, por una bene-

    volencia ideológica hac ia las libertades del súbdito y por u na bu-

    rocracia super f ic ia l y t an p lagada de s inecur i smo, paras i t i smo

    y

    clientelismo que apenas contaba con un a presencia independiente .

    La l ibertad del pueblo fue, de hecho, el precio que la aris tocra-

    cia y la

    gentry

    pagaron por una mo narqu ía l imitada y un Es tado

    débi l . Proporcionó el contex to es t ructural cent ra l para la reci-

    procidad de relaciones entre gobernantes y gobernados . Por con-

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

    8/29

    siguiente, la naturaleza del s is tema polí tico no se puede com pren-

    der sin adentrarse más allá de los pasillos de W estminster, en el te-

    r r i to r io de una h is to r ia soc ia l no po l it izada que de fo rma habi-

    tua l se abandona a legrem ente . Los h is to r iadores po l í ticos que se

    dedican a l s ig lo xvm ignoran po r comple to es te con texto . Com o

    dice Thom pson: definir e l control en términos de hegemonía cul-

    tural no es abandonar tentativas de an álisis sino preparar el an álisis

    desde los puntos en que este debería de plantearse: en las imáge-

    nes del poder y la autoridad, y en la mental idad pop ular de subor-

    dinación .

    9

    La impo r tancia de la obra de Thom pson en lo que ahora nos

    concierne se puede resumir como sigue. En primer lugar, y como

    ya se ha ins inuado , lo que Thompson propone es una revis ión ra -

    dical de nues t ra in terpretación del proceso pol í t ico . A p esar de

    que su propio enfoque forma l sea la cul tura , es tá explícitamen -

    te motivado por el interés que demu estra tanto por las dis locacio-

    nes sociales del desar rol lo capi ta li s ta como po r las formas cam -

    biantes del poder del Es tado. De h echo, su obra ha ido abr iendo

    brechas s is temáticamente e n l a an t igua f ron tera disc ip linar ia en-

    t re lo po l í tico y lo soc ia l , p reocupándose pr inc ipa lmente por

    la s bases camb iantes de la dominac ión pol í t ica , inte rés para e l

    que e l vocabular io conceptua l de l aná l is is g ramsciano ( heg e-

    mon ía ) resu l ta comple tamente apropiado . En es te sen t ido , n i l a

    práctica del gobierno (la expansión de la estabil idad polí t ica, el

    auge y ca ída de l a o l igarqu ía

    whig)

    ni l a expans ión de l a cu l tu ra

    pol í tica provinc ia l pueden debat i rse adecuadam ente s in explorar

    procesos más am pl ios de negociación ideológica popular de los

    que norm almente se engloban e n la mayor ía de h i s tor ias pol í t i-

    cas. 1

    9

    Citas como sigue: Thom pson, Patric ian Society, Plebeian Culture , pp. 387

    y 403;

    y Whigs and Hunters,

    pp. 262 y 264.

    '° Tanto Brewer,

    Party Ideology and Popular Politics,

    como Money,

    Experien-

    ce and Identity,

    están cerca de satisfacer esta necesidad. Ver también Nicholas Ro-

    En segundo lugar , l a emergencia de un públ ico burgués o de

    clase media no se definió nunca únicam ente por la lucha contra el

    absolutismo, sino que también trató necesariamente los problemas

    de la contención popular. Hasta ese punto el espacio público se

    def ine menos como e l logro espec íf ico c las is ta y au tónom o de l a

    ciudadanía burguesa que com o el escenar io es t ructurado donde

    t iene lugar la disputa cultural e ideológica —esto es, el do minio pú-

    blico donde la autoridad se constituye com o legí tima y se expo ne

    a la rev is ión popula r , tanto dent ro como fuera de los términos

    aceptados del discurso dado—. En este sentido, e l tra tamiento qu e

    Thompson hace del pueblo t i ene que ver pr incipalmente con la

    problemática del espacio p úblico. Las tres caracterís ticas que dis-

    t inguen la acc ión popular de l s ig lo xvm para Thom pson —la t ra -

    dic ión anónim a, e l cont ra tea t ro de la amenaza y la sedic ión, la

    acción d i recta de la m ul t itud— proporcionan los mater ia les que

    Brew er utilizó para crear una estructura alternativa de la polít ica

    posteriormente.

    En tercer lugar, la visión del f lorecimiento de un público ple-

    beyo en el espacio que deja un Estado débil y no burocrático con-

    t iene un só l ido argum ento en lo qu e se re f ie re a l a par t icu lar idad

    de la historia inglesa si la compa ramos, p.e . con Francia o A lema-

    nia, l igando la interpretación de la Guerra civil como Revolución

    inglesa. Esta tesis fue desarrol lada de manera convincente en los

    primeros escritos de Thompson du rante la década de 1960. En este

    sentido la conexión con la idea de espacio público de Habermas se

    mue stra de forma m ucho m ás clara, ya que el imperio de la ley en

    el siglo xvm consistía en un legad o específico de las luchas del si-

    glo xvii contra la arbitrariedad de la realeza que, entre otras co sas,

    sirvió de cimiento para la autoridad legí tima del acaudalado bajo

    gers, Aristocratic Clientage, Trade and Independency: Popular Polit ics in pre-Ra-

    d ica l W estmins te r ,

    Past & Present,

    61 (1973), pp. 70-106; Rogers, Popular

    Protes t in Ear ly-Hanover ian London ,

    Past & Present,

    79 (1978) , pp . 70-100; y

    John Brewer y John Styles (eds.),

    A n Ungovernable People: The English and their

    Law in the Seventeenth and Eighteenth Centuries,

    Londres, 1980.

    28

    eoff Eley

    Edw ard T hom pson, historia social y cultura política

    9

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    eof f Eley

    dward Thompson, historia social y cultura política

    1

    la majestuosidad y neutralidad de la ley. El radicalismo del siglo

    xvii también inauguró una serie de tradiciones intelectuales que

    volvieron a emerger con fuerza en los arios 70. Lo que no resulta

    tan claro es cómo estas ideologías formales (p.e. la tradición dis-

    crepan te d e l p ro tes tan t i smo rad ica l , o l a id ea d e l d erecho na tu ra l

    del hombre inglés) influyen en el concepto más reciente de

    Thompson de cultura plebeya generalizada.

    En cuarto lugar, la sofisticada concepción de lo político de

    Thompson está en completa continuidad con su celebrado análi-

    sis de la formación de la clase obrera en Inglaterra. Hay, en esta

    obra más temprana, un énfasis a ultranza en la importancia de las

    determinaciones políticas que no deja traslucir la etiqueta cultu-

    ralista de la historia desde abajo con la que se le ha relaciona-

    do a posteriori. En el razonamiento de Thompson la clase obrera

    se forma no sólo desde sus experiencias de producción bajo el

    impacto de la industrialización, sino también desde una compleja

    conje tu ra

    política,

    que comprende tanto las antiguas tradiciones

    libertarias, como las más recientes de democracia e igualitarismo

    y, lo más decisivo de todo, la acción represiva del Estado y las

    formas de resistencia popular que provocó. De hecho, en muchos

    Ver e sp . Thompson ,

    Making of the Working Class,

    pp. 17-101, y la afirma-

    c ión de la p . 830 f f . : Quizás fuese una formación única , es ta c lase obrera de

    1832. El lento y poco sistemático acrecentamiento de la acum ulación de capital

    había significado que los preliminares de la Revolución industrial se alargaron

    durante cientos de arios. Desde la época de los Tudor en adelante esta cul tura arte-

    sana se fue haciendo m ás compleja en cada fase de cambio técnico y social . Dela-

    ney, Dekker y Nashe; Winstanley y Li lburne; Bunyan y Defoe —todos han hecho

    referencia a el la—. Enriquecidos por las experiencias del siglo xvn, l levando a t ra-

    vés del s iglo xvin las tradiciones intelectuales y l ibertarias que hemo s descri to,

    fo rmando sus propia s t radic iones de mutua l idad en la s soc iedades de socorros

    mutuos y los clubs de negocios, estos hom bres no pasaron en una so la generación

    del campesinado a la n ueva ciudad industrial. Sufrieron la experiencia de la Revo-

    lución industrial com o ingleses nacidos l ibres y que sabían expresar sus ideas .

    Las afi rmaciones referentes a la ideología popular son más específ icas en la obra

    anterior que en la m ás reciente.

    sen t id os

    La formación de la clase obrera

    trata sobre la descom-

    posición final de la antigua estructura de la política paternalista

    an tes señal ad a .

    Tomando la obra de Thompson en su conjunto, parece haber

    cuatro factores de fundamental importancia que explican esta

    t ransición:

    1 .

    el incremento de la presencia política de una nueva e inde-

    pend ien te c l ase med ia ; basad a en par te en

    2 .

    la creciente penetración de las relaciones capitalistas en la

    ind us t r ia y l a ag r icu l tu ra ;

    3.

    e l c lima id eo lóg ico g lobal , que com prend e tan to (a ) l a reac-

    ción contra la Revolución francesa como (b) el triunfo de la eco-

    nom ía po l í t ica ; y , f ina lmen te ,

    4.

    el reto de un nuevo radicalismo popular, que se nutrió asi-

    mism o d e es tos t res fac to res .

    Se cree que estos elementos confluyeron en un complejo pro-

    ceso de cambio entre los arios 1790 y la Ley de Reforma de 1832

    que, básicamente, volvió a trazar las líneas del conflicto social y

    político y creó el entorno para el cartismo. Esto surge claramente

    de estudios locales, donde la magistratura se encuentra incómoda-

    mente suspendida entre lo viejo y lo nuevo: enfrentándose a la

    transformación del comercio de granos y el abuso del

    laissez-

    faire,

    acuciad a po r l as ins t rucc iones d e l Min is te r io d e l In ter io r que

    les insta a tomar la línea dura sobre el control de precios y los al-

    boro tad ores

    del grano,

    m i e n t r a s o b s e r v a n c ó m o l a e c o n o m í a m o r a l

    da pie a la agitación política y al naciente unionismo comercial,

    aunque mitigando los peores excesos de la represión política y ju-

    dicial.0 El análisis del radicalismo popular también ha desgastado

    Ver esp . los dos excelentes es tudios: Roger Wells , The Revo l t of the

    South-W est , 1800-1801: A Study in English Popular Protest ,

    Social History,

    2

    (1977) , pp . 713-744; y Alan Booth , Food Rio t s in the North -Wes t o f England

    1790-1801 ,

    Past & Present, 77

    (1977), pp. 84-107.

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    eof f Eley

    dward Thompson, historia social y cultura política

    3

    en buena parte la polémica hostil idad de Thomp son en sus prime-

    ras crí ticas , y ahora parece bastante claro qu e la desaparición del

    paternal ismo dejó un e spacio abier to para e l f lorecimiento de la

    ideología t rans ic iona l de l j acobismo en Ingla te r ra . Como dice

    Thom pson , duran te l a década de 1790 , l a re lac ión de rec iproc i-

    da d se r omp i ó . A l r omp e r se e n e se mi smo mom e nt o , la

    gentry

    perd ió la hegemonía cul tural de la que tan segura es taba. De re-

    pente, el mundo ya no parecía estar del imitado en cada punto por

    sus reglas ni vigilado por su poder. Un hom bre era un hom bre, por

    todo eso .13

    La dificul tad más importante surge probablemente con el pri-

    mero d e los cua tro fac to res expues tos por Thom pson: l a difusión

    de una polí tica independiente de clase media. Por un lado, a esta

    clase únicamente se le otorga un p apel de cl ientel ismo sub ordina-

    do y depe ndiente dentro d e la estructura pol í tica en el s iglo xviii.

    Como peritos , abogados, tutores , administradores, comerciantes ,

    e tc . sus miembros es taban co n ten idos den tro de los l ímites de l a

    dependenc ia , y al meno s en las primeras s iete décadas del s iglo

    no encontramos una clase media industrial o profesional que pon-

    ga f reno de m anera e fec t iva a l poder predador de l a o l igarqu ía .

    La burguesía comercial de mercaderes y banqueros había alcanza-

    do un al to nivel de independencia y co nciencia de su propia iden-

    t idad, especialmente entre la élite de regidores de Lo ndres, aunque

    esto únicamente conf i rmó e l mismo s índrome: los e lementos de la

    al ta burgues ía es taban bien in tegrados en la heterogénea pero

    unificada clase dominante de la era de los Hann over, y como tales

    no desafiaban las relaciones paternal is tas dadas . '5 Sin emb argo,

    por otro lado, a la clase media se le otorgó un papel clave en la es-

    t imulación del rad icali smo del nue vo ar tesanado de los ar ios de

    1790: ya que en e l mom ento de la ruptura ideo lóg ica con e l pa-

    13

    T hompson , E igh te e n th -c e n tu ry E ng l ish Soc ie ty , p . 165 .

    Ibid., p. 143.

    15 Nicholas Roger s , Money, Land and L ineage : The Big Bourgeois ie o f Ha-

    noverian London ,

    Social Histozy,

    4 (1979), p p. 437-454.

    t ernal ismo, en la década de 1 790, surgió en pr imer lugar meno s

    desde la cul tura plebeya que desde la cul tura intelectual de la cla-

    se media discrepante, y desde allí se transmitió a los artesanos .16

    Actualmente és te es un punto de debi l idad en l a obra de Thom p-

    son. Sus rechaz os a los controles independientes de la clase mediasobre la Vieja Corrupción pueden aceptarse sin dificultad, pero es-

    to en cuen ta , la apar ic ión de una

    intelligentsia

    discrepan te que

    apoya o perm ite el desarrol lo de un radical ismo payn etiano se pa-

    rece más a un

    deus ex machina.

    ¿Cómo afrontarlo? El énfasis de Brew er en la reconfiguración

    de la polít ica en la década de 1760 ofrece una solución ya que , a l

    no cerrarse el frente de la oligarquía parlamentaria , se creó un n ue-

    vo espacio para la oposición legítima y señaló hacia los dos pun ta-

    les de un futuro program a reformista , racionalización burocrática y

    re forma cons t i tuc ional genera l. Las cues t iones se exageraron du-

    rante la cris is constitucional de 1782-1784, que, junto al impacto

    de l a Guerra am ericana ayudó a sen tar los c imien tos de l a opos i-

    ción parlamentaria a largo plazo y la base ideológica de los parti-

    dos. Estos cam bios tuvieron su equ ivalente en las provincias de la

    mano del vital Movimiento por la Asociación de f inales de los años

    70 del siglo xvit i . Por otra parte, hay pocas dudas sob re el hecho de

    que el proceso de formación cul tural urbana l levará a

    un

    examen

    más profu ndo en este sentido. Pero, en g eneral, la naturaleza de la

    presencia de l a nueva c lase media , su soc io log ía y sus fo rmas de

    cohesión ideológica requieren de un a nál is is más profun do que el

    hasta ahora llevado a cabo por Thompson . La formación de la cla-se media en Inglaterra —a pesar del énfasis puesto en el concepto

    de clase como relación— sigue siendo la dimensión q ue falta en la

    obra de Thompson.

    Parte del problem a se debe a una fal ta de especificidad socio-

    lógica. Tal y como Thompson lo util iza, el término plebe puede

    prestar el mism o servicio que otros términos tales que el pueblo ,

    16 Thompson, Eighteenth-century English Society , p. 163 ff.

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    eof f Eley

    l a c lase ba ja o inc luso l a mul t i tud . En cada caso e l té rmino

    connota un fenómeno soc ia l he te rogéneo cuya com posic ión va r ia -

    ba según la s i tuac ión y los motivos , y cuyas fo rm as de aparic ión

    se definieron principalmente por m edio de la ideología o la cul tu-

    ra . Com o dice Thom pson , en l as cues t iones de l as que emergen

    la mayo r ía de los d is turb ios : cuando las 'p lebes ' se unen co m o

    consumidores ins ign if ican tes, como personas que pagan impues -

    tos o que los evaden (co ntraband istas), o en otros asuntos l iberti-

    nos , económ icos o pat r ió t icos lor izontales ' . '

    8

    Esto se tradujo en

    un b loque soc ia l muy ines table y poco co hes ionado que parc ia l -

    me nte aparece en una ser ie de mom entos precipi tantes (p .e . las

    grandes acc iones populares en e l s ig lo xvi l l ) , en par te en e l con-

    texto fuertemente organizado del torysmo popular o del radicalismo

    de W ilkes . Thompson expresa es to de m anera bas tan te acer tada a

    través de la metá fora de un camp o de fuerzas soc ia l. . . por mu-

    chas razon es, con el pueblo en un polo, la aris tocracia y la

    gentry

    en el otro, y hasta finales del s iglo, los grupos de p rofesionales y

    com erciantes ligados por lazos de dependencia ma gnét ica a los

    gobernantes , o de vez en cuando , escondiendo la cara al entrar en

    acción junto a l pueblo .

    1 9

    En es te sent ido, los es t ra tos me dios

    (profesionales , profesores , comerciantes , tenderos, pequeños pa-

    trones, miemb ros discrepantes del clero, oficiales menores, y todo

    tipo de intelectuales subalternos) pueden distribuirse entre los dos

    polos en constelaciones cambiantes , dependiendo de las circuns-

    tancias y del asunto.

    Sigue sin quedar claro porqué Thom pson se resiste al siguientepaso lógico de un anál is is más estructural . Pero parece derivar de

    su pre fe renc ia por las def inic iones de exper ienc ia de c lase ( la

    c l a se s u r ge cuand o l o s hom br es y m u je r es

    viven

    sus relaciones

    productivas, cuando

    experimentan

    sus propias s ituaciones defini-

    Pa ra la p rop ia e x p l ic a c ión de T hom pson ,

    ibid.,

    p. 145, n . 25 ; y pa ra un de-

    bate úti l de connotaciones contemporáneas, Brewer,

    Party Ideology,

    p. 235 ff.

    18

    Thompson, E ighteenth-century Engl ish Soc ie ty , p . 145 f f.

    19

    Ibid.,

    p. 151.

    Edw ard T hom pson, historia social y cultura política

    5

    das, en el conjunto d e las relaciones sociales , con la cul tura y ex-

    pectativas heredadas, y cuando tratan estas experiencias en formas

    culturales ) .

    2

    ° S in emb argo , no es tá para nada c la ro que es ta pos -

    tura del principio anti-reduccionista excluya un anál is is de la es-

    tructura social

    per se.

    Thompson ya proporc iona de fo rma na tura l

    algo de lo último —la partic ipación de los pequeños patron es, ten-

    deros e intelectuales de la parroquia es u na caracterís tica bien ob-

    servada de las manifestaciones plebeyas, mientras que también se

    otorga cierta im portancia a las víctimas individu ales de la ol igar-

    quía, a los

    declassé

    y excluidos—. Pero, posiblemente, sólo a través

    de estudios sobre la formación de clase a nivel regional —en la ciu-

    dad, en el campo y en d iferentes localidades— más sistemáticos y

    cuidadosamente especi f icados , podemos entender por comp leto

    cómo el equilibrio del siglo x viit l legó a verse afectado.

    Esto tiene especial impo rtancia una vez consideramo s la déca-

    da de 1790 . Com o dice Thompson , e l nuevo radica l ismo de es ta

    etapa se o r ig inó, por lo m enos en par te , en la rees tablecida d i si -

    dencia de una

    intelligentsia

    de clase me dia , para la que la agi ta-

    ción contra la

    Test Act y

    Corporation Act

    fue especialmente perti-

    nente . Adem ás , por toda su m agnif icencia democrá t ica , e l

    Rights

    of Man

    de Paine privilegió el ideal de pequeña propiedad e inde-

    pendenc ia . Como dice Gwyn W ill iams: e l b lanco en e l que Pa ine

    siempre daba con infalible exactitud era el pequeño patrón, el ofi-

    cial , el pequeño fabricante, el tendero, de tempe ramen to ambicio-

    so e inquisi t ivo .

    2

    ' Es taban c la ramente fuera d e los pr inc ipa les

    cent ros de población donde tomaron form a pequeños grupos de

    rad icales , reproduciendo los contornos de ese grupo social que

    parece haber respondido de m anera más ca lurosa a los impulsos

    dem ocráticos —oficiales , un dis idente l iberal , un m édico de pue-

    blo, pequeño s patrones, un actor viajante . Sin embargo, esta so-

    20

    Ibid.,

    p. 150.

    21

    Gwyn A. Williams,

    A rtisans and Sans-Culottes. Popular Movem ents in

    France and Britain during the French Revolution,

    Londre s, 1968, p. 18.

    22

    Ibid.,

    p. 66.

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

    12/29

    cio log ía vuelve a aparece r con in fa l ib l e regu lar id ad a l p r inc ip io d e

    1790 en diferente medida dependiendo del más amplio apoyo del

    artesanado en general, desde la vanguardia del jacobinismo en

    Sheffield y Norwich a los más insólitos reductos de civilización

    provincianos, donde un simple puñado de individuos se podían

    reunir furtivamente en una casa privada o en un taller de impre-

    sión, o acurrucarse de manera protectora al calor del

    Stammtisch.

    En otras palabras, el movimiento no fue distinto del entorno pari-

    sino de los

    sans-culottes

    o del avanzado radicalismo renano de

    1848 y su cuerpo articulado personificó ampliamente el ideal de

    Paine de independencia modestamente acaudalada y libertad his-

    tórica: oficios tradicionales , en los que las líneas entre el ofi-

    cia l , e l pequeño pa t rón q ue o f rece em pleo , e l a r tesano y e l tend ero

    eran de notoria fluidez, y una emergente burguesía menor de im-

    presores y boticarios, profesores y periodistas, cirujanos y clero

    disidente . Por supuesto, el llamamiento político se hizo mucho

    más amplio y de manera intencionada, extendiéndose a las capas

    p o p u l a r e s m u c h o m á s p r o f u n d a m e n t e d e l o q u e s e h a b í a e x t e n d id o

    n u n c a . C o m o d i c e T h o m p s o n :

    En

    un extremo... la Sociedad de Correspondencia de Lon-

    dres t ra tó de l legar a los cafés , a las tabernas y a las Igles ias d i -

    sidentes de Picadilly, Fleet Street y el Strand, donde el oficial

    autodidacta se codeaba con el impresor, el tendero, el grabador

    o el joven abogado. En el otro extremo, hacia el este y sur del

    r í o , t oc ó a l a s c om u ni d a d e s ob r e r a s m á s a n t i gua s — los t r a b a ja -

    dores de la ribera de Wapping, los tejedores de seda de Spital-

    f ie lds , e l v ie jo bast ión dis idente de Sou thwark.24

    Pero la sociología mixta del jacobinismo británico y su ideo-

    logía cercana a Paine impuso una limitación necesaria. Para asen-

    tarse, su llamamiento fue vehementemente democrático, un liber-

    tarianismo radicalizado y robusto, que rechazó

    ex profeso

    lo pol í -

    tico y se colocó en contra de las reivindicaciones económicas de

    propiedad. Pero, al mismo tiempo, el individualismo económico

    ejerció un constante empuje hacia una política de alianza de clase

    ampliamente concebida, que reunió a todos los productores — el

    granjero, el fabricante, el mercader, el comerciante, y así a través

    de todas las ocupaciones que existían hasta llegar a los jornaleros

    c o m u n e s — e n c o n t r a d e l o s p a r á si t o s y z á n g a n o s — , l o s

    placemen,

    los pensioners, los Lords of the bed-chamber, los Lords of the kit-

    chen, los Lords of the necessary-house

    y el Lord de Dios sabe

    qué , y la mayoría de la aristocracia terrateniente que engordaba

    gracias al trabajo y esfuerzo de otros.

    En su forma pura esto suprimía cierto tipo de contradicción

    soc io -económica , más c l aramente a r t icu l ad a a t ravés d e l as asp i ra-

    ciones emergentes de los sindicatos, ya que incluso en los mo-

    mentos más oscuros de aislamiento y represión, muchos radicales

    de Paine todavía buscaban la alianza con los liberales; y mientras

    esto permitió el admirable programa de reforma fiscal, educativa

    y social, requirió igualmente de la integridad de la propiedad pri-

    vada y del capital productivo. De este modo, al cerrar la puerta a

    cualquier posibilidad de sindicalismo sistemático, dejó solo al so-

    c i a li s m o d e p u r a c e p a . E s t o s i g u i ó s u p o n i e n d o u n p r o b l e m a d u r a n -

    te el periodo 1830-1840, ya que los radicales siguieron dirigiendo

    su ardor hacia los aristócratas terratenientes, la corrupción buro-

    crática y los intermediarios, y contra las propiedades legítimas de

    los fabricantes y mercaderes. En este sentido, la democracia radi-

    cal de los primeros arios de la década 1790 fue el momento en el

    que se originó una crítica perdurable contra la aristocracia y el

    clero. Fue el auténtico oponente del paternalismo de la

    gentry de

    Thompson, a la vez profundamente subversivo aunque sutilmente

    conf inad o por l as c i rcuns tancias d e su o r igen .

    36

    eoff Eley

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    7

    23

    T hompson ,

    The M aking of the Working Class,

    p. 20.

    4

    Ibid., p. 20 ff.

    T homa s Pa ine ,

    Rights of M an,

    ed . Henry Col l ins (Harmondswor th , 1969) ,

    p. 148.

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

    13/29

    38

    eof f Eley

    dward T hom pson, historia social y cultura política

    9

    Desde la publicación de

    La formación de la clase obrera

    he -

    m o s a s i st i d o a m u c h o s c a m b i o s . E l e n f o q u e g e n e r a l d e T h o m p s o n ,

    en par t icu l ar su conce pto d e c l ase , cu l tu ra y exper ienc ia , jun to con

    la na tu ra l eza d e su marx ism o, ha es tad o su je ta a rev is ión exha us t i -

    va e inquisitiva. En particular, la tendencia estructuralista de

    gran parte del debate marxista de los años 1970, con el acento

    puesto en el modo de producción y en una concepción de clase en

    to rno a l a econom ía , y l a l iberac ión s imul tánea d e l a po l í t ica e id eo-

    logía para un análisis relativamente autónomo , anclado al ante-

    r io r med ian te l a causa l id ad es t ruc tu ra l y l a d e terminación en ú l t i-

    ma instancia , dejó extremadamente expuesta la noción no

    suficientemente teorizada de la totalidad social en

    La formación

    de la clase obrera.

    La ulterior lógica antirreduccionista de dichos

    debates, que produjo interpretaciones cada vez más sofisticadas

    de la cultura e ideología a través de Gramsci, Foucault y los teóri-

    cos del lenguaje y del discurso, han dejado muy atrás el clima in-

    te l ec tua l d e los años 1960 , has ta e l pun to d e pon er en d ud a d e ma -

    nera rad ica l e l mater ia l i smo c l ás ico .

    2 7

    Un área c l ave en l o que aqu í

    respecta ha sido el feminismo, y desde una posición estratégica al

    final de la década de 1980 la desatención hacia las cuestiones de

    género es una de las limitaciones más claras de la obra más tem-

    prana de Thompson.

    26

    Ve r sobre todo A nde rson ,

    Arguments,

    junto a los trabajos citados en la nota

    6. Ver también Harvey J . Kaye,

    The British Marxist Historians,

    Cambridge, 1984,

    esp. pp . 167-220; y E l len Meiks ins Wood , The Pol i t ic s o f Theory and the Con-

    cept o f C lass : E .P . Thompson and H is Cr i t ic s ,

    Studies in Political Economy,

    9

    (1982), pp. 45-75.

    27

    Para una introducción sobre estos procesos, ver Perry Anderson,

    In the

    Tracks of Historical Materialism,

    Londres , 1983 ; S tua r t Ha l l , Cul tura l S tud ies

    and the Centre : Some P roblemat ics and P roblems , en Ha l l

    et al.

    (eds.), Culture,

    Media, Language,

    Londres, 1980, pp. 15-48.

    28

    Al mismo t iempo,

    The Making of the Working Class

    tuvo una fuerte influen-

    U n a d e l a s m á s i m p o r t a n t e s — y c o n t r o v e r t id a s — a p o r t a c i o n e s

    recientes en la historia social ha sido la reconsideración de Gareth

    Stedman Jones de sus propios trabajos sobre la historia de la clase

    obrera del siglo xix en

    Lenguajes de clase. El principal vehículo

    d e es te nuevo enfoque , un o r ig ina l ensayo sobre e l car t i smo, aboga

    por la importancia constitutiva del lenguaje para ordenar percep-

    ciones del mundo social, ejerciendo eficacia política en sí

    y

    n o

    s iend o l a s imple expres ión d e l os in tereses

    y

    e x p e r i e n c ia f o r m a d o s

    en cualquier otro lugar. La ideología cartista fue menos el reflejo

    de los intereses de la clase trabajadora emergente, argumenta, que

    un cuerpo de discurso existente que se estructuró en la dirección

    de éste último; y la política cartista reveló menos la madurez de la

    conciencia de clase de Thompson que el bagaje heredado de una

    vieja tradición radical del siglo )(VIII. En gran parte al estilo de

    Paine (él mismo modelado por un discurso oposicional más tem-

    prano) se le echó la culpa de la explotación económica a la opre-

    sión política (el sistema de gobierno no representativo, corrupto y

    parásito) y no al contrario, y basándose en esto se levantó un mo-

    vimiento popular contra los poderosos, como en contra de una

    crítica socialista del capitalismo o basada en el concepto de clase.

    Las políticas represivas del gobierno de los años 1830 le otorga-

    ron al lenguaje político su poder movilizador, argumenta Stedman

    Jones, de la misma manera que la decadente posición en los más

    liberales años 1840 significó el declive del movimiento. Dado el

    acento de la historia social en la economía y la sociología de la

    formación de la clase trabajadora como clave principal del auge y

    la caída del cartismo, esta explicación marca una escisión todavía

    mayor con los trabajos existentes. Pero, de manera más radical,

    cia en la historia feminista tempran a de finales de los 60 y principios de los 70, en

    particular e l trabajo pionero de Sheila Row botham. Ver Sally Alexander , W omen,

    Class , and Sexua l D if f e rences in the 1830s and 1840s : Some R ef lec t ions on the

    W r i t ing of a Feminis t His tory ,

    History Workshop Journal,

    17 (1984) , pp . 125-

    149; y Sonya A. Rose , Gender a t Work : Sex , C lass and Indus t r ia l Capi ta l i sm ,

    History W orkshop Journal,

    21 (1986), pp. 113-131.

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

    14/29

    40

    eof f Eley

    al e ja las pr io r id ad es d e l a problemát ica m ater ia l i s ta m ás reconoci -

    ble de la historia social y la traslada al tan distinto marco del aná-

    lisis lingüístico: el tema es disociar la ambición de una historia

    informada de manera teórica de cualquier simple prejuicio sobre

    el papel determinante de lo 'social' ... como algo externo, y lógi-

    cam ente , an ter io r a la a r t icu l ac ión a t ravés d e l l enguaje .

    Al poner el acento en la primacía del lenguaje político, Sted-

    man Jones nos señala los problemas de la conciencia de clase en

    e l c o n c e p t o d e T h o m p s o n . A s í

    La formación de la clase obrera lo

    libera con éxito de una dependencia reduccionista en el desarrollo

    de fuerzas productivas (el sistema de fábrica y la mecanización).

    Al contrario, al poner de relieve la experiencia sobre la represión

    d el movimien to rad ica l , se basa en una re l ac ión cu l tu ra lmente me-

    diada entre el ser social y la conciencia social cuyas bases

    p r á c t ic a s y m o d a l i d a d e s s o n e x t r e m a d a m e n t e i n e s p e c í fi c a s . D e e s -

    te modo, el papel de la represión del Estado en preparar el camino

    para un movimiento popular de amplia base entre los arios 1790 y

    1830 se muestra claramente en la obra de Thompson: ahogó a la

    oposición más moderada, rompió la alianza que parecía emerger

    con la clase media desde finales de la década de 1780 y principios

    de los arios 1790, arrojó a los reformadores plebeyos de vuelta a

    sus propios recursos y l os fo rzó a una nuev a rad ica l izac ión d e pro -

    grama y método. De forma similar, la combinación entre el dete-

    rioro económico y la intransigencia del gobierno también dismi-

    nuyó los efectos fragmentativos del seccionalismo de los oficios y

    empujó a diferentes grupos de trabajadores a la cooperación. En-

    tre los artesanos, siguiendo a Iorwerth Prothero para Londres y a

    Clive Behagg para Birmingham, defendieron vehementemente las

    actividades entre oficios que pasaron progresivamente del plano

    económico al plano político de la agitación —en Londres, empe-

    zand o por e l pun to d e in f l ex ión d e la cam paña sobre e l aprend iza je

    Edward Thompson, historia social y cultura política

    1

    d e 1812-1813; en Birmingham , a lgo más ta rd e , en l os a r ios 1820—.

    Asimismo mientras que intervenciones coactivas del Estado ins-

    truyeron a los políticos en las políticas de independencia y los ais-

    laron de potenciales aliados entre la clase media (y sus líderes), la

    presión del desarrollo capitalista engendró nuevas formas de soli-

    daridad más allá de los oficios. El resultado fue una potente uni-

    dad de las demandas económicas y políticas, concentradas en la

    panacea de la reforma parlamentaria.

    En comparación, las asociaciones de oficio de Londres y de

    las West Midlands representaban un tipo de trabajador muy parti-

    cular —a los artesanos en los viejos, especializados y no revolu-

    cionados oficios manuales , e invariablemente a los mecánicos

    de mejor posición económica, como los denominaban los contem-

    poráneos— y no pud ieron ser c read as para t ip i f icar la c l ase t rabaja-

    dora como un todo.3' Por supuesto, ni Prothero ni Behagg quisie-

    ron hacer dicha reivindicación, y Edward Thompson (en el que

    ambos se inspiran) declara explícitamente la diversidad de la ex-

    periencia de la que estaba compuesta la clase trabajadora. Pero en

    la práctica, dada su insistencia en la determinante importancia de

    una conciencia hecha a sí misma conseguida para la definición de

    clase, Thompson identifica la clase trabajadora con las secciones

    artesanales y especializadas: hay una elisión crucial en su argu-

    mento cuando se está hablando del peón no especializado, del

    ocasional, del pobre y del vagabundo y finalmente la clase se de-

    fine principalmente por una configuración específica de institu-

    ciones... de bases sólidas y seguras de sí mismas que pueden, o

    no, haber sido representativas en general. En este sentido, un

    comple to comple jo d e cues t iones re l evan tes , re feren tes a l a fo rma-

    Ver, en general, Iorwerth Prothero,

    Artisans and Politics in Early Ninete-

    enth centwy London. John Gast and his Time s,

    Folkestone, 1979; y Clive Behagg,

    Custom , Class, and Change: the Trade Societies of Birrningham ,

    Social History,

    4 (1979), pp. 455-480.

    3

    Prothero, A rtisans,

    p. 5.

    T hompson ,

    Mak ing of the Working Class,

    pp. 193 ff. y 264.

    29

    Gare th S tedman Jones ,

    Languages of Class. Studies in English Working-

    Class History, 1832-1982,

    Cam bridge, 1983, p. 7 .

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

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    eoff Eley

    dward T hom pson, historia social y cultura política

    3

    ción econó mica d e l a c l ase t rabajad ora y sus d iv is iones in ternas d e

    oficio, especialidad, nacionalidad y género, se han suprimido im-

    pl í c i tamente .

    En otras palabras, la reivindicación de Thompson de que la

    clase trabajadora ya estaba creada a principios de los años 1830

    (lo que también es asumido por Prothero) merece una reflexión

    cuidadosa, ya que asume un verdadero liderazgo cultural y políti-

    co de las secciones artesanales sobre el resto que nunca se ha de-

    m o s t r a d o p o r u n a n á l i s is e m p í r ic o c o n c r e t o . T h o m p s o n c i e r t a m e n -

    te considera otros grupos de trabajadores no artesanos (por

    ejemplo, los capítulos sobre los jornaleros agrícolas o la inmigra-

    ción i r land esa) , pero l a secc ión f ina l c ruc ia l sobre l a presencia d e

    la clase trabajadora (que comprende casi la mitad de todo el li-

    bro) hace especial referencia de manera abrumadora a los artesa-

    nos y especí f icamen te a t res f iguras represen ta t ivas —John G as t en

    los oficios especializados, Gravener Henson en los trabajadores

    domésticos y John Doherty en los hilanderos de algodón como un

    nuevo t ipo d e pro l e tar iad o especia l izad o y semi-ar tesano—.

    3 3

    Pero

    si la conciencia de clase tiene que definirse en algún sentido

    uni ta r io med ian te l a ac t iv id ad d e es te t ipo , en tonces ¿cóm o e t ique-

    tamos la conciencia de otros grupos de trabajadores que no están

    inc lu id os en l as mism as so l id ar id ad es , a saber l a fábr ica ad ecua d a-

    mente proletariada o los trabajadores a pequeña escala que cierta-

    mente pueden tener un fuerte sentido del nosotros y ellos , pero

    que también perciben fuertes contradicciones de interés con los

    trabajadores de oficio especializados de mentalidad aristocráti-

    ca ? A la inversa, ¿cómo tratamos el desprecio de los artesanos

    por l os in tereses d e los peones ev en tua l es o no especia l izad os y d e

    otros grupos de proletarios?

    3 4

    Si, como muchos admiradores de

    33

    Esto es especialmente verdad en lo referente al úl timo y gen eral izador capí-

    tulo sobre la conciencia de clase ,

    ibid., esp. p. 774.

    34

    Com o Francis Place, John Gast pudo ser mo rdaz en sus denuncias sobre la

    ignorancia, brutal idad e i rresponsabi l idad del pobre t rabajador; ver especialmente

    Prothero,

    Artisans,

    pp. 298 y 331.

    T h o m p s o n h a n h e c h o , t o m a m o s l a s t r a d ic i o n e s a r t e s a n a le s c o m o

    fundamentales para la constitución de los movimientos obreros en

    Europ a d uran te e l s ig lo x ix y pr inc ip ios d e l xx , evad imos d icha d i -

    f i c u lt a d y c o n v e r t i m o s u n m o m e n t o c o y u n t u r a l e n u n a c a r a c t e r í s ti -

    ca permanente de la cultura de clase organizada. No sólo era la

    ideología del artesanado radical frecuentemente desdeñosa e into-

    l e ran te con l a c l ase en genera l y con sus problemas ca mb ian tes , s i -

    no que tampoco estaba capacitada para las necesidades particula-

    res de una clase trabajadora industrial, y durante las décadas

    siguientes los ideales de una democracia de productores fueron

    grad ual y regu larmente d ecayend o f ren te a l as d i fe ren tes d oct r inas

    del sindicalismo y del socialismo temprano.

    En otras palabras, debería admitirse abiertamente la desunión

    y fragmentación de la clase trabajadora —sobre todo en esta tem-

    p r a n a é p o c a d e f o r m a c i ó n — . S e p u e d e d e t e c t ar u n g r a d o m a y o r d e

    solidaridad más allá de los oficios después de 1820 sin tener que

    reivindicar que esta tendencia unificadora se extendió de alguna

    manera al conjunto de la clase trabajadora o que, por lo tanto, las

    significantes contradicciones seccionales se borraron. La mentali-

    dad artesana del movimiento popular en los años 1820 debe ser

    aceptada por lo que fue, un fenómeno pasajero, que en breve tuvo

    que hacer f ren te a nuevas con t rad icc iones y movi l izac iones d en t ro

    d e l a c l ase en su c on jun to . Por l o tan to , l e jos d e que l as t rad ic iones

    artesanales de finales del siglo xvm y principios del xix constitu-

    35

    Para referencias sob re esta l i teratura general , ver

    ibid.,

    pp. 1-8 y 332-340.

    Para ejemplos representat ivos: Robert J . Bezucha, The Pre-Industrial Work er

    Movement : The

    Canuts

    of Lyon , en Bezucha (ed .) ,

    Modern European Social

    History,

    Lexington, Mass., 1972, pp. 93-123; Joan Wallach Scot t ,

    The Glasswor-

    kers of Carmaux. French Craftsmen and Political Action in a Nineteenth-century

    City,

    Cam bridge, Mass., 1974; Wil l iam H. Sewell , Social Change and the Rise of

    Working-class Poli t ics in Nineteenth-century Marseil les ,

    Past & Present,

    65

    (1974), pp. 75-109; y Donald H. Bell , Wo rker, Culture and Work er Poli tics: The

    Experience of an Ital ianTown , 1880-1915 ,

    Social History,

    3 (1978), pp. 1-22.

    36

    Ver e spec ia lmente Gare th Stedman Jones , Class St rugg le and the Indus -

    tr ial Revolution , en

    Languages of Class,

    pp. 50 f f .

  • 8/20/2019 Edward Thompson, Historia Social y Cultura Política, La Formación de Un Espacio Público de La Clase Obrera, 1780-1850

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    eoff Eley

    Edw ard T hom pson, historia social y cultura política

    5

    yeran el movimiento obrero británico, éste se modeló desde el

    campo de las contradicciones recientemente creadas por dichas

    t rad ic iones en l a c l ase t rabajadora en su con jun to —p.e . con l os t ra -

    bajad ores semi o no especia l izad os , o rgan izad os o no o rgan izad os ,

    hom bres o m ujeres , na t ivos o ex t ran jeros—. S i es to es as í , es d i f í c i l

    aceptar que ex is t ie ra una única

    cl ase t rabajad ora en 1830 , c read a a

    partir de las experiencias precedentes en el más fuerte sentido

    thompson iano .

    El defecto de Thompson no es el haber mostrado cómo las lí-

    neas de representación entre la cultura radical de los arios 1820

    (que era en g ran m ed id a ar tesana) y l a c l ase trabajad ora en su con-

    junto (una categoría más general de productores directos que tra-

    bajaban por un salario) se dibujaron realmente y de manera con-

    creta. El énfasis fundamental en las instituciones de la clase

    trabajadora con conciencia de su propia identidad y de base sólida

    —sind ica tos , soc ied ad es de socor ros mutuos , m ovimien tos ed ucat i -

    vos y religiosos, organizaciones políticas, publicaciones periódi-

    cas—, en l as t rad ic iones in te l ec tua l es d e l a c l ase t rabajad ora , en l os

    mod elos d e comunid ad d e l a c l ase t rabajad ora , y en una es t ruc tu ra

    del sentimiento de la clase trabajadora es absolutamente co-

    rrecto. Es por otra parte evidente que se debe prestar atención a

    la incómoda, y de ninguna manera sencilla, cuestión empírica de

    l os in tereses par t icu l ares d e l a c l ase t rabajad ora que d ichas ins t i tu -

    ciones incorporaron o excluyeron. Si nos podemos aferrar a este

    punto, ligado a la duradera aunque continuamente reorganizada

    f ragm entac ión d e l a c l ase obrera , la represen tac ión se con vier te en

    l a cues t ión c l ave , en e l sen t id o qu e l as ins t i tuc iones d e l a c l ase t ra -

    bajadora alcanzaron diferentes resonancias dependiendo de la si-

    tuación. Su grado máximo se articuló a través de un ideal de co-

    munidad —orgullosa, defensiva, inmune a la intervención externa

    de la clase, unificada en el campo de la cultura, autónoma dentro

    d e unos l ími tes— pero l as fo rm as y ex tens ión d e d icha so l id ar id ad

    variaban según diferentes posibles factores: calidad de liderazgo,

    l as j e rarqu ías in ternas d e género , ap t i tud y es ta tus , d ivers id ad re l i -

    g iosa y é tn ica , la com ple j id ad y homoge neid ad d e l a es t ruc tu ra in -

    d us t r ia l d e l á rea , l a e f icac ia d e l a repres ión , e tc .

    Por l o tan to , e l p roblem a es t ra tég ico pr imord ia l que enf ren ta a l

    movimiento obrero (o, en realidad, a cualquier movimiento políti-

    co) era cómo movilizar el máximo de solidaridad desde una cir-

    cunscr ipc ión soc ia lmente d ef in id a que no t iene

    unidad esencial en

    la esfera de la conciencia, sino que, al contrario, una serie de leal-

    tades y preferencias particularistas y una experiencia altamente

    discrepante de la vida cotidiana, un mosaico de historias indivi-

    d uales . E l aná l i s i s d e la po l í t ica d e l a c l ase obrera em pieza con es -

    ta d ia l éc t ica — la in tersecc ión d inámica y c on t rad ic to r ia d e tend en-

    cias cohesionadoras y disgregadoras dentro de la clase en su

    conjun to (bas tan te a l e jad a d e l campo m ás amp l io d e las re l ac iones

    con otras clases y el Estado). La unidad de la clase trabajadora,

    a pesar de ser postulada a través del análisis de producción y de

    sus relaciones sociales, sigue siendo una contingencia de la agita-

    ción política. Esto es a lo que se refiere el dicho: la historia de la

    clase es inseparable de sus luchas. Nos permite retener el acento

    que Thompson pone en la conciencia lograda sin suprimir la di-

    m e n s i ó n o b j e t iv a d e c l a s e y su fo r m a c i ó n e c o n ó m i c a .

    I V

    En la práctica, por lo tanto, queda una laguna en la propuesta

    de Thompson. De las acciones y creencias de una minoría radical

    articulada infiere la solidaridad implicada de los oficios especiali-

    zado s

    y,

    más allá, la conciencia atribuida a la clase trabajadora en

    su conjunto. El proceso es llevado por el motor experiencial de la

    explo tac ión y d e l a repres ión d e l Es tad o , pero las conex ion es c l ave

    todavía se hacen a un nivel de aseveración general —una abstrac-

    ción injustificada de la conciencia unificada, que se supone ser

    tan to po l í t icamente opera t iva como ar ra igad a en una cu l tu ra gene-

    ra l izad a d e va lo res comun es—. Pero s i , po r o t ra par te , p roblem at i -

    Thompson,

    The M aking of the Working Class,

    p. 194.

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    eoff Eley

    zamos l a conciencia d e l a c l ase t rabajad ora in tercambiand o nocio -

    nes de causalidad expresiva en el análisis lingüístico del discurso

    político de la misma, como sugiere Stedman Jones, ¿qué lugar

    queda para una historia social materialista? De hecho, Stedman

    Jones d e n ingun a ma nera ago ta e l caso para l as causas soc ia l es d e l

    cartismo. Su explicación está sorprendentemente próxima a una

    historia intelectual convencional si la entendemos como sofistica-

    d a y p e r s p ic a z . C o m o d i c e G r a y : D e u n m o d o c u r i o so , n o s e tr a t a

    para nada del lenguaje sino de la filiación de ideas . Se concentra

    en especi f icar l a coherencia subyacen te —los o r ígenes , con ten id os

    y atracción— del lenguaje político público , sin mirar más a fon-

    do los entornos institucionales, culturales y sociales en los que, en

    realidad, se produjeron los significados. Una vez se sitúa el len-

    guaje de esta manera concreta, podría decirse que Stedman Jones

    resulta menos desconcertadamente idealista (la crítica generali-

    zada de hoy en día) desde el punto de vista del historiador social.

    Es decir, se puede reconocer la importancia constitutiva del len-

    guaje sin quitarle su sitio a la historia social. Podemos admitir que

    el lenguaje forma parte de todas las prácticas sociales

    sin

    tener

    que ser é l m ismo e l iminad o d e tod a d e term inación soc ia1 .4°

    S i segu imos es ta l óg ica , qu izás se pued a va lo rar d e manera m uy

    particular la idea de una clase trabajadora o de un público proleta-

    Rober t Gray, The Decon st ruct ion of t he Engl i sh W orking Class ,

    Social

    History, 11

    (1986) , p . 369; y S tedman Jones , Re th ink ing Char t ism , en

    Langua-

    ges of Class,

    p. 95, n . 10.

    39 Las pr inc ipa les c r í t icas desde es te punto de v is ta ( a d i f e renc ia de una m ás

    c ompre ns iva c omo la Gra y ) ha n s ido John Fos te r , T he De c la ss ing o f La ngua ge ,

    New L ef t Review,

    150 (1985) pp. 29-45; Doro thy Thom pson, The Languages of

    Class ,

    Bulletin of the Society for the Study of Labour Histmy,

    32 (1987) , pp. 2-

    47; y E l len Meiks ins Wood ,

    The Retreat from Class. A New True Socialism,

    Londres, 1986, pp. 103-115.

    4° De hecho, Stedman Jones es ambiguo en este planteamiento. Niega cualquier

    deseo de borrar la trascendencia del historiador social , deseando sólo ubicar su

    trascendencia en una perspectiva diferente

    (Languages of Class, p. 24) . Pero, por

    otra parte , su detallada explicación saca casi por com pleto a l lenguaje polít ico car-

    t is ta del contexto m aterial , y no queda clara su vis ión actual de la h is toria social .

    Edward Thompson, historia social y cultura política 7

    r io . A s í se conservar í a e l benef ic ioso én fas is que Thom pson hace en

    l a cu l tu ra y l a exper iencia , mod ulad o a t ravés d e ins t ituc iones espe-

    cíficas y procesos de lucha, sin recurrir a una noción pobremente

    especi f icad a d e conciencia d e c lase , con sus conno tac iones l ucká-

    s ianas d e un i f icac ión necesar ia y progres iva d e l a c l ase t rabajad ora .

    Los esbozos de dicho análisis fueron desarrollados programática-

    mente por Michael Vester en un interesante trabajo que ha pasado

    to talmente desapercibido a los h is toriadores bri tánicos:

    Dada la heterog eneidad de las s i tuaciones , la unidad de la

    c lase t rabajadora sólo se podría conseguir de manera indirecta

    en una coalición. . . Sólo un amplio e in tenso s is tema com uni-

    cat ivo, recargado de forma continuada por m edio de su propia

    prensa, de sus organizaciones do centes , protectoras y de lu-

    cha, creó una base suficiente para la articulación, el intercam-

    bio, e l examen y un m ayor desarrollo de ideas. El derecho a la

    comunicación era u na cuest ión pr imordial en el confl icto entre

    el establishment

    y el movim iento de la clase trabajadora. La

    otra cara, la del laissez-faire,

    era una est r icta regulación de las

    l ibertades de expres ión, de prensa , de reunión y de asociación

    que se ejerció pr imeramente por la fuerza y m ás tarde a t ravés

    de la m anipulación. Pero fue precisamente la repres ión, sobre

    todo las leyes excepcionales de 1792-18 18, las que le enser ia-

    ron al movimiento la necesidad de una mayor cohesión. Com o

    resultado de la repres ión, y del avance discontinuo de la revo-

    lución industr ial, al mo vimiento de la clase t rabajadora le fa l tó

    cont inuidad. En cam bio, se desar rol ló a t ravés de ciclos de de-

    r rota , reconsideración y renovación, cada uno a un grado m a-

    yor cuali ta t ivamente . Analizar los f racasos fue esencia lmente

    el papel de los teór icos destacados, de los per iodistas y organi-

    zadores del mo vimiento. . . La fuente teór ica más s ignif ica t iva

    en el pr imer movimiento de la clase trabajadora fue la in tel li -

    gent isia obrera ( Arbeiterintelligenz ),

    un grupo de ar tesanos

    urbanos y de alguna manera rurales y de trabajadores indus-

    triales especializados que se basaban, en parte, en sus propias

    ideas y, en parte, en ideas originadas en otros lugares. '

    Michael Vester, Die Entstehung des Proletariats als Lernprozess,

    Fra nk -

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    eof f Eley

    Basándonos en esto, es posible abstraer un número de caracte-

    rísticas de la presencia de la clase obrera a principios del siglo

    xix, que maduraron bajo el cartismo pero que surgieron en las ex-

    periencias presentadas por Thompson, que compusieron de forma

    co lec t iva lo que pod em os d enom inar un espacio públ ico d e l a c lase

    t rabajadora.

    1. Una primera característica de la nueva presencia de la clase

    trabajadora fue su postura deliberadamente política y opositora.

    Esto ya la distinguió de la rebeldía popular del siglo xvili, que si-

    guió siendo en gran parte primitiva y pre-política en el senti-

    d o d e H o b s b a w m : p o r e j e m p l o ,

    la resistencia a las disciplinas del trabajo, la defensa de los de-

    rechos t radic ionales a l auxi l io, las p ráct icas de depor tes y pasa-

    t i e m p os t r a d i c iona l e s , e l a b uso d e l a l c oho l p a r a soc i a l i z a r o p or

    necesidad, el gasto de los salarios ganados con esfuerzo en lu-

    jos menores, el robo de la propiedad o la vida en la calle de ni-

    ños y adolescentes... una variedad de respuestas culturales que

    se resistieron a los imperativos del capitalismo y sus valores.'

    furt , 1970, p. 21 ff . El texto teórico clave, que buscó extender y reestructurar el

    marco de H abermas a l p rob lema de l a emacipación obrera , es Oskar Negt y Ale-

    xander Kluge, Off entlichkeit und Erfahrung: Zur Organisationsanalyse von bür-

    gerlicher und proletarischer Off entlichkeit,

    Frankfurt , 1972. Aunque emblemática

    para una corriente de la historia social de Alemania occ idental , no ha tenido nin-

    gún impacto en el mu ndo de habla inglesa, incluyendo (de man era bastante sor-

    prendente) las diferentes discusiones de Habermas en

    New German Critique. D e

    forma m ás general , el debate sobre el espacio público no ha atraído la atención de

    los historiadores de la clase obrera bri tánica, con la excepción de F rancis Hearn,

    Domination, Legitimation, and Resistance. The incorporation of the Nineteenth-

    Century English W orking Class,

    Westport , Conn., 1978 , un ejercicio desafortuna-

    do en el esquem atismo sociológico.

    42

    Richa rd Johnson , Notes on the School ing o f the Engl i sh W ork ing Class

    1780-1850 , en Roger Dale et al. (eds.),

    Schoo ling and Capitalism. A Sociological

    Reader,

    Londres, 1967, p. 49.

    Edw ard T hom pson, historia social y cultura política

    9

    Por supu es to , es ta d is t inc ión pue d e f racasar en l a prác t ica , y e l

    mism o a taq