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RACISMO Los que mueren más rápido | PÁG. 8 POLÍTICAMENTE INCORRECTO F EDICIÓN 85 F VALOR: CIVIL | @UNPASQUIN | www.unpasquin.com EJEMPLAR GRATUITO Ilustración de Vladdo

EJEMPLAR GRATUITO...llegada al poder de Donald Trump, quien con sus malos modales, su machismo y su arrogancia se ha dedicado a ahondar las diferencias en cuanto frente ha podido

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RACISMO Los que mueren más rápido | PÁG. 8

POLÍTICAMENTE INCORRECTO F EDICIÓN 85 F VALOR: CIVIL | @UNPASQUIN | www.unpasquin.com

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EL PERIÓDICO DE LA O

DIRECTOR: VLADIMIR FLÓREZ —VLADD0—

Dibujan: Fontanarrosa, Bacteria, Betto, Elena Ospina, León y Mheo. || Caricaturas de Vladdo, cortesía de Semana y DW en Español.

Escriben: Samuel Azout, Juliana Bustamante, Olgahelena Fernández, Juliana González, Santiago Londoño Uribe, Juan Manuel López Caballero, Rodrigo Pombo Cajiao y Ricardo Sánchez Ángel.

Edición 84 — MAYO DE 2020

Asesor Gráfico: Gustavo del Castillo

Diseño de portada: Vladdo

Producción: VladdoStudio

Impresión: La Imprenta S. A. S.

www.unpasquin.com

Mail: [email protected]

Twitter: @unpasquin

DERECHOS RESERVADOS © 2020 VLADDOSTUDIO

E D I T O R I A L

Trump, venenoso

E l asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneápolis no ha hecho más que cal-dear los ánimos en Estados Unidos, país donde el racismo, la xenofobia y otras

manifestaciones discriminatorias son cada día más evi-dentes y, desde luego, alarmantes.

Lo más absurdo es que este clima de intolerancia se ha exacerbado en forma dramática desde 2017, con la llegada al poder de Donald Trump, quien con sus malos modales, su machismo y su arrogancia se ha dedicado a ahondar las diferencias en cuanto frente ha podido.

Cuando no la emprende contra los latinos, lo hace contra los musulmanes, los chinos o los que encuentre a su paso; según los arrebatos del momento. Con la misma fogosidad que ataca un día a sus opositores del partido Demócrata, la emprende al día siguiente contra líderes tradicionalmente aliados de EE.UU., como el primer ministro de Canadá, el presidente de Francia o la canciller de Alemania, con los cuales ha sacado a re-lucir ese temperamento camorrero que lo caracteriza, pues la diplomacia tampoco es uno de sus atributos.

Otros de sus blancos favoritos han sido los medios de comunicación que se atreven a poner en tela de jui-cio sus erráticas medidas o, simplemente, a registrar sus actuaciones. De hecho, tras sus reiterados discursos contra la prensa, no es gratuito que en medio de los disturbios la policía haya convertido a los reporteros en blancos de su furia. Han sido numerosos los casos en los cuales los uniformados, sin mediar palabra, han atacado con sus escudos, porras, gases y balas de goma a numerosos corresponsales, varios de los cuales han sufrido desde contusiones y cortaduras hasta severas lesiones en los ojos. Otros más han sido arrestados o retenidos sin ninguna justificación.

Y aunque líderes autoritarios hay en muchas partes, tratándose de un país que se jacta de ser la primera demo-cracia de Occidente, las actuaciones de Trump constitu-yen un pésimo referente para el resto del mundo.

A T R A Z O

L I M P I OEn el periodismo la objetividad es un mito; la libertad, un derecho y la independencia, una obligación.

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nte una vejez ofendida por los estereoti-pos sociales y las autoridades, reconforta leer los versos del gran poeta de la vida Walt Whitman:¡Vejez que se alza magnífica! ¡Oh bienve-nida, inefable gracia de los días de ocaso!

Este es mi manifiesto de desobediencia civil frente a la descalificación que se nos hace, como si el cuidado obligara a recluirnos por enemigos del trato social.

En una mirada hacia la niñez, vemos que nos dan un trato parecido. Mejor, un mal trato. Lo que se hace con la niñez es ignominioso e ignorante. Las medidas para proteger a los niños son castradoras. Empeoran un clima sociofamiliar asfixiante y convierten la teleeducación en una herramienta de alienación. Ante esto no hay cariño familiar que compense esta maligna dinámica.

La vejez ha sido destacada en la historia, pero también repudiada. Lo de ahora es apenas un revival de costumbres anacrónicas. En el gozoso panfleto de Paul Lafargue, El derecho a la pereza, se recuerda que en la antigüedad se practicaron tratos crueles. Los indígenas en Brasil mataban a sus viejos como testimonio de amistad, al igual que los celtas de la Galia y en Alemania. En Suecia se hacía uso en las iglesias de las mazas familiares para la ejecución de la pena de muerte a los viejos. Desde entonces, crueldad y paternalismo son valoración de la vejez, que está a la moda.

Cicerón, el elocuente filósofo romano, escribió en el año 44 a. C., a sus sesenta y dos años (para la época era un anciano), el más afamado de los escritos sobre la vejez, De senectute, donde propone una ética, una consciencia

del comportamiento, para entender lo virtuoso y feliz de ser viejo. Y ausculta sobre cómo abordar la muerte con tranquilidad, preparándonos con el filosofar. La perspec-tiva de Cicerón y, especialmente, la de Whitman son un principio de esperanza. Después de todo, también los jóvenes mueren por enfermedad, crímenes, pasiones y particularmente guerras.

Montaigne (1533-1592) en dos de sus ensayos: Sobre unos versos de Virgilio y Sobre cómo el filosofar es aprender a morir, recuerda la arrºgancia de Marcial: “poder vivir de la vida pasada es vivir dos veces”.

Montaigne se propone superar la conducta de los extremos, y por ello invita a la templanza, la contempla-ción, la virtud, esa cualidad amena y alegre. Al mismo tiempo, incita a divertirse con todos los placeres que la vida depara. La clave es el equilibrio, la consciencia de los límites, para conservar la salud hirviente, eso sí, sin soportar la hipocresía, madre de todas las mentiras. Menos las piadosas, digo yo.

Hay que evitar el envejecimiento prematuro, usar la astucia para evitar lo penoso de la edad. Vale esta afirma-ción del gran ensayista: “tiene la cordura sus excesos y no necesita menos de la moderación que la locura”.

Hay que precisar que la vejez distingue entre mujeres y hombres; entre pobres y ricos; entre solitarios y acom-pañados; entre enfermos y saludables; entre viejos y más viejos, porque hay cuarta edad, a la que logran llegar los más vitales. La vejez es la edad del filosofar, entendida como preparación a la muerte. Claro que las mujeres y los hombres viejos, si son marginados por la pobreza, el abandono y el racismo, no tienen tan bella alternativa. Debemos juntos rebelarnos y filosofar.

Norberto Bobbio en su opúsculo De senectute, escri-to a los ochenta y seis años, describe la vejez como un estado prolongado del pasado, una especie de retorno a través de los recuerdos y la memoria al tiempo vivido. Un ejercicio de nostalgia. El lente del iusfilósofo es más el del escepticismo cercano al pesimismo que al vitalismo de Cicerón, a quien critica, o a Montaigne, que se opone a la melancolía a favor de soñar y soñar.

Yo estoy a contracorriente del programa bobbiano, porque no plantea la transición hacia la acción propia de la edad. Mi creencia es que en el principio fue la acción, y al final también debe ser la acción. Solo se muere cuando ya no se desea. Valga recordar los versos de Horacio (65 a. C. – 8 a. C.):

Permíteme, ¡oh, Apolo!, gozar de lo que tengo, con-servar, te lo ruego, mi salud y mi cabeza, y que pueda en una digna vejez tocar aún la lira.

*Profesor emérito, Universidad Nacional. Profesor titular, Universidad Libre.

Opinión de Ricardo Sánchez Ángel*

Mi creencia es que en el principio fue la acción, y al final también debe ser la acción. Solo se muere cuando ya no se desea.

¡Vivan los viejos!

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E n el número de julio de 1968, tres meses después del asesi-nato de Martin Luther King y de la ola de rabia desatada en más de un centenar de

ciudades del país (46 muertos, la mayoría a manos de la represión policial y la Guardia Nacional en apenas cuatro días), la revista estadounidense Esquire publicó una entre-vista con el escritor afroamericano James Baldwin. Un mes antes, Robert Kennedy había sido también tiroteado –otro de esos asesinatos nunca esclarecidos del todo que jalonan la mitología americana–, en un pasi-llo de un hotel de LA, en los primeros pasos de una campaña presidencial centrada en la lucha por los Derechos Civiles. En un mo-mento dado, se produjo este intercambio entre el entrevistador y el escritor:

ESQ: ¿Cómo podemos hacer para que los negros lo enfríen [la situación]?BALDWIN: No nos corresponde a nosotros enfriarlo.ESQ: ¿Pero no son ustedes los que más sufren?BALDWIN: No, nosotros solo somos los que morimos más rápido.

En 1968 ardió EE.UU. porque el mun-do en general ardía. En 1965 ardió el vecin-dario angelino de Watts. En 1967 ardieron Detroit y Newark como antes habían ardido San Luis (1917), Chicago (1919), Tulsa (1921), –la pasada noche hizo exactamente 99 años de la llamada Masacre de Tulsa–, Harlem (1935) y de nuevo Detroit (1943). Como después arderían Miami (1980), Los Ángeles (1992); y más recientemente Cincinnati (2001) o Ferguson (2014). Son solo unas cuantas chin-

chetas marcadas en la línea temporal, pero señalan una tendencia, casi una maldición histórica. Si bien hasta la revuelta de Harlem los “disturbios raciales” estadounidenses habían sido principalmente supremacistas blancos, aunque arrasaban el lado negro de la ciudad. Desde entonces, todos han venido precedidos de un acto de violencia policial contra los negros.

Ardieron esas ciudades como llevan ardiendo, con distinta intensidad y desde hace una semana otras como Minneapolis, Chicago, Seattle, Salt Lake City, Louisville, Atlanta o New York. Trece estados tienen la Guardia Nacional desplegada, y desde el viernes, el toque de queda entra en vigor en todas las ciudades mencionadas tan pronto como empieza a caer el sol.

El vecindario en el que vivo, de mayo-ría afroamericana, aunque uno de los pocos multirraciales de Chicago –la prestigiosa universidad tiene la culpa–, lleva 48 horas sobrevolado por helicópteros y con policía (ciudad, universidad y quién sabe si Servicio Secreto –Barack Obama tiene residencia aquí) casi en cada esquina. Aun así, en la noche del sábado varios establecimientos de las arterias comerciales del barrio fueron saqueados. Ayer no había nada abierto en una ciudad en la que casi nada cierra en domingo. Los saqueos continuaron al final del día, y también las cargas policiales.

Arde EE.UU. como ardía Mississippi en la magnífica película de Alan Parker. Arde y, la verdad, poco importa quién prenda la mecha, aunque los que lo hacen ahora tengan la razón de su parte. Que arda es una tradición tan americana como las hamburguesas en una parrilla la tarde del 4 de julio. Mal que nos pese. Y cada vez que

arde América, la rueda vuelve a girar para volver al punto de partida, al tiempo que los agentes de opinión pública se ocupan de mantener nuestra mirada fija en el dedo para olvidar, rápidamente, la luna que había sacado a la gente a la calle.

La tarde del sábado casi todos los me-dios mantenían una actitud proclive a los manifestantes. A medida que caía la noche y la violencia y los saqueos se iba imponiendo todo cambió. Ayer la protesta parecía haber pasado a segundo plano y los saqueos, los saqueadores y el nuevo juguete de la derecha americana –“los Antifa”– se convirtieron en los reyes de la pantalla. Especialmente desde que en uno de sus habituales arrebatos, el presidente asegurara en Twitter que “EE.UU. designará ANTIFA como organización terrorista”.

Grupos de ultraderecha, neonazis y supremacistas perfectamente identificados –“very fine people”, según Trump– han cometido tres de cada cuatro delitos de odio desde 2010

Según la Liga Anti-Difamación, no ha habido ningún asesinato relacionado con los denominados Antifa. Sin embargo, grupos de ultraderecha, neonazis y supremacistas perfectamente identificados –“very fine people”, según Trump– han cometido tres de cada cuatro delitos de odio desde 2010. En 2017, una manifestación organizada por este tipo de grupos en Charlottesville aca-bó en enfrentamientos entre antifascistas y ultras. Resultó muerta una chica de 19 años cuando un extremista de ultraderecha se lanzó con su coche contra un grupo de contramanifestantes.

Será difícil lograr dicha designación para una “organización” cuya existencia como tal es difícil de probar. Además, la legislación antiterrorista norteamericana no lo permite para grupos domésticos. Pero es probable que tengamos tontodebate para las próximas semanas.

Nadie condona la violencia, los sa-queos, los incendios y las palizas que hemos

RACISMO EN EE.UU.

Los que mueren más rápidoPor Diego E. Barros, Chicago || Cortesía, revista Contexto

Grupos de ultraderecha, neonazis y supremacistas perfectamente identificados –“very fine people”, según Trump– han cometido tres de cada cuatro delitos de odio desde 2010.

El asesinato del afroamericano George Floyd por un policía de Minneapolis provoca una ola de protestas en EE.UU. El fuego que arde estos días viene espoleado por la tormenta perfecta: fractura política, pandemia y desesperación económica.

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visto, una vez más, en los últimos días. Es un milagro que tras seis días solo haya habido, todavía, tres víctimas mortales, en Chicago, Detroit y Oakland, en diversos incidentes que permanecen bajo investigación. En L. A. 92 hubo 54. Hay cientos de detenciones a lo largo de todo el país.

Martin Luther King, quien además de condenar toda violencia era un antifascista pues es la única forma de ser persona, advir-tió: “Un disturbio es el lenguaje de los que no son escuchados”. Un lenguaje que –decía el reverendo– América se niega a escuchar. Él fue asesinado.

Cuando lean esto habrán quedado atrás 6 días de protestas, disturbios y sa-queos de diversa intensidad con su punto álgido en las noches del sábado y el domin-go. Era esperable. Era fin de semana. Y era esperable también porque, tras la actitud contemporizadora un tanto laissez faire, que habían demostrado las diversas policías en las jornadas anteriores, era hora de la mano dura. Así lo hacía sospechar la subida de tono del presidente Donald Trump a través de sus vomitonas tuieras pidiendo palo y llamando “thugs” (matones) a los manifestantes en Minneapolis –sin diferencia. Pronto a todos, en todas partes.

Si la América normal se resiste a escuchar el lenguaje, imaginen el Pirómano en Jefe.

La razón de que EE.UU. vuelva a arder, a estas alturas, la conocen todos. La agonía y muerte del afroamericano George Floyd televisada en todo el país vía videos virales

el pasado lunes. Muerte, supuestamente, por la asfixia provocada por la rodilla del agente de la Policía de Minneapolis, Derek Chauvin, sobre el cuello de Floyd. Lo úl-timo que se le escuchó a Floyd, lo último que todos en EE.UU. escuchamos ante la actitud indiferente de hasta cuatro agentes y el horror de los testigos presenciales, fue un grito de sobra conocido: “I can t breath” (no puedo respirar). Fue lo mismo que ha-bía pronunciado otro afroamericano, Eric Gardner, el 17 de julio de 2014 mientras la vida se le escapaba ahogado por el brazo del oficial de policía, blanco, Daniel Pantaleo. Este nunca fue acusado y permaneció en su puesto hasta ser despedido y despojado de su pensión en agosto de 2019.

Una lista interminableEl de Floyd es solo uno de tantos casos, el último. El 13 de marzo Breonna Taylor mu-rió después de que la policía de Louisville entrara en su casa en medio de una perse-cución y se iniciara un tiroteo. Este mismo miércoles en Tallahassee, Tony McDade, un afroamericano transgénero fue asesinado a tiros por la policía. Ahmaud Arbery, de 25 años, murió el pasado 23 de febrero por los disparos de Gregory McMichael, un expoli-cía de 64 años, y su hijo Travis, de 34. Arbery corría por un barrio de mayoría blanca y a sus asesinos les resultó sospechoso. Los negros solo corren por una buena razón dentro de un recinto deportivo, debieron pensar los McMichael antes de subirse a su furgoneta, perseguirlo, detenerlo, forcejear

con el joven y dispararle.La lista es interminable. Poco impor-

ta, solo son vidas. Vidas negras, cuerpos negros. Como le escribe Ta-Nehisi Coates a su hijo en el durísimo y bellísimo Between the world and me:

Y ahora sabes, si no lo sabías antes, que a los departamentos de policía de tu país les han otorgado autoridad para destruir tu cuerpo. No importa que esa destrucción sea resultado de una reacción desafortunada-mente excesiva. No importa que su origen sea un malentendido. No importa que la destrucción parta de una política ridícula. Si vendes cigarrillos sin la debida autorización, tu cuerpo puede ser destruido. Si guardas resentimiento a la gente que está intentando inmovilizar tu cuerpo, te lo pueden destruir. Si te metes en una escalera a oscuras, tu cuerpo puede ser destruido. A quienes lo destruyen casi nunca se les hace responsable de ello. […] Y la destrucción no es más que la forma superlativa de un dominio cuyas prerrogativas incluyen los registros, las detenciones, las palizas, las humillaciones. Esto le pasa a toda la gente negra. Y les ha pasado siempre. Y no se responsabiliza nadie. No hay nada extraordinariamente maligno en esos destructores, ni siquiera en el momento presente. Los destructores no son más que hombres que garantizan el cumplimiento de los caprichos de nuestro país, interpretando su herencia y su legado.

Un adulto afroamericano tiene tres veces más posibilidades que un blanco de morir a manos de la policía. Y eso aunque

Un adulto afroamericano tiene tres veces más posibilidades que un blanco de morir a manos de la policía. Y eso aunque tenga 1,3 veces más posibilidades de estar desarmado

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tenga 1,3 veces más posibilidades de estar desarmado

¿Es racista la policía estadounidense? ¿Es racista EE.UU.? La respuesta a ambas preguntas no es sencilla. En cualquier caso, la policía de Estados Unidos no es más racista que cualquier otra policía de los países blancos desarrollados; y EE.UU. no lo es más que cualquier otro país occi-dental. La diferencia es que la de este es la historia de sus cepos de castigo, sus cruces ardiendo y los fantasmas de extraños frutos colgando de sus árboles. Y es esa historia escrita en un lenguaje nunca escuchado y por tanto nunca reparada la que explica, en parte, el desaguisado. Lo cierto es que un adulto afroamericano tiene tres veces más posibilidades que un blanco de morir a manos de la policía. Y eso aunque tenga 1,3 veces más posibilidades que un blanco de estar desarmado en el momento de verse involucrado en una acción policial. No hay una relación directa entre índices de vio-lencia y la posibilidad de ser asesinado por la policía. Y una cosa es cometer un crimen y otra ser condenado. Los afroamericanos constituyen el 13,4% de la población total de EE.UU. por el 76,5% que se identifican como blancos. Según los datos de 2018, el 43% de los crímenes violentos fueron cometidos por afroamericanos por el 46% achacado a los blancos. Sin embargo, los afroameri-canos son más propensos que los blancos a ser arrestados; una vez arrestados, es más probable que sean condenados; y una vez condenados, es más probable que reciban largas condenas. Los adultos afroamerica-nos tienen 5,9 veces más probabilidades de ser encarcelados que los blancos (3,1 veces más, los hispanos). Uno de cada tres niños negros nacidos a partir de 2001 podría ir a prisión en su vida, uno de cada seis latinos. La comparación con los niños blancos es de 1 de cada 17.

Hay algo, pues, que escapa a la frialdad de las estadísticas. Según The Sentencing Project, la explicación a semejante dispari-dad “es más profunda y más sistémica que la discriminación racial explícita”, pues en EE.UU. “operan dos sistemas penales distintos: uno para las personas ricas y otro para los pobres y las personas de color”. La diferencia entre la renta media de un hogar blanco frente a uno afroamericano es de treinta mil dólares. Esa misma diferencia se dispara a un par de cientos de miles de

dólares en cuanto entra en juego un factor como la educación universitaria.

Se trata, pues, de un entramado de causas en un país que soporta índices de violencia más propias de una zona de con-flicto que de un estado desarrollado. Un país en el que cualquiera puede ir armado; algo que la policía tiene siempre presente.

Hay ocasiones como esta en la que la violencia acaba por rebosar los bordes del depósito y se convierte en un espectáculo hipnótico a través de la pantalla del televisor. Es en los hogares de los suburbios blancos de los alrededores de las ciudades en cuyas afueras se despliegan los guetos afroameri-canos. Es en las ciudades donde se producen los choques entre manifestantes y policía, los saqueos. Es en los suburbios blancos y en los barrios ricos (no necesariamente blancos) donde se ven las cadenas por ca-ble. Y es allí donde vive la gente que vota, la mayor parte al menos. Gente normal y de orden, a la que aunque casi nunca le salpi-quen los cristales rotos y mucho menos la sangre, odia ver el caos desde la comodidad de sus salones.

Todos los políticos necesitan los votos de la gente 'normal y de orden'. Todos los políticos necesitan el apoyo de la policía y de sus poderosos sindicatos para ganar elecciones

El silencio de los líderes nacionales –no de los alcaldes afectados, no del presidente, nunca del presidente– de ambos partidos, pero especialmente de los demócratas, el sábado resultó ensordecedor. Hay eleccio-nes presidenciales en noviembre y quien le diga que sabe qué va a ocurrir le miente como un bellaco.

Policía y políticaTodos los políticos necesitan los votos de la gente normal y de orden. Todos los políticos necesitan el apoyo de la policía y de sus po-derosos sindicatos para ganar elecciones. Nadie ha mimado tanto a los sindicatos policiales como Trump, a los que incluso ha animado a no ser “demasiado amables” en los arrestos. El pasado octubre el líder del sindicato de policías de Minneapolis participó en un mitin del presidente y le agradeció haberles librado de las “esposas y la opresión”padecidas durante la era Obama.

Durante ocho años hubo un afroame-ricano en la Casa Blanca, otro afroameri-cano al frente de la Fiscalía General. Ocho

años no son suficientes para cambiar los 236 anteriores, ni mucho menos cicatrizar las he-ridas y la memoria. El día después es historia reciente, la estamos viviendo. El verdadero drama, dijo el viernes por la noche con su torrente habitual el profesor Cornel West, es estar siendo testigos de “América como experimento social fallido”. West, uno de los intelectuales más reputados de EE.UU., evidenció que el capitalismo “no protege a la gente” y cargó contra el ala neoliberal del Partido Demócrata que, según él, está únicamente interesada en “colocar caras negras en posiciones altas”, pero no en el cambio real.

Como me dijo hace poco un amigo afroamericano: “No es que haya menos racismo, es que ahora tenemos teléfonos móviles”.

Estos días se han hecho paralelismos con 1968. Hay algunos, pero también dife-rencias. El fuego que arde estos días viene espoleado por la tormenta perfecta: fractura política, pandemia y desesperación econó-mica. Veinte millones de estadounidense perdieron su trabajo el pasado abril, el paro alcanzó el 14,7%, diez puntos más que en marzo. El número de desempleados alcanza ya los 40 millones, (20,3%). En USA, un país sin apenas cobertura social y colchón fami-liar, no job no money. Y tampoco sanidad. Los bancos de comida, con colas kilométri-cas, están al borde del colapso financiero.

Ahí se acaban los paralelismos y es, de nuevo, James Baldwin, desde el pasado y “optimista” el que nos dice: “Los blancos deben buscar respuesta en sus corazones, por qué fue necesario tener un nigger (vo-cablo inglés especialmente peyorativo y racista) desde el principio, porque no soy un nigger, soy un hombre. Pero si crees que soy un nigger significa que me necesitas (…) y si yo no soy ese nigger, tú lo inventaste y debes preguntarte por qué”.

Nadie ha respondido todavía.

*Diego E. Barros estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Vive en Chicago y es profesor universitario. Escribe donde le dejan y, en ocasiones, hasta le pagan.

Artículo publicado originalmente en la revista española ‘Contexto’. http://www.ctxt.es

Todos los políticos necesitan los votos de la gente 'normal y de orden'. Todos los políticos necesitan el apoyo de la policía y de sus poderosos sindicatos para ganar elecciones.

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Oxígeno

Opinión de Juliana González*, desde Berlín.

La pandemia parecía igualarnos a todos de un tajo. Pero hay factores que las vuelven mortíferas para unos y llevaderas para otros.

Y o no sé a ustedes, pero a mí la perorata de la reinvención y de la obsesión per-manente de optimizarnos, como si fuéra-mos el mostrador de una tienda de moda me tiene reventada.

Los gurús, los influencers, los coachs, los evangeli-zadores de The Secret y todas las sucedáneas nos ma-chacan con la frase de “las crisis son oportunidades”. El problema no es la verdad que en ella reside. El problema, para mí, es que se trata de que sigamos por la senda de auto explotarnos para beneficios a terceros. Sí, claro que también uno saca su parte de ello como mantenerse actual y no pasar a la obsolescencia temprana. Pero el asunto es que sigue habiendo un sinsabor en ese sistema pre-pandémico que no parece seremos capaz de borrar cuando todo esto pase (cuando quiera que ese momento llegue). El llamado es a “sálvese quien pueda”, la oda al self-made millionaire estadounidense. Porque no son reinvenciones colectivas. Salvo el paso dado por España con la adopción del ingreso vital mínimo.

Y eso me parece necesario y valiente. Más allá de la pandemia, es claro que cualquier sociedad es un mosai-co heterogéneo, con piezas dispares. Y es el cemento que nos une, el que nos permite conseguir múltiples formas. Hay sociedades que parecen la repetición infinita del Guernica de Picasso, mientras que otras desde la distan-cia recuerdan los vitrales de la Sainte-Chapelle de París. Hay piezas más brillantes y otras más opacas. Hay piezas más resistentes y otras más frágiles. Y así, nos cataloga-mos los humanos dentro del sistema de producción y de relacionamiento en el que vivimos la gran mayoría.

Algunos están mejor preparados para este mundo porque tuvieron las condiciones alimenticias, fami-

liares y educativas para adaptarse al engranaje. Otros, porque han forjado un temple que los lleva a sobreponerse a todas las adversi-dades e infortunios levantándose una y otra vez. Pero la so-ciedad no es solo el cúmulo de los más fuertes. En nuestras vidas, en nuestros entornos o en el de otros, también exis-ten los débiles. Los que han nacido en el lugar más inhóspito

del que se tenga noticia y con las puertas cerradas a la educación, al apoyo sicológico, a la salud. A los que les tocó en la lotería de la genética la piel oscura o india, en lugares donde la epidermis clara es sinónimo de triun-fo, resplandor, belleza, inteligencia y poder (aunque nada de esto sea cierto). Pero incluso entre iguales de piel existe unas diferencias insondables producto de los accesos o más bien de las negaciones a los privilegios que en realidad son condiciones básicas para todos. Esas ayudas sociales no son como lo llaman algunos “al-cahuetear la pereza”. En realidad, son el reconocimien-to de las desigualdades y de la iniquidad del mundo en el que vivimos. Además, tienen un elemento revolucio-nario porque ponen en entre dicho en el mundo libre de que estamos condenados a escoger entra la libertad de expresión y la barriga llena. No es cierto, no hay que renunciar al derecho a disentir por tener las necesida-des básicas cubiertas. Lo demuestran los de la penínsu-la escandinava y los alemanes. Y no vengan a decir que los alemanes reniegan del capitalismo cuando exportan el 80% de su producción. Pero incluso en este sistema también hay desigualdades: racismo y xenofobia.

La pandemia parecía igualarnos a todos de un tajo. Las enfermedades son de por sí democráticas y exentas de meritocracia. Pero hay factores que las vuelven mor-tíferas para unos y llevaderas para otros. Por ejemplo, en Estados Unidos parte de las poblaciones de riesgo del nuevo coronavirus muestran una correlación con aquellos segmentos de la sociedad con precario acceso a la salud. Allí en ese país vemos con merecido espanto cómo pasaron de escuchar las sirenas de las ambulan-cias, a las sirenas de la policía.

Porque lejos estamos de ser sociedades igualitarias y respetuosas de la diferencia. El asesinato del George Floyd ha caldeado los ánimos de aquellos que solo por su color de piel tienen más posibilidades de morir en manos de la ley, que sus pares blancos. Pero también ha calado en voces solidarias alrededor del mundo. En estos días recuerdo con más viveza las palabras de un amigo que recordando su infancia me decía: “Mi madre nos enseñó que donde hubiera problemas, debíamos ser los primeros en abandonar el lugar, porque la culpa siempre la tiene el negro”.

Quiero creer que, en este mundo pandémico, sí podemos reinventarnos -aunque me moleste la pala-bra- y por fin poner punto final a esos virus que nos tienes inoculados: el racismo y la inequidad. Porque en realidad ya no podemos respirar más. Nos estamos quedando sin aire.

*Analista Política; Máster en Políticas Públicas y Economía para el Desarrollo. @JuliGo4Ca

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E l coronavirus parece haber sido visto como la tabla de salvación por el Iván Duque. Tabla de salvación porque antes de la pande-mia registraba los niveles de desaprobación más altos de cualquier mandatario colom-

biano en el tiempo que llevaba de gobierno (y algo parecido en comparación a cualquier otro mandatario latinoameri-cano). Y porque parece que decidió ‘jugársela toda’ a me-jorar su imagen manejando adecuadamente la pandemia y convirtió eso en la preocupación única de su gobierno.

Un balance o análisis de lo que ha significado es que consecuentemente ha acabado dando más importancia a ese manejo de imagen que a los desarrollos y consecuen-cias que la pandemia misma trae.

Tres frentes se deberían haber tenido en cuenta: el de salud, propiamente; el económico y el social.

En el primero, el ‘éxito’ que se reivindica y por el cual las autoridades dicen que la OMS nos califica como ejem-plo es por haber seguido al pie de la letra sus instruccio-nes y la consecuecia lógica tanto en los resultados como en esa calificación.

Pero de una parte se debe tener en cuenta que la pre-ocupación de ese órgano internacional es únicamente el tema de salud mientras la responsabilidad de los gobier-nos cubre muchísimos aspectos más y hay un error de partida al omitir esto (como se ve en el tema económico y el social). Y de otra parte, que no hay certeza en que sean infalibles las orientaciones de ese órgano. De hecho nun-ca había sido tan cuestionado como lo está siendo alrede-dor del manejo de esta crisis. En buena parte por lo que se podría llamar ‘exceso de prevención’ pues al inicio se asumió hacer un paralelo con otros casos de coronavirus como el SARS con los peores escenarios posibles. Esto no correspondió a la realidad pues Asia principalmente (China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur) y otros que sí se habían preparado para esos casos (Islandia, Alemania, Nueva Zelandia) evitaron caer en esos escenarios. En parte por no reconocer la total ignorancia de la cual par-tió y dar instrucciones como si sus suposiciones fueran certezas.

Un engaño lo da la forma de presentación, pues que-da la sensación de que estamos avanzando y acercándo-nos a la salida del mal cuando esto no es cierto: lo único logrado –aunque ya no se enfatiza que es además lo único buscado– es diférir o ralentizar la tasa de contagio (‘aplanar la curva’). Consiste esto en diluir en el tiempo lo que sería el pico de contagio, y esto con el único propó-sito de evitar la congestión de los sistemas de salud. Pero

no se ha cambiado ninguno de los elementos de la pan-demia y estamos como el día del primer enfermo, solo que con decenas de miles más: ni encontramos remedio para los contagios, ni disminuye la tasa de mortalidad por enfermos; ni aparece tratamiento para la enferme-dad; ni avanzamos en atacar –menos aún en erradicar– el virus; y todavía seguimos en que la expectativa es que se cumpla el ciclo epidemiológico natural y lleguemos a la ‘inmunidad de rebaño’, es decir, al momento en que sean tantos los que ya pasaron por el virus y no pueden ser portadores que su relación en proporción a los aún no infectados caiga a una tasa de transmisión inferior a 1 (en términos no técnicos, que por la reducción de los casos nuevos la epidemia tienda a desaparecer, algo como la calvicie, que mientras más pelo ha caído, menos quede por caer).

Se da otro engaño o manipulación de información por el gobierno al presentar las cifras de ‘éxitos’ sin com-plementarlas u omitiendo el contexto comparativo de la evolución natural de la pandemia y/o del estado en que se encuentran los casos con los cuales se compara.

Por ejemplo, no se tiene en cuenta que nosotros aún estamos en la pendiente creciente de todas las variables (hasta cierto punto comenzando apenas el ciclo epide-miológico) y nos lanzamos a copiar los pasos de quienes van más adelantados.

La gráfica 1, tomada de la página web del Corriere della Sera de Italia, (citada en un artículo de Héctor Riveros) muestra, por ejemplo, el caso de Italia –conside-rando que bien o mal manejado ya está en la pendiente negativa–, que ya ha cumplido el ciclo de la pandemia, cuando pierde virulencia y, con cierto nivel de control sobre ella, la curva de casos diarios se aplana y la de ca-sos activos tiende a cambiar de sentido.

Pero mal que bien en cuanto a salud es donde mejo-res resultados se han dado y, a pesar de lo aquí señalado, donde menos manipulación de la información hay.

Ya se dijo que lo más grave es que otros aspectos se han sacrificado. El más evidente, la economía, con la planteada disyuntiva de ‘salvar vidas o salvar la econo-mía’. De partida, es información manipulada en la medi-da en que no se consideran las pérdidas de vidas que a la larga implica una crisis económica del tamaño de la que se ha creado.

Pero el repetir cada una de las sumas que se destinan a uno u otro programa no permite ver la realidad de la poca atención que se está presentando a ese frente. En parte porque se minimiza el problema fiscal usando lo

¿Usan el coronavirus para manipularnos?

Opinión de Juan Manuel López Caballero*

El concentrarse en manejar la imagen no beneficia a nadie –ni siquiera al Presidente, al cual a la larga puede perjudicarlo–. Atender la realidad –o las realidades– es lo que se necesita.

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Gráfico 1La línea roja muestra el nú-mero de casos confirmados (acumulado a la izquierda y diario a la derecha), la ver-de recuperados, la rosada activos y la negra muertes. Nótese la tendencia descen-diente de los datos diarios.Fuente:Tableau.com

Gráfico 2Acá los estamos copiando, cuando la curva está más em-pinada y va más rápido.

que son puros malabares de traslado de una partidas que tenían otros destinos –y en algunos casos otros propie-tarios, como los fondos pensionales de los departamen-tos–; en parte porque no se descubre lo marginal que es como suma total.

Por ejemplo, no se menciona lo que rerpresenta como esfuerzo en términos proporcionales al presu-puesto y al PIB (destinamos el 1.2% del PIB mientras países tan disímiles como Perú, Estados Unidos, o China destinan hasta del orden del 10% de su PIB).

No existe análisis del ‘trade off’ o comparación costo-benéficio entre lo que se gana en lo inmediato contra el daño futuro. No solo posiblemente en cuestión de vidas. Tampoco se considera –ni siquiera se trata el tema– ni al menos se hace algún estimado del mal futuro en cuanto a actividad económica con la cantidad de em-presas que se cierran, con la cantidad de empleos que se pierden, las nuevas condiciones de pobreza y desigual-dad que se crean y su reflejo en costos de delincuencia y violencia.

Se intentan mostrar como soluciones al problema económico las medidas que a su turno buscan disimular la catástrofe social que se ha producido, generando así un doble engaño en la medida en que no atiende ni lo uno ni lo otro.

Así sucede con el subsidio de 160.000 pesos men-suales por familia, lo cual parecen una burla ante las necesidades de las personas que las deben recibir. La condición de que deben ser empleados formales y tener el salario mínimo equivale a decir que recibirán (si esto se cumple) apenas el 15% de lo que era un nivel de super-vivencia. Con esto debe compensarse el salto hacia atrás de perder su ingreso estable. ¡¡Y se supone que además con esto se reactive la demanda…!! En Estados Unidos se dará el 80% del salario mínimo y se reparte a toda la población necesitada desempleada. Porque en relación al empleo como engranaje económico sucede algo pareci-do cuando dicen que este subsidio compensa el aumento del desempleo, cuando en la práctica lo que hace es legi-timar el lanzamiento a la calle de los millones que están siendo atropellados por el manejo de la falsa disyuntiva de ‘vidas o economía’ (que ya van en cerca de 20 millo-nes contra la predicción del gobierno de un total al final de 17,5 millones).

El nivel al cual se pretende que se puede distorsionar

la verdad con falsa retórica para manipular la imagen lo ilustra el caso de los mayores de 70. La verdad es que la razón de esta política es originada en lo que pasó en Lombardía donde aparecieron los responsables de la sa-lud diciendo que como el sistema había colapsado tocaba escoger a quién dejaban morir y habían decidido que debían ser los viejos porque tenían menos expectativa de vida que los jóvenes. Esta sola forma de seleccionar víctimas tiene bastante cuestionamiento desde el punto de vista ético. Pero peor es que para ‘venderlo’ se inventó el presidente el cuento de los ‘abuelitos’ y, acudiendo a la empatía normal de las familias, intentar convencer a la gente de que es para su protección que se comete ese abuso. Abuso que también es engañoso, puesto que es imposible implementar en la práctica las ‘generosas’ condiciones de dejarlos salir media hora tres días a la semana. Y también antijurídico, ya que limita o viola las garantías constitucionales sin justificación probada. Es simplemente un típico acto tiránico en el sentido de responder sólo al capricho (o puede ser convicción) per-sonal de quien lo emite, pero en este caso es apenas un abuso de poder para mostrar falsamente una imagen de ‘consideración con una población vulnerable’ cuando se desatiende lo que sí requiere esa atención. El con-centrarse en manejar la imagen no beneficia a nadie –ni siquiera al Presidente, al cual a la larga puede perjudi-carlo–. Atender la realidad –o las realidades– es lo que se necesita.

Como el ‘aislamiento preventivo obligatorio’ no pue-de ser permanente (ya las reacciones muestran que los costos no se aguantan); como la ‘reactivación gradual inteligente’ no va a ninguna parte (es un imagen para vender la continuidad parcial del aislamiento), y como las medidas gubernamentales no tienen casi incidencia en el ciclo de la pandemia, la mejor opción es entregar a los individuos la responsabilidad de protegerse perso-nalmente. Ahí sí usar la pedagogía de la cual tanto habla Duque para hacer entender que esa es la situación, y por lo tanto que cada cual se esfuerce por mantenerse aisla-do, en parte saliendo y socializando lo menos posible, y en parte complementando esto con distanciamiento, ta-pabocas, guantes y sobre todo el lavado de manos lo más frecuentemente posible.

*Economista e investigador.

Gráfico 1 Gráfico 2

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10 05.20

Sabotaje velado

L a emergencia en la que nos encontramos, sobre la cual lo único que tenemos claro es que nadie sabe nada, ha llevado a gober-nantes dubitativos y ciudadanos temerosos a desarrollar una dinámica de supresión de

derechos y obediencia como mecanismos de atenuación del riesgo de contagio por el coronavirus. Mientras ello ocurre, el poder detrás del poder parece estar haciendo de las suyas y aprovechando el caos para reforzar una agenda de sabotaje a la construcción de paz en Colombia.

Mediante acciones efectivas o a punta de silencios, la cuarentena ha creado el escenario ideal para seguir deteriorando la agenda de paz. En tanto nuestro mundo en los últimos dos meses se ha reducido al espacio que ha-bitamos y a múltiples restricciones que han alterado todo lo que conocíamos, se ha perdido también contacto con esos otros temas de nuestra realidad que, en otro contexto, generarían reacciones más contundentes.

Para empezar, la agenda del paro nacional quedó totalmente suspendida y por estos días es un tema que suena desgastado y poco relevante. Nadie se acuerda, ni parece que quisiera acordarse ya, de esas reivindicaciones tan vehementes de fin del 2019. A eso le ha seguido el des-entendimiento del gobierno frente al aumento de líderes sociales amenazados, desplazados y asesinados. Por esto, propuestas como las del partido de gobierno de quitar recursos a la implementación de la paz para invertirla en la crisis actual por la pandemia, parecen no solo inapropia-das, sino verdaderas burlas a víctimas y sus familias que hoy están desamparadas en los territorios y son mucho más vulnerables a la muerte que cualquier persona ante el Covid19.

A esta pasividad deliberada se suman acciones efec-tivas contra la democracia y la construcción de paz. Cuando se descubre que -otra vez- la cúpula militar designada por la actual administración ha dedicado buena parte de su trabajo a perfilar periodistas, personajes públicos, funcio-narios de gobiernos anteriores que se consideran opositores del gobierno, puede decirse que los valores democráticos de nuestro Estado Social de Derecho siguen amenazados. De nuevo, nos enfrentamos a un Estado que persigue, hostiga, estigmatiza y divide el país; que lejos de alinearse con la idea de articularse

políticamente y sin armas con quienes no comparten sus posturas, apela a mecanismos intimidantes para silenciar y neutralizar las diferencias; que desconoce la riqueza de la diversidad en una democracia y busca unificar a la brava la expresión ciudadana.

La más reciente bofetada a las víctimas del conflicto fue el nombramiento de Jorge Rodrigo Tovar, hijo de Jorge 40, uno de los peores paramilitares que haya existi-do jamás en Colombia, como coordinador de víctimas en el Ministerio del Interior; una muestra más del desprecio que el gobierno siente por las víctimas y lo que significa reconocerlas y reparar su dolor. En medio de este panora-ma, no se ve por ningún lado un liderazgo del gobierno en temas de derechos humanos y paz, ni una postura que co-munique algo distinto al frecuente desafío que se le hace a esta agenda. Emilio Archila aparece como un funcionario bienintencionado pero solitario con poco presupuesto que habla de paz en espacios limitados, usando cifras confusas que no corresponden con los hechos y a quien nadie en el gobierno respalda.

Lo último que hemos conocido, sorprendentemente anunciado por el gobierno estadounidense, es la próxima llegada a Colombia de una brigada de militares de ese país que vendrían a prestar asistencia técnica en la lucha con-tra el narcotráfico. Es un asunto que genera preocupacio-nes sobre constitucionalidad, soberanía, agendas golpistas y utilización de Colombia al mejor estilo de una colonia. Pero más allá de eso, resulta aún más preocupante ratificar que el punto 4 del Acuerdo de Paz sobre lucha contra el narcotráfico, que planteaba una agenda colaborativa, de sustitución voluntaria, de redistribución de tierras y de in-versión en el campo para dar oportunidades a la gente en los territorios, será desconocido por la vuelta a una lógica de uso de la fuerza, aspersiones contaminantes y segura-mente persecución a los pequeños productores, muy lejos del propósito de transformación social y económica del acuerdo con las FARC.

La coyuntura de la pandemia se le presenta hoy al gobierno como la mejor excusa para abandonar cual-quier posibilidad de avanzar en la implementación de los acuerdos de paz, que es lo que ha buscado hacer desde sus inicios; seguir hablando solo de Covid19 es la mejor es-trategia. En estas circunstancias, lo que resulta más grave aún es el mensaje que se envía sobre las perspectivas de futuras negociaciones de paz, cuando se observa que los gobiernos no respetan los acuerdos y privilegian sus pos-turas políticas inmediatas, sobre la imperiosa necesidad de reconciliación de los colombianos.

*Abogada, magister en Derecho Internacional y en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos. @julibustamanter

Opinión de Juliana Bustamante*

La coyuntura de la pandemia se le presenta hoy al gobierno como la mejor excusa para abandonar cualquier posibilidad de avanzar en la implementación de los acuerdos de paz.

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11 05.20

Claritos y oscuros

E l asesinato de Martin Luther King Jr. el 4 de abril de 1968 impactó a toda una nación y a una parte importante del mundo. King llevaba 13 años al frente del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos y

su oratoria, tenacidad, carisma y su apuesta decidida por la no-violencia lo habían convertido en una figura central de la intensa década de los 60. Al enterarse de su asesinato más de 100 ciudades estadunidenses estallaron con movi-lizaciones, enfrentamientos y destrucción de propiedad. Robert Kennedy, en campaña presidencial y a solo 2 meses y dos días de su propio asesinato, dio uno de sus más fa-mosos y conmovedores discursos y el Presidente Johnson decretó día nacional de duelo.

El día después del asesinato, a 1.100 kilómetros de Memphis, una profesora de tercero de primaria de Riceville, un diminuto pueblo de Iowa, entraba a su clase todavía impactada, pero convencida de que tenía que hacer algo. Jane Elliott esperó a sus 28 estudiantes y después de hablar unos minutos sobre lo que había sucedido la noche antes les preguntó: “¿Quisieran saber lo que se siente ser un niño o una niña negra? Para eso hay que vivir la discri-minación.” Juntos decidieron hacer un ejercicio en el que la clase se separaría en dos grupos: los de ojos azules (claros) y los de ojos cafés (oscuros). A los de ojos azules, Elliott les puso un collar de tela que los hacía visibles e identificables y los sentó en la parte trasera de la clase. Empezó a darle privilegios a los “ojioscuros” como recreos más largos y acceso a lugares especiales. También prohibió que los niños (todos blancos) tomaran de la misma fuente de agua (un niño concluyó que era porque se podían contagiar) e impulsó a los “cafés” a jugar entre ellos excluyendo a los “azules”. Finalmente, empezó a ejercer presión sobre el grupo de “ojiclaros” en su proceso de aprendizaje resaltan-do sus errores y faltas y luego explicando que esto se debía a que la mayor concentración de melanina en los niños con ojos oscuros hacía que estos fueran más inteligentes y más rápidos que los niños con ojos claros.

Mientras avanzaba la semana, efectivamente los re-sultados académicos de los “azules” empezaron a flaquear, se aislaron en los recreos y se mostraron inseguros y errá-ticos en sus intervenciones y relaciones. Los “cafés”, por el contrario, avanzaron académicamente y empezaron a ser arrogantes, agresivos y mandones en sus relaciones con los ya que consideraban inferiores. Al finalizar la actividad, los niños escribieron sobre lo que habían sentido en el ejerci-cio. Los escritos, llenos de angustias, preguntas y dolores, fueron publicados en el periódico local y luego replicados en otros medios nacionales. A la profesora la invitaron a uno de los programas de televisión nacional con mejor rating y el país entero empezó a hablar del “Ejercicio Ojos Cafés, Ojos Azules”. Elliott recibió amenazas de muerte,

casi todos sus compañeros de trabajo le dejaron de hablar y en el pequeño pueblo la tildaron despectivamente de “amante de negros”(nigger lover). Su ejercicio, no obstante, fue un momento culminante de la educación moral y de la discusión nacional sobre la cuestión de raza en EU.

En el contexto del asesinato de George Floyd, conocí (en una entrevista) a Jane Elliott. 52 años después del pri-mer ejercicio en Riceville la profesora sigue hablando de prejuicios, discriminación y racismo. Cuando la catalogan como una activista interrumpe y aclara que ella es una edu-cadora y que su labor, como la de todos los educadores, es impulsar al estudiante para que abandone la ignorancia. El racismo, dice Elliott, es como un virus que solo se cura su-friendo en carne propia el prejuicio y la discriminación de otros individuos y de un sistema que los propicia, defiende o esconde.

“¿Cómo será la otra “normalidad” después de la pan-demia Covid–19?” nos preguntamos insistentemente por estos días de encierro. Pues bien, tendremos que empezar por reconocer que millones de nosotros estamos infec-tados por otros virus destructivos y complejos como el racismo, el machismo, la homofobia y el clasismo, por solo mencionar algunos. Seremos aparentemente asintomáti-cos, pero en nuestro discurso (chistes, dichos, refranes), en nuestras acciones, en nuestras omisiones y, sobre todo, en nuestro silencio, alimentamos sistemas que hacen daño y generan mucho dolor.

Los virus mencionados también nos aíslan (en nuestros munditos de azules y cafés) pero en este caso el aislamiento no protege sino que profundiza la enfermedad. Vivimos encerrados, aislados, con los oscuros o los claritos que nos confirman nuestros valores y nuestras concep-ciones. Cuando esto se acabe… tenemos que salir, no solo de la casa sino de los pequeños mundos en los que cultiva-mos prejuicios y alimentamos sistemas que discriminan. Abandonar la ignorancia es vacunarse contra muchos virus.

*Abogado; magister en Derecho Internacional.

Opinión de Santiago Londoño Uribe*

Millones de nosotros estamos infectados por otros virus destructivos y complejos como el racismo, el machismo, la homofobia y el clasismo, por solo mencionar algunos.

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12 05.20

Pensemos en los efectos

L os datos son devastadores. Que en cues-tión de 2 meses y por cuenta de una con-tingencia universal de colosales magnitu-des se hayan perdido más de 300 mil em-presas lo que ha generado un menoscabo

de más de 5 millones de plazas laborales y una inactividad en cerca de 19 millones de compatriotas, son todas cifras que auguran hambre, violencia, desesperanza y crisis comunitaria.

Sin perjuicio de lo cual lo que nos debe alarmar, -y lo venimos diciendo de marras-, son más los efectos que la identificación de las causas de la tragedia y las formas de mitigarlas.

La comisión primera del senado, por ejemplo, ha de-cidido debatir el futuro del país. Ni invitados, ni congre-sistas, se aventuraron a sugerir siquiera alguna idea para el Estado del futuro.

Por su parte, el sector intermedio, ese compuesto por gremios, partidos políticos, academia, sindicatos y las organizaciones no gubernamentales, han brillado por su ausencia al momento de proponer verdaderas y audaces reformas estructurales que permitan mitigar efectivamente los devastadores efectos. Se debe reactivar la locomotora económica para reconstruir el tejido social. ¿Cómo? ¿Qué propuestas efectivas y de fondo se colocan sobre la mesa democrática? ¿Quiénes están proponiendo de manera desinteresada, sincera e inteligente una Visión de Estado que recomponga las desalentadoras conse-cuencias de esta inédita situación?

De no contar prontamente con una decidida, audaz y muy profunda propuesta Visión de Estado, se abrirá una caja de pandora, ella sí conocida y suficientemente bien estudiada. La caja de las sorpresas a las que constante-mente nos invita el populismo. Populismo que vuelve con lo mismo: que subsidiar acá y allá para evitar tal o cual resultado; que exigir del Estado endeudamiento, inter-vención, regulación, expropiación y proteccionismo. Que plata para todos, que para eso tenemos la máquina de la emisión de moneda; y ¿por qué no intentar triplicar el sa-lario mínimo y garantizar el mínimo vital a todo habitante con bonos educativos, de salud, vivienda y alimentarios pues de eso se trata al fin de cuentas el Estado Social de Derecho?

Por mi parte considero que debemos pensar genui-namente en favor de todos: ¿por qué no pensar en unas nuevas reglas de juego laborales para la reactivación productiva en donde por ley los trabajadores hagan parte de las juntas directivas de las empresas?; ¿o que los huelguistas puedan parar sin temor a que se quiebren las industrias que garantizan su sustento? Una relación con salarios mínimos asimétricos por regiones y por sectores de la economía en donde se premie fuertemente las ca-

rreras técnicas y tecnológicas. Una relación en donde los jueces e inspectores laborales respeten a pie y juntillas la ley laboral en vez de encargarse del activismo judicial.

Un país donde todo habitante se la juegue por cumplir la ley porque así ha jurado hacerlo de manera consciente y decidida haciendo de los procesos migrato-rios verdaderos factores de progreso y desarrollo. Un país en donde cada región tenga poder de crear sus propios impuestos para acudir a sus propias realidades y, de ese modo, evitar depender subordinadamente de un poder central distante y desinteresado.

Un país que adopte la teoría de la capitalidad como factor estratégico de desarrollo y equilibrio regional, per-mitiendo que otras plazas puedan convertirse en distritos capitales de la república.

Un país donde el inglés se adopte como idioma oficial junto a lenguas ancestrales para ser cada vez más competitivos y competentes. Un país en donde se les permita a las grandes y más experimentadas y notables almas asumir un poder activo en las grandes discusiones nacionales. Un país que desjudicialice la administración de justicia para alcanzar respetables niveles de justicia material, es decir, un país que abrace de una vez la idea de la justicia comunitaria, entre otras muchas otras pro-puestas.

En fin, un país que piense por cuenta propia, pero a 200 años vista para que su visión supere las tradicionales barreras de la mezquina y coyuntural política. Un país que pueda abrazar la constitución como obra de todos no como victoria de los vencedores de turno.

*Abogado, analista político. @rpombocajiao

Opinión de Rodrigo Pombo Cajiao*

¿Por qué no pensar en unas nuevas reglas de juego laborales para la reactivación productiva en donde por ley los trabajadores hagan parte de las juntas directivas de las empresas?

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13 05.20

S on pocos los que dudan de que el Covid–19 ha cambiado al mundo para siempre. Nada será igual. Tendremos que prepararnos para una vida distinta. Es muy tempra-no todavía para sacar conclusiones –la

pandemia apenas comienza– pero hay aprendizajes en relación al comportamiento humano, entre los cuales destaco las siguientes:

En primer lugar, podemos confirmar que la educación y la cultura ciudadana son elementos de-terminantes para el avance de los pueblos. Aquellas poblaciones donde priman la ‘recocha’, el desorden y la indisciplina, son las que más pierden en las cri-sis. Es evidente que se han equivocado quienes han priorizado inversiones en cemento y ladrillos, sobre inversiones en capital humano. Más importante que reformar parques es invertir en las actividades pedagógicas que en ellos se realizan. Las ciudades deben invertir primero en su gente. Los mejores gobernantes se preocupan por ofrecer programas masivos que desarrollan valores y actitudes positivas en los ciudadanos, chicos y grandes, construyendo así ma-yores niveles de responsabi-lidad, solidaridad y respeto. Claramente, los países y ciu-dades con mayores niveles de cultura ciudadana están enfrentando la pandemia con mejores resultados.

También es indiscu-tible que los países que aprovechan las ventajas de la tecnología les va mejor frente al Covid–19. Independientemente de la controversia sobre priva-cidad, los sistemas de geo localización y vigilancia permiten identificar los desplazamientos de los infectados, detectar focos de infección y prevenir contagios. Existen sistemas que le asignan un color (rojo, amarillo o verde) a cada ciudadano indicándole que tanto debe aislarse, dependiendo del nivel de riesgo que representa para los demás. La aplicación de la ciencia de datos y la tecnología digital permi-ten reducir los niveles de contagio sin necesidad de aislar a todo el mundo. La tecnología le ha permitido a Corea, Japón, Hong Kong e Israel cuidar la salud de sus habitantes sin triturar la economía.

Otra enseñanza del Covid–19 es la importancia del liderazgo femenino. Lo que necesita la gente son

líderes empáticos que demuestren amor y compa-sión, que tengan la capacidad de sembrar esperanza y dar alivio donde hay dolor. Las Primeras Ministras Ángela Merkel y Jacinda Ardern de Alemania y Nueva Zelandia respectivamente, han demostrado auténtico liderazgo y resultados extraordinarios, al igual que las líderes de Taiwán, Tsai Ing-Wen y Noruega, Erna Solberg. Durante la pandemia estas mujeres se han conectado extraordinariamente con la gente y con los importantes roles del cuidado y protección, tan importantes en estos momentos.

Con el Covid–19 aprendimos la importancia del li-derazgo incluyente. Tristemente, hemos observado lí-deres tomando decisiones sin consultar a los expertos. Los hemos observado dar clases de epidemiología por

televisión y redes sociales. Son demagogos naturales y les encanta ser el centro

de la atención. Son generalmente los mismos que excluyen, administran

con arrogancia y tienen agenda personal. A estos, les va muy mal

en las crisis. Ahora, más que nunca, triunfan aquellos que lideran de manera abierta, hu-milde y bondadosa, que colocan el bien común por encima de la

ganancia individual, que saben construir consensos y que tienen el

coraje moral para hacer lo correcto, no lo popular.

Finalmente, el Covid–19 nos recor-dó la importancia del ahorro. Muchos gobiernos malgastaron, derrocharon y contrajeron deudas altas que compro-

metieron los ingresos del futuro. Hoy, cuando más se necesitan, no tienen los recursos para atender las necesi-dades de la población. Los hábitos de la prudencia y el ahorro son en

sí mismos educación porque cultivan el orden, la disciplina y la sensatez. Los ahorros son sueños; al-gunos lugares se han quedado sin sueños.

Si tu gobernante invierte en educación y cultura, utiliza las grandes posibilidades de la tecnología, es mujer, administra de forma abierta e incluyente, y ha ahorrado a través de los años, muy probablemen-te saldrás bien librado de la pandemia.

De lo contrario, tu salud y tu economía pueden estar en alto riesgo. Desafortunadamente.

*Director de la Fundación Fútbol con corazón. @samuelazout

Opinión de Samuel Azout*

Ahora triunfan los líderes que lideran de manera abierta, humilde y bondadosa, que colocan el bien común por encima de la ganancia individual, que saben construir consensos y que tienen el coraje moral para hacer lo correcto, no lo popular.

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14 05.20

Explicación de sabios

Opinión de Olgahelena Fernández*

Esto es un virus más. Una gripita. Tal vez una gripa fuerte que lo puede matar, pero nada más. Por eso es mejor no perder la calma y mantenerse alejado de tanta información confusa.

C omo llevo casi tres meses en los que sólo leo y hablo de un tema, sin lugar a dudas ya soy toda una experta en el coronavirus o mejor dicho en el Covid–19 o mejor aún, el SARS-CO-19.

Por eso, y pensando únicamente en la salud y en el bienestar del mundo, desde mi trono de sabia, procedo a compartir con ustedes todos estos conoci-mientos que he adquirido de la enfermedad.

 • Un estudio de una universidad de California demostró que si uno toma agua constantemente, el virus que está en la boca, se baja al estómago y allí, los ácidos gástricos lo matan. Un estudio de una uni-versidad de NY demostró que eso es falso.

• Según una muy prestigiosa organizacíon mundial, el virus se muere en tierra caliente. Aunque a veces no. Cuando llegue el verano a Europa y a Estados Unidos, el Covid —o la covid, como dicen otros expertos— se va a acabar; aunque en todos los países del Caribe (donde hace un calor infernal) el virus sigue campante; entonces no se sabe bien qué va a pasar.

• No salga de su casa sin guantes de látex, aunque en realidad usar guantes de látex puede ser peor. Lo mejor es que se lave las manos con jabón antibacterial… Aunque es un virus y no una bacte-ria, de tal forma que los antibacteriales parece que tampoco sirven para nada.

• Según los médicos italianos, hay suficiente evidencia de que ésta no es una enfermedad respi-ratoria sino de coagulación, pero según los médicos australianos, los médicos italianos están equivoca-dos.

•De acuerdo con los expertos en epidemiología, la mejor manera de parar una pandemia es obligan-do a la gente a permanecer en casa... Según esos mismos expertos, permanecer en casa hace que se baje la vitamina D y la falta de esa vitamina es mor-tal para quienes se contagian con el virus.

• Hay que desinfectar todos los alimentos que entran a la casa pues pueden significar un gran ries-go y aunque no hay evidencia científica de que el vi-rus se pueda transmitir de alimentos a humanos, es mejor hacerlo por si acaso, pero en realidad es una bobada hacerlo.

• Si las cosas no le huelen o no le saben, preocú-pese, pues es un signo claro de que puede estar con-tagiado; aunque muchas enfermedades pueden cau-sar esta situación, entonces no se preocupe tanto.

• Tenga cuidado cuando suba a un ascensor o a un taxi, pues el virus puede sobrevivir muchas ho-

ras en el aire; aunque en realidad aún no se sabe si el virus vive en el aire.

• Según los estudiosos del tema, es muy im-portante que limpie las suelas de los zapatos y las patas de los perros antes de entrar a la casa, pues ahí puede venir el virus. Otros estudiosos del mismo tema dicen que hay más posibilidades de ganarse la lotería dos veces el mismo día, que llevar el virus a casa en los zapatos.

• Según un médico amigo de una amiga mía, la mejor manera de desinfectar la casa es usando vi-nagre, pero según otro médico amigo de otra amiga mía, eso no es verdad. El marido de otra amiga que es ortopedista recomienda a ciegas el alcohol.

• Un médico israelí, que es una eminencia, dijo que la vacuna estaría lista en una semana. Un médico suizo considerado el mejor epidemiólogo del mundo dijo que mínimo se toma un año y medio más.

• Según los últimos estudios el virus no solo en-tra por la nariz o por la boca, también entra por los ojos; por eso es importante que salga a la calle con gafas de natación o de sky, aunque un oftalmólogo importantísimo hizo un vídeo en YouTube —que mi tía me mandó— en el que dice que eso es mentira.

• Si no está contagiado, no es necesario usar ta-pabocas; pero como es muy posible estar contagiado y no saberlo, entonces es mejor que lo use. Pero ojo: un importantísimo Think tank reveló que el 93% de la gente del planeta se pone mal el tapabocas.

• Si tiene síntomas no vaya al hospital. Solo se debe ir en caso de emergencia, pero si está infectado y no lo atienden en las primeras horas, puede ser fatal; entonces es mejor que vaya al hospital apenas sienta los primeros síntomas.

• Los presidentes de grandes potencias han demostrado con cifras que las cuarentenas no sirven para nada. Los primeros ministros de los paises más desarrollados han demostrado —también con cifras en las manos— que la cuarentena es la mejor solu-ción.

En conclusión, esto es un virus más. Una gri-pita. Tal vez una gripa fuerte que lo puede matar, pero nada más. Por eso es mejor no perder la calma y mantenerse alejado de tanta información confusa. Sin embargo, no se les olvide que estar bien infor-mados es la única salida que tenemos a esta pande-mia.

*Periodista

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#QuédateEnCasa

CAMPAÑA CÍVICA Y VITAL DE UN PASQUÍN