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Viernes 15 de diciembre de 2017 EL UNIVERSAL E16 CULTURA PROYECTO UNAM Texto: Fernando Guzmán Aguilar [email protected] Investigación de lectura El Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la UNAM invita al “Seminario de Investigación de Lectura. De la lectura aca- démica a la lectura estética en la biblioteca universitaria”, que se realizará los días 30 y 31 de enero, y 1 de febrero de 2018, en el citado instituto. Informes e inscripciones en el teléfono 56-23-03-35 y en el correo electrónico ins- c r i p e c @ i i bi.u n a m.m x ESPECIAL Vuelo suborbital de nanosatélite mexicano Nano Conect , el primer nanosaté- lite mexicano diseñado y cons- truido en su totalidad por los cien- tíficos e ingenieros del Laborato- rio de Instrumentación Espacial del Instituto de Ciencias Nuclea- res de la UNAM, fue lanzado en vuelo suborbital el pasado 26 de noviembre desde el c a m pu s del Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación del Estado de Hidalgo. Los dos objetivos fueron compro- bar que sus componentes funda- mentales funcionaran en condi- ciones suborbitales operacionales y llevar como carga útil un detec- tor de partículas. Crean biosensor para medir glucosa e insulina En la Facultad de Ciencias de la UNAM se desarrolla, en un dispo- sitivo autónomo casero, un bio- sensor que a partir de una gota de sangre puede medir simultánea- mente la glucosa e insulina; ade- más es capaz de enviar datos a una computadora, un teléfono u otro dispositivo electrónico del pacien- te, del médico o de las institucio- nes de salud, para ayudar a com- batir la diabetes. Ya obtuvo dos premios de Investigación de Goo- gle para América Latina (2015 y 2016) y el CANIFARMA (2016), y tiene una solicitud de patente a es- cala nacional e internacional. CORTESÍA UNAM El adulterio en la Ciudad de México del siglo XVIII El adulterio es tan viejo como la huma- nidad. Desde la anti- güedad hasta el pre- sente ha sido un comportamiento co- tidiano en las socie- dades monógamas, y en todas ha sido condenado. No sólo es motivo de chisme e historia recontada en la literatura ( Madame Bovary, Anna Karenina... ), sino tam- bién objeto de estudio. Una muestra de ello es el libro No codiciarás la mujer ajena. El adulterio en las comunidades domésticas novohispanas. Ciudad de México, siglo XVIII, de Teresa Lozano Armendares, investigadora del Instituto de In- vestigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, el cual está basado en el análisis de documentos del Archivo General de la Nación. “En la Nueva España del siglo XVIII, al igual que en el México de hoy, el adulterio era un pe- cado para la Iglesia Católica, aunque ahora sea- mos una sociedad más secularizada, más laica”, dice Lozano Armendares. La Iglesia Católica lo considera un pecado porque transgrede el acuerdo sagrado que es el matrimonio católico, modelo de casamiento que fue asimilado en el siglo XVIII por la so- ciedad novohispana y que establece, entre otras reglas, que los cónyuges deben observar- se mutua fidelidad, sin poder volver a casarse en vida del otro. “En el siglo XVIII, éste era el único tipo de ma- trimonio que existía. El casamiento civil no se estableció en México hasta el siglo XIX, con las Leyes de Reforma. Y el divorcio, como lo cono- cemos hoy, no se reconoció en México hasta el siglo XX, con la Constitución de 1917. En el siglo XVIII no existía para la Iglesia Católica, que di- fícilmente daba cauce al divorcio eclesiástico: era un proceso carísimo y larguísimo”, apunta la historiadora universitaria. Causa de separación Ante la Ley de Dios y el Provisorato (juez ecle- siástico), las causas principales que podrían conducir a la separación de una pareja eran el adulterio, el cual tenía que ser probado in fra- ganti; y la sevicia (excesiva crueldad, física o mo- ral, ejercida por alguno de los cónyuges), la cual podría ser consumada y futura (es decir, pro- ferida como amenaza). “El divorcio se reducía a la separación de bie- nes y habitación entre el marido y la mujer, sin que ninguno de los dos quedara libre para ca- sarse luego con otra persona”, explica Lozano Armendare s. Por eso, la historiadora distingue en su libro entre adulterio simultáneo a la vida conyugal y adulterio posterior a la separación. Siempre y cuando su pareja estuviera viva, seguía come- tiendo adulterio quien, habiéndose divorciado, mantenía relación con otra u otro. Porque, de acuerdo con la Iglesia Católica, el matrimonio no sólo es un sacramento, sino un compromiso para toda la vida. “En el siglo XVIII era factible cumplir esa pro- mesa, ya que la muerte separaba muy pronto a los esposos. No se vivía más de 35 ó 40 años. Quien llegaba a los 50, ya era muy viejo. Hoy, que el promedio de vida rebasa los 70 años, es difícil cumplir con el compromiso de quererse y res- petarse todos los días ‘hasta que la muerte nos s epare’.” Pecado y delito Pecado, según el sexto (“No fornicarás”) y no- veno (“No desearás la mujer de tu prójimo”) mandamientos, y delito (se seguía de oficio), el adulterio era sancionado en el siglo XVIII por una doble moral. Las autoridades y la sociedad lo condena- ban, pero más el cometido por las mujeres porque se consideraba que el matrimonio era el único marco permitido para la sexualidad femenina. “Había una visión misógina que circunscribía a las mujeres al ámbito de lo doméstico y a los hombres al de lo público. Se creía que las mu- jeres (las adúlteras) eran las causantes de pro- vocar en los hombres un deseo carnal continuo e irrefrenable que éstos no podían controlar”, afirma la historiadora. La cultura machista del siglo XVIII propiciaba también que las mujeres estuvieran preparadas mentalmente para la probable infidelidad de sus maridos. Así que si eran engañadas, se sen- tían ofendidas y menospreciadas, pero de una forma u otra sabían que aquéllos fácilmente po- drían serles infieles. Los hombres, en cambio, esperaban fidelidad absoluta de sus mujeres, ya que estaban convencidos de que ésta era un atri- buto propio de su sexo. “En la actualidad, el adulterio femenino tam- bién es mal visto, incluso por la propias mujeres. Los hombres se vanaglorian de que engañan a su esposa. Pero una adúltera no anda presu- miendo que engaña a su marido. Cuida que no se sepa. Quizá las jóvenes ya no tanto.” Cornudo En caso de adulterio, la mujer engañada acudía primero a las autoridades eclesiásticas y, si no se solucionaba la desavenencia conyugal, recurría al juez para arreglar su matrimonio. “Previa denuncia de la esposa, el adúltero era reconvenido por la autoridad eclesiástica (la Iglesia siempre está para perdonar) o, si la en- gañada lo solicitaba, aunque muchas veces na- die le hacía caso, se le penalizaba con cárcel, pe- ro su encarcelamiento era temporal porque la esposa, por necesidad económica (era mante- nida por el marido) y convencida por el párroco de su comunidad o por el provisor del Arzobis- pado, terminaba por perdonarlo”, informa Lo- zano Armendares. Al revés: el marido engañado y las autorida- des evitaban hacer pública la infidelidad de la cónyuge, para proteger su honor y nombre, más si era un hombre rico. “Él llevaba la peor parte, porque al marido en- gañado le salen unos cuernos que no desapa- recen. Siempre va a ser un cornudo y ante la sociedad eso es horrible.” Por una especie de derecho consuetudinario, el cornudo podía matar a los amantes si los des- cubría in fraganti. Pero eso nunca ocurrió, al menos en las 609 comunidades domésticas que Lozano Armendares analizó y de las cuales 115 vivieron la experiencia del adulterio. Sin embargo, el marido engañado podía pedir la reclusión de la mujer adúltera en algún con- vento o casa, que podía ser de por vida o hasta que él la perdonara. Sobre la etimología de la palabra cornudo hay varios pareceres. El Tesoro de la lengua caste- llana o española (1721), de Sebastián de Cova- rrubias, señala que “cornudo vale tanto como corde nudos porque no tiene corazón, ni ánimo para mirar por el honor suyo”; más adelante se lee que proviene del arábigo carran, “a quien su mujer hace traición”. “La expresión ‘poner los cuernos’ deriva de que Mercurio, en figura de cabrón, tuvo ayun- tamiento con Penélope, mujer de Ulises, del cual nació el dios Pan, con cuernos, y de esta manera se los puso al marido. El cornudo es un macho cabrío, es decir, con cuernos. Cabrón es el ma- rido de la adúltera, porque la cabra, con su las- civia, no se contenta con el ayuntamiento de un solo macho. Por eso llamarle cabrón a un hom- bre es lo mismo que decirle cornudo”, agrega. Casa grande y casa chica De acuerdo con los expedientes analizados por Lozano Armendares, el adulterio es consecuen- cia de la mala relación entre esposos, del des- gaste cotidiano, de la tentación siempre presen- te, del ánimo de aventura, del desprecio por las normas, de la insatisfacción sexual... y de la bús- queda de la felicidad fuera del matrimonio. Indican también que ni la conciliación ma- trimonial ni el divorcio impidieron en muchos casos la reincidencia, sobre todo de personas ri- cas que se podían dar el lujo de mantener dos casas: una grande y una chica. “A la mujer de la casa grande no le quedaba más remedio que aguantarse. Eso sigue vién- dose hoy: hay muchísimas mujeres que se a g u a n t a n”, comenta la historiadora. Lozano Armendares analizó casos descubier- tos y denunciados, pero seguramente hubo mu- chos más en los que la mujer debió de haber su- frido en silencio por la infidelidad de su pareja. “En la capital novohispana del siglo XVIII, muchas parejas resolvieron sus necesidades hu- manas con un comportamiento pleno de reto- zos, ósculos, manoseos, abrazos y mucho amor, que fue más frecuente que el de la fidelidad al juramento que hicieron ante Dios”, finaliza. b ESPECIAL “En la Nueva España del siglo XVIII, al igual que en el México de hoy, el adulterio era un pecado para la Iglesia Católica, aunque ahora seamos una sociedad más secularizada, más laica” TERESA LOZANO ARMENDARES Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM EL DATO El libro. No codiciarás la mujer ajena. El adulterio en las comunidades domés- ticas novohispanas. Ciudad de México, siglo XVIII, de Teresa Lozano Armenda- res, puede consultarse en www.histori- cas.unam.mx/publicaciones/publicadigi- tal/libros/codiciaras/mujer.html Una historiadora analizó varios casos ocurridos en la capital de la Nueva España. Este comportamiento cotidiano siempre ha sido condenado, sobre todo cuando quien lo lleva a cabo es una mujer

El adulterio en la Ciudad de MÈxico del siglo XVIII · tÌficos e ingenieros del Laborato - ... corde nudos porque no tiene corazÒn, ... frido en silencio por la infidelidad de

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Viernes 15 de diciembre de 2017 EL UNIVERSALE16 CU LT U R A

PROYECTO UNAM Texto: Fernando Guzmán Aguilaralazul10 @hotmail.com

Investigación de lecturaEl Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de laUNAM invita al “Seminario de Investigación de Lectura. De la lectura aca-démica a la lectura estética en la biblioteca universitaria”, que se realizarálos días 30 y 31 de enero, y 1 de febrero de 2018, en el citado instituto. Informese inscripciones en el teléfono 56-23-03-35 y en el correo electrónico ins -c r i p e c @ i i bi.u n a m.m x

E S P E

C I A L Vuelo suborbital

de nanosatélitem ex i ca n oNano Conect, el primer nanosaté-lite mexicano diseñado y cons-truido en su totalidad por los cien-tíficos e ingenieros del Laborato-rio de Instrumentación Espacialdel Instituto de Ciencias Nuclea-res de la UNAM, fue lanzado envuelo suborbital el pasado 26 denoviembre desde el c a m pu s delConsejo de Ciencia, Tecnología eInnovación del Estado de Hidalgo.Los dos objetivos fueron compro-bar que sus componentes funda-mentales funcionaran en condi-ciones suborbitales operacionalesy llevar como carga útil un detec-tor de partículas.

Crean biosensorpara medir glucosae insulinaEn la Facultad de Ciencias de laUNAM se desarrolla, en un dispo-sitivo autónomo casero, un bio-sensor que a partir de una gota desangre puede medir simultánea-mente la glucosa e insulina; ade-más es capaz de enviar datos a unacomputadora, un teléfono u otrodispositivo electrónico del pacien-te, del médico o de las institucio-nes de salud, para ayudar a com-batir la diabetes. Ya obtuvo dospremios de Investigación de Goo-gle para América Latina (2015 y2016) y el CANIFARMA (2016), ytiene una solicitud de patente a es-cala nacional e internacional.

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El adulterio en la Ciudadde México del siglo XVIII

El adulterio es tanviejo como la huma-nidad. Desde la anti-güedad hasta el pre-sente ha sido uncomportamiento co-tidiano en las socie-dades monógamas, y

en todas ha sido condenado. No sólo es motivode chisme e historia recontada en la literatura(Madame Bovary, Anna Karenina...), sino tam-bién objeto de estudio. Una muestra de ello esel libro No codiciarás la mujer ajena.El adulterioen las comunidades domésticas novohispanas.Ciudad de México, siglo XVIII, de Teresa LozanoArmendares, investigadora del Instituto de In-vestigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, elcual está basado en el análisis de documentosdel Archivo General de la Nación.

“En la Nueva España del siglo XVIII, al igualque en el México de hoy, el adulterio era un pe-cado para la Iglesia Católica, aunque ahora sea-mos una sociedad más secularizada, más laica”,dice Lozano Armendares.

La Iglesia Católica lo considera un pecadoporque transgrede el acuerdo sagrado que es elmatrimonio católico, modelo de casamientoque fue asimilado en el siglo XVIII por la so-ciedad novohispana y que establece, entreotras reglas, que los cónyuges deben observar-se mutua fidelidad, sin poder volver a casarseen vida del otro.

“En el siglo XVIII, éste era el único tipo de ma-trimonio que existía. El casamiento civil no seestableció en México hasta el siglo XIX, con lasLeyes de Reforma. Y el divorcio, como lo cono-cemos hoy, no se reconoció en México hasta elsiglo XX, con la Constitución de 1917. En el sigloXVIII no existía para la Iglesia Católica, que di-fícilmente daba cauce al divorcio eclesiástico:era un proceso carísimo y larguísimo”, apuntala historiadora universitaria.

Causa de separaciónAnte la Ley de Dios y el Provisorato (juez ecle-siástico), las causas principales que podríanconducir a la separación de una pareja eran eladulterio, el cual tenía que ser probado in fra-ganti; y la sevicia (excesiva crueldad, física o mo-ral, ejercida por alguno de los cónyuges), la cualpodría ser consumada y futura (es decir, pro-ferida como amenaza).

“El divorcio se reducía a la separación de bie-nes y habitación entre el marido y la mujer, sinque ninguno de los dos quedara libre para ca-sarse luego con otra persona”, explica LozanoArmendare s.

Por eso, la historiadora distingue en su libroentre adulterio simultáneo a la vida conyugal yadulterio posterior a la separación. Siempre ycuando su pareja estuviera viva, seguía come-tiendo adulterio quien, habiéndose divorciado,mantenía relación con otra u otro. Porque, deacuerdo con la Iglesia Católica, el matrimoniono sólo es un sacramento, sino un compromisopara toda la vida.

“En el siglo XVIII era factible cumplir esa pro-mesa, ya que la muerte separaba muy pronto alos esposos. No se vivía más de 35 ó 40 años.Quien llegaba a los 50, ya era muy viejo. Hoy, queel promedio de vida rebasa los 70 años, es difícilcumplir con el compromiso de quererse y res-petarse todos los días ‘hasta que la muerte noss epare’.”

Pecado y delitoPecado, según el sexto (“No fornicarás”) y no-veno (“No desearás la mujer de tu prójimo”)mandamientos, y delito (se seguía de oficio), eladulterio era sancionado en el siglo XVIII poruna doble moral.

Las autoridades y la sociedad lo condena-ban, pero más el cometido por las mujeresporque se consideraba que el matrimonio erael único marco permitido para la sexualidadfemenina.

“Había una visión misógina que circunscribíaa las mujeres al ámbito de lo doméstico y a loshombres al de lo público. Se creía que las mu-jeres (las adúlteras) eran las causantes de pro-

vocar en los hombres un deseo carnal continuoe irrefrenable que éstos no podían controlar”,afirma la historiadora.

La cultura machista del siglo XVIII propiciabatambién que las mujeres estuvieran preparadasmentalmente para la probable infidelidad desus maridos. Así que si eran engañadas, se sen-tían ofendidas y menospreciadas, pero de unaforma u otra sabían que aquéllos fácilmente po-drían serles infieles. Los hombres, en cambio,esperaban fidelidad absoluta de sus mujeres, yaque estaban convencidos de que ésta era un atri-buto propio de su sexo.

“En la actualidad, el adulterio femenino tam-bién es mal visto, incluso por la propias mujeres.Los hombres se vanaglorian de que engañan asu esposa. Pero una adúltera no anda presu-miendo que engaña a su marido. Cuida que nose sepa. Quizá las jóvenes ya no tanto.”

CornudoEn caso de adulterio, la mujer engañada acudíaprimero a las autoridades eclesiásticas y, si no sesolucionaba la desavenencia conyugal, recurríaal juez para arreglar su matrimonio.

“Previa denuncia de la esposa, el adúltero erareconvenido por la autoridad eclesiástica (laIglesia siempre está para perdonar) o, si la en-gañada lo solicitaba, aunque muchas veces na-die le hacía caso, se le penalizaba con cárcel, pe-ro su encarcelamiento era temporal porque laesposa, por necesidad económica (era mante-nida por el marido) y convencida por el párrocode su comunidad o por el provisor del Arzobis-pado, terminaba por perdonarlo”, informa Lo-zano Armendares.

Al revés: el marido engañado y las autorida-des evitaban hacer pública la infidelidad de lacónyuge, para proteger su honor y nombre, mássi era un hombre rico.

“Él llevaba la peor parte, porque al marido en-gañado le salen unos cuernos que no desapa-recen. Siempre va a ser un cornudo y ante lasociedad eso es horrible.”

Por una especie de derecho consuetudinario,el cornudo podía matar a los amantes si los des-cubría in fraganti. Pero eso nunca ocurrió, almenos en las 609 comunidades domésticas queLozano Armendares analizó y de las cuales 115vivieron la experiencia del adulterio.

Sin embargo, el marido engañado podía pedirla reclusión de la mujer adúltera en algún con-vento o casa, que podía ser de por vida o hastaque él la perdonara.

Sobre la etimología de la palabra cornudo hayvarios pareceres. El Tesoro de la lengua caste-llana o española (1721), de Sebastián de Cova-rrubias, señala que “cornudo vale tanto comocorde nudos porque no tiene corazón, ni ánimopara mirar por el honor suyo”; más adelante selee que proviene del arábigo carran, “a quien sumujer hace traición”.

“La expresión ‘poner los cuernos’ deriva deque Mercurio, en figura de cabrón, tuvo ayun-tamiento con Penélope, mujer de Ulises, del cualnació el dios Pan, con cuernos, y de esta manerase los puso al marido. El cornudo es un machocabrío, es decir, con cuernos. Cabrón es el ma-rido de la adúltera, porque la cabra, con su las-civia, no se contenta con el ayuntamiento de unsolo macho. Por eso llamarle cabrón a un hom-bre es lo mismo que decirle cornudo”, agrega.

Casa grande y casa chicaDe acuerdo con los expedientes analizados porLozano Armendares, el adulterio es consecuen-cia de la mala relación entre esposos, del des-gaste cotidiano, de la tentación siempre presen-te, del ánimo de aventura, del desprecio por lasnormas, de la insatisfacción sexual... y de la bús-queda de la felicidad fuera del matrimonio.

Indican también que ni la conciliación ma-trimonial ni el divorcio impidieron en muchoscasos la reincidencia, sobre todo de personas ri-cas que se podían dar el lujo de mantener doscasas: una grande y una chica.

“A la mujer de la casa grande no le quedabamás remedio que aguantarse. Eso sigue vién-dose hoy: hay muchísimas mujeres que sea g u a n t a n”, comenta la historiadora.

Lozano Armendares analizó casos descubier-tos y denunciados, pero seguramente hubo mu-chos más en los que la mujer debió de haber su-frido en silencio por la infidelidad de su pareja.

“En la capital novohispana del siglo XVIII,muchas parejas resolvieron sus necesidades hu-manas con un comportamiento pleno de reto-zos, ósculos, manoseos, abrazos y mucho amor,que fue más frecuente que el de la fidelidad aljuramento que hicieron ante Dios”, finaliza. b

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“En la Nueva España delsiglo XVIII, al igual que en elMéxico de hoy, el adulterioera un pecado para la IglesiaCatólica, aunque ahoraseamos una sociedad mássecularizada, más laica”TERESA LOZANO ARMENDARESInvestigadora del Instituto de InvestigacionesHistóricas de la UNAM

EL DATO

El libro. No codiciarás la mujer ajena.El adulterio en las comunidades domés-ticas novohispanas. Ciudad de México,siglo XVIII, de Teresa Lozano Armenda-res, puede consultarse en w w w. h i sto r i -cas .unam.mx/publicacione s/publicadigi-ta l / l i b ros /co d i c i a ra s /m u j e r. ht m l

Una historiadoraanalizó varios casosocurridos en lacapital de la NuevaEspaña. Estec o m p o r t a m ie ntocotidiano siempreha sido condenado,sobre todo cuandoquien lo lleva acabo es una mujer