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Basado en el Capitulo de Juan 4:5-1411— Pero Señor —replica la mujer—, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Dónde tienes ese agua viva? 12 Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría que él?13 Jesús le contesta:— Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; 14 en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna.
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Instituto Bíblico Valencia
Asamblea de Dios de Venezuela
Gramática-Castellano
Cuenta Cuento
Miroslava FloresCurso: Sabatino “2-A”
Prof.: Eugenia Matiel de Pinto
TITULO DEL CUENTO: El agua en el pozo, que calma tu sed
Basado en: Juan 4:5-14
11— Pero Señor —replica la mujer—, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Dónde tienes ese agua viva? 12 Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría que él?13 Jesús le contesta:— Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; 14 en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna.
Personajes: Jesús y La Mujer Samaritana
Lugar: Ciudad de Samaria, llamada Sicar, allí estaba el pozo
de Jacob.
Cuento para: edades comprendida entre12 a 13 años
EL AGUA EN EL POZO, QUE CALMA TU SED
Érase una vez una ciudad muy hermosa de Samaria,
llamada Sicar; ubicada en una colina aislada y rodeada de
olivares y trigales. En ella se encontraba el pozo de Jacob,
con sus aguas dulces y cristalinas que brillaban como
diamantes, donde las mujeres de la ciudad, dos veces al día,
en la mañana y en la tarde, iban en busca de sus aguas. Y
todo aquel viajero que pasaba por ese lugar, saciaba su sed
en ellas.
La alabanza dice:
“El agua cristalina
El agua que me
diste
Jesús, yo la tomé.
Y desde ese
momento
Has transformado
mi alma. Y ahora
soy feliz.”
Era la hora del medio día, cuando un hombre judío
llamado Jesús, eligió tomar el camino más corto para retornar
a Galilea, atravesando Samaria, y llegando a Sicar; tierras
que dio Jacob a José, su hijo, donde estaba el pozo de
Jacob.
Jesús, fatigado y sediento del camino, se sentó así junto
al pozo, luego de una larga caminata bajo el intenso y
agotador sol palestino.- Se dice que en esos lugares, se
suele caminar con el alba para defenderse del excesivo
calor.- Jesús, contemplando lo profundo del pozo, parecía
leer, sobre la transparente y clara superficie del manantial
algún misterio.
La alabanza dice:
“Cansado del camino, sediento de
Ti, un desierto he cruzado, vengo
a Ti”
Fue entonces, sobre esta hora del
mediodía cuando llega al pozo una
mujer de Samaría.
Aquella mujer avanzaba con un cántaro de barro, era
joven, hermosa, y de caminar cauteloso. Al llegar al pozo,
coloco el cántaro sobre el brocal, y dirigió una mirada de
desprecio hacia aquel hombre silencioso que la contemplaba
con ojos compasivos. Inmediatamente la mujer samaritana se
daría cuenta de que Jesús era judío, al ver su vestimenta;
gente que los samaritanos miran con un desprecio profundo,
debido a que eran enemigos desde hace mucho tiempo. La
mujer llenó su cántaro y Jesús le dijo con un dulce acento:
—¡Mujer!, ¡Dame de beber!
La hermosa samaritana, maravillada, y al mismo tiempo con
una mirada burlona, le pregunto a Jesús:
La alabanza dice:
“Rompe mi copa, rompe mi vaso, rompe mi cántaro y hazme de nuevo”
— ¿Cómo tú, siendo judío, pides
agua a una mujer de Samaria?
¿Cuándo ha tenido tu pueblo trato
con el mío?
Pero Jesús, no venía a pedir sino a dar, con el propósito
de salvar, y le dijo:
—Si tu conocieras el don de Dios y supieras quien es el
que te dice: “-Dame de beber-”, tú misma se la hubieses
pedido, y el te daría agua viva.
Ella le dijo:
—Señor no tienes con que sacarla y el pozo es profundo,
¿De dónde, pues vas a sacar esa agua que me ofreces?
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio
este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
Respondió Jesús y le dijo:
—¡Todo aquel que beba agua de este pozo volverá a
tener sed!, más el que bebiera del agua que yo le daré,
nunca tendrá sed, porque se convertirá dentro de él, en
manantial de agua que brota para la vida eterna.
La alabanza dice:
“Dame de beber de tu
manantial, dame de
beber necesito mas”
La mujer, al escuchar aquellas palabras, quedo
conquistada ante la majestad de Jesús y exclamo:
—¡Señor!, dame de esa agua que me dices, y así me
evitaré venir todos los días a este manantial.
Jesús, quiso demostrar a aquella mujer que él, era más
que un hombre y le dijo:
—Bien!, Llama a tu marido, y ven acá con él.
—Ella respondió —¡No!, no tengo marido.
—¡Bien has dicho!, no tienes marido, porque cinco
tuviste, y el que ahora vive contigo no es tu esposo, en
eso has dicho la verdad.
—¡Señor veo que tu eres profeta! Nuestros padres
adoraron en este monte, pero vosotros decís que es
Jerusalén donde se debe adorar.
La alabanza dice:
“La fuente de arriba,
fluyendo está
El agua de vida que
calma tu sed
Si tomas de ella; jamás
sed tendrás
Y el gozo en el cielo tú
puedes tener”
—Mujer, créeme, llega la hora que ni en este monte ni
en Jerusalén, adoraréis al padre. Vosotros adoráis lo
que no conocéis, vosotros adoramos lo que
conocemos, pues la salvación viene de los judíos. Pero
llega la hora, y es el momento actual, en que los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y
en verdad, ¡porque esos son, precisamente, los
adoradores que el Padre desea!. Dios es espíritu y los
que lo adoran, tienen que adorarlo en espíritu y en
verdad.
—Yo se que el Mesías, el llamado Cristo está por venir, cuando el llegue nos lo anunciará todo.
—¡Yo soy el Mesías!, el que habla contigo.
La mujer samaritana, cayó a los pies del redentor, como
si la luz de sus divinos ojos la hubiera deslumbrado. Ella
sollozaba y escapaban de sus ojos, un mar de lágrimas, que
corría por sus frescas mejillas.
La alabanza dice:
“Yo me rindo a El, yo me
rindo a El, todo a Cristo, yo
me entrego quiero serle
fiel.·
Aun permanecía a los pies
de Jesús la samaritana
escuchando la palabras del
divino maestro, como si fuera
el eco armonioso de una
música celeste.
Cuando llegaron los discípulos que habían ido a comprar
víveres, la presencia de una mujer en aquel sitio les
sorprendió, pero nadie se atrevió a decir o preguntar a Jesús
que hablaba con ella. Al verse rodeada de los discípulos,
aturdida y confusa, abandono su cántaro y se fue
precipitadamente y comenzó a gritarle a la gente:
—¡¡¡ Venid !!!, ¡¡¡ venid !!! “Venid a ver a un hombre que
me ha revelado todo lo que he hecho en mi vida”
¿¿¿No será este el Cristo???