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1 EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO (SAN ANSELMO DE CANTERBURY 1033-1109) ESQUEMA ESCOLÁSTICA (s. VI-XIV) Prof. Dr. Jorge Novella Suárez – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL

El argumento ontológico, críticos y cuadro escolástica

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EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO(SAN ANSELMO DE CANTERBURY 1033-1109)

ESQUEMA ESCOLÁSTICA (s. VI-XIV)

Prof. Dr. Jorge Novella Suárez – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL

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GUIÓN PARA SU COMENTARIO

Tener en cuenta siempre el Monologion para su contextualización y planteamiento, se verá en clase.

Problema que implica: saber si se puede pensar lo absoluto como existente o no

Para todos aquellos que defiendan una teoría platónica del conocimiento o cualquier tipo de innatismo o idealismo (Descartes, San Agustín en q. 46 de 83 Questionibus o Hegel) aceptarán la prueba anselmiana, llamada ontológica por Kant, ya que no interviene la experiencia para nada. Es a priori. Ya que está fundamentada en la presencia de Dios en la mente humana, sin mediación de la experiencia. Tomás de Aquino la rechazará pues para él sólo se puede alcanzar lo inteligible a partir de lo sensible, al igual que Kant y otros.

ARGUMENTO A PRIORI que considera posible demostrar la existencia de Dios a partir de la comprensión de su concepto (o de su esencia) y sin utilizar los datos del mundo y la experiencia. De la razón/mente al mundo. De ahí que Kant le llamara ontológico, en el sentido de C. Wolf, para quien la ontología, en tanto que metafísica general es la ciencia de nuestro conocimiento a priori. En tanto que por meros conceptos quiere demostrar la existencia de un ser supremo (K.r.V., Dial. Transc. 1,2, c. 3, sec.4)

RESUMEN Y ESTRUCTURA

1. Dios como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse”. Dios como el ser más perfecto.

2. El insipiens (insensato, necio, ignorante, insipiente “falto de conocimiento”) es como llama San Anselmo al que no cree en Dios, al ateo, que tiene en su mente la idea de Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse. Hasta él tiene la idea de Dios para poder negar su existencia. Se precisa el concepto que se niega. Y el insipiens

Al oír el enunciado lo comprende

Todo lo que se comprende está en la mente

3. Si ese objeto, Dios, existiese únicamente en la inteligencia o en la mente como afirma el insipiens, no sería “el ser mayor que el cual nada puede pensarse”, pues

La existencia hace a algo mayor (premisa implícita)

El ser que existiese realmente, además de en el pensamiento, seria mayor que el meramente pensado

4. Si el insensato afirma “que Dios no existe”, estaría diciendo que Dios – ser mayor que el cual nada puede pensarse – no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser que además de existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería mayor que el ser meramente pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega la existencia de dios piensa que el ser mayor que el cual nada puede pensarse no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse, con lo cual cae en contradicción.

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Vemos como el argumento se mueve en el ámbito de la dialéctica (suprema expresión de la razón que se debe integrar n el ámbito de la fe), pues en su propuesta no se trata tanto de la afirmación de la existencia de dios, sino más bien la prueba de que es imposible negarla si no se quiere llegar al absurdo.

5. CONCLUSIÓN: DIOS EXISTE

Gaunilon (Liber pro insipiente) ya argumentó que aplicando el mismo argumento deberían de existir las islas Afortunadas (las tierras mas hermosas y perfectas que se puedan pensar); pues no lo serían sino existieran, luego deben existir en la realidad (además de en nuestra mente). San Anselmo replicó que sólo se le puede aplicar a Dios pues en El se identifican esencia y existencia.

Anselmo de Aosta, Bec, Cantorbery contestó en su Liber apologeticus ad insipientem desde la perspectiva cristiana de que la no existencia de Dios es inconcebible.

“Así, pues, Señor Dios mío, eres tan verdadero, que no puedes ser pensado como no ser”, Proslogion, cap. III

La filosofía, el razonar únicamente surge en función de la fe.

Dios es la Suma Verdad, fuente y principio de toda verdad, además es el ser subsistente por sí mismo. Es causa sui.

OBRAS DE S. ANSELMO

S. Anselmi Cantuariensis Archiepiscopi Opera Omnia, F. S. Schmitt (ed.), Seckau, 1938 (v. I); Edimbourg, Nelson, 1946 (v. II-III), 1949 (v. IV), 1951 (v. V), 1961 (v. VI). a) Traducciones completa

• Obras completas, trad. J. Alameda, BAC, Madrid, 1952.• Anselm of Canterbury, J. Hopkins, / H. Richardson, 4 vols.

Toronto-New York, 1974-6.• L’oeuvre de saint Anselme de Cantorbery, M. Corbin, Cerf, Paris,

1986 ss.Opere, I. Biffi / C. Marabelli (eds.), Jaca Book, Milano, 1988 ss. (edición todavía incompleta).

b) Otras traducciones del Proslogion

• Il Proslogion, le Orazioni e le Meditazioni, intr. e testo latino a cura di F. S. Schmitt, trad. di G. Sandri, CEDAM, Padova, 1959.

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•St Anselm’s Proslogion, transl. with introduction and commentary by M. J. Charlesworth, Oxford, 1965.

• Opere Filosofiche, tr., intr. e note a cura di S. Vanni Rovighi, Bari, 1969.

• Proslogion, trad. M. Fuentes, Aguilar, Buenos Aires, 1970.• Fides quaerens intellectum id est Proslogion, Liber Gaunilonis pro

insipiente atque Liber Apologeticus contra Gaunilone, texte et traduction par A. Koiré, Vrin, Paris, 1982.

• Proslogion. Sobre la verdad, trad. A. I. Capelletti, Orbis, 21985.

• Proslogion, tr. Lorenzo Pozzi, BUR, Milano, 1992.• Proslogion, con In difesa dello stolto di Gaunilone di Marmoutiers

e Ris-posta di S. Anselmo, a cura di G. Zuanazzi, La Scuola, Brescia, 1993.

• Proslogion, a cura di A. Canetta e L. Samarati, Europía, Novara, 1994.

• Proslogion, a cura di I. Sciuto, Rusconi, Milano, 1996. • Proslogion, trad. Judit Ribas / Jordi Corominas, Tecnos, Madrid,

1998.• Proslogion. Introducción, traducción y notas de Miguel Pérez de

Laborda, con la colaboración de Luis Pablo Tarín, Colección de Pensamiento medieval y renacentista, Eunsa, Pamplona 2002.

• Pérez de la Borda, M., La Razón frente al insensato. Dialéctica y Fe en el Proslogion de San Anselmo. Eunsa, Pamplona, 1995.

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EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO Y SUS CRÍTICOS

Así, pues, ¡oh Señor!, tú que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente creemos que tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser pensado. Se trata, de saber si existe una naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios. Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe. Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro que va a hacer, lo tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que todavía no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo tiene en el entendimiento sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El insensato tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende, y todo lo que se entiende existe en el entendimiento; y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir en el solo entendimiento. Pues si existe, aunque sea sólo en el entendimiento, puede pensarse que exista también en la realidad, lo que es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor. Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.

______________________________________________Proslogion, cap. 2 (en F. Canals Vidal, Textos de los grandes

filósofos. Edad Media, Herder, Barcelona 1979, p. 67).

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Pues bien, si del hecho de poder yo sacar de mi pensamiento la idea de una cosa, se sigue que todo cuanto percibo clara y distintamente que pertenece a dicha cosa, le pertenece en efecto, ¿no puedo extraer de ahí un argumento que pruebe la existencia de Dios? Ciertamente, yo hallo en mí su idea -es decir, la idea de un ser sumamente perfecto-, no menos que hallo la de cualquier figura o número [...] Y, por tanto, [...] yo debería tener la existencia de Dios por algo tan cierto, como hasta aquí he

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considerado las verdades de las matemáticas, que no atañen sino a números y figuras; aunque, en verdad, ello no parezca al principio del todo patente, presentando más bien una apariencia de sofisma. Pues, teniendo por costumbre, en todas las demás cosas, distinguir entre la existencia y la esencia, me persuado fácilmente de que la existencia de Dios puede separarse de su esencia, y que, de este modo, puede concebirse a Dios como no existiendo actualmente. Pero, sin embargo, pensando en ello con más atención, hallo que la existencia y la esencia de Dios son tan separables como la esencia de un triángulo rectilíneo y el hecho de que sus tres ángulos valgan dos rectos, o la idea de montaña y la de valle; de suerte que no repugna menos concebir un Dios (es decir, un ser sumamente perfecto) al que le falte la existencia (es decir, al que le falte una perfección), de lo que repugna concebir una montaña a la que le falte el valle.

______________________________________________Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación

quinta (Alfaguara, Madrid 1977, p. 55)

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ARGUMENTO DEL DESIGNIO

“Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas materiales a su fin, y a éste llamamos Dios.”

_______________________________________TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I, q. 2, art. 3

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“(Cleantes:) Echad una mirada en torno al mundo; contemplad el todo y cada una de sus partes, veréis que no es otra cosa sino una gran máquina, subdividida en un infinito número de máquinas más pequeñas que a su vez admiten divisiones hasta un grado que va más allá de lo que los sentidos y facultades humanas pueden rastrear y explicar. Todas estas

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máquinas y hasta sus partes más nimias se ajustan entre sí, con una precisión que arrebata la admiración de todos los que las han contemplado. La singular adaptación de los medios a los fines en la Naturaleza entera se asemeja exactamente, aunque en mucho excede, a los productos del ingenio humano, a los de los designios del hombre, de sus pensamientos, su sabiduría y su inteligencia. Si, por lo tanto, los efectos se asemejan entre sí, estamos obligados a inferir, por todas las reglas de la analogía, que también las causas son semejantes, y que el Autor de la Naturaleza se parece en algo a la mente humana, aun cuando sus facultades sean mucho más considerables en proporción a la grandeza de la obra que ha ejecutado. Por este, y sólo por este argumento a posteriori, podemos probar al mismo tiempo la existencia de una Deidad y su semejanza con la mente e inteligencia humanas.”

____________________________________HUME, D., Diálogos sobre religión natural, II México, FCE, 1979,

p. 28

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Ahora bien, Cleantes, dijo Filo, con un aire de alacridad y triunfo, repara en las consecuencias. Primero. Por esta manera de razonar, renuncias a toda pretensión de infinitud para cualquiera de los atributos de la Divinidad. Pues, como la causa debe guardar proporción al efecto, y el efecto, hasta donde cae bajo nuestro conocimiento, no es infinito, ¿con qué derecho, desde tu punto de vista, podemos adscribir ese atributo al Ser Divino? Seguiré insistiendo en que, al alejarlo tanto de toda similitud con las criaturas humanas, nos entregamos a la más arbitraria de todas las hipótesis, y al mismo tiempo debilitamos todas las pruebas de su existencia.

Segundo. Según tu teoría, carece de toda razón para adscribir perfección a la Deidad, ni siquiera en cuanto finita; y también para suponerla libre de todo error, de toda equivocación o incoherencia en sus empresas. Hay múltiples dificultades inexplicables en las obras de naturaleza, las que, si admitimos la prueba a priori de un autor perfecto, fácilmente se resuelven y se convierten en aparentes dificultades. [...]

Y ¿por qué no convertirse de una buena vez en un perfecto antropomorfista? ¿Por qué no afirmar que la deidad o deidades son corporales, y que tienen ojos, nariz, boca, orejas, etc...? Epicuro sostuvo que nadie había visto la razón fuera de la forma humana; por lo tanto, los dioses debían tener forma humana. Y este argumento, que con razón merecida, tanto ridiculiza Cicerón, se convierte, según tú, en sólido y filosófico.”

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HUME, D., Diálogos sobre religión natural, V, pp. 66-71♣♣♣♣♣

Evidentemente, «ser» no es un predicado real, es decir, el concepto de algo que pueda añadirse al concepto de una cosa. Es simplemente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones en sí. En su uso lógico no es más que la cópula de un juicio. [...] Nada puede añadirse, pues, al concepto, que sólo expresa la posibilidad, por el hecho de concebir su objeto (mediante la expresión «él es») como absolutamente dado. De este modo, lo real no contiene más que lo posible. Cien táleros reales no poseen en absoluto mayor contenido que cien táleros posibles. [...] Desde el punto de mi situación financiera, en cambio, cien táleros reales son más que cien táleros en el mero concepto de los mismos (en el de su posibilidad), ya que, en el caso de ser real, el objeto no sólo está contenido analíticamente en mi concepto, sino que se añade sintéticamente a tal concepto [...], sin que los mencionados cien táleros queden aumentados en absoluto en virtud de esa existencia fuera de mi concepto.

Por consiguiente, cuando concibo una cosa mediante predicados, cualesquiera que sean su clase y su número [...], nada se añade por el hecho de decir es.

____________________________________________I. KANT, Crítica de la razón pura, Dialéctica trascendental, libro

segundo, cap. 3, sec. 4, B 627 (Alfaguara, Madrid 1988, 6ª ed., p. 504-505).

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