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El arte de las sombras

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Historia del arte de las sombras

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ESTAMPAS DE VIDA Y ARTE Colección seleccionada y comentada por MANUEL ABRIL

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ES PROPIEDAD

Bolaños y AguiJar (S. L.). Talleres Gráficos. AJtamirano, 50. Madrid.

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ESTAMPAS DE VIDA Y ARTE COLECCI ÓI'-: SELECCIONA DA Y COMENTADA

POR M ANUEL ABRI L

EL ARTE DE LAS SOMBRAS

• ~ M. AGUILAR • EDITOR

l\larqués de Urqu i io. 43 - Apartado 8011

MADRID

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EL ARTE DE LAS SILUETAS

E L arte de la silueta es arte de abolengo. Ofrece al investigador cuanta debe ofrecer cualquier temct de importctncict: ctntigüedctd, prosctpict y

motivos de discusión. Sin ctntigi¿edctd no puede el erudito remontctrse ct lct noche de los tiempos, que es lct únicct noche en lct que el erudito está des­pierto. Sin prosapia no hay dignidad, no hay motivo para que él, el eru­dito, pase en vela una noche tan larga. Sin discttsión no hay encanto. Y no hay erudición. Si el erndito encuentra los orígenes de ctquello que le mueve a investigar no p/tede ya seguir investigándose, y no puede el eru­d'i,to seguir siéndolo. Para que haya erudición es necesario, pues, no en­contrar nunca nadct tan concluyente que dé por concluída la cuestión. Es preciso descubrir, desmtbrir siempre; pero es preciso, además, que lo que se encuentre deje lugar a duda-o al r/1,enos a discusión-o De ese modo habrá litig'io: agu.zarán el ingenio unos y otros a favor de sus tesis r'espec­tivas, y unos y otros seg!LÍrán--con tesón cada vez más afanoso-la bús­queda de datos a fwvor y de corroboración de lo que afirman, ansia tctnto más y con tanto mayor empeño y ansia cuanto que la sed de verdad se acrecienta en el hombre con la de apabnllctr al contrario.

Eso es lo natural, después de todo. La investigctción vive de buscar la 'verdad; por eso prefiere no encontrarla: porque no podrá buscctrla si la encuentra. Para el investigador no está la dicha en encontrar lct Verdctd, sino en buscarlct, en seguirla ... No es la meta, es el camino.

Apctsiona de tal modo el juego de encontrar lo escondido, que defraudct encontrarlo y decepci01w. Entonces, y por eso, el erudito, cuctndo descubre una verdad o parte de eUct, complica el problemct un poco y desea que el misterio se resista para plantearse otra vez el problema y hacer como que se dedica a resolverlo. Así, aquel pescador de Courteline tenía un pez cw"igo, amaestrado, que a la sola voz del duej'ío que le llamaba-«¡Teo­doro!»--se colgaba del anzuelo para dejarse pescar, a fin de que su dueiío le pescara y volviese a echarlo al río, para repetir la suerte.

El juego apasionante de la investigación se complica y se hace doble­mente sugestivo CItando hay un pleito entre eruditos, porque entonces al

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placer de encontrar la ve1'dad y al deliquio de se[juirlct yms(¡'earla se añade-como decirnos- el adcate incomlJarable de vencer a los delluls com­petidores,

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Pues bien: la silueta ofrece al erudito las tres cosas: la antigüedad., la prosapia y la conjetura,

La anti[¡üedad, p01'que en la noche de la. historia. y en la, noche de las cavernas aparecen , con los primel'Os dibujos, las pr imeras siluetas, Oasi t(jdo el m'te rupestre es de silueta,

Las figuras de los v asos [jrie[jos son, en [ran pw't e, siluetas, En la P el'sia rnedieval dicen que ex istían ya lcts silnetas, pues en al!Ju­

nas bibliotecas alenwnas [¡uardan, n lo que pal'ece, t extos persas con or­namentación de silueta,

En la Oonsta.ntinopla, del siglo XVI existía-según aseg¡¡mll aut01'es-1m gremio de TecoTtadoTes en silueta, Y en el siglo XVIl- 1631-formaba nn álbum de siluetas suyas un tal SchaefeT, y v einte alias más tarde WI

tal Hus,

Eran éstns siluetas Ct tijera, cortadas en papel blctnco y perladas en pa­peles de colol'es,

También es antiquísimo el teatro de sombTas chinescas, En OhÍlw y en Java es de abolengo secular ese teatTo, Y ha,y mmiecos del valle del Nilo que eTO,n t.sa.dos en los tiempos medievales,

El teatro de somoTas chinescas alcanzó difnsión en Enropa, y a co­mien.zos del siglo XVIII, qne fué llev ndo de LondTes, se inauguTaba en Hambu'/'go un teatro de somb¡'as chinescas,

¿ Pué el t eatr o de esta clase el qlte motivó en EnTolW la boga de la s'ilneta? Lo ,htent o no lo fuera., la si.Zneta t r iunfó y estuvo en moda por los siglos XVII y XVIII. En salones cortescmos y en casas particnlaTes buscaban y cortaban siluetas, Incluso en la iglesia misma, sobre todo en 108 conventos, fneron usa,das como adol'no y corno imágenes siluetns de Santos y de Yíl'gen es,

Se hicieron escenas enteTCtS de traza cornplicadísima: tal una cacería de ciervos que C0178eTva el 'Museo Nacional de Munich, toda ella en silnetu" y en lct que se hct procurado conseguiT let perspect iva gTacias a la especial colocación y al tarnCt?io y Telación de ¡¡nas siluetas con otras,

PeTO la boga mayol' del aTte de las sombl'as cOl'Tespondió al 1'etl'ato, Inglate17a y Alemania acogieron el arte de la tijera con apasionamiento, Hnbo coleccionistas de siluetas como en la actnalidad de sellos de COl'1'e08, y cambiaban siluetas entre sí como hoy los fila t élicos canjean sellos in­teTnacionalmente,

Pasa a Norteamérica la moda, y el propio Benjamín PTanklin envía, como regalo selecto, o de oportunidad, un retl'ato en siltteta a persona eu­jopea a quien estima,

Al otro lado del m co', a 108 Estados Unidos, fué uno de 10,3 siluetistas 3

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franceses l.le más fama : Edoua1'd. Ouánto no trabajaría, que al vo lver de Américn n, Europa traía catorce tomos de obras en si lneta, retratos de las ]lTinci pales personalidades de A méricct, t esoro que pndo salvar en un nau­/mgio cn el q1¿e perdió lo demás del eqttipaje.

Sin duda, entOllces cu-rnplícl,1t lcts silnetas la misión que hoy l os retrctto.~, 'pues habiendo este mismo E douard r ea l izarlo una silueta qu.e gustó al aVispo de Rango,', éste le hi.zo enectrgo de cuarenta. ejemplc[res de la mis­mn, a cinco ch elines cada una,

H 1¿bo, ¡Jor ello, n más de los artistas creadores, muchos p l'ofesionales a'31 géne ro. In¡;entaron para ello artilugios más o m enos complicados. '[/m'a hacei' sil'uetas sin necesidad de apt i t1td especi.al , así como paTa 1'ect­liza l' pOI' sí mismo cada cua l las siluetas en su p1'opio domicil-io. Bastabn ]Jrt1.(j, ello proyectar con una luz la 80mbj'a de un pArfil sobre una pantalla, l,zanca de papel, en donde se dibujaba el contorno.

P ué tanta la afición a la si/neta- se llegaron a pay ar S.OOO fj'ancos por ttna silt[et(.(,---, que adqui.rió caracte¡-es de 1JCrdadeTCt chifladt[Ta, con nom­bre propio .IJ todo : «ombror¡¿anía».

¿ V endrá de ah-í, t al vez, lo de tener buena somlJra o mala. somlJnt? Los rett'atos de sombra, pOI' lo menos, s iTvieTon p(M'a a1¿scnl tw' el almct de l cts personas. De r[hí el ,r¡mn interés de Goethe por el ([Tte de las sorn­bi·as. No le interesaban pOi' (t1'te, sino por lo que ayttdaba al estltdio de la fl'enoloaía, SEfj lÍn el t estimonio del propio Lltv ater.

L avater habin, en efecto , (!coyido a lct sazón con entusiasmo el arte dn la si lueta. po't'q1W. destacando el perfU escueto del cnineo, qnedaban más evidenciados que de cualquier atTO modo los j'asgos característicos qtLe ct la incipiente ciencia inteTeSC[Uan.

N o apasionó tanto el juego de las siluetas a los fran ceses como a in­gleses y alemanes, p eTO, en cambio, f ué .h·ancés el origen del cnl ificat ivo, 1JHeS los sombras j'ecoTtadas j'ecibi eron el n ombre de «siluetas», PO j' lla­marse un político francés del si.lJ lo XVIII Etienne de la Silouette. Gran t ipo y gmn historia.-o histori.et ct más bien- ·de est e personaje, Pué ins­pector- o minist?'o-de Hacienda, por influencia de Madame Pompa­d01tj', y estuvo mny en priva nza. P ero un día sc volvió contr a él la sueTt e y se taTUÓ impopula r, blanco de las i ras de los grandes, pOTque t ¡¿VO el pobTe hombrc una iden que entonces paj'eció insólita y que hoy es plato del día cn todets pni'tes del mundo, Se le ocw'Tió al pobre hombre que pant sanear el Ent?'io- -cl Enl1' io, pOl ' lo visto, n ecesita saneamiento en todas partes del m undo y en todos los períodos de la histoTia-, qne pa~'a sanear el E1'aTio debían los nobles de entonces de presc'indil' de sus joyas y sus lu­jos, en beneficio, por lo visto, del Estado. Debían hacer «sacri/cios». ¡Oal­cú.lese la t e'l'neridnd del desgj'aciado! Si hoy-con R nsia a l (t pueTta--no se puede hablar a nn 'l'ico de que p rescinda ni de CuatTO pe~"j"as chicas, ¿ qué sucedeTía en aqnel tiempo, cwt.ndo el pobre Sihwta estaba solo y su pere­g?'inc[ i dea era a la sazón insólita ? ... T 1l,VO que Tetü'aTse de l (t v ida pú.blica entre la r echifla g eneTal JI la más popular de las impopnlaridades, Salió en coplas, en dibujos, en teatros ... L a noble,zct se hizo joyas de madera para

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pOller en ·¡; i[¡encia un simulacro de l ¡ida «a la SiZollette», ell dOllde tod(ts la,< alhajas quedaran proscritas. Se llegó a fab1'icar pantaloll es ell los que habían sido suprimidos los bolsillos.

Plles bien: por este señor tomaron las figuras recoj·tadas o de sombras el nombre de «siluetas».

• y aquí viene el momento en que las sombras, no sólo ofrecen prosapia

-puesto que interesaron al artista y al científico en t odas partes del 'l'nundo-, y no sólo antigiledad-puesto que nacen en las rocas caverna-1'i.as-, sino igualment e litigio, contToversia, discusión, motiv os paTa la du­da y para la conjetura,

¿ D ebido a qué nuestTo E steban Silueta pudo legar su apellido al arte de papeles recortados? Hay, por lo 'menos, tres gr1lpos, defensoTes de sendas hipótesis,

La casa del seño)' de la Silueta estaba llena de dibu jos Tecor tados, ob¡-rt del propio ex ministTo, que fité un hábil y f eTviente a,ficionado al aTte de la tijera, De ahí que paTa algunos se deba a esta circunstancia el que, tia sara el apellido del ministTO a calificaT las ObT(tS de que hablamos, y quedara ya después el sustantivo desligado y sin aludiT paTa nada a Slt

oTigen , lo mismo que las «mignardises», pOT ejemplo, no indican ya cosa alguna que se refiera a Mignard, ni el cordobán a Córdoba, ni los pe1'ga­minos a Pérgamo, ni los mausoleos a Mausolo,

PaTece esta versión la más sencilla; pe1'O hay otras, Una, un si es no es coltceptuosa, y otra, un si es divertida, Segl¿n la pTimera, como los di­~ujos a mancha de que hablamos eran ligeTos y efímcTos, se les d'ió el nombre del Sr. de Silueta, pOT ser él también, según 1'a1'ios, igualmente ligero, sin resistencia y efím ero, Según la segunda v ersión, se dió a los di­bujos en cuestión el nombre del ministro, pOTque, como los dibujos eTan sobTios, desprovistos de ador'nos y no r equerían dispendios, eTa~ juicio de los satíricos de la época--verdadeTos ¡'etTatos de «época de crisis», como dir'íamos hoy,' retTatos de austeridad y en plan de economías, con arreglo a los mandatos del bneno de D. Esteban. R etratos a la silueta qneTía de­cir entonces retratos snjetos a Zas condiciones de penitencia o de sacTi­ficio público en mateTia de economía, según las p1'escTipciones o deseo.'!; del hacendista Etienne de la Silonette.

¿ Qué ~'eTsi6n es la veTdadeTa? i Allá los eTnditos investiguen y los con­jetnrudoTes hagan cábalas! NosotTos nos limitamos a citaT las b'es ver­siones, congTatulándonos de qne este género de arte pueda añadir a las m1tchas circunstancias at1'activas, esta de ofrece1' nn ha.z de titubeos y de enigmas al misterio de su umbrío teTritorio.

No ya los eTuditos; los psicólogos de la historia podTían aqní hallar fhotivo para lJrofundizar en el misteT1.0 de esas cristalizaci ones históTicas que llamamos «opinión», «popltlaridad», «gloria», «fama»... ¿ Por qué si entonces era frec¡¿ente llamar a los retratos de sombTa «peTfiles a lo Pom-

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padounl no se llamó a éstos «pompadures», si ella era más famosa que el ministro, y, no obstante, fué él, llamado a ser olvidado como personaje histórico, el elegido para perpetuar su nombre, sobrevivir así, de esta ma­nera indirecta J oo.

• Por una u otra razón, pasado casi un siglo, en 1835, da la Academia

Francesa entrada en el Dicciona,rio a la palabra «silneta», Las siluetas han sido realizadas de diferentes maneras: a mancha, a ti­

jera. con pelo, y en la actnalidad, alg.una que otra vez, fotográficamente. El arte de la silueta, en rigor, va nnido al de la Njera. La silueta a pin­

cel puede, en efecto, ser nna silueta; pero lo típico de una estilización silnetista proviene del carácter obligado que impone al tra,zo el material por un lado y el instrumento por otro. La maestría del siluetista no ha dc ser de dibujante tan sólo: ha de ser de cortador, de «decoupeur», y no por ganas de buscar dificultades, sino por la razón dicha de que emplean­do el papel-o el metal-y ln tijera adquiere la dicción peculiaridades es­pecíficas que no se dan dibujando.

Por una razón análoga, no dejan de tener también su gracia las sil¡te­tas de pelo: porque hay 1m preciosismo minucioso qlle corresponde a un e::ctraíio sistema de expresión, tan ridiculizado muchas veces, pero tan cu­rioso no pocas.

Esta clase de siluetas fué aplicada a medallones, guardapelos y sortijas. Se fabricaron también /lobinas o cabuchones de madera, torneados en

las cuales el galbo o perfil del moldurado daba, por sombra, la silueta del ¡'ey o de personajes conocidos. Los partidarios de Napoleón usan, caído és­te, puños de bastón o tabaqueras, que servían igualmente para proyectar en la pared la sombra del corso.

Para la ornamentación ha sido utiliznda la silueta, ya en cerámica, pintada la silueta o en calcomanía, ya como apliques de metal al mobi­liario.

Lns vcletas no han sido otra cosa nunca que siluetas, y en la época moderna han dedicado algunos su atención a esn clase de «siluetismo».

En el cinematógrafo también hay varias películas a base de persona­jes y de escenografía siluetada.

MANUEL ABRIL

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EL ARTE DE LAS SOMBRAS

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",~"\M\'M"

A última asamblea de exploradores y sabios del 1m-perio Británico se celebró en Africa del Sur. Fué invitado el alemán Leo Frobenius; suya fué la co­lección de dibujos rupestres más notable del Con­greso, colección que ocupó dos grandes salas, con

más de 500 dihujos, todos ellos encontrados, ya en rocas, ya en cavernas, de la Unión Sudafricana y de la Rodesia. Muchos de estos trabajos están realizados a todo color; pero otros varios-entre ellos los que reproducimos-fueron pintados con un solo color o fueron convertidos por el tiem­po en mancha de color uniforme, constituyendo, por tanto, verdaderas siluetas. Como tales las considera Frobenius en un artículo suyo, al que llama" El arte de la silueta". Las que reproducimos, hombre corriendo sobre rocas y hombre muerto, pertenecen a la Rodesia meridional, zona de Africa entre el Zambeque y Limpopo.

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~ . ~ ~UEVA de Remigia. Ares del Maestre. Escena de la Q I t ~ .

. caza del ciervo y escena de la caza de una cabra. I ~ Observen el movimiento en escorzo del hombre que

• tira la flecha. Este hombre se encontraba en acecho ~"V1X~~ con las piernas abiertas mirando venir la cabra o esperando su llegada. La cabra ha pasado, y el hombre la ha ido siguiendo con la vista, sin cambiar la posición de los pies, pero girando sobre la cintura. casi r8d', y sometien­do a igual torsión la pierna izquierda. A l menos el dibujo ex­presa el proceso de este movimiento con una perfección asombrosa.

El acreditado pintor Antonio Parca ha descubierto en es­tos últimos años estas pinturas y ha publicado acerca de ellas una monograHa.

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"h"''''~:¿'¡~~lENE la silueta griega-j cómo no, tratándose de grie­gos !-su leyenda mitológica; esa leyenda que otros atribuyen-generalizándola-al origen del dibujo. Una joven, para conservar el recuerdo de su amado, que se va a la guerra, traza sobre el muro, con un

carbón, el contorno de su figura, y después la rellena de ob$curo. No sabemos si el amor de aquellos novios sería duradero. La ocurrencia de la joven hizo escuela, y así, por silueb, está decorada casi toda la cerámica griega.

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~~~~rr " , ~1~lt~\~\1 ARTOS "perfihstas" de la epoca-tales como J orcbn, ~ :~I~\A~ H erdson, Rosenberg·-pintaron sobre cristal las si·

i~~,\,;! ~ ~1~1 1uetas. El grupo de artistas, desconocido, que aqt1í Z' -?\ ?ts'"". . ~~~o/~~~ repro~luCll11os, pe:~ellece a esa clase ele t:abaJos. . ~~d¡)~ D ebaJo-y tambltll de autor desconoCldo-la SI­

lueta de Lord Byron.

D esde 1785 tr~!1Ja.iaba en su estudio de la call e de r-Ieet, de Londres, 1\1rs. Beetham, una de las primeras y mejores si­luet istas de Inglaterra.

R etrataha a los jóvenes y los emhellecía; retrataba a los ni­ños, pintando el tra je, silueteando la cabeza y colocúnclolos, por lo general, en compafiía de! perrito.

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LGUNAS siluetas pintadas sobre cristal combado deja-'~ ban vislumbrar partes del vestido. El perfil de esa

l· ~I ( dama desconocida de I830 es particularmente nota­~ I ble por su delicadeza exquisita. ~ ~ :::;; . ';' El grupo superior-concierto-, de fina intención satírica, es una silueta debida a M. von Schwind (I838).

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N i\ gl)ethiana. Indispensable, en una coleccié:~ e J '

1110 la presente, recordar al hombre ilustre que-e.:) -

1110 decimos en el próIogo- se interesó por las silu.:­

tas y cuyo museo guarda varias en las que aparec\~ su figura; otras en las Cjlle aparecen sus amigos

o sus amadas. Aquí damos dos del propio Goethe. De niño, b primera; interesado él mismo en hacer sombras chinescas

con las manos. De hombre, y arrogante, la segunda. Abajo, Herder, su maestro y amigo, factor el más importante, antes

de Schiller, en la formación goethiana; y arriba, Carlota Stein, la amada del "Júpiter de \Véimar": amores, a 10 qUe

dicen, meramente ideales; "ángel" tutelar de Goethe, segtl7l

declaración propia, en ciertos años, y difamadora de Goeth~. según suposiciones de biógTafos, cuando Goethe se entregó

a ciertos amores, no solamente ideales, en su viaje por Italia.

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~ .......... _ ............................. .

....... : .......................................... :

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:C~.~',~ N artificio simplista para obtener siluetas. La obra ~¿"',~'NYo es de época-de J ohann Rud-; es, por lo tanto, un

documento tomado del natural probablemente. E n el sellito de abajo, el sabio Lavater, que-según decimos en el prólogo- se interesó grandemente por

las siluetas, aunque no por su interés artístico, sino por su interés f isiognómico o frenológico.

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r ····································· .. ········!

: ................................................. :

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~(¡j~~ ~i~~~~1 STUDlO de pintor siluetista. Profesional, probab1c­~"(GlX~"-~(,c ~~.~ mente, del arte de la silueta. El documento-de Sche-~ E3ii nan-Ouvrier-, documento de la época, nos hace ~.~ 1l¿~< ver hasta qué extremo "hizo fayor" la talmoela de ?cCitts,"0 ~ '~,'C¡:: siluetas y sombras. El pintor siluetea, la dama se somete, dócil, a quietud-que j ya es sometimiento!-; la abuela contempla, absorta, la operación, y los niños se ejer­citan en el arte de hacer sombras con las manos. El siluctis­ta-algo así como fotógrafo ele la época-ha retratado, por lo que \'ernos en la pared, a varios clientes, asno inclusive.

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C0\I,~\I//'7j1,'!!:?UGO Mochi, el italiano siluetista, de quien daremos luego otros ejemplos más modernos de su arte, ha realizado, a la manera antigua, varias siluetas de músicos de ayer y de hoy. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Debussy, Berlioz, l\Iahler, Bel­

lini, Beethoven, Porpora y Lully.

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lJAN Huber, el caballero Huber, ha conseguido pa­sar a la historia con el título nobiliario ele "Príll­cipe ele los recortadores". Fué si1uetista a tijera a más de dibujante, grabador, pintor y pastelista. En

I el pastel casi igm.ló a Liotard. Consen-a el privi-~egio de haber sido elmús asiduo retratista de Voltaire y el honor de haber sido calificado por Goncourt de "el \ Vatteal1,

el Callot, el Paul Potter del recorte improvisado", arte en ci que fué-según el mismo Goncol1rt--"gran hombre y ge­

nio". Diiérase, ha escrito 1\1armonlcl, que tenía ojos en las puntas de los dedos.

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'&~~~~A 1~~~JljLUETA del Fligenden Blat:ern del año 188-+. S~bi(h ~,~~)r~ es que por entonces se h120 mocla entre el senor¡o

~i"I\~ /;0 I I h El 1 'b d ' , \~~~ .~ snp antar a os coc eros. coc Jero 1 a etras; el ~\~\~ señor, en el pescante. El excesivo acicalamiento del &\li~ t dand'J', nacido a la sazón, había producido, por reac­

ción, el tipo de señor que hacía gala ele yaronil mozo ele cna­dra, jnrando C01110 un carretero, pasándose la "ida entre ca .. ballos y "escupiendo por el colmillo". Determinaelas señoras -las antepasadas de las sufragistas actuales-, antes de que­rer tomar las riendas del Estado, tomaron-como se ve-las

de sus coches.

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W~-~~i ~+ ,¡ ~ I E :\'E A.lemania en curso de publicación una biblio-~'1 .. teca de temas variadí simos : desde los códices 111i­

~~ I ~~ niados hasta las mariposas. Uno de los libros de ~'a esa colección está dedicado al siluetista Rudolf Koch.

Es hombre que une al sentido moderno de los temas el carácter tradicional de la factura. Patente ese equilibri') en esta escena familiar, al que da sabor clásico .Y magnífico la utilización de los carac~eres góticos germanos,

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\'1',1" 6800 ~<,,,II~ . ~~f(lJEVA muestra del mismo autor. Es un holandés de ~a :' .. ~~ silueta: da sensación de familiar intimidad con po­

~ ve .~ :. cos recursos y medios; a veces, sin más-como ah0-vffl'b1f:'~T;Yo ra-que unos cuantos muebles familiares. r¡; ..J~ " ~,,0·

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honra para el autor la amplitud ele que nu,,; eh muestras of reciéndonos esta af ilig ranada ejecución,

, clespués ele los otros ejemplos. Los negros eran ta'.1 profundos y la composición tan sólida y maciza , que parecÍ2. concebida pa ra que fuese realizada en hie­

rro. E n esta obra, en cambio, la in spiración ya a la natura· leza. la fac tura se hace dellcacla , y el autor logra el acier to, lo mismo que en los casos anteriores.

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=-'""'~. ~ONsí:RVANSE en la biblioteca del Senado unas som­bras o perfiles de varones esclarecidos de la Corte

~ del más inocente de los Borbones de España, el bue:! • Carlos IV, que son poco conocidas, pues sólo CCln

~~~~ motivo de la Exposición del Centenario elel 2 de !!1a­

yo de 1808 salieron a la vista pública, al conjuro del organi·· zaelor ele la misma, el prestigioso historiador y acadól. ico

don Juan Pérez ele Guzmán y Gallo." Esto escribía el buen catador ele escondrijos artÍsticf"Js Joa· C)t1Ín Ezquerra del Bayo, en la revista Arte Espafiol, el año 1926.

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l se obseryan atentamente estas siluetas, no se sabe Sfi~!,\.\ .. ! qué admirar mús, si la naturalidad de las actitude-;.

el gran parecido de las cabezas o la sencillez y gran­uiosiclad de líneas ele la indumentaria, e instintiya­mente se interroga uno: ¿ quién podrá ser el autor?

";:,e separan los nombres de los pintores de aquel tiempo, mallieristas () rutinarios en sU totalidad, incapaces ele sentir el realismo eh: que estún impregnadas, y sólo se detiene la imaginación a¡;te el ele Goya." N aela tenemos nosotros que a ñad ir: la apreciación es certe­ra. No ya por razones extrínsecas que Ezquerra cita, a ma­yor abundamiento, sin(\ por el carúcter magní fico ele todas las cabezas y. en g-eneral, de los tipos. Despre(:cupaelo el autor ele hacer yirtuosis11lo ele tijera, consig-ue. en cambio, con sencillez suma de trazo un c2rácter y un estilo ele maestr,), Ezquerra supone-y con razón-que. ele haber hecho Goya los dibujos. otra mano. más segura. se encargase elel re­

cortado.

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trimonio una colección ele trabajos ele papel-muy cerca del centenar-, dedicados todos ellos al Qui· jo te. ¿ Quién es el autor? N o sabemos. Todos de ~ :l

mIsma mano, llevan muchos como única firma las inicia­les F. V. Detrás de no pocos, en la madera dOllde yan mon­tados, haya pluma dos líneas, que dicen: "A S. M. D. A~­fonso XII. Recuerdo de la visita de S. A. a la Casa de Cer­vantes, de Valladolid, en 17 de marzo de 1876." Firma: Ma­riano Luis de Reymúro.

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es este otro ejemplar. No son, probablemente, papeles recortados a tijef, sino papeles tallados, recortados a incisión, com(; 1

talla en madera. El sombreado y algunos otros pormenores : indican así claramente, no sólo por su minuciosidad, sir

también por su técnica. El dibujo es, en general, correcto, y la habilidad de la mar al manejar la cuchilla, extraordinaria. Los efectos, sin en bargo, del arte del papel recortado no aparecen en estos tr: bajos, por no haberse atrevido el autor a la tijera y sus m dios de expresión. Tallar papel a fin de que resulte el misn efecto que pueda darnos la talla del boj, no tiene, estétic,

mente, interés grande. Los traba jos están montados sobre raso carmesí, pegado és

a una tabla, y con marco.

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~~:\ÉDITA Y española esté!. obra de la página de enfrenk. ~f\1 Ib7 A fines del siglo pasado, por efecto de la moda a que

:t ya nos hemos referido, cOlwocaban a concurso de­~ \ terminados periódicos de la época. En uno de esto:; I concursos ganó el primer premio la madre del que

hoy escribe estas líneas, con el trabajo a tijera que aquí pre­sentamos. El per¡neño desperfecto de uno de ellos-efectos del tiempo-no alcanza a la integridad del trabajo.

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~\\\W)l~ , ' ~~;I;i.i ;,\~l,!j UJZAS I~O haya actualmente palS alguno en el quc ce 0~;,M::{) encuentre el número e110rme de siluctistas que h:l-

~:¡;",r\\"I('\i/ ( . . ,. .

~;, .,i/¡il. '(. ,;\~(,\l! llamas en Akl1lal1la. Hay publicados calendartu.> 1'" '' ",,,1,, 1 '1 t 1 l' 1 l - l' JIWI\ II ! !,~~'¡¡; l e SI ue as, para cae a (la (e ano, una laJa, y, en "~\'¡ ~:0~ 1 h . '1 l' - 1 1 1 cC' "i\'/~ cae a oJa, una SI ueta (lstl11ta, (e a emanes toe a:-;

ellas, y en donde puede decirse que casi no se repiten las fir­

mas. Esto implica la existencia de unos trescientos autores que pueden presentar siluetas, algunas excelentes, tCJdas dig­nas. Una, ésta, de Luisa Bl1-:hse1 Schl1lidt.

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¡;}~~J ~~~ E la escenita presente es su autora Carlota Herbig',

;ift:~ ~ La ,mitad de ,los autores alemJ.nc,s del presente son ( .~~ · )2 mUJeres, fenomeno que no habra de sorprender :l

>~~'¿,,~f~ nadie. Es natural flt1e el arte ele la tijera sea felllc-""'2'~\t'l ~~~í nino, pero entre nosotros no es frect1ente, y seríl

bonito añadir al arte de la tijera la sensibilidad de una mu­

jer dedicada a calar en el papel escenas y delicadezas de vieJa,

de arte y de gracia,

,; 4

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(<<Jj5~~;'P~

m1K~~ L canelor rnstüril ele la escena-pese al zapato de , ~G?~ tacón, alto y bien alto, de la dama, pelo al viento- ­&~ 'OJ ~ denota el afán, por parte del autor, ele seguir la tra-?~. dición elel XVIII. Adviértase la excelente calidad ~~ obtenida evidentemente a tij era-del ramaje sin ho­jas del f reSllO. Es obra de T oni Christmanl1.

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· ABaR anónima v de época. El virtuosismo es eyielen-'\ \ . 11· ..

. " ,O te: pero no menos el acierto ornamental y el equi-librio ele los blancos y los negros. No hace nunca mazacote ni con fnso. i Qué sentido elel peso en toda esa Iaber casi de insecto ! El hombre antes, para su

bien y para bien de no P O('3. S obras grandes, no tenía pris.l en elmunclo. El Primor se desposaba con la Paciencia. N o te­mían, así unidos, ni al trabajo ni al tiempo. Y los hijos na­

cían, con frecuencia, pacientes y primorosos.

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,_~ llR:\ de Karl-Heinz Dobste. La gracia y, sobre todo

~ ~~):! el grafism(~), salvan lo que l~uclier~ ten~r. :le sentimen-

I~ .~ ~4'~~. tal consal)1(l~ y ha:ta ,cursI la (hSpOS.lcl~),n y el tema.

,\\1tJ6l~ N o hay aC]l11 ct1rsllena, porque la dlcclOn no es re­~~~ dicha ni efectista. La simplicidad de los negros dan

sobriedad, y la notita del pájaro-mancha de intermediaria intensidad entre la gran mancha de ella y la pulverización de gotas negras del arbolillo ingrúvielo-convierten la escencl en una especie ele caligrafía musical, pentagrama para los

ojos de discreción pulquérrima.

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i~~L'JER) Edith Eiden. la autora de esa obra. No podía ~: ~))/) ~ ser por menos. La delicadeza es femenina, y el acier-

~ /~ ~ to, de simplicidad notabilísima. Noten cómo a cada

~f!¡~ , arte corresponde un dominio inalienable. ¿ Qué otrl) ~\~ll~ arte hubiera nunca ejecutado un tema como éste?

Ha sido la tijera la que ha traído al alma la ocurrencia de

ese encaje, natural y de arte a un tiempo.

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de manos ele 111njer--J nana Beckmann-y sl1perior quizás a ia otra por la calidad, m;tg-nífica ele (h;ci·

sión y carácter.

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ambirnte se impone asimismo como poesía o cán­tico, mitad de recogimiento y de virtud hogareña.

mitad de unción y plegaria. El niño que trae el jarro ¿ no pa­rece más bien ángel que niño; ángel que atenderá a los me­nesteres caseros, a falta de Marta, mientras María reza n lee o ambas cosas? Y el picoteado de toda la labor de pUllta

de tijera ¿ no parece una ofrenda paciente de fervor de un frayangelismo de silueta?

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grál1ca. El fotógrafo de Leipzig, Frank Eugenio Smith, es autor de este ex libris, a base de fotugra­fía y siluetas, en donde aparece el autor con una

de sus hi.~as.

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~ ~l ~ . ~ESPUÉS de 10 alemán, 10 italiano. Ugo Mochi pertene-. :iif~ ./¡ ce a una de las familias más añejamente nobles ~ .~ ~~ de Florencia, que comenzó su carrera de arti stJ ~~\:'~~ como escultor, pero que después, al acudir a la Aca­~\ demia de Bellas Artes, de Florencia, se sintió atraí · do por esta especialidad singular, en la cual ha sobresalidc

desde entonces.

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, RES obras más del italiano Ugo Machi. En ellas pue­de verse la variedad de temas y la originalidad 11:1-

tnral de Sll observación, unida a la destreza de ~:~l

mano. Algunas de sus obras-panorámicas silu'c­tas ele Florencia y Roma-alcanzaron dimensiones

no conocidas anteriormente en esta clase ele trabajos. Tam­bién le distingue la singularidad de usar para fondos pape­les de medias tint:1s y celajes que atenúan el contraste usual entre 10 blanco y lo negro.

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~,. ~~ECOJAMOS en esta revisión ejemplos de siluetas apli­. J~I;' cadas a la ilustración de libros. Fernando Stlac­,AY ger es uno de los dibujantes más conocidos y ah­

mados como ilustrador en la Alemania de hace veinte años. Obra suya es la viñeta y el dibujo que

damos en la página de enfrente. Alrededor del 14 lanzó una casa editorial alemana una colec­ción de libritos, que pronto fueron difundidos y admirados por el mundo. Cuentos infantiles, poesías, leyendas, ilustra­das por los dibujantes mejores de la época y editadas con es­mero. De esa colección, es el libro que Stlaeger ilustró C011

dibujos en silueta.

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\'~''' '''''' ' ''' ~ ARL Vrigt es el autor de esta ilustración de cuen:ü ((Ii:;~~I:g? infantil, particularmente feliz por la novedad de b

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composición, que distribuye expresivamente el ara­

besco. Apropiadísima factura para la realización a

tijera y composición f eliz, no por sencilla menos afortunada.

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~'\S o son muchas las siluetas cómicas, y no es ciert:t-~1I801.J t ~x~ r1 , ,. Q '/;;v"'ff« ,:o. mente el genero en que se lucen mas las sIluetas. ~~, . g Este si es 1enómeno extraño, porque el género se

rkt~ ~;::~:. ~~a s:~~~~:a:~e~:cl d~ !~~:o~;~~;~~~~~o~e¿~~ _ _ b

tasma que parece burlarse de nosotros, aspayenteando como un espantapájaros. Este Antigo de las flores, de Schulze Her­zog, est3. bien ele mancha y negros, pero ramploncete de traz')

y vulgar de comicidad.

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I~ (w¿ L ba1:le, de Hans Herbart Ost. La comicidad ele la

~, I~ . . presente lámina. aunque desenvuelta de trazo, tan1-\"w . ( bién es ingenua y anticuada de intención; de un hu­.~ morismo burgués e inocentón completamente si-

_1~ glo XIX.

~o

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~'~~~ OTR0 tanto podemos decir ele este grupo ele mur).:·u:·

/~r:~ tas, ele Martín Ritter. ?<:'s una con~iciela,d ~el tie~11 ,1

;~" .~. ~J;;!; de las murgas. ¡vIu\' eI) ()ca l'vladnd Conuco, d¡n:

., ,~, ,¡tJl/2 - -(\\ ~ "1?0~ mos nosotros en España. En Alemania, no :;0. M ~ l\luy Fligcnden BJáttern, acaso.

S2

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-~)~

~ ~ N esta serie de sombras que aquí vemos ha tratad , ~~ Erma Paul Allen de clasificar unos cuantos tipe

de maridos. Tom, el deportivo, es una de esas criL turas enérgicas y activas que lleva a su pobre mt jer a cazar, a subir montes, ya con nieve, ya si

ella; cargados de morral o sin cargar, pero agotando a la ir feliz de la mujer, que no puede seguirle. Dick es un cam¡:x chano camarada, que en cuanto ve a un amigote, le abraz; le da palmadas, le acoge con alborozo y ... se va con él al caf( dejando a la mujer que bufe y rabie. Harry es un mozo atra< tivo y hasta fascinador; a su mujer le atrae y le fascina, p( ro ... también a las otras. Y Harry, tan delicioso con su mt jer, no deja de ser delicioso cuando está fuera de casa. J ac sería excelente sin los celos. Pero celoso como es, no ha quien le aguante ... Su mujer no puede dar ni un paso---< paso del 01U! step-sin que J ack se sienta al instantc-com el otro J ack famoso--destripador y energúmeno. N ed, e cambio, reúne las tres condiciones de todo marido perfeck cheques en el libro de cheques, dinero en la cuenta corriente tinta en la estilográfica, para firmar con una mano los chl ques, que entrega con la otra a su mujercita querida.

Nota nuestra.-Estos maridos son de N orteamérica, cuy es el país de la autora. Nosotros no aludimos para nada-¡ h~ ya paz !-ni a esposos ni a esposas de España.

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~~O@tm!~ ~;)~%'11 ~ verdadero maes:~o de la silueta ~10derna es En-o "',2:J!~~ gert. Emplea la tIJera, como se adVierte en los tro-

. i'\,~o~ zas de sus obras, y sabe obtener, como nadie, efec­

~\~g tos típicos por la sola virtu~, exclusiva de la cali­~~ dad del corte, de la expreslOn natural que de 1:1

materia reslúa cuando no se la contraría, sino que se le eb , por el contrario, lo que es propio del papel y la tij era . En pocos casos, como en este de Engert, queda patente en la obra la consistencia del material, la calidad de la materia en que está hecha y del instrumento con que ha sido reali zada.

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S7

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A~~ E ha dicho ya que una de las características exce1en-

~:" II! tes del gran siluetista Engert es la adecuación del

I~ ~ estilo a las condiciones típicas del oficio empleado; ~ la concepción, la gracia, el humor de la estilización,

son magníficas, pero no lo es menos el acierto de haber llegado a eso haciéndonos ver y sentir la tijera que bus­

ca las curvaturas.

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TRO maestro extraordinario de la silueta moderna. W. Repsold, es Lueno como humorista y es buen,) como estilizador de la tijera. Esa expresión se debe a la tijera, y sólo con la tijera puede obtenerse mu dicción de ese tipo. Repsold merece doble atención

nuestra, por haber hecho en silueta ilustraciones al Quijote.

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de los verdaderos maestros modernos del humuris­

mo a tijera.

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,~, n"! UEGOS de humor y destreza con estilo: de Qtto B ¡ti ·

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me! , muniqllés, la obra de abajo; de Elisa Reina Mi­chaeI, la obra de la parte superior; ex-libris, e!1 silueta. de autor desconocido; o ignorado (ignorado por nosotros) la de en medio.

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~',-'¡",:A I AS sombras en el teatro: en el cine. Las siluetas movimiento han sido utilizadas en el cine para \ rias películas. Los españoles vieron-y admiraron­hace años la película Sombras. en la cual aparee episódicamente, una representación de siluetas, pr

bablemente de Engert, por lo que recordamos del estilo. Aquí damos dos muestras: una, la inferior, del film L celos de Rarbouillc, de Cavalcanti; otra, la superior, de A lequín, de Lotte Reinigers.

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--==;;;...;;-;..;;;;;~-~- ..;;;;.~-~ ............. - --- - ... - -...- .......J

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muñ-::

que hemos dado una mues

tra en la página precedente.

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PLICAcrÓN de las siluetas a la fabricación de veletas \\\V;¡J1,~\W/)

~~ o giraldas. La línea es divertida, y la solución, inge-

Ic:\i~'1 \ niosa. N o basta en esta clase de obras el acierto del

I~ ~ dibujante; es preciso que, además, se distribuya la :;:j, ~ masa total como requiere la finalidad práctica a que han de ser destinados. Distribución del peso, superficie sufi­ciente que oponer al empuje del viento y desproporción de masas entre las dos mitades de la chapa. Los adjuntos proyectos de veleta son originales de J ohn Held (Junior).

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rr---t---l

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ISTORIETA en figuras siluetadas. Notable por la esti­lización decorativa de la composición, por la esque· matización expresiva de los animales y por ser de autor nobiliario nada menos: William, conde de Hardenberg.

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~: 'c·:N pastor y ganadero salmantino, Santiago Sánchez, ha 8 ' 'o /! o practicado el arte del dibujo y el arte de la tijer~ ~ ,\ o °0 ~o con toda espontaneidad y sin que nadie le haya en-

señado. A solas en el aislamiento del campo, ha ido llevando al papel 10 que veía, con preferencia, ani­

males: los toros, los perros de su propiedad. Inc1uímos aquí unas cuantas obras de este sil11etista español y "folklórico", si se nos permite la palabra. (Véase Juan Cabra: El arte plástico y las siluetas de los campesinos actuales.)

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'EL Y Antonio Machado, los ilustres dramaturgos y poetas que todos-para nuestro bien-conocemos, tienen un tercer hermano, cj ue conocemos muy po­cos. Retirado elel exhibicionismo-y hasta elel expo· S IC1011 1S1110--, dibuj ~l y pin ta, pero rara vez mues··

tra sus obras .

Sin exp'oner todayía, inéditas por completo, guarcla cua ­renta o cincuenta obras ele papel recortado, de las cuales nos­otros entresacam()s (;5ta, que ofrecemos a nuestros lectores. Pierden con la reproducción estas siluetas de .:\IachacJo gran parte de su singu!ariebcl característica. EsUl11 hecha.s con papeles ele colores y papeles de dist inta ca lidad : la ade­cuada en cada caso. l..'n pape! basto, en ocasiones; corr iente y aun humilde casi siempre, adquiere con f recuencia un sa­bor pictórico de fuerza inusitada y sorprendente. Un papel de envolver da yalor plástico a una valla ; un papel ele es­traza a una t rapera: un papel ele barba él la nieyc. La repro­cluccil:m destruye estos efectos. Pero no hemos querido, pese a todo, dejar de incluir aquí una obra-aunque disminuíela . ele un autor español ele ahora, que aplica al tradicional art~ una innovación per~:onal y realizada muy a la española.

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~(ÚJ~ PI··· l· 1 ?0. ,í) J~ ER;\TINAMOS. . ero a tIjera slgue, e lspuesta a anzar ~II :; al mundo criaturas. ¿ De quién es esta silueta? No

~~~ tI;~ sabemos. Sabemos que ha servido para otra aplica­~F~ :~~ ción del arte de los recortes: el anuncio. N o es el ~jlli !Ji mismo caso: en las revistas mundiales de hoy ve­mos a veces aprovechado para anuncios la mancha llamativa de la silueta, combinada, en ocasiones, con la fotografía.

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PRINTEO IN: SPAIN PRECIO: 5 PESETAS