El Arte de Tener La Razon_schopenhauer

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    El arte de tener raznExpuesto en 38 estratagemas

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    Ciencias sociales

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    Arthur SchopenhauerEl arte de tener raznE xpuesto en 38 estratagem as

    Edicin, estudio y notas de Franco Volpi

    El libro d e bolsilloFilosofaAlianza Editorial

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    TITULO O R I G I N A L : Die Kunst, Recht zu bebalten. In 38 KunstgriffendargestelltT R A D U C T O R : Jess Albores Rey

    Primera edicin en El libro de bolsillo: 2002Tercera re impres in: 2006

    Diseno de cubier ta : Alianza EditorialI lus t rac in: ngel UriarteReservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por laLey, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientesindemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren,distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artsticafijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio,sin la preceptiva autorizacin.

    1991 Adelphi Edizioni s.p.a. Milano De la t r aducc in : Jess Albores Rey, 2002 Ed. cast.: Alianza Editor ial , S. A., Madrid, 2002,2003,2004,2006Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15;28027 Madrid; telfono 91 393 88 88www.alianzaeditorial.esI S B N : 84-206-7348-XDepsito legal: M. 49.308-2005Impreso en Fernndez Ciudad, S. L.Printed in Spain

    http://www.alianzaeditorial.es/http://www.alianzaeditorial.es/
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    Advertencia

    El arte de tener razn es un opsculo que Schopenhauerdej en una versin casi definitiva, aunque no lleg a publicarlo. Fue redactado, con toda probabilidad, a finalesdel perodo berlins, en torno a 1830-1831. El texto manuscrito, carente de ttulo, comprende ocho folios, ms unfolio adjunto y otros dos medios folios, en total 44 pginas;est encuadernado y se encuentra en la obra postum a delfilsofo. El contenido permite relacionar este texto con lostemas tratados en las lecciones berlinesas sobre dianolo-ga, es decir, la teora de todo el pensar, en particular elcaptulo sobre lgica (Philosophische Vorlesungen, edicinde Franz Mockrauer, Piper, Munich, 1913). Por lo dems,esta relacin es corroborada por indicios materiales, comoel tipo de papel utilizado, idntico en ambos casos.Se encuentran alusiones a la dialctica, y por tanto observaciones, notas y materiales sobre el tema que despusse recogeran en este pequeo tratado, en numerosos lugares de la obra de Schopenhauer: en los manuscritos juveniles (a partir de 1817), posteriormente en El mundo comovoluntad y representacin, en las lecciones berlinesas y en

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    sus escritos po stu m os . La m encin m s significativa se encuen tra en Parerga y paralipmena, en cuyo captulo sobreL gica y dialctica (tom o I I , cap. 2, 26), Schopenhauer reprodu ce la pa rte inicial de este trata do exp onien do las nueve prim eras estratagem as. D espus de haber relatado la gnesis de su inters por el tema, Schopenhauer indica aqutam bin las razones que le llevaron a desistir de pub licar elopsculo ya prcticam ente concluido: R ecog, pues, todaslas estratagem as de m ala fe que ta n frecuentemente se utilizan al discutir y expuse claramente cada un a de las m ism asen su esencia m s propia, aclarada m ediante ejemplos y de signada por u n no m bre prop io, y aad finalmente los m edios que se pu eden aplicar contra ellas, lo que po dra m osde no m ina r las pa rad as co ntra estas fintas, de lo cual result una verdadera dialctica erstica [...]. En la revisin quehe em pren dido aho ra de aquel antiguo trabajo m o ya noencuentro adecuado a mi temperamento el examen exhaustivo y minucioso de los subterfugios y ardides de losque se sirve la naturaleza hu m an a com n pa ra ocultar susfaltas, po r lo que lo dejo a un lado (Parerga una Paralipmena, tom o I I , pp . 33-34, D iogenes Verlag, Zurich, 1 9 77).Y un poco ms adelante: He recopilado y desarrollado,pues, unas cuarenta estratagemas semejantes. Pero ahora m erepugnan la iluminacin de todos estos escondrijos de la insuficiencia y la incapacidad, hermanadas con la obstinacin, la vanidad y la m ala fe; po r tan to, me doy por satisfecho con este ensayo y con tanta m ayor seriedad rem ito a lasrazones arrib a expuestas pa ra evitar discutir con el tipo degente que suele ser la mayora (ibid., pp. 38-39).Este pe qu e o t ratad o fue publ icado p or pr im era vez,con el ttulo de Eristik, por Julius Frauenstadt en ArthurSchopenhauers handschriftlicher Nachlass [Legado manuscrito de Arthur Schopenhauer] (Brockhaus, L eipzig, 1 864).

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    A D V E R T E N C I A 9Debemos a Arthur Hbscher una edicin posterior, que es lade referencia; est incluida en su edicin de los escritos inditos del filsofo: Der handschriftlicher Nachlass [El legadomanuscrito], 5 vols., Kramer, Frankfurt am Main, 1966-1975(posteriormente editada por D eutscher Taschenbuch Verlag,Munich, 1985), vol. I ll, pp. 666-695. Hay, finalmente, unatercera edicin, aligerada de algunas notas de carcter erudito y adaptada a las exigencias de facilidad de lectura, publicada por G erd Haffmans segn ese mismo modelo (EristischeDialektik oder Die Kunst, Recht zu behalten, in 38 Kunstgriffedargestellt, Haffmans, Zurich, 1983). Las variantes en el ttulodel opsculo se deben al hecho de que, como se ha sealado,el manuscrito carece de l. Este, sin embargo, se deduce deltexto mismo y de lo que Schopenhauer afirma en el mencionado pasaje de Parergayparalipmena, en el cual recuerda elopsculo una primera vez como Dialctica erstica y unasegunda como Bosquejo de lo esencial de toda discusin(Umriss des Wesentlichenjeder Disputation).La presente edicin se basa en la de Arthur Hbscher,con una sola modificacin. Arthur Hbscher, en su edicin crtica, situ al inicio de texto, como un exordio, lashojas separadas y no num eradas (las denominadas Neben-bogen) adjuntas al primero de los ocho folios numeradosde los que consta el manuscrito. D ichas hojas contienenreferencias histricas al origen y principales concepcionesde la dialctica y constituyen los materiales recopiladospor Schopenhauer con vistas a una verdadera introduccin al opsculo. El carcter fragmentario e incompleto deestas referencias nos ha decidido a situarlas de distintomodo en la actual edicin, no crtica; por eso van al final,con la indicacin explcita de que se trata de un anexo.FR A N CO VO L PI

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    El arte de tener raznExpuesto en 38 estratagemas

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    La dialctica erstica* es el arte de discutir, y de discutir de tal modo que uno siempre lleve razn 1 , esdecir, per fas et nefas [justa o injustamente]**. Unopuede, pues, tener razn objetiva en el asunto m ismo y sin embargo carecer de ella a ojos de los presentes, incluso a veces a los propios ojos. Ese es elcaso cuando, por ejemplo, el adversario refuta miprueba y esto se considera una refutacin de la propia afirmacin, para la cual puede no obstante haber* Entre los antiguos, lgica y dialctica solan utilizarse como sinnimos; lo mismo ocurre con los modernos.** La de erstica no sera sino una palabra ms dura para decir lomismo. Aristteles, segn Digenes Laercio, V, 28, considerconjuntamente retrica y dialctica, cuyo fin es la persuasin, T1. U tilizo por convencin las expresiones tener razn y llevarrazn para traducir, respectivamente, Recht haben y Rechtbehalten. Schopenhauer emplea la primera para expresar elhecho de tener objetivamente razn; la segunda, para referirse ala tcnica de imponerse en la discusin, con independencia deque se tenga o no razn en el asunto discutido. [N. del T.]

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    otras pruebas; en cuyo caso, naturalmente, la situacin se invierte para el adversario: sigue llevando razn aunque objetivamente no la tenga. Por tanto, laverdad objetiva de una proposicin y su validez en laaprobacin de los que discuten y sus oyentes son doscosas distintas. (De esto ltimo se ocupa la dialctica.)T a&avv, y por otro lado la analtica y lafilosofa,cuyo fin es laverdad. AiaXexTxxy] S cm T^VTJ Xywv, 8C rQ vaa-xuojiv T I r xaTaaxi>o|Xv, i; pccT^o-Eio? xal -7toxp.(T(0; TWV xpoa8(.aYO[iivwv [La dialctica es el arte deldiscurso, segn el cual, y por medio de preguntas y respuestas, disponemos la argumentacin o la refutacin de un argumento].(D igenes L aercio, II I , 48, en Vita Platonis.)Aristteles distingue, pues, 1) la lgica o analtica, como teora oinstruccin para llegar a los silogismos verdaderos, los apodcticos; 2)la dialctica o instruccin para llegar a los silogismos que se consideran verdaderos, que generalmente pasan por serlo -v8oi;a,pro-babilia (Tpicos, 1,1 y 12)-; silogismos que no est demostrado qusean falsos, pero tampoco que sean verdaderos (en s y por s), silogismos en los que no es esto lo que importa. Pero qu es esto sinoel arte de llevar razn, independientemente de que en el fondo setenga o no? Se trata, pues, del arte de alcanzar la apariencia de verdad sin que importe el asunto. Por tanto, como se ha dicho al principio, Aristteles divide realmente los silogismos en lgicos y dialcticos, como ya hemos dicho, y adems 3) en ersticos (Erstica),en los que la forma del silogismo es la correcta, pero las propiasproposiciones, la materia, no lo son, sino que solo parecen verdaderas y, finalmente, 4) en sofsticos (Sofistica), en los cuales la formdel silogismo es falsa, aunque parezca correcta. Los tres ltimos tipos en realidad forman parte de la dialctica erstica, pues todosellos tienen como objetivo no la verdad objetiva, sino su apariencia,sin que importe la propia verdad, es decir: tienen como objetivo llevar razn. Por otra parte, el libro sobre los silogismos sofsticos fueeditado solo posteriormente: era el ltimo libro de la dialctica.

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    EL A R T E D E T E N E R R A Z N 15A qu se debe esto? A la natural maldad del gnero humano. Si no existiera esta, si furamos por naturaleza honrados, en todo debate no tendramosotra finalidad que la de poner de manifiesto la verdad, sin importarnos en nada que esta se conformara a la primera opinin que hubiramos expuesto o ala del otro; esto sera indiferente, o por lo menos com

    pletamente secundario. Pero ahora es lo principal. Lavanidad innata, especialmente susceptible en lo tocante a las capacidades intelectuales, se niega a admitir quelo que hemos empezado exponiendo resulte ser falso ycierto lo expuesto por el adversario. En este caso, todolo que uno tendra que hacer sera esforzarse por juzgarcorrectamente, para lo cual tendra que pensar primero y hablar despus. Pero a la vanidad innata se aadenen la mayora la locuacidad y la innata mala fe. Hablanantes de pensar y al observar despus que su afirmacin es falsa y que no tienen razn, deben aparentarque es al revs. El inters por la verdad, que en la mayora de los casos pudo haber sido el nico motivo al exponer la tesis supuestamente verdadera, cede ahora deltodo a favor del inters por la vanidad: lo verdaderodebe parecer falso y lo falso verdadero.Sin embargo, incluso esa mala fe, el persistir enuna tesis que ya nos parece falsa a nosotros m ismos,aun tiene una disculpa: muchas veces, al principioestamos firmemente convencidos de la verdad denuestra afirmacin, pero el argumento del adversario parece desbaratarla; si nos damos de inmediatopor vencidos, frecuentemente descubrimos despus

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    que ramos nosotros quienes tenamos razn: el argumento salvador no se nos ocurri en ese momento. D e ah surge en nosotros la mxima de que auncuando el contraargumento parezca correcto y convincente, no obstante hay que oponerse a l en lacreencia de que esa correccin no es sino aparente yque durante la discusin ya se nos ocurrir un argumento para rebatirlo o para confirmar de algn otromodo nuestra verdad: por ese motivo nos vemos casiforzados, o al menos fcilmente tentados, a la mala feen la discusin. De tal manera se amparan mutuamente la debilidad de nuestro entendimiento y lo torcido de nuestra voluntad. A esto se debe que generalmente quien discute no combate en pro de la verdad,sino de su tesis, actuando como pro ara etfocis [por elaltar y el hogar] y per fas et nefas; y, como se ha mostrado, tampoco puede hacer otra cosa.G eneralmente, pues, cualquiera desea imponer suafirmacin, incluso aunque de momento le parezcafalsa o dudosa*. A cada cual su propia astucia y mal-* Maquiavelo prescribe al prncipe que aproveche todo momento de debilidad de su vecino para atacarle, pues de lo contrarioeste podr utilizar alguna vez el momento en el que aquel sea dbil. Si reinaran la confianza y la buena fe, la cosa sera distinta;pero como no podemos confiar en ellas uno tampoco puede ejercerlas, porque reciben mal pago. Lo mismo ocurre al discutir: si ledoy la razn al adversario tan pronto como parece tenerla, difcilmente har l lo mismo si se vuelven las tornas: ms bien actuarper nefas y por tanto yo tengo que hacer lo mismo. N ada cuestadecir que se debe atender nicamente a la verdad sin preferenciapor la propia tesis: pero como uno no puede dar por supuesto que

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    dad le facilitan hasta cierto punto los medios para hacerlo: esto se aprende de la experiencia cotidiana al discutir. Todos tienen, pues, su propia dialctica natural,del mismo modo que tienen su propia lgica naturalSin embargo, aquella no le gua ni mucho menos contanta seguridad como esta. N adie pensar o inferir tanfcilmente en contra de las leyes lgicas: los juicios falsos son frecuentes, los silogismos falsos sumamenteraros. N o es fcil, pues, que un hom bre muestre faltade lgica natural, al contrario de lo que ocurre con lafalta de dialctica natural: esta es un don natural desigualmente repartido (y similar en esto a la facultaddel juicio, que est repartida de forma muy desigual,en tanto que la razn lo est por igual). Pues es frecuente dejarse confundir y refutar mediante unamera argumentacin aparente cuando uno tiene enrealidad razn, o al revs: y el que sale vencedor deuna discusin muchas veces no se lo debe a la correccin de su facultad de juzgar al exponer su tesis, sinoms bien a la astucia y habilidad con las que la defiende. Lo innato es aqu, como en todos los casos, lo mejor*. Sin embargo, el ejercicio y la reflexin sobre losardides con los que se derriba al adversario o que esteel otro vaya a hacerlo, tampoco l debe hacerlo. Adems, si tanpronto como me pareciera que el otro tiene razn renunciara ami tesis, que previamente he pensado con detenimiento, fcilmente puede suceder que renuncie a la verdad y adopte el error,engaado por una impresin momentnea.Doctrina sed vimpromovet insitam [Pero la educacin desarrolla la fuerza innata]. (Horacio, Carmina IV, 4,33.)

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    suele utilizar para derribar pueden ayudar mucho aconvertirse en maestro de este arte. Por tanto, aunquela lgica quiz no tenga una autntica utilidad prctica, la dialctica s que puede tenerla. En mi opinin,tambin Aristteles plante su lgica en sentido propio(analtica) principalmente como base y preparacin dela dialctica, siendo esta lo principal para l. La lgicase ocupa de la mera forma de las proposiciones, la dialctica de su contenido o materia: por consiguiente, laconsideracin de la forma, en tanto que general, temaque preceder a la del contenido, en tanto que particular.Aristteles no determina el fin de la dialcticacon tanta nitidez como yo lo he hecho: aunquemenciona como fin principal el discutir, tambin serefiere al descubrimiento de la verdad (Tpicos, 1,2).Ms adelante vuelve a decir: trtense las proposiciones filosficam ente conforme a la verdad, dialcticamente conforme a la apariencia o aprobacin, laopinin de otros (S^a) (Tpicos, I, 12). Es ciertoque es consciente de la distincin y separacin dela verdad objetiva de una tesis del hacer valer la m isma o del obtener la aprobacin: sin embargo, nodistingue ambas cosas de forma tan ntida comopara confiar esta ltima nicamente a la dialctica*.* Y, por otro lado, en el libro Sobre las refutaciones sofstica!vuelve a ocuparse en exceso de distinguir la dialctica de la so*fstica y la erstica; se supone all que la distincin debe estribar elque los silogismos dialcticos son verdaderos en la forma y en econtenido, en tanto que los ersticos o sofsticos (que solo se di

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    Por esa razn, es frecuente que las reglas que aplicapara este ltimo fin se entremezclen con las delprimero. Por consiguiente, en mi opinin, Aris-tinguen por sufinalidad,que en los primeros -erstica- es el tenerrazn en s, y en los segundos -sofistica- es el reconocimientoque se consigue por ello y el dinero que puede obtenerse a travsde este) son falsos. El que las proposiciones sean verdaderas o norespecto a su contenido es siempre demasiado incierto como paratomar esto como fundamento de la distincin: y quien menospuede tener plena seguridad de esto es el que discute; incluso el resultado de la discusin no ofrece ms que un indicio incierto al respecto. Por consiguiente, en la dialctica de Aristteles debemosincluir la sofstica, la erstica y peirstica y definirla como el artede llevar razn al discutir, para lo que, sin duda, el mejor medio estener de antemano razn en el asunto. Sin embargo, dadas las inclinaciones de los hombres, esto no basta por s solo, y por otrolado, dada la debilidad de su entendimiento, tampoco es absolutamente necesario: forman pues parte de las mismas estratagemas que, precisamente al ser independientes del hecho objetivode que se tenga razn, tambin pueden utilizarse cuando de forma objetiva se carece de ella: y tampoco se sabe casi nunca a ciencia cierta si ste es el caso.En mi opinin, es preciso separar la dialctica de la lgicams ntidamente de lo que lo hizo Aristteles, dejando a la lgica la verdad objetiva en la medida en que sta sea formal y limitando la dialctica al llevar razn al discutir. Por el contrario, lasofstica y la erstica no pueden separarse de esta ltima tal comolo hizo Aristteles, puesto que esta distincin se basa en la verdadmaterial objetiva, respecto a la que no podemos estar segurospreviamente, sino que tenemos que decir con Poncio Pilato: qu esla verdad? Pues, como dice Demcrito, vertas est in puteo: v3u&) Y) akrftzia. [la verdad est en lo profundo] (Digenes Laer-cio, IX, 72). Es fcil decir que cuando se discute no se debe tenermsfinque el poner de manifiesto la verdad: lo que ocurre es queno se sabe dnde est; uno es inducido a error por los argumentos

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    20 A R T H U R S C H O P E N H A U E Rtteles no resolvi con limpieza su tarea en estecaso*.En los Tpicos, Aristteles abord la ordenacinde la dialctica con el espritu cientfico que le erapropio, de forma en extremo m etdica y sistemtica,lo que merece admiracin, si bien n o logr de formadestacada ese fin, que en este caso es manifiestamente prctico. D espus de que en los Analticos hubieraconsiderado los conceptos, juicios y silogismos segn su forma pura, pasa ahora al contenido, el cual enrealidad nicamente tiene que ver con los conceptos;pues es en estos donde reside el contenido**. Lasdel adversario y por los propios. Por lo dems, re intellecta, in verbis simus fciles [entendido el asunto, expresarlo resulta fcil]; ypuesto que se acostumbra en general a considerar el nombre dedialctica como sinnimo de lgica, querem os denominar nuestra disciplina Dialctica erstica.* U no siempre debe distinguir limp iam ente el objeto de una disciplina del de todas las dem s.** Los conceptos pueden, sin embargo, subsumirse en ciertasclases, como gnero y especie, causa y efecto, una cualidad y suopuesto, tenencia y carencia, etc.; y pa ra estas clases rigen algunasnormas generales: estas son los loci, TTCO.. Por ejemplo, un locusde causa y efecto es la causa de la causa es causa del efecto, quese puede aplicar as: la causa de m i felicidad es mi riqueza: portanto, quien m e dio la riqueza es el causante de mi felicidad. Locide opuestos: 1) se excluyen, como p or ejem plo lo recto y lo torcido; 2) se encuentran en el mismo sujeto, como por ejemplo: elamor tiene su sede en la voluntad (eTci.>uJL7)T(.xv), por tantolel odio tambin; pero si este reside en el sentimiento (StipLoetS?),']tambin el amor; o bien: el alma no puede ser blanca, por tantotampoco negra; 3) falta el grado inferior, p o r lo que tambin falta]el superior: si el hombre no es justo, ta m poco es benevolente. Se

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    proposiciones y silogismos son, considerados nicamente en s mismos, forma pura: los conceptos sonsu contenido. Su forma de proceder es la siguiente.observa aqu que los loci son ciertas verdades generales vlidaspara clases enteras de conceptos, a las que por tanto se puede volveren los casos concretos que se presenten para extraer de ellos sus argumentos y tambin para apelar a ellos como umversalmente evidentes. Sin embargo, la mayora de los loci son muy engaosos yestn sujetos a num erosas excepciones. Por ejemplo, un locus es:las cosas opuestas tienen relaciones opuestas: la virtud es bella, elvicio feo; la amistad es benevolente, la enemistad malevolente.Ahora bien: el derroche es un vicio, y por tanto la avaricia es unavirtud; los locos dicen la verdad, por tanto los sabios mienten: noes as. La muerte es perecer, por tanto la vida es nacer. Es falso.Ejemplos del carcter engaoso de tales topoi: en el libro Deprae-destinatione, cap. 3, Escoto Ergena quiere refutar a los herejesque ven en Dios dos praedestinationes (una, la de los elegidos, a lasalvacin, otra, la de los reprobos, a la condenacin) y utiliza conesefinel siguiente topus (tomado de D ios sabe dnde): Omnium,quae sunt inter se contraria, necesse est eorum causas inter se essecontrarias; unam enim eandemque causam diversa, inter se contraria efficere ratio prohibet. [Todo lo que es contrario entre s,requiere causas contrarias entre s; pues la razn prohibe que una yla misma causa obre cosas diversas y contrarias entre s.] Bien! Peroexperientia docet [la experiencia ensea] que el mismo calor endurece la arcilla y ablanda la cera y cien cosas parecidas. Y, sin embargo, el topus parece plausible. Escoto construye tranquilamente sudemostracin, que por lo dems no nos interesa, sobre ese topus.Bacon de Verulamio recopil toda una coleccin de locis consus refutaciones bajo el ttulo Colores boni et mali. L os utilizaremos aqu como ejemplos. Bacon los llama Sophismata.Como locus puede considerarse tambin el argumento mediante el cual Scrates, en el Banquete, refuta a Agatn suatribucin al amor de todas las cualidades excelentes, como la belleza, la bondad, etc.: uno busca lo que no tiene: si el amor buscalo bello y lo bueno, no los tiene. T iene algo de plausible el que pu-

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    Toda discusin tiene una tesis o problema (ambosdifieren tan solo en la forma) y proposiciones que deben servir para resolverlo. Aqu se trata siempre de larelacin mutua entre conceptos. Estas relaciones sonen principio cuatro. Se busca en un concepto 1) su definicin, 2) su gnero, 3) lo que le es propio, su caracterstica esencial, elpropriwn, oSt-ov, o 4) su accidens,decir, cualquier cualidad, con independencia de que lesea propia y exclusiva o no; un predicado, en suma. Elproblema de toda discusin puede reducirse a cualquiera de estas relaciones. Esta es la base de toda dialctica. En los ocho libros de los Tpicos, Aristteles expone todas las relaciones mutuas que pueden tener losconceptos entre s en estos cuatro aspectos e indica lasreglas para toda relacin posible; esto es, cmo debe relacionarse un concepto con otro para ser su proprium,su accidens, su genus, su definitum o definicin: qudieran existir ciertas verdades de validez general aplicables a todopor medio de las cuales fuera posible decidir los casos singularesque se ofrecieran, por diferentes que fueran, sin entrar en lo quetuvieran de especfico. (La ley de compensacin es un locus muybueno.) Pero esto no funciona, precisamente porque los conceptos surgen de la abstraccin de las diferencias y por tanto comprenden las cosas ms diversas, diversidad que vuelve a ponersede manifiesto cuando por medio de los conceptos se relacionancosas singulares de las ms diversas especies y solo se decide conforme a los conceptos superiores. Incluso puede decirse que esnatural en el hombre salvarse tras un topus general cualquieracuando se ve acorralado al discutir. T ambin son loci la lexparsi-moniae naturae [ley de economa de la naturaleza] y natura nihifacitfrustra [la naturaleza no hace nada en vano]. Y as mismo todos los refranes son loci de orientacin prctica.

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    errores es fcil cometer en la exposicin y a qu se debeatender cuando se establece una relacin de este tipo(x

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    como TTTOI de estas relaciones son las propias de la naturaleza de las relaciones entre conceptos de las que todos son conscientes por s solos y a cuyo seguimientoobligan a su oponente, igual que en la lgica. Es ms fcil observar tales relaciones -o hacer notar que se pasanpor alto- en el caso especial, que recordar los Trcoiabstractos que se refieren a ellas, por lo que la utilidadprctica de esta dialctica no es grande. Casi todo lo queafirma son cosas que se entienden por s solas y a las queel sentido comn llega por s mismo. Por ejemplo: Yaque es necesario que, de las cosas de las que se predica elgnero, se predique tambin alguna de las especies,tambin lo es que todas aquellas que poseen gnero, o sedicen parnimamente a partir del gnero, posean alguna de las especies o se digan parnimamente a partir dealguna de las especies [...]; si, pues, se sostiene algo quese dice, del modo que sea, a partir del gnero, v. g.: queel alma se mueve, mirar si cabe que el alma se mueva deacuerdo con alguna de las especies del movimiento,v. g.: el aumentar, el destruirse, el generarse y todas lasdems especies de movimiento: pues, si no se mueve deacuerdo con ninguna, es evidente que no se mueve.Por tanto, aquello que no conviene a ninguna especie,no conviene tampoco al gnero: eso es elT7to

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    pi de la superficie [Tpicos, V, 3, 131b 20-36, op.cit., pp. 197-198]. Con esto basta para ofrecerles unaidea de la dialctica de Aristteles. Me parece que noalcanza su propsito, por lo que lo he intentado deotro modo. Los Tpicos de Cicern son una imitacin memorstica de los aristotlicos, sumamente superficiales y pobres: Cicern no tiene en absoluto unconcepto claro de qu es y qufinalidad iene un to-pus, por lo que entremezcla ex ingenio todo tipo deocurrencias, adornndolas ricamente con ejemplosjurdicos. U no de sus peores escritos.Para plantear con limpieza la dialctica es precisoconsiderarla nicamente como el arte de llevar razn(sin preocuparse por la verdad objetiva, que es asunto de la lgica), cosa que, sin duda, ser tanto ms fcil cuando se tenga razn en el asunto mismo. Sinembargo, la dialctica como tal nicamente debe ensear cmo defenderse frente a ataques de todo tipo,especialmente frente a los de mala fe, y cmo unomismo puede atacar lo que el otro afirma sin contradecirse a s mismo y, en general, sin ser refutado.D ebe separarse limpiamente el descubrimiento de laverdad objetiva del arte de hacer valer como ciertas laspropias tesis: esto es objeto de una7tpayxaT,a [tratamiento] completamente distinta, es tarea de la facultad del juicio, de la reflexin, de la experiencia, y paraesto no hay arte propia; lo segundo, sin embargo, es elobjeto de la dialctica. Se ha definido esta ltima comolgica de la apariencia. Esto es falso, pues en ese casosera til nicamente para la defensa de tesis falsas.

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    Pero incluso cuando se tiene razn se necesita la dialctica para defenderla, y uno debe conocer las estratagemas de mala fe para enfrentarse a ellas; es ms,uno mismo debe utilizarlas con frecuencia para atacar al adversario con sus propias armas. Por lo tanto,en la dialctica hay que dejar a un lado la verdad, oconsiderarla accidental, y atender nicamente a cmodefiende uno sus afirmaciones y refuta las del otro: alconsiderar las reglas a este efecto uno no debe teneren cuenta la verdad objetiva, porque por lo general seignora dnde est. Muchas veces ni uno mismo sabesi tiene razn o no, muchas veces cree tenerla y seequivoca, muchas veces lo creen ambas partes: puesventas estin puteo (ev f3u&(p r Ayj&ea), D emcri-to, segn D igenes L aercio, IX, 72. Al surgir la discusin, generalmente todos creen tener la razn de suparte; en su transcurso, ambas partes empiezan a dudar: es el final el que debe establecer, confirmar laverdad. La dialctica, pues, no tiene que entrar enesto, del mismo modo que el maestro de esgrimatampoco considera quin tena realmente razn en ladiscusin que origin el duelo: tocar y parar, de esose trata en la dialctica. Es una esgrima intelectual:solo as entendida puede plantearse como disciplinapor derecho propio, pues si nos propusiramoscomo finalidad la pura verdad objetiva, tendramosla simple lgica; por el contrario, si nos propusiramos como finalidad la imposicin de tesis falsas, tendramos la simple sofstica. Y en ambas se dara porsupuesto que ya sabamos qu es objetivamente ver-

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    28 A R T H U R S C H O P E N H A U E Rdadero y falso: pero raras veces se tiene certeza deesto de antemano. El verdadero concepto de dialctica es, por tanto, el expuesto: esgrima intelectual parallevar la razn en la discusin. Aunque el nombre deerstica sera ms adecuado, el ms exacto quiz seael de dialctica erstica. Y es muy til: en los tiemposrecientes se ha descuidado injustamente.Como la dialctica en este sentido no debe ser msque un resumen y exposicin, reducidos a sistema y reglas, de aquellas artes de que nos dota la naturaleza y delas que se sirven la mayora de los hombres para llevarla razn pese a observar que en la discusin la razn noest de su parte, sera muy contraproducente que en ladialctica cientfica se consideraran la verdad objetiva ysu esclarecimiento, puesto que no es esto lo que sucedeen aquella dialctica originaria y natural, cuyofinno essino el de tener razn. La dialctica cientfica en nuestro sentido tiene por tanto como tarea principal establecer y analizar aquellas estratagemas de la mala fela discusin, para reconocerlas y aniquilarlas de inmediato en los debates reales. Precisamente por eso en suexposicin debe tomarse como finalidadel mero tenerrazn por s solo, no la verdad objetiva.Hasta donde yo s, nada se ha adelantado en estesentido, pese a que he buscado por doquier*. Es por* Segn D igenes L aercio, entre los numerosos escritos retricosde T eofrasto, perdidos en su totalidad, haba uno cuyo ttulo era'Aywvi.CTT!.xv zrc, rcepl louq spiaxxxou; Xyou? Oewpioc?[Discusin sobre la teora de los discursos ersticos]. Ese sera ntro asunto.

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    tanto un campo todava sin roturar. Para lograr nuestrafinalidad, sera preciso recurrir a la experiencia, observar cmo se emplea por una u otra parte esta o aquella estratagema en los debates frecuentes en el tratocorriente, as como reducir a su forma general aquellas estratagemas que se repitan bajo otras formas,que seran entonces provechosas tanto para el propiouso como para desbaratarlas cuando el otro las utilice.Lo que sigue debe considerarse un primer ensayo.

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    La base de toda dialctica

    En primer lugar hay que considerar lo esencial detoda discusin, qu es lo que realmente ocurre en ella.El adversario (o nosotros mismos, da igual) haplanteado una tesis. Para refutarla hay dos m odos ydos vas.1) Los modos: a) ad rem, b) ad hominem o ex con-cessis. Es decir, o mostram os que la tesis no concuerda con la naturaleza de las cosas, de la verdad objetiva absoluta, o que no lo hace con otras afirmacioneso concesiones del adversario, esto es, con la verdad

    subjetiva relativa: esto ltimo no es ms que una demostracin relativa y no prueba nada respecto a laverdad objetiva.2) Las vas: a) refutacin directa, b) indirecta. Laindirecta ataca la tesis por sus principios, la indirectapor sus consecuencias: la directa muestra que la tesisno es verdadera, la indirecta que no puede ser verdadera.30

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    a) En el caso de la directa, podemos proceder dedos maneras. O mostramos que los principios de suafirmacin son falsos (neg majorem; minorem) oadmitimos los principios pero mostramos que laafirmacin no se sigue de ellos (neg consequen-tiam), esto es, atacamos la consecuencia, la forma dela conclusin.b) En el caso de la refutacin indirecta utilizamosla apagoge o la instancia.a) Apagoge: tomamos como cierta su tesis y mostramos a continuacin qu se sigue de ella cuando lautilizamos como premisa para un silogismo en combinacin con cualquier otra tesis reconocida comocierta, silogismo del que se sigue una conclusin quees patentemente falsa bien porque contradice la naturaleza de las cosas, bien porque contradice las demsafirmaciones del propio adversario, es decir, es falsaad rem o ad hominem (Scrates en el Hipias mayor yen otros lugares): por consiguiente, tambin es falsala tesis, puesto que de premisas verdaderas solo pueden seguirse proposiciones verdaderas, si bien depremisas falsas no siempre se siguen proposicionesfalsas. (Si contradice abiertamente una verdad deltodo indudable, hemos reducido ad absurdum al adversario.)(3) La instancia (VOTOLGIQ, exemplum in contra-rium), la refutacin de la tesis general mostrando deforma directa algunos de los casos comprendidos ensu afirmacin en los que no es cierta, por lo que la tesis misma tiene que ser falsa.

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    Esta es la estructura bsica, el esqueleto de toda discusin. Tenemos, pues, su osteologa. Pues a ello se reduce en el fondo todo discutir, si bien todo esto puedeocurrir de forma real o solo aparente, con razones autnticas o inautnticas: los debates son tan prolongadosy tenaces porque a este respecto no es fcil determinaralgo con seguridad. En estas instrucciones tampoco podemos separar lo verdadero de lo aparente, porque ni siquiera los que discuten lo saben nunca de antemano:por eso ofrezco estratagemas sin tener en cuenta si se tiene o no razn objetiva, ya que esto ni siquiera uno mismo puede saberlo con certeza y debe determinarse a travs de la disputa. Por lo dems, en toda disputa o argumentacin es preciso estar de acuerdo sobre alguna cosasi se quiere juzgar la cuestin debatida conforme a unprincipio: contra negantem principia non est disputan-dum [no cabe discusin con quien niega los principios].Estratagema 1La ampliacin. Llevar la afirmacin del adversarioms all de sus lmites naturales, interpretarla delmodo ms general posible, tomarla en el sentido msamplio posible y exagerarla; la propia, por el contrario, en el sentido ms limitado posible, reducirla a loslmites ms estrechos posibles: pues cuanto ms general se hace una afirmacin, tanto ms expuestaqueda a los ataques. El antdoto es la estipulacinexacta de los puncti o status controversiae [puntos endiscusin o estado de la discusin].

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    Ejemplo 1. Yo afirm: Los ingleses son la primera nacin dramtica. El adversario pretendi intentar una instantia y replic: Es sabido que en la msica, y por tanto en la pera, no han logrado nada.Yo le ataj recordndole que la msica no est comprendida en lo dramtico, que se refiere nicamentea la tragedia y a la comedia, cosa que l saba muybien, intentando generalizar mi afirmacin de talmanera que comprendiera todas las representaciones teatrales, y por tanto la pera, y por consiguiente la msica, para poder despus vencerme con seguridad.

    Al contrario, salve uno su propia afirmacin restringindola ms de lo que se pretenda en primeraintencin si la expresin utilizada lo permite.Ejemplo 2. A afirma: La paz de 1814 tambin res

    tituy su independencia a todas las ciudades hanse-ticas alemanas. B aporta la instantia in contrariumde que D anzig perdi por aquella paz la independencia que le haba concedido Bonaparte. A se salva delsiguiente modo: He dicho todas las ciudades han-seticas alemanas: D anzig era una ciudad hanseticapolaca.Ya Aristteles (Tpicos, lib. VII I, c. 12, 11) enseaesta estratagema.

    Ejemplo 3. Lamark (Philosophic zoologique, vol. 1,p. 203) niega a los plipos toda sensacin porqueno tienen nervios. Sin embargo, es indudable que

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    perciben, puesto que siguen la luz al avanzar hbilmente de rama en rama, e intentan atrapar a suspresas. Por esto se ha supuesto que en ellos la m asanerviosa est homogneamente distribuida en latotalidad de la masa corporal, fundida con ella, poras expresarlo, ya que es evidente que tienen percepciones sin rganos sensoriales especializados.Como esto refuta su hiptesis, Lamark argumentadialcticamente del siguiente modo: En ese caso,todas las partes de los cuerpos de los plipos tendran que ser capaces de todo tipo de sensacin, ytambin de movimiento, de voluntad y de pensamiento: pues si el plipo tuviera en todos y cadauno de los puntos de su cuerpo todos los rganosdel animal ms completo, todos y cada uno de suspuntos podran ver, oler, gustar, escuchar, etc., incluso pensar, juzgar, razonar: toda partcula de sucuerpo sera un animal completo, y el plipo estara por encima del hombre, puesto que cualquierade sus partculas tendra todas las facultades que elhombre solo tiene en su totalidad. No habra adems ninguna razn para que lo que se afirma de losplipos no pudiera extenderse a la mnada, el msincompleto de todos los seres, y finalmente a lasplantas, que tambin tienen vida, etc.. Mediante eluso de tales estratagemas dialcticas un escritor revela que en el fondo sabe que no tiene razn. Comose afirm: Todo su cuerpo tiene percepcin de laluz, y por tanto es similar a un nervio, Lamarkhace que piense el cuerpo entero.

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    Estratagema 2Utilizar la homonimia para extender la afirmacinplanteada a aquello que, fuera de que la palabra sea lamisma, tiene poco o nada en comn con la cosa dela que se trata, despus negar esto triunfalmente paradar as la impresin de que se ha refutado la afirmacin.

    Nota: sinnimas son dos palabras que expresan elmismo concepto; homnimos, dos conceptos designados por la misma palabra. Vase Aristteles (Tpicos, lib. I , cap. 13). Profundo, cortante o alto, empleados bien sea para cuerpos, bien para sonidos, son homnimos. Leal y sincero son sinnimos.Puede considerarse esta estratagema idntica alsofisma ex homonymia: sin embargo, el sofisma evidente de la homonimia nunca engaar seriamente:Omne lumen potest extingu;Intellectus est lumen;Intellectus potest extingu1.

    Aqu se observa de inmediato que existen cuatrotermini: lumen en sentido propio y lumen en sentido figurado. Pero en algunos casos sutiles logra engaar apesar de todo, a saber, cuando los conceptos que se1. Toda luz puede extinguirse.La inteligencia es luz.La inteligencia puede extinguirse.

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    designan mediante la misma expresin estn emparentados y se superponen.Ejemplo 1. (Los casos inventados a propsito noson nunca lo bastante sutiles como para poder engaar; por tanto, es preciso tomarlos de la propia experiencia real. Estara muy bien que se pudiera dar acada estratagema un nombre conciso y certero mediante el cual, llegado el caso, se pudiera rechazar enel acto el uso de esta o aquella estratagema.)A: Usted no est iniciado en los misterios de lafilosofa kantiana.

    B: Ah, no quiero saber nada de algo donde haymisterios.Ejemplo 2. Yo criticaba por irracional el principiodel honor, conforme al cual una ofensa recibida des

    honra a no ser que se conteste con una ofensa mayoro que se lave con sangre, sea la del contrario o la propia; como razn aduje que el verdadero honor nopuede ser herido por lo que uno sufra, sino nicamente por lo que uno haga, pues a cualquiera puedeocurrirle cualquier cosa. El adversario atac directamente mi razn: me mostr triunfalmente que cuando se acusa en falso a un comerciante de engao,falta de honradez o negligencia en su negocio, esto esun ataque a su honor, que en este caso es herido exclusivamente por lo que padece y solo puede ser reparado si consigue castigar y fuerza a retractarse asemejante agresor.

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    Aqu, pues, mediante homonirnia, suplant el honorburgus, que por lo dems se conoce como buen nombre y que puede ser manchado por la calumnia, por elconcepto de honor caballeresco, que por lo dems tambin se denomina point d'honneur y que puede sermanchado por ofensas. Y como no puede dejarse pasarun ataque al primero, sino que debe ser rechazadoconsiguiendo la retractacin pblica, con el mismo derecho no puede dejarse pasar un ataque al ltimo, sinoque debe rechazarse mediante una ofensa mayor y elduelo. Es decir, se mezclan dos cosas esencialmente distintas mediante la homonirnia de la palabra honor: deah una mutatio controversiae [cambio del tema endiscusin], obtenida a travs de la homonirnia.Estratagema 3Tomar la afirmacin* planteada de modo relativo,xorr xi, relative, como si fuera general, simpliciter,cat'kk;, absolute, o al menos entenderla en un respec-* Sophisma a dicto secundum quid ad dictum simpliciter [Sofismaque pasa de algo dicho en sen tido relativo a algo dicho en sentidoabsoluto; Refutaciones sofsticas, 5, 166 b 38-167]. Este es el segundo elenchus sophisticus de Aristteles: e

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    to completamente distinto y refutarla a continuacinen ese sentido. El ejemplo de Aristteles es el siguiente: el moro es negro, pero blanco en cuanto a susdientes: por tanto, es a la vez negro y no negro. Este esun ejemplo inventado que no engaar en serio anadie: tomemos, por el contrario, uno de la experiencia real.Ejemplo. En una conversacin sobre filosofa,admit que mi sistema defiende y ensalza a los quie-tistas. Poco despus se pas a hablar de Hegel, y yoafirm que, en gran parte, haba escrito cosas absurdas o, al menos, muchos pasajes de sus escritos erande aquellos en los que el autor pona las palabras y ellector tena que poner el sentido. Mi adversario noemprendi una refutacin ad rem de esto, sino quese content con plantear el argumentum ad homi-nem: que tambin yo haba elogiado a los quietis-tas, y tambin estos han escrito muchas cosas absurdas.Admit esto, pero le correg en cuanto a que yo noelogio a los quietistas com ofilsofosy escritores, esdecir, no por sus logros tericos, sino solo comohom bres, por sus acciones, nicamente en un aspecto prctico: en el caso de Hegel, sin embargo, se hablaba de logros tericos. As se par el ataque.

    Las tres primeras estratagemas estn relacionadas:tienen en comn que en realidad el adversario hablade algo distinto a lo que se ha planteado, por lo que i

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    uno incurrira en una ignoratio elenchi [ignorancia de larefutacin] si permitiera que le despacharan de estemodo. Pues en todos los ejemplos expuestos, lo que diceel adversario es cierto: sin embargo, no est en contradiccin real, sino solo aparente, con la tesis, por lo que elatacado niega la consecuencia de su conclusin, es decir,que de la verdad de su proposicin se siga la falsedad dela nuestra. Se trata, pues, de una refutacin directa de surefutacin per negationem consequentiae.No admitir premisas ciertas porque se prev laconsecuencia. Contra esto, utilcense los siguientesdos medios, reglas 4 y 5.Estratagem a 4Cuando se quiere llegar a una conclusin, no ha de permitirse que se anticipe, sino que debe dejarse que en laconversacin se admitan inadvertidamente las premisas de forma aislada y dispersa, porque de lo contrarioel adversario intentar todo tipo de triquiuelas; ocuando sea dudoso que el adversario las admita, plantense las premisas de estas premisas, hganse prosilogismos; hgase que se admitan desordenadamente laspremisas de varios de estos prosilogismos, esto es,ocltese el propio juego hasta que haya admitidotodo lo que se necesita. L legese al asunto, pues, partiendo de lejos. Aristteles (Tpicos, VIII, cap. 1) ofreceesta regla.N o requiere ejemplos.

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    Estratagema 5Como prueba de su tesis, uno puede utilizar premisas falsas en el caso de que el adversario no admitieralas verdaderas, bien porque no perciba su verdad,bien porque vea que la tesis se seguira inmediatamente de ellas: tmense entonces tesis que en s mismas son falsas pero verdaderas ad hominem, y argumntese ex concessis a partir del modo de pensar deladversario. Pues lo verdadero puede seguirse de premisas falsas, si bien nunca lo falso de verdaderas.Aun as, se pueden refutar tesis falsas del adversariomediante otras tesis falsas que l, sin embargo, tomapor verdaderas, pues uno tiene que vrselas con l ydebe utilizar su modo de pensar. Por ejemplo, si espartidario de una secta con la que no estamos deacuerdo, podemos utilizar contra l las mximasde esa secta como principia (Aristteles, Tpicos, VIII,cap. 9 ). (Forma parte de la estratagema anterior.)Estratagem a 6Se hace una petitio principa encubierta postulndoseaquello que uno tendra que demostrar, bien 1) bajoun nombre distinto, como por ejemplo buen nom breen vez de honor, virtud en vez de virginidad, etc., otambin conceptos intercambiables, como por ejemplo animales de sangre roja en lugar de vertebrados,bien 2) logrndose que se conceda en general lo que

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    es discutible en particular, por ejemplo, afirmar la in-certidumbre de la medicina postulando la incerti-dumbre de todo saber humano; 3) cuando vice versados cosas se siguen una de otra y hay que demostraruna, se postula la otra; 4) cuando hay que demostrarlo general y uno hace que se admita cada uno de losparticulares (lo contrario del nmero 2). (Aristteles, Tpicos, VIII, cap. 11).El ltimo captulo de los Tpicos de Aristteles contiene buenas reglas sobre el ejercicio de la dialctica.

    Estratagema 7Cuando la discusin se lleva a cabo con cierto rigor yformalidad y uno quiere que ambas partes se entiendan con toda claridad, quien ha formulado la afirmacin y debe demostrarla procede interrogativamentecontra su adversario para concluir la verdad de su afirmacin a partir de las concesiones del propio adversario. Este modo erotemtico se utilizaba especialmenteentre los antiguos (tambin se denomina socrtico): al se refiere la presente estratagema y algunas de las quesiguen. (Todas ellas desarrolladas libremente conformea Aristteles, Sobre las refutaciones sofsticas, cap. 15.)Preguntar detalladamente muchas cosas a la vez,para ocultar lo que uno realmente quiere que se admita. Por el contrario, exponer rpidamente la propia argumentacin a partir de lo que se ha adm itido:pues quienes son lentos de entendimiento no pueden

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    seguir con precisin la demostracin y pasan poralto sus eventuales errores o lagunas.Estratagema 8Suscitar la clera del adversario, ya que, encolerizado, no est en condiciones de juzgar de forma correcta y percibir su ventaja. Se le encoleriza no hacindole justicia, enredndole abiertamente y, en general,mostrndose insolente.Estratagema 9N o plantear las preguntas en el orden que requiere laconclusin a extraer, sino con todo tipo de desorden:en ese caso, el adversario ya no sabe adonde quiere unollegar y no puede prevenirse. Tambin pueden utilizarse sus respuestas para conclusiones diversas, inclusoopuestas, segn se vayan produciendo. Esto est relacionado con la estratagema nmero 4, en el sentido enque uno debe enmascarar suformade actuar.Estratagema 10Cuando uno advierte que el adversario niega intencionadamente las preguntas cuya afirmacin habraque utilizar para nuestra tesis, ha de preguntarse lo

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    contrario de la tesis a utilizar, como si uno quisieraver que se afirma eso, o al menos presentar ambascosas a la eleccin del adversario, de modo que nose d cuenta de cul es la tesis que uno quiere que seafirme.

    Estratagema 11Si efectuamos una induccin y nos concede los casosparticulares m ediante la que debe ser formulada, nodebemos preguntarle si tambin admite la verdad general que se sigue de esos casos, sino introducirlams adelante como algo demostrado y admitido:pues en ocasiones l mismo creer haberlo adm itidoy as se lo parecer a los oyentes, puesto que recuerdan las numerosas preguntas por los casos particulares que han debido encaminar a ese fin.Estratagema 12Si el discurso trata de un concepto general que no tiene ningn nombre propio sino que, mediante un tropo, debe ser designado a travs de una comparacin,debemos elegir la comparacin de tal modo que favorezca a nuestra afirmacin. As, por ejemplo, enEspaa los nombres mediante los que se designa aambos partidos polticos, serviles y liberales, sin dudahan sido elegidos por los ltimos.

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    El nom bre protestante ha sido elegido por estos, ytambin el nombre de evanglicos: el de hereje porlos catlicos.Esto se aplica a los nombres de las cosas inclusocuando son ms apropiados: por ejemplo, si el adversario ha propuesto un cambio cualquiera, denomneselo innovacin, pues esta palabra es odiosa. Al revscuando es uno mismo el proponente. En el primercaso, mencinese como antnimo el orden establecido, en el segundo arcasmo. Lo que alguien enteramente carente de intencionalidad y partido denominara culto o doctrina pblica de la fe, alguien quequiere hablar a su favorlo denominara piedad, devocin y un adversario beatera, supersticin. Enel fondo, se trata de una sutil petito principii: uno expresa de antemano en la palabra aquello que pretendedemostrar, y despus procede a partir de esa denominacin mediante un simple juicio analtico. Lo queuno denomina hacerse cargo de su persona, poneren custodia, su adversario lo llama encarcelar.Un orador muchas veces delata ya de entrada suintencin mediante los nombres que da a las cosas.U no dice los sacerdotes, el otro la clerigalla. D eentre todas las estratagemas, esta es la ms frecuentemente utilizada, de forma instintiva. Fervor religiosoa- fanatismo; desliz o galantera s= adulterio; equvocos = indecencias; desajuste m bancarrota; mediante influencias y relaciones = mediante sobornos y nepotismo; sincero agradecimiento =buen pago.

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    Estratagema 13Para lograr que el adversario acepte una tesis, debemos presentarle su opuesto y dejarle la eleccin, y expresar de forma bien estridente ese opuesto, de modoque, para no ser paradjico, tenga que avenirse a nuestra tesis que, en contraste, parece sumamente probable. Por ejemplo, el adversario ha de admitir que unotiene que hacer todo lo que le diga su padre, de modoque preguntamos: Se debe ser obediente o desobediente a los padres en todas las cosas?. O si se afirmade una cosa cualquiera que es frecuente, preguntamos si por frecuente se entienden pocos o muchoscasos: dir que muchos. Es como cuando se contrapone el gris al negro, que puede llamarse blanco; si secontrapone al blanco, puede llamarse negro.Estratagema 14U na triquiuela descarada es que, despus de habercontestado varias preguntas sin que las respuestas sehayan decantado a favor de la conclusin que perseguamos, se plantee y proclame triunfalmente la tesisconcluyente que se quera extraer, a pesar de que nose deduzca en absoluto de ellas. Si el adversario es tmido o estpido y uno mismo posee mucho descaroy una buena voz, esto puede resultar bien. Es un casode fallada non causae ut causae [falacia de hacer pasarpor causa lo que no es].

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    Estratagema 15Si hem os expuesto una tesis paradjica que no sabemos cmo demostrar, proponemos a la aceptacin orechazo del adversario cualquier tesis correcta, cuyacorreccin no sea, sin embargo, en exceso manifiesta, como si quisiramos extraer de ella la dem ostracin: si la rechaza por desconfianza, le reducimos adabsurdum y triunfamos: si la acepta, por lo pronto yahemos dicho algo razonable, y luego ya veremos. Oaadimos la estratagema anterior y afirmamos quemediante lo dicho ha quedado demostrada nuestraparadoja. Esto requiere la desvergenza ms extrema: pero de hecho ocurre, y hay gente que practicatodo esto instintivamente.Estratagema 16Argumenta ad hominem o ex concessis. Ante unaafirmacin del adversario debemos buscar si noest de algn modo en contradiccin, en caso denecesidad siquiera aparente, con cualquier otracosa que haya dicho o adm itido antes, o con los preceptos de una escuela o secta que haya elogiado yaprobado, o con las acciones de los partidarios deesa secta, aunque sean falsos o fingidos, o con supropia forma de actuar. Si, por ejemplo, defiendeel suicidio, se exclama de inmediato por qu note ahorcas t?. O si afirma, por ejemplo, que Ber-

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    ln es un lugar incmodo para estar, se exclama deinmediato: Por qu no te marchas con el primercoche?.D e cualquier modo se podr entresacar un ardid.Estratagema 17Cuando el adversario nos asedia con una contraprueba, muchas veces podrem os salvarnos medianteuna distincin sutil en la que anteriormente no habamos reparado cuando el asunto admita cualquierdoble significado o doble caso.Estratagema 18Si observamos que el adversario ha recurrido a una argumentacin con la que nos derrotar, no debemospermitir que la lleve hasta elfinal,sino que oportunamente le interrumpiremos, haremos divagar o desviaremos el curso de la discusin y la llevaremos a otrascuestiones: en suma, procuraremos una tnutatio con-troversiae. Vase sobre esto la estratagema 29 .Estratagema 19Si el adversario nos apremia expresamente a aduciralgo contra un punto determinado de su afirmacin

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    pero no tenemos nada adecuado, tenemos que llevarel asunto a un terreno general y hablar en contra deesto. Si queremos decir por qu no hay que confiar enuna determinada hiptesisfsica,hablamos sobre elcarcter ilusorio del saber humano y lo ejemplificamos de mltiples modos.Estratagema 20Cuando le hemos preguntado por las premisas y llas ha concedido, no tenemos que preguntar tambinpor su conclusin, sino extraerla nosotros mismosdirectamente: es ms, incluso cuando falta una u o tracosa en las premisas, la tomamos igualmente po r admitida y extraemos la conclusin. Lo que es una aplicacin de la fallada non causae ut causae.Estratagema 21Ante un argumento del adversario meramente aparente o sofstico que hemos reconocido como tal, podemos desbaratarlo mostrando su naturaleza capciosa e ilusoria; pero es mejor oponerle un contraargumento igualmente ilusorio y sofstico. Pues no setrata de la verdad, sino de la victoria. Si, por ejemplo,recurre a un argumentum ad hominem, basta con invalidarlo mediante un contraargumento ad hominem (ex concessis): y en general, si se tercia es ms

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    breve dar un argumentum ad hominem y no una larga exposicin de la verdadera naturaleza del asunto.Estratagema 22Si nos apremia a admitir algo de lo que se seguira inmediatamente el problema en discusin, nos negaremos, presentndolo como una petitio principii; puesser fcil que l y los oyentes consideren idntica al problema una proposicin estrechamente relacionada conel problema, y as le privamos de su mejor argumento.Estratagema 23La contradiccin y la discusin incitan a la exageracin de la afirmacin. Podemos pues, mediante la contradiccin, incitar al adversario a enfatizar ms all dela verdad una afirmacin que en s misma y en sus debidos lmites es en todo caso cierta: y cuando hayamosrefutado esa exageracin, parecer que hemos refutado tambin su tesis original. Por el contrario, nosotrosmismos debemos cuidarnos de que al contradecirnosnos induzcan a la exageracin o a la desmedida extensin de nuestra tesis. Muchas veces el propio adversario buscar directamente extender nuestra afirmacinms all de los lmites en los que la habamos expuestonosotros: debemos ponerle coto de inmediato y re-conducirle a los trminos de nuestra afirmacin conesto es todo lo que he dicho, nada ms.

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    Estratagema 24Forzar consecuencias. D e la tesis del adversario, mediante falsas conclusiones y tergiversaciones de losconceptos, se fuerzan tesis que no estn en la suya yque no se corresponden en absoluto con su opinin,sino que, por el contrario, son absurdas o peligrosas:y puesto que parece que de su tesis se desprenden tesis semejantes, contradictorias consigo mismas o converdades reconocidas, se hace pasar esto por una refutacin indirecta, apagoge, lo que es otra aplicacinde la fallada non causae ut causae.Estratagema 25Se refiere a la apagoge mediante una instancia, exem-plum in contrarium. LaO T aycoyT], inductio, requiere ungran nm ero de casos para formular su tesis general; laOLTioirforfi] no requiere ms que formular un nico casal que no se conforma la tesis y esta queda refutada: uncaso semejante se denomina instancia, h/araaiQ,exemplum in contrarium, instantia. Por ejemplo, la proposicin: todos los rumiantes tienen cuernos quedarebatida por la nica instancia del camello.La instancia es un caso de aplicacin de la verdad general en el que se subsume, bajo el concepto principalde esta ltima, algo para lo que dicha verdad no es vlida, quedando as enteramente refutada. Sin embargo, de aqu pueden derivarse engaos, por lo que en

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    las instancias que plantea el adversario tenemos queobservarlo siguiente: 1) que el ejemplo sea verdaderamente cierto; existen problemas cuya nica solucinverdadera es que el caso no es verdadero, por ejemplo,num erosos milagros, historias de aparecidos, etc.;2) que verdaderamente pueda subsumirse bajo el concepto de la verdad formulada; muchas veces eso soloocurre en apariencia y puede resolverse mediante unadistincin sutil; 3) que est realmente en contradiccin con la verdad formulada; muchas veces tambinocurre que eso solo es as en apariencia.Estratagema 26U na jugada brillante es la retorsio argumenti [dar lavuelta al argumento] cuando el argumento que el adversario quiere utilizar en su favor puede utilizarsemejor en contra de l: Es un nio, hay que tener paciencia con l; retorsio: precisamente porque es unnio hay que corregirle para que no se empecine ensus malas costumbres.Estratagema 27Si ante un argumento el adversario se enfada, se ledebe acosar insistentemente con ese argumento: nosolo le ha encolerizado porque es bueno, sino porquehay que suponer que ha tocado el punto dbil de su ra-

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    zonamiento y es probable que en ese punto se le puedaatacar ms de lo que uno mismo ve de momento.Estratagem a 28Esta es aplicable sobre todo cuando personas cultasdiscuten ante oyentes incultos. Si uno no tiene un ar-gumentum ad rem, ni siquiera uno ad hominem, sehace uno ad auditores, es decir, una objecin sin validez cuya invalidez solo reconoce el conocedor de lamateria: tal es el adversario, pero no los oyentes. Porlo tanto, a los ojos de estos aquel es derrotado, especialmente cuando la objecin hace que su afirmacinparezca de algn modo ridicula: la gente es muypronta a la risa, y uno tiene de su parte a los que ren.Para mostrar la inanidad de la objecin el adversariotendra que hacer una larga exposicin y remontarsea los principios de la ciencia o de otro asunto: no esfcil que encuentre audiencia para eso.

    Ejemplo. El adversario dice: al formarse las monrtaas primigenias, la masa a partir de la cual cristaliz el granito y el resto de las rocas se encontraba enestado lquido debido al calor, es decir, fundida: el calor deba de ser de unos 200 R: la masa cristalizbajo la superficie del mar, que la cubra. Hacemos elargumentum ad auditores de que con esa temperatura, e incluso a 80 R, el mar hubiera hervido hacetiempo y habra quedado disipado en el aire comovapor. Los oyentes se ren. Para derrotarnos, el ad-

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    versario tendra que mostrar que el punto de ebullicin no depende nicamente de la temperatura, sinotambin de la presin atmosfrica: y esta, tan prontocomo se hubiera evaporado la mitad del agua delmar, se elevara tanto que ni siquiera a 200 R tendralugar la ebullicin. Pero no lo intenta, porque paraquienes no son fsicos se requiere un tratado. (Mit-scherlich, Abhdl. d. Berl. Akad., 1822.)Estratagema 29Si uno se da cuenta (vase la estratagema 18) de quele estn derrotando, se realiza una diversin: es decir,se empieza a hablar de repente de algo completamente distinto como si estuviera relacionado con el asunto y fuera un argum ento contra el adversario. Esto sehace con cierto comedimiento cuando la diversinan tiene algo que ver con el thema quaestionis; desvergonzadamente cuando slo ataca al adversario yno atae en absoluto al asunto.Por ejemplo, yo elogiaba el hecho de que en Chinano existiera una nobleza de cuna y que los cargos solose proveyeran en virtud de examina. Mi adversarioafirm que la erudicin capacitaba para los cargos tanpoco como las prerrogativas del nacimiento (que l estimaba). L as cosas se le pusieron difciles. Inmediatamente, introdujo la diversin de que en China se aplicaban castigos corporales a todos los estamentos, cosaque relacion con el hecho de que se bebiera mucho t,

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    y recrimin ambas cosas a los chinos. Quien entraseen todo esto se dejara desviar y permitira que le quitaran de las manos la victoria ya conquistada.La diversin es desvergonzada cuando abandona por completo el asunto quaestionis y empieza diciendo: S, pero por otro lado hace poco usted afirmaba etc., etc.. Este caso se incluye en cierta m edidaen el personalizar, del que hablaremos en la ltimaestratagema. T omado en sentido estricto, es un pasointermedio entre el argumentum ad personam, queexaminaremos all, y el argumentum ad hominem.T oda disputa entre gente vulgar muestra hasta qupunto es, digamos, innata esta estratagema: cuando,por ejemplo, uno le hace a otro recriminaciones personales, este no responde refutndolas, sino haciendoa su vez recriminaciones personales al primero e ignorando las que le han hecho a l mismo; lo que es tantocomo admitirlas. Acta como Escipin, que no ataca alos cartagineses en Italia, sino en frica. Es posible queen la guerra a veces sea apropiada una diversin semejante. Al disputar es mala, puesto que se dejan sin respuesta las recriminaciones recibidas y los oyentes conocen cuanto de malo tienen ambas partes. Al discutirse puede utilizar/aute de mieux [a falta de algo mejor].Estratagem a 30El argumentum ad verecundiam [argumento basadoen el respeto]. En vez de razones, emplense autori-

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    dades segn la medida de los conocimientos del adversario. D ice Sneca: Unusquisque mavult credere quamjudicare [Todo el mundo prefiere creer antes quejuzgar] (De vita beata, 1 ,4); uno tiene fcil la partidacuando est a su favor una autoridad a la que respetael adversario. Pero para l habr tantas ms autoridades vlidas cuanto ms limitados sean sus conocimientos y facultades. Si estos son de primer orden,habr para l escassimas autoridades, prcticamenteninguna. En todo caso, admitir la validez de las personas expertas en una ciencia, arte u oficio que conoce poco o nada: e incluso estas con desconfianza.Por el contrario, la gente corriente tiene un profundorespeto por los expertos de cualquier tipo. N o sabenque quien hace profesin de una cosa no ama a lacosa, sino a su ganancia, ni que quien ensea una cosararas veces la conoce a fondo, pues a quien la ha estudiado a fondo generalmente le queda poco tiempopara ensear. Pero para el vulgus hay numerossimasautoridades que gozan de respeto: por tanto, si unono dispone de una enteramente adecuada, tmeseuna que lo es en apariencia, ctese lo que alguien ha dicho en otro sentido o en otras circunstancias. Las autoridades que el adversario no entiende en absolutosuelen ser las ms eficaces. L os incultos tienen un peculiar respeto por las frmulas griegas y latinas. Encaso de necesidad, tambin se puede no solo tergiversar las autoridades, sino falsificarlas sin ms, o citar algunas que sean de nuestra entera invencin: la mayora de las veces ni tiene el libro a mano ni tampoco

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    sabe manejarlo. El ms hermoso ejemplo a este respecto es el del cura francs que, para no pavimentarla parte de la calle que estaba ante su casa, como estaban obligados a hacer los dems ciudadanos, cituna falsa sentencia bblica: paveant Mi, ego nonpa-vebo [que teman los dems, yo no temer] 1 . Esoconvenci al responsable municipal. Tambin pueden utilizarse como autoridades prejuicios generales.Pues la mayora piensan, con Aristteles, xkv 7coX-~kq SoxsT xauxa ye eivat. cpajxv [decimos quees justo lo que a muchos les parece justo] (ticaa Nicmaco, X, 2, 1172 b 36): ciertamente, no hayuna sola opinin, por absurda que sea, que loshombres no hagan suya con facilidad tan prontocomo se ha conseguido persuadirles de que es generalmente aceptada. El ejemplo acta tanto sobresu pensamiento como sobre su conducta. Son borregos que siguen al manso all donde les lleve: les resulta ms fcil morir que pensar. Es muy extraoque la universalidad de una opinin tenga tantopeso en ellos cuando pueden ver en s mismos cmose aceptan opiniones sin juicio alguno y por la m eravirtud del ejemplo. Pero no ven esto porque carecende cualquier conocimiento de s mismos. Solo los escogidos dicen con Platn TC, noKkoQ TZOKKOL SOxsl [los muchos tienen muchas opiniones, Repblica, IX, 576 c], es decir, el valgus tiene muchas patra-1. La ancdota se encuentra en Claude Adrien Helvtius, De l'es-prit, II , cap. XVII. [N. delE.J

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    as en la cabeza y si uno quisiera ocuparse de ellastendra mucho que hacer.La universalidad de una opinin no es, hablandoen serio, ninguna prueba, ni siquiera una razn parahacerla ms verosmil. Quienes afirman eso tienenque admitir 1) que el alejamiento en el tiempo priva desu fuerza probatoria a esa universalidad: de lo contrario, tendran que rehabilitar todos los viejos erroresque en tiempos pasaron umversalmente por verdades:por ejemplo, habra que restablecer el sistema ptole-maico o el catolicismo en todos los pases protestantes;2) que el alejamiento en el espacio produce lo mismo: sino, les pondr en un apuro la universalidad de opininde quienes profesan el budismo, el cristianismo y el islam. (Segn Bentham, Tactique des assemblies legislatives [Ginebra-Pars, 1816], vol. I I , p. 76.)Lo que se llama opinin universal es, consideradoclaramente, la opinin de dos o tres personas; nosconvenceramos de ello si pudiramos observar laformacin de una de estas opiniones umversalmentevlidas. Veramos entonces que son dos o tres personas las que al principio la adoptan o plantean y afirman, y con quienes se fue tan benvolo de suponerque la haban examinado bien a fondo: sobre el prejuicio de la capacidad suficiente de estos, otros fueron a su vez adoptando la opinin; y, por su parte, aestos les creyeron muchos otros cuya indolencia lesaconsej mejor creer sin ms que com probar fatigosamente. As creci da a da el nmero de tales partidarios indolentes y crdulos: pues com o la opinin

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    ya tena un buen nmero de voces a su favor, los siguientes partidarios pensaron que solo lo poda haber conseguido gracias a lo bien fundado de sus razones. L os que quedaban fueron vindose obligadosa admitir lo que era generalmente admitido para nopasar por cabezas inquietas que se rebelaban contraopiniones de universal validez y sujetos impertinentesque pretendan ser ms listos que el mundo entero.En este punto el asentimiento se convierte en unaobligacin. D e ah en adelante, los pocos capaces dejuzgar se ven obligados a callar: y a quienes les estperm itido hablar son aquellos que son totalmente incapaces de tener opiniones propias y un juicio propio, que no son ms que el mero eco de opinionesajenas, no obstante lo cual son defensores tanto mscelosos e intolerantes de las mismas. Pues lo queodian en el que piensa de otro m odo no es tanto laopinin distinta que ste profesa como el atrevimiento de querer juzgar por uno mismo: cosa que ellos jams se resuelven a hacer y de la que en el fondo sonconscientes. En suma, son muy pocos los que puedepensar, pero todos quieren tener opiniones: qu otrcosa cabe hacer entonces sino tomarlas de otros, ydel todo listas, en vez de forjarlas por s mismos?Siendo as las cosas, de qu vale la voz de cien millones de personas? T anto como un dato histrico, porejemplo, que se encuentra en cien historiadores peroque, como acaba demostrndose, todos han tomadounos de otros, por lo que, en ltimo trm ino, todo sereduce a la afirmacin de un solo individuo. (Segn

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    Bayle, Pernees sur les cometes [4.a edicin, 1704], vol.I, p. 10.)Dico ego, tu dicis, sed denique dixit et U le:Dictaquepost toties, nil nisi dicta vides1.

    N o obstante todo lo cual, en la discusin con gente ordinaria puede utilizarse la opinin general comoautoridad.En general, se hallar que cuando discuten dos cabezas ordinarias, la mayora de las veces las armasque ambos utilizan son autoridades con las que segolpean mutuamente. Si una cabeza mejor tiene quehabrselas con una de stas, lo ms aconsejable esque se amolde a esta arma, eligindola conforme a lasdebilidades de su adversario. Pues contra las armas de las razones ste es, ex hypothesi, un Sigfridoinvulnerable, inmerso en las aguas de la incapacidadde pensar y de juzgar.Ante un tribunal, en realidad solo se discute conautoridades, la autoridad de la ley establecida: la facultad de juzgar se ocupa de encontrar la ley, es decir,la autoridad que se aplica al caso dado. La dialctica,sin embargo, tiene el margen suficiente para, si as serequiere, poder tergiversar la discordancia entre el1. Lo digo yo, lo dices t, perofinalmente ambin lo dice aquel: /Cuando se ha dicho tantas veces, no ves sino lo que se ha dicho.Cita al margen de la parte polmica de la Farbenlehre [Teora delos colores] de G oethe. [N. delE.]

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    caso y la ley hasta que se consiga presentarlos comoconcordantes: tambin al revs.Estratagema 31Cuando uno no sabe qu objetar a las razones expuestas por el adversario, declrese incompetenteconfina rona: Lo que dice usted desborda mi dbilcomprensin; puede ser muy acertado, pero yo no alcanzo a entenderlo y renuncio a cualquier juicio.Con esto se insina a los oyentes de cuya estima unogoza que lo que se ha dicho es absurdo. As, cuandoapareci la Crtica de la razn pura, o m s bien cuando empez su clamorosa notoriedad, muchos profesores de la antigua escuela eclctica declararon: N ola entendemos, creyendo que as la haban despachado. Pero cuando algunos partidarios de la nuevaescuela les mostraron que s, que tenan razn y que,efectivamente, todo lo que ocurra era que no la entendan, se pusieron de muy mal humor.Esta estratagema solo puede utilizarse cuando unoest seguro de gozar ante los oyentes de una estima claramente superior a la del adversario: por ejemplo, unprofesor contra un estudiante. En realidad, esto formaparte de la estratagema anterior, y consiste en hacer valer la propia autoridad, en vez de las razones, de formaespecialmente maliciosa. El contragolpe es: Permtame, con su gran penetracin tiene que resultarle fcilentender, y solo mi mala exposicin puede tener la cul-

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    pa, ponindole las cosas tan claras que nolens volens[quiera o no] tenga que entenderlas y quede claro quelo nico que pasaba antes era que no entenda. As se leda la vuelta. Quera insinuar que decamos un absurdo: le hemos demostrado falta de inteligencia. Ambos con la ms exquisita cortesa.Estratagem a 32Podemos descartar, o al menos hacer sospechosa deforma rpida, una afirmacin que nos opone el adversario subsumindola en una categora aborrecible, aun cuando no est relacionada con ella ms quepor similitud o de modo vago. Por ejemplo: Eso esmaniquesmo, eso es arrianismo; eso es pelagianis-mo; eso es idealismo; eso es espinosismo; eso es pantesmo; eso es brownianismo; eso es naturalismo; esoes atesmo; eso es racionalismo; eso es espiritualis-mo; eso es misticismo; etc.. Con lo que suponemosdos cosas: 1) que su afirmacin es realmente idnticaa, o al menos est contenida en aquella categora, yas exclamamos Ah, eso ya lo conocemos!; y 2)que esa categora ya est enteramente refutada y nopuede contener ni una sola palabra verdadera.Estratagema 33Eso puede ser cierto en la teora, pero en la prcticaes falso. Mediante este sofisma uno admite las razo-

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    nes pero niega las consecuencias; en contradiccincon la regla a ratione ad rationatum valet consequen-tia [es vlido extraer la consecuencia a partir de suspremisas]. Esa afirmacin supone una imposibilidad: lo que es cierto en teora tiene que serlo tambinen la prctica: si no lo es, hay un fallo en la teora, seha pasado algo por alto y no se ha tenido en cuenta, ypor consiguiente tambin es falso en la teora.Estratagema 34Cuando el adversario no sabe dar una respuesta o rplica a una pregunta o argumento, sino que se evademediante una contrapregunta o una respuesta indirecta o incluso con algo que no atae en absoluto a lacuestin y pretende llegar a otro lado, esto es una seal segura de que (a veces sin saberlo) hemos tocadoun punto flaco: es un enmudecimiento relativo porsu parte. Hay, pues, que insistir en el punto que hemos suscitado y no dejar escapar de l al adversario;incluso cuando todava no veamos en qu consisterealmente la debilidad con la que hemos topado.Estratagema 35la cual, tan pronto como puede practicarse, hace super-fluas todas las dems: en lugar de actuar mediante razones sobre el intelecto, actese mediante motivos

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    sobre la voluntad, y el adversario, como tambin losoyentes, si comparten el mismo inters con l, quedarn ganados de inmediato para nuestra opinin, aunque la hubiramos sacado del manicomio: pues lamayora de las veces un adarme de voluntad pesa msque un quintal de perspicacia y conviccin. Indudablemente, esto solo puede usarse en circunstancias especiales. U no puede hacer sentir al adversario que suopinin, de ser vlida, supondra un notable quebranto para su inters; de este modo la abandonartan presto como soltara un hierro ardiente que hubiera cogido por descuido. Por ejemplo, un religiosodefiende un dogmafilosfico:se le hace observar queest indirectamente en contradiccin con un dogmafundamental de su iglesia, y lo abandonar.Un hacendado afirma la excelencia de la maquinaria en Inglaterra, donde una m quina de vapor haceel trabajo de muchos hombres: dsele a entender quelas mquinas de vapor pronto tirarn de los carruajes,por lo que el precio de los caballos de sus numerosascuadras bajar mucho, y ya se ver. En tales casos, elsentimiento de todo el mundo suele ser quam temer innosmet legem sancimus iniquam [con qu temeridadsancionamos una ley que va contra nosotros mismos](Horacio, Stiras, 1,3,67).Lo mismo ocurre cuando los oyentes pertenecen auna secta, gremio, oficio, club, etc., pero el adversariono. Por muy correcta que sea su tesis, tan prontocomo insinuemos siquiera que contrara a los intereses comunes del mencionado gremio, etc., todos los

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    oyentes encontrarn dbiles y deplorables los argumentos del adversario, por excelentes que sean, en tanto quelos nuestros, aunque carezcan detodofundamento, lesparecern correctos y certeros; el coro se har or bienalto a nuestro favor y el adversario tendr que abandonarel campo avergonzado. Es ms, por lo comn los oyentescreern haber asentido por pura conviccin. Pues lo quenos es desventajoso suele parecer absurdo al intelecto.Intellectus luminis sicr non est recipit infusionemvolntate et affectibus [el intelecto no es una luz que ardsin aceite, sino que es alimentado por la voluntad y laspasiones.] (Francis Bacon, Novum Organon, 1,49). Estaestratagema podra denominarse atacar al rbol por laraz: por lo comn, se llama argumentum ab utiliEstratagema 36Aturdir, desconcertar al adversario mediante palabrera sin sentido. Se basa en que:Suele creer el hombre cuando solo oye palabras,que deberan, sin embargo, tener algn sentido1 .

    Cuando es consciente en secreto de su propia debilidad, cuando est acostumbrado a escuchar cosas1. J. W. Goethe, Fausto, en J. W. G , Obras completas, ed. de R afael Cansinos Assens, tomo III, p. 1334, Aguilar, Madrid 1992.[N. del T.]

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    que no entiende y, sin embargo, a hacer como si lasentendiera, uno puede apabullarle diciendo con gesto grave un disparate que suene erudito o profundo ycon el que pierda odo, vista y pensamiento1 , y hacerpasar esto por la prueba ms irrefutable de la propiatesis. Como es sabido, en tiempos recientes algunosfilsofos han aplicado esta estratagema ante todo elpblico alemn con el xito ms brillante. Pero comoson exempla odiosa, tomaremos un ejemplo ms antiguo de Goldsmith, The Vicar ofWakefield, [Cap. VII].

    Estratagema 37(que debera ser una de las primeras). Cuando el adversario tiene razn en la cuestin, pero por desgracia para l elige una mala prueba, nos resultar fcilrefutar esa prueba y haremos pasar esto por una refutacin de la cuestin. En el fondo, esto se reduce aque hacemos pasar un argumentum ad hominem poruno ad rem. Si a l o a alguno de los presentes no se leocurre una prueba mejor, habremos vencido. Porejemplo, cuando uno plantea el argumento ortolgico para probar la existencia de Dios, que es muy fcilde refutar. Esta es la va po r la que los malos aboga-1. Probablemente Schopenhauer piense aqu de nuevo en elFausto de G oethe, en la escena de la que cita las palabras: [Y enestas salas y estos bancos, / pierdo odo, vista y pensamiento](J. W. Goethe, op. cit., p. 1322). [N. delE.]

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    dos pierden una buena causa: pretenden defenderlamediante una ley inadecuada, y la adecuada no se lesocurre.ltima estratagemaCuando se advierte que el adversario es superior yque uno no conseguir llevar razn, personalcese,sase ofensivo, grosero. El personalizar consiste enque uno se aparta del objeto de la discusin (porquees una partida perdida) y ataca de algn modo alcontendiente y a su persona: esto podra denominarse argumentum ad personam, a diferencia del argu-mentum ad hominem: este parte de un objeto puramente objetivo para atenerse a lo que el adversario hadicho o admitido sobre l. Al personalizar, sin embargo, se abandona por completo el objeto y uno dirige su ataque a la persona del adversario: uno, pues,se torna insultante, maligno, ofensivo, grosero. Esuna apelacin de las facultades del intelecto a las delcuerpo, o a la animalidad. Esta regla goza de gran predicamento porque cualquiera es capaz de ejercerla,por lo que se utiliza con frecuencia. Cabe preguntarse,pues, qu contrarregla es vlida entonces para la otraparte. Pues si la otra parte quiere utilizar esta misma,se acabar en pelea, duelo o proceso por injurias.Mucho se equivocara quien pensara que bastacon que uno mismo no personalice. Pues si unomuestra al otro con toda tranquilidad que no tiene

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    razn y que por tanto juzga y piensa errneamente,lo que es el caso en toda victoria dialctica, se le encona ms que mediante una expresin grosera, ofensiva. Por qu? Porque como dice Hobbes en De ave,cap.l [par. 5]: Otnnis animi voluptas, otnnisque ala-critas in eo sita est, quod quis habeat, quibuscum con-ferens se, possit magnifice sentir de seipso [Todoplacer del nimo, toda alegra reside en que hayaalguien en comparacin con el cual uno pueda tenerun alto concepto de s mismo]. Nada le importa alhom bre m s que la satisfaccin de su vanidad y n inguna herida le duele ms que cuando se golpea sta.(D e ah dichos como el de vale ms el honor que lavida, etc.) Esta satisfaccin de la vanidad se derivaprincipalmente de la satisfaccin de uno con los dems, en cualquier aspecto, pero principalmente enrelacin con las capacidades intelectuales. Ahorabien, esto ocurre effective y de forma muy notoria aldiscutir. D e ah el encono del vencido con el que nose ha cometido una injusticia, y de ah que acuda alltimo recurso, a esta ltima estratagema: a la queuno no puede sustraerse mediante la mera cortesade su parte. N o obstante, una gran sangre fra tam bin puede ser de ayuda aqu si uno contesta tranquilamente, tan pronto como el adversario empieza a personalizar, que eso no hace al asunto, sevuelve de inmediato a este y se prosigue demostrndole aqu que le falta razn sin reparar en susofensas, es decir, como dijo Temstocles a Euribia-des: 7rdcTod;ov fxv, xouaov S [golpame pero

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    escchame] (Plutarco, Temistocles, 1 1 ,20). Pero estono est al alcance de cualquiera.Por tanto, la nica contrarregla segura es la que yaofreca Aristteles en el ltimo captulo de los Tpicos:no discutir con el primero que se presente, sino nicamente con aquellos a quienes se conoce y de losque se sabe que tienen el suficiente entendimiento

    para no plantear algo demasiado absurdo y tener quequedar por ello expuestos a la vergenza; para discutircon razones y no con sentencias inapelables; para escuchar las razones y atenerse a ellas; y, por ltimo, que estimen la verdad, escuchen de buena gana buenas razones, tambin de labios del adversario, y que tengan laecuanimidad suficiente para poder soportar no llevarrazn cuando la verdad est de la otra parte. D e estose sigue que de entre cien apenas hay uno digno deque se discuta con l. Djese al resto decir lo quequiera, pues desipere est juris gentium [delirar es underecho comn], y considrese lo que dice Voltaire: Lapaix vaut encore mieux que la vrit [la paz es preferiblaun a la verdad], y hay un refrn rabe que afirma quedel rbol del silencio cuelgan los frutos de la paz.En cualquier caso, el discutir, como roce de cabezas, muchas veces es de provecho mutuo para la rectificacin de los propios pensamientos y tambinpara el alumbramiento de nuevas opiniones. Sinembargo, ambos contendientes deben ser bastantesimilares en cuanto a erudicin e inteligencia. Si unocarece de la primera, no lo entender todo, no estarau niveau. Si carece de la segunda, el encono que eso

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    le causar le inducir a la mala fe y a las aagazas o ala grosera.Entre la discusin in colloquio privato sive fami-liari [en conversacin familiar o domstica] y la disputado sollemnis publica, pro gradu [solemne disputacin en pblico, para la obtencin de un ttulo], etc.,no hay una diferencia esencial. Quiz slo que en la ltima se requiere que el respondens [defensor de latesis] lleve siempre la razn frente al opponens [crticode la tesis] y que, por ello, en caso de necesidad, elpraeses [presidente] le apoye; o tambin que uno argumenta con mayor formalidad en esta ltima,procurando revestir sus argumentos de una formasilogstica rigurosa.

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    Anexo

    ILgica y dialctica ya fueron utilizadas como sinnimos por los antiguos, si bien Xoytsa&oa [reflexionar, meditar, calcular] y SiaXysa&oa [conversar]son dos cosas muy distintas. Platn, segn informaD igenes Laercio, fue el primero en utilizar el nombre dialctica (8t.aXex-n.xy], o'iaXsxxt.xrj 7ipayxa-Tia [tratado dialctico], (kaXexxt-xoi; vYp [hombre dialctico]) y vemos que en el Fedro, en el Sofistay en La Repblica (libro 7, etc.) entiende por ella eluso regular de la razn y el estar ejercitado en el mismo. Aristteles utiliza xa St-aXexxixa en el mismosentido, pero segn Lorenzo Valla primero utilizXoyLXTj [lgica] en ese sentido: encontramos en lXoyixocl Sua^Epeoa [dificultades lgicas], es decir,argutiae,TipTy.aiq XoyixYj [lgicaprimera], acop ia Xoyt.xY [dificultad lgica]. Segn esto, 8 ta -XSX-CXXY] sera ms antiguo que Xoyt-xV]. Cicern yQuintiliano utilizan en el mismo significado general

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    http://8t.axex-n.xy/http://8t.axex-n.xy/http://8t.axex-n.xy/
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    dialctica y lgica. Cicern afirma en el Lucullo[Academicorum libri, II , 28, 91]: Dialecticam inven-tam esse, veri et falsi quasi disceptatricem [La dialctica se invent como arbitro de lo verdadero y lo falso]. Y en los Tpicos, 2: Stoici enim judicandi vias diligenter persecuti sunt, ea scientia, quam Dialecticenappellant [Pues los estoicos han indagado con grandiligencia los mtodos de juzgar, mediante la cienciaque llaman dialctica]. Quintiliano, De institutioneoratoria [XII, 2]: itaque haec pars dialecticae, siveillam disputatricem dicere malimus [As pues, a estaparte de