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El Arte en Europa Occidental durante los Siglos XVII y XVIII “BARROCO” HISTORIA DE LA ARQUITECTURA I PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO II UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y DISEÑO

El Arte en Europa Occidental durante los Siglos XVII y XVIII · En segundo lugar, el reinado de Luis XIV de Francia, que implica un periodo de hegemonía francesa. Luis XIV reorganiza

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El Arte en Europa Occidental

durante los Siglos XVII y XVIII

“BARROCO”

HISTORIA DE LA ARQUITECTURA I

PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO II

UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y DISEÑO

TABLA DE CONTENIDO

I. Algunas consideraciones previas II. El “Barroco” y sus variantes regionales III. El significado dado al termino “Barroco” IV. Contexto: Europa Occidental V. El Arte VI. EL BARROCO ROMANO VII. Il Gesú VIII. Borromini - San Carlo alle Quatro Fontane IX. Gian Lorenzo Bernini X. Trabajos para el Vaticano XI. Monumentos religiosos y retratos. XII. La arquitectura de Bernini XIII. CLASICISMO FRANCÉS XIV. Arquitectura XV. Monasterio del Val-de-Grâce XVI. Versalles XVII. La Manufactura Real XVIII. Algunos ejemplos

C a p í t u l o 1

ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS

El estudio de los movimientos artísticos predominantes en Europa Occidental

entre inicios del siglo XVII y mediados del siglo XVIII implica una cierta

complejidad emergente de varios factores concurrentes;

El “Barroco” y sus variantes regionales

Inicialmente debemos enfrentar la costumbre “popular” bastante extendida, aún

en medios académicos, de denominar “Barroco”, en forma genérica, a toda la

producción artística realizada en Europa en el periodo que nos ocupa. Esto no

sería criticable “per se” e incluso puede ser útil a la hora de nominar una categoría

puramente histórica y restringida al ámbito de las artes plásticas, pero induce a

considerar y esperar una homogeneidad en la producción de la arquitectura, la

pintura, y el diseño, en las regiones estudiadas. Necesariamente esta consideración

previa hace crisis cuando vemos obras tan aparentemente disímiles como la

arquitectura Romana comparada con su coetánea Francesa.

Por ello consideramos necesario advertir que; si bien es cierto que la producción

artística en Europa entre los años 1600 y 1750 tiene una serie de elementos

comunes, que analizaremos oportunamente, no es menos cierto que existen

importantes diferencias regionales que estarían definiendo lo que prácticamente

constituyen “sub-estilos”. Las razones de estas diferencias serán motivo de

análisis posterior, valga en este momento anticipar que encontraremos un

“Barroco Romano”, un “Barroco Español”, un “Barroco Francés” al que

denominaremos “Clasicismo Francés” y, en fin, un “arte Barroco en Flandes y

Holanda”.

De igual forma parece conveniente estar prevenido, aún antes de comenzar a

desarrollar el tema, que no todas las disciplinas artísticas o artesanales derivadas

(pintura, escultura, indumentaria, muebles, y arquitectura) tendrán el mismo grado

de singularidad regional.

El significado dado al término “Barroco”

Otro aspecto a tener en cuenta tiene que ver con la definición misma del término

“Barroco”.

La palabra “barroco” tenía, en sus orígenes, una intención ofensiva;

Originalmente se utilizaba como sinónimo de “forma extraña y retorcida” y llego

a significar cualquier cosa absurda, ilógica o rara. Los neoclasicistas del siglo

XVIII solían utilizar el termino para describir el desprecio o desafío de las reglas

clásicas por los pintores del siglo XVII, y, quizá más particularmente, la

preferencia de los escultores o arquitectos por las formas excéntricas o

extravagantes. No fue hasta el siglo XIX cuando los estudiosos alemanes

comenzaron a utilizar el término imparcialmente o, al menos, sin una carga

despectiva para describir el arte del siglo XVII.

A partir de allí el término, en su acepción ya tradicional, implica una categoría

histórica referida específicamente a la historia del arte. Sin embargo Eugenio de

`Ors, en su libro “Lo barroco”1 recoge la propuesta de reemplazar la noción de

"el Barroco", como categoría puramente histórica y restringida al ámbito de las

artes plásticas, por la de "lo barroco", entendida como categoría filosófica, como

constante histórica, contrapuesta a "lo clásico" "lo barroco" debe ser entendido

como expresión de una cierta actitud del hombre ante la vida, que cabe reconocer

en múltiples manifestaciones del espíritu, en cualquier etapa de la historia de la

humanidad. "Lo barroco" designa aquella actitud del espíritu que obedece al ciego

impulso espontáneo de la naturaleza; "lo clásico" por el contrario, aquella otra

que se propone encauzar tales impulsos mediante su sumisión a un designio libre.

Claramente el debate sobre la oportunidad y conveniencia de re-semantizar un

término tan arraigado excede con mucho los alcances, mas bien modestos, de este

1 D ´Ors, Eugenio, “Lo barroco”, Editorial Tecnos, España, 2002

trabajo. Si embargo la cuestión de lo clásico y anteclásico inevitablemente estará,

en forma implícita o explicita, presente en nuestro desarrollo.

CONTEXTO: Europa occidental

La historia Europea a lo largo del siglo XVII y proyectándose en el XVIII esta

marcada por hechos político-religiosos que tendrán decisiva influencia en el

desarrollo de las artes del periodo. Históricamente, el arte en este periodo debe

considerarse en el contexto de la renovación del poder de la Iglesia Católica y de

la centralización, cada vez mayor, del poder político.

A partir de la década de 1570 la amenaza del protestantismo se desvaneció. La austeridad de

la contrarreforma, por lo tanto, se fue relajando y los papas y cardenales se convirtieron en

patrocinadores de un arte que debería expresar su fervor religioso. La reafirmación de los dogmas

de la Iglesia Católica se convirtió en una parte importante sino central del cometido del artista.

En la esfera secular el poder se concentro en las manos de los monarcas, respaldado por la

doctrina del derecho divino.2

En la segunda mitad del siglo XVII dos hechos pueden considerarse relevantes: En primer lugar

el desarrollo de la revolución inglesa que supone el triunfo definitivo del parlamentarismo en la

política inglesa. En segundo lugar, el reinado de Luis XIV de Francia, que implica un periodo

de hegemonía francesa. Luis XIV reorganiza el país (contando con Colbert en finanzas,

Louvois en el ejercito y Mansart, Vouet y Lebrun en las artes) y consigue para Francia sus

fronteras naturales, que corresponden a la antigua Galia, es decir del Rin a los Pirineos3.

Así Luis XIV en Francia pero también Felipe IV en España y Carlos I en

Inglaterra ven la posibilidad de utilizar este nuevo arte, que ya estaba desplegando

en Roma la Iglesia Católica, como un medio de expresión de su poder y riqueza.

Podríamos, a modo de conclusión, enunciar que: El barroco se desarrollo bajo

gobernantes e instituciones con poder y voluntad de propaganda que

encuentran en esta expresión artística un medio eficaz.

2 Gowing, Lawrence y otros, “Historia Universal del Arte”, cap. XXXVII: Barroco,

3 Lexis22/Vox (Atlas Historico), p. 67,

C a p í t u l o 2

EL ARTE

Perfilar las características de una corriente estética tan rica en pocas líneas

involucra el riesgo de caer en simplificaciones que finalmente restan claridad y

generan conceptos distorsionados, por ello parece necesario señalar que el

barroco fue solo un aspecto del arte del siglo XVII; simultáneamente se verifica la

aparición de varias categorías estilísticas.

A través de todo el periodo, un movimiento clásico resistió el llamamiento

barroco a los sentidos y las emociones. Estos artistas, guiados por Nicolás

Poussin (1594-1665), intentaron continuar la tradición de Rafael (1483-1520) y se

centraron en la claridad, la armonía y el equilibrio. También hubo una ampliación

de los temas tradicionales; la naturaleza muerta, el cuadro de género y el paisaje

surgieron como formas de arte independiente. Los pintores de estos temas no

fueron, en su mayor parte, ni clásicos ni barrocos, sino realistas; el realismo

predominó en el arte holandés del siglo XVII. Los tres estilos compartieron un

retorno a la naturaleza, tras el anti naturalismo de los manieristas, esto es evidente

no solo en la obra de Caravaggio4 sobre modelos populares, sino en la insistencia

de Carracci en dibujar del natural, en el tratamiento que Rubens y Bernini dieron

a la carne, y en la observación de la luz, la superficie y la textura de los objetos

naturales por Claude y Ruysdael.

Yendo al tema central de nuestro análisis; el barroco constituye un arte de

persuasión; el artista se ocupaba, sobre todo, de apelar a las emociones del

espectador. Para representar las escenas de modo vivo y subyugante, intenta

capturar el instante supremo de la acción dramática y lo acentuaba mediante

contrastes llamativos de luces y sombras. El espectador suele sentirse impulsado a

4 Caravaggio se caracteriza (entre otras innovaciones) por incorporar a su obra, como modelos, a

personajes del pueblo, hombres y mujeres humildes y anónimos sin ningún signo aristocrático en su indumentaria o en sus facciones.

participar de modo activo en una obra barroca, bien mediante cierta clase de

composición en la que las figuras están apretadas tan estrechamente en el primer

plano que parecen extender sus movimientos hacia fuera de la pintura, tal el caso

de La cena de Emaús de Caravaggio (Fig.1), o porque toda la escena tiene por

protagonistas a personajes que están

fuera del cuadro, es decir en el

espacio que ocupa el espectador, y

cuya presencia solo se intuye o

apenas se vislumbra por la imagen

reflejada en un espejo como en Las

Meninas de Velázquez (Fig.2), o bien

porque ese mismo espectador se

puede sentir sobrecogido por una

oleada de figuras que se mueve en

un desplazamiento ascendente,

hacia un espacio al parecer infinito,

(Fig.1) La cena de Emaús- Caravaggio-1602

(Fig.2) Las meninas- Velázquez-1656

(Fig.3)Triunfo del Santo Nombre de Jesús- Gaulli- 1679

tal efecto se aprecia claramente en Triunfo del Santo Nombre de Jesús, fresco en el

techo de la iglesia del Gesú de Gaulli (Fig.3).

El campo de la escultura permite llevar estos efectos aún más lejos; en El éxtasis de

Santa Teresa, de Bernini, ubicado en Santa María della Vittoria por ejemplo, la

imagen central esta flanqueada por esculturas adosadas al muro que constituyen

un marco de “espectadores” de mármol entre los que nos encontramos los

espectadores de carne y huesos (Fig.4).

El uso de estos y otros recursos ilusionistas, muchas veces adaptados del teatro,

se convirtió en práctica común durante este periodo.

El efecto de una obra barroca es inmediato y sobrecogedor; hay un nuevo sentido

de unidad artística de todas las partes subordinadas a un ritmo dinámico que

(Fig. 4) Ëxtasis de Santa Teresa-Bernini-1648- Vista general y detalle del palco de la familia Cornaro

conduce a un clímax. Este principio contrasta muy marcadamente con las

composiciones descentralizadas de los manieristas, cuyas obras abundan en

ritmos complicados e intrincados detalles que el ojo debe buscar con agudeza

para poder maravillarse. En muchos aspectos el barroco fue un retorno a la

grandeza y la monumentalidad del alto renacimiento, pero los artistas barrocos no

volvieron a los ideales renacentistas de simetría y claridad. Más bien se centraron

en atrevidos efectos de asimetría y en movimientos diagonales en profundidad.

También existe un sentido semejante de unidad y movimiento en la arquitectura

barroca; formas y espacios están organizados con mayor dinamismo que como

había estado durante el Renacimiento, y tienden a fluir y fundirse el uno en el

otro. Las fachadas son tratadas con un sentido escultórico y poseen una nueva

riqueza y profundidad plástica. La unidad del efecto se suele subrayar con

frecuencia mediante la combinación de las tres artes: la pintura, la escultura y la

arquitectura, para la producción de un grandioso efecto total.

Respecto a la arquitectura señala Heinrich Wölfflin 5: “Mientras el espacio Renacentista

es reducible a la superficie ... el espacio Barroco se desarrolla en profundidad, de ahí su

dinamismo, que obliga a la mirada a avanzar y a retroceder, temiendo siempre dejar escapar la

forma; De ahí la insistencia barroca en las líneas oblicuas y curvas y en las superficies alabeadas

que destruyen la cuadricula renacentista de verticales y horizontales; de ahí los retorcimientos

espectaculares, los movimientos impetuosos, la utilización de los efectos luminosos y la disolución

de determinados contornos en la penumbra.

El resultado es que, en el barroco, la contemplación lúcida se hace

imposible, todo queda sometido a la inquietud de la emoción y el deseo”

5 Wölfflin, Heinrich, “Principios (conceptos) fundamentales de la historia del arte”

Capítulo 3

ROMA

EL BARROCO ROMANO

Roma a principios del siglo XVII se ha consolidado como la capital de la

cristiandad. El nuevo fervor religioso alentado por la contrarreforma se

manifiesta en el surgimiento de nuevas órdenes religiosas entre las que cobró

especial importancia la Compañía de Jesús (Jesuitas) creada por San Ignacio de

Loyola. Justamente la iglesia matriz de la orden es Il Gesú, proyectada por

Giacomo Vignola en 1568, con una fachada de 1575 por Giacomo della Porta,

que se convertiría, en planta y alzada, en el modelo tipo de gran templo

congregacional. Este edificio reemplaza la planta centralizada propia de

renacimiento por una sola y ancha nave longitudinal, con capillas laterales, el

transepto corto y el crucero rematado por una magnifica cúpula. (Fig.5).

Esta obra constituye un “puente” entre la arquitectura manierista y barroca. Aquí

están claramente presentes ciertos gestos que preanuncian lo que será la

concepción espacial de la arquitectura barroca pero también las influencias de

Miguel Ángel y Palladio.

En este sentido es interesante recordar lo señalado por Rudolf Wittkower en

“Sobre la arquitectura en la edad del humanismo”; Es difícil encontrar una mención de los

historiadores de la arquitectura sobre la influencia de Palladio en la arquitectura romana del

siglo XVII. Y es mucho lo que puede decirse y lo que se ha dicho sobre la dependencia de

Palladio respecto a roma, no solo a la Roma de la Antigüedad, sino también a la roma de

Bramante, Rafael y Miguel Ángel. En cambio existe, al parecer, muy buenas razones para no

considerar lo que Palladio dio a Roma: no se puede encontrar vínculos evidentes entre los edificios

de Palladio y las obras romanas posteriores; ningún edificio público romano se parece a la

Basílica o a la Logia del Capitanio; ningún palacio romano tiene semejanza con el Chiericati o

el Valmarana; ninguna villa romana nos recuerda a la Rotonda, o a la villa Bárbaro en

Maser; ninguna iglesia romana se asemeja al Redentore. Y sin embargo, Roma aprendió al

(Fig.5 y 6) IL GESÚ, Proyecto original de Vignola, fachada G. Della Porta ( 1568/1584)

menos algunas cosas de las lecciones Que Palladio podía enseñarle. Aunque esto quizá no sea

inmediatamente perceptible, buen número de fenómenos de la arquitectura romana del siglo

XVII serían difíciles de explicar sin tener en cuenta el impacto de las ideas de Palladio6.

6Wittkower, Rudolf - Sobre la arquitectura en la edad del humanismo (Ensayos y escritos), p.15

De aquí en más la riqueza imaginativa y la libertad estética que constituyen

características centrales del barroco romano hacen ardua cualquier pretensión de

sistematizar en una categorización tipológica, aún tomando como parámetros los

elementos más generales, la enorme producción de la época.

La razón de esta dificultad debemos buscarla en originalidad de cada obra, lo que

las constituye en piezas únicas.

Pese a ello o quizá por esta misma razón intentaremos ordenar el análisis

apoyándonos en una matriz que incluya los aspectos que consideramos más

significativos a los efectos del estudio. Por supuesto nos apresuramos a advertir

que los aspectos considerados no son los únicos posibles y solo será relevante

para nuestro objetivo que es, centralmente, la de presentación de la problemática.

Il Gesú

Implantación: Ubicada en el centro histórico de Roma se encuentra

precedido de plazoleta de características medievales (pequeña y de perfil

irregular)

Fachada: La fachada es esencialmente planimetrica, sin los movimientos

de volúmenes que veremos en edificios posteriores. La escalinata que

avanza sobre el espacio urbano anticipando la relación que entre el

edificio y el entorno será habitual en el barroco. La fachada se divide

claramente en tres superficies horizontales: planta baja y planta alta

divididas por friso y el remate conformado por el frontis y dos volutas

sobre ambos laterales. Pilastras adosadas por pares superpuestas que

ocupan un nivel por pares equilibran la horizontalidad del paño con un

ritmo vertical. Si bien el concepto de diseño hace inevitable la evocación

de Santa María Novella (León Battista Alberti-1470) la resolución

desprovista de revestimientos claramente la aleja de la tradición florentina

y la vincula fuertemente con los usos romanos. Por otra parte el frontis

doble (uno triangular dentro de uno mayor curvo) que corona el acceso

principal y esta a su vez contenido en el friso, más los nichos con

esculturas que también se rematan con frontis curvos, todo ello refiere a

la influencia de Miguel Ángel (1475-1564) en los artistas contemporáneos

y posteriores.

Planta: Anticipábamos que la planta se resuelve con un espacio único,

direccional, flanqueado de capillas, que se aparta del modelo centralizado

pero también del planteo basilical con una nave central y dos o cuatro

laterales. Esta respuesta si bien no es de las más habituales tampoco es

desconocida, quizás el antecedente más inmediato al que recurrir es el de

Sant´Andrea en Mantua (1470) por L. B. Alberti y será una tipología

repetida por Palladio en Il Redentore (1577), prácticamente

contemporáneo a Il Gesú.

Tratamiento interior y cubierta: El espacio interior, resuelto a partir de

una gran nave única y estructurado sobre la base de importantes pilares

unidos por arcos de medio punto que vinculan la nave con las capillas

laterales, y cubierta de cañón corrido, dan al conjunto un aspecto

imponente de severidad y monumentalidad que evoca a la arquitectura

clásica romana. (Fig.6) Solo el color (predominantemente dorado) y la

decoración de la cubierta en la que se combinan y hasta cierto punto

confunden la arquitectura, la escultura y la pintura, dan a este espacio que

de otro modo riguroso, su característica de liviandad y luminosidad

configurando un espacio casi “mágico” propio del barroco.

Borromini - San Carlo alle Quatro Fontane

El barroco romano plenamente desarrollado tiene sus máximos referentes en dos

artistas que convivieron y compitieron por el favor de los papas; Gian Lorenzo

Bernini y Francesco Borromini. De este ultimo y nos ocuparemos a continuación;

Francesco Castelli, tal su verdadero nombre aunque en su actividad profesional

adoptó el apellido de su madre: Borromini, nació en Bissone, actual Italia en

1599. Hijo de un cantero, continuó con el oficio y trabajó como cantero en las

obras de la catedral de Milán antes de trasladarse a Roma en 1619. Ya en Roma

fue cincelador en el taller de Carlo Maderno, con quien, según algunos biógrafos,

estaba vinculado por algún parentesco. Maderno lo nombró supervisor de sus

obras en el Vaticano y en el Palacio Barberini, de este modo participó en la

construcción de la basílica de San Pedro. Al morir Maderno, colabora con

Bernini, quien se ha hecho cargo de los trabajos del Palacio Barberini aunque la

colaboración no dura demasiado; en1631 Bernini abandona las ideas de Maderno

para el palacio por lo que Borromini deja el proyecto. Hombre de carácter difícil,

mantuvo relaciones muy tensas con sus patrocinadores y estuvo siempre

enfrentado a Bernini por diferencias conceptuales con respecto al arte pero

también (y tal vez principalmente) por temperamento y cultura. En 1645 se hace

público su conflicto con Bernini tras la decisión de éste de eliminar las torres de

Maderno para la fachada de San Pedro, y en 1665 en su visita a París, Bernini le

acusa de abandonar las bases antropométricas de la arquitectura. Sean cuales

fueren los motivos la rivalidad entre ambos artistas los acompañaría toda su vida.

En 1645, cuando Bernini triunfaba ya como arquitecto en Roma y era reconocido

en el resto de las capitales europeas Borromini recibió su primer encargo en

solitario: el conjunto de San Carlo alle Quattro Fontane, el que paradójicamente

también sería su ultima obra ya que después de años de demoras por falta de

recursos se retoma con la construcción de la fachada, la que es finalizada en 1682

por su sobrino Bernardo después de que Borromini se quitara la vida el 2 de

Agosto de 1667.

Implantación: San Carlo alle Quatro Fontane (San Carlos de las cuatro

fuentes) o San Carlino, como afectuosamente le llaman los romanos, fue

encargado a Borromini por la Orden de los Trinitarios Descalzos, frailes

Descalzos españoles de Roma. Se trata de un conjunto constituido por un

convento, el claustro y la iglesia ubicados en un sitio significativo de la

ciudad de Roma, en la intersección de la strada venti settembre, antigua

strada Pía y la strade Delle Quattro Fontane, antigua strada Felice, y tuvo

que superar la dificultad que comportaba lo reducido del espacio y su

irregularidad, Borromini resuelve la implantación (Fig.7.a.)ubicando la

iglesia en la esquina rodeada por el convento (en forma de “L”) dentro

del cual dispone un pequeño claustro y por detrás del conjunto un gran

patio que remata el conjunto con un sentido fuertemente introvertido.

(Fig.7.a) Planta de conjunto (Fig.7.b y c) Trazado de San Carlino

(Fig.7.d) Vista de la cúpula

(Fig.7.e) Detalle de fachada, parte superior

(Fig.7.f) Fachada de San Carlino (Fig.7.g) Corte transversal

Fachada: Fue la última obra desarrollada por Borromini; iniciada el 1665.

Se trata de una forma fragmentaria, discontinua y anti monumental.

(Fig.7.e y 7.f) Está concebida como un objeto, prácticamente como un

“telón” desplegado sobre el frente del edificio que rompe la simetría del

cruce de calles, esconde el cuerpo de la iglesia y parece como si se

desprendiera de la pared. Con su triple flexión, con el juego de las

columnas y el vaciado de los nichos, la densa ornamentación y el

fraccionamiento continuo del plano, parece no tener otra finalidad que la

de impulsar hacia arriba el óvalo con la imagen o reliquia que rompe la

coronación del edificio y lo remata. Está compuesta por dos pisos de tres

calles cada uno. El central del primer piso, con la puerta de acceso al

templo, es convexo, y los dos laterales cóncavos. En cambio, en el

segundo piso, las tres calles son cóncavas. La cornisa marca el

movimiento principal del conjunto cóncavo-convexo-cóncavo en la

planta baja, y en el nivel superior se dibuja un movimiento cóncavo-

cóncavo-cóncavo sólo roto por el gran medallón que preside toda la

composición y un pequeño templete elíptico con balconaje. En el

extremo izquierdo, en la “ochava”, una de las cuatro fuentes que originan

su nombre aparece incluida en el frente pero exenta de la fachada

principal, configurando un elemento autónomo. San Carlo está concebido

como si fuese un objeto delicado, un puro capricho de orfebrería. Por

ello muchos analistas le otorgan el papel de monumento en el sentido

más anteclásico y lo interpretan como el último gesto de Borromini en su

polémica antiberniniana.

Planta: La planta de la iglesia responde a una configuración que tiende a

la elipse pero el complejo juego de cóncavos y convexos del muro no

permite reconocer una envolvente geométrica con claridad. La generación

parece basarse en dos triángulos equiláteros unidos por su base (Fig.7.b y

c), las medianas de los triángulos definen los nichos diagonales y los

centros de los círculos que operan como focos de las cabeceras y definen

la elipse. Esa geometría compleja y, a la vez, clara define los limites del

espacio interior pero Borromini va un paso más allá independizando el

limite interior de la envolvente exterior. Este recurso conocida como de

“doble cáscara” no es nuevo, se había utilizado habitualmente en los

edificios religiosos bizantinos pero, a diferencia del antecedente señalado,

en el caso de San Carlino la independencia entre cerramiento exterior y

envolvente del espacio interior es tal que resulta imposible, viendo el

edificio desde el exterior conjeturar como se desarrolla el espacio interior.

Tratamiento interior y cubierta: En su interior presenta un orden

único de grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro con nichos y

molduras continuas en los muros, que parecen reducir más el espacio y

obligar al muro a flexionarse, y a parecer deformada la cúpula oval que

corona este espacio interno. Esta cúpula (Fig.7.d) muestra una gran

decoración que quiere simular un artesonado clásico con motivos

octogonales, hexagonales y en forma de cruz, que van disminuyendo a

medida que confluyen en la linterna. Introduce, pues, la planta flexible y

utiliza formas cóncavas y convexas que se articulan en un muro

ondulante, lo que da como resultado un espacio interior dinámico. De

esta manera, este conjunto de pequeñas dimensiones, al no poder ser

medido ni acotado, crea una espacialidad que la hace mayor a los ojos del

espectador.

Gian Lorenzo Bernini

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) nació en Nápoles, ciudad en la que su padre,

Pietro, era un escultor manierista de cierto relieve, de él aprendió los rudimentos

de la escultura. A su lado el joven Bernini también aprendería la organización de

un taller colectivo (en el futuro dirigirá muchos) y la fusión interna de un

proyecto arquitectónico con la iconografía, la escultura y la pintura.

Fue también su padre quien lo puso en contacto con algunos de los mecenas

más importantes de su tiempo, lo que le permitió manifestar su talento de una

forma bastante precoz. En sus obras más tempranas (Eneas, Anquises y Ascanio, El

rapto de Proserpina) resultan ya evidentes la ruptura con el manierismo tardío y una

concepción radicalmente distinta de la escultura; el intenso dramatismo, la

grandiosidad y la búsqueda de efectos escenográficos están ya presentes en estas

primeras creaciones.

En 1605 se instalan en Roma y Pietro obtiene la protección del cardenal Scipione

Caffarelli-Borghese y la ocasión de mostrar el precoz talento de su hijo.

Bernini fue nombrado arquitecto de la basílica de San Pedro por el Papa Urbano

VIII. Desde entonces hasta su muerte gozó del favor y la protección de siete

papas, trabajó ininterrumpidamente para los sumos pontífices, Sin embargo

fueron tres los que mayores obras le encargaron.

En 1623 Maffeo Barberini fue elegido Papa con el nombre de Urbano VIII, un

pontífice ambicioso, amante de las artes y gran admirador de Bernini, Le

consideraba el artista ideal para realizar sus proyectos urbanísticos y

arquitectónicos, para dar forma y expresión a la voluntad de la Iglesia de

representarse a sí misma con fuerza triunfante, a través de obras espectaculares,

con un marcado carácter comunicativo, persuasivo y de celebración no exenta de

solemnidad.

En 1644 comienza el papado de Inocencio X, mucho más austero por la crisis

económica de los Estados Pontificios tras el tratado de Westfalia. Ese mismo año

sufriría la demolición del campanario de la fachada de la basílica de San Pedro,

por problemas de estabilidad. Sus detractores le acusaron de incompetencia

técnica, mientras el Papa le daba su apoyo. Coincidiría también con el ascenso de

artistas rivales como Francesco Borromini o Carlo Rainaldi

Con la elección de Fabio Chigi como Alejandro VII en 1655, vuelve a haber un

papa humanista, que como Maffeo Barberini 30 años antes se rodea de

arquitectos para la ejecución de ambiciosos proyectos urbanísticos.

En San Pedro termina la decoración interior con la espectacular Cátedra de San

Pedro, situada en el fondo del ábside, un relicario que contiene la cátedra

paleocristiana. Sostenida por estatuas de los Padres de la Iglesia Católica, como

símbolo de la sabiduría y de la autoridad papal. La paloma de la paz simboliza la

iluminación divina.

Al exterior construye una columnata elíptica, espacio dedicado a ceremonias

religiosas públicas, que representa el abrazo de la iglesia a todo el pueblo. Las

obras de San Pedro culminaron con la Scala Regia, la entrada oficial al palacio

apostólico.

Bernini era ya un artista de fama internacional, y en 1664 el ministro Colbert

durante el reinado de Luis XIV, convence al Papa para que le ceda a su artista

predilecto. Así, en 1665 Bernini parte para Francia, con el encargo de

reestructurar el palacio del Louvre. Fue recibido como un príncipe, sin embargo

la experiencia francesa duró tan solo seis meses. Su estilo no gustaba a los

comisionados franceses, que prefirieron encargar el trabajo a Claude Perrault. Sí

que realizó, a pesar de todo, un Retrato ecuestre de Luis XIV.

Trabajos para el Vaticano.

De la década de 1620 son sus primeros proyectos arquitectónicos, como la

fachada de la iglesia de Santa Bibiana de Roma (1624-1626) y la creación del

magnífico baldaquino (1624-1633), dosel sobre el altar mayor de la basílica de San

Pedro (Fig.8.a), que fue un encargo del Papa Urbano VIII. Con este proyecto,

obra maestra de ingeniería, arquitectura y escultura, Bernini consiguió concentrar

sobre la tumba de san Pedro la perspectiva de la enorme nave central de la

basílica, gracias al efecto focalizador de las gigantescas columnas salomónicas,

fabricadas en bronce oscuro. La ubicación del baldaquino permite además que

detrás y enmarcado por la monumental obra se perciba la cátedra de San Pedro

(Fig.8.b) dando muestras de un notable dominio “escenográfico”. El baldaquino

fue la primera de una serie de obras monumentales para el Vaticano, seguido de

las tumbas de Urbano VIII (1628-1647) y Alejandro VII (1671-1678), ambas en la

basílica de San Pedro, que, al incorporar figuras tridimensionales en actitud

dinámica, difieren notablemente del enfoque puramente arquitectónico de los

sepulcros realizados por artistas anteriores.

En la colosal cátedra de San Pedro (Fig. 8.c) (la silla gestatoria, 1657-1666), en el

ábside de la basílica, utilizó el mármol, el bronce dorado y el estuco en una

espléndida composición en movimiento ascendente, que adquiere un mayor

dramatismo con la ventana oval de oro que tiene en el centro y que se convierte

en el punto focal de toda la basílica esta es una autentica cima de la decoración

escenográfica (donde se finge en escultura –artificio en el artificio- las mismas glorias de ángeles

que Corregio pintara al fresco en la cúpula de la catedral de Parma), pero cima también de un

arte ilusorio, y diríamos tan surrealista, que se despliega con asombrosa riqueza en torno a

una...silla, aunque sea la más venerable de la cristiandad.7 También es de la década de

1660 la Scala Regia (Escalera Real, 1663-1666), un auténtico juego de ilusiones

ópticas, cuyos muros convergentes consiguen magnificar las exiguas dimensiones

de esta escalinata, que conecta las habitaciones papales con la basílica de San

Pedro. Sus obras vaticanas se completan con la magnífica plaza de San Pedro

7Mas Santacreu, Manuel y otros, “Historia Universal del Arte”, V. IX, p.8.

(Fig.8.a) Vista escorza del (Fig.8.b) Frontal del baldaquino, (Fig.8.c) Cátedra de San Pedro baldaquino al fondo Cátedra de San Pedro

Gian Lorenzo Bernini – Catedral de San Pedro (Roma) – Baldaquino y Cátedra de San Pedro

(diseñada en 1667), que enmarca la entrada a la basílica dentro de un espacio oval

dinámico formado por dos galerías de columnatas semicirculares. En efecto, la

problemática fachada de Carlo Maderno, aunque de enormes dimensiones, no

conseguía la monumentalidad que requería la entrada al templo más importante

de la cristiandad. El espectacular atrio que forma la columnata no sólo establece

una transición reverente, sino que además, gracias a sus juegos perspectivos,

estiliza la fachada y consigue un efecto grandioso con la cúpula de Miguel Ángel.

Nunca se concluyó el proyecto original, que incluía un tercer brazo que cerraba la

plaza, para intensificar el efecto de sorpresa al atravesar la cortina de columnas

dóricas.

Monumentos religiosos y retratos

Bernini fue el primer escultor que tuvo en cuenta el dramatismo potencial de la

luz en los grupos escultóricos. Esto se evidencia aún más en su famoso éxtasis de

santa teresa (1645-1652, Santa María della vittoria, roma) (Fig. 9.a), donde los

rayos del sol, surgidos de una fuente invisible, iluminan a la santa en trance, trance

que se expresa tanto en el rostro que manifiesta una actitud de entrega y desmayo

como en las ropas que parecen plegarse “nerviosamente” (Fig.9.d) y al ángel

sonriente que está a punto de traspasarle el corazón con una flecha de oro.

Los numerosos bustos que realizó expresan un sentimiento análogo de

convincente realismo dramático, tanto los de carácter alegórico como el alma

condenada (Fig.9.e) y el alma salvada (ambas de aproximadamente 1619, casa de

España, Roma), como los que eran retratos, por ejemplo el del cardenal

Scipione Borghese (1632, galería Borghese) o el de Luis xiv de Francia ( Fig.9.f),

(1665, palacio de Versalles).

Un párrafo aparte merece sus esculturas de cuerpo entero o conjuntos como el

rapto de Perséfone (Fig.9.c) realizada para el cardenal Ludovico Ludovisi por

encargo del cardenal Borghese, (1621, galería Borghese) o el David (Fig.9.b),

también encargo del cardenal Scipione Borghese, (1623, galería Borghese). En la

primera podemos apreciar aún rasgos manierista en la composición espiral sin

embargo el manejo de la técnica que posibilita la expresión de la textura y dureza

de la materia llega en esta obra temprana (Bernini tenía entonces 23 años) a

niveles nunca antes alcanzados. El David, realizado 2 años después, muestra la

herencia clásica presente en Bernini. A diferencia del antecedente inmediato; el

David de miguel ángel (1504) que se presenta en una posición relativamente

estática y en la que toda la potencia dramática pasa por la expresión del rostro,

aquí la figura se presenta en un especial momento de tensión estática, esto es en el

exacto momento en que David, con el rostro tenso y concentrado, está a punto

de disparar la piedra contra Goliat. Este particular momento, que capta la

Gian Lorenzo Bernini – Escultura

(Fig.9.a) Éxtasis de (Fig.9.b) David (Fig.9.c) el rapto de Santa Teresa pieza central Perséfone - detalle

(Fig.9.d) Éxtasis de (Fig.9.e) (Fig.9.f) busto de Luis XIV Santa Teresa - detalle Anima dannata

(alma condenada)

naturaleza del movimiento, vincula claramente esta obra con el discóbolo de

mirón, producto de la Grecia clásica (alrededor del 450 antes de cristo).

Su última obra, El busto del Salvador

(Fig.10) “Salvator Mudi” presenta una

imagen de Cristo sobria y contenida que

hoy día ha sido interpretada como la

actitud de calma y resignación de Bernini

ante la muerte 8 . Sobre esta última obra

existe una polémica aún no resuelta sobre

cual es la autentica pieza ejecutada por

Bernini y cuales son copias porque, a la

fecha, se conocen tres copias a las que

sucesivamente se atribuyó originalidad,

una en el Museo Chrysler, Norfolk,

Virginia, la segunda en la catedral de Sées,

en Orne, Normandía y la ultima en

Roma. Sobre esta Pina Baglioni9 señala: El pasado febrero (de 2004) el Salvator mundi

fue expuesto por primera vez como obra auténtica de Bernini en la exposición “Velázquez,

Bernini, Luca Giordano. Las cortes del Barroco”, en las Caballerizas del Quirinal de Roma.

Terminada la exposición, el busto que representa a Cristo volvió a su oscura y solitaria morada

del Appia Antigua (convento de San Sebastián Extramuros, Roma), lejos de nuevo de

la mirada de la gente.

Las intervenciones escultóricas de Bernini también destacan en sus obras urbanas,

diseminadas por toda la ciudad de Roma: la decoración de la Puerta del Popolo

(1655), con motivo de la llegada de la reina Cristina de Suecia, y las fuentes de

carácter escultórico, adoptadas de la tradición florentina, entre las que destacan la

8 http://www.epdlp.com/arquitecto.php?id=16

9 http://www.30giorni.it/sp/articolo.asp?id=4424

(Fig. 10) Salvator Mundi convento de San Sebastián Extramuros, Roma

fuente del Tritón en la plaza Barberini (1642-1643) y la espectacular fuente de los

Cuatro ríos (Fig. 11.b) (1648-1651), en la piazza Navona (Fig. 11.a) . Con estas

obras se establece el modelo de fuente barroca, que desarrolla su programa

iconográfico ligado a una imagen escultórica completa y realista del manantial.

La arquitectura de Bernini.

Bernini también es uno de los principales arquitectos del barroco, en abierta

rivalidad con Francesco Borromini, que trabajó a sus órdenes en el baldaquino de

la basílica de San Pedro. Aunque sus primeros proyectos como arquitecto fueron

religiosos, la misma aristocracia romana también le encargó obras civiles, entre las

que destacan el palacio Ludovisi (actualmente palacio Montecitorio, 1650 en

adelante) y el palacio Chigi-Odesclachi de Roma (comenzado en 1664), con su

fachada tripartita dominada por un cuerpo central de siete vanos entre pilastras

(modificada en 1745 por Nicola Salvi) y alas laterales retranqueadas. Esta

composición, insinuada ya en el palacio Ludovisi, se convirtió en modelo para los

Gian Lorenzo Bernini – Plaza Navona – Fuente de los 4 ríos

(Fig.10.a) Vista de la plaza, al centro

la Fuente de los 4 ríos

(Fig.10.b) Vista general de la fuente y detalle

palacios barrocos europeos. La fama como arquitecto de Bernini se extendió

hasta tal punto que el rey Luis XIV le llamó a París en 1665, donde pasó cinco

meses proyectando el nuevo palacio del Louvre. Aunque sus ideas no llegaron a

ejecutarse su influencia es notoria en la fachada construida por Claude Perrault.

Bernini proyectó también tres iglesias: Santo Tomás en Castelgandolfo (1658-

1661), construida sobre planta de cruz griega, y Santa María de la Asunción en

Ariccia (1662-1664), con una planta circular inspirada por el Panteón de Agripa.

La tercera es su mayor logro dentro de la arquitectura religiosa: el templo de San

Andrés del Quirinal (Fig. 11a, 11.b y 11.c) de Roma se construyó sobre planta

Gian Lorenzo Bernini – San Andrés del Quirinal

(Fig. 11.a)San Andrés del Quirinal

Proyecto de vista, planta y corte (Wittkower)

(Fig.11.b) Fachada

(Fig.11.c) Portales

oval, para conseguir un dramatismo escénico singular, con un porche cóncavo

que se extiende por delante de la fachada, reproduciendo los ritmos interiores del

edificio. El interior, decorado con mármol oscuro de diferentes colores, tiene una

bóveda oval decorada en blanco y oro.

La influencia arquitectónica de Bernini se extiende durante más de dos siglos y

medio, a lo largo de todo el barroco y parte del clasicismo. Es evidente en su

discípulo Carlo Fontana, pero también en otros maestros europeos como

Christopher Wren, Filippo Juvarra, Johann Bernhard Fischer von Erlach o el

español Ventura Rodríguez

Bernini se mantuvo activo prácticamente hasta su muerte, acaecida el 28 de

noviembre de 1680.

Capítulo 4

CLASICISMO FRANCÉS

Dos factores parecen destacarse como determinantes entre las causas que

condujeron al notable desarrollo de las artes en la Francia del siglo XVII;

El primer factor es la naturaleza de la autocracia centralizada de Luis XIV.

Enrique IV, abuelo de éste, emprendió una tarea de reconsolidación y

enaltecimiento de la realeza en Francia que tuvo por eficaces continuadores en los

grandes ministros de su hijo y su nieto, Luis XIII y Luis XIV. Richelieu y

Mazarino, Colbert y Sully. A Colbert, sobre todo, puede considerársele como el

promotor de lo que los franceses han llamado el Grand Siecle, el "gran siglo".

Después de 1661, cuando Luis XIV comenzó a gobernar como monarca

absoluto, Francia entró en un período espectacularmente pleno de éxitos. El

estado controlaba entonces todos los aspectos de la vida, incluidas las artes. Éstas

fueron eficazmente dirigidas, merced al establecimiento o reorganización de las

academias, hacia un solo propósito: glorificar al rey, símbolo visible del poder del

estado. Este dominio del estado, naturalmente, no estimuló la individualidad y

generó un rechazo a la entrada del Barroco romano, los logros de este período

radican más bien en la creación, por un extenso equipo de artistas y artesanos, del

espectacular estilo decorativo de Versalles, cuya influencia habría de propagarse

por toda Europa.

El segundo factor consiste en una fuerte impronta de pensamiento racionalista

que influye especialmente en la concepción arquitectónica. Pero veamos

brevemente a que nos referimos con “racionalismos”.

Generalmente entendemos como racionalismo a aquella línea de pensamiento

que concibe la posibilidad de entender a la naturaleza a partir de razón (cualidad

eminentemente humana) y desconfía de la percepción sensitiva. Concepciones de

este tipo han aparecido de distintas formas desde las primeras etapas de la

filosofía, parece ser un atributo propio del pensamiento occidental desde Grecia

con los filósofos presocráticos y los posteriores encabezados por Platón y

Aristóteles. Pero la sistematización de este sistema de pensamiento se identifica

ante todo con el filósofo francés del siglo XVII René Descartes (1596-1650),

quien creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también

de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir

ciertas verdades universales, evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto

de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Al respecto señala García

Morente10; Descartes elabora un “Método” para entender el mundo pero “...es un

mundo de ideas claras y distintas es un mundo elaborado quitándole todo lo que nosotros

generalmente llamamos mundo; quitándole las irregularidades, los colores, las complicaciones. Es

un mundo de líneas, de ángulos, de triángulos, de octaedros, de esferas que están en movimiento.

Es un mundo de puras realidades geométricas; es “l´extension”, “l´étendue”; es la extensión de

distancias. Por eso el sistema de Descartes está montado sobre estas tres sustancias: el yo

pensante o pensamiento, la extensión y Dios. Dios substancia creadora y las otras dos

substancias creadas. De modo que ese mundo que ha sacado del yo es un mundo de pura

substancialidad geométrica.”

ARQUITECTURA

En este contexto de una nobleza sumamente poderosa y una monarquía absoluta

y omnipresente es lógico esperar que en el repertorio de las grandes obras

encontremos arquitecturas oficiales o cuasi-oficiales. Así palacios monumentales,

entre los que claramente destaca el del propio Rey Sol: Versalles, templos y plazas 10 Garcia Morente, Manuel. “Lecciones preliminares de filosofía”. (p.156)

son los elementos que resaltan y sobre los que volveremos nuestra atención. Una

de las actuaciones arquitectónicas más importantes del clasicismo francés estuvo

en la construcción del monasterio del Val-de-Grâce, erigido por la reina Ana de

Austria en acción de gracias porque, tras veintitrés años de matrimonio con Luis

XIII sin haber tenido descendencia, finalmente en 1638 nació un heredero, el

futuro Luis XIV.

El primer día del mes de abril de 1645 el propio Luis XIV colocaba la primera

piedra del edificio que había sido proyectado por François Mansart. Este lo

planeó según un esquema que puede remontarse hasta el monasterio de San

Lorenzo de El Escorial, con un eje dominante marcado por la iglesia que dejaba a

un lado un convento y al otro un palacio. (Fig. 12)

Pero el carácter desagradable de Mansart, sus pocos cuidados con los gastos y la

tendencia a ir variando los planos hacían de él un arquitecto problemático, lo que

motivó que, al año siguiente, fuese sustituido por Jacques Lemercier, que ya

estaba en el final de su carrera. De todas formas, y a tenor de lo construido,

Anthony Blunt11 considera que la planta de la iglesia, así como los muros hasta la

altura del entablamento y la parte inferior de la fachada, se deben a François

Mansart, correspondiendo el resto a Lemercier. (Fig.13)

11 Blunt, Anthony-“Arte y Arquitectura en Francia, 1500-1700”.

(Fig.12) Monasterio del Val-de-Grâce: Planta y

vista satelital

En el exterior, la fachada responde a un modelo italianizante. Elevada sobre una

alta escalinata tiene, sin embargo, en la parte central del cuerpo inferior un pórtico

sobre columnas rematadas por un frontón triangular que da una nota de

clasicismo al conjunto, y que bien

pudiera ser una adaptación del

que aparecía en la fachada del

patio del Colegio de la Sorbona.

Y es este elemento el que en este

caso sirve a Anthony Blunt para

considerar que la parte inferior de

la fachada pudo haber sido hecha

por François Mansart, a pesar de

que en el fondo sea algo original

en su obra. Por contra, el piso

superior resulta mucho más

ligero y delicado.

La iglesia, con un esquema

general muy italianizante

semejante al de los templos

romanos de la Madonna dei

Monti y Sant'Andrea della Valle,

tiene una planta de cruz latina, en

la que ante todo domina el gran

espacio del crucero cubierto con

una cúpula. A este espacio central

se abren las cuatro grandes

aberturas de los brazos de la cruz

y otras cuatro capillas secundarias

situadas en los ejes diagonales. El

(Fig.13) Monasterio del Val-de-Grâce – Mansart/ Lemercier

(Fig.14) Interior de Val-de-Grâce: al centro el baldaquino, por detrás y a ambos lados accesos en diagonal a las

capillas a través de los pilares.

acceso a estas capillas diagonales también resulta interesante, por cuanto se hace a

través de unos pequeños arcos de medio punto situados en la parte inferior de los

grandes pilares que soportan el peso de la cúpula, disponiéndose por encima de

ellos unos pequeños balcones. (Fig. 14) Y esta es, más o menos, la articulación

empleada para el mismo lugar en la basílica de San Pedro del Vaticano, donde

únicamente cambia el que en lugar de arcos de comunicación hay nichos con

estatuas.

Por otra parte, la composición del cuerpo de la iglesia con un orden principal de

pilastras corintias que soportan un entablamento muy sobrio, sirve de base a la

hipótesis de Blunt de que esta zona de la iglesia haya sido construida por Mansart,

o de que, al menos, no se alterara su proyecto.

Bajo la cúpula, obra de Lemercier, se situó el altar mayor, que se cobijó con un

baldaquino al estilo del que hizo Bernini para San Pedro del Vaticano, pero del

que, sin embargo, hay la constancia de que no era del agrado del artista italiano.

En ella Lemercier dio muestras de una marcada evolución desde la Sorbona,

aunque ésta sólo sea anterior en unos pocos años. Destaca, sobre todo, la nueva

sensación ascendente que viene determinada por la duplicación del número de

contrafuertes del tambor, remarcados además por medio de una pilastra en

resalte. Pero, además, reforzó la verticalidad al rematar estos contrafuertes, ya en

la base de la media naranja, con estatuas y pináculos.

VERSALLES

Versalles, en sus orígenes fue poco más que un pabellón de caza transformado en

castillo por Luis XIII, alcanzó su magnificencia con el Rey sol. Fue éste quien en

1661 decidió modernizar la construcción paterna (que tenía una planta en U),

confiando la tarea a Le Vau. El arquitecto, a decir verdad, se limito a hacer

modestos retoques, como, por ejemplo, la decoración de la fachada del cuerpo

central y de las alas que delimitan el llamado patio de Mármol, la parte del edificio

que da a la población. Tras la paz de Aquisgran (1668), las ideas del soberano

cobraron más altos vuelos y, aunque el Estado estaba empeñado en las obras de

renovación del Louvre, se encargo a Le Vau que engrandeciera a fondo el palacio

de Versalles. Decidió ampliarlo respetando la planta en U y centró su atención

sobre todo en la fachada que da a los jardines, que Le Nôtre intentaba entretanto

resolver. El diseño de Le Vau fue, una vez más, el de un edificio clásico, que

dependía, para todos sus efectos, de la grandeza de amplios volúmenes bien

definidos. Sin embargo, el puro tamaño de las posteriores construcciones de

Versalles muestra una tendencia hacia la cualidad de despliegue espectacular que

relacionamos con el barroco. Volviendo a la ampliación de Le Vau; sobre un

basamento a partir de arcos con almohadillado liso, alzó dos pabellones

terminales con siete ventanas cada uno, enlazándolos con un cuerpo central con

once ventanas, delante del cual el basamento formaba una terraza. Se trata de una

solución muy articulada, en la que el arquitecto volvía a emplear, en una versión

nueva, un medio ya adoptado en el castillo de Vaux. Mientras tanto, el poderío

Francés alcanzaba su punto más alto con la paz de Nimega (1678) y el monarca

decidió trasladar el gobierno y la corte a Versalles, con lo que las obras de

renovación del Louvre quedaron definitivamente abandonadas. Como es natural,

esto suponía nuevas ampliaciones. Una vez retirado Le Vau, que moriría poco

después, se confiaron a Jules Hardouin, quien más tarde añadiría a su propio

apellido el de Mansart, del cual era sobrino segundo. El nuevo arquitecto, que

tenía poco más de treinta años, se puso a trabajar con energía y elaboró un

proyecto en el que exaltó no sólo las ambiciones, sino incluso la filosofía política

de Luis XIV. Hardouin convirtió todo lo anterior en cuerpo central del nuevo

palacio, cuya ampliación se concreta en la construcción de dos enormes alas

rectilíneas que surgen de las extremidades de la U preexistente, hasta alcanzar el

palacio un frente de nada menos que 580 metros. De este modo, la fachada a los

jardines de Le Vau sobresale de las alas, pero como su articulación resultaba

insuficiente para las proporciones del conjunto, Hardouin la suprimió cerrando la

terraza con una nueva fachada, como es obvio, de once ventanas, alineada con la

de los pabellones terminales (Fig.15.a). De esta manera obtuvo un cuerpo central

rectilíneo con veinticinco ventanas, adecuado a la grandiosidad de las alas, cuyo

frente plano se ve interrumpido solamente por el saliente de tres columnatas (en

la central dos nichos sustituyen a otras tanta ventanas) y por el leve ritmo de las

pilastras. A esta decoración deliberadamente discreta se añaden las urnas, las

estatuas y los trofeos del coronamiento, es decir todo cuanto basta para hacer

vibrar la estructura sin menoscabo de la majestuosidad, en una concepción

estilística en la que se define el clasicismo francés. El análisis geométrico

(Fig.15.b) revela, por detrás de una composición aparentemente simple

constituida por tres niveles horizontales (que recuerda la composición canónica

de los palacios renacentistas) y un ritmo vertical determinado por las columnas,

una trama mucho más compleja donde la secuencia vertical se altera a intervalos

regulares haciendo que, a la distancia, el conjunto se “lea” como una unidad pero

(Fig.15.a) Arriba: Fachada del palacio hacia los jardines, comenzado por Le Vau y terminado por Hardouin Mansart. A la derecha (Fig.15.b) análisis geométrico de la fachada.

en una vista cercana cada sector adquiera identidad. Pasando a la resolución

interior el vació resultante de la supresión de la terraza, se destinó a galería, según

una solución ya prevista por Bernini pare el Louvre: es una galería delimitada por

las nuevas ventanas de Hardouin y por las preexistentes de Le Vau, que

intencionadamente se conservaron (y prolongaron) para luego cubrirlas de

espejos; la luz que en ellos se refleja crea, en medio de tanta severidad clásica, una

dilatación ilusoria y barroca del espacio. La riqueza y la profusión son barrocos,

pero, comparados con la decoración italiana, el ilusionismo es moderado y los

espacios de paredes y techo permanecen netamente separados los unos de los

otros.

Sin embargo

y pese a su

majestuosida

d el palacio

de Versalles

perdería gran

parte de su

imponente

presencia sin

sus patios y,

principalmen

te, sin sus

jardines. Si

bien señalábamos al principio que el origen del palacio fue un “modesto”

pabellón de caza se hace evidente ya en las primeras intervenciones de Le Vau la

intención de estructurar la composición en base a un gran eje. Este concepto fue

retomado y desarrollado en una escala que podríamos definir como regional por

Hardouin Mansart y materializado en los jardines por Le Nótre.(Fig.16) Al

Fig.16 – arriba vista satelital de los Jardines de Versalles. A la derecha

plano de 1746

respecto señala Triadó12: Le Notre rompe con el jardín renacentista, de clara organización

estática, e introduce un sistema de ejes y diversidad de espacios. Sin embargo, la ordenación es

simple. Parte de un eje longitudinal que tiene como final del recorrido la percepción de un espacio

infinito. A este eje se subordinó el palacio, en el caso de Versalles, que divide el recorrido

separando el mundo urbano del paisaje infinito antes aludido, compuesto de parterres,

bosquecillos y naturaleza libre y desordenada. Se introducen ejes transversales y esquemas

radiales, con lo que la idea antes aludida de integración y dispersión está presente. Las fuentes,

estanques y canales dan variedad al espacio.

Los jardines tienen una sutil gradación que transcurre desde los parterres

cercanos a la fachada posterior del palacio en los que la misma naturaleza,

controlada y ordenada, se ve obligada a ponerse al servicio del rey para ir, a

medida que se alejan del cuerpo principal del edificio, adquiriendo características

más agrestes y, en cierto modo, bucólicas (Fig.17).

LA MANUFACTURA REAL

Tal vez uno de los “subproductos” más interesantes del absolutismo de Luis XIV

haya sido el desarrollo de una línea de objetos de uso, con un fuerte carácter

12Triadó, Juan Ramón.- “Las claves del arte Barroco”- Pág. 25

(Fig.17) Izquierda: vista del gran eje longitudinal. Derecha: vista del primer eje transversal

suntuario, inicialmente desarrollados para equipar Versalles pero que

prontamente derramaron su influencia estilística entre las clases más pudientes no

cortesanas y cuyos ecos llegan hasta nuestros días. Se trata de equipamiento que

incluye mobiliario, vajillas, alfombras, tapices y todo tipo de telas para uso

decorativo, todo ello dirigido a exaltar, como ya se ha dicho pero vale la pena

recordar, la imagen del rey y del estado que él encarna. En efecto es la primera

vez que un monarca toma tan decidida influencia en el diseño de los objetos y

entre ellos especialmente de los muebles que darán marco al ritual cortesano. Para

que este concepto se materializara fue fundamental la fundación por Colbert, en

1667, de la Manufacture Royale, des Meubles de la Couronne en el conjunto de los

Gobelinos, ya que unificó los criterios y determinó el tipo de mobiliario,

contribuyendo decididamente a afianzar otro de los rasgos propios de la

decoración de la época, como es el de la unidad estilística entre los distintos

elementos que componen el ambiente de cada habitación. La manufactura de los

Gobelinos jugó durante tres siglos un papel primordial en la historia del arte y la

decoración de los palacios reales. Tomó su nombre de una familia de tintoreros

del siglo XV que, en realidad, no se dedicaban al tejido de pieza de tapicería.

En 1662, según los planes de Colbert, éste compró los Gobelinos y reunió bajo

un mismo techo las diferentes tapicerías y tejedores de diferentes barrios de París.

El trabajo de las Manufacturas se limitó entonces a los pedidos reales.

El complejo de Gobelinos alberga, además de la mencionada Manufacture Royale,

des Meubles de la Couronne, los talleres de alto lizo 13 de los Gobelines, las

manufacturas de bajo lizo14 de Beauvais y las manufacturas de alfombras llamado

de “ la Savonnerie“.

13Los tapices de alto lizo se tejen en telares especiales capaces de aguantar una tensión muy fuerte. Las "tramas" de los tapices logran conseguir de mano de los artistas resultados cargados de imaginación y creatividad. El resultado es espectacular consiguiendo efectos de luz, color y movimiento sorprendentes. (http://www.artedehoy.com/html/revista/tapices.html)

14 El telar de bajo lizo es el que dispone la urdimbre de forma horizontal y sus hilos se separan en dos lizos que se manejan por medio de pedales que los levantan y los bajan alternativamente, de

ALGUNOS EJEMPLOS

Este nuevo concepto en la producción de bienes suntuarios iniciada por Colbert

se caracteriza por proveer una importante cantidad de bienes garantizando una

elevada calidad de manufactura y manteniendo una notable coherencia estilística

en los diferentes productos. A la vez de garantizar ( y esta sería una de las

preocupaciones centrales de Colbert) competitividad respecto a la producción

extranjera, fundamentalmente por esta época con los Países Bajos y, si fuera

necesario, niveles de proteccionismo para aseguraran que no se produjeran salidas

de metálico al exterior para la adquisición de estos bienes. Esta filosofía

económica y de producción de Gobelinos se mantuvo con pocas modificaciones

coyunturales durante los sucesivos gobiernos de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI

pero, en lo estilístico, cada uno de estos monarcas y algunos pocos e influyentes

personajes de sus cortes, empezando por la reina, aportaron sus propias

concepciones y gustos introduciendo variantes estilísticas e incluso generando

objetos antes inexistentes que, a la postre, fueron identificados con el nombre de

los propios monarcas, así hoy hablamos de muebles estilo “Luis XV” o sillas

estilo Luis XVI”.

El mobiliario, que algunos autores consideran el más elegante y elaborado del

barroco, se realizó para la corte de Luis XIV. El excelente artesano André Charles

Boulle creó formas y detalles inusuales con taraceas que combinaban metal,

maderas nobles y otros materiales semi-preciosos en diseños que formaban

yuxtaposiciones imaginativas de motivos clásicos.

El fundador de la dinastía fue Pierre Boulle (1580-1635), aunque su más

destacado representante fue el hijo de éste, André-Charles Boulle (1642-1732),

manera que el tejedor tiene ambas manos libres para trabajar con la trama. Esta técnica resulta más rápida por lo que se aumenta el rendimiento y se abarata el trabajo pero los resultados no igualan las labores del telar de alto lizo. (http://goya.unizar.es/InfoGoya/Obra/TecnicaTapiz.html)

que, a su vez, vio continuada su labor a través de sus hijos. Fabricaron muebles

de gran fortaleza constructiva y rica decoración de taracea en la que emplearon

maderas de distintos tonos, concha de carey o nácar, así como aplicaciones de

placas de metales (peltre, oro, bronce o plata), que dieron al mobiliario por ellos

realizado una elegancia y riqueza totalmente dignas de la Corte del Rey Sol. La

(Fig.18.a) Reloj de pie-Versalles (Fig.18.b) Habitación de niños- Versalles

(Fig.18.c) Cómoda de habitación de Luis XIV (Fig.18.d) Cabinet de Luis XIV - Versalles

obra maestra de André Charles fue el mobiliario de las habitaciones del Gran

Delfín en Versalles (Fig. 18b), de las que Luis XIV se mostró siempre tan

encantado que lo mostraba a príncipes y embajadores extranjeros, con lo que

contribuyó a la difusión de este tipo de mobiliario por el resto de Europa.

Entre los muebles del siglo XVII ocupa un lugar singular el cabinet (Fig.18.d),

este en particular es atribuido a Domenico Cucci (1635-1704) y al taller de los

Gobelinos, y datado entre 1665 y 1675. La tipología se había desarrollado

ampliamente durante el Renacimiento y adquiría ahora un nuevo auge.

Fundamentalmente, su estructura consiste en un pequeño armario con

numerosos compartimentos o cajones que se cierra con dos puertas, reposando

este cuerpo sobre una mesa con columnas o pilastras, coronada por una amplia

faja. Importante en ellos fue la decoración, consistente por lo general en la talla

grabada en cada una de las portezuelas de un motivo figurativo de tipo religioso o

mitológico, así como formas geométricas o vegetales por el resto del conjunto,

siendo raros los casos en los que se añadieron figurillas.

El cabinet15 de Versalles, aquí presentado, es uno de los únicos tres muebles de

este tipo elaborados por Cucci de los que se tiene constancia, siendo los otros dos

propiedad de la colección del Duque de Northumberland en el castillo de

Alnwick (norte de Inglaterra).

Elaborado con placas trabajadas con la técnica florentina de la "pietra dura" -el

empleo de piedras de colores muy pulidas y exquisitamente esculpidas para

asemejar el efecto de una pintura-, el cabinet se sostiene en este caso sobre figuras

femeninas de piedra y bronce dorado, que a su vez reposan sobre un suelo de

carey.

15 El texto, con algunas modificaciones sintácticas consecuencia de la traducción, pertenece al

catalogo de venta de la casa de subastas Christie´s de Londres. El cabinet Luis XIV propiedad de la familia March valorado en más de 4 millones de euros es una de las piezas principales de la subasta que Christie`s celebrará el 10 de diciembre (de 2009) con el título "500 años: Artes Decorativas de Europa".

Pero este mueble, cuyo destino era el de guardar papeles, joyas u otros objetos

valiosos, tuvo su momento más destacado durante la época de la Regencia de

Ana de Austria, cayendo en decadencia en la época de Luis XIV, en la que sus

funciones fueron realizadas por otros tipos de muebles más especializados.

También en el reinado de Luis XIV comienza a desarrollarse la cómoda (Fig.

18.c.), que ocupará el papel del cabinet, aunque con un sentido más funcional. Sin

embargo, su momento de máximo florecimiento será después, durante el siglo

XVIII, cuando se convierta en uno de los muebles más característicos de la

época.

El armario (Fig. 19) se convierte en un mueble de gran desarrollo que sustituye al

tradicional arcón renacentista y

que pronto se hace un mueble

esencial en todas las viviendas

de la nobleza y de la burguesía.

En los comienzos del siglo

XVII se estructuraba mediante

dos cuerpos, de los que el

superior era prácticamente un

cabinet y el inferior, el cierre de

la parte baja de éste mediante

dos portezuelas. Durante el

reinado de Luis XIII, el armario

tendió a abandonar el doble

cuerpo formándose uno solo

con dos puertas rectangulares.

Y ésta será también la tipología

que tendrá durante el reinado de Luis XIV, aunque variará la decoración que

tenderá hacia un mayor recargamiento.

(Fig.19) Armario Luis XIV- Museo de Arte Decorativa-París

4

BIBLIOGRAFÍA

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