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El Ateneo: contradicciones e indagaciones Por Silviano Santiago* TRADUCCIÓN: ADRIANA KOGAN Y CONSTANZA PENACINI Yo soy negro por dentro y rosa por fuera… Jean Cocteau, “Batterie” Es necesario arrancarle alegría al futuro. Maiakóvski, “A Sierguei Iessiênin” Lúcia Miguel-Pereira no fue la primera crítica, pero sí fue la que mejor consiguió aprehender las diversas contradicciones que presenta El Ateneo**, y llamar la atención sobre el hecho de que del “conjunto de contracciones, que podrían ser consideradas indicios de franqueza, resultarían mientras tanto casi una ópera prima”. Estas son: 1. “mezcla de novela y memorias”; 2. “oscilaba entre las insinuaciones de Machado de Assis y las osadías de los naturalistas”; 3. “variaba entre el estilo de la sobriedad y del rebuscamiento”; 4. “parecía una novela à clef […], en esencia nada más era un drama de la soledad” 1 . Estas contradicciones, lamentablemente, no fueron desarrolladas o analizadas, ni recibieron el idéntico cuidado e interés con el que fueron descubiertas y anotadas, tal vez porque el crítico estuviese escribiendo un capítulo para una historia de 1 *En Uma literatura nos trópicos, Rio de Janeiro, Ed. Rocco, [1978 ]2000. ** Todas las citas de El Ateneo fueron extraídas de: Rio de Janeiro, Francisco Alves, 4ª edición, s/d. Modernizamos el portugués. Prosa de ficção. Rio de Janeiro, José Olympio, p. 104. 1

El Ateneo Contradicciones e Indagaciones-Silviano Santiago

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El Ateneo contradicciones e indagaciones

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El Ateneo: contradicciones e indagacionesPor Silviano Santiago*

TRADUCCIN: ADRIANA KOGAN Y CONSTANZA PENACINI

Yo soy negro por dentro y rosa por fueraJean Cocteau, Batterie

Es necesario arrancarle alegra al futuro.Maiakvski, A Sierguei Iessinin

Lcia Miguel-Pereira no fue la primera crtica, pero s fue la que mejor consigui aprehender las diversas contradicciones que presenta El Ateneo**, y llamar la atencin sobre el hecho de que del conjunto de contracciones, que podran ser consideradas indicios de franqueza, resultaran mientras tanto casi una pera prima.Estas son:1. mezcla de novela y memorias;2. oscilaba entre las insinuaciones de Machado de Assis y las osadas de los naturalistas;3. variaba entre el estilo de la sobriedad y del rebuscamiento;4. pareca una novela clef [], en esencia nada ms era un drama de la soledad[footnoteRef:1]. [1: *En Uma literatura nos trpicos, Rio de Janeiro, Ed. Rocco, [1978 ]2000. ** Todas las citas de El Ateneo fueron extradas de: Rio de Janeiro, Francisco Alves, 4 edicin, s/d. Modernizamos el portugus. Prosa de fico. Rio de Janeiro, Jos Olympio, p. 104.]

Estas contradicciones, lamentablemente, no fueron desarrolladas o analizadas, ni recibieron el idntico cuidado e inters con el que fueron descubiertas y anotadas, tal vez porque el crtico estuviese escribiendo un captulo para una historia de la literatura brasilea, y no un ensayo sobre Raul Pompia, y mucho menos un captulo monogrfico sobre su novela.Tambin creemos que es comprendiendo sus contradicciones que mejor se puede comprender la validez, la autenticidad y la cobarda del proyecto de Pompia, novela que exhibe algunas otras adems de las cuatro citadas contradicciones, cuya propia riqueza adems es extrada de ese claro-oscuro, telar inusitado en una literatura que, bajo el signo de las obras de Machado de Assis y del positivismo, tiene prioridad por un cartesianismo ms francs que el francs porque no es francs. De tal modo estbamos poco dispuestos a aceptar la contradiccin ya sea como valor positivo en un proyecto literario, ya sea como moneda social de un proyecto humano, que Lcia Miguel-Pereira la clasifica como indicio de franqueza, pareciendo repetir la perplejidad y el odio de Sergio delante del proteico Aristarco.A causa de ellas es que queran rechazarlas a priori, desconocer su misma existencia, es que los crticos escogan una de las facetas, uno de los ejes de las contradicciones y a partir de ah desarrollaban linealmente su teora para presentar en el final un todo coherente, vlido, fiel al romance y al autor (es claro), rico de sugestiones y de ideas sin embargo, incompleto.Cada anlisis de la novela permita entonces otra interpretacin, opuesta o lateral, igualmente vlida y justa. Todos los crticos iban teniendo razn, sin tenerla enteramente. Lcia Miguel-Pereira para quedarse apenas con los contemporneos- con la ayuda de Capistrano de Abreu, juzga a El Ateneo una novela esttica y parnasiana[footnoteRef:2]; Mario de Andrade, sufridamente la coloca entre los naturalistas[footnoteRef:3]; y Eloy Pontes cree que sin escapar a las influencias claras de su tiempo, huy de las groseras con que ellas impregnaron a sus contemporneos[footnoteRef:4]. Este ltimo teniendo una concepcin machadiana del Naturalismo tal como deja ver la crtica a El primo Basilio. Ah estn por lo menos tres posiciones claves definidas: punta derecha, Mario; punta izquierda, Lcia; centro, Eloy. Fcil sera descubrir los diversos centro-izquierdas y centro-derechas, del mismo modo que, saliendo del campo histrico, se filtraron dentro del siglo XX en flagrante impedimento[footnoteRef:5]. [2: Op. Cit., p. 114.] [3: Aspectos da literatura brasileira, So Paulo, So Paulo Americ-Edit., 1943, p. 236.] [4: A vida inquieta de Raul Pompia, Rio de Janeiro, Jos Olympio, 1935, p. 9.] [5: Una buena discusin del problema, sin llegar a una conclusin pacfica, es apenas una toma de posicin, se encuentra en el reciente Ldo Ivo, O universo potico de Raul Pompia, Rio de Janeiro. Lavraria So Jos, 1963, pp. 20-25. ]

Pero hay que insistir, por lo tanto, en otro anlisis parcial, breve, de mano nica e inteligente, que sugestionada por la probidad edpica del narrador, incapaz que era de aceptar en otro la oscilacin de carcter, sera mejor que estudisemos de cerca las contradicciones, buscando su origen, mostrando su juego interno, dejando claro su mecanismo, para analizar finalmente su razn de ser dentro de la obra.

1. Falso natural refutadoA pesar de tratarse de una novela escrita en primera persona, con revelaciones evidentes de autobiografa, narrando todava aventuras y crisis vividas en reciente adolescencia, El Ateneo extraamente rechaza la retrica del gnero en que se incluye tan voluntariamente.Rechaza, luego del inicio, la sencillez de estilo y no presenta a flor de piel las marcas de falta de aprendizaje literario por parte del narrador, caractersticas de las novelas que pretenden ofrecer una amalgama ingenua y verosmil entre narrador y personaje, cuyo mejor ejemplo todava es La Porte Etroite, de Andr Gide. Los primeros prrafos de la novela de Pompia nos recordaran, por la dificultad de los conceptos, por lo rebuscado del vocabulario, una estrofa del siglo XVI, si no barroca[footnoteRef:6]. Ya en el prrafo de apertura de La Porte Etroite, el narrador-personaje, Jrme, confiesa su incapacidad para escribir un libro, prefiriendo entregarse antes a la narrativa simple de sus recuerdos, porque la bsqueda del esfuerzo literario corrompera el placer que podra sentir simplemente evocndolos, dicindolos[footnoteRef:7]. Esta tcnica, empleada entre nosotros por Lins do Rego (Menino de engenho, Doidinho), por Lcio Cardoso (Incio, O enfeitiado), por Fernando Sabino (A marca) y por tantos otros escritores adolescentes, fue debidamente comentada por Roland Barthes en su revolucionario Le dgr zro de lectriture (El grado cero de la escritura), habiendo llegado a una etiqueta que nos agrada mucho: El falso natural de una confesin[footnoteRef:8]. [6: Cf. Mrio de Andrade, Raul Pompia inconcientemente fue la ltima y conclusiva legtima expresin del barroco entre nosotros (Op. Cit., p. 235). ] [7: Romans, Paris, Gallimard, 1958, p.495.] [8: Le dgr zro de lectriture, Paris, Seuil, 1953, p. 54.]

Falso natural: en el adjetivo la bsqueda de un estilo que no se adapta al autor (Andr Gide), pero s al narrador-personaje (Jerme); el despojamiento necesario para que la inteligencia, el refinamiento, la cultura y la sensibilidad del primero no tornen inverosmil la historia contada por el narrador-personaje. Falso, entonces, la marca visible de una deformacin voluntaria y necesaria para que haya una complicidad fotogrfica, afectiva y superficial entre narrador y personaje. Esta ligacin simblica (placentaria, dira Pompia) tiene su razn de ser en el distanciamiento que el autor busca abrir entre s y el narrador-personaje, como si dijera que lo natural es de ellos, pero lo falso es suyo, librndose as de una de una asociacin grosera y perjudicial (en la vida diaria) que podra ser establecida entre autor-narrador y/o autor-personaje. Esa lavada de manos exime al autor de toda y cualquier complicidad con sus creaciones imaginarias, dispuesto como est, por la posicin que ocupa de superioridad, a rechazar sus fantasmas por la ingenuidad, por la simplicidad con que erigiera su vida y su escritura, respectivamente.Por otro lado, la atmsfera ficcional creada por el uso retrico de lo falso natural puede ser fcilmente destruida por un lector agudo e inteligente. El lector, rechazando una complicidad con el narrador-personaje, establece una relacin con el autor, ambos pasando a contemplar la obra realizada objetivamente, ambos capaces de dar su parecer negativo sobre el narrador-personaje, as como sobre los dems participantes de la historia. Frente al lector atento (ya que el lector ingenuo acepta la simplicidad del narrador-personaje y en ella se reconoce), el autor consigue disculparse por los defectos y franquezas del personaje y de su escritura, pues est interesado en mostrarlo al pblico a travs de ciertas caractersticas inusitadas que acaso pueda tener y, de cualquier forma, bajo una fuerte luz crtica.El lector, aun censurando al narrador-personaje, acepta al autor, llega inclusive a elogiarlo, porque por el uso de lo falso natural consigui lanzarle un puente cmplice por arriba de la sencillez de la creacin, echando por tierra el peligro de desligarse de un texto pseudo-autobiogrfico, poco inteligente o de recuerdos cndidos[footnoteRef:9]. [9: Tan cierto es que Gide, el autor, despus de publicada La Porte Etroite, podr decir que no le gusta la escritura de Jerme: el libro es pteux, mdiocrement crit, ya que en l predomina la flasque prose. JournTemeroso y audaz al, Pari, Gallimard, 1950, p. 276.]

Como consecuencia, tenemos, en el caso de La Porte Etroite, una obra irnica en el sentido en que todo (ideas, personajes, actitudes, tcnica, estilo, etc.) es pasible de crtica, bajo la mirada hermanada y feroz del autor y del lector, en virtud tanto de la sencillez y da la ingenuidad del contenido como del envoltorio. Pero veamos lo que pasa en El Ateneo.Sergio no poda permitir de ningn modo una alianza amigable e irnica entre el autor y el lector, con el fin de conspirar contra el narrador-personaje, o sea, contra l mismo, con el nico fin de juzgarlo. Ni por un momento tiene la sonrisa entreabierta y juvenil, recordando ciertos close-up de los filmes de Franois Truffaut, o frases del narrador de la novela Le diablea u corps (El diablo en el cuerpo), de Raymond Radiguet: Me voy a exponer a muchas reprimendas, pero qu es lo que puedo hacer?. En el correr de la historia se evidencia, por lo menos dos veces, el complejo del perseguido, de vctima, el temor de que la mirada ajena lo sorprenda en falta. El profesor Mnlio pronuncia su nombre por primera vez y lo manda al pizarrn para que se someta a un examen. Sergio muestra a sus compaeros una actitud de ataque, como si formaran una conspiracin contra l; siendo que una conspiracin es, por definicin, un movimiento que se planifica a espaldas o sin conocimiento de la vctima. Su reaccin adems es de las ms tpicas, del que se entrega desnudo a su propia imaginacin, sufriendo en silencio sus consecuencias inexistentes, visualizando un campo de posibilidades punitivas lejos y ausente de lo palpable y de lo real:

El profesor me interrog; no s si respond. Un pavor extrao se adue de mi espritu. El terror supremo a las exhibiciones me acobard cuando imagin en torno mo la irona malvada de todos aquellos rostros desconocidos. (p.108)

Es de extraar, entonces, que una persona que imagina, donde no hay, una irona mala, que llega hasta el desmayo para huir de la hostilidad ambiente, que siente el temor supremo de las exhibiciones, o inclusive que es tan sensible a la mirada ajena fulminante y acusadora, penetrando filas y filas de alumnos, como en un sugestivo y audaz travelling cinematogrfico, para leer su comportamiento es de extraar que se entregue al escndalo del libro, y ms todava: al escndalo del libro escandaloso. En realidad, el autor de Pompia se tom las debidas precauciones, que, por otra parte, en nada destruyen la audacia de su empresa. Basta que se lean estas lneas de la nota con que la Gazeta de Notcias anuncia la prxima publicacin en folletn de El Ateneo (a pesar de no ser firmadas por Pompia, diversos crticos, entre ellos Ldo Ivo, vieron ah el dedo del escritor):

[] gran belleza de estilo, escrpulo severo de la forma, que constituy a la vez la honestidad y la elegancia de la obra de arte, y el ms meticuloso cuidado en abordar los asuntos escabrosos, de modo que la propia familia[footnoteRef:10] del escritor pudiera leer y confesar que ley su trabajo[footnoteRef:11]. [10: Palabras que nos recordaran, por oposicin, otras de Baudelaire, entregndose sin recelo al pblico, en este prefacio para Las flores del mal, que finalmente no lleg a ser publicado: Este libro no fue escrito para mis mujeres, mis hijas o mis hermanas; tampoco para las mujeres, las hijas o hermanas de mi vecino. Dejo esta funcin a los que tienen inters en confundir las buenas acciones con el buen lenguaje. Op. Cit, p. 211 (traduccin nuestra)] [11: Apud Eloy Pontes, op. cit., p. 191.]

Temeroso y audaz, como el mismo Pompia, Sergio se resguard de un imaginario pero posible complot contra su libro, permitiendo criticarse a s mismo, antes de que los lectores lo hicieran. Se esconde, por lo tanto, detrs de las bellezas de estilo, del severo escrpulo de la forma, juzgando estas dos caractersticas de su escritura como cualidades, encontrado tambin en ellas valor esttico (elegancia) y tico (honestidad).La novela, entonces, se desdobl de una manera bastante peculiar: lo que narra (Sergio-narrador) y lo que vive o acta (Sergio-personaje)[footnoteRef:12], como si nos quisiera presentar en el final un modelo que tuviera impreso doblemente una fotografa. Si la novela del falso natural presenta una simbiosis perfecta entre narrador y personaje y una disociacin entre autor y narrador-personaje, ya El Ateneo sugiere un corte diferente, ya que su creador abre una valla que va a separar al narrador del personaje y establecer un posible pero necesario puente o pasaje entre autor y narrador-personaje. Con la distancia considerable que se abre y se alarga entre narrador y personaje, lnea punteada permeable a las aspas y al olvido, el ms viejo, el ms experimentado se permite la crtica del ms joven, y el juicio pasa entonces a situarse en el nivel del narrador, al contrario de la novela gideana donde, como vimos, la irona se sita en el nivel del autor y del lector. Aqu es Sergio-narrador quien critica a Sergio-personaje, la espera del beneplcito del lector y del autor. El propio Raul Pompia viene a confirmar nuestro razonamiento que, entre algunas anotaciones inditas, tomadas diligentemente por Eloy Pontes, afirma: A veces [el autor] es, al mismo tiempo, el pblico y comenta, con observaciones suya, los gestos, las palabras, las situaciones de sus fantoches.[footnoteRef:13] Falt apenas que l hiciese la distincin obvia entre autor y narrador. [12: Por lo que vimos expuesto y por lo que sigue, es difcil para nosotros aceptar la interpretacin, semejante en apariencia, de Egnio Gomes: Pompia no tuvo, es claro, la idea de hacer que sus adolescentes se condujeran como adultos, y la psicologa de muchos de ellos fue sorprendida, pero se volva visible su ascendencia sobre Sergio, o mejor, la superposicin de la mentalidad del adulto que escribi la novela sobre el joven a quien atribuy sus pensamientos, ideas y expresiones que l no poda tener. En su conclusin es que tal vez nos encontremos un poco: Sergio es, en consecuencia, un hbrido de joven y hombre que se venga ms por la experiencia cultural del escritor que por su autenticidad en el tiempo y el espacio como personaje. A literatura no Brasil, Rio de Janeiro, Sul-Americana, 1955, vol. II, P. 119 (traduccin nuestra).] [13: Apud Eloy Pontes, op. cit., p. 327.]

La disociacin entre Sergio-narrador y Sergio-personaje est clara, en primer lugar, en el propio estilo encontrado por Pompia, estilo que consigui una armona independiente del asunto, como califica Lcia Miguel-Pereira.[footnoteRef:14] Estilo sofisticado, irnico, enmaraado, adulto, ms prximo de la elocuencia (elocuencia escrita, como quiere el Dr. Claudio), antpoda del estilo que podramos suponer ideal para el Sergio-personaje, del falso natural que podra haber usado para contar sus recientes aventuras de internado. En seguida la misma disociacin se hace evidente en algunos pasajes que Sergio inserta en su novela, que son ms elaboracin presente de la imaginacin y espritu crtico del narrador, de su saber actual, que recuerdos de su adolescencia como las tres conferencias del Dr. Claudio, isla[s] ensaystica[s], como las llama Ldo Ivo.[footnoteRef:15] [14: Op. cit., p. 113.] [15: Op. cit., p. 45.]

Si los dos argumentos an no fueran convincentes, podemos ejemplificar el desdoblamiento con un pasaje de la novela como este, en que Sergio narra sus desventuras y juzga por qu no fuera castigado por agresin a Aristarco:

Esper un da, dos das, tres: el castigo no vino. Me enter de que Bento Alves se haba despedido del Ateneo la misma tarde de su extraordinario desvaro. Durante algn tiempo cre que mi impunidad era un caso especial en el famoso sistema de castigos morales, y que Aristarco haba delegado al buitre de mi conciencia la responsabilidad de su justicia y desafrenta. Hoy pienso otra cosa: no vala la pena perder de golpe a dos contribuyentes puntuales por la simple futilidad de un hecho... desagradable, sin duda, pero sin testigos. (p.267)

Ah queda claro el truco: Hoy pienso diferente. Aristarco se refleja en un primer espejo, Sergio-personaje, y consigue impresionarlo positivamente. En el momento de la escritura, la imagen se refuta contra un segundo espejo, Sergio-narrador, pero ahora ya se presenta con trazos diferentes, pareciendo haber sufrido, durante el recorrido espacial y temporal, extraordinaria metamorfosis. La segunda imagen pasa a negar en s su propio origen, la primera imagen, y tambin se vuelve contra el modelo, Aristarco, atacndolo, solo porque lo haba impresionado bien, cuando no deba, el espejo adolescente.Luego se percibe, por parte de Sergio-narrador, una actitud de apadrinamiento: Sergio-personaje haba sufrido dolores y remordimientos (cual nuevo Prometeo picado por el buitre de su conciencia) que al final no deba haber sufrido, pues todo se reduca, en un nuevo y actual anlisis de los acontecimientos, a un mero y despreciable problema econmico, nico que realmente afectaba al director, y la agresin entonces tena que ser considerada una mera futilidad.

2. Yo omniscienteLa disociacin que existe entre el que cuenta y el que acta, a pesar de ser ambos la misma persona, aparecer con mayor claridad conceptual y ser expresada de una manera ms coherente y categrica en la concepcin que tiene Sergio del el correr del tiempo, en la comprensin vivencial que tiene de las relaciones entre pasado, presente y futuro, en el significado que concede el recuerdo, la nostalgia, o sea, en la actitud que toma para con su propio pasado (siendo pasado, en El Ateneo, sinnimo de infancia y/o adolescencia). Luego en el primer prrafo, corrigiendo cierto sentimentalismo e imprecisin que podran ser desprendidos del subttulo de la novela, Crnica de nostalgias , se cree obligado a precisar su significado entregndose a una divagacin filosfica sobre el contenido del recuerdo, de la nostalgia, adjuntando en seguida a esta ltima el adjetivo hipcrita (nostalgia hipcrita), acrecentando despus, Un eufemismo, los tiempos felices; no ms que un eufemismo, como cualquier otro de los que nos alimentan, la nostalgia de los das que pasaron como si hubieran sido los mejores. Considerndola detenidamente, la actualidad es la misma en todas las fechas (p. 79).All no para Sergio. Al contrario de los autores que mejor exploraron el problema de la memoria y que vislumbraron una intercomunicacin promiscua entre presente, pasado y futuro[footnoteRef:16], Sergio se entrega a una concepcin juvenil, convaleciente y esttica del tiempo, arrancando, destacando apenas el presente, aislando, mostrando como solamente la actividad cuenta y, asimismo, en el momento en que es realizada, cuando debe tornarse semejante a la regla moral. Es esa, adems, la leccin que su padre le enva desde Pars: Salvar el momento presente. La regla moral es la misma de la actividad (p. 335). Esta fue aun la conducta seguida por su ex colega Sanches, y parece que Sergio gustara de imitar, pues, luego despus de narrar sus aventuras sentimentales con el compaero de internado, inmediatamente despus del momento en que nos cuenta cmo este grotesca y deliberadamente se declara su pretendiente, Sergio-narrador comenta con irona: era de una extravagancia original! Hoy trabaja como ingeniero en una va frrea del sur; un ingeniero serio (p.137). En el arte sutil de Raul Pompia me gustara llamar la atencin respecto de tres palabras: aquel, hoy, grave. Releamos la frase: Ese Sanches es hoy un ingeniero serio. Sanches haba escapado camalenicamente del estigma del pasado, acept sin problemas mayores una profesin y una posicin, adquirido por lo menos en apariencia las prendas de la madurez, tal vez como otro contemporneo suyo que Raimundo Correia describe como sufriendo e un mal secreto. [16: Como en el conocido verso de T.S. Eliot: Tiempo presente y tiempo pasado/ se hallan quiz presentes en el tiempo futuro/ y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado cuyo origen podra ser trazado en la clebre frmula de Leibniz: El presente est cargado de pasado y preado de futuro. (Traduccin nuestra)]

Y es de esa idntica marca que el padre de Sergio pretende librarlo, preparando para encuadrarse, como Sanches, en las normas rgidas de conducta de la sociedad. En la misma carta de Paris, le aconseja amigablemente, como si adivinase en el hijo el peligro que trae un constante manoseo del pasado y/o recelo de confiarse mucho al futuro:

La nostalgia, una cobarda, aprehensin otra cobarda. El da de maana transige; el pasado entristece y la tristeza afloja. Nostalgia, aprensin, esperanza: vanos fantasmas, proyecciones inanes de espejismo; vive slo el instante actual y transitorio. (p.335)

Ser fuerte: vivir el presente; todo el resto, cobarda, franqueza. Despus de eso, no resulta tan desconcertante y asombroso el sbito desenlace de la novela, que sigue en lneas generales observamos ahora- el consejo paterno:

Aqu suspendo esta crnica de nostalgias. Nostalgias, realmente? Slo recuerdos; nostalgias, quiz, si ponderamos que el tiempo es la ocasin pasajera de los hechos, pero, sobre todo, el funeral eterno de las horas. (p. 345)

Tiempo, ocasin pasajera delos hechos, funeral para siempre de las horas. Avivando en pizzicato la accin en el momento en que es practicada, dejndola suelta en el aire, de pasaje, sin memoria y sin esperanza, Sergio se libra artificialmente (o por lo menos, conscientemente) del juicio tico que es hecho, como dicen en los medio jurdicos, por el estudio de los buenos antecedentes. Encerrando por otro lado el pasado como un cadver en un mausoleo erigido a Saturno (no olvidando adems que era al dios del tiempo que se dedicaban los saturnales), reconociendo por lo tanto el pasado distante e inofensivo, apagado por una miopa forzada, sin dejar de ningn modo que venga a aflorar en las aguas del presente, o que se prolongue subterrneamente hacia el futuro, solo as Sergio-narrador puede entregarse a la nostalgia. Para l, en el presente, era preciso que la experiencia pasada, la vivencia, no contase, que fuera apagada de su conciencia, de su cuerpo, finalmente, que no dejase las incmodas adherencias. Preferira reconocerse ahora como reconoce a Sanches: aquel Sergio hoy es serioConsiderados as, los hechos y las aventuras del pasado pueden ser visualizados con extrema certeza y nitidez, porque la distancia posibilita el trabajo de las lentes de precisin, y las requiere. Trabajo de detallista. Pompia se sita aqu en las antpodas del Machado de Assis de Don Casmurro, por ejemplo. Para Don Casmurro el pasado es la nica razn de ser para que contine su vida en el presente, puebla su soledad de hombre frustrado e incompleto. Mi fin evidente era atar las dos puntas de la vida, y restaurar en la vejez la adolescencia.El personaje machadiano ya haba pasado por la madurez, y poda reconocer los desvos e incertezas de su pasado y ahora busca reestructurarlos. Sergio enfrenta en el momento de la escritura la madurez, tiene la necesidad de definir para el futuro y para siempre su carcter, mostrarse finalmente fuerte y el pasado lo impide, lo desmiente en el instante de cualquier acto que practica, en el momento que las preocupaciones en cuanto al futuro se erigen como barrera infranqueable. Una y otra franqueza: una entristece y debilita, la otra, transige, dejando campo abierto para la indecisin.Araripe Junior, su contemporneo, vea siempre a Raul Pompeia como un lector asiduo y atento de los moralistas latinos, preocupado con la correccin que la lnea de la vida habra tenido antes[footnoteRef:17]. [17: Obra crtica de Araripe Junior, Rio de Janeiro, Ministerio de Educacin y Cultura, 1960, vol. II, p. 128.]

Sergio, que Nutra quiz en mi interior el ambicioso inters de reformar algn da a los hombres en el solio de Roma con mi ejemplo pontifical de virtudes (p.144), y que haba llegado a la anhelada personificacin moral del pequeo hombre, creyendo inclusive que haba descubierto el carcter que mantuve despus de tan variadas oscilaciones. (p. 148) despus de eso todo pasa por la experiencia sentimental con Bento y Egbert. Era, en verdad, difcil para l encontrar la lnea recta de la conducta (sobre todo si se confiase de ms en la metfora lnea recta) que suea para s y para los otros, principalmente cargando en la espalda, como lo cargaba, el peso de su comportamiento en el Ateneo. Esa bsqueda de rectitud moral llega a ser sisifiana en la novela. Solamente vindose libre del pasado, dejando que ruede montaa abajo, enterrndolo, podra llegar a la cima. Un Ssifo sin piedra en la espalda sera posible?Don Casmurro reconstruy en el Ingenio Nuevo su casa de Matacavalos. Sergio incendia el Ateneo. Comprender Machado y Pompia sera comprender el juego de los binculos. De un lado, acerca el paisaje; del otro, la distancia es reducida a lo infinitesimal. En consecuencia, ambos estn preocupados por buscar y dar significado al presente. Uno, intentando erguirlo sin interferencia del pasado; el otro, reclamndolo como fundamento. Mientras tanto, lo importante es notar que la distancia sealada entre narrador y personaje va a situarse en dos niveles en la obra de Pompia: el tempora y el espacial. De ah la ambigedad (tenemos nuestras dudas de que haya sido a propsito, pero no aceptamos de ningn modo como un error tcnico) del empleo del yo como persona de narracin en El Ateneo. Poco a poco, pasadas las primeras pginas, el libro deja de ser de memorias, introspectivo, para presentarse tcnicamente como una novela agresiva en que el narrador se olvida de s para analizar imaginariamente los sentimientos y las emociones del Otro. Joo Pacheco, en el captulo sobre el Realismo en la literatura brasilea, llama la atencin sobre la mirada penetrante y divina de Sergio:

El narrador es omnisciente, conoce el derecho y el reverso de los personajes y no los evoca conforme le parecieron en el momento en que las cosas pasaron, sino segn la clarividencia de una retrospeccin que desnuda todos los rincones. No tiene solo una percepcin de los gestos externos de Aristarco; entra tambin en sus sentimientos[footnoteRef:18] [18: O Realismo, Sao Paulo, Cultrix, 1963, p. 144 (traduccin nuestra).]

Sintomticamente, el yo narrador, despus de librarse de los compromisos con la concepcin juvenil, convaleciente e ingenua del tiempo, se vuelve un yo omnisciente agresivo, porque Sergio tambin est interesado en mostrar a los otros bajo el reflector que ms le conviene y agrada en el presente. En otras palabras, se defiende a s mismo, eximindose de la idea de que el Mal de su vivencia es nica y exclusivamente suya. El Mal consciente y lcido lo llevara al remordimiento y al auto flagelo, al buitre de su consciencia, e imposibilitara la construccin de una vida recta en el presente.Un buen ejemplo de esa fuga de responsabilidad puede verse en el episodio de los pedazos de vidrio. Reparen solo en algunas frases claves:Aceptara la invitacin con una facilidad que todava hoy no comprendo. Sergio segua a Franco como soando. Y, finalmente, es Franco quien lo dispensa de la participacin en el crimen, reducindolo apenas a testigo, cuando le dice: Te traje aqu para que alguien supiera que me vengo! (p.163).Adems, para establecer su equilibrio interno Sergio fuerza, como ya sealaron bien varios crticos, la caricatura, creando trazos mefistotlicos en el perfil de los otros personajes, sobre todo, en el de Aristarco, delineando por oposicin una visible urea de inocente vctima en torno de su figura. Cualidad de caricaturista de la que Ral Pompia no estaba exento, como demuestran sus magnficos trabajos para O bomio.Por otro lado, Sergio-narrador no se incomoda al recibir culpas, en tanto Sergio-personaje las describe con precisin de detalles. Es agredido fsicamente por los colegas (Tena las piernas amoratadas por los golpes [de Sanches]; mis espinillas se haban hinchado. p. 149), e igualmente se entrega al auto flagelo, al cilicio mstico (Llevaba en el bolsillo un puado de piedritas con las que formaba, en el piso, un reclinatorio que me obligaba a permanecer alerta. p 156), porque as puede concluir y sentirse: Yo emerga fuerte de las pruebas (p. 170). En el plano del narrador, tambin est interesado en aproximarse a la actitud del compaero Franco, que espera dejar para el Otro el remordimiento, ya pstumo, de su sufrir.

Todos tenan la culpa; tena que enfermarse, tena que enfermarse gravemente para que sintieran remordimientos, s, ellos: Silvino Aristarco, todos sus verdugos! (p. 307)

A la noche Franco mora. Llevndose la concepcin ya sealada que Sergio-narrador tena del tiempo, no dejando que Sergio-personaje llegara hasta el presente, considerndolo como muerto y enterrado en el mausoleo del pasado, el paralelo con la cima tiene su razn de ser, y notamos que no hay diferencia sustancial entre su raciocinio y lo que pasa por la cabeza de Franco moribundo: Razonaba como las vctimas de la vieja escuela, que se dejaban morir confiadas en su espectro (p. 307).El Ateneo no es una crnica de nostalgias en el sentido ms inmediato y romntico del trmino, sino una bsqueda de un milagro. Sergio-narrador intenta resucitar a Sergio, hacindolo personaje, para que de nuevo entre los vivos sea pasajeramente el espectro shakespeariano que acusa a sus verdugos, absolvindolos de cualquier compromiso con el Mal. Sus acciones no son dictadas por su discernimiento, sino que vienen vedadas y explicadas por la aureola de las circunstancias y del Otro.La venganza consumada, Sergio-personaje podra descansar en paz, y dejara en paz al narrador en el presente, listo para enfrentar libremente el futuro. La escritura de El Ateneo es vengativa, asesina, y por eso no deja de encontrar su reflejo en las actividades de Mr. Arkadin, personaje de Orson Welles en la pelcula de idntico ttulo, que imposibilitado de borrar el pasado, va poco a poco matando los testimonios, los nicos que podran slo por su presencia y slo por su posible narrativa incriminarlo.Ese trazo vengativo, ya sealado correctamente por Mario de Andrade, si bien con otra intencin[footnoteRef:19], se presenta como una constante del temperamento de Sergio, aunque por momentos lo intente suavizar. Algunos ejemplos: la pelea con Barbalho; en solemne reprimenda para gran regocijo de Sanches, jur venganza (p. 140); la venganza de los dos contra Franco; el dilogo que entabla con Aristarco: Sergio! Te atreviste a tocarme! Usted me toc primero! repliqu con fuerza (p. 265); Con la sangre fra de las buenas venganzas (p. 300), ataca a Rmulo; la historia de la venganza que tanto lo atrae, que envuelve a ngela y a sus dos amantes. [19: La tesis de que Ral Pompia no era un espritu vengativo, o por lo menos que tena en alta estima al barn de Macabas, fue defendida ardientemente por Ldo Ivo (pp. 63-64), apoyndose en Eloy Pontes (pp. 24-25) y yendo en contra de Mario de Andrade (pp. 221-222). Sin embargo, los tres olvidaron que es Sergio-narrador el vengativo. Adems, A dnde llegara la verdad en la crnica que Pompia escribi por la muerte del barn? Sin mencionar el hecho de que el propio Eloy Pontes, en quien se puede confiar como empresa transportadora de documentos, pero se torna ciego en el anlisis de sentimientos, se contradice en el medio de su obra al escribir: Ral Pompia escriba El Ateneo. Era el purgatorio donde colocar actitudes equvocas, expuestas a los castigos, implacables de stira, cubiertas con andrajos de lo ridculo, condecoradas por la bestialidad, deformadas, exageradas, groseras, las almas de su aversin (p. 186).]

Al haber sido tocado en primer lugar, poda arrancarle los bigotes a Aristarco. Al haber sido atacado por el Mal, poda retrucarlo con el Mal. Se salvan las apariencias, pero en el fondo todava resplandece el estigma del pasado, pues la historia evidentemente est contndose mal. Edipo se enceguece a s mismo como autocastigo, liberndose incluso de las informaciones materiales que la visin trae al contemplar objetos y personas. Sergio-narrador busca esta ceguera desesperadamente, llegando al lmite de, al no querer y al no poder violentar sus sentidos, porque desea vivir, quiere continuar viviendo normalmente y violentar apenas el comportamiento del Otro, ejercer violencia sobre la historia que cuenta, prender fuego el Ateneo, castigando, destruyendo el objeto y no el sujeto. Esta, en nuestra opinin y razonamiento, sera la interpretacin para el fin brusco de novela mala con la que justifica estructuralmente la catstrofe. Sodoma y Gomorra se queman, pero era necesario evitar de todas las maneras posibles la mirada condescendiente y curiosa que traera la muerte, el cuerpo modelndose en sal e inercia.El Ateneo contiene en s una solucin que no existe como tal en la Realidad. (Poco importa si el colegio Ablio todava existe all en la calle Ipiranga, nmero 70). En la realidad un acontecimiento siempre es un punto de partida, un trampoln para nuevos hechos, nuevas aventuras. En la novela, el incendio cierra la intriga, corona la accin; hace la suma de las aventuras pasadas y saca nueve veces fuera. La suma es exacta. As, la catstrofe refuerza y justifica esta comprensin primaria, pero til en trminos de supervivencia, indispensable, de la no interferencia del pasado con el presente. Pasado, presente y futuro se ofrecen cada uno como un comportamiento estancado, pues el Tiempo y su hoz dejan atrs de ellos el funeral para siempre de las horas.

3. Estatua proteiforme Si no nos engaamos, la crtica hasta hoy ha visto con buenos ojos, y hasta justifica, el continuo tirn de bigotes de Aristarco que es El Ateneo, recordndonos la reaccin de la platea infantil frente a la venganza final del joven que haba empezado en la pelcula perdiendo. Esta crtica sigue ciegamente la propia opinin de Sergio-narrador que desde las primeras pginas exacerba el tono caricatural y grotesco en los otros, mostrndonos un Gulliver desptico entre liliputienses o, para ser ms preciso, un Goliat atacando indefensos Davids, o incluso un Jpiter que manda a Mercurio a la Tierra en busca de todos los rayos disparados y que, delante de todos, los suelta de nuevo en un solo trueno. Si se toma como verdades axiomticas las informaciones que Sergio nos transmite, no podra ser otra la actitud de la crtica de buena alma, dispuesta a corregir en el papel las injusticias en la vida y en la creacin, erigidas contra Pompia y Sergio, respectivamente. En este sentido, el ensayo crtico que se detiene en Sergio se concentra en los datos necrolgicos que tratan sobre el suicidio de Pompia, intentando recuperar post mortem la sensibilidad ultrajada de un temperamento excepcional, como si Vida y Libro fueran an hoy el espectro que suscita remordimientos en los contemporneos y en los lectores. Y as como Sergio evit los buenos sentimientos para escribir su prosa elegante, evitmoslos tambin para comprenderla crticamente. Comencemos por Aristarco y en seguida dirijmonos a su discpulo. Al creer por la reincidencia del tema en el desarrollo de la intriga de El Ateneo, Aristarco sufre de una enfermedad bastante moderna (que ni enfermedad es), conocida bajo el nombre de temperamento camalenico o proteico la eleccin depende del lector, en caso de que quiera catalogarlo en el reino animal o mitolgico[footnoteRef:20]. En el inicio el contraste se nos muestra en el vestuario: la grande tnue para la fiesta de fin de cursos; la ropa deportiva, el sombrero panam para el Festival de la Educacin Fsica, mostrando que el director saba que para la mente sana el negro queda mejor y que para el cuerpo sano el blanco queda de maravillas. Pero no slo en el cambio de ropa, de pieles, se graba la versatilidad de Aristarco. Sus gestos y comportamientos tambin lo traicionan: en la primera ceremonia, se sentaba elevado en su orgullo como en un trono (p. 84). Y en la segunda, se le vea festejando a los prncipes con su risita nasal, encabritada, entre lisonjera e irnica () se le vea gritndole al profesor de gimnasia, gesticulando con el sombrero agarrado por la copa; se le vea formidable, con su perfil leonino, rugiendo sobre un discpulo que haba rehuido el trabajo o sobre otro que tena lodo en las rodillas por haber luchado en un sitio hmedo, y poniendo tal vehemencia en la reprimenda que hasta llegaba a ser carioso (p. 91). Y Sergio concluye: Lo conoc solemne en la primera fiesta, jovial en la segunda; lo conoc ms tarde en mil situaciones, de mil maneras (p. 93-94, las cursivas son nuestras). [20: Sin un gran inters en defender el tempramento actual e inusitado de Aristarco, nos gustara, sin embargo, llamar la atencin sobre la atraccin que sentira por l Lawrence Durell, el creador de la multifactica Justine, o incluso, Andr Gide, el insaississable Prote, en la expresin de Germaine Bre. Este ltimo, a su vez, se especializ en escribir sobre las actitudes contradictorias de su temperamento, definindolo con frmulas tales como: Soy un ser en dilogo: todo en m entra en combate y se contradice o Nada ms soy un nio que se divierte duplicado por un pastor protestante que lo entenda. Al examinar crticamente un lbum de fotografas de Gide, Etiemble puede constatar: Sabemos hoy que tenemos ms de un rostro; quien no presenta tres es poco menos que un animal. No sera difcil imaginar lo que dira el crtico de Rimbaud al examinar posibles fotografas de Aristarco, al lado de fotografas de Sergio]

Insiste. Cuando su padre visita el gabinete del director, nos muestra la figura paterna del educador que entrega el libro de registros, agregando que el estudioso y el levita permanecan en su interior, en ntima camaradera, bras dessus, bras dessous (p. 100). No son menos convincentes las frmulas con las que, en seguida, Sergio define a Aristarco: vaivn de actitudes, doble rostro de una misma individualidad, dos almas fundidas en un solo cuerpo (p. 100). Antes, cronolgicamente, en el momento en que entraban al gabinete del director, Sergio poda vislumbrar en el semblante de Aristarco cierto vestigio de enfado, que luego ser borrada y dar lugar a una explosin de contento (p. 100). Ms adelante, ya en el captulo IV, lo vemos bajo la forma de un Jpiter vengativo, aniquilando la naturaleza bajo la bombarda omnipotente de sus rayos, para ser informados acto seguido que el mismo Jpiter guardaba, para el momento adecuado, la caricia de edredn, el gesto flexuoso del cisne soberano, que se expande en estallidos de un amor paterno (p. 157). Su comportamiento variable no cambiar en el segundo ao, a pesar de prestrsele menos atencin, pues durante los escndalos entre Cndida y la guayabate, Sergio anotaba:

Por la misma puerta por la que haba aparecido formidable en la maana, surgi ante nosotros transformado, manso, terso como la cordura y la lealtad mismas; con toda la altivez, sin embargo, que comportaba la sumisin. (p. 271)

Sergio no poda perdonar a Aristarco por las metamorfosis constantes de su carcter, sus actitudes, esa movilidad interna y externa que lo hacan saltar de un lado para el otro, para poder presentarse siempre de la manera ms convincente y conveniente, adaptndose con la agilidad del actor al medio ambiente y a las nuevas situaciones: en mil situaciones, de mil modos. l vive la vida como si actuara en un espectculo teatral continuo, viviendo la realidad discontinua de la persona y nunca buscando la lnea recta de comportamiento ntimo; el habla y los gestos humanos dictados y comandados por imposiciones ajenas, por una situacin presente, que no son producto y consecuencia de un sentir-sincero, sino de una adaptacin a una fuerza superior, o a la circunstancia. Gracias a eso, Aristarco, frente a la sociedad que lo cerca, conseguir el xito por medio de las negaciones constantes con sus emociones ms ntimas, como Sanches, aquel Sanches que un da conseguir ser un ingeniero austero. Ambos conseguan y consiguieron liberarse, respectivamente, de su yo-interior y del pasado, creando una imagen para los otros ms que para ellos mismos. La imagen de s que ambos presentan a la sociedad, como ciudadanos, se esculpe bajo la medida de la mirada ajena y de la situacin que enfrentan.En este sentido, especialmente Aristarco se encuentra cerca del brasileo tpico descripto por Sergio Buarque de Holanda. Cansado de s, pasa a vivir en los otros, salvando por un lado su vida en el campo individual y por el otro, destruyendo su posible participacin negativa dentro del grupo social al que pertenece. Agrega Sergio Buarque:

La vida ntima del brasileo no es lo suficientemente coherente, ni disciplinada, para cautivar y dominar toda su personalidad, e integrarla como un elemento consciente en el edificio moral.[footnoteRef:21] [21: Razes do Brasil, So Paulo, Companhia das Letras, 1991, respectivamente p. 216 y p. 224. (traduccin nuestra).]

Este predominio de lo individual por sobre lo social, pero con la victoria final de lo social, en esta tierra donde todos son varones, para usar otra expresin del citado historiador, da origen al exagerado culto de la personalidad, recelo de apenas ser, que Sergio materializar de manera definitiva y ambigua cuando le deja a Aristarco la obsesin de la propia estatua, ideal que carcome por contradiccin las entraas de nuestro proteiforme director. Y por una de esas prolongaciones geniales dentro de la novela, la obsesin llega a concretizarse en las ltimas pginas del libro, cuando los alumnos, por medio de una suscripcin, deciden ofrecerle a Aristarco su propio busto.Ral Pompia, con sutileza psicolgica, deja que el profesor Venncio, antes de quitar la cubierta verde que ocultaba el busto, lo esculpa con palabras, objetivando en Aristarco su propia transformacin en estatua. Al escuchar las palabras del maestro, oculta todava a la mirada la imagen duplicada, por lo tanto apenas presente su cuerpo, es el propio Aristarco el que cree transformarse en estatua[footnoteRef:22], destruyendo la discontinuidad terrible que existe entre lo individual y lo social, entre el ser humano y la estatua, concretizando la prdida final de lo ntimo a favor de lo colectivo, cuerpo inorgnico, peasco inerte, bloque metlico. [22: Ntese que todo el anlisis slo se muestra posible porque Sergio usa el yo omnisciente.]

El director senta cmo se le metalizaba la carne a medida que Venancio hablaba. Comprenda a la inversa el placer de la trasmutacin de la materia bruta penetrada y animada por el alma artstica: una frialdad de hierro le congelaba los miembros; en las manos, en el rostro y la epidermis observaba, adivinaba reflejos nunca antes vistos de pulido. Se le consolidaban los pliegues de la ropa en drapeados resistentes y fijos. Se senta extraamente macizo por dentro, como si hubiera bebido yeso. La sangre se le detena en las arterias comprimidas. Perda la sensacin de la ropa; se empederna, se mineralizaba entero. No era un ser humano: era un cuerpo inorgnico, un peasco inerte, un bloque metlico, una escoria de la fundicin, una forma de bronce que viva la vida exterior de las esculturas, sin conciencia, sin individualidad, muerto sobre la silla... oh, gloria!, pero convertido en estatua. (323)

Lo peor, sin embargo, est por venir: la escultura expuesta a la mirada y curiosidad lleva a Aristarco a comprender que los elogios eran para el Otro, para la imagen esculpida y no para el cuerpo embalsamado y en forma de bronce. Entra en pnico:Ninguno de esos hermosos apstrofes era para l! Sinti celos. El placer de la metamorfosis haba sido una alucinacin. El aclamado, el endiosado era el busto: l segua siendo el pobre Aristarco mortal, de carne y hueso. (p. 324)Con un hbil proceso de castigo, que nos recuerda el utilizado por Dante en su Infierno, conocido como contrapaso (ejemplificado en el propio El Ateneo por la cita del episodio de Paula y Francesca), Sergio transforma al ser camalenico en una anhelada versin eterna, dejndole vivir la vida exterior de las esculturas, sin conciencia, sin individualidad (p. 323), permitiendo, sin embargo, que su obsesin se personalice en una verdadera estatua y dejando al modelo humano frente a la contemplacin de aquel pedazo de Aristarco, que ni siquiera era humano (p. 324). Y el gesto de celos-y-odio del director, al arrancar la corona de laureles del busto, puede ser tmidamente interpretado por la asistencia, en confrontacin con las dos imgenes, como la magnanimidad de su modestia (p. 324).La verdadera gloria, para Pompia, no poda pasar por la discontinuidad, tena que vivir la realidad de la lnea recta. Debera ser alcanzada sin detrimento de la consciencia y de la individualidad. El colectivo sera una expansin natural del individuo, de tal forma que la estatua (entrada para la Historia) no sera ms que el cuerpo humano entregndose, en la muerte, a la rigidez del mrmol, su ntimo translucindose en el blanco y pulido de la epidermis mineralizada. Visto bajo esta perspectiva, y slo bajo ella, se ampla el significado de la confrontacin entre Sergio y Aristarco, de su choque dentro de las paredes cadas del Ateneo. En el director, Pompia nos quiere todava dar la figura representativa, el prototipo del hombre brasileo, dirigente, dentro de la sociedad que debe gobernar. Del hombre poltico. Este anlisis metafrico y amplio se patentiza al aproximarse el retrato cambiante de Aristarco a una observacin que hace Segio al hablar de los objetos guardados por los compaeros en sus armarios:otros [compaeros], los futuros polticos, criaban camaleones y lagartijas, manifestando su precoz propensin a vivir a rastras y a cambiar de pieles (p.151).

En Sergio aparece el inadaptado, el rebelde que rechaza aceptar como vlidas las normas de comportamiento dictadas por sus pares, por sus contemporneos. Inadaptado citemos- por querer seguir, sin poder, una rectitud que apenas existe en la teora y que aunque sea su ideal, el vir probus, nunca sigui.Bajo este punto de vista, Sergio luchaba contra el Ateneo, pero no contra el colegio en s; l luchaba contra Aristarco, pero no contra el director en s; luchaba contra ellos en la medida en que ambos reflejaban la sociedad brasilea de la poca y le revelaban lentamente su inadaptacin y fracaso. La marca de su diferencia tambin.

4. TropismosFundamentalmente el gran desnortado de la novela es el propio Sergio, que desde que traspone las puertas del Ateneo oscil entre los dos polos opuestos, simbolizados, respectivamente, por la advertencia de Aristarco contra su cabello largo y por los cumplidos de d. Ema a su belleza fsica. Es necesario que un da llegue la desilusin del cario domstico (p. 304, afirma el dr. Claudio en su preseleccin). Adems, es con ese fin que Sergio ingresa al Ateneo, como qued claro en las palabras que su padre le dirigi en la puerta del colegio. No obstante, en lugar de sufrir de inmediato la temple brusco de la vitalidad bajo la influencia de un ambiente nuevo y riguroso (p. 78), Sergio va adelantndose, adelantndose, sin que nunca alcance el definitivo carcter que en cierto momento cree haber alcanzado, despus de tan variadas oscilaciones (p. 178). Debemos, sin embargo, decir que, en ese momento, l se mostraba apacible consigo mismo: la comprensin del norte de su vida, expresada de nuevo en el final de la novela por el dr. Claudio, es, en la mirada de Sergio, amplia y generosa:

Porque parece que a las fisionomas del carcter llegamos a travs de tentativas, como un escultor que amoldara la carne sobre su propio rostro segn la plstica de un ideal (p. 178).

En lugar de alcanzar la desilusin del cario domstico, lo instituye como norma de conducta dentro del Ateneo, oscilando entre los fuertes, imagen paterna, y entre los seres femeninos, imagen materna. En estos tropismos, causados por su inseguridad, Sergio se asemeja a un girasol en sucesivas y diferentes fases, mucho ms cerca de Aristarco de lo que le gustara estar.Desde las primeras pginas del libro, al verse desligado del confort y del hogar acogedor, de la vida protegida, Sergio-personaje busca oponer y reemplazar el sentimiento de melancola por una actitud viril, de entusiasmo, de verdadera entrega a un ideal, que le traera finalmente la definicin de su individualidad. Mientras que la melancola gradualmente pierde terreno (los juegos de la infancia ya se ven como antiguos!), el entusiasmo se engrandece en los primeros contactos con el Ateneo en fiestas (la de fin de curso y la de la gimnasia) e incluso con los mnimos detalles de la decoracin interna, como aquellos dos cuadros de alto relieve que muestran una alegora de las artes-y-estudio y de las industrias humanas, permitiendo que la imaginacin del nio todava fertilice el futuro ambicionado.(Durante el viaje del joven Sergio por esa carte du tendre, por ese mapa de la ternura, Sergio-narrador busca entrometer su espritu caustico e irnico, sea por medio del retrato que esboza de Aristarco, sea incluso por las crticas ms o menos veladas al Sergio-personaje. Pero disociemos los dos de nuevo; ya habiendo analizado al narrador, ocupmonos ahora del adolescente.)Despus de haber pasado por el tamiz crtico de Aristarco que le pide que vaya al peluquero y haber sido salvado del ridculo por el cario maternal y la delicadeza de la aparicin de las frases de d. Ema, grande debe haber sido la satisfaccin de Sergio cuando escucha de la boca del director estas palabras mgicas: mi colegio es slo un poco mayorque el hogar domstico (p. 24). Inmediatamente el equilibrio es restablecido; se borra la idea de separacin y la confianza en s y en el futuro se hace plena. Adems, la propia estructura inicial del captulo obedece al movimiento de vaivn, como se podra demostrar a travs de un estudio de la oposicin entre el perfecto (o el imperfecto) y el pluscuamperfecto. Dos veces en frases cortas Sergio intenta traer la narracin hasta la entrada del Ateneo (perfecto, o imperfecto), pero la corta bruscamente, relegndola finalmente al captulo siguiente.

1. Yo tena once aos.Haba asistido como externo... (p. 78).2. Un da, mi padre me tom de la mano, mi madre me bes... Antes de instalarme en el Ateneo, lo visit dos veces... (p. 80).

Los primeros contactos directos con el Ateneo de todos los das, los alumnos con caras horribles, defectos y tics, la informacin que le da Rebelo sobre el ambiente estudiantil, las constantes burlas de Barbalho, que terminan en pelea, le traen pavorosamente la cruda realidad, el revs del glorioso desfile, el prosasmo elemental de los quehaceres (p. 125), que culmina en una gran decepcin ante de la vida en el colegio, que se va a expresar bajo la forma del terror y la idea fija de la persecucin. Como seala el propio narrador: A esta crisis del sentimiento se aunaba el recelo que me infunda el microcosmos del Ateneo (p. 125). Arrinconado, decepcionado con el ambiente, puede concluir pginas atrs que tambin el desengao que traa en s era grande. Al imaginar que el obstculo a trasladar era tan alto, casi inalcanzable, se desanima cuando descubre que tal obstculo no existe y que, aunque lo existiera, no valdra la pena trasladarlo. Me puse a considerar la diferencia que mediaba entre esa situacin y el ideal de caballera con que haba soado asombrar al Ateneo (p. 108). El choque entre el sueo, el ideal y la realidad, traducido bajo la forma de la decepcin del ambiente, de los otros y de s mismo, da origen a un perodo de bochorno sentimental (Ya liberado de la traba de los ideales ingenuos, me senta desprovisto de nimo, p. 124) que por otro lado coincide con la aparicin y el destaque de Sanches. Este poco a poco va posibilitando la armona soada, en la medida en que no solo cumple de maravillas la funcin de protector (Quise tener un protector, alguien que me valiera en ese medio hostil y desconocido, p. 124), lugar que haba sido ocupado idealmente por Aristarco, sino que tambin le proporciona, al incentivar el estudio, la impresin de que en realidad est conquistando el Ateneo. El apego de Sanches a Sergio no es semejante al de un lobo que ataca a un indefenso cordero comparacin que el buen espritu crtico ha divulgado. En el encuentro de los dos vemos ms bien un papel de caza-moscas. Sergio, que atrae al goloso mosquito, Sanches, que lo rodea, aprisionndolo despus. ... la vanidad femenina de dominar a travs de la debilidad (p. 274). Incluso los pasos que Sergio da al entrar a la pileta (me amedrent el agitado desorden, busqu el rincn de los ms pequeos, (p. 121) ya eran un anzuelo puesto al azar y tal vez inconscientemente, a la bsqueda del protector del que ya senta falta. El golpe de Sanches buscando ahogarlo a escondidas y despus salvndolo, ya demuestra cmo la mente del vigilante, que era de una ferocidad adorable (p. 123), estaba realmente atrada por el anzuelo. An ms seducido se siente Sanches cuando va adivinando en el temperamento de su nuevo amigo cierta perezosa necesidad de amparo, un deleite de sensibilidad impropio, en rigor, del carcter masculino (p. 125). Se entrega, entonces, subrepticiamente como preceptor, ayudando a Sergio en geografa, en gramtica, en historia, en historia sagrada... Es natural entonces que un da, al oscurecer, y estando los dos solos, Sanches se le insine. Ante el rechazo de Sergio, Sanches se torna fro, y aqu de nuevo Sergio se coloca en su papel de seductor: Tem perderlo (p. 136). E incluso acepta con buenos modales la nueva carga educativa del Sanches, ahora en una tentativa de encontrar menos frustracin al final, hasta la cloaca mxima de los trminos groseros (p. 138). Sergio no podra pretender ms inocencia. En el segundo intento, Sanches precipita el desenlace y, rechazado de nuevo, despierta en Sergio una confesada actitud de venganza futura, y del abandono del puesto de buen estudiante. Pero en este intern ya est puesto frente a otro fuerte: Aristarco. Qu le atrae? Lo que me maravillaba era, sobre todo, el valor con que Aristarco ensartaba los astros, cuando todos saben que apuntar hacia las estrellas hace que le salgan a uno verrugas (p. 140). Desilusionado, Sergio inicia una larga crisis mstica, cuando consigue aparentemente mantener el equilibrio en sus bsquedas, por medio de una combinacin de opuestos que encuentra en la frmula Triste y feliz (p. 153). Aceptando el doble castigo, el de Aristarco, en el Libro de notas y el de Sanches, se refugia en el contrapunto de la aventura amorosa en una secreta devocin a Santa Roslia, tierno recuerdo de aquella prima que haba sido cariosa, maternal (p. 149). Castigado por una culpa que lcidamente reconoce que no es suya, intentando emular a Ribas, una figura ms de ngel que de adolescente, Sergio ya no percibe ms el Ateneo como un microcosmos viciado del colegio, sino como un monasterio:

La neblina de la melancola (...) pesaba sobre mis hombros como la toga de un seminarista, como el voto de un fraile. Yo paseaba en la circunspeccin del recreo como en un claustro, mirando las paredes blancas como tmulos (...) El cielo (...) caa entonces sobre m como un solideo de bronce (p. 153).

Para vivir de acuerdo con el ambiente imaginado, purgatorio terrenal, Sergio llega a la autoflagelacin, arrodillndose sobre piedritas puntiagudas, acercndose, por la posicin, a Franco, y por las notas que pasa a recibir. Los dos, hermanados, proyectan la venganza de los ladrones en la pileta y, por una doble coincidencia, consiguen cambiar la direccin, justificando la fuga con una colecta de sapotis. Castigado con la pesadilla nocturna, castigado incluso de pie, en el medio del saln comedor, Sergio, por comparacin con Franco, comienza a percibir la diferencia capital entre la humildad y la humillacin. Si bien no usa el segundo vocablo, usa el primero acompaado de un adjetivo, aproximndose al menos al concepto: Franco, en compensacin, representaba la humildad derrotada (p. 168). Como Andr Gide cuando analiza a Dostoievski, Sergio descubre que la humildad abre las puertas del Paraso y la humillacin las del Infierno.Resuelve, entonces, comprender framente lo que deba haber enfrentado antes: el problema de su independencia, que lo toma de improviso jocosamente, apunta Sergio-narrador, como el relmpago de Damasco al revs. Alusin sin duda (al revs) a la conversacin de San Pablo. Durante este perodo de descreimiento, de transicin, era de esperar que Sergio repudiara los dos extremos, Ribas y Franco, y trabara amistad con Barreto, que no solo vena de un colegio de padres, sino que tambin era un personaje doble que representaba en las horas de recreo la diversin en persona, y tena momentos de meditacin tormentosa con muecas de terror, y hablaba de la muerte (p. 171). Mientras tanto, la idea de independencia va ganando ms fuerza con las salidas de Sergio, ocasiones en que mantiene contacto con el mundo exterior y consigue, por intermedio del padre, un clima especial de privilegio en el Ateneo. Se vuelve anarquista al establecer el conflicto entre la independencia y la autoridad (p. 176). Es en ese momento que cree haber llegado a la deseada personificacin moral de pequeo hombre (p. 177), al carcter que mantendra despus de tan variadas oscilaciones (p. 177). Su inters ertico es tambin canalizado en una verdadera mujer, ngela, la canarina, debatiendo su sensibilidad en una curiosidad mrbida por la realidad cruda, el deseo de ver un cadver, uno de verdad. En la intriga que envuelve a ngela y sus dos amantes sobresale el hroe Bento Alves. Era considerado principalmente por el nombre de hercleo. Los fuertes constituyen una verdadera hidalgua de privilegios en el internado (p. 189). En su tropismo, Sergio nuevamente dispara miradas para cautivar al nuevo hroe. Para mirarme, esperaba que yo le sacara los ojos de encima (p. 200). Sergio se parece, en su manera de atacar, al puercoespn que se anima primero, amedrentando, cautivando, para despus sacar las espinas. La presa es atrada con facilidad porque ya no tiene vergenza ni necesidad de esconder su seduccin. Lo estim femeninamente porque era grande, fuerte, valeroso (p. 200). Ya no puede huir como antes de la mirada de los otros, porque se revela. Las persecuciones y las intrigas lo envuelven, olvidadas por un instante debido al alboroto de fin de ao. Durante las vacaciones [Bento]me haba ido a ver a casa, entablando relaciones con mi familia (p. 263). Y por uno de esos equvocos comunes en los medios burgueses, Sergio es recomendado al amigo para evitar el constante peligro de la camaradera perniciosa (p. 263). El escndalo de Cndida precipita un nuevo y violento desenlace, con la pelea entre Sergio y Bento. A eso le sigue un violento altercado con Aristarco. Dos pjaros de un tiro! Sergio se libera de los dos protectores, se vuelve fuerte, y sale a la bsqueda de otra mosca. Egbert.

Me quemaba el ardor inexplicable del desinters. Egbert me inspiraba ternuras de hermano mayor. (p. 274)

Deja de lado la vanidad femenina de dominar por la flaqueza, y en lugar de ser atrado por la fuerza, se siente fascinado por la belleza de su nuevo compaero. El tono del libro cambia. No viene su satisfaccin del hecho de que realmente representa el papel que quera asumir desde el inicio? El paternalismo es evidente; los cuidados exagerados son evidentes; el contrapunto literario, basado apenas en literatura francesa, sobre todo en Paulo e Virginia, encierra todo en un paquete color rosa. Egbert le sirve de trampoln. Y es en ese momento cuando lleva a cabo finalmente el avance sobre Ema (y no sobre su hija, como sera de esperar, aunque fuera solo para vengarse de Rmulo). El crculo sentimental de El Ateneo poco a poco se cierra, la lnea vuelve al punto inicial, apenas con una ligera diferencia: de las manos paternas Sergio pasa a las manos maternas. Ema tena mi mano tan suave y maternalmente apresada entre las suyas que tambin apresaba mi vivacidad (...), como si yo slo existiera en esa mano retenida (p. 284).. El amigo es dejado de lado: Miraba ahora a Egbert como a un recuerdo y como al da de ayer. Y de regreso al Ateneo, despus de cenar en la casa del director, puede sentirse(...) grande. El pecho me creca indefiniblemente, como si estuviera volvindome hombre por dilatacin (p. 284). Ema, durante las vacaciones y la soledad del Ateneo, se introduce lentamente, ocupando por completo los devaneos y la atencin de Sergio. Y una frase de Aristarco, suelta al comienzo de la novela (Mi seora es la enfermera, p. 97), dicha en el momento en que se discurra sobre el carcter hogareo del colegio, justifica la dolencia de Sergio. Y entramos en el aumento de una proximidad mayor: la unin entre madre e hijo va siendo reestablecida poco a poco, artificialmente, como se puede ver en el montaje de frases que haremos a continuacin.

A veces, por un juego carioso, intentaba darme el alimento en la boca, la cucharadita de sag, que probaba primero, con un adorable mohn de beso. Yo me senta deliciosamente pequeo en aquel crculo de acogimiento, como en un nido. Para arrullarme, cantaba canciones desconocidas. Inclin la cabeza en el hombro de Ema, como un hijo. Me senta pequeito, pequeito. Se sentaba en la silla. Me tomaba en el pecho, me calentaba, me agitaba contra el seo como a un recin nacido, inundndome de irradiaciones calientes de maternidad, de amor. Desprenda los cabellos y con un ligero movimiento de espalda haca caer sobre m una carpa oscura. Desde arriba, sobre la cara, me llegaba el aliento tibio de la respiracin. Yo vea, en el fondo de la carpa, incierto como en sueos, la fulguracin sideral de dos ojos (pp. 331-337).

En el regazo, recuperando su primitiva proporcin y posicin, encogido como un recin nacido, el cabello de Ema cae en forma de cortina, protegindolo del exterior, mientras los dos ojos, tambin protectores, brillan libres, eximindolo de cualquier sufrimiento en el contacto con el mundo, el aire que respira es tambin suministrado por Ema, Sergio retorna al principio, al placentario cobijo de la dieta casera (p. 79).Cerrado el ciclo de las bsquedas, as se cierra El Ateneo, negando la propia razn del libro, la bsqueda de individualidad por parte de Sergio. Contradictoriamente. 5. El automedonte Existe dentro del Ateneo un personaje bastante extrao, a quien Sergio le tiene una gran simpata y que es el nico con quien comulga ideas. Personaje que se entromete ac y all en la accin del libro, pero que nunca llega a ser parte de ella; personaje que no llega a ser presentado al lector como tpicamente lo hace el narrador, o sea, primero por un retrato y luego colorendolo, al presentar al personaje en accin. Sin exagerar diramos que es el nico personaje sin rostro en la galera del Ateneo, lo cual es un privilegio, y tal vez sea el nico personaje que nunca hace nada, apenas habla, y es ciertamente el nico personaje masculino, adulto, que mantiene un contacto estrecho con Sergio y que nunca recibe de este ni siquiera una crtica. Se trata del Dr. Claudio, en quien todos los crticos reconocen de manera unnime el puo y las ideas del propio Pompia.Si se nos permite, preferimos antes asociarlo a Sergio. Permitida la asociacin, se percibe el obvio rgimen de privilegio que recibe y se puede visualizar entonces una tercera fase de la vida de Sergio. En otras palabras, una faceta desarrollada, abierta e idealizada de Sergio: Sergio maduro, serio, lcido, ponderado, racionalizando a todo y a todos, liberado del pasado, sin necesidad de la traicin, de la traicin a los otros o a s mismo. Sergio profesional, entregado a discusiones objetivas y abstractas en el campo esttico y tico, aunque en esas abstracciones se pueda sentir el impulso catico que las motiv. Sera el verdadero final fiel de la balanza, que vendra a equilibrar y apaciguar las mltiples contradicciones que presentan los dos Sergios. Una visin fracturada, presentada bajo la forma de presente a causa de la disociacin de nombres, el Dr. Claudio es quien consigui domar y destruir las versiones descriptas como pasado (personaje) y como presente (narrador), compareciendo bajo la aureola del bueno, sabio, generoso, etc. Al mismo tiempo, por sus palabras, el propio profesor lanza una luz crtica definitiva sobre los diversos problemas suscitados por el libro y por nosotros. La manera como nos lo presenta Sergio es tpica de un cono que trae en sus palabras el aire y el agua para insuflar el fuego o apagarlo, figura de mediador, de pacificador, automedonte para Sergio:

El Dr. Claudio conduca los trabajos con verdadera pericia de automedonte, aclaraba los embrollos, forjaba adjetivos encomisticos que iba repartiendo por turnos a todos y cada uno de los estimables asociados (del Gremio Literario Amor al Saber) propona algunas tesis y otras le parecan graciosas. (p. 197-198)

Su forma ms palpable en la novela son tres conferencias transcriptas ipsis litteris (y algunas otras de menor importancia que el novelista apenas menciona sin transcribir): dos sobre arte y/o literatura, la primera una crtica general sobre la literatura brasilea, la otra sobre el arte en general (ambas en el captulo VI), y la tercera sobre la cuestin del internado (Captulo XI). Simtricamente colocadas. Solo los tpicos que abordan ya nos hablan del inters que tienen para una comprensin profunda de la novela. Adems, Ledo Ivo, como vimos, las describa como islas ensaysticas, llamando sin dudas la atencin del lector en su posicin dentro de la estructura de la novela-isla, y para su contenido dentro de la trama-ensayo. Las tres conferencias se completan de una manera armoniosa, mostrndonos crticamente la posicin del autor frente a tres situaciones bien definidas: la literatura a la que pertenece, la novela como obra de arte y la vida pasada, material que se va a usar. En ese sentido, teniendo ms en cuenta el segundo aspecto, El Ateneo conserva una modernidad sorprendente, pues es la nica obra del siglo XIX, de las que conocemos, que trae en s misma una discusin de la propia obra, su justificacin. En la actualidad de la literatura brasilea, vista en imgenes violentas y chocantes, simblicas y a veces hermticas, ilustrada por la putrefaccin y el estancamiento propio de los charcos y de los pantanos, donde los pjaros huyen de las miasmas y los rboles, recelosos, se vuelven sobre s mismos, el Dr. Claudio siente la falta de una verdadera obra de arte. El arte es la alegra del movimiento o, en las sociedades que sufren, un grito de dolor supremo (p. 206). Esta sin embargo era casi imposible en Brasil, ya que aqu la alegra es un cadver. Y agrega despus: Al menos si sufriramos. Por parte del Dr. Claudio existe esa comprensin mayor de la obra de arte, comprensin dicotmica, donde el arte sera o la alegra del movimiento o un grito de supremo dolor. Y para ambas formas no estbamos preparados o capacitados. Siendo inexistente la alegra, haba solo una esperanza, que la obra de arte brotara de alguien que padeciera, pues es as como surgen en las sociedades que sufren. Como candidato a ocupar ese lugar es que Raul Pompia se presenta ante sus pares, con una novela que pretende tener la tenacidad letal de una nusea.Cul es el origen de tanta tristeza y tanto sufrimiento en esa sociedad que encuentra su rplica en un paisaje fnebre y enfermizo? La culpa no es de la falta de preparacin de los autores, ni tampoco del carcter del brasileo, ni de las condiciones del clima tropical, poco propicio para las elucubraciones mentales, sino que era la obra de un gran empresario. Aclara el Dr. Claudio: La obra moralizante de un largo reinado, producto de la la tirana flcida de un tirano de sebo (p. 206-207). Palabras que nos recuerdan la idntica violencia encontrada en el Alusio Azevedo de Filomena Borges al dirigirse al soberano y a su corte, que vivan en Petrpolis. La ltima afirmacin del Dr. Claudio, como era de esperar, despierta grandes divergencias en la platea, principalmente por estar all el Dr. Z Lobo y el senador Rubim. Dejemos de lado estas dos figuras y fijmonos en el Dr. Claudio. Poco se ha destacado, desde nuestro punto de vista, este carcter crtico del Segundo Reinado, posiblemente de partidismo republicano, que El Ateneo pretende presentar, incluso ms que el propio, viviendo durante ese perodo, se justifica y justifica todos los defectos que quiz tenga su novela por no poder germinar en un semillero frtil, sino solo vivir en un pantano, en una prosperidad melanclica de sauces que, como nos aclar antes, parecen crecer hacia abajo (p. 206). As explicado, podran hacerse algunas conjeturas sobre la obra de Pompia que, tal vez, si no fuera por las crticas que recibi, habra seguido el camino inaugurado por las Jias da coroa, roman clef, donde se vislumbra sin dificultad a D. Pedro II (duque de Bragantina), las vueltas con su yerno (conde du), en la chacra de Santo Cristo (Quinta de So Cristovo). Siendo as, fue nuestro novelista acorralado contra su voluntad, obligado a inclinarse sobre s mismo como los sauces de los que habla y hablbamos, sintindose imposibilitado de hacer un arte que transmitiera alegra. Y Pompia padeca del mal incurable de haber nacido en una sociedad que sufra. Al creer todava en las palabras del Dr. Claudio, tendramos que esperar del escritor esta misma participacin testaruda e intransigente de hombre poltico, que siempre estaba alrededor con artculos violentos y caricaturas custicas. Y tendramos que hablar finalmente del fracaso que fue su proyecto de escritor por no haber realizado nunca su ideal. Pero no: sufriendo como sufra, como haba sufrido, su obra era la ms perfecta para el perodo, pues era un grito de supremo dolor en la sociedad que sufre... Por lo tanto, la verdad del Ateneo realmente extrapola los lmites del colegio y se presenta metafricamente (ya lo anticipbamos antes) como un retrato de Brasil durante el Segundo Reinado. Tal vez en la figura de Aristarco no se deba tanto reconocer al barn de Macabas, sino al gran empresario, el tirano de sebo, y en el proceso de educacin propagado por El Ateneo, la obra moralizante de un largo reinado. La comprensin de la literatura brasilea, expuesta como tal, viene a ser completada por los diversos cuadros evolutivos de aspectos de la civilizacin humana que el Dr. Claudio trazar a continuacin, oponiendo como siempre fortalezas y debilidades, mostrndonos una vez ms la preocupacin primaria y fundamental de Pompia que en todo ve un juego de fuerzas opuestas y en desequilibrio[footnoteRef:23], o a la bsqueda del equilibrio. En su segunda conferencia, el Dr. Claudio habla sobre la supremaca ntida del Arte sobre todas las otras actividades humanas, as como sobre las otras organizaciones del pensamiento, sea la religin (invencin de la mayora de dbiles), sea la moralidad (organizacin simtrica de la debilidad comn). El Arte, siendo la evolucin natural de lo agradable realizado (bajo la forma del amor, siendo su otra forma la nutricin), originaria a la propensin ertica fuera del amor, presentndose as como la educacin del instinto sexual, se revela como cruel, obscena, egosta, inmoral, indomable, eternamente salvaje, porque puede serlo, y por eso mismo es la propia representacin de la superioridad humana, que se sita por encima de los preceptos, de la religin y de la ciencia. Esta evolucin se emparenta con la evolucin de la humanidad, porque esta hoy, bajo la bandera negra del darwinismo espartano, desprecia el preconcepto artstico de la religin y de la moralidad[footnoteRef:24]. [23: Si se nos pidiera una definicin que comprenda la vida que tiene Pompia y que deja traslucir en El Ateneo, citaramos de buen grado una frase suya encontrada por Eloy Pontes: A la derecha, tenemos el hgado, la clera, la mano armada, la ofensiva; a la izquierda, el brazo del escudo, la defensa, el amparo, el corazn (Op. cit. p. 324). Lo que nos recuerda el juego que Robert Mitchum ejecuta en el bello filme The Night of the Hunter (escenografa de James Agee), que coloca enfrentadas sus dos manos, donde se ven tatuadas en los tobillos las palabras: L-O-V-E y H-A-T-E.] [24: Un estudio exhaustivo e inteligente de esas ideas dentro del clima intelectual de la poca fue hecho por Araripe Jnior, en la serie de artculos recogidos por el Ministerio de Educacin y Cultura.]

De cumbre en cumbre, ya que en el raciocinio de Pompia el inters reside en lo que es fuerte, en lo que es superior, en la nueva necesidad de otra cumbre: en la cima del Arte, que ya es una cima, est la elocuencia, la ms elevada de las artes, de ah la supremaca de las artes literarias la elocuencia escrita. (p. 217) Queda clara, as, la eleccin por parte de Sergio del Arte (originario a la propensin ertica fuera del amor), culto espartano, contrapunto necesario frente a la debilidad que muestra ante sus colegas, a la insuficiencia ante el cdigo moral y religioso. El Ateneo es entonces un edificio racional, erguido con el fin obvio de inversin de valores dentro de la sociedad brasilea, con el inters poco escondido de postular nuevos valores dentro de la sociedad a la que pertenece el autor. Por otro lado, cada explicacin del Dr. Claudio refuerza el carcter cerrado de la obra, ya resaltado en su filosofa, en su estructura y ahora en su creacin. Cuando sin embargo se revela ms lcido el pensamiento del Dr. Claudio es cuando discute la cuestin del internado. En el anlisis que hicimos del comportamiento del Sergio-personaje y en la crtica, resaltada por nosotros, que le hace el Sergio-narrador, nos sobresalt y nos impact la inconciencia que ambos demuestran cuando practican el Mal, sobre todo en una novela que vive en el espacio literario donde se cruza el eje Charles Baudelaire-Gustave Flaubert[footnoteRef:25]. El primero al poner la culpa en los otros, presentndose como vctima de un mecanismo triturador y macabro; el segundo, al exagerar hasta el grotesco a los verdugos, y haciendo del primero un ser en constante penitencia por faltas que no haba cometido. Ambos buscando escaparse como podan de la marca que los hara diferentes para el resto de su vida, incapacitados para la convivencia normal dentro de la sociedad. [25: No es casual que en el mismo ao 1888, Alusio Azevedo, en la novela O Cortio, cuando dramatiza el establecimiento del portugus en Brasil, su abrasileramiento presenta tambin conceptos ticos que escandalosamente salen del eje Baudelaire/Flaubert, europeo y europeizante: La muerte de Firmo no vena nunca a impedir el gozo de la vida: quiere l, quiere la amiga, crean que era muy natural (Op. cit. p. 216).]

El Dr. Claudio los ataca veladamente, pero sin piedad. Desde el inicio, ampliando el crculo estrecho del Ateneo, hacindolo ver las proporciones de la sociedad en que tambin vive Sergio-narrador.

Una vez que se han probado en el microcosmos del internado, ya no hay ms sorpresas en el gran mundo exterior, donde se soportarn todas las convivencias y se respirarn todos los ambientes; donde la razn de mayor fuerza es la dialctica general, y nos envuelven las evoluciones de todo lo que repta y de todo lo que muerde (p. 303).

Fracasado en el internado, fracasar en la vida afuera de l. En seguida, el internado, siguiendo la imagen del profesor, es como la criba del minero al separar los de mayor valor de los de menor valor. Y se situar ms abajo cuando el Dr. Claudio, a continuacin, nos dice que en el fondo la direccin del carcter es invariable, y ms: Todos tenemos un norte necesario; cada cual lleva a cuestas el sobrescrito de su fatalidad. En esta visin tacaa e impiadosa del xito en la vida, como siempre presentada de manera dicotmica, donde la criba del minero separa el oro de la ganga, no hay forma de escape, no hay forma de liberacin posible, ya que los caracteres que ah triunfan traen, al entrar, el pasaporte del xito, y los que se pierden, la marca de la condenacin (p. 304). Es esta la marca que Sergio intent e intenta evitar desesperadamente, durante todo el desarrollo de El Ateneo, llegando a engaarse por momentos a s mismo y al lector, y que finalmente le es descubierta por el Dr. Claudio. Sanches, aquel Sanches, traa el pasaporte al xito, y con eso saldra amnsico, libre y sin impedimentos del Ateneo, ocupando ahora una buena posicin, honesta, decente, entre sus pares. Sergio, con la marca de la fatalidad grabada en el rostro, tena que reconocer, con su lter ego, que los deberes se sacrifican; no se prevalecen. Para poder salvarse, como Sanches, para poder integrarse normalmente dentro de la sociedad, burlndose de la mirada crtica ajena, sin sentirse dominado por ella, le resultaba necesaria una mayor maleabilidad de carcter. Se le presenta una nica solucin: la mentira, pues solo esta puede borrar momentneamente lo que se quiere esconder. Mentir como medio de salvacin. Pero no. Para que la mentira prevalezca, es necesario un sistema completo de mentiras armnicas. No mentor es simplecrea su padre y as lo aconsejaba desde Pars. Sergio acept el consejo paterno, pero lo adopt de manera bizarra. Quiso ser diferente, sin serlo. Quiso, sin el poder, ir hasta el fondo de la integridad, mintindose solo a s mismo y no a los otros, planeando una novela fantstica y llena de contradicciones. Quiso ser fuerte, sin quererlo; inmune, sin conocer el taln. Quiso pertenecer a la mejor sociedad de la poca, la burguesa, guardando intactos los privilegios del artista. Quiso ser aceptado por ella como su ms ntegro representante, aunque tuviera la necesidad de confesar su pasado escabroso. Se enga a s mismo, sabiendo que se engaaba. Pretendi pasar por inconsciente, siendo lcido. En la poca de los escritores malditos, quiso serlo, no sindolo; pasar por, sin apegarse. No hubiera sido ms fcil que se conformara con su condicin? Admitir que Ssifo haya tenido que cargar la piedra, Prometeo traer el guila, Edipo seguir la seal. No hubiera sido ms honesto inscribir el terrible verso baudeleriano (autor que admiraba): -Hypocrite lecteur mon semblable- mon frere![footnoteRef:26], en lugar de eludir el asunto escabroso con las bellezas del estilo? [26: Op. cit., p. 2.]

Tal vez hubiera sido ms sano, en simples trminos de supervivencia, que hubiera aprendido la leccin que nos recordara a dos de los autores ms angustiados de nuestro tiempo, Andr Guide y Albert Camus, en dos obras capitales, Corydon y Le Mythe de Sysiphe (ambas por coincidencia discuten problemas bsicos de Sergio o de Pompia):

Lo importante, deca el abad Galiani a Mme. dpinay, no es curar, sino convivir con los males[footnoteRef:27]. [27: Le Mythe de Sysiphe, Pars, Gallimard, 1942, p. 58; Corydon, Pars, Gallimard, 1925, p. 25.]

Tal vez no. Una cosa sin embargo nos ense con su propia muerte: es difcil mantenerse entero siendo quebradizo. Por eso es que encontramos una trgica belleza en una anotacin de l que, entre otras, quiz se hubiera perdido para siempre:

Los caracteres enteros son como las calderas antiguas no tienen vlvulas de seguridad y, en el caso de presin desesperada: se despedazan[footnoteRef:28]. [28: Apud Eloy Pontes, op. cit., p. 323. Trayendo hasta el presente este recursiva contradiccin, o mejor, releyendo El Ateneo despus de la muerte trgica del autor, la novela adquiere finalmente un tono maldito e inquietante, pues en el presente, sin que est claro, sin que se tenga certeza, se presente un futuro suicida en el anlisis psicolgico que Pompia hizo de Srgio. El primer novelista que saca partido conscientemente (y no) de este proceso, que en Pompia fue involuntario, repetimos, es Ernest Hemingway. El autor de The Snows of Killimanjaro, que tambin fue al encuentro de la muerte, sin paciencia para esperarla, en su libro de memorias sobre Pars, The Moveable Feast (New York, Bantam, 1956), al hablar de la tcnica descubierta y empleada en los primeros cuentos, afirma: Se trataba de un cuento bien simple llamado Out of Season. Haba omitido el final real en que el viejo se ahorcaba. Omit la parte [del suicidio del personaje] basado en mi nueva teora de que uno puede omitir cualquier detalle mientras que sepa que est omitiendo y que el detalle omitido fortalece la historia y hace que el lector sienta ms de lo que realmente comprende (pg. 75). Despus de leer este pasaje, conseguimos precisar ese algo ms que habamos sentido de manera vaga pero absorbente al releer El Ateneo. La historia se encarg de alargar el enredo por algunos aos para el lector moderno, completando, sin que verdaderamente haya existido para el autor, una omisin idntica a la que se refiere Hemingway. Esa misma omisin involuntaria, tambin contara hoy, y bastante, para los lectores de las novelas y cuentos ms autobiogrficos del autor americano.]

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