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EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO Angel Cristóbal-Montes Profesor de las Universidades Católica “Andrés Bello” y Central de Venezuela. 1. PLANTEAMIENTO GENERAL Aceptada la herencia, el heredero viene a ocupar la misma posición jurídico-patrimonial que ostentaba su causante y, por ende, resulta titular, tanto activa como pasivamente, de todas aquellas relaciones jurídicas que el evento fatal no extinguió. La previa situación de diferenciación y autonomía de esfe ras patrimoniales adecuada a la dualidad de titulares (el de cuius y el sucesor), es sustituida, al producirse la adición de la herencia deferida, por una situación unitaria, de íntima com penetración y engarce, de fusión o confusión, en la que un único sujeto (el heredero) resulta titular de una sola masa patrimonial: la resultante de la conmixtión entre el acervo del difunto y el del sucesor mortis causa. Tal acaecer jurídico, amén de otras importantes consecuen cias, viene a plantear desde el ángulo de los débitos una inte resante situación. En efecto, a partir del instante en que tiene lugar en torno al heredero la refundición de dos haberes patri moniales en uno solo, deja de haber, a los efectos económico- jurídicos, dos clases de deudas, las propias y las del causante y, consecuencialmente, dos tipos de créditos: los que pesaban sobre el causal relicto y los que incidían sobre el patrimonio del sucesor. A partir de ahora, a la unidad de deudor corres ponderá la unidad de acreedor, el heredero responderá por igual de todo tipo de deudas y los acreedores, con indiferencia de cuál fuese el sujeto pasivo en el momento de generarse el vínculo obligatorio, vendrán enfrentados a un único deudor y a un único patrimonio. Por tanto, ya no será posible circuns

EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANOulpiano.org.ve/revistas/bases/artic/texto/RDUCAB/9/UCAB... · 2018. 4. 16. · penetración y engarce, de fusión o confusión, en la

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  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO

    Angel Cristóbal-Montes Profesor de las Universidades Católica “Andrés Bello” y Central de Venezuela.

    1. PLANTEAMIENTO GENERAL

    Aceptada la herencia, el heredero viene a ocupar la misma posición jurídico-patrimonial que ostentaba su causante y, por ende, resulta titular, tanto activa como pasivamente, de todas aquellas relaciones jurídicas que el evento fatal no extinguió.

    La previa situación de diferenciación y autonomía de esferas patrimoniales adecuada a la dualidad de titulares (el de cuius y el sucesor), es sustituida, al producirse la adición de la herencia deferida, por una situación unitaria, de íntima compenetración y engarce, de fusión o confusión, en la que un único sujeto (el heredero) resulta titular de una sola masa patrimonial: la resultante de la conmixtión entre el acervo del difunto y el del sucesor mortis causa.

    Tal acaecer jurídico, amén de otras importantes consecuencias, viene a plantear desde el ángulo de los débitos una interesante situación. En efecto, a partir del instante en que tiene lugar en torno al heredero la refundición de dos haberes patrimoniales en uno solo, deja de haber, a los efectos económico- jurídicos, dos clases de deudas, las propias y las del causante y, consecuencialmente, dos tipos de créditos: los que pesaban sobre el causal relicto y los que incidían sobre el patrimonio del sucesor. A partir de ahora, a la unidad de deudor corresponderá la unidad de acreedor, el heredero responderá por igual de todo tipo de deudas y los acreedores, con indiferencia de cuál fuese el sujeto pasivo en el momento de generarse el vínculo obligatorio, vendrán enfrentados a un único deudor y a un único patrimonio. Por tanto, ya no será posible circuns

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    cribir los acreedores personales a los bienes del heredero ni los acreedores del causante a los integrantes del complejo hereditario.

    Semejante conformación del mecanismo sucesorio mortis causa es susceptible de deparar consecuencias que pueden ser económicamente adversas para el heredero o perjudiciales para los originarios acreedores del difunto.

    En relación al primero, porque al devenir las deudas del causante deudas suyas y como consecuencia del principio de responsabilidad patrimonial universal (art. 1.863 C. C.), tendrá que atender al pago de los débitos hereditarios incluso con sus bienes particulares en el caso de que en la herencia adquirida el pasivo rebase al activo (responsabilidad ultra vires heredi- tatis), sin que lógicamente pueda detener su vinculación obli- gacional al límite del valor de los bienes heredados.

    Respecto a los segundos, porque, como natural contrapartida a lo anterior, los acreedores personales del heredero ven ampliada su garantía patrimonial a la herencia, y, por tanto, tienen derecho a exigir y su deudor tiene el deber de pagar con los bienes componentes de la misma, lo que, caso de previa insolvencia del heredero, puede determinar que los acreedores hereditarios que tenían en el caudal amplia y suficiente garantía de pago vean frustrado o disminuido su crédito por un más diligente reclamo de los acreedores particulares o por un interesante concierto entre éstos y su deudor en orden a la rápida y preferente realización de créditos.

    Al primer inconveniente se viene atendiendo desde el Derecho justiniano mediante el llamado beneficio de inventario que permite al heredero que a él se acoge limitar su responsabilidad por las deudas y cargas de la herencia a lo que alcance el activo hereditario (intra vires hereditatis), amén de conservarle los derechos que ostentase frente al causante.

    Al segundo eventual perjuicio, también desde el Derecho romano, se opone el denominado beneficio de separación de patrimonios o de bienes.

    2. EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO

    En Roma, como en la mayoría de los ordenamientos latinos

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 11

    actuales, la adquisición de la herencia daba lugar a que el caudal relicto fuese absorbido por el patrimonio del heredero y a la natural consecuencia de que, en adelante, tanto los acreedores del de cuius como los personales de dicho heredero podían concurrir indiscriminadamente sobre el único patrimonio a la sazón existente.

    La aparición del beneficium separationis, separatio bonorum (en el decir de las fuentes) o commodum separationis (como algún autor pretendió sin mayor fortuna)1, está ligada a la necesidad de oponer alguna especie de valladar a las muy negativas y peligrosas consecuencias patrimoniales que a los acreedores del difunto puede acarrear el régimen de confusión de los patrimonios del causante y del heredero, si bien esta fundamental y caracterizad ora finalidad del instituto en estudio no se aprecia con toda nitidez en sus primeras manifestaciones y balbuceos.

    En efecto, del beneficium separationis comienza a hablarse en el Derecho romano en relación al heres necessarius como de un medio por el que tal heredero, que adquiría automáticamente la herencia sin disponer, a diferencia de lo que sucedía con el heres suus, del beneficium abstinendi, podía limitar su responsabilidad por las deudas y cargas hereditarias cum viri- bus hereditatis. En virtud de tal recurso, según nos dice Gayo 2, lo que el liberto (manumitido e instituido heredero en el testamento) adquiriese con posterioridad a la muerte del testador le era reservado (ipsi reserventur), sin que los acreedores de la herencia pudiesen englobarlo en el caudal relicto a la hora de proceder a su venta. Aparte de que, como con gran atino advierte Schulz, habiéndose concedido tal beneficio en una época en que todavía tenía aplicación la ejecución en la persona, lógicamente debió implicar, amén de la separación de los patrimonios del de cuius y del liberto, la exclusión de que el heredero pudiese sufrir ejecución personal por razón de los débitos hereditarios3.

    Otra primera manifestación de la figura la encontramos en relación a la denominada satisdatio suspecti heredis, garantía a

    1 B a v ie r a , II commodum separationis nel diritto romano e moderno,Bolonia, 1901.

    2 Gayo, 2, 155.3 S c h u lz , Derecho romano clásico, Barcelona, 1960, p p . 289-290.

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    favor de los acreedores del difunto prevista en el Edicto pretorio, en cuya virtud si aquéllos juzgasen sospechoso al heredero, no en razón de la maliciosa o fraudulenta administración de los bienes sino en base tan sólo a su situación patrimonial frente a la del causante ( “en cuanto a sus facultades” , . . . “en cuanto a los bienes” )4, podían pedir al pretor que le ordenase otorgar caución en relación al pago de las deudas hereditarias, orden que si no era acatada provocaba la missio in possessionem de los bienes de la herencia y su posterior venta, consecuencias que a no dudar daban lugar, desde el punto de vista práctico, a una verdadera separación de patrimonios y al alejamiento del peligro que para los acreedores de la herencia puede representar la confusión patrimonial que provoca la aceptación de la sucesión.

    Pero la definitiva formulación romana del mecanismo tuitivo de los intereses de los acreedores de la herencia contra el riesgo de la insolvencia del heredero la encontramos en la rúbrica del Edicto pretorio intitulada De separationibus, cuyo texto, que no ha sido conservado, proporcionó las líneas maestras de la regulación justiniana.5 A manera de síntesis elemental y sin perjuicio de considerar en su momento las dudas y discusiones surgidas en torno a concretos aspectos de la conformación jurídica de la figura, podemos anticipar que en virtud de la separatio bonorum los acreedores del difunto (y los legatarios) obtenían la reserva del caudal relicto a la preferente satisfacción de sus derechos, quedando tan sólo a disposición de los acreedores personales del heredero lo que eventualmente restase tras aquella previa realización creditual. Se producía de esta manera un verdadero desvirtuamiento del régimen de confusión patrimonial propio de la adquisición hereditaria, ya que operante el beneficio coexistían dos masas patrimoniales, la del causante y la del heredero, cada una de las cuales soportaría su propia bonorum venditio a la hora de proceder a la ejecución forzosa de las cargas debituales que la afectasen; situación que, resultando un tanto extraña a los principios informadores de la sucesión mortis causa romana, se trataba de explicar recurriendo a la ficción de que las cosas ocurrían tal cual si el deudor no hubiese fallecido o, como grá

    4 D. 42, 5, 31.5 Título 6 del Libro 42 del Digesto.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DEHECHO HOMANO 13

    ficamente dicen las fuentes, suponiendo que los acreedores que han impetrado la separación prefieren defunctum sequi.

    El siguiente texto de Ulplano proporciona las líneas maestras del instituto en base a las razones que legitiman y explican la admisión del mismo:

    “Se suele permitir la separación a los acreedores, por ejemplo, cuando uno tuvo como deudor a Seyo, y, fallecido éste, quedó heredero de él Ticio, que no es solvente y consiente la venta de bienes para pagar a sus propios acreedores; los acreedores de Seyo dicen que para ellos bastan los bienes de Seyo y que los acreedores de Ticio deben contentarse con los bienes de Ticio y procederse como si la venta de los bienes fuese de dos, porque puede suceder que Seyo fuera ciertamente solvente y que se haya podido satisfacer a sus acreedores, o, si no por completo, tan sólo en alguna parte, pero que, admitidos y mezclados los acreedores de Ticio, habrán de conseguir aquellos menos, porque éste no es solvente y conseguirán menos porque son muchos. En este caso es, pues, muy justo que deseando los acreedores de Seyo la separación sean oídos y que impetren del pretor que se pague por separado su importe a los acreedores de cada uno” .6

    Como claramente se deriva del fragmento transcrito, actuado el beneficium tiene lugar una nítida separación y diferenciación entre ambos acervos patrimoniales, por un lado los bienes del causante sujetos a sus propios débitos, por el otro los del heredero afectos a sus particulares cargas, sin que pueda hablarse, como luego sucederá en la evolución del mecanismo en consideración, de simple preferencia de los acreedores de la herencia sobre los acreedores del heredero, sino de auténtica dualidad patrimonial y de un doble grupo de deudas. “No hay concurrencia —escribe en tal sentido L ó p e z J a c o i s t e — , concurrencia resuelta por un sistema de prelación, sino eliminación de la posible concurrencia de los acreedores del heredero con los de la herencia” .7

    ¿Quiénes podían pedir la separación de bienes en Derecho romano?

    6 D. 42, 6, 1.7 L ó pe z J a c o is t e , El beneficio de separación de patrimonios en nues

    tro sistema sucesorio, en Revista general de legislación y jurisprudencia (separata), 1958, p. 11.

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    En primer término, como es natural, los acreedores del difunto, siendo indiferente al respecto que sus créditos sean condicionales o a término e, incluso, aunque estén dotados de garantía real. En tal sentido nos dice U lp ia n o : “A los acreedores a quienes se debe bajo día o condición, y por esta razón aún no pueden pedir lo que se les debe, también se les concederá separación, porque también se mira por éstos en la caución común” .8

    Cuando un acreedor hereditario sea el único heredero es obvio que no podrá obtener el beneficio de separación, ya que habrá dejado de ser acreedor de la herencia, mas no sucederá tal cuando su situación sea de coheredero, pues en tal caso la parte de su crédito que no se haya extinguido por efecto de la confusión continúa teniendo plena existencia y vigor. En tal sentido se pronunciaron los emperadores D io c l e c ia n o y M a x i- m ia n o :

    “ Si tu tío ha instituido heredera a tu esposa por una tercera parte, no por ello queda privada de reclamar a los coherederos el crédito que tenía contra aquél, pues la deuda no se ha extinguido por confusión sino proporcionalmente a la parte que ha tenido en la herencia, esto es, por el tercio; si los herederos fuesen insolventes podrá pedir, para evitar perjuicios, la separación de los bienes del difunto de los de aquéllos” .9

    Pero no sólo los acreedores del causante, sino también los legatarios podían acogerse a la separatio bonorum, aunque el pago de los legados sólo tuviese lugar una vez satisfechos los créditos que incidan sobre la herencia:

    “ Siempre que los bienes del heredero no alcancen para pagar no sólo los acreedores del testador, sino también los legatarios es justo que obtengan separación de los bienes, de modo que después de haber pagado enteramente a los acreedores, los legatarios obtengan todo lo que se les legó o parte de ello” .10

    En cambio no pueden pedir la separación los acreedores personales del heredero aunque la herencia por éste aceptada soporte un pasivo considerable ( hereditas damnosa), exclusión que no está desprovista de razón, pues ello forma parte del

    8 D. 42, 6, 4 pr.9 C. 7, 72, 7.

    D. 42, 6, 6 pr.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 15

    riesgo natural que asume todo acreedor de ver empeorada su situación mediante la aparición de nuevos acreedores en virtud de la libertad que ostenta el deudor para contraer nuevas deudas, entre las que lógicamente se colocan las provenientes de haberse aceptado una herencia gravada en exceso. Los acreedores que han confiado en el heredero tienen que soportar las consecuencias derivadas de lo poco digno de fe que era el mismo, ello forma parte de las vicisitudes naturales de sus créditos, situación que no es equiparable a la de los acreedores del difunto, pues si éstos en vida de su deudor corrieron similar peligro no es justo que, acaecida su muerte, puedan ver empeorada su condición por la concurrencia de los acreedores personales del heredero en relación a los cuales nada tuvo que ver la actuación jurídico-patrimonial del causante. Es por eso que el Derecho romano, como resalta B o n fa n t e , no admitió a favor de los acreedores del heredero una nueva derogación de los principios de la herencia, porque es lícito a quienquiera empeorar la situación de su acreedor añadiendo un nuevo deud o r11. A tal respecto, los textos romanos son terminantes; dice U lp ia n o :

    “Por el contrario a los acreedores de Ticio (el heredero) no se les concede la separación, aunque declarando el deudor que tiene otro deudor más hace peor la condición de su acreedor; esto supuesto, el que ade la herencia de mi deudor, por la adición no hará peor mi condición, porque me es permitido obtener la separación, perjudicará a sus acreedores adiendo la herencia que no alcanza para pagar, y sus acreedores no podrán obtener la separación” .12

    Todavía más, aun en el caso de que el heredero hubiese aceptado la hereditas damnosa con intención de dañar o en fraude de sus acreedores, no podían éstos acudir al seguro de la separatio bonorum:

    “ Se preguntó si alguna vez podrán obtener la separación los acreedores del heredero, si por adir la herencia los defraudase. Pero no hay remedio para ésto; cúlpense a sí mismos los que contrajeron con él; a no ser que juzguemos que el pretor los ha de socorrer en juicio extraordinario contra el engaño

    11 B o n f a n t e , Instituciones de Derecho romano, Madrid, 1929, p. 562.12 D. 42, 6, 1, 2.

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    del que cometió semejante fraude, lo que no se ha de decir con facilidad” .13

    Claro está que desde el punto de vista de la realidad de las cosas, la marginación de los acreedores del heredero del régimen de separación patrimonial y consecuente fijación de deudas en la respectiva masa de bienes, que por lo demás está dotada de suficiente justificación intrínseca, no es susceptible de ocasionar en la práctica, salvo casos límites, mayores inconvenientes, en razón de que sí realmente es fácil que un deudor abrumado de deudas, señala B io n d i, acepte cualquier herencia a la que sea llamado, ya no es tan fácil que un deudor solvente acepte en forma pura y simple una herencia de abultado pasivo.14

    La separatio bonorum debía solicitarse al pretor o al gobernador de provincia,15 quienes, previa consideración de las particulares circunstancias del caso (en especial, si la incidencia de los acreedores particulares del heredero sobre la herencia podía ocasionar perjuicio a acreedores del difunto y legatarios), la otorgaban mediante decreto.

    En cuanto al plazo para impetrarla, parece que no lo hubo en el Derecho clásico, mientras que en el justinianeo, mediante la oportuna interpolación de los textos, se señaló el lapso de cinco años, a contar de la fecha en que tuvo lugar la aceptación de la herencia.16

    Aunque la separatio afecta a toda la herencia, desde el punto de vista personal aprovecha tan sólo a los acreedores y legatarios que la pidieron. Ahora bien, ¿implicará ello que los acreedores no separatistas advienen necesariamente a la condición de acreedores del heredero, tal como textualmente parece desprenderse del siguiente texto de U lp ia n o ? :

    “ Si son muchos los que se conformasen con que el heredero fuese su deudor, y otros no, y éstos obtuviesen la separación, ¿acaso deberán admitir a aquéllos? Juzgo que no, porque se han de tener por acreedores del heredero” .17

    13 D. 42, 6, 1, 5 (Ulpiano)14 B io n d i , Diritto ereditario romano. Parte generale, Milán, 1954,

    p. 364.15 D. 42, 6, 1 pr. y 14.1C D. 42, 6, 1, 13.17 D. 42, 6, 1, 16.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 17

    El punto no es pacífico en doctrina. Durante mucho tiempo prevaleció el criterio afirmativo. Los acreedores del causante que no pidieron la separación quedan excluidos de poder hacer efectivos sus derechos sobre el caudal relicto hasta tanto hayan sido satisfecho los acreedores separatistas; concurrirán, pues, con los acreedores personales del heredero sobre el resto hereditario.

    Aparte del apoyo que proporciona el texto transcrito, los defensores de esta posición alegan que aquellos acreedores que han prescindido de acogerse al beneficio de separación, esto es, que no han decidido defunctum sequi, no pueden tener otro deudor que el heredero, “pues no se puede ser acreedor de un muerto” , y, en consecuencia, carecen de toda legitimación para acotar una parte del patrimonio de aquél para su garantía18. Además, se señala, estando al alcance de todos los acreedores del de cuius el comentado beneficio, nada pueden reclamar aquellos que, por no acogerse al mismo, se vean postergados por quienes diligentemente lo actuaron, ya que vigilantibus, non dormientibus iura sucurrunt.

    Mas contra este criterio militan poderosas razones, por lo que no debe extrañar que en el momento actual se observe de manera creciente un vuelco en la doctrina hacia la tesis negativa. En efecto, muerto el causante y aceptada la herencia por el heredero, con o sin separatio bonorum no hay más que un solo deudor: el heredero. Tanto los acreedores del difunto como los personales del heredero vienen ahora a tener a éste por deudor, pues es evidente que la condición actual de acreedor exige como contrapartida necesaria la actualidad también del deudor. ; ;

    Empero, concedida la separación de bienes, por más que deudor continúe siendo el heredero, tiene lugar una escisión en su patrimonio, ya que ahora en lugar de una sola masa patrimonial va a estar dotado de dos: su patrimonio personal y el que recibió a título de herencia (patrimonio especial o separado), y sobre cada uno de ellos va a estar centrado un grupo de acreedores: sobre el general, sus acreedores personales, sobre el separado, aquéllos que pretéritamente lo fueron de su causante.

    Semejante dualidad patrimonial impide que los acreedores no separatistas resulten sin más conformados como acreedores personales del sucesor, es decir, que en todo caso van a ser

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    postergados, por la actuación del mecanismo de separación, a los acreedores separatistas.

    El que originariamente ostentó la condición de acreedor del difunto no la pierde por más que otros acreedores con similar condición hayan esgrimido la separatio bonorum, cosa que él no hizo. La prelación o rango creditual que frente a los mismos le correspondiese no se va a perder o alterar por la simple circunstancia de no haber acudido al beneficio de separación patrimonial, pues éste es incapaz de provocar tal consecuencia por la sencilla razón de que no es ese su objetivo o finalidad.

    En efecto, la separatio bonorum se da frente a los acreedores personales del heredero; otorgada la misma, los acreedores que la pidieron no corren el riesgo de que con los bienes relictos sean satisfechos, en desmedro de sus derechos, quienes no fueron acreedores del difunto, pero de ahí no pasa, ni puede pasar. La separación, orientada hacia tal cometido, no puede incidir sobre los acreedores no separatistas, desmejorando por sí sola la situación interna que pudiera corresponderles en relación a los separatistas.

    Cuando U lp ia n o nos dice que aunque el heredero haya hipotecado o pignorado a favor de un acreedor personal algún bien de la herencia, el acreedor del causante que pidió la separación, por derecho de separación, es, no obstante, de mejor condición que el acreedor hipotecario o pignoraticio,19 nos está diciendo también, por argumento a contrario, que tal cosa no sucederá si el acreedor garantizado con prenda o hipoteca lo fuese del difunto por más que no hubiese solicitado la separación, ya que frente a él no se puede esgrimir el derecho de separación orientado hacia los acreedores personales del heredero.

    Y esto es lo que efectivamente ocurría. El acreedor hereditario que no invocaba la separatio bonorum no podía prevalerse de su sola condición de acreedor del difunto para posponer a los acreedores privativos del heredero. En relación a él, pedida la separación por otros acreedores, la dualidad patrimonial que acarrea la misma es jurídicamente inoperante; no

    18 B o n f a n t e , Corso di diritto romano, VI (Le successioni), Roma, 1930, pp. 379-381.

    19 D. 42, 6, 1, 3.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 19

    es protegido porque no lo ha querido: tendrá que concurrir sobre los bienes hereditarios junto con los acreedores personales. Hasta aquí todo es perfectamente lógico y natural. Mas, ¿podrá suponer esto que necesariamente quedará postergado a los acreedores separatistas aunque ab origine su derecho fuese preferente al de ellos? Decididamente no, pues si él por acto propio (de tipo omisivo) puede dejar de obtener un beneficio, no puede, en cambio, ver afectada su posición creditual por un acto al que es por completo ajeno (el de los acreedores que piden la separación).

    La finalidad del beneficio no es reordenar a los acreedores del causante, cosa que, por lo demás, no sería posible por la sola voluntad de los interesados (la preferencia es una cualidad de ciertos créditos de origen necesariamente legal), sino excluir, en principio, del as hereditario a los acreedores propios del heredero, en favor de los acreedores del causante que lo impetraron. Quien no lo invocó no podrá obtener este resultado, pero de ahí no se pasará; no podrá afirmarse que su falta de actuación le acarrea el ser postergado a quienes lo hicieron valer. Esto último rebasa el campo de actuación y los objetivos del beneficium separationis y hasta supone una ilogicidad, pues quien renuncia a un beneficio, lo pierde, pero no, además, debe sufrir un perjuicio.

    En resumen, pues, el hecho de que haya unos acreedores hereditarios separatistas y otros no influye frente a los acreedores particulares del sucesor mortis causa, pero es por completo intrascendente en la ordenación prelativa existente entre aquéllos para el momento del deceso de su deudor. Como bien dice R o c a S a s t r e en esta misma dirección, entre acreedores separatistas y no separatistas la separatio no altera su rango creditual, pues ella se circunscribe a atribuir a los separatistas la facultad de postergar a los acreedores personales del heredero en los bienes de la herencia, facultad de la que carecen los acreedores no separatistas. “Subsiste, por tanto —concluye—, la par condicio creditorum, que permanece incólume, aunque los acreedores no separatistas del causante se resientan de la interferencia de algún acreedor personal del heredero” .20

    Existían diversos casos en el Derecho romano en que no era

    20 R o c a S a s t r e , El beneficium separationis y los actuales sistemasde separación sucesoria, en Anuario de Derecho civil, 1960, pp. 1135

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    procedente, por una u otra razón, la concesión de la separatio bonorum no obstante el riesgo que corriesen los acreedores del causante por la insolvencia del heredero. A grandes rasgos pueden señalarse los siguientes:

    a) Perdían el derecho de obtener la separación aquellos acreedores del difunto que mediante la oportuna novación reconociesen al heredero como deudor, ya que en tal caso han preferido la garantía patrimonial que éste les ofrece a la que podría ofrecerles el caudal hereditario:

    “Se ha de saber que pueden obtener la separación aquellos acreedores que estipularon sin ánimo de novar; pero si tuvieron este ánimo (anímus novandi), perdieron el beneficio de la separación, porque se hicieron acreedores del heredero y no se pueden separar de aquel que en algún modo eligieron. . . ” .21

    b) Otro tanto sucedía cuando el hecho de haberse cobrado del heredero los intereses de lo debido, permite considerar que los acreedores del causante reconocen y prefieren a aquél como dudor:

    “Si cobraron las usuras de él, como eligiéndolo, se ha de decir lo mismo” .22

    c) Igualmente pierde el derecho de impetrar la separatio aquel acreedor que haya obtenido del heredero garantías para el pago de su crédito (y no tan sólo la fianza, de que hablan las fuentes):

    “Se pregunta también que si recibieron fianza de él obtendrán la separación; juzgo que no, porque estos le tuvieron por su deudor. Acaso preguntará alguno, ¿qué se dirá si recibieron un fiador que no era solvente? Cúlpense a ellos mismos por haberlo admitido” .23

    d) Tampoco procedía la separatio bonorum en relación a aquellos bienes hereditarios que se hubiesen incorporado mezclado o confundido de tal manera con bienes propios del heredero que resultase imposible su identificación y separación. Claro está que el beneficio podrá operar respecto a los otros bienes de la herencia que no se encuentren en tal situación de conmixtión o integración:

    21 D. 42, 6, 1, 10.22 Ibid.23 D. 42, 6, 1, 11.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 21

    “A más de esto se ha de saber que después que los bienes hereditarios se mezclaron con los bienes del heredero, no se puede alcanzar la separación porque confundidos o incorporados los bienes no tiene lugar. ¿Qué diremos si hubiese predios, siervos, reses u otra cosa que se pueda separar? En este caso ciertamente se podrá obtener la separación. No se ha de sufrir el perjuicio que causa la confusión de los bienes cuando los predios no se pueden confundir, a no ser que las posesiones se junten y se mezclen con las propias de modo que sea imposible la separación, lo que rara vez puede acontecer” .24

    e) Nos dice Papiniano:

    “Si el heredero vendió los bienes de herencia, inútilmente se pide la separación, si no incurriese en ninguna sospecha de fraude, porque lo que con buena fe trató el heredero en el tiempo intermedio (medio tempore) se suele tener por firme” .25

    La necesaria seguridad del tráfico patrimonial y el carácter personal del beneficuim separationis llevan a la conclusión de que no se tiene derecho a la separación respecto a aquellos bienes de la herencia que el heredero haya enajenado con anterioridad al momento en que se solicita la misma; esto es, que la separatio carece de eficacia retroactiva.

    Valga lo mismo cuando en lugar de específicos bienes hereditarios, el heredero dispuso de la totalidad de la herencia o de una parte alícuota de la misma.

    La exclusión de la separación tan sólo tiene lugar, como señala el fragmento transcrito, cuando el heredero no ha incurrido en sospecha de fraude o ha enajenado de buena fe. Creemos que tales expresiones, en razón de la adecuada protección de los terceros adquirentes, deben entenderse, tal como lo hace Roca Sastre, en el sentido de ausencia de confabulación fraudulenta con el adquirente o que dicho adquirente haya desconocido al animus fraudandi que animó al heredero en su acto enajena- torio.26

    Ha discutido la doctrina si negada la separatio respecto a los bienes que salieron con buena fe de las manos del heredero, deberá al menos admitirse la procedencia de aquélla con referen

    24 D. 42, 6, 1, 12.*» D. 42, 6, 2.36 R o c a S a s t r e , loe. cit., pp. 1.137-1.138.

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    cia a la contraprestación obtenida a cambio caso de enajenación onerosa. Es decir, ¿jugará a no en el ámbito del beneficio la subrogación real de lo enajenado? Mientras Fadda27 y Bonfante28 piensan que no cabe aplicar aquí la regla pretium succedit in locum rei porque, como señala el segundo, la misma es exclusiva de la hereditatis petitio, otros, como Biondi29 y Rosa Sastre,30 no encuentran inconveniente para extender al precio de lo enajenado los efectos de la separatio.

    A nosotros nos parece correcta esta segunda postura no sólo porque es la más acorde con la finalidad que justifica la figura en estudio, sino también porque guarda perfecta armonía con la consideración de la herencia como universitas iuris y la consiguiente operancia del principio de subrogación real en sentido económico.

    Resta por considerar, para terminar con la exposición elemental de la figura en el Derecho romano, un interesante punto atinente a los efectos de la separatio bonorum que sirve, además, para ayudar a conformar la naturaleza jurídica de la misma. Puede plantearse de la siguiente manera:

    ¿Los acreedores hereditarios que han pedido y obtenido la separatio (prefirieron dejunctum sequi) podrán dirigirse contra el patrimonio del heredero, por el residuo se entiende, caso de no obtener completa satisfacción con los bienes del difunto?

    La contestación a la interrogante por las fuentes romanas no es única sino dual y plantea difíciles problemas de interpretación y coordinación. En efecto, por un lado encontramos los siguientes textos de Ulpiano y Paulo, respectivamente:

    “De ordinario está admitido que los acreedores del heredero, si sobrare algo de los bienes del testador, pueden tenerlo para sus propias deudas, pero que los acreedores del testador no pueden tener nada de los bienes del heredero. La razón de esto es que el que impetró la separación se debe imputar a sí mismo su propia facilidad, si habiendo bienes suficientes del heredero hubiere preferido que se separasen para él los bienes del difunto, pero esto no se les podría imputar a los acreedores del here

    27 F a d d a , Concetti fondamentali del diritto ereditario romano, II, Milán, 1949, p. 400.

    28 B o n f a n t e , o p . cit., p. 383.20 B io n d i , o p . cit., p . 376.30 R o c a S a s t r e , loe. cit., p . 1 .138.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 23

    dero. Por tanto, si los acreedores del difunto deseasen actuar también en los bienes del heredero, no han de ser oídos, porque la separación que ellos mismos pidieron los separó de estos bienes. Pero sí los acreedores del difunto pidieron temerariamente la separación pueden impetrar venia, habiendo alegado, por supuesto, justísima causa de su ignorancia” .31

    “Si los acreedores de la herencia impetraron la separación de los bienes, y se hallara que no es solvente la herencia, pero que el heredero sí es solvente, no podrán volverse contra el heredero, sino que deben estar a lo que una vez pidieron. Mas si después de impetrada la separación el heredero hubiere adquirido alguna cosa, ciertamente por causa de la herencia, deberán ser admitidos a lo que se adquirió los que impetraron la separación. Pero si se les hubiere satisfecho, lo que sobre se dará a los acreedores propios del heredero. Mas, si el heredero hubiere adquirido por otra causa, no serán admitidos los acreedores de la herencia. Pero si los propios llegaron a cobrarlo todo, lo que sobrare opinan algunos que se les ha de dar a los de la herencia, pero a mí no me parece así, porque cuando pidieron la separación se apartaron de la persona del heredero y se atuvieron a los bienes y vendieron como de un difunto los bienes, los cuales no pueden recibir aumento. Y lo mismo estimo se ha de decir si, engañados en cuanto a la separación de los bienes, consiguieron menos que los acreedores propios del heredero. Mas los acreedores del heredero tienen los bienes propios de él y la persona, la cual puede adquirir mientras viva” .32

    Y por el otro, el que a continuación se transcribe de Papi- niano:

    “ Respecto a cualquier otro acreedor que impetró la separación, será más conveniente admitir que, si no se pudiese satisfacer del todo con la herencia, perciba de los bienes del heredero, solamente si hubieren sido pagados los acreedores propios del heredero, lo que sin duda se ha de admitir en cuanto a los acreedores del heredero, habiendo sido pagados los de la herencia” .33

    El contraste entre el parecer de Ulpiano y Paulo, por una parte, y el de Papiniano, por la otra, es manifiesto.

    31 D. 42, 6, 1, 17.32 D. 42, 6, 5.33 D. 42, 6, 3, 2.

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    En efecto, U lp ia n o afirma que si el acreedor hereditario se ha decidido por la separación de bienes y luego resulta que la masa de la herencia es insuficiente para la satisfacción de su crédito nada podrá reclamar de los bienes del heredero, porque solo a él es atribuible semejante decisión y no deben padecer, en consecuencia, por ser por completo extraños a la misma, los acreedores personales del heredero; no obstante, y a manera de exclusiva excepción a este régimen general, los acreedores separatistas pueden obtener una restitutio in integrum contra la separación si iustissima scilicet ignorantine causa allegata.

    Similar opinión sostiene P a u lo . Niega él también que obrante el beneficium separationis puedan los acreedores que lo obtuvieron devolverse sobre el patrimonio privativo del heredero caso de resultar insuficiente el caudal relicto, aunque admite que si el heredero, con posterioridad a la separatio, hubiese adquirido algo en razón o por causa de la herencia podrán aquéllos dirigir sus créditos (por lo que reste de satisfacción de los mismos) sobre tal adquisición. Al preguntarse este iurisprudens acerca de si una vez realizados los créditos de los acreedores personales del heredero podrán los acreedores del difunto reclamar sus derechos frente a lo que restase del patrimonio propio del sucesor, considera (contra el parecer de otros, según señala) que de ninguna manera, porque cuando pidieron la separación se apartaron de la persona del heredero (recesserunt a persona heredis) y se atuvieron a los bienes, y vendieron como de un difunto los bienes, los cuales no pueden recibir aumento; es decir, glosa B o in d i, por el hecho mismo de la separación los acreedores hereditarios no son acreedores del heredero.34

    Frente a esta actitud contraria, en principio, a la posibilidad de que los acreedores separatistas persigan los bienes personales del heredero, se yergue la opinión opuesta de P a p in ia n o , quien admite que los acreedores separatistas puedan cobrarse de los bienes del heredero, una vez que los acreedores propios de éste hayan sido satisfechos a plenitud. Se observará que es precisamente esta hipótesis la que se plantea P a u l o y resuelve en forma negativa.

    Antinomia neta; pero lo verdaderamente extraño es, como se encarga de resaltar B o n fa n t e , que la contradicción se dé entre textos pertenecientes al mismo Título (el 6? del Libro 42 del Digesto), que es además un Título breve, y que dos de esos tex

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 25

    tos, el de Papiniano y el de Paulo, correspondan a la misma masa, la papinianea.35

    Con resultados poco convincentes han tratado los autores de resolver el conflicto de opiniones recurriendo al tratamiento histórico de la cuestión mediante la panacea de la interpolación: alguno de los textos en pugna debió ser interpolado. El Derecho clásico dio una determinada solución al problema y el Derecho justianiano se inclinó por la opuesta. Mas, ¿cuál es cuál? Ahí comienzan las dificultades:

    Dernburg, por ejemplo, estima más lógica, de acuerdo a los principios del Derecho clásico, la tesis de Papiniano, y lo mismo sucede con Baviera, por lo cual los textos interpolados debieron ser los de Paulo y Ulpiano. Contrariamente, para Costa y Ferrini la tesis acorde al Derecho clásico es la de los dos últimos jurisconsultos, por lo que el fragmento interpolado fue el del primero. No faltando quienes estimen que la dificultad no puede resolverse críticamente en razón de que Justiniano pudo no haber acogido ninguna de las decisiones en conflicto: se trataría de una cuestión que era discutida por los juristas clásicos, encontrándose huella patente de la discusión en los mismos textos (Paulo: míhi autem id non videtur), y que nada tendría que ver con la intervención legislativa de Justiniano; en suma, una de las acostumbradas divergencias de opinión entre los juristas (B iondi, Fadda).

    Si históricamente no es posible llegar muy lejos en el esclarecimiento de la antinomia que plantean los textos enfrentados, es obvio que al formar parte éstos de un mismo cuerpo legal se impone el decidirse por uno u otro a la hora de tratar de establecer cuál es la regla del Corpus iuris en materia de derechos de los acreedores hereditarios acogidos al beneficium separationis. Al no dar la solución la consideración histórica del problema, habrá que recurrir al método lógico-jurídico, a la consideración del mismo desde el punto de vista dogmático. Tampoco aquí reina la armonía entre los romanistas.

    En síntesis, en una formulación meramente abstracta de la cuestión, tres pueden ser los posibles caminos a seguirse:

    Primero. Los acreedores hereditarios que pidieron la se-

    34 B io n d i , op. cit., p. 372.35 B o n f a n t e , op. cit., VI, p. 371.

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    paración en ningún caso podrán retornar el caudal privativo del heredero si resulta que no pueden cobrarse por entero en base a los bienes relictos.

    Segundo. Insatisfechos los acreedores del difunto, responde el heredero, pero sólo una vez realizados los créditos de sus acreedores personales.

    Tercero. La separatio bonorum no impide que los acreedores separatistas concurran en plano de igualdad con los acreedores del heredero sobre los bienes propios de éste.

    Pues bien, hay opiniones acogidas a cada una de estas tres posibles vías de solución.

    Con diversidad de argumentos, más o menos sólidos, una clara mayoría de autores clásicos y modernos se ha pronunciado por la primera respuesta rigurosa, esto es, la preconizada por Ulpiano y Paulo. En sustancia, tal núcleo doctrinario (D uareno, Donello, A rndts, K óppen, V óet, Tewes, Dernburg, Fadda, De Simone, etc.) se inclina por considerar que declarada la separatio tiene lugar una escisión neta y absoluta entre los dos acervos patrimoniales; los acreedores hereditarios han centrado sus derechos en la herencia, han renunciado prácticamente a la vinculación personal del heredero, y, en consecuencia, ellos tan sólo deben soportar el riesgo de que los bienes hereditarios resulten insuficientes para cubrir en forma íntegra sus intereses credituales.

    Por el mero hecho, se sostiene, de haber obtenido la separación, los acreedores hereditarios han renunciado a su derecho de dirigirse contra los bienes del heredero; en adelante existirán dos núcleos patrimoniales perfectamente diferenciados cada uno de los cuales soportará un grupo autónomo de acreedores. A estos efectos, es, se llegará decir, como si el difunto todavía viviera.

    Si los acreedores del causante, expresa en tal sentido De Simone, han querido garantizarse con el patrimonio del difunto, no pueden posteriormente revolverse contra el patrimonio personal del heredero caso de resultar insuficiente la herencia, “porque la separación debe producir respecto a aquellos acreedores la anulación completa de los efectos de la aceptación hereditaria del heredero, lo que convierte la herencia en un patrimonio separado, constitutivo de un núcleo patrimonial

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 27

    autónomo o con subsistencia propia, sobre el que se localizan determinada clase de deudas, por estar exclusivamente destinado a la liquidación del pasivo hereditario” .30

    También Bonfante, aunque en forma mucho más matizada y ponderada, se inclina por la tesis de la exclusión de los bienes del heredero. Comienza señalando que Ulpiano y Paulo presentan su opinión como la tradicionalmente dominante (vulgo placere) mientras que la tesis de Papiniano es adelantada casi como una opinión personal inspirada más por la equidad que por la lógica, aparte de que el texto de Ulpiano forma parte de la ley fundamental de la materia (la ley 1̂ del Título VI), que expone todos los principios de la institución. Mas, aparte de la consideración exegética de las fuentes, cabe preguntarse por qué razón los romanos habrían negado a los separatistas no satisfechos el derecho de dirigirse contra el heredero, ya que si la adición no es rescindida por la separación (no cree él, con buen sentido, que el beneficium separationis suponga la revocación de la aceptación de la herencia), ¿no debería el heredero responder de las deudas del difunto también con su patrimonio? Sobrevenida la separación, ¿por qué el heredero no sucede en los débitos y en cambio sí adquiere el residuo del activo?

    La explicación de tal supuesta anomalía descansa, según él, en el concepto que los juriconsultos romanos tuvieron de la sucesión. La adquisición del patrimonio y el subentrar en las deudas si bien son dos consecuencias paralelas de la adquisición del título de heredero no necesariamente deben ir ligadas, como no lo van en las successiones inter vivos, en las que se adquiere el patrimonio y no se subentra en las deudas. La separación conduce a la concepción realista de la adquisición universal, que se actúa en el Derecho romano fuera de la successio y en la llamada sucesión de los Derechos que no han sufrido la influencia romana, consistente en la adquisición de un patrimonio depurado por los débitos, deducto sere alieno. Las deudas (aes alienum) recaen sobre lo dejado, no sobre la persona.37

    En definitiva, para Bonfante, en el Derecho romano la separación, de acuerdo a su nombre, consistía en la constitución

    30 D e S im o n e , ha separazione dei beni ereditari, Nápoles, 1942, p. 21.37 B o n f a n t e , op. cit., VI, pp. 371-375.

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    de una masa distinta de elementos activos y pasivos, que por el objeto o por el régimen especial se conserva como un organismo a sé, pero es centralizada en un sujeto que tiene un patrimonio propio o, mejor, una situación patrimonial propia; es una figura no rara en el Derecho romano: es la figura que asume el fisco y el patrimonium principis, la llamada fundación pagana y también la causa pía del Derecho justiniano; es, en último análisis, la figura que configuran los varios peculios del filius familias y el mismo régimen dotal. El heredero es, pues, titular de dos masas de bienes y de deudas, que no se confunden, y sobre una de ellas los acreedores hereditarios tienen un derecho de prelación en cuanto tiene por objeto la satisfacción de sus derechos 38

    Frente a los que creen que el funcionamiento de la separatio bonorum supone la radical exclusión de los acreedores hereditarios del patrimonio privativo del heredero, se levanta el parecer de los que opinan, siguiendo el texto de Papiniano, que cuando aquéllos no hayan logrado satisfacerse a plenitud con los bienes del causante pueden dirigirse contra el heredero, previo pago de los acreedores propios de éste.

    W indscheid, el más calificado defensor de esta postura, parte de considerar que los textos del Corpus iuris en conflicto no pueden armonizarse, por lo que al neutralizarse recíprocamente se produce un vacío o laguna legal que debe cubrirse, para lo cual no es posible recurrir a la exégesis sino a los principios. Para él los principios vienen dados por la tesis papinia- nea, ya que el heredero es siempre un sucesor y de ahí que los acreedores del difunto sean también sus acreedores, por lo cual los acreedores separatistas deben ser admitidos a concurrir sobre el patrimonio del heredero después que los herederos particulares de éste hayan sido pagados39. Desde luego, como no dejan de reconocer los propios detractores de esta posición, la tesis papinianea es la más benigna y aparece claramente impregnada y motivada por razones de equidad.

    Siguen esta misma orientación Dernburg y Roca Sastre, entre otros. Por su parte, López Jacoiste, aun aceptando que el beneficio de separación debe entenderse en el sentido de una efectiva discriminación de patrimonios, es decir, que esa sepa

    3S Ibid., pp. 385-386.39 W in d s c h e id , Diritto delle Pandette, III, Turín, 1930, pp. 245-246.

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    ración tiene lugar de la forma más radical a tenor de los textos de Ulpiano y Paulo, que deben considerarse fundamentalmente, estima que ello no supone que la opinión de Papiniano no tenga un modo de aplicación racional.

    Cree que la tesis de este último jurista es aplicable una vez que el beneficio de separación haya perdido su fundamento; mientras esté actuando no es admisible ninguna excepción a la doctrina de Ulpiano y Paulo, pero cuando cese su acción, los acreedores hereditarios, todavía insatisfechos después de agotado el activo relicto, podrán dirigirse contra el heredero, a menos que éste haya aceptado a beneficio de inventario.

    “ ¿Y cuándo se entenderá a estos efectos —se pregunta— que ha cesado de actuar la separación? Sencillamente, cuando los acreedores particulares del heredero hayan sido íntegramente pagados. Entonces ya no hay deudas que graviten sobre el heredero, por lo que, desaparecida la causa que justifica la separación, debe entenderse concluida ésta y terminado el beneficio. Si así no fuera la separación habría dejado de ser beneficio o prerrogativa de los acreedores hereditarios para convertirse en perjuicio. Además, lo contrario equivaldría a conceder los efectos del beneficio de inventario sin que hubiese sido solicitado por el heredero” .40

    Como se observará aunque este autor pretende armonizar los dos criterios en pugna, en el fondo y realmente se decide por el papinianeo, ya que a través de otro camino viene a coincidir de manera plena con las conclusiones propias de éste.

    Hay, en fin, una tercera postura doctrinal que, en realidad rebasa las soluciones que ofrecen los textos romanos en conflicto ya que considera que los acreedores separatistas que no obtuvieron cumplida satisfacción de sus derechos con el caudal relicto pueden incidir sobre los bienes particulares del heredero sin tener que esperar que los acreedores propios de éste hayan previamente realizado sus créditos; ésto es, que hay una concurrencia en plano de igualdad (par condicio creditorum). El corifeo de esta dirección es Biondi.

    Piensa tan destacado romanista que no se trata de escoger una de las dos decisiones que nos presentan los juristas roma

    no L ó p e z J a c o i s t e , loe. cit, pp. 13-14.

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    nos, sino de ver cuál de ellas es la más acorde con la estructura de la institución (de la separatio bonorum). Según él, la decisión por la que los separatistas son excluidos del patrimonio del heredero no encuentra justificación, ya que el heredero siempre resulta deudor y tal cualidad no desaparece por el sólo hecho de la separación, la cual supone únicamente separación o preferencia en interés de los acreedores del difunto, mas no puede aprovechar al heredero respecto al que subsisten los efectos de la adquisición.

    A su vez, en su opinión, es poco lógica la decisión de Papiniano, ya que si los acreedores que obtuvieron la separación no han cesado, por razón de la misma, de ser acreedores del heredero, ¿por qué razón, resultando insuficiente el patrimonio hereditario, los acreedores propios del heredero deben tener sobre el patrimonio de éste una preferencia respecto a los acreedores separatistas que no han sido satisfechos con el patrimonio del difunto?

    En consecuencia, Biondi estima, coincidiendo con Solazzi,41 que la solución más lógica consiste en que los separatistas, exhausto el as hereditario, puedan concurrir sobre el patrimonio del heredero a la par de los acreedores de éste.42

    ¿A cuál de estas tres posibles orientaciones en el tratamiento de la cuestión debatida nos adherimos? Sometámoslas primero a una adecuada crítica lógico-jurídica para ver, por decantación, cuál de ellas resulta la más apropiada, razonable y convincente.

    Contra la primera posición negadora de que los acreedores hereditarios acogidos al beneficio de separación puedan perseguir los bienes particulares del heredero una vez agotado el patrimonio hereditario se dan poderosos argumentos y razones

    Se ha visto que los defensores de semejante principio se acogen de manera preponderante a la consideración de que la separatio implica para los acreedores del difunto la renuncia del derecho a perseguir los bienes propios del heredero; quizás en la formación de este criterio haya influido de manera decisiva la terminología de las fuentes que hablan en relación a los acreedores que reconocieron al heredero como deudor de

    41 S o la z z i , II concorso dei creditori, N á p o le s , 1943, p p . 46 y ss.42 B io n d i , o p . cit., p . 373.

  • EL BENEFICIO DE SEPARACION EN EL DERECHO ROMANO 31

    heredem sequi o heredem eligere para distinguirlos de los acreedores que demandaron la separación, quienes prefirieron de- functum sequi.

    Pero esto no son sino meras expresiones figurativas, aptas para resaltar e iluminar la situación jurídica que se produce en uno y otro caso, pero que desde el punto de vista dogmático son inexactas; lo dado en el plano metafórico no puede trasladarse, y menos con características de argumento decisivo, al aspecto institucional del problema.

    Ya se ha dicho que por la finalidad que persigue, evitar que con los bienes hereditarios se pueda pagar a los acreedores personales del heredero en detrimento de los acreedores del difunto, la separatio bonorum da lugar a la marginación del régimen de confusión patrimonial propio de la adquisición de la herencia mediante la aceptación pura y simple. Decretado el beneficio, igual que cuando opera el de inventario, coexisten dos masas patrimoniales perfectamente deslindados: por un lado la formada por el caudal relicto, por el otro la constituida por los bienes que el heredero tenía en vida del causante.

    Esto es exacto, como lo es que sobre cada una de esas dos masas de bienes incide un sector o grupo de créditos netamente diferenciado por razón de su origen o procedencia. Ahora bien, por más separados que estén ambos complejos patrimoniales en orden a su ejecución autónoma, no debe olvidarse en ningún momento que ambos pertenecen a un único y solo titular: el heredero.

    Efectivamente, la puesta en marcha de la separatio entraña de manera necesaria que el llamado a la herencia la ha aceptado, es decir, ha devenido en heredero, lo cual supone que ha sucedido al causante en la titularidad activa o pasiva de cuantas relaciones jurídicas no se extinguieron con su muerte. Desde el ángulo, pues, de los débitos hereditarios, tendremos que el heredero ha asumido en forma plena y definitiva la condición de deudor. ¿Se desvirtúa tal consecuencia necesaria de la sucesión mortis causa por el hecho de que los titulares activos de tales relaciones jurídicas hayan pedido y obtenido la separatio bonorum?

    De ninguna manera. Con o sin separatio el heredero continúa siendo deudor, pues tal situación es consecuencia forzada de la sucesión hereditaria y sobre ella no incide, ni puede inci

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    dir, el beneficium separationis, que es un mecanismo orientado hacia otras finalidades y efectos.

    Porque supongamos que, en efecto, por la separatio el heredero dejara de ser deudor respecto a las relaciones jurídicas pasivas que soportaba el de cuius (pues así es como hay que entender la afirmación de que aquélla supone la renuncia al derecho de dirigirse contra el heredero: auténtica remissio debiti, si el deudor no responde es porque ha dejado de ser deudor); cabría preguntar entonces, ¿quién sería el sujeto de la posición pasiva de tales relaciones, esto es, quién sería el deudor? Ante tal pregunta, excluido el heredero, no cabe otra contestación que la de considerar deudor al causante, para lo cual necesariamente hay que suponer ( fictio legis), tal como hace Melucci, que por la separación el difunto es considerado como si todavía viviere, a objeto de que puedan subsistir los dos grupos de bienes, cada uno con su respectivo grupo autónomo de acreedores que ejercitan sus derechos en forma independiente.43

    Pero el causante está realmente muerto y ninguna ficción legal le puede devolver la vida. Y si está muerto, no puede ser deudor, porque la vida es condición sine qua non para ostentar la categoría de sujeto de derecho, y nadie puede pretender ser acreedor de un muerto. Tan es así que aun cuando la materia sucesoria se habla latamente de acreedores del causante o del difunto, los autores emplean tales expresiones no en su estricto significado jurídico ( “ la calificación de acreedor del difunto jurídicamente es un absurdo” , advierte con exactitud Bonfante), sino en razón de su expresividad o carácter gráfico y por lo útil que resulta para distinguir a los que en su día o históricamente fueron acreedores del de cuius de los que desde el comienzo lo fueron del heredero. La cualidad de acreedor del difunto, nos dice el mismo Bonfante, non ha un valore giuridi- co, ma un valore, per cosí dire, puramente storico, o sentimen- tale.44

    Por más que opere, pues, la separatio bonorum, el causante, que dejó de ser deudor en el momento de su muerte, no vuelve

    1 > M e l u c c i , Trattato della separazione del patrimonio del defunto daquello dell’erede secando il códice civile italiano nel confronto deldiritto romano, del códice di Napoleone e della giurisprudenzafrancesa ed italiana, Turín, 1887, p. 8.

    44 B o n f a n t e , op. cit., VI, p. 381.

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    a retomar esta posición porque ello es imposible. El patrimonio hereditario, aunque en aras de la comodidad se hable de acreedores de la herencia, tampoco puede considerarse como deudor, pues toda relación jurídica es relación entre personas. ¿Quién será, pues, el deudor?

    Por exclusión lógica, por más que el dispositivo de la separatio se encuentre en plena actuación, el único posible deudor tiene que ser necesariamente el heredero. Mas si, pese al beneficium separationis, el heredero continúa siendo titular de los débitos hereditarios es obvio que resulta inexacta la afirmación de que la concesión de dicho beneficio supone la renuncia por parte de los acreedores al derecho de perseguir los bienes propios del heredero, pues la admisión de tal tesis conduciría a la conclusión, evidentemente absurda, de que pueden existir relaciones jurídicas obligatorias sin deudor. Si se pretendiese evitar esta consecuencia alegando que el heredero, en efecto, continúa siendo deudor, pero en virtud de la separatio deja de ser responsable (mediante el empleo de la cada vez más desprestigiada distinción entre deuda y responsabilidad dentro del vínculo obligacional), se podría replicar que para la época en que el beneficium separationis aparece en el Derecho romano la distinción entre debitum y obligatio (si alguna vez se dio operativamente en realidad) ha desaparecido por completo 45 : el vínculo obligatorio tiene carácter unitario, y, en consecuencia, todo deudor es responsable y, a la inversa, quien es responsable es deudor.

    No hay, por tanto, solución. La separatio bonorum no pudo suponer renuncia por parte de los acreedores del difunto al derecho de perseguir los bienes del heredero porque, como se ha visto, pese a ella, el sucesor continuaba necesariamente siendo deudor, y si era deudor debía responder con sus haberes del cumplimiento de los débitos hereditarios. Admitir lo contrario conduce de manera inexorable, si se quiere permanecer en el plano lógico-jurídico, al no haber deudor o deudor que no responde (el heredero), lo que equivale en el fondo a lo mismo, a tener que admitir también que la obtención de la separatio acarreaba la extinción de los créditos contra la herencia (extinta la deuda, extinto el crédito), lo que por contradictorio y

    45 Cfr. nuestro Curso de Derecho romano. Derecho de obligaciones,Caracas, 1964, pp. 21 y ss.

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    absurdo debe rechazarse de plano. Obsérvese, empero, que defender que, no obstante la separación, el heredero responde y los acreedores del causante, por ende, pueden revolverse contra él no supone necesariamente que la responsabilidad ha de alcanzar a sus bienes privativos, pues tal consecuencia pudo a priori evitarse mediante la aceptación de la herencia a beneficio de inventario; mas el heredero aceptante de esta forma es, en razón de los débitos hereditarios, verdadero deudor y, por tanto, responsable, por más que su responsabilidad venga limitada intra vires hereditatis, cosa en verdad muy diferente de la tesis de que el benejicium separationis implica la eliminación de la responsabilidad personal del heredero o su equivalente de que el mismo ha dejado de soportar las deudas de la herencia.

    Queda destruido, pues, según creemos, por reductio ad absurdum, el argumento medular de la posición que combatimos; en base a él no cabe afirmar que la separatio bonorum decretada a instancia de los acreedores del difunto supone, tal como sostienen Ulpiano y Paulo, que insatisfechos dichos acreedores vean cerrada la posibilidad de dirigirse contra los bienes propios del heredero. Como bien expresa Roca Sastre, la separatio “ no impide que éste (el heredero) continúe con su carácter de sucesor en el ius del causante y, por ende, como sucesor en sus deudas” ; y, en consecuencia, si se admite que es deudor, “ ¿por qué se niega que el heredero responde con sus propios bienes de las deudas del causante?” .46

    Se podría todavía argumentar, como posición transaccional dentro de la tesis negadora de la responsabilidad del heredero por deudas del causante, que en verdad el heredero, actuada la separatio, continúa siendo deudor, pero deudor con responsabilidad limitada, ya que su afección patrimonial no trascendería los límites de capacidad del patrimonio hereditario (intra vires hereditatis). Desde luego que tal cosa sucederá en el caso de aceptación de la herencia a beneficio de inventario, pero en el supuesto normal de aceptación pura y simple no puede en forma alguna sostenerse semejante conclusión.

    En efecto, de lo que hasta aquí se ha dicho se desprende con claridad la índole y finalidad del benejicium separationis; es este un remedio arbitrado en favor de los acreedores hereditarios (y legatarios) a objeto de evitar que, por hallarse el here

    46 R o c a S a s t r e , loe. cit., p. 1.129.

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    dero gravado con deudas propias por un monto que exceda a su activo patrimonial personal, puedan llegar a sufrir perjuicio en sus derechos por la concurrencia de los acreedores particulares del sucesor, cosa posible en virtud de la compenetración o fusión del patrimonio del difunto con el del heredero que la aceptación pura y simple acarrea. En consecuencia, si su razón de ser está en el interés de los acreedores hereditarios, ¿cómo va a sostenerse que a la larga se puede transformar en un instrumento perjudicial a los mismos? Es precisamente el perjuicio lo que se trata de evitar, y resulta contradictorio, si no ridículo, estructurar un mecanismo que encaminado a tal fin sea susceptible, sin embargo, de ocasionar eventualmente daño a sus destinatarios. Si así fuese, los efectos positivos del sediciente beneficio, que sin él no se darían, se neutralizarían (o sería posible su neutralización) con sus efectos negativos, que sin él tampoco se darían, e institucional y fácticamente se habría desvanecido e inutilizado el instituto. Con tal conformación, la separatio bonorum no sirve, no tiene razón de ser.

    Pero hay más. Aparte del eventual perjuicio que los acreedores separatistas pueden sufrir, en caso de insuficiencia del caudal relicto, al predicarse la exclusión de responsabilidad del heredero con su patrimonio personal, resultarían dos nuevas consecuencias igualmente inadmisibles:

    Una, que los acreedores personales del heredero vendrían beneficiados al no tener que soportar el concurso de los acreedores hereditarios sobre el patrimonio de su deudor. Efecto que si es compresible en el beneficium inventarii carece de justificación en el de separationis porque estando dispuesto el mismo en beneficio exclusivo de los acreedores hereditarios, los personales tan sólo daño pueden recibir, y esto no pugna con la equidad pues el acreedor personal conoce perfectamente que su deudor puede empeorar la situación contrayendo nuevas deudas, incluso mediante la aceptación de una hereditas damnosa.

    La otra, que habiendo prescindido el heredero, por definición, de limitar su responsabilidad por las deudas hereditarias al contenido activo de la herencia, vendría de todas maneras favorecido por una especie de beneficio de inventario automático (que el Derecho romano desconoció), al margen de su voluntad y aun contra su voluntad; con lo que, en definitiva, este sui generis y anómalo beneficium inventarii, no obstante care

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    cer de autonomía existencial, tendría características más liberales y vigorosas que el propio y genuino.

    Y es que pretender que por obra y gracia de la separación de bienes el heredero no va a responder con su patrimonio personal supone una mescolanza y hasta una identificación parciai intolerables entre dos remedios jurídicos totalmente autónomos, que vienen dados por razones diferentes, que protegen a distintas personas y que operan, por ende, en campos diversos por más que presenten algún efecto común (aunque autónomo).

    En efecto, mientras el beneficium inventarii se da en función de protección al heredero para evitar su responsabilidad ultra vires hereditatis, por lo que éste en ningún caso (mientras subsista el beneficio) verá en peligro sus haberes propios, el beneficium separationis se da en función de protección a los acreedores del difunto, por lo que en base al mismo el heredero nunca podrá pretender una responsabilidad intra vires hereditatis. El pudo, de haberlo querido, excluir su patrimonio personal (ambos beneficios, distintos, pero no antinómicos, pueden perfectamente coexistir) de toda afección por las deudas de la herencia, pero si no lo hizo, en cuanto aceptante puro y simple, su responsabilidad será ultra vires sin que el hecho de que los acreedores del causante hayan hecho valer la separatio bonorum pueda repercutir en tal responsabilidad ilimitada. ¿Cómo sin haber utilizado un beneficio puesto en exclusiva a su disposición y de índole excepcional le pueden venir atribuidos los efectos del mismo en aras de otro beneficio, con distinto destinatario, que está dado para provocar otras consecuencias también de naturaleza excepcional? ¿Acaso lo anormal puede rebasar la esfera de actuación estrictamente precisa para el logro del fin que lo justifica y venir otorgado por vía consecuencial? Creemos que estas interrogantes son por si solas suficientemente explicativas y aclaradoras.

    Se podría objetar todavía que si el beneficio de inventario favorece en forma indirecta a los acreedores hereditarios en cuanto les atribuye preferencia sobre los bienes relictos respecto de los acreedores personales del heredero, no debe considerarse insólito que también de retruque el de separación favorezca al sucesor universal mortis causa limitando su responsabilidad al activo hereditario. Mas la situación no es la misma ni aun siquiera parangonable, en primer término porque la protección

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    dispensada a los acreedores de la herencia por el beneficium inventarii es algo consustancial e inescindible del patrimordial favor que obtiene el heredero, cosa que no se da en la separatio bonorum ya que para favorecer a los acreedores hereditarios no hace falta beneficiar al mismo tiempo al heredero, ni esto último se sigue de lo primero con carácter necesario, y en segundo término porque mientras la preferencia que obtienen los acreedores del difunto, en el beneficio de inventario, la pierden irrefragablemente si tal beneficio decae o es renunciado, la responsabilidad intra vires del heredero, que acarrearía el beneficio de separación, sería irreversible por serlo éste.

    En resumen, y planteándolo desde el otro extremo, el beneficio de inventario se da “ contra” los acreedores hereditarios (previene de la hereditas damnosa), el de separación “contra” el heredero (previene de su insolvencia); mal puede, en suma, beneficiarle. Como escribe M essineo, es distinto el presupuesto de hecho que se encuentra en la base de los respectivos institutos. “La separación de los bienes —nos dice— presupone un patrimonio personal del heredero excesivamente cargado de deudas; la aceptación con beneficio de inventario presupone, en cambio, que cargado excesivamente (o gravado con demasiados legados), lo está el patrimonio hereditario. Con lo que se explica que, a la aceptación con beneficio de inventario, se vinculen ulteriores efectos que no nacen de la separación de los bienes” .47

    Se ha alegado también, según se ha visto, por los defensores de la postura extrema de irresponsabilidad personal del heredero que la misma encuentra justificación en base al hecho de que otorgada la separatio bonorum tiene lugar una verdadera rescisión (o anulación de sus efectos, como prefiere De Simone) de la aceptación hereditaria. Semejante criterio, que cada día cuenta con menos adeptos, aparte de que implica la negación de la condición de deudor del heredero por razón del pasivo hereditario (al producir la separatio unos efectos similares a la restitutio in integrum), lo que, según se ha expuesto, debe rechazarse en forma plena, tropieza con el inconveniente de que no pueda explicar por qué, una vez satisfechos los acreedores hereditarios, corresponde al heredero el residuo activo de la herencia. Si la adición fue rescindida por la separatio, ¿cómo la

    47 M e s s in e o , Manual de Derecho civil y comercial, VII, Buenos Aires,1956, p. 292.

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    herencia neta o líquida puede corresponder a quien dejó de ser heredero?

    Se quiere todavía saltar este obstáculo advirtiendo, arguye Voci, que la rescisión es parcial, y la herencia es como si no hubiese sido aceptada sólo frente a los acreedores hereditarios: no en relación al heredero ni a los acreedores de éste; esta rescisión parcial explica cómo el derecho al residuo pertenece a los acreedores del heredero y no a los acreedores del difunto.48 Pero tampoco así se adelanta gran cosa porque la rescisión de la aceptación por muy parcial que fuese supondría que frente a los acreedores hereditarios el heredero habría dejado de ser deudor y de nuevo, por otro camino, llegaríamos al disparate jurídico (que nadie se atrevería a sostener) de que las deudas hereditarias se conformarían como deudas sin deudor.

    Fadda ha estimado que como testimonio formal de que la solución de Paulo 3. Ulpiano responde al concepto originario de la separatio basta la antítesis entre el vulgo placere de Ul- piano (cuya autenticidad no se puede negar) y el commodius est, sea de Papiniano sea de los compiladores; el remedio del fragmento 3,2 es demasiado artificioso para poder pertenecer a los principios de la institución. Para él no caben términos medios, o la separatio significa un definitivo alejamiento del heredero y entonces, hecha excusión del patrimonio del difunto, no hay posibilidad de tener un recurso contra el heredero, o bien implica una simple razón de preferencia que deja en primera línea el patrimonio del difunto a los acreedores de éste, y en tal caso, resultando insuficiente dicho patrimonio, deberá volverse al régimen común sobre el patrimonio del heredero y los acreedores del difunto concurrirán con los del heredero sobre el patrimonio de éste. Al considerar imposible esta solución (sin convincentes razones), no queda otra que la primera.49

    Fadda da un valor absoluto a las expresiones de las fuentes romanas heredem sequi y defunctum sequi, que, como sabemos, no pueden entenderse en el sentido de una total e incomunicable separación de patrimonios (que conduce al absurdo jurídico), al afirmar que “habiendo preferido los acreedores del difunto los bona defuncti se encuentran frente a una muralla

    48 Voci, Diritto ereditario romano, I (Introduzione e parte generóle),Milán, 1960, p. 623.

    49 Fadda, op. cit., II, p. 413.

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    cerrada”, y ello le lleva a no captar que con los aludidos términos, simbólicos y metafóricos (pues nadie puede seguir jurídicamente a un muerto), los juristas romanos querían significar tan sólo que los acreedores han querido sufrir las consecuencias de la confusión hereditaria (heredem sequi) o, a la inversa, han deseado mantener la situación que existía antes de la muerte de su deudor. Una vez más hay que repetir que la separatio bonorum ni incide, ni puede incidir, en la sucesión en las deudas hereditarias, ya que por efecto de la sucesión hereditaria el heredero resulta deudor en forma irreversible, sin que ello, no obstante, suponga obstáculo, como con claridad resalta Biondi, para que la ley pueda ofrecer mediante la separación un medio jurídico por cuyo través la situación de los acreedores respecto al patrimonio hereditario permanezca inalterada.50

    Además no es exacta la afirmación de Fadda de que entre una u otra solución no cabe posición intermedia; basta recordar la esgrimida por Papiniano. En materia de responsabilidad del heredero por las deudas de la herencia la disyuntiva insalvable tiene lugar única y exclusivamente en base al beneficium inventara, según ha hecho notar Ferrini. O el heredero ha optado por el beneficio de inventario e invertido la herencia en satisfacer las deudas del causante, sin que puedan pretender nada sobre su patrimonio los acreedores, o, por el contrario, ha prescindido de tal beneficio, y en este caso el heredero debe responder inexorablemente con sus propios bienes de las deudas del causante.51 El beneficium separationis nada puede representar en orden a la responsabilidad ultra o intra vires hereditatis del sucesor; no es ese su cometido.

    En fin, la aseveración de Bonfante de que la explicación del hecho de que los acreedores hereditarios insatisfechos no pueden perseguir los bienes propios del heredero se halla en la distinción entre la adquisición del patrimonio y el subentrar en las deudas, se excluye por sí misma, pues si dicho maestro romanista reconoce que tal separación se actúa en el Derecho romano fuera de la successio y en la llamada sucesión de los Derechos que no han sufrido la influencia romana (Derechos germánico y anglosajón), ¿cómo, sin incurrir en contradicción, se puede sostener que la separatio bonorum provoca la libera

    50 B io n d i, op. cit., p. 377.61 F e r r in i , Ancora sulla separatio bonorum, en Bulletino dell’Istituto

    di diritto romano, 1901, p. 8.

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    ción del heredero de las deudas hereditarias? ¿No supondría ello admitir, pues la separatio no es sino un particular remedio dentro del Derecho sucesorio, que, pese a la afirmación de principio de que la herencia romana implica necesariamente sucesión en los bienes y sucesión en las deudas, la successio puede en ciertos casos centrarse tan sólo en las relaciones jurídicas activas del causante? Si Roma no conoció la sucesión en solo el activo hereditario (responsabilidad del caudal relicto), no cabe atribuir al beneficium separationis los efectos que le atribuye Bonfante.

    Creemos que ha quedado desvirtuada la tesis que niega a los acreedores del causante la posibilidad de perseguir para el cobro de sus créditos el patrimonio personal del heredero. Desde el ángulo lógico-dogmático es inadmisible porque conduce a inconsecuencias jurídicas y pugna con la concepción romana de la sucesión universal mortis causa.

    La segunda posición intermedia, en base a razones de equidad, trata de conciliar los intereses de acreedores hereditarios y acreedores personales del heredero. La separatio no rescinde la aceptación ni supone renuncia al derecho de dirigirse contra el heredero; éste asume las deudas hereditarias y responde ultra vires de su cumplimiento. Mas para que los acreedores del causante, agotado el caudal hereditario, puedan perseguir los bienes personales del sucesor se requiere que en forma previa hayan realizado sus créditos los acreedores propios del mismo. Si el beneficio se da para proteger contra los acreedores del heredero, pagados éstos, debe entenderse concluida la separación y terminado el beneficio, pudiendo ya los acreedores del difunto incidir sobre el patrimonio particular del heredero (López Jacoiste).

    Además, mediante esta solución se crea una alabable armonía entre sus efectos positivos y los negativos: El beneficio posterga a los acreedores del heredero respecto a los bienes hereditarios pero al mismo tiempo posterga a los acreedores del causante respecto a los bienes del heredero: “ Si por virtud de la separatio —nos dice en tal sentido Rosa Sastre— quedan diferenciados de momento el patrimonio hereditario y el privativo del heredero, es justo y equitativo que los acreedores del causante puedan cobrar sus créditos en primer lugar con el patrimonio hereditario y subsidiariamente con el patrimonio del

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    heredero, del mismo modo que los acreedores particulares de éste pueden proceder en primer lugar contra el patrimonio del heredero y subsidiariamente contra lo que reste del hereditario” .52

    Sin embargo, tampoco esta orientación soporta los embates de la crítica lógica e institucional.

    A López Jacoiste se le puede replicar que si la separatio bonorum tiene como razón justificadora proteger a los acreedores del causante contra el riesgo de la insolvencia del heredero no se comprende por qué el beneficio no ha de extinguirse hasta que los acreedores particulares del heredero hayan sido íntegramente pagados, cuando es mucho más lógico que tal extinción se produzca en el momento en que queda agotado el as hereditario, momento a partir del cual ya no hay ningún peligro de interferencia de los acreedores del heredero y, por tanto, deja de ser necesaria la separación patrimonial.

    Frente a Roca Sastre (y en general contra esta posición que comenzara patrocinado Windscheid) se debe señalar que si bien puede ser justo y equitativo que el beneficium separationis produzca esa moralización de la responsabilidad ultra vires del heredero “en el sentido recíproco compensatorio” , de que nos habla el maestro, difícilmente cabe sostener la misma bajo una fría consideración lógica de la cuestión.

    En efecto, si en virtud de la separatio los acreedores del difunto han continuado siendo acreedores del heredero, ¿por qué razón, una vez agotado el caudal hereditario, los acreedores personales del heredero van a ser preferidos sobre los bienes de éste?

    Si los acreedores del difunto son ahora acreedores del heredero, advierte con toda precisión Bonfante, ellos deben concurrir alia pari con los acreedores personales del heredero. El privilegio que los mismos tienen sobre una masa de bienes no debe colocarlos en una posición inferior respecto a la masa restante; cualquier acreedor privilegiado que no obtiene satisfacción con los bienes que son objeto de su privilegio es colocado a la par con los otros acreedores sobre el patrimonio residual.53

    Esto es lo exacto. Los acreedores del causante gozan de preferencia, frente a los personales del heredero, hasta donde

    52 R o c a S a s t r e , loe. cit., p. 1.127.s3 B o n f a n t e , op. cit., VI, p. 372.

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    alcance el acervo hereditario. Exhausto éste, en cuanto son acreedores del heredero, concurren junto con los propios del mismo en un plano de igualdad, no de manera subsidiaria. Lo contrario equivale a conformar la separatio bonorum en forma tal que suponga, en su faceta positiva, un privilegio para los acreedores del causante, y en su faceta negativa, otro para los particulares del heredero; lo que sin duda rebasa los objetivos y la razón de ser de este instituto. El beneficium separationis no contempla a los acreedores personales del heredero sino para excluirlos de una concurrencia igualitaria sobre la herencia, mal puede protegerlos a la hora de perseguir los bienes propios del heredero; eso cae fuera de sus finalidades. Los acreedores del heredero, en base al beneficio de separación, nada puden pretender frente a los acreedores del causante en orden al cobro preferencial de sus derechos.54 Esto lo dicta la lógica y esto es lo que resulta de la naturaleza del recurso protector en estudio.

    Rechazadas, pues, las dos posiciones comentadas no queda sino admitir la tercera. Creemos, junto con B iondi y Solazzi, que operante la separatio bonorum, una vez que el patrimonio hereditario ha quedado sin fuerzas, los acreedores separatistas pueden y deben concurrir sobre el patrimonio personal del heredero en plano de igualdad o paridad primaria con los acreedores de éste. Esta solución aunque en forma expresa no la recojan los textos romanos es la que mejor se compadece con la razón de ser, estructura y objetivos del beneficium separationis en el Derecho romano, y es la que mejor armoniza con el principio de igualdad de los acreedores (par condicio creditorum), que debe gobernar la responsabilidad patrimonial del deudor mientras la ley no lo excluya en forma expresa para un caso concreto.

    54 Y si el beneficium separationis no procura a los acreedores del heredero privilegio sobre los bienes de éste, ¿de dónde les viene a los mismos esa pretendida preferencia en el cobro frente a los acreedores hereditarios?