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El Bosque Encantado - Enid Blyton

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EENIDNID BLYTONBLYTON

EELL BOSQUEBOSQUE 

ENCANTADOENCANTADO

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

ÍÍNDICENDICE

Argumento ............................................................. 5EL BOSQUE ENCANTADO ........................................ 6El bosque encantado .............................................. 7Primera visita al bosque .......................................12La subida al árbol lejano .......................................16

Los habitantes del árbol lejano .............................20El país del carrusel...............................................24Cara de Luna y el Resbalón - Resbaladizo .............28Un caramelo de café con leche para Cara de Luna ............................................................................. 32 Tom y el Hombre de Nieve ...................................36La casa de los tres osos ........................................40La batalla de los osos ...........................................44Más sorpresas .......................................................48

Una trampa para el Hombre de Nieve ................... 52Cara de Luna se mete en líos ................................56El viejo y simpático Cacharros .............................. 60Cacharros se equivoca de país ..............................64En el país de Tembleque .......................................68La invitación de Cara de Luna y Seditas ................72El país de Toma Loquequieras ..............................76Cara de Luna no cumple su palabra ......................80En la escuela de doña Bofetada ............................84El astuto reloj de Seditas ......................................89

El ejercito de los malvados duendes rojos .............93Una noche llena de emociones ............................. 97Los malvados duendes rojos se llevan un susto . .101Un castigo merecido ........................................... 105El cumpleaños de Bessie .................................... 109El país de los Cumpleaños .................................. 113La pequeña isla perdida ......................................117Vuelta a casa ...................................................... 121BOLITA DE NIEVE, EL PONEY ...............................125

El pequeño poney negro ..................................... 126Un hogar y un nombre nuevos ............................129

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La pradera de Bolita de Nieve ............................. 132Bolita de Nieve y Sheila ...................................... 135Bolita de Nieve hace algunas amistades .............138

Una silla y una brida para Bolita de Nieve ...........141Una visita a la madre de Bolita de Nieve .............144¡Qué divertido es Bolita de Nieve! ...................... 146Lennie, el niño malo ........................................... 148Bolita de Nieve utiliza la cabeza ......................... 151Bolita de Nieve va a una fiesta ...........................153

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

AARGUMENTORGUMENTO

En la primera historia, tres hermanos se

trasladan a una granja situada cerca de unmisterioso bosque, un bosque encantado en elque muy pronto harán grandes amigo y viviránmaravillosas aventuras viajando a través delárbol lejano.

La segunda historia está protagonizada porun pequeño poney, Bolita de Nieve, y por susamos, unos niños que lo adoran.

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EL BOSQUE ENCANTADOEL BOSQUE ENCANTADO

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El bosque encantadoEl bosque encantado

Había una vez tres niños, que se llamaban Tom, Bessie y Fanny. Siemprehabían vivido en una ciudad; pero su padre obtuvo un trabajo en el campo,por lo que tuvieron que mudarse muy pronto.

—¡Qué divertido será vivir en el campo! —exclamó Tom—. ¡Voy aaprender todo lo que pueda sobre los animales y las plantas!

—Y yo voy a recoger todas las flores que quiera —añadió Bessie.

—Y yo tendré mi propio jardín —dijo Fanny.

El día de la mudanza, los niños estaban muy inquietos. Una furgonetallegó a la casa y dos hombres ayudaron a los padres a cargar todos losmuebles y equipaje. Una vez llena, la furgoneta partió mientras los chicosse ponían los abrigos y sombreros para ir con sus padres a la estación, paratomar el tren.

—¡Ha llegado la hora de irnos! —dijo Tom.—¡El campo, el campo! —gritó Bessie.

—¡A lo mejor vemos hadas! —exclamó Fanny.

Sonó el silbato del tren y salió de la estación. Los niños apoyaron la narizcontra la ventana mientras dejaban atrás las casas sucias con chimeneasaltas. ¡Qué alegría abandonar la ciudad! En cambio, vivir en el campo seríamaravilloso, tan limpio, lleno de flores y pájaros cantando en los árboles.

—Tal vez corramos aventuras en el campo —suspiró Tom—. Allí habráarroyos y colinas, prados inmensos y espesos bosques. ¡Nos lo pasaremos

en grande!—No ocurrirá nada extraordinario en el campo, que no suceda en la

ciudad —intervino su padre—. Lamento deciros que lo encontraréis algoaburrido.

Pero en eso estaba muy equivocado. No podía imaginar las aventuras queles aguardaban.

Al fin llegaron a la pequeña estación donde tenían que bajarse. Unportero con cara de sueño puso sus dos maletas en un carrito y les dijo quese las llevaría más tarde. Se fueron andando por el sinuoso camino delcampo mientras charlaban tranquilamente.

—Me pregunto cómo será nuestra casita —dijo Bessie.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Y yo me pregunto si tendremos un jardín —añadió Fanny.

Pero mucho antes de llegar a su nueva casa se sintieron cansados ydejaron de hablar. La casita estaba a ocho kilómetros de la estación y, como

el padre no podía alquilar un coche, tuvieron que ir andando todo el camino,que a los niños se les hizo interminable. No había autobús que pasara porallí, así que los niños, agotados, arrastraban los pies, con el único deseo detomar una taza de leche caliente y acostarse en una cama cómoda.

Al fin llegaron. Había merecido la pena caminar tanto, porque la casitaera encantadora. Había rosas de color rojo, blanco y rosa colgando de lasparedes, y madreselvas por toda la puerta principal. ¡Era preciosa!

La furgoneta ya había llegado, y dos hombres estaban metiendo losmuebles en la casa. Su padre les ayudó mientras la madre iba a la cocinapara encender el fuego y preparar una bebida caliente.

Como estaban tan cansados, no pudieron hacer más que beber la lechecaliente, comer algunas galletas, e irse a la cama. Las camitas eran rústicaspero muy confortables. Tom miró por la ventana pero, con tanto sueño,apenas pudo distinguir nada. Las dos niñas, en su pequeña habitación, notardaron ni un minuto en dormirse, lo mismo que Tom en su cuarto, aúnmás pequeño.

¡Qué divertido fue despertarse por la mañana con un sol radiante cuyosrayos entraban a través de las ventanas! Tom, Bessie y Fanny se dieronprisa en vestirse. Salieron al pequeño jardín y corretearon por el alto césped

y olieron las rosas que brotaban por todas partes.Su madre les preparó unos huevos y tomaron el desayuno con mucho

apetito.

—¡Qué maravilloso vivir en el campo! —suspiró Tom mientras miraba porla ventana unas colinas que se divisaban a los lejos.

—Podemos tener una huerta en el jardín —dijo Bessie.

—Daremos estupendos paseos por todos lados —añadió Fanny.

Ese día todos ayudaron a ordenar y limpiar la casita. El padre tenía que iral trabajo al día siguiente y la madre esperaba poder trabajar lavando la

ropa a otras personas. Con eso ahorraría dinero para comprar unas gallinas,y podrían vivir felices y tranquilos.

—Yo recogeré los huevos por la mañana y por la tarde —se apresuró adecir Fanny, con los ojos brillantes.

—Vamos a dar una vuelta por los alrededores —propuso Tom—. Mamá,¿podemos salir un rato?

—Sí, pero no tardéis mucho —sonrió la madre, complacida.

Los tres niños echaron a correr hacia el caminito, por el pequeño portónblanco que había frente a la casa.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Exploraron todos los alrededores. Corrieron por un campo lleno detréboles de color rosa y de abejas. Después jugaron en un arroyuelo decolor marrón que murmuraba suavemente mientras corría bajo los cipre-

ses.De repente, llegaron a un bosque. No estaba muy lejos de la casita. Era

un bosque como tantos otros, salvo por el color de sus árboles, de un verdemás oscuro que lo normal. Una pequeña zanja separaba el bosque delcamino lleno de arbustos.

—¡Un bosque! —exclamó Bessie, muy contenta—. ¡Aquí podemos venirde excursión!

—Es un bosque misterioso —observó Tom, pensativo—. ¿No te parece,Bessie?

—Los árboles parecen muy tupidos, pero no veo que tenga nada departicular —contestó Bessie.

—Pues yo no opino lo mismo —comentó Fanny—. El susurro de las hojases diferente. ¡Escuchad!

Fanny tenía razón. Las hojas de los árboles del bosque no susurraban dela misma forma que los otros árboles que había detrás.

—Es casi como si estuvieran hablando los árboles entre sí —dijo Bessie—.Se comunican sus propios secretos, que nosotros no podemos entender.

—¡Es un bosque mágico! —se le ocurrió a Fanny de pronto.

Nadie dijo nada. Se quedaron quietos escuchando.—«Uich-uich-uich-uich» —sonaban los árboles del bosque, inclinándose

como para saludar a los visitantes.

—Tal vez vivan hadas en este bosque —susurró Bessie—. ¿Saltamos lazanja y entramos?

—No —dijo Tom—. ¿Y si nos perdemos? Primero tenemos que conocer lazona antes de meternos en un bosque tan grande.

—¡Tom! ¡Bessie! ¡Fanny! —su madre los llamó desde la casita, que no seencontraba lejos—. ¡Es la hora de tomar el té!

De repente, los niños sintieron mucha hambre. Se olvidaron del extrañobosque y regresaron corriendo a su casa. Su madre había hecho pan conmermelada de fresas, y se lo comieron casi todo.

El padre llegó antes de que terminaran de tomar el té. Había hecho lacompra en el pueblo, que estaba a cinco kilómetros de la casa, y estabacansado y hambriento.

—Papá, hemos estado explorando por todos lados '—le contó Bessiemientras le servía una gran taza de té.

—Hemos encontrado un bosque maravilloso —dijo Fanny.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Es un bosque muy extraño —comentó Tom—. Parece como si losárboles se hablasen entre sí.

—Debe ser ése el bosque del que me hablaron esta tarde —dijo el padre

—. Fijaos, tiene un nombre muy curioso.—¿Cómo se llama? —preguntó Tom.

—Se llama el Bosque Encantado —contestó su padre, sonriente—. Lagente del pueblo no suele ir por allí. Me resulta un poco raro. La verdad, yono creo que ese bosque tenga nada de extraño. Pero tened cuidado y no osadentréis mucho, no sea que os perdáis.

Los niños se miraron fijamente unos a otros. ¡El Bosque Encantado! ¡Quénombre tan bonito!

 Y cada uno de ellos pensó lo mismo: «Hay que ir a explorar ese bosquecuanto antes»

Después del té su padre les pidió que le ayudaran a arreglar el jardín. Tom tuvo que desenterrar los cardos y las niñas arrancar toda la malahierba de la huerta. Mientras tanto, charlaban animadamente.

—¡El Bosque Encantado! ¡Sabíamos que tenía algo muy extraño! —comentó Tom.

—¡Yo adiviné que allí había hadas! —dijo Fanny.

—¡Iremos a explorarlo en cuanto podamos! — propuso Bessie—. ¡Vamosa descubrir lo que se decían esos árboles cuando susurraban! ¡Notardaremos mucho en enterarnos de todos los secretos del bosque!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Esa noche, a la hora de ir a la cama, los tres se asomaron a la ventana paramirar el bosque oscuro que susurraba a lo lejos. ¿Qué descubrirían en el

Bosque Encantado?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Primera visita al bosquePrimera visita al bosque

Los tres niños no tuvieron oportunidad de visitar el Bosque Encantadohasta la siguiente semana, porque estuvieron ocupados ayudando a suspadres en la casa. Había que arreglar el jardín, hacer cortinas y limpiartodo.

A ratos, Tom quedaba libre y se marchaba a pasear solo. Otras veceseran las niñas las que se iban a dar un paseo, pero nunca coincidían lostres. Y ninguno quería ir al bosque sin los otros, así que tuvieron queesperar. Al final llegó la ocasión.

—Hoy podéis salir a merendar al campo —dijo su madre—. Habéistrabajado bien y os merecéis una excursión. Os prepararé unos sandwichesy una botella de leche.

—¡Iremos al bosque! —susurró Bessie a los otros, y, muy contentos,ayudaron a su madre a poner la merienda en una cesta grande.

Se fueron inmediatamente. Había un portón pequeño al final del jardínque daba al caminito que conducia al bosque. Abrieron el portón y sedetuvieron en el caminito. Desde ahí se veían los árboles del bosque, ytambién se escuchaba su particular susurro:

—«Uich-uich-uich-uich».

—Presiento que vamos a correr muchas aventuras —dijo Tom—. ¡Venga!¡Atravesaremos la zanja y entraremos en el Bosque Encantado!

Saltaron la zanja y se detuvieron bajo los árboles, mirando en derredorsuyo. Pequeños haces de luz solar brillaban sobre el suelo, pero no eran

muchos, porque los árboles eran muy tupidos. El bosque era oscuro. Depronto, un pájaro pequeño, que estaba cerca, cantó una pequeña y extrañacanción.

—¡Verdaderamente es mágico! —Fanny no salía de su asombro—. ¡Sientoque por aquí hay algo muy especial! ¿Tú no, Bessie? ¿Lo sientes tú, Tom?

—Sí —susurraron ambos, llenos de curiosidad—. ¡Vamos!

Descendieron por un camino de color verde, que era tan pequeño yangosto que parecía hecho para conejos.

—No nos alejemos demasiado —dijo Tom—. Será mejor esperar hasta que

conozcamos bien los caminos antes de penetrar en el bosque. Chicas,buscad un buen lugar para sentarnos a comer los sandwiches.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Mirad, fresas silvestres! —exclamó Bessie, mientras se agachaba yapartaba unas hojas, mostrando a sus hermanos unas fresas de un intensocolor rojo.

—Podemos coger algunas para comerlas con la merienda —sugirió Fanny.Así que se pusieron a cogerlas hasta que tuvieron suficientes como para

hartarse.

—Vamos a sentarnos bajo ese viejo roble —propuso Tom—. Por abajoestá cubierto de musgo. Será como sentarnos en un cojín de terciopeloverde.

Inmediatamente se sentaron y sacaron la merienda. Se la comieron congusto, mientras escuchaban las hojas verdes de arriba, que decían:

—«Uich-uich-uich».

Mientras tomaban la merienda observaron algo muy extraño. Fanny fuela primera en verlo.

No muy lejos de ellos había un claro con césped suave. Mientras locontemplaba, Fanny notó que aparecían unos montículos pequeños. Sequedó mirándolos, sorprendida. Los montículos crecieron. De pronto, seabrió la tierra en seis puntos diferentes.

—¡Mirad! —dijo Fanny en voz baja, señalando el lugar en el césped—.¿Qué sucede ahí?

Los tres miraron en silencio. Entonces descubrieron lo que era. ¡Seishongos grandes estaban saliendo rápidamente del suelo, abriéndosecamino, sin dejar de crecer!

—¡Es increíble! —se asombró Tom.

—¡Silencio! —susurró Bessie—. No hagáis ruido. Parece que se oyenpisadas.

Sí, se escuchaba el ruido de unas pisadas y un murmullo de agudasvocéenlas.

—Rápido, escondámonos detrás de un arbusto —sugirió Bessie—.Quienquiera que venga se asustará si nos ve. ¡Aquí hay magia, y nosotrosqueremos verla!

Echaron a correr, con la cesta de la merienda, y se escondieron detrás deun arbusto muy denso. Tuvieron el tiempo justo porque, nada másocultarse, llegó un grupo de hombres pequeños cuyas barbas, muy largas,casi les llegaban hasta el suelo.

—¡Duendes! —susurró Tom.

Los duendes fueron hacia los hongos y se sentaron. Se trataba de unareunión. Uno de ellos llevaba una bolsa, que colocó detrás del hongo en elque estaba sentado. Los chicos no podían escuchar lo que decían, aunque sí 

oían el murmullo, y captaron alguna que otra palabra.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

De pronto Tom dio un codazo a sus hermanas. Había visto algo más. Ellastambién lo percibieron. Un gnomo, con cara de pocos amigos, se estabaacercando silenciosamente a los duendes, sin que ellos se dieran cuenta.

—¡Va a robar la bolsa! —susurró Tom.¡Y así fue! Estiró su largo brazo y con sus dedos delgados la cogió y

comenzó a arrastrarla hacia un arbusto.

 Tom dio un salto. ¡No iba a permitir que les robaran a los pobresduendes! Gritó muy fuerte:

—¡Detened al ladrón! ¡Mirad, ese gnomo que está detrás de vosotros!

 Todos los duendes se sobresaltaron. El gnomo se puso de pie y echó acorrer con la bolsa. Los duendes se quedaron mirando desconcertados, yninguno fue tras él.

El ladrón corrió hacia el arbusto donde estaban los chicos. No sabía queestaban allí.

Rápido como una centella, Tom estiró la pierna y le puso la zancadilla algnomo, que instantáneamente se cayó de bruces. Soltó la bolsa y Bessieaprovechó para cogerla y la lanzó a los duendes, que aún estaban de pie,

 junto a los hongos. Tom trató de atrapar al gnomo, pero éste saliódisparado.

Los niños echaron a correr tras él. Atravesaron el bosque hasta que al finel gnomo se subió a un inmenso árbol para esconderse entre las hojas. Los

niños, agotados, se dejaron caer al pie del árbol, tratando de recuperar elaliento.

—¡Ya lo tenemos! —susurró Tom—. ¡Lo atraparemos en cuanto baje!

—Ahí vienen los duendes —señaló Bessie mientras se secaba el sudor dela frente. Los hombrecillos de larga barba llegaron corriendo y se inclinaron.

—Habéis sido muy buenos con nosotros —dijo el más grande de ellos—.Gracias por haber recuperado nuestra bolsa. En ella tenemos documentosmuy valiosos.

—También sabemos dónde está el gnomo —sonrió Tom, satisfecho—. Se

ha subido a este árbol. Si esperan, lo podrán atrapar cuando descienda.Pero los duendes no se atrevían a acercarse al árbol. Se quedaron

observando, muy asustados.

—No descenderá hasta que quiera —dijo el duende más grande—. Ése esel árbol más viejo y mágico del mundo. Es el Árbol Lejano.

—¡El Árbol Lejano! —repitió Bessie, maravillada—. ¡Qué nombre másextraño! ¿Por qué tiene ese nombre?

—Es un árbol muy raro —explicó otro duende—. Nadie sabe cómo pero asu copa llegan países de los lugares más lejanos. A veces está el País de las

Brujas, otras veces son lugares desconocidos, de los que nadie ha oído

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

hablar. ¡Nunca subimos porque no sabemos lo que nos encontraremos en lacopa!

—¡Qué extraño! —exclamaron los chicos.

—El gnomo ha ido al lugar que hoy se encuentra en la copa del árbol —aseguró el duende más grande—. Tal vez se quede a vivir allí y no regrese

 jamás. En ese caso, de nada servirá esperar. Se llama Escurridizo, porquesiempre anda escurriéndose de todos lados.

Los chicos miraron las anchas ramas del árbol. Estaban muy intrigados.¡El Árbol Lejano en el Bosque Encantado! ¡Hasta los nombres parecíanmágicos!

—¡Ojala pudiéramos subir al árbol! —a Tom le brillaban los ojos.

—No lo hagáis —aconsejaron los duendes a coro—. Es peligroso. Tenemos

que irnos, pero os estamos muy agradecidos. Si alguna vez necesitáisnuestra ayuda, venid al Bosque Encantado yisilbad siete veces bajo el robleque está al lado de nuestros hongos.

—Gracias —sonrieron los chicos, mirando cómo los seis duendecillosechaban a correr por entre los árboles. Tom pensó que ya era hora deregresar a casa, así que siguieron a los duendes por un camino angosto decolor verde hasta que llegaron a la parte del bosque que tan bien conocían.Recogieron la cesta y se fueron a casa, todos con el mismo pensamiento:«Hay que subir al Árbol Lejano para visitar los lugares que están en lacopa».

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La subida al árbol lejanoLa subida al árbol lejano

Los chicos no contaron a sus padres lo que les había sucedido en elBosque Encantado, porque temían que les prohibieran ir. Pero, a solas, nohablaban de otra cosa.

—¿Cuándo pensáis que podremos subir al Árbol Lejano? —preguntabaFanny a cada momento—. Tom, tenemos que regresar.

 Tom estaba deseando ir, pero tenía miedo de lo que les pudiera suceder,y sabía que tenía que cuidar de sus dos hermanas. ¿Y si subían al ÁrbolLejano y no regresaban jamás? Entonces se le ocurrió una idea.

—Escuchad. ¿Sabéis lo que podemos hacer? Subiremos al árbol sólo paraver lo que hay en la copa. No hace falta que lleguemos arriba del todo,simplemente echaremos un vistazo. Esperaremos hasta que dispongamosde un día entero, y entonces iremos.

Las niñas estaban entusiasmadas. Trabajaron duro arreglando la casa,esperando que su madre les diera el día libre para jugar. Tom tambiéntrabajó con ahínco en el jardín, arrancando todas las malas hierbas. Sus pa-dres quedaron muy satisfechos.

—¿Os gustaría ir al pueblo más cercano y pasar el día allí? —preguntó lamadre al fin.

—No, gracias —contestó Tom inmediatamente—. Mamá, ya estamoscansados de pueblos. Lo que nos gustaría sería pasar todo un día deexcursión en el bosque.

—Muy bien —aceptó su madre—. Podéis ir mañana, si hace buen tiempo,y llevaros la comida y la merienda al bosque. Vuestro padre y yo pasaremostodo el día fuera, comprando algunas cosas que necesitamos.

¡Cuánto deseaban los chicos que hiciera buen tiempo! Se despertaronmuy temprano y bajaron de la cama de un salto. Después apartaron lascortinas para mirar afuera. El cielo estaba tan azul como el mar. El sol bri-llaba entre los árboles, proyectando unas sombras largas en el césped. ElBosque Encantado se veía, a lo lejos, más oscuro y misterioso que nunca.

 Todos desayunaron, y después la madre preparó unos sandwiches, pusounos pastelitos en una bolsa y tres galletas para cada uno. Envió a Tom a

coger unas ciruelas del jardín y dijo a Bessie que llevara dos botellas de li-monada. Los niños estaban locos de alegría.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Los padres se fueron al pueblo. Los niños les dijeron adiós desde elportón. Luego, echaron a correr para agarrar la bolsa de la comida y salierondando un portazo. ¡Presentían que esa mañana estaría llena de aventuras!Fanny se puso a cantar.

 Al Árbol Lejano iremos.

Tom, Bessie y yo aventuras tendremos.

—¡Calla! —protestó Tom—. Aún no estamos lejos, no queremos quesepan adonde vamos.

Atravesaron el jardín corriendo y salieron por el portón trasero. Sedetuvieron en el caminito angosto y se miraron entre sí. ¡Era la primeraaventura de su vida! ¿Qué verían? ¿Qué pasaría?

Saltaron la zanja y entraron en el bosque. De inmediato se sintierondiferentes. La magia les rodeaba. Incluso los cantos de los pájaros sonabandistintos. Los árboles, una vez más, se susurraban sus secretos:

—«Uich-uich-uich ».

—¡Oh! —exclamó Fanny.

—Vamos directamente hacia el Árbol Lejano —sonrió Tom, mientras bajabapor el caminito de color verde.

Las niñas fueron tras él. Caminaron hasta llegar al roble junto al que se

habían sentado. Ahí estaban los seis hongos, donde se habían reunido losduendes, aunque ahora se veían secos y viejos.

—¿Adonde vamos? —preguntó Bessie.

Ninguno sabía por dónde ir. Fueron por un caminito pequeño, pero prontose detuvieron al llegar a un lugar extraño donde los árboles eran tantupidos que no podían avanzar más. Regresaron al roble.

—Vamos en esta otra dirección —propuso Bessie. Todos aceptaron, peroesa vez llegaron a un estanque muy raro, cuyas aguas eran de coloramarillo pálido y brillaba como la mantequilla. A Bessie no le gustó nada el

estanque, y los tres regresaron inmediatamente al roble.

—¡Qué lata! —se quejó Fanny, a punto de echarse a llorar—. ¡Cuando alfin tenemos un día libre, resulta que no encontramos el árbol!

—Ya sé lo que vamos a hacer —dijo Tom de repente—. Llamaremos a losduendes. ¿No os acordáis de que se ofrecieron a ayudarnos cuando lonecesitáramos?

—¡Es verdad! —se animó Fanny—. Tenemos que ponernos bajo este robley silbar siete veces.

—Vamos, Tom, silba —le pidió Bessie.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Enseguida Tom se puso bajo las tupidas y verdes hojas del viejo roble ysilbó fuertemente siete veces.

 Todos esperaron en silencio.No había pasado ni medio minuto, cuando un

conejo salió de su madriguera y los miró fijamente.

—¿A quién buscáis? —preguntó el conejo con una voz ronca.

Los chicos lo miraron sorprendidos. Nunca habían visto hablar a un animal.El conejo alzó las orejas, las bajó y habló de nuevo, algo enfadado.

—¿Estáis sordos? Os he preguntado que a quién buscáis.

—Buscamos a uno de los duendes —replicó Tom, recuperando la voz.

El conejo se dio la vuelta y llamó dentro de su madriguera:

—¡Señor Bigotes, señor Bigotes! Hay alguien aquí que le está buscando.

Se escuchó una respuesta a voz en grito, y entonces uno de los seisduendes salió de la madriguera del conejo y se acercó a los niños.

—Perdonad por mi tardanza —se disculpó—. Uno de los hijos del conejotiene sarampión y lo estaba atendiendo.

—No sabía que a los conejos les daba sarampión —se asombró Bessie.

—Yo os llevaré —se ofreció el señor Bigotes, cuya barba le llegaba hasta lospies. A veces, al andar, se la pisaba y entonces su cabeza se inclinababruscamente hacia adelante. A Bessie le entró la risa, pero no le parecióoportuno reírse en ese momento, así que se la aguantó.

Se preguntaba por qué no se ataba la barba a la cintura para no tropezarcon ella.

El señor Bigotes los guió a través de los árboles oscuros. Por fin llegaron alenorme Árbol Lejano.

—¡Ahí lo tenéis! —señaló—. ¿Esperáis a alguien que baje?

—Bueno, no —empezó Tom—. Queríamos subir a la copa.

—¿Vais a subir? —preguntó el señor Bigotes, horrorizado—. No seáistontos. Es peligroso. No sabéis lo que os encontraréis en la copa. Hay un paísdiferente casi todos los días.

—Pues vamos a subir —insistió Tom, y puso el pie en el tronco delinmenso árbol y con una mano se agarró a una de las ramas—. ¡Vamos,chicas!

—Voy a buscar a mis hermanos para que os bajéis de ahí —dijo el señor

Bigotes, asustado, y echó a correr—. ¡Es demasiado peligroso! ¡Demasiadopeligroso!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Creéis que tendremos problemas? —preguntó Bes-sie, que era la másprudente de los tres.

—¡Vamos, Bessie! —Tom estaba impaciente—. Sólo vamos a ver lo que

hay en la copa. ¡No seas miedosa!

—No lo soy —se defendió Bessie, y subió junto con Fanny y Tom—. Noparece que sea muy difícil subir. Pronto estaremos en la copa.

Pero no era tan fácil como pensaban.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Los habitantes del árbol lejanoLos habitantes del árbol lejano

Los niños no tardaron mucho en quedar ocultos entre las ramas mientrassubían hasta la copa. Cuando el señor Bigotes regresó con los otros cincoduendes, ya se habían perdido de vista.

—¡Eh, niños, bajad! —gritaron los duendes mientras saltaban alrededordel árbol—. Os perderéis, o tal vez os capturen. ¡Este árbol es peligroso!

 Tom se rió y miró hacia abajo. El Árbol Lejano tenía unas bellotas a laaltura de donde él estaba; tomó una y la lanzó hacia abajo, dándole al señorBigotes en el sombrero, que salió huyendo despavorido.

—¡Alguien me ha disparado! ¡Me han disparado! —gritaba como un loco.

Entonces hubo un silencio.

—Me imagino que tienen miedo de las bellotas. ¡Qué duendes tangraciosos! ¡Vamos, chicas!

—Debe ser una encina porque le salen bellotas —observó Bessie mientrassubía. Pero no había terminado de decirlo, cuando se dio cuenta de que a sulado había castañas—. ¡Huy! —exclamó asombrada—. ¡Aquí hay castañas!¡Qué árbol más original!

—Bueno, más arriba tendrá manzanas y peras —se rió Fanny—. ¡Es unárbol mágico!

No tardaron mucho en subir hasta lo alto. Cuando Tom apartó las hojaspara mirar hacia abajo, se asombró al descubrir que estaban en el árbolmás alto del bosque. Se veían todos los demás árboles como una extensaalfombra de color verde.

 Tom iba a la cabeza del grupo. De pronto gritó:

—¡Chicas! ¡Rápido, venid aquí! ¡He encontrado algo muy extraño!

Bessie y Fanny subieron rápidamente.

—¡Pero si es una ventana, hecha en el árbol! —se asombró Bessie. Todosse asomaron, y de pronto la ventana se abrió y salió un hombrecito, queparecía muy enfadado, con un gorro de dormir sobre la cabeza.

—¡Vaya unos niños más mal educados! —gritó furioso. Parecía unaespecie de duendecillo—. ¡Todo el que sube al árbol me tiene que mirar!

¡Haga lo que haga, siempre hay alguien que me está observando!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Los niños lo miraron fijamente, sin saber qué decir. El duendecillo se fue yregresó con una jarra de agua. Se la echó a Bessie y la empapó de lacabeza a los pies. Ella gritó, indignada.

—Así escarmentaréis y no os dedicaréis a mirar lo que no os importa —sonrió maliciosamente el duendecillo, y después cerró la ventana de golpe ycorrió la cortina.

—¡Qué antipático! —Bessie intentaba secarse con su pañuelo—. ¡Quéhombrecillo más desagradable!

—Será mejor que no miremos en ninguna otra ventana —dijo Tom. Peroera tanta la curiosidad que sentían de ver una ventana en el árbol...

Bessie no tardó en secarse. Siguieron subiendo, y de repente seencontraron con otra sorpresa. Llegaron a Una rama ancha que conducía a

una puerta amarilla colocada justo en el tronco del Árbol Lejano. Tenía unpequeño llamador y una campana muy brillante. Los chicos se pararon acontemplar la puerta.

—¿Quién vivirá aquí? —preguntó Fanny.

—¿Llamamos para averiguarlo? —se le ocurrió a Tom.

—No, que no quiero que me mojen otra vez —le in-icirumpió Bessie.

—Llamaremos a la puerta y nos esconderemos de-Irás de esta rama —propuso Tom—. Si alguien intenta lanzarnos agua, no nos encontrará.

Así es que Tom tocó la campana y se escondieron detrás de la enormerama.

De pronto se escuchó una voz al otro lado de la puerta.

—¡Me estoy lavando la cabeza! ¡Si eres el carnicero, por favor, deja unkilo de salchichas!

Los niños se miraron entre sí y se echaron a reír. I Pensar que uncarnicero subía al Árbol Lejano...! De nuevo se escuchó la voz.

—Si eres el hombre del aceite, hoy no necesito. Si eres el dragón rojo,ven la próxima semana.

—¡Ay! —se asustó Bessie—. ¡El dragón rojo! ¡Esto no me gusta nada!En ese instante se abrió la puerta y apareció una duendecilla. La melena

le caía suavemente sobre los hombros mientras se frotaba el cabello conuna toalla. Se quedó mirando fijamente a los niños.

—¿Vosotros habéis llamado a mi puerta? —preguntó—. ¿Qué deseáis?

—Queríamos saber quién vive en esta curiosa casita-árbol —dijo Tom,echando una ojeada al interior. La duendecilla sonrió. Tenía una expresiónmuy dulce.

—Pasad un momento —los invitó—. Me llamo Seditas, porque mi pelo es

suave como la seda. ¿Adonde vais?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Estamos subiendo at Árbol Lejano para saber lo que hay en la copa —respondió Tom.

—Tened mucho cuidado porque podéis encontraros con algo horrible —

les avisó Seditas mientras les ofrecía una silla a cada uno en la pequeña yoscura habitación, dentro del árbol—. Algunas veces vienen paísesmagníficos a la copa del árbol, pero otras son espantosos. La semanapasada estuvo el País de Salta-salta, que era horrible. Cuando uno llega allí,tiene que saltar a la pata coja, y todo salta, incluso los árboles. Nada sequeda quieto. Es agotador.

—¡Qué divertido! —se rió Bessie—. Tom, ¿dónde está nuestra comida?Vamos a invitar a Seditas a comer con nosotros.

A Seditas le agradó mucho la idea. Se cepilló su bello pelo dorado ycompartió los sandwiches con ellos. Sacó una lata de galletas que estabandeliciosas. Al morderlas, estallaban y llenaban la boca de miel. Fanny secomió siete, una tras otra, porque era muy golosa. Bessie la detuvo.

—¡Vas a reventar si comes más! —le reprochó.

—¿Vive mucha gente en este árbol? —preguntó Tom.

—Sí, mucha —replicó Seditas—, aparte de la gente que va y viene. Peroyo siempre estoy aquí, y también el duende Furioso, que vive abajo.

—Sí, lo hemos visto —suspiró Bessie—. ¿Quién más vive aquí?

—El señor Cómosellama, que vive arriba —continuó Secutas—. Nadie

conoce su nombre, ni siquiera él mismo, así que le llamamos Cómosellama.Si está dormido, no debéis despertarlo, porque os perseguirá. También estála señora Lavarropas. Se pasa el día lavando v, como tira el agua por laventana, ¡siempre tienes que leiicr cuidado para que no te caiga encima!

—Éste es un árbol muy interesante —Bessie comió ptra galleta—. Tom,creo que debemos irnos, o nunca llegaremos hasta la copa. Adiós, Seditas.Algún día vendremos a visitarte.

—Sí, por favor —suplicó la duendecilla—. Me gustaría ser vuestra amiga.

Salieron de la agradable habitación redonda del árbol y continuaron

subiendo. No tardaron mucho en escuchar un sonido extraño, parecido a unavión.

—¡No puede haber un avión en este árbol! —dijo 1bm. Miró en derredorsuyo, y entonces vio de dónde venía el ruido. Un viejo gnomo, muygracioso, estaba .leostado sobre una tumbona, en una rama ancha. Tenía laboca abierta de par en par, y los ojos cerrados, ¡y roncaba muy fuerte!

—¡Ése debe ser el señor Cómosellama! —señaló Bessie—. ¡Madre mía,qué ruido hace! ¡No debemos despertarlo!

—¿Le tiro una cereza dentro de la boca, a ver qué hace?—preguntó Tom,siempre dispuesto a hacer alguna travesura. Esa parte del Árbol Lejano

estaba llena de cerezas.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡No, Tom, no! —suplicó Bessie—. Ya sabes lo que Seditas dijo, que nosperseguirá. ¡No quiero caerme del Árbol Lejano y golpearme con todas lasramas!

Así que pasaron cuidadosamente por donde estaba el viejo Cómosellama,y siguieron subiendo. Durante un buen rato no descubrieron nada nuevo.Los niños no se encontraron con ninguna otra casa o ventana en el árbolpero, al cabo de un rato, oyeron otro ruido, mucho más raro.

Se pararon a escuchar. Sonaba como una catarata, y de pronto Tomadivinó lo que era.

—¡Es la señora Lavarropas, que está tirando el agua de la colada! —gritó—. ¡Cuidado, Bessie! ¡Cuidado, Fanny!

Un cubo de agua jabonosa cayó por el tronco del árbol. Tom lo esquivó y

Fanny se protegió bajo una rama ancha. Pero a la pobre Bessie la empapóde pies a cabeza. ¡Cómo gritaba!

 Tom y Fanny tuvieron que prestarle sus pañuelos.

—¡Qué mala suerte tengo! —se lamentó, dando un suspiro—. Ésta es lasegunda vez que me mojan en el día de hoy.

Continuaron ascendiendo, y pasaron junto a otras puertas y ventanaspequeñas, pero no vieron a nadie más. Observaron que arriba había unainmensa nube blanca.

—¡Mirad! —señaló Tom, asombrado—. Esta nube tiene un agujero, y las

ramas lo atraviesan; creo que estamos ya en la copa del árbol. ¿Entramospor el agujero para ver qué país hay arriba?

—¡Sí! —exclamaron Bessie y Fanny, y enseguida se metieron por elagujero

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El país del carruselEl país del carrusel

Una rama grande y ancha se torcía hacia arriba, en la copa del ÁrbolLejano. Tom subió por ella y miró hacia abajo, pero no podía ver nada,porque había una niebla blanca que giraba como un remolino. Sobre él seextendía la nube blanca, enorme y espesa. Tenía un agujero de color

púrpura a través del cual desaparecía la última rama del Árbol Lejano.Los chicos sintieron una gran emoción. Por fin habían llegado a la copa.

 Tom subió con cuidado a la última rama y desapareció a través del agujerode color púrpura. Bessie y Fanny fueron tras él.

Donde terminaba la rama había una pequeña escalera que atravesaba lanube. Los chicos subieron los peldaños y, antes de que se dieran cuenta, seencontraron en un lugar diferente, muy extraño, lleno de sol.

Estaban sobre un césped verde. El cielo era de un azul intenso y se oíauna melodía sin cesar.

—Tom, ¿no es ésa la música que suena en un carrusel? —preguntóBessie.

Así era, y de pronto, sin previo aviso, ¡toda la tierra comenzó a girar! Loschicos, como no lo esperaban, casi se caen.

—Ay, ¿qué pasa? —se asustó Bessie. Los tres empezaron a marearse,porque todo, los árboles, las casas, las colinas y los arbustos, daba vueltas.

 También sentían que ellos mismos se estaban moviendo porque el céspedgiraba. Buscaron el agujero de la nube, pero había desaparecido.

—¡Toda la tierra da vueltas como si fuera un carrusel! —gritó Tom

mientras cerraba los ojos a causa del mareo—. Hemos salido por el agujerode la nube y ahora no sabemos dónde está la copa del Árbol Lejano. Estaráen algún lugar de este país, ¡pero quién sabe dónde!

—¡Tom!, ¿cómo podremos volver a casa? —preguntó Fanny, muycompungida.

—Tendremos que pedirle ayuda a alguien —se le ocurrió a Tom.

Los tres chicos se alejaron del lugar en el que estaban. Bessie observóque había pisado un anillo de césped que parecía más oscuro que el resto.Se preguntó por qué. Pero no tuvo tiempo de decir nada, porque era muy

difícil caminar correctamente en un país que daba vueltas todo el tiempo,como un carrusel.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La música continuó sonando sin cesar, como si fuera un organillointerminable. Tom se preguntaba de dónde vendría, y dónde estaría lamaquinaria que hacía girar el País del Carrusel.

De pronto se encontraron con un hombre alto, que cantaba en voz alta loque leía en un libro. Tom lo detuvo, pero él continuó cantando. Era muymolesto.

—Ja-didi-jie-didi, derri-derru-dan —gritaba el hombre, mientras Tomtrataba de llamar su atención.

—¿Cómo podemos irnos de este país? —gritó Tom.

—No me interrumpas. Ja-didi-jie-didi —cantaba el hombre marcando elritmo con el dedo. Tom se lo agarró y gritó de nuevo:

—¿Cómo se sale de este país, y qué país es?

—Me has hecho perder el ritmo —protestó el hom-hi c alto, muy enfadado—. Tendré que comenzar otra vez mi canción.

—Por favor, ¿cómo se llama este país? —preguntó Fanny.

—Es el País del Carrusel —contestó el hombre alto—. Pensaba quecualquiera lo habría adivinado. No podéis iros de aquí. Siempre da vueltas, ysólo se detiene de pascuas a ramos.

—Tuvo que ser de pascuas a ramos cuando nos subimos —exclamó Tom—. En realidad la tierra se había detenido entonces.

El hombre se fue cantando a pleno pulmón.—Ja-didi-j ie-didi, derri-derru-dan.

—¡Qué viejo más tonto! —se quejó Fanny—. ¡Nos estamos encontrandocon gente muy extraña!

—Lo que a mí me preocupa es cómo volveremos a <;isa —dijo Bessie—.Mamá se preocupará si no estamos cuando ella regrese. Tom, ¿quéhacemos?

—Nos sentaremos bajo este árbol, para comer un poco —propuso Tom,así que se sentaron y comieron, muy serios, mientras escuchaban la música

incesante del carrusel y los árboles y las colinas giraban a lo lejos. Todo eramuy raro.

De pronto dos conejos salieron y se quedaron mirando a los chicos. AFanny le gustaban los animales, así que les lanzó un pedazo de tarta. ¡Cuálsería su sorpresa al ver que uno de los conejos recogía la tarta con suspatas y se la comía como si fuera un mono!

—¡Gracias! —sonrió el conejo—. ¡Es una novedad, después de comertanto césped! ¿De dónde venís? No os hemos visto antes, pensábamos queconocíamos a todos los de este país. Nunca viene gente nueva al País delCarrusel.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Y no se va nadie —añadió el otro conejo, mientras miraba a Fanny yestiraba una pata para que le diera un pedazo de tarta.

—¿De veras? —preguntó Bessie, alarmada—. Nosotros somos nuevos

aquí, llegamos hace una hora. Hemos subido por el Árbol Lejano.—¿Qué? —exclamaron los dos conejos al mismo tiempo, con sus largas

orejas tiesas por el asombro—. ¿Has dicho el Árbol Lejano? ¿Nos estásdiciendo que este país está sobre su copa?

—Sí, así es —afirmó Bessie—. Pero me imagino que, como este país nodeja de dar vueltas, la copa puede estar debajo de cualquier lugar, y no hayforma de averiguarlo.

—¡Oh, sí la hay! —se rió el primero de los conejos, muy animado—. Siexcavamos un poco y hacemos un agujero, podremos ver dónde está el

Árbol Lejano y esperar a que venga de nuevo, cuando este país esté girandosobre él.

—Subimos desde el árbol a un lugar en donde el césped estaba másoscuro —dijo Bessie—. Eso fue lo que observé. ¿Creéis que, cuando el Paísdel Carrusel vuelva a girar, volverá al mismo sitio y nosotros podremosbajar a la copa del árbol?

—¡Pues claro! —gritaron los conejos—. Excavaremos donde el céspedestá más oscuro y esperaremos a que la tierra gire de nuevo sobre el árbol.¡Vamos, rápido, no hay tiempo que perder!

 Todos dieron un salto y echaron a correr. Bessie conocía el camino, ytambién los conejos. No tardaron en llegar al campo en donde estaba elanillo de césped oscuro. El agujero que conducía a la nube del árbol ya noestaba. Se había esfumado.

Los conejos comenzaron a excavar rápidamente. Pronto se encontraroncon la escalera que comunicaba con la copa del árbol. Entonces hicieron unagujero tan grande que hasta se veía la enorme nube blanca que girabadebajo del País del Carrusel.

—Todavía no hay nada —observó el primero de los conejos, mientrassacaba un pañuelo para limpiarse las patas sucias—. Tendremos que

esperar un poco. ¡Espero que no nos hayamos alejado por completo delÁrbol Lejano!

La música del carrusel continuó sin cesar, y de pronto comenzó a sonarmás despacio. Uno de los conejos miró por el agujero y gritó:

—La tierra ha dejado de dar vueltas, y el Árbol Lejano está muy cerca,¡pero no lo podemos alcanzar!

Los chicos miraron a través de la nube la escalera que había debajo yvieron que el Árbol Lejano estaba cerca, pero no lo suficiente como parasaltar a él. ¿Qué podían hacer?

—No se os ocurra saltar —les advirtieron los conejos—, porque os caeríaispor la nube.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Qué hacemos entonces? —preguntó Bessie, un poco más animada—.¡Tenemos que bajar al árbol antes de que la tierra se ponga a girar otra vez!

—Tengo una soga —dijo de pronto uno de los conejos, y metió su pata

dentro de un enorme bolsillo y sacó una soga amarilla. Le hizo un nudo y lalanzó con cuidado a la copa del árbol. Se agarró al árbol y se quedó fija.¡Qué bien!

—Fanny, deslízate tú primero por la soga —le aconsejó Tom—. Yo lasostendré por este extremo.

Así que Fanny, con mucho miedo, se deslizó por la soga amarilla hasta elárbol, y entonces, al llegar, la música del carrusel empezó a sonar fuerte yrápidamente, y el País del Carrusel se puso a dar vueltas.

—¡Rápido! ¡Rápido! —gritó Fanny mientras la tierra giraba hacia el Árbol

Lejano—. ¡Saltad! ¡Saltad!Saltaron los niños, y los conejos tras ellos. El País del Carrusel

desapareció. La inmensa nube blanca lo cubrió todo. Los chicos y losconejos se quedaron agarrados a la copa del árbol mirándose unos a otros.

—Parecemos monos en un palo —dijo Tom, y todos se echaron a reír—.¡Qué aventura! Propongo que no volvamos aquí.

Pero, como podéis imaginar, sí volvieron.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cara de Luna y el Resbalón -Cara de Luna y el Resbalón - ResbaladizoResbaladizo

Los chicos se quedaron quietos en la copa del Árbol Lejano, mientras losconejos bajaban un poco más. Aún se oía la alegre música del País del

Carrusel mientras giraba sobre sus cabezas.—Será mejor que nos vayamos a casa —susurró Tom—. Hemos tenido

demasiadas emociones por hoy.

—Sí, vamos —aceptó Bessie, mientras comenzaba a descender—. ¡Serámás fácil bajar que subir!

Pero Fanny estaba muy cansada. Rompió a llorar sin soltarse de la ramaen la que estaba. Era la más pequeña, y no tenía tanta fuerza como Tom yBessie.

—Me voy a caer —decía entre sollozos—. Sé que me voy a caer.

 Tom y Bessie se miraron alarmados. Aquello podía ser un desastre. ¡Erademasiado peligroso caer desde esa altura!

—¡Fanny, bonita, haz un último esfuerzo! —la animó Tom suavemente—. Tenemos que llegar a casa sanos y salvos.

Pero Fanny seguía agarrada a la rama, sin dejar de llorar. Los dos conejosla miraron muy serios. Uno le extendió la pata.

—Yo te ayudaré —se ofreció.

Pero Fanny no aceptó la ayuda. Estaba agotada y temblando de miedo.Lloró tan fuerte que dos pájaros que estaban al lado salieron volando delsusto.

Estaban todos a punto de perder la paciencia, cuando de pronto, no muylejos de ellos, se abrió una puertecita en el tronco del árbol, y se" asomóuna cabeza redonda como la luna llena.

—¿Qué sucede? —gritó el hombre de la cara redonda—. ¡No puedo dormircon el alboroto que estáis armando!

Fanny dejó de llorar y miró al hombrecito, sorprendida.

—Estoy llorando porque me da miedo bajar del árbol —le explicó—.

Siento mucho haberte despertado.Cara de Luna le sonrió.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Tenéis algún caramelo de café con leche? —preguntó.

—¡Caramelo de café con leche! —exclamaron todos, sorprendidos—.¿Para qué quieres un caramelo de café con leche?

—Para comérmelo, naturalmente —se rió Cara de Luna—. Si me dais uncaramelo de café con leche, yo os dejaré bajar por mi tobogán, el Resbalón-resbaladizo; así podréis bajar rápidamente.

—¡Un tobogán que desciende por todo el Árbol Lejano! —exclamó Tom,sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando—. ¿A quién se le haocurrido hacer un tobogán dentro del tronco del árbol?

—¡A mí! —sonrió de nuevo Cara de Luna, pareciendo así la luna llena—.Dejo que la gente lo use si me pagan con un caramelo de café con leche.

—¡Ay! —los tres chicos se miraron, desilusionados. Ninguno tenía un

caramelo de café con leche. Tom negó con la cabeza.—No tenemos un caramelo de café con leche —se lamentó—, pero tengo

una tableta de chocolate, que, aunque un poco aplastada, está muy rica.

—No me sirve —dijo Cara de Luna—. No me gusta el chocolate. ¿Y losconejos? ¿Tampoco tienen un caramelo de café con leche?

Los conejos se vaciaron los bolsillos. Tenían muchas cosas interesantes,pero ningún caramelo de café con leche.

—Lo siento —se disculpó Cara de Luna, y cerró la puerta de golpe. Fannyrompió a llorar otra vez.

 Tom fue hacia la puerta y llamó.

—Oye, Cara de Luna —gritó—. Te traeré un caramelo de café con leche,riquísimo, hecho en casa, la próxima vez que venga a este árbol si nos dejasbajar por el Resbalón-resbaladizo.

La puerta se abrió de nuevo, y Cara de Luna sonrió satisfecho.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó—. Entrad.

Uno por uno, los conejos y los chicos descendieron hasta donde estaba lapuerta y entraron. La casa-árbol de Cara de Luna era muy original. Tenía

una habitación redonda, y en el centro empezaba el Resbalón-resbaladizo,que descendía por todo el tronco del árbol dando vueltas y vueltas comouna escalera de caracol.

Al lado del Resbalón-resbaladizo había una cama, una mesa y dos sillas,todo en forma curvada, adaptado a l;i redondez del tronco. Los chicos sequedaron asombrados. Les apetecía quedarse un buen rato pero Cara deLuna los empujó hacia el Resbalón-resbaladizo.

—Tomad un cojín cada uno —les ofreció—. Oye tú, conejo, toma el primercojín y baja.

Uno de los conejos tomó un cojín de color naranja y se sentó. Parecía unpoco nervioso.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Vamos, deprisa! —le animó Cara de Luna—. ¿Piensas quedarte aquí toda la noche?

Le dio al conejo un fuerte empujón, y el conejo salió disparado por el

Resbalón-resbaladizo, con los bigotes y orejas hacia atrás, por el viento. A Tom le pareció divertidísimo. Él fue el siguiente en descender.

 Tomó un cojín azul, se sentó en él y se deslizó a toda velocidad, con elpelo hacia atrás, por el viento, a través del enorme tronco del viejo árbol.Estaba muy oscuro y silencioso y tardó mucho tiempo en llegar abajo deltodo. Tom disfrutó cada segundo del viaje.

Dio con los pies en una puerta, que se abrió inmedia-!amenté. Tom fue acaer sobre un montículo de musgo, sembrado allí mismo para amortiguar lacaída. Se quedó sentado un momento para recobrar la respiración, y luegose levantó rápidamente para evitar que Bessie 0 l'anny cayeran sobre él.

Bessie fue la siguiente. Descendió sobre un cojín grueso de color rosa, yllegó casi sin aliento, debido a la velocidad. Después bajó Fanny, sobre uncojín verde, y por último el otro conejo. Uno por uno iban saliendo por laextraña puerta, que se volvía a cerrar en cuanto la atravesaban.

 Todos se sentaron sobre el suelo, sofocados y muertos de risa, ya que eramuy divertido bajar por el tronco de un árbol, sobre un cojín.

Los conejos fueron los primeros en ponerse de pie.

—Tenemos que irnos —se disculparon—. Ha sido un placer conoceros.

Desaparecieron metiéndose en la madriguera más cercana, mientras loschicos les decían adiós con la mano. Entonces Tom se puso de pie.

—Vamos. Tenemos que regresar ^casa. ¡Quién sabe qué hora será!

—¡Qué maravilla bajar del Árbol Lejano por el Resbalón-resbaladizo! —Bessie dio un suspiro—. ¡Fue tan rápido!

—A mí me encantó —añadió Fanny—. Me gustaría subir al árbol todos losdías para poder bajar por ese maravilloso tobogán. ¿Qué hacemos con loscojines?

En ese momento una ardilla roja, vestida con un jersey viejo, salió de un

agujero que había en el tronco.—¡Por favor, dadme los cojines! —les pidió. Los chicos los recogieron y se

los entregaron. Ya se estaban acostumbrando a oír hablar a los animales.

—¿Vas a subir a Cara de Luna todos esos cojines por el árbol? —preguntóFanny, perpleja.

La ardilla se echó a reír.

—¡Huy, no! Cara de Luna me lanza una soga para subirlos. Mirad, ¡aquí viene!

A través de las ramas descendió una soga. La ardilla la agarró y ató loscojines fuertemente. Dio tres tirones, y la soga fue subiendo con los cojines.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Qué buena idea! —dijo Tom, y entonces todos se dirigieron a casa.Caminaban en silencio, recordando los sucesos maravillosos que habíantenido lugar aquel día.

Llegaron a la zanja y la saltaron. Luego fueron por el caminito hasta llegaral portón pequeño que estaba en la parte trasera de la casa. Cuandollegaron a la casita se sentían tan cansados que casi se caen. Sus padresaún no habían llegado.

A pesar del sueño Bessie preparó pan y leche. Se desvistieron mientras laleche se calentaba y cenaron sen-lados en la cama.

—No volveré al Árbol Lejano —dijo Fanny al acostarse.

—¡Pues yo sí! —dijo Tom—. ¡No olvidéis que prometimos al viejo Cara deLuna un caramelo de café con leche, hecho en casa! Podemos subir y darle

el caramelo de café con leche, y descender de nuevo por el Resbalón-resbaladizo. No necesitamos ir hasta la copa del árbol.

Bessie y Fanny no tardaron en dormirse. Sin embargo, a Tom le costóconciliar el sueño. Soñó con el extraño Árbol Lejano, y con los personajestan curiosos que vivían en el enorme tronco.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Un caramelo de café con leche para CaraUn caramelo de café con leche para Cara de Lunade Luna

Durante muchos días después de su aventura, los niños no hablaron deotra cosa que no fuera del Árbol Lejano y de las personas extrañas que

vivían allí. Bessie les recordó la promesa que le habían hecho a Cara de luna.

—Las promesas deben cumplirse. Yo misma haré el Caramelo de café conleche si mamá me da un poco de melaza. Cuando esté listo, se lollevaremos a Cara de Luna.

La madre les dio permiso para hacer el caramelo de café con leche elmiércoles, una vez que trajeran los comestibles. Bessie se esmeró en que lesaliera el caramelo más rico que había hecho en su vida.

Lo hizo en una sartén y luego lo dejó enfriar. Después, lo partió en trozosy los metió en una bolsa de papel, dio un pedazo a sus hermanos y ella secomió otro.

—Creo que tendré que ir por la noche —dijo Tom—. En esta semana notendré otra ocasión porque tengo demasiado trabajo en el jardín.

Esa misma noche, con el claro resplandor de la luna, Tom se levantó de lacama. Bessie y Fanny se despertaron al oír el ruido. No habían pensado enacompañarlo pero, al ver cómo brillaba la luna, pensaron en el Árbol Lejanoy decidieron ir con Tom. ¿Vipsotros no hubierais hecho lo mismo?

Se vistieron rápidamente y llamaron a la puerta de la habitación de Tom.

—Tom, nosotras también vamos —susurraron—. ¡Espéranos! Tom aguardó un momento, y los tres bajaron sigilosamente por las

escaleras y salieron al jardín, iluminado por la luna. Las sombras eran muyoscuras, como si estuvieran hechas de tinta negra. No se distinguía ningúncolor, sólo la pálida luz de la luna, fría y plateada.

Llegaron pronto al Bosque Encantado. ¡Qué diferente se veía por lanoche! ¡Por todas partes pululaban animales y otros personajes! En loslugares más oscuros del bosque había pequeños farolillos colgados en fila.En los sitios iluminados por la luna no había farolillos, y por todos lados seescuchaban alegres voces.

Nadie se fijaba en los niños pero tampoco se sorprendían al verlos. Encambio, ellos estaban asombrados de todo lo que veían.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Aquí hay un mercado! —susurró Tom a Bessie—. ¡Mira! ¡Hay collaresde bellotas pintadas y broches de rosas silvestres!

Pero Bessie estaba distraída, observando una danza en un claro

iluminado por la luna, donde hadas y duendecillos hablaban y se reían.Cuando algunos se cansaban de bailar, flotaban en el aire, meciéndosesuavemente.

Fanny observó que algunos duendes hacían crecer hongos. Cuando salíaun hongo, un duende ponía sobre él un mantel y encima colocaba vasos conlimonada y gállelas pequeñas. Todo era como un sueño extraordinario.

—¡Cómo me alegro de haber venido! —suspiró Bes-nie—. ¿Quién podíaimaginar que el Bosque Encantado tu viera tanta vida por la noche?

Pasaron mucho tiempo contemplando ensimismados manto sucedía a su

alrededor, pero al final fueron al Árbol Lejano. ¡Qué diferente estaba, todolleno de luces de hadas, brillando suavemente como un enorme árbol denavidad!

 Tom se fijó en una soga gruesa que iba de rama en rama para que seagarrara todo el que quisiera subir al árbol.

—¡Mirad! —señaló con el dedo—. Es mucho más fácil subir de noche. Notenemos más que agarrarnos a la soga. ¡Vamos!

Había otras personas, y algunos animales también, que subían al árbol.No iban al país que estaba en la copa sino a visitar a los amigos que vivíanen el tronco del viejo árbol. Todas las puertas y ventanas estaban abiertas,y se escuchaban voces y risas por todas partes.

Los chicos fueron subiendo. Al llegar a la ventana del duende Furioso,vieron que estaba sentado, sonriendo alegremente bajo su ventana abierta,charlando con tres búhos. Pero Tom pensó que sería mejor continuar, por siacaso el duendecillo los reconocía y les tiraba agua otra vez.

 Y siguieron subiendo, sin dificultad, agarrados a la soga. Llegaron a lacasa de Seditas y llamaron a la puerta. Estaba cocinando en el horno.

—¡Hola! —los saludó con una dulce sonrisa—. Llegáis en buen momento,porque estoy haciendo las galletas que estallan, ¡y están calentitas y

deliciosas!Su cabello dorado y sedoso perfilaba su carita, roja por el calor del horno.

 Tom sacó la bolsa de caramelos de café con leche.

—Se los hemos traído a Cara de Luna. Pero puedes comerte uno, siquieres

Seditas cogió un caramelo y les dio tres galletas a cada uno. ¡Quédeliciosas estaban, especialmente cuando estallaba la miel en la boca!

—Seditas, tenemos prisa —se disculpó Bessie—. Aún nos falta mucho porsubir.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Tened cuidado con el agua de la señora Lavarropas —advirtió Seditas—. De noche, es aún más terrible. Sabe que hay muchas personas subiendoy bajando, y disfruta mojando a todo el mundo con el agua sucia.

Los niños pasaron por donde estaba el señor Cómosellama, que seguíaroncando en su hamaca, profundamente dormido. Se protegieronrápidamente detrás de una rama cuando escucharon caer el agua de laseñora Lavarropas. Nadie se mojó esa vez, y Fanny se partía de risa.

—Éste es el árbol más gracioso que he visto en mi vida —comentó entrecarcajadas—. ¡Nunca sabes lo que va a suceder!

Continuaron subiendo por la soga hasta que al fin llegaron a la copa.Llamaron a la puerta amarilla de Cara de Luna.

—¡Entrad! —se oyó decir, y ellos empujaron la puerta.

Cara de Luna estaba sentado sobre su cama curvada, arreglando uno delos cojines.

—¡Hola! —saludó alegremente—. ¿Me habéis traído el caramelo de cafécon leche que me debéis?

—Sí —enseguida Tom le entregó la bolsa—. Te hemos traído bastantes,Cara de Luna, la mitad para pagarte por haber bajado por el Resbalón-resbaladizo la semana pasada, y la otra mitad para que nos dejes bajar denuevo esta noche.

—¡Huy, cuántos! —exclamó Cara de Luna mientras se le hacía la boca

agua—. ¡Qué caramelos de café con leche más ricos!Se metió cuatro grandes pedazos en la boca y empezó a chuparlos con

avidez.

—¿Te gusta? —sonrió Bessie.

—¡Uugle-uugle-uugle-uugle! —balbució Cara de Luna, sin poder hablarcon claridad porque se le habían pegado los dientes con el caramelo de cafécon leche. Los niños se echaron a reír.

—¿Es el País del Carrusel el que está en la copa del Árbol Lejano? —preguntó Tom. Cara de Luna movió la cabeza.

—¡Uuugle!

—¿Qué país está ahora? —insistió Fanny. Cara de Luna hizo una mueca, yarrugó la cara.

—¡Uuugle-uugle-uugle-uugle-uugle! —continuó, subiendo el tono de voz.

—Cielos, no vamos a entender nada de lo que dice mientras se estécomiendo el caramelo de café con leche —susurró Bessie—. ¡Qué pena! Mehubiera gustado saber qué país está en la copa esta noche.

—¡Iré a ver! —Tom dio un salto. Cara de Luna se alarmó. Sacudió su

cabeza y detuvo a Tom.—¡Uuugle-uugle-uugle! —exclamó.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Está bien, Cara de Luna, sólo voy a mirar —suspiró Tom—. No voy aentrar en el país.

—¡UUGLE-UUGLE-UUGLE! —gritó Cara de Luna, asustado, tratando de

tragarse el caramelo de café con leche para hablar—. ¡Uuugle! Tom no esperó más. Salió por la puerta, junto con sus hermanas, y subió

por) la última rama del Árbol Lejano. ¿Con qué extraño país se encontraría? Tom miró a través del agujero oscuro de la nube, iluminado por la luna.

Llego hasta la escalera pequeña que atravesaba el agujero de nube.Subió los peldaños y se asomó al país que estaba encima. Dio un grito.

—¡Bessie! ¡Fanny! ¡Es un país de hielo y nieve! ¡Hay enormes ososblancos por todos lados! ¡Oh, venid a ver!

Entonces sucedió algo terrible. Tom desapareció de la escalera y se

marchó hacia el País de Hielo y Nieve, que estaba sobre la nube.—¡Vuelve, Tom, vuelve! —gritó Cara de Luna, asustado, después de

tragarse, por fin, todo el caramelo de café con leche—. ¡Que no te vean. Site ve, el hombre de nieve te atrapará!

Pero ya no había rastro de Tom. Bessie miró a Cara de Luna, aterrorizada.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Tom y el Hombre de NieveTom y el Hombre de Nieve

Cara de Luna se entristeció mucho al ver que Tom ha-bía desaparecido.

—¡Le advertí que no fuera, se lo dije! —gemía.

—No se lo advertiste —le reprochó Fanny—. Tenías l.i boca llena de

caramelo de café con leche y lo único (|iie decías era uugle-uugle-uugle.¿Cómo íbamos a entenderte?

—¿Dónde está Tom ahora? —preguntó Bessie, pálida de miedo.

¿Dónde estaría Tom? Alguien lo había levantado de ll escalera parallevarlo al País de Hielo y Nieve. Allí, ii i liosamente, el sol y la luna estabanen el cielo, uno iii cada extremo, brillando a la vez con una luz pálida.

 Tom no hacía más que temblar de frío. Levantó la vista para ver quién lehabía capturado desde la escalera. ¡Vio frente a él un gigantesco hombre denieve! Se parecía a los muñecos de nieve que Tom había hecho tantas

veres durante el invierno, redondo, gordo y blanco, con un viejo sombrerosobre la cabeza y una pipa en la boca.

—¡Qué suerte! —dijo el hombre de nieve, con una voz suave que parecíade nieve—. He estado en este agujero durante muchos días esperando quesuba una foca, ¡y has venido tú!

—Oh —exclamó Tom recordando que las focas subían a respirar por losagujeros en el hielo—. Ése no es un agujero en el que haya agua, sino quecomunica con el Árbol Lejano. Por favor, déjame regresar.

—El agujero se ha cerrado —dijo el hombre de nieve.

 Tom miró y, para su desilusión, vio que una espesa capa de hielo se habíaformado sobre el agujero, tan gruesa que era imposible perforarla.

—¿Y ahora qué hago? —dijo a media voz.

—Lo que yo te diga —contestó el hombre de nieve con una sonrisa—. ¡Nosardes cuánto me alegro de tenerte aquí conmigo! En este país aburrido ysilencioso no hay más que osos polares, focas y pingüinos. Muchas veces hedeseado tener alguien con quien hablar.

—¿Cómo has llegado aquí? —preguntó Tom, abrochándose el abrigoporque sentía mucho frío.

—Ah —suspiró el hombre de nieve—, ésa es una larga historia. Hacemucho tiempo, unos niños me hicieron, y cuando terminaron se rieron de mí 

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

y lanzaron piedras para deshacerme. Así que aquella noche me vine aquí yme convertí en el rey. ¿Pero de qué vale ser rey si sólo puedes hablar conosos? Lo que siempre he deseado es tener un buen siervo que hable en mi

idioma. ¡Es una suerte que hayas llegado tú!—Pero yo no quiero ser tu siervo —protestó Tom, indignado.

—¡Tonterías! —dijo el hombre de nieve, y le dio un empujón tan fuerteque casi lo tira al suelo. Entonces, con sus enormes y planos pies de nieve,se fue adonde había una muralla baja de nieve.

—Construyeme una buena casa —le ordenó.

—¡No sé cómo se hace! —gimió Tom.

—Oh, sólo tienes que cortar bloques de esta nieve firme y colocarlos unosobre otro —le explicó el hombre de nieve—. Cuando hayas terminado, te

daré un abrigo de piel para que no pases frío. Tom vio que no tenía más remedio que obedecer. Cogió una pala

pequeña que estaba al lado de la muralla y cortó unos ladrillos grandes dehielo. Cuando ya había cortado unos veinte bloques, se detuvo y los colocóuno sobre otro hasta que completó un tabique del iglú. Después siguiócortando más bloques de nieve, con el único pensamiento de escapar deaquel país tan extraño.

 Tom había construido en el invierno muchas casas de nieve con la nievesuave de su jardín. Ahora había hecho una casa grande, con buenos bloquesde hielo, tan duros como ladrillos. Estaba disfrutando, aunque echaba demenos a sus hermanas. Cuando terminó, tras ponerle un techo redondomuy bonito, se le acercó el hombre de nieve.

—Muy bien —aplaudió—. Te ha quedado francamente bien. Aunque no sési podré entrar.

Entró a duras penas, con su enorme cuerpo de nieve, en la casita, y learrojó afuera a Tom un abrigo de piel de oso polar. Tom se lo puso y sintióun suave calorcito. Luego trató de entrar a la casita del hombre de nieve,para protegerse del viento frío.

Pero había tan poco espacio que apenas podía respirar.

—No me empujes —protestó el desagradable hombre de nieve—.¡Muévete!

—¡No puedo! —se disculpó el pobre Tom. Estaba seguro de que lo echaríade la casa de nieve.

En ese momento se escuchó un curioso gruñido en la puerta.Inmediatamente el hombre de nieve contestó.

—Peludo, ¿eres tú? Lleva a este chico a tu casa bajo el hielo. Me estorba.¡Me está aplastando!

 Tom miró para ver quién era Peludo, y vio un enorme oso blanco. El osotenía una mirada inexpresiva, pero era amable.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Uuuuumff! —el oso sacó a Tom de la casita. Tom sabía que no merecíala pena luchar. Nadie podría es-raparse de un oso tan grande. Pero el osoera muy pacífico.

—¡Uuuuumff! —gruñó a Tom.—No sé lo que quieres decir —dijo Tom.

El oso ya no abrió la boca. Se llevó a Tom con él, casi a la rastra, porqueel camino era muy resbaladizo.

Llegaron a un agujero que había en el hielo. El oso empujó a Tom haciaadentro y, para sorpresa suya, Tom descubrió que abajo había unahabitación grande, ¡con cinco osos grandes y pequeños! Dentro hacía calor.

 Tom se sorprendió porque no había fuego.

—Uuuuumff —saludaron todos los osos cortésmente.

—¡Uuuuumff! —repitió Tom, y a los osos les agradó mucho. Se leacercaron y le dieron la garra con amabilidad, diciéndole:

—Uuuumff.

A Tom le parecieron más simpáticos los osos que el hombre de nieve.Pensó que tal vez ellos le ayudarían ü escapar de ese ridículo país de hielo ynieve.

—¿Me podéis decir cómo puedo regresar al Árbol Lejano? —preguntó alos osos con cortesía. Los osos se miraron unos a otros. Estaba claro que nole entendían.

—No os preocupéis —suspiró Tom, desalentado. Y decidió esperarpacientemente hasta encontrar la forma de escaparse.

El hombre de nieve resultó muy molesto. Cuando Tom se acostó paraechar una siesta, recostando su cabeza contra el enorme y caliente cuerpodel oso, escuchó que lo llamaban desde la casa de nieve.

—¡Oye, muchacho! ¡Ven aquí a jugar al dominó conmigo!

Así que Tom tuvo que ir a jugar con él pero, como el hombre de nieve nole permitía entrar en la cabaña porque decía que le estorbaba, Tom tuvoque jugar desde fuera, y estuvo a punto de congelarse.

Otra vez, mientras comía un sabroso pez frito, que uno de los ososamablemente le había cocinado en aceite, el hombre de nieve le gritó quefuera para hacer una ventana en su casa. Así que Tom se apresuró a cortarun pedazo de hielo transparente y ponerlo de ventana en uno de los ladosde la casa. ¡El hombre de nieve era un auténtico pelmazo!

—Ojalá no me hubiera asomado para ver este horrible país —pensabauna y otra vez—. Menos mal que los osos se portan muy bien conmigo.Aunque me gustaría que dijeran algo diferente a «uuuumff».

 Tom se preguntaba qué estarían haciendo Bessie y Fanny. ¿Estarían muy

preocupadas porque él no había regresado? ¿Se habrían vuelto a casa paracontarles a sus padres lo que había sucedido?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bessie y Fanny sí que estaban muy preocupadas, y asustadas. Fuehorrible ver al pobre Tom desaparecer de esa forma por la nube.

 También Cara de Luna se sentía muy triste. Ya podía hablar bien porquese había tragado todo el caramelo de café con leche.

—Tenemos que ir a rescatarlo —dijo muy seriamente Con su brillantecara de luna.

—¿Cómo? —preguntaron las chicas.

—Dejadme pensar —Cara de Luna cerró los ojos. Siempre que pensaba,se le hinchaba la cabeza. Por fin abrió los ojos y sonrió.

—Iremos a ver a Ricitos de Oro y a los tres osos. Esos osos conocen a los

del País de Hielo y Nieve. Tal vez puedan ayudar a Tom.—¿Dónde vive Ricitos de Oro? —preguntó Bessie, asombrada—. Yo

pensaba que se trataba de un cuento.

—¡Huy, no! —se rió Cara de Luna—. Vamos, tenemos que tomar el tren.

—¿Qué tren? —preguntó Fanny, aún más asombrada.

—¡Oh, ya lo veréis! —contestó Cara de Luna—. ¡Daos prisa, bajad por elResbalón-resbaladizo y esperadme abajo!

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La casa de los tres ososLa casa de los tres osos

Cara de Luna se entristeció mucho al ver que Tom ha-bía desaparecido.

—¡Le advertí que no fuera, se lo dije! —gemía.

—No se lo advertiste —le reprochó Fanny—. Tenías l.i boca llena de

caramelo de café con leche y lo único (|iie decías era uugle-uugle-uugle.¿Cómo íbamos a entenderte?

—¿Dónde está Tom ahora? —preguntó Bessie, pálida de miedo.

¿Dónde estaría Tom? Alguien lo había levantado de ll escalera parallevarlo al País de Hielo y Nieve. Allí, ii i liosamente, el sol y la luna estabanen el cielo, uno iii cada extremo, brillando a la vez con una luz pálida.

 Tom no hacía más que temblar de frío. Levantó la vista para ver quién lehabía capturado desde la escalera. ¡Vio frente a él un gigantesco hombre denieve! Se parecía a los muñecos de nieve que Tom había hecho tantas

veres durante el invierno, redondo, gordo y blanco, con un viejo sombrerosobre la cabeza y una pipa en la boca.

—¡Qué suerte! —dijo el hombre de nieve, con una voz suave que parecíade nieve—. He estado en este agujero durante muchos días esperando quesuba una foca, ¡y has venido tú!

—Oh —exclamó Tom recordando que las focas subían a respirar por losagujeros en el hielo—. Ése no es un agujero en el que haya agua, sino quecomunica con el Árbol Lejano. Por favor, déjame regresar.

—El agujero se ha cerrado —dijo el hombre de nieve.

 Tom miró y, para su desilusión, vio que una espesa capa de hielo se habíaformado sobre el agujero, tan gruesa que era imposible perforarla.

—¿Y ahora qué hago? —dijo a media voz.

—Lo que yo te diga —contestó el hombre de nieve con una sonrisa—. ¡Nosardes cuánto me alegro de tenerte aquí conmigo! En este país aburrido ysilencioso no hay más que osos polares, focas y pingüinos. Muchas veces hedeseado tener alguien con quien hablar.

—¿Cómo has llegado aquí? —preguntó Tom, abrochándose el abrigoporque sentía mucho frío.

—Ah —suspiró el hombre de nieve—, ésa es una larga historia. Hacemucho tiempo, unos niños me hicieron, y cuando terminaron se rieron de mí 

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

y lanzaron piedras para deshacerme. Así que aquella noche me vine aquí yme convertí en el rey. ¿Pero de qué vale ser rey si sólo puedes hablar conosos? Lo que siempre he deseado es tener un buen siervo que hable en mi

idioma. ¡Es una suerte que hayas llegado tú!—Pero yo no quiero ser tu siervo —protestó Tom, indignado.

—¡Tonterías! —dijo el hombre de nieve, y le dio un empujón tan fuerteque casi lo tira al suelo. Entonces, con sus enormes y planos pies de nieve,se fue adonde había una muralla baja de nieve.

—Construyeme una buena casa —le ordenó.

—¡No sé cómo se hace! —gimió Tom.

—Oh, sólo tienes que cortar bloques de esta nieve firme y colocarlos unosobre otro —le explicó el hombre de nieve—. Cuando hayas terminado, te

daré un abrigo de piel para que no pases frío. Tom vio que no tenía más remedio que obedecer. Cogió una pala

pequeña que estaba al lado de la muralla y cortó unos ladrillos grandes dehielo. Cuando ya había cortado unos veinte bloques, se detuvo y los colocóuno sobre otro hasta que completó un tabique del iglú. Después siguiócortando más bloques de nieve, con el único pensamiento de escapar deaquel país tan extraño.

 Tom había construido en el invierno muchas casas de nieve con la nievesuave de su jardín. Ahora había hecho una casa grande, con buenos bloquesde hielo, tan duros como ladrillos. Estaba disfrutando, aunque echaba demenos a sus hermanas. Cuando terminó, tras ponerle un techo redondomuy bonito, se le acercó el hombre de nieve.

—Muy bien —aplaudió—. Te ha quedado francamente bien. Aunque no sési podré entrar.

Entró a duras penas, con su enorme cuerpo de nieve, en la casita, y learrojó afuera a Tom un abrigo de piel de oso polar. Tom se lo puso y sintióun suave calorcito. Luego trató de entrar a la casita del hombre de nieve,para protegerse del viento frío.

Pero había tan poco espacio que apenas podía respirar.

—No me empujes —protestó el desagradable hombre de nieve—.¡Muévete!

—¡No puedo! —se disculpó el pobre Tom. Estaba seguro de que lo echaríade la casa de nieve.

En ese momento se escuchó un curioso gruñido en la puerta.Inmediatamente el hombre de nieve contestó.

—Peludo, ¿eres tú? Lleva a este chico a tu casa bajo el hielo. Me estorba.¡Me está aplastando!

 Tom miró para ver quién era Peludo, y vio un enorme oso blanco. El osotenía una mirada inexpresiva, pero era amable.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Uuuuumff! —el oso sacó a Tom de la casita. Tom sabía que no merecíala pena luchar. Nadie podría es-raparse de un oso tan grande. Pero el osoera muy pacífico.

—¡Uuuuumff! —gruñó a Tom.—No sé lo que quieres decir —dijo Tom.

El oso ya no abrió la boca. Se llevó a Tom con él, casi a la rastra, porqueel camino era muy resbaladizo.

Llegaron a un agujero que había en el hielo. El oso empujó a Tom haciaadentro y, para sorpresa suya, Tom descubrió que abajo había unahabitación grande, ¡con cinco osos grandes y pequeños! Dentro hacía calor.

 Tom se sorprendió porque no había fuego.

—Uuuuumff —saludaron todos los osos cortésmente.

—¡Uuuuumff! —repitió Tom, y a los osos les agradó mucho. Se leacercaron y le dieron la garra con amabilidad, diciéndole:

—Uuuumff.

A Tom le parecieron más simpáticos los osos que el hombre de nieve.Pensó que tal vez ellos le ayudarían ü escapar de ese ridículo país de hielo ynieve.

—¿Me podéis decir cómo puedo regresar al Árbol Lejano? —preguntó alos osos con cortesía. Los osos se miraron unos a otros. Estaba claro que nole entendían.

—No os preocupéis —suspiró Tom, desalentado. Y decidió esperarpacientemente hasta encontrar la forma de escaparse.

El hombre de nieve resultó muy molesto. Cuando Tom se acostó paraechar una siesta, recostando su cabeza contra el enorme y caliente cuerpodel oso, escuchó que lo llamaban desde la casa de nieve.

—¡Oye, muchacho! ¡Ven aquí a jugar al dominó conmigo!

Así que Tom tuvo que ir a jugar con él pero, como el hombre de nieve nole permitía entrar en la cabaña porque decía que le estorbaba, Tom tuvoque jugar desde fuera, y estuvo a punto de congelarse.

Otra vez, mientras comía un sabroso pez frito, que uno de los ososamablemente le había cocinado en aceite, el hombre de nieve le gritó quefuera para hacer una ventana en su casa. Así que Tom se apresuró a cortarun pedazo de hielo transparente y ponerlo de ventana en uno de los ladosde la casa. ¡El hombre de nieve era un auténtico pelmazo!

—Ojalá no me hubiera asomado para ver este horrible país —pensabauna y otra vez—. Menos mal que los osos se portan muy bien conmigo.Aunque me gustaría que dijeran algo diferente a «uuuumff».

 Tom se preguntaba qué estarían haciendo Bessie y Fanny. ¿Estarían muy

preocupadas porque él no había regresado? ¿Se habrían vuelto a casa paracontarles a sus padres lo que había sucedido?

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Bessie y Fanny sí que estaban muy preocupadas, y asustadas. Fuehorrible ver al pobre Tom desaparecer de esa forma por la nube.

 También Cara de Luna se sentía muy triste. Ya podía hablar bien porquese había tragado todo el caramelo de café con leche.

—Tenemos que ir a rescatarlo —dijo muy seriamente Con su brillantecara de luna.

—¿Cómo? —preguntaron las chicas.

—Dejadme pensar —Cara de Luna cerró los ojos. Siempre que pensaba,se le hinchaba la cabeza. Por fin abrió los ojos y sonrió.

—Iremos a ver a Ricitos de Oro y a los tres osos. Esos osos conocen a los

del País de Hielo y Nieve. Tal vez puedan ayudar a Tom.—¿Dónde vive Ricitos de Oro? —preguntó Bessie, asombrada—. Yo

pensaba que se trataba de un cuento.

—¡Huy, no! —se rió Cara de Luna—. Vamos, tenemos que tomar el tren.

—¿Qué tren? —preguntó Fanny, aún más asombrada.

—¡Oh, ya lo veréis! —contestó Cara de Luna—. ¡Daos prisa, bajad por elResbalón-resbaladizo y esperadme abajo!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La batalla de los ososLa batalla de los osos

Ricitos de Oro, los tres osos, las niñas y Cara de Luna salieron de lacasita. ¡Qué extraño era ver rosas en flor sobre las paredes mientras habíahielo y nieve por huios lados!

—¿Dónde podemos encontrar a los osos polares?preguntó Ricitos de Oro.

—Allá, en la dirección del sol —señaló papá oso. Bes-ir y Fanny sesorprendieron de ver que el sol y la luna alian en el cielo al mismo tiempo.Siguieron a papá oso, ii .halándose continuamente, pero sin llegar a caerse.Ha-l I.I mucho frío y tenían la nariz roja y los dedos de los pies como si se leshubieran congelado.

De pronto vieron la casita que Tom había construido i MI a el hombre denieve.

¡Mirad! —gritó papá oso—. Vamos allí.Pero, antes de que llegaran, un enorme hombre de nieve salió de la casa

de nieve. ¡Era el hombre de nieve! En cuanto vio a los tres osos y a susacompañantes, comenzó a dar gritos como un loco.

—¡Enemigos! ¡Enemigos! ¡Venid, osos, venid y ahuyentad a losenemigos!

—¡No somos enemigos! —gritó Cara de Luna, y Ricitos de Oro corrió haciael hombre de nieve para demostrarle que era sólo una niña. Pero Cara deLuna fue tras ella y la detuvo. No confiaba en el viejo hombre de nieve.

El hombre de nieve se agachó con su enorme cuerpo para hacer bolasgrandes de nieve. Le tiró una a Ricitos de Oro. Ésta logró esquivarla perofue a darle al pobre osito.

—¡Aaaay! —se quejó, cayéndose para atrás. En ese momento, unamanada de osos polares salieron de sus casas para ayudar al hombre denieve, y pronto empezaron a lanzar bolas de nieve por todos lados. Comoestaban muy duras, hacían daño. De nada sirvió que las niñas gritaran queeran amigos, y no enemigos. Nadie las escuchó, y enseguida se entabló unatremenda batalla.

—¡Cielos! —exclamó Bessie, tratando de dar en el blanco—. ¡Esto es

horrible! ¡Jamás podremos rescatar a Tom!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

No podían hacer nada. Además, ante un ataque, hay que defenderse, ylos tres osos, las niñas y Cara de Luna se sentían muy molestos porque nodejaban de lanzarles las duras bolas de nieve.

¡Plaf! ¡Plum! ¡Plof! ¡Clone! Las bolas de nieve estallaban cuando daban enel blanco, y pronto se oyeron los gruñidos furiosos de los osos polares, losgritos de las niñas y los chillidos de Cara de Luna. Éste no hacía más quesaltar, gritar y patalear mientras lanzaba bolas de nieve. Su gran cararedonda era un buen blanco para las bolas de nieve, y a él le dieron másque a nadie. ¡Pobre Cara de Luna!

Mientras todos peleaban, ¿dónde pensáis que estaba lom? Cuandoescuchó el grito de «¡Enemigos! ¡Enemigos!», se escondió en una esquinaporque no quería participar en ninguna pelea. Al ver que se quedaba solo,inmediatamente pensó en la forma de escaparse.

Se acercó al agujero que salía de la guarida. La batalla se estabadesarrollando a una buena distancia, así 11ue Tom no se dio cuenta de quelos «enemigos» en realidad eran sus amigos. De haberlos visto, hubieraacudido en su ayuda.

—¡Qué ruido tan terrible están haciendo! —pensó—. Suena como si fuerauna batalla entre gorilas y osos. No me acercaré, no sea que me coman ome hagan algún daño. Echaré a correr en dirección contraria, a ver siencuentro a alguien que me ayude.

Así que Tom, con su piel de oso, que le hacía parecer un pequeño osoblanco, se escapó caminando sobre el hielo y la nieve, sin que nadie loviera. Echó a correr i uando pensó que ya no estaba al alcance de la vista.(lorrió sin parar durante un buen rato.

Pero no se encontró con nadie. Por allí sólo había una loca solitaria sobreel hielo, que, al ver a Tom, se lanzó al agua inmediatamente.

líntonces Tom se detuvo, con los ojos saliéndosele de las órbitas. Habíallegado a la casita de los tres osos, Ríe estaba sola, en medio de la nieve.Sus rosas aún estaban en flor, despidiendo un intenso aroma.

—-¡Estoy soñando! —Tom se frotó los ojos—. ¡Tengo que estar soñando!¡Una casita, con rosas, aquí, en medio de la nieve! Entraré a ver quién viveen ella. Tal vez me puedan dar algo de comer y me dejen descansar, porqueestoy muerto de hambre y muy cansado.

Llamó a la puerta pero nadie contestó. Entonces empujó un poco y pudoentrar. Se quedó boquiabierto. No había nadie, pero sobre la mesa habíatres tazones con sopa: uno grande, otro mediano y otro pequeño. Estabamuy oscuro, así que encendió una vela que estaba sobre la mesa.

Se sentó en la silla más grande, pero era demasiado grande y selenvantó. Se sentó en la silla mediana, pero tenía demasiados cojines, así 

que se levantó y se sentó en la silla más pequeña. Esa resultaba perfecta, y Tom se acomodó en ella, pero pesaba demasiado y la rompió.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Miró los tazones de sopa. Probó la sopa del tazón más grande, peroestaba demasiado caliente y se quemó la lengua. Probó el tazón mediano,pero era demasiado dulce. Probó la sopa del tazón pequeño y ésta sí que

estaba en su punto.Sin dudarlo ni un instante, se la tomó. Luego sintió tanto sueño que

decidió descansar. Fue a la habitación y se acostó en la cama más grande.Era demasiado grande, así que probó la cama mediana. Era demasiadosuave, así que se acostó en la más pequeña. ¡Era tan pequeña, cómoda ycaliente... que se quedó profundamente dormido!

Mientras tanto, continuaba la batalla. El hombre de nieve era tan grandey los osos polares tan feroces que los tres osos, las niñas y Cara de Luna sevieron obligados a retroceder.

Entonces se desató una tormenta de nieve y cayó tanta nieve que noacertaban a ver nada. Cara de Luna dijo, muy alarmado:

—¡Osos! ¡Ricitos de Oro! ¡Bessie! ¡Fanny! Cogeos de la mano; tenemosque marcharnos inmediatamente. Si no, alguno de nosotros se perderá enmedio de esta espantosa tormenta.

 Todos se agarraron de la mano. La nieve les daba en la cara y no podíanver nada. Empezaron a caminar con cuidado, inclinados hacia adelante,alejándose de los osos blancos, que ya habían dejado de pelear y tratabande descubrir hacia dónde habían huido sus enemigos.

—No gritéis ni digáis nada —les aconsejó Cara de Luna—. Si nos oyen los

osos blancos, nos perseguirán y nos cogerán prisioneros. Vamos a buscarcobijo hasta que cese la tormenta.

 Todos se sentían muy incómodos. Tenían frío, miedo v estaban perdidos. Tropezaban unos con otros, en medio de la nieve, pero no se soltaron de lamano. Siguieron

avanzando y de repente Ricitos de Oro se soltó de la mano de Cara deLuna y señaló al frente.

—¡Una luz! —gritó. Todos se detuvieron.

—¡Pero si es nuestra casa! —se asombró el osito—. ¿Quién estará dentro?

Alguien ha encendido una vela.lodos se quedaron mirando la luz en la ventana. ¿Quién había entrado en

la cabaña? ¿Sería el hombre de nieve? ¿O los osos polares? ¿Se trataría deun amigo o de un enemigo?

—«Uisssss» —soplaba el viento, mientras la nieve caía «obre suscabezas.

—¡Ay! —se quejó Cara de Luna, tiritando de frío—. Menudo resfriadovamos a pescar si permanecemos más tiempo aquí afuera. Entremos, a verquién hay ahí.

Así que papá oso abrió la puerta, y uno por uno entraron en la casa ymiraron a su alrededor, llenos de miedo.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Más sorpresasMás sorpresas

—¡Parece que aquí no hay nadie! —dijo Bessie mirando con cautela.

—Entonces, ¿QUIÉN ha encendido la vela? —preguntó Cara de Luna, conuna mirada de ansiedad en su enorme cara redonda—. ¡Nosotros no la

dejamos encendida!De repente papá oso gruñó enojado y señaló su silla.

—¿Quién se ha sentado en mi silla?

—¿Y quién se ha sentado en la mía? —añadió mamá osa.

—¿Y quién se ha sentado en mi sillita y la ha roto? -gimió el osito.

Bessie se rió.

—Parece como si el cuento de los tres osos se repitiera —susurró aFanny—. Ahora hablarán de la sopa.

 Y así fue.—¿Quién ha probado mi sopa? —protestó papá oso, enfadado.

—¿Y quién ha probado la mía? —se quejó mamá osa.

—¿Y quién ha probado la mía y se la ha tomado toda? —sollozó el osito,mientras pasaba su cuchara por el tazón vacío.

—Todo esto es un misterio —comentó Cara de Luna—. Alguien encendióla vela, se sentó en las sillas y se tomó la sopa del tazón pequeño. ¿Quiénserá?

—Esta vez no he sido yo —se rió Ricitos de Oro—. Yo estuve con vosotrostodo el tiempo durante la batalla de nieve, ¿no es cierto, osos?

—Así es —gruñó papá oso, dando una palmadita en la espalda a lapequeña niña. La tenía mucho cariño.

—Cómo me hubiese gustado encontrar al pobre Tom —suspiró Bessie,entristecida—. ¿Qué estará haciendo en este horrible y frío país?

—¿Pensáis que debemos salir a buscarlo otra vez? —preguntó Fanny,temblando sólo de pensar en el viento frío que soplaba afuera.

—No —dijo Cara de Luna firmemente—. Nadie va a salir de esta cabaña

otra vez hasta que estemos sanos y salvos en el bosque. Lamento no poderrescatar a Tom por ahora.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Qué es ese ruido? —se extrañó Ricitos de Oro. Todos prestaron oídos.¡Alguien estaba roncando en la habitación de al lado!

—No se me ha ocurrido mirar ahí —señaló Cara de Luna—. ¿Quién será?

—¡Shhhh! —le indicó Ricitos de Oro—. No debemos despertarlo. Así,dormido, podemos atarlo y hacerlo nuestro prisionero.

Fueron de puntillas hacia la puerta del dormitorio y entraron uno trasotro.

—¿Quién se ha acostado en mi cama? —dijo papá oso gruñendo.

—¡Shhh! —Cara de Luna temía que lo despertara.

—¿Quién se ha acostado en mi cama? —preguntó mamá osa.

—¡Shhhh! —dijeron todos.

—¿Y quién se ha acostado en mi cama y está todavía durmiendo? —gimióel osito, desconsolado.

 Todos se quedaron mirando la camita. Sí, había alguien allí, con una pielde oso blanca. ¿Sería un oso polar?

—¡Es un oso blanco! —balbució Cara de Luna, lleno de miedo.

—Atadlo antes de que se despierte —sugirió papá oso—. Es un enemigo.

Ricitos de Oro sacó una soga de la despensa de la cocina. Cara de Lunase puso a un lado de la cama y papá oso al otro, sujetando la soga entre los

dos. Se hicieron una señal con la cabeza. En un instante los dos agarraron al«oso» y lo ataron con fuerza.

—¡Lo hemos capturado! —exclamó Cara de Luna, sonriente.

 Tom se despertó de un sobresalto. ¿Quién lo había atrapado? ¿Lo habíavuelto a encontrar el hombre de nieve? Intentó desasirse pero Cara de Lunalo sujetó con fuerza.

Entonces Bessie y Fanny le vieron la cara y gritaron:

—¡Cara de Luna, pero si es Tom! ¡Tom, qué alegría volver a verte!

 Todos se acercaron a la camita para abrazar a Tom, que no acertaba adecir una sola palabra, de tanta emoción como sentía. Se libró de la soga yabrazó a sus hermanas.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —exclamaron Bessie y Fanny.

—Ven a la cocina y tomaremos sopa caliente y leche —le ofreció Ricitosde Oro—. Hablaremos mientras nos calentamos.

 Todos charlaron alegremente de todo lo que les había sucedido. Ricitosde Oro sirvió sopa en unos tazones azules, y preparó un chocolate caliente,que todos tomaron con gusto. Tom no dejaba de sonreír.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Uuumff! ¡Uuumff! —gritaban los enormes osos, .11 nera, furiosos porno poder entrar ni por la puerta ni por las ventanas.

¡Pero descubrieron otro camino! La chimenea era grande y ancha, porque

tenía un hogar amplio para el Fuego, como las antiguas. Uno de los osos sesubió al |i |ado, seguido de otros tres. El primero se deslizó por la enormechimenea, y llegó hasta abajo. Lo mismo hicieron otros dos.

Cayeron con un gran estruendo sobre el fuego y saltaron rápidamentefuera de las llamas.

—¡Rendios! —gritaron a todos los allí presentes, que los contemplabanaterrados—. ¡Rendios! ¡El hombre de nieve está afuera! ¡Dejadle entrar!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Una trampa para el Hombre de NieveUna trampa para el Hombre de Nieve

 Todos se quedaron mirando horrorizados a los enormes osos blancos.Nadie había pensado en la chimenea. ¡Qué lástima que no la hubierantapado!

—Voy a dejar que entre el hombre de nieve —dijo el primer oso blanco.Entonces intervino papá oso, con voz muy triste.

—Primo, ¿por qué nos hemos hecho enemigos? Hasta ahora siemprehemos sido buenos amigos.

Los cuatro osos blancos miraron sorprendidos a papá oso, a mamá osa yal osito, y corrieron a abrazarlos.

—Uuumff —exclamaban una y otra vez, muy alegres.

 Tom creyó que iban a atacar a los tres osos, y cogió una jarra de la mesapara defender a sus amigos. Pero pronto se dio cuenta de que los osos

blancos se estaban reconciliando con los otros, abrazándolos con toda sufuerza. Los chicos se sorprendieron de ver que se les caían las lágrimas.

—¡No sabíamos que erais vosotros! —se disculparon con los osos blancos—. ¡Nunca hubiéramos luchado si os hubiésemos reconocido! Ya sabéis lomucho que os queremos.

—¡Tranquilo, tranquilo! —dijo mamá osa, secando las lágrimas a uno delos osos blancos—. No ha pasado nada. Pero, por favor, decidles a los otrososos que somos amigos. Van a derribar la puerta.

Cara de Luna abrió la puerta y gritó:

—¡Osos! ¡Todo está solucionado! ¡Ésta es la casa de vuestros primos, lostres osos! ¡Somos vuestros amigos!

Pero los osos blancos no sólo no contestaron, sino que dejaron paso a unaenorme figura blanca, ¡el hombre de nieve!

La pequeña habitación se enfrió inmediatamente. Los osos blancos letenían miedo porque era su amo. Cerró la puerta y miró a todos fríamentecon sus ojos de piedra.

—¡Así que hasta mis propios osos se han cambiado de bando! —comentó,indignado—. ¡Aja! ¿Qué os parece si os convierto a todos en hielo y nieve?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Nadie habló. Para sorpresa de Bessie, Cara de Luna cerró la puerta y,seacercó al fuego. Echó tres leños, que enseguida empezaron a arder, y guiñóun ojo.

El hombre de nieve agarró a uno de los osos blancos por el cuello y losacudió.

—Así que habéis recuperado vuestras voces, ¿eh? —preguntó fuera de sí —. ¿No os he dicho que sólo podéis decir «uuumff», y que no debéis decirninguna palabra a nadie? ¡No toleraré que ningún oso hable!

Agarró a otro de los osos blancos y lo sacudió.

—De modo que sois amigos de mis enemigos, ¿no? —cada vez estabamás furioso.

La habitación se puso muy caliente. Tom se quitó el abrigo, y lo mismo

hicieron los demás. Cara de Luna, con mucha astucia, puso otro leño en elfuego, que ardía intensamente. Fanny estaba sudando; quería quitarse todala ropa.

—¿Qué pretende Cara de Luna calentando tanto la habitación? —pensó,muy molesta. Pero cuando iba a decir que pusiera el protector delante delfuego, éste le guiñó el ojo, y ella no dijo nada. Cara de Luna, sin duda, teníaun plan.

El hombre de nieve no cesó en sus quejas y amenazas. Todos leescuchaban sin decir una sola palabra. Cara de Luna atizó el fuego y lasllamas crepitaron con fuerza.

—Os diré lo que voy a hacer —pronunció solemnemente el hombre denieve—. Me voy a quedar a vivir en esta bonita casa. Vosotros podéis iros ala casa de nieve. Me tiene sin cuidado que os congeléis. Vosotros seréis missiervos y obedeceréis mis órdenes.

—Sí —asintieron todos en un susurro. Ya se habían dado cuenta del plande Cara de Luna. Iba a calentar tanto la habitación que el hombre de nievese derretiría. ¡Qué astuto Cara de Luna! Al hombre de nieve ya le goteabaagua por la espalda. Cara de Luna lo señaló con disimulo, y sonriómaliciosamente.

Fanny se echó a reír por la cara tan graciosa que había puesto Cara deLuna. No lo pudo evitar. Ricitos de Oro también dejó escapar una risita, ytuvo que taparse la boca con un pañuelo. El osito chilló de alegría, perodespués lloró amargamente al sentir el tremendo golpe que le asestó elhombre de nieve.

—¡Cómo os atrevéis a reír! —gritó enojado el hombre de nieve—. ¡Salidtodos! ¡Fuera de aquí! Ahora esta casa me pertenece, y no consiento queninguno de vosotros permanezca en ella.

 Todos salieron, excepto Cara de Luna, que se agachó detrás de una sillagrande. Estaba decidido a impedir que el fuego se apagara.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Afuera hacía mucho frío. Los osos blancos hicieron una muralla alta con lanieve para proteger a los otros del viento. Todos se juntaron para darsecalor entre sí. Los enormes osos blancos abrazaron a los niños con sus

brazos peludos, para abrigarlos. Tom pensó que eran muy amables.Esperaron mucho tiempo. Se veía el humo saliendo de la chimenea.

Sabían que Cara de Luna estaba avivando el fuego. De vez en cuando lososos decían un

"umff» y los chicos hablaban entre susurros.

De pronto se abrió la puerta de la cabaña y salió Cara de Luna, tansonriente como la luna llena.

—¡Ya podéis entrar! —gritó—. ¡Ya no hay peligro!

 Todos entraron en la cabaña. Tom buscó al hombre || nieve, ¡pero no

había ni rastro de él, sólo un gran charco de agua!—Se derritió enseguida —se rió Cara de Luna—. Habrá sido muy

poderoso, pero sólo estaba hecho de nieve Se derritió como cualquiermuñeco de nieve en una mañana de sol.

Los osos polares, muy contentos, gritaron:

—Uuumff.

No les gustaba ser siervos del hombre de nieve.

—Tenemos que despedirnos —dijeron a los tres osos—. Vuestra cabaña

es cómoda pero es demasiado caliente para nosotros. Venid a visitarnoscuando queráis. ¡Adiós!

 Todos se dieron estrechos abrazos de despedida. Tom se puso triste alver que se alejaban. Cara de Luna cerró la puerta.

—Bueno, ya podemos regresar a casa —suspiró, satisfecho—. Estoycansado de este país. Osos, por favor, ¿me ayudáis a volver la cabaña a susitio?

No utilizó el mismo conjuro mágico que la vez anterior, sino que dibujó uncírculo en el suelo con tiza azul y los tres osos se situaron dentro, agarradosde las patas. Cara de Luna danzó alrededor de ellos, entonando unaspalabras mágicas.

De pronto, se levantó un viento que sacudió la cabaña. Se hizo taloscuridad que por un instante no acertaron a ver nada.

Poco a poco disminuyó la oscuridad y fue calmándose el viento. El sol,cálido, brillaba a través de la ventana. Bessie gritó:

—¡Hurra! ¡Hemos regresado al bosque donde estaba la cabaña antes! ¡Yya es de día, no es de noche!

—Sí. Esta aventura ha durado toda la noche —se rió Cara de Luna—. Ya

es de madrugada. Niños, debéis ir corriendo a casa, no sea que os regañenpor haber salido de noche.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Abrazaron a Ricitos de Oro y dieron la mano a los tres osos.

—Algún día iremos a visitaros —prometió Fanny—. ¡Muchas gracias porvuestra ayuda!

Ricitos de Oro y los osos se quedaron en la puerta, diciéndoles adiós conla mano, mientras Cara de Luna llevaba a los chicos rápidamente por elcaminito, para tomar el tren que los llevaría de vuelta al Bosque Encantado.No tardaron mucho en llegar a la estación, y pronto apareció un tren.Abrieron el techo y se acomodaron en el vagón.

Cuando llegaron al Bosque Encantado, se despidieron de Cara de Luna.Fanny le dio las gracias por su ayuda con un beso. A él le agradó tanto quetoda su enorme cara se sonrojó, y Bessie se echó a reír.

—Pareces el sol al atardecer. ¡En realidad te deberías amar Cara de Sol!

—¡Adiós, espero volver a veros pronto! —sonrió, como siempre, Cara deLuna.

Los chicos se fueron a casa, se acostaron, y descansaron una hora,aproximadamente, antes de que su madre los llamara para que selevantasen. ¡Qué sueño tuvieron durante todo el día!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cara de Luna se mete en líosCara de Luna se mete en líos

Durante mucho tiempo los chicos no sintieron deseos de visitar ningunode los países que había en la copa del Árbol Lejano. Era demasiadoarriesgado subir por la nube para ver qué país estaba.

Sin embargo, sí les apetecía ver a sus amigos del árbol, y en especial alquerido Cara de Luna.

Así que al siguiente día que tuvieron libre fueron al Bosque Encantadopara subir al Árbol Lejano. Esta vez no había ninguna soga para subir. Sólola ponan por las noches, para ayudar a los personajes del bosque a subir y abajar.

Los niños treparon. Todas las puertas y ventanas del árbol estabancerradas y no se veía ni un alma. Fue muy aburrido subir. Cuando llegaron ala casa de Seditas, encontraron que también estaba cerrada, y no oyeron aSeditas cantar ni hacer ruido. Llamaron a la puerta pero nadie salió a

abrirla.Así que subieron a la casa de Cara de Luna, teniendo mucho cuidado de

que el agua sucia de la señora Lavarropas no les cayera encima. Pero nisiquiera vieron eso. Todo estaba muy quieto y silencioso.

Llegaron a la casa de Cara de Luna y llamaron a la puerta. Nadie la abrió.Pero dentro oyeron que alguien lloraba. Era muy misterioso.

—No parece la voz de Cara de Luna —comentó Fanny, intrigada—. Vamosa ver quién es.

Abrieron la puerta y entraron. Y allí estaba Seditas, sentada en una

esquina, llorando amargamente.—¿Qué ha pasado? —preguntó Tom.

—¿Dónde está Cara de Luna? —quiso saber Fanny.

—¡Ay! —dijo Seditas entre sollozos—. A Cara de Luna se lo han llevado aun país extraño y horrible, en la copa del Árbol Lejano, porque fue muygrosero con el señor Comosellama.

—¿Qué? ¿Ese viejo que siempre está sentado en una silla roncando? —Bessie se acordó de que ese día no lo habían visto—. ¿Qué hizo Cara deLuna?

—Bueno, se comportó con muy mala educación —explicó Seditas sindejar de llorar—. Yo también. Oímos al señor Comosellama roncar, como

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

siempre, y cuando nos acercamos vimos que tenía la boca abierta, así quele metimos bellotas. Al despertarse, se atragantó, y entonces nos vioescondidos detrás de una rama.

—¡Cielos! ¡No me explico cómo podéis comportaros de esa forma! —exclamó Bessie—. ¡Con razón se enfadó!

—A veces Cara de Luna es muy travieso —le disculpó Seditas, secándoselos ojos—. Y a mí también me hace ser traviesa. Luego subimos corriendohasta la casa de Cara de Luna. Yo logré entrar, pero Cara de Luna no. Elseñor Comosellama lo lanzó a través del agujero de la nube al país que estáhoy en la copa.

—¡Qué pena! ¿Y es que no puede bajar? —gimió liiiiny—. Debería bajarpor la escalera al árbol.

—Sí —dijo Seditas—, pero el señor Cómosellama está en la escalera,preparado para atraparlo y lanzarlo otra vez hacia arriba. Así que de nada leserviría.

—¿Qué país se encuentra en la copa hoy? —preguntó Ibm.

—El País de Cacharros —contestó Seditas—. Vive en una cabaña, con suscacerolas y sus cazos, y es inofensivo. Pero el señor Cómosellama piensaquedarse en la escalera hasta que ese país se vaya y venga otro. ¡EntoncesCara de Luna no podrá regresar y tal vez se pierda allí para siempre!

—¡Oh, no! —se entristeció Tom, y las niñas miraron a Seditas,desesperadas, porque querían mucho al viejo Cara de Luna.

—¿No podemos hacer nada? —preguntó Tom al fin.

—Sólo hay una esperanza —suspiró Seditas, arreglando su bello pelodorado—. Cacharros es un buen amigo del señor Cómosellama. Si él seenterara de que el país de su amigo está hoy en la copa del Árbol Lejano,seguro que subiría a tomar una taza de té con él. Entonces Cara de Lunapodría bajar por la escalera.

—¡Huy! —exclamaron los niños, mirándose unos a los ojos. Sabían que almenos uno de ellos tendría que volver a subir la escalera para ir a otro paísextraño.

—Iré yo —se ofreció Bessie—. Cara de Luna nos salvó la última vez. Ahoranos toca a nosotros ayudarle.

—Iremos los tres —decidió Tom. Así que subieron los tres a la copa delárbol y llegaron a la pequeña escalera. Allí se encontraron con el señorCómosellama, que estaba leyendo el periódico y fumando una inmensa pipaque arrojaba mucho humo.

—Por favor, ¿nos deja pasar? —le preguntó Bessie tímidamente.

—No, no podéis pasar —replicó el señor Comosellama con brusquedad.

—Tenemos que subir —insistió Tom—. Disculpe si le damos un pisotón.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El señor Comosellama no sólo no se apartó sino que, al pasar los niños,los golpeó. Era un viejo cascarrabias. Los niños se alegraron mucho cuandolograron subir por el agujero y llegar al país que estaba arriba.

—Así que éste es el país de Cacharros —dijo Fanny al pisar el césped—.¡Qué país más pequeño!

Era una pequeña isla, que flotaba en una especie de mar blanco. No eramás que un campo verde. Bessie fue al borde y se inclinó para ver.

—¡Cielos! —exclamó—. Es como una colina, y el mar es una enorme nubeblanca. No os acerquéis demasiado al borde, no sea que os caigáis.

Entonces oyeron una alegre voz que decía:

—¡Hola! ¡Hola! —Se dieron la vuelta y vieron a Cara de Luna, que veníacorriendo hacia ellos, agitando las manos—. ¡Hola! ¿Cómo habéis llegado

hasta aquí?—¡Hola! Hemos venido a ayudarte —dijo Tom—. Nos han contado lo

sucedido. El viejo Comosellama aún está sentado en la escalera,esperándote. Pero Seditas nos ha dicho que éste es el país de Cacharros, unbuen amigo del señor Comosellama, así que hemos venido a verlo y apreguntarle si quiere tomar el té con su amigo. Entonces tú podrás escaparsin problemas y regresar a casa.

—¡Oh, qué bien! —sonrió Cara de Luna, animándose—. No sabía en quépaís estaba, y es tan pequeño que temía caerme. ¿Sabéis dónde viveCacharros?

—¡No tengo ni idea! —contestó Tom mirando a su alrededor. Sólo se veíacésped, pero no había ninguna casa ni nadie a la vista. ¿Dónde estaría lacasa de Cacharros?

—Tendremos que buscar minuciosamente por todo este extraño país —dijo Bessie—. Su casa tiene que estar por alguna parte. Pero debemosdarnos prisa, uno nunca sabe cuándo el país se separa del Árbol Lejano, yno queremos vivir para siempre en este lugar.

Se pusieron en camino y de pronto llegaron a una colina que no era tanempinada como las otras. Echaron una ojeada al otro lado.

—¿Qué es eso? —preguntó Tom, señalando unos peldaños muy raros enla colina.

—Parecen escaleras que descienden por la cuesta —contestó Bessie.

—¡Son cacerolas! —dijo de pronto Fanny—. Sí, son cacerolas, y tienen losmangos clavados en la tierra, y los recipientes sirven de escalones. ¡Quéextraño!

—Éste debe ser el camino hacia la casa de Cacharros —se animó Tom—.Vamos, chicas, tened cuidado, no sea que os resbaléis y os caigáis rodandofuera de este país.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Descendieron con mucho cuidado, por las cacerolas que estabanclavadas en la tierra. ¡Era muy gracioso!

Por fin llegaron abajo. Oyeron unos ruidos tremendos: ¡Crach! ¡Bang!

¡Clone! ¡Clanc! Los niños se asustaron.—Ese ruido viene del otro lado, doblando esa esquina —dijo Tom.

Con mucha cautela, se acercaron a mirar.

Vieron allí una casita torcida, con una cacerola que le servía dechimenea. El ruido, ensordecedor, procedía del interior de la casa. Loschicos fueron sigilosamente hasta la ventana y se asomaron.

Entonces vieron al hombrecito más extraño que jamás habían visto,bailando una danza muy rara. Tenía cacerolas y cazos colgando por todo elcuerpo, y una cacerola de sombrero, y mientras bailaba hacía chocar dos

cacerolas que tenía en las manos.—¿Creéis que será peligroso? —susurró Tom.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El viejo y simpático CacharrosEl viejo y simpático Cacharros

—No creo que sea peligroso —dijo Fanny—. Parece muy risueño.

—Voy a dar un golpe en la ventana —dijo Bessie. Pero Cacharros no looyó. Continuó con su danza, haciendo chocar ruidosamente sus cacerolas.

 Tom golpeó más fuerte. Entonces Cacharros lo vio en la ventana.Inmediatamente dejó de danzar y se acercó a la puerta.

—Entrad y bailad conmigo —los invitó.

—Oh no, gracias —respondió Tom—. Hemos venido para invitarte a tomarel té, si nos dejas.

—¿Qué dices de una abeja? —se sorprendió Cachanos—. Lo siento, perono tengo abejas, sólo cacerolas.

—No, abejas, no —intervino Tom—. Queremos invitarte a tomar el té.

—¿Invitarme a que nade? Lo siento pero no me gusta nadar. Nunca meha gustado. Sois muy amables, pero no soporto meterme en el agua.

—No a que nades, sino a que tomes el té. ¡TÉ, TÉ! —gritó Tom.

—Oh, el té —dijo Cacharros—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo lohubiera entendido.

—Ésa fue nuestra oferta —dijo el pobre Tom.

—¿Qué, que cierre la puerta? —dijo Cacharros—. Muy bien; si quieres,dale un empujón.

—No oye bien —concluyó Fanny—. Debe estar sordo.

—No, no lo estoy —dijo Cacharros, que casualmente escuchó esta vez—.No estoy nada sordo. Sólo es que, después de golpear mucho las cacerolas,me zumban los oídos. Pero no es que esté sordo.

—Ah, por eso no nos oías, hace un rato —dijo Tom cortésmente.

—¿Gato? No, no tengo ningún gato —Cacharros miró en derredor suyo—.¿Habéis visto alguno?

—No he dicho nada de un gato —suspiró Tom, armándose de paciencia.

—Sí, lo has dicho. Te escuché —insistió Cacharros, irritado—. No me

gustan los gatos. Prefiero tener ratones. Buscaré a ese gato.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

 Y entonces, con las cacerolas que colgaban de su cuerpo chocando unascon otras, comenzó a buscar al gato, que, por supuesto, no existía.

—¡Gato, gato, gato! —llamó—. ¡Gato, gato, gato!

—¡Aquí no hay ni gato ni gata! —gritó Cara de Luna.

—¿Rata? ¿Dónde has visto una rata? —se asustó el viejo—. No quiero quetu gato se coma una de mis ratas.

—¡Te digo que no tenemos un gato! —gritó Tom, muy molesto—. Hemosvenido para hablarte de tu amigo, el señor Cómosellama.

Cacharros, de milagro, oyó a Tom y dejó de buscar al gato.

—¡Cómosellama! —exclamó—. ¿Dónde está? Es un gran amigo mío.

—¿Te gustaría ir a tomar el té con él? —preguntó Tom.

—Huy, ya lo creo que me gustaría —dijo Cacharros—. Por favor, decidmedónde está.

—Está sentado en la escalera que une el Árbol Lejano con este país —gritó Tom—. Allí está esperando.

—¡Sí, a mí! —susurró Cara de Luna.

—¡Shhhh! —le indicó Fanny. Cacharros se puso muy contento al oír dóndeestaba su viejo amigo, y se dirigió a la colina gritando de alegría:

—¡Viva! ¡He llegado al Árbol Lejano! ¡Podré ver a mis amigos otra vez! ¡Y

Cómosellama me está esperando para tomar el té! ¡Hurra! ¡Hurra!Subió a la colina por la escalera de cacerolas, mientras sus cacharros

chocaban unos contra otros. Los chicos y Cara de Luna lo siguieron.Cacharros echó a correr como un loco hacia el agujero que conducía alÁrbol Lejano, perdiendo por el camino alguna de sus cacerolas.

Al llegar, miró hacia abajo y vio al señor Cómosellama, que estabasentado en la escalera, esperando a Cara de Luna. ¡Pero Cacharros no losabía! ¡Él pensaba que su amigo le esperaba a él!

—¡Hola, hola, hola! —gritó, y, con tanta emoción, dejó caer una cacerolasobre el señor Cómosellama—. ¿Qué tal, viejo amigo?

El señor Cómosellama vio cómo la cacerola rebotaba en su pie y caía porentre las ramas del Árbol Lejano, preguntándose a quién golpearía. Miróhacia arriba, asombrado.

—¡Cacharros! —gritó—. ¡Mi querido amigo! ¡Hola!

—¿Cola? —preguntó Cacharros, otra vez sordo—. ¿Cola? No, no llevopegamento conmigo. Pero puedo hacer un poco para ti.

—¡Eres el mismo, Cacharros, el loco de siempre! —se rió Comosellama—.Baja. No he dicho nada de cola. Ven a tomar una taza de té conmigo. Loacabo de preparar.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Qué me vas a engrasar? No, no quiero que me engrases —dijoCacharros, aunque, con todo el ruido que lucían sus cacerolas, parecíanecesitarlo—. Pero sí iré a tomar el té y a charlar contigo. ¡Qué alegría!

Puso el pie en la escalera pero, por desgracia, pisó una cacerola que teníaen la pierna y se resbaló. ¡Clang, bang, crach, chas! El señor Comosellama,al intentar sujetarlo, se cayó también, y ambos rodaron por la escalera, porla copa, por la puerta de la casa de Cara de Luna y por todo el árbol.

—¡Allá van! —se rió Cara de Luna—. Enredados con las cacerolas y loscazos. ¡Qué risa! ¡Qué susto le van a dar a la señora Lavarropas si se caenen su pila!

Los niños estallaron en carcajadas hasta que se les sallaron las lágrimas,imaginándose lo que pensaría la gente ni verlo caer mientras chocabantodos sus trastos. Cacharros era muy gracioso.

—Ya puedes bajar —gritó Tom desde la escalera—. Han desaparecido. Nome sorprendería que hubieran ido a parar a la parte baja del árbol. Vamos,Cara de Luna.

Descendieron por la escalera, pasaron a la copa del árbol y llegaron a lacasa de Cara de Luna. Seditas estaba dentro, todavía muy compungidapero, al verlos, pío un grito de alegría.

—¿Por qué estás tan asustada? —la abrazó cariñosamente Cara de Luna.,

—¡Ay, un rayo o algo parecido acaba de caer del cielo! —dijo Seditas.

—Ésos eran Cacharros y el señor Cómosellama —se rió Tom, y le contótoda la aventura. Seditas se rió hasta que le dolió el estómago. Salió afueray miró hacia abajo.

—¡Mirad!, allí abajo, entre las ramas.

 Todos vieron cómo el señor Cómosellama y Cacharros subían,magullados, a la casa del señor Cómosellama, mientras hablaban a gritos.

—Se han olvidado de nosotros —se alegró Tom—. Y ahora, por favor, Carade Luna, no vuelvas a meterle bellotas en la boca al señor Cómosellama.

Vamos a comer algo, y después regresaremos a casa bajando por elResbalón-resbaladizo.

 Todos se sentaron en la curiosa habitación de Cara de Luna y comieronlas exquisitas galletas que les llevó Seditas, y bebieron zumo de bellotas,que estaba delicioso. Llegó la hora de que los niños se fueran, y cada unoescogió un cojín; se sentaron en el Resbalón-resbaladizo y salierondisparados, dando vueltas, hasta salir por la puertecita y caer en elmontículo de musgo. Tuvieron que darse prisa para no llegar tarde a casa.

—Me imagino que Cacharros ya habrá regresado a su extraño país —comentó Tom al entrar al jardín.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Pero no era así. Al día siguiente fue a visitarlos, haciendo un ruidotremendo con todos sus cazos y cacerolas, que chocaban entre sí. Lamadre, al verlo, se alarmó.

—¿Quién es este señor? —preguntó cuando Cacharros llegó al portón

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cacharros se equivoca de paísCacharros se equivoca de país

La madre y los niños se quedaron mirando a Cacharros. De sombrerollevaba una cacerola muy grande, y al caminar hacía chocar dos cacerolascantando una cañón extraña, sin sentido, que decía así:

¡Dos judías para un pudín, dos cerezas para un pastel, dos patas para unsofá, y canto ji-ji-ja-já!

Al decir el último «ja» llamó a la puerta con una carola. La madre abrió.

—No hagas tanto ruido, que eso está muy mal —le reprochó.

—No, no he visto a ningún chaval —contestó Cachaos, y golpeó suscacerolas tan fuerte que la madre dio salto. Entonces vio a los chicos y lossaludó muy contento. —¡Ah, estáis ahí! Cara de Luna me dijo dónde vivíais.

—¿Quién es este hombre? —preguntó la madre, asombrada—. Niños, ¿esque está loco?

—Oh, no —sonrió Tom, con la esperanza de que su madre no hicieramuchas preguntas—. Mamá, ¿podemos ir al bosque para hablar con él?Hace mucho ruido como para quedarse en casa.

—Muy bien —aceptó la madre, que deseaba seguir con su colada—.Lleváoslo y, al salir, cerrad bien el portón.

—¿Una canción? —se alegró Cacharros—. Señora, ¿ha dicho que quiereescuchar una canción?

Empezó a cantar otra vez, golpeando las cacerolas al ritmo de la música.

Dos cerditos para el cuarto, dos herraduras para el caballo, dos

sombreros para los tigres, de color rosa, vaya encanto.Los chicos se lo llevaron rápidamente afuera.

—Qué canción más tonta la tuya —dijo Bessie gritándole en el oído—.¿Cómo se llama?

—No tiene nombre —replicó Cacharros—. Me la voy inventando mientrascanto. Es muy fácil. Cada verso, menos el último, comienza con la palabrados. Lamento que opines que es tonta.

Parecía muy ofendido pero, de repente, volvió a sonreír y dijo:

—He venido para invitaros a tomar el té a mi cabaña.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Y al señor Cómosellama también lo vas a invitar? —preguntó Tom, queno tenía ganas de encontrarse con él.

—Peinar, sí debes peinarte —respondió Cacharros al ver que Tom llevaba

el pelo revuelto.—He dicho si el señor Cómosellama nos acompañará —dijo Tom a voz en

grito.

—¿Lloverá? —se extrañó Cacharros, y miró al cielo con ansiedad—.¿Crees que va a llover?

—No, no he dicho que va a llover —Tom se dio por vencido—. Está bien,iremos. Primero debemos pedirle permiso a nuestra madre.

La madre les dijo que podían ir, aunque no le gustaba el aspecto deCacharros.

—Adiós —los despidió, y los tres se fueron con él.

Verdaderamente era un hombre muy extraño, pero tenía una miradaamable y a los tres niños les caía simpático y confiaban en él.

Llegaron al Árbol Lejano, y vieron que a Cara de Luna se le había ocurridouna idea maravillosa. La señora Lavarropas le había prestado la cesta másgrande que tenía. Entonces él la ató a una soga y la bajó para que los niñosy Cacharros subieran mientras él y Seditas tiraban de la cuerda. ¡Así notendrían que subir trepando!

—¡Qué idea tan estupenda! —exclamó Tom, muy contento. Todos sesubieron. Fue un poco difícil conseguir que Cacharros se subiera, pero al finlo lograron, aunque le resultó muy incómodo sentarse sobre sus cacerolas.

—¡Arriba, vamos! —gritó Tom mientras la cesta subía por las ramas,lentamente, de modo que disfruta-mu del extraño viaje. Por fin llegaron a larama grande v salieron. Estaban muy cerca de la casa de Cara de Luna, enla copa del árbol. Cara de Luna estaba allí, enrollando la soga, con su típicasonrisa.

—¿Os ha gustado? ¿Habéis pasado un buen rato? —preguntó, con la cararadiante de felicidad. Cacharros lo miró sorprendido.

—¿Gato? ¿Otro gato? ¡Cielos! Espero que no suba hasta mi país, porqueyo crío ratones.

—Ahora volverá a buscar al gato —dijo Bessie. Y así fue. Cacharros buscópor todos lados gritando:

—¡Gato, gato, gato!

—No os preocupéis por él —dijo Cara de Luna—. Subid la escalera. Quiereinvitaros a tomar el té en su extraña casa de cacerolas.

—¡Vamos, Cacharros! —exclamó Tom—. Tenemos que subir ya, si quieresque te acompañemos a tomar el té.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cacharros lo oyó. Dejó de buscar gatos y subió por la escalera. Dio unsalto y atravesó el agujero de la nube.

En cuanto se perdió de vista, se le oyó gritar:

—¡Oooooh! ¡Aaaaay! ¡Huuuuy!

Los chicos se asustaron.

—¿Qué sucede? —preguntó Tom.

«¡Crach! ¡Bang! ¡Clang! ¡Pías!»

—Suena como si estuviera rodando sobre todos sus cazos y cacerolas —comentó Bessie—. ¿Qué está haciendo?

—¡Oooooh! —gritó Cacharros desde arriba—. ¡Para! ¡Ay! ¡Para!

—Alguien le está atacando —Tom subió rápidamente a la escalera de unsalto—. ¡Vamos todos! ¡Tenemos que ahuyentar al enemigo!

Bessie, Fanny y Cara de Luna lo siguieron. Atravesaron todos el agujeroen la nube y llegaron al país que se encontraba arriba.

¡Pero ya no estaba el pequeño país de Cacharros! ¡Era otro país!

—¡Mi país ha desaparecido! —gritó Cacharros—. ¡No lo sabía! ¡Éste esotro lugar! ¡Aaaaay!

Con razón se quejaba. El campo plano donde se encontraba tembló derepente, como un flan, y se convirtió en una colina. ¡Cacharros cayó

rodando, a toda velocidad, golpeándose con todas las cacerolas!—Éste es el País de Tembleque —dijo Cara de Luna, desilusionado—.

¡Rápido! ¡Regresad a la escalera y bajad por el agujero antes de que loperdamos de vista! Oye, Cacharros, ven adonde estamos.

—¿Qué tomamos? ¿El bus? —gritó Cacharros, ir-Kti¡endose y mirando enderredor suyo—. No veo ningún bus. Me gustaría poderlo tomar.

—¡Qué vengas adonde estamos, adonde estamos nosotros! —gritó Tom,desesperado—. El agujero de la nube está aquí. ¡Tenemos que descenderrápidamente!

Cacharros echó a correr, cuesta abajo, hacia ellos, pero de repente latierra se levantó, y él, los chicos y Cara de Luna se encontraron cuestaabajo en la dirección opues-I.I a la escalera. Intentaron detenerse, seesforzaron en subir la cuesta, pero la tierra se inclinó aún más hasta que alfin perdieron el equilibrio y se cayeron al suelo.

Entonces comenzaron a rodar cuesta abajo. ¡Y cómo rodaron! Rodaronsin parar, en medio del alboroto que I orinaba Cacharros con todos sustrastos.

—¡Aaaaay! ¡Huuuuy! ¡Oooooh! —gritó Tom. Pero en ese momento chocócontra un arbusto, con tal fuerza que se quedó sin respiración. Momentos

después, estaban unos encima de otros, colina abajo, tratando de recuperarel aliento.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Ahora sí que nos hemos metido en un buen lío —se lamentó Bessiemientras se sacudía el polvo de encima—. A qué país más desagradablehemos venido a parar. Cara de Luna, ¿siempre pasa esto?

—Oh, sí —contestó Cara de Luna—. Nunca se detiene. Sube por aquí ydesciende por allá, y se balancea dando pequeños saltos. Algunas personasdicen que por debajo hay un gigante que trata de sacudirse este país de laespalda.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

En el país de TemblequeEn el país de Tembleque

El País de Tembleque era muy desagradable. En cuanto los chicos seponían de pie y trataban de dar unos pasos, la tierra se inclinaba o se movíahacia un lado, o se hundía, dándoles un buen susto.

 Todos rodaron una y otra vez. Cacharros hacía mucho ruido y casi llora alver que se le estaban abollando todas sus cacerolas.

—¡Cara de Luna! —gritó Tom—. ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Sabescómo escapar?

—Sólo podremos escapar si bajamos la escalera que conduce al ÁrbolLejano —gritó Cara de Luna, mientras rodaba por una colina que habíaaparecido repentinamente—. No dejéis de buscarla, o nunca saldremos deaquí. Si el País de Tembleque abandona la copa del Árbol Lejano, notendremos forma de escapar.

Al oír estas palabras, sintieron un gran miedo. No era nada agradable laidea de vivir para siempre en un país con golpes, saltos y tirones. Todosempezaron a buscar el agujero por el que habían entrado en el País de

 Tembleque.

De pronto, la tierra comenzó a hacer algo distinto. Subía y bajaba como siestuviera respirando fuerte. Cuando subía, lanzaba a todos al aire. Al bajar,todos caían en unos agujeros de los que no podían salir. Era muy incómodo.

—¡Me estoy dando golpes por todos lados! —gritó Bessie—. Hay quebuscar una zona de este país que no se mueva tanto. Creo que estamos enel peor sitio.

Cuando la tierra dejó de subir y bajar, todos echaron a correr hacia unbosque. Allí encontraron una tienda.

Era tan sorprendente encontrar una tienda en el País de Tembleque quetodos se detuvieron, boquiabiertos.

—¿Qué venderán en un país tan extraño? —preguntó Tom.

—¿Qué te has hecho daño? —dijo Cacharros, tan sordo como siempre—. Yo también. Estoy más mareado que si hubiese estado en un barco enmedio del océano.

—Escucha, ¿qué venderán en esa tiendecita? —insistió Tom.

—No, yo no he escuchado ninguna campanita —Cacharros miró enderredor suyo como si esperara ver una campana.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

 Tom se dio por vencido. Se acercó a ver la tienda. Era muy pequeña, conuna casita por detrás. Parecía que no había nadie, pero salía humo por lachimenea, así que probablemente alguien vivía allí.

—Vamos —dijo a los demás—. Cogeos de la mano para que no nosseparemos. Entraremos en esta tienda, a ver si nos pueden ayudar.

La tienda estaba llena de cojines de todos los colores, cada uno con unacuerda.

—¡Qué gracioso! —sonrió Bessie—. ¡Cojines con cuerdas! ¿A quién se leocurrirá comprar un cojín en este lugar?

—¡A mí! —dijo inmediatamente Cara de Luna—. ¡Fíjate, si tuviera un cojíngrueso atado por delante y otro por detrás, no me importarían tanto losgolpes!

—Ah, pues es verdad; para eso están los cojines y las cuerdas —reconoció Bessie—. Vamos a comprar algunos, así no nos haremos tantodaño.

En ese momento salió una pequeña mujer, de nariz aguileña, que llevabacojines atados por todos lados. Incluso llevaba un cojín pequeño atado a lacabeza. Estaba muy graciosa.

Fanny se rió. Siempre se le escapaba la risa. La mujer la miró, muyenojada.

—¿Queréis comprar cojines? —preguntó bruscamente.

—Sí, por favor —intervino Cara de Luna, y sacó su billetero—. ¿Cuántocuestan?

—Cinco monedas de plata cada uno —respondió la mujer. Sus pequeñosojos verdes se iluminaron al ver el billetero de Cara de Luna. Éste la mirócon tristeza.

—¡Son muy caros! —se quejó—. Sólo tengo una moneda de plata.Cacharros, ¿tienes dinero?

—No, no te puedo dar un puchero —contestó Cacharros.

—¡DINERO, DINERO, DINERO! —gritó Cara de Luna, mostrándole aCacharros su billetero.

—Ah, dinero —sacó un billetero enorme de una de sus cacerolas—. Sí,tengo mucho.

Pero el enorme billetero estaba vacío. Cacharros lo miró entristecido.

—Se me ha caído todo el dinero, mientras rodaba. ¡Ya no me queda niuna moneda!

Los niños tampoco tenían dinero. La mujer de la nariz aguileña sacudió lacabeza cuando Cara de Luna le rogó que les prestara los cojines a cambio

de la moneda de plata.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—No, no presto nada —dijo muy seria, y regresó a su casa cerrando lapuerta tras de sí.

—¡Qué pena! —se lamentó Cara de Luna, mientras le daba la mano a

 Tom y salía caminando cabizbajo—. ¡Qué vieja más antipática! ¡Oh, mirad,allí hay gente, y todos llevan cojines!

Vieron a muchas personas extrañas, con cojines de todos los colores,tamaños y formas, que caminaban cuidadosamente por las veredas. Unhombre iba envuelto en un enorme edredón de plumas, lo que a Bessie lepareció una buena idea.

—Creo que el País de Tembleque al fin se ha calmado —comentó Fanny.Pero no hizo más que decirlo, cuando la tierra empezó a moverse, primero aun lado y luego a otro. De nuevo todos rodaron sin parar.

—¡Aaaaay! —gritaban los chicos.—¡Cuánto me gustaría tener ahora unos cojines! —gimió Cara de Luna, al

que se le había aplastado la nariz, de tanto rodar.

«¡Crach! ¡Clanc! ¡Bang!», se oía mientras Cacharros rodaba sobre suscacerolas y cazos.

—¡Oooh, mirad! —exclamó de repente Bessie, muy contenta, y señaló albosque en donde estaba la tienda. La tierra se había levantado por allí ytodos los cojines venían rodando hacia ellos.

—¡Cogedlos! —gritó Tom, y todos se apresuraron a recoger los cojines, y

se los ataron firmemente. ¡Qué alivio sintieron al rodar de nuevo!—Esa vieja malvada se lo merecía —comentó Cacharros, mientras trataba

de ponerse los cojines entre las cacerolas.

De pronto uno de los habitantes del País de Tembleque dio un grito deterror y se agarró a un árbol. Un fuerte viento comenzó a soplar emitiendoun sonido grave, como una baja melodía.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó intrigado Cara de Luna.

—¡Sujetaos a un árbol! ¡Sujetaos a un árbol! — gritaba la gente—.Cuando el viento sopla tan fuerte, significa que todo el país se va a poner

de lado para tratar de deshacerse de todos los habitantes. La únicaesperanza es agarrarse a un árbol.

Era cierto. Lentamente, la tierra comenzó a inclinarse, no por partes,como antes, sino todo el país a la vez. Era muy raro. Cara de Luna seasustó. Trató de agarrarse a un árbol y gritó a los otros:

—¡Deprisa, agarraos a un árbol! ¡Vamos!

Pero ninguno lo consiguió, porque ya habían dejado atrás el bosque yestaban en un campo.

Lento pero seguro, el país se puso de lado, y los chicos, Cara de Luna y

Cacharros empezaron a rodar cuesta abajo sobre sus cojines. No se

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

lastimaron pero sintieron mucho miedo. ¿Qué les sucedería si rodaban fuerade la tierra?

Fueron acercándose al final del País de Tembleque y, de repente, Cara de

Luna desapareció. Todo sucedió en un instante. Era inexplicable.No había transcurrido ni medio minuto, cuando oyeron su alegre voz:

—¡Escuchad, escuchad todos! He caído por el agujero de la escalera quelleva al Árbol lejano. Tiraré mis cojines por el agujero para que podáis saberdónde está. ¡Acercaos rodando si podéis! ¡Daos prisa!

Entonces los chicos y Cacharros vieron dos cojines y supieron dóndeestaba el agujero. Se esforzaron por rodar hacia él, y uno por uno se fueronacercando.

Bessie rodó directamente y se agarró a la escalera. Tom entró después,

pero no consiguió sujetarse a la escalera y cayó, dándose un buen golpe, enuna rama del Árbol Lejano.

Cacharros fue el siguiente en acercarse rodando, pero se quedó atascadoen el agujero, porque estaba muy gordo, con tantas cacerolas y cojinesalrededor del cuerpo.

—Venga, rápido, daos prisa! —gritó Tom—. ¡Entra, Cacharros, entra! ¡Lapobre Fanny pasará de largo por el agujero si no te apresuras!

Cacharros vio a Fanny pasar rodando. ¡Pobre Fanny! No podría regresar alagujero porque todo estaría cuesta arriba. Como una centella, Cacharros

estiró la mano y agarró una de las cuerdas del cojín que Fanny llevaba en laespalda. Se detuvo de inmediato.

Se le desprendió una de las cacerolas y cayó por el agujero hacia laescalera, haciendo un ruido tremendo. Cara de Luna lo agarró, y Cacharrostiró de la soga de Fanny hasta que consiguió que la niña entrara por elagujero. Cayó suavemente sobre la última rama del Árbol Lejano porqueestaba bien protegida por sus cojines.

—Cara de Luna, ¡qué suerte que has encontrado el agujero! —todostenían cara de susto—. ¡Menuda aventura hemos corrido!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La invitación de Cara de Luna y SeditasLa invitación de Cara de Luna y Seditas

Ninguno disfrutó de la visita al País de Tembleque. Fue un error ir hastaallí. Entraron en la casa de Cara de Luna y se desataron los cojines delcuerpo, mirándose todos los cardenales que se habían hecho.

—¿Qué hacemos con estos cojines? —preguntó Bessie.—Me imagino que Cara de Luna los podrá utilizar —dijo Fanny—. Cara de

Luna, ¿no te sirven para bajar por el Resbalón-resbaladizo?

—Sí, me vendrán muy bien —sonrió, como siempre, Cara de Luna—.Algunos de los míos ya están viejos y gastados. Como no podemosdevolvérselos a esa vieja gruñona del País de Tembleque, los usaremosnosotros.

—Me parece muy bien —aceptó Tom, y le entregó sus dos cojines. Todoshicieron lo mismo. Cara de Luna se puso muy contento. Sirvió a todos unalimonada y les ofreció unos dulces.

—Creo que nunca volveré a los países que están en la copa del ÁrbolLejano —dijo Tom, mientras se comía un caramelo que parecía que cadavez se hacía más grande.

—Yo tampoco —añadió Bessie.

—¡Ni yo! —exclamó Fanny—. Parece que nunca hay países que merezcala pena visitar. Todos son muy desagradables.

—Excepto mi país —dijo Cacharros con tristeza—. Siempre fue un lugarmuy grato.

El caramelo de Tom creció tanto que ya no podía hablar. De repente leexplotó en la boca y desapareció. Él se quedó asombrado.

—Cielos, ¿te has comido un caramelo gafe? —preguntó Cara de Luna,viendo la cara de susto que ponía Tom—. Lo siento. Toma otro.

—No, gracias —contestó Tom. Le pareció que con un caramelo gafe teníasuficiente—. Además, ya tenemos que irnos. Es tarde.

—¿Qué pasará con Cacharros ahora que ha perdido su país? —preguntóBessie, tomando un cojín amarillo y preparándose para descender por eltronco del árbol.

—De momento vivirá con el señor Cómosellama —dijo Cara de Luna—.Ay, sin darse cuenta, ha cogido un caramelo gafe. ¡Fijaos!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

 Todos miraron a Cacharros. El caramelo gafe se hizo enorme y estaba apunto de explotar. Después, desapareció de la boca. Cacharros parpadeó yse asustó tanto que todos se echaron a reír.

—¡Te has comido un caramelo gafe! —le explicó Cara de Luna.—¿Un café glassé? —preguntó Cacharros, aún más sorprendido—. ¡Madre

mía!

—¡Vamos! —se rió Bessie—. Es hora de irnos. ¡Cara de Luna, te veremosotro día! ¡Cacharros, adiós!

Salió disparada por el Resbalón-resbaladizo, dando vueltas y vueltashasta salir por láxpuertecita de abajo. La siguió Fanny y después Tom.

La madre se asombró al verlos tan magullados.

—¿Qué os ha pasado? —preguntó, alarmada—. No os dejaré ir a tomar elté otra vez con Cacharros si regresáis a casa en estas condiciones. ¡Quésucia traéis la ropa!

 Tom estaba deseando contarle a su madre todo lo sucedido en el País de Tembleque pero estaba seguro de que ella no se lo creería, así que no dijonada y fue a cambiarse de ropa.

A la semana siguiente hubo problemas en la familia. El padre perdiódinero una noche, y la madre no consiguió mucha ropa para lavar. Notenían , pues, mucha comida que dar a sus hijos.

—¡Si tan sólo tuviéramos unas gallinas! —se lamentó la madre—. Por lomenos tendríamos huevos. Y con una cabra tendríamos leche.

—Lo que necesito es una pala nueva para la huerta — dijo el padre—. Lamía se rompió ayer y ya no puedo trabajar. Tenemos que cultivar todas lasverduras que podamos, porque no tenemos dinero para comprarlas.

Para colmo de males, el padre se enfadó al ver que los niños se habíanestropeado la ropa cuando fueron a tomar el té a casa de Cacharros.

—Si cuidáis vuestra ropa de esa manera, no tendréis más remedio quequedaros en casa, sin salir —les reprendió.

Los niños se entristecieron. Bessie remendó la ropa lo mejor que pudo.Pasaron dos semanas y ni siquiera tuvieron dos horas libres para ir a visitara Cara de Luna.

—Pensará que nos ha pasado algo —dijo Fanny.

Así era. Estuvo esperándolos día y noche. Él y Seditas estabanpreocupados.

—Vamos a enviar al búho con una nota para decirles a los chicos quevengan enseguida —propuso Seditas. Bajó al agujero en el Árbol Lejano,donde vivía el búho. Llamó a la puerta y éste la abrió con el pico.

—¿Qué quieres? —preguntó con voz ronca.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Oh, búho, ¿podrías llevarle esta nota a los chicos que viven en la casitaque está al lado del bosque? —preguntó Seditas con una voz muy dulce—.Saldrás a cazar esta noche, ¿verdad?

—Sí —contestó el búho agarrando la nota con una de sus enormes patas—. Se la llevaré.

 Tiró de la puerta al salir y echó a volar con sus enormes alas de colorcrema. Voló en silencio hacia la casita de los chicos, que estaban acostados,durmiendo.

El búho se posó sobre un árbol que daba a la ventana y comenzó a ulular.Los niños se despertaron de un sobresalto.

—¿Qué pasa? —se asustó Bessie.

 Tom entró en la habitación de las chicas.

—¿Habéis oído eso? —preguntó—. ¿Qué será?

El búho ululó de nuevo. No era muy agradable. Los chicos tenían miedo,pero Tom se armó de valor y se acercó a la ventana.

—¿Hay algún herido? —preguntó.

—«¡Buuuuuuuuu!» —ululó el búho. Tom casi se cae de la ventana, delsusto. El búho extendió sus alas y voló hacia donde se encontraba Tom.Dejó caer la nota, ululó otra vez, y se fue volando para cazar ratas yratones.

—¡Era un búho! —exclamó Tom—. ¡Ha dejado una nota! ¡Rápido,encended una vela para ver lo que dice!

Encendieron la vela y todos se acercaron para leer la nota. 1

Queridos Tom, Bessie y Fanny:

¿Por qué no habéis venido a vernos? ¿Estáis enfadados? Por favor, venidpronto. Hay un país maravilloso en la copa del árbol. Es el País de TomaLoquequieras. Si quieres algo, lo puedes conseguir allí gratis. Por lo que másqueráis, venid para que vayamos todos juntos. Saludos.

Cara de Luna y Seditas

—¡Qué bien! —suspiró Fanny—. ¡El País de Toma Loquequieras! A mí megustaría conseguir gallinas.

—¡Y a mí una cabra! —añadió Bessie.

—¡Y a mí me gustaría una pala para papá! —se le ocurrió a Tom. Peroentonces se entristeció y dijo—: Yo había decidido no volver jamás a visitaresos países extraños. Uno nunca sabe lo que puede suceder. Será mejorque no vayamos.

—¡Oh, Tom! —exclamó Bessie—. ¡Vamos! Si hay un país agradable, seríabueno aprovechar la oportunidad.

—¡Ssssh! ¡Vas a despertar a mamá! —le indicó Tom—. A ver qué pasamañana. Si nos dan tiempo libre, iremos a preguntarle a Cara de Luna si en

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

ese país no corremos ningún riesgo. Ahora será mejor que volvamos a lacama y nos durmamos.

Pero no lograron conciliar el sueño. No hacían más que pensar en el País

de Toma Loquequieras. ¿Podrían visitarlo al día siguiente?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El país de Toma LoquequierasEl país de Toma Loquequieras

Al día siguiente hacía un tiempo espléndido. Los chicos ayudaron a sumadre a limpiar toda la casa, y Tom trajo, con mucho orgullo, unosguisantes y lechugas de a huerta que él mismo había sembrado. Su madrese uso muy contenta.

—Si os apetece, podéis iros de excursión después de comer. Os habéisportado muy bien hoy.

Los niños se miraron unos a otros llenos de alegría. Era justo lo quedeseaban! ¡Qué bien!

—¡Vamos! —susurró Tom—. ¡No perdamos tiempo!

—¿Llevamos merienda? —preguntó Bessie.

—Creo que podremos conseguir la merienda en el País de TomaLoquequieras —sonrió Tom.

Le dijeron adiós a su madre con la mano y se fueron al BosqueEncantado. Como siempre, los árboles no dejaban de susurrar:

—«¡ Uich-uich-uich!».

Echaron a correr entre los arbustos hasta llegar al Árbol Lejano, ysubieron rápidamente. Al pasar junto a la ventana del duende Furioso, Tomse asomó, pero se arrepintió ya que el duende Furioso se dio cuenta y levolcó en la cabeza una olla de sopa.

—¡Ay! —Tom se miró entristecido la camisa empapada de sopa—. ¡Eresun duende malvado!

El duende Furioso, muerto de risa, cerró la ventana de golpe.—¡Uff, Tom, hueles a cebollas! —Bessie arrugó la nariz—. Espero que ese

olor se vaya pronto.

 Tom se limpió con el pañuelo. Se propuso vengarse algún día del duendeFurioso.

—¡Vamos! —Fanny estaba impaciente—. A este paso no vamos a llegarnunca.

Pasaron por la puerta del búho y lo vieron dentro, profundamentedormido. Llegaron a la puerta amarilla de Seditas, pero no estaba en casa.Había una nota sobre la puerta que decía: «HE SALIDO. VOLVERÉ PRONTO».

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Debe estar con Cara de Luna —dijo Tom—. Tened cuidado con el aguade la señora Lavarropas.

Poco después cayó una catarata de agua jabonosa. Fanny gritó y se

agachó, y lo mismo hizo Bessie, pero el pobre Tom se empapó la camisa.—No te preocupes —se rió Fanny—. Así te limpiará un poco la sopa de

cebolla.

Siguieron subiendo y llegaron adonde estaba el señor Cómosellama.Como de costumbre, estaba sobre su hamaca, profundamente dormido, conla boca abierta. A su lado, durmiendo también, estaba Cacharros. Noparecía que estuviera muy cómodo, debido a sus cazos y cacerolas.

—No lo despertéis —dijo Tom en voz baja—. Será mejor que no nosdetengamos ni hablemos.

Pasaron silenciosamente pero, cuando llegaron a la siguiente rama,Cacharros se despertó. Se puso a olfatear, y golpeó al señor Cómosellama.

—¿Qué sucede? —se asustó su amigo.

—¿No hueles a cebolla? —preguntó Cacharros—. Yo sí huelo. ¿Le estaránsaliendo cebollas al Árbol Lejano? A mí me encanta la sopa de cebolla.

Los niños se rieron tanto que se les saltaron las lágrimas.

—Es la sopa de cebolla de tu camisa la que ha olido Cacharros —dijoBessie—. ¡Cielos! A lo mejor se pasan toda la tarde buscando cebollas en elÁrbol Lejano.

Dejaron atrás a los dos graciosos hombrecillos y siguieron subiendo. Seempaparon con el segundo cubo de agua que lanzó la señora Lavarropas.Estaba lavando mucha ropa ese día, y vació la pila justo cuando los treschicos pasaban por debajo.

«Slich-sloch-slich-sloch», los mojó a todos de arriba abajo. Ellos gritaron ala vez que se sacudían como los perros.

—¡Rápido! —susurró Tom—. Vamos a casa de Cara de Luna. Él nosprestará unas toallas. ¡Esto es horrible! Al fin llegaron a la casa de Cara deLuna. Este y Seditas corrieron a abrazarlos pero, al verlos tan empapados,

se detuvieron.—¿Está lloviendo? —se extrañó Cara de Luna.

—¿Os habéis bañado con la ropa puesta? —preguntó Seditas.

—No. Como siempre, ha sido la colada de la señora Lavarropas —se quejó Tom—. Pudimos esquivar el primer cubo pero no el segundo, que nos cogióde lleno. ¿Nos prestas unas toallas?

Cara de Luna sonrió y sacó unas toallas de su armario. Mientras los chicosse secaban, les habló sobre el País de Toma Loquequieras.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Es un país maravilloso. Puedes andar por donde quieras y tomar lo quete apetezca, sin pagar nada. Todo el que tiene la oportunidad, lo visita.¿Queréis acompañarnos?

—Pero ¿seguro que no existe ningún riesgo? —preguntó Tom mientras sesecaba el pelo.

—Bueno, sí —aclaró Seditas—. Sólo tenemos que tener cuidado de nopermanecer demasiado tiempo allí, por si acaso se va del Árbol Lejano, yaque no podríamos volver a bajar. Pero Cara de Luna dice que se quedará enla escalera y nos silbará si ve alguna señal de que el país se aleja.

—Muy bien —dijo Tom—. Hay muchas cosas que queremos obtener. ¿Nosvamos?

Subieron todos a la última rama donde estaba la enorme nube blanca.

Como siempre, la escalera conducía, a través del agujero, al país que habíaarriba. Cada uno subió hasta llegar al país extraño que estaba sobre lanube.

Era muy raro. Estaba lleno de gente y apenas se podía andar por allí.Había animales de todas las especies caminando de un lado a otro; bolsas ymostradores por todos lados, con frutas y verduras exquisitas; y hasta habíamuebles, para el que quisiera llevárselos.

—¡Cielos! —se asombró Tom—. ¿Podemos tomar todo lo que queramos?

—¡Cualquier cosa! —contestó Cara de Luna sentándose en la escaleradentro de la nube—. ¡Mirad aquellos gnomos! ¡Se están llevando todo el oroque encuentran!

Los niños miraron hacia donde señalaba Cara de Luna. Cuatro gnomosestaban reuniendo todos los sacos de oro que encontraban a su paso. Unode ellos caminó tambaleándose hacia la escalera, cargado con los sacos, ydesapareció al bajar al Árbol Lejano. Había hadas que buscaban vestidos,abrigos, zapatos, pájaros cantores, retratos, y otras muchas cosas. Encuanto encontraban lo que deseaban, echaban a correr, muy contentas,hacia la escalera. Cara de Luna disfrutaba mirándolo.

—Tom, ¿quieres un león gordo? —preguntó Seditas al pasar un león

inmenso, que le lamió la mano.—No, muchas gracias —contestó él inmediatamente.

—¿Y una jirafa? —insistió Seditas—. Creo que son buenas mascotas.

—Me parece que estás equivocada —sonrió Bessie, mientras una jirafaalta pasaba a su lado galopando como si fuera un caballo de balancín—.Nadie que esté en sus cabales tendría una jirafa de mascota.

—¡Oh, mirad! —exclamó Fanny, al llegar a un local donde habíainnumerables y maravillosos relojes—. ¿Llevamos un reloj a casa?

—No, gracias —dijo Tom—. Ya sabemos lo que queremos llevar, y no nos

llevaremos ninguna otra cosa.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Yo sí quiero un reloj —intervino Seditas, y tomó un reloj pequeño quetenía una cara sonriente. Sus dos piernas patalearon cuando Seditas loagarró.

—¡Quiere caminar! —gritó Bessie, entusiasmada—. Oh, Seditas, déjaleandar un ratito. ¡Nunca he visto un reloj que ande!

Seditas colocó el reloj sobre el suelo y éste echó a andar tras ellos sobresus enormes pies planos. Los chicos lo encontraron muy gracioso. Seditasestaba muy contenta con su nuevo reloj.

—Es lo que siempre he deseado —suspiró—. Lo pondré en mi habitación.

—Seditas, ¿piensas que se va a quedar allí? —preguntó Bessie—. Sepondrá a dar vueltas y a mirar todo lo que haces. Y si no le caes simpática,te abandonará.

—«Ding-dong-ding-dong» —sonó de repente el reloj, haciendo que todosdieran un salto. Se detuvo mientras sonaban las campanadas, pero luegoechó a correr detrás de los chicos y Seditas. Era un reloj simpatiquísimo.

—Ahora debemos buscar lo que necesitamos —propuso Tom—. Bessie,¿aquello son gallinas?

—¡Sí! —gritó Bessie—. ¡Qué bien! Este país es maravilloso. Cuánto mealegro de haber venido. Qué divertido será conseguir todo lo que deseamos.¿Qué dirá mamá cuando nos vea llegar a casa con tantas cosas?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cara de Luna no cumple su palabraCara de Luna no cumple su palabra

Los chicos se acercaron hacia donde estaban las gallinas que había visto Tom. Eran unas gallinas muy bonitas, con un color muy peculiar. Las alaseran de color verde pálido mientras que todo el cuerpo era de un amarillointenso. Tenían una voz aguda, y eran muy cariñosas. Se frotaron contra las

piernas de los niños como si fueran gatos.—¿Crees que a mamá le gustarán las gallinas de este color? —preguntó

 Tom, no muy convencido.

—Me imagino que sí —contestó Bessie—. A mí me parecen bonitas.¿Ponen huevos?

Inmediatamente una de las gallinas puso un huevo. Era grande y de colorblanco. Bessie se quedó muy satisfecha.

—Ya lo ves. Mamá se pondrá muy contenta si ponen huevos tan grandescomo éste. ¿Cuántas gallinas hay? ¡Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete!Me pregunto cómo las llevaremos.

—Te seguirán —dijo Seditas—. Harán lo mismo quemi reloj. Decidles quelas queréis y se irán detrás de vosotros.

—Gallinas, queremos que vengáis con nosotros —dijo Tom, y las sietegallinas de alas verdes se les acercaron y se pusieron en fila para ir trasellos. Era muy gracioso.

—Ya hemos encontrado las gallinas —suspiró Bessie—. Ahora sólo nosfalta la cabra y la pala.

Siguieron caminando, fijándose en todo lo que había. No importaba lo quequisiera una persona. Allí había de todo: barcos, toda clase de perros,cestas, anillos, juguetes y hasta cosas tan pequeñas como un dedal.

—¡Es el país más extraño que jamás he visto! —exclamó Tom.

—A nosotros también se nos ve raros —se rió Fanny, mientras miraba lassiete gallinas y el gran reloj caminando tras ellos—. ¡Oh, mirad, nunca hevisto una cabra tan blanca, tan bonita como ésa! ¿Nos la llevamos?

Cerca de ellos estaba una linda cabrita, de color blanco, con ojos marrónclaro y orejas puntiagudas. Era como una cabra normal, excepto por los dospuntos azules que tenía junto a la cola.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Encontraremos a alguien que nos ayude —comentó Cara de Lunaentristecido, y fueron a buscar, junto con las gallinas, la cabra y el reloj, quedaba cuatro campanadas todo el tiempo y ninguno sabía por qué.

Pero descubrieron algo curioso. Ya no había nadie en el País de TomaLoquequieras. Todos los gnomos, duendecillos, duendes y elfos se habíanido.

—Seguramente se dieron cuenta de que el país se marchaba —gimióCara de Luna—. Y todos bajaron por la escalera a tiempo. Ay, ¿por qué mehabré alejado?

Caminaron por todo el país, que en realidad no era muy grande, peroestaba lleno de cosas y animales.

—¡No sé qué podemos hacer! —suspiró Seditas— Es cierto que aquí 

tenemos todo lo que deseamos, y no nos moriremos de hambre, ¡pero no esel lugar en donde quiero vivir para siempre!

Recorrieron todos los lugares, y de pronto se encontraron con algo que nohabían visto antes. ¡Era un avión grande y reluciente!

—¡Ooooh! —exclamó Tom, con los ojos brillantes—. ¡Cuánto me gustaríapilotar un avión! Cara de Luna, ¿tú sabes pilotar?

Cara de Luna sacudió la cabeza, y también Seditas.

—Entonces no nos servirá para nada —se lamentó Tom—. Pensé quepodríamos irnos volando de este país en el avión.

Se subió al avión para verlo. Tenía cinco palancas. En una de las palancasdecía «PARA ARRIBA». Otra tenía una etiqueta que decía «PARA ABAJO». Latercera decía «DERECHO», y la cuarta y la quinta decían «A LA DERECHA» y«A LA IZQUIERDA», respectivamente.

 Tom estaba asombrado.

—Creo que podré pilotar este avión. ¡Sí, creo que puedo! Parece fácil.

—No, Tom, no lo hagas —le avisó Bessie. Pero Tom ya había accionado lapalanca que decía «PARA ARRIBA» y antes de que pudieran decir otrapalabra, el reluciente avión se había elevado en el aire con Tom, dejando a

los otros en tierra, mirando boquiabiertos.—¡Tom se ha ido! —Fanny rompió a llorar.

El avión ganó altura. Cuando Tom presionó la palanca que decía «A LADERECHA» describió un círculo y al accionar la tercera palanca voló en línearecta. Luego, al presionar la palanca que decía «PARA ABAJO», voló en esadirección. ¡Era muy fácil!

 Tom aterrizó perfectamente, cerca de donde se encontraban los otros. Todos se acercaron entre gritos y risotadas.

—¡Tom! ¡Tom! ¿Lo has pilotado tú solo?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Me habéis visto? —sonrió él con orgullo—. Es muy fácil. Subid todos.Nos iremos volando. Tal vez lleguemos a algún lugar que conozca Cara deLuna.

 Todos aceptaron. Bessie puso las siete gallinas, que estaban cacareando,en la parte de atrás del avión, y puso la cabra sobre sus rodillas, y la palaen el suelo. El reloj no hacía más que estorbar porque no se quedaba quietoen ningún sitio, sino que se subía sobre los pies de todos para mirar por lasventanillas. Seditas se arrepintió de haberlo llevado.

—¿Listos? —preguntó Tom, presionando la palanca que decía «PARAARRIBA». Y hacia arriba fueron. Era una sensación maravillosa. Todosestaban disfrutando mucho.

El reloj de Seditas también estaba muy contento. Dio veintinuevecampanadas seguidas.

—Si no te tranquilizas, no te daré cuerda esta noche —le amenazóSeditas. El reloj se calmó inmediatamente. Se sentó en un rincón y no volvióa sonar.

—Me pregunto adonde vamos —dijo Bessie. Pero nadie lo sabía.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

En la escuela de doña BofetadaEn la escuela de doña Bofetada

 Tom pilotó muy bien el avión. En cuanto alcanzaron la altura necesaria,accionó la palanca que decía «DERECHO», y el reluciente avión voló enlínea recta.

Los chicos se inclinaron hacia un lado para ver por dónde volaban. Prontodejaron atrás el País de Toma Loquequieras, y llegaron a un país extraño ydesolado donde no había árboles ni césped, y ni siquiera una casa.

—Ése es el País de la Soledad —dijo Cara de Luna nada más verlo—. Tom,no aterrices allí. Sigue volando.

 Tom obedeció y, al llegar a un monte enorme, tuvo que presionar lapalanca que decía «PARA ARRIBA», para no estrellarse. Era muy divertido.

 Tom no sabía que fuera tan fácil pilotar un avión.

La pequeña cabra blanca que Bessie llevaba en las rodillas valía su pesoen oro. De vez en cuando lamía la mejilla de Bessie como si fuera un perro.Las gallinas se quedaron quietas, y el reloj, muy a su pesar, permanecióinmóvil.

El avión voló sobre un país con enormes castillos y torres.

—¡Ése es el País de los Gigantes! —señaló Seditas, mirando asombradalos enormes edificios. ¡Espero que no aterrices allí!

—¡Claro que no! —se rió Tom, y presionó aún más la palanca que decía«DERECHO». El avión voló como un pájaro, recto y más rápido.

 Todos tenían el pelo hacia atrás y la melena de Seditas parecía una esteladorada, flotando al viento. Pasaron sobre el País de los Pirulíes, y despuéssobre el País de los Fracasos. Entonces el avión empezó a hacer un ruidoextraño.

—¡Escuchad! —se alarmó Tom—. ¿Qué sucede?

—Creo que el avión se ha cansado —comentó Cara de Luna—. Suenacomo si necesitara recuperar el aliento.

—Cara de Luna, no seas tonto —se rió Tom—. Los aviones no necesitanrespirar.

—Éste sí —afirmó Cara de Luna, muy convencido—. ¿No oyes cómo jadea?

Verdaderamente parecía que el avión estaba jadeando:

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—«Aj-jaj-aj-jaj-aj-jaj».

—¿Bajamos para que descanse? —preguntó Tom.

—Sí —contestó Cara de Luna, mirando hacia abajo—. No parece un lugarpeligroso. No sé qué país será, pero no observo nada raro. Abajo hay unacasa muy grande, de color verde, con un jardín enorme. Tom, tal vezpuedas aterrizar sobre el césped. Así no nos daremos un golpe.

—Está bien —dijo Tom, y presionó la palanca que decía «PARA ABAJO».Bajaron suavemente. ¡Pum! tocaron el césped y rodaron sobre las ruedasgrandes del avión. Cuando se detuvo, todos saltaron a tierra, contentos depoder estirar las piernas.

—Descansaremos diez minutos para que el avión se recupere y continuarel viaje —Cara de Luna lo acarició.

—¿Dónde estaremos? —Seditas, intrigada, miró en derredor suyo.Cara de Luna miró hacia lo lejos la casa grande de color verde, y arrugó

la nariz.

—¡Huy! —exclamó—. ¡Yo sé de quién es esa casa! Es una escuela, laescuela de doña Bofetada. Allí envían a todos los duendes, gnomos y hadasmal educados, para que se corrijan. Esperemos que doña Bofetada no nosvea.

 Todos miraron nerviosos, cuando de pronto apareció por el camino unamujer alta y vieja, con enormes gafas sobre su larga nariz y un sombrero

blanco en la cabeza. Cara de Luna echó a correr hacia el avión.—¡Venid rápido! —gritó—. ¡Es doña Bofetada!

Pero la vieja llegó hasta donde estaban antes de que pudieran escaparse.

—¡Ah! —gritó—. ¡Conque ha llegado otro grupo de personas malcriadaspara que las corrija! ¿No es así? Vamos, seguidme.

—No, no hemos venido para eso —se apresuró a decir Tom—. Hemosaterrizado aquí para que descanse nuestro avión. Vamos camino de nuestracasa.

—¡Qué chico tan malo! ¿Cómo te atreves a decir esas mentiras? —gritódoña Bofetada, fuera de sí, y le dio tal bofetada al pobre Tom que éste saltópor los aires y se puso rojo—. Venid todos conmigo inmediatamente.

No tenían otra alternativa. Tom, Bessie, Fanny, Cara de Luna , Seditas, lacabra blanca y las siete gallinas siguieron, cabizbajos, a doña Bofetada. Elreloj no pudo caminar, así que Seditas tuvo que cargar con él.

 Tenían muchísima hambre. Tom le agarró tímidamente de la manga de lacamisa a doña Bofetada.

—Por favor, ¿podría darnos algo de comer? —preguntó a media voz.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—La merienda estará lista en unos minutos —contestó secamente doñaBofetada—. ¡Poneos derechos! ¡Niña, no agaches la cabeza! —gritó, y le dioa la pobre Fanny un golpe en la espalda para que se pusiera derecha.

Doña Bofetada era una persona muy desagradable. ¡Qué mala suertehaber aterrizado en su jardín!

Pero todos se animaron un poco con la idea de la merienda. DoñaBofetada los condujo a un salón grande, lleno de duendecillos y otrospersonajes mágicos. Todos estaban sentados en mesas de madera,ordenadas en filas, pero se pusieron en pie en cuanto entró doña Bofetada.

—Sentaos ahí —ordenó doña Bofetada, señalando una mesa vacía. Loschicos, Cara de Luna, Seditas, la cabra y las gallinas se sentaron. Colocaronel reloj en un extremo. Se le veía muy triste. Los chicos miraron la mesa.¡Ah! ¡Qué panes más deliciosos, qué galletas tan apetitosas, qué jarras delimonada más grandes!

Doña Bofetada observó a todos los alumnos, que estaban en pie. Fruncióel ceño.

—¡Centella, ven aquí! —ordenó con voz autoritaria. Se le acercó unduendecillo.

—¿No te he dicho que te peines antes de venir a comer? —doña Bofetadale dio una fuerte bofetada al duendecillo. Centella rompió a llorar—.¡Garabato!, ¿por qué has venido con la camisa rota? —continuó doñaBofetada—. Ven aquí, Garabato.

Garabato se acercó y ella le dio una tremenda bofetada. Bessie y Fannyse estaban poniendo nerviosas. Esperaban que su cabello, manos y vestidosestuvieran limpios.

—¡Sentaos! —gritó doña Bofetada, y todos obedecieron al instante.

—¿Queréis un panecillo? —Tom le pasó a Bessie y a Fanny un plato dedeliciosos panecillos, con mermelada en el centro.

¡Qué sorpresa se llevaron! ¡Al poner los panecillos en los platos, sevolvían duros y rancios! Ninguno se atrevía a decir nada. Vieron que lomismo les sucedía a todos los que estaban en la habitación, menos a doña

Bofetada, que disfrutó de una merienda suculenta, a base de panecillos,galletas y tarta con pasas.

La limonada se convertía en agua en cuanto se la servían. Era muydecepcionante. Mientras comían, un sirviente, que era un gnomo, entró yanunció que había alguien que deseaba hablar con doña Bofetada. Éstasalió del comedor.

Entonces los chicos descubrieron que los alumnos de aquella escuelaeran muy revoltosos. Se acercaron a ellos para pellizcarlos y golpearlos. Lesdijeron cosas tan desagradables que Fanny rompió a llorar.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Con tanto alboroto, no oyeron que venía doña Bofetada. ¡Cómo seenfadó! Dio palmadas y todos se asustaron tanto que comenzaron atemblar.

—¿Qué sucede aquí? —gritó enfurecida—. ¡Poneos en fila! ¡Marchaddelante de mí, rápido!

Los chicos se quedaron atónitos al ver que, conforme iban pasando enfila, cada uno recibía una bofetada, pero, cuando les tocó el turno a ellos,doña Bofetada no les pegó porque sabía que los otros los habían molestado.Sintieron un gran alivio.

—Id a las aulas —gritó doña Bofetada cuando ya había pasado toda lafila. Así que todos fueron a las aulas y se sentaron en sus puestos, inclusolas pequeñas gallinas de alas verdes.

—Ahora, por favor, contestad a las preguntas que hay en la pizarra —señaló doña Bofetada—. Todos tenéis papel y lápiz. El que se equivoque ensus respuestas, lo lamentará, os lo aseguro.

 Tom leyó las preguntas de la pizarra y se las comentó a los demás, llenode asombro.

—Si quitas tres orugas de un arbusto, ¿cuántas grosellas quedarán?¿Cuánto sobra si se pone un litro de leche con medio kilo de lentejas? Si untren va a seis kilómetros por hora y tiene que pasar debajo de cuatrotúneles, ¿qué cenará la madre del vigilante el domingo?

 Todos se quedaron mirando a la pizarra, desesperados. ¿Qué significabanesas preguntas? No tenían sentido.

—No las puedo contestar —dijo Cara de Luna en voz alta, y tiró el lápiz.

—¡Son tonterías! —añadió Tom, y también tiró el lápiz. Las chicastambién hicieron lo mismo, y rompieron el papel. Todos los duendes losmiraron, aterrados.

—¡Cómo! —exclamó furiosa doña Bofetada, que de repente pareciómucho más grande de lo que era—. ¡Seguidme si es eso lo que pensáis!

Ninguno quería ir, pero no tenían más remedio, porque, sin saber por

qué, sus piernas caminaban hacia donde estaba doña Bofetada. Ésta loscondujo hasta una pequeña habitación y los empujó dentro. Después cerróla puerta de golpe y echó el cerrojo.

—Permaneceréis aquí tres horas, y después regresaré para ver si oshabéis arrepentido —gritó.

—Esto está muy mal —dijo Tom, muy triste—. Ella no tiene ningúnderecho a encerrarnos de esta manera. No somos alumnos de esta escuelatan estúpida. No hemos sido groseros. Hemos aterrizado aquí de casualidad.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Seditas, echándose el pelo haciaatrás—. Por lo visto, tenemos que permanecer aquí tres horas, y después

pedir perdón y recibir una bofetada. ¡Qué desagradable!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

 Todos estaban muy molestos. Se sentaron en el suelo, muy compungidos.¡Si se pudieran escapar de la horrible escuela de doña Bofetada!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El astuto reloj de SeditasEl astuto reloj de Seditas

 Tom se sentó al lado de Cara de Luna mientras Sedi-tas, Bessie y Fannycharlaban. La cabra blanca se recostó sobre las rodillas de Bessie y sedurmió. Las siete gallinas trataron de escarbar el duro suelo y cacareabansuavemente.

—¿Dónde está mi reloj? —preguntó de repente Sedi-tas.

 Todos lo buscaron por la habitación. No estaba allí.

—Se habrá quedado en el aula —dijo Tom—. No te preocupes, Seditas. Lovolverás a tener si logramos salir de aquí en tres horas.

—Esperemos que así sea —suspiró Seditas—. Es un buen reloj, y megusta porque tiene pies para caminar.

—Ha tenido suerte de que no lo encerraran como a nosotros —comentó Tom con tristeza—. Si hubiera ventana en esta ridícula habitación redonda,

la romperíamos para escaparnos de aquí. Pero ni siquiera la hay.—Tampoco tiene chimenea —observó Cara de Luna—. Si la hubiera,

podríamos subir por ella. ¡Escuchad! —dijo de repente—. ¡Alguien llama a lapuerta!

 Todos guardaron silencio. Sí, había alguien fuera, llamando suavemente ala puerta.

—Entra, si puedes —susurró Cara de Luna—. Mira a ver si la llave estápuesta.

—¿Quién está ahí? —preguntó Seditas.

—«¡Ding-dong-ding-dong!» —sonó el reloj suavemente.—¡Es mi reloj! —exclamó emocionada Seditas—. ¡Ha venido para

acompañarnos!

—¡Qué bien! —Cara de Luna se puso rojo de la alegría—. Seditas, dile a tureloj que procure conseguir la llave para que podamos salir de aquí.

—Me temo que no va a ser posible —contestó Seditas—. Observé quedoña Bofetada llevaba todas las llaves en una cuerda atada a la cintura. Elreloj no podrá quitarle la llave.

—Claro —reconoció Cara de Luna, entristecido. Todos se pusieron apensar.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—«¡Ding-dong-ding-dong!» —volvió a sonar el reloj desde fuera.

—Escucha, reloj, si sigues llamando así, vas a poner las cosas peor de loque están —dijo Tom—. Nos han encerrado en esta habitación y no tenemos

la llave para salir.—«¡Dong!» —sonó el reloj con tristeza. Entonces dio un «ding», muy

alegre, y empezó a danzar sobre sus enormes pies.

—¿Pero qué estás haciendo? —protestó Seditas.

—Se estará calentando los pies —se rió Fanny.

Sin embargo, lo que el reloj estaba haciendo era sacudirse para que lallave de la cuerda se cayera. Al fin lo logró. ¡Clone! La llave cayó al suelo.

—¿Qué hace? —preguntó Tom a Seditas—. Creo que este reloj se ha

vuelto loco.Pero el reloj no sólo no estaba loco sino que era muy astuto. Le dio una

patada a la llave, que se deslizó por debajo de la puerta.

—¡Ahí va! —se asombró Cara de Luna—. El reloj se ha quitado la llave, yha conseguido que pasara por debajo de la puerta. ¡Qué reloj tansensacional!

 Tom recogió la llave.

—A lo mejor sirve para abrir esta puerta —dijo, y la introdujo en lacerradura. Estuvo a punto de abrir pero no llegó a conseguirlo. Tom se llevó

una gran desilusión.Sin embargo, Cara de Luna sonrió. Tomó la llave y la frotó con un poco de

polvo mágico que llevaba dentro de una cajita, en el bolsillo.

—Inténtalo de nuevo —dijo. Tom introdujo una vez más la llave en lacerradura y entonces giró sin dificultad. La puerta se abrió.

Enseguida salieron de la habitación sin hacer ruido. Tom se guardó lallave. Seditas abrazó al reloj y éste dio un fuerte «ding-dong» de alegría.

—¡Sssh! —le avisó Seditas—. ¡No hagas ruido!

—Hay que buscar nuestro avión —propuso Tom—. Vamos a salir al jardín.Seguro que está donde lo dejamos.

Bajaron de puntillas por un largo pasillo pero, cuando llegaron al final,vieron acercarse a doña Bofetada.

—¡Rápido! ¡Escondeos detrás de estas cortinas! —susurró Tom. Todos seescondieron, pero doña Bofetada había escuchado un ruido y se acercó alas cortinas. Justo cuando las iba a abrir, salió el reloj de Seditas:

—«¡Ding-dong!» —sonó junto al oído de doña Bofetada, y luego le dio unpisotón.

Doña Bofetada gritó furiosa y le dio al reloj una bofetada. Entonces élechó a correr por el pasillo, seguido de doña Bofetada, que le perseguíallena de cólera.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Qué reloj tan estupendo! —exclamó Seditas contenta—. Fue muyoportuno al hacer ding-dong justo a tiempo. Un minuto más tarde, y doñaBofetada nos hubiera descubierto.

—Vamos —dijo Cara de Luna, asomándose por entre las cortinas—.Debemos salir al jardín ahora, mientras doña Bofetada está lejos de nuestrocamino.

Atravesaron de puntillas un cuarto largo hasta llegar a una puerta queconducía al jardín. Cuando Tom iba a abrirla, Cara de Luna los empujórápidamente hacia el cuarto.

—¡Rápido, que viene doña Bofetada! —susurró—. ¡Rápido! ¡Escondeosdetrás de los muebles!

 Todos se ocultaron a la velocidad del rayo, mientras doña Bofetada abría

la puerta.—¡Espera a que atrape a ese reloj! —murmuraba fuera de sí.

En ese momento el reloj entró corriendo sobre sus pies planos y le dijo«ding-dong» descaradamente. Doña Bofetada se agarró la falda y echó acorrer tras él por toda la habitación y el pasillo. Los niños, Cara de Luna,Seditas, las gallinas y la cabra se dirigieron a la puerta y salieron corriendohacia el jardín.

—¡Rápido, buscad el avión! —exclamó Tom, y todos miraron por todaspartes.

—¡Ahí está! —gritó por fin Cara de Luna señalando el avión, que estabasobre el césped. Todos se apresuraron a subir.

—No me gustaría dejar mi reloj —dijo Seditas—. Se ha portado tan bien...¿Dónde estará?

—¡Mirad! ¡Allí está. Doña bofetada lo está persiguiendo! —exclamó Tom.Vieron al reloj salir de detrás de un arbusto y echar a correr, con doñaBofetada tras él, jadeando y con la cara congestionada.

El reloj se escondió detrás de otro arbusto. Doña Bofetada tropezó conuna piedra y se cayó. Entonces el reloj salió disparado hacia el avión, y

Seditas le ayudó a subir. Se sentó en una esquina, y dio sesenta y trescampanadas.

Esta vez a nadie le importó. El reloj era ahora un héroe para todos.

Dona Bofetada se levantó y corrió hacia el avión, pero Tom rápidamentepresionó la palanca que decía «HACIA ARRIBA». La hélice comenzó a girar.El avión tembló y se elevó suavemente en el aire, dejando allí plantada a lavieja, que gritaba cada vez más furiosa.

—¡Conteste a esta pregunta! —gritó Cara de Luna asomándose por laventanilla—. Si cinco personas, siete gallinas, una cabra y un reloj suben aun avión, ¿de cuántas bofetadas se librarán?

 Todos se echaron a reír.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Por favor, mira a ver dónde aterrizas ahora —dijo Bessie—. Tenemosque volver pronto a casa.

—Creo que sé dónde estamos —comentó Cara de Luna mientras volaban

sobre un curioso país de árboles amarillos y césped de color rosa—. Vuelarecto hasta que llegues a una torre plateada, gira a la derecha hasta quepases por el País de las Gaviotas, y enseguida a la izquierda sobre elBosque de los Tres Osos, y así llegaremos a casa.

—¡Perfecto! —contestó Tom. Buscó la torre plateada, y cuando la vio, altay reluciente, presionó la manivela que decía «A LA DERECHA», y voló hastallegar al País de las Gaviotas. Era fácil reconocerlo, porque por todos lados,volando sobre alas blancas como la nieve, había cientos de magníficasgaviotas. El avión tuvo que volar lentamente para atravesar las numerosasbandadas. Tom voló hacia la izquierda, y pronto llegaron al Bosque de los

 Tres Osos, y vieron la casita cubierta de rosas donde vivían Ricitos de Oro ylos osos.

—¡Qué bien! ¡No tardaremos mucho en llegar a casa! —se alegró Tom.Siguió volando hasta llegar al Bosque Encantado, y aterrizó en un campocercano. Todos se bajaron.

—Ha sido una aventura muy emocionante —suspiró Fanny—. ¡Peroespero no ver nunca más a doña Bofetada!

—¡Eh, cuidado con el reloj! —gritó Bessie—. Está intentando bajarse delavión y se va'a caer.

—«¡Dong, dong, dong, dong!» —sonó el reloj mientras bajaba al suelo.—Tenemos que darnos prisa —dijo Tom recogiendo la pala—. Adiós,

Seditas. Adiós, Cara de Luna. ¡Hasta pronto! Bessie, trae la cabra; Fanny yyo llevaremos las gallinas por delante.

A Seditas y a Cara de Luna les dejaron el avión, para que hicieran lo quequisieran con él, y se dirigieron a la casa.

¡Qué asombrada se quedó la madre al ver las gallinas con alas verdes, lacabra tan blanca como la nieve y la pala para el jardín!

—Habéis ido al Bosque Encantado, ¿verdad? —sonrió satisfecha.

—¡Huy, hemos ido mucho más lejos! —dijo Tom, y era cierto, ¿no osparece?.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El ejercito de los malvados duendesEl ejercito de los malvados duendes rojosrojos

Una vez la madre les dijo a los niños que estaría fuera todo el día y que,si querían, podían invitar a Cacharros y a los demás amigos a tomar el té.

—¡Qué bien! —se alegró Tom—. Invitaremos también a Cara de Luna y aSeditas.

Bessie escribió una nota, y se la dio a la pequeña cabra blanca, para quese la llevara a Cara de Luna.

La cabra blanca era un animal maravilloso. Daba una leche deliciosa,hacía recados y, si alguna de las gallinas se perdía, la encontraba y la hacíaregresar a casa. Era muy útil.

La cabra echó a correr, con la nota en el hocico, hacia el BosqueEncantado. Llegó al Árbol Lejano y dio un balido para llamar a la ardilla roja.

Ésta salió del agujero que había en la parte de abajo del tronco.La ardilla le llevó la nota a Cara de Luna, a su casa. Cara de Luna se puso

muy contento, y dio un grito a Seditas, que subió enseguida y la leyó.

—Se lo diremos a Cacharros cuando el señor Cómosellama esté dormido—sugirió Cara de Luna—. Los niños no han invitado al señor Cómosellama,así que Cacharros tendrá que bajar con nosotros sin hacer ruido, para queno se entere.

Enviaron la respuesta con la cabrita, diciendo que llegarían a las cinco dela tarde.

Los niños estaban entusiasmados. La madre ya se había ido, y las niñaspusieron flores en los jarrones. Bessie horneó unas tartas de chocolate,Fanny hizo dulce de café con leche y Tom preparó pan con mantequilla.

—¡Qué merienda más deliciosa! —comentó Tom—. Espero que Cacharrosno esté tan sordo esta tarde.

A las cinco en punto todo estaba listo. Los niños se habían cambiado deropa y habían puesto la mesa con el pan con mantequilla, las tartas y eldulce. Bessie salió al portón para recibir a las visitas.

Pero no llegaron.

—¡Cuánto tardan! —se quejó a sus hermanos—. Me imagino queCacharros se habrá enredado con sus cacerolas.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

 Ya eran las cinco y media, y aún no había llegado nadie. Los niños sesintieron muy desilusionados.

—Tal vez Cara de Luna no entendió bien la nota, y pensó que la invitación

era para las seis —dijo Bessie—.Pero a las seis Cara de Luna, Seditas y Cacharros seguían sin aparecer.

Los niños empezaron a preocuparse.

—Espero que no les haya sucedido nada —comentó Bessie—. Con tantascosas como hemos preparado, y nadie viene.

—Esperaremos un poco más, y si no llegan, empezaremos a comer sinellos —sugirió Tom. A las siete, viendo que nadie aparecía, los niños sesentaron con tristeza a comer la merienda.

—Algo ha sucedido —dijo Tom preocupado.

—¿Pero qué les ha podido pasar? —preguntó Bessie, desconcertada—.¿Nos acercamos a ver?

—No —la interrumpió Tom—. Ahora no. Mamá regresará pronto. Tendremos que ir esta noche. Por la noche colocan la soga para que lagente suba, y así no tardaremos mucho en llegar hasta arriba.

—Tenemos que averiguar lo que les ha sucedido —dijo Bessie mientraslimpiaba la mesa—. Les llevaremos parte de la merienda.

Esa noche, cuando ya había oscurecido, los tres niños saltaron de lacama, se vistieron y salieron por la puerta trasera. Tuvieron que llevarseuna linterna, porque esa noche no había luna. Tom les iba alumbrando elcamino con ella.

Atravesaron el camino oscuro, y saltaron la zanja para entrar en elBosque Encantado. Los árboles susurraban muy fuerte esa noche:

—«¡ Uich-uich-uich!».

—¡Cómo me gustaría entender lo que dicen! —suspiró Fanny.

—Vamos —dijo Tom—. No podemos retrasarnos, Fanny. Tenemos quevolver a casa antes del amanecer.

Atravesaron el oscuro bosque. Como esa noche no había luna, loshabitantes del bosque no salieron. Los niños llegaron hasta el Árbol Lejano,y buscaron la soga.

Pero esta vez no había soga, así que tuvieron que subir como siempre,agarrándose con cuidado de las ramas porque no se veía.

Al llegar a la segunda rama, sucedió algo extraño. Alguien cogió a Tomdel hombro y lo lanzó hacia abajo. Por suerte, Tom pudo agarrarse a laúltima rama antes de darse contra el suelo.

—¿Se puede saber quién me ha empujado? —gritó furioso. Se quitó la

linterna del cinturón, e iluminó al lugar de donde lo habían empujado,mientras gritaba a Bessie y a Fanny para que no subieran.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

En las ramas más bajas del árbol había cuatro malvados duendes rojos,con orejas puntiagudas, bocas anchas y pequeños ojos perversos.

—Ahora está prohibido subir al árbol —dijo uno de los duendes—. Y

tampoco se puede bajar.—¿Por qué no? —les desafió Tom.

—¡Porque ahora este árbol es nuestro!

—¡Vuestro! ¡Tonterías! —Tom hizo una mueca—. Hemos venido paravisitar a unos amigos, que viven en el árbol. Dejadnos pasar.

—¡No! —gritaron los duendes, con una sonrisa maligna en sus enormesbocas—. ¡No podéis subir!

—Es inútil —se oyó una débil vocéenla al lado de Tom—. Los duendes

malvados han hecho prisioneros a todos los habitantes del árbol. Si subes,te empujarán hacia abajo o te harán prisionero.

 Tom enfocó con la linterna hacia abajo, y los niños vieron que era lapequeña ardilla roja, la que se encargaba de los cojines de Cara de Luna.

—¡Hola! —saludó Tom—. Por favor, cuéntanos lo que ha sucedido. ¡Nocomprendo nada de lo que está pasando!

—Es fácil de entender —suspiró la ardilla—. El País de los MalvadosDuendes Rojos llegó a la copa del Árbol Lejano. Descubrieron el agujero dela nube, e invadieron el árbol como avispas. A todos los hicieron prisioneros.Cara de Luna y los demás están encerrados en sus casas del tronco delárbol. Os diré que el señor Cómosellama y el duende Furioso casi derribanlas puertas, de la furia que tienen.

—¿Por qué los duendes los han encerrado a todos? —preguntó Bessie,intrigada.

—Porque quieren unas fórmulas mágicas que sólo conocen los habitantesdel árbol —replicó la ardilla—. Los mantendrán encerrados hasta que se lasrevelen. ¡Qué horrible!

—¡Es espantoso! —añadió Fanny—. ¿Qué podemos hacer por ellos?

—No lo sé —respondió la ardilla con tristeza—. Si pudiéramos subiradonde están, tal vez se nos ocurriera alguna estrategia. Pero los duendesmalvados no dejan subir a nadie al árbol.

—«¡Uich-uich-uich-uich!» —susurraban fuertemente los árboles.

—Presiento que los árboles quieren decirnos algo esta noche —dijo Bessiede pronto—. Siempre he tenido la sensación de que se dicen secretos, peroesta noche siento que quieren revelarnos uno.

—«¡Uich-uich-uich!» —volvieron a susurrar los árboles.

—Abrazad un árbol y poned el oído izquierdo en el tronco —les aconsejó

la ardilla—. He oído decir que ésa es la única forma de entender lo quedicen.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cada uno de los niños se dirigió a un árbol pequeño. Abrazaron lostroncos y pegaron el oído izquierdo, tal como les había recomendado laardilla. Entonces entendieron claramente el mensaje de los árboles.

—¡Ayudad a los habitantes del Árbol Lejano! —susurraron las hojas—.¡Ayudadlos!

—¿Cómo? —preguntaron los niños con ansiedad—. ¡Decidnos!

—Subid por el Resbalón-resbaladizo —les aconsejaron los árboles—.¡Entrad por la puertecita y subid!

—¡Es verdad! —exclamaron al mismo tiempo los tres niños—. ¡Claro!¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes?

—¡Sssh! —les avisó la ardilla—, que los duendes pueden oíros. ¿Qué oshan dicho los árboles?

—Que atravesemos la puertecita y subamos por el Resbalón-resbaladizo—susurró Tom—. Así podremos llegar hasta la casa de Cara de Luna. ¡Esuna idea muy ingeniosa!, ¿verdad?

—¡Vamos, no perdamos tiempo! —dijo Bessie, y los tres echaron a correrhacia el Árbol Lejano, para buscar la puertecita. ¡Qué bien! ¡Iban a correruna nueva aventura!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Una noche llena de emocionesUna noche llena de emociones

—Si tan sólo pudiéramos subir hasta la casa de Cara de Luna... —suspiró Tom mientras buscaba la puertecita.

—Me pregunto por qué Cara de Luna no ha bajado por el. Resbalón-

resbaladizo —comentó Bessie.—Probablemente habrá pensado que hay muchos duendes rojos en la

parte baja del árbol, listos para atrapar al que salga por la puertecilla —respondió Tom—, aunque no creo que sepan lo del Resbalón-resbaladizo.

Al fin encontró la puertecita y la abrió.

—Bessie, mantenía abierta mientras subo —dijo Tom, y comenzó a subir.

¡Pero qué lata, era demasiado resbaladizo! ¡No pudo subir nada! Encuanto subía un poco, se resbalaba. Tom gimió, desesperado.

—¡Déjame a mí! —Bessie lo estaba deseando. Tom salió por la puertecita

y dejó pasar a Bessie. Pero le sucedió lo mismo que a Tom. No había quiensubiera por el Resbalón-resbaladizo.

—«¡Uich-uich-uich!» —susurraron de nuevo los árboles. Bessie se acercóa uno, abrazó el tronco, y pegó el oído izquierdo.

—¡Dile a la ardilla roja que suba! —susurraron las hojas—. ¡Dile a laardilla que suba!

—¡Ardilla roja, sube tú! —le dijo Bessie inmediatamente—. ¿Podrás?

—Ya lo creo —contestó la ardilla—. Estoy acostumbrada a trepar. Pero¿de qué servirá? No tengo la suficiente astucia como para hacer planes con

Cara de Luna.—«¡Uich-uich-uich!» —los árboles susurraban cada vez más fuerte. Tom

se acercó a escuchar a uno de ellos.

—Que baje la ardilla una soga por el Resbalón-resbaladizo —aconsejó elárbol.

—¡Pues claro! —exclamó Tom, sorprendido—. ¿Cómo no se me haocurrido antes?

—Dínoslo —suplicaron las niñas, impacientes.

—Dicen que suba la ardilla por el Resbalón-resbaladizo y que le pida aCara de Luna la soga que usa para subir los cojines. Pero que, en lugar de

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

tirarla por las ramas del árbol, la baje por el Resbalón-resbaladizo.¡Entonces nosotros nos agarraremos a la soga y él nos subirá!

—¡Qué buena idea! —exclamó Bessie.

—¡Sssh! —le indicó Tom, al oír gritar a uno de los duendes malvados en elárbol—. Habla bajo, no sea que nos oigan.

—¡Los duendes malvados están bajando! —susurró Fanny alarmada—.Los estoy oyendo. ¿Qué hacemos?

—Será mejor que nos metamos por la puertecilla y nos sentemos en elextremo del Resbalón-resbaladizo sin hacer ruido —propuso Tom—. Ardilla,entra tú primero, y sube hasta arriba. ¿Sabes ya lo que tienes que hacer?

—Sí —contestó la ardilla, y desapareció por el Resbalón-resbaladizo,agarrándose con sus afiladas uñas, para no caerse. Tom empujó a Bessie y

a Fanny adentro. Después entró y cerró la puertecilla justo en el momentoen que tres duendes malvados saltaban del árbol, dispuestos a buscar portodas partes.

—¡Me ha parecido oír voces! —dijo uno de ellos.

—Bueno pero, como no les permitimos subir al árbol, no pueden hacermucho —se rió otro—. A lo mejor lo que has oído era el susurro de losárboles.

—«¡ Uich-uich-uich!»

—¿Lo ves? ¿Qué te he dicho? —dijo el duende malvado, y volvieron asubir al Árbol Lejano. Los niños se abrazaron con risitas.

—¿Habrá llegado ya la ardilla hasta arriba? —preguntó Tom.

Entonces se oyó un leve sonido por el Resbalón-resbaladizo, y de prontosintieron un roce.

—¡Ay! ¡Una culebra! —se asustó Bessie.

—¡No seas tonta! ¡Sólo es la cuerda que nos ha lanzado la pequeñaardilla! —se rió Tom—. Hay que subir de uno en uno, porque Cara de Lunano podrá con los tres a la vez.

Fanny subió primero. Resultaba muy extraño, tan oscuro y silencioso. Alfin llegó arriba. Allí estaba Cara de Luna, rojo por el esfuerzo. Había una luzencendida en la redonda y graciosa habitación. Se puso muy contento al vera Fanny. La abrazó, y después tiró la soga para que Bessie subiera. Porúltimo, subió Tom.

—No hagáis mucho ruido —dijo Cara de Luna en voz baja, mientras losacomodaba—. Los duendes malvados están vigilando todas las puertas.

—Cara de Luna, cuánto sentimos que te hayan capturado de esta forma—dijo Tom—. ¿No podrías haber descendido por el Resbalón-resbaladizo?¿Pensaste quizá que abajo habría duendes malvados?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Sí, eso mismo pensé —contestó Cara de Luna—, pero también penséque, si escapaba por el Resbalón-resbaladizo, abandonaba a todos misamigos del árbol, y no me pareció correcto.

—Es verdad —reconoció Tom—; no estaría bien que te salvaras a timismo, abandonando a los demás. Cara de Luna, ¿qué podemos hacernosotros?

—En realidad no lo sé —replicó Cara de Luna—. Lo he pensadodetenidamente, pero no se me ocurre nada que sea eficaz.

—Es una lástima que Seditas no esté aquí —se lamentó Tom—. A ella sele da muy bien hacer planes. Es muy lista.

—No hay forma de llegar a su casa —dijo Cara de Luna—. Está encerrada,igual que yo.

—¡Tom, Cara de Luna! —sonrió de pronto Fanny, con la cara roja de laemoción—. Tengo una idea.

—¿Cuál? —preguntaron los demás a coro.

—¿Por qué no baja la ardilla roja por el Resbalón-resbaladizo, sale por lapuertecilla y les lleva una nota a los duendes del bosque? —preguntó Fanny—. ¿No os acordáis de que, la primera vez que vinimos al bosque, lesayudamos y dijeron que estaban dispuestos a ayudarnos si lonecesitábamos?

—Sí pero ¿cómo podrán ayudarnos? —preguntó Cara de Luna, dudoso.

Ninguno sabía la respuesta. Pero de pronto Tom sacudió la cabeza y gritó.—¡Ssh! —le indicaron todos al mismo tiempo.

—Lo siento —se disculpó Tom—, pero al fin se me ha ocurrido un plan.¡Escuchad! La ardilla roja les dirá a los duendes que vengan, y lossubiremos con la soga. Entonces Cara de Luna gritará a los duendesmalvados que está dispuesto a decirles las fórmulas mágicas que quierensaber y, cuando abran la puerta, todos saldremos a la vez para derrotarlos.

—¡Es una excelente idea! —aplaudió Cara de Luna, mirando a Tom conadmiración.

—¡Por supuesto! —reconocieron las niñas. Tom se sentía orgulloso.—Entonces abriremos las puertas a todos los demás y ellos se unirán a

nosotros —continuó—. ¡Ya veréis qué emocionante! ¿Os imagináis lofuriosos que se pondrán el duende Furioso y el señor Cómosellama?¡Perseguirán como gatos salvajes a los duendes malvados!

 Todos se echaron a reír. La ardilla roja tocó a Tom en la rodilla.

—¿Me das la nota? Sé dónde vive el señor Bigotes. Le llevaré la carta, yasí podrá llamar y reunir a todos los duendes.

 Tom sacó su lápiz y escribió la nota sobre un papel que le dio Cara de

Luna. Lo dobló y se lo entregó a la ardilla roja, quien lo dobló aún más y selo metió en el hocico.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Por si acaso me capturan los duendes malvados —explicó—. ¡Nunca seles ocurrirá buscar una nota dentro de mi mejilla!

Se sentó sobre su peluda cola, dio un salto, y bajó por el Resbalón-

resbaladizo a toda velocidad. Fanny soltó una carcajada.—Su cola le sirve de cojín —dijo—. Es muy simpática, ¿verdad? Espero

que encuentre al señor Bigotes.

—Será mejor que esperemos sin hacer ruido —les aconsejó Cara de Luna—. No quiero que los duendes malvados abran la puerta y os encuentren atodos. Echarían abajo nuestro plan.

—Hemos traído la merienda que os habíamos preparado en casa estatarde —Bessie abrió la bolsa—. Aquí hay sandwiches de rábano, algunospanecillos y dulces de café con leche.

—Comamos todos —sonrió Cara de Luna—. Yo también tengo galletasque estallan.

 Todos se sentaron en silencio sobre el sofá curvado de Cara de Luna, ycomieron, charlando tranquilamente mientras esperaban a la ardilla, queregresaría con el señor Bigotes y los demás duendes.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Los malvados duendes rojos se llevan unLos malvados duendes rojos se llevan un sustosusto

Pasó un buen rato sin que nada sucediera. Cara de Luna agudizó el oído.

—Alguien está subiendo por el Resbalón-resbaladizo —susurró—. Debeser la ardilla roja.

—¡Espero que no sea un duende malvado! —dijo Fanny muy asustada.

Por suerte, era la ardilla roja. Salió del agujero del Resbalón-resbaladizo ylos saludó.

—Todo va bien —sonrió—. Vienen los duendes. Encontré al señor Bigotesy salió a buscar a toda su familia. ¡Son cincuenta y uno!

—Será mejor que bajemos la soga —sugirió Cara de Luna, y la lanzó porel Resbalón-resbaladizo. De pronto la soga se tensó.

—¡Ya ha llegado uno de los duendes! —avisó Cara de Luna, y entre él y Tom tiraron de la soga hacia arriba. ¡Cómo pesaba! Tiraron con todas susfuerzas, jadeando sin parar.

—Este duende debe estar muy gordo —dijo Tom, y cuál sería su sorpresaal ver que no era uno sino cinco duendes los que se habían colgado de lasoga para subir. Dieron un salto para entrar en la pequeña habitaciónredonda de Cara de Luna, saludando a todos alegremente. Cara de Luna lescontó todo lo de los duendes malvados, y sonrieron con malicia al oír elplan.

Lanzaron la soga otra vez hacia abajo, y esta vez subieron seis duendes.

La habitación se estaba llenando. Pero a nadie le importaba.—Tendremos que sentarnos unos encima de otros —se rió Tom.

Los duendes eran todos idénticos. Todos llevaban la barba igual de larga,excepto el señor Bigotes, cuya barba le llegaba hasta los pies.

Con la soga subieron a los cincuenta y un duendes. Ya no había quien semoviera. ¡Todos estaban muy alegres y susurraban tanto que parecía comosi mil hojas temblaran a la vez!

—Ahora golpearé la puerta para decirles a los duendes malvados que lesvoy a dar las fórmulas mágicas que necesitan —decidió Cara de Luna—. En

cuanto abran la puerta, todos vosotros salís y os lanzáis hacia ellos.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Un momento, se me ha ocurrido una buena idea —dijo Tom de repente—: los traemos a esta habitación. Mientras tanto, uno de nosotros va y poneel cerrojo en la puertecita de abajo del Resbalón-resbaladizo. Y cuando

bajen, pensando en escaparse, ¡caerán todos, uno encima de otro, hastaque abramos la puerta para sacarlos! ¡Entonces los haremos prisioneros!

—¡Qué buena idea! —exclamó el señor Bigotes—. Que dos duendessuban por la escalera que conduce a la nube para detener a cualquierduende malvado que trate de escaparse por allí. Seis de nosotros bajaremospor el Resbalón-resbaladizo hasta la base del árbol, para que no puedanescaparse al bosque.

Los seis duendes bajaron, sentados en cojines, por el Resbalón-resbaladizo. Salieron disparados por la puer-tecita, y le pusieron el cerrojopor fuera. Rodearon la base del árbol, listos para detener a cualquier

duende malvado que intentara escapar.Los otros esperaron a que Cara de Luna llamara a los duendes malvados.

Estaban muy alegres pero inquietos.

Cara de Luna golpeó la puerta. Un duende malvado le gritó:

—¡Deja de hacer ruido!

—¡Dejadme salir! —gritó Cara de Luna.

—¡No te dejaremos hasta que nos digas las fórmulas mágicas! —contestóel duende malvado.

—¡Conozco una fórmula mágica que convierte a las personas en reyes yreinas! —gritó Cara de Luna.

—Dila inmediatamente —ordenó el duende malvado.

—Está bien, abre la puerta —dijo Cara de Luna. Se oyó el sonido de lallave al girar y la puerta de la casa de Cara de Luna, que se abría.Enseguida se. abalanzaron todos los duendes, seguidos de Tom, Bessie yFanny. Los duendes malvados, al ver a tanta gente, saltaron gritando a unaparte más baja del árbol para advertir a sus amigos.

Dos duendes corrieron hacia la escalera y se sentaron allí para que

ningún duende malvado pudiera escapar al país que estaba arriba. Tom,Cara de Luna, Bessie y Fanny bajaron rápidamente por el árbol para abrir lapuerta a los demás. ¡Cómo se alegraron!

La señora Lavarropas estaba harta de estar encerrada.

—¡Les voy a dar una lección a esos duendes malvados! —gritó furiosa.Recogió su cubo y comenzó a lanzar agua a todos los duendes malvadosque corrían por el árbol. ¡Qué susto les dio! Tom no pudo contener la risa.

Abrió la puerta del señor Comosellama, que también salió gritandoenfurecido. Tras él salió Cacharros. El señor Comosellama, con los puñoscerrados, empezó a golpear a todos los duendes malvados que encontraba

a su paso, como si estuviera sacudiendo alfombras.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cacharros hizo algo sorprendente. Se quitó las cacerolas y cazos, y se loslanzó a los duendes malvados que intentaban escaparse. ¡Crac! ¡Bang!¡Clone! ¡Qué buena puntería la suya! Fanny contemplaba la escena,

boquiabierta.Dejaron salir al búho, junto con otros tres búhos que vivían con él.

Salieron volando hacia los duendes malvados, ululando muy fuerte. Elduende Furioso estaba tan furioso que por poco le da un golpe a Tomcuando éste le abrió la puerta. A duras penas le pudo explicar que a quienestenía que golpear era a los duendes malvados.

Bessie abrió la puerta a Seditas, que estaba atemorizada al oír tantoruido. Pero logró capturar a uno de los duendes malvados y lo ató con unacortina. Entre Seditas y Bessie subieron al duende malvado y lo empujarona la habitación de Cara de Luna. Cuando el duende malvado encontró el

Resbalón-resbaladizo, se deslizó muy contento, pensando que iba aescapar. Pero ¡pobre de él!, quedó atrapado abajo, junto a la puertecillacerrada, y allí se quedó, sin poder moverse.

Lo mismo hicieron con los demás duendes malvados que capturaban.Éstos trataban de escaparse de los duendes, bajando por el árbol, hacia elbosque. Pero en cuanto veían a los seis duendes fuertes al pie del árbolsubían de nuevo para escapar a su país, que estaba en la copa del árbol.Arriba, naturalmente, encontraban a los dos duendes en la escalera, que losempujaban hacia abajo.

Así que, uno por uno, iban a parar a la casa de Cara de Luna, donde Tom,

con gran alegría, les daba un empujón para que entraran. Luego, todostrataban de escapar por el Resbalón-resbaladizo, que no tardó en llenarsede duendes malvados, apilados unos encima de otros.

Salió el sol de madrugada, iluminando las enormes ramas del inmensoÁrbol Lejano.

—Ahora podemos ver si todavía queda algún duende escondido por entrelas ramas —dijo Cara de Luna, que se estaba divirtiendo mucho. Él, losduendes y el señor Cómosellama buscaron por todos los rincones, detrás decada rama y montículo de hojas, y sacaron a todos los duendes malvadosque aún estaban escondidos. Los llevaron a la habitación de Cara de Luna ylos lanzaron por el Resbalón-resbaladizo. Al cabo de un rato, ya no quedabaun solo duende malvado. Todos estaban amontonados en el Resbalón-resbaladizo, muy incómodos y asustados.

—¡Bien, hemos terminado! —suspiró Cara de Luna, satisfecho—. Ya loshemos atrapado a todos. ¡Huy, qué hambre tengo! ¿Qué tal si comemosalgo?

—¡Mirad! —Seditas señaló a la parte más baja del enorme árbol—. AlÁrbol Lejano le han salido ciruelas maduras. ¿Nos damos un festín?

—¡Estupendo! —aplaudió Cara de Luna—. Ardilla, ¿quieres ir a decirles a

los seis duendes que están al pie del árbol que ya pueden subir? Vosotros,los duendes que estáis en la escalera, ya podéis bajar. Seditas, ¿nos

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

preparas un chocolate caliente? Ciruelas con chocolate es un desayunodelicioso.

En cuanto se sentaron, un curioso personaje, delgado y cubierto de

harapos, subió por el árbol. Sonreía como si los conociera a todos.—¿Quién es éste? —preguntó enseguida Fanny.

—No lo sé —replicó Cara de Luna, mirándolo fijamente.

—A mí su cara me suena —comentó Bessie.

—Tiene una pinta muy rara —dijo Tom—. Parece un espantapájaros.

El hombre harapiento subió y se sentó sobre una rama cerca de dondeestaban todos. Luego estiró la mano para que le dieran una taza dechocolate.

—¿Quién es usted? —preguntó Cara de Luna.—¿Se puede identificar? —añadió Seditas.

—¿Que si puedo jugar? —contestó él sonriendo—. Huy, ya lo creo. ¿A quéquieres jugar?

Entonces todos cayeron en la cuenta de quién era. ¡Era Cacharros!, sinsus cacerolas y sus cazos. Había lanzado todos sus trastos a los duendesmalvados, y ahora no llevaba puesto ninguno.

—¡Cacharros! ¡No hay quien te reconozca! —el señor Cómosellma seacercó para abrazarlo—. ¡Qué raro estás! Anda, toma lo que te apetezca.

¿Qué quieres desayunar?Cacharros parecía preocupado.

—¿Te has dañado el pulgar? ¡Oh, cuánto lo siento!

—No, no he dicho que me he dañado el dedo pulgar —dijo Cómosellamaentre carcajadas, dándole palmadas en la espalda—. ¡Dije que qué quieresdesayunar, DESAYUNAR!

—Oh, gracias —sonrió Cacharros, y se metió de un golpe dos enormesciruelas en la boca.

—Y ahora —intervino Cara de Luna cuando todos terminaron dedesayunar—, ¿qué hacemos con esos duendes malvados que están en elResbalón-resbaladizo?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Un castigo merecidoUn castigo merecido

—Ya es hora de que les demos un buen escarmiento a esos malvadosduendes rojos —dijo el señor Bigotes, el jefe de los duendes, limpiándose lalarga barba con un pañuelo amarillo. Se la había pringado con el jugo de lasciruelas.

En ese momento se llevaron una gran sorpresa. Tras ellos se oyó una vozprofunda que decía:

—¡Aja! ¡Aquí hay una buena reunión! ¿Queréis venir conmigo a trabajar alPaís de los Magos?

 Todos se dieron la vuelta, atemorizados. Vieron por encima de ellos a unpersonaje curioso, inclinándose hacia abajo desde una rama enorme. Era unmago, con ojos verdes que parpadeaban suavemente como los de un gato.

—¡Es el mago Poderoso! —exclamó Cara de Luna, y se levantó parahacerle una reverencia, porque el mago Poderoso era muy poderoso, comoindicaba su nombre. Todos hicieron los mismo.

—¿Quién es éste? —susurró Fanny.

—Es el mago más poderoso del mundo —respondió Seditas en voz baja—.Ha bajado por la escalera, lo que significa que el País de los MalvadosDuendes Rojos ha desaparecido y ahora el país que está en la copa es elPaís de los Magos. Siempre están buscando sirvientes, y me imagino quePoderoso ha bajado a ver si encontraba alguno.

—Yo no serviré a ningún mago —se apresuró a decir Fanny.

—No, descuida —la tranquilizó Seditas—. No son personas malvadas. Nose llevan a nadie a la fuerza. Sirve de entrenamiento para las hadas quequieren aprender más.

Poderoso parpadeó lentamente y miró al pequeño grupo de personas quetenía ante sí.

—Necesito cien sirvientes para llevarlos conmigo. ¿Quién quiere venir?

 Todos se quedaron callados. Entonces Cara de Luna se volvió a lenvantare hizo otra reverencia.

—Mago Poderoso —empezó—, ninguno de nosotros quiere dejar elBosque Encantado porque aquí somos muy felices. Tal vez podáis encontrara otros que quieran acompañaros. Os rogamos que no insistáis en llevarnosa ninguno de nosotros.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Está bien —aceptó el mago, mirando con sus ojos verdes a cada uno delos allí presentes—, no tengo mucho tiempo. Mi país se irá del Árbol Lejanoaproximadamente dentro de una hora. ¿Me podéis conseguir a los sirvientes

que necesito? Si lo hacéis, no os llevaré a vosotros. Todos tenían cara de preocupación, pero de pronto Tom, con una sonrisa

maliciosa, dio un salto.

—Mago Poderoso, ¿os servirían de sirvientes unos malvados duendesrojos?

—Por supuesto —sonrió satisfecho el mago Poderoso—. Son obedientes yveloces, pero los duendes malvados no aceptarán venir conmigo. Ellostienen su propio país.

Cara de Luna, Cómosellama y Cacharros comenzaron a hablar al mismo

tiempo. Poderoso alzó la mano para que se callaran.—Que hable uno solo —ordenó.

—Señor —dijo entonces Cara de Luna—, tenemos unos cien duendesmalvados atrapados dentro del tronco de este árbol. Trataron de hacernosprisioneros. Sería un buen castigo para ellos si vos os los llevarais comosirvientes a vuestro país.

—¡Cien duendes malvados! —exclamó asombrado el mago Poderoso—.Esto es muy extraño. Por favor, explicádmelo.

Cara de Luna le contó con todo detalle cuanto había sucedido. A Poderoso

le interesó mucho la batalla.—Iremos a la base del árbol y dejaremos que los duendes malvados

salgan de uno en uno —sugirió Tom—. ¡Vamos! ¡Qué sorpresa se llevaráncuando vean al mago!

 Todos bajaron del árbol, a la luz del cálido sol de la mañana. Estabanentusiasmados.

Llegaron a la puertecilla que estaba al pie del árbol. Dentro se oía un granalboroto.

—¡No me empujes!

—¡Me estás aplastando!

Cara de Luna quitó el cerrojo y abrió la puertecilla. Un malvado duenderojo salió volando y cayó sobre un cojín verde de musgo. Se levantó,parpadeó por la brillante luz del sol, y se dio la vuelta para echar a correr.Pero Poderoso lo tocó con su varita y se quedó inmóvil, con cara de susto.

Los malvados duendes rojos fueron saliendo por la puertecilla uno a uno,y a todos los tocaba el mago con su varita. Diez, veinte, treinta, cuarenta,cincuenta, sesenta...

Fanny se echó a reír. Era muy cómico.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Se merecen este castigo, por ser tan malos —dijo Seditas—. Ellosbajaron por la escalera con la intención de atraparnos, y resulta que sonellos los que han sido atrapados. Poderoso se los llevará a su país.

Los malvados duendes rojos se pusieron en fila, muy tristes ycompungidos.

—¡Rápido, en marcha! —ordenó el mago, cuando salió por la puertecillael último, y todos obedecieron sin rechistar. De nada les serviría tratar deescaparse. El mago les hechizó las piernas, y tuvieron que ir a la copa delárbol y atravesar la enorme nube blanca para entrar en el País de losMagos.

—¡Qué bien que nos hemos deshecho de esa gentuza! —suspiró Tom—.¡Qué noche más emocionante, lo he pasado de maravilla!

—¡Qué frío hace! —dijo Cacharros temblando.—¿Frío? —se extrañaron Bessie y Fanny, que notaban el cálido sol de la

mañana—. Pero si hace calor.

—Es que no lleva colgados sus cacerolas y sus cazos —explicó el señorCómosellama—. Me imagino que le sirven de abrigo. ¡Pobre Cacharros!

—No me gusta sin sus cacerolas —dijo Fanny—. No parece él mismo. ¿Nopodríamos ir a recogerlas? Están tiradas en el suelo, y por todo el árbol.

 Todos se ofrecieron a buscar los trastos de Cacharros. Él se alegró muchoal verse otra vez rodeado de sus cacerolas y sus cazos.

Por último le colocaron sobre la cabeza la que siempre usaba comosombrero. Algunas estaban abolladas y dobladas, pero a él no le importó.

—¡Así, muy bien! —sonrió Fanny, satisfecha—. Ahora sí que eres túmismo. Estabas horrible sin tus cacerolas, como un caracol sin su Conchita.

—Nunca he llevado una campanita —dijo Cacharros, tan sordo comosiempre.

—He dicho CONCHITA. ¡Vaya error! —se rió Fanny.

—¿Olor? —Cacharros olfateó en derredor suyo—. Yo no huelo a nada.¿Qué clase de olor, agradable o desagradable?

—Hablaba de una Conchita —dijo Fanny con paciencia.

—Ah, una Conchita. ¿Qué Conchita? —preguntó Cacharros. Pero Fanny yano se acordaba de lo que le había dicho. Sacudió la cabeza y se rió.

—¡No te preocupes! —gritó.

—Tenemos que irnos —dijo Tom—. Mamá ya estará despierta y sepreguntará qué nos ha sucedido. ¡Cielos, qué sueño tengo! Chicas,vámonos.

Se despidieron de todos los habitantes del árbol y caminaron para salir

del Bosque Encantado. Seditas regresó a su casa, preguntándose qué

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habría pasado con su reloj, que no había participado en la batalla. Loencontraron profundamente dormido.

Cara de Luna regresó al árbol, bostezando. Cómosellama y Cacharros

subieron por el tronco, pero estaban tan cansados que se durmieron antesde llegar a la casa, y el duende Furioso tuvo que acomodarlos en una ramaancha para que no se cayeran.

La señora Lavarropas también regresó a su casa, decidida a no lavarnada ese día. Pronto todo estuvo tranquilo en el árbol, y sólo se oyeron losronquidos del señor Cómosellama.

Arriba, en la copa del árbol, en el País de los Magos, los malvadosduendes rojos estaban trabajando duro. Recibieron un buen castigo, ¿no esasí? La próxima vez no estarían tan dispuestos a hacer prisioneros a losdemás.

Cuando los tres niños llegaron a casa, la madre los miró sorprendida.

—¡Qué pronto os habéis levantado hoy! —exclamó—. Pensé que todavíaestabais dormidos en vuestras camas. Me extraña mucho que hayáis salidoa pasear antes del desayuno.

Durante el día los niños estuvieron muertos de sueño. ¡Aquella noche sí que se acostaron temprano!

—Esta noche no iré al Bosque Encantado ni al Árbol Lejano —dijo Tom alacostarse—. Estaremos unos días sin ir. Es demasiado emocionante.

Pero no pasó mucho tiempo antes de que regresaran, como ya veréis.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El cumpleaños de BessieEl cumpleaños de Bessie

Una semana más tarde era el cumpleaños de Bessie. Estaba muycontenta porque su madre le había dado permiso para celebrar unapequeña fiesta.

—Invitaremos a todos nuestros amigos del Árbol Lejano —dijo con los ojosbrillantes.

—¿Crees que deberíamos hacerlo? —Tom no estaba muy convencido—.Creo que a mamá no le agradará la señora Lavarropas, ni el señor Bigotes,ni el duende Furioso.

—Pero no podemos invitar a unos sí y a otros no —comentó Bessie—. Losque no invitemos se sentirán muy dolidos.

—Es difícil —reconoció Fanny—. Se lo preguntaremos a Cara de Luna y aSeditas, a ver qué nos aconsejan.

Pero la madre no permitió que las dos niñas acompañaran a Tom ese día.Dijo que había mucha ropa para planchar y que tenían que ayudar en casa.

—¡Qué fastidio! —le dijo Fanny a Tom—. Tom, tendrás que ir solo.Pregunta a Cara de Luna y a Seditas cómo podemos hacer la fiesta. Notardes mucho, o nos preocuparemos. Y por favor, no subas a ningún paísextraño sin nosotras.

—¡No os preocupéis! —las tranquilizó Tom—. No volveré a visitar ningúnotro país que esté en la copa del Árbol Lejano. Creo que he tenidosuficientes aventuras para el resto de mi vida.

Echó a andar. Corrió por el Bosque Encantado hasta llegar al ÁrbolLejano. Hacía calor esa tarde y no había muchas personas fuera.

Como el sol calentaba con tanta fuerza, no le apetecía subir, así que silbóy la pequeña ardilla roja acudió enseguida a su llamada.

—Ardilla, ¿podrías subir a la copa del árbol para pedirle a Cara de Lunaque lance una soga con un cojín, para que yo suba? —preguntó Tomamablemente.

La ardilla subió dando brincos. No tardó en bajar por el árbol una soga,con un cojín atado a la punta. Tom la agarró, se sentó en el cojín y tiró de lasoga. Comenzó a subir por el árbol, golpeándose en las ramas.

Fue un viaje gracioso, del que Tom disfrutó. Saludó con la mano alduende Furioso, que estaba sentado a la entrada de su casa. Él miró

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

sorprendido a Tom, pero sonrió al ver quién era. Los búhos estabandormidos en sus casas. El señor Cómosellama, por primera vez, estabadespierto, y se cayó de la silla al ver a Tom balancearse en el aire, por entre

las ramas.En cuanto lo reconoció, se puso tan contento que se cayó de donde

estaba y fue a dar contra Cacharros, que estaba debajo, durmiendo en unahamaca.

—¡Aaaay! —gritó Cacharros—. ¿Qué sucede? ¿Por qué saltas así sobremí?

—No he saltado —le aclaró el señor Cómosellama—. ¡Mira a Tomsubiendo!

—¿Yendo? No me quiero ir —Cacharros se acomodó de nuevo—. No seas

tan inquieto.—¡Dije que por ahí va Tom! —gritó el señor Cómosellama.

—¿Dónde? —preguntó Cacharros sorprendido, buscando por todos lados.Pero Tom ya había subido mucho más, y se reía de lo graciosos que eran elseñor Cómosellama y Cacharros.

El señor Cómosellama se acomodó en la tumbona y cerró los ojos. Notardó mucho en roncar. Se oían sus ronquidos hasta donde estaba Tom,muy arriba. Tom esperaba que Seditas lo viera y que subiera a la casa deCara de Luna, a charlar. Olvidó protegerse del agua de la señoraLavarropas, pero esta vez no le cayó encima a él sino al pobre señorCómosellama, quien soñó que se había caído al mar desde un barco.

Seditas vio a Tom, y le saludó con la mano. Rápidamente se dirigió a lacasa de Cara de Luna. Cuando llegó Tom, se estaba bajando del cojín.

—¡Hola! —saludaron Cara de Luna y Seditas, muy sonrientes—. ¿Dóndeestán Bessie y Fanny?

 Tom les contó los planes para el cumpleaños de Bessie, y la dificultad quetenía para invitar a algunas personas.

—Nos gustaría que vinieran todos —dijo Tom—, pero sabemos que

algunos no le caerán simpáticos a nuestra madre. ¿Qué hacemos?—¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! —exclamó Seditas de pronto—. La próxima semanael País de los Cumpleaños vendrá a la copa del Árbol Lejano, y todos los quecumplen años podrán ir para dar una maravillosa fiesta a sus amigos. ¡Seríamaravilloso! La última vez que vino el País de los Cumpleaños, nadiecumplía años, así que no pudimos subir. Pero esta vez Bessie puedeinvitarnos a todos.

—Me parece muy bien —sonrió Tom—. Yo, desde luego, no querría subirotra vez a uno de esos países extraños, en los que siempre vivimosaventuras desagradables. Hasta ahora siempre hemos escapado, pero

quién sabe la próxima vez.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—No te sucederá nada desagradable en el País de los Cumpleaños —leaseguró Cara de Luna—. Es un país maravilloso. ¡Tenéis que ir! No podéisperder esa oportunidad.

—Está bien —aceptó Tom, muy entusiasmado—. Se lo diré a las niñas encuanto llegue a casa.

—Y nosotros se lo diremos a todos los que viven en el árbol, y también alseñor Bigotes y a sus duendes —añadió Seditas—. A Bessie le gustaría quetodos fueran, ¿no es así?

—¡Por supuesto! —afirmó Tom—. Pero ¿qué hay que hacer? Quiero decirque si tendremos que preparar la merienda o alguna otra cosa. ¿Y quépasará con la tarta? Fanny iba a hacer una para Bessie.

—Dile que no la haga —dijo Seditas—. Encontrará todo lo que necesite en

el País de los Cumpleaños. ¡Qué suerte tenemos! ¡Qué bien, tener uncumpleaños cuando llega el País de los Cumpleaños!

—El cumpleaños de Bessie es el miércoles —dijo Tom—. Subiremos alárbol entonces. Bueno, tengo que irme. Les dije a las niñas que no meretrasaría.

—¿Quieres un caramelo gafe? —preguntó Cara de Luna.

—No, gracias —contestó Tom—. Prefiero una galleta que estalla.

Se sentaron a comer las galletas y recordaron la emocionante aventuraque tuvieron con los malvados duendes rojos.

—Bueno, hasta pronto —Tom se levantó para despedirse. Escogió uncojín rojo, dijo adiós a Cara de Luna y a Seditas, y salió disparado por elResbalón-resbaladizo. Tom pensó cuánto le gustaría quedarse un día enteroen el Resbalón-resbaladizo. ¡Era tan agradable! Salió volando por lapuertecilla y cayó sobre el musgo. Luego se levantó y echó a correr hacia lacasa.

Las chicas se alegraron al ver que regresaba tan pronto. Cuando oyeronlo del País de los Cumpleaños, se pusieron aún más contentas.

—¡Qué maravilla! —Bessie estaba roja de la alegría—. ¡Qué suerte tengo!

¿Crees que habrá una tarta para mí?—¡Por supuesto! —exclamó Tom—. Y me imagino que muchas cosas más.

—Tendremos que decírselo a mamá —dijo Fanny—. A lo mejor no nosdeja ir.

La madre les dio permiso, encantada.

—Será una broma de cumpleaños que vuestros amigos del bosque osquieren gastar —sonrió—, pero id si os apetece. Nuestra casa es demasiadopequeña para recibir a tanta gente.

—Me pondré mi mejor vestido —dijo Bessie contenta—, el que mamá me

hizo la semana pasada, que tiene una cinta azul.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Pero la madre no se lo permitió.

—No. Todos iréis con la ropa vieja. Recuerdo muy bien cómo regresasteiscuando fuisteis a tomar el té con ese extraño amigo vuestro, Cacharros. Por

supuesto que no voy a consentir que estropeéis vuestra ropa buena elpróximo miércoles.

Bessie estaba a punto de echarse a llorar.

—Pero, mamá, no puedo ir a mi cumpleaños con ropa vieja —se quejó,pero no le sirvió de nada. La madre dijo que o se ponían esa ropa o no iban.No hubo forma de convencerla.

—No sé lo que pensarán de nosotros si vamos al País de los Cumpleañoscon esa pinta—Tom se puso muy triste—. Estoy pensando en no ir.

Pero cuando llegó la tarde del miércoles todos cambiaron de opinión. Irían

de todas formas, no importaba cómo fueran vestidos.—¡Vamos! —gritó Tom—. ¡Es hora de ir al País de los Cumpleaños!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El país de los CumpleañosEl país de los Cumpleaños

Los chicos fueron una vez más al Bosque Encantado. Ya conocían muybien el camino hacia el Árbol Lejano.

—«¡Uich-uich-uich!» —susurraron los árboles, mientras los chicos corrían

entre ellos. Bessie pegó el oído a un tronco.—¿Qué secreto quieres contarnos hoy? —preguntó.

—Te deseamos feliz cumpleaños —susurraron las hojas. Bessie se rió.¡Qué divertido era cumplir años!

—Cuando llegaron al Árbol Lejano, vieron que estaba precioso, tododecorado con banderas que los habitantes del árbol habían colgado enhonor de Bessie.

—¡Oooh! —Bessie se quedó boquiabierta—. Qué contenta estoy. Lástimaque no lleve un vestido de fiesta en lugar de esta ropa vieja.

Pero eso no ya no tenía remedio.Cuando se disponían a subir, la enorme cesta de la señora Lavarropas

descendió atada a la soga de Cara de Luna, para que los chicos subieran.

—Estupendo —aplaudió Tom—. Chicas, subid.

 Todos se montaron y fueron subiendo por el árbol, muy deprisa.

—Alguien debe estar ayudando a Cara de Luna —comentó Tom.

Así era. El señor Bigotes, el señor Cómosellama y Cacharros tirabanfuriosamente de la soga. ¡Con razón la cesta subió disparada!

—Felicidades —gritaron todos, y dieron un beso a Bessie.—¡Me parece muy bien que hayáis venido con esa ropa! —sonrió Cara de

Luna—. Nos preguntábamos si haríais una fiesta de disfraces.

—¡A mí me gustaría mucho! —dijo Bessie—. Pero no tenemos disfraces.

—Podemos conseguirlos fácilmente en el País de los Cumpleaños —aplaudió Seditas, entusiasmada—. ¡Qué bien, qué alegría! Me encantan lasfiestas de disfraces.

—Ya estamos listos —dijo Cara de Luna—. Los duendes están debajo denosotros. ¿Dónde está Cacharros? Oye, Cacharros, ¿dónde te has metido?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Sin querer se cayó por el Resbalón-resbaladizo —señaló un duende, quesalía de casa de Cara de Luna—. ¡Menudo ruido hizo! Me imagino que yahabrá llegado abajo.

—¡A Cacharros siempre le pasan esas cosas! —se rió Cara de Luna—.Será mejor que le lancemos la cesta, o nunca subirá.

Cacharros se metió en la cesta y subió por el árbol en medio delestruendo de sus cazos y cacerolas.

—¿Estáis todos preparados? —preguntó Cara de Luna—. Seditas,Cómosellama, Cacharros, duende Furioso, señora Lavarropas, señorBigotes, duendes...

—¡Qué agradables son todos! —sonrió Bessie, mientras veía subir a todoslos duendes y habitantes del Árbol Lejano—. ¿Es ésa la señora Lavarropas?

¡Qué simpática!La señora Lavarropas lucía una amplia sonrisa. Por una vez no llevaba su

pila de lavar. ¡Ir al País de los Cumpleaños era algo que no se podía perder!

—Vamos —Cara de Luna subió la escalera. Fue hasta arriba, metió lacabeza para asegurarse de que era el País de los Cumpleaños, y entró de unsalto.

 Todos fueron tras él.

—Creo que estamos todos —dijo Cara de Luna mirando hacia abajo—. Ah,no, falta alguien. ¿Quién es? Pensé que no faltaba nadie.

—¡Ahí va! ¡Pero si es mi reloj! —exclamó Seditas—. ¡El que traje del Paísde Toma Loquequieras!

—«¡Ding-dong-ding-dong!» —sonó, muy indignado, mientras subía consus pies planos.

—¡Está bien, está bien, te esperaremos! —suspiró Seditas—. Sube laescalera despacio. Ya sabes que nadie te ha invitado.

—Huy, lo siento. Me encantaría que tu reloj viniera a mi fiesta —seapresuró a decir Bessie—. Reloj, ven.

—«Ding-dong» —se alegró el reloj, y al fin logró subir la escalera.

El País de los Cumpleaños era encantador. Para comenzar, siempre habíaun clima digno de un cumpleaños: sol brillante, cielo azul y brisa suave. Lashojas de los árboles siempre estaban verdes, y los campos sembrados demargaritas y amapolas.

—¡Qué bonito, qué lindo! —exclamó Bessie saltando de alegría—. Cara deLuna, ¿dónde están los disfraces? ¿dónde podemos conseguirlos?

—Ah, sí, los encontraréis en aquella casa —señaló Cara de Luna. Todoscaminaron en esa dirección. Mientras tanto, pequeños conejos de colormarrón salían de sus madrigueras y decían a Bessie: ¡Feliz Cumpleaños!

Luego se volvían a meter. Todo era muy agradable.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Entraron en la preciosa casita. Había muchos armarios, llenos de losdisfraces más divertidos y originales.

—¡Huy, fijaos! —exclamó Tom, muy sonriente, al ver un disfraz de indio,

con un exquisito tocado de plumas brillantes—. ¡Y es justamente de mitalla!

Bessie escogió un disfraz de hada, y Fanny uno de payaso con unsombrero puntiagudo. Estaba graciosísima.

Cara de Luna se disfrazó de pirata y Seditas de flor de narciso.Cómosellama de policía, y Cacharros no pudo encontrar un disfraz que lequedara bien, porque los cazos y cacerolas abultaban mucho.

¡Qué bien les sentaba a todos el disfraz! El de Bessie tenía alas, pero ellase llevó una desilusión al ver que no le servían para volar.

—¡Ahora, a buscar los globos! —gritó Seditas, echando a correr a plenosol hacia donde estaba sentada una mujer rodeada por una nube de globosde todos los colores. Cada uno escogió el color que más le gustaba, ¡y cómose divirtieron jugando!

Entonces sonó la campana para tomar el té, y Cara de Luna dio un gritode alegría.

—¡El té! ¡El té para festejar el cumpleaños! ¡Venid todos!

Corrió hacia una mesa muy larga que estaba situada en el campo. Bessiese sentó presidiendo la mesa. Pero cuál sería su sorpresa al ver que no

había nada de comida; sólo platos, vasos y tazas.—¡No te pongas triste! —le susurró Seditas—. ¡Tienes que pedir un deseo

y tendrás lo que quieras!

Bessie se puso muy contenta. ¡Pedir un deseo! ¡Eso sería lo más divertidodel mundo!

—¡No pidas pan con mantequilla! —le aconsejó Cara de Luna—'. Pide unpudín de naranja. ¡A mí me encanta!

—¡Deseo pudín de naranja! —dijo Bessie enseguida. Al momento uno delos platos apareció lleno de pudín de naranja. Cara de Luna se sirvió un

buen trozo.—¡Pide fresas con nata! —exclamó Fanny, que estaba deseando

tomarlas.

—¡Deseo fresas con nata! —dijo Bessie, y apareció un enorme plato defresas, junto con una jarra inmensa llena de nata—. Y también deseogalletas de chocolate, y limonada con hielo, y pudín de chocolate, y heladode fresa, y, y, y...

—¡Ensalada de frutas! —se oyó decir a alguien.

—¡Bocadillos de salchicha! —gritó el señor Cómo-sellama.

—¡Tarta rellena de mermelada! —rogó el señor Bigotes.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—«¡Ding-dong-ding-dong!» —sonó el reloj de Seditas con el mayorentusiasmo. Todos se rieron.

—¡No pidas un ding-dong! —dijo Tom—. Tenemos muchos mientras esté

aquí el reloj de Seditas.El reloj dio catorce campanadas sin detenerse. Comenzó a caminar por

todos lados, muy alegre.

 Todos empezaron a comer. ¡Qué merienda tan maravillosa! Las fresascon nata y el helado se acabaron enseguida, porque al señor Bigotes y a loscincuenta duendes les gustaba mucho. Bessie tuvo que pedir más deseos.

—¿Dónde está la tarta? —le preguntó a Seditas—. ¿También tengo quepedirla formulando un deseo?

—No. Viene por sí sola —le explicó Seditas—. Aparecerá en el centro de la

mesa. Observa.Entonces Bessie vio que había una bandeja maravillosa de plata en el

centro de la mesa, con una curiosa niebla sobre ella.

—¡Ya está aquí la tarta de cumpleaños! —gritó Tom, y todos miraron labandeja de plata. Poco a poco se formó una enorme tarta, exquisita, bañadacon nata de color rojo, rosa, blanco y amarillo. Por los lados había flores deconfitura, y en medio ocho velas encendidas, porque Bessie cumplía ochoaños. Unas grandes letras decían: «BESSIE: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!»

Bessie estaba muy emocionada. Tuvo que cortar la tarta, naturalmente.

Fue un trabajo difícil, porque había muchos invitados.—¡Ésta es una tarta de deseos! —le explicó Cara de Luna, una vez que

todos quedaron servidos—. Así que pedid un deseo. Pedid mientras coméis,y vuestro deseo se cumplirá.

Los chicos miraron boquiabiertos. No se les ocurría ningún deseo. Fannytenía la tarta en la mano, pensando en lo que pediría, cuando Cacharros loestropeó todo. ¿Qué creéis que hizo?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La pequeña isla perdidaLa pequeña isla perdida

—¿Qué vas a desear? —le preguntó Cara de Luna a Cacharros, queestaba a punto de morder su pedazo de tarta.

—¿Pescar? —dijo Cacharros entusiasmado—. ¡Sí, me encantaría pescar!

Cuánto desearía que todos estuviésemos en medio del mar pescandohermosos peces.

¡Vaya un deseo que fue a formular! En ese momento mordió su tarta delos deseos, porque no había oído bien a Cara de Luna.

De todos modos, el deseo se cumplió al instante. Sopló el viento, ylevantó a todos los invitados de la mesa. Sentados en sus sillas,fuertemente agarrados, volaron muchos kilómetros por el aire.

¿Qué era aquello? Las sillas volaron hacia abajo en medio del fuerteviento. Una ola de agua salada los empapó. Tom miró hacia abajo,

 jadeando. ¡Clonc! Todos aterrizaron en la suave arena, se cayeron de sussillas, y se pusieron de pie, parapadeando sorprendidos.

Los duendes de las barbas largas estaban asustados.

Cara de Luna estaba tan asombrado que abría y cerraba la boca como unpez. Tom estaba enfadado, lo mismo que el duende Furioso.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó la señora Lavarropas a media voz—.¿Por qué hemos venido a parar aquí?

—¡Mirad todas esas cañas de pescar! —señaló Seditas. Había una fila decañas de pescar colocadas en la arena, con los sedales en el agua.

—¡Nos están esperando! —se quejó Cara de Luna—. El tonto deCacharros no oyó que dije desear, y no pescar, y formuló el deseo de venir apescar al mar.

—¡Ay! —gritó Bessie—. Entonces, ¿dónde estamos?

—Creo que estamos en la pequeña Isla Perdida —contestó Seditasmirando en derredor suyo—. Es un lugar extraño, que siempre va flotando yperdiéndose. Pero todo el tiempo hay buena pesca.

—¡Pescar! —Tom hizo una mueca—. ¿Quién quiere pescar en una fiestade cumpleaños? Vamonos de aquí ahora mismo.

—«Ding-dong-ding-dong» —sonó el reloj de Seditas mientras caminabapor la orilla del mar y se mojaba los pies.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Reloj, regresa! —dijo Seditas—. Sabes muy bien que no puedes nadar.

El reloj regresó adonde estaban los otros y se secó los pies, que se habíamojado en el césped que por allí crecía. Bessie pensó que era un reloj muy

inteligente, y deseó tener uno igual.—Tenemos que encontrar la forma de regresar al País de los Cumpleaños

—Tom se puso de pie y miró la pequeña isla—. ¿Qué podemos hacer?¿Habrá algún barco por aquí?

No había nada más que las cañas de pescar. Nadie las tocó, porque nosentían deseos de pescar. La pequeña Isla Perdida no era más que unaspequeñas colinas con césped verde.

—En realidad no sé qué hacer —dijo Cara de Luna, frunciendo el ceño—.¿Y tú, señor Bigotes?

El señor Bigotes estaba disfrazado de Papá Noel. Era un disfraz muyapropiado para su larga barba. Se frotó la nariz mientras pensaba y despuéssacudió la cabeza.

—El problema está en que no hemos traído nuestra magia —se lamentó—, porque todos estamos con disfraces y hemos dejado nuestra ropa en elPaís de los Cumpleaños. Y los conjuros y la magia los tenemos guardados enlos bolsillos.

—Bueno, al menos no nos moriremos de hambre —comentó el señorCómosellama—. Podemos pescar.

—Sí pero comer pescado, y nada más que pescado durante toda la vida...—Tom puso cara de asco—. Cuando pienso en todas las cosas deliciosasque Bessie había deseado, y ahora nadie podrá comérselas. Es como paraecharse a llorar.

Fanny tenía algo en la mano y lo levantó para ver lo que era. Era unpedazo de tarta de cumpleaños. ¡Qué bien! Por lo menos podía comer tarta.Se metió la deliciosa tarta en la boca y la mordió.

—¿Qué comes? —preguntó Cara de Luna, inclinándose para ver.

—Un poco de tarta de cumpleaños —contestó Fanny con la boca llena.

—¡No te la comas! ¡No te la tragues! —gritó de pronto Cara de Luna,saltando alrededor de Fanny como si se hubiera vuelto loco—. ¡Espera!

Fanny lo miró asombrada, al igual que todos los demás.

—¿Qué le pasa a Cara de Luna? —preguntó Seditas, preocupada. Fannydejó de masticar y miró sorprendida a Cara de Luna.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—¡Fanny, recuerda que es una tarta de los deseos! —gritó Cara de Luna,saltando primero sobre una pierna y luego sobre la otra—. ¡Formula undeseo, formula un deseo!

—¿Qué deseo formulo? —preguntó Fanny.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Desea que volvamos al País de los Cumpleaños! —gritaron todos acoro.

—¡Huy, no se me había ocurrido! ¡Deseo que todos estemos de vuelta en

el País de los Cumpleaños, comiendo la merienda!De repente se hizo una oscuridad total. Esta vez no hubo viento. Cara de

Luna le dio la mano a Seditas.

Entonces volvió la luz, y todos dieron un grito de alegría. ¡Estaban otravez en el País de los Cumpleaños, sentados a la mesa, con la misma comidadeliciosa de antes!

—¡Hurra! —gritaron todos, sentándose al instante. Sonrieron, muyagradecidos, por haber podido regresar de la pequeña Isla Perdida.

—¡Qué aventura más extraña! —suspiró Tom, sirviéndose un enorme

pedazo de tarta de los deseos—. Por favor, tened cuidado con vuestrosdeseos, no queremos más aventuras de esa clase en nuestra fiesta.

—¡Deseo volar con estas alas! —dijo Bessie mientras comía su tarta. Derepente las alas de plata se extendieron, y ella echó a volar como unaenorme mariposa. ¡Qué sensación más agradable!

—¡Miradme, miradme! —exclamó, y todos la miraron. Fanny la llamó.

—No te vayas lejos, Bessie. ¡Quédate por aquí!

Bessie no tardó en regresar a la mesa; tenía las mejillas rojas, de laemoción. Éste era el cumpleaños más divertido que jamás había tenido.

 Todos formularon su deseo, excepto Cacharros, que ya habíadesperdiciado el suyo. A Fanny también se le había cumplido ya el deseo, yparecía muy triste por haberlo perdido. Entonces Cara de Luna le susurró aloído:

—No estés triste. Dime lo que deseas y yo lo pediré. Yo no voy a pedir undeseo para mí.

—¿Lo dices en serio? ¡Oh, Cara de Luna, qué bueno eres! —exclamóFanny—. Me gustaría una muñeca que hable y ande.

En ese momento Seditas señaló hacia atrás con cara de sorpresa. Todosmiraron. Caminando sobre sus pequeñas piernas, venía una muñeca, con unprecioso vestido azul y una bolsa en la mano. Se acercó a Fanny y la miró.

—¡Oh! ¡Eres una muñeca preciosa! —exclamó Fanny, emocionada, y lapuso sobre sus rodillas. Entonces la muñeca la abrazó y dijo:

—Soy tuya. Soy tu muñeca. Me llamo Peronel.

—¡Qué nombre más bonito! —Fanny la abrazó con ternura—. Peronel,¿qué llevas en esa bolsa?

—Toda mi ropa —la muñeca abrió la bolsa. Dentro llevaba camisones, un

vestido para fiestas, un abrigo, un impermeable, petos, jerseys y otrasprendas. Fanny estaba loca de alegría.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Tom, ¿qué has pedido? —preguntó Bessie. Tom miraba por todos ladoscomo si esperara que algo sucediera en cualquier momento.

—He pedido un poney para jugar. ¡Oh! ¡Mirad! ¡Allí viene! ¡Qué bonito es!

Llegó trotando un pequeño poney negro, con una mancha blanca en lafrente y sus cuatro patas blancas. Fue directamente hacia Tom.

—¡Mi propio poney! —exclamó encantado el chico—. ¡Déjame montarte! Te voy a llamar Negrito.

Saltó sobre el poney y juntos galoparon por el País de los Cumpleaños.

—¡Ahora los juegos! —gritó Cara de Luna, dando saltos. Al decirlo,desapareció la mesa y se escuchó una música.

—¡El juego de las sillas! ¡El juego de las sillas! —gritó Seditas, e

inmediatamente unas sillas se colocaron en una larga fila—. ¡Venid todos!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Vuelta a casaVuelta a casa

La fiesta continuó mucho tiempo. El juego de las sillas fue muy divertidoporque, en lugar de que alguien quitara una silla, la última silla se ibacaminando y observaba el juego desde un lado.

Seditas ganó. Era muy rápida y ágil. Cuando se sentó en la última silla,quedando eliminado Cara de Luna, llegó volando por el aire una enormecaja de bombones. Se puso muy contenta.

—¡Comed uno! —les ofreció a todos, abriendo allí mismo la caja. Mientrascomían contemplaron algo asombroso.

—¡Mirad! —Cara de Luna por poco se atraganta—. ¿Qué es eso que vienepor allí?

 Todos miraron. Una muchedumbre corría hacia ellos. ¿Qué pensáis queeran?

—¡Galletas! —gritó el señor Cómosellama, saltando de la silla—. ¡Galletasde todos los colores, que corren hacia nosotros, y dentro llevan sorpresas!

Eran unas galletas muy divertidas. Corrían sobre sus piernecitas,esquivando todos los obstáculos para evitar que las capturaran. Todosecharon a correr tras ellas, gritando y riendo, hasta que cayeron en susmanos, una por una. Cuando las abrían, ¡qué sorpresas encontraban dentro!

—A mí me ha salido un broche en forma de muñeca —Fanny lo lucía conorgullo.

—Yo también quiero uno —dijo la muñeca.

—En ese caso tendrás que atrapar una galleta, Peronel —contestó Fanny,y cómo se rió cuando vio a la muñeca perseguir a una galleta roja. Al finalPeronel atrapó una y la llevó adonde estaba Fanny. Dentro había un brocheen forma de osito, y Peronel se puso muy contenta.

 Tom encontró un silbato de plata en su galleta. Sonaba como el canto deun mirlo. Estaba muy satisfecho con su silbato. Cara de Luna tambiénencontró un silbato, que sonaba como el maullido de un gato. En cuanto looyó Cacharros, se puso a buscar gatos. Cara de Luna, como era muytravieso, se puso a tocarlo detrás de Cacharros y se rió hasta que se lesaltaron las lágrimas al ver cómo gritaba:

—¡Gato! ¡Gato! ¡Gato!Lo buscaba debajo de las mesas y de las sillas.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El reloj de Seditas también quería una galleta. Así que echó a correrdetrás de una, y saltó sobre ella para atraparla. La sostuvo con sus pieshasta que Seditas llegó para abrirla. ¿Qué pensáis que había dentro? ¡Una

lata pequeña de pasta para pulir, envuelta en un paño!—¡Justo lo que necesitaba para limpiarte! —dijo Seditas muy contenta. El

reloj también estaba muy alegre.

Dio veintidós campanadas seguidas, y asustó a la muñeca.

Después jugaron al escondite. Inmediatamente aparecieron toda clase dearbustos y árboles para que se escondieran. Verdaderamente el País de losCumpleaños era el lugar más maravilloso que habían visto en su vida.

Luego jugaron a recoger las nueces para llevarlas al seto, y aparecierondos enormes árboles llenos de nueces y una línea larga de setos llena de

flores aromáticas. Era un juego muy entretenido.Mientras jugaban, apareció una enorme morera, y los chicos corrieron

como locos a comerse las moras. Nunca sabían lo que iba a suceder, peropodéis estar seguros de que todo era muy divertido.

Después jugaron a las carreras, y vieron llegar unos coches pequeños,listos para la competición. Cada uno se subió al coche que más le gustaba.Hasta había un coche pequeño para la muñeca Peronel, y otro para el relojde Seditas, quien participó emitiendo sin parar un alegre ding-dong.

Cacharros ganó la carrera, aunque varias cacerolas se le cayeron por elcamino. Cara de Luna le entregó una caja de dulces que apareció para elganador.

—¡Enhorabuena! ¡Has logrado vencer!

—¿Correr? ¡Está bien, correré! —dijo Cacharros, y echó a correr, parademostrar lo rápido que podía correr si se lo proponía. ¡Menudo alborotoarmó con sus cacerolas y sus cazos!

—¡La cena, la cena! —señaló Cara de Luna. Habían crecido unos cienhongos, y sobre ellos aparecieron jarras de deliciosas bebidas de toda clase,y tartas, pudines y frutas. Junto a esos hongos salieron otros más pequeños.

—¡Son los asientos! —exclamó Seditas, ocupando uno de ellos paraservirse una bebida de bellotas—. ¡Qué hambre tengo! ¡Venid todos!

Bessie bajó volando por el aire. Le encantaba volar. Fanny se acercócorriendo con su muñeca, que la seguía a todos lados, con una débilvocecilla. También se acercó Tom, galopando en su poney. Todos estabanfelices.

Se hizo de noche, pero a nadie le importó, porque aparecieron unosfarolillos en todos los árboles y arbustos. Mientras comían, se oyó un ¡bang-bang-bang!

Peronel abrazó a Fanny, asustada. El reloj de Seditas trató de subirse a

sus rodillas, pero ella lo empujó.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Qué es eso? —Tom acarició a su poney para que no se asustara.

—¡Fuegos artificiales! ¡Fuegos artificiales! —gritó el duende Furioso—.¡Mirad! ¡Mirad!

Gran cantidad de cohetes lanzaban estrellas multicolores. Era unespectáculo grandioso, digno de ver.

—¡Que bien me lo he pasado en este cumpleaños! —suspiró Bessie, muyfeliz, mientras batía sus grandes alas y contemplaba las ráfagas de luz—.Cosas deliciosas para comer, deseos que se cumplen, juegos divertidísimos,galletas con sorpresas y ahora fuegos artificiales.

—Tenemos que irnos a medianoche —dijo Cara de Luna, empujando alreloj de Seditas, que estaba intentando sentarse en el mismo hongo que él.

—¿Cómo sabremos cuándo es medianoche? —preguntó Fanny, pensando

que ya era hora de acostar a su muñeca.No tardó en enterarse ya que a medianoche el reloj de Seditas se puso en

pie y dio doce campanadas fuertes.

—«¡Dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong-dong!»

—¡Id a la escalera! ¡A la escalera! —gritó entonces Cara de Luna,metiendo prisa a todo el mundo—. ¡El País de los Cumpleaños desaparecerápronto!

 Todos llegaron hasta la escalera y bajaron apresuradamente. Despuésllegó el momento de la despedida. Los duendes tomaron cojines y sedeslizaron por el Resbalón-resbaladizo. El señor Bigotes se pilló la barba enel sofá de Cara de Luna y casi se lo lleva por el Resbalón-resbaladizo. Menosmal que Cara de Luna lo detuvo a tiempo y le desenganchó la barba.

—¿Qué hago con mi poney? —preguntó Tom preocupado—. Cara de Luna,¿crees que podrá bajar por el Resbalón-resbaladizo?

—No puede bajar por el árbol, y tampoco le gustará bajar dentro de lacesta —reflexionó Cara de Luna. Así que colocaron al poney en un cojín ybajó deslizándose, muy asustado.

Fanny se deslizó con la muñeca, medio dormida, en su regazo. Bessie se

quitó las alas y las dobló. No quería que se le estropearan. Quería usarlastodos los días. Estaba encantada con ellas.

El poney cayó sobre el cojín de musgo sin hacerse daño y Tom lo montó.Estaba muy oscuro el bosque, pero no tardó en salir la luna, alumbrándolesel camino hacia casa.

—¡Adiós! —los despidió Cara de Luna desde la copa del árbol—. ¡Hemospasado una tarde estupenda!

—¡Adiós! —Seditas agitó la mano.

—«¡Ding-dong!» —sonó el reloj, que se caía de sueño.

—¡Id con cuidado! —gritó el señor Cómosellama.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Cara de Luna tocó su silbato, y se rió al oír a Cacharros:

—¡Gato, gato, gato! ¿Dónde está ese gato?

—«¡ Slich-sloch-slich-sloch!»¿La señora Lavarropas ya estaba lavando de nuevo? Tom esquivó el aguacon su poney y las niñas echaron a correr para apartarse del árbol. Al señorBigotes le cayó toda el agua, porque se quedó allí, y se disgustó mucho.

—¡Chicas, vamos! —se rió Tom—. ¡Tenemos que regresar a casa! Si no,mañana no nos levantaremos.

Atravesaron una vez más el Bosque Encantado. La luna brillaba, pálida yfría, entre los árboles.

—«¡Uich-uich-uich!» —susurraron las hojas.

 Tom dejó el poney en el campo, fuera de la casita. Fanny desnudó aPeronel y la colocó en una cama de muñecas que tenía. Bessie guardó concuidado las alas en un cajón, y los tres se desvistieron y se fueron a lacama.

—¡Buenas noches! —se dijeron unos a otros—. Ha sido un díamaravilloso. ¡Qué suerte tenemos de vivir cerca del Bosque Encantado!

 Y así era, ¿no es cierto? Tal vez algún día corran más aventuras, peroahora tenemos que despedirnos de ellos, y dejar que duerman, y quesueñen con el País de los Cumpleaños y con todas las cosas maravillosasque les sucedieron allí.

Fin

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

BOLITA DE NIEVE, EL PONEY BOLITA DE NIEVE, EL PONEY 

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El pequeño poney negroEl pequeño poney negro

Un pequeño poney estaba de pie, junto a su madre, en el extremo de unapradera. Eran tan chiquitín que no medía más que un perro grande.

 Todavía no tenía nombre. Como el granjero, al que pertenecía, pensaba

venderlo, no se había preocupado de ponerle un nombre.Era completamente negro, negro como el azabache. Tenía una cola larga,

que movía con rapidez, y unos ojos muy brillantes, que miraban fijamentetodo cuanto veía. El pelo parecía raso negro y la nariz era tan suave como elterciopelo. Era tan bonito que cada niño que lo veía se encariñaba con él,pero era un pequeño salvaje y nunca se acercaba a los niños que lollamaban.

Quería mucho a su madre y ella a él. A veces ella le acariciaba con lanariz suavemente y él se acercaba y se pegaba para sentir el cuerpo cálidoy blando de su madre. Vivían juntos en una enorme pradera y les gustaba

galopar a menudo.—Mamá, ¿has vivido aquí mucho tiempo? —le preguntó un día el pequeño

—. ¿Toda tu vida?

—No, hijito; toda mi vida no —contestó la madre—, pero sí la mayor partede ella. Vine aquí cuando era muy pequeña, tan pequeña como tú. Meregalaron a un niño y yo fui su poney. Me montó durante mucho tiempo,pero ahora ya es una persona mayor.

—¿Quién me montará a mí? —preguntó el pequeño poney, mirando a sumadre con los ojos brillantes.

—No lo sé —le contestó ella—. Aquí no hay niños. Quizá el granjero tevenda y tengas que irte muy lejos.

—No quiero —protestó, apretándose contra el lomo de su madre—.Quiero quedarme contigo en esta hermosa pradera soleada, para siempre.

—No podrás hacer eso —dijo la madre—. No te haría ningún bien. Tienesque aprender muchas cosas: salir al mundo, tener un dueño y convertirte enun buen poney, leal y obediente.

—No quiero —repitió el pequeñín, que estaba a punto de llorar—. Me damiedo dejarte. No permitas que me lleven, madre.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Bueno, aún no te vas a ir —le consoló ella—. Eres demasiado pequeño.Ahora vamos a dar un paseo por el campo, a ver si encontramos hierbalarga y jugosa en la zanja.

Así que partieron juntos a medio galope. El pequeño siempre al lado desu madre. Encontraron la hierba y la mordisquearon con placer. Ésta eramás rica que la hierba corta de la pradera.

Al cabo de unos días, el granjero, acompañado de su mujer, fue a ver alpequeño poney negro.

—¡Qué precioso es! —exclamó—. Parece un poney de juguete. Ojalápudiésemos quedárnoslo.

—No, tenemos que venderlo —dijo el granjero—. Seguramente será paraque lo monte algún niño, que lo cuide y lo quiera. Hay que reconocer que es

un excelente compañero. Lo venderé el verano que viene, pero no se lovenderé a cualquiera, sino a quien sepa tratarlo con cariño. No dejaré quecaiga en manos de ningún niño insolente y mimado que pueda pegarle.

—¡Eh! ¿Has oído eso? Pronto te venderán —le dijo al poney su madre—. Te echaré de menos, hijo, pero te hará bien tener tu propio hogar y unpequeño amo a quien querer. Lo más bonito del mundo es amar y seramado, pequeño mío, así que sé amable con todos y trata de hacer todoslos amigos que puedas.

El pequeño poney siguió creciendo bien durante los meses siguientes. Notenía ni una manchita blanca en todo el cuerpo, a excepción de unos

cuantos pelos blancos en la cola pero nadie se había fijado aún en ellos.—Supongo que te llamarán Hollín, o Negrito o Negro —dijo la madre—,

porque ése es el color de tu pelo.

Pronto llegó el momento de venderlo. Tenía que partir al día siguiente.Estaba triste y se mantuvo junto a su madre todo el tiempo.

—Ahora no te preocupes —le animó ella—. Estarás muy bien. Obedecesiempre a tu amo, sé amable y cuida mucho de los niños que te monten.

—¿No volveré a verte nunca más? —preguntó el pequeño con tristeza—. Te echaré mucho de menos, madre.

—Bueno, tampoco es que te vayas tan lejos —le acarició su madre—. Vasa ir a casa de los niños que viven en la granja que esta al lado de la nuestra.Así, alguna vez, podrás venir a verme. Quizá los niños, cuando te monten,vengan hacia aquí.

—¡Oh! Eso sería maravilloso —exclamó el pequeño poney.

Empezó a sentirse mejor. Iba a salir al mundo. ¿Cómo era de grande? Nolo sabía, porque nunca había salido más allá de la verja de la pradera. Pensóque el mundo podría llegar tan lejos como aquellas montañas que veíadesde allí.

Al día siguiente llegó el granjero y, después de darle al poney un poco deavena, le colocó el cabestro para poderlo sujetar cuando se fueran. Él se

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

arrimó cariñosamente a su madre por última vez y ésta le acariciósuavemente con el hocico.

—Sé bueno, amable y haz lo que te digan —le aconsejó—. Así serás feliz.

Adiós, hijito mío.—Adiós —dijo el pequeño, y salió trotando, muy triste, por la verja que

estaba abierta y que luego se cerró de un golpecito. Ahora, por primera vez,estaba al otro lado de la cerca. El camino se estrechaba frente a él y parecíamuy largo.

¡Qué inmenso y extraño sentía él el mundo!

—Anda —dijo el granjero—, vamos a tu nuevo hogar.

 Y partieron; el pequeño poney iba mirando constantemente a sualrededor con los ojos muy abiertos, curioseándolo todo.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Un hogar y un nombre nuevosUn hogar y un nombre nuevos

El pequeño poney se sorprendió al ver lo grande que era el mundo. Elcamino era largo y daba a una carretera principal, que a la pequeña criaturale pareció larguísima.

Avanzaba al trote junto al granjero, mirando con asombro todas las casaspor las que pasaban. Antes sólo había visto la granja de lejos, a grandistancia. De pronto, un animal rojo, enorme, rugió cerca de ellos y elpequeño poney saltó del susto e intentó meterse en la zanja para ocultarse.

—¿Qué es eso? —pensó—. ¿Me comerá, me comerá?

—Bueno, bueno —se rió el granjero—, es tan sólo un autobús. No te harádaño. Anda, vamos.

Pronto dejaron la carretera y se metieron por un nuevo camino. Éstellevaba a las montañas azuladas que tan a menudo había visto el poneydesde la pradera. Vio los verdes maizales, que crecían a ambos lados, conalguna que otra amapola que temblaba con el viento.

Llegaron a lo alto del monte y el poney contempló sorprendido el valleque se extendía debajo de ellos. Parecía que el mundo era incluso másgrande de lo que había pensado. ¡Era inmenso!

—Bien, ahí está tu nuevo hogar, allí abajo —el granjero señaló unapequeña granja situada en el valle—. Te gustará vivir allí. Hay tres niñosque cabalgarán contigo; son unos chicos encantadores, de modo que nointentes ningún truco con ellos.

El poney aguzó las orejas. ¡Tres niños! Eso le iba a gustar. Era algo

vergonzoso con los niños y las niñas pero, una vez que los conociera, seríamuy divertido jugar con ellos. Continuó feliz su trote, sintiéndose cada vezmás contento.

Por fin llegaron a la granja. Se entraba a través de una pequeña verjablanca. Había tres niños columpiándose en ella, que los estaban esperando.Cuando vieron al pequeño poney, gritaron de alegría.

—¡Allí está! Mirad, allí viene. ¡Oh, qué bonito es! Es el poney más bonitoque he visto en mi vida.

Saltaron la verja y corrieron al encuentro del granjero y del poney. Éste

se asustó y se echó para atrás con tanta fuerza que el granjero casi sueltala cuerda con la que lo sujetaba.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Tienes vergüenza? No seas tonto. Demuéstrales lo simpático que eres.

—Es una maravilla —dijo Willie, un niño mayorcito de unos diez años—.Es el poney más bonito que he visto jamás.

—¡Oh, qué cariñoso! —dijo Sheila, que tenía siete años, y le puso losbrazos alrededor del cuello, abrazándolo.

—Quiero montarlo ahora mismo —dijo Timmy, el más pequeño, que teníacinco años.

El granjero lo montó sobre el lomo del poney, sujetándolo bien. El poney,asustado, dio un brinco: no estaba acostumbrado a tener a nadie encima, yno le gustó nada.

—Bueno, bueno —suspiró el granjero—, tendrás que acostumbrarte aesto. Bien, Timmy, ¿te gusta?

—Me encanta —contestó Timmy con su carita redonda, que se habíaenrojecido de la emoción—. Bájeme otra vez; quiero mirarlo bien.

—Bueno, ahora tengo que dejarlo —dijo el granjero—. ¿Dónde lo vais atener?

—En esa pradera de allí —se apresuró a decir Willie, y señaló una praderaal lado del jardín de la granja—. Yo lo llevaré. Es lindísimo. ¿Tiene nombre?

—No —dijo el granjero, pasándole la cuerda a Willie para que éste se lollevara—. Lo del nombre lo he dejado a vuestra elección. Bueno, espero quese porte bien. Es un buen compañero. Ahora me voy a hablar con vuestropadre. Veo que está allí, en aquel campo.

Dejó al poney con los niños, que lo llevaron hasta la pradera y cerraron laverja. Éste se paró y los miró con ojos brillantes, aunque un poco aturdido.

 Todo le resultaba muy extraño, y echaba de menos a su madre.

—Eres el poney más encantador del mundo y eres nuestro —Sheila leacarició la nariz con dulzura—, pero, antes que nada, tenemos que ponerteun nombre.

—Ni Hollín, ni Negrito, ni Carbonilla —dijo Willie.

—Pero es completamente negro —observó Sheila—. Hay que ponerle unnombre que tenga que ver con algo negro.

—No me gustan los nombres relacionados con lo negro —comentó Willie—. No pienso llamarle nada por el estilo.

—Bueno, pues llámale Bolita de Nieve o Blanca Nieve o Copito de Nieve—Sheila se echó a reír.

Los otros se miraron y Willie se echó a reír también.

—¡Buena idea! Le llamaremos Bolita de Nieve. Eso le hará mucha gracia ala gente.

El poney pensó que era un nombre bonito, y se sentía muy satisfecho detener un nombre propio. Confiaba en que le gustara a su madre también.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Bolita de Nieve! —le dijo Sheila despacito en el oído—. Ése es tunombre, pequeño poney. ¡Bolita de Nieve! Ahora, cada vez que nos oigasllamarte así, tienes que venir trotando hacia nosotros. ¿Lo entiendes?

—Bolita de Nieve —repitió Timmy, dándole una palmadita en el cuello—.Eres una bolita de nieve negra, eres nuestro y te queremos mucho.

—Será mejor que hoy no lo montemos —dijo Willie—. Tiene vergüenza yalgo de miedo, pues acaba de dejar su casa. Sólo le hablaremos y leharemos trotar por ahí. Pronto se sentirá a gusto y será feliz.

—Vamos, Bolita de Nieve, vamos a dar una vuelta por la pradera —Sheilaechó a correr.

 Y Bolita de Nieve trotó muy alegre por allí, en compañía de los niños.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

La pradera de Bolita de NieveLa pradera de Bolita de Nieve

Pronto los niños entraron a comer y su madre escuchó con mucho interéstodo lo que tenían que contar acerca de Bolita de Nieve. Les prometió queluego iría a verlo.

—Va a ser una compañía estupenda para vosotros, y hasta Timmy podrámontarlo. Creo que papá va a traerle los aparejos hoy, así que prontotendrá que aprender a llevar una silla y a obedecer a las riendas.

—Al principio quizá no le guste —intervino Willie—, pero pronto seacostumbrará. Es un cielo, mamá. Nunca he visto un poney tan encantador.

 Tiene el pelo tan brillante como el raso negro.

—¿Y cómo es que le habéis llamado Bolita de Nieve? —preguntó la madreextrañada—. Es una ocurrencia muy ingeniosa.

—Espero que no se sienta muy solo en la pradera —di-jo Sheila—.Supongo que echará mucho de menos a su madre.

Bolita de Nieve se estaba sintiendo muy solo. Quería que volvieran losniños y le hablaran. Se preguntaba a cada instante dónde se habrían ido ycuándo volverían.

Masticó un poco de hierba, que era muy sabrosa. Dio una vuelta por lapradera y se sintió orgulloso de pensar que era para él exclusivamente, yaque no había ninguna otra criatura en ella. Había vacas en un campocercano al suyo y ovejas en la parte del monte, pero en su pradera él era elúnico.

De pronto una gallina marrón pasó por la cerca y empezó a picotear por

el suelo. Luego llegó otra y, más tarde, otra más. Bolita de Nieve se paró ylas miró enfadado.

—Ésta es mi pradera —dio un relincho, y corrió hacia ellas hecho unafiera.

La primera gallina marrón lo miró sorprendida.

—¿Cómo que tu pradera? ¿Qué quieres decir? Siempre venimos aquí apicotear. No seas bobo.

—¡Iros! —ordenó Bolita de Nieve—. No quiero teneros aquí.

Corrió tras la gallina y ésta echó a correr hacia la valla. Después persiguióa las otras dos, que también se fueron pero, tan pronto como dio la vuelta,la primera gallina entró de nuevo por otro agujero algo más apartado.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bolita de Nieve estaba furioso. Trotó hacia la gallina, y ésta cacareó y sefue corriendo. Pero, al mismo tiempo que se marchaba por la valla, algunasotras llegaron por el lado opuesto de la pradera. Bolita de Nieve la atravesó

al galope para decirles unas cuantas cosas.Pronto las gallinas se estuvieron divirtiendo a costa del pequeño poney.

—¿A que no me pillas? ¿A que no me pillas? —cacareaban las gallinas.

Bolita de Nieve arremetió contra todas ellas y luego dio una patada en elsuelo.

—Se lo diré a los niños. Sabéis que esta es mi pradera, y no permitiré quenadie más esté en ella.

Un enorme caballo marrón se asomó por la valla y se quedó mirando aBolita de Nieve.

—¡Hola! —saludó—. No te había visto antes. ¿Por qué se ha formado todoeste lío?

—La culpa la tienen estas gallinas —dijo Bolita de Nieve—. Es la primeravez que tengo una pradera para mí solo y no quiero que la pisen lasgallinas.

—Ésta pradera no es tuya —le explicó el caballo marrón—. Es,simplemente, la pradera donde se te permite estar. En cuanto a las gallinas,pueden ir donde ellas quieran. Eso es lo que dijo el granjero. Sé amable, ono harás amigos. ¿No te lo advirtió tu madre?

Bolita de Nieve se acordó de pronto de su madre. Sí, ella le había dicho lomismo. ¡Oh, qué pronto se había olvidado! ¡Qué pena! Se fue trotandocabizbajo a un rincón. Las gallinas lo rodearon y empezaron a cacarear.

—Después de todo, es tan sólo un bebé. No sabe hacer las cosas de otramanera. ¿Cómo te llamas, bebé?

El poney se alegró de tener un nombre.

—Me llamo Bolita de Nieve.

Entonces las gallinas y el caballo estallaron en grandes carcajadas.

—¡Vaya broma! —comentaban entre sí—. Bolita de Nieve, ¿qué osparece? Vaya bola de nieve... negra.

Sonó un golpecito en la verja, y el poney escuchó las voces de los niños.Aguzó las orejas y miró alrededor.

—¡Bolita de Nieve! ¡Bolita de Nieve! —llamaban los tres niños.

El pequeño poney galopó muy contento hacia ellos.

—Ya conoce su nombre —gritó Willie—. ¡Qué listo es! Ha venido encuanto lo hemos llamado.

El poney les arrimó el hocico. Timmy le ofreció una cosita blanca ycuadrada que sostenía en la palma de la mano. Bolita de Nieve la olfateó.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Vamos, Bolita de Nieve, es un regalito para ti. Es un terroncito deazúcar —dijo Timmy.

—Mamá nos dio uno a cada uno después de comer, pero yo he guardado

el mío para ti. Cómetelo, tontín.Bolita de Nieve lo volvió a olfatear. Nunca había olido el azúcar. De

pronto, alzó el labio superior y agarró el terrón con la boca.

Lo masticó. Era dulce, y le gustó mucho. Siguió olfateando alrededor de Timmy, confiando en encontrar otro terroncito. ¡Qué niño tan simpático!¡Haberle guardado un regalito así!

—Si eres bueno, a lo mejor te guardo mi terroncito de azúcar mañana —dijo Sheila—. Vamos, ven. Vamos a verte trotar, galopar, andar y darvueltas. Hemos venido para jugar contigo toda la tarde.

Al momento estaban los cuatro jugando como locos y todas las gallinasse quedaron mirando sorprendidas. Los niños corrieron por la pradera, y elponey también. Caminaron durante mucho rato. Luego se sentaron sobre lahierba y Bolita de Nieve se acostó. Más tarde dieron vueltas y más vueltasen compañía del poney, a quien le gustaba mucho ese juego. Los niños nodejaban de reírse.

—Es como nosotros.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bolita de Nieve y SheilaBolita de Nieve y Sheila

La primera noche, Bolita de Nieve se sintió terriblemente solo sin tener asu madre al lado. Normalmente, se acostaban debajo de un castaño quetenían en la pradera y él se acurrucaba junto a ella.

Pero esa noche, en su propia pradera, no tenía a nadie a quien arrimarse.Relinchó llamando a su madre, pero ella no fue; estaba muy lejos. Buscó alas gallinas marrones para hablar con ellas, pero se habían ido a dormir algallinero. Entonces se fue hasta la valla y relinchó, llamando al viejo caballomarrón. Pero el caballo dormía en el otro extremo de la pradera, y tampocoacudió.

Salió un búho y chilló de repente. Bolita de Nieve se llevó un buen susto.

Luego apareció la luna, un enorme astro blanco en medio del cielo; aBolita de Nieve le parecía una cara.

Estaba solo y asustado. Se quedó temblando bajo un árbol. Se sentía muyinfeliz. Nadie lo quería. Pensó en escapar, pero la verja de la valla estabacerrada.

Sin embargo, había alguien que se acordaba de él, alguien que estabaacostada en su cama calentita y pensaba en el pequeño poney, que estaríaallí afuera, en la pradera, solo por primera vez en su vida. Estaba triste porél, y quería consolarlo.

Ese alguien era Sheila. Ella quería mucho a sus mu-flecas y a todos sus juguetes, y ahora quería al poney también.

Se levantó y se fue a la ventana. La luna estaba alta y podía ver la

pradera del poney con claridad.Entonces lo vio, allí de pie, casi sin moverse, en una esquina.

—Está despierto —pensó la pequeña—. No puede dormir. Necesita a sumadre. ¡Pobrecito Bolita de Nieve! Me pondré la bata, bajaré las escalerasdespacito y me iré a la pradera. Hace tan buena noche que no tendré frío.

Se puso la bata y bajó con mucho cuidado por la escalera. Abrió la puertaprincipal y salió. Corrió por el sendero del jardín hasta la verja blanca. Luegofue hasta la pradera y abrió la verja.

Bolita de Nieve escuchó el golpecito y se sobresaltó. ¿Quién sería? ¿Quién

iría hasta allí en medio de la noche? Su madre siempre le había dicho que la

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

gente que andaba sigilosamente por la noche no era gente buena. ¿Habríaido alguien para robarlo?

Se quedó allí temblando a la vez que Sheila atravesaba la verja. Luego

escuchó una dulce voz, y se tranquilizó.—¡Pobre Bolita de Nieve! ¿Te sientes solo? He venido a consolarte y a

decirte que no te sientas mal, porque te quiero mucho.

Bolita de Nieve conocía la voz de Sheila. Le dio un vuelco el corazón.Enseguida corrió hacia ella y se arrimó tanto que casi la tira al suelo. Estabaencantado de que hubiera ido. Ella le abrazó y él sintió, con el hocico, cómole latía el corazón. Era una niña encantadora. Él la querría más que a nadieporque era muy simpática y cariñosa.

—Ahora acuéstate aquí, debajo de este árbol; la tierra está seca —dijo

Sheila, y le condujo a un buen lugar—. Duérmete tranquilo, Bolita de Nieve.Nada ni nadie te hará daño.

Bolita de Nieve le agarró la bata con los dientes y empezó a estirar.

—¿Qué? ¿Quieres que me acueste a tu lado? —preguntó Sheila—. ¡Quéponey tan juguetón! ¿Echas de menos a tu madre esta noche? Bueno, yo teharé compañía un ratito, pero luego tengo que marcharme.

Era una noche muy cálida. Bolita de Nieve y Sheila yacían sobre la hierbaseca. Sheila tenía la cabeza apoyada sobre el cuerpo redondo del poney,que ahora estaba feliz. Alguien lo amaba y era su amiga. Eso era lo que lehabía dicho su madre; si hacía amigos, sería feliz.

Ambos se durmieron. La luna redonda los contemplaba desde arriba. Seacercó un erizo y se quedó mirándolos sorprendido.

Sheila y Bolita de Nieve estuvieron así, dormidos, durante horas. LuegoDan, el mozo de la granja, llegó a la pradera. ¡Qué sorpresa se llevó al ver aSheila y a Bolita de Nieve durmiendo juntos debajo del árbol!

—¡Hola, señorita! —le dijo suavemente, y le sacudió despacito en elhombro—. Va a tener problemas por dormir fuera. Podría agarrar unresfriado terrible.

Sheila se despertó y se quedó mirando las hojas verdes del árbol. Entrelas hojas se veía el cielo azul. ¿Dónde estaba? Se incorporó y vio a Dan.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. He debido estar aquí toda la noche. ¿Quédirá mi madre? Se va a enfadar mucho conmigo. Ahora no sé si podré entraren la casa sin que nadie me vea.

—No, no haga eso —le aconsejó Dan—. Dígaselo a su madre. Ocultar lascosas no está nada bien. ¡Vaya! Ese poney es muy bonito. ¿Cómo se llama?

—Bolita de Nieve —dijo Sheila, y Dan no pudo contener la risa.

—¡Qué gracioso! —exclamó, mientras acariciaba a Bolita de Nieve.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

El poney apretó el hocico contra él, y también contra Sheila. Pensó quenunca olvidaría que la pequeña había salido durante la noche para estar conél, para que no se sintiera tan solo. Ahora quería a Sheila todavía más.

La niña se fue corriendo hacia la casa. Su madre, al verla entrar, sesorprendió.

—Supongo que no habrás estado en la pradera en bata —dijo muy seria.

—¡Oh, mamá! He pasado la noche afuera —le contó Sheila—. Perdóname,pero es que Bolita de Nieve estaba muy solo y yo sabía que echaba demenos a su madre, así que salí a consolarle. Me quedé dormida y Dan meha despertado. No te enfades conmigo, mamá. Te prometo que no volverá aocurrir.

Su madre, lejos de enfadarse, dio un beso a Sheila y le dijo:

—¿Sabes que eres una niña muy buena?Después de eso, Sheila y Bolita de Nieve fueron siempre unos amigos

muy especiales.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bolita de Nieve hace algunas amistadesBolita de Nieve hace algunas amistades

Bolita de Nieve pronto se sintió bien en su nuevo hogar. Quería mucho alos niños. Uno u otro le guardaba siempre un azucarillo, que él esperaba conimpaciencia.

Enseguida se le permitió moverse por donde él quisiera. La verja nosiempre estaba cerrada, y él entraba y salía cuando se le antojaba. Era unanimal tan dócil como Tinker, el perro de la granja.

Pronto empezó a tratar a los otros animales que había allí. Dio una vueltapara darse a conocer. Fue a la pradera donde pacían las vacas. Éstas lomiraron fijamente sin parar de masticar. Él se quedó mirándoles los cuernosy sintió algo de miedo.

—No me vais a embestir, ¿verdad? Prometedme que no lo haréis —suplicó a Botón de Oro, una vaca roja y blanca.

—El toro podría usar los cuernos para atacarte, así que no te acerques aél —le aconsejó Botón de Oro.

—Yo soy Bolita de Nieve, el nuevo poney de Shetland y pertenezco a losniños —dijo Bolita de Nieve, y las vacas se echaron a reír.

—Bolita de Nieve, qué nombre tan raro para alguien como tú. Nuncahemos visto un caballo tan pequeño. Al principio pensamos que eras uncaballito de juguete.

—Yo no soy un juguete. Estoy vivo —protestó Bolita de Nieve—. Mirad lorápido que sé galopar.

 Y empezó a galopar, sin parar de dar vueltas, alrededor de la pradera,delante de todas las vacas.

—Galopas casi tan deprisa como Capitán, el caballo grande marrón deallá —dijo Botón de Oro, y Bolita de Nieve echó a correr hacia donde estabaCapitán.

—¡Hola! —se presentó—. Soy Bolita de Nieve, el poney de Shetland. Estoyseguro de que puedo galopar más rápido que tú.

—¡Ah! Tú eres el joven que jugaba al «pilla, pilla» con las gallinas y nopudo pillarlas. Bueno, podemos hacer una carrera, si quieres.

Bolita de Nieve aceptó, y los dos corrieron alrededor de la pradera, peroganó Capitán. Era un caballo fuerte y poderoso y, a pesar de que Bolita deNieve galopaba tan rápido como podía, no pudo alcanzar a Capitán.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Tengo que reconocer que no soy tan rápido como tú —dijo Bolita deNieve jadeando.

—Claro. Es mejor no jactarse de lo que uno puede hacer, hasta haberlo

probado —explicó Capitán—. Y ahora ¿adonde vas?—Voy a hablar con aquellas criaturas redondas y rosas que hay allá —

señaló Bolita de Nieve—. ¿Qué son? Hacen unos gruñidos un tanto extraños.

—Son cerdos —repuso Capitán—, pero no entres en su corral porque, si lohaces, la vieja cerda te perseguirá. No le gusta la gente a la que no conoce.

Pero Bolita de Nieve no le hizo caso. Marchó al trote hasta el corral de loscerdos. Empujó la puerta pero no consiguió abrirla.

Luego recordó que había visto a uno de los niños presionar el manubriohacia un lado; hizo lo mismo y la puerta, entonces, se abrió.

¡Aja! ¡Qué listo era! Entró en el corral y los cerdos empezaron a darvueltas alrededor de él.

—¿Tú qué eres? ¿Quién eres?

—Soy Bolita de Nieve, el poney de Shetland, y tengo permiso para irdonde quiera —les dijo—. ¡Ah! ¿Qué es lo que hay en el pesebre? Huelemuy bien.

Se acercó al comedero de los cerdos, donde Dan les había puesto lacomida, y empezó a comer pedacitos de aquí y de allá.

La vieja cerda, que estaba acostada de lado, levantó la cabeza y sequedó mirándolo.

—¿Qué haces aquí comiéndote nuestra comida? —gruñó—. Vete de unavez y cierra la puerta al salir. No quiero que mis cerditos se escapen portoda la granja.

Bolita de Nieve corrió hacia la puerta y la cerró. Pero no había salidoantes. No, se había quedado encerrado y volvió al comedero para cogeralgún otro pedacito de comida.

Mamá cerda, al verlo, se puso furiosa. Se levantó sobre sus cuatro patascortas y miró enojada a Bolita de Nieve.

—Poney malo —chilló—. Robas nuestra comida y abres la puerta. Eresmuy malo.

Corrió tras Bolita de Nieve y casi lo tira al suelo. Él se asustó al ver loenfurecida que estaba. Los cerditos lo rodeaban gritándole:

—Escápate, tonto, corre.

Él empezó a dar vueltas por el corral, perseguido por mamá cerda. Lospequeños corrían también, gritaban nerviosos, y se metían debajo de suspatas. ¡Oh! ¿Por qué se habría metido en ese sitio tan horrible?

Willie escuchó el bullicio. Corrió al corral de los cerdos y empezó a reírseal ver lo que estaba ocurriendo.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¡Mamá, Sheila, mirad! Bolita de Nieve se ha metido con los cerdos y lavieja cerda le está persiguiendo.

 Todos se echaron a reír, todos menos Bolita de Nieve, que estaba

avergonzado. Willie abrió la puerta y el poney salió corriendo. Los cerditosasomaron las naricitas rosas por los barrotes de la parte inferior de la verjay volvieron a gritarle:

—Vuelve a vernos pronto, Bolita de Nieve. Es divertidísimo ver comomamá te persigue.

—¿Has abierto la puerta tú solo? —le preguntó Willie asombrado—. ¡Diosmío! Qué poney tan listo eres; pero no vuelvas a entrar al corral de loscerdos otra vez. A mamá cerda no le gusta.

—No lo haré —relinchó Bolita de Nieve, y se fue trotando a su pradera

para descansar—. ¡Oh! Qué feliz me siento de no haber tenido una madretan fiera como esa cerda. Lo siento por esos cerditos.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Una silla y una brida para Bolita deUna silla y una brida para Bolita de NieveNieve

La primera vez que lo ensillaron y le colocaron la brida, a Bolita de Nieveno le gustó nada. No podía entender qué era lo que llevaba sobre el lomo y

agitaba la cabeza de arriba abajo enfadadísimo.—Venga, no seas bobo, Bolita de Nieve —dijo Sheila con su dulce voz—.

 Todos queremos montarte y no podemos hacerlo si no tienes una silladonde nos podamos sentar, y riendas para guiarte.

Le dio un azucarillo. Él se lo comió y se quedó quieto. La miraba por elrabillo del ojo. Si Sheila quería algo de él, él lo hacía. Sí, él haría cualquiercosa por Sheila aunque no le gustara.

—Sube tú primero, Sheila —dijo Willie—. El poney te adora desde aquellavez que pasaste la noche con él en la pradera. Siendo tú, a lo mejor sequeda quieto.

Sheila se subió. Cuánto pesaba al principio. Qué incomodidad. Bolita deNieve quería ponerse de pie y deshacerse de ese peso molesto. Pero nopodía soportar la idea de hacer caer a Sheila; podría herirla. Así que semantuvo quieto pero temblando.

—Mi querido Bolita de Nieve, mi querido y buen Bolita de Nieve —le decíaSheila a la vez que le acariciaba la espesa crin negra—, dame un paseosobre tu lomo, Bolita de Nieve. Ahora tú y yo somos una misma cosa. Papádice que es una de las mejores sensaciones entre un hombre y un caballo.¿No lo sientes así, Bolita de Nieve?

Apretó las piernas contra los costados, y el poney dejó de temblar. Diounos cuantos pasos y sintió de pronto que ya no le desagradaba que lomontasen.

—Buen chico —dijo la niña—. Eres muy listo. Pronto serás tan bueno paramontar como Capitán.

—Yo soy mejor que Capitán, porque tengo la talla justa para ti —relinchóBolita de Nieve, y emprendió la marcha por la pradera mientras Sheila ibasujetando las riendas.

—Tranquilo, Bolita de Nieve, tranquilo. Me estás haciendo dar muchos

saltos —gritó Sheila—. Ésta es tu primera lección y tan sólo debes ir al paso.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Así pues, Bolita de Nieve anduvo a paso corto con Sheila sobre su lomo.Sheila se reía contenta, y estaba colorada. Los ojos le brillaban.

—Da gusto poderle montar —comentó a sus hermanos—. Es encantador.

Irá como el viento. ¡So, Bolita de Nieve, so! Cuando te tire de las riendas deeste modo, tienes que parar. Así está bien.

 Timmy fue el segundo en montar. No era tan bueno como Sheila, puesella había montado antes con frecuencia, así que Willie caminó a su ladosujetando la rienda con la mano.

Luego le tocó el turno a Willie, y anduvo al paso y luego al trote por todala pradera. El ruido de las pequeñas patas de Bolita de Nieve hizo que lasgallinas se escaparan por la cerca.

Bolita de Nieve se sintió muy orgulloso cuando por fin Willie desmontó. Se

había acostumbrado a la silla casi de golpe y sabía cómo responder a lostirones de las riendas.

—Es listo de verdad —reconoció Willie, y dio unas palmaditas a laaterciopelada nariz de Bolita de Nieve—. Haría cualquier cosa por nosotros.

 Tenía miedo al principio, pero se le pasó pronto. ¿No te parece fantásticomontarlo, Sheila?

—Sí, es fabuloso —contestó Sheila—. Tiene el tamaño justo paranosotros. Incluso si Timmy se cayera, no importaría porque no caería desdemuy alto. Buen chico, Bolita de Nieve. Si quieres, mañana te llevaremos aver a tu madre para que le digas lo bien que te va. Esa será tu recompensa

por ser tan bueno.Bolita de Nieve se fue muy contento a galopar él solo por la pradera. ¡Ver

a su madre! ¡Oh, qué alegría! Y ella podría ver lo bien que llevaba a losniños y le contaría cosas de los cerdos, de las vacas y de todo lo demás.

Así que, al día siguiente, los cuatro y Tinker, el perro de la granja, sepusieron en marcha hacia la granja vecina. Su madre les dijo que, comohacía muy buen día, se llevasen la comida para comerla en el campo.

Ensillaron a Bolita de Nieve, y por el camino fueron turnándose paramontarlo. Se sentía muy orgulloso porque cada persona con la que se

cruzaban miraba con una sonrisa. Niños y niñas corrían hacia ellos yacariciaban a Bolita de Nieve.

—¡Oh! ¿Es vuestro? Es precioso. ¿Cómo se llama?

—Bolita de Nieve —dijo Willie, y los niños, naturalmente, se rieron.

—Qué nombre tan divertido para un poney negro. ¿Podemos montarlo?

—Es que ahora vamos a que vea a su madre.

—Déjame que lo monte, venga —exigió un niño grande tirando de lasriendas.

—Déjalo —ordenó Willie—. No, Lennie, no puedes. Eres demasiadogrande, y además tú no tratas bien a los animales. ¡Déjalo!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—Bueno, iré un día que no estéis y lo montaré —amenazó Lennie un pocoresentido—. ¿Entendido? Eso es lo que haré, si ahora no me dejáis dar unavuelta.

—No seas tonto —gritó Willie—. Vamos, Sheila, súbete encima de Bolitade Nieve. Ahora te toca a ti.

Sheila montó y se pusieron en marcha otra vez. Tinker los seguía mirandoy le gruñía a Lennie. A nadie le gustaba este niño, que era tan egoísta yantipático.

—Ya estamos llegando —dijo Willie por fin, cuando divisaron la granja—.Ahí está tu antigua pradera, Bolita de Nieve.

—Y allí está mi madre —relinchó Bolita de Nieve, lleno de alegría—.Mirad, allí está.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Una visita a la madre de Bolita de NieveUna visita a la madre de Bolita de Nieve

El pequeño poney trotó hasta la verja de la pradera, que tan bien conocía,con Sheila sobre el lomo. Relinchó con fuerza. Su madre alzó la cabeza y, alverlo junto a la verja, galopó hacia él, relinchando también. Madre e hijo sefrotaron los hocicos con ternura.

—Haremos aquí el picnic, en esta pradera —sugirió Willie—. Así Bolita deNieve y su madre podrán pasar un buen rato.

Sheila bajó del poney; le quitó la silla y la brida y lo llevó a través de laverja que Willie ya había abierto. Los niños los siguieron y la cerraron.Encontraron un sitio muy agradable en un banco muy soleado y se sentarona comer.

—Miradlos —dijo Timmy—. Están felices de volverse a ver.

Bolita de Nieve miró alrededor de la pradera. Se acordaba de lo enormeque le parecía antes, como si hubiese sido medio mundo. Ahora, en cambio,le parecía pequeña. ¡Qué raro! O él había crecido o la pradera se habíaencogido.

Su madre también le parecía más pequeña, así que debía ser él el quehabía crecido. Su madre se lo dijo:

—Eres casi tan grande como yo. Qué deprisa has crecido. ¿Tienes ya unnombre?

—Sí, Bolita de Nieve —contestó el poney, y su madre sonrió.

—¿Por qué te parece gracioso? —preguntó Bolita de Nieve—. Todos seríen de mi nombre. ¿Por qué?

—Espera que llegue el invierno y lo entenderás —repuso la madre—.Ahora cuéntame todo acerca de tu nuevo hogar. ¿Son simpáticos los niños?

Bolita de Nieve le contó todo. Le habló de Sheila, y le contó que le habíahecho compañía en su primera noche tan solitaria, y su madre se alegrómucho.

—Debe ser una niña encantadora. Dejaré que me monte después quetermine su almuerzo.

—Todos son buenos —aclaró Bolita de Nieve—, menos mamá cerda, quecuida de los cerditos y un día me persiguió.

—Mira, los niños nos llaman. Tienen avena —señaló la madre.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Así que fueron donde estaban los niños.

Cuando terminaron la avena, Sheila le dio una zanahoria fresca a lamadre de Bolita de Nieve, que la comió con voracidad; le encantaban las

zanahorias. Bolita de Nieve la olfateaba.—Prueba una, Bolita de Nieve —dijo Willie—. Te gustará.

Así fue, y Bolita de Nieve olfateó en la bolsa de la comida por si habíaotra. Encontró una y la sacó.

—¡Oh, mirad! Bolita de Nieve ha cogido una él solo —gritó Sheila—. No,Bolita de Nieve, no cojas las manzanas. Son para nosotros.

Pero Sheila le dio los corazones de las manzanas y él los masticósatisfecho. Luego se fue de paseo con su madre por su antigua pradera,buscando los sitios que ya conocía. Sí, allí estaba el árbol bajo junto al que

solían dormirse. Y allí estaba la zanja donde crecía la hierba larga y jugosa. Y allí el abrevadero, donde el granjero solía ponerles el agua, pues en esapradera no había ningún estanque ni arroyo.

Al rato, los niños se levantaron y se acercaron a los poneys. La madre deBolita de Nieve trató de explicar a Sheila que le gustaría darle un paseo.Pero no tenía silla.

—Creo que podría montarla a pelo, si me dejase agarrarla por la crin —dijo Sheila, y subió sobre el lomo del poney.

Enseguida empezó a trotar por la pradera. Timmy la seguía sobre Bolita

de Nieve. Willie se quedó en medio agitando una ramita, jugando a que eraun domador y ellos eran poneys y amazonas de circo.

—Es hora de ir a casa —les avisó Sheila bajándose de mamá poney—.Muchas gracias, me ha encantado el paseo. Bolita de Nieve, dile adiós a tumadre.

—Ya no te sentirás solo sin mí —dijo la madre, frotándose contra él—.¿Quieres quedarte aquí conmigo? ¿Te da pena irte?

—No —aseguró Bolita de Nieve—. Me encanta mi nuevo hogar y quieromucho a los niños. Ya no quiero quedarme aquí, madre. Pero volveré a

verte pronto, aunque tenga que venir solo. ¡Adiós!—Adiós, Bolita de Nieve.

 Y se fueron todos. Bolita de Nieve llevaba a Timmy. Qué poney tan listo ysuave. Su madre lo miraba, orgullosa de él. De pronto la verja se cerró, yella se quedó sola recordando lo bien que lo habían pasado. Bolita de Nieveya estaba muy lejos.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

¡Qué divertido es Bolita de Nieve!¡Qué divertido es Bolita de Nieve!

En una ocasión, cuando los tres niños estaban dentro de casa porque noparaba de llover, Bolita de Nieve tuvo frío. Estaba mojado y se sentía muysolo.

Se quedó bajo un árbol, pero la lluvia caía con tanta fuerza que se mojabaincluso estando allí.

Empezó a relinchar muy enfadado.

—Me estoy mojando. Me voy a enfriar. Mi madre siempre me aconsejabaque no cogiese frío. Hasta las gallinas están protegidas en sus gallineros,pero a mí me dejan aquí solo, en la pradera.

Escuhó a unos patos que chapoteaban en un gran charco al otro lado dela cerca. Miró por encima de ésta y les habló:

—Mira que estar afuera bajo la lluvia. ¡Qué tontos sois! Os vais a mojar

del todo.—¡Ah! Éste es el clima perfecto para los patos —explicó un pato grande

—. Nos encanta la lluvia. Cuanto más llueva, mejor. Nuestros cuerpos nuncase mojan, porque la lluvia resbala por las plumas, ¿sabes?

—Los cerdos están en su corral, el gato en la casa, las gallinas en sugallinero, el perro en su caseta, pero yo estoy aquí mojándome cada vezmás —se lamentaba Bolita de Nieve.

—Bueno, ve y pregunta a las gallinas si puedes resguardarte en su choza—dijeron los patos, salpicando con fuerza—. Allí tienen sitio de sobra.

Así que Bolita de Nieve se fue hacia la verja de la pradera. Estaba cerradapero sabía abrirla. ¡Qué listo era el pequeño poney! Enseguida abrió la verjay trotó hasta el gallinero, pero las gallinas no le dejaron estar allí.

—No, no. El otro día nos perseguiste por la pradera —chillaron—. No tequeremos en nuestra casa.

Luego Bolita de Nieve se dirigió a la puerta de la cocina para ver si veía algato. Lo encontró tumbado en un felpudo al lado del fuego.

—¿Puedo entrar y tumbarme al lado del fuego también? —preguntó Bolitade Nieve.

—¡Ni hablar! —exclamó el gato—. Sólo los perros y los gatos puedenestar dentro de la casa. ¡Vete!

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bolita de Nieve entró y se fue derecho a la cocina pero, cuando estaba apunto de tumbarse, llegó la cocinera.

—¡Dios mío! —gritó enfurecida—. Lo que faltaba. Bolita de Nieve, vete

inmediatamente. Estás pisoteando mi cocina. ¿Quieres que te pegue?Bolita de Nieve salió corriendo y fue hasta la caseta de Tinker. Éste no

estaba. La caseta la habían construido con una enorme bañera vieja,colocada de costado, y habían metido paja. Parecía muy cómoda.

—Esto tiene buen aspecto —pensó Bolita de Nieve—. Soy tan pequeño yla bañera tan grande que creo que cabré y podré acostarme. Así que semetió con mucho cuidado y se acostó sobre la paja. Estaba blanda, seca ymuy confortable. Bolita de Nieve se sintió feliz.

—Ojalá fuese perro. Me gustaría tener una caseta como ésta. Tinker tiene

suerte —se dijo a sí mismo, y al rato se quedó dormido.La lluvia cesó y salió el sol. Los niños salieron también y buscaron a Bolita

de Nieve para dar un paseo.

—No está en la pradera —dijo Sheila sorprendida—. Ha abierto la verja yse ha ido. ¡Bolita de Nieve! ¿Dónde estás?

No hubo respuesta. Luego, de pronto, escucharon un ladrido que veníadel patio. Era Tinker.

—¿Qué le pasará a Tinker? —se preguntaron.

 Tinker estaba parado junto a su caseta, ladrando con fuerza. Y allí dentro,despertándose en aquel momento, estaba Bolita de Nieve con cara desorpresa.

—¡Bolita de Nieve! ¡Oh, mirad! Bolita de Nieve se ha metido en la casetade Tinker.

¡Cómo se rieron todos!

Bolita de Nieve salió afuera y se sacudió. Relinchó y trotó hacia dondeestaba Sheila. Estaba feliz de verla y le puso el hocico en la mano.

—Qué poney tan divertido eres —dijo Sheila, que se reía de verlo—. Estoysegura de que ningún otro poney en todo el mundo ha dormido en la casetade un perro. Bolita de Nieve, ¿qué otra cosa se te va a ocurrir?

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Lennie, el niño maloLennie, el niño malo

Un día, Lennie fue a ver a Willie, a Sheila y a Timmy. Ellos no teníanmuchas ganas de verlo porque les parecía muy antipático y egoísta, pero sumadre siempre les decía que fuesen amables con las visitas, así que lotrataron bastante bien.

—Quiero montar a vuestro poney —dijo Lennie.

—No, preferimos que no —contestó Sheila con mucha educación—. Todavía es muy pequeño y, aunque esté acostumbrado a nosotros, a lomejor no le gusta que tú lo montes. Eres demasiado gordo y pesas mucho.

—No seas grosera —dijo Lennie frunciendo el ceño.

Era gordo porque era un glotón, pero no le gustaba que nadie se lo dijese,claro está.

—No soy grosera —se defendió Sheila con naturalidad—. Tan sólo te

estoy explicando por qué no puedes montar a Bolita de Nieve.—Bueno, pues lo voy a hacer —aseguró Lennie, que sabía que los padres

de los niños no estaban.

Entonces se dirigió a la pradera de Bolita de Nieve. Los niños corrierontras él.

—No lo harás, Lennie —gritó Willie.

—No podéis impedirlo —Lennie soltó una carcajada—. Yo soy más grandeque vosotros. Podría tumbaros a los tres con una sola mano.

—Eres un chico muy desagradable —dijo Sheila casi llorando.

 Timmy sujetó a Lennie por el abrigo y trató de tirarlo hacia atrás, peroLennie se sacudió y Willie se cayó al suelo.

Luego Lennie empezó a correr deprisa por la pradera, saltó la verja yllamó a Bolita de Nieve.

—Bolita de Nieve, ven aquí.

—No, no vayas, no vayas —gritó Sheila.

Pero Bolita de Nieve fue hacia él. Siempre que alguien lo llamaba, élacudía. Ahora también fue trotando con aquellos ojos, que le brillaban al

mirar a cada uno de los niños, listo para dar un paseo a cada uno de ellos.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Pero fue Lennie el que saltó sobre su lomo. No tenía ni brida ni silla, peroa él no le importaba. Se agarró a la espesa crin negra de Bolita de Nieve yle apretó muy fuerte con las rodillas.

—¡Galopa! —gritaba Lennie—. ¡Venga, galopa!A Bolita de Nieve no le gustó el niño. Era gordo, pesaba mucho y no le

trataba con cariño. Lennie lo pateó con fuerza en los costados y Bolita deNieve se asustó y dio un salto. No estaba acostumbrado a que la gente lotratara mal.

—¡No, Lennie, no! ¡Oh, bájate, por favor! —gritaba Sheila, que seguíacorriendo tras ellos.

Pero ahora Bolita de Nieve galopaba desbocado por la pradera, muyasustado de los tacones tan duros de Lennie.

—Venga, vamos, allá vamos —chillaba Lennie, que se estaba divirtiendomucho—. Vamos, Bolita de Nieve, más deprisa, más deprisa.

A Bolita de Nieve no le gustaba nada llevar a ese niño. Era espantoso. Elpequeño poney paró en seco y Lennie salió disparado por encima de sucabeza, cayendo encima de un montón de hierba.

Los tres niños se echaron a reír. Se lo había merecido, pero Lennie estabaenfadadísimo. Fue hasta la cerca y cortó una rama gruesa con la navaja,sujetando a la vez a Bolita de Nieve.

Luego volvió a saltar encima del poney y empezó a golpearle muy fuerte

con la rama.—Te voy a enseñar a tirarme por encima de tu cabeza, poney estúpido —

y le pegaba con rabia.

Los tres niños se apresuraron a pararlo, pero Lennie hizo que Bolita deNieve se alejara de ellos al galope.

 Todos estaban desconcertados sin saber qué hacer. Lennie era un chicogrande, pero Bolita de Nieve fue el que supo darle una gran lección. Noestaba dispuesto a soportar a aquel chico ni un minuto más.

Galopó hacia la verja, que estaba abierta, y la atravesó. Luego se dirigió

al estanque, donde los patos estaban nadando tranquilamente.Galopó justo hasta la orilla y entonces, como antes, paró y allá fue Lennie

volando por encima de su cabeza, derechito al fangoso estanque de lospatos.

Éstos huyeron dando unos fortísimos graznidos.

Bolita de Nieve alzó la cabeza y relinchó de alegría. Sheila, Willie y Timmyse rieron con regocijo. Lennie se había llevado su merecido; se había caídode cabeza al agua. Como pudo, se puso de pie. Se había atragantado, ysalpicaba furioso y asustado. Al fin pudo salir, aunque no le fue fácil. Tenía

muchas hierbas que le colgaban de la cabeza y la ropa empapada.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

—¿Qué dirá mi madre? —fue lo primero que dijo, y, para sorpresa deWillie, empezó a chillar.

—¡Nene, nene! —le dijo Willie—. Eres lo suficientemente fuerte para darle

patadas y golpes al pequeño poney, pero no lo eres cuando recibes tumerecido. Vete a casa. En esta ocasión, no le diré nada a mi padre porqueBolita de Nieve ya se ha ocupado de ti.

Lennie se fue a casa sin dejar de chillar. Bolita de Nieve se quedó con losniños relinchando.

—Eres el poney más listo que he conocido en mi vida —dijo Timmyacariciándolo—. No tenemos que preocuparnos por ti, porque siempre sabescómo vencer las dificultades. ¡Buen chico, Bolita de Nieve! Ven, tengo unazucarillo especial para ti.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Bolita de Nieve utiliza la cabezaBolita de Nieve utiliza la cabeza

Cada semana, Willie y Bolita de Nieve iban al pueblo a buscar losperiódicos del padre. Había que recoger seis periódicos semanales; trespara el padre, dos para la madre y uno para la cocinera.

Bolita de Nieve enseguida sabía cuándo era viernes. No esperaba a queWillie fuera a buscarlo. Abría la verja con el hocico y trotaba hasta la puertadel jardín de la casa. Sabía que Willie saldría en uno o dos minutos.

—¡Hola, Bolita de Nieve! —le gritaba Willie—. Siempre en punto, ¿eh?Vamonos, vamos a buscar los periódicos. Ya tengo el dinero.

Pero un día, cuando Bolita de Nieve llegó al jardín, esperó pacientemente,pero Willie no se presentó. Bolita de Nieve dio una patada al suelo yrelinchó como queriendo decir: «Willie, ven, que llegas tarde».

Sin embargo, Willie no salió. Entonces escuchó una voz que venía de lacocina.

—Allí está Bolita de Nieve esperando a Willie para ir a recoger losperiódicos, como de costumbre. No sabe que Willie está en cama con unresfriado, de modo que hoy todo el mundo se quedará sin periódico.

Bolita de Nieve alzó las orejas. ¿Cómo, Willie en cama? Claro, por eso nolo había visto en todo el día. ¡Pobre Willie!

Bolita de Nieve partió al trote. Se paró un instante en el camino yreflexionó. Conocía bien el camino al pueblo y también la tienda deperiódicos. ¿Por qué no podía ir él solo? La señora de la tienda sabría paraqué iba.

El pequeño e inteligente poney decidió ir él solo, mientras meneaba lacabeza y agitaba la cola orgulloso. Traería los periódicos de su amo. Sesentía muy importante.

—Voy a buscar los periódicos —repetía a las carretas que pasaban.

 Todos lo miraban extrañados. Por fin llegó al pueblo.

—Oh, mirad, es el pequeño poney de Shetland, el de Willie, y va él solo —gritaban los niños.

Bolita de Nieve les contestaba con un relincho:

—Voy a buscar los periódicos.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Llegó a la tienda. Había una aldaba que colgaba de la puerta. Bolita deNieve hubiese entrado de haber estado esta abierta. Había visto a Willietirar de la aldaba, así que la alcanzó con la boca, sujetó la cuerda y tiró para

abajo.—¡Ring, ring! —sonó el timbre con fuerza, y Bolita de Nieve golpeó el

suelo con la pata, como hacía cuando iba con Willie y esperaban pararecoger los periódicos.

La señora de la tienda abrió la puerta y miró afuera, esperando ver aWillie. Pero sólo encontró allí a Bolita de Nieve, y se quedó muysorprendida.

—¿Dónde está Willie? —preguntó intrigada—. ¿Has venido sin él?

Bolita de Nieve vio los periódicos encima de un estante justo detrás del

mostrador, e intentó cogerlos con la boca.La señora se echó a-reír.

—No, no, ésos no. Ésos no son los tuyos. ¿Has venido a buscarlos tú solo?Espera un momento, te los traeré.

Entró en la tienda. Bolita de Nieve subió dos escalones, empujó la puertay entró también. La señora se volvió a reír mientras envolvía los seisperiódicos y los ataba con una pequeña cuerda.

—Nunca he visto un poney igual, nunca. Venir a buscar los periódicos enel día justo, entrar en la tienda después de llamar al timbre y todo. Deberías

estar en un circo.Bolita de Nieve no tenía dinero, así que no pudo pagar. Cogió el paquete

de periódicos con la boca y salió de la tienda. Después se fue galopandohasta la granja.

Al llegar, vio al padre de Willie en una pradera cercana y corrió hacia él,dejando caer los periódicos a sus pies.

—¡Que Dios nos bendiga! —gritó feliz el granjero, sin dar crédito a lo queveían sus ojos—. ¡No me digas que has ido a recogerlos tú solo, Bolita deNieve! Eres maravilloso, de verdad que lo eres. Gracias, pequeño poney,

eres un buen chico y te voy a dar cuatro de mis mejores zanahorias comorecompensa.

 Y así lo hizo.

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

Pero no fue así. Bolita de Nieve se sentía grande e importante por teneruna carreta propia.

Era delicioso verlo trotar por ahí con la pequeña carreta detrás. Timmy

iba en ella muy a menudo y decía que era casi tan divertido como montar aBolita de Nieve.

Por fin llegó el día de la fiesta. Sheila compró una cinta roja oscura y latrenzó con cuidado entre la espesa y negra crin de Bolita de Nieve. Despuésle cepilló la cola con esmero.

Engancharon a Bolita de Nieve en el pequeño carro que Dan le habíafabricado y se fueron a la fiesta que Lady Tomms había organizado en su

 jardín. Enseguida la encontraron y les mostró el sitio por donde podríanpasear a los niños con la carreta.

—¡Qué guapo está vuestro poney! —exclamó—. Siempre me han gustadolos poneys de Shetland, pero creo que el vuestro es el más bonito que hevisto.

Había todo tipo de espectáculos, carreras y concursos, pero el mejorespectáculo de todos era Bolita de Nieve.

Primero Willie avisó a todos en voz alta. Luego Sheila colocó a los niñosen una fila para que esperasen su turno. Timmy era el encargado derecoger las monedas y las iba guardando en un bolso rojo.

Willie ayudaba a subir a cada niño, cuando le llegaba el turno, y losllevaba trotando por el camino.

Luego Sheila colocó la carreta roja y amarilla y Willie gritó:

—Paseo para los más pequeños. Un penique cada uno. Pueden montar eneste precioso carrito por tan sólo un penique.

Entonces, los más chiquitines se pusieron en fila con sus madres,esperando su turno.

 Timmy recogió las monedas. Las madres los subían al carrito detrás deBolita de Nieve y Willie llevaba al poney por el camino, arriba y abajo. Lospequeños disfrutaban con gran ilusión.

¡Cuánto trabajaron los tres niños y Bolita de Nieve toda esa tarde! Labolsa de Timmy se llenó tres veces y tuvo que ir a que Lady Tomms lavaciara. No os podéis imaginar la cantidad de dinero que juntó al final de latarde.

—Queridos míos, ¿sabéis que habéis hecho dos libras, un chelín y trespeniques, con los paseos en el poney? —dijo Lady Tomms sorprendida—.Más que ningún otro espectáculo de los que hemos ofrecido. Es algo que mellena de satisfacción.

Willie, Sheila y Timmy estaban emocionados. Sheila acarició a Bolita deNieve y le susurró en la oreja:

—Estoy muy orgullosa de ti, Bolita de Nieve.

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Page 155: El Bosque Encantado - Enid Blyton

7/31/2019 El Bosque Encantado - Enid Blyton

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Enid BlytonEnid Blyton El bosque encantadoEl bosque encantado

¿No os gustaría montar a Bolita de Nieve? Bien, si alguna vez veis unpequeño poney negro, de Shetland, llamadlo:

—«Bolita de Nieve, Bolita de Nieve».

Si acude a vuestra llamada y os frota la mano con el hocico, ya sabéis loque quiere decir:

—Me gustas; móntate, que vamos a galopar un rato.

Fin