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El Buen Ladrón: Misterio de Misericordia - André Daigneault

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El Buen Ladrón: Misterio de Misericordia - André Daigneault

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Page 2: El Buen Ladrón: Misterio de Misericordia - André Daigneault

Table of ContentsPRÓLOGOCapítulo 1 EL BUEN LADRÓN EN EL EVANGELIOCapítulo 2 EL PENSAMIENTO DE LOS PADRES DE LA IGLESIACapítulo 3 EL MISTERIO DE LA CRUZCapítulo 4 EL MISTERIO DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCIÓNCapítulo 5 UN MODELO DE VERDADERA SANTIDADCapítulo 6 EL BUEN LADRÓN Y MARÍA, REFUGIO DE PECADORESCapítulo 7 EL BUEN LADRÓN Y SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, UNAMISMA ESPIRITUALIDADCapítulo 8 EL BUEN LADRÓN Y LA CUESTIÓN LITÚRGICACapítulo 9 UNA ESPERANZAAnexo 1 VALIOSOS COMENTARIOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA SOBRE ELBUEN LADRÓNAnexo 2 ALGUNOS TEXTOS SOBRE EL BUEN LADRÓN DEL MAGISTERIO DEJUAN PABLO II, BENEDICTO XVI Y FRANCISCOAnexo 3 OTROS TEXTOS SOBRE EL BUEN LADRÓN DE SANTOS Y OTROSAUTORES CATÓLICOSAnexo 4 ORACIONESBIBLIOGRAFÍA ESENCIALNOTAS

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EL BUEN LADRÓNMisterio de Misericordia

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ANDRÉ DAIGNEAULT

EL BUEN LADRÓNMISTERIO DE MISERICORDIA

Traducción de Cordélia de CastellaneEdición y revisión de Álvaro Cárdenas Delgado

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Calle Playa de Riazor, 12 - 1º, 1.428042 Madrid

Teléfono: 91 594 09 [email protected]

Título original: Le Bon LarronTraducción: Cordélia de CastellaneEdición y revisión de Álvaro Cárdenas Delgado © 1999, Éditions Médiaspaul

© 2014, Diseño de cubierta: Rudesindo de la Fuente Primera edición: abril de 2014 ISBN: 978-84-96471-75-7 Composición: Francisco J. ArellanoImpresión: Cofás, S.A.Impreso en España — Printed in Spain No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni sutransmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, porgrabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

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ÍNDICE

PRÓLOGOCapítulo 1 EL BUEN LADRÓN EN EL EVANGELIOCapítulo 2 EL PENSAMIENTO DE LOS PADRES DE LA IGLESIACapítulo 3 EL MISTERIO DE LA CRUZCapítulo 4 EL MISTERIO DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCIÓNCapítulo 5 UN MODELO DE VERDADERA SANTIDADCapítulo 6 EL BUEN LADRÓN Y MARÍA, REFUGIO DE PECADORESCapítulo 7 EL BUEN LADRÓN Y SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, UNA MISMA ESPIRITUALIDADCapítulo 8 EL BUEN LADRÓN Y LA CUESTIÓN LITÚRGICACapítulo 9 UNA ESPERANZAAnexo 1 VALIOSOS COMENTARIOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA SOBRE EL BUEN LADRÓNAnexo 2 ALGUNOS TEXTOS SOBRE EL BUEN LADRÓN DEL MAGISTERIO DE JUAN PABLO II, BENEDICTO XVI Y FRANCISCOAnexo 3 OTROS TEXTOS SOBRE EL BUEN LADRÓN DE SANTOS Y OTROS AUTORES CATÓLICOSAnexo 4 ORACIONESBIBLIOGRAFÍA ESENCIALNOTAS

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PRESENTACIÓNDE LA EDICIÓN ESPAÑOLA Hace dos años Sophi, una buena amiga mía francesa, puso en mis manos la edicióncanadiense de esta obra que tienes en tus manos, El buen ladrón, del sacerdotecanadiense André Daigneault. Mi amiga, que había sido cautivada previamente por suspáginas, me recomendó insistentemente su lectura.

Este personaje del Evangelio, tan desconocido y olvidado para la mayoría, no era undesconocido para mí. Otro buen amigo mío, José Ramón, un buen pecador que luchasiempre de nuevo por dejarse amar y perdonar por el Señor, se ha identificado desde quelo conozco con el Ladrón que robó el Paraíso. Mi buen amigo no comprende por quéeste personaje excepcional, a quien, a pesar de sus muchas fechorías, extorsiones ycrímenes, se le perdonaron todos sus pecados, y que escuchó de los mismos labios delSalvador: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso», está prácticamente ausente en lapredicación y la espiritualidad de la Iglesia. Él me contagió su interés por este primersanto canonizado, y ni más ni menos que por el mismo Hijo de Dios.

Desde el momento en que tuve entre mis manos el presente libro, se afirmó en mí laconvicción interior de que no era por casualidad, que algo importante se hallabaescondido en él. Tal convicción se fue confirmando a medida que me adentraba en sulectura. En sus páginas descubrí a un testigo maravilloso del Amor Misericordioso deCristo y a un audaz ladrón que únicamente con su confianza hizo violencia a las puertasdel Paraíso, y así entró en él. La confianza, y únicamente la confianza, fue la puerta porla que accedió a acoger el perdón que el Señor le ofreció, y por la que entró a poseer, dela mano de Cristo, el Paraíso.

Como pecador que soy, tres han sido los frutos fundamentales que la meditación sobreel Buen Ladrón a través de la lectura de este libro han producido en mí. El primero,contemplar el genuino método de Dios para salvarnos por medio de su infatigable amor,que busca, encuentra y ofrece su perdón al pecador arrepentido. El segundo, descubriren el Buen Ladrón a un inigualable maestro en el arte de apropiarse audazmente, pormedio del arrepentimiento y de la confianza, de lo que de ningún modo tampoco yomerezco, afirmándome en la esperanza de robar así, también para mí, como lo hizo él, elestar con Cristo para siempre, y recibir de Él la salvación. Y tercero, el haber encontradoentre los moradores del Cielo a un poderoso intercesor como él, que me ayuda a confiar

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siempre de nuevo en el incansable Amor Misericordioso de Cristo, a dejarme acoger cadadía por Él, y a proponer su audaz confianza a todos los que experimentan la fuerza delpecado como un excepcional motivo de esperanza.

Hace un año que en una semana de oración al final del verano conocíprovidencialmente a Cordélia, una mujer francesa a quien ahora acompaño en su caminoespiritual, buscadora infatigable de Dios desde pequeña, y al mismo tiempoinfatigablemente buscada, siempre de nuevo, por Él. En cuanto la conocí compartí conella mi deseo de publicar esta obra. Le propuse a ella su traducción, y ella aceptó. En dosmeses la tenía realizada. A partir de ese momento trabajamos juntos su revisión. Enmedio año, aprovechando los pocos ratos libres que me deja el servicio de mi parroquia yel acompañamiento espiritual de las personas que me lo piden, la habíamos concluido.Nos pusimos en contacto con varias editoriales católicas para su publicación, y tras variasdecepciones LibrosLibres aceptó providencialmente su publicación. Era un viernes delmes de mayo. Aún recuerdo cómo, habiendo llegado ya a mi parroquia lleno de alegríaporque el camino de su publicación estaba despejado, al terminar mi oración de la horaNona de la Liturgia de las Horas me encontré con estas palabras de su oración final: Señor Jesucristo que, colgado en la cruz, diste al ladrón arrepentido el reino eterno,míranos a nosotros, que, como él, confesamos nuestras culpas, y concédenos poderentrar también, como él, después de la muerte, en el paraíso. Tu que vives y reinas porlos siglos de los siglos.

Esta oración, en aquel preciso momento, fue para mí una preciosa confirmación delCielo, que intensificó aún más mi alegría y mi convicción de que esta aventura en la queme había metido venía de allí.

El tiempo actual que vive el mundo y la Iglesia de hoy está marcado por el olvido y elrechazo de Dios, por el menosprecio a toda ley moral —como los Mandamientos— queel hombre no se haya dado a sí mismo, y por las consecuencias dramáticas que estoconlleva de confusión, de división interior, en las familias y en todos los órdenes de lasociedad y, con ello, de falta de paz, de alegría y de enorme sufrimiento.

Siendo esto cierto, no lo es menos también que es un tiempo de gracia particular queel Señor nos está ofreciendo, un tiempo marcado por la iniciativa de Dios que siguellamando a sus hijos, saliendo a su encuentro en todas las formas posibles, suscitando enla Iglesia nuevos caminos, carismas e iniciativas para acercarse a los hombres que sufreny para anunciarles su Amor Misericordioso y la vida que está en Él. La Iglesia ha idosintiendo cada vez más la urgencia de salir de sus sacristías, de ir al mundo, de salir a labúsqueda de la oveja perdida. El Papa Francisco ha vuelto a recordar este aspectoesencial del ser de la Iglesia: ella no existe para sí misma sino para el mundo, para loshombres, por eso es esencialmente misionera. La Iglesia está llamada a ir al encuentro detodos, y de un modo particular, como también nos lo está recordando el Papa, de tantosde sus hijos que se alejaron de ella y de aquellos que se encuentran en las periferiasexistenciales, sin haber experimentado aún la alegría de haber sido encontrados ysalvados por Jesucristo. Éste es el reto de la Nueva Evangelización.

Ya sea por el encuentro con el Amor Misericordioso de Jesucristo, que permite ver lapropia vida en una luz nueva, como por la toma de conciencia del mal que ante elsufrimiento que éste provoca tantos hombres realizan, y del que los hombres por símismos no pueden escapar, son muchos los que en este tiempo están descendiendo a su

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yo profundo, descubriendo la luz implacable de la verdad de sí mimos.Estoy convencido de que el Buen Ladrón está llamado a ser, junto con Santa Teresita

del Niño Jesús, el santo que ayude a los hombres de hoy a recorrer el camino de laaceptación humilde, gozosa y esperanzada de la Misericordia Divina, librándolos de latentación de replegarse sobre sí mismos, hundiéndose en su propia angustia ydesesperación.

Al texto original de esta obra le he incorporado algunas citas que me han parecidooportunas, y que enriquecen la asimilación de su mensaje, así como una preciosaselección de textos, fruto de mi propia investigación, que nos muestran la importanciaexcepcional del Buen Ladrón para nuestra fe, y que permiten una comprensión másamplia de su misión en la Iglesia, hoy desgraciadamente olvidada para la mayoría.

Doy gracias a Dios por haberme concedido entregar a la Iglesia que reza a Dios enespañol esta obra. Se la ofrezco como un fruto más de este precioso Año de la Fe quehemos concluido. Pocos como el Buen Ladrón, exceptuando a nuestra Madre la Virgen ya San José, puede ser para nosotros, como lo afirman santos Padres de la Iglesia, unejemplo y un maestro tan admirable de fe.

Esta obra viene a llenar el vacío existente en España sobre la persona y la misión delBuen Ladrón.

Con ella, espero contribuir a hacer llegar a muchos la figura siempre fascinante delprimer santo de la Historia, aquel «ladrón arrepentido» que de generación en generaciónha sido desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días un testigo incomparable dela Misericordia, del perdón, y de la salvación de Dios, un ejemplo admirable de aquellaaudacia de la fe que permite al hombre recibir la salvación, y un motivo de gozosaesperanza para nosotros pecadores, que conscientes del poder del pecado y de nuestrafragilidad humana experimentamos, o anhelamos experimentar, como el Buen Ladrón, elAmor Misericordioso del Corazón de Cristo, y escuchar como él, el día que tengamosque rendir nuestra vida ante el Altísimo, la misma promesa de salvación que él recibió:«Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43).

Álvaro Cárdenas Delgado1 de octubre de 2013, festividad de Santa Teresita del Niño Jesús

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PRÓLOGO

Quiero, como el Buen Ladrón,comparecer ante Él con las manos vacías.

Santa Teresa del Niño Jesús

Dieciocho años antes de ser ordenado sacerdote escribí: Señor, si algún día llegas a hacer de mí un sacerdote, me gustaría ser sacerdote de tuCorazón y de tu Misericordia. La misericordia, el perdón, el amor por los pecadores, lainfancia espiritual y mis amigos del cielo: Santa Teresa del Niño Jesús, el Santo Cura deArs, San Luis María Grignion de Montfort y San Francisco de Asís, el Buen Ladrón ySan Benito Labre, todos estos nombres cantan en mi corazón desde hace unos veinteaños.

¿Cómo podemos explicar nuestro cariño hacia tal o cual santo? ¿No podría ser quefueran ellos los que nos escogen a nosotros, y no nosotros quienes les escogemos a ellos?Recuerdo que desde los veinte años el Buen Ladrón ya me fascinaba, y que en mi libroDel corazón de la miseria: la misericordia le había dedicado un capítulo.

Desde hace mucho tiempo quería escribir un libro sobre él. Guardaba ideas y tomabanotas. Y sucedió que la Providencia, por medio de circunstancias misteriosas, me pusoen el camino a un laico francés, Yves Carrer, que llevaba treinta años trabajando para dara conocer y a amar al Santo Buen Ladrón, y para que se recurriese más a él en laoración.

Este hombre vino a Québec y conversamos largamente, le expliqué mi proyecto y meapoyó vivamente, asegurándome que ya había llegado el momento, y que él me ayudaríacon su documentación y con sus ideas para realizar este trabajo.

¡Francia y la Nueva Francia unidas por un encuentro providencial para que el SantoBuen Ladrón sea conocido e invocado en la Iglesia!

Pero ¿por qué tiene que ser conocido e invocado el Buen Ladrón? Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia Nuestro mundo atraviesa una crisis de esperanza. El Concilio Vaticano II, por su parte,visitado por una solicitud pastoral para la salvación del mundo, respondió a la miseria delhombre exponiendo su mensaje a la luz de la Divina Misericordia. Ya San Pablo habíaentrevisto la misteriosa convergencia entre el pecado y la gracia que sobreabunda.1 Estaactitud de Jesús siempre buscando a las ovejas perdidas, a las prostitutas y a los hijospródigos se manifestó del modo más increíble en el Calvario, mientras agonizaba entrelos dos bandidos. Esto fue, y sigue siendo desgraciadamente para muchos «justos», una

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ocasión de escándalo. Se puede decir que el mayor problema del hombre de hoy no es elpecado como tal, sino la desaparición del sentido del pecado, y la huida en el vacío haciaunos paraísos artificiales. Éstos parecen liberar al hombre de unos sentimientos deculpabilidad juzgados nefastos, pero que lo apartan al mismo tiempo de la DivinaMisericordia, que sin embargo quiere manifestarse.

Como ha sucedido siempre a lo largo de la historia de la Iglesia, «los signos de lostiempos» van confirmando la intuición del Concilio Vaticano II. Ponen a la luz del día aaquellos santos y santas llamados a ser testigos de la Divina Misericordia.

A finales de 1997 Santa Teresa del Niño Jesús es proclamada Doctora de la Iglesia.Ella había ofrecido su vida por los más grandes pecadores, por los incrédulos y los ateos.Es más, quiso sentarse en la mesa de los incrédulos y compartir su suerte para obtenerpara ellos la misericordia. Teresa está a la puerta de nuestro mundo moderno roído por elateísmo. Y aparece más que nunca como la «doctora» del Amor Misericordioso.Además, el Papa Juan Pablo II beatifica a sor Faustina Kowalska, la gran apóstol, ellatambién, del Amor Misericordioso, a quien Jesús había revelado: Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almaspecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercarse a Mí. (Diario, 50). Quiero que los pecadores se acerquen a mí sin miedo de ninguna clase, aunque sus almasse encuentren como un cadáver en putrefacción. Aunque humanamente no tuviesenningún remedio no ocurre lo mismo con Dios. Las llamas de la Misericordia meconsumen. Tengo prisa en derramarlas sobre todas las almas. Ningún pecado, aunque seaun abismo de abyección, conseguirá secar el pozo de mi Misericordia porque cada vezque se saca de ella, aumenta.

Habla al mundo entero de mi Misericordia (Diario, 1190). Mira Mi Corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres yespecialmente por los pecadores (Diario, 1663). Hija Mía, escribe que cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es elderecho que tiene a Mi misericordia e (invita) a todas las almas a confiar en elinconcebible abismo de Mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas (Diario, 1182). Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi granmisericordia (Diario, 1396). Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo suspalabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengopor ellos en Mi Corazón (Diario, 1521).

¡Es evidente que el mensaje que nos transmite el Buen Ladrón es la DivinaMisericordia! En un instante la Misericordia Divina le hace pasar de la mayor abyeccióna la más alta santidad. Un hecho único en la historia de la salvación que hace de él elprimer canonizado, el primero a quien se abrieron las puertas del paraíso.

El episodio del Buen Ladrón cambia completamente nuestra escala de valores. Dios nonecesita para nada nuestras virtudes naturales, en cambio necesita nuestro vacío y

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nuestra pobreza para colmarlos de su Misericordia. Le causa horror la autocomplacencia,y espera de nosotros el abandono de un niño. Como un torrente que desborda, suMisericordia quiere derramarse en nuestras pobrezas. Dios se complace en manifestar sufuerza en la debilidad de los más pequeños.

A comienzos del siglo XX quiso dar al mundo como modelo a Santa Teresita del NiñoJesús, la «pequeña Teresa». Desgraciadamente, a veces se la ha desfigurado presentadosu doctrina como algo infantil y débil. Por eso hay que asociar su espiritualidad a la delBuen Ladrón, porque es la misma.

Al escribir estas páginas quisiera solamente dar a conocer y a amar al único santocanonizado directamente por el mismo Jesús, e invitar a todos a invocarlo. Laproclamación de Santa Teresa del Niño Jesús como Doctora de la Iglesia2 podría ser laocasión para hacer descubrir al mundo el «pequeño camino» del santo Buen Ladrón, consu mensaje dirigido a cada uno de nosotros, que también somos ladrones con él. Estecamino de la confianza absoluta en la Misericordia de Dios debe volver a conceder alBuen Ladrón el lugar que se merece en la espiritualidad y en la devoción cristiana.

Con los avances en los estudios de la Sagrada Escritura, la luz se hará y su horavendrá. En una época en la que la violencia se desencadena en el mundo es bueno pediral Buen Ladrón que interceda por todos nosotros, ciegos espirituales, y por todos lospecadores sinceramente arrepentidos. Este mundo herido debe aprender de nuevo a decircon toda verdad: «¡Kyrie eleison!»

Santo Buen Ladrón, ruega por nosotros.

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Capítulo 1EL BUEN LADRÓN EN EL EVANGELIO

El Buen Ladrón tiene un mensaje para todos los hombres y mujeres de hoy que sepreguntan: «¿Para qué vivir? ¿Merece la pena seguir viviendo? ¿Qué esperanzatenemos?». El Buen Ladrón nos introduce en el corazón del mensaje evangélico.

Nos hace volver al misterio de Jesús crucificado, y nos recuerda que para resucitar yrenacer con Él, en la gloria, hemos de ser, de alguna manera, crucificados con Él.

Por la contemplación de Cristo en su Pasión, muerte y resurrección, nos conducehacia una espiritualidad que vuelve a dar todo su lugar al Misterio de la Redención, almisterio del Viernes Santo y de la Pascua, que es el centro y la esencia del cristianismo.Esta es una de las misiones del Buen Ladrón. Una gran aventura El padre Alberto Bessières escribía en 1937: ¡Una gran aventura! ¡Tan grande que el mundo no volverá a conocer otra igual! Unbandido muriendo al lado de Cristo, y canonizado por Él, el primer canonizado delNuevo Testamento, venerado por el universo cristiano en millares de santuarios en todoslos ritos, latino, griego y armenio, glorificado por los Padres de la Iglesia, por los ascetasy los místicos, y el más grande de los apóstoles.3

En esa época, tal admiración por alguien que antes de encontrarse con Cristo había

sido un bandido no era compartida por todo el mundo. Desde luego este personaje delEvangelio no era un completo desconocido para los cristianos. Los calvarios, muy amenudo obras de arte maravillosas al mismo tiempo que catequéticas dejadas pornuestros padres, así como las vidrieras o los cuadros de los museos, les recordaban devez en cuando este episodio de la Pasión de Cristo.

Pero ¿quién les prestaba verdaderamente atención? ¿Quién, al final de los años treintadel siglo pasado, meditaba esta página que nos concierne a todos, sin duda una de lasmás bellas e inspiradoras del Evangelio?

El cardenal Gilles Guéraud Saliège, arzobispo de Toulouse, iba a esforzarse en abriruna brecha en ese muro de silencio relativo al santo bandido poniendo inmediatamentelas cosas en su sitio: El Buen Ladrón es un gran olvidado. Desde luego el Viernes Santo se hace memoria de

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él en la Pasión del Salvador, pero ¿a quién se le ocurre invocarle y rezarle como santo?Es verdad que hay una misa y un oficio del Buen Ladrón, pero ¿quién celebra esta misay reza este oficio? Estamos muy lejos de darle el lugar que los Padres de la Iglesia lereservaron. Al leerles uno se queda uno un poco sorprendido. ¡Tanta elocuencia y tantaadmiración por él!

Entre todas las virtudes heroicas del Buen Ladrón, el cardenal se fijaba sobre todo ensu humildad, y lo señalaba: El Buen Ladrón tuvo el valor de ser humilde y de reconocer sinceramente quién era. Unvalor muy poco frecuente y en este caso tan maravillosamente recompensado. CuandoDios encuentra la humildad en un alma, no puede resistirse más y se precipita sobre ellacon el torrente de sus gracias.

Y evocaba su misión en la Iglesia: ¡Canonizado por Jesús!: «Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso». El Buen Ladrón esun testigo del Amor Misericordioso. En un siglo en el que se muere por tanta injusticia, yque a pesar de todo es trabajado por una magnifica esperanza, el habla dearrepentimiento y de confianza, mostrando a las almas pecadoras algo de lasprofundidades del Corazón de Jesús.

Os pregunto, amigos lectores, como el cardenal De Saliège: ¿Se os ocurre invocar alBuen Ladrón? ¿Le rezáis como a un santo? Y si no, ¿por qué no lo hacéis? ¿Quiénes son los «ladrones»? ¿Quiénes eran los dos bandidos crucificados con Jesús? San Lucas, el evangelista de lamisericordia de Jesús, como escribió Dante, nos habla de ellos. Conducían también a otros dos malhechores que iban a ser ajusticiados con él. Y cuandollegaron al lugar llamado «la Calavera» lo crucificaron allí, a él y a los dos malhechores,uno a la derecha y otro a la izquierda» (Lc 23, 32-33). Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de losmalhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a timismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándole, le decía: «¿Ni siquieratemes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad lo estamosjustamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no hahecho nada malo». Y decía: «Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús lecontestó: «En verdad te digo estarás conmigo hoy en el paraíso» (Lc 23, 38-43).

Mateo y Marcos nos ofrecen alguna aportación complementaria, pero no distinguenentre los dos bandidos:Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús el rey de losjudíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha, otro a su izquierda. Losque pasaban lo injuriaban y meneando la cabeza decían: «Tú que destruyes el templo y

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lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo se Dios, baja ahora de lacruz». Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlabantambién diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel! Quebaje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que le ama, puesdijo: “Soy hijo de Dios”» (Mt 27, 37-44). Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda» (Mc 15, 27).

En general, los comentarios que oímos sobre estos dos hombres nos dan la impresiónde que sus historias empiezan solamente en la crucifixión. Y por ello no habían visto nioído nada sobre Jesús antes. La simple lectura del titulus, el cartel situado en el maderovertical, bastaba para decirles in extremis quién era Jesús.

Sin embargo, aquí debemos hacernos algunas preguntas.¿Conocían a Jesús estos dos bandidos antes de ser crucificados?¿Le habían visto en el pretorio?¿Habían oído las acusaciones dirigidas contra Él por parte de los jefes de los judíos?¿Habían oído sus declaraciones ante el Sanedrín?¿Qué disposiciones podían tener en relación a su persona?Todo esto es lo que deberíamos intentar saber.¿Quiénes eran estos dos hombres? ¿Salteadores? ¿Guerrilleros zelotes que se oponían

a la ocupación romana? ¿Quizás simples bandidos rebeldes?Para algunos autores estos dos hombres no eran sino «criminales de derecho común»,

simples bandidos: latrones, como leemos en la Vulgata.4 Otros como Joseph Blinzer, unode los mejores especialistas en la Pasión de Jesús, sostienen la opinión, ampliamenteaceptada en la actualidad, de que la palabra griega lestes incluye también el sentido derebelde, de revolucionario, de «combatiente de la resistencia».

«El término «bandidos», lestai, se encuentra en el original griego. Recordemos quelestes es en Juan el término con el cual se designa a Barrabás. Es casi seguro que aquí eltérmino designa a un agitador político, a una especie de guerrillero, un zelote partidariode la liberación de Israel frente a la ocupación romana, y no un mero bandido corriente.Pero como los romanos no reconocían ningún estatus social ni a los artesanos ni a losque se rebelaban contra su dominación, para ellos no eran hostes, «enemigos», sinosimples bandidos, delincuentes que había que eliminar, destinados obligatoriamente a lamuerte, único castigo ante estas acusaciones. Jesús tomó el lugar que le correspondía aljefe de estos revolucionarios, llamado Barrabás.»5

Algunos comentaristas intentan conciliar estas dos opiniones divergentes. El PadreBessières escribe: Los dos crucificados con Jesús son bandidos, ladrones y asesinos a la vez, opuestos alocupación romana. En tiempo de Jesús muchos como ellos infestaban la Palestina. Susfechorías se disfrazaban de motivos políticos. El odio hacia el invasor romano seconcretaba en sediciones y asesinatos en nombre de la libertad. Las casas de los judíoscuyo patriotismo era juzgado demasiado débil eran saqueadas. Hecha la fechoría, sevolvían a la montaña, en donde seguían viviendo de saqueos y robos.6

Monseñor Guy Gaucher se interroga a su vez:

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¿Quiénes eran éstos? ¿Criminales de derecho común, o enemigos políticos? ¿Bandidosde poca monta operando en la carretera de Jericó a Jerusalén?¿Guerrilleros zelotes,agresores de los soldados de ocupación? ¿O las dos cosas a la vez? ¿Violentos comoBarrabás? ¿Resistentes a la ocupación? ¡Qué importa! Escuchando las palabras injuriosasdel que increpa a Jesús desde su cruz, comprendemos que no eran precisamente unossantitos.7

La respuesta pública del Buen Ladrón no deja lugar a dudas: «Nosotros en verdad lo

estamos justamente porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio éste noha hecho nada malo» (Lc 23, 41). Con estas simples palabras reconocía la extremagravedad de sus actos. Su actitud ilustra perfectamente la palabra de San Pablo: «Puescon el corazón se cree para alcanzar la justicia y con los labios se profesa para alcanzar lasalvación» (Rom 10, 10). Revueltas en la ciudad, arrestos y encarcelamiento de los sediciosos Podemos representarnos lo que ocurrió de la siguiente manera: unos días antes de lapascua judía una revuelta había estallado en la ciudad bajo la instigación de Barrabás.Pero él no estaba solo, tenía sus cómplices. Además, se había asesinado a alguien. Undestacamento de la guarnición romana que se había traslado al lugar, había arrestado alos rebeldes y los había encarcelado.

¿Qué dicen los evangelistas sobre este punto? Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás» (Mt 27, 16). «Estaba en la cárcelun tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta» (Mc15, 7). «Éste había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y unhomicidio» (Lc 23, 19).

A pesar de su concisión, estos textos nos ofrecen detalles importantes. Según Marcos,Mateo y Lucas, Barrabás es «un preso famoso». Con este término, los evangelistas estánindicando claramente que Barrabás poseía una cierta notoriedad para sus conciudadanos,que era considerado una especie de héroe popular, alguien famoso.

Al hablar Lucas de revuelta y Marcos de sedición, nos indican que se trató de unintento de levantamiento popular, de una revuelta en contra de la autoridad establecida,del ocupante romano. Marcos nos dice que Barrabás no fue el autor directo del asesinatoque había tenido lugar durante la revuelta. Lo imputa a los rebeldes y a sus cómplices.Según los evangelios sinópticos, una vez arrestados, Barrabás y sus cómplices fueronconducidos a la cárcel, probablemente a un oscuro calabozo de la fortaleza Antonia, lugarde alojamiento de la guarnición romana, en espera de comparecer ante el Procuradorimperial bajo la doble acusación de sedición y de asesinato. En el pretorio El pretorio, contrariamente a lo que pudiera pensarse, no era un tribunal, sino el palacio

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en donde residía el gobernador, que tenía por costumbre acudir a Jerusalén para lasfiestas, especialmente para la Pascua. El lugar habitual de residencia del gobernador eraCesarea Marítima, capital de la provincia del mismo nombre, al norte de Palestina, aorillas del mar.

Veamos cómo se desarrollaban los procesos judiciales durante la época romana, entiempos de Jesús. Era costumbre romana realizar varios procesos seguidos, uno tras otro. Se comenzaba alalba, reuniendo en una misma sala a todas las personas que iban a ser juzgadas. De esasala entraban y salían los que dirigían la acusación. De este modo, es de suponer que losdos bandidos asistieran al proceso de Jesús, ya que fueron juzgados y condenadosinmediatamente después que él. Los romanos ejecutaban las sentencias de muerte sindilación, en el mismo día del proceso.8

Pilato, rodeado de sus asesores e intérpretes, procedía al interrogatorio de los acusadosen el auditorium, lugar donde se encontraban también los auditores y la cohortepretoriana, es decir, la guardia personal del gobernador. En cuanto al tribunalpropiamente dicho, estaba situado en un estrado en el exterior del pretorio. Es allí, en ellugar llamado lithostrôt, en hebreo gabbatha, desde donde el procurador, sentado en susede de justicia, pronunciaba ante el público las sentencias de muerte.9

Lo que los ladrones van a oír en el pretorio El día del proceso los sacerdotes, los escribas y los ancianos, que se han quedado fuerapara no contaminarse y poder comer así el cordero pascual (Jn 18, 28), acusan a Jesúsde cosas que debieron parecer muy extrañas a nuestros dos inculpados: «Hemosencontrado que éste anda amotinando a nuestra nación, oponiéndose a que se paguentributos al César y diciendo que él es el Mesías rey» (Lc 23, 2). Los acusadores,indignados, arrojaban furiosos estas palabras al procurador.

Perplejo, Pilato escucha... ¡Los ladrones también! ¡Cómo no van a estar atentos al quepasa antes que ellos, también inculpados! La sentencia de éste será sin duda reveladorade la propia suerte que van a correr.

Pilato vuelve al pretorio para el interrogatorio. Mateo, Marcos y Lucas se han limitadoa señalar la pregunta central del procurador: «¿Eres el rey de los judíos?», y la respuestade Jesús: «Tú lo dices». Juan, por su parte, incluirá desarrollos que llevan la marca de suteología: Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de losjudíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los Sumos Sacerdotes te han entregadoa mí. ¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reinofuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de losjudíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?» Jesús lecontestó: «Tú lo dices, para eso he nacido, y para eso he venido al mundo: para dar

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testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «¿Yqué es la verdad?» (Jn 18, 33-38).

Al oír esto los ladrones se quedan perplejos. Descubren que, efectivamente, Jesús esrey, pero no de un reino terreno con el que hubieran podido quizás soñar, sino de unreino que no es de este mundo. ¡Asombroso!10

Pilato comprendió entonces que se encontraba confrontado ante un problema de ordenreligioso en el que no debía intervenir. En efecto, Roma recomendaba a los gobernadores—mejor dicho, les ordenaba— que respetaran las costumbres y las prácticas religiosas delos pueblos que tenían bajo su autoridad. Pilato debía ajustarse a ello.

Persuadido de la inocencia de Jesús, vuelve a la terraza e interpela a los jefes religiososy al gentío para comunicarles que no encuentra ninguna culpa en ese hombre, ningúnmotivo de condena, nada realmente que merezca la muerte. Pero ellos insistenacaloradamente diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde quecomenzó en Galilea hasta llegar aquí» (Lc 23, 5).

Al oír hablar de Galilea, Pilato ordena llevar Jesús a Herodes Antipas, tetrarca deGalilea, que estaba también en Jerusalén para la Pascua. Tras haberlo humillado,insultado, ultrajado, golpeado, y haberse burlado de él vistiéndole la capa de soldado,denominada clámide, Herodes y sus guardias lo vuelven a remitir a Pilato.

A Pilato sólo le queda un último recurso para intentar liberar a Jesús: el privilegiopascual, que seguramente se le debió recordar. En efecto, era costumbre liberar a unpreso por la fiesta de Pascua, el que el pueblo reclamara. Como alto funcionario, Pilatopodía liberar a cualquier acusado que no hubiera sido juzgado.11 Pilato les dice: «“Escostumbre entre vosotros que para Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que ossuelte al rey de los judíos?” Volvieron a gritar: “A ese no, a Barrabás”. El tal Barrabás eraun bandido» (Jn 18, 39-40).

Entre los romanos la flagelación era una de las penas que podían sufrir loscondenados. Pilato va a ordenar este castigo esperando así conmover a las turbas.Después de este suplicio, Jesús va a ser presentado en un estado digno de lástima:extenuado, cubierto de salivazos y sangre, el rostro magullado, coronado de espinas, ycubierto con un manto escarlata, sosteniendo en la mano derecha una caña. Pero sulastimoso aspecto no tiene efecto sobre el pueblo manipulado, que, enfurecido, gritatodavía más. Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley tieneque morir, porque se ha hecho Hijo de Dios» (Jn 19, 7).El gran tema de conversación ese día En Oriente las informaciones circulan muy deprisa. En ese día de preparación para laPascua, hay un tema que ocupa el centro de todas las conversaciones: la declaraciónextraordinaria de Jesús ante el Sanedrín, por la que, libremente y con toda majestad, hafirmado su propia sentencia de muerte. ¿Qué nos dicen los evangelistas? Más Jesús callaba. Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios viviente,que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios». Jesús le dijo: «Tú lo has dicho; y

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además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poderde Dios, y viniendo en las nubes del cielo» (Mt 26, 63-64).

Volvió de nuevo a interrogarle el Sumo Sacerdote. Pero él seguía callado y norespondía. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo. Pero él callaba sin dar respuesta.De nuevo le pregunto el Sumo sacerdote: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?»Jesús contestó: «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder yque viene entre las nubes del cielo» (Mc 14, 61-62).

En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo con los SumosSacerdotes y escribas, le hicieron comparecer ante al Sanedrín y le dijeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él les dijo: «Si os lo digo, no lo vais a creer, y si ospregunto, no me vais a responder. Pero, desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado ala derecha del poder de Dios». Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?». Élles dijo: «Vosotros lo decís, yo lo soy» (Lc 22, 66-70).

Estas declaraciones de Jesús ante el Sanedrín reunido bajo la presidencia de Caifás,sumo sacerdote aquel año, no eran en realidad únicamente una afirmación de sumesianismo, como el Cristo, el Mesías anunciado y esperado como liberador de todo elpueblo de Israel, sino también de su filiación divina. Era el mismísimo Hijo de Dios. Yesta afirmación constituía para los judíos una blasfemia digna de muerte.

Las palabras que los ladrones pronunciarán desde la cruz estarán relacionadas con lasrespuestas de Jesús a las preguntas de Pilato. Las tres expresiones que usarán merecenser destacadas de antemano.

Del primer bandido: «¿No eres el Cristo?»Del segundo: «Cuando vengas...», expresión que implica la fe del Buen Ladrón en el

retorno glorioso de Cristo; y «con tu reino» o «para inaugurar tu reino», un reino quepara el Buen Ladrón que moría crucificado, no cabía pensamiento alguno de que fuerade la tierra. No podía ser otro reino, sino aquel del que había hablado Jesús, diciendo«no es de aquí». Condenados a muerte según el derecho romano A petición del Sanedrín el proceso de Jesús acaba de terminarse con una sentencia demuerte. Mientras se devuelve la libertad a Barrabás, Pilato hace redactar el motivo de lacondena: «Jesús el rey de los Judíos».

Veamos lo que dice el padre Pierre Benoît, director de la Escuela Bíblica de Jerusalén,en relación con esto: ¡Sorprendente! Los cuatro evangelistas se muestran unánimes respecto a la inscripción dela cruz. Todos dicen lo mismo: «El rey de los Judíos». Durante el proceso nos hemosdado cuenta de que este supuesto motivo de la pretensión de Jesús de considerarse rey, yque los judíos presentaron a los romanos, no fue lo que les molestó. Lo que realmenteles resultó intolerable fue la afirmación de ser el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Pilatoentendió muy bien que esta acusación política no era más que un pretexto, que no setrataba en absoluto de un revolucionario en sentido político. Pero cedió, aceptó este

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motivo de su condena, y lo hizo inscribir sobre la tablilla, porque era lo único que podíaescribir en los archivos y presentar al Emperador: el acusado se autoproclama rey de losjudíos. Queda, ahora, juzgar a los dos bandidos, cómplices seguramente de Barrabás.

No hubiera sido lógico que Pilato hubiese hecho salir de la cárcel para comparecerante su tribunal solamente a Barrabás, y que no se hubiese ocupado de sus cómplices,probables autores del asesinato durante la sedición en la ciudad, y que según Marcosestaban en la cárcel con él.

Si los dos ladrones hubiesen sido unos malhechores ordinarios de derecho común,hubiesen sido conducidos ante una instancia local para ser juzgados. En previsión de unacondena a muerte, era necesario el procedimiento, exequatur, para poder ejecutar lasentencia pronunciada en el juicio. Se necesitaba la aprobación del gobernador, ya quesólo él tenía el poder sobre la vida o la muerte de todos los súbditos de la provincia queestaba bajo su autoridad. En el caso de malhechores comunes la muerte era porlapidación.

Según el procedimiento legal romano, la condena a morir clavado en la cruz exigíapreviamente comparecer ante un jurado competente que juzgaba los crímenes de lesamajestad, es decir aquellos crímenes considerados contra el pueblo romano y susoberanía. Se hacían merecedores de la cruz aquellos criminales peligrosos autores dedesórdenes y sediciones que ponían en peligro el orden imperial, y que recibían por partede los romanos el nombre de latrones, es decir, bandidos.

La acusación mantenida contra los dos ladrones condenados con Jesús fue doble:haber participado en un levantamiento popular contra el ocupante romano, y duranteesos hechos haber cometido un asesinato. Estos actos no les ofrecían ninguna posibilidadde escapar de este último castigo, y seguramente eran plenamente conscientes de ello.

Pilato, que poseía los poderes de un Senador ecuestre, un alto rango en Roma, era lamáxima autoridad. Una de sus mayores preocupaciones durante sus diez años comogobernador había sido la persecución de este tipo de bandidos. Sin lugar a dudas, fue élquien pronunció contra ellos la sentencia de muerte tras un rápido proceso realizadoinmediatamente después del de Jesús. Probablemente fue un proceso sencillo, sininterrogatorios, limitándose a escuchar de alguno de sus ayudantes los cargos contra losdos bandidos, para concluir firmando la sentencia contra éstos.

Seguramente que Pilato hubiese querido quitarse a Barrabás de encima, pues era unpeligro real para él y para las tropas de ocupación que él mandaba. Además, la captura yla ejecución de este famoso bandido le hubieran valido la estima y el reconocimiento delemperador, favoreciendo así su ascenso político. De este modo se explica su grandecepción y su nerviosismo, manifestados en su seca respuesta a los jefes de los judíos:«Lo escrito, escrito está».

Encontrará la ocasión perfecta para ridiculizarles haciendo acompañar al rey de losjudíos por dos bandidos, reconociendo a Jesús como tal por el titulus. La sentenciadirigida por él contra cada uno de los dos reos será: «Irás a la cruz».

A partir de este momento los dos condenados tendrán que soportar también el supliciolegal y ritual de la flagelación, cargar el palo horizontal de la cruz, llamado patibulum,llevar colgado al cuello el titulus, y su exposición a pública infamia sobre la cruz, en unlugar frecuentado fuera de las murallas de la ciudad. Y para acabar con su vida, la roturade piernas llamada crurifragium.

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La dolorosa flagelación Del mismo modo que había hecho con Jesús, Pilato entregó a los dos bandidos a lossoldados verdugos encargados de la ejecución. Según el derecho romano, el que eraentregado a los soldados para ser flagelado perdía su condición de ser humano. No eramás que un envoltorio vacío que ninguna ley protegía, un cuerpo sobre el cual uno podíahacer libremente lo que se le antojara.

Si este terrible suplicio podía llegar a ser en ciertos casos la pena principal, para los dosladrones era el castigo previo antes de la crucifixión. La flagelación infligida queríaintensificar el sufrimiento y también, debido al agotamiento que causaba, acortar laagonía.

Al igual que Jesús, los dos ladrones debieron sufrir seguramente la flagelación en elinterior del pretorio. Esta flagelación reservada a los esclavos, se ejecutaba con látigos decuero incrustados de bolas de metal, o de puntas agudas.12

¿Cuántos golpes fueron? La ley judía prescribía que el número de golpes no podíasuperar los 39. Pero no era lo mismo para la ley romana, que ignoraba totalmente estapiedad. Cumplido ese ritual, los ladrones cubiertos de sangre fueron conducidos hastaJesús para formar el doloroso cortejo que en unos instantes tomaría el camino delGólgota. Un grupo de soldados bajo el mando del centurión, un oficial llamado exactormortis, estaban allí esperando las órdenes del procurador: «I, lictor, expedí crucem [Ve,lictor, y prepara la cruz]». Los últimos preparativos Quedaba todavía una última formalidad antes de que se diera la orden de emprender lamarcha. La costumbre romana era que el condenado llevase sobre la espalda o sobre elpecho desde el tribunal hasta el lugar de ejecución una tablilla llamada titulus dondeestaba escrito el motivo de su condena.13

La tablilla estaba pintada en blanco, el texto en rojo o en negro para que se pudieraleer perfectamente lo escrito. El motivo de la condena estaba escrito en tres lenguas: elhebreo o arameo, como lengua local, el latín, lengua administrativa, y el griego, que era lalengua comercial.14

El brazo horizontal de la cruz, o patíbulo, debía de ser llevado por los condenadoshasta el lugar de su ejecución. A Jesús y a sus dos compañeros les fue ordenado extenderlos brazos. A la altura de la nuca, sobre las espaldas laceradas, los soldados depositaronhorizontalmente sobre ellas el pesado fardo, les levantaron los brazos hacia él, y concuerdas ataron fuertemente sus muñecas al leño. El lamentable cortejo El lamentable cortejo compuesto por Jesús y los dos ladrones acompañados de unpiquete de soldados mandados para esta faena por el exactor mortis ya podía ponerse en

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marcha. Pasando por las callejuelas de Jerusalén, llenas de habitantes, empezó lenta ypenosamente el recorrido hacia la nueva muralla construida por Herodes. El montículorocoso, que en los Evangelios lleva el nombre de Gólgota, estaba más o menos a unoscientos de metros de ella. Los postes estaban ya colocados allí.

«Lo seguía un gran gentío del pueblo y de mujeres» (Lc 23, 27) a lo largo de todo elrecorrido. Si algunos mostraron compasión hacia Jesús, no debió suceder lo mismo consus dos pobres compañeros, que fueron vilipendiados sin piedad. En efecto, según TitoLivio y Cicerón, había una costumbre que autorizaba a la población a acompañar a loscondenados que caminaban al suplicio latigándolos.

En esta multitud había también «mujeres que se golpeaban el pecho y lanzabanlamentos por él» (Lc 23, 27). ¿Quiénes eran estas mujeres? Algunos nombres vienen anuestra memoria: María la Magdalena, Juana de Susa, Marta y María de Betania, y lastrigateres Ierusalem, señoras piadosas de familias ricas que realizaban el oficio deplañideras oficiales. Éstas formaban una asociación de ayuda a los pobres condenados ala cruz (cruciari), una ayuda moral que mostraban con sus manifestaciones de dolorexterior, como describe el evangelista, y una ayuda material que consistía en lapreparación de un brebaje a base de «mirra y vino» (Mc 15, 23), que ejercía un ciertoefecto narcótico sobre los condenados que aceptaban tomarlo. En el Gólgota La crucifixión era un suplicio de origen persa que los romanos habían heredado de loscartagineses. Los autores de la época la consideraban como la peor muerte de todas, «lamás atroz»15, «el último de los suplicios», «la más cruel y la más terrible forma demorir»16, «el suplicio reservado a los esclavos», según Máximo, Valerio, Tácito y TitoLivio, y la más humillante también, ya que la ley no reconocía ningún derecho alcondenado.

El siniestro lugar llamado Gólgota17 se encontraba fuera de la ciudad, cerca de lapuerta de Efraím. Convenía dar al acto la máxima publicidad. Era necesario que fuera almismo tiempo visible y disuasorio. Por eso la ejecución tenía que tener lugar donde elpueblo pudiera asistir al lúgubre espectáculo. De la indicación ofrecida por Marcos, segúnla cual «el centurión, que estaba enfrente» (Mc 15, 39), podemos deducir que las crucesno debían de ser muy altas, un poco más del tamaño de un hombre. Los pies de losajusticiados podían estar más o menos a un metro del suelo. A veces la cruz tenía unaespecie de sillín que servía para sostener el cuerpo del ajusticiado, pero tenía elinconveniente de prolongar indefinidamente su agonía. No debió de ser ese el caso aqueldía en el Gólgota, ya que la fractura de las piernas de los bandidos no hubiera tenido unefecto mortal inmediato. El cuerpo estaba suspendido por los brazos, los cuales teníanque soportar un peso de unos 80 kg, y apoyado sobre los pies, que se sostenían sobre elclavo que los atravesaba.18

Después de eso quedaba una última formalidad, que los soldados sujetaran los tituluscon el motivo de su condena sobre la cabeza de los condenados. El problema de los sinópticos

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Los sinópticos y el evangelista Juan precisan que Jesús había sido crucificado entre dosbandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los evangelistas remitían a sus lectoresa un momento histórico del cual tenían conocimiento. Según Mateo y Marcos losbandidos unían sus voces a las injurias y burlas de la gente que pasaba por allí, del sumosacerdote, de los ancianos y de los soldados: «También los otros crucificados loinsultaban» (Mc 15, 32).

Lucas, por su parte, nos informa de que sólo «uno de los ladrones suspendido a lacruz lo insultaba». El evangelista nos aporta hasta las palabras que este ladrón pronunció:«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros (Lc 23, 39).

Al escuchar estas palabras podemos preguntarnos dónde está realmente la injuria, si esde verdad una injuria o no. Suponemos que sí, porque Lucas las enlaza inmediatamentecon los reproches que el Buen Ladrón dirige al otro: «¿Ni siquiera temes tú a Dios,estando en la misma condena? Nosotros, en verdad lo estamos justamente, porquerecibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo» (Lc23, 41).

Pero, ¿dónde está la injuria? Más que en el contenido de la pregunta, la injuria estaríaen el modo de plantearla, presentándola como una insolente manera de obligarle a actuar,o también por el hecho de que ante el insistente coro de los pérfidos acusadores de Jesúshaya terminado por estar de acuerdo con ellos.

El padre Lagrange considera las palabras del mal ladrón no como una confesión de fesino realmente como una «ironía brutal, como si dijera: cuando uno tiene la pretensión deser el Cristo, se las arregla para salirse de esa situación y para sacar a sus compañerostambién». Hay comentaristas que partiendo del texto de la Vulgata han traducido las palabras delBuen Ladrón «neque tu [aunque tú]», por: «Tú no tienes temor de Dios, aunquecondenado como nosotros vas a comparecer ante Él». El reproche del Buen Ladrón seríamás bien porque el mal ladrón ha agredido a Jesús. El sentido sería: «No tienes temor deDios y te permites atacarle. El hecho de que él esté bajo la misma condena que nosotroste hace pensar que tienes derecho a ponerlo a nuestra misma altura».19

Puede admitirse que el Buen Ladrón haya pedido fraternalmente a Jesús liberarse de

donde está, y con Él a ellos también. Pero pensar que lo ha injuriado parece impensable.Porque si ese hubiese sido el caso, el reproche que dirige a su compañero hubiera estadototalmente fuera de lugar, y sería absurdo. Un cambio así en el modo de pensar de esteorgulloso y «endurecido» ladrón, estando tan cerca del momento de su crucifixión, en elque los condenados tenían aún suficientes fuerzas para poder hablar20, hubiese sidoperfectamente incoherente y humillante para quien las pronunciase.

Por otro lado, suponiendo que se hubiese comprometido unos momentos antes con losmiembros del Sanedrín presentes en el lugar, ¿cómo imaginar la posibilidad de quetuviera inmediatamente después tanto aplomo en rechazar la condena de Jesús y laproclamación publica de la inocencia de éste?

«Él no ha hecho nada malo», dice. No nos puede extrañar esta preocupación dejusticia, convertida de repente un valor sagrado, en un hombre que seguramente poseíaun fondo de rectitud.

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¿Habría sabido descubrir en Jesús cualidades humanas y sobrenaturales inhabitualesen sus compatriotas? ¿Habría podido también darse cuenta de la farsa del proceso deJesús, una triste parodia de la justicia? ¿Habría visto a Pilato dudar sobre lo que debíahacer para salir honrosamente del embrollo? ¿Habría oído varias veces que noencontraba en ese hombre nada que mereciera la muerte?

Hubiera sido una lástima no haber sabido nada de las palabras y de las actitudes de losdos condenados, compañeros de Jesús. Colgados durante varias horas de sus cruces ¿noresulta imposible creer que de un modo u otro no hubiesen dicho ni manifestado nada,ningún sentimiento, ninguna reacción?

Algunos autores afirman que el Buen Ladrón, no conociendo a Jesús y no siendoteólogo, no pudo hacer semejante profesión de fe. Realmente, ¿cómo pudo emitir unjuicio así cuando lo había acompañado probablemente desde el alba, oyendo lasacusaciones de los sumos sacerdotes, las preguntas del gobernador y las contestacionesde Jesús? Y durante todo el trayecto hasta el Gólgota ¿cómo no habrían escuchado loque la gente decía de la asombrosa declaración de Jesús ante el Sanedrín?21

¡No era teólogo! Pero, ¿es que hace falta ser teólogo para hacer profesión de fe enCristo? La fe del Buen Ladrón nació del atractivo que la persona y la palabra de Cristoprovocó en él. La fe fue para él un don de Dios, una siembra de Su Espíritu.

Al inspirar a Lucas su relato respecto a la conversión del Buen Ladrón ¿no podía Diostener el designio de revelar al mismo tiempo el poder de su gracia, su infinita paciencia, ysu insondable misericordia hacia los mayores pecadores? Si San Pablo quiso dar estamisma interpretación a su propia conversión (I Tim 12, 14), podemos ver que la del BuenLadrón es todavía más maravillosa. Crucifragium, agonía, muerte y sepultura Jesús había muerto a la hora de nona, la novena hora para los romanos, las tres de latarde. Una delegación del Sanedrín fue enviada a Pilato para pedirle que aplicara lafractura de las piernas a los tres crucificados. Había dos razones para eso. ElDeuteronomio ordenaba hacer desaparecer los cadáveres antes de la puesta del sol (Dt21, 22-23). Por otro lado, era el día de la preparación para la Pascua, y durante elsábado, que empezaba esa noche y que era día de gran solemnidad, los cuerpos nodebían de permanecer sobre la cruz (Jn 19, 31). Pero ¿para qué fracturar las piernas?

Orígenes, que nació en el año 185, y que conocía perfectamente las costumbresorientales, anota la tradición entre los judíos, quienes para acelerar la muerte de loscrucificados pedían que se les diera una lanzada en el corazón por debajo del brazo. Eslo que hizo el soldado con Jesús. La petición del Sanedrín pidiendo aplicar elcrurifragium se oponía, pues, a esta tradición.

Al anochecer, como era el día de la Preparación, «víspera del sábado» (Mc 15, 42), esdecir, un poco antes de las 18 horas, los soldados romanos llegaron con palos yempezaron a fracturar las piernas de los ajusticiados, primero las de uno de ellos,después las del segundo (cfr. Jn 19, 32), ocasionándoles la muerte por asfixia. «Al llegara Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de lossoldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua» (Jn 19, 33-34), es decir, un líquido del pericardio parecido al agua. Juan, que había asistido a todo,da testimonio: «El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que

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dice verdad, para que también vosotros creáis» (Jn 19, 33).Antes de la puesta del sol, y para respetar el Sabbat, los cuerpos de los dos bandidos

fueron enterrados con los instrumentos del suplicio, o bien en el fondo de un pozo queservía de fosa común situada cerca del lugar de la muerte, o bien llevados cerca del vallede las inmundicias, la lúgubre gehena al pie del haceldama o «campo de sangre»,adquirido con las monedas de la traición de Judas, cerca de los que les habían precedidoen la «vergüenza».

Para los judíos la ausencia de sepultura hubiera contaminado a todo Jerusalén, eimposibilitado el cumplimiento de los ritos prescritos en el Templo, las casas, loscampamentos, y el lugar donde se hospedaban las caravanas.

Además, si el cadáver de un condenado a muerte quedaba suspendido en la cruzdespués de la puesta del sol, contaminaba no solamente a los vivos, sino también a losdifuntos que hubiesen sido enterrados cerca, y también a los crucificados por sentencialegal (cfr. Dt 21, 22). Además, para la mente judía, la sepultura expresaba un sentidohumanitario. Su ausencia se consideraba una crueldad excesiva.

Después de la revuelta judía de bar Kochba, el emperador Adriano, que murió en elaño 134 y quiso borrar para siempre todo vestigio de cristianismo —en plena expansiónentonces por todo el imperio—, ordenó sepultar el Calvario con gran cantidad de tierra yde piedras. El montículo rocoso donde tenían lugar todas las ejecuciones fue asítransformado en un inmenso terraplén donde el emperador hizo construir un templo a lagloria de Venus y Adonis, y en el lugar preciso donde está ahora el Santo Sepulcro seerigió una estatua a Júpiter. Todo esto provocó el resultado contrario que pretendía elemperador, ya que permitió localizar perfectamente el lugar del Calvario. Más tardeSanta Elena (255-328), madre del emperador Constantino, hizo limpiar el terraplén. Sedescubrió entonces el sepulcro de Cristo, y gracias a ciertos signos, la cruz del BuenLadrón. La emperatriz ordenó que fuera llevada a Constantinopla. Más tarde ofreció unaparte de ella a la comunidad cristiana de Chipre.

Con el correr de los siglos, fragmentos de la Cruz del Buen Ladrón fuerontransportados a Roma desde Jerusalén (en donde se venera el palo horizontal, en laespléndida Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén). También se venera en la Basílica deSan Esteban de Bolonia, en la iglesia de San Vitale y Agrícola, y en algunos otros lugares. Los nombres atribuidos a los bandidos Antes de indicar los nombres atribuidos a los dos ladrones crucificados con Jesús hay querecordar la costumbre romana, confirmada por los evangelistas, del titulus. Además,Marcos y Juan nos cuentan que el titulus llevado por Jesús, y claro está, también por losladrones, incluía no solamente el motivo de la condena sino también su nombre: «Jesúsel Nazareno». San Juan nos ofrece interesantes precisiones complementarias: Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús elNazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos porque estaba cerca ellugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces lossumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “el rey de los judíos”, sino:“Éste ha dicho: soy el rey de los judíos”». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está»(Jn 19, 19-22).

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Para que todos pudiesen ver el letrero, como precisa Lucas, estaba clavado en el poste

vertical encima de la cabeza del condenado. Es muy posible que los nombres de los dosladrones, aunque no mencionados por los evangelistas, hubiesen sido escritos y fueranconocidos por la gente.

Las Actas de Pilato, texto apócrifo anterior al siglo II, daban a los ladrones losnombres de Dimas y Gestas. Los pequeños bolandistas22 hablan de san Dismas el Bueno,el Buen Ladrón, e invocan la famosa leyenda, que vendría de San Anselmo, delencuentro entre Jesús y este bandido cuando José y María huían con Él, en la huida aEgipto.23 Se encuentra en ellas una estrofa latina que viene de la Edad Media: Por razones diferentes tres cuerpos cuelgan del patíbulo: Dysmas de un lado, Gestas delotro, en medio Dios todopoderoso. Dysmas sube al cielo, Gestas baja a los abismos.¡Que la soberana Potencia nos conserve a nosotros y nuestros bienes! Recita estosversos para no perder por robo lo que te pertenece.

Según los lugares y las épocas este libelo habla de otros nombres: Matha y Joca,Lustin y Vissimus...

Dismas, Sisme, Dysmas, Dumas, quizás sacados del griego dysme, que significamoribundo... Todas estas variantes no tienen demasiada importancia.

En este momento el nombre de Dysmas ya no figura en la lista de los santos porqueno descansa sobre ninguna certeza. Aunque figure en las antiguas listas —entre otras lade Baronius—, y haya bastantes santuarios bajo su protección, ha sido suprimido de laslistas oficiales de los santos.

El nuevo martirologio romano no lo menciona y se contenta con designar como elBuen Ladrón al compañero de Jesús en el suplicio...

Admiremos de paso la acción del Espíritu inspirador de la Escritura que no ha queridoque fuese encerrado entre los estrechos límites de un nombre sino en el genérico deladrón y pecador, lo que, en mayor o en menor grado, somos cada uno de nosotros. El Buen Ladrón hoy En este crucial periodo de la historia que estamos viviendo parece que hay una vueltahacia la Cruz de Cristo.

¿Nos podemos reconocer nosotros bajo los rasgos del Buen Ladrón en la cruz? ¿Nonos encontramos acaso como crucificados por el sufrimiento, sea físico o moral? ¿Nonos encontramos también nosotros como condenados a muerte? ¿No somos, acaso,también nosotros pecadores como él?

Testigo privilegiado del Sacrifico cruento del Calvario, ¿no puede el Buen Ladrónayudarnos a entender el insondable misterio de la Pascua de Cristo y a vivir mejornuestra participación en la Eucaristía? Engendrado este primer hijo de la Iglesia en eldolor del Gólgota, ¿no podría hacernos comprender mejor el misterio de la Iglesia?

Que su eminente santidad, subrayada con fuerza por los Padres y Doctores de laIglesia, nos anime a seguir el camino que él mismo recorrió, el más rápido y seguro, elque conduce al Corazón misericordioso de Jesucristo crucificado, Redentor del mundo.

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Permanezcamos llenos de esperanza pues: Pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado. Escándalo para los judíos, necedadpara los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza deDios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débilde Dios es más fuerte que los hombres. Sino que lo necio del mundo lo ha escogido Diospara humillar a lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lodespreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta (1 Cor, 23-25. 27-28).

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La conversión posible del mundo modernoES EL BUEN LADRÓN

En nuestras sociedades occidentales vemos muy bien que lo que nos separa de Dios esnuestra negación y rechazo de la muerte, y nuestra voluntad de no sufrir. Somos expertosen esta voluntad de rechazo y de no sufrir. En el fondo, el mundo moderno no niega elparaíso, lo quiere enseguida, pero sin pagar ningún precio. Quiere el paraíso, pero reniegadel camino que Cristo trazó para llegar a él. Por eso cambia de paraíso para no tener quetomar el camino. No acepta que el paraíso esté fuera del mundo, lo quiere aquí en latierra, inmediatamente en la mano, y sobre todo sin ningún sufrimiento. Entoncesblasfema, pisotea la llave que le abre la puerta a este camino, y reduce la humanidad a loque era antes de Cristo, un mundo sin Dios y sin verdadera esperanza. El paraísoterrestre de nuestro mundo moderno no es más que una imitación del paraíso, imitaciónque lamentablemente se trasforma en infierno. El verdadero perdón en nuestro mundomoderno, que le ofrece el espejo profético de su posible conversión, es el Buen Ladrón,tan cercano a la piedad rusa tradicional.

«En verdad, en verdad te lo digo, hoy estarás conmigo en el paraíso». Me parece que Jesús no podía decir más claramente, que desde el momento en el

que estamos sobre la cruz, la llave ya está introducida en la cerradura del paraíso. Sólonos queda como única condición que aceptemos esa cruz.

No olvidemos nunca que el único santo canonizado por Jesús es un bandido, unsalteador de caminos, un ladrón justamente castigado por sus crímenes, pero que aceptórealmente en su corazón su castigo y su muerte, porque advirtió que la cruz sobre la queestaba clavado era la llave misma del paraíso, cuyo Señor era su compañero de suplicio. R. L. BruckbergerLa revelación de Jesucristo, Editorial Grasset

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Capítulo 2EL PENSAMIENTO DE LOS PADRES

DE LA IGLESIA Cuando miramos los escritos de los Padres de la Iglesia vamos de sorpresa en sorpresa.Su admiración unánime hacia el Buen Ladrón nos hace pensar. ¿Por qué tantaadmiración y tantas muestras de interés por el Buen Ladrón?

Una búsqueda exhaustiva a través de la patrología nos dejaría ver hasta qué punto suejemplo ha sido meditado y comentado. Vamos a citar, entre otros, a este Padre de laIglesia que no ha dudado afirmar en una homilía pascual: ¿Qué rey aceptaría tener a su lado, compartiendo su triunfo, a un criminal fuera de laley? Que el Rey del Cielo victorioso sobre la muerte entre en su Reino en compañía deun bandido, ¡ésa es la Misericordia dándolo todo! Los padres del siglo iii Orígenes Orígenes, oriundo de Alejandría, es uno de los más grandes entre los Padres de la Iglesia,teólogo universal y autor de numerosos libros. Su exégesis alegórica quiere hacer pasardel sentido literal de la Escritura al sentido espiritual. Murió hacia el año 250.

Así describe Orígenes al Buen Ladrón: Es figura de aquellos que después de haber pecado mucho han creído en Cristo, y handicho: «Estamos atados con Cristo a la cruz, y configurados en su muerte»; aquellos quese dirigen siempre al Hijo de Dios diciéndole: «Acuérdate de nosotros cuando llegues a tuReino», e inmediatamente se hallan con Él en el paraíso.24

En el plano dogmático esto significa:

...que es posible a veces obtener ya la justificación necesaria únicamente por habercreído, sin que se haya hecho absolutamente nada. El bandido crucificado con Jesús,

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justificado por la sola fe sin las obras, es un ejemplo de esto.25

Orígenes aplica al Buen Ladrón estas palabras de San Pablo en su Carta a los

Romanos: ¿Dónde está, entonces, el derecho a gloriarse? ¡Queda eliminado! ¿Por qué ley? ¿Por lade las obras? ¡No! Por la ley de la fe. Porque pensamos que el hombre es justificado porla fe, independientemente de las obras de la ley (Romanos 3, 27-28).

El Buen Ladrón no podía de ninguna manera apoyarse en sus méritos. No le quedabaotro camino que su fe en Cristo, que actuando por el amor le permitió llegar a lajustificación y a la santidad. San Cipriano de Cartago Cipriano era un abogado de Cartago, que después de su conversión llegó a ser sacerdotey obispo de esta ciudad. Su santidad, su ciencia y su fortaleza hicieron de él uno de losobispos más importantes de los primeros siglos. Ejerció una gran influencia en toda laIglesia. Debido a las persecuciones se retiró durante un tiempo fuera de Cartago, peroquiso volver allí para dar testimonio de Cristo. Murió decapitado en presencia de susfieles el 14 de septiembre de 258.

Para él no había duda, el Buen Ladrón había sido bautizado en su sangre, y su sangreera la de un mártir: En la pasión de este ladrón hay que distinguir dos tiempos, dos hombres, dos sangres. Lasangre vertida antes de la fe fue la de un ladrón. Después es la de un cristiano. Pero lasangre del ladrón vertida en testimonio de la fe cristiana para afirmar la divinidad del hijode Dios es la sangre de un mártir.26

Cipriano vuelve sobre esta afirmación en varias ocasiones:

Siendo ya amigo de Cristo, su confesión lo hace buen compañero de martirio. El ladróncambia la cruz por el paraíso, y el castigo por su homicidio lo convierte en mártir.27

Cipriano propone con prioridad el ejemplo del Buen Ladrón al mundo de los que

sufren: Los que son bautizados en su sangre y son santificados en su pasión obtienen laperfección y la gracia de la promesa divina. El Señor lo declara al responder al ladrón quecree en Él, y le confiesa en su propia pasión, prometiéndole que estará con Él en elparaíso.28

En el ámbito de la pastoral de los enfermos es importante subrayar estas líneas de la

carta de San Cipriano:

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Aquellos que están santificados por la pasión, padeciendo enfermedades, sufrimientos, lavejez, u otras situaciones dolorosas, obtienen la perfección, es decir, ascienden a lasantidad y obtienen, como el Buen Ladrón, la gracia de la divina promesa: «Hoy estarásconmigo en el paraíso».29

Los Padres del siglo iv San Hilario de Poitiers Hilario, obispo de Poitiers, sostuvo una lucha encarnizada en contra de la herejía arriana,que negaba la divinidad de Cristo. El emperador Constancio, que estaba a favor de losarrianos, lo desterró a Asia Menor. Cuando volvió a Poitiers se lanzó de nuevo adefender la verdadera fe y a librar a las Galias de la herejía arriana. Murió en el año 368.El Papa Pío IX lo proclamó Doctor de la Iglesia. Como Orígenes, al hablar del BuenLadrón aborda el tema de la justificación por la fe: El que se encuentra a su derecha es salvado por la justificación de la fe.30

Y también, como Cipriano, reivindica para el Buen Ladrón el título glorioso de mártir.

San Ambrosio de Milán Después de brillantes estudios de derecho, Ambrosio fue nombrado gobernador de laAlta Italia y prefecto de Milán en el 372. En el 374, no estando aún bautizado ypreparándose para recibir el bautismo, fue escogido a petición del pueblo como obispo dela ciudad. Bautizado el 30 de noviembre, recibió el sacerdocio y la consagraciónepiscopal el 7 de diciembre siguiente.

Apoyado por los emperadores, fue un intrépido defensor de la fe católica en contra delos arrianos. Excelente orador, estuvo por sus sermones en el origen de la conversión deSan Agustín. Murió el 4 de abril del 397.

Comentando la promesa de Jesús al Buen Ladrón, a propósito del paraíso y de sulocalización geográfica, San Ambrosio acuña una expresión que sigue teniendo eco en laIglesia: Es un magnífico testimonio de que hay que trabajar para convertirse. Pero si el perdón seprodigó tan rápidamente al ladrón, fue porque la gracia es más abundante que la oración.El Señor da siempre más de lo que se le pide. Ya que la vida consiste en estar con Cristo,donde está Cristo, está el Reino.31

San Atanasio de Alejandría Atanasio fue escogido por el pueblo como obispo de Alejandría. Durante casi cincuentaaños luchará para defender la fe en contra del arrianismo a pesar de haber sufrido en

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cinco ocasiones el exilio. Murió en 373.Durante un sermón para la Pascua deja estallar su admiración y su afecto hacia el

Buen Ladrón, de quien subraya la fe y la caridad, y a quien confiere el título deevangelista: ¡Oh Buen Ladrón más hábil que el primer Adán, que mal aconsejado llevó su mano a lafruta del árbol prohibido, y se tragó, y nos hizo tragar, el veneno de la muerte! Mejoraconsejado habéis tendido la mano hacia el árbol sagrado de la Cruz, y habéis recobradoel cielo y ganado la Vida. ¡Oh, bienaventurado ladrón, que has encontrado el medio dellevarte el más maravilloso de los tesoros! ¡Oh, bienaventurado ladrón, que habéisimitado la traición de Judas, pero que en este caso el traicionado ha sido el demonio!¡Oh, bienaventurado ladrón, que habéis hecho de la cruz una cátedra elocuente desdedonde, con una energía sobrehumana, habéis tomado la defensa de vuestro Redentor!¡Oh, bienaventurado ladrón, que habéis demostrado a todos el poder de la fe, la eficaciade una confesión bien hecha, y un arrepentimiento sincero.32

San Cirilo de Jerusalén Obispo de Jerusalén, hacia el 350, ejerció su ministerio en esta ciudad durante 36 años,en un periodo difícil y complicado debido a los sucesivos cismas de la herejía de Arrio.Sufrió el exilio durante dieciséis años. En 381 participó en el Concilio de Constantinopla.Murió en 386. Se han conservado 24 catequesis suyas que constituyen un preciosotestimonio doctrinal de la Iglesia durante la primera mitad del siglo IV. Es Doctor de laIglesia. Dice del Buen Ladrón: ¡Oh Ladrón! ¿Qué poder te ha iluminado? ¿Quién te ha enseñado a adorar a un hombredespreciado y crucificado contigo? ¡Oh Luz eterna, que alumbra a los ciegos! Es justoque oigas esa palabra: «¡Ten confianza!» No es que tus obras puedan darte confianza,pero el Rey está allí, y es él quien te da la gracia.33

San Gregorio de Nisa Teólogo espiritual de la Iglesia, obispo de Nisa, en Capadocia. Participó con GregorioNacianceno en el Concilio de Constantinopla en 381. Murió en 394. Este hábil y genial ladrón ve un tesoro y se aprovecha sabiamente de la ocasión. Roba eltesoro de la Vida eterna. ¡Admirable y loable uso del arte de robar!34

Los Padres del siglo v San Juan Crisóstomo de Constantinopla

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Obispo de Constantinopla, Juan se distinguió por su predicación, que le hizo recibir elsobrenombre de «Pico de oro», por su bondad hacia los pobres y por su valentía frente alos emperadores. Fue un ardiente defensor de la verdad. Dejó numerosos escritos que lehan valido el título de Doctor de la Iglesia. Murió en 407 a consecuencia de los malostratos recibidos durante sus dos exilios.

Crisóstomo fue uno de los más fervientes abogados del Buen Ladrón. Sus escritossobre este tema han influenciado mucho en la liturgia bizantina, en la que el Ladrónocupa a partir de entonces un lugar privilegiado, cerca de Cristo Redentor. De Cruce etlatron es un espléndido tratado del poder de la Cruz de Cristo, que vuelve a dar a todosel paraíso perdido.

A propósito de la misericordia escribió: Cristo escogió para sus últimos perdones cimas de iniquidad para no dejarnos ningúnpretexto para la desesperación.35

Ya nadie podrá desesperar de ser salvado al contemplar a un hombre que, cargado conmiles de faltas, atraviesa las puertas del Reino. Con una simple palabra, con un solo actode fe, corre antes que los apóstoles hacia el paraíso para dar a entender que no son lasbuenas obras las que le han valido este favor, sino que ha sido el amor del Señor hacia elhombre quien lo ha hecho todo. ¿Acaso ayunó? ¿Acaso lloró? ¿Hizo quizá una largapenitencia? ¡En absoluto! Pero encontró la salvación sobre la mismísima cruz. Mirad yved con qué rapidez va de la cruz al cielo, del suplicio a la salvación.36

El buen ladrón es la prueba evidente de que la misericordia de Dios abre en nosotros elacceso a la salvación. ¡Es el prodigio incomparable de la misericordia divina! ¡Es lamisericordia la que lo hizo todo! ¡Y ved con qué rapidez!37

Y hablando de la cruz, afirma:

El ladrón, que no había escuchado las profecías, ni visto los milagros, que solamente veahora a Cristo clavado en la cruz, no se detiene a mirar el deshonor, ni la ignominia. Ve ladivinidad y grita: «¡Acuérdate de mí, en tu reino!»38

Y es que la Cruz es el símbolo del Reino. Si yo llamo a Cristo «Rey», es porque le veocrucificado. Es tarea real morir por su pueblo.Clavado en la cruz, cubierto de injurias y salivazos, ultrajado y menospreciado, siendoobjeto de la mofa universal, es cuando tiene el poder de atraer hacia sí el alma perversadel ladrón. ¡Admirad este poder, estallando desde la cruz, e irradiando hacia todos lados!¡Hace temblar a la naturaleza, estallar a las rocas, y al alma más endurecida que unapiedra, como la del ladrón, la trasforma, haciéndola más blanda que la cera!

Desde la cruz el Señor opera dos milagros: abre el cielo al género humano, e introduceen él a un ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso.» ¿Qué dices? ¿Crucificado prometes el cielo? Sí, y esto lo hago para hacer resplandecer elpoder infinito del que disfruto desde la cruz. He querido este milagro, monumento

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incomparable de mi poder, para revelarlo no sólo en el momento de resucitar a losmuertos, sino cuando me colmaban de insultos. Es entonces cuando he queridotransformar el alma más endurecida que las rocas, el alma del ladrón.

A propósito de la fe del Buen Ladrón, afirma:

Considero que el heroísmo de su fe fue mayor que el de los patriarcas, que el de losprofetas, que el de Abrahán y de Moisés, que el de Isaías y Ezequiel. Quiero enseñar lasuperioridad de la fe del Buen Ladrón. Él no vió a Dios más que en la ignominia de laCruz.

Me preguntáis qué hizo tan grande para merecer el paraíso inmediatamente después desu muerte. ¿Queréis que os resuma sus títulos? Cuando Pedro renegaba de su maestro, éllo confesaba sobre la cruz. El primero no puede soportar las amenazas de una pequeñasirvienta y el Ladrón en el patíbulo rodeado de un pueblo que blasfemaba proclama loque su alma ve con los ojos de la fe: ¡la divinidad del Rey del cielo!

Dadme mil servidores fieles a su maestro mientras están en la cumbre de su éxito, yun servidor fiel que en el tiempo de la prueba no le deja, mientras todos los demás leabandonan. Cuando recupere sus bienes ¿considerará mejor a los primeros? ¡No! ¡Desdeluego que no! Patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, habéis creído en el Señor, oshabéis quedado con Él mientras se veía la luz de su gloria, mientras hacía sus milagros.Pero el Buen Ladrón lo vio únicamente en la ignominia, ¡y le fue fiel!39

A propósito de su conversión afirma:

Continuó así su oficio de ladrón. Vio un rico portador de la sabiduría divina, y según sucostumbre le robó para quedarse con su despojos. ¿Qué puede haber de más miserableque este ladrón? Y de repente, aquí está el más colmado de los hombres. Conducido a lacruz, a la muerte, todos le acusan, y su vida se termina, una vida que no fue más quecrimen. Pero, por haber abierto un instante su alma al temor de Dios, ha sido puestoentre los bienaventurados.40

A propósito de su confesión, San Juan Crisóstomo dice:

No dijo «Acuérdate de mí» antes de haberse liberado por una confesión del fardo de suspecados. El ladrón empieza confesándose. ¡Mira lo grande que es la confesión! Seconfesó, y el cielo se abrió. ¡Se confesó y recibió allí una confianza tan grande que seatreve él, el ladrón, a reclamar el Reino!41

A propósito del apostolado que hace el Buen ladrón afirma:

El Ladrón discute con el otro ladrón, su compañero. Le dice: «Hasta el momento en quenos han clavado en la cruz nos hemos entendido y hemos ido juntos. Pero desde la cruzhe cambiado de camino. Si tú quieres, anda conmigo hacia la Vida. Si no, continúa por tucamino.

A propósito de sus títulos (filósofo, médico y profeta):

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¿Has admirado su filosofía en medio de los suplicios, su filosofía llena de sabiduría ydoctrina? El ladrón no solamente no fue escandalizado sino que sacó de la cruz loselementos de una filosofía sublime. Elevándose por encima de las apariencias humanas,levantado hasta el cielo por las alas de la fe, considera la eternidad, reconoce que estecrucificado es Dios, y sueña con su Reino. Su filosofía escruta las cosas del futuro.

¿Qué rey entra triunfante en la capital de su reino sentando a su lado a un ladrónpúblico? Pues nuestro Señor lo ha hecho. Al volver a su divina patria se llevó a un ladróncon Él. No fue una vergüenza para el paraíso, sino una gloria... ¡No olvidemos, porfavor, a este Buen Ladrón! No nos avergoncemos de recibir como médico a aquel quenuestro Señor no se avergonzó en introducir el primero en el paraíso.

El ladrón, antes de pedir algo para él, se esfuerza en convertir a su compañero. Elladrón se ha transformado en profeta.42

Y a propósito de su canonización escribe:

No encontrarás a nadie que haya merecido la promesa del paraíso antes que el Ladrón.Ni Abrahán, ni Isaac, ni Jacob, ni Moisés, ni los profetas, ni los apóstoles. Antes quetodos estos, encontraras al Ladrón. San Jerónimo Jerónimo nació en Dalmacia hacia el año 340. Tras estudiar en Roma, viajó por lasGalias, marchó luego a Siria, donde estudió hebreo, y fue ordenado sacerdote. De vueltaa Roma empezó a traducir la Biblia al latín por orden del Papa Dámaso. En 385 volvió aPalestina, se estableció en Belén, y allí consagró el resto de sus días a esta traducción,designada posteriormente con el nombre de Vulgata. Sus trabajos sobre la Escritura lehan valido el título de Doctor de la Iglesia. Murió hacia el 415-425.

A propósito del Buen Ladrón escribió: El Ladrón cambia la cruz por el paraíso, y el castigo por sus crímenes lo convierte enmártir.43

San Agustín de Hipona Agustín nació en Tagaste (Norte de África) en 354. Recibió de su madre Santa Mónicauna educación cristiana, pero abandonó a Cristo para llevar una vida poco edificante.

Su encuentro con San Ambrosio, obispo de Milán, le hizo volver a Dios. Fuebautizado allí, el día de la Pascua de 387. De vuelta a África fue ordenado sacerdote, y alos 41 años elegido obispo de Hipona. Durante sus treinta y seis años de obispo lucharácontra las herejías. Ejerció una gran influencia sobre la Iglesia de Occidente. Esprobablemente el más famoso de los Doctores de la Iglesia. Su inmensa obra siguenutriendo el pensamiento cristiano. Murió el 26 de agosto de 430.

A propósito de la conversión del Buen Ladrón:

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Bienaventurado, bienaventurado ladrón que no se quedó con sus habituales robos a lolargo del camino, sino que se hizo con el camino que es Cristo, y en un abrir y cerrar deojos se enriqueció de la Vida verdadera.44

A propósito de su fe:

Pero ¿qué es lo que hizo de grande el ladrón? ¿Queréis que os lo diga? Mientras Pedronegaba allí abajo, él confesaba arriba. Envuelto en una multitud que vocifera, no seinmuta por ello. Los que habían visto al Señor resucitar a los muertos se tambalearon. Elladrón creyó en Él. A una fe así no se le podría añadir nada. En verdad, el Señor jamásencontró una fe así ni en Israel, ni en el mundo entero.45

Creyó de corazón y confesó con sus labios.46

El ladrón no fue crucificado en nombre de Cristo, sino por sus crímenes: no sufrió porhaber creído, sino que cree en el momento en el que sufre.47

A propósito del bautismo del Buen Ladrón:

Por el poder inefable y la justicia de Dios soberano, al creyente ladrón se le imputó elbautismo. Lo que no podía recibir en su cuerpo ajusticiado le fue contado en su espíritucomo si libremente lo hubiera recibido.48

El ladrón recibió ese bautismo, no por padecer por el nombre de Cristo, sino por la fe yla conversión de su corazón. Lo recibió, en atención a sus circunstancias, ante laimposibilidad de celebrar el sacramento.49

Y a propósito de su martirio:

Cipriano lo coloca con toda justicia en el número de los mártires. Por haber confesado aJesús crucificado, tiene los mismos méritos que si hubiese sido crucificado a causa de sufe en Jesús. La grandeza de su martirio se mide en esto: en que creyó en Cristo en elmismo momento en que los futuros mártires le traicionaban.50

A propósito de su canonización:

El ladrón es el único hombre que tuvo la seguridad total de su predestinación gloriosa,pues se apoyaba en una promesa de Dios: «Hoy estarás conmigo en el paraíso.51

San Máximo de Turín Contemporáneo de San Agustín, San Máximo de Turín subraya la fe del Buen Ladrón, ysobre todo su amor por Jesús en la Cruz. Creyó que Cristo crucificado era glorificado, en lugar de creer que era castigado. En esto

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consiste el modelo de toda salvación: en reconocer la majestad del Salvador como Señoren el momento mismo en que le vemos padecer los sufrimientos de la humillación.52

San León Magno Nació en Roma a finales del siglo IV, y fue Papa con el nombre de León I. En el 451convoco el Concilio de Calcedonia, que estableció el dogma cristiano de la unidad de lapersona de Cristo en la dualidad de las naturalezas: Cristo es a la vez Dios y hombreverdadero. Se conserva un centenar de sermones al pueblo de Roma y unas doscientascartas doctrinales que le han valido el título de doctor de la Iglesia. Murió en el año 461.

A propósito de la fe del Buen Ladrón afirmó: ¿Quién te instruyo? ¿Qué predicación te ha dado esta fe? ¿Qué predicador ha hechonacer en ti esta caridad?53

El Señor había terminado de resucitar a los muertos y de devolver la vista a los ciegos, yse desconocían los milagros que iban a estallar pronto. Sin embargo, el Buen Ladrónproclama a su compañero de suplicio como Señor y Rey.54

Títulos otorgados al Buen Ladrón Recorriendo los escritos de los Padres y de los Doctores de la Iglesia hemos recogidobastantes títulos que han sido otorgados al Buen Ladrón, los cuales manifiestan unaverdadera predilección por parte de éstos hacia él.

«Maestro en filosofía», «doctor», «abogado de Jesús», «figura y precursor de todoslos elegidos», «príncipe de Dios», «profeta». Estos títulos dicen mucho de lo que piensaSan Juan Crisóstomo sobre él.

«Doctor en el amor», dice San Agustín; «evangelista», añade San Atanasio deAlejandría. Podríamos seguir con una verdadera letanía.

Y qué decir de los títulos que le han dado los santos: «primicia de todos los elegidos»,«su representación», «príncipe del Cielo», «consolador de Jesús» y «consolador deMaría», como afirma San Bernardino de Siena. «Cedro del paraíso y astroresplandeciente del cielo», como le llama San Pedro Damián.

Los escritores eclesiásticos no se quedan atrás: «Es un águila celeste de inmensas alas.Su vuelo le lleva hasta el paraíso», como escribió Atanasio, el Sinaíta.55 «Es el porterodel paraíso», dice Próculo de Jerusalén. «Primicias de los desesperados», dice Arnoldode Chartres.56 «Hijo primero nacido de Cristo crucificado, mártir, apóstol, predicador deluniverso, ya que desde la cátedra de la Cruz predicó a Cristo al universo entero, arcángeldel paraíso, serafín», afirma Cornelius Lapide.57

Aunque nos puedan parecer excesivos, estos títulos conferidos al Buen Ladrón tantopor los Padres de la Iglesia, los doctores y los santos, como por los grandes autoresespirituales, sitúan maravillosamente el lugar importante, hasta dominante, que supieronreconocerle en la jerarquía de los santos, al lado de Jesucristo crucificado.

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Pp Oración al Santo Buen Ladrón Santo Buen Ladrón,que eres el único santo penitente que ha sido canonizado por el mismo Jesucristo,tú que en el mismo día de tu muerterecibiste la certeza de tener un sitio en el cielo junto a Jesús,por esa confesión sincera llena de arrepentimientoque desde ese confesionario abierto que es la cruzhiciste en el tribunal del Calvariomientras permanecías junto a Él suspendido en la cruz;tú que antes de que el centurión lo atravesara con su lanza,con tu acto de arrepentimiento y de amorhas abierto el Corazón de Jesús a la misericordia y al perdón;tú que para darle una palabra de aliento en su suprema agoníahas tenido tu cabeza más cerca de Él que la de su querida madre;tú que supiste orar tan bien, enséñame las palabras con que debo dirigirme a Élpara obtener su perdón y la gracia de la perseverancia final;tú que ahora estas tan cerca de Él en el cielocomo lo estuviste en sus últimos momentos sobre la tierra,intercede por mí ante Él para que no lo abandone nunca,y así, al terminar los días de mi vida en la tierra,pueda escuchar también yo las palabras que Él mismo te dirigió:«Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.» Nihil obstat

PAUL LACOULINE, censor de oficio,Imprimatur Grandbois.

Québec 20 de noviembre de 1954

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Capítulo 3EL MISTERIO DE LA CRUZ

«¿Quién es Dios para amarnos así? ¿Quién es ese Dios tan pobre, tan grande, tanvulnerable?», dice una canción. ¿Cómo es posible hablar del Misterio de la Cruz sinreferirnos a la pobreza y a la inocencia del Dios crucificado?

Mauricio Zundel, hablando del Dios crucificado, escribe: El verdadero Dios es ese Dios que prefiere morir antes que imponer nada. Dios hapreferido ser crucificado antes que robarnos la gloria de poder escoger. Dios puede servencido, lo está sobre la Cruz, donde muere de amor por aquellos que eternamente seniegan a amarle. Cualquiera puede matarle, porque no tiene defensa, está desarmado,como el candor de la infancia eterna. Hay en Dios una infancia, una fragilidad infinita. Loque nos pide es que nos vaciemos de nosotros mismos, porque Él está eternamente vacíode sí mismo.58

¿Y quién puede, como un niño desarmado, ser más pobre y vacío de sí mismo que el

Buen Ladrón? Porque él, crucificado junto al Amor inocente, se entrega a sí mismo contoda su pobreza.

En Cristo crucificado se revela la total debilidad del Amor, la vulnerabilidad de Dios, ylo que podríamos llamar su eterna «agonía».59

No es casualidad que Jesús muera como un «malhechor» abriendo la puerta de suparaíso a un ladrón.

Al leer estas líneas de Bernanos no podemos dejar de pensar en la vida y muerte delBuen Ladrón: Queremos realmente lo que Él quiere sin saberlo verdaderamente, queremos nuestraspenas, nuestro sufrimiento, nuestra soledad, mientras nos imaginamos querer solamentenuestros placeres. Nos imaginamos tener miedo de nuestra muerte y huir de ella cuandorealmente queremos esta muerte como Él quiso la suya. De la misma manera que Él sesacrifica sobre cada altar en que se celebra la misa, Él vuelve a morir en cada hombreque agoniza. Queremos todo lo que Él quiere, pero no sabemos que Le deseamos, nonos conocemos, el pecado nos hace vivir en nuestra superficie, sin entrar en nosotrosmismos. Solamente entraremos en nosotros para morir, y es allí donde Él nos espera.60

Dios nos espera en la Cruz con los brazos y el Corazón abiertos. A los pies de la Cruz

nos resulta imposible dudar del poder de la ternura del Corazón de Dios. Su vida está

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verdaderamente vinculada a la nuestra hasta la muerte de Cruz. Cuando entendemos elmisterio de Jesús crucificado comprendemos que no es Dios quien nos hace morir, sinoque es Él quien muere con el culpable para que el culpable resucite con Él. Eso es lo queentendió el Buen Ladrón.61

El Buen Ladrón, un remedio La vuelta a la devoción al Buen Ladrón responde a una necesidad particularmenteurgente de los cristianos de hoy, y podría quizás ser un remedio a ciertos errores ydesviaciones de nuestro tiempo. Ya que si hay algo que nuestra mentalidadcontemporánea rechaza y excluye por encima de todo, es el misterio de la Redención porla Cruz.62

La glorificación por la Cruz El evangelista San Juan, al hablar de la glorificación de Jesús, no lo hace, comopodríamos pensar, al hablar de su resurrección o de su ascensión a los cielos, sino alhablar de la crucifixión. En primer lugar, y dicho de otra manera, es en la misma Cruzdonde la mirada inspirada de San Juan descubre la Gloria de Dios. En efecto, esta es larespuesta que el Espíritu Santo ofrece a los que ansían la gloria y se escandalizan de laCruz. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, escribía: La Cruz es el medio que la insondable sabiduría de Dios inventó para la salvación. DiosPadre abre las compuertas de su misericordia a todos los que tienen el valor de abrazar lacruz, y de abrazarle a Él, clavado en ella.

Es el Espíritu Santo quien puede hacernos descubrir en la Cruz la manifestación de laGloria. Eternamente, y para gloria del Altísimo, la Cruz traerá la prueba resplandecientedel Amor más grande: el amor del Padre que «tanto amó al mundo que le entregó a suHijo único» (Juan 3, 16), y del amor del Hijo que «se entregó a sí mismo» por sushermanos. El árbol de la Cruz es el primer lugar en donde el Hijo ha sido exaltado antesde sentarse en el trono del Reino que ha de venir: «Cuando sea levantado sobre la tierra,atraeré todo hacia mi» (Jn 12, 32). La Cruz, fuente inagotable de gracias El Buen Ladrón nos ofrece una clase magistral para llevarnos a ver en la Cruz deJesucristo la fuente inagotable de gracias y de santidad en la que sumergir y compensarsobreabundantemente la malicia de todos los vicios y de todos los crímenes; la fuentecapaz de transformar también en un instante al mayor criminal en un gran santo. Éste esel misterio mismo de la Redención, que es el fundamento de todo el cristianismo.

Jean Daujat se pregunta:¿Qué ocurrió para que el Buen Ladrón, en un instante, fuera verdaderamentetransformado de un gran criminal en un gran santo, mientras que para nosotros la mismafuente infinita de gracias y de santidad requiere tantos años para transformarnos poco a

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poco y santificarnos?El Buen Ladrón se hallaba totalmente menospreciado, abandonado, y repudiado por

los hombres. Era, como todas las demás criaturas, la pobreza espiritual absoluta. Por esopodía decir ante la cruz de Jesús: «¡Oh Cruz, mi única esperanza!». Nunca la palabra«única» tuvo un sentido más propio, riguroso y absoluto. Él, que no tenía nada de valoren sí mismo que pudiera presentar, lo esperó todo del puro don y de la generosidadgratuita del Salvador. Sólo, y únicamente de la cruz de Jesús, lo podía recibir todo, y poreso será glorificado eternamente en todos los lugares donde se glorifique la Cruz deJesús. El Buen Ladrón, sin esperar ya nada de los hombres ni de este mundo, puso suúnica esperanza en la sola Cruz de Jesús, dejando a un lado todo lo demás.63

Nuestro mundo actual no quiere la Cruz, no predica la Cruz, y por eso tiene necesidad

de esta lección del Buen Ladrón, de este «pequeño camino» de pobreza absoluta delBuen Ladrón. Misterio de debilidad El misterio de la Cruz es el amor y la inocencia inermes y vulnerables, en una humildad ypobreza absolutas. ¿No es la Cruz de Cristo el escándalo del amor? ¿No nos hemosacostumbrado demasiado a esta locura de amor, y a su debilidad?

La Cruz no es un esfuerzo de voluntad, o una especie de moral estoica, es debilidad ypobreza. Esta pobreza transfigurada es la que se le revela al Buen Ladrón en el Calvario.Bernard Bro decía: La cruz no es un misterio de fuerza sino de impotencia, no es un misterio de heroísmo,sino de amor. No consiste en sufrir con valentía sino en tener miedo a sufrir, no consisteen saltar un obstáculo sino en ser aplastado por él, tampoco en ser grande y generososino en ser pequeño y ridículo a los propios ojos, tampoco en demostrar virtud sino enver toda su virtud desarbolada y convertida en polvo. Y todo esto aceptarlo por amor. Yaceptar por amor es no tener ninguna fuerza. La fuerza no sirve para nada, hace falta elamor. Es entonces, y no únicamente por voluntad o apretando los dientes, como sepuede llegar a ello. Porque si uno es capaz de apretar los dientes es que uno es fuerte, ymientras uno es fuerte y tiene esta fuerza, no sabe uno todavía lo que es la Cruz. No setrata de ser fuerte en la prueba sino de ser lo suficientemente humilde e inerme para queel amor triunfe en nuestra vida.64

Cristo atrae todo hacia Él «Nadie puede venir a mí», había dicho Jesús, «si el Padre que me ha enviado no loatrae» (Jn 6, 44). Es en la Cruz cuando Él atrae todo hacia sí (cfr. Jn 12, 32). Esentonces cuando nos revela el verdadero rostro del Padre de la Misericordia. Esentonces, estando crucificado con los brazos extendidos en la cruz, cuando sus palabrasdirigidas a Felipe adquieren su significado más profundo y radical: «Quien me ha visto havisto al Padre» (Jn 14, 9). Viendo a Jesús crucificado «vemos» al Padre. En la inocencia

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del Crucificado vemos el verdadero rostro del Padre que nos atrae hacia Sí. Así lo afirmaJuan Pablo II: Es en Jesús crucificado en donde hemos de ver, como dice Pablo en la Carta a losCorintios (I Cor, 15), la viva imagen del Padre, el icono perfecto del Dios invisible, larevelación de la misericordia. En el misterio pascual Cristo revela al hombre el rostro delPadre, revelando plenamente, al mismo tiempo, el hombre a sí mismo.65

El Padre, por Jesús crucificado, quiere revelar su rostro a todos los ladrones del

mundo para ofrecerles su misericordia y su perdón. OFRECER SUS SUFRIMIENTOS Y HERIDAS Para tener parte en la cruz de Jesucristo se debe, como Él, aceptar y ofrecer por amortodo lo que las circunstancias de nuestra vida han permitido, y todo lo que laProvidencia, que solamente quiere nuestra santificación y nuestro mayor bien, permite:sufrimientos, heridas, abandonos, renuncias, sacrificios y humillaciones, así como losfracasos que acontecen en nuestras vidas, incluyendo nuestra infancia más o menosherida.66

Todo puede servir para nuestra santificación. Y como no hay otra fuente desantificación que Jesucristo crucificado, no hay otra vía de santidad que el camino de lacruz, este pequeño camino del Buen Ladrón clavado a la cruz, como Jesús. Los que seapartan del camino de la cruz se apartan de la santidad cerrándose a su única fuente, quees Jesús crucificado.

La Iglesia necesita volver a encontrar la fecundidad de la Cruz. Si no, nuestra pastoralno será más que un humanismo mundano, y nuestras actividades y obras. «Si hablara laslenguas de los hombres y de los Ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metalque suena o un címbalo que aturde» (1 Cor 13, 1). Así no realizaremos ningún bienverdadero, y a veces, posiblemente, más mal que bien.

En una época en la que al mundo le gustaría tener un nuevo cristianismo sin cruz,Dios saldrá en busca de los ladrones para transformarlos. El filósofo cristiano JacquesMaritain, en su libro El campesino del Garona, habla de la muerte de un asesino: Cuando uno se encuentra con un pecador, debe sentir un gran respeto, el mismo que anteun condenado a muerte, que puede resucitar y tener un lugar mejor que nosotros junto aJesús en el paraíso.

Al escribir estas líneas tengo ante los ojos el diario de Jacques Fesch, nacido eldomingo de Ramos, el 6 de abril de 1930, y ejecutado al alba del 1 de octubre de 1957.Había vuelto a encontrar a Dios en la cárcel. En sus últimas cartas escribe:

«Los clavos en mis manos son reales, y son clavos aceptados. Entiendo mejor toda lapureza de Cristo en contraste con mi abyección. Porque acepto de todo corazón lavoluntad del Padre, recibo gozo sobre gozo» (16 de agosto).

«La ejecución tendrá lugar mañana por la mañana alrededor de las cuatro. Que lavoluntad del Señor se haga en todo... Jesús está cerca de mí, me atrae cada vez más a Ély solamente puedo adorarle en el silencio, deseando morir de amor... ¡Espero el amor!

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¡Dentro de 5 horas veré a Jesús! Me atrae suavemente a Él dándome una paz que no esde este mundo.»

Y un poco más tarde anota: «La paz se ha ido para dejar sitio a la angustia. Tengo elcorazón que salta en mi pecho. ¡Virgen Santa, ten compasión de mí!». Y después:«Estoy más tranquilo que antes. Jesús me ha prometido llevarme enseguida al Paraíso.Moriré cristianamente. Soy feliz. Adiós» (Noche del 30 de septiembre al 1 de octubre,sesenta aniversario de la muerte de santa Teresa del Niño Jesús).67

El Concilio Vaticano II habla también de la Cruz y de su misterio.

Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo laIglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar a los hombres losfrutos de la salvación [...]. No fue instituida para buscar la gloria terrena, sino paraproclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo [...]. La Iglesiaencierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada depurificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación [...].La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Diosanunciando la cruz del Señor hasta que venga (cf. 1 Cor 11, 26).68

¿Qué pastoral habla hoy en día de la Cruz de Cristo? Hay que explicar a los cristianos

el sentido de la vida cristiana a la luz de la cruz. El discípulo de Cristo se hallaconfrontado en todo momento a la seducción de los placeres del mundo, a su sed depoder y de riquezas, y con la resistencia de su propia carne, condenado a una lucha sincuartel para salvaguardar en él la vida de Cristo. Su peregrinación en este mundo no seránunca un lugar de descanso. En el desarraigo de nuestra época caracterizada por laexaltación unilateral de un humanismo naturalista tenemos miedo a menudo de hablar del«mundo» en el sentido que le da San Juan, es decir como dominado por el príncipe delas tinieblas, el irreductible enemigo de Dios. Para el mundo que Cristo rechazó y venció,la predicación de la cruz es un absurdo y un escándalo. ESCOGER EL CAMINO DE LA CRUZ Nada podría destruir mejor la esencia del cristianismo que imaginarlo sin la cruz. Unmundo en el que en lugar de contar sólo con ella, contásemos sobre todo con el éxitoindividual, estaríamos entonces entre aquellos de los que habla San Pablo: «Hay muchos,y lo digo llorando, que se conducen como enemigos de la cruz de Cristo, están orientadoshacia su perdición» (Flp 3, 18).

No olvidemos que en las tentaciones del desierto el maligno propuso a Jesús darletodos los poderes de este mundo: «Te daré el poder sobre todos los reinos de este mundoy todas sus glorias, ya que todo esto me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero» (Lc 4,6). Y Jesús lo rechazó, escogiendo el camino de la cruz.

A los ojos de la fe no hay más camino hacia la resurrección que el camino de la cruz.¡Cómo no acordarse de la magnífica palabra de Paul Evdokimov!: «Todo gran amor estánecesariamente crucificado».

Como lo hace ver Olivier Clément:

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Sólo el aniquilamiento incomprensible de una Persona divina sobre la cruz puedeconvencer al hombre del amor loco que Dios tiene hacia él. Crucificado el Viviente llegaa ser el Dios más abajado, y así llega a estar presente en lo más profundo de ladesesperación más profunda del hombre, y en su oscuridad más infernal.69

La locura de Dios de la que habla San Pablo (1 Cor, 18-25) es la locura del Amor que

se manifiesta por la cruz.70

UN CRISTO NUEVO A veces se tiene la impresión de que el mundo quiere otro evangelio, un Cristomodificado, un Dios fuerte. Y Dios viene a nosotros como un niño débil, pobre, y comoun crucificado sin defensa.

Miremos con fe y amor a este Jesús en la cruz con quien el Buen Ladrón se encontróen la debilidad y el rechazo radical. ¿Qué tipo de Iglesia quiere el mundo? Una quepredicara la misericordia, pero una falsa misericordia, no la verdadera. Una Iglesia que sebajara de la cruz y no anunciara más el escándalo y la locura de la predicación. UnaIglesia que sacrificaría la verdad para atraer a un número mayor de fieles.71

¿No debería la Iglesia, por el contrario, pasar por el aniquilamiento del crucificadoantes del nuevo Pentecostés de amor anunciado por los últimos Papas? Solo Dios losabe, y no hay que jugar a ser profeta. Sin embargo el Calvario era, aparentemente, elfracaso de la misión de Cristo y el triunfo del mundo. Los apóstoles habían huido, todosalrededor de Jesús crucificado se burlaban de Él. El Buen Ladrón, un malhechor, unbandido, fue el único en tomar la defensa de Jesús. Reconoció su realeza. De hecho, elReino de Cristo está precisamente aquí, en este aniquilamiento radical, en esta burla, enesta ironía mundana y sarcástica de los sumos sacerdotes y de los fariseos. La Iglesia, enrealidad, no hace más que entrar en comunión con este misterio de aniquilamiento cadavez que, atreviéndose a anunciar la verdad de la salvación a través de la cruz, sufre laironía del mundo. ¿UN CRISTIANISMO SIN CRUZ? ¿No son acaso los pobres, y los mismos pecadores con el reconocimiento y la confesiónde sus pecados, quienes entienden mejor el misterio de la cruz? El abismo de la miseriallama al abismo de la Misericordia. El abismo de los pecados llama a la plenitud de lasgracias. ¡Cuántos indigentes, marginados, presos, ex drogadictos, entienden el Evangeliomucho mejor que los sabios y que los justos!

Desde el momento en que, como el santo Buen Ladrón, hemos puesto nuestraconfianza en el valor infinito de la cruz de Jesucristo, aceptando ser crucificados tambiéncon Él, dejamos de pertenecer ya a este mundo, y en poco tiempo podemos alcanzar lasantidad. El Buen Ladrón aceptó sus sufrimientos y así nos enseña el camino, el«pequeño camino del abandono» que lleva a la santidad de los pobres.

¡Cuántos presos, heridos por la vida, drogadictos y alcohólicos podrían caminarrápidamente hacia la santidad si aprendiesen a ofrecer sus cruces por amor! No podemosser liberados del pecado y de sus consecuencias si no morimos y resucitamos en

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Jesucristo, y esto ocurre solamente si tomamos, de hecho, parte en su cruz, para estarcon Él también en su resurrección, y recibir de Él la vida del hombre nuevo. PABLO PREDICA A CRISTO CRUCIFICADO San Pablo escribía a los Corintios: «Los judíos piden milagros, los griegos buscansabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos ylocura para los griegos» (1 Cor 1, 22-23). Dios no realizó la salvación haciendo uso demedios poderosos fundados sobre el prestigio y la fuerza. Al contrario, lo hizo a través demedios que humanamente resultan inadecuados: por el aniquilamiento, por la locura dela ignominiosa muerte en la cruz de su Hijo.

Hay que leer el principio de la primera epístola a los Corintios (1 Cor 17, 31). Ya queDios quiso salvar a los hombres con la locura de la cruz, la salvación no les puede llegarmás que por la predicación de esta locura, que no se apoya sobre discursos sabios, nirazonamientos sagaces de los sabios o de los inteligentes a los ojos del mundo, ni sobre laostentación de poderosos y prestigiosos poderes, ni sobre el señuelo de una vida fácil yconfortable. ¡No! ¡Al contrario! Recurrirá intencionadamente a medios pobres ymenospreciados, y pondrá el acento sobre lo que según los criterios humanos es locura,sobre «el Evangelio de las Bienaventuranzas».72 San Pablo sabe que en la cruz de Cristoestá nuestra salvación: «Es a través de la locura de la predicación de la cruz como Diosquiso salvar los que crean» (1 Cor 17, 31).

Conforme a lo que acaba de decir, San Pablo constata que la mayoría de los primeroscristianos no eran sabios ni poderosos, sino pobres, marginados y débiles, y que a travésde esta debilidad y abyección, Dios se complace en derrotar la sabiduría y el poder delmundo como lo hizo en su Cristo. Es precisamente en esta debilidad y en estesufrimiento humano, a ejemplo de Cristo crucificado, el Cordero inocente, como semanifiesta la fuerza del Espíritu (1 Cor 1, 26-29).

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Pp EL INOCENTE RECONOCIDO POR EL PECADOR Jesús es el inocente abandonado por todos. Ha sido puesto entre los malhechores y recitasobre la cruz el salmo por excelencia de los pobres, el salmo 22. Ha venido al mundosolamente para desvelarnos el misterio de su Padre, y de su amor misericordioso. Es estadebilidad de Jesús la que debemos recibir en la fe si queremos abrirnos a la vida divina.Cristo en la cruz es el Cordero de Dios, es decir el inocente, el Siervo del que hablaIsaías, que toma sobre sí todos los pecados del mundo, otorgando así el perdón de lospecados (cf. Jn 20, 22-23).

Es entonces, en el mismo momento en que se desencadena la ironía de los jefes delos sacerdotes reclamando un signo decisivo, cuando se desvela el misterio de Jesús y desu Misericordia.

En el momento en que una burla generalizada se abate sobre Él y le envuelve, elBuen Ladrón reconoce solemnemente su inocencia. En la atrocidad de su suplicio, Jesúses consciente de abrir el acceso al reino del perdón y de la reconciliación, al reino de laMisericordia divina: «Hoy mismo estarás...». De esta manera, el signo de la Misericordiadivina en el corazón mismo de la Pasión es el Buen Ladrón que, arrepentido, ha visto lagloria del Resucitado.

M. J. LE GUILLOU,El Inocente, Le Cerf, 1998

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Capítulo 4

EL MISTERIO DE LA MUERTEY DE LA RESURRECCIÓN

La vida de Jesús termina. Es el final. Muchos se han cruzado en su camino, unosamigos, otros enemigos. Éste es su último encuentro, el encuentro con un ladrón, con unmalhechor en el más pleno sentido de la palabra. Llegados a las puertas de la muerte sóloqueda un último diálogo, muy breve, entre estos dos hombres.

«Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino», le dice el ladrón. «Hoy estarás conmigoen el paraíso», responde Jesús (Lc 23, 30-41).

¡Apenas cinco segundos de conversación! Poquísimo tiempo. Pero aquello que se diceen el momento de la muerte contiene muchas veces toda una vida, y los que oyen o leenestas palabras las deben meditar durante tiempo para llegar a penetrar el sentido profundoque encierran. De todos modos, es mucho decir que se pueda captar todo su sentido.

Puede uno pensar que el «yo» del Buen Ladrón, del que él quiere que Jesús seacuerde, no es el mismo de sus actos, sino más bien el yo íntimo que ha guardado sudignidad a pesar de sus actos criminales, su yo humano creado a imagen de Dios. Con sugrito hacia Jesús, el Buen Ladrón desvela espontáneamente su dignidad de ser humano.Pero la conciencia que pueda tener de su dignidad personal no puede llevar a hacerleesperar que la ley y la justicia terrena reconozcan esta dignidad que se esconde tras laimagen criminal que sus actos ha construido. Sin embargo, esta esperanza de verreconocida en su cuerpo y en su alma su dignidad personal es la que le ha debido dellevar, en gran parte, a lanzar a Jesús esta última petición: «Acuérdate de mí en tu reino».Y Jesús, sin lugar a dudas, ha reconocido esta sed y este hambre de justicia del BuenLadrón contestándole: «En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en elparaíso».

El «paraíso» es la palabra en la que desemboca este corto diálogo entre el BuenLadrón y Jesús de Nazaret. En las lenguas del antiguo Oriente, la palabra «paraíso»expresa propiamente un «jardín». En aquellos tiempos, el jardín era la imagen de lafelicidad humana, de aquella felicidad que disfrutaba el ser humano en el origen, lafelicidad del paraíso. En el contexto de la Biblia se trata del Edén, del paraíso terrenal.Este jardín del Edén en la condición actual de hombre es el paraíso perdido, es decir, eseestado de felicidad paradisíaca que dejó de existir. En el momento de la muerte Jesúspromete al Buen Ladrón la felicidad del paraíso. De este modo, le revela que el paraísono se ha perdido para siempre en el trasfondo de la historia humana, sepultado bajo lasfantásticas historias de las viejas mitologías, sino que al final de su existencia terrenaaguarda a todos los desconsolados de este mundo que se abren a la Misericordia, a todos

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los que lamentablemente han fracasado en esta vida, a los pobres y pecadores. Elreencuentro con la felicidad del paraíso es claramente el destino maravilloso que aguardaa los que han sido excluidos de la felicidad en este mundo. Es la enseñanza de Jesús en elSermón de la montaña: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de loscielos» (Lc 6, 20).

Para entender esto bien hay que volver a leer la parábola del rico Epulón y del pobreLázaro (Lc 16, 19-31). El rico no está incluido en la bienaventuranza del Sermón de laMontaña. Con toda su riqueza, este hombre ha cerrado su corazón a Dios y a los otros.Abriéndose a la compasión y al amor hubiera tejido lazos eternos. Pero prefirió la riquezaal amor, el tener al ser, y cavó a su alrededor un abismo. Sencillamente, no vio eldesamparo del pobre. El texto no dice que fuera malo, que hubiera matado a nadie, nique hubiera robado, o hubiera hecho daño. No es un rico malo en el sentido habitual dela moral, únicamente se olvidó, en medio de sus fiestas, de una cosa: no vio al pobre a supuerta, o quizás no lo quiso tener en cuenta.

En la parábola contada por Lucas, el rico que acaba de morir se queja a Abrahánporque sufre en el lugar de los muertos mientras que el pobre Lázaro, ese menos quenada, ese pobre miserable que ha pasado su vida pidiendo a la puerta del rico, es feliz enel paraíso. Jesús pone en boca de Abrahán esta respuesta: «Hijo, recuerda que recibistetus bienes durante tu vida y que Lázaro, al contrario, tuvo males; ahora, pues, él estáaquí consolado y tú atormentado» (Lc 16, 25). El rico pide entonces que avise a sushermanos, que están aún en la tierra, del destino que tras la muerte les espera. Jesúsconcluye la parábola dejando entrever que avisarles no serviría de nada, pues aunqueresucitase a un muerto para prevenirles, ellos no se enterarían. En realidad, los ricos noesperan el paraíso porque lo tienen ya. «Hay de vosotros los ricos, que ya tenéis vuestroconsuelo» (Lc 6, 34). Esto es lo que se llama una paradoja evangélica.

Este pobre tiene un nombre bien definido: El’azar, que significa «Dios socorre» o«Dios ayuda». Representa a quien pone su confianza en el Señor y no en la riqueza.Según el Magníficat: «Dios colma de bienes los hambrientos y despide a los ricos con lasmanos vacías» (Lc 1, 53). La misión de Jesús es la de ser enviado a llevar esa buenanoticia a los pobres.

El pobre, no teniendo nada sobre lo que poder apoyarse, está abierto a la fe y a laesperanza. Privado de las cosas de la tierra, se vuelve hacia su Padre. Está ya listo paraentrar en el Reino, tiene sed de justicia y pone toda su esperanza en el que «colma debienes a los hambrientos». Y del mismo modo que el rico no era malo, Lázaro no estálleno de virtudes, sufre, es pobre, y tiene sed. Al final la parábola da la razón a El’azar.Ha puesto en Dios su esperanza, está disponible y preparado para cualquier cosa, listopara entrar en cualquier momento en el Reino de Dios. Ha merecido el primer lugar,recostarse sobre el seno de Abrahán, en el festín del Reino, como lo hizo también SanJuan, recostado sobre el pecho de Jesús, durante la última Cena (cfr. Jn 13, 25).

Siguiendo la lógica de esta paradoja, la enseñanza de Jesús nos lleva a comparar alBuen Ladrón con el joven rico del Evangelio. El perdón le está asegurado al BuenLadrón. Aunque probablemente haya violado muchos de los mandamientos, el paraíso leestá asegurado, mientras que el joven rico que observaba fielmente la ley se aparta deJesús profundamente triste. ¡Justamente por ser rico! Refiriéndose a él, Jesús dirá: «Esmás fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reinode Dios» (Mt 19, 24).

Siguiendo fielmente su pensamiento, Jesús revela que en el juicio final muchos

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recibirán en herencia el Reino preparado desde la fundación del mundo sin que nuncahubiesen pensado tener derecho a él (cfr. Mt 25, 34-40). Lo que en aquel momentopesará en la balanza será el bien que se haya hecho o dejado de hacer a esos pequeñoscon los que Jesús se identifica.

¿Quiénes son esos pequeños? Aquellos que tienen hambre y sed, los que no tienencasa, los que están desnudos, presos o enfermos, y todos los necesitados de amor, losfaltos de ternura y también los pobres de virtudes naturales. En realidad ¡todos losdesdichados de este mundo, entre los cuales se encontraba en su época el Buen Ladrón!En cuanto a los pobres, la enseñanza del Evangelio es clara: el Reino les pertenece.

Cuando Jesús prometía al Buen Ladrón que estaría ese mismo día con Él en elparaíso, no lo hacía en vano. El Buen Ladrón se había dirigido a Él como a un Rey,como a alguien poseedor de un reino. Era consciente de que el reino de Jesús no estabaen este mundo en el que él había fracasado, por eso esperaba que Jesús se acordase de élcuando llegase a su reino. Y de ahí su petición: «Cuando llegues a tu reino».

El dialogo entre Jesús y el ladrón está relacionado esencialmente con la muertecorporal. En relación a este punto, el hombre actual o bien se olvida de su fin último o selanza sin reflexionar demasiado discurriendo con tintes imaginarios, en ocasionesdelirantes, respecto a lo que llamamos «el más allá». No vamos a empezar a refutartodos estos mitos, solamente queremos hacer notar que lo imaginario es todavía ysiempre algo visible, y eso pertenece al mundo corporal, al mundo presente. Lo que esinvisible es inaccesible al cuerpo y a la imaginación del hombre. El paraíso del que hablaJesús es invisible; el Reino con el que vendrá Jesús es invisible. La esperanzasobrenatural aquí abajo es la única «prueba de lo que no se ve» (Heb 11, 15), la pruebade la existencia invisible del paraíso y del Reino de los cielos.

El paraíso no será nunca un nirvana, un estado de bienestar, de apatía, al que pornuestras propias fuerzas podremos llegar al final de un largo camino, y que nos liberaráaquí abajo del dolor a través de reencarnaciones sucesivas después de la muerte.73

Nuestros actos no nos acompañan necesariamente, no causan obligatoriamente nuestrasalvación o nuestra condenación: no hay karma, tampoco samsara, reencarnaciones uotras vidas terrestres para mejorarnos o perdernos más.

Cuando uno se está muriendo, cada una de las palabras cuenta. No se adornan. Ya nohay entonación, únicamente un soplo, el último soplo. Es el momento de la verdad. Noqueda nada. Ni la buena vida que nos ha parecido llevar, ni la mala, ni los bienes, ni lareputación, ni las virtudes, ni la maldad. Ya no hay tiempo para hacer examen deconciencia, ni conciencia suficiente para hacer un examen de ella. No queda más que laesperanza desnuda: «¡Acuérdate de mí...!» ¡De mí! Ya no tengo nombre, ni importanciaaquí abajo. Nada más que yo, yo solo, a punto de atravesar por el ojo de la aguja de lamuerte: «¡Acuérdate de mí!» Toda la esperanza está en este grito, esperanza que es «laprueba de lo que no se ve». Y cuando se tiene la prueba ya no hay necesidad dedemostración, ni de doctrina, ni de predicación: se tiene la prueba, ¡y punto!

El Buen Ladrón espera, tiene la prueba de que el Reino de los cielos existe. Aquel queen el momento de morir mantiene la esperanza tiene esta prueba. Se tiene la prueba de loque no se ve: «Entendemos que los mundos han sido formados por la palabra de Dios,todo lo visible proviniendo de lo invisible» (Heb 11, 3). Ya no se trata de frases sino de larealidad misma. No queda más que suplicar «Acuérdate de mí...». Eso es lo único queimporta. Se trata de una llamada espontánea por parte del Buen Ladrón. Probablemente,en ese momento no se consideraba bueno ni malo. Tenía la prueba de la existencia del

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Reino y gritaba como el náufrago que por fin ve acercarse una barca: «¡Sálvame!».74

Quien se está ahogando no piensa que, como él no vale nada, no merece la pena quealguien se moleste en salvarlo. Él es más importante que todos los actos que haya podidohacer en su existencia, sean buenos o malos. Si el Buen Ladrón no hubiese tenido estaesperanza, jamás hubiera pedido socorro, se habría muerto, y lo habrían enterrado comoal rico de la parábola.

Al mirar al joven rico marcharse, los discípulos estupefactos habían preguntado aJesús: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Él, mirándoles, les había contestado: «Paralos hombres es imposible, pero para Dios todo es posible» (Mt 19, 25-26). ¿Quédebemos entender? Que ningún ser humano se puede salvar por sí mismo. Sólo Dios lesalva. No es la virtud adquirida la que nos salva, ni tampoco el mérito acumulado pornuestros actos. En el momento de la muerte lo único que nos queda es la esperanza enDios.

En el umbral de la muerte lo que emergió a los labios del Buen Ladrón fue sucondición de criatura, de pecador, que ha perdido el paraíso y que quiere volver allí. Estoaclara la respuesta tan precisa de Jesús: «Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.»

Las obras del Buen Ladrón no habían sido muy buenas. Las nuestras tampoco lo son,de modo que también nosotros hemos perdido el paraíso. ¡Pero Dios no lo ha perdido! SiJesús puede asegurar al Buen Ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso», es porqueDios nunca ha dejado de ver lo que ha hecho, «y vio que todo lo que había hecho eramuy bueno» (Gén 1, 31). La esperanza en Dios se halla en la seguridad de que Diossiempre ve a su criatura, a pesar de todos sus pecados, como «muy buena». Aparta desu mirada el pecado de los hombres y los contempla como Él mismo los creó: «Muybuenos». En este sentido, el paraíso existe desde siempre en Dios. Este Reino preparadopor el Padre desde la fundación del mundo es, precisamente, el tema principal de lapredicación de Jesús (cfr. Mt 25, 34).

Si hubiese que atribuir a la intercesión del Buen Ladrón una gracia especial paranuestro tiempo sería la de la esperanza en Dios. La esperanza en Dios es también lafuente de la libertad de los hijos de Dios. Es de Él de quien «la creación espera conimpaciencia su manifestación» (Rom 8, 19). En efecto, la esperanza, por su mismanaturaleza, sitúa a los bienes de este mundo en el sitio que les corresponde. Algunos, enesperanza, serán liberados de la desesperación y de las supersticiones; otros lo serán delamor al dinero, que es «la raíz de todos los males» (1 Tim 6, 10); y para todos nosotros,esperar significa ser liberados del espíritu del miedo y de su esclavitud, que nos impidegritar: «Abba, Padre» (Rom 8, 15). Es así como se manifestaran los hijos de Dios. LE LLAMARE POR SU NOMBRE... En el correr de los interminables minutos de sus suplicios, se estableció entre Jesús y unode los ladrones una vivificante intimidad que, como nos cuenta Lucas, desembocó en undialogo increíble entre ellos (cfr. Lc 23, 42-43). Es una de las pocas veces en elEvangelio que alguien llama a Jesús por su nombre de pila. Los que le llamaban, inclusosus discípulos, le llamaban Señor o Maestro. El Buen Ladrón, con su simplicidad, no secomplicó las cosas y le llamó Jesús. Podemos pensar que esta familiaridad revela unencuentro sin palabras en el fondo de un corazón que el amor de Cristo habíaconquistado y transformado.

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¡Transformarse en santo en el último momento de su vida a pesar de una vida depecados! ¿Puede ser eso posible? ¡Claro! El ladrón es un ejemplo de ello. El BuenLadrón es el retrato de un hombre que va a morir. Es el único agonizante del que laEscritura no cuenta su camino hacia la santidad por la reconciliación y la penitencia.Nosotros, que también estamos condenados a morir, tenemos la gran suerte de poderponer nuestros pasos en los suyos, de poder renovar su acto de fe en Cristo, su apuestapor la Vida con Él, y de poder esperar oír, cuando nos llegue nuestra última hora, lainefable promesa que él recibió, el primero de todos, en la tarde del Viernes Santo.

En el oficio del día del Viernes Santo, la liturgia nos invita a dirigir a Cristo Redentoresta audaz y confiada oración, merecedora de ser conocida por todos: Señor Jesús tú que al malhechor que reconoció sus faltas le has hecho pasar de la cruz atu Reino, te suplicamos, al confesar nuestros pecados, que en el momento de nuestramuerte nos abras las puertas de tu paraíso.

¡Qué hermosa oración! Deberíamos dársela a conocer a nuestros enfermos, a loscancerosos en fase terminal, a los enfermos de sida, y a todos los que se acercan a lamuerte. ¿No es acaso el deseo más ardiente de Jesús para con cada uno de nosotrospoder renovar la promesa que hizo al Buen Ladrón? ICONO DEL QUE VA A MORIR ¡Existen actualmente tantas personas que mueren solas, angustiadas, y que por falta desacerdotes no tienen a nadie que les prepare para a aceptar su cruz y para morir! Notienen siempre la oportunidad de recibir los sacramentos. ¿Quién les hablará de laMisericordia? ¿Quién se atreverá a darles esperanza, hablándoles del Buen Ladrón?

En este momento en el que existen tantas presiones de todas clases para legalizar laeutanasia y donde tantas preguntas alrededor de la muerte quedan sin respuesta paramuchos, parece más urgente que nunca dirigir nuestra mirada hacia el santo agonizantedel Gólgota. En el momento de nuestra muerte nuestra situación será idéntica a la suya:«Estamos atados con Cristo a la cruz y configurados a su muerte».75

Nuestras cruces, como la del Buen Ladrón, pueden estar unidas a la cruz de Jesús.Jesús, que durante su agonía nos ha visto como vio a su compañero de suplicio, nos oyecomo lo oyó a él, nos ha perdonado como le perdonó también a él, nos santifica como losantificó a él, si nos dejamos purificar, transformar y recrear por su AmorMisericordioso, como se dejó él.

En efecto, en relación a las preguntas que nos hacemos relativas a la muerte, ¿dóndeencontrar una respuesta más clara y nítida, más consoladora y llena de esperanza, que enla promesa de Jesús al Buen Ladrón? Como dijo San Ambrosio en una frase suya que hatenido resonancia en la Iglesia: «La vida consiste en estar con Cristo. ¡Donde esta Cristo,ahí está el Reino!»

Además, si queremos beneficiarnos personalmente de la intercesión del Buen Ladrón,y gracias a ella morir como él, ¿cómo no desear la celebración de su memoria litúrgica ennuestras iglesias y capillas, y su acogida en el calendario universal? ¿Por qué no pedir quese celebren misas en su honor, y particularmente el 12 de octubre, que es el día en quesu celebración figura en el calendario de Jerusalén?

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EL BUEN LADRÓN, PATRÓN DE LA BUENA MUERTE El Buen Ladrón representa un modelo de santidad auténtica y universal, pero se dirige enprimer lugar a aquellas personas que están pasando por alguna prueba y, sabiéndolo o no,están asociados por ella a la pasión y a la muerte de Cristo. Se dirige a todos los que hansido o están siendo abandonados, rechazados y juzgados. Es también un modelo paratodos aquellos que, habiéndose alejado de la Iglesia hace veinte, treinta o cuarenta años,tienen miedo de ser condenados, y no se atreven a creer en la posibilidad del perdón deDios. ¿No puede ser también el Buen Ladrón un modelo para los enfermos de sida quemueren en una dramática soledad, abandonados a veces por sus mismas familias, ycrucificados a los ojos del mundo?

¡Cuánta esperanza encierran las palabras del Evangelio del Buen Ladrón! Ese Cristomisericordioso presente en su agonía está a nuestro lado cuando estamos tambiénnosotros en la cruz. Tenemos la posibilidad de vivir en primera persona la excepcionalhistoria del Buen Ladrón y de proclamar a través de nuestra muerte la Misericordia deDios.

Por eso existen voces en la Iglesia que se levantan para pedir que el santo BuenLadrón sea reconocido por la Iglesia junto a San José como patrón de la buena muerte.No creo que podamos dudar de que el Buen Ladrón se ocupa de esta tarea, con solícitoamor fraternal, al lado de los agonizantes.

Aquellos que cargan con un peso sobre su conciencia, y no se atreven a creer en elperdón y en la misericordia de Dios, no tienen mejor testigo de ello que «este ladrón deparaíso», como lo llamaba cariñosamente Santa Teresa del Niño Jesús.

El Buen Ladrón no puede rehusar la gracia de una buena muerte a quien se la pide confe para él o para otros.

Marta Robin decía: Entre la muerte aparente y la muerte real hay siempre un momento en el que Dios ofrecesu Misericordia y su perdón divino. Pero el hombre sigue siendo libre...

Y Santa Catalina de Siena afirmó que lo que decide la suerte de cada hombre es elúltimo acto de confianza que hace o rehúsa hacer, y que en el último momento de la vidaDios ofrece a cada hombre la gracia de hacer un acto de confianza total en Él.

Creo que en el momento de la muerte la gracia opera verdaderos milagros en loscorazones de los hombres. Cuando Dios visita a sus hijos en el cuerpo a cuerpo del último combate, en la agonía oincluso entre la muerte clínica y la muerte real, en ese momento que sólo Él conoce, yque es sin duda el secreto de Getsemaní y de la bajada a los infiernos (1 Pe 3, 19-20),pone a la libertad al borde de una beatitud inenarrable.76

¿No sería ésa la hora del Buen Ladrón, la hora de la esperanza en la infinita

Misericordia? ¡En el último momento de nuestra vida pueden ocurrir maravillas! He aquíuna cita de un gran teólogo, el cardenal Journet:

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Pienso que las conversiones milagrosas son muy numerosas, y que a causa de los méritosy oraciones de los santos y de los amigos de Dios, muchos grandes pecadores se hanconvertido en el último instante de sus vidas... En el último momento, seres que hanvivido lejos de Dios podrían llegar a Él sin que nadie lo sepa.77

Recuerdo a un hombre que me confió que oraba al santo Buen Ladrón por unmiembro de su familia, que no estaba bautizado y se decía agnóstico. Pues bien, tuvo lainmensa alegría de ver a esta persona en el lecho de su muerte tocada repentinamentepor la gracia, pidiendo ella misma el bautismo, y muriendo santamente, como el BuenLadrón.

¿Se nos ocurre rezar al Buen Ladrón por los moribundos y por aquellos que parecenhaber rechazado a Dios y la fe desde hace mucho? ¿No nos faltan fe y esperanza? ¿Nosabemos, acaso, que para ser salvados y santificados basta aceptar en el último momentoel amor Misericordioso que se nos ofrece, ya que es Dios quien por pura gracia nossalva? Y el amor puede salvar al hombre incluso en el último instante de una mala vida —si enese instante el hombre ha encontrado la luz del amor—, quizá porque en el fondo creyósiempre que Dios es amor.78

El Buen Ladrón es el santo del último momento en el que Dios es capaz de reparar

toda una vida. Hemos de pedirle con fe la gracia de una buena muerte, y no solo de unabuena, sino de una santa muerte, y la gracia de las gracias que es entrar de golpe en elparaíso como él.

«El fuego del amor santifica más que el del purgatorio», decía Santa Teresa del NiñoJesús. Y añadía: «Quiero, como el Buen Ladrón, comparecer ante Dios con las manosvacías».

El Buen Ladrón es el patrón de la buena muerte para los pobres pecadores comonosotros. Quizás simplemente tenga que representar un papel complementario junto asan José, sobre todo para los grandes pecadores, a fin de que no desesperen en elmomento de su muerte y tengan la gracia del arrepentimiento. HACER DE NUESTRA MUERTE UN HIMNO A LA MISERICORDIA La muerte es el término natural de los días de nuestra vida «que se va en humo» (Sal102), que es «como una sombra que pasa» (Sal 144). La muerte es ineludible yuniversal. Si «nuestros días son como una sombra que pasa, y nuestra muerte es sinretorno, pues el sello está puesto, y no vuelve nadie» (Sab 2, 5), «nuestro hombreexterior se va en ruinas» (2 Co 4, 16), y «la figura de este mundo se termina» (1 Co 7,31).79

«De la misma forma que hemos entrado en la vida, saldremos todos de ella» (Sab 7,6). Nadie conoce la hora de su muerte. El hombre, como la bestia, cuando llega eltérmino vuelve a la tierra. Ése es el lenguaje que oiremos siempre.

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La muerte sigue siendo un sufrimiento físico, moral, afectivo y espiritual. Ante ellaestamos confrontados a las mismas preguntas. Es un drama, un fracaso, unadegradación, pero la muerte no es la nada80. Es un dormirse, la espera de un misterio quedebemos descifrar, la vuelta de nuestro ser a la santidad de Dios.81

Solamente Cristo tiene la llave de la muerte. Aceptó su propia muerte. Después de laangustia, del sudor y de la sangre fue deliberadamente a su encuentro: «Nadie me quita lavida, yo la doy libremente». Ofreció su muerte, y la vivió intensamente.

El que estaba presente en la agonía de su compañero de crucifixión lo está ahora connosotros en el momento de nuestra cruz. Nunca estamos solos. En el momento de lacruz se nos ofrece la posibilidad de vivir la historia del Buen Ladrón, y de hacer denuestra propia muerte un himno a la Misericordia divina.

Podemos hacer de nuestra muerte, unida a la muerte de Cristo, un don, una ofrenda,un himno de amor y de confianza, una liturgia...

Santa Teresita del Niño Jesús decía: «No muero, entro en la Vida». La muerte es unaentrada en la Vida, no es el final sino el comienzo de nuestro futuro. Con Cristo hemospasado de la muerte a la vida, y a la Vida eterna: ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados ensu muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin que, aligual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la Gloria del Padre, asítambién nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosacon él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrecciónsemejante, sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fueradestruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado (Rom 6, 4-7).

«En la muerte podemos ser semejantes a Cristo, conocerle a Él, y por el poder de suresurrección y la comunión con sus padecimientos, hacernos semejantes con su muerte»(Fil 3, 1). «Estoy crucificado con Cristo, y ya no soy yo quien vive, es Cristo quien viveen mi» (Gal 2, 19-20). Vivir en Cristo, muriendo como Él, como el Buen Ladrón, paramorir juntos y vivir así eternamente cara a cara con Él. Porque ahora vemos como en un espejo, como enigma, pero entonces será cara a cara.Ahora conozco de manera parcial, pero entonces conoceré como soy conocido (1 Cor13-12).

El Buen Ladrón es el santo de los últimos tiempos y de nuestros últimos instantes.¿No será acaso nuestro mutismo respecto a él una consecuencia de la idea farisaica quenos hacemos de Dios? Y es que el Buen Ladrón se halla en las antípodas de nuestramentalidad de personas honestas. Revoluciona las estrechas ideas que nos hacemos delmisterio de la redención. El hombre exalta la riqueza, el Ladrón encarna la pobreza total.

Para testimoniar su infinita misericordia Cristo redentor escoge un «pozo deiniquidad», una «brasa del infierno», como dicen los Padres de la Iglesia. ¡Lo escoge y locanoniza! Este pobre de todo, que la justicia humana clava en el leño de la infamia y dela maldición, ¡es el escogido por Jesús crucificado como primicia de los elegidos!

¡Sí, la vida es más fuerte que la muerte! «Oh muerte, ¿dónde está tu victoria?» (1 Cor15-55).

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El silencio que rodea este caso de santidad priva de un ejemplo de conversión inextremis a miles de hombres, de mujeres y niños que mueren cada día. Es un ejemplocapaz de suscitar en ellos, en la hora en la que caen sobre ellos, y a veces de una maneraterrible, las tinieblas de la muerte, la esperanza suprema del Amor que perdona. Hay unamultitud de personas que sufren clavadas en cruces implacables, que se debatendolorosamente en las tinieblas sofocantes de un mundo mecánico, sin corazón. ¡Susgritos desgarran el universo! ¿Los oímos? Esperan que alguien venga a darles una últimarazón de esperanza, esperan un modelo que haya sido salvado en medio del sufrimiento,en el que ellos se puedan reconocer. Esperan que alguien venga a decirles: «¿Por quédesesperáis, si yo he tenido esperanza? ¡Nada es imposible para la Misericordia infinitade Dios!»

¡Ojalá no cerremos las puertas de nuestro corazón al grito de Jesús crucificado quellama a la humanidad entera a venir a beber en la fuente inagotable que brota de suCorazón!82

¡Oh, locura de la Sabiduría increada que se goza en hacer estallar su poder salvando alhombre de las situaciones más desesperadas! ¿Cómo no sumergirse en la meditación deeste misterioso designo de la Misericordia? ¿No es allí, más que en ningún otro lugar, endonde podemos volver a encontrar un alma de niño y un corazón de pobre, en dondepodemos encontrar, en una palabra, la sal del Evangelio?

El episodio evangélico del Buen Ladrón nos ofrece un cambio total de nuestrajerarquía de valores. Dios no tiene ninguna necesidad de nuestros títulos de gloria, quierenuestras manos vacías. ¡Y todo esto se cumple en el momento supremo de la Pascua deCristo, acercándonos y aceptando al Salvador crucificado, que es la verdaderaencarnación del misterio de la Misericordia!

Es sumamente urgente que prestemos atención a este último testigo de la Misericordiade Jesucristo crucificado. Esta Misericordia se ha manifestado a través de Él el VienesSanto, y seguirá manifestándose todavía en los que se abren a ella, habitados por laesperanza invencible de Quien se dejó crucificar por amor.

Cada una de las palabras de Jesucristo, el Verbo de Dios, tienen un peso de eternidad.Las palabras de Jesús al Buen Ladrón han sido pronunciadas para nuestra salvación, yCristo las confirmó con una promesa solemne. «En verdad», para que su Misericordiahacia los pecadores arrepentidos sea manifestada al mundo entero.

¿No menospreciaríamos la Palabra de Dios dejando en la sombra el inmenso poder deeste gran hecho evangélico? Si el Buen Ladrón no hubiese recibido una misión precisapara la Iglesia y para el mundo, si su ejemplo de verdadera penitencia y dearrepentimiento no fuera para todos, ¿lo hubiese relatado el evangelista?

Podemos glorificar a Dios por nuestra muerte como lo hizo el Buen Ladrón. Esemomento de nuestra muerte puede también llegar a ser el supremo momento de nuestroapostolado83, ya que ... en efecto, ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco nadie muere por símismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos por el Señor. En lavida y en la muerte somos del Señor (Rom 4, 7-8).

Con el Buen Ladrón podemos cantar: «¡No he de morir, viviré para cantar las hazañasdel Señor!» (Sal 118).

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Podemos terminar leyendo estas palabras del libro de Romano Guardini Sobre el finúltimo: La muerte es el último acto de la vida humana, pero de toda vuestra vida este último actoes el más esencial. Este final banal de toda vida humana determina todo lo que le haprecedido. Como afirma el proverbio: «Todo está bien cuando termina bien». En sentidogeneral quiere decir que si el final termina bien, aunque de milagro, el todo se encuentrajustificado. En un sentido profundo quiere decir que si el final concluye bien es en virtuddel dinamismo profundo del conjunto, que si un final es recto, el todo es perfecto porquerecibe del conjunto su valor definitivo. Solamente las últimas notas de una melodía leconfieren su significación total, solamente el final de un drama pone a la luz lapersonalidad del héroe. Así es también como la muerte conduce la vida del hombre a sutérmino.

Pp PERDER TODO ES GANAR TODO Es en su muerte cuando Jesús bajó a los infiernos, y es en esa misma muerte cuando esglorificado. Es allí donde se encuentra con los hombres en sus muertes y les concedemorir con Él, llevándoles hacia el Padre. Para poderse encontrar con Él en suresurrección, y resucitar con Él, antes hay que poder morir también con Él.

La muerte es para todo hombre una etapa decisiva de su realización. ¿Qué ocurre enla muerte? La tradición católica habla de un juicio particular que Jesucristo realiza en elmomento de la muerte. Conviene corregir la noción de justicia divina tal como espercibida por muchos espíritus. Dios ejerce la justicia no castigando sino comunicando sujusticia, es decir su santidad, a quien se abre a ella. Hay que decirlo: la justicia divina seejerce en todo hombre que acoge la justicia que está en Cristo (Rom 3, 23-26),resucitado para nuestra justificación (Rom 4, 25).

Tranquilícese el corazón que teme a la muerte. En el momento de la muerte, Cristoviene al encuentro de todo hombre con una presencia de llamada. Jesús lo prometió: «Elque odia su vida (el que acepta morir abandonándose) la conservará» y «donde esté yo,allí estará también mi servidor» (Jn 12, 25). San Ignacio de Antioquia aspiraba a unamuerte que le iba a sumergir en Cristo. La muerte es el encuentro con Cristo. Losprimeros cristianos se preguntaban por el destino de los hombres anteriores a Cristo; perola mayoría de los hombres de hoy siguen siendo hombres anteriores a Jesucristo, porqueno lo conocen. El Evangelio no les toca, no se encuentran con Cristo en sus vidas, y poresta razón no pueden tener fe en Él.

Sin embargo, Jesús no hubiera muerto por todos si no se hubiese ofrecido por todos,para que pudiesen unirse a Él en Su muerte redentora.

Ya que Jesús vino para salvar a los pecadores (Lc 5, 32), el hombre debe en elmomento de la muerte entregarse a las manos del Padre y abandonarse a la inmensidadde su amor que Él le ofrece. La muerte es cristiana cuando es una pérdida total, ycuando es aceptada. Pero perder todo es ganar todo, ya que es imposible dar todo sinrecibir todo. Morir de amor es la suprema bienaventuranza, la suprema felicidad.

FRANÇOIS XAVIER DURRWELL

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Cristo el hombre y la muerte

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Capítulo 5

UN MODELO DE VERDADERASANTIDAD

«Todos estamos llamados a la santidad», como nos recuerda el Concilio Vaticano II.84

Esta afirmación resulta incomprensible para los que tienen una concepción errónea de lasantidad. La santidad no es el producto de nuestras buenas disposiciones, ni de nuestragenerosidad natural, o de nuestras pretendidas virtudes. Pensar que podemossantificarnos a nosotros mismos por medio de grandes acciones, aunque estas seanapostólicas, y atribuirnos a nosotros su mérito, es simplemente una muestra de orgullo.Una afirmación fundamental de la fe cristiana enseñada particularmente por San Pablo, yque no deberíamos olvidar nunca, es que en el orden sobrenatural no podemosabsolutamente nada por nosotros mismos. Ni nuestras técnicas, ni nuestros esfuerzos ométodos, nos sirven. Todo es obra del «don» de la gracia de Dios, que únicamentepodemos recibir de Él como mendigos.85

En el siglo IV, San Agustín aportó esta idea al Concilio de Cartago en su controversiacontra de la herejía de Pelagio, quien sostenía que por nosotros mismos, y sin la ayudade la gracia, éramos capaces de hacer algo en orden a nuestra salvación. Eso espelagianismo, y lo es también el creer, aunque lo sea la mayor parte de las vecesinconscientemente, que por nuestros esfuerzos podemos llegar a la santidad.

El cardenal Daneels afirmaba hablando del semipelagianismo: Todo esto es totalmente anticristiano y antievangélico. Y el verdadero drama de la Iglesiade hoy es la negación del dogma de la necesidad absoluta de la gracia. Nos haría falta unnuevo san Agustín ligeramente retocado. Él es quien en los primeros tiempos de la Iglesiala salvó de la gran tentación de negar prácticamente la afirmación de Jesús: «Sin mí nopodéis hacer nada».86

A veces se confunde la santidad con la perfección exterior y con la virtud natural.

Decía Bossuet, hablando de las monjas jansenistas de Port Royal, que daban una imagende fortaleza y de heroísmo en las virtudes: «Sí, son virtuosas como ángeles, peroorgullosas como demonios.»

La verdadera santidad no se identifica necesariamente con la virtud. Dios no quierejustos que se justifiquen solos. La santidad no es tampoco la perfección moral. Puedeuno tener una relativa perfección simplemente humana por el hecho de una buenaherencia genética, por una cierta fuerza de carácter, o por una buena educación familiar,y al mismo tiempo estar muy lejos de la santidad.

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Santa Isabel de la Trinidad decía: Me parece que el alma más culpable es la que tiene más razones para esperar, y este actoque hace para olvidarse y echarse en brazos de Dios le glorifica y le alegra más que todoslos exámenes de conciencia y vueltas sobre sí misma que la hacen continuar atada a susenfermedades.

Y el teólogo Hans Urs von Balthasar comentaba: No es el mirar nuestra miseria lo que nos alcanza la purificación, sino el mirar a Aquelque es la total pureza y santidad. La presencia del Redentor, y por Él de la redención ypurificación del alma, pide únicamente una simple mirada hacia Él. Por este acto deolvido de sí misma, el alma recibe el perdón de sus pecados. Este acto le hace reconoceral mismo tiempo su falta y la gracia divina.87

Muchas veces tenemos la tendencia a creer que podemos adquirir la santidad por

nuestros propios méritos o por nuestras obras, y olvidar la todopoderosa acción de lagracia. En realidad, es Dios quien nos hace santos. La santidad no es otra cosa sinoacoger libremente el amor gratuito ofrecido por Cristo, que nos recrea y que puedetransformarnos en un instante, haciendo de nosotros personas capaces de amar y deentregar nuestra vida como Él. Esta transformación se realizó en el Buen Ladrón demodo extraordinariamente rápido. Para otros en cambio requerirá más tiempo. Pero losobreros de la última hora reciben lo mismo que los de la primera, aunque a los de laprimera hora les irrite tanto.

Santa Teresa del Niño Jesús lo entendió muy bien. No tenemos más que releer su Actode Ofrenda al Amor Misericordioso del 9 de junio de 1895, o esta declaración de losNovissima Verba: «¡Yo no tengo obras!... Pues bien, Él me dará según Sus obras».88

Hay una estrecha relación entre la miseria y la misericordia. Si la santidad es morir auno mismo, la experiencia de nuestra debilidad y su aceptación amorosa sonseguramente, y de modo radical, la mejor manera de conducirnos a la muerte de nuestroyo.

Ésta es la enseñanza que nos regala el Buen Ladrón. Él no tiene nada más que supobreza y que la aceptación de su miseria, el reconocimiento de su condición de pecador,renunciando totalmente a la búsqueda de su propia grandeza. Como afirmaba F. X.Durrwell: Los santos han sentido por instinto la proximidad que hay entre la debilidad de su pecadoy el poder santificador de Dios. «¡Oh mi Dios! Soy feliz de sentirme débil e imperfecta, ymi corazón queda lleno de gozo», decía Santa Teresa del Niño Jesús.89

Hay que decirlo claramente: quien redujera el cristianismo a una buena moral lo

vaciaría de todo su verdadero significado. El cardenal Daniélou afirmaba hace ya variosaños:Realmente Buda da buenos consejos. Se dice que el cristianismo se sintetiza en el amoral prójimo. Pero no se ha tenido que esperar al cristianismo para amar al prójimo. Seríaun fariseísmo pretender tener el monopolio del amor al prójimo, porque también hay

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amor al prójimo en el budismo y en todas las religiones. En consecuencia, no es eso loque constituye el cristianismo. Al contrario, lo que lo constituye al cristianismo esreconocer que no amamos a nuestro prójimo, y que como no le amamos necesitamos serliberados del mal. Esto es la salvación cristiana, la salvación dada por Cristo. Laredención es el hecho de que necesitamos ser salvados del mal porque sabemos porexperiencia que somos incapaces personalmente de vencer el mal, de vencerlo ennosotros y de vencerlo en los demás. Quiero decir, que la fe es lo esencial delcristianismo.90

El Buen Ladrón es también una respuesta a todos los errores de la New Age, como

pretensión de perfeccionarnos a nosotros mismos por nuestras propias fuerzas interiores,y a la tentación que insidia al hombre desde el principio, recogida en el libro del Génesis,y que no es otra sino la de querer llegar a ser Dios por nuestro propio poder.91

El Buen Ladrón nos propone la vuelta a la santidad evangélica y abre su puerta a losmás pobres, a los más débiles, y a los más heridos. LA EPIFANÍA DE LA MISERICORDIA El mensaje lleno de luz divina que emerge del episodio del Buen Ladrón es que laMisericordia de Dios, si uno cree en ella y la dejar actuar, no tiene medida, esabsolutamente gratuita y de una eficacia omnipotente. Se ofrece a todos sin excluir anadie, y a los mayores pecadores con prioridad. Se ofrece sin tardar, esperandosolamente, ¡oh divina impaciencia de un Dios de infinita paciencia!, que se le permitaderramarse. Para quien cree en ella, hace nacer una esperanza sin límites, una audaciaextraordinaria, capaz de soportar con paciencia y fortaleza los mayores sufrimientos.

Toda la revelación cristiana no es más que este mensaje, que es el corazón delEvangelio: ¡Dios es Amor! Y como todos los hombres están perdidos y son pecadores, elAmor divino es ternura y misericordia para con todos y cada uno de nosotros.

Hemos dejado caer en el olvido al que Cristo canonizó durante el sacrificio de la Cruzel Viernes Santo. ¿No será esto una afrenta hecha a su Misericordia? ¿Podríamos oponernuestra pobre visión humana de las cosas al consejo de la Sabiduría de Dios? Aquel queCristo no desdeñó como compañero de eternidad, ¿podría ser acaso indigno de nuestraveneración? EL BUEN LADRÓN, UN EJEMPLO ACTUAL El Papa Juan Pablo II enseñó: Reconocer el propio pecado, es más —yendo aún más a fondo en la consideración de lapropia personalidad—, reconocerse pecador, capaz de pecado e inclinado al pecado, es elprincipio indispensable para volver a Dios. Es la experiencia ejemplar de David, quien«tras haber cometido el mal a los ojos del Señor», al ser reprendido por el profeta Natán,exclama: «Reconozco mi culpa, mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti sólopequé, cometí la maldad que aborreces [...]. En la condición concreta del hombre

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pecador, [...] no puede existir conversión sin el reconocimiento del propio pecado.92

El Buen Ladrón reconoce que es pecador. Ve en su crucifixión un castigo merecido,

con razón, por sus crímenes. ¡Qué humildad! Dice: «Es justicia para nosotros». Nointenta justificarse. No dice: «Comprendan que con mis heridas es normal haber hecho loque he hecho». También podría haber dicho: «Aunque soy ladrón no he hecho otra cosaque seguir mi conciencia. ¿Por qué me vais a reprochar la vida que he llevado?» No echóla culpa a la sociedad, ni a los que le rodeaban. No, el Buen Ladrón no razonó así. Bajola inspiración del Espíritu Santo, confesó simplemente que era pecador. Al ver a Jesúscrucificado entiende su culpabilidad, se persuade de la inocencia de Jesús, que es la totaldebilidad del amor. El Buen Ladrón es santo, porque al renunciar sin más a justificarse,sus pecados le son perdonados. Dios hace justicia haciendo Misericordia. Aquí está lagran revelación. A quien confiesa su pecado y abre su corazón a Jesús salvador, Dios lejustifica. Cuando San Pablo utiliza la palabra «justicia» no es para evocar un castigo,sino la justicia de Dios con la cual hace al hombre justo. Es el mismo Apóstol que explicaasí su concepción de la «justicia de Dios»: Mas, cuando se manifestó la bondad de Dios en nuestro Salvador y su amor a loshombres, él nos salvó no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros sino segúnsu misericordia por medio del baño de la regeneración y de la renovación del EspírituSanto (Tt 3, 4-5).

Decir que «la justicia de Dios se ha manifestado», equivale a decir que la bondad deDios, su amor, su misericordia, se han manifestado. Dios es siempre el que ama yjustifica primero. El hombre debe ser siempre el que cree, el que se deja justificargratuitamente por Dios. El Buen Ladrón tuvo esperanza, esperó solamente su gracia.Quien no tenía nada de valor que presentar al Salvador, no podía más que esperar todode la cruz de Jesús.

El pequeño camino de la pobreza espiritual del Buen Ladrón debe hacer de nosotrosesos mendigos que, no teniendo nada, lo esperan todo de la pura generosidad de CristoRedentor, ¡nuestra única esperanza!

Un Padre del siglo IV escribía estas palabras extraordinariamente actuales: Cada hombre empieza a vivir en el momento en el que Cristo se inmoló por él. PeroCristo se inmola por él en el momento mismo en el que reconoce la gracia y se haceconsciente de la vida que esta inmolación le da. Al igual que lo fue para el Buen Ladrón,ese momento, si lo queremos, puede ser ahora. También nosotros después de unaconfesión podemos volver a casa justificados como el publicano del templo (cfr. Lc 18,14). Le bastó reconocer sus pecados diciendo con toda sinceridad: «Dios mío, ten piedadde mí, que soy un pecador.

La primera etapa de la obra del Espíritu Santo en el corazón de un hombre consiste enconvencerle de que es un pecador que necesita un Salvador, para que crea en lasalvación por Jesús crucificado y resucitado (cfr. Jn 16, 8): «Y cuando venga dejaraconvicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena...» Si nofuésemos pecadores no necesitaríamos ser salvados. Jesús no hubiese tenido que morirpor nosotros. Confesar nuestro pecado nos pone en el camino de la salvación. Como

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hizo el santo Buen Ladrón, es necesario confesar: «Él no ha hecho el mal». Así,reconociendo cada vez mejor la santidad de Dios, reconoceremos mejor la profundidaddel pecado que está en nosotros.

El Buen Ladrón, gracias a una luz que solamente podía venir del Espíritu Santo,reconoció en su fuero interno que la muerte de Cristo era para él, el pecador. Así fuecomo quedó invadido por la esperanza y creyó en la salvación por medio de la cruz.

El Buen Ladrón realizó la experiencia de la «justificación». Creyó que Jesucristo, elinocente que moría en la cruz, moría para él en esa cruz, sufriendo en su cuerpo elcastigo debido por sus crímenes.93

LA ORACIÓN DEL BUEN LADRÓN El Buen Ladrón no solamente creyó en la muerte salvadora de Jesús, sino que se dirigióa Él con una sincera oración: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tureino» (Lc 23, 42). Esta oración tiene un eco en la Carta de San Pablo a los Romanos,donde leemos: «Quien invoque el nombre del Señor será salvado» (Rom 10, 13).Habiendo confesado su pecado, e invocado a Cristo, fue salvado, transformado, ysantificado.

La humildad del Buen Ladrón nos conmueve. Le dice a Jesús: «Acuérdate de mí». ElBuen Ladrón debía pensar seguramente que un pecador, un hombre miserable e indignocomo él no podía pretender la salvación. Pero la esperanza en la Misericordia le inundó.Si Jesús quisiera acordarse de él, ¡todo sería posible!

Pronunció esta oración, que no era perfecta, pero que venía de un corazón de niño.La respuesta de Jesús fue clarísima. El Buen Ladrón fue escuchado y colmado con lamayor medida posible. «Amén, en verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso»(Lc 23, 43). Cuando San Lucas utiliza la palabra «hoy» lo hace con una intencióndeterminada: anunciar la novedad de la llegada de Jesús como Salvador (cfr. Lc 2, 11; 4,21; 19, 5-9). Con el Buen Ladrón, sin embargo, Jesús añade «conmigo», revelándole asísu condición de discípulo. LA CRUZ, FUENTE DE SALVACIÓN El Buen Ladrón nos enseña lo que puede hacer la cruz de Cristo, esta locura y sabiduríade Dios. Al contemplar al Buen Ladrón ¿cómo podríamos desesperar y temer? Si nosreconocemos pecadores, necesitados de la salvación, toda nuestra vida de cristianos, quepor la fe se dirige a Jesucristo crucificado, se trasformará en un perpetuo Magníficat, enun canto de agradecimiento, de reconocimiento y de esperanza.

Si un hombre se reconoce pecador, confiesa su pecado y pide perdón desde el fondode su corazón, aunque haya cometido las peores bajezas, puede ser trasformado en unsanto como lo fue el Buen Ladrón, ya que el peor de los crímenes es nada ante la infinitasantidad de Cristo Redentor. El peor de los criminales que confía sus pecados a laMisericordia de Dios, y se entrega completamente a su Amor Misericordioso, puedellegar a ser santo.

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EL SALVADOR DE LOS PECADORES El Evangelio es la Buena Noticia de la Misericordia para los pobres y los pecadores quese reconocen como tales. En el Evangelio de Lucas Jesús es, hasta su muerte, elSalvador de los pecadores. Todo lo que en sus parábolas ha dicho sobre los que estánperdidos, y sobre los que por causa de otros se hallan perdidos, o la acogida llena deMisericordia que tiene con Zaqueo, todo esto está ratificado, por así decirlo, por lapromesa de salvación hecha al Buen Ladrón en su última hora.

¡Qué esperanza tan grande nos da el pensar que el Buen Ladrón ha sido justificado degolpe por el mismo Jesús! El Buen Ladrón arrepentido llega a ser realmente santo yestará con Jesús en el Paraíso. San Pablo dice: «Yo quisiera estar con Cristo» (Flp 1,23). ¡Pues el Buen Ladrón llegó allí antes que San Pablo! Es por excelencia el santo de laMisericordia infinita y un modelo para nosotros, pobres pecadores. BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN CONCIENCIADE SER PECADO Nuestro mundo moderno no quiere oír hablar del pecado.94 Algunos cristianos dicen quetodo esto es demasiado negativo y que siendo el Evangelio una Buena Noticia, no hemosde hablar del pecado. Arnold Ulein, en su trabajo magistral La actualidad de la funciónprofética, contesta a este argumento con toda claridad. Es evidente y totalmente exacto definir que el papel del predicador de la fe y delEvangelio consiste en proclamar la Buena Noticia. Pero la cuestión aquí es realmente lasiguiente: ¿Se hallan los hombres a quienes se habla en búsqueda de una buena nueva?¿Existen personas interesadas en este negocio? Porque si la Buena Nueva no llega a sudestino, es simplemente porque no hay nadie que quiera ser liberado de su miserablesituación. La oferta existe, pero no hay demanda. Y a falta de interesados nadieencuentra la gracia: sólo quien se da cuenta que vive en un estado de servidumbre puedeser desatado y liberado. Sólo quien es consciente de su necesidad de perdón puedequerer aceptar, con un sentimiento de alivio, y con agradecimiento, la reconciliación quese le ofrece. Pero no hay mucha gente que desee la remisión de sus faltas. Y hay unabuena razón para ello: que no quieren en absoluto reconocerlas.95

Reconocer sinceramente y sin rodeos que uno ha pecado es la única condición exigidapara obtener el perdón de Dios. Como dice el Libro de los Proverbios: «Quien escondesus faltas no llegará lejos, quien renuncia a ellas obtendrá misericordia» (Prov 28, 13).

El salmo 32 es todavía más claro: Mientras callé se consumían mis huesos rugiendo todo el día, porque día y noche tumano pesaba sobre mí; mi savia se había vuelto un fruto seco como en los calores delverano. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito, propuse «confesaré al Señormi culpa» y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Al reconocer su propia culpabilidad y la justicia de Dios, el pecador deja de lamentarseen contra de su suerte, da gloria a Dios, y se confía a su Misericordia como lo hizo el

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Buen Ladrón. LA SANTIDAD DEL BUEN LADRÓN El Buen Ladrón nos presenta un modelo de santidad real, auténtica y universal. Pero haydos preguntas que se nos presentan: 1. ¿Qué hizo el Buen Ladrón para llegar a ser santo en tan poco tiempo? Todo empezó por dos miradas que se cruzaron. La mirada compasiva de Jesús, que enun primer momento suscita en el corazón del Ladrón respeto y simpatía, y al filo de losinterminables momentos de sufrimiento, una real e íntima amistad, y una unión que le vaa hacer pasar en un instante todas las etapas de la reconciliación penitencial: elreconocimiento y la confesión de sus faltas, la fe en la Misericordia de Dios, lacontrición, la reparación, la petición de consejo, la acogida del perdón de Cristo, y porúltimo el testimonio del amor de Jesús que se ha experimentado, y el compartirlo con losdemás. 2. ¿Por qué canoniza Jesús a este hombre que hasta ese momento no habíacometido más que malas acciones en lugar de ser un hombre justo, honesto, conun pasado lleno de buenas acciones y méritos? Debemos maravillarnos ante la extraordinaria psicología de Jesús y la exquisita delicadezade su Corazón. Imaginemos por un instante lo que hubiera ocurrido si hubiese escogido ycanonizado a un hombre de bien, víctima como Él de una injusta acusación religiosa ypolítica. Naturalmente hubiéramos explicado esa canonización por la santidad y las obrasde ese justo. No hubiéramos tenido esta página luminosa y consoladora en la que con unbrillo sin igual Cristo revela la insondable Misericordia de Dios. Hubiéramos ignorado queDios escoge la debilidad para confundir al poder y hubiéramos seguido pesando connuestras balanzas la inconmensurable grandeza de la gracia.

En el Antiguo Testamento el libro del Levítico nos habla del mandamiento de Dios:«Seréis santos porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo». Pero ¿cómo responder aesto? Poniendo en práctica los dos polos, las dos dimensiones, las dos joyas de estemandamiento: «Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con todo tu corazón, y contodo tu espíritu» (Dt 6, 5), y «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 19, 16).

A su vez, Jesús nos recuerda esta exigencia que se nos había olvidado, dejando a unaélite espiritual la tarea de responder a ella, contentándonos mientras con ser como somos.

Éste es el mensaje que nos ofrece el Buen Ladrón: el amor no se impone, no puedehaber amor sin libertad. Porque somos libres podemos acoger el don que Dios nos hacede sí mismo, pero también, igualmente, rechazarlo.

El otro ladrón, como testimonian los evangelios, estando en la misma situación yteniendo la misma libertad, no supo acoger igual la gracia que le era ofrecida.

El Buen Ladrón muestra exactamente los diferentes papeles que intervienen en la obrade la santidad. Cristo es el primer actor. Su amor libremente aceptado nos transforma ynos recrea. Los méritos vienen después, con el tiempo que nos es dado, porque cuandouno ama se conforma a la voluntad del amado.

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Para terminar, el Buen Ladrón nos hace entender que la santidad, precisamenteporque es amor, puede economizar el tiempo, pues «el amor —como nos dice SantaTeresa de Lisieux— no necesita tiempo para hacer su obra en un alma».

Es la adorable pedagogía de Jesús, que en su ternura escoge a un ladrón con unparticular pasado terrible para enseñarnos que es su amor el que lo hace todo, desde elmomento en que en un acto de fe nos abandonamos a Él como somos, y en el puntoexacto en que nos encontramos. ¡Es simple! Todo descansa en el total abandono denuestra persona, en nuestra entrega confiada al Amor Misericordioso de Cristo que nosinvita a tomar el camino «exprés» abierto por su compañero de crucifixión. LAS VIRTUDES TEOLOGALES La gracia de la justificación, que Cristo por su pasión en la cruz otorgó al Buen Ladrón,le dio las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. 1. La fe heroica del Buen Ladrón La fe del Buen Ladrón como respuesta al amor de Dios nació de su encuentro con Jesús,que le marcó interiormente para que fuese su testigo.

Los Padres de la Iglesia calificaron de heroica la fe del compañero de crucifixión deJesús. San Juan Crisóstomo resume muy bien la opinión común de los Padres al afirmarque su fe ha sido más grande que la de los patriarcas, que la de los profetas, que la deAbrahán y Moisés, y que la de Isaías, Ezequiel y otros. Pues confesó a Cristo estandoclavado en la cruz, contemplándolo en su ignominia, mientras todos ellos, con losapóstoles y los mártires, creyeron en él y le siguieron porque le vieron en los momentosde su gloria y mientras veían sus milagros.

Todos los Padres de la Iglesia se maravillaron de ver al Buen Ladrón confesarpúblicamente su fe en Cristo y seguirle, a pesar de todo lo que hubiera debido disuadirle:en primer lugar, el rechazo con que se encontró, tanto por parte de las autoridadeseclesiásticas y políticas, como por su pueblo; en segundo lugar, la incredulidad generalconsecuencia del aparente fracaso de su misión; y finalmente, su ignominiosa muertesobre la cruz.

Gracias al Evangelio de Lucas, el Ladrón sigue proclamando su fe ante todas lasnaciones de la tierra, hasta la consumación de los siglos.

Su fe ha sido una gracia, un don de Dios, una virtud sobrenatural, pero también unacto de su inteligencia y de su voluntad que cooperaban con la gracia divina. El BuenLadrón se unió personalmente, por una adhesión libre, a la verdad que Dios le revelaba.

Abandonado por todos, despreciado, dejado de lado, y condenado a una muerteinfame, entregó toda su fe a Cristo, puso en Él toda su confianza, y creyó en supromesa. Finalmente, concluyó su acto de fe con una oración. 2. Su esperanza El Buen Ladrón descansó únicamente en Cristo.

Ancla del alma (cfr. Heb 6, 19), protección en el combate (cfr. 1 Tes 5, 8), motivo degozo hasta y sobre todo en las pruebas (cfr. Rom 12, 12), la esperanza no le habrá

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defraudado (cfr. Rom 5, 5).Por la esperanza, virtud teologal que nace y termina en Dios, el Buen Ladrón, después

de haber oído la promesa de Jesús, habrá liberado su corazón de todas las cosas. Ya queno esperaba nada de lo que el mundo hubiera podido darle, vivió solamente en esperaconfiada de la visión beatífica, y en el deseo de participar en el Reino anunciado porJesús. Durante las largas horas de su agonía se encontraba tan desprovisto de todo apoyohumano que solamente podía mirar hacia Aquel que por su lado había anteriormenteanunciado: «Cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 20-33).

El Buen Ladrón «esperó contra de toda esperanza» (Rom 4, 18) que se uniría conJesús después de su muerte. Dios derramó en su corazón el Espíritu Santo, la gracia quele permitía esperar la vuelta de Cristo, quien «vendrá para ser glorificado en sus santos yadmirado por todos los que hayan creído» (2 Tes 1, 10).

Por eso, hay que proclamar con San Ambrosio: Nadie hay que pueda considerarse excluido de la piedad de Dios, ya que el ladrón fuerecibido. 3. La caridad La fe obra por la caridad, que es el alma de la santidad y del apostolado, y sin la cual nohay perfección.

La virtud teologal de la caridad, fruto del Espíritu Santo, es la reina de las virtudes.Podemos aplicar al Buen Ladrón este punto del Catecismo de la Iglesia Católica: «El quecree en Cristo es hijo de Dios. Esta adopción filial le trasforma. En la unión con suSalvador el discípulo llega a la perfección de la caridad, la santidad» (CIC, n.º 1709).

Podemos ver la insistencia de los Padres y Doctores de la Iglesia en dar al BuenLadrón el título de mártir. Primero, por el testimonio que rindió a la Verdad en unmomento en que parecía casi completamente abandonada por todos (casi más queahora). Segundo, por haber sido bautizado en su propia sangre y en su muerte,padeciendo con espíritu de fe y de caridad. Este testimonio y este sufrimiento, vividos enla fe, le condujeron inmediatamente después de su muerte, como había anunciado Jesús,a la Bienaventuranza eterna. LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO Y LAS VIRTUDES MORALES El Buen Ladrón pudo vivir realmente las virtudes teologales gracias a los dones delEspíritu Santo, entre los cuales se hayan los dones del temor de Dios y de la fortaleza; ygracias también a unas virtudes morales, en particular la justicia y la humildad.El temor El Buen Ladrón en la cruz reprendía a su compañero diciéndole: «¿Es que no tienestemor de Dios, tú que sufres el mismo castigo?».

No se trata aquí del temor servil que puede tener el esclavo ante su amo. Desde elpunto de vista bíblico la expresión «temor de Dios» significa el profundo respeto que elhombre ha de tener hacia el misterio de Dios y hacia todo lo que evoca su Nombre.

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El asombro precede muchas veces al temor. El Buen Ladrón, como contemplamos enel relato de Lucas, se llena de asombro ante el comportamiento de Jesús, ante el perdónque suplica a su Padre para sus acusadores, para sus jueces y sus verdugos, y para elgentío que lo insulta y lo abuchea. Ante la presencia de Jesús se siente invadido por elsentimiento de su incomparable santidad. Por eso pide a su compañero que guardecordura y sensatez como señal de respeto hacia Dios, cuya presencia presiente en este«justo» que sufre y que agoniza tan cerca de ellos, que son o fueron malhechores. Almismo tiempo, este reproche es como una búsqueda de una mayor proximidad con Dios:«Para nosotros es justicia, pagamos por nuestros actos, pero él no ha hecho nada malo»(Lc 23, 43).

El Buen Ladrón tuvo la honestidad de no confundir su situación con la de Jesús. Ellosson culpables, Él es inocente. Ellos sabían muy bien lo que arriesgaban y el castigo al quese exponían con los crímenes y los robos que cometían, pero Él no merecía de ningunamanera ser puesto a su misma altura. La fortaleza Este comportamiento exigía también el don de fortaleza.

El Buen Ladrón no tenía nada con lo que poder justificarse, y sin embargo Jesús loungió con su Espíritu revistiéndole de la fuerza de lo alto para que fuera su testigo. Dioprueba de fortaleza no cediendo ni a la violencia ni a la cobardía, que es otra forma deviolencia, y que son, una y otra, dos actitudes exactamente contrarias a la fortaleza.

El valor del Buen Ladrón rayaba en la audacia, y ha puesto de manifiesto que lasantidad nada tiene que ver con el temperamento. Las autoridades religiosas que habíanreclamado y obtenido la condena de Jesús le llenaban de injurias y con ironía leanimaban a bajarse de la cruz, para que, como ellos decían, pudiesen «creer». Es anteestos altivos y malvados personajes ante quienes el ladrón se lanza a asumir y a realizarla defensa de Jesús y a proclamar su inocencia.

La fuerza del Espíritu le ha hecho capaz de vencer el miedo, de enfrentarse a la radicaloposición contra Jesús y a la opinión general que prevaleció aquel día. Se halló dispuestoa renunciar y a sacrificarse para defender la justa causa de Cristo.

En fin, el don del Espíritu Santo, y especialmente el de fortaleza le hicieroncompasivo. Ejemplo de humildad Expresar la verdad sobre uno mismo, lo que uno de verdad es, reconociendo sus faltasen público, requiere una gran humildad.

El Buen Ladrón cumplió las condiciones para entrar en el Reino: se humilló (Mt 23,2); llegó a hacerse pequeño «como un niño» (Mt 18, 3-4). Porque era humilde pudo dartestimonio de la verdad (Jn 18, 37) y desde su cruz sigue mostrando a Cristo a lospobres. Porque se humilló, él también ha sido elevado (Lc 18, 9-14).

Recibió el don de la humildad, que es el fundamento mismo de la oración, la gracia deuna relación de alianza, establecida por Dios en el fondo de nuestro corazón. La humildeconfianza le puso en comunión con Dios, con Cristo y con los demás.

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CANONIZADO POR JESÚS El 16 de noviembre de 1988 el Papa Juan Pablo II no dudó en emplear a propósito delBuen Ladrón el término de santo, y la expresión «la primera canonización de la historia».Jesús promete al bandido arrepentido y convertido el paraíso para este mismo día. Setrata de un perdón integral: el que había cometido crímenes y robos —pecados— llega aser santo en el último momento de su vida. Se diría que en este texto de Lucas estáregistrada la primera canonización de la historia, realizada por Jesús.

Y el Santo Padre subrayaba la importancia que daba a estas afirmaciones diciendo enel principio de su alocución: Todo lo que Jesús enseñaba y hacía durante su vida mortal llega a la cima de la verdad yde la santidad sobre la Cruz. Las palabras que Jesús pronuncia entonces constituyen susupremo y definitivo mensaje.96

La palabra de Jesús: «En verdad te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,

43) es una afirmación solemne («en verdad»), es como una palabra pronunciada excathedra desde su pulpito de Mesías crucificado, jefe de la Iglesia entera que va a nacerde su costado abierto.97

En su libro Dismas, el Buen Ladrón, el Padre Bessière se interrogaba con razón: No puede ser que Dios, en el momento más solemne del mundo, que es el de la Pasión,haya exaltado en vano esta gran figura, colocando al ladrón penitente y apóstol a laderecha de Cristo en la cima del Calvario, e introduciéndole el primero en el cielo, sobrelos pasos del Redentor, la noche del Viernes Santo. No son necesarias muchas reflexionespara reconocer en esto un gran designio de la Providencia.98

En su Carta al Buen Ladrón, primer cliente del paraíso, el cardenal Etchegaray

escribía el 19 de marzo de 1978: ¿Quién podría inventar semejantes palabras, más allá de todo lo que nosotros pudiéramosesperar, y pronunciarlas en tono solemne y amistoso con esa segura tranquilidad? Estapalabra nos prohíbe desesperar de nadie... la palabra de Dios es siempre creadora yeficaz. El amor de Dios trastoca las etapas que creemos deber prepararle. En un instantepuede hacernos franquear el abismo, y así hace todavía más maravillosa la Redenciónque la Creación.

Aquel que asistió al sacrificio de Cristo en la cruz, siendo asociado a su sufrimientoredentor y recibiendo de su boca la promesa del Reino eterno, merece que su ejemplosea puesto a plena luz para proclamar y celebrar la gloria de Dios, y exaltar suMisericordia. Que su ejemplo de santidad pueda ser acogido hoy como lo fue en otrostiempos en Occidente, y como continúa siéndolo todavía en Oriente.

El Buen Ladrón, junto con santa Teresa del Niño Jesús, podría llegar a ser el «santo

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del tercer milenio», el icono del Amor Misericordioso de Dios que preparará el nuevoPentecostés de amor que esperamos. Todos estamos llamados a la santidad, pero estamagnífica afirmación del Concilio Vaticano II corre fuertemente el riesgo de caer en elolvido, si en la enseñanza y en la pastoral de la Iglesia no se toma suficientemente enconsideración el testimonio del único santo que el mismo Cristo, en persona, quisocanonizar para cumplir el gran designio de la Misericordia. Su Amor Misericordioso,acogido libremente, es quien nos transforma y nos recrea. El don de Dios es totalmentegratuito e inmerecido. El Buen Ladrón nos vuelve a llevar a la cruz, al Calvario, y nosvuelve a decir que es verdaderamente «por Él, con Él y en Él» como llegamos a lasantidad.

¡Bienaventurado ladrón, santo Buen Ladrón!, aquel que correspondiendo a la graciaha ofrecido a su Señor y Salvador la ocasión de añadir a su testamento una página en laque hacer estallar su Misericordia infinita, y que a lo largo de los siglos ha atraído haciaella un cortejo innumerable de convertidos, iluminando tantas agonías, reconfortandotantos corazones desesperados o rotos, que ha arrancado al abismo tantos pobresmiserables, y que ha suscitado tantísimos santos99. Es un modelo de santidad ofrecido atodos.

Hemos entrado en el tiempo de la gran Misericordia. Estas gracias que parecíanreservadas a las «almas grandes» van a ser derramadas sobre las más pequeñas.Tendremos entre los santos a niños débiles, y a corazones vulnerables y heridos.

La Iglesia, en su misterio, vivirá quizás una agonía y una crucifixión, pero el nuevoPentecostés de amor estallará a través de la pequeñez y de la pobreza.

Para nuestros hermanos de Oriente, los grandes maestros de la oración en el Evangelioson el Buen Ladrón y el Publicano. El Buen Ladrón, porque Jesús accedió a su peticiónconduciéndolo al paraíso, y el Publicano, porque Jesús, al hablar de su petición «Señor,ten piedad de mí que soy un pecador», respondió a los que le escuchaban: «En verdados digo que este último volvió a su casa justificado y el otro no, pues todo el que seensalza será humillado y todo el que se humilla será ensalzado» (Lc 18, 13-14).

La santidad de Dios es el poder de su amor dirigido a los débiles, a los pobres, a losenfermos y a los pecadores. El grito del Buen Ladrón, «Jesús acuérdate de mí», es elmismo que el de la oración del publicano, «Señor, ten piedad de mí que soy unpecador». La santidad es la apertura al amor. Amar no es en primer lugar ser un héroe,es dejarse seducir por el amor, ofrecerse y recibir el don de Dios. No se construye elamor, no se fabrica el amor, se lo recibe en un corazón humilde y pobre.

El santo Buen Ladrón nos enseña que las puertas de la santidad están abiertas a lospobres y a los pequeños. Él realiza esta palabra de San Pablo: «Lo que es débil, absurdoy pequeño, todo lo que se desprecia en el mundo, eso es lo que Dios ha escogido paraconfundir la sabiduría de los inteligentes» (1 Cor 1, 27).

El Buen Ladrón es un santo al que se debería rezar e invocar. A través de él,escuchamos un mensaje divino, universal, y de asombrosa actualidad. En primer lugar larevelación extraordinaria de la Misericordia, la esperanza de la salvación, y también lallamada a la santidad para todos, incluido los más heridos, los más pobres, tambiénaquellos que han vivido durante años lejos de Dios y de la práctica religiosa, los excluidosy los pecadores. Rezar al Buen Ladrón —decía el cardenal Saliège— es hacer un acto de humildad, essituarse en el verdadero sitio que nos corresponde, en el lugar del pecador.

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LA SANTIDAD DE LAS MANOS VACÍAS Aquellos que han sido heridos por la vida, los que no han sido adecuadamente amados,los encarcelados y los presos de sus pasiones, los desgraciados, los desalentados y lospecadores, tienen un hermano en este santo ladrón.

La espiritualidad del Buen Ladrón nos recuerda que somos capaces de todos los viciosy crímenes, nos enseña a ponernos en el lugar del último pecador y a abrir todo nuestroser a la gracia de Dios que nos da la santidad. El Buen Ladrón nos vuelve a decir queante Dios debemos estar como el más pobre que no tiene nada que dar, y que solamentepuede recibir. El Buen Ladrón nos enseña el más puro modelo evangélico de la salvacióncristiana.

¡Qué golpe para nuestra autosuficiencia y nuestro orgullo, el pensar que el ser máspobre y echado a perder, a quien podríamos considerar un desecho humano, puede llegartambién a ser santo si se abre completamente, como un puro vacío, a la acción de lagracia redentora!

El modelo evangélico del Buen Ladrón ofrece a todo hombre y a toda mujer unmensaje de esperanza y un medio fácil para llegar a ser santo. ¿Y cuál es este medio?Apropiarnos por la fe, la esperanza y la caridad de los méritos infinitos de Jesús, de suvida, de su muerte y de su resurrección; reconocer que las Sagradas Llagas de Jesús y suPreciosa Sangre son las únicas puertas de entrada al cielo, y que éstas se encuentransiempre abiertas para aquellos pobres que, humildemente agradecidos, reconocen notener nada que ofrecer para pagar su entrada por ellas. APRENDER A ROBAR El Buen Ladrón, este santo ladrón, puede enseñarnos a robar. ¿Y qué es robar? Es cogerlo que no nos pertenece. No tenemos derecho a robar las cosas materiales y terrenas,porque nos las podemos proporcionar con nuestro trabajo y nuestra habilidad. Perocomo es absolutamente imposible para al hombre procurarse el cielo por sus propiosmedios y esfuerzos, o por sus obras, no le queda más que un medio para llegar un día aposeerlo: robarlo.

¿Cómo robar el cielo? Simplemente reconociendo que no podemos de ninguna manerasalvarnos, santificarnos y ser divinizados por nuestros medios. No podemos ganar nicomprar este tesoro con la moneda de nuestros méritos: «En la tarde de esta vidacompareceré delante de ti con las manos vacías»,100 dijo Santa Teresa del Niño Jesús.

Rodolfo el Cartujo, en su Vida de Jesucristo, después de haber anotado los elogiosprodigados por los Padres de la Iglesia al Buen Ladrón, transcribía esta preciosa oraciónde Beda el Venerable: Señor, te lo suplico, concédeme en primer lugar reconocerte como lo hizo el BuenLadrón, y reconociéndote, reconocerme pecador y glorificarte a Ti, que inocente sufristepor los pecadores. Señor, concédeme, te lo suplico, desear, pedir y obtener lo que elladrón te pedía: «Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu Reino. Amén».

La justicia evangélica es Misericordia. ¡Extraña justicia, ya contada en la parábola delos obreros de la última hora; esta justicia que llena de indignación a los que habiendo

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trabajado todo el día ven que los obreros de la última hora cobran igual que ellos!Protestan y se escandalizan. El santo Buen Ladrón es la manifestación suprema de lajusticia de Dios porque su justicia es Misericordia para con los pecadores.

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Pp LA SALVACIÓN ES OFRECIDA A LOS POBRES «Finalmente lo esencial es la fe, que es, como dice San Pablo, la cosa más esencial,porque al final es Jesucristo el que salva. No se salva uno por su experiencia interior. Lasalvación no es algo que nos damos a nosotros mismos. El problema no es encontrar elmejor maestro que nos inicie en los métodos de interioridad. Como dice San Pablo,todos han pecado y necesitan de la gracia de Dios; y esto vale igual, tanto para el másinteriorizado de los sabios como para el más vulgar y exteriorizado de los pecadores,porque lo único que salva es la gracia y no la interioridad. Algunos dicen: «Poco importael dogma en el que creéis, lo importante es que seáis hombres interiores». Sin embargo,nosotros afirmamos exactamente todo lo contrario. ¡Lo esencial es que Jesucristo traigala salvación! Y eso es en realidad lo único que salva. Desde luego, hemos de intentar lomás posible ser hombres interiores, haciendo todo lo que uno puede. Pero la grandeza dela afirmación cristiana es que la salvación es ofrecida a los pobres, es decir, que lasalvación no es el patrimonio de una pequeña élite, sino de todos aquellos que han creídoen Jesucristo. La Misericordia de Jesucristo consiste en que la salvación no es algoreservado a unos pocos místicos, ni tampoco resulta de una técnica de interiorización. ¡Yesto es lo asombroso!

CARDENAL DANIÉLOUMitos paganos, misterios cristianos

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Capítulo 6

EL BUEN LADRÓN Y MARÍA,REFUGIO DE PECADORES

El evangelista Lucas es el único que cuenta la historia del Buen Ladrón. ¿Cómo y porquién la conoció? Como él mismo escribe en el prólogo de su Evangelio, antes de escribirquiso informarse de todo desde el principio, preguntando a los «testigos oculares» y a losservidores de la Palabra (cfr. Lc 1, 1-2).

Entre los testigos oculares a quien él se refiere debemos en primer lugar pensar enMaría. Ella, según la costumbre, como madre del condenado, fue autorizada a acercarsea la Cruz de Jesús. Por eso pudo ver el cambio que se operó en el corazón del Ladrón.

Nos lo recordaba Juan Pablo ii: María ha sido llamada de manera especial a acercar a los hombres al amor que Él habíavenido a revelar. Amor cuya manifestación más concreta es en favor de los que sufren,de los pobres, de los presos, de los ciegos, de los oprimidos y de todos los pecadores.101

María, la llena de gracia, es la Compasiva, la Madre de la Misericordia.Podemos pensar que Lucas, el autor de estos textos reveladores de la Anunciación, de

la Visitación, y de la Presentación de Jesús en el Templo, se refiere explícitamente altestimonio y a las confidencias de María, que guardaba todas estas cosas en su corazón(Lc 2, 51). Además, gracias al texto de Lucas podemos contemplar a María al pie de lacruz, cerca de los dos ladrones, en pleno ejercicio de su mediación maternal.

A través de los ojos de María, el Padre Faber ha contemplado la agonía de los dosladrones: La aflicción ensancha los grandes corazones... María había adoptado a los dos ladrones,necesitaba hijos. Era consciente del valor de cada uno de ellos, de la misma manera queconocemos el valor de un amigo en el momento en el que lo vamos a perder. Su rostro,en ese momento de la agonía, nos muestra su valor y nos conmueve más que cuandoestaba lleno de vida. María, al pie de la cruz, luchó en su oración por estos dosmalhechores. María, hija de la gracia María es hija de la gracia. ¿Qué hizo para tener el privilegio de dar al Verbo su

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humanidad? ¿Qué había pedido o sufrido para venir al mundo Inmaculada? Se lo debíasolamente a la gracia y no a ningún mérito. María podía decir con toda verdad laspalabras de San Pablo: «Lo que soy, lo soy por la gracia de Dios» (1 Cor 15, 10). Estagracia de Dios que colmó a María es una «gracia que le viene de Cristo», la «gracia deDios dada por Jesucristo» (1 Cor 1, 4).

María, y la Iglesia lo declara en el dogma de la Inmaculada Concepción, ha sidopreservada del pecado «en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador». En elMagníficat, María exclama: «Mi alma exalta al Señor... Porque el Todopoderoso hahecho grandes cosas en mí». Es a Dios, a su gracia, a quien María atribuye la maravillarealizada en ella. No se adjudica ningún mérito.

El Padre Perrin, O. P. decía:María es hija de la gracia, y parece gritar más que Pablo: «Lo que soy lo soy por lagracia de su amor; su amor lo ha hecho todo en mí». María no ama como la pecadora, aquien se le ha perdonado mucho, sino que ama de una manera única, porque se le hadado todo. Este privilegio no le hace salirse de la Misericordia. Demuestra que de todo suser, y desde el primer instante, la Virgen María es enteramente llena de gracia yfavorecida. Todo lo que la gracia es en María nos anuncia lo que puede hacer paranuestra salvación en nosotros.102

El Padre Raniero Cantalamessa, en su libro María, un espejo para la Iglesia, afirma:

En la cultura tecnológica en medio de la cual vivimos, asistimos a la eliminación de laidea misma de la gracia de Dios en la vida humana. Es el pelagianismo radical de lamentalidad moderna. La gracia empezó a perder esta extraordinaria densidad de sentidoque tiene en el Nuevo Testamento el día en que a causa del error pelagiano se quisohablar de ella como de una ayuda necesaria a la voluntad del hombre.103

María Magdalena y el Buen Ladrón María al pie de la cruz veía a María Magdalena y captaba lo que la sangre de Jesúsestaba significando para ella. Mientras María Magdalena podía decir: «Oh, preciosasangre que me purifica de mis pecados», la Virgen María, viendo brotar la sangre de suHijo podía exclamar: «Oh, preciosa sangre que me ha preservado de todo pecado». María es la criatura que ha experimentado más que nadie la Misericordia, y al mismotiempo la que ha hecho posible la revelación de la Misericordia, por el sacrificio y laparticipación de su propio corazón en ella. Nadie ha experimentado como ella, la Madredel Crucificado, el misterio de la Cruz, el conmovedor encuentro de la trascendentejusticia divina con el amor, ese «beso» dado por la misericordia a la justicia. Por eso,María es la que conoce más a fondo el misterio de la Misericordia Divina. Ella conoce suvalor, y es consciente de lo grande que es. En ese sentido la llamamos Madre deMisericordia.104

Con lágrimas de fuego

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Si el Evangelio nos narra que un día «Jesús lloró» (Jn 11, 35), podemos pensar sinequivocarnos que la Madre dolorosa también lloró. Santa Catalina de Siena afirma queno existen únicamente las lágrimas de los ojos sino también las lágrimas del corazón, odel deseo, y a las que ella llama «lágrimas de fuego». María, al pie de la cruz, vertíalágrimas de fuego intercediendo por la salvación de los pecadores. «Las lágrimas defuego —precisa Santa Catalina— son el Espíritu Santo que llora en nosotros.»

Lo que animaba a Jesús, en medio de la traición y del abandono, mientras agonizabaen la Cruz rodeado de sus perseguidores, era el amor a los pecadores, que expresaba enel perdón a sus enemigos. No se puede dudar de que María transmitió a San Lucas eltriunfo de la Misericordia que nos revela el episodio del Buen Ladrón. Podríamosrazonablemente pensar que María hubiese muerto al mismo tiempo que su Hijo, y quefuese la primera en entrar en el Paraíso. Pero no, es un malhechor, un bandido, el«primero de los elegidos». Dios ha querido en su inefable sabiduría que el papel deMaría, Madre de Misericordia, sea el de enseñarnos lo que la gracia puede hacer en favornuestro hasta el último instante de nuestra vida.

María, nuestra madre, es la Madre del Buen Ladrón. Ella, seguramente, desea queeste primer hijo que entró en el cielo con su Hijo sea reconocido por toda la Iglesia comoel patrón privilegiado de los desesperados y los excluidos, de los abandonados y de lospecadores que se hallan agobiados bajo el peso de sus culpas.

María se adentró más que nadie, más que ninguna otra persona, en la perspectiva de laMisericordia que domina todo el plan de la Creación. Ella misma nació Inmaculada porpura misericordia, y no querrá nunca otra cosa que ser la perfecta dispensadora de lainfinita Misericordia de Dios. De este modo, casi es su nombre propio, el que le da laIglesia cuando la llama «Madre de Misericordia». De allí la predilección que manifiestasiempre hacia los más pobres, los heridos de la vida, los pequeños, y de manera muyparticular los pecadores alcanzados por la peor de las miserias, que es el pecado. Al igualque su Hijo, no tiene más preocupación que la salvación de todos. De ahí el título de«Refugio de los pecadores» que le da la Iglesia. María, la compasiva, y el Buen Ladrón En el Calvario se estableció una relación entre Jesús, el Buen Ladrón y María, que llenade compasión, mirando a su Hijo, lo ofrecía y se ofrecía ella misma para la salvación delmundo. De pie ante la Cruz del Salvador, «de pie» realmente también ante la cruz delBuen Ladrón, María acababa de recibir a los dos ladrones, al mismo tiempo que a Juan ya todos nosotros, como a sus propios hijos. María sólo puede orar por los ladrones,ofrecer su corazón sufriente, y ofrecer a su Hijo Jesús, el Inocente. Y se podría decir quela «Madre de Misericordia», que está allí orando y suplicando, se halla como «a lapuertas del infierno» para la salvación de los «más necesitados de la Misericordia».

¿Es una casualidad que el evangelista Lucas sea el único que ha contado el episodiodel Buen Ladrón? La que le contó los pormenores de la infancia de Jesús ¿le habrácontado la historia de este Ladrón que miró hacia el Salvador con toda su pobreza y enquien la Misericordia entró a raudales de una sola vez? ¿No deberían estar asociadosMaría, Refugio de los pecadores, y el Buen Ladrón?

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El nuevo Pentecostés de amor ¿No será que estos santos, los apóstoles de la cruz de los que habla San Luis MaríaGrignion de Montfort, están siendo preparados por el santo de los comienzos, por elBuen Ladrón?105 El Padre Monier afirmaba al hablar de la consagración como la veíaGrignion de Montfort: «Si entregáis todos vuestros méritos, es evidente que llegaréis alcielo con las manos vacías, no tendréis nada para defenderos».

Seréis verdaderos pobres como el Buen Ladrón. San Luis María Grignion de Montforthablaba de estos santos que vendrían y a través de los cuales la Iglesia experimentaríauna gran renovación: Serán pequeños y pobres según el juicio del mundo, y sin valor a los ojos de todos,rebajados y oprimidos como el talón respecto de los demás miembros del cuerpo. Peroserán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá en abundancia, grandes yelevados en santidad ante Dios; superiores a cualquier otra criatura por su celo ardiente;y tan fuertemente apoyados en el socorro divino que, con la humildad de su talón yunidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.106

Marta Robin anunció este nuevo Pentecostés de amor que abrasará al mundo. El

padre Georges Finet, iniciador de los hogares de Caridad, dijo un día: María, que dio su Hijo al mundo una primera vez, el día de Pentecostés lo hará estallaren el mundo con un nuevo Pentecostés de amor. En ese momento la Virgen no será yauna fuente de grandes gracias, porque la palabra fuente ya no será suficiente, será unaefusión de torrentes de gracias, que caerán sobre el mundo entero. En los tiempos quevienen la Iglesia será totalmente restaurada después de haber pasado por la Cruz. LaCruz hará estallar el nuevo Pentecostés de amor, un nuevo Pentecostés de amor quecubrirá el mundo entero. ¿Cómo lo hará el Espíritu Santo? No tenemos ni idea, perodesde luego lo hará a través de los apóstoles de los últimos tiempos.107

Hemos de mantener la esperanza, y a pesar de las apariencias creer que el Espíritu

Santo sigue como siempre en su Iglesia, y que la Cruz anuncia siempre la resurrección.En sus escritos, San Juan de la Cruz habla de la noche del espíritu. El Papa Juan

Pablo ii, el 29 de noviembre 1989, se atrevía a decir que los cristianos deben ahora «serlos testigos de la noche oscura del espíritu que vive nuestro tiempo». El Papa no dudaen establecer un paralelismo entre la noche oscura de San Juan de la Cruz y la oscuridadque caracteriza nuestro tiempo. Se podría hablar de una noche oscura que pesa sobre la humanidad, y quizás sobre unaparte de la Iglesia. Vivimos en un mundo donde Dios parece estar ausente.108

En el Calvario, en el momento de la noche y de las tinieblas, el Buen Ladrón se vuelve

hacia Jesús, el Salvador, y recibe la promesa del paraíso. En ese momento empieza aanunciar, a través de su vida y de su muerte, la primera de las bienaventuranzas:«¡Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el Reino de los cielos!»

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Cuando nuestros medios para actuar son pobres, cuando experimentamos el peso de ladebilidad, cuando ya no podemos nada personalmente, es entonces cuando se despliegael «Poder de Dios». A pesar de la oscuridad reinante, debemos, como niños, guardarsiempre la esperanza.

En el camino mariano, a través de la pequeñez, del pequeño camino del Buen Ladróny de Santa Teresa del Niño Jesús, el Espíritu Santo obrará con poder. Dios irá a buscar a los pobres San Luis María Grignion de Montfort anunció un gran renacimiento. Tenía la firmeesperanza de que vendrían sacerdotes ardientes, sacerdotes de la Misericordia, que porMaría, por la cruz, y por los medios pobres, participarían en esa gran renovación de laIglesia. El mismo San Luis María afirma: «¿Cómo serán estos siervos, esclavos deMaría? Serán fuego encendido, ministros del Señor que prenderán por todas partes elfuego del amor divino».109

¿Veremos pronto a estos apóstoles de la Misericordia, formados a imagen del BuenLadrón? Como él, habrán vivido de cerca la desesperación, habrán sido purificados porlas pruebas y ridiculizados por el mundo, convertidos de golpe por la gracia de Jesucristo,y no teniendo nada más para presentar ante Él que su pobreza, pondrán en Jesucristo,por medio de María, toda su esperanza.

«Es el orgullo el que nos impide ser santos», decía el santo Cura de Ars. María, al piede la cruz, se convierte en Madre compasiva, en la Madre de los pobres y de lospecadores. Ella prepara a los santos de mañana. Tendremos sorpresas. Dios no ve lascosas como las vemos nosotros: «Dios escoge lo que es débil, lo que es pobre» (1 Cor 1,27). Hace ya varios años Jean Daujat escribió estas palabras, que me atrevo a llamarproféticas: Si los cristianos llegasen a ser un día los más exitosos, los más admirados de loshombres, colmados de talentos y virtudes naturales, si floreciesen en ellos los mayoreslogros, Dios se retiraría totalmente de ellos y se iría a otra parte en busca de los pobres,de los enfermos, de los torcidos, de los imbéciles, de todos los desechos de lahumanidad, y es allí donde, por la omnipotencia de la Cruz de Jesucristo, haría santos detodos ellos, y transformaría la faz de la tierra. Y el día en que los buenos cristianos,como el fariseo del Evangelio, se encuentren orgullosos de su moral y de sus virtudes yno se vean ya como pobres pecadores necesitados de la fuerza de Dios, entonces ese día,os lo aseguro, Dios irá a buscar a los delincuentes y a las prostitutas, y por el poderomnipotente de la Cruz de Jesucristo los transformará en santos y renovará la faz de latierra, para que estalle a la vista de todos. Que quien se glorifica a sí mismo está perdido,y que sólo hay salvación y santidad en el valor infinito y en el triunfo eterno de la Cruzde Jesucristo, nuestra única esperanza.110

Cada vez que la Iglesia nos invita a mirar a Jesús crucificado a través de los ojos de la

Virgen María es para llevarnos a la conversión. María, la «omnipotencia suplicante»,como nos recuerda la Iglesia, nos muestra un modelo de santidad accesible a todos. Lasantidad del Buen Ladrón es la santidad de la verdadera Iglesia de los pobres, de los

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humildes, de los desesperados, de los menos valorados, de esos «ladrones» que somostodos en el momento de morir.

María nos hace descubrir la santidad del Buen Ladrón como un faro de esperanza enla noche de nuestro mundo. Dios, por María, quiere escoger a los pequeños y a lospobres, para consumirlos en el fuego del Amor Misericordioso. Esta parte de la oraciónque repetimos en el Santo Rosario, en la que decimos: «Santa María, Madre de Dios,ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte», se cumplió, enprimer lugar, en el momento de la conversión y de la santificación de este malhechor quellegó a ser el Buen Ladrón.

El gran poeta Paul Claudel, meditando sobre el Buen Ladrón, decía sorprendido yconmovido: Hoy estarás conmigo en el paraíso». ¡Hoy! Así, de golpe, ¡no solamente queda absueltode sus crímenes, sino además santificado! El asesino, el ladrón, el impúdico, el convicto,el bandido profesional, es ya un santo. Bastó una mirada entre los parpados sangrientosdel invitado de la derecha para hacer nacer este cataclismo penitencial, esta resurrecciónunida a la agonía, esta irresistible explosión de eternidad. «Hoy estarás conmigo en elparaíso». ¡Ya está! Así, la profecía de que los publicanos nos precederían en el reino delos cielos se ha cumplido punto por punto. En este inmenso lugar que es el Paraíso, nohay nadie en este momento más que él. Él solo. No ha llegado todavía nadie más. Eltrono de la Inmaculada está vacío. Está allí, en el Paraíso, todavía oliendo a alcohol y aproductos personales, él, el primer fruto. Para esto ha servido la sangre de un Dios.111

El camino de la santidad será para todos el camino de la nada, del vacío, porque es el

camino de María, la pobre por excelencia, es el camino del arrepentimiento representadopor este Ladrón crucificado cerca de Jesucristo. En el fondo, un hombre es santo en lamedida en que percibe la distancia que le separa de Dios. Los más santos son a menudolos que se sienten más pecadores. Eso es lo que nos enseña el Buen Ladrón. Silvano,monje del monte Athos, decía: «He visto el infierno y el paraíso, y están ya presentesaquí abajo».

Que Jesús, por María, refugio de los pecadores, nos haga descubrir el pequeño caminodel Buen Ladrón. Que nos haga vivir esta pobreza absoluta, este arrancamiento denosotros mismos para que nos ofrezcamos como el Ladrón, con las manos vacías y elcorazón contrito, al Amor infinito.

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Pp MARÍA, MADRE DE LOS ABANDONADOS María está toda ella con Jesús, vuelta hacia los que Jesús salva, hacia toda la humanidad.Toda la humanidad, es decir todos los pecadores. María los adopta en su corazón, noqueda ninguno fuera de él.

Y es así porque ella vivió el misterio de la cruz, y lo vivió con una intensidad única.Gracias al misterio de su Inmaculada Concepción, María llego a ser la Madre de los másmiserables, de los más abandonados. María es la que lleva, con Jesús, toda la iniquidad ytoda la miseria del mundo. María tiene este privilegio único de no ser más queMisericordia. María recibió de Dios esta gracia, que le permite no tener nunca aversiónhacia los mayores pecadores, y arroparlos. María ha recibido de Dios esta gracia única deser «Refugio de los pecadores».

María, en su Misericordia para con los pecadores, les arropa con la Misericordia deCristo, con la Misericordia del Padre. Une en su corazón, con un amor de elección, depredilección, a todos los más abandonados, los más rechazados. Es su papel de Madre, yde Refugio de los pecadores. María, en su corazón, no distingue entre los que sonescogidos porque han sido preservados y los escogidos porque son los más pobres yabandonados. En su corazón todos tienen un mismo lugar: son amados. La maternidaddivina de María une en un mismo misterio su maternidad hacia Juan y su maternidadhacia los mayores pecadores, que son los más abandonados. Los une en el mismo amor.

MARIE DOMINIQUE PHILIPPE, OPLa estrella de la mañana, Editorial Fayard

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Capítulo 7

EL BUEN LADRÓN Y SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, UNA MISMA

ESPIRITUALIDAD Se habla siempre del camino de la infancia a propósito de Teresa, y se insiste sobre elencanto de la infancia. ¿Pero se podría hablar de la misma manera del camino del BuenLadrón?112

Esta afirmación en boca de Celina —y sabemos que siempre estuvo en perfecta

comunión espiritual con su hermana Teresa— merece un profundo estudio.Lo que nos permite estar de acuerdo con las palabras de Celina es la conclusión que se

saca de las palabras que el Buen Ladrón dirige a Jesús: «Acuérdate de mí cuando lleguesa tu Reino». ¡Qué humildad! ¡Qué fe en el Amor Misericordioso de Jesús! Teresa es por excelencia la Doctora de la Misericordia, de la confianza y del abandono enDios. El Buen Ladrón por lo que él fue, y por lo que sabemos del final de su vida, nostrae el mismo mensaje, un mensaje de salvación y de vida. El acercamiento que haceCelina entre la santa de Lisieux y el santo del Calvario me parece una intuición genial quevaldría la pena explotar al máximo. Lo que se debería hacer es señalar en santa Teresadel Niño Jesús todos los pasajes donde ella habla explícitamente del Buen Ladrón, yquizás también otros significativos, analizar estos textos y hacer una síntesis coherente detodo esto. ¡Sí, esto valdría la pena!113

La Huida a Egipto114, donde Santa Teresita exalta la Misericordia del Dios escondido,

representa uno de los pocos textos de sus obras donde habla explícitamente del BuenLadrón, o más exactamente del futuro Buen Ladrón.

El camino de infancia es ofrecido tanto al Buen Ladrón como a los Santos Inocentes.María, verdadera Madre de Misericordia, conoce bien el corazón dividido de loshombres. Sin embargo, ten confianza en la Misericordia infinita del Buen Dios, que es lo bastantegrande como para borrar los peores crímenes, cuando encuentra un corazón de madreque pone en ella toda su confianza.115

Es un aspecto capital del pequeño camino sobre el que Teresita insistirá con fuerza en

el momento de su muerte, y con el que concluye su último manuscrito:

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Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados quepueden cometerse, iría, con el corazón roto por el arrepentimiento, a arrojarme en losbrazos de Jesús, porque sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que vuelve a Él.116

Como afirmó Celina, Teresita siguió el mismo caminito que el Buen Ladrón. Como él,

no cuenta más que con el Amor Misericordioso de Jesús. Para llegar a la cima del amor,no cuenta con sus esfuerzos personales. Éstos están allí únicamente para mostrarle sudeseo de amarle y para atraer su socorro. Como él, no cuenta para nada con sus obras oméritos, ya que piensa llegar al cielo con las manos vacías.

Al entrar en el Carmelo en 1894, Celina trajo con ella un librito donde había anotadolos textos del Antiguo Testamento, textos que Teresita no había tenido la oportunidad deconocer y que van a ser determinantes para la elaboración de su doctrina espiritual. Enefecto encuentra allí el famoso texto: «Si alguien es pequeño, que venga a mi» (Prov 9,4). Este pasaje resonará en ella como una verdadera «palabra substancial».117 Lo mismoocurre también con esta otra: «Yo haré derivar hacia ella, como un río la paz, como untorrente en crecida, las riquezas de las naciones. Sus niños de pecho serán llevados enbrazos, y acariciados sobre las rodillas» (Is 66, 12). A partir de ese momento firmará «lapequeña Teresa», dando a este término un sentido espiritual muy fuerte.

Para que el camino de la infancia espiritual adquiera una dimensión universal, para queno les quede ninguna duda a aquellos a quienes la miseria moral mantiene encadenados,es necesario asociar la discípula contemporánea del Amor Misericordioso con el santoLadrón. En efecto, Teresita estaba ya tan cerca de Dios que algunas personas podríandar de lado su enseñanza si no estuviera confirmada por este bandido en quien Diosmanifestó con poder su Misericordia.

La misma Teresita era plenamente consciente de esta objeción, por eso decía: Alguien podría creer que si tengo una confianza tan grande en Dios es porque no hepecado. Madre mía, di muy claro que, aunque hubiera cometido todos los crímenesposibles, seguiría teniendo la misma confianza; sé que toda esa multitud de ofensas seríacomo una gota de agua arrojada en una hoguera encendida.118

Todo su pensamiento y sus deducciones personales alrededor de la gratuidad del Amor

Misericordioso encuentran su mejor ilustración en el ejemplo del Buen Ladrón. De ahíque rubrique con audacia: Mis protectores en el cielo, y mis preferidos, son los que lo han robado, como los SantosInocentes y el Buen Ladrón. Los grandes santos lo han ganado por sus obras, pero yoquiero imitar a los ladrones, quiero obtenerlo por astucia, una astucia de amor que meabrirá la entrada a mí y a los pobres pecadores. El Espíritu Santo me anima a ello, puestoque dice en los Proverbios: «Oh pequeñín, ven, aprende de mí la astucia (Prov 1-4).119

A pesar de que en los escritos de Teresita se menciona poco al Buen Ladrón, se puedeconstatar que están salpicados de muchas palabras significativas sobre el gran proyectodel Amor Misericordioso. Teresita tenía en mente las almas pequeñas que siguen elcamino de la infancia espiritual, y no apartó a los grandes pecadores de esta audazesperanza. El 21 de junio de 1897 escribía al padre Bellière:

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Usted ama a San Agustín y a Santa Magdalena, esas almas a las que se les ha perdonadomuchos pecados porque amaron mucho. También yo les amo, amo su arrepentimiento, ysobre todo... ¡su amorosa audacia! Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia denumerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quientoca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y demisericordia del Corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese Corazón deamor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle las maravillas de suintimidad divina y a llevarla hasta las más altas cumbres de la contemplación.Querido hermanito, desde que se me ha concedido a mí también comprender el amor delCorazón de Jesús, le confieso que Él ha desterrado todo temor de mi corazón. Elrecuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza,que no es más que debilidad; pero, sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia yde amor. Cuando uno arroja sus faltas con una confianza enteramente filial en la hogueradevoradora del Amor, ¿cómo no van a ser consumidas para siempre?120

¡Cómo me gustaría haceros comprender la ternura del Corazón de Jesús.121

¡Qué poco conocidos son la bondad y el amor misericordioso de Jesús!... Es cierto quepara gozar de estos tesoros hay que humillarse, reconocer la propia nada, y eso es lo quemuchas almas no quieren hacer.122

El Buen Ladrón se humilló, se reconoció un gran pecador. Miró a Jesús y se encontró

con su mirada llena de ternura y de Misericordia. Y, como añade Santa Teresita: Cuando Jesús mira a un alma le da inmediatamente su parecido divino, pero es precisoque esa alma no deje de fijar solamente en Él su mirada.123

En 1897, no pudiendo ya escribir a causa de su debilidad, pide a la madre Inés

completar su manuscrito con la historia de la pecadora muerta de amor: Las almas comprenderán enseguida, pues es un ejemplo palpable de lo que quierodecir.124

Como Teresa, el Buen Ladrón entendió que no se trata de otra cosa más que de

conquistar a Jesús por el corazón, y obtuvo ser «presa de su Amor» y estar sumergido«por toda la eternidad en el ardiente abismo de ese Amor al que él se ofreció comovíctima.»125

En el fondo de las cartas de Teresa se puede ver la silueta del Buen Ladrón: Celina, me parece que Dios no tiene necesidad de muchos años para hacer su obra deamor en un alma. Un rayo de su Corazón puede, en un instante, hacer que su flor seabra para la eternidad.126

Me parece que el amor puede suplir a una larga vida... Jesús no mira al tiempo, pues enel cielo el tiempo ya no existe. No debe mirar más que el amor.127

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Recuerdo con frecuencia que aquel a quien más se le ha perdonado debe amar más; poreso procuro que mi vida sea un acto de amor, y no me preocupo en absoluto por ser unalma pequeña, al contrario, me alegro de serlo. Y ése es el motivo por el que me atrevo aesperar que «mi destierro será breve». Pero no es porque esté preparada, creo que nuncalo estaré si el Señor no se digna, él mismo, transformarme. Él puede hacerlo en uninstante, y después de todas las gracias de que me ha colmado, espero también ésta de sumisericordia infinita.128

La miseria reconocida es un punto de apoyo, un ascensor para elevarse hasta el

Corazón de Dios, para obligarle a derramar los torrentes de su Misericordia.Teresa quiere revelarnos que lo que en nosotros es más miserable, más débil, menos

amable, sea en el plano que sea, físico, psíquico o espiritual, es probablemente nuestromayor tesoro para atraer y abrir el Corazón de Dios.

Si queremos mirar de nuevo el parecido entre Teresita y el Buen Ladrón bajo elreconocimiento de nuestra propia miseria y de la confianza total en el amor, no podemostampoco dejar de pensar en estos pasajes esenciales de los escritos de Teresita.129

Estoy convencida de que, si por un imposible, encontrases un alma más débil y máspequeña que la mía, te complacerías en colmarla de gracias todavía mayores, con tal deque ella se abandonase con confianza total a Tu Misericordia infinita.130

Lo que agrada a Dios en mi pequeña alma. Lo que Le agrada es verme amar mipequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su Misericordia... Éste es miúnico tesoro. ¿Por qué, madrina querida, este tesoro no va a ser también el tuyo? [...] Laconfianza, y nada más que la confianza puede conducirnos al Amor...131

Jamás se tiene demasiada confianza en Dios. Se obtiene de Él todo cuanto se espera.132

Yo espero tanto de la justicia de Dios como de su misericordia. Precisamente porque esjusto, es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Pues él conocenuestra materia, se acuerda de que somos barro. Como un padre siente ternura por sushijos, siente el Señor ternura por sus fieles...133

Hemos de recordar que si no aparece textualmente el nombre del Buen Ladrón en la

enseñanza de Teresita, es porque en el siglo XIX éste había casi desaparecido, por asídecirlo, de la memoria del Occidente cristiano. Teresa, sin embargo, se habíaentusiasmado por Pranzini. ¡Había orado, había pedido un signo de su conversión, y lohabía obtenido! Hay que releer lo que cuenta en su Manuscrito autobiográfico respecto asu muerte: Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabezaen el lúgubre agujero, cuando de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió,cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagassagradas...! Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijoque habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los

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noventa y nueve justos que no necesitan convertirse...134

¡Cómo no iba a tener Teresita en su pensamiento al Buen Ladrón al escribir estas

líneas!En su Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso, Teresita decía:

En la tarde de esta vida, compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no tepido, Señor, que lleves cuentas de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas atus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia justicia, y recibir de tu amor laposesión eterna de ti mismo. [...] A tus ojos el tiempo no es nada, y un solo día es comomil años. Tú puedes, pues, prepararme en un instante para comparecer delante de ti...135

Quiero ser santa. Pero siento mi impotencia, por eso te pido, Dios mío, que seas Túmismo mi santidad.136

Ésta es la cima de la infancia espiritual: la del Buen Ladrón.El Acto de Ofrenda de Santa Teresita podría estar firmado por el Buen Ladrón.

Habiéndolo vivido sobre su patíbulo, ¿no lo proclamó, acaso, a la hora de la muerte?Toda la obra de Teresa se debería escrutar. Pero el hecho más emotivo quizás, el más

puro, se encuentra en la nueva respuesta de Teresa a su madrina:Al verdadero pobre de espíritu, ¿quién lo encontrará? Hay que buscarlo muy lejos, diceel salmista... No dice que había que buscarle entre las grandes almas, sino muy lejos, esdecir en la bajeza, en la nada... [...] Cómo quisiera comprender lo que yo siento. ¡Laconfianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor! [...]. Sí, siento queJesús [...] quiere darnos gratuitamente su cielo.137

EL AMOR QUIERE EXPANDIRSE... El camino del Buen Ladrón es el pequeño camino, el camino más rápido hacia laMisericordia. Se trata del ofrecimiento de nuestra debilidad, que debe abrirse al fuego delAmor Misericordioso. Santa Teresa del Niño Jesús, siguiendo los pasos del Buen Ladrón,descubre que Dios tiene sed de encontrar corazones pobres que deseen recibir su Amor,tal y como Él quiere darlo. Amar a Dios es abrir el corazón para recibir su Amor, a fin deser abrasados por Él.

Dios, el mendigo de amor, está como un pobre a la puerta de nuestro corazón. OlivierClément nos hace esta preciosa invitación: «Abrid la puerta de vuestro corazón almendigo de amor que llama. ¿No sería el mayor don que podríamos hacer a Dios? ¿Nosería recibir ese amor y beber en su fuente? San Gregorio de Nisa decía: “Dios es esafuente que tiene sed de ser bebida”».

Es interesante leer el testimonio dado por otra de las hermana de Teresita, sor Inés,durante el Proceso Apostólico a propósito del Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso. Viendo hasta qué punto el amor de Dios era desconocido en la tierra, se sintió inspirada aofrecerse a este amor misericordioso. Entendía con ello ofrecer a Dios su corazón comoun abismo, un abismo que ella hubiera deseado hacer infinito, capaz de contener todas

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las llamas de la caridad divina rechazada por la mayoría de los hombres, con el deseo deverse consumida por esas llamas, hasta morir.138

A su vez, sor Genoveva afirmaba durante el proceso:

En esta ofrenda, sor Teresa pide a Dios que le confíe a ella el amor que desea derramaren el mundo, y que las criaturas rehúsan recibir.139

¿UN ACTO PARA UNA ÉLITE, O PARA LOS POBRES? Tenemos que asociar el Buen Ladrón a Teresita para poder presentar este Acto deOfrenda y hacerlo accesible a los heridos, a los pobres, a los pequeños y hasta a losmismos pecadores. El pequeño camino de Teresa es también el pequeño camino delBuen Ladrón. Por eso este Acto de Ofrenda no está reservado a una élite espiritual omoral, al contrario. De ahí que Teresita no espere a que las almas no tengan defectospara entregarlas al Amor Misericordioso, abrasador y transformante de Dios; al contrario,las entrega a este Amor porque están llenas de miseria y se sienten incapaces por ellasmismas de corregirse. La única condición que Teresa pone para que este Acto deOfrenda sea eficaz, es la misma, y la única, que Dios puso a la fecundidad de laredención: la pobreza del corazón, la verdadera humildad, el reconocimiento de tucondición de pecador, y el total abandono confiado a su Amor Misericordioso.140

Esto es exactamente lo que hizo el Buen Ladrón. Es algo totalmente ajeno al espíritude Teresa el que algunos directores espirituales presenten este acto como algo muyespecial, reservado a una «élite espiritual». Están, sin saberlo, totalmente fuera delespíritu de Teresa.

Teresa había dicho: «Todo lo que hago, incluido el Acto de Ofrenda, quiero que todaslas almas pequeñas puedan hacerlo.»141 Esta alma pequeña, débil e imperfecta, ¿no esacaso, en primer lugar, la del Buen Ladrón, ese «ladrón del Paraíso», como lo llamóTeresa?

Ella, que hubiese querido vivir en un refugio para antiguas prostitutas, no habríaquerido de ninguna manera que su espiritualidad fuera dirigida a una élite o a grandesalmas generosas. Dirá: Si no hubiese sido admitida en el Carmelo, habría ingresado en una Casa deArrepentidas, para vivir allí desconocida y despreciada entre las pobres penitentes. Midicha hubiera sido pasar por una de ellas, hacerme apóstol de mis compañerasdiciéndoles lo que pienso acerca de la Misericordia de Dios.142

Teresita es verdaderamente el antifariseísmo, lo mismo, por cierto, que el Buen

Ladrón. En vez de decir: «Te doy gracias por no ser como los demás hombres», ellaquería pasar a los ojos de todos como una antigua prostituta. Desgraciadamente ycontrariamente al Buen Ladrón y a santa Teresita del Niño Jesús, muchos cristianos secreen ricos de méritos y de virtudes como el fariseo del Evangelio, y se creen capaces deprogresar en su vida espiritual simplemente por sus esfuerzos o sus virtudes naturales.

El Apocalipsis les contesta: «Dices: “Me he enriquecido y soy rico, no necesito nada”,

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y no sabes que eres desdichado y miserable, pobre y ciego y desnudo» (Ap 3, 17). Elpadre Louis Sankalé comenta: Pensemos también en el Buen Ladrón, este hombre que falló en todo, excepto en suúltimo segundo, y que entra en el Paraíso antes que todo el mundo (Lc 23, 43). ¡Es laverdad para él, es la verdad para Teresa, es la verdad para todos nosotros!143

En un instante, el Buen Ladrón tuvo una intuición fulgurante: entendió que la santidad

no era solamente el fruto de los esfuerzos personales, sino una gracia dada por Dios. EnJesús crucificado reconoció la personificación del Amor que se abaja hasta ofrecernos suvida para rescatarnos y comunicarnos el don de su Espíritu, haciéndonos así capaces deamar como Él, en la verdad. Al descubrir a Jesús, y confiar a su Misericordia su difícilpasado, el Ladrón apostó todo por Él, le escogió en el último minuto de su vida, yconfesó a voz en grito su realeza. Proclamó la grandeza de su Señor.

En el mismo instante, en una paz serena, Jesús le honra con su confianza.¡Precisamente él, que se creía indigno, es el primero en entrar con Jesús inmediatamenteen el paraíso! En él no hay rastro de fariseísmo ni de autocomplacencia... Él ha llegado aser uno de esos pequeños a quienes el Padre da gratuitamente su reino.

En efecto, ¿cómo dudar de la santidad in extremis de este pecador, que se vioenvuelto en las circunstancias dramáticas que envolvieron el doloroso y supremosacrificio de la Redención? ¡Y qué consuelo más grande debió recibir Jesús en susatroces sufrimientos viendo que su muerte, casi inmediata, empezaba ya a dar fruto! ¡Yqué fruto! En ese instante, la Virgen María debió presentir y entender las maravillas queDios prepara para los que se humillan y se dejan invadir por el Amor, aunque no sea másque en el último segundo.

El reconocimiento que Santa Teresa del Niño Jesús acaba de recibir144, favoreceráenormemente que este pequeño camino suyo de la confianza en la Misericordia de Diosse dé a conocer, y ello ayudará también a volver a dar al Buen Ladrón el lugar que lecorresponde en la espiritualidad cristiana.

La espiritualidad vivida tanto por Santa Teresita como por el Buen Ladrón descansasobre cuatro elementos esenciales: la humildad, el sentido de la pequeñez que esconnatural a los pobres, la confianza y el abandono. Si miramos al Buen Ladrónentenderemos que Dios es solo Amor y Misericordia.

La presentación de esta estrecha relación entre Teresita y el Buen Ladrón aparececomo un gran plan de Dios para nuestro tiempo, como un gran designio de suMisericordia. La enseñanza de Teresita es reforzada por la conducta del Buen Ladrón, enquien Dios manifestó con esplendor su infinita Misericordia. Es desde luego la figura mássignificativa de la gratuidad y de la universalidad de la salvación que Cristo Redentorofrece a todos. CONCLUSIÓN La magnífica enseñanza del pequeño camino se dirige a todos los pecadores, así como alos pobres y heridos de nuestro mundo. Si Teresita del Niño Jesús nos hace descubrir lapaternidad de Dios y de su Misericordia, el Buen Ladrón es la figura más significativa de

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la gratuidad y de la universalidad de la salvación que Cristo Redentor nos ofrece.Santo Buen Ladrón, ¡ruega por nosotros, pobres pecadores!

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Pp ALGUIEN QUE CONFIESA SU MISERIA Para que Jesús pueda hacer misericordia, tiene que haber un miserable, un mendigo, unpobre, alguien que reconozca su miseria, su debilidad, y que la ponga a sus pies... o ladeposite en su Corazón. Y la misericordia de Dios, la misericordia de Cristo, esasombrosa: ¡Resucita los muertos! Todo puede ser perdonado [...].

Hoy en día, el demonio intenta hacer creer al hombre que él puede salvarse y queno necesita de Cristo. En la primera venida de Cristo no queda lugar para Él en Belén[...]. Ahora es más grave, porque Cristo ya no tiene lugar para Él como Salvador [...].

La gran tentación de hoy en día y, por consiguiente la nuestra, es creer que podemosdescubrir métodos que nos permitan salvarnos a nosotros mismos. Esto es terrible,porque el hombre ya no se reconoce pecador, y entonces ya no quiere recibir laMisericordia del Espíritu Santo y de Cristo. Frecuentemente nos encontramos ante estatentación y no nos damos cuenta; nos dejamos embaucar, aceptando que alguien distintode Cristo pueda salvarnos.

P. MARIE DOMINIQUE PHILIPPE, OPEl Acto de Ofrenda

Editorial Palabra, págs. 12-16

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Capítulo 8EL BUEN LADRÓN Y LA CUESTIÓN

LITÚRGICA El Concilio Vaticano II recomienda extender a la Iglesia universal únicamente «las fiestasconmemorativas de importancia universal» (SC, 111). Nos parece que hay pocos santosa los que esta recomendación conciliar se pueda aplicar mejor que el caso del BuenLadrón. Por eso es sorprendente que el único canonizado del Evangelio tenga solamenteuna misa votiva.145

Realmente se puede afirmar que el último testigo de la Misericordia Divina es un santopara todos los hombres y para todos los tiempos, y quizás especialmente para el nuestro.

Su ejemplo no puede ser sino beneficioso para cada uno de nosotros. Su presencia enel Calvario debe ayudarnos a entender mejor el insondable misterio de la Pascua deCristo, y a vivir mejor nuestra participación en la Eucaristía. Su fe, su paciencia en elsufrimiento, su aceptación de la cruz por amor de Dios, son otros frutos personales quenos procura el Buen Ladrón. Cuando el peso de nuestras miserias engendra en nosotrosdesesperación, él sabrá volver a darnos plena confianza en la Misericordia Divina.

Pero además de estos motivos personales que serían fáciles de enumerar, existen otroscon una motivación universal que recomiendan la difusión, tan amplia como sea posible,del culto al Buen Ladrón. Se puede pensar en primer lugar en los diversos aspectos de laactual misión universal de la Iglesia, después, también, en la importancia ecuménica de suculto, y por fin en la dimensión escatológica, tan poco conocida, del mensaje evangélico.

Por último, si uno quiere beneficiarse personalmente de la intercesión del BuenLadrón, y gracias a su intercesión seguir su ejemplo, ¿cómo no aspirar a que su memorialitúrgica sea celebrada en toda la Iglesia? CULTO Y DEVOCIÓN AL BUEN LADRÓN Enraizados en la tradición de los Padres de la Iglesia, este culto y esta devoción tienenuna larga historia que vamos a recorrer por encima.

En primer lugar, los escritos de los Padres de la Iglesia nos llevan de sorpresa ensorpresa. Tienen respecto a este Ladrón que se ganó sus simpatías una incansableelocuencia y una admiración unánime. En relación con esto escribió el Padre Bessières: Insaciables en ofrecernos detalles de él, inagotables en sus elogios, le han prodigado unaternura privilegiada.

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¿Por qué tanto afecto e interés por él? La tradición que los Santos Padres de la Iglesianos han legado manifiesta claramente lo bien fundamentada que está la devoción haciaaquel que San Juan Crisóstomo llama «la figura y el precursor de todos los elegidos.»146

La Iglesia, fiel a sus enseñanzas, lo ha rodeado durante siglos de una gran veneración.En primer lugar en Oriente, donde el Buen Ladrón, sin ser nombrado explícitamente,

es mencionado ya en el siglo IX y X en el Martirologio de Constantinopla. La introducciónque se lee al comienzo de la Misa en honor al Buen Ladrón, y que se encuentra alprincipio del «Propio de Jerusalén», indica que ya desde el siglo X su culto existía enJerusalén.

En las Iglesias cristianas de Siria y de Irak (antigua Mesopotamia) su fiesta se celebrael sábado de la semana de Pascua. Los griegos, por su parte, lo conmemoran el 23 demarzo. Y para los latinos, el nuevo martirologio ha mantenido la mención al Buen Ladrónel 25 de marzo, fecha que desde la más alta antigüedad es considerada como el día de lamuerte de Cristo.147 A lo largo de la Edad Media se extendió enormemente la popularidaddel Buen Ladrón. Su culto litúrgico fue propagándose progresivamente. Muchas diócesissolemnizaron su fiesta, como está atestiguado por San Pedro Canisio, que viajó porBélgica, Alemania, Suiza, Austria e Italia y dio fe de que su fiesta se celebraba en laantigua catedral de Brujas y también en la mayoría de las iglesias.

En el siglo XVI la Orden de Nuestra Señora de la Merced para la redención de loscautivos obtuvo del papa Sixto V la aprobación de su oficio del Buen Ladrón. En el XVIIIla Congregación de los Píos Obreros de Italia obtiene el mismo favor. Esta congregaciónescoge al Buen Ladrón como patrón de sus misiones.

Los Oblatos de María, los Servidores de María y los Clérigos regulares de SanCayetano de Thiene (llamados también teatinos) recitaban el oficio del Buen Ladrón. ElBuen Ladrón era también muy popular en algunas regiones de España, en Inglaterra, ysobre todo en la Italia meridional.

Desde el Concilio Vaticano II el Buen Ladrón vuelve poco a poco a la luz, siendocelebrado actualmente el 12 de octubre en el Patriarcado de Jerusalén, desde el 16 dejunio de 1971, según una vieja tradición que viene del siglo X, testimoniada por elCalendario Georgiano Palestino. Desde el 27 de septiembre de 1976, su memoria fueañadida al calendario de la diócesis de Lyon, y seguidamente al de la diócesis de SaintFlour desde el 20 de noviembre de 1981.

Desde el 27 de julio de 1982 ha sido incluida en el libro de las misas votivas de TierraSanta. También es celebrada en Jordania y en Chipre. En 1985 la Congregación para elCulto Divino aprobó para Francia una misa del Buen Ladrón para la Capellanía GeneralPenitenciaria. Hay una emotiva devoción popular que se está extendiendo en diversaspartes del mundo, particularmente en Oriente y en la América hispana. Cuando lossacerdotes tienen hoy esta posibilidad, responden en nombre de Cristo Redentor, y aejemplo suyo, a la petición de su compañero de crucifixión, acordándose ellos mismos deél, celebrando la misa votiva de la Pasión de Cristo. ¿No es, acaso, la celebración de estamemoria del Buen Ladrón un modo de proclamar la Misericordia Divina y de invocarlasobre todos nosotros? ¿Y no es también un modo de dar testimonio de la esperanza quenos sostiene? LO QUE PENSARON LOS PAPAS

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Las citas de las homilías del Papa San León Magno, que hemos presentadoanteriormente, atestiguan cómo se maravillaba este Papa del don de la fe otorgada alBuen Ladrón. Lo mismo pasa con San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, ycon nuestros Papas contemporáneos.

Pío XII vio en la omnipotente Misericordia de Jesús asegurada a su compañero decrucifixión la gracia de una conversión inmediata y la promesa de una rápida beatificaciónimplícita en su respuesta: Casi la primera indulgencia plenaria concedida por Cristo en persona.148

Resulta que siguiendo una fascinante evolución histórica, en el espacio de cuatro o

cinco siglos la Iglesia de Jesús, bajo la moción del Espíritu Santo, quiso derramar sobretodos los bautizados bien dispuestos, aunque les faltase un sacerdote, la gracia de laindulgencia plenaria en la hora de la muerte. La Iglesia ha otorgado esta indulgencia aaquellos fieles que, estando en peligro de muerte y hallándose bien dispuestos, seencontraran imposibilitados para recurrir a un sacerdote, con la sola condición de haberrecitado durante su vida, de manera habitual, alguna de las oraciones con las que seimplora esta indulgencia.149

Pablo VI quiso además evocar por su nombre al Buen Ladrón en su proclamación delCredo del 30 de junio de 1968:Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en lagracia de Jesucristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego delpurgatorio, como las que son recibidas por Jesús en el Paraíso en el instante en que seseparan del cuerpo, como el Buen Ladrón—, constituyen el Pueblo de Dios después dela muerte, la cual será destruida por completo el día de la Resurrección, en que estasalmas se unirán con sus cuerpos.150

EL BUEN LADRÓN, LA CRUZ Y LA SANTA MISA Ya que estamos abordando el tema de la liturgia, quiero hacer notar que el Buen Ladrónasistió a la muerte de Jesús en la Cruz, y que fue trasformado por ella. ¿Pero somosconscientes de que cada vez que asistimos al Sacrificio Eucarístico estamos tan realmentepresentes ante él como lo estuvo el Buen Ladrón? En su profesión de fe del 30 de juniode 1968, con la que el Papa Pablo VI quería responder a los errores introducidos porciertos teólogos sobre la Misa, dijo claramente: Creemos que la Misa, celebrada por un sacerdote representando a la persona de Cristo,en virtud del poder recibido por el sacramento del orden y ofrecida por él en nombre deCristo y de los miembros del Cuerpo Místico, es realmente el Sacrificio del Calvario,presente sacramentalmente sobre nuestros altares.151

Lo esencial de la Misa está constituido por la consagración, ya que la consagración de

la Eucaristía por medio del Sacramento, y por consiguiente en la fe, nos hace asistir yparticipar del mismo Sacrificio Redentor de Jesucristo. Un sacramento es un signo que

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realiza lo que significa: la consagración de la Eucaristía actualiza el Sacrificio de la Cruz.Estamos allí tan realmente presentes como lo estuvieron la Virgen María, el Apóstol SanJuan, y el Buen Ladrón.

El Sacrificio de la Misa no es una inmolación diferente a la de la Cruz. Es la mismainmolación de la Cruz bajo la modalidad sacramental representada por el sacramento.¿Se enseña esto todavía a nuestros cristianos? ¿Son conscientes de la inmensa diferenciaque existe entre una simple liturgia de la Palabra y la Santa Misa, de que no hay nada quepueda remplazar al Sacrificio Eucarístico? Todo esto no es una antigua doctrina pasadade moda, es una doctrina actual, presente en cada una de las cuatro plegariaseucarísticas. La Misa tiene el mismo valor infinito que la Cruz como fuente de gracias yde santidad, ya que no es otra cosa que la misma Cruz, que se realiza en ese momentobajo la forma de un sacramento. Es por eso que la Misa debería ser el fundamento denuestra vida cristiana. Ella es infinitamente superior a cualquier otra práctica de piedad, ya cualquier otra acción u obra. Si no la considerásemos de esta manera pondríamosnuestras obras por encima de la Cruz de Jesucristo.

El santo Cura de Ars decía: Todas las obras buenas juntas no son nada en comparación con el Santo Sacrificio de laMisa, porque son obras de los hombres, y la Misa es la obra de Dios: el martirio no esnada en comparación con ella, porque es el sacrificio que el hombre hace de su vida aDios, pero la Misa es el Sacrificio que Dios hace, para el hombre, de su Cuerpo y de suSangre. LA EUCARISTÍA, SACRIFICIO Todo misionero que llegaba a un nuevo país, comenzaba levantando una cruz ycelebrando ante ella el Sacrificio de la Misa. De este modo expresaba que este Sacrificioera el centro de cada uno de sus propios sacrificios, que habría de ofrecer para laedificación de la Iglesia en ese lugar. Porque todo en la vida cristiana es un único hechoque nace del Misterio de la Cruz: Cristo y los cristianos, el Gólgota histórico y lacelebración del Sacrificio Eucarístico, la ofrenda de las especies sagradas y la de las vidassacrificadas. Todo gira en torno a la Cruz. En estos últimos años, en la presentación de lacelebración del Sacramento de la Eucaristía se ha insistido mucho en la dimensión delcompartir una comida, pero quizás se ha olvidado decir que participar en la celebraciónde la Eucaristía es compartir una comida marcada por un sacrificio misteriosamenterepresentado ante nosotros, y que participar en Él significa participar en su Misterio deinmolación dolorosa en vistas a la salvación. Juan Pablo II afirmaba:La Eucaristía es sobre todo un sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiemposacrificio de la nueva alianza.152

Por su lado, Pablo VI decía:

Por el misterio eucarístico se representa de manera admirable el sacrificio de la Cruzconsumado de una vez para siempre en el Calvario, se recuerda continuamente y seaplica su virtud salvadora para el perdón de los pecados que diariamente cometemos.153

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Y el Concilio Vaticano II afirmaba:

Nuestro Salvador en la última Cena, la noche en que fue entregado instituyó el SacrificioEucarístico de su Cuerpo y de su Sangre para perpetuar el Sacrificio de la Cruz a lo largode los siglos hasta que Él vuelva.154

La cruz del Buen Ladrón, representando sobre el Calvario a la humanidad

terriblemente herida por el pecado, debe ser asociada a la de Jesús. El Buen Ladrón y sumuerte en la cruz son una urgente invitación a un abandono total en la MisericordiaDivina. El ejemplo del Buen Ladrón, que fue el primero en participar directamente enesta Misericordia Divina, reviste por este hecho una importancia universal. Su recuerdosólo puede ser beneficioso para cada uno de nosotros. Su presencia en el Sacrificio delCalvario tiene que ayudarnos a captar mejor el insondable Misterio de la Pascua deCristo y a vivir mejor nuestra participación en el Sacrificio Eucarístico.

No hay más que un Sacrificio digno de Dios, que sea al mismo tiempo Salvador yRedentor para el mundo: el Sacrificio de la Cruz. Por eso, no hay nada más grande quela Santa Misa. Este tema lo ha desarrollado con precisión Jacques Maritain: Por medio del signo sacrificial, la omnipotencia divina nos hace presente el Sacrificio dela Cruz eternamente conservado en el cielo... En el momento más solemne de la Misaestamos realmente presentes ante el Sacrificio de la Cruz, tal como fue en el pasado;pero si es así, lo es por un efecto milagroso de un signo ritual que se ha realizado sobre elaltar y que tiene una eficacia existencial. Estamos realmente, físicamente, presentes anteeste mismo Sacrificio de la Cruz tal como está conservado en el cielo... Por la virtud delsigno sacrificial un cierto momento de nuestro tiempo participa milagrosamente de laeternidad divina para fundirse en un cierto tiempo pasado conservado en ella.155

Hacer entender que la Misa actualiza el Sacrificio de la Cruz es invitar a los pecadores,

a los ladrones, a las prostitutas y todos los malhechores a venir a ofrecerse y a ofrecer laDivina Victima, y a recibir sus gracias innumerables, entre ellas la de la conversión —querecibió el Buen Ladrón—, y eso sin tener necesariamente que comulgar —como lasrecibió también el Buen Ladrón—.156

¿ESTABAS TÚ ALLÍ? «¿Estabas tú allí cuando crucificaron a mi Señor? [Where you there when they crucified,my Lord?]», canta un bellísimo espiritual negro. Y prosigue: «A veces este pensamientome hace temblar, ¡temblar!» Pidamos al Buen Ladrón que nos conceda contemplar conuna nueva mirada al que hemos crucificado con nuestros pecados. Pidámosle la gracia demirar a Jesús en la Cruz con fe, con arrepentimiento y con confianza. «Ave, oh crux,spes unica!», «¡Salve, oh Cruz, esperanza única!», dice el himno del tiempo de laPasión.

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DE LA CRUZ AL NUEVO PENTECOSTÉS La vuelta a la devoción al Buen Ladrón podría hacernos volver a descubrir el Misterio yla eficacia sobrenatural de la Cruz. Tenemos que entender que el Buen Ladrón no es unsanto de tres al cuarto, un afortunado de última hora, sino que ha sido totalmentetrasformado por la gracia. ¡Un gran santo! ¡Un verdadero santo! Un santo como SantaTeresa del Niño Jesús, o como San Vicente de Paúl. Lo escribía Jean Daujat: Hay que afirmar, contrariamente a Lutero, que esta infinita santidad de la cruz deJesucristo, sin la cual somos irremediablemente pecadores, no nos mantiene pecadores,dejándonos solamente un título jurídico que nos atribuye la salvación, sino que ésta noses realmente comunicada para que dejemos de ser pecadores y vengamos a serverdaderamente y realmente santos, por Jesucristo, y en Él.157

En 1933 el Señor revelaba a Marta Robin158 que la Iglesia recobraría su juventud y

que habría una nueva primavera, un Nuevo Pentecostés de amor, pero le pidió que leofreciera su vida. Durante cincuenta años Marta vivió la Pasión en la discreción y elanonadamiento. Después de la derrota de los pueblos llegara este nuevo Pentecostés de amor.

¡Pero no nos olvidemos de que antes de la Resurrección de Cristo y de Pentecostés,tuvieron lugar la Pasión, la Cruz y el silencio de la tumba, el gran silencio del SábadoSanto!

Si la Iglesia no es otra cosa que «Jesús derramado y comunicado», como diceBossuet, ella también debe unirse a la pasión redentora del Hijo de Dios, crucificadoantes de este nuevo Pentecostés de amor.159

Sobre el Calvario, mientras el Buen Ladrón reconoce sus faltas y recibe la promesa desu salvación, las tinieblas envuelven Jerusalén. Barrabás es liberado. Los príncipes de lossacerdotes, los doctores, los teólogos, triunfan. Humanamente, es la derrota. Losapóstoles han huido, solamente María, la Madre de Jesús, conserva toda la fe de laIglesia en su Corazón dolorido e inmaculado. Es la hora del Buen Ladrón, precediendolas tinieblas del Sábado Santo y la resurrección de la mañana de Pascua, anunciando lavenida del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

Creo que por la intercesión del Buen Ladrón tendremos conversiones sorprendentes,porque «Dios irá a escoger lo que es necedad y locura para confundir a los sabios» (1Cor 1, 27). EL BUEN LADRÓN Y LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS ¿Estaríamos de acuerdo en Occidente para conceder al Buen Ladrón el lugar que le danlas cristiandades de tradición bizantina, sobre todo la rusa, donde el pueblo cristiano sereconoce en la conmovedora figura de aquel miserable don nadie, de Dostoievski, quetiene fe?

El Buen Ladrón puede, en efecto, ser el arca de la alianza entre las Iglesias hermanas

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de Occidente y de Oriente, ya que en estas últimas goza de una inmensa popularidad.Estamos maravillados del lugar central que los diferentes ritos de Oriente, bizantino,alejandrino o copto, siriaco, armenio, maronita o caldeo, le han reservado al lado deCristo Redentor. Vamos a intentar descubrirlo, en primer lugar, en la liturgia bizantina,donde el recuerdo del Buen Ladrón está presente por todas partes. EL BUEN LADRÓN EN LA LITURGIA BIZANTINA Cada día: A la hora del Oficio de Nona, en el momento en el que Cristo prometió el paraíso alLadrón, se leen dos troparios y la oración de San Basilio el Grande que le evoca.

1.º Tropario: «Viendo al autor de la vida colgado de una cruz, el ladrón exclamó: «Sino fuera Dios encarnado el que con nosotros está crucificado, ni el sol hubiera escondidosus rayos, ni la tierra estremecida se hubiese tambaleado. Pero tú que has soportadotodo, acuérdate de mí, Señor Jesús, en tu reino».»

2.º Tropario: «Entre los dos ladrones se encontraba tu cruz, balanza de justicia... Yaligerado de sus faltas, el Buen Ladrón fue llevado al conocimiento de Dios.»

Y la oración de San Basilio el Grande dice: Oh Maestro y Señor Jesucristo, nuestro Dios lento a la cólera, al ver nuestras faltas noshas llevado hasta aquel preciso instante en el que, colgado del madero vivificante, hasabierto al Buen Ladrón la entrada del paraíso y destruido la muerte por tu muerte. Tenpiedad de nosotros, tus indignos y pecadores siervos, pues hemos pecado y no somosdignos ni de levantar los ojos ni de mirar hacia lo alto del cielo. Hemos abandonado loscaminos de la justicia y hemos caminado según la voluntad de nuestro corazón. Peroimploramos tu increíble bondad. Sálvanos, Señor, según tu gran misericordia y sálvanos acausa de tu santo nombre, ya que nuestros días han corrido en la vanidad. Arráncanos dela mano del Adversario, borra nuestros pecados y mortifica nuestros pensamientoscarnales; de esta manera, abandonando al hombre viejo, nos revestiremos del nuevo yviviremos para Ti, Señor y defensor nuestro. Entonces, siguiendo tus preceptos,llegaremos al descanso eterno, a la mansión de todos los bienaventurados. Porque Túeres la felicidad verdadera y el gozo de los que te aman, ¡oh Cristo, nuestro Dios! Y tedamos gracias a Ti, a tu Padre sin principio, a tu Espíritu tan Santo, bueno y vivificante,siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Cada domingo: Las bienaventuranzas se cantan antes de las lecturas, y su canto está enmarcado por elversículo: «¡En tu reino, Señor, acuérdate de nosotros!»

Le acompañan ocho troparios: A causa del árbol prohibido Adán fue exilado del paraíso, pero debido al árbol de la cruzel ladrón entró en él. Uno, probando su fruto, desprecia el mandamiento del Creador; elotro, compartiendo la crucifixión, confiesa la divinidad: «Acuérdate de mí en tu reino.

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Todos los años en el Oficio del Viernes Santo: Ese día es expresamente el día litúrgico de la fiesta del Buen Ladrón, según lo mencionael Synaxario, el martirologio que se lee en maitines, y que le menciona. El santo y gran Viernes celebramos los santos sufrimientos que Nuestro Señor, Dios ySalvador Jesucristo padeció por nuestra salvación: los escupitajos, las bofetadas, laflagelación, los insultos, las burlas, el manto de púrpura, la caña, la esponja, el vinagre,los clavos, la lanza, y sobre todo la cruz y la muerte que aceptó libremente parasalvarnos. Añadimos aquí la memoria de la confesión por la cual el Buen Ladrón,crucificado con Él, encontró la salvación sobre la cruz.

Verbo de Dios, vivo hoy sobre la cruz, aceptas que la muerte tome al Dios de la Vida.La llave del Buen Ladrón abre el paraíso: «¡Señor, acuérdate de mí en tu Reino!» DURANTE LOS MAITINES: Es la primera parte del oficio que se reza antes de comenzar el día. Las bienaventuranzasse cantan solemnemente en ellas con algunos troparios intercalados. Bienaventurados los mansos...Tropario: A causa del árbol prohibido Adán fue desterrado del paraíso, pero debido alárbol de la cruz el ladrón entró en él. Uno, probando su fruto, desprecia el mandamientodel Creador; el otro, compartiendo la crucifixión, confiesa la divinidad: «Acuérdate de míen tu Reino». Bienaventurados los hambrientos...Tropario: Los impíos compraron a los discípulos al Hambriento de Justicia,presentándolo al juicio de Pilato como un criminal, al tiempo que gritaban «¡Crucifica aAquel que dio el maná a nuestros padres en el desierto!». Y nosotros imitemos al BuenLadrón gritando como él: «Señor, acuérdate de nosotros en tu Reino.» Bienaventurados los misericordiosos...Tropario: Un pueblo injusto, sublevado contra Dios, se dirige a Pilato y le grita con furia:«¡Crucifícalo, crucifica al Cristo misericordioso! Y libera más bien a Barrabás.» Ynosotros imitemos al sabio Buen Ladrón gritando como él: «Señor, acuérdate de nosotrosen tu Reino». Bienaventurados los perseguidos...Tropario: ¡Oh Cristo! Toda la creación tiembla al verte crucificado. Los cimientos de latierra se estremecen de temor, los astros pierden su claridad, el velo del Templo se rasgaen dos, los montes tiemblan, se quiebran las rocas; y nosotros, los fieles, te gritamos conel Buen Ladrón: «¡Acuérdate de nosotros en tu Reino!»

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Conservemos el gozo y la alegría...Tropario: Señor, que exaltado sobre la cruz has aniquilado el poder de la muerte borrandoel protocolo escrito contra nosotros, danos el arrepentimiento del Buen Ladrón y da a tusfieles siervos, ¡oh Cristo, nuestro Dios!, poder gritarte como él: «Señor, acuérdate denosotros en tu Reino»

Uno de los evangelios siguientes es el de Lucas 23, 32-49. Después se lee elSynaxario, citado más arriba, y al final el tropario del Exapostilaria: Tropario: Señor, tú que has dejado que el Buen Ladrón gane en el último momento tuReino, y lo has juzgado digno del paraíso, por el Árbol de la cruz ilumíname, Señor, ysálvame. En la Hora Sexta: El Evangelio de Lucas 23, 32-49 forma parte del oficio celebrado a esa hora, las doce delmediodía:Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con Él. Y cuando llegaronal lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a laderecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo quehacen». Hicieron dos lotes con sus ropas y los echaron a suerte. El pueblo estabamirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado: que sesalve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban también de él lossoldados que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres el rey de los judíos,sálvate a ti mismo». En la hora de Nona: Es la última parte del oficio celebrado después de la novena hora, las tres de la tarde.

El oficio de nona es más solemne que en los días corrientes. Después de los salmosparticulares de ese día se utiliza el mismo tropario que el de los otros días de la semana: Viendo al autor de la vida colgado de una cruz, el ladrón exclamó: «Si no fuera Diosencarnado el que con nosotros está crucificado, ni el sol hubiera escondido sus rayos, nila tierra estremecida se hubiese tambaleado... Pero tú que has soportado todo, acuérdatede mí, Señor Jesús, en tu reino».

A continuación, las bienaventuranzas enmarcadas por la oración del Buen Ladrón: «Entu reino acuérdate de nosotros, Señor». Y por último, la oración de San Basilio.

En estos extractos del extraordinario oficio del Viernes Santo de la liturgia bizantina,tenemos el diálogo de la Iglesia con su Salvador a lo largo de la Pasión. El Buen Ladrónestá presente desde la contemplación del momento de la crucifixión hasta larecapitulación final.

Todos estos textos demuestran lo vivo que está el Buen Ladrón en la tradición

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oriental, y el modo tan natural de presentarlo, ya que su recuerdo está asociadoinseparablemente al de Cristo en la Cruz. Es una de las maravillas del oficio bizantino, elcual parece verdaderamente inspirado por el Espíritu Santo. Para hacernos una idea másjusta del culto y de la devoción hacia el Buen Ladrón en las iglesias de Oriente, nos seríaútil profundizar en su iconografía. La barra transversal típica de la cruz bizantinasignifica, por ejemplo, la balanza de la justicia inclinándose hacia el Buen Ladrón.

Podemos también tomar otro ejemplo: el de la liturgia siriaca. Como en las demásliturgias orientales, este rito quiere hacer memoria del Buen Ladrón y asociarlo a CristoRedentor en la conmovedora oración que eleva hacia él. Se dirige directamente al BuenLadrón, a quien llama «Flor primera del árbol de la cruz...», «Fruto del madero delGólgota...» Tropario del Viernes Santo: ¡Hoy, Viernes, has juzgado al Ladrón digno del Paraíso! ¡Oh, Señor, ilumínanos, ysálvanos por el madero de la Cruz! Responso: Señor, has tomado como compañero de camino a un ladrón con sus manos manchadasde sangre. Cuéntanos con él, tú que eres bueno y amigo de los hombres. El ladrón sobrela Cruz no dice más que una palabra, pero por su gran fe fue salvado. Fue el primero enabrir las puertas del Paraíso y entrar en él. Tú, que has recibido su arrepentimiento,¡gloria a Ti, Señor! Adán fue exilado del Paraíso porque menospreció la orden delCreador, pero el ladrón crucificado con Cristo confesó al Dios escondido diciendo:«Acuérdate de mí, Señor, cuando vengas con tu reino.»

Sedro:

¡Gloria a Ti! ¡Gloria a Ti, Cristo, nuestro Dios! Tú que te has hecho semejante anosotros en todo menos en el pecado, te crucifican entre dos bandidos, y el universo seconmociona. El día desaparece y el cielo se oscurece, el velo del templo se rasga y sequiebran las piedras.

Ayer dabas tu Cuerpo en comida a tus discípulos, hoy te ven morir desde lejos. Pedro,el primero de los apóstoles, ha huido, como también Andrés. Y Juan, que se recostósobre tu costado, no impidió al soldado atravesarte el corazón con su lanza. Lázaro, aquien has llamado a la vida, no está ahí, y el ciego a quien has abierto los ojos, no te hallorado; el cojo que puede ya andar gracias a Ti no corrió hacia Ti, solamente un bandidocrucificado a tu lado te confiesa y te llama «Mi rey».

¡Oh, Ladrón, primera flor del árbol de la Cruz, eres el primer fruto del Árbol delGólgota! Al ver a Cristo suspendido en la cruz has exclamado: «¡Si no fuera el Diosencarnado, el sol no hubiese escondido sus rayos! Pero Tú que sostienes todas las cosasacuérdate de mí en tu Reino».

¡Oh, Ladrón, toma la Cruz de tu Salvador y anda hacia el Edén! Toma la Cruz sobretus espaldas y marcha hacia los querubines. Reconocerán el signo de la vida. Toma la

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Cruz de tu Señor y canta un cántico nuevo, porque hoy entrarás en el gozo de tu Señor.Hoy a los pies de la Cruz es juzgada toda la humanidad en la persona de dosmalhechores, ya que el primero confiesa sus pecados, mientras que el segundo setransforma en el acusador de Dios hacia los hombres y calumniador de los hombres haciaDios.

Por todo esto, Señor, te suplicamos con el Buen Ladrón: ¡Acuérdate también denosotros en tu Reino! Tú, que cubierto de oprobios has cambiado el corazón del Ladrón,cambia también nuestro corazón y ábrenos la puerta del Paraíso, porque es una gloriapara tu Reino que sus puertas estén abiertas a las prostitutas y a los pecadores... Por esocon todos los rescatados te alabamos, así como a tu Padre, y a tu Espíritu Santo, ahora ypor los siglos de los siglos.

En esta hora del ecumenismo es bueno recordar esta larga tradición de las Iglesiasorientales que, según declaró el Papa Juan Pablo II en Tours, son portadoras de una granluz para todos.

Esta tradición la han heredado de los Padres de la Iglesia, que son nuestros Padres enla fe, y que han sabido dar al Buen Ladrón un amor de predilección.

En lo que se refiere al rito romano, parece difícil insertar hoy en su liturgia del ViernesSanto la mención a quien fue canonizado por Cristo. El texto, inspirado en el Vaticano II,está centrado en la persona de Cristo. Por eso no encontraremos en la liturgia latina delViernes Santo nada sobre el Buen Ladrón, a diferencia de lo que ocurre en las liturgiasorientales, especialmente en la bizantina. La liturgia latina reserva este día al recuerdoúnico de los sufrimientos de Jesús, por eso es necesario compensar esta ausencia con unafiesta particular dedicada al Buen Ladrón, como es el caso del 15 de septiembre, fiestadedicada a Nuestra Señora de los Dolores.

El rito ambrosiano merece una mención especial. En él también se recuerda mucho alBuen Ladrón, sobre todo en el Jueves Santo y en la Pascua. Lo hace con los acentosconmovedores de San Ambrosio, dirigiendo a Cristo esta oración vibrante: Non tibi dabo osculum sicut et Juda sed sicut latro confitento te, dicern: «Mementomei domine in regno tuo» [No te daré el beso de Judas, pero como soy también ladrón,confío en ti y te digo: «Acuérdate de mí, en tu reino»].

Siempre a propósito de la dimensión ecuménica del Buen Ladrón, conviene citar aquíel testimonio de un pastor protestante que decía a un abad cisterciense que el únicopersonaje a quien los protestantes —tan unidos a las Sagradas Escrituras— estarían deacuerdo en reconocer el derecho a una devoción, es el Buen Ladrón, porque —decía—es el único caso de canonización hecha por el mismo Jesucristo, y además ha sidorecogida en el Nuevo Testamento.

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Misa del Buen ladrón

Antífona de entrada Uno de los malhechores, suspendido en la cruz, decía a Jesús: «Señor, acuérdate de mícuando vengas como rey».

Oración colecta Dios de poder y de misericordia, tu que justificas a los pecadores, te suplicamoshumildemente, por la amorosa mirada de tu Hijo que atrajo al Buen Ladrón: llámanos ala verdadera penitencia y danos esa gloria eterna cuya promesa él recibió. Por Jesucristonuestro Señor.

Primera lectura (Llamada a la conversión):

Lectura del Libro de Isaías (1, 16. 18)

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal,aprended a obrar bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho delhuérfano, defended a la viuda. Venid entonces y discutiremos, dice el Señor. Aunquevuestros pecados sean como escarlata quedarán blancos como la nieve, aunque seanrojos como la púrpura, quedaran como lana.

Salmo 31, 1-2.ª 5. 10b-11

Dichoso el que esta absuelto de su culpa,a quien le han sepultado su pecado;dichoso el hombre a quien el Señor

no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesosrugiendo todo el día,

porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;mi savia se había vuelto un fruto seco.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;

aclamadlo los de corazón sincero.

Aclamación del Aleluya Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino (Lc 23, 42).

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Evangelio: En verdad te digo, hoy estarás conmigoen el paraíso (Lc 23, 43). Uno de los malhechores crucificados le insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías?Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándole, le decía:«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros en verdad loestamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, ésteno ha hecho nada malo.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».Jesús le dijo: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.» Oración sobre las ofrendas Te suplicamos, Señor, que esta víctima nos purifique de todos nuestros pecados, ya queen el altar de la cruz ella nos libró del pecado del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor. Antífona de la comunión En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23, 43). Oración después de la comunión Que esta comunión en tus misterios, Señor Jesús, nos conduzca a aquella felicidad quehas prometido en tu misericordia al Buen Ladrón, mientras estabas suspendido en lacruz. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Misa del Buen Ladrón del Oficio propio del rito de Lyon

(Celebración: 12 de octubre o entre semana,fuera de las fiestas de primera clase).

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Capítulo 9

UNA ESPERANZA No somos capaces de vislumbrar exactamente cuales serán las necesidades de la Iglesia ydel mundo de aquí a unos años. Sin embargo, podemos intentar tomar al Buen Ladróncomo modelo de santidad para nuestro tiempo. Algunas reflexiones Nuestro mundo, fascinado por el progreso de las ciencias y de la técnica, está dominadopor la preocupación de la eficacia, de la rentabilidad, del consumismo, de la permisividad,del disfrute fácil e inmediato. Los ídolos del dinero, la droga, el sexo, etc., proliferan. Esun mundo anclado en la tierra, en la vida presente, que oculta la muerte y sobre todo elmundo que está por venir. El Buen Ladrón, por su suplicio, por su oración, por suesperanza, y por la promesa de Jesús que escuchó su petición, hace levantar los ojoshacia el mundo futuro y tomar conciencia de la proximidad del reino de Dios.

El Buen Ladrón puede llegar a ser el santo del Tercer milenio porque está asociado aSanta Teresa del Niño Jesús para enseñar y propagar el «pequeño camino» al que Diosquiere introducirnos, camino evangélico, camino de santidad para todos los hombres,incluyendo a los más pobres.

La proclamación de Santa Teresa del Niño Jesús como Doctora de la Iglesia parecesignificativa. ¿No será esta proclamación una invitación que Dios hace a la humanidadpara que avance por el camino de la infancia espiritual vivida por Teresa y por el Buenladrón? Si la espiritualidad de Santa Teresita, como lo recordó su hermana Celina160,fuera la misma del Buen Ladrón, tendríamos razón para pensar que ambos estánasociados a una misión en la Iglesia, que se prolongará y desarrollará en los tiemposvenideros.

El caminito de Teresa del Niño Jesús podría llegar a ser el pequeño camino de santidadde los pobres y de los pecadores arrepentidos. El Buen Ladrón es asociado a Teresitaporque nos traduce, por su ser mismo y por lo que sabemos del fin de su vida, toda laespiritualidad del pequeño camino: – Definición de la santidad según el corazón de Dios: la santidad no es otra cosa que elamor. No confundamos la perfección con la santidad.– En consecuencia, todos estamos llamados a ella, ya que siendo Dios Amor hemos

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sido hechos por el amor y para el amor. La santidad, como nos recuerda el ConcilioVaticano II, es nuestra vocación, nuestro primer deber de estado.– Cristo es el primer actor de la santidad. Es su amor acogido el que nos trasforma,recreándonos. Los méritos vienen después, en función del tiempo que nos es dado. Estánahí únicamente para mostrarle a Dios que le amamos. La santidad puede economizar eltiempo: «Dios no necesita tiempo para hacer su obra en un alma».161

– La asociación Santa Teresa del Niño Jesús-Buen Ladrón aporta al camino de lainfancia espiritual una dimensión de vocación universal.– Esta asociación entre ambos es deseada por Dios en orden al Pentecostés de AmorMisericordioso, que preparará la Civilización del Amor que Juan Pablo II deseó y pidiócon todas sus fuerzas.– El Buen Ladrón es el antídoto tanto del pelagianismo que hace depender la santidad yla salvación de los méritos personales, como del fariseísmo de los que se creen «justos».– Los poderes ocultos de este mundo proclaman hoy, con insolencia, su desmesuradoorgullo. Proclaman la muerte de Dios, gracias a una propaganda en la sombra quecondiciona a los espíritus: el bien se transforma en mal y el mal en bien, se ridiculiza lavirtud, y cada uno se erige en juez de su propia conciencia. El hombre se deifica a símismo. Las consecuencias están ahí.

Es probable que Dios, para contrarrestar este orgullo demoníaco, suscite, como afirmaSanta Teresita, legiones de «almas pequeñas». Vamos a ver la realización de aquello queSan Pablo escribió en su Primera Carta a los Corintios: Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundolo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aun más ha escogido a la gente baja delmundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta de modo que nadiepueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús,el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación yredención. Para que, como está escrito: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor (1 Cor1, 27-31).

«Mis santos preferidos son los Santos Inocentes y el Buen Ladrón». ¡Qué intuición lade Teresa del Niño Jesús! Los Santos Inocentes representan los millones de niños pornacer que son exterminados. El Buen Ladrón es el representante de los que sufren, ysobre los cuales se cierne la amenaza de otra plaga: la eutanasia. ¡Qué oportuna devociónpara luchar contra las dos plagas de nuestra sociedad: el aborto y la eutanasia!

La espiritualidad del Buen Ladrón, su muerte, y la promesa de Jesús de llevarle «hoymismo» al paraíso parece ser una respuesta actual a la doctrina de la reencarnación, cadavez más extendida entre muchos cristianos. Cristo no afirma: «cuando hayas vivido tukarma vendrás al paraíso». Tampoco dice: «Después de varias reencarnaciones endiferentes cuerpos estarás conmigo en el paraíso». Cristo dice: «¡Hoy mismo!».

Para los que creen en la reencarnación, el cuerpo no tiene mucho valor. El alma, porsu parte, es un principio que cambia de modo de ser según cada nuevo modo deexistencia, y cuyo destino final está en hacerse uno con el gran Todo. Así, «se pone enentredicho la unidad de la persona humana en tanto que es sujeto único e irremplazableante Dios» (Bernard Sesboué, SJ). Según esta doctrina es el hombre quien realiza elesfuerzo para obtener la salvación y elevarse al nirvana, es el hombre quien se eleva

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hacia Dios, y no Dios quien se abaja hacia el hombre para elevarlo; es el hombre el quese salva a sí mismo con sus méritos y con sus esfuerzos. Justamente lo contrario alEvangelio.162

Las palabras de Jesús al Buen Ladrón son la afirmación de la unidad y del valorirreemplazable de la persona que se juega su destino eterno en su única existenciaterrestre y que está llamada a la salvación en su totalidad: con su cuerpo y con su alma.

La actitud del Buen Ladrón nos enseña que es Jesús quien salva, «que es Dios el quebusca al hombre, quien va a su encuentro, y quiere, por su misericordia y su amor, crearuna comunión con el hombre» (Bernard Sesboué, SJ).163

El Buen Ladrón responde a las preguntas existenciales que nos hacemos todos, y quese pregunta el hombre moderno. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dóndevamos? El Buen Ladrón se las hizo como nosotros, y para nosotros.

Hay en nosotros un instinto poderoso que nos empuja a rehusar la muerte. Al BuenLadrón le pasó también lo mismo que nos pasa a todos.

Podemos adivinar lo que debió de ser para él la promesa de Jesús: «Hoy mismoestarás conmigo en el paraíso».

Al estudiar la muerte del Buen Ladrón, y la promesa de Jesús, podemos concluir quereencontrar la devoción al Buen Ladrón puede ayudar a la Iglesia y a los cristianos aponer un dique a la marea cada vez más creciente de la doctrina de la reencarnación y delas otras doctrinas paralelas traídas por el movimiento de la Nueva Era. Resultaparadójico contemplar cómo en nuestro tiempo se está produciendo una pérdida masivade la fe en una vida después de la muerte, y un rechazo a toda resurrección, y al mismotiempo, y entre cristianos, la aceptación de doctrinas ambiguas como la reencarnación, yotras ideas paralelas en circulación.

El Buen Ladrón puede llegar a ser un mensajero de la esperanza cristiana haciéndonosmirar con fe la muerte y la Cruz de Cristo, que es el modo como todo cristiano debemirarlas.

El Buen Ladrón puede ser considerado como el primero de todos los excluidos, detodos los rechazados y apartados de nuestras sociedades, que son abandonados yhumillados. Juan Pablo II ha recordado frecuentemente que la Iglesia ha de estar enprimera línea de compromiso en favor de ellos.164

Entre los excluidos están en primer lugar los enfermos de sida, abandonados a vecespor sus propias familias, excluidos y despreciados, muriendo muchas veces solos, comoparias. ¿Quién mejor que el Buen Ladrón podría ser para ellos un modelo, sobre todo enel momento de su agonía y de su muerte?

Los presos pertenecen al mundo de la exclusión. El Buen Ladrón, que fue uno deellos, se halla seguramente en buen lugar para entenderles, amarles, y suscitar iniciativaspastorales para su servicio.

El Buen Ladrón es el protector de los presos y de los condenados a muerte. Conoció yvivió su condición hasta el extremo. Como ellos, fue arrestado, encarcelado, padeciómalos tratos y privaciones, soportó la tortura física y moral. Fue encadenado y arrastradoante un tribunal para ser juzgado, seguramente de forma rápida. Oyó caer sobre él laterrible sentencia condenatoria: la crucifixión. Teniendo que hacer un penoso caminohacia el patíbulo en medio de un gentío hostil, tuvo que soportar burlas y recibir todaclase de objetos lanzados contra él. Conoció la angustia de la espera, el tormento de lospreparativos, los dolores horribles de una muerte que duró horas. Y sin duda ninguna se

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debió de interrogar sobre su futuro eterno, él, proscrito y destinado a la gehena por labuena conciencia colectiva.

Ya que ha compartido su condición, podemos reconocer en él un amigo de loscondenados a muerte, su confidente y su abogado, así como un poderoso intercesor paraellos cerca de Dios. Por fin, si escuchamos bien lo que dice a su compañero de maldadesy a Jesús, entenderemos rápido que su intervención, orientada a la vez hacia el culpable yhacia el inocente, hace de él el patrono de todos los encarcelados sin excepción.

Al dirigirse a su compañero de fechorías le insta a reconocer honradamente sus erroresy a confiar en Dios. Es una invitación al arrepentimiento y a la reconciliación.

Valiente defensor de Jesús frente a sus cínicos acusadores, proclama sin miedo suinocencia. Por eso el Buen Ladrón no puede más que suscitar iniciativas en favor de losexcluidos.

En relación con los presos, los cristianos no deberían nunca olvidar las palabras deJesús: «Estuve en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 36).

Desde 1981 un gran movimiento se ha desarrollado en Francia y se extiende fuera desus fronteras. Se trata de la Fraternidad carcelaria Buen Ladrón165, que ahora constituyeuna asociación de fieles. Este movimiento reúne cristianos deseosos de ofrecer a lospresos y a sus familias un acompañamiento fraterno y eficaz durante la detención, yayudar a los excarcelados para facilitar su reinserción en la sociedad. La originalidad y eldinamismo de esta fraternidad descansan en la convicción de que sólo el anuncio de laPalabra de Dios, y su libre acogida por el preso, pueden curarle en profundidad y hacerlevolver a confiar en la vida.

El Buen Ladrón debería ser presentado a los presos, a los que se prostituyen, a los sintecho, a los indignados, a los drogadictos, a los violadores, a los desarraigados, como unamigo en quien pueden confiar y a quien se pueden dirigir con confianza en la oraciónpara obtener la gracia de este mismo encuentro que él hizo con la Misericordia. EL REDESCUBRIMIENTO DE LA DEVOCIÓN AL BUEN LADRÓNDARÁ A LA IGLESIA Y AL MUNDO EL VERDADERO SENTIDODE LA BUENA NUEVA DE LA MISERICORDIA Toda la revelación cristiana, toda la fe cristiana, está resumida y contenida en estaverdad: «Dios es Amor» (1 Jn 4, 8). Y en relación con nosotros, que somos pecadores,este amor se trasforma en perdón y misericordia. He aquí lo que la historia del BuenLadrón nos manifiesta en particular: – El perdón de Dios es incondicional y no exige para ser dado ninguna «expiación»,ninguna «reparación». No exige ninguna vuelta atrás. No exige ningún «purgatorio».Cierto es que el Buen Ladrón sufrió horriblemente y murió en unas condicionesterroríficas. Es probable que su sufrimiento y su manera de morir favorecieran suconversión y su fe; puede ser que sin este sufrimiento, y esta muerte, no hubiera llamadoal Salvador suplicando su Misericordia. Pero su sufrimiento y su muerte no aparecen enabsoluto en el Evangelio como un castigo divino por su pecado, aparecen solamente

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como la consecuencia natural del mal que cometió, y causados por la justicia humana.– El perdón de Dios es totalmente gratuito. Recibirlo depende solamente de la fe queabre al hombre a la gracia. Basta creer en la Misericordia Divina, que le es concedida alpecador en la medida en que éste la quiera recibir.– El perdón de Dios es inmediato. No se hace esperar. En cuanto el pecador recibe lagracia del perdón, éste le es inmediatamente dado. Es como si el Salvador esperase estaapertura para precipitarse con sus brazos y su Corazón abiertos para darle su perdón.Dios anhela hacer Misericordia, y espera, respetando totalmente la libertad del hombre,poderle perdonar con una paciencia infinita y con una impaciencia ardiente, comodemuestra la respuesta inmediata de Jesús. Porque Dios es un apasionado del hombre yde su salvación.– El perdón de Dios es extraordinariamente poderoso. Opera una recreación radical,particularmente manifiesta en el caso del Buen Ladrón, que pasó en un instante de la másprofunda esclavitud del pecado a la más alta santidad.– El perdón de Dios sobrepasa sin medida todo lo que el hombre puede esperar oimaginar. ¿Cómo hubiera podido imaginar el Buen Ladrón que él, el primero, tuvieraacceso al Paraíso «hoy mismo», habiendo estado cerrado para todas las generacioneshumanas posteriores al pecado original? Y el Paraíso que Jesús le promete es mucho másque el reino que podía imaginar. «Conmigo», le dice Jesús. ¡Maravillosa intimidad divina!

Volver a descubrir la devoción al Buen Ladrón nos hará sin duda percibir de maneraclara y explícita toda esta enseñanza, y muchas otras, sobre la Misericordia del Salvador.Y nos lo hará percibir de manera viva y eficaz, alentadora y estimulante. ¿CÓMO PUEDE LLEGAR A SER EL BUEN LADRÓN EL SANTODE LA ESPERANZA PARA TODOS, INCLUIDOS LOS GRANDESPECADORES, LOS ALEJADOS, Y LOS MARGINADOS? Para que el Buen Ladrón llegue a ser el santo de todos éstos, es necesario, en primerlugar, que sea el santo de los sacerdotes y de los apóstoles que Dios les manda.

Estos sacerdotes santos del pequeño camino del Buen Ladrón están a nuestraspuertas. Serán sacerdotes de la Misericordia, sacerdotes con corazón de niño, quienes,como decía San Luis María Grignion de Montfort, vendrán con la pobreza de sus mediosa hacer maravillas en medio de los pobres y de los pequeños.

El mundo y la Iglesia necesitan a estos sacerdotes con corazón misericordioso, estossacerdotes de fuego anunciados por Grignion de Montort.

Creo verlos ya levantarse y venir. Estos sacerdotes de la Misericordia, formados porMaría, tomarán a Jesús por modelo perdonando al Buen Ladrón, a la samaritana, a lamujer adúltera, escrutarán y profundizarán el episodio de este santo Ladrón a quien Jesúspromete su Paraíso, meditarán las parábolas del hijo prodigo y de la oveja perdida.Llenos de misericordia se inclinarán con ternura sobre los más miserablesespiritualmente, sobre todo sobre los excluidos y los heridos de la vida, los faltos deamor, los abandonados, y todos los pobres de pan y de luz. Estos sacerdotes de laMisericordia, estos padres de los hijos pródigos y de los ladrones de nuestro mundo,tendrán una particular predilección hacia los jóvenes, en búsqueda de la verdad y delamor. Enseñaran sin equívocos las exigencias del Evangelio, pero predicarán el total

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poder de la gracia derramándose en la debilidad, y se mostrarán llenos de bondad paracon los miserables. Serán sacerdotes con corazón de niño, suscitando apóstoles de fuegoen medio de los pequeños y de los pobres. Serán padres con corazón misericordioso,pero sin paternalismos. Serán evangelizadores, predicadores ardientes, confesores yadoradores. Renovarán el sacerdocio ministerial por la simplicidad de su corazón de niño.Atraerán a los pecadores que se acercarán a ellos para oírles, y escandalizarán a veces aalgunos fariseos por no ser ni de derechas ni de izquierdas, sino del único centro delCorazón Misericordioso de Jesús.

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Pp HISTORIA DE UNA CONVERSIÓN Este hecho, contado por una religiosa de Nueva York, fue relatado por el periódicoL’Univers: En un barrio de la ciudad muere un joven de unos veinte años, agotado por una vida deexcesos. Es tan mal hijo como mal cristiano, y sólo tiene desde hace mucho tiempopalabras duras y desagradables para su madre. Ésta, llorando, le suplica que vuelva aDios y se convierta antes de morir. El joven le contesta únicamente injuriándola.Desesperada esta mujer, corre a la iglesia vecina en la que el sacerdote que celebra laMisa se encuentra en el momento de la elevación. Fijos los ojos sobre la hostia, la madre,sustituyendo a su hijo, repite con fe la invocación del Buen Ladrón: «Señor, acuérdate demí cuando estés en tu reino». Cuando termina la Misa, vuelve a la cabecera de su hijo.Él la acoge dirigiéndose a su madre con dos palabras que ella no había oído desde hacíamuchos años: «¡Madre mía!» Y después, enseñándole el crucifijo colgado en la pared, ledice: «Mamá, el Cristo me ha mirado, lo he visto, y he oído que me decía: «En verdad tedigo: hoy estarás conmigo en el paraíso». La madre, corriendo, llama al sacerdote, eljoven se confiesa llorando, recibe los últimos sacramentos y muere en paz.

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Anexo 1

VALIOSOS COMENTARIOSDE LOS PADRES DE LA IGLESIA

SOBRE EL BUEN LADRÓN166 LA CONFESIÓN DEL LADRÓN ARREPENTIDO «Este no hizo nada que fuera detestable». ¡Qué confesión tan hermosa! ¡Quépensamientos tan sabios y qué razonamientos tan excelentes! Él fue el confesor de lagloria del Salvador y el acusador de la soberbia de los que le crucificaron...

Contemplemos, pues, esta hermosa confesión de fe. Dijo: «Jesús, acuérdate de mícuando llegues a tu reino». Lo ves crucificado y lo llamas rey; soportando ignominia ysufrimiento, y viniendo con gloria divina. Lo ves alzado, rodeado por el grupo de losjudíos, la malvada caterva de fariseos y el pelotón de legionarios de Pilato; todos seburlaron de Él y ninguno lo confesaba.

San Cirilo de AlejandríaComentario al Evangelio de Lucas, 153

EL LADRÓN LO CONFIESA CUANDO EL DISCÍPULO LO ENTREGA El buen ladrón mereció el paraíso porque pensó que la cruz de Cristo no era escándalosino poder. Así dice el mismo Apóstol: «A los judíos que son llamados les predicamos aCristo, poder y sabiduría de Dios». Por eso, sin duda, el Señor le confiere el Paraíso,porque sobre el patíbulo de la Cruz confiesa a aquel que Judas Iscariote había vendido enel monte de los Olivos. ¡Oh maravilla! El ladrón confiesa a aquel a quien el discípulohabía negado. ¡Oh maravilla, repito: el ladrón alaba, mientras sufre, al que Judas habíatraicionado mientras le besaba! Uno vende el afecto de la paz; el otro alaba las heridas de

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la cruz. Por eso dice: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino».

San Máximo de TurínSermón 74

ABIERTO POR LA FE DEL LADRÓN EL CAMINO AL PARAÍSO El pueblo cristiano es invitado a gozar de las riquezas del paraíso, y a todos losregenerados les ha quedado abierto el regreso a la patria perdida, a no ser que ellosmismos se cierren aquel camino que pudo ser abierto por la fe de un ladrón.

San León MagnoSermón 15, sobre la Pasión

DESDE EL TRONO DE LA CRUZ RECIBE LA FE SU RECOMPENSA Después de esas burlas sacrílegas que acompañaron a su mansedumbre hasta el lugar delsuplicio en el que crucificaron con Él a dos ladrones en patíbulos colocados a uno y otrolado, uno de ellos... dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Su mismafe recibió una respuesta, pues Jesús le dice: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo enel Paraíso». Tal promesa sobrepasa la condición humana, pues es promulgada no tantodesde el árbol de la cruz, cuando desde un trono de poder. Desde esta altura recibe la fesu recompensa, a un mismo tiempo que se destruye la deuda de la transgresión humana.

San León MagnoSermón 74, 3

NINGUNA CULPA DEBE QUEBRAR EN NOSOTROS LA FUERZADE LA ESPERANZA Sean cuales sean y cuantas sean nuestras culpas, no debe quebrarse en nosotros la fuerzade la esperanza. Nos da una gran confianza en el perdón el buen ladrón, el cual no erabueno sino ladrón, y que es digno de veneración no en cuanto ladrón, que lo fue por sucrueldad, sino porque reconoció a Cristo. ¡Meditad, pues, meditad, las inefables entrañasde misericordia de nuestro Dios! El ladrón capturado con sus manos manchadas desangre, en el lugar donde acechaba su emboscada, y que fue colgado en el patíbulo de lacruz, allí confesó, allí fue sanado, y allí mereció oír: «Hoy estarás conmigo en elparaíso» (Lc 23, 43). ¿Qué significa esto? ¿Quién podrá apreciar y explicar debidamentela inmensa bondad de Dios? En el lugar mismo del castigo por el delito, este ladrónrecibió el premio de la virtud. El Señor Todopoderoso ha permitido que sus elegidoscaigan algunas veces en ciertas faltas, para dar la esperanza del perdón a quienes yacenoprimidos bajo el peso de sus culpas. Si se convierten a Él de todo corazón, Él, que abrelas puertas de la misericordia a los gemidos de la penitencia, les abrirá las puertas de lapatria celestial.

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SAN GREGORIO MAGNO

Homilía 20, sobre los Evangelios, 15 SI ESTÁS CRUCIFICADO CON CRISTO, COMO UN LADRÓN, CONFÍAEN TU DIOS COMO LO HIZO EL BUEN LADRÓN Si estás crucificado con él, como un ladrón, confía en tu Dios, como el Buen Ladrón. Sipor ti y por tus pecados Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tú llegarasa ser justo. Adora al que por ti fue crucificado. Incluso, si estás crucificado por tu culpa,saca provecho de tu mismo pecado y compra con tu muerte la salvación. Entra en elParaíso con Jesús y descubre de qué bienes te habías privado. Contempla la hermosurade aquel lugar y deja que, fuera, quede muerto el murmurador con sus blasfemias.

San Gregorio NaciancenoSermón 45

EL BUEN LADRÓN VE A JESÚS COMO REY EN QUE DA LA VIDAPOR SUS SÚBDITOS «Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». No tuvo la audacia de decir«Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» antes de haber depuesto, por la confesión,la carga de sus pecados. ¿Te das cuenta de lo importante que es la confesión? Se confesóy abrió el paraíso. Se confesó y le entró tal confianza que, de ladrón, pasó a pedir elreino. ¿Ves cuántos beneficios nos reporta la cruz? ¿Pides el reino? Y, ¿qué es lo que vesque te lo sugiera? Ante ti tienes los clavos y la cruz. Sí, pero esa misma cruz —dice— esel símbolo del reino. Por eso lo llamo rey, porque lo veo crucificado: ya que es propio deun rey morir por sus súbditos. Lo dijo Él mismo: «El buen pastor da la vida por lasovejas»; luego el buen rey da la vida por sus súbditos. Y como quiera que realmente diosu vida, por eso lo llamo rey: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

San Juan CrisóstomoObispo de Constantinopla y Doctor de la Iglesia

Homilía sobre la cruz y el ladrón, 1, 3-4, PG 49, 403-404

EL LADRÓN FUE MÁS ALLÁ DE LAS APARIENCIAS Me dirás: «¿Qué hizo de extraordinario este ladrón para merecer, después de la cruz, elparaíso?» Y te respondo: mientras, desde el suelo, Pedro negaba al Maestro, él, en lo altode la cruz, lo proclamaba «Señor». [...]. El discípulo no supo aguantar la amenaza deuna criada; el ladrón, ante todo un pueblo que lo circundaba, gritaba y ofendía, no seintimidó, no se detuvo en la apariencia vil de un crucificado, superó todo con los ojos dela fe, reconoció al Rey del Cielo y con ánimo inclinado ante él dijo: «Señor, acuérdate demí, cuando estés en tu Reino». Por favor, no subestimemos a este ladrón y no tengamos

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vergüenza de tomar como maestro a aquel a quien el Señor no tuvo vergüenza deintroducir, delante de todos, en el paraíso; no tengamos vergüenza de tomar comomaestro a aquel que, ante toda la creación, fue considerado digno de la convivencia y lafelicidad celestial. Pero reflexionemos atentamente, sobre todo, para que podamospercibir el poder de la cruz.

San Juan CrisóstomoDe cruce et latrone, i 2s: PG 49, 401ss

El Paraíso abierto «hoy» por la Cruz de Jesús El Paraíso, cerrado durante miles de años, ha sido abierto «hoy» por la cruz. Porque hoyDios ha introducido en el paraíso al buen ladrón. Se realizan dos milagros: abre el paraísopara que entre un ladrón. Hoy, Dios nos ha devuelto a nuestra vieja patria, hoy nos hareunido en la ciudad de nuestro origen, hoy ha abierto su casa a la humanidad entera.«Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43) «¿Qué dices, Señor, aquí? Estáscrucificado, clavado ¿y prometes el paraíso?» «Sí, para que aprendas cuál es mi poderen la cruz».

Porque no fue resucitando a un muerto, dominando la tempestad del mar, echandodemonios, sino crucificado, clavado, cubierto de salivazos e insultos, burlado y ultrajado,como ha podido cambiar la situación espiritual del ladrón, para que veas los dos aspectosde su poder. Hizo estremecer a toda la creación, hendió las rocas, y atrajo hacia sí alladrón, más duro que una piedra...

Seguro que ningún rey permitiría nunca que un ladrón u otro malhechor se sentase conél a la hora de la solemne entrada en una ciudad. Pero Cristo lo ha hecho: cuando entraen su santa morada lleva consigo al ladrón. Actuando así no menosprecia el paraíso, nolo deshonra por la presencia de un ladrón. Bien al contrario, honra el paraíso, porque esuna gloria para el paraíso tener un amo que pueda convertir a un ladrón en un ser dignode gustar sus delicias. Lo mismo cuando conduce al reino de los cielos a los publicanos yprostitutas, no es un desprecio sino un honor, ya que muestra que el amo del reino de loscielos es poderoso como para hacer dignos de tales dones y honores a los publicanos yprostitutas.

San Juan CrisóstomoObispo de Constantinopla y Doctor de la Iglesia

Homilía 1.ª sobre la cruz y el buen ladrón, para el Viernes Santo, 2;PG 49, 401

CRISTO ABRE EL PARAÍSO AL LADRÓN Al principio creó Dios al hombre, que era una imagen del Padre y del Hijo. Así dijo:«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». También quiso que el ladrón

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entrara en el Paraíso, e inmediatamente pronunció una palabra e introdujo al ladrón allí.Cristo no necesitaba pedirlo con oraciones, aunque después de Adán había impedido quetodos entraran allí. Efectivamente, puso una espada llameante para guardar el Paraíso;pero Cristo abrió el Paraíso con su propia autoridad e introdujo al ladrón.

San Juan CrisóstomoContra anomeos 9, 2

A LOS QUE PROFESAN SU FE, COMO EL BUEN LADRÓN,SE LES DA ACCESO AL PARAÍSO Lo mismo que al que profesó su fe se le abrieron las puertas del Paraíso, cuando Jesúsdijo: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso», así también a todos los que creen y profesansu fe les ha confiado el acceso de entrada que había sido cerrado por el pecado de Adán.

OrígenesHomilías sobre el Levítico, 9, 5

LA HUMANIDAD ENTRA DE NUEVO EN EL PARAÍSO

¡Oh Redentor!, seguimos tus palabras,con que, triunfando de la negra muerte,

al ladrón, de la cruz tu compañero,ordenas caminar tras tus pisadas.

He aquí que ya a los fieles

queda abierta la clara vía del ancho Paraísoy al bosque aquel al fin entrar se puede,que al hombre arrebatara la serpiente.

Allí, Guía buenísimo, yo ruego,

ordena que te sea consagrada tu sierva, el alma,en el lugar de origen

que errante y desterrada antes dejara.

PrudencioHimno para los funerales de un difunto, 157-168

En un instante es destruida la culpabilidadde una larga serie de crímenes ¿Quién proclamará el poder que supone un cambio tan admirable? En un breve instantees destruida la culpabilidad de una larga serie de crímenes. En medio de los cruelestormentos de la agonía, el que estaba fijado al patíbulo pasó a Cristo, y a quien la

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impiedad personal le infirió la pena, la gracia de Cristo le da el premio. San León MagnoSermón 55La cruz de Cristo es la llave del Paraíso Aquella espada de fuego blandida sin cesar mantenía cerrado el paraíso. Nadie podíaentrar en él, porque Cristo lo había cerrado. Fue el buen ladrón el primero que entró conÉl. Pues la grandeza de su fe fue merecedora de tan gran recompensa. Ciertamente nocreyó en el Reino al ver a Cristo en su gloria. Sí, lo diré sin temor alguno: no lo vióyendo de un lado a otro a su libre albedrío, sino en una cruz, bebiendo vinagre ycoronado de espinas; lo vio clavado en una cruz pidiendo auxilio: «Dios mío, Dios mío,vuelve hacia mi tus ojos. ¿Por qué me has abandonado?»... La cruz de Cristo es la llavedel paraíso. La cruz de Cristo abre el Paraíso. ¿No dijo acaso que el Reino de los Cielossufre violencia, y que son los esforzados quienes de él se apoderan? No hay intervaloentre ambas cosas: la cruz y, al punto, el Paraíso. Cuanto más grandes sean lospadecimientos, mayor será la recompensa. San JerónimoSobre Lázaro y el rico EL CONSUELO QUE EL LADRÓN TRAE A LOS PECADORES Al interior de mis oídos llegó una palabra que me embelesó,conforme se dice en la Escritura en lo relativo al ladrón,y me consoló en medio de mis faltas.El que se mostró compasivo con el ladrón me llevará al Paraíso,cuyo nombre, cuando lo escucho, me llena de alegría,mi espíritu estalla cuando trato de contemplarlo. SAN EFRÉN DE NÍSIBIHimno sobre el paraíso, 8, 1 RECONOCIÓ COMO SEÑOR AL COMPAÑERO DE CRUZ Y, CREYENDO,VIOLENTÓ EL REINO DE LOS CIELOS Dios se deleita con nuestra justicia, no con nuestros tormentos. Y en el momento deljuicio del Dios omnipotente y veraz no se nos preguntará lo que cada uno ha sufrido,sino la causa por la cual sufrió. No es por la pena del Señor, sino por su causa, quepodemos persignarnos con su Cruz. Si eso se debiera a la pena, la pena idéntica de losladrones obtendría el mismo efecto.

En un mismo lugar estaban tres crucificados, en medio estaba el Señor, que fuecontado entre los malhechores (Is 53, 12). A su lado le pusieron dos ladrones, pero sucausa no era la misma. Estaban junto al Crucificado, pero los separaba una grandistancia. A ellos, los crucificaron sus crímenes; al Señor, los nuestros.

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En un determinado momento, en uno de ellos se manifestó hasta qué punto tiene valorno el tormento de crucificado sino la piedad de confesor. En medio del dolor, el ladrónobtuvo lo que Pedro, lleno de temor, había perdido. Reconoció su crimen, subió a lacruz, cambio su causa y compró el paraíso. Quien, sufriendo la misma condena, nodespreció a Cristo, mereció cambiar su causa.

Los judíos despreciaron a Aquel que hacía milagros; él creyó en quien colgaba de unmadero. Reconoció como Señor al compañero de cruz y, creyendo, violentó el Reino delos Cielos.

Cuando vacilaba la fe de los apóstoles, el ladrón creyó en Cristo. Por eso, con justicia,mereció escuchar: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso.» SAN AGUSTÍN DE HIPONASermón 285, 2 EL LADRÓN ESPERABA SU SALVACIÓN PARA EL FUTURO,PERO ÉSTA NO SE HIZO TARDAR «Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se hace la profesión que aporta lasalvación» (Rom 10, 10). Así fue hallado aquel ladrón que pendía en la cruz. Reconocióal Señor, precisamente en la cruz. Algunos no lo reconocieron cuando hacía milagros,pero él lo reconoció estando en la cruz: clavados todos sus miembros, sujetas sus manoscon clavos, los pies taladrados, todo el cuerpo adherido al madero, sin miembro algunolibre. Sólo la lengua y el corazón: en su corazón creyó, y con la lengua hizo profesión defe. Le dijo: Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino. Esperaba su salvación parael futuro y estaba contento de recibirla tras un largo plazo de tiempo. La esperaba paralargo, pero el día no se hizo esperar. Él dijo: «Acuérdate de mí cuando llegues a tureino», a lo que el Señor respondió: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en elparaíso». «Hoy —dijo— estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 42-43). El paraíso tieneárboles de felicidad: hoy estás conmigo en el madero de la cruz, hoy estarás conmigo enel árbol de la salvación. SAN AGUSTÍN DE HIPONAComentario al salmo 39, 15 QUE SEAMOS DIGNOS DE ENTRAR EN LA POSESIÓN DE AQUEL REINOADONDE LLEVASTE AL BUEN LADRÓN Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisiste nacer, ser circuncidado,desechado por los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado alsuplicio, como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes;escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado conazotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpurapor burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puestoentre ladrones, como uno de ellos, dándote a beber hiel y vinagre y herido el costado conla lanza. Por los muchos y acerbísimos dolores que sufriste por nosotros, libra, Señor, alas almas del Purgatorio de las penas en que están; llévalas a descansar a tu Santísima

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Gloria; y sálvanos, por los méritos de tu Sagrada Pasión y de tu muerte en cruz, de laspenas del infierno, para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevaste al Buen Ladrón, que contigo fue crucificado. Tú que vives y reinas con elpadre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. SAN AGUSTÍN DE HIPONA

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Anexo 2ALGUNOS TEXTOS SOBRE EL BUEN

LADRÓN DEL MAGISTERIO DE JUAN PABLO II, BENEDICTO XVI

Y FRANCISCO Desde lo alto de la cruz resonó la palabra «perdón» 1. Todo lo que Jesús enseñó e hizo durante su vida mortal, en la cruz llega al culmen dela verdad y la santidad. Las palabras que Jesús pronunció entonces constituyen sumensaje supremo y definitivo y, al mismo tiempo, la confirmación de una vida santa,concluida con el don total de Sí mismo, en obediencia al Padre, por la salvación delmundo. Aquellas palabras, recogidas por su Madre y los discípulos presentes en elCalvario, fueron trasmitidas a las primeras comunidades cristianas y a todas lasgeneraciones futuras para que iluminaran el significado de la obra redentora de Jesús einspiraran a sus seguidores durante su vida y en el momento de la muerte. Meditemostambién nosotros esas palabras, como lo han hecho tantos cristianos, en todas las épocas.

2. El primer descubrimiento que hacemos al releerlas es que se encuentra en ellas unmensaje de perdón. «Padre perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34):según la narración de Lucas, ésta es la primera palabra pronunciada por Jesús en la cruz.Preguntémonos inmediatamente: ¿No es, quizá la palabra que necesitábamos oírpronunciar sobre nosotros?

Pero en aquel ambiente, tras aquellos acontecimientos, ante aquellos hombres reos porhaber pedido su condena y haberse ensañado tanto contra Él, ¿quién habría imaginadoque saldría de los labios de Jesús aquella palabra? Con todo, el Evangelio nos da estacerteza: ¡Desde lo alto de la cruz resonó la palabra «perdón»!

3. Veamos los aspectos fundamentales de aquel mensaje de perdón.Jesús no sólo perdona, sino que pide el perdón del Padre para los que lo han entregado

a la muerte, y por tanto también para todos nosotros. Él es signo de la sinceridad total delperdón de Cristo y del amor que deriva. Es un hecho nuevo en la historia, incluso en lade la Alianza. En el Antiguo Testamento leemos muchos textos de los salmistas quepedían la venganza o el castigo del Señor para sus enemigos: textos que en la oracióncristiana, también la litúrgica, se repiten no sin sentir la necesidad de interpretarlosadecuándolos a la enseñanza y ejemplo de Jesús, que amó también a los enemigos. Lomismo puede decirse de ciertas expresiones del Profeta Jeremías (11, 20; 20, 12; 15, 15)y de los mártires judíos en el Libro de los Macabeos (cf. 2 Mac 7, 9. 14, 17. 19). Jesúscambia esa posición ante Dios y pronuncia otras palabras muy distintas. Había recordadoa quien le reprochaba su trato frecuente con «pecadores», que ya en el Antiguo

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Testamento, según la palabra inspirada, Dios «quiere misericordia» (cf. Mt 9, 13).4. Nótese además que Jesús perdona inmediatamente, aunque la hostilidad de los

adversarios continúa manifestándose. El perdón es su única respuesta a la hostilidad deaquéllos. Su perdón se dirige a todos los que, humanamente hablando, son responsablesde su muerte, no sólo a los ejecutores, los soldados, sino a todos aquellos, cercanos ylejanos, conocidos y desconocidos, que están en el origen del comportamiento que hallevado a su condena y crucifixión. Por todos ellos pide perdón y así los defiende ante elPadre, de manera que el Apóstol Juan, tras haber recomendado a los cristianos que nopequen, puede añadir: «Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: aJesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por losnuestros, sino también por los del mundo entero» (1 Jn 2, 1-2). En esta línea se sitúatambién el Apóstol Pedro que, en su discurso al pueblo de Jerusalén, extiende a todos laacusación de «ignorancia» (Act 3, 17; cf. Lc 23, 34) y la oferta del perdón (Act 3, 19).Para todos nosotros es consolador saber que, según la Carta a los Hebreos, Cristocrucificado, Sacerdote eterno, permanece siempre como el que intercede en favor de lospecadores que se acercan a Dios a través de Él (cf. Heb 7, 25).

Él es el Intercesor, y también el Abogado, el «Paráclito» (cf. 1 Jn 2, 1), que en lacruz, en lugar de denunciar la culpabilidad de los que lo crucifican, la atenúa diciendo queno se dan cuenta de lo que hacen. Es benevolencia de juicio; pero también laconformidad con la verdad real, la que sólo Él puede ver en aquellos adversarios suyos yen todos los pecadores: muchos pueden ser menos culpables de lo que parezca o sepiense, y precisamente por esto Jesús enseñó a «no juzgar» (cf. Mt 7, 1): ahora, en elCalvario se hace intercesor y defensor de los pecadores ante el Padre.

5. Este perdón desde la cruz es la imagen y el principio de aquel perdón que Cristoquiso traer a toda la humanidad mediante su sacrificio. Para merecer este perdón ypositivamente, la gracia que purifica y da la vida divina, Jesús hizo la ofrenda heroica deSí mismo por toda la humanidad. Todos los hombres, cada uno en la concreción de supropio yo, de su bien y mal, están, pues, comprendidos potencialmente e incluso se diríaque intencionalmente en la oración de Jesús al Padre: «Perdónalos». También vale paranosotros aquella petición de clemencia y como de comprensión celestial: «Porque nosaben lo que hacen». Quizá ningún pecador escapa a esa ausencia de conocimiento y,por tanto, al alcance de aquella impetración de perdón que brota del corazón tiernísimode Cristo que muere en la cruz. Sin embargo, esto no debe empujar a nadie a no tomaren serio la riqueza de la bondad, de la tolerancia y de la paciencia de Dios hasta noreconocer que tal bondad le invita a la conversión (cf. Rom 2, 4). Con la dureza de sucorazón impenitente acumularía cólera sobre sí para el día de la ira y de la revelación deljusto juicio de Dios (cf. Rom 2, 5). No obstante, también Cristo al morir pidió por élperdón al Padre, aunque fuera necesario un milagro para su conversión. ¡Tampoco él, enefecto, sabe lo que hace!» JUAN PABLO IIAudiencia General, miércoles 16 de noviembre de 1988EL MALHECHOR PROFESA SU FE EN EL REDENTOR, ACEPTA SU MUERTECOMO JUSTA PENA AL MAL REALIZADO Y PONE EN ÉL TODASU ESPERANZA 6. Ya en el ámbito de las primeras comunidades cristianas, el mensaje del perdón fue

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acogido y seguido por los primeros mártires de la fe que repitieron la oración de Jesús alPadre casi con sus mismas palabras. [...] Constituía la aplicación de la enseñanza delMaestro, que les había recomendado: «Rezad por los que os persigan» (Mt 5, 44). A laenseñanza, Jesús añadió el ejemplo en el momento supremo de su vida, y sus primerosseguidores siguieron este ejemplo perdonando y pidiendo el perdón divino para susperseguidores.

7. Pero tenían presente también otro hecho concreto sucedido en el Calvario y que seintegra en el mensaje de la cruz como mensaje de perdón. Dice Jesús a un malhechorcrucificado con Él: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43).Es un hecho impresionante, en el que vemos en acción todas las dimensiones de la obrasalvífica, que se concreta en el perdón. Aquel malhechor había reconocido suculpabilidad, amonestando a su cómplice y compañero de suplicio, que se mofaba deJesús: «Nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos»; yhabía pedido a Jesús poder participar en el reino que Él había anunciado: «Jesús,acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23, 42). Consideraba injusta la condenade Jesús: «No ha hecho nada malo». No compartía pues las imprecaciones de sucompañero de condena («Sálvate a ti y a nosotros», Lc 23, 39) y de los demás que,como los jefes del pueblo, decían: «A otros salvó, que se salve a sí mismo si es el Cristode Dios, el Elegido» (Lc 23, 35), ni los insultos de los soldados: «Si tú eres el Rey de losjudíos, sálvate» (Lc 23, 37).

El malhechor, por tanto, pidiendo a Jesús que se acordara de él, profesa su fe en elRedentor; en el momento de morir, no sólo acepta su muerte como justa pena al malrealizado, sino que se dirige a Jesús para decirle que pone en Él toda su esperanza.

Ésta es la explicación más obvia de aquel episodio narrado por Lucas, en el que elelemento psicológico ―es decir, la transformación de los sentimientos del malhechor―,teniendo como causa inmediata la impresión recibida del ejemplo de Jesús inocente quesufre y muere perdonando, tiene, sin embargo, su verdadera raíz misteriosa en la graciadel Redentor, que «convierte» a este hombre y le otorga el perdón divino. La respuestade Jesús, en efecto, es inmediata. Promete el paraíso, en su compañía, para ese mismodía al bandido arrepentido y «convertido». Se trata pues de un perdón integral: el quehabía cometido crímenes y robos ―y por tanto pecados― se convierte en santo en elúltimo momento de su vida. JUAN PABLO IIAudiencia General, miércoles 16 de noviembre de 1988 LOS HOMBRES PUEDEN OBTENER, INCLUSO EN EL ÚLTIMO INSTANTE,EL PERDÓN DE TODAS LAS CULPAS DE TODA UNA VIDA MALVADA,SI SE RINDEN A LA GRACIA DEL REDENTOR Se diría que en ese texto de Lucas está documentada la primera canonización de lahistoria, realizada por Jesús en favor de un malhechor que se dirige a Él en aquelmomento dramático. Esto muestra que los hombres pueden obtener, gracias a la cruz deCristo, el perdón de todas las culpas y también de toda una vida malvada; que puedenobtenerlo también en el último instante, si se rinden a la gracia del Redentor que losconvierte y salva.

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Las palabras de Jesús al ladrón arrepentido contienen también la promesa de lafelicidad perfecta: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». El sacrificio redentor obtiene, enefecto, para los hombres la bienaventuranza eterna. Es un don de salvaciónproporcionado ciertamente al valor del sacrificio, a pesar de la desproporción que pareceexistir entre la sencilla petición del malhechor y la grandeza de la recompensa. Lasuperación de esta desproporción la realiza el sacrificio de Cristo, que ha merecido labienaventuranza celestial con el valor infinito de su vida y de su muerte.

El episodio que narra Lucas nos recuerda que «el paraíso» se ofrece a toda lahumanidad, a todo hombre que, como el malhechor arrepentido, se abre a la gracia ypone su esperanza en Cristo. Un momento de conversión auténtica, un «momento degracia» que, podemos decir con Santo Tomás, «vale más que todo el universo» (I-II, q.113, a. 9, ad 2), puede pues saldar las deudas de toda una vida, puede realizar en elhombre ―en cualquier hombre― lo que Jesús asegura a su compañero de suplicio:«Hoy estarás conmigo en el paraíso». JUAN PABLO IIAudiencia General, miércoles 16 de noviembre de 1988 HAGAMOS NUESTRA LA ORACIÓN DEL BUEN LADRÓN En el Calvario, Jesús tuvo un compañero de pasión bastante singular: un ladrón. Para esedesventurado, el camino de la cruz se transformó infaliblemente en el camino del paraíso(cf. Lc 23, 43), el camino de la verdad y de la vida, el camino del Reino. Hoy lorecordamos como el «buen ladrón». En esta circunstancia solemne, en la que estamosreunidos alrededor del altar de Cristo para inaugurar un Sínodo que tiene ante sí todo uncontinente con sus problemas y sus esperanzas, podemos hacer nuestra la oración del«buen ladrón»:

Jesús, acuérdate de mí, acuérdate de nosotros, acuérdate de los pueblos a los que lospastores aquí reunidos dan diariamente el pan vivo y verdadero de tu Evangelio a lo largoy a lo ancho de espacios ilimitados, por mar y por tierra. Mientras pedimos que venga tureino, nos damos cuenta de que tu promesa se convierte en realidad: después de haberteseguido, venimos a ti, a tu reino, atraídos por ti, elevado en la cruz (cf. Jn 12, 32); a ti,elevado sobre la historia y en el centro de ella, alfa y omega, principio y fin (cf. Ap 22,13), Señor del tiempo y de los siglos.

A ti nos dirigimos con las palabras de un antiguo himno: «Por tu muerte dolorosa, Reyde eterna gloria, has obtenido para los pueblos la vida eterna; por eso el mundo entero tellama Rey de los hombres. ¡Reina sobre nosotros, Cristo Señor!». Amén. JUAN PABLO IIHomilía, domingo 22 de noviembre de 1998,Solemnidad de Jesucristo Rey del universo LA INVITACIÓN A CONVERTIRSE PARA ENTRAR EN EL REINO DE DIOSCONCLUYE CON UNA CONVERSIÓN Y UNA ENTRADA EN SU REINO

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El encuentro con Cristo cambia la existencia de una persona, como enseña el caso deZaqueo, que hemos escuchado al inicio. Lo mismo sucedió a los pecadores y pecadorasque se cruzaron con Jesús a lo largo de su camino. En la cruz hay un acto supremo deperdón y esperanza dado al malhechor que lleva a cabo su metanoia cuando llega a laúltima frontera entre la vida y la muerte y dice a su compañero: «Nosotros recibimos loque hemos merecido con nuestras obras» (cf. Lc 23, 41). Cuando este malhechorimplora: «Acuérdate de mí cuando entres en tu reino», Jesús le responde: «Yo teaseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 42-43). Así, la misión terrena deCristo, que comenzó con la invitación a convertirse para entrar en el reino de Dios, seconcluye con una conversión y una entrada en su reino. JUAN PABLO IIAudiencia General, miércoles 30 de agosto de 2000 LA PROMESA DE UNA NUEVA VIDA: FRUTO DE LA PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO En el culmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en especial a los queson la causa de su sufrimiento. Él sabe que el hombre, más que de cualquier otra cosa,tiene necesidad de amor; tiene necesidad de la misericordia que en este momento sederrama en el mundo.

«Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43).Así responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su derecha: «Jesús,

acuérdate de mí cuando estés en tu reino» (Lc 23, 42).La promesa de una nueva vida. Éste es el fruto de la pasión y de la inminente muerte

de Cristo. Una palabra de esperanza para el hombre. JUAN PABLO IIVia Crucis, Viernes Santo del Año Jubilar 2000DOS ACTITUDES OPUESTAS ANTE JESUCRISTO CRUCIFICADO En el Calvario se confrontan dos actitudes opuestas. Algunos personajes que están al piede la cruz, y también uno de los dos ladrones, se dirigen con desprecio al Crucificado:«Si eres tú el Cristo, el Rey Mesías —dicen—, sálvate a ti mismo, bajando del patíbulo».Jesús, en cambio, revela su gloria permaneciendo allí, en la cruz, como Corderoinmolado.

Con él se solidariza inesperadamente el otro ladrón, que confiesa implícitamente larealeza del justo inocente e implora: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). San Cirilo de Alejandría comenta: «Lo ves crucificado y lo llamas rey. Crees que elque soporta la burla y el sufrimiento llegará a la gloria divina» (Comentario a San Lucas,homilía 153). Según el evangelista San Juan, la gloria divina ya está presente, aunqueescondida por la desfiguración de la cruz. Pero también en el lenguaje de San Lucas elfuturo se anticipa al presente cuando Jesús promete al buen ladrón: «Hoy estarásconmigo en el paraíso» (Lc 23, 43).

San Ambrosio observa: «Éste rogaba que el Señor se acordara de él cuando llegara asu reino, pero el Señor le respondió: «En verdad, en verdad te digo, hoy estarás conmigoen el paraíso». La vida es estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está el Reino»

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(Exposición sobre el evangelio según San Lucas 10, 121). Así, la acusación: «Este es elrey de los judíos», escrita en un letrero clavado sobre la cabeza de Jesús, se convierte enla proclamación de la verdad. San Ambrosio afirma también: «Justamente la inscripciónestá sobre la cruz, porque el Señor Jesús, aunque estuviera en la cruz, resplandecía desdelo alto de la cruz con una majestad real» (ib., 10, 113). BENEDICTO XVIHomilía, domingo 25 de noviembre de 2007,Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo LA FE DEL BUEN LADRÓN, SU QUERER ESTAR CON JESÚS,LE ASEGURA LA SALVACIÓN En el Evangelio se ve que todos piden a Jesús que baje de la cruz. Lo escarnecen, peroes también un modo de disculparse, como si dijeran: no es culpa nuestra si tú estás ahí enla cruz; es sólo culpa tuya porque, si tú fueras realmente el Hijo de Dios, el Rey de losjudíos, no estarías ahí, sino que te salvarías bajando de ese patíbulo infame. Por tanto, site quedas ahí, quiere decir que tú estás equivocado y nosotros tenemos razón. El dramaque tiene lugar al pie de la cruz de Jesús es un drama universal; atañe a todos loshombres frente a Dios que se revela por lo que es, es decir, Amor. En Jesús crucificadola divinidad queda desfigurada, despojada de toda gloria visible, pero está presente y esreal. Sólo la fe sabe reconocerla: la fe de María, que une en su corazón también estaúltima tesela del mosaico de la vida de su Hijo; ella aún no ve todo, pero sigue confiandoen Dios, repitiendo una vez más con el mismo abandono: «He aquí la esclava del Señor»(Lc 1, 38). Y luego está la fe del buen ladrón: una fe apenas esbozada, pero suficientepara asegurarle la salvación: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Es decisivo el«conmigo». Sí, esto es lo que lo salva. Ciertamente, el buen ladrón está en la cruz comoJesús, pero sobre todo está en la cruz con Jesús. Y, a diferencia del otro malhechor, y detodos los demás que los escarnecen, no pide a Jesús que baje de la cruz ni que lo bajen.Dice, en cambio: «Acuérdate de mí cuando entres en tu reino». Lo ve en la cruz,desfigurado, irreconocible y, aun así, se encomienda a él como a un rey, es más, como alRey. El buen ladrón cree en lo que está escrito en la tabla encima de la cabeza de Jesús:«El rey de los judíos»; lo cree, y se encomienda. Por esto ya está, en seguida, en el«hoy» de Dios, en el paraíso, porque el paraíso es estar con Jesús, estar con Dios. BENEDICTO XVIHomilía, domingo 21 de noviembre de 2010,Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo EL BUEN LADRÓN SE ABRE A LA VERDAD, LLEGA A LA FE,

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IMPLORA ESTAR CON JESÚS, Y RECIBE INMEDIATAMENTE EL PERDÓNY LA ALEGRÍA DE ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS El Evangelio de San Lucas presenta, como en un gran cuadro, la realeza de Jesús en elmomento de la crucifixión. Los jefes del pueblo y los soldados se burlan del«primogénito de toda la creación» (Col 1, 15) y lo ponen a prueba para ver si tiene poderpara salvarse de la muerte (cf. Lc 23, 35-37). Sin embargo, precisamente «en la cruz,Jesús se encuentra a la «altura» de Dios, que es Amor. Allí se le puede «reconocer». (...)Jesús nos da la «vida» porque nos da a Dios. Puede dárnoslo porque él es uno conDios» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, pp. 403-404, 409). De hecho,mientras que el Señor parece pasar desapercibido entre dos malhechores, uno de ellos,consciente de sus pecados, se abre a la verdad, llega a la fe e implora «al rey de losjudíos»: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino» (Lc 23, 42). De quien«existe antes de todas las cosas y en él todas subsisten» (Col 1, 17) el llamado «buenladrón» recibe inmediatamente el perdón y la alegría de entrar en el reino de los cielos.«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). Con estas palabrasJesús, desde el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con misericordia infinita. SanAmbrosio comenta que «es un buen ejemplo de la conversión a la que debemos aspirar:muy pronto al ladrón se le concede el perdón, y la gracia es más abundante que lapetición; de hecho, el Señor —dice san Ambrosio— siempre concede más de lo que se lepide. (...) La vida consiste en estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está elReino» (Expositio Evangelii secundum Lucam X, 121: ccl 14, 379). BENEDICTO XVIÁngelus, domingo 21 de noviembre de 2010,Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo LA ORACIÓN SINCERA, INCLUSO DESPUÉS DE UNA VIDA EQUIVOCADA,ENCUENTRA LOS BRAZOS ABIERTOS DEL PADRE BUENO QUE ESPERAEL REGRESO DEL HIJO En nuestra escuela de oración, el miércoles pasado hablé sobre la oración de Jesús en lacruz tomada del Salmo 22: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Ahoraquiero continuar con la meditación sobre la oración de Jesús en la cruz, en la inminenciade la muerte. Quiero detenerme hoy en la narración que encontramos en el Evangelio deSan Lucas. El evangelista nos ha transmitido tres palabras de Jesús en la cruz, dos de lascuales —la primera y la tercera— son oraciones dirigidas explícitamente al Padre. Lasegunda, en cambio, está constituida por la promesa hecha al así llamado buen ladrón,crucificado con él. En efecto, respondiendo a la oración del ladrón, Jesús lo tranquiliza:«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). En el relato de SanLucas se entrecruzan muy sugestivamente las dos oraciones que Jesús moribundo dirigeal Padre y la acogida de la petición que le dirige a él el pecador arrepentido. Jesús invocaal Padre y al mismo tiempo escucha la oración de este hombre al que a menudo se llama

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latro poenitens, «el ladrón arrepentido» [...].La segunda palabra de Jesús en la cruz transmitida por San Lucas es una palabra de

esperanza, es la respuesta a la oración de uno de los dos hombres crucificados con él. Elbuen ladrón, ante Jesús, entra en sí mismo y se arrepiente, se da cuenta de que seencuentra ante el Hijo de Dios, que hace visible el Rostro mismo de Dios, y le suplica:«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (v. 42). La respuesta del Señor a estaoración va mucho más allá de la petición; en efecto dice: «En verdad te digo: hoy estarásconmigo en el paraíso» (v. 43). Jesús es consciente de que entra directamente en lacomunión con el Padre y de que abre nuevamente al hombre el camino hacia el paraísode Dios. Así, a través de esta respuesta da la firme esperanza de que la bondad de Diospuede tocarnos incluso en el último instante de la vida, y la oración sincera, inclusodespués de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre bueno queespera el regreso del hijo. BENEDICTO XVIAudiencia General, miércoles 15 de febrero de 2012NUESTRA ESPERANZA DESCANSA EN EL AMOR DE DIOSQUE RESPLANDECE EN LA CRUZ DE CRISTO La fe nos dice que la verdadera inmortalidad a la que aspiramos no es una idea, unconcepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo: es estar en sus manos,en su amor, y transformarnos en Él en una sola cosa con todos los hermanos y hermanasque Él ha creado y redimido, con toda la creación. Nuestra esperanza entonces descansaen el amor de Dios que resplandece en la Cruz de Cristo y que hace que resuenen en elcorazón las palabras de Jesús al buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc23, 43). Ésta es la vida que alcanza su plenitud: la vida en Dios; una vida que ahora sólopodemos entrever como se vislumbra el cielo sereno a través de la bruma. BENEDICTO XVIHomilía, sábado3 de noviembre de 2012 EL BUEN LADRÓN, IMAGEN DE LA ESPERANZA, DE LA CERTEZADE QUE LA MISERICORDIA DE DIOS PUEDE LLEGARNOS TAMBIÉNEN EL ÚLTIMO INSTANTE, INCLUSO DESPUÉSDE UNA VIDA EQUIVOCADA El tercer grupo de los que se mofan lo forman quienes fueron crucificados con Él, y queMateo y Marcos caracterizan con la misma palabra léstés [bandido], con la que Juandescribe a Barrabás (cf. Mt 27, 38; Mc 15, 27; in 18, 40). Queda claro así que se lescalifica como combatientes de la resistencia, a los cuales, para criminalizarlos, losromanos dieron simplemente el apelativo de «bandidos». Son crucificados junto conJesús porque se les había declarado culpables del mismo crimen: resistencia contra elpoder romano.

En Jesús, sin embargo, el tipo de delito es diferente al de los otros dos, que tal vezhabían participado con Barrabás en su insurrección. Pilato sabe muy bien que Jesús nohabía pensado en algo como eso y, por ello, en la inscripción para la cruz define el

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«delito» de manera singular: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos» (Jn 19, 19). Hastaaquel momento Jesús había evitado el título de Mesías o de rey, o bien lo había puestoinmediatamente en relación con su Pasión (cf. Mc 8, 27-31), para impedirinterpretaciones erróneas. Ahora, el título de rey puede aparecer delante de todos. En lastres grandes lenguas de entonces, Jesús es proclamado rey públicamente.

Es comprensible que los miembros del Sanedrín se vieran contrariados por este título,con el que Pilato quiere seguramente expresar también su cinismo contra las autoridadesjudías y, aunque con retraso, vengarse de ellos. Pero esta inscripción, que equivale a unaproclamación como rey, está ahora ante la historia del mundo. Jesús ha sido «elevado».La cruz es su trono desde el que atrae el mundo hacia sí. Desde este lugar de la extremaentrega de sí, desde este lugar de un amor verdaderamente divino, Él domina como elverdadero rey, domina a su modo; de una manera que ni Pilato ni los miembros delSanedrín habían podido entender.

Pero a las burlas no se unen los dos crucificados con Él. Uno de ellos intuye elmisterio de Jesús. Sabe y ve que el «delito» de Jesús era de un tipo completamentediferente; que Jesús no era un violento. Y ahora se da cuenta de que este hombrecrucificado a su lado hace realmente visible el rostro de Dios, es el Hijo de Dios. Y,entonces, le implora: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23, 42).Cómo haya imaginado exactamente el buen ladrón la entrada de Jesús en su reino y, portanto, en qué sentido haya pedido que Jesús se acordara de él, no lo sabemos. Pero,obviamente, ha entendido precisamente en la cruz que este hombre sin poder alguno es elverdadero rey: aquel que Israel estaba esperando, y junto al cual no quiere estarsolamente ahora en la cruz, sino también en la gloria.

La respuesta de Jesús va más allá de la petición. En lugar de un futuro indeterminadohabla de un «hoy»: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). También estaspalabras están llenas de misterio, pero nos enseñan ciertamente una cosa: Jesús sabía queentraba directamente en comunión con el Padre, que podía prometer el paraíso ya para«hoy». Sabía que reconduciría al hombre al paraíso del cual había sido privado: a esacomunión con Dios en la cual reside la verdadera salvación del hombre.

Así, en la historia de la espiritualidad cristiana, el buen ladrón se ha convertido en laimagen de la esperanza, en la certeza consoladora de que la misericordia de Dios puedellegarnos también en el último instante; la certeza de que, incluso después de una vidaequivocada, la plegaria que implora su bondad no es vana. «Tú que escuchaste al ladrón,también a mí me diste esperanza», reza, por ejemplo, el Dies irae. JOSEPH RATZINGER-BENEDICTO XVIJesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalén hasta la resurrección,Ediciones Encuentro, 2011, págs. 246-249 JESÚS, CENTRO DE NUESTRA VIDA HASTA EN LOS MOMENTOSMÁS OSCUROS, COMO LE SUCEDIÓ AL BUEN LADRÓN Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia detodo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y lasangustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentosmás oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al

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buen ladrón en el Evangelio de hoy.Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio —«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey,

sálvate a ti mismo bajando de la cruz»— aquel hombre, que se ha equivocado en la vidapero se arrepiente, al final se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mícuando llegues a tu reino» (Lc 23, 42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en elparaíso» (v. 43), su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de lacondena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no dejade atender una petición como ésa. Hoy todos podemos pensar en nuestra historia,nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también susequivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día,nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle amenudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: «Acuérdate de mí,Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno,quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero,acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estásprecisamente en tu Reino.» ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón,muchas veces. «Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estás en tuReino.»

La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la graciade Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre damás, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti yte lleva a su Reino. FRANCISCOHomilía en la Clausura del Año de la feSolemnidad de Jesucristo Rey del Universo,domingo 24 de noviembre de 2013

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Anexo 3

OTROS TEXTOS SOBRE EL BUENLADRÓN DE SANTOS Y OTROS

AUTORES CATÓLICOS LA CRUCIFIXIÓN DE LOS DOS LADRONES Mientras clavaban al Señor, los ladrones, todavía con las manos atadas al travesaño quellevaban al cogote, estaban tendidos de espaldas en el lado oriental del Calvario, junto alcamino, vigilados por una guardia. Los ladrones eran dos, sospechosos del asesinato deuna mujer judía que viajaba con sus hijos de Jerusalén a Jope. Y los habían capturado enun castillo de aquella comarca donde Pilatos solía alojarse en maniobras, y donde losladrones se presentaron como ricos comerciantes. Habían estado presos mucho tiempohasta la pruebas y el juicio. He olvidado los detalles.

El que llamamos ladrón de la izquierda era de más edad y un gran criminal, y fue elcorruptor y maestro del que se convirtió. Comúnmente se les llama Dimas y Gestas, perohe olvidado sus verdaderos nombres; y por eso les llamaré Dimas, al bueno, y Gestas, almalo. Los dos formaban parte de aquella banda de ladrones junto a la frontera egipcia,en cuya guarida se hospedó una noche la Sagrada Familia, con el Niño Jesús, durante suhuida a Egipto. Dimas era aquel niño leproso que su madre lavó por consejo de María enel agua donde había bañado al niño Jesús, y se curó instantáneamente. La misericordia yla protección que entonces dio su madre a la Sagrada Familia frente a sus propioscompañeros fueron premiadas con aquella prefiguración de purificación que ahora secompletaba en la crucifixión, cuando le purificó la sangre de Cristo. Dimas estabacompletamente pervertido y no conocía a Jesús, pero no era malo, y le habíaemocionado la paciencia del Salvador. Mientras yacían tumbados habló de Jesús a sucompinche. Dijo:

—Se portan horriblemente con el Galileo; lo que ha hecho con su nueva ley tiene queser una calamidad mucho peor que lo nuestro, pero tiene mucha paciencia y un granpoder sobre todas las personas.

A lo que replicó Gestas:—¿Qué clase de poder tiene? Si es tan poderoso como dicen nos podría ayudar a todos.Hablaron así o algo parecido. Cuando los sayones hincaron la cruz, vinieron y los arrastraron, diciéndoles que

ahora les tocaba a ellos.—En la lista, ahora, estáis vosotros.Los desataron de los travesaños con mucha prisa, pues el sol se estaba turbando, y

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había un movimiento en toda la naturaleza, como si se acercara tormenta.Los sayones arrimaron escaleras a los troncos de las cruces de los dos ladrones que ya

estaban hincadas, y fijaron los curvados travesaños, medio encajados con una espiga enlo alto del tronco. Junto a la cruz de cada ladrón pusieron dos escaleras y un verdugo sesubió a cada una. Mientras tanto, dieron de beber a los ladrones vinagre de mirra. Lesquitaron sus malos jugones abiertos, y los izaron por los brazos con unas cuerdas queecharon por encima de los brazos de la cruz, subiéndolos a golpes y a palos a los tarugosque ya estaban encajados en los agujeros perforados en el tronco de cada cruz. Lostravesaños y los troncos tenían atados unas cuerdas, creo que de esparto trenzado.Retorcieron los brazos de los ladrones encima del travesaño curvado y envolvieron concuerdas sus muñecas y codos, así como sus rodillas y tobillos, y luego retorcieron muyfuerte unos palos que habían metido en las cuerdas hasta que sangraron los músculos ycrujieron los huesos. Los ladrones prorrumpieron en gritos terribles, y el buen ladrón,Dimas, dijo cuando le subían: «Nos hubierais tratado como al pobre galileo y ya nonecesitaríais subirnos». [...]

Las cruces de los ladrones eran más zafias y estaban hincadas en el borde de laprominencia del terreno a derecha e izquierda de la cruz de Jesús y separada de ellas demodo que pudiera pasar un hombre. Las cruces de los ladrones se miraban un poco yeran más bajas. Los ladrones rezaban e insultaban a Jesús, que habló a Dimas. Elaspecto de los ladrones en la cruz era horrible, especialmente el de la izquierda, unmalvado borracho, rabioso, lleno de insultos y escarnios. Colgaban retorcidos, hinchadosy encordados. Tenían las caras pardas y azules, los labios marrones de la bebida y de lasangre a presión, sus ojos hinchados se les querían saltar. Gritaban y aullabanhorriblemente bajo las cuerdas. [...]

Cuando Jesús colgaba tan miserablemente durante su desmayo, Gestas, el ladrón de laizquierda dijo: «Su demonio lo ha abandonado». Entonces un soldado puso en la puntade un palo una esponja con vinagre y la puso delante de la cara a Jesús, que parecióchupar un poco. Los escarnios proseguían. El soldado le dijo:

—Si eres el Rey de los judíos, sálvate tú mismo.Todo eso pasó durante el relevo de la primera tropa por la de Abenadar. Jesús levantó

un poco la cabeza y dijo:—Padre mío, perdónales porque no saben lo que hacen.Gestas le gritó:—Si tú eres el Cristo, sálvate y sálvanos.Dimas, el buen ladrón, estaba profundamente conmovido de lo que Jesús rezaba por

sus enemigos. Cuando María oyó la voz de su niño, se precipitó en el círculo y los queestaban con ella no pudieron contenerla. Juan, Salomé y María Cleofás la siguieron y elcapitán no las rechazó.

En este momento Dimas, el buen ladrón, recibió por la oración de Jesús un rayo deiluminación interior y supo interiormente que Jesús y su madre ya lo habían ayudadocuando era niño, y alzó su voz alta y fuerte para decir aproximadamente lo siguiente:

—¿Cómo es posible que lo insultéis mientras que Él pide por vosotros? Se ha callado,sufre con paciencia y pide por vosotros. ¡Es un profeta, es nuestro Rey, es el Hijo deDios!

Al oír esta inesperada reprensión en boca de un miserable asesino que estaba en lacruz, se originó un tumulto entre los que insultaban, buscaron piedras para apedrear aDimas en la cruz, pero el centurión Abenadar no lo permitió; hizo que se dispersaran y

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restableció el orden y la calma. Mientras tanto, la Santísima Virgen se sintiócompletamente confortada por la oración de Jesús. Gestas seguía gritando a Jesús:

—Si tú eres el Cristo, ayúdate y ayúdanos.Dimas le dijo:—¿No tienes temor de Dios, tú que estás condenado al mismo suplicio? Pero nosotros

estamos en este suplicio con razón y recibimos el pago de nuestros hechos. Pero este noha hecho nada injusto. Piensa y convierte tu alma en esta última hora.

Dimas estaba completamente iluminado y tocado de la gracia, y confesó su culpa aJesús diciendo:

—Señor, si me condenas me pasará lo que me merezco, pero apiádate de mí.Jesús le dijo:—Tus sentirás mi misericordia.Entonces Dimas recibió la gracia de tener un profundo arrepentimiento durante un

cuarto de hora.Todo lo que acabo de contar sucedió simultáneamente, o muy seguido, entre las doce

y las doce y media, justo pocos minutos después de izar la cruz. Pero muy pronto, en elalma de los espectadores cambió todo, pues mientras hablaba el buen ladrón se produjoun gran signo en la naturaleza que empavoreció [...].

Cerca y lejos, muchos se arrodillaron y pidieron perdón a Jesús, que en medio de susdolores, volvió hacia ellos sus ojos.

Durante la oscuridad cada vez mayor todos miraban al cielo, y la cruz estabaabandonada de todos, excepto de la madre de Jesús y sus amigas más próximas. Dimas,que había estado sumido en un profundo arrepentimiento, volvió su cabeza a Jesús conhumilde esperanza, y le dijo:

—Señor, déjame llegar a un lugar donde tú me salves, acuérdate de mí cuando lleguesa tu Reino.

Entonces le dijo Jesús:—En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso [...].Entonces Jesús dijo:—¡Todo está consumado! —levantó la cabeza y gritó en alta voz—: ¡Padre, en tus

manos encomiendo mi espíritu! —Fue un grito dulce y fuerte que penetró cielo y tierra.Luego desplomó su cabeza, entregó su espíritu [...].

Entonces llegaron seis sayones con escalas, azadas y cuerdas, y con porras de hierrotriangulares para romper las piernas. Cuando los sayones entraron en el círculo de lavisión se acercaron a la cruz, y los parientes de Jesús se retiraron un poco. A la SantísimaVirgen le entró una nueva y desgarradora angustia, pues temía que los sayones todavíaquisieran ultrajar más el cuerpo de Jesús, pues subieron a lo alto de la cruz, golpearon elsanto cuerpo de Jesús y afirmaban que sólo se hacía el muerto; pero como lo sintieroncompletamente frío y rígido y Juan se dirigió a los soldados a petición de las mujeres,dejaron por el momento el cuerpo, aunque no parecían convencidos de que estuvieramuerto.

Entonces subieron a las escaleras apoyadas a las cruces de los ladrones y dos sayonesdestrozaron a cada uno con sus mazas cortantes los huesos largos del brazo por arriba ypor debajo del codo, más un tercer golpe en la tibia. Como Gestas dio un terrible aullido,le dieron tres golpes más en el pecho con las mazas. Dimas gimió y murió en el suplicio,y fue el primer muerto que volvió a ver a su Salvador.

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BEATA ANA CATALINA EMMERICH, mística alemana167

La amarga Pasión de Cristo, Voz de PapelMadrid, 2012, págs. 213-241 UN MALHECHOR, UN HOMBRE DEGRADADO, UN MARGINAL Ha pasado a la historia como «el buen ladrón». Pero la realidad es muy distinta. Debueno no tenía nada. Era un «malhechor» con todas las de la ley. Había sido condenadoa muerte con el suplicio cruel e ignominioso de la cruz. Y él mismo confiesa que esecastigo lo ha merecido con sus propios hechos (Lc 23, 39-43).

No sabemos más de él que lo poco que nos cuentan estos escasos versículos.Tampoco sabemos qué tipo de delitos había cometido. En cualquier caso debían ser losuficientemente graves como para merecer una condena semejante.

Menos aún conocemos de su interior. Quizá alguien pueda suponer que era realmenteun buen hombre y que había llegado a esa situación por las circunstancias, por la falta decariño en su infancia, por dejarse arrastrar por malas compañías...

Todo es posible. A mí, sin embargo, me parece que difícilmente una persona llega tanbajo sin haber realizado una serie de opciones personales. Que hayan sido más o menosconscientes, influidas por las circunstancias más o menos favorables... todo eso essecundario. Lo cierto es que este hombre ha llegado a un estado personal de deteriorolamentable.

Nos encontramos ante un hombre degradado. Sus opciones personales y sus accionesdelictivas le han ido degradando progresivamente. Poco a poco ha entrado en un callejónsin salida. Ha optado por la huida hacia adelante, a la desesperada. Es la desesperación laque lleva a un hombre a cometer delitos particularmente graves. Cuando ya no esperanada y todo da igual, es capaz de cualquier cosa.

No hay que idealizar a este personaje. Es uno de aquellos «tipos» de los que casi todoel mundo se apartaría por considerarle peligroso. Uno de aquellos a quienes la sociedadburguesa biempensante y acomodada procura cuidadosamente poner al margen; eso sí,con guante blanco y con todas las garantías legales. Es un marginal, inadmisible en unmundo civilizado, rechazable por todos los conceptos». JULIO ALONSO AMPUEROPersonajes Bíblicos, Fundación Gratis Date, Pamplona 2009, págs. 8-9 «TAMBIÉN MIS DELITOS PUEDEN SER PERDONADOS» Pues bien, a ese hombre es a quien vemos que Jesús se dirige desde la cruz con unaspalabras categóricas: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso». ¿Qué hasucedido? ¿Cómo es posible que este malhechor sea admitido inmediatamente junto aCristo en su Reino?

Tanto él como su compañero sabían que Jesús había sido condenado por proclamarseMesías y Rey. El motivo de la condena constaba en un letrero sobre la cabeza del reo. Elotro condenado insulta a Jesús. Sus palabras expresan cinismo y desesperación. Quizá lavida y la gente le han tratado duramente y ahora está condenado a muerte y clavado en

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una cruz. Lo ha perdido todo y se encuentra lleno de rabia y de resentimiento. «¿No erestú el Cristo? Pues sálvate a ti mismo y a nosotros».

También nuestro personaje lo ha perdido todo. La sensación de absurdo y sinsentido yla tentación de la desesperación le acosan con insistencia.

Pero en las últimas horas de su vida sucede algo inesperado para él. No puede apartarsu mirada de ese hombre que ha sido crucificado junto a él. Y no porque le intrigue lafigura de ese Jesús de Nazaret, predicador itinerante y condenado por «revolucionario».Lo que le subyuga es su rostro: no hay en él el más leve signo de amargura o de odio, nose le ve desgarrado o abatido... Sufre, sí, indeciblemente; pero emana serenidad yconfianza, irradia bondad y ternura... ¡Jamás ha visto una cosa igual!

Del mismo modo que el centurión —testigo de muchas ejecuciones—, viendo el modode morir de Jesús, exclamará: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39), así también este malhechor —en medio de sus propios terribles dolores—, viendo elmodo de sufrir de Jesús, se siente conquistado por ese rostro.

A medida que pasan las horas experimenta su corazón anegado de confianza. No sabepor qué, pero en su interior se instala la certeza de que la muerte de ese hombre tieneque ver con él. Él sabe que ha merecido su condena. Pero ese hombre... Necesariamenteun hombre que sufre así ha de ser inocente. Y proclama con energía: «Este nada malo hahecho».

No cesa de mirar a ese hombre que acepta sin acritud todo tipo de insultos e injuriasinmerecidos y que ha sido capaz de perdonar a sus asesinos. Y en su corazón surge unanueva certeza: «También mis delitos pueden ser perdonados». Lo que la justicia humanano ha logrado, podrá hacerlo ese Jesús. Y la confianza de su corazón estalla en suslabios: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». JULIO ALONSO AMPUEROPersonajes Bíblicos, Fundación Gratis Date, Pamplona 2009, págs. 9-10 JESÚS LE MIRA CON INFINITA TERNURA Y AMOR Y LE ASEGURAEL PARAÍSO Ahora es Jesús quien le mira a él con infinita ternura y amor: «Yo te aseguro, hoy estarásconmigo en el Paraíso». A diferencia de sus jueces humanos, la mirada de Jesús parecedecirle algo similar a lo que un día dijo a una mujer a punto de ser apedreada por delitoincontestable de adulterio: «Yo no te condeno...» (Jn 8, 11). A este pobre malhechordespreciado de todos, Jesús no lo da por perdido; Él es el Buen Pastor que busca a laoveja perdida (Lc 15, 4-7); y ha venido precisamente para eso: «A buscar y salvar lo queestaba perdido» (Lc 19, 10).

Han bastado pocas horas para que este hombre degradado se regenere, para que estemalhechor pase del crimen a la santidad. Ahora es un hombre nuevo. A pesar del dolorfísico, una alegría desconocida inunda su alma. Un alegría que es eco del gozo de esehombre crucificado junto a él —y por él— que dice: «Alegraos conmigo, porque heencontrado la dracma que había perdido (Lc 15, 9). Sí, ese malhechor tenía en realidadun valor inestimable y la sangre del Hijo de Dios lo ha demostrado. «¡Ha sido comprado

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a buen precio!» (1 Cor 6, 20).Hasta los dolores físicos parecen ahora más leves. Ante sus ojos se abre el horizonte

sin límites de la eternidad. Todo su ser rebosa agradecimiento. Podría repetir con el viejoSimeón: «Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto atu Salvador» (Lc 2, 29-30). Mira de nuevo al Nazareno. Como él, se abandona lleno deconfianza entre las manos del Dios de las misericordias: «Padre, a tus manosencomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46). JULIO ALONSO AMPUEROPersonajes Bílicos, Fundación Gratis Date, Pamplona 2009, pág. 10 DIMAS ANTE LA PRETENSIÓN DE JESÚS DE PROCLAMARSE DIOS.¿AQUELLO ERA EL HIJO DE DIOS? Aquella mañana del viernes corrió como la pólvora la noticia más desconcertante: — ¡Hablasfemado! Y no de cualquier manera. Aquella era una blasfemia oída; impensable. Sehabía atrevido a proclamarse Dios. ¿Quién podía tolerarlo? Esta acusación, con excesivostestigos para que nadie pudiera dudar de ella, corría por las calles de la ciudad; al mismotiempo que Jesús, como una piltrafa humana, era exhibido atado de manos, y llevado ytraído de una parte a otra. Y enmudecieron todas las bocas que hasta la víspera aún seatrevían a manifestar sus dudas. Ahora la duda ya no era posible.

El ambiente de la cárcel debía ser muy semejante al de la calle. Las palabras del otroladrón en la cruz: — «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros»,no hacen más que expresar la opinión común de aquellos momentos.

La noción que tenían de la divinidad, tanto los hebreos como los demás pueblos, teníacomo fundamento principal el temor. «El temor de Dios es el principio de la Sabiduría»,se lee bastantes veces en el Antiguo Testamento. Dios se manifiesta siempre como manofuerte y brazo extendido. Cualquier otra forma de manifestarse no podía tomarse comoválida.

Dimas seguramente se hallaba sumergido dentro de esta corriente general. Cuando...de repente se encuentra frente a Él, allí delante, a dos pasos. Debió de ser en alguno delos intervalos del juicio de Pilato. Sucio, maltrecho, atado de manos, rostro tumefacto,con asquerosas salivas en las barbas,... ¿Aquello era el Hijo de Dios?

Mientras Dimas miraba aquello, seguramente que iba moviendo la cabeza de maneramuy significativa. Hasta el momento en que aquello miró a Dimas. Y las miradas seencontraron. No hay ningún motivo para suponer que Jesús no mirase con la mismamirada a todos los que en aquellas horas entraron en contacto con Él. Buscaba —dice elprofeta— quien se apiadara de Él, y no lo encontró. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, pág. 85

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DIMAS, CAUTIVADO POR UNA MIRADA.NUNCA HABÍA ENCONTRADO OTRA IGUAL Por una reacción psicológica muy natural y espontánea, los que hasta entonces habíandefendido (más o menos) la causa de Jesús, debían ser los que ahora se sentían másdefraudados, y los más exagerados en sus improperios. Los otros, los que siempre lehabían sido contrarios, debían estar rebosantes de satisfacción. Y las miradas de Jesús noencontraban eco en aquellos ojos demasiado turbios que no sabían ver más allá de lacorteza.

Pero Dimas, como profesional, sabía que los tesoros siempre se ocultan donde menospuede suponerse, y que bajo una pila de estiércol había encontrado más de una vez unamontón de oro.

Aquella mirada... Los ojos tumefactos eran como los de cualquier otro hombre ensemejante situación; pero la mirada... ¿Qué había en aquella mirada? Dimas no hubierapodido explicarlo (ni nadie), pero vio una luz nunca vista. Aquel hombre no era unhombre como los demás...

Así como el Hombre-Dios había decepcionado a todos los que buscaban en Él unasuperación a todos los héroes humanos, ahora sacudió a Dimas al descubrir una dulzuray una compasión infinitas en una mirada que, humanamente, tenía que estar embrutecidapor el rencor, el miedo, el odio, la ferocidad...

Aquello no era posible, pero no podía negarlo; lo tenía delante. En su experiencia delos hombres nunca se había encontrado con nada semejante. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 85-86 SU SORPRESA ANTE ALGO INESPERADO.COMIENZO DE LA CONVERSIÓN DEL LADRÓN Los mismos hechos provocaron reacciones muy diferentes entre los que las presenciaron.¿De qué pudo depender que Dimas sacara unas consecuencias totalmente opuestas a lasque sacaron los demás? Creo que una de las razones puede ser la sorpresa. Dimasseguramente había hablado y había oído hablar de Jesús, como uno de tantos temas deconversación., sin darle demasiada importancia, ni tomar partido a favor ni en contra. Nopodemos olvidar que la conversión viene siempre provocada por el contacto con Cristo;éste y no otro, es siempre el punto de partida. [...] Creo, pues, que la primera sensaciónque Dimas experimentó fue la sorpresa que provoca lo insólito, lo inesperado, loinimaginable. Que le obligó a formularse (seguramente que sin palabras) esta afirmación:— Este hombre es diferente de todos los demás.

Cuando alguien, delante de Cristo, hace esta afirmación plenamente convencido, ya hadado el primer paso en el camino de su verdadera conversión. Esto todavía no es laconversión, pero es su principio indispensable.

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GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 86-87 DIMAS ANTE LA ACUSACIÓN DE BLASFEMIA CONTRA JESÚS Dimas había sido condenado a muerte y él lo sabía. [...] Ello ha de provocar un trastornototal en las perspectivas habituales del vivir ordinario. Todas las preocupacionesanteriores deben ceder el lugar a una especie de obsesión: me matarán..., esto se acaba...,estoy perdido... ¿qué puedo hacer?...

La sacudida que experimentó Dimas al mirar la mirada de Jesús se lo hizo olvidartodo. Aquello no lo había visto nunca ni podía sospecharlo. Escrutaba en su memoriapara encontrar algo que se pareciera a aquello, pero no encontraba nada. ¿Qué clase dehombre podía ser aquel? El caso era que la principal acusación de que le hacían objetoera de blasfemo, y Dimas tenía cierta experiencia de esto por haberlas oído de todasclases, y seguramente también por haber lanzado más de una. Pero aquella mirada notenía nada que ver con las que había captado en los ojos de los blasfemos, y expresabaun estado de ánimo muy diferente del que Dimas sentía en su interior cuandoblasfemaba. Todo aquello era demasiado extraño; lo tenía ante sus ojos, y su únicasensación era de asombro. Cierto, ciertísimo, que Jesús no era un hombre como losdemás. De eso estaba segurísimo, sin que nadie se lo hubiera tenido que explicar. Pero...¿qué clase de hombre era?

Ahora recordaba que la blasfemia de que acusaban a Jesús era tan extraña que ni lahabía oído nunca, ni nunca la hubiera podido imaginar. Que todo un Emperador deRoma se hiciera adorar, ya lo había oído decir, y no le parecía demasiado extraño. Peroque un infeliz judío del pueblo hubiese dicho: — Dios y yo somos la misma cosa, le hizoreír de buena gana cuando lo supo; y le hizo exclamar: — ¡Está loco! Este pensamientose fue consolidando cuando lo vio en «la fila», y por el trato que todos le daban. Hasta elmomento en que le miró a los ojos y recibió dentro de él aquella mirada... Aquella miradaque separó netamente su vida en dos: antes y después. Dos vidas que nada tendrían quever la una con la otra.

Aquel hombre no estaba loco. No podía estar loco. Dimas lo sabía segurísimamente,sin poder dar explicaciones, que no hacían falta porque lo había visto. Había visto aquellamirada y no precisaba nada más. Pero una cosa era que no fuese un loco, y otra quefuese Dios. Y no un dios cualquiera, como los de la mitología griega y romana, que todoshabían sido hombres, pero que en seguida se veían que eran unos dioses de poco más omenos, sino el Dios de los hebreos, que era un Dios muy por encima de los dioses de losalrededores. Un Dios único, que había hecho el cielo y la tierra, que premiaba a losbuenos y castigaba a los malos... ¿este Dios podía ser una misma cosa con Jesús? Unhombre que mañana es y mañana no es, con todas las taras y debilidades que llevaencima por fuerte que sea, y el Dios altísimo de Israel, creador de todas las maravillasque existen, cuyo poder, sabiduría, y perfección no tienen límites, ¿podían ser una mismacosa? ¿Puede un hombre ser Dios? La cabeza le decía que no, que no, y que no. Pero sucorazón llevaba la estocada de una mirada que se lo había traspasado.

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GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 88-90DIMAS, TESTIGO DEL DIOS DEL CALVARIO, ENCUENTRA EL TESOROESCONDIDO DONDE LOS DEMÁS NO VEN NADA El primer paso de Dimas hacia la Conversión fue el afirmar que Jesús no era un hombrecomo los demás; lo que le hizo abandonar su actitud de indiferencia y sustituirla por unade atención concentrada. Se daba cuenta de que allí pasaba algo muy importante; tanimportante que todo quedaba atrás. Incluso la pena de muerte que habían dictado contraél.

Esta situación duraría desde el momento de la primera mirada hasta después quePilato presentó el Ecce Hommo al pueblo, y éste reclamó la sangre de Jesús para queexpiara su blasfemia, condenándolo decididamente a la cruz. Desde este momento losacontecimientos se desarrollaron a gran velocidad. Bruscamente echaron mano a losotros dos condenados, y todos al Calvario. Pero Dimas solo tenía los ojos para Jesús; delo suyo ni se acordaba.

Y seguía viendo lo mismo: una figura humana deshecha, sucia, escarnecida,maltratada, llena de heridas y de sangre, agotada... No puede imaginarse a un hombremás abatido ni en mayor abyección, tanto en sí mismo como en los improperios de lajauría furiosa que le rodeaba. Pero llevaba dentro una majestad y un poder de Amor tannunca visto, que había que rendirse a Él, necesariamente.

Esta fue la razón experimental de Dimas, que no vio ninguna de las maravillassobrecogedoras que se contaban del Dios del Sinaí, pero que fue testigo del prodigioúnico, y sin repetición posible, del Dios del Calvario. El gran milagro del Amor Absolutoque se da a sí mismo por los que ama, hasta extremos inconcebibles.

Dimas, que encontraba tesoros ocultos donde los demás no sospechaban nada ypasaban de largo, descubrió que en aquel ser humano envilecido y aplastado, habitaba elmismo Dios. Era verdad: Jesús y el Padre eran una sola cosa. Esto no era ningunablasfemia. ¡No! No solamente era la mayor verdad que se había proclamado desde elprincipio del mundo, sino que era la Gran Verdad, ya que todas las demás son solamenteconsecuencia de ésta.

Lo más seguro es que los verdugos empezaron su tarea con Jesús. Mientras Dimasaguardaba su turno, pudo ver nuevamente aquella mirada única, diferente y trastornadoraque le manifestaba, con el fulgor de la evidencia, primero la realidad, después eldeslumbramiento, y finalmente la infinitud del Dios del Amor. Total: el único Diosdesconocido, y el único Dios posible.

La boca de Jesús pronunció entonces aquellas palabras desconcertantes que ningúnhombre (que no fuera más que hombre) no hubiera podido proferir nunca: — Padreperdónalos...

Después de las tres palabras de Jesús, la seguridad de que se hallaba delante de Dios,del Dios auténtico, se hizo absoluta. Había descubierto el gran tesoro escondido, el tesorode los tesoros.

En esto se consumó la conversión de Dimas, y en esto se ha consumado despuéstodas las conversiones que ha habido y que habrá hasta el fin del mundo. Ya que el

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convertido es siempre y únicamente aquel que está tan seguro de que el Crucificado esDios, que su alegría máxima sería dar la vida como testimonio de su seguridad total yabsoluta. Todo lo del mundo es incierto, y puede ocurrir de una manera o de otra, laúnica afirmación absolutamente cierta es ésta: aquella piltrafa humana clavada en unacruz en el Calvario es el mismo Dios. Por esta afirmación es por la única puerta que seentra en el mundo de la verdad y de la luz. El que la rehúsa sigue viviendo (si esto esvivir) en una caverna mucho más oscura y tenebrosa que la del mito de Platón. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 90-91 DIMAS RECONOCE A CRISTO, DA TESTIMONIO DE ÉL ANTE TODOS,Y RECIBE LA PROMESA DEL PARAÍSO Sus perspicaces ojos de ladrón de tesoros ocultos descubrieron el gran tesoro del Amorde Dios, escondido debajo y detrás de la impotencia y del oprobio. Y sin pensar querobaba, llenó con dicho tesoro, no ya sus bolsillos y sus alforjas, sino todo su ser. Ycuanto más tenía, más amor le daba a Jesús; y cuanto más le daba, más tenía. Estaespiral mística, que es toda la vida del «fiel», crecía en Dimas a una velocidadvertiginosa.

Se comprende que fuese así, pues en esto también fue Dimas un caso único.Cualquier otro cristiano, después del Calvario, tiene que ir practicando el amor a Cristoen la persona de «los otros», en los que Le vemos presente por la fe en Sus palabras: Loque hagáis, o dejéis de hacer, a un necesitado, a Mí me lo hacéis, o me lo negáis. ElMandamiento Nuevo (que es el único Mandamiento en el Reino del Amor) tiende aestablecer entre unos hombres y otros una imagen de aquella unidad substancial que hayentre el Padre y el Hijo, como pedía Jesús en la última Cena. Y todos vamos elaborando(o deberíamos ir elaborando) este Cuerpo Místico con nuestra unión con Cristo a travésde «los otros», en los que la fe nos hace ver a Cristo necesitado... de lo que sea.

Solamente Dimas no necesitó de la fe para ver a Cristo en el otro, porque el otro era elmismo Cristo abatido en persona. Tenía bastante con mirar para ver. Y el Espíritu deAmor le invadía por momentos. Con la vista fija en Jesús, veía como la luz de aquellosojos se extendía a todo su rostro; y ya no solamente al rostro, sino que de las mismasheridas salía un resplandor nunca soñado.

Después vio (no sabía cómo podía ser aquello, pero lo veía, claramente), una doblecorriente que iba de Jesús hacia él y le inundaba de una paz, de un gozo, y de unafelicidad desconocidas y siempre nuevas, junto con otra corriente que iba de él a Jesús enla que había todos: todos los pecados y maldades que había ido almacenando durante suvida azarosa (los veía todos con toda claridad, aún en sus detalles más minúsculos) queiban saliendo de él, sucios, asquerosos y repelentes, hacia aquella luz cegadora, como sifuera un horno universal, y se quemaban, se fundían en él, y no quedaba nada. Y ya noera él sólo, no. Hacia todos los puntos del horizonte, y del pasado y del futuro, iba aquelfuego que tenía por foco el Corazón de Cristo, y venía como un mar inmenso, formadopor todas las asquerosidades, traiciones, blasfemias, infamias, robos, mentiras... de todos

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los que le reconocían como Dios y querían seguirle. Y aquel fuego tan luminoso, y tansin medida, lo fundía y lo purificaba todo; y aquello tan infecto se trasmutaba en aguasvivas que salían de aquella cruz única, y regaban y embellecían toda la tierra y todos lostiempos.

Todo esto lo veía con una claridad inmensa. Sentía en él el gozo y la paz inefables,junto con el dolor agudísimo de sus heridas todo a un tiempo, con una lucidezinimaginable.

Fue entonces cuando oyó las palabras del otro miserable, que no tenía ojos más quepara sí mismo, y no veía nada de la maravilla infinita que se realizaba junto a él. Y seprodujo el diálogo conciso, preciso, definitivo, que escuchó la Santísima Virgen y que nosha transmitido San Lucas. Quiero reproducirlo una vez más: «¿No eres tú el Cristo?Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros. Pero el otro, tomando la palabra, le reprendíadiciendo: — ¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? Y nosotrosjustamente, porque recibimos el digno castigo de nuestras obras, pero éste ningún mal hahecho. Y decía: — Jesús, acuérdate de mí cuando entres a tu Reino. Y le dijo: — Enverdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.» [...]

Y escuchó las palabras que Jesús le dirigía. Palabras sencillas y grandiosas; palabrasque serían repugnantes en la boca de un hombre-hombre, pero que dichas por elHombre-Dios inflamaron a Dimas y siguen inflamando a todos los que queremosacercarnos a la Cruz de Cristo, anhelando poderlo hacer con los sentimientos del corazóndel Buen Ladrón.

Sí. Pasaría de la muerte a la vida. Hoy mismo. ¡Seguro; segurísimo! Mientras tantoera feliz contemplando aquel inmenso faro que se había alumbrado allí en el Calvario, yque, para siempre, sería la guía, capaz de llevar a buen puerto a los náufragos humanos...que somos todos.GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 103-104 SAN DIMAS, MODELO DE NUESTRA MUERTE MÍSTICA CON JESÚSY SAN JOSÉ, MODELO DE NUESTRA MUERTE FÍSICA Existe otro Santo, entre los que veneramos en la Iglesia de Cristo, que también murió conJesús, aunque no conocemos ningún detalle de cómo ni cuándo ocurrió tal hecho. Setrata de San José, que murió con Jesús y con la Virgen a su lado. Por esto se nospropone como patrón de la Buena Muerte. Yo no sé si se ha meditado sobre San Josémás o menos tiempo que sobre San Dimas; lo que sé es que su figura me aparece conuna grandiosidad tal, que no puedo referirme a él en sólo unas cuantas líneas. [...]

Lo que quiero destacar es la diferencia que hay entre el morir con Cristo, entre SanDimas y San José, que no es menester que me extienda en ponerla de manifiesto, puesestá demasiado potente. Y destacar mi creencia de que la muerte de Dimas, que muriócon Jesús mientras Jesús moría, es nuestro modelo para nuestra muerte mística bautismalmientras nosotros seguimos viviendo físicamente; y San José es nuestro modelo ennuestra muerte física, asistidos por Jesús, por María, y por el mismo José.

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GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, pág. 109 LA CANONIZACIÓN DE SAN DIMAS También en esto fue único el caso de Dimas, y sin repetición posible. Tanto por lo que serefiere al «proceso» como a la persona del definidor.

Cuando un Papa proclama urbi et orbe que un fiel difunto queda incluido en elcatálogo de los Santos que la Iglesia venera, es el mismo Cristo quien, por boca de suVicario, afirma que aquel justo se halla en la presencia de Dios en el Paraíso Celestial. Elproceso acostumbra a ser largo y laborioso, y son muy escasos los santos que han sidocanonizados pocos años después de su muerte. Y son excepcionalísimas lascanonizaciones al estilo de Santa María Goretti, a la que pudieron asistir su madre y suverdugo.

En el proceso pueden distinguirse dos partes principales: en la una se trata deesclarecer qué ha hecho el siervo para glorificar a su Señor (virtudes y heroísmo), y en laotra hay que constatar con rigor extremo, qué ha hecho el Señor para glorificar a susiervo (milagros). Esto es grosso modo y no son estas páginas lugar a propósito paramatizarlo.

En orden a las tres virtudes, se pone una atención principal sobre las tres virtudesespecíficas del cristianismo, que son: espíritu de Pobreza, espíritu de Humildad, yespíritu de Sacrificio, como expresión triple de un solo espíritu de Amor, que es espíritude Comunión. Cuando este espíritu único y triple impera, todas las demás virtudesflorecen, necesariamente.

Algunos santos han sido «fieles» desde su más tierna infancia; en los demás hay quedesglosar su proceso en dos etapas: antes y después de la conversión, y la segunda es laque cuenta en los procesos de canonización. En la vida de San Agustín, por ejemplo, sinos fijamos en los primeros treinta años, poca cosa veremos edificante, antes todo locontrario, y si conviene tenerlos en cuenta, es para hacer resaltar el contraste con losaños posteriores. Lo mismo puede decirse de San Pablo, y demás santos «convertidos».No importa que la primera fase haya durado mucho tiempo y haya sido muy escabrosa,si ha habido conversión de vida. Jesús nos dejó enunciada una verdad que parece cuestamucho de asimilar, cuando dijo que había más gozo en el Cielo por la llegada de un solopecador que había hecho penitencia, que por noventa y nueve que se habían mantenidofieles.

Y para que nadie desesperase, ahí está el primer pecador lavado con la Sangre deCristo, cuya mala vida duró (posiblemente) unos cuarenta años, y cuya Vida de Santo noduró más tiempo del que se emplea en dormir normalmente durante una noche.

El Acta del Proceso y de la Canonización es la que «firmó» San Lucas». [...] No hacefalta más para estar segurísimos de que está en el Paraíso Celestial. Y por esto mismo,también estamos seguros de que si se le abriese un «proceso» con toda la meticulosidady rigor que imponen los Cánones de la Santa Madre Iglesia, aparecería netamente lapráctica heroica de las tres virtudes básicas del cristianismo durante las pocas horas queduró su Vida de Santo.

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GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, pág. 110 EL ESPÍRITU DE POBREZA, EN GRADO HEROICO, DEL BUEN LADRÓN Empecemos por el «Espíritu de Pobreza». Lo más contrario que hay a este espíritu es latendencia a hacer pasar al propio bolsillo (físico o metafísico) los bienes que están en losbolsillos ajenos, tanto si los métodos que se siguen son legales como si son ilegales. Meparece que Nuestro Señor no tiene demasiado en cuenta las legalidades y las ilegalidadesque definen a los que mandan. Y no me cabe duda alguna de que, antes de suconversión, Dimas fue un caso clarísimo de ausencia de espíritu de Pobreza.

Pero ¿qué es el espíritu de Pobreza? Si partimos de que es una de las tres dimensionesdel Espíritu de Amor que (desde Pentecostés para acá) se nos infunde en el Bautismopara que pueda realizarse la comunión de los hombres entre sí, a base de la comunión detodos y cada uno con Cristo, para entrar en la comunión de la Trinidad Beatísima,podemos decir que el espíritu de Pobreza es el espíritu de Comunión manifestándose demí hacia los demás, y me inclina a compartir todo lo que tengo (en el orden físico, en elmetafísico, y en el sobrenatural), con los que carecen de ello, o tienen menos que yo.

Y se comprende que el tener este espíritu no depende de tener muchos, o pocos,bienes; sean de la clase que sean. De la misma manera que el espíritu de adulterio no semide únicamente por los adulterios que se cometen... así también el espíritu de Pobrezano se mide únicamente por la cantidad de bienes que uno comparte con los necesitadosde ellos, sino por la intensidad del deseo de compartir las insuficiencias ajenas. La escenade la viuda echando la monedita en el «cepillo» del Templo ilustra perfectamente ladiferencia que va entre la realidad y ciertas apariencias. [...]

Si el espíritu de Pobreza nos inclina a comunicar a los otros lo que necesitan, porquela fe nos dice que ellos son el mismo Cristo necesitado que lo recibe en ellos de nuestrasmanos, en el caso de Dimas no era cosa de fe el ver a Cristo necesitado en el otro,porque el otro era el mismísimo Cristo. Y parece que Dimas no tenía nada de nada, y elotro era el mismo Dios. ¿Cómo podía manifestarse el espíritu de Pobreza, si Dimas notenía nada, material ni bienes de cultura, ni virtudes, ni siquiera su vida, ya que esta no lepertenecía, y sus minutos estaban contados?

Todo esto es ciertísimo, y no es menester buscar por esta parte pues seguramente noencontraríamos nada.

Dimas tenía únicamente un corazón que todavía seguía latiendo en su pecho. Uncorazón nuevo, flamante, un corazón de carne que había sustituido su corazón de piedracuando esta se fundió en el fuego universal de aquella mirada del Señor. Y empezó aamarle de una manera desconocida y grandiosa, sintiendo una compasión inmensa,doliéndole mucho más la afrenta que se hacía a Jesús que la justicia que se hacía con él.¿No es nada dar esto? ¿No es lo más grande que se puede dar? Es que, si no se da estopor delante, todo lo demás que se dé ¿podrá considerarse como don de sí mismo?

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Y Jesús se encontraba, precisamente, carente de esto. Él, el Dios Omnipotente. Teníased de ser amado y sed de ser com-padecido, que viene a ser la misma cosa. No con unacompasión epidérmica y sensiblera, sino una com-pasión verdadera, que exige compartirel dolor y la injusticia del otro, hasta el punto de anteponerlo al propio dolor y a la propiainjusticia.

Este fue el grado heroico del espíritu de Pobreza de Dimas, que Jesús aceptó, nohecho a Él en la persona de sus «pequeños», sino en su propia persona viviente yagonizante, caída por amor en la máxima necesidad y abyección. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 111-113 EL ESPÍRITU DE HUMILDAD, EN GRADO HEROICO, DEL BUEN LADRÓN El espíritu de Humildad es la segunda dimensión del Espíritu de Amor, manifestándosede los demás hacia mí, inclinándome a complacerme ante la profusión de bienes de todaclase que Dios ha otorgado a los demás, aceptando con gratitud todo lo que los demáspuedan comunicarme, especialmente bienes sobrenaturales, después bienes de ordencultural e intelectual, y finalmente bienes materiales. Este espíritu es todo lo contrario delespíritu de soberbia, que tiende a sobre-valorizar todas mis cualidades y a no hacer casode mis defectos, al mismo tiempo que solamente se fija en los valores ajenos ydesvaloriza totalmente sus cualidades. [...]

El espíritu de humildad se puso de manifiesto en Dimas cuando descubrió y aceptó, enaquella apariencia de derrota, de impotencia y aniquilamiento, no solamente unos donesespléndidos de Dios, sino al mismo Dios. Lo aceptó íntegramente, sin la menorrestricción. Este espíritu de humildad es el que iba más escaso entre los espectadores delsuplicio de Jesús, y por esto no podían creer en Él. Y porque sigue siendo tan escasosobre la tierra el mundo va como va.

Este fue el grado heroico de la humildad del Buen Ladrón. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 111-113 EL ESPÍRITU DE SACRIFICIO, EN GRADO HEROICO, DEL BUEN LADRÓN El espíritu de Sacrificio es la tercera dimensión del Espíritu de Amor, y nos inclina arenunciar a nuestros propios criterios por convenientes y ajustados que nos parezcan,cuando difieren de los criterios evangélicos por una parte, o cuando difieren de loscriterios de «los otros», cuando laboramos todos juntos en las tareas del Reino de Dios ysu justicia. Dios ha de reinar en mí, y no solamente he de renunciar a «lo malo» (queesto no entra en la zona del sacrificio sino de la ley). Sino a las cosas mías que me

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parecen buenas, justas y honradas, cuando Cristo pide otra cosa. Cristo ha de reinartambién en la sociedad y en las estructuras, y esto exige el sacrificio constante de loscriterios particulares en el ara del criterio común, por la fe que tenemos de que cuandodos o más nos reunimos en su nombre, Cristo está en medio de nosotros, y únicamentepodrá hacerse Su voluntad y no la nuestra, en el caso de que todos renunciemos a lapropia voluntad después de haberla expuesto con todo el ardor y con toda la decisión. Laoración suprema de: «¡Hágase tu voluntad y no la mía!», solamente puede pronunciarlaaquel que tiene alguna voluntad; y no una voluntad cualquiera, arbitraria,desproporcionada,... sino una voluntad en la que ha puesto todo lo mejor de su ser. Es lavíctima que ofrecemos en el altar de Dios, que para que sea aceptada no ha de tenertaras, ni manchas, y ser lo más dura y sin mácula posible. [...]

El espíritu de Sacrificio se hizo bien patente al manifestar Dimas la adhesiónconsciente y plena a los criterios de los demás que aun perjudicándole y llevándole alpatíbulo, tendían al Reino de Dios y su justicia. Dimas aceptó la muerte infamante que leimponían los hombres como bien merecida. ¿No es heroico esto? Dimas no dio la vidapor Cristo, pero aceptó la muerte por el amor de Cristo, y creo que esto puedeconsiderarse como algo bastante parecido al martirio.

Todo esto se desprende de manera evidente de la cortísima «Acta» de quedisponemos, y no creo que sea menester insistir más en cuanto a virtudes heroicas. GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 111-113 ¿UN SANTO QUE NO HA HECHO NINGÚN MILAGRO? Pero ¿y los milagros? ¿Dónde están los milagros de San Dimas? Porque hablar de unSanto sin milagros parece un contrasentido. [...] Los milagros que Dios obra son paraglorificar delante de los hombres a aquellos fieles que delante de los hombres hanglorificado a Dios, y constituyen algo así como la marca y la firma que Dios pone a susvidas. Siendo así, ya se comprende que en el caso de Dimas no hacía falta ningúnmilagro que manifestara que aquel era un predilecto de Dios, pues el mismo Dios lomanifestó con su boca, y el Evangelio da fe de ello. Estamos seguros de que todos lossantos que veneramos gozan de la presencia de Dios; pero de Dimas tenemos seguridadespecial, ya que fue canonizado por el mismo Dios en persona.

Quizás en las circunstancias de esa canonización pueda verse el milagro evidente.Porque la regla invariable, desde siempre, es que no se puede canonizar a nadie mientrasvive. Es posible que el recuerdo de Judas tenga algo que ver con esto. Y he aquí que elmismo Cristo, en el primer caso de canonización salta por encima de la regla que suEspíritu ha dictado a su Iglesia.

Para mi uso particular me complace ver aquí un milagro portentoso y único, realizadopor Jesús en honor del único santo del Cielo que murió con Él en sentido estricto ycategórico, glorificándolo antes de morir a la faz del mundo, mientras que Él quisoesperar al tercer día para glorificarse a Sí mismo, ante el pequeño número de los quehabían de ser sus testigos.

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GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 113-114 DIMAS MUESTRA HASTA DÓNDE SE PUEDE LLEGARCUANDO SE RECONOCE LA PROPIA MISERIA Todos los Santos que la Iglesia propone a nuestra veneración nos transmiten algúnmensaje parcial de la santidad total que reside en Jesucristo. La Santísima Virgen ocupaun lugar especialísimo que destaca desorbitadamente sobre todos los demás Santos deDios.

Para mí, personalmente, el gran soporte para mi miserable vida de cristiano es el mirara Jesús en la Cruz, que también me mira; y el escuchar a la Virgen María, de pie junto ala Cruz, que me dice: — Para que tú pudieras ser hijo mío di la vida a este Hijo de misentrañas que ahora ofrezco al Padre. Y tú, ¿no querrás ser mi hijo, viendo lo que por tihago y las ansias que tengo de que me aceptes por Madre? ¿Qué más pude hacer paramerecer tu amor?

Y fijarme en Dimas, el bienaventurado, que me muestra hasta dónde se puede llegarcuando se reconoce la propia miseria; sin dejar de fijarme en Judas, que habiendo sidoelevado a las alturas máximas de la amistad con Jesús, cayó en el abismo por haberquerido hacer pasar sus criterios por delante y por encima de los criterios del Señor; quecasi siempre son impenetrables, y siempre son deslumbradores y sublimes. Siempre.GUILLERMO ROVIROSAEl primer santo cristiano,La voz de los sin voz, Movimiento Cultural Cristiano,Madrid 1991, págs. 119-120EN EL BUEN LADRÓN JESÚS LLEVA A PLENITUD LA OBRA DEL PADRE:REVELAR Y COMUNICAR SU PREDILECCIÓN HACIA LOS PECADORES El relato del buen ladrón adquiere todo su significado sólo si lo referimos al «mensaje»que preside y anima el entero evangelio de Lucas, del «cantor de la misericordiadivina», como le gustaba llamarlo Dante. Y el mensaje puede ser resumido así: Jesús, lamisericordia del Padre hecha carne, «ha venido a buscar y a salvar lo que estabaperdido» (Lc 19, 10).

En la cruz, en la última hora de su vida, Jesús continúa la obra que el Padre le haconfiado: la de revelar y comunicar a todos, indistintamente, el amor misericordioso ysalvífico de Dios. Es más, aquí, con el buen ladrón Jesús lleva a cumplimiento esta obra;en cierto sentido, la lleva a su cumbre. Por eso, el episodio que nos aprestamos ameditar, aunque viene en poquísimos versículos, no es en modo alguno marginal osecundario en el conjunto del Evangelio de Lucas. Al contrario, ocupa un puesto centralen el relato de la Pasión: «En cierto sentido, este episodio se convierte en el puntoculminante y central del cuadro lucano de la crucifixión de Jesús...; y manifiesta porúltima vez la misericordia salvífica de Jesús hacia el deshecho de la humanidad» (J. AFitzmayer, Luca teologo, Brescia 1991, 166). [...]

La actitud de Jesús ante el buen ladrón puede considerarse la síntesis y la

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consumación de su misión de amor de predilección hacia los pecadores, hacia «quien seha perdido». Nuestro pasaje se convierte así en «un pequeño evangelio» en el interior del«gran Evangelio» de Lucas sobre Jesús, salvador misericordioso. DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, págs. 13 y 14 EL ANONIMATO DEL BUEN LADRÓN Quizá no carece de significado el hecho de que el Evangelio haya elegido el anonimato.¿No permite a cada uno de nosotros poder reencontrase, a su manera —¡Dios lo quiera!— en el «buen ladrón», para recorrer como y con él el camino de la conversión y de lareconciliación? Comenta el jesuita Michel Ledrus: «Este hombre permanece sin nombrepropio porque su conversión personal es típica de todas las conversiones auténticas.Hasta el fin de los tiempos los predestinados a la salvación reconocerán en estos pocosversículos de Lucas el compendio de su historia, la feliz aventura de su experienciacristiana» (Alla scuola del «ladrone» penitente, Roma 1992, 37). DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, pág. 23 LA PETICIÓN DEL BUEN LADRÓN: CONFESIÓN DE LA REALEZADE CRISTO «Acuérdate de mí». El buen ladrón no limosnea otra cosa que un recuerdo: consérvameen la memoria de tu corazón, «¡no te olvides de mí!» Y ¿no es ésta la súplica del queama y está a punto de separase del amado? ¿Pero qué significa en nuestro caso el«recuerdo»? ¿Puede acaso bastar un puro llamamiento a la memoria? ¿O no exige másbien algo que tienda a traducirse en un hecho, en un evento concreto? Sí, es propiamenteesto último el sentido que la Biblia atribuye al recuerdo, como aparece —por ejemplo—en la plegaria que el antiguo orante de Israel dirigía al Señor en una situación de muerte,o que todo el pueblo elevaba en el templo diciendo: «Acuérdate de nosotros, Señor, poramor de tu pueblo, visítanos con tu salvación» (Salmo 105, 4).

Debemos entonces preguntarnos: ¿Qué cosa expresa propiamente la plegaria delmalhechor arrepentido? ¿Cuál es el contenido concreto del «recuerdo» implorado deJesús? La del buen ladrón es una plegaria que dice no sólo una gran esperanza, sinotambién una gran certeza. El neoconverso ha comprendido, de cuanto ha sucedido en supresencia en el Calvario, que Jesús tendrá en la otra vida un futuro de gloria, así como hacomprendido, de la inscripción del cartel fijado en la cruz, que será investido de realeza.Ahora él reconoce que Jesús es rey e intuye, a la vez, la naturaleza de este reino: es unreino de misericordia, tanto que él puede confiarse a Jesús, a aquel hombre que estámuriendo allí, «con él», en la cruz. Y permanece a la espera de su venida al fin de lostiempos, cuando Jesús se manifestará a todos como el Rey y Salvador. Permanece a la

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espera sin sombra alguna de duda: «Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino». Estáseguro de estar junto al Rey. ¿No estamos así ante una confesión de fe en Cristo Rey? DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, págs. 43-44 LA FE CIEGA DEL BUEN LADRÓN En un momento de extravío general no hay más que un bandido que tiene fe en Cristo.Los enemigos triunfan, los discípulos y los apóstoles han desaparecido; sólo esteanónimo condenado confiesa la mesianidad de Jesús, a pesar de verlo colgado de la cruz,vencido y humillado. Un tan alto ejemplo de fe no nos es dado verlo más que raramenteo nunca en los Evangelios. Todos los que han declarado públicamente la mesianidad deJesús lo han hecho siempre con ocasión de algún milagro, nunca en circunstancias taninfaustas. Reconocer al Mesías, que va a tomar posesión del reino a través de la muerteen cruz, es fe ciega, de la que los Evangelios no recuerdan otro ejemplo. O. DA SPINETOLILuca, Asís 1982, pág. 714 JESÚS RESPONDE INMEDIATAMENTE AL BUEN LADRÓN:PARTIRÁN JUNTOS HACIA SU REINO A la plegaria del buen ladrón Jesús ofrece una respuesta: pronta, breve pero solemne ysorprendente. [...] La respuesta se abre con una fórmula que compromete la palabradada, porque está cargada con todo el peso de la propia autoridad, dignidad ycredibilidad: «En verdad te digo...», Amén, según el término arameo pronunciado porJesús [...]. Estamos ante un juramento por parte de Jesús. ¡Y qué juramento! En ciertosentido es único: «Ningún hombre —escribe Trilling— había recibido por parte de Jesúsesta garantía estrictamente personal de vivir con él en el paraíso. Pero es precisamenteahora cuando esto sucede, en la hora en la que toda la obra de Jesús llega a suconsumación». El buen ladrón había pedido un recuerdo diciendo «cuando estés en tureino». Jesús le responde: «Hoy estarás conmigo», como si dijera: «No tendré necesidadde recordar, es ahora. No tendré que resituarte en mi espíritu, ni será necesario buscarteen alguna parte: yo te llevo conmigo, partimos juntos» (R. Bernard). DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, pág. 46 LA ESPERANZADORA PROMESA DE JESÚS, «ESTARÁS CONMIGO»,AYUDÓ AL BUEN LADRÓN A «ACEPTAR» SU CRUEL MUERTE

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Del buen ladrón, después de la respuesta de Jesús: «En verdad te digo: Hoy estarásconmigo en el paraíso», Lucas ya no dice nada. En cambio el evangelista Juan nos hablay nos cuenta lo de las «piernas quebradas», a continuación de la petición que los judíosdirigieron a Pilatos para que los cuerpos de los dos malhechores crucificados con Jesúsno permanecieran en cruz durante el sábado: «Vinieron, pues, los soldados y quebraronlas piernas al primero y después al otro que había sido crucificado junto a él» (Jn 19,32). Así llegamos a enterarnos de la muerte del ladrón: le han sido quebradas las piernas,como le ha sucedido también a su compañero. La conversión, por tanto, no le haconferido ningún privilegio, ninguna excepción aquí abajo. Pensamos, sin embargo, quela palabra cierta de Jesús «estarás conmigo» lo haya ayudado a «aceptar» esta cruelmuerte acelerada con una actitud interior nueva: precisamente gracias a esta muerte, élestaría reunido con Cristo. DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, pág. 50EL BUEN LADRÓN, PRIMER TESTIGO DEL CORAZÓN ABIERTO DE JESÚS A Jesús, él también muerto, no le fueron quebradas las piernas, «sino que uno de lossoldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua» (Jn 19,34). Hay quien piensa —pero sobre este punto el Evangelio calla absolutamente— que elbuen ladrón asistió a la abertura del costado de Cristo: «Fue el primero, con San Juan, ennotar el derramamiento de la sangre y del agua —símbolo de la purificación bautismal—;la sangre derramada por Jesús le había aportado la purificación bautismal, mediante lamezcla de su sangre con la de Jesús. Fue el primero en contemplar el costado abierto deJesús con el sentimiento de haberle atravesado él mismo (Jn 19, 37); el primero en morira la vida presente con una última mirada al crucificado» (M. Ledrus, o. c., 144).» DIONIGI TETTAMANZICardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, págs. 50-51 EL BUEN LADRÓN, LLAMADA DIRIGIDA A TODOS A EXPULSAR TODAANGUSTIA Y DESESPERACIÓN POR LOS PECADOS COMETIDOS El mysterium pietatis del amor misericordioso de Dios es más grande que el mysteriuminiquitatis, o sea, que el pecado del hombre y del mundo. La aventura espiritual delbuen ladrón es un claro e indiscutible testimonio de ello; su brevísima plegaria «Jesús,acuérdate de mí cuando estés en tu reino» proclama que su corazón está ya totalmenteinvadido por una confianza sin límites en Él y en su perdón. El buen ladrón se convierteasí en una llamada dirigida a todos, indistintamente, para que expulsen toda angustia yvenzan toda desesperación por los pecados cometidos. Si Jesús en la cruz ha perdonadoal ladrón, ¿a qué otro pecador no perdonará, él que ha implorado: «Padre, perdónalesporque no saben lo que hacen»?» DIONIGI TETTAMANZI

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Cardenal arzobispo de MilánEl buen ladrón, Edicep, Valencia 2006, págs. 63-64EL HIJO PRÓDIGO Y EL BUEN LADRÓN ¡Oh dichosa humildad de los penitentes! ¡Oh bienaventurada confianza de los que sereconocen culpables! ¡Qué poder tienes ante el Todopoderoso! ¡Con qué facilidad vencesal Invencible, y qué pronto cambias al Juez temible en Padre piadosísimo!

La simple confesión bastó al ladrón para perdonarlo en la cruz, a éste la simpledisposición de confesarse.

Siempre se adelanta la misericordia. Se había adelantado a la voluntad de la confesión,inspirándola. Se adelantó a la misma confesión perdonando lo que iba a confesar:«Cuando aún estaba lejos, su padre le vio y, conmovido por la misericordia, yendo a suencuentro se echó a su cuello y lo besó» (seguramente con muchos besos y no a flor delabios, sino con toda su fuerza).

Parece que el padre tenía más prisa en dar el perdón al hijo que el hijo en recibirlo. GUERRICO, MONJE CISTERCIENSENo me amó de bromas, Robert Thomas, Monte Carmelo,Burgos, 2009, págs. 119-120 JESÚS, ENTRE DOS CRIMINALES, SE HACE UN MALHECHOR:«NO TE AVERGONZASTE DE LLAMARNOS HERMANOS» Jesús está entre dos criminales. Esto es impresionante. Esto indica la condescendenciadel Señor. Es admirable el amor que nos ha tenido a nosotros. La Iglesia canta en suliturgia esta palabra: «Tú, para salvar a los hombres, no tuviste horror al vientre de unavirgen». Es la humillación de la Encarnación. No te echaste atrás, aceptaste entrar en elvientre de una virgen. Pero más adelante la Carta a los Hebreos nos dice: «No teavergonzaste de llamarnos hermanos». Esto es impresionante. Es el amor impresionantedel Señor. No se avergüenza de llamarnos hermanos. Nosotros, cuando en nuestrafamilia hay algo que desdice, tenemos mucho reparo en decir que esa persona que viveen la prostitución es mi hermana; lo disimulamos; o que ese criminal es mi hermano.Jesucristo no se avergüenza de llamarnos hermanos, y se le llena la boca diciendo que eshermano nuestro. Y cuando llega el momento de la Cruz le ponen esos criminales y Él nose avergüenza de decir: son mis hermanos, soy vuestro hermano, soy uno de vosotros(Gen 45, 4). Esto es lo tremendo del significado de la Cruz. Cuando decimos que se hahecho uno con nosotros decimos que se ha hecho uno con los criminales, se ha metidoen esa línea, ha tomado esa naturaleza, es hermano nuestro, no sólo hermano sinoresponsable nuestro. [...] Isaías había dicho expresamente: «Será contado entre losmalhechores» (Is 53, 12). Ahora, al decir «será contado entre los malhechores», en esemomento vemos que son realmente ladrones los crucificados entre los que se encuentra.Pero creo que podemos decir que se ha hecho «uno de nosotros», o lo que es lo mismo,«se ha contado entre los pecadores». «A quien no conocía pecado, por nosotros lo hizopecado», lo ha puesto entre nosotros, uno de nosotros. [...] Decir, pues, que Cristo se hahecho hombre es decir que se ha hecho malhechor, se ha hecho uno de los pecadores,uno de nosotros. Por tanto la Encarnación culmina en la Cruz entre malhechores, es

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como una expresión viva de la realidad del estado de la humanidad. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 112-114 LOS DOS LADRONES SOMOS NOSOTROS La presencia de los dos crucificados no es una añadidura arbitraria que uno podríasuprimir. No es una añadidura caprichosa, anecdótica. Esos dos nos representan anosotros, a la humanidad. En esos dos estamos representados todos los hombresnecesitados de redención, y Cristo está crucificado en medio de nosotros. Esos somosnosotros, los hombres no redimidos, los hombres cargados con las consecuencias delpecado original, somos pecadores, somos criminales (usemos esa palabra: «Criminales»,que nos asusta, que tiene un significado penal en el cual yo no voy a entrar, perorealmente somos criminales), malhechores, hemos hecho mal, malhechores. Los doscrucificados condenados a muerte significan la humanidad, la cual como efecto delpecado original es también crucificada. Ésta es nuestra vida. Tenemos muchos trabajos,preocupaciones, sufrimientos, y como término la muerte; vamos hacia ella. La muerteestá trabajando en nosotros, no sólo nos viene de fuera, la llevamos dentro. Empezar avivir es empezar a morir. Comenzar a vivir una vida mortal es empezar a vivir la condenaa muerte. Vamos acercándonos hacia esa muerte implacablemente. Esto no es paraentristecer nuestra vida, no es para estar pensando siempre que vamos a morir, pero esreal y es verdadero. Somos crucificados, condenados a muerte. Cada uno de los hombresestamos condenados a la muerte, pero entre tanto vivimos crucificados por nuestrasituación: consecuencia del pecado original y de nuestros pecados personales. Por esodecía que proclamar que el Verbo se ha hecho carne es proclamar en el fondo que se hahecho crucificado, condenado a muerte; porque ha asumido nuestra naturaleza con laspenalidades derivadas del pecado original. Esto es lo que se realiza de manera fuerte en elCalvario, y así viene a resultar el momento supremo de la Encarnación. La Encarnaciónes como un camino hacia la Cruz y el Calvario. El Verbo se ha hecho crucificado ycondenado a muerte.

Por tanto en el Calvario es bueno comprender que nuestro lugar es de crucificados conCristo. También tú estás unido a Cristo en el mismo suplicio, en las mismasconsecuencias del pecado original y personal, sufriendo una cruz que para ti es castigo detus pecados, es castigo necesario. La diferencia está en que, siendo Jesús inocente, hatomado libremente sobre sí la condición pecadora, que es consecuencia y castigo delpecado del hombre, y lo ha hecho, ha querido tomar esa condición en un misterio deamor. [...]

Por tanto, todos somos condenados a muerte. Creo que seríamos más humildes si loviéramos con convencimiento. Simplemente considerarme así, condenado a muerte. Ynos ayudaría también aprender de Cristo a ofrecer deliberadamente nuestra muerte aDios. Aceptarlo. Es por eso que la Iglesia bendice tanto el acto de aceptación de lamuerte. A la manera de Cristo, no sólo quiero ofrecer actos de mi vida, sino que aceptomi mortalidad, la acepto como consecuencia del pecado, uniendo esa aceptación a laaceptación de Cristo.

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LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S. J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 116-117EN LA CRUZ SE REALIZA EL JUICIO DEL MUNDO Jesús está en medio de la humanidad crucificada, se ha hecho uno de nosotros. Pero enel Evangelio se recalca que uno está a la derecha y el otro a la izquierda. Podría alguienpensar que es un modo de hablar normal que lo diga así. No, podía haber dichosimplemente que con Él fueron crucificados otros dos. Pero cuando recalcan así, «a unlado», «al otro lado», esto suele tener un significado en los Evangelios, que bajo lainspiración del Espíritu Santo han sabido recoger muchos elementos que tienenresonancias en el conjunto del Misterio de la Redención. Ese «a un lado» y «al otrolado» recuerda el juicio final, donde se pondrán los unos «a la derecha» y los otros «a laizquierda», y Jesús en el medio. Quiere decir que en el momento de la cruz se estárealizando el juicio del mundo. Ese crucificado, juzgado y condenado por los hombres esel juez supremo, que como tal se declaró ante el Sanedrín, que va a distribuir a lahumanidad a su derecha y a su izquierda. Y lo que va a situar a cada hombre a laderecha o a la izquierda es la actitud del hombre frente a la cruz de Cristo. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S. J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 117-118 LOS DOS LADRONES, AL COMIENZO, BLASFEMABAN CONTRA ÉL Lo que le salva al hombre es, no su ser humano más o menos ordenado, sino la riquezadivina en él; esa riqueza divina que le hace más profundamente humano.

El relato evangélico dice expresamente (Mt, 23, 44; Mc 13, 32) que los dos ladrones,al comienzo, blasfemaban contra Él. Cuando el hombre se encuentra aprisionado por susufrimiento, mientras no es redimido por Cristo, blasfema contra Dios desde elsufrimiento. Ésa es la postura normal del hombre. No lo soporta. No lo entiende.Generalmente, si no hay una gracia de Dios, es ocasión de rebelión contra Dios.Blasfemaban contra Él. Todos hemos insultado a Jesús antes de que Él nos hubieraconseguido el don de la actitud interior redentora. ¡Cuántas veces cada uno de nosotrosha insultado a grandes gritos al Salvador, a Cristo, a Dios! ¿Por qué el Señor permiteestos sufrimientos, esta situación en mi vida, este momento de humillación? Y si nohemos ido más adelante en nuestra rebelión es por la gracia de Dios que nos ha envuelto.

De modo que también el que llamamos buen ladrón, el ladrón que se convierte, fuecrucificado con ánimo impío, con ánimo rebelde, como su compañero y como todo elpueblo que rodeaba al Señor. Con ellos blasfemaba contra Jesús. La blasfemia queproferían era una blasfemia pretendida: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos: si tú eres elMesías, si tú eres el Salvador, sálvate a ti y sálvanos a nosotros». Aquí está el grandrama de nuestra vida. Hablamos de que nos cuesta morir, de que lo costoso paranosotros es renunciar a la vida egoísta, pensando que renunciar a la vida egoísta es morirdel todo, aunque de hecho es abrirse a la vida verdadera del amor. Concebimos unaforma de salvación. Lo que nos está pasando hoy con las teologías de la liberación quepresentan una teoría de la salvación, salvación de los daños materiales, salvación de losmales de la vida temporal. Y entonces la blasfemia es ésta: «Si tú eres Hijo de Dios, si tú

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eres el Salvador, sálvame de esta vida temporal, que es la que yo quiero salvar, que es laque para mí vale únicamente». Y como ven que el que se dice Salvador está muriendo, yque ellos que están junto a Él están muriendo perdiendo la vida temporal, blasfemancontra Él y le dicen: «¡Tú, qué Salvador! ¡Si eres Salvador, sálvate a ti». «Ha salvado aotros y él no se puede salvar», dirán los que están ahí: «Si tú eres el Salvador, sálvanostambién a nosotros». Es, pues, una blasfemia pretendida, es la que muchas veces tiendea brotar de nuestros labios cuando nos rebelamos contra Cristo porque nos domina elamor de la vida terrena. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 120-121 LOS DOS LADRONES NOS REPRESENTAN A NOSOTROS SEGÚNHAYAMOS ACEPTADO LA CRUZ O NOS REBELEMOS ANTE ELLA Los dos ladrones nos representan a nosotros, crucificados a la derecha o a la izquierda deCristo; según que hayamos aprendido a llevar la cruz, o según sigamos rebelándonos anteella, estaremos a la derecha o a la izquierda. Es que el dolor, la mortalidad, es elinstrumento preferido a través del cual el demonio intenta conseguir que el hombre serebele contra Dios; por otra parte, es el instrumento preferido por Dios para salvar alhombre. Por eso, cuando uno encuentra a una persona sufriente en el lecho del dolor,debemos recordar que esa persona se encuentra en el campo de batalla entre el demonio,que le tienta a rebelarse, y la gracia de Dios que le mueve a someterse al amor de Dios.En esa lucha tenemos que ayudarle, y eso se puede hacer con la gracia de Dios, con uninmenso respeto; no con palabras autosuficientes, pero llevándolo por la contemplaciónde Cristo crucificado. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 122-123 EL BUEN LADRÓN VENCE EL TEMOR A LA CONDENACIÓNCONTEMPLANDO A CRISTO CRUCIFICADO Y ESCUCHANDO SUORACIÓN AL PADRE IMPLORANDO PARA SUS ASESINOS EL PERDÓN Al ladrón la muerte se le echa encima; faltan pocas horas para su muerte, pero ya no lateme. Antes, todo su afán era salvar la vida temporal. Ahora no. La actitud de Cristo leha transformado. Pero al mismo tiempo, probablemente, siente dentro de sí temordelante de Dios, porque pensaría —Jesús lo había dicho al llegar al Calvario—: «Si en elárbol verde se hace esto, en el seco ¿qué se hará?». Después de esta muerte, de estesuplicio de la Cruz, ¿cuál será la condenación divina cuando me presente ante Dios?Teme y trata de protegerse de la ira de Dios. Éste suele ser el proceso de la conversión.Mirando a la Cruz, se le quita el temor de perder la vida temporal, pero... ¿y luego?¿Dónde me refugio, si ya no tengo tiempo, si la vida se me ha ido de entre las manos, siya no me queda nada?

Sigue contemplando a Cristo crucificado con su actitud de recogimiento, mientras van

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transformándose sus sentimientos interiores, y puede observar algo que él entiende muybien, que Jesús, en lugar de prorrumpir en blasfemias y lamentos contra ellos, sigueofreciendo su oblación en silencio. Hasta que del Corazón de Cristo se levanta irresistiblehasta el corazón del Padre un grito de perdón que sofoca el eco de todos los insultos quela multitud lanzaba contra Él: «¡Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!» Esimpresionante; es la expresión del objetivo de la Redención. Amor y confianza filialesinconmovibles. Es el amor del Señor, la mansedumbre. Se olvida de sí para acordarse delos que le están atormentando. Desde el lecho del dolor, desde el patíbulo de la Cruz, lodice de veras: «Porque no saben lo que hacen». Jesús quiere que sólo se escuche su voz,toma sobre sí libremente el castigo de la humanidad, y hace bajar sobre sus compañerosde dolor la suprema invitación de la gracia. Pone en práctica lo que Él había dicho:«Bendecid a los que os maldicen, orad por vuestro calumniadores». Y la Virgen se une aesta oración del Señor. Esta palabra debió de entrar hasta el fondo del corazón del buenladrón, que estaba ya tocado por la gracia. Cuando estaba en las luchas interiores deltemor de la justicia de Dios, oye esa palabra, en medio de aquella reverencia con queJesús está ofreciendo su sacrificio, y le entró hasta el fondo del corazón, puesto queestaba ya dispuesto. Al escucharlo pensaría: «Si hasta el pecado de los verdugos que leestán crucificando puede ser perdonado, ¿no podrá ser perdonado también todo mipecado, toda mi vida perdida, criminal? ¿No podrían también mis pecados ser cubiertospor esa voz potente de la oración de Jesús? LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, pág. 125 LA MANSEDUMBE Y LA HUMILDAD DE JESÚS ABREN AL BUEN LADRÓN AL PERDÓN DE DIOS Lo que intuye y comprende el ladrón es la mansedumbre y la humildad del Corazón deCristo. ¡Padre, perdónalos! Fijémonos que es la expresión de la cruz. La cruz es ese gritoal Padre: «¡Padre, perdónalos!» La cruz es reflejo de lo que es la acción de nuestrospecados sobre Cristo, pero al mismo tiempo es el grito: «¡Padre, perdónalos!» La luz dela fe comenzaba a romper las tinieblas de su ignorancia. En Cristo, Dios se le presenta eneste momento como Salvador que perdona. La verdadera salvación. Era importanteaceptar esta primera luz, a la que luego seguirían otras en el camino de la conversión. Elladrón se rinde a esta luz. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, pág. 126 EN EL BUEN LADRÓN LA REBELIÓN CEDE A LA SUMISIÓN. LA PRIMERA CONVERSIÓN DE JESÚS ESLA MÁS BRILLANTE Hasta este momento los dos habían caminado juntos como compañeros en el camino delpecado, ahora los va a separar un abismo, como al rico Epulón y a Lázaro. Ese abismoes una respuesta diversa a la gracia de Dios. Y Cristo está en medio. Él se propone y serevela a todo hombre, y cada hombre tiene que responder a esa invitación de la gracia, y

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esto le colocará a la derecha o a la izquierda. En el buen ladrón, la rebelión cede el paso ala sumisión. Es el signo de la verdadera conversión: cuando la actitud endurecida,rebelde, da paso a la postura sumisa y blanda. Con esto ya está abierto el camino alreconocimiento de sus pecados. Apenas el corazón se reblandece, no puede menos dereconocer sus pecados, sus flaquezas. Hasta entonces no lo había hecho; ahora loproclama y dice: «¿Ni tú, estando en el mismo suplicio, temes al Señor? Nosotrospadecemos lo que hemos merecido. Dios, que permite este castigo y esta muerte, esjusto». Ha cambiado todo. Es el cambio que viene del corazón. Ha cambiado todo. Supostura es totalmente distinta: su postura ante el dolor, su postura ante su compañero, supostura ante los que están allí presentes, su postura ante Cristo. Todo ha cambiado. Esun mundo nuevo, una creación nueva. [...]

Pero no sólo eso, la transmite a su compañero. Un ladrón se hace ahora apóstol. Quéconsuelo para Cristo, que poco antes había visto cómo un apóstol se había vuelto ladrón.Jesús crucificado ha comenzado la predicación del Misterio de la Cruz y la primeraconversión es la más brillante. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 126-127LA ADMIRACIÓN DEL MISTERIO DEL DOLOR DE CRISTO POR PARTEDEL BUEN LADRÓN Primero reconoce su pecado, reconoce la justicia de Dios; luego se hace apóstol, trata detransmitir, no reprimiendo sino caritativamente, con amor; por fin se queda comoadmirando el misterio del dolor de Cristo, y contemplándole sin entenderlo del todo,exclama: «Pero éste, ¿qué mal ha hecho?» «¿Por qué el sufrimiento del inocente?» Misufrimiento no es el problema, mi sufrimiento no es el misterio. Si fuéramos sinceros connosotros mismos no nos preguntaríamos tanto por el misterio de mi sufrimiento, pues yosé que lo merezco; es justo el Señor. Pero éste, Cristo en la cruz, ¿qué mal ha hecho?¿Cuál es el sentido del sufrimiento de Cristo en la Cruz? Él no lo pregunta curiosamente,lo admira. La admiración es la mejor postura ante el misterio. Cuando uno raciocina yarguye, muchas veces se coloca en una falta de respeto al misterio del Señor. «Éste, ¿quémal ha hecho?» Es el asombro ante el misterio del amor de Cristo. El inocente tomasobre sí nuestra condición humana, y se hace pecado para conseguirnos la reconciliacióncon Dios. ¿Por qué Jesucristo ha sufrido tanto por nosotros? Ésta es la pregunta que notrata de buscar los motivos, sino de expresar la admiración [...]. ¿Cómo el Señor me haamado tanto? LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 127-128 MARAVILLOSA ORACIÓN DE CONFIANZA Y DE AMORDEL BUEN LADRÓN Entonces, dirigiéndose a Jesús le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tureino». Oración maravillosa. ¡Jesús! El ladrón usa esa palabra, que en el fondo essimplemente el nombre en el cual sólo podemos encontrar la salvación; no hay otro

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nombre. Es curioso; la Virgen no le llamaba simplemente Jesús; San Juan y los Apóstolesno le llamaban Jesús, le llamaban Maestro, Señor. Y este hombre, encallecido en elcrimen y en el pecado, llega a tal familiaridad que le llama simplemente «Jesús», por sunombre; «Jesús, amigo, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino». Nada más. Oraciónpreciosa que indica una fe maravillosa: «Cuando vengas en tu reino». Cree en el Reinode Cristo cuando lo ve morir. Lo está viendo morir y, sin embargo, cree queverdaderamente Él es el Rey; cree lo que los mismos Apóstoles ponían en duda, y seabandona a Él: «Acuérdate de mí». Qué oración tan maravillosa de confianza, de amor.Toda una vida de pecado queda aniquilada ante ese amor lleno de confianza: «Jesús,acuérdate de mí; no olvides y soy feliz; no te pido más, no me olvides. Es como lapersona que despide a su amigo que sale de viaje: «No me olvides, acuérdate de mí», yya está; ahí lo deja todo; sin dramas, sin espectáculos, sin tragedias, habiendo visto quetoda la vida se le había ido ya y no tiene más que pocos momentos de vida. Y, sinembargo, con esa sencillez tan maravillosa le dice: «Jesús, no me olvides, acuérdate demí cuando vengas en tu Reino. LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, págs. 128-129 LA INTELIGENCIA DE LA CRUZ DEL BUEN LADRÓN El ladrón está clavado en la cruz y se siente liberado. Cuánto amor, cuánta inteligenciadel misterio de la cruz. ¿Cómo ha llegado a tanto? Siempre me conmueve en estemomento un texto de San Agustín. San Agustín, al contemplar este momento quedacomo admirado, y hablando oratoriamente con el ladrón le dice: «¿Pero dónde hasaprendido tanto misterio de la Cruz? ¿Dónde has aprendido tal interpretación de lasEscrituras? ¿Es que te has dedicado a estudiar, a penetrar en el sentido de lasEscrituras?» Y pone en labios del ladrón esta respuesta: «No, yo no he estudiado lasEscrituras, no tengo inteligencia de los Sagrados Libros, pero Él me ha mirado, y en esamirada lo he entendido todo». Ésa sería la gran gracia: la mirada nueva. Nuestra miradaserá nueva si a nuestro mirar hacia Él contemplativamente como en la Eucaristía, Él nosmira a nosotros en el corazón y nos ilumina el sentido de nuestra vida, nos ilumina elsentido de nuestro pecado, nos ilumina el sentido de su amor, de su misericordia, y noshace repetir con el ladrón: «Jesús, acuérdate de mí, no me olvides cuando vengas en tuReino». LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, pág. 129 «HOY MISMO ESTARÁS CONMIGO EN MI PARAÍSO, QUE ES EL AMORDE MI CORAZÓN» Jesús le dice: «Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso». «Hoy mismo». Es lagenerosidad de la respuesta del Señor. Y Él nos dice también a nosotros, cuando nosotrosvamos hacia Él: «Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso del encuentro eucarístico.

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Hoy mismo; derramaré sobre ti los torrentes de la gracia de la salvación». No hay queesperar tiempo con el Señor. Y luego, con esa fuente de salvación dentro de tu corazón,podrás realizar las obras que yo te encargaré. Después irás desarrollando tu vida, perodesde el principio tienes abierto el Paraíso, que es el amor de mi Corazón». LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Misterio del dolor, Edapor, Madrid 1985, pág. 129 «SI HASTA EL PECADO DE LOS VERDUGOS PUEDE SER PERDONADO,¿NO PODRÁ SER PERDONADA MI VIDA CRIMINAL?» Todos somos crucificados, condenados a muerte. Nosotros podemos estar a la derecha oa la izquierda según nuestra postura de corazón ante Cristo crucificado. El buen ladrónfue crucificado con ánimo malhechor y al principio blasfemaba, como su compañero,contra aquel falso Mesías Salvador que no era capaz de salvar su vida temporal ni la deellos. Todos tendemos a hablar mal de Dios cuando no nos conserva la vida temporal yel bienestar.

Jesús, contemplado ahora en su oración silenciosa, empieza a disipar las tinieblas de laignorancia de Dios y aquel ladrón deja de proferir blasfemias y comienza a levantar elpensamiento hacia Dios. ¿Cómo no elevar el pensamiento hacia Dios cuando se tieneante los ojos a Cristo crucificado? Y entonces se escucha el grito fuerte de Jesús: «Padre,perdónales». Esa palabra de perdón debió de llegar al fondo del corazón ya dispuesto ydebió de pensar: «Si hasta el pecado de los verdugos puede ser perdonado, ¿no podrá serperdonada mi vida criminal?». Dios ahora se le presenta como verdadero Salvadorofreciendo el perdón, no sólo la vida temporal. Dios viene a su encuentro para perdonarley ofrecerle su sangre para el perdón de sus pecados». LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Sermón de las Siete Palabras, Viernes Santo de 2007,Catedral Primada de ToledoRevista Agua Viva, Cuadernillo 4, pág. 5 EL LADRÓN HA COMPRENDIDO LA MISERICORDIA DE DIOS.UNA VIDA CRIMINAL PULVERIZADA POR LA CONTRICIÓN Y LA CONFIANZA Conquistado por esa actitud religiosa de Jesús, se rinde a la luz, la rebelión en él cede elpaso a la sumisión, que es el gran signo de la conversión, y se abre al reconocimiento desus pecados y proclama dirigiéndose a su compañero: «Cómo, ¿ni siquiera tú temes aDios estando como estás en el mismo suplicio? Y nosotros padecemos por lo que hemosmerecido». Y continúa: «Pero éste, ¿qué mal ha hecho?».

Hermanos, no es nuestra cruz el misterio. La hemos merecido. La cruz de Cristo es elverdadero misterio. ¿Por qué Jesús sufre así? ¿Por qué ha sufrido tanto por mí? ¿Quémal ha hecho? ¿Por qué está Jesús así? Es el misterio del amor que, inocente, se hacepecado para obtener la salvación y la reconciliación con Dios. Y entonces se refugia en elCorazón de Jesucristo.

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En un fresco del claustro de la catedral de Vic, Sert ha presentado bellamente estemomento como un coloquio íntimo del ladrón pegado al oído de Jesús. «Jesús —le dice—, acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino». Oración preciosa, llena de confianza yhumildad. Viendo a Jesús crucificado ha comprendido la misericordia de Dios. Toda unavida criminal queda pulverizada por la grandeza de esa contrición y de esa confianza.¡Cuánto amor, cuánta inteligencia del misterio de la cruz! Ha perdido la vida en crímenes,le quedan pocas horas de vida. Cree, confía y se abandona. No le pide nada en concreto.Le está viendo morir y cree en su reino. ¡Qué consuelo para Jesús en la dispersión de susapóstoles! Si un apóstol se había vuelto ladrón, ahora un ladrón se ha vuelto apóstol». LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S.J.Sermón de las Siete Palabras, Viernes Santo de 2007,Catedral Primada de ToledoRevista Agua Viva, Cuadernillo 4, págs. 5-6 ACEPTACIÓN DEL SUFRIMIENTO POR PARTE DEL BUEN LADRÓN:«NOS LO HEMOS MERECIDO CON NUESTROS HECHOS» Magnífica lógica la de este ladrón; «Nosotros con razón, porque nos lo hemos merecidocon nuestros hechos». El que es consciente de lo que ha merecido con su pecado no esfácil que se crea con derecho a quejarse de Dios por las adversidades que le puedansobrevenir: Cristo fue incomprendido, calumniado, escupido, flagelado, condenado; cargócon la cruz, cayó bajo su peso, fue clavado en ella, se burlaron de Él cuando estaba eneste suplicio; murió de muerte espantosa. Si los sufrimientos que nos deparase la vidafueran esos mismos, ni siquiera entonces tendríamos derecho a quejarnos, porque seríanel tributo de nuestra condición de pecadores. «Nosotros con razón, porque nos lo hemosmerecido con nuestros hechos». En cambio Cristo, inocente, lo acepta todo por amor:«Éste nada malo ha hecho», le advierte el buen ladrón a su compañero de suplicio.

No se trata de que Dios se justifique ante nosotros cuando no entendemos unasituación, un acontecimiento, las exigencias de su palabra o de su providencia. Somosnosotros los que nos tenemos que justificar ante Él, reconociendo que hemos pecado yaquello que merecen nuestros pecados. Sólo la actitud humilde como la de este hombrenos abre a la misericordia de Dios.

Entonces, con una gran confianza, como si la comunión de dolor y de suplicio en quese encontraban le aproximase más al Señor, le dijo: «Jesús, acuérdate de mí cuandovayas a tu reino» (Lc 23, 42). JOSÉ DELICADO BAEZAArzobispo de ValladolidEl Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978, págs. 105-106 ACOGER A CRISTO O RECHAZARLE. SALVACIÓN ETERNAO CONDENACIÓN ETERNA Y Jesús, que a nadie había respondido, dedicó su segunda palabra al ladrón,

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confortándole con esta promesa: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»«Yo te aseguro», dice San Agustín: he aquí la fórmula del juramento divino. «Hoy»: elque da pronto, da dos veces. Tiene prisa Cristo y da más de lo que se le pide: sólo pidióun recuerdo. En el mismo día iban a triunfar dos hombres. La vida no se acaba con lamuerte. Entonces comienza otro modo de vivir. Será el Paraíso, la casa del Padre, segúnla promesa de Cristo a los suyos, o el estado de condenación definitiva, el infierno, comole llamó Jesús también, para los que se obstinan en su pecado y se cierran en su egoísmo.Aunque la sensibilidad cultural de nuestro tiempo se resiste a admitir estas realidades, noestá fuera de lugar el recordar este riesgo. Decía Lacordaire: «¿Habría venido un Diosaquí abajo por vosotros, habría tomado vuestra naturaleza, hablado vuestra lengua,curado vuestras heridas, resucitado vuestros muertos; habría sido Él mismo muerto porvosotros sobre la cruz, para que después de todo eso penséis que os es lícito blasfemar yreír, caminar sin temor alguno a desposaros con todas las disoluciones? Oh, no,desengañaos, el amor no es un juego; no se es amado impunemente por un Dios... hastala muerte. No es la justicia la que carece de misericordia; es el Amor quien os condena.El Amor —lo hemos experimentado en demasía— es vida o muerte, y si se trata delamor de Dios es la vida eterna o la muerte eterna. JOSÉ DELICADO BAEZAArzobispo de ValladolidEl Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978, págs. 106-107«COMO PERDONASTE A MARÍA MAGADLENA Y OÍSTE AL LADRÓN,A MÍ TAMBIÉN ME DISTE ESPERANZA» Pero Jesús muere para que todos vayamos al Paraíso, aunque hayamos llevado una vidade pecados, si queremos recibir su amor. Dice una secuencia de la misa de difuntos: «Túque perdonaste a María Magdalena y oíste al ladrón, a mí también me diste esperanza.»«¿Merezco yo la Misericordia?», decía un converso —García Morente—. Y reflexionó:la justicia se merece, pero difiere de la misericordia; la misericordia es tanto másmisericordia cuanto menos se merece. Lo que importa es aceptarla, creer en ella, esperar:«Nosotros hemos conocido y creído que Dios nos ama, dice el Apóstol San Juan. De esose trata: Dios me manda esperar, y me prohíbe el desánimo. Es preciso creer en el amorde Dios. JOSÉ DELICADO BAEZAArzobispo de ValladolidEl Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978, pág. 107 «LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS» «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Un ladrón con toda su historia a la espalda hastalos precisos momentos en que va a ir con Jesús al Paraíso, porque tuvo un sincero yfulgurante arrepentimiento, es decir, porque por fin se decidió a creer en el amor de Diosy a aceptarlo. Así se cumple lo que Jesús había dicho: «Los últimos serán los primeros».Se puede uno imaginar la vergüenza que sentiría aquel bandido al entrar en la compañíade los santos: los patriarcas, los profetas, los mártires, aquellos colosos de la confianza en

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Dios de todos los tiempos. Jamás se había encontrado en tan buena compañía. JOSÉ DELICADO BAEZAArzobispo de ValladolidEl Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978, pág. 107 VALIDEZ UNIVERSAL DEL PERDÓN AL BUEN LADRÓN.¡NO POSPONER LA CONVERSIÓN! Conviene tener en cuenta lo que dice San Agustín: «Los hechos del Evangelio no sonparticulares, sino generales», es decir, este caso del perdón no es una rara excepción,sino un ejemplo de validez universal si se verifican esas condiciones. Entonces, paranosotros, ¿así de fácil? Si al final de nuestra vida, tras un camino de pecado, nosarrepentimos, ¿nos salvaríamos? Si se diese esa circunstancia, sí. Pero ¿quién nos podríaasegurar que, despreciando ahora conscientemente la gracia, rehusando convertirnos, nose endurecería nuestro corazón y se obscurecería nuestra mente para hacernosinsensibles en esos momentos? Más bien nos previene la Biblia, la Palabra de Dios,frente a esa posibilidad a que nos abocaría nuestra impenitencia presente, y por eso nosexhorta a la conversión y a la penitencia actuales. [...] Cualquiera que desee de verdadser perdonado (eso sí, no importa la calidad o el número de los delitos, ni el momento enque se encuentra la persona) tiene que afrontar el camino de la vida en una direccióndistinta a la del pecado. Convertirse es renunciar a aquello que aparta de Dios, a nuestroegoísmo. Tres niveles de conversión: no se trata sólo de las prácticas religiosas, nisiquiera de la superación de un aspecto moral, sino de estar dispuesto a seguir a Cristo, elJusto. Cuando esto se toma en serio se ve la necesidad de su fuerza. Probad a ser justossiempre y en todo: en el trabajo, en los negocios, en las diversiones, en la vida derelación, en la intimidad más profunda de los proyectos y deseos; decidámonos adefender siempre la justicia, a decir siempre la verdad, a tomar en serio el trabajo por unmundo mejor, a mortificar nuestro egoísmo decididamente... ¡Así de difícil! Para elhombre, ¡imposible! Pero no para Dios. Por eso está Cristo en la cruz y nos dirige anosotros esas palabras de perdón, amistad y promesa. Con ellos nos llega su gracia y sufuerza salvadora. «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso». Aceptemosnosotros también este amor ofrecido, sin mérito de nuestra parte, con verdadero ánimode conversión. JOSÉ DELICADO BAEZAArzobispo de ValladolidEl Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978, pág. 109EL BUEN LADRÓN, OBRERO DE LA ÚLTIMA HORA, RECIBE,EL PRIMERO, SU PREMIO: ES PERDONADO, ¡PARA ESTAR CON CRISTO! Y Jesús le contesta: «En verdad hoy mismo estarás conmigo en el paraíso». Es un nuevomatiz de la redención. No debemos verlo solamente como actos sucesivos, sino como larevelación de aspectos de la redención. La redención es perdón, sí, pero para estar conCristo. Es el amor que acoge al hijo pródigo, que recibe al malhechor que está pagandoen el patíbulo lo que ha merecido por su vida de crímenes. Por la redención de Cristo

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somos admitidos a la unión con el Señor, y esa unión con Cristo es el paraíso. Jesucristono se deja vencer en generosidad. No sólo le dice que tendrá alguna parte en los bieneseternos, sino que entrará en el reino. Y hoy mismo, el buen ladrón, obrero de la últimahora, recibe el primero su premio. Ese paraíso lo ha merecido recorriendo con carreraveloz un camino que ordinariamente requiere años enteros de fidelidad a la gracia. Yacolgado más en la cruz de Cristo que en la suya, la cruz del ladrón se convierte en cruzcon Cristo. Y esa palabra nos la dirige también a nosotros: Si tú contemplas y sabesescuchar su palabra de perdón, te dejas penetrar por la oblación de Cristo, si le dices deveras: «Jesús, ¡acuérdate de mí!»; Él te dirá: «Hoy estarás conmigo, porque has creídoen mi amor, has creído en la revelación de amor a través de la entrega de mi vida por ti». LUIS MARÍA MENDIZÁBAL, S. J.Sermón de las Siete Palabras, Viernes Santo de 2007,Catedral Primada de ToledoRevista Agua Viva, Cuadernillo 4, pág. 6 JESÚS, HECHO UNO CON LOS MALHECHORES PARA HACERDEL PECADOR CONDENADO UN HIJO DE DIOS Junto a Él, crucifican a dos salteadores, uno a la derecha, otro a la izquierda (Mt, 27-38).Jesús es considerado como un ladrón más. Intentan quitar todo protagonismo, no dandoimportancia a lo que se estaba produciendo en ese momento. Es la argucia humana. Nosaben que se están cumpliendo las Escrituras. Jesús, entre malhechores, se ha hecho unocon ellos. Él se ha hecho pecado entre los pecadores. Ha llegado hasta aquí para hacerdel pecador condenado un hijo de Dios redimido. El lugar que nos correspondía anosotros lo ha ocupado Jesús. Se ha colocado en el último lugar, donde sólo hayoscuridad y muerte. Pero así se ha convertido en nuestro Juez. La humanidad ante lacruz de Cristo es juzgada. Su respuesta de amor será siempre: «Tampoco yo te condeno.Vete y en adelante no peques más» (Jn 8, 11). Si nos dejamos hacer por Dios, y nosdejamos perdonar, nuestro juicio será un juicio de misericordia.»» FRANCISCO CERRO CHAVESMes de Ejercicios, Ejercicios Espirituales de San Ignacioa la luz del Corazón de CristoMonte Carmelo, Burgos 2008, págs. 269-270 EL LADRÓN SE REFUGIA EN EL CORAZÓN DEL SEÑOR Y DE PECADOR SE CONVIERTE EN APÓSTOL «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 42): Jesús intercede, seofrece, pide perdón. Es un grito de victoria, el bien vence al mal. Es la bondad y labelleza del perdón que brilla en medio del pecado.

«Acuérdate de mí, cuando vengas con tu Reino» (Lc 23, 42). El ladrón se refugia enel Corazón del Señor. La cruz de Cristo para él ha sido la luz de su conversión. Demalhechor, se ha convertido en apóstol. «Hoy estarás conmigo en el paraíso», será larespuesta de Jesús. La redención es comunión con el Señor, participación en la vida

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divina. FRANCISCO CERRO CHAVESMes de Ejercicios, Ejercicios Espirituales de San Ignacioa la luz del Corazón de CristoMonte Carmelo, Burgos 2008, pág. 270 EL PECADOR NO PUEDE ESPERAR OTRA COSA QUE EL CASTIGO,PERO JESÚS, CON SU PALABRA, ABRE EL CIELO AL PECADOR El Señor habla a un hombre crucificado junto a Él, a uno de los hombres por los que havenido a la tierra, a un pecador en medio de su castigo. El castigo ya ha comenzado, y elpecador no puede esperar otra cosa que el castigo. Su última hora ha sonado, perocoincide con la última hora del Señor. El pecador no ha aportado nada para la gracia deesta coincidencia, toda la gracia del encuentro de ambas horas proviene del Señor. Él seacercó espontáneamente a esta hora, el delincuente acude forzadamente a ella. Del Señorproviene la gracia de su presencia, y también la explícita gracia sacramental de su palabraque ahora suena y le abre el cielo al pecador. Este cielo que el Señor abre en esemomento es su propio cielo, el cielo del Padre y del Espíritu Santo, morada de la que losinjustos, en verdad, casi no tienen idea, pues si pudieran creer en ella, la verían reservadapara los justos y ningún título legal podría abrirles el acceso. El cielo es el mundo de Diosy de sus santos, un mundo eternamente separado de los pecadores. El pecador estabaocupado hasta ahora por completo con el más acá, al que ha llenado con su culpa, suinjusticia, su rechazo de la voluntad divina. Ahora eso ha concluido. Y la muerte enmedio de dolores, que le parece el pago justo por sus acciones, puede ser la línea final oel preludio del merecido castigo de Dios que ahora viene. La entrada en un mundohorrible, donde el pecador encontrará amontonado todo lo que testimonia contra él yexige su castigo. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, pág. 387 LA PROMESA DEL SEÑOR LIMPIA TODO EL PASADO DEL PECADOR En medio de esta situación cae la promesa del Señor y limpia todo lo que ha existido, nosólo para el tiempo, sino para la eternidad que está viniendo. Y esa cancelación no esalgo meramente negativo, algo que transforma lo existente en inexistente, sino algoinfinitamente positivo, el regalo perfecto del Señor, el sacramento de la muerte, que en elmomento en que en Él genera su fuerza sacramental, se hace sacramento de vida eterna,se produce como un segundo bautismo. Ese segundo bautismo es el sacramento de laextremaunción. Él asume exactamente el lugar que el bautismo hubiera podido haberocupado, si el hombre hubiera permanecido en su inocencia. La unción es también puroregalo, y regala a su vez pureza, la gracia, todo el inaccesible mundo propio del Señor,

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que ahora precisamente muere en su pureza infinita, para encontrar en el cielo al Padre yal Espíritu Santo de un modo nuevo, para siempre. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, pág. 388 EL CIELO QUE JESÚS LE PROMETE NO ES UN CIELO ESPECIALCON CONDICIONES PARA EX-PECADORES El concepto de cielo que el Señor ahora emplea no está delimitado bajo ningún aspecto.Él no alude con ello a un cielo especial para ex pecadores, con condiciones especialesadecuadas a su pasado, condiciones que quizá fueran así previstas por Dios mismo otambién creadas por los efectos del pecado, porque los pecadores sólo quieren vivir enmedio de limitaciones, de convenciones espacio-temporales dadas por ellos mismos.Nada de todo eso. Más bien el cielo es el ámbito ilimitado de Dios, un mundo sinmedidas humanas, y dondequiera algo de él fuera medido, el resultado sería: eternidad,infinitud, carencia de límites.

Pero esa infinitud no es algo vacío y descolorido, tiene colores resplandecientes debidoa que el Hijo, que ahora muere, permanecerá allí junto con el pecador moribundo. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, pág. 388«HOY ESTARÁS CONMIGO»: ESTAR JUNTOS, UNIDAD REGALADAPOR EL SEÑOR Todo el peso cae sobre este estar juntos, sobre la unidad de la gracia regalada por elSeñor. Es una palabra incondicionada que es dicha a partir del dolor extremo. Unapalabra más allá de toda medida y toda obligación, que de alguna manera recuerda a lapalabra dada al joven rico: «¡Ve, vende todo, da el dinero a los pobres, y ven, sígueme».El pecador está privado de todo, pende de la cruz con su vida desnuda, y que se escurre,carente para él de todo valor y sentido. En esa pobreza extrema le es prometido unseguimiento incondicionado, sí, el repentino: ¡Hoy! Y toda la desmesura que yace en elconcepto de seguimiento es llevada, obrada, regalada por el Señor. Para ello hay espacioen su cruz, en su sufrimiento. En verdad, no se trata más del joven rico sino del pecador.No se trata más de: «Si tú quieres hacer más», sino del hacer más del Señor mismo. Desu representación vicaria perfecta, en la que el Señor se pone en el lugar del pecador detal modo que llega a sufrir eficazmente por él. Y, a su vez, el pecador no puede darle mássu vida terrena sin valor, ella ya terminó. Pero el Señor le regala la vida perfecta del cielo. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San Juan

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Provincia de Santa Fe, 2004, págs. 388-389 EL HOY DE LA MUERTE ES EL HOY DE LA VIDA: ¡ESTARÁS CONMIGO! Y en caso de que el pecador quiera comenzar un diálogo y preguntar: ¿qué me es posibletodavía Señor, qué puedo hacer todavía?, e intentara juntar sus magros méritos, quechocan contra sus regios pecados, entonces el Señor le podría contestar siempre lomismo: «Hoy tú estarás conmigo en el paraíso». Ese hoy de la muerte es el hoy de lavida. Y estar junto al Señor significa que sólo lo que es del Señor tiene valor: susufrimiento, su vida, su promesa, que se cumple continuamente. Y todo esto regalado ycompartido con el pecador, puesto en sus manos. En la cruz, la donación del Señor vatan lejos que Él confía su misión al buen ladrón, no para que el pecador continúe la obradel Señor donde Él se la entrega, sino para que el pecador reciba una participación plenaen la obra del Señor, realizada por Él hasta el fin. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, págs. 388-389 «HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO»: SACRAMENTO DEL MORIR Y ahora se muestra de qué modo esa palabra de promesa es sacramento del morir,fundado por el Señor para su Iglesia insuficiente e imperfecta, en la cual toma todo loque de alguna manera le es confesado, los grandes y los pequeños pecados y todos losque se ubican entre ambos. Pero el Señor no es vencido frente a ese resultado, no espuesto en apuros. En esa palabra Él manifiesta que posee la plena soberanía sobre sucristiandad claudicante, que en ésta y en cada uno de sus miembros puede actuar con sugracia infinita y asumir en su cielo cada vida por Él destinada. Reconoce al buen ladróncomo aquel para quien Él sufre, para quien ha abierto un acceso al paraíso. Conoce alhombre desde hace tiempo. El Señor habla con el buen ladrón para que éste también loreconozca, para que la Iglesia conozca la voz de su Señor y Redentor, para que ella notequé regalo yace en el sacramento y sepa que administra algo que la supera por completo,pues significa una irrupción del cielo sobre la tierra. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, págs. 389-390 EL BUEN LADRÓN, TRABAJADOR DE LA ÚLTIMA HORA,

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POSEE EL FRUTO DE LA MISIÓN DEL SEÑOR: SÓLO NECESITAAFERRARSE A SU PROMESA HECHA DESDE LA CRUZ El buen ladrón puede ya morir; posee de un modo irrevocable el fruto de la misión delSeñor, junto con Él encontrará al Padre y al Espíritu, llegará al cielo. Necesita,únicamente, aferrarse a la palabra que le fue prometida sólo a él y a la vez a todos,palabra que se lleva a sí misma, que es su propia plenitud. A partir de entonces todos losconceptos sobre lo que es justo o injusto se demuestran totalmente insuficientes. Porsobre ello permanece lo único necesario: el encuentro con el Señor. Como encuentroverdaderamente vivo, éste contiene todo lo que para los hombres puede ser objeto deesperanza, de amor y de fe. El buen ladrón pertenece a aquellos trabajadores de la últimahora. Y sin embargo, él llegará primero, pues el Señor lo toma consigo. El encuentro seha transformado en un acompañamiento. Ese cruzarse de ambos en la cruz, que debíaaumentar la ignominia del Señor —ajusticiado con delincuentes como un delincuentevulgar—, esta última humillación muestra a la vez también el fruto de ser humillado. Estefruto está tan lleno de vida que a su vez aferra de inmediato al otro y en él se demuestrafecundo. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, pág. 390 FECUNDIDAD INFINITA DEL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN168.ACTUALIZACIÓN DE LA PROMESA DE LA CRUZ Visto objetivamente, este sacramento —y por cierto todo sacramento— es un fruto delcielo en la tierra. Pero cuando el Señor lo regala en una palabra tan clara, tanpotentemente cercana como lo es la palabra de la cruz, entonces su fecundidad se hacede inmediato infinita. Esta fecundidad permanece objetiva y en el interior de esaobjetividad puede ser entregada en manos de la Iglesia. Cuando el sacerdote confiere elsacramento de la extremaunción, cuando pronuncia las promesas contenidas en lasoraciones de la Iglesia, cuando representando al Señor pronuncia las mismas palabras queÉl pronunció en la cruz, entonces es consciente —y también el que muere debe serlo—de que toda gracia se cumple. No queda ningún lugar en el hombre que no sea ocupadopor la gracia sacramental. Ella tiene la fuerza de penetrar en todo, de incautarse de todo,para que se cumpla la promesa de la cruz. No existe ninguna condición, ningunaobjeción, ninguna limitación, ningún titubeo: el hoy de la cruz desemboca en el hoy delcielo. ADRIENNE VON SPEYRLa Confesión, La Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San JuanProvincia de Santa Fe, 2004, pág. 391

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CON UNA PALABRA ROBÓ EL CORAZÓN A CRISTO He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: peto quod petivit latropoenitens, y siempre me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido!

Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón aCristo y se abrieron las puertas del Cielo. SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUERVia Crucis, Rialp, Madrid 1981, pág. 77 EL CLAMOR HUMILDE DEL HOMBRE ARREPENTIDO LOGRAQUE SE ABRAN LAS PUERTAS DEL CIELO Quien entiende el reino que Cristo propone, advierte que vale la pena jugarse todo porconseguirlo: es la perla que el mercader adquiere a costa de vender lo que posee, es eltesoro hallado en el campo. El reino de los cielos es una conquista difícil: nadie estáseguro de alcanzarlo, pero el clamor humilde del hombre arrepentido logra que se abransus puertas de par en par. Uno de los ladrones que fueron crucificados con Jesús lesuplica: «Señor, acuérdate de mí cuando hayas llegado a tu reino». Y Jesús le respondió:«En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso». SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUEREs Cristo que pasa, 180 ANTES DE MORIR, JESÚS VE ABRIRSE LAS PUERTAS DEL REINOTAMBIÉN PARA EL ÚLTIMO DE LOS CRIMINALES Cuando Jesús murió sobre la Cruz, aquellos que lo habían condenado creían habertriunfado; pensaban que este «asunto» llegaba a su término. Pero es lo contrario lo quesucedió. Justo antes de morir, Jesús ha visto abrirse las puertas del Reino. Al fin, lacomunión se hacía posible entre Dios y los hombres, aun para el último de los criminales.Jesús, Él, «el corazón puro», veía que el buen ladrón iba a ser también un hijo muyamado: «En verdad, te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43).La comunión es a la vez el resultado de la obra redentora de Cristo (al fin, los hijosreencuentran el amor de su Padre) y todo el trabajo que nos queda a hacer en el fondode nosotros mismos para obtener la paz interior y, alrededor de nosotros, para realizarlaen el mundo, como los «artesanos de paz». CARDENAL PHILIPPE BARBARINArzobispo de Lyon y Primado de las Galias (Francia)Memoria y Sacrificio, 17 de junio de 2008 EL ÚLTIMO ACTO DE LIBERTAD SELLA NUESTRO DESTINO ETERNO:O MORIMOS EN EL AMOR, O RECHAZANDO EL AMOR

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«El último acto de libertad es tan importante en aquella hora, que sella nuestro destinoeterno. En ese momento ya no hay más que dos posibilidades: o bien morimos en elamor, o bien morimos rechazando el amor. En esa decisión se jugará nuestrabienaventuranza eterna o nuestra condenación eterna» (Jean-Miguel Garrigues, À l’heurede notre mort). No tiene usted otra alternativa. O bien morir rindiendo homenaje almisterio, o bien morir encastillado en su propio ego. O bien un tránsito que lo abra austed al infinito, o bien un deceso que lo encierre en sí mismo para siempre. Martirio osuicidio, una vez más. Y no hablo de aquellos a los que habitualmente atribuimos esostérminos: ésos ya se han muerto del todo. Hablo de lo que escapa a la mirada ordinaria.El cura de Ars tuvo la revelación de uno que se había tirado por un puente, pero que sehabía arrepentido a mitad de la caída. Se había suicidado ante los hombres, y sinembargo era mártir ante Dios. Todo había cambiado una décima de segundo antes delimpacto. FABRICE HADJADJTenga usted éxito en su muerte, Nuevo Inicio, Granada 2011,págs. 410-411 EL PRIMER HOMBRE EN ENTRAR EN EL PARAÍSO ES EL ÚLTIMODE LOS HOMBRES, EL TRABAJADOR DE LA ÚLTIMA HORA En el Evangelio según San Lucas tenemos la historia del primer hombre que entra en elparaíso. Ahora bien, ese primer hombre es el último de los hombres. Es un asesino, unladrón, pero como reconoce que su castigo es justo y mendiga al Crucificado que seacuerde de él cuando llegue a su Reino, el criminal se transforma en testigo in extremis yJesús le responde: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Una parábola anunciaba ya estarecuperación que tendría lugar en los hechos. La parábola de los obreros enviados a laviña le pone a usted de manifiesto que, a pesar de su obstinada perversidad, de suinvariable mezquindad, de su pusilanimidad sin remedio, puede usted recibir la palma enla ultimísima hora exactamente igual que los que trabajaron desde el alba. A los quemurmuraban contra esta injusticia, replica el Señor: «Pues toma lo tuyo y vete. Por miparte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío loque quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno? Así, los últimos seránprimeros, y los primeros últimos» (Mt 20, 1-16). Porque no hay aquí ninguna injusticia.No sólo porque los que trabajaron desde el alba obtuvieron lo convenido, sino tambiénporque aquellos que llegaron al final del trayecto no lo tuvieron tan fácil. ¿Hay algo másduro que comenzar a última hora lo que debía ser la obra de una vida entera? Más valeser de los madrugadores, se lo digo yo, y no escaquearse de la tarea. [...] Si la conversiónes penosa durante la vida, lo es más aún a la hora de la muerte. Reconocer que usted seha equivocado hasta el final, acoger la extrema humillación de haber echado a perder suexistencia de cabo a rabo, hundirse en una angustia tanto más intensa cuanto más hubieraintentado usted ignorarla hasta este momento, no sucumbir a la tentación del cóctel líticoni de la anestesia general, en fin, hundirse en esa soledad radical sin haberse preparado,sin haber practicado con constancia la oración, sin haber adquirido la virtud del grito de lasúplica desgarradora, y del cara a cara anticipado con el abismo, todo eso es terrible.

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Usted no tendría ya más que el mérito de soportarlo. Pero para soportarlo, le hace falta austed nada menos que una fe que traslade montañas, una esperanza que perfore lastinieblas, una caridad que abrase al mundo. ¿Cómo improvisar esa perfecta sinfoníacuando ni siquiera aprendió usted solfeo? Ahora bien, Dios se lo concede, a poco queusted deje estallar el viejo odre de su suficiencia. Desde que el Verbo se hizo carne ygritó en la cruz por usted: «¿Por qué me has abandonado?», Él reconoce en su vozinsignificante de falsete miserable todos los armónicos de su Palabra, el timbre mismo desu Hijo, a poco que usted responda sí, o incluso que no diga que no, al final de su últimosuspiro». FABRICE HADJADJTenga usted éxito en su muerte, Nuevo Inicio, Granada 2011,págs. 411-412 EL BUEN LADRÓN NOS LLAMA A CONFESAR NUESTRAS CULPAS PARAEXPERIMENTAR, COMO ÉL, LA ALEGRÍA DEL PERDÓN DIVINO Entre los personajes de la Pasión con los que podemos identificarnos me doy cuenta deque he omitido uno, el que más espera que se siga su ejemplo: el buen ladrón. El buenladrón hace una confesión completa de su pecado; le dice a su compañero que insulta aJesús: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, enverdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; encambio, éste no ha hecho nada malo» (Lc 23, 40 s). El buen ladrón se muestra aquícomo un excelente teólogo. Solamente Dios, de hecho, sufre absolutamente siendoinocente; cualquier otra persona que sufre debe decir: «Yo sufro justamente», porque,aunque no sea responsable de la acción que se le imputa, nunca está enteramente libre deculpa. Solamente el dolor de los niños inocentes se asemeja al de Dios y por eso es tanmisterioso y tan sagrado.

¡Cuántos delitos atroces, en los últimos tiempos, han quedado sin un culpable!¡Cuántos casos sin resolver! El buen ladrón hace un llamamiento a los responsables:haced como yo, salid al descubierto, confesad vuestra culpa; experimentaréis tambiénvosotros la alegría que yo sentí cuando escuché las palabras de Jesús: «¡Hoy estarásconmigo en el paraíso!» (Lc 23, 43).

¡Cuántos reos confesos pueden confirmar que eso mismo les sucedió a ellos! Pasarondel infierno al paraíso el día que tuvieron el valor de arrepentirse y confesar su culpa.También yo he conocido alguno. El paraíso prometido es la paz de la conciencia, laposibilidad de mirarse en el espejo o mirar a los propios hijos sin tener que despreciarse.

No llevéis con vosotros a la tumba vuestro secreto; os procuraría una condena muchomás temible que la humana. Nuestro pueblo no es despiadado con quien se haequivocado, si reconoce el mal realizado, sinceramente, no sólo por conveniencia. Por elcontrario, está dispuesto a apiadarse y a acompañar al arrepentido en su camino deredención (que en todo caso se vuelve más breve). «Dios perdona muchas cosas, poruna obra buena», dice Lucía en Los Novios de Alessandro Manzoni, al hombre que lahabía raptado. Más aún, debemos decir: él perdona muchas cosas por un acto dearrepentimiento. Lo prometió solemnemente: «Aunque vuestros pecados sean comoescarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán

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como lana» (Is 1, 18). RANIERO CANTALAMESSA, O.F.M. CAP.,Predicador de la Casa PontificiaHomilía del Viernes Santo, 6 de abril de 2012, Basílica de San Pedro EL BUEN LADRÓN, PATRONO DEL SACRAMENTODE LA RECONCILIACIÓN El Buen Ladrón también es patrono del Sacramento de la Reconciliación. Su«confesión» se produjo en la cruz, reconoció su culpa cuando dijo: «Y nosotros conrazón porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos» (Lc 23, 41). Lo que ocurrióposteriormente en el alma de aquel ladrón será siempre un secreto para nosotros, peropor las consecuencias podemos imaginar que tuvo lugar el gran milagro de la gracia.Aquel hombre debió estar sumamente arrepentido y considerarse el peor de todos, yaque era un bandido, alguien condenado por quienes lo rodeaban. La crucifixiónsignificaba no sólo la muerte física, sino también la privación de todos los derechos delcondenado. El Buen Ladrón iba a morir a la vista de la gente duramente atormentado,pero lo aceptaba. Con su afirmación «Nosotros con razón» sufrimos, dijo: «Sí, yo me lomerezco». Eso quiere decir que descendió hasta el fondo de su pecaminosidad y tuvo unprofundo arrepentimiento. Es seguro que fue esa actitud de arrepentimiento y deprofunda humildad la que hizo que su corazón estuviera dispuesto a acoger de Dios eldon de la fe. Pues qué enorme tenía que ser su fe, si en aquel moribundo apaleado, y alque se le había escupido y ridiculizado que tenía a su lado, reconoció al Rey: «Jesús,acuérdate de mí cuando vengas como rey» (Lc 23, 42). Nuestra conversión es tan difícilporque en nuestros corazones hay poco arrepentimiento, y si tenemos pocoarrepentimiento nuestra fe será también muy superficial. TADEUSZ DAJCZERMeditaciones sobre la fe, San Pablo, Madrid 1994, págs. 94-95 EL DESEO DE REGRESAR, LA HUMILDAD Y LA CONFIANZA,SALVARON AL BUEN LADRÓN PARA TODA LA ETERNIDAD Cuando el Buen Ladrón colgaba de la cruz junto al Salvador, probablemente eraconsciente de que había malgastado toda su vida y de que era el peor. De hecho, élmismo reconoció que sufría justamente y vio este sufrimiento como la consecuencia desus pecados. A pesar de todo, decidió hacer un profundo acto de confianza en Cristo:«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino» (Lc 23, 42). ¿Acaso estas palabrasno nos recuerdan la actitud del hijo pródigo?: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Yano merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros» (Lc 15, 18-19).

Ésta es, precisamente, la actitud que Dios espera de ti.Tal vez conocerás este último fondo de tu miseria sólo en el momento de la muerte. Y

entonces Dios esperará la decisión más importante de tu vida: que quieras regresar.Esto salvará tu vida para toda la eternidad.

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Los incesantes regresos tras tus continuas infidelidades han de prepararte para esemomento.

Al permitir que caigas, Dios siempre quiere que crezcas en humildad y que descubrasque Él se inclina con amor sobre la miseria más profunda. Precisamente así te preparapara el último momento de tu vida, para esa última prueba que finalmente te llegará algúndía. SLAWOMIR BIELAAbandonarse al amor, San Pablo, Madrid 2002, pág. 137 EL BUEN LADRÓN, PATRÓN DE LOS RECLUSOS COMO ÉL:TODO RECLUSO PUEDE LLEGAR A SER UN GRAN SANTO La oración de un recluso tiene un gran valor a los ojos de Aquel que se alegra más «porun pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad deconversión» (Lc 15, 7). A los ojos de Dios, el sufrimiento de un recluso que se conviertetiene un gran valor. Las palabras de Jesús al Buen Ladrón son testimonio de ello.

A semejanza del Buen Ladrón, todo recluso puede llegar a ser un gran santo. No tieneque avergonzarse de estar en la cárcel; de que ahí precisamente conoce el amor de Diosy ahí se santifica. El Buen Ladrón es su patrón. Debería pedirle la gracia de aceptarcomo él la condena a prisión, y creer como él en el amor de Cristo que perdona. El BuenLadrón reconoció que la sentencia dictada contra él era justa, no se rebeló contra uncastigo tan espantoso. Quiso enmendar el mal que había cometido. SLAWOMIR BIELAAbandonarse al amor, San Pablo, Madrid 2002, pág. 144 LA POBREZA DE ESPÍRITU QUE SALVA AL QUE PARECÍAIRREMEDIABLEMENTE PERDIDO169

Tú crees en proporción a la pobreza de tu espíritu. La palabra «pobre» en la Biblia nosiempre significa pobre en el sentido material. Pobre de espíritu era, por ejemplo, el ReyDavid, a pesar de que ocupaba el puesto más encumbrado de su sociedad. El hombrepobre de espíritu es aquel que ha sido despojado de la seguridad en sí mismo, es alguienque sabe que sus fuerzas no serán suficientes. El hombre que es así espera recibirlo todode Dios, y, por consiguiente, no echa raíces en la vida temporal.

Si en lo que concierne a tus posibilidades naturales te sientes fuerte, tu fe no se puededesarrollar ni profundizar. De ahí que debas sentirte débil, que debas convencerte de quehay cosas que no puedes. Ésta será una llamada a la fe. Tu debilidad, tu impotencia y tuincapacidad se convertirán en una especie de fisura por la que se irá filtrando la gracia dela fe hasta tu corazón. Dios, a través de nuestras heridas, nos otorga la gracia de laprofundización en la fe.

Charles Péguy, un gran converso de nuestro tiempo, escribió: «Se encuentranincreíbles luces de la gracia que logran llegar hasta las almas malévolas, e inclusodepravadas. Y se ve salvado aquel que parecía irremisiblemente perdido. Pero no se

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habrá visto jamás que algo se pudiera filtrar por una superficie cubierta de barniz, opudiera pasar a través de una capa impermeable, o se reblandeciera lo que era muy duro.De eso provienen las muchas incongruencias que observamos en la eficacia de las graciasque con frecuencia no surten efecto en las almas de la llamada gente honesta, segura desí misma, mientras que conquista victorias sorprendentes con las almas de los mayorespecadores».

Ocurre así porque los honestos, los que son adultos en el sentido evangélico, carecende defectos, no se sienten heridos, son fuertes, poderosos y autosuficientes, son adultos.

«Su pellejo moral permanece incesantemente intacto —escribe Péguy—, setransforma en una especie de blindaje sin rasguño. Ellos no tienen esa abertura que solopuede ser provocada por alguna terrible herida, por algún tormento no olvidado, poralgún rencor no superado, por alguna opinión mal dada, por alguna inquietud mortal, poralguna amargura oculta, por algo que se derrumbó y ha quedado escondido, por algunacicatriz que no se cierra. Ellos no tienen esa apertura para la gracia, y esto se puedeconsiderar un pecado. Como no tienen heridas, no son vulnerables, como nada les falta,tampoco pueden recibir aquello que es todo. El mismo amor de Dios no puede curar alque no tiene heridas. Precisamente porque el hombre yacía en el suelo, el samaritano lolevantó. Sencillamente, el que no ha caído jamás podrá ser levantado, y el que no se havisto anegado por el sudor jamás podrá ser secado. Los llamados honestos, los adultos,son impenetrables para la gracia.»

Es posible que en tu vida haya también algo de esa terrible herida que no cicatriza, esposible que haya algo de esa angustia no olvidada, alguna sensación de injusticia novencida, algún desasosiego, alguna amargura oculta de las que hay tantas en las cosas delmundo, un algo que se ha derrumbado. Entonces es posible que pienses que todo estáacabado. Pero en realidad es lo contrario. Todo eso ha de ser para ti canal de gracia.Dios tiene que permitir tantas heridas y dificultades para que te sientas débil, y conesa debilidad te abras a la gracia. Si alguna vez te sientes especialmente dolido, noolvides que este es un dolor bendito, que hace sitio para la gracia en tu blindaje de adultoy de honesto. Todo eso es una oportunidad que se te ofrece para que profundices tu fe.Tu debilidad hace que a través de la fe pueda vivir en ti el poder de Dios. Dios, alacercarse a ti, tiene que hacerte más débil para que lo necesites, y para que al creer yconfiar en Él, cada vez más, busques su apoyo. Tiene que empequeñecerte, porque eresdemasiado grande, y las heridas empequeñecen. De ahí que toda herida sea para ti unaoportunidad de irte convirtiendo en el niño del Evangelio (cf. Mt, 18, 3). A veces hacenfalta muchas heridas para hacerse niño, para avanzar por el «pequeño camino». TADEUSZ DAJCZERMeditaciones sobre la fe, San Pablo, Madrid 1999, págs. 61-63DIOS, ENAMORADO DE LOS LADRONES Dios concentra su atención de una forma especial sobre los grandes pecadores porqueellos son lo que más necesitan su Misericordia. Puede decirse que Él está enamorado delos ladrones. Precisamente fueron unos ladrones quienes le acompañaron en su Pasión ymuerte. El Hijo de Dios quiso ser crucificado en compañía de grandes pecadores y encompañía de criminales rechazados por los hombres y sentenciados a muerte.

La forma en la que Jesús ve a estas personas permanecerá para nosotros como unmisterio. Sin embargo, es seguro que, con una mirada llena de amor, los mira «buenos

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ladrones» potenciales. Es seguro que pone su esperanza en cada uno de ellos, que enellos ve futuros santos.

Antes de convertirse, el Buen Ladrón tuvo contacto con este amor especial delRedentor, amor que hizo nacer en él la esperanza de la salvación. Pues Jesús lo miró através del prisma de la obra de la Redención que se realizaba en ese momento. Entoncestambién obtuvo para el Buen Ladrón la gracia de la salvación y de la santificación: Élmismo saldó la cuenta de sus pecados. Y cuando el ladrón se convirtió, lo declaró santo.

Cuando Cristo dice: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, amí me lo hicisteis» (Mt 25, 40), espera también de nosotros que miremos con amor atoda persona, también a aquellos a quienes nosotros, a causa de que pensamos en formahumana, estamos dispuestos a criticar y a juzgar.

Sin embargo, por nosotros mismos no somos capaces de mirar así a aquellos cuyasfechorías, desde un punto de vista humano, de alguna manera exigen ser criticadas,censuradas, condenadas. Al sucumbir a la forma humana de pensar, por lo comúncensuramos con facilidad a estas personas. Al tener contacto con un delincuente, con uncriminal, con una persona de lo más vil de la sociedad, casi por reflejo sucumbimos a latentación de juzgarla de forma severa y negativa. Y así le quitamos el derecho aconvertirse, a santificarse, a la vida de felicidad eterna con Dios. Sólo nos solidarizamoscon facilidad con las personas que han sido agraviadas, y en ellas somos capaces depercibir a Cristo afrentado. En cambio, con frecuencia nos es totalmente imposible ver aCristo en aquel que comete una violación, un acto de violencia, una injusticia.

Claro, por nosotros mismos no somos capaces de ver a Cristo incluso en losagraviados, y mucho menos en aquellos que hacen daño. Las palabras de Cristo:«Separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5) no dejan duda alguna de que sinapertura a Él la transformación de nuestros corazones no será posible. Para mirar conplena esperanza a toda persona como a un futuro santo es necesaria la apertura a lagracia, a la actuación de Dios en nosotros.

Nuestra comunión con María puede ser el camino para mirar así. En nuestra oraciónde abandono deberíamos, pues, agradecerle con confianza a la Virgen María, porque ellamisma en nosotros, con nosotros y a través de nosotros espera que lleguen a la santidadaquellos en quienes sólo vemos pecadores empedernidos, criminales o ladrones.

Al ver el mal de los demás, deberíamos tomar conciencia de nuestros propios robos,porque hay algo de ladrón en cada hombre. Sin embargo, no hay robo tan grande quepudiera quitarle al hombre el derecho a la conversión.

Si permitiéramos a María que en nosotros y por nosotros mire a todos con amor, fe yesperanza, entonces, a través de ella, obtendríamos de Cristo la conversión incluso de losmás grandes pecadores, y así, al realizar una obra de misericordia, nosotros mismos nosabriríamos a la Misericordia de Dios y aproximaríamos nuestra propia conversión.

Por medio de nuestra apertura de María en nosotros, con nosotros y a través denosotros, irá naciendo en nuestro interior la esperanza sobrenatural en que Dios tambiénse inclinará sobre nosotros, que somos ladrones todavía no convertidos, quienes mirandoen forma humana, no tienen perspectiva alguna de conquistar el cielo, y que sólo pormisericordia de Dios pueden alcanzarlo, tal y como lo alcanzó el Buen Ladrón.

Por consiguiente, no hay que tener miedo de la propia vileza, sólo hay que verla, talcomo la vileza de los demás, con los ojos de María.

Cuando al abrirnos a la comunión de vida con María le permitimos a Ella que ennosotros, por nosotros y a través de nosotros ame a Cristo en cada persona,

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independientemente de lo grande que sea su mal, entonces nos volveremos instrumentosde la Misericordia de Dios. Entonces le permitiremos a la Madre de la Misericordiaderramar el Amor Misericordioso de Dios sobre la Iglesia y sobre el mundo.

Y así, anunciando al mundo el amor de Dios por medio del amor de María, podemosconvertirnos en instrumentos de la Nueva Evangelización. MOVIMIENTO DE LAS FAMILIAS DE NAZARETLa comunión de vida con María hacia la reconciliacióncon Dios y con los demásFolleto 23, México 1999, pág. 69-74

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Anexo 4ORACIONES

HIMNO AL BUEN LADRÓN Hic est verus dies Dei Éste es el verdadero día de Dios,radiante de santa luz,en el que la Sagrada Sangre de Cristoha limpiado los vergonzosos crímenes del mundo. Es el día que devolvió la fe a los extraviados,e iluminó con la vista a los ciegos,el perdón concedido al ladrónliberó a todos del peso del temor. El ladrón, cambiando la cruz en premio,con un súbito acto de fe ganó al mismo Señor Jesús,y, hecho justo con paso más veloz,llegó el primero al reino de Dios.Hasta los ángeles se sorprenden de este hecho extraordinario,viendo al reo, castigado en el cuerpo crucificado,obtener la vida bienaventurada,estrechándose a Cristo. ¡Misterio admirable!,La carne de Cristo lava la corrupción del mundoy cancela los pecados de todos,purificando los vicios de la carne. No hay nada más sublime que este misterio:la culpa busca el perdón,el amor libera del miedo.La muerte de Cristo vuelve a dar una vida nueva. La muerte picó también su propio anzuelo,

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y quedó cogida en sus propios lazos:si Cristo, vida de todos, muere,de todos resurge la vida. Aunque la muerte se difunde entre todos los hombres,todos los muertos resurgirán:la muerte atravesada por su mismo aguijón,reconozca gimiendo que ella sola ha perecido. Himno de la liturgia ambrosiana para el día de Pascua SÚPLICA AL SEÑOR CON EL BUEN LADRÓN El perfume de la cruz Pueda yo sentir, oh Salvador mío, la fuerza y el perfume que proviene de tu cruz, asícomo lo sentía aquel ladrón que te decía: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en tuReino».

Quizá aquel ladrón te había visto anteriormente devolver la vista a los ciegos oresucitar a los muertos, y no te había adorado. Pero en aquel momento, viéndote colgadode la cruz, te adora diciendo: «Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino». Tucruz ha logrado hacer en él lo que no habían conseguido hacer tus milagros. Éste teconoció más verdaderamente y más perfectamente mientras colgabas de la cruz quecuando enseñabas en el Templo o cuando realizabas milagros.

¡Cuán grande es la fuerza de tu Cruz, cuán grande es tu gloria colgado de un madero!Este ladrón, apenas vio tu leño, inmediatamente conoció tu Reino; y cuando te viocolgado de la cruz comprendió que Tú reinabas allí.

¡Qué sublime perfume salía de la cruz! Un perfume que vencía todo el mal olor de laincredulidad. Justamente te llamaba su Señor, él que era consciente de ser tu siervo, puescon sus ojos veía el precio con que el entero universo era plenamente redimido.

Pero ¿qué respondiste, oh Jesús bueno y dulcísimo, qué respondiste al ladrón que enla cruz te suplicaba? «Hoy estarás conmigo en el paraíso.» ¿Qué significaban estaspalabras, oh Rey deseable? Estás sujeto con clavos y prometes el paraíso. Cuelgas de lacruz y dices al ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso.» Y desde el momento quedices estas palabras al ladrón, oh Deseo de las almas, ¿dónde está el paraíso? Sin duda,eres Tú el paraíso, Tú que con tanta confianza prometes: «Hoy estarás conmigo en elparaíso.»

Creo, oh Señor, creo firmemente que donde tú quieres, y donde tú estás, ahí está elparaíso; y que estar en el paraíso es estar en comunión contigo. El ladrón, convertido envenerable confesor de la fe y mártir glorioso, permaneció contigo por todo aquel día, portodo aquel hoy, y después por toda la eternidad. ¡Qué hermoso es estar contigo! ¡Y quédichosos son los que permanecen contigo! Están verdaderamente en el paraíso, estánverdaderamente en el Reino aquellos que están contigo en virtud de la fe y del amor.

Tu cruz, oh Señor, promete el paraíso y da el paraíso. Por eso adoro humildemente tucruz. Te adoro a Ti en la cruz y a la cruz en Ti. Adoro la cruz a causa de Aquel quecuelga de la cruz. Adoro a Aquel que el ladrón adoraba, y le suplico como él le suplicaba:

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«Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino».Reconoce en mí, Señor, esta plegaria, como la reconociste en el ladrón. Acoge esta

plegaria de tu siervo, como la acogiste de aquel siervo tuyo. Acuérdate de mí desde tuReino, como te acordaste de él desde la cruz.

Te ruego, oh Señor, di a tu siervo, di a mi alma: «Hoy estarás conmigo en elparaíso», de manera que yo, confortado por tu deseada promesa, pueda perseverar en lafe en Ti y en el Amor por Ti, oh Redentor mío, Mediador entre Dios y los hombres, quecon el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, Dios, por los siglos de los siglos. Amén. SAN ANSELMO DE AOSTA, OBISPO (1033-1109)Oración 53, De sancta cruce et de beata Virgine et bono latrone170

CON TU PROMESA, SEÑOR, ALCANZAS EL PRIMER TRIUNFODE TU AMOR: ROBAS EL CORAZÓN DEL LADRÓN Y DE TANTOSOTROS MORIBUNDOS Crucificado Amor mío, mientras oro contigo, la fuerza raptora de tu amor y de tus penasmantiene mi mirada fija en Ti, pero el corazón se rompe viéndote tanto sufrir... Túdeliras de amor y de dolor y las llamas que abrasan tu Corazón se elevan tanto que estánen acto de devorarte, reduciéndote a cenizas. Tu amor reprimido es más fuerte que lamisma muerte, y Tú, queriendo desahogarlo, mirando al ladrón que está a tu derecha, selo robas al infierno, con tu gracia le tocas el corazón y ese ladrón se siente todocambiado, te reconoce y te confiesa como Dios, y lleno de contrición te dice: «Señor,acuérdate de mí cuando estés en el Reino». Y Tú no vacilas en responderle: «Hoyestarás conmigo en el paraíso». Y haces de él el primer triunfo de tu amor.

Pero veo que en tu amor no solamente le robas el corazón, sino también a tantosmoribundos. ¡Ah, Tú pones a su disposición tu sangre, tu amor, tus méritos, y usas todoslos artificios y estratagemas divinas para tocarles el corazón y robarlos todos para Ti!...Pero también aquí tu amor se ve obstaculizado... ¡Cuántos rechazos, cuántasdesconfianzas, cuántas desesperaciones! Y es tan grande tu dolor que de nuevo te reduceal silencio...

Quiero reparar, oh Jesús mío, por aquellos que desesperan de la Divina Misericordiaen el momento de la muerte... Dulce amor mío, inspírales a todos fe y confianzailimitada en Ti, especialmente a aquellos que se encuentran en las angustias de la agonía,y en virtud de esta palabra tuya, concédeles luz, fuerza y ayuda para poder morirsantamente y volar de la tierra al cielo. En tu santísimo Cuerpo, en tu Sangre, en tusllagas contienes a todas las almas, a todas, oh Jesús, así pues, por los méritos de tuPreciosísima Sangre, no permitas que ninguna sola alma se pierda. Que tu sangre aúnhoy las grite a todas, juntamente con tu palabra: «Hoy estaréis conmigo en el paraíso». LUISA PICCARRETA I, mística italiana171

Contemplación de la segunda hora de agoníaLas Horas de la Pasión, Editorial Arca de la Alianza, Madrid, 2006,págs. 191-192

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PLEGARIA AL BUEN LADRÓN Heme aquí, Señor, ante Ti.Te contemplo colgado de la cruz entre dos ladrones,y te ruego:aunque mis pecados fueran más numerosos y gravesque el mal realizado por el Buen Ladrón,que no desespere nuncaporque ¡tu Cruz es mi esperanza! Como el Buen Ladrón,acepto, oh Señor, el justo castigopor el mal que he hecho,soportando por tu amorlas privaciones y sufrimientos de mi vida. Con corazón contrito te confieso,Dios santo, justo, y misericordioso,toda mi culpa.Y confieso tu inocenciade Cordero inmolado,fuente de purificación y de graciapara mí y para el mundo.Con gran confianzay pleno abandono en tu amor,te imploro, Señor, como el Buen Ladrón:«Jesús, ¡acuérdate de mí!» Haz que participando ahoraen tu dolorosa pasión,pueda un día gozar contigoen la gloria inmortal de tu Reino. Repíteme, también a mí,te lo ruego con todo el corazón,tu consoladora palabra:«Hoy estarás conmigo en el paraíso»,para que pueda cantar eternamente tu Misericordia.Así sea172. JESÚS, ¡ACUÉRDATE DE MÍ CUANDO LLEGUES A TU REINO! Meditación «Nuestro destino se resume

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en el destino de los dos malhechores,ellos no nos son extraños, son nosotros.Nuestra elección se reduceo al de la derecha o al de la izquierda. El ladrón de la izquierda propone a Jesúsla última tentación:«Si eres el Mesías, sálvate a ti mismo» Pero mientras Jesús calla, el otro ladrón,dirigiéndose al primero, le dice:«Nosotros los hombres matamos y somos matados,la muerte se inscribe en el fondo de nuestro ser. Pero en Jesús, en quien ningún mal existe,no se da la fatalidad de la muerte,sino sólo la muerte por amor. Y el bandido, paralizado por los clavos,conserva la última libertad de la fey grita: «Jesús acuérdate de mícuando llegues a tu Reino» Ha presentido que el Reino ya no va a venir,¡está aquí!, es Jesús en su sacrificio de amor.¡Está aquí!, es Jesús,aliento único de vida con el Padre.En Él la tierra del dolor se convierte en el Paraíso. Entonces, dirigiéndose al ladrón, dice:«Hoy estarás conmigo en el Paraíso.» Oración Jesús,cada uno de nosotros es simultáneamenteel malhechor que blasfemay el malhechor que cree.Señor, tengo fe,acude en ayuda de mi falta de fe.Estoy clavado en la muerte,sólo me resta gritar:«Jesús, acuérdate de mícuando llegues a tu Reino!» Jesús, no sé nada, no comprendo nada

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en este mundo de horror.Pero Tú vienes a mí con los brazos abiertos,el Corazón abierto,tu sola presencia es mi paraíso.«Acuérdate de mí,cuando llegues a tu Reino». Gloria y alabanza a ti, que acogesno a los sanos, sino a los enfermos,Tú que tienes como extraño amigo a un desalmado,perteneciente al círculo de la justicia humana.Desciendes a los infiernos y liberasa aquellos que se creían condenados y te gritan:«Acuérdate de nosotros, Señor,cuando llegues a tu reino». BARTOLOMEOS I, Patriarca de ConstantinoplaEn el Via Crucis en el Coliseo de Roma del año 1994 TÚ HOY ACOGES EN TU REINO, GRATUITAMENTE Y POR SIEMPRE,AL BUEN LADRÓN, AL HOMICIDA QUE SE ABRE A LA FE Meditación Blasfemias, burlas, injurias de los que pasan:«¡Sálvate a ti mismo!».¿Por qué este perverso placerde divertirse a costa del débil indefenso?Hasta uno de los condenados se une a ese placerpese a las exiguas fuerzas que le quedan.El reino de las tinieblasestá trabajando a pleno día,empeñado en salvaguardar su poder. Pero Tú, el Cordero de Dios,con el Corazón herido de un dolor inmenso,permaneces totalmente abandonadoa la voluntad del Padre.Tú frenas la espiral de la violenciarehusando entrar en ellay no permitiendo a los otrosencerrarse en su ceguera. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Sí, Tú perdonas,

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Tú hoy acoges en tu Reino,gratuitamente y por siempre,al buen ladrón,al homicida que se abre a la fe;y el centurión, el pagano, queda atónito. Oración En tu Reino sin fronteras,¡acuérdate también de nosotros, Señor! SOR MINKE (Suiza), de la Iglesia reformadaEn el Via Crucis en el Coliseo de Roma del año 1995 ROBAS EL CORAZÓN DEL BUEN LADRÓN Y DE TANTOSOTROS MORIBUNDOS Sé, Señor, que eres tan bueno que te dejaste crucificar por la salvación de todos loshombres, de todos, y moriste en la cruz también por los príncipes de los sacerdotes, ypor los soldados que te burlaron y te lastimaron, y por los que te escupieron, y por lossacrílegos y los homicidas, y por los adúlteros y los defraudadores de los pobres, y porlos que te ignoran voluntariamente, y por los que convierten su vida en una mentira, ypor los que inducen a otros al pecado, y por los codiciosos que hacen del dinero su dios.Podía decir, Jesús, con Luis de la Palma, que lo que hasta ti había sido un instrumentoinformal y deshonroso se convertía en árbol de vida y escalera de gracia. Una hondaalegría te llenaba al extender tus brazos en la cruz, para que supieran todos que asítendrías siempre los brazos para los pecadores: abiertos.

Y me da pena que haya tantos que no quieran recibir el beneficio de tu perdón; ytambién me da pena que yo sea tan poco generoso, que te niegue constantemente esaspequeñas cosas que me pides, y que, pienso, son como negar alivio a un enfermoayudándole a cambiar de postura, o rehusar una moneda al pobre que, humillado,extiende su mano acuciado por la necesidad. Perdóname, Señor, porque tampoco yo sélo que me hago cuando no doy importancia a esas faltas de amor, siendo así que Tú medemostraste el tuyo perdonándome ya antes de que te ofendiera [...].

Tuviste despierta la atención para escuchar la defensa que aquel ladrón hizo de tuinocencia. No deja de ser notable que no encontraras apoyo en ninguno de los que sehabían beneficiado de tu bondad y de tus milagros, y lo recibieras de un ladrón convictoy confeso que no te conocía, que jamás te había visto, y que debía estar padeciendo loindecible. ¿Qué sería lo que hizo que aquel reo cambiara de actitud? Papini, en suHistoria de Cristo, después de observar cómo todos estaban pendientes de Jesúsmientras nadie paraba la atención en ellos, dice que, «cuando oyó tus palabras, las de uncompañero crucificado —Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen—, secalló de pronto. Aquella oración era tan nueva para él, le producía sentimientos tanextraños a su espíritu y a toda su vida, que le recordó de improviso aquella edad, la más

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olvidada, la primera, cuando él era también inocente y pensaba que había un Dios al quese le podía pedir paz como los pobres piden pan en la puerta de los señores». O tal vezfuera el silencio de Jesús, lleno de dignidad, sin una mala mirada siquiera, sin una queja,lo que por el contraste tan llamativo le hizo primero callar, y luego reflexionar.

Y hay aquí, Jesús, una gran lección para nosotros, tan orgullosos y pagados denosotros mismos, que a duras penas reconocemos nuestras culpas (antes bien, tendemosa disculparlas y a quitarlas importancia), y tan cobardes que no es muy frecuente que nosarriesguemos a comprometernos con el bien y la verdad por si nos trae, no ya perjuicios,sino tan solo incomodidades.

Un acto de humildad reconociendo sus pecados y la justicia de su condena; un acto defe en tu inocencia y en que verdaderamente eras el rey de los judíos; y una súplica:«Acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Fue suficiente: en un momento, una vidaentera de culpas, de apartamiento de Dios y de la ley, fue borrada, más aún, desapareció.«En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Jesús, tu no le conseguiste nada terreno, ni quedar libre de su suplicio, ni mitigar susdolores, ni tan siquiera la compasión de algún anónimo espectador. También es verdadque tampoco el reo te había pedido nada temporal: sólo —y no era poco— que teacordaras de él cuando estuvieras en tu reino. El primer hombre canonizado en vida ypor ti mismo, y esto en apenas unos instantes: «El premio», escribió San Ambrosio, «fuemucho más grande que la petición; en realidad, el Señor siempre da más de lo que se lepide» (Trac. Super Ev. S. Luc 10, 121). Así es, Jesús, y está demostrado por laexperiencia. Por la mía, al menos.

Ten piedad de mí, Jesús, y ayúdame. Quizá mi vida no es la de aquel ladrón que en sucorta o larga existencia no se ocupó de otra cosa que la de vivir a salto de mata, sinacordarse de que había una ley divina hecha para reglar su vida y agradar a Dios, perome considero muy inferior a él. No tengo su humildad para reconocer y confesar nograndes crímenes, lo que quizá no fuera tan difícil, sino esos actos de egoísmo, detacañería, de amor propio; esas mezquindades que muestran mi mediocridad. Me cuesta,Señor, decir, lo que me rebaja, lo que me parece que me rebaja a los ojos de los demás,tan poseído estoy de ocupar con todo derecho la cima de un pedestal. ¡Si me concedierasel don de la humildad para confesar esas pequeñas compensaciones que parecen taninocentes, esos hábitos que me pueden, y reconocer y decir que no tengo agallas pararomperlos! [...]

Para que pudiéramos abrir nuestra alma instituiste el Sacramento de la confesión, cuyoefecto, como en el de aquel crucificado, es la limpieza de una vida por sucia que sea:porque es un acto de humildad el reconocer nuestras culpas, grandes o pequeñas; porquees también un acto de fe en que eres el Hijo de Dios vivo y puedes perdonar los pecadosa través del ministerio del sacerdote que en aquel momento actúa como si fueras Tú,pues dice: «Yo te absuelvo», y porque es también una oración: la súplica para que tecompadezcas de nosotros pecadores. Y yo, Señor, lo tengo en tan poco aprecio, que nome importa ni molesta en mi conciencia, no ya días, sino semanas. ¡Qué poco afán depurificación tengo! Quizá por mi compunción mínima, mi ceguera grande, y mi vanidad omi soberbia enorme. Perdón, Jesús; acuérdate también de mí, ahora que ya estás en tureino». FEDERICO SUÁREZLa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

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RIALP, Colección Patmos, Madrid, 1999, págs. 160-166 ORACIÓN AL BUEN LADRÓN Oh bienaventurado ladrón, que recibiste la gracia de compartir los sufrimientos de miSalvador. Junto a Jesús clavado en su cruz estabas tú, donde hubiera querido estar yo:pecador arrepentido, y compasivo. Tu cabeza inclinada hacia el divino crucificado estambién la imagen de la mía. La mayoría de los hombres han amado a Cristo en susmilagros y en su gloria. Pero tú le has amado en su abandono, en sus dolores, en suagonía. Obtenme a mí, que también soy ladrón, que a la hora de mi muerte recibapiedad, y ternura, y que los últimos latidos de mi pobre corazón sean como el tuyo, enunión de amor con el de Cristo Jesús muriendo por nosotros. Amén. FELIX ANTOINE SAVARDSacerdote, 1977

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Pp Venid vosotros también Entonces Cristo os dirá: «Venid vosotros también, venid los borrachos, venid los débiles,venid los perdidos». Y dirá: «Seres viles, que sois a imagen de la bestia y que lleváis suimpronta. Venid de todos modos, vosotros también».

Y los sabios y los prudentes dirán: «¿Señor, por qué los acoges?» Y el dirá: «Si losacojo con los sabios, si los acojo con los prudentes, es porque ninguno se ha sentidodigno».

Y nos abrirá los brazos, y caeremos a sus pies. En ese momento estallaremos enllanto, y entenderemos todo. ¡Sí, entenderemos todo! Fiodor Dostoievski

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BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL PRÓLOGO Santa María Faustina Kowalska, Diario, La Divina Misericordia en mi alma, Editorialde los P.P Marianos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, Stockbridge,Massachussets 2000. CAPÍTULO 1 Biblia Vulgata.Biblia de Jerusalén, 1954.Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, BAC, Madrid2010.Albert Bessières, Le Bon Larron, saint Dismas, Éditions Spes, obra con prefacio delCardenal J-G Saliège.Vittorio Messori, ¿Padeció bajo Poncio Pilato?, Rialp, Madrid, 1994.Jean Marc Varaut, Le Procès de Jésus, Edicion Plon, 1999.Suetonio, Vida de Calígula.Eusebio, Historia Eclesiástica.Séneca, Carta 101, a Lucilo.Cicerón, en Verrem 2 (5, 168-169).Marie-Joseph Lagrange, L’Évangile selon saint Luc, J. Gabalda et Compagnie Editeurs,Paris 1941.Dom Dubois, Dictionaire du Catholicisme.Bolandistas, Acta Sanctorum, Tomo III, edición de 1888.R.L. Bruckberger, La Révelation de Jésus Christ, Editorial Grasset.Constancio Cabezón Martín, Así murió Jesús, EDICEL, Centro Bíblico Católico, Madrid2004. CAPÍTULO 2 Orígenes, Comentario al Evangelio de San Mateo.Orígenes, Comentarios a la Epístola a los Romanos.San Cipriano, La Cena del Señor.

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CAPÍTULO 4 Benedicto XVI, Spe Salvi.Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis.Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, sobre la Iglesia.Concilio Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los sacerdotes.Orígenes, Comentario a Lucas 23.Juan-Miguel Garrigues, Dios sin idea del mal, EUNSA, Pamplona, 2000.Cardinal Charles Journet, Entretiens sur la grâce, DDB, 1961.Jacques Maritain, Diario de Raïssa, Estela, Barcelona, 1966.J. Ratzinger (Benedicto XVI), Miremos al traspasado, Fundación San Juan, Provincia deSanta Fe, 2007.Gustave Thibon, L’Échelle de Jacob, Editions Fayard, 1975.F.-X. Durrwell, Christ, l’homme et la mort, Médiapaul, Paris 1991. CAPÍTULO 5 Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia.Catecismo de la Iglesia Católica.J. Ratzinger, La Palabra en la Iglesia, Sígueme, Salamanca 1976.Cardenal Daneels, entrevista sobre Santa Teresa del Niño Jesús, Revista 30 días, n.º 57 mayo de 1997.H.U. von Balthasar, Elisabeth de la Trinité et sa mission spirituelle, Editorial del Seuil.F. X. Durrwell, Dans le Christ Rédempteur, Editions Xavier Mappus, Paris 1960.Cardenal Daniélou, Mythes païens, mystère chétien, Fayard, Paris 1966.J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 2005.Juan Pablo II, Reconciliatio et poenitentia.Juan Pablo II, Homilía del Domingo de Ramos, 28 de marzo de 1999.Arnold Uleyn, L’Actualité de la fonction prophétique, Desclée de Brouwer, Paris 1966.Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 16 de noviembre de 1988.Albert Bessières S.J., Le Bon Larron, Éditions Spes, Paris 1938. CAPÍTULO 6 Juan Pablo II, Dives in Misericordia.Juan Pablo II, Redemptoris Mater.Joseph-Marie Perrin, O.P., Marie, Mère du Christ et des chrétiens, Desclée de Brouwer, Paris 1966.Raniero Cantalamessa, María, espejo de la Iglesia, EDICEP, Valencia 1988.San Luis María Grignion de Montfort, El Secreto de María, Editorial Esin, Barcelona 1996.San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción, Editorial Esin, Barcelona 1996.Marta Robin, 15 de diciembre de 1975.Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Capítulo General de la Orden Carmelita de la antiguaobservancia, viernes 29 de septiembre de 1989.Wilfrid Sténissen, La nuit comme le jour illumine, Éditions du Moustier, 1990.André Daigneault, La faiblesse transfigurée, Editions La Renouveau, Charlesbourg 1996.Paul Claudel, Un poète regarde la croix, Gallimard, 1947.

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Marie-Dominique Philippe O.P., L’Étoile de matin, Le Sarment-Fayard, Paris 1989. CAPÍTULO 7 M.D. Molinié, El coraje de tener miedo, Ediciones Paulinas, Madrid 1979.Dom Claude Richard, Comentario del 20 de mayo de 1993.Teresa de Lisieux, Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998.Teresa de Lisieux, Cartas a mis hermanos sacerdotes, Monte Carmelo, Burgos 2008.Teresa de Lisieux, Recreaciones Piadosas.Teresa de Lisieux, Oraciones.Teresa de Lisieux, Historia de un alma, Manuscritos A, B y C.Teresa de Lisieux, Novissima Verba.Teresa de Lisieux, Consejos y recuerdos, Editorial El Monte Carmelo, Burgos 1957.Teresa de Lisieux, Cartas.Teresa de Lisieux, Últimas conversaciones, 11 de julio de 1897.Procesos de beatificación y canonización, Proceso Ordinario, Monte Carmelo, Burgos 1996.Louis Sankalé, Thérèse, dis nous ton secret, Edition Le Sarment.P. Marie Dominique Philippe, O.P., El Acto de Ofrenda, Editorial Palabra, Madrid 2010.Patrick Ahern, Maurice y Teresa, La salvación por la confianza (La correspondenciaentre Santa Teresa de Lisieux y un joven sacerdote atribulado), Voz de Papel, Madrid2005.San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo.San Juan de la Cruz, Noche Oscura. CAPÍTULO 8 Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia.Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia.Letouzey et Ané, Dictionnaire du Catholicisme, tomo III.Pio XII, 5 de diciembre 1954.Constitución Apostólica: Indulgenciam doctrina, de Pablo VI.Pablo VI, Credo del 30 de junio de 1968.Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia.Juan Pablo II, Domincae Cenae, Misterio y culto de la Santa Eucaristía.Pablo VI, Mysterium fidei.Jacques Maritain, Approches sans entraves.Jean Daujat, La Grace et nous, chrétiens, Editorial Fayard.Jean Guiton, Retrato de Marta Robin, Editorial Monte Carmelo, 1999.San Juan Eudes, Parte 3, 4, Opera Omnia. CAPÍTULO 9 Benedicto XVI, Audiencia General, Miércoles de Ceniza, 21 de febrero de 2007.J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 2005.Francisco, Evangelii gaudium.

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ANEXO 1 La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento 3, Evangelio según San Lucas, obrapreparada por Arthur A. Just Jr., Ciudad Nueva, Madrid 2006.Dionigi Tetamanzi, Cardenal, Arzobispo de Milán, El buen ladrón, EDICEP, Valencia 2006.San Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Lucas.San Máximo de Turín, Sermón 74.San León Magno, Sermón 74.San León Magno, Sermón 15, sobre la Pasión.San Gregorio Magno, Homilía 20, sobre los Evangelios.San Gregorio Magno, Homilía sobre el Evangelio.San Gregorio Nacianceno, Sermón 45.San Juan Crisóstomo, Homilía 1.ª sobre la cruz y el buen ladrón, para el Viernes Santo.San Juan Crisóstomo, Contra anomeos.Orígenes, Homilías sobre el Levítico.Prudencio, Himno para los funerales de un difunto.San León Magno, Sermón 55.San Jerónimo, Sobre Lázaro y el rico.San Efrén de Nísibi, Himno sobre el paraíso.San Agustín de Hipona, Sermón 285.San Agustín de Hipona, Comentario al salmo 39. ANEXO 2 Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 16 de noviembre de 1988.Juan Pablo II, Homilía, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, domingo 22 denoviembre de 1998.Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 30 de agosto de 2000.Juan Pablo II, Via Crucis, Viernes Santo del Año Jubilar, 21 de abril de 2000.Benedicto XVI, Homilía, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, domingo 25 denoviembre de 2007.Benedicto XVI, Homilía, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, domingo 21 denoviembre de 2010.Benedicto XVI, Audiencia General, miércoles 15 de febrero de 2012.Benedicto XVI, Homilía, sábado 3 de noviembre de 2012.Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalén hastala resurrección, Ediciones Encuentro, Madrid 2011.Francisco, Homilía en la Clausura del Año de la fe, Solemnidad de Jesucristo Rey delUniverso, domingo 24 de noviembre de 2013. ANEXO 3

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Beata Ana Catalina Emmerich, La amarga Pasión de Cristo, Voz de Papel, Madrid2012.Tadeusz Dajczer, Meditaciones sobre la fe, San Pablo, Madrid 1994.Slawomir Biela, Abandonarse al amor, San Pablo, Madrid 2002.Movimiento de las Familias de Nazaret, La comunión de vida con María hacia lareconciliación con Dios y con los demás, Folleto 23, México 1999.Guerrico, No me amó de bromas, Robert Thomas, Monte Carmelo, Burgos 2009.San Josemaría Escrivá de Balaguer, Via Crucis, Rialp, Madrid 1981.San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid, 1975.Adrienne von Speyr, La Confesión, la Santa Misa, Palabras de la Cruz y Sacramentos,Obras Completas, Fundación San Juan, Provincia de Santa Fe 2004.José Delicado Baeza, El Corazón de Jesús de Nazaret, EGDA, Madrid 1978.Luis María Mendizábal, S.J, Misterio del dolor, EDAPOR, Madrid 1985.Dionigi Tetamanzi, El buen ladrón, EDICEP, Valencia 2006.O. Da Spinetoli, Luca, Asis 1982.Luis María Mendizábal, S.J., Sermón de las Siete Palabras, Viernes Santo de 2007,Catedral Primada de Toledo, en Revista Agua Viva, Cuadernillo 4.Francisco Cerro Chaves, Mes de Ejercicios, Ejercicios Espirituales de San Ignacio a laluz del Corazón de Cristo, Monte Carmelo, Burgos 2008.Cardenal Philippe Barbarin, Memoria y Sacrificio, 17 de junio de 2008.Julio Alonso Ampuero, Personajes Bíblicos, Fundación Gratis Date, Pamplona 2009.Fabrice Hadjadj, Tenga usted éxito en su muerte, Nuevo Inicio, Granada 2011.Raniero Cantalamessa O.F.M. cap., Homilía del Viernes Santo, 6 de abril de 2012,Basílica de San Pedro.Guillermo Rovirosa, El primer santo cristiano, La voz de los sin voz, MovimientoCultural Cristiano, Madrid 1991.

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NOTAS

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Notas[←1]

Prólogo Rom 5, 20.[←2] La primera edición de esta obra, en su original francés, apareció poco después del

nombramiento de Santa Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia. (N. de la T.)[←3] Capítulo 1 El Buen Ladrón, San Dismas, Ediciones Spes, obra con prefacio del Cardenal J.-G.

Saliège.[←4] Traducción latina de la Biblia por San Jerónimo, aprobada por el Concilio de Trento.[←5] Vittorio Messori, ¿Padeció bajo Poncio Pilato?, Rialp, Madrid, 1994.[←6] Op. Cit.[←7] Un condenado a muerte se escapó... al paraíso (Lc 23, 35, 43).[←8] Vittorio Messori, ¿Padeció bajo Poncio Pilato?[←9] Jean Marie Varant, Le procès de Jesus.[←10] Pilato no entendió que se trataba de un reino espiritual. Tampoco buscó entender

(«¿Que es la verdad?»). Comprendió solamente que Jesús era inocente, probablementeun iluminado, o un miembro de una secta judía. Seguramente que el Buen Ladrón no loentendió mejor, pero las palabras de Jesús hicieron mella en su espíritu. Estasconsideraciones quieren tener en cuenta los datos de los evangelios, pero tambiénqueremos explicar cómo se desarrollaban estos procesos en el mundo romano de aquellaépoca. Ni el evangelio de Juan, ni los sinópticos, nos ofrecen explícitamente estosdetalles, porque su intención es ofrecernos elementos de fe, y no una crónica periodísticade lo que ocurrió.

[←11] En Marcos el gentío viene al pretorio para pedir la gracia de un preso, pero sin

pensar en Jesús. Pilato aprovecha esta demanda para proponer la gracia de la liberaciónpara Jesús, y escabullirse así de un caso tan incómodo como comprometido, pero sumaniobra va a ser desbaratada por los sacerdotes, que le proponen el nombre deBarrabás.

[←12] Para un ciudadano romano el látigo se componía de ramas de fresno o de cepas de

viña, para un soldado era un bastón rígido, para el esclavo el flagelum. El termino sede

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(patio) utilizado por Marcos indica que la flagelación de Jesús, y probablemente la de losladrones, tuvo lugar en el interior mismo del palacio real.

[←13] Suetonio, Vida de Calígula; Eusebio, Historia Eclesiástica, 5, 1-4.[←14] Descubrimientos arqueológicos recientes confirman el trilingüismo anotado por Juan.[←15] Séneca, Carta 101, a Lucilo.[←16] Cicerón en Verrem 2 (5, 168-169).[←17] Gólgota en hebreo, Gulgaltha en arameo, Calvarium en latín. Los arqueólogos

sitúan ahora este lugar dentro de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.[←18] El talón derecho estaba colocado encima del talón izquierdo, atravesado por un clavo

que servía de apoyo para que el crucificado pudiera apoyarse en él y respirar. Esto estáconfirmado por la Sábana Santa de Turín, cuya autenticidad ha sido de nuevoconfirmada por los estudios más recientes.

[←19] G. Lagrange, L’Evangile selon Saint Luc, citado por Dom Dubois en el Dictionnaire

du Catholicisme, pág. 589-591.[←20] Experiencias médicas recientes corroboran un cierto número de fuentes extrabíblicas

que hacen hablar a los crucificados.[←21] «El mal ladrón interpela a Jesús como Cristo (v. 39), el Buen Ladrón lo reconoce

como rey (v. 42). Son los dos títulos, religioso y político, sobre el que giró el proceso deJesús. Ante los judíos, en primer lugar, y después ante Pilato» (Biblia de Jerusalén, 1954,Lc 23, 35).

[←22] Los bolandistas fueron, y son, un grupo de estudiosos eclesiásticos dedicados a editar

las Actas de los Santos (Acta Sanctorum), una gran colección hagiográfica formada por68 volúmenes, comenzada durante los primeros años del siglo XVII y continuada hastanuestros días. Se llaman bolandistas por considerarse continuadores de la obra deBolland, el editor del primer volumen.

[←23] Bolandistas, Acta Sanctorum, Tomo III, edición de 1888.[←24] Capítulo 2 Orígenes, Comentario al Evangelio de San Mateo, 2.[←25] Orígenes, Comentarios a la Epístola a los Romanos, 3, 3, 27-28.[←26] San Cipriano, La Cena del Señor.

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[←27] San Cipriano, Carta 58, I.[←28] San Cipriano, Carta a los judíos, 73, 22.[←29] San Hilario de Poitiers, Sobre la cena del Señor, Carta 58, 1.[←30] San Hilario de Poitiers, Exégesis alegórica del Evangelio según San Mateo 33, 5.[←31] San Ambrosio de Milán, Comentario al Evangelio según San Lucas, 10, 121.[←32] San Atanasio de Alejandría, Sermón para la Pascua.[←33] San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 13.[←34] San Gregorio de Nisa, Catequesis sobre los cuarenta mártires.[←35] San Juan Crisóstomo, Homilía sobre la Cananea.[←36] San Juan Crisóstomo, Comentario al Génesis, 7.[←37] Ibid.[←38] Ibid.[←39] San Juan Crisóstomo, Homilía sobre el ciego de nacimiento.[←40] San Juan Crisóstomo, Homilía para la Pascua.[←41] San Juan Crisóstomo, Comentario al salmo 137.[←42] San Juan Crisóstomo, Comentario al Génesis, 7.[←43] San Jerónimo, Carta 13 a Paulino.[←44] San Agustín, Sermón 45.[←45] San Agustín, Sermón 44, 155.[←46] San Agustín, Enarraciones a los salmos, Salmo 35, 15; 34, 14.[←47] Ibid.[←48] San Agustín, Sobre diversas cuestiones, 83.[←49] San Agustín, Sobre el Bautismo, contra donatistas.[←50]

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San Agustín, Sobre el alma y su origen. San Agustín se refiere a la primacía deltestimonio del Buen Ladrón sobre el de los Apóstoles y los discípulos de Jesús, queprimero le abandonaron, y sólo más tarde le confesaron con su martirio.

[←51] San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan.[←52] San Máximo de Turín, Sermón 74, 2, P. 314.[←53] San León Magno, Sermón 11, Sobre la Pasión del Señor.[←54] San León Magno, Sermón 2, Sobre la Pasión del Señor.[←55] Theophilo Raynaud S.J., Métamorphose du Bon Larron, devenu apôtre.[←56] Bibl. Max. T. 13.[←57] Commentaires de Luc 23.[←58] Capítulo 3 Mauricio Zundel, L’Humble Presence.[←59] Respecto a esta total debilidad del Amor de Dios, siempre inerme ante su criatura,

que nos ha sido revelado en Jesucristo, nos enseña Benedicto XVI: «En Jesucristo, elpropio Dios va tras la «oveja perdida», la humanidad doliente y extraviada. CuandoJesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer quebusca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se tratasólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerteen la cruz se realiza este ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vidaal hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical» (Benedicto XVI, Deuscaritas est, 12).

[←60] Bernanos, Agenda 1948, 21, 23 y 24 de enero.[←61] «El suyo es amor que no retrocede ante nada de lo que en él mismo exige la justicia.

Y por esto al Hijo, “a quien no conoció el pecado le hizo pecado por nosotros, para queen Él fuéramos justicia de Dios”. Si “trató como pecado” a Aquel que estabaabsolutamente sin pecado alguno, lo hizo para revelar el amor que es siempre más grandeque todo lo creado, el amor que es Él mismo, porque “Dios es amor”. Y sobre todo, elamor es más grande que el pecado, que la debilidad, que la “vanidad de la creación”, másfuerte que la muerte; es amor siempre dispuesto a aliviar y a perdonar, siempre dispuestoa ir al encuentro del hijo pródigo, siempre a la búsqueda de la “manifestación de los hijosde Dios”, que están llamados a la gloria. Esta revelación del amor y de la misericordiatiene en la historia del hombre una forma y un nombre: se llama Jesucristo» (Juan PabloII, Redemptor Hominis, 9).

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[←62] «Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos

suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan dealejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y eldolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizá ya noexiste el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido, de la soledad, esmucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante eldolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella, y encontrar en ella unsentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Benedicto XVI,Spe Salvi, 37).

[←63] Idées modernes, réponses chrétiennes, Editorial Tequi, 1985.[←64] Bernard Bro, La Gloire et le Mendiant, Editions du Cerf, 1974.[←65] Juan Pablo II, Carta al prepósito general de los pasionistas para el III Centenario del

nacimiento de San Pablo de la Cruz, 14 de septiembre de 1994.[←66] En relación a este «aceptar» y «ofrecer por amor» nuestra vida junto con la ofrenda

de Cristo, enseña el último Concilio que «los hombres son invitados y llevados aofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas junto con Cristo» (ConcilioVaticano II, Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5). Sóloasí, como enseña San Pablo, nuestra vida se transforma en un culto espiritual agradable aDios: «Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostiaviva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable» (Rom 12, 1). Y BenedictoXVI profundiza esta enseñanza: «El nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de lavida, transfigurándola: “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo todopara gloria de Dios” (1 Cor 10, 31). El cristiano está llamado a expresar en cada acto desu vida el verdadero culto a Dios. De aquí toma forma la naturaleza intrínsecamenteeucarística de la vida cristiana. La Eucaristía, al implicar la realidad humana concreta delcreyente, hace posible, día a día, la transfiguración progresiva del hombre, llamado a serpor gracia imagen del Hijo de Dios (cf. Rom 8, 29). [...] El culto agradable a Dios seconvierte así en un nuevo modo de vivir todas las circunstancias de la existencia, en laque cada detalle queda exaltado al ser vivido dentro de la relación con Cristo y comoofrenda a Dios» (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 71).

[←67] El sobrecogedor diario que Jaques Fesch escribió en la prisión, del que están

entresacadas estas citas, ha sido publicado en español con el título: Dentro de cincohoras veré a Jesús (Ediciones Palabra).

[←68] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 8.[←69] Le Visage intérieur, Stock, pág. 280.[←70] «En el Calvario Jesús se vio despojado de todo. La cruz es la expresión de la locura

del amor de Dios. El despojamiento a que se vio sometido Jesús llegó aquí al colmo. [...]Pero es precisamente gracias a esa locura y a esa pobreza como Jesús te trae la

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redención, te trae la fe. El silencio de Dios, su impotencia y su “fracaso”, son para elmundo, que desearía un Dios lleno de poder visible, un escándalo. La cruz fue, y siguesiendo, un escándalo para aquellos que no creen; pero para aquellos que creen, es elpoder supremo» (T. Dajczer, Meditaciones sobre la fe, San Pablo, Madrid 2009, pág.66-67).

[←71] Esta renuncia a la verdad, como nos enseña la Iglesia en su Catecismo, será la

tentación que asolará a la Iglesia en la última prueba que la aguarda: «Antes deladvenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe denumerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña superegrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19, 20) desvelará el «misterio deiniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres unasolución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. Laimpostura suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que elhombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido enla carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1 Ts 5, 2-3; 2 Jn 7; 1 Jn 2, 18-22)» (Catecismo de la IglesiaCatólica, 675).

[←72] «Según algunos autores, los medios temporales de los que dispone la Iglesia para

realizar su misión espiritual pueden agruparse en dos categorías: medios ricos y mediospobres. Los medios ricos son aquellos que pueden ser observados y medidos por laestadística. Al ser medios pertenecientes a este mundo, exigen, de por sí, la condición deun éxito palpable, visible. Forman parte de esos medios, por ejemplo, las organizaciones,las reuniones, las procesiones, la arquitectura y el decorado de las iglesias, los mediosaudiovisuales, los medios de comunicación social, etc. Un rasgo característico de losmedios ricos es la influencia que ejercen sobre el amor propio, a través de la visibilidadde sus efectos y de los resultados, y del triunfalismo que pueden generar. Por elcontrario, los medios pobres están marcados por la señal de la cruz, y expresan una delas más profundas verdades evangélicas: “Si el grano de trigo no muere, quedainfecundo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12, 24). En estos medios se puedeobservar una paradoja propia del dinamismo de la fe: cuanto más pobres, despojados,insignificantes y menos visibles sean los medios utilizados, tanto mayor es su eficacia. Alcontrario de lo que ocurre con los medios ricos, los pobres no están supeditados a lacondición de conseguir un éxito palpable y no contienen en sí la menor necesidad de untriunfo temporal. [...] Jesús, en su actuación salvadora, elige los medios pobres yhumildes. [...] Con el uso de los medios pobres salva al mundo» (T. Dajczer,Meditaciones sobre la fe, San Pablo, Madrid 2009, págs. 159-160).

[←73] Capítulo 4 No es el hombre quien puede liberarse totalmente del sufrimiento. Necesita a Dios:

«Debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundopor completo no está en nuestras manos, simplemente porque no podemosdesprendernos de nuestra limitación, y porque ninguno de nosotros es capaz de eliminarel poder del mal, de la culpa, que —lo vemos— es una fuente continua de sufrimiento.

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Esto sólo podría hacerlo Dios: y sólo un Dios que, haciéndose hombre, entrasepersonalmente en la historia y sufriese en ella. Nosotros sabemos que este Dios existe yque, por tanto, este poder que «quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29) está presente en elmundo. Con la fe en la existencia de este poder ha surgido en la historia la esperanza dela salvación del mundo» (Benedicto XVI, Spe Salvi, 36).

[←74] «Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo

hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no haynadie que pueda ayudarme cuando se trata de una necesidad o una expectativa quesupera la capacidad humana de esperar, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a laextrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo» (Benedicto XVI, Spe Salvi,32).

[←75] Comentario de Orígenes, pionero de la exégesis alegórica, a Lucas 23, 42-43.[←76] Juan Miguel Garrigues, Dios sin idea del mal, EUNSA, Pamplona, 2000, pág. 202.[←77] Cardenal Journet, Entretiens sur la grâce, DDB, 1961.[←78] Jacques Maritain, Diario de Raissa, Estela, Barcelona, 1966, pág. 318.[←79] «Sólo somos huéspedes en la tierra. El Señor, que se convirtió Él mismo en huésped

y caminante, nos llama a abrirnos a los que sufren, los olvidados, los presos, losperseguidos: Él es en todos ellos. [...]. Nosotros somos caminantes y peregrinos. Asídebemos comprender la tierra, nuestra vida y, por tanto, tratarnos de ese modo entrenosotros. Somos huéspedes en esta tierra. Esto nos recuerda [...] que la tierra no es loúltimo, que caminamos hacia un mundo nuevo, y que tampoco las cosas de la tierra sonlo último y lo decisivo. [...]. Quien se aferra con uñas y dientes al mundo, quien ve enesta tierra el único cielo, convierte la tierra en un infierno, porque hace de ella lo que ellano puede ser» (Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Miremos al traspasado, Fundación SanJuan, Provincia de Santa Fe 2007, págs. 137-138).

[←80] «Todo lo que en el hombre se rehúsa a morir es indigno de vivir» (Gustave Thibon,

L’Échelle de Jacob).[←81] «Cuanto más lo pienso, más encuentro que la muerte, por la gran intuición y la gran

novedad del Todo Nuevo, es una liberación y un alivio... Sería terrible sentirseirremediablemente confinado sobre la faz superficial y experimental del cosmos»(Teilhard de Chardin).

[←82] «La revolución del Corazón abierto —enseña Ratzinger— es el contenido mismo del

misterio pascual. El corazón salva, sí, pero salva en cuanto se dona, se derrocha. Así, enel Corazón de Jesús nos es dado el centro del cristianismo. En Él todo ha sido dicho, lanovedad verdadera y realmente revolucionaria que sucede en el Nuevo Testamento. EseCorazón llama, habla a nuestro corazón. Nos invita a salir del intento vano deautoconservación y a encontrar la plenitud del amor en el amar junto con Él, en el donar-nos a Él y con Él» (Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Miremos al traspasado, Fundación

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San Juan, Provincia de Santa Fe 2007, pág. 88).[←83] Citado por F. X Durrwell en: Christ, l’homme et la mort, Médiaspaul, París, 1991.[←84] Capítulo 5 Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia, 45.[←85] «San Agustín —afirmaba Joseph Ratzinger— decía que el hombre es un mendigo de

Dios, y sigue siendo verdad. Y profundizando en esta verdad se pregunta: ¿Por qué nosescondemos detrás de una autarquía inexistente? ¿Por qué nos escondemos detrás de lagrave máscara de la autosuficiencia, con lo cual ocultamos y reprimimos lo más propiode nuestro ser, esa necesidad fundamental que tiene el hombre de poder exclamar, hablar,suplicar? Esto constituye la represión fundamental de nuestra década y el núcleo demuchas neurosis [...]. Un mendigo que se comporta como si fuera un rico, que esaltanero y orgulloso, es una figura tonta y ridícula. Un hombre que actúa como si nonecesitase los dones de Dios, no lo es menos» (Joseph Ratzinger, La Palabra en laIglesia, Sígueme, Salamanca 1976, pág. 102-103).

[←86] Entrevista al cardenal Daneels sobre Santa Teresa del Niño Jesús, en la revista 30

días, n.º 57, mayo de 1997.[←87] Hans Urs von Balthasar, Elisabeth de la Trinité et sa mission spirituelle, Editorial

del Seuil.[←88] Novissima Verba, 9 de mayo de 1897.[←89] E. X. Durrwell, Dans le Christ Rédempteur, Editorial Xavier Mappus, París, 1960.[←90] Cardenal Danielou, Mythes païens, mystère chétien, Editorial Fayard, París, 1996.[←91] Respecto a esta pretensión orgullosa de perfeccionarnos a nosotros mismos por

nuestras propias fuerzas, escribe Ratzinger: «La fe cristiana afirma [...] que el hombrevuelve profundamente a sí mismo no por lo que hace, sino por lo que recibe. Tiene queesperar el don del amor, y el amor sólo puede recibirlo como don; no podemos «hacerlo»nosotros solos sin los demás, tenemos que esperarlo, dejar que se nos dé. El hombre sólodeviene plenamente hombre cuando es amado, cuando se deja amar [...]. El hombre parasalvarse depende de un don. Si se niega a recibirlo, se destruye a sí mismo» (JosephRatzinger, Introducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 2005, C. II, excurso 6,222-223).

[←92] Reconciliatio et poenitentia, 13.[←93] «La cruz de Cristo —enseña Juan Pablo II— es un reto a todo aquel que esté en el

espíritu de estas palabras de Juan, apóstol y evangelista: “La sangre de Su Hijo Jesús nos

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purifica de todo pecado. Si decimos ‘No hemos pecado’ nos engañamos a nosotrosmismos y la verdad no está en nosotros” (I Jn 1, 7-8). La cruz de Cristo nunca deja deser un reto misericordioso, aunque severo, a todo aquel que admita y confiese suspropias culpas para, de esta manera, llegar a vivir en la verdad» (Juan Pablo II, Audienciageneral del 28 de septiembre de 1988). Y respecto al sacrificio de la cruz que Jesúsofreció por nuestros pecados, enseña Juan Pablo II: «Jesús llevó nuestros pecados a lacruz, mientras que nuestros pecados llevaron a la cruz a Jesús. “Él fue triturado pornuestras culpas” (cf. Is 53, 5). Cuando David quiso saber quién era el culpable delcrimen que Natán acababa de contarle, el profeta dijo: “Tú eres ese hombre” (Sam 12,7). Recibimos la misma respuesta de la Palabra de Dios cuando preguntamos quién matóa Jesús: “¡Tú eres ese hombre!” El proceso y la pasión de Jesús continúan en el mundode hoy y los renueva cada persona que, cayendo en el pecado, sigue gritando: “¡A éseno, a Barrabás! ¡Crucifícale!”» (Juan Pablo II, Homilía del Domingo de Ramos de1999).

[←94] «La pérdida del sentido del pecado es [...] —dice Juan Pablo II— una forma o fruto

de la negación de Dios: no sólo de la atea, sino además de la secularista. Si el pecado esla interrupción de la relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de laobediencia a Él, entonces pecar no es solamente negar a Dios, pecar es también vivircomo si Él no existiera, es borrarlo de la propia existencia diaria» (Juan Pablo II,Reconciliatio et poenitentia, 18). Esta exclusión de Dios de la vida del hombre, «por ungesto de rivalidad hacia Él, por la engañosa pretensión de ser “como Él”», tentacióneminentemente actual, tiene también su expresión comunitaria y social: «Los hombreshan pretendido edificar una ciudad, reunirse en un conjunto social, ser fuertes ypoderosos sin Dios, o incluso contra Dios. En la narración de Babel la exclusión de Diosno aparece en clave de contraste con Él, sino como olvido e indiferencia ante Él: como siDios no mereciese ningún interés en el ámbito del proyecto operativo y asociativo delhombre» (Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, 14).

[←95] Arnold Ulein, Editorial Desclée de Brouwer, París, 1966, pág. 26.[←96] Osservatore Romano, edic. francesa, noviembre 1988.[←97] La canonización es la inscripción oficial de alguien por parte de la Iglesia en el

catálogo de los santos. La afirmación de Jesús no es una «canonización» en el sentidopropio del término. Y sin embargo no sólo no dice menos, dice mucho más. Podemosdecir con completa seguridad que en aquel momento tan extremo el Hijo de Dios hablóúnicamente de lo que para Él era lo más importante.

[←98] Albert Bessière, S.J., Le Bon Larron, Editorial Spes, París, 1938.[←99] El último podría ser Jacques Fesch, un joven condenado a la pena capital y ejecutado

el 1 de octubre de 1957 después de haber tenido una conversión fulgurante en la cárcelde La Santé, en París. El diario de sus últimos días ha sido publicado bajo el título:Dentro de cinco horas veré a Jesús. El cardenal de París, Jean-Marie Lustiger, inició laapertura del proceso preliminar para su beatificación.

[←100]

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Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso, Oración 6, 9 de junio de 1895.[←101]Capítulo 6 Juan Pablo II, Dives in Misericordia, 9. «La Madre del Redentor tiene un lugar

preciso en el plan de la salvación»: Redemptoris Mater, 1.[←102] María Madre de Cristo y de los cristianos, Desclée de Brouwer, París, 1966.[←103] Raniero Cantalamessa, María, espejo de la Iglesia, EDICEP, Valencia 1988.[←104] Juan Pablo II, Dives in misericordia, 9.[←105] «Así como por María vino Dios al mundo la vez primera en humildad y

anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, comotoda la Iglesia lo espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos?¿Cómo y cuándo? ¿Quién lo sabe? Pero yo sé bien que Dios, cuyos pensamientos seapartan de los nuestros más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el modomenos esperado de los hombres, aún de los más sabios y entendidos en la EscrituraSanta, que está en este punto muy oscura [...]. Al final de los tiempos, y tal vez máspronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes santos, hombres llenos del EspírituSanto y del espíritu de María por los cuales la Divina Soberana hará grandes maravillasen la tierra para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo su Hijosobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, [...]estos grandes personajes saldrán con todo» (San Luis María Grignion de Montfort, ElSecreto de María, 57).

[←106] San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción, 54.[←107] Marta Robin, 15 de diciembre de 1975.[←108] W. Sténissen, La nuit comme le jour illumine, Editorial du Moustier, 1990.[←109] San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 56.[←110] Citado en La faiblesse transfigurée, Editorial Le Renouveau, Charlesbourg, 1996.[←111] Paul Claudel, Un poète regarde la croix, págs. 114-115.[←112] Capítulo 7 Palabras de sor Genoveva, Celina, hermana de Teresa, citadas por el Padre Molinié

en El coraje de tener miedo, Paulinas, Madrid, 1979.[←113] Se trata de un comentario fechado el 20 de mayo de 1993 de Dom Claude Richard,

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abad del monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Timadeuc.[←114] Cfr. Teresa de Lisieux, Recreaciones Piadosas, 6.[←115] La huida a Egipto, recogida en Las ocho recreaciones piadosas de Teresa, RP 6, 1

Or.[←116] Historia de un alma, Manuscrito C, 36v.[←117] Son palabras de revelación que el Señor dirige interiormente a un alma y que dejan

impreso en ella lo que dice, de tal modo que imprime substancialmente en el alma aquelloque aquella palabra significa. No las dice Dios al alma para que ella las ponga por obra,sino para obrarlas Él en ella (cfr. San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, LibroII, Cap. 31).

[←118] Novissima Verba, 11 de julio de 1897.[←119] Consejos y recuerdos, cap. II, 34.[←120] Ibid.[←121] Carta 258, dirigida al padre Bellière, del 18 de julio de 1897.[←122] Carta 261, dirigida al padre Bellière, del 26 de julio de 1897.[←123] Carta 134, dirigida a Celina, del 26 de abril de 1892.[←124] Últimas conversaciones, 11 de julio de 1897. Se trata de una historia extraída de la

Vida de los Padres del desierto de Oriente, que impresionó a Teresita y que su hermanaCelina recogió en sus Consejos y recuerdos, cap. II, 50: «Inmediatamente después de mientrada en el Carmelo, había pedido permiso para leer la historia de los Padres deldesierto. Había sacado de ella algunas notas, entre las cuales ésta, que impresionó a miquerida hermanita hasta tal punto que sintió no haberla introducido en su autobiografía, yrecomendó con insistencia que se le añadiese: «Una pecadora, llamada Paesia, asolaba lacomarca con sus escándalos. Un Padre del desierto, Juan el Naín, fue a buscarla, y comola exhortase a la penitencia de sus pecados, ella le dijo: “Padre mío: ¿hay todavíaposibilidad de penitencia para mí?” “Sí, dijo el Santo; os lo aseguro”. “Llevadme a dondecreáis conveniente para hacerla”, le respondió ella. Se levantó en seguida, y le siguió sindecir nada en su casa, sin siquiera decir una palabra a nadie. Como hubiesen entrado enel desierto y se acercase la noche, Juan hizo un montón de arena en forma de almohada,lo señaló con el signo de la cruz, y dijo a Paesia que se acostase. Luego, él se colocó máslejos para dormir también, después de haber orado. Pero, habiéndose despertado a medianoche, vio un rayo de luz que descendía del cielo sobre Paesia y que servía como decamino a muchos ángeles que llevaban su alma al cielo. Sorprendido de esta visión, fuehacia Paesia, a quien empujó con el pie para ver si estaba muerta, y vio que habíaentregado su alma a Dios. Al mismo tiempo, oyó una voz milagrosa que le decía: “Supenitencia de una hora ha sido más agradable a Dios que la que otros hacen durante largo

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tiempo, pues éstos no la hacen con tanto fervor como aquélla”».[←125] Historia de un alma, Manuscrito B, cap. IX, 5v.º.[←126] Carta 124, a Celina, 20 de octubre de 1890.[←127] Carta 114, a Sor Inés de Jesús, 3 de septiembre de 1890.[←128] Carta 224, al padre Bellière, del 25 de abril de 1897.[←129] Carta 224, al padre Bellière, 25 de abril de 1897.[←130] Historia de un alma, Manuscrito B, 5v.[←131] Carta 197, a sor María del Sagrado Corazón, 17 de septiembre de 1896.[←132] Historia de una alma, Manuscrito A, cap. XII (Apéndice). O, como aparece en otras

versiones: «Tanto se alcanza de Dios cuanto de Él se espera» (Procesos de beatificacióny canonización, Proceso Ordinario, Madre Inés de Jesús, Monte Carmelo, Burgos1996, pág. 67). Expresión tomada de San Juan de la Cruz, Noche Oscura, II, 21, 8.

[←133] Carta 226, al Padre Roulland, 9 de mayo de 1897.[←134] Historia de una alma, Manuscrito A, cap. V, 46r.º.[←135] Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso, Oración 6, 9 de junio de 1895.[←136] Ibid.[←137] Carta 197, a sor María del Sagrado Corazón, del 17 de septiembre de 1896.[←138] Proceso de beatificación y canonización, Interrogatorio a Inés de Jesús, 30.[←139] Proceso de beatificación y canonización, Interrogatorio a sor Genoveva de la Santa

Faz, 31. Hablando con el Señor, Santa Teresita le dice: «¡Oh, Dios mío!, tu amordespreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu Corazón? Creo que si encontrarasalmas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumiríasrápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieses que reprimir las oleadas de infinitaternura que hay en ti...» (Historia de un alma, Manuscrito VIII, 84r.ª).

[←140] «Teresa [...] se atrevía a proponer el Acto de Ofrenda a la Legión de “almas

pequeñas”. [...] Ella invitaba a la Misericordia del Corazón de Dios, a sucondescendencia paternal a favor de las almas débiles, cuya miseria ponía ella a la vistade Dios para excitar su compasión. Su fórmula era ésta: Para que el amor quedeplenamente satisfecho es necesario que se abaje hasta la nada. En Dios Teresa gusta decontemplar ante todo el amor, que ella se apropia. Sabe que lo que satisface al amor esabajarse hasta la nada... “para trasformar en fuego esta nada”» (Nota al Acto de Ofrenda

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al Amor Misericordioso).[←141] «¡Ah, si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña

de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a lacima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamenteabandono y gratitud!» (Carta 196, a sor María del Sagrado Corazón, del 13 (?) deseptiembre de 1896).

[←142] Proceso de beatificación y canonización, Interrogatorio a sor María de la Trinidad y

de la Santa Faz, 21 (Virtudes anejas, la humildad).[←143] Extracto de un pequeño libro: Teresa, dinos tu secreto, Editorial Le Sarment.[←144] Referencia a la declaración de Juan Pablo II concediendo a Santa Teresa de Lisieux el

título de Doctora de la Iglesia. (N. de la T.)[←145] Capítulo 8 La edición en español no la tiene. (N. de la T.)[←146] Salmo 4.[←147] Pedro de Natalibus fue el primer compilador que mencionó al Buen Ladrón en su

Catálogo III, publicado en 1372. Lo llama Dismas. Baronius lo incluirá igualmente en elmartirologio romano pero sin atribuirle un nombre, y dándole el título de «confesor de lafe», situando su fiesta el 25 de marzo, fecha que antiguamente era la atribuida a lamuerte de Cristo (Cf. San Dismas, en Diccionario del Catolicismo, tomo III, col. 886,Letouzey et Ané, por Dom Jacques Dubois). Estudios recientes proponen el 14 o el 15de nisán como fecha de la muerte de Cristo, muy probablemente el 7 de abril del año 30de nuestra era.

[←148] 5 de diciembre 1954.[←149] Norma 18 que acompaña a la Constitución Apostólica Indulgenciam doctrina, de

Pablo VI.[←150] Credo del Pueblo de Dios, n. 28[←151] Juan Pablo II, en su Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, ha abordado este

Misterio del Sacrificio de Cristo perpetuado en el Sacramento de la Eucaristía. «En ella—nos enseña— está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muertedel Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificiode la Cruz que se perpetúa por los siglos (Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.Sacrosantum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, 47). [...] Cuando la Iglesia celebra laEucaristía, memorial de la muerte y de la resurrección de su Señor, se hace realmente

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presente este acontecimiento central de la salvación y «se realiza la obra de nuestraredención» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen Gentium, sobre La Iglesia, 3).Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo harealizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participarde él como si hubiéramos estado presentes» (Ecclesia de Eucharistia, 11).

[←152] Dominicae Cenae, Misterio y culto de la Santa Eucaristía, 9.[←153] Mysterium fidei, 4.[←154] Lumen Gentium, 7.[←155] Approches sans entraves, Jacques Maritain.[←156] El Buen Ladrón participó plenamente en el Sacrificio de Cristo, pero no lo hizo

sacramentalmente sino existencialmente. Esto puede ser muy útil y valioso también paratantos fieles cristianos que no pudiendo acceder por algún impedimento a la comunióneucarística, pueden sin embargo entrar en comunión con Él y con su Sacrificio Redentorde modo espiritual, en la forma que ha sido designada por la Iglesia como «comuniónespiritual». Es el caso, por ejemplo, de tantos fieles cristianos que habiendo recibido elsacramento del matrimonio, están hoy divorciados y vueltos a casar.

[←157] La Grace et nous, chrétiens, Editorial Fayard.[←158] Marta Robin (1902-1981), fue una campesina mística francesa que durante treinta

años vivió exclusivamente de la Sagrada Eucaristía, sin tomar alimento alguno ni ningunabebida. Fue, al estilo del Padre Pío, una de esas personas verdaderamente extraordinariasy desconcertantes de nuestra época. Alguien así como la beata Catalina Emmerich.Como ella, Marta también tuvo visiones de la Pasión. A los treinta y cuatro años quedóciega. No podía dormir. Además, revivió cada viernes, durante cincuenta años, lossufrimientos y los estigmas de Cristo. Tenía también el don de leer las conciencias, yaunque no tenía estudios respondía admirablemente a muchos puntos y cuestionesteológicas, imposibles de conocer sin estudios especiales. Fue visitada por innumerablesrepresentantes de la Iglesia y por intelectuales, ministros, políticos, médicos, jueces,empresarios e incontables campesinos y personas sencillas que acudían a ella en busca deconsejo, de una palabra de esperanza, o simplemente de consuelo. Se calcula que más decien mil personas pudieron hablar con Marta a lo largo de su vida. Se caracterizó por unsentido común muy propio de su sencillez campesina. En sus diálogos con sus visitantesiba siempre a «lo interior» y a lo esencial, hablando de las cosas sencillas de la vida en elcampo. Fundó los Foyers de Charité, los Hogares de Caridad, casas de retiro espiritualque se han extendido por 70 países. Ayudó a miles de personas a través de retirosespirituales y enviando paquetes de ayuda a los encarcelados y a las misiones. En españolse ha publicado el Retrato de Marta Robin, de Jean Guitton (Editorial Monte Carmelo).

[←159] Respecto a este unirse la Iglesia a su Señor en los diferentes misterios de su vida,

dice San Juan Eudes: «Debemos continuar y completar en nosotros los estados ymisterios de la vida de Cristo, y suplicarle con frecuencia que los consuma y complete en

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nosotros y en toda su Iglesia. Porque los misterios de Jesús no han llegado todavía a sutotal perfección y plenitud. Han llegado, ciertamente, a su perfección y plenitud en lapersona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros, ni en su Iglesia, que essu cuerpo místico [...]. El Hijo de Dios ha determinado consumar y completar ennosotros los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros losmisterios de su encarnación, de su nacimiento, de su vida pública, formándose ennosotros y volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del Bautismoy de la Sagrada Eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior,escondida con él en Dios. Quiere completar en nosotros el misterio de su pasión, muertey resurrección, haciendo que suframos, muramos y resucitemos con Èl y en Él.Finalmente, completará en nosotros su estado de vida gloriosa e inmortal, cuando hagaque vivamos, con Él y en Él, una vida gloriosa y eterna, en el cielo. Del mismo modo,quiere consumar y completar los demás estados y misterios de su vida en nosotros y ensu Iglesia, haciendo que nosotros los compartamos y participemos en ellos, y que ennosotros sean continuados y prolongados. Según esto, los misterios de Cristo no estaráncompletados hasta el final de aquel tiempo que Él ha destinado para la plena realizaciónde sus misterios en nosotros y en la Iglesia, es decir, hasta el fin del mundo» (San JuanEudes, Parte 3, 4; Opera Omnia 1, 310-312).

[←160] Capítulo 9 Sor Genoveva, en el Carmelo de Lisieux.[←161] «A tus ojos el tiempo no es nada, y un sólo día es como mil años. Tú puedes, pues,

prepararme en un instante para comparecer delante de ti...» (Acto de Ofrenda al AmorMisericordioso, Oración 6, 9 de junio de 1895).

[←162] Respecto a esta pretensión de que el hombre puede alcanzar la salvación y realizarse

por sus fuerzas, enseña Benedicto XVI, hablando de la conversión: «Convertirse no es unesfuerzo para realizarse uno mismo, porque el ser humano no es el arquitecto de supropio destino. Nosotros no nos hemos hecho a nosotros mismos. Por ello, laautorrealización es una contradicción, y es demasiado poco para nosotros. Tenemos undestino más alto. Podríamos decir que la conversión consiste, precisamente, en noconsiderarse creadores de sí mismos, descubriendo de este modo la verdad, porque nosomos autores de nosotros mismos. La conversión consiste en aceptar libremente y conamor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador; que dependemosdel amor. En realidad, no se trata de dependencia sino de libertad» (Benedicto XVI,Audiencia General del 21 de febrero de 2007, Miércoles de Ceniza).

[←163] En relación a este carácter gratuito de la salvación, escribe Joseph Ratzinger: «No es

el hombre quien se acerca a Dios y le ofrece un don que restablece el equilibrio, sino quees Dios quien se acerca a los hombres para dispensarles un don. El derecho violado serestablece por la iniciativa del amor, que con su misericordia creadora justifica al impío yda vida a los muertos. Su justicia es gracia, es justicia activa que endereza al que estáencorvado, que lo arregla, que lo pone derecho. [...] La expresión esencial del culto

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cristiano se llama con razón eucaristía, acción de gracias. En este culto no se ofrecen aDios obras del hombre; consiste más bien en que el hombre acepta el don. Noglorificamos a Dios cuando creemos que le ofrecemos algo (¡como si eso no fuerasuyo!), sino cuando aceptamos lo que Él nos da, y lo reconocemos como único Señor.Lo adoramos cuando abandonamos la ficción de que somos autónomos y contrincantessuyos, siendo así que sólo podemos ser en Él y desde Él. El sacrificio cristiano noconsiste en que le damos a Dios algo que no podría tener sin nosotros, sino en querecibimos lo que nos da, en que le dejamos que nos dé algo. El sacrificio cristianoconsiste en dejar que Dios haga algo en nosotros» (Joseph Ratzinger, Introducción alcristianismo, Sígueme, Salamanca 2005, C II, 2b, págs. 236-237).

[←164] También el Papa Francisco ha insistido reiteradamente en este punto al hablar de la

«cultura del descarte» que ignora por indiferencia, o excluye de modo antihumano, amillones de hombres que no se consideran útiles para la sociedad utilitarista y materialistade hoy: los niños por nacer, los niños no queridos, los ancianos, las mujeres en situaciónde exclusión, maltrato y violencia, los inmigrantes, los enfermos crónicos y terminales,los pobres, los sin techo... (cfr. Francisco, Evangelii gaudium, 186-192; 209-214).

[←165] Asociación católica de fieles fundada en Francia para acompañar, ayudar, y colaborar

en su reinserción a los presos, y acoger y acompañar a sus familias en ese proceso, desdeuna vivencia de la fe, de la esperanza cristiana y del amor fraterno con ellos.

[←166] Anexo 1 Puede encontrarse una selección de textos en torno al Buen Ladrón en La Biblia

comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento 3, Evangelio según SanLucas, obra preparada por Arthur A. Just Jr., Ciudad Nueva, Madrid 2006. También enEl buen ladrón, de Dionigi Tettamanzi, cardenal arzobispo de Milán, EDICEP, Valencia2006.

[←167] Anexo 3 Ana Catalina de Emmerich (1774-1824) nació en el seno de una familia humilde del

norte de Alemania. A los veintiocho años, después de haber trabajado como costurera ysirvienta, ingresó en un convento de agustinas. A los treinta y nueve años enferma. Almavíctima, ofreció sus enormes sufrimientos reviviendo la Pasión de Nuestro Señor. Dios leconcedió muchos dones místicos, entre ellos, visiones, los estigmas de Cristo, locucionesy éxtasis. A lo largo de toda su vida tuvo visiones del presente, del pasado y del futuro.Desde el momento en que quedó postrada en la cama, el poeta alemán ClementeBrentano la visitó diariamente y transcribió las visiones que Catalina tuvo de la Pasión deJesucristo. En los últimos años de su vida se alimentaba únicamente de la SagradaEucaristía. Por sus virtudes heroicas, y por la importancia de su testimonio, Juan Pablo IIla declaró Venerable, y fue beatificada el 3 de Octubre de 2004.

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[←168] Sacramento de la extremaunción, llamado, a partir del Concilio Vaticano II,

Sacramento de la Unción de los enfermos.[←169] Aunque este texto no habla directamente del Buen Ladrón, expresa muy bien la

pobreza espiritual que le abrió al don de la conversión, y es una maravillosa llamada aaceptar las heridas, decepciones y fracasos que nos hacen débiles, y que al contrario delo que solemos pensar, nos abren a la fe y nos disponen para acoger, como el BuenLadrón, el don de la conversión.

Anexo 4 [←170] Recogida en la Meditación del Cardenal Dionigi Tettamanzi, El buen ladrón,

Meditación, EDICEP, 2006, págs. 119-121.[←171] Luisa Piccarreta nació en el sur de Italia en 1865. Durante 64 años estuvo en cama,

sentada en la misma posición, hasta para dormir, sin que los doctores pudierandiagnosticar ninguna enfermedad, y sin que nunca se le formaran úlceras. Únicamenteenferma de amor, y como víctima reparadora por los pecados de la humanidad. Vivió entodo momento la Divina Voluntad. Tuvo éxtasis prácticamente todas las noches. El Señorse la llevaba y le hablaba. Vivió siempre en obediencia a la Iglesia, en la misma época queel Padre Pío, y en la misma región de Italia, donde la llamaban «Luisa la Santa». Porobediencia a sus confesores, comenzó a escribir su diario espiritual. En él cuenta lo quele decía Jesús en los éxtasis. Habiendo ido a la escuela sólo hasta la primaria, escribió 36volúmenes de una gran sencillez y profundidad teológica. Su vida y sus escritos estánorientados a vivir en y de la Divina Voluntad, modo como vendrá a nosotros y al mundoel Reino de Dios. Murió en olor de santidad en 1947. A su entierro acudieron miles depersonas. Se encuentra en proceso de beatificación.

[←172] Recogida en la Meditación del Cardenal Dionigi Tettamanzi, El buen ladrón,

Meditación, EDICEP, 2006, págs. 81-82.

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«En verdad te digo,hoy estarás conmigo

en el Paraíso».

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