El Codigo Del Vaticano

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    E1ccdigo del VaticanoOpus Diavcli: asesinos de los Papases editado parED1C10NES LEA SABonpland 2273 C1425FWCCiudad de Buenos Aires , Argentina.E-mail: [email protected]: www.librosvrevistas.ner[SBN N 987-22032-4-5Prohibida su reproduce ion oral 0 parcial.Toclos los clerechos reservados. Z 00 5 E d ic io ne s L ea . S .A .Irupreso en Argentina.Talleres graficos M Libras.[unio de 2005.

    IG u zm a n B a la gu er , A rt ur o

    E I C 6d ig o d el V atica no : O pu s O ia vo li: as esino s de P ap as /A rtu ro G uz man B ala gue r y J oaq uin Z orr illa A lb orno z - 1a e d. -B ue no s A ire s: E dic io ne s L ea , 2 00 5.

    16 0 p. : 22 x14 em .I SBN 9 8 7 -2 2 0 3 2- 4 -51 . A p u lo c e tl c a I. Z orr illa A lb orn oz , J oa qu in , II. T itu loC O O 2 39 .

    EL

    C O D I G Or

    DELV A . J . I C A N OOPUS DIAVOLI:ASESINOSDE PAPAS

    DE SAN PEDRO A BENEDICTO XV I

    PROF. ARTURO GUZMAN BALAGUERDR. JOAQUiN ZORRILLA ALBORNOZ

    mailto:[email protected]://www.librosvrevistas.ner/http://www.librosvrevistas.ner/mailto:[email protected]
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    Los remotos origenesdel Opus Diavoli

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    La emboscadaSabre las mansas aguas del rio Tiber, en el afio 6 4

    de la era cristiana, se desliza suavemenre un barquichue-10 . Los seis hombres que 10 impulsan han tomado Ia pre-cauci6n de envolver en estopa cruda las puntas de susremos. Esto hace su marcha mas lenta, pero tambien im-pide que el sonido llegue mas lejos.

    Adernas de los remeros, ocupa la corta embarcaci6nun hombre alto, con su rostro cubierto. La noche sin lunaque cae sobre la antigua Roma no perrnite ver sus rasgosorientales, pero cuando la navecilla toea tierra con la qui-lla, en la barrosa orilla de un barrio marginal, poblado porprostirutas, ladrones y mendigos, el sitio mas apropiado pa-ra Ilegar a la ciudad sin despertar sospeehas, el hombre al-to se pone de pie y de un salto agil para su edad esta er-guido en la ribera. Sin detenerse a dar orden aLguna,avan-za hacia la barranca donde se alzan 10 que parecen chozas,alli donde una multitud grita y se divierte bien entrada lamedianoche.

    Cuando trepa las escaleras que hacen mas facil la su-bida hacia las supuestas chozas, un borracho le intercep-ta el camino diciendole un sinfin de estupicleces y afe-rrandolo de Ia capa, que lleva por encima de la cabeza.EI hombre alto mira en una y en otra direccion, para cer-ciorarse de que nadie sea testigo de 10 que va a hacer y,sigilosamente, sonriendole al energumeno que 10 insultay tironea de su capa, extrae de entre sus ropas un largopunal curvo y le asesta al clesconocido una, dos, tres, has-ta cinco punaladas.

    El borracho cae sobre los escalones todavia sin com-prender por que esta muerto y luego rueda pesadamentehacia abajo. Su cuerpo inerte cae sabre el barre de la orilla,mas nadie se ci a cuenta de 10 sucedido: en el horizonte sealejan los remeros , que 1 1 . : ' 1 1 1 cobrado por transportar al hom-

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    bre alto antes de salir de un temple dedicado a un dios ex6-tico, distante dos horas de esa divertida ribera del rio Tiber.

    Sin volverse, el hombre alto sigue su camino atrave-sando la chusrna que se divierte y sc embriaga. Aparta canel asco de uno que ha hecho votos de castidad a las pros-titutas que se arrojan en sus brazos, a los nuevos borrachosque intentan dctenerlo, a los libertinos que han consurnidoopio de Capadocia antes de dirigirse al Forno Magnum, elbarrio de los prostibulos, para una nueva neche de juerga.

    Lo que parecian chozas .desde la orilla se rcvelan co-mo 10 que son: grandes homos de barro, capaces de con-Tener a dos personas en su estrecho interior, suficiente es-pacio para que las prostitutas mas baratas de Rorna ejerzansu oficio. Son los j01"nUS, de cuya grafia saldran siglos des-pues las palabras homo y fornicacion.

    Ernpujando entre la multitud delirante, pOI' fin el hom-bre alto sale a un sendero que 10 llevara a su destine. Es-ta oscuro, porque ha elegido adrede una noche sin lunapara su rnision. A poco de andar por terreno despejado, to-do se hace un desierto, donde apenas unos arboles som-brios, alamos funerarios, proyectan su sombra haciendomas oscura la noche. Pero ya en el horizonte titilan las ele-vadas luces de Roma: Ia gran ciudad lejana donde es espe-rado par algunos y no esperado por rnuchos otros, que ig-noran todo sobre el. S6lo cinco personas saben de su pre-sencia en Roma: el ernperador, el prefecto de la ciudad yel centurion (un jefe militar) que 1 0 aguarda a pocos pasosde donde ha llegado, tarnbien envuelto en su capa para noser reconocido y bien escondido tras un alamo. EI hombrealto finge no verlo, para permitirle sentir el placer de 50r-prenderlo. E I desprecia a Ios rornanos, pero le son utilespara sus propositos y los de sus seguidores.

    EI centurion juega a sorprenderlo, saliendo de impro-viso de SlI escondite, pero se decepciona al ver que elhombre alto 10 espera irnpavido, midiendolo de los pies ala cabeza, Con una senal de su mario, el centurion le indi-

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    ca que 10 siga, 10 q ue el hombre hace sin el rnenor temor.Andan apenas cien metros entre el bosque de alamos

    cuando los rodea una cornpania de soldados, arrnados conpicas, escudos y esos sables cortos de dos files que los ro-manos Ilamaban gladius hispanum.

    EI centurion y su invitado suben a un carro tirado porcuatro caballos negros, una cuadriga que enseguida se di-rige a la cercaria Roma, cruzando los suburbios rniserables,las ruinas de temples paganos que cl hombre alto contem-pia can el ceno fruncido, al ver la decadencia en la que es-tan cayendo las antiguas tradiciones, y en su mente vuelvea hacerse firme la conviccion de que los culpables son losseguidores de la nueva religion que ba infesiado el Impe-rio: los impios cristianos, que no respetan a los antiguosdioses ni a la divina figura del ernperador, que predican en-tre los esclavos, las mujeres y los libertos, y que ya estancanandose las simpatias hasta de algunos miemhros de las'"farnilias mas notables de noma. Mientras la compariia de le-gionarios sigue detras suyo y a paso firrne la rnarcha delcarro que 10 lleva aRoma, el hombre alto recela basta delmismo centuri6n. No siente miedo alguno, sino sola menteuna sorda prevencion: si el centurion estuviera vendido alos infames cristianos, nada le impediria frustrar su misionde esa noche mandando matarlo en un recoveco de Ia ViaApia que estan recorriendo, ordenar a los legionaries quearrojaran su cuerpo al Tiber que acaba de abandonar, y na-die se enteraria de que estuvo alii Su prevencion 10 llevaa aferrar disimuladamente el puna I manchado de sangreoculto entre sus ropas, durante todo el trayecto, hasta don-de ya se yen las entradas de las catacumbas, a s610 un ki-lornetro de la ciudad, alii donde descienden haciendo ape-nas ruido, ocultos detras de un espeso rnacizo de arbustos.

    EI centurion cia orden de avanzar sigilosamente a sushombres, mientras el y su invitado desciendcn del carro.

    Desde donde estan pueden vel' pcrfectamentc a doscentinelas cristianos ateruos a cualquier movimiento, cus-

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    todiando la entrada a las cataeumbas. Con aseo, el hombrealto eonfirma que aquellas catacumbas donde se escondenlos cristianos para celebrar sus riros inmundos son las rui-nas de un templo consagrado antiguamente a la diosa Hat-hor, de origen egipcio pero que antes de la llegada de loscristianos abundaba en seguidores. Sus espias estaban en10 cierto: aquel era el Iugar indicado.

    Sin decir palabra, el centurion, s610 ordenando parsellas, ha distribuido a sus hombres rodeando todas las sa-Iidas subtem'ineas del templo de Hathor,

    A una nueva sefial suya, dos legionaries avanzancuerpo a tierra entre los matorrales, llevando s610 un pu-fial entre los dientes. Cuando estan 10 suficientementecerca de los centinelas cristianos -son un hombre y unamujer vestidos con las sencillas ropas del pueblo- subita-mente se ponen de pie detras de ell os y los deguellan si-lenciosamente... E1 c enturi6n, mientras tanto, ha cambiado sus ropasrnilitares par otras civiles: finge ser un miembro de la cla-se de los artesanos, entre 1a cual los cristianos han avan-zado Con sus predicas.

    As ! disfrazado, avanza en cornpania del hombre alto ha-cia la entrada de las catacumbas, y ambos ingresan en ellas.

    Se trata de un tunel angosto y oscuro, pero el hom-b.re alto ha memorizado todas y cada una de las descrip-Clones que sus espias le han brindado. Sabe a donde lle-gar y como hacerlo en el tiempo justo.Finalrnente, ambos complotados arriban a una salamayor, donde unas cincuenta personas escuchan 10 que di-ce un hombre y a anciano, de intensos ojos negros .

    Se produce un gran silencio cuando ambos ingresanen esa sala penumbrosa, apenas ilurninada por algunasrnalolientes antorehas de grasa, pero el hombre alto haeeun saludo de paz, deja su rostro al deseubierto y saludaa1 aneiano que pareee dirigir la reunion, El hombre alto10 llama par su nornbre en ararneo, Cefas, que sigrufica

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    "la roca", pero para toelos los seguidores cristianos quealli 10 escuchan es Petrus, Pedro, que significa 10 mismo.A pesar de estar sorprendido por la interrupci6n, el an-ciano le da la bienvenida y 10 invita a participar. EI hom-bre alto se muestra jubiloso de estar entre cristianos, yhasta pide permiso para presentar a su acornpanante. Elcenturion, para la farsa que estan representando, pasa aIlarnarse Sexto Claudio, un reciente converso. El motivode que Pedro no 10 conozca es, dice el hombre alto, queel mismo Jo ha atraido a la fe verdadera tras conocerlo enun hospital de la Galla, donde el tal Sexto agonizaba vic-tima de una penosa enfermedad. Curado par fa fe, expli-ca el hombre alto, Sexto ha querido conocer en personaal obispo de Roma, cabeza de 1a clandestina cristiandaden la capital misma del Imperio. E1hombre alto se discul-pa por no haber advertido antes de su imprevista visita,pero tcmia no encontrar a Pedro en Roma 3 tiempo deque su reeiente convertido 10 conociera .

    Aparenternente convencido de sus razones, Pedro dala bienvenida a Sexto y 10 presenta ante 13congregacion."Sexto", par Sll parte, no deja de observar a todos y cadauno de los presentes con suma atenci6n: reconoee entreellos a algunos. Estan alli, entre genre del pueblo bajo y al-gunos libertos, dos escribanos de Ia prefectura de la ciu-dad, la esposa de un centurion de la sexta legion, varioseomereiantes, la hija de un saeerdote de Jtipiter Capitoli-no . .. Pero sus oj os grises y duros se detlenen al recorrer lamultitud de rostros a los que es presentado. La ha recono-cido clararnente. es un joven no mayor de 18 anos, de lar-gos cabeLlos rubios y que tiene una mano, la derecha, bal-dada. Con algun esfuerzo, basta recuercla su nombre:Apius Maximus, primogenito de un senador romano. Elcenturion se promete a S 1 mismo no sacarle los ojos de en-cima, pase Io que pase en los momentos siguientes, por-que sabe que en salvar la vida del hijo mayor de tan im-portante personaje, aunque sea un traidor a los dioses del

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    Ir:lperio y al rnismo emperador, esta SLl fortuna. Apius Ma-xnnus debe ser salvado a toda costa de los legionarios queesperan atentos, fuera, una sola senal suva.

    Durante dos horas mas, el coclicioso centurion so-porta el largo sermon de Pedro, obispo de Roma y primer~apa de la cristiandad. A su lado, el hombre alto finge111st.rUlrloen los misterios de la secta ;udfa a la que acabade mcorporarse. Pedro oficia la misa y, paso par paso, elhombre alto Ie explica al centurion los rnisterios que in-volucra la sagrada ceremonia. EI hombrc alto es un ex-perto cono~edor de los rituales cristianos y, de hccho, pa-sa par ser el rrusrno un discipulo de Pedro rnuy respera-do en el sur de la peninsula italiana: lleva seis an os infil-trade entre los cristianos y nadie, ni siquiera el mismfsi-rno Pedro, podria desconfiar de el.

    A l termino de la ceremonia, Pedro bendice a los fie-les y ordena suavemente que se vayan en paz a sus ca-sas, cuidando de no ser vistos.

    Ordenadamente, van saliendo uno tras otro de las ca-tacumbas: los centinelas no estan y ello los atemoriza, pe-ro ~ervl0samente Pedro les ordena dispersarse de inmedia-to. EI misrno esta sumiendose entre los arbustos cuando es-eucha a sus espaldas el grito de guerra de la legion, profe-rido de viva voz por el centurion, mientras aferra del cue-ll.oa.su el~gido prisionero, el joven Apius Maximus, que nisiqurera anna a intentar escapar. Si 10 hacen los otros cris-tianos, pero los soldados irnperiales, que surgen de todaspartes, se Ijrnitan a avanzar hacia ellos, cerrando el cercoya te~dido de anternano. Todos los cristianos son prendi-dos, rncluyendo Pedro, obispo de Roma, que se deja po-ner los grilletes de hierro sin protesta, pero tarnpoco dan-do muestras de sumisi6n mientras pasa una y otra vez jun-to a los ca~averes del hombre y la mujer degollaclos porlos legionaries. E[ hombre alto ha logrado hacer prender aPedro, q~lien segurarnente sera ern cificado , 10 misrno quesus seguidores, aunque a algunos, los ruas robustos los,

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    de tinaran a los juegos del ClfCO para diversion del popu-lacho. Al hombre alto no Ie agradan ese tipo de sacrificioshumanos realizados por puro entretenimiento, ante seis milo siete mil personas que colman el Coliseo. E I prefiere sa-crificar vidas humanas en el silencio y el clima ominoso deltemplo de Baal del cual es en Siria el sumo sacerdote. Y10 que rnedita frente a las catacurnbas y entre cadaveresson nuevos planes de la organizacion a la que pertenece,cuyo objetivo no es otro que la destruccion del cristianis-mo en todas sus formas, antes de que el cristianismo des-truya todas las creencias antiguas. El hombre alto, el PrimerGran Salamandra de una orden que todavia no tiene nom-bre pero que 10 tcndra y sera bien ternido en los siglos ve-nideros, confia en que podran destruir al cristianismo rnu-cho antes de que S 1 . 1 crecimiento alarrnante entre las gen-tes de todas las clases sociales del Imperio Romano 10 tor-nen dernasiado poderoso. El Gran Salamandra se equivo-ca, pew no 10 sabe.

    En defensa de las supersticionesPero, nos preguntamos todos, (_quhnera este hombre

    alto, este traidor a Ia causa sagrada a la que decia pertenecerdesde hacia afios, cuando, en realidad, solo deseaba acabar-la y aniquilar a cuantos slguieran la senda del cristianismo?

    Su nombre no ha sido conservado, 5610 sabemos sucargo dentro de una organizaci6n muy prirnitiva, que por laepoca a L a que nos estamos refiriendo, cuando el irnpio em-perador Neron daba comienzo a una de las mas sangrientaspersecuciones que debieron soportar los primeros martiresdel cristianismo, por otra parte, tampoco tenia un nombre.En realidad, por aquellos tiempos, se traraba de una socie-dad secreta compuesta por pocos miernbros, los prindpalesinteresaclos en irnpedir que la luz de la doctrina de Cristo seexpandiera como verdaderamente despues 10 hizo.

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    Se habia formado apenas una decada arras, predpita-darnente, sin un plan preciso pero ya con un claro objetivo.

    El hombre el que llamaremos el Gran Salamandra era,par entonces, apenas uno mas de los tantos sacerdotes decultos ex6ticos que habian logrado arraigarse fuerternenteen el Imperio Romano. Este, en su enorme expansi6n,conquistando pueblos desde el Atlantico a las estepas delAsia Menor, irnponia a los pueblos cautivos la pax roma-na, un tratado que suponia fuertes tributos de metales pre-ciosos, mercancias y hombres aptos para la guerra, que in-mediatamente se incorporaban a las legiones y asi servianpara someter a nuevas naciones. A cambio, el Imperio lebrindaba a la naci6n asi sometida la protecci6n de Romacontra sus enemlgos ancestrales, generalmente los pueblosvecinos, a los que naturalmente los ya pacificados par Ro-rna la ayudaban a someter, incrementando el territario desus mismos vencedores. Adernas, Roma prometia a la cla-se aristocratica la ciudadania romana, que tambien reci-bian los legionaries extranjeros al cabo de 25 anos de ser-vieio en el ejercito ... si es que alguno llegaba vivo a cum-plir dieho plazo. Pero tarnbien Roma era muy puntillosaen otro detalle: al reves que los hititas, los babilonios, losasirios, los persas y el resto de los imperios que habianconquistado territorios ajenos y se los habian anexado sinmas ni mas, imponiendoles por la fuerza de [as armas sucultura y sus costumbres, sus habitos y su religion, el Im-perio Romano unla la astucia a la coacci6n mas firrne. Por-que Roma permitia a los pueblos conquistados seguir ado-rando a sus dioses con entera libertad, en tanto y en cuan-to la c1ase sacerdotal reconociera a la persona del ernpe-rador como un dios mas y Ie rindiera pleitesia (acatarnien-to), amen de pagar los templos de las naciones vencidasun grueso tribute anual par la "liberalidad" de Roma al to-lerarlos. A fin de cuentas, detras de la diploma cia y la as-tucia romanas 10 (mica que habia era un interes claro pOl'el oro, la plata, el trigo, el hierro, el estario, las especias y

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    el ganado que pudieran extraer de los territorios conquis-tados, ademas de los hombres aptos para la milicia queiban a engrosar sus ejercitos. Si los pueblos vencidos que-dan conservar sus dioses, mientras pagaran por hacerlo yal menos publicarnente admitieran la superioridad del em-perador sobre sus dioses locales, era cosa de ellos.

    Un plan muy astuto, pero que, como todo plan, ibaa tener su contrapartida, por la misma dinamica de lascircunstancias.

    Roma, para mantener su poder en un territorio con-quistado, debia destacar en el tropas de ocupacion, tropascompuestas por hombres que tenian necesidades de todaindole: si bien en un principio las legiones recien llegadasmantenian una prudente distancia de los naturales,emplazados en losfuertes -los castrum, palabra de dondeproviene el terrnino castellano "castillo"- que construian enla capital del reino conquistado y todas las regiones delmismo donde fuera necesario prevenirse contra posibleslevantamientos, poco a poco, can el paso de los meses yluego de los anos, la desconfianza inicial y aun la repug-nancia de los soldados imperiales pOl'las costumbres y lascreencias de los pueblos someticlos iban cediendo, par el16gico intereambio que sucede en estos casos. Con el tiem-po, la moral de la tropa se relajaba arm mas, y hasta algu-nos de ellos forma ban familia y tertian hijos con mujeresdel lugar. Tarnbien, al no existir formalmente ley algunaque 10 impidiera, adoptaban la religi6n de sus esposas. Siera necesario permaneeer largos alios en sitios tan remotosy apartados de Rorna como Bretafia, Judea 0Capadocia(hoy parte de Turquia), era importante pasarlo 10mejor po-sible. La ley romana no impedia a los legionarios, ni a lossoldados, rasos ni a la oficialidad, seguir cualquier cultoque quisieran, en tanto y en cuanto no dejaran de profesar,adernas, e L culto ofieial del Imperio y de adorar a la perso-na misma del emperador como un dios vivo sobre la tierra.Asi, los legionarios que llevaban mas de cinco arios en las

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    actuales Islas Britanicas eran seguiclores de los cultos drui-das, 10 mismo que los prolongadamente destacados en loscastrum de 1a Galla. Los que vigilaban el dominic de Ro-rna sobre el fertil Egipto adoraban a Osiris, Isis, Anubis, ladiosa Hathor y a todo el extenso pante6n del pais de laspirarnides. Aquellos que vegetaban en Capadocia seguianel cu1to de Mitra, herencia de los persas. Los que ya tenianhijos mayores de edad en el norte de Africa sacrificaban alos dioses romanos y tarnbien a los idolos de madera queadoraban los familiares de sus esposas.

    S6lo aquellos destacados en Judea estaban obligados ano mantener mayor contacto con los naturales e, inclusive,en aquella problematica region del Imperio, una provinciaromana pobre en recursos y casi insigniflcante para las ar-eas imperiales, habia destacadas el triple de legiones queen cualquier otra del dilatado dominio de Roma. La razonera rnuy simple: era la que traia mas problemas, siempre Us-ta a levantarse, siernpre arenta a emboscar a las patrullas ro-manas, siempre lista para Jarebelion. Judea, ademas, no ad-mitia en las sinagogas a los soldados romanos y, muchomenos, permitia eJ casamiento de una mujer judia can un1egionario. La desconfianza mutua entre conquistados yconquistadores era 1anorma tacita e imperturbable en la re-mota Judea. Incluso, s6lo en Judea el ejercito romano se-guia las viejas ensefianzas que habra dejado Julio Cesar res-pecto de la convivencia forzada de soldados rornanos canlos hijos de un pais conquistado. cada afio, para impedir to-do intent? de acercamiento entre judios y rornanos, los le-gionarios eran relevados por tropas frescas. All!donde fue-ran destinados podrian seguir el culto que quisieran, ade-mas del romano oficial ... pero no en Judea. Y ello, sin ex-eepeiones, tanto para 1atropa como para los oficiales.

    En todas las otras provincias romanas alguna vez sevencia el plazo del servicio al emperador. Aquellos quehabian sobrevivido un cuarto de siglo lIevando sobre elantebrazo derecho el taruaje de la legi6n tenian derecho a

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    volver a la peninsula italica can el rango de veteranos, serlieenciados y recibir, por generosa dote del emperador, al-gunos acres de tierra en alguna parte cerca de Roma, conla sola obligaei6n de tener que volver a tomar las arrnas silas urgencias de la patria I siempre mas omen os en peli-gro, asi 10 dispusieran. Naturalrnente, la mayoria de losviejos soldados que volvian a la patria 10 hacian en corn-pania de sus esposas e hijos, cuando no llevando consigoa algunos de los familiares de aquella.

    Fueron estos veteranos de las Gallas, de Bretana, deEgipto, de CapacLocia, de todos los confines del Imperio,y sus familias quienes trajeron aRoma y- a toda la penin-sula la novedad de nuevos cultos, extra nos y precisarnen-te atractivos por su misrna rareza. Inicialmente, la apari-cion de dioses foraneos alarm6 y luego escanclaliz6 a lossacerdotes del culto oficial, que los vieron como una arne-naza directa a su influeneia sabre el pueblo, el Senado yaun la persona misma del emperador. Sin embargo, pesea las protestas de los templos de Jupiter, Minerva, Apolo yMarte, todos los emperadores concluyeron en una mismacosa: mas valia tener al pueblo entretenido con aquellasinofensivas creencias antes de que fuera a preocuparsepar la miseria, la suciedad, eLhambre y la prorniscuidadque tenia que soportar en la dorada Roma.

    Poco a poco, las nuevas deidacles fueron eosechandoadeptos y seguidores entre e1pueblo romano, que via sur-gir templos, cada uno mas extravagante que el otro, en lascercanias de donde, antiguamente, sus antepasados 5610 te-nian veneraci6n pOI' los clioses del panteon imperial. Lostemplos nuevos se habian expandiclo por todo el Imperio yRorna, dentro de su tablero impreciso de palacios fastuososy callejuelas miserables por donde corrian los cerdos y lasgallinas, via surgir rarisimas arquitecturas, ternplos edifica-cLosa la usanza de las tierras de donde eran criginarios, edi-ficios que nadatenian que ver, ni en forrnas ni en ornamen-lOS, con las sobrias imitaciones de los temples griegos que

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    preferian los romanos tradicionalistas para adorar a los dio-ses de sus padres. Mucho antes de que el loco emperadorNeron, incestuoso asesino y degenerado, incendiara Rornapara poder culpar a los cristianos del atenrado, innumera-bles centres de adoraciones extranas al antiguo esp1ritu ro-mano se erigian por toda la ciudad, Templos cledicados aBaal, un dios fenicio, a Mitra, L1nopersa; a Isis, Osiris, Ra,Anubis, Ptah y Hathor, dioses egipcios, temples de maderade dos pisos de alto consagrados a la diosa de Ia tierra ma-dre, un culto traido por las legiones de la remota Bretana ...Y todos eIlos, sin entrorneterse con las cuestiones del po-der y la suprernacia al menos nominal de los dioses roma-nos, puntualmente pagaban su tributo a las areas siernpreharnbrientas del emperador. Los romanos podian burlarsede las excentricas cerernonias de aquellos huespedes sobre-naturales, pero no podian menos que tolerarlos en eI vecin-dario. A fin de cuentas, ademas de pagar el tributo, entreotras cosas, enseriaban de puertas para afuera a respetar alemperador por encima de cualquier otro inreres.. y esomantenia ocupado y distraido al pueblo. En definitiva, iquemas podia pedir un despota que aquel servicio gratuito quele brindaban esos cultos que quiza el tarnbien juzgaba ridi-culos, pero que tanto Ie convenia albergar a las puertas mis-mas del Capitolio, hasta en el mismo vecindario del edificiodonde sesionaba el Senado Romano?

    Aquel idilio entre el poder secular y la variada ofer-ta de 10 sobrenatural iba a ser arruinado por unos hom-bres venidos de la siempre rebelde Judea, que para col-mo eran considerados herejes en su misma tierra: los tes-tarudos cristianos.

    EI cristianismo, un aguafiestasPara el mundo pagano, que retozaba a sus anchas y

    labraba su fortuna sobre Ia base de la ignorancia y la su-

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    persticion en que tenia sumidos a los pueblos, la Ilegadadel cristianismo supuso un absolute desastre. Aunque esti-mado inicialrnente como un culto mas de los cientos quernantenian su oferta a todo 10 largo y ancho del dilatadoImperio ROI1:1ano,cultos que no quebraban jarnas las "re-glas del buen vecino", es decir, vivir y dejar vivir, pronto serevelo como el factor que, si se 10 dejaba prosperaI', iba aarruinar definitivarnente el exitoso negocio que representa-ba, para la clase sacerdotal que adrninistraba los innurnera-bles templos, las grandes contribuciones que hacian los se-guidores de todas las doctrinas en las areas respectivas. Ydesde luego, arruinar a los templos era arruinar al empera-dor, un socio activo y bien dispucsto, con el poder de lasarrnas, a defender el bien cornun.

    Forque los cristianos no se contentaban con el nego-cio habitual, que tanto habia enriquecicLo a los sacerdotesde las otras "confesiones": difundir el culto, primero entrelas clases populares, S 1 , pero aspirando siempre a conquis-tar las conciencias del patriciado, de los ricos mercaderes,de los poderosos del Imperio, 10 que brindaba una pro-tecci6n adicional. Luego, se establecia el templo, merceda la contribuci6n de los magnates, deseosos de ganarse alpueblo credulo con publicos y gruesos aportes que per-mitieran a los grandes ejercer aun mayor influencia con su"generosidad" hacia el templo que cobijaria el culto de losdioses que ya un sector del populacho idolotraba. A con-tinuaci6n, los sacerdotes se instalaban fastuosamente en elfiamante edificio y cornenzaba la funcion. Los oficios pu-blicos de los cultos ex6ticos ocupaban diariamente laatenci6n del distraido pueblo romano, que adhiriera 0 noa las creencias que daban algun senti do a esas cererno-nias, acudia en rnasa a presenciarlas, atraido poria nove-dad, la rareza de las practicas, la fastuosidad de los ritos,10 cruento de los sacrificios ... que no siempre se lirnitabana masacrar en altares pintarrajeados pajaros, monos, fieraso bueyes. Aunque los sacrificios humanos estaban severa-

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    mente prohibidos en la ciudad de Roma y aun en todo elImperio -salvo, par supuesto, el de los cristianos en el cir-co-, en los arrabales de la ciudad y en todas las provin-cias, aunque debian realizarse ocultarnente , eran toleradoslos asesinatos de esclavos y prisioneros de guerra, siern-pre y cuando no trascendiera demasiado el hecho de lasangre humana derramada. Adernas, los temples tenian e1suficiente poder, ya en epocas del ernperador Augusto -ydesde luego, el suficiente poder politico- como para ha-cel' practicarnenre 10 que quisieran, mientras no contradi-jeran las norrnas imperiales y no rnasacraran en sus alta-res a ningun ciud.adano romano.

    Y entonces lIegaron los cristianos, cuyo mismo ori-gen, la rebelde Judea, hacia que todos los rniraran can des-confianza. Una desconfianza que inmecliatamente se con-firmo, no 5610 porque no acepraban en absoluto seguir Lasmismas reglas que los dernas cultos foraneos, sino porquedenunciaban las atrocidades y las mentiras que sustenta-ban aquel "alegre" status quo de la superstici6n masiva-mente difundida. Los cristianos no respetaban nada, se em-pefiaban en juzgar como falsos a todos los idol os que ado-raba convenientemente el pueblo romano, los antiguossoldados y hasta buena parte de la clase patricia y terrate-niente, en un alarde de esnobismo en su gran rnayoria.

    No tardaron las autoridades civiles y eclesiasticas deRoma en advertir claramente el peligro ieleol6gico queella traia aparejado. Porque si los cristianos no reconociancomo dios a otro dios que su Dios, ella involucraba no 56-[0 que todas las otras deidades eran falsas, sino que ram-bien el mismo ernperador, que era el dios en la tierra ytarnbien tenia sus temples desparrarnados por todo el Im-perio, era tan fraudulento como jupiter, tanto como Mar-te; del mismo modo su culto no tenia sent ida , igual queel tributad.o a Minerva, que el dispensado a Febo.

    Que los cristianos injuriaran asi a los dioses extranje-ros vaya y pase, pero que afirmaran que del rnismo 1110-

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    do eran falsos los dioses rornanos, y entre ellos 1a sagra-da persona del ernperador, era algo absolurarnente imper-donable Se suponia que iban a dispersarse y desaparecerluego de la muerte en la cruz de su funclador, Cristo, quehabia rnuerto en una lejana provincia rebekle del Imperio,muchos anos antes, par la infamante muerte que se dabaa los esclavos que se rebelaban contra sus amos. (Que ha-clan alii, en Rorna, en la misrna capital del Imperio, agi-tando dia y noche la conciencia del populacho?

    Porque a su peligrosidad doctrinaria, los cristianosunian otra: ellos no procedian como los demas predicado-res de cultos exoticos, difundiendo su doctrina primero en-tre .aquellos que hubiera mas a mano, pero aspirandosiernpre a conquistar influencias entre los poderosos, dedonde emanaba la protecci6n, el dinero y el poder. En vezde seguir la vieja receta que tantos temples redituables ha-bia Ievantado en la capital del Imperio y en todo su inmen-so territorio, los cristianos se ernpenaban en difundir sucredo entre ios esdavos, los libertos, los pobres artesanos,los humildes, los sin esperanza. Precisamente, el gigantedormido a quien Roma mas temia. EI escJavo que podia Ie-vantarse, tarde a temprano, para derrocar el poder de losque tanto tenian que perder: definitivarnente todo.

    Y aunque no estaban en la prirnerisima fila de los quearriesgaban todo en caso de seguir tolerando a los cristia-nos como a una secta mas, de igual modo los sacerdotesdel culto oficial y tambien los de las creencias que hoy de-norninariamos "alternativas" comprendieron inmecliata-mente el peligro. EI cristianisrno militante de aquellas pe-ligrosas prirneras epocas de la doctrma de Cristo en ex-pansion era el enernigo publico nurnero uno, y debia seraniquilado cuanto antes. Para el paganismo rentado deaquellos tiernpos era cuestion de vida 0muerte, 10 misrnoque para Roma, aunque esta tardara algo mas en com-prenderlo. iEs dernasiado dificil comprender que una or-ganizaci6n de las distintas sectas religiosas aunque en sus

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    inicios rudimentaria y no muy bien articulada, iba a con-vertirse en Ja mejor aliada del poder imperial para mtentaracabar can la amenaza representada por e1 cristianismo,comenzando natura1mente por la eliminaci6n concreta yfisica de sus principales lideres, y entre ellos, destacada-mente, los primeros entre todos, los sucesivos Papas?

    Una diabolica decisionLa organizaci6n del Opus Diavoli, en sus comienzos,

    distaba mucho de configurar un grupo de personas conintereses comunes y un objetivo claro (la destruccion delPapado y del conjunto del cristianismo), sino que se trata-ba de un conjunto de personalidades que ya habian esta-do enfrentadas antes de que el avance cristiano se convir-tiera en la maxima amenaza para todos ellos. Cornponianeste puftado de fundadores sacerdotes de los distintos cre-dos traidos par los legionarios de las lejanas tierras quehabian ayudado a conquistar y, como es logico, habiancompetido entre ellos por el favor del pueblo, los mismoscontactos politicos y los mismos privilegios, Quienes ape-nas anos 0 meses arras se odiaban a rnuerte, por celos ycompetencia, cuando se perfil6 la influencia que estabateniendo e1 cristianismo en Roma, comenzaron a com-prender que 10 mejor era unirse contra el enernigo cormin,si es que aspiraban a sobrevivir.

    Segun algunos antares, los primeros en establecervinculos tendientes a unir a los distintos credos ex6ticoscontra el enemigo cristiano fueron los seguidores de loscultos egipcios, especificamente los sacerdotes que ser-vian en el templo de Osiris, uno de los mas perjudicadospor la intensa predica de los seguidores de Pedro el Pes-cador, quienes habian hecho mermar mucho las visitas altemplo de los egipcios y, pOl' ende, tambien las donacio-nes al misrno. En sus predicaciones, los cristianos se ensa-

    fiaban contra las idolatrias y las supersticiones difundidaspor los seguidores de Osiris, desenmascarando a cadaoportunidad que se les presentaba las falsedades que es-tos presentaban al pueblo romano como verda des revela-das. Uno de los "servicios" que brindaba el templo de Osi-ris a cada comienzo de los meses del calendario romano,era la adivinaci6n por rnedio del examen de las viscerasde los anirnales sacrificados en la carnara exterior del tern-plo, por 10 cuallos consultantes, adernas de pagar los gas-tos de los sacrificios, debian ofrendar una importante da-diva destinada direcramente a los sacerdotes. Las sumas apagar tenian directa relacion con Ia graveclad de 10 con-sultado: no se le pagaba 10 misrno al dios de los muertosy la sabiduria, el enigrnarico Osiris, par adivinar el para-dero de un esclavo profugo que por predecir la suerte deuna cosecha entera, de la cual podia depender 1afortunao Ia ruina del credulo consultante. Asi, con el paso de losanos, los egipcios habian engrandecido s1..1emplo, edifi-cado en las primeras decadas de la era cristiana muy cer-ca de Rorna, a la derecha de la Via Apia. Cada comienzode mes, un extenso contingente deseoso por conocer sufuturo acampaba en los alrecledores del templo de Osiris,ocupando inclusive los jardines hasta la ribera misma delviejo rio TIber, esperando, esperando siernpre, durantedias, a que llegara su turno de ser admitidos pOI'los sacer-dotes e invitados a sacrificar en la carnara exterior del ex-trano edificio -conocido en Roma como "la casa de Osi-ris"- antes de saber su suerte. Y aquella multitud quemensualmente acudia a consultar a los egipcios viniendoinclusive de mas alla de las fronteras de la peninsula ita-liana, debia comer, beber, disponer de alguna comodidadpara dorrnir, etcetera, par 10 que desde el establecimientodel templo de Osiris aquel descampado habra prospera doa la par del temple. En sus inmediaciones habian surgidoposadas, despachos de comidas y bebidas, depositos, es-tablos para los caballos y carruajes que los peregrines ha-

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    bran ernpleado para llegar aRoma y, tambien y desde Iue-go, prostibulos ac1ecuados P;:U

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    y la prosperidad iba a volver a llenar las areas de todos. Lasecta judia seguidora de Cristo iba a ser borrada del mapapor los implacables rornanos, quienes par fin habian reac-cionado ante el desafio permanente de los cristianos a 1 3Figura del ernperador y el culto tradicional del Imperio. Yano habia par que temer: en unos afios, cinco a 10 sumo,hasta el ultimo cristiano habria sido masacrado a enviadocomo esclavo a rnorir en las minas de sal de Ia Galia, y na-die mas se acordaria de su hereje y perjudicial predica coo-tra Ia idolatria, la adivinacion y las supersticiones,

    Pero, para desconcierto de todos los involucrados en ladeseo vehernente de destruir al cristianisrno por todos losmedios posibles, las persecuciones y las masacres se suce-dian sin que la cantidad de cristianos disminuyera. Por elcontrario, parecia acrecentarse su nurnero can cada masacreque sufrian, La fe en Cristo se habia arraigado ya entre laclase baja rornana, entre los desposeidos, los parias, los des-preciados, los hambrientos, los pobres. No importaba quelas tropas imperiales ingresaran en las casas de inquilinato,de tres a cuatro pisos, que infestaban las barriadas romanasmas humildes, alli donde vivian quiza cuatro 0seis farniliasen una sola habitaci6n, siernpre amenazada de derrumbe, ya consecuencia de la redada se Hevara a los ealabozos a to-dos los rnoradores del edificio (incluidos los ninos) bajo elcargo de ser cristianos. No afectaba al desarrollo del cristia-nismo la abundante cifra de mart:irizados por los mediasmas atroces e inhurnanos, ni hacja decrecer su numero ca-da funcion del Coliseo, donde hombres, mujeres y nifioseran encadenados a. un poste, en el centro de la arena,mientras se abrian las rejas laterales y toda clase de fieraseran liberadas para que los devoraran ..Segun decian ya losmisrnos romanos, con los cristianos se podia haeer casi cual-quier cosa: degollarlos, quernarlos, despedazarlos, estrangu-larios, envenenarlos, ahogarlos y hasta hacerlos devorar parlas fieras. Lo unico que no se podia hacer con los cristianosera elirninarlos del todo y para siempre. En el Senado ya se

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    hablaba de ellos como "la plaga venida de Oriente", com-parandolos can las nubes de millones de langostas que, ca-da tantos anos, venidas de Siria y del Sahara, cruzaban tie-rras y mares para precipitarse sabre Ia fertil campiria rorna-na y devorar los cultrvos hasta la raiz, para ruina del Impe-rio, sin que media alguno de los empleados pm el hombrebastara para eliminarlas ..Sin saberlo, el indignado senadorromano que habia ernpleado estas palabras para referirse alos cristianos estaba interpretando eI pensamiento de todoslos sacerdotes extranjeros que, unos afios antes, le habianvuelto la espalda a la iniciativa de los seguidores de Osiris,quienes ya saboreaban el gusto de la victoria en sus preten-siones de conformar una liga "interreligiosa" contra el cris-tianismo, una verdadera cruzada del paganismo contra lanueva doctrina que arnenazaba con extinguirlo.

    En efecto: ante el evidente fracaso de las sangrientasiniciativas del poder imperial para eliminar a los cristianos,entre los sacerdotes de cultos ex6ticos, adorrnilados par unsiglo de opulencia y vida facil a costa de la ignorancia y lasupersticion, se habia despertado la conciencia de que eraurgente tomar cartas en el asunto y sumar fuerzas contrael enemigo cornun. Esta perspectiva no era nada desdefia-ble, como un peligro cierto para los seguidores de Cristo. .No se trataba de un pufiado de charlatanes y vendedoresambulantes de amuletos aliados para eliminar a la cornpe-tencia. Se trataba de hombres astutos y extremadarnenteinteligentes, carentes del menor escrupulo y que, una vezque decidieran ponerse en accion, no repararian en me-dios ni en plazas para arribar a su objetivo de exterrninio.Par otra parte, no estaban solos en su empresa sangrienta.Muchos de ellos pertenecian a la clase aristocratica de suspaises de origen y poseian un constante y bien aceitadocontacto can los dirigentes del mundo romano. Entre susseguidores contaban can senadores, generales del Impe-rio, miembros de la familia del emperador y, ademas, te-nian una gran influencia sabre los magnates de Roma, rnu-

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    chos de los cuales, par esnobisrno 0par simple supersti-ci6n, seguian sus extranos y barbaros cultos,

    Los sacerdotes de Osiris, entonces vistos como adelan-tados a los que casi nadie habia prestado atenci6n cuandodenunciaron el peligro del cristianismo (y no como simplesparanoicos, tal como se los estimaba antes del evidente Ira-caso de las persecuciones oficiales contra los seguidores deCristo), veian subir su prestigio a medida que los hechos seprecipitaban y la represion del cristianismo por parte de lastropas impenales se mostraba mas y mas inutil.

    Eran, desde luego, los mas senalados para ponerse ala cabeza de cualquier organizaci6n futura que tuviera parobjerivo eliminar al peligro venido de judea, pero demo-raban en haeerlo no por falta de iniciativa ni de planesbien premeditados. Su astucia y el conocimiento de los se-cretos resortes que movian a sus pares de otros cultos loshabian lIamado a silencio, previendo que si se adelanta-ban a intentar encabezar cualquier reunion de fuerzas en-tre los sacerdotes de los distintos cultos, estes iban a in-terponer sus celos y sus ansi a s de poder al objetivo co-mun y el intento de unidad iba a caer en el mayor desas-tre, y fracasaria aun antes de nacer. Era necesario esperartodavia mas, y los sacerdotes de Osiris as! 10hicieron. Esmas: fomentaron ampliamente el espiritu de derrota entresus pares de otros cultos, sembrando el rumor de que loscristianos se proponian haeer cundir el terror en la mismaCiudad Eterna, par medios que todavia nadie conocia. Elrumor crecio y crecio, en un ambiente del todo favorablepara que aSI sucediera y, desde luego, bien dirigido, se fil-tr6 hasta las rnismas carnaras imperiales.

    L1eg6, par supuesto, hasta los mismos oidos de Ne-ron, un cesar (el titulo dado a los ernperadores rornanos)que odiaba a los cristianos todavia mas que sus anteceso-res en el trono imperial.

    Enterado de aquel chisme Iniciado por los sacerdo-tes de Osiris, Ner6n, que era tan supersticioso como el ( 1 1 -

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    timo de sus subditos, mand6 de inmediato consultar a losadivinos del Imperio, los sacerdores encargados de aten-clef el templo de Jupiter Capitoline.

    Cabe sefialar que ninguno de los sacerclotes del ellItooficial romano habia jamas accecliclo a mezclarse en las rna-quinaciones de sus pares seguidores de cultos exoticos, aquienes contemplaban eon un absoluto desden, y de quie-nes se burlaban publicarnente, manifesrando que aquellascreencias eran las mas adccuadas para el pueblo bajo, la in-mensa rnasa de ignorantes, los legionaries borrachos veni-dos de otras tierras, las prostitutas y los taberneros, aSI co-mo los adinerados y embrutecidos comerciantes que habianlabrado sus fortunas en base a la estafa y la especulacion.

    Pero en el rnajestuoso templo de Jupiter Capitolino,el mas solemne y elevado de todos los de Rorna, del mis-mo modo que se despreciaba las creencias irnportadasde los paises barbaros que habia clominado Roma, seodiaba a muerte a los cristianos y, tarnbien, se terniamortalmente contracledr el mas 11 '11ni1110capricho deldesquiciado emperador Ner6n.

    Por ello fue que, con el mayor terror, los aruspices(aquellos sacerdotes que daban los presagios) tomaron susbastones negros y dividieron en cuatro campos el cielo,trazando dos lineas en cruz, frente a Ia mirada expectantedel mayordomo de palacio, encargado de trasrnitir a Ner6nel mensaje de los adivinadores. Los aruspices del templode JUpiter Capitolino "adivinaban el futuro" interpretandoel paso del vuelo de las aves a traves de los cuadrantesimaginaries en que clividian la boveda celeste. Sin embar-go, aunque esperaron media hora, pajaro alguno cruzo elcielo, y ello era un serial funesta, segun sus creencias. EImayordomo, aternorizado tambien el por su suerte, en ca-so de que regresara a palacio con un respuesta fatidica, in-sistio en que se .repitiera la cerernonia. Los adivinos de Ju-piter asi 10 hicieron, y esta vez 51sucedio algo en el cieloporia derecha ingres6 al espacio celeste una numerosa

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    bandada de alondras, proyectando una densa sornbra so-bre el temple pagano. Detras de ellas apareci6 una granaguila -uno de los simbolos del emperador romano-- quevenia persiguiendolas. El ave carnicera se abalanz6 sobresus victimas, atravesando rapidamente el espacio, y fue hi-riendolas de izquierda a derecha, sin detenerse a cobrarsus presas. Los cuerpos palpitantes todavia de aquellos pa-jarillos fueron cayendo sobre el patio interior donde se ce-lebraba la ceremonia, rnanchando con su sangre el negrornarrnol del piso. Una de las alondras cay6 a los pies delrepresentante de Ner6n, rodavia viva, y este Ie aplast6 lacabeza con su sandalia dorada. Las largas vestiduras de lossacerdotes estaban salpicadas de sangre.

    Sin dejar de sonreir, el mayordomo mand6 recogerlos cuerpecillos de las alondras muertas por el aguila enuna gran bandeja de plata, y las llev6 consigo ante el te-mible Neron, quien escucho aparenternente feliz el relatode su mayordomo. Luego, mand6 que Ie cocinaran lasalondras para la cena.

    Cuando estuvo solo, despues de cumplir publicarnen-te y de un modo tan satisfactorio con el deber de consultara los dioses antes de tomar una decision que afectara al Es-tado, mand6 llamar al alguacil en jefe, un nubio a quien Ieencomendaba los crimenes que debian permanecer en se-creto, y le irnpartio diversas 6rdenes que iban a ejecutarseesa misma noche. Tras despedir al criminal que tenia a suservicio exigi6 la presencia del prefecto de Roma, que acu-dio presuroso y ternblando a la entrevista inesperada.

    Neron recibi6 al prefecto can lagrimas en los ojos y,aunque se tenia a si mismo por un actor de genio y era enrealidad muy mediocre, su mala actuacion bast6 para queaquel militarote rudo y brutal se conmoviera, como si, enefecto, el ernperador estuviera por comunicarle algo que 10apesadumbrara. Exigiendole al prefecto el mayor secrete,con riesgo de pena de muerte, Ner6n le confi6 que se habiaenterado de que los cristianos planeaban un gravisimo aten-

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    tado, que iban a ejecutar a la brevedad. Ner6n apelo a sumayor capacidad de patetico hlstrionismo para reflejar en elprefecto la honda preocupaci6n que sentia por su ciudad ysu pueblo, arnenazados por la secta de Judea. Luego, fin-giendo recuperarse de su fingida emoci6n, aquel loco en elpocler Ie ordeno al prefecto que movilizara a todos los es-pias que tenia baJo su mando para "ubicar cIaramente lasguaridas donde se escondian aquellas hienas cristianas", Yque comenzara a partir del dia siguiente a prenderlos sin ma-yores explicaciones, arrojandolos a los calabozos imperiales,sin importar el range ill la categoria social de los detenidos.Tambien Ie dijo al prefecto que no deseaba que aquello tras-cendicra ni se hiciera publico antes de que los cristianos es-tuvieran efectivamente encerrados en las mazmorras.

    Luego despidio Ner6n al prefecto, urgiendole nueva-mente para que cumpliera con la misi6n que le habia en-comendado, ordenandole adernas que dispusiera libremen-te de 1a l egion sexta y de la decumana para reforzar a losefectivos de la ciuclad, dada la envergadura de la redada.

    EI prefecto, al salir de palacio.sin embargo, no se di-rigio directamente a sus cuarteles, sino que se hizo trans-portar hasta ellado derecho de la Via Apia, alli deride ca-da jueves iba a adorar a Osiris.

    Ante e1 sumo sacerdote egipcio rnurrnuro con ternor 10que acababa de decirle el emperacior, y este 10 despidio sindecir palabra. El sumo sacerdote mando un recado al tern-plo de los adoradores del dios fenicio Baal, que estaba ubi-eado en el rnedio de un espeso bosque de robles que porese entonces existia ados horas de remo por el Tiber. Lossacerdotes de Baal fueron los prim eros en sumarse a la ini-ciativa de 105 de Osiris, en cuanto a perseguir a los cristia-nos por todos los medics posibles. Habian ofrecido poner adisposicion de la cruzada a sus mejores hombres y, en pre-vision de que se diera proximarnente una oportunidad deiniciar las hostilidades, habian hecho venir de Medio Orien-te a escogiclos asesinos de una tribu Hamada kingala. Ocul-

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    tos en el temple de Baal, los kingala esperaban clesde haciameses una oportunidad que no iba a tardar en presentarse.

    Esa noche, los esbirros enviados por Neron incendia-ron Roma..Miles de personas murieron entre las llamas,cristianos y paganos. Cienros de edificios ardieron y se de~rrurnbaron, desde los inquilinatos pobres atestados de fa-milias humildes, hasta palacios y jardines de magnates y se-nadores, Para subrayar la impiedad de los incendiaries, Ne-ron hizo quemar tambien el antiguo temple de madera deencina consagrado a la diosa Minerva, 10 que exalto aunmas el animo de los rornanos. Desde Iuego, se senalo co-mo unicos culpables a los cristianos, y practicarnenre nadiese opuso a que, a partir de ese dia, las tropas del prefectode Roma, apoyadas por los legionaries, detuvieran a todoslos cristianos confesos 0aquellos sospechados de serlo. Lostemplos de Osiris y Baal pusieron a sus "expertos" a dispo-siei6n de las tropas imperiales, empleando para ello susmejores contactos oficiales,

    Desde el templo de Osiris, unos dias despues, el su-mo sacerdote pudo apreciar dos kil6metros de la arnpliaVia Apia ilurninados de noche por llamas humanas, Ner6nmand6 cnrcificar a miles de cristianos a 10 largo de la granavenida, ernpapar sus ropas can aceite y prenderles fuego,diciendole al pueblo romano que aSI como los cristianoshabian incendiado sus casas y propiedades, de igual formael iba a quernarlos publicarnente.

    Su sangrienta maniobra habra sido todo un exito. Tam-bien ]a, del sumo sacerdote de Osiris, que comprendi6 quela gran oportunidad de acabar con los seguidores de Cristohabia llegado. Nadie, entre sus pares de los otros cultosexoticos, se atreveria a negarle su apoyo, ni dejaria de re~conocer su supremacia sobre la proyectada orgaruzacion.

    Una semana despues, a medianoche, las cabezas prin-cipales de casi codas los templos extranjeros de Roma es-taban alli, en el amplio patio del santuario de Osiris, escu-chandole can sumision y en silencio.

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    La organizacion de los "sin nombre"Primitivamente, la asociacion secreta que Iuego darla

    origen a la siniestra organizacion denominada Opus Dia-voli qued6 conformada como sigue:

    Los sacerclotes de Osiris, inspiradores de la secta,fueron reconocidos como los lideres de la misrna, can susumo sacerdote a Ia cabeza y en calidad de lider maximo.

    La segunda linea, encargada fundamentalmente delas rnaniobras de espionaje e infiltracion dentro de los se-guidores de Cristo, estaba conformada por los adorado-res de Baal, quienes adernas eran los encargados de co-meter los asesina tos programaclos por el Heier maximo.Empleaban para ella a los kaluga venidos de Oriente,quienes adernas de ser hornicidas profesionales y exper-tos en el uso de todo tipo de arrnas eran asimismo ex-pertos envenenaclores.

    Los sacerdotes de la diosa madre, venidos de Bre-tafia, as! como los miembros de la congregaci6n de Astar-te y los seguidores de Mitra, el dios persa, se aplicanan ala tarea de reforzar los contactos y Lasinfluencias que yatenian con las farnilias patricias de Roma, los generales delejercito imperial, los senadores y aun Lafamilia misma delterrible Ner6n, con el objetivo de tener un fluido intercarn-bio de inforrnaciones y la capacidad tambien de sernbrarrumores e impulsar iniciativas conducentes a la destruc-cion de los cristianos. Ademas, estos poderosos contactosde los seguidores de la diosa madre britana, de Astarte yde Mitra, brindarian una adecuada cobertura de proteccionpara el accionar de la segunda linea, encargacla de los ase-sinatos y las delaciones a gran escala.

    Los dernas sacerdotes , pertenecientes a clistintoscultos de una rnenor irnportancia, serian los encargados deagitar al pueblo romano, de manera publica 0encubierta,segun el caso y la decision que tamara el Iider de la orga-

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    nizacion, a fin de manejar continuamente un clima deabierta hostilidad contra los cristianos,

    Como medida de seguridad, al rnenos inicialmente,se mantendria un absolute secreta sobre los planes, laconformacion interna y el nornbre de los integrantes de laorganizacion, la que, por otra parte, simplernente no ten-drfa nornbre alguno.

    EI lider maximo, e1 sumo sacerdote de Osiris, erael unico investido de la autoridad suficiente como paraconvocar a asarnbleas parciales 0totales, segun su exclu-sivo parecer, cuando las circunstancias volvieran urgentela realizacion de c6nclaves de ese tipo. Tarnbien queda-ba facultaclo para conclenar a muerte a cualquiera de losmiernbros de la secta, en caso de comprobada traicion 0cualquier otra falta que el considerara de parecida grave-dad, sin necesidad de consulta alguna con sus pares. Lapena de muerte seria ejecutada por los kaluga, en formainmediara y sin dejar rastros que pudieran comprornetere1 futuro de la organizaci6n.

    EI ide de los kaluga, aquel que denomlnamos an-tes Gran Salarnandra y que fuera el delator de San Pedro,responderia directamente al lider maximo, sin 1a interrne-diaci6n de los sacerdotes de Baal. Sin embargo, estes se-gutan siendo sus lideres naturales, y conservaban toda suautoridad sabre el jefe kaluga en todos los otros aspectosencomendados a su congregacion.

    As! conformada, la secta de los sin nornbre, comenz6a desarrollar sus actividades de manera inrnediata. Tuvoactiva participaci6n, de manera encubierta gracias a los po-derosos contactos que poseia con la clase dirigente del Im-perio, eli las persecuciones sucesivas desatadas contra loscristianos, tanto a traves de espiona]e, delaciones e infiltra-ci6n dentro de la misma cristiandad, entregando abundan-te informaci6n sobre sus actividades, sitios de reunion yplanes. Sin embargo, la secta mantuvo siernpre una espe-cial desconfianza en relad6n a los rornanos, de cuyos su-

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    cesivos ernperadores nunca se fi6 dernasiado a 10 largo de5U extensa y sangrienta historia Para la secta, el Imperiose mostraba siempre demasiado debil ante e1 enemigo cris-tiano, 10 que iba, segun SllS Iideres, a ocasionar una catas-trofe a largo plaza, al no poder aniquilar definitivamenteRorna a los seguidores de Cristo, cuyo numero, pese a laspersecuciones abundanrcrnente instigadas por la accionmarginal de 1a secta, no hacia otra cosa que aumentar. Asi-mismo, la organizaci6n de los sin nombre cometi6 de unmodo directo, a traves de los asesinos kaluga, cientos deasesinatos de fieles cristianos y, en caso de que convinie-ra a los diab6licos planes de sus sucesivos lideres supre-mos, tarnbien de particulates, senadores rornanos y jefesdel eiercito imperial, con el fin de involucrar a los cristia-nos en dichos crimenes. Sin embargo, pasado ya un siglode su constltuci6n, la secta seguia sienclo una facci6n mi-noritaria, de escaso 0 I11UY poco significado para la histo-ria que se estaba desarrollando a su alrededor, Sin poder-10 evitar, los herederos de los siniestros objetivos trazadosdespues del incendio de Roma bajo el imperio de Ner6niban viendo c6mo el cristianismo llegaba incluso a desper-tar la adhesion de miernbros de las clases altas del Impe-rio, quienes de las puertas para afuera, pOl' ternor todaviaa las represalias, acudian a los tempI os paganos, mientrasque de puertas para adentro adoraban al dies cristiano, enrnuchos cases en cornpania de tocla su familia, a la que ha-bran convertido a la nueva creencia. Asimismo, el desalien-to cundi6 entre los rniembros de ia secta cuando compro-baron que inclusive numerosos pensadores, fil6sofos yar-tistas del rnundo romano, que antes habian opuesto unarabiosa resistencia a las creencias cristianas, estaban adop-tandolas progresivamente. Estos herederos de los fundado-res de ia secta, actuantes un siglo despues de su func1a-cion, en el 64 despues de Cristo, cornprendieron que elcristianismo tenia una puerta abierta entre los intelectualesrornanos gracias a la adhesion anterior de estes a la escue-

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    la filos6fica de los estoicos. En principio, tanto el estoicis-rno como el cristianismo planteaban 13necesiclad de sufrirlos males de este mundo coo paciencia y sin que las pe-nalidades sufridas desviaran a la conciencia de Sl . J objetivoprimordial, que era el conocirniento de la verdad. A partirde este punto de contacto, 0 1 1 rnenos desde el lado de losestoicos, una doctrina ampliamente difundida en todo elImperio, se abria la puerta de considerar al cristianisrnodesde otro punto de vista, como un sistema de creenciasque aspiraba tambien, como el estoicismo a planes supe-riores a la realidad inmediata. Esta peligrosa sirnpatia delos estoicos por los cristianos, para los "sin nornbre", po-dia desembocar en una ola de conversiones por parte deaquellos que, tradicionalmente, habian sido siempre vig-orosos enemigos de los seguidores de Cristo.

    Para 1 0 1 epoca a la que nos estamos refiriendo en rea-lidad, 1 0 1 seeta pasaba por una de sus peores crisis. Tras unsiglo de delaciones, cspionaje y asesinaros friamente pre-rneditados, seguia siendo basicarncnte una agrupaci6nque hoy definiriarnos como "terrorista", a falta de rnejor ymas ajustada calificacion. Su poder seguia siendo grande,y disponia de mejores contactos politicos y econ6micosque en sus comienzos, pero el nurnero de sus rniembroshabia disminuido drarnaticamente, a favor de los avancesdel cristianismo, que ya tenia el apoyo de varias capas deLasociedad imperial, desde la mas baja a las clases mas al-tas, e inclusive de la misma conducci6n del Imperio. Peseal rigido y terminante reglarnento que Ia organizaba des-de hacia mas de un siglo, no se habian evitado riiias y ce-los clentro de su mismo seno, por las arnbiciones y rivali-dades entre los distintos rites que la cornponian. Apenasveinte anos antes, un sumo sacerdote de Osiris, culto queconservaba el derecho a ocupar 1 0 1 posici6n de mayor li-derazgo dentro de la organizaci6n, habia sido asesinadoen el rnismo santuario de Sll dios por un kaluga, a quienlos sacerdotes de Baal le habian ordenado consurnar el

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    hornicidio. EI asesino del lider supremo no 6lo no Fueejecurado, sino que a partir de aquel hecho los seguido-res de Baal se habian apoderado del control de 1 0 1 secta,rnodificando a su gusto el antiguo reglamento.

    La eliminaci6n de su lider !lev6 a los egipcios aabandonar la secta cerrando inclusive para siernpre eltemplo de Osiris en Roma. Se habia producido el primerquiebre dentro de la organizaci6n, a s610 ciento cincuen-ta anos de su constitucion. Temerosos los sacerdotes deBaal de que el ejernplo de los egipcios fuera seguiclo pormiernbros de los otros cultos, decidieron dar un escar-miento ejernplar a aquellos que no se sometieran a su po-d e r c1entro de 1 0 1 organizaci6n.

    Cuanclo los adoradores de Osiris se marchaban ha-cia el pais de sus antepasaclos, haciendolo de incognitoy des de distintos puntos 'del Imperio, para evitar las re-presalias de los nuevos lideres sectaries, los asesinos ka-Juga ernboscaron y asesinaron a casi la totalidad de elIos,eliminando aS1, con esas muertes, la posibilic1ad de queotros de sus compafieros de secta decidieran abandonar-la 0 delarar su existencia.

    Asentados par medio deJ terror en la conclucci6n dela organizaci6n, los sacerdotes cle Baal decidieron darleun papel mas activo a su estrategia de asesinar a los cris-tianos y a los que identificaran como sus colaboradores,fuera cual fuera su jerarqufa. En realidad, como es facildeducir, se trataba de una maniobra desesperada por evi-tar el fatal desmembramiento del grupo.

    Para ello, necesitaban dar un golpe mayor que todoslos anteriores, alga que le devoiviera internamente a lasecta el prestigio del que habia gozado antes de que co-rnenzara su peligroso desgaste .

    Fue asi COIT10 la secta de los sin nombre, origen de1 0 1 posterior y mucho mas poderosa Opus Diavoli, planeoy ejecuto, par primera vez en su corta historia, el asesi-nato por via directa de un Papa cristiano.

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    U n c rim en o lvid ad o p or la h isto riaAunque la seeta de los sin nornbre habia contribui-

    do, principalmente a traves de la deiacion, a la elirnina-cion de cientos de cristia nos clesde el memento rnisrno desu formacion, 10 que habia incluido a varios Papas, co-menzando por el primero de todos, San Pedro, en el 64d.C. (a quien le habian seguido, par instigaci6n de la see-ta, Clemente I, en cl afio 101; Evaristo, oebo arias des-pues; Sixto I, en el 125; Higinio, en 142; Pia I, en 155; S1Jsucesor, Aniceto, en 166 y Eleuterio, en 189), nunca anteshabian intentado por sus propios medios eliminar a unpontifice crisriano. Las razones eran rnuchas. En primerlugar, los miembros de la secta se cuidaban de perder sucubierta de proteccion, brindada por las autoridades im-periales y sus nurnerosos contactos entre la elite dirigen-le, en caso de hacerse notorio que un grupo de terroris-tas como elias se atribuyera el derecho a disponer de lavida de un Iider religiose, derecho celosarnente rnanteni-do por el mismo Imperio. Por orra parte, temian ser ellosrnismos objeto de persecuci6n por parte de los cristianosy sus simpatizantes, que ya eon forma ban uri formidablesector de presi6n dentro de la sociedad romana:

    Sin embargo, los sacerdotes de Baal que habian arre-batado el control de la sccta a los egipcios representabanun extremismo fanatico dentro de la organizacion, y su fal-ta rotai de previsi6n de las consecuencias de 1 . . 1 . [ 1 magnici-dio fue un factor primordial para que la organizaci6n de-cidiera dar este paso arriesgado y criminal, precisamenteen el pear mornento que se podia elegir para hacerlo.

    En el ana 230 cl ernperador era Alejandro Severo,quien si bien no sirnpatizaba en absolute can los cristia-nos, bajo la presi6n de Sll influencia sobre las distintascapas de la sociedad rornana, habia cesado de perseguir-los, contraviniendo las iniciativas d e sus predecesores en

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    el trono. Se trataba de una epoca de relativa tranqu ilidadpara la Iglesia de Cristo, que se habra expandido y con-solidado en los mas diversos territorios del Imperio Y,co-mo ya dijimos, habia alcanzado un punto muy importan-te de prestigio y difusion, tanto entre el pueblo bajo co-mo entre la elite dirigente.

    Era Papa Urbano I, ciudadano romano por nacimien-to, 1 0 que convertia en una verdadera locura par parte dela secta de los sin nombre el intento de su asesinato, da-do que aquel magnicidio iba a irnplicar, seguramente, unarninuciosa investigaci6n por parte de las autoridades impe-riales. Alejandro Severo no iba a poder dejar impune aque-lla muerte, temeroso de la reacci6n de los cristianos y desus seguidores y, par otra parte, la condici6n de ciudada-no romano del Papa, obligaba al ernperador y a los tribu-nales a tamar inrnediatas cartas en un hecho tan grave,

    Dentro de la secta terrorista, cornunicar una decisioncriminal de tamaiia dimension tampoco iba a ser algo sinconsecuencias: el ternor a las represalias, no 5610 par partede los cristianos, sino tambien del Imperio, sin dudas iba ageneral' una peligrosa controversia, cuando no un quiebreque pudiera poner en peJigro a la misma organizaci6n.Principalrnente, Ia comunicaci6n del plan para eliminar alPapa iba a despertar 1a abierta oposici6n de los seguidoresdel dios persa Mitra, que constituian el sector mas "blando" ,si es que se puede ernplear una expresi6n asi en sernejan-te contexte. Los persas eran tolerados par los sacerdotes deBaal dentro de ia secta exclusivarnente por sus contactos entodas las esferas del. munclo romano, principalmente en elejercito, el Senado y la aristocracia patricia, aunque prefirie-ran seguir una linea "mas rnoderada" para el accionar de larnisma. Estos moderados hacian hincapie, en oposicion a[as seguiclores de Baal, en la necesidad de derrotar al cris-tianisrno creando una gran confusion ideol6gica dentro desus misrnas filas. Los persas habian apoyado a numerosasherejias condenadas par los padres y doctores de la Iglesia,

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    en momentos en que [a doctrina oficial ele Ia rnisma estabasiendo perfilada y asentada a traves de los estudios teolo-gales. Por ella, los seguidores de Mirrahabian financiado yprotegido, amen de dirigirlo de un modo encubierto, a nu-merosas seetas surgidas dentro del sene mismo de la Igle-sia cristiana. Su objetivo claro era producir cismas, disensio-nes y fracturas dentro de la estructura de la Iglesia, eondu-centes en un futuro que auguraban como muy pr6ximo (enbase a un optimismo carente de todo fundarnento), al frac-cionamiento de la Iglesia en grupos cada vez mas rninuscu-los, hasta lograr su disoluci6n final. Como se vera, estos "in-telectuales" de la seeta de los sin nombre tarnpoco eranningunos santos, s610 que los medias que deseaban arbi-trar para el mismo fin diferian radicalmente de las sangrien-tas iniciativas de los rabiosos extremistas seguidores deBaal. Sabre sus actividades puec1e consultarse el capitulocorrespondiente a las herejias cristianas, en cuyo surgimien-to y desarrollo tuvieron un papel mlly importante, tantoconstituyendo todavia la secta de los sin nombre como,mas adelante, formando la facci6n denominada precisa-mente "persa" del Opus Diavoli.

    Pero en ocasi6n de los heehos que estamos narrando,previos al asesinato de un Papa cristiano, Urbano I, triun-f6 e1 poder asentado en el terror de los "baalistas" -comose los llamo luego, dentro de la organizaci6n heredera dela secta de los sin nombre, el Opus Diavoli, precisamentepara distinguirlos de los moderados "persas".Los baalistas encargaron el asesinato del papa Urba-no I a los descendientes de los kaluga, que habian con-servado las mismas practicas de sus antepasados venidosde Oriente, asi como el rnismo rango subalterno dentrode la organizaci6n terrorista.

    Tras un seguimiento que duro meses, los baalistas de-terminaron el momento y el lugar exacto para perpetrar sucrimen. La elecci6n recay6 en la visita que regularrnente, amediados de cada mes, el Papa Urbano I realizaba a una

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    de sus hermanas, quien vivia a unos dos kilometres de lossuburbios de Roma, en una finca alejada. Urbano acostum-braba realizar esa visita en compariia de algunos sacerdo-tes, aprovechando su estancia de algunos dias en la fincapara irnpartirles la doetrina cristiana e intercambiar informa-ciones sobre la siruacion de la Iglesia tanto en ltalia comoen el resto del Imperio. Aunque sabian bien los baalistasque el Papa, 10 mismo que todos los personajes prominen-tes de la Iglesia, era estrechamente vigilado por hombresdel ernperador (no para protegerle, desde luego, sino paraespiar toelos sus movimientos), en el dia elegido sus con-tactos con las altas esferas los proveyeron de una ausenciasospechosa de estes vigilantes romanos, quienes no se en-contraban en las inmediaciones del Iugar a la confiacla sa-lida del Papa de la pequeiia propiedad de su pariente,

    Como era su costumbre, el lider del cristianismo yObispo de Rorna emprendi6 a pie 1acaminata hasta 1aciu-dad, todavia en companla de cinco 0 seis sacerdotes quehabian cornpartido con ella velacla en Lapropiedad,

    Alllegar a un cruce de caminos, Urbano I despidio aalgunos de sus acompanantes, siguiendo su marcha condos de los sacerdotes que habian salido con el de Ia finca.

    Era una tarde lluviosa y, por resguardo, los tres hom-bres vest jan capas can albornoz, a fin de protegerse. LaLluviahacia mas lenta su marcha y, adernas, impedia quepudieran oir cualquier sonido inusual que pudiera produ-cirse a su alrededor.

    Al llegar a un espeso bosque de encinas, ya a Lavis-ta de la ciudad, entraron en el sin saber que no volveriana salir vivos.

    A mitad del trayecto los sorprendieron los kalugas,que los atacaron a cara descubierta, sin temor alguno a seridentificados, ya que nadie iba a quedar vivo para denun-ciarlos. Eran mas de chez hombres. Uno de los sacerdotesera todavia lin hombre joven, y se coloc6 [rente al Papa pa-ra protegerlo, pero al momento cay6 atravesado par mas

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    de veinte punaladas. El otro sacerdote, aunque era unhombre bien maduro, era alto y fornido y, como Uevaba unbast6n para ayudarse en el camino, 10 us6 can singulardestreza para mantener rnomentaneamente a raya a sus ad-versarios. Haciendolo girar sobre 5U cabeza, 10 descargouna y otra vez sabre sus atacantes, hiriendo a algunos deeUos. Pero dos de los kalugas lograron aferrar su anna, tresmas saltaron sobre el y, una vez en tierra el valiente sacer-dote, los dernas 10degollaron con sus largas dagas. Sin in-mutarse, Urbano I encomend6 5U alma y la de sus dos va-lerosos acornpanantes aDios y, todavia murmurando unaoraci6n, desaparecio entre la horda de Kalugas que se aba-lanzaron sobre a Bajo 1a Iluvia, a s610 quinientos metrosde los primeras viviendas de Roma, se extingui6 la vida deuno de los primeros Papas asesinados par la sanguinariasecta que todavia seguia sin tener un nombre.

    5610dos dias despues se conoci6 13noticia en Roma,pero provoc6 un escandalo rnayusculo. Las primeras pes-quisas ordenadas par el emperador Alejandro Severo, antela revuelta inminente que se gestaba en la ciudad que justa-mente pretendia apaciguar, entre otras medidas, no dictan-do nuevas persecuciones contra los cristianos, no dieron re-sultado a1guno. Lo pear era que corria el rumor de que ha-bia sido eI mismo emperador quien habra dado la orden dedegollar al Papa de los cristianos, y aquello iba a tener con-secuencias. Se necesitaba urgenternente dar con un culpa-ble, pero no aparecia: para los baalistas, aquello era absolu-tamente favorable, dado que la confusi6n podia derivar enuna crisis que comprometiera el poder mismo de AlejandroSevero, demasiado blando con los cristianos y, par 10 tanto,para la secta, un enernigo mas. Asesinar al emperador eraimposible -al menos, segun las posibilidades que tenia lasecta en ese entonces para llegar hasta el- de modo quepropiciar su derrocarniento futuro era 10mas conveniente.

    Pero sucedio 10 imprevisto: una delaci6n, venida delas propias fibs de los conjurados, atribuida inrnediata-

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    mente a los miembros de la facci6n moderada, los persas,segun sospecharon los baalistas, ternerosos de la repercu-si6n del magnicidio, hizo que dos semanas despues doscompanias de la legion sexta rodearan el temple de Baal,en las afueras de Roma, y asaltaron el edificio. La resisten-cia fue debil: los pocos kalugas que habia en sa interiorse enfrentaron como pudieron con los Jegionarios, y fue-ron clespedazados. El centurion a cargo de la operaci6n10gr6 apoderarse de media docena de los sacerdotes deBaal -no estaba su lider entre ellos- y lIevarlos encadena-dos ante los tribunales irnperiales. .

    Alli fueron sornetidos a espantosas torturas, hastaque dos de ellos confesaron los crimenes de la secta. Losotros cuatro murieron en el potro y la rueda sin decir pa-labfa alguna sobre el asunto que interesaba a sus capto-res, aunque S 1 Ilenando las mazmorras con horribles mal-diciones contra el Imperio, los soldados que les dabantormento y los cristianos.

    La confesion de los dos supervivientes del templo deBaal fue entregada Alejandro Severo, quien apenas pudocreer 10 que lela en las tablillas de cera, Toda la historia dela secta estaba alli, tal cual la hemos relatado. Una vez lei-da la confesi6n, orden6 decapitar a los que habian delata-do a sus compafieros de secta y mantener en secreto todoel horrible pozo de injusticia que habian descubierto.

    El templo de Baal fue quemado esa misma noche y,durante rneses, los legionarios y los espias de Alejandro Se-vero buscaron y apresaron a sospechosos de pertenecer aesa secta sin nombre que se habia convertido en un enemi-go invisible del Imperio, ademas de serlo de los cristianos.De nada vali6 la protecci6n de que habian gozado los terro-ristas hasta antes de perpetrar el asesinato de Urbano 1 . In-clusive varios de S1.!S contactos entre las principales familiasrornanas fueron atrapados y obligados a confesar cuanto sa-bian, antes de que se les ordenara suicidarse. Pero algunosde los miembros de 1asecta eran asimismo hijos de la elite

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    patricia, y estes estuvieron bien protegidos de la Furia delernperador par parte de sus mismas familias. Emigrando asitios apartados de Roma, escondiendose para dar de tantoen tanto algun golpe, los secrarios sobrevivientes se las arre-glaron para seguir presentes en la historia y, segun algunosinvesrigadores de sus siniestras actividades en los siglos pos-teriores, todavia lograron cometer algunos hornicidios mas,en la persona de Papas como Cornelio, Lucio 1, Esteban I,Sixto II y Marcelo 1. Sin embargo, la clandestinidad a la queestaban obligaclos redujo paulatinarnente el nurnero de susadeptos, una siniestra tradicion que iba ya trasrnitiendose depadres a hijos y de generaei6n en generaci6n.

    Hacia 380, cuando el eristianismo triunfante fue decla-rado religion oficial del Imperio Romano, los sin nornbreestaban reducidos a lin puriado de fanaticos, divididos en-tre los extremistas baalistas -que habian abandonado elculto de ese dios fenieio hacia rnuchisirnos anos, pero se-guian perteneciendo a la seeta que odiaba al cristianisrnoen general, y al Papado en particular- y los moderadospersas, que de cierto modo habian saeado la mejor partecon su estrategia de sembrar herejias entre los cristianos,como podra apreciarse mas adelante en el capitulo corres-pondiente. Sin embargo, a mas de treseientos afios de ha-berse constituiclo la organizaci6n, ambas facciones seguianunidas bajo un objetivo iguaL Los persas habian expandi-do SLI area de acci6n de Occidente a Oriente, ganandodevotos entre los deseontenros Con la organizacion quehabia alcanzado la Iglesia cristiana en arnbas mitades delmundo. En cuanto a los baalistas y sus asesinos kalugas,con Ia llegacIa del cristianismo al poder no les qued6 otraalternativa que replegarse al norte de Africa, a fin de esea-par de la persecucion del misrno cristianismo triunfanteque habian Jurado destruir sigios antes.

    Desde su escondrijo en el norte de Africa, los ultimosbaalisras llamaron a una asamblea de todos los representan-tes de la secta, a fin de definir la estrategia a seguir en un

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    futuro que se adivinaba nefasto para sus propositos, habidacuenta de que el cristianismo se habia vuelto 11eligion o n -eial del Imperio y entonces contaba con eI braze armado delmismo, el ejercito romano, para destruir a sus enemigos.

    Era precise hacer algo que reeonstituyera a la alieaidasecta de los sin nombre, y de un modo urgente. Se descon-taba entre los baalistas, pese a que contaban con los des-cendientes de los kalugas para obedecer sus 6rdenes crimi-nales, que debian cecler ante el mayor numero de miembrosde la facci6n persa, que acudi6 de inmediato a 1 1 asambleaconvoeada para decidir los desrinos de la secta, seguro deimponer su voluntad y apoderarse del control de la misrna.

    Sin haber sufrido el desgaste y las persecuciones a lasque fueron sometidos sus compafieros de crimen romanos,los persas, rnucho mas numerosos, organizados y capacesde tener una vision mas .realista del porvenir de la organi-zaci6n, acudieron a la asamblea can propuestas renovado-ras y hasta lin lider de entre los suyos para irnponerlo a laspretensiones de los reducidos baalistas, Sarcle, el Gran Sa-larnandra, tal el titulo que adoptarian los lideres supremosde la nueva etapa de la seeta, que adernas tendria un n0111-bre por prirnera vez en su historia: el Opus Diavoli.

    E l co nc la ve d e la s tin ie bla sLa aldea de Al-Barham era apenas un miserable ca-

    serio, distante muehas leguas de eualquier otro lugar po-blado, entre las asperas montanas del macizo del Rif, enla actual Marruecos, euando los baalistas la eligieron co-mo el sitio mas adecuado para el c6nclave de su organi-zaei6n. Su ubicacion remota, las altas montafi.as que la ro-deaban, hacian casi imposible el acceso a sus pobres cho-zas, y el olvido en el que vivian sus eseasos habitantes laconstituian e n el1ugar ideal.

    Apenas cienro cincuenta personas, entre mujeres,

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    hombres y nines, componian la totalidad de los habitantesde 11ldea de Al-Barharn cuando unos supuestos rnerca-deres de paso hacia Egipto detuvieron su caravana enaquel sitio olvidado. Los baalistas habian tornado la pre-cauci6n de rodear todas las salicIas posibles de la aldea yestaban asesinando a cuantos intentaban enrrar 0salir atraves de ellos, cuando una partida de su secta, disfrazadade rnercaderes, como dijimos, se present6 en el pueblitomiserable reclamando agua y comida para la caravana.Apenas unos reba nos de cabras y ovejas era toda la fortu-na de aquellos miserables, pero, en cambio, habia abun-dante agua para los visitantes, provista por un manantialen el centro de la miserable aldea Estes, una cincuentena(entre comerciantes, camelleros y esclavos), se aposenta-ron en el pueblo, cuando 11orpresa pas6 entre sus habi-tantes, pagando con monedas de plata comida, agua y te-cho. Sin embargo, el consejo de la aldea decidio que nopodrian albergar a los viajeros mas de dos dias, dado Ioexiguos de sus recursos. De nada les valia vender sus ove-jas y cabras a los mercaderes, aunque las pagaran a preciocIe plata, porque cuando los mercaderes partieran nadaquedaria para eUos y moririan de hambre. Fue imposiblehacerles cornprender que can las monedas de plata com-prarian todas las cabras y ovejas que quisieran en el pobla-do mas cercano: los andanos de 11ldea se mantuvierontozudamente firmes, no sin que les faltara raz6n, argumen-tando de viva voz que el poblado mas cercano estaba ados semanas de marcha a pie y que, cuando volvieran, yalos pobladores de Al-Barharn habrian muerto de hambre.

    En realidad, los supuestos mercaderes estaban ganan-do tiernpo para esperar que los supuestos esclavos kalugadestacados en los pasos que comunicaban a traves de lamontana con Al-Barharn terrninaran su sangrienta tarea einstalaran puestos de vigilancia para impedir que nadiemas que no fueran los persas venidos de todas partes delImperio ingresaran al pueblo. Seguian discutiendo con los

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    miembros del consejo de ancianos cuando el jefe de loskalugas Ueg6 con la noticia: habian aseslnado a todos lospastores que vagaban par las rnontanas, se habian apocle-rado de sus ganados y degollado a tres viajeros etiopesperdiclos en aquellas soledades, que habian intentado cru-zar par los pasos del oeste. Los kalugas esperaban orde-nes, y estas fueron dominar con patrullas los pasos queconducian a la aldea, mantener a resguardo el ganado ro-bado a los asesinados pastores y, sobre todo, impedir quenadie que no fueran los persas llegara a Al-Barham,

    ASI se hizo, y esa noche los supuestos mercaderes,sus camelleros y sus esclavos organizaron una fiesta en elpueblito perdido, aportando abundante vino a los feste-jos, despues de prometer abandonar el sitio 11tardecerdel dia siguiente. Nadie extrano a los pastores asesinados,pues era usual que abandonaran SliS hogares por tres 0cuatro dias en busca de algun pasto pa.ra sus ganados, es-caso en aqueUas tierras.

    Los falsos mercaderes, sus camelleros y sus esclavosse abstuvieron de beber una gota de vino, pretextandoque era simplemente un regale para sus anfitriones deAl-Barharn y que, par otra parte, su religion no les per-mitia beber licores de ninguna especie.

    A medianoche, todos los habitantes de Al-Barharn esta-ban borrachos, tanto los hombres en condiciones de tornarlas armas como las mujeres, los ancianos, y hasta los nines.No conocian el vino fuerte de Sicilia y el regalo los convir-ti6 en marionetas que arnbulaban cIando gritos de aqui pa-ra alla, hasta que finalmente todos durmieron su borrache-fa en la misma (mica calle de aquel poblado miserable.

    Apenas confirmaron la lamentable situaci6n de todossus anfitriones, los falsos mercaderes y su sequito extraje-ron sus armas, que Ilevaban ocultas entre sus ropas, y pro-cedieron a pasar a deguello a todo el poblado, sin tenerpiedad alguna de .la edad 0el sexo de las victirnas. Erapreciso asesinar a todas y cada una de esas personas an-

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    res de 1aUegada de los persas, a fin de que nadie pudie-ra dar testimonio de 1 0 que iba a suceder alii.

    Lamatanza termin6 en unas horas, y los baalistas que-daron duenos y senores del miserable pueblo de Al-Barharn.

    Tres dias despues, la totalidad de los enviados per-sas -acompanados de sus bien elegidos guardaespaldas,que superaban en numero a la toralidad de los kalugasdisponibles para los baalisras- se encontraban presentesen el pueblo y c1aban cornienzo las deliberaciones, queduraron una seman a.

    A su termino, lavictoria de los persas habia sido total, Ysu Iider, Sarde, venido de 1alejana Capadocia, habia reforrnu-lado la secta a fin de adaptarla a los nuevos tiempos. L :l so-luci6n fue aceptada por el sector mas extremista de los baa-listas hasta con alguna satisfacci6n. A cambio de ser recono-cido como lider, el persa Sarde les proponia "desaparecer"entre los funcionarios del Imperio y aun de Ia misma Iglesia,aprovecbando los innumerables contactos e influencias quela facci6n moderada habia concertado habilmente, inclusivemediante matrimonies arreglados, sobornos y chantajes, deun modo tal que una amplia cobertura politica y econ6micahabia sido tejida para los miembros de la secta, a cuyo repa-ro debian ponerse los ultimos baalistas si era que querianconservar la vida pese a las cacerias que estaban desplegan-do los cristianos en el poder en contra de elios.

    Sarde, habil politico, habl6 entonces de refundar lasecta, darle un nombre que infundiera terror entre los mis-mos ~ristianos y, para ello, propuso que adoptaran una de-nominaci6n que encarnara 10 que mas ternian y abornina-ban. Se llamarian desde el c6nclave de Al-Barharn, OpusDiavoli, "el trabajo del diablo", que no era otro que la des-trucci6n del cristianismo y el Papado, el mismo objetivoque habia animado hasta entonces a [a secta de los sinnombre. Pero de alli en mas, aunque tardaran siglos, ele-girian el rnomento de dar golpes tan arriesgados como elque casi habia acarreado el final de la secta, tanto tiempo

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    antes, cuando el extremismo baalista habia llevado a daraquella ernbestida irracional de asesinar a un Papa cristia-no, y luego a otro y a otro, de un modo tan desesperadocomo inutil. De all! en mas, se imponia un cuidadoso es-tudio de las posibilidades, las conveniencias y las conse-cuencias que habria de deparar cada hecho de sangre, enbusca de dar mayor efectividad al accionar del conjunto.Lo que buscaba imponer Sarde, y finalmente 10 consi-gui6, era darle a aquel grupo de extrernistas una accion po-Iitica, inteligente, que contemplara bajo una 6ptica masconsistente y capaz de lIegar a los objetivos trazados porel, 10 que hasta entonces habian sido nada mas que burdosatentados que no habian entorpecido el camino del cristia-nismo hacia So actual posicion como doctrina religiosa ofi-cial del Imperio Romano y que, en definitiva, 10 unico quehabia logrado habia sido .de algun modo contribuir san-grientamente a su triunfo, ya que a medida que se suma-ban rnartires en el pasado, mas aumentaba 1

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    rnandra, el unico animal que no puede ser danado por elfuego. Como insignia de la orden secreta, Sarde impusouna suerte de prendedor de plata, con un broche, que re-presentaba a una salarnandra, un animal inmortal inclusopara el poder del fuego.

    En silencio, los derrotados baalistas tuvieron que ad-mitir que la unica posibilidad de supervivencia para la sec-ta era 10 propuesto por aquel carismatico desconocido,Sarde, quien era el unico capaz de llevarla no s610 a so-brevivir, sino a acercarse, siglo tras siglo, inrnortal como lasalamandra, al logro de su siniestro objetivo.

    La victoria del Opus Diavoli propuesto par el nuevoIider era total.

    Desde entonces hasta 1aactualidadLa larga historia del Opus Diavoli 5e extiende desde

    el momenta en que 10 hemos dejado, can un predominiode la facci6n persa sobre [as antiguos y sanguinarios baa-listas y sus kalugas, para algunos investigadores de estasecta siniestra, hasta la aniquilaci6n completa de la totali-dad de sus miembros luego de la liberaci6n de Espana delimperio arabe, en 1492, afio que marco asimismo el avan-ce de Europa hacia el Oeste, con el descubrimiento deAmerica. Segun las cronicas, los ultimos miembros delOpus Diavoli, aunque perseguidos en el resto de Europa,habian encontrado refugio seguro en Andalucia, bien pro-tegidos par .Ios su1tanes dada su encarnizada lucha de si-glos contra el cristianismo. Se supone que, cuando comen-zaron a ser perseguidos los integrantes de la secta, haciae1 siglo XII se refugiaron en el califato de Cordoba, delcual salian exclusivamente para perpetrar sus crimenes yalentar -con la contribuci6n generosa del oro del califacordobes-Tas diversas herejias que tenian par fin inrnedia-to dinamitar las bases doctrinales de la Iglesia Catolica,

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    sernbrando aSIuna confusi6n ideologica entre los fides.Siempre seglm 10 refericlo pOl' esta rama de la inves-

    tigaci6n, el ultimo miernbro del Opus Diavoli fue captura-do por las triunfantes rropas del rey Fernando el Cat6lieoen Sevilla, tras una encarnizada persecuci6n que hizo queJos oficiales a los que se les habia encomendado SlJcap-tura dejaran de lade incluso de importantes personajes,autoridades de los musulmanes, en Sll afan por dar con elultimo de los miembros del Opus Diavoli, 10que da cuen-ta de 1a importancia que asignaba e1 rey espanol, aliadodel Papado, al acto de borrar hasta el ultimo vestigio dela existencia de la secta en Europa .... al menos en Euro-pa. Agregan esas fuentes que esta reliquia ideol6gica quese habfa convertido durante siglos en una seria amenazapara el Papado y el catolicismo en general, fue encontra-do en una granja en las afueras de Sevilla, escondido enuri gallinero. De alli fue conduciclo ante la Santa Inquisi-ci6n y condenado a morir de un modo atroz. Sometido atorturas durante meses, sin que confesara d6nde se en-contraba entonees la sede en Oriente de la secta y cual erala identidad del Gran Salamandra, el Iider supremo de esemomento, fue condenado a ser banado en plomo hirvien-te hasta que 11arne licuada pOl'el metal candente se des-prendiera de sus huesos. Estos, luego, fueron molidos enun gran mortero de piedra, y el polvo resultante arrojadoa un estercolero (donde se recogia el estiercol).

    Se supone que asi termin6 sus dias el ultimo represen-tante del Opus Diavoli en Occidente, pew es de notar quelas fuentes no dicen nada de 10 sucedido con su secci6noriental; que seguramente perrnaneceria viva 0, par 10 me-nos, en estado latente, esperando el momento de fortale-cerse en cuanto 1asituaci6n del mundo cambira, para ases-tar nuevos golpes a la fe en Cristo. Tampoco dan informa-ci6n alguna estas fuentes respecto de la identidad del ulti-mo sectario, ni 'sobre su pertenencia a una de las dos fac-eiones en que se encontraba la secta dividida, desde el si-

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  • 5/12/2018 El Codigo Del Vaticano

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    glo III de la era cristiana, Toclo esto es materia de conjctu-[as. Sin. embargo, la informacion refiere que hasta el rno-mente de su supuesta derrota final en Occidente, la sectahabia sido la instigadora clirecta 0 indirecta de varios asesi-natos perpctrados en la persona de distintos Papas.

    Asi, desde el asesinato de Urbano I, que ya hernosrelatado, la secta Opus Diavoli se habria encargado de eli-minar a, como minimo, Felix I, en 274; Marcelo I , en 308;Eusebio, en 310; Felix II (antipapa, nunca reconocido porLaIglesia), en 365; Anastasio II, en 498; Benedicto I, en579; MartIn I, en 653; Juan VII, en 844; Leon V, en 904;Benedicta VI, en 974; Juan XIV, en 984; Sergio IV, en1012; Beneclicro X , en 1073; Celestino II, en 1144; Adria-no IV, en 1159; Inocencio III, en 1180; Celestino III, en1198; Celestino IV, en 1241; Juan XXI, en 1276; Benedic-to XI, en 1304; y Alejandro V, en 1410. Curiosarnente, laIarga lisra de asesinatos papales, para esta variante inves-tigativa, se detiene ternpranamente, y afirman estes estu-diosos de la cuestion oculta de los movimientos de la sec-ta que Alejandro VI, de Ia familia de los temibles Borgia,habria sido un miernbro del Opus Diavoli, que la secta sehabria encargado de poner en el poder dentro de la San-ta Sede y que este los habria traicionado, entregandolos ala Inquisicion y las rnonarquias europeas una vez que loshabia utilizado para hacerse con el Papado. Confirrnariaesta version la coincidencia