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El Colegio de Michoacán Centro de Estudios Históricos Doctorado en Historia Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana: Michoacán, 1715- 1810. Tesis que para optar por el grado de Doctora en Historia Presenta María Carmen Alonso Núñez Director de tesis Dr. Rafael Diego-Fernández Sotelo Zamora, Michoacán, Febrero 9 de 2017.

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El Colegio de Michoacán

Centro de Estudios Históricos

Doctorado en Historia

Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana: Michoacán, 1715- 1810.

Tesis que para optar por el grado de Doctora en Historia

PresentaMaría Carmen Alonso Núñez

Director de tesisDr. Rafael Diego-Fernández Sotelo

Zamora, Michoacán, Febrero 9 de 2017.

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ÍNDICE

Agradecimientos 6Introducción 8Objetivos 17Hipótesis 18Balance historiográfico 20Fuentes documentales 28Estructura de la investigación 29

Capítulo I. Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana1.1 Los tenientes en la legislación castellana 321.2 La legislación indiana 361.3 Los auxiliares de los alcaldes mayores 371.4 El teniente de gobernador 391.5 Teniente de rey 411.6 Tenientes generales 461. Tenientes particulares, comisarios recaudadores de tributo 54o cabos comisarios

Capítulo II. El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes2.1 Estado de las alcaldías mayores y sus tenientazgos 642.2 Los tenientazgos en la provincia de Michoacán 732.3 Contener el ausentismo de los alcaldes mayores 972.4 La venta de las varas de teniente 1022.5 Salarios de los corregidores y alcaldes mayores 1132.6 El abuso en el nombramiento de los tenientes de alcalde 117mayor2.7 Remoción de los tenientes de alcalde mayor 1242.8 Perfil socioeconómico de los tenientes 128

Capítulo III. Empleados locales al servicio del rey3.1 La administración de justicia 135a) Justicia civil 135b) Justicia criminal 143c) Exterminar los vicios 146d) Reguardo y conducción de reos 1493.2 Gobierno 152a) El cabildo y los tenientes generales 1523.3 Real Hacienda: agentes del fisco 157a) Las Alcabalas 157b) La recaudación de tributos 1603.4 Recusación a los tenientes 1713.5 Los pueblos de indios y los tenientes 172

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3.6 Alcaldes mayores y tenientes como juez de minas 1793.7 Delimitación de competencia: Tribunal de la Acordada 182

Capítulo IV. Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico4.1 La ordenanza de intendentes: subdelegaciones y 191tenientazgos4.2 Las atribuciones de los subdelegados y tenientes 2044.3 Restablecimiento de los tenientes 2104.4 Los subdelegados y los tenientes “parientes” 2214.5 Alcaldes ordinarios y encargados de justicia 2244.6 Delegación de la jurisdicción 2304.7 Destitución de los tenientes de subdelegado 2344.8 Tentativas de reformar la ordenanza de 1786 2404.9 Los salarios de los subdelegados y sus tenientes 2424.10 Atisbos de la generación de una burocracia local 250

Capítulo V. Los tenientes con los ministros de lo sagrado5.1 Las dos esferas de la administración 2595.2 Mal ministerio y conflictos 2705.3 Refugio en sagrado 2755.4 Fuero mixto 2805.5 El intendente en defensa de la jurisdicción real 2845.6 En cumplimiento de la última voluntad 287

Capítulo VI. Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

6.1 Los tenientes y los indios 2956.2 Ultrajes a la real justicia 3026.3 Relación de los tenientes con los españoles 3066.4 Abusos de los tenientes de justicia 3116.5 El repartimiento de mercancía 3146.6 Los últimos años de los tenientes 324

Conclusiones 328

AnexosI. Nombramiento de teniente de Pátzcuaro, jurisdicción dela alcaldía mayor de Valladolid, 14 de octubre de 1768 334II. Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales, y cabeceras de sus jurisdicciones y no puedan ausentarse de ellos sin su licencia con causaprecisa y limitación de tiempo 338

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III. Pedimento del Fiscal Ramón Posada a la Audiencia deMéxico sobre que cese la venta de varas en de tenientes 343IV. Bando del Fiscal de la real Audiencia Ramón de Posadasy Soto 347V. Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias sobre la contravención de los intendentes ysubdelegados al artículo 12 de la real ordenanza de 350intendentesVI. Circular del intendente de México para el nombramientode tenientes (1807) 364VII. Convenio entre el subdelegado de Ario, capitán donAntonio Cruzado y su teniente general José María Mercado 367VIII. Tenientes generales y particulares de alcalde mayor,1700-1787. 369

Fuentes 382Bibliografía 383Índice de cuadros 395

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“Dentro de su distrito en los diferentes pueblos, salvo en el de su residencia, los corregidores o alcaldes mayores podían poner con licencia de los virreyes delegados suyos, que recibieron la denominación de tenientes de corregidor o de alcalde mayor. Estos oficiales tuvieron una gran importancia en la Nueva España, por haber ejercido de hecho los poderes de sus mandantes y haber sido las autoridades que, como tales, más se relacionaron con los indios y las personas humildes”.

José Miranda, Las ideas y las instituciones, 1978, p. 124.

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Agradecimientos

Los proyectos que se emprenden no serían posible sin el apoyo tanto de instituciones y de todos aquellos que de forma directa e indirecta intervienen en ello. En ese tenor quiero agradecer, en primer lugar, al Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán y a la planta de profesores por la oportunidad de continuar con mi formación académica en esta prestigiosa institución y la beca que me proporcionaron en la última etapa del programa de Doctorado en Historia de octubre de 2015 a diciembre de 2016, apoyo que posibilitó que concluyera este proyecto. También quiero expresar mi agradecimiento al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por la beca que me otorgó durante los primeros cuatro años del doctorado, octubre del 2011 a septiembre de 2015, y por el apoyo adicional de la Beca mixta que me permitió realizar una estancia de investigación en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla y con ello ampliar la búsqueda de información en el Archivo General de Indias, en la Biblioteca Nacional de Madrid y acercarme al Archivo Histórico Nacional de Madrid.

De las personas que directamente estuvieron involucradas en la materialización de este proyecto que inició originalmente como una idea a vaces no tan clara, ya que se pretendía abordar un tema novedoso y que historiográficamente no había sido suficientemente estudiado, es por eso que agradezco a mi director de tesis, Dr. Rafael Diego Fernández Sotelo, por aceptar con entusiasmo la dirección de la tesis, y por la paciencia que ha tenido en la orientación de este trabajo que a lo largo de su desarrollo fue sufriendo modificaciones sustanciales en las que su orientación y recoemendaciones fueron fundamentales.

De igual manera agradezco a mis lectores a la Dra. Martha Terán que en cada uno de los avances de investigación realizó comentarios sugerentes que me invitaron a la búsqueda de más información, de fuentes y también a la reflexión sobre la mejor forma en que se podían abordar los temas, de igual manera agradezco el entusiamo con el que acogió la invitación a acompañarnos en este proyecto. Mi agradecimiento al Dr. Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell que con sus comentarios siempre me invito a reflexionar sobre diversos aspectos que se podían a bordar a través de la documentación consultada. Al Dr. José Luis Alcauter Guzmán, quien siempre realizó valiosas sugerencias y comentarios sobre el tema debido a la cercanía temporal y espacial entre las temáticas que aborda y el tema que en esta ocasión presentamos, de igual manera quiero expresar mi agradecimiento por la disposicicón que siempre mostró cuando se solicitó apoyo técnico.

Dedico también unas líneas para agradecerle al Dr. José Jesús Hernández Palomo de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, por la disposición y apoyo que manifestó durante los tres meses que duró mi estancia de investigación en esa institución.

Así mismo, quiero manifestar mi agradecimiento al Dr. José Gerardo Tinoco Ruíz, rector de la Universidad Abierta y a Distancia de México y a la Dra. Gabriela Ruíz de la Torre,

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Directora de la División de Investigación y Posgrado por la oportunidad y confianza que me han brindado para formar parte de esta noble institución, justo en el momento en que estaba por concluir el doctorado.

Agradezco a la familia que siempre está presente en mis planes y proyectos a mis padres Nicolás Alonso Morán y María Núñez Orozco, mis hermanos Sabás, Rosa, Candelaria, Juan, Nicolás y Guadalupe. Y al igual que a la familia no puedo dejar de mencionar a los amigos que sin proponérselo terminan acompañandome y viviendo de cerca los procesos académicos. Mi agradecimiento a los amigos de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en primer lugar, quiero hacer mención especial de mi amiga y colega María Concepción Gavira Márquez, que a lo largo de varios años ha seguido con interés, de forma directa e indirecta, mi formación académica y con quien compartimos proyectos académicos. A Tzutzuki Heredia Pacheco, Rebeca Ballín Rodríguez, Carlos Domingo Méndez Moreno y José Manuel Morales Palomares con quienes he tendio la oportunidad de entablar una bonita amistad y coincidir como compañeros de trabajo. A los amigos que forman parte de mi vida Yolanda Rodríguez Martínez, Silvia Rodríguez Martínez, Alicia Villalón y a sus hijos, Rosa y Gonzalo, Adriana Nava y Guadalupe Chuela Bonaparte.

Finalmente, pero no por ello menos importantes quiero expresar mi agradecimiento al personal de los archivos y bibliotecas que amablemente pusieron a mi disposición el material que precisé para darle sustento a la tesis, un trabajo que no hubiera sido posible sin su colaboración y atenciones. Agradezco al personal del Archivo General de la Nación (AGN), Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), Archivo Histórico Casa de Morelos (AHCM), Archivo Histórico Municipal de Pátzcuaro (AHMP), Archivo Municipal de Quiroga (AMQ), Archivo General de Indias (AGI), Biblioteca Nacional de Madrid. Al personal de la Biblioteca Luis González y Gonzáles de El Colegio de Michoacán quienes siempre estuvieron dispuestos a apoyar con amabilidad: Isabel, Hemeterio, Lupita y Aidé. También agradezco a los amigos de la biblioteca de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, quiénes me apoyaron con los materiales que les solicitaba y me brindaron su amistad, Gustavo Rodríguez, Anita Vargas y Laurita García.

Antes de concluir quiero expresar que las omisiones, defectos y limitaciones que el lector encuentre en el texto que ahora tiene en sus manos es sólo responsabilidad de quien escribe estas líneas.

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Introducción

La monarquía española tuvo la capacidad de implementar una compleja estructura administrativa en los dominios americanos que le permitió gobernar a sus súbditos y posesiones, si no de manera eficaz como era su objetivo, por lo menos logró mantenerlos bajo el control imperial, y sobre todo velar por los intereses reales. La experiencia política castellana se tomó como base y diseño de las instituciones provinciales y locales que paulatinamente dieron forma al gobierno de los reinos americanos. El nombramiento de jueces reales obedeció a una necesidad, primeramente del avance de la conquista militar, pero conforme se afianzó la presencia de los españoles en cada una de las provincias se designaron jueces reales que se encargaron de la administración de justicia y el buen gobierno. El nombramiento de adelantados, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y tenientes, así como el establecimiento de ayuntamientos y las repúblicas de indios se fueron configurando de manera gradual. Woodrow Borah y Peter Gerhard muestran cómo la reconfiguración de las jurisdicciones político administrativas tomaron forma a través de un largo proceso de reacomodo en el que se fueron incorporando los corregimientos a las alcaldías mayores, con lo que se establecieron “circunscripciones más compactas” en el sentido de que las alcaldías se constituyeron por excelencia en las entidades jurisdiccionales del gobierno provincial, lo cual prevaleció hasta la implementación del régimen de intendencias y subdelegaciones.1 Aunque también es necesario señalar que este fenómeno no sólo fue privativo de los siglos XVI y XVII, ya que en menor medida en el siglo XVIII también se percibe este tipo de reacomodos jurisdiccionales.

Los corregidores y alcaldes mayores tuvieron como finalidad tomar en sus manos la administración provincial en cada uno de los reinos, por lo que su presencia le restó poder político a los encomenderos, quienes se vieron subordinados a la autoridad de estos oficiales reales, que en cierto modo limitaron la libertad con la que actuaban.2 Pues los alcaldes mayores poco a poco fueron ganando presencia y ampliaron sus facultades en las cuatro causas: gobierno, justicia, guerra y hacienda.

La categoría e importancia de estas circunscripciones estuvo determinada en buena medida por la calidad de los recursos naturales que cada una de ella tenía (las tierras y los minerales), el tipo de producción y el número de pueblos de indios y la cantidad de población. Por tanto, la extensión territorial de las alcaldías mayores fue otro de los aspectos fundamentales a los que se tuvieron que enfrentar los alcaldes mayores, pues a mayor extensión territorial menor era la capacidad que tenían de ejercer sus funciones de gobierno, de administrar justicia y mantener en orden y paz a la población y evitar que se cometieran toda serie de delitos, ya que el alcalde mayor residía en el pueblo cabecera de su jurisdicción. Las alcaldías mayores fueron divididas en circunscripciones o partidos más pequeños que quedaron bajo la supervisión de un encargado de justicia que recibió el nombre de teniente,

1 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985, p. 34. GERHARD, Peter, Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Autónoma de México, 1986.2 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y Antonio de Mendoza, Zamora, Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, pp. 69-80.

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Introducción

al cual se le delegaban las funciones y atribuciones del alcalde para que administrara justicia en el tenientazgo. En América la presencia de los tenientes se fue consolidando conforme avanzó el proceso de afianzamiento del aparato institucional (1570-1580), por lo que según datos que aportan Miguel Ángel Romero de Solís, Woodrow, Borah y Guillermo Lohmann, en la segunda mitad del siglo XVI se observa sistemáticamente la participación de estos funcionarios en la estructura del gobierno provincial.

Consideramos que los procesos de la historia institucional los podemos abordar a partir de diferentes dimensiones a través de las cuales José Miranda dividió el sistema de las instituciones políticas novohispanas: primeramente por un dispositivo central-peninsular (rey y sus secretarios y el Consejo de Indias); en segundo lugar, por un dispositivo central novohispano (virrey y la Audiencia); en tercer lugar, ubica el dispositivo provincial y distrital (gobernadores, corregidores y alcaldes mayores); y finalmente el dispositivo local (cabildo y sus oficiales),3 que obviamente se entrelaza con las dos anteriores dentro del cual toma sentido, pero que le permite al observador tener un acercamiento más directo con los actores, con los hombres que actúan de diferente manera en las diversas estructuras gubernamentales e institucionales. Los tenientes de justicia fueron el último peldaño del gobierno del rey, y por tanto estuvieron directamente subordinados a los corregidores, alcaldes mayores, gobernadores y más tarde a los subdelegados, por lo que su esfera de acción estaba en el nivel local, en el mismo plano de los alcaldes ordinarios, regidores y de los oficiales de la república

3 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, primera parte 1521- 1820, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, pp. 101-133.

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Introducción

Las instituciones locales como los ayuntamientos, las repúblicas de indios y los tenientazgos, posibilitan palpar los diferentes ritmos del devenir de la sociedad, sus conflictos y tensiones que marcaron la dinámica de los habitantes del lugar y el papel que desempeñaron las autoridades en los diferentes procesos sociales. En ese plano de las autoridades locales es que nos planteamos analizar la forma en que operaban los auxiliares de los alcaldes mayores, y la manera en que se fueron redefiniendo sus esferas de poder, pues al plantear la reconfiguración de espacios o la delimitación territorial es pensar los espacios de poder, como afirma Antonio Manuel Hespanha, ya que a través de éstos se articulan las instituciones gubernamentales para ejercer domino sobre los hombres que lo habitan.4

Nos interesa detenernos de manera particular en la figura del teniente de justicia en su carácter de auxiliar de los alcaldes mayores y corregidores, que actuaba bajo una delegación de potestad sobre un espacio denominado tenientazgo, el cual se conformó en función del número de pueblos. Éstos se constituyeron en la expresión más clara de la representación de autoridad real local, que tuvo la capacidad de extender la presencia de la autoridad a los lugares más recónditos de las provincias y a los cuales difícilmente tendría acceso el alcalde mayor y corregidor de forma continua.

El teniente por tanto fue la autoridad más cercana a la población, como ya lo había enunciado José Miranda, en términos reales se constituyó por antonomasia en el brazo ejecutor de las disposiciones reales, el que directamente ponía en marcha cada una de las ordenanzas y mandamientos para mejorar e innovar el sistema administrativo, cuidaba del buen orden y vigilaba que se respetaran las leyes. Debido a la importancia de estos auxiliares Jerónimo Castillo de Bobadilla en el sumario del capítulo doce de su Política para corregidores, aseveraba que “El buen teniente de corregidor es el fundamento para el oficio, como la base de la columna para el edificio”,5 dentro de la maquinaria estatal fue una pieza clave que posibilitó mantener el orden y representar la autoridad de los jueces que normalmente residían en las cabeceras de las jurisdicciones. Por tanto, no cualquier persona podía ocupar estos cargos pues se requería de hombres dignos de virtud, de buenas costumbres, “de ciencia y experiencia”, como los caracteriza Bobadilla, ya que directamente representaban a los corregidores, y en ese sentido se buscaba que los delegados tuvieran las mismas cualidades que el corregidor. Por ende, las malas acciones de sus auxiliares inmediatamente incidía en el titular, ya que él había confiado sus responsabilidades en otro individuo, por tanto había una corresponsabilidad.

En el desarrollo de esta investigación primordialmente nuestra atención se centró en las diez alcaldías mayores que más tarde conformaron la intendencia de Valladolid. Sin embargo aunque le otorgamos mayor prominencia a este espacio, de forma simultánea se fue tomando información de otras jurisdicciones que nos permitieron tener una visión más amplia del sistema de tenientazgos. Al ampliar justamente nuestra perspectiva de análisis nos dio la pauta para insertar nuestro objeto de estudio a las discusiones que se dieron en torno a la aplicación de las reformas borbónicas, y en específico de la ordenanza de intendentes y que

4 HESPANHA, António M, Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo XVII), Madrid, Taurus, 1989, p. 76.5 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para corregidores, y señores de vasallos, en tiempo de paz, y de guerra, y para prelados en lo espiritual y temporal entre legos, jueces de comisión, regidores, abogados, y otros oficiales públicos: y de las jurisdicciones, preeminencias, residencias, y salarios de ellos: y de lo tocante a las órdenes y caballeros de ellas, T. I, Madrid, Imprenta real de la Gazeta, 1775. p. 150-151.

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Introducción

de manera directa incidían en los tenientes, como la aplicación de los artículos 11 y 12, por mencionar los más importantes para los fines de esta investigación.

De este conjunto de alcaldías mayores la de Valladolid fue la que tuvo un mayor número de tenientes, después le seguía la de Zitácuaro en la que su alcalde mayor nombraba un número considerable de auxiliares. En la primera mitad del siglo XVIII, de acuerdo con los datos que proporciona Villaseñor y que también recoge Luise Enkerlin, la alcaldía de Valladolid se encontraba dividida en 14 tenientazgos,6 mientras que en la segunda mitad de la misma centuria se percibió un importante incremento en el número de encargados de justicia, lo cual nos lleva a suponer que en la medida que avanzó el siglo XVIII y hubo un incremento considerable de la población en los diversos pueblos, en consecuencia se dio la dispersión de la población en pequeños asentamientos o rancherías. El aumento de la población dispersa a lo largo y ancho de las alcaldías mayores, en ese tenor se precisó de la presencia de más tenientes que cuidaran del orden y vigilaran la recaudación de las contribuciones fiscales, como el tributo y la alcabala.

Aunque se puede considerar que los auxiliares subalternos de las autoridades provinciales eran de menor rango, también formaban parte de la estructura del gobierno colonial por lo que se encontraban jurídicamente reconocidos en la legislación castellana e indiana, la Corona estaba consciente de la importancia de estos auxiliares en la administración de justicia. Los ministros hicieron hincapié en la necesidad de que los tenientes al igual que las demás autoridades respetaran las leyes vigentes, pero sobre todo que no cometieran abusos en contra de la población. Así como se implementó una serie de disposiciones para regular el funcionamiento de los alcaldes mayores, y de igual manera en Nueva España se emitieron reales ordenanzas en 1621, 1632 y 1638 que tenían como finalidad poner en claro las condiciones en que se podía nombrar a los tenientes, en las cuales se insistía mucho en que los alcaldes y corregidores eran los que debían hacer los nombramientos de los tenientes y no los virreyes, como muchas veces pretendieron.7

Los tenientes atendían todos los asuntos del gobierno, sin embargo se podría decir que su principal función era administrativa y judicial. El teniente despachaba los asuntos judiciales y de hacienda como el cobro de tributo, levantamiento del padrón de las tiendas y litigios por tierras. Como juez receptor actuaba en la compraventa de bienes, tierras y esclavos, entre otros, escrituras de obligaciones, otorgamiento de poderes y recibía los informes y diligencias criminales.8 Los tenientes de alcalde mayor inicialmente se decía que serían nombrados “por ausencia o enfermedad” del alcalde mayor. Si bien el nombramiento de tenientes se había pensado como auxiliares ocasionales y temporales que serían designados en momentos específicos, en la medida que se consolidó el aparato administrativo del imperio español en los reinos americanos estos cargos se fueron haciendo permanentes y necesarios, por lo que formaron parte de la estructura política del gobierno provincial.

6 ENKERLIN PAWELLS, Luise Margaret, Ciudad, haciendas y pueblos. En la ribera sur del lago de Pátzcuaro, durante la primera mitad del siglo XVIII, Tesis de Maestría, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996, p. 237.7 BORAH, Woodrow, "Los auxiliares del gobernador provincial", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial, p. 56-57.8 BECERRA JIMENEZ, Celina Guadalupe, "Oficios de justicia en una sociedad Ganadera, de la Nueva Galicia. Santa María de los Lagos. 1563-1750", Tesis de doctorado en Ciencias Sociales, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004, pp. 356-358.

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Introducción

Los tenientes de justicia gozaban de una jurisdicción delegada a diferencia de los alcaldes mayores y corregidores, los cuales contaban con la jurisdicción ordinaria. La delegación de la potestad y jurisdicción está presente en el sistema administrativo del imperio español desde la Baja Edad Media, incluso jurídicamente se podría decir que la delegación de la potestad estaba legitimada en las Partidas de Alfonso el Sabio. José María García Marín señala que la diferencia en estas dos formas de otorgar el poder real estriba en que “la jurisdicción ordinaria es permanente, por derecho propio —mientras que la delegada “se ejerce por beneficio ajeno”- por lo que es “revocable y temporal”, por tanto el tiempo que los tenientes ejercían sus empleos estaba determinado por las circunstancias que llevaron al titular de la potestad a encomendar de manera parcial o total el uso de las facultades con que se encontraba revestido el alcalde mayor.9 En función del planteamiento de José María García Marín es que toma importancia la definición de teniente, y según el Diccionario de autoridades se define al teniente como “el que ocupa y ejerce el cargo, o ministerio de otro, y es como substituto suyo”. 10 Es por eso que los tenientes representaban la autoridad de sus superiores en cada uno de los tenientazgos.

La medida que se había tomado de que el virrey aprobara los nombramientos que los alcaldes mayores hacían en sus tenientes en parte buscaba que los alcaldes mayores no se beneficiaran económicamente a través de estos cargos, es decir que no los vendieran ni que percibieran parte de los derechos judiciales que estos auxiliares obtenían por los litigios que atendían en sus partidos. Al igual que el resto de los oficiales reales, en la Recopilaáón de Leyes de Indias los tenientes tenían una serie de prohibiciones de carácter económicas que debían cumplir para ocupar los cargos de encargados de justicia, no obstante la legislación se estrellaba contra la realidad. A consecuencia de la falta de salario para los alcaldes mayores, situación que prevaleció con los subdelegados, lo que difícilmente sería resulto para estos funcionarios menores, quienes al ejercer dicho cargo debían contar con los recursos necesarios para solventar sus necesidades, las de su familia y también derogar los gastos que implicaba ejercer el empleo de teniente. Tanto los Austrias como los Borbones se preocuparon de que no se lucrara con la venta de los cargos como el de teniente. En este sentido, es pertinente aclarar que la Corona se oponía a la venta o transferencia que los particulares (como los alcaldes mayores) podían hacer de los cargos, más no a los que hacía directamente la Corona, ya que éstos estaban permitidos,- según los denomina Tomás y Valiente-, de los oficios de “pluma, de poder y de dineros”11 pero no los de justicia por las implicaciones que ello tenía en el desempeño del buen gobierno.

La metrópoli siempre se enfrentó a la disyuntiva de evitar la venta y beneficio de los cargos públicos, y cómo evitarlo si el simple hecho del oficio llevaba consigo el peso cultural del beneficio, es decir la administración se desenvolvía y no se entendía sin el binomio oficio- beneficio. Existen diversos indicios de que los alcaldes se beneficiaban de los tenientazgos a través de las ventas, tal y como lo denunciaban los vecinos de la alcaldía de Maravatío o en Aguascalientes.12 Felipe Castro plantea que “los corregidores, los alcaldes mayores y tenientes

9 GARCÍA MARÍN, José María, El oficio púbico en Castilla durante la Baja Edad Media, Madrid, España, Instituto Nacional de Administración Pública, p. 39.10 Diccionario de autoridades, Real Academia Española, Madrid, Editorial Gredos, S. A., 1969, p. 249.11 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, "oficios, p. 15812 ROJAS, Beatriz, Las instituciones de gobierno y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998, p.199.

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Introducción

consideraban que el puesto les daba derecho a enriquecerse a costa de los indios”.13 Los abusos sistemáticos de los tenientes en contra de la población, al igual que las exigencias desmedidas, llevaron a que constantemente se denunciara los excesos que cometían los encargados de justicia. Castro afirma que en la provincia de Michoacán había un rechazo generalizado hacia los tenientes, por lo que se prefería que los alcaldes mayores administraran justicia directamente. Sin embargo, consideramos que no se puede generalizar esa visión, sino más bien se debe analizar con más detenimiento los momentos en los cuáles se observa el rechazo a la intervención de los tenientes en los asuntos de justicia, ya que en los momentos de tensión se develaban los vínculos de los tenientes con las élites locales o las fricciones entre los diversos grupos, que de ser así seguramente se temía que los encargados de justicia inclinaran la balanza a su conveniencia. En todo caso sería conveniente explicar si durante el siglo XVIII se observa un cambio en la percepción que se tenía del teniente de justicia, sin tomar solamente una visión fatalista de este auxiliar. Así como existe una visión negativa del desempeño de los tenientes en la última parte de la investigación se encontrará que el desempeño de los tenientes también se enfrentaron a la desobediencia y resistencia colectiva e individual, por tanto su posición de teniente no lo mantuvo al margen de ese tipo de tensiones ni tampoco se puede considerar que ejercía un poder supremo, pues no hay que olvidar que estaba inmediatamente subordinado a los alcaldes mayores y corregidores. Los tenientes eran los ojos y los brazos de los alcaldes mayores pero no por eso podían actuar como quisieran, ya que podían ser inmediatamente destituidos.

En 1783 el ministro de la Real Hacienda, Ramón de Posada y Soto, presentó un interesante proyecto que tenía como objetivo acabar con los abusos y transgresiones en las que incurrían los alcaldes mayores.14 En dicha propuesta los tenientes ocupaban un lugar preponderante ya que se hacía alusión a los pagos que realizaban a los alcaldes mayores para obtener su nombramiento, lo cual los llevaba a cometer abusos en contra de la población con la finalidad de recuperar su inversión. Otro de los aspectos que nos parecer interesante, es que se insistía en la necesidad de que no se nombraran tenientes originarios del partido en el que fueran a ejercer el cargo, lo cual difícilmente se cumplió por la complejidad del mismo sistema de gobierno y la forma en que estos hombres accedían a ocupar dichos cargos.

Los tenientes, al contrario de las disposiciones jurídicas, formaban parte de los grupos locales donde ejercían sus funciones y regularmente eran hacendados, comerciantes, tenderos, y muchos de ellos miembros de los ayuntamientos, por tanto sus acciones no pueden entenderse sin la correcta inserción dentro de las estructuras locales, no sólo como encargados de justicia sino como parte de los grupos económicos y desde los diversos cargos administrativos que ocupaban velaban por sus intereses. Por tanto, a los tenientes no los podemos percibir como entes aislados del entramado político, económico y social, sino al contrario, en lugar de restarles importancia por considerarlos funcionarios menores por estar en el último peldaño de la administración provincial, debemos justipreciar su presencia, como auxiliares del alcalde mayor, pero finalmente fue el que tuvo el mejor conocimiento de la dinámica social, y la información necesaria que quizá muchas veces utilizó en su beneficio y

13 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, 1600-1740, Morelia, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, p. 183.14 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España (Don Ramón de Posada y Soto, 1781-1793), Sevilla, Secretaría de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1985, pp. 181-184.

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que le permitió tener mejor control sobre la población. Los alcaldes mayores formaron redes de tenientes dispersos por la amplia jurisdicción para administrar cada uno de los territorios, que escapaban a su autoridad por la distancia que separaba a la cabecera de la alcaldía del resto de los pueblos. Así mismo es necesario que se reflexione sobre los medios bajo los cuales estos funcionarios subalternos formaban parte de las redes sociales, económicas, de compadrazgo y clientelares en las que estaban inmersos.

El segundo momento que consideramos fundamental en el desarrollo de esta investigación es a partir de 1786 con el establecimiento de la Ordenanza de intendentes, pues con la finalidad observar si los cambios político-administrativos que se implementaron con los borbones trastocó el desempeño de los tenientes se ha determinado tomar como elemento coyuntural o de quiebre la transición de las alcaldías mayores a subdelegaciones.15 El establecimiento de las intendencias y subdelegaciones nos ponen frente a una complejidad mayor con el tema de los tenientazgos, no sólo porque en la real ordenanza de intendentes se establecía su derogación, sino porque la discusión se amplía de forma interesante a aspectos que no sólo tocan el nombramiento de tenientes, sino que trastocan directamente a los subdelegados sobre la facultad que tenían para hacer los nombramientos y el problema de la jurisdicción. En el desarrollo de la investigación, y especialmente en la parte que toca a los subdelegados, quedó en evidencia que en la medida en que los subdelegados ampliaron sus atribuciones los tenientes también, pues al igual que los alcaldes mayores, éstos delegaron la mayor parte de sus facultades en los encargados de justicia. Consideramos que el sistema de los tenientazgos había adquirido un fuerte arraigo, a pesar de que en reiteradas ocasiones se había prohibido el nombramiento de funcionarios subalternos como establecía la Real Ordenanza de Intendentes (1786), y más tarde se volvía sobre el mismo punto con la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812. No obstante, en 1791 se restableció el nombramiento de los tenientes de justicia, ya que se consideraba que eran necesarios para llevar a buen término el gobierno de las distintas jurisdicciones, lo cual llevó a revocar la prohibición. Formalmente se habla de un restablecimiento del nombramiento de los tenientes, pero en términos reales éstos en ningún momento dejaron de estar vigentes.

A lo largo de la investigación tendremos presente la distribución de los tenientazgos en las diez alcaldías mayores que conformaban la provincia de Michoacán, y advertir si con la aplicación de la Ordenanza de Intendentes y demás ordenamientos jurídicos se trastocaron las funciones y prácticas de los tenientes. De igual manera se analizará si se dio una ampliación o reducción en el número de tenientazgos, primero con el establecimiento de las 29 subdelegaciones que integraron la intendencia de Valladolid, sin perder de vista las modificaciones jurisdiccionales de principios del siglo XIX, que llevaron a la reducción del número de subdelegaciones que se habían establecido inicialmente.16

En ese tenor nos interesa analizar la forma en que los tenientes de justicia se vincularon con los alcaldes mayores, y posteriormente con los subdelegados, con los

15 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984.c16 FRANCO CÁCERES, Iván, La intendencia de Valladolid de Michoacán: 1786-1809, México, Instituto Michoacano de Cultura, México, FCE, 2001. ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones en la América Borbónica. Autoridades intermedias en transición, Valladolid de Michoacán, Tesis de doctorado, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012.

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comerciantes, los hacendados, párrocos, alcaldes de la Santa Hermandad, los alguaciles, los gobernadores y oficiales de la república de indios. El eje conductor de nuestro trabajo serán los tenientes ya que éstos, como auxiliares y delegados de los funcionarios reales, fueron piezas clave en la administración de justicia, en guardar el orden y ejecutar las disposiciones reales y mandatos de sus superiores; de igual manera formaron parte del circuito comercial, incluso podríamos decir que junto con los gobernadores de indios fueron los que (más que los párrocos y alcaldes mayores) ejercieron mayor presión sobre la población india y mestiza.

Los tenientes de justicia no sólo merecen atención por ser el brazo represor de los partidos, sino que desempeñaron una importante función en el gobierno local, especialmente en los lugares más alejados de las cabeceras administrativas.17 En consecuencia los tenientes cobran mayor importancia dentro del gobierno provincial ya que ellos fueron los que al igual que los gobernadores de indios tenían el contacto más directo con la población y vivían diariamente los problemas. Al igual que los alcaldes mayores, éstos administraban justicia y cobraban impuestos, por tanto, según lo dispuesto por la legislación, también tenían la obligación de dar fianza y sujetarse al juicio de residencia como una forma de garantizar un buen desempeño de su empleo, ya que quedaba sujeto al igual que el resto de los jueces reales a las medidas de control impuestas desde la metrópoli.18

Los alcaldes mayores, los subdelegados y los tenientes fueron el instrumento más eficaz y los operadores de las reformas borbónicas que se implementaron durante el siglo XVIII y que posibilitaron que éstas se cumplieran en cada uno de los distritos. En las alcaldías mayores como la de Valladolid los responsables directos de que las medidas reformistas de la segunda mitad del siglo XVIII se aplicaran en cada uno de los pueblos de indios fueron los tenientes, como fue el establecimiento de las cajas de comunidad. Incluso se ha llegado a observar que en aquellas alcaldías tan fragmentadas en tenientazgos, los tenientes fueron los que en términos prácticos y reales gobernaron, pues todos los asuntos de gobierno, que le competían a los alcaldes mayores, eran resueltos por ellos, por tanto fueron la autoridad más inmediata a la que se podía acudir en caso de una emergencia, de un conflicto o por que se cometiera algún tipo de delito, eran por tanto los jueces de primera instancia, iniciaban la cabeza de proceso, hacían las averiguaciones pertinentes e interrogaban a los testigos, para posteriormente remitir la información al alcalde mayor y que éste tomara la determinación correspondiente. La diferencia sustancial que había entre los tenientes y el alcalde mayor era que este último tenía la jurisdicción, la capacidad de decir el derecho y de dictar la sentencia, por tanto a él le correspondía la última palabra. En ese sentido los tenientes sólo tenían un carácter meramente administrativo.

Por lo dicho anteriormente es preciso comprender la relación de los tenientes con sus alcaldes mayores y subdelegados, pero también problematizar el desempeño de sus funciones ubicándolos dentro del contexto social, económico y familiar en el que se movían, y que

17 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima de la Nueva España (siglo XVI), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, 2004.18 LEÓN PINELO, Antonio de, [edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella], Recopilación de Indias, México, Escuela Libre de derecho, gobierno del estado de Chiapas, gobierno del Estado de Morelos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Cristóbal Colón, Universidad de Navarra, Universidad Panamericana, Miguel Ángel Porrúa Librero Editor, 1992. Libro sexto, título I, Ley 3.

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incluso los llevó a constituirse en un agente comercial hábil del repartimiento.19 Por ende conviene preguntarse ¿Cuál fue la lógica de la conformación de los tenientazgos? ¿Quiénes eran los tenientes? ¿Cuál era su procedencia? ¿Quiénes los nombraban y bajo qué criterios? ¿Cómo desempeñaron sus funciones y cuáles fueron sus límites para actuar? ¿La aplicación de la ordenanza de intendentes trajo cambios sustanciales en el sistema de tenientazgos? ¿Cambió la percepción de la sociedad y de las autoridades con respecto a la importancia de los tenientes? ¿Bajo qué condiciones participaron en el repartimiento? ¿De qué forma se vinculaba a las elites económicas locales? ¿Cómo enfrentaron los conflictos y tensiones que se generaban al interior de sus distritos? ¿En qué medida se puede hablar de manera generalizada de un rechazo hacia los tenientes, o bien replantear este rechazo como parte de una dinámica interna en momentos específicos en los cuales se pretendía proteger determinados intereses o porque se temía la imparcialidad de los encargados de justicia?

La delimitación temporal de la investigación se circunscribe al periodo de 1715 a 1810. Se tomó como inicio el año de 1715 ya que consideramos que esta fecha es significativa, por la visita de Garzarón ya que fue una de las primeras medidas que tomó la casa de los Borbón, encabezada por Felipe V, después de que se terminó la guerra de sucesión para conocer el estado que guardaba la Nueva España y evitar los abusos en contra de la población y administrar de mejor manera sus posesiones ultramarinas. La visita de Garzarón fue el inicio del conjunto de medidas y reformas que se proyectaron desde la metrópoli para ejercer mayor control político, económico, y modificar el sistema administrativo. Varias fueron las disposiciones que se establecieron para que se procurara que los alcaldes mayores y corregidores no abusaran ni permitieran los abusos en contra de la población.20 Dentro de la política reformita del siglo XVIII, también podemos destacar la visita de José de Gálvez y todo el conjunto de reformas que se implementaron desde 1765. El año de 1786 nos resulta nodal porque nos sirve como quiebre de un proceso de transformación para valorar en qué medida los cambios políticos administrativos que tuvieron como objetivo principal homogenizar la división territorial de los reinos americanos trastocaron la costumbre de nombrar tenientes de justicia. La aplicación de la Ordenanza de Intendentes en su artículo 11 repercutía directamente en la figura de los tenientes, ya que se anuló la facultad de nombrarlos, y en el artículo 12 se mandaba que en los pueblos de indios donde los gobernadores, y alcaldes mayores hubiesen tenido nombrado teniente de justicia se estableciera un subdelegado.21 Por tanto, en términos reales la reconfiguración espacial de la intendencia de Valladolid y las subdelegaciones incidieron directamente en los tenientazgos. Sin embargo, al igual que sucedió con el restablecimiento del repartimiento de mercancía, del mismo modo en 1791 se les restituyó a los subdelegados la facultad de nombrar encargados de justicia. Lo cuál nos pone frente a otro dilema, a quién le correspondía nombrar a los tenientes, a los intendentes o subdelegados, situación a la que se enfrentaron las autoridades en sus diferentes

19 WOBESER, Gisela von, "El gobierno en el marquesado del valle de Oaxaca", en BORA, Woodrow, El gobierno provincial., p. 199.20 ENKERLIN PAWELLS, Luise Margaret, Ciudad, haciendas y pueblos... op. cit., p. 237. SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La Audiencia de México en el reinado de Carlos III, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, p. 13-15.21 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, art. 12.

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jurisdicciones, y que incluso llegaron a provocar conflictos de competencia.22 Nuestro estudio termina en 1810 con el inicio el movimiento insurgente, sin embargo consideramos que este complejo proceso revolucionario merece un estudio aparte ya que si bien es cierto que se trató de un periodo de mucha inestabilidad política, también hubo propuestas interesantes como el establecimiento de la constitución de Cádiz que inherentemente implicaba cambios en las estructuras institucionales, es por eso que consideramos que el análisis de la última década merece un estudio aparte.

Objetivos

Los objetivos generales que se pretenden alcanzar en la investigación están encaminados a ubicar a los tenientes dentro de la estructura política, social y administrativa.

Identificar las diferentes clases de tenientes en función de sus nominaciones y atribuciones, pues sabemos que éstas se determinaron en función del lugar donde ejercieron su empleo (cabecera de la jurisdicción, pueblo de indios o gobernación), así mismo se dará seguimiento a la forma en que los distintos cuerpos legislativos fueron normando los nombramientos y funcionamiento de estos empleos. Para poder hacer una primera definición de los tenientes utilizaremos además de la legislación otro tipo de fuentes documentales en las que se señala quiénes son considerados tenientes.

Analizar el estado que guardaban las alcaldías de Nueva España y la forma en que eran administradas, por lo que se presentará un panorama general de ellas y su división en tenientazgos, por lo que se pondrá atención a la forma en que las políticas y proyectos reformistas de la segunda mitad del siglo XVIII repercutieron en los tenientazgos. Políticas que regularmente estaban dirigidas a los alcaldes mayores y corregidores pero que directamente incidían en sus auxiliares, como el ausentismo y la venta de varas.

Desarrollar la forma en que los tenientes desempeñaron las funciones y atribuciones que los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados delegaron en sus subalternos. Analizaremos la forma en que desempeñaron las causas de justicia civil y criminal con sus respectivas limitaciones, así como las de real hacienda y gobierno (con el establecimiento de la ordenanza de intendentes la causa de gobierno pasó a llamarse de policía). De igual forma señalaremos los problemas a los que se enfrentaron en el ejercicio de sus funciones. Analizaremos las relaciones que se establecieron con las distintas autoridades que convergían en un mismo espacio, pues en los tenientazgos se dio un importante traslape de jurisdicciones con otras autoridades.

Reflexionar sobre los posibles cambios y transformaciones que se puedan advertir en el sistema de los tenientazgos antes y durante la aplicación de la Real Ordenanza de intendentes como uno de los más grandes proyectos de la segunda mitad del siglo XVIII que pretendió uniformar la administración de Iberoamérica, y que en términos reales sólo contribuyó a hacer más compleja la maquinaria administrativa, y por tanto afloró de manera

22 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de derecho de la Audiencia de la Nueva Galicia del licenciado Juan José Ruiz Moscoso, su agente fiscal y regidor del ayuntamiento de Guadalajara, 1780-1810, Estudio y edición DIEGO-FERNÁNDEZ, Sotelo, Rafael, MANTILLA TROLLE, Marina, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, Coordinación General Académica, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, 2006, pp. 148-152.

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más constante el traslape de las autoridades que regularmente desencadenó conflictos por delimitación de competencias. Analizaremos en qué medida la reconfiguración jurisdiccional con el establecimiento de intendencias y subdelegaciones repercutió en los tenientazgos que posibilitaron su desaparición o permanencia como parte de la estructura de la maquinaria provincial. Se retomarán las amplias discusiones que se dieron entre los miembros de la Audiencia por el nombramiento de tenientes y la delegación de la jurisdicción.

Mostrar la compleja relación que establecieron los alcaldes mayores, corregidores, subdelegados y sus tenientes con los ministros de la Iglesia, pues ambas autoridades tenían atribuciones temporales y espirituales que los obligaba a la ayuda mutua. Sin embargo también observaremos que la relación entre los ministros de la iglesia y los jueces reales y sus tenientes se vio empañada por conflictos de jurisdicción, injurias y ultrajes a la inmunidad eclesiástica.

Ubicar a los tenientes dentro del entramado local en el que se desenvolvían no sólo como tenientes de justicia, sino como parte de la estructura social, de las redes sociales, económicas y comerciales en las que se encontraban inmersos. El observar a los tenientes en su relación con los diferentes grupos sociales nos permitirá observar no sólo los abusos que se cometían contra la población, sino también la dificultad a la que se enfrentaron para que se respetara su autoridad. En este apartado pretendemos demostrar con diversos expedientes que en las dinámicas locales no siempre imperaba la imagen del teniente impositivo, abusivo y déspota, ya que también era objeto de injurias, ultrajes y calumnias.

HipótesisLos alcaldes mayores no ejercieron sus empleos de forma directa sino a través de una amplia red de tenientes distribuidos por toda la jurisdicción a su cargo, por lo que colocaba un auxiliar en cada uno de los pueblos que tenían alguna importancia económica y un considerable número de tributarios y castas. Los tenientes se convirtieron en el instrumento local y de control social con el que contó el gobierno provincial, por lo que fueron los vigilantes y garantes del orden y tranquilidad social de los tenientazgos. Los tenientes operaron en los pueblos más alejados de la cabecera de las jurisdicciones por tanto fueron los verdaderos operadores y ejecutores del reformismo borbónico en los distritos más recónditos de los dominios de la Corona española. En las alcaldías mayores que contaban con un considerable número de pueblos de indios, como Valladolid, Zitácuaro y Celaya, entre otras, los tenientes fueron los responsables de llevar a cabo el proceso de la reglamentación y establecimiento de las cajas de comunidad, fueron los operadores directos de las reformas que pusieron bajo el control de los subdelegados el manejo de los bienes de comunidad, con lo que se limitó la autonomía de las autoridades indígenas. La pérdida de la autonomía de los pueblos de indios generó importantes conflictos entre los indios y los subdelegados y sus tenientes, como una expresión de resistencia a la aplicación de las reformas que afectaban el manejo de las tierras de comunidad.

El traslape de jurisdicciones que se dio entre los alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes con las distintas autoridades (tenientes de la acordada, alcaldes ordinarios, diputados de minas) generó importantes conflictos por competencia, que traspasaba el plano jurisdiccional y se constituía en una lucha por el poder, como una forma de imponer la autoridad de un ministro sobre otro para ganar el reconocimiento del vecindario. La dificultad de conciliar con los que ejercían algún tipo de autoridad se convirtió en un verdadero reto, ya

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que todos pretendían demostrar que ejercían cierta cuota de poder sobre el resto de la población.

Los dos brazos del poder real, el brazo espiritual y el temporal, justamente dos instrumentos fundamentales de la corona a través de los cuales logró mantener el control social, se vieron inmersos en conflictos, por un problema de autoridad, pues a pesar de que funcionaban como una suerte de equilibrio por medio del cual se evitaban que los tenientes y los curas cometieran abusos en contra de la población pues ambos vigilaban el actuar de uno y de otro. Por otro lado, al igual que sucedió con las repúblicas de indios, los curas utilizaron el factor conflicto para evitar que el control de las cofradías pasara a manos de los subdelegados y sus tenientes, finalmente imperaba el conflicto como un medio para atrasar la aplicación de las reformas

Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes los tenientazgos no desaparecieron en su totalidad debido a que esta institución ya tenía un fuerte arraigo en la estructura del gobierno local. Otro de los factores que posibilitaron la permanencia de los tenientazgos fue que en realidad, aunque en la historiografía se hable de una reconfiguración jurisdiccional, en el plano de las alcaldías mayores y subdelegaciones no se dio tal transformación, no hubo una delimitación de los partidos por lo que al quedar con la misma extensión territorial dio la pauta para que se continuara con el nombramiento de tenientes. En la intendencia de Valladolid el número de tenientes disminuyó considerablemente ya que se dio una importante reconfiguración de las jurisdicciones trastocando la amplia red de tenientes que operaban bajo las órdenes del corregidor de Valladolid. En las intendencias donde las subdelegaciones conservaron intacta la jurisdicción territorial y que sólo se cambió de nominación de alcaldía mayor por subdelegación, el establecimiento del régimen de intendencias no modificó en nada la dinámica interna, y mucho menos se suspendió el nombramiento de tenientes. Sin embargo los subdelegados de cierta forma vieron disminuido el poder que ejercían sobre los tenientes, ya que al existir una autoridad intermedia que intervenía en la confirmación de los tenientes provocó que la autoridad de los subdelegados sobre los tenientes fuera más vulnerable y cuestionada, sobre todo cuando se pretendían hacer destituciones.

Los conflictos en los que se vieron envueltos los tenientes derivaron de los medios que utilizaron para hacerse de recursos económicos adicionales a los ingresos que obtenían por los derechos de judicatura, regularmente el derecho de carcelaje, y el cobrar derechos adicionales fueron los medios más socorridos de estos auxiliares para pagar la cuota correspondiente por el oficio al alcalde mayor, pues la idea no era invertir en dicho cargo sino al contrario obtener múltiples beneficios de él, precisamente ese era el sentido de la rentabilidad y de la importancia de estar ejerciendo un cargo por el cual no se percibía una retribución estable, pues al final obtenían recursos de forma ilegal.

Contrario a lo que disponían las leyes de Indias los tenientes fueron vecinos del lugar donde ejercían sus cargos, tenían negocios, propiedades y estaban fuertemente vinculados a los grupos de interés del lugar, incluso eran nombrados a modo de los alcaldes mayores y subdelegados. Esa condición posibilitó que se convirtieran en un elemento central del repartimiento de mercancía por el control que ejercían sobre las actividades económicas y los vínculos que tenían con los comerciantes locales y regionales. Los tenientes no sólo fueron los defensores de los intereses de las autoridades locales y comerciantes, sino que se convirtieron en agentes comerciales, a nivel regional y hacia el exterior estaban vinculados con los comerciantes de Veracruz y México, como Francisco Ignacio de Yraeta, quien tenía

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amplias relaciones comerciales con los patzcuarenses y vallisoletanos, al igual que con los tenientes de Santa Clara y Tacámbaro, con el alcalde mayor de Cuitzeo de la Laguna, con quienes intercambiaba bienes, servicios y favores. Por el hecho de que los tenientes estuvieran inmersos en las dinámicas comerciales los hacía más proclives a ejercer mayor presión sobre la población, que cuando los asfixiaban inmediatamente eran denunciados por los vecinos por abuso de autoridad.

Balance historiográficoPara hacer un mejor manejo de las obras historiográficas tratamos de hacer tres

grandes bloques temáticos: en primer lugar destacar las obras cuya temática nos remite al funcionamiento de las instituciones y al gobierno provincial. En segundo lugar dedicamos un espacio a las obras que abordan la problemática de los tenientes ya no de forma incidental sino de forma directa, en tercer lugar le damos cabida a la historiografía sobre las reformas borbónicas, y finalmente cerramos con las fuentes documentales que consideramos fundamentales en el desarrollo de esta temática.

La historiografía sobre el gobierno provincial, a pesar de los avances que se ha tenido, todavía presenta muchas lagunas que no han posibilitado presentar una imagen más clara del funcionamiento de las instituciones del gobierno local y la forma en que se daba el traslape de las distintas autoridades. La obra clásica de José Miranda, una de las obras fundamentales que nos permiten conocer el funcionamiento de las instituciones coloniales, plantea su clasificación en tres dispositivos: el central-peninsular, central-novohispano, y el dispositivo provincial y distrital. Otro de los aspectos importantes de la obra de Miranda es que si bien no ahonda en el tema de los tenientes, por lo menos llama la atención sobre su importancia en el gobierno provincial al afirmar que eran los que estaban en contacto con los indios y la gente humilde.23 En E l gobierno provincial en Nueva España, coordinada por Woodrow Borah se nos presenta en diversos apartados el funcionamiento del gobierno provincial, donde los actores centrales son los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores en los diferentes ámbitos en los que se desenvolvían. Borah dedicó una de sus contribuciones a los auxiliares del gobernador donde realizó un importante estudio en el cual establece una primera diferenciación de los nombramientos de los subalternos de las autoridades provinciales: los tenientes generales, tenientes particulares y encargados de justicia, el teniente letrado o el asesor, el alguacil, escribano e intérprete, entre otros.24 En este importante artículo el autor sentó algunos precedentes sobre el perfil de los tenientes pues señala que hubo por parte de titulares la tendencia de nombrar a los hacendados como tenientes, los cuales obtenían el nombramiento a través de la compra o la retribución de las ganancias, por tanto la propuesta de este trabajo nos pone frente a las distintas vertientes que se pueden abrir para analizar de manera más puntual el funcionamiento de los tenientazgos.

Otra de las obras que no puedo dejar de mencionar es E l gobierno de la justiáa. Conflictos jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), bajo la coordinación de Rafael Diego-Fernández Sotelo y Víctor Gayol, esta obra es producto de la preocupación de conocer el

23 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, primera parte 1521- 1820, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, pp. 101-133.24 BORAH, Woodrow, "Los auxiliares del gobernador provincial", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial, cit., pp. 55-70.

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funcionamiento del gobierno provincial pero, a diferencia de la anterior, los autores se introducen de manera más directa en la forma en que los funcionarios se desenvolvían en el desempeño de sus empleos ya que abordan los alcances y límites de la competencia de los oficiales reales.25 En los capítulos se analizan distintas problemáticas relacionadas con los conflictos de competencia donde muestran un importante traslape entre las distintas autoridades que llevó a que el sistema administrativo fuera más complejo, lo cual generó una infinidad de problemas a través de los cuales es posible ahondar en la dinámica de las instituciones y jurisdicciones de la Nueva España y poder distinguir las diferencias en los distintos espacios. El enfoque de esta obra nos parece sugerente en el sentido de que nos da la pauta para pensar a los tenientes y su relación con las diferentes autoridades locales y estar alertas al traslape de las competencias entre unos y otros pues a pesar de que podríamos pensar que los tenientazgos eran espacios administrativos de alcances reducidos, no por eso dejaron de tener contacto con varias autoridades en el desempeño de sus atribuciones.

Los trabajos de Celina Guadalupe Becerra Jiménez, tanto su tesis doctoral “Oficios de justicia en una sociedad ganadera de la Nueva Galicia. Santa María de los Lagos. 1563- 1750”,26 como otros que versan sobre los oficios, muestran la forma en que una estructura política contribuyó a la consolidación de las redes locales de poder, por lo que conformaron redes compactas bajo las cuales desempeñaban sus funciones, pero a la vez obtenían importantes beneficios económicos desde el lugar que ocupaban dentro de la administración local. En un artículo más reciente titulado “Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de dos alcaldes mayores neogallegos”, en el cual la autora aborda las redes de los oficiales de Indias, centra su atención en las estrategias que utilizaron los oficiales reales procedentes de la metrópoli para vincularse a las élites locales, por lo que afirma que “Los vínculos que se establecían entre las familias de la élite política y económica de Santa María de los Lagos y sus alcaldes mayores fueron vínculos fuertes según lo demuestran las evidencias que se han podido rastrear a través de las fianzas, el tenientazgo y el parentesco espiritual”.27 Desde esta perspectiva la autora llama la atención sobre la forma en que se articulan las redes a través de los funcionarios del ayuntamiento, las élites familiares, los alcaldes mayores, los subdelegados y los tenientes. En donde el teniente al formar parte de la estructura social tuvo un papel fundamental como eslabón que contribuyó a articular las redes que se constituyeron en torno a la maquinaria administrativa del gobierno provincial y local. Otros trabajos que abonan justamente al análisis de la conformación de esas dinámicas: Mickael Augeron, “Las familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El ejemplo del Clan Peón en Yucatán (1794-1813)”.28 Otro trabajo que consideramos importante dentro de estos

25 DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, El gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI-XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012.26 BECERRA JIMÉNEZ, Celina Guadalupe, "Oficios de justicia en una sociedad ganadera de la Nueva Galicia. Santa María de los Lagos. 1563-1750", Tesis de doctorado en Ciencias sociales, director, Rafael Diego- Fernández Sotelo, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004.27 BECERRA JIMÉNEZ, Celina G, "Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de dos alcaldes mayores neogallegos", en Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXXIII, núm. 132, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012, p. 146. (pp. 109-150)28 AUGERON, Mickael, "Las familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El ejemplo del Clan Peón en Yucatán (1794-1813)", en MACHUCA GALLEGOS, Laura (Coord.) Grupos privilegiados en la península de Yucatán, siglos XVIII y XIX, México, CIESAS, Gobierno del Estado de Yucatán, SEDECULTA, CONACULTA, 2014, pp. 91-119.

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mismos planteamientos es la tesis de doctorado de Álvaro Alcántara López, Disidencia, poder familiar y cambio social en la provincia de Acayucan, 1750- 1802.29 30 31 32 33 34 35

De la historiografía que se ha escrito sobre el Michoacán colonial que nos sirve de apoyo para plantear nuestra investigación, en primer lugar mencionaremos la ya clásica obra de Claude Morin, Michoacán en la Nueva España del Siglo XVIII, la cual es una de las más completas que combina la historia demográfica y económica para dar una visión global del obispado de Michoacán, donde deja en evidencia que las condiciones económicas y geográficas en buena medida contribuyeron al desigual crecimiento regional.30 Las obras que nos permiten hacer un balance general de la importancia de los pueblos de indios en la provincia de Michoacán y sobre todo explicar de cierta manera en qué lugares se requerían tener más control sobre la población y sus bienes de comunidad. Primeramente mencionaré la tesis de doctorado de Marta Terán titulada “¡Que muera el mal gobierno!” En el que aborda la forma en que los pueblos de indios afrontaron el conjunto de reformas implementadas en la segunda mitad del siglo XVIII impuesta por los borbones para tener un control más eficiente sobre el manejo de los recursos y las repercusiones políticas que trajo consigo la presión de las autoridades sobre la población.31 Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, en dicha obra los autores ofrecen una visión amplia de las instituciones y la forma en que se aclimataron las instituciones de gobierno en el Michoacán colonial.32

En el libro Los tarascos y el imperio español., Felipe Castro plantea el establecimiento del orden colonial como un proceso sumamente difícil por lo complicado de las relaciones y convivencia entre las autoridades civiles e indígenas, y sobre todos porque se trataba de imponer un sistema administrativo español e indígena. El autor nos muestra a una sociedad que tenía la capacidad de actuar ante los abusos de los alcaldes mayores y sus tenientes. Uno de los aspectos que prevalecen en esta obra es la tensión y conflictividad entre las autoridades reales y las indígenas. En esta obra el autor señala cómo había un rechazo generalizado por parte de la población hacia los tenientes a consecuencia de los abusos que cometían, pues afirma que tanto los alcaldes mayores como sus tenientes pretendían enriquecerse a costa de los indios. 33 Otro trabajo que consideramos importantes de ese mismo autor es Nueva ley y nuevo rey, en el cual aborda el impacto de las reformas borbónicas y sus repercusiones en los diferentes sectores de la sociedad que desencadenaron en descontento social y sublevaciones generalizadas.34 Sergio García Ávila en su obra Las comunidades indígenas en Michoacán aborda el aspecto económico de los bienes de comunidad y las transformaciones que se sufrieron en la segunda mitad del siglo XVIII.35 Por su parte, Juan Carlos Cortés Máximo en De repúblicas de

29 ALCÁNTARA LÓPEZ, Alvaro, Disidencia, poder familiar y cambio social en la provincia de Acayucan, 1750­1802, Tesis de doctorado, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015.30 MORIN, Claude, Michoacán en la Nueva España del Siglo XVIII... op. cit.31 TERÁN, Marta, ¡Que muera el mal gobierno! Las reformas borbónicas en los pueblos michoacanos y el levantamiento indígena de 1810, Tesis de Doctor en Historia de México, El Colegio de México, 1995.32 TERÁN, Marta y PAREDES MARTÍNEZ, Carlos (coord.), Autoridad y gobierno indígena en Michoacán. Zamora, El Colegio de Michoacán, CIESAS, INAH, UMSNH, 2003.33 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, p. 183-196.34 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Nueva ley y nuevo rey. Reformas borbónicas y rebelión popular en Nueva España, Zamora, El Colegio de Michoacán, UNAM, 1996.35 GARCÍA ÁVILA, Sergio, Las comunidades indígenas en Michoacán: un largo camino hacia la privatización de la tierra, 1765-1835, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, 2008.

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indios a ayuntamientos constitucionales desarrolla el proceso de separación y proceso de reconstitución de los pueblos de indios de sus cabeceras como parte del crecimiento económico y demográfico de los pueblos.36 En conjunto, las obras que mencionamos, a pesar de los diversos aspectos que manejan, nos dan la pauta para analizar el complejo mundo del gobierno indígena. Pero a la vez alertan sobre la necesidad de voltear hacia el planteamiento de otras temáticas que están en espera de ser abordadas.

E l corregidor castellano de Benjamín González Alonso, donde aborda de forma pormenorizada el devenir del corregimiento castellano y dedica una parte al análisis de los auxiliares del corregidor, sobre todo hace énfasis en la forma en que se elegía y los requisitos que tenía que cumplir para ocupar dicho cargo, esos elementos que aporta el autor nos dan la pauta para entender las diferencias entre los tenientes castellanos y los americanos; ya que éstas no fueron menores: el teniente castellano su principal función era la de asesor mientras que el americano era la de un auxiliar en las funciones del gobernador, alcalde mayor ycorregidor.37

Guillermo Lohmann en su libro E l corregidor de indios en el Perú, analiza el establecimiento del corregimiento como una de las principales instituciones que articuló la maquinaria estatal en Perú y que subordinó a los indígenas al poder real. Dentro de los múltiples aspectos que aborda logra articular y presentar las diversas facetas del corregimiento y dedica un apartado a “Las personas auxiliares y elementos subalternos”, en donde describe a los tenientes como “simples ejecutores de las órdenes de su principal”, incluso se piensa en la figura de este oficial como un mal necesario ya que respondían más a los intereses del corregidor que a los del buen gobierno.38 Así mismo aborda las atribuciones y cuerpos jurídicos que los regían y las ordenanzas que se publicaron con la finalidad de regular el nombramiento y ejercicio del empleo. Este autor no deja de lado la importancia de estos funcionarios como copartícipes del repartimiento. La obra de Jerónimo Castillo de Bobadilla, Política para corregidores, es una obra fundamental porque en el libro I, capítulo XII, analiza varios aspectos sobre los tenientes desde su nombramiento, quiénes podían ser nombrados, la preparación que debían tener, las atribuciones y límites de los tenientes de corregidor.39

Como hemos venido señalando los tenientes como objeto de estudio han sido muy poco atendidos, por lo que la historiografía aún tiene esa asignatura pendiente. En ese tenor nos resulta de suma importancia el trabajo de José Miguel Romero de Solís, quien se ha interesado por identificar a los tenientes que se nombraron en la provincia de Colima en la segunda mitad del siglo XVI, por lo que demuestra que los tenientes fueron vecinos de la provincia, quienes regularmente ocuparon cargos en el ayuntamiento. Incluso plantea como hipótesis que si bien desde el centro del país se controlaba el nombramiento de las

36 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a ayuntamientos constitucionales: pueblos sujetos y cabeceras de Michoacán, 1740-1831, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2012.37 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El Corregidor castellano: 1348-1808, Instituto de Estudios Administrativos, 1970,38 LOHMANN VILLENA, Guillermo, LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, Perú, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, p. 437-445.39 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para Corregidores y señores de vasallos en tempos de paz y de guerra, y para jueces eclesiásticos y seglares, y de sacas, aduanas y de residencias, y sus oficiales y para regidores y abogados, y del valor de los Corregimientos y gobiernos, realengos y de las Ordenes", Tomo I, Amberes, en casa de Juan Bautista Verdusen, impresor de libros, 1704, Libro I, Cap. XII.

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autoridades, los tenientes seguramente tuvieron un peso importante en la defensa de los intereses locales, ya que éstos en su mayoría eran capitulares. Si bien Romero de Solís identifica a los tenientes de la villa, no hace la distinción entre los tenientes generales y particulares.40

La obra de William Taylor titulada Ministros de lo sagrado, el capítulo de “Alcaldes mayores y curas párrocos” nos parece sugerente por la forma en que aborda la participación de los tenientes en el gobierno local, ya que analiza la compleja relación de estos auxiliares de los alcaldes mayores y corregidores con la población y con los curas, lo cual nos posibilita la triangulación del juego de interés inmerso en las acciones y conflictos en los que se vieron inmiscuidos los tenientes.41

Como se puede apreciar el tema de los tenientes en la Nueva España es un campo fértil y en espera de cultivo. Sin embargo para otras latitudes de los reinos americanos se ha atendido un poco más el tema de los tenientes de gobernador, y especialmente el teniente de rey. Sobre los tenientes de gobernador contamos con las contribuciones de Margarita Arana, “Enfrentamiento en el cabildo entre los miembros de la élite de San Miguel de Tucumán en 1654: la elección de teniente de gobernador”,42 y Gilberto Quintero Lugo “Tenientes Justicias mayores y corregidores en la Mérida colonial”43 y “Gobernadores y tenientes de gobernador en la provincia de Venezuela. De los Welser a Juan de Villegas (1528-1553).44 En estos trabajos se describen las atribuciones de los tenientes de gobernador y la forma en que algunos ejercieron sus empleos. También es significativo destacar que Gilberto al analizar las funciones de los tenientes de gobernador observa como paulatinamente estos tenientes comenzaron a asumir todas las atribuciones de los gobernadores. El trabajo de Alejandro Agüero nos parece sumamente interesante porque define al teniente de rey como un empleo de carácter eminentemente militar, por lo que dimensiona la importancia de estos tenientes en el ambiro militar y político,45 y analiza como éste se tuvo que enfrentar a los miembros del cabildo para que le respetaran las facultades políticas que ejercía en ausencia del gobernador.

La historiografía sobre las reformas borbónicas es amplia ya que en los últimos años ha crecido de forma considerable. Para los fines de esta investigación decidimos retomar sólo aquellas obras que resultan de suma importancia para el desarrollo de esta investigación. Luis

40 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima de la Nueva España (SigloXVI), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2004, pp. 47. Del mismo autor véase Conquistas e instituciones de gobierno en Colima de la Nueva España (1523-1600), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, El Colegio de Michoacán, 2007, pp. 230-245.41 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado: sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1999, pp. 587-630.42 ARANA, Margarita, "Enfrentamiento en el cabildo entre los miembros de la élite de San Miguel de Tucumán en 1654: la elección de teniente de gobernador", en Andes Antropología e historia, No. 24, Salta, Argentina, 2013, pp. 151- 178.43 QUINTERO LUGO, Gilberto, "Tenientes justicias mayores y Corregidores en la Mérida colonial", en Presente y Pasado. Revista de Historia, No 35, Año 18, Mérida-Venezuela, Escuela de Historia, Universidad de los Andes, Enero- julio de 2013, pp. 45-70.44 QUINTERO, Gilberto, Gobernadores y teniente de gobernador en la provincia de Venezuela. De los Welser a Juan de Villegas (1528-1553)", en Mañongo, No 17, 2001, pp. 289-300.45 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán. Gobierno político, autoridad militar y colonización jurisdiccional en Córdoba, 1741-1775, Revista de Historia del Derecho, No. 46, INHIDE, Buenos Aires, Julio- Diciembre, 2013, pp. 1-25.

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Navarro García en su obra Las reformas borbónicas en América, analiza justamente la forma en que se comenzaron a aplicar las primeras reformas en Nueva España, y cómo el proyecto del establecimiento de intendencias fue tomando forma bajo el impulso del visitador José de Gálvez y el virrey Croix, quienes plantearon la necesidad de cambiar el sistema administrativo y sustituir a los alcaldes mayores, corregidores y sus tenientes por subdelegados46 con la finalidad de establecer una burocracia más afín a los intereses reales, si bien este proyecto no vio la luz en un corto plazo, por lo menos fue el antecedente para su aplicación en 1786.

Autores como Horst Pietschmann47 y Ricardo Rees Jones48 han analizado desde un plano más político y administrativo la forma en que se aplicó el sistema de intendencias en la Nueva España y la forma en que repercutió en la reorganización de las jurisdicciones y en el ejercicio de las funciones en las diferentes esferas del gobierno novohispano, y la forma en que se fueron delimitando las funciones del virrey y de los intendentes. En estas importantes obras se toca tangencialmente a los subdelegados por ser los subordinados más inmediatos al intendente, sin embargo en ningún momento del análisis se toca la forma en que la reforma de intendencias afectó a los tenientes.

Las investigaciones que abordan la administración de los intendentes nos permiten tener una idea más clara sobre la forma en que ejercieron sus funciones y comprender la relación que entablaron con las distintas autoridades. El estudio reciente de Ana Irisarri Aguirre, Reformismo borbónico en la Provináa de San Luis Potosí durante la intendencia, plantea el establecimiento de la Ordenanza de intendentes como un factor de modernización, ya que las transformaciones políticas administrativas llevaron a la homogenización jurisdiccional y los conocimientos se pusieron la disposición de la sociedad en pro de su beneficio.49 A lo largo de la reflexión sobre los temas políticos, religiosos y militares, la autora observa una aparente armonía entre los distintos actores sociales. La autora claramente deja ver como la modernización jurisdiccional en San Luis Potosí, al igual que en otras intendencias, muy pronto dejó en evidencia que no eran funcionales, por lo que al igual que en Valladolid se comenzó a reducir el número de subdelegaciones.

David Brading en su obra Mineros y comeráantes, además de plantear los cambios políticos que se gestaron en el plano administrativo con la aplicación de la real ordenanza de intendentes y que en su momento calificó como la “revolución en el gobierno”, que en la actualidad ha sido ampliamente criticada, analiza de forma más concreta cómo afectó y benefició la política borbónica en las elites mineras y comerciales. El análisis que este autor realizó con respecto a las discusiones que se dieron en el seno de la Audiencia y de la Junta Superior de Real Hacienda sobre la oposición y anulación de varios artículos de la ordenanza de intendentes que tenían que ver con el nombramiento de tenientes, el repartimiento y los

46 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación, Sevilla España, Universidad de Sevilla, 1995.47 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político administrativo, México, FCE, 1996.48 REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de la Nueva España, México, UNAM, 1983.49 IRISARRI AGUIRRE, Ana, Reformismo borbónico, en la provincia de San Luis Potosí durante la intendencia, México, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades, Miguel Ángel Porrúa, 2008.

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alcaldes ordinarios, temas que nos permitieron relacionarlo y ampliar la perspectiva para ubicar justamente la importancia de los tenientes en torno a esas discusiones.50

El trabajo de Iván Franco, La intendencia de Valladolid de Michoacán: 1786- 1809, analiza el papel que desempeñaron los dos primeros intendentes de Valladolid. Principalmente aborda el cambio administrativo que se gestó en Michoacán con el establecimiento de la intendencia, y pone especial énfasis en el sistema fiscal y el impacto que la exacción de impuestos tuvo sobre los distintos sectores sociales. Observa también la reacción de las elites locales frente al reformismo borbónico. Franco señala que las elites adaptaron las transformaciones en su beneficio, ya que por medio de las fianzas lograron consolidar y ampliar su poder en la intendencia. 51

Uno de los trabajos más recientes que ha dado un aporte importante a la historiografía michoacana es la aún inédita tesis de doctorado de José Luis Alcauter Guzmán titulada “Régimen de subdelegaciones en la América Borbónica.. . ”, en la cual analiza de manera amplia y compleja la administración de los subdelegados, lo que lo llevó a hacer una reconfiguración espacial de cada uno de los distritos.52 El subdelegado como elemento central del gobierno provincial se convirtió en uno de los medios que contribuyó al fortalecimiento de las redes sociales en la intendencia de Valladolid. En el desarrollo del trabajo de investigación el autor nos proporciona algunos elementos esenciales de la importancia de los tenientes y su función como auxiliares de los subdelegados. Esta obra nos da la pauta para bajar la escala de análisis a los funcionarios de menor jerarquía, los tenientes, con los cuales se tendrá una visión un poco más completa de la dinámica del gobierno provincial.

De reinos y subdelegaciones: nuevos escenarios para un nuevo orden en la América borbónica, coordinada por Rafael Diego-Fernández Sotelo, María Pilar Gutiérrez Lorenzo y Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell, los autores que colaboran en esta otra se suman a la amplia tarea de subsanar el vació historiográfico que hasta hace poco se había advertido sobre el régimen de las subdelegaciones. Aunque existe una amplia producción historiográfica sobre el periodo las obras marginalmente abordaban a los subdelegados y centraban más la atención en los intendentes, incluso por mucho tiempo se repitió la aseveración de Luis Navarro García de que los subdelegados fueron “los pies de barro”53 de las intendencias, dotándoles de una fuerte carga negativa.54 En los últimos años un grupo de académicos reunidos en la Red de Estudios del Régimen de Subdelegaciones en la América Borbónica (RERSAB) con sede en El Colegio de Michoacán,55 conscientes de que hacía falta analizar el sistema de subdelegaciones y la forma en que se aclimató en las colonias americanas a partir de la aplicación de la Ordenanza de Intendentes. Producto del esfuerzo de este grupos de investigadores fue que resultó la obra De reinos y subdelegaciones, por lo que los colaboradores abordan con diferentes enfoques y perspectivas el desempeño de los subdelegados en las

50 BRADING, D. A, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, FCE, 2004.51 FRANCO CÁCERES, Iván, La intendencia de Valladolid de Michoacán, pp.161-183.52 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones.53 NAVARRO GARCÍA, Luis, Intendencias en Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1959,p. 108.54 Por ejemplo Guillermo Céspedes del Castillo sin hacer referencia a Luis Navarro continuaba afirmando que los subdelegados habían sido los pies de barro del régimen de intendencias. CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo, Ensayos sobre los reinos castellanos de Indias, Madrid, Real Academia de Historia, 1999, p. 318.55 http://www.colmich.edu.mx/rersab/

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diversas latitudes de los dominios de la Corona española, los cuales han demostrado que los subdelegados fueron una pieza clave en la administración de los gobiernos provinciales.56 57 58

Al bajar la escala de análisis a las subdelegaciones, los investigadores de RERSAB, se logró dimensionar la importancia de los subdelegados dentro del sistema político administrativo, cambiando con ello la visión que por mucho tiempo se había difundido que éstos habían sido los pies de barro de las reformas borbónicas. Dentro de estas discusiones es que toma mayor relevancia el estudio de los tenientes de justicia en la administración novohispana, un tema que estaba a la espera de ser abordado, y que por ello implicaba muchos retos, pues al igual que sucedía con los subdelegados, por todos lados se veía actuar a los tenientes pero muchas veces los escenarios donde se nos mostraban no eran los mejores, y por tanto sólo se hacían menciones incidentales señalando los abusos y las quejas que contra ellos se hacía. El trabajo continuo de RERSAB y la naturaleza del propio tema propició que en el último congreso que se realizó en noviembre de 2016 en el CIESAS de Mérida, se formara una mesa de trabajo donde se abordó el tema de los tenientes de justicia, dejando de manifiesto que tuvieron un papel importante en el gobierno de las subdelegaciones. Es en ese sentido es que consideramos que el trabajo que presentamos será un aporte historiográfico fundamental no sólo para la historiografía michoacana sino en general para los trabajos que en el futuro aborden esta temática en diferentes latitudes ya que se hizo un importante esfuerzo por tipificar los tenientes, analizar sus funciones e interrelaciones con los diferentes sectores de la sociedad. Pero de igual manera estamos conscientes de que al ser un trabajo un tanto ambicioso y pionero en la temática deja abiertas todavía muchas preguntas, que se pueden aprovechar para nuevos estudios y ampliar las perspectivas de análisis que vengan a complementar el resultado que hoy se presenta.

Para tener una mejor comprensión del funcionamiento de las instituciones y atribuciones de los jueces fue indispensable utilizar los diferentes cuerpos legislativo y reales ordenanzas que se emitieron en su época y que ahora se pueden consultar gracias a las diferentes ediciones que se han publicado. Entre los cuerpos documentales que se utilizaron podemos mencionar la Recopilación de Leyes de Indias,57 la Real ordenanza para el estableámiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España 1786,58 -de la ordenanza también se ha utilizado también la reciente edición, editada por la Universidad de Guadalajara,

56 DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, GUTIÉRREZ LORENZO, María Pilar, ARRIOJA DIAZ VIRUELL, María Pilar (Coord.), De reinos y subdelegaciones: nuevos escenarios para un nuevo orden en la América borbónica, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio Mexiquense, 2014.57 DE LEÓN, Pinedo Antonio, Recopilación de Indias, Tomo II, México, Escuela Libre de Derecho- Gobierno del Estado de Chiapas- Gobierno del Estado de Morelos- Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 1992.58 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España 1786, [Introducción de Ricardo Rees Jones], México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984.

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El Colegio de Michoacán y El Colegio de Sonora-,59 la Ordenanza General de 1803,60 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de Derecho de la Audienáa de la Nueva Galiáa del licenciado Juan José Ruiz Moscoso su agentefiscaly regidor del Ayuntamiento de Guadalajara, 1780-1810,61 Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audienáa y Sala del crimen de esta Nueva España,62y Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la Nueva Galicia, siglo XVIII.63 Estos cuerpos normativos nos permitieron comprender y esclarecer a la luz de las evidencias documentales el funcionamiento de las instituciones, de los alcaldes mayores, de los subdelegados y de los tenientes de justicia entre otros.

Fuentes documentalesEl desarrollo de la investigación no hubiera sido posible sin la consulta de varios archivos en los cuales tuvimos acceso a importantes y variadas fuentes documentales que nos llevaron a reafirmar algunos planteamiento, e incluso a repensar nuevos temas. La documentación consultado durante el desarrollo de la investigación proviene en primer lugar del Archivo General de la Nación, por lo que se consultaron diversos ramos como Alcaldes mayores, Subdelegados, Intendencias, Media anata, Tributos, Criminal, Reales Cédulas Originales y Duplicadas, Archivo Histórico de Hacienda, Indiferente virreinal, Indios, General de parte, Correspondencia diversas autoridades. La información que nos proporcionó las diferentes secciones nos posibilitó conocer la forma en que se desenvolvieron en las diversas situaciones los alcaldes mayores y subdelegados, y en especial sus tenientes, que son el objeto de estudio de esta investigación. Del Archivo General de Indias fueron pocos los fondos que se consultaron, pero no por eso dejó de ser rica e importante la información que se obtuvo de dicho repositorio: trabajamos los fondos de la Audiencia México, Estado, Alcaldes mayores e Indiferente general, en dichos fondos encontramos reales ordenanzas para los alcaldes mayores y corregidores, cobro de media anata, la provisión de las alcaldías mayores por beneficio y los salarios; también ubicamos los expedientes sobre abusos en el nombramiento de los tenientes y el bando del fiscal de la Audiencia, Ramón de Posada y Soto, que propuso

59 Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España. Edición anotada de la Audiencia de la Nueva Galicia, edición y estudios, MANTILLA TROLLE, Marina, DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, MORENO TORRES, Agustín, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Michoacán, El Colegio de Sonora, 2008.60 Ordenanza general formada de orden de su magestad, y mandada imprimir y publicar para el gobierno e instrucción de intendentes, subdelegados y demás empleados en las indias, Madrid, Imprenta de la viuda de Ibarra, 1803.61 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español. Los papeles de Derecho de la audiencia de la Nueva Galicia del licenciado Juan José Ruiz Moscoso su agente fiscal y regidor del Ayuntamiento de Guadalajara, 1780-1810, Vol. 1, Estudio y edición, DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael y MANTILLA TROLLE, Marina, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2003.62 Ventura Beleña, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala del crimen de esta Nueva España, [Estudio introductorio de María del Refugio González], México, UNAM, 1991.63 Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la Nueva Galicia, siglo XVIII, [Edición y estudio de Rafael Diego Fernández Sotelo, Marina Mantilla Trolle], Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Sonora, 2008.

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para evitar la venta de las varas de tenientes. Otro de los documentos que nos resultó de suma importancia fue el expediente promovido por la Audiencia de México en 1791 sobre la contravención del artículo 12 de la ordenanza de intendentes.

Del Archivo Histórico Municipal de Morelia se consultaron los ramos de Gobierno, hacienda, Guerra, Justicia, siglo XIX y Libros de actas de cabildo, los diversos documentos que se obtuvieron nos ayudaron a delinear las funciones que ejercían los tenientes como subordinados de los corregidores, alcaldes mayores y subdelegados. También encontramos información sobre las denuncias contra los tenientes por los excesos en que incurrían. Del archivo Histórico Municipal de Pátzcuaro se consultó el fondo colonial y en el Archivo Municipal de Quiroga se consultó la información que produjeron los tenientes de dicho distrito. Mención especial merece el Archivo Histórico Casa de Morelos donde pudimos consultar varias series: Denuncias, Mal ministerio, Jurisdicción, Bienes materiales, Testamentos, Cofradías, Visitas y Justicia. La información que obtuvimos de este repositorio nos posibilitó plantear un capítulo sobre la compleja relación entre los tenientes y los curas.

Estructura de la investigación

En el capítulo primero se pretende sentar el precedente sobre el origen de los tenientes en la península Ibérica, haciendo hincapié en las diferencias fundamentales entre los tenientes castellanos y los americanos. En este apartado también se hizo un seguimiento de la forma en que la legislación fue regulando el nombramiento y atribuciones de los tenientes. Se identificaron los diferentes nombramientos bajo los cuales los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, delegaban sus funciones a sus auxiliares, por lo que se pretendió establecer una tipología de los tenientes, por lo que procedimos a realizar una caracterización del teniente de rey, teniente general, teniente particular, y en menor medida retomamos la figura de los comisarios.

En el segundo capítulo se abordó de forma general la división de las alcaldías mayores y los tenientazgos: el panorama general se elaboró a través de dos documentos muy ricos en información, el primero está constituido por un conjunto de informes sobre la gradación de las alcaldías mayores y el segundo cuerpo documental por los informes que el marqués de las Amarillas solicitó a los alcaldes mayores y curas para que informaran sobre el número de tenientes que se nombraban en cada una de la jurisdicciones. En este apartado también se abordan aspecto como el ausentismo, retención de las alcaldías mayores, el beneficio de las alcaldías, la venta de las varas de tenientes, los salarios de los alcaldes mayores, aspectos que repercutieron directamente en los tenientes. Otro de los apartados importantes sobre el abuso en los nombramientos de los tenientes generales que se abordó con los expedientes que remitió el fiscal Posadas al Consejo de Indias.

El tercer capítulo aborda la forma en que los tenientes desempeñaron sus funciones, por lo que se puso especial atención en la administración de justicia civil y criminal y los distintos casos que tuvieron que resolver. En las atribuciones de real hacienda se puso mayor atención en la vigilancia y recaudación de las alcabalas y tributos. Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes hubo una ampliación de las atribuciones de los subdelegados, y por ende esto también repercutió directamente en el incremento de las responsabilidades de los

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tenientes. De igual manera se abordó la forma en que los tenientes en el ejercicio de sus funciones entablaron relaciones con otras autoridades.

En el cuarto capítulo abordamos el establecimiento del régimen de intendencias y subdelegaciones y la forma en que repercutió en los tenientazgos. Por tanto partimos de los planteamientos del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes en el cual se establecía la derogación de los tenientes y que en su lugar se nombrarían subdelegados, por tanto analizamos los factores que posibilitaron el restablecimiento de los tenientazgos. Analizamos los cambios que se percibieron en la forma en que se planteó la remoción de los tenientes, la relación que se estableció entre encargados de justicia, alcaldes ordinarios y subdelegados. La falta de un salario para los subdelegados que llevó obviamente a que se continuara con las prácticas de siempre: la venta de las varas de teniente y el restablecimiento del repartimiento como formas adicionales de obtener ingresos. Así mismo planteamos cómo en la esfera de la administración local se observa un importante proceso de burocratización por medio del cual se pretendió ir delimitando las funciones y evitar la acumulación de cargos en aras de la eficiencia administrativa.

En el quinto capítulo se analiza de forma amplia desde las diferentes vertientes la relación de los alcaldes mayores, subdelegados, tenientes y curas. Al ser los representantes del gobierno espiritual y temporal se constituyeron en los garantes del orden social y de la moral muchos temas se trastocaban como la embriaguez, el concubinato y refugio en sagrado entre otros, los cuales por ser del fuero mixto podían actuar los jueces civiles y eclesiásticos. También se aborda lo relacionado con la inmunidad eclesiástica y ultrajes a la jurisdicción real, los cuáles generaron una mayor confrontación entre los tenientes y los curas.

El sexto capítulo está dedicado a analizar la forma en que los tenientes ejercían sus funciones frente a los diferentes sectores de la sociedad. En el desarrollo de este apartado se plantea que los tenientes se enfrentaron, por un lado, a la resistencia de los vecinos a reconocer la autoridad de los tenientes, pero también ésta entendida como una expresión de rechazo a las medidas reformistas de la segunda mitad del siglo XVIII. Pero por otro lado, planteamos que en el caso de los círculos sociales de la denominada gente de razón se percibió una especie de menosprecio por estas autoridades, especialmente cuando las determinaciones que tomaban afectaban los intereses de las élites locales. Otro de los apartados que se abordan tiene que ver justamente con los abusos que cometían los tenientes, sobre todo nos detuvimos en aquellos más recurrentes que tienen que ver con la aprensión de borrachos, el cobro por derecho de carcelaje y la venta de bebidas embriagantes. El repartimiento de mercancías, otro tema delicado, lo abordamos porque pretendíamos demostrar cómo los tenientes, al igual que los gobernadores, de indios seguían siendo una pieza fundamental de este sistema. Este capítulo por tanto busca mostrar que el teniente no sólo fue el individuo abusivo, sino que al igual que cualquier otro vecino estuvo expuesto a las calumnias y ultrajes, por tanto su situación no siempre fue cómoda ni de superioridad frente al vecindario de su tenientazgo.

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Capítulo I

Los tenientes de alcalde mayor en el andamiaje de la administración novohispana

Introducción

Autores como Linda Arnold, Mark A. Burkhorlder y D. S. Chandler y Ots Cadequí, entre otros, han analizado la burocracia del antiguo régimen justamente plantean que conforme avanzó el siglo XVIII la burocracia se fue especializando con la finalidad de prestar un mejor servicio al rey. Los ministros de las Audiencias y oficiales de real hacienda regularmente hicieron una carrera meritoria y de ascensos que lograron con el paso de los años al servicio del rey, lo cual nos lleva a plantearnos a qué nivel de la burocracia estatal nos ubicamos cuando nos posesionamos frente a los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y sus tenientes, evidentemente nos encontramos frente a una burocracia que obtuvo sus empleos específicamente por dos vías: primeramente por un carácter meritorio como recompensa por los servicios prestados al rey y fidelidad, y en segundo lugar los que los adquirieron en forma de beneficios, que consistía en entregar una cantidad de dinero por el empleo en beneficio del rey.

Debido a las características de esa burocracia J. M. Ots Capdequí ha dividido la burocracia en dos grandes grupos conformados por “una burocracia profesional —Oidores y Oficiales de la Real Hacienda, principalmente-y de una burocracia política —Virreyes y Presidentes, Gobernadores y Alcaldes mayores o Corregidores- que ejercieron sus cargos respectivos con el respaldo técnico de los Asesores letrados”.1 La burocracia profesional, estaba constituida por aquellos ministros y oficiales que tenían una formación jurídica como la burocracia que analiza Mark A. Burkholder y D.S. Chandler, la cual incluso tenía la posibilidad de hacer una carrera administrativa a través de los ascensos escalafonarios.2 En los reinos americanos la burocracia provincial, o política como la denomina Capdequí, en su mayoría estaba conformada por jueces de capa y espada, no contaban con formación jurídica y para el desempeño de sus funciones, especialmente en la administración de justicia, requerían del auxilio de un asesor conocedor del derecho para que emitiera el dictamen de las causas que se trataban en los juzgados.

Los tenientes como auxiliares de los corregidores tuvieron su origen en el periodo bajo medieval en Castilla y su principal función fue la de asesorar a los corregidores en la administración de justicia civil y criminal, por tanto se trataba de hombres instruidos y de letras.3 Esa fue la principal diferencia que encontramos entre los tenientes de la península Ibérica y los tenientes de los reinos americanos los cuales, al igual que los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores, carecían de formación jurídica y por tanto no eran asesores de sus superiores sino auxiliares en las funciones de gobierno, por esa razón, cuando los tenientes generales ejercían en las ausencias y enfermedades de los titulares requerían de la intervención de los asesores para concluir las diligencias.

1 OTS CAPDEQUÍ, J. M., El Estado español en las Indias, México, FCE, 1993, p. 48.2 BURKHOLDER, Mark A. Y CHANDLER, D.S., De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las audiencias en América 1687-1808, México, FCE, 1984.3 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano, pp. 159-160.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el presente capítulo analizaremos las diferentes tipologías de tenientes. Francisco de Icaza Dufour cuando hace referencia a los gobernadores y sus auxiliares señala que había tres tipos de tenientes: tenientes generales, tenientes especiales (que son el equivalente a los tenientes particulares) y los tenientes letrados, que no son otros que los asesores.4 Las autoridades por tanto requerían de asesores, escribanos y otros auxiliares (alguaciles, intérpretes) en los que se apoyaban para desempeñar sus funciones. Como podremos observar más adelante la maquinaria del gobierno provincial estaba constituida por una compleja burocracia donde los mismos auxiliares de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores nombraban a su vez a quienes los ayudaran en las funciones que les correspondían, entre los que se encontraban los amanuenses, recaderos y otro tipo de comisarios que ayudaban en las rondas nocturnas.

1.1 Los tenientes en la legislación castellana

Al tratar de ubicar a los tenientes en la legislación castellana nos damos cuenta que no hay una separación bien delineada entre el cargo de corregidor, alcalde mayor y teniente, puesto que las provisiones y ordenanzas para los corregidores debían ser observadas también por sus tenientes, y con los alcaldes mayores se siguió la misma tónica, incluso ambos auxiliares y subordinados directos del corregidor estaban en el mismo nivel jerárquico, por tanto lo único que los diferenciaba era el tipo de justicia que administraban uno y otro.

Las instrucciones y ordenanzas que se fueron promulgando desde el siglo XV y XVI para normar el funcionamiento de los corregimientos y de las alcaldías mayores se convierten en un excelente marco de referencia para acercarnos a los tenientes de corregidores y alcaldes mayores. Algunos de esos cuerpos normativos son las ordenanzas de Toledo de 1480, así como los Capítulos para corregidores de 1500 dispuestos por los reyes católicos, los Capítulos de corregidores, gobernadores y otras justicias de 1530 emitidas por rey Carlos V, y la Instrucción de alcaldes y corregidores de Nueva España promulgadas por la Audiencia de México,5 además de las ordenanzas que se despacharon en las distintas latitudes de los reinos americanos en las cuales se trataba de subsanar aquellas prácticas que afectaban el buen gobierno.

De manera particular para los tenientes no existe un cuerpo legislativo que exprese o reúna la normatividad que regulaba su actuar, pero debido a la importancia que tuvieron estos auxiliares las ordenanza y leyes inciden necesariamente en los tenientes, lo cual nos permite conocer de cierta forma el fundamento legal en que se basaba el funcionamiento de este empleo. Mención especial merece la Recopilación de Leyes de Indias, ya que en ella se recogieron las ordenanzas e instrucciones dadas por el rey, y en el libro quinto trata de los alcaldes

4 DE ICAZA DUFOUR, Francisco, Plus ultra. La monarquía católica en Indias 1492-1898, México, Editorial Porrúa, Escuela Libre de Derecho, 2008, p. 275.5 Según los planteamientos de Ramón Piña Homs, es posible realizar un seguimiento de la forma en que los corregimientos y alcaldías mayores se fueron consolidando a través de las instrucciones y ordenanzas dispuestas por el virrey y la Audiencia, ya que fueron las instancias que por diferentes disposiciones trataron de dar soluciones prácticas a los conflictos a los que se enfrentaban las autoridades en las diferentes provincias. Pues si bien las ordenanzas tenían un carácter casuístico y eran producto de una necesidad específica, éstas se podían aplicar en otro parte puesto que las autoridades de otros reinos podían estar enfrentado las mismas situaciones. PIÑA HOMS, Ramón "Ordenanzas para corregidores dadas por autoridades indianas". http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/819/14.pdf

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mayores, corregidores, gobernadores y sus tenientes, en el que se encuentran algunas de las disposiciones que competen directamente a los tenientes.6

En las Partidas de Alfonso X no se encuentra todavía la figura de los tenientes como parte de los jueces encargados de la administración de justicia, apenas si se hace referencia al teniente de alcayde de castillo o fortaleza. Si bien el teniente como figura jurídica aún no aparece como asesor, esta última figura sí forma parte de los cargos en funcionamiento y del cual se regula en las Partidas, puesto que los asesores están presentes desde la época romana. Como bien se dice “el juez es el hombre bueno que es puesto para mandar, ejercer derecho, para escuchar los pleitos entre los hombres que se agravian”. El segundo tipo de jueces que se ponen sobre reinos son los adelantados, “que quiere decir tanto como omes que há poderío de judgar, según le mandan los reyes, o los adelantados, o los otros jueces ordinarios”. Jueces que el rey pone para que juzguen sobre los jueces de aquellos lugares, también se hace mención de los alcaldes ordinarios que son puestos en determinados lugares, villas y ciudades.

En la tercera partida, título tercero, expresamente se habla de los jueces delegados, los cuales eran nombrados para cumplir con una comisión en específico, por lo que en el momento en que cumplían con su encargo inmediatamente se les retiraban las atribuciones y jurisdicción que se les había otorgado para que cumplieran a cabalidad y sin contratiempo la comisión que se les había confiado, por tanto el tiempo del juez subdelegado estaba determinado por el período de que precisara para cumplir con su enmienda.7 Pero desde la concepción castellana el teniente es un asesor, y Carlos V mandó que los tenientes letrados fueran de “ciencia y experiencia”, lo que significaba que además de tener conocimiento jurídico debían de conocer los negocios del gobierno.8

En las disposiciones de las Cortes de Toledo de 1480, que tenían por objetivo la reorganización político administrativa del reino, fue donde más claramente se perfiló la distinción de los corregidores y sus auxiliares, pues en ellas se expresaba que “la designación de logarteniente o teniente no provenía de las facultades que el corregidor tuviese en este sentido, sino del poder que los reyes le concedían a tal fin”,9 por lo que no todos los corregidores gozaban de la atribución de nombrar tenientes, y ésta se concedía directamente por el rey. Es por ello que condestables como Ruy López de Mendoza, que era un hombre muy cercano al rey, y debido a sus ocupaciones militares y al constante servicio real no podía administrar por sí mismo los territorios que estaban bajo su mando, por tanto el gobierno y administración de justicia la dejaba en manos de tenientes, que obviamente eran de la entera confianza de Ruy López.10 Estas licencias, de acuerdo al planteamiento de Mitré Fernández,

6 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de las Indias. Estudios históricos-jurídicos, México, Miguel Ángel Porrúa 1987, Lib. 5.7 Las siete partidas del sabio rey, 1758, Alfonso el X "El sabio rey de castilla y de León 1221-1284, México Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2004. En la lay segunda de la tercera partida título tercero se señala que los jueces pueden ser designados por el rey, y de igual manera los jueces ordinarios y los adelantados, los jueces de albedrío no pueden ser puestos sino por anuencia de ambas partes.8 Castillo de Bobadilla, Política para corregidores, p. 155.9 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano (1348-1808), Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1970, p. 92. NIETO SORIA, José Manuel, "La monarquía castellana en el tránsito del medievo a la modernidad", en GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín (Coord.), Las Cortes y las Leyes de Toro de 1505, Salamanca, Cortes de Castilla y León, 2006, pp. 120-121.10 MARTIRÉ, Eduardo, Las audiencias y la administración de justicia en las indias, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2005, p. 207.

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ya se estaban dando desde finales del siglo XIV, por lo que tenían un carácter discrecional y no se otorgaba de manera generalizada, sino sólo a aquellos hombres que se consideraban más cercanos al rey. Enrique II desde 1371, para evitar la delegación de los oficios en terceras personas, mandó que “la provisión de corregimientos, alcaldías y alguacilazgos no fueran dados ni encomendados a caballeros, hombres poderosos ni privados nuestros [...] que saben más de las armas que no de leer libros de los fueros y derechos, han de poner otros en su lugar, y estos tenientes”, los cuales señalaba que utilizaban voluntariamente los cargos, por lo que el rey recomendaba que se proveyeran personas idóneas, sin sospecha y vecinos delreino.11

El proceso de reforma y modificaciones de los tribunales de justicia que iniciaron los reyes Fernando e Isabel con la finalidad de realizar un primer proceso de ejercer mayor control sobre las instituciones de justicia, de los ayuntamientos, y de contrarrestar el poder de las oligarquías urbanas y aristocracia terrateniente que tenían completamente bajo su dominio el gobierno de las ciudades con la finalidad de sobreponer la autoridad y poder real. En ese proceso de reconstitución del poder real fue que los corregidores pasaron a tener una importancia fundamental como el instrumento político que posibilitó funcionar como el medio de control y sometimiento de los consejos municipales castellanos a los intereses de los reyes católicos. Antonio Muro Orejón concibe los capítulos de corregidores como una importante ordenanza de carácter provincial y municipal que tenía como fin consolidar los cargos de gobierno para que respondieran a las necesidades del proyecto político de los reyes católicos, pero sobre todo que estuvieran acorde a la transformación modernizadora de las instituciones y centralización del poder real.12 En ese tenor, debido a la importancia política de los corregidores como un mecanismo de control, de negociación y de sometimiento de los considerados enemigos de los reyes y de las élites urbanas, fue que desde 1480 se fue definiendo de manera más clara el carácter y atribuciones de los corregidores, lo quedó más claramente definido en los Capítulos para corregidores de 1500.13 Lynch señala que los corregidores que nombró la reina Isabel provenían de diversos estratos sociales, por lo que se incluyó a aristócratas y del pueblo llano, por lo que no todos eran letrados. Aunque no hay que olvidar que esta institución ya existía desde la segunda mitad del siglo XIV, pero debido a su importancia política fue a principios del siglo XVI que se establecieron de forma clara las reglas bajo las cuales operarían los corregidores.14

En los Capítulos de corregidores de 9 de junio de 1500, de los reyes Fernando e Isabel, en los que se dispone lo que los gobernadores, asistentes y corregidores deben observar para el buen gobierno de los pueblos y villas de sus reinos.15 El documento consta de 80 capítulos, de los cuáles los primeros 56 abordan los aspectos concernientes a gobierno, hacienda, milicia

11 Novísima recopilación de las leyes de España, "De los oficios públicos: su provisión, y calidades para obtenerlo", T. III, Ley IV, libro VII, capítulo V, p. 295.12 MURO OREJÓN, Antonio, Los capítulos de corregidores de 1500. Edición facsímil del incunable de la Biblioteca Colombina de Sevilla. Estudio y notas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1963, 6.13 LYNCH, John, Los Austrias (1516-1598), Madrid, Barcelona, Crítica, pp. 14-21.14 Gilberto Yalí Román afirma que el corregidor tuvo su origen en 1339 en las Cortes de León a solicitud de las ciudades que pidieron "jueces corregidores" que frenaran los desórdenes. YALÍ, ROMÁN, Gilberto, "Sobre alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de interpretación", p. 7.15 MURO OREJÓN, Antonio [Estudio y notas], Capítulos para corregidores de 1500. Del mismo autor "Los capítulos de corregidores de 1500, en Anuario de Estudios americanos, Vol. XIX, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, 1962, pp. 699-724.

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y la iglesia, y los últimos 23 capítulos tocan lo referente al juicio de residencia y la forma en que se debía de llevar el proceso hasta su conclusión. En este documento que es primordial y que los historiadores han considerado como el fundamento jurídico de los corregimientos, ya que de manera más concreta la figura del corregidor se instituye en un instrumento político del poder real que marcó precisamente la expansión del poder real sobre el poder señorial. En los primeros 56 capítulos se dispone la forma en que deben de actuar los jueces reales y no se hace mención expresa de los tenientes, sino que se habla de asistentes.

Benjamín González Alonso señala que hacia 1476 el corregimiento y la asistencia eran oficios completamente diferenciados, aunque afirma que en los capítulos de 1500 se siguió con la tendencia de asimilar ambos empleos,16 es por ello que la figura del asistente en las ordenanzas la podemos pensar en su equivalente de los tenientes, puesto que eran una parte fundamental en la administración de los corregidores, por ende los asistentes debían observar los mismos requisitos que los corregidores, incluso en los capítulos en que se hace referencia al juicio de residencia se disponía que las pesquisas públicas y secretas se deberían hacer sobre los corregidores, gobernadores y asistentes.17

Otro de los documentos importantes es los Capítulos de corregidores de 1648, el cual consta de 38 capítulos en los que se tratan diversos aspectos de los corregimientos como las mojoneras, las visitas a los distritos, el tratamiento de los indios, evitar el abuso sobre los indígenas y prohibir el repartimiento entre otros temas. En los artículos 27 y 28 se refiere directamente a los tenientes y alcaldes, por lo que se mandaba que no se nombrara para el oficio de tenientes, alcalde mayor u otro cualquiera de administración de justicia en quien lo hubiere tenido en el mismo corregimiento en el tiempo de su antecesor aunque sus residencias estén vistas en el Consejo, y los que usaren dichos oficios quedarán inhabilitados. De igual manera se disponía de la forma en que se debía de realizar el juicio de residencia “ha de tomar residencia al antecesor suyo, a sus tenientes y alcalde mayores, así por razón del ejercicio de la jurisdicción ordinaria de sus oficios, como de las comisiones, que hubieren tenido, alguaciles, carceleros, procuradores y otros oficiales, que tuvieren o hubieren tenido.18

En la península Ibérica fueron varias las disposiciones que se dictaron para los corregidores, en las cuales necesariamente se hacía referencia al teniente de corregidor ya que de una u otra forma dichos reglamentos trastocaban las funciones de este auxiliar, en ese sentido la ordenanza de octubre de 1749 que reestablecía el sistema de intendencias en la península debido al fracaso de la de 1718.19 Por tanto, a diferencia de lo que sucedió en otras latitudes como en América, la ordenanza de intendentes no eliminó la figura de los tenientes, al contrario, lo que hizo fue reafirmar la existencia de dichos empleos y expresaba “que en aquellos lugares donde se nombraran dos tenientes o alcaldes mayores, uno debía atender aquellas causas que fueran de la justicia civil y otro lo competente a la justicia criminal”, de cierta manera con esta ordenanza se delimitaba las funciones de estos empleos para evitar conflictos de jurisdicción entre ambos. Pues no hay que olvidar que en su conjunto en las

16 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano, p. 114.17 LUNENFELD, Marvin, Keepers of the City.The corregidores de Isabella I of Castile (1474-1504), Cambridge, Cambridge University Press, 1987, p. 23.18 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El Corregidor Castellano...op.cit., p. 321.19 AGI, México, 653, Ordenanza de 13 de octubre de 1749, para el restablecimiento e instrucción de intendentes de provincias y ejércitos, año de 1749, por orden de su majestad, Madrid, Imprenta de Manuel Fernández, 109 fs.

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ordenanzas de la época no existe una diferencia sustancial y de peso que diferencie los dos cargos que se encuentran en la misma jerarquía debido a que ambos son nombrados por elcorregidor, y por tanto éste tenía la facultad de removerlos cuando así lo considerara

20pertinente.

1.2 La legislación indiana

En Nueva España hasta antes de la Recopiladón de Indiad1 se contaba con varias ordenanzas emitidas por la real Audiencia y el virrey donde se mandan diversos asuntos para regular el funcionamiento de los tenientazgos. Los Capítulos de corregidores de 1500 fue el ordenamiento jurídico en el cual se sustentaron inicialmente los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores de los reinos americanos.

En las Instrucciones de los alcaldes mayores y corregidores de Nueva España de 1561, de provisión de la Audiencia de México, la cual constaba de 20 capítulos en los que se disponían todos los aspectos que debían guardar los oficiales provistos para ocupar los cargos de corregidores y alcaldes mayores para el buen gobierno y administración de justicia, así como el cuidado de los indios y prohibiciones propias del oficio, en el que se les mandaba que no excedieran sus funciones de justicia y se prohibía el comercio y que recibieran regalos y dádivas para no comprometer la buena administración de justicia. Aunque en estas ordenanzas no se hacía mención expresa sobre los tenientes de alcalde mayor, en el artículo VIII se enunciaba “porque estoy informado quitan algunos alcaldes y alguaciles y otros ministros, no andando su voluntad, y ponen otros en su lugar y les dan vara de justicia no lo pudiendo hacer no os entremeteréis en quitar vara a ninguna persona que la tenga con mandamiento mío, sin conocimiento ni justificación de causa, para que provea lo que convenga”.20 21 22 23 En esa instrucción ya se hace referencia a la práctica de los alcaldes de poner quien administre justicia a su modo.

La Recopiladón de leyes de Indias es uno de los textos fundamentales en el cual se recoge la legislación vigente del periodo de los Austrias y donde se recopilaron las ordenanzas que se emitieron para la administración del gobierno. En este cuerpo legislativo podemos encontrar referencias a diversos aspectos relacionados con la finalidad de regular el funcionamiento de las alcaldías y el nombramiento del personal auxiliar de estos funcionarios. Algunos de los aspectos que se pueden encontrar en la recopilación son la forma en que se debían de nombrar a los tenientes, por lo que una de las pretensiones fue también regular el tiempo en que los auxiliares estaban facultados para sustituir a los titulares. De manera particular en el libro V, título II, que se titula De los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores, y sus tenientes y a guad les2 En dicho apartado se encuentran varias disposiciones encaminadas a

20 GARCÍA MARÍN, José María, La reconstrucción de la administración territorial y local, Alcalá de Henares, Madrid, España, Instituto Nacional de Administración Pública, 1985, p. 56.21 LEÓN PINELO, Antonio de, [edición y estudio preliminar de Ismael Sánchez Bella], Recopilación de Indias, México, Escuela Libre de Derecho, Gobierno del Estado de Chiapas, Gobierno del Estado de Morelos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Cristóbal Colón, Universidad de Navarra, Universidad Panamericana, Miguel Ángel Porrúa Librero Editor, 1992.22 CU EVAS, Mariano [Colegiados y anotados], Documentos inéditos del siglo XVI para la Historia de México, México, Talleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1914, p. 247.23 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, Lib. V.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

normar la acción de los tenientes, pero también de regular la relación con los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores. En este apartado se aborda el juicio de residencia, las fianzas y la prohibición de que los tenientes fueran vecinos de los distritos donde ejercían sus funciones, entre otras. Este cuerpo jurídico es fundamental para comprender los tenientazgos, pues se recoge el conjunto de ordenanzas que se habían emitido desde el siglo XVI, en las cuales se tratan temas tan determinantes sobre la facultad de los gobernadores y alcaldes mayores de nombrar y remover a los tenientes como los únicos autorizados para tomar ese tipo de decisiones, por lo que limitaba la intervención de la Audiencia y el virrey en este tema.

En las leyes de Indias había disposiciones que prohibían que los tenientes se eligieran entre los vecinos de la provincia, y enfatizaban en que la designación debía recaer en gente de fuera para que los funcionarios no tuvieran lazos familiares, asociaciones de negocios o amistades que les hicieran abandonar una posición de rectitud y neutralidad en sus funciones, lo que no siempre fue posible por falta de gente idónea.24 La Recopilaáón de Leyes de Indias nos permite formarnos una idea de cómo se proyectaban los tenientazgos desde la metrópoli a través de las regulaciones, atribuciones y prohibiciones para el uso del oficio. Por tanto estas leyes, junto a las diferentes ordenanzas que se emitieron, fueron el marco jurídico más importante bajo el cual se rigieron los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y tenientes.

La ordenanza de intendentes de 1786 marcó un momento muy importante para los tenientazgos, pues como parte del proyecto político-administrativo de los borbones y el establecimiento de la nueva planta se derogó la existencia de los tenientazgos, o por lo menos esa fue la pretensión en los artículos 11 y 12, y en su lugar se estableció que se nombraran subdelegados.25 No obstante el cargo se volvió a restablecer por real cédula de 13 de septiembre de 1791, por la que se mandó que “a fin de ocurrir a la asistencia de las jurisdicciones, y que nunca falte en ellas la administración de justicia en las ausencias o enfermedades de los subdelegados respectivos; he resuelto que por decreto de seis de este mes continué por ahora, y mientras por punto general se determina lo conveniente, la antigua práctica de alcaldes mayores, en cuanto a dejar sujeto que corra con ella, y con el cobro de tributos y demás ramos de su cargo, de cuenta y riesgo suyo.. .”26 en términos concretos los tenientazgos siguieron siendo parte del andamiaje administrativo como lo analizaremos más adelante.

1.3 Los auxiliares de los alcaldes mayores

El alcalde mayor y corregidor como juez ordinario y depositario del poder real para desempeñar sus funciones de gobierno, guerra, hacienda y justicia, se rodeó de auxiliares que le colaboraron de manera activa en cada una de las diligencias y competencias necesarias para que el juzgado a su cargo funcionara a cabalidad. Entre los auxiliares de los alcaldes mayores destacaban tenientes, asesores, escribanos, alguaciles e intérpretes, entre otros. Para autores como Aznar los títulos de tenientes estaban totalmente vinculados a los alcaldes y merindades, debido a que en la legislación y ordenanzas ambos cargos se igualaban y no había mayor

24 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los Reynos de Indias, Lib. V, Tít, II, Ley 45.25 Real Ordenanza de intendentes, art. 11 y 12.26 AGN, Reales Cédulas originales, Vol. 231, Exp. 30, F. 84.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

diferencia entre unos y otros.27 Benjamín González Alonso considera que de manera indistinta tanto los corregidores de capa y espada y los letrados requirieron de dos auxiliares, de un técnico en derecho “que los auxiliara en la administración de justicia”, y de un alguacil que fue el “brazo ejecutor que materializará en la práctica sus órdenes y providencias”.28

Por consiguiente, los auxiliares de los alcalde mayores cuidaban del orden y ejercían funciones de gobierno, pero no se les podía considerar jueces reales porque no contaban con el nombramiento expreso del rey, pero su labor se debía circunscribir a guardar el buen gobierno y a defender las leyes y el reino, como si su designación procediera de la mano y gracia del rey. Ejercían una jurisdicción ordinaria delegada, por lo que como tales tenientes llevaban vara de justicia y atendían los asuntos civiles y criminales hasta donde sus facultades se lo permitían, su proceder y su actuar estaba regulado y tenían las mismas limitaciones de los alcaldes mayores, es por ello que los tenientes al igual que los alcaldes mayores estaban sometidos al juicio de residencia, tal y como se expresaba en las Leyes de Indias.29 En los reinos americanos el juicio de residencia no fue una práctica común, aunque se establecía en las leyes y en las fianzas que la residencia que se le haría al alcalde mayor también se contemplaría a sus tenientes y demás ministros que nombrara.30

Los tenientes ejercían sus empleos como auxiliares de las autoridades provinciales, por lo que éstos estaban directamente subordinados a la autoridad de los alcaldes mayores y corregidores, quienes eran los que determinaban el tipo de funciones que delegaban en sus subordinados, los cuales actuaban -como afirma Guillermo Lohmann Villena- con una “delegación revocable en todo momento”,31 ya que no había una disposición jurídica y reglamentaria que dispusiera el tiempo por el que podían ejercer el oficio, y éste estaba determinado por las necesidades del titular. Cabe señalar que regularmente muchos de los tenientes ejercían dicho empleo el mismo tiempo que los alcaldes mayores, por lo que bien podían estar frente a los tenientazgos un año, trienio o quinquenio, y otros tantos ejercían dicho cargo por periodos prolongados. La tradición de delegar la jurisdicción en un representante de los jueces reales era una práctica tan arraigada que inmediatamente se trasladó a los reinos americanos, es por ello que los historiadores de la historia institucional del derecho han planteado que desde los primeros años de la colonización los adelantados, los capitanes generales y gobernadores, tuvieron la costumbre de ejercer sus funciones militares, civiles y judiciales a través de tenientes.32

En los reinos americanos la figura del teniente es como la de un juez de instrucción que desempeña funciones en lo administrativo y ejecuta las disposiciones del alcalde mayor, pero carecía de formación jurídica, al igual que los alcaldes mayores, y es por eso que los

27 BERMUDEZ AZNAR, Agustín, El corregidor de castilla durante la Baja Edad Media, pp. 437-444.28 GÓNZÁLEZ ALONSO, Benjamín, El corregidor castellano (1346-1808), p. 9229 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, Libro V, Tit. 2, Ley 11.30 AGN, Indiferente virreinal, Caja 1843, Exp. 17, Fs. 39. Este expediente contiene las fianzas de residencia de diferentes alcaldías mayores, 1770. AGN, Indiferente general, C 2625, Exp. 4, F. 4, Fianza de residencia del alcalde mayor de Maravatío Manuel Gutiérrez de Huerta, el cual fue afianzado por el comerciante de la ciudad de México llamado Joseph de Zalazar, 1767.31 LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, Perú, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, p. 437.32 PIETSCHMANN, Horst, El Estado y su evolución al principio de la colonización española de América, México, FCE, 1989, p. 117. DOUGNAC RODRÍGUEZ, Antonio, Manual de Historia del Derecho, México, UNAM, 1994, p. 428.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

tenientes fueron auxiliares del alcalde mayor y no asesores jurídicos propiamente dicho -como sí sucedió en la península ibérica- y sus principales actividades estuvieron orientadas a llevar lo administrativo y judicial hasta donde sus facultades lo permitían, es por eso que William Taylor los define como funcionarios administrativos y judiciales.33 Los tenientes fueron provistos para resolver todo lo concerniente al buen gobierno del distrito en el que desempeñan sus funciones de auxiliares, es decir, fue más un símil de su superior y sus obligaciones no se limitaban exclusivamente a las causas de justicia, sino que en el ejercicio de su cargo abarcaba todo lo competente a hacienda, gobierno y justicia. Por consiguiente una de las tareas centrales es discernir los nombramientos de teniente de rey, los tenientes generales, los tenientes particulares y los comisarios, estos dos últimos son los que presentan mayor dificultad.

1.4 El teniente de gobernador

En el sistema de los tenientazgos los primeros que ocuparon dicho cargo en América fueron los tenientes de gobernador, y después de 1530 imperaron en mayor medida los tenientes de corregidor y de alcaldes mayores, los cuales se implantaron relativamente muy temprano. Según datos que aporta Alfonso García Gallo, en 1494 Cristóbal Colón nombró a su hermano Diego cómo “Teniente de la gobernación” para que actuara en sus ausencias.34 Los gobernadores desde un inicio tuvieron la facultad de nombrar tenientes, el cual era un “oficio de confianza y asesoramiento en la administración de justicia”.35 Antonio Muro señala que cuando se trataba de gobernaciones importantes como Cartagena de Indias, Yucatán y La Habana, el nombramiento lo realizaba el Consejo de Indias.36 Mientras que para las gobernaciones de menor relevancia se les daba la libertad a los gobernadores de que nombraran a la persona que fuera de su confianza. Este autor nos permite observar cómo en los primeros años de la colonización y poblamiento de los reinos americanos los tenientes eran designados directamente por el gobernador, es por ello que el gobernador constantemente los comisionaba para que avanzaran en la ocupación y poblamiento de los nuevos territorios para extender sus dominios sobre el espacio que era de su interés, pues de esa manera se incrementaba la presencia de los españoles.37

El teniente general ejercía las mismas funciones que el gobernador ya fuera por motivo de ausencia, indisposición o muerte, y Borah afirma que los tenientes eran indispensables en aquellas provincias del norte y sur del reino de la Nueva España, puesto que en las zonas que se caracterizaron por ser frontera los gobernadores llevaban una

33 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado, Zamora, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Gobernación, El Colegio de México, 1999, p. 592.34GARCÍA GALLO, Alfonso, "La evolución territorial de las Indias de 1492-1824, en III Congreso de Historia del Derecho Indiano: Madrid 17-23 de enero de 1972, actas y estudios, Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1973, p. 78- 88.35 Recopilación de Indias, Ley 36, libro 5, título 2.36 MURO OREJÓN, Antonio, Lecciones de historia del derecho hispano indiano, México, Miguel Ángel Porrúa, p. 203. SCHÁFER, Ernesto, El Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias en la administración colonial, Vol. II, España, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, Marcial Pons Historia, 2003.37 GARCÍA GALLO, Alfonso, "La evolución territorial, p. 102.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

actividad militar intensa, lo que los obligaba a mantenerse constantemente fuera de la cabecera administrativa.38

Los gobernadores nombraban tenientes a su arbitrio, ya que formaba parte de sus atribuciones, incuso llegaron a otorgar el título de teniente a mestizos y mulatos, lo cual en términos jurídicos no estaba permitido que se hicera este tipo de nombramientos, por lo que la reacción de las autoridades no se hizo esperar y en la ordenanza de 3 de junio de 1578 el virrey Enriquez sancionó este tipo de actos. Sin embargo no siempre se respetó esa disposicción ya que en 1645 se denunció que el alcalde mayor de la Villa de Valles había nombrado a un mestizo como su teniente y por real cédula se le mandó que

“el alcalde mayor de la dicha villa de los Valles quite luego el ejercicio de teniente al dicho Juan Garrón de Alvarado y no consienta que lo sea en adelante observando en lo que se le ordena en su título e instrucción que se le dio de que no nombre tenientes mestizos ni tampoco se pongan de tenientes en ningún vecino de la jurisdicción por estar prohibido por ley del reino fecho en México a ocho de noviembre de mil y seiscientos y cuarenta y cinco años”.39

El oficio de teniente tuvo sus propias particularidades y fue evolucionando conforme cambiaron las necesidades del imperio, es por ello que ni siquiera en América se puede afirmar que los tenientazgos funcionaron de la misma manera, las funciones y atribuciones no siempre fueron las mismas y en gran medida éstas estuvieron determinadas por el alcalde mayor, el corregidor y gobernador, que era el que determinaba el tipo de facultades que delegaba en sus auxiliares.

En consecuencia los virreyes pretendieron hacer de manera directa el nombramiento de tenientes, sin embargo desde la metropoli se resolvió que los virreyes no tenían que intervenir en la designación de los tenientes de gobernador debido a que esta era una facultad que tenían expresamente los gobernadores de provisión real. Desde inicios del siglo XVII se expidieron en distitntos momentos reales cédulas dirigidas a los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, para que no pusieran tenientes en los lugares que no fueran necesarios, y al mismo tiempo se pretendía relevar a la real hacienda de la obligación de pagar salarios, que como expresaban las autoridades eran elevados.40 Como hemos podido observar las gobernaciones se establecieron en las zonas de frontera, por lo que aunado al proceso de militarización que se implementó en el transcurso del siglo XVIII posibilitó que se diera un importante cambio en los nombramientos de los tenientes de gobernador, sobre todo en aquellas zonas que podemos considerar tenían una situación geoestratégicas y que por ende tenían una relevancia fundamental para la defensa del territorio, y aunado al proceso de militarización fue que las gobernaciones de Yucatán y Veracruz consiguero que sus tenientes pasaran a tener el distintivo de tenientes de rey, como se tratará en el siguiente apartado. 38 39 40

38 BORAH, Woodrow, "El gobernador provincial", p. 54- 55.39 AGN, Reales Cédulas D15 Exp. 183, 1645, f145-145v. Real Cédula para que el acalde mayor de villa de los valles quite el ejercicio de teniente a Juan Garrón Alvarado mestizo y no nombre a ninguno que los sea ni a vecino de la jurisdicción por estar prohibido por ley del reyno.40 AGI, Guadalajara, 8, r5, No. 26, fs. 2. ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los reynos de las Indias, Libro V, Tít. II, Ley 38.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

1.5 Teniente de rey

Gilberto Quintero en su estudio hace referencia a que el cargo de teniente general de gobernador hacia principios del siglo XVIII sufrió una importante transformación, especialmente en aquellas provincias que tenían un carácter eminentemente militar, por lo que transmutó en un nuevo nombramiento, el teniente de rey. Dicho cargo se creó en Buenos Aires por real cédula de 28 de septiembre de 1716,41 y en Tucumán el 25 de mayo de 1741,42 el cual tenía una representación política y militar, por lo que suplía en las funciones al gobernador en sus ausencias y enfermedades. Este mismo cargo también se otorgaba en La Habana, Filipinas, Yucatán, San Juan de Puerto Rico y Veracruz, provincias que contaban con la presencia de un gobernador y para ocupar este empleo preferentemente se nombra a un sujeto que tuviera un grado militar debido a la naturaleza del mismo.43 En la Nueva España, aunque se reconocían como gobernaciones a Tlaxcala,44 Yucatán, Puebla, Veracruz y Acapulco, sólo Campeche y San Juan de Ulúa, Veracruz, contaban con teniente de rey, y el resto de las denominadas gobernaciones contaba con sus tenientes generales y particulares, y así se mantuvieron durante todo el periodo colonial.45

En la provincia de Yucatán el título de teniente de rey se creó en 1744 y su lugar de residencia fue Campeche. En la real cédula que se emitió para la creación de dicho empleo se evidencia claramente que se tenía un objetivo meramente defensivo, pues en ella se expresaba que

“Recaigan en él el mando de la referida provincia, en caso de ausencia o muerte de su Gobernador y Capitán general (ínterin proveo en propiedad aquel empleo) para que se asegure haya sujeto y oficial de grado que sepa el servicio, y el modo de impedir las invasiones que puedan experimentar”.46

A la muerte del gobernador el mando político inmediatamente recaía en el teniente de rey. En 1763 se nombró a Joseph Álvarez teniente de rey y cabo subalterno de la provincia de Campeche, sin embargo éste se quejaba de que su antecesor, el teniente coronel Don Juan Antonio Ayanz de Ureta, se resistía a darle la posesión de los empleos de teniente de rey y comandante de las tropas regladas de esa provincia, ya que se negaba a entregarle el mando

41 QUINTERO, Gilberto, "Gobernadores y tenientes de gobernador..." p. 292.42 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán. Gobierno político, autoridad militar y colonización jurisdiccional en Córdoba, 1741-1775, Revista de Historia del Derecho, No. 46, INHIDE, Buenos Aires, Julio- Diciembre, 2013, p. 5. (pp 1-25)43 AYALA, Manuel Joseph de, Diccionario de gobierno y legislación de Indias, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1996, p. 146-148.44 Víctor Gayol realizó un importante trabajo sobre los gobiernos militares de Tlaxcala y uno de sus importantes observaciones en cuanto a la forma en que administraron justicia encontró que los militares de carrera fueron los que tuvieron un mejor desempeño en la administración de justicia. GAYOL, Víctor, "La justicia y el gobierno político militar de Tlaxcala entre las reformas borbónicas y la independencia (1786-1821): los gobernadores militares", en CASELLI, Elisa (coord.), Justicias, agentes y jurisdicciones. De la monarquía hispánica a los Estados nacionales, España y América, siglos XVI- XIX), México, FCE, Red Columnaria, 2016, pp. 287- 311.45 RUBIO MAÑÉ, Jorge Ignacio, El virreinato: orígenes y jurisdicciones y dinámica social de los virreyes, México, FCE, p. 9846 La península de Yucatán, p. 41.

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de la gobernación y capitán general que servía por muerte del brigadier Joseph Crespo, incluso la toma de posesión y juramento se le recibió en el cabildo por el alcalde ordinario de primer voto ya que Ayanz de Ureta no asistió a la reunión pretextando enfermedad.47

Las funciones del teniente de rey en los asuntos de gobierno se pueden considerar equiparables a la de los tenientes generales, sin embargo en las gobernaciones donde se erigieron los cargos de teniente de rey la figura del teniente general desapareció, y con el nuevo nombramiento no sólo se dio una recategorización de dicho cargo sino que se le dio mayor formalidad y se uniformó a las necesidades del propio territorio, por lo que ya no cualquier vecino de la provincia podía ocupar el empleo de teniente, se requirió de un individuo que tuviera conocimientos militares y formación castrense. Alejandro Agüero, siguiendo los planteamientos de Félix Colón de Larriategui define, “El oficio de Teniente de Rey, es una institución de naturaleza castrense, definido como “el segundo jefe de una plaza militar” con facultad de sustituir a su titular aun frente a otros “subordinados de mayor graduación”.48 Después del gobernador el teniente de rey era el que le seguía en importancia militar y política, es por eso que estaba facultado para asumir las funciones gubernativas.

En las disputas sobre a quién le correspondían los mandos políticos y militares por ausencia, enfermedad o muerte de los gobernadores, fue muy común que el rey o los fiscales de la Audiencia fallaran a favor del teniente de rey justamente porque estaba considerado como el segundo jefe de la plaza donde ejercía su mando, por lo que después de su superior no había oficial o ministro con mayor autoridad que la suya, pues claramente se estableció que, al igual que el gobernador, tanto en América como en la península Ibérica el teniente de rey ejercería el mando militar y político de forma indiscutible.49

A través de la trasmutación de un cargo por otro nos lleva necesariamente a plantear que desde muy temprano se había comenzado a dar un importante proceso de militarización en las gobernaciones, fenómeno que se vio con más fuerza hacia la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se dio la profesionalización del ejército,50 y todos esos cambios formaban parte del proyecto de gobierno que se estaba gestando para la América borbónica. El proceso de militarización que se experimentó en las primeras décadas del gobierno de Felipe V respondió en buena medida a la necesidad de defender al imperio de las amenazas de las potencias enemigas, lo cual llevó a que la corona instrumentara, tanto en la Península como en sus posesiones de América, nombrar en los cargos de gobernadores provinciales a oficiales militares.51 En las gobernaciones y corregimientos que tenían un lugar estratégico, tales como puertos y zonas de frontera, que fue donde más claramente se observó la militarización de

47 AGN, Correspondencia Diversas autoridades, Vol. 7, Exp. 19, fs. 93-98. Resistencia del Gobernador y capitán general interino para dar posesión al teniente de Rey, Joseph Álvarez. 176348 AGÜERO, Alejandro, "El teniente de rey de Tucumán, p. 449 Félix Colón de Larriátegui, Ximenez de Embun, Juzgados militares de España y sus Indias. Tomo II, 2- edición corregida y aumentada, Madrid, MDCCXCVII, Imprenta de la viuda de D. Joaquín Ibarra, Pp. 206­207.50 ARCHER, Christon I. El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, FCE, 1983.51 EISSA-BARROSO Francisco A. "The Honor of the Spanish Nation": Military Officers, Mediterranean Campaigns and American Government Under Felipe V", en Francisco A. EISSSA-BARROSO y Ainara VÁZQUEZ VARELA, Early Bourbon Spanish America. Politics and society in a forgotten Era (1700-1759), Leiden, Boston, Brill, 2013, p. 44. MARTIRÉ, Eduardo, "La política americana del nuevo régimen (1808­1810)", en BARRIOS Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas, Vol. II, La Mancha, Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 2002, pp. 1129-1166.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

los cargos gubernativos. Como bien señala Eissa Barroso dicho proceso de militarización obedeció a la necesidad de defender el imperio, de premiar a los oficiales de altos honores y a un cambio de concepción al considerar que

“los oficiales militares estaban idealmente preparados para llevar tareas de gobierno” —pero además- “el nombramiento de oficiales militares como corregidores y gobernadores provinciales buscaba fortalecer la autoridad real al poner la administración de estos distritos fuera del alcance de las instituciones tradicionales y confiarla a oficiales directamente dependientes de y leales a la Corona”.52

Los tenientes de rey, a diferencia de los tenientes generales y particulares de los alcaldes mayores y subdelegados, sí percibían una remuneración. En marzo de 1780 se otorgó el nombramiento de teniente de rey interino de Veracruz a favor del brigadier Miguel del Corral, la confirmación del rey llegó hasta 1783,53 y en 1788 se le otorgó el empleo de ingeniero director de la plaza de Veracruz y Real Fuerza de San Juan de Ulúa.54 Aunque tenía dos empleos sólo podía percibir el sueldo correspondiente a uno de ellos, y por lo visto sólo tenía el sueldo de teniente de rey, ya que en 1790 pedía se le otorgara “la gracia de que se le conceda la gratificación del empleo de director que vuestra magestad tenga [a] bien mandar asignarle”, pues afirmaba que los gastos extraordinarios le disminuían su sueldo preciso para subsistir.55 En 1796 el rey mandó que el teniente de rey de la plaza de Veracruz, Coronel Diego García de Panes, disfrutara del mismo auxilio que se disponía en la Real Cédula de 3 de julio de 1749, mismo sueldo que gozaron sus antecesores cuyo monto ascendía a seiscientos pesos al año.56 Los tenientes de Rey de Veracruz y de Campeche también llegaron a solicitar que se les abonara el medio sueldo correspondiente al cargo de gobernador intendente que comúnmente llegaban a ejercer por interinato, sin embargo la Junta Superior de Real Hacienda no aceptó las solicitudes de ambos.57 El sueldo que percibía el teniente de rey de Veracruz no se comparaba con el que se le asignó al coronel de ingenieros don Juan José de León en 1817 cuando se le nombró teniente de rey de la plaza de Campeche y Cabo subalterno de la capitanía general de Yucatán, en su nombramiento se le asignó un salario anual de 2 000 pesos.58

Los gobernadores en sus respectivas jurisdicciones ejercían el mando militar y político, por lo que en sus ausencias y enfermedades ambos mandos recaían en el teniente de

52 EISSA-BARROSO Francisco A. "De corregimiento a gobierno político-militar: el gobierno de Veracruz y la "militarización" de cargos de gobierno en España e Indias durante los reinos de Felipe V", en Relaciones, No. 147, Zamora, El Colegio de Michoacán, Verano 2016, p. 21.53 AGN, Indiferente virreinal, Caja 2793, Exp. 7, F. 1. Título de don Miguel del Corral, 1780- 1781.54 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 128, No. 109, F. Aranjuez, a 5 de junio de 1784. Firmado por Joseph de Gálvez.55 AGN, Indiferente virreinal, Caja 2110, Exp. 22, 1790, F. 7. El teniente de rey e ingeniero director de la plaza de Veracruz y real fuerza de San Juan de Ulúa, solicita que se le conceda la gratificación sobre el sueldo de director. Veracruz 14 de julio de 1770.56 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, No. 203, F. 321, Sueldo del teniente de Rey de la plaza de Veracruz, Madrid 11 de julio de 1796.57 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, No. 274, F. 427, El teniente de rey de Veracruz solicita se le abone la mitad del sueldo del empleo de gobernador interino, San Ildefonso 6 de agosto de 1796.58 AGI, México, 3000, F. 2, Yucatán y Campeche título de teniente de rey, Madrid, Agosto 9 de 1817.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

rey. En un interesante estudio sobre el teniente de rey de Tucumán Alejandro Agüero analiza como éstos se enfrentaron a diversas confrontaciones para poder ejercer su empleo, ya que los alcaldes ordinarios de Córdova constantemente se oponían a que en las ausencias del gobernador el teniente de rey ejerciera las facultades militares y políticas, por lo que aprovechaban cualquier medio para opacar su autoridad, incluso trataban de provocar confusión para que no se le obedeciera en ninguno de los mandos. Y destaca cómo en 1753 en una real cédula se dispuso que “el teniente no tuviese conocimiento alguno “en las causas y negocios político y de justicia” por tocar éstos “privativamente a la justicia de la ciudad de Córdova y su jurisdicción”, al tiempo que le reconocía plena autoridad “en los negocios de guerra, citaciones, corridas, campañas y demás concernientes a las defensas de las fronteras”.59 Si bien el teniente de rey tenía un carácter eminentemente militar también ejercía otro tipo de comisiones, incluso aquéllas que estaban directamente relacionadas con el cabildo, pues presidia las sesiones en las ausencias del gobernador, aunque frecuentemente los miembros del ayuntamiento se opusieron a la intervención del teniente de rey en los asuntos del gobierno de la ciudad por considerar que no era de su competencia. De igual manera en las provincias que contaban con puertos daba cuenta de los decomisos de mercancías.

Antes de la aplicación de la real ordenanza de intendentes se daba por entendido que el mando militar y político estaba en manos de los tenientes de rey, pese a la oposición de los alcaldes ordinarios. Sin embargo a partir de 1786, con la puesta en marcha del régimen de intendencias, y por ende con la figura del asesor letrado de los intendentes gobernadores, la discusión trascendió a otro plano pues se comenzó a discutir sobre en quién deberían de recaer los mandos militar y político por ausencia del intendente gobernador, en el asesor letrado del intendente gobernador o en el teniente de rey. En Yucatán, que era otras de las provincias donde había teniente del rey, se decía que cuando se dio el asesinato del Gobernador capitán general e intendente Lucas de Gálvez, el virrey Branciforte recomendó que el teniente de rey José Sabido de Vargas se encargara provisionalmente del gobierno,60 pues se decía que se había presentado controversia entre teniente de rey y el asesor de la intendencia sobre el ejercicio de los mandos.61 En el Reglamento para las milicias de infantería de la provincia de Yucatán se disponía que en la plaza de Campeche el teniente de rey “conocerás las causas de m ilicias... con asesor”, y en el capítulo IV se manda que “todas las causas, así civiles como criminales, que sentenciare, y determinare el teniente de rey en Campeche se podrá recurrir en grado de apelación al capitán general, para que con su Asesor el Auditor de Guerra administre justicia a las partes apelantes si se sintieran agraviados de las sentencias de primera instancia.62 En Veracruz en 1792 se presentó el mismo dilema pues se suscitó disputa entre el teniente de rey que sucedió en el mando y el asesor de la intendencia. Por lo que el fiscal Beleña emitió un dictamen de la consulta que se hizo sobre si el teniente

59 AGÜERO, Alejandro, "El Teniente de Rey de Tucuman", p. 12.60 La península de Yucatán en el Archivo General de la Nación, México, Archivo general de la Nación, Universidad Autónoma de México, Centro de Investigaciones humanísticas de Mesoamérica y el estado de Chiapas, 1998, p. 64.61 AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 54. Dictamen del señor Beleña sobre el expediente promovido para declarar si el teniente asesor letrado de Veracruz debe hacerse cargo del mando político y Real Hacienda por ausencia del intendente. 1792.62 Reglamento para las milicias de infantería de la provincia de Yucatán y Campeche, aprobado por S. M y mandado que se observen todos sus artículos. Madrid, en la Imprenta de Pedro Marín, año de 1778, Título XI, capítulo II y IV.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

asesor letrado de Veracruz debía hacerse cargo del mando político y de real hacienda en las ausencias del intendente. El asesor de la intendencia reclamaba el mando político, cuando la costumbre había sido que el mando político y militar, como lo indicábamos párrafos arriba, hasta el día estaba en manos de Miguel de Corral como teniente de rey por ausencia del gobernador, Pedro Gorostiza. Aunque también se indicaba que cuando Corral enfermó delegó los mandos “el militar en el de mayor graduación, y el político al alcalde ordinario más antiguo, y aunque se reservó el Despacho de la intendencia estaba dispuesto anteriormente se encargará al Administrador de Real Hacienda no habiendo asesor en quien recayese”.63

El fiscal Beleña para tomar una determinación se basó en los diferentes dictámenes que se habían dado, incluso uno de la Audiencia gobernadora en el cual se establecía que ante la ausencia del gobernador el mando político quedara en manos del alcalde ordinario más antiguo, disposición que sólo se podía ejecutar por ausencia del teniente de rey (la citada Real Orden de 2 de agosto de 1781, fue expedida a consulta del Supremo Consejo de Indias de 17 de junio de dicho año). Sin embargo para resolver el punto de sucesión se tomaron en cuenta las cláusulas de los títulos del Teniente de Gobernador, Auditor de Guerra y asesor de la Intendencia, don Antonio Rodríguez de Cárdenas, y del teniente de rey propietario de esa plaza, don Miguel del Corral pues del análisis de ambos títulos se desprendió que no había duda de que debería reunirse en don Antonio Cárdenas el mando político e intendencia como asesor de ésta y Teniente de Gobernador.64 Sin embargo, de acuerdo a los títulos de sus antecesores y de algunas disposiciones, se determinó que Corral debía reasumir ambos mandos, lo cual estaba determinado por “punto general corresponde a los Tenientes de Rey propietarios el mando político y militar de aquella plaza en las ausencias o faltas de sus Gobernadores”.65 El teniente de rey Miguel de Corral falleció el 18 de junio de 1794,66 y en 1795 el marqués Branciforte nombró por teniente de rey a Diego García Panes, y por fallecimiento del mariscal de Campo Pedro Goroztiza el empleo de gobernador militar y político e intendente de la plaza de Veracruz en el coronel de ingenieros Pedro Ponce.67

La tendencia generalizada tanto en Campeche y Veracruz fue que aunque había asesor del gobernador, en las ausencias y enfermedades el mando militar y político indiscutiblemente quedaba en manos del teniente de rey. En 1796 el mariscal de Campo Benito Pérez, capitán general y gobernador intendente de la provincia, estaba convaleciente por lo que mientras se recuperaba el teniente de rey se hizo cargo de la capitanía general y del gobierno político de Yucatán, puso en antecedente al teniente asesor Miguel Magdaleno de Sandoval, quien dispuso que interinamente pasara el teniente de rey Leandro Poblaciones a la capital a hacerse cargo de la capitanía general y gobierno político. Otro elemento fundamental que regularmente forma parte de la distinción de estos empleos es que el nombramiento de teniente de rey regularmente iba acompañado de la denominación de cabo subalterno —como

63 AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 54v. El teniente de rey Miguel de Corral falleció el 18 de junio de 1794. AGN, Correspondencia de virreyes, Vol. 179, No. 7, Fs. 149-150. Cartas escritas al ministro de marina, 1794.64 Ibid., F. 57v.65AGN, Clero regular y secular, 100, Exp. 5, F. 59.66 AGN, Correspondencia de virreyes, Vol. 179, No. 7, Fs. 149-150. Cartas escritas al ministro de marina, 1794.67 AGI, Estado, 23, N. 12, Fs 2. Nombramiento de teniente de rey por muerte de don Miguel del Corral, y de intendente por fallecimiento de Pedro Gorostiza.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

claramente se puede apreciar en el interinato que éste ejerció en Yucatán: “El teniente de rey cabo subalterno de esta provincia debe hacerse cargo del mando militar y político de ella con las mismas facultades que el propietario”.68 Una real orden de 1797 estableció que la división de los cargos en la plaza de Veracruz se debía realizar “poniendo al cuidado del teniente de rey el gobierno político y militar y del teniente letrado de la intendencia el de Real Hacienda”.69 Aunque ya se había determinado en la plaza de Veracruz la forma en que quedarían distribuidos los mandos, todavía en 1800 el teniente de rey de Veracruz solicitó ante el virrey que se declarara que en las ausencias y enfermedades del gobernador él debería sucederle en todas las funciones.70 En 1806 el teniente de rey de Veracruz, Juan María de Soto, dirigió una representación al rey informándole que el virrey había nombrado al coronel Pedro Alonso como gobernador interino de aquella plaza, por lo que el teniente de rey se sentía agraviado: decía que había tomado posesión en mayo y que desde esa fecha hacia 14 meses que el coronel se encontraba ejerciendo el mando de la plaza y castillo de San Juan de Ulúa, “no accidentalmente, sino revestido de toda la autoridad de un legítimo gobernador militar interino; además de que siendo V. E responsable de la defensa de todo el distrito del virreinato; el encargar el mando de un punto de él en tiempo de guerra a sujeto de su confianza mayormente exigiendo así el bien del servicio, no degrada el concepto ni opinión del Tenientede Rey”.71

1.6 Los tenientes generales

Los tenientes de gobernador, alcalde mayor y corregidor se sitúan dentro del andamiaje de la administración colonial ordinaria puesto que tanto los alcaldes mayores, corregidores, tenientes y alcaldes ordinarios, como bien señala Tamar Herzog, forman parte del juzgado ordinario, por lo que cada uno ejercía las funciones de gobierno dentro de un marco jurisdiccional determinado, con escalas de acción delimitadas en función de las atribuciones que el derecho les confería. El teniente general ejercía sus funciones, al igual que el alcalde mayor, en toda la jurisdicción que comprendía la alcaldía mayor, y por tanto podía conocer las diligencias de los tenientes particulares y nombrar comisarios cuando así se requiriera. Éstos ejercían facultades más amplias que los tenientes particulares. Los tenientes, al lado de los alcaldes mayores, atendían las causas civiles y criminales en primera instancia, además de todo lo relacionado con hacienda y justicia. Tamar Herzog afirma que “los cuatro jueces

68 AGI, Estado, 35, N. 50, fs 2. Que el teniente de Rey se encargue interinamente de la capitanía general y gobierno político por convalecencia del capitán general gobernador intendente. Mérida Yucatán 23 de agosto de 1805. En los mismos términos se planteó la sustitución del Mariscal de Campo Don Pedro Carbonell. AGI, Estado, 65, N. 51.69 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 167, No 112, F. 150. Aranjuez 5 de junio de 1797. División de los cargos en la plaza de Veracruz.70 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3337, 1800, fs. 48. Sobre que se declare que en las ausencias y enfermedades del gobernador de Veracruz el teniente debe sucederle en todas sus atribuciones.71 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 197, No. 270, F. 283. Respuesta a la representación del teniente de rey sobre el agravio que se cometió a su persona por el nombramiento del gobernador interino. San Lorenzo 3 de diciembre de 1806.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

ordinarios, es decir el corregidor, su teniente y los dos alcaldes ordinarios, constituían en realidad un depósito de justicia donde la identidad particular de cada juez significaba poco”.72

La perspectiva desde donde Herzog sitúa la relación entre los jueces ordinarios responde más a la triangulación que se podría hacer entre los alcaldes mayores, los tenientes generales y los alcaldes ordinarios ya que éstos tenían una relación más estrecha con los alcaldes ordinarios, que eran los que de manera directa suplían a los alcaldes en sus ausencias y enfermedades, por lo que de una u otra forma trastocaban la competencia de los alcaldes mayores y los alcaldes ordinarios, dicha relación era más palpable, incluso la colaboración entre estos actores era constante y de importante significado para que los asuntos de gobierno llegaran a buen cause, especialmente cuando se requería la ayuda de los justicias mayores para aprehender a los delincuentes o bien para resguardar el orden público y la paz social, que era una de las obligaciones fundamentales no sólo de los alcaldes ordinarios sino también de los alcaldes mayores.

Asimismo la estrecha colaboración entre los jueces ordinarios de primera instancia se daba en el sentido de que el alcalde mayor tenía la obligación de presidir las sesiones del ayuntamiento, no tenía voz y voto pero contaba con el voto de calidad, por lo que en caso de empate éste tenía la última palabra y determinaba la resolución.73 En ese sentido, en ausencia y enfermedad del alcalde mayor el teniente general era el que tomaba el lugar del titular como delegado suyo, puesto que éste tenía la facultad de representar la persona del alcalde, y en su consecuencia avalar y ejecutar las disposiciones emanadas del cuerpo del cabildo.74 Por lo regular los tenientes generales fueron integrantes del cabildo y se designaba como teniente al alcalde ordinario de primer voto, que era el que hacía las veces del alcalde mayor.75

Es importante hacer la aclaración de que la “mutua colaboración”, tal y como la percibe Herzog, se corresponde más a la relación de los tenientes generales que a la que pudieran establecer con los tenientes particulares, con los cuales las interrelaciones eran menos frecuentes que la que podían establecer con los tenientes generales por la condición de cercanía, y por otro lado porque la jurisdicción de estos auxiliares era más amplia que la de los tenientes particulares, ya que tenían como centro de acción las cabeceras administrativas de las alcaldías. Para Robert Chamberlain los “Tenientes were competent to exercise jurisdiction in all matters in which the corregidor himself was competent”.76

Es importante aclarar que los tenientes, aunque contaban con la experiencia previa de ejercer la jurisdicción ordinaria en primera instancia administrando justicia civil y criminal

72 HERZOG, Tamar, La administración como un fenómeno social: la justicia penal de la ciudad de Quito (1650-1750), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995, p. 39.73 GONZÁLEZ ALONSO, Benjamín, Corregidores y corregimientos, Salamanca, Gráficas Europa, 1970, p. 9.74 R. QUINTERO, Gilberto, "Gobernadores y teniente de gobernador en la provincia de Venezuela. De los Welser a Juan de Villegas (1528-1553)", en Moñongó, N° 17, 2001, p. 292. Del mismo autor "Tenientes Justicias Mayores y Corregidores en la Mérida colonial", Presente y Pasado. Revista de Historia, Escuela de Historia, Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela. Año 18. N° 35. Enero-Junio, 2013, pp.45-70.75 AHMM, Gobierno, 1650, Valladolid, Tarímbaro, Caja 3, exp. 2. ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor en la Villa y Provincia de Colima, p. 14. Del mismo autor véase Conquistas e instituciones de gobierno en Colima de la Nueva España (1523-1600), Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, El Colegio de Michoacán, 2007, pp. 230-245.76 CHAMBERLAIN, Robert S., "The Corregidor in Castile in the Sixteenth Century and the Residencia as Applied to the Corregidor", The Hispanic American Historical Review, Duke University Press, Vol. 23, No. 2 (May, 1943), p. 226.

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como alcaldes ordinarios del ayuntamiento, regularmente no eran expertos en derecho, por lo que contaban con un asesor para que dictara la última sentencia,77 y como tenientes generales no gozaban en sí de la facultad de la iurisdictio porque ésta, como se había comentado anteriormente, era privativa de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, que eran los que gozaban de la titularidad y quienes ejercían la jurisdicción ordinaria. Los auxiliares de los alcaldes mayores en su actuación como jueces de instrucción no abarcaban en su totalidad las atribuciones de los titulares, puesto que había una limitación de suma importancia y que era de uso exclusivo del titular ésta era la “iurisdictio, la potestad de decir el derecho (dictio iuris),” de dictar la sentencia final.78 Con base en lo anterior podemos afirmar que en cada una de las provincias, independientemente del número de tenientazgos en que estuviera dividida, sólo había un juez que era el que estaba facultado para juzgar y sentenciar y era el que hacía justicia. En ese sentido los tenientes tenían una función más administrativa y de instrucción, por lo que podían intervenir en todas las materias que eran competencia de sus superiores, pero nunca pudieron ser elevados a la categoría de juez porque no estaban facultados para juzgar. Si bien en determinadas circunstancias a los tenientes generales se les facultó para conocer de las causas hasta su sentencia, no sucedió lo mismo con los tenientes particulares, éstos no podían dictaminar por si mismos los asuntos, sino que tenían que pasar con un asesor y sólo con el cumplimiento de esa condición podían ejecutar sentencia, pero insisto que no era la generalidad ya que lo más común fue que el alcalde mayor dictara la última palabra. En ese sentido nos parece pertinente retomar la diferenciación que hace Roberto Roldan Verdejo siguiendo los planteamientos de Pérez Prendes sobre a quién se debe considerar un juez y a quien no, pues sostiene que

“juez es... sólo el que hace justicia “juzgando”, es decir quienes resuelven las controversias dictando sentencia. Quien juzga y decide. Y a “contrario sensu”, no es juez quien, interviniendo en el proceso judicial, efectúa otras funciones, pero no sentencia. Las funciones judiciales de cuidar de los presos, prenderlos, recibir denuncias y practicar investigaciones judiciales, conservar y proteger los bienes sometidos a litigio, embargar o entregar bienes conforme a la sentencia, prendar o reponer al desposeído en la posesión.. .constituyen en nuestros textos bajomedievales el “facer justicia de fecho”, pero quienes lo hacen, aunque piezas importantes en el quehacer judicial, no sentencian, no resuelven, no ejercitan la justicia “juzgando”, por lo que no pueden estimarse jueces.”79

Los tenientes, ante la ausencia de los alcaldes y la urgencia de resolver las diligencias y despachar los negocios de su juzgado, actuaban con la colaboración de un asesor con formación jurídica. Este es otro de los aspectos que es importante destacar ya que desde principios del siglo XVI se determinó que los tenientes que nombraban los gobernadores fueran letrados, en el entendido de que los gobernadores eran de capa y espada y en 77 78 79

77 LIEHR, Reinhard, "La jurisdicción ordinaria de primera instancia en la ciudad de Puebla. 1750-1810" en Entorno urbano, Revista de Historia, Vol. 1, No. 2, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Veracruzana, Universidad Autónoma metropolitana-Itztapalapa, 1995, p. 26.78 GARRIGA ACOSTA, Carlos, "La trama jurídica castellana a comienzos del siglo XVI (Notas y materiales), en González Alonso Benjamín, Las Cortes y las leyes...p. 309. ALONSO ROMERO, María Paz, El proceso penal en Castilla (siglos XIII al XVIII), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1982, p. 110-111.79 ROLDAN VERDEJO, Roberto, Los jueces de la monarquía absoluta. Su estatuto y actividad judicial. Corona de Castilla, siglos XIV- XVIII, Madrid, Universidad de la Laguna, 1989, p. 18.

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consecuencia precisaban de un asesor jurídico para administrar justicia y sentenciar los casos graves, lo cierto es que muy pronto quedó en evidencia que no se podía exigir que los tenientes fueran letrados, puesto que uno de los grandes problemas a los que se enfrentaban los ministros fue precisamente a la insuficiencia de abogados.80 Por lo que es importante hacer una distinción que resulta fundamental ya que de alguna manera los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, tenían que resolver la asistencia jurídica, y precisamente aquí es donde conviene señalar que en la administración novohispana existieron dos figuras centrales, el asesor y el teniente, ambas muy cercanas a los alcaldes mayores pero con funciones muy diferenciadas. 81

En primer lugar porque el asesor era el que asesoraba a los alcaldes mayores en la administración de justicia civil y criminal y en los negocios contenciosos, los pleitos entre partes y las diligencias pasaban por el visto y dictamen de estos asesores, y con su parecer el alcalde tomaba la determinación correspondiente o sentencia que se considerara más conveniente.82 El asesor contaba con el conocimiento jurídico que se requería para la buena administración de justicia. En segundo lugar el teniente de alcalde mayor no era letrado, sino un representante suyo, un mero auxiliar que atendía todo lo relacionado con lo gubernativo, administrativo y de justicia, por tanto como delegado las diligencias que realizaba no las llevaba hasta la sentencia, porque no estaba facultado para ello, lo podía hacer sólo si expresamente el alcalde mayor le otorgaba esa prórroga, pero la sentencia no era pronunciada directamente por él sino por el asesor.

Si bien en Nueva España algunos ayuntamientos llegaron a defender que el teniente general fuera el alcalde ordinario de primer voto, en la legislación lo que se observa es que jurídicamente estaba reconocido ese derecho desde la segunda mitad del siglo XVI. En los mandamientos y ordenanzas del gobierno de esta Nueva España, formada y disputada por don Juan Francisco Montemayor y Córdoba que más tarde recogió Eusebio Ventura Beleña en su Recopilaáón sumaria en las ordenanzas VI y VII, se hacía referencia a disposiciones que repercutían en los tenientes. Y especialmente en la sexta se regulaba la asistencia de los tenientes en las sesiones de cabildo, por lo que manifestaba en los siguientes términos

“Que se guarde en todas las ciudades y villas de este reyno lo mandado por Su Majestad para que no entren en el cabildo los alcaldes ordinarios estando en ella los corregidores y alcaldes mayores y en su ausencia entre el alcalde ordinario que a la sazón fuere diputado; el cual supla y haga el oficio que debía hacer el alcalde mayor. Y no entren los tenientes de corregidores o alcaldes mayores que tuvieren o dejaren: lo cual se entienda en los cabildos ordinarios, para los que están señalados días, porque en caso que convenga hacerse antes alguno extraordinario, si el corregidor estuviere una legua en contorno de la Ciudad o Villa, haya de

80 MURO OREJÓN, Antonio, Lecciones de historia del derecho, p. 204. BORAH, Woodrow, "Los auxiliares"... p. 59.81 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones, p. 52.82 PIETSCHMANN, Horts, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político administrativo, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 96-97. Miranda, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, p. 123.

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prevenirle y llamarle para que se halle presente: y no haga de otra manera, ni se entre en elcabildo estando en la ciudad el corregidor, pena de privación del oficio Real”.83

Esta disposición llevó a una situación más práctica, incluso para evitar los conflictos entre los tenientes y los alcaldes de los cabildos se tomó la medida de nombrar a los alcaldes ordinarios como tenientes generales, lo cual hacía que la autoridad del alcalde mayor quedase representada en las sesiones del cabildo. En el siglo XVIII al parecer lo más normal era que los alcaldes ordinarios fuesen los tenientes generales, sin embargo una real cédula de finales del siglo XVI nos muestra que había una postura totalmente opuesta a que se diera esa circunstancia debido a la pretensión de los alcaldes ordinarios de extender su jurisdicción más allá de lo permitido por las leyes. El 20 de mayo de 1583 se emitió una real cédula para que el corregidor de la ciudad de México, don Pedro Pablo de Torres, nombrara un teniente para sus ausencias y enfermedades, y de esa manera evitar que los alcaldes ordinarios se entrometieran en los negocios que llevaba el alcalde mayor.84 Con esta medida se estaba estableciendo un límite jurisdiccional entre la competencia de los alcaldes mayores y los alcaldes ordinarios.

Si bien los tenientes representaban la autoridad real en cada una de las jurisdicciones que estaban bajo su cuidado, por lo menos en el siglo XVIII, ya no eran oficios de provisión real, y en el mejor de los casos sólo contaban con la provisión virreinal, se trataba de una confirmación de oficio que regularmente ostentaban los tenientes generales que eran los que gozaban de la “aprobación del superior gobierno”,85 según lo expresaban los tenientes generales cuando hacían uso de su oficio ya fuera ante el cabildo civil o bien cuando tenían que realizar algún tipo de diligencia. Comúnmente el cargo de teniente general lo ejercía el alcalde ordinario de primer voto, y en su defecto, por indisposición de éste, la responsabilidad la asumía el de segundo voto; en las alcaldías que no contaban con ayuntamiento el cargo de teniente general lo ejercían los vecinos de la provincia.

A través de lo que pareciera una simple fórmula el teniente general justificaba su intervención en los asuntos de justicia y gobierno con una autoridad que iba más allá de su acción como regidor o alcalde ordinario del ayuntamiento, esto en aquellas cabeceras de jurisdicción que contaban con ayuntamiento (México, Querétaro, Colima, Valladolid, Pátzcuaro, Zamora, Orizaba y Antequera entre otras), si no con la autoridad que le otorgaba el ser el teniente de alcalde mayor, el cual lo facultaba para actuar libremente en sus ausencias y enfermedades. Si bien estos auxiliares hacían las veces del alcalde mayor, en las leyes de Indias se prevenía que a las sesiones de cabildo no asistieran los tenientes si el gobernador estaba presente, no siendo llamado.86 Aunque quedaba abierta la posibilidad de que los tenientes presidieran las sesiones de cabildo cuando el alcalde lo solicitara, excusándose por razones del oficio. Sin embargo este tipo de pretensiones causaba fuertes oposiciones por 83 84 85 86

83 VENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la real audiencia y sala del crimen de esta Nueva España y providencias de su superior gobierno, de varias reales cédulas y ordenes que después de publicada la recopilación de indias han podido recogerse así de las dirigidas a la misma audiencia o gobierno, como de algunas otras que por sus notables decisiones convendrá no ignorar. Tomo I, Impreso en México por don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle del espíritu santo, año de 1787. p. 484 AGN, Reales Cédula Duplicadas, Vol. 2, Exp. 14, F. 9v.85 AHMP, Fondo colonial siglo XVIII, 7 de enero de 1717, Caja 21, Exp. 1, F. 104.86 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de los Reynos de las Indias... Ley 3, Título 9, Libro 4.

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parte del regimiento, el cual reiteradamente se resistió a que los tenientes presidieran las sesiones de cabildo cuando el alcalde se encontraba en la ciudad y justificaba su inasistencia a consecuencia de los múltiples trabajos y ocupaciones propias del empleo. Para los regidores de los ayuntamientos las excusas de los alcaldes mayores resultaban inaceptables.

Los argumentos que los regidores exponían para remover a los sujetos que no eran de su agrado muchas veces eran totalmente válidos, especialmente si se demostraba la inconsistencia e incumplimiento de las leyes por parte de los alcaldes mayores. En otras ocasiones con los mismos argumentos que se pretendía remover a los tenientes generales se podía echar abajo la defensa de los privilegios de los alcaldes ordinarios para ocupar dichos cargos. Eso claramente se observó en 1642 cuando los regidores del ayuntamiento de Antequera hicieron una representación a la Audiencia de México pidiendo que no se aceptara el nombramiento de teniente general que el alcalde mayor, don Andrés Franco de León, había hecho en la persona del capitán Manuel Franco, con el cual tenía parentesco en primer grado puesto que era su hijo, quien estaba casado con la hija de un vecino de la ciudad y había comprado una casa. Por lo que el teniente electo era vecino del lugar tenía relaciones de parentesco y contaba por lo menos con una propiedad donde pretendía ocupar dicho cargo. El argumento central de los opositores era que dicha designación contravenía la prohibición expresa de que no se nombrara tenientes, ni ministros, ni naturales de la tierra donde ejercerían sus oficios, ni vecinos ni a familiares en cuarto grado.

Por otro lado, se argumentaba que el alcalde mayor no estaba facultado para hacer dicho nombramiento además de ser éste innecesario, debido a que en esa ciudad era “privilegio de los alcaldes ordinarios sustituir las veces [en las] ausencias e impedimento de los alcaldes mayores”.87 Si bien es cierto que se estaba defendiendo el cumplimiento de las leyes, esta es una expresión más del carácter cerrado del ayuntamiento, el cual no siempre estaba dispuesto a aceptar que cualquier persona presidiera sus sesiones de cabildo, es por ello que se defendía el privilegio de los alcaldes ordinarios de ejercer dicho oficio, no obstante dichos alcaldes ordinarios en realidad tenían mayor arraigo en las ciudades ya que no sólo eran vecinos del lugar sino que formaban parte del andamiaje económico y social, eran comerciantes, mineros, hacendados y labradores, formaban parte de la élite e incluso tenían la capacidad política de tomar decisiones.88 Aunque también es verdad que el nombramiento de teniente contravenía las disposiciones de las ordenanzas en las que se mandaba que los alcaldes mayores no nombraran vecinos ni naturales de la tierra para ejercer cargos de administración de justicia.89 Este conjunto de manifestaciones se daban cuando se presentaba un choque de intereses, por lo que cada uno de los partidos trataba de sacar la mejor ventaja usando todos los medios a su disposición.

La actuación de los tenientes generales no sólo se circunscribía a la jurisdicción territorial de la ciudad cabecera de la alcaldía sino que ésta se extendía a toda la demarcación de la alcaldía mayor, por esa razón fue común observar que los alcaldes mayores tenían un procedimiento más formal en cuanto a su nombramiento, ya que regularmente eran los que contaban con la aprobación virreinal y se pagaba el derecho de la media anata por lo

87 AGN, Indiferente virreinal (Real acuerdo), 1642, Caja 5541, Exp. 14, Fs. 1.88 HENSEL, Silke, El desarrollo del federalismo en México. La élite política de Oaxaca entre ciudad, región y Estado Nacional, 1786-1835, México, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, El Colegio de Michoacán, El Colegio de San Luis Potosí, 2012.89 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de las leyes de Indias, Libro V, Tít. II, Ley 45.

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honorífico del cargo. En el libro de media anata de los años de 1706 a 1730 se encuentra el pago de la media anata de los tenientes generales de Zamora y Jacona, Zitácuaro, Zinapécuaro, Pachuca y Octumba, entre otros, los cuales presumiblemente contaban con la aprobación del virrey.90

En algunas ocasiones ante la enfermedad, ausencia justificada, o injustificada o muerte del alcalde mayor, los tenientes generales daban la toma de posesión a los alcaldes mayores de sus provincias, por lo que el acto protocolario y formal de la toma de posesión era presidida por ellos, por tanto eran los responsables de obedecer y hacer que se cumpliera el mandato que se expresaba en el título de nombramiento, y finalmente entregaban la insignia de la real justicia, la vara de justicia a los alcaldes entrantes.91

Si bien por regla general se considera que los tenientes generales que se designaban en las provincias ejercían una jurisdicción más amplia, al grado de igualarse con la del alcalde mayor, lo cual les daba la atribución de conocer las diligencias y negocios de los tenientes particulares, incluso comisionarlos en caso de que fuese necesario atender asuntos de justicia como realizar las cabezas de proceso, examinar testigos y aprehender a delincuentes. Los tenientes generales como auxiliares del alcalde ejercían jurisdicción ordinaria en primera instancia en los casos de gobierno y justicia, mientras que atendían las apelaciones de las sentencias de los alcaldes ordinarios en segunda instancia.

En 1628 el virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo (1624-1635), confirmó el nombramiento de teniente de alcalde mayor de Ucicila, actual Tzintzuntzan, y sus barrios, de las ciudades de Valladolid y Pátzcuaro, su partido y jurisdicción, en Thomas Vásquez de Salazar, “os procuro y nombro de dicho partido y su jurisdicción y en ausencia del dicho alcalde mayor conoceréis de todas las causas y negocios civiles y criminales que ocurrieren y se ofrecieren de oficio”,-por lo que de igual manera se le asignaba un salario de­. . .cien pesos de oro común”.92 Uno de los aspectos en los que hay que llamar la atención es que en el nombramiento en ningún momento se hizo referencia a que el teniente ejerciera funciones de asesor, sólo se dice que conocerá de las causas civiles y criminales y demás de oficio que se necesitaren, por tanto se estaba frente a una delegación de potestad, del otorgamiento de deberes y obligaciones no sólo de justicia sino también de gobierno.

En dicho nombramiento se hace referencia a un teniente para toda la jurisdicción de la alcaldía, no obstante el funcionamiento y la dinámica interna de la alcaldía de Valladolid marcaba un ritmo distinto. Pues la existencia de dos grupos oligárquicos que pretendían obtener la preeminencia política y económica de la provincia se disputaban el poder en un ambiente de tensión y competencia. A través de la documentación de archivo se ha podido observar que en alcaldías como la de Michoacán se tuvo la costumbre de nombrar tenientes

90 AGN, Media anata, Vol. 45, Nombramiento de tenientes generales 1727, Fs. 224- 243.91 AGI, México, 1725, F. 24. La ceremonia de toma de posesión de don Juan de Zarate y Manzo alcalde mayor de Zapotlán estuvo encabezada por el teniente general don Francisco de Barreda. Dicho acto se realizaba con la presencia del vecindario, indios, alcaldes, regidores, común y naturales del pueblo y barrios de San Sebastián y San Andrés y demás copiosa Plebe, dicho acto se realizó el 22 de noviembre de 1774. Esta situación se repitió en varias alcaldías en Apan, Tlaxacala, Zimapan, Mextitlan, Tecali, Oaxaca, Tetela del Río y Huichapan, entre otras. AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Fs. 40, En el pueblo y cabecera de Xamiltepeque, provincia de Xicayan, Salvador Dolz Theniente de la Santa Hermandad y Acordada y teniente general de la provincia por ausencia de don Gaspar de Morales y de los Ríos procedió a dar la toma de posesión a don Francisco Domínguez Lozada, alcalde mayor provisto. 4 de octubre de 1770.92 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 9, Exp. 115, F. 105

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de manera simultánea en las ciudades de Pátzcuaro y Valladolid, esta práctica llevó a que el 19 de enero de 1652 por real cédula se mandara que “cuando el alcalde mayor asistiere en Pátzcuaro, su teniente lo haga en Valladolid”, y a la inversa,93 mandato que no se acató pues a casi un siglo de distancia las autoridades virreinales seguían insistiendo en la misma recomendación.

En tales circunstancias como en la alcaldía mayor de Valladolid, que tuvo la particularidad de que los alcaldes nombraban dos tenientes generales, se tuvieron que establecer medios para regular y equilibrar la acción de los tenientes y no se generaran tensiones por conflicto de competencia. Y quizá la clave la encontramos en el nombramiento de teniente general que Felipe Ordoñez y Sarmiento realizó a favor de Felipe Gómez de Rábago en los términos siguientes

“constituyo y nombro por mi teniente de la sobre dicha ciudad [de] Pátzcuaro sus pueblos y lugares sujetos comprehendidos en las siete leguas que contiene su jurisdicción al referido capitán don Felipe Gómez de Rábago, para que levantando vara de la Real Justicia en nombre de su Majestad (que Dios guarde) la administre, rija y gobierne, según y en la forma que la han ejercido sus antecesores, y le confiero el poder y facultad que de derecho se requiera, para que entienda en todos y cualesquiera responsabilidades que se ofrezcan civiles en vía executiva y ordinaria y criminales de uso de oficio . 94

Sin embargo uno de los datos que llaman la atención es que se diga que la jurisdicción del teniente general sea de siete leguas cuando la extensión territorial de esta alcaldía iba más allá de la expresada, y en todo caso tampoco se correspondía con la jurisdicción territorial sobre la que ejercían autoridad los alcaldes ordinarios.

A los tenientes se les podían conceder atribuciones suficientemente amplias para que actuasen con libertad, como la que se otorgó a favor de Gómez de Rábago, en la que el alcalde mayor le daba la facultad de llevar las causas de justicia hasta la sentencia final con la condición de que se auxiliara de un asesor, pero de la misma manera le delegaba el resto de las funciones que estaban a su cargo, como la facultad de embargar bienes y ponerlos a disposición del depositario general o sus tenientes, de realizar inventarios y todo lo relacionado con el juzgado de difuntos.95 Lo que este tipo de nombramientos nos muestran es que estamos ante tenientes que gozaban de una posición privilegiada, que actuaban con un amplio margen de libertad pues en ellos se depositaba todo el poder y autoridad real, el teniente general encarnaba la persona del alcalde mayor.

Los alcaldes mayores y los tenientes generales ejercían sus facultades sobre una misma jurisdicción, por tanto si bien en los archivos locales existen infinidad de denuncias en contra de la acción de los tenientes por los excesos y abusos que estas autoridades cometían, la responsabilidad no sólo le correspondía a los auxiliares, obviamente ante casos como estos tenían que responder por sus actos, sin embargo también el alcalde mayor tenía que afrontar las consecuencias ya que había delegado parte de sus atribuciones en el teniente, por lo que en los juicios de residencia se recogía información sobre la forma en que ambos habían administrado justicia. Debido a la corresponsabilidad de estos funcionarios tenían la 93 94 95

93 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 18, Exp. 230, F. 208.94 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, F. 193.95 Ibid. f. 19.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

obligación de otorgar las fianzas correspondientes por el uso del cargo, en cuanto a la fianza en la Reccpilaáón de Leyes de Indias se mandaba que

“Los nuestros gobernadores, corregidores y alcaldes mayores que fueren proveídos para las nuestras Indias o en ellas, o los tenientes que los susodichos hubieren de nombrar y nombren antes que sean recibidos no cesen sus oficios, den fianzas legales, llanas y abonadas en las ciudades a donde hubieren de servir los tales oficios, de que darán residencia del tiempo que los sirvieren, como son obligados conforme a lo que disponen las leyes de nuestros reinos que sobre ello hablan.96

Los tenientes de alcalde mayor cuando tomaban posesión de su empleo otorgaban fianzas por el ramo de tributos, la cual se hacía en los mismos términos y condiciones en que los realizaban los alcaldes. El compromiso que adquirían era el de cobrar y enterar los tributos y dar “cuenta con pago cierta, leal y verdadera” en las cajas correspondientes a cuenta y riesgo de sus personas y bienes.97 El hecho de que se tenga a los alcaldes mayores y a los tenientes como oficios iguales se debe en primer lugar al conjunto de actos que se asimilaban, algunos de estos fueron el juramento y la toma de posesión del cargo, el pago de la fianza y el hecho de que muchas de las ordenanzas fueran dirigidas a los alcaldes mayores o sus tenientes, todos estos aspectos precisamente los hacían ver como iguales; mientras que los vecinos los veían como sus autoridades puesto que podían acudir a ellos para dirimir las diferencias.

1.7 Tenientes particulares, comisarios recaudadores de tributo o cabos comisarios

El otro oficio que de manera particular nos interesa analizar es sobre los tenientes particulares. Uno de los aspectos que constantemente se trató de regular fue el nombramiento de los tenientes, ya que desde muy temprano se dio una disputa por determinar a quién le correspondía la facultad de nombrarlos (en la península esta disputa se daba entre los corregidores y la Cámara de Castilla, mientras que en la Nueva España la tensión se había generado entre los virreyes y los alcaldes mayores, a consecuencia de lo cual se emitieron varias disposiciones que tendían a regular el nombramiento de los tenientes. Los tenientes particulares ejercían sus funciones en un espacio restringido, sólo estaba autorizado para actuar en la jurisdicción que se reconocía como parte del tenientazgo, por lo que por ningún motivo se tenía que entrometer en los asuntos que iban más allá de su jurisdicción. Sólo podía conocer de las causas de otro tenientazgo cuando se le designaba para ese fin en calidad de juez comisionado, ya fuera por el alcalde mayor o por el teniente general pero nunca por iniciativa propia, pero no como teniente, y su comisión terminaba en el momento en que cumplía con el encargo que se le había mandado.

Ante la disyuntiva de definir qué es el teniente en el entramado de la administración colonial imperial, en los nombramientos al igual que en los libros de la media anata el tenientazgo es un oficio honorifico, incluso en algunos títulos se hace referencia a la toma de posesión del oficio. En el nombramiento de teniente de Ayotzingo, de la alcaldía mayor de Chalco, se decía que se otorgaba “en conformidad de este mandamiento y nombramiento el oficio de teniente en el dicho pueblo y su jurisdicción alzando vara de la real ju s t ic ia . usando 96 97

96 Recopilación de leyes de Indias, Ley 27, Título I, Libro 6.97 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, "Fianzas por el ramo de tributos", 1610 -1614, Vol. 1414, F. 326.

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de ella en todos los casos y cosas anexas y concerniente a dicho oficio”.98 Por tanto la connotación de oficio, según como se usaba en las designaciones de tenientes, está más vinculada a la definición de oficio de las Siete Partidas ya que en ellas se expresa que “es un servicio señalado en que ome es puesto para servir al rey o al común de alguna ciudad o v i l l a . ”,99 lo que se corresponde con la forma en que se asignaba a los tenientes particulares, los cuales eran puestos en un tenientazgo para cumplir las funciones de justicia y gobierno que se les delegaban.

Si bien el sistema de tenientazgos forma parte del antiguo modelo jurisdiccionalista de los Habsburgo, en la transición hacia el gobierno administrativo de la casa Borbón siguió siendo un elemento fundamental para asegurar el buen gobierno de las provincias. Existen varias interrogantes cuando se pretende realizar un análisis más profundo acerca del tipo de nombramiento, el discernimiento entre las funciones y las facultades que se les otorgaba, dilucidar sobre ese tipo de planteamientos nos enfrenta a varias limitantes ya que la designación de tenientes es un tema resbaladizo que al tratarse de los auxiliares de los autoridades provinciales, sobre los que el gobierno central novohispano (refiriéndonos al virrey y la Audiencia) no logró tener un efectivo control sobre la provisión de estos auxiliares, a pesar de las reiteradas disposiciones y ordenanzas que se expidieron para que hubiera mayor sujeción sobre los alcaldes mayores y sus tenientes.

Lo que si debemos de expresar es que los tenientazgos funcionaron a través de una doble vía, la formal y la informal, aunque nos atrevemos a afirmar que la informal fue la que más imperó dentro de este sistema debido a que muchos nombramientos se hacían de palabra, o simplemente se buscaron las vías para contar con auxiliares, cambiando sencillamente la forma de nombrarlos y en lugar de hablar de tenientes, como bien afirma Moreno Cebrián, se hacía referencia a los jueces de comisión,100 y esta manera amañada en que los alcaldes mayores designaban a sus subordinados a veces respondía a coyunturas específicas, especialmente cuando había quejas contra los corregidores y sus tenientes por abusos en el repartimientos de géneros y bebidas embriagantes, como sucedió reiteradamente en Perú y Nueva España. Desde la península se trató de frenar esta práctica, por lo que en 1605 Felipe III señalaba que

“por los muchos inconvenientes que resultan de que los corregidores de naturales pongan tenientes, aunque sea con títulos de jueces de comisión y porque en algunas partes en donde hay contratación y concurso de españoles, conviene que haya quien defienda y ampare de ellos a los indios, informado de ello al virrey da licencia para que el corregidor ponga allí un teniente particular y también está ordenado que los corregidores anden visitando sus distritos continuamente y que no asistan más de quince días en cada pueblo”.101

Pero esas prácticas no sólo fueron privativas de Perú, también en Nueva España los alcaldes mayores reiteradamente se referían a los comisarios, sin precisar las limitaciones de 98 99 100 101

98 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, Vol. 34, F. 448. Nombramiento de teniente de Ayotzingo, alcaldía mayor de Chalco, 11 de octubre de 1689.99 Las siete partidas, Ley. 8, Tit. 33, p. 7100 MORENO CEBRIAN, Alfredo, El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo XVIII. Los repartos forzosos de mercancías), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Fernández de Oviedo, 1977, p. 185.101 ICAZA DOFOUR, Francisco, Recopilación de leyes de los reynos de indias, Ley 37, Título I, Libro 6.

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dichas designaciones. Constantemente los tenientes se nos presentan como jueces de comisión como un medio para evadir el pago de la media anata. La diferencia entre un juez de comisión y el teniente de corregidor es que el juez de comisión sólo es designado para que realice una actividad en específico, una diligencia o para que atienda un tipo de asuntos. Regularmente en la documentación de archivo encontramos que los comisarios o jueces de comisión no gozaban de una jurisdicción subdelegada permanente, sino que ésta tenía una temporalidad limitada de corta duración, la cual incluso no dependía del justicia que lo nombraba sino del tiempo que le llevara la diligencia que se le había encomendado, la cual podía tener una duración de días o semanas, por tanto la vigencia del juez de comisión dependía de la naturaleza de la diligencia y del asunto que tratara. Por ejemplo, en una comisión para el examen de testigos o ratificación de las declaraciones, en cuanto daba por concluía dicha actividad y procedía a remitir el expediente al alcalde mayor para que éste tomara la determinación correspondiente, hasta ahí llegaban las facultades del comisionado. El actuar del juez comisario se restringía a una causa específica ya que no podía intervenir en otros negocios ajenos al encargado. En cambio el teniente estaba presente de forma permanente y podía actuar en el momento que se le requiriera, estaba justamente facultado por su superior el alcalde mayor o subdelegado para actuar de forma inmediata.

En otra de las esferas de acción donde los comisarios tuvieron una importancia fundamental fue en la recaudación de los tributos, por lo que al parecer éstos sólo eran nombrados para que recaudaran las tercias de tributos.102 103 El corregidor de Villa de Valles, don Antonio Ruiz de Noriega, en 1783 hacía una distinción muy importante con respecto a lo que él entendía por comisarios, pues afirmaba que durante el tiempo que había gobernado sólo había nombrado un teniente general sin confirmación del superior gobierno, no tuvo tenientes particulares, por lo que la cobranza de reales tributos la realizó con el despacho de “personeros con títulos de comisarios” “con títulos de tales sin facultad de actuar jurídicamente”}0 Aquí es donde toma importancia la distinción que realiza pues afirmaba que eran comisarios recaudadores de tributos pero que no tenían facultad de administrar justicia, es decir no estaban acreditados para actuar como jueces ordinarios.

De manera generalizada esta práctica se puede observar en las distintas provincias de Nueva España, y queda claro cuando en 1778 Joaquín Ramírez de Arellano, alcalde ordinario de primer voto de Antequera de Oaxaca, solicita al corregidor don Nicolás de la Fora que se nombraran tenientes en los pueblos de su jurisdicción. Dicha solicitud llevó a que se averiguara con el corregidor anterior, el teniente coronel Tomás de la Serrada, si en el tiempo que gobernó dicha provincia realizó tales nombramientos y si era costumbre hacerlos.

Lo interesante de los testimonios que se recogen sobre este asunto es cómo se reitera que los corregidores de Antequera nombraban “recaudadores de reales tributos”, pero que los naturales los tenían o reconocían por “tenientes particulares”, el hecho de que el pueblo tanga por tenientes particulares a los sujetos que se comisionaba para la recaudación de tributo derivaba del cúmulo de comisiones y de las funciones de justicia y gobierno que finalmente los llamados comisarios realizaban, pues su labor era constante y permanente, como se desprende del testimonio que aportó el escribano José Alonso Romero cuando afirmaba que el actual y antecesor corregidor han tenido costumbre de poner

102 AGN, Media anata, Vol. 55, F. 151.103 Idem. Las cursivas son de la autora.

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Los tenientes en el andamiaje de la administración novohispana

“particulares personas en varios partidos de su corregimiento con el título de recaudadores de reales tributos, que en el concepto de los naturales los estiman por tenientes particulares a los cuales como tales el señor corregidor da a sus tenientes, los alcaldes ordinarios de primer voto, les libran algunas comisiones ya en causas criminales, ya en las causas de tierras, y algunos otros mandamientos de comparendo, de notificaciones a los indios, a las partes interesadas o para otras pertenecientes al buen gobierno, sin que las dichas personas particulares usen ni ejerzan otra jurisdicción más de las que se les comunican, a excepción de algunas correcciones que entre los naturales se hacen precisas, por algunas causas leves tales como las de ebriedad y otras disensiones que por ellas suelen originarse, las cuales siendo graves como muertes, heridas y otros golpes peligrosos que puedan originarse”, ante tales circunstancias consideradas graves se daba aviso al corregidor o sus tenientes los alcaldes ordinarios.104

Había una fuerte ambigüedad en la forma en que funcionaba este cargo de “jueces de comisión”, pues al contrario de lo que manifiesta el escribano sus facultades iban más allá de lo concerniente a la recaudación de tributos, y por tanto atendían las causas de gobierno y justicia en los partidos que estaban a cargo de estos comisionados, su jurisdicción se ampliaba más allá de lo fiscal, y trascendía de lo temporal y se convertía en un nombramiento que tenía cierta permanencia.

Los tenientes al ser nombrados directamente por el alcalde mayor no necesariamente requerían de la aprobación del rey, muchos de los tenientes que se designaban en las distintas provincias carecieron de todo tipo de confirmación real, por lo que el estudio de estos auxiliares de los alcaldes se mueve dentro de un marco formal e informal. Informal, porque se dio de manera amplia la cultura de otorgar los nombramientos oralmente, lo cual no dejaba constancia del número concreto de tenientes que por el periodo de gobierno de un alcalde mayor se nombraban. Este tipo de circunstancias se evidencian cuando se intenta conocer si los alcaldes mayores cumplían con el pago de la media anata. En Michoacán, cuando se le pidió al corregidor Juan Antonio de Riaño que informara el número de tenientes generales, tenientes particulares, comisarios y recaudadores de tributo que había nombrado su antecesor, Policarpo Dávila, durante los siete años que había sido alcalde mayor de dicha provincia, esto con la finalidad de determinar lo que se adeudaba de la media anata. De las pesquisas que se realizaron, trascendió que la administración del alcalde mayor fue operada por un amplio número de auxiliares, que ascendía a 40, de lo que resultó que la deuda de la media anata alcanzaba quinientos pesos dos reales por 21 tenientes (trece pesos seis y medio reales) y 19 comisarios (once pesos).105

El elevado número de auxiliares en parte se explica por el constante relevo que se hacía de los tenientes o comisarios, y que Riaño claramente lo expresaba en la relación que presentó haciendo mención de cada uno de los partidos y sujetos que ocuparon esos cargos, y en los cuales se puede ver cómo se dio una sucesión de nombramientos, ya fuera por renuncia, enfermedad o bien por muerte, sin embargo en otros se observa la permanencia de ciertos personajes en el mismo espacio de manera prolongada

“En los primeros años fue recaudador en toda la Provincia don Joaquín de Arriaga: despuéstuvo en la jurisdicción de San Francisco Angamacutiro, Huaniqueo, Huango y Chucándiro aJosé de Selo; en esta ciudad y su jurisdicción a don Joaquín Ruiz; por muerte de éste continuo 104 105

104 AGN, Tributos, 1778, Vol. 49, Exp. 8, Fs. 220v- 221.105 AGN, Media anata, Vol. 55, Valladolid, 9 de febrero de 1787.

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José Aguilar; en Zacapu tuvo a don Nicolás de Adame, y en todos los demás partidos encomendó a sus tenientes y comisarios de justicia la recaudación de tributos, excepto en la de Parangaricutiro, Paracho y Uruapan que tuvo este cargo don Francisco Villavicencio”. Y además añadía que “de algunos tenientes, comisarios y recaudadores de tributos no se expresa el tiempo que lo fueron, a causa de que el señor corregidor en lo privado por cartas misivas les hacía los encargos, o nombramientos porque le urgía la necesidad, y con esto no hay luz en el oficio del tiempo fijo que sirvieron”.106

En todo caso se estaba frente a encargados de justicia, si se toma la postura tal y como la concibe Borah, ya que para este autor la diferencia fundamental y “legal entre un teniente y un encargado de justicia era que el primero tenía nombramiento aprobado por el virrey o en alguna forma por el gobierno superior, mientras que el segundo funcionaba sin tal aprobación”.107 Precisamente los comisarios, desde la postura de los alcaldes mayores, funcionaron dentro de un marco de informalidad pues no se les expedía un documento que los avalara como tal, éstos sólo se nombraban para la recaudación de tributos, por lo que carecían de título formal. Esta forma de operar de los alcaldes mayores contravenía totalmente las leyes, ya que por la importancia del ramo de tributos estaban obligados junto con los tenientes a dar fianzas.

El alcalde mayor de Maravatío, Manuel Gutiérrez de la Huerta, afirmaba que había nombrado por teniente general de toda la jurisdicción a Joseph Antonio Solís con título formal, por lo que contaba con la confirmación del superior gobierno, de tenientes particulares sólo nombró a Pedro Navarro Cabadas para Zamora, y por su muerte ejerció el cargo José del Rivero, “que aunque nombró a Don Josef Joaquín de Velasco, en Maravatío, a Don Pedro Zirieñio, en Taximaroa, a Don Eugenio de Orta en Irimbo, a Don Bernardo de Arias, en Tuzantla, a Don Antonio Paz en San Mateo, a Don Miguel Antonio Piñeiro en Tuxpan, “estos no fueron tenientes, aunque actuaban en algunas causas, sino sólo recaudadores de tributos, sin título alguno.”108 Sin embargo no todos los alcaldes mayores tuvieron la honestidad de declarar el número exacto de “comisarios” que nombraban en sus jurisdicciones, por lo que los omitían en su totalidad. Lo cierto es que a pasar de la negativa de los alcaldes mayores, tales “recaudadores de tributos” ejercían las funciones propias del oficio de teniente. Debido a la naturaleza de los documentos que se han utilizado es evidente y por demás clara la tendencia de los corregidores y alcaldes mayores, pues con la finalidad de evadir el pago de la media anata tienden a negar el verdadero papel que desempeñaban sus auxiliares, y los presentaban como simples comisarios con toda la carga que conlleva.

La ambigüedad en la provisión de los tenientazgos propicia que la definición de los auxiliares de los jueces ordinarios se complique porque se tiene que jugar un tanto con la formalidad e informalidad del nombramiento de los jueces, sobre todo cuando en los propios nombramientos los alcaldes mayores utilizaban un doble vocabulario, como lo muestra el nombramiento que hizo en 1730 don Fermín de Garagorri, alcalde mayor de Michoacán, en Pedro de Elorza y Aguirre, quien ya fungía como teniente del partido de Uruapan, por lo que a falta de un encargado de justicia lo nombró como su teniente interino para el tenientazgo de Nahuatzen y lo hizo en los siguientes términos “comisario y teniente interino” del referido partido de Nahuatzen y pueblos a él sujetos para que pueda conocer de todas las causas y 106 107 108

106 Ibid.107 BORAH, "Auxiliares del gobernador", p. 58108 AGN, Media Anata, Vol. 3, Exp. 19, Fs. 198. Media anata del alcalde mayor de maravatío.

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negocios según en la misma forma que conoce y despacha por el nombramiento de teniente de Uruapan, y manda se le guarden las honras y preeminencias que le tocan”.109 Por la carga de obligaciones que le estaba confiriendo no se trataba de un simple comisario, o por lo menos no encajaba su nombramiento en lo que se entendía por juez de comisión, sino más bien estaría actuando en calidad de teniente.

Quiénes eran o no tenientes es un problema difícil de resolver porque se trata de un asunto que va más allá de la simple nomenclatura, ya que así como Policarpo Dávila no especificó el tiempo de los tenientazgos, ni quienes ocupaban dichos cargos, los embrollos de esta circunstancia tenía más que ver con una práctica que seguramente muchos alcaldes mayores siguieron para evitar el pago de la media anata, como una forma de evasión o bien para que quienes ocupaban estos empleos los aceptaran y no hicieran desembolsos por un oficio que quizá les daría más trabajo que beneficios. El hecho de que muchos de los auxiliares de los alcaldes mayores funcionaran como comisarios contribuía a que evitaran el pago de la media anata, pues con ello argumentaban que sólo se trataba de una comisión y no del uso de un empleo permanente.

En las últimas décadas del siglo XVIII se observó una mayor actividad por parte del tribunal de la media anata por recuperar los pagos adeudados por parte de todos los que ejercían oficios sin hacer la contribución correspondiente; la acción de este tribunal nos permite observar por un lado la postura de una institución fiscal, pero por otro lado nos devela la forma en que operaban los auxiliares de los alcaldes mayores. En 1779, a la muerte de Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca, se siguió un juicio por el juez de media anata para que de sus bienes se pagara el adeudo de la media anata por los 38 tenientes que había nombrado, ya que sólo había realizado la declaración de uno, durante el tiempo que fue alcalde mayor de Valladolid. No obstante la viuda, doña María Manuela de Ledesma, y su defensor, José María de Estrada, argumentaron que los nombramientos que Vélez de las Cuevas había realizado no habían sido de tenientes sino de “cabos comisarios”, los cuales eran necesarios para el buen gobierno de la provincia.110 111 La viuda afirmaba que:

“Los pueblos de los distritos distan por lo regular de sus cabeceras notablemente de tal forma, que si en ellos no hay quien contenga los excesos crecen con demasía, se cometen inconmensurables ofensas a Dios y al público, y se vive con la mayor libertad; para contener cuantos abusos se experimentan y mantener a los vecindarios en paz, quietud y subordinación es indispensable que los alcaldes mayores nombren sujetos a quienes reconozcan y respeten, y como por las leyes están prohibidos de poner tenientes en los lugares donde no los haya habido, y donde no sean precisamente necesarios, se han valido y valen siempre del arbitrio de encomendar a algún vecino el cuidado de aquel lugar, [en] otras ocasiones para que los gobernadores a su debido tiempo, hagan la recaudación de tributos y no malgasten los caudales producidos de ellos, nombran, quien cele y vele sobre ello, con el título de cabos comisarios,y a los que de una, y otra suerte ejercitan semejantes encargos, sólo se reconocen con el nombre de tenientes, y de aquíproviene, que sin serlo en la realidad se explican los vecinos con un tratamiento, que jamás han go%ado”ní

109 AHMP, Fondo Colonial siglo XVIII, Caja 28, Exp. 1, Fs. 4. Nombramiento de teniente interino de Nahuatzen, 1730.110 AGI, México, 1645, F. 46. Media anata de los treinta y siete tenientes que nombró Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca, 1782.111 Ibid. F. 12-13. Las cursivas son de la autora.

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Los argumentos de la viuda nos remiten a lo ya planteado anteriormente por el escribano del ayuntamiento de Antequera cuando expresaba que no se nombran tenientes sino que eran simples comisarios, pero que los vecinos y moradores de los partidos eran quienes les otorgaban el mote de tenientes cuando en realidad no lo eran. El único teniente que según la viuda de Vélez se había nombrado fue José Pallazar, y por tanto los que nombró Vélez en los pueblos de su jurisdicción sólo fueron “comisarios recaudadores de tributos”. La postura del fiscal y del tesorero de la real Audiencia es que los sujetos nombrados por Vélez no sólo fueron “cabos comisarios” recaudadores de tributos, como se pretendía hacer creer, sino que administraron justicia en los lugares donde desempeñaron sus cargos.

Las autoridades señalan que se trataba de una omisión por parte del alcalde mayor ya que del juicio de residencia se desprendió que los nombrados sí ejercieron el cargo de tenientes, pues afirmaban que era poco creíble que en ciudades como Pátzcuaro se nombrara un simple recaudador de tributos, pues además de Pallazar también habían sido tenientes generales don Millán de Monasterio, el Sargento mayor y regidor Don Gerónimo de Zuluaga, el Ayudante mayor don Juan Tomas de Urrutia, y el teniente coronel de milicias don Pedro Salcedo.112 Para el fiscal de real hacienda, como para el tesorero, todo aquel sujeto que fuera designado por los alcaldes mayores y que extendiera sus funciones más allá de lo fiscal, en el momento en que administraba justicia hacía uso de la jurisdicción civil y criminal y por tanto ejercía las funciones de teniente, por lo que se debía de pagar el derecho de la media anata.

Los argumentos de la defensa de Vélez fueron utilizados por las autoridades para refutar sus pretensiones y confirmar que la forma de operar de los “cabos comisarios” no respondía a dicho carácter sino al de los tenientes

“los pueblos de los distritos distan por lo regular de sus cabeceras notablemente de tal forma, que si en ellos no hay quien contenga los excesos crecen con demasía, se cometen innumerables ofensas a Dios, y al público, y se vive en la mayor libertad. Luego para impedir estos desordenes los nombró [a los comisarios] para contener, y escarmentar a los culpados, según la calidad del delito, y de la pena que les correspondiese, que no es otra cosa que ejercer jurisdicción, y lo más que de esto puede inferir, o deducir es, que juntamente recaudan los tributos, que es tanto más fácil, cuanto más respeto se concilian con la investidura de jueces, y que hacen lo mismo que debía hacer, y a que está obligado el alcalde mayor”.113

Uno de los aspectos que es importante destacar no solamente es la versión de los corregidores de la villa de Antequera o del abogado y viuda de Vélez sobre que los naturales eran los que le otorgaban el título de teniente a los comisarios, porque en todo caso es necesario prestar atención a la documentación que se generó en los tenientazgos a través de las diligencias y cabezas de proceso que los tenientes realizaron para darnos cuenta del título que se otorgaban ellos mismos, e incluso podemos encontrar cuál era el trato o la forma en que el alcalde mayor se dirigía a sus auxiliares.

En 1776 Luis Vélez de las Cuevas mandó publicar un decreto sobre fábrica y expendio de bebidas prohibidas, “y para que lo prevenido en el bando inserto se observe, cumpla, ejecute, precisa y puntualmente por el presente mando a mis lugares tenientes mencionados que luego que lo reciban sin demora alguna saquen testimonio íntegro literal para su pronta publicación... lo que cumplirán todos y cada uno en su respectiva jurisdicción con la mayor 112 113

112 AGI, México, 1645, F. 17v. Media anata del corregidor de Valladolid, 1779.113 Ibid. F 22.

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aplicación y c e l o . ”.114 Por lo menos las siete respuestas que se dieron de obedecimiento, cinco respondieron como lugartenientes y dos como tenientes, por tanto había correspondencia en la forma que en que el alcalde nombraba a sus subordinados y en la nominación que ellos mismo se otorgaban.115 Sin embargo también es importante anotar que los alcaldes mayores en la documentación indistintamente usaban el término de teniente o lugarteniente para referirse a sus auxiliares.

Los términos “lugarteniente” y “teniente” frecuentemente fueron usados por las autoridades de forma indistinta para referirse a sus auxiliares, los cuales ejercían las mismas funciones de los alcaldes mayores en un espacio determinado. José María Marín García llama la atención sobre la forma en que se utiliza el vocablo “lugartenencia” y afirma que este concepto se utilizaba “para referirse a los oficiales ordinarios y a los delegados para hacer a la “delegación” o “sustitución”, ya que esta “algunas veces se nos aparece denominando una forma de sustitución de la función desempeñada por el oficial principal que en todo se asemeja, mientras que señala que hay otro tipo de uso y que éste es cuando la lugartenencia se refiere a un tipo de “delegación especial”, donde el delegado aparece como algo distinto al propio titular del oficio.116

Aquí es conveniente aclarar que la tenencia y la lugartenencia toma su propio significado a partir del orden jerárquico administrativo desde donde se ejerce un oficio, puesto que finalmente el poder real que se delega en los ministros emana de una misma fuente, por tanto la delegación del poder regio sólo es privativo del rey. La delegación tiene significados distintos en función de la esfera de poder donde se ejerza, ya que el virrey se detenta como lugarteniente del rey, el cual ejerce el cargo como titular, pero al mismo tiempo es un delegado regio, representa el poder del rey, incluso cuando se trata de la persona del virrey comúnmente se dice que es el alter ego del rey.

Esa misma forma de operar se presenta con los alcaldes mayores, ya que éstos al recibir el nombramiento del rey se constituyen en los jueces ordinarios en primera instancia, en el supuesto de que se les otorgó ciertas facultades para gobernar y administrar justicia en nombre del rey. Sin embargo estos depositarios del poder real gozaban de la prerrogativa de delegar parte de su jurisdicción en una tercera persona. Desde la perspectiva del derecho canónico delegar es “poner a otro en lugar de alguno, o encomendar a otro sus veces”. En el derecho canónico se dice que si es puesto por el juez ordinario este delegado puede recibir distintas acepciones y se le puede llamar comisario, juez extraordinario y juez dado.117 Por tanto, el teniente de alcalde mayor como parte de la estructura administrativa del gobierno aparece actuando en las instituciones como juez delegado ya que ejerce la jurisdicción ordinaria por derecho ajeno y no propio, por tanto la jurisdicción ordinaria la ejerce en nombre de otro.118

114 AHMM, Gobierno, 1766, Caja 10, Exp. 39.115 AHMM, Gobierno, 1766, Valladolid, Caja 10, Exp. 43.116 MARÍN GARCÍA, José María, El oficio público en Castilla durante la Baja Edad Media, p. 59.117 MURILLO VELARDE, Pedro, Curso de derecho canónico hispano e indiano, Vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, Facultad de Derecho de la UNAM, 2004, p. 382.118 Ibid, p. 383.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Conclusión

De los cuatro tipos de teniente que hemos abordado en este capítulo, el teniente de rey fue el cargo más formal por la relevancia del mismo al ser un cargo en el que recaía la defensa del territorio, inicialmente el gobernador podía designar a su teniente, sin embargo conforme se fue militarizando ya no sólo fue suficiente con la aprobación del virrey, sino que requería la aprobación del rey. Ese carácter de formalidad de los tenientes de rey contribuyó a que sus atribuciones fueran más claras ya que no respondía sólo a los intereses particulares. La formalidad con la que se designa a los tenientes de rey contrastaba fuertemente con los nombramientos de los tenientes generales, con estos podríamos decir que había un poco más de cuidado en solicitar la confirmación de sus nombramientos, especialmente de los que desempeñaban sus funciones en ciudades y villas, pero los tenientes particulares eran los que menos cumplían con las confirmaciones de sus nombramientos.Los tenientes generales y particulares como auxiliares de los alcaldes mayores ejercieron sus oficios a través de una jurisdicción subdelegada que les permitió actuar de forma amplia en los asuntos de gobierno, justicia y hacienda. Aunque no contaban con formación jurídica, porque no eran jueces letrados, estaban facultados para hacer las diligencias preparatorias para los casos que correspondían a la administraban justicia en los tenientazgos que estaban a su cargo, y por tanto ejercieron las funciones privativas de los jueces de primera instancia, por lo que su presencia no siempre fue eventual, sino que los tenientes ejercieron sus cargos por periodos prolongados.

Es interesante observar cómo los tenientazgos nos ofrecen una diversidad de posibilidad cuando se pretende determinar qué fueron los auxiliares de los alcaldes mayores: tenientes, jueces, delegados, comisarios o encargados de justicia. Las fuentes que se utilizaron en esta ocasión nos presentan posturas distintas, puesto que se enmarcan dentro de una discusión que confronta intereses entre los alcaldes mayores y los jueces de media anata, lo cual nos posibilitó tener presente la forma en que ambas autoridades entendían el desempeño de los tenientes.

Desde la perspectiva de los jueces del tribunal de media anata los auxiliares nombrados por los alcaldes mayores no sólo fueron comisarios recaudadores de tributo, ya que sus funciones trastocaban otras esferas de la administración y gobierno, pero especialmente se afirmaba que ejercían la jurisdicción ordinaria, es decir administraban justicia en sus tenientazgos y actuaban como jueces en primera instancia; su forma de actuar no se correspondía con la de los comisarios que eran designados para realizar alguna diligencia en específico, por lo que el ejercicio de su cargo era eventual, mientras que los tenientes tenían un nombramiento de mayor permanencia.

La diferencia fundamental que había entre los alcaldes mayores y los jueces de media anata era que para los primeros sólo aquel individuo que contara con un nombramiento formal era considerado como teniente, por lo que desde su punto de vista sólo los tenientes generales eran considerados como tales porque eran los que contaban con la provisión virreinal, mientras que el resto de los auxiliares que se nombraban sólo eran comisarios porque carecían de toda nombramiento. En cambio, para los jueces de la media anata el nombramiento no era el factor que definía si los auxiliares de los alcaldes eran tenientes, más bien el factor determinante se encontraba en el tipo de función que desempeñaban, y específicamente en el uso de la jurisdicción ordinaria.

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Capítulo II

El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Introducción

La segunda mitad del siglo XVIII fue testigo del cúmulo de proyectos y propuestas que se generaron desde diferentes ámbitos de la administración que tenía como fin primordial reorientar la administración de los reinos americanos, lo que suponía importantes cambios en el funcionamiento de las instituciones provinciales. Uno de los aspectos que es importante destacar, es que las reformas que se fueron implantando desde las primeras décadas del siglo XVIII tenían como finalidad atacar la inoperancia de las instituciones heredadas de los Austrias. Las alcaldías mayores, como una de las instituciones de mayor arraigo en la administración provincial, no estuvieron al margen de las reformas que se promovieron en distintos momentos, en los cuales por diversas razones se planteó cambiar la forma en que los ministros del rey administraban justicia. Una de las primeras medidas que se tomaron fue vigilar que los alcaldes mayores permanecieran en sus jurisdicciones, que no se nombraran alcaldes mayores interinos, y de igual forma que no retrasaran el tiempo de la toma de posesión de la alcaldía mayor a la cual habían sido designados, pues se denunciaba que los alcaldes mayores acostumbraban retener la toma de posesión para sacar mayores beneficios de sus jurisdicciones.

Desde la visita de Francisco de Garzarón se había denunciado la forma en que los alcaldes mayores y sus tenientes administraban justicia y los abusos que se cometían en contra de la población, los excesos y el repartimiento.1 Los informes secretos que en 1747 remitieron al rey y a sus ministros más allegados Jorge Juan y Antonio Ulloa en la visita que hicieron a los reinos americanos, donde de forma detallada relataron la forma en que los corregidores del Perú llevaban a cabo el repartimiento de mercancía y las estrategias que usaban para coaccionar a la población cuando ésta se negaba a participar de su monopolio comercial.2

Los malos manejos y los abusos en contra de la población a lo largo del siglo XVIII fue consolidando en el imaginario de los altos ministros del rey que las provincias de los reinos americanos estaban siendo administradas por “gobiernos tiránicos con el que oprimen los corregidores a los indios”,3 de esta forma Jorge Juan y Antonio Ulloa calificaron la acción de los corregidores. En ese tenor no resulta extraño que en el proyecto de gobierno de 1768, propuesto por el virrey Carlos Francisco de Croix marqués de Croix y el visitador José de Gálvez, propusieran la introducción del sistema de intendencias en Nueva España con la finalidad de extinguir las alcaldías mayores, y por ende los tenientazgos, los cuales desde su perspectiva formaban parte del mismo mal que aquejaba a los vasallos del rey.4

1 SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La Audiencia de México en el reinado de Carlos III, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, p. 13-15.2 JUAN, Jorge y ULLOA, Antonio, Noticias secretas de América, siglo XVIII, Tomo 1, Madrid, Editorial América, 1918.3 Ibid. p. 252.4 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas Borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995, p. 111-134.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

José de Gálvez afirmaba que había una plaga de más de 150 hombres que aniquilaban a los pueblos y los calificaba de tiranos.5 Poco antes de que la aplicación de la real ordenanza de intendentes cristalizara en la Nueva España, el Fiscal de la Real Audiencia de México, Ramón de Posada, tuvo una importancia fundamental ya que desde 1782 denunció la forma en que operaban los alcaldes mayores y sus tenientes, las contravenciones en las que incurrían, y trató de evitar que los alcaldes mayores vendieran las varas de tenientes por ser acciones que trasgredían a las leyes de Indias.6

Es importante señalar que de cierta manera el estado caótico que se pretendía mostrar de la administración de los reinos americanos tenía la finalidad de justificar en gran medida el conjunto de reformas que se comenzaron a implementar con mayor rigor a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, las cuales comprendían un amplio proyecto de gobierno con objetivos muy claros que era recuperar el poder real, que paulatinamente se había difuminado entre las corporaciones e instituciones, y ejercer mayor control político y económico con una nueva burocracia que respondiera a los intereses de la metrópoli.

2.1 Estado de las alcaldías mayores y sus tenientazgos

Los reinos americanos para su administración requirieron de toda una serie de instituciones económicas y políticas bajo las cuales llevar el control de la población y los recursos de las mismas. En décadas pasadas se pensaba la división del territorio en función de los virreinatos, no obstante en tiempo recientes la historiografía ha replanteado esta postura y ha propuesto que la base territorial está en las Audiencias, esos grandes entes en torno a los cuales se organizó el resto de las instituciones, jurisdicciones y corporaciones que le dieron forma a los distintos reinos. Edmundo O'Gorman desde 1937 basaba la división territorial en las Audiencias, las cuales como afirmaba se encontraban divididas en corregimientos y alcaldías mayores, la Audiencia de México y la Audiencia de Nueva Galicia, que fue creada en 1548. De manera particular nos interesa elaborar un esbozo sobre las alcaldías mayores y su división en tenientazgos comprendidos en la Audiencia de México. Pues como bien anuncia Edmundo O'Gorman la división territorial resultaba un tanto ambigua, pues si bien la recopilación de leyes de Indas hacía referencia a la división del territorio en provincias mayores y menores, el propio término “provincia” tenía un uso indistinto.7 Pero sobre todo, esta complejidad también respondió a los constantes cambios a los que se vieron sometidas las jurisdicciones, especialmente al sistema de agregaciones de unas alcaldías a otras, lo que constantemente reconfiguraba el mapa político administrativo de los reinos.8 Sin embargo, la base de la configuración política administrativa del territorio descansa en las Audiencias.9

5 BRADING, David, Orbe Indiano, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 512.6 RODRÍGU EZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España (Don Ramón de Posada y Soto, 1781-1793), Oviedo, Secretaría de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1985.7 O'GORMAN, Edmundo, Historia de las divisiones territoriales en México, México, Editorial Porrúa, S. A. "Sepan cuantos..." 1985, p 4.8 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial en la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1985, p. 34.99 DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, "Las reales audiencias indianas como base de la organización político-territorial de la América hispana", en Celina G. Becerra Jiménez, Rafael Diego-Fernández Sotelo,

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Las Audiencias de Santo Domingo, de los Confines o Guatemala, Guadalajara, Manila y México, estaban subdivididas en gobiernos políticos, capitanías generales, corregimientos y alcaldías mayores.10 La jurisdicción de la Audiencia de México estaba conformada por una diversidad de alcaldías mayores y corregimientos que tenían extensiones diversas, variaban en cuanto al número de pueblos y una importante diversidad de población. Entre las décadas de los 1670 y 1680 hubo reformas en el ajuste de las alcaldías mayores en las cuales Tlaxcala, Acapulco, Puebla y Veracruz alcanzaron la distinción de gobiernos.11 En 1688 el virrey conde de Monclova afirmaba que en la Nueva España había 130 alcaldías mayores, de las cuales 12 eran de primera clase, 28 de segunda, 40 de tercera y 60 de ínfima categoría.12 Como se podrá observar había una realidad contrastante en cuanto a la valoración que se hacía de las alcaldías mayores y corregimientos,13 a pesar de las reformas que se dieron desde finales de la segunda mitad del siglo XVII de ampliar las jurisdicciones con el sistema de agregaciones de unas alcaldías a otras con la finalidad de disminuir el gasto en salarios. Los informes que se generaron en 1767 fueron elaborados por Pedro Núñez de Villavicencio y el licenciado Joseph Raphael Rodríguez Gallardo, este último fue sustituido por don Fernando Joseph Mangino14 el 11 de septiembre de 1769, los cuales fueron comisionados para que dieran cumplimiento a la real Cédula de 1 de marzo de 1767 en la que se pedía se informara sobre el estado y gradación de corregimientos y alcaldías mayores de Nueva España. Los alcaldes mayores en turno fueron los responsables de remitir la información, la cual iría acompañada de un mapa o diseño topográfico donde se representara la extensión de las alcaldías y los pueblos que la constituían, de tal suerte que los comisionados pudieran hacer una mejor valoración sobre la gradación que tendría cada una de las jurisdicciones.15

La gradación de las alcaldías respondió a la necesidad de conocer el estado que guardaba cada una de las jurisdicciones y que les permitiera hacer una mejor distribución de las alcaldías mayores en las distintas intendencias. De tal manera que los objetivos que se pretendían eran mejorar la administración de justicia, la cobranza de los tributos y la recaudación de las demás

Convergencias y divergencias México y Andalucía: siglos XVI y XIX, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Michoacán, 2007, p. 41.10 RUBIO MAÑE, José Ignacio, El virreinato I. Orígenes y jurisdicciones, y dinámica social de los virreyes, México 2- ed., Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2005, p. 40.11 GERHARD, Peter, Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Autónoma de México, 1986, p 17.12 En la información que proporcionaron los virreyes en distintos momentos es un indicativo de cómo había un tanto de ambivalencia en el conocimiento del territorio novohispano, en las instrucciones del virrey Don Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo al marqués de las Amarillas, cuando da cuenta del número de alcaldías mayores indicaba que ese gobierno estaba constituido de 148 alcaldías mayores, de las cuales 7 estaban en el estado y marquesado del Valle, cuatro eran de provisión del duque de Atlixco, y cinco subordinadas al territorio de la audiencia de Guadalajara. Por lo cual sólo 138 podían ser de provisión real o virreinal. Incluso en los informes de 1767, a pesar de que se señala que el reino está constituido de 150 partidos, evidentemente se omitió la información de algunas alcaldías mayores como Tancítaro, Sinagua y La Huacana, por mencionar solo algunas. TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, México, Miguel Ángel Porrúa, 1991, p. 805. AGI, México, 1506, Cuadernillo 167. Instrucción general del conde de Revillagigedo, F. 15.13 SANZ TAPIA, Ángel, Corrupción y necesidad, la venta de cargos de gobiernos americanos bajo Carlos II (1674-1700), Madrid, España, 2009, p 125.14 Contador general de tributos.15 AGI, Indiferente General, 1714, F. 37v. Informes del estado y gradación de las alcaldías mayores, 1767.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

rentas reales por medio de los alcaldes ordinarios y los comisarios de los intendentes.16 Los comisionados afirmaban que para la graduación de los corregimientos y alcaldías mayores exclusivamente se tomó en consideración

“la potencia y actitud de ejercitar con medios proporcionados la industria y negociación, no la actualidad ni un afecto infalible y por esta razón no nos hemos detenido en narración de frutos naturales de todas las alcaldías... todo el beneficio y real cédula en que se funda este reglamento está respirando [en] el beneficio y atenciones de los vasallos en la más cómoda administración de justicia que es lo que hemos procurado observar”. 17

Se indicaba que el reino de la Nueva España estaba constituido por 150 partidos los cuáles se habían dividido en tres clases: 25 alcaldías mayores fueron clasificadas de primera categoría, de las cuales Villa Alta, Nexapa, Xicayan, Chichicapa con Zimatlan y Miahuatlan estaban consideradas como las de mayor utilidad; en segunda categoría había 44 con más 9 agregados, y dentro de este mismo grupo se deberían contabilizar las 7 jurisdicciones que eran provisión del marqués del Valle: Cuernavaca, Toluca, Cuatro Villas, Charo, Tuxtla, Cotaxtla y Jalapa de Tehuantepec.

En las de tercera clase quedaron 27 alcaldías mayores, si bien el informe indica que las alcaldías fueron clasificadas en tres grupos, hubo otras que fueron consideradas de ínfima clase, entendemos que éstas quedaron dentro del tercer grupo, en esta investigación las hemos identificado como una cuarta categoría ya que justo son aquellas alcaldías y corregimientos que generaban ingresos bajos y que por los cortos emolumentos que podían proporcionar se convirtieron en poco atractivas y las que fueron consideradas de ínfima clase fueron solamente 27.18 De las alcaldías y corregimientos del marqués del Valle y ducado de Atlixco no se hizo ninguna propuesta sobre ellas, de agregación o separación, ya que éstas eran provisión del marquesado y ducado por lo que quedaron intactas, al igual que las cinco alcaldías mayores de la Audiencia de Guadalajara: Sayula, Villa del Nombre de Dios, Autlán y Puerto de Navidad y Tuspa y Zapotlán. Las alcaldías del ducado de Atlixco fueron Atlixco, Tula, Tepeaca, Iztepexi y Guachinango.19

Las alcaldías mayores y corregimientos del marquesado del Valle o ducado de Atlixco aunque eran jurisdicciones especiales donde la principal diferencia era que el nombramiento del alcalde mayor no era otorgado por el rey; sino directamente por el marqués o el duque, sin embargo estos alcaldes y corregidores ejercían las mimas funciones de gobierno, hacienda, justicia y guerra, que los jueces nombrados por el rey, y al igual que sus pares delegaban sus atribuciones en los tenientes. Bernardo García Martínez afirma al respecto que “Fernando VI expidió una real cédula el 4 de junio de 1751 mandando expresamente que en el marquesado del Valle no se admitiesen alguaciles ni tenientes para proveer los cargos de alcaldes mayores o corregidores”. Según los datos que ofrece Bernardo Martínez los pueblos del marquesado donde había tenientes eran: Yautepec, Jojutla, Jonacatepec (jurisdicción de Cuernavaca), 16 17 18 19

16 Ibid. F. 70.17 Ibid. F. 70.18 Ibid. Fs. 1-5.19 AGI, México, 1742, Fs. 29.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Tacubaya, Cuajimalpa, San Agustín de las Cuevas- Tlalpan- (jurisdicción de Coyoacán) y la Rinconada (jurisdicción de Tuxtla).20

Evidentemente el nuevo reglamento que se elaboró con la gradación de las alcaldías mayores estuvo pensado en función de las utilidades que podía proporcionar a los alcaldes mayores, e incluso se trató de hacer más atractivas las jurisdicciones. Pues en el proyecto se planteó la reforma de varias alcaldías mayores que consistió en la separación y agregación de pueblos de una alcaldía a otra con la finalidad por un lado de incrementar el número de tributarios y por otro de que estas jurisdicciones tuvieran una extensión menos amplia, de tal suerte que los pueblos que se encontraban a grandes distancias de su cabecera fueron propuestos para que se agregaran a la jurisdicción más inmediata. Otro aspecto importante que se trató fue el regular que la jurisdicción de los alcaldes mayores no estuviera atravesada por otra, como sucedía con la alcaldía mayor de Maravatío y su agregado de Zamora, Tlalpujahua y su extensión Irimbo, la alcaldía de San Sebastián de León y su agregado de Zacatula, ya que eran agregados que se encontraban a sesenta o más leguas de distancia, lo que implicaba que se administraran por medio de tenientes,21 que como afirmaban Villavicencio y Mangino ejercían sus empleos de forma independiente y los alcaldes mayores apenas si tenían noticia de lo que pasaba en esos territorios, si no es que ignoraban completamente todo lo que sucedía en esos otros espacios completamente distantes y ajenos.

En los informes de 1767 esas agregaciones inexplicables no tenían sentido, y se diseñó un proyecto en que se trató de incrementar el número de tributarios por jurisdicción con la finalidad de que fueran más atractivas en las utilidades que podían proporcionar a los que ejercieran dichos empleos. Pues había una realidad que no podía negarse y era que los que ejercían los empleos de alcaldes mayores buscaban obtener las mayores utilidades de su oficio, y justamente una de las observaciones de los comisionados Villavicencio y Mangino fue que ninguna alcaldía mayor puede dar utilidades constantes y absolutas, y ponían de ejemplo a una de las alcaldías mejor cotizadas y consideradas de primera categoría superior, Villa Alta, y afirmaban que si el alcalde mayor

“la sirviera sin comerciar en las mantas y granas apenas podrá adquirir un vulgar sustento si se ciñe a solo los emolumentos lícitos: los derechos de visita y elecciones, las penas pecuniarias a los indios y las pensiones a los tenientazgos, lo demás que en término justo puede rendir la judicatura es notoriamente de poco monto”.22

Las utilidades que proporcionaban las alcaldías eran un elemento fundamental ya que de ello dependía la felicidad de los vasallos, pues entre mayores ingresos lícitos obtuvieran los alcaldes mayores de mejor forma administrarían justicia pues de lo contrario cometerían las mayores injusticias, vejaciones y exigirían contribuciones y multas injustas a los vecinos. Como ejemplo de esta última circunstancia se podría poner a la alcaldía de Cadereyta, de la cual se decía que era una de las más infelices pues no proporcionaba emolumentos lícitos ni 20 21 22

20 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, El Marqués del Valle tres siglos de régimen señorial en Nueva España, México, El Colegio de México, 1969, pp. 128-129.21 AGI, México, 634, Alcaldes mayores.22 AGI, Indiferente General, 1714, F. 66v.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

un comercio regular de utilidad, motivo por el cual se planteó que se agregara al corregimiento de Querétaro.23

La base documental en la cual nos apoyamos para tratar de explicar y profundizar un poco en los posibles factores que contribuyeron en la conformación de los tenientazgos, provienen en primer lugar del conjunto de informes proporcionados en 1759 por los alcaldes mayores y párrocos de las diferentes provincias de Nueva España a solicitud del virrey Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas (1755-1760). Todos estos informes fueron el resultado de las reales cédulas emitidas por el rey en 1758, en las cuales mandaba que los alcaldes mayores y corregidores residieran en los pueblos principales de sus jurisdicciones, y que para ausentarse solicitaran el permiso correspondiente del superior gobierno, expresamente se trataba de evitar el ausentismo de los alcaldes mayores y corregidores. De igual manera se mandaba que se nombraran tenientes sólo en los lugares que fueran necesarios, y se prevenía al virrey y a la Audiencia que no intervinieran en el nombramiento y remoción de los tenientes ya que esa era una atribución privativa de los alcaldes y corregidores.24

La información que proporcionaron alcaldes mayores y párrocos versa sobre si el alcalde mayor reside en la cabecera de la jurisdicción, si sale constantemente, si ha nombrado tenientes para la administración de justicia o lo hace personalmente; también se solicitaba el nombre de los pueblos donde se nombran tenientes, y finalmente se pedía se expresaran los motivos por los cuáles se nombraron a los tenientes. Los informes de los alcaldes mayores se encuentran en el ramo de alcaldes mayores, volúmenes 6 y 10, de los cuáles se obtuvo la información correspondiente a 99 alcaldías, en las que se da cuenta del número de auxiliares que se tenían en cada una de las jurisdicciones. El segundo cuerpo documental en que nos hemos basado está conformado por la abundante documentación que se generó en 1767 por real cédula sobre el estado que guardaban las alcaldías mayores y corregimientos, y los ingresos que éstas proporcionaban en razón de los tributos que se recaudaban anualmente.

De los informes emitidos por los alcaldes mayores, corregidores y curas se desprende que en total se nombraron 215 tenientes, de los cuales 30 ejercían como tenientes generales. Mientras que el nombramiento de tenientes comisarios recaudadores de tributo fueron 46, el número de auxiliares ascendía a 261 individuos que participaban del andamiaje de la maquinaria administrativa provincial. Ahora bien, si a estos auxiliares se le suman los 99 alcaldes mayores, nos da un total de 360. Esto sin dejar de lado ciertas reservas en el número de auxiliares que cada uno de los alcaldes manifestó; estimamos que de las 150 jurisdicciones que había en Nueva España, fácilmente los empleados de la administración provincial aproximadamente llegaba a unos 500 individuos, ya que varios alcaldes mayores no presentaron los informescorrespondientes.25

En el cuadro I se podrá tener una mejor apreciación de la división de las alcaldías mayores en tenientazgos. Las que contaban con mayor número de tenientes fueron Tepeaca, del obispado de Puebla, con 10 tenientazgos; en Michoacán, Valladolid-Pátzcuaro con 3 tenientes y 8 comisarios; Celaya con 8; Tabasco, del obispado de Yucatán, con 7; Tlaxcala, del obispado

23 AGI, Indiferente General, 1714, F. 58v-59.24 AGI, México, 1229, Fs. 1-6. Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales, Villaviciosa, 20 de septiembre de 1758.25 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6 y 10. Informes de los corregidores, alcaldes mayores y curas sobre residencia de los justicias y nombramiento de tenientes.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

de Puebla, con 7; Xalapa, Pachuca y San Juan de los Llanos, con 6 cada una; San Luis Potosí 7; Zayula, Guanajuato, Villa de León y Villa de Valles, con 5 cada una; Maravatío, con su agregado de Zamora, con 8 tenientes.26

En términos generales podemos señalar que las alcaldías mayores que cuentan con mayor número de tenientes fueron algunas de las que estaban graduadas en I y II categoría; sin embargo consideramos que los factores que dan una mejor explicación de la forma en que se nombraban a los tenientes en primer lugar fue fundamentado por la extensión territorial que separaba a los pueblos sujetos de su cabecera. Pero primordialmente, del cuadro que hemos elaborado, se desprende que aquellas alcaldías mayores que tuvieron ingresos superiores a los 10 000 pesos sólo por recaudación de tributos tendieron a nombrar más auxiliares, a excepción de Guanajuato y Pachuca, en que sus ingresos no llegaban a esa cantidad. En cambio Celaya, que era la alcaldía mayor que tenía los mayores ingresos pues sus tributos ascendían 53 147 pesos, 3 tomines y 6 granos, tenía distribuidos en su territorio 8 tenientes. En cambio Tepeaca y Valladolid eran las más fraccionadas, con 10 y 11 auxiliares respectivamente, y sus ingresos por el ramo de tributo llegaban a poco más de 20 000 pesos.

Cuadro I. Alcaldías mayores y tenientazgos en la segunda mitad del siglo XVIII

A lca ld ía m ayo r /correg im iento T enien tes C om isarios C ategoría O bispado

R epúblicas de I T ribu tos 1768 T ribu tos 1784**

Villa Alta i Oaxaca 72 11 182 tributarios 24 875,0,0

Nexapa i Oaxaca40 /250lgs de ámbito

7 506ps 2ts/4408 tributarios 7 278, 1,3

Xicayan (1 t g)* 1 4 i Oaxaca 28 5 245ps 6ts 5gs 10 757,2,11

Chichicapa y Zimatlan (1 ts )1 2 i Oaxaca 7 5 438 ps 7 373,0,0

Miahuatlan 0 i Oaxaca 9 6406ps 5 337,1,6

Goaxuapa y Tonalá(1 cabo miliciana) 1 i Puebla 33 9155ps 7ts 6gs 12 638,0, 6

Tlapa 2 i

Villa de Tlapan i Puebla 16 208, 4,11

Jilotepec y Guichapa i México 1 *19 504ps 4rs 9gs 27 070, 4,9

Villa de Oaxaca 1 i Oaxaca 15 350 ps 16 945,6, 0

Puebla 2 i Puebla 5 9 448ps 1t 9gs 10 899,4,9

Querétaro 3 i México 14895ps 4rs 21 499,1,3

Teutila/Chinantla* 1(C gral)3 i Oaxaca 13 7769 12 354,5,1

Gobernación de Tlaxcala l (t gral)7 i Puebla 1 12 916,2,3Cd de Tehuacán de las Granadas i Puebla 13 916, 7,9

Teposcolula y Justlahuaca i Oaxaca 39 13 000ps

Teposcolula y Yanguitlan i Oaxaca 11 c /RI 11 352 23 447,0,0

Tabasco 7 i Yucatán 52

Villa de Valles 5 1 i México 18 8648ps6ts9gs 14,978,6,8

26 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6 y 10. Informes de los alcaldes mayores y curas de la Audiencia de México sobre los tenientes que nombran en sus jurisdicciones.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Guanajuato 5 I Michoacán 8 684,6,0

San Miguel el Grande ( 1 t g ) 4 I Michoacán 0 pago Vasallaje 21 195,0,0Cuatro Villas de Oaxaca del Duque de Terranova I Oaxaca 2 786,2,8

Celaya 8 I Michoacán 53 147,3,6Teutitlan del Camino, Ciucatlan y Papalotipac I Oaxaca 19 6 307 ps 7 924, 1, 9

Valladolid y Pátzcuaro (1 t g) 3 (T c) 8 I Michoacán 20 266,3,6

Tepeaca (1 t g ) 10 I Puebla 20 352, 3,0Guachinango del duque de Atrixco I México 12 815,6,9

Maravatío, Zamora y Jacona (1 tg) 8 II Michoacán 3/Rep I 9 657 ps 17 344,4,0

Acatlan y Piastla (E)2 II Puebla 5 sin trib 6 035,0,6

San Luis Potosí 7 II Michoacán 17 980,7

Cholula 0 II Puebla 6 6 707ps 7ts 3gs 9 277, 1,6

Metepeque II México 8 10233ps 5ts 6 gs

Yxtlahuaca 4 II México 7 12 133ps 6ts 7gs 17 722,6,0Tenango del Valle, agreg Calimaya, Santiago Tanguiastengo 0 II México 23 11748 ps 2 ts 1 gs 13 649, 5, 6

Villa de Cordova 2 II Puebla 3811 ps 5 ts 5 933,3,6

Atitalaquia y Tetepango 5 II México 18 5219ps2gs 6347, 4,9

Coautitlan 2 II México 10 5438ps5ts3gs 6282,5,6

Ixmiquilpan 1 1 II México 8 5722ps 5ts6gs 5392,1,6

Maninalco 1 II México 9 5934 ps 6 ts 11gs 7239,4,6Octupam, San Juan de los Llanos y Huejozingo. 2 III México 14 6640ps4ts3gs

Santiago Tecali II Puebla 3 2 455 ps 2gs 4 523, 2,4

Pánuco y Tampico II México 7 1673ps 1t 4 031,3, 0

Tescuco (1 t g) 1 1 II México 14 6000 ps 15 017, 1, 9Teocuilco yTeosacualco/Yscuintepeque (1 g) 3 II Oaxaca 23 5022 ps 4 678,5,9

Tesuitlan y Atempa (1 t g) 1 II Puebla 3 321,3,0

Toluca/ Duque de Terranova 0 II México 1538,21,0

Villa de León 5 II Michoacán 5 23 139,5,0

Jiquilpan y Periban II Michoacán 6 060,3,0

Escateopan y Zagualpa II México 167 277ps7ts9gs (3722 1/2tributarios) 10 744,1,0

Zayula /Subalterna Gra 5 II Michoacán 14 005,2,0

Zacatlan de las Manzanas (T c) 3 II Puebla 7 11 134,4,9

Alcaldía de Chalco ag Tlayacapa II México 21 21 241,1,0

Huejozingo 1 1 II Puebla 5 052,2,3

Mestitlan de la Sierra 3 II México 15 11 144 ps 6ts 5gs 12 201, 4,6

Orizaba 2 II Puebla 13 6581ps 6 gs 10 142, 5,9

Pachuca 6 II México 9 1500ps 1778, 6, 6

San Juan de los Llanos 6 II Puebla 14 c/RI 12 618 ps 4ts 3gr 7 435,3,6

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Alcaldía de Xochimilco (1 t g) 1 i i México 3 7627ps 3 gs 9 276,7,0

Tulancingo i i México 10 8 878 ps 5rs 3gs 10 568,6, 9

Ixcuntepeque y Nochistlan i i Oaxaca 23 3 237,0,3

Izúcar, Aguatlan y Teopantlan ii Puebla 21 7611ps7ts3gs+710ps1t3gs 9 900,5,6

Atrixco ii

Tula 2 ii México 3778, 3,6

Alc m de Igualapa 0 ii i Oaxaca 5 267,6,0

La de Goazacoalcos, ii 20

San Luis de la Paz 3 ii Michoacán 7 490,2,8

Tlalpujahua 1 ii Michoacán 4 372,1,3

Temascaltepec y Sultepec 3 ii 11 364, 5, 1

Alc m de Tehuantepec 0 ii Oaxaca 7342 ps 7 439,0,1

Guayacocotla y Chicontepec ii México 7 71212ts9gs 6215,6,3

Tasco (1t g) 1 ii México 20

Cuahutla Amilpas 1 ii i México 18 4 270 ps1tn 3gs 5 463,1,6

Xalapa (1 t g) 6 ii Puebla 10 317,2,6Autlan y P. Navidad/Subalterna Gra (1 t g) 4 ii i 2 379,1,0

Amula / Subalterna Gra 1 ii i Michoacán 2 170,2

Colima (1 tg)1 2 ii i Michoacán 2 870,3,6

Cosamaluapam 1 ii Puebla 8 181 tributarios 1660,6,4

Ixtepeji del duque de Atrisco 0 ii i Oaxaca 3 081,6,0

Santa María Otumba 0 iii/ínfimas México 11 1666ps4ts6gs 2 500, 7,9Acapulco, Chilapa y Tistla/ Gobierno y Castellanía (1 t g)3 i/Honorífico México 20 -1000

Tuxpa (1 t g) 4Tuspa y Zapotlán/Sulbalternas Gra ii i 3 366,4,6

Tetela y Xonotla 1 ii i Puebla 2 325,2,3Tancítaro, Pinzándaro y Motines ii i Michoacán 3 638,0,1

Sinagua y la Huacana

Zimapan 1 ii i México 1 1400 2 085,6,0

Guamelula (1 t g) 1 ii i Oaxaca 1 177,2,0

Tacuba y Tlanepantla 2 ii i México 15 3951ps 1rl 5 gs 6629,5, 6

Cempoala(C campo) 1 ii i México 1326ps4ts3gs 1 765, 0,6

Chiautla de la Sal 1 ii i Puebla 5 rep sin trib 4, 152,0,3Yahualica, con su agregado de Zochicoatlán que no puede subsistir por sí solo. 8Yagualica agregado Zochicoatlan ii i México 5 784ps5ts3gs 5 160, 7,3

Tuxtlahuaca ii i

Papantla ii Puebla 3 238, 7, 0

Tlazazalca y Chilchota 2 ii i Michoacán 3 634,6,0

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Antigua Veracruz (1 t g) 3 i i i Puebla 6 1 436, 7,0

Cuitzeo de la Laguna (1 t g) 1 3 i i i Michoacán 3 100, 6,3

Huimeo y Zirándaro i i i Michoacán 3 831,0,6

Guejutla i i i México 8 1437ps 1 437, 2, 9

Tetela del Río (1 tg) 3 i i i México 7 982, 6, 4

Huejolotitlan i i i Oaxaca 2 657,2,0

iguala 1 i i i

Yzatlan (1 t g)3 i i i

San Cristóbal Ecatepec (1 t g) 1 iii/infimas México 18 2355 ps 3 345, 3, 9

San Juan Teotihuacán 0 m México 1600ps5ts 3 422, 7,6

Lerma m 3 1246ps 7ts 1 192, 6, 0

Zumpango de la Laguna 1 m México 10 2 000,0

Apam y Tepeapulco 1 m México 4 1161ps6ts6gs 1745, 2, 6

Coatepec 0 m México 1654 ps 7 ts 9 gs 1 695, 3,0

Motines del Oro

Tepexi de la Seda (1 t g)2 m Puebla 3 sin tributos 7341,6,6

Atlatlahuaca Oaxaca

Cadereyta 3 m México 2507 ps6ts6gs 4 811, 5, 3Jaso y Teremendo agregado de Michoacán m MichoacánVilla del Nombre de Dios /subalterna Gra (1t g ) 2

Mexicalzingo 0 m México 12 1621 ps 3 gs 2 842, 5,9Teotalco, Jolalpa, si se proveyere separado de Chiautla de la Sal. 8

Bolaños 2 (Tc) 1

Chihuahua 7

Zacatecas (1 t g ) 4

Sombrerete 4Villa del Nombre de Dios / subalterna Gra (1t g ) 2

Zacatula i i i Michoacán 3 693ps6ts6gsFuente: AGi, indiferente General, 1714.**Enrique Florescano e isabel Sánchez, Descripciones económicos regionales de Nueva España, México, instituto Nacional de Antropología e Historia, p 11-33.*tg =teniente general

Llama mucho la atención cómo las alcaldías que tenían una mejor gradación, como Villa Alta (en 1759 el alcalde no remitió el informe correspondiente por lo que no se sabe exactamente con cuántos tenientes contaba, sin embargo de la información generada en 1767 se desprende que tenía un teniente en Tesochoacan), y que como indicaban Villavicencio y Mangino ésta era una de las “más apetecibles por los frutos y negociación de mantas, grana y alguna vainilla”,27 Xicayan, Nexapa, Chichicapa con Zimatlan, Miahuatlan, su verdadero valor

27 AGI, Indiferente general, 1714, F. 43v. Informes del estado y gradación de las alcaldías mayores, 1767.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

no estribaba en la recaudación del ramo de tributo, pues anualmente recaudaba 24 875 pesos, sino en la actividad comercial que se podía generar y los amplios beneficios y ganancias considerables. Por esa razón autores como Brian Hamnett señalan que las alcaldías de mayor valor se ubicaban en las regiones que tenía núcleos importantes de población indígena como Oaxaca, Puebla, México y Michoacán, donde el repartimiento era un negocio redondo para los alcaldes mayores y sus aviadores.28

Contrario a lo que se podría esperar de que estas alcaldías mayores tuvieran una amplia red de auxiliares responsables de la administración de justicia de los pueblos, y a la vez los brazos de coacción de los alcaldes para la operatividad del comercio, en la práctica eran los que menos generaban información, pues de esa forma podían sacar mejor rentabilidad a su empleo y tener un manejo a discrecionalidad, especialmente si pensamos en aquellas alcaldías que estaban operadas por alcaldes mayores que habían transmutado a agentes comerciales.29 Después de este panorama general de las alcaldías mayores y sus tenientazgos, a continuación nos detendremos a analizar este mismo proceso pero ahora sólo en las alcaldías que más tarde conformaron la intendencia de Valladolid.

2.2 Los tenientazgos en la provincia de Michoacán

La definición de los espacios político administrativos se dio de manera pausada ya que fue un largo proceso íntimamente relacionado con la conquista y la evangelización, por tanto el punto de partida para entender la forma en que se dio la reconfiguración del territorio necesariamente se tiene que pensar en el proceso de ocupación del territorio, y cómo éste fue tomando un significado político y cultural distinto al que tenía antes de la llegada de los españoles. Autores como Ethelia Ruiz Medrano y Peter Gerhard consideran que uno de los momentos más importantes en cuanto a la consolidación de la estructura política del gobierno local fue el nombramiento de los primeros corregidores, por lo que entre 1531 y 1535 en el reino de la Nueva España se habían nombrado más de cien corregidores, los cuales eran nombrados por el rey y la Audiencia.30

El afianzamiento del nombramiento de los alcaldes mayores y corregidores se dio con la entrada del primer virrey, Antonio de Mendoza, cuando la facultad de nombrar a estos oficiales reales fue delegada en el virrey.31 Finalmente la maquinaria política se consolidó entre 1580 y 1590, periodo durante el cual se establecieron las instituciones que le dieron forma y sustento al sistema político impuesto por los Austrias.32 En esas fechas en términos de delimitación jurisdiccional se contaba con aproximadamente 70 alcaldías mayores y doscientos corregimientos (sufragáneos), entre las que sobresalía la de Michoacán, la cual se caracterizó por ser una de las más extensas. Al norte limitaba con Guanajuato, San Miguel,

28 HAMNETT, Brian, Política y comercio en el sur de México 1750- 1821, México, Instituto Mexicano de Comercio exterior, 1976, p. 40.29 BRADING, David, Mineros y comerciantes en el México borbónico, México, FCE, 2004, p. 76.30 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y Antonio de Mendoza, Zamora, Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, p. 69.31 REYES, Cayetano, "Las repúblicas de naturales del occidente de Michoacán", en PAREDES MARTÍNEZ, Carlos y TERÁN, Marta, Autoridad y gobierno indígena, p. 113.32 ROMAN, Yalí Alberto, "Sobre alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de interpretación", en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Colonia, No. 9, 1972, p. 11.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Xilotepec, al este con Matlalzingo, Temazcaltepec y Chiautla, al sur con Zacatula, y al oeste con Tuxpa, Colima y Avalos.33 A la amplitud territorial de la provincia se le aunó una complejidad mayor pues estaba formada por una diversidad geográfica, económica y social, por lo que se dio una importante diversificación de la sociedad en función de las actividades económicas que en ella se desarrollaron, pero de igual manera contó con un significativo número de pueblos indígenas de diferente origen étnico, lo cual le dio un importante matiz a la fisonomía política y social. incluso consideramos que la pluralidad étnica de los pueblos contribuyó en buena medida en la forma en que se fue reestructurando el sistema político administrativo.

Las encomiendas y las congregaciones que se realizaron a consecuencia de la reducción de la población indígena por el impacto de las epidemias fueron trascendentales en la vida de los michoacanos, y a la vez orilló a las autoridades a realizar el reacomodo de los pueblos para mejorar la administración y procurar el afianzamiento del gobierno espiritual y temporal, ya que para la iglesia y las autoridades civiles era más fácil controlar a la población concentrada en pueblos de fácil acceso.

Las alcaldías mayores como espacios jurisdiccionales y como instrumentos del poder político del imperio español tuvieron una importancia fundamental en la administración de los territorios indígenas, ya que en el plano provincial fueron el medio más directo por el cual se sujetó a los indígenas al nuevo sistema de gobierno, pero a la vez en términos políticos fueron el instrumento por el que se logró poner a los encomenderos en consonancia con las “políticas centralizadoras” imperiales, en las cuales se mandó que los indios encomendados fueran puestos bajo la jurisdicción de los corregidores y alcaldes mayores, quienes ejercían la jurisdicción en “lo civil y criminal”.34

Beatriz Rojas en varios trabajos ha planteado que el orden territorial en Nueva España se basó en la “jurisdicción ordinaria y grado jurisdiccional”,35 por lo que los elementos centrales que lo fundamentaba y dotaba de sentido eran el buen gobierno y la administración de justicia. A partir de esta perspectiva la justicia se convirtió en el principal factor que le dio sentido y coherencia a la territorialización, entendida ésta como un proceso de cohesión y reconocimiento de pertenencia al imperio español. Jurídicamente no hubo un ordenamiento que reconociera las jurisdicciones territoriales, o que delimitara la extensión de cada una de las unidades territoriales; incluso se podría decir que el establecimiento, tanto de las alcaldías mayores como de los tenientazgos respondió más a decisiones unipersonales y a las necesidades del momento en que se decidía cambiar, eliminar o transformar las instituciones.

En ese sentido tiene relevancia el señalamiento de Luis Alberto Arrioja quien, siguiendo los planteamientos de Edmundo O'Gorman, afirma que la “división antigua”36

33 Gerhard Peter, Geografía histórica de la Nueva España, p. 14.34 Recopilación de leyes de los reinos de Indias, Edición facsímil coeditada por el centro de estudios políticos y constitucionales y el Boletín oficial del estado, Universidad Complutense, Madrid, 1998, Ley III, Libro V, Título II.35 ROJAS, Beatriz, "Orden del gobierno y organización del territorio", p. 140.36 Esta expresión el autor la utiliza para hacer referencia al orden territorial que se estableció con los Austrias y que permaneció hasta 1787 con la aplicación de la ordenanza de intendentes, con lo que se trastocó de manera considerable la jurisdicción territorial.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

respondió a procesos históricos, a hechos.37 En ese tenor, cuando se pretende analizar un espacio y sus delimitaciones territoriales, debemos de estar atentos a las dinámicas internas del asentamiento de los pueblos, del ritmo demográfico y de las actividades económicas, porque cada uno de estos elementos serán fundamentales para entender los cambios que se generaron al interior de las alcaldías mayores, de los tenientazgos, de las intendencias, las subdelegaciones, los ayuntamientos y las repúblicas de indios.

A pesar de la poca precisión y lo difuso de las fronteras jurisdiccionales, que no estaban jurídicamente reconocidas porque no había un documento donde se estableciera la extensión máxima o mínima de las jurisdicciones, ni el número de pueblos que podían estar bajo una circunscripción territorial, ya que como afirma Haring en el establecimiento de las alcaldías y corregimientos “no se siguió un plan sistemático ni hubo unidad en la nomenclatura de las unidades administrativas locales”.38 Sin embargo, en esas circunstancias era donde claramente se observaba el peso de la costumbre, pues con el paso de los años la población reconocía la autoridad de los jueces reales sobre determinados pueblos, con lo cual se conformaron los espacios administrativos reconocidos por los habitantes de una región, llegando incluso a no aceptar la intervención de otra autoridad, lo cual muchas veces colocaba a las autoridades en constantes conflictos por competencias.

En todo caso estaríamos hablando de la constitución de límites jurisdiccionales basados en pactos formales e informales; formales porque principalmente las autoridades que se ponían frente a una unidad administrativa eran nombradas de manera oficial por el rey, o el virrey en caso de los alcaldes mayores, o bien recibían una delegación de la potestad ordinaria, como fue el caso de los tenientes, para que administraran justicia sobre un determinado espacio sin exceder las competencias que por derecho les correspondían.

En el mismo orden de ideas podemos decir que durante el régimen de gobierno de los Austrias las unidades administrativas se fueron haciendo cada vez más difusas como ya lo han indicado varios autores, especialmente con el sistema de las congregaciones pues para los alcaldes mayores la administración de espacios tan diversos y extensos se hacía inmanejable. En un trabajo reciente Beatriz Rojas refuta esa idea y plantea que “sin duda el orden territorial novohispano se trazó con mayor cuidado y delimitó cada una de las jurisdicciones con más perfección de lo que este autor [O'Gorman] presupone”.39

Considero que en la segunda mitad del siglo X V iii sí había un problema de reconocimiento de las jurisdicciones territoriales por parte de las autoridades pues, por ejemplo, en 1775 el alcalde mayor de Michoacán, Juan Sevillano, envió por cordillera un ordenamiento para que pasara a todos los tenientes de justicia que se anotaban al margen, y entre los tenientazgos hacía mención de Zirosto, el cual no gozaba de tal categoría, y en su lugar se omitió a San Juan Parangaricutiro ambos pueblos se encontraban en los límites de la alcaldía mayor de Michoacán. Sin embargo, el teniente de Uruapan remitió el documento a San Juan Parangaricutiro, y de allí a Paracho, lo cual pone en evidencia que los tenientes, que

37 ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indios y tierras comunales, Villa Alta, Oaxaca: 1742-1856, Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso "Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor", 2011, pp. 53-54.38 HARING, C. H. El imperio español en América, México, Alianza Editorial Mexicana, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, p. 184.39 ROJAS, Beatriz, "Orden del gobierno y organización del territorio", p. 135.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

eran quienes actuaban a nivel local, tenían más conocimiento sobre el territorio en el que estaban parados y sobre el que ejercían sus empleos.

Lo que pereciera un incidente sin importancia nos está indicando que no todas las autoridades tenían claro el mapa de sus jurisdicciones, y que incluso pueblos como Zirosto, que en lo civil pertenecía a Uruapan y en lo religioso a Apatzingán, de cierta manera creaba confusión. Imperó un principio fundamental que posibilitó el funcionamiento de las alcaldías mayores, y que de igual manera éste se aplicó a los ayuntamientos y a los tenientazgos, que fue el respeto a los límites jurisdiccionales, que se establecía en la Recopilación de Leyes de Indias donde expresamente se indicaba que

“uno de los medios con que más se facilita el buen gobierno, es la definición de los términos, y territorios de las provincias, distritos, partidos, cabeceras, y para que las jurisdicciones se contengan en ellos, y nuestros ministros administren justicia sin exceder de los que les toca. Ordenamos y mandamos a los virreyes, Audiencias, gobernadores corregidores y alcaldes mayores que guarden y observen los límites de sus jurisdicciones”;40

Con esta disposición se pretendía regular los alcances políticos de los jueces reales y contener la voracidad con la que pudieran actuar, pero sobre todo se prevenía los conflictos por competencias.

En Michoacán después de la desaparición de la primera Audiencia y de la destitución de su Presidente Nuño de Guzmán, y con las provisiones de la segunda Audiencia y las acciones políticas del virrey Antonio de Mendoza, se dio de manera sistemática el establecimiento de varios corregimientos: Tancítaro-Pinzándaro en 1532; Jaso y Teremendo en 1533; Asuchitlan, Capula, Sinagua-La Huacana, Cuitzeo de la Laguna, Huaniqueo y Tlazazalca en 1534; Tingüindín, Peribán y Hucareo en 1536; Zinapécuaro en 1538. En 1545 se crearon los corregimientos de Chilchota, Cuanajo, Uruapan, Matlalcingo, Necotlan, Jacona, Jiquilpan y Tutirapundaro, seguidos en 1546 por Tuzantla; para 1550-51 Maravatío yTaimeo.41

La historiografía nos ha mostrado cómo este fue el proceso natural por el cual los españoles afianzaron el aparato gubernamental, por lo cual coincidimos con José Miguel Romero de Solís cuando afirma que “al menos en la alcaldía mayor de Colima los corregimientos sirvieron para dar coherencia a determinados territorios y, llegado el momento, propiciaron el desgajamiento de fracciones territoriales importantes del núcleo original. De este modo se originaron nuevas provincias o alcaldías mayores como fueron las de Tuxpan-Zapotlán, Tamazula, Amula, Autlán y Motines, entre otras”.42 Aunque Romero de Solís evidentemente hace el planteamiento de este proceso sui generis para la alcaldía mayor de Colima, las evidencias documentales y otros estudios nos muestran que se vivieron procesos similares en otros espacios. 40 41 42

40 Recopilación de leyes de los reinos de Indias, Título I, Libro V, Ley I.41 Gerhard, Peter, Geografía histórica de la Nueva España, pp. 75,138, 177, 199, 257, 328,352, 396, 408. ENKERLIN, Luise M., "La ciudad de Pátzcuaro cabecera de la provincia de Michoacán, durante la primera mitad del siglo XVIII", en Tzintzun, Revista de estudios históricos, No 28, Morelia, Instituto de investigaciones históricas, Julio-Diciembre de 1998, p. 55- 56.42 ROMERO DE SOLIS, José Miguel, "Instituciones y conflictos jurisdiccionales en las salinas de Colima (1596)", en DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, GAYOL, Víctor, El gobierno de la justicia, p. 111.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Varios autores reconocen que con el establecimiento de las instituciones españolas se dio una apropiación de la estructura política indígena, ya existente a su llegada, para establecer las bases de su gobierno; así mismo consideran que el espacio o territorio indio43 —como lo denomina Marcello Carmagnani- fue desarticulado primeramente con el otorgamiento de las encomiendas y el repartimiento de los indígenas, y más tarde en función de los intereses de la corona con el establecimiento de los corregimientos, los cuales tuvieron una concepción política diferente del espacio.44

Toda jurisdicción política territorial requiere de dos elementos fundamentales: el territorio y su población, ya que en la medida en que se conocieran esos dos componentes los españoles estarían en condiciones de gobernar, pero sobre todo de recaudar las percepciones fiscales, especialmente el tributo. Es por eso que desde muy temprano, en 1523, Hernán Cortés envió a Michoacán a Antonio de Carbajal, quien llegó acompañado de tres españoles y un negro, para que hiciera un reconocimiento puntual de la provincia de Michoacán.45 De esa visita se obtuvieron los primeros censos de población que proporcionaron información “más fidedigna” del número de hombres, pueblos y actividades económicas que realizaban y los recursos naturales con que contaban, con lo cual se estaba en condiciones, en primer lugar de promover una mejor explotación de los recursos naturales (minerales, la tierra, las plantas y los animales) y humanos. Y en segundo lugar, al tener el primer reconocimiento del antiguo reino tarasco, se estaba en condiciones de otorgar las encomiendas y repartir a los indígenas entre los conquistadores y colonizadores.

En su momento Peter Gerhard planteó que la reconfiguración que sufrió la provincia de Michoacán en tenientazgos se correspondió con las encomiendas, en lo cual consideramos tiene cierta razón porque si vemos la relación de encomiendas según la información que proporciona Benedict Warren podemos advertir que muchas de ellas se convirtieron en corregimientos y otras más en tenientazgos, incluso hubo encomiendas en las cuales se establecieron dos tenientes de justicia, ya que así se precisaba por la extensión territorial que abarcaban.

Estos partidos políticos se establecieron sobre las encomiendas importantes como la de Uruapan, que le pertenecía a Francisco de Villegas, pues por su ubicación estratégica, al ser la puerta de entrada hacia la Tierra Caliente, muy pronto comenzó a tener un importante crecimiento económico. Tacámbaro fue encomendada a Juan de Oñate, el cual tuvo la capacidad de impulsar la hacienda de la Magdalena convirtiéndola en uno de los más prósperos latifundios del lugar, que incluso continúo en manos de la familia Oñate por siglos. Hacia el noroeste de la provincia, con rumbo al bajío michoacano, Puruándiro y Huango pertenecían a la encomienda de Juan Villaseñor, esta encomienda se extendió hacia el sur

43 CARMAGNANI, Marcello, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca. Siglos XVII y XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p.53.44 LÓPEZ NÚÑEZ, Ma. del Carmen, "Los espacios para la producción y la estructuración del territorio en la región de Valladolid. Una interpretación de la concepción del espacio en el Michoacán virreinal", Tesis doctoral, México, Facultad de Geografía, UNAM, 2008, p. 72.45 MARTÍNEZ BARACS, Rodrigo, Convivencia y utopía. El gobierno indio y español de la "ciudad de Mechuacan", 1521-1580, México, FCE, INAH, CONACULTA, 2005, p. 135. WARRENT, J. B., La Conquista de Michoacán, 1521-1530, Morelia, Fimax publicistas, 1977, p. 49-91.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

sobre Zanzán y Aguanat, hacia el poniente a Penjamo, Numarán, los Ayos, Huáscato y otrasestancias.46

Las alcaldías mayores de la provincia de Michoacán desde la segunda mitad del siglo XVI, siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, sistemáticamente estuvieron en un proceso de reacomodo y agregaciones de los corregimientos a determinadas alcaldías mayores, situación que hacía más pesado el funcionamiento de la maquinaria del estado pues no siempre se tomó en cuenta la distancia que separaba a la alcaldía de sus agregados;47 por lo que se observó de manera general que los alcaldes mayores para administrar esas jurisdicciones anexas nombraron un teniente general para que administrara justicia como la única opción de ejercer el gobierno. Si bien la sistemática anexión de los corregimientos a otras jurisdicciones trajo consigo importantes beneficios en términos económicos los cuales se reflejaron en el erario real, o por lo menos no se veían disminuidos los ingresos de la corona.

Por tanto, sería conveniente preguntarse en qué medida era realmente benéfica esta práctica, pues si bien se ahorraban los nombramientos de justicias, como en el caso de la alcaldía mayor de Tancítaro y Pinzándaro, a la cual se le había agregado la administración de dos corregimientos, Sinagua- La Huacana aproximadamente en 1740, mientras que en el de Motines del Oro consideramos que esa anexión se dio en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVIII; el mismo caso podríamos mencionar para la alcaldía de Maravatío y su agregado la villa de Zamora desde finales del siglo XVII,48 en el cual el problema era aún más complejo ya que ni siquiera se trataba de un territorio contiguo, sino que estaba separado por otras alcaldías mayores, y por ende había muchas leguas de distancia entre ambas jurisdicciones.

Indudablemente hubo una reducción de los oficiales reales, pero operativamente y en términos de eficacia administrativa considero que hubo un importante debilitamiento del aparato de gobierno, por lo menos en el sentido de que el alcalde mayor no podía administrar directamente el amplio territorio que estaba bajo su jurisdicción. En términos efectivos de control social a través de un sólo juez real simplemente fue imposible, y en consecuencia lo que se comenzó a experimentar a partir del siglo XVI en menor medida, se fue incrementando conforme avanzó la consolidación de las alcaldías mayores, e incluso en el siglo XVIII se vio acentuado con mayor fuerza.

Los alcaldes mayores tuvieron la libertad de formar tenientazgos donde consideraron conveniente, y decidieron libremente quiénes serían los encargados y responsables de gobernar una parte de su jurisdicción, por tanto el teniente tenía la obligación de responder de manera directa por todo lo que sucediera en el territorio que estaba bajo su administración. Pero cuando los conflictos trascendían más allá del despacho del alcalde mayor y llegaban ante la Audiencia o el virrey, no sólo el teniente respondía ante las autoridades superiores sino también el alcalde mayor, el cual había delegado parte de sus facultades en un individuo que presumiblemente tenía toda su confianza.

46 CARRILLO CAZAREZ, Alberto, Partidos y padrones del obispado de Michoacán 1680-1685, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 1996, p. 55.47 BORAH, Woodrow, "El Desarrollo de las provincias coloniales", p. 3448 GERHARD, Peter, Geografía histórica de la Nueva España, p. 178.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Mapa I. Tenientazgos de la provincia de Michoacán hasta antes la Ordenanza deIntendentes

Fuente: El mapa se elaboró con la información recopilada en diversos archivos y con el apoyo técnico del Dr. José Luis Alcauter Guzmán.

Nos atrevemos a afirmar que muchos de los tenientes que eran nombrados para que administraran justicia carecían de la confirmación correspondiente, por tanto eran individuos que actuaban de facto y ejercían en cada uno de los partidos las facultades y poderes con los que los investía el alcalde mayor. Por tanto se esperaba que los tenientes actuaran de la manera más conveniente para el gobierno del alcalde mayor sobre los vecinos que quedaban bajo su responsabilidad y en función de los intereses de los grupos sociales con los que estaban vinculados. Por tanto consideramos que en su mayoría el nombramiento de los tenientes respondía más a una relación de compromiso, clientelar, familiar, de fidelidad y de amistad, en donde las redes sociales que se articulaban tenían un conjunto de intereses comunes.

Al observar la geografía de la provincia de Michoacán nos encontramos con un espacio de contrastes y con alcaldías totalmente dispares en cuanto a extensión territorial, el número de asentamientos y la población, lo cual nos pone frente a la existencia de estructuras administrativas dispares entre sí pues el número de tenientazgos varió de manera importante entre una jurisdicción y otra, como se podrá observar en el cuadro I. De las alcaldías que conformaban la provincia la más fraccionada en tenientazgos fue la de Valladolid, que en sí

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

era la más extensa en términos territoriales, concentraba un alto porcentaje de población indígena y, por ende, estaban bajo su jurisdicción una considerable cantidad de pueblos de indios y tierras de comunidad.

En el transcurso del siglo XVIII la división de las alcaldías mayores en tenientazgos sufrió ciertas modificaciones, por lo que no fueron espacios con una reconfiguración fija, y muestra de ello es que las cabeceras administrativas en determinados momentos fueron trasladas a otra sede a consecuencia del decremento de la población o por la distancia que los separaba de la cabecera de la alcaldía mayor. Estos casos fueron muy notables en Tzintzuntzan, ciudad que inicialmente tuvo mayor importancia política por ser la primera de la provincia michoacana que fungió como sede del gobierno español, y por lo mismo contaba con república de naturales. Su preponderancia política venía desde el periodo precortesiano ya que era la capital del imperio tarasco, sin embargo paulatinamente fue perdiendo predominio político debido a las tensiones y juegos de poder de las autoridades religiosas y civiles, convirtiéndose sólo en tenientazgo de la alcaldía mayor de Michoacán.

La pérdida de su estatus se dio en las primeras décadas del siglo XVIII cuando el ayuntamiento de Pátzcuaro logró poner bajo su jurisdicción todos los asuntos civiles y criminales de los pueblos, haciendas, ranchos y barrios que estuvieran en un radio de 3 leguas de dicha ciudad;49 y debido a la corta distancia que había entre Pátzcuaro y Tzintzuntzan se determinó que el tenientazgo fuera trasladado a Cucupao. Mientras tanto el gobierno quedó bajo la administración de las autoridades patzcuarenses, ya fuera directamente por el alcalde mayor, su teniente general, por el alguacil mayor o teniente del alguacil mayor, que fueron los que se hicieron cargo de resolver los conflictos y atender todos los asuntos de gobierno de este pueblo.50

El análisis de diversos documentos nos permiten observar las variaciones de los tenientazgos; en 1746 Joseph Antonio Villaseñor y Sánchez realizó una descripción puntual de las condiciones geográficas, económicas, demográficas y la demarcación de las divisiones administrativas civiles y religiosas de las provincias de Nueva España, y de la alcaldía mayor de Michoacán reportó la existencia de 14 “partidos o tenientazgos”, de igual manera hizo relación de los pueblos que estaban bajo la administración de estas unidades administrativas más pequeñas.51 Estos mismos datos fueron retomados por Luise Enkerlin Pawells primero en su tesis de maestría y más tarde retoma esa información para analizar el crecimiento económico de la ciudad de Pátzcuaro en la primera mitad del siglo XVIII, y la relación de los tenientazgos de que se hace mención está encabezada por la ciudad de Valladolid debido a que el alcalde mayor despachaba desde la ciudad de Pátzcuaro.52

La delimitación de la jurisdicción territorial resulta hoy en día un verdadero problema ya que los lindes de las unidades administrativas no siempre se presentan nítidos al ojo del observador, sino más bien difusos. Por esa simple razón muchos de los visitadores que pasaron a América a hacer un reconocimiento del territorio les fue más fácil tomar como base

49 AHMP, Fondo colonial, Caja 24.50 La constante intervención de estos funcionarios la podemos observar en los diversos expedientes que se resguardan en el Archivo Histórico de Pátzcuaro en los cuales los indígenas pedían la intervención de las autoridades para resolver conflictos internos entre los indígenas o bien para denunciar abusos.51 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio de, Teatro americano. Descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España y sus jurisdicciones, México, Editorial Trillas, 1992, p. 303.52 ENKERLIN, Luis M., "La ciudad de Pátzcuaro cabecera de la provincia de Michoacán", p. 59 -60.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

las demarcaciones eclesiásticas, especialmente los curatos como puntos de referencia porque se tenía mayor claridad sobre los pueblos, ranchos y haciendas que formaban parte de la administración eclesiástica, lo cual lo podemos comprobar con el conjunto de relaciones, descripciones, los derroteros, los informes y padrones eclesiásticos; en la misma información de los archivos, cuando se trabaja con padrones y diezmos, uno se puede formar de manera más rápida una visión completa de los curatos, y en cambio la reconstrucción de los espacios de la administración civil se torna más compleja y se hace con fragmentos y a paso lento.

Considero que uno de los riesgos que nos puede traer el reconfigurar los tenientazgos en función de las descripciones como las de Villaseñor y Sánchez es el extender los límites territoriales de los tenientazgos a pueblos que no formaban parte de esas jurisdicciones, pues si bien el visitador indicaba los pueblos que eran cabeza de partido, finalmente terminaba describiendo los que estaban bajo la administración de los curatos. Por tanto podemos decir que se dio una combinación de la administración civil y religiosa, es decir que se hacía mención de los partidos, y al mismo tiempo de las doctrinas y curatos, por lo que no se precisaba qué pueblos pertenecían a la administración civil y eclesiástica, esa circunstancia nos puede llevar incluso a homologar los curatos y las doctrinas con las alcaldías mayores, o en nuestro caso en particular en función de los tenientazgos. Sin embargo, ni siquiera en el plano más local de los partidos se puede equiparar las dos administraciones, la civil y religiosa, ya que regularmente no se correspondían en su totalidad; los tenientazgos de la sierra tarasca, que estaban constituidos por un considerable número de pueblos de indios, incluso podían abarcar dos o más curatos como se verá más adelante.

Una representación clara de la compleja realidad administrativa la podemos observar en el partido de Paracho, el cual estaba conformado por 17 pueblos, incluyendo la cabecera del partido, este considerable número de pueblos estaban bajo la administración del teniente, mientras que en lo espiritual se distribuían en tres curatos. Al curato de Paracho, que era el más extenso y administraba el 50% de los pueblos de todo el partido, le pertenecían: San Miguel Pomacuaran, San Mateo Aguiran, Santa María Cherenachicum, Santa María Urapicho, San Bartolomé Cocucho, Santa Cruz Tanaco, Nurío y San Gerónimo Aranza; al curato de San Luis Nahuatzen le correspondía Santa María Comachuen, San Francisco Cherán y Santa María Sevina; mientras que el tercer curato de San Juan Capacuaro administraba Santa María Quinceo, Santa María Arantepacua y San Andrés Turicuaro.53

Para las autoridades españolas siempre resultó un tanto confusa la división política administrativa de los territorios, por lo que la división de las alcaldías mayores en unidades administrativas menores hacía de la administración provincial un entramado más complejo, muy proclive a generar confusiones, y por esa razón muchas veces terminaban haciendo sus informes en función de la jurisdicción eclesiástica. Cómo se puede apreciar en la relación de tenientazgos que se formó con base en la información de Villaseñor y Sánchez es que se formó un partido con los pueblos que pertenecían exclusivamente al curato de Capacuaro y sus tres pueblos.54

En la segunda mitad del siglo XVIII se percibe mayor interés por conocer la forma en que operaban los alcaldes mayores y sus tientes en el amplio territorio de Nueva España, y en 1759 el virrey Agustín de Ahumada y Villalón, mejor conocido como marqués de las Amarillas, determinó que para conocer de mejor manera el funcionamiento de las alcaldías

53 AGN, Tributo, Vol. 20, 1786, F. 299.54 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano, p. 308.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

mayores y evitar todo tipo de novedades que ocurrían en las diversas provincias, que todos los alcalde mayores enviaran un informe donde se indicara la cantidad de tenientes que tenían nombrados; los lugares donde se asignaban; que especificaran las razones y causas por las que se hacía el respectivo nombramiento y si administra directamente la jurisdicción, adicionalmente se pedía que se dijera si había habido algún cambio en la costumbre de designar a los tenientes. Estos informes no sólo los enviaron los alcaldes, sino también los párrocos de la jurisdicción, los cuales tenían la obligación de responder exactamente los mismos planteamientos.

Lo que este informe permite ver es que el nombramiento de los tenientes tenía más importancia de la que se pensaba en la administración de las provincias, pero sobre todo devela el beneficio que los alcaldes mayores obtenían de estos cargos. Renglones más arriba decíamos que de acuerdo a la información que proporciona Villaseñor y Sánchez se decía que a Pátzcuaro le pertenecían 14 tenientazgos, esto en 1746; sin embargo en 1759 el alcalde mayor informaba que en su alcaldía se nombraban once tenientes: Valladolid, donde residía el teniente general, que era don Joseph Andrés de Pimentel, con aprobación del superior gobierno, se decía que se había retirado en 1758 por causa de “enfermedad y crecida edad”, se nombraban tenientes particulares en Uruapan, Angamacutiro, Cocupao, Tiripetío, Erongarícuaro, Chucándiro, Taretan, Santa Clara, Tacámbro y Huaniqueo.55 La información adicional que proporcionó el Br. Santiago Velásquez, de Pátzcuaro, y que no mencionó el alcalde mayor en su informe, fue que atendía personalmente el empleo de justicia mayor, que pasaba la “más notable parte del año en esa capital (Valladolid), dejando en ausencias al alcalde ordinario, teniendo siempre para este caso en la ciudad de Pátzcuaro teniente general.56

Como se pude apreciar se reportó un número menor de encargados de justicia que los que en términos reales había, incluso menos de los que señaló Villaseñor y Sánchez en su descripción, circunstancia que nos lleva a plantearnos ¿cuál fue la razón que llevó al alcalde mayor a ocultar la existencia de otros tenientazgos? Pero esa actitud no sólo la encontramos en Michoacán, ya que en Oaxaca, específicamente en Villa de Oaxaca, la cual se ubicaba cerca de una de las alcaldías más valiosas, Villa Alta, de esa provincia por la producción de mantas y la grana cochinilla,57 el alcalde mayor informaba que en su jurisdicción no se nombraba a ningún teniente debido a la cortedad de la alcaldía, por lo que no daba las suficientes rentas para la manutención de un auxiliar, argumento que resulta un tanto inverosímil.58

Las omisiones voluntarias nos hacen pensar que en la medida en que las autoridades se reservaban datos importantes era porque de cierta manera había toda una serie de intereses de diversos tipos que protegían, ya que se omitía información fundamental para entender el funcionamiento de las alcaldías, pero sobre todo ocultaban la existencia de individuos que operaban a nombres de los alcaldes mayores y corregidores y ejercían una potestad subdelegada ¿sería acaso que también se beneficiaban del derecho de la media anata? Consideramos que, por lo menos durante la primera mitad del siglo XVIII, se había puesto más atención en los alcaldes mayores como los titulares de la jurisdicción real, sin embargo hubo momentos muy específicos en los cuales las autoridades voltearon hacia sus colaboradores, que fue en los momentos en que se generó más información sobre las

55 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 6, Exp. 40, F. 139. Informe Valladolid- Pátzcuaro.56 Ibid. F. 139.57 ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indios y tierras comunales, p.381-424.58 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 6, F. 222.

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personas que los auxiliaban en llevar el gobierno de sus respectivas alcaldías, por lo menos eso es lo que nos deja ver el marqués de las Amarillas en 1759, posteriormente en 1775, y en 1784 el fiscal de Real Hacienda, el cual retomaremos más adelante.

El número de tenientazgos que de manera directa hemos identificado a través de la documentación que se generó en los ramos de gobierno, justicia y hacienda, durante la segunda mitad del siglo XVIII ascendían a veinte, tomando en consideración a Valladolid y Pátzcuaro como las ciudades más importantes en las cuales se nombraba regularmente teniente general, y 18 tenientes particulares que eran nombrados en Huango, Huaniqueo, Etúcuaro, Puruándiro, Indaparapeo, Angamacuiro, Erongarícuaro, Numarán, Tacámbaro, Santa Clara, Uruapan, Taretan, Tiripetío, Cocupao, Urecho, Chucándiro y San Juan Parangaricutiro.

Cuadro IAlcaldía

Pátzcuaro

I. Tenientazg os de la alcaldiía mayor de Vallado!Distancia en leguas Tenientazgos Pueblos del tenientazgo

Pátzcuaro

7 Valladolid

14 Huango

Huaniqueo Capula

Teremendo

Tacícuaro

Barrio de San Nicolás Obispo

12 Chucándiro

12 Taretan

12 Uruapan

San Francisco Jicalán

Santa Catarina

Jucutacato

San Gregorio Tazira o Tazirán

18 San Juan Parangaricutiro

12 Paracho

San Miguel Pomacuaran

San Matheo Aguiran

Santa María Cherenachicum

Santa María Urapicho

San Bartholome Cocucho

Santa Cruz Tanaco

Santiago Nurio

San Gerónimo Aranza

San Luis Nahuatzen

Santa María Comachuen

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

San Francisco Cherán

Santa María Sevina

San Jauan Capacuaro

Santa María Quinceo

Santa María Arantepaqua

San Andrés Turicuaro

Erongarícuaro

3 Santa Clara del Cobre

14 Urecho

3 Tacámbaro

14 Tiripetío Acuitzio, Huiramba

Cocupao

Numarán

12 Puruándiro

20 Indaparapeo

25 Real y minas de San Miguel Curucuaseo

25 Angamacutiro

Etúcuaro

Fuente: Las distancia se obtuvieron de: VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano, Editorial Trillas, 1992, pp. 300-312.

Como se puede apreciar en esta relación de tenientazgos, a diferencia de la que presenta Luise Enkerlin, varios de los pueblos que aparecen en la otra relación ya para la segunda mitad del siglo XVIII no ostentaban la categoría de tenientazgo, tal el caso del pueblo de Sevina y Tzintzuntan. La misma autora señala que fue hasta la segunda mitad de esta centuria cuando la cabecera de ese tenientazgo fue traslada a Cocupao. Sin embargo consideramos que este evento ocurrió mucho antes, ya que entre 1717 y 1718 los indígenas de Pátzcuaro habían mantenido una situación muy ríspida de oposición hacia la autoridad del alcalde mayor y su teniente, Juan Díaz Barriga, por lo que había toda una serie de denuncias por los excesos que cometía el teniente en contra de la población, los cuales iban desde el maltrato hasta el repartimiento de mercancía, situación que llevó a la destitución del teniente y posteriormente del alcalde mayor.59

El mecanismo que utilizaron para manifestar su inconformidad fue el tumulto y la desobediencia, y a partir de ese momento la ciudad de Tzintzuntzan quedó subordinada a las autoridades de Pátzcuaro, la cual, junto con Valladolid según las aseveraciones de Castro, eran las dos ciudades rivales por excelencia con las que mantuvo una lucha constante para que no le vilipendiaran sus prórrogas y privilegios;60 probablemente esa circunstancia llevó a que el

59 AGN, Indios, 1718, Vol. 42, Exp. 11, Fs. 25.60 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena y el orden político en la Nueva España", en PAREDES MARTÍNEZ, Carlos y TERÁN, Marta (Coord.) Autoridad y gobierno indígena, p. 293­294.

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tenientazgo se trasladara a Cocupao, porque de esa manera directamente la ciudad quedaba bajo la administración de las autoridades de Pátzcuaro.

La oposición de los indígenas a la presencia del teniente y del alcalde mayor en su pueblo finalmente no fue la mejor decisión, pues quedaron subordinados a Pátzcuaro. En 1719 los indígenas enviaron una solicitud al virrey en la que trataban específicamente dos puntos: el primero que no se nombrara teniente por estar a tres leguas de la ciudad de Pátzcuaro, y el segundo que no se llevara a los indígenas presos a la cárcel de Pátzcuaro ya que Tzintzuntzan tenía su cárcel. El virrey marqués de Balero ordenó al alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de Valladolid que realizara las diligencias correspondientes sobre la conveniencia de poner teniente en la ciudad de Tzintzuntzan. El alcalde mayor de Michoacán, Juan Gerónimo de Tolosa, justificó por todos los medios la conveniencia de que se restableciera el teniente en dicha ciudad para que “la rija y gobierne”, pues señalaba que su ausencia causaba graves perjuicios al erario real ya que no se podían entregar los reales tributos en tiempo porque el gobernador los recaudaba y se los gastaba en la ciudad de Valladolid, y por otra parte no había quien atendiera las necesidades urgentes; y cuando el alcalde acudía a resolver los problemas que los aquejaba descuidaba el gobierno de la ciudad de Pátzcuaro, por lo que se retrasaba mucho en sus deberes,61 lo cual expresaba en los siguientes términos:

“siempre señor ha tenido teniente dicha [ciudad], y ahora se halla sin él por haberlo así vuestra merced mandado; las cabeceras de dicha provincia todas los tienen hasta las que distan de la ciudad de Pátzcuaro tres leguas como es Santa Clara y Cocupao y otras; y sin teniente no es capaz el alcalde mayor de recaudar los tributos ni atender todo lo referido y para que vuestra excelencia tenga entero conocimiento de que por este motivo no le tienen respeto los naturales de dicha ciudad al alcalde mayor”.62

El tenor del informe del alcalde mayor deja entrever que se pretendía por todos los medios restablecer el tenientazgo, no porque los indígenas no se pudieran gobernar como república de indios, sino porque finalmente al contar con un teniente de justicia se ejercía mayor control sobre la población y limitaba la acción del gobernador de Tzintzutzan, que pretendía gozar de mayor autonomía. Para darle salida al conflicto se comisionó alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de Valladolid para que pasara a dicha ciudad y averiguara el número de familias de indios y de españoles que componían la ciudad, y así determinar la idoneidad de nombrar teniente de alcalde mayor en dicha ciudad.63

La pérdida de la cabecera del tenientazgo de esta ciudad significó la subordinación política a la de Pátzcuaro, por lo que todo lo relacionado con la administración y gobierno se tenía que ver directamente con el alcalde mayor, y en su defecto por el alcalde ordinario regularmente en su calidad de teniente general, el alguacil o el teniente de alguacil, a quienes constantemente se les vio actuando para resolver los asuntos de gobierno y de administración de justicia. La manifestación de falta de respeto de los indígenas hacia la persona del alcalde mayor a consecuencia de que no podía atender todas sus obligaciones, lo cual se expresó en las elecciones de gobernador de ese mismo año cuando no le mostraron las boletas de la elección para que éste las validara. Más bien se trató de una estrategia de insubordinación, de 61 62 63

61 AGN, Indios, Vol. 42, Exp. 116, F. 149.62 Ibid. F. 150.63 Ibid. F. 151.

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oposición y resistencia a que las autoridades de Pátzcuaro intervinieran en la vida interna de la comunidad. Pero también hay que decir que la decisión del alcalde mayor de trasladar el tenientazgo a Cocupao obedeció a una decisión política y de control que pretendía someter a un pueblo que de cierta forma desafiaba a la autoridad de los alcaldes y sus auxiliares con una actitud renuente encaminada a preservar la autonomía e independencia de su gobierno.64

El ayuntamiento de Pátzcuaro, a diferencia de lo que sucedía en otras ciudades como Aguascalientes, que extendían su jurisdicción hasta donde llegaba la última casa o una legua a la redonda, siendo una de las grandes aspiraciones de los regidores de ese ayuntamiento que incluso llevó a conflictos por competencias entre las distintas autoridades;65 en la ciudad ribereña la esfera de acción del cabildo se amplió en el siglo XVIII a tres leguas a la redonda, por eso constantemente se les encontraba actuando a los miembros del cabildo en los asuntos de gobierno de Santa Clara y Zintzuntzan que distaban de esa ciudad tres leguas. Esto nos lleva a suponer que el nombramiento de los tenientazgos evidentemente respondió a situaciones políticas que las autoridades tenían claras, y que no era otro que mantener el control social de la población indígena; por tanto los tenientazgos se convirtieron en un excelente medio para mantener en orden a los distintos sectores sociales.

Los tenientazgos no los podemos pensar como entes estables e inamovibles que una vez que se forman permanecen inmutables pues hacerlo nos llevaría a tener una visión errónea de este objeto de estudio, ya que la experiencia historiográfica ha mostrado como las alcaldías mayores y corregimientos sufrieron a lo largo del periodo colonial toda una serie de adecuaciones y anexiones de unas a otras; entonces no sería conveniente creer que con los tenientazgos no sucedió algo similar, de manera más puntual se tiene que prestar atención a las dinámicas y ritmos de cada uno de los espacios que nos posibilite precisamente comprender cuáles fueron las causas y circunstancias que llevaron a las autoridades a cambiar la cabecera de los tenientazgos hacia otros pueblos. Párrafos arriba hacíamos referencia a la ciudad de Tzintzunzan, pero también hay otros casos que quedaron menos documentados, y que incluso haría falta voltear hacia los siglos anteriores para tener una mejor visión de cómo se fueron dando las transformaciones jurisdiccionales de los partidos.

Me llama la atención que exista muy poca documentación sobre Nahuatzen, sin embargo en 1730 el alcalde mayor, Fermín de Garagorri, decía que ante la falta de un sujeto para que administrara justicia en ese partido nombraba interinamente al teniente de Uruapan, Pedro de Elorza y Aguirre, y que por tanto mandaba que se le auxiliara y obedeciera en todo lo necesario, pues afirmaba que el partido se encontraba vacante “por haber entrado a ejercer el empleo Don Juan Crisóstomo García de Paredes, cuyo empleo se haya actualmente suspenso, hasta en tanto se determine la causa del gobernador y alcaldes de aquel partido presos en la cárcel pública de esta ciudad [Pátzcuaro], por el desacato que tuvieron en haber movido de su autoridad al dicho don Juan Crisóstomo de dicho tenientazgo”.66

64 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena, pp. 293-294. Castro Gutiérrez Felipe, Nueva ley y nuevo rey, reformas borbónicas y rebelión popular en Nueva España, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto de investigaciones Históricas de la UNAM, 1996, pp. 220-221. PASTOR, Rodolfo, Campesinos y reformas, p. 192.65 ROJAS, Beatriz, Las instituciones de gobierno de la élite local. Aguascalientes del siglo XVII a la independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998, p. 231-232.66 AHMP, Fondo Colonial siglo XVIII, Caja 28, Exp. 1, Fs. 4.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Este dato nos parece interesante porque Gonzalo Aguirre Beltrán señala que Nahuatzen formaba parte del partido de Sevina y afirma que a principios del siglo era un pueblo bien trazado y con bastante recursos naturales, por lo que presentó una tendencia demográfica ascendente. En los primeros años del siglo XVIII contaba con 95 vecinos y en 1742 había 5 familias de españoles y 144 de indígenas; más tarde, en 1789 sólo había 2 familias de españoles y las indígenas ascendían a 177, tenían sus tierras de comunidad y pagaban un maestro de escuela. Por tanto el establecimiento de este tenientazgo obedeció en buena medida a su importancia demográfica y a las condiciones económicas de su población pues además de contar con sus tierras de comunidad, los indígenas se dedicaban a la arriería, ejercían los oficios de curtidores, zapateros y elaboraban sillas.67

¿Por qué en la segunda mitad de este siglo Sevina no siguió fungiendo como tenientazgo? Consideramos que la respuesta la encontramos en la información que nos proporciona este mismo autor y tiene que ver definitivamente con el factor demográfico, si bien la epidemia de matlazáhualt afectó a muchos pueblos tanto de la sierra como de la tierra caliente y del oriente michoacano, Sevina no se mantuvo al margen de los efectos de la epidemia, pues de tener 63 familias en las primeras décadas del siglo, como consecuencia de la epidemia de 1736, su población se redujo a 30 familias y su recuperación demográfica fue demasiado lenta, por lo que en 1789 apenas si contaba con 81 familias, y hacia finales del siglo nuevamente había disminuido a 76, lo cual nos lleva a suponer que por el reducido número de población y los pocos recursos con los que contaba no podía seguir fungiendo como cabecera de partido.68 Las cabeceras de los tenientazgos de la sierra, por lo menos en la primera mitad del siglo XVIII, tendieron a variar en función del factor demográfico, lo cual explica que más tarde Paracho se consolidara como uno de los tenientazgos más importantes de la sierra. De acuerdo a la información parroquial, y en específico a través de los padrones de confesión y comunión que tomamos sólo como parámetro del crecimiento que tuvieron los pueblos de este curato, observamos que efectivamente Paracho fue el que presentó un importante crecimiento demográfico.En términos generales todos los pueblos tuvieron un incremento demográfico, aunque también es cierto que entre 1742 y 1792 hay una distancia de medio siglo, lo cual nos indica que el sector de los indígenas no tendió a incrementarse exponencialmente.

En 1775, cuando nuevamente se vuelve a pedir a las autoridades provinciales que ratifiquen los nombramientos de tenientes que habían realizado en sus respectivas jurisdicciones, el licenciado Juan Sevillano, alcalde mayor de Michoacán, indicaba que a su ingreso al corregimiento encontró de teniente general en la ciudad de Pátzcuaro a Don Joseph Andrés Pimentel, con confirmación del virrey; en la ciudad de Valladolid el alférez real sin título formal ejercía el cargo de teniente general por ausencia del alcalde mayor. En ese mismo documento se señalaba que tenía en Uruapan a don Pablo Morellón con el título de “Comisario de Justicia”, y quince más que se nombran en toda la jurisdicción, los cuales tenían el título de comisarios de justicia. En el informe no se da la relación de los tenientazgos, pero por lo menos su número se acercó más a la cantidad de tenientes identificados, de los veinte

67 AGUIRRE BELTRAN, Gonzalo, Problemas de la Población indígena en la Cuenca de Tepalcatepec, vol. I, México, Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno del Estado de Veracruz, Fondo de Cultura Económica, 1995, p 180.68 Ibid. p. 178.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

que mencionamos más arriba, Sevillano hacía la relación de que se nombraban 18 comisarios para “la administración y buen gobierno de la jurisdicción”.

Cuadro III. Población de San Pedro Parcho, 1742-1792

Pueblo 1742 1792

P arach o 383 730

Razón 98

Indígenas 632

A ra n z a 28 132

Razón 18

Indígenas 114

P o m a cu a ra n 55 62

C o cu ch o 66 116

U rap ic h o 112 135

T a n a co 115 22 1

C h e rá n h a tz icu ir in 135 265

N u rio 209 289

Razón 6

Indios 283

S an M ateo A h u ira n 66 150

Total 786 2383

Fuente: AHMM, Fondo parroquial, sección Disciplinar, serie Padrones, subserie Asientos, Caja 1281, Exp. 17, fs. 8; Caja1327, Exp. 1260, Fs. 10.

De acuerdo a los distintos informes que se generaron en 1579 y 1775 se desprende que la distancia fue el principal motivo por el cual se había nombrado a un amplio número de auxiliares, ya que se señalaba que “todos están de Comisarios de Justicia, para la mejor administración de ella, respecto a las distancias que hay de unos y otros pueblos entre sí, y a esta cabecera”.69 Sin embargo, hasta ahora no tenemos la certeza de que la distancia sea el factor más importante que llevó al establecimiento de los tenientazgos, pues si atendemos a las observaciones que hacía el virrey marqués de las Amarillas de que, según se disponía en la ley, los tenientes se debían de poner en los pueblos de españoles,70 ya que en la práctica éstos no funcionaron de esa manera, pues comúnmente se reportaba que los lugares en los cuales se nombraba a un encargado de justicia había un número considerable de vecindario español, castas e indígena, no había ciudad, villa o pueblo que fuera eminentemente de población española, aunque éstas así se consideraran; sabemos que en torno a ellas regularmente se

69 AGN, Indiferente virreinal, Caja 617, Exp. 28, F. 13. Certificación de los tenientes nombrados por Juan Sevillano a su ingreso, marzo 6 de 1775.70 AGN, Alcaldes mayores, Maravatío, 1759, Vol. 10, Fs. 281.

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fueron estableciendo los denominados barrios de indios, incluso los españoles de forma gradual se fueron estableciendo en los pueblos de indios hasta llegar a formar un número considerable, a veces mayor o menor que los indígenas. Pensamos en partidos como el de Uruapan, Cocupao, Tacámbaro, Puruándiro, la misma ciudad de Pátzcuaro y Valladolid, que fueron centros poblacionales y económicos de importancia.

Hasta ahora no hemos encontrado otra alcaldía mayor que estuviera tan fragmentada como la de Michoacán, y en cuanto a la recaudación de tributos y número de población indígena sólo se le podría asemejar a la alcaldía de Maravatío, la cual se encontraba el oriente de Michoacán, una zona considerada de frontera, que contaba con una población multiétnica ya que se hablaban diferentes lenguas: tarasco en Maravatío, en Taximaroa tarasco y otomí, en Tuzantla tarasco y náhuatl. Gerhard afirma que en el siglo XVI el encargado de la administración del gobierno de Maravatío- Taximaroa fue el corregidor de Ucareo y fue hasta 1600 cuando Taximaroa fue transferida definitivamente al corregimiento de Maravatío.71 En el siglo XVII la alcaldía fue ampliando su jurisdicción territorial, a tal grado que la extensión territorial que estaba bajo la administración del alcalde mayor fue exorbitante e inmanejable por un sólo funcionario; presumiblemente, con las reformas de 1680, Tuzantla se agregó a esta jurisdicción, y más tarde en 1692 también se agregó el corregimiento de Zamora y Jacona.

Formalmente la cabecera de la alcaldía mayor era Maravatío, aunque hacia finales de la primera mitad del siglo XVIII los alcaldes habían comenzado a alterar esa costumbre e intercalaban el tiempo de su residencia entre las dos ciudades más importantes de la alcaldía: Maravatío-Zitácuaro. En 1759 el bachiller Antonio López Aguado y Mendieta informaba que, desde 1727 hasta 1742, los alcaldes mayores que se habían nombrado en esa jurisdicción hacían su entrada y toma de posesión en la cabecera de la alcaldía donde residían dos años, y los dos últimos se trasladaban a Zitácuaro. Fue hasta el año de 1742 cuando don Joachín de Saavedra residió los cinco años que duró en el ejercicio de su cargo en el pueblo de San Juan Zitácuaro,72 a partir de entonces Maravatío simbólicamente conservó el estatus de cabecera política de la alcaldía, ya que la administración la tenía un teniente general; el resto de la jurisdicción se delegaba en los tenientes de partido que servían en Taximaroa, Tuxpan, Tuzantla, Irimbo, San Mateo y Zamora.73

El teniente que se nombraba para la villa de Zamora tenía el título de teniente general ya que se trataba de la administración de una área más extensa que lo que comprendía un partido y debido a su importancia económica, el teniente general a la vez nombraba “comisarios recaudadores de tributo” en los diversos pueblos que conformaban esa jurisdicción: dichos auxiliares se nombraron en San Pedro Caro, Tangancícuaro, Santiago Tangamandapio, Jaripo, Sahuayo, San Francisco Ixtlan y Cojumatlán.74

La lógica del cambio de residencia hacia la villa de Zitácuaro, que era un pueblo de españoles, respondió más a una cuestión meramente práctica ya que ésta se encontraba más cerca de la ciudad de México, por lo que estaba mejor ubicada para cuando hubiera necesidad de desplazarse a la capital novohispana pues se ahorraban varias horas de camino; Maravatío estaba más orientada hacia el bajío guanajuatense cerca de Acámbaro, por lo que había una distancia aproximada de 5 leguas entre estos dos pueblos, lo que sería más o menos 20 kms.

71 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 41-42.72 AGN, alcaldes mayores, Vol. 6, F. 282.73 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 10, Fs. 279v-283.74 AHMM, Gobierno, Caja 20, Exps. 11, 12,13, 14,15, 16 y 17.

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En 1747 Thomas de la Quintana, al tomar posesión de la alcaldía, estableció su residencia en Zitácuaro, por lo que en lo sucesivo esa fue la costumbre que prevaleció; más adelante veremos como con el establecimiento de la Real Ordenanza de intendentes Zitácuaro oficialmente fue nombrada cabecera de la subdelegación y Maravatío quedó subordinada a dicha jurisdicción como tenientazgo. El único alcalde que no residió en ninguna de esas dos ciudades fue don Joseph de Pardo y Ullón, el cual ejerció el cargo por un año, 1757 y se trasladó a la villa de Zamora.

El alcalde mayor don Juan Servando Pedrera y Sarmiento en 1759 justificaba el que se nombrara tenientes de justicia en esos lugares porque

“a más de tener crecido número de vecindario de españoles, mestizos, mulatos, y bastantes pueblos de indios, en los que residen los justicias tenientes, hay cura, iglesia parroquial y sacramento; y que así por la distancia de muchas leguas que hay de una jurisdicción a otra como por las mezclas de las generaciones de sus habitadores, y que de estas algunas son bien intrépidas, es inexcusable deje de haber en dichos partidos Real Justicia que los contenga”.75

Además de la administración de justicia el sentido de los tenientazgos estaba orientado en buena media hacia la recaudación de los tributos, tanto de la población indígena como de los mulatos, ya que éste era uno de los ingresos fundamentales de la corona. Esta alcaldía se caracterizó por tener un importante número de población indígena, y Juan Carlos Cortés señala que contaba con cinco cabeceras de república de indios: Maravatío, Taximaroa, Irimbo, Zitácuaro y Tuzantla.76 Tal parece que se tratara de una mera coincidencia, pero la división de los tenientazgos se correspondía casi en su totalidad con las cabeceras de república de indios, a excepción de San Mateo y Tuxpan que no tenían la categoría de cabecera de república.

Cuadro IV. Tenientazgos de Maravatío con sus distanciasAlcaldía mayor TenientazgosMaravatío Zitácuaro a 5 leguas

Taximaroa a 5 leguasTuxpan a 3 leguasIrimbo a 5 leguasTuzantla 13 leguasSan Mateo 4 leguasVilla de Zamora

Fuente: VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, Joseph Antonio, Theatro americano, México, Editorial Trillas, 1992, pp.329-332.

Este aspecto nos conduce a considerar que no fue gratuito el establecimiento de una institución del gobierno local imperial frente al peso político que conservaban las pueblos indígenas, ya que la presencia de un oficial real se convirtió en un instrumento de contrapeso 75 76

75 AGN, Alcaldes mayores, 1759, Vol. 10, Fs. 279v- 283.76 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De Repúblicas de Indios a Ayuntamientos, p. 41.

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frente a la autonomía de los gobiernos indígenas, en un primer momento de los caciques y, más tarde, limitaron la autonomía de los gobernadores y oficiales de república. Ya en su momento Bernardo García Martínez había planteado este proceso simultáneo del surgimiento de las repúblicas de indios al lado de otras instituciones religiosas y civiles,

“el que la fundación de cuerpos de república fuera contemporánea al establecimiento de los corregidores, a la fundación de conventos y a los programas de congregación de la población no fue pura coincidencia. Ya hemos señalado que todo ello formaba parte de un proyecto global de aculturación y reforma en el que participaban tanto el estado como la iglesia”.77

Por tanto, a través de los gobernadores y tenientes se complementaba el esquema de gobierno y de control social a nivel local, no sólo sobre los indígenas radicados en sus pueblos sino sobre el resto de la población, llámense españoles, mulatos y demás castas que vivían dispersos en las rancherías y haciendas. La sobreposición de las instituciones del gobierno local desde la perspectiva de Rodolfo Pastor formaban parte de un proyecto de gobierno donde

“la formación de alcaldías y repúblicas resultan así una racionalización de las divisiones jurisdiccionales en función de las distancias, la población, y la importancia económica de las sedes. Esas nuevas formas de gobierno refuerzan el concepto europeo de jurisdicciones políticas y administrativas segregadas y debilita doblemente el poder de los caciques, porque restringen geográficamente sus antiguas jurisdicciones sobre más de una comunidad establecen un gobierno republicano, de “muchos”.78

En las alcaldías mayores que tenían una amplia extensión territorial, y que por ende contaban con más de una república de indios, para cumplir con el programa de gobierno fue necesario establecer demarcaciones jurisdiccionales territoriales más acotadas, las cuales estuvieran al mismo nivel de las repúblicas indígenas, y en ese sentido los tenientazgos en el espacio local fungieron como un muro de contención sobre la pretendida autonomía que incansablemente buscaron los gobiernos indígenas. El indicio que nos ha arrojado la documentación es que las jurisdicciones que contaban con un mayor número de población indígena fue la más propensa al establecimiento de tenientazgos.

Consideramos que, en la segunda mitad del siglo XVIII, la presencia del alcalde mayor y los tenientes en cada uno de los partidos tomó mayor peso como una forma efectiva de cuidar el orden social, pero también para vigilar el manejo de los bienes de comunidad; las alcaldías mayores como Valladolid, Maravatío, Tlazazalca y Huetamo, entre otras, nombraban a sus tenientes en función de la población indígena con la que contaban.

La sobreposición de instituciones locales indígenas y españolas nos lleva a retomar una idea de Antonio M. Hespanha en la que afirma que la división política del espacio “es un instrumento de poder (o <<un aparato político>>) que sirve tanto para la organización y perpetuación del poder de ciertos grupos sociales como para la expropiación de otros

77 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de puebla hasta 1700, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2005, p. 101.78 PASTOR, Rodolfo, Campesinos y reformas: La mixteca, 1700-1856, México, El Colegio de México, 1987, p. 73-74. Así mismo el autor afirma que las cabeceras de república distaban regularmente 6 leguas de distancia de la residencia de la autoridad española.

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grupos... [Y a la vez funciona como] instrumento de inculcación ideológica y equipamiento del poder”.79 En ese tenor la delimitación territorial de las alcaldías mayores en tenientazgos circunscritos a una jurisdicción territorial más reducida sobre la que un auxiliar del juez real ejerció sus funciones de justicia para mantener en orden y control a la población, y que a la vez llevó a la perpetuación del poder real, incluso podríamos remitirnos al origen del establecimiento de estas instituciones en que se pretendió poner en policía y civilidad a los naturales, es decir éstas no sólo fungieron como instrumentos de gobierno sino de aculturación.

En la medida en que se estrechó la relación entre los oficiales del rey y la población, también se afianzó la presencia de las instituciones gubernamentales, lo que generó una cultura jurídica entre la población de acudir ante las instituciones oficiales a solicitar que se les hiciera justicia por los cauces legales. Pero no sólo los indígenas aprovecharan las instancias de gobierno, también los españoles lo hicieron a su manera: en 1817 los vecinos del tenientazgo de Maravatío trataron de cambiar la suerte de esta antigua cabecera y pretendieron separarse de la subdelegación de Zitácuaro y formar un partido independiente, ya que decían que el teniente que se nombraba no siempre actuaba con justicia; en atención a la “fidelidad de su vecindario, a los perjuicios que reciente su gobierno por la considerable distancia en que se haya de la villa de Zitácuaro”,80 pedían que se le declarara independiente de ella, con lo cual se erigiría en subdelegación, agregándole los pueblos de Taximaroa e Irimbo.81

El interés de promover el tenientazgo de Maravatío a subdelegación respondió más que a una cuestión de carácter administrativa, de buen gobierno y justicia, a una clara expresión de los intereses de los hacendados, comerciantes y mineros, pues no hay que olvidar que años atrás, en 1794, se descubrió el asiento y real de minas de Angangueo, lo cual dinamizó la actividad comercial y le otorgó un plus a la producción agrícola y propició un incremento demográfico considerable, pues la minería siempre fue un atractivo y una alternativa laboral para la población.82

A la alcaldía mayor de Huimeo y Zirándaro le pertenecían los pueblos de Purungueo, Cutsio, Huetamo, Purechucho, Conguripo, Zirándaro, Pungarabato y Coyuca; esta jurisdicción, a diferencia de otras, no tuvo una pronta demarcación jurisdiccional ya que fue visitada por los corregidores de Cuitzeo, Asuchitlan y Capulalcolulco, y en 1554 se le dio jurisdicción al corregidor de Tiripetío;83 el alcalde mayor residía en la Huimeo y nombraba dos tenientes.

79 HESPANHA, Antonio M., Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo XVII), Madrid, Taurus Humanidades, 1989, p. 78.80 AHMM, Siglo XIX, Maravatío, Caja 7B, Exp. 31, Fs. 1681 AGN, Indiferente virreinal, Maravatío, 1817, Caja 2071, Exp. 38, F 1.82 PEREZ ESCUTIA, Ramón Alonso, "Angangueo Michoacán. Un ayuntamiento de mineros, 1820-1836", en GUZMÁN PÉREZ, Moisés, Cabildos, repúblicas y ayuntamientos constitucionales en la independencia de México, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, H. Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, 2009, p. 341. LEMUS, Eduardo, "Descubrimiento y consolidación del real de minas de Angangueo, 1794-1810", Tesis de Maestría, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2016.83 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 138-139.

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Cuadro V. Tenientazgos de Huimeo y ZirándaroHuimeo y Zirándaro

PungarabatoZirándaro

Los tenientes se nombraban en Zirándaro y Pungarabato, pueblos que contaban con un importante número de población indígena asentada en los barrios de la ciudad. Marta Terán y Sergio García Ávila han mostrado como esta alcaldía mayor, la cual más tarde se conformó en subdelegación con cabecera en Huetamo, tenía una de las repúblicas de indios que contaba con ricas tierras y abundantes recursos económicos, por lo que tenía extensas propiedades y un considerable número de población indígena. 84

La demarcación territorial que se conformó en torno a la alcaldía mayor de Tancítaro y Pinzándaro se caracterizó por estar en la región de la tierra caliente, además de que contaba con jurisdicciones bastante extensas que propició la dispersión poblacional, y en ellas se contó con considerables haciendas de azúcar, añil, arroz, algodón y huertas de frutos tropicales propios de la región. Además en La Huacana se encontraban las minas de cobre que atrajeron considerable mano de obra. Lo agreste de las condiciones climáticas y el tipo de actividades económicas que se desarrollaron no favorecieron el incremento de la población indígena, al contrario, conforme avanzó el periodo colonial y como efecto de las epidemias, fueron disminuyendo, mientras que de forma paulatina las castas fueron tomando mayor presencia en la región; toda la cuenca de Tepalcatepec y del río Balsas, Motines y Colima, estuvieron plagados de castas. Al igual que en Maquilí, Pómaro y en La Huacana, Churumuco fue el único que se mantuvo con un alto porcentaje de indígenas y como cabecera de república;85 desafortunadamente fue un pueblo de indios pobre y, aunque fue el único que concentraba mayor número de población, no se nombró teniente en este lugar pues no tenía mucho que ofrecer. En cambio es más fácil encontrar en la documentación que se haga referencia al teniente de Inguarán, precisamente por todas las implicaciones de la explotación del cobre y el control que la corona ejercía sobre este metal.

La alcaldía mayor de Tancítaro tuvo su origen en las encomiendas que se otorgaron en la cuenca de Tepalcatepec a partir de la incursión del capitán Juan Rodríguez de Villafuerte, quien emprendió la expedición a tierra caliente con dirección a Colima ya Benedict Warren afirma que Tepalcatepec fue utilizado por los españoles como punto de avanzada para incursionar en Motines, Zacatula y Colima.86 Una vez establecidos los españoles en la región se otorgaron las primeras encomiendas: en 1524 Tancítaro fue encomendado a Pedro de la Isla y Domingo de Medina; en 1528 a Juan de Jaso y Juan Jiménez se les encomendó Arimao- Pinzándaro; Tepalcatepec quedó en manos de Hernando de Ergueta y Alonso de Ávila; y pocos años después se erigió el corregimiento de Tancítaro, que se ubicaba en la sierra, al pie de la falda del volcán de Tancítaro, y las encomiendas pasaron a manos del rey. En el siglo XVIII los alcaldes mayores de esta jurisdicción administraban la alcaldía con la ayuda de

84 TERÁN, Marta, "Muera el mal gobierno", p. 131. GARCÍA ÁVILA, Sergio, Las comunidades indígenas en Michoacán, p. 96-102.85 NETTEL ROSS, Margarita, Colonización y poblamiento del obispado de Michoacán, Morelia, Gobierno del Estado, Instituto Michoacano de Cultura, 1990, p. 93.86 WARREN, Benedict, La conquista de Michoacán, p. 160.

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cuatro tenientes: en Apatzingán se nombraba teniente general, y tres tenientes particulares en Tepalcatepec, Pinzándaro y Santa Ana Amatlán.

En 1740, cuando se le agregó el corregimiento de Sinagua y La Huacana, también se nombró teniente para esta jurisdicción con el título de teniente general, y este corregimiento tenía una importancia fundamental para la corona ya que en él se encontraban el real de minas de cobre de San Bartolomé Inguarán, por lo que se requería tener mayor control sobre la explotación de este metal, aunque en términos prácticos la explotación del real estaba en manos de asentistas patzcuarenses, que eran los que se beneficiaban del cobre, pero también de la producción agrícola de la región, e incluso los tenientes estaban vinculados con ese grupo social.87

El control del cobre se articulaba desde Inguarán y Santa Clara del Cobre (que era uno de los tenientazgos de Valladolid que no tenía grandes propiedades agrícolas, pero su principal beneficio era precisamente el cobre y sus fundiciones), desde donde salía directo hacia la ciudad de México para beneficio de la corona o de comerciantes particulares; se tiene noticia que por salvoconducto de Sebastián de Ugarte se abastecía a uno de los comerciantes más importantes de la ciudad de México, como a Francisco Ignacio de Yraeta, quien posteriormente lo remitía a la Habana.88 Aunado a la actividad minera que se desarrollaba en esta región la producción agrícola de las haciendas ganaderas y azucareras, como la hacienda de Jorullo, las Balsas y la Parota entre otras, y el considerable número de rancherías que se comenzaron a ampliar durante la segunda mitad del siglo XVIII, generaron un importante incremento demográfico, sobresaliendo el número de castas, mientras que la mayor parte de la población indígena que llegaba de la sierra y pueblos circunvecinos directamente se ocupaban en las labores mineras.89

La alcaldía mayor de Motines del Oro y los pueblos que la conformaban (Chamila, Xolotlan, Coalcomán, Coahuayana, Aquila, Maquilí, Ostula, Coire, Pómaro, Texupa, La Guagua) fue agregada a Tancítaro en la segunda mitad del siglo XVIII, y Peter Gerhard afirma que esta determinación se tomó “en las reformas jurisdiccionales de 1770.”90 Sin embargo, a través de diferentes fuentes documentales, se ha observado que esta anexión se dio mucho antes de la fecha que indica Gerhard: Motines colindaba con Sinagua- La Huacana y se extendía hacia la costa de Guerrero, por lo que actualmente forma parte de ese estado, y el gobierno de esa jurisdicción fue confiado a un teniente pues el alcalde mayor no estaba en condiciones de administrar un territorio tan vasto, que comprendía prácticamente lo de tres jurisdicciones, y para procurar el buen gobierno y la administración de justicia delegó sus facultades en seis tenientes que lo auxiliaron en las tareas administrativas. Motines económicamente tuvo una importancia fundamental, pues además de contar con importantes

87 TORALES PACHECO, María Cristina, La compañía de comercio de Francisco Ignacio de Iraeta (1767-1797, México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1985. GAVIRA MÁRQUEZ, María Concepción, Minería y población en Michoacán durante el siglo XVIII, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Historia, 2009, p. 114-128.88 RAMÍREZ MAYA, María Carmina, "Mercaderes ilustrados de la RSBAP en Valladolid, Pátzcuaro y Santa Clara del Cobre a fines del siglo XVIII", Tesis de maestría, México, Universidad Iberoamericana, 2000, p. 15.89 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p 232. GAVIRA, María Concepción y ALONSO NÚÑEZ, María Carmen, "Los indios del cobre: la población de La Huacana a fines del siglo XVIII", en Tiempos de América, Revista de Historia, cultura y territorio, No 18, Castellón, España, Universitat Jaume I, 2011, p. 29.90 GERHARD, Peter, Geografía histórica, p. 199.

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haciendas algodoneras y comerciar con sal tuvo minas de hierro, y de igual manera formó parte del corredor comercial que iba desde Valladolid a Pátzcuaro, Apatzingán y Colima. Por tanto, hacia la segunda mitad del siglo XVIII la administración de estas alcaldías se realizaba con la intervención del alcalde mayor y seis tenientes, y una de las características que tuvieron en común estas tres alcaldías fue que contaban con una muy baja densidad poblacional representada por castas, a excepción de Motines que contaba con Pómaro y Maquilí que eran los últimos reductos indígenas de habla náhuatl.91

Las alcaldías mayores que se ubicaban en el área conocida como el bajío michoacano, colindantes precisamente con el bajío guanajuatense y el oriente, tuvieron un crecimiento económico importante debido a que en toda esa zona se establecieron importantes haciendas azucareras, trigueras, ganaderas y trapiches, además el clima cálido de esta región favoreció el cultivo de diversas hortalizas; la producción agrícola, ganadera y artesanal que se generaba en esta región se comerciaba hacia Guadalajara, Guanajuato, México y Zacatecas. En términos demográficos se observó considerable presencia de indígenas, españoles y castas, razón por la cual en toda esta área hubo más la tendencia a nombrar tenientes y comisarios encargados de la recaudación de los reales tributos, lo cual se entiende porque era una zona muy transitada, pero también por la misma actividad económica que en ella se generaba se convirtió en un receptáculo de trabajadores y, por tanto, se requería tener mayor control sobre la población.

En el siglo XVI la alcaldía mayor de Jiquilpan fue considerada sufragánea del alcalde mayor de Michoacán, y durante la mayor parte de ese periodo administró justicia en la vecina encomienda de Peribán y Tarecuato; en el siglo XVIII se le agregó el Corregimientos de Tingüindín y Periban; en la década de 1750, bajo la administración del alcalde de Jiquilpan, se encontraba el corregimiento de Tingüindín, Cotija, San Juan Peribán, Tarecuato y Patamban, los dos últimos pueblos eran república de indios.92 Con la reforma político administrativas de la Real Ordenanza de Intendentes de 1786 Jiquilpan, junto con sus agregados, se convirtió en subdelegación y se continuó con la costumbre de nombrar tenientes en Cotija, Patamban, Peribán y Tingüindín. Patamban era sede del gobernador, cura y teniente, así mismo concentraba mayor cantidad de población indígena.93

Cuadro VI. Tenientazgos de JiquilpanJiquilpan

Valle de CotijaTingüindínSan Juan Peribán: San Francisco Peribán, Los Reyes y San GabrielPatamban

Los indígenas, mulatos y demás catas de esta alcaldía, concurrían a Jiquilpan y Zamora a vender sus productos agrícolas, el pulque y las artesanías que elaboraban en el pueblo.

91 VARGAS URIBE, Guillermo, "Geografía histórica de la población de Michoacán. Siglo XVIII", en Estudios demográficos y urbanos, No. 19, Vol. 7, México, El Colegio de México, enero-abril 1992, p. 215.92 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a ayuntamientos, p. 235.93 Ibid. p. 397.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Tlazazalca y Chilchota fueron gobernados por corregidores separados durante muchos años, en 1560 estuvieron subordinados al alcalde mayor de Michoacán, y desde 1574 hasta 1588 al alcalde mayor de Zamora; en el siglo XVII ambos magistrados fueron rebautizados como alcaldes mayores, y para 1713 las dos jurisdicciones fueron reunidas bajo un sólo alcalde mayor residente en la Piedad. Durante el siglo XVIII recurrentemente los tributos fueron recaudados por el alcalde de Zamora y Jacona, y en 1759 el alcalde informaba que tenía nombrados dos tenientes, uno en la ciudad de Tlazazalca y otro en el agregado de Chilchota, debido a la distancia que separaba a estos pueblos de la cabecera los tenientes evitarían que se cometieran delitos y recaudarían tributos.94

Cuadro VII. Tenientazgos de TlazazalcaTlazazalca Tlazazalca

ChilchotaLa PiedadYurécuaro

Así mismo el alcalde mayor señalaba que no les había pedido fianza a los tenientes por la cortedad del ramo que recaudan, pero además existía el temor de que si les exigía la fianza renunciaran al cargo; de igual manera se indica que tenía asignados comisarios solamente para la recaudación, sin embargo no se hizo mención de los lugares en los cuales se nombraba a estos comisarios.95

La alcaldía mayor de Tlalpujahua tuvo su origen en la encomienda llamada Taimeo que se les otorgó a Francisco Rodríguez y a Gaspar de Ávila Quiñones; la trascendencia de este pueblo se dio en 1558 cuando se descubrieron las minas de plata, lo que le permitió tener mayor preponderancia política y económica sobre la región.96 La importancia de esta alcaldía mayor radicaba en la actividad minera que en ella se desarrollaba, por lo que contaba con un crecido número de población y cuadrillas de trabajadores de las minas.

La mayor parte de la población se dedicaba a actividades relacionadas con la minería, pues estaban los que laboraban directamente en la extracción del metal y otros tantos se dedicaban a la explotación de los bosques para la obtención de madera y carbón que comerciaban con los dueños de los minas.97 La extensión territorial de esta alcaldía mayor no era tan amplia y bajo su jurisdicción se encontraban los pueblos de Tlacotepec, Tlalpujahuilla, La Asunción de los Reyes, Tarimangacho y los Remedios; las cuadrillas de San Francisco y San Lorenzo, el Barrio de Postula y Barrio de los Zapateros; Ucareo, Zinapécuaro y Taimeo, además de haciendas, ranchos y estancias.98

En 1759 el alcalde mayor, Domingo del Cereso, informó que tenía nombrado de teniente a don Pedro Zurieño de la Vega en el pueblo de Zinapécuaro con confirmación del superior gobierno, así mismo indicaba que era el partido donde todos sus antecesores habían puesto teniente porque se encontraba a dieciocho leguas de la cabecera. Nombró teniente en

94 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6.95 Ídem.96 ISLAS JIMÉNEZ, Celia, El Real de Tlalpujahua. Aspectos de la minería novohispana, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2008.97 GAVIRA MARQUEZ, María Concepción, Minería y población en Michoacán, p. 86.98 VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, José Antonio, Theatro americano, p. 332.

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dicho partido por todos los inconvenientes que les ocasionaba a los vecinos desplazarse a esa cabecera para atender sus negocios; y a diferencia de las otras alcaldías mayores, las cuáles contaban con sus tenientes generales, éste señalaba que no había nombrado uno perpetuo porque cuando salía a cobrar los reales tributos dejaba de su teniente “a uno de los vecinos más honrados y de mi mayor satisfacción, por el poco conocimiento y corta experiencia que me asiste en los nueve meses que me aposesiono en esta jurisdicción”.99

El bachiller Felipe Neri Vallera afirmaba que la designación del teniente de Zinapécuaro obedecía a que era un pueblo de indios y españoles, pero ni el cura ni el alcalde mayor hicieron referencia al teniente de Ucareo pues en la documentación aparece como tal, aunque cabe la posibilidad que éste sea uno de los comisarios de los que hacía referencia el alcalde mayor; por tanto, los pueblos de Ucareo y Zinapécuaro no sólo eran tenientazgos, sino que al igual que sucedió en otras jurisdicciones también fueron república de indios.100

El establecimiento de los tenientazgos en las alcaldías mayores al parecer respondió a varios factores: En primer lugar, medianamente se dio en función de la extensión territorial de la alcaldía y de la distancia que mediaba entre la cabecera y los demás pueblos sujetos, y regularmente se observó que aquellos pueblos que estaban a más de tres leguas eran idóneos para establecer un teniente, aunque esa no fue la norma en todas las alcaldías. En segundo lugar, respondieron a una medida de control social que se pretendió tener sobre las repúblicas de indios, pues observamos que varios de los tenientazgos estaban erigidos sobre aquellos pueblos que tenían importantes tierras de comunidad. De los tenientazgos que logramos identificar de acuerdo a la relación de los pueblos que tenían amplias tierras de comunidad están: Apatzingán, Tepalcatepec, Chucándiro, Santa Ana Maya, Erongarícuaro, Coyuca, Pungarabato, Zirándaro, Santa Clara de los Cobres, Tacámbaro, Etúcuaro, Uruapan, Parangaricutiro y Huetamo. En sí la república de indios del tenientazgo de Uruapan contaba con ricas tierras por tanto los tenientes de justicia respondieron a la necesidad de las autoridades provinciales de ejercer un efectivo control fiscal en cuanto a la recaudación de los tributos como uno de los principales ramos de los que estaban a cargo, y de ejercer mayor control político sobre las repúblicas de indios. Aunque también es importante resaltar que otra de las razones por las que se establecieron los tenientes fue porque se constituyeron en agentes comerciales que cuidaban de los intereses propios, del alcalde mayor, fiadores y grandes comerciantes.

2.3 Contener el ausentismo de los alcaldes mayores

La reorganización de la administración del gobierno de los reinos americanos dejó en evidencia que el gobierno provincial de las alcaldes mayores y de los auxiliares que éstos necesitaban para gobernar cada una de sus jurisdicciones requería de la atención del rey, pues el abandono y la poca vigilancia que los ministros habían tenido auspiciaron una degeneración en el ejercicio del empleo de alcaldes mayores y corregidores. La acumulación de funciones y la falta de salarios dignos paulatinamente propició que se generaran diversas prácticas a través de las cuáles los alcaldes mayores sortearon la inversión que hicieron en forma de beneficio por el cargo que se les otorgó, la recuperación de los gastos de traslado de los provistos

99 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 6, F. 82. mayo 9 de 1759,100 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De República de indios a Ayuntamientos, p. 50.

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residentes en la península hasta el lugar donde debían de ocupar su cargo, y la obtención de recursos que le permitieran solventar sus necesidades, las de su familia y otorgar sus respectivas fianzas. Todos esos factores contribuyeron de forma negativa en la administración de justicia, pues los ministros trataron de obtener los mayores beneficios económicos en el tiempo que durara su encargo; la designación de tenientes para que administraran justicia en la jurisdicción que estaba a su cargo, nombramientos que no se hacían desinteresadamente, por lo que la venta de las varas de teniente fue una práctica constante de los alcaldes mayores para obtener ingresos adicionales; de igual manera el repartimientos de mercancía fue otra de las estrategias a las que más recurrieron ya que era la que más ganancias les aportaba; lo importante de esta actividad es que los tenientes tuvieron una participación fundamental como brazo ejecutor del repartimiento, por lo cual también se constituyó en un instrumento de presión y coacción que de cierta forma facilitaba el cobro a la población que se le repartía. Es por eso que a los tenientes se les tiene como un símil de los alcaldes mayores en el ejercicio del gobierno y la justicia, aspecto que trataremos más adelante.

Los alcaldes mayores antes de pasar a sus respectivas jurisdicciones obligatoriamente hacían escala en la capital del virreinato para dar sus fianzas, sin embargo la estancia de los provistos en la ciudad de México se prolongaba por diversa razones y pretextos. Otro tanto ocurrían a la jurisdicción donde ejercerían su gobierno, tomaban posesión del cargo, e inmediatamente nombraban teniente general para servir su empleo por sustituto contraviniendo así las Leyes de Indias, especialmente la ley 44, título segundo, libro tercero. El ausentismo de los alcaldes mayores regularmente ocurría auspiciado por la preferencia de residir en la ciudad de México u otras ciudades importantes, no obstante hubo casos en los cuales se denunció que el ausentismo en el que incurrían los alcaldes era tolerado por los virreyes. En 1735 se le otorgó a Juan Clemente Sánchez la alcaldía mayor de Celaya y Salvatierra, como parte de las facultades que se le otorgaron se mandaba que “la gracia hecha a Sánchez se entienda hecha en Xarabeytia y por su falta a don Francisco de Ipenza su teniente general que ha sido y es en el mismo oficio, y bajo de este ilícito convenio retornó a España, dejando a Xarabeytia sin ningún nombramiento, con la tolerancia del virrey Casafuerte y actual arzobispo V irrey.. .”.101

El marqués de las Amarillas, el 9 de abril de 1759, afirmaba que daría cumplimiento al despacho en que se prohíbe el nombramiento de corregidores y alcaldes mayores interinos de provisión virreinal, el cual se había emitido por real cédula de 7 de junio de 1757; esta disposición no anulaba la facultad que los virreyes tenían de nombrar a los interinos en caso de renuncia o muerte del titular, sino que se pedía que sólo se ejerciera esa facultad cuando fuera estrictamente necesario, pues muchas veces estos nombramientos impedían que los alcaldes mayores de provisión real entraran inmediatamente a ejercer su cargo, ya que regularmente llegaban los provistos y el que los antecedía ni siquiera había comenzado a ejercer su empleo, por lo que tenía que esperar a que transcurriera el tiempo por el que estaba confirmado su antecesor.102

Cuando el marqués de las Amarillas se refiere al antiguo método que se utilizaba para la provisión de oficios hace referencia al “beneficio”, lo que ocasionó que ante la saturación de las plazas se comenzaron a otorgar las alcaldías en calidad de futuras, lo que implicaba que

101 AGI, México, 635. Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte, fue virrey de 1722 a 1734. Véase a GÓMEZ GÓMEZ, Amalia, Las visitas de la real hacienda novohispana, pp. 195-212.102 AGI, México, 1359, Fs. 9. (9 abril de 1759)

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

el provisto tenía que esperar a que los que habían sido nombrados antes que él para la misma jurisdicción ejercieran su empleo. Los tenientes, como auxiliares de los alcaldes mayores, siempre generaron suspicacia ante las autoridades virreinales, ya que finalmente eran los que ejercían el gobierno de aquellas jurisdicciones donde imperaba el ausentismo de los alcaldes mayores:

“constante lo acaecido en la Alcaldía de Mestitlan de la Sierra, que obedecido el título desde el año de 754 a don Luis de Aguilar Ponce de León, y negándosele por mi repetidas veces la facultad que pidió de servirla por un teniente general llegó a este reino don Baltazar de la Parra provisto por V. M para sucederle, no sólo con anticipación al cumplimiento de los cinco años de aquel, sino también aun antes que lo empezare. Pero el cuidado de que inmediatamente entrase a servir su alcaldía el primero, o la demorase, no pudo, ni debió ser de los virreyes, ínterin que no se presentase parte agraviada, ni menos era averiguable el trato secreto que Don Luis de Aguilar tuviese con el teniente que intentó nombrar, o sirviente interino en demorar su posesión”.103

Esta circunstancia aunada a la retención de las alcaldías mayores agravaba sobremanera la administración de las alcaldías, y sobre todo el que se tuviera un efectivo control de los ministros que se encontraban al frente de las jurisdicciones, por eso no fue casualidad que desde 1759 se le pidiera al virrey y a la Audiencia que informara detalladamente sobre la toma de posesión de los alcaldes mayores, la fecha en que comenzaron a ejercer sus cargos, el tiempo en que debían de concluir, y que se especificara los que eran de provisión real y virreinal.

Las medidas que se estaban tomando desde 1757 tenían su antecedente inmediato en la segunda mitad del siglo XVII: en 1663 se les pidió informes secretos a los obispos de Puebla y Nicaragua y al inquisidor de México, don Pedro Medina Rico, sobre los alcaldes mayores y las reformas que consideraran factible realizar en el gobierno de la Nueva España; el obispo de Puebla había señalado que se sustituyeran los alcaldes mayores por alcaldes ordinarios, de igual manera señalaba que no era oportuno que se pusieran alcaldes ni corregidores de provisión virreinal, “porque las provisiones de estos oficios se hacen por inteligencias y medios ilícitos (en que crece muchísimo la maña), sigue de aquí precisamente que los proveídos usen tantos fraudes y tiranías y aquellos naturales padezcan tantas repetidas molestias y calamidades”.104 En ese sentido, el obispo estaba a favor de que los alcaldes fueran de provisión real ya que estos nombramientos se hacían por cinco años, a diferencia de los de provisión virreinal que eran por dos años, lo cual causaba que se hicieran mayores repartimientos y vejaciones a los indios por los gastos del viaje, la ostentación de las personas y familias, y el deseo de acaudalar y volver a España con lucimientos.105 Por real cédula de 23 103 104 105

103 AGI, México, 1229, documento 112.104 AGI, México, 1229, F. 2, Reformar las alcaldías mayores de Nueva España, 14 de julio de 1663.105 Uno de los grandes problemas que claramente quedaba de manifiesto era el crecido número de dependientes y allegados que los virreyes traían consigo lo que propiciaba que los virreyes los nombraran en los corregimientos y alcaldías mayores, que por ser de provisión virreinal trataban de sacar el mayor beneficio en el corto tiempo que estaban en el cargo. Pero esta práctica ya se venía denunciando desde las primeras décadas del siglo XVI, muestra de ello es el importante trabajo de Justina Sarabia Viejo, quien en su estudio sobre el virrey Luis de Velasco muestra como durante su gobierno hubo una serie de protestas porque el virrey había nombrado por lo menos en 70 corregimientos a familiares y criados suyos.

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de noviembre de 1680 se facultó a los virreyes para que proveyeran 12 alcaldías mayores aunque decía el virrey Carlos Francisco de Croix que éstas eran de tercera clase, las cuales noeran de utilidad.106

A pesar de los esfuerzos de los virreyes por terminar con la retención que se hacía de las alcaldías mayores y corregimientos, esta forma de operar no había variado mucho el marqués de Cruillas en 1762 decía que no se observaban cambios relevantes, como cuándo se utilizaba el beneficio y como se estaba realizando con la aplicación de las ordenanzas modernas. El sentir del marqués de Cruillas también era compartido por su antecesor, el marqués de las Amarillas, quién hacía la observación de que las urgentes necesidades económicas que enfrentaba el imperio por la guerra habían permitido que los tenientes sirvieran las alcaldías por ausencia de los provistos, práctica que quedó establecida por real cédula de 18 de julio de 1745

“les fue concedida a los virreyes para admitir o reprobar los propuestos al servicio o las personas que por falta o ausencia de aquellas u otro motivo hubiesen de sucederlas en los empleos; por sostener la resolución de vuestra merced en el beneficio se permite por los virreyes mis antecesores el que incurriendo en los tenientes las buenas calidades (que muchas veces no concurrían en los propuestos) sirviesen aquellos los empleos que por vía de comercio, venta, o contrato reservado (inaveriguable al más vigilante celo) les concedían estos, nombrándolos con aprobación de los virreyes, bajo el pretexto de no poderlos servir personalmente los provistos por varios motivos justos que aparataban (sic, por argumentaban), sin declarar los otros, que acaso quedaban reservados a los dos contrayentes...”.107

Especialmente en la primera década de la segunda mitad del siglo XVIII se observó una constante preocupación por tener una mayor vigilancia sobre los alcaldes mayores y evitar por todos los medios el ausentismo y el que ejercieran sus oficios por sustitutos. Muchas fueron las razones que los alcaldes mayores expusieron para justificar su poca a nula presencia en las jurisdicciones que estaban bajo su mando, especialmente los problemas de salud fue una de las principales razones por las cuales pedían autorización para ejercer el empleo por medio de sustituto con la denominación de teniente general. Esta circunstancia lo mismo se presentaba en Cuernavaca,108 de provisión del marquesado del Valle, o en Orizaba que era de provisión real. Los argumentos de que se valían los alcaldes regularmente iban acompañados de la opinión de un facultativo que daba fe del estado de salud: por ejemplo el 24 de febrero de 1770 Juan Sevillano, alcalde mayor de Orizaba, le solicitaba al marqués de Croix que le permitiera nombrar a un sujeto de toda su satisfacción de teniente general, ya que señalaba que después de siete meses de la intervención de la úlcera que padecía no pensaba regresar a

Para evitar todos los abusos que se pudieran desencadenar del nombramiento de alcaldes de provisión virreinal y para evitar, el nepotismo como ahora se le llama a la tendencia de ubicar a parientes y dependientes, por lo que en real cédula de 23 de noviembre de 1680, expresamente se prohibía que en los 12 oficios que estaban facultados de proveer no se pudiera a ningún pariente ni allegado. Véase a SARABIA VIEJO, María Justina, Don Luis de Velasco Virrey de Nueva España, 1550-1564, Sevilla, España, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978, p. 66. MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978,106 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias, p. 963.107 AGI, México, 1229, Real acuerdo, 23 de abril de 1759, Fs 2.108 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

la jurisdicción, pues requería de una segunda intervención y la opinión del cirujano, don Juan Mactagar, era que Sevillano no podía ejercer las funciones de gobierno ni montar a caballo, por lo que tenía que permanecer en Puebla.109

Por real cédula de 20 de septiembre de 1758 se mandó que los alcaldes mayores residieran en los pueblos principales y los puntos centrales que contenía la real cédula eran:

1. Que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales y cabeceras de sus jurisdicciones.

2. Que no puedan ausentarse de ellas sin licencia, con causa precisa y limitación de tiempo, no estando ocupados en la visita.

3. Que no pongan tenientes, que se les haga quitar los que no fueren necesarios y forzosos.

4. Que los propietarios sirvan los oficios por sus personas sin permitir los sustitutos si no fuere por mi real licencia.

En dicha real cédula se recordaba que los alcaldes mayores estaban facultados para nombrar, remover y quitar los tenientes por causas legítimas, por lo que en esto no podía intervenir el virrey ni la Audiencia. Los que se consideraban tenientes forzosos y necesarios eran los que se ponían en aquellos lugares donde había contratación y concurso de españoles.110 De igual manera se pedía que se ordenara que todos aquellos tenientes que habían sido nombrados y que contravinieran las leyes 34, 38111 y 48, título 2° Libro 5; Ley 44, título 2°, libro 3°, y Ley 88, Título 16, libro 20, fueran depuestos de sus cargos.112

El ausentismo y las retenciones de las alcaldías mayores y corregimientos no se solucionaron mientras estuvieron vigentes esas instituciones, pues todavía en 1783 el fiscal Ramón de Posada y Soto hacía relación de varios expedientes con los que demostraba las negociaciones y malos manejos que se continuaban haciendo

“Muy señor mío: los provistos por su Magestad en Alcaldías mayores de este reyno, contraviniendo a expresas prevenciones de sus títulos para que los presenten, y habiliten dentro de cierto término, los retienen en su poder todo el tiempo que les acomoda, pactan torpemente con su antecesores la detención de sus ingreso, y se arrogan nada menos, que la regalía de continuarlos en empleos de que Su Magestad, en virtud de nuevos títulos, disponen en favor de otros”.113 109 110 111 112 113

109 AGN, Alcaldes mayores, Vol 1, Exp. 168, Fs. 242-243.110 AGI, México, 1412, Fs. 21 Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Ramón de Posada.111 En la que se prevenía que se quitaran todos los tenientes de alcaldes mayores y corregidores que no fueran necesarios.112 AGI, México, 1229, Real cédula que previene que los alcaldes mayores residan en los pueblos principales, Villaviciosa septiembre 20 de 1758. AGI, México, 1412, Fs 21. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción promovido por el señor fiscal de real hacienda Ramón de Posada.113 AGI, México, 1735, México cartas y expedientes del distrito de esta audiencia años de 1783. Testimonios de los fraudes que comenten los alcaldes mayores provistos antes y después del despacho de la real audiencia. F. 1.

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Según la relación que presentaba, en el primer testimonio señalaba que Don Ildefonso Sánchez Solache, provisto para la alcaldía mayor de Chichicapa y Cimatlan, solicitaba se le admitiese el juramento sin haber dado fianzas, y el virrey le otorgó la dispensa; don Francisco Urrutia, provisto para la alcaldía mayor de Guaiacocotla, se presentó fuera de tiempo, que esto provenía, en parte, de haber introducido pretensiones voluntarias en el superior gobierno de no haber querido habilitar la residencia de la alcaldía mayor de Tasco; Presentó Larragoiti su título a este superior gobierno en 25 de septiembre del año de 1778 y no se despachó hasta dos de mayo de 81, vicio evidente y nulidad notoria con que pasó a tomar posesión de su alcaldía. Se fue después a España, dejando a su teniente general don Pablo Ortega provisto para la alcaldía mayor de Villa Alta, llegó a Veracruz en mayo de 82; pero aún está por aquí despachando en cuanto a fianzas y demás, pero me han asegurado últimamente que el virrey le ha dado nuevos términos para tomar posesión de su destino, y Don Diego Abet y Maestre, provisto para la de Acayucan, se despachó perfectamente en 14 de noviembre del año pasado de 780; pero después se ha mantenido en esta ciudad sin haber pasado a tomar posesión, con el frívolo pretexto de que en su cédula se le señala el término de cuatro meses para presentarla.114 El fiscal afirmaba que en cada uno de estos casos el virrey tenía conocimiento de la situación.

2.4 La venta de las varas de tenientes

La venta de oficios en Indias fue una práctica constante desde 1559 cuando se formalizó por real cédula, partiendo del presupuesto de que los oficios públicos tendrían una ventaja o renta económica para la corona.115 La enajenación de los oficios se dio en las diferentes esferas de la administración en las Indias, abarcó desde las Audiencias hasta los ayuntamientos y los tenientazgos. La venta de oficios fue formalmente establecida durante el reinado de Felipe II.116 Felipe V tuvo como una de sus iniciativas de gobierno terminar con la enajenación de los oficios, sin embargo las crecientes necesidades económicas de la corona a consecuencia de las guerras propiciaron que esta medida no se llevara a cabo, pues si bien a partir de 1742 se prohibió la venta de estos cargos, ésta se volvió a restablecer en 1744117 a consecuencia de la guerra con los ingleses y las crecientes necesidades económicas, mientras tanto los cargos con jurisdicción se le otorgaban no al solicitante más idóneo sino al mejor postor, ahora en forma de beneficio, por lo que los alcaldes mayores beneficiaban a la corona con una determinada cantidad en dinero —lo que Francisco de Icaza Dufour a denominado como “servicio pecuniario” 118 — por la gracia de haberle concedido la merced de una alcaldía mayor, que tenía un significado equivalente a la venalidad de los cargos, los alcaldes mayores con tal de recuperar el desembolso participaban del repartimiento de mercancía, o bien

114 Ibid. F. 1v-3.115 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, La venta de oficios en Indias (1492-1606), Madrid, Instituto Nacional de Administración pública, 1982, p. 71. BERTHE, Jean-Pierre y CALVO, Thomas (ed.), Administración e Imperio, Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso "Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor"2011, p 102­107.116 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad, p. 34.117 BOHURAS, Asmaa, "La administración virreinal", p. 102. SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La audiencia en México en el reinado de Carlos III, p. 33.118 DE ICAZA DUFOUR, Francisco, Plus Ultra. La monarquía católica en Indias, 1492-1898, p. 262.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

vendían las varas de tenientes o las otorgaban a cambio de pensiones que éstos auxiliares les otorgaban con parte de los beneficios de judicatura.

Fernando Muro Romero,119 Francisco Tomás y Valiente, Ángel Sanz Tapia, Mark A. Burkholder y D. S. Chandler, han abordado ampliamente la venalidad de estos empleos en las diferentes esferas de la administración: Audiencia, ayuntamiento, escribanías y los alguacilazgos; mientras que los cargos de los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores no eran tratados propiamente como venta, sino que se le otorgaba la categoría de “beneficio”, pues el que lo adquiría beneficiaba al rey con determinada cantidad de dinero en función de la importancia de la alcaldía mayor. El beneficio de los cargos con jurisdicción como el de alcalde, corregidor y gobernador, tenía la característica de que eran empleos que se ejercían por un determinado tiempo, por lo que no se obtenían de forma vitalicia ni a perpetuidad, circunstancia que no permitió la patrimonialización, ni se podían heredar a los descendientes, pues sólo por un lapso de tiempo el titular podía decidir algunos aspectos sobre la persona que podía suceder al alcalde en caso de muerte u otra causa de gravedad que le impidiera ejercer el empleo directamente.

Por ejemplo, en 1737 se expidió real cédula a favor de don Juan Martín de Yriarte, quien dio de servicio 7 500 por la alcaldía mayor de Villa Alta y se la concedieron por el tiempo de cinco años, y en el mismo título se expresaba el nombre de las personas que podían suceder en el cargo al alcalde mayor en caso de que éste no pudiera tomar posesión del empleo; Martín de Yriarte en primer lugar colocaba como su sucesor a Don Miguel de Yrigoyen y Echenique, en segundo lugar a don Miguel de Ibarra y en tercero a don Pedro Ángel de Yrigoyen y Dutari.120 Así como algunos alcaldes mayores establecían quiénes los podían suceder, había otros que preferían que el beneficio que habían otorgado por el empleo les fuera restituido a sus herederos. Los derechos y facultades sobre el uso del empleo sólo se podían ejercer dentro del tiempo estipulado, que bien podrían ser 2, 3 o 5 años. En ese tenor la diferencia es sustancial con respecto a la venta de cargos de regidor, de alférez real y de escribanos, los cuales se subastaban en almoneda pública a perpetuidad, y sólo por causas de renuncia y muerte podían ser rematados nuevamente.121 Antonio García García señala que los empleos de corregidores se comenzaron a vender a partir de 1678.122

Ángel Sanz Tapia caracteriza al beneficio como “una figura jurídica que define la concesión regia de un nombramiento para un cargo con jurisdicción como compensación por un dinero que un particular entrega voluntariamente a la Real Hacienda en calidad de "servicio" al Rey”.123 El concepto que se maneja en la provisión de estos cargos es precisamente “servicio al rey”, es una compensación por la merced otorgada, es por eso que estos empleos con jurisdicción no se subastan, en teoría “no se otorgan al mejor postor si no al de más méritos”, aunque en la práctica sabemos que el beneficio se le concedía al que

119 MURO ROMERO, Fernando. "El "beneficio" de oficios públicos con jurisdicción en Indias. Nota sobre sus orígenes", en Anuario de Estudios Americanos, Vol. XXV. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978, pp. 1-67.120 AGI, México, 689.121 YALI ROMAN, Alberto, "Sobre Alcaldías mayores y corregimientos en Indias. Un ensayo de interpretación, pp. 9-39.122 GARCÍA GARCÍA, Antonio, "El precio político de la venta de cargos públicos reflexiones sobre la regalía real", en Illes i Imperis, 9, Desembre 2006, p. 135.123 SANZ TAPIA, Ángel, "Provisión y beneficio de cargos políticos en Hispanoamérica (1682-1698), EHSEA, No 15, Julio-Diciembre 1997, p. 108

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

ofrecía mayor cantidad de dinero por el ejercicio del empleo. Por tanto el beneficio que se obtenía de la provisión de estos cargos iba a parar directamente a las arcas reales. En cambio el problema con la venta de las varas de teniente era que no había ningún tipo de retribución para la Corona, sino que los beneficios de estas concesiones quedaba única y exclusivamente en manos de los alcaldes mayores; es por eso que se consideraba como un acto ilegal y prohibido por las leyes, pues si bien los alcaldes estaban facultados para nombrar tenientes, pero no a cambio de recibir una remuneración por estos nombramientos ni cualquier otro tipo de regalía, premio o compensación por la concesión de los tenientazgos. Estas prohibiciones no sólo se aplicaban a los alcaldes mayores y oficiales de real hacienda, sino también a los oidores de la Audiencia como veremos más adelante.124

La venta de las varas de teniente es un tema un tanto complejo ya que ésta se hacía obviamente al margen de toda legalidad, lo que implicaba que los arreglos y tratos a lo que llegaban los alcaldes mayores con sus beneficiados se hacían de forma discrecional, tratando de no levantar sospechas del beneficio que obtenían en la transferencia de las varas de justicia. Estos temas regularmente salían a la luz pública en los momentos de tensión entre la población, los alcaldes mayores y sus tenientes, pues en esas circunstancias denunciaban cómo los tenientes habían obtenido sus varas a través de “ventas” y “pensiones”, lo que a la vez era el motor de los excesos que se cometían en contra de la población, pues los tenientes usaban de los cargos para beneficiarse, recuperar la inversión y sostener a su familia.

En otras ocasiones esas negociaciones quedaban al descubierto por el incumplimiento de los alcaldes mayores, o bien porque se descubría que éstos no podían otorgar los nombramientos que habían prometido. Esta situación se presentó cuando don Francisco de Vargas y Villegas, a quien se le hizo merced el 8 de enero de 1704 de la alcaldía mayor de Cholula por cinco años, inmediatamente negoció la vara de teniente general con Joseph García González por 1 000 reales de vellón, por lo que el futuro teniente pidió se le restituyera la suma que había pagado por el empleo, porque tenía entendido que el alcalde mayor no estaba facultada para otorgar el nombramiento de teniente general que le había ofrecido por estar en contra de lo prevenido por las leyes, y en ese sentido le pedía a las justicias de Sevilla o de Cádiz que obligaran a Vargas a pagar los 1 000 reales de vellón.125 Por ejemplo, el alcalde mayor de San Luis Potosí y el agregado de San Pedro Guadalcazar, Andrés de Urbina, al término de su periodo le solicitaba al marqués de Croix que se le beneficiara con otra alcaldía de la cual se pudieran obtener mejores aprovechamientos, ya que en la que acababa de concluir su periodo ofrecía muy cortos beneficios, pues afirmaba que “los fomentos que he tenido para permanecer han sido las cortas regalías que producían algunos de los Thenientazgos, la adjudicatura, y conocimiento de inventarios.. .”126 Como se puede observar en el testimonio del alcalde mayor, aunque se hable de regalías evidentemente se refiere a los ingresos que éste obtenía por el otorgamiento de las varas de justicia.

En el Ducado de Atlixco Juan Manuel de Ariza hacendado ejerció el empleo por 14 años como encargado del pueblo de Ameca, el cual fue removido al ingreso el nuevo alcalde mayor porque don Lorenzo Antonio Colombres ofreció darle al alcalde mayor una pensión anual de 400 pesos, pero el alcalde mayor Juan Antonio Aldana pedía una pensión de 500

124 SANCIÑENA ASURMENDI, Teresa, La audiencia en México en el reinado de Carlos III, p. 33.125 AGI, México, 634.126 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 253, F. 358v. El alcalde mayor de San Luis Potosí solicita otro destino con el argumento de que esa alcaldía está muy venida a menos. 16 de Febrero de 1770.

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pesos anuales por el tenientazgo, se ha obligado a dar cuatrocientos con el repartimiento que consistía en 60 toros y algunos caballos.127 Los vecinos se opusieron al nombramiento pues temían de los abusos que el nuevo teniente podía ejercer sobre ello ya que la pensión que estaba ofreciendo por el cargo era elevada, ya que ellos mismos afirmaban que anteriormente los que ejercieron ese cargo sólo habían contribuido con 50 pesos.

El marqués de las Amarillas desde 1759 denunciaba los excesos que cometían los tenientes en sus demarcaciones, no sólo en contra de la población indígena sino también contra los españoles, ya que éstos no hacían distingo alguno con tal de obtener los mejores beneficios y aprovechamientos de sus empleos, pues los tenientes que los alcaldes nombraban para que en su representación administraran justicia decía

“no ignoro que los alcaldes mayores en aquellos pueblos que justa y legítimamente corresponde haya tenientes los nombren bajo de un contrato pecuniario, de que resulta la opresión de los indios y vecinos españoles; pero no siendo averiguable en juicio, ni resultado en las residencias semejantes cargos, no es posible proceder por solas voces del vulgo que tantas veces salen falsas, y el intentarlo con el riesgo de la falsedad seria quedar desairado, y más insolentada la malicia y el agravio: por lo que muchos abusos quedan sin remedio conveniente por evitar la peor constitución en que quedarían después de él intentando remedios”. 128

La idea que expresa el marqués de las Amarillas de que el comercio de las varas de teniente no se podía averiguar por quedar como un contrato entre partes, dos décadas más tarde de forma reiterada el fiscal de la Real Audiencia, Ramón de Posada, volvió sobre el tema señalando lo difícil que resultaba comprobar ese tipo de excesos.

La venalidad de los tenientazgos era menos aceptada que la de los oficios públicos, como el de escribano y regidores que estaban permitidos y regulados por la corona, donde ésta obtenía un beneficio económico por las renuncias que se hacían de los cargos; en cambio de las negociaciones secretas que hacían los alcaldes mayores con los tenientazgos no se obtenía beneficio alguno ya que eran tratos personales, y es por ello que reiteradamente el fiscal Posada afirmaba que sabía que en varias alcaldías mayores de Nueva España se realizaba la venta de varas de tenientes, pero que era difícil demostrar con pruebas fehacientes la forma en que se realizaba este comercio.129 Por otro lado, las tenencias no sólo se transferían a través de la venta y la pensión, ya que se dieron casos en los que este empleo recayó en los afianzadores y las personas que éstos designaran, pues tenían como propósito fundamental cuidar de los intereses de los comerciantes y alcaldes que participaban del repartimiento, especialmente en aquellas alcaldías que se caracterizaron por tener una importante actividad comercial como Tepeaca o Villa Alta,130 pero este aspecto se tratará después. 127 128 129 130

127 Muchos subdelegados ejercieron el empleo de teniente de justicia, por ejemplo don Luis Migues subdelegado de Tacuba afirmaba que había servido de teniente de justicia en dos jurisdicciones por el tiempo de 18 años. AGN, Subdelegados, Vol 26, Fs. 103-109. Sobre prorroga de Luis Migues en la jurisdicción de Tacuba, 1794. AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp 1, Fs. 1- 70. Servicio de don Miguel Migues en el tenientazgo de Tecamachalco provincia de Tepeaca, 1782.128 AGI, México, Real Acuerdo, 11 de abril de 1759, 1229, F. 5v.129 AGI, México, 1410, F. 14.130 ARRIOJA DIAZ VIRUELL, Luis Alberto, "El Abasto de una villa serrana: la Villa Alta de San Ildefonso (Oaxaca) a fines del siglo XVIII", en Manuel Miño Grijalba, Núcleos urbanos mexicanos: XVIII y XIX: mercado,

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Los oficiales y ministros del rey buscaron por todos los medios obtener el mayor beneficio de su empleo, lo que quedó en evidencia con la visita de Francisco de Garzarón en 1716, cuando realizó las pesquisas secretas a la Audiencia de México, y fue la mala fama de los oidores, como Félix Suárez de Figueroa, que a través de su secretario Pedro Robledo vendió los nombramientos de juez de comisión de tierras para las diferentes jurisdicciones, además de las regalías que recibía por estos nombramientos.131 Pero especialmente nos interesa el oidor don Gerónimo de Soria, el cual tenía vínculos con la elite de la provincia de Michoacán, por lo que se le acusó de haber intervenido a favor de Valladolid en el litigio que tenía con Pátzcuaro, entre otros asuntos relacionados con la provincia. Una de las acusaciones que pesaron sobre este oidor fue que había recibido 139 pesos para otorgar la confirmación del nombramiento de teniente general de alcalde mayor de la ciudad de Valladolid a favor del capitán don Fernando de Sierra y Tadino, pero en la regalía que se pidió a favor de Tadino intervino el hermano del oidor, Nicolás de Soria.132 La intervención del oidor Soria para que se admitiera el nombramiento de Sierra y Tadino tenía que ver con una disposición que había emitido el virrey Alburquerque (1702-1711) con fecha de ocho de mayo de 1705, en la que le ordenaba al alcalde mayor de Michoacán, Juan Silvestre Martínez de Montemayor, que obligara a los tenientes que había nombrado en su jurisdicción para que dentro del término de un mes acudieran a pedir su confirmación al superior gobierno ante el virrey, porque en caso de no hacerlo dentro del tiempo estipulado se anularía el nombramiento.133

Sierra y Tadino fue nombrado teniente de la ciudad de Valladolid por renuncia de Esteban de Gamboa el 17 de octubre de 1709, por lo que tomó posesión dos meses después, el 17 de diciembre del mismo año.134 La confirmación de los nombramientos de tenientes en realidad no suponían muchas dificultades, y el duque de Linares señalaba que el nombramiento ya se había aprobado por su antecesor desde el 30 de octubre, sin embargo no se había entregado el despacho de confirmación porque, según constaba del expediente, no se habían pagado los derechos correspondientes, que eran 100 pesos por la gracia para la obra del real palacio y 8 pesos 2 tomines de derecho de media anata. Por tanto la confirmación del título de teniente requería de un desembolso de 108 pesos dos tomines más los gastos de la gestión, los cuáles podían variar considerablemente pues se podía hacer directamente o bien a través de los agentes de negocios de la ciudad de México.

La confirmación por tanto la obtuvo del virrey Duque de Linares hasta el 12 de febrero de 1711,135 y Sierra y Tadino continúo ejerciendo dicho empleo hasta el 25 de abril de 1712 en que salió a la ciudad de México para atender negocios personales. Por tanto, la irregularidad estribaba en que se confirmó un título que por el tiempo que había transcurrido desde su emisión ya no tenía vigencia. Las regalías o los premios que se les otorgaban a los ministros, a decir de Amalia Gómez Gómez, era un “hecho fraudulento enmarcado dentro

perfiles sociodemográficos y conflictos de Autoridad, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2006, p. 141- 219.131 AGI, México, 270 B, Fs. 314-398.132 Idem.133 AHMM, Libro 12, F. 119. Libro de actas de cabildo.134 Ibid. Fs 129-130.135 Ibid. F. 146v.

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de una serie de usos ilegales”,136 que fueron los que se comenzaron a denunciar con mayor fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.

La venta de los cargos públicos y los beneficios de empleos, como el de alcalde mayor, estaban monopolizados por la corona, por tanto los recursos que de ellos se obtenían iban a parar directamente a las arcas del rey, e incluso las renuncias de los mismos estaban regulados de tal suerte que siempre había un beneficio económico. El problema con los tenientazgos consistía en que estos empleos legalmente no podían ser vendidos, y el derecho de la media anata y la obra del real palacio era las únicas contribución que los tenientes pagaban por la confirmación de su nombramiento, empleo que ejercían con carácter de honorífico ya que no gozaban de sueldo y sólo se beneficiaban de los derechos de judicatura que obtenían de las diligencias que realizaran, y por tanto la percepción que los alcaldes mayores obtenían de los tenientazgos iba a parar directamente a sus manos. De los informes proporcionados por José Mariano Villaseca a solicitud del fiscal Posada se desprende que las contribuciones que los tenientes debían de hacer por la confirmación de sus nombramientos variaban en función del tipo de provisión y de la categoría de la alcaldía donde fueran a ejercer sus funciones:

“los referidos tenientes bien sean generales o particulares, si las alcaldías son de primera clase y provistas por el rey pagan por su despacho veinte y cinco pesos, de segunda quince y de tercera diez; y si son por su excelencia pagan si son de partidos de primera clase, doce pesos cuatro reales; si de segunda siete pesos cuatro reales y si de tercera cinco. Siendo de advertir que contribuyen para la fábrica del real palacio, si las alcaldías mayores son para el rey, cien pesos y por el excelentísimo señor virrey cincuenta, pero generalmente todo teniente que se despacha paga, a más de lo referido trece pesos seis reales y medios de media anata”.137

El marqués de Cruillas, en 1762, afirmaba que la situación con los alcaldes mayores estaba cada vez más caótica pues los hombres de mérito tenían que hacer grandes sacrificios para servir en este reino, y para mostrarlo ponía el ejemplo del teniente coronel don Joseph Gil de Araujo, provisto alcalde mayor de Jicayan, al cual la Audiencia gobernadora y don Francisco Cagigal, según consta de la carta de primero de septiembre de 1760, no encontró quien le quisiese fiar dinero, pagar los empeños que contrajo en España, gastos menudos de sus despachos, sin quien le quisiese fiar tributos sin un conocido sacrificio de bien, “salió de aquella capital dejando sin habilitar los despachos a el cuidado de un procurador como lo hizo; y sabe que puesto en la alcaldía por no perecer vendió tres de los principales tenientazgos de su jurisdicción que es la parte mayor de ella; porque sobre saberlo extrajudicialmente que ya está dicho por el marqués de las Amarillas y Cagigal, no son averiguables en lo judicial estos contratos, se le han presentado los tres nombramientos de tenientes y los ha confirmado con arto dolor de ver perdido el mérito de este oficial”.138

La respuesta del fiscal fue dada en Madrid en junio 6 de 1762, en la que se le prevenía al virrey que aunque tuvo noticia extrajudicialmente de la venta de los tres tenientazgos de Jicayan por Joseph Gil de Araujo “no debió confirmarlos pues así como supo extrajudicialmente pudo promover la justificación judicial y evitar un acto tan perjudicial y 136 137 138

136 GÓMEZ GÓMEZ, Amalia, La visita de la real hacienda novohispana en el reinado de Felipe V, p. 151.137 AGI, México, 1412, F. 11. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Don Ramón de Posada, 16 de marzo de 1784. F 11.138 AGI, México, 1229, Fs. 5. Detención de los provistos, 6 de junio de 1762.

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prohibido”, por lo que se mandó que se le hiciera saber al virrey la desaprobación de dicha actitud. Cagigal, al igual que el marqués de las Amarillas, se manifestaba en contra del beneficio de las alcaldías mayores por todos los perjuicios que se ocasionaban.

En el informe y plan de intendencias (15 de enero de 1768) José de Gálvez y el marqués de Croix, que tenía como finalidad mejorar el gobierno civil y económico de Nueva España, tenían bien claro que muchos de los perjuicios y opresiones que caían sobre los indios provenían de dos azotes: el primero los alcaldes mayores, quienes eran negociantes con usura y monopolio ejercido a través de los repartimientos; y el segundo azote estaba representado por sus subordinados los tenientes, por lo que en el punto 11 del plan ponía en evidencia la forma de operar de las autoridades de las provincias señalando que

“porque todos ellos [los alcaldes mayores] nombran varios tenientes a proporción de los pueblos sujetos al de la cabecera donde residen, y como estos infelices subalternos pagan a sus principales por los tenientazgos unas pensiones anuales y excesivas, que algunas llegan a mil pesos, sufren los pueblos este segundo azote con el dolor y desconsuelo de verse tiranizados por unos hombres que son regularmente de baja extracción, de ningunas obligaciones y de una codicia sin límites, llenando de ignominia con sus operaciones el empleo más perjudicial, que han adaptado el nombre de tenientes generales, porque a sus inmediatos jefes les llama generales del vulgo, con el motivo de haberles hasta ahora concedido el superior gobierno del virreinato el vano título de tenientes suyos, a cambio de una contribución que aumentaba en los alcaldes mayores la vanidad y los empeños”.139

A través de los testimonios generados desde distintas esferas del gobierno se puede concebir que conforme avanzó el siglo XVIII paulatinamente se fue formando una idea atroz de los auxiliares de los alcaldes mayores, pues sus acciones y comportamientos se asemejaban mucho a sus superiores. Por tanto los tenientes, al igual que los alcaldes mayores, según los ideales de los ideólogos del despotismo ilustrado, debían ser erradicados de la maquinaria administrativa, pues como se afirmaba en el punto 13 del proyecto de intendencias, uno de los más grandes males provenía del repartimiento de donde obtenían los mayores ingresos, pues en el plan los “aniquilaban con repartimientos forzados, negociaciones usurarias y las más violentas injusticias”.140

El fiscal de Real Hacienda de la Audiencia de México, Ramón de Posada y Soto (1781­1793), es uno de los personajes que nos parece interesante por la forma en que desempeñó su empleo, pues no sólo mostró tener un amplio conocimiento de la realidad americana, y de manera especial de los problemas que se suscitaban en Nueva España, de los malos manejos y abuso sistemático en la administración de justicia por parte de las autoridades provinciales, y a la vez mostró una actitud propositiva de poner remedio a los problemas que los visitadores habían denunciado desde las primeras décadas del siglo XVIII sobre los abusos que se cometían en la administración de justicia y que eran tolerados por la Audiencia, muestra de ello fue la actitud omisa a los repartimientos y ante la venta de los tenientazgos.

La acción y críticas al gobierno de las Indias estaba en consonancia con el proyecto reformista de los borbones, y especialmente de las propuestas que se gestaron desde la metrópoli con el ascenso de Carlos III al trono y con el proyecto político administrativo que 139 140

139 AGI, Indiferente General, 1714, Exp. 4, F. 3. NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América, p. 116.140 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América, p. 117.

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pretendía cambiar la forma de gobierno y terminar de raíz con el conjunto de instituciones que requerían un replanteamiento porque ya no cumplían con su objetivo, entre las que se encontraban obviamente las alcaldía mayores y los tenientazgos.141 Por ende no es casualidad que muchos de los aspectos que en su momento había denunciado José de Gálvez en la visita que hizo a la Nueva España, dos décadas más tarde el fiscal volvía sobre lo mismo y demostraba el mal funcionamiento de las alcaldías mayores y corregimientos, así como la actitud omisa de los ministros de la Audiencia que consentían y permitían que los alcaldes mayores y corregidores contravinieran las leyes de Indias en materias que eran tan esenciales y requerían de tanta atención como la toma de posesión, el ausentismo y el nombramiento los alcaldes mayores y tenientes, con todas las variantes que este último trajo a colación.

La imagen caótica que Posada proyectaba al Consejo de Indias a través de los informes que constantemente remitía al ministro Gálvez, fortaleció la idea de que el gobierno de las Indias requería de una cirugía profunda en todos los órdenes, como ya lo habían planteado Gálvez y Croix en el plan para el establecimiento del régimen de intendencias en la Nueva España, y eliminar de la estructura de gobierno a los alcaldes mayores y sus tenientes, que lejos de administrar justicia tiranizaban a la población.142 Las acciones del fiscal Posada tuvieron eco por la coyuntura política en la cual se encontraba inmerso, pues el arribo de Posada a la Audiencia de México coincidió con el ascenso de Gálvez (1776- 1787) como ministro de Indias.143

Dos aspectos resultan trascendentales en función de nuestro objeto de estudio: el primero la venalidad de las varas de tenientes, y el segundo las irregularidades que se cometían en el nombramiento de tenientes generales. Otro de los temas que estaba estrechamente vinculado a la enajenación de los tenientazgos tenía que ver con un problema que por mucho tiempo trataron de resolver las autoridades metropolitanas y novohispanas, y que era la retención o prorrogación en la que incurrían los alcaldes mayores por lo que retenían sus empleos más tiempo del estipulado, pues se afirmaba que las retenían el tiempo que les “acomoda, pactan con sus antecesores la retención de sus empleos y de las ventas que hacen de las tenencias ya por pensiones anuales”, incluso el tiempo adicional era utilizado muy comúnmente para recuperar las deudas por el repartimiento que realizaban en sus jurisdicciones, y es por eso que las trataban de retener el mayor tiempo posible.144 Esas irregularidades no sólo afectaban al entrante, sino que en forma de escalada afectaba a los futuros alcaldes mayores porque el titular ejercía el tiempo completo que comenzaba a correr desde el día de toma de posesión; es por eso que la propuesta de 1783 de Ramón de Posada era que se redujera el tiempo que se les otorgaba para que pasaran a sus respectivas jurisdicciones, pues muchos prorrogaban su estancia en la capital del reino con el pretexto de buscar fiadores, y la propuesta fue que el tiempo fuera de un mes y no de cuatro para las alcaldías que estuvieran a 100 leguas de la capital y dos meses para las que se encontraban a mayor distancias.

141 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España: (Don Ramón de Posada y Soto, 1781-1793, Oviedo, España, Secretaria de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1785, p. 70.142 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las Reformas borbónicas, p. 111.143 BRADING, David, Orbe indiano, p. 509. GAYOL, Víctor, Laberintos de justicia: procuradores, escribanos, y oficiales de la real audiencia de México (1750-1812), Vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007, p. 119-121.144 AGI, México, 1781.

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El 16 de febrero de 1783 Posada hizo una petición al rey en la que solicitaba que cesara la venalidad de las varas de tenientes: el fiscal denunciaba que los alcaldes mayores conferían los tenientazgos a través de pactos torpes, por lo que los beneficiados a cambio de este empleo les otorgaban pensiones, que no era otra cosa que el pago que se les daba por el cargo. De este abuso se desprendía precisamente que los tenientes cometieran toda una serie de injusticias en contra de la población: “De aquí se sigue necesariamente que los tenientes no solo procuren sacar de sus territorios para mantenerse y utilizarse, sino también para pagar pensiones tan injustas y tan escandalosas, causando imponderables extorciones a estos fieles y amados vasallos del rey, cuyos daños crecen en proporción de las sumas que indebidamente satisfacen”.145

La venta de cargos de este tipo estaba prohibida no sólo por las leyes de Indias sino también por las castellanas, pues así como en los reinos americanos se denunciaba la venta de los tenientazgos, en Castilla los corregidores también ocurrieron a esta práctica, y es por ello que en América como en la península ibérica la venta estaba estrictamente prohibidas, so pena de privarlos del oficio. En ese sentido una de las peticiones del fiscal Posada era que “se sirva vuestra alteza mandar que los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y demás justicias, no pongan tenientes por precio ni por dádiva, que preceda sus nombramientos, o los siga: entendidos de que volverán lo percibido con otro tanto para la real Cámara de su Majestad y que se procederá contra los que dan y los que reciben hasta la efectiva imposición de las demás graves penas que el derecho tiene establecidas”.146 Pero esta pena no sólo se proponía se aplicara a los alcaldes mayores, sino también en los tenientes que hubieran incurrido en la adquisición de su empleo por esta vía, por lo que inmediatamente perdería el tenientazgo.

La venta de los empleos enfrentaba a las autoridades a diversos problemas, ya que al ser un acto ilegal el traspaso de estos cargos no dejaba huella de los tratos a que llegaban las partes, los alcaldes mayores conocedores de que contravenían las leyes procuraban que las negociaciones quedaran entre las partes interesadas. Hubo otro mecanismo que contribuyó a la concesión de estos cargos y que fue a través del otorgamiento de fianzas, por lo que el afianzador del alcalde mayor pretendía ocupar ese cargo, o bien éste decidía que persona ocupaba el tenientazgo en función de sus intereses y relaciones comerciales que establecían. En los informes de los alcaldes mayores, los cuales se trataron con anterioridad, algunos alcaldes mayores expresaron que por el otorgamiento de los tenientazgos no habían recibido pensión ni pago alguno. No obstante, otros manifestaron que a consecuencia de los tratos que tenían con los afianzadores para poner un teniente que fuera de su agrado éstos habían cometido muchos excesos y se vieron en la necesidad de cambiarlos. El tiempo adicional por el que ocupaban los empleos servía para hacer todos los arreglos. 147

El fiscal Posada consideraba que el abuso que cometían los alcaldes mayores tenía que ser afrontado de manera eficaz para mejorar la administración de justicia, buscar el bien común y la felicidad de los vasallos, pues afirmó los tenientes se convirtieron en opresores del pueblo. Otro de los aspectos que estaban muy relacionados con la retención de los empleos de alcalde mayor fue la ausencia de los alcaldes mayores, los cuales tomaban posesión de sus empleos y nombraban un teniente general, y los -añadía-servían por sustitutos,

145 AGI, México, 1646, F. 2.146 Ibid. f 2v.147 AGI, México, No 660, F. 1.

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mientras que los titulares retornaban a la ciudad que tenían por residencia, como era la ciudad de México.

El secretario de Indias, José de Gálvez, dispuso que Posada informara sobre la delicada situación de los alcaldes mayores. Para terminar con los abusos que cometían, y con el disimulo de la Audiencia, el fiscal mandó publicar un bando compuesto de doce puntos: los primeros 3 están relacionados con la retención de los empleos de alcaldes mayores; del 4° al 10° trata estrictamente lo relacionado con los tenientes de alcalde mayor;148 en los dos últimos números se manda que los alcaldes mayores, gobernadores, corregidores y demás justicias residan en las cabeceras de sus jurisdicciones, y finalmente se ordenaba la publicación del bando y su obedecimiento. En el bando se establecía que no se pusieran “tenientes generales ni tenientes particulares comisionados con nombre de jueces a prevención, cabos de justicia, ni con otro alguno por precio ni por dádiva”, pues en caso de que lo hicieran perderían el empleo y lo que hubieran pagado por el mismo. En el punto 5° se establecía que

“Declaro que los nombrados en tenientazgos y cargos de justicia por contribución pierden ésta con otro tanto para dicha Real Cámara y que además serán privados sin indulgencia ni remisión de sus oficios en cualquiera tiempo y circunstancia que se descubriere y probare, y que bastaran las pruebas privilegiadas por ser así conforme a las Leyes y al odio con que miran estas baraterías injustas de que se recompensaban los tenientes por medios reprobados.”149

El punto séptimo también estaba muy relacionado con el aspecto anterior

“También declaro libres a los actuales tenientes generales o particulares, jueces de comisión y demás, de cualquier pensiones que hayan ofrecido a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores respectivos, y advierto a todos administren en Justicia fielmente con imparcialidad y con desinterés, arreglándose a los Aranceles en la percepción de sus derechos.”

Debido a que la figura de los tenientes generales no estaba en las leyes de Indias, el fiscal Posada estaba en contra de que se hiciera dicho nombramiento, como lo veremos más adelante, por lo que en el 9° punto establecía que no se nombraran tenientes particulares, y sólo se permitieran los tenientes particulares en los lugares más distantes y donde por costumbre se nombraren. Otro de los temas que abordaba era que no se permitiera que los que se nombraban de tenientes tuvieran propiedades y sementeras en los lugares donde ejercían el empleo. Con la intención de reforzar su postura en el punto 10 establecía que en el momento en que se publicara el bando los tenientes generales, al igual que aquellos que administraban justicia en los mismos lugares donde tenían sus sementeras y propiedades, quedaban privados de continuar con la administración de justicia.

A pesar de la importancia del bando este no se publicó como el fiscal Posada hubiera deseado pues su difusión fue detenida para que previamente fuera examinado por la Audiencia. 150 Evidentemente el grueso de las propuestas del fiscal de la Audiencia incidían directamente en los tenientes de alcalde mayor, por ende estaban encaminadas a regular su 148 149 150

148 AGI, México, 1781, Fs. 1-9. Remediar el abuso que cometen los alcaldes mayores. 1783.149 Idem150 AGI, México, 1410, No 660, Fs. 9. AGI, México, 1412, Fs. 21. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Don Ramón de Posada. Bando de 21 de abril de 1784.

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nombramiento, con lo que se suponía evitarían las vejaciones, opresiones y excesos que éstos cometían en la administración de justicia al obtener el empleo por medio de la compra de las varas de tenientes y de los tratos que hacían con los fiadores de los alcaldes mayores.151 A pesar de la importancia de este bando que pretendía ser el remedio a toda una serie de abusos y excesos que se cometían en el gobierno provincial, éste quedó como uno más de los tantos proyectos emanados durante el siglo XVIII. Producto de los constantes informes que el fiscal Posada envío al ministro de Indias José de Gálvez durante los años de 1783 y 1784 fue la Real Provisión de 17 de agosto de 1784, promulgada por la Audiencia, en la que se mandaba que “los gobernadores, alcaldes mayores y demás justicias no puedan poner teniente por precio ni dádiva antecedente o subsecuente”, por lo que se advertía que perdería el empleo el que lo otorgaba y el que lo recibía, así como la cantidad que hubiese concedido y otro tanto para la real cámara.152

El otro medio común por el cual se otorgaban los tenientazgos fue a través de los habilitadores y fianzas, ya que éstos determinaban quiénes podían ocupar dichos cargos; la historiografía que ha analizado los repartimientos señala que regularmente los habilitadores nombraban a sus cajeros, los cuales servían como un efectivo elemento para el repartimiento de mercancía y el cobro de las mismas. El informe que proporcionó José Mariano Villaseca como parte de la revisión de algunos juicios de residencia, de donde se desprende que los beneficios de las prácticas ilegales que realizaban los alcaldes mayores tenían una doble dirección, ya que no sólo los alcaldes mayores recibían contribuciones económica por los tenientazgos sino que también algunos tenientes obtenían considerables beneficios, especialmente aquellos que ejercían sus empleos en las jurisdicciones “de la grana”, pues “es cierto que en muchas alcaldías de ordinario, pagan pensión a los alcaldes mayores los sujetos que pretenden ser tenientes (aunque se ignora cuál sea) pero no en todas, porque por ejemplo en Xicayan y Teutila que regularmente los tenientes son unos cajeros, o administradores de los intereses de los alcaldes mayores, les satisfacen éstos unos competentes salarios”.153

En 1759 el alcalde mayor de Mestitlan de la Sierra, Luis de Aguilar Ponce de León, indicaba que al tomar posesión de su empleo nombró por teniente general para sus ausencias y enfermedades a Don Joaquín Enrique del Castillo, por haberlo acordado en la ciudad de México con motivo de que fue su fiador en la habilitación que se le hizo; sin embargo el alcalde mayor afirmaba que había detenido la confirmación de este teniente porque a los pocos días que tomó posesión de su cargo “manifestó su desarreglado proceder en las tiranías que obraba contra los indios”.154 Esta forma de transferir los tenientazgos es un indicio de las diversas formas en que se transferían los tenientazgos en los reinos americanos, en esta ocasión el fiador pretendía ejercer el empleo de forma directa y no por medio de un dependiente, que era la forma más común de operar.

La venalidad de las varas de tenientes fue producto por un lado de la tradicional concepción que se tenía del binomio oficio beneficio, pero también de la gran necesidad

151 RODRÍGUEZ GARCÍA, Vicente, El fiscal de Real Hacienda en Nueva España, pp. 181-184.152 VENTURA BELEÑA, Eusebio, Recopilación sumaria, T. I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1981, p. 197.153 AGI, México, 1412, F. 11. Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Ramón de Posada, 16 de marzo de 1784.154 AGN, Alcalde mayores, Vol. 10, Exp 48, Fs 292- 296. Mestitlan de la Sierra, 1759.

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económica a la que se enfrentaban los provistos para ocupar las alcaldías mayores, pues ante la carencia de un salario fijo utilizaban todos los medios y recursos a su disposición para obtener en corto tiempo los mayores beneficios y recuperar lo invertido en el empleo. Además del peso cultural que por sí sólo tenía el arraigo del beneficio del oficio público, el problema de fondo estriba en la falta de salarios pues desde 1718 se les suspendió el pago.155 Francisco de Seijas y Lobera calculaba que en Nueva España se gastaba del real erario 320 000 pesos por los 108 gobernadores, corregidores y alcaldes mayores anualmente. Tal y como lo planteaba, dicho gasto era inútil pues afirmaba que a la corona no obtenía “utilidad ninguna al real servicio ni al gobierno de aquellas provincias los dichos gobernadores, alcaldes mayores y corregidores, ni de todos sus tenientes, es excusado el sueldo que cada año gasta su magestad, en todos ellos porque el de muchos es muy corto, por cuanto hay algunos que no gozan cada año más que 300 y 400 y mucho menos y otros es demasiado 4 000 y 5 000 pesos porque en todo no hay orden”.156

En 1796, cuando se le exigió al alcalde mayor de Tehuantepec que declara lo que adeudaba por derechos de media anata, expresaba “que debía 100 pesos de emolumentos y como tercera parte de mitad de 600 de sueldo imaginario”,157 pues aunque en los títulos se decía que se les otorgaría un salario anual eso no ocurría. Como consecuencia de la carencia de ingresos fijos se propició el mal manejo de los tributos, los derechos de judicaturas, las multas, las ventas de los tenientazgos y el repartimiento, que se convirtieron en el principal sustento de las autoridades provinciales.158

2.5 Salarios de los corregidores y alcaldes mayores

El salario de los alcaldes mayores se convirtió en el mayor problema pues a pesar de las buenas intenciones de las autoridades metropolitanas por dotar a los alcaldes mayores de un sueldo fijo, este no tuvo éxito ya que a finales del siglo XVIII se volvió a establecer que parte de los ingresos de los nuevos funcionarios, los subdelegados, se tomaran del ramo de tributos, por lo que percibirían como premio por la recaudación de tributos el 6%. En una de las primeras relaciones de salarios de corregidores y tenientes que data de 1545, en la que se expresa el salario que gozaban ambas autoridades, claramente se puede observar que las contribuciones de los corregidores eran bajas. La relación está compuesta de 143 corregidores y 47 tenientes: el corregidor que tenía el salario más alto era de 350 pesos, ya que había uno que llegaba a 400 junto con el de alguacil, por lo que no podemos determinar cuánto le correspondía a cada uno; el salario más bajo fue de 100 pesos. De igual manera la percepción más baja de los tenientes fue de 100 pesos, y la más alta alcanzó los 150 pesos.159 A través de otras dos

155 GAYOL, Víctor, "Retribución en los sueldos de la Nueva España. Acercamiento preliminar al estudio de los derechos de judicatura", en De Reinos y Subdelegaciones. Nuevos Escenarios para un nuevo orden, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 49- 72.156 DE SEIJAS Y LOBERA, Francisco, Gobierno militar y político de la Nueva España, (1702), México, UNAM, 1986, p. 267.157 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 12, F. 335.158 BRADING, D., Mineros y comerciantes, p. 79. HAMNETT, Brian, Política y comercio, p. 24-26.159 AGI, México, 91, Fs. 7. Relación de salarios que están señalados a corregidores y tenientes de la Nueva España, 1545.

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relaciones de estos empleos, una de 1573 y otra de 1628, ésta última elaborada por León Pinelo, claramente se puede observar que no hubo cambios en los salarios.160

En la Audiencia de Guadalajara las condiciones económicas de quienes ejercían estos cargos no eran muy diferentes, ya que en una ordenanza de 1612, en la que se mandaba que en los pueblos mayores no se pusieran tenientes y que sólo se dejara aquellos que fueran necesarios, se hacía relación de los pueblos que contaban con tenientes y alcaldes mayores como Tonalá, Analco, San Pedro, Poncitlan, Haramulco, Contiguapa y Nochistlan, en los cuales directamente se expresa que los tenientes que se nombran no eran necesarios para la administración de justicia; en dicho documento la Audiencia hacía relación de los salarios que se les paga a los corregidores y tenientes, de lo cual se desprende que la diferencia entre uno y otro era poca, incluso se llegó a presentar un caso en el que el teniente de Poncitlan percibía 150 pesos, treinta pesos más que el corregidor de Tonalá que tenía de salario 120 pesos, mientras que los otros cinco tenientes tenían un ingreso anual de 100 pesos.161

Lo interesante de esta lista de salarios de 1545 no sólo es el conocer cuánto percibían por los empleos, sino que muestra cómo la dotación de los salarios desde un inicio representó un gran problema para la corona, pues como bien señalan varios autores los tributos fueron por excelencia uno de los ramos de donde se obtuvieron los ingresos de los empleados provinciales,162 sin embargo desde ese fecha se hacía una relación de las provincias y corregimientos en los cuales el monto de los tributos eran insuficientes para cubrir la nómina de los corregidores: de la provincia de Colima 21 corregimientos se encontraban en esa situación; de la provincia de Oaxaca (Zapotecas) 19 corregimientos; de la provincia de Zacatula 11 corregimientos, y de la provincia de Pánuco 11 corregimientos.163

El sueldo de los alcaldes mayores y corregidores siempre ha sido un tema ampliamente discutido, pues a pesar de que en los títulos de estos ministros se especificaba un salario anual, en la práctica esta asignación estaba lejos de ser una realidad, incluso conforme avanzaron los siglos las formas de dotar a las autoridades locales de un salario fueron cambiando. José Miranda afirma que hasta principios del siglo XVII los corregidores tuvieron un sueldo fijo, a lo que se le incrementaba una contribución por la recaudación de tributos y lo correspondiente a las penas pecuniarias, ingresos que les resultaban precarios, por lo que una importante parte de estos funcionarios se dedicaron al repartimiento de mercancía, actividad que les dejaba ganancias considerables, las cuales oscilaban entre 500 000 y 600 000 pesos.164 Varios autores incluso han llegado a afirmar que la suspensión del pago de salarios de los alcaldes mayores respondió a la falta de recursos de la corona, pero principalmente fue producto del repartimiento ya que de la actividad comercial obtenían enormes ganancias.

Por real cédula de 14 de enero de 1767 el rey solicitó a la Audiencia de México que informara las razones por las cuales se les dejó de satisfacer los salarios a los alcaldes mayores y corregidores, y que así mismo notificara si había alguno al que se le pagasen dichos salarios.

160 AGN, Indiferente virreinal, 1573, Caja 5467, Exp. 4, Fs. 14. BERTHE, Jean Pierre y CALVO, Thomas, Administración e imperio, p. 317-326.161 AGI, Guadalajara 8, r5 No, 26, fs. 2.162 RUIZ MEDRANO, Ethelia, Gobierno y sociedad en Nueva España, Zamora, Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán, 1991, p. 144.163 AGI, México, 91, Fs. 6-7. Relación de salarios que están señalados a corregidores y tenientes de la Nueva España, 1545.164 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones, p. 192.

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Un año después, el 18 de junio de 1768, el marqués de Croix indicaba que habiendo averiguado el origen de por qué cesó el pago a los alcaldes mayores no encontró razón alguna ni real cédula en la que se mandara tal disposición, y sólo halló que en 1717 se pagaron algunos de estos salarios. Así mismo el virrey informaba que sólo desde entonces se le había pagado al de Tabasco 412 pesos y al corregidor de Zacatecas mil seiscientos cincuenta y cinco pesos seis reales al año. Por el contrario, sin excepción, todos tenían la obligación de pagar el derecho de la media anata, esto- como afirmaba el marqués de Croix la falta de un sueldo- ponía en peligro la administración de justicia ya que les estaba prohibido “el comercio, o repartimiento y todas aquellas industrias con que a la sombra de la autoridad pudieran perjudicar al público, quedando precisamente atenidos a los derechos de la judicatura, con lo que era casi imposible se mantuviesen y mucho menos en los pueblos que son solo de indios, si cumplen las leyes que prohíben se les lleven costas, respecto de su m iseria.. .”.165

Víctor Gayol en un trabajo reciente demostró como una de las principales percepciones de los justicias provinciales provenían justamente de los derechos de judicatura que llegaban a representar el 60% del total del ingreso de los alcaldes mayores, corregidores, subdelegados y sus tenientes.166

En 1771 por real cédula se volvió sobre el mismo tema y el rey solicitó al virrey Bucareli que informara sobre las razones que hubo para que se suspendiera el pago de salarios a los alcaldes mayores y corregidores de Nueva España, sin embargo aparentemente no se encontró la real cédula en la que se ordenó la suspensión de los salarios de los alcaldes mayores. Pedro Toral Valdés, Juan Antonio Gutiérrez de Herrera y Fernando Mejía indicaban que en la indagación que habían realizado sobre la suspensión de los salarios de los alcaldes en la contaduría de real hacienda sólo se había encontrado que “el año de mil seiscientos cuatro se empezaron a pagar dichos salarios de los corregidores y alcaldes mayores y se les continuó hasta el de mil setecientos diez y ocho del producto de los tributos de las respectivas jurisdicciones en que sirvieron sus oficios”.167

La carencia de salarios fue lo que llevó a que en 1771 en el ducado de Atrixco se promoviera que cesara el derecho de la media anata pues se consideraba “ser contra toda razón y justicia que se cobre la media anata de sueldos que no se pagan”, por lo que desde 1781 se favoreció a los alcaldes del ducado de Atlixco y marquesado para que no se les exigiera dicha contribución que consideraban injusta.168 Pero este perjuicio también lo padecían los alcaldes mayores de la jurisdicción de la Audiencia de México.

La constante denuncia desde el primer conde de Revillagigedo (1746-1755) hasta Hipólito de Villaroel (1784)169 dejaron en evidencia que los alcaldes mayores tenían muy bajos salarios o carecían de ellos, por lo que la mayor parte se dedicaban a actividades ilícitas enajenando la justicia y al comercio. El primer conde de Revillagigedo sostenía que “los alcaldes mayores por lo general son pobres y carecen de fomento a excepción de los que

165 AGN, Alcaldes mayores, Fs. 229-230.166 GAYOL, Víctor, "Retribución en los sueldos de la Nueva España. Acercamiento preliminar al estudio de los derechos de judicatura", en De Reinos y Subdelegaciones. Nuevos Escenarios para un nuevo orden, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 49- 72.167 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, F. 277, 9 de enero de 1772.168 AGI, México, 1742, F. 24.169 VILLAROEL, Hipólito, Enfermedades políticas, México, Consejo Nacional, para la Cultura y las Artes, 1994, p. 81.

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sirven pocas alcaldías en que se coge la grana que suele no faltarle aviador. A la pobreza se junta que no se les paga salario, y no tienen emolumentos lícitos, capaces de mantenerlos, ni aun de reportar en muchos partidos los costos de los despachos; y así, les obliga la necesidad a entablar si pueden algún c o m erc io .”.170 Muchas voces se escucharon denunciando la precaria situación de las autoridades provinciales, sobre todo porque se consideraba que ésta era la puerta de entrada a toda una serie de arbitrariedades que difícilmente se contendrían mientras no se satisficieran estos empleos con un salario digno. En cambio los alcaldes mayores muchas veces afirmaban que aunque estaban facultados para poner teniente en su jurisdicción, no lo ponían por los cortos emolumentos que se percibían, pues si bien es cierto que este tipo de declaraciones siempre deben tomarse con pinzas, ya que regularmente existió la tendencia de ocultar la información.

Determinar a cuánto llegaban los ingresos de los alcalde mayores es todavía un tema difícil de resolver, pues si bien en estudios como el que realizó Víctor Gayol, donde muestra que de cada diligencia que realizaban los alcaldes mayores obtenían ingresos ya fuera por una simple firma, escritos y por las distancias caminadas, entre otros. Los derechos de judicatura representaron un importante ingreso para los alcaldes, lo cual también dependió mucho del tipo de población que habitaba en la jurisdicción, y de la capacidad que estos tenían de promover diligencias y de acudir ante la justicia para dirimir las diferencias entre partes y del tipo de asuntos que se trataran, pues no hay que olvidar que se había prohibido que a los indígenas se les llevaran derechos. Pero aún en esas condiciones las percepciones por derechos de judicatura eran muy variables ya que se podían obtener muy buenos ingreso o muy bajos. Para ejemplificar estos contrastes pongamos el ejemplo de las tasaciones de dos inventarios de bienes de difuntos de la alcaldía mayor de Michoacán. En 1780 se procedió a hacer el inventario de bienes de José Arrollo, vecino de San Francisco Angamacutiro, en el cual el corregidor Juan Sevillano obtuvo por derechos de judicatura 198 pesos 6 y medio reales,171 lo que representó casi el 50% del total de las costas que se pagaron por toda la diligencia, que fue de 410 pesos 2 y medio reales, sin duda el corregidor fue el que obtuvo la mayor percepción. En cambio en 1782 se realizó el inventario de bienes que quedaron por fallecimiento de María Gertrudis Serrato, vecina de Tacámbaro, al corregidor Policarpo Crisóstomo Dávila sólo se le pagó por lo correspondiente a sus firmas 8 pesos cuatro reales. El teniente de corregidor Vicente Ferrer de Herrera fue el que llevó toda la diligencia, por lo que obtuvo por su participación en los diferentes momentos 18 pesos un real, las costas totales de la diligencia fueron de 66 pesos 2 reales.172

En alcaldías mayores como la de Valladolid se trataban de forma constante diversos asuntos con lo que se generaban ingresos para los alcaldes mayores, tenientes, escribanos y asesores. Sin embargo había alcaldías en las que las autoridades denunciaban la poca percepción que obtenían: Por ejemplo, en la jurisdicción de San Luis Potosí los alcaldes comenzaron a denunciar las decadencia del lugar y las dificultades en que se encontraban los alcaldes para satisfacer sus necesidades, incluso Andrés de Urbina y su sucesor Fernando Rubín de Zelis y Pariente coincidían en que la formación de milicias afectaba los ingresos que podían obtener por el goce del fuero militar. Rubín de Zelis señalaba que al llegar a su destino había sido informado por vecinos de confianza

170 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucción y memorias de los virreyes, p. 805.171 AHMM, Justica, Valladolid, Caja 138, Exp. 3, noviembre 29 de 1780,172 AHMM, justicia, Valladolid, Caja 140, Exp 8, Fs. 57, junio primero de 1782,

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“de no poder mantenerse en él, aun con la mayor economía, por hallarse el alcalde mayor sin otros emolumentos que los que produce la Administración de Justicia en juicios civiles y ordinarios, que hoy en el día son limitadísimos, respecto a el justo establecimiento de milicias cuyos individuos (que componen la mayor parte de los habitantes de aquel país) por vuestra real ordenanza quedo sujetos a el coronel, en cuya atención y en la de no tener el alcalde mayor repartimiento alguno que hacer, ni sueldo; hallarse las minas bastante atrasadas, y por todas estas razones no hallan quién les fie y habilite, para poder transferirse al mencionado destino.”.173

Algunos alcaldes mayores después de transcurrido un tiempo en la alcaldía mayor y de conocer la dinámica de la jurisdicción, y al no tener ingresos suficientes, solicitaban su cambio, como lo promovió Juan José Carrillo Vertiz, alcalde mayor de Jiquilpan, tres años después de su toma de posesión solicitó ante el virrey que se le removiera de la jurisdicción pues consideraba que estaba en la más infeliz de las alcaldías mayores ya que

“los emolumentos son ningunos; juzgado no lo hay pues se pasan los tres y cuatro meses sin que vea una presentación de un escrito; la distancia de ella a esta corte es tan considerable que pasa de cien leguas y con esto para hacer el entero de los tercios de tributos se me originan anualmente crecidos costos, poniendo de mi bolsillo para completar el tributo de vagos, (por) lo menos doscientos pesos en cada un año, que junto todo con lo que pago a los asesores para los seguimientos de causas de oficio, amanuense y remisiones de reos no me baja anualmente de setecientos pesos el costo de todo, sin contar con la paga de la c a s a .”.174

Evidentemente la preocupación del alcalde mayor era que más que obtener ganancias del empleo que ejercía anualmente tenía que invertir para satisfacer las necesidades del oficio, por lo que cada día veía más mermados los recursos que había traído consigo y corría el riesgo de perecer con su familia. En una circunstancia idónea se estaría pensando en la merma de los recursos propios, pero en el caso contrario de carecer de todo medio se estaría en el contexto idóneo para comprometer la administración de justicia. Estas solicitudes se hacían con la esperanza de cambiarse a otro destino que prometiera mejores beneficios, sin embargo muchas veces la respuesta no era la esperada, como la que obtuvo Juan José Carrillo Vertiz, al que simplemente se le contestó que no había jurisdicción vacante, por lo que debía continuar cumpliendo con sus obligaciones en dicha alcaldía.

2.6 El abuso en el nombramiento de los tenientes de alcalde mayor

Retomando los planteamientos del fiscal Posada, en los años de 1783-1784 hizo una representación ante el rey con cuatro testimonios, con los cuales pretendía demostrar la forma en que los alcaldes mayores nombraban tenientes generales contraviniendo las leyes de Indias en tres aspectos centrales: 1) eran naturales del lugar, 2) eran miembros del cuerpo de cabildo y 3) suponía que tenían bienes y relaciones de parentesco en los distritos donde ejercían sus empleos; con esto se demostraba como había una constante transgresión a la Ley 7, Libro 4,

173 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 282, Fs. 403v- 404. El provisto para la alcaldía mayor de San Luis Potosí informa de las dificultades de encontrar quien lo habilite para pasar a su destino. México mayo 2 de 1770.174 AGN, Alcaldes mayores, 1782 Vol. 8, Exp 20, Fs. 35-38.

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Título 8175 y a la Ley 45, Título 2,176 Libro 5 de la Recopilaáón de Indias; y finalmente el cuarto aspecto que se desprende es la contravención en el nombramiento de tenientes generales en calidad de “tenientes absolutos”. Lo que en realidad pretendía el fiscal era que se respetaran las leyes que prohibían que los tenientes de alcalde mayor y de corregidor fueran naturales y hacendados de los distritos donde ejercerían sus empleos, pues estaba claro que éste era un fuerte inconveniente para la causa pública y la buena administración de justicia.

Los cuatro testimonios que presentó el fiscal Posadas sobre la forma en que se realizaban los nombramientos de tenientes generales de alcalde mayor tenían como objetivo evidenciar las contravenciones que cometían los alcaldes mayores en el ejercicio de sus funciones, pues si bien los ejemplos que muestra corresponden a los años de 1782 a 1783, esta misma situación ya se venía sorteando pues aquellas ciudades que contaban con ayuntamientos, y como lo señalaba en páginas anteriores, los alcaldes ordinarios eran los que ejercían el empleo de teniente de alcalde mayor, e incluso esta práctica ya estaba muy extendida desde el siglo XVI. José Miguel Romero de Solís en su estudio sobre los tenientazgos de la villa de Colima demostró cómo éstos formaban parte del cuerpo del cabildo, condición que suponía la existencia de interés en el lugar, por lo que de igual manera eran considerados como vecinos del lugar.177 En los informes de 1759 el Br. de la ciudad de Guanajuato, Joseph Joachin Carillo, informaba que el alcalde mayor, Fernandino Antonio de Nava, nombraba en sus ausencias y enfermedades de teniente general al alférez real Francisco de Ochoa.178

En ciudades y villas como México, Guanajuato, Celaya, León, Villa de Oaxaca, Querétaro, Colima, Valladolid, Pátzcuaro y Zamora, entre muchas más que contaban con su cuerpo de regimiento, lo atípico sería que los miembros de este cuerpo colegiado no fueran los tenientes. Incluso por las condiciones en las que ejercían sus empleos no gozaban de una remuneración, por lo que el único ingreso lícito que tenían eran los derechos de judicatura que cobraban, y esta circunstancia propició que a pesar de las constantes reconvenciones para que los tenientes no fueran naturales del lugar donde ejercían su empleo, ésta condición no se respetó pues no encontraban sujetos que estuvieran dispuestas a abandonar su ciudad de residencia para ejercer el empleo de teniente en pueblos alejados muchas veces de la cabecera de la alcaldía.

En los informes de los alcaldes mayores de 1759 claramente se manifiesta cómo se tenían que nombrar a los vecinos del lugar para que recaudaran tributos y administraran justicia, pues muchos se reusaban a ejercer dicho empleo por las nulas utilidades que les proporcionaba el cargo. Por tanto, quienes ejercían los empleos de tenientes casi todos eran vecinos del lugar, comerciantes, hacendados y mineros; es más, obligatoriamente debían de contar con ingresos para su sustento y el de su familia. El alcalde mayor de Izatlán decía que su teniente general “era un hombre de reconocido linaje y que se había mantenido en el empleo con varios alcaldes-además añadía que- por la pobreza que en esta jurisdicción se

175 En esta ley se mandaba que no se admitiera que los tenientes de corregidor que se nombraban en las ciudades grandes no fueran naturales ni hacendados.176 En ella se prohibía que los gobernadores y corregidores no nombraran parientes suyos en cuarto grado para que ejercieran empleos como subordinados en la provincia donde ejercían sus empleos.177 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor, p. 22.178 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Exp. 31, Fs. 227.

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padece no son confirmados ahora ni nunca”.179 Varios alcaldes llegaron a manifestar que no les exigían que solicitaran la confirmación ante el superior gobierno porque no estaban dispuestos a pagar los derechos de media anata.

En la ciudad de Valladolid durante el siglo XVII fue común observar que muchos de los tenientes que nombraban los alcaldes mayores no siempre fueron integrantes del cabildo pero sí vecinos de la ciudad, por lo que muchos de ellos eran comerciantes y hacendados con importantes intereses en la región. Sin embargo en determinados momentos los virreyes intentaron contener la libertad y las nulas restricciones con las que se nombraban a los tenientes. En 1724 el virrey Casa fuerte depuso al Licenciado Alonso Arias Maldonado del empleo de teniente, el nombramiento se lo había otorgado el alcalde mayor Juan Gerónimo de Toloza y confirmado por Baltazar de Zúñiga y Guzmán Sotomayor y Mendoza, marqués de Valero, el 28 de noviembre de 1719,180 y tomó posesión del empleo de teniente de alcalde mayor desde el siete de diciembre del mismo año, empleo que ejerció de manera ininterrumpida hasta el 17 de noviembre de 1724, en que el alcalde mayor Juan Bautista Guturbay le notificó al licenciado Arias Maldonado que cesara en el ejercicio de teniente de la ciudad de Valladolid;181 el virrey Casa fuerte justificaba la decisión que había tomado argumentando que por “ser nativo y tener mucha parentela en ella [en ciudad de Valladolid]” dicho empleo lo había ejercido de forma continua desde el siete de diciembre de 1719.182

Los primeros seis meses de 1725, ante la falta de teniente de alcalde, las sesiones del cabildo fueron presididas por el alcalde ordinario de primer voto, de igual manera aprovecharon la circunstancia para solicitarle al alcalde mayor don Juan Bautista de Guturbay que el nombramiento de teniente recayera en el alcalde ordinario de primer voto, pues argumentaban que en tiempos pasados la costumbre era que dicho empleo lo ejerciera el alcalde ordinario en turno.183 La respuesta del alcalde mayor no se hizo esperar, por lo que con la venia del mismo virrey accedió a las peticiones del regimiento y otorgó un nombramiento inusual para ese momento, pues en él no contenía el nombre del sujeto al que le otorgaba facultades para que administrara justicia y representara los intereses del rey, sino que dejó el nombramiento abierto para que durante el tiempo de su gobierno los alcaldes ordinarios de turno ocuparan empleo de teniente de alcalde y señalaba se

“han de poder usar y ejercer el dicho alcalde ordinario de primer voto que de presente lo es y los que en adelante lo fueren y ruego y encargo al ilustre cabildo de esta ciudad lo hayan y tengan por tal mi teniente tanto al que ahora es como a los que le sucedieren y lo fueren de primer voto y le hagan guardar todo los honores, excepciones y privilegios de tal teniente [...] y este nombramiento sirva para el que por turno entrare en el turno de primer voto sin que sea necesario otro nuevo nombramiento”.184

A partir de ese nombramiento la tendencia giró hacia el control que tendría el cabildo para que ningún agente externo presidiera las sesiones de cabildo, y desde el 15 de junio de 179 180 181 182 183 184

179 AGN, alcaldes mayores, Vol 10, Exp. 41, Fs. 266.180 AHMM, Libro 15, "Libro de cabildo de esta ciudad Valladolid que inicia el primero de enero de 1719 - 1734, Fs. 171v.181 Ibid. Fs. 348v, 1724,182 Ibid. Fs. 170v- 171.183 Ibid. Fs. 348184 Ibid. Fs. 349

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1725 tomó posesión del empleo de teniente el capitán don Antonio de Berrospe, regidor y alcalde ordinario de primer voto.185 Desde ese año el primero de enero, con la elección de los alcaldes ordinarios, automáticamente quedaba electo el nuevo teniente de alcalde mayor. La dinámica que se había generado permitió que anualmente se nombrara un teniente de alcalde sin necesidad de que el alcalde mayor otorgara un nuevo nombramiento, lo que propició de cierta manera una especie de autonomía en el cabildo, aspecto que lógicamente aplaudían y que por varios años los mantuvo cómodos ya que siempre buscaron la forma de proteger los intereses locales frente a los del rey, pues la provisión virreinal del alcalde mayor Bartolomé Blanco sólo fue por un año, por lo que en ese sentido no hubo cambio alguno; sin embargo, con el arribo del nuevo alcalde mayor don Fermín de Garagorri, el cual tomó posesión el 13 de febrero de 1730 en la ciudad de Pátzcuaro, mientras que en la ciudad de Valladolid lo hizo un mes después, el 14 de abril de 1730, se volvió a dar un cambio importante en la designación de los tenientes, pues a partir de ese momento el alcalde fue quién decidió quién lo representaría en el cabildo.186

Las observaciones del fiscal no sólo se reducían a las cuatro ciudades que señalaba, ya que esta misma circunstancia se daba en cada una de las ciudades que contaban con ayuntamientos, pues como ya lo habíamos señalado con anterioridad tal parece que al nombrar al alcalde ordinario de primer voto, y en su defecto al de segundo voto, fue una forma de evitar los conflictos con este cuerpo colegiado. En alcaldías mayores como la de Valladolid, Oaxaca y Colima, entre otras, los comerciantes eran quienes se aprovechaban de estos cargos, mientras que en los centros mineros como Zimapán, Jerez y Guanajuato, entre otros, que tenía bajo su jurisdicción el real de minas de Bolaños (1749), se denunciaba que los tenientes que nombraba este alcalde mayor regularmente recaían en parientes y conocidos del presidente de la Audiencia de Guadalajara, por lo que el fin al que aspiraban era el usar este empleo para enriquecerse a través de las extorciones y vejaciones que pudieran cometer en contra del sector económico más activo y de mayor importancia en la jurisdicción losmineros.187

En el informe que Francisco de Güemes y Horcasitas, el primer conde de Revillagigedo (1746 - 1755) dejó a su sucesor el marqués de las Amarillas sobre el Real de Minas de Bolaños, afirmaba que el alcalde de la Villa de Jerez era el que nombraba a los tenientes cada año con la aprobación del presidente de la Audiencia de Guadalajara, por lo que anualmente se cambiaba de teniente-a lo que aseveraba- “era bastante tiempo para que enriqueciese, y viniese otro, que en sustancia comprase el oficio”.188 En este informe el conde de Revillagigedo dejó en evidencia la realidad por la que pasaba la administración de justicia.

185 Antonio Berrospe, Martín Berrospe y Miguel de Peredo obtuvieron el título de regidor en 225 pesos en la subasta que se realizó en 1723, y su título fue confirmado en el Buen Retiro el 13 de marzo de 1723. AHMM, Libro 15,1719- 1734, Fs. 308, 312 y 316.Libro de cabildo de esta ciudad Valladolid que inicia el primero de enero de 1719.186 Ibid. Fs. 461.187 BOHURAS, Asmaa, "La administración virreinal y el comercio en la Nueva España (1740-1765)", p. 126, 129188 TORRE VILLAR, Ernesto de la, Instrucciones y memorias de los virreyes, p. 863.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Cuadro VIII: Nombramiento de tenientes generales

P ro vin cia A lca ld e m ayor T en ien te general O rigen N om b ram ien toVilla de Valles Corregidor Juan

Vicente de Rojas capitán a Guerra

Renuncia: don Juan Campuzano

Villa de Valles Corregidor Juan Vicente de Rojas capitán a Guerra

Don Manuel Güemes vecino de Coscatlan

Español de los reinos de Castilla

México, octubre 5 de 1783

Guanajuato don Manuel del Sello y Zomosa

Lic. Felipe Fernández de Riaño, regidor capitular de cabildo de Guanajuato

Español noble; Natural de Guanajuato

México, Agosto 4 de 1783.

Villa de San Sebastián de León, Zacatula

Don Nicolás Bermolen

Don Ignacio de Obregón, regidor capitular y procurador general de esta villa

Español natural vecino de León.

Villa de León, 4 de agosto de 1783

Villa de San Sebastián de León y Zacatula

Don Nicolás Bermolen

Por Ausencia: don Joseph Obregón y Arce regidor Alférez real

Villa de León, 4 de agosto de 1783

Real y minas de Temascaltepeque y Sultepeque

Don Francisco Álvarez de Guitian

Pedro Rodríguez Calvo de la Puerta

Español natural y vecino de esta ciudad en razón del tenientazgo, residente en la cd. de México.

Temascaltepec, octubre 1 de 1782

AGI, México, 1781, Fs. 78.

También se demostró que se nombraba un teniente general propietario y un sustituto, ambos tenientes eran parte del cabildo, pero al mismo tiempo es una expresión de las relaciones que se establecían al interior de los ayuntamiento, pues obviamente los dos tenientes que nombró Bermolen eran familiares como se observa del título que se despachó

“Por cuanto en virtud de Superior Despacho del excelentísimo Señor Don Matías de Gálvez virrey Gobernador y capitán General de esta Nueva España de fecha de tres de julio próximo pasado se me concede la extensiva facultad de nombrar tenientes, comisarios y demás que puedan ejercer tales empleos: encargándoseme sean sujetos idóneos y de notoria y acreditada conducta; cuyas circunstancias concurren en la persona del señor don Ignacio de Obregón, Regidor capitular, y (regidor) procurador General de esta dicha villa. Por el presente le nombro por mi teniente general de ella y su jurisdicción, para que alzando vara de la real justicia la administre en todos los casos y negocios que le ocurran, y por mi ausencia y la suya nombro en su lugar y mío al señor don Joseph de Obregón y Arze regidor y Alférez Real de esta precitada villa con igual jurisdicción y facultad, para que uno y otro la distribuyan y ejerzan”.189

El último aspecto en el que insistía el fiscal de la Audiencia era precisamente sobre el nombramiento de los tenientes generales, figura que jurídicamente no se encuentra en las

189 AGI, México, 1871, No 163, F1v.Testimonio 3, Nombramiento de teniente de la villa de San Sebastián de León.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

leyes de Indias, por lo que consideraba que tal designación era una irregularidad; sin embargo ante las autoridades, especialmente el virrey, la confirmación de teniente general era una práctica común, ya que como hemos visto con anterioridad los tenientes generales fueron los que contaban con una mayor formalidad, especialmente aquellos que se nombraban para las villas, ciudades y pueblos que contaban con sus propios ayuntamientos, donde la presencia de los tenientes tenían una mayor formalidad. Ya en el siglo XVIII los tenientes generales tenían una relevancia fundamental en la administración de justicia, por tanto los virreyes, que eran quienes se encargaban de hacer las confirmaciones, al perecer no tenían ninguna duda ante la designación de tales nombramientos. Como muestra podemos observar el cuadro II, en donde mostramos la relación de algunos de los tenientes que el virrey confirmó entre 1726 y 1727, encontramos que de los 18 tenientes confirmados, 8 de ellos lo fueron con la categoría de tenientes generales.

En 1764 el secretario de gobernación y guerra de la Audiencia de México, Joseph de Gorraez y Luyando, prevenía a los justicias que tuvieran en cuenta la real cédula dada en Villaviciosa de 7 de septiembre de 1758 en la que se mandaba que “los tenientes particulares de los pueblos donde no hay contratación y concurso de españoles son los que se deben permitir tengan los corregidores, alcaldes mayores y justicias; y no los tenientes generales, si n o .. .se han de obligar a los provistos a residir en los distritos y servir por sus personas”.190 Esas expresiones eran una manifestación de que los nombramientos de los tenientes generales no estaban dentro de la norma, puesto que en la legislación indiana no existe claramente la división de tenientes generales y tenientes particulares, ya que simplemente se hace mención de tenientes.

Varias fueron las leyes que contravenían los alcaldes mayores al designar a los tenientes. Sin embargo, otro de los aspectos que complementaba el desorden que se pretendía corregir tenía que ver directamente con la forma en que se concebía a los tenientes, anteriormente habíamos comentado que la figura del teniente general se había cuestionado pues jurídicamente no estaba sustentada en la legislación castellana, y que incluso en el proyecto de Gálvez y del marqués de Croix, cuando se hacía referencia al mal gobierno de estos auxiliares, se decía que nombran tenientes generales, por lo que a los jefes inmediatos lo llamaban generales del vulgo,191 pues finalmente este nombramiento era aprobado por el superior gobierno, como bien lo podemos constatar con el cuadro que a continuación se muestra. A todo esto se aunaba el que los alcaldes mayores en los ciudades cabeza de provincia como México, Puebla, Valladolid y Oaxaca, en las cuales se afirmaba que los empleos se ejercían o “se gradúan por absolutos192 con la inherente potestad de ejercer la jurisdicción civil y criminal a prevención con los corregidores propietarios”, por lo que esta forma de ejercer el empleo el fiscal la comparaba a la forma en que éstos se proveían en los Reinos de Castilla, en donde los corregidores de las ciudades cabezas de provincia como Madrid, Sevilla, Córdoba, Granada, Jaen, Murcia, Valencia, Zaragoza, Toledo y otras, nombraban tenientes, los que eran examinados y aprobados en calidad de letrados por el Consejo, ejercían la jurisdicción ordinaria acumulativamente o a prevención con los

190 AGN, Indiferente general, Caja 6404, Exp 2, F. 1, 9 de febrero de 1764.191 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas, p. 117.192 Entendemos que cuando el fiscal Posada se refiere al teniente absoluto es precisamente porque ejercía todas las funciones de los alcaldes mayores, de igual manera estaban facultados para conocer todas las causas y resolver siempre que lo hicieran con la ayuda de un asesor.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

corregidores. La observación que hacía Posada es que en la península a mediados del siglo a los corregidores se les había quitado la facultad de nombrar a los tenientes, por lo que esa sólo era facultad del rey y de su real cámara, anulando de esa manera la dependencia que se podía generar entre los alcaldes mayores y sus auxiliares.193

Cuadro IX. Tenientes confirmados en 1726 y 1727

Alcaldía mayor Alcalde mayor Teniente Categoría

1 Otumba/ 24 de abril de 1727 alcalde mayor de Pachuca Don Joseph Lerinena Teniente

2 Real y minas Pachuca Don Lorenzo Frier Don Juan Pico Ortiz Teniente gral

3 Misquiaguala Don Joseph de Lara Rosales Don Joseph de Aguilar Teniente gral

4 San Ju a n Z itácuaro Don Joseph Estensoro Don Joaquín de Vidaburu Teniente

5 Yuririapúndaro alcalde mayor de Salvatierra Don juan Bautista Doria Teniente

6 Texcoco Don Francisco Vélez de Escalante Don Francisco Magrovero Teniente gral

7 Chamaquero Don Diego Moreno Monroy alc de Celaya Don Matías Ruiz de Quiroz Teniente

8 Alvarado Gobernador de Veracruz Don Matías Díaz de Argedra Teniente

9 Z am ora y Jaco n a alcalde mayor de la villa de Zamora y Jacona Don Bartolomé de Mier Teniente gral

10 Ystlahuaca Don Andrés Montufar Don Francisco Estupiñan Teniente gral

11 Cosamaluapa/20 feb 1726 Joseph de Villa Septin sin nombre Teniente

12 Zinapécuaro Cosme Javier Flores Don Juan Antonio Sánchez Teniente

13 Temascaltepeque y Sultepeque Don Pedro Meneses Nombró dos tenientes/ sin nombre Tenientes

14 Guadalcazar Don Ventura de la Rea sin nombre teniente

15 Teutitlan y Atempa Don Pedro Tamayo Velarde dos tenientes / sin nombre Tenientes

16 Metepeque Don Andrés de Montúfar Don Santiago López de Figueroa Teniente gral

17 Tetela y Jonotla Don Pedro Valenzuela Don Nicolás de Escalera Teniente gral

18 Nuevo Reino de León gobernador Juan de Arriaga Don Pedro Elizondo Teniente gralFuente: AGN, Media anata, vol. 45, 1706- 1730.

En absoluto los alcaldes mayores transgredían en los contextos de la citada Ley 7 de la 37 y 39 titulo 2° libro 5°, y la 12 título 9 de la Reccpilaáón de Indias, pues previniendo la primera que en el nombramiento de tenientes de corregidores se cumpla lo dispuesto por otras leyes, la segunda dispone que los nombrados hayan de ser examinados y aprobados conforme a lo establecido por la tercera, en que se ordena que los tenientes hayan de ser letrados aprobados por el Consejo; si las personas nombradas se hallaren en los reinos de Castilla, o por alguna de las Audiencias de Indias en caso de residir en estos dominios, y por la cuarta que si fallecieren los gobernadores durante el tiempo de su oficio gobiernen los teniente que hubieren nombrado, y por ausencia o falta de éstos los Alcaldes ordinarios, entre tanto que su Majestad o los virreyes o personas que tuvieren facultad para hacer semejantes nombramientos provean personas que sirva el oficio.

193 AGI, México, 1871, Fs. 12-13.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el transcurso del siglo XVIII los borbones intentaron por diversos medios mejorar la administración de justicia en todos los niveles del gobierno. La atención se centró de forma importante en los alcaldes mayores y sus auxiliares, pues paulatinamente se fue formando una imagen negativa de la manera de operar de las autoridades provinciales, lo cual abonó en la imperante necesidad de cambiar el sistema administrativo del imperio pues los abusos, los excesos, la venta de las varas de tenientes y el repartimiento de mercancías dieron la pauta para el establecimiento de la real ordenanza de intendencias en Nueva España, y con ello pretendieron erradicar la cultura del binomio oficio beneficio.

2.7 Remoción de los tenientes de alcalde mayor

Los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores estaban facultados para nombrar y remover a los tenientes cuando lo consideraran conveniente, siempre y cuando tuvieran causas que justificaran la razón por la cual se les removía. Pues si bien es cierto que los nombramientos de estos auxiliares no especificaba el tiempo por el que ejercerían dicho encargo, lo cual dejaba en libertad a los alcaldes mayores de decidir libremente en que momento los deponían, aunque esto no siempre se convirtió en una razón válida. Regularmente la destitución de los tenientes de alcalde mayor se dio cuando el comportamiento del teniente atentaba contra el orden, transgredía las normas sociales o cometía excesos contra la población, lo que podía provocar a la vuelta conflictos y oposición a la autoridad de los alcaldes mayores. Muchas de las malas acciones de los tenientes cuando eran denunciadas se castigaban, ya que si se permitía que los tenientes cometieran abusos sin que se les pusiera un correctivo, por lo que pareciera un simple desliz podía llevar a que se cuestionara la autoridad del alcalde mayor, por eso en casos de gravedad los alcaldes mayores destituyeron de sus cargos a los tenientes.

La remoción de los tenientes de alcalde mayor, y especialmente aquellos que se encontraban confirmados por el superior gobierno, no podían ser destituidos de su cargo sin antes dar cuenta al virrey, que era el que avalaba la decisión, pues de otra manera los alcaldes mayores se exponían a que los destituidos los denunciaran con el virrey por haberlos despojado sin causa alguna. En cambio, cuando se contaba con la superior orden de separación del cargo, e incluso de que fueran aprehendidos, se daba un mayor acatamiento, ya que no se actuaba de orden o capricho del alcalde mayor, sino que se trataba de una disposición del virrey, y de esa manera el alcalde mayor se evitaba muchos problemas. En 1749 el teniente general de San Luis de la Paz, Juan Joseph de Riva de Neira y Mexía, se quejó con el virrey de que el alcalde mayor, el sargento don Francisco Ponce de León Enríquez Ladrón de Guevara, lo había removido de su cargo cuando éste contaba con la confirmación del superior gobierno, con fecha de 19 de diciembre de 1789, y se decía que sin causa lo había despojado del empleo de teniente general, sin “haber advertido en el culpa por mala administración de justicia ni otra alguna”, y que en su lugar otorgó nombramiento de teniente general a don Francisco Espinosa.194 Evidentemente las leyes de Indias facultaban a los

194AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 7, Fs. 136, 163-165. Autos a pedimento de don Joseph de Riva de Neyra y Mexía sobre haberle despojado el alcalde mayor de San Luis de la Paz del empleo de teniente general que le había conferido. Se decía que el teniente general cuando tomó posesión de su empleo se dio cuenta que los minerales que en dicho lugar se extraían no se remitían al real ensaye para su reconocimiento y afinación por lo que para evitar que se cometieran fraudes y pérdida de metales solicitó que se estableciera

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

alcaldes mayores de poner y quitar tenientes siempre y cuando lo justificaran. Sin embargo, muchas veces los alcaldes pasaban por alto que los tenientes que contaban con la aprobación del superior gobierno no podían ser removidos sin antes dar cuenta al virrey y justificar debidamente las razones por las que serían removidos.

Cuadro X. Destitución de los tenientes de alcalde mayor

Fuente Teniente Causa de la remociónAGN, General de Parte, Vol. 70, Enero 22 de 1743, Exp. 216, Fs. 181-184.

Don Joseph García de Figueroa, residente en esta ciudad, notario del santo oficio de la inquisición, y teniente general de alcalde mayor que fue de la provincia de Zacatula.

Fue removido sin causa y se introdujo en su lugar a don Manuel de Estrada y Galindo.

AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11; 13 de abril de 1773

Don Felipe Gómez de Rábago, teniente general de Pátzcuaro.

Por vida licenciosa y escandalosa.

AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, 1754 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 9, Fs. 337.-

Don Lope del Capellán y Rosal, teniente de Maravatío.

Se le despojó del uso del empleo por insubordinación y atentar contra el alcalde mayor.

AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 8, 1771, Fs. 2.

Joseph Miguel Maciel, teniente de Urecho, alcaldía de Valladolid,

Se le destituyó por desobedecer en la elaboración de la cuenta matricula de tributarios.

AHMM, Gobierno, 1762, Caja12, Exp. 22, Fs. 31.

Joseph de Pallasar, lugarteniente de Curucupaseo

AGN, General de Parte70, 245, Fs. 214v- 215. México 15 de marzo de 1743

Pedro Ulloqui, teniente general de la ciudad de Salvatierra

Se le acusaba de causar escándalos, extorsiones, alborotos por tener genio intrépido. Destitución, aprehensión, embargo de bienes del teniente general de Salvatierra y se remita a la cárcel real de la ciudad de Salvatierra.

AGN, Indios, Vol. 90, Exp. 7, Fs 131

Juan Joseph de Riva de Neira y Mexía, teniente general de San Luis de la Paz, confirmado por el superior gobierno (México diciembre 18 de 1749), nombrado por el Sargento mayor don Francisco Ponce de León alcalde mayor. El alcalde mayor le otorgó el nombramiento formal el trece de noviembre de 1749 y fue aprobado el 19 de diciembre del mismo año.

El alcalde mayor señaló que se le había removido por excesos sin embargo éstos no estuvieron completamente justificados por lo que se mandó que se le restituyera a su empleo.

1764 Nicolás Castañeda, lugarteniente de Urecho de la provincia de Valladolid

Por fomentar los juegos prohibidos y otros excesos, ahijado del capellán Lorenzo Antonio de Cuesta Mier y Tres palacios quien lo acusaba de fomentar los pecados públicos y abusar de los pobres.

una caja marca y una oficina para el ensaye. incluso su inconformidad era que el alcalde mayor no tomaba en consideración sus desvelos para incrementar los ingresos de la real hacienda.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En situaciones como la de Riva de Neira en San Luis Paz, o como la que se presentó en Zacatula con el teniente Don Joseph García de Figueroa, que también alegaba que se le había removido sin causa, regularmente se determinó que los alcaldes mayores los restituyeran a sus puestos,195 comúnmente los tenientes alegaban que los alcaldes no tenían facultad para removerlos sin antes consultar con el virrey, incluso se podían hacer acreedores a una multa. El fiscal de lo civil hizo hincapié en la forma correcta como debían proceder los alcaldes mayores para realizar la destitución de los tenientes

“la remoción de empleos de justicia ceden en desdoro y agravio de las partes, por lo que según la ley recopilada se necesita causa bastante para ella y estando el nombramiento que a Riva de Neira se le hizo aprobado por vuestra excelencia debió el alcalde mayor antes de removerle y de pasar a nombrar a otro, dar cuenta a Vuestra Excelencia con las causas que le asistían para la remoción”. 196

Por tanto se mandó que inmediatamente se restituyera a Riva de Neira a su empleo, y que en caso de que el nuevamente nombrado se encontrara ejerciendo el empleo cesara su ejercicio so pena de 500 pesos al alcalde mayor, además se mandaba que en caso de que el alcalde mayor tuviere casusas legítimas para su remoción las presentara ante el virrey, y de esa manera actuar oportunamente. El alcalde mayor justificó la remoción del teniente con cartas en las que se manifestaba que el teniente general había cometido excesos además de introducirse en la recaudación de tributos, los cuales, afirmaba, estaban afianzados de su cuenta y riesgo, mientras que al teniente se le declaraba insolvente para afianzarlos. El fiscal de lo civil reconvino al alcalde mayor para que no se ausentara de su jurisdicción sin la correspondiente licencia del virrey, pues el teniente denunció que el alcalde se había pasado a residir a la ciudad de Guanajuato, y al teniente se le reconvino para que no se entrometiera en la recaudación de tributos y que mantuviera buena correspondencia con su alcalde mayor, pues de lo contrario se procedería en consecuencia.197

Cuando los alcaldes mayores pretendían ejercer su derecho de quitar a los tenientes que por alguna razón ya no respondían a sus necesidades, o bien por mal manejo en la administración, lo hacían de forma rápida sin dar cuenta al virrey, lo que muchas veces llevó a la oposición de sus subordinados que acusaban a los alcaldes mayores de que los destituían sin causa aparente. Algunos casos se arreglaban por la vía legal, como en el anterior de San Luis de la Paz. No obstante hubo otros, como el que se dio en 1751 en la alcaldía mayor de Maravatío: el teniente de Maravatío, don Lope del Capellán y Rosal, se queja de que el alcalde mayor lo había despojado del empleo de teniente, el cual ejercía con aprobación del superior gobierno (la fecha de aprobación afirmaba fue el 25 de octubre de 1752). En una carta de los vecinos se decía que el 14 de octubre de 1754 el alcalde mayor don Rafael de Zeballos había llamado al teniente y “le mandó que dejando el bastón se diera por preso, a cuyo auto respondió que aunque no dejara el bastón sin que precediera el Superior mandato de V. E”, y que la única intención del alcalde era vejarlo con siniestras suposiciones, decía que le había 195 196 197

195 AGN, General de Parte, Vol. 70, Exp. 216, Fs. 181-184. El teniente de Zacatula pide se le restituya a su empleo de teniente. 1743.196 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 7, F. 137, México, Abril 30 de 1750.197 Ibid., fs. 163-165.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

causado un despojo violento “que me causó del tenientazgo y de todos mis bienes y papeles que de ninguna manera debió registrar”.198

El teniente afirmaba que las razones que tuvo el alcalde mayor para ponerlo preso fue porque actúo contra su dictamen al ocurrir a solicitar la confirmación de su nombramiento a ese superior gobierno, y señalaba que había logrado evitar el ultraje de la prisión que intentó hacerle por medio de cuatro mulatos que lo acompañaban porque varios vecinos lo ayudaron para que se refugiara en la iglesia, para después ponerse camino a la corte. En esta destitución se dio una mayor tensión a causa de las reciprocas acusaciones entre el alcalde mayor y el teniente, ya que este último se sentía ultrajado e injuriado, mientras que el otro interpuso una demanda criminal contra su subordinado por intento de homicidio. El teniente envío representación al virrey Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo (1746-1755), y le solicitaba que se le restituyera a su empleo y se le remitieran los autos que hubiera formado el alcalde mayor en su contra. Revillagigedo mandó que el justicia más cercano solicitara al alcalde mayor los autos cerrados y sellados y los remitiera al superior gobierno, con la pena de 500 pesos si desobedecía.199

El alcalde mayor sostenía que el teniente no lo quería obedecer, pues en lugar de ayudarle a la recaudación de tributos escondía a los mulatos tributarios donde no los encontrara, con lo que afectaba al real erario, y cuando iba a dicho pueblo para atender tributos y alcabalas no lo quería recibir en las casas reales, y también señalaba que cuando le dijo que se diera por preso éste se resistió y alevosamente sacó una mojarra que traía oculta para matarlo, que no lo logró porque uno de los ministros del alcalde, Matías de Castro, forcejeó con el teniente para quitarle la mojarra, y una vez indefenso fue remitido a la cárcel pública de Zitácuaro. Además se le acusaba de embriaguez y tener relaciones ilícitas públicas y escandalosas.200 El teniente Lope del Capellán señalaba que el odio que le profesaba el alcalde mayor provenía de la confirmación de su nombramiento ante el superior gobierno, y que por este hecho el alcalde mayor no lo podía despojar de su empleo a la fuerza “sin justa y legítima causas calificada por la grandeza de vuestra excelencia”. Para noviembre de 1754 ya se había mandado que se restituyera al teniente Lope del Capellán del empleo del cual había sido despojado.

El correcto procedimiento de los alcaldes mayores siempre hacía la diferencia y evitaba el desgaste de las autoridades, pero sobre todo contribuía a evitar múltiples problemas. En 1773 se realizó la destitución del teniente general de Pátzcuaro, el cual se llevó a cabo a través de un procedimiento adecuado: el alcalde mayor de Valladolid, Felipe Ordoñez y Sarmiento, antes de tomar cualquier decisión consultó ante el virrey Bucareli sobre la conveniencia de quitarle el título de teniente general a Don Felipe Gómez de Rábago por la vida licenciosa y escandalosa que llevaba, ya que tenía una relación ilícita con una mujer soltera de las más bajas esferas sociales, a la cual se llevaba a su hacienda y rancho de fundición y a las fiestas de Tacámbaro. Gómez de Rábago se decía estaba casado con una mujer de las principales familias de la ciudad de Pátzcuaro, por lo que se le advirtió al alcalde mayor que

198 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 9, Fs. 340. Autos a Pedimento de don Lope del Capellán y Rosal sobre haberle despojado el alcalde mayor de Maravatío del empleo de teniente de aquel pueblo hallándose confirmado por el superior gobierno. 1751.199 AGN, Indios, Vol. 59, Exp. 9, Fs. 342-345.200 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 11, Fs. 404, 1754, Causa criminal contra don Lope del Capellán, teniente de Maravatío, sobre graves excesos por haber metido mano alevosamente contra su alcalde mayor.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

actuara con la mayor discreción y sigilo, de tal suerte que no se formara ningún escándalo ya que no se querían afectar su matrimonio. El virrey mandó que se le recogiera el título de teniente general con la mayor discreción posible, lo cual así se obedeció para evitar afectar su matrimonio, y a la mujer se mandó que fuera puesta en la casa de recogidas.201 Así mismo se determinó que se nombrara nuevo teniente.

Los tenientes que gozaron de la confirmación del superior gobierno fueron los tenientes generales, y aun así no todos los tenientes generales: los que cumplieron de forma más sistemática este requisito fueron los que ejercieron sus empleos en las ciudades y villas que contaban con su cabildo, ya que al presidir las sesiones del ayuntamiento en las ausencias y enfermedades del alcalde mayor estaban obligados de contar con la aprobación correspondiente, pues de lo contrario se encontraban con la posición de los alcaldes ordinarios y regidores para que presidieran sus sesiones. Sin embargo la documentación que se ha generado por la destitución de los tenientes nos deja ver que para los alcaldes mayores era más conveniente poner tenientes sin la aprobación del superior gobierno, puesto que eso le daba mayor poder sobre sus subordinados, además podían ponerlos y quitarlos a su antojo sin tener que dar cuenta de nada y servían más a sus intereses particulares. En ese sentido encontramos que los tenientes particulares tenían una situación más precaria, pues al ejercer su empleo sólo por el encargo verbal quedaban más expuestos y vulnerables a los antojos del alcalde mayor, ya que legalmente no tenían forma alguna de evitar su destitución, como sí lo podían hacer los que contaban con la confirmación del superior gobierno.

2.8 Perfil socioeconómico de los tenientes

Un elemento que es importante destacar con relación al perfil que se ha identificado de los individuos que ocuparon el cargo de tenientes de alcaldes mayor, y más tarde de subdelegados, es que en términos prácticos debemos advertir que no hubo un cambio, pues en cuestión de ocupación, posición económica y social esta se mantuvo. Debido a las condiciones en las que ejercían los cargos los funcionarios locales, pues si bien su participación fue fundamental en la estructura del gobierno provincial, pese a las prohibiciones de las leyes para que ningún ministro, oficial y justicia, ejerciera la jurisdicción real en el lugar donde era originario, por todos los inconvenientes que esto podía acarrear para el buen gobierno y la administración de justicia, sin embargo la realidad a la que se enfrentaron los tenientes fue más cruenta pues difícilmente subsistirían con la parte de los derechos de judicatura que obtenían en sus jurisdicciones, ya que no contaban con un salario base con el cual pudieran solventar los gastos del oficio, las necesidades principales y las de la familia. La falta de salario para estos auxiliares de los alcaldes mayores propició que quienes ejercieran estos empleos fueran vecinos del tenientazgo que administraban, por lo que tenían fuertes vínculos, arraigo social y económico, y estaban inmersos en las redes económicas y clientelares del lugar.

A lo largo de la investigación hemos observado que no fue casual que los personajes que ejercieron estos empleos estuvieran varios años al frente de los tenientazgos, y de igual forma eran individuos que estaban inmiscuidos en las diversas actividades económicas de sus

201 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, Fs. 186-201. Destitución del teniente general de Pátzcuaro, Felipe Gómez de Rábago.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

regiones por lo que eran mineros, comerciantes y hacendados, los cuales ya no sólo dependían de los pocos emolumentos que podían obtener de sus empleos, sino que contaban con un ingreso personal que les aseguraba sobrellevar el oficio, ya que no percibían un salario fijo con el que pudieran solventar sus gastos personales, el de sus familias y los del propio oficio. En el capítulo anterior observamos que los únicos ingresos legales los obtenían del derecho de judicatura, y la otra parte la conseguían de forma ilícita, muchas veces llevando derechos excesivos. Esta condición también propició que estos sujetos se perpetuaran por prolongado tiempo en los tenientazgos.

La larga trayectoria que lograron obtener ejerciendo el empleo de tenientes, un cargo menor con muchas limitaciones para actuar, a la larga fue un elemento que contribuyó para ejercer los cargos de subdelegados, ya que se contaba con la experiencia para estar frente al gobierno de dichas jurisdicciones. José Antonio González había ejercido el empleo de teniente de alcalde mayor y de subdelegado en la villa de León y en los pueblos del Rincón 6 años, y en San Pedro Piedra Gorda cinco, por lo que llevaba ejerciendo dicho empleo por tiempo de 11 años de forma interrumpida.202 En el ducado de Atlixco Juan Manuel de Ariza, hacendado, ejerció el empleo por 14 años como encargado del pueblo de San Juan Bautista Ameca, el cual fue removido al ingreso el nuevo alcalde mayor Juan Antonio Aldana.203

De igual manera muchos se desempeñaban como comerciantes en sus partidos y algunos habían alcanzado importante éxito, sin embargo hubo otros que constantemente fueron llamados ante los justicias por haber contraído deudas con los vecinos para habilitar su comercio, uno de esos casos lo vimos con el teniente Manuel Antonio de la Campa, que era mercader viandante vecino de Cocupao, partido donde ejerció el empleo de teniente. De Campa se decía que comerciaba tierra adentro204 y en la denuncia que hubo por deuda de 3 000 pesos que debía a los comerciantes de Pátzcuaro se decía que se había marchado tierra adentro y que habían pedido la intervención de los alcaldes ordinarios, no habían actuado en su contra porque el alcalde mayor y su teniente general Diego de Yturria era los principales protectores de Campa.205

A partir de 1791, con el restablecimiento de los tenientes, incluso fue muy común que los encargados de la administración de justicia ocuparan otros cargo de real hacienda, pues cuando se determinó por punto general que los subdelegados cuando salieran de sus jurisdicciones dejaran encargado de la administración de justicia, se estableció que éstos fueran preferentemente algunos de los administradores de las rentas reales, sólo en caso que no lo hubiera en el lugar dicho empleo recayera en uno de los vecinos de mayor honor y nota.

202 Sobre nombramiento de justicia subdelegado en el pueblo de San Pedro Piedra Gorda. Villa de León septiembre 13 de 1790, F. 21203 AGN, Subdelegados, Vol 26, Fs. 103-109. Sobre prorroga de Luis Migues en la jurisdicción de Tacuba. , 1794. AGN, Subdelegados, Vol 10, Exp. 1, Fs. 1- 70. Servicio de don Miguel Migues, en el tenientazgo de Tecamachalco provincia de Tepeaca. 1782.204 AGN, General de Parte, Vol. 70, Exp. 129. 6 de abril de 1742. Manuel Roque de Leucona, vecino y del comercio de Valladolid solicitaba moratoria para pagar la deuda a sus acreedores. AGN, General de parte, Vol. 70, Exp. 170. No hubo lugar a la moratoria por lo que el acreedor quedó en libertad de acudir al justicia de la ciudad de Pátzcuaro por lo que se mandó que se devolvieran los autos al alcalde ordinario para que procediera legalmente.205 AGN, General de Parte, Vol, 70, Exp. 244, Fs. 213v-214v. Incitativo de justicias para que cualquiera de las más cercanas al pueblo de Cocupao, jurisdicción de Pátzcuaro, ante quien este despacho se presentare se la administre a don Juan Thomas y Don Thomas de Olmos.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Por tal razón muchos encargados de justicia, como José Antonio Feliciano Cortés, era administrador de la real renta de correos, receptor de alcabalas y teniente del partido de Zitácuaro por nombramiento del subdelegado José Ignacio Guerra de Manzanares.206

Los militares también fungieron como tenientes de subdelegados, pese a que se había prohibido que los militares ejercieran los oficios de justicia, finalmente dicha disposición no se respetó y de igual forma éstos ejercieron los empleos de tenientes. Es por eso que podemos afirmar que quiénes ocuparon dichos empleos no sólo pertenecieron a un determinado sector, sino que lo mismo encontramos en primer lugar a comerciantes, que muchos de ellos contaban con sus tiendas donde expendían diversos géneros de mercancías, hacendados, mineros, militares y los cajeros de los grande comerciantes que habilitaban a los alcaldes mayores y más tarde a los subdelegados. En el estudio de la alcaldía mayor de Acayucan, Alvaro Alcántara López aborda a la familia de los Franyutti-Quintero y analiza las interrelaciones que establecieron los alcaldes mayores (como fue el caso de Diego Havet y Maestre en que se retrasó el arribo del nuevo alcalde, lo que beneficiaba al alcalde interino Pedro Moscoso, yerno de Joseph Quintero, a lo cual se le aunaba el hecho de que los teniente de dicho Havet formaban parte de la familia Franyutti-Quintero) como los tenientes formaban parte de las redes de poder de esas familias, y demuestra que Quintero habilitaba en las actividades comerciales a los tenientes de Acayucan.207 Como veremos más adelante, los milicianos también fueron proclives a ejercer dicho empleo.208

Evidentemente los alcaldes mayores y sus tenientes tenían una actividad adicional a las funciones de la administración, ya que a la vez se habían constituido en comerciantes; en ese tenor es muy interesante la observación que realizó en 1787 el administrador de las rentas reales de alcabalas y pulques de Maravatío, Pedro Vélez de Mendoza, quien al solicitar al alcalde mayor y sus tenientes el informe de las tiendas de la jurisdicción encontró que en el padrón de Tuxpan estaba registrado don Antonio del Corral Velasco, quien tenía una tienda puesta de ordenanza, es decir exenta de impuestos, y otra más con 30 pesos de contribución. Así mismo señalaba que en el padrón que este mismo teniente había elaborado se había enlistado a don Nicolás Carrasco con una tienda señalada de ordenanza, cuyas dos tiendas referidas, y otra en Jungapeo, son propias del alcalde mayor. El administrador de rentas, con un tono de inconformidad al ver que alcaldes y tenientes eran propietarios de tiendas, expresaba “es de maravillarse hallar a un mismo individuo sirviendo dos tiendas a un tiempo en distintas poblaciones, y como teniente empadronando otras, por lo que deja ver el cómo anda todo en el presente gobierno, y con especialidad el importantísimo servicio del rey”.209

En el mismo padrón se observó que el teniente de Irimbo también contaba con su tienda y que aportaba una pensión de 30 pesos. Algunos tenientes tenían pequeñas tiendas y tendajos, sin embargo había otros comerciantes más consolidados como el teniente de

206 AHMM, Hacienda, Caja 6, Exp. 28, F. 16. Exención del pago de Tributo, Zitácuaro, 1802.207 ALCANTARA LÓPEZ, Alvaro, Desidencia, poder y cambio social en la provincia de Acayucan 1750-1802, México, Tesis de Doctorado, mayo del 2015, pp. 199, 205, 206.208 Don Antonio Ruíz de la Noriega, alcalde mayor del real y minas de Zacualpa informó que su teniente había fallecido, el 4 de noviembre, el teniente don Salvador Cayetano Díaz Leal, Capitán de Caballería miliciana española de las tropas de su magestad en los partidos de Ixtapa y Quatepec de las Arinas, y proponía para la capitanía a don Joseph del Campillo, 1779. AGN, Alcaldes mayores, Vol. 1, Exp. 37, Fs. 49­50.209 AHMM, Hacienda, Caja 9, Exp. 10. Padrón de las tiendas de Maravatío. 29 de septiembre de 1787.

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

Uruapan, don Pedro de Elorza y Aguirre, quien fue teniente en repetidas ocasiones entre 1730, 1733, 1735 y 1746, era de las principales familias del pueblo, estaba casado con doña María de Armas, tenía dos hijos, contaba con un cajero llamado Domingo Martínez de Silla, y contaba con seis esclavas.210

En los tenientazgos que contaban con centros mineros, los hombres que tenían intereses en dichos lugares, los mineros, eran quienes ejercían los cargos de tenientes: en el real de minas de Inguarán Joseph de Hermosa y Gómez fungió como teniente de Santa Clara y San Miguel Curucupaseo, de donde era vecino, de igual manera ejerció dicho empleo en el real de San Miguel Curucupaseo, en el real de Angangueo, jurisdicción de Zitácuaro, por ejemplo, los mineros que llegaron a ejercer el empleo de teniente fueron don Mariano Marcos, don Celidonio Moreno, Don Juan Díaz de la Colina y don Ramón Levante entre otros. El teniente del subdelegado de Zitácuaro, Francisco González de Cosío, trabajaba la mina de Nuestra Señora de los Remedios.211 Difícilmente podemos concebir a los tenientes generales y particulares como agentes ajenos a las dinámicas internas de cada uno de los tenientazgos, pues sólo los vecinos de dichas jurisdicciones que tenían un arraigo, bienes e intereses personales, estaban dispuestos a ejercer un empleo que no les ofrecía un ingreso seguro con el cual solventar las necesidades del oficio y familiares, pues como lo señalamos en otro de los apartados, los ingresos por judicaturas mucho dependían del tipo de vecindario, ya que no hay que olvidar que a los indios no se les debía de cobrar por las diligencias judiciales.

Celina Becerra Jiménez en su estudio de la alcaldía mayor de los Lagos, al abordar la importancia que tuvieron los tenientes y los lazos de solidaridad que éstos entretejieron con los alcaldes mayores, afirma que los tenientes fueron los conductores de la negociación entre la élite local y los jueces reales recién llegados de la metrópoli, quienes a su ingreso desconocían completamente la dinámica de los lugares y los intereses que se movían, es por eso que muchos al tomar posesión de sus empleos no cambiaban inmediatamente a los tenientes. En ese tenor, para los alcaldes mayores era fundamental contar con el apoyo decidido de los vecinos del lugar, de los hombres que tenían una buena posición y opinión entre el vecindario, es por eso que la autora afirma que los tenientes “se reclutaron entre los miembros de la élite: el cabildo de la Villa y los terratenientes más importantes de la jurisdicción”.212 En las villas y ciudades la característica más común fue que los alcaldes ordinarios eran quienes ejercían los empleos de tenientes generales, por tanto formaban parte, como bien lo observó Celina Becerra Jiménez, y en su momento José Miguel Romero de Solís, justamente en un primer acercamiento al estudio de los tenientes de la Villa de Colima, y dio cuenta de cómo los tenientes del siglo XVI eran los mismos miembros del cabildo.213 En el cuadro VIII que presentamos en el apartado anterior también se puede constatar que los tenientes generales eran vecinos de las mismas jurisdicciones en las cuales ejercían sus empleos, muchos de ellos incluso eran considerados españoles.

210 AHCM, Fondo Parroquial, sección Disciplinar, serie Padrones, Subserie Asientos, 1746, Uruapan, Caja 1246, Exp. 78, Fs. 6. Matrícula de los feligreses de razón e indios de Uruapan.211 AGN, Minería, Vol. 80, Exp. 2, F. 1. El subdelegado de Zitácuaro sobre que se declare si los mineros pueden ser encargados de justicia, Angangueo, 13 de enero de 1808.212 BECERRA JIMÉNEZ, Celina, G., "Redes sociales y oficios de justicia en Indias. Los vínculos de los alcaldes mayores neogallegos", en Relaciones No. 132, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012, p. 122.213 ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, Tenientes de alcalde mayor, pp. 47.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Una de las diferencias fundamentales que hay que destacar en el perfil socioeconómico de los tenientes generales y los tenientes particulares, especialmente en el caso de los tenientes generales de las ciudades y villas, era que además de destacar por formar parte del cuerpo del cabildo de sus ciudades, regularmente sobresalían por ser hombres con una trascendencia económica y política mayor a la que podía tener el teniente particular de los tenientazgos más recónditos, que contaban con una posición mejor que el resto del vecindario por contar con propiedades y sus tiendas para el expendio de mercancías.

Conclusión

Las medidas políticas y reformas que se introdujeron en la segunda mitad del siglo XVIII en los reinos americanos encaminadas a ejercer mayor control sobre los justicias, oficiales reales y la economía llevó a la emisión de reales cédulas dirigidas a vigilar el desempeño de los alcaldes mayores y corregidores. A partir de 1758, desde la metrópoli se puso atención en la forma en que los alcaldes mayores y corregidores administraban sus jurisdicciones y se interesaron por saber si las gobernaban directamente, si residían en las cabeceras, si se ausentaban de forma constante o bien si ponían tenientes para que en su nombre administraran los partidos que quedaban bajo su cuidado. Así mismo se prevenía que sólo se nombraran tenientes en los lugares necesarios, esto sólo fue el inicio de un amplio conjunto de reformas que trastocaría de forma importante el conjunto de instituciones y la administración en los diferentes niveles. La necesidad de transformar las instituciones y las relaciones de poder fue lo que justamente llevó a la implementación de una política de denuncia sobre el funcionamiento del gobierno provincial y que las autoridades novohispanas, tanto el virrey como los ministros de la Audiencia, de manera sistemática centraran su atención en la forma en que los alcaldes mayores y sus auxiliares administraban las jurisdicciones. El marqués de las Amarillas en menor medida, pero el Virrey Croix y el visitador José de Gálvez, y más tarde el Fiscal Posadas, podríamos decir fueron los promotores de que quedaran al descubierto muchas de las irregularidades y abusos en los que incurrían los alcaldes mayores y corregidores como la venta de las varas de teniente y las implicaciones colaterales que eso ocasionaba como el abuso que cometían los tenientes, el abuso en el nombramiento de los tenientes al no respetar las leyes de Indias al nombrar a los mismos vecinos del lugar donde ejercían los empleos, el nombramiento tenientes generales que ni siquiera estaban contemplados en la legislación y el repartimiento. Al poner en evidencia todo ese estado de cosas en el fondo se estaba justificando la necesidad de introducir los cambios políticos y administrativos que se estaban proponiendo desde la metrópoli.

En los apartados anteriores observábamos como los tenientes se constituyeron en una especie de bisagra o puente de comunicación entre el vecindario y sus autoridades superiores, y quiénes a la vez respondían a los intereses de sus superiores. Al precisar de ese puente de comunicación sólo tuvieron como opción el nombrar a los mismos vecinos de los tenientazgos, pues como se señaló en uno de los apartados anteriores la carencia de salarios e ingresos fijos tanto para los alcaldes mayores y por ende para los tenientes impidió que individuos de jurisdicciones ajenas aceptaran ejercer dichos empleos, es por eso que los tenientes fueron aquellos individuos que contaban con un arraigo y tenían sus propias

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El gobierno de los alcaldes mayores y sus tenientes

intereses eran los hacendados, comerciantes, tenderos, mineros y militares entre otros. En ese sentido es importante resaltar que el gobierno provincial se había caracterizado por una cultura de la delegación de potestad, donde los alcaldes mayores y corregidores ejercían las atribuciones de justicia, gobierno, hacienda y guerra a través de un importante número de auxiliares que eran los que de hecho ejercían las facultades que por derecho le correspondían a los justicias provinciales. En ese orden de ideas quienes efectivamente representaban la autoridad del rey entre el vecindario fueron justamente los tenientes. Los informes de 1759 nos confirman que efectivamente los tenientes tenían un fuerte arraigo en el gobierno provincial, ya que la mayor parte de las alcaldías mayores operaban bajo el sistema de los tenientazgos, una figura que de cierta manera se había convertido en inherente a los corregimientos, alcaldías mayores y gobernaciones pues ya formaban parte de la dinámica institucional. Las autoridades provinciales no se concebían ejerciendo por sí solos el gobierno de las jurisdicciones en que ejercían sus empleos.

Los tenientes se fueron afianzando en la estructura del gobierno por múltiples razones, y la primera de ella es justamente que tenía la función de suplir las ausencias de los justicias por enfermedad o causas del propio oficio, en segundo lugar tenía que ver con el factor distancia que había entre la cabecera de la alcaldía o corregimiento con respecto al resto de los pueblos que quedaban dentro de la misma jurisdicción, que imposibilitaba el tener control sobre la población y sobre todo lo difícil que resultaba muchas veces acceder a dichos pueblos ya fuera por lo accidentado de los caminos y el cruce de los ríos los cuales en tiempo de lluvias eran prácticamente intransitables circunstancias que obstaculizaban el contacto de los justicias con el vecindario. Es por esa razón que tanto los alcaldes mayores y los curas en los informes de 1759 afirmaban que los tenientes eran necesarios para contener el desorden y evitar que se cometieran delitos, pues de otra forma quedaban sin protección de la real justicia. El tercer aspecto tenía que ver justamente con la composición y número de vecindario de que se componían los tenientazgos, pues a mayor vecindario era necesario que se nombrara un teniente que mantuviera en orden a la población. En cuarto lugar, la presencia de los tenientes en los pueblos de mayor número de vecindario y con cierta importancia económica estuvo estrechamente relacionada con el control que ejercían no sólo en la recaudación de los tributos sino con la actividad del repartimiento, es por eso que en los pueblos que contaban con más población se constituyeron en espacios idóneos para establecer los a tenientes, ya que desempeñaban una doble función.

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Capítulo III

Empleados locales al servicio del rey

Introducción

Los tenientes de alcalde mayor, como ya lo hemos venido señalando en los capítulos anteriores, desempeñaban casi todas las funciones que sus superiores y las facultades y limitaciones con las que ejercieron sus empleos en buena medida estuvieron determinadas por la voluntad del alcalde mayor, ya que éste era el quién en última instancia decidía qué tanta libertad o restricciones ponía a sus tenientes.

En este capítulo pretendemos mostrar la importancia que tuvieron los tenientes como parte del andamiaje del gobierno provincial, trataremos de ir más allá de mostrar la figura obscura con la que constantemente se les ha identificado el ánimo de estas líneas no es el de convencer al lector de que los tenientes fueron “buenos” o “malos”, sino justipreciar en su debida dimensión la participación que tuvieron en el gobierno provincial, pero sobre todo es de nuestro interés mostrar la forma en que desempeñaron sus funciones como representantes del poder real. Especialmente nos centraremos a analizar la administración de justicia, hacienda y gobierno, por ser las tres facultades en las que tuvieron un amplio desempeño. De igual manera se perfilarán las inter relacionaron con el resto de las autoridades, que de una u otra forma se trastocaban en el ejercicio de su empleo.

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Empleados locales al servicio del rey

3.1 Administración de justiciaa) Justicia civil

En Nueva España el gobierno provincial encabezado por los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, ejercieron funciones en las causas de gobierno, justicia, hacienda y guerra. De las cuatro causas la militar, fue la que menos se ejerció, pues sólo los alcaldes que tenían el título de capitán a guerra al obtener dicho nombramiento tenían implícitamente más responsabilidades en esa materia: los gobiernos de León, Yucatán, las Provincias Internas y las gobernaciones que posteriormente se fueron erigiendo sí tuvieron una importancia militar, sobre todo al estar ubicados en puertos y zonas de frontera. En cada una de sus provincias eran los representantes directos del poder real, por lo que así mismo tenían bajo su cuidado la vigilancia de los dispositivos de gobierno local, la república de indios y la república de españoles que se encontraban dentro de su demarcación territorial.1

En el primer capítulo indicábamos que debido al cúmulo de atribuciones, así como a la dimensión territorial, la cantidad de pueblos y tributarios que tenían las alcaldías mayores, los alcaldes mayores nombraban tenientes generales, tenientes particulares y comisarios recaudadores de tributo, a través de los cuales administraban una parte importante de la jurisdicción territorial que escapaba a su gobierno. Guillermo Lohmann refiere que en el Perú los tenientes “eran unos simples ejecutores de las ordenes promulgadas por su principal, meros mandatarios con ejercicio restringido a un reducido espacio de la comarca, y, en fin, ayudantes en la cobranza de los tributos”.2 Sin embargo, coincido más con la postura de William Taylor quien los considera como “funcionarios administrativos y judiciales”,3 los cuales si bien actuaban con ciertas limitaciones, finalmente atendían todo lo concerniente al gobierno de sus tenientazgos. Una de las principales facultades de los alcaldes mayores fue la administración de justicia civil y criminal en primera instancia,4 por tanto el buen gobierno, como bien afirma Jaime del Arenal Fenochio, “era ante todo hacer justicia y el establecimiento de un orden justo”.5 Varios autores especialistas en la materia de justicia afirman que el gobierno y la justicia en el antiguo régimen funcionaban como un binomio, por lo que no se concebían de forma separada.6

1 REYES GARCÍA, Cayetano, "Las Repúblicas de Naturales del occidente de Michoacán", en Paredes Martínez Carlos y Terán Marta (Coord.), Autoridad y Gobierno indígena en Michoacán, Zamora, COLMICH, CIESAS, INAH, Dirección de estudios históricos, UMSNH, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, p. 116.2 LOHMANN VILLENA, Guillermo, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias, p. 4383 TAYLOR, William, Ministros de lo sagrado, Zamora, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Gobernación, El Colegio de México, 1999, p. 592.4 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Movimiento populares en Nueva España, Michoacán, 1766-1767, México, UNAM, 1990, p. 60.5 DEL ARENAL FENOCHIO, Jaime, "Instituciones judiciales de la Nueva España", en Estudis. Revista de Historia Moderna, México, Escuela Libre de Derecho, No 22, 1998, p. 20.6 GARRIGA, Carlos, "Gobierno y Justicia: El gobierno de la justicia", en La jurisdicción contenciosa- administrativa en España. Una historia de sus orígenes, Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo General del poder judicial, pp. 47-113. Del mismo autor "Justicia y política entre Nueva España y México. De gobierno de la justicia a gobierno representativo", en GAYOL, Víctor, Formas de gobierno en México. Poder político y actores sociales a través del tiempo, vol I, Zamora, El Colegio de México, 2012, p. 36.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Administración novohispana

El alcalde mayor como juez ordinario tenía la capacidad de iniciar las diligencias judiciales de las causas de justicia que sucedieran en su jurisdicción, facultad que por ende era ejercida por sus auxiliares con sus respectivas restricciones. Como jueces ordinarios administraban justicia en primera instancia, y en caso de que se recurriera al recurso de apelación por las sentencias dictadas por estos jueces provinciales, se hacía ante la Real Audiencia, que era la institución facultada para conocer de las causas de justicia, además de que era por excelencia el cuerpo colegiado encargado de la administración de justicia. Así mismo los alcaldes mayores podían conocer de las apelaciones de los alcaldes ordinarios.7 La jurisdicción del alcalde mayor se extendía a españoles, indios y castas, por tanto debía gobernar y administrar justicia a todos los grupos sociales, sin más distingo que el que imponían las leyes y los fueros.

María del Refugio González y Teresa Lozano indican que fue a partir de 1571, a través de una ordenanzas del Consejo de Indias, que “los negocios de justicia quedaron restringidos a lo “contencioso entre partes” y “los pleitos”.8 Por tanto la administración de justicia se basaba en dar a cada uno lo suyo, en ese sentido en las alcaldías mayores y corregimientos la iurisdictio, “la tarea principal de hacer justicia, manteniendo a cada uno en su derecho”,9 fue

7 DEL ARENAL FENOCHIO, Jaime, "Instituciones judiciales, p. 31.8 GONZÁLEZ, María del Refugio y LOZANO, Teresa, "La administración de justicia", en BORAH, Woodrow (Coord.), El Gobierno provincial, p. 86.9 GARRIGA, Carlos, "Gobierno y justicia... p. 68.

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Empleados locales al servicio del rey

una prerrogativa que sólo fue privativa del alcalde mayor y que no cedió a sus auxiliares, los tenientes. Todos aquellos casos en que se requería dictar sentencia, y que se encontraban en conocimiento de los tenientes, debían ser remitidos a los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores o, en su defecto, al teniente general, para que con dictamen de asesor se finiquitara y prescribiera la sentencia correspondiente.

Los tenientes por tanto tuvieron como principal función representar la autoridad real en cada uno de los tenientazgos, y por ende conocían todo lo relacionado con la administración de justicia civil y criminal, por lo que debían atender las necesidades y las diligencias de manera pronta y expedita, sin necesidad de esperar a que el alcalde mayor conociera primero las diligencias para poder intervenir en los asuntos que eran requeridos. En lo que respecta a la justicia civil atendían todo lo relacionado con herencias, división de bienes, deudas y contratos; en las causas criminales era de su competencia atender riñas, homicidios, robos, injurias, violaciones y amancebamientos entre otras.10

En las causas de justicia los tenientes regularmente actuaban por receptoría con dos testigos de asistencia a falta de escribano, a excepciones de las ciudades y villas en las cuales siempre había más de uno que ejercía el oficio de la pluma, se podía contar con el escribano del cabildo, público y el teniente de escribano, y por tanto ellos eran los que elaboraban los escritos y preparaban las diligencias. Los tenientes estaban facultados para iniciar las cabezas de proceso, examinar testigos y una vez concluidas estas diligencias preparatorias se pasaba el expediente al alcalde mayor para que éste continuara con el proceso y determinara lo que fuera más conveniente.

Los tenientes generales estaban facultados para administrar justicia civil y criminal en toda la jurisdicción de la alcaldía mayor, excepto en las cabeceras administrativas de las villas y ciudades que contaban con su ayuntamiento, como Valladolid, Pátzcuaro, Zamora, Zitácuaro, Querétaro, Celaya, Oaxaca, México, León y Tabasco entre otras, porque a los alcaldes ordinarios les correspondían las funciones de justicia y policía, por lo cual las funciones de estas autoridades se veían reducidas en este espacio.11 En uno de los nombramientos de teniente general de Valladolid se expresaba claramente sus competencias

10 GONZÁLEZ, María Del Refugio y LOZANO, Teresa, "El alcalde mayor o el corregidor como jueces", p. 571­572. www.juridicas.unam. A diferencia de la observación de las autoras de este artículo, quienes afirman que los expedientes que se resguardan en el AGN dan cuenta del mal proceder de los alcaldes y sus auxiliares, esta percepción se tiene cuando se observa la documentación que se generaba en los dispositivos centrales del gobierno como la audiencia, pues no hay que olvidar que a ésta llegaban las apelaciones de las sentencias de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores. Así mismo, muchas de las causas de justicia de los pueblos de indios pasaban directamente al Juzgado General de Indios, y en muchos de esos expedientes los indios se quejaban del mal proceder de los alcaldes mayores y sus tenientes. En cambio, cuando se analiza de manera más detenida el actuar de estos auxiliares en los archivos provinciales nos damos cuenta que si bien existen innumerables demandas en contra del actuar y de los abusos que llegaban a cometer estos tenientes, en la práctica éstos empleados menores eran los que en sí llevaban el gobierno de su jurisdicciones, y estaban presentes cuando eran requeridos por el vecindario, que rara vez tenía contacto con el alcalde mayor. Incluso me atrevería a pensar que éste llegaba a ser una figura lejana y distante a la que difícilmente se tenía acceso. Pues aunque los alcaldes mayores estaban obligados a visitar por lo menos una vez durante el tiempo de su gobierno la jurisdicción muchos no lo cumplían, y eran justamente los tenientes los que realizaban esta labor.11 Felipe II, dispuso el 22 de septiembre de 1560 que los gobernadores, alcaldes mayores ni corregidores se entrometieran en conocer las causas civiles y criminales que sucedieren en las ciudades y villas y que

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“le nombro por mi lugarteniente de ella y sus distritos para que administre en justicia, oyendo a las partes y conozca de todas causas civiles y criminales de pedimento de partes y de oficio de la real justicia substanciándolas y determinándolas con parecer de asesor letrado y procediendo mutilación de miembros no las ejecute sin consulta de los señores de la real sala del crimen de esta Nueva España, aprehenda los delincuentes y salteadores de caminos, procurando estén limpias de gente ociosa y vagabunda y que no haiga pecados públicos ni otras ofensas contra Dios nuestro señor, que para todo lo que tocare a administración de justicia le doy entera facultad exceptuando en mis tutelas y discernimientos de ellas, abintestatos e inventarios de trapiches y obrajes, y alce vara alta de la real justicia12 y así mismo le dé razón de las condenaciones que se hicieren y sacaren aplicadas a la real cámara estrados y gastos de justicia”.13La función que desempeñaron los tenientes con respecto a lo relacionado a

testamentaria, nombramiento de albaceas, avalúo, inventarios y partición de bienes, tuvo sus propios matices, ya que en muchos de los nombramientos de tenientes generales se les inhibía de que conocieran lo correspondiente al Juzgado de Bienes de Difuntos. Los tenientes particulares tenían más libertad para actuar en este ramo, a diferencia de los tenientes generales, los cuales muchos de ellos quedaban exceptuados para que atendieran este ramo, lo que respondía más a una acto de voluntad de los alcaldes mayores que eran los que decidían si otorgaban a sus auxiliares la libertad de actuar en todo lo relacionado al Juzgado de Bienes de Difuntos, o simplemente se reservaban para sí el conocimiento de estas causas.14

Quizá esa excepción se debía también a que en las ciudades y villas los alcaldes ordinarios eran los que atendían esas causas, con lo cual se evitaban conflictos por competencia de jurisdicción. Por ejemplo, en 1787 el alcalde ordinario de Valladolid, José María de Ansorena atendió la renuncia de don José Santiago Espinosa de los Monteros y Pata del albaceazgo en que había sido constituido por Doña Rita de la Pompa viuda que fue de don Manuel Noriega, asuntos que eran de la competencia de los alcaldes ordinarios.15 Pero en

hayan sido comenzados ante los alcaldes ordinarios. Por esa misma razón los tenientes generales tenían las mismas limitaciones que sus superiores, y no estaban facultados para conocer de las causas de justicia hasta donde llegaba la jurisdicción de los alcaldes ordinarios. Esta disposición siguió vigente con la aplicación de la real ordenanza de intendentes. Que los gobernadores no conozcan de las causas que pasaren ante los alcaldes ordinarios, ni saquen los presos de sus lugares. Recopilación de las leyes de Indias, Ley 22, Tít. 2, Libro 6.12 Los tenientes al igual que los gobernadores, alcaldes mayores y corregidores estaban facultados para que portaran la vara de la real justicia que era la insignia del poder real, tal como se expresaba en la Recopilación de Indias "que traigan en su mano la vara de nuestra real justicia, y no salgan en público sin ella, pues es la insignia por la cual son conocidos los Jueces, á quien han de acudir las partes a pedirla, para que se les administre igualmente, y oigan a todos con benignidad: de manera que sin impedimento sean desagraviados y fácilmente la consigna", Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, Ley XI, Libro 5, título 2.13 AHMM, Cabildo, No 12. F. 98. Libro donde se asientan los títulos de alcaldes mayores, regidores y otros oficios de la ciudad de Valladolid, Valladolid, 1699- 1718.14 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 1, F. 45. Servicios de don Luis Migues en el Tenientazgo de Tecamachalco, provincia de Tepeaca. 1782. El alcalde mayor de Tepeaca, José Antonio de Villanueva y Santacruz, en el nombramiento de teniente de Tecamachalco que otorgó a favor de Luis Migues expresamente establecía que le prohibía hacer inventarios y proceder en los bienes de intestados.15 AHMM, Justicia, III 1.2.7, Valladolid, 1787, Caja 155, Exp 6, fs. 19. Renuncia del albaceazgo por el regidor José Santiago de la Plata y doña Juana de Dios de Castro actual rectora del colegio de Niñas de Santa Rosa de Valladolid.

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todo caso ese condicionamiento es de suponer limitaba el actuar de los tenientes en el resto de la jurisdicción territorial de la alcaldía. La actitud que asumían los alcaldes mayores presumiblemente tenía que ver con lo delicado que les resultaba el resguardo y administración de los bienes de difuntos, pues fácilmente se podían hacer fraudes, especialmente si pensamos en los que morían abintestatos, pero por otro lado considero que también hay una razón de fondo que tiene que ver con el cruce de competencia con los alcaldes ordinarios.

En 1779 se pretendió poner fin a la restricción que ponían los alcaldes mayores a sus tenientes para que conocieran lo relacionado con los bienes de difuntos esto se dio cuando el alcalde mayor de San Luis Potosí, Juan de Miranda, presentó ante el virrey Martín de Mayorga para su confirmación el nombramiento de teniente del pueblo de Santa María del Río. El virrey no realizó la confirmación como se solicitaba, sino que remitió el expediente al fiscal Manuel Martín Merino debido a la cláusula que contenía, pues si bien se le facultaba para que conociera todas las causas civiles y criminales contra cualesquiera personas sujetas a su jurisdicción “sobre cuales quiera negocios y delitos que cometieren siguiéndolas en forma y conforme a derecho hasta sustanciarlas y ponerlas en estado”, dando siempre cuenta al alcalde mayor para que éste determinara la resolución. Hasta ese punto no había ningún problema, el inconveniente se presentó cuando se pretendió establecer las condiciones a que estaría sujeto dicho teniente “restringiéndole la facultad de poder hacer inventarios, intestados, mandas y legados ultramarinos, por la responsabilidad que tiene en semejantes asuntos, y si ocurriere alguna cosa de estas debería darle cuenta por las razones legales que expuso”.16

La respuesta del fiscal, de 4 de octubre de 1779, fue que el virrey otorgara la confirmación del nombramiento de Juan Miranda pero sin incluir la cláusula que limitaba su acción, por el contrario se dispuso que el teniente podía actuar en cualquier causa y negocio que ocurrieran en su territorio “de la misma suerte que lo puede hacer el alcalde m ayor.. .consultando con asesor en los casos que dude”. Si bien este caso se presentó en la alcaldía mayor de San Luis Potosí, se resolvió que se librara despacho de cordillera para que se hiciera la misma recomendación a todos los justicias, pues en varios lugares de la Nueva España era práctica generalizada; en ese sentido se prevenía a todos los alcaldes mayores que si incluían ese tipo de cláusulas simplemente no se les aceptarían los nombramientos de tenientes.

Los herederos para hacer cumplir la disposición testamentaria de sus seres queridos tenían la opción de acudir directamente al corregidor o alcalde mayor, o bien ante el teniente. Cuando se acudía directamente ante el corregidor para que se llevara a cabo el avalúo y división de los bienes que quedaron por disposición testamentaria, éste de forma inmediata mandaba a sus tenientes para que atendieran dichas diligencias. En 1778 el corregidor de Valladolid, Juan Sevillano dispuso que su teniente de Tarímbaro iniciara las diligencias para

16 AGN, Indiferente virreinal (Real Acuerdo), Nombramiento de teniente del pueblo de Santa María del Río, jurisdicción de San Luis Potosí, 1779, San Luis Potosí, Caja 3779, Exp. 3, Fs. 2. AGN, Bandos, Vol. 11, No. 44, Fs. 109-110, Despacho de cordellera para que en los nombramientos de tenientes no se inserten cláusulas que restrinjan la facultad de hacer inventarios intentados, mandas y legados ultramarinos. México 2 de diciembre de 1779. AGN, Bandos, Vol. 11, No. 45, Fs 111-114. Real provisión con inserción de la Pragmática y Real Cédula, que disponen lo que debe ejecutarse con los bienes de los que mueren ad intestato, para que se observe por los Gobernadores, Corregidores, alcaldes mayores y justicias del distrito de esta Real Audiencia. México, 20 de diciembre de 1779. La real provisión tenía la finalidad de que no se cometieran abusos contra los bienes en los bienes de difuntos. México 2 de diciembre de 1779.

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que los albaceas de los herederos de don Antonio Ruíz de Chávez se presentaran al juzgado del corregidor solicitando el inventario de los bienes:

“Por cuanto me hallo en noticia cierta de haber fallecido don Antonio Ruíz de Chávez, vecino que fue del valle de Tarímbaro y dueño de la hacienda de Santa Cruz, y que aunque otorgó disposición testamentaria dejó entre sus herederos unos legítimos menores, a quiénes en uso de mi oficio debo atender y procurar asegurar los bienes hereditarios que les pertenecieren. Por tanto y atendiendo a esta justa causa, por el presente mando a don José Nicolás Romero, mi lugarteniente del pueblo de Tarímbaro y su jurisdicción, que luego incontinenti notifique al albacea y albaceas que hubiere constituido dicho don Antonio Chávez en la citada su disposición que dentro del preciso termino de 10 días la presenten ante mí, y en este mi juzgado pidiendo el beneficio de inventarios a que deben proceder.”.17

De esa forma el corregidor a través de sus tenientes iba tomando las determinaciones subsecuentes para que la división de los bienes se llevara a efecto y que los herederos recibieran la parte que les correspondía. Policarpo Crisóstomo Dávila sucesor de Juan Sevillano fue quién concluyó las diligencias por lo que mandó a su teniente don Domingo José Villegas para que a la brevedad citara a don Nicolás de Herrejón, a don José Nicolás Ruiz de Chávez y a las demás partes interesadas para que procediera a hacer la entrega de la hacienda a los Chávez y Herrejón. El teniente en cumplimiento de la comisión y facultades que le otorgó el corregidor procedió a dar cumplimiento a la citación de los interesados y a la entrega de la hacienda de Santa Cruz:

“En la hacienda de Santa Cruz en veinte y tres días del mes de septiembre de este corriente año don Domingo Joseph de Villegas, teniente de corregidor, estando con los de mi asistencia y partes interesadas en la casa de la morada que fue de don Antonio Ruiz de Chávez a efecto de dar principio a la entrega de las tierras y demás bienes muebles y semovientes, hallé en ella a la persona de don Joseph Sánchez, vecino de la ciudad de Valladolid y curador ad liten de los menores hijos del referido don Antonio de Chávez, quien fue poniendo de manifiesto y entregado a dichas partes los b ie n e s .”18

Bajo este procedimiento los tenientes auxiliaban a los corregidores y alcaldes mayores desahogaban los asuntos y diligencias que los alcaldes mayores y corregidores les encomendaban.

Los vecinos de Uruapan,19 Taretan, Santa Clara de los Cobres, Puruándiro,20 Tacámbaro y Erongarícuaro, por mencionar sólo algunos pueblos, para hacer cumplir las disposiciones testamentarias, o bien promover algún recurso de inconformidad en la partición de bienes, muchas veces recurrieron en primera instancia ante sus tenientes, quiénes estaban obligados a dar parte a sus superiores para que éstos les dieran la facultad de realizar los autos correspondientes. La mayor parte de estas diligencias se realizaron sin ningún inconveniente 17 18 19 20

17 AHMM, Justicia, III 1.2.5, Valladolid- Tarímbaro, Caja 139, Exp. 6, F. 1. Cumplimiento de la disposición testamentaria de Antonio Ruíz de Chávez. Valladolid a tres de enero de 1778.18 Ibid. F 130.19 AHMM, Justicia, Caja 124, Exp. 5. Sebastián de Soto, albacea de Úrsula Romero solicita se realice el inventario de bienes y cumplimiento de la disposición testamentaria, Uruapan.20 AHMM, Justicia, Inventario y evaluó de bienes que quedaron por fin y muerte de Don Pedro de la Peña, Puruándiro, Caja122, Exp. 5, Fs. 146.

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y siguieron su curso legal, sin embargo cuando había conflicto entre los herederos por la división de los bienes, algunas veces en esas circunstancias se recusaba la intervención de los tenientes particulares y se pedía que se nombrara a un comisionado para que llevara las diligencias, siempre y cuando hubiera sospecha de que el teniente era afín a alguna de las partes.

Los herederos directamente acudían ante el teniente al ser la autoridad más inmediata para solicitar se hiciera la partición de bienes, un claro ejemplo de este procedimiento se dio en Santa Clara de los Cobres cuando Josef Prudencio Villalobos y María Manuela de Herrera acudieron ante Joseph Joaquín de Arriaga, lugar teniente de dicho pueblo, pidiendo se procediera al nombramiento de los curadores ab liten, al avalúo, inventario y división de los bienes que quedaron por la muerte de Antonio Benito de Herrera, su padre; cabe mencionar que el testamento de don Antonio Benito de Herrera se había elaborado ante el teniente don Esteban Diego de Castañeda. Si bien el teniente atendió la solicitud de los herederos de Herrera, antes de realizar cualquier diligencia primero envío la solicitud original al corregidor de Valladolid, Policarpo Dávila, para “que en su vista determine su merced y me ordene lo que sea de su superior agrado”.21

La respuesta del corregidor fue que se procediera a la facción de inventarios y avalúos de los bienes y al nombramiento de curadores ab liten de los menores hijos, nietos y sobrinos de Herrera. Para validar las diligencias del teniente el alcalde mayor otorgó “en conformidad de lo consultado por el asesor dando como da por todo lo dicho la comisión y facultad que se requiere y es necesaria al teniente particular de Santa Clara, sirva el citado este auto de comisión en forma, sin perjuicio de los derechos de este juzgado, y por el cual así su merced lo proveyó”,22 la recomendación que se le hacía al teniente es que actuara con asesor.

En 1771 en el pueblo de Etúcuaro, “ante mí Don Cristóbal Marín de Quesada teniente sustituto por don Joseph de Hermosa que lo es propietario por el señor don Felipe Ordoñez y Sarmiento.. .actuando como juez receptor con testigos de asistencia por no haber escribano real ni público en los términos que previene el derecho; fui llamado por don Thomas de Alvear y Collado a efecto de otorgar en toda forma su testamento y última disposición cristianamente”.23 Al morir Thomas de Alvear el teniente Joseph de Hermosa procedió a embargar los bienes que se reconocieron por suyos, el albacea Nicolás Antonio de Balderrama solicitó al teniente general de Valladolid, el alférez Juan Manuel de Michelena, que el que realizara los inventarios no fuera vecino del partido; el teniente quedaba recusado de continuar con el conocimiento de las diligencias y en su lugar se nombró a Don Miguel Ángel Antón, teniente de alguacil mayor de Valladolid, el cual solicitaría los autos y bienes que Joseph de Hermosa tuviera embargados de la testamentaría del bachiller.

Otras de las atribuciones que ejercían los auxiliares en lo que respecta a la justicia civil era que podían conocer de los conflictos por tierras, hacer las vistas de ojos para delimitar linderos y las denuncias por deudas. Civiles y religiosos podían acudir ante los tenientes para

21 AHMM, Justicia, Caja 140, exp. 2, F. 8. Disposición testamentaria que otorgó don Benito de Herrera ante don Esteban Diego de Castañeda lugarteniente de dicho pueblo y su partido, Santa Clara de los Cobres 1779.22 Ibid., F. 9v.23 AHMM, Justicia, Caja 134, Exp. 3, F. 1. Descripción de bienes, inventarios, avalúos y aprecio de los bienes que quedaron por fallecimiento de don Thomas de Alvear y Collado, difunto vecino que fue del Real y minas de San Miguel Curucupaseo, Valladolid, 1771.

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denunciar el incumplimiento de contrato entre partes: en 1775 el bachiller Juan Benito Díaz Barriga, vecino de Tzintzuntzan, presentó denuncia por deuda contra Francisco López ante el teniente de Cocupao, Blas Antonio Castellano.24 Fueron diversas las causas que atendieron los tenientes, de tal suerte que se llegaron a elaborar contratos para el pago de obvenciones eclesiásticas. Antonio Lezo, síndico del convento de San Francisco de Tzintzuntzan, se presentó ante el teniente de Cocupao y pidió se requiriera la presencia de los naturales para que satisficieran la obvenciones que estaban debiendo a los religiosos doctrineros, y el teniente para dar seguimiento al requerimiento del religioso nombró por intérprete a Antonio de Mendoza, español “lenguarás en el idioma castellano”. Llamó al gobernador y demás naturales, quienes acudieron a su presencia y recocieron la deuda por la cantidad de doscientos veinte y tres pesos siete y medio reales. Lo interesante de este caso es que ante la mediación del teniente los indígenas y el síndico del convento formalizaron un trato en el que se comprometían a pagar la cantidad ya antes mencionada, más los derechos parroquiales que se generaran en el término de los seis meses que se habían establecido para finiquitar la cuenta, el puesto de Patambicho quedó en hipoteca en resguardo del convento. El plazo que se concertó con el convento comprendía de agosto 8 de 1750 hasta febrero 8 de 1751.25

Los eclesiásticos, comerciantes y hacendados, constantemente acudieron ante los tenientes para que exigieran de sus deudores el cumplimiento de los contratos que habían realizado, reconocieran los recibos (cuentas) que tenía en su poder y se exigiera su pago. En 1782 el teniente general de Pátzcuaro, Francisco de Arana, solicitó la presencia de Manuel Güemes, residente en Taretan, a solicitud de Josef Vicente de Silva, comerciante de la ciudad de Pátzcuaro, para que reconociera la deuda registrada en el libro de caja de la tienda, la cual ascendía a 1 444 pesos 1 real, pues había acordado satisfacerla con la mitad en efectivo y la otra parte en panocha blanca de melado.

Aunque la petición de Silva fue que no se permitiera la intervención del teniente de Taretan por ser parcial de Güemes, Arana requirió de la ayuda del teniente de dicho pueblo, Miguel de Sanxinez, para que le notificara al requerido que en el término de tres días se presentara en Pátzcuaro a reconocer la cuenta pendiente, ya que se le acusaba de no haber cumplido con el pago ni de remitir el producto en el tiempo estipulado.26 Regularmente, cuando se recusa la intervención del teniente particular, se procedía a nombrar un comisionado para que realizara las diligencias correspondientes, en este caso el teniente general no comisionó a nadie ya que sólo requería de su teniente para que le notificara a Güemes que se presentara en la ciudad de Pátzcuaro; por tanto no tendría mayor intervención en la diligencia, sólo en caso de que se diera el embargo de bienes, pues ahí sí se tendría que nombrar otro sujeto que efectuara el embargo e inventario. En estas causas de incumplimiento de contratos, en su mayoría los que acudieron ante los tenientes fueron los religiosos, comerciantes y hacendados, que eran los que tenían la capacidad económica y los medios suficientes para hacer préstamos, ya fuera en dinero o en géneros. Fueron más los

24 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 32, Exp. 2, Fs. 307-235. Denuncia contra Francisco López por deuda, Cocupao, 1745,25 AHMQ, Fondo Ayuntamiento, Sección Juzgado de Quiroga, Serie Justicia, Caja 1, Exp. 2, F. 12. Denuncia contra los naturales de Cocupao por el pago de obvenciones con el convento de San Francisco de Tzintzuntzan, 1750.26 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 67D, Exp. 4, Fs. 674-686. Vicente de Silva contra Manuel de Güemes por deuda de pesos, 1782.

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españoles que acudieron ante estos empleados locales a querellarse en contra de mestizos, indígenas o españoles por el incumplimiento de sus contratos.

Los tenientes, de igual manera, despacharon toda diligencia relacionada con conflictos por tierras, por lo que se encargaban del reconocimiento de los linderos de las propiedades o vista de ojos, hacían el reconocimiento de las propiedades, examinaban los testigos que presentaban las partes para discernir a quién le correspondía la posesión, y otorgaban los poderes correspondientes a españoles e indígenas para que nombraran persona que los representara en cualquier negocio judicial o extrajudicial, para cobro de deudas, venta de bienes y poder para testar entre otros.27 Estos instrumentos los otorgaban tanto a españoles y demás vecinos de su jurisdicción, pero siempre actuando con testigos de asistencia.

b) Justicia criminalLa justicia criminal fue una causa fecunda que les dio a las autoridades provinciales y locales bastante materia para actuar ya que nunca faltó en los tenientazgos quien se apropiara de lo ajeno y atentara contra la propiedad, seguridad e integridad de las personas. Fue regular observar que los tenientes al tener la obligación de atender todas los negocios que tuvieran un carácter de urgente, ante el aviso de los vecinos de su partido de alguna riña acudían al lugar de los hechos e inmediatamente procedían con las diligencias de rigor para el reconocimiento de los heridos o de los difuntos, e iniciaban con la cabeza de proceso, y en caso de aprehender a los agresores y malhechores inmediatamente eran conducidos a la cárcel. Cuando se solicitaba a los tenientes que acudieran al reconocimiento de algún difunto, y si en el lugar había teniente de alguacil mayor se solicitaba su presencia y la del cirujano para que hiciera el peritaje y diera fe de las causas del fallecimiento, y los testigos de asistencia, aunque el teniente de alguacil sólo estaba presente en pocos pueblos. En caso de que aprehendieran a los sospechosos de homicidio se procedía a resguardar sus bienes, y aunque los tenientes realizaran todo la diligencia y cabeza de proceso, la remitía directamente a consulta con el asesor, y además del dictamen una de las recomendaciones que hacia el abogado era que inmediatamente se le diera noticia al alcalde mayor de la causa para que éste determinara lo que se debiera de ejecutar.28

El teniente sustituto de Santa Clara de los Cobres, Juan de Dios Cortés, realizó una cabeza de proceso por la muerte de José María Lucas Pío, y una vez que hubo realizado todas las diligencias de rigor aprendió a José Pascual Pío y a Buenaventura Calderón, quienes eran sospechosos del homicidio ya que la noche anterior habían estado bebiendo juntos, y una vez que hubo examinado a los testigos, en lugar de remitir el expediente al corregidor Policarpo Crisóstomo Dávila, que era la vía normal que se tenía que seguir para que éste continuara con el proceso, optó por remitir directamente el expediente al asesor, el licenciado Juan Dionisio Romero Camacho, para que emitiera su dictamen.

Ninguna diligencia se podía realizar de forma independiente sin que se le diera conocimiento al corregidor, y mucho menos si se trataba de casos graves como el homicidio, ya que las causas de justicia pertenecían a su juzgado y él era el que tenía la facultad de dictar sentencia, pues aunque no se había comprobado que efectivamente la muerte de María Lucas Pío había sido provocada, pues en las declaraciones de los testigos no se hizo mención de que

27 AGN, Tierras, Vol. 2904.28 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 63F, Exp. 1, Fs. 125-126. Causa criminal por muerte de José María Lucas Pío, Santa Clara de los Cobres, 1780.

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se hubiera presentado algún altercado o algo por el estilo, a pesar de la sospecha del teniente de que se había tratado de un homicidio. El asesor emitió su dictamen en el que se determinó que no había delito que perseguir ya que por el peritaje del cirujano se podía advertir que María Lucas Pío había fallecido por los efectos del consumo de bebidas embriagantes, y la recomendación que hizo al teniente fue precisamente que diera cuenta de los autos a su corregidor para que éste determinara lo que fuese más conveniente.

Aunque también es de advertir que todos los testigos coincidían en que el difunto había estado bebiendo en compañía de los ahora inculpados en casa de María Rita, los inculpados fueron liberados y Policarpo Dávila le ordenó a su teniente que averiguara todo lo relacionado con la fábrica y expendio de charape y vino de salvado que se vendía públicamente en la casa de María Rita, vecina de dicho pueblo, y le remitiera la información que obtuviera.29 El teniente, en obedecimiento del dictamen y lo proveído por el corregidor, puso en libertad a los reos y desembargó los bienes ya que no había delito que perseguir pues María Lucas Pío había fallecido a consecuencia del consumo de las bebidas embriagantes que había consumido en exceso, tal y como lo había indicado José Pascual Pío cuando le solicitó que pasara a dar fe del fallecimiento de José María Pío.

Sin embargo las actuaciones de estos auxiliares de los alcaldes mayores muchas veces dejaron entrever que desconocían los procedimientos legales de cómo debían actuar ante determinadas circunstancias y en qué momentos procedía o no las diligencias criminales. En febrero de 1787 el teniente comisario -como él se denominó porque cuando el corregidor le remitió los autos lo hizo como su “teniente”-, Juan Francisco Ansiondo, de Tacámbaro, se le avisó que pasara a la calle real porque había un herido que se encontraba en la tienda de don Andrés de Antia, el cual había sido agredido por don Esteban Gómez, administrador de diezmos del mismo partido: el altercado se perpetró cuando Esteban Gómez le solicitó a Hermenegildo Martínez le pagara una deuda que tenía pendiente, y se le encontraron tres heridas; inmediatamente el teniente mandó aprehender al agresor e inició con la sumaria correspondiente para esclarecer los hechos y castigar a quienes resultaran culpables. Se procedió a requerir la presencia del acusado pero se tuvo noticia de que se había marchado a Valladolid, por lo que el teniente procedió al examen de los testigos que estuvieron presentes durante la riña. Al finiquitar la diligencia de examen de testigos los autos pasaron a manos de don Joseph Antonio Calderón, que fungía como teniente general por ausencia de Juan Antonio de Riaño y Bárcena, el cual envió los autos al licenciado Manuel María Ramírez de Arellano, quien determinó que la causa debía ser cancelada pues debido a la poca gravedad de las heridas no se podía seguir la causa de oficio sino por petición del querellante:

“La injuria que resulta de heridas, no siendo de necesidad mortales se reputa privada, esto es, que solo nace de ella acción peculiar o propia del agraviado, y no pública o popular, que ponga en ejercicio el oficio noble de juez. De aquí resulta que si el injuriado no se queja, ni pide enmienda del agravio que le fue hecho con las heridas, no puede procederse contra el injuriante, como en el caso presente no sólo no se halla querellado Hermenegildo Martínez contra don Esteban Gómez por las heridas que éste le infirió, sino que antes se halla desistido y apartado de la acción que le competía antes de ponerla en ejercicio.”30 29 30

29 Ibid., fs. 127.30 AHMM, Justicia, Caja 162, Exp. 3, Fs. 10v-11. Autos por las heridas que le dio Andrés Gómez a Hermenegildo Martínez, San Gerónimo Tacámbaro, 1787.

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En ese tenor claramente se expresaba que el teniente no podía actuar por voluntad propia sino que tenía que intervenir por petición, así que si no había querella de por medio la causa no procedía pues se trataba de un caso de justicia privada entre partes, y no era un delito que se tuviera que perseguir de oficio de la real justicia. 31 El teniente general avaló el dictamen del asesor y se mandó al teniente que notificara a Martínez y Gómez que quedaba concluida y sin efecto la causa. La dificultad de algunos de los tenientes para discernir las causas de justicia y llevarlas por las vía adecuada era un reflejo de la falta de instrucción y del nulo conocimiento de las leyes, pues casi todos fueron tenientes legos, a excepción por ejemplo de algunos tenientes generales de las ciudades que eran abogados de profesión y ocupaban los oficios de regidores de cabildo.

Los tenientes llevaron una importante cantidad de procesos criminales, sin embargo en esta ocasión tratamos de mostrar algunas de las anomalías que se podían encontrar en el proceder de estos empleados al momento en que ejercían las funciones de administradores de justicia, lo que no significa que siempre fallaban sus procedimientos, ya que muchas de las causas que atendían las llevaban bien. Varias de las causas criminales en que intervinieron los tenientes se siguieron por querella de partes, las cuales tuvieron una sentencia, algunas quedaron inconclusas por no saber del paradero de los delincuentes,32 y en otras tantas hubo finalmente un desistimiento de las partes por continuar con el juicio y llegaban a un arreglo con la parte agraviada.

En Chucándiro María Teresa Méndez se querelló criminalmente contra Joachin Herrejón y su hermano Lucas por los golpes que le dieron a su hijo Joseph Vicente Ortiz, mulato, por cuatro reales que le debía por el arrendamiento de un pedazo de tierra, se les acusaba de haberlo maltratado de obra y palabras. Vicente Ortiz fue golpeado y resultó herido y fue insultado, “públicamente le dijeron que era hijo de una grandísima puta”, 33 por lo que también se le hacia el cargo de calumnia contra la persona de María Teresa. El teniente procedió a solicitar la presencia de los hermanos para tomarles su declaración y examinó los testigos. Sin embargo hubo desistimiento por parte de María Teresa para continuar la causa, y Juachin Herrejón se comprometió a pagar los gastos de curación del herido y se obligó a desdecirse públicamente de la calumnia, por lo que “el día del año nuevo vendría a mi presencia [Fernando Escalante] y que restituiría el crédito o fama de la suplicante delante de su marido”. Para terminar con la causa, el teniente Fernando Escalante envió los autos al teniente general de Valladolid, Manuel de Michelena.

En la administración de justicia los tenientes fungían como jueces de instrucción, es decir sólo estaban facultados para preparar los autos y diligencias necesarias para que el alcalde mayor o corregidor, con el auxilio de asesor, determinaran lo que se debía realizar, es decir

31 En el Libro de los principales rudimentos se indicaba que había tres maneras de formar las causas criminales: 1) de oficio de la real justicia de la Real Vindicta y del Real Fisco, 2) por denuncia y 3) por querella de parte. De acuerdo a esas formas el teniente sólo podía proceder por la tercera forma. Libro de los principales rudimentos tocante a todos juicios, criminal, civil y ejecutivo, año de 1764, [Transcripción y estudio preliminar de Charles R. Cutter], México, UNAM, p. 20.32 AHMM, Justicia, Criminal, Caja 159, Exp. 18, Fs. 9. Contra un vaciero que hirió de un balazo a Juan Joseph en el rancho de Huecato, Tanaco, la denuncia se realizó ante el teniente de Paracho, Joseph Pasallo, Paracho, 1763.33 AHMM, Justicia, Caja 159, Exp. 32, Fs. 6. Diligencia criminal en contra Joachin Herrejón y su hermano Lucas por heridas que infirió al mulato Joseph Vicente Ortiz y calumnias en contra de su madre María Teresa Méndez, Chucándiro- Valladolid, 1771,

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

dictaran la sentencia, pues la iurisdictio era privativa del alcalde mayor, es por eso que los tenientes no podían ejecutar ningún tipo de castigo ni sentencia en contra de los vecinos de forma independiente sin dar cuenta al alcalde mayor o al teniente general de su jurisdicción, porque eso excedía sus facultades. Por lo que hemos podido observar sólo el teniente general tenía la venia del alcalde mayor para que en sus ausencias llevara las diligencias hasta su resolución, pero con la prevención de que lo hiciera con la ayuda de un asesor, que era el conocedor del derecho y que por tanto tenía la mejor resolución. Por esa razón muchas de las diligencias que iniciaron los tenientes particulares fueron finiquitadas con la aprobación del teniente general, que era el que estaba facultado para conocer las causas de los tenientes particulares, e incluso comisionarlos para que conocieran de las diligencias que realizaban los otros tenientes cuando así lo demandaban los negocios.

c) Exterminar los viciosLos tenientes particulares en cada uno de sus distritos cuidaban de que no se fabricara ni

expendiera aguardiente o cualquier tipo de bebidas prohibidas, por lo que el 9 de mayo de 1766 don Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca por cordillera ordenó a sus lugares tenientes de la provincia de Michoacán que hicieran público el bando de 26 de abril de ese mismo año sobre “Fábrica y expendio de bebidas prohibidas”, dichas disposiciones debían ser obedecidas por cada uno de sus tenientes y remitir el original al siguiente tenientazgo, hasta que retornara finalmente a manos del alcalde mayor. Debido a la extensión territorial de la alcaldía el bando se hacía llegar a los tenientes a través de dos cordilleras, la primera abarcaba los tenientazgos de Indaparapeo, San Miguel Tarímbaro, Huaniqueo, Huango, Puruándiro, San Francisco Angamacutiro y Santiago Numarán;34 en una segunda cordillera a los lugares tenientes de Pátzcuaro, Erongarícuaro, Cocupao, Tzintzuntzan, Santa Clara del Cobre, San Juan Urecho, Taretan, Uruapan, Parangaricutiro, Paracho, Tacámbaro, Tiripetío, Etúquaro, Curucupaseo y, finalmente, retornaba a Valladolid.35 Pues en toda la alcaldía mayor se tenía que extinguir el uso de las bebidas embriagantes (como el aguardiente de caña por ser nocivos a la naturaleza humana y bien público), por lo que los tenientes eran los responsables de observar que se acataran las disposiciones encaminadas a extinguir el consumo de tan fatídicas bebidas causantes de desorden, riñas y pecados públicos, es por eso que su uso no sólo estaba prohibido por las autoridades civiles con penas, sino también por las eclesiásticas que con censuras pretendieron contener su consumo.

Los tenientes de manera constante apresaban a los indios por el consumo y venta de esas bebidas, incluso los curas reconvenían a los gobernadores para que cuidaran que los naturales no se embriagaran e inhibieran su consumo. La embriaguez fue un problema generalizado en

34 El bando hacía referencia a cualquier tipo de bebida prohibida por lo que eran varias y de diferente nominación: aguardiente de caña, de maguey, de miel, cantineata, ololinque, vinos de coco, sangre de conejo, vinguíes, tepaches, charape, mezcales, guarapo, bingarrote, chinguirito, tuba, pulque amarillo, corrupto o mezclado con hierbas, piñas y otros ingredientes que le varíen su naturaleza y calidad. AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 39. El alcalde mayor Luis Vélez de la Cuevas Cabeza de Baca envía derrotero a los lugares tenientes de la provincia para que publiquen el "Bando sobre prohibición de fábrica y expendio de bebidas prohibidas, Valladolid, 1766.35 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 44, F. 9. El alcalde mayor Luis Vélez de la Cuevas Cabeza de Baca envía derrotero a los lugares tenientes de la provincia para que publiquen el "Bando sobre prohibición de fábrica y expendio de bebidas prohibidas, Valladolid, 1766.

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el que hubo acusaciones mutuas de que los tenientes, los alcaldes mayores y los propios gobernadores, lejos de vigilar la extinción de este vicio lo fomentaban. Pero sobre todo generaba un conflicto por la competencia en cuanto a quién correspondía extinguir los vicios, el teniente general Juan Manuel de Michelena dispuso que “de ninguna manera se le haga (al teniente particular) apercibimiento alguno en cuanto al tácito permiso con que contribuye a el abuso y fomento de bebidas prohibidas, por estar declarado que su exterminio toca privativamente al Tribunal de la Acordada de este reino, y estar inhibida la jurisdicción ordinaria para proceder en la materia”.36

Uno de los aspectos que resaltaron en la diligencia en Chucándiro fue que las bebidas se expendían con la libertad y disimulo con que el justicia las permite, pues se afirmaba que a pesar de que el teniente había negado las licencias que se solicitaron para vender esas bebidas en la fiesta de Jesús Nazareno, de todas formas “se vendieron en todos los puestos de la plaza Charape y Chinguirito y se han seguido vendiendo en las casas de los indios y éstos en los tendejones de Antonio Arteta y Juan Nepomuceno Cervantes. Demostrándose su permisivo y deliberado disimulo con el mismo hecho de venderse la bebida por Arteta junto a la propia casa de don Ignacio”.37

Además de las riñas, homicidios y pecados públicos que se podían generar por la embriaguez, también propició que se dieran fricciones entre las autoridades, y eso claramente lo podemos constatar cuando el teniente de Chucándiro encarceló al gobernador por presentarse ante él en estado de ebriedad. Los gobernadores de indios como parte de sus facultades podían aprender a los indígenas y remitirlos ante la autoridad competente, ya fuese ante el alcalde mayor o su teniente, y en ese entendido el gobernador de Chucándiro, Juan Manuel de Santiago, bajo los efectos del alcohol se presentó ante el teniente de Chucándiro, Ignacio de Soto y Saldaña, con una actitud desarreglada, estaba ebrio y se evidenciaba que antes de llegar a la casa del teniente había incurrido en una riña, llevaba consigo a un indio llamado Sixtos, que según la declaración del indio y los testigos oculares lo llevaba preso porque se había desvergonzado y se opuso a ser enviado a la tanda de Guanajuato, y se negaba a pagar cuatro reales.

Debido al estado de ebriedad en que se encontraba, el teniente mandó a su ministro Juan Biera que lo aprehendiera y condujera a la cárcel, a lo que el gobernador se resistió y le dijo que él también era justicia, por lo que el ministro con el auxilio de otros cuatro más lo condujeron a la cárcel, y al día siguiente el teniente, como una forma de reprenderlo, estaba decidido a quitarle el cargo de gobernador, lo mandó sacar de prisión y “amarrado con el pedazo de Bastón al cuello, haciendo[lo] colgar de este modo en la picota para azotarlo, cuya ejecución se estorbó”38 por la intervención del padre prior ministro de doctrina, Agustín de la Torre, pues el teniente había decidido que se le dieran doscientos azotes en público como castigo ejemplar, porque como autoridad estaba obligada a dar buen ejemplo y evitar la embriaguez. Evidentemente el teniente se había excedido en sus funciones puesto que no tenía permitido castigar por decisión propia a los indígenas, ya que el alcalde mayor y su asesor eran los que determinaban las acciones en función de la falta que se cometía.

36 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 20, F. 18v. Causa criminal seguida de oficio contra el gobernador de este pueblo Juan Manuel de Santiago, Chucándiro, 1778-1779.37 Ibid. Fs. 17-v.38 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 20, Fs. 1-2. Causa criminal seguida de oficio contra el gobernador de este Pueblo Juan Manuel de Santiago, Chucándiro 1778.

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Obviamente la afrenta y humillación que sufrió el gobernador lo llevó a que insistentemente pidieran la aprehensión del teniente y su destitución del cargo; aunque finalmente el gobernador se desistió de la denuncia y perdonó las injurias del teniente, se prosiguió con el requerimiento de la persona de Soto y Saldaña y se mandó que se embargaran los bienes que se reconocieran por propios, ya que había actuado con rebeldía al no presentarse ante el corregidor Juan Sevillano cuando se le requirió. La acción de los tenientes en materia de justicia estaba ampliamente limitada ya que no estaban facultados para proceder judicialmente contra los criminales, ni mucho menos ejecutar los castigos por mucho que éstos consideraran que eran ejemplares, pues esta era una competencia privativa del alcalde mayor y de nadie más.

En cuanto a la administración de justicia criminal el ejercicio de este empleo se reducía a la elaboración de las cabezas de proceso, examen de testigos, aprensión de los delincuentes, se daba cuenta al alcalde mayor con las diligencias y sumarias elaboradas del caso, y se remitía el reo a la cárcel pública de la cabecera de la alcaldía mayor. Por esa razón José Luis Alcauter Guzmán sostiene que los tenientes “regularmente eran encargados de la administración de justicia en asuntos de poca monta, de la vigilancia de los pueblos para que en casos de gravedad dieran aviso a su superior; así mismo sólo conocían de las primeras diligencias de los procesos, y en los casos criminales debían iniciar los trámites del proceso (levantar el auto cabeza de proceso), detener al inculpado y remitirlo a su superior”.39

A partir de la aplicación de la ordenanza de intendentes se comenzó a generalizar la idea de que los tenientes estaban encargados de la administración de justicia en aquellos asuntos de “poca monta”- como los denomina Alcauter Guzmán- o de “poca consideración”,40 ya que en los nombramientos que se otorgaron hasta antes de 1786 no contenían ese tipo de especificaciones, como sí se hará en el régimen de las subdelegaciones. Estas condiciones claramente se pueden apreciar en algunos de los nombramientos, o bien en aquellos procesos en los que estaban implicados los tenientes cuando actuaban sin el consentimiento del subdelegado como lo veremos a continuación: el 19 de febrero de 1817 Juan de Agnes, subdelegado de Tepeaca en la intendencia de México, solicitó la aprobación del nombramiento de teniente de Tecamachalco en Juan Antonio Romero, a quien se le facultaba para que “oyendo a las partes judicial y extrajudicialmente y en los asuntos que considere ser de poca consideración hará que en un acto verbal quede concluido, y las partes compuestas o transigidas...”.41 Justamente al otorgar en ese tenor los nombramientos los tenientes podían administrar justicia en juicios sumarios de forma pronta y expedita, por tanto las causas de justicia que podían atender los tenientes de subdelegados eran aquellas que no se convertían en contenciosas, y que incluso se podían resolver de forma verbal y que no requerían un proceso formal.

La otra evidencia que encontramos con respecto a este tema se presentó en una diligencia en la que el subdelegado de Zamora, Pedro Gómez Enterría, se querelló contra el de Jiquilpan por conflicto de competencia ya que el teniente de Sahuayo, José Ricardo Sanabria, había remitido al reo Ignacio Río que tenían preso en el pueblo; dicho acto, alegaba, había sido en agravio de la real jurisdicción del subdelegado, por lo que pedía a su comisario

39 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, "Régimen de subdelegaciones", p.51.40 AGN, Subdelegados, Vol. 54, Exp. 5, 1817, F. 278. Nombramiento de teniente de Tecamachalco, jurisdicción de Tepeaca, 1817. Vol. 54, Exp. 5, 1817, F. 278.41 Ibid. F. 278.

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que declara en qué condiciones hizo la remisión del reo. El teniente afirmó que había entregado el reo a los hombres que envío Amezcua porque creyó que tenía pendencia con la renta de tabacos de Jiquilpan por la quiebra que tuvo en el fielato de Tingüindín. El malestar del subdelegado era que el teniente había actuado por su cuenta y no se le pidió parecer, ya que la correspondencia se había dado entre el subdelegado de Jiquilpan y el teniente de Sahuayo sin la mediación de Pedro Gómez.

El teniente no estaba facultado para tomar ese tipo de decisiones, o por lo menos no era la instancia a la que se tenía que recurrir ya que —señalaba el subdelegado- José Ricardo Sanabria, quien “la administra en mi nombre, en los asuntos puramente verbales y de poca monta, había extrañado de este juzgado, que le tengo encomendado, y de su real cárcel a don Ignacio Ríos, reo preso por el mismo comisario a pedimento verbal de don José Vicente Amezcua, vecino de Jiquilpan y subdelegado sustituto de esa jurisdicción por ausencia del capitán don Francisco de la Parra”.42 Estos conflictos son un indicativo de cómo los subdelegados pretendían tener mayor control de lo que sucedía en sus jurisdicciones. El arresto de Sanabria por el subdelegado afectó las rentas reales “como mi lugarteniente en este dicho p u e b lo .le he señalado por prisión, en calidad de a r re s to .la casa de su morada en atención a ser fiel de tabacos de este mismo p u e b lo .”.43

En la representación que Sanabria envío al virrey señalaba que “a causa de que habiéndome hecho cargo de la vara de justicia de dicho pueblo, más por fuerza que por voluntad por ignorar yo los trámites judiciales para manejarme en la administración de este cargo, y por ser contra el instituto de las rentas y exacto cumplimiento de e s t a s .”.44 Lo que el teniente expresaba era algo que ya se había venido evidenciando, que como en muchos otros tantos casos no procedían de mala fe, la realidad era que desconocían los procedimientos administrativos bajo los cuáles debían proceder. Esta diligencia nos deja ver que el subdelegado de Zamora cumplió con el despacho de 1791, en el que se determinó que se pusiera de tenientes a quienes corrían con las rentas reales.

d) Resguardo y conducción de reosSi bien los tenientes estaban facultados para aprehender a los delincuentes que cometieran

delitos en sus tenientazgos, de igual manera estaban precisados a prestar el auxilio necesario a las demás autoridades, como a los tenientes de la acordada y a los alguaciles mayores y sus tenientes, ya fuera para la aprehensión o bien para la conducción de los reos. Los tenientes como parte de sus funciones resguardaban las cárceles públicas, por lo que cuando ocurría la fuga de los reos tenían la obligación de dar cuenta al alcalde mayor de lo acontecido y de averiguar la forma en que sucedieron los hechos, y por supuesto buscar la reaprehensión de los fugitivos, indistintamente de que se tratara de indígenas, mulatos y españoles. El teniente tenía la obligación de requerir la presencia de los fugitivos.

Regularmente las fugas eran planeadas por lo que sucedían en las noches, de uno o dos reos, sin embargo hubo ocasiones en que las fugas fueron multitudinarias, como la que

42 AGN, Subdelegados, Vol. 33, Exp. 7, F. 234. Diligencia seguida por el subdelegado de Tlazazalca, Pedro Gómez de Enterría, sobre competencia por la extracción del reo Ignacio Ríos por el comisario de justicia del pueblo de Sahuayo para entregarlo al juzgado de Jiquilpan, Tlazazalca, 1799.43 Ibid. F. 244v-245.44 Ibid. F. 288.

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sucedió en la cárcel pública de la ciudad de Valladolid el 25 de octubre de 1722 en pleno día, siendo teniente de la ciudad el licenciado Alonso Arias Maldonado, por lo que las diligencias que se presentaron fueron contra: Joseph de la Cruz, Pedro de Alcántara, Joseph Orozco, Salvador Aguilar, Marco el Cojo, Manuel Covarrubias, Vicencio Aute, don Lorenzo Caraza, Diego de los Reyes, Francisco Alderete, Juan Antonio Cayetano Matabuena, Lázaro Anguiano, Mateo de la Cruz, Pedro de Uruapa, don Francisco de la Cuesta y Sarmiento, Joseph Corral, Joseph Guadalupe, Diego Joseph, Joseph Rangel, Antonio Maldonado, Francisco Xavier Casimiro, Cristóbal Arrollo, Nicolás Macías, Nicolás de Arrollo, Juan Joseph y Cayetano, por lo que Arias Maldonado despachó mandamiento de reaprehensión para cada uno de ellos.45

En los tenientazgos este tipo de actos podían generar sospechas sobre la complicidad de las autoridades en la fuga de los reos, tanto por parte de los tenientes y los ministros que los ayudaban a resguardar las cárceles, ya que éstos podían pactar ciertos arreglos para liberar a los presos y suponer una fuga. El teniente de Erongarícuaro, Juan Nepomuceno Soria, inició la cabeza de proceso contra Juan Mateo y Francisco Mendoza por fugarse de la cárcel: apresó a Mateo Juan por pedimento del cura del pueblo por no cumplir con sus obligaciones de sacristán, y en la misma celda se encontraba preso Francisco Mendoza, los cuales una noche se dieron a la fuga. El ministro del teniente dijo que la noche de la fuga antes de retirarse de la cárcel los dejó cantando con una guitarra que él mismo les introdujo, por lo que se retiró y dejó las llaves en las casas reales; lo inconsistente de la fuga fue que los reos se escaparon y la puerta quedó cerrada con llave, por lo que cuando se le llamó a declarar a Pedro Zacarías, indio ministro del teniente, dijo “que el motivo de haberse salido dichos reos ha de haber sido porque uno de ellos, que es Mateo Juan, sacristán compadre del que delata ser hechicero, y que esto lo sabe por ser voz pública, y que no puede inferir otra cosa”.46

El teniente después de la declaración de su ayudante determinó que su ministro no era cómplice de los reos, por lo que inmediatamente ordenó que se embargaran los bienes de Mateo y se dejaran en depósito de Manuel López Romano, que fungía de depositario general. El teniente no sólo procedió al embargo de los bienes, sino que inmediatamente los vendió en subasta pública y con ellos erogar los gastos de la diligencia, hasta que hubo concluido la venta de los bienes dio cuenta al corregidor Policarpo Dávila. El corregidor remitió los autos por vía de consulta al licenciado Manuel María Ramírez de Arellano. En el dictamen del asesor, de 15 de noviembre de 1782, se evidenció la falta de pericia de los tenientes para actuar de forma justa en las causas, lo que muchas veces los hacía ver que actuaban con cierto dolo para perjudicar a los vecinos, estos actos intencionados o no ponían entredicho la integridad de las autoridades locales, por lo que se podía pensar que Juan Nepomuceno pretendía proteger a su ministro. En las diligencias que se realizaron para determinar quién había sido el causante de la fuga, uno de los testigos, Juan Antonio García, español de oficio correo, dijo que el ministro Zacarías era compadre del reo, Mateo, además de ser de la misma calidad, por lo tanto afirmaba que la fuga se pudo haber perpetrado entre los dos compadres.47

45 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 10, F. 8. De oficio la real justica contra los reos que hicieron fuga de la cárcel pública de la ciudad de Valladolid, juez el teniente de alcalde mayor, Alonso Arias Maldonado, Valladolid, 1722.46 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 17, F. 2. Auto cabeza de proceso por la fuga de los reos: Mateo Juan, el Sacristán y de Francisco Mendoza, Erongarícuaro, 1782.47 Ibid. F. 6.

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El dictamen de Ramírez de Arellano se redujo a cinco puntos esenciales sobre los que debía de actuar el teniente en ese tipo de procesos: 1) que la fuga de Francisco Mendoza era reincidencia, por lo que sobre eso debe actuar el teniente; 2) que devuelva inmediatamente a Mateo Juan los bienes que embargó y vendió, pues está mandado que a los indios no se le pueden embargar los bienes; 3) que se castigue a Mateo con unos cuantos días de cárcel por la fuga, en este punto el alcalde mayor mandó que se le pusiera de condena únicamente ocho días, y al término de ellos lo dejara en libertad; 4) “que se ponga de reo adentro al topil, por cuanto es de presumir fingió que cerraba las puertas de la cárcel, y a éste es necesario formarle causa separada a que da principio testimonio de todo este expediente”; y 5) que se dé cuenta de la causa formada a Mendoza para que se determine lo conveniente.48 Una muestra del lento funcionamiento de la maquinaria de la justicia fue que en 1798 el subdelegado de Erongarícuaro, Ignacio de Iriarte, aprehendió a Mateo sacristán y lo entregó al encargado de la custodia de la cárcel, José María Villegas, el mismo sacristán dijo que Francisco Mendoza había muerto tres años atrás aproximadamente, y a pesar del tiempo que ya había transcurrido desde que se iniciaron las diligencias, aun así el subdelegado reusó concluir la causa por las vastas ocupaciones personales que se lo impedían.

El hecho de que en esa ocasión se reprendiera al teniente por embargar los bienes de un indio no significa que éstos estaban absolutamente inhibidos de realizar esta acción, pues mucho dependía de las circunstancias bajo las que se actuara. Pues cuando se iniciaba una causa por petición de partes, como sucedió en 1781, cuando la república de indios de San Francisco Cherán se querelló en contra de Ramón Diego, indio viejo y principal de dicho pueblo por caviloso, ya que había puesto al cura en contra de todos los demás, y pretendía ser electo alcalde del pueblo con la intervención del cura y teniente, y además se le acusaba de que en su casa tenía fábrica y expendio de charape. El teniente general de Valladolid, don Manuel de Amirola, comisionó al teniente de Paracho, Juan Romo Tamaris, para que embargara los bienes del indio, los cuales quedaron resguardados con el teniente del depositario, Alonso Pasallo, mientras que Ramón Diego quedó en prisión en la cárcel pública de Valladolid por las denuncias que pesaban en su contra por caviloso y expender bebidas prohibidas. Pero aquí claramente se observa también cómo el teniente particular no actúa por cuenta propia, sino que ejecutó las órdenes del teniente general, además la causa fue a petición de los naturales de Cherán que eran los afectados.49

El resguardo de los reos también se llegó a tornar problemático debido a que hubo acusaciones en contra de los tenientes de que deliberadamente cobraban derecho de puerta y dejaban en libertad a los reos, y encubrían su mal actuar argumentando que se habían fugado. Estos actos generaron conflictos con los agentes del tribunal de la acordada, pues constantemente se quejaban de que los subdelegados o los tenientes les liberaban los presos que estaban bajo su resguardo.50

El otro aspecto que se volvió problemático fue el auxilio para la conducción de reos: la ayuda consistía en bagajes, cabalgaduras y hombres, sin embargo muchos tenientes se resistían a otorgar este tipo de apoyo. En 1793 el teniente de la acordada se quejaba de que el

48 Ibid. F. 10-v.49 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 30, Fs. 28. Criminal sobre excesos el pueblo de San Francisco Cheran Grande contra Ramón Diego, viejo principal, 1781.50 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 10, F. 127. Contra el teniente don José Guillermo García de Rojas sobre excesos en el ejercicio del empleo, Tlazazalca, Valladolid, Zamora, 1803- 1804.

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encargado de justicia de Ozumba no quería auxiliarlo, por lo que hacía que los reos fueran conducidos hasta Amecameca, a dos leguas de distancia, para que lo auxiliara el comisario de dicho lugar. El teniente de la acordada José Ramírez, vecino de la villa de Yecapistla, basaba su solicitud en la real cédula dada en Madrid en 21 de diciembre de 1761, y una determinación de la real Audiencia de 1773 en la que se dispuso “que los reos de la hermandad se conduzcan de justicia en justicia hasta ponerlos en sus respectivos juzgados”.51 Pero esta negativa no solamente se presentó en los tenientes y encargados de justicia, sino que de manera constante se acusó también a los alcalde mayores y a los subdelegados de no auxiliar a los tenientes de la acordada argumentando que eso representaba un fuerte gasto para los vecinos.52

3.2 Gobiernoa) El cabildo y los tenientes generalesComo parte de las funciones de gobierno los alcaldes mayores estaban obligados a validar las elecciones de ayuntamientos para elegir a los alcaldes, regidores, procuradores y alcalde provincial de la hermandad, entre otros, las cuales se realizaban internamente con los miembros del ayuntamiento, por lo que cada primero de enero procedían a la renovación de los cargos. Si bien la sesión del primero y segundo día de enero estaba presidida por el alcalde mayor o su teniente general, éstos no intervenían en las elección ya que se elegían por mayoría de votos, por tanto la participación de estos justicias era indispensable para que las sesiones se realizaran en buenos términos, procurando que dicho acto transcurriera en paz y orden para evitar todo tipo de conflicto, circunstancia que siempre estaba latente pues las elecciones no escapaban a los conflictos de interés de los diversos grupos locales que pretendían tener mayor participación política, presencia social y prestigio dentro del cabildo.53

Los tenientes, al igual que los alcaldes mayores-como bien afirma Alejandro Agüero­, cumplían una “función arbitral de cara a las elecciones”,54 aunque también señala cómo estas autoridades formaban parte de la dinámica interna de los ayuntamientos en las disputas por ocupar los empleos públicos, razón por la que ocasionalmente fueron acusados de intervenir en la elección de los miembros del cabildo.55 Las disputas y la oposición que se generó para que los alcaldes nombraran como teniente general a los alcaldes ordinarios tenía mucho que ver con la oposición de las élites locales a la injerencia de las autoridades reales en el gobierno de la ciudad que se creía sólo concernía al cabildo, pues como bien afirma Marialba Pastor desde el establecimiento de los cabildos en Nueva España éstos pretendieron “gobernar y administrar con la mayor autonomía posible y evitar la vigilancia e intervención real a través de la Audiencia y su presidente, el virrey”.56

51 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 17, F. 186. El juez sobre que a su teniente de Yecapistla niega sus auxilios para la conducción de reos el justicia de Ozumba, 1793.52 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 4, Fs. 35-41. Sobre haber negado el subdelegado de Zempoala impartir auxilio para la conducción de un reo a esta capital, 1792.53 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas, p. 96.54 AGÜERO, Alejandro, Castigar y perdonar cuando conviene a la República: la justicia penal de Córdoba Tucumán, siglos XVII y XVIII, Madrid Centro de Estudios políticos y Constitucionales, 2008, p. 71.55 NAVA OTEO, Guadalupe, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, SepSetentas, 1973, p. 2156 PASTOR, Maríalba, Cuerpos sociales, cuerpos sacrificiales, México, UNAM, FFL, FCE, 2004, p. 84.

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Los tenientes generales se enfrentaron de manera sistemática a los obstáculos que se les pusieron desde el seno del cabildo para frenar el desempeño de sus funciones, especialmente estos conflictos eran más evidentes cuando el alcalde mayor nombraba a un hombre de su confianza que no fuera del cuerpo del cabildo, o cuando había un fuerte conflicto de interés entre el alcalde y el resto de los regidores. Por ejemplo, en la villa de Orizaba en 1786 la república de indios pedía que los alcaldes ordinarios del cabildo de españoles respetaran la real cédula de 7 de julio de 1781, en la que se mandaba que los alcaldes ordinarios no conocieran de los negocios de indios, por lo que se mandaba que sólo el alcalde mayor y el teniente que nombrara en sus ausencias y enfermedades estaban facultados para conocer las causas de los indios. En dicha real cédula se establecía que

“en conformidad de lo dispuesto por las leyes declarando: que el alcalde mayor de la nominada villa podía y debía nombrar un teniente general que en los casos de enfermedad o ausencia administrase justicia y conociese en los asuntos de los indios, bien fuesen actores o reos, que este teniente jamás fuese del cabildo de españoles, sino una persona imparcial de toda confianza e integridad y condenase a los que se opusieran al nombramiento de don Juan Vicente de Rojas...”.57

El problema fue precisamente que los alcaldes ordinarios se negaban a reconocer el nombramiento de teniente general de Juan Vicente de Rojas, y se oponían a que tomara posesión de dicho empleo pues alegaban que dicho derecho les correspondía a los alcaldes ordinarios del cabildo. Décadas atrás el cabildo de Pátzcuaro y el alcalde mayor se habían visto envuelto en un asunto similar, ya que los alcaldes ordinarios se querían adjudicar el conocimiento de las causas de los indios y extender su jurisdicción a todo el territorio de la alcaldía mayor.58

En vísperas de la aplicación de la real ordenanza de intendentes, en diciembre 1786, el regimiento vallisoletano acordó que la presidencia del cabildo le correspondía única y exclisivamente al alcalde mayor como titular, por lo que a partir de ese momento los tenientes generales no podrían sustiruir al alcalde mayor, asi mismo se les comenzó a disputar la facultad de publicar bandos. En 1787 precisamente el cabildo, que en ese momento se encontraba constituido por Isidro Huarte, que fungió como presidente por ausencia Juan Antonio Riaño y ausencia de José María de Ansorena, don Gabriel García de Obeso, regidor fiel ejecutor y procurador general, regidores: capitán don Matías de Robles, don José Joaquín de Iturbide y el regidor honorario don Manuel Ignacio de Michelena, en sesión de 31 de marzo acordaron reconocer al regidor Juan José Calderón como teniente general, el cual podía ejercer su empleo con la limitación de presidir las sesiones de cabildo y de asisitir a las funciones públicas. Este fue un resultado que se generó de la oposición del cabildo para que el teniente publicara el bando sobre mercedes de agua:

“haber reconocido y reconocer por teniente general a dicho señor Calderón las ocasiones que ha sido nombrado por el pasado señor corregidor Don Policarpo Dávila y por el actual Señor Corregidor e Intendente Don Juan Antonio de Riaño y Bárcena, y como tal tiene su jurisdicción expedita para usar de ella en todos los casos y cosas que le toquen y pertenezcan: A excepción 57 58

57 AGN, Judicial, Vol. 47, Exp 2, F. 98v. Instancia de los naturales de la villa de Orizaba sobre que se le de cumplimiento a la real cédula de 7 de julio de 81, sobre inhibitoria de sus causas".58 AGI, México, Pendiente referencia.

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de la Presidencia de este Ilustre Cabildo en los acuerdos que celebra y asistencias a funciones públicas, y de hacer cumplir sus providencias económicas y gobernativas que sólo tocan al que fuere su presidente con legítimo derecho, y por quien deberán mandarse publicar los bandos que fueren pertenecientes a este ayuntamiento, como está acordado en el celebrado a diez y seis de diciembre del año an terio r.”59

La oposisión del cabildo para que el teniente general presidiera las sesiones y encabezara las fiestas públicas y publicara los bandos fue la antesala de la decadencia que se avecindaba del cargo de teniente general en la ciudad de Valladolid, ya que a partir de ese año las sesiones de cabildo estrarían presididas por el intendente corregidor Juan Antonio de Riaño, y en su ausencia por el teniente letrado,60 y por la falta de ambos por el alcalde ordinario. Esa fue la circunstancia que se presentó en las cabeceras de provincia ya que en las subdegaciones la dinámica fue diferente, pues aunque en el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes se eliminaban los tenientazgos, éstos siguieron funcionadondo y se restablecieron oficialmente el 13 de septiembre de 1791. Sin embargo en las cabeceras de intendencia la suerte de los tenientes generales fue distinta, ya que este cargo no se volvió a restablecer y el teniente letrado fue quien ocupó ese espacio de representación política.

Si bien la administración de justicia era uno de los ejes fundamentales de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, es conveniente señalar que en las villas y ciudades que eran cabecera de provincia, y que se caracterizaron por contar con su propio ayuntamiento (como Valladolid, Zamora, Zitácuaro, Villa de León, Córdoba, Colima, Querétaro, Aguascalientes y Celaya entre otras), la facultad de los tenientes y de los alcaldes mayores estaba limitada por los alcaldes ordinarios, que eran los que ejercían las funciones de policía y justicia (civil y criminal), ya que en términos de lo que le correspondía a la jurisdicción de la ciudad todo lo relacionado con la administración de justicia quedaba en manos del alcalde ordinario de primer voto.61

Por tanto la jurisdicción de los alcaldes ordinarios se extendía hasta donde llegaba la última gotera de la ciudad, que regularmente era de cuatro o seis leguas a la redonda. Las denuncias de los vecinos por robo, muertes, riñas, deudas, faltas a la moral y contrabando, entre otros, directamente eran denunciados ante los alcaldes ordinarios que eran los que tenían la jurisdicción civil y criminal.62 Beatriz Rojas afirma que los alcaldes ordinarios “tenían la misma competencia que el alcalde mayor, pero en territorios delimitados”.63 59 60 61 62 63

59 AHMM, Cabildo, Libro donde se asientan los acuerdos del ilustre cabildo y regimiento de la ciudad de Valladolid, 1787, Libro 58, F. 128.60 Onésimo Antonio Durán y Terán de Teniente Letrado y Asesor Ordinario de Gobierno de esta intendencia tomó posesión de su empleo ante el cabildo vallisoletano el día 20 de septiembre de 1788. AHMM, Cabildo, Libro de cabildo de la ciudad de Valladolid, 1788-1789, Libro 63, F. 16v- 1761 Recopilación de Leyes de Indias, Ley 1-, tít. 3° libro 5°.62 ROMERO SOTO, Ma. Isabel, "Los alcaldes ordinarios de Zacatecas: ¿una justicia mediatizada por las deudas? (1670-1700), en GARCÍA BERNAL, Manuela Cristina y OLIVERO GUIDOBONO, Sandra, El municipio indiano: relaciones interétnicas y sociales, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2009, p 184.63 ROJAS, Beatriz, Las Instituciones de Gobierno, y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la independencia, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 1998, p. 230.

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Atribuciones de los tenientes generales y particulares

En lo que respecta a la función de policía, la administración y cuidado de la ciudad, el adorno, las obras públicas, precios de productos, pesos y medidas, regulación de los mercados, el abasto de carne, inspección de cárceles, hospitales, la recaudación de tributos, el otorgamiento de mercedes de agua, la administración de terrenos y la vigilancia de la moral pública, fueron los aspectos que se consideraban estrictamente concernientes al gobierno de la ciudad.64

Como parte de las responsabilidades de los alcaldes mayores y de los tenientes estaba la de ejecutar los acuerdos que emanaban de las sesiones de cabildo, así como la publicación

64 NAVA OTEO, Guadalupe, Cabildos y ayuntamientos, p. 27.

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de los “bandos de buen gobierno” que tenían que ver con medidas preventivas para resguardar la salud de la población, el orden y la paz social, relativos a mercedes de aguas, tierras y obras públicas.65 Así también como vigilar y evitar la portación de armas (escopetas, carabinas, arcabuces, largas, medias lunas), la compra de maíz, harinas y pan, supervisar el funcionamiento de los mercados, los tendajos de las plazas, el remate del abasto de carne y todo lo relacionado con el control de los vagabundos, todas estas disposiciones estaban encaminadas al buen funcionamiento de la ciudad.66

Como una de las funciones fundamentales era mantener el orden y la paz social, los tenientes debían cuidar que no se cometieran pecados públicos y que los vecinos vivieran alejados de los vicios. En 1707 el virrey Duque de Alburqueque remitió un decreto al teniente de Valladolid, Joseph de Montemayor, para que se cerraran las garitas y casas de juegos, así mismo se prohibía cualquier tipo de juego de naipes y de gallos, y se mandaba que se le pidiera a Francisco Diego Farías que mostrara la licencia que se le había otorgado para tener casa de juegos.67

Los tenientes habitualmente realizaban las rondas de rutina en la ciudad de Valladolid y sus barrios para asegurarse de que todas las normas y bandos de buen gobierno se cumplieran, que las tiendas y tendajos permanecieran cerradas, que después de las nueve de la noche no anduviera gente por la calle a pie ni a caballo, y la ronda también servía para “confiscar Charape”. Incluso, cuando existía algún tipo de impedimento por el cual el teniente general no pudiera realizar las rondas correspondientes, el alcalde mayor comisionaba a otro sujeto para que se encargara de esta actividad, puesto que era de suma importancia para mantener el orden y la paz social; Antonio de Zavala, alcalde mayor de Valladolid, el 17 de abril de 1702 comisionó a Juan Covarrubias para que supliera al teniente general por encontrarse impedido para hacer las rondas

“por cuanto el teniente de la ciudad de Valladolid puesto en mi lugar se halla imposibilitado para poder salir de noche a rondar la ciudad y reconocer los pecados públicos que se cometen, por cuya ocasión los cómplices quedan sin castigo, y para que se ponga el remedio conveniente, por la presente y en nombre de su magestad doy comisión lo bastante necesaria a Juan de Covarrubias... de quien confío procederá con toda legalidad para que en lugar de dicho mi Theniente salga de ronda en dicha ciudad y haciendo con especialísimo cuidado a que no se cometan pecados públicos y embriagueces ya que dada la queda se recojan a sus casas y les aprehenda como a la gente ociosa y vagabunda que hubiere y otras ofensas que se hicieren contra Dios nuestro señor, y dé cuenta a mi dicho teniente para que les siga la causa y fulmine por todas instancias, y lo mismo pueda hacer de día en dicha ciudad y fuera de ella en todas las partes y distritos que le tengo asignado por jurisdicción al dicho mi theniente”.68 65 66 67 68

65 Ibid., p. 28.66 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 5. Disposiciones, ordenanzas, Mandamientos e instrucciones. Varias ordenanzas de Juan Francisco Marmolejo y Miranda, Alcalde mayor de Valladolid, sobre portación de armas, compra de maíz, vagamundos, venta de pan y que no dejen andar en la calle, publicadas por el teniente de alcalde mayor Fernando de Sierra y Tadino, Valladolid, 1709. AHMM, Gobierno, Valladolid, 1772, Caja 11, Exp. 5.67 AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 4, Fs. 4. Mandamiento del Virrey de Alburquerque al teniente de Valladolid para que se cierren las garitas y casas de Juego", Valladolid, 1707.68 AHMM, Cabildo, Libro donde están asentados los títulos reales de Alcaldes mayores, regidores y otros oficios desde el año de 1699- 1718, Libro 12, F. 100.

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El alcalde mayor no expresó claramente qué era lo que impedía que su teniente saliera a hacer las rondas nocturnas, pero como bien se puede constatar en el nombramiento de Covarrubias la comisión la podía ejercer también durante el día.69

Los rondines fueron causantes de una infinidad de desencuentros entre las autoridades y los diferentes sectores de la sociedad que podían ser españoles, castas e indígenas. Estas rondas, como indica Felipe Castro, no estuvieron exentas de conflictos entre indios, tenientes y alguaciles, y el autor refiere un altercado que se dio con el teniente Juan Maldonado en el barrio de la Concepción, en una de las rondas que realizó con la excusa de confiscar charape o pulque, pues les exigía contribuciones “para no llevarlos presos”.70

No sólo los indígenas se vieron en esas circunstancias de tensión, pues hubo momentos en que se presentaron conflictos entre las castas y españoles como producto no sólo del abuso de las autoridades locales, sino de la capacidad que tenían ciertos individuos para canalizar las diferencias personales y generar reacciones en contra de los tenientes generales, todo lo cual era motivado por conflictos de interés. Esto lo podemos constatar en 1733 pues el teniente general de Valladolid, don Anastasio González de Mauleón, se querelló criminalmente contra unos mulatos, y el regidor Luis Antonio Correa por una asonada contra su persona, la cual se dio en el barrio de Cosamaluapa durante la fiesta de la patrona. Se decía que varios zánganos pretendieron matarlo a influjo de Luis Correa, también se hacía mención de que habían participado los dueños de tabladas, pues se encontraban resentido con el teniente porque se había negado a otorgarles más licencias para que incrementaran las corridas de toros.71

Entre los instrumentos públicos que elaboraban los tenientes se encontraban los otorgamientos de poderes para testar, para seguir litigios por bienes, para el cobro de deudas y para remate de bienes; otorgaban permisos para la construcción de casas, establecimiento de posadas; de igual forma elaboraban escrituras de arrendamiento de haciendas y ranchos, escrituras de compra-venta de solares, casas, haciendas, esclavos, mulatas y cualquier otro bien enajenable. En los contratos de compraventa se incluían propiedades de indios y españoles.72

3.3 Real Hacienda: agentes del fisco a) Las alcabalas

Como parte de las funciones de hacienda los alcaldes mayores y sus tenientes fungieron como agentes del fisco ya que tenían la obligación de cuidar y proteger los intereses reales, razón que los llevó a vigilar que los diferentes sectores de la sociedad cumplieran con

69 A casi dos meses de la comisión que le había otorgado Juan Cobarrubias fue nombrado, el 5 de junio 1702, teniente de alguacil mayor por el alguacil mayor de Pátzcuaro y su jurisdicción, el Barón Joseph Gregorio de Avilés, esto por la renuncia de don Francisco de Terrazas y Cervantes. AHMM, Cabildo, Libro 12, 1699- 1718, F. 103.70 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los Tarascos y el imperio español, 1600-1740, México, UNAM, UMSNH, 2004, p. 195. Del mismo autor véase el artículo "Lo tienen de Uso y costumbre". Los motines de indios en Michoacán colonial", en Tzintzun, revista de estudios Históricos, No 38, Morelia, Michoacán, Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, Junio-Diciembre de 2003, p. 16-17.71 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 2268, Exp. 30, Fs. 14v. Criminal contra Luís Correa y otros por la asonada contra el teniente general de Valladolid, Anastasio González de Mauleón.72 AHMQ, Fondo Ayuntamiento, sección juzgado de Quiroga, Serie Justicia, 1744, 1796, Caja 1, Exp. 2

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el pago de sus contribuciones: tributos y alcabalas, eran responsables en sus jurisdicciones de estas dos contribuciones importantes de la exacción fiscal y cuidaban que no se cometieran fraudes al erario real; trataron de poner freno a la arraigada cultura de la evasión fiscal que se cometía en los diferentes ramos de la real hacienda.73 La alcabala era el gravamen que se cobraba por la circulación y venta de mercancías,74 otra de las actividades que constantemente atendieron los tenientes fue vigilar que se cumpliera con el pago del alcabala que se generaba por la venta de bienes inmuebles, que la declaración se correspondiera con el precio en que se fincó el remate, y cuando se trataba de haciendas que tenían impuestos censos, se tenía que vigilar que lo correspondiente a los censos redimibles quedara liberado de dicha contribución.75

En lo que respecta al cobro de alcabalas los tenientes estaban obligados a observar que no se introdujera ni vendiera ningún tipo de mercancía sin pagar el impuesto correspondiente, así los comerciantes al momento de introducir mercancías a los pueblos debían presentar las guías76 o facturas que avalaran la cantidad de productos.77 En 1737 Juan de Arredondo Bracamonte, alcalde mayor de Valladolid, tuvo noticia de que en Uruapan se había introducido cierta cantidad de Cacao de tierras caliente, el cual se estaba vendiendo a varios comerciantes sin haber dado cuenta al justicia, y el alcalde mayor llamó a su teniente, Alvaro de Grijalba, para que informara sobre lo sucedido, el cual confirmó la información que circulaba entre los vecinos y declaró que Pedro de Cuellar era un mercader viandante que hacía unos días había traído cacao de tierra caliente, aunque no sabía en qué cantidad, pero vio que un mulato esclavo le había entregado cacao a Pedro Villegas, el cual dijo que se lo había comprado a Cuellar,78 y con la información del teniente el alcalde mayor procedería a poner la multa correspondiente. Este tipo de evasiones eran las que se querían evitar pues los comerciantes introducían productos y los vendían sin dar cuenta a las autoridades, es por eso que los tenientes, donde no había un administrador de alcabalas, tenían mayor obligación con ese ramo. Por tanto el papel del teniente era más que nada el de vigilar que no se evadiera el pago de dichas contribuciones y auxiliar a los oficiales reales cuando éstos así lo requirieran, ya fuera para confiscación de mercancía o para requerir de los contribuyentes el pago de dicho impuesto.

73 MENEGUS, Margarita, "Alcabala o tributo. Los indios y el fisco (siglos XVI al XIX), Una encrucijada fiscal", en JÁUREGUI, Luis y Serrano Ortega José Antonio (coord.), Las finanzas públicas en los siglos XVIII-XIX, México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, UNAM, 1998, pp. 110-130.74 SANCHÉZ SANTIRÓ, Ernest, Corte de Caja. La Real Hacienda de Nueva España y el primer reformismo fiscal de los borbones (1750-1755). Alcances y contradicciones, México, Instituto Mora, 2013, p. 130.75 AHMM, Hacienda, Sobre que se devuelvan 126 pesos que se exigieron de más por el real derecho de alcabala de la venta de tres partes de la hacienda de Xacuaro sita en esta jurisdicción de Taximaroa, ante José Antonio de Velasco, teniente general por don Juan José de Enciso, 1791, c 10, exp. 12, fs. 16.76 En las guías se registraba la procedencia de la mercancía que se trasladaba e indicaba su destino final, también contenía el nombre del conductor, la cantidad y precio de la mercancía. RUIZ ABREU, Enrique, Tabasco en la época de los borbones, p. 144.77 YUSTE, Carmen, "Las autoridades locales como agentes del fisco en la Nueva España", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial, p. 117- 134.78 AHMP, Fondo colonial, Siglo XVIII, Caja 31D, Exp.1, Fs. 6-9. Juan de Arredondo Bracamonte solicita información al teniente de Uruapan sobre la introducción de cacao que se hizo sin dar cuenta al justicia, Uruapan, 1737.

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En 1784 Pedro Vélez de Mendoza, administrador de alcabalas y pulques de Maravatío, procedió a retener unos efectos que introdujo a la jurisdicción Manuel García de Estrada del mismo vecindario, sin embargo la causa de la incautación de los bienes se debió a que no pasó por la aduana, lo que causó sospecha de que se pretendía evadir el pago de la alcabala. No obstante para poder llevar el registro de los bienes embargados se requería de la presencia del teniente de alcalde mayor, que en ese momento era don José Joaquín de Velasco, y los testigos fueron Antonio Rafael de la Peña y Dionisio Garduño, quienes procedieron a abrir los tercios; en el primer tercio hallaron 25 tercios de ropa buena, en el segundo 20 piezas de bretañas anchas y cincuenta angostas finas, ambas tercias estaban arregladas conforme a lo que se tenía manifestado en las facturas; la revisión de las tercios se debió a la sospecha de que se intentaba defraudar los derechos de la real hacienda y evadir el pago del alcabala por la mercancía introducida. Manuel García de Estrada mostró la factura después de la incautación de los bienes pues ésta fue remitida por estafeta desde Querétaro, por lo que llegó con un poco de retraso.79 Los tenientes auxiliaban en todo lo necesario a los administradores de las alcabalas para que llevaran a cabo las diligencias necesarias para la administración de los ramos de hacienda.

Otra de las actividades que desempeñaban estos empleados fue realizar el empadronamiento de las tiendas mestizas, cacahuaterías, chicherías y pulperías que debieran pagar el impuesto de 30 pesos anuales,80 y de las que no pagaban ningún impuesto más que los dos pesos de ayuda al alcalde mayor o al subdelegado, y un peso para el oficio de superior gobierno por la diligencia.81 Desde 1776 se había establecido lo que debían contribuir las pulperías por vía de composición, y el virrey Martín de Mayorga dispuso que en breve se procediera a empadronar las tiendas y puestos de pulpería, en dichos padrones se anotaría el nombre de los sujetos con tiendas públicas, la inversión en género de comercio y en la contribución que debían dar por concepto de impuesto.82 Don José Sixto García de Rojas, vecino y comerciante de Erongarícuaro, hizo una representación ante el teniente de subdelegado, don Juan Nepomuceno Soria, para que lo libertara de la pensión de los treinta pesos que se habían impuesto a su tienda, pues afirmaba que por real ordenanza la suya quedaba exenta de dicha contribución. La petición de García de Rojas era para que el teniente notificara al receptor de alcabalas de dicho lugar que se abstuviera de exigirle la pensión y que respetara lo dispuesto en la real ordenanza que lo eximía de dicho pago.

La solicitud fue rechazada ya que se explicó que la tienda de pulpería no estaba exenta de la contribución como lo establecía la ordenanza, sino que el teniente de corregidor, José Calderón, había decidido que no se le cobrara dicha pensión. Sin embargo las justificaciones de García de Rojas no concordaban con el Reglamento de contribución de pulperías, ya que en el artículo tercero se establecía que “en los pueblos cortos quede una tienda de ordenanza

79 AHMM, Justicia, Caja 177, Exp. 27, F. 47. Introducción de varios efectos aprehendidos a don Manuel García de Estrada, vecino de Maravatío por haberlos introducido sin tocar a la aduana, 1792.80 AHMM, Gobierno, Caja 11, Exp. 31. Sobre la contribución de 30 pesos que desde el primero de enero de 1787 han de pagar anualmente todas las tiendas de mestizas y pulperías, chichería o cacahueteria, México, Valladolid.81 AHMM, Hacienda, Caja 11, Exp. 5, Fs. 8. Padrón de tiendas y demás tratos de pulpería de este pueblo y cabecera de Jiquilpan sujetos a la pensión de los treinta pesos anuales, como de los que no han pagado, Jiquilpan, 1790.82 AGN, Bandos, Vol. 11, No. 65, Fs. 180, Bando para que se realice el padrón de tiendas y pulperías. México 1 de julio de 1780.

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que no contribuya: en los pueblos de indios sean exentas las suyas propias, y no de españoles y otras castas.. .”,83 no se aceptó la solicitud porque se consideró que Erongarícuaro no era un pueblo corto sino numeroso, un vecindario que pasaba de doscientas familias “de españoles y otras castas que no son indios”.84 De esta manera los tenientes contribuyeron en la vigilancia y administración de los ramos de la real hacienda.

B) La recaudación de tributosEl derecho de capitación fue uno de los primeros impuestos que tuvieron que satisfacer indios y castas entre los 18 y 50 años como vasallos del rey. Debido a que el tributo y el medio real de ministros fueron las dos contribuciones más importantes para la corona, los alcaldes mayores, subdelegados y tenientes, tuvieron un papel fundamental en este ramo. Los tenientes fueron una pieza clave para mantener el orden social en los tenientazgos, también se encargaron de la recaudación del tributo, y estaban obligados a entregar los recibos o llamadas cartas de pago a los contribuyentes, ya que era la única forma que éstos tenían de comprobar que habían cumplido con el impuesto. En algunos nombramientos de tenientes se especificaba quiénes quedaban sujetos al pago de tributo: el capitán Antonio de Zavala, alcalde mayor de Valladolid, en el nombramiento que otorgó a Juan Maldonado especificaba que debía cobrar el tributo a negros, mulatos, lobos y zambaigos, y les dará cartas de pago,85 el entero variaba en función de las provincias, en algunas se hacía por tercios y en otras cada seis meses.

El paso previo para que los gobernadores, alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes, procediesen a recaudar los reales tributos -afirma Sánchez Santiró- “consistía en la determinación de la base imponible”, la elaboración de la matrícula de tributarios.86 Los tenientes estaban obligados a otorgar el auxilio necesario a los alcaldes mayores, corregidores y comisionados para que sin contratiempos realizaran su labor solicitando la presencia de los hacendados y administradores de las haciendas para las relaciones juradas, sin embargo en ocasiones había cierta reticencia por parte de las autoridades para auxiliar a los comisionados encargados de elaborar las matrículas.

En 1771 desde Uruapan Joseph del Perujo y García, encargado por el real fisco para la cuenta y matrícula de los tributarios de la provincia de Michoacán, se quejó ante el teniente general de Valladolid, Juan Manuel de Michelena, regidor alférez real y teniente general,87 del

83 AHMM, Gobierno, Caja 11, Exp. 31, F. 1. En este expediente se contiene la ordenanza de 31 de marzo de 1786 con la cual se empadronarían las tiendas mestizas y de pulpería, chicherías o cacahuatería, dicha ordenanza está compuesta de 8 artículos en los que se expresa la forma en que se realizará el empadronamiento de las tiendas. El corregidor Policarpo Dávila mandó que se sacara testimonio de la superior orden para que se remitiera al teniente general de Pátzcuaro, para que éste librara los oficios correspondientes a los tenientes de los partidos y que cada uno ejecutara el empadronamiento en sus jurisdicciones, esta disposición fue acatada por los tenientes, quiénes remitieron el padrón de las tiendas de sus tenientazgos.84 AHMM, Hacienda, Caja 10, Exp. 6, F. 12-15. José Sixtos Rojas sobre que se le exceptúe de la contribución que debe hacer por una tienda de Pulpería, Erongarícuaro, 1786-1790.85 AHMM, Cabildo, Libro 12, 1703, F. 114.86 SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, Corte de Caja, p. 144.87 Teniente nombrado por Felipe Ordoñez y Sarmiento.

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mal proceder del teniente de Urecho, pues afirmaba que por mandato suyo Santiago Barreto había despachado “a mi pedimento desde aquel pueblo [Taretan] al de Urecho con carta para el theniente don Joseph Miguel Maciel y Ontiveros para que se formaran por los administradores de aquellas haciendas las memorias de los mulatos que hubiera en ellas, lo detuvo éste y lo tiene detenido hasta la fecha”.88 En lugar de realizar las diligencias pertinentes, que era llamar a los dueños y administradores de las haciendas y al cura para que mostrara los libros parroquiales (bautismo, matrimonio y defunción)89, desobedeció y arrestó al mensajero por un adeudo que se dijo que éste tenía pendiente,90 y ante el inminente desacierto de Maciel y Ontiveros el teniente general determinó destituir al teniente de Urecho y comisionó al de Taretan para que efectuara la deposición. La decisión de Michelena tenía la finalidad de evitar en el futuro desacatos de esa magnitud, y además se dejaba a cargo de Maciel y Ontiveros todos los perjuicios que resultaran al real fisco por su negativa a auxiliar al comisionado en la formación de las matrículas de mulatos:

“Manda su merced que el dicho señor don Joseph Miguel Maciel sea despojado de dicho thenientazgo, para lo que se le recoja el título librándose mandamiento en forma al efecto a don Joseph Manuel Pérez de Arguello theniente del pueblo de Taretan, para que luego que lo reciba pase al de Urecho y notifique al citado Maciel que en el acto de la notificación le exhiba el título y se abstenga de todo ejercicio de justicia, quedando apercibido de que queda responsable por su comisión y exceso a cualesquiera cargos que se hagan por la superioridad, [en]caso de que se haga algún reclamo por la parte del Real Fisco, y para que en el entre tanto otra cosa se mande, el dicho don Joseph Manuel Pérez de Arguello encargará la administración de justicia a algún vecino honrado de aquel pueblo, para lo que se le da facultad bastante, y agregándose a este auto la carta se insertará en la comisión esta providencia, y el comisionado

88 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 8, F. 1. Joseph del Perujo y García encargado por el real fisco para la cuanta y matrícula de los tributarios de la provincia, se queja por desobediencia y excesos del teniente del pueblo de Urecho, ante el teniente general de Valladolid don Juan Manuel de Michelena, Valladolid- Uruapan.89 El fiscal de la Real Hacienda remitió al obispo de Michoacán Pedro Antonio Sánchez de Tagle una real cédula para que los curas en cada una de sus jurisdicciones acudieran a los empadronamientos y cuentas de los tributarios observando que éstas se realizaran con legalidad y no se cometieran abusos ni fraudes. El obispo a través de cinco derroteros envió la real cédula para que se obedeciera "mande a los curas de este obispado que asistan personalmente y sin intromisión alguna a la numeración en sus respectivas feligresías, procurando no sólo, que todos concurran a ella y se empadronen, sino también que no se pongan por reservados los que no deben serlo ni por próximos a tributar los que están en edad de deberlo hacer ni por españoles, caciques, o mestizos los que ciertamente no lo sean, y que mediante dicha asistencia certifiquen con juramento sobre los particulares mencionados". AHCM, Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Autoridades eclesiásticas, Caja 26, Exp 42, F. 1.90 La disposición sobre que los dueños o administradores de haciendas, ranchos, trapiches e ingenios entre otras unidades productivas otorgaran relación jurada de tributarios se comenzó a aplicar por Auto Acordado de 7 de septiembre de 1769. La obligación de que los curas presentaran sus libros parroquiales y listas de feligreses se reafirmó en diversos momentos: Autos Acordados de I0 de Febrero del I620; 7 de Septiembre de 1639; y I0 de Octubre de 1763. Éste método perduró durante todo el periodo colonial. Real Provisión acordada para la nueva cuenta y visita personal de los naturales y demás Tributarios. [Disposiciones emitidas entre la Recopilación indiana de 1681 y 1766, que permanecieron como Adiciones de las legislaciones posteriores]. Provisión 5 y 6. Marta Terán, Tributarios Tardíos en Nueva España, programa interactivo, p. 9.

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practicada la notificación la remitirá con el título a este juzgado para que conste de su cumplimiento”.91

En este expediente llama mucho la atención la facilidad con que un teniente general manda que se destituya al teniente particular por la desobediencia que cometió y que afectaba los intereses reales. El teniente general de cierta manera justificó su decisión señalando que en ese tribunal no se solapaban ese tipo de excesos, “y para que en ningún tiempo se culpe a este tribunal atribuyéndole permisión o tolerancia en los excesos que cometen los tenientes de esta ju r isd icc ió n .”.92

Así como debía contribuir en la elaboración de las cuentas matrículas, de igual manera recaudaba los tributos de los trabajadores de las haciendas, mulatos e indios laboríos o vagos. La recaudación de tributos representó un verdadero problema difícil de resolver para los alcaldes mayores, subdelegados y tenientes, a pesar de que ya se había regulado la elaboración de matrículas a través de un comisionado que tenía como función principal hacer el conteo de los individuos que tributarían durante el próximo quinquenio,93 y aun así no faltó quienes siguieron acusando a los tenientes por permitir que se matricularan a los exentos, a los viejos y a los que pertenecían a otros partidos.94

Precisamente al cumplir la función de recaudadores de tributos de las haciendas, los tenientes tuvieron muchos conflictos porque los administradores o dueños los acusaban de que cobraban doble tributo, pues lo hacían a través de las hacienda y después de forma individual; por lo menos ese tipo de acusaciones se hicieron en contra del teniente de Zitácuaro, Mariano de Ynurriaga, todo lo cual se decía se había ejecutado de orden del subdelegado.95

Debido a la importancia de este ramo, los alcaldes mayores otorgaban las fianzas que los obligaban a cuidar fielmente de la recaudación de los tributos y entregarlos en la tesorería correspondiente, y para asegurar un manejo adecuado del erario real y no se cometiera fraude los alcaldes mayores y sus tenientes estaban obligados a otorgar fianzas y el afianzamiento involucraba a otros individuos que en calidad de afianzadores comprometían sus recursos y honor a favor de los jueces provinciales. En ese tenor, cuando los alcaldes mayores y los subdelegados cometían algún fraude o quedaban descubiertos, no sólo afectaban a sus personas sino también a quienes habían depositado su confianza en ellos, a los fiadores que eran los que ante la fuga o desaparición del culpado tenían que reponer el dinero faltante con 91 92 93 94 95

91 AHMM, Gobierno, Caja 13, Exp. 8, F. 2v. Joseph del Perujo y García encargado por el real fisco para la cuanta y matrícula de los tributarios de la provincia, se queja por desobediencia y excesos del teniente del pueblo de Urecho, ante el teniente general de Valladolid don Juan Manuel de Michelena, Valladolid- Uruapan Valladolid- Uruapan.92 Idem.93 TERAN, Marta, "La geografía de los partidos tributarios de la Nueva España y los subdelegados como recaudadores de los, 1805, 1810", en DIEGO-FERNANDEZ SOTELO, Rafael, GUTIERREZ LORENZO, María Pilar, ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto (Coord.), De reinos y subdelegaciones, p. 84.94 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 1, Fs. 3. Don José María Dávalos, administrador de la hacienda de Pucuaro contra el subdelegado Juan Antonio Calderón por haberle cobrado por duplicado los tributos, Valladolid- Zitácuaro, 1794.95 Ibid., F. 2v. La denuncia se realizó ante el intendente de Felipe Díaz de Ortega, pues afirmaba el administrador de la hacienda que ni el subdelegado ni el teniente hacían caso de su reclamo y que sólo lo traían en "reciprocas remisiones del uno a el otro".

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sus propios recursos o bienes; en el Archivo General de la Nación, en el Archivo Histórico de Hacienda, se puede consultar el otorgamiento de fianzas de los corregidores, alcaldes mayores y tenientes por los ramos de hacienda.96

En las alcaldías mayores fue constante la presencia de los comisarios recaudadores de tributo, o también llamados cabos de campo y personeros, que cumplían la misma función y que, como lo vimos en el primer capítulo, la presencia de estos comisarios generó prolongadas disputas entre los alcaldes mayores con las autoridades del tribunal de la media anata por los derechos que generaba el empleo de estos auxiliares. Los tenientes y comisarios recaudadores de tributo fundamentalmente recaudaban los tributos de los vagos, castas e indígenas no radicados, que sólo por temporadas se contrataban en las haciendas.

La obligación de otorgar fianzas estaba plenamente establecida en las Leyes de Indias en las que se mandada que los gobernadores, corregidores alcaldes mayores y tenientes, “antes que sean recibidos, y usen sus oficios, den fianzas, legas, llanas, y abonadas en las ciudades donde las hubieran de ejercer, de que darán residencia del tiempo que los sirvieren como son obligados, y pagarán juzgado, y sentenciado, y por lo que toca a nuestra Real Hacienda, y cajas de comunidades, conforme a las leyes de nuestros Reynos de Castilla”.97 La fianza fue el recurso a través del cual se pretendía resguardar el erario real, y en el Reglamento y Ordenanza de tributos de 1770 de forma clara se especificaba, en el apartado XXVII, el alcance de la fianza ya que el responsable directo del ramo era el alcalde mayor:

“Que las Finanzas (sic) [fianzas] sean y se entiendan, no solo por el determinado ó definido tiempo de la provisión, sino también por todo el demás tiempo que los provistos sirvieren ó continuaren en los Oficios por qualquier motivo ó causa que esto sea, y no solamente por los Tributos que inmediata y personalmente cobraren los Alcaldes Mayores, sino también por lo que cobraren y percibieren sus Tenientes, Comisarios, Personeros, ú otros de su orden y de su cuenta y riesgo”.98

Lo que se percibe de este artículo es que se pretende tener cada vez mayor control sobre los individuos que de una u otra forma administraban recursos de la real hacienda, es por eso que en esta ordenanza se ampliaron las nominaciones bajo las cuáles los alcaldes mayores nombraban a sus auxiliares y recaudadores de tributos. En el siglo XVIII ya era suficientemente conocida por las autoridades la arraigada costumbre de los alcaldes mayores y corregidores de nombrar auxiliares para que corrieran con la administración de justicia y ramos de hacienda, y que indistintamente eran denominados como tenientes, comisarios, personeros y cabos comisarios, es por eso que se trataba de obligar a los alcaldes mayores para que respondieran por los sujetos que designaban, y claramente podemos observar cómo 14 años más tarde el fiscal Ramón de Posada, en el Bando de 1784 con el cual se proponía erradicar los males que aquejaban al gobierno de las alcaldías mayores, y en especial de la venta de los cargos de teniente, hacía referencia también a esa diversidad de nombres con los que los 96 97 98

96 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, Vol. 1486.97 Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias, 1681, Ley 9, Libro 5, Título II.98 Reglamento y Ordenanza que con las adiciones que se expresan, manda su Magestad observar para el gobierno y administración del Ramo de Reales Tributos en las provincias del virreinato de Nueva España, Reimpresas de órden del Señor Superintendente Subdelegado de Real Hacienda D. Fernando Joseph Mangino, en México, año de 1787. en la Imprenta de D. Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1770, Art., XXVII, Marta Terán, Tributarios Tardíos en Nueva España, programa interactivo, p. 40.

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alcaldes nombraban a sus auxiliares, en el cual hacía alusión a los jueces de comisión, Jueces a prevenaón y cabos de justicia?9 Lo que estamos viendo es precisamente una adaptación de la normatividad a las condiciones de una realidad cambiante, lo que obligaba en todo caso a que, independiente del nombre con el que se designara a estos empleados, los alcaldes mayores tenían que responder por cualquier desperfecto que resultara de la administración y gobierno de sus provincias.

La Audiencia de Guadalajara se opuso a que los oficiales de la real hacienda exigieran a los alcaldes mayores el afianzamiento de cualquier cantidad de dinero que entrara a sus manos por vía de comisión por la recaudación de tributos de las jurisdicciones que no correspondían a su administración, lo que trajo a colación otro tema inherente, que era precisamente el hecho de que de igual manera se obligaba a que respondieran por los malos manejos que los tenientes llegaban a hacer de los tributos:

“el fiscal de la Audiencia a la vista que se le dio de este expediente dijo que ni los oficiales reales podían cometer la cobranza de los tributos a los alcaldes mayores de otras jurisdicciones, ni los fiadores de estos considerarse obligados a los descubiertos que de estas comisiones podían resultar, porque estando a su cargo, no solamente la administración de justicia y gobierno de sus jurisdicciones, sino también la recaudación de tributos, y otros ramos que suelen encargárseles, no es compatible que puedan desempeñar a un mismo tiempo los cargos de su empleo, dar expediente a estas comisiones, y más cuando se sabe por experiencia que no pudiendo atender todo lo que ocurre en su propia jurisdicción se ven precisados a nombrar varios tenientes en distintos pueblos, y dar comisión a otros sujetos para la recaudación de tributos, y aunque se diga que les queda libertad para nombrar tenientes durante su ausencia, sin embargo se pulsan los inconvenientes de que no estando calificada la conducta de éstos, quedan expuestas las jurisdicciones a padecer las injusticias y tropelías que suelen cometer éstos por sus particulares intereses, disipando a veces los tributos que suelen cobrar y de esto resulta quedar los alcaldes mayores pensionados a responder por todo”.99 100

La Audiencia pedía que se respetara la ley 8, título 9, libro 8 de la Recopilación de Indias, en donde se prevenía que los alcaldes mayores respondan exclusivamente por los ramos de hacienda que estaban a su cargo, y no por los extraordinarios que se les encomendaran.

La participación de los tenientes en la recaudación de los tributos fue fundamental puesto que por la importancia que tenía para la corona se debía tener especial cuidado en el manejo del erario real; sin embargo no todos los tenientes corrieron con la misma responsabilidad, pues mucho dependió del tipo del vecindario que residía en sus tenientazgos, por ejemplo en 1759 el alcalde mayor de Guanajuato señalaba que las congregaciones de Irapuato y Silao

“por ser de competente vecindario y compuestas de personas de distinción, se han siempre tenido y reputado por las principales de esta jurisdicción sujetas a esta cabecera; pues aunque

99 AGI, México, 1410, No 660, Fs. 9. AGI, México, 1412, Fs. 21.Expediente formado sobre el abuso de beneficiar los alcaldes mayores los tenientazgos de su jurisdicción, promovido por el señor fiscal de real hacienda Don Ramón de Posada, el bando de 21 de abril de 1784.100 AGI, Indiferente General, Vol. 43, F. 2. Los oficiales reales de Guadalajara informe con vista de su carta y documento en que da cuenta de que aquella real audiencia se opone a que los alcaldes mayores afiancen de cuales quiera cantidades, 22 de octubre de 1771.

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se comprenden los reales de Minas de Santiago Marfil, Señora Santa Ana y Monte de San Nicolás, por su decadencia y hallarse con muy corto vecindario y por su inmediación a este lugar se ha tomado siempre, y por mis antecesores la providencia de encomendar a uno de sus vecinos el cuidado de ellas confiriéndole título de teniente únicamente para su quietud, y que en cualquier acontecimiento, lo participe y de cuenta para providenciar lo conveniente, respecto de que en dichos reales de Señora Santa Ana, Monte de San Nicolás, y en las demás minas no se comprehenden tributarios algunos ni hay en que se verifique su recaudación, siendo los que tengo nombrados por tales thenientes, propiamente unos comisarios y de ruego y encargo”.101

El alcalde mayor afirmaba que para que no se defraudaran los reales tributos le “pareció muy conveniente su nombramiento”, y dejaba entrever que no en todos los pueblos se recaudaba tributos. De forma específica no sabemos si los tenientes obtenían algún beneficio proporcional a los tributos que recaudaban, pero se hacía mención de que algunas alcaldías mayores eran beneficiadas con el 9% del total de la recaudación anual porque los ministros carecían de salario y no contaban con las prebendas que se les otorgaban a otras alcaldías de la Nueva España; las alcaldías que según estaban siendo beneficiadas fueron Celaya, Salvatierra, Guanajuato, Villa de León, San Miguel el Grande, San Felipe, San Luis Potosí y Valladolid de Michoacán. El tanto por ciento se aplicaba a la recaudación directa de los alcaldes mayores a través de los tenientes y recaudadores, excepto lo percibido a través de los gobernadores, alcaldes y demás oficiales de república, y lo de los hacenderos y administradores de haciendas, ya que éstos tenían su propia retribución y por tanto no correspondía al trabajo del alcalde mayor.102

Precisamente en 1776, con motivo de que el alcalde mayor de Guanajuato solicitaba que se le pagara a los ministros que despachó para el cobro de tributos a vagos y arrendatarios de las haciendas, la Junta Superior de Real Hacienda respondió “que los hacenderos, mayordomos y administradores de las haciendas sólo estaban “obligados a entregar al alcalde mayor, sus tenientes o recaudadores autorizados por el mismo justicia las cantidades que legítimamente hubieren recaudado acreditando, mediante relación jurada de cada administrador de la finca de donde residen dichos arrendatarios y arrimados que, recogidas por el alcalde mayor todas las de esta clase las comprobase con otra relación jurada suya”,103 se pretendía que hubiese un cotejo de matrículas para comprobar que no se cometiese fraude. Los hacenderos estaban en la obligación de recaudar el tributo de los indios laboríos (gañanes), arrendatarios y arrimados, esta actividad la realizaban los administradores o mayordomos de las haciendas, y según lo que se expresaba en la real cédula de 1776 éstos percibían un 3% de lo recaudado como recompensa por los trabajos y costos de la 101 102 103

101 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Exp. 31, Fs. 228v-229. Guanajuato, abril 18 de 1759,102 Todo se realizó con base a la ordenanza de tributos de 1770, pero se volvió sobre ella con motivo de las dudas que se generaron en la villa de León y en Guanajuato en que se pedía que el tribunal de cuentas cubriese los salarios de los recaudadores de tributo de la alcaldía de Guanajuato. AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 109, Exp. 127, F. 368v Sobre que se guarden las Ordenanzas formadas para el gobierno y administración de tributo 1770, Madrid 8 de diciembre de 1776.103 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 109, F. 368. Consulta del alcalde de la villa de León sobre la aplicación de la ordenanza 1770 y el alcalde mayor de Guanajuato sobre el pago de los comisarios que nombró para la recaudación de tributo en su jurisdicción, las contribuciones por la recaudación de tributo se debía hacer conforme se especificaba en la real cédula de 8 de junio de 1770.

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recaudación.104 Desde 1776 se había establecido que se realizaran listas individuales especificando el nombre y número de tributarios, indicando la calidad y la tasa que les correspondía de contribución.

En los pueblos de indios los gobernadores y oficiales de la república fueron los encargados de la recaudación de tributos para entregar las tercias correspondientes a los alcaldes mayores o sus tenientes según fuera el caso, y en ocasiones los indios denunciaban los abusos que cometían sus oficiales de las repúblicas de indios al cobrarles por duplicado el real derecho: los naturales de Santa Ana Jeraguaro, jurisdicción de Tlalpujahua, se quejaban de que Juan Manuel, Francisco Gregorio y Melchor de la Cruz, indios todos, los cuales anualmente arreglaban la elección para que cada uno de ellos salieran electos como alcaldes y oficiales de la república causándoles notables vejaciones y perjuicios, ya que en el año de 1741 y 1742 don Manuel, en consorcio de don Nicolás, y en el año de cuarenta y dos con Agustín Sebastián y Melchor de la Cruz, “cobraron para sí de mis partes por razón de reales tributos la cantidad de 177 pesos, y es el caso que ha habido y ha pagado mis partes, esta misma cantidad se la volvieron a pedir que hubieron de embargarle sus bienes y con ellos hicieron entrega al teniente del tercio”.105 Si bien se entregaba al teniente el tercio, en la denuncia se manifestaba claramente que los oficiales de la república cobraban doble tributación, por lo tanto la queja estaba dirigida en contra de los mismos oficiales de la República y no contra el teniente, el cual sólo se limitó a recibir la correspondiente contribución. A estos actos se le añadía la permisividad con que se cometían otros abusos, como el ocultamiento de tributarios y la relajación de la moral pública al permitirse que se cometieran toda una serie de pecados públicos.

En la provincia de Michoacán, con motivo de las sublevaciones que se suscitaron en varios pueblos en 1767 a consecuencia del incremento del tributo y efecto colateral de la mala administración de justicia, Juan Carlos Cortés Máximo añade a estas agravantes “la oposición a que en sus pueblos existieran tenientes de alcalde mayor que mermaban la autoridad y el gobierno indígena”.106 Los motivos de la sublevación fueron variados, los tumultuados actuaron contra el alcalde mayor en Valladolid, Luis Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca, y en Pátzcuaro en contra del teniente Juan de Urrutia.107

El visitador general José de Gálvez determinó castigar a los sublevados corporal, pecuniaria y políticamente, con la finalidad de que sirviera de ejemplo al resto de la población e inhibir con ello cualquier otro intento de desobedeciendo a la autoridad real. Determinó extinguir varias repúblicas y prohibió a los indios que nombraran oficiales de república, por lo que de esa manera los sujetaba sólo a la autoridad del alcalde mayor, su teniente y alcaldes ordinarios; como claramente lo expresa Felipe Castro “los pueblos que había participado en el movimiento no podrían elegir oficiales de república, ni menos aún gobernadores, quedando en lo sucesivo sujetos a la jurisdicción de los tenientes de alcalde mayor o alcaldes ordinarios de los cabildos españoles. Los bienes fueron embargados y puestos bajo la administración de las autoridades españolas”, y los pueblos castigados por el visitador José de Gálvez fueron

104 Ibid., F. 369.105 AGN, Indios, Vol. 57, Exp. 20, Fs. 16-17. Vuestra Excelencia manda al alcalde mayor de Tlalpujahua reciba información al común y naturales del pueblo de Santa Ana Geraguaro sobre el punto de haberles exigido indebidamente 177 pesos, 1752.106 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a Ayuntamientos, p. 142.107 GÁLVEZ, José de, Informe sobre las rebeliones populares de 1767, México, UNAM, 1990, p. 109-114.

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Pátzcuaro, Tacámbaro, Uruapan, Santa Clara, Cocupao y Numarán, Apatzingán, Uruapan, Capula, Opopeo, Puruándiro y Tarímbaro.108

El alcalde mayor Luís Vélez de las Cuevas Cabeza de Baca en 1768 informaba que la falta de justicias indios dificultaba la recaudación de los tributos,109 por lo que la Audiencia lo facultó para que nombrara sujetos que corrieran con el cobro del tributo, los cuales fueron nombrados en calidad de comisarios, éstos fueron propuestos por los mismos indígenas y por ende eran de la misma calidad.110 Por ejemplo, en el pueblo de Santa Ana Zacapu, jurisdicción del tenientazgo de Cocupao, el 4 de febrero de 1768 los viejos principales y demás común nombraron a Marcos Morales comisario del mencionado pueblo, por lo que dicha designación fue ratificada por el alcalde mayor en los siguientes términos:

“le nombraba y nombro por tal mi comisario, para la expresada recaudación de tributos a cuyo efecto le doy y confiero la bastante comisión, cuanta por derecho puedo y debo, para que en virtud de ella, arreglándose al último padrón y taza de cada uno, los exija y cobre de todos los que consten matriculados, de manera que me haga su entero, por el tercio de San Juan, en todo el mes de julio, y por el de Navidad, en todo el de enero siguiente sin dejar rezago alguno, para lo cual necesario siendo podrá nombrar de los mismos naturales del ya referido pueblo uno o más ayudantes, aquel o aquellos que fuesen de su mayor confianza”.111

El comisario recaudador de tributos quedó facultado para exigir de cada uno de los tributaros las tercias de tributo en los tiempos establecidos, mientras que el teniente tenía la obligación de auxiliarlo en lo que fuera necesario para que cumpliera cabalmente con su encargo; los comisarios se elegían anualmente con el consentimiento del común de los pueblos de indios y la recaudación debía hacerla con base en la última cuenta de tributarios. Así como se designaron comisarios indígenas el alcalde mayor, Luis Vélez de las Cuevas, también encomendó esta tarea a algunos tenientes con la nominación de tenientes comisarios, tal fue el caso de Don Pedro Antonio Salceda, Don Felipe Lázaro Martínez Rincón y don Baltazar de Bentoza y Carril, quiénes cumplieron esta función hasta el tercio de San Juan de 1768.112 Hacia 1776 el comisario recaudador de tributos de Uruapan era Nicolás de Mesa y el teniente Pablo de Morellón,113 y de esa manera, a falta de gobernador, esos pueblos que funcionaban con la categoría de tenientazgo por un tiempo contaron con teniente de alcalde mayor y un comisario de tributos designado por los principales de los pueblos de indios, con la comisión exclusiva de recaudar los tributos en las mismas condiciones que lo hacía el gobernador. También es importante señalar que cuando en los pueblos de indios había 108 109 110 111 112 113

108 CASTRO GUTIERREZ, Felipe, Movimientos Populares de Nueva España, p 137. CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De repúblicas de indios a Ayuntamientos, p. 145. Mendoza Briones, Ofelia, "Los tumultos de Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de investigación Histórica", Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, Facultad de Historia, UMSNH, 1995.109 TERAN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p. 69.110 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 1942, Exp. 30, Fs. 52. Providencias tomadas para recoger los recibos dados por don Luis Vélez de las Cuevas y sus tenientes del tributo cobrado en Valladolid, 1768- 1780.111 AGN, Indiferente Virreinal, Providencias tomadas para recoger los recibos dados por don Luis Vélez de las Cuevas y sus tenientes del tributo cobrado en Valladolid en el año de 1768, 1768- 1780, Valladolid, Caja 1942, Exp. 30, F. 13.112 Ibid., f. 13v.113 AHMM, Gobierno, Uruapan, 1776, Caja 17, Exp. 8, Fs. 9.

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tributarios que se negaban a hacer sus contribuciones y que no respetaran a las autoridades, en esas circunstancias acudían a la autoridad del teniente para que éste le reconviniera y exigiera el pago del tributo.

El 20 de mayo de 1781 el cacique y demás naturales del pueblo de Aranza hicieron una representación ante el teniente general de Pátzcuaro informándole que en su pueblo había un mozo llamado Juan Dimas, transeúnte, que estaba empadronado en la matrícula de tributarios, y decían “no hemos podido conseguir pague el real tributo”, además se quejaban de su mal comportamiento y el poco respeto que le tenía a las autoridades. El teniente general inmediatamente envió despacho al teniente de Paracho, Juan Romo Tamaris, para que le notificara al indio Dimas que en el término de tres días se presentara en la ciudad de Pátzcuaro, en esos casos difíciles tenía que haber la intermediación de una autoridad distinta a la de los alcaldes de república.114

Con la aplicación de la Real ordenanza de intendentes de 1786 la recaudación de tributos quedó en manos de los nuevos funcionarios, los subdelegados, los cuales estaban obligados a entregar las tercias en las tesorerías respectivas. Las dificultades con que se encontraron los subdelegados para llevar una efectiva recaudación de tributos y atender los demás ramos de gobierno, los hicieron retornar a la antigua práctica de nombrar tenientes para que corrieran con este ramo y otros de la real hacienda que estaban a su cargo.115 Precisamente con la aplicación del artículo 12 de la ordenanza de intendentes, donde se establecía que en las cabeceras donde antes se nombraban tenientes serían substituidos por los subdelegados, de esa forma, los nuevos funcionarios correrían con las funciones que antes realizaban los tenientes. El 9 de febrero de 1788 el primer intendente de Valladolid, Juan Antonio de Riaño, señalaba que había observado “una morosidad perjudicial en dos graves puntos, el primero el que los subdelegados de este corregimiento no remiten a mis manos en primeros de año las cuentas de los bienes de comunidad de sus respectivos distritos del año anterior con el respectivo dos por ciento de las cantidades recaudadas, y el segundo que los subdelegados no persuaden y exhortan con eficacia a los gobernadores de los naturales u otros recaudadores de los reales tributos a fin de que verifiquen sus enteros con oportunidad y en el preciso plazo de dos meses después de cumplido cada tercio”; 116el exhorto del intendente era precisamente que los subdelegados pusieran todo su empeño en cumplir con el servicio al rey, pues además afirmaba que las matrículas ya habían sido elaboradas por José Antonio Calderón, así que la falta de matrícula no se podía poner como pretexto de su incumplimiento del deber. Riaño también persuadió a los subdelegados que pasaran a dar las fianzas correspondientes para otorgarles los respectivos títulos.

114 El indio se comportó rebelde no sólo con los sus autoridades indígenas sino también con los tenientes, ya que no acudió ante el teniente general, por lo que este envió al escribano de Pátzcuaro para que reprendiera a Dimas previniéndole que respetara al alcalde y demás justicias del pueblo, de igual manera se le mandaba que satisficiera el tributo con la mayor prontitud, pues de no hacerlo se procedería contra su persona imponiéndole el castigo a que se hiciera acreedor. AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, 1781, Caja 57G, Exp. 4, Fs. 808-811.115 SERRANO ORTEGA, José Antonio, Jerarquía Territorial y Transición política, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, 2001, p. 46.116 La cordillera fue dirigida a los subdelegados de: Pátzcuaro, Cocupao, Erongarícuaro, Paracho, Parangaricutiro, Uruapan, Taretan, Urecho, Santa Clara, Tacámbaro, Etúcuaro, Tiripetío. AHMP, Fondo colonial, siglo XVII, Cordillera a los subdelegados del corregimiento de Valladolid, 1788, Caja 63F, Exp. 2, F. 154.

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Para contener la escalada de quejas que llegaban de todos lados a causa del cobro indebido de los tributos y a las acusaciones que se hacían en contra de los subdelegados, el conde de Revillagigedo a través de un bando estableció que las matrículas de tributarios correrían a cuenta de un comisionado ex profeso, exceptuando de dicha actividad a los subdelegados, y para evitar todo tipo de fraude e inconformidades por parte de los vecinos se determinó que las cuentas de matrícula se realizarían cada cinco años.117 El superior decreto del virrey se sustentaba en los artículos 133 y 134 de la real ordenanza de intendentes, el primero estaba dirigido a los intendentes, en el que se les mandaba “formar exactos Padrones de todos los habitantes de sus provincias”, y el segundo facultaba al virrey para que obligara a subdelegados, alcaldes ordinarios, gobernadores y alcaldes de naturales que cobraran los tributos con apego a las nuevas matrículas.118 No obstante, se percibió un importante incremento de descontento por parte de los indígenas, castas y dueños de haciendas, que constantemente reclamaban que habían sido empadronados en diferente categoría, o simplemente que por su calidad no debían estar en la matrícula, inconformidades que directamente tuvieron que afrontar los subdelegados y sus tenientes.

El método de elaborar las matrículas siguió aplicándose bajo la misma fórmula que ya se seguía con los alcaldes mayores: el juez comisionado para el efecto no actuaba sólo sino que se hacía acompañar de otras las autoridades, pues como pudimos observar en el año de 1809 el intendente de Valladolid comisionó a don José Gerónimo de Ortega para que realizara la numeración de la nueva matrícula y visita personal de tributos de la subdelegación de Ario y sus agregados, para realizar el padrón de San Antonio Urecho, y en presencia del cura y el teniente el comisionado mandó llamar a los administradores y dueños de haciendas y ranchos para que exhibieran los libros y presentaran las “relaciones juradas de todos los sirvientes, arrendatarios, terrasgueros, arrimados y vagos, con expresión de calidad, estado, hijos y sus respectivas edades, poniéndolas de manifiesto sin fraudes ni ocultación en el concepto de que al menor que se les advierta desde luego se sujetan a las penas y multas establecidas sobre el asunto”.119 El cura Pablo Delgado exhibió los padrones, listas y libros del curato.

De igual manera, cuando los indígenas solicitan que se les exentara del pago de tributo estaban obligados a realizar las diligencias para demostrar su limpieza de sangre, lo que implicaba el examen de los testigos y la solicitud ante los párrocos de las boletas de bautismo de los solicitantes y las actas de matrimonio de sus padres para demostrar que no estaban obligados al pago de tributo.120 Los tenientes eran los que recibían la información, examinaban los testigos y remitían las diligencias al subdelegado para que éste las enviara a la intendencia; ya para los primeros años del siglo XIX muchos de los que solicitaban exención o cambio de categoría tenían claro que el responsable del equívoco era el comisionado encargado de elaborar la matrícula.

117 MARICHAL Carlos y MARINO Daniela (Comp), De colonia a nación. Impuestos y política en México, 1750­1860, México, El Colegio de México, 2001. TERAN, Marta, "La geografía de los partidos tributarios, p. 84.118 Real ordenanza de intendentes, art. 133 y 134.119 AHMM, Hacienda, Caja 7, Exp. 13, F. 2. José Gerónimo de Ortega, juez comisionado por el intendente corregidor para la numeración de la nueva cuenta matrícula y visita personal de tributarios de la subdelegación de Ario y sus agregados, Valladolid- Urecho, 1809.120 AHMM, Hacienda, Caja 6, Exp. 24, Fs. 45. Solicitud de exención de tributo a Manuel, Cristóbal, Alejandro y Rafael Tapia, indios vecinos del pueblo de Tlacotepec, jurisdicción del Tlalpujahua.

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Mucho se ha hablado de la mala reputación de los alcaldes mayores y sus tenientes, sin embargo no siempre actuaron con alevosía, y en los periodos de epidemias y hambrunas los tenientes contribuyeron de forma importante, a través de informes, y apoyaron la solicitud de las repúblicas de indios para que se les relevara del pago de tributos. El 11 de noviembre de 1785 el teniente de Maravatío informó de la solicitud del gobernador Antonio Martínez, principal de la república y pueblos anexos: San Miguel Turangueo, Tupátaro, San Miguel el Alto, Taximangacho y San Nicolasito, quien informaba que se encontraban en la más grande miseria por carecer de su principal sustento, el maíz, por lo que pedían fueran relevados del pago del tributo. El cura del pueblo afirmaba que los indígenas habían perdido todo el maíz por las heladas de agosto de 1785, por lo que se decidió relevarlos medio año del real derecho de tributos, periodo que se cumpliría en julio de 1786, con la posibilidad de prorrogar la ampliación del periodo en función de la evolución que se percibiera en la provincia.121

Las certificaciones de los tenientes y curas fueron fundamentales para relevar, rebajar o prorrogar la contribución de tributos, debido a los efectos de la crisis de la gran hambre que azotó a la Nueva España muchos fueron los pueblos que se vieron precisados a solicitar se les exentara del pago de tributo. Cuando los indígenas de Uruapan y los pueblos que comprendían su administración: Jicalán, Jucutacato y San Gregorio, solicitaron su releva, el teniente de Uruapan, Pablo Morellón, en la certificación que hizo de la situación en que se encontraban los naturales expresó que

“con el motivo de la falta de semillas que se está experimentado se hallan los comunes y naturales de los pueblos subsistidos en deplorable estado, y tan lastimoso que aunque se les proporcione con qué comprar maíz para sus manutención no hallan donde (como que no lo hay), de lo que les resulta una total consternación pues me consta que para que hubiesen de pagar el tercio de tributos pasado de navidad les fue preciso usar de sus bienesitos vendiéndolos, y que al mismo modo que se hallan con tal insolvencia para que paguen el tercio que deben de San Juan próximo pasado por sus miserables estados, de suerte que unos andan mendigando de puerta en puerta y otros vagan arrastrados del hambre..”122

De esa forma los tenientes daban cuentas de las necesidades que enfrentaban los indígenas en cada uno de sus pueblos, seguramente las castas estaban viviendo una situación similar ya que la falta de semillas fue generalizada para todos los sectores de la población. 121 122

121 AGN, Indios, Releva a los indios tributarios de la cabecera de Maravatío, sus pueblos, barrios y haciendas anexas, Vol. 67, Exp. 4, 1785, F. 4v-7. Durante ese periodo muchos pueblos de la Nueva España fueron relevados de la contribución del tributo a consecuencia de la crisis generalizada que golpeó a la mayor parte de la población: Jesús de Nazareno, jurisdicción de Istlahuaca, San Miguel Tlacotepec jurisdicción de Tlalpujahua, San Juan Zitácuaro, Santa Clara de Lerma, Santa María de la Asunción jurisdicción de Celaya. San Pedro Bocanegra jurisdicción de Tlalpujahua, Uripitío y Purunguato de la jurisdicción de Tlalpujahua, San Juan del Río, San Pedro Uacaneo jurisdicción de Tlalpujahua, Uruapan, Paracho, entre muchos más.122 AGN, Tributos, El gobernador y república de indios de Uruapan solicitan la releva de tributos, Uruapan, 1786, Vol. 20, Exp. 14, F 297v.

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3.4 Recusación de los tenientesLa recusación fue un recurso ampliamente utilizado por quienes solicitaban se les

administrara justicia, incluso Castillo de Bobadilla afirmaba que “aunque el tribunal sea uno, la sospecha y causa de recusación mira solamente a la persona recusada, y no al oficio, y puede comprender al teniente y no al corregidor, el cual en este caso puede sentenciar la causa, con acuerdo, si fuera necesario, de otro asesor, y debe declarar a las partes quien es, para que le informen”.123 La recusación de las autoridades locales, como podemos observar, siempre eran atendidas, e inmediatamente se nombraba comisionado para que prosiguiera con las causas y no se dilatara su resolución, y de esa manera se evitaban sospechas sobre el actuar de los justicias. Cuando los vecinos morían intestados, el alcalde mayor y sus tenientes procedían a incautar los bienes mientras se decidía el destino o aparecían los parientes para reclamar lo que les correspondía: Joseph de Hermosa, teniente de Curucupaseo, procedió a embargar los bienes de “don Thomas de Albear y Collado que en aquel real se reconocían por suyos, no tanto por suponerlo intestado, cuanto por asegurarlos, ya que se le tenía como responsable de extravíos de platas y defraudación de los reales quintos, pendencia que corría ante los señores oficiales reales de la ciudad de México, a quienes dice tener dado cuenta con los autos de la materia”.124 El recurso de recusación para que las autoridades no conocieran de algún asunto no sólo se aplicó a los tenientes sino a cualquier otra autoridad, alcaldes mayores y corregidores, sólo bastaba dudar de imparcialidad o de sospechar que el juez tenía vínculos con la parte contraria para solicitar ante sus superiores que se comisionara a otra persona para que continuara con las diligencias. Los tenientes podían ser recusados de cualquier causa civil o criminal en que se encontraran conociendo: en 1770 Juan Joseph Castañeda, como hijo legítimo de don Nicolás Gregorio Castañeda, vecino de Urecho, acusaba a Joachín Carranza de deberle 103 pesos 3 reales, que se había realizado ante el teniente general de la ciudad de Pátzcuaro, sin embrago Castañeda señalaba que la poca atención que ponía el teniente de Taretan, Joseph Pérez de Arguello, para requerir la paga se debía a que éste era hermano uterino de Carranza.125 Y en Urecho la mujer de Manuel Aburto acusaba al teniente de ser gente muy cercana de Castañeda y que por eso lo dejaba que hiciera lo que quisiera. Al teniente de Indaparapeo también se le acusó de que no había actuado con justica en la aprensión que hizo en Don Manuel José Baca Coronel, procurador del número a nombre de Bruno Nicolás, preso en la cárcel de Indaparapeo y vecino de aquella jurisdicción en la hacienda de San Bartolomé, señalaba que

“el teniente de allí, no pocos días ha aprehendió la persona de mi parte, sin causa ni Audiencia a pedimento de Vicente y Antonio Rincón padre e hijo de la misma vecindad en la hacienda de Quirio, parientes y paniagudos notorios del susodicho theniente y el motivo es insuficiente, no solamente para proceder a prisión, sino aun para enjuiciar según derecho”.126

Se le recusó por no actuar con justicia ante el alcalde mayor, por lo que éste mandó que inmediatamente remitiera a su juzgado los autos que hubiera practicado. Cualquier vecino

123 CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo, Política para corregidores, p. 159.124 AHMM, Justicia, Descripción de bienes, inventarios, avalúos, y aprecio de los que quedaron por fallecimiento de don Thomas de Alvear y Collado, difunto vecino que fue del Real y minas de San Miguel Curucupaseo, Valladolid, 1771, Caja 134, Exp. 3, Fs. 22v-23.125 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Urecho, 1770, Caja 175, Exp 19, Fs. 56.126 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Indaparapeo, 1770, Caja 175, Exp 28, Fs. 5

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podía hacer uso de la recusación cuando tuviera sospecha de que el juez podía actuar en las diligencias de forma parcial, ya era por tener relaciones de amistad o parentesco con las partes implicadas. Cuando se recusaba a los tenientes para que continuaran con el conocimientos de las causas civiles o criminales se exponía la razón por la que no querían que el teniente llevara la causa, e inmediatamente el alcalde mayor atendía la solicitud y nombraba un comisionado que prosiguiera con las diligencias, y se mandaba que el teniente entregara el expediente de la causa. Los corregidores y alcaldes mayores también podían ser recusados.

3.5 Los pueblos de indios y los tenientesLos alcaldes mayores y sus tenientes tenían la función de cuidar que los indígenas

vivieran en orden y cumplieran con sus obligaciones civiles y religiosas, por tal razón en los nombramientos de los tenientes generales se les prevenía que “cuidando de que los indios no sean maltratados, sino industriados en las cosas tocantes a nuestra santa fe católica y buenas costumbres”,127debía observar que cumplieran con las contribuciones fiscales y organización del trabajo y labranza de la tierra.128 Como bien afirma Felipe Castro, los tenientes tuvieron una estrecha relación con los pueblos de indios por ser la autoridad más cercana a la población, y a la que acudían prontamente para resolver sus problemas o redimir los conflictos que se les presentaran cotidianamente, así mismo se constituyeron en los mediadores y negociadores entre los oficiales de las repúblicas y común de indios y el alcalde mayor.

La estrecha relación que los tenientes lograron establecer con los indios, vecinos y curas de sus tenientazgos, generaron profundas tensiones internas, producto de los abusos de las autoridades, pero también de los intereses económicos y políticos que se entretejían a nivel local. Los tenientes tuvieron la habilidad de negociar con los mediadores indígenas o líderes indígenas-como los denomina Yanna Yannakakis- ya que éstos eran la voz y representación de sus pueblos.129 Estos empleados locales fueron los encargados de vigilar el buen orden de los pueblos, que vivieran dentro de las normas morales y religiosas, que no llevaran una vida ociosa, que trabajaran sus tierras y cumplieran con sus contribuciones anuales. Como parte de las funciones de los tenientes y sus alcaldes mayores estaba todo lo relacionado con el gobierno económico y político de los pueblos de indios, puesto que estos auxiliares fueron los que se encargaron de que se cumpliera con el reglamento de las cajas de comunidad, como era el que se cultivaran las tierras y que se pusieran en arrendamiento las sobrantes.

El gobierno político comprendía todo lo relacionado con la república de indios y las elecciones anuales de gobernador, alcaldes y demás oficiales de república de indios,130 lo que conllevaba vigilar que las elecciones se hicieran en orden y que los electos cumplieran con los

127 AHMM, Cabildo, Libro donde están asentados los títulos reales de Alcaldes mayores, regidores y otros oficios desde el año de 1699- 1718, 1699- 1718, Libro 12, F. 95.128 Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, Ley 12, Tit. 2°, libro 5°.129 YANNAKAKIS, Yanna, El arte de estar en medio. Intermediarios indígenas, identidad india y régimen local en la Oaxaca colonial, Oaxaca, Universidad Autónomo "Benito Juárez" de Oaxaca, El Colegio de Michoacán, 2012.130 GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de Puebla hasta 1700, México, El Colegio de México, 2005, p. 99. ARRIOJA DIAZ VIRUEL, Luis Alberto, Pueblos de indios, p. 154.

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reglamentos y las leyes, como parte de ese mismo proceso debían avalar la elección, y finalmente enviar las certificaciones al virrey para su aprobación y certificación, paso previo para la entrega de las varas de justicia.131 La relación de los alcaldes mayores, tenientes y autoridades indígenas, se vivió en un entorno bastante complejo pues se trastocaban intereses locales que se manifestaron a través de conflictos, abusos de autoridad y resistencia a la autoridad.

La función principal del gobernador y de los oficiales de la república era la administración de justicia de los indios en casos no graves y atender los procesos judiciales de los indios, pues regularmente los asuntos criminales pasaban al juzgado general de indios,132 vigilar que los indígenas vivieran en orden y conforme a las costumbres de la religión católica, cuidar el adoctrinamiento de los indios, aprehender vagos y amancebados e inhibir los vicios como la embriaguez.133 Así como los tenientes estaban facultados a asistir a la elección anual de gobernador, alcaldes y demás oficiales de república, los curas también tenían permitido asistir a dicho evento, pero siempre con la recomendación de que “sin impedir la libertad que tienen los electores y que si sobre la calidad de los electos se le ofreciere alguna cosa informe a vuestra excelencia”. Además de vigilar que las elecciones se llevaran en paz, los tenientes tenían la prevención de vigilar que los electos fueron personas idóneas que cumplieran con los requisitos indispensables para ser electos:

“a los indios se les deje en toda su libertad para las votaciones, y que éstas se hagan en indios puros y de buenas calidades, que se entiendan llevarán fieles y exactos sus cargos, y que no les dañarán, siendo contra estas prevenciones superiores cualquier influjo que mire a impedir a los indios que libremente voten aquéllos que consideren más dignos, manda su merced pase al teniente de Paracho para que se abstenga de prestar influjo en razón de la elección que se cita, y mucho más de impedir la libertad a los naturales, acerca de que elijan a los justiciales y demás menesteres que juzgaren de mayor proporción”.134

La queja de los indígenas de Cherán el Grande era que no querían que el teniente y el cura favorecieran la reelección de D iego... por todos los perjuicios que les ocasionaba, les vendía vino y tenía el favoritismo del cura, al que había apoyado para que se reparara el techo de la iglesia con el trabajo personal de los indios.

Dicha recomendación era válida para los alcaldes mayores, tenientes y curas, quienes frecuentemente se veían inmiscuidos en conflictos por intervenir de forma tendenciosa en las elecciones.135 En 1718 se acusó al teniente de Zintzuntzan, Juan Barriga, de que pretendía 131 132 133 134 135

131 AGN, Indios, Vuestra Excelencia aprueba y confirma las elecciones que el teniente general de la jurisdicción de Teutila remitió a este superior gobierno celebradas por los gobiernos de indios en los pueblos de aquel distrito, Noviembre 6 de 1773, Teutila, vol. 63, exp. 385, fs. 306v-307v.132 BORAH, Woodrow, El Juzgado General de Indios en la Nueva España, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.133 Mendoza Briones, Ofelia, "Los tumultos de Pátzcuaro, 1766-1767. Una propuesta de investigación Histórica, Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, Facultad de Historia, UMSNH, 1995, p. 90.134 AHMM, Gobierno, Caja 16, Exp. 5, F. 16. Sumaria sobre confirmación de elección de la república de este año, pueblo de San Francisco Cherán Grande de esta provincia de Michoacán, Cherán Grande - Valladolid, 1781,135 AGN, Indios, Tenango del Valle 1754, Vol. 57, Exp. 160, Fs. 169. GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra, p. 207.

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manipular las elecciones para que se reeligiera a Pedro de Olivos, que era dependiente e incondicional del teniente, mientras que legítimamente se había elegido a Simón Pedro. Ese fue un duro momento para los indígenas pues su acción se tradujo en desobediencia y confrontación contra las autoridades, sin embargo la resolución final del conflicto terminó en la destitución del teniente y en la confirmación de Simón Pedro como gobernador electo.136

En 1750 en Tangancícuaro, jurisdicción de Zamora, los indígenas se reunieron para realizar las elecciones, de las que resultó electo Antonio de Escamilla, y Juan Carlos Cortes Máximo señala que los indígenas se dirigieron al teniente general de Zamora “con el fin de que confirmara la elección”, acto contrario a lo esperado, el teniente realizó una nueva acta en la que nombró al indio Manuel Pablo Hernández porque así convenía los intereses del teniente general.137 Incluso en Jacona se llegó a reelegir por tres periodos al mismo gobernador, Rafael Elías, y a los demás oficiales de República bajo el amparo del teniente Miguel Maza Prieto y el cura Antonio Yncharraundieta, oponiéndose a que los naturales eligieran libremente a sus autoridades.

Los indígenas afirmaban que el favoritismo del cura se debía a que Elías había contribuido a la reparación del techo de la iglesia usando dos mil quinientos pesos que fueron tomados del ramo de tributos y con el servicio personal de los naturales, por lo que se pedía que se le exigiera al teniente y al cura que no se entrometieran en la elección y que los dejaran actuar libremente, y en caso de hacer lo contrario se le castigaría con una pena pecuniaria de doscientos pesos.138 Si bien es cierto que estas denuncias se hicieron en diversas latitudes y en distintos tiempos, también hubo momentos en que las elecciones se realizaron de forma pacífica. En circunstancias muy semejantes los naturales de Patamban, Ocumicho y San Joseph, jurisdicción de Jiquilpan, se quejaron ante el virrey Bucareli de que habiendo ocurrido a celebrar la elección de los oficios de república, saliendo electo para gobernador Juan Pedro, el alcalde mayor, el teniente y el cura le entregaron la vara a un indio llamado Salvador Santiago, al cual se le acusaba de homicidio de un indio llamado Ramón Martín y del aborto que le causó a la india Isabel, a lo que se añadía que era de calidad mulato, por lo que solicitaban que se le pidieran cuentas a Salvador Santiago de la administración de los bienes de comunidad y que entregara la vara de gobernador.139 Fueron muchas las irregularidades que se presentaron en las elecciones, las cuales no solamente fueron promovidas por la intervención de las autoridades, sino que los propios indígenas tenían una serie de intereses, y al interior de los pueblos había facciones que intentaban imponerse sobre el común, por lo que estas diferencias internas se expresaban anualmente en las elecciones.

136 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Lo tienen ya de uso y costumbre", p. 19.137 CORTÉS MÁXIMO, Juan Carlos, De Repúblicas de indios a Ayuntamientos Constitucionales: Pueblos sujetos y cabeceras de Michoacán, 1740-1831, Morelia, Michoacán, Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, 2012, p. 137-139.138 AGN, Indios, Vol. 65, Exp. 168, Fs. 217-v. Vuestra Excelencia manda que siendo cierto haber sido reelecto para el cargo de gobernador de los naturales del pueblo de Jacona, Rafael Elías y lo mismo los otros oficiales de República o algunos de ellos, se proceda a nueva elección con arreglo a las leyes, y previene al teniente de dicho pueblo que bajo la pena de doscientos pesos ejecute lo que se le ordena, Marzo 5 de 1777.139 AGN, Indios, Vol. 63, Exp. 300, Fs. 325v-326v. Vuestra excelencia manda al justicia del partido de Jiquilpan y al cura informen con juramento lo ocurrido en el particular que se expresa en el escrito inserto presentado por el común y naturales de los pueblos de Patamban, Ocumicho y San Joseph.

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En lo económico vigilaban que los pueblos de indios no mantuvieran ociosas las tierras y que éstas fueran trabajadas, y en la segunda mitad del siglo XVIII, con el proyecto reformista de los borbones de controlar los gastos de las cajas de comunidad de los pueblos de indios de la Nueva España, para contener los excesivos gastos que hacían en fiestas religiosas y civiles.140 Marta Terán sostiene que este fue “un proyecto de gobierno que se propuso reorganizar la sociedad rural siguiendo los ideales del orden, la obediencia y la civilidad”,141 en todo ese proceso que llevó desde la erección de las cajas de comunidad, el reconocimiento de los bienes que pertenecían a cada uno de los pueblos y el otorgamiento de las llaves para su administración, puedo afirmar que la participación de los tenientes fue más importante incluso que la que desempeñaron los alcaldes mayores, por lo menos eso fue lo que se percibió en Michoacán, donde la actividad del alcalde mayor se limitó al envío de despachos a los tenientes para que erigieran las cajas de comunidad, pero los tenientes fueron la autoridad que estuvo presente y que dio cuenta de la constitución de las cajas de comunidad.

En 1776 el alcalde mayor, Juan Sevillano, a través de un superior despacho de 24 de abril, instruía a los tenientes de la forma en que debían proceder en el reconocimiento y establecimiento de las cajas de comunidad, con lo que se prevenía evitar cualquier tipo de fricción u oposición de los indios, pero sobre todo desistió de enviar los autos acordados de la Real Audiencia por considerar que los tenientes no entendían gran parte de lo que en ellos se prevenía, por tal razón lo más conveniente fue elaborar un despacho en el que se les instruyó a cada uno de los tenientes el procedimiento a seguir:

“manda su merced que a cada theniente en particular se le libre despacho en forma con relación de las reales órdenes, que lo promueven e inserción a la letra de este auto para que luego que lo reciban, cada uno en su respectivo pueblo hagan comparecer a el Gobernador, Alcaldes, Regidores, y demás viejos de república, así de la cabecera como de los pueblos sujetos a ella, y haciéndoles saber los piadosos fines que se han tenido para que en todos los pueblos haiga cajas de bienes de comunidad para que con ellos se socorran los hijos de sus pueblos en los casos que lo demande la urgencia y se concede por la ley. Los persuadan dichos tenientes por los términos más suaves que le dicte su prudencia, a que cada pueblo e individuos de ellos en el modo que puedan proporcionen algunos medios con que se comiencen los fondos de cada pueb lo . y poniendo los tenientes razón individual de la cantidad que es y modo con que se ha consagrado y su continuación por formar inventario. Firmaran el teniente, el señor cura o reverendo padre, doctrinero, y el gobernador o alcalde en su defecto, el escribano de república y un testigo para su constancia, reconocerán dichos tenientes las tierras que tienen los naturales de sus p ueb lo s.”142

El despacho expresamente estuvo dirigido a los tenientes que fueron los que afrontaron el proceso del establecimiento de las cajas de comunidad, por eso era fundamental que conocieran el procedimiento adecuado de cómo debían actuar para evitar cualquier tipo de inconformidad por parte de los indígenas y que no se ocasionaran contratiempos. Así 140 141 142

140 TERAN, Martha, ¡Muera el mal gobierno!, p. 71-72.141 Terán, Marta, "La relación de las cajas de comunidad de los pueblos indígenas michoacanos con la Real Hacienda, entre 1779 y 1810", en Estudios michoacanos VIII, Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, 1999, p. 228.142 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 8, Fs. 3-4. Establecimiento de la caja de comunidad de Uruapan por el lugar teniente, don Pablo Morellón, Uruapan, 1776.

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mismo estos empleados de los alcaldes mayores echaron mano de sus habilidades y labor de convencimiento para hacer entrar en razón a los indios de que con las cajas de comunidad los únicos beneficiados eran los hijos de la república, lo que llevó a que de forma individual aportaran una determinada cantidad, o bien que comprometieran la próxima cosecha para fondo de la caja. En el momento en que se estableció la caja de Pomacuarán los indígenas depositaron de fondos de bienes comunes la cantidad de 5 pesos que se recaudaron entre todos.143

Para el reconocimiento y erección de las cajas de comunidad los tenientes primero daban obedecimiento a la orden del alcalde mayor, acto seguido informaban a los naturales la comisión, por lo que junto con los gobernadores, oficiales, escribanos de república, demás común y el cura, se solicitaba que presentaran los títulos de propiedad para realizar el reconocimiento de los instrumentos y papeles que reconocían como propios y pasar a hacer el inventario de los bienes, fondos económicos, ganado, pastos, montes y tierras; se puso especial atención en la calidad y condiciones en que trabajaban las tierras y se indagaba si las tenían en arrendamiento.144 Enseguida se elegía un lugar para resguardar la caja de comunidad, regularmente ésta se depositó en los hospitales de los pueblos por ser los lugares más seguros, y se colocaban los papeles (títulos de propiedad, mercedes y reales provisiones) y recursos económicos si contaban con ellos.145 Finalmente el teniente hacía entrega de las llaves, una al gobernador o alcalde según fuera el caso, al cura, y simbólicamente entregaba la tercera al gobernador para que por su vía la remitiera al alcalde mayor. Debido a que en el periodo en que se establecieron las cajas de comunidad todavía muchos de los pueblos de indios no nombraban sus autoridades indígenas, el alcalde mayor instruyó a los tenientes para que la llave que le correspondía al gobernador o alcalde quedara depositada en poder del comisario: en Uruapan se le entregó a Nicolás de Messa146 y en Capula a Felipe Miguel, ambos comisarios recaudadores de reales tributos.147 Finalmente el teniente remitía el libro donde se asentaban el inventario de los bienes de las cajas y títulos de tierras al alcalde mayor, quien mandó a los tenientes que cuidaran “que se siembre todos los años la milpa de comunidad”.148

Los tenientes repitieron este proceso en todos los pueblos de indios de su jurisdicción, de tal suerte que no quedara ninguno sin sus respetivas arcas de comunidad. El justicia comisario de Paracho, Miguel Cardozo, erigió las arcas de Paracho, San Miguel Pomacuarán,

143 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 4, F. 3v. Establecimiento de la caja de comunidad de San Miguel Pomacuarán por el comisario de justicia de ese partido, Miguel Cardozo, Pomacuarán, cinco de julio de 1776.144 AHMM, Gobierno, San Migue Pomacuarán, 1776, Caja 17, Exp. 4, Fs. 4. San Miguel Pamacuarán, 5 julio de 1776; Santa María Quinceo, 1 de junio de 1776; San Francisco Cherán el Grande, 25 mayo de 1776; San Bartolomé Cucuchucho, 9 julio 1776; San Francisco Uruapan, 22 de mayo de 1776; Sevina 20 de mayo de 1776; Huaniqueo, 8 de mayo de 1776.145 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 6, 1776, Fs. 5. Establecimiento de la caja de comunidad de San Francisco Cheran Grande por el comisario de justicia, Miguel Cardozo, 1766.146 AHMM, Gobierno, Uruapan, 1776, Caja 17, Exp. 8, Fs. 6.147 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 9, F. 20. Diligencias practicadas en virtud del superior despacho del señor alcalde Mayor por lo tocante a bienes de comunidad de los pueblos de comunidad: Huaniqueo, Capula, Teremendo, Tatzicuaro y Barrio de San Nicolás Obispo, por el teniente, Joseph Tiburcio Pérez de Bonilla, 1776.148 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 7, F. 3v. Establecimiento de la caja de comunidad de San Bartolomé Cucuchucho por el comisario de justicia, don Miguel Cardozo, San Bartolomé Cucuchucho, 1766.

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Santa María Sevina y San Francisco Cherán entre otros, dando cuenta pormenorizada de los bienes que quedaron depositados en cada una de las cajas. Los auxiliares de los alcaldes ejecutaron la real orden, podría decirse sin mayores dificultades, y fueron contados los pueblos que se opusieron a la erección de las cajas de comunidad. Los naturales de Tarímbaro, por voz de Luis Camargo, procurador del número, decía que el teniente les había dado a conocer la real cédula de erección de cajas de comunidad donde se debían de depositar lo que produjeran las cosechas y rentas de las tierras; afirmaba que los vecinos estaban dispuestos a poner las cajas, pero que como tenían muy cortas tierras que no les alcanzaban para su uso y por ende no tenían con que contribuir, por tal razón solicitaban que el teniente no ejecutara la real provisión ya que “los ha estrechado dicho teniente a que cada individuo contribuya con dos reales, lo que no pueden verificar por no tener en donde sacar ni aún esto, pues hasta la leña de su gasto la compran por no tener donde sacarla ni haberla en las cortas tierras que poseen”.149

La pretensión de los indígenas era que se les exonerara de dicha contribución y “se libre el oficio correspondiente para que dicho teniente por ahora suspenda toda ejecución”, además solicitaban que se les dotara de más tierras con lo que pudieran hacer las contribuciones y tener qué depositar en las cajas de comunidad. Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes todo lo relacionado con la custodia de los bienes de comunidad pasó a formar parte de las facultades de los subdelegados, y en los artículos de la ordenanza de intendentes se especificó con mayor detenimiento la forma en que se administrarían dichos recursos. El establecimiento de las cajas de comunidad, los reglamentos de propios y arbitrios y la aplicación de la real ordenanza de intendentes (1786), fueron las reformas a través de las cuáles se ejerció mayor control sobre los pueblos de indios, y el gobierno indígena paulatinamente vio disminuidas sus facultades gubernativas y la administración de los bienes de comunidad que quedaron en manos de las nuevas autoridades, intendentes, subdelegados y tenientes.

Las visitas a las cajas de comunidad se hacían anualmente, y en agosto de 1787 Antonio de Riaño comisionó al teniente de Tiripetío, Gaspar Pardo Malabehar, para que realizara la visita de la caja de San Francisco Etúcuaro y diera razón puntual de los bienes que poseían, los cargos, los gastos ordinarios y extraordinarios que se efectuaron, y dar cuenta de sobrantes y faltantes. El teniente, para realizar la visita, pidió la comparecencia del gobernador Juan Agustín Pedraza, alcalde Juan de Dios Mandujano y demás república de naturales, y del cura José Asencio de Zorrobiaga, y en presencia de todos se abrió la arca “se halló la cantidad 149 pesos. Se requirió la presencia del gobernador del año de ochenta y seis, Nicolás Juan, para que exhibiera las cuentas de cargo y data en el tiempo de su gobierno, para conocer los sobrantes o faltantes que resultaban a favor de dicha arca”. El gobernador informó que la cuenta correspondiente a su administración la entregó al teniente anterior, Francisco Xavier de la Rea, el cual se hizo responsable de remitirlas al intendente.150

El teniente general de Zamora, Juan José de Tentorí y Marquí, en la visita que se hizo a las cajas de la cabecera dijo no haber introducido recurso alguno porque todo lo había invertido en sus comercios y en la compra de 50 cabezas de ganado, ante el mal manejo embargaron los bienes que le pertenecían y trataron de recuperar el ganado. Para conocer el

149 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 20 b, Fs. 2. Los naturales de Tarímbaro sobre que se les exonere de la contribución parta las cajas de comunidad, Tarímbaro, 1776.150 AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 22. Visita a las arcas de comunidad de San Francisco Etúcuaro, 1787.

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estado que guardaban las demás cajas de la jurisdicción solicitaron a las autoridades de los pueblos que llevaran las cajas para su reconocimiento,151 y en varios lugares tenientes y subdelegados salieron descubiertos en las cuentas de las cajas de comunidad: en Zirándaro el teniente Juan Portillo; en Tuxpan el cura tomó 882 pesos con la anuencia del alcalde mayor Ignacio Larragoiti y del teniente Gerardo Anchores; en Pátzcuaro José María Abarca también se decía que había quedado descubierto por el ramo de bienes de comunidad.152

Con respecto al arrendamiento de las tierras, si bien ésta era atribución de los subdelegados, los cuales percibían un 15% si lograban el incremento en el arrendamiento de las haciendas y ranchos de los bienes de comunidad,153 a través de diversos expedientes pudimos constatar que esta actividad la realizaban los tenientes o encargados de justicia ya que eran los que realizaban casi toda la diligencia, desde la notificación a los naturales para que nombraran peritos evaluadores, el avaluó de los propiedades, los 30 pregones y recibían las posturas; regularmente el último tramo, que consistía en el remate del arrendamiento, lo realizaba el subdelegado. Los tenientes se mantenían atentos al cumplimiento de los periodos de arrendamiento, o cuando los indios pedían se realizara el arrendamiento daban aviso a los subdelegados para que éstos dieran la orden de que se iniciaran los trámites correspondientes. El subdelegado de Tlazazalca, Juan Zárate y Manzo, en 1794 delegó todas sus facultades en el teniente de Chilchota para que llevara el arrendamiento y justiprecio del potrero de La Loma de dicho pueblo:

“respecto que los muchos y graves negocios del real servicio y recta administración de justicia que demandan la precisa asistencia de su merced en este pueblo le impiden pasar al de Chilchota, en donde deben practicar las diligencias del avaluó de dicho potrero de la Loma, pregones y remate de su arrendamiento, confería y confirió comisión facultad y jurisdicción bastante cuanto en dicha se requiere a el referido encargado de justicia de aquel partido, don Gaspar Barbosa y Correa, para la práctica de dichas diligencias, las que concluidas en la forma que se previene, y celebrado el remate de arrendamiento de dicho potrero con las formalidades y requisitos del derecho en el mejor y mayor postor, con citación de este las remitirá a este juzgado para en su vista proveer lo que convenga”.154

El remate se realizó en Miguel Gutiérrez, quien lo tenía anteriormente en la misma calidad de 25 pesos anuales. El proceso que seguían los tenientes no siempre era el adecuado pues el 25 de noviembre de 1795, cuando el expediente pasó a la intendencia ante el señor fiscal protector de indios, el licenciado Urrea, mandó que se sacara nuevamente a pregón el arrendamiento de la Loma por nueve días y con la intervención del subdelegado, ya que en el

151AHMM, Gobierno, Caja 17, Exp. 23, Fs. 30. Visita de las cajas de comunidad de los pueblos de la jurisdicción de la villa de Zamora, y varias diligencias practicadas contra el teniente general Don Juan Tentorí, Zamora, 1787. AHMM, Gobierno, Caja 18, Exp. 1. Diligencias de embargo y prisión de don Juan José Tentorí y Marquí por la falta de dinero de las arcas de comunidad de la jurisdicción de la villa de Zamora y la visita de dichas arcas villa de Zamora, 1787.152 AHMM, Gobierno, Caja 18, Exp. 5. Descubierto de las cajas de comunidad del pueblo de Tuxpan, Tuxpan-Valladolid, 1788.153 TERAN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p 126.154 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 1, Fs. 2-v. Diligencias practicadas sobre el avaluó y justiprecio del potrero de La Loma, perteneciente a los bienes de comunidad de los indios del pueblo de Chilchota pregones y remate de su arrendamiento, Tlazazalca, 1794.

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anterior se habían observado ciertas deficiencias, entre las que se señalaba que el teniente había nombrado los peritos sin la intervención de los indios, cuando el procedimiento correcto era que el teniente nombrara un perito que representaba los intereses del rey y los indios nombraban otro para que los representara, y de esa manera ambas partes quedaban representadas, sin embargo esto no sucedió.

En segundo lugar, si bien los peritos reconocieron las tierras, sólo indicaron el valor total de la propiedad, que fue evaluada en 828 pesos, pero nunca dijeron en cuánto correspondía el arrendamiento, por lo que el fiscal indicaba que por lo menos el remate se debía de haber realizado en 45 pesos. Y finalmente, y en contrario de lo que indicó el subdelegado, que el remate se había realizado sólo con la anuencia del teniente y los indios del pueblo, el fiscal indicó que el teniente había fincado sólo el arrendamiento ya que no había citado a los indios.155 Todas estas razones fueron las que llevaron al fiscal a determinar que el pregón y arrendamiento del rancho de la Loma se realizara nuevamente.

El arrendamiento lo realizó el nuevo subdelegado, Juan López y Cosío, en enero de 1796 en el mismo sujeto, sólo que ahora en la cantidad de 39 pesos anuales. Quienes tenían mejor conocimiento de las condiciones y bienes que pertenecían al gobierno económico de los indios fueron precisamente los tenientes, porque ellos fueron los que intervinieron y estuvieron en contacto con los pueblos de indios, y no los subdelegados, ya que la mayor parte de las diligencias la realizaban sus auxiliares y ellos se limitaban a ordenar que se ejecutaran los diferente autos. En el caso específico de los arrendamientos de las tierras de comunidad, los tenientes eran los que corrían con toda la diligencia hasta el pregón de remate, y sólo el remate lo realizaban los subdelegados.

3.6 Alcaldes mayores y tenientes como juez de minas

En el ramo de minas los alcaldes mayores, como juez de minas, ejercieron varias de las facultades relacionadas con esta materia como fue la distribución del azogue, atender lo correspondiente al denuncio y posesión de minas, el repartimiento de indios y la administración de justicia entre los mineros, que como veremos más adelante el establecimiento de nuevas instituciones mineras creadas para el fomento y gobierno de los centros mineros propició el traslape de jurisdicciones entre los alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes.

La organización del trabajo de los indios estuvo estrechamente relacionada con las encomiendas, el servicio personal y el repartimiento de indios,156 este último sobrevivió durante todo el siglo XVIII pues los mineros constantemente compelían a las autoridades para que les suministraran indios de repartimiento. Otra de las obligaciones de los alcaldes mayores y tenientes con este sector fue observar que se enviaran las tandas de trabajadores indígenas a los centros mineros de Tasco, Pachuca, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, entre otros. En 1777 don Mariano Pérez de Tagle en representación de los naturales de los pueblos de Erongarícuaro, Sirahuen, Santa María Sensenguaro, San Andrés, Zirándaro, Pichátaro y Santa Clara de los Cobres, se dirigieron al virrey para que no se les obligara a dar tandas, pues

155 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 1, Fs. 16v.156 ZAVALA, Silvio, El servicio personal de los indios en Nueva España, vol. I, México, El Colegio de México, 1984.

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expresaron que estaban en estado de no ir a trabajar a las minas de Guanajuato ya que contaban con una provisión que los eximía de dicho servicio, y se quejaban de que sus tenientes les habían notificado que por orden superior del virrey deberían de dar tandas de repartimiento.157

Los argumentos de los indios para no ir a Guanajuato eran principalmente la distancia, ya que estaba a 60 leguas, y el temperamento les ocasionaba severos perjuicios. El virrey Bucareli respondió favorablemente a la petición de los indios de Pátzcuaro, Erongarícuaro y Santa Clara de los Cobres, y ordenó al teniente general de Pátzcuaro, Domingo Antonio de Urrutia, que le notificara a los tenientes de Erongarícuaro y Santa Clara del Cobre (Esteban Diego de Castañeda) que no se hiciera novedad en los repartimientos y que no se les obligara a ir a trabajar a las minas de Guanajuato, y se le mandó que se librara comisión a “Dionisio García vecino del pueblo de Erongarícuaro y Joseph Ignacio del Corral de Santa Clara para que éstos notifiquen a los tenientes de dichos pueblos no compelan a los indios de sus partidos a que vayan a trabajar a las minas de Guanajuato, y si por parte de dichos mineros se ocurriere a pedir gente se les haga saber haber ganado los naturales”,158 pero no sólo los tenientes compelían a los indígenas a que fueran a trabajar a las tandas de Guanajuato, sino que esto se hacía con la contribución de los gobernadores o alcaldes de indios.

En Guanajuato se solicitaban tandas de indios para la explotación de las minas, sin embargo en otros mineros se solicitaban indígenas, negros, mulatos, libres sin oficio ni beneficio, y a los reos presos por delitos no graves para que fueran enviados a las minas y haciendas de beneficio. Don José Mariano Samper, dueño de las minas de Santiago y el Peñol Grande del real de San Francisco Huautla, y de la hacienda de beneficio llamada Yxtolucan, “pidió a su respectivo justicia que para ejecución y cumplimiento de las reales ordenanzas sobre Quatequis159de sus minas y hacienda, y para el socorro de la suma carestía de gente operaria tanto para labor, desagüe y sacas de metales, como para sus reparos, movimientos de las máquinas, hornos de fundición y demás concernientes a la extracción de platas”,160 solicitaba que se obligara a todos los negros y mulatos libres, ociosos y delincuentes que se encontraran en las inmediaciones de Cuernavaca, Chautla de la Sal y Tepecuacuilco, de igual manera se exhortaba al teniente de Xonacatepec que exigiera a los 16 pueblos de su partido que cumplieran con el Coatequil. A pesar de las presiones de los mineros hacia las autoridades para que les enviaran indios de repartimiento, en la segunda mitad del siglo XVIII muchos pueblos se defendieron ante las exigencias de los tenientes argumentando que contaban con reales provisiones que los eximían de las tandas.161

Con las ordenanzas de minería de 1762 y 1783 y la ordenanza de intendentes, las diputaciones mineras institucionalmente se consolidaron, por lo que se les dio un fundamento jurídico frente a las demás autoridades territoriales (alcaldes mayores, subdelegados y 157 158 159 160 161

157 AHMP. Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 50C, Exp. 1, F. 6. Los naturales de Pátzcuaro, Erongarícuaro y Santa Clara piden al virrey Bucareli no se les compela a ir a trabajar a Guanajuato.158 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 50, Exp. 1, F. 10.159 Coatequil, que era el reclutamiento de trabajadores. GARCÍA CASTRO, René, Indios, Territorio y poder en la Provincia Matlazinca, Zinacantepec, Estado de México, El Colegio Mexiquense, 1999, p. 219.160 AHPM, José Mariano Samper solicita trabajadores de las inmediaciones de Cuernavaca, Chautla de la Sal y Tepecuacuilco para sus minas y haciendas, 1785-II-19-d.4- f 138v- 139.161 GAVIRA Márquez, María Concepción, Minería y población en Michoacán durante el siglo XVIII, Morelia, Facultad de Historia, UMSNH, 2009, p. 31-33.

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tenientes), las cuales incluso vieron disminuidas sus facultades.162 Las diputaciones mineras dependían directamente del Tribunal de Minería, las cuales eran juzgados de jurisdicción especial, y en ellas se atendía todo lo relacionado con los asuntos de la minería, denuncios, registros, poblamiento, adjudicación y posesión de minas, de igual manera se dirimían las diferencias entre los mineros y atendían todo lo relacionado con lo contencioso. Los alcaldes mayores estaban facultados para presidir las elecciones de los diputados de minería, por lo que en sus ausencias esta competencia era ejercida por el teniente: en 1785 la diputación de Fresnillo estaba por celebrar la junta de mineros en la morada del teniente de dicho real para realizar la elección de diputados según lo dispuesto en el artículo 3° titulo 2° de las Novísimas reales ordenanzas, sin embargo no pudieron realizar la elección porque el Tribunal de Minería les informó que la real Audiencia gobernadora había decidido “declarar por nulo y de ningún valor cuanto actuasen los tenientes de alcaldes mayores que no estuvieren confirmados por el superior gobierno, lo que les hizo suspender todo ulterior procedimiento por carecer de esta cualidad el expresado teniente”.163

A partir de 1787 las elecciones fueron presididas por los subdelegados, y en su defecto por los tenientes, de igual manera éstos estaban obligados a cumplir con las comisiones libradas por los diputados de minas, pues cuando los mineros hacían denuncios de minas los diputados comisionaban a los tenientes para que avisaran a su último dueño para que entregaran las llaves y proceder a pregonar el denuncio, especialmente cuando se denunciaba la mina por desamparada o abandonada.164 Con las ordenanzas de minería de la segunda mitad del siglo XVIII, pero especialmente con la de 1783, se le dio más formalidad al funcionamiento de las diputaciones territoriales mineras, por lo que en ellas se dispuso la normatividad con que debían de funcionar éstas, lo que también implicó la pérdida de ciertas prer3rogativas que antes ejercían los alcaldes mayores, como la administración de justicia entre los mineros.

Con el régimen de las intendencias se siguió la misma fórmula y las elecciones de las diputaciones fueron presididas por el subdelegado, y en su ausencia por el teniente. Con la aplicación de la Ordenanza de minería de 1783 los subdelegados perdieron muchas de las atribuciones de gobierno y justicia, que por mucho tiempo habían sido atendidas por los alcaldes mayores y sus tenientes, por ejemplo, los litigios por propiedad y posesión de catas y minas. .165 A partir de la creación del Tribunal de minería y de las diputaciones mineras la jurisdicción contenciosa (que se refiere a avíos de minas, rescates, denuncios, posesión, pertenencias, entre otras) pasó a manos de los diputados de minas,166 incluso el castigo de

162 CRAMAUSSEL VALLET, Chantal, "Para salir del Estado de Abyección. Las diputaciones mineras territoriales su emergencia, en el gobierno y justicia de la Nueva España (1786-1815)", en GAYOL, Víctor, Formas de gobierno en México, p. 223-252.163 AHPM (Archivo Histórico del Palacio de Minería), No 4, 1785, II, F. 115v-116. Sobre elección de diputados de la Diputación de Fresnillo.164 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 62E, Exp. 1, F. 12. Denuncio de la mina de San Gabriel, alías Desmontes, en la jurisdicción de Colima, 1790.165 Autos que sigue don Domingo de Medal y Moscoso, vecino de Santa Clara de los Cobres con Don Diego Gutiérrez, por propiedad y posesión de una cata que fue intrusamente poblada en el real del Tajo, jurisdicción de Sinagua y La Huacana ante Don Agustín de Castro, teniente general por nombramiento del alcalde mayor de Tancítaro Andrés Antonio de Castro, 9 de julio de 1793. AHMP, Fondo Colonial, S. XVIII, Caja 35D, Exp. 3. F. 296.166 GONZÁLEZ, María del Refugio, Ordenanzas de la Minería de la Nueva España, p. 79

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delitos menores que ocurrían en los centros mineros fueron considerados de la competencia de los diputados de minas. Todo lo relacionado con lo gubernativo y económico del gremio de mineros correspondía a la justicia privativa del tribunal de minería. María del Refugio González señala que aunque en el proyecto original Velázquez de León proponía que “los jueces de minas, alcaldes mayores y corregidores” habrían de ejercer, en común acuerdo, con los diputados en los negocios, que en lo gubernativo, lo directivo y lo contencioso pertenecieran a la minería local”,167 el cumplimiento de dicha propuesta se tornó complicada. Esta reconfiguración de las instituciones generó conflictos por competencia de jurisdicción entre los diputados de minería, los subdelegados y sus tenientes, por determinar a quién le compete llevar las causas hasta su fin.168 Incluso se llegó a presentar casos en los cuáles los tenientes de subdelegado junto con los diputados de minas llevaban causas de justicia, realizaban las primeras diligencias, y finalmente el teniente determinaba que la causa quedara en manos de la diputación; empero, cuando el subdelegado se enteraba de ese proceder, inmediatamente reclamaba y pedía atraer el caso por ser de su competencia, apelando al nombramiento con el que anteriormente se dotaba a las alcaldes mayores que se designaban en las jurisdicciones que contaban con minas, que era precisamente el de “juez de minas”, lo que generaba arduas disputas entre estas autoridades. La administración de justicia fue la competencia que más conflictos generó entre los diputados de minas, subdelegados y tenientes, ya que los diputados alegaban que las causas de justicia que se presentaran en su jurisdicción, siempre que implicara a los mineros, eran de su competencia.

3.7 Delimitación de competencia: Tribunal de la Acordada

A lo largo de los apartados anteriores pudimos observar que las funciones que desempeñaban los tenientes en el ejercicio de sus empleos eran vastas y variadas, lo que propició que se relacionara con otras autoridades del ámbito local y provincial, como fueron los alguaciles mayores y sus tenientes, alcaldes ordinarios, alcaldes provinciales de la hermandad, y con los diputados de las diputaciones territoriales de Minería; también se relacionó con autoridades religiosas y militares, pero por el momento sólo nos interesa destacar los conflictos de competencia de jurisdicción que se suscitaron con los tenientes del tribunal de la acordada. Los conflictos por la atracción de los casos judiciales fueron una constante durante todo el antiguo régimen y podemos observar que se presentaron un sinnúmero de conflictos por competencia entre los alcaldes provinciales del tribunal de la acordada con la sala del crimen de la Audiencia y con los alcaldes mayores y sus tenientes, y más tarde con los subdelegados, pues ante el traslape de las distintas jurisdicciones los ministros no lograban discernir qué asuntos eran de su competencia y cuáles, por su naturaleza, correspondían a otros juzgados.169

Las tenciones por competencia entre los alcaldes mayores y los alcaldes provinciales de la acordada y sus tenientes surgieron precisamente de que, si bien cada uno de ellos tenía

167 Ibid. p. 78168 AHMM, Justicia, Caja 176, Exp. 28, Fs. 17. Autos que la diputación de Angangueo sigue contra la persona de don José Rafael y José Teodoro Santana por haberle faltado al respecto a don Domingo Barrueta administrador de la Hacienda de Santa Bárbara, Angangueo, 1810.169 MACLACHLAN, Colín M., La justicia criminal del siglo XVIII en México. Un estudio sobre e l tribunal de la Acordada, México, SepSetentas, 1976.

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funciones delimitadas que incluso coincidían como claramente se puede apreciar en el plano de la justicia, aunado a eso las jurisdicciones territoriales se sobreponían unas a otras. Para entender este tema de las competencias resulta interesante además de útil el enfoque que platea Rafael Diego Fernández en donde el conocimiento de los casos tiene un papel fundamental, pero llama la atención sobre la cuota de poder que se disputan las autoridades al señalar que “la jurisdicción era la mayor prerrogativa del ejercicio del poder político de la época, de ahí resulta fácil de comprender que lo que estaba en juego, más que la mera resolución de un caso o asunto concreto, era la cuota de poder que respondía a cada autoridad jurisdiccional”.170 Ya que en la medida en que los jueces lograban atraer los casos de justicia a sus tribunales ganaban prestigio y autoridad ante la población.

Los alcaldes mayores y sus tenientes tenían un espacio jurisdiccional delimitado, a diferencia de los alcaldes provinciales de la acordada, tenientes, comisario y cuadrilleros, pues éste era más amplio y ambiguo. Colín MacLachlan observa cómo el cargo comprendía los “delitos de hurto, violencia física, posesión ilegal de la propiedad, rapto, incendio premeditado, y el mantenimiento de prisiones particulares, pero sólo en los pueblos y distritos rurales”, además lo correspondiente al juzgado de bebidas prohibidas: fábrica, expendio y consumo, además de “guarda mayor de caminos.171 Las funciones del alcalde provincial de la acordada se traslapaban con la causa de justicia que ejercían los alcaldes mayores, y es por eso que los conflictos por competencia entre estas autoridades fue una constante y se continúo con los subdelegados. Entre los alcaldes mayores, tenientes y jueces de la acordada, frecuentemente se dieron acusaciones en contra de unos y de otros por la extracción de reos o bien la detención de los tenientes del tribunal de la acordada.172

Debido a las quejas del tribunal de la acordada contra los alcaldes mayores y sus tenientes por la detención de sus empleados, en una causa que siguió el alcalde mayor de Zacualpan contra de Juan Josef Millán, comisario de la acordada, se determinó que el alcalde mayor tenía jurisdicción expedita para “conocer de todas las causas de los comisarios de la hermandad, del mismo modo que puede proceder en las causas de los demás vecinos, a excepción de los excesos que se cometieren en el uso y ejercicio de sus comisiones, de lo que sólo Vuestra Excelencia y el juez de la acordada pueden conocer”.173 Fueron muchos y de variada índole los conflictos que se generaron entre esta institución y los justicias territoriales, que la resolución anterior se constituyó en una especie de contención para que los miembros de la acordada no cometieran delitos amparados en el empleo que ejercían.174

Los justicias territoriales constantemente se enfrentaron a los alcaldes provinciales y su tenientes, comisarios y cuadrilleros, por atraer las causas de justicia pues difícilmente éstos

170 DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, El Gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012, p. 29.171 MACLACHLAN, Colín M, La justicia criminal, p. 114.172 AGN, Acordada, Vol. 12, Exp. 3, Fs. 65-69. Queja de don Felipe Miranda, teniente de alcalde mayor de Tasco contra unos comisarios de la acordada por haberle sacado un reo de la prisión y maltratado su persona, Tasco, 1761. AGN, Justicia, Vol. 12, 1761, Exp. 9, Fs. 169-180v. Consulta del juez de la acordada contra el alcalde mayor de Huimeo por haber detenido su teniente de Zirándaro un reo perteneciente a su juzgado de Zirándaro173 AGN, Judicial, Vol. 12, Exp. 3, Fs. 63. Consulta del Alcalde mayor de Zacualpan y autos formados contra Juan Josef Millán, comisario de la acordada.174 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 10. Tlazazalca, Valladolid, Zamora, 1803- 1804.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

querían ceder ante las otras autoridades. Los conflictos por competencia que se generaron en gran medida se debieron a que el tribunal de la acordada estaba operado por una amplia maquinaria judicial, y sólo para hacernos una idea de la distribución de su personal en el siguiente cuadro podemos observar que los alcaldes provinciales operaban en las cabeceras administrativas de las alcaldías, y los tenientes, comisarios y cuadrillero estaban distribuidos en el resto de la jurisdicción. Es necesario advertir que posiblemente el número de tenientes, comisarios y cuadrilleros sea menor al que se representa en este cuadro, ya que éste se elaboró con base en la relación de dependientes nombrados por Manuel Antonio de Santa María y Escobedo en 1783.

Cuadro XI. Dependientes del tribunal de la Acore ada, 1783Lugar Teniente

ProvincialTenienteparticular

Teniente comisario Cuadrilleros Total

Cotija 1 1Zitácuaro 1 3 14 6 24Santa Clara de los Cobres 2 2Cocupao 1 1Huimeo 2 1 3Huango 1 1Yurécuaro 1 1San Juan Huetamo 1 4 5Maravatío 1 5 3 9Pátzcuaro 1 6 3 10Patamban 1 1 2Puruándiro 2 2Parangaricutiro 1 1Periban 1 1Tancítaro 2 2 4Tlazazalca 1 2 3Tlalpujahua 1 3 6 10Taximaroa 1 5 4 10Valladolid 1 16 8 9 34Uruapan 1 3 4Jiquilpan 1 1Zamora 1 6 3 10Zinapécuaro 1 6 7Total 9 57 55 25 146

AGN, Acordada, 1783, Vol. 6, Exp. 4.

En 1783 se presentó un conflicto por delimitación de competencia entre el teniente de corregidor de Tacámbaro, Vicente Villegas, y el teniente de la acordada, Juan Bautista de Legorburo, en realidad el problema estribaba en delimitar la competencia ya que ambos consideraban que les correspondía el conocimiento de una causa, y en ese conflicto también tuvo que mediar la intervención del corregidor y del alcalde provincial como titulares de sus respectivos tribunales. El corregidor Policarpo Dávila se dirigió al teniente provincial, don Sebastián de Ugarte, regidor de la ciudad de Pátzcuaro y teniente provincial de la acordada, exponiendo que:

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“habiendo dado cuenta don Felipe Villegas teniente sustituto del pueblo de Tacámbaro con la causa que formó sobre la riña que tuvieron don Ramón Lobera y don Josef Nateras, libre exhorto a don Juan Bautista Legorburo para que mediante el conocimiento que dicho mi teniente adquirió anticipado en ella se abstuviese de conocer en ella dicho Legorburo, quien es teniente de la acordada, remitiendo a este juzgado la que hubiere formado sobre el asunto.. .”.175

El exhorto del corregidor para que el teniente de la acordada se abstuviera de conocer la causa y que remitieran a su juzgado los autos que hubiera realizado, tenía como principal argumento el supuesto de que su teniente había sido el primero en tener conocimiento de la causa, lo que le daba el derecho preferente para continuar con ella.

Legurburo se defendió diciendo que el teniente había informado siniestramente al corregidor al juzgar que tenía “el conocimiento preferente de la jurisdicción;” otro de los elementos presentes es que se trataba de una causa civil y no criminal, lo que fue refutado por el alcalde provincial y su teniente, quienes afirmaban que todo había iniciado como una causa civil, que fue el cobro de la deuda, y que devino en criminal por los golpes que infirió Juan Josef Nateras contra Ramón de Lobera, administrador de la hacienda de Cherátaro en jurisdicción de Tacámbaro.

A través del expediente lo que se observa es que el teniente sustituto de Tacámbaro pretendía de cualquier forma atraer la causa a su tribunal pues en ningún momento se mostraron los autos seguidos por este empleado, más bien el teniente de la acordada apresó a uno de los involucrados en la riña, José Cervantes, y examinó a los testigos presenciales, los cuáles eran operarios de la misma hacienda que el día de la riña se encontraban despuntando un poco de semilla de orden de Lobera: los testigos fueron Josef Salvador Chávez, mestizo originario del pueblo de Huaniqueo; Josef Rafael Guillen, mulato libre originario de Santiago Tuxpan; y José Cristóbal Cortés, mulato libre vecino de la hacienda de Cherátaro, que estaban trabajando en el rancho de Canícuaro.176

Ramón de Lobera notificó el atentado que cometieron Juan José Nateras y José Cervantes contra su persona el 29 de marzo de 1793, cuando Lobera mandó cortar semilla perteneciente a Nateras por la cuenta que tenía pendiente de 15 pesos 4 % reales, y se indicaba que cuando ya tenía arrancada la semilla le llegó un papel del teniente Villegas en que le decía que tenía embargada la hacienda; José Cervantes llegó de parte del teniente de encargado de la semilla por vía de embargo. José Cervantes, que fue el otro involucrado y al que aprehendió el teniente de la acordada, en su declaración ante el teniente y alcalde provincial se percibieron cambios sustanciales, pues en su primera declaración afirmó que la caña que Lobera mandó cortar ya estaba embargada, y dijo que “habiendo embargado Felipe Villegas un pedazo de caña, perteneciente a Juan Josef Nateras, por haber pedido ejecución de él don Josef Manuel Santacruz y Don Josepf Andrés Cornejo, ambos vecinos de Tacámbaro, se la dejó al que declara el citado Villegas en depósito, y viendo que don Ramón Lobera había mandado amarrar dicha caña, ignorando el motivo que para ello tendría, pasó inmediatamente a dar cuenta a don Felipe Villegas, quién como teniente sustituto del pueblo de Tacámbaro se le tenía entregada en la forma referida”.177 Sin embargo, en la declaración que realizó ante el 175 176 177

175 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 57G, Exp. 1, Fs. 125. Delimitación de competencia entre el teniente de corregidor y teniente de la acordada por la causa criminal que sigue Ramón de Lobera contra Juan José Nateras y José Joaquín Cervantes.176 Ibid. Fs. 122.177 Ibid. Fs. 122v-123.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

alcalde provincial ya no hizo mención de este antecedente, sino solamente hizo referencia a la riña entre Nateras y Lobera. Quizá las omisiones presentes en esa declaración sean obligadas porque así convenían a los intereses del tribunal de la acordada, pues finalmente dicha declaración se hizo ante el alcalde provincial y privado de su libertad.

José Joachín Cervantes fue aprehendido y puesto en la hacienda de Chupio, Legurburo pidió al teniente sustituto de Tacámbaro que le remitiera la causa y al reo Nateras, a lo que respondió Villegas que no lo había aprehendido. Por lo que una vez concluido el examen de los testigos y del reo, el 4 de abril de 1783, Legorburo remitió la causa y al reo Cervantes al regidor teniente provincial, don Sebastián de Ugarte, y ante la insistencia del corregidor Policarpo Dávila de que se le entregaran los autos y el reo, Ugarte pasó el expediente con asesor para que éste emitiera su dictamen sobre a quién le competía el conocimiento de la causa.

El dictamen del asesor Francisco Ortiz Izquierdo favoreció a los agentes del tribunal de la acordada, por lo que la causa le correspondía al teniente de la acordada Legorburo por varias razones que expuso y en las que justificaba su dictamen. La primera de ellas tenía que ver con la captura de los delincuentes “por la prisión de las causas criminales en que puedan conocer dos o más jueces, el que primero previene en ella y prende al delincuente, es juez de la causa, y los demás quedan excluidos de ella, aunque primero hayan empezado a conocer. ”, por lo que los que aprehendían al reo debían llevar la causa a su sentencia definitiva y ejecución, y de esa manera quedaba cerrada la posibilidad de que cualquier otro justicia pudiera atraer el caso o solicitar al reo.178 En segundo lugar, porque el teniente de la acordada procedió a instancia y por vía de inquisición o de oficio, y finalmente porque había procedido a la confesión de los reos, lo que no había sucedido con el teniente del corregidor.

La aprehensión de los reos se convirtió en uno de los factores determinantes para decidir a qué tribunal le correspondía seguir con las causas que se disputaban, incluso los asesores basaban su resolución en la Recopilación de Castilla, ley 10, título 13, Libro 8, donde justamente se prevenía sobre este tema ya que manifestaba “y en tal caso los alcaldes que primero lo prendieren sean jueces del delito hasta la sentencia definitiva y ejecución de ella y los otros no lo puedan pedir ni embargar, diciendo que primeramente procedieron de su oficio o por acusación que haya, ni esto puedan alegar ni oponer la parte”. En este caso la competencia se determinó con el dictamen del asesor, pues había quedado claro que las diligencias las había realizado el teniente de la acordada, por lo que elaboró la cabeza de procesos, aprehendió al reo y examinó a los testigos, lo que obviamente le dio ventaja sobre los requerimientos del corregidor de Valladolid y su teniente de Tacámbaro, el cual pretendía atraer la causa por el simple hecho de que la hacienda de Cherátaro, donde se suscitaron los acontecimientos, estaba dentro de la jurisdicción del tenientazgo a su cargo, sin embargo su nula actuación lo dejó en franca desventaja frente al teniente Legorburo.

Casos como los de Tacámbaro se vivieron en diferentes puntos de la geografía novohispana, donde francamente se vio un enfrentamiento entre los jueces provinciales con los tribunales especiales (Acordada, diputaciones, etc.), haciendo más tortuoso los procesos judiciales, que de por sí ya lo eran. En los conflictos por competencia se ponía en juego la autoridad de los jueces frente al vecindario, y es en ese sentido que Colín MacLachlan afirma que la “oposición de las autoridades locales nacía de un resentimiento causado por las jurisdicciones especiales otorgadas al tribunal, que inevitablemente debilitaban su autoridad y

178Ibid. F. 129v.

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prestigio”.179 Esto supone en todo caso la posibilidad de que los quejosos podían decidir en determinadas circunstancia ante qué instancia acudir, como en el caso de Tacámbaro, en el que Ramón de Lobera, en lugar de concurrir ante el teniente de corregidor dio parte de las agresiones que había recibido al teniente de la acordada; o en Zirándaro, donde el comisario de la acordada pretendió aprehender a Joseph Lorenzo Ventura por el robo de unas bestias, pero éste se refugió en la iglesia del pueblo y después se presentó ante el teniente del alcalde mayor de Huimeo y Zirándaro, el cual lo puso preso en la cárcel de dicho pueblo.180 Cuando el comisario se enteró de la aprehensión del reo se quejó de que el teniente de Zirándaro había detenido un reo que le pertenecía. Estos actos son precisamente el resultado de la existencia de dos autoridades competentes, donde los vecinos deciden a qué autoridad acudir para pedir justicia.

Este criterio no sólo se tomó con la delimitación de competencia entre los alcaldes mayores, corregidores y sus tenientes, sino que también encontramos estos argumentos en los distintos conflictos por competencia entre el tribunal de la acordada y la sala del crimen: en 1781 Juan Luis Caballero, teniente provincial de San Juan del Río, se enteró de que Pedro Justo Cañas, prófugo de la justicia, había cometido dos homicidios y heridas en el real de minas de Tlalpujahua y se encontraba escondido en el monte de la Botija, lo aprehendió el día 19 de febrero de 1781, le tomó la declaración preparatoria y remitió la causa al tribunal de la acordada. Juan Joseph de Barberi hizo la solicitud ante la sala del crimen que le remitiera la causa que sobre el caso había formado el alcalde mayor para continuar con el proceso del reo.

Los jueces de la sala del crimen Don Cosme de Mier Trespalacios, Simón Antonio de Miraflores y Eusebio Ventura Beleña, determinaron pasar el oficio al fiscal Posada para que éste determinara lo conveniente; el tribunal solicitaba la causa precisamente basándose en el argumento de que “la Ley real expresamente decide semejantes competencias a favor del juez que ap rehende.de esta manera se alientan los ministros de justicia a verificar las prisiones de los malévolos cuando de lo contrario desmayarían en daño del público al ver que se quiten de sus juzgados los prisioneros en cuya solicitud peligraron tal vez sus vidas”.181

No en todo los casos daba resultado el argumento de la aprehensión de reos, pues en éste la sala del crimen determinó que la causa era competencia de la sala, pues se afirmaba que en la cabeza de proceso no se especificaba a quién había dado las puñaladas, quién lo aprehendió, ni había sumaria del delito, ni el nombre de la mujer que intentó quitarle el herido; por esas razones no se le dio la competencia a la acordada, y se pidió que remitiera al reo a la cárcel de la corte a disposición de la real sala del crimen. La información que aportaba la diligencia elaborada por la acordada no estaban suficientemente clara ni justificados los delitos que se le imputaban al reo, ni se aportaban los datos precisos, por tanto se afirmaba que no se podía tener a alguien por delincuente sólo por su declaración. La poca claridad proporcionada por la acordada sobre el proceso y autos formados al reo fue la causa principal por la que se determinó que la competencia le correspondía a la sala y no al tribunal aunque su teniente hubiera aprendido al reo, sin embargo no había cumplido en forma con el procedimiento.

179 MACLACHLAN, Colín M., La justicia criminal, p. 157.180 AGN, Judicial, Exp. 9, Fs. 169-180v. Consulta del juez de la Acordad contra el alcalde mayor de Huimeo por haber detenido su teniente de Zirándaro un reo perteneciente a su juzgado, 1761.181 AGN, Acordada, Vol. 6, Exp. 14, F. 287-v Competencia entre la Real Sala del Crimen y Juzgado de la Acordada por el conocimiento de la causa de Pedro Justo Cañas", 1781- 1782.

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Así como se daban confrontaciones por determinar jurisdicciones, es evidente que muchas veces las autoridades no tenían claro en qué circunstancias tenían competencia expedita para actuar en determinadas causas de justicia; había jueces que consultaban para saber si podían actuar, en cambio otros sólo pretendían desafanarse de sus obligaciones. En el régimen de las subdelegaciones no se terminó con estos conflictos, al contrario tal pareciera que éstos se agudizaron, pues ante la pretensión de configurar las jurisdicciones quedó de manifiesto más claramente el traslape de las distintas instituciones,182 y los subdelegados y los jueces de la acordada siguieron presentado los mismos conflictos de competencia que ya se habían experimentado con los alcaldes mayores: en 1793 el fiscal de lo civil señalaba, en respuesta de la consulta que realizó el juez de la acordada a la real sala del crimen sobre si tenía “expedita jurisdicción” para conocer de la causa contra José Antonio López, María Antonio Hernández y socios por varios robos que habían perpetrado en Partido de Penjamillo y puesto de los Otates, dichos reos fueron aprendidos por el teniente de la congregación de Zináparo, y también descubrieron los bienes que habían hurtado y ocultado.

El teniente y el subdelegado de Tlazazalca dispusieron que “las partes interesadas se presentaran a un dependiente de la acordada”, por lo que el reo y los bienes fueron llevados ante el teniente de Numarán, José Antonio Ramos, y dicho hecho se suscitó sin ninguna consulta que justificara las razones que tuvieron el subdelegado y el teniente para ceder el conocimiento de la causa a otro tribunal, precisamente ese actuar irregular fue lo que hizo dudar al juez de la acordada de la pertinencia de que su tribunal conociera de dicha causa. El fiscal de lo civil afirmaba que “este hecho irregular no ha podido atribuir el conocimiento al juzgado de la acordada, porque no está en arbitrio de los jueces ordinarios ceder su jurisdicción en los casos que les corresponde”,183 y claramente se expresa que el conocimiento de la causa era de competencia del subdelegado de Tlazazalca. La determinación del señor fiscal fue que la causa pasara a la real sala del crimen, pues no podían ceder la jurisdicción al tribunal de la acordada, ya que la aprehensión de los reos y la incautación de los bienes la habían realizado el subdelegado y su teniente de Zináparo. Los alcaldes mayores, subdelegados y los tenientes trataron de defender sus espacios de poder repeliendo la intromisión de los agentes de la acordada en sus jurisdicciones territoriales.

ConclusiónSin importar cuán limitado o amplio era el espacio jurisdiccional donde ejercían su empleo los tenientes de alcalde mayor, corregidor y subdelegado, las atribuciones eran vastas, pues aunque su universo se reducía a la jurisdicción de un tenientazgo, en la práctica quedaban bajo su responsabilidad las mismas funciones que eran competencia del alcalde mayor. Por tanto se constituyeron en la autoridad intermedia o puente de comunicación entre los naturales, mulatos y españoles, y el alcalde mayor, que era la máxima autoridad de la alcaldía, y mediante su intermediación se atendían las necesidades y quejas de los vecinos, y fueron el conducto a través del cual se administró justicia. Resultaron pieza clave en la estructura del

182 DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael y GAYOL Víctor, El Gobierno de la justicia. Conflictos jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI- XIX), Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012.183 AGN, Acordada, Vol. 18, Exp. 26, F. 304v. El Juez de la Acordada sobre que se declare si su jurisdicción se halla expedita para conocer de la causa contra María Hernández, Antonio López y socios, 1793.

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gobierno provincial para mantener el orden social en los pueblos, administrar justicia y vigilar los ramos de la real hacienda, especialmente en el cobro de tributo y alcabalas, ya que suplieron la falta de oficiales de la real hacienda en sus jurisdicciones; es importante destacar que con la aplicación de la real ordenanza de intendentes, la función de los tenientes como auxiliares de los subdelegados no sufrió cambios sustanciales, y se percibió una mayor tendencia por parte de los subdelegados de ejercer más control sobre sus jurisdicciones, pero eso no implicó modificaciones en cuanto a las atribuciones que ejercieron.

El desenvolvimiento de los tenientes en la administración de justicia no siempre fue el adecuado pues desconocían los procedimientos legales para llevar los casos que se le presentaban, o bien se les dificultaba discernir cuáles eran las causas que por su naturaleza se seguían de oficio de la real justicia de las que se hacía por petición de partes. El origen de esas “confusiones” era precisamente que los tenientes no tenían instrucción jurídica, eran tenientes legos que tomaban el encargo de la vara de gobierno pero que eran vecinos de las mismas jurisdicciones en las que ejercían sus empleos, motivo por el cual se vieron implicados en diversos conflictos por abuso de autoridad con los españoles e indígenas, como lo veremos más adelante, ya que finalmente estos individuos formaban parte de la dinámica económica, política y social del lugar y por ende tenían sus propios intereses. Independientemente del cúmulo de quejas que se hacían en contra de los auxiliares de los alcaldes mayores, muchas de ellas con justa razón y otras por conflictos de interés, éstos fueron esenciales para mantener el orden en los pueblos en los que no alcanzaba a llegar la autoridad del alcalde mayor, es por eso que se convirtieron en sus ojos y brazos, por tanto fueron el mal necesario de la administración provincial.

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Capítulo IV

Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Introducción

Desde la segunda mitad del siglo XVIII en los dominios americanos se percibió la implementación de una política de control económico, político y social que requirió del incremento de la burocracia con la finalidad de hacer más efectivas las reformas que se implementarían. El establecimiento de la ordenanza de intendentes en Nueva España supuso la modificación de las estructuras políticas, lo que implicaba un profundo cambio administrativo que homogenizaba las instancias de gobierno provincial con el nombramiento de los intendentes y subdelegados, y que a la vez se traslapaba con las instituciones que no fueron modificadas desde su creación por los Habsburgo, por lo que en el gobierno provincial las alcaldías mayores y corregimientos, que habían sido duramente criticados por José de Gálvez desde su visita en 1765, fueron finalmente desplazados de la maquinaria gubernamental.

Los cambios que se plantearon a partir de la aplicación de la ordenanza de intendentes de 1786 generaron importantes conflictos de interés entre la vieja burocracia, que se empeñó en conservar sus antiguos fueros y privilegios, en contraposición a los nuevos burócrata que pretendían aplicar las reformas, lo que generó amplias discusiones desde el seno de la Audiencia, trayendo como consecuencia la no aplicación de muchos de los artículos de la ordenanza relacionados con los alcaldes ordinarios, el repartimiento y los tenientes o encargados de justicia en las subdelegaciones. La no aplicación en su cabalidad de los artículos 9, 11 y 12 de la real ordenanza de intendencias posibilitaron que los tenientes siguieran operando en el aparato de gobierno de las intendencias por lo que continuaron siendo una parte fundamental de la administración de justicia, especialmente en aquellas subdelegaciones que no fueron divididas y que conservaron la extensión territorial. La presencia de los tenientes llevó a generar nuevas discusiones entre las autoridades que tuvieron que ver con el nombramiento, remoción, y sobre la facultad de los subdelegados para delegar la jurisdicción en los tenientes.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

4.1 La ordenanza de intendentes: subdelegaciones y tenientazgos

Las transformaciones político administrativas que se pusieron en marcha con Felipe V de la casa Borbón tenían la finalidad de mejorar la situación económica, política y militar del imperio, lo que llevó a que se emprendiera un amplio programa de reformas, como la formación de los ministerios.1 Otro de los cambios fundamentales que se dieron fue la creación del sistema de intendencias, que fue instituido en la península Ibérica en 1718 y restablecido en 17492 mismo que se implementó en el resto de las posesiones del imperio con la finalidad de uniformar la administración. Sin embargo, la aplicación de este ordenamiento fue objeto de muchos ataques ya que los antiguos funcionarios de la corona vieron disminuidas sus atribuciones, de igual manera las élites de las ciudades y provincias sintieron afectados sus intereses. 3

Las reformas que se aplicaron en la Nueva España evidentemente estuvieran inspiradas en las recomendaciones que el ilustrado José de Campillo y Cossío plasmó en su Nuevo sistema de gobierno económico para la América, donde planteaba la implantación de un nuevo “proyecto económico”. También fue el primero que pensó en que era necesario establecer el sistema de intendencias en los reinos de ultramar.4 Ya que los intendentes llevarían el gobierno económico, por lo que serían los Protectores, Conservadores y Fundadores de todos sus ramos. De igual manera se indicaba la ardua tarea que realizarían con los indios para civilizarlos e instruirlos, de tal suerte que se convirtieran en “vasallos útiles, al comercio, a la policía y a la real hacienda”.5 Claramente el proyecto económico estaba encaminado a mejorar los ingresos de la corona, por ello se ponía muchos énfasis en la agricultura y el reparto de la tierra.

Se volvió al proyecto de establecer el sistema de intendencias en Nueva España con el visitador general de José de Gálvez (1765- 1771), quien venía investido con amplias facultades para revisar las dependencias de gobierno, de hacienda y Audiencia, supervisar el

1 Ordenanza para el restablecimiento, e instrucción de intendentes de Provincias, y exercitos, de 13 de octubre de 1749, Madrid en la imprenta de Manuel Fernández, 1749.2 El primer ordenamiento orgánico para el establecimiento e instrucción de intendentes en toda España se dictó en 1718, con el título de Ordenanza para el establecimiento, e instrucción de intendentes y para tesorero general, pagadores y contadores de los exercitos y provincias, de 4 de julio de 1718, Madrid, por Juan de Arizcia, 1735. Y la de 1749 Ordenanza para el restablecimiento, e instrucción de intendentes de Provincias, y exercitos, de 13 de octubre de 1749, Madrid en la imprenta de Manuel Fernández, 17493 El primer nombramiento fue el de "intendant de l'armeé", conforme fue pasando el tiempo dicho cargo fue evolucionando, ya para 1601 aparece el "intendants de justice" encargados de vigilar el cumplimiento de las órdenes reales. En 1616 el Consejo Real Francés, empezó a enviar a la provincia unos "intendants", de nuevo tipo, dotados de plenos poderes. Con Luis XIV éstos fueron el medio para lograr la consolidación del poder real absoluto, asumieron cada vez más la administración del Estado. Véase NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América. El plan de intendencias y su aplicación, Sevilla, España, 1995, p. 15-16). REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, segunda edición, 1983. COMMONS, Aurea, Las intendencias de la Nueva España, México, UNAM, 1993.4 BRADING, David, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 506.5 CAMPILLO Y COSÍO, Joseph del, Nuevo sistema del gobierno económico para la América, Venezuela, Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, 1971, p. 98.

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cumplimiento de los funcionarios reales y observar que los ministros de la iglesia cumplieran con sus obligaciones, entre otros aspectos. Uno de los cometidos principales fue informar sobre la conveniencia de aplicar el sistema de intendencias en Nueva España.6

En el proyecto original se propuso la creación de once intendencias, y en los informes en los que se basaron para esa primera aproximación se tomó en cuenta principalmente el número de tributarios, los recursos y la extensión de las todavía alcaldías mayores. Lo que dio origen al documento, preparado junto con el virrey marqués Carlos Francisco de Croix, Informe y plan de intendencias que conviene establecer en las provincias de este reino de Nueva España, el cual contenía 33 puntos en los que quedaba claramente expresada la necesidad de establecer el sistema de intendencias para mejorar la administración, disminuir el poder de los virreyes, incrementar los ingresos de la metrópoli y sustituir a los alcaldes mayores y sus tenientes por subdelegados.7

La reestructuración político administrativa que impulsaron los borbones en la segunda mitad del siglo XVIII tuvo como fundamento legal la Real ordenanza de intendentes de 1786, que tenía el fin de homogenizar el sistema de gobierno de las posesiones del imperio a través de la implementación de las intendencias y subdelegaciones, generando con ello un aparato administrativo equiparable al que funcionaba en la metrópoli,

“movido del paternal amor que me merecen todos mis Vasallos, aun los más distantes, y del vivo deseo con que desde mi exaltación al Trono he procurado uniformar el gobierno de los grandes imperios que dios me ha confiado, y poner en buen orden, felicidad y defensa de mis dilatados Dominios de las dos Américas, he resuelto, con muy fundados informes y maduro examen, establecer en el reino de la Nueva España Intendentes de Exercito y Provincia...8

En términos de la administración se pretendía lograr una uniformidad administrativa, mejorar la exacción fiscal, centralizar el poder real, recuperar los puestos que estaban controlados por los criollos y élites regionales para ponerlos en manos de los peninsulares que respondieran a los intereses de la metrópoli y, aludiendo a Salvucci, establecer una nueva burocracia que estuviera en consonancia con el ambicioso proyecto reformista de Carlos III y sus ministros.9 Por tanto las reformas tenían como objetivo primordial fortalecer el poder real como condición previa para lograr la modernización del Estado, se justificaba en la idea de que el rey buscaba el bienestar y la felicidad de sus súbditos, 10 el cual sólo se lograría a 6 7 8 9 10

6 Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora siendo visitador general de este reino, al excelentísimo señor virrey don Antonio Bucarely y Ursúa con fecha 31 de diciembre de 1771. [Clara Elena Suárez Argüello, estudio introductorio] Edición facsimilar, México, Centro de Investigaciones y Estudios superiores de Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa, 2002. p. XXXVII7 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas en América, p. 79.8 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España 1786, Introducción de Ricardo Rees Jones, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984.9 SALVUCCI, Linda K., "Costumbres viejas, "hombres nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal novohispana (1754-1800)", en: Historia Mexicana, Vol. XXXIII, México, El Colegio de México, 1983, pp. 224-264.10 GUIMERÁ, Agustín (ed.), El reformismo borbónico. Una visión interdisciplinar, Madrid, CSIC, Alianza Editorial, Fundación MAPFRE AMÉRICA, 1996, p. 17

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través de una “centralización política” como la ha denominado Pedro Pérez Herrero.11 Con la aplicación de la Ordenanza de intendentes el territorio que conformaba la Nueva España fue divido en doce intendencia de provincia y una general de ejército y provincia en México, las cuales a la vez se subdividieron en subdelegaciones.12

La división política administrativa de la Nueva España en intendencias (México, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Valladolid, San Luis Potosí, Guanajuato, Guadalajara, Zacatecas, Yucatán Durango y Arizpe), si bien trajo consigo importantes cambios en al ámbito de la administración territorial de las provincias, en la actualidad se ha observado que si bien el proyecto original estuvo pensado en dividir las alcaldías de tal manera que posibilitaran un mejor gobierno y administración de justicia, pero sobre todo tener un mejor control en el manejo de los recursos económicos (exacción fiscal) y en la recaudación de tributo. Sin embargo, a la distancia se ha observado que la división de las subdelegaciones no tuvo un plan bien diseñado y racional, como lo habían pensado anteriormente varios autores,13 para uniformar el gobierno y la diversidad de jurisdicciones que constantemente causaba confusión.14 Si bien el establecimiento de las cabeceras administrativas se guío por la jerarquía e importancia de las ciudades, la formación de las unidades de áreas administrativas de la Nueva España a partir de la aplicación de la real ordenanza de intendencias tuvieron que pasar por un complejo proceso de adaptación y consolidación para que fueran consideradas como verdaderas provincias, pues ello implicó el reconocimiento de la cabecera como centro político administrativo por parte de las subdelegaciones; con el paso del tiempo los espacios se fueron consolidando, incluso se fueron definiendo las jurisdicciones territoriales en intendencias, como las de Valladolid y Guadalajara, que en 1789 el intendente Antonio Riaño propuso que la subdelegación de Colima se agregara a la intendencia de Guadalajara pues estaba más cerca de esa capital que de Valladolid.15 Esta propuesta de agregación generó importantes conflictos de competencia, ya que en ella se comprendían importantes centros mineros, como el real de minas del Favor y el Oro, los cuales fueron agregados a la subdelegación de Zapotlán el Grande, no sólo entre las diputaciones de minas sino entre los propios subdelegados y sus tenientes tal parece que las autoridades de dichas jurisdicciones no les quedaba claro hasta donde estaban en condiciones de actuar. En 1799, el subdelegado de Zapotlán el grande se quejaba de que el subdelegado de Colima se introducía en su jurisdicción a través de sus tenientes a ejercer jurisdicción en los reales del Favor y del Oro, los cuales afirmaba que se habían agregado a Zapotlán el 19 de febrero de 1795 especialmente

11 PÉREZ HERRERO Pedro, "economía y poder: revisión historiográfica. En Las reformas borbónicas y el nuevo orden colonial, José Francisco Román Gutiérrez (editor), México, INAH, 1998, p. 28.12 Intendencias de provincia: Arizpe, Durango, Guadalajara, Guanajuato, Mérida, Michoacán, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Veracruz y Zacatecas, y la General de Ejército y Provincia de la ciudad de México.13 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político administrativo, FCE, 1996, p. 118. JUÁREZ NIETO, Carlos, La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán, 1785-1810, Morelia, Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Michoacano de Cultura, 1994, p. 73.14 GUTIÉRREZ DEL ARROYO, "El nuevo régimen institucional bajo la real ordenanza de intendentes de la Nueva España, (1786), Historia Mexicana, XXIX, 3, 1990, 91 (89- 122).15 AGI, Indiferente, 41, Agregación de la subdelegación de Colima a la intendencia de Guadalajara, fs. 4-7. Alcauter Guzmán José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 215-216.

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se quejaba de que el teniente de Jilotlán se introducía a cobrar los tributos de dichos reales.16 El primer intendente, por su parte, estableció un considerable número de subdelegaciones, mientras que Felipe Díaz de Ortega trató de compactar las 29 subdelegaciones que se habían formado por considerarlas de muy bajos ingresos para los subdelegados, en cambio en Guanajuato se estaba planteando la necesidad de ampliar el número de subdelegaciones ya que se consideraba necesario dividir las jurisdicciones de mayor extensión.

El establecimiento de las nuevas jurisdicciones no se siguió por un principio racional en cuanto a lo demográfico o fiscal, sino que como lo ha señalado Beatriz Rojas la conformación de las intendencias se guío por el principio de las cabeceras y su importancia, que fue lo que se tomó como criterio para definir la extensión que debía tener cada una de las nuevas provincias.17 Principio que incluso podríamos señalar fue la base bajo la que se planteó el establecimiento de las subdelegaciones en cada una de las intendencias, pues en el artículo 12 se indicaba que en las “cabeceras de partido” donde antes había un teniente de alcalde mayor, corregidor o gobernador se había de nombrar un subdelegado. Por lo que de seguir dicho principio no se consideraron aspectos como la extensión y la demografía, que estaba íntimamente ligada a la tributación, el número de pueblos que conformarían las nuevas jurisdicciones y los recursos naturales con los que contaban. Pues no hay que olvidar que los tenientazgos se habían establecido según el criterio de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, lo que significaba que una alcaldía mayor o gobernación podía estar dividida en varios tenientazgos, el número de tenientes era variable como claramente lo pudimos observar en el capítulo II. Hubo alcaldías mayores como Michoacán donde el número de tenientazgos era desmesuradamente amplio, por lo que llegó a contar con 18 tenientes. Por tanto, en las intendencias que comprendieron alcaldías mayores ampliamente divididas inmediatamente hubo una mayor proliferación de subdelegaciones y Valladolid fue la más divida en subdelegaciones, que como bien lo expresa Pietschmann se conformó “una cantidad de partidos por demás desigual”18 en extensión territorial, en demografía y recursos naturales, sin embargo más temprano que tarde dejaron al descubierto toda una serie de problemas que difícilmente les permitieron sostenerse como subdelegaciones independientes. En cambio hubo otras alcaldías mayores que conservaron intacto su territorio pese a que contaban con tenientazgos y éstas no se dividieron.

La intendencia de Valladolid se formó con la agrupación de diez alcaldías mayores: Valladolid, Tlalpujahua, Maravatío con el agregado de Zamora y Jacona, Zirándaro y Huimeo, Jiquilpan y sus agregados de Tingüindín y Peribán, Tancítaro y sus agregados Motines del Oro, Sinagua-La Huacana y Ario, Cuitzeo de la Laguna, Colima, Tlazazalca y Charo que pertenecía al marquesado del Valle.19 La intendencia de Valladolid quedó constituida por 29 subdelegaciones.20 En 1801, cuando se solicitó la agregación de varias de las subdelegaciones,

16 AGN, Subdelegados, Vol. 3, Exp. 6, Fs. 66-83. El subdelegado de Zapotlán el Grande sobre que el subdelegado de Zapotlán el grande ejerce jurisdicción en los reales del Favor y del Oro que corresponden a Zapotlán el Grande. 1800.17 ROJAS, Beatriz, "La construcción del espacio provincial. Nueva España 1786-1824", en Oikión Solano, Verónica (Ed.), Historia, Nación y Región, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2007, p. 126.18 PIETSCHMANN, Horst, Las reformas borbónicas, p. 124.19 Ordenanza de intendentes.20 FRANCO CÁCERES, Ivan, La intendencia de Valladolid de Michoacán; TANCK DE ESTRADA, Dorothy, Atlas ilustrado de los pueblos de indios. Nueva España, 1800, México, El Colegio de México, El Colegio

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entre ellas la de Chucándiro y Huango a Cuitzeo de la Laguna, Felipe Díaz de Ortega afirmaba que el intendente Juan Antonio de Riaño, al formalizar la intendencia y en cumplimiento del artículo 12 de la real ordenanza de intendencias, “puso subdelegados en los pueblos donde había habido teniente de corregidor, siendo entre otros los de Chucándiro y Huango, Indaparapeo y Caracuaro”,21 los cuales por necesidad se tuvieron que ir agregado a otras subdelegaciones con la finalidad de hacerlas más rentables. A partir de 1805 en la intendencia se redujo de forma considerable el número de subdelegaciones: se agregaron los partidos de Indaparapeo y Charo a la subdelegación de Zinapécuaro;22 la de Carácuaro a Ario, y las de Huango y Chucándiro a Cuitzeo de la Laguna; Santa Clara, Cocupao y Erongarícuaro a Pátzcuaro.23

La principal causa de las agregaciones fue la cortedad de emolumentos (judicatura y tributos) que obtenían los subdelegados de esos partidos, por lo que en consecuencia no había quien quisiera ocupar dichos cargos por la poca o nula rentabilidad que ofrecían.24 Este proceso de reducción del número de subdelegaciones se presentaron en varias intendencias, en San Luis Potosí desde 1790 se estaba planteando las primeras agregaciones.25 La reconfiguración espacial de la subdelegación de Pátzcuaro no sólo amplió la jurisdicción del subdelegado José María Abarca, sino que reconstituyó el tejido social, económico y político que se había fragmentado en 1788 con la política seguida por el primer intendente de Valladolid. Para ejercer mayor control José María Abarca estableció un teniente en Zacapu, pueblo que antes de la puesta en marcha de la ordenanza de intendentes de 1786 estaba administrado por el teniente de Cocupao, curiosamente el teniente era nada más y nada menos que Diego Abarca.26

La aplicación de la real ordenanza de intendentes supuso una importante modernización en el plano jurisdiccional, como ya lo han expresado ampliamente muchos autores especialistas en la materia, pues su aplicación modificaría las divisiones políticas administrativas, pues con ella las divisiones territoriales se hacían más visibles, por mucho tiempo estas habían permanecido difusas y poco claras incluso para las autoridades, alcaldes mayores, corregidores y gobernadores. La ordenanza de intendentes en el plano del gobierno provincial asestó un duro golpe el golpe a los alcaldes mayores y sus auxiliares al ser desplazados de la maquinaria administrativa, los tenientes prácticamente desaparecerían de la estructura del gobierno provincial ya que su lugar sería ocupado por subdelegados según lo expresaba el capítulo 12 de la ordenanza de intendencias, conforme fueran cumpliendo sus periodos los alcaldes mayores inmediatamente serían sustituidos por los subdelegados. Lo

Mexiquense, Comisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas, Fomento Cultural Babamex, 2005, p.126-131.21 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 4, Fs. 101 Sobre agregación de las subdelegaciones de Chucándiro, y Huango a la de Cuitzeo de la Laguna en la provincia de Valladolid, Valladolid, octubre 1801.22 AGN, Subdelegaciones, Vol. 32, Exp 24, Fs. 126- Sobre que se agregue la subdelegación de Indaparapeo a la de Zinapécuaro ambos de la provincia de Valladolid. 1799.23 AGN, Subdelegados, 1805, Vol. 46, F. 127.24 HAMNETT, Brian R., Política y comercio, p. 126.25 IRISARRI AGUIRRE, Ana, Reformismo borbónico en la intendencia de San Luis Potosí durante la intendencia, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de ciencias sociales y Humanidades, Porrúa, 2008, p 25. ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 107.26 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 150. Exhorto del subdelegado de Paracho al teniente de Zacapu para la remisión de dos reos que se han refugiado en su jurisdicción.

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cual propició que la implantación de las subdelegaciones fuera gradual, por ejemplo en la intendencia de Valladolid el alcalde mayor de Jiquilpan, Pablo López y Ginory, no fue sustituido hasta 1793 por el intendente Felipe Díaz de Ortega, la causa de su separación fue que se presentó una representación en la que se denunciaban los desórdenes en que el alcalde mayor tenía sumida a la alcaldía, en consecuencia nombró de subdelegado a Juan Vicente López Fortun, quien al tomar posesión informó que había procedido “separando tenientes de justicia, y poniendo en su lugar sujetos de probidad, entre aquellos ha sido el referido [José Toribio Vargas] Machuca”.27

Los objetivos de la real ordenanza de intendentes eran crear una mejor organización política administrativa que contribuyera a delinear mejor los espacios políticos territoriales, como bien afirma Serrano Ortega “dividir cada una de las alcaldías en múltiples subdelegaciones”,28 donde cada una de estas circunscripciones estaría directamente gobernada por un subdelegado que dependería inmediatamente del intendente. Bajo esos términos, y según lo expresaba el artículo 12 de la Real ordenanza de intendentes, los tenientes perdían toda razón de ser dentro de la maquinaria administrativa de las intendencias. Sin embargo en Guanajuato, Michoacán, Yucatán, México y Puebla, entre otras intendencias, la división de las antiguas alcaldías y corregimientos no se dio de la forma esperada y muchas conservaron su extensión original, circunstancia que propició que inmediatamente los subdelegados nombraran tenientes o encargados de justicia.

En 1791, con motivo del nombramiento de subdelegado de Temascaltepec, la Audiencia comunicó al virrey Revillagigedo que el intendente de México había nombrado a don Manuel Antonio Faya y Oruña subdelegado de Temascaltepec, por lo que la Audiencia

27 AGN, Indiferente Virreina, Caja 6027, Exp. 49, Fs. 2. Vargas Machuca se había quejado de los desórdenes que causaba el alcalde mayor en Patamban. Valladolid octubre 25 de 1793.28 SERRANO ORTEGA, José Antonio, Jerarquía Territorial y Transición política, p. 45.

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informaba que a este partido estaba unido el de Sultepeque, “y que en cada una de estas hay pueblos de indios, cabezas de partido, donde debe haber subdelegado con título formal y fianzas”.29 Por lo que el virrey solicitó al intendente de México, Bernardo Bonabia, que informara la razón por la que Temascaltepec y Sultepec estaban unidas bajo la administración de un sólo subdelegado.

El intendente Bonabia contestó al virrey que en la provincia varios eran los partidos que corrían con las administraciones unidas, y afirmaba que Sultepec estaba agregado a Temascaltepec; al igual que Iguala a Tasco; Xilotepec a Huichapan; Atitalaquia y Misqualmala a Tetepango; Zochicoatlan a Yahualica, entre otros, los cuales eran administrados por el subdelegado de la cabecera. El intendente, para justificar la razón por la que no había procedido a separar los partidos, afirmaba que “luego que me encargué de la intendencia pulsé las dificultades e inconvenientes que había para que en cada pueblo cabecera de Partido en que hubiese habido teniente de alcalde mayor se pusiese subdelegado con título formal y afianzase según previene el art 12 de la Real ordenanza”.30

La dificultad provenía de la falta de un salario para estos empleados, pues al prohibirse el repartimiento, que era el principal sustento de los alcaldes y sus tenientes, sólo tenían ingresos de los derechos de judicatura y el cinco por ciento de tributos; además el intendente estimaba que de apegarse a la aplicación del artículo 12 de la ordenanza en varias de las subdelegaciones el premio por la recaudación de tributos aproximadamente apenas si llegaría a doscientos pesos, y de las judicaturas no se obtendría nada, lo cual dificultaría dividir las jurisdicciones, pero sobre todo no se encontrarían hombres dispuestos a servir dichos empleos, y mucho menos hallarían quién los quisiera afianzar.31 Debido a que el salario era un problema de fondo para el buen funcionamiento de las subdelegaciones, y el cual no se había resuelto con el régimen de intendencias, llevó a la necesidad de restablecer el repartimiento en 1797.32

La postura del intendente Bonabia fue que no podía establecer más subdelegaciones porque se enfrentaría a la falta de subdelegados para administrar cada una de las nuevas jurisdicciones por la poca percepción que obtendrían. Aunque la real ordenanza claramente establecía que en las cabeceras de partido de pueblos de indios se estableciera un subdelegado, los intendentes en cada una de las provincias actuaron de forma distinta como claramente lo pudimos observar en la intendencia de México Bonabia no se condujo según los criterios del artículo 12 de la ordenanza de intendentes.33 El intendente de Puebla, Manuel de Flon, en 1787 consultaba al virrey sobre la pertinencia de nombrar un sólo subdelegado para Amazoque y Totomehuacan, pueblos en los cuales antes de la aplicación de la ordenanza se había nombrado teniente de gobernador y contaban con escasa población.34

29 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 5, F. 9. La audiencia informa al virrey que al partido de Temascaltepec corre unido al de Sultepeque donde debería de haber subdelegado, México 10 de octubre de 1791.30 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 5, F. 10. La audiencia informa al virrey que al partido de Temascaltepec corre unido al de Sultepeque donde debería de haber subdelegado, México 10 de octubre de 1791.31 Ibid. Fs. 10- 12.32 AGN, Subdelegados, Vol. 51. MENEGUS, Margarita, El repartimiento Forzoso, Mercancías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2000.33 Real Ordenanza de intendentes, Art 12.34 GARCÍA PÉREZ, Rafael D., Reforma y Resistencia Manuel de Flon y la Intendencia de Puebla, México, Editorial Porrúa, México, 2000, pp. 93-94.

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El Tribunal de media anata hace referencia precisamente a que no se cumplió en la división de las alcaldías mayores como se había mandado, y que varias de las nuevas jurisdicciones ahora conocidas como subdelegaciones conservaban la misma extensión territorial, lo que hacía difícil que los subdelegados pudieran administrar por sí solos los partidos, pues se señalaba que

“Antes del establecimiento de Intendencias había alcaldes mayores que nombraban tenientes en las cabeceras de su jurisdicción: siendo constante que éstas excepto una u otra han quedado después en la misma extensión de terreno, como también el no haberse aún verificado el nombramiento de subdelegados en cada una de aquellas: es visto que éstos necesariamente han elegido y están eligiendo sujetos en clase de Tenientes, o encargados [que] administren justicia.. .”.35

En la intendencia de Guanajuato la alcaldía mayor de Celaya fue convertida en subdelegación,36 la cual quedó conformada por los mismos pueblos cabeceras; según el informe del intendente de Guanajuato de 6 de mayo de 1793, donde daba razón de los subdelegados que había nombrado (nombre del subdelegado, lugar de residencia, fecha del despacho de nombramiento y fecha de toma de posesión). En la nota 5a se indica que “don José Bellojín obtuvo la subdelegación por superior orden de V. E de 12 de agosto de 1791 con la misma extensión de jurisdicciones que comprendía antes la alcaldía mayor: Salvatierra, Yuririapúndaro, Acámbaro, Jerecuaro, Apaseo, San Juan de la Vega y Chamacuero todas mandadas por tenientes del subdelegado”.37 Esos mismos partidos antes de la aplicación de la real ordenanza de intendentes eran administrados por los tenientes de alcalde mayor. Ni el intendente de Guanajuato se apegó estrictamente a la normatividad, porque en todo caso en cada uno de los pueblos de la subdelegación de Celaya sin problema alguno se pudieron haber establecido 7 subdelegaciones y no fue así, la jurisdicción se siguió administrando de la misma forma, a través de los tenientes. En muchas de las nuevas subdelegaciones no se hicieron cambios que trastocaran la jurisdicción territorial de las recién creadas unidades administrativas de la intendencia, las subdelegaciones, sino que solamente se cambió el nombre de las autoridades pero dichos territorios quedaron intactos.38 Es por ello que se generó la percepción de que sólo se había mudado la nominación de las jurisdicciones, y que 35 36 37 38

35 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 6, Fs. 89v.36 En 1790 el asesor letrado, Lic. don Pedro Joseph Soriano de la intendencia de Guanajuato con motivo de que la alcaldía de Celaya estaba próxima a vacar propuso que se dividiera en dos subdelegaciones por lo que Celaya comprendería la jurisdicción de lo que originalmente se conocía como la alcaldía mayor y su agregado Salvatierra la cual tenía el estatus de corregimiento, incluso señalaba que "cada una se halla con competente distrito y por lo mismo suficientes a mantener con decencia y desahogo a cualquiera individuo", además tenía suficientes tributarios para que de forma satisfactoria se sostuviera un sujeto de ellas, propuso para el distrito de Celaya al capitán don José Bellojín, ayudante mayor del regimiento provincial de caballería de Querétaro y para Salvatierra a don José Joaquín Maciel, quien ejercía el cargo de subdelegado en San Luis de la Paz. AGN, Subdelegados, Vol. 17, Exp. 3, fs. 24-27v. Consulta del teniente letrado de la intendencia de Guanajuato sobre la división de la alcaldía mayor de Celaya en dos subdelegaciones por lo que propone sujetos que las sirvan, 15 de septiembre de 1790.37 AGN, Subdelegados, Vol. 51. F. 275. Informe sobre del intendente Juan Antonio de Riaño, Guanajuato 6 mayo de 1792. ALCAUTER GUZMAN, José Luis, Régimen de subdelegaciones, p. 84.38 COSS Y LEÓN, Domingo, Los demonios del Pecado. Sexualidad y justicia en Guadalajara en una época de Transición, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 2009, p. 70.

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por tanto las modificaciones habían consistido en un cambio de nombre del paso de las alcaldías mayores a las subdelegaciones.

El incumplimiento de la aplicación del artículo 11 y 12, en el que se mandaba la división de las jurisdicciones y el nombramiento de alcaldes ordinarios en las ciudades y villas de competente vecindario, fueron las condiciones que generaron de cierta forma que se mantuviera en pie el antiguo sistema de gobierno local, pues en la real cédula de 1796 se mandaba que se cumpliera en estricto sentido con las disposiciones del artículo 12

“de forma que los subdelegados principales lo habían quedado de todo el territorio de las que antes se llamaban alcaldías mayores, mudando sólo el nombre al de subdelegación a que se agregaba poner éstos tenientes generales en las cabeceras en que residían y particulares en los demás pueblos cabeceras en donde yo tenía mandado se pusiesen subdelegados independientes de los subdelegados principales con fianzas y calificaciones [...] dando cuenta por los intendentes al superior gobierno para su aprobación y a la Audiencia para que le constase”.39

En la intendencia de Valladolid, que quedó conformada por diez alcaldías mayores, la alcaldía mayor de Michoacán fue la que más se dividió, pues el resto de las jurisdicciones casi quedaron en las mismas condiciones y no sufrieron alteraciones. En el espacio que comprendía dicha alcaldía mayor se establecieron casi dos decenas de subdelegaciones, pues el criterio que aplicó el primer intendente, Juan Antonio de Riaño, fue en estricto apego al artículo 12 de la real ordenanza, en que se establecía que en las cabeceras de partido de pueblos de indios donde se nombraban tenientes de alcalde mayor y corregidor se nombrara un subdelegado que ejerciera en las cuatro causas justicia, policía, hacienda y guerra. En cumplimiento a esa disposición en la alcaldía mayor de Valladolid se establecieron 16 subdelegaciones: Angamacutiro, Cocupao, Chucándiro, Erongarícuaro, Huango, Huaniqueo, Indaparepeo, Paracho, Pátzcuaro, Puruandiro, Santa Clara, Tacámbaro, Taretan, Tiripetío, Urecho y Uruapan, pues en cada uno de esos partidos se nombraban tenientes de corregidor,40 y Valladolid se constituyó en la cabecera de la intendencia.

El regidor José Antonio Calderón fue el último teniente general designado por el intendente corregidor Juan Antonio de Riaño para la ciudad de Valladolid, pues con la aplicación de la real ordenanza de intendentes se dispuso que en las cabecera de provincia que contaran con ayuntamiento las sesiones serían presididas por el intendente y, en ausencia de éste, por el teniente letrado ó por el alcalde ordinario. El teniente letrado de Valladolid, Onésimo Antonio Durán y Terán, Teniente letrado y asesor ordinario de gobierno, tomó posesión de su empleo ante el cabildo vallisoletano el día 20 de septiembre de 1788, por lo que desde ese momento la figura del teniente general desapareció de la escena de los cargos de representación política de las ciudades, que como Valladolid, se constituyeron en cabeceras políticas de intendencia.41 La presidencia de los ayuntamientos era un aspecto muy importante por lo que era necesario respetar las competencia para evitar conflictos: en 1803 el virrey José de Yturrigaray envió al cabildo de Valladolid un testimonio de la real cédula en la cual se mandaba que se observaran las disposiciones de que los tenientes letrados presidan a los alcaldes ordinarios, sin perjuicio de la presidencia de la Junta Municipal que declara la real 39 40 41

39 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 364v.40 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, p. 187- 189.41 AHMM, Cabildo, Libro 63, F. 16v- 17. Toma de posesión del teniente letrado de Valladolid, 1788-1789.

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ordenanza de señores Intendentes para todos los demás actos en que no asista el teniente letrado.42

Aunque se afirme que el intendente Riaño se apegó estrictamente al artículo 12 de la ordenanza de intendentes, como lo afirma Brading al señalar que éste “estableció subdelegaciones en todos los partidos donde los corregidores tenían encargados de justicia”43 hemos podido observar que el primer intendente no procedió de la misma forma en todas las alcaldías mayores, incluso en la alcaldía de Valladolid hubo ciertas excepciones, ya que en algunos partidos donde también se nombraban tenientes quedaron fuera de la reforma, como San Juan Parangaricutiro, Etúcuaro,44 Tarímbaro y Numarán,45 que no fueron constituidas en subdelegaciones, y al igual que los otros partidos también contaban con la categoría de tenientazgos.46

De acuerdo con la cordillera que despachó el alcalde mayor Juan Sevillano en 1778, la alcaldía de Valladolid estaba dividida en 18 tenientazgos; este número de tenientazgos coincide con el informe que emitió en 1775, en el que se indicaba que nombraba un teniente general, confirmado en la ciudad de Pátzcuaro, en la ciudad de Valladolid por vía de providencia y sin título formal, el señor Alférez Real. En Uruapan tenía nombrado a “Pablo Morellón con título de Comisario de Justicia, o Theniente y quince que son los demás nombrados en los respectivos pueblos de esta dicha jurisdicción todos están de Comisarios de Justicia, para la mejor administración de ella”.47 El intendente corregidor Juan Antonio de Riaño en febrero de 1787, justo en vísperas de la aplicación de la ordenanza de intendentes, informaba que su sucesor Juan Sevillano había nombrado dos tenientes generales en Pátzcuaro y Valladolid, 14 tenientes particulares y cuatro comisarios de justica en Etúcuaro, Tiripetío, Taretan y Huaniqueo.48 Aunque en el informe de los tenientes que había nombrado Juan Sevillano, Riaño señaló que en Etúcuaro se nombraba un comisario de justicia, en

42 AHMM, Cabildo, Libro 100, 1802-1809, Fs. 9v. Obedecimiento a la real cédula enviada por el virrey Yturrigaray.43 DRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 112.44 El intendente Antonio de Riaño manifestaba que el real de Curucupaseo estaba prácticamente en ruinas hacia 1787 y Etúcuaro era un pueblo Miserable. AGN, Intendencias, Vol. 13.45 Era ayuda de doctrina de Pénjamo46 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1778, Caja 117, Exp. 122, Fs. 65. El virrey Antonio María Bucareli despachó un superior decreto al alcalde mayor de Valladolid para que le solicitara a los curas informes de las cofradías y hermandades que hubiera en sus iglesias por lo que el corregidor, Juan Sevillano envió cordillera a sus lugarestenientes de Indaparapeo, Tarímbaro, Chucándiro, Huaniqueo, Huango, Puruándiro, Angamacutiro, Númarán, Pátzcuaro, Cocupao, Erongarícuaro, Paracho, San Juan Parangaricutiro, Uruapan, Taretan, Santa Clara, Tacámbaro y Tiripetío, para que notifiquen de ruego y encargo a los curas párrocos de los pueblos que les pertenecen den noticia individual de las cofradías o hermandades que hubiera en sus iglesias de sus territorios y fondos, sin contar los bienes de comunidad. Valladolid, octubre 10 de 1776.47 AGN, Indiferente virreinal, Caja 617, Exp. 28, F. 5.Certificación de los tenientes nombrados por Juan Sevillano a su ingreso, marzo 6 de 1775. También véase a ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, Régimen de subdelegaciones, p. 137-138.48 Los tenientes particulares según el informe de Riaño se nombraron en: Indaparapeo, Huango, Chucándiro, Puruándiro, San Francisco Angamacutiro, San Diego Cocupao, Santiago Numarán, Erongarícuaro, San Pedro Paracho, San Juan Parangaricutiro, San Francisco Uruapan, Santa Clara de los Cobres, Tacámbaro y Urecho. AGN, Media anata, Vol. 55. Fs. 2-5., Informe de los tenientes que nombró el corregidor Policarpo Dávila, Valladolid 9 de febrero de 1787.

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febrero de 1787 Riaño nombró a Francisco Xavier Larrea como teniente de dicho lugar.49 Sin embargo consideramos que la razón por la que los tenientazgos que no fueron constituidos en subdelegaciones fue porque las condiciones económicas y demográficas no eran suficientes para sostener a un ministro de justicia. Por ejemplo, de Etúcuaro en una ocasión el intendente Riaño expresó que era un pueblo miserable, venido a menos, pues a pesar de que las minas de San Miguel Curucupaseo estaban en dicha jurisdicción éstas prácticamente estaban despobladas por tanto hubo partidos en los cuales no se aplicó el artículo 12 de la ordenanza de intendentes. El alcalde mayor de Tlapujahua renunció en 1788, por lo que inmediatamente fue dividida en dos subdelegaciones Tlalpujahua y Zinapécuaro.50

Cuadro XII. Tenientazgos de la intendencia de Valladolid

S u b deleg ació n T enien tazg o

T IR IP E T ÍO

P U R U Á N D IR O

C H U C Á N D IR O

H U A N G O

H U A N IQ U E O

CapulaZ IT Á C U A R O

ZitácuaroMaravatíoTuxpanIrimboTuzantlaSan MateoAngangueo

Z A M O R A Y JA C O N A

San Pedro CaroTangancícuaroSantiago TangamandapioJaconaSahuayoSan Francisco IxtlánCojumatlanPajacuarán

A P A T Z IN G Á N

PinzándaroTepalcatepecSanta Ana Amatlán

49 AGN, Intendencias, Vol. 13, Exp. 27, 1787.50 AGN, Intendencias, Vol. 81, No. 118, Fs. 142-. En Zinapécuaro se nombró a Marcos Larrondo de Subdelegado y en Tlalpujahua a Joseph María Argumedo. Valladolid 9 de diciembre de 1788.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

San Juan de los PlátanosJIQ U IL P A N

Valle de CotijaTingüindínPeribanPatambanLos Reyes

H U E T A M O

PungarabatoZirándaro

C U IT Z E O D E L A L A G U N A

Santa Ana MayaSantiago CopándaroHuandacareo

T L A Z A Z A L C A Teniente generalChilchotaLa PiedadYurécuaroEcuandureoSan Pedro Tanhuangato

T L A L P U JA H U A

Otzumatlan , 16 leguasZ IN A P É C U A R O Teniente general

HucareoC O L IM A

JilotlánReal del Favor

A R IO Teniente generalCarácuaro

ChurumucoTamacuaroTuricato

T A R E T A N Taretan, Subdelegado sustitutoA N G A M A C U T IR O

NumaránT A C Á M B A R O Tacámbaro, Encargado de JusticiaM O T IN E S

Teniente CoahuayanaC O C U P A O Cocupao, Subdelegado sustitutoIN D A P A R A P E O

P Á T Z C U A R O Teniente General /subdelegado sustitutoTzintzuntzanCocupao

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Santa Clara

Erongarícuaro

Zacapu

U R U A P A N

Sin embargo en el resto de las alcaldías mayores no se realizó la reforma con el mismo rigor, pues de haber continuado con la misma tónica en todas las jurisdicciones el número de subdelegaciones se hubiera ampliado de forma considerable: por ejemplo, el alcalde mayor de Maravatío, con el agregado de Zamora, para administrar dicha jurisdicción nombraba siete tenientes, por lo regular eran dos tenientes generales, uno en Maravatío y otro en Zamora, y cinco tenientes particulares (Taximaroa, Tuxpan, Tuzantla, Irimbo y San Francisco del Rincón).51 Ninguno de esos tenientazgos recibió el título de subdelegación, a excepción de la jurisdicción de la alcaldía mayor de Zamora que se separó de la administración de Maravatío y se nombró un subdelegado. Iguales circunstancias se presentaron en las demás alcaldías de Tlazazalca, Jiquilpan, Zamora, Apatzingán, Motines del Oro, Huimeo y Zirándaro, y Colima, pues pese a que los alcaldes mayores las administraban a través de tenientes no fueron divididas, condición que propició que se continuara con el nombramiento de tenientes de forma inmediata.

El criterio que se aplicó para la conformación de las subdelegaciones no sólo varió en función de los intendentes, sino que un mismo intendente aplicó criterios diferentes en su provincia, como lo acabamos de observar con el intendente Juan Antonio de Riaño, pues la alcaldía de Maravatío tenía competente vecindario, pueblos de indios, una importante actividad comercial y no se dividió, la jurisdicción territorial quedó intacta, lo único que varió fue que la cabecera de la subdelegación se cambió oficialmente a Zitácuaro.

En Valladolid varios de los corregimientos y alcaldías mayores que estaban agregadas a otras jurisdicciones, y que regularmente eran administradas por tenientes generales, con el nuevo ordenamiento recuperaron el estatus de cabeceras políticas. En lo que respecta a la alcaldía de Tancítaro con sus agregado Motines del Oro, Ario, Sinagua y La Huacana, la jurisdicción de Motines del Oro recuperó su independencia y se convirtió en subdelegación. Los corregimientos de Sinagua y La Huacana quedaron comprendidos en la administración de Ario. Zamora, que era administrada por el alcalde mayor de Maravatío, también se erigió en subdelegación y se separó de Maravatío. Esas alcaldías al recuperar su estatus político no se dividieron, en cambio con la nueva reorganización por lo menos tres jurisdicciones de las antiguas cabeceras de alcaldía mayor perdieron dicho reconocimiento, tal fue el caso de Tancítaro, cuya cabecera se trasladó a Apatzigán, que a finales del siglo XVIII tenía mayor importancia comercial y mayor incremento demográfico que Tancítaro; la alcaldía mayor de Maravatío se cambió por Zitácuaro, y la de Huimeo y Zirándaro a Huetamo.52

En 1794 se pidió informe si los tenientes o encargados de justicia de los subdelegados de Yucatán debían contribuir con el pago de la media anata, pues en dicho documento se hacía referencia a la necesidad que tenían los subdelegados de nombrar tenientes que los auxiliaran ya que no se había cumplido con las disposiciones del artículo 12, y “sin semejante

51 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 10, Fs. 279v-280. Informe de los tenientes del alcalde mayor de Maravatío, San Juan Zitácuaro, mayo 10 de 1759.52 FRANCO, Iván, La intendencia de Valladolid, p. 117.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

auxilio, sería imposible pudiesen atender a las distancias y extensión de lugares que ni se han desmembrado, ni encargado a diversos sujetos: y los dichos tenientes sean lo de los alcaldes mayores o subdelegados, en nada varían de sus funciones, ni el honor que adquieren en la representación de jueces, y más siendo de los lugares en que cuando había de los primeros, pagaban a estos regularmente cierta pensión (aunque reprobada) por servirlos”.53 En el mismo documento se hacía referencia a que los tenientes se seguían nombrando porque los subdelegados se veían precisados a subdelegar sus funciones puesto que no se había cumplido con la prevención de que se dividieran las alcaldías mayores en subdelegaciones, pero sobre todo se hacía alusión a que las atribuciones que ejercían estos auxiliares antes y después de la ordenanza de intendentes seguían siendo exactamente las mismas, pues

“en una palabra señor excelentísimo, las jurisdicciones existen como antes del establecimiento de intendencias: los subdelegados no pueden servirlas sin el auxilio de tenientes o encargados: estos nómbrese o llámense así, o de cualesquiera modo, fungen jurisdicción, y por tanto son deudores de la media anata que antes se les exigía, y más no mirándose sus funciones, porque la nominación sea por quien tenga o no facultad para hacerla”.54

El problema en las intendencias seguía siendo el mismo, se necesitaba el nombramiento de tenientes porque la extensión territorial de las subdelegaciones no había variado. Por eso la contaduría general de México le pedía al virrey que mandara librar orden circular a todas las intendencias para que exigieran relación jurada a todos los subdelegados de los tenientes, encargados y comisionados de justicia, que hubiesen nombrado y que entregarán en las cajas correspondientes el pago del derecho de la media anata.55

4.2 Las atribuciones de los subdelegados y sus tenientes

Como ya lo veníamos refiriendo en el capítulo anterior, las reformas borbónicas implementadas en la segunda mitad del siglo XVIII supusieron importantes cambios que impactaron en las diferentes esferas de la administración provincial y en la relación de las autoridades con las instituciones de real hacienda, la iglesia, la acordada, con las diputaciones provinciales y con los dezmatorios, entre otros, que si bien estas últimas se establecieron pocos años antes de la ordenanza de intendentes, el contacto que tuvieron los subdelegados y sus tenientes con ellas fueron trascendentales.

Los subdelegados, al igual que sus antecesores, ejercieron 2 o 4 causas, las dos causas de guerra y hacienda las ejercían en las villas y ciudades donde había alcaldes ordinario según se estableció en los artículos 11 y 77 de la ordenanza de intendentes,53 54 55 56 como lo veremos más adelante, y los segundos conocían de las causas de policía, justicia, hacienda y guerra por

53 AGN, Media anata, Vol. 99, Exp. 6, F. 88v. Tesorería general de Real Hacienda, México 19 septiembre de 1794. Se solicitó información sobre si los tenientes deben afianzar la media anata, y que se mande que los intendentes exijan a los subdelegados relación jurada de los tenientes, encargados o comisarios de justicia que nombren de la intendencia de Yucatán.54 Ibid. F. 90.55 Ídem.56 Ordenanza de intendentes, Art. 11 y 77.

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tanto.57 Por muchos de los aspectos que planteamos en el capítulo III, si bien heredaron las facultades de los alcaldes mayores, éstas se vieron fuertemente incrementadas a partir del establecimiento de la ordenanza de intentes.58 Sin embargo es importante aclarar que si bien hubo un incremento en las funciones que desempeñaron los subdelegados, y que por ende en la misma medida los teniente también ampliaron sus actividades de forma proporcional con la aplicación de la real ordenanza de intendentes se observó que tanto los subdelegados como sus tenientes ejercieron mayor control en los ramos de hacienda, especialmente en los rubros de alcabalas, tributos y en el cobro de los impuestos de las tiendas y de igual manera vigilaron con mayor rigor el manejo de los bienes de comunidad.

Los tenientes de subdelegado tuvieron una importancia fundamental en la recaudación de tributos, especialmente de los tributos de vagos, castas e indios laboríos. Cuando los subdelegados recibían las superior orden para hacer el cobro de tributos, inmediatamente éstos remitían los oficios a sus tenientes para que practicaran las diligencias necesarias y otorgaran oficios a los vecinos y hacendados del lugar para que dieran cuenta de los dependientes tributarios (sirvientes, castas, arrimados y arrendatarios). En 1793 el subdelegado de San Francisco Angamacutiro y agregado de Numarán, Juan Vicente de Arce, recibió del intendente la superior orden para que se llevara a efecto el cobro de tributos de vagos del año de 1792, en consecuencia el subdelegado le dio orden a su teniente de Santiago Numarán, don José Miguel Villaseñor, para que emitiera los oficios correspondientes a los vecinos y hacenderos y presentaran sus cuentas de los dependientes (sirvientes, castas, arrimados y arrendatarios).59

Los subdelegados, al igual que sus tenientes, se enfrentaron de forma constante a la resistencia de los hacendados para manifestar el pago de tributo de sus dependientes, por lo que expresaban que no tenían tributarios en sus haciendas. Por ejemplo, en una de las notificaciones que se le hizo al teniente de Numarán se puso especial atención a la remitida al alférez de milicias, don Nicolás Arrambide, vecino y comerciante de dicho pueblo y dueño de la hacienda de Canguitiro, pues se informaba que en lugar de hacer la manifestación correspondiente le devolvió el oficio al teniente, argumentando que no tenía gente de calidad tributaria, sin embargo la postura de las autoridades era que tenía tributarios en el servicio de arriería y en el laborío de la hacienda. El subdelegado hizo representación ante el virrey para que mandara que Arrambide “exhiba la cantidad que importare el real derecho de tributo con arreglo a la clase de cada contribuyente”.60 Arrambide respondió no tener sirviente alguno ni arrimado en su hacienda de casta tributaria.61 El teniente general de Zitácuaro, Juan Domingo Bachiareli, también exponía cómo había una negativa generalizada de los hacendados, repúblicas de indios y vecinos, para cumplir con sus obligaciones de pagar el real derecho de tributos

57 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, pp. 115-130.58 JÁUREGUI, Luis, La real Hacienda de Nueva España. Su administración en la época de los intendentes: 1786-1821, p. 116- 121.59 AGN, Tributos, Vol. 48, Exp. 9, F. 413- 418. Representación del subdelegado de Angamacutiro sobre excusarse el Alférez de milicias don Nicolás Arrambide a dar noticia de sus sirvientes tributarios, marzo 9 de 1793.60 Ibid. F. 413v.61 Ibid. F. 417.

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“Por cuanto habiéndose practicado las más eficaces repetidas diligencias extrajudiciales para la recaudación de tributos en el partido de Maravatío y haciendas en su distrito, continuándose mandamientos y destinándose personeros a su colección y el de cuentas de comunidad sin que hasta el día haya tenido efecto por la suma inobediencia, altanería y menos precio con que se versan generalmente los dueños de haciendas, gobernadores y alcaldes de indios que no atienden a la suavidad y amor con que en unos se les ha llamado, y en otros se les ha amonestado y apercibido, quedando por tan inobedientes infieles vasallos despreciado en su fuero la recta administración de justicia, y su magestad descubierto en tan recomendable Real Derecho tan de la primera obligación de los jueces; siendo entre ellos con más inobediencia los pueblos de San Miguel el Alto y Tarimangacho, este último doctrina de Tlalpujahua.. .”.62

El teniente general hacía la consideración de que los tributarios y hacendados de los lugares más distantes a su juzgado eran los que se resistían más a satisfacer la contribución de los reales tributos.

En pocos expedientes se puede conocer a los fiadores de los tenientes, por esa razón nos resulta de suma importancia un expediente que se generó en 1810 por el denuncio del descubierto del ramo de tributos en el que había incurrido Antonio Cruzado, subdelegado de Ario y Carácuaro, por la cantidad de 4 021 pesos 4 reales 8 granos. Al requerir la presencia del subdelegado éste contestó:

“que hasta entonces llegaba a su noticia el descubierto por hallarse hacia nueve meses en esta capital con licencia, pero que habiendo dejado de su teniente general a don José María Mercado, con el cargo y responsabilidad de recaudar todos los ramos de Real Hacienda y enterarlos, afianzándolos con don Pedro María Gaona, y a la sazón se hallaba en esta corte, lo solicitaría [al teniente general] para que exhibiese la cantidad dentro de dos o tres días.”63

Claramente la postura del subdelegado fue que el teniente era quien debía responder por el monto faltante del tributo ya que él había delegado toda su responsabilidad en el teniente general

“cuyo entero corresponde hacer a su teniente don José María Mercado, como lo tienen calificado los ministros y reconocido a Mercado por deudor de todo lo perteneciente al año de ochocientos ocho, por lo que han exigido a su fiador Don Pedro María Gaona de seis a siete mil pesos, y por lo que hace el referido líquido resto, lo exhibe con cierta cuenta. México primero de septiembre de 1810”.64

A pesar de la responsabilidad que se había delegado en el teniente general de Ario, las autoridades determinaron que se requiriera a don José María y Davallero y don José Mariano Fagoaga, fiadores de Cruzado, para que cubrieran el adeudo por partes iguales,65 y fueron 62 63 64 65

62 AHMM, Hacienda, Maravatío, 1787, Caja 5, Exp. 12, Fs 1. Informe del justicia de Zitácuaro contra los hacenderos y demás vecinos de Maravatío, sobre tributos y falta de subordinación.63 AHMM, Hacienda, Caja 7, Exp. 14, Fs. 1. Descubierto del ramo de tributos contra el subdelegado de Ario, capitán Antonio Cruzado y su teniente general José María Mercado, 1810. AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 291.64 Ibid., Fs. 3.65 Ibid., Fs. 5.

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muchas las situaciones similares que se presentaron en varias subdelegaciones.66 Es interesante observar el contrato compuesto de 8 puntos entre Cruzado y Mercado para el uso y ejercicio del empleo de teniente, pues en él claramente se observa como el subdelegado delegó en el teniente toda su responsabilidad de los ramos de real hacienda y de justicia, en el punto quinto y sexto declaraba como único responsable del ramo de tributos y de justicia a Mercado:

5a Que la recaudación del año de mil ochocientos siete, tanto de tributos como demás ramos de real hacienda, ha de ser al cargo de Mercado, hasta hacer el entero de ellos al referido capitán que estará en la precisa obligación de hacerlo en las respectivas cajas reales, y en los años siguientes será cargo de dicho Mercado hacer la recaudación y entero de ello.6a Que tanto por lo que hace a la recaudación y enteros, como por las actuaciones y demás providencias judiciales que haya de tomar Mercado, ha de quedar el capitán don Antonio Cruzado libre de toda responsabilidad.67

Este contrato fue firmado el 1 de enero de 1808, y vale la pena rescatar este documento porque son de las pocas evidencias que se conservan de las negociaciones que se establecían entre los subdelegados y sus tenientes, y en él se tratan puntos tan trascendentales como las cantidades con las que se pagaban el uso de estos empleo y las condiciones en que ejercería. Finalmente el tesorero de la caja real de Valladolid, Antonio Medina, en oficio de 21 de febrero de 1810 notificó que Cruzado y Mercado quedaban libres de todo cargo ya que Ruiz Gaona entregó lo que correspondía a su afianzado.68

Debido al incremento de las incidencias de descubierto de los subdelegados de la intendencia, el tesorero de la caja real de Valladolid solicitó a los tenientes de los partidos donde se encontraban los fiadores les solicitaran la exhibición de los montos correspondientes al descubierto,69 y en caso de negativa procedieran al embargo y subasta de los bienes para erogar el adeudo con la real hacienda.70 66 67 68 69 70

66 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp 4, Fs. 250-254v. Solicitud a Mariano de Torres cubra los 167 ps 5 reales en que quedó descubierto don Miguel Ruiz de la Rabia, subdelegado de Cocupao, Valladolid junio 18 de 1810,67 AHMM, Hacienda, 1803, Caja 7, Exp. 14, Fs. 6.68 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, Fs. 299. Requerimiento del pago del descubierto de Antonio Cruzado del ramo de vagos del año de 1808, Valladolid, febrero 21 de 1810.69 Casos semejantes se presentaron en varias intendencias, pues cuando el subdelegado de Charcas, Thomas Antonio Anteparaluzeta quedó descubierto por el ramo de vagos, en la cantidad de 1 226 pesos 1 real, argumentó que la reducción del monto de tributos se debía a que no había conseguido que pagaran los vagos y por el despoblamiento del real de Ramos. El fiscal de lo civil comisionó a Joseph Pablo de la Serna, administrador de correos y receptor propietario de alcabalas para que averiguara la rebaja de los tributos. En el examen de los testigos uno de los principales temas en el que hizo énfasis el comisionado fue si tenían conocimiento de que los tenientes del subdelegado hubieran quedado descubiertos en el ramo de tributos AGN, Tributos, Vol. 4, Exp. 8, Fs. 367-401.Expediente instruido por los ministros de real hacienda contra el subdelegado de Charcas por la baja de tributos del año de 1802.70 AHMP, Fondo Colonial, siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 301-306. Solicitud al encargado de justicia de Erongarícuaro para que notifique a José María Ruiz de Gaona se presente a Valladolid y exhiba el descubierto del subdelegado de Uruapan José Manuel Buen Rostro deudor de 2026 pesos 5 tomines y 8 granos, por el tributo de vagos de 1808, tercias de abril y agosto de 1809, sus fiadores fueron don José María Ruiz de Gaona y Joaquín Reyna.

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Por poner otro ejemplo, con las reformas administrativas que se implementaron en la real hacienda antes del establecimiento de intendencias se dio una ampliación del personal, por lo que se incrementó el número de receptorías y subreceptorías que generó una importante redefinición de los suelos alcabalatorios, logrando con ello un mejor control del cobro de las alcabalas.71 En ese tenor los subdelegados y sus tenientes tuvieron más atención en la administración de los ramos de real hacienda, por lo que como señalábamos anteriormente auxiliaban a los oficiales de hacienda, y en las subdelegaciones que no contaban con receptores de alcabalas debían estar vigilantes de que los comerciantes y viandantes no transportaran sus mercancías sin hacer las correspondientes declaraciones y pago de impuesto, por lo que ante la sospecha de contrabando estaban facultados para decomisar la mercancía y dar cuenta a los ministros de las cajas correspondientes. Es por ello que desde 26 de junio y 18 de marzo de 1776 se estableció que a los arrendatarios de alcabalas se les separara inmediatamente de su manejo y se proporcione la administración de cuentas a la real hacienda.72 En ese tenor se dispuso que los alcaldes mayores y tenientes estaban obligados a auxiliar a los administradores en lo que se requiriera para que cumplieran con sus funciones. Se comenzaron a tomar medidas para que todos los ramos de las rentas reales pasaran a manos de los oficiales reales. En mayo de 1798 el virrey Bucareli mandó una superior orden a los justicias de las provincias para que los subdelegados y tenientes tuvieran mayor cuidado en que no se evadieran los impuestos, por lo que debían estar atentos que cualquier persona que condujera productos para su venta hiciera la declaración correspondiente.73 Así mismo en las receptorías y subreceptorías como justicias estaban obligados a supervisar los cortes de caja.

La ampliación de las funciones de los subdelegados y sus tenientes no cambió el esquema bajo el que operaban los tenientazgos en el tiempo de los alcaldes mayores, es decir la

71 Lo que generó un importante incremento de las receptorías recaudadoras de impuesto y con ello la ampliación del número de empleados que se requerían para su funcionamiento. Aunque como analiza Carlos Enrique Ruiz Abreu la reconfiguración de los suelos alcabalatorios en la provincia de Tabasco incluso se enfrentó a la carencia de individuos para que atendieran la recaudación de alcabalas a grado que se había legado a la necesidad de que el justicia de Teapa y Cunduacán se hiciera cargo de las receptorías a lo que se negó. RUIZ ABREU, Carlos Enrique, Tabasco en la época de los borbones, comercio y mercado, 1777- 1811, Villa Hermosa, Tabasco, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2001, p. 130. SILVA RIQUER, Jorge, "El espacio, la administración y la administración y la aplicación de los impuestos del diezmo y alcabalas en Michoacán, siglo XVIII", en SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA, Antonio, Finanzas y política en el mundo iberoamericano. Del antiguo régimen a las naciones independientes, Cuernavaca, Morelos, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Instituto de investigaciones Dr. José María Luis Mora, Facultad de Economía-UNAM, 2001, pp.261- 289. JÁUREGUI, Luis, "Del Intendente al Comisario: la herencia novohispana en la administración fiscal mexicana", en SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest, JAUREGUI Luis, IBARRA, Antonio, Finanzas y política, pp.223- 253.72 AHMM, Hacienda, Caja 8, Exp. 12, Exp 13, Fs. 4. Superior orden del alcalde mayor para que los tenientes de justicia no obstaculicen a los administradores de alcabalas, antes al contrario se pide que se les preste los auxilios necesarios.73 AHMM, Justicia, Huimeo y Zirándaro, Caja 178, Exp 16, 1804. Embargo de 666 cajetillas de 30 cigarros fabricados con el tabaco del estanco a Francisco López que las conducía de Puruándiro. Lo mismo aplicaba parea la introducción de cualquier género de mercancía azúcar, aguardiente. AHMM, Justicia, Caja 178, Exp. 17. Causa civil contra el regidor de Zamora, José Joaquín de Aguinaga, quien poseía una tienda en dicha villa, por la introducción clandestina de tres cargas de azúcar y un barril de aguardiente de Castilla. Zamora 2 de marzo de 1807.

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jurisdicción estuvo delimitada por el tipo de nombramiento que se les otorgaba, el teniente general podía ejercer jurisdicción en toda la subdelegación, mientras que el teniente particular sólo en la jurisdicción que comprendía su tenientazgo y no podía introducirse en los asuntos otros tenientazgos, sólo podía actuar si fuese comisionado para realizar alguna diligencia específica, y la orden tendría que provenir del subdelegado o, en su defecto del teniente general, pero en todo caso su intervención no era como teniente sino como juez comisionado, esto ya lo explicábamos en el primer capítulo con los tenientes de alcalde mayor.

Los tenientes para evitar conflictos de jurisdicción debían respetar el espacio donde estaban plenamente autorizados para actuar. Un ejemplo que nos ayuda a ilustrar perfectamente este aspecto se dio en la subdelegación de Tlazazalca, cuando se presentó un asunto sobre tierras, este expediente derivó en una investigación amplia contra el subdelegado Ramón de Cardona, sin embargo en este momento no haremos hincapié en las acusaciones en su contra, porque sólo nos interesa ilustrar la limitación de la jurisdicción de los tenientes. El capitán y comandante de armas, don José Antonio Servín y Arias, vecino de la Piedad, se presentó ante el encargado de justicia de dicho lugar quejándose de que los colindantes se habían introducido en su hacienda de Quiringacharo, por lo que se presentó a hacer la demanda correspondiente en tiempo para que después no se le alegaran posesión de día y año. Servín y Arias se presentó ante el encargado de justicia, Manuel Victorica, de la Piedad, quien le manifestó que no podía atender la diligencia pues no estaba facultado para ello, “debo decir que el caballero subdelegado [Ramón Cardona] no se haya en este partido ni se dé su paradero, y aunque al partir me dejó de encargado de justicia lo hizo in voce,74 y por lo tanto no me hayo con la más leve autoridad para admitirle a vuestra merced escrito ni proceder a otra cosa sobre los particulares de la queja ...”.75 El teniente afirmaba que sólo estaba facultado para actuar en casos verbales y por eso no podía recibir el escrito.

Es interesante la respuesta que dan los tenientes de los otros partidos porque casi todos en su mayoría dicen que están facultados para actuar, pero no en la Piedad, que era la cabecera y lugar de residencia del subdelegado y del teniente general. El teniente de Yurécuaro, Antonio Picota de Vergara, el teniente de Tanguato, José Manuel Sandoval y Rojas, el encargado de justicia de Ecuándureo y Atachio por don José Felipe y Jaso, y el teniente de Churincio, Juan Esteban Vargas, dijeron que “no tenían facultad alguna para actuar en la cabecera”.76 El teniente de Tlazazalca, Nicolás Escobar y Llamas, señaló que sí tiene facultad judicial bastante, pero que su jurisdicción no alcanza hasta ese juzgado” (marzo 27 de 1802); José Aspeitia de Purépero indicaba “que el subdelegado no le había dado facultad para actuar y menos donde pueda estar su merced” (marzo 28 de 1802) y finalmente el teniente interino de Penjamillo, Juan Esteban Vargas, dijo que “no tiene facultad para actuar, pues sólo estoy encargado interinamente de la administración de justicia por hallarse ausente el señor don Joaquín Hugarte que es el teniente de este pueblo”. (28 de marzo de 1802).77 Ante la nula atención que recibió de los tenientes y encargados de justicia, el capitán y comandante de armas José Antonio Cerrón y Arias se quejaba amargamente de la limitada jurisdicción que tenían los teniente para actuar, añadiendo “pues a la verdad señor excelentísimo los tales tenientes más parecen satélites o corchetes que administradores de

74 Verbalmente o de palabra.75 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 38. La Piedad marzo 26 de 1802.76 Respuesta del teniente de 27 de marzo de 180277 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 38. La Piedad, marzo 26 de 1802.

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justicia por tenérsela enteramente coartada el subdelegado y escribano”.78 Lo cierto es que independientemente de la inconformidad del capitán Cerrón y Arias los tenientes estaban respetando la jurisdicción de cada uno de los tenientazgos, pues aunque formaban parte de un mismo juzgado que le correspondía al subdelegado Manuel Cardona, éstos no tenía la facultad de conocer los negocios de los demás tenientazgos, pues cada una tenía un espacio de acción que estaba delimitado. Y de igual manera ninguno de los tenientes podía conocer las causas que se suscitaran en la cabecera de la subdelegación, pues ésta sólo era competencia del subdelegado y del teniente general, que eran los que podían conocer las causas de toda la jurisdicción.

4.3 Restablecimiento de los tenientes

Durante el régimen de las intendencias el tema de las subdelegaciones tuvo diferentes matices ya que de forma constante se puso sobre la mesa el problema de la idoneidad de estos auxiliares de las autoridades, y de forma más palpable y abierta se dio una disputa entre los subdelegados y los intendentes sobre en quién recaía la facultad de nombrar a estos subordinados. Como veremos más adelante fue un punto que se presentó en diversas intendencias, pero que al mismo tiempo fue un reflejo de la disputa que se dio entre las distintas esferas de poder para ejercer el control político en cada una de las provincias. No es casual que a partir de la puesta en marcha de la ordenanza de intendentes se discutieran temas que apenas unos años atrás en realidad no formaban parte de las preocupaciones de la Audiencia, del virrey ni de los alcaldes mayores, que era precisamente temas tan trascendentales para el gobierno provincial y local como ¿quién puede nombrar y remover a las tenientes de sus empleos? ¿Quién tiene la facultad de delegar jurisdicción, el intendente o los subdelegados? ¿Quiénes estaban facultados para destituir a los tenientes? Como se podrá apreciar, el nuevo régimen fue más complejo por la forma en que se entretejieron las relaciones de poder, pero sobre todo por la intervención de los intendentes en la toma de decisión.

La aplicación de la real ordenanza de intendentes de 4 de diciembre de 1786 supuso un cambio importante en al ámbito político administrativo y local, pues su aplicación supuso la suplantación de unas autoridades por otras, la desaparición de los corregimientos, alcaldías mayores y gobernadores, y por ende la eliminación de una de las figuras que habían permanecido al lado de estas autoridades en el desempeño de sus funciones, los tenientes. Por tanto, con estas reformas se dio la sustitución de los alcaldes mayores y sus tenientes por subdelegados, con ellos se dejaba atrás toda una serie de dificultades que representaba el anterior sistema de gobierno, además se pretendía solucionar de fondo otros aspectos para tener mayor control de las finanzas, tributos y alcabalas, por tanto habría una mayor subordinación de los subdelegados a los autoridades intermedias y los intendentes, y se extirparía uno de los más grandes males que aquejaba a indígenas y mulatos, el repartimiento.79 Según lo dispuso el artículo 12 de la Real Ordenanza de intendentes, en el cual se mandaba

78 Ibid. F. 50.79 COMMONS, ÁUREA, Las intendencias, p. 17.

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que “en los pueblos de indios que hubiese habido teniente de Gobernador, Corregidor o alcalde mayor se ha de poner un subdelegado, que lo ha de ser en las cuatro causas”.80

La historiografía nos ha mostrado cómo el establecimiento de la nueva planta de funcionarios reales, especialmente en el plano provincial, no se renovó en su totalidad pues muchos de los alcaldes mayores que fueron cumpliendo sus periodos de gobierno inmediatamente fueron nombrados como subdelegados,81 con el argumento de que habían desempeñado de forma satisfactoria el empleo de alcalde mayor, habían observado buena conducta, y por tanto estaban en condiciones de acatar las nuevas disposiciones.82 Un aspecto que es importante destacar es que no sólo los alcaldes mayores se insertaron inmediatamente a la nueva burocracia ocupando los empleos de subdelegados,83 sino que en distintas latitudes de la Nueva España los tenientes inmediatamente ocuparon el empleo de subdelegados (en Guanajuato, Puebla, Valladolid y México entre otras)84 y otros tantos más utilizaron dicho cargo como un escalafón con la clara pretensión de ocupar las subdelegaciones.85

Por ejemplo, Francisco Díaz Quijano en 1787 fungía como teniente de Huaniqueo y en 1792 ejercía el empleo de subdelegado en el mismo partido.86 El teniente general y regidor de Valladolid, José Antonio Calderón, también fue nombrado subdelegado de Zitácuaro; otros más como Juan Zárate y Manzo, quien fue teniente de Yurécuaro, jurisdicción de Tlazazalca, fue subdelegado de Jiquilpan y después de Pénjamo en la intendencia de Guanajuato.87 En otras intendencias se presentó la misma tendencia, por ejemplo Luis Migues (natural de los reinos de Castilla) presentó la relación de méritos y certificación de la república

80 Real ordenanza de intendentes, artículo 12, p. 18-19.81 AGN, Subdelegados, Vol. 1, F. 103, Nombramiento de subdelegado para San Juan Teotihuacan porque el alcalde mayor fue nombrado para subdelegado de Texcoco, México 12 de agosto de 1790. AGN, Caja 4580, Exp. 16, Fs. 15, Indiferente Virreinal (Subdelegados), Renuncia del subdelegado de Taretan, 1793.82 FRANCO CÁCERES, Ivan, La intendencia de Valladolid de Michoacán, pp. 107-108, 111, 123. GARCÍA PÉREZ D., Rafael, Reforma y resistencia Manuel de Flon en la intendencia de Puebla, p. 103. Juan José Enciso fue alcalde mayor en Maravatío y uno de los primero subdelegados que se nombraron en Ario el 17 de junio de 1788. AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 9, F. 168. Carrillo y Vertiz, alcalde de Jiquilpan siete años después fue nombrado subdelegado de Sayula, y más tarde pasó a servir la subdelegación de Aguascalientes. AGN, Subdelegados, Vol. 27, Fs. 6.83 AGN, Subdelegados, Vol. 1, F. 85. Aprobación de la reelección en el teniente de caballería don Francisco llano y Sierra alcalde mayor de Tulancingo para que continúe de subdelegado, México, mayo 3 de 1790.84 El subdelegado de Ixmiquilpan, Juan Nepomuceno Bretón fungió dos años de teniente particular de alcalde mayor en el pueblo de Tepozotlan del partido de Quautitlan por dos años, y después ejerció el de teniente general de dicha cabecera por el tiempo de ocho años; en Tepexi del Río ejerció el mismo empleo por siete años, la disponibilidad de ocupar dichos cargos fue con el objetivo de obtener méritos por tal razón muchos los ejercían sin un goce de sueldo. El virrey Márquez de Branciforte lo designó para que administrara la subdelegación de Tetepango por casi seis años. AGN, Subdelegados, Vol. 19, Exp. 1, F. 2.v. Solicitud de subdelegación. Juan Nepomuceno Meza encargado de justicia de Ystapaluca, señalaba que sirvió tres años de teniente de Tenango del Valla y solicitaba la subdelegación de Quatepec Chalco. AGN, Subdelegados, Vol. 59, Exp. 53, Fs. 239, 1803,85 AGN, Subdelegados, Vol. 1, Exp. 22, F. 249. Terna para nombramiento de subdelegado de Sombrerete, Zacatecas, junio 26 de 1810, Dos de los propuestos habían ocupado el empleo de teniente. AGN, Subdelegados, Vol. 19.86 AHMM, Gobierno, Informe del subdelegado de Huaniqueo sobre el reglamento de bienes de comunidad, Valladolid- Huaniqueo, 1792, Caja 24, Exp. 8, Fs. 6.87 AGN, Subdelegados, Vol. 55, Exp. 12, Fs. 186. 1810.

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de naturales, del cura y del administrador de alcabalas, entre otros, donde se hacía mención de la buena administración que había desempeñado como juez durante los cinco años y siete meses que fungió como teniente de Tecamachalco, de la provincia de Tepeaca, quien en 1790 ya fungía como subdelegado de Quautitlan.88

En Taretan el subdelegado Carlos José Contreras, cuando renunció a su cargo, manifestaba que llevaba nueve años ejerciendo la administración de justicia, primero como teniente del corregidor Policarpo Crisóstomo Dávila, y después como subdelegado del intendente Felipe Díaz de Ortega.89 El intendente de Guanajuato, en la propuesta que envió al virrey Revillagigedo para nombramiento de subdelegado en el real de minas de Santa Rosa en don Juan Manuel de Hoz y Bustamante, el cual había sido nombrado justicia provisional por el intendente Andrés Amat de Tortosa, Hoz y Bustamante ejercía el cargo de teniente del alcalde mayor Antonio Clemente de Arostegui. El licenciado Pedro Joseph Soriano afirmaba que lo proponía “por la buena conducta, aptitud, desinterés y honrado proceder con que se ha manejado este individuo en cuatro años que hace obtiene tal encargo”, además agregaba que este individuo tenía las facultades y medios necesarios para mantenerse, puesto que era una jurisdicción muy corta, lo que imposibilitaría que cualquier otra persona ejerciera dichoempleo.90

La Audiencia muy pronto advirtió que los subdelegados habían continuado con la antigua costumbre de nombrar tenientes o encargados de justicia en las jurisdicciones que estaban a su cargo, acción que se realizaba con acuerdo de los intendentes, mientras que a la Audiencia se le mantenía totalmente al margen y no se le daba noticia de los subdelegados que se nombraban ni de sus tenientes. El 29 de noviembre de 1791 los ministros de la Audiencia de México: Francisco Xavier Gamboa, Baltazar Ladrón de Guevara, Eusebio Ventura Beleña, Cosme de Mier y Trespalacios, Josef de Moya, Ciriaco González Carvajal, Félix Quijada y Obejero y Luís de Chávez, enviaron una representación al Consejo de Indias sobre los abusos que los subdelegados cometían contra el artículo 12 de la ordenanza de intendentes al nombrar tenientes o encargados de justicia, los cuales afirmaban ejercían funciones en las cuatro causas justicia, policía, hacienda y guerra, todo lo cual hacían con la anuencia de los intendentes.91 A la Audiencia le incomodaba esta situación pues no se le informaba de los individuos que estaban administrando justicia. Para comprobar la falta en la que incurrían los intendentes y subdelegados, la Audiencia primeramente solicitó a la secretaría de cámara una relación de todos los expedientes y asuntos en los que se advirtiera la intervención de los tenientes.92 De lo que resultó que en las intendencias de Puebla, Guanajuato, Valladolid y México, que fue de las que se tuvo noticia, los subdelegados nombraban tenientes o encargados de justicia.93

88 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 1, Fs 1-70. Servicios de don Luis Migues en el tenientazgo de Tacamalchalco provincia de Tepeaca, 1782-1790.89 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 4580, Exp. 16, Fs. 3-4. Renuncia del subdelegado de Taretan, 1793.90 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 8, Fs. 232. Sobre nombramiento de subdelegado en el real de Santa Rosa provincia de Guanajuato, Guanajuato 30 de noviembre de 1790. Fs. 232.91 AGI, Indiferente, Vol. 43, Fs. 2. Representación sobre el abuso de los subdelegados de los intendentes en nombrar tenientes contra lo dispuesto en el artículo 12 de la ordenanza, Madrid, 12 de abril de 1796.92 AGI, México, 1750.93 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 2, Fs. 35- 36.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

En las evidencias presentadas por la Audiencia se hizo una relación de diligencias y asuntos que habían sido atendidos por los tenientes, pero además se hacía a referencia a la confirmación del título de teniente general de Tetela del Río en José Antonio de Zeballos, el cual había sido confirmado por Bernardo Bonabia el 15 de diciembre de 1790, y en el que se le otorgaban facultades en las cuatro causas.94 Mientras que en Valladolid se hacía la observación de que Dionisio Fernández de la Torre actuaba como subdelegado interino de Urecho por ausencia del propietario, Domingo Posadas, esto en agosto de 1789. Pero la falta que se había cometido contra las disposiciones de la real ordenanza de intendentes no sólo se reducía a unos cuantos casos, pues el escribano de cámara certificó que el oficial mayor otorgó constancia de algunos expedientes donde los subdelegados habían nombrado tenientes o encargados de justicia.

Los informes de los ministros de la Audiencia pusieron en evidencia que el nombramiento de tenientes no cesó en ningún momento. En realidad fueron pocos los expedientes que se localizaron pues sólo se trataba de los casos que pasaron a la Audiencia en segunda instancia, pero en los archivos de los juzgados locales las evidencias eran mayores.95 A través de diversos expedientes se les encontró a los tenientes actuando en diferentes negocios: en 1790, en la subdelegación de Colima, Francisco Xavier de Ziordia actuaba como lugar teniente del subdelegado de la villa de Colima en Jilotlán, y Antonio Enriques Aguilar teniente del real del Favor, quienes actuaban en asuntos de minas.96 En Cocupao, Manuel de Tapia ejercía el empleo de subdelegado sustituto por ausencia del propietario que era Juan Gutiérrez Gómez. Las anteriores evidencias demuestran que los tenientes nunca desaparecieron de la escena de la administración provincial, pues independientemente de las prohibiciones, y al margen de las disposiciones de la real ordenanza de intendentes, continuaron actuando como auxiliares de los “nuevos funcionarios reales”.

Los subdelegados inmediatamente se vieron en la necesidad de ausentarse de sus jurisdicciones por causas del oficio, enfermedad o asuntos personales, lo que llevó a solicitar licencia para salir de sus jurisdicciones, por tanto los subdelegados propusieran a un encargado de justicia o subdelegado sustituto para que corriera con la administración de justicia y los ramos de la real hacienda, debido a que los propuestos corrían de su cuenta y riesgo y debían ser de la satisfacción de los fiadores.97 Ante la petición que realizó el subdelegado de Tetela del Río, Josef Antonio Velasco, quien solicitó licencia ante el intendente de la ciudad de México, Bernardo Bonabia, para que se le permitiera pasar a la capital a entregar los tributos y atender su salud, por lo que a la vez proponía dejar la jurisdicción a cargo de José Antonio Zeballos para que administrara justicia, y demás

94 AGI, México, 1750, F. 10v-1195 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, Caja 120, Exp. 188, Fs. 2. Los vecinos de "razón" hicieron representación ante el teniente del partido Manuel de Tapia para que se nombre mayordomo de la fábrica espiritual de Cocupao, 15 de mayo de 1789.96 AHMP, Fondo colonial, siglo XVIII, Caja 59 B, Exp. 4, Fs. 548- 580. Autos promovidos por don Francisco Álvarez, Don Andrés Vázquez Cordero y don Cristóbal González porcioneros de la mina Santa Trinidad Estaca de la Descubridora en el real del Sombrero contra don Pedro García del Barrio administrador de don Romualdo González de Villa sobre la boca nombrada Señora Santa Ana, 1790.97 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Licencia al subdelegado de Apán para ir a la capital.

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funciones de su cargo a un sujeto de su satisfacción y de la del intendente.98 El intendente Bonabia, en la consulta que realizó sobre la licencia que solicitaba el subdelegado, argumentaba que era necesario se nombraran encargados para la administración de justicia, pues de otra forma en caso de que ocurrieran accidentes en los partidos y se requiriera de la presencia de las autoridades, pues “que de no haber un sustituto legítimo las pondrá en una perfecta anarquía”.99 La respuesta del señor fiscal a la consulta del intendente fue que

“Vuestra Excelencia si lo tiene a bien concedérsela, por el tiempo que fuere de su superior agrado, con la calidad de dejar sujeto de su satisfacción, y de la del señor intendente que en su ausencia corra con la administración de justicia, cobro de reales tributos y demás ramos de su cargo, de cuenta y riesgo suyo.

Esta era la práctica que se observaba antes del establecimiento de intendencias con los Alcaldes mayores, que no tenía nombrados tenientes generales o particulares en sus jurisdicciones para los casos de ausencias y enfermedades, la misma que vuestra excelencia si fuere servido podrá mandar continúe para con los subdelegados, bajo la prevención de que los sujetos, que hayan de quedar encargados de la jurisdicción, sean también de la satisfacción de los intendentes; entendiéndose esta providencia con la calidad de por ahora”.100

La resolución del fiscal de real hacienda tuvo un carácter remedial, mientras que el virrey segundo conde de Revillagigedo establecía por punto general la forma en que se debía actuar en los nombramientos de encargados o tenientes de subdelegados. La resolución del fiscal se dio el 6 de septiembre de 1791, por lo que fue el antecedente inmediato del punto general del virrey Revillagigedo de 13 de septiembre de 1791, en el que estableció que los subdelegados podían dejar encargados de la administración de sus partidos por ausencia o enfermedad

“Declarado ya por punto general que las sustituciones de los subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo recaigan en algunos de los administradores de rentas conforme al espíritu de varios artículos de la real ordenanza de intendentes, lo advierto a vuestra señoría para su inteligencia y observancia con prevención de que donde no haya estos dependientes se elija para estos encargos uno de los tres vecinos honrados, imparciales y de 98 99 100

98 El fiscal de lo civil aprobó que el subdelegado de Tetela del Río nombrara encargado de justicia, pero al mismo tiempo consultó sobre la conveniencia de que José Zeballos continuara con el empleo de subdelegado sustituto del propietario, ya que éste había sido separado de su cargo por un auto de la real Audiencia de 19 de agosto, por defecto de facultades del intendente para hacer semejantes nombramientos, y porque de igual forma los subdelegados no estaban facultados para delegar sus facultades en otros individuos, por lo que se mandó que el subdelegado removiera inmediatamente a Zeballos de la administración de justicia. La remoción de Zeballos también respondió a que en el juzgado de la real Audiencia se habían puesto capítulos en contra del subdelegado y el encargado de justicia. Por tanto el fiscal de lo civil consideró que no era conveniente que el mismo sujeto continuara en dicho empleo, y mandó que se hiciera efectiva la separación del empleo de subdelegado sustituto prevenida por la real Audiencia. Al teniente general se le acusaba de haber exigido multas a dos tributarios de las cuadrillas del real y minas de Tetela del Río. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, Fs. 16, 21-23.99 AGN, Subdelegados, Vol. 51, 1791, Exp. 1, F. 6. Consulta del intendente de México, Bernardo Bonabia al virrey Revillagigedo sobre licencia del subdelegado de Tetela del Río para ausentarse y nombrar encargado para la administración, 3 de septiembre de 1791.100 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, Fs. 7-v.

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mejor nota de los pueblos con la aprobación de vuestra señoría a quien los subdelegados a sus ingresos deberán proponer los que consideren de esta clase; entendiéndose esta providencia en calidad de provisional hasta que otra cosa determine”.101

Dicha provisión se debía dar a conocer a los señores intendentes y subdelegados de México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Yucatán, Valladolid, Guanajuato, Zacatecas, Potosí, Durango, Guadalajara y Sonora.102

El desacato del artículo 12 descansaba precisamente en que se establecía que los pueblos de indios cabecera de partido donde antes se nombraba teniente se ha de poner subdelegados en cuatro causas, que sea de calidad español, la aplicación de dicho artículo por tanto subrogaba toda posibilidad de que se continuara nombrando tenientes.103 Incluso la Audiencia denunciaba que los subdelegados seguían “poniendo tenientes generales en las cabeceras en que residen y particulares tenientes en los demás pueblos cabecera donde Vuestra Magestad mandaba que se pongan subdelegados independientes de los principales con sus fianzas”.104 El nombramiento de tenientes generales en realidad propició diversos problemas en las ciudades que contaban con ayuntamientos como veremos más adelante. De igual manera se hacía mención a la contravención del Superior despacho de agosto de 1784, en el que se prevenía a los alcaldes mayores que no otorgaran los empleos de tenientes por paga o pensión alguna, pues en la remoción de José María Zuballaga del empleo de teniente del pueblo de Texupilco, jurisdicción de Temascaltepec, se decía que el teniente le otorgaba una tercera parte de los emolumentos que obtenía de su tenientazgo.105

En algunas jurisdicciones se estiló que las sustituciones de los subdelegados se hacían con la denominación de “subdelegados interinos”,106 condición que llevó, como afirma José Luis Alcauter, a que la nominación de tenientes generales cayera en desuso, 107 ya que se buscó la manera de adecuar esas designaciones a las nuevas disposiciones jurídicas, y aunque este nombramiento siguió vigente, en algunas jurisdicciones como Huetamo se llegó a presentar como encargado general. Sin embargo, a través de diferentes diligencias se ha observado que en varias subdelegaciones como Pátzcuaro, Zitácuaro, Jiquilpan y Ario,108 se siguió haciendo referencia a los tenientes generales, esto demuestra cómo tanto la cultura política y las prácticas de antaño se mantuvieron, pese a las reformas y a los cambios que se pretendieron impulsar desde la metrópoli.

Otro aspecto que derivó de la aplicación de la ordenanza de intendentes fue el tema de la delegación de la jurisdicción en los tenientes. Los ministros de la Audiencia de México en octubre 13 de 1791 consultaron al virrey, conde de Revillagigedo, sobre los nombramientos de tenientes y las condiciones en que se hacían, pues señalaban que todas esas designaciones se realizaban contra la voluntad del rey y lo expresado en los artículos 11 y 12 de la Real Ordenanza de intendentes, por lo que cuestionaban sobre en 101 102 103 104 105 106 107 108

101 Ibid. f. 26.102 Ibid. f. 10.103 Real ordenanza de intendentes, art. 12.104 AGI, México, 1750, F. 6.105 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 2, F. 32.106 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 160. Ubaldo Pasayo subdelegado interino de Paracho por ausencia del propietario José Luciano Cardona, 1809.107 ALCAUTER GUZMÁN, José Luis, El régimen de intendencias. p. 152,108 AHMP, Fondo Colonial, Siglo XVIII, Caja 68, Exp. 2, F. 295.

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“quien debe dimanar la jurisdicción que no ha conferido a los subdelegados de los partidos; pues en el artículo doce, previene su magestad, en el código de intendentes, que estos pongan subdelegados en los pueblos en [donde] había tenientes de Alcaldes mayores, y por ser caso de gravísima importancia y perjuicios que se ejerza jurisdicción en los vasallos de su magestad, cuando no la ha conferido, y que sea por medio de unos sujetos gravosos, y no calificado por el soberano o por sus virreyes, sustentándose por precisión en muchos casos por sujetos ineptos, vejando los pueblos y provincias con extorciones para mantenerse con sus familias, sin que Vuexcelencia y esta real Audiencia, sepan sus calidades e idoneidad, ni con qué facultades pasan los subdelegados a nombrarlos, ni los señores intendentes a consentirlo, careciendo de esta autoridad que les niegan las ordenanzas de su establecimiento ”.109

La postura de la Audiencia estaba no solamente en función de la inobservancia de las disposiciones de la ordenanza de intendentes, sino en los perjuicios que se ocasionaban a la sociedad al poner individuos sin vocación en la administración de justicia, y que sólo tenían como fin beneficiarse del empleo. Sin embargo, el punto central a resolver por la Audiencia era en qué autoridad residía la facultad de hacer tales nombramientos, y de los cuáles la Audiencia no tenía noticia, desconocía completamente quiénes ejercían dichos empleos porque no se le informaba. El virrey Revillagigedo contestó que para remediar los abusos de los subdelegados sobre elección y nombramiento de tenientes, había determinado por punto general de 13 de septiembre que

“a fin de ocurrir a la asistencia de las jurisdicciones, y que nunca falte en ellas la administración de justicia en las ausencia o enfermedades de los subdelegados respectivos; he resuelto que por decreto de seis de este mes continúe por ahora y mientras por punto general se determine lo conveniente, la antigua práctica de alcaldes mayores, en cuanto a dejar sujeto que corra con ella, y con el cobro de tributos, y demás ramos de su cargo, de cuenta y riesgo suyo: siendo de la satisfacción de los señores intendentes”.110

El punto general de 1791 estuvo precedido de varias consultas que se realizaron al virrey Revillagigedo sobre en quiénes debía recaer el nombramiento de subdelegados en aquellos partidos que habían sido tenientazgos de las alcaldías mayores, pero la duda central de estas consultas había sido también en quién recaerían las sustituciones de los subdelegados por las ausencias y enfermedades; en ese sentido la determinación del virrey conde de Revillagigedo y de la Junta Superior de Real Hacienda de 1791 fue que las substituciones de los subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo, recaiga en algunos de los administradores de rentas, conforme al espíritu de varios de los artículos de la Real Ordenanza de Intendentes.111

Desde la perspectiva de la Audiencia el punto general que había promulgado el virrey Revillagigedo el trece de septiembre presentaba varios inconvenientes, y uno de ellos era “que

109 AGI, México, 1750, F. 13v-14.110 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 231, Exp. 30, Fs. 84-v. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 1, F. 10. 1808 nuevamente se puso en discusión en la intendencia de México sobre en quién recaían las facultades para delegar la jurisdicción, el virrey José Yturrigaray mandó al intendente de la provincia de México que se observara de forma precisa y puntal la superior orden de 13 de septiembre de 1791, emitida por el intendente Revillagigedo. México 27 de agosto de 1808.111 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 231, Exp. 43, Fs. 99-v.

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de continuar dicho desorden sojuzgaran los subdelegados a sus tenientes y encargados poniendo criados y familiares y tal vez mulatos que vejen a los pueblos, que la provisional providencia del virrey sólo era adaptable en un caso repentino, pues que no conviene que los administradores de alcabalas, que viven del 14% sean jueces, según los aforos que quieran hacer y que los vecinos rara vez podrán afianzar”, por tanto la postura de la Audiencia era que los intendentes no debieron dejar que los subdelegados hicieran este tipo de nombramientos.112

La forma en que se interpretaron las ordenanzas, reales cédulas y los despachos del virrey fueron la causa que llevaron a que en 1792 el intendente de Potosí, Bruno Díaz de Salcedo, consultara ante el virrey si tenía facultad para aprobar el nombramiento de teniente de subdelegado que había realizado el subdelegado Ramón Antonio de Ureche, del real de Catorce en el valle de Matehuala, en don Manuel José García de la Mata. El asesor letrado de la intendencia de San Luis Potosí en su dictamen afirmó que los subdelegados estaban facultados para nombrar tenientes generales que ejercieran las funciones de los subdelegados en sus ausencias y enfermedades; debido a lo dudoso de la resolución a la que hacía referencia el teniente letrado, el fiscal de lo civil mandó que el asesor letrado y el intendente remitieran una copia de la resolución que mencionaban, en realidad el asesor se refería al punto general del 13 de septiembre de 1791 emitido por el virrey Revillagigedo, por lo que la interpretación que estaba haciendo el teniente letrado no era la correcta, ya que en ella no se hacía alusión al nombramiento de tenientes generales. El fiscal de lo civil Francisco Xavier Borbón expuso que el nombramiento de tenientes estaba prohibido por la real ordenanza de intendentes, pero que “para facilitar la administración de justicia en los pueblos distantes de las cabeceras se ha autorizado el de encargados con aprobación superior, calificadas previamente las circunstancia de necesidad y utilidad”, la resolución del fiscal fue de marzo 24 de 1803.113

En Valladolid tal parece que los subdelegados siguieron la tendencia de solicitar la confirmación de los tenientes ante el intendente: el subdelegado de la Piedad, Jiquilpan, Santa Ana Maya y Zamora, decían que estaban confirmados por el intendente; y en 1796 el subdelegado de Cocupao, Juan Gutiérrez Gómez, solicitó al intendente Felipe Díaz de Ortega que aprobara el nombramiento de 2 tenientes para sus ausencias y enfermedades, a José Antonio Muñoz, vecino de Cocupao para la cabecera, y a José Francisco de la Peña para Coeneo. Esa era la segunda ocasión en que el subdelegado solicitaba que se le aprobaran el nombramiento de tenientes, la primera vez fue el 24 de mayo de 1793 cuando nombró a Casimiro Bermúdez, de oficio soldado que se recogió con su jefe, y en Coeneo nombró a Don José Antonio Velázquez que cambió de lugar de residencia, por lo que se vio en la necesidad de nombrar nuevos tenientes.114 Así como se pueden encontrar evidencias de los nombramientos de subdelegados confirmados por el intendente, también hubo otra parte considerable de esos tenientes que no cumplían con ese requisito.

Fue común observar en los primero años de la aplicación de la real ordenanza que los subdelegados nombraran subdelegados sustitutos, que en realidad suplían a los tenientes de subdelegados: en la subdelegación de Taretan, en 1792, don Juan José María de la Peña fungía como subdelegado sustituto por ausencia del propietario, que lo era Carlos José de

112 AGI, México, 1750, F. 2v. AGI, Indiferente, 43, 1792, F. 1-v.113 AGN, Subdelegados, Vol. 48, Exp. 8, F. 9.El intendente de Potosí consulta si tiene facultad de aprobar un nombramiento de encargado de justicia hecho por el subdelegado de Catorce, 1792,114 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 13, Fs. 279. Valladolid 6 de febrero de 1796.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Contreras;115 en el mismo año en Ario, Cayetano García fungía como teniente general del subdelegado Juan José de Enciso.116 Con la aplicación de la real ordenanza de intendentes observamos que no se pudo ejercer mayor control en la designación de los auxiliares de los subdelegados pues se hablaba de tenientes generales, tenientes (que serían los tenientes particulares), encargados de justicia, encargados generales y subdelegados sustitutos. En el cuadro II claramente se puede observar como hay una proliferación de encargados de justicia.

Cuadro XIII. Tenientes de subdelegado en la intendencia de Valladolid

Subdelegado Subdelegación Teniente Tenientazgo Fecha Empelo

Ju an A ntonio de R iaño Cocupao M anuel de Tapia Cocupao 1789 Teniente sustituto

Cocupao M anuel G utiérrez Gómez Cocupao 1789 Teniente

Cocupao Andrés de Grozo Cocupao 1804, 1805 Subdelegado sustituto

Cocupao José Cañedo Cocupao 1804 Subdelegado sustituto

José María Abarca Pátzcuaro Juan Manuel de Robledo Pátzcuaro 1810 Teniente general

José María Abarca Pátzcuaro Diego Abarca Zacapu 1809 Teniente

Lic. José Calletano Molina Páztcuaro Rafael Antonio de Solchaga Cocupao 1820 Teniente

José Cayetano Molina Pátzcuaro Juan Antonio Hinojosa Tzintzuntzan 1820 Teniente

Roque Sánchez de Andrade Zinapécuaro José Alexandro de Mendoza Zinapécuaro 1793 Teniente general

José del Río Zinapécuaro José Gerónimo de Ortega Zinapécuaro 1803 Encargado de justicia

Juan Baptista Méndez del corral Zinapécuaro José Gerónimo de Ortega Indaparapeo 1808 Teniente de justicia

Indaparapeo Benito Calderón Tarímbaro 1808 Teniente de justicia

Pablo Delopez y Ginory Jiquilpan Josef Simón Godínez Tingüindín 1790 Lugar teniente

Pablo Delopez y Ginory Jiquilpan Vicente Ruiz y Maciel Patamban 1791 Lugar teniente

Antonio Pardo de Armida Jiquilpan José Enrique de Navia Periban 1794 Teniente

Juan Vicente López Fortun Jiquilpan Antonio Pardo de Armida Jiquilpan 1795 Teniente general

Francisco de la Parra Jiquilpan José Vásquez Cordero Valle de Cotija 1797 Lugar teniente

Pedro Ferrera Jiquilpan Fernando Morellón Santos Reyes 1805 Lugarteniente

José María de Salceda Jiquilpan Ángel Loza Patamban 1808 Teniente

José María de Salceda Jiquilpan Manuel Velásquez de Estrella Tingüindín 1808 Teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro José Eusebio Espinoza Irimbo 1798 Lugar teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Mathias de Errazu Maravarío 1797-1798 Teniente

Francisco Xavier de Larragoiti Maravatío Jacinto Estévez Tuxpan 1789 Lugarteniente

José Antonio Calderón Zitácuaro Pedro Vélez de Mendoza Zitácuaro 1792 Teniente general

José Antonio Calderón Zitácuaro José María Ruiz de Chávez Maravatío 1792 Encargado de justicia

José Antonio Calderón Zitácuaro Juan Francisco Garre Tuxpan 1794 Encargado de justicia

115 AHMP, Fondo Colonial, Caja 59b, Exp. 5, Fs. 722-223v. Taretan, Francisco García Diego Otorgó poder a favor del Br. José Domingo de Arriaga para adjudicación de bienes de su hermana que murió intestada, 1792.116 AHMP, Fondo Colonial, Caja 59B, Exp 5, Fs. 735.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro José Agustín Garnica Maravatío 1796 Teniente

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Celedonio Moreno Angangueo 1797 Encargado de la adm.

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Celedonio Moreno Angangueo 1797 Encargado de la adm.

Benito Lorenzo de Horge Zitácuaro Carlos A de Palacio Peredo Taximaroa 1798 Encargado de la adm.

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Manuel García de Obeso Zitácuaro 1800 Encargado de la adm.

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Fco. Antonio de Mariega Maravatío 1801 Teniente

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Rafael Velázquez Irimbo 1802 Teniente encargado

José I. Guerra de Manzanares Zitácuaro Santiago Benegas Tuxpan 1802 Teniente de justicia

Juan Zarate y Manzo Tlazazalca José A. Méndez de Torres Tlazazalca 1788 Teniente

Juan de Zarate Tlazazalca Nicolás Escobar Llamas Piedad 1792 Teniente

Juan Zárate y Manzo Tlazazalca Gaspar Barbosa y Correa Chilchota 1794 Encargado de justicia

Juan López Cosío Tlazazalca Antonio Picota de Vergara Yurécuaro 1799 Teniente de justicia

Antonio Mora Tlazazalca Juan Baptista Fresquet La Piedad 1806 Teniente general

Francisco Cam acho Cuitzeo Antonio Lorenzo Loayza H uandacareo 1796 Encargado de justicia

Cuitzeo Jo sé Francisco Ortiz Sta. A na M aya 1797 Encargado de justicia

Francisco G erónim o Camacho

Cuitzeo Luis Posada Cuitzeo 1797 Teniente general

Francisco de A rancibia Puruándiro Jo sé M aría Rancivia Puruándiro 1800 Teniente general

V icente Selo H uim eo Jo sé M aría Cam acho Pungarabato 1798 Encargado general

V icente Selo H uim eo Jo sé M aría Cam acho Pungarabato 1798 Encargado general

Joaqu ín Salgado Correa H uetam o 1796 Teniente

Carlos Jo sé de Contreras Taretan Ju an Jo sé M aría de la Peña

Taretan 1792 Subdelegado Sustituto

Taretan R am ón de Lovera Taretan 1804 Subdelegado sustituto

M iguel de Arana Tacám baro Francisco López Tacám baro 1800 Encargado de justicia

Tacám baro D on Francisco López Tacám baro 1800 Encargado de justicia

M iguel de Arana Tacám baro Jo sé A rana Tacám baro 1801 Encargado de justicia

Antonio Cruzado A rio Jo sé M aría M ercado Ario 1810 Teniente general

Jo sé M aría A barca A rio Francisco de Zenica Ario 1799 Subdelegado Sustituto

Francisco Am brona Apatzingán Antonio Joaqu ín Padilla Tepalcatepec 1794 Teniente

Ju an V icente de A rze Angam acutiro Jo sé M iguel de V illaseñor N um arán 1793 Lugar teniente

Ju an A ntonio de la Concha Angam acutiro don Jo sé Antonio de Ibarrola

N um arán 1799 Encargado de justicia

V icente Chacón Angam acutiro Cayetano Ram írez N um arán 1802 Encargado de justicia

Francisco D íaz Q uijano H uaniqueo M anuel Ponce de León Capula 1795 Encargado de justicia

Ju lián G erónim o G uinea U ruapan M elchor A ntonio V elázquez

Uruapan 1801 Encargado de la adm.

Antonio Pérez Fernández Tlalpu jahua G erónim o P laza T lalpu jahua 1800 Encargado de justicia

El predominio de estos encargados de justicia tiene que ver justamente con las diferentes disposiciones en que se mandaba que los subdelegados en sus ausencias y enfermedades podían dejar persona que corriera con la administración de la jurisdicción de

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su cuenta y riesgo, incluso al parecer la real cédula de 1799 fue la que tuvo mayor acogida por los subdelegados, ya que a partir de 1800 fue más común observar que los subdelegados al solicitar licencia para ausentarse de sus partidos propusieran a la persona que quedaría encargada de la administración de justicia y demás ramos de su cargo. Quizá la notable presencia de los encargados de justicia se deba precisamente a que en la aprobación de las licencias para salir de sus jurisdicciones se mandaba que el subdelegado dejara un encargado de la jurisdicción de satisfacción del intendente y los fiadores, como claramente se puede observar en varias licencias que se otorgaron, y en particular en la del subdelegado deHuetamo.117

En la villa de Zamora, Juan Antonio de la Muyar fungía como subdelegado sustituto para las ausencias y enfermedades del subdelegado Eugenio Fernández Bárcena, es importante señalar cómo a partir del régimen de intendencias cambió la forma de legitimación de su autoridad, pues la fórmula que utilizaban con los alcaldes mayores para legitimar el empleo que ejercían era “con la aprobación del “superior gobierno”, con lo que se hacía alusión a que contaban con la aprobación del virrey, por lo que dicha expresión en muchos casos varió y se sustituyó “por nombramiento de éste (el subdelegado) y con aprobación del señor intendente corregidor de la provincia”.118 Por tanto la aprobación de los tenientes quedó en manos de los intendentes como la autoridad superior más inmediata de los subdelegados,119 y otros más pasaron por la aprobación del virrey. Cómo podemos observar en el cuadro anterior el nombramiento de tenientes no disminuyó en absoluto, sino que un amplio número de hombres ocuparon dicho empleo, por ejemplo en 1804 el subdelegado de Jiquilpan, Pedro Ferrera, manifestó que debía de media anata 288 pesos 8 granos de los 14 tenientes que había nombrado durante su administración (a razón de 16 pesos 2 reales y 4 granos cada uno).

De igual forma señalaba que su antecesor Francisco de Parra adeudaba 81 pesos, 3 reales 8 granos, de cinco tenientes que había designado, y señalaba que no podía dar cuenta de los tenientes que habían nombrado Antonio Pardo y Don Juan Vicente López Tortun.120 Los ministros de la caja real de Valladolid consultaron ante la Junta de Real Hacienda sobre si los tenientes nombrados por los subdelegados de nueva creación debían pagar el derecho de media anata, se les respondió que en Junta Superior de Real Hacienda de 17 de agosto de 1804 se acordó “que los encargados de justicia nombrados por los subdelegados de nueva creación adeudan el real derecho de media anata en los casos, tiempo y cuota asignada a los demás”, en ese mismo acuerdo se determinó que los subdelegados quedaban exentos de dicha contribución, pero no sus tenientes.121

117 AGN, Subdelegados, Vol. 19, F. 27. Licencia al subdelegado de Huetamo para que vaya a la ciudad de México, 13 de marzo de 1806.118 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 11v, Jacona, 20 de marzo de 1798. Solicitud del subdelegado de la Villa de Zamora para que en la cabecera se reúnan las cuatro causas. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, Caja 654, Exp. F 3.119 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 11v, Jacona, 20 de marzo de 1798. Solicitud del subdelegado de la Villa de Zamora para que en la cabecera se reúnan las cuatro causas.120 AGN, Media anata, Vol. 76, Fs.124- 134. Sobre lo que debe de media anata don Antonio Pardo de Armida, subdelegado de Jiquilpan, provincia de Valladolid. 1804-1805.121 AGN, Media anata, Vol. 76, Exp. 8, F. 259, Sobre media anata de los tenientes que nombraron los subdelegados de primera creación, septiembre 5 de 1789.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

4.4 Los subdelegados y los tenientes “parientes”

El temor de la Audiencia de que los subdelegados nombraran a parientes cercanos en los empleos de tenientes se hizo realidad, esta forma de operar no sólo fue privativa de los nuevos funcionarios, sino que esta práctica ya se venía realizando desde antaño con los alcaldes mayores y corregidores. La cultura política de los ministros reales de concebir al oficio como un beneficio, y a la vez como una forma de sacar el mayor provecho personal y familiar de los empleos que ejercían, en nada había cambiado. En el régimen de intendencias fue más evidente la práctica de nombrar a los descendientes directos como tenientes y encargados de justicia en las mismas jurisdicciones, obviamente contraviniendo las leyes de Indias que lo tenían estrictamente prohibido. Estas estrategias contribuyeron a fortalecer el poder, autoridad e influencia económica que los subdelegados y sus allegados podían ejercer en la jurisdicción, incluso fuera de ella, a través de sus actividades económicas, pues como bien afirma Kicza la diversificación de las actividades contribuía a fortalecer el poder económico y político de las élites,122 lo que evidentemente aplicaba en las provincias con los subdelegados y sus tenientes, quienes formaban parte de las elites económicas ya qué se vinculaban con estas a través de las fianzas.123 Algunos estudios, como el de Mickael Augeron con el clan Peón en Yucatán y Alvaro Alcántara en Acayucan, coinciden en la importancia que tuvieron los tenientes como parte de la clientela o del clan familiar de alcaldes mayores y los subdelegados que contribuyeron a afianzar el poder económico y político de las familias más prominentes de ciertas regiones. Augeron al hacer un análisis de la forma en que el clan de los Peón lograron hacerse del control de las subdelegaciones de Yucatán utilizando como vehículos para tal fin a la clientela y a los familiares, afirma que

“los tenientes reforzaban el juego complejo de fianzas acordadas a los subdelegados, además constituían un instrumento de control individual y colectivo sobre estos últimos [contrarios a los intereses del grupo familiar en el poder] y contribuían igualmente a la repartición efectiva del poder —y de los beneficios que le eran ligados— entre las diferentes familias”.124

Gracias al sistema administrativo y a la mayor sujeción que ejercían los intendentes hacia sus subalternos fue que ese tipo de actos no pasaron desapercibidos; sin embargo la iglesia a través de sus curas también denunciaron este tipo de prácticas, incluso llegaron a cuestionar sobre la facultad que tenían los subdelegados de nombrar tenientes en determinados pueblos, o bien si los tenientes podían nombrar sustitutos.125

En varias subdelegaciones se observó que los familiares cercanos de los subdelegados nombraban parientes en los tenientazgos. En 1800 el subdelegado de Puruándiro, Francisco de Arancibia, solicitó que se aprobara el nombramiento de teniente general en su hijo, el 122 123 124 125

122 KICZA, John E., Empresarios cololoniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los borbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp 29-58.123 FRANCO CACERES, Ivan, La intendencia de Valladolid, p. 162.124 AUGERON, Mickael, "Las grandes familias mexicanas a la conquista de las subdelegaciones costeras. El ejemplo del clan Peón en Yucatán (1794-1813)", en MACHUCA GALLEGOS, Laura, Grupos privilegiados en la península de Yucatán, Siglos XVIII y XIX, México, CIESAS, Gobierno del Estado de Yucatán, SEDECULTA, CONACULTA, 2014, pp.110-111.125 AHCM, Diocesano, Justicia, Maltratos, Caja 657, Exp. 18, Fs. 5. Aprehensión de un ebrio.

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teniente de dragones provinciales José María Arancibia.126 En la solicitud que realizó ante el intendente afirma que el defecto que encontró es que él no estaba facultado para confirmar el nombramiento de un militar como teniente, y es que no hay que olvidar que también esa limitación se había establecido para los subdelegados, aunque no prosperó.127 Y de hecho Felipe Díaz de Ortega no había puesto embarazo para que José María Aranciavia ejerciera el empleo de teniente en las ausencias y enfermedades de su padre, pero advirtió que por ser miliciano él no estaba facultado para aprobar dicho nombramiento, y además señalaba que eso no lo relevaba de cumplir con sus obligaciones militares, por lo que su aprobación se tenía que solicitar ante el superior gobierno.128 Y es que la misma circunstancia se observó en la intendencia de Veracruz, donde el subdelegado de Xalacingo, Don Pedro Alvarez de Casso, solicitó al gobernador e intendente de Veracruz, García José Dávila, que habilitara el nombramiento de encargado de justicia que hizo en el teniente de milicias Don Manuel González de Solares por su incompatibilidad de miliciano, y que elevara y apoyara su solicitud ante el virrey. Un encargado de justica en el pueblo de Perote señalaba que por el mucho trabajo que había en dicho pueblo los vecinos se excusaban de ejercer dicho empleo, que en tiempo de dos meses que llevaba al frente de la jurisdicción tres vecinos habían desistido del encargo. Afirmaba “he puesto para encargados y tenientes de justicia al vecino más honrado, de instrucción, cristiandad [e] intereses propios, para que con este no se viole la recta justicia, haciéndoles severos cargos a que observen a mi imitación cuanto exige esta, sin que me concurran con nada como lo hacían antes con mis antecesores restándome establecer esta buena providencia en el pueblo de Perote, en donde corre más necesidad por los estragos que se han visto en los que de tenientes se han puesto allí, atenidos al corto emolumento de la vara y porque sus vecinos se retraen a tomar el empleo por el mucho trabajo que tiene en el curso de tropas, cuerdas y otras personas, y pertrechos de guerra que de aquellos almacenes se remiten ocasionándole casi diariamente salir a embargar bagajes a mucha distancia por donde extravían los conductores para evadirse”.129

El subdelegado afirmaba a causa de que los vecinos no querían hacerse cargo del empleo de teniente, y a su poca capacidad para atender las anteriores funciones, fue que recurrió al teniente de milicias del regimiento provincial de las tres villas, Don Miguel Gonzáles de Solares, vecino de Perote, “en quien concurren las muy loables circunstancias de conducta, instrucción, y talento, muy sobresalientes aun para mayor destino que el de teniente de justicia, y accediendo por el afecto que me profesa, y los empeños de respecto que intercedieron.. .”, el único inconveniente, como bien lo afirmaba el subdelegado, era que había “incompatibilidad de los destinos”, y pedía que se le habilitara para el ejercicio delempleo.130

126 AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 65, Exp. 12, Fs. 222-235. Sobre que se declare válido el nombramiento de teniente que el subdelegado de Puruándiro hizo en su hijo Don José María Arancibia.127 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 2, Fs. 7-9. La real orden, de 3 de marzo de 1797, se mandó que los militares no se en las subdelegaciones y que solo se dediquen a los objetos de su carrera y destino.128 Ibid. F. 227.129 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp 1, Fs. 3v-4. Nombramiento de encargado de justicia del pueblo de Perote a favor del teniente de milicias don Manuel González de Solares.130 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 1, Fs 4. La solicitud la realizó el subdelegado Pedro Álvarez de Casso, Xalacingo, diciembre 5 de 1799.

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Era evidente la prohibición de que los milicianos no se emplearan en las subdelegaciones, por lo que determinó que se advirtiera a las intendencias de Veracruz Puebla, Guanajuato, Valladolid, Zacatecas, San Luis Potosí, Guadalajara y Oaxaca que “la prohibición de emplear oficiales militares en subdelegaciones debe entenderse únicamente con los que sirven en cuerpos vivos y con los veteranos de los de milicias, pues los oficiales milicianos o del país, y los de todas las clases, pueden admitir los referidos encargos con tal de que sea en las subdelegaciones de la intendencia en que residen y que se obliguen a marchar con sus respectivas compañías en el evento de que sus cuerpos se pongan sobre las armas por ser este servicio preferente a todo otro, dejando entonces sustitutos de su cuenta y riesgo que desempeñen las subdelegaciones durante su ausencia”.131

El criterio de los ministros para determinar si permitían el nombramiento de tenientes era un tanto confuso, y claramente se pudo observar en las diferentes opiniones que se emitieron desde la Audiencia, pues el fiscal Borbón era de la posición de que no se debía aprobar el nombramiento de teniente general y sostenía que “por la ordenanza de intendencias está prohibido en lo absoluto el nombramiento de tenientes a los subdelegados, y aunque alguna vez se les ha permitido con títulos de encargados de justicia, ha sido con consideración a las distancias, y en circunstancias muy diversas de las que se representan en este expediente para el nombramiento que el subdelegado de Puruándiro, Francisco Arancivia, pretende hacer en su hijo José María A ra n c ib ia .”.132 Y es que una de las justificaciones del subdelegado era que por ser su hijo y el respeto que le debía actuaría correctamente en la administración de justicia.

Las disposiciones de la ordenanza de intendentes se interpretaron de diferente manera ya que el asesor general del virrey, Bachiller, afirmaba que la ordenanza “prohibía que los subdelegados nombraran tenientes particulares o, fijos pero no encargados para la administración de justicia en sus legítimas ausencias o enfermedades, en cuyo evento es preciso se ejerza por alguna la jurisdicción”, por lo que su parecer era que si el virrey lo consideraba pertinente aprobara el nombramiento. En cambio el regente Ladrón de Guevara estaba más cercano a la postura que defendía Borbón, ya que indicaba que “es cierto que los subdelegados han nombrado tenientes con el título de encargados de justicia para algunos pueblos, pero lo han hecho con manifiesto exceso, y contravención a las leyes y lo prevenido en el reglamento, sin facultad, ni aun formalidad alguna cuando sólo podrían hacerlo ya que su empleo se extiende a varios pueblos, para sólo un caso repentino, o aprehensión de un reo en el hecho de cometer delito, con obligación de dar cuenta inmediatamente al su b d e legad o .”.133 Para Ladrón de Guevara los encargados de justicia en todo caso eran meramente cargos que se ejercían de forma eventual y por tanto no eran fijos; por lo tanto afirmaba que el subdelegado de Puruándiro no podía nombrar teniente y mucho menos teniente general, y por ende el intendente no podía hacer dicha aprobación, sin embargo de cierta forma las inconsistencias o la excepcionalidad de cómo se procedía de forma discrecional, pues en el mismo dictamen cerraba señalando que “el virrey puede nombrar por tal teniente general a José María Arancivia del subdelegado, su p a d r e .”, finalmente la última

131 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 2, F. 9.La real orden, de 3 de marzo de 1797, se mandó que los militares no se en las subdelegaciones y que solo se dediquen a los objetos de su carrera y destino.132 Ibid. AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 65, Exp. 12, Fs. 232. Sobre que se declare válido el nombramiento de teniente que el subdelegado de Puruándiro hizo en su hijo Don José María Arancibia.133 Ibid. Fs. 233v- 234.

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decisión estaba en manos del virrey Marquina, que fue el que determinó que se aprobara la designación de teniente general, lo cual se le informaba al intendente de Valladolid.

El subdelegado de Cuautitlan, José Miguel Pérez de León, también pretendió que se aprobara el nombramiento de su hijo Miguel Pérez Ponce de León como teniente de la misma jurisdicción por lo vasto de los pueblos anexos a su jurisdicción, y por sus constantes enfermedades que le impedían cumplir con sus obligaciones. El Fiscal de lo civil, Francisco Xavier Borbón, contestó que no tenía lugar la solicitud pues no estaba permitido que dos parientes sirvan a un tiempo en la misma jurisdicción, aspecto que en la solicitud del subdelegado de Puruándiro ni siquiera se mencionó.134

Por su parte el subdelegado de Pátzcuaro, José María Abarca, nombró a Diego Abarca como teniente de Zacapu. De igual manera el cura de Apatzingán denunciaban que los vecinos estaban inquietos porque el subdelegado Bernardo González había nombrarlo de teniente a su hijo. El nombramiento de los hijos, familiares y dependientes, fue una práctica que no fue privativa del régimen de intendencias. En Tlalpujahua el alcalde mayor en sus ausencias dejaba a su hijo, José Vélez y Escalante, y el cura señalaba que dudaba de pedirle auxilio para encarcelar a los feligreses que no cumplen con los preceptos anuales ya que los simples exhortos no eran suficientes, pues al igual que el resto de los vecinos el teniente no cumplía con sus obligaciones con la iglesia, por lo que encabezaba la nómina de los que no cumplían los preceptos anuales de la iglesia.135

Independiente de la contravención que se pudiera causar en ese tipo de nombramientos, los subdelegados sólo pensaban en la forma de extender el beneficio que les proporcionaba el cargo de justicia hacia sus descendientes o familiares más cercanos.

4.5 Alcaldes ordinarios y encargados de justicia

El artículo 11 expresaba que en la medida que se fueran suprimiendo los corregimientos y alcaldías mayores de las ciudades villas y lugares de españoles de competente vecindario se deberían de elegir dos alcaldes ordinarios, de igual manera se prevenía que en los lugares donde no hubiera ayuntamiento estos nombramientos los haría el gobernador político y militar, y en las provincias a los intendentes les correspondía esa facultad. De igual manera se prevenía la anulación de los tenientes, “y que anulo expresamente la facultad ó arbitrio que los Gobernadores en cuanto a lo político, Corregidores y Alcaldes Mayores, hubiesen tenido de poner Tenientes en algunas Ciudades, Villas o Lugares de los que se indican en este artículo”.136 La inoperancia de los artículos que incidían directamente en el nombramiento de los alcaldes ordinarios para la administración de las jurisdicciones, señala Rocío Ruiz de la Barrera, trajo como consecuencia que los subdelegados se vieran en la necesidad de nombrar lugartenientes que los auxiliaran en cada uno de los distritos que

134 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 11, Fs. 183. 30 de junio de 1801.135 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1781, Caja 118, Exp. 143.136 Real Ordenanza, art. 11.

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conformaban la subdelegación.137 Aunque la razón de mayor peso fue la extensión de las jurisdicciones, argumento que los subdelegados alegaron de forma constante.138

Autores como David Brading y José Luis Alcauter, entre otros, han analizado las dificultades que hubo para poner en operatividad los nombramientos de los nuevos alcaldes ordinarios, puesto que serían empleos de nueva creación, lo que generaría un mayor traslape de jurisdicciones con los subdelegados; si de por si la relación entre los subdelegados y los alcaldes ordinarios de los ayuntamientos de ciudades y villas se volvió complicada precisamente por la delimitación de competencias entre unos y otros.139 Quizá la puesta en marcha de los alcaldes ordinarios en los pueblos de españoles de competente vecindario, como lo disponía el artículo 11 de la ordenanza de intendentes, hubiera disminuido el pronto rebrote de los tenientes, pero en todo caso se hubieran incrementado los conflictos por el traslape de jurisdicciones, pues no hay que olvidar que desde finales del siglo XVII ya se había propuesto que la administración provincial quedara en manos de alcaldes ordinarios, pues se consideraba que ellos llevarían una mejor administración de justicia que la que ejercían los corregidores y los alcaldes mayores.

La aplicación de la real ordenanza de intendentes muy pronto tuvo adversarios que se opusieron a la aplicación de varios de los artículos de la ordenanza que afectaban los intereses particulares de los ministros del rey, de los comerciantes y de la nueva burocracia que estaba en ciernes. A menos de un año del ensayo del nuevo gobierno, en agosto de 1788, la Junta Superior que estaba conformada por el “virrey Flores, Gamboa, Posada, Alegría y el Tesorero de la Real Hacienda central, Luis Gutiérrez”,140 determinaron anular los artículos 11, 12 y 129, justamente los que habían generado diversas dudas para su aplicación sobre si se tenía que nombrar subdelegados de dos o cuatro causas o alcaldes ordinarios. Fue hasta 1797 cuando a solicitud de los intendentes de México, Veracruz y San Luis Potosí, que se determinó se suspendieran definitivamente los artículos 11, 12, y 77, con lo que se le dotaba a los subdelegados de la facultad de ejercer las cuatro causas, aún en las ciudades que contaran con su ayuntamiento. Condición que generó un sinnúmero de conflictos de competencia entre los alcaldes ordinarios y los subdelegados, pues contravenía la forma en que tradicionalmente se procedía en el antiguo esquema de gobierno.141

En provincias como Yucatán se generó fuertes conflictos entre los subdelegados y los alcaldes ordinarios, que hasta antes de la aplicación de la ordenanza de intendentes eran los que ejercían el poder político en toda la jurisdicción, por tanto los subdelegados llegaron a desplazarlos y a ejercer las funciones que éstos desempeñaban.142 José Luis Alcauter en su

137 RUIZ DE LA BARRERA, Rocío, "El sistema de intendencias en la Nueva España: los fundamentos de un fracaso político", en RODRIGUEZ GARZA, Francisco Javier y GUTIÉRREZ HERRERA, Lucino (coord), Ilustración española, reformas borbónicas y liberalismo temprano en México, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1992, p. 100 (pp. 69-109).138 El subdelegado de Cadereyta nombró dos tenientes en Pacula a Miguel Ponce y en el Presidio de San Joseph Vizarrón a Félix Maldonado. AGN, Subdelegados, Vol. 12, Exp. 4, Fs. 92. oct 24 de 1791.139 ALCAUTER, El régimen de intendencias, p. 120.140 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 111.141 Ibid. p.113142 PÉREZ- MALLAINA BUENO, Pablo Emilio, Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán (1797­1814), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, 1798, p. 204.

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tesis desarrolló ampliamente la controversia generada entre subdelegados y alcaldes ordinarios, y lo complicado que resultó para las autoridades la puesta en marcha de varios artículos que estaban relacionados con la competencia de estos funcionarios.143

En la intendencia de Valladolid, en las subdelegaciones de Pátzcuaro, Zamora y Zitácuaro, se nombraron subdelegados de segunda clase, es decir de dos causas pues sólo ejercían las funciones de Guerra y hacienda, y a los alcaldes ordinarios les correspondían las de policía y justicia y la autoridad de los subdelegados en esas ciudades por tanto se vio acotada. El intendente de Valladolid pretendía ampliar la jurisdicción de los subdelegados a las cuatro causas, pues señalaba que “no podía hacer la propuesta para la subdelegación de Pátzcuaro para sólo las causas de hacienda y guerra, pues Félix Gutiérrez de Lama ya había renunciado al cargo y que no había sujeto que quisiera aceptarlo sin la ampliación de la jurisdicción.144 Y lo mismo argumentaba para la villa Zamora al afirmar “que sin el conocimiento de las cuatro causas no hay ni puede haber quien quiera la subdelegación”.145 Brading afirma que desde 1797 se les otorgó a los subdelegados la facultad de ejercer las cuatro causas. Como sucedió con el nombramiento del capitán José María de Lama Salceda, se decía que su nombramiento había sido indefinido pues en él no se especifica si sus facultades se extendían a las cuatro causas: justicia, policía, hacienda y guerra, o si sólo estaba facultado a actuar en las dos últimas.

Alonso de León, administrador de las rentas de tabaco y regidor del ayuntamiento de Zamora, hizo una representación al virrey planteando que los alcaldes ordinarios ejercieran la jurisdicción real en su totalidad, por lo que pretendían que los nombramientos de subdelegados recayeran en los mismos alcaldes ordinarios

“el ayuntamiento de esta villa que en ella y su distrito sean subdelegados los alcaldes ordinarios que el mismo elige, que presidan las Juntas y Cabildos que se ofrezcan pero no con la debida subordinación y miramiento que tendrían a un subdelegado que fuera como los alcaldes que nombran, y tendrán como hechuras suyas a su disposición”.146

Todas estas representaciones, que a final de cuentas no son más que las aspiraciones políticas de los regidores de Zamora, se dieron con motivo de la renuncia que realizó el capitán José María Salceda de la subdelegación, pues argumentaba que debido a sus enfermedades no podía atender los negocios de la jurisdicción, y en especial no podría cumplir con la recaudación de tributos. Pese a las pretensiones del ayuntamiento, el fiscal de lo civil mandó que se observaron los artículos 12 y 77 de la real ordenanza, donde se previene que los alcaldes ordinarios deben atender “las causas de justicia y policía y que el subdelegado que haya de nombrarse en lugar de Salceda, sea sólo en lo que toque a las otras dos de hacienda y guerra”, se mandó que dicha resolución se le comunicara al ayuntamiento de Zamora y al teniente letrado de Valladolid.147 143 144 145 146 147

143 ALCAUTER GUZMAN, José Luis, El régimen de subdelegaciones, pp. 130-135.144 AHMP, Caja 60c, Exp. 1, F. 6.145 AGN, Subdelegados, Vol. 28, Fs 29.146 AGN, Subdelegados, Vol. 28, Fs 10v. El ayuntamiento de Zamora sobre que los subdelegados de aquel partido entiendan sólo en las causas de hacienda y guerra. Zamora 5 de diciembre de 1792.147 AGN, Subdelegados, vol 28, fs 23v- 24. Resolución del fiscal de lo civil y aprobado por el virrey Revillagigedo. México 23 de febrero de 1792.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Aunque la idea era igualar la forma en que administraban justicia los subdelegados en las villas y ciudades que contaban con ayuntamientos, y que además ya estaba establecido en la ordenanza de intendentes, ni los subdelegados ni los alcaldes ordinarios dejaron de buscar ampliar sus facultades. Aunque desde 1792 el virrey Revillagigedo había aprobado que los subdelegados sólo ejercieran las causas de hacienda y guerra, Eugenio Fernández Bárcena solicitó que se le otorgara facultad para ejercer las cuatro causas en la cabecera de la villa, solicitud que le fue denegada por dictamen del fiscal de lo civil de 1 de mayo de 1798, argumentando que “no había lugar a la solicitud del subdelegado de Zamora mientras no se presentare o señalare real orden posterior a la ordenanza de 86 que prohíbe expresamente a los subdelegados el ejercicio, o jurisdicción en las causas de policía o justicia, en las cabeceras donde hay alcaldes ordinarios”.148 Y es que de aceptar la ampliación de la jurisdicción de los subdelegados se afectaría a los alcaldes ordinarios.

Pero las tensiones entre los subdelegados y los alcaldes ordinarios siguieron su curso, y en 1791 ya se había dispuesto que los subdelegados en sus ausencias nombraran un encargado que corriera con la administración de las subdelegaciones. José Ignacio Guerra de Manzanares para ausentarse dejó de encargado de la jurisdicción a Manuel García de Obeso, por lo que los administradores de rentas debían acudir ante Obeso en las ausencias del subdelegado. El ayuntamiento a través del alcalde ordinario más antiguo, Francisco Ignacio Pagola, reclamaba que por derecho de turno le correspondía ejercer la jurisdicción del subdelegado en sus ausencias y enfermedades, y se opuso a dicho nombramiento pues sostenía que los alcaldes ordinarios debían ejercer las funciones del subdelegado en sus ausencias y enfermedades. En 1800 el ayuntamiento de la villa de Zitácuaro envió una representación al virrey Marquina en la que expresaban que el subdelegado pretendía modificar la costumbre que se había seguido de que los alcaldes ordinarios ejercían la jurisdicción de los subdelegados en sus ausencias y enfermedades, y afirmaban que el subdelegado Benito Lorenzo de Horge pretendía modificar la antigua costumbre pues en las ausencias que hacía con el motivo de asistir al asiento de minas que tenía en el laborío de Angangueo dejaba nombrado un teniente.

En la representación de los alcaldes ordinarios fueron tres los aspectos que sostenían la oposición para que no se nombrara teniente o encargado en Zitácuaro: en primer lugar que la jurisdicción ordinaria de los subdelegados en las ausencias o enfermedades le correspondía ejercerla a los alcaldes ordinarios, pues así estaba establecido en las leyes; en segundo lugar, que el subdelegado no estaba facultado para nombrar teniente o encargado de justicia, y mucho menos sin la aprobación del superior gobierno, pero sobre todo se planteaba que no había necesidad de nombrarlo donde había ayuntamiento y alcaldes; en tercer lugar, y quizá este sea el punto más importante, se indicaba que la cabecera de la subdelegación no era la villa de Zitácuaro, por lo que el subdelegado no debería de residir en dicha villa sino en Maravatío,149 porque el subdelegado no debía habitar en las villas o lugares donde hubiera cabildo y alcaldes ordinarios. La representación del alcalde Francisco de Pagola pasó al fiscal

148 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3294, Exp. 9, F. 13. Solicitud del subdelegado de la Villa de Zamora para que en la cabecera se reúnan las cuatro causas. 1 de mayo de 1798.149 AGN, General de parte, Vol. 76, Exp. 293, Fs. 212v- 214.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de lo civil, Francisco Javier Borbón, el cual determinó que el subdelegado informe del nombramiento del teniente y con qué facultades lo nombró.150

Pagola afirmaba que el nombramiento de Manuel de Obeso como teniente de Zitácuaro y confirmado por el intendente, evidentemente se había realizado con defecto de jurisdicción, ya que no estaban derogados los artículos de la ordenanza que prohíben el nombramiento de tenientes y las leyes les dan la preeminencia a los alcaldes ordinarios. Así mismo los alcaldes ordinarios denunciaban que Horge y su teniente siempre habían conocido de las causas de Justicia y Policía, incluso antes de que se habilitara a los subdelegados que conocieran de las cuatro causas. El veredicto final del fiscal de lo civil, y que fue avalado por el virrey Marquina, fue que los subdelegados no estaban facultados para nombrar tenientes generales en las cabeceras y pueblos de distrito, ni en las ciudades y villas donde hubiera cabildo, por tanto en las ciudades que contaran con su ayuntamiento la vara del subdelegado por ausencia, enfermedad o muerte, le correspondía al alcalde ordinario por antigüedad (esto según lo disponía la ley 12, libro 5° titulo 3 de las leyes de Indias); el nombramiento de teniente general en don Manuel de Obeso se hizo con abuso de las facultades y con aprobación del intendente, por tanto se indicaba que el intendente no estaba facultado para semejante aprobación

“los nombramientos que arbitrariamente se nombran especialmente en las ciudades y villas donde hay alcaldes ordinarios, a pedimento del que responde se anuló igual nombramiento en la villa de Sombrerete y se han reprobado otros de tenientes particulares en los pueblos, y aunque en ciertos casos se ha permitido algunas veces el nombramiento de tenientes ha sido con el título de encargados de justicia de los subdelegados, en circunstancias muy diversas y con la precisa e indispensable aprobación de este superior gobierno”.151

Para terminar con el abuso de nombramiento de teniente general en la villa de Zitácuaro, se mandó librar despacho al nuevo subdelegado para que (las diligencias se realizaron justo en el momento en que el subdelegado Horge estaba terminando su periodo) no repitiera la conducta de su antecesor y se le ordenó que no nombre teniente general en la villa, y al intendente se le hizo la prevención de que se abstuviera de aprobar los nombramientos de tenientes que hicieran los subdelegados, y en caso de necesitar encargados se tendrán que hacer con aprobación del superior gobierno, todas estas disposiciones se le dieron a conocer a los alcaldes ordinarios.

Los argumentos de los alcaldes se sostenían en las disposiciones de las leyes de Indias y reales cédulas que se habían emitido, en las que se establecía que en las ausencias, enfermedad o muerte de los subdelegados la jurisdicción recayera en los alcaldes ordinarios, y prohibían que se nombraran tenientes.152 Pretendían continuar con los antiguos privilegios que gozaban con los alcaldes mayores donde los tenientes de alcalde eran los miembros del cabildo, sin embargo el subdelegado se estaba rigiendo según la real cédula de 24 de agosto de 1799, en la que se dispuso 150 151 152

150 Dictamen del Fiscal de lo civil de 20 de junio de 1800, y la superior orden del virrey se dio el veinte y cinco de junio, por lo que se le mandó al subdelegado que en el término de quince días remitiera el informe; por su parte el subdelegado dio respuesta el 18 de julio.151 AGN, General de parte, México, octubre 11 de 1800, Vol. 76, Exp. 323, Fs. 237v152 AGN, General de parte, Vol. 76, Exp. 293, Fs. 213.

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“que cuando los subdelegados salgan de sus jurisdicciones las dejen encargados a sujetos de la satisfacción de los señores intendentes, que las sirvan de cuenta y riesgo de los mismos, con cuyo requisito cubren la responsabilidad de los referidos señores intendentes, respecto a que son inmediatos responsables de las provincias que están a su cargo”.153

Para los alcaldes ordinarios esa resolución sólo se podía aplicar en los lugares donde no existían ayuntamientos, aunque suponemos que a final de cuentas los tenientes generales que se nombraban en Zamora, Pátzcuaro y Zitácuaro eran los que ejercían la jurisdicción del subdelegado en la cabecera en sus ausencias. Y es que en la mayoría de los ayuntamientos hubo resistencia para que los subdelegados dejaran encargado de justicia: en la villa de Córdova los alcaldes ordinarios se opusieron a que el subdelegado Luis Segobia dejara en calidad de encargado de justicia a Manuel Lama, pues alegaban que el subdelegado no les había avisado de que se ausentaría y que dejaría al susodicho haciendo sus veces, y además argumentaban que “tuvo presente el ayuntamiento una circular de este superior gobierno, contraída a que ningún teniente o encargado de justicia, y ni aun los mismo subdelegados, puedan ejercer jurisdicción antes de obtener la correspondiente aprobación de V. E., haber pagado la media anata por la gracia. Y como don Manuel Lama no manifestó aquel documento ni esta constancia, creyó el ayuntamiento, y aun hasta ahora cree que no debía haberlo admitirlo con la investidura que se le presentó”.154 En primer lugar había una oposición por el incumplimiento en cuanto a lo formal, porque otro de los aspecto que salió a relucir es que Lama era soldado de milicia sin grado alguno, por lo que los alcaldes consideraban que no “viene a bien con fungir representación tan seria, a la cabeza de un cabildo como el de Orizaba”, es decir que no tenía la representación ni el honor que se requería para presidir el cabildo. Así mismo denunciaban que el empeño del subdelegado por mantener a dicho Lama residía en que era yerno de Segobia.155

En la Audiencia de Guadalajara también se presentaron casos muy similares en donde los alcaldes ordinarios se opusieron a que los tenientes generales presidieran los cabildos. El nombramiento de los tenientes generales, por ejemplo en la Nueva Galicia, llevó a que el fiscal de la Audiencia determinara que el teniente general que nombraba el subdelegado no presidiera el ayuntamiento pues esta facultad le estaba dada al teniente letrado del intendente, y por su ausencia a los alcaldes ordinarios que le correspondiera, por tanto determinó que “por falta de subdelegado deben presidir a sus tenientes los alcaldes ordinarios”. En este expediente el fiscal exponía que en la real ordenanza de intendentes no se hacía referencia al 153 154 155

153 AGN, Subdelegados, Vol. 6, Exp. 14, Fs. 216-222.154 AGN, Intendencias, Vol. 64, Exp. 15, Fs. 375-405. El intendente de Veracruz sobre la conducta del alcalde de 1° voto de Orizaba con motivo de haber avocado el mando de la subdelegación de aquella villa, 1809. F379.155 Se decía que ama tenía pendiente una causa criminal por insubordinación e insultos que cometió contra la persona de Don Juan del Rey, alférez del regimiento de milicias de Orizaba y por contrabando en la garita de Córdova, el subdelegado acusaba al alcalde ordinario de 1° voto de que de que se su propia autoridad se había advocado el conocimiento universal de todos los despachos de la subdelegación impidiéndole a la m s el giro de los negocios. 384-385 (año 1809) Manuel Lama soldado distinguido del regimiento de milicias de Tlaxcala -Alegaban que es muy baja esta representación para el destino que se trata y para alternar y para alternar con los regidores y presidirlos en cabildo, juntas y demás actos públicos, Zagarzurieta determinó que se nombre un nuevo sujeto que puede ejercer el empleo de teniente y con ello la presidencia del cabildo, México 20 de mayo de 1809, f 402, intendencias 64.

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teniente, ni mucho menos al teniente general, título que había otorgado el subdelegado de Tepic.156

En 1792 el subdelegado de la villa de León, José Fernández de Molina, nombró al regidor Joseph Ignacio Crespo157 para que corriera con la administración de justicia, con el cobro de tributos y demás ramos de la real hacienda, nombramiento que fue aprobado por el intendente Pedro José Soriano con el título de “teniente general”, con la facultad de presidir el ayuntamiento en sus juntas y acuerdos.158 El cabildo se opuso al nombramiento y al uso de la jurisdicción ordinaria y presidencia del cabildo, pues señalaban que el regidor Crespo no podía ejercer la jurisdicción ordinaria por corresponderle ésta al ayuntamiento, y además estaba impedido por ser fiador del subdelegado; el fiscal de lo civil determinó que el punto general de 1791 no se debía entender como que se restablecía el antiguo sistema de nombrar tenientes, lo que quedó anulado en el artículo 11 de la ordenanza de intendentes, por lo que se declaró por justa y fundada la oposición de los regidores del cabildo para que Crespo tomara posesión del nombramiento de teniente general, se mandó anular y quedó sin efecto dicho nombramiento. Fueron muchas las voces que se expresaron en defensa de los privilegios y jurisdicción de los alcaldes ordinarios: los alcaldes de Mérida de Yucatán desde 1790 se quejaban de que la aplicación del artículo 12 había reducido su jurisdicción.159 Por lo que al igual que en el resto de los ayuntamientos se presentaron conflictos enconados, lo que ha llevado incluso a afirmar que más que la jurisdicción, en realidad en Yucatán los alcaldes y subdelegados se peleaban por el control político y la explotación de los indios.160 Los ayuntamientos, como una de las corporaciones fuertes de las últimas décadas del dominio español en América, continuaron defendiendo sus privilegios, los cuáles se vieron fortalecidos con la aplicación de la real ordenanza de intendentes al suprimir los tenientes, pues aunque se restablecieron dichos nombramientos hubo una mayor resistencia a aceptar la intervención de estos auxiliares de los subdelegados en sus cabildos.

4.6 Delegación de la jurisdicción

Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX los intendentes y los ministros de la Audiencia abordaron dos temas fundamentales: sobre la idoneidad de los sujetos que podían ocupar los empleos de teniente y lo relacionado con la facultad de nombrar a los tenientes. Los oidores de la real Audiencia de México le informaban al virrey Revillagigedo

156 DIEGO-FERNANDEZ SOTELO Rafael y MANTILLA TROLE Marina, La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español, T. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2003, No. 144, Nulidad de nombramiento de teniente general, p. 214.157 Español americano y originario de la villa de León.158 AGN, Subdelegados, 5 de enero de 1792, Vol. 12, Exp. 1, f. 2.159 AGN, Subdelegados, Vol. 10, Exp. 9, 245160 Pablo Emilio Pérez- Mallaina Bueno, Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán (1797-1814), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla 1798. CASTILLO CANCHÉ, Jorge I., "El reformismo borbónico en Yucatán: el gobierno de los intendentes, 1789-1811", en QUEZADA, Sergio, CASTILLO CANCHÉ, Jorge, ORTIZ YAM, Inés (Coords.) Historia general de Yucatán. Yucatán en el orden colonial. 1517-1811, Mérida, Yucatán, Universidad Autónoma de Yucatán, 2014, pp. 508-509.

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que el incumplimiento del artículo doce causaba “graves daños a que da ocasión la falta de jurisdicción en los encargados y tenientes de los subdelegados, indispensablemente habrán de poner en este tribunal en la precisión de anular en vista de los expedientes con que se da cuenta, los autos y demás diligencias que actúan de pedimento de partes en materia de justicia”.161

En la Real cédula de 1796 se mandó que los intendentes cumplieran con exactitud el artículo doce, según se prevenía en la real ordenanza de siete de octubre de 1788 y doce de enero de 1792, en que se mandaba

“que los subdelegados y tenientes en los pueblos que deben tenerlos, en fuerza de lo que en dicho artículo se prescribe, usen de su oficio con la rectitud desinterés que corresponde sin extorsionar a sus moradores con ilícitas exacciones ni en otra manera alguna, prohibiendo absolutamente a los primeros el que subdeleguen su jurisdicción por los inconvenientes que de ellos resultan”.162

Pues los tenientes y encargados de justicia carecían de jurisdicción ordinaria para actuar en las diligencias y autos a petición de partes en materia de justicia, en esta misma provisión se mandada que se averiguara los tratos que se llegaran a hacer entre los subdelegados y los tenientes sobre la concesión de algunas cantidades por los tenientazgos.163 Con la real cédula se pretendía terminar con los abusos en el nombramiento de tenientes, y a la vez resolver un problema fundamental que era precisamente en qué medida los subdelegados estaban facultados para delegar su jurisdicción, o si bien ésta le correspondía privativamente al intendente.

En el año de 1807 el intendente de México, Francisco Manuel de Arce, con motivo del pedimento del promotor fiscal de la intendencia, y debido a que los subdelegados nombraban tenientes en sus partidos sin dar cuenta al intendente para su aprobación, envió una circular a los subdelegados de su provincia en la cual se les mandaba que para el nombramiento de tenientes o encargados de justicia debía recaer en sujetos idóneos.164 En la circular se exponían varios puntos: en primer lugar, que los subdelegados no podían delegar su jurisdicción; en segundo se expresaba que la facultad de nombrar tenientes era privativa del intendente según lo expresaban los artículos 9, 11 y 12 de la ordenanza. Casi al inicio del auto del intendente manifestaba que “no puede permitirse ni tolerarse el que continúen con una conducta enteramente reprobada, pues la jurisdicción que ejercen, como que es subdelegada, no pueden comunicarla a otros p o r concedérseles bajo unos límites sumamente estrechos, incapaz p o r lo mismo de 161 162 163 164

161 AGN, Subdelegados, 8 de abril de 1792, Vol. 51, Exp. 5, Fs. 78-v.162 AGN, Reales Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 367v.163 AGN, Resles Cédulas Originales, Vol. 164, Exp. 224, F. 366. San Ildefonso 20 de julio de 1796. Real Cédula para que se respete el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes.164 AGN, Indiferente virreinal, 1809, Cuernavaca, nombramiento de tenientes de subdelegados de Cuernavaca, Caja 3579, Exp. 36, Fs. 3. El virrey Iturrigay remitió el superior despacho de 13 de septiembre al intendente de México para que se observara su cumplimiento en el nombramiento de tenientes en la subdelegación de Cuernavaca. 1809.

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extenderla a otra persond ’.165 El intendente de México fundamentaba su decisión en esos principales artículos, ya que en el artículo 9 se estableció que

“conforme vayan vacando, o cumpliendo su tiempo los provistos por Mí en unas y otras; y entretanto estarán inmediatamente subordinados a los respectivos intendentes de sus distritos, y éstos le subdelegarán sus cargos para que así se uniforme desde luego el gobierno de todas las provincias, y se evite la confusión que siempre causa la diversidad de jurisdicciones y Ministros.”166

Si bien este artículo disponía la homogenización de las jurisdicciones y extinción de alcaldías mayores y corregimientos, sin excepción de las del Marquesado del Valle y Ducado de Atlixco, el punto nodal al que hacía referencia el intendente era precisamente a que en ese mismo artículo el intendente era el que estaba facultado para subdelegar los cargos, por tanto éste era el único que podía extender sus facultades a otros individuos y no los subdelegados, que eran los subordinados inmediatos al intendente y que ejercían facultades que se le habían subdelegado.

En los anteriores decretos ya se había establecido que los nombramientos de tenientes se debían hacer en conformidad del intendente, quien estaba facultado para hacer los nombramientos respectivos. En esta intendencia se pretendía seguir el mismo procedimiento por el que se elegía a los subdelegados, en el cual el intendente a través de una terna proponía a los sujetos que consideraba más idóneos para ocupar el cargo y que éste fuera aprobado por el virrey; en el caso de los tenientes, la recomendación del intendente fue que los subdelegados propusieran una terna a través de la cual se elegiría al sujeto más idóneo para ejercer dicho empleo.167 Por tanto, la función de los subdelegados no era la de nombrar, sino solamente de proponer, y el intendente aprobaría al teniente que fuera de su satisfacción. Según se expresaba en dicho auto, este sistema funcionó así con el intendente Bernardo Bonavia, por lo que el intendente Flores pretendía que continuara sin variación.

En lo que respecta al artículo 11, que trataba de que se respetaran las facultades de los alcaldes ordinarios y que se nombraran en las ciudades y villas que fueran necesarios, en los últimos renglones se anulaba prácticamente toda posibilidad de que se continuara con el nombramiento de tenientes: “anulo expresamente la facultad o arbitrio que los Gobernadores en cuanto a lo político, Corregidores y Alcaldes mayores, hubiesen tenido de poner Tenientes en algunas Ciudades, Villas o Lugares de los que se indican en este Articulo”.168 En lo que respecta a este artículo se había incurrido en dos omisiones: en primer lugar no se habían nombrado alcaldes ordinarios sino subdelegados en aquellas villas de competente vecindario como se indicaba, y por otro lado, pese a la prevención de que se anulaba el nombramiento de tenientes, los nuevos funcionarios siguieron nombrando tenientes sin ninguna inhibición. Una vez anulada toda posibilidad de poder designar tenientes, el artículo 12 establecía que “en cada Pueblo de indios que sea cabecera de partido, y en que hubiese habido teniente de gobernador, corregidor, o alcalde mayor se ha de poner un Subdelegado, que lo ha de ser en 165 166 167 168

165 AGN, Subdelegados, "Circular para todos los subdelegados sobre que propongan para tenientes y encargados de justicia de su jurisdicción sujetos idóneos", 1807, Vol. 51, Exp. 8, F. 309. Las cursivas son del autor.166 Real Ordenanza, art. 9.167 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, F. 308.168 Real Ordenanza art. 11.

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las cuatro causas, y precisamente español...”.169 Uno de los principales argumentos de la Audiencia de México sobre la inconveniencia de que se nombraran encargados o tenientes de subdelegados era que se estaba incumpliendo con la aplicación del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes, en que se mandaba que en los pueblos de indios cabecera de partido se nombrara un subdelegado con título formal y fianzas, lo que aún no se lograba, pues los subdelegados continuaban nombrando tenientes en los mismos lugares que había hasta antes del régimen de intendencias.

Podemos encontrar entre los mismos miembros de la Audiencia posturas divergentes con respecto al nombramiento de tenientes: el fiscal Ramón de Posada, quien se había distinguido por ser un férreo defensor de proyecto reformista de Gálvez y de Carlos III, pretendía que se observaran las disposiciones de la ordenanza, que fue lo que llevó incluso a que sus opositores le pusieran el mote de “el inquieto fiscal de hacienda de la Audiencia de México”.170 Posada afirmaba que era más convenientes que en los pueblos de indios se nombrara un subdelegado que percibiera el 5% de sueldo por la recaudación de tributos, a que se nombraran tenientes sin ninguna percepción más que lo que obtuvieran por el ramo de judicatura. En cambio el fiscal protector, Francisco Javier Borbón, era de la opinión que no se nombraran subdelegados en todos los pueblos de indios en donde se nombraban tenientes de corregidor, alcalde mayor y gobernador, pues afirmaba que en esas condiciones se enfrentarían a dos problemas fundamentales, en primer lugar la carencia de sujetos que estuvieran dispuestos a ocupar dichos empleos por un sueldo muy corto y a la falta de individuos que los afianzaran.171

De igual forma se hacía referencia al punto general de 1791 en el que se expresaba:

“que las sustituciones de los subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo, recaigan en algunos de los administradores de rentas, por ser esto conforme a lo que disponen varios artículos de la Real Ordenanza de Intendentes, que donde no haya estos dependientes, se elija para estos encargos a uno de los tres vecinos honrados, imparciales, y de mejor nota de los Pueblos, con aprobación de aquellos”.172

En el fondo el punto central de este auto, que fue enviado por cordillera a todas las subdelegaciones de la intendencia de México, era dejar en claro que por ninguna razón los subdelegados podían nombrar tenientes o encargados de justicia porque no contaban con la facultad para hacerlo, y por ende las diligencias y cada uno de los procesos, escrituras y poderes en los que actuaran los tenientes que no tuvieran la aprobación de los intendentes simplemente carecían de toda legalidad y tendrían que ser anulados por defecto de jurisdicción. A través de la documentación generada en la intendencia de México se observa que hubo una mayor tendencia a controlar el actuar de los subdelegados y sus tenientes. 169 170 171 172

169 Real Ordenanza, art. 12.170 Libro de Reales Órdenes y Cédulas de su Magestad, Cédula 185, p. 287.171 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 5, Fs. 80.172 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, F. 309v.

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4.7 Destitución de los tenientes de subdelegados

La destitución de los tenientes fue un tema frecuente que se presentó a lo largo del periodo colonial por diversas razones, aunque presumiblemente la principal fue por las constantes quejas de abusos de autoridad. Antes de la aplicación del régimen de intendencias el nombramiento de los tenientes generales y particulares le correspondía a los alcaldes mayores, gobernadores y corregidores, y sólo se requería la aprobación del virrey, como lo indicamos en su momento en el capítulo 2, de igual manera ellos mismos decidían el tiempo que los mantenían en dicho empleo y los podían destituir con la autorización del virrey o la Audiencia.173

Durante el régimen de intendencias las circunstancias cambiaron sustancialmente pues hubo tenientes que fueron nombrados por los subdelegados, los intendentes, y otros más que requirieron de la aprobación del superior gobierno, del virrey, lo que generó también ciertas discusiones sobre quiénes eran los que tenían la facultad de remover a los tenientes de sus empleos, esta circunstancia se vivieron en Michoacán, México y en la Audiencia de Nueva Galicia. Incluso cuando se presentaron capítulos en contra de los tenientes por sus malas acciones o por los excesos que cometían, los tenientes se opusieron a que los subdelegados conocieran las diligencias argumentando justamente que no tenían facultad para conocer las causas que se les seguían puesto que habían sido nombrados o confirmados por el intendente. Los subdelegados, al igual que los alcaldes mayores, con regularidad para ausentarse de sus jurisdicciones solicitaban permiso con la condición de dejar en el juzgado una persona de su confianza que administrara justicia y recaudara tributos de su cuenta y riesgo,174 incluso en ese tipo de licencias el encargado de justicia tenía que ser aceptado por los fiadores.

Así como se presentaron distintas disputas sobre quiénes estaban facultados para nombrar a los tenientes, también se dieron confrontaciones sobre quiénes podían conocer las causas o denuncias que la población ponía en contra de los tenientes: en 1793 el teniente de Santa Ana Maya, Joseph Francisco Ortiz, fue denunciado por maltratar al miliciano Agustín Castillo, pues argumentaba que se había negado a auxiliarlo en la aprehensión de Joseph María Tapia, “negándose al cumplimiento de su obligación tenía la desatención y arrojo de ultrajar, menospreciar y atropellar los respectos debidos a la jurisdicción ordinaria que en mi reside”. Lo encarceló y lo remitió a su jefe inmediato, al sargento de milicias Alejandro Reyes, para que éste castigara la falta, sin embargo Reyes se dirigió al subdelegado de Cuitzeo, don Manuel Saavedra y Álvarez, teniente de infantería de la legión del príncipe, y envió “un oficio en que me hace ver el conocimiento en que se ha ingerido el encargado de justicia del pueblo de Santa Anna Maya para con los individuos de dicha Milicia, arrestándolos y maltratándolos con palabras así injuriosas, como de obra y bofetadas, que infirió al contenido en dicha carta oficio”.175 En circunstancias como la anterior, en que se presentaban quejas por el proceder de los tenientes ante los subdelegados, se evidenció otro de los grandes problemas a los que se enfrentaron los subdelegados, ya que de cierta forma el procedimiento bajo el cual se realizaban los nombramientos de tenientes, que iba desde la propuesta por parte del

173 PIETSCHMANN, Horst, Las Reformas borbónicas, p. 97.174 AGN, Subdelegados, 1800, Vol. 27, Exp. 5, F. 127. Sobre licencia al subdelegado de Mestitlan, Alejandro Gabriel de la Pascua para ir a la capital.175 AHMM, Gobierno, 1793, Caja 14, Exp. 19, F. 5. Santa Ana Maya, Cuitzeo, Contra don Francisco Ortiz de Santa Ana Maya sobre haber maltratado y preso al miliciano Agustín Castillo.

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subdelegado, aprobación del intendente y confirmación del virrey, es decir la intervención de más ministros, complicó el control que se pudiera tener sobre los tenientes. Éstos llegaron a poner resistencia para que los subdelegados no conocieran de las causas que llevaban, que no conocieran de los capítulos que ponían en su contra, por lo que llegaron a recusar el conocimiento de las causas de sus subdelegados, y por supuesto se resistían a ser destituidos. Muchos de los tenientes que contaban con la aprobación de los intendentes consideraban que lo subdelegados no estaban facultados para removerlos de sus empleos, y a la vez los hacía suponer que no estaban subordinados a la autoridad inmediata del subdelegado, por tanto su jefe inmediato en todo caso sería el intendente.176

La consecuencia lógica de percibir de esa forma los nombramientos llevó precisamente a que en las diligencias que se seguían ante el subdelegado de Cuitzeo contra el teniente por maltratar al miliciano, el teniente inmediatamente recusó la intervención del subdelegado de dicho partido, y solicitó se evitara que conociera los capítulos que se habían puesto en su contra, además afirmaba que el único que podía conocer de esa causa era el intendente porque éste había sido el que lo había nombrado,

“ahora mejor instruido hago presente a V. S. que el cargo que obtengo no es por nombramiento de aquel subdelegado, sino inmediatamente por V. S. como lo acredita el oficio que debidamente presento, y mediando esta circunstancia no concibo, que pueda ni deba conocer de mis causas dicho subdelegado, así como no debería responder por cualesquiera falla que yo tuviere en algún ramo de Real Hacienda que no recaudara por su cuenta. No debiendo, pues conocer de mis causas, es llana mi solicitud de que la presente se radique en este tribunal inhibiendo al subdelegado de todo conocimiento en ella, y mandando en su consecuencia remitir las diligencias que hubiere practicado y citando a la parte para que ocurra a decir su derecho ante Vuestra Señoría”.177

La recusación que hacía del subdelegado claramente era porque sospechaba de la imparcialidad con la que podía actuar dicho subdelegado, pues decía que se le hacía odioso y sospechoso, por lo que recomendaba que se comisionara a don Thomas Solares para que realizara las diligencias, pues anteriormente había ejercido el mismo empleo. En el fondo esta situación enfrentaba dos problemas fundamentales que podían afectar el funcionamiento de las subdelegaciones: por un lado el matiz un tanto autonomista que los tenientes consideraran que podían tener frente a la autoridad más inmediata de su jurisdicción, que era el subdelegado, al suponer que podían actuar de forma independiente en la administración de justicia y demás ramos de su cargo, tal y como se percibe de la declaración del teniente Joseph Francisco Ortiz, quien consideraba que la recaudación de tributos y todo lo que en defecto saliera de su administración no sería de cargo del subdelegado, por lo que en todo caso sería por defecto del intendente que lo había nombrado. Ese mismo punto se hizo presente en la Audiencia de Guadalajara entre los subdelegados y tenientes. 176 177

176 Véase a José Luis Alcauter en su tesis aborda justamente como los subdelegados y tenientes actuaban de forma individual sin dar cuenta de las acciones que realizaban lo cual denotaba un distanciamiento entre ambas autoridades, p. 324.177 AHMM, Gobierno, 1793, Caja 14, Exp. 19, F 15. Santa Ana Maya, Cuitzeo, Contra don Francisco Ortiz de Santa Ana Maya sobre haber maltratado y preso al miliciano Agustín Castillo.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

La destitución de los tenientes se dio por diversas razones, muchas de ellas estuvieron relacionadas con los abusos que cometían en el ejercicio de sus empleos, sin embargo también fue común observar que algunos subdelegados argumentaban que revocaban los nombramientos que habían otorgado de su cuenta y riesgo de los tenientes porque habían perdido la confianza en ellos. En diferentes latitudes de la Nueva España fue común encontrar indicios de que los subdelegados revocaban los nombramientos de tenientes porque consideraban que habían perdido la confianza en los individuos que habían nombrado. No obstante las diligencias que resultaban develaban regularmente que la problemática iba más allá de la simple pérdida de confianza, sino que estaba relacionada con la mala administración de justicia, con las relaciones permisivas, como infringir ciertas leyes, y la confrontación por intereses personales. Estos últimos fueron una razón de mucho peso que determinó la continuación o el término de la carrera de los tenientes.

En 1797 el subdelegado Vicente Santa Cruz, de Santa María del Río de la intendencia de San Luís Potosí, a pocos días de su nombramiento pretendía revocar el título de teniente que había otorgado a José Ángel de Azcazubi, teniente de dragones, porque afirmaba que había perdido su confianza y era su enemigo, a lo que el teniente decía que el verdadero motivo por el que el subdelegado lo quería deponer era porque éste estaba denunciando la dejación, nulidades y poco interés del subdelegado en la administración de justicia, y poca coordinación en la integración de los expedientes.178 El subdelegado alegaba que el teniente se había aliado con sus enemigos, al igual que los fiadores de tributos, por eso afirmaba que “en lugar de excusar cualquiera defectos míos, es quien más los grita y me tiene acreditada una dolorosa experiencia que en lugar de un amigo que debía tener en mi teniente me he granjeado el más cruel acusador”.179 Antes de la representación del teniente exponiendo las razones por las cuáles afirmaba que el subdelegado pretendía despojarlo del empleo, la resolución del asesor letrado fue que el subdelegado “puede revocar el nombramiento del sustituto y subrogar en otro de su confianza,”180 con la prevención de que el sujeto que se nombre sea con la anuencia de los fiadores, ya que administrarían justicia de cuenta y riesgo del subdelegado. En situaciones como esas los fiadores estaban en condiciones de deponer la fianza que habían otorgado a favor del subdelegado si éste removía al teniente que había nombrado con su consentimiento e intentaba poner a otro que no fuera de su entera satisfacción. Si bien los tenientes eran nombrados con la anuencia y aprobación del intendente, eso no implicaba que los tenientes no pudieran ser removidos de sus empleos por los subdelegados cuando éstos no cumplieran a cabalidad con las necesidades o caprichos del subdelegado.

Las razones por las que se promovía la remoción de los tenientes fueron de diversa índole: en la nueva Vizcaya el subdelegado de Charcas, Casa Madrid, consultó al intendente sobre la pretensión de remover a su teniente de Matehuala, José María Pizarro y Silva, argumentando dos razones, “no le contribuía con parte de los emolumentos que producía su tenencia [y] no quería abstenerse de conocer estando el subdelegado presente”, justamente como se hacía mención renglones más arriba, la consulta se realizó porque el nombramiento del teniente se había hecho con la aprobación del intendente, es por eso que el subdelegado

178 AGN, Subdelegados, Vol. 20, 27, Exp. 2, Fs. 21-48.179 AGN, Subdelegados, Vol. 2, 1797, Vol. 27, Exp. 2, Fs 22.180 AGN, Subdelegados, 1797, Vol. 27, Fs. 23v. Expediente instruido por el subdelegado de Santa María del Río, don Vicente Santa Cruz, sobre remover a su teniente don José ángel Zacazuvi.

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no procedió por sí sólo a realizar la destitución sino que esperó la respuesta del señor intendente. Lo interesante de este caso es que los argumentos que presentó el subdelegado no fueron válidos para justificar la remoción del teniente, pues al contrario se le advertía al subdelegado que en la real provisión de 17 agosto de 1784, cuando el fiscal Posada pretendía que se aprobara un bando para evitar los abusos que los alcaldes mayores cometían en el nombramiento de los tenientes, uno de los temas principales que se trataron fue precisamente la prohibición expresa de que dichos empleos no los podían otorgar por precio, dadiva ni ningún tipo de pensión, como ya lo referimos en el capítulo anterior. Con fundamento en la anterior real provisión se le previno al subdelegado “no ser causa suficiente para remover al theniente la de no contribuir con los emolumentos”,181 porque incluso era una acción que no estaba permitida. La consulta del subdelegado de Charcas para remover a su teniente contenía cuatro puntos centrales: 1) remoción del teniente; 2) la percepción de parte de los emolumentos de las tenencias; 3) que los tenientes no sean independientes del subdelegado para el conocimiento de las causas cuando se halle en el tenientazgo: 4) que no se le constriña al subdelegado a ejercer solamente en la cabecera. Tal como se percibe en la representación del subdelegado de la intendencia de Guadalajara, tal pareciera que concibe a los tenientazgos como gobiernos independientes de la subdelegación, y que por ende limitaban la jurisdicción del subdelegado, en lugar de ser la extensión de su jurisdicción, el medio por el cual hacía llegar su autoridad hacia aquellos pueblos donde su presencia no llegaba, y que por tanto su autoridad se tornaba imperceptible o prácticamente nula.

En la respuesta que se le dio al subdelegado queda claro que los tenientes no pueden ser removidos exclusivamente por los subdelegados, sino que tenía que ser con la aprobación del intendente

“Consecuente a este nuevo sistema en que los thenientes de subdelegados son confirmados por los intendentes pondrán ser removidos y quitados por los subdelegados, pero con aprobación de los intendentes y siempre con causa legítima, conforme a la disposición de la Ley 36, Título 2°, Libro 5 de la Recopilación de Indias, bien entendido que, negándose el intendente a aprobar la remoción que al subdelegado le parezca justa, podrá éste acudir a la Real Audiencia por vía de queja o agravio.”182

A diferencia de lo que sucedía antes de la aplicación de la real ordenanza de intendentes, en que los alcaldes mayores podían remover a sus teniente cada vez que lo consideraran conveniente sólo dando cuenta al virrey, con la posición intermedia de los intendentes fue evidente que los subdelegados ya no tuvieron la misma libertad para remover los tenientes, pues éstos consideraban que esa no era facultad de los subdelegados. En 1806 el teniente general y el vecindario de la Piedad hicieron una representación ante el intendente Felipe Díaz de Ortega abordando dos aspectos centrales: el primero tenía que ver con la destitución del empleo de teniente general de la Piedad, y en segundo lugar se trataba sobre el lugar de residencia del subdelegado. En primer lugar se pedía la destitución de Francisco Bravo, que había sido nombrado teniente general por el subdelegado de Tlazazalca sin haber renunciado el teniente general Juan Baptista Pascual Fresquet, que hasta ese día ejercía dicho empleo en

181 La Nueva Galicia en el ocaso del imperio español, No. 102. Subdelegados: como pueden remover thenientes, p. 149.182 Ibid. 151.

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la Piedad; el interesado y el vecindario argumentaban que el subdelegado no podía removerlo porque contaba con la confirmación del intendente y que estaba facultado para actuar en las ausencias y enfermedades del subdelegado, mientras que el nuevo teniente que pretendía poner el subdelegado carecía de toda facultad, se afirmaba que

“es innegable que vuestra merced carece de autoridad... para quitar y remover sin previa consulta del señor intendente al teniente general que con su aprobación ha residido en esta cabecera, y ni tampoco tiene potestad de despojar a este pueblo de la posesión en que se ha mantenido por ser conforme a nuestras Leyes Reales, que para ponerse otro susbtituto durante el tiempo del oficio de vuestra merced no solo es necesario la enunciada consulta sino la Audiencia y vencimiento de mí el actual theniente, por el derecho que adquiere a permanecer en el empleo desde el instante en que de él tome posesión”.183

El teniente general de la Piedad se sentía agraviado porque sin previo aviso se intentó privarlo del empleo, pues argumentaba que para separarlo de la cabecera el subdelegado lo había invitado a las fiestas de Tanuato, y que una vez que se encontraba en dicho pueblo, el subdelegado despachó el nombramiento de teniente particular a Francisco Bravo, quien se presentó con una carta simple ante Felipe Antonio de Orué, administrador de correos, quien se había quedado de encargado de justicia en la Piedad durante el tiempo que el teniente permaneciera en Tanuato.184

En las subdelegaciones se presentaron otros tipos de situaciones donde las destituciones se hacían directamente por el intendente y por causas justificadas, por lo que no se ponía ningún tipo de resistencia. En 1819 el intendente Manuel Merino separó del cargo de teniente de Paracho a Fulano Treviño por las injusticias y abusos que cometía en contra de los naturales, y señalaba que como no conocía sujeto idóneo para que ejerciera dicho empleo, mandó que los de Paracho y Aguirán se agregaran a la subdelegación de Uruapan a fin de que no carecieran de la administración de justicia.185 Es importante señalar que la agregación de Paracho a la administración de Uruapan no fue una anexión formal, ya que se dio en un estado de excepción pues aún las condiciones no eran del todo normales a consecuencia de la insurrección. Cuando había denuncias en contra de los tenientes por su mal manejo en la administración, algunos eran destituidos de sus cargos y otros más renunciaban antes de que se les separara.

Además de la destitución de los tenientes por abuso de autoridad hay un caso que nos parece muy interesante en el cual se destituyó al teniente por exceder su jurisdicción, en el capítulo siguiente analizamos cómo había una constante denuncia por parte de los párrocos y de los tenientes de la acordada por competencias, sin embargo esa no se constituía en causal 183 184 185

183 AHMM, Gobierno, La Piedad, 1806, Caja 54, Exp. 17, Fs. 51.184 AHMM, Gobierno, La Piedad, 1806, Caja 54, Exp. 17, Fs. 51. Los tenientes sustitutos fueron una figura que constantemente encontramos en los expedientes los cuales eran nombrados directamente por los tenientes. Por ejemplo, en 1793 el teniente general de Jiquilpan Antonio Pardo de Armida solicitó la presencia del teniente de Patamban, Toribio Vargas Machuca por lo que mandó que se nombrara un "interino encargado de justicia para que en causas verbales administre presta y buena a las partes interesadas en ella". 26 de agosto de 1793, AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal Ministerio, Caja 654, Exp. 105, Fs. 3-v.185 AHMP, Fondo colonial, Destitución del teniente de Paracho, Pátzcuaro 13 de junio de 1818, Caja 68, Exp. 1, Fs. 136-137.

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de destitución, simplemente fallaba a favor del juez competente para que conociera de la causa en disputa. En 1795 el encargado de justicia de Tuxpan, jurisdicción de Zitácuaro, Juan Francisco Garre, recibió la denuncia que puso el cura sustituto de dicho pueblo, Salvador Parra, contra Pedro Noriega, administrador de correos, por abrir la correspondencia, delito considerado de gravedad que debió investigarse por el subdelegado, el cual debía actuar con comisión y autoridad del intendente para la formación de la sumaria, y el intendente comisionó al subdelegado; de los exámenes de testigos que realizó el subdelegado se desprendió que “Noriega a acostumbrado compeler y asechar a su deudores a que en tiempo oportuno le paguen sus créditos saliéndoles al camino cuando venían de los tianguis o poniéndolos presos en su casa a causa de no haber cárcel pública en el pueblo”.186 El oidor asesor de la renta de correos expuso que habiendo admitido y recibida la sumaria la entregó a V. E y encontró la falta de jurisdicción. Se decía que los subdelegados solían cometer varios excesos contra los dependientes de dicha renta, por lo que la condena que se le impuso al encargado de justicia tenía la finalidad de contener los abusos que se cometían. De la denuncia se desprendió que el encargado de justicia había cometido un grave error el haber dado seguimiento a la denuncia del Bachiller en contra del administrador de correos, por lo que dicha causa sólo podía ser atendida por el propio tribunal de administración de correos pues se trata de un dependiente suyo. El virrey Branciforte ordenó que el intendente de Valladolid “exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco Garre 45 pesos 5 reales que importan las costas procesales del expediente referido y de este despacho en que queda condenado por haberse excedido notablemente de los límites de su jurisdicción sin ella y con pontiva (sic, punitiva) ofensa y usurpación de la que está declarada a los dependientes de las rentas de correos, se arrojó a procesar a un individuo de ella, como lo es el ministro Don Pedro Noriega en el delito más grave que puede cometer oficio oficiando, así mismo exigirá dicho señor intendente al citado Garre 30 pesos de multa e ínstele de que este no vuelva a ejercer el encargo de administración de justicia en aquella provincia cuidando el mismo señor intendente de que se deje otro por substituto en las ausencias precisas y n e c e sa r ia s .”187

En esta circunstancia no solo se mandó que el encargado de justicia recibiera una pena pecuniaria por su yerro, sino que quedó imposibilitado para volver a ejercer dicho empleo en la provincia.

Los intendentes acotaron las cuotas de poder y privilegios de los subdelegados, pues a diferencia de sus antiguos homólogos no tenían la misma libertad que gozaron los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, para nombrar a sus tenientes de confianza, ya que sí los podían proponer, pero finalmente tenían que ser sometidos a la aprobación de los intendentes pues se pretendía que fueran de su satisfacción. En el plano local las reformas

186 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 198, F. 133v. México 25 de agosto de 1795, Su excelencia manda al señor intendente de Valladolid exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco Garre 45 pesos 5 reales que importan las costas procesales del expediente formado sobre queja del cura de dicho pueblo contra el administrador de correos don Pedro Noriega y los treinta pesos en que se le ha condenado.187 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 198, F. 134v. México 25 de agosto de 1795, Su excelencia manda al señor intendente de Valladolid exija del encargado de justicia del pueblo de Tuxpan don Juan Francisco Garre 45 pesos 5 reales que importan las costas procesales del expediente formado sobre queja del cura de dicho pueblo contra el administrador de correos don Pedro Noriega y los treinta pesos en que se le ha condenado.

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también impactaron de forma importante las relaciones que durante más de dos siglos fueron netamente personales entre los alcaldes y sus tenientes, por lo que pudiéramos considerar que se trataron de institucionalizar con la intervención del intendente. Incluso consideramos que la más clara evidencia de institucionalizar el nombramiento de tenientes lo podemos percibir en la intendencia de México, que pretendía que los subdelegados al tomar posesión de sus cargos presentaran una terna de los sujetos que consideraban idóneos para ocupar los tenientazgos.

4.8 Tentativas de reformar la ordenanza de 1786

Las constantes dudas y carencias legales de las intendencias de 1786 llevó al rey Carlos IV a formar una Junta conformada por miembros del Consejo de Indias, con la finalidad de que valoraran la pertinencia de continuar con el sistema de intendencias, la junta resolvió que el sistema de intendencias era el más adecuado y

“me propuso la necesidad que consideraba de que las dos citadas ordenanzas se reformasen, añadiéndoles las variaciones y declaraciones oportunas, para precaver la herrada inteligencia que podía habérseles dado, y los inconvenientes que el transcurso del tiempo había acreditado en la práctica de algunos de sus artículos; y conviniendo en su dictamen, mandé que desde luego se procediese a formar una nueva ordenanza, en que tomando lo que sea adaptable de las anteriores, se inserten las adiciones, variaciones y declaraciones que parezcan necesarias”.188

En la Ordenanza General de 23 de septiembre de 1803 se complementaban justamente muchos de los puntos relacionados con el funcionamiento de las intendencias y subdelegaciones, que habían generado una serie de conflictos entre los funcionarios y ministros en las diferentes esferas de la administración. Su publicación, como claramente lo ha expresado Ricardo Rees, Jones derogaba las anteriores del Río de la Plata de 1782 y la de Nueva España de 1786, ya que trataba de complementar toda una serie de aspectos que no se habían contemplado anteriormente.189 Pese a la importancia que representaba la ordenanza general, por real orden de 11 de enero de 1804 inmediatamente se mandó quedara sin efecto; Brian Hamnett afirma que las nuevas ordenanzas no se pusieron en marcha debido a la polarización que se había dado en el gobierno, pero sobre todo a las divisiones entre la vieja y nueva burocracia que defendía intereses muy dispares.190

Sin embargo Ricardo Rees plantea que la suspensión de la ordenanza general se debió a los problemas de interpretación, pero lo más delicado era que contravenían varias de las disposiciones contrarias a la Ordenanza del Cuerpo de Artillería del 22 de julio de 1802 y 188 189 190

188 Ordenanza General de 1803, p. 2.189 REES JONES, Ricardo, Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes, p. LXVI. PURROY Y TURRILLAS, Carmen, "Legislación sobre los subdelegados de intendencias en América", en BARRIOS PINTADO, Feliciano (Coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas. Actas del XII Congreso de Historia del Derecho Indiano (Toledo, 19 a 21 de octubre de 1998), Vol. II, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla —La Mancha, 2002, p. 1438. (1429-1459)190 HAMNETT, Brian R., "Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colonial tardío, 1760­1808, en ZORAIDA VAZQUEZ, Josefina (Coord.), Interpretaciones del siglo XVIII mexicano. El impacto de las reformas borbónicas, México, Nueva Imagen, 1992, p. 93-94.

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Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros del 11 de julio de 1803.191 Esta ordenanza que trataba de subsanar varios vacíos jurídicos que se habían percibido al ponerse en marcha la ordenanza de 1786, ponía mayor énfasis en aspectos que trastocaban el funcionamiento de las subdelegaciones y del gobierno local (subdelegados y tenientes). De igual manera en esa misma ordenanza se habían adaptado las nuevas disposiciones sobre el nombramiento de tenientes de subdelegados, aspectos que la anterior no había contemplado ya que daba por hecho que éstos dejarían de formar parte del escenario de la administración provincial.

La Ordenanza general de 1803 desde el artículo 40 trataba de forma particular temas relacionados con los subdelegados, más adelante en el artículo 53192 se abordaba lo relacionado a que no se les llevaran cargas económicas por lo nombramientos de tenientes o jueces pedáneos que se nombraran en los pueblos de indios donde “no haya alcalde ordinario”, a excepciones de los reales derechos aprobados, como el derecho de la media anata, lo mismo se prevenía para los subdelegados en el artículo 52. Las necesidades reales que se habían percibido desde 1786 hasta 1802 se incluyeron en dicho capitulado de la ordenanza, estableciendo de manera formal los procedimientos bajo los cuáles deberían actuar los subdelegados para solicitar auxiliares. El artículo 53 establecía que para nombrar teniente de subdelegado en primer lugar se requería solicitar la aprobación del intendente, a quien se le tenía que hacer saber la necesidad de contar con dicho auxiliar, y ponía énfasis en la calidad y condición de los individuos que podían ejercer el empleo

“La misma estrecha prohibición de gastos y derechos ha de observarse en los Tenientes o Jueces pedáneos, que en los Pueblos de Indios, y en que no haya Alcalde Ordinario, conforme a lo prevenido en el artículo 40, podrán poner los Subdelegados a imitación de los Tenientes que antes ponían los corregidores; pero para hacerlo ha de preceder la aprobación del intendente, a quien informarán antes de su necesidad; y la jurisdicción y facultades de los citados Jueces serán sólo las precisas para asistir y presidir todas las juntas y elecciones de los Indios, y procurar la quietud y buen gobierno del Pueblo, terminando verbalmente las querellas y ocurrencias de corta entidad, a menos que la gravedad del asunto y la urgencia o riesgo de la dilación no obliguen a hacer alguna prisión, o dar en el pronto otras providencias, que a falta de Escribano actuarán con testigos, dando inmediatamente cuenta al subdelegado, para que avoque el conocimiento, y siga en él conforme a derecho; y por lo mismo han de recaer dichos nombramientos en aquellos vecinos españoles, o de casta, más honrados, y a propósito de los Lugares donde se pongan, bastándoles por título el sólo decreto o aprobación del Intendente, puesta a continuación de la propuesta del Subdelegado”.193

Mientras que en el artículo 61 advertía que la facultad de los subdelegados para nombrar tenientes en los pueblos de indios no alteraba en lo más mínimo el gobierno económico y político de los pueblos de indios, por lo que éstos debían realizar las elecciones anuales de la forma acostumbrada, las sesiones por tanto estarían presididas por un juez español y no indio, 191 192 193

191 REES JONES, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes de Nueva España, México, UNAM, 1983,p. 111.192 Ordenanza General formada de orden de su Magestad, y mandada imprimir y publicar para el gobierno e instrucción de Intendentes, Subdelegados, y demás empleados en Indias, Madrid, Imprenta de la viuda de Ibarra, 1803, 1803, Art. 53, p. 40-41.193 Ídem.

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el cual debería dar cuenta al subdelegado y éste al intendente para su aprobación.194 La nueva ordenanza retomó el tema de los tenientes, una figura que en teoría se suponía había desaparecido con la ordenanza de intendentes, pero que en términos prácticos seguía vigente y se había formalizado en 1791 por punto general del virrey segundo conde de Revillagigedo, y otras disposiciones que se habían ido tomando durante la década de los noventa con la finalidad de tener control sobre los subalternos de los subdelegados. Pero la realidad novohispana era tan diversa que los subdelegados no sólo incurrieron en nombrar a indígenas en este empleo, sino también nombraron mulatos, como lo denunciaron en 1810 los indígenas de San Juan de los Plátanos, jurisdicción de la subdelegación de Apatzingán, que denunciaban que Francisco Zaragoza había ejercido funciones en la república de naturales y que ahora como teniente les causaba muchas vejaciones.195

4.9 Los salarios de los subdelegados y sus tenientes

El tema de los salarios de los subdelegados fue un renglón que quedó pendiente con el establecimiento de la real ordenanza de intendentes, independientemente de las diferentes propuestas que se realizaron para otorgarle un ingreso a los subdelegados. La remuneración de los subdelegados constaba del 6% del premio por la recaudación de tributos, el cual en términos reales se reducía al 5% pues el 1% se quedaba en los gobernadores y alcaldes por la recaudación de sus repúblicas, y se suponía que del tributo recaudado de los mulatos y castas si percibía el 6%, sin embargo más adelante veremos cómo los subdelegados exponían que esto no era del todo correcto; los derechos de judicatura; 15% del arrendamiento de las tierras de comunidad, que autorizó la Junta de Real Haciendo por el incremento que lograran en el arrendamiento,196 y lo que percibían algunos subdelegados por el ramo de alcabalas y tabacos. Sin embargo con estas medidas no se logró resolver el problema central ni se constituyeron en verdaderos incentivos para que hubiera candidatos suficientes para ocupar dichos empleos. Esa fue la razón principal, como lo veían en temas anteriores, que llevó a que en varias

194Art. 61, "Quanto queda dicho acerca de los subdelegados, y su facultad de nombrar Tenientes en las Cabeceras, no altera en la de meros Indios la antigua costumbre y práctica en que estuvieren, y quiero se les conserve de elegir cada año entre sí mismos Gobernadores ó alcaldes y demás oficios de República, que para su régimen puramente económico les permiten las Leyes y Ordenanzas; pero conforme a lo prevenido en el artículo 53., las ha de presidir, como otras cualesquiera juntas que celebren, el juez español, sin cuyo permiso no podrán convocarlas; y si por enfermedad ó justo impedimento no pudiere asistir, nombrará otro sujeto el más capaz, y que no sea indio, para que presida; pues siempre ha de haber alguno que lo haga, y se imponga de quanto traten y acuerden, lo que de otro modo no tendrá fuerza o valor alguno; y antes bien serán castigados los que promuevan y concurran a juntas celebradas sin esta conformidad; y de todas se ha de dar parte a los subdelegados, y estos a los intendentes, para que las aprueben sin el menor costo o gravamen de los indios, aun cuando en comestibles u otra especie de sus frutos y labores intenten hacer algún obsequio; y en dichas elecciones y qualesquiera otros cargos de honor y confianza, serán preferidos con particular cuidado aquellos que sepan el idioma castellano, y más se distingan por su aplicación a la agricultura e industria; haciéndoselo así entender a todos, para que les sirva de estímulo, y alienten a merecer estos y otros beneficios, que se les dispensarán según su conducta y adelantamientos. Ordenanza General... Art. 61, F. 47-48.195 AHMM, Gobierno, Caja 15, Exp. 19.196 TERÁN, Marta, ¡Muera el mal gobierno!, p. 126.

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intendencias se redujeran los partidos recién creados, pues inmediatamente se enfrentaron a la carencia de individuos que estuvieran al frente de dichas jurisdicciones. En el caso de los tenientes también se pudo apreciar una situación semejante pues no siempre los vecinos aceptaban de buena gana dicho cargo, pues afirmaban que les ocasionaba mucho trabajo aceptar esos empleos y pocos los beneficios que les proporcionaban. En ese tenor nos parece muy importante la apreciación al respecto del intendente de Veracruz, García Dávila, que trató lo relacionado con el pago de la media anata y sostenía que uno de sus subdelegados afirmaba que si se pensionaba a los tenientes con el derecho de media anata éstos renunciarían a dicho empleo. Dicho que de cierta manera sostenía el intendente, quien además afirmó que para nombrar tenientes de Xalapa se recurrió a multar a los vecinos si se negaban a ejercer dicho empleo, y señalaba “constándome lo repugnante que les es a los vecinos de los pueblos de ésta provincia pensionarse con la vara de tenientes de justicia, y sobre este gravamen haber de pagar real derecho de media anata, cuando no aprecian la pequeña distinción de tales tenientes y cuando tales encargos solo les sirve de pérdida de tiempo que necesitan para atender a sus labranzas y cortos giros y de contraer enemistades con las demás gentes de los lugares en las ocasiones de quejas y diferencias de unos con otros vecinos”.197 Se le pedía al virrey Francisco Xavier de Lizana que tuviera en consideración lo planteado por el subdelegado de Orizaba, Lucas Bezares, quien sustituyó a Luis Segovia por su fallecimiento.

Retomando los planteamientos de un trabajo que elaboramos hace unos años, y en el que señalábamos justamente que a los borbones les había quedado pendiente de resolver el tema de los salarios, lo que de cierta manera se constituyó en un obstáculo para el buen desempeño de sus funciones ya que a los justicias se les acusaba de “vender la justicia” y cometer otros excesos como cobrar derechos excesivos.198 Varios autores especialistas en el tema como Horst Pietschmann,199 Mark Burkholder y Chandler,200 Linda Salvucci201 y Pedro Pérez Herrero202 han planteado que para hacer el cambio político y administrativo que pretendían los borbones no les alcanzó el pretender establecer una burocracia fiel a los intereses de la corona, pues se requería dotar a esos ministros de la corona de un salario que posibilitara que se mantuvieran al margen de los intereses de las élites regionales locales, pues de otra manera inmediatamente se ponían al servicio de los poderosos. Otros autores, como Francisco Sánchez, consideraban que era necesario un cambio de mentalidad y del sistema

197 AGN, Media anata, Vol. 76, Exp. 9, Fs. 290. Julio 24 de 1809, El contador interino de media anata sobre que los corregidores y subdelegados remitan la satisfacción del tiempo que sirvieron sus antecesores y tenientes que tuvieron.198 ALONSO NUÑEZ, María Carmen, De la Alcaldía Mayor de Tancítaro a la Subdelegación de Apatzingán: una transición social, política y administrativa (1750- 1812), Tesis de maestría, Morelia, Facultad de Historia, División de Estudios de Posgrado, Abril, 2008, pp. 142-154.199 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía sobre Hispanoamérica colonial", en: Memorias de la academia mexicana de la historia, T. LX, 1997, pp. 39­54.200 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 131 BURKHOLDER, Mark A. y CHANDLER, D. S., De la impotencia a la autoridad, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 131201 SALVUCCI, Linda K., "Costumbres viejas, "hombres Nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal novohispana (1754- 1800)", en: Historia Mexicana, Vol. XXXIII, México, El Colegio de México, 1983, p. 250.202 PÉREZ, Herrero Pedro, "El México borbónico, p. 142.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

de valores de los gobernantes,203 pero ¿sería fácil cambiar el sistema de valores en dónde existía la cultura del oficio beneficio? como lo sostiene Pedro Pérez Herrero.204 Esa carencia de ingresos simplemente abonó a la cultura del oficio beneficio, es por eso que toma relevancia la afirmación de Pietschmann cuando afirma que los funcionarios mandados de la península Ibérica, impregnados de las ideas ilustradas y absolutistas, cuando trataron de aplicar esos postulados en América chocaron contra la burocracia tradicional que se opuso a aceptar todas las reformas, y ya analizamos en apartados anteriores como varios capítulos de la ordenanza fueron revocados, lo cual responde justamente a los planteamientos de este autor.205

En 1791, cuando se comenzó a plantar la necesidad de otorgar un salario fijo a los subdelegados, el virrey Revillagigedo solicitó a los intendentes que dieran cuenta de los ingresos que obtenían los subdelegados por la percepción de tributos, derechos de judicatura y cualquier otro ramo del que pudieran percibir algún tipo de ingreso. Los intendentes expresaron la necesidad que tenían los subdelegados de contar con un salario fijo, pues de acuerdo a los informes que se presentaron muchos de los subdelegados no percibían lo necesario para satisfacer sus necesidades; el intendente de Guadalajara, Jacabo Ugarte y Peón, informaba cómo los subdelegados habían dejado de percibir varios ingresos de los que gozaban los alcaldes mayores (incluso señalaba que ya no se les otorgaba las pensiones modestas que anteriormente pagaban los tenientes, y que como los tenientes requerían pagar escribientes ya no podían contribuir). El intendente de Puebla, Manuel de Flon, propuso que las subdelegaciones se dividieran en tres clases en función de las cuales se les dotaría de salario a los subdelegados: los de primera clase percibirían 1200, los de segunda 1000 pesos, los de tercera 800 pesos, a lo que se incrementaría los derechos de judicatura y premio por la recaudación de los tributos, con lo que se consideraba que haría más atractivo el empleo de subdelegados, pero no se detiene a reflexionar sobre el ingreso de dichos encargados de justicia, y solamente indica que los tributos se recaudarán de cuenta del subdelegado.206 Manuel de Flon planteaba ¿cómo es posible que un juez lleno de necesidades y mendigando para vivir deje de complacer a los poderosos ni tenga aliento para oponerse a un cura rico que usurpa la real jurisdicción? Para el intendente de Puebla era esencial que los jueces contaran con un ingreso fijo. De igual manera señalaba que los subdelegados pondrían encargados de justicia en los mismos lugares que los alcaldes mayores nombraban tenientes, y en caso de no encontrar individuos para ejercer dicho encargo deberían precisar a los vecinos honrados.

El teniente de Durango informó que en su provincia los subdelegados no percibían nada por premio de tributos y sólo percibían los derechos de judicatura. En el plan de ingresos

203 SÁNCHEZ- Blanco Francisco, El Absolutismo y las luces en el reinado de Carlos III, Madrid, Marcial Pons, 2002, p. 36.204 PÉREZ, Herrero Pedro, "El México borbónico. Op. cit., p. 142205 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía sobre Hispanoamérica colonial", en: Memorias de la academia mexicana de la historia, T. LX, 1997, pp. 39­54.206 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 169-v. Según la propuesta del intendente Flon y la categorización de primera clase: Tlaxcala, Tepeaca, Tehuacán de las Granadas y Zacatlán de las Manzanas; segunda clase San Juan de los Llanos, Izúcar, Analco, Cholula, Guejocingo, Acatlán, Guayacocotla y Theusitlan; y la tercera clase Tepexi, Tetela,Chautla, Quzutla, Tochinila, Tecali, Guauchinango y Amozoque (agregándole Totomehuacan). AGN, Subdelegados, Vol. 35, Fs. 11-12. Puebla 4 de enero de 1790.

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de la intendencia de Guanajuato sí se hace mención específica de los ingresos que les quedaban a los tenientes y en la subdelegación de Celaya que era la que más ingresos proporcionaba del 5% de tributos se percibía anualmente 2 267 pesos 1 real.207 El intendente de Guanajuato en el plan de ingresos de los subdelegados explicaba que el premio de recaudación de tributos los percibían los subdelegados en su cabalidad, y que los tenientes únicamente se beneficiaban de los derechos de judicatura que producía cada uno de los partidos, por lo que calculaba que dichos derechos no pasaban de 180 pesos anuales. En la cabecera de la intendencia se nombraba teniente al igual que en Chamacuero, Apaseo, Jerecuaro, Salvatierra, Acámbaro y Yuririapúndaro, las cuales se veían beneficiadas con los derechos de judicatura, a excepción de Celaya, Salamanca y Valle de Santiago, donde los alcaldes ordinarios eran los encargados de la administración de justicia.

En la subdelegación de León los partidos que se beneficiaban del derecho de judicatura en teoría eran tres, sin embargo en el partido de Rincón no se percibía nada de dicho concepto por ser pueblo de indios; en Penjamo los ingreso ascendían a 420 pesos anuales, y en Piedra Gorda a 508 pesos anuales (de dichas percepciones se debía pagar los honorarios de escribano y demás gastos de las diligencias). Las condiciones que presentaba cada una de las subdelegaciones en las distintas intendencias eran diversas pues los ingresos económicos de los subdelegados dependían en mucho del tipo de vecindario y si contaba con ayuntamiento. Por ejemplo, en Guanajuato se decía que la diputación de minas era la que se encargaba de la recaudación de tributos y el subdelegado obtenía por judicatura sólo 190 pesos. En cambio en Dolores los derechos de judicatura eran extraordinarios ya que no había escribanos ni otro juez ordinario, por lo que el subdelegado era el único que atendía todos los negocios (entre partes e instrumentos públicos). El intendente de Zacatecas, Joseph de Peón Valdés, informaba que los derechos de judicatura de los pueblos agregados a Fresnillo estaban designados a los tenientes, derechos que además eran cortos, y los de carcelaje, que en algunas jurisdicciones los cobraban los subdelegados o sus tenientes, informaba que éstos eran recaudados por los alguaciles, obviamente donde los había.208 Evidentemente en todas las provincias la única contribución que compartían los subdelegados con sus tenientes eran los derechos de judicatura (en la provincia de Sonora se indicaba que los que producían los tenientes no lo participaban al subdelegado, Juan María de Bojorquez).209 El intendente de México, Bonabia, señalaba que los ingresos de los subdelegados disminuían considerablemente en aquellos lugares donde había escribano (Acapulco, Pachuca, Querétaro, Taxco, Texcoco y Tixtla), mientras que en los demás lugares donde actuaban como jueces receptores percibían un poco más ya que en otras circunstancias le correspondería al escribano, sin embargo tanto los intendentes y los subdelegado manifestaban que los ingresos que se podían obtener, ya fuese de tributos o de judicatura, no les quedaban totalmente libres, pues tenían que hacer diversos gastos, ya fuese para pagar a los comisarios recaudadores de tributos; y en lo que respecta al desempeño de su juzgado se

207 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, F. 185.208 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 195. Plan de los derechos que cobran los subdelegados de la provincia de Zacatecas, 1792.209 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 6, Fs. 223.

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tenía que pagar escribientes, papel sellado, ministros de vara y demás diligencias que seofrecieren.210

Evidentemente por lo que acabamos de exponer, los subdelegados continuaron ejerciendo las antiguas prácticas y abusos de los cuales fueron acusados sus antecesores los alcaldes mayores, y aunque el intendente de Guadalajara sostenía que los subdelegados ya no percibían pensiones ni regalías por las varas de justicia, las evidencias demuestran completamente lo contrario. El 9 de junio de 1791 el virrey Revillagigedo dejó en evidencia las antiguas prácticas, pues a través de un documento de la Audiencia de México mostró el convenio que había realizado “el subdelegado del real de Temaxcaltepec, don Juan de Miranda y Domínguez, con su teniente de Texupilco, Don Joseph María Zubillaga, por el cuál se obligó éste a contribuir a aquél con el importe de la tercera parte de sus emolumentos a efecto de que instruida la propia Audiencia de ello lo tuviere presente al tiempo de residenciar”.211 Este caso es muy importante por dos razones: en primer lugar porque el subdelegado se queja de los cortos emolumentos que percibía de su jurisdicción y explicaba que la presencia de los diputados de minas se habían constituido en otro factor, podríamos decir de desventaja, para los subdelegados y sus tenientes, que contribuyó a disminuir sus ingresos, pues cedieron muchos de sus negocios a dichos diputados en asuntos de gobierno y justicia del gremio, por lo que sus ingresos habían disminuido considerablemente. Es por ello que la tercera parte de judicatura que recibía se constituía en un respaldo por las fianzas que había otorgado, pues toda la administración estaba de su cuenta y riesgo, mientras que el encargado de justicia no se había comprometido en nada

“de esto inferirá vuexcelencia que dejando yo absolutamente al teniente o encargado de Tejupilco dos terceras partes de los emolumentos para su subsistencia, y reservando para la mía una sola parte, moderada recompensa de la responsabilidad a que por él estoy sujeto, y de ser yo el que ha dado todas las fianzas, y él ninguna.. .Además intervino en esto un libre y voluntario consentimiento de Zuvillaga, y así los subdelegados no pueden absolutamente subsistir con los emolumentos de una cabecera como ésta en que es casi todo el vecindario es de mineros, cuya diputación conoce de sus causas, me parece que es justo que el teniente del partido más pingüe, tomando para sí la mayor parte de los emolumentos, contribuya con la menor a la subsistencia del principal responsable en todo, y más cuando el informante se ha manejado con el mayor desinterés y justificación”.212

Los subdelegados continuaron concibiendo las varas de teniente como un ingreso económico y los intendentes y subdelegados informaron sobre los ingresos y la forma en que llegaban a compartirlo con los tenientes. El intendente de Valladolid, en el informe que realizó sobre este asunto, no hizo mención de lo que percibían los tenientes por su colaboración en los asuntos del gobierno de las intendencias, pero sí remitió un cuadro muy interesante sobre lo que se percibía en cada una de las 29 subdelegaciones en los diferentes rubros: tributos, 210 211 212

210 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp 6, Fs. 236, Relación de los productos que gozan los subdelegados de la provincia de México, 1793.211 AGI, México, 1750. Abril 30 de 1791.212 AGI, México, 1750, Los subdelegados de los señores intendentes en contravención del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes de 4 de diciembre de 1786 nombran tenientes o encargados de justicia en los partidos de su jurisdicción. 1791

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derechos de judicatura, alcabalas y tabacos, estos dos últimos no todos los percibían como se podrá observar a continuación.

Cuadro XIV. Gratificación de los subdelegados (1792)

P artido P or trib u tos P or d erechos D e Ju d ic a tu ra

P or el ram o de ilcabalas y tabacos

T ota les

1 Tlalpujagua 118 .5 .11 150 Por alcabalas 623 Por tabacos 487.6.7

1.379.4.6

2 Zitácuaro 538.0.9 800 1.338.0.93 Jiquilpan 313 .6 .11 1 000 1.313 .6 .114 San Juan

Huetamo224.1.8 700 924.1.8

5 Colima 228.0.7 560 788.0.76 Zamora 333.2.10 100 733.2.107 Puruándiro 97.7.8 220 Por alcabalas 361.5 679.4.88 Uruapan 128 400 P or alcabalas 125 6539 Tacámbaro 44.5.2 250 P or alcabalas 300 594.5.2

10 Tlazazalca 260.6.8 300 560.6.811 Ario 111 .4 .1 300 4 11.4 .112 Angamacutiro 97.0.7 300 397.0.713 Apatzingán 060 .1 .10 300 360 .1 .1014 Zinapécuaro 171.6 .2 2 17 338.6.215 Cocupao 139 .1.4 190 329.1.416 Huaniqueo 67.2.9 020 Por tabaco 200 287.2.917 Cuitzeo 127.5 150 277.518 Tiripetío 84.3.9 170 254. 3.919 Indaparapeo 99.2.11 150 249 .21120 Paracho 128 .5 .10 090 218 .5 .1021 La Coahuayana 49.1 140 189.122 Santa Clara 54.4.8 1 17 171.4 .823 Pátzcuaro 134.4.5 000 134.4.524 Erongarícuaro 87.2.10 040 127. 2 .1025 Taretan 63.5.7 060 123.7.726 Urecho 48.7.11 060. 108 .7 .1127 Huango 32.5.10 070 102 .5 .1028 Carácuaro 107.6.6 052 69.6.629 Chucándiro 27.0.11 030 057 .0 .11

FUENTE: AGN, Subdelegados, 1792, Vol. 51, F. 203.

Como podemos observar el derecho de judicatura fue otro de los rubros donde la mayoría de los subdelegados obtuvieron mayores ingresos. Iván Franco afirma que este derecho mejoró de forma notable los ingresos de los subdelegados,213 no resolvían en su cabalidad las necesidades, pero por lo menos con ellos se podían subsanar algunas necesidades urgentes.

El problema era doble porque tanto subdelegados como tenientes por diversos medios, tanto lícitos como ilícitos, obtuvieron ingresos para satisfacer sus necesidades, por tanto el

213 FRANCO, Cáceres Iván, La Intendencia de Valladolid, p. 130

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exceso en el cobro de aranceles se cometía tanto por los tenientes como por los subdelegados. En 1793 se realizó una denuncia anónima contra el teniente de Maravatío, José María Ruiz de Chávez, por los excesos en que incurría, se decía que “vino con la capa en el hombro que ni que comer tenía siendo anteriormente tinterillo en el juzgado de Zinapécuaro, entró poniendo y sigue en la cárcel a muchos valiéndose del pretexto que están borrachos, llevándose a indios y no indios a tres pesos o veinte reales y medio de costas, cuando no ha sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso a aquel que tenía mucho delito y no unos infelices que no tienen que comer”.214 Eran muchas las acusaciones que se hacían contra el teniente ya que se decía que también cobraba por los juicios verbales, a los viñateros les quitaba el vino, así mismo se denunciaba que “están bien informados que siempre que a Calderón como su subdelegado le da todos los días doce reales como se dice da por la pensión de la vara como todos los jueces de este partido le dan anualmente y con disfraz a Calderón la pensión por la vara así en este tenor es una robadera muy competente la que este juez tiene llevándoles derechos del juicio verbal”. En las diligencias los testigos solamente decían que sabían que el teniente le daba pensión semanal al subdelegado pero que no sabían a cuánto ascendía la cantidad. En el capítulo anterior III señalábamos cuán difícil resultaba mostrar con evidencias contundentes la cantidad que los alcaldes mayores percibían por las varas de tenientes en forma de regalías o pensiones, ya que ese tipo de tratos se hacían sólo entre las partes interesadas, y por lo tanto sin dejar la más mínima evidencia que los delatara, es por eso que al igual que se hacían los nombramientos de tenientes de palabra, de la misma forma eran los tratos entre ellos.

Durante el régimen de las subdelegaciones el sistema en realidad no cambió, se siguió manejando de forma discrecional. En ese tenor nos resulta sumamente interesante uno de los pocos acuerdos escritos sobre dichas negociaciones el documento se dio a conocer debido al descubierto de tributos de la subdelegación de Ario, con el agregado de Urecho y Carácuaro, por lo que el subdelegado, el capitán Antonio Cruzado, responsabilizó a su teniente general, José María Mercado, justamente indicando que el único responsable que tenía que responder por dicho ramo era su teniente. El contrato entre el teniente general y el subdelegado constaba de 8 puntos donde, se establecían las condiciones y obligaciones bajo las cuales ejercería dicho empleo; en el contrato se dispuso que Mercado ocuparía el empleo de teniente por los tres años siguientes que le faltaban por concluir el empleo de subdelegado a Cruzado, y además lo facultaba para que nombrara a los encargados que considerara necesarios en la jurisdicción. En un segundo punto se fijó la cantidad que anualmente debía proporcionar el teniente al subdelegado por el nombramiento, cada año debía pagar 1200 pesos y mensualmente se obligaba a entregarle 100 pesos. Los ramos de la real hacienda como tributos y los demás de su cargo estarían desde el año de 1807 bajo la responsabilidad de Mercado (véase el convenio completo en el anexo VII) con dicho convenio el subdelegado delegó todas sus atribuciones y facultades en el teniente general, pues en el punto siete así lo expresaba

“Que bajo estas condiciones, todos los productos de la subdelegación deben corresponder aMercado, sin que el capitán don Antonio Cruzado tenga que hablar cosa alguna sobre el

214 AHMM, Gobierno, Maravatío- Valladolid, Caja 14, Exp. 21, F. 1. Anónimo contra el teniente de Maravatío. 7 de diciembre de 1792.

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particular, y por lo mismo mucho menos que pedirle cuentas en ningún tiempo, desde la fechade este contrato en adelante”.215

Evidentemente la exposición de la existencia de dicho documento tenía un fin práctico para el subdelegado, deslindarse de la responsabilidad del descubierto de tributos y que éste cayera sobre el teniente y sus fiadores, pues finalmente de forma factual se suponía que Mercado había pactado también con los fiadores de Cruzado. Al subdelegado de Tlazazalca, Ramón Cardona, también se le acusó en 1802 de vender los empleos de tenientes y se decía que “primero negoció con Julián Gómez vecino de la Barca y otros, pero no llegó a ningún acuerdo, y lo trató con don Juan López Cosío, vecino de la Piedad, con quien se concertó por la cantidad de doce mil pesos para que sirviera la subdelegación en calidad de su teniente general para que no pudiera alegarse nulidad, si llegase a trascender.. .”.216

Las fuentes documentales nos muestran que la venta de las varas de teniente siguió siendo una importante fuente de ingresos para los subdelegados, quienes imponían pensiones mensuales y anuales por el ejercicio del empleo de teniente y ni el régimen de intendencias logró desterrar la antigua cultura que tenía la burocracia del oficio beneficio que siguió muy acentuada. Y es que en realidad la carencia de un ingreso fijo para los subdelegados generó justamente el que no se pudieran desterrar muchas de las antiguas prácticas de los jueces provinciales, y a la vez se convirtió en un problema contar con hombres que aceptaran estar al frente del gobierno de las subdelegaciones y la falta de postores para ocupar dichos cargos era justamente una consecuencia directa de los bajos ingresos que obtenían los subdelegados. El virrey Revillagigedo en sus instrucciones hacía referencia a este problema cuando señalaba las diferencias que había entre los alcaldes mayores y los subdelegados, donde los primeros gozaron de mejores condiciones económicas al “ser sujetos de mérito al servicio del rey, de nacimiento y recomendables circunstancias, porque sus destinos eran más apreciables, por las utilidades que alcanzaban en poco tiempo, por medio de los repartimientos permitidos.”217 En cambio los subdelegados no tenían esas ventajas—señalaba—“sino es que ni se les ha dejado lo muy preciso para su subsistencia”, que consistía del 6 % del premio de recaudación de tributos según se establecía en la real ordenanza de intendentes, pero que éste se reducía al 5% ya que el otro 1 por ciento se les pagaba a los gobernadores para la recaudación de los pueblos de sus repúblicas. 218

El segundo ingreso provenía de los derechos de judicatura, que según exponía el virrey Revillagigedo y algunos informes de los subdelegados donde señalaban los bajos ingresos por este ramo.219 Revillagigedo sostenía que “Los aranceles son tan moderados, que como no se excedan ellos, apenas cubrían por regla general, con los derechos que les satisfagan los que puedan pagar los costos que les ocasiona el administrar justicia a los indios y otras castas pobres, que no están en estado de satisfacer derechos algunos”.220 En lo que respecta a esa fuente de ingresos de los subdelegados, el virrey señalaba que algunos llegarían a dejar la cantidad de 300 pesos, y en algunos menos porque en muchos pueblos no se recaudaba 215 216 217 218 219 220

215 AHMM, Hacienda, II 1.1, 1803, Caja 7, Exp 14, Fs. 6. Convenio entre el subdelegado de Ario Antonio Cruzado y el teniente General José María Mercado. Ario, 1° enero de mil ochocientos ocho.216 AGN, Subdelegados, Vol. 40, Fs. 49.217 Instrucción del segundo conde de Revillagigedo, 1179.218 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes, art. 132219 AGN, Subdelegados, Vol. 51, exp.220 Instrucción del segundo conde de Revillagigedo, 1179.

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tributos. Este último aspecto fue constantemente señalado por los subdelegados en sus informes sobre ingresos de tributos, al señalar que lo poco que obtenían de los tributos se les acababa al pagar a comisarios recaudadores, y no les quedaba nada. Las condiciones precarias podían llevar, como bien lo expresa el virrey, a los subdelegados a “valerse de medios no permitidos para subsistir”. Los salarios de los subdelegados fue un tema que quedó pendiente de resolver.

4.10 Atisbos de la generación de una burocracia local

El proceso de burocratización que se generó a partir de la puesta en marcha del conjunto de reformas político administrativas, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, se dejó sentir de forma más evidente incluso en los cargos de menor envergadura, como en los tenientazgos, donde el traslape de jurisdicciones se hizo cada vez más palpable. En ese sentido fue que el gremio de los mineros y las diputaciones mineras comenzaron a plantear aspectos relacionados con la inconveniencia de que los mineros ocuparan los cargos de justicia y que a la vez tuvieran representación en las diputaciones, aspectos que años atrás no habían significado ningún impedimento. Las reformas administrativas implementadas por los borbones tenían la finalidad de generar un aparato burocrático especializado y eficaz para la administración de los recursos221 y en el ejercicio de los cargos se comenzó a percibir la tendencia de separar los empleos, tal pareciera que se trataba de evitar la acumulación de cargos en una sólo persona.

Durante mucho tiempo fue normal observar que los tenientes de la acordada, mineros, alcaldes ordinarios, administradores de correos y de las rentas, ejercían los empleos de teniente. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se comenzó a percibir una nueva noción del burócrata, pues se planteaba que un sólo individuo no podía ejercer la jurisdicción real y la privativa, ya que éstos eran dos niveles distintos de administración. Pero también se ponía en cuestión la capacidad que tenían los empleados de cumplir eficazmente dos cargos. Parecía tan normal, por ejemplo, que los tenientes de la acordada fungieran a la vez como tenientes de alcalde mayor, sin embargo en 1787 Francisco Javier de Larrea se ostentaba como teniente de la acordada en Etúcuaro, y en un juicio que se le hizo afirmaba que cuando el intendente Juan Antonio de Riaño le había nombrado teniente del partido, inicialmente se había negado a aceptar dicho empleo alegando precisamente la incompatibilidad de ambos cargos, por lo que Larrea prefería quedarse como teniente de la acordada.222

Entre los mismos individuos se comenzó generar la idea de ejercer los empleos de forma más eficiente, por lo que muchos de ellos se negaban a desempeñar a la vez dos cargos. En esos mismos años el teniente general de Zitácuaro, Juan Domingo Bachiareli, se quejaba de que el teniente interino de Maravatío, Juan Manuel de Bustamante, se negaba a obedecer las órdenes que se le despachaban de su juzgado en asuntos de tributos y bienes embargados. Sin embargo Bustamante alegó en su favor que había sido nombrado encargado de forma verbal por el alcalde mayor Francisco de Larragoiti, y que había aceptado porque todavía no

221 ARNOLD, Linda, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Grijalbo, 1991, p 19. CHIARAMONTE, José Carlos, "Modificaciones del pacto imperial", en Antonio Annino y Frangois-Xavier Guerra (Coord.), Inventando la nación, Iberoamérica. Siglo XIX, México, FCE, 2003, p. 97222 AGN, Subdelegados, Vol. 13, Exp. 27.

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entraba a ejercer su empleo de administrador de diezmos, por lo que le era imposible servir ambos encargos

“debo decir que cuando embargué a José Salvador de la Cruz, indio del pueblo de San Miguel el Alto, a pedimento de Juan Coronel por hurto de unas yeguas, procedí como teniente de este partido por nombramiento verbal del señor alcalde mayor y por no haber comenzado los oficios de administrador de diezmos que es mi destino. En el día no soy ni puedo ser Teniente porque en la exacción del diezmo, tasación de sementera a los indios y demás que ocurre en la negociación, frecuentemente se necesita la intervención del juez del partido, y no puedo ser juez y parte en contravención de las Leyes, por lo que he reclamado así al alcalde mayor como a su teniente general para que se provea de juez en esta cabecera (de lo que se han desentendido) y en atención a todo me contemplo desautorizado para hacer la entrega que se me manda”.223

Bustamante argumentaba que no podía ser juez y parte cuando se requiriera la intervención de la real justicia, pero otro aspecto importante que señalaba más era que tenía que ausentarse constantemente de dicha cabecera para cumplir con sus obligaciones de los diezmos, y en ese caso la cabecera se quedaría sin justicia.

Otros más se mostraron más celosos de las ocupaciones de sus subordinados: en 1790 el tesorero de la caja real de Zimapán, Pedro Tuñón, promovió un recurso ante el virrey Revillagigedo informando que el subdelegado José Miguel Vargas Machuca, de dicho real, nombró por sustituto al ensayador de la caja real, José María Nieva y Arriola, y expresaba que era “notoriamente inepto por el mismo hecho de obtener el indicado empleo”, nombramiento que se había realizado con la aprobación del intendente, por lo que se estaba contraviniendo las disposiciones de la real ordenanza de intendentes. En el nombramiento el subdelegado expresaba que “con motivo de salir a continuar con el padrón de esta jurisdicción de mi cargo queda don José María Nieva y Arriola con el cargo de administrar justicia, y ejerciendo todas las funciones anexas a mi empleo, autorizado al efecto por el señor intendente de esta provincia.224 El fiscal de lo civil dictaminó que de acuerdo a la Ley 6, Tít. 3, Lib. 5, expresamente se prohibía que los oficiales reales ejercieran los oficios de alcaldes ordinarios, por lo que esta misma restricción aplicaba para los ensayadores y para el empleo de subdelegados, por lo que de ninguna manera los oficiales de la real hacienda podían ejercer las funciones de justicia.

La respuesta del intendente de México, Bernardo Bonabia, fue que seguramente el nombramiento que hizo el subdelegado en el ensayador fue momentáneo ya que él giró instrucciones a sus subdelegados desde el treinta de junio del año pasado (1789) de que se le notificaran los sujetos que habían de nombrar para ese efecto, por lo que él no habría “accedido a que se ocuparan las atenciones del ensayador con encargos ajenos de su empleo”, por lo que señalaba “dispondré inmediatamente que el subdelegado lo separe de la administración de justicia”.225 Tal pareciera que en los distintos espacios de la administración 223 224 225

223 AHMM, Hacienda, Maravatío, 1787, Caja5, Exp. 12, Fs. 3v-4. Informe del justicia de Zitácuaro contra los hacenderos y demás vecinos de Maravatío, sobre tributos y falta de subordinación.224 AGN, Subdelegados, Vol. 17, F. 66, Exp. 4, agosto 29 de 1790, Expediente promovido por don Pedro Tuñón sobre que el subdelegado de Zimapán nombró en su ausencia al ensayador para hacer sus veces.225 Ibid., f. 71

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

se pretendía marcar una separación efectiva en el ejercicio de los distintos empleos, de tal suerte que cada ministro, oficial real o justicia, atendiera de forma adecuada sus funciones.

Cada vez fue más evidente la atención que se estaba prestando para que los encargados de justicia no fueran encargados de otros ramos de la administración. En 1808 el subdelegado de Ario, intendencia de Valladolid, capitán Antonio Cruzado, solicitó permiso para ausentarse de la jurisdicción por cuatro meses para ir a la ciudad de México en busca de auxilio de médico y botica, ya que en dicho pueblo no había médico ni botica. Para lo cual proponía como encargado de justicia a José María Cano, vecino honrado (21 de mayo de 1808), pues el teniente general que había propuesto para sus ausencias y enfermedades no había sido confirmado por el intendente de la provincia. Don Juan Manuel Zornosa fue el sujeto propuesto por el subdelegados para sus ausencias y enfermedades, se decía que era un vecino acaudalado de esta jurisdicción quien más bien lo aceptó por mis repetidas súplicas que por algún otro interés”. Zornosa presentó el título el 22 de abril para su aprobación ante el intendente, sin embargo el intendente en lugar de aprobar el nombramiento le envió una carta al subdelegado donde se le mandaba que le notificara al teniente general “Don Juan Manuel Zornosa que era incompatible el encargo de justicia con la administración de correos, y que le dijera su contestación..., que entre tanto no haga constar Zornosa haber cesado en la administración de correos no se le podía habilitar para el encargo de justicia por resistirlo las ordenanzas de aquella renta de correos”.226

El subdelegado afirmaba que en esos remotos países no había sujeto en quien concurrieran las circunstancias de instrucción y crecido caudal que tenía Zornosa “para no dañar ni perjudicar a estos vecinos con indebidos derechos, y que pueda caucionar los caudales de real hacienda”,227 por esa razón suplicaba al virrey que se declarara que no había incompatibilidad ni inconveniente para que Don Juan Manuel de Zornosa fuera nombrado encargado provisional en sus ausencias y enfermedades. Además, para apoyar su argumento, afirmaba que el administrador de Ario sólo tenía entre 8 y 10 cartas semanales. El fiscal de real hacienda Borbón determinó que como la solicitud del subdelegado se reducía a que se declarara la incompatibilidad en el administrador de correos de Ario para que se encargue de la administración de justicia en las ausencias y enfermedades del subdelegado, que el virrey mandara el expediente al administrador general de correos de la capital para que informe sobre el punto particular. El administrador general de correos, Mendivil, expuso que estaba determinado que para que los administradores de correos pongan toda su atención y cuidado en el servicio al público que no estaba permitido que ningún tribunal les confiriera comisión alguna, y que sólo en los casos que la necesidad lo exija por no haber otro sujeto que los sirva -sin embargo señalaba que- no era creíble que en el pueblo de Ario no hubiera otra persona además del administrador de correos que tuviera la capacidad de desempeñar el empleo de justicia en las ausencias y enfermedades del subdelegado Antonio Cruzado.228 Debido a la respuesta de Mendivil, el fiscal de real hacienda Borbón determinó que no había lugar a la solicitud, a lo que el virrey Yturrigaray firmó de conformidad.229

226 AGN, Subdelegados, Vol. 28, F. 73v.227AGN, Subdelegados, Vol. 28, F. 75v.228AGN, Subdelegados, Vol, 28, Fs 76v. Dictamen del administrador general de correos Mendivil, México 6 de julio de 1808.229 Ibid. F. 77v. México 13 de julio de 1808.

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Los tenientes de subdelegado frente al reformismo borbónico

Así como los intendentes tuvieron dudas sobre cómo actuar en el nombramiento de subdelegados y tenientes de subdelegados, de forma particular percibimos que en las diputaciones mineras se comenzó a plantear la ilegalidad en la que incurrían los mineros matriculados que eran nombrados por los subdelegados como encargados de justicia. Con los alcaldes mayores y corregidores no había ningún impedimento para que los mineros y los diputados ocuparan el empleo de teniente: el subdelegado de Zitácuaro, Nicolás Enriques, en 1808 consultó ante el virrey si los mineros estaban facultados para ejercer el empleo de encargados de justicia, y si para que presidieran las diputaciones se requería la confirmación del superior gobierno, o solamente bastaba con el nombramiento del intendente de la provincia de Valladolid; la consulta la realizó el subdelegado debido a que el tribunal de minería al parecer había dispuesto que los mineros no ejercieran los empleos de encargados de justicia, y en caso de aceptar dicho cargo no pudieran presidir las diputaciones de minas, pues señalaba que “los señores del Real Tribunal General del importante cuerpo de la Minería de esta Nueva España han librado orden a la diputación territorial de este real de Angangueo, previniendo que los mineros no puedan ser jueces reales, ni el que lo fuese pueda presidir a los diputados en sus actuaciones sin ser aprobado por la superioridad de V. E”.230

La postura del Tribunal de Minería contravenía la costumbre que se había seguido desde tiempos inmemorables en que los mineros ejercían los cargos de tenientes de alcalde mayor, y más como tenientes de subdelegados, incluso el subdelegado de Zitácuaro afirmaba que en Tlalpujahua desde su descubrimiento los mineros había ocupado el cargo de encargados de justicia, y “actuado en una con los diputados, presidiéndolos en las elecciones de éstos y sus sustitutos”.231 Y es que las aseveración del subdelegado no estaba en nada alejada de la realidad, como claramente se puede observar, ya que en 1801 el subdelegado de Tlalpujahua, Antonio Pérez Fernández, solicitó permiso para ausentarse 2 meses e ir a la ciudad de México a resolver asuntos personales, y dejó encargado de la administración de justicia y demás funciones de su competencia a Gerónimo de Plaza, diputado de minaría de Tlalpujahua.232 El subdelegado de Zitácuaro, al igual que el de Tasco, afirmaba que no había ninguna contravención en designar mineros como jueces reales, por lo que consideraban que la decisión que en los últimos tiempos había tomado el Tribunal de Minería contravenía la ordenanza de minería de 1783, pues en el artículo 8, capítulo 19, se expresaba

“Declaro que a los mineros y sus administradores se no les puede ni debe obstar su ejercicio, teniendo las demás calidades y circunstancias necesarias para poder obtener y servir los empleos de JUSTICIA y de Regidores de las Ciudades, Villas y PUEBLOS de minas y cualesquiera otros

230 AGN, Minería, Vol. 80, Exp. 2, F. 1. El subdelegado de Zitácuaro sobre que se declare si los mineros pueden ser encargados de justicia, Angangueo, 13 de enero de 1808.231 El subdelegado hizo relación de algunos de los mineros que ejercieron el empleo de encargado de justicia: Don Mariano Marcos, don Celidonio Moreno, Don Juan Díaz de la Colina, Don Ramón Levante, entre otros, incluso afirmaba que éstos actuaban sin la correspondiente confirmación. El teniente del subdelegado de Zitácuaro Francisco González de Cosío trabajaba la mina de Nuestra Señora de los Remedios.232 AGN, Subdelegados, Licencia del subdelegado de Tlalpujahua para ausentarse Vol. 6, Exp. 14, Fs. 216­222.

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pero sin que por esto puedan ser apremiados a aceptarlos ni sacarles multa PORQUE LOREHUSEN siempre que estén empleados en su profesión y se excusen por atender a ella”.233

En cuanto a la consulta del subdelegado de Zitácuaro sobre si sólo bastaba con el nombramiento de tenientes por parte del intendente de la provincia de Michoacán o si era necesario que éste contara con la confirmación del virrey, la respuesta del Tribunal General de Minería fue que debido a las disposiciones de la real ordenanza de intendentes en un inicio se había establecido que los subdelegados fueron nombrados por los intendentes de provincia, disposición que se abolió y se estableció que éstos fueran nombrados por los virreyes, por lo que en ese tenor el nombramiento de tenientes le correspondía también al virrey, “por consiguiente sin este requisito deben considerarse sin autoridad, y como los tenientes o encargados de los reales de minas ocupan enteramente el lugar de los subdelegados deben estar autorizados de la misma manera para que ejerzan la jurisdicción contenciosa en asuntos de minas, pues de otra manera cuanto hagan está expuesto a nulidad”.234 Los tenientes, para ejercer las funciones de juez de minas, debían contar con la confirmación del superior gobierno, pues de lo contrario no podía presidir las diputaciones ni ejercer la jurisdicción contenciosa entre los mineros. El fiscal de lo civil argumentaba que la resolución en la que se mandaba que los tenientes que nombraran los subdelegados debían confirmarse ante el superior gobierno se dictó en 3 de mayo de 1794.

En Tasco los mineros sustitutos plantearon que Antonio del Corral Velasco como minero estaba impedido a ser juez en ese territorio, y que si quería serlo tendría que dejar de ser minero, y las minas que poseía se le habían de adjudicar al primero que legalmente las denunciare”.235 Dicha postura la justificaban con base en el artículo 3°, capítulo 7°, de las Reales ordenanzas, en las cuales se prohibía que los justicias tuvieran propiedades en el mismo lugar en que fueran jueces, por lo que planteaban que si quería ejercer el empleo de justicia tenía que renunciar a sus posesiones mineras; la respuesta del minero fue que “el artículo que citan los sustitutos se entiende y debe entender con los justicias en quienes los magistrados superiores han confiado el cargo y responsabilidad y jurisdicciones que les han entregado, no así sucede con los encargados de los tales jueces pues lo son condicionalmente en los casos de enfermedad, ausencia u otro justo motivo, de estos casos y de que los mineros son encargados de justicia es práctica general y corriente en todos los reales y asientos de minas”.236 Para el encargado de justicia no había ninguna anormalidad, incluso afirmaba que con el anterior subdelegado había ejercido los dos empleos de diputado y encargado de justicia.

En cambio el encargado de justicia apelaba al artículo 8, título 19, en el que se declaraba que los mineros y sus administradores no les puede ni debe obstar su ejercicio, teniendo las demás calidades y circunstancias necesarias, para poder obtener y servir los empleos de justicia y de regidores de las ciudades, villas y pueblos de minas, y cualesquiera 233 234 235 236

233 Ordenanzas de la Minería de la Nueva España formadas y propuestas por su real tribunal, María del refugio González (Estudio y edición), México, UNAM, 1996, Real Ordenanza de Minería, art. 8, tít. 19, pp. 464-465.234 AGN, Minería, Dictamen del Tribunal General de Minería, 3 de junio de 1808, Vol. 80, Exp. 2.235 AGN, Minería, Vol. 28, Noviembre 13 de 1809.236 AGN, Minería, Vol. 28, F. 86.sobre si es o no incompatible el ejercicio de minero con el empleo de encargado de justicia.

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otros.237 El subdelegado Manuel Villegas de Bustamante solicitó al señor virrey que declarara que el ser minero no era incompatible con el empleo de encargado de justicia, por ausencia y enfermedad del subdelegado, y se amparaba en el mismo artículo que mencionaba Corral.238

Claramente se percibía la tendencia de las diputaciones mineras de marcar una distancia entre la jurisdicción real y la privativa de la diputación como una forma de proteger los privilegios y fueros del sector de los mineros. Pues aunque se rechazaba que los mineros fueran tenientes de subdelegado, y que no se nombrara teniente en los diputados de minería, los diputados tenían la facultad de nombrar comisionados en los reales mineros, y lo que pudimos observar es que regularmente comisionaban a los tenientes de subdelegado para que actuaran en asuntos de minas (posesión, vista de ojos y pregones, entre otras). Los diputados de Zitácuaro comisionaban a los tenientes de Angangueo,239 mientras que los diputados de Inguarán comisionaban a los tenientes de Tepalcatepec, de la subdelegación de Apatzingán y a los tenientes de Jilotlán, de la subdelegación de Colima. Por tanto a finales del siglo XVIII se observó un incremento en la burocracia, y con ello hubo atisbos de pretender formar oficiales y ministros profesionalizados dedicados de forma específica a determinadas esferas de la administración, para que desempeñaran eficazmente sus obligaciones y respondieran fielmente a los intereses del rey. Es por ello que se apeló a la aplicación de la ordenanza de intendentes y a las leyes de Indias, bajo las cuáles se pretendía constreñir el actuar de los ministros del rey, pues en ellas estaban los fundamentos sobre los que se había erigido la estructura administrativa de los reinos americanos.

La forma de proceder de las diputaciones mineras y los ayuntamientos fue una expresión sin duda de la lucha que encabezaron por resguardar sus privilegios y fueros como corporaciones, pero también una forma de defender su autonomía al pretender actuar al margen de la autoridad de los subdelegados y sus tenientes. La manifestación más clara de la autonomía que intentaban obtener se dio cuando desde el Tribunal de Minería se planteó que los subdelegados pudieran ser recusados absolutamente en conocer de los asuntos de minas, y su lugar fuera ocupado por los diputados suplentes de las diputaciones mineras,240 con ese planteamiento pretendían actuar de forma independiente de los jueces reales. El gremio de mineros, por tanto, estaba buscando la manera de fortalecer su posición frente a los autoridades reales, estaban en un proceso de empoderamiento, y por tanto pretendían consolidar sus privilegios; no obstante, la respuesta a las pretensiones de los mineros no se hizo esperar y se determinó que en los casos de recusación simple los subdelegados conocieran en los asuntos de mina con un juez acompañado, y en caso de discordia entre ambos se nombrara un segundo, sin que esto afectara la jurisdicción ordinaria de la diputación ya que el voto de los tres contaría por uno sólo.241

237 Ibid., f. 87.238 Ibid., f. 89-90.239 AHCM, Registro de la mina de Gaspar González Villar, Angangueo, 16 septiembre de 1797, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Bienes materiales, Caja 879, Exp. 334, f 1,240 AGN, Minería, Vol. 55, 1794, Exp. 2, Fs. 29 y 44.241 Libro de reales órdenes y cédulas, No. 150, Real orden sobre que los jueces ordinarios y subdelegados de reales de minas sean recusados... pp. 233-234.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Conclusiones

La reformas implementadas en las provincias novohispanas, si bien pretendieron homogenizar el aparato de gobierno con el establecimiento de las intendencias y subdelegaciones, desplazando así a un conjunto de burócratas que ya no estaban respondiendo a los intereses reales de control económico y político, por lo que era necesario reemplazarlos por nuevos ministros que impulsaran el proyecto reformista encaminado a eficientizar el manejo de los recursos y caudales de la corona. El sistema de intendencias y el incremento de la burocracia fiscal podemos considerar que tuvo éxito. Sin embargo, en el plano de las subdelegaciones, fue insuficiente el paso de las alcaldías mayores y corregimientos a subdelegaciones para cambiar la cultura política de las autoridades locales, pues justamente las subdelegaciones que conservaron la extensión territorial que tenían en el sistema anterior fue donde se observó con mayor claridad que, pese a las prohibiciones para que no se nombraran tenientes, éstos no desaparecieron y siguieron siendo parte de la nueva estructura administrativa, de la dinámica económica y social de las subdelegaciones, y en particular de los tenientazgos.

Los tenientes siguieron siendo parte fundamental en la administración, el medio por el cual se representaba la autoridad del rey ante sus súbditos, no sólo por ser parte del andamiaje administrativo del gobierno provincial, sino que formaban parte de la cultura política local. Fue difícil erradicar la presencia de los tenientes debido a las necesidades de los subdelegados, reales o simuladas, de ausentarse de sus jurisdicciones, lo que obligó muy pronto a que los subdelegados volvieran a requerir de personas que los auxiliaran en sus actividades cotidianas y buscaron la forma de volver a nombrar tenientes, algunas ocasiones con la denominación de subdelegados sustitutos, encargados de justicia o teniente de subdelegados.

El proceso de burocratización que se generó a través de las reformas fiscales y administrativas pretendió generar, como lo afirma Linda Arnold, una burocracia profesional que respondiera a los intereses de la corona, que administrara eficazmente los recursos y que ejerciera un efectivo control sobre la población, e incluso sobre los propios ministros y oficiales de la corona. En ese tenor, en las intendencias el intendente tuvo un papel muy importante como autoridad intermedia, como ya lo han abordado otros autores, pues de cierta forma contrarrestó el poder y la autonomía con la que actuaban las autoridades provinciales en cuanto a la administración de justicia y la forma en que generaban las relaciones de dependencia y clientelares con sus auxiliares, los cuales eran nombrados directamente por los alcaldes mayores. Lo cual no significa que a los subdelegados se les haya anulado la capacidad para generar sus propios espacios de poder ni el control total sobre sus subordinados, sino que se debilitaron de cierta forma los vínculos entre los subdelegados y sus tenientes por la forma en que se realizaba su designación, pues ya no sólo dependían del subdelegado, lo que llevó a que no se le prestara una obediencia ciega como regularmente se había estilado. La razón por la cual los subdelegados no heredaron un poder absoluto sobre sus tenientes fue precisamente por la forma en que se realizaban los nombramientos, que tenían que ser aprobados por el intendente y el virrey, por tanto ya no era una atribución exclusiva del subdelegado, sino que ahora tenía que pasar por otras instancias.

Instituciones como los ayuntamientos y las diputaciones mineras vieron en este proceso de reforma una manera de fortalecer y defender sus fueros por lo que aprovecharon las ordenanzas, disposiciones y leyes de Indias que prohibían el nombramiento de tenientes para oponerse a su intervención en los asuntos de esas instituciones. La corona, a través de

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todo un conjunto de reformas que comenzó a establecer desde principios del siglo XVIII, pero con mayor efectividad las implementada a partir del gobierno de Carlos III y la visita de José de Gálvez en la Nueva España, fue cundo claramente trató de limitar los privilegios y fueros de las corporaciones civiles y religiosas, pues pese a esa clara pretensión se observó que hacia finales de dicho siglo las diputaciones mineras como corporación estaban tratando de obtener cada vez mayores privilegios, tratando incluso de evitar que sus agremiados ejercieran el empleo de encargados de justicia, pues tal pareciera que pretendían ejercer un gobierno autónomo y sacudirse la intervención de los jueces reales en los asuntos que consideraban sólo de competencia de sus agremiados, lo que incluso llevó a la oposición de que los tenientes presidieran sus elecciones. Tanto las diputaciones como los ayuntamientos no dejaron de defender el conjunto de privilegios y de no ceder ante un control político que se pretendía imponer en todas las esferas de la sociedad.

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Capítulo V

Los tenientes con los ministros de lo sagrado

Introducción

Los dos brazos del poder civil y eclesiásticos operaron en cada una de las provincias de tal manera que su objetivo era mantener en orden a los súbditos del rey. Los curas y sus tenientes y los alcaldes mayores y sus tenientes tenían como finalidad común vigilar que los súbditos del rey vivieran de acuerdo a los principios cristianos. Las dos esferas de poder temporal y espiritual se trastocaban constantemente por lo que los jueces reales estaban obligados a auxiliar a los curas párrocos en lo relacionado al pasto espiritual, vigilar que los feligreses cumplieran con los preceptos anuales, prestar el real auxilio para el castigo de las faltas a la moral y escándalo. En ciertas transgresiones, como el concubinato, la embriaguez y la fábrica de bebidas prohibidas, podían intervenir para la corrección y castigo tanto los curas como las autoridades civiles.

La relación de los curas y los alcaldes mayores y sus tenientes fue compleja y ambos tenían una importancia fundamental en la vida de las parroquias, de las alcaldías mayores y sus tenientazgos ya que eran los dos brazos del rey bajo los cuales se tenía bajo control la vida de la población. Pero también al ser las autoridades más cercanas a la población muchas veces provocó constantes roces y conflictos porque no se cumplía el principio básico de mutua colaboración ya que muchas veces pretendían sobreponer su autoridad y se guiaban en función de sus intereses. La convergencia de esas dos autoridades en un mismo espacio por tanto contribuyó a que funcionaran como un sistema de equilibrio y contrapesos pues ambas estaban en condiciones de denunciar los abusos que se cometían de un lado y de otro, o simplemente las irregularidades que se pudieran observar en la administración. En la segunda mitad del siglo XVIII se emitieron varias reales cédulas que fueron limitando la jurisdicción eclesiástica, y que al mismo tiempo iban delineando las esferas de acción de los jueces reales para evitar los conflictos de competencia, pero también como parte de la política borbónica, por lo que paulatinamente se sobrepuso la esfera civil sobre la religiosa.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

5.1 Las dos esferas de la administración

En el antiguo régimen la esfera de lo temporal y espiritual se trastocaban pues ambas formaban parte de las atribuciones que ejercía el rey, por lo que su obligación era velar porque los súbditos vivieran bajo los principios de la cristiandad y en justicia. Por tanto las jurisdicciones civiles y eclesiásticas se trastocaban, la esfera de lo espiritual era otro brazo del poder y control social como lo afirma Oscar Mazín.1 Por tanto los jueces reales estaban obligados a auxiliar a los ministros de la Iglesia para que los súbditos cumplieran cabalmente con los sacramentos y doctrina. Desde los diferentes niveles de la administración los virreyes, gobernadores, alcaldes mayores, corregidores, tenientes, alcaldes ordinarios y alcaldes provinciales de la hermandad, en algún momento se vieron involucrados con los ministros de la Iglesia.

Las autoridades civiles tuvieron una estrecha relación con los ministros de la Iglesia como defensores de los derechos y prerrogativas que gozaba la corona sobre la iglesia como parte de los derechos que el papa le había cedido a través del Real patronato que formalmente se estableció en 1508 con el patronato universal de Indias, con la bula Universalis Ecclesiae regiminis de 28 de julio de 1508 del papa Julio II (a los reyes se les otorgó la facultad o potestad, según lo define Antonio Joachin de Ribadeneyra Barrientos, de proveer los beneficios eclesiásticos,2 los obispos no podían disponer del diezmo y facultad para establecer los límites de los obispados, edificar iglesias y monasterios).3 Aunque desde 1493 ya se le había otorgado a los reyes católicos ciertas prerrogativas para descubrir y evangelizar, en la bula Inter caetera y la Eximiae devotionis sincertitas (1501) se les cedieron los derechos sobre los diezmos como compensación por lo oneroso del establecimiento de la Iglesia en las nuevas tierras, 4 y de los diezmos dos novenos le correspondían al rey.5

Las relaciones de los ministros de la Iglesia y la corona se pueden observar desde diferentes escalas: una superior a través de la relación de los obispos y virreyes, en ese sentido podríamos coincidir con autores como Ramón López Lara y José Gutiérrez Casillas, quienes consideran que en términos generales las relaciones entre la iglesia y las autoridades civiles

1 MAZÍN, Oscar, "El poder y las potestades del rey: los brazos espiritual y secular en la tradición hispánica", en MARTINEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar, La Iglesia en Nueva España, p. 64. (53-68). Adriana Rocher Salas en un interesante artículo analiza la importancia que tuvo la iglesia en la península de Yucatán y como un efectivo medio de control ideológico y político el cual no se dudó en ponerse en marcha cuando se veía amenazado el orden social y político establecido, pese a la tendencia secularizadora que caracterizó al siglo XVIII, que pretendía separar la esfera espiritual de lo temporal. ROCHER SALAS, Adriana, "Un baluarte diferente: Iglesia y control social en Yucatán durante el periodo colonial", en Península, Vol.III, No. I, Mérida, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, Enero de 2008, pp. 65-81.2 RIBADENEYRA BARRIENTOS, Antonio Joachin de, Manual compendio de el Regio Patronato Indiano, [Presentación de José Luis Soberanes F] México, Editorial Porrúa, 1993, Cap. VI, I, p. 70.3 SÁNCHEZ BELLA, Ismael, Iglesia y Estado en la América Española, Pamplona, España, Ediciones Universidad de Navarra, 2- edición 1991, S. A, p 22. OTS CAPDEQUÍ, J. M, El Estado Español en las Indias, México, FCE, 1993, p. 67.4 LÓPEZ LARA, Ramón, Apuntes de la historia de la Iglesia en México, siglo XVI, Morelia, Fimax Publicistas, 1990, ps.12 y 13. GUTIÉRREZ CASILLAS, José, Historia de la Iglesia en México, México, Porrúa, 1984, pp. 45­48.5 Ibid., p. 20.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

fueron cordiales, tal y como se percibe desde la escala superior, lo cual incluso queda claro en las palabras de José Gutiérrez Casillas cuando afirma que

“Armoniosa fueron casi siempre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, durante la época colonial, pues descontando como deberá descontarse las fricciones de la vida ordinaria, a que es tan propenso el carácter español; de los ciento y noventa y siete obispos que gobernaron las diócesis mexicanas únicamente dos, Pérez de la Serna en México y Reyes de Yucatán, tuvieron conflictos verdaderamente ruidosos con las autoridades civiles”.6

Sin embargo eso llevaría a dejar de lado la relación de los alcaldes mayores y sus tenientes con los curas párrocos y sus tenientes, por lo tanto al bajar la escala de análisis se puede observar de forma más compleja la convivencia de las autoridades civiles y religiosas como dos expresiones de poder, y por tanto de control e influencia social, perspectiva que nos lleva en consecuencia a cambiar un tanto esa imagen de armonía y cordialidad.

En términos de nuestro propósito, si dejáramos fuera los actos ordinarios que se constituyen en el fundamento de nuestro análisis perderíamos de vista las relaciones cotidianas que se daban día a día en la esfera más baja de la administración civil y religiosa, las cuales nos permiten palpar el pulso de las relaciones entre las autoridades civiles, religiosas e indígenas y el resto de la población. Dichas relaciones se tornaban complejas y cambiantes pues respondían a los intereses locales, de los indios, del cura, de los subdelegados y sus tenientes.

El contacto de los curas y los alcaldes mayores fue menos frecuente que el que se dio con sus tenientes, pues en varias de las cabeceras de curato residía un teniente, por lo que éste y el cura se constituyeron en las autoridades más inmediatas a la población, y por ende en los garantes de la justicia y el orden social; pero los tenientazgos no sólo estaban conformados por un curato o doctrina, en algunos llegaron a haber dos o cinco, otras veces la jurisdicción del tenientazgo se extendía hacia pueblos que pertenecían a diferentes curatos, lo que hacía que se ampliara el número de curas con los cuales los tenientes tenían contacto. Por tanto no nos resulta extraño que cuando se presentaban conflictos entre los curas y las autoridades civiles, la mayor parte de las inconformidades se dieran con los tenientes.

Si tomamos como ejemplo la alcaldía de Valladolid podemos apreciar claramente esta circunstancia, por ejemplo en el tenientazgo de Paracho había tres curatos: Paracho, Capacuaro y Nahuatzen; el tenientazgo de San Juan Parangaricutiro estaba constituido por los curatos de San Juan Parangaricutiro y Santa Ana Sirosto, además de los pueblos de San Francisco de los Herreros y San Francisco Corupo, agregados al curato de San Francisco Charapan, jurisdicción de la alcaldía mayor de Jiquilpan, y el pueblo de San Marcos Apo que pertenece a la administración del curato de Tancítaro; el tenientazgo de San Diego Cucupao estaba constituido por cinco curatos: Tzintzuntzan, Santa Fe de la Laguna, San Gerónimo Purenchecuaro, Tiríndaro y Santa Ana Zacapu; el tenientazgo de Erongarícuaro contaba con cuatro curatos: Erongarícuaro, Pichátaro, Zirahuen y Zirondaro; el tenientazgo de Taretan

6 Gutiérrez Casillas José, Historia de la Iglesia, pp. 47-48.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

contaba a con dos curatos Taretan y Tingambato, y otros más sólo se componían de un curato: Pátzcuaro y sus pueblos, Tacámbaro, Puruándiro, Angamacutiro y Numarán.7

Y es que el tipo de relación que se establecía entre los alcaldes mayores, subdelegados y tenientes, era muy variables, pues como sucede en toda red social las sociabilidades y afinidades cambian en función de los intereses, pues algunas veces las relaciones se presentaban de forma ríspida, dando como consecuencia que las autoridades civiles fueran las primeros en denunciar la mala administración e incumplimiento del deber de los curas, incluso la vida desordenada en la que vivían, dando cuenta al obispo para que éste pusiera el más pronto remedio.

Durante la mayor parte del siglo XVIII el poder civil y religioso se trastocaba justamente por ser los dos brazos del poder y los instrumentos de control político y social; sin embargo a partir de la década de los sesenta el poder de la iglesia se comenzó a ver cada vez más acotado, e incluso el poder eclesiástico fue sometido al predominio de la corona, lo cual se expresó en la política regalista que pretendía disminuir “los privilegios e inmunidad eclesiástica”.8 Aunque el proceso de secularización de las doctrinas favoreció al clero secular, lo que llevó a que se ampliara el número de ministros y se establecieran tenientes de cura en los pueblos que estuvieran a considerable distancia de la cabecera del curato9 y paulatinamente se les fueron contrarrestando varias facultades que ejercían los curas y que correspondían al gobierno temporal:10 por ejemplo en muchos pueblos de indios las cajas de comunidad estaban resguardadas en las casas curales y hospitales, sin embargo con la aplicación de la real ordenanza de intendentes éstas pasaron a la custodia de los subdelegados como parte de sus facultades de policía, por ende fueron trasladas a las casas reales; a partir de 1787, por instrucciones del intendente, los subdelegados y tenientes solicitaron a los curas que entregaran las cajas de comunidad que estaban en su poder. Fray Pablo Díaz de León informó al provisor y vicario general del obispado de Michoacán, Juan Antonio de Tapia, que el teniente de Tiripetío, Gaspar Pardo de Malhavear, por instrucciones del intendente corregidor le solicitó que entregara la caja de comunidad de Acuitzio para que se trasladara a la cabecera del partido, así mismo le informaba que había entregado la llave de la caja que estaba en su poder, aunque el fraile afirmaba que por real cédula se había determinado que los curas tuvieran una llave.11 Otra expresión de la forma en que se fue limitando la amplia jurisdicción eclesiástica se dio el 8 de marzo de 1791, fecha en que se emitió otra real cédula en la que se mandaba que no se podía hacer junta preparatoria ni reuniones de cofradías si éstas no estaban presididas por el ministro real, con lo que se limitaba la injerencia de los curas en los

7 AHMM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1776-1777, c 117, Exp 122, Fs. 65. Cordillera del corregidor Juan Sevillano a los tenientes de su alcaldía para que pidan información individual de las cofradías y hermandades de sus curatos, sin incluir los bienes de comunidad.8 MAZÍN, Oscar, "Reorganización del clero secular novohispano en la segunda mitad del siglo XVIII, en MAZÍN, Oscar, La Iglesia y el Centro- Occidente de México. De la singularidad a la universalidad. A través de relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2014, p. 2199 AGI, México, 1701, fs. 3. Cartas y expedientes del distrito de esta Audiencia autos de 1765.10 MAZIN, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996, pp. 343- 366.11 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1787, Caja 119, Exp. 175, Fs. 2. Fray Pablo de León informa al provisor que el teniente de Tiripetío solicito la caja de comunidad que se resguarda en su sacristía para remitirla a la cabecera.

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manejos de los bienes de cofradías.12 A partir de la segunda mitad del siglo XVIII la política borbónica tomó medidas más drásticas contra las corporaciones, por lo que la Iglesia no escapó de ellas y comenzó a ver limitada ampliamente su esfera de acción.13

Los curas reaccionaron inmediatamente ante tales disposiciones pues estaban perdiendo el control sobre la administración y uso de los bienes y recursos de las cofradías y hermandades, y constantemente demandaron que se les restituyeran los libros de cuentas de las cofradías y que se evitara que los tenientes y subdelegados se ocuparan de la administración de dichos bienes. En 1801 el cura de Cutzamala, Juan José Simón Haró, informaba al virrey que el subdelegado de Tetela del Río le acaba de notificar que entregara los libros de las cofradías y hermandades del curato, “y de cuenta en atención a declarar los dos fiscales protector y de lo civil ser bienes profanos en los que deben entender los Justicias reales”. La respuesta del cura fue

“que veneraba y respetada las órdenes del superior gobierno como el más fiel vasallo de su magestad, pero que no habiendo recibido orden del ilustrísimo señor obispo de Valladolid, mi prelado, siendo regular recibir por aquella vía los de su especie, suspendería el efecto de su cumplimiento hasta el momento que su señoría ilustrísima determine en el particular, y el gobierno superior se hiciere cargo de los puntos que tenía que representar en esta materia”.14

Además el cura señalaba que no tenía en su poder dinero, sólo los libros de las misas y cuentas, debido a que los indios de Tlalchiapan en consorcio con el encargado de justicia lo habían despojado de la administración de la cofradía (estos son los rebeldes sugeridos del encargado Don Manuel José Ximenes y de un revoltoso llamado José Buitrón que vive entre ellos en su pueblo, pues los de Cutzamala y Sacapoato en nada se meten) me han quitado todo conocimiento de la cofradía de la Purísima Concepción (se decía que esa cofradía había sido fundada por don Vasco de Quiroga con permiso de su magestad, lo mismo que la de Cutzamala), el cura se quejaba de que estaban vendiendo y disipando arbitrariamente sus bienes

“según lo que instruye la antecedente consulta, el excelentísimo señor virrey con previo dictamen de los señores fiscales protectores y de lo civil ha declarado que todos los bienes de las cofradías y hermandades de la comprensión de Cutzamala son temporales y profanos, y que 12 13 14

12 Libro de reales cédulas, Cédula 136, p. 118. AGN, Cofradías y archicofradías, Vol. 18. Exp. 1. Este volumen contiene varios expedientes donde se manda se manda que se observe el cumplimiento de la Real Cédula del de marzo de 1791 sobre que no se haga junta de congregaciones, cofradías y hermandades si no la presiden los ministros reales. En otros expedientes los subdelegados exponen algunas dudas sobre el manejo de las cofradías.13 MAZÍN, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid, p. 343-361.14 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, c 688, Exp. 4, Cutzamala, junio 25 de 1801. F 1­v. el cura de Cutzamala sobre que se le ha despojado de la administración y conocimiento de la cofradía de la Purisíma Concepción. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, 1806, c 688, exp 9, f 1. Diligencia del cura de Cutzamala para que se le restituyan los 1200pesos de los gastos que erogó en la diligencia contra el subdelegado, teniente e indios de Tetela del Río para que restituyeran a la caja de la cofradía 3 000 pesos.

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su manejo debe ser a cargo de las justicias reales con total exclusión de los respectivos jueces eclesiásticos”.15

Se alegaba que desde su establecimiento han sido a cargo de los excelentísimos señores obispos, quienes han encomendado su custodia y arreglo a los jueces eclesiásticos, por lo que desde entonces se habían encargado de la administración de los bienes de las cofradías es por eso que se sentían despojados y vulnerados de un derecho que por mucho tiempo habían gozado sin la intervención de los jueces reales, por lo que pedían se les conservara la administración y conocimiento de las cofradías como hasta el día se había observado, según lo expresaba el Dr. Tiburcio Camiña, quien pedía al señor obispo que determinara lo que fuera de su superior agrado.

El cura de Cutzamala, José Simón de Haró, denunció que el teniente don Manuel Jiménez había seducido a los indios apoyados por el subdelegado del quinquenio anterior, Fernando Francisco de Medina, que había sido de la jurisdicción de Tetela del Río, para que se apropiaran de los arbitrios de las cofradías, de los hospitales y hermandades, por lo que vendieron bienes, ganado mayor y mulas, y se decía que habían percibido dos mil trescientos pesos de la venta de ganado y que los habían gastado en sus comercios.16

Como era de esperarse el subdelegado de Tetela del Río manifestó todo su apoyo a José Buitrón y a José Jiménez, y expresaba “la enemiga que tiene el cura de Cutzamala a dicho Buitrón hasta llegar a término de intentar matarlo y dar orden al gobernador de indios que lo prendiesen a nombre de la Santa Inquisición, extendiese dicho subdelegado a fundar la inocencia de dicho Buitrón y de su teniente de Cutzamala, don Manuel Jiménez. Sagarzurieta, mandó que el subdelegado informara sobre los acontecimientos que hacía referencia.17

Por una extraña coincidencia del destino, de forma simultánea a las diligencias que se estaban siguiendo en el juzgado eclesiástico se presentó una consulta reservada que iba dirigida a denunciar la conducta desarreglada y perjuicios que ocasionaban los justicias de Axutitlan y Cutzamala, no cuestionaban la conducta del subdelegado de Tetela del Río pero sí denunciaban su falta de determinación para destituir a sus tenientes

“nuestro subdelegado Don Fernando Franco de Medina en medio de sus buenas calidades, o se ha empeñado en sostener dos tenientes suyos, y el director de uno de ellos, hombres todos de mala vida y perversas costumbres; o se halla embarazado para su deposición, o no tiene resolución necesaria para desprenderse de ellos sabiendo con evidencia sus excesos los 15 16 17

15 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, Caja 688, Exp. 4, Cutzamala, junio 25 de 1801.F 1- 2-v.16 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Cofradías, 1806, Caja 688, Exp. 9, F. 1. Diligencia del cura de Cutzamala para que se le restituyan los 1200 pesos de los gastos que erogó en la diligencia contra el subdelegado, teniente e indios de Tetela del Río y para que se restituyeran a la caja de la cofradía 3 000 pesos.17 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Legales, Denuncias, Caja 702, Exp. 12, Fs. 5, 31. Oficio del excelentísimo señor virrey acompañando las diligencias que practicó al subdelegado de Tetela del Río sobre excesos que se imputan al cura de Cutzumala, Juan José Simón de Haró.

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clamores de estos miserables habitantes, vasallos de su magestad de aumentarse cada día con las violencias de estos infieles ministros de justicia”.18

En la representación no se mencionó el nombre de los dos tenientes del subdelegado de Cutzamala, pero sí del que se decía que era su director, que no era otro que Don José Buitrón, la misma persona que el bachiller denunciaba como el revoltoso José Buitrón que vivía entre los indios de Tlalchiapan y que lo habían despojado de la administración de la cofradía. En esencia, se pretendía que se destituyera a los tenientes de Cutzamala que en ese momento eran señalados como los enemigos del cura por la disputa en el manejo de los bienes de la cofradía. El fiscal de lo criminal Sargazurieta mandó que el subdelegado de Tetela del Río informara sobre el particular, y de ser cierta la denuncia tomara las providencias que fuesen justas a los tenientes y director.19

El eclesiástico comisionado, Juan Antonio de Elovarrieta, para examinar los testigos y desahogar la acusación que se hacía contra el cura, al final de las declaraciones hizo una reflexión encaminada a explicar la causa por la que se daban las diferencias entre los tenientes y los jueces eclesiásticos, y la primera de ellas se refería a que los subdelegados estaban indotados de un ingreso, lo cual los llevaba a ponerse a las órdenes de los más poderosos. Y señalaba que

“Las discordias y disensiones que son generales entre curas, indios, subdelegados y tenientes de toda la América, no pueden tener fin entre tanto que la superioridad no trate de dirigir el rigor de sus providencias al origen de las causas que las producen. Un subdelegado indotado, y en alguna manera precisado a propasarse de los límites que le prescriben las leyes y los reglamentos, no puede estar de acuerdo con su párroco, que por su instituto, por su celo, o porque no conoce iguales estrecheces declama contra la violencia, reprueba la injusticia y fulmina rayos contra el opresor del miserable”.20

Y en cuanto a las fricciones de los párrocos con los indios, se debe a que los indios ven con recelo a los párrocos que les exigen que cumplan con sus obligaciones cristianas y proseguía

“Ni es posible que se acomode a soportar el peso de un subdelegado que no conocieron sus abuelos en aquellos tiempos; pero sobre todo el abuso ilegal e inmoderado de nombrar los subdelegados tenientes y directores a su arbitrio sin necesidad, sin consulta ni aprobación del superior gobierno, es el fundamento principal de la disensión y la piedra del escándalo que se debe arrancar del edificio de la sociedad si se trata seriamente de asegurar la paz en los rebaños Americanos de J. C.”21 18 19 20 21

18 AGN, General de Parte, Vol. 65, Exp. 238, F. 192. Vuestra excelencia manda al subdelegado de Tetela del Río cumpla con el superior decreto inserto relativo a los excesos de los tenientes de sus jurisdicciones que se expresan y demás que contienen. Marquina, México 10 de septiembre de 1801.19 Idem.20 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Legales, Denuncias, Caja 702, Exp. 12. Fs. 24. Oficio del virrey acompañado de las diligencias que practicó el subdelegado de Tetela del Río sobre excesos que se imputan al cura de Cutzumala B. D. Juan José Simón de Haró.21 Ibid. F. 25.

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Elovarrieta abiertamente expresaba que para mantener la paz y el orden en Cutzamala se debía desterrar de la jurisdicción a Buitrón y retornarlo al presidido de donde decía había salido; en pocas palabras, señalaba que los tenientes provenían de la más baja calaña de la sociedad, casi los comparaba con delincuentes que debían estar en prisión y no ejerciendo los empleos de justicia.

En 1773 el virrey Bucareli envío una orden circular al obispo Rocha en la que se mandaba que los justicias auxilien a los curas en el cumplimiento de los preceptos anuales de comunión y confesión, ya que no siempre las censuras eran el medio más eficaz para domar las almas rebeldes de indios y mulatos, por lo que se requería del apremio de los jueces reales, por lo que en la orden circular se expresaba:

“Considerando yo, a consecuencia de lo pedido por el señor fiscal, que el medio más a propósito a hacer efectivo el cumplimiento de todos sacramentos tan principales en nuestra católica religión, [es] el unir las dos jurisdicciones real y eclesiástica para que de uniformidad y acuerdo hagan observarlos y vivir a todos cristianamente: He resuelto, en decreto de 14 de este mes, prevenir, como lo hago por punto general a todos los jueces reales, ayuden a los curas, auxilien y hagan efectivas las providencias que expidieren dirigidas al bien espiritual de sus respectivos feligreses, en el concepto de que, además de conseguir un mérito de la mayor consideración, se captarán mi grado y complacencia”.22

En 1789 el teniente de alcalde mayor Luis Solórzano de Cajitlan, con el agregado de Yxtlauacan, jurisdicción de Colima, certificaba, a pedimento del bachiller José Mateo Fernández Ramos, cura interino de Cajitlan, que había exhortado varias veces a los indios de Tecomán para que cumplieran con el precepto anual de la iglesia, por lo que sólo algunos habían ocurrido, pero afirmaba que la mayor parte de ellos no atendió a sus exhortos.23 Los subdelegados y sus tenientes llegaron a certificar la buena conducta de los curas en la administración de los sacramentos.24

Aunque en la esfera de lo espiritual era una obligación que correspondía sólo a los curas, los alcaldes mayores también compartían de cierta forma esa responsabilidad, así como el cuidar que todos vivieran y se condujeran de acuerdo con la moral y los principios cristianos, lo que implicaba vigilar que no vivieran en concubinato, amistades ilícitas y embriaguez, lo que debían observar las autoridades civiles y eclesiásticas. Las autoridades civiles y eclesiásticas tuvieron una estrecha relación, independientemente de las constantes diferencias que tuvieran, pero siempre se expresaron una cierta solidaridad y apoyo, especialmente cuando se requería de certificaciones para dar constancia del buen desempeño de sus funciones para fines de ascenso o solicitud de otro empleo, regularmente daban cuenta 22 23 24

22Libro de reales órdenes y cédulas de su Magestad, Cédula 121, "Orden circular que da cuenta del decreto expedido por el Virrey Bucareli a petición del Arzobispo Núñez de Aró para que los jueces ayuden a los curas", México, 18 de agosto de 1773. Libro de Reales Ordenes y Cédulas de su Magestad: Audiencia de la Nueva Galicia, siglo XVIII, Rafael Diego Fernández Sotelo, Marina Mantilla Trolle [edición y estudio], Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Sonora, 2008. p. 186.23 AHCM, Diocesano, Gobierno, visitas, informes, enero 2 de 1789, Caja 507, Exp. 88, Fs. 1, Certificación del teniente de alcalde mayor de que el cura de Cajitlan exhortó a los indios de Tecomán al cumplimiento de los preceptos anuales.24 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1794, Caja 122, Exp. 230, Fs. 1; Certificación del Subdelegado de la Barca del teniente general sobre cumplimiento de su deber.

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de la forma en que habían actuado en pro de bien espiritual de la feligresía o de la buena administración de justicia. De igual manera nos parece interesante que así como en ocasiones denunciaban el mal comportamiento de los tenientes, también tenían la facultad de reconocer a los que fueron buenos jueces.

Así como se podían oponer al nombramiento de algún teniente, por considerar que actuaba de forma parcial, también fueron capaces de expresar abiertamente su apoyo para que los sujetos que ellos consideraban idóneos para que ocuparan los tenientazgos permanecieran en dichos empleos. En 1776 se nombró por alcalde mayor de Guanajuato a Miguel María Mayordomo,25 y el vecindario y curas de la congregación de Irapuato acudieron ante el alcalde mayor y le solicitaron que permitiera que don Manuel Martínez de Lejarza continuara en el tenientazgo de esa congragación, ya que consideraban que era el sujeto más idóneo para ejercer dicho empleo pues afirmaban que en él se había observado

“la eficacia de dicho sujeto en procurar el socorro de las necesidades padecidas de hambre y pestes, la vigilancia en defender el lugar de anegaciones, la actividad en lo recto de su justicia comprobada con todas las comarcanas justicias, y aún con las reales Audiencias y el superior gobierno de los excelentísimos señores virreyes, su especial esmero en procurar siempre el aumento del divino culto, y finalmente su charidad en estorbar discordias aún a costa de su bien estar temporal, y esto no en poco tiempo, si[no] en el espacio de veinte y dos años”.26

Por la información que proporcionó el sucesor de Mayordomo, Felipe Barri, en 1778, la solicitud del vecindario de Irapuato fue atendida, pues en la relación que realizó de tenientes que había nombrado Mayordomo figuraba Manuel Martínez de Lejarzar.

Los alcalde mayores y sus tenientes participaban en las actividades religiosas y en los actos de visita: en las realizadas en 1766 por el Dr. Gerónimo López y Llergo al obispado de Michoacán fue muy frecuente que el acto eucarístico con el cual daba inicio la visita estuviera encabezado por los jueces eclesiásticos, el alcalde mayor, el teniente de alcalde mayor (Don Antonio Pozulo y Pinos teniente de San Juan de la Vega),27 las personas de razón, gobernador y república de naturales.28 En la reparación y construcción de las iglesias, cuando los indios se oponían a colaborar con peones, el cura con regularidad acudía al alcalde mayor para que éste los exhortara a que contribuyeran.29 25 26 27 28 29

25 El alcalde Miguel María Mayordomo tomó posesión el 24 de noviembre de 1776. AGN, Media Anata, Vol. 66, Fs. 359.26 AHCM, Fondo Diocesano, Sección Gobierno, Serie Visitas, Subserie Informes, Caja 504, Exp. (Desordenado) 1776, fs 1-1v.27 TAYLOR WILLIAM, Ministros de lo sagrado, p.28 En la visita de San Andrés Salvatierra los tenientes de alcalde mayor estuvieron presentes en Chamacuero y San Juan de la Vega, AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, c 504, Exp. 66.29 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, 1781, Caja 506, Exp. 80, Fs. 7, El Br. José Eligio Villalón solicitó que los indios de Irimbo contribuyeran con peones para la construcción de la iglesia por haberlo comprometido en 1730 cuando se separó de la administración de Maravatío. En Tepalcatepec el cura Juan Antonio Jausoro solicitó al subdelegado que exhortara a los naturales a que contribuyeran con su trabajo personal, dieran los peones necesarios de cuenta de la fábrica destinada para maestros y demás materiales para la reparación de la iglesia, los bueyes de las cofradías los utilizaron para cargar madera. Tepalcatepec marzo 26 de 1793. AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1793, Caja. 122, Exp. 224, Fs. 2.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

La expedición de certificaciones fue otro de los medios por los cuáles los curas y tenientes se relacionaron, pues muchas veces, para justificar la necesidad que se tenía justamente de arreglar las iglesias y la falta de cuidado de ellas, pedían a los tenientes que certificaran el estado de las iglesias: Martín José de Tellechea, teniente del partido de Tuzantla, certificó que el cura había amonestado a los hijos del pueblo para que arreglaran la iglesia, lo cual hasta el día no había logrado por desidia, por el poco vecindario o la miseria de los indios, incluso el bachiller Eugenio Reyes Arroyo se quejaba de que no querían cumplir ni con los preceptos anuales.30

En la alcaldía mayor de Maravatío se presentaron diversos conflictos entre los curas y los indios por la inobservancia de sus obligaciones y en 1781 el bachiller de Tuxpan, Eduardo Espinosa de los Monteros y Plata, denunció que los indios de Jungapeo no obedecían y que eran incorregibles, no cumplían con los preceptos anuales de la iglesia, vivían en la insubordinación y desobediencia, y que para no obedecer se internaban en las barrancas desde donde hacían juntas y gavillas, y donde podían vivir en completo libertinaje; pero además el cura informaba que no sólo eran inobedientes con él, sino que no obedecían ni a su gobernador, el cual no podía reprenderlos porque se burlaban de sus providencias, y así mismo denunciaba que no acuden a los llamados del teniente, por lo tanto “aunque yo quiera auxiliarme con el teniente no lo ejecutó a vista de que de la misma suerte se burlan de sus providencias, con lo cual carezco del auxilio que para tales casos necesito”.31 Según expresaba, por esa razón no solicitaba el auxilio del teniente del pueblo ya que prácticamente resultaría lo mismo, es por eso que se dirigió al alcalde mayor de Maravatío, Juan José de Enciso. Por tanto el alcalde mayor, para que se obedeciera al cura, personalmente pasó al pueblo de Jungapeo donde dispuso que se obedeciera a las autoridades del pueblo:

“se pase por mí al pueblo de Jungapeo, en donde con presencia de su república y común de naturales se les dé a entender la subordinación y obediencia que deben tener a su cura, teniente y gobernador apercibiéndoles que en lo sucesivo verifiquen puntual y pronta asistencia a el Santo sacrificio de la misa, doctrina cristiana demás obligaciones que están sujetos, entendidos de que en el caso de contravención se procederá contra los infractores, aplicando las penas que correspondan en justicia.. .”.32

Para realizar las diligencias y averiguar los excesos que cometían los indios el alcalde mayor le otorgó amplia y bastante comisión a Vicente de la Roca, teniente de aquel partido, para que realizara una prolija averiguación de los excesos de los que se habían señalado como cabecillas y motores de las insubordinaciones a Nicolás Diego, Inocencio Ontiveros y José de Soto.

La desobediencia y la falta de cumplimiento que se dio en diversos curatos por parte de los indios nos remite justamente al texto de Taylor, cuando analiza los diferentes documentos sobre el carácter de los indios, y en especial se hace referencia a la guía informal 30 31 32

30 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1786, Caja 119, Exp. 165, Fs. 3, El Br. Cura beneficiado del partido de Santa Catarina Purungueo y sus agregados solicita certificación del estado de abandono en que se encuentra la Iglesia y el deterioro de las imágenes, ya que los hijos del pueblo no acceden a arreglarla.31 AGN, Civil, 1781, Vol. 424, Exp. 11, F. 218. Denuncia del cura del cura de Jungapeo contra los naturales por insubordinación.32 Ibid. F. 217.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

para el buen ministerio del cura Ignacio José Hugo Homerick, titulado Conversaáones familiares de un cura a sus feligreses Yndios, formado sobre las reglas de felicidad espiritual y temporal (1769), en el que “atribuye la indiferencia de los indios hacia la doctrina y deberes cristianos a la impreparación, altanería y soberbia de los ministros”, 33 por tanto los curas deberían observar la instrucción de los indios, por lo que debían tratarlos con amor y afabilidad. Y es que en denuncias como las que se dieron en Jungapeo, donde se supone trastocaban también la autoridad de los tenientes, mostraban una contraparte, y esa era que los indios contrademandaban a sus curas por el cobro indebido de los aranceles, y dichas acciones-según la manifestación de los indios- la realizaban muchas veces coludidos con el alcalde mayor y su teniente, y sostenían que la verdadera causa de la aprehensión de los indios se realizó como castigo porque se atrevieron a denunciar el exceso del cura ante la Audiencia.

En auto de 7 de agosto de 1781 la Audiencia determinó que se diese comisión al administrador de rentas de tabaco de Maravatío para que notificara al alcalde mayor y su teniente que exhibieran la causa que hubieren formado a los indios; por ausencia del alcalde mayor el teniente general, José Antonio Velasco, contestó que ignoraba quiénes eran los indios que pasaron a litigar, y de igual manera al cura se le mandó que no molestara a los indios por ese recurso y que los trate con la piedad y amor que corresponde.

La participación de los alcalde mayores y sus teniente fue una constante y formaba parte de la costumbre que las autoridades civiles presenciaran las fiestas, como por ejemplo el que el jueves santo se ponga al alcalde mayor y/o su teniente general la llave del sagrario.34 Por ejemplo, en la alcaldía mayor de Celaya se estipulaba que el jueves santo la lleva fuera entregada al alcalde mayor en la cabecera y en Salvatierra a su teniente.35 Las fiestas religiosas, procesiones y funciones públicas, fueron los espacios de convivencia donde los curas, los justicias, las repúblicas de indios y el común del vecindario participaban cada uno ocupando el lugar que les correspondía en función de la distinción que tenían. Sin embargo fue muy frecuente que los alcaldes mayores, tenientes y alcaldes ordinarios, se inconformaran porque no se les respetaba el lugar de precedencia en los actos públicos. En ese tenor hubo conflictos muy interesantes y reveladores de la forma en que se percibía la figura de los tenientes al pretender alegar la precedencia en las procesiones, y uno de esos conflictos se dio en Yuririapúndaro en 1760 cuando el teniente de alcalde mayor, Joseph Antonio Molleda y Coerrés, originario de los reinos de Castilla del principado de Asturias, se quejaba de que el teniente de cura Pedro Contreras lo había injuriado por quererlo privar del lugar que le correspondía en el Santo Rosario del señor San José por razón del empleo que ejercía. El promotor fiscal del obispado dictaminó que el teniente estaba pretendiendo honores y preferencias que no le correspondían pues

33 TAYLOR, W., "...De corazón pequeño y ánimo opacado", en Relaciones, 39, p. 1534 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1788, c 120, exp. 181. Sobre que el cura juez eclesiástico de San Luis de la Paz, conforme a la costumbre establecida en aquel curato ponga el jueves santo la llave del sagrario al justicia mayor de aquel partido. AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1785, c 119, exp. 157, fs 3. Br. Santiago Menéndez y Valdés solicitó al teniente de Santa Ana Amatlán certificación de la mejora de la iglesia y casas curales durante su administración.35 AHCM, Fondo Diocesano, Sección Gobierno, Serie Correspondencia, Sub-serie Borradores, 1767, Caja 28, Exp 1, Fs 1. El cabildo de Celaya amonestó a los párrocos para que guarden la costumbre de entregar la llave del sagrario el jueves santo al alcalde mayor y su teniente.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“procedió con demasiada temeridad al pretender la preferencia del lugar respecto del referido Br., fundado sólo en el principio vulgarísimo de que representa la persona real sin hacerse cargo que esta representación es muy lata y remota por ser un ministro subalterno, y que dista por tantos grados de la persona del rey, y sí es temeridad conocida querer que se le deban los mismos honores que le son debidos a su magestad o a los ministros que con más inmediación y propiedad representan su persona, y aunque así fuera no por eso debía alegar tal preferencia”.36

Los únicos que merecían los honores que alegaba el teniente de alcalde mayor eran los ministros de más alta jerarquía, como los virreyes y gobernadores, pero siempre observando la costumbre del orden que cada uno debía guardar en los actos religiosos.

La colaboración estrecha que debía de existir entre los ministros de la iglesia y las autoridades civiles no siempre se presentó de la mejor forma, pues fue muy común encontrar que si bien se presentaron relaciones de colaboración y ayuda entre los alcaldes mayores, los tenientes y los curas, esas no siempre estuvieron exentas de conflictos, tenciones, y muchas veces una reiterada resistencia tanto por parte de los curas para obedecer los mandatos o determinadas disposiciones que se establecían para los vecinos de los pueblos, pero que debían ser obedecidos por los curas en la medida que las ordenanzas estaban encaminadas a procurar y resguardad la seguridad de la población,37 o simplemente cuando se publicaban los bandos de bebidas prohibidas o juegos de azar, de igual forma tenían que ser obedecidos por los vecinos y por los párrocos.38 36 37 38

36 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Contenciosos, Injurias, 1760, Caja 635, Exp 2, Fs. 11v-12.37 El alcalde mayor de la Barca con motivo de que se habían quemado unas "casillas de tule" y para evitar que sucedieran más accidentes promulgó un bando para que en el término de 8 días los vecinos quitaran los techos que tuvieran de dicho material en la plaza y en las casas del pueblo. El notario y receptor de la Barca Francisco Díaz de Tagle en su casa tenía unos corredores con techo de dicho material. El alcalde mayor mandó que se quitaran dichos techos de tule, acción que fue considerada por Díaz de Tagle violenta por lo que vociferó y trató de provocar al alcalde mayor. El notario eclesiástico del partido de la Barca tenía problemas con las bebidas y soltura de lengua razón por la cual el teniente de alcalde mayor de Totonilco ya lo había aprehendido por "desacato y exceso de palabras contra el teniente, por lo que se decía que lo había "injuriado de palabras". En esa ocasión el notario fue liberado por el bachiller Ansiondo con clara ofensa a la real jurisdicción el justicia escribió a la audiencia de Guadalajara para que determinara lo que más conviniera, por lo que se le ordenó al alcalde mayor que redujera a la cárcel al notario y que enviara copia del expediente al obispo de Michoacán para que este determinara el castigo a que fuera acreedor el Br. Ansiondo, pues no hay que olvidar que los castigos que se les pusieran a los curas debían proceder de los juzgados eclesiásticos, ya que contaban con la inmunidad eclesiástica por lo que no podían ser juzgados por las autoridades civiles. AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, La Barca - Atotonilco, 1766, Caja 504, Exp. 68.38 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1779, Caja 117, Exp. 129, Fs. 3. El teniente de corregidor de Uruapan, Fernando Díaz de Ruiloba se quejó de que el 5 de agosto de 1779 publicó un bando para impedir los juegos de envite, sin embargo señalaba que no había podido impedir los juegos de albur debido a que en las casas curales el bachiller José María Ramos, sobrino del cura y el bachiller Ignacio forman juegos de albures de día y de noche hasta el amanecer con gente española y plebeya, incluso indicaba el teniente que directamente se levantaban de la mesa de juego para ir a celebrar misa. En los mismos capítulos el teniente de corregidor se quejaba de que el cura evitaba que los presos eclesiásticos pagaran el derecho de carcelaje en su juzgado.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

5.2 Mal ministerio y conflictos

El teniente de Maravatío, Juan Domingo Bachiarely, denunciaba que el sacristán mayor, bachiller José Joaquín de Guelva, tenía una nula asistencia en la parroquia por lo que no se le veía en los bautismos, casamientos y entierros, no cumplía con sus obligaciones, la iglesia estaba sucia, y los indios que estaban a su disposición vivían en desorden; además afirmaba que cuando asistía a misa quería llevar siempre la estola, y que cuando otro cura la tomaba se molestaba e incluso los maltrataba, por lo tanto faltaba a su obligación, no se arreglaba a los aranceles ni a las asistencias.39 Incluso un año más tarde el subdelegado de Maravatío, Pedro Antonio Ruiz, denunciaba la vida de escándalo y desorden en que vivía el Br. Rafael Villalobos, pues afirmaba que en las noches andando de ronda lo ha encontrado a deshoras de la noche con gallo o música, al cual ya se le había reconvenido por el presbítero Juan Antonio Prado, al que dijo que sólo lo hacía por diversión sin ofender a nadie. Finalmente esas actitudes llevaban al incumplimiento del deber y al mal ejemplo, por lo que el provisor y vicario general recomendó a Villalobos que procurara “llevarse con la debida armonía con los jueces reales de los lugares en donde residiere, a efecto de que en los casos que sea necesario hagan dichos jueces reales respetar el estado eclesiástico como así se manda por las leyes”.40 En estas circunstancias era donde los jueces reales tomaban un papel de vigilantes, de que se observara la disciplina moral de los religiosos, quienes debían obrar bien pues su actuación era ejemplo para los feligreses que veían en ellos a sus pastores y guías. Y a la vez eran los portadores del equilibrio entre los feligreses y sus curas para cuidar que no se cometieran abusos, llegando a actuar como intermediarios para evitar tropelías.41 Así es como encontramos casos en los cuales los alcaldes mayores y los tenientes denunciaban que se estaba ejerciendo un mal ministerio por parte de los curas, y que el obispo trataba de poner una inmediata corrección a través de las amonestaciones y otras veces encarcelando a los religiosos, los cuales se tenían que someter a ejercicios espirituales con la finalidad de que reconocieran sus yerros y mejoraran su conducta.

También se presentaron casos en los cuales, ante las denuncias por parte de los indios y españoles contra los curas, muchas veces la información indicaba que los eclesiásticos estaban actuando de mala manera, los tenientes intervenían apoyando la conducta de los curas por considerar que estaban en lo correcto, pero también porque se estrechaban fuertes lazos de amistad pues los curas administraban por periodos prologados sus curatos y los tenientes eran vecinos del lugar, por lo que siempre tenían más posibilidades de estrechar fuertes lazos de amistad con los tenientes que con los alcaldes mayores, ya que éstos ejercían su empleo máximo por cinco años. Lo interesante sería saber hasta dónde podía influir la intervención de las autoridades locales con su opinión a favor de los curas en las determinaciones del provisor general en los casos de conflicto, ya que también se podía dar la ocasión de que ambos estuvieran coludidos en ciertos negocios.

39 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1789, Caja 653, Exp. 100, Fs. 6.40 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1791, Caja 653, Exp. 103, Fs. 6. Denuncia del teniente de Maravatío del incumplimiento y vida desordenada del bachiller José Joaquín de Guelva.41 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1792, Caja 653, Exp. 103, Fs. 18. El teniente de Ocotlán intervino para que el Br. José Antonio Pérez de Garfias desistiera de asesinar a Ignacio Gallaga.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En la alcaldía mayor de Tancítaro, con los agregados de Sinagua y La Huacana y Motines del Oro, se presentaron dos denuncias en contra de los curas párrocos casi por las mismas causas: la primera se presentó en el curato de Tepalcatepec, cuya administración se extendía hasta Jilotlán, jurisdicción de la alcaldía de Colima, en 1791 se presentó una denuncia contra Juan Antonio Jausoro, al cual se le acusaba de que ponía a trabajar a los indios en sus minas, y de que desde hacía cinco años tenía privados a los indios de la administración de los bienes de la cofradía de las Benditas Ánimas, por lo que se afirmaba que pretendía mover al actual mayordomo y poner a uno de su satisfacción. Las diligencias que seguían Juan Sarmiento, Anastasio Ramos, Carlos de Ávila y la república de naturales de Tepalcatepec, era que el Jausoro pretendía manejar los recursos a discreción como propios, por lo mismo que acusaba a José Álvarez, por eso indicaba que quería regresar la cofradía a los pobres. 42 En este litigio el control de los bienes de la cofradía era lo que estaba en disputa, por lo que estaban en franca confrontación los intereses del cura Jausoro y José Álvarez, reconocido comerciante, hacendado de Tepalcatepec y con intereses mineros en la jurisdicción de Colima, el cual movía muchos intereses en la región y era conocido por sus constantes confrontaciones con los vecinos por obtener cada vez más poder.

Para mediar en el problema se determinó que el cura no “podía solicitar las cuentas al mayordomo ni gastar los bienes aunque sea en beneficio de la iglesia”, de igual manera se le reconvenía al mayordomo de la cofradía que “no puede negar los gastos ordinarios a la iglesia y en gastos extraordinarios era preciso que se pidiera la correspondiente licencia al excelentísimo prelado. La aprehensión de Jausoro por el tribunal eclesiástico llevó a que dieran expresiones de apoyo a favor del cura de parte de los mineros del real del Favor del bachiller Juan Díaz, de Santa María del Favor, y el teniente Antonio Enriques de Aguilar, del real del Favor, todos coincidían en que los informes que se habían generado en contra del cura de Tepalcatepec habían sido siniestros. El teniente señalaba que había tenido noticia de la razón por la que el prelado Juan Antonio Jausoro se encontraba en la ciudad de Valladolid

“por informes siniestros y falsificados, que han dado contra su acreditada conducta, algunos mal querientes feligreses suyos, por corregirles a estos sus vicios contumaces, queriendo vivir a rienda suelta, queriendo vivir en un Senegal de pecados, y en una vida escandalosa sin temor de Dios y de la justicia que como quiera, que yo hay más de cuatro años que lidio con los indios de aquella jurisdicción con motivo del cobro de alcabalas no estoy ignorante de las perversas costumbres de éstos y del modo de vivir de don José Álvarez parte principal que promueve (hablo con el debido respeto) estos enredos...43

Todos los que hicieron sus representaciones coincidían en que los informes provenían de las inconformidades porque el cura les corregía sus vicios. En otra denuncia que se presentó en La Huacana contra el cura coadjutor Juan Ortiz Izquierdo por no administrar los sacramentos, y por haber sacado cabezas de ganado de la cofradía de Churumuco y extraído fondos de La Huacana, además afirmaban que se mantenía ebrio, cobraba derechos excesivos, formaba juegos de carta y prohibidos, y se negaba a realizar confesiones. El provisor general comisionó al Br. Miguel Gerónimo de Ibarrola para que informara de los excesos de que se acusaba a Ortiz Izquierdo y los testigos examinados por Ibarrola todos confirmaban la poca 42 43

42 AHCM, Diocesano, Gobierno, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1791, Caja 653, Exp. 103, Fs. 98. Denuncia contra el cura de Tepalcatepec por abuso en el manejo de los bienes de la cofradía.43 Ibid., F. 78.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

atención que el cura ponía en la administración de los sacramentos. Sin embargo el acusado acudió ante el teniente de Churumuco, Joseph Paniaga, solicitando que recibiera información sobre su costumbres, vida y la forma en que ejercía su ministerio, para contrarrestar la información que lo inculpaba; contrario a los testigos de Ibarrola, los examinados por el teniente no fueron indios, y en su mayoría se trató de los administradores de las haciendas por lo que dieron una versión totalmente contraria, pues afirmaban que el desempeño de Ortiz Izquierdo era muy bueno, que siempre acudía a la administración de los sacramentos cuando se le solicitaba, por lo que conservaba una conducta ejemplar; por su parte el teniente del real de minas de San Bartolomé Inguarán afirmaba que “jamás ha escuchado queja del bachiller de omisión por cobros y que a deshoras de la noche estaba presto a servir, incluso señalaba que en la semana de pascua el cura estuvo en las minas de Inguarán como es costumbre y que no observó ninguna conducta desarreglada en su persona”.44

Una de las tantas funciones que tenían los alcaldes mayores y sus teniente era vigilar que se les diera el cuidado espiritual a los indios, castas y españoles, por lo que estaban obligados a dar cuenta a los obispos de los lugares de los ministros que se necesitaran para la administración de las almas,45 y en épocas de enfermedades hacían presente la necesidad de vicarios para que administraran los santos sacramentos.46 De igual manera las autoridades civiles celaban que los párrocos respetaran los aranceles establecidos para la administración de los sacramentos, por lo que cuando los indios y castas se quejaban ante las autoridades por un incremento injustificado, el alcalde mayor ordenaba a su teniente que le notificara al cura párroco que respetara las ordenanzas y las tarifas establecidas47 por los derechos de fábrica espiritual, sepulturas, campanas e insignias, entre otros, otorgar lo necesario para el sustento de los párrocos y los vicarios.48 Los feligreses buscaron por diversas vías la forma de evitar los abusos que cometían los curas, por lo que recorrían las distintas instancias buscando la mejor solución a sus problemas. En 1785 Manuel Domingo Chavero, procurador de indios, en nombre del alcalde Miguel Agustín, Andrés Ruiz Regidor, Manuel Guzmán, escribano, vocales, común y naturales del pueblo de Coeneo, hizo una representación a la Audiencia denunciando la gravosa tasación que les exigía el párroco bachiller don Manuel de Yrigollen. Denunciaban que ya habían acudido ante el obispo, quien comisionó al párroco de Tiríndaro, con cuyo informe determinó no tener lugar solicitud. La solicitud de los vecinos de Coeneo se reducía a que el cura se apegara al arancel, pues se afirmaba que el cura

44 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, 1789, Caja 653, Exp. 99, Fs. 24. Las constantes denuncias por parte de los naturales contra los curas por los abusos que cometían y porque querían administrar los bienes de las cofradías en función de sus intereses como si se tratara bienes personales. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, 1729, Caja 518, Exp. 18, Fs. 12.45 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1798, Caja 123, Exp. 256, El corregidor de Charo informaba que el cura Br don Vicente de Cuevas carecía de ministros suficientes para administrar los santos sacramentos, 10 fs.46 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, informes, Caja 119, Exp. 158, Fs. 38. 1785, sobre necesidad de vicarios para la administración de los sacramentos, Valle de Armadillo abril 7 de 1785, José María Pardo.47 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, 1745, Caja 518, Exp. 29, Fs. 7. Carta y papel del alcalde mayor de Maravatío Joaquín de Saavedra, en que expresa se forme con brevedad sínodo diocesano por tener para ello orden de la Real Audiencia. Se pide que se observe el arancel hecho por el ilustrísimo Juan Joseph de Escalona Calatayud en 1731.48 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Aranceles, Caja 519, Exp. 38, Fs. 23.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

“los obliga a servicios involuntarios, contra el espíritu de las leyes reales de Indias, porque cada día se dan dos viudas para que sirvan en la cocina. Cuantos naturales pide para sus viajes lejos y cerca sin pagarles cosa alguna, le han de ministrar caballos siempre que los pide aunque sea intempestivamente, han de hacer los naturales no sólo los servicios del cura, sino aún de su mandato, los de algunos vecinos españoles, una y otra vez las doncellas que ocurren a asear el curato les hace acarrear agua para sus caballos e hilar algodón, y todo esto si no se practica con el mayor esmero y prontitud se siguen las malas razones y azotes”.49

El corregidor de Valladolid, Policarpo Dávila, recibió la real provisión en la que se mandaba que Manuel de Yrigoyen respetara los aranceles, por lo que inmediatamente mandó al teniente de Coeneo, Francisco Antonio Villagómez, para que en breve ejecute, cumpla y guarde todo lo en ella expuesto, y sobre todo para que se le remitiera al párroco y éste la observara como se mandataba. Como podemos observar los tenientes eran los que debían observar que los párrocos cumplieran con las reales provisiones y que no se excedieran en el cobro de aranceles.

Así como se vigilaba que los párrocos no se excedieran en el cobro de aranceles, también se cuidaba que los curas no ejercieran castigos corporales contra los indios. En 1792 el subdelegado de Apatzingán Francisco de Ambrona le informaba al intendente que el teniente de Pinzándaro, Francisco Pérez de Busta, le había informado que el cura Francisco Javier Morfín mandó “castigar con azotes (con algún rigor) a unos naturales de aquella república, por unos huertos que se descuidaron, y reconvenido por el teniente a que no usara aquel rigor, le respondió que siendo indios bien podía castigarlos”.50 El cura de Santa Ana Amatlán, Francisco Javier Morfín, presentó una relación de Aranceles que había cobrado su antecesor Santiago Menéndez, y el provisor Juan Antonio de Tapia determinó que los aranceles no se estaban cobrando correctamente y cometían la corruptela de castigar a los feligreses; se mandó que el cura se apegara a lo establecido y además se le reconvenía que debía tratar a los feligreses como a sus hijos, pues no hay que olvidar que muchas veces los indios se quejaban ante los jueces reales porque los curas los castigaban con azotes y cárcel, por lo que en esa misma prevención se le mandaba que “con ningún pretexto, causa ni motivo, que haiga (sic) los mande castigar con azotes, ni otra pena corporis aflictiva, sino que los trate con la circunspección que demanda su carácter y ministerio parroquial; pues en el caso que incurran en cualesquiera defecto que deban ser castigados, lo participará al juez real de aquel partido, para que ponga el debido remedio, y no consiguiéndolo nos informará del caso con la debida ju st if ic ac ió n .”.51

El resguardo de los reos fue otro de los problemas comunes que se presentaron en los tenientazgos, ya que ante la falta de cárceles eclesiásticas muchas veces los reos del juzgado eclesiástico eran depositados en las cárceles públicas, por lo que los tenientes pretendían cobrar el derecho de carcelaje, pero se encontraban con la negativa de los curas los cuales

49 AHMM, Hacienda, II 1.1, 1785, Caja 7, Exp. 16, Fs 3. Real provisión para que el alcalde mayor de Valladolid conforme a lo pedido por el señor Fiscal de S. M practique lo que en una y otro se previene a pedimento de los naturales del pueblo de Cueneo.50 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp. 214, f. 6. Informe del cura de Santa Ana Amatlán sobre el modo de cobrar los derechos parroquiales como asienta en la minuta que a este juzgado.51 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp. 214, F. 5. Informe del cura de Santa Ana Amatlán sobre el modo de cobrar los derechos parroquiales.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

promovían ante los reos que ellos no tenían la obligación de hacer dicha contribución. La liberación de los presos por parte de los curas y tenientes también se convirtió en una constante: al Br. Juan Manuel Peredo, teniente de cura de Yuririapúndaro, se le acusó de liberar a ocho reos, por lo que pasó como a las diez de la noche a las casas reales y al no encontrar al teniente le preguntó al portero, José Patricio de la Cruz Morales que hace el oficio de carcelero, por las llaves, y al no darle razón del lugar donde se encontraban lo golpeó con un bastón y se introdujo a las cajas reales en su busca, y una vez que las hubo encontrado liberó a los reos, uno de los cuales estaba de cuenta de la acordada. Si bien el teniente de cura los había liberado y éstos se habían refugiado en la iglesia, otro de los curas protegió y encubrió al teniente de cura en el convento de San Agustín, e inmediatamente entregó a los reos al juez real mediante caución juratoria de que no se les seguiría perjuicio, dejando en inmunidad al que estaba por el juez de la acordada.

Es interesante observar cómo el cura Felipe de Perón y Campos justifica los desatinos del teniente de cura como consecuencia de la embriaguez, ya que termina diciendo que es de “genio humilde y quieto”, pero que las malas compañías lo han perjudicado por lo que requiere de corrección. Aunque el cura Perón informó de lo acaecido, se le reprendió porque no dio cuenta inmediatamente como era su deber, lo que se le consideró como una omisión pues él dio noticia el 3 de octubre de 1780, mientras que el alcalde de Celaya había informado desde el 24 de septiembre, por tanto el secretario Juan Antonio de Tapia comisionó a Francisco Felipe Méndez de Guzmán, cura interino y juez eclesiástico, para que averiguara los excesos del bachiller e informara inmediatamente al obispo Juan Ignacio de la Rocha. El teniente de Yuririapúndaro inmediatamente dio cuenta al alcalde mayor, Joaquín Gutiérrez de los Ríos, de los excesos que había cometido el ministro, por lo que éste se dirigió al obispo de Valladolid expresándole que la jurisdicción real se hallaba ofendida. Por medio de la secretaría de cámara y gobierno se mandó que en el término de seis días se presentara el bachiller en Valladolid y que se remitiera en calidad de preso.52

En el periodo colonial la administración de justicia ponía en movimiento a los juzgados ordinarios a través de los alcaldes mayores, alcaldes ordinarios, acordada y Audiencias, pero también entraban en acción los tribunales eclesiásticos ordinarios a través de los curas párrocos, provisor general y los obispos, tribunales a través de los cuales se administraba justicia, se corregían las costumbres, y se dirimían las diferencias entre los ministros de la Iglesia y del Estado.53 Ambos tribunales entraban en acción cuando se trataba de corregir las transgresiones a la moral y las leyes, que por tanto se consideraban como delitos y pecados.54 Varios delitos como la embriaguez, la fábrica de bebidas prohibidas, el concubinato, falta a la palabra de casamiento, la oposición de los padres a que sus hijos contrajeran matrimonio y el maltrato a las mujeres, eran algunos de los aspectos en los que constantemente se trastocaba la autoridad de los curas y sus tenientes, y de los alcaldes mayor y sus tenientes.

52 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Agresiones, 1780, Caja 515, Exp. 23, Fs. 5.53 TRASLOSHEROS, Jorge E., "Invitación a la Historia judicial. Los tribunales en materia religiosa y los indios de la Nueva España: problemas, objeto de estudio y fuentes", en MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar, La Iglesia en Nueva España. Problemas y perspectivas de investigación, México, UNAM, 2010, p. 133- 134.(129-149)54 MARÍN TELLO, Isabel, Delitos, pecados y Castigos: justicia penal en Michoacán, 1750, 1810, Morelia, UMSNH, Facultad de Historia, 2008.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

5.3 Refugio en sagrado

Los criminales se refugiaban en los templos y conventos apegados al refugio en sagrado, los cuales eran extraídos por los alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes, y otras veces por los tenientes de la acordada.55 Desde 1532 se había establecido en las leyes de Indias que no se admitiera en los monasterios los que no deben gozar de inmunidad

Rogamos y encargamos a los prelados de los monasterios que a los delincuentes que a ellos se acogieren, que, según derecho, no deben gozar de la inmunidad eclesiástica no los reciban en ellos ni impidan a las nuestras justicias para que en ello no hagan lo que conforme a derecho debieren, y los que pueden y deben gozar de ella, no consientan ni den lugar a que estén en los dichos monasterios muchos días.56

Los delincuentes se refugiaban en las iglesias y lugares sagrados como una forma de evadir momentáneamente la ley,57 por lo que las autoridades civiles no podían por su cuenta entrar y extraer los reos, y mucho menos usar la violencia dentro de esos espacios sagrados como se podía hacer en cualquier otro lugar; por tanto para aprehender a los reos era necesario solicitar un permiso ante el cura responsable de la parroquia, pues en caso de que no observara el procedimiento legal se les acusaba de violentar la inmunidad eclesiástica. Fuero que defendieron férreamente los ministros de la iglesia, el cual se aplicaba en los lugares sagrados y en los ministros, ya que esta prerrogativa se observaba en los reinos de Castilla, y en América no era la excepción, en las Leyes de Indias se establecía que

“Que en las causas de inmunidad, se guarde el derecho canónigo sin proceder ni innovar, en pleitos de los delincuentes presos que pretendieren gozar de la inmunidad de la iglesia y sus privilegios y excepciones, mandamos que se guarde el derecho canónigo, y en su ejecución las nuestras Audiencias, alcaldes del crimen y otras justicias no procedan ni innoven haciendo ningunos autos, aunque sean de confesión de la parte, hasta tanto que ante el eclesiástico se fenezcan y, aunque algunos jueces en casos atrocísimos donde han tenido por entendido ser declinatoria maliciosa, en guardado lo contrario, lo jurídico es lo referido y los casos muy extraordinarios escandalosos y notorios donde consta la malicia claramente, no se han de traer por consecuencia para lo que ha de ser regla, y los nuestros alcaldes y justicias , mirando sus consecuencias guardaran justicia con que se hará el servicio de nuestro señor y lo que conviene al buen ejemplo y castigo de los delitos”.

Los problemas que se presentaron por la extracción de reos fueron muchos, ya que no siempre los curas accedieron a entregarlos y a veces la extracción de los reos se tornaba conflictiva por la negativa de los curas de entregar los reos, por lo que utilizaban diversos argumentos para justificar su negativa. Los casos en que se denunciaba que se había violado la inmunidad eclesiástica son muy interesantes porque muchas veces dejan al descubierto más que nada la poca empatía que había entre los alcaldes mayores y los curas, y además se pone en evidencia muchas de las prácticas y abusos que se comenten de un lado y de otro. Joseph Mariano Marques, cura coadjutor de Tepalcatepec, denunció al teniente de Jilotlan Francisco

55 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Criminales, Asesinatos, 1797, Caja 832, Exp 19, Fs 3. Cancelación de la extracción del indio José Cayetano Bañuelos del sagrado asilo por la Acordada y preso en la cárcel de la congregación de Silao.56 Recopilación de Indias. Ley 2, tt.5, lib. i. Leyes de Indias Don Carlos y la Reina 20 de marzo de 1532.57 MARÍN TELLO, Isabel, Delitos, pecados y Castigos, pp. 206-207.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

Figueroa porque extrajo a Antonio Sebastián, indio originario de dicho pueblo y mayordomo de la capilla del Santo Hospital, por lo que le acusaba de haber quebrantado el fuero de inmunidad. Ante situaciones como estas en las que se sentía que se había profanado un lugar sagrado, fue moneda corriente que los curas declararan por público excomulgado a los tenientes y alcaldes mayores que hubieran incurrido en dichos actos.58 En las declaraciones de los testigos se decía que el teniente había mandado al topil que sacara al indio del Hospital pero que éste se había negado por ser lugar sagrado. En esta diligencia se acusó al teniente de mantener relaciones ilícitas con una india viuda, que tanto el teniente como el alcalde mayor otorgaban licencias para la fábrica de vino, que consentía embriagueces, amancebamientos y mataban vacas sin licencia. No siempre la extracción de los reos se dio en abierto conflicto, hubo lugares donde los tenientes solicitaron la aprehensión de los reos, lo cual se realizaba en presencia de los religiosos.59

En la segunda mitad del siglo XVIII se observó una fuerte tendencia por tratar de normar de forma más fehaciente a las distintas autoridades y en ese tenor el tema de la extracción de los reos no fue la excepción por tratarse de un asunto de seguridad, pero también para evitar los conflictos que se sucedían entre los jueces civiles y eclesiásticos el 18 de octubre de 1750 se expidió una real cédula sobre la extracción de los reos y un par de años más tarde, en 1752, se expidió otra real cédula donde claramente se establecía que la extracción de reos se debía hacer con previa licencia y bajo caución juratoria

“Su Magestad declara que pueden y deben sus ministros reales extraer a los reos del Sagrado, pidiendo licencia al eclesiástico y ofreciéndole hacer caución juratoria de que no se les ofenderá ni hará daño; y en caso de que contra razón se niegue la licencia por el eclesiástico, pasen las justicias reales a la extracción de los reos bajo las mismas precauciones”.60

Más tarde se promulgaron otras reales cédulas donde se establecía con mayor precisión el modo en que debían actuar los ministros reales y con ello evitar todo tipo de dudas y posibles conflictos con la Iglesia. La real cédula de 1764 establecía que la caución juratoria se podía dar de forma verbal o escrita, según lo requiriera la circunstancia y la gravedad del caso; otro elemento que se introducía era que el juez real para solicitar la extracción de los reos no requería presentar la sumaria que se le hubiese hecho al reo: a través de dicha disposición se pretendía que los reos fueran puestos inmediatamente en resguardo del juez real y evitar su fuga, mientras se decidía si podían gozar o no de la inmunidad eclesiástica como pretendían

“que sucediendo cometerse de estos enormes, y gravísimos de la clase de los que por notoriedad, y por sus circunstancias se concibe, que son exceptuados de la Inmunidad, y sin perjuicio de lo que a su tiempo, y con conocimiento de causa se declare lo hará esto por juez competente, pueden, y deben, los justicias seculares, usando de la potestad económica, y como es que tienen, y ejercen en mi real nombre, para la pública quietud de mis vasallos, perseguir los reos en cualquiera parte, y extraerlos del sagrado a donde se refugien, no para castigarlos 58 59 60

58 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos Contenciosos, Maltratos, 1752, Caja 657, Exp. 19. 7 Fs. 27 de julio de 1752.59 AHCM, Diocesano, Gobierno, Parroquias, informes, Caja 122, Exp. 219, Fs. 4. Sobre la extracción del reo Juan José Luis Velasco por el teniente del pueblo de la Purísima Concepción del Valle del Maíz, Melchor de Media Villar y Ascona con la venia y presencia del religioso Franciscano Pedro Galván.60 Libro de reales órdenes, Real cédula no. 81, p 139. Su fecha en San Lorenzo, a 18 de octubre de 1750.

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desde luego, ni causarles extorción alguna, sino únicamente para asegurarlos, y evitar, que por su ocultación, o fuga (como ha sucedido con frecuencia) se queden sin castigo los delitos, con perjuicio, y escándalo de la república”.61

Debido a los generalizado y la frecuencia con que este tipo de casos se presentaban en los dominios de la corona, tanto en el viejo mundo como en los reinos americano, el rey dispuso que la anterior real cédula se debía aplicar en sus dominios de las Indias, por lo que debía tener el mismo efecto para el Perú, Nueva España, Chile, el Nuevo Reino de Granada, y de igual manera debía ser obedecida por los virreyes, Audiencias y gobernadores. En Nueva España, en diciembre de 1764, el marqués de Cruillas mandó dicha real cédula a los gobernadores, alcaldes mayores y demás justicias, además dichas reales cédulas se tenían que hacer circular ante los jueces eclesiásticos para que también las cumplieran y actuaran en consecuencia.

La inmediata extracción de los reos refugiados en sagrado tenía la finalidad de evitar su fuga y que evadieran la justicia, en ese tenor los tenientes estaban obligados actuar de forma expedita, de lo contrario podían ser sancionados. En 1783 se le emitió superior orden al alcalde mayor de la villa de León, Nicolás Bermoles, donde se le informaba la multa a que se había hecho acreedor el teniente de Penjamo, Juan Fernández de Sousa, a quien se le impuso una sanción de 25 pesos a pedimento de los señores fiscales y asesor general, pues se le acusaba de que había actuado con desidia en las superiores órdenes del virrey Martín de Mayorga para la extracción de los reos que se encontraban refugiados en la iglesia de dicho pueblo. Aunque se decía que cuando el teniente había recibido la orden los reos ya se habían ausentado, se le culpaba de no informar inmediatamente sobre lo sucedido, pues afirmaba que “en justo castigo del desidioso procedimiento notado en dicho teniente don Juan Fernández de Sousa, que no conviene disimular porque los jueces inferiores no pretendan hacer arbitrario con su silencio el pronto y puntual cumplimiento de las superiores órdenes de que penden en gran parte los aciertos del gobierno y la recta administración de justicia”.62 El alcalde mayor contestó que el teniente estaba pronto a remitir la remesa al contador de penas de Cámara.

Los curas tuvieron diversas razones para excomulgar a los tenientes y subdelegados, algunas de ellas fueron por injuria, incumplimiento de los preceptos anuales,63 agresión, incumplimiento a la caución juratoria64 y violación a la inmunidad eclesiástica.65 Pero también es necesario señalar que muchas veces no había una causa que verdaderamente justificara la excomunión, sino que procedía de la poca empatía que había entre los curas y los alcaldes 61 62 63 64 65

61 AGN, Indiferente Virreinal, 1764, Real Cédula sobre la extracción de reos de Inmunidad, Pardo a 5 de abril de 1764, Caja 2383, Exp. 18, Fs. 1.62 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 8, Exp. 162, Fs. 129-130, 27 de agosto de 1783. Multa de 25 pesos al teniente de Penjamo.63 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Injurias, Caja 637, Exp. 29, Fs. 1792.64 AHCM, Diocesano, Justica, Procesos contenciosos, inmunidad, 1773, Caja 638, Exp. 4. El bachiller José Nicolás Tercero excomulgó al teniente de Huaniqueo, Don Cayetano Orozco, porque no respetó la caución juratoria al extraer del sagrario al reo José María a quien castigó con azotes y tusó.65 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 19, Fs. 7. El Br. Joseph Mariano Marques cura coadjutor vicario y juez eclesiástico de Tepalcatepec excomulgó a Francisco Figueroa, teniente de dicho pueblo por haber quebrantado el fuero de inmunidad al extraer al indio mayordomo del Hospital.

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mayores, y otras veces porque los tenientes no se sometían a los deseos de los curas, o bien porque ya había enemistad, por lo que cualquier expresión o manifestación por parte de los tenientes de proceder jurídicamente contra los protegidos del cura se constituía en causa suficiente para que se pusiera por público excomulgado, hasta ahora sólo se ha encontrado una copia de excomunión de un teniente general de Zapotlán y de un vecino del lugar.

Todos los fieles christianos estantes i habitantes en este pueblo, i todos los passageros tengan por públicos excomulgados, e incursos en la Censura contenida en la Bulla in Cena Domini a Don Vizente de Bustos, teniente de esta jurisdicción, i a Don Cosme Álvarez de Lemus, vecino de este pueblo, por haber procedido ambos a formar causa criminal contra persona eclesiástica, sin expressa licencia de su Santidad; i vaxo de la pena de excomunión mayor, late sententis ipso facto incurrenda. Ninguna persona quite, rompa, o borre este rotulo. Dado en este Juzgado Ecclesiástico en diez y siete días de Noviembre de mil setecientos cincuenta y nueve años, i lo firmo el señor vicario ante mí el Notario Receptor de que doy fee.Gaspar Manuel de Silva ante mí

Onofre de Xaramillo Notario66

El teniente fue merecedor de la excomunión por actuar judicialmente contra un hermano del cura, una situación en la que no se tocaba al cura personalmente. Como la extracción de reos de sagrado causaba constantes confrontaciones entre los eclesiásticos y los alcaldes mayores y sus tenientes, por lo que continuamente se denunciaban abusos y rebeldías durante dicho procedimiento, el rey emitió una real cédula de 15 de marzo de 1787, la cual se componía de13 artículo con los que se pretendía poner fin a las constantes dudas que planteaban las Audiencias de Guadalajara y México sobre la extracción y refugio de reos en lo sagrado y en dicha real cedula se establecía la forma en que se debía proceder en la extracción de reos.67 Posteriormente el arzobispo de México envío un edicto a los jueces eclesiásticos de la real cédula de 1787 en la que se reprodujeron los artículos del 1 al 4, dicho edicto se mandó publicar para que se tuviera conocimiento de ella y se observara su aplicación.68

Manuel Salvador y Gabriel Vicente, indios de Charapan, fueron denunciados y se les siguió causa criminal por la muerte de Antonio Baptista, indio, quiénes fueron aprehendidos el 1 de septiembre y conducidos a la cárcel pública de Jiquilpan el 12 de diciembre. El subdelegado Armida informó que con la finalidad de traer a los denunciados a la real cárcel libró el oficio correspondiente “demandando la venia del párroco bajo la protesta de que gozarían los méritos que por razón de refugiados les pertenecen”, sin embargo afirmaba que el cura se había negado y sólo le permitió que les tomara confesión. El subdelegado interino afirmaba que estando en su pueblo pagaban a los justiciales por permitirles salir, aun siendo criminales, y se refugiaron en la parroquia y el padre no los quería entregar al justicia del partido.

El fiscal de la sala del crimen le ordenó al subdelegado interino de Jiquilpan, Antonio Pardo de Armida, que mandara superior orden al teniente del partido para que haciendo la 66 67 68

66 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robos, Caja 814, Exp. 8, 1759, Fs. 20.67 Libro de reales órdenes y cédulas de su magestad, Real cédula, No. 127, pp. 202-206.68 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contencioso, Jurisdicción, 1794, Caja 643, Exp. 50.

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caución juratoria correspondiente solicitara al cura de Charapan la entrega de los dos reos; en la segunda ocasión que se realizó la solicitud el teniente de cura no se negó a entregarlos, pero sí pidió que la caución juratoria se presentara en forma, es decir por escrito, y que cumpliendo con dicho requisito serían puestos a su disposición los reos. En esencia la caución juratoria tenía dos objetivos, que no se maltratara a los reos y que se resguardaran los fueros de la iglesia. Para proceder a la extracción de los reos el teniente de Patamban, Alejandro Valenzuela, jurisdicción a la que pertenecía Charapan, presentó la caución juratoria en los siguientes términos:

“me obligo a mantenerlos y a conservarlos sin azotarlos, atormentarlos ni mutilarles miembro alguno, aunque la causa lo demandare, y pidiendo con atención el asilo de donde salen cuyos fueros le han de guardar por amplísimos y que como sacrosantos los goza la santísima Iglesia, cuales quiera otros señores jueces que de este asunto conozcan, a los que deja obligados la presente caución, jurando como juro a Dios nuestro señor y la señal de la Santa cruz.. .de que así lo observaré y guardaré, observaran y guardaran los más jueces que de estos autos conocieren sin consecuencia de lo cual y para que todo se le consagrase la presencia del referido señor cura.. .Charapan, cinco días del mes de junio de noventa y cuatro.69

Aunque el vicario dijo que con la respectiva caución juratoria entregaría a los reos, cuando el teniente cumplió con dicho requisito se negó a hacerlo y dijo que lo haría hasta que viera la superior orden del virrey. Casos como estos de una clara expresión de desacato llegaron a la Audiencia y el fiscal del crimen Borbón determinó que inmediatamente se le diera a conocer al obispo el expediente para que castigara a sus subalternos que actuaban torpemente, ya que la actitud observada por el cura y vicario de Charapan contravenía la real cédula de 1787, la cual se emitió con la finalidad de terminar con las dudas que se generaban entre las autoridades en la forma de proceder en la extracción de reos, pero también pretendía poner punto final a la rebeldía y problemas de jurisdicción que frecuentemente se presentaban. En el artículo 1° de la real cédula se establecía que

Cualquier persona de ambos sexos, sea del estado y condición que fuese, que se refugiase a sagrado, que se extraerá inmediatamente con noticia del rector párroco o prelado eclesiástico, por el juez real ministro, jefe militar, ayudante o cabo competente bajo la caución (por escrito o de palabra a arbitrio del retraído) de no ofenderle en su vida y miembros, se la pondrá cárcel se gu ra .70

La real cédula de 1787 tiene una gran importancia porque en los términos en que se presenta previene la recurrente negativa de los curas, quienes pretendían que los tenientes sustitutos por ninguna razón actuaran en la extracción de los reos, y cuando lo hacían inmediatamente los denunciaban por el quebranto a la inmunidad eclesiástica.

El obispo envió escrito al cura y vicario de Charapan diciéndoles “extrañamos su indebido ilegal procedimiento, apercibiéndoles de que en caso de reiterar iguales excesos en

69 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contencioso, Jurisdicción, 1794, Caja 643, Exp. 50, 7-v. Sobre resistencia del cura y vicario de Charapan a la entrega bajo de caución juratoria de dos reos acogidos al asilo de aquellas parroquia, cuyo indebido procedimiento se les extrañó a dichos eclesiásticos.70 Libro de reales Cédulas... Real Cédula 127. P. 204.

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lo sucesivo tomaremos la más seria providencia para su castigo y corrección y para contraerles al cumplimiento de sus deberes”..71

En este tipo de actos los jueces reales estaban obligados a observar que la inmunidad eclesiástica no fuera quebrantada, sin embargo muchas veces los ministros religiosos la tomaron como pretexto para entorpecer las acciones judiciales. En el libro primero, título quinto, de la Recopilación de Indias, se mandaba a los virreyes, Audiencias y gobernadores de Indias que guardaran y conservaran la autoridad e inmunidad eclesiástica para que el servicio de Dios se realizara con toda autoridad y decencia. 72 Todavía en 1798 el obispo de Michoacán, Fray Antonio de San Miguel, en febrero de 1798 informaba al virrey Branciforte que había enviado por cordillera la real orden declaratoria de 18 de marzo sobre extracción de los reos del sagrado asilo a los jueces eclesiásticos para que observaran su puntual cumplimiento.73

5.4 Fuero mixto

Taylor señala que la jurisdicción mixta, según lo expresaba el manual de procedimientos del cura de Huamantla (Tlaxcala), consistía en que los alcaldes mayores y tenientes fungían de auxiliares de los jueces eclesiásticos, por lo que en esa condición “el gobernante secular debía responder a las demandas de detenciones del juez eclesiástico, al embargo de bienes personales, al escrutinio conjunto de evidencia física y a la ejecución de la sentencia del tribunal eclesiástico”,74 y auxiliaban cuando alguno de los que se consideraban fugitivos se resistían a presentarse ante el tribunal eclesiástico. En 1789 se comprobó que Pedro Joseph de Córdova, vecino del Valle del Armadillo, tenía amistad ilícita con la mulata que vivía en la casa del cura Manuel García, por lo que el teniente territorial, a pedimento del eclesiástico y acompañado de veinte hombres, procedió a su aprehensión, lo que no se verificó, y sólo lograron aprehender a la mulata y darle de castigo 50 o más azotes, la esposa del prófugo se quejaba ante el señor obispo y decía que a su marido ya le tenían hecha sumaria por el señor cura y su compadre” el teniente, y que le darían públicamente azotes y presidio.75

El concubinato era considerado de fuero mixto, esta causa también generó punto de jurisdicción entre el teniente general de Zamora y el teniente de Zahuyo, José Antonio Rodríguez, por haber mandado aprehender a Francisco Garduño porque había extraído a Manuela Rodríguez, quien se encontraba en calidad de depositada en las casas reales por el homicidio que cometió contra su padre, por lo que dicho Garduño la extrajo y se la llevó a Jiquilpan, donde la dejó en casa del cura, la cual le servía y estaba en libertad, pero se decía

71 Ibid. f. 1372Que se guarde la inmunidad eclesiástica, Felipe II, Madrid 20 de abril de 1590, Recopilación de Indias, L I, Tít, V, lib 1.73 AGN, Indiferente virreinal, Caja 136, Exp 20, F. 2.Aviso que dá el Obispo de Michoacán al Virrey, marqués de Branciforte de haber recibido el bando con inserción de la Real Orden de 18 de marzo de 1797 sobre extracción de los reos del sagrado asilo y de librar las correspondientes cordilleras a los párrocos y jueces eclesiásticos de su diócesis. Valladolid., 28 de febrero de 1798.74 TAYLOR, B. William, Ministros de lo sagrado, p. 599.75 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, informes, Caja 507, Exp. 88, Fs. 2., María Antonia Campean, vecina del Valle del Armadillo se quejó ante el obispo Fray Antonio de San Miguel de que el cura y el teniente quieren aprehender a su marido por ilícita amistad.

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que estaba en calidad de depositada por el público concubinato que tenía con un mulato y que por esa razón se le había extraído.76

Aunque las faltas como el concubinato y relaciones ilícitas se comprendían dentro del fuero mixto, en 1794 el intendente de Valladolid Felipe Díaz de Ortega interpuso un recurso de inconformidad ante el señor provisor del obispado de Michoacán, Dr. Juan Antonio de Tapia, por la causa que había seguido el bachiller Eugenio Reyes Arroyo, cura del Carácuaro, ya que como cura de dicho partido procedió a conocer la causa contra Antonio Miguel Pizarro, indio, por mala versación con su nuera María Francisca Landín, por lo que la postura del intendente fue que el cura del partido no debió conocer sobre dicho delito, por lo que pedía que se le reconviniera que en lo “sucesivo se abstenga de tomar conocimiento en causas que no le competen. El intendente sustenta su solicitud en la última real provisión, sin embargo el intendente no dio fecha ni indicó a qué real provisión se refería. Sin embargo el provisor reconvino al cura para que se abstuviera de conocer en las causas que no sean de su competencia, y también hace referencia a dicha real orden.77

Otro conflicto de esa naturaleza se presentó en Mesquitic, en la intendencia de San Luis Potosí, en el que se acusaba al teniente Ignacio Vargas, que había sido nombrado por el corregidor e intendente Bruno Díaz de Salcedo, de dicho pueblo de despreciar la jurisdicción eclesiástica puesto que dicho juez real liberaba a los reos que no estaban a su cargo sin pedir la opinión del juez eclesiástico (reos que habían sido aprehendidos por incestuosos, Juan de los Santos y Juan Gregorio, primos hermanos, por la mala versación que tuvieron el uno con la mujer del otro, quienes por la gravedad de su delito habían sido impedidos para el uso del matrimonio, sin embargo el teniente los había liberado y mandado que volvieran con sus esposas) debido a la mala relación entre los dos jueces, llevó precisamente a plantear que en dicho pueblo no debía haber teniente ya que éste en años anteriores no se nombraba, por lo que hacía apenas un año que se había estableciendo dicha práctica, contraviniendo las leyes de Indias.

En algunos pueblos había cárceles eclesiásticas, y uno de los aspectos que al parecer no quería permitir el cura de Mesquitic, José Ignacio Lozano, era justamente que se intentaba “introducir una nueva práctica inusitada hasta ahora de que el teniente haya de pedir el auxilio al cura, y no éste al teniente, para poner a los indios en la cárcel por ser el curato de tasación y tener sus obvenciones limitadas”. La determinación de poner en libertad a los preso se dio por parte del intendente, y el reclamo del cura era justamente que no se pidió la habilitación del obispo. Por su parte se le reconvino al cura que sobre el punto que expresaba de que no se debía nombrar teniente en dicho pueblo, ese no era asunto de su competencia, que se porte con “m oderac ió n . sin producir expresiones que puedan ofender al teniente y mucho menos se presente en público montado en jumento ni en comitiva de mujeres, aunque sean sus propias hermanas por ser este modo de diversión cosa indecorosa”.78

76 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción parroquias, El teniente general de la Villa de Zamora José Antonio Rodríguez contra Francisco Garduño por la extracción de Manuela Rodríguez de las casas reales y haberla trasladado a las casas curales de Jiquilpan, 1745, Caja 639, Exp. 7, fs. 9.77 AHCM, Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Autos eclesiásticos, Caja 28, Exp. 102, Fs 2. Carta del intendente Felipe Diaz de Ortega al provisor Dr. Don Juan Antonio de Tapia para que el cura de Caracuaro no conozca en los asuntos que no son de su competencia. Valladolid Febrero 14 de 1794.78 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción, 1788, Caja 642, Exp. 41, Fs. 42.

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El concubinato y amistades ilícitas fueron otro de los aspectos en los que de forma muy sutil se trastocaba la jurisdicción civil y eclesiástica, por lo que las correcciones de quienes incurrían en estos actos podían ser atendidas por los curas párrocos o bien por los alcaldes mayores y sus tenientes, como lo vimos anteriormente en el apartado de la administración de justicia.79 Es importante destacar que las autoridades podían actuar de forma separada o bien en conjunto,80 regularmente los tenientes o alcaldes se veían precisados a auxiliar a los párrocos para el arresto de los reos y todo lo demás que eso implicara.81 El incumplimiento a la palabra de matrimonio también fueron negocios que se trataron ante el cura: María del Carmen Ayala se presentó ante el cura de Zirándaro con su hija y le manifestó que Gerónimo Núñez había violado la virginidad de su hija bajo palabra de matrimonio, por lo que de dicho acto su hija quedó embarazada, el cura inmediatamente mandó recado al teniente Nicolás Bermúdez a efecto de que solicitase la presencia de Gerónimo para que respondiera si estaba en condición de contraer matrimonio o, en caso de que resultara inculpado criminalmente, remitirlo al juez real para que este conociera de la causa. Durante esta diligencia el teniente renunció a su cargo porque el subdelegado protegió a Gerónimo Núñez y creyó todas las falsedades que le contaron el inculpado y su tío, como que la querellante había tenido relaciones ilícitas con dos hermanos. Se nombró de teniente a Ángel Rubín82 y lo calificó de “inepto para semejante empleo, pues ni él carga bastón, ni sale a celar el pueblo y muchos días festivos con grave escándalo del pueblo, no asiste a misa, agregándose que con la satisfacción de que el teniente no sale en los domingos y días de g u a rd a .n o se ve en este pueblo sino ebriedades, gritos y escándalos que no he podido contener con la palabra divina”.83 Cuando los curas criticaban o señalaban los desórdenes que cometían los alcaldes o sus tenientes, muchas veces se les recomendaba que se mantuvieran al margen de los actos del justicia real y de su hermano, pues esos eran asuntos de gobierno ajenos a la administración espiritual. Fue reiterada la idea de que los curas se mantuvieran al margen de la forma en que actuaban los justicias como una manera de mantener relaciones cordiales, sin embargo las fuentes documentales nos muestran cómo difícilmente esto se acataba pues los curas se constituyeron por excelencia en la voz de los indios, castas y españoles, cuando se trataba de denunciar o poner al descubierto las irregularidades que se cometían en los curatos.

La convivencia de los curas con los alcaldes mayores y sus tenientes fue verdaderamente compleja, pues como bien afirma Nancy Farris “era inevitable la rivalidad por el poder entre el clero y los funcionarios civiles” ya que eran las dos autoridades más importantes a nivel local, por tanto la influencia que lograban tener entre los vecinos era

79 JIMÉNEZ PELAYO, Águeda, "Tradición o modernidad. Los alcaldes mayores y los subdelegados en Nueva España", en Espiral. Estudios sobre Estados y Sociedad, Vol II, No. 21, mayo- agosto de 2001, pp.149-150.80 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Mal ministerio, Caja 646, Exp. 34, 1760. En el pueblo de San Sebastián extramuros de la ciudad de San Luis Potosí, en cuatro de enero de 1759, el Br. Don Antonio Domingo Maldonado Zapata cura interino representó que Sebastián de Jesús indios ladino, casado con María de Guadalupe se encontraba en público concubinato con María Isabel Manzano, de calidad española, viuda de Juan Morales y vecina de la ciudad de San Luis, el párroco reconvino al indio Sebastián para que terminara con dicha relación y a Isabel Manzano la puso en Deposito. Fs. 70.81 BRADING, David, Una iglesia asediada: El obispado de Michoacán, 1749-1810, México, FCE, 1994. pp. 170-191.82 AHCM, Gobierno, Parroquias, Informes, 1792, Caja 122, Exp 219, Demanda matrimonial contra Gerónimo Núñez por incumplimiento de palabra.83 Ibid., F. 2.

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fundamental pues de eso mismo dependía la facilidad con la que podían mantener el control social de la población, y de igual forma mantenerlos de su lado o del contrario.84 Sin embargo, es importante señalar que los conflictos entre estas dos autoridades estuvieron a flor de piel y sólo era necesario un mínimo motivo para que las inconformidades salieran a relucir. Lo cierto es que, pese a lo tenso de las relaciones por las diferencias y la enemistad que se pudieran tener, necesariamente se daba la colaboración entre los jueces eclesiásticos y civiles pues, independientemente de las antipatías y de la constante competencia por ejercer mayor autoridad, no podían permanecer o actuar con total indiferencia pues había acciones que debían ejecutar en conjunto.

En otras circunstancias las relaciones se volvían tensas porque los tenientes y los curas no llegaban a entablar una buena relación, que incluso llegaba a presentarse en forma de agravios verbales y de acusaciones mutuas que iban a parar a los juzgados civiles y eclesiásticos. El prior del convento de Santa Ana Maya, Fray Antonio Faxardo de la orden de San Agustín, escribió una carta al alcalde mayor de Cuitzeo de la Laguna, Pedro Pérez Zudaire, quejándose del desacato e injurias hacia su persona por el teniente Don Marcos Santos Villa, pues lo acusaba de que había injuriado a su persona; el alcalde mayor mandó inmediatamente a su teniente general que pasara a Santa Ana Maya y separara al teniente de su empleo y se le hiciera salir de dicho pueblo mientras se terminaban las pesquisas correspondientes.85

Del examen de los testigos se desprendió que el prior actuó de forma inapropiada por lo que el alcalde mayor denunció la injuria que había inferido en su teniente Marcos Santos vilipendiando su autoridad real. El prior en su defensa alegaba que “es cierto señor que el informe es siniestro y la queja muy injusta del ultraje y baldón con que vilipendió e injurió a mi persona dicho teniente, quien coludido con dicho alcalde mayor han procurado insistir a los feligreses contra su padre y pastor (indigno) solicitando el quitarme la honra y crédito con que siempre he vivido, lo que es público y constante”.86 De acuerdo con la postura del prior la causa de la pasión con la que actuaban los jueces reales en su contra era el que había sacado al teniente de un amancebamiento en el que vivía. El obispo amonestó la acción del prior, y es interesante la forma en que lo hizo ya que es muy diferente a la manera en como regularmente recomendaba a los curas y vicarios que guardaran la armonía con los jueces reales, ya que le hacía ver que su comportamiento era muy ajeno al ministerio que ejercía

“el no guardar buena armonía con los justicias seculares, cuando de ésta depende muchas veces la recta administración de la feligresía, es aún todavía más disonante el que, los mismos que deben con las obras enseñar la cristiandad y amor de unos con otros conciliándose al mismo tiempo el respeto y veneración a sus personas, ministerios y ejercicios, sean los que no se guardan los fueros debidos, ni se dan el lugar que se merecen”.87

Y culminaba recomendado que guardara el respecto debido a la justicia secular. Ese tipo de comportamientos de falta de respeto y agresiones mutuas también abonaba para que la feligresía con facilidad pudiera manejar la situación a su favor, y en la primera inconformidad que tuvieran con el cura o los tenientes buscaran el apoyo de una de las partes. 84 85 86 87

84 FARRIS, N. M., La corona y el clero en el México colonial, 1579-1821, México, FCE, 1995, p. 58.85 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp 4,86 AGN, Alcaldes mayores, Vol.3, Exp 1, fs 18.87 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp. 1, F. 16v.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

El fiscal de la Audiencia Juan Antonio de Areche mandó que la causa fuera averiguada por el obispo para evitar que los informes y testigos que presentara la parte del prior fueran tendenciosos; no obstante el obispo mandó al padre provincial que se encargara de las diligencias, por lo que éste nombró a un comisionado y un notario, ambos miembros de la orden y el resultado fue que de los ocho testigos examinados se confirmaba que el agresor y el que injurió fue Marcos Santos, pues todos los testigos coincidían en que el prior, pese a las agresiones verbales y a que el teniente casi le picaba los ojos con el bastón, no pronunció palabra ni buena ni mala.

Cuando las diligencias volvieron nuevamente al fiscal de la Audiencia sucedió lo que trataba de evitar, pues afirmaba que debido a que los informes eran toralmente opuestos no estaba en condiciones de emitir un dictamen, pues era más que evidente que el alcalde mayor pretendía proteger a su teniente y el padre provincial a su prior, pues para evitar dicha situación por eso había pedido que las diligencias quedaran a cargo del obispo y en tales circunstancias Areche determinó que la “causa se corte”, haciendo la providencia de que el teniente Marcos Santos y el religioso fray Antonio Faxardo se reconcilien y amisten y hagan publica demostración de ello. Así mismo se dispuso que para evitar otro conflicto entre los susodichos se tomara el arbitrio económico de que al teniente se le ponga en otro tenientazgo de la jurisdicción y al vicario Faxardo en otra vicaría distinta, y dicha disposición fue remitida al alcalde mayor y al padre provincial para que se le diera cumplimiento. Por ausencia del alcalde mayor el teniente general, Antonio Alonso del Peral, fue quien obedeció la carta orden del marqués de Cruillas, por lo que presenció el acto de reconciliación en la que ambos expresaron que buscaban la paz y armonía y el teniente Marcos Santos pidió perdón al padre prior; el teniente general indicaba que Marcos Santos pretendía pedir perdón de rodillas pero que él se lo impidió, inmediatamente salieron a la calle informado de su arreglo, y el padre prior expresó que si en él estuviera el que no se le quitara el empleo al teniente lo haría. Inmediatamente el teniente general depositó la vara de teniente de Santa Ana Maya en Antonio López y se le recibió juramento de usar bien y debidamente del empleo. El fiscal Areche fue informado de que se había cumplido con lo dispuesto por lo que finalmente mandó que el teniente fuera restituido a su empleo ya que así lo había solicitado el prior, y si éste había sido enviado a otra doctrina no había impedimento para que Marcos Santos se restituya al tenientazgo de Santa Ana.88 La causa supuestamente había iniciado por una deuda de pesos que el teniente tenía con el padre prior, sin embargo en las diligencias nunca se habló de una determinada cantidad de dinero.

5.5 El intendente en defensa de la jurisdicción real

En el apartado anterior claramente analizábamos la fina franja que separaba los asuntos que correspondían a la jurisdicción eclesiástica y a la civil. Debido a lo delicado de la materia en varios casos el intendente de Valladolid, Felipe Díaz de Ortega, expuso sus argumentos para defender la jurisdicción real o bien para tomar una postura en aquellos casos

88 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 3, Exp. 1, Fs. 41. AGN, Indiferente virreinal, Caja 5615, Exp. 70, 1771, F. 1. Decreto para que se restituya a Marcos Santos al tenientazgo de Santa Ana Maya por haberse reconciliado con el padre Antonio Faxardo, 27 de febrero de 1771. CAMELO, Rosa, "El cura y el alcalde mayor", en BORAH, Woodrow (Coord.), El gobierno provincial, p. 180.

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en los que consideraba que tanto las autoridades civiles como eclesiásticas estaban facultadas para actuar en conjunto. En algunos casos se daba la asociación de los jueces reales y eclesiásticos para resolver algún juicio donde el involucrado en determinados delitos era un ministro de la iglesia y en agravios que se cometían contra la real justicia los intendentes pretendían muchas veces constituirse en los jueces de los casos, sin embargo, por tratarse de un ministro religiosos como lo veíamos en los apartados anteriores, contaban con sus propios fueros, lo que obligaba a que su caso fuera atendido exclusivamente por el tribunal eclesiástico.

En 1798 el intendente de Valladolid seguía autos contra el Br. José Soria, cura interino que fue de Petatlán, por resistencia a la justicia y otros excesos de que se le acusaba.89 El intendente realizó las diligencias correspondientes y envío los autos al provisor para que éste emitiera su punto de vista sobre la acusación contra Soria, sin embargo la real sala del crimen de la real Audiencia desaprobó la forma en que el intendente Felipe Díaz de Ortega había procedido en la causa de José María Soria y del mercedario Fray Francisco Ruiz pues se decía que debía proceder de acuerdo al Nuevo Código, y no como lo pretendía el intendente que se adjudicaba como juez superior en la causa, y donde el provisor “asistiendo el discreto provisor al juzgado real a presenciar las declaraciones de los testigos, y demás justificaciones, y las declaraciones y confesiones de los reos, siendo el juez real quien provee los autos o providencias”.90

La Ley La ley 71, libro 1° tit. 15, del Nuevo Código, a la que se hacía referencia, establecía que cuando ambos jueces actuaban asociados no había superioridad de un juez sobre otro, sino que ambos tenían las mismas facultades desde que iniciaba el proceso hasta su sentencia. Por lo tanto el intendente no podía pretender ejercer superioridad sobre el provisor, ya que así no se debía entender la asociación de jueces,

“la jurisdicción eclesiástica es, y debe ser por lo menos igual a la jurisdicción real en la substanciación de los procesos eclesiásticos de los delitos en que se trata. Que el juez eclesiástico en este citado negocio no sólo es tan verdadero juez como el juez real, sino que es el único de los dos que tiene fundada su intención en la ley, y expedita su jurisdicción de hecho y derecho para proceder contra un reo que es, y se reputa de su fuero propio en tales circunstancias; y al contrario que en ella el juez real no tiene más que una jurisdicción preventiva, cuya verdadera existencia sólo puede resultar a posteriori, substanciado el proceso, y acreditada la enormidad del delito del reo eclesiástico que lo desafuera”.91

Por tanto en la asociación de jurisdicciones se actuaba de forma unida, por lo que en cada uno de los procedimientos los jueces debían actuar de la misma manera, cada una de las diligencias, documentos, autos, requerimientos y notificaciones debían extenderse a nombre de los dos jueces, y de igual forma si se requiriese autorización ante notario y escribano se debía hacer ante los notarios y escribanos de ambos juzgados. Por tanto, la postura de la Audiencia fue que el intendente estaba actuando separado de la letra y espíritu de la ley 71. 89 90 91

89 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, Caja 702, Exp. Exp 4, F. 1, Sobre la asociación de los jueces real y eclesiástico y forma a que haya de arreglarse la sustanciación del proceso formado contra el Br. Don José María Soria, cura interino que fue de Petatlan, por resistencia a la real justicia y otros excesos.90 Ibid. f.1v.91 Ibid.

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La Audiencia mandó que la unión de jurisdicciones eclesiástica y secular debe entenderse para todo lo respectivo y concerniente hasta poner la causa en estado de sentencia y con apego a lo dispuesto en la ley 71 del Nuevo Código. Una vez que se hubo aclarado las confusiones derivadas de estas diligencias, en las cuales el obispo entendió que la postura del fiscal de la Audiencia era que

“El juez eclesiástico, según el señor fiscal, debe callar y sufrir hasta que se le pase la causa para la degradación. Entonces le permite que pueda no proceder a ella si le pareciere mal substanciado el proceso. Se llevará la causa a la Audiencia por vía de fuerza, y si no la hiciese el eclesiástico, se volverá al juez real para que después de concluida para definitiva la vuelva a recibir a prueba y supla los defectos que advierta el eclesiástico mediante su intervención y asistencia en la formación del proceso.”

El obispo nombró al Dr. Gabriel Gómez de la Puente para que actuara como juez eclesiástico en la causa contra Soria y junto con el señor intendente llevaran las diligencias, deposiciones, y todo lo demás correspondiente a la sustanciación y perfeccionamiento de causa, todo de forma conjunta. El intendente se excusó de seguir con la diligencia, por lo que pasó la causa a su teniente letrado asesor ordinario.92

Todos los jueces reales estaban obligados a defender la jurisdicción real en cada uno de los ámbitos en que se desenvolvieran, y los tenientes no quedaban relevados de esta obligación pues eran los garantes de la jurisdicción real en sus tenientazgos. En 1801 Domingo Junquera, originario de los reinos de Castilla, comerciante y recaudador de alcabalas y diezmos de Colima, se quejaba de los excesos que había cometido el cura de Coalcomán, Joseph Antonio Vargas, contra su persona, ya que lo había mandado arrestar a través de un bachiller comisionado suyo cuando éste no tenía la facultad ni jurisdicción para hacerlo.93 El cura los acusaba de que aprovecharon que había salido a Zapotlán para entrar a su casa donde tenía a dos mujeres, una viuda y una doncella, ambas de una conducta irreprensible y honesta, y aprovecharon su ausencia y tuvieron relaciones ilícitas con dichas mujeres.

El teniente del pueblo de Coalcomán, Francisco Bernardo de Torres, fue llamado a la presencia del intendente pues se le acusaba de haber permitido la usurpación de la jurisdicción real en un asunto que no era de la competencia del juez eclesiástico, y sobre todo que al teniente se le podía acusar de no defender la jurisdicción real al actuar con “la tolerancia y permisión de que se usurpe la jurisdicción real por el cura del partido de Coalcomán, dejándole que conociese en una causa cuyo conocimiento no le tocaba” y en ese tenor se consideraba que el teniente tenía la obligación desde el momento que comenzaba a ejercer sus funciones de defender la jurisdicción real. El teniente en su defensa contestó que estando ausente Junquera el cura le comunicó que ya había dado cuenta de los excesos de Junquera al subdelegado y al señor intendente, por lo que estaba en espera de su resolución. No obstante le solicitó al teniente que aprehendiera a Junquera, a lo que se negó dicho justicia y “le contestó que de ningún modo podía aprehenderlo por ser receptor de alcabalas y estar dada cuenta por el subdelegado al señor intendente cuya determinación debía esperarse, como esperaba el oficio”. Sin embargo, una vez que regresó Junquera al pueblo, a través de un comisionado el cura le pidió al teniente Francisco Bernardo de Torres que acompañara al

92 Ibid.93AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, 1801, Coyuca, Caja 702, Exp. 8, Fs. 92-94

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Padre don Joaquín Ortega a poner preso a Junquera, que ya se encontraba en el pueblo. El teniente argumentaba en su defensa que había persuadido al cura para no proceder en contra de junquera, pues consideraba que éste carecía de toda jurisdicción para actuar, además de ser injusta pues no se habían realizado las diligencias correspondientes.94 El cura por su parte no aceptó las razones que expuso el teniente por lo que se irritó y amenazó al teniente imponiéndole la pena de excomunión en “nombre de la Santa Iglesia y del sumo pontífice” si no auxiliaba a su comisionado para la prisión de Junquera que se había de verificar “aunque fuera a balazos y que si había muertes no era responsable a ellas, sino el Juez Real”. Que en esas críticas circunstancias determinó el teniente acompañar al padre Ortega, no para auxiliar la prisión sino para evitar una desgracia pues la acción del cura era violenta y arbitraria ya que fue el que dispuso cada una de las acciones que se realizarían con respecto a la aprehensión de Junquera. Que habiendo consentido Junquera el ir a las casas curales a contestar ante el cura lo mandó este poner preso “con un par de grillos que le pusieron entre el padre Ortega y el herrero, cuya prisión no auxilió el que responde, sino que el cura lleno de violencia iba determinando todo, y no era posible que el que contesta ni nadie lo hubiera contenido, y antes en prueba de que no consentía en la tal prisión mandó al carcelero que escondiera los grillos, pero sabido por el mismo Junquera mandó que lo trajeren”.95

El teniente se defendió argumentando que no había dado cuenta inmediatamente de la usurpación de la jurisdicción real que había ejecutado el cura porque pretendía hacerlo de forma personal, como efectivamente lo hizo saliendo de madrugada con destino a Coahuayana en donde se encontraba el subdelegado

El asesor letrado informaba al intendente de Valladolid que “malísimamente diligenciado por el señor cura de Coalcomán y el teniente de justicia, pero a pesar de eso se advierten las tropelías y excesos cometidos por don domingo Junquera y don José María Chávez, a quienes se les acusaba que aprovechando la ausencia del cura habían entrado a su casa y tenido relaciones ilícitas con dos mujeres. El intendente determinó que los agravios que había cometido Junquera tenían que ser castigados, por lo que se mandó orden al subdelegado para que procediera a la aprehensión del administrador de alcabalas, pero no por eso se soslayaba el hecho de que el teniente hubiera permitido que el cura actuara por mano propia en un caso que no era de su competencia y que mandara aprehender al administrador de alcabalas. Desafortunadamente en el expediente no se encontró la resolución de este caso ya que mandó que se pasara al obispo para que este determinara lo que fuera de su providencia, ni tampoco se declaró cuál fue el castigo que se le impuso al teniente Francisco Bernardo de Torres por haber permitido claramente la usurpación de la jurisdicción real.

5.6 En cumplimiento de la última voluntad

Uno de los temas que generó mucha discusión entre los ministros de la Iglesia y los jueces reales fue la competencia para conocer las causas de testamentos. Los ministros de la iglesia pretendían por todos los medios ser los que hicieran cumplir las disposiciones testamentarias, sobre todo si los herederos o albaceas eran religiosos. El interés que la Iglesia tenía en los testamentos era precisamente que se cumplieran las disposiciones testamentarias piadosas que

94 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos legales, Denuncias, 1801, Coyuca, Caja 702, Exp. 8, Fs. 2v.95 Ibid. Fs. 92-94.

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regularmente obtenían, las cuales podían ser donaciones, misas, funciones, obras pías y otro evento relacionado con la iglesia, por ello a través de la llamada visita del testamento se obligaba a los albaceas que cumplieran con las disposiciones piadosas del difunto.96

Los alcaldes mayores, como jueces reales, no sólo fueron los responsables de elaborar los testamentos, sino que éstos tenían la obligación de hacer cumplir la última disposición testamentaria de los difuntos. Los tenientes, como auxiliares de los alcaldes mayores, de igual forma estaban facultados para atender este tipo de diligencias como lo vimos en el capítulo 3. En 1785 el alcalde mayor de Huimeo y Zirándaro, Juan Crisóstomo de Ormaechea, denunciaba ante Fray Antonio de San Miguel la intromisión del cura de Pungarabato en los asuntos de gobierno que ejercían los tenientes de su jurisdicción y señalaba que el cura interino de Pungarabato, Joseph Antonio Montes de Villavicencio, quería “entrometerse con modos extraños y sorprendiendo a mi teniente don Sebastián de Horge y Barros en la facción que este fue a hacer de inventario de bienes de don Juan Garduño que murió intestado, dejando hijos menores” . .. además afirmaba el alcalde mayor que “procurando molestar a la real justicia, y aun hasta con los indios, se ha querido entrometer contra todo el torrente de los sagrados cánones, leyes del reino y novísimas reales cédulas de nuestro soberano, en impedir la elección que aquéllos acostumbran hacer para el empleo de gobernador y oficiales de república”, según le había consultado su teniente general Julio Antonio Oddy.97 El interés principal de la iglesia para que se cumpliera con las disposiciones testamentarias era que se satisficiera en lo piadoso la voluntad de los difuntos, en lo que se incluía las donaciones, misas y funciones que se hacían a la iglesia,98 como ya se mencionó.

Justamente para aminorar los conflictos por jurisdicción el corregidor Juan Antonio de Riaño mandó que se enviaran dos cordilleras (una saldría por Indaparapeo y otra por Pátzcuaro) a los tenientes de su jurisdicción de la real cédula de 1767, en la que el rey había dispuesto que los religiosos podían intervenir en materia de obras piadosas con apego a

“la Ley décima quinta título décimo libro primero de Indias, pueden los jueces eclesiásticos librar mandamientos contra legos para la paga de los réditos, o estipendios de capellanías colativas, exigidas en Beneficios eclesiásticos; pero de ninguna manera pueden proceder sobre capellanías laicas o amovibles ad nutum, ni en los patronatos de legos, réditos de Dotes de Monjas y de otras memorias de misas y cofradías, cuyos capitales estén puestos a censo en fincas pertenecientes a legos, por en todos estos casos toca a las jurisdicciones reales librar los mandamientos, para su cobranza, y sólo pueden los eclesiásticos intervenir en la seguridad de los capitales, cuando se trate de su redención, o nueva imposición, para que asegure la subsistencia de lo que está destinado para semejantes obras pías: y porque en virtud de esta real declaración se excusarán muchas disputas y competencias, entre los Jueces Reales y

96 AHCM, Diocesano, Gobierno, Visitas, Informes, Caja 506, Exp. 79, Fs. 249. Visita testamentaria para su cumplimiento.97 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Jurisdicción, Caja 642, Exp. 36, Fs. 21. Quejas contra el cura interino de Pungarabato, Br. Don José Antonio Montes dada por el alcalde mayor de Huimeo y su teniente de Pungarabato, y del común naturales de dicho pueblo, México 20 de enero de 1785.98 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, 1784- 1787, F. 5. Cumplimiento de los testamentos de don Cristóbal Ponce de León y Zomoza y su hermano don Martín a cargo de su albacea, doña María Teresa del Río y Solar.

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Eclesiásticos, teniéndose presente, se ha de servir vuestra alteza mandar, que para que se guarde y cumpla en aquel obispado, y unos y otros Jueces se arreglen puntualmente a su contenido”.99

Los conflictos en los que tenían que mediar los tenientes de alcalde mayor estaban estrechamente relacionados con la intervención de los curas en los asuntos temporales que eran propiamente de la competencia del alcalde mayor y sus tenientes, como claramente se puede observar en el conflicto que había entre el cura Montes y los indios, ya que no solamente se trataba de la intromisión del cura en las elecciones de república, sino que éste iba más allá pues el ministro religiosos pretendía tomarse mayores prerrogativas de las que le correspondían, ya que en una carta le pedía al teniente general de Pungarabato que le expusiera los motivos por los que había puesto en libertad a José Lorenzo, gobernador interino de dicho pueblo, sin su anuencia, ya que estaba preso por su orden y los motivos de la aprehensión fueron por hallarlo ebrio y tirado en el suelo, “sin atender que por mi orden está preso, ni a lo escandaloso de su delito ni a la incapacidad que le resulta por la total ignorancia en que vive de la doctrina c r is t ia n a .”.100 Evidentemente la aprehensión de los ebrios eran de las causas donde fácilmente podían actuar los ministros religiosos y los justicias ordinarios, los alcaldes mayores, teniente o alcaldes ordinarios, y en ese sentido los curas estaban en condiciones de solicitar a las autoridades la aprehensión de los ebrios para que éstos actuaran en consecuencia y les prestaran el real auxilio. También en los casos de idolatría los jueces reales y sus tenientes estaban obligados a auxiliar a los curas y jueces eclesiásticos sin necesidad de que exhibieran los procesos:101 por ejemplo, el bachiller de San Francisco de los Pozos a través de su notario solicitaba la ayuda de los tenientes para la aprehensión de los ebrios que causaban escándalos en las vías públicas.102 El castigo por el uso y fabricación de bebidas prohibidas, al igual que el concubinato, les correspondía a los jueces reales y eclesiásticos, por lo que ambas autoridades estaban facultadas para sancionar dicho exceso. Las reales cédula sobre prohibición de bebidas prohibidas así como eran promulgadas por los alcaldes mayores y corregidores, de igual manera los obispos en sus jurisdicciones las remitían a los vicarios y curas para que vigilaran que se respetaran en cada una de las parroquias que estaban a su cargo.

Los curas párrocos a través de las amonestaciones exhortaban a los vecinos a no ingerir bebidas prohibidas por los perjuicios que ocasionaba su consumo, como el que se cometieran pecados y se relajara la moral.103 El teniente respondió que dejó en libertad al gobernador porque eran bastantes tres días de castigo, y porque el reo pertenecía a su juzgado 99 100 101 102 103

99 AHMP, Fondo colonial, Caja 50c, Exp. 1, Fs. 50-51.100 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, F. 1. Santa María Coyuca, 29 de diciembre de 1784 años.101 AGN, Alcaldes mayores Vol. 8, Exp. 136, Fs. 189, el teniente general de Teutila Pablo Font informaba que había recibido el decreto de 13 de diciembre de 1782 que se expidió por el voto consultivo del Real Acuerdo en el cal se mandaba que se "debe impartir el real auxilio a los curas y jueces eclesiásticos de este obispado en las causas de idolatría sin necesidad de que exhiban los procesos ni manifiesten las comisiones en cuya virtud proceden", por orden de Mayorga.102 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 12, Fs. 14.103 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Prohibiciones, 1763- 1770, Caja 813, Exp. 4. fs. Los indios de Tuxpan sobre que no se les prive de la fábrica de vino de mezcal, por lo que le solicitaron al obispo que levantara el bando prohibitivo del marqués Croix de 1769.

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y no al del cura.104 En el fondo el problema central, además de las malos tratos o pasión con la que se conducía el cura, lo que realmente movió la realización de este expediente fue el problema de competencia de jurisdicción entre el cura y el teniente de Pungarabato: el teniente afirmó que la aprehensión del gobernador la había hecho sólo para evitar las censuras, pues afirmaba que “mandó el nominado cura que dándome noticia del suceso fuese a ver el estado del pernoctado gobernador interino, y hallándome presente me enunció: viese a quien habían depositado la vara: con cuya inteligencia, y con respecto a que el pastor de las almas había hecho público un leve exceso que había cometido este individuo, estando tan sepultado así por el ejemplo de la vindicta pública como porque no se me censurase, mandé arrestar su persona en la cárcel pública y a los tres días hice se pusiera en libertad”.105 Por tanto el alcalde alegó que no se le había pedido el real auxilio para aprehender al gobernador, por esa razón no consideraba que el reo estuviera bajo la jurisdicción del cura, además señalaba que sólo lo había aprehendido para evitar posibles críticas por parte del cura.

El parecer del promotor fiscal fue que los informes que se desprendieron de una enemiga pasión que el alcalde mayor y sus tenientes tenían contra el cura, a causa de que el cura fue comisionado por el tribunal de testamentos para embargar los caudales de varios vecinos del pueblo por no haber ejecutado la disposición testamentaria en el tiempo de veinte años, por lo que dicho cura se encontró con la oposición de los tenientes Barros y Oddy, quienes con diversos pretextos pretendían eludir la jurisdicción eclesiástica.106 Los alcaldes mayores, tenientes y curas representaban la autoridad eclesiástica y civil en cada una de las jurisdicciones, por lo que eran el instrumento por medio del cual se debía mantener a la población viviendo bajo los valores cristianos y cumpliendo con los preceptos anuales de la iglesia, por lo que las autoridades civiles tenían la obligación de que los feligreses vivieran en paz y quietud.

Los curas cuando actuaban en casusas criminales por contravenir los edictos prohibitivos de bebidas, muchas veces actuaban de forma severa y usaban castigos fuertes como la excomunión: a Joseph Joaquín Bandola, mulato, se le acusó de vender charape, por lo que se le excomulgó y se mandó que debía quedar segregado de todo comercio público y contacto. El cura, en lugar de solicitar el auxilio del teniente de Cururupaseo, mandó a su notario a que pasara a dicho real, lugar de residencia del teniente Juan Antonio Maeda, para que verificara si tenía en prisión al reo, a lo que el teniente contestó que lo tenía en el zepo. El teniente inmediatamente informó al obispo que el cura no le había solicitado el real auxilio y que la forma en que procedió fue maliciosa, pues afirmaba que él pretendía llevar una relación cordial con el cura, pero que al proceder de esa forma el juez eclesiástico rompía con dicha pretensión; lo interesante de la declaración del teniente es que tenían claro el papel que les correspondía desempeñar como autoridades y la relación que debían observar, no sólo para lograr que la población viviera en paz, sino que a la vez eran conscientes de la importancia política que representaba la unión de los dos brazos, el espiritual y el civil,

104 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81, F. 2. La respuesta del teniente Julio Antonio Oddi de 30 de diciembre de 1784.105 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Maltratos, Caja 657, Exp. 12, Fs. 11.106 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Testamentos, Caja 827, Exp. 81. Colegio clerical, Valladolid Febrero 5 de 1785.

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“Digo que habiendo procurado con el esmero de mayor atención el unir el brazo político con el eclesiástico según Vuestra Ilustrísima reencarga en el Edicto en que se contienen las censuras de brebajes prohibidos para el acierto del gobierno, como también por la tranquilidad de la vara que por su Magestad (que dios guarde) ejerzo, he procurado todos los medios posibles para parecer cuasi uno con el juez eclesiástico propietario .”107

El teniente aprovechó para informar sobre el mal proceder del cura en el cumplimiento de su deber. En ese tenor los jueces civiles y eclesiásticos debían tener una relación armoniosa, de respeto y de ayuda mutua, por lo que en circunstancias de desavenencia regularmente se les prevenía a los curas que observaran una buena relación con los alcaldes mayores y sus tenientes.

Los alcaldes mayores y los tenientes tenían la obligación de auxiliar a los curas en la averiguación de los robos que se cometieran en sus jurisdicciones108 y de igual manera los tenientes tenían el compromiso de prestar el real auxilio cuando se les requería para la aprehensión de los delincuentes.109 Para proceder a la aprehensión de los reos los tenientes realizaban las averiguaciones oportunas para proceder ante la solicitud de los curas, como se percibe de la denuncia que realizó Juana Gertrudis Santos de Villa, vecina de Tacámbaro, quien denunciaba que el teniente de cura José Barrón maltrataba a su hijo Juan José Vélez dándole de palos y poniéndolo en prisión, auxiliado por el teniente del pueblo, “quien después de haber hecho las pesquisas necesarias y todas las diligencias que le parecieron conducentes para ameritar la referida prisión de mi hijo, hallando no haber causa justificada lo puso en

107 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Prohibición de bebidas, Caja 813, Exp. 5, Fs. 10. Autos criminales contra Joseph Joaquín Bandola, vecino de Curucupaseo por fabricante de brebajes prohibidos, 1760.108 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robo, 1700, Caja 814, Exp. 1, Fs. 42. El cura de San Pedro Guadalcazar denunció el robo de los metales que se daban de limosna en la cofradía del real, los cuáles eran vendidos sin licencia del cura ni del mayordomo, por lo que el alcalde mayor se encargó de realizar las averiguaciones necesarias para aclarar lo que había sucedido. En el pueblo de Zinapécuaro el presbítero Nicolás Espinosa solicitó el auxilio del teniente del pueblo para averiguar el robo de unas cartas, la averiguación se hizo entre el teniente y el presbítero, AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robo, Caja 814, Exp. 2, Fs. 2.109 El presbítero Andrés González Ibáñez del real de minas de San Pedro Guadalcazar dijo que habiendo salido para San Luis Potosí dejó sola su morada, dejó la llave con doña Tomasa de Ruedas, aprovecharon sus ausencia para entrar a robarle por lo que abrieron la escribanía de donde tomaron una docena de cucharas, y media de tenedores de plata y rompieron una petaca donde tenía 550 pesos en reales pertenecientes al cura y 154 pertenecientes a la fábrica espiritual y ciento y tantos del altar del señor San Juan Nepomuceno, entre otras cosas. Los sospechosos del robo fueron Juan de Vargas y su hijo, por lo que le solicitó al Juez real la detención de dichos sospechosos ya que el sólo podía intervenir en los civil pero no en lo criminal. Y ante la ausencia del notario receptor que era el encargado de seguir las diligencias se nombró a Baltazar Antonio Delgado para proseguir las diligencias eclesiásticas, por lo que inmediatamente pasó a la casa de la morada del teniente general don Julián López de Taibo para que impartiera el real auxilio y sin la menor dilación asegurar las personas de Juan de Vargas y su hijo. El teniente general dijo que estaba pronto a impartir el real auxilio para asegurar a las personas que se expresaba, vio la carta y mandó que se enviara carta justicia requisitoria al vicario de Santa Fe de Guanajuato solicitando informes de Catlina Castellanos esposa de Juan Vargas, sobre si fue ella la que escribió la carta y si era cierto que ha estado en cama enferma. AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Robos, Caja 814, Exp. 7, 1753­1754, fs. 9.

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Los tenientes con los ministros de lo sagrado

libertad, sobre cuyo hecho el enunciado vicario lo reconvino”.110 La prisión y destierro que se decía pretendía a Vélez era causada por su desarreglada conducta pues se le acusaba de amancebado y gustaba de los juegos de azar entre otras.

La población por diversos motivos preferían realizar ciertas diligencias ante los párrocos o bien ante el alcalde mayor y sus tenientes, sin embargo muchas veces la razón y buenas decisiones de los ministros contribuyó a que no se generaran conflictos por jurisdicción, pues cuando se hacían denuncias civiles y criminales ante los párrocos estos tenían la facultad de no aceptar las denuncias y mandar que se hicieran ante el juez ordinario competente; el Br José Buenaventura de Larrondo, de San Juan Parangaricutiro, cundo Francisco Ángel, indio, le presentó una denuncia civil y criminal contra Catharina Dominga por haber golpeado en público a su mujer, mandó que dicha representación se devolviera al querellante, junto con los seis reales que había entregado, pues señalaba que ese asunto no se debía atender por juez eclesiástico111 112 ya que la causa de agresiones no era de fuero mixto, además señalaba que en la denuncia claramente se establecía que era criminal, por tanto elquerellante se tenía que presentarse ante el teniente de corregidor para que la diligencia• • 112 siguiera su curso.

Conclusiones

La unión de los dos brazos, del poder espiritual y secular le permitió a la monarquía ejercer un efectivo control social y político sobre sus súbditos pero a la vez tuvo una importancia fundamental como instrumento de control político ya que dotó de amplias facultades a la iglesia, y así mismo utilizó las prerrogativas del regio patronato para limitar el actuar de los ministros eclesiásticos a partir de la segunda mitad del siglo XVIII a través de diversas reales cédulas que se emitieron relacionadas con el manejo de los diezmos, cofradías y bienes de comunidad. Dentro de ese ambiente de reforma y tensiones generadas en el siglo XVIII como parte del proyecto reformista de los borbones es que se dio la relación de los alcaldes mayores, subdelegados y sus tenientes, con los curas de las parroquias, con quienes desempeñaron una importante labor en común que era mantener a los súbditos del rey en orden, viviendo en conformidad con los principios cristianos, y procurarles buena administración de justicia.

Las transgresiones al orden social que eran consideradas como de fuero mixto llevó a que los alcaldes mayores y sus tenientes, y los curas, tuvieran la libertad de actuar en el castigo de faltas como el concubinato, la embriaguez, la fabricación de bebidas prohibidas y la falta a la palabra de matrimonio. De igual manera el auxilio real fue uno de los medios más comunes por los cuales los jueces reales colaboraron con los curas, especialmente para la aprehensión de los reos. Como parte del traslape de la jurisdicción civil y eclesiástica podían actuar los jueces reales y los curas, sin embargo también es importante destacar que la línea que separaba la jurisdicción real y la eclesiástica en los asuntos de faltas menores era tan delgada que fácilmente se pasaba de un terreno a otro, por lo que constantemente generó conflictos por jurisdicción entre los jueces civiles y eclesiásticos. Situación que incluso muchas veces fue aprovechada para desatar verdaderas batallas campales entre las autoridades civiles y

110 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, agresiones, 1781, Caja 515, Exp. 24, Fs. 2.111 AHCM, Diocesano, Justicia, Procesos contenciosos, Agresiones, 1781- 1782, Caja 515, Exp. 24, Fs. 47v.112 Ibid. fs 51.

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religiosas, quienes pretendían imponer su autoridad y hacían uso de los medios jurídicos a su disposición; los curas regularmente hacían uso de la inmunidad eclesiástica como recurso político para imponer su autoridad ante los alcaldes y los tenientes, o incluso lo utilizaron como un instrumento para no obedecer las órdenes de los alcaldes y subdelegados, como comúnmente sucedió en la entrega de reos refugiados en los templos. Mientras tanto los alcaldes mayores, subdelegado y tenientes, para contener la injerencia de los curas en los asuntos que consideraban sólo de su competencia se valieron del ultraje a la jurisdicción real, lo que muchas veces generó conflictos de jurisdicción entre dichas autoridades, pero a la vez fue un medio por el cual se podía evitar la pretensión de los curas de actuar en determinadas causas, especialmente en aquéllas que eran consideradas de fuero mixto.

Lo cierto es que la relación que se estableció entre los jueces reales y eclesiásticos fue extremadamente compleja y cambiante pues se movieron en un conjuntos de intereses que iban desde procurar el bien público, defender los intereses locales personales y de determinados grupos, así como la constante competencia por el reconocimiento y autoridad que se pudiera ejercer sobre la población. Es por eso que también podemos considerar que tanto los curas como las autoridades civiles ejercieron una especie de equilibrio político, ya que mutuamente vigilaban que ambos cumplieran con sus obligaciones, y en caso contrario, o de cometer excesos, estaban en condiciones de denunciar las malas acciones, siempre y cuando no se dieran relaciones de complicidad, como muchas veces denunciaban los vecinos.

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Capítulo VI

Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

Introducción

El presente capítulo pretende ser una suerte de equilibrio entre la visión obscura que se ha formulado sobre los tenientes, al considerar que fueron los que cometían la mayor cantidad de abusos contra los vecinos que estaban bajo su cargo y por tanto pretendemos mostrar que el ejercicio del empleo de teniente no siempre significó una muestra de superioridad y poder pues los tenientes, al tratar de ejercer autoridad sobre el vecindario, no sólo se exponían al rechazo y a la desobediencia, sino incluso a las calumnias. Es por eso que en la historia de los tenientes los podemos observar actuando en las distintas esferas de la sociedad, como individuos que ejercían su autoridad de forma arbitraria, agraviando al menos afortunado y aprovechando su posición sobre el que no tenía voz, lo que correspondería al teniente abusivo y arbitrario. Sin embargo también nos podemos encontrar con individuos que intentaban ejecutar órdenes y administrar justicia sobre un vecindario renuente a obedecer y que no pretendía reconocer su autoridad. En esta segunda postura se podían encontrar no sólo los indios, sino también los españoles y castas, pues el otro gran reto que tuvieron los tenientes en el ejercicio de sus empleos fue precisamente el de cómo ejercer su autoridad sobre un vecindario que lo consideraba como igual e incluso inferior, especialmente si nos referimos a los miembros de las élites locales y sus dependientes, que no siempre aceptaron de buena gana que se les hicieran algunas recomendaciones. El otro aspecto que viene a complementar la dinámica en la que interactuaban los tenientes, y finalmente para cerrar este capítulo, abordaremos el repartimiento de mercancía y la importancia que tuvieron los tenientes en esta actividad.

Los subdelegados y sus tenientes establecieron amplias relaciones con los habitantes de los lugares donde ejercían sus empleos, relaciones que fueron complejas como ya se ha podido observar en el capítulo anterior, en donde el contacto que tuvieron con las diferentes autoridades fueron un tanto cambiantes pues mucho dependían de las dinámicas internas que se estrechaban en cada tenientazgo, las cuales estaban determinadas por los intereses locales, y es que la flexibilidad de las relaciones con los diferentes sectores sociales de igual manera se daba entre las distintas autoridades o funcionarios que convergían en un mismo espacio. Esto nos recuerda el dictamen que el fiscal interino de la Real Audiencia emitió cuando varios vecinos se oponían a que José María Ortega y Oropeza,1 quien se desempeñaba como teniente general de Tuxtla, jurisdicción de Veracruz, y propuesto por el gobernador del Estado y marquesado del Valle, para que ocupara la subdelegación de dicho partido, quien sin embargo se encontró con la oposición de una parte de la población, aunque en la información que se levantó se decía que había tenido un buen desempeño quedó claro que un sector de la

1 Residía en Guayapan, se decía que tenía un triste oficio de platero, también se desempeñaba como teniente de la segunda compañía de Tlacoltalpan y que carecía de instrucción. También ejerció el empleo de teniente de alcalde mayor por el tiempo de tres años.

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población tenía una clara oposición hacia él, que lo calificaba de déspota y arbitrario.2 El fiscal de lo civil expresó que el asunto tenía que ver con un problema de autoridad y con el choque que se podía presentar entre quienes ejercían una cuota de poder en un misma jurisdicción, pues afirmaba que los individuos en sus funciones no guardaban la armonía y uniformidad con los justicias, y señalaba la razón por la que constantemente chocaban; tenía claro que con los ministros de lo sagrado se debía a que “intentando los curas tener parte en los asuntos gubernativos por lo regular chocan con los subdelegados. Los administradores de rentas y militares rara vez les son acordes, aquellos como fiscalizados por ellos, y éstos como opuestos a la jurisdicción ordinaria”.3

La superioridad que de cierta forma llegaban a ostentar los jueces reales sobre el resto de quiénes prestaban algún tipo de servicio al rey, pues muchos de ellos se tenían que apegar a la supervisión de los subdelegados, especialmente si atendemos a los administradores de las rentas reales. Lo que a la vez implicó un importante control sobre el manejo que se pudiera realizar de los intereses reales, lo que llevó justamente a que se dieran importantes confrontaciones con la finalidad de evitar la intromisión de estos jueces en los asuntos de hacienda. Incluso se conformaban grupos a través de los cuales se podían presentar diversos enconos y formas de manifestar abiertamente la oposición que se tenía contra estas autoridades, lo mismo podía ser al subdelegado y sus tenientes. Por ejemplo, en Temascaltepec se denunciaba que el administrador de rentas don Luis del Camino miraba con odio la real jurisdicción, y particularmente al subdelegado (además se expresaba que dicho administrador tenía conformada su “pandilla” con el cura don Francisco del Hierro y don Indalecio Muxica): le dijo al ciego que toca la campaña para el toque de queda que debía preguntarle a los antes mencionados sobre la hora en que debía dar el toque, pues el subdelegado no manda en las campanas ni tenía que obedecerle. Los testigos afirmaban que se juzgaba soberano de ese territorio sin subordinación alguna al juez rea l... “vive tan sobre sí y tan satisfecho de su orgullosa soberbia que no cree haya en este vecindario sujeto digno a quien él pueda quitar el sombrero”.4 En diferentes contextos también se observó un constante conflicto con los militares.

6.1 Los tenientes y los indios

La relación de los tenientes con los naturales se puede decir que fue compleja y nada fácil pues fue un tanto similar a la relación que entablaron los subdelegados y sus tenientes con los ministros de la iglesia, ya que si bien tenían un importante apoyo en los justicias para resolver los asuntos urgentes de gobierno, cuando se trataba de corregir ciertas costumbres o vicios era un sector que se oponía férreamente a la injerencia de los justicias en sus pueblos. Felipe Castro, en uno de sus estudios, de forma constante afirma que había un rechazo por parte de los indígenas hacia los tenientes por los abusos que cometían, y que éstos preferían que los

2 AGN, Subdelegados, 1810, Vol. 30, Fs. 351- 377. Informe sobre la circunstancia en que ha servido José María Oropeza teniente de alcalde mayor de Tuxtla.3 AGN, Subdelegados, Vol. 30, F. 375-v. Informe sobre la circunstancia en que ha servido José María Oropeza teniente de alcalde mayor de Tuxtla. México, Febrero 17 de 1812.4 AGN, Subdelegados, Vol. 13, Exp. 1, F. 26. Temascaltepec 1806. Autos sobre capítulos del subdelegado de Temascaltepec Ángel Pascual Casaval. Exp. 1. Temascaltepec 1806. F. 26.

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negocios fueran atendidos por los alcaldes mayores.5 Sin duda en las fuentes documentales queda constancia de los abusos que se cometía contra los indígenas por los cargos excesivos que se les imponía aunque la relación de los indígenas con sus tenientes y autoridades era sumamente complicada, por un lado por la resistencia que los indígenas ponían a la autoridad de los subdelegados y sus tenientes, y por otro lado porque, ante los abusos que cometían las autoridades, inmediatamente denunciaban las irregularidades. Sin embargo, los tenientes fueron la autoridad más cercana e inmediata a la que acudieron a resolver sus negocios y a pedir justicia e incluso reconocían cuando los tenientes actuaban de buena manera y se oponían a aquellos que consideraban que actuaban con injusticia y de forma contraria al buen gobierno

“parecemos ante vuestra merced y decimos que en el tiempo de cinco años que vuestra merced obtuvo el empleo, y tenencia de este partido ni por vuestra merced ni sus substitutos hemos experimentado leve ni grave perjuicio procediendo con tanto desinterés que nos ha mantenido en paz y justicia y ahora con el motivo de que la Real Audiencia cometió a vuestra merced otras ciertos despachos para su exacción y cumplimiento le fue preciso disertar este territorio dejando en el sustituto que lo es don Francisco Fuentes Murillo, quien faltando a las precisas obligaciones de este empleo” además de considerarlo “inepto” para el ejercicio de dicho empleo.6

A diferencia del teniente titular Francisco Fuentes residía en las casas reales y una de las solicitudes de los indios era que no se le permitiera al sustituto ejercer el empleo de teniente y que se le desalojara de las casas reales, las cuales solicitaban los oficiales de república para su uso. Por lo que el alcalde mayor Martín de Reynoso Mendoza y Luyando mandó al teniente Manuel Romero que notificara a Fuentes y Murillo que compareciera en su juzgado, otorgara la fianza de costas a favor de los indios y que desocupara las casas reales y que éstas fueran entregadas a los naturales. El teniente sustituto aunque solicitó a los curas de la Piedad y Tlazazalca certificaciones de su buen proceder como teniente de dichos lugares, no se le permitió que ejerciera el empleo.

La oposición a la autoridad de los subdelegados y sus tenientes se dio por la vía legal y por medio de la resistencia en forma de tumulto. Un claro ejemplo de la resistencia que pusieron los indígenas de Tzintzuntzan a la autoridad de los alcaldes mayores, subdelegados, tenientes y alcaldes ordinarios, pues como bien afirma Felipe Castro se trataba de una larga lucha de los tzintzuntzeños en defensa de su autonomía y privilegios y en diferentes momentos del siglo XVIII el vecindario se había opuesto a que los alcaldes ordinarios y los tenientes ejercieran sus empleos de justicia, lucha que continuó por lo menos hasta la primera década del siglo XIX, y en 1805 se había mandado que en dicho pueblo no se establecieran tenientes ni encargados de justicia.7 Evidentemente para los indios de Tzintzuntzan el gobernador era la única autoridad, y por tanto no reconocían al subdelegado, tenientes ni alcaldes ordinarios por justicia, sólo al gobernador. Uno de los intentos de tumulto que se 5 6 7

5 Felipe Castro Gutiérrez, Los tarascos y el imperio español, pp. 188-189.6 AHMM, Gobierno, Caja 12, Exp. 22, F. 1. Pátzcuaro- Valladolid.7 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, "Tzintzuntzan: la autonomía indígena y el orden político en la Nueva España", en PAREDES MARTÍNEZ, Carlos y TERÁN, Marta, Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, Vol. 1, Zamora, El Colegio de Michoacán, CIESAS, INAH-Dirección de Estudios Históricos, UMSNH, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, pp. 285-303.

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presentaron en la intendencia de Valladolid se dio en 1807 cuando Miguel Torres, indio principal de Tzintzuntzan, acudió ante el alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de Pátzcuaro, Manuel Solórzano, para denunciar a Miguel Lucas Cuiris a quien se le acusaba del robo de una mula, además se le inculpó de que no había obedecido los requerimientos que se le hicieron, por tal razón fue aprehendido en el pueblo y conducido a Pátzcuaro.8 La aprehensión de Cuiris dio motivo a que los indios se sublevaran y que los vecinos temieran un tumulto pues las autoridades de la república aprehendieron a Miguel Torres y a su hijo ya que los consideraban traidores por haber acudido a pedir justicia ante las autoridades de Pátzcuaro en lugar de dirigirse al gobernador. Evidentemente en Tzintzuntzan se trataba de un problema de reconocimiento de autoridad.

Así como se acusaba al gobernador de Tzintzuntzan de desobedecer a la real justicia en Yuririapúndaro, jurisdicción de Celaya, se acusó al alcalde del pueblo de Emenguaro de desobedecer las órdenes del subdelegado y del teniente, por lo que cuando se requería su presencia nunca acudía al llamado del teniente de subdelegado, Buenaventura Duro, quien lo mandó poner preso por inobediente a la justicia, de igual forma se le imputaba de dar licencia para matar cerdos y comerciar con ellos sin pagar la correspondiente alcabala, por lo que se le incriminaba de defraudar a la real hacienda.9 Se decía que el alcalde era mulato tributario y que por esa razón debía pagar alcabala y se le aprehendió por orden del administrador de alcabalas “cuando se mandó se aprehendiera y despojase del bastón que traía, lo que se le intimó al instante y resultó en el acto la formal resistencia contra mi orden alterándose en resoluciones y palabras que repetía descompuestas...”

Las pruebas que se presentaron no fueron suficientes para comprobar la desobediencia de Simón Eugenio Medina, por lo que el fiscal protector mandó que se le pusiera en libertad y se le restituyera su puesto. El teniente, al dar cuenta del obedecimiento, también expresaba en forma de queja que

“ya no puede el que consulta excelentísimo señor administrar justicia en este pueblo donde sus moradores y de los adyacentes de esta jurisdicción estaban impuestos a tratar con el mayor ultraje y desacato a su juez territorial, sin subordinación ni respeto: todos quieren como antes dominar al justicia, que proteja la iniquidad, que se deje seducir de sus fantásticos caprichos maliciosos; ninguno trata verdad ni consecuencia, quieren ser libres de conciencia, autores de enredos, de cavilosidad y de maldades. Estos indios se hallan amonarcados y seducidos de los castas más brillantes, que intentan sostener la infame posesión en que estaban de dominar al juez, siendo los mismos vecinos quienes administraban la justicia conforme la querían con absurdos, inicuos protección de maldades públicas y otros excesos que a cada paso están conociéndose; lo que no ha permitido el que consulta, y menos que le usurpen la jurisdicción, prestándose a la confidencia, trato y parcialidad con ellos”.10

En ese párrafo el teniente sintetizaba el comportamiento de los indios, y también dejaba en evidencia el poco respeto y consideración con el que trataban a los justicias. 8 9 10

8 AGN, Criminal, Vol. 334, Fs. 107- 134. Criminal contra el gobernador de Tzintzuntzan Salvador infante, Lorenzo Rojas y don Francisco Díaz Barriga por sediciosos e inobedientes a la real justicia. 1807.9 AGN, Criminal, Vol. 334, Fs 197. Diligencias contra Simón Eugenio Medina alcalde de los naturales del pueblo de Emenguaro, por inobediente a la justicia como dentro se expresa. Yuririapúndaro, 1808.10 Ibid. F. 198.

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Las expresiones de resistencia se daban de forma individual, pero también en comunidad y esta segunda forma generaba temor no sólo en las autoridades sino en el vecindario, especialmente en los considerados vecinos de razón ya que temían salir afectados en sus personas y bienes. El tumulto fue por tanto la expresión más clara de desobediencia, aunque también en diferentes contextos funcionó un medio de negociación. El tumulto que se presentó contra el teniente Juan Joseph Carmonal, del pueblo de la Asunción Malacatepec, tuvo su origen porque éste los reconvino para que pagaran los tributos de los indios del pueblo de San Simón, quienes se sublevaron; el teniente iba en busca del alcalde de dicho pueblo no lo encontró, pero sí hallaron que los indios tenían fandango en una casa y estaban ebrios, por lo que el teniente se “apio” del caballo y quebró 4 cantaros de tepache, y en otra casa más adelante los encontró en la misma circunstancia. Los indios se le tumultuaron y le tiraron piedras, porque se les reconvino que pagaran los tributos y se embargó un caballo y una yegua, por lo que a solicitud del teniente se mandó al gobernador y al alcalde que los llevara a las casas reales mientras se cubría el tributo que adeudaban.11

Un testigo, Francisco Gutiérrez, español, refiere que el alcalde había llegado más tarde y que el teniente le informó de las diligencias que se harían por el mal comportamiento de los indios, a lo que contestó que “los hijos del pueblo no le hacían caso ni a él ni al gobernador siempre que salía a cobrar los reales tributos...”12 Diego Francisco, gobernador actual del pueblo de San Martín, dijo que los que comenzaron el alboroto fueron Anselmo Pascual y Antonio Pascual, indios, y añadió que siempre que bajaba al cobro de tributos con su alcalde no le hacían caso y que le pagaban hasta que se les antojaba. El teniente informó al subdelegado de Sinacantepec, capitán Nicolás Riscos, jurisdicción de Metepec, que los indios del pueblo de San Simón no habían comparecido a ese juzgado, por lo que éste mandó que se diera cuenta al virrey para que determinara lo que fuera de su superior agrado.

La insubordinación y desobediencia fueron otros de los aspectos recurrentes que se presentaron entre los tenientes de subdelegados y los pueblos de indios. El teniente de Capula, Manuel Ponce de León, nombrado por el subdelegado de Huaniqueo, Francisco Díaz Quijano, informaba al subdelegado que Manuel Francisco y todos los indios estaban insolentados y no obedecían ni hacían caso a lo que se les mandaba. El comisario Aparicio se quejó amargamente de que no lo obedecían y señalaba como los directamente responsables a Miguel Francisco, Antonio Estrada, Pedro Félix, Marcos Alejandro, Juan Duarte, Joaquín Hernández, Francisco Bartolo y Antonio Lorenzo, entre otros, quienes le quitaron el mando y el gobierno, pues afirmaba que dicha actitud la asumían porque se oponía a que colectaran dinero para continuar las diligencias de tierras que tenían pendientes en la ciudad de México. Pero esa rebeldía no sólo la ejercían contra su comisario, sino que lo mismo hacían con el teniente de subdelegado, quien informaba al subdelegado de Huaniqueo, Francisco Díaz Quijano, que Manuel Francisco y todos los indios estaban insolentados y no obedecían y ni hacían caso a lo que se les mandaba, y señalaba que:

“no hay día que no tengan juntas resultando de ellas embriagueces y discordias entre ellos ydescarnar a los demás hijos del pueblo, sin que sean capaces de corrección porque aunque ustedme ha puesto de lugarteniente, no hacen total aprecio de mí y lo mismo es el comisario que los

11 AGN, Criminal, Vol. 220, 1793. No 265, Fs. 387-397.Criminal contra los que resulten culpados en el Tumulto acaecido en Malacatepec.12 Ibid., F. 395.

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demás, digo porque días pasados azotó a Timoteo Conejo que es de razón y no debió hacerlo, a mayor abundamiento para las cosas que ocurren de justicia lo he mandado llamar y me ha respuesto está ocupado y no puede venir”.13

Y terminaba señalando que todo el pueblo aborrecía a la gente de razón porque de esa manera no habría quien les señalara las maldades que cometieran. Por tanto el subdelegado mandó a su teniente que averiguara si era verdad que los indios de Capula le habían quitado el mando a su comisario, así mismo le ordenó que cuando Miguel Francisco y los demás relacionados regresaran de la ciudad de México fueran aprehendidos y presentados ante el subdelegado pues además de la insubordinación a toda autoridad como ya se había manifestado, había otro problema importante y es “que éstos resisten el avaluó y pregón [para el arrendamiento] de sus ranchos de comunidad”.14

En el informe que el subdelegado envío al intendente de Valladolid dejaba de manifiesto el carácter subversivo de los indios, pues señalaba cómo éstos habían sido cómplices en los tumultos de 1766 en Pátzcuaro, y que también se le habían atumultuado a su cura, don José Antonio Gurtubai, y al teniente de dicho pueblo, Nicolás Morras,15 afirmaba que este pueblo se caracterizaba por carecer de obediencia y subordinación, incluso aseveraba que por esa razón no se les había levantado el castigo para que pudieran nombrar gobernador como ya había sucedido con otros pueblos, y pues el indio que debía tener el cargo de gobernador sólo contaba con el distintivo de comisario de tributos. 13 14 15

13 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp 3, F. 8v.Arrendamiento de tierras de comunidad, Capula, 1795.14 Ibid. F. 8v.15 Los agravios a que se hace referencia en contra del teniente de Indaparapeo, Nicolás Morras, acaecieron en 1781, cuando éste pasó al pueblo de Capula, jurisdicción de dicho tenientazgo, a publicar el bando para el donativo voluntario por lo que decidió hospedarse en la casa del comisario de tributos, José Pedro. El teniente hacía referencia que cuando llegó a la casa no encontró a nadie ya que por ser día festivo todos estaban de fiesta y ebrios. Los ultrajes de los que fue objeto el teniente los sufrió principalmente por parte de los hijos del comisario de tributos. Nicolás Morras narra que llegó al pueblo de Capula el domingo, y que todos junto con las autoridades andaban ebrios, pero que no se caían de borrachos por lo que bien sabían lo que hacían, "y mirando que uno de los del pueblo estaba golpeando a la mujer pase con dos alguaciles y lo puse preso y habiéndome vuelto para la casa de dicho comisario no lo hallé a lo que me hice cargo andaría con sus borracheras"y a poco llegó uno de los dos hijos que tiene y a muchas instancias me hizo entrar al aposento y mandó encender la luz, y llegó otro hijo y se paró en la puerta, a ese tiempo salió el que me acompañaba, y echaron llave a la puerta, y comenzaron a dar voces que me harían pedazos que aquí no necesitaban de Justicia y diciendo razones muy pesadas, a este tiempo las indias visto que llegaban muchas y que ellas se habían echo de la puerta... me echaron fuera que a no ser así aunque me hallaba solo hubiera habido desgracias, pues me obligaba la necesidad en que me hallaba como el oírles echar hasta contra las milicias, y como tengo conocidos a estos que están algo tomados dicen todo lo que sienten". El teniente inmediatamente dio cuenta de lo sucedido al corregidor Policarpo Dávila, por ausencia del corregidor el teniente general, Manuel de Amirola, ordenó a José Aguilar que inmediatamente fueran aprehendidas las personas de José Pedro comisario de tributos y sus dos hijos, José Joachin y Roque Francisco y que fueran remitidos a la real cárcel de Valladolid. Los acusados alegaron que habían actuado bajo los efectos de la embriaguez por lo que no podían narrar lo sucedido. Sólo fueron castigados con prisión y sin costas, pero se les reconvino que de volver a actuar de la misma manera contra los justicias serían castigados con todo el rigor de la ley. AHMM, Justicia, III 2.1.10, Valladolid-Capula, 1770, Caja 175, Exp. 30, Fs. 1v-2. Que de oficio de la real justicia se ha formado contra José Pedro, José Joachín y Roque Francisco indios de Capula por haber insultado al teniente y susurrado contra el gobierno y militares. Capula abril 15 de 1781.

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Para guardar la paz y buena relación que debía privar en los pueblos el asesor letrado del intendente de Valladolid, Lic. Durán mandó que se liberara a los presos, no sin antes hacerles ver que tenían que guardar subordinación a sus jueces; así mismo se le mandaba al comisario Miguel Aparicio que atendiera inmediatamente los llamados del encargado de justicia de Capula, y de igual manera ordenó que el subdelegado de Huaniqueo y el teniente de Capula informaran quiénes eran los cabecillas motores de tales inquietudes para castigarlos.16 En ese contexto la desobediencia e insubordinación de los indios tanto a la autoridad de su teniente y comisario debemos entenderla dentro de un contexto de resistencia a que se aplicarán las reformas que se habían introducido sobre el arrendamiento de tierras.17 Ese comportamiento de los indios de Capula se asemejaba mucho a la acción que realizaron la república de indios de San Andrés de Teul, contra el teniente de Nueva Tlaxcala, jurisdicción de Colotlán por los excesos que decían les ocasionaba en el manejo de sus bienes de comunidad, ya que se le acusaba de que prácticamente se había apropiado de ellos y los había privado absolutamente de su disfrute, y había contribuido a que una de las haciendas del lugar se quedara con parte de sus propiedades. En la denuncia que presentaron ante el gobernador de Colotlán, el teniente coronel José Antonio de Uriarte, sostenían que desde que se mandó formar las cajas de comunidad para que en ellas se guardasen los arrendamientos y que se formasen libros de asientos para llevar un estricto control de las entradas y salidas de los bienes de comunidad, pues

“Apenas nuestro teniente Don Juan Francisco Servín de Mora, tuvo esta orden, me privó del manejo de los productos de nuestras tierras y montes, poniendo arrendatarios sin nuestra intervención, vendiendo maderas a su antojo, sin que nos de noticias de los productos de estos ramos, sin haber formado hasta el día el libro de asientos ni haber construido la caja de comunidad, recibiendo el dinero sin cuenta ni razón, usando de nuestras tierras y montes, tan [despóticamente que a nosotros mismos nos priva del arbitrio de sacar algunas maderas para valernos de ellas en nuestras urgencias y necesidades, y él solo, sus parientes y amigos, a quienes

16 AHMM, Gobierno, Caja 26, Exp. 3, F. 37-38.Arrendamiento de tierras de comunidad, Capula, 179517 El pueblo de Capula de forma continua siguió oponiéndose al arrendamiento de sus tierras de comunidad, y en 1802 demandaron que necesitaban sus tierras pues la matrícula de tributarios se había incrementado considerablemente, por lo que requerían las tierras para cultivar ya que estaban padeciendo grandes necesidades desde que los despojaron de ellas. Por su parte el subdelegado de Huaniqueo, Antonio del Campillo, afirmaba que las tierras que estaban reclamando los indios pertenecían a las tierras de comunidad por lo que se advertía que los indios querían despojar a los arrendatarios de dichas tierras, incluso afirmaba que en dicho pueblo no había un incremento de indios que al contrario se veían cada vez más disminuido. Las tierras que estaban en conflicto era un solar, que se arrendaba a un vecino de razón en seis pesos, el rancho de Iracho que se les arrendaba a los naturales en 120 pesos; el rancho de San Bernabé, Guaricuarán y Malacate que también se les arrendaba a los naturales en 55 pesos, de cuyos arrendamiento se obtenían 181 pesos. Sin embargo el subdelegado apegado al reglamento de 1797, sacó a arrendamiento en el mejor postor todos los ranchos comprendidos en los bienes de comunidad, por lo que los indios ya no disfrutaron de dichas tierras ni como arrendatarios, es por ello que se sintieron despojados y pedían su restitución, el solar se le arrendó a Manuel Ponce, que en 1795 fungía como teniente de subdelegado en el mismo pueblo de Capula, en seis pesos; el rancho de Iracho se le arrendó a Antonio Tapia en 125 pesos; el de San Bernabé a Francisco Sosa en 53 pesos, 5 reales; el de Guaricuarán a don Joseph Calderón en ochenta pesos y el Malacate al mismo Calderón en cuarenta pesos. Los ingresos de la rentas habían aumentado considerablemente a 303 pesos anuales. Sin embargo el fiscal protector de indios determinó que el subdelegado procediera a devolver las tierras a los indios.

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pone a pretextos de arrendatarios por un corto estipendio, por perjudicarles[perjudiciales] que nos sean, disfrutan las tierras que la piedad del Rey Nuestro Señor nos ha mercenado [mercedado]”.18

La queja principal de los indios de Colotlán estaba encaminada a denunciar justamente que el teniente, sus parientes y arrimados, eran los que disfrutaban de las tierras y sus productos, con lo cual quedaban privados de aprovechar esos recursos para hacer frente a las necesidades que se pudieran presentar en tiempos de calamidad y enfermedad; así mismo señalaban que el teniente no los había protegido para que los dueños de la hacienda de San Mateo no los despojaran de sus tierras. Sin embargo se decía que las tierras a las que hacían referencia los indios estaban en posesión de los indios desde tiempo atrás, que ellos permitieron que ocuparan dichas tierras porque tenían una buena relación con el hacendado.19

El gobernador de Colotlan informó que atendiendo a la denuncia que habían puesto los indios contra el teniente Juan Francisco Servín de Mora sobre los excesos en el manejo de tierras y sus productos

“hice comparecer a dicho Teniente con el libro de caja de comunidad; a los primeros pasos hallé que los naturales sin ninguna razón vertían unas quejas que no eran con la solidez debida respecto a que cuantos cargos le hicieron tanto por escrito, como verbales, fueron desvanecidos con el mismo libro en donde consta que desde el año de mil setecientos noventa y tres, en que se pusieron, o establecieron en algunos pueblos de esta frontera la dicha caja, ha llevado cuenta y razón de todas las entradas, productos de arrendamientos de tierras con individualidad de las personas que lo pagan y documentos que acreditan la inherencia de las partidas que anualmente se libran del fondo para las funciones del titular del pueblo”.20

Los documentos señalaba el gobernador estaban firmados del cura, escribano y gobernador, quienes anualmente validaban las cuentas. Aunque se había demostrado no ser verdaderas las acusaciones que los indios hacían contra su teniente, el gobernador informó que tomó la decisión de cesar a Servín de Mora del empleo de encargado de justicia para evitar reclamos y procurar que el pueblo viviera en paz y tranquilidad.

El virrey Branciforte determinó que, de acuerdo al dictamen de los fiscales de lo civil y el fiscal protector de indios, que para desagraviar los daños que se le hubiesen ocasionado al teniente en su honor y su persona se le restitúyase a su empleo, y a los indios se les diera su justo castigo que les sirviera como escarmiento de sus actos. Por lo que se mandó que

“he resuelto con parecer del señor asesor general del virreinato que desde luego proceda vuestra merced a restituir y reponer en su empleo al teniente encargado del partido de la Nueva Tlaxcala al referido don Francisco Servín de Mora haciéndole también entender que queda repuesto igualmente en su honor y reputación que pudiera haber sido perjudicado con la cesación en su oficio por mandato y determinación de dicho gobernador Uriarte; y evacuando haga vuestra merced comparecer a su presencia a los citados vecinos del pueblo de San Andrés Teul, les manifieste lo mal que han procedido en este punto contra el expresado Teniente y pena a que se han hecho acreedores, por haber resultado injustas sus delaciones, 18 19 20

18 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 10, 1796-1798, F. 108v-109. La república de Colotlan contra el teniente de Nueva Tlaxcala don Francisco Servín de Mora.19 Ibid. F. 110v.20 Ibid. F. 113-v.

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apercibiéndolos de que si en lo sucesivo vuelven a proceder con la falsedad que en éste, se les castigará con todo el rigor que exija el caso, teniéndose presentes los procedimientos con que ahora se han manejado y amonestando traten al referido teniente con el respecto a que están obligados”.21

Los conflictos de las autoridades locales con los indios puede tener diversas lecturas y vertientes desde donde se puede analizar el actuar de estos actores sociales, porque evidentemente la documentación nos muestra una reiterada denuncia contra los tenientes por una serie de abusos en los que incurrían estos empleados del rey, sin embargo podemos considerar que muchas denuncias incluso fueron motivadas a veces por intereses particulares y no del común, principalmente cuando se pretendía corregir alguna mala conducta.

6.2 Ultrajes a la real justicia

El respeto y la obediencia que se debía tener a los justicias, especialmente a los tenientes muchas veces se vio vulnerado por los vecinos de los tenientazgos porque algunas veces se resistían a la autoridad de los alcaldes mayores, y en mayor medida a los tenientes, regularmente porque como eran vecinos del mismo lugar muchos se cuestionaban por qué los tenían que obedecer. Los tenientes estaban expuestos a ser ultrajados por los distintos sectores sociales cuando eran reprehendidos, cuando se les llamaba la atención, o bien se les reconvenía que dejaran de hacer alguna actividad que perjudicaba a los demás vecinos, como veremos más adelante.

En una denuncia que presentó el teniente de la acordada de Agualulco, José María Hernández, dependiente de la comisión del capitán don Manuel del Río, este hombre también se desempeñaba como administrador de las haciendas de Manuel del Río, teniente provincial de la acordada y comisionado del virreinato de nueva España para la aprehensión y exterminio de malhechores, hacía referencia a que el 15 de julio había salido a pasear con el teniente de subdelegado Tomás de Escobedo, y que al pasar por un baile encontraron al indio Juan de Dios Zamora, Alias Felipa, indio gañán y sirviente en la hacienda del Xacal, quien traía en la mano unas piedras y le decía improperios a todo el que encontraba, por lo que lo tomó para llevarlo a su casa y evitar una desgracia, a lo que el teniente le dijo que lo dejara y que continuaran con su paseo, pero que más tarde lo encontraron nuevamente y le dijo las siguientes palabras:

“a güerito teniente (y otras muy obscenas e indecorosas) Yo soy bueno y a mí no me han de hacer nada porque soy sirviente de la casa del señor don Manuel del Río. Y con una piedra que apenas podía tenerla en las manos le hizo a dicho señor teniente tan fuerte golpe en mi presencia y la de otras muchas gente que se hallaban de manifiesto, que dándole con ella en la espalda lo dobló a la cabeza de la silla del caballo en que iba montado”.22

21 Ibid. F. 125-v.22 AGN, Criminal, Vol. 351, Exp. 3, F. 273. Causa criminal formada de la real justicia contra Juan de Dios Zamora por ebrio, escandaloso y ultraje al señor teniente de este pueblo de Agualulco. 1798.

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El teniente de la acordada lo aprehendió, amarró y lo condujo a la cárcel, donde fue castigado con 25 azotes que le dieron las autoridades indígenas. Sin embargo el teniente de la acordada expresaba que ese castigo no era suficiente ya que se había ultrajado la autoridad y persona del teniente, pues el indio claramente había expresado que no reconocía su autoridad “que él no tenía que reconocerlo ni rendírsele en nada porque era sirviente de don Manuel del Río. Que no lo reconocía como juez, y que tenía inhibitoria como sirviente del capitán don Manuel del Río”. En la declaración el reo dijo no acordarse de nada pues se hallaba perdido y perturbado por la embriaguez y consumo de mezcal. Se remitió la sumaria y el reo a Guadalajara, ante el alcalde provincial Manuel del Río.23

Otra forma de resistencia de los indígenas contra las autoridades se dio muchas veces a través de las denuncias falsas, como es bien sabido regularmente las denuncias que presentaban los indígenas se hacían en comunidad, por lo que el escribano en nombre del común prestaba “voz y caución” por todo el pueblo usando de dicho recurso. Dichos recursos eran promovidos muchas veces por unos cuantos vecinos con la única intensión de que el teniente que no era de su agrado fuera removido, por lo que pretextaban una serie de abusos que supuestamente éstos cometían en los tenientazgos en su contra. En 1808, ante el intendente Felipe Díaz de Ortega, se presentó un escrito contra el teniente de Patamban: el común y naturales del pueblo de Patamban, jurisdicción de la subdelegación de Jiquilpan, denunciaban que el señor teniente don Ángel Loza los trataba de aprehender por la razón de “que andamos corriendo nuestra diligencia para el bienestar de nuestro pueblo, y como el señor teniente se halla culpado o no quiere que hagamos diligencia ninguna, por lo que suplicamos a vuestra señoría rendidamente se sirva mandar en justicia despachen nuestras diligencias pues nos hallamos desamparados de nuestro pueblo”.24 En realidad acusaban al teniente de que los perseguía por atreverse a denunciarlo ante las autoridades superiores.

Inmediatamente el intendente mandó que se diera cuenta al subdelegado de Jiquilpan para que no permitiera que se molestara ni que se vejara a las partes por las diligencias que estaban promoviendo en el juzgado del señor intendente, y se dio cuenta al subdelegado de Jiquilpan, José María Abarca, para que atendiera la demanda de los indios contra su teniente Ángel Loza y el subdelegado contestó que en su juzgado no había ninguna denuncia. El subdelegado se trasladó a los Reyes donde reunió a las autoridades indígenas, al gobernador Antonio Miguel Franco, al alcalde del barrio de San Pedro, Miguel Ascencio Escobedo, al alcalde de San Buenaventura Juan Miguel Tiamuri, el regidor del barrio de San Buenaventura, Juan Ventura Franco, el regidor del barrio de San Pedro, José Ángel y los viejos del común: Sebastián Ponce Ventura, Pedro Contreras, Pedro Luis, Santiago Nicolás, Juan Antonio Reyes y el escribano de república, quienes dijeron que no sabían nada del ocurso que se estaba haciendo ante el intendente en nombre de ellos, y que no tenían queja contra el teniente Ángel Loza.

Con la respuesta que dieron las autoridades indígenas de Patamban quedó claro que la denuncia era falsa y los únicos responsables que estaban “fomentando estas cavilosidades y maldades eran los indios Nicolás Ramos, Juan Nicolás y Pedro Culandro, ayudados del indio José Antonio Vargas, este último se señalaba que estaba preso en la ciudad de Valladolid de orden del tribunal de la acordada. Aunque se le dio comisión a José Alcocer para que

23 Ibid. F. 284. Remisión de la sumaria 21 de julio de 1798.24 AHMM, Gobierno, Caja 54, Exp 31, F. 1-v. Denuncia de los naturales de Patamban en contra de su teniente, 1808.

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aprehendiera a los indios cavilosos y que fueran llevados al juzgado del subdelegado, sin embargo la aprehensión no fue posible porque no los pudieron localizar en parte porque éste no había recibido el apoyo del gobernador para encontrarlos. La actitud del gobernador se entiende incluso dentro de los lazos de solidaridad entre los mismos indígenas, pues el mismo comisionado Alcocer señalaba que “todos ellos se tapan con una cobija”,25 por eso pedía que el intendente interviniera y le pidiera al gobernador que pusiera a los reos en dicho juzgado además señalaba que los indios andaban alebrestados porque se tenía presó al indio Miguel, por lo que en las noches ebrios decían muchas insolencias contra el teniente y todos los de razón.

La forma más rápida por medio de la cual se podían quitar de en medio a alguna de las autoridades que no les conviniera, o que simplemente no fuera de su agrado, era poniendo una queja, incluso saltándose las instancias más inmediatas, como lo hicieron los indios de Patamban, y en lugar de presentar su queja ante el subdelegado preferían pasar directamente con el intendente, y en otras ocasiones acudían directamente ante el virrey para presentar sus inconformidades.

Un ejemplo, entre muchos otros más que se presentaron a lo largo y ancho de la Nueva España, se dio cuando en 10 diciembre de 1796 el fiscal protector de la Audiencia envío una superior orden y solicitó al intendente de Valladolid, Felipe Díaz de Ortega, que informara sobre la queja de los indios de Coeneo, jurisdicción de la subdelegación de Cocupao, sobre que el teniente de justicia José Francisco les ocasionaba grandes perjuicios, pues se decía que era tributario y revoltoso. La postura del intendente fue “que puedo asegurar a V. E, que faltan a la verdad como acostumbraban”, pues afirmaba que el 6 de febrero de 1796 el subdelegado, José Antonio Muñoz, que ya había fallecido, propuso nuevos tenientes a José Francisco de la Peña para Coeneo, por lo que afirmaba que personalmente se había asegurado que cumpliera con las circunstancias necesarias.26 El intendente hacía la observación de que para justificar su información “suprimieron los Yndios el apellido “de la Peña”, con aquella malicia [que] les es natural, o a influjo de quien les puso el escrito, por lo que responderá los agravios de que se quejan, si fueren ciertos se evitarán y si necesario fuese se removerá al citado Teniente de Justicia, de que oportunamente daré cuenta”.27 Incluso el intendente presentó copia del nombramiento de los tenientes José Francisco de la Peña de Coeneo y José Antonio Muñoz de Cocupao: en septiembre del 97 el fiscal protector informaba al intendente que nuevamente los indios habían acudido a informar que el teniente era tributario y revoltoso, por lo que se instaba al intendente para que comisionara al subdelegado más cercano para que les recibiera la información.

La intervención de los tenientes en las riñas de los vecinos fue otra razón por la que se les acusara de abusos. Marcelo Francisco, indio tributario del valle de Tarímbaro, señalaba “que el domingo a las seis de la tarde, que contamos veinte y siete de este mes, estando mi legítima mujer María Rosa litigando con otra india de aquel valle, Juana de Escutia, sobre una olla que le había hurtado”. Señalaba que casualmente estaba el encargado de justicia Simón Pérez cerca y que se introdujo en la riña “como juez a meter paz”, por tanto acusaba que el

25 AHMM, Gobierno, Caja 54, Exp. 31, F. 5. Denuncia de los naturales de Patamban en contra de su teniente, 1808.26 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 13, Fs. 280v. 1796. Quejas de los indios de Coeneo contra el teniente de justicia por perjuicios.27 Idem.

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teniente había apaleado a su mujer con el bordón que siempre porta. En dicho evento intervino también la hermana de su mujer, llamada María Angelina (casada con Agustín Santos), la cual salió en defensa de su hermana con palabras suaves, sin embargo afirmaba que también le dio con el bordón en la cabeza y se la rompió, de modo que la bañó en sangre, por cuya causa su marido ya no la quería recibir, y que él se hallaba adolorido de ver que el encargado de justicia hubiera hecho semejante atentado con unas mujeres casadas.28 Además afirmaba que cuando éstas tuvieran delito, el teniente estaba autorizado para proceder contra ellas poniéndolas en arresto y haciéndoles ver a él y a su cuñado el delito que sus mujeres hubieran cometido, pero que no debía actuar de la manera en que lo hizo. El subdelegado Francisco Xavier de Lezo realizó las diligencias para averiguar las injurias de que se quejaba María Rosa y en las diligencias se dictaminó que el teniente no había cometido ninguna injuria. El promotor fiscal protector de indios señalaba que según el informe que realizó el subdelegado de Indaparapeo resultó que la india María Angelina le había dado un empujón al teniente, don Simón Pérez, al tiempo que éste trataba de separar a las dos indias que se peleaban, y le dio con el palo que traía un golpe en la cabeza del que le brotó Sangre.29 El acontecimiento ocurrido quedó como un mero accidente, por lo que no se comprobó la agresión en contra de las hermanas como se pretendía demostrar.

Entre las autoridades civiles y los indios hubo una añeja relación de encuentros y desencuentros a lo largo del periodo colonial, muchas veces propiciada por una serie de oposición y resistencia a la autoridad de los justicias locales, que se expresaron en la abierta resistencia a obedecer a los tenientes como a las autoridades más inmediatas. Regularmente la resistencia e insubordinación de los indios a sus autoridades locales estuvo estrechamente relacionada con el consumo de bebida embriagantes, como lo denunciaba el teniente de Igualapa (Oaxaca), José Navarro, quien acusaba que los indios de Ometepec estaban tratando de hacer tumulto a consecuencia de que la noche del domingo 4 de diciembre de 1796, en que salieron los cabos de justicia y ministros a hacer la ronda acostumbrada para guardar el orden y encontraron que en la casa de Eusebia Baristo (Tepachera) había conductas desarregladas por el estado de embriaguez en que se encontraban los presentes. Se señalaba que al persuadirlos para que se retiraran a sus casas se resistieron a obedecer y ocasionaron alborotos y un indio salió herido; se decía que el movimiento había sido encabezado por Mateo, el hermano del gobernador previsto para el año entrante, y el alcalde del pueblo Marcelo Basilio.

Los indios pedían que se pusiera preso a José Mariano Sandoval, alias Mambrun, quien era uno de los individuos nombrados por el teniente para realizar las rondas junto con otros hombres que lo acompañaban. Pero los indios no sólo no se conformaban con que Mambrun fuera puesto en prisión, sino que pretendían que se lo entregaran para castigarlo por su propia mano con azotes, a lo que el teniente se opuso por ser una atribución que no les correspondía ya que las autoridades indígenas no podían castigar a los españoles. El teniente, ante el eminente peligro de sublevación, informó inmediatamente al subdelegado y negoció con los indios para que el castigo de Mambrun fuera sólo con prisión, ya que no lo

28 AHMM, Justicia, III 2.1. 6, Caja 162, Exp. 10, Fs. 1. Contra el teniente de Tarímbaro jurisdicción de Indaparapeo, 1798.29 Ibid. Fs 9.

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podía liberar pues corría el riesgo de que se sublevaran.30 El fiscal de lo civil Sagarzurieta afirmaba que los alborotos y falta de respeto a la justicia, según los informes del cura, los habían ocasionado unos muchachos y el alcalde que había salido herido por los dependientes de la justicia, por lo que señalaba que el principal origen de los disturbios parecía ser “la venta y uso de bebidas prohibidas”, por lo que disponía “que vuestra excelencia mande librar orden al justicia del partido para que aperciba muy seriamente a dicho Marcelo y demás muchachos culpados en los enunciados desórdenes, poniendo inmediatamente en libertad a su dependiente José Mariano Sandoval”.31

Los ultrajes a la real justicia fueron frecuentes y se expresaron en actos y palabras que a veces denigraban la honorabilidad de las autoridades, o bien que la ponían en entredicho y Teresa Lozano Armendares habla incluso de una autoridad menospreciada por las castas de acuerdo a los casos de ultraje a los alcaldes de barrio que ella analiza de la ciudad de México,32 pero que como veremos en el siguiente apartado el menosprecio y ultraje a los justicias no sólo fue un asunto de castas e indios, sino que también se dio, podríamos decir, entre iguales, ya que los mismos españoles pusieron en duda la autoridad de los tenientes.

6.3 Relación de los tenientes con los españoles

Los tenientes no siempre estaban en una posición cómoda frente al vecindario de su jurisdicción ya que representaban la autoridad del lugar, pero a la vez formaban parte de los círculos sociales en que se movía. Al ser un miembro más del pueblo, vecino, compañero, compadre, tendero y comerciante, les posibilitaba tener un amplio conocimiento de las dinámicas de la región, pero eso que pareciera una fortaleza a la vez constituía una debilidad, sobre todo cuando se trataba de ejercer las funciones en la administración de justicia como auxiliar de los alcaldes mayores y subdelegados. Y es que justamente cuando se presentaban situaciones en las cuales se tenía que reconvenir a los vecinos, especialmente a aquéllos que veían al teniente como igual, e incluso con una posición menor, la relación se podía llevar de una forma no tan amigable ya que se podían presentar circunstancias en las que se negaban a obedecer sus órdenes. Sin embargo también se presentaron situaciones completamente distintas donde los comerciantes o quienes se consideraban amigos íntimos de los tenientes, cuando éstos estaban en dificultades no dudaban en manifestarles todo su apoyo para sacarlos de las situaciones embarazosas. En 1754, cuando el teniente de Maravatío Lope del Capellán se refugió en el templo de dicho pueblo, se decía que un “íntimo amigo suyo y compañero en igual fortuna de trato doméstico y comercio de intereses, nombrado Juan Antonio de Michelena, mercader de dicho pueblo, lo había ayudado para que saliera del lugar, ya que lo había apoyado para conseguir firmas y enviar una representación al virrey denunciado el despojo que se le había hecho el alcalde mayor del empleo de teniente de dicho pueblo.33 Así mismo se decía que el alcalde mayor de Tlalpujahua era amigo de dicho teniente.

30 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 14, Fs. 283- 296. 1796 Sobre falta de subordinación de los indios de Ometepec en la jurisdicción de Yhualapan.31 AGN, Judicial, Vol. 61, Exp. 14, Fs. 293. Dictamen del fiscal de lo civil de febrero 21 de 1797.32 LOZANO ARMENDARES, Teresa, "De los ultrajes a la jurisdicción real o de cuando la injuria es escándalo", en YUSTE, Carmen, La diversidad del siglo XVIII novohispano. Homenaje a Roberto Moreno de los Arcos, México, Universidad Autónoma de México, 2000, pp. 55-71.33 AGN, Indios, Vol. 91, Exp. 9, Fs. 354,

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Muchas veces no sólo los indios se opusieron a la autoridad que representaban los tenientes, ya que en algunas ocasiones, cuando se trastocaban los intereses de los vecinos de “razón” y honrados, y que por algún motivo se les reconvenía o se les solicitaba que se presentaran ante el teniente para otorgar alguna aclaración, simplemente no atendían los llamados. El teniente de Santa Clara, Joseph Joaquín de Arriaga, hacía referencia a cómo en una ocasión en que estaba realizando unas diligencias para la división de bienes por muerte de don Benito de Herrera, vio pasar por la calle a Joseph Carbajal, a quien le dijo que hacía cuatro días lo había llamado a su presencia para que devolviera un caballo que fue de don Bernardo Morales, quien ya había fallecido, y mandó que dicho caballo fuera devuelto a su legítimo dueño ya que no se lo había pagado; la respuesta del interpelado, según refiere el teniente, fue en

“altas e indecorosas palabras, lo primero que no entregaba el caballo, aunque se lo mandara quien se lo mandara, que para él no había juez, que él era bastante juez para eso y más que se ofreciera por lo que oyendo yo esto le mandé que se apeara de su caballo a contestar y que atendiera a que era juez y que como juez le mandaba.. .”34

Carbajal no obedeció, por lo que el juez se vio precisado a decirle que se diera por preso. En casos como estos, en los cuales los vecinos de “razón” no obedecían a su teniente, éste tenía que auxiliarse de otros vecinos con la finalidad de hacerse obedecer por la fuerza y Carbajal era dependiente de uno de los hombres importantes de la ciudad de Pátzcuaro, del regidor don Sebastián de Ugarte.35 El teniente señalaba que era importante castigar ese tipo de atropellamientos, porque de lo contrario a cada paso se actuaría contra el “fuero de justicia y siempre será atropellado el juez, pues es constante el que en este partido todos los que son sirvientes de los señores que componen la república en Pátzcuaro ni obedecen ni temen ju s t ic ia .”36 El teniente se apoyó en el teniente de alguacil mayor, don Zipriano Bulnes, y del sargento de la compañía de milicias de Ario, con quienes procedería a la aprehensión de Carbajal. El teniente de alguacil estuvo pronto a auxiliarlo, al igual que el oficial de la compañía de Ario, José María Rueda; sin embargo el capitán don Felipe Rábago se opuso pretextando ocupaciones propias de su oficios, y reconvino a la persona de don José Hermosa para que lo acompañara a realizar las diligencias y el teniente señalaba que todos pretenden vivir “sin Ley ni Rey”.

Tal pareciera que los conflictos de interés e incluso de autoridad entre los tenientes y los regidores de la ciudad de Pátzcuaro propiciaron constantes desavenencias entre los tenientes y los vecinos de razón y sin embargo, cuando se trastocaban intereses entre los vecinos de las provincias, los asuntos solamente quedaban archivados y no se les daba resolución, pues lo mismo pasó en Santa Clara, donde se decía que Carvajal actuaba en colusión con los vecinos, según el propio dicho del teniente de Santa Clara, pues afirmaba que la negativa de Felipe de Rábago para que su oficial de milicias lo auxiliara en la aprehensión de Carbajal obedecía a que 34 35 36

34 AHMP, Fondo colonial siglo XVIII, Caja 63F, Exp. 1, Fs. 132.35 Ibid. F. 132v.36 Ibid. F. 133v

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“Hermosa le dijo que el sujeto que iban a aprehender era “dependiente del señor regidor don Sebastián de Ugarte y que llegado a la empresa experimentaría de dicho regidor algún desaire pues tenía algún interés en la casa de dicho señor regidor y perdería de arrendar una fundición que cita en las tierras de Turiran propia del dicho señor regidor por lo que no pasé en solicitud de dicho sujeto, pues me encontré que estos son los sujetos de mediana consideración para cualquiera empresa o urgencia”.37

Estanislao de Luna, recolector de alcabalas, dijo que Carvajal se había ido a la ciudad de Pátzcuaro a verse con su amo que de allí se pasaría a la ciudad de Valladolid llevando cartas al corregidor, cuyas cartas las llevaría el propio Felipe de Rábago. En este caso, en el que se terminó comisionando al teniente general de Pátzcuaro para que hiciera la sumaria correspondiente y examen de testigos, sin embargo este caso no tuvo una resolución ni a favor ni en contra de Carbajal ni del teniente, fue una diligencia que quedó inconclusa.

En el momento en que se consideraba que se afectaban los intereses por la intervención de los tenientes se podían presentar ciertos roces: en 1780 Juan Joseph María de la Peña, lugar teniente de Erongarícuaro, denunció ante su alcalde mayor Felipe Ordoñez y Sarmiento que el regidor de Pátzcuaro, Ignacio de Sagazola, lo había buscado en su casa, y que éste fue a la casa de don Joseph Bartolomé de Urueta, compadre de dicho capitán, para ver que se le ofrecía y “guardar armonía de bien criado, y con atención a la majestad de mayoría de edad y fuero de regidor éste fungiendo autoridad con voz en cuello, y sin ningún respeto de los fueros de mi empleo y grave escándalo que causó a mucha gente plebeya que ahí concurría con otras varias personas de las de este pueblo”.38 La tensión que se presentó fue porque el mayordomo de una de las haciendas de Sagazola le dijo que el teniente lo había reconvenido para que no madrugara a los peones, por lo que en cuanto el teniente se puso en su presencia le dijo que era un picarón y que fuera a mandar a su casa. Este acontecimiento es muy importante porque muchos de los que estaban presentes en el momento del altercado de una u otra forma estaban relacionados con el regidor de Pátzcuaro, y en sus declaraciones expresaban cierta timidez o razones por las que no podían hacer sus declaraciones abiertamente pues según la información que proporcionó el teniente en el momento del acontecimiento se encontraba:

“Don Francisco Xavier de Villegas, don Juan Fernández, don Bartolomé Urueta, don Manuel López, todos mayores de edad, españoles y casados, dos criados mulatos de dicho capitán, y su amanuense don Domingo de Ugarte, además del alcalde indio de este pueblo y su común de naturales, viejos, mozos que componen dicha república”.

Manuel López, español casado, en su testimonio dijo que el juez de este territorio se presentó ante el capitán Sagazola, y que éste le recibió diciéndole que su compadre le había avisado que el teniente le reconvino para que madrugara a los peones, que respondió dicho juez que mentía quien se lo dijo, y respondió dicho capitán que no mentía, que se le quitara dicho juez de delante, que era un pícaro, que fuera a mandar a su casa, que todos cuanto estaban delante ninguno le consta a el declarante sean sordos o mudos, -y añadía que- “que 37 38

37 Ibid. F. 134.38 AHMM, Justicia, III 2.1.10, Erongarícualro, 1770, Caja 175, Exp. 22, Fs. 4.

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no firma por temer le suspenda los avíos con que don Ignacio Sagazola le protege, y actual deberle cantidad”.39

El segundo testigo, Bernardo Arrollo, de calidad mestizo, dijo que habiendo llegado el justicia ante don Ignacio Sagazola, delante de todos los naturales y de razón que expresados quedan, le dijo al justicia de este pueblo que fuera a mandar a su casa, que era un picarón, que su compadre el mayordomo le había dicho que lo había reconvenido el Teniente sobre que madrugaba a los peones, y que se le quitara de delante, esto declaró diciendo temía hacerlo por tener experiencia de las cosas de dicho regidor en lo que maltrataba a los pobres.

El compadre de Sagazola, don Bartolomé de Urueta, en su declaración sólo se limitó a decir “que compelido del juez que le examina tiene fecho el juramento por haberse hallado presente, pero que no sabe nada.40 Don Francisco Villegas dijo que estando el declarante en la casa de don Bartolomé de Urueta, compadre del regidor don Ignacio de Sagazola, a quien el que declara vino a ver para habilitar sus mulas con carga de azúcar, estando presentes el dicho don Ignacio Sagazola, en compañía del mayordomo de la recua de dicho regidor don Ignacio, don Juan Fernández, don Bartolomé Urueta su compadre, y don Domingo Ugarte amanuense de dicho don Ignacio, Don Manuel López, español casado de esta vecindad, dos mulatos mozos de dicho don Ignacio que estaban a caballo, no reflejando en quienes eran, llegó el justicia de este pueblo, don Juan Peña, saludando a dicho regidor, y que éste le respondió que fuera a mandar a su casa; que a esto reprodujo el supradicho juez que en que mandaba en su casa, a que dicho regidor Sagazola respondió que su mayordomo de la hacienda de Porumbo le había noticiado que dicho juez le había reconvenido para que no madrugara a los peones que trabajaban en dicha hacienda, a lo que respondió el supra nominado juez que mentía el mayordomo Sebastián Antúnez, y que respondió dicho “regidor que su compadre Antúnez no mentía, que era un Pícaro el juez, que se le quitara de delante”.41

Evidentemente las buenas relaciones, la cordialidad y la buena convivencia de los tenientes con el resto de los vecinos que estaban bajo su cuidado pendían de un hilo, sólo bastaba que un vecino se sintiera insatisfecho, o simplemente contrariado en sus deseos, para que se querellara en contra de su teniente, denuncias que incluso llegaban directamente al virrey. Las falsas calumnias a las que se vieron expuestos algunos de los tenientes nos permiten observar que la actividad que desempeñaban estos auxiliares de los subdelegados fueron difíciles, pues sus acciones y determinaciones no siempre eran del gusto y complacencia de todos: en diciembre de 1792 el teniente del tribunal de la acordada, Isidro López de Miranda, denunció ante el virrey Revillagigedo al teniente del valle de Cotija, jurisdicción de Jiquilpan, Manuel Velázquez de Estrella, lo acusaba de cometer diversos desórdenes y cobrar costas indebidas, pues afirmaba que el

“teniente continuamente día por día, y noche por noche se mantiene en los juegos de albures y monte públicamente, pues con su escandalosa disposición se verifica que hasta los corrillos de niños en la calles lo juegan, de donde resultan graves inconveniencias por diversos títulos en todo género de gentes, pues se verifican gravísimos atentados por esta acción tan inicua, pero no admira tanto en lo vulgar, cuanto en la principal cabeza, pues el mismo teniente les coadyuva y alienta a la ejecución de ser el más cómplice en el delito del juego; y a más de esto

39 Ibid.40 Ibid. F. 2.41 Idem.

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Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

verificarse la mala administración de justicia por todos motivos, lo primero por exigirles irregulares derechos y costas que son permitidas a los juzgados ordinarios”.42

Además el denunciante para demostrar los excesos del teniente hizo relación de las costas y los casos en los cuales cobró indebidamente, el fiscal de lo civil inmediatamente solicitó al intendente que informara detalladamente de la conducta y administración del teniente y el intendente mandó que el alcalde mayor de Jiquilpan, Lope de Ginory informara sobre el asunto. El alcalde mayor solicitó información de un vecino, José Carranza, y don Mariano Salgado, del teniente provincial de la Acordada, y don Benito Morfín, quienes informaron de la buena conducta y justa administración de justicia que se observaba en el teniente. De igual forma el alcalde mayor hizo un extenso informe sobre la conducta del teniente, y señalaba que de los cuatro años que tenía ejerciendo el empleo no había recibido ninguna queja e inconformidad, pues afirmaba que el teniente no

“había dado el más leve motivo para ser reprendido en la buena administración de justicia porque sabe repartirla al que la tiene, y hacerse obedecer como recto y buen ministro, de manera que en ningún tiempo se ha visto aquel vecindario más bien gobernado que desde el que en dicho teniente corre con aquel partido...en cuanto a la administración de justicia no permite cohecho ni baratería como ni menos perdona sus justos derechos con arreglo al novísimo arancel”.43

En cambio se decía que Isidro López era un sujeto de naturaleza inquieto y bullicioso y reputado por fatuo loco, y señalaba que su antecesor le siguió sumaria, razón por la que se le retiró el título de comisario de la acordada, por tanto la denuncia devino de que el teniente lo precisó a que se sujetara a las disposiciones de la real justicia en un asunto que se estaba siguiendo sobre un matrimonio. Uno de los vecinos de Cotija decía que en dicho pueblo eran muy unidos, pero que últimamente estaban muy divididos y estaban unos contra otros, e informaba que la conducta del teniente era buena, que antes de ocupar dicho empleo comerciaba con mezcal en extrañas jurisdicciones, pero que desde 1786 había dejado dicho comercio y había establecido una escuela para niños, razón por la cual informaron al alcalde mayor “de sus buenos procedimientos y consiguieron que lo nombrase de teniente, y hasta el día no ha dado mala nota, pues hasta dependencias de muchos años perdidas se han cobrado por su mano, sin el más mínimo escándalo, pero como el juez justiciero a nadie agrada, si este hace justicia es un pícaro y si no la hace es lo mismo”.44

El teniente letrado de Valladolid, el Lic. Durán, dispuso que no había nada en que proceder pues quedaba claro con el testimonio del subdelegado, del cura, del vecino de Cotija y del teniente de la acordada, de los buenos y arreglados procedimientos del teniente de Cotija. Incluso el intendente Felipe Díaz de Ortega informó al virrey que ya no era necesario continuar con la diligencia ni solicitar más informes al nuevo subdelegado don Juan Vicente López de Fortún, quien había determinado nombrar a Manuel Vásquez Estrella teniente de Tingüindín, pues éste estaba temeroso y no quería regresar a Cotija. El fiscal de lo civil determinó que por tratarse de una falsa calumnia en contra del teniente se debía de reprender severamente a Isidro López de Miranda, y dispuso que el intendente de Valladolid hiciera que

42 AGN, Judicial, Vol. 47, Exp. 5, Fs. 211-v. Denuncia contra el teniente de Cotija, 1792.43 Ibid. F. 221v.44 Ibid. F 217.

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se presentara a su juzgado45 y se le previniera que de volver a incurrir en semejantes actos sería castigado con todo el rigor que el caso demandaba. Es posible que sólo por el honor que les representaba a los tenientes el ejercer dicho empleo se soportaran los trabajos y sinsabores que les pudiera implicar representar la justicia del rey, ya que no sólo los veían como igual, sino incluso muchas veces como a un ser inferior. Como hemos podido constatar a lo largo de estas páginas, el teniente no sólo se puede ver como el represor y aniquilador de los pueblos, como en su momento los llamó el visitador José de Gálvez, pues los tenientes para hacer respetar las ordenes de los alcaldes mayores y de los subdelegados se enfrentaron a la inobediencia y menosprecio de los vecinos.

La cuota de poder que se les otorgaba no les era muchas veces suficiente para imponer su voluntad en los tenientazgos, sino que se vieron inmersos en historias de amor y desamor, de encuentros y desencuentros, donde no tenían una autoridad absoluta y sus actos podían ser cuestionados. En ese sentido la permanencia de los tenientes pendía de un hilo, cualquier denuncia en su contra los hacía darse cuenta de la fragilidad de su empleo, pues el orden y la paz de los vecinos estaban antes que el mantener a un individuo en alguno de los cargos y era mejor tener un pueblo pacífico que un volcán a punto de estallar. Los tenientes incluso se daban cuenta cuando la causa estaba perdida, por lo que muchos optaron por renunciar a sus cargos antes de que se les destituyera del empleo pues finalmente el resultado sería el mismo.

6.4 Abusos de los tenientes de justicia

Las denuncias que se hacían en contra de los tenientes por abusos que cometían en perjuicio de la población eran bastantes. En la historiografía se puede observar que de forma sistemática salta a la vista inmediatamente ese aspecto,46 sin embargo como vimos en los apartados anteriores no siempre se comprobó que los tenientes cometieran todas las agresiones de las que se les acusaba, sino que una buena parte fueron fabricadas, por ejemplo, por los pueblos de indios para evitar la autoridad de los tenientes y de los subdelegados. En todo caso este asunto se tendría que relativizar, pues debido a que como bien afirma José Miranda los tenientes eran los que tenían mayor contacto con los “indios y las personas humildes”,47 por lo que al ser la autoridad más cercana justamente eran los que recibían las inconformidades y estaban más expuestos a recibir denuncias que los propios alcaldes mayores y subdelegados, pues a final de cuentas fueron los mediadores entre el vecindario y los subdelegados, y cuando se tomaba alguna medida que no les gustaba directamente

45 Ibid. F. 223, 23 de noviembre de 1793.46 Bernardo García Martínez en un apartado denominado "El mal gobierno" de su obra Los pueblos de la Sierra haciendo justamente alusión a las prácticas abusivas cometidas por los corregidores y los alcaldes mayores, decía que las peores provenían de sus tenientes o asistentes "Odiados por sus abusos y malos tratos, encarnaban la terrible imagen del subordinado ensoberbecido por el poder". Excesos que regularmente fueron castigados y que llevaron a que perdieran el nombramiento que se les había otorgado, es por eso que a los tenientes tampoco los podemos considerar como a individuos inmunes que podían cometer fechoría tras fechoría y no se les reprendía. Consideramos que si nos quedamos con esa imagen del teniente en todo caso estarían generando un prototipo sesgado. GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo, Los pueblos de la sierra, pp. 241-242.47 MIRANDA, José, Las ideas y las instituciones, p. 124.

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Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

actuaban contra el teniente por ser justamente el ejecutor de los mandatos y órdenes de sus superiores.

Una de las quejas más comunes entre otras más que se pueden mencionar, pero considero que la de mayor trascendencia, fue la relacionada con el cobro de costas de carcelaje, ya que constantemente se acusó a los tenientes de aprehender a los indios y de esa forma aprovechar para cobrar los derechos de carcelaje, ya que fue uno de los medios a través de los cuales se supone obtuvieron importantes ingresos. En la denuncia anónima contra el teniente de Maravatío, José María Ruiz de Chávez, se le acusaba de que

“valiéndose del pretexto que están borrachos llevándose a indios y no indios a tres pesos o veinte reales y medio de costas cuando no ha sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso a aquél que tenía mucho delito y no unos infelices que no tienen que comer, y a muchos pobres se les da oído en lo que van a pedir, y aun dándoles de guantadas y maltratándolos en el juzgado y llevándoles derechos del juicio verbal, poniéndolos en la cárcel por arrancarle las costas a los que se hallan en mal estado teniendo de denuncia más que no sea cierto los pone en la cárcel, sean casados o no lo sean, llevándolo a siete pesos a el que menos y las costas que los más no tienen ni que comer”.48

Las diligencias secretas que se realizaron para comprobar si las acusaciones contra Ruiz de Chávez eran verdaderas desde un inicio apuntalaron a que sí se cometían muchas irregularidades, pues hacia allá apuntalaban los testimonios de los testigos. Quizá el teniente tenía claro que esa era una causa perdida, lo cual lo llevó a renunciar el empleo de teniente no obstante que eso no le eximía de los cargos que se hicieran en su contra, pues con título o sin título tenía que pagar por las consecuencias de sus actos.

En otras latitudes los tenientes no sólo se conformaron con permitir la venta de bebidas alcohólicas por los supuestos arreglos con los vendedores, sino que llegaron a poner sus propios establecimientos, como lo denunciaba el común del real de la Valenciana, jurisdicción de Guanajuato, quien se quejaba de que el teniente Juan de Aguilar desde que entró a ejercer el empleo en 1806 “habilitó una taberna de mingaraste y algún comistrajo, y cuando suele salir en ronda despacha a la cárcel a todos los borrachos que encuentra en las demás tabernas, pero los que encuentra en la suya son despachados con una amonestación paterna para que se vayan a dormir a sus casas”.49

Las autoridades se opusieron a la venta del aguardiente de caña, chinguirito y todas las demás mezclas pues argumentaban que propiciaban que se cometieran delitos, aunque autores como Alicia Bazán Alarcón afirma que la prohibición más bien respondía a intereses económicos ya que si se permitía que se consumieran “las bebidas de la tierra, ya no se compraba el aguardiente español”,50 lo que claramente afectaba las finanzas. Sin duda alguna los alcaldes mayores y sus tenientes se vieron inmiscuidos de diversas formas en escándalos generados a consecuencia del consumo de bebidas prohibidas, y su función principal era extinguir su venta y consumo, cuidar que se vendiera sólo en aquellos establecimientos que contaban con licencia para ello; no obstante, fue constante escuchar las demandas que se 48 49 50

48 AHMM, Gobierno, Maravatío- Valladolid, Caja 14, Exp. 21, Fs. 164.49 AGN, Subdelegados, El común del real de la Valenciana contra el teniente por otorgar licencias diarias para diversiones y encarcelar muchos hombres para cobrar las costas de carcelaje, 1809, Exp. 2, F. 219v.50 BAZAN ALARCÓN, Alicia, "El Real Tribunal de la Acordada y la delincuencia en la Nueva España", p. 331

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

generaron en contra de los tenientes porque sin ningún escrúpulo encarcelaban a los indios por ebriedad con el único fin de cobrarles el derecho de carcelaje.51

Por ejemplo, los naturales de San Antonio Tetepango, sujeto al tenientazgo de San Juan Aguacatlan, jurisdicción de Zacatlán de las Manzanas, se quejaban ante el virrey por el mal proceder de su teniente, y señalaban que desde el tiempo de dos años que era teniente don Joseph Velasco

“hemos padecido y padecemos muchas incomodidades por las pensiones que el susodicho quiere imponer sin más fundamento que su antojo si tal vez acaece el que uno de los hijos beba un poco de pulque blanco, el que es permitible a todos proporcionadamente, y cuando es en exceso que les causa embriaguez, en lugar de reprenderlos como es costumbre los aprehende e incontinente los multa a cinco y seis pesos”.52

De hecho los indios tenían razón porque el pulque blanco era la bebida que estaba permitida, pero además acusaban al teniente de que en su casa vendía varios “berbajes” [brebajes] y pedía que se le diera servicio personal.53

En Maravatío la realidad no era distinta ya que se acusaba al teniente José María Ruiz de Chávez de que el aguardiente y demás bebidas que embargaba a los viñateros que introducían este producto sin su respectiva licencia las vendía por su cuenta y sólo simulaba en un acto público que las derramaba en la plaza pública, además se decía que “entró poniendo y siguen en la cárcel a muchos valiéndose del pretexto que están borrachos llevándose a indios y no indios, [por lo que les cobraba] a tres pesos o veinte reales y medio de costas cuando no ha sido costumbre llevar más que a diez reales, y eso a aquel que tenía mucho delito”54 y es en ese tenor que Felipe Castro afirma que los tenientes buscaban cualquier excusa para “encarcelar transgresores reales o supuestos”.55 Como se puede apreciar el control del consumo de bebidas prohibidas se tornó difícil por dos razones: porque, como lo han demostrado varios autores, los indios y no indios fueron muy proclives al consumo de bebidas y otros brebajes a pesar de las prohibiciones,56 y por otro lado las autoridades no sólo fueron omisas ante dicha situación, sino que lejos de extinguir su consumo lo fomentaron e hicieron de éste un medio para obtener recursos y una forma de vida. 51 52 53 54 55 56

51 CASTRO GUTIÉRREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p. 187.52 AGN, Indios, Vol. 55, Exp. 244, F. 218. En los Bandos que prohibían el sumo de bebidas prohibidas quedaban exceptuados de tal prohibición "los caldos de castilla" y el "pulque blanco". AHMM, Gobierno, Caja 10, Exp. 44, F. 2.53 El servicio personal fue prohibido desde 1548 por el emperador Carlos V, por lo que se les prohibió a los corregidores, gobernadores, alcaldes mayores y sus tenientes y a los oficiales de la real hacienda que se sirvieran del trabajo de los indios. Recopilación de los reynos de Indias, Ley 27, Tit, 2, Lib 5.54 AHMM, Gobierno, Caja 14, Exp. 21, F. 1. Anónimo en contra del teniente de justicia de Maravatío, Maravatío- Valladolid, 1793.55 CASTRO GUTIERREZ, Felipe, Los tarascos y el imperio español, p. 187.56 TAYLOR, William, Embriaguez, Homicidio y rebelión, en las poblaciones coloniales mexicanas, México, FCE, p. 89.

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6.5 El repartimiento de mercancía

El repartimiento de mercancía fue otro de los temas delicados que se trató de resolver durante el gobierno de la casa borbón, primeramente en 1751 se tomaron medidas encaminadas a regular dicha actividad comercial, y más tarde con el establecimiento de las intendencias se prohibió, no obstante al poco tiempo se quitaron las prohibiciones sobre dicha actividad como se verá más adelante. El repartimiento de mercancía fue una actividad comercial que realizaban los alcaldes mayores, y más tarde también los subdelegados, que consistía en el repartimiento de géneros provenientes de Europa y China, productos regionales del lugar, distribución de ganado, especialmente mulas, caballos y toros, y la habilitación con dinero por lo que los productores se comprometían a entregar la cosecha a precios que estaban por debajo de los del mercado. Por mucho tiempo fue una actividad ilícita por los amplios beneficios que reportaba a quienes participaban de él (corregidores, alcaldes mayores, tenientes y comerciantes). Lobera y Seijas desde principios del siglo XVIII denunciaba que todos los oficiales de hacienda y ministros, gobernadores, alcaldes mayores, y los de la Audiencia de Guadalajara y de México, entre otros, no eran necesarios ya que

“no pasan a gobernar las provincias, sino a comerciar en ellas, ocupando a los indios sin pagarles sus granjerias, y que por fuerza les compren todo género de frutos y de mercancías, bestias mulares y caballerías a precios muy subidos... tres daños [causaban al] defraudar las rentas del rey (porque no pagan los derechos reales, es decir alcabalas), el segundo estancar el comercio y destruyen a los indios con precios excesivos, y el tercero se alborotan las provincias con grandes tumultos... perdiendo el respeto a los ministros reales... no pasando a ellos a gobernar, sino a comerciar y a destruirlos mayormente, desde que se envían a ellos mercaderes y gente común que no sabe ni pasa a hacer justicia, sino a venderla ridículamente, haciendo menosprecio de la autoridad real, porque cada uno de estos ministros vende en sus mismas casas reales el vino, aceite, el aguardiente, mercancías, ocupando a los indios en sus milpas, etc.”57

En 1751, a consecuencia del atraso en el cobro del tributo y los excesos que se cometían por los repartimientos, la corona decidió legalizarlos y establecer aranceles, y que se les repartiera en función de sus necesidades

“para obviar los excesos que en el particular se comenten en aquellos dominios, y acudir al remedio de todo se forme en las capitales de Lima, México y Santa Fe, una junta compuesta cada una de cuatro ministros, presidida por su respectivo virrey, que sean de los más prácticos de las provincias, con el fiscal de la Audiencia y que estos enterados de los géneros que se necesitan en los corregimientos y alcaldías mayores, sus precios y consumos formen el correspondiente arancel así de la cantidad como del número y precio a que se deben v en d e r .”.58

57 DE SEIJAS Y LOBERA, Francisco, Gobierno militar y político de la Nueva España, (1702), México, UNAM, 1986, p. 265-266.58 AGI, México, 1229, F. 3. Aranjuez a veinte y ocho de mayo de 1751. Real cédula para la formación de aranceles para los repartimientos de México, Lima y Perú.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

Por tanto se mandaba que los aranceles que formara la junta fueran entregados a los corregidores y alcaldes mayores para que éstos observaran su cumplimiento, así mismo se pondría una copia en los lugares públicos donde fueran vistos por todos en las puertas, ayuntamientos y en las casas reales y lugar de residencia de los alcaldes mayores y corregidores, pues se tenía la intención de que todos conocieran los aranceles y precio permitido para su comercio. En Nueva España la política de la aplicación de los aranceles no funcionó, a diferencia del Perú donde sí se aplicó.

Este fue uno de los temas que más controversia generó entre la Junta Superior de Real Hacienda y las Audiencia. Así como veíamos en el capítulo anterior las amplias discusiones que se generó entre los ministros de la Audiencia por la aplicación de varios artículos de la real ordenanza de intendente de 1786, y que de forma específica nos detuvimos en el tema del nombramiento de los encargados de justicia y en menor medida en aquellos artículos relacionados con el nombramiento de los alcaldes ordinarios, en esta ocasión nos detendremos en un tema interesante y que ha llamado mucho la atención de propios y extraños: se trata del repartimiento de mercancía, una actividad comercial que se realizaba en los reinos americanos y de la cuál obtuvieron comerciantes, corregidores y alcalde mayores, y más tarde los subdelegados y sus tenientes, abundantes ganancias al tratarse de una actividad comercial lucrativa y de alto riesgo, como ya lo han ido apuntando diversos autores.59 En la ordenanza de intendentes se erradicaba la actividad comercial de los subdelegados tanto en el Río de la Plata, en Perú y en Nueva España, y se pretendía que estos funcionarios percibieran un sueldo fijo60. Sin embargo el sentir especialmente de los comerciantes fue que la aplicación del artículo 12 de la real ordenanza de intendentes había traído muchos perjuicios y atrasos al comercio, a la agricultura y la industria de los indios, pues no tenían incentivos para su fomento por la falta de habilitación.

Pese a las resistencias y a las reiteradas reales ordenanzas y superiores despachos para que el repartimiento no se restableciera y se respetara en su cabalidad el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes, donde directamente se estableció que los subdelegados tenían prohibido la participación de los repartimientos, y que por tanto los indios estaban en

59 BASKES, Jeremy, Indians, Merchants and Markets. A Retnterpretation of the Repartimiento and the Spanish-Indian Economic Relations in Colonial Oaxaca, 1750-1821, Stanford, Stanford University Press, 2000. BASKEs, Jeremy, "Coerced or Voluntary? The Repartimiento and Market Participation of Peasants in Late Colonial Oaxaca", en Journal of Latin American Studies, Vol. 28, No. 1,1996, pp. 1- 28. MENEGUS, Margarita (Comp.), El repartimiento forzoso de mercaderías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000. CASTILLO PALMA, Norma Angélica, "Españoles e indios: una vecindad coercitiva analizada a través de los repartimientos de mercancías en la región de Cholula durante los siglos XVII y XVIII", en GONZÁLEZ- HERMOSILLO ADAMS, Francisco (coord.), Gobierno y economía en los pueblos indios del México colonial, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001, pp. 161-177. PATCH, Robert W. y CÁCERES MENÉNDEZ, Beatriz, "The Repartimiento and Indigenous Peoples in The Spanish Empire: New Perspectives and Old Realities", en ESCOBAR OHMSTEDE, Antonio, ROJAS RABIELA, Teresa (Coords.), Estructuras y formas agrarias en México. Del pasado y del presente, México, Registro Agrario Nacional, Archivo General Agrario, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología social, 2001. pp.121- 144.60 La prohibición del repartimiento en el Río de la Plata se aplicó tanto para los subdelegados como para los curas que participaban de dicha actividad. LYNCH, John, Administración colonial española, 1782-1810. El sistema de intendencias en el virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires, Eudeba Editorial Universitaria de Buenos aires, 1967, p. 61.

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Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

condiciones de comerciar con quien mejor les conviniera61 terminando de esa manera con el monopolio comercial de las autoridades provinciales.

Fue muy común que los curas denunciaran los abusos que cometían los subdelegados y sus tenientes en el repartimiento de mercancía, sin embargo también convendría preguntarse en qué medida éstos ministros de lo sagrado veían afectados sus intereses al permitir que los tenientes ejercieran el monopolio comercial en los curatos, hasta dónde veían afectados probablemente los negocio que ellos mismos o sus dependientes pudieran efectuar. Nos atrevemos a cuestionar este tipo de actos, no por considerar que los subdelegados y sus tenientes no cometieran abusos con el repartimiento, sino porque en el obispado de Michoacán también se encuentran denuncias en contra de los curas por tener sus negocios donde expendían todo tipo de géneros de comercio, que incluso se señalaba que era una actividad que les estaba prohibida como ministros de la iglesia.62

La denuncia del cura en contra del teniente de Tixtla tenía la finalidad de poner en evidencia que éste realizaba repartimientos, y que era el que mantenía el control de lo que se producía en el lugar. Los conductos a través de los cuales se establecían las demandas llegaron a generar sospechas de que detrás de los denunciantes estaba la intervención de alguien más, por tanto éstas no siempre eran legítimas, y para ello las autoridades tenían que estar alertas. En 1773 el cura de Chilpancingo envió una representación de los naturales de Tixtla denunciando una serie de abusos que cometía el teniente Mateo de Balmaseda, a quien se le acusaba de cobrar repartimientos, maltrato a los súbditos, inhibición con el comercio de bebidas prohibidas, uso indebido de las casas reales pues estableció en ellas telares para tejer mantas, mal uso de la escuela de primeras letras, también se le acusó de que estancó el petate, el hilo de arria y las cebollas, obligándolos así a que sólo le vendan a él, exigía exorbitantes multas y rebajaba los fletes de mulas de los precios regulares y corrientes. Cuando la información llegó a manos del castellano de Acapulco éste inmediatamente avisó al virrey Bucareli, notificándole que él tenía la sospecha de que los dos documentos que se le imputaban al vecindario de Tixtla los había elaborado el cura.

El fiscal de lo civil, Joseph Antonio de Areche, reconvino al teniente y al cura para que guardaran la debida armonía, y se le hizo saber al cura que el procedimiento que se había observado en esa diligencia no era la correcta, y se le señalaba que “es reprobable que haya recibido los escritos y los remitiera por sí mismo al castellano; con semejante procedimiento hizo patente que el acuerdo en que quedó a su presencia, de observar la debida armonía con el teniente de ese pueblo, fue solamente exterior, guardando los resentimientos para desahogarlos después”.63 Aunque dicho caso estuvo en conocimiento del virrey, éste no dio crédito a las denuncias y al igual que el teniente Mateo de Balmaseda reconvino a ambas autoridades que guardaran la debida armonía, pues de lo contrario actuaría como lo exige la justicia64

Evidentemente podríamos considerar que los principales denunciadores de los alcaldes mayores, corregidores y tenientes, en realidad se estaban disputando el disfrute de la

61 Real ordenanza de Intendentes, art. 12.62 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías y los alcaldes mayores novohispanos: un sistema de explotación de sus orígenes a la crisis de 1810", en BORAH, Woodrow, El gobierno provincial, p. 222.63 AGN, Judicial, Vol. 35, Exp 13, F. 16. Expediente sobre excesos del justicia de Tixtla y discordia con el párroco de Chilpancingo. México 2 de mayo de 1773.64 Idem.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

producción local. Esto nos queda aún más claro con la afirmación que realizó Juan Bautista Echarri, comerciante y minero de Oaxaca, cuando señala que

“los señores obispos y prelados de comunidades por informes apasionados de sus subalternos, que levantaron el grito, unos guiados de la codicia y otros dejándose llevar sencillamente de lo que oían a sus compañeros, que no cesaban de clamar contra los alcaldes mayores sin otra causa que la extracción de frutos que hacían de sus curatos, y porque no podían colectar para sí todo el producto de los pueblos de su administración. Uno de los que levantaron más la voz era un señor cura gran comerciante de grana que profesaba mucha amistad con el alcalde mayor, sus tenientes y los mercaderes, pero en llegando la cosecha de los frutos de los indios, declaraba guerra a todos en tanto grado, que procuraba desterrar del curato a los mercaderes, valiéndose de las repúblicas y gobernadores”.65

Como se puede ver la disputa por los beneficios del repartimiento no sólo se daba entre los comerciantes y las autoridades, sino también entraban en la escena los ministros de la iglesia.

Para este prominente minero oaxaqueño la decadencia económica del reino no provenía del establecimiento de las intendencias, ni menos en el cese de los repartimientos, sino fundamentalmente de la caída del trabajo personal de los indios, por lo que para remediarlo sólo requerían de un buen juez que los compeliera al trabajo; sin embargo consideraba que sí era necesario el repartimiento para obligarlos a trabajar, pues que este se reestableciera porque no había juez que quisiera “arrearlos” sin interés de por medio, y finalmente concluía su informe señalando que sólo bastaba “que vuelva el comercio de los justicias sin innovación de cosa para que las cosas tomen el semblante anterior, porque ellos cuando no sea por servir a Dios y sí por su codicia y utilidad como quieren sus contrarios, harán trabajar a los indios.. .66

Por ejemplo en la representación que realizó el presbítero de la ciudad de México Manuel Antonio de Sandoval, y que dirigió al rey Carlos III justo en el momento en el cual se trataba de justificar por qué era necesario hacer cambios en el gobierno de los reinos 65 66

65 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 135v. Informe de Juan Bautista Echarri al Virrey Marques de Branciforte, Oaxaca y noviembre 21 de 1791. La parte contraria a esta circunstancia la encontramos justamente en el informe del obispo de Oaxaca, por solicitud del alcalde mayor de Jicayán Dr. Don José de Ayala Matamaro quien le solicitó al obispo que diera cuenta de su porte y conducta de los cinco años que había ejercido su empleo en dicha jurisdicción, además de las buena conducta, recta administración de justicia, el orden y el establecimiento de escuelas. El obispo, no dejó de lado el hecho de que el alcalde mayor participó en la actividad comercial de la región y afirmaba que "nadie ignora que es [de] las más proporcionadas para sacar crecido caudal, aun procediendo con templanza como se portó el Dr. Matamoro. Pues ello es que entregó la jurisdicción y salió de ella pobre. Y qué sería la causa? yo no encuentro otra que la demasiada liberalidad y benignidad con los indios en los repartimientos y cobranzas; y dos incendios que padeció en sus almacenes de Xamiltepeque y Pinotepa del Rey, cuyos vestigios he visto, en que se quemaron muchos géneros, los vestidos de su uso y muebles de su casa". En este caso es evidente que la relación que se había generado entre el obispo y el alcalde mayor había sido muy buena incluso afirmaba el obispo que lo tenía en tan buen concepto que varias veces había actuado como árbitro a solicitud del mismo para dirimir diferencias entre jueces eclesiásticos. 6 de septiembre de 1785, AGN, Arzobispos y obispos, Vol. 1, Exp. 172, Fs. 246v- 247. El obispo de Oaxaca informa de la administración del alcalde mayor Dr. Matamoro.66 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 135v. Informe de Juan Bautista Echarri al Virrey Marques de Branciforte, Oaxaca, noviembre 21 de 1791.

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Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

americanos y en ese tenor debemos situar dicha representación ya que en ella aborda los abusos de los alcaldes mayores y sus tenientes y los perjuicios que causaba el repartimiento.67 Es por eso que podemos considerar que la imagen que proyecta el presbítero Manuel Antonio Sandoval de los tenientes que nombran los alcaldes mayores en sus jurisdicciones no es del todo correcta, pues afirmaba que

“Delegan su jurisdicción los alcaldes mayores o por mejor decir dan a varios con el título de tenientes repartidos por los pueblos de ella, que tal vez son unos muchachos ocupados en las tiendas de sus amos y sin más autoridad que la simple encomienda de éstos, ejercen la jurisdicción, ponen en la picota y azotan a los indios a todo trance y por su antojo, y todo va dirigido al fin de intimidarlos, gravarlos y hacer bien ellos su principal sin tener más que una jurisdicción imaginaria contraviniendo varias leyes de la Recopilación”.68

Afirmamos que la imagen que proyecta el presbítero Sandoval no aplica para todos los tenientes, ya que sin negar que muchos eran puestos por los fiadores de los alcaldes mayores, había otros que no necesariamente eran cajeros, sino que eran vecinos del lugar donde los nombraban, por lo tanto eran comerciantes, hacendados, mineros, militares y tenderos que tenían su propios medios de subsistencia, y que incluso los alcaldes mayores y después los subdelegados indicaban muchas veces que los habían nombrados de tenientes porque eran hombres de reconocido linaje y contaban con los medios para subsistir. Pues a diferencia de lo que sostendrá más tarde el consulado de comerciantes de la ciudad de México para justificar por qué eran necesarios los repartimientos, el presbítero sostenía que “son incompatibles los repartimientos de los alcaldes mayores y el alivio de los indios porque en ellos no versa la pública utilidad de éstos sino el particular interés de aquellos que se enriquecen, al paso que empobrecen a los indios, siendo tales repartimientos la causa original de las opresiones, extorciones y hostilidades que padecen estos miserables”.69

Sin duda antes y después del establecimiento de la real ordenanza de intendentes los tenientes y los gobernadores de indios fueron el medio por el cual se distribuían los géneros del repartimiento y por tanto se constituyeron en los operadores del sistema comercial.70 Tanto en el Perú como en Nueva España los mecanismos bajo los cuales funcionó el repartimiento de las mercancías fue semejante, pues en ambos reinos los caciques indígenas y los tenientes se constituyeron en una pieza fundamental Jürgen Golte señala cómo en cada pueblo se nombraban tenientes, quienes informaban “sobre la capacidad económica de cada unidad doméstica”, con lo que se definían los montos que se podía repartir.71

Los tenientes ejercían diversas actividades, pero en su mayoría se caracterizaron por estar directamente vinculados al sector comercial de diversas formas.72 Jeremy Baskes destaca 67 68 69 70 71 72

67 ARRIOJA DIAZ VIRUELL, Luis Alberto, "El abasto de una villa serrana", p. 16968 Ibid. p. 19169 Ibíd. p. 171.70 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías, p. 223.71 GOLTE, Jürgen, Repartos y rebeliones Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial, Perú, Instituto de Estudios Peruanos, 1980, p. 115.72 Horst Pietschmann en su estudio sobre el repartimiento en Puebla y Tlaxacala afirma que el repartimiento no era realizado directamente por los alcaldes mayores y corregidores sino por los "tenientes locales y tenientes generales" que junto con los comerciantes o aviadores, caciques locales y gobernadores de indios se encargaban de la entrega de la mercancía y su cobro dentro de los plazos

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la importancia que tuvieron los tenientes y auxiliares de alcalde mayor en la distribución de géneros, ganado y habilitación con dinero, así como en el cobro de las deudas. Además sostiene que por lo menos uno de los tenientes era nombrado por el aviador del alcalde mayor, y que regularmente éste era el teniente general, el cual se encargaba de vigilar que el alcalde mayor se condujera de la mejor manera en el manejo de los intereses del aviador.73 No siempre los tenientes generales fueron nombrados por los aviadores, sino que en varias ocasiones los mismos habilitadores o afianzadores ocupaban esos cargos desde donde, junto con los justicias, operaban todo el sistema del repartimiento. Pietschmann define a los justicias como “agentes de las grandes casas comerciales”.74 Los más beneficiados del sistema del repartimiento fueron los comerciantes del consulado de México, y más tarde el de Veracruz, los cuales a través de los subdelegados colocaban considerables cantidades de mercancía en las diversas jurisdicciones de la Nueva España.

El consulado de comerciantes realizó una representación de 23 puntos al virrey y a la Junta Superior de la Real Hacienda en la que explicaba por qué era necesario restablecer el repartimiento, ya que consideraban que causaba mayor daño a los indios “el dejar de hacerlos que el hacerlos”, pues afirmaba que “los repartimientos de los justicias son un mal necesario, y asentando las reglas del derecho, que lo que no es lícito en la ley lo hace lícito la necesidad”.75

En el tercer punto de la representación identificaban el aspecto que era el detonante del malestar por el repartimiento, el cual estaba directamente relacionado con los encargados de justicia

“El daño que se puede llamar el origen de los demás es que los encargados de la administración de justicia ejerciten el comercio en los territorios cuyos habitantes le están sujetos, porque el respeto con que los miran no les da valor para reclamar los precios excesivos, las calidades malas, las cobranzas tiránicas, las opresiones que no tienen otra medida sino la mayor o menor ambición de los jueces, encontrándose siempre los súbditos con la dificultad de quejarse a los superiores sin exponerse al riesgo de granjearse en los mismos jueces unos enemigos poderos... y en una palabra conviertan la vara de justicia, que el rey ha puesto en sus manos para la protección de los pueblos, en una espada de muchos filos que los aniquilen, encontrando el veneno en la misma fuente en que el soberano les ha puesto el antídoto”.76 73 74 75 76

establecidos. PIESTCHMANN, Horst, Antonlologías. Acomodos políticos, mentaldades y vías de cambio. México en el marco de la monarquía hispana, [Compilación de José Enrique Covarrubias y Josefina Zoraida Vázquez, México, El Colegio de México, 2016, p. 303.73 BASKES, JEREMY, Indians, Merchants and Markets. A reinterpretation of the Repartimiento and Spanish- Indian Economic Relations in Colonial Oaxaca, 1750-1821, Stanford, California, Stanford University Press, 2000, p. 22. Otros autores que abordan el repartimiento coomo una economía dirigida que estaba controlada por unos cuantos mercaderes. DEHOUVE, Daniéle, Entre el caimán y el jaguar, los pueblos indios de Guerrero, México, INI-CIESAS, 1994. p. 101.74 PIETSCHMANN, Horst, "Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía sobre Hispanoamérica colonial", en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, Tomo XL, 1997, pp. 47- 48.75 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 118v. Representación sobre repartimientp del consilado de comerciates a la Junta Superior de Real Hacienda.76 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 116-v. Representación sobre repartimientos del consulado de México a la Junta Superior de Real Hacienda y al virrey.

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El consulado de comerciantes proponía que se le permitiera a los subdelegados realizar los repartimientos, pero para que éste no fuera un monopolio comercial ejercido por los justicias se les permitiera a los particulares repartir, lo que implicaría que los intendentes estarían más vigilantes en el comercio que realizaran sus subordinados, y que les previnieran que se harían acreedores de penas y perderían el empleo si se oponían al comercio de los particulares.77 El consulado de comerciantes no concebía el restablecimiento del repartimiento como una actividad totalmente ajena a los justicias de cada una de las jurisdicciones por diversas razones: en primer lugar por la autoridad que representan los justicias ya que eran los únicos en ejercer presión especialmente sobre los indios para que pagaran en los tiempos establecidos, por tanto el reparto de alto riesgo como caballos, mulas, toros y yeguas, por ser un comercio de mayor inversión no lo podían hacer los comerciantes particulares confiando solamente en la buena voluntad o palabra de los indios de pagar, pues afirmaban que se contentaban con “mal comer y peor vestir sin aspirar a hacer fortuna”,78 por tanto nada les aseguraba que recuperarían lo invertido. Afirmaban que el reparto de ropa a los españoles pobres y castas era lo máximo que se atrevían a realizar los comerciantes particulares. Los indios y castas no pueden comprar al contado, “los únicos que pueden cobrar algo de lo que se fía a los indios y demás castas son los justicias de los respectivos territorios, porque el respeto con que los miran y las proporciones que tienen de estrecharlos, les obliga a ejecutar de mal grado lo que jamás hacen voluntariamente”.79

El informe del regente de la real Audiencia, Baltasar Ladrón de Guevara, hizo notar que los repartimientos eran necesarios para los indios debido al carácter de

“indolencia y abandono. si los repartimientos son absolutamente necesarios para que subsistan los subdelegados, no lo son menos para los indios y pobres, porque de otra suerte no pueden proveer y hace mayor su miseria careciendo de las cosas más necesarias para su subsistencia, cuales son las de su pobre vestuario, bueyes y mular para el cultivo de sus tierras, y lo que utilizan con sus fletes”.80

Evidentemente la postura del regente de la real Audiencia coincidía de forma clara con el planteamiento de los comerciantes de la ciudad de México, quienes consideraban que el crédito era indispensable para que las economías de los pueblos de indios se articularan con el mercado regional, nacional e internacional, en el caso de los productos que se exportaban. El repartimiento articulaba las economías indígenas con los mercados, “el indio no tiene con que comprar de contado ni la mula ni el toro, ni el vestido humilde que usa, ni con qué habilitar el cultivo, ni con que hacerse de las materias primeras para los tejidos y demás operaciones de su industria”.81 Desde esta perspectiva se puede observar entonces cómo el repartimiento en sus distintas modalidades incentivaba la producción, es por eso que David Brading, entre otros, considera que “la supresión de los repartimientos había minado la 77 78 79 80 81

77 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 130, Consulado de México, 24 de noviembre de 1794. El marqués de Santa Cruz, Tomas Domingo de Acha, Francisco Lama de Santa María.78 Ibid. F. 117.79 Ibid. F. 115.80 Brading, Dabid, Mineros y comerciantes, p. 125. AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 103-104. El informe del regente Baltazar Ladrón de Guevara estuvo constituido por 50 puntos en los cuales expuso su dictamen sobre el repartimiento de los subdelegados. México Octubre 8 de 1794.81 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Fs. 122.

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estructura del comercio interno”82 y por tanto el repartimiento puede verse como el articulador de la economía del mercado indígena. Autores como John Chance señalan cómo “el efecto del monopolio de los repartimientos en el distrito de Villa Alta, fue la integración de la población indígenas al proceso de expansión de la colonia al mercado mundial, a través de la coerción política”.83 Para que el sistema del repartimiento en dinero, géneros y ganado, funcionara requería de la coacción política y no se concebía de otra manera.84 El consulado de comerciantes estaba bien entendido de que los subdelegados y sus tenientes ejercían una coerción institucionalizada sobre la población que emanaba de la autoridad que ejercían como justicias en sus distritos y dicha postura se sintetiza en los planteamientos de Rodolfo Pastor al señalar que se trataba de la “autoridad extraeconómica: judicial y política” que ejercían los alcaldes mayores, y que de igual manera funcionó con los subdelegados, pues aprovechaban su autoridad como funcionarios del rey para ejercer presión sobre la población y cumplieran con los compromisos económicos que adquirían.85

Muchos de los planteamientos que se dieron en torno a la factibilidad de que se continuara con los repartimientos era contrastante pues algunos intendentes, como el de Oaxaca, Yucatán y Veracruz, donde el repartimiento tenía mayor cabida, consideraban que era necesario que dicho sistema continuara; en cambio los intendentes de Valladolid y Puebla, donde este sistema no tenía tanto impacto, eran del sentir que de forma definitiva el repartimiento se proscribiera. Por ejemplo, en el informe sobre los repartimientos que realizaron, el intendente de Valladolid informó que en su provincia con algunos corregidores y alcaldes mayores se había realizado repartimiento de ganados y algunos géneros y que éste era de muy poca consideración. Jason Lee Ward afirma que en la provincia de Michoacán prevaleció el repartimiento del ganado porque formaba parte de la cultura que introdujeron los españoles y que este estuvo vigente durante todo el periodo colonial.86 Desde noviembre de 1794 la Junta Superior determinó que se quitara la prohibición del repartimiento, aspecto que quedó formalmente establecido en 1795 cuando el virrey Branciforte llamó a una junta que se formó con seis jueces de la Audiencia, la cual apoyó la resolución de la Junta Superior,

82 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 125. Margarita Menegus es otra de las autoras que encontramos dentro de esta postura en la que el repartimiento con todos sus aspectos negativos tuvo un papel fundamental en la forma en que la economía de los pueblos de indios logró articularse al fomentar la producción y circulación de bienes en torno al monopolio comercial que ejercieron los comerciantes a través de los subdelegados y sus tenientes. MENEGUS, Margarita "La economía indígena y su articulación al mercado en la Nueva España. El repartimiento forzoso de Mercancías", en Margarita Menegus, El repartimiento forzoso de mercancías en México, Perú y Filipinas, México, Instituto de investigaciones Dr. José María Luis Mora, Centro de Estudios sobre la Universidad-UNAM, 2000, pp. 9- 64.83 John Chance, La conquista de la sierra, españoles e indígenas de Oaxaca, p 193.84 Robert Patch y Beatriz Cáceres a igual que Woodrow Borah y Jemery Basquezentre otros sostienen que el éxito del cobro de los repartimeintos se debió al poder político que representaban los alcaldes mayores, corregidores, subdelegados y sus tenientes. PATCH, Robert W. y CÁCERES MENÉNDEZ, Beatriz, "The Repartimiento and Indigenous Peoples", p. 125.85 PASTOR, Rodolfo, "El repartimiento de mercancías", p. 225.86 WARD, Jason Lee, Unpacking the Mule: Cultures the Consumption and the Repartimiento de Mercancías in Late Colonial Michoacán, Tesis de Doctororado of Philosofhy, University of California Riverside, junio 2001.

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quedando así formalmente restablecido el repartimiento, aunque éste nunca dejó de efectuarse en aquellas provincias donde tenía un fuerte arraigo.87

La contravención del artículo 12 en lo relacionado al repartimiento en la intendencia de Oaxaca llevó a que el virrey Revillagigedo emitiera una real orden de 24 de noviembre de 1790 y 13 de mayo de 1791 en la que prohibía que los subdelegados realizaran repartimiento en sus jurisdicciones, y por tanto se mandaba que se observara el artículo 12.88 En una de las denuncias que se hicieron porque en Oaxaca se continuó con la práctica del repartimiento a través de compañías de comercio, Brian Hamnett señala que al subdelegado se le darían 500 pesos de ganancia de los cuales pagaría 150 al teniente general. La muestra clara de que el sistema del repartimiento había continuado es que el mismo autor señala cómo en Jicayan el subdelegado para asegurar el repartimiento “ya había arrendado los principales tenientazgos como preámbulo a sus operaciones comerciales”.89 Regularmente se ha dicho que los beneficiados del repartimiento forzado fueron los indígenas, sin embargo en los expedientes donde se incluyen certificaciones o contratos por escrito nos deja en evidencia que además de los indígenas y castas, los curas y españoles pobres, y todo aquél que se encontrara en condiciones económicas vulnerables y se viera precisado en adquirir alguna cabeza de ganado, entraba en las condiciones comerciales bajo las cuales se efectuaba el repartimiento. En la averiguación que sobre el repartimiento de mulas y caballos que realizaba el subdelegado de Temascalpetec, Ángel Casaval, quedó en evidencia cómo el cura adquirió dos mulas a 45 pesos cada una y se obligó a pagarlas en los mismos plazos que lo hacía cualquier hijo del pueblo, por lo que se vio obligado a cubrir la deuda en dos plazos de seis meses y sin ningún descuento como pretendía. Otro de los aspectos interesantes es cómo los subdelegados buscaron los mecanismos para colocar los repartimientos, pues se decía que Casaval había dejado parte de las mulas con un hacendado, el cuál las vendería en nombre del subdelegado.90

Este tema tan complejo por todas las aristas que presenta, simplemente en los mecanismos bajo los cuáles muchas veces se condicionaba el actuar de los subdelegados para que participara y permitiera el repartimiento. Mucho se ha dicho cómo la fianza fue un elemento fundamental a través del cual se posibilitaron los repartimientos, puesto que eso condicionaba al subdelegado para que los comerciantes decidieran sobre quiénes serían los tenientes que ocuparían dichos cargos, ya que se constituían en los agentes comerciales por excelencia. En 1799 el subdelegado de Nexapa, Juan José Ruiz, nombró de encargado de justicia a Nicolás Larrumbe, de oficio comerciante, quien comerciaba con frutos y géneros del país y de Europa el subdelegado afirmaba que era el único del que se podía valer para dejar la administración. El encargado de justicia Nicolás Larrumbe solicitó al virrey que no se le pusiera embarazo para continuar con sus comercios y cobrar las deudas que tenía distribuidas en la jurisdicción por ejercer el empleo de encargado de justicia.91 La actividad comercial que realizaba no era otra cosa que el repartimiento, pues se decía que

87 BRADING, David, Mineros y comerciantes, p. 126.88 AGN, Subdelegados, Vol. 51, F. 302. Sobre repartimientos.89 HANMETT, Brian, Política y comercio, p. 139.90 AGN, Subdelegados, Vol. 13: Información recibida por don Fernando García de la Madrid encargado de la subdelegación de Temascaltepec, Mayo 2 de 1806.91 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 4, Fs. 25v, 27. Dictamen del Fiscal Borbón, México, 18 de julio de 1799.

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“tiene en la jurisdicción distribuido algún caudal ya en mulas que ha vendido fiadas, en granas cuya paga se le ha de hacer en tiempo de cosechas y en otros efectos, que en igual conformidad ha expedido como lo hacen todos los que pueden en el reino, acomodándose por necesidad, con las escasas fuerzas de los compradores, para irles cobrando en cortos abonos parciales”.92

De igual forma solicitó ante el señor intendente que no permitiera que por ese cargo provisional de encargado de justicia se le pusiera impedimento en sus comercios, manteniéndolos no obstante en la libertad que gozan los demás comerciantes. El fiscal de lo civil Borbón determinó que no podía concedérsele la solicitud de Larrumbe, “no tanto por el motivo de estar proscritos los repartimientos en los jueces como lo indicó el señor intendente de Oaxaca... sino por las estrechas prohibiciones de las leyes 54 y siguientes, libro 2° tít. 16 y 47, libro 5, título segundo de la Recopilación de Indias, en que “no se permiten a los mismos justicias, aun los comercios que son lícitos en otros” y se mandó que si Larrumbe quería continuar ejerciendo el cargo de justicia debía separarse interinamente de la actividad comercial o bien separarse del cargo.93 A diferencia de la postura del fiscal Borbón, el asesor general del virrey exponía que las prohibiciones que expresaba el fiscal “acerca de que los justicias y sus tenientes no puedan comerciar, pero esta prohibición como odiosa no debe extenderse a los tenientes de justicia que no sean perpetuos o duraderos en el destino por el tiempo de los que los nombren, a que parece se contraen las decisiones de las leyes, y no a los temporales y momentáneos o verdaderamente encargados por acaso, de la administración de justicia, como don Nicolás Larrumbe”.94

La postura del asesor general comisionado era justamente que al nombrar encargados de justicia con arraigo en la jurisdicción se aseguraban de mejor forma las rentas y la recaudación de tributo. La decisión final favoreció a Larrumbe, por lo que se determinó que éste podía proseguir con sus comercios y de encargado de justicia. En consecuencia el agente de negocios Tomás Antonio Paradela, en representación de don Antonio de la Cantolla, manifestó que su parte seguía autos en el superior gobierno contra don Juan José Ruiz, subdelegado de Nexapa, y contra su amo y teniente general Don Nicolás Larrumbe sobre capítulos de repartimiento. De dicho expediente se desprendió que el encargado de justicia era un importante comerciante de Veracruz, y que fue a través de él que se le consiguió la subdelegación a Juan José Ruiz, “Larrumbe es vecino y del comercio de Veracruz, Ruiz era su cajero o dependiente, consiguió para éste la subdelegación de Nexapa. Se hizo su teniente general y con esta investidura han hecho cuantiosos repartimientos, todos con el caudal de Larrumbe”.95 En 1807 el intendente de Puebla apelaba a que se observara la real cédula de 7 de abril de 1800 y que se apegaran estrictamente a lo estipulado el artículo 12 de la Real ordenanza de Intendentes de 1786 en cuanto a la prohibición del comercio y repartimiento de los subdelegados.96 92 93 94 95 96

92 Idem.93 Ibid. Fs. 28v.94 Ibid. Fs. 29. Dictamen del Asesor general Guillen, México, 9 de septiembre de 1799.95 AGN, Subdelegados, Vol. 65, Exp. 4, fs. 33-33v. (1800).96 AGN, Indiferente virreinal (Reales Audiencias), Caja 161, Exp. 33, F. 1. Intendente de Puebla sobre que se respete el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes. 6 agosto de 1807.

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6.6 Los últimos años de los tenientes

Varios autores como Ortiz Escamilla y José Luis Alcauter Guzmán han mostrado la importancia que tuvieron los subdelegados para mantener el control y la lealtad de los pueblos que estaban bajo su jurisdicción, incluso estos mismos individuos tuvieron mucha importancia al formar parte de los bandos insurgentes.97 Sin embargo, debido a la inseguridad, muchos de los subdelegados abandonaron sus jurisdicciones y se trasladaron a los lugares que les ofrecían mayor estabilidad y confianza para dejar a sus familias. Ante la ausencia de los subdelegados el vacío de poder y autoridad fue ocupado por los tenientes de subdelegado, quienes se constituyeron en los representantes del poder real pues justo en las jurisdicciones en las que la presencia de los rebeldes insurgentes era fuerte era necesario contar con una autoridad que les diera cierto respaldo a los vecinos y que éstos no se sintieran completamente abandonados por los justicias. En 1811 Manuel Antonio de Arce, subdelegado de Temascaltepec propuso como encargado general a Manuel de la Falla y Oruña de su cuenta y riesgo, ya que él se había trasladado con su familia a Valladolid donde servía en la compañía provincial de Michoacán, y ante la negativa de Falla y Oruña para ocupar dicho empleo éste recayó en don Juan Antonio de la Cueva, el cual no fue aceptado por los vecinos.

El teniente de Tejupilco, jurisdicción del real de Temascalpetec, José Fernández Calderón, informaba que después de que las tropas del rey encabezadas por el comandante de armas don Juan Bautista de la Torre derrotaran a las gavillas, lo restituyó a su empleo del cual se le había despojado por los insurgentes (pues informaba que lo habían hecho reo de pena capital por haber reunido hombres para hacerles frente y por negarse a entregar el archivo del juzgado ni auxiliarlo, y en la conducción hacia Valladolid escapó junto con otros prisioneros).98 En 1818 el subdelegado de Pánuco y Tampico, Antonio de Piedrola, envió una representación al gobernador e intendente de Veracruz informándole que no había sujetos que quisieran ocupar el empleo de encargados de justicia, pues afirmaba que en la provincia se había acostumbrado que los subdelegados nombraran encargados de justicia en cada uno de los pueblos que comprendían esa demarcación, de igual manera indicaba que él estaba en contra del sistema bajo el cual se hacían dichos nombramientos ya que hasta el día se había experimentado que los sujetos que se habían elegido sólo velaban por sus intereses y vivían a costa de la población. Afirmaba que los tenientes eran necesarios para asegurar que los vecinos vivieran en paz y tranquilidad, sin embargo planteaba que los nulos beneficios que les generaba este tipo de empleos propiciaba que no encontrara quien quisiera ocupar dichos empleos, y los que consideraba eran lo suficientemente honrados como para ejercerlo, simplemente se excusaban o lo aceptaban para quedar bien con el subdelegado, pero al poco tiempo renunciaban al mismo.

Lo interesante de este expediente fue la propuesta que se generó para cubrir el vacío de autoridad que propiciaba la carencia de tenientes o de encargados de justicia, pues

“resultando ser general este bien, desearía que vuestra señoría me ordenase que como una carga concejil celará por un año entre todos los vecinos el encargo de justicia y de este modo nadie se negará, a vista de su superior determinación dirigida al buen orden y felicidad de los

97 ORTIZ ESCAMILLA, Juan, Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México, 1808-1825, México. El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2014.98 F 122. México, 1811.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

pueblos. Yo creo que para hacer la elección anual de tal encargo de justicia convendría que el que ha de salir asociado con el párroco y de los vecinos que vuestra señoría tenga a bien prevenirme, se congreguen y propongan tres sujetos y recibiendo votos secretos quede nombrado para servir el empleo el que saliere con el mayor número de e l lo s .”.99

Aunque la propuesta del subdelegado parecía buena, la respuesta del asesor de la intendencia de Veracruz fue que dicha proposición pasara a consideración del virrey debido a la naturaleza y delicadeza del asunto, ya que se podrían presentar “discordias u enemiga que engendrará la parcialidad, con el otro de que siendo de los propios los tenientes, usaran de sus facultades abusivas con sus parientes y amigos que se hace preciso precaver”.100 Incluso el fiscal de la Audiencia concordaba con la postura del asesor, pues afirmaba que el nombramiento de los vecinos como encargados de justicia podía traer inconvenientes graves, por lo que se podía dar origen a la formación de partidos y bandos, el celo, la rivalidad, la predilección de los electos, encenderían el fuego de la d is c o rd ia .”.101

El segundo gran momento político que afectaba el empleo de los tenientes de subdelegados se dio en 1812 con la jura de la Constitución política de la monarquía española, pues en ella se establecía la erección de los ayuntamientos constitucionales, lo que modificaba el funcionamiento de las instituciones del gobierno local. Con la promulgación de la constitución de Cádiz se estableció la derogación de las repúblicas de indios, y en su lugar se establecerían ayuntamientos constitucionales como el nuevo modelo de gobierno diseñado por la constitución de C á d iz .102

El establecimiento de los ayuntamientos constitucionales en Nueva España fue muy difícil de realizar ya que el movimiento insurgente no posibilitó que se pusieran en práctica: por ejemplo, en Valladolid el intendente Manuel Merino en 1813 escribió al virrey Félix Calleja informándole que haría cumplir la orden de suprimir los tenientes, gobernadores, alcaldes y demás oficios de justicia de los pueblos, pero sobre todo indicaba que ésta se llevaría a cabo en la medida en que el territorio fuera recuperado por las fuerzas realistas

“Haré cumplir y circularé a los pueblos de esta provincia a medida que se vayan desembarazando de insurgentes la orden de Vuestra Excelencia de 12 de mayo sobre que queden suprimidos los tenientes o encargados de justicia de los pueblos que tienen los subdelegados, como también los gobernadores, alcaldes y demás oficiales de república de indios según se vayan estableciendo los nuevos ayuntamientos.”103 99 100 101 102 103

99 AGN, Subdelegados, Vol. 42, F. 357v. El de Tampico sobre no hallar sujetos aptos en quienes puedan recaer los nombramientos de encargados de justicia de los pueblos de su jurisdicción, Pueblo viejo, 25 de junio de 1818.100 AGN, Subdelegados, Vol. 42, F 358. Veracruz, julio 29 de 1818.101AGN, Subdelegados, Vol. 42, F. 361v. El de Tampico sobre no hallar sujetos aptos en quienes puedan recaer los nombramientos de encargados de justicia de los pueblos de su jurisdicción. Pueblo viejo, 25 de junio de 1818,102 LIRA, ANDRÉS, Comunidades indígenas frente a la ciudad de México, Tenochtitlan y Tlatelolco, sus pueblos y barrios, 1812-1919, México, El Colegio de México, segunda edición, 1995, p. 23.103 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 3012, Exp. 5, F 2. Respuesta del intendente de Valladolid sobre supresión de tenientes, gobernadores, alcaldes y demás oficios de los pueblos, 27 de agosto de 1813.

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Interrelación de los tenientes con los diferentes sectores sociales

La constitución de Cádiz sólo se juró en Valladolid, lo cuál no se pudo efectuar en las subdelegaciones que se encontraban incomunicadas por la presencia de los insurgentes. Carlos Juárez señala que 20 subdelegaciones estaban incomunicadas, y que libres sólo se encontraban Valladolid, Charo, Zinapécuaro y Zamora.104 La inoperancia de la constitución de Cádiz posibilitó que los tenientes de subdelegado siguieran figurando en la escena política y administrativa del gobierno provincial por lo menos casi una década más.

Durante el conflicto armado de la guerra de independencia fue muy difícil poner en funcionamiento los ayuntamientos constitucionales como lo establecía la constitución de 1812, y fue hasta finales de 1820 que en diversos pueblos de las subdelegaciones los tenientes, por orden de los subdelegados, convocaron a los vecinos para que se reunieran en las casas consistoriales para realizar las elecciones e instalar los ayuntamientos, por lo que a pluralidad de voto eligieron a los electores que ocuparían los diferentes cargos, y más tarde ante el mismo teniente hacían el juramento de hacer guardar la Constitución Política de la monarquía española, acto que concluía en la iglesia con el canto del Tedeum.105 Con ese acto solemne de acción de gracias de manera formal desapareció de la escena política la figura del teniente de subdelegado, como claramente lo expresó José Antonio Hinojosa, teniente del subdelegado de Pátzcuaro, al licenciado Don José Cayetano Molina cuando se erigió el ayuntamiento de Ihuatzio, “y yo el presidente en atención a lo que me tenía prevenido el referido señor subdelegado en orden que se me comunicó de 23 de octubre del próximo año pasado cesé en las funciones de subteniente y entregué el bastón al señor alcalde n o m b rad o .”.106 Con la aplicación de la Constitución de Cádiz los tenientes de subdelegados dejaron de formar parte de la administración provincial, dando paso así a una nueva forma de organización política que se había pospuesto a causa del movimiento insurgente.

Conclusión

Evidentemente para ejercer el empleo de teniente no sólo bastaba tener la disposición de aceptar un empleo, pues hemos venido observando a lo largo de la investigación que no sólo se trataba de un acto de voluntad, sino incluso de tener un cierto aplomo y capacidad de negociación. Quienes ejercían los empleos de tenientes gozaban de una situación privilegiada y de respeto en cada uno de los tenientazgos, por lo tanto se consideraba que ese era un elemento que posibilitaría con mayor facilidad hacer obedecer y ejecutar los mandatos de los subdelegados. Entre los diferentes grupos sociales se detectó un importante problema con el que tuvieron que lidiar los tenientes, y fue precisamente la subordinación de los diferentes sectores sociales, los cuáles no siempre consintieron de buena manera aceptar la autoridad de los tenientes al considerar que no tenían una autoridad superior a la de ellos.

104 JUÁREZ NIETO, Carlos, El proceso político de la independencia en Valladolid de Michoacán 1808-1821, Morelia, UMSNH, Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, 2008, p.145. JUÁREZ NIETO, Carlos, Guerra, política y administración en Valladolid de Michoacán: La formación profesional y la gestión del intendente Manuel Merino, 1776-1821, Morelia, Secretaría de Cultura de Michoacán, 2012, p.383.105 AGN, Indiferente Virreinal, 1820, Erección del ayuntamiento constitucional de Higuatzio, 1 enero de 1821, Tzintzuntzan- Pátzcuaro, Caja 5269, Expediente 007 (Ayuntamientos Caja 5269), fs. 169-170.106 AGN, Indiferente Virreinal, Caja 5269, Expedientes 007, Fs. 169-170. Tzintzuntzan- Pátzcuaro, Ayuntamientos, 1820.

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Los tenientes de justicia en la administración provincial novohispana

En el caso particular de los indios, se podría plantear que era natural que se opusieran a su autoridad, ya que eran unos abusivos y cometían una cadena interminable de excesos que atentaban contra el bienestar del vecindario. Sin embargo, en muchos casos la resistencia a la autoridad de los tenientes, e incluso de los subdelegados, no tenía nada que ver con lo señalado, sino con un asunto sí de resistencia a aceptar la autoridad del juez real, pero más encaminado a una política de defensa de la autonomía del gobierno indígena, la cual se hizo más palpable a partir de 1787 con la aplicación de la ordenanza de intendentes, que fue el momento culmen de muchos de los proyectos reformistas, pero a la vez fue un parteaguas para el gobierno indígena, pues vieron ampliamente reducidos sus privilegios frente a una política que pretendía ejercer mayor control sobre la población y sus recursos. En ese contexto de lucha de los pueblos de indios por recuperar parte de sus privilegios es que debemos entender la tendencia constante de rechazo hacia los tenientes, incluso de acusarlos de hacer mal manejo de los bienes y favorecer el que se les despojase de sus propiedades.

El conjunto de acciones esporádicas, individuales y colectivas, estaban encaminadas justamente a hacer notar que los pueblos de indios no querían más autoridad que las de sus gobernadores. Aunque también es importante apuntar que no siempre las resistencias obedecían a una expresión de lucha sistematizada sino que respondía más bien a una rebeldía mal entendida, donde bajo los influjos de las bebidas embriagantes se cometían excesos contra las autoridades, lo que quedaba en faltas de respeto, las cuales eran castigadas con penas mínimas como la cárcel. Regularmente, cuando se presentaban casos de falsas calumnias contra los tenientes, obedecía más a situaciones personales y animadversiones en las cuales se buscaba por todos los medios que se removiera a los tenientes de sus cargos. Pero si pensamos en pueblos como Tzintzuntzan, las expresiones de resistencia toman otra dimensión ya que por siglos defendieron la autonomía y privilegios que les fueron arrebatados, es por eso que el devenir de dicha ciudad estuvo marcada por una prolongada lucha de oposición a la autoridad de los alcaldes mayores, alcaldes ordinarios, subdelegados y tenientes de Pátzcuaro, ya que no querían reconocer más autoridad que la de su gobernador. Decíamos que este tipo de resistencia toma otra dimensión porque se trató de un proyecto y una aspiración política que se mantuvo vigente por generaciones y que pretendían auto gobernarse. Si bien es cierto que los tenientes formaban parte de los grupos sociales mejor posesionados de las provincias, sin embargo esa misma posición llevó a que los españoles y dependientes cuestionaran la autoridad de los tenientes, especialmente en aquellas situaciones en las cuáles se afectaban los intereses personales. El poder económico y político de los vecinos españoles fue lo que llevó a que en determinados momentos se vilipendiara la autoridad de los tenientes.

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Conclusiones

En el transcurso de la investigación pudimos observar que los tenientes tuvieron una importancia fundamental en el funcionamiento de las alcaldías mayores, corregimientos, gobernaciones y subdelegaciones ya que fueron el medio a través del cual las autoridades provinciales lograron hacer llegar la autoridad real a los vecinos de su jurisdicción, en especial en aquellos espacios que estaban más distantes de la cabecera, donde la presencia de las autoridades se diluía. Los ministros reales estuvieron inmersos en una cultura de la delegación de facultades, por lo que otros en su nombre ejercían parte de las atribuciones y responsabilidades a las que estaban obligados. Sin embargo, y como se había señalado desde el primer capítulo, la figura de los tenientes no fue una innovación de las autoridades de los reinos americanos, ya que ésta existía en la península por lo menos desde mediados del siglo XIV; los tenientes ya formaban parte del andamiaje de la administración de los reinos peninsulares, sin embargo no está de más volver a insistir en que no se trató de una mera réplica de los tenientes castellanos ya que en el desempeño de sus funciones tuvieron diferencias sustanciales. En primer lugar al hablar de los tenientes, y como bien lo decía Francisco de Bobadilla, éstos eran hombres de “ciencia y experiencia” ya que su principal función era de la fungir como asesores de los corregidores en las causas civiles y criminales, por tanto eran hombres de letras con conocimiento en derecho. Sin embargo ya muy entrado el siglo XVIII a los tenientes, también se les confirieron funciones de gobierno, por lo que en los juicios de residencia, al igual que a los corregidores, de forma minuciosa se indagaba sobre la acción de los tenientes, y los interrogatorios estaban conformados por amplios cuestionarios encaminados a establecer la forma en que dichos tenientes habían desempeñado sus funciones, con lo que se determinaría si éstos eran aptos o recomendables para volver a ejercer dichos empleos.

En cambio en América el perfil de los tenientes fue completamente diferente en el sentido de que casi en su totalidad fueron, al igual que sus superiores, considerados hombres de capa y espada ya que no tenían formación jurídica, y al provenir en su mayoría de las mismas jurisdicciones donde ejercían el cargo, lo más común fue que tuvieran los conocimientos necesarios para el desempeño de sus actividades, por tanto suponemos que tenían la instrucción necesaria para llevar ciertos negocios particulares, pero que no tenían conocimientos en legislación, a excepción de los alcaldes ordinarios, que incluso tenían carreras de abogados y que ejercieron el empleo de tenientes generales, los cuales por formar parte de la élite tenían una mejor preparación. Pero en todo caso, aunque contaran con los conocimientos jurídicos, de acuerdo a la función que desempeñaban los tenientes en América no fungían como asesores.

Los tenientes en ningún momento se constituyeron en verdaderos jueces aunque se les diera la denominación de justicias. Poniendo en perspectiva la acción de los tenientes, podemos considerar que en términos reales en su calidad de auxiliares ejercieron de hecho las funciones y atribuciones de los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores, sin perder de vista las limitaciones que sus propios superiores les pusieron, ya que si bien había una tendencia a delegar atribuciones, lo cierto es que ni los alcaldes mayores ni los subdelegados tuvieron la disposición de otorgarles todo el poder, y mucho menos de conferirles facultades ilimitadas.

Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos justamente en el desarrollo del trabajo fue al tratar de hacer una tipología de los tenientes, sobre todo al considerar quiénes

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Conclusiones

eran los tenientes y el tipo función que ejercían. Woodrow Borah hacía una primera distinción al considerar que los tenientes eran aquellos que tenían un nombramiento formal con aprobación del superior gobierno, mientras que los que eran nombrados sólo de palabra se les podía considerar como meros encargados de justicia. No obstante, en el análisis de la información, nos dimos cuenta que a diferencia del nombramiento de alcaldes mayores y corregidores, el problema central estriba en que no había lineamientos fijos que establecieran de forma certera la manera en que los alcaldes y subdelegados podían hacer los nombramientos, ya que en las leyes de Indias se les facultó para que nombraran, pusieran y removieran tenientes con causa justificada, en ese sentido el nombramiento de los tenientes particulares tuvo un carácter más informal.

Los tenientes generales fueron los que tuvieron un carácter más formal, especialmente aquéllos que ejercieron sus empleos en las ciudades y villas que contaban con su cabildo ya que en esos espacios había una importante lucha por el poder local. Pero a la vez la confirmación de los nombramientos de tenientes se constituyó en la garantía de los propios tenientes para no ser cesados de sus empleos de forma arbitraria. Es por eso que nos hemos planteado que para los gobernadores, alcaldes mayores, corregidores y subdelegados, la designación que hacían de los tenientes particulares, los cuales en su mayoría no eran confirmados, quedaban en una relación personal entre el teniente y los alcaldes mayores, en realidad esta la podemos pensar como parte de una estrategia de estos jueces, pues de esa forma podían ejercer mayor poder sobre los tenientes e incluso moverlos a su antojo, en todo caso era más conveniente para ellos tener tenientes sin la respectiva confirmación ya que eso incrementaba la cuota de poder que podían ejercer sobre sus subordinados.

Ante la pregunta sobre ¿a quiénes se les podía considerar como tenientes? la respuesta más inmediata sería a los tenientes que contaban con la confirmación del superior gobierno, entonces ¿a los que no cumplían con dicho requisito no se les podía considerar como tales?, quienes de hecho ejercían las mismas funciones que los tenientes confirmados. En todo caso podemos señalar que en el discurso de los alcaldes mayores y corregidores percibimos ciertas contradicciones: en primer lugar porque cuando se referían a sus auxiliares se dirigían a ellos como tenientes, pero cuando se trataba de pagar derechos o impuestos formaban todo un discurso para justificar que no eran tenientes, sólo comisarios o encargados de justicia, lo que de entrada denota toda una intencionalidad por parte de los jueces que era justamente la evasión del pago de la media anata que generaban por los nombramientos.

Los alcaldes mayores y corregidores tuvieron la costumbre de delegar sus responsabilidad y de ejercer sus empleos a través de terceros, es por eso que especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII se advirtió una política generalizada de terminar con el ausentismo de las autoridades provinciales y lograr que los jueces permanecieran en sus lugares de residencia, pues se trataba de evitar muchos vicios. Estas medidas llevaron justamente a que en 1759, el virrey marqués de las Amarillas solicitara informes a los alcaldes mayores, corregidores y curas sobre el lugar de residencia, el número de tenientes que nombraban, y las razones por las que fue necesario nombrarlos. De dichos informes se desprendió que la mayoría de los ministros reales nombraban tenientes, y la razón principal por la que se les nombraba era la distancia que había entre los pueblos y la cabecera, y otro aspecto importante que se desprendió de esta información fue que eran necesarios para guardar el orden de las jurisdicciones y evitar los delitos que se pudieran cometer. Los corregidores y los alcaldes mayores dejaron claro que los tenientes eran necesarios para salvaguardar la paz y el orden de sus jurisdicciones, ya que ante la ausencia de los titulares se

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Conclusiones

habían convertido en los ojos y los brazos del alcalde mayor, y por tanto eran los responsables de dar cuenta inmediatamente de los que sucedía en cada uno de los tenientazgos.

Los cambios que se proyectaron con el establecimiento de las intendencias no tuvieron el efecto esperado, mucho menos se logró erradicar muchas de las prácticas que en antaño realizaban los alcaldes mayores y que fueron severamente criticadas por el visitador José de Gálvez, el marqués de Croix, y más tarde el fiscal de la Audiencia de México, Ramón de Posada y Soto, quienes bajo diferentes argumentos planteaban que había una inoperancia en el gobierno provincial. Las expectativas que se habían puesto en el sistema de intendencias fueron muchas pues se proyectaban cambios sustanciales que innegablemente sí los hubo, sin embargo en el plano del gobierno provincial no se percibió el mismo impacto: el establecimiento de las intendencias y subdelegaciones representó una reconfiguración política y jurisdicciones mejor delineadas y visibles para las autoridades y subalternos. No obstante, en todas aquellas jurisdicciones donde la reforma no se aplicó, la población y las autoridades no alcanzaron a hacer los respectivos cambios pues prácticamente siguieron operando de la misma manera, puesto que no hubo reajustes en los territorios. Ese estado de conservación del orden fue uno de los elementos que llevó a que el sistema de tenientazgos no se viera afectado y que siguiera funcionando normalmente, incluso podríamos decir sin interrupciones.

Debido a la forma en que comenzaron a funcionar las subdelegaciones podemos considerar también se favoreció la continuación de ese sistema: la real ordenanza de intendentes había comenzado a operar desde 1787, y al mismo tiempo funcionaban alcaldías mayores y subdelegaciones, y por tanto, aunque en la Ordenanza de Intendentes en su artículo 12 se establecía la supresión de los tenientazgos, a los alcaldes mayores no se les exigió que aplicaran dichas disposiciones ya que dichas jurisdicciones continuaron funcionando bajo el esquema del sistema anterior, por lo que siguieron operando a través de los tenientes y otro tipo de reformas obviamente sí se observaron como el arrendamiento de las tierras de comunidad, entre otras. Por tanto, al darse el cambio de autoridades, los nuevos subdelegados inmediatamente nombraron tenientes de la misma manera que lo habían sostenido sus antecesores y ésta podemos considerar fue una de las razones fundamentales por la cual se lograron mantener los tenientazgos.

El segundo elemento que es importante destacar, y que tiene que ver justamente con algunos de los aspectos que ya habíamos mencionado más arriba, es que al no darse una reducción de la jurisdicción territorial que comprendían cada una de las subdelegaciones, al conservar la misma extensión territorial, e incluso al conservar los corregimientos y alcaldías que en algún momento se les había agregado, fue otro de los factores que llevó a que los subdelegados administraran los pueblos más distantes a través de los tenientes, ya que no podían administrar un vasto territorio por si solos, por tanto requirieron inmediatamente de los ya conocidos auxiliares. Además de las distancias y extensión de las subdelegaciones, otro de los principales problemas a los que se enfrentaron los subdelegados fue el que no se había establecido en quién recaería las sustituciones en sus ausencias o enfermedades. Todos estos aspectos, además de la falta de salarios, lo corto de los tributos, las judicaturas y derechos de otros ramos de hacienda, fue lo que no posibilitó que el artículo 12 de la ordenanza de intendentes se aplicara al pie de la letra, y a la vez fueron los elementos que llevaron a replantear la necesidad de que se restableciera el nombramiento de tenientes o encargados de justicia, término que se generalizó especialmente a partir de 1791 cuando se acordó por punto general que los subdelegados nombraran encargados de justicia en sus ausencias y

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Conclusiones

enfermedades. Pues así como se restableció el nombramiento de tenientes, de igual manera se hizo con el repartimiento, y los tenientes siguieron siendo uno de los eslabones principales de su operatividad en las diferentes jurisdicciones.

Al plantearnos la pregunta ¿el establecimiento de intendencias trastocó de forma sustancial el funcionamiento del sistema de tenientazgos? La respuesta más inmediata sería un no contundente, y en la medida en que los tenientes o encargados de justicia siguieron siendo una pieza fundamental en la administración de las subdelegaciones, los subdelegados delegaron una parte importante de sus funciones de policía, hacienda y justicia en estos subalternos suyos, si bien es cierto se remarcaba en varios nombramientos y diligencias que éstos sólo atendían los negocios de poca monta y verbales, pero siguieron siendo los garantes del orden social y la extensión de la jurisdicción real que ejercían por encargo del subdelegado, representaban por tanto la autoridad local de la misma forma que lo hacían con los alcaldes mayores y asimismo siguieron siendo el puente de comunicación entre el vecindario que estaba a su cuidado y los subdelegados. Otro de los elementos que nos puede indicar que no hubo cambios fue que el perfil de los que ocuparon los empleos de tenientes fue el mismo, siempre fueron vecinos del lugar, comerciantes, hacendados, mineros y tenderos, ya que no se dieron las condiciones para que la tendencia cambiara. Donde sí logramos advertir un cambio importante, fue que en la medida en que a los subdelegados se les ampliaron las atribuciones, especialmente en los ramos de hacienda y policía, y en ese tenor los tenientes también incrementaron su responsabilidad, especialmente se comenzó a percibir que tuvieron una mayor participación y actividad en esos ramos de la administración; por ejemplo en el arrendamiento de las tierras de comunidad, en la recaudación de tributos, en el ramo de alcabalas y en el cobro de las pensiones de las tiendas, entre otros. En la medida en que los subdelegados tuvieron mayores responsabilidades, en esa proporción los tenientes a la par ampliaron sus funciones. Debido a la importancia que tenían estos auxiliares es que, contrario a lo que disponía la Ordenanza de intendencias de 1786, en la Ordenanza de general de 1803 se les reconocía como parte del aparato administrativo, por esa razón se establecieron algunas medidas y requisitos que tenían que observar; en esta ordenanza no sólo se reconoció la figura de los tenientes, sino que incluso redimensionó a los propios subdelegados, ya que reunió toda una serie de disposiciones que tenían que observar y subsanó los vacíos que se habían advertido en la anterior ordenanza.

Otro de los aspectos en donde también se percibieron cambios importantes fue que las autoridades intermedias, como las denomina José Luis Alcauter, ejercieron mayor control sobre sus subordinados, es decir sobre los subdelegados, y en ese tenor intervinieron en el nombramiento de los tenientes, teniendo una injerencia mayor en la designación de los auxiliares de los subdelegados ya que el intendente tenía la obligación de confirmar dichas designaciones. A través del ramo de subdelegados se pudo percibir que durante el régimen de intendencias se reguló un poco más el nombramiento de los encargados de justicia, por lo que los subdelegados para ausentarse de sus jurisdicciones tuvieron que solicitar las licencias correspondientes ante el virrey o inmediatamente ante el intendente. La presencia del intendente por tanto limitó ampliamente el poder que los subdelegados podían ejercer sobre los tenientes y encargados de justicia y uno de los aspectos que es importante destacar es que durante el régimen de intendencias hubo un cambio importante hacia los tenientes pues a diferencia del régimen anterior, en que poco o casi nada se hizo para regular el funcionamiento de los tenientazgos, lo que propició que los alcaldes mayores y corregidores tuvieran en estos auxiliares a unos aliados sobre los cuales se podía tomar cualquier decisión

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y ejercían una autoridad casi absoluta sobre dichos subordinados, a excepción de aquellos tenientes que habían obtenido la confirmación del superior gobierno, los cuáles no podían ser removidos de sus puestos sin la previa consulta al virrey. Es por eso que para los alcaldes mayores fue más conveniente nombrar tenientes sin la correspondiente conformación porque de esa forma indiscutiblemente podían ejercer toda su autoridad sobre dichos tenientes, y éstos se encontraban en un estado de vulnerabilidad y sin la posibilidad de pedir se les restituyera a sus empleos cuando se les removía por causas injustificadas ya que no tenían un nombramiento que los respaldara. En cambio durante el régimen de intendencias los tenientes o encargados de justicia dejaron de ser esas figuras opacas poco visibles que se movían entre lo formal e informal, pues se les consideró ya como una parte importante del sistema de gobierno, y es por eso que se les dio mayor importancia, al grado de pretender casi establecer la formalización de sus nombramientos a través de ternas propuestas por los subdelegados y aprobadas por el intendente, como lo proponía el intendente de México. En parte se logró regular la designación de los tenientes, y las autoridades pusieron más atención al respecto desde la Audiencia, el virrey y los intendentes, sin embargo las medidas de control no se aplicaron en su totalidad ni se observaron por todos los subdelegados, pues en varias jurisdicciones se siguieron nombrando tenientes y encargados de justicia de forma verbal sin solicitar la correspondiente confirmación. Y qué decir de la venta de las varas de tenientes severamente criticadas, los tenientazgos no dejaron de representar un beneficio económico para los subdelegados.

Los subdelegados y sus tenientes en el desempeño de sus funciones se relacionaron con varias autoridades civiles y eclesiásticas que contaban con sus tribunales de jurisdicción privativa, provocando traslapes de jurisdicciones, por lo que los jueces de una u otra forma se relacionaron y por lo tanto compartieran los espacios de poder pues finalmente cada una de esas autoridades representaba una cuota de poder amplia o limitada. En ese orden de ideas nos resulta interesante la relación que los subdelegados y los tenientes de justicia entablaron con los ministros de la Iglesia, ya que ambas autoridades estaban obligadas a vigilar que se guardase el orden social, que la población viviera de acuerdo a las normas cristianas y morales. Por lo que representaban, como lo indicamos en su momento, los dos brazos del poder real por medio del cual se impuso el poder del rey sobre la población. La compleja relación que se entabló entre los tenientes y los curas fue marcando la dinámica de los propios tenientazgos pues su relación estuvo marcada por una constante lucha y conflictos que, como expresaría William Taylor, tenían que ver con el genio de los españoles; sin embargo consideramos que no solamente tenía que ver con el genio y el orgullo, ya que en realidad estas autoridades se estaban disputando el poder y prestigio que podían representar ante el vecindario y feligreses, es por eso que en todo momento intentaban mostrar mayor jerarquía. Incluso los curas, al igual que los pueblos de indios, hicieron del conflicto un medio a través del cual se trataba de evitar que las autoridades aplicaran las reformas que los afectaban directamente y los curas defendían el manejo de los bienes de las cofradías mientras que los indios la administración de sus tierras de comunidad.

Muchas de las tensiones que se generaron entre los tenientes y los pueblos de indios regularmente estuvieron relacionadas con un problema de autoridad, y las pretensiones autonomistas que siempre formaron parte de la resistencia de los pueblos por tratar de sobreponer la autoridad de sus gobernadores a la de cualquier otra, ya fuera alcalde mayor, subdelegados, alcaldes ordinarios, alguaciles y tenientes. Por tanto, no todos los conflictos eran productos de los abusos, que desde luego sí se cometían, sino que provenía de una

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aspiración política. Por tanto la resistencia y oposición formaba parte de una lucha colectiva, no sólo en contra de los tenientes, sino en general de las autoridades, pues a diferencia de la desobediencia, calumnias y ultrajes a la autoridad de los tenientes, que tenían un carácter más individual, por lo que se orquestaban con un objetivo muy específico, buscar la remoción de los tenientes, muchas veces como una forma de evadir su autoridad o por antipatía hacia estos auxiliares.

Las leyes prohibían que los jueces ejercieran justicia en los lugares donde tuvieran propiedades o relaciones de parentesco por los perjuicios que podía provocar en la correcta administración de justicia. Sin embargo con los tenientes no pudo ser de otra manera, ya que no contaban con un salario que les permitiera solventar las necesidades personales y del oficio, por lo que la norma fue que los vecinos de cierta solvencia económica y prestigio se hicieran cargo de los tenientazgos pues se suponía que al ser de los vecinos mejor calificados por ese simple hecho tenían el respeto y reconocimiento, y esta condición que se puede considerar un aspecto positivo para los tenientes a la vez se constituyó en su talón de Aquiles, ya que no todos los vecinos reconocieron de buena manera la autoridad de los tenientes, por un lado porque cuestionaban su autoridad por considerarse como iguales, y por otro lado, quienes tenían un poder adquisitivo mayor, a veces no aceptaban de buena manera las recomendaciones que pudiera hacerles el teniente.

Independientemente de todas las complicaciones a las que se enfrentaron los tenientes, para ejercer su empleo nos queda claro que éstos auxiliares fueron fundamentales para que los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados ejercieran sus funciones, es por eso que decimos que los tenientes se habían constituido en los ojos y los brazos de las autoridades provinciales, pues ellos fueron el salvoconducto por medio del cual se atendieron los conflictos y por medio de los cuales se administró la justicia.

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Anexos

Anexo I. N om bram iento de teniente de Pátzcuaro jurisd icción de la a lca ld ía m ayor de V alladolid , 14 de octubre de 176.1

[f292]

Los nombramientos de los tenientes consideramos es uno de los documentos más importantes, pues en ellos claramente se expresan las responsabilidades que los alcaldes mayores y corregidores delegaban en sus auxiliares. Creemos pertinente la elección de este documento, denominado Nombramiento de teniente del Pátzcuaro, que se encuentra en la consulta que hizo el corregidor Felipe Ordoñez y Sarmiento al virrey para retirarle dicho nombramiento. Sin embargo lo elegimos por dos razones: la primera porque en dicho nombramiento se le otorgaron amplias facultades al teniente Felipe Gómez Rábago, y la segunda porque contiene todos los requisitos de debiera tener todo nombramiento de teniente, en primer lugar el nombramiento del alcaldes mayor o corregidor, en segundo lugar tiene la confirmación del superior gobierno, en específico está confirmado por el marqués de Croix, y finalmente tiene el obedecimiento y juramento que se hizo ante el cabildo de la ciudad de Pátzcuaro. Este expediente se encuentra en el Archivo General de la Nación en el ramo de Alcaldes mayores.

[F192v]

Phelipe Ordoñez y Sarmiento, capitán de Infantería de los Reales ejércitos Juez Subdelegado de [F192] estas composiciones de tierras, Aguas baldías o realengas Alcalde mayor por su Magestad de las ciudades y Provincia de Michoacán, con el agregado de Jaso y Teremendo, Presidente de su cabildo &.- Por cuanto para la más pronta administración de justicia, fiel y oportuno recurso de las partes en los que se les puedan ofrecer en promoción de sus derechos, y acciones, me es preciso nombrar persona que por mí y en mí nombre lo ejecute en la ciudad de Pátzcuaro [F192v] y en el distrito de las siete leguas que comprehende su jurisdicción, por tanto, y en atención a que en persona del capitán de caballería don Phelipe Gómez de Rábago, vecino de dicha ciudad concurren las calidades de cristiandad, celo al real servicio, amor a los pobres, en actitud, y vigilancia en la administración de justicia, y demás partes necesarias que por derecho se requieren. En esto de las facultades que en mi residen, por el presente elijo, constituyo y nombro por mi teniente de la sobre dicha ciudad de [F193] Pátzcuaro, sus pueblos, y lugares sujetos comprehendidos en las siete leguas que contiene su jurisdicción al referido capitán Do Fhelipe Gómez de Rábago, para que levantando vara de la Real Justicia en nombre de su Magestad (que Dios Guarde) la administre, rija y gobierne, según y en la forma que la han ejercido sus antecesores, y le confiero el poder y facultad que de derecho se requiera, para que enti[193v] enda, en todos, y cualesquiera responsabilidades que se ofrezcan civiles en vía executiva, y ordinaria, y criminales de uso de oficio, como en querella de parte, y en las demás previas, y verbales que ocurran, procediendo en cada uno, conforme a su naturaleza, arreglado a la práctica, y estilo forense, providenciando con arreglo

1 AGN, Alcaldes mayores, Vol. 11, Fs 192-201

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Nombramiento del teniente de Pátzcuaro

a él en la expedición de los autos hasta ponerlos en escala de sentencia, la que pronunciará con Asesor Letrado, con quien también consultará en lo que dudase para el mayor acierto de lo que actuare. Y en los casos de que por algunas [F194] de las partes contrincantes se opongan a que definitivamente las vea, y determine en el estado en que lo hicieren, con su citación, y el proceso respectivo me dará cuenta para proceder a lo que haya lugar por derecho, y en los embargos que hiciere por demanda executiva o causa criminal, pondrá los bienes en depósito en el depositario general de esta provincia, o su Theniente, y en donde no lo hubiere en persona lega, llana y abonada, quien lo otorgue con especial sumisión a mis [F194v] Juzgados entendiendo el expresado capitán como que le amplío mis facultades en todos los juicios de inventarios y aprecios de bienes a cualesquiera persona que falle[sie]se y en los de intestados, poniendo los autos en el estado que se previene por la instrucción del superior y privativo Juzgado de Bienes de Difuntos de este reino, y con arreglo a la novísima real cédula expida sobre este asunto, me dará cuenta con ellos para providenciar lo que corresponda. Entendiendo también en todas, y cualesquiera[F195] posesionamiento y obedecimientos de los superiores despachos que directamente se le cometieren a excepción de los que a mi vinieren dirigida su ejecución, ampliándole como le amplio también la facultad de que pueda celebrar la aprobación de elección de varas de justiciales en los pueblos que corresponden a su jurisdicción, y dará las licencias de fiestas que celebran de sus santos titulares, con los encargos que corresponda para obviar todo exceso en encargando a los justíciales las obligaciones en que se constituyen por su empleo [F195v] quedando obligado el capitán Don Phelipe Gómez de Rábago a las resultas que por el obrar de su persona en el ministerio ocurran, para responder a ellas, por todos, y cualesquiera cargos que se le hagan. Y mando a todos los vecinos, moradores, estantes, habitantes, entrantes, y salientes en dicha ciudad y sus pueblos, lo hayan y tengan por tal mi Theniente en orden con el debido respecto, todos los fueros, privilegios y excepciones y que le corresponden, le obedezcan y ocurran [F196] con puntualidad a todos los llamamientos emplazamientos y citaciones acudiéndole con aquellos derechos que legítimamente le pertenecen. Y en su virtud le den é impartan, todo el auxilio, favor y ayuda que necesitare y pidiere para la más recta, y puntual administración de justicia, apercibidos de que lo contrario haciendo de lo que va prevenido en este, y los demás particulares, serán castigados soberanamente, procediéndose contra su persona y bienes con todo rigor a lo que hubiere lugar por derecho.

Y para que en dicho capitán Don Phelipe Gómez [F196v] de Rábago entre en el uso y ejercicio de este nombramiento se presentara a el Ilustre Ayuntamiento de dicha ciudad de Pátzcuaro, en cuya sala capitular, se le hará entrega del Bastón por el Theniente Coronel don Antonio Salceda, quien hasta la presente ha estado entendiendo en los negocios tocantes a mi juzgado. Respecto a hallarse en esta ciudad el expresado Don Phelipe Gómez de Rábago por ante mi e infrascripto escribano, hará el Juramento de fidelidad [F197] acostumbrado y defensa del ministerio de la inmaculada Concepción de María Santísima Nuestra Señora. Dado en la ciudad de Valladolid en catorce días del mes de octubre de mil setecientos de mil setecientos sesenta y ocho años.- Phelipe Ordoñez._ Por su mandado._ Joseph de Arratia Escribano Público.

En la Ciudad de Valladolid en quince días del mes de octubre de mil setecientos sesenta y ocho años: Ante el señor capitán de Infantería española, y Alcalde mayor por su Magestad de esta Provincia Don Phelipe Ordoñez, y Sarmiento, compareció don Phelipe

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Anexo

[F197v] Gómez de Rábago capitán de caballería, y entendido de este nombramiento de Theniente que se le hace para la ciudad de Pátzcuaro; Dijo que lo aceptaba, y aceptó en toda forma y jura por dios nuestro señor, y la señal de la Santa Cruz según derecho de resguardar el Ministerio de la Purísima Concepción de Nuestra Señora la virgen María, y usar del título que se le confiere bien y fielmente, conforme al que en él se encarga. Y lo firmó el expresado señor alcalde mayor [F198] por ante mí; el escribano de que doy fe. Phelipe Ordoñez. Phelipe Gómez de Rábago.- Ante mí Joseph de Arratia, escribano público.- Con el cual, y memorial que produjo en mi superior Gobierno la parte del enunciado don Phelipe Gómez de Rábago haciéndome relación de lo referido, concluyó pidiendo fuese servido aprobar; y conformar dicho nombramiento, mandándole expedir para su uso y ejercicio el Despacho correspondiente: en cuya vista y en virtud de mi decreto de treinta y uno del próximo pasado octubre; respecto á haber enterado en las reales cajas de esta corte la cantidad de cien pesos, y lo que se le reguló de media anata, por el presente apruebo y confirmo el citado nombramiento, para que como todo usa y ejerza dicho empleo, en todos los casos y cosas a él anexas, y concernientes, conociendo de todas las causas civiles y criminales que al presente haya pendientes, y en adelante se ofrecieren en dicha ciudad y pueblos de su jurisdicción, sustanciándolas, y determinándolas en forma [F199] y conforme a derecho. Y en su consecuencia mando a todos los vecinos y naturales entrantes y salientes en la enunciada ciudad de Pátzcuaro, y su partido, hayan y tengan al referido Don Phelipe Gomes de Rábago por tal teniente de ella le guarden y hagan guardar toda las honras gracias y privilegios que como a tal teniente le tocan, y pertenecen bien, y cumplidamente sin que le falte cosa alguna, guarden y cumplan sus autos y [F199v] mandamientos bajo las penas que les impusiere, que para ello, y por de la insignia que le corresponde le doy el poder, y facultad necesarias y de este despacho se tomará razón en la Contaduría General de Penas de Cámara de esta Real Audiencia, donde enviará relación jurada de todas las multas y condenaciones que hubiere exigido su antecesor, reconociendo para ello el archivo dentro de quince (días) ejecutando lo mismo en cada [F200] año de los que ejerciere este empleo. México noviembre cinco de mil setecientos sesenta y ocho.

Marques de Croix

Por mando de S. Exa.

Joseph de Gorraez

[con sus vente pesos- seis reales.]

Asentado

Vuestra excelencia aprueba y confirma el nombramiento que don Phelipe Ordoñez, y Sarmiento, alcalde mayor de la provincia de Michoacán, puso de su theniente para la ciudad de Pátzcuaro en don. Felipe Gómez de Rábago como se previene

[F200v]

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Nombramiento del teniente de Pátzcuaro

Queda tomada razón en los libros de la Contaduría de Penas de Cámara para hacer recusado, si el Theniente confirmado en este superior despacho, no remitiere dentro de quince días relación jurada, a esta Contaduría, de las [cuentas] que exigió, o no a su antecesor, reconocido para ello el archivo, pena de quinientos pesos. México y noviembre 7 de 1768.

[Derechos cinco pesos. Así lo juro]

Joseph Velagio

En la ciudad de Pátzcuaro a veinte y un días del mes de noviembre del año de mil setecientos sesenta y ocho, ante su Ilustrísimo Cabildo, Justicia, y Regimiento convocado en su sala Capitular del Ayuntamiento, el capitán Don Phelipe Gómez de Rábago contenido en la antecedente superior confirmación de nombramiento de Teniente General de esta República y distrito señalado, hizo su presentación, y pidiendo se le dio la posesión correspondiente, y por su señoría vista la tuvo por presentada, y en reverencia, y sumiso obedecimiento [F201] se guarde, cumpla y ejecute, según y cómo por ella se ordena, y en atención a que el citado inserto nombramiento, haber hecho el presente ante el señor alcalde mayor de esta provincia el juramento acostumbrado conforme a lo en él dispuesto, el señor teniente coronel don Pedro Antonio de Salceda, alcalde ordinario de primer voto de esta referida ciudad, y a su jurisdicción, y teniente general encargado de ella a nombre de su Magestad (Dios le guarde), le dio y entregó la Vara de la Real Justicia, para que la administrara durante el tiempo que obtuviere el referido empleo, y en señal de provisión lo introdujo y puso en el asiento y lugar, que como Teniente General confirmado le comparte el Presidente de este dicho Cabildo, mandándose, como se manda por su señoría, que terminada a la letra la expresada confirmación en el libro de estos efectos se le devuelva original a dicho capitán don Phelipe Gómez de Rábago para su uso y ejercicio. Así lo previnieron, mandaron y firmaron con el presentante, de que yo el escribano, doy fe.

Pedro Antonio de Salceda Joseph Antonio de Beingoechea

Joseph Francisco Gil de Rosas Juan Joseph de Velásquez

Phelipe Gómez de Rábago

Ante mí

Joseph de Castellanos

Escribano, real público y de cabildo

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Anexo II. R eal cédu la para que los corregidores y ju stic ias residan en los pueblos principales, y cabeceras de sus jurisd icciones y no puedan ausentarse de ellos sin su licenc ia con causa p recisa y lim itación de tiem po.1

Las reales cédulas fueron disposiciones emitidas por el rey para resolver un caso en particular, pero la importancia de estos documentos es que aunque se hayan dado para resolver un aspecto específico del gobierno, su aplicación no se reducía sólo a un lugar sino que tenían un uso generalizado. En ese sentido nos parecen muy importantes las reales cédulas emitidas en 1758 en las que se manda que los alcaldes mayores y corregidores no se ausenten de sus jurisdicciones sin la licencia correspondiente, así mismo se manda que residan en la cabecera de jurisdicción. También se les prevenía a los virreyes y presidentes de las Audiencias no se adjudicaran la facultad de nombrar tenientes de gobernador, corregidor y alcalde mayor; la prerrogativa de nombrar, poner, mover y quitarlos con causa legítima, según lo prevenía la ley, sólo era facultad de las autoridades provinciales. La real cédula se encuentra en el Archivo General de Indias en la sección documental de la Audiencia de México. Esta real cédula nos parece sumamente importante porque fue a través de esa disposición que se mostró un poco más de interés por conocer cómo se estaban administrado las provincias y en quiénes estaban delegando su responsabilidad los alcaldes mayores. Para dar cumplimiento a esta real orden el marqués de las Amarillas solicitó a los alcaldes mayores y curas que informaran por separado si el alcalde mayor administraba la provincia de forma personal o a través de tenientes, que expresaran por qué razón los nombran y en qué lugares; la mayor parte de los alcaldes mayores y curas respondieron favorablemente a la solicitud. Todos los informes que se generaron a partir de esta real cédula se ubican en el Archivo General de la Nación en el fondo de Alcaldes mayores, volúmenes 6 y 11.

[f1]

Real cédula

El Rey por cuanto estoy enterado que sin embargo de lo dispuesto por la leyes treinta y cuatro, veinte y ocho y cuarenta y dos del título segundo libro quino, cuarenta y cuatro de título segundo libro tercero, y ochenta y ocho del título diez y seis del referido libro segundo en las cuales se manda que los virreyes, presidentes y Audiencias hagan observen que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales, y cabeceras de sus jurisdicciones y no puedan ausentarse ellos sin su licencia con causa precisa, y limitación de tiempo, no estando ocupados en la visita, que no pongan tenientes; que se les hagan quitar los que no fueren necesarios y forzosos: que los propietarios sirvan los oficios por sus personas sin permitir los sustitutos sino fuere con mi real licencia, y finalmente que tampoco se puedan conceder (bajo de graves penas, contra los cuales dieren [1v] y los que las usaren) con causa

1 AGI, México, 1229, Real cédula para que los alcaldes mayores y corregidores residan en las cabeceras de sus jurisdicciones y no se ausenten sin la previa licencia. Villaviciosa, 20 de septiembre de 1759.

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Anexos

ni razón alguna para salir de sus distritos, a los que por razón de sus oficios deben estar y residir en ellos, de que los virreyes y demás ministros referidos no solo toleran y consienten tan notable contravención siendo lo más probable (pues de otro modo no lo permitirían) que tienen parte, y se interesan en ella con abandono de sus obligaciones desentendiéndose tanto de la en que se le hallan constituidos por sus propios empleos, como de la confianza que tengo depositada en ellos, consistiendo ésta en la ruina de aquellos vasallos más miserables, que por su misma pobre, y desvalida condición y por estar encomendados a tales manos, siendo lo peor, y más escandaloso que todo se haga y permita para mantener una granjeria, o comercio de los propios oficios, vendiéndolos en realidad los provistos a los que nombran por Thenientes los cuales llevando sobre las cargas precisas de ellas la que aumentan para su logro, es forzoso que para indemnizarse, y reportar los lucros, que todos solicitan sean mayores que los de los propietarios sus extorciones, malos tratamientos y violencias con los pobres indios valiéndose para cohonestar tan perjudicial abuso y corruptela del contesto [f2] de la ley treinta y seis del mismo título, libro quinto que manda que los Virreyes, Presidentes y Audiencias no pongan, ni nombren thenientes, a los corregidores y alcaldes mayores, que yo proveo, y ellos proveyeren en virtud de las facultades que se les dieren, y que se los dejen nombrar, poner, quitar y remover con causa legítima a título de que esta ley contiene la permisión de thenientes a los corregidores, y que no puedan embarazarlo los virreyes porque su disposición es subordinada a la que queda la cuarenta y dos, ya citada, en que después de advertir que los corregidores de naturales no pongan tenientes se previene, que porque en algunas partes donde hay contratación, y concurso de españoles conviene haya quien defienda a los indios, informado de ellos el virrey da licencia para que el corregidor ponga allí un theniente particular. Y siendo constante que sólo estos últimos thenientes son los que permite la citada ley treinta y ocho, y llama precisamente necesarios, pero no otros que no lo sean; como que para cortar este intolerable mal, que se ha introducido, y va propagando (como todos) cada día más, es preciso que a los Virreyes, y Presidentes de la América se les haga conocer el mencionado [f2v] abuso tan perjudicial en los Provistos como reprehensible en ellos su tolerancia, teniendo presente lo que en el asunto ha expuesto mi fiscal; he dispuesto que sin la menor interpretación se observen desde luego donde tuvieren contravención las citadas Leyes treinta y cuatro, treinta y ocho, cuarenta y dos del título segundo, y libro quinto, la cuarenta y cuatro del título segundo, libro tercero, y la ochenta y ocho del título diez y seis libro segundo, separando los thenientes que contra lo que está mandado en ellas estuvieren puestos, y que no se permita en lo venidero semejantes excesos en manera alguna, de cuyo fin se prevenga igualmente a la Audiencias se hallen muy a la mira de lo referido para darme cuenta de cómo se cumple esta mi Real disposición, y todo lo mandado por la citadas leyes. Por tanto por la presente ordeno y mando a los expresados Virreyes, Presidentes y Audiencias de los Reinos de las Indias, en cuanto a cada uno toca, guarden, cumplan y ejecuten, (respectivamente) y hagan guardar cumplir y ejecutar precisa y literalmente esta mi Real Resolución y las nominadas Leyes en la parte que no estén [f3] obedecidas, sin permitir que en lo sucesivo se falte en cosa alguna a su entera y justa observancia, en inteligencia de que los contraventores además de que incurran en mi real desagrado se harán dignos del más severo castigo como transgresores de ella por ser asó mi voluntad. Dada en Villaviciosa a veinte de septiembre de mil setecientos cincuenta y ocho-Yo el Rey_ Por mandado del Rey nuestro señor- Don Joseph Ignacio de Goyeneche- Señalado con tres rubricas.

Decreto

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Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales

México y febrero veinte y dos de mil setecientos cincuenta y nueve-guárdese y cúmplase cuanto su magestad se sirve mandar en la presente real cédula y para su observancia y poder aplicar las providencias necesarias a su puntual cumplimiento, asentándose en los libros de los oficios de mi superior gobierno y sacándose dos testimonios de ella y de este decreto que se pondrán en mi secretaría de cámara para dar cuenta a su magestad; formes seguidamente (f3v) por cada uno de los expresados oficios una individual certificación relación de todas las alcaldías mayores que en virtud de reales cédulas se han servido desde que empezaron las de beneficio, con expresión del tiempo que la ejerció cada uno según el de su posesión; y si lo han ejecutado los primeros, o demás nombrados por sí, o por thenientes, lo que al presente se hallan sirviéndolas; los que con sus correspondientes pases se hallan en la actualidad habilitando sus Despachos; y también si hay algunas otras que aún no se hayan presentado, según las noticias que puedan tenerse; y líbrense cartas circulares a todos los Alcaldes mayores para que envíen razón de los tenientes que tengan nombrados, expresando si los pueblos necesitan de ellos por tener comercio con españoles; y también otras de ruego y encargo a todos los curas para que con todo sigilo y reserva informen si el alcalde mayor reside en la cabecera, si sirve personalmente el oficio, o por theniente; si se ausenta por otro tiempo de que no es para la visita; Y de los thenientes nombrados en qué pueblos, y si son los que tienen comercio, con españoles, remitiéndolo todo cerrado a este superior Gobierno para providenciar en su vista lo que [f4] sea más conveniente. Y para los alcaldes mayores que se despachen en lo sucesivo póngaseles lo prevenido en esta Real Cédula por capítulo de residencia para que al tiempo de tomárselas se les haga cargo de cómo han observado su tenor- El marqués de las Amarillas__________

Concuerda con sus originales que quedan en el oficio de gobierno y cuenta de mi cargo a que me remito y para que conste donde convenga en vista de lo mandado por el excelentísimo señor virrey de este Reino en su superior Decreto que antecede; doy el presente: México y Marzo trece de mil setecientos cincuenta y nueve.

Joseph de Gorraez

Por mi compañero

Damos fe, que don Joseph de Gorraez Vaumont y Navarra, de quien va firmado este testimonio [f4v] es escribano mayor de la Gobernación y Guerra de este Reino, por el Rey nuestro señor y como tal usa y ejerce dicho empleo, y a todos los Decretos, Testimonios y demás que autoriza se le ha dado y da siempre entera fe y crédito en juicio, y jura de él. México y marzo trece de mi setecientos cincuenta y nueve.

Miguel de Monrochan

(Escribano real)

Agustín Francisco Guerrero y Tagle Joachín Antonio Guerrero yTagle

(Escribano)

[F5]

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Anexos

El Rey por cuanto habiendo llegado a mi noticia, que sin embargo de lo mandado por la Ley cuarta, título quince del Libro quinto para que las residencias de oficios que se proveyeren a consulta de mi Consejo de Cámara de las Indias se tome por la persona que nombrare el Presidente del mismo Consejo de los términos que prescriben, y se observe también en las demandas públicas lo que previene la sesenta y nueve título quince, libro segundo y octava título doce del citado libro quinto, no solo se han adelantado, y propasado los virreyes a conferir estas comisiones de propia autoridad a sujetos que las tomen, sino que resisten el cumplimiento y pase, de los Despachos que expiden por el mencionado mi Consejo a los que se eligen para tomarlas, usurpando la facultad que no tiene, ni pueden comunicar al que nombran, por cuya razón no sólo es nulo cuanto actúan, sino de gravísimos perjuicios, mediante que regularmente las dan por negociación de los mismos residenciados, y acaso [f5v]de los mismos nombrados, sin atención a las buenas calidades y circunstancias de sujetos en quien supuesta la confianza de su desempeño, a causa de que les contribuyen por semejantes gracias de que provienen los graves perjuicios que se dejan comprender en el disimulo de los excesos, abusos, y delitos de los residenciados, y en los defectos con que actúan y evacuan su comisión, faltando a la justicia y buen orden, con conocido agravio de mis reales intereses, y los del público, cuando sin enmienda, y como aprobados los excesos de los Jueces, y sin el condigno castigo de que son merecedores. Y considerando que tan urgente necesidad obliga a tomar pronta providencia que remedie tan extraños perniciosos abusos, y considerables inconvenientes, teniendo presente lo expresado, y últimamente lo expuesto, y pedido por mi fiscal sobre este asunto, he determinado se advierta todo lo referido a mis virreyes de la América, a fin de que obedeciendo la disposición de la citada Ley cuarta título quince libro quinto, de ningún modo se entrometan, ni propasen a nombrar jueces de residencia para los oficios que a consulta del enunciado mi Consejo de Cámara me digno de proveer arreglándose en cuanto a esto a lo que en la misma Ley, y otras dispone: En inteligencia de que [f6] se queda con el cuidado que corresponde para no permitir en adelante tal desorden, y aplicar las más serias y oportunas providencias para remediarlas, e igualmente he determinado se advierta a mis Audiencias de los Reinos de las Indias estén muy a la mira de cómo se obedece esta mi Real deliberación y lo dispuesto en el asunto por las citadas Leyes y en todas ocasiones me den cuenta, de lo que en su contravención se ejecutare (respectivamente) y hagan guardar, cumplir, y ejecutar precisa y literalmente el tenor de las enunciadas Leyes, sin que de ninguna manera ni en cosa alguna se falte a la puntual observancia de su contenido y el de esta mi Real Cédula; con prevención, de que en caso de su contravención o interpretación no solo incurrirán en mi real desagrado sino que experimentaran los efectos de mi indignación como transgresores de ellas , que así es mi voluntad. Fechada en Aranjuez a veinte de agosto de mil setecientos cincuenta y ocho- Yo el Rey- Por mandado del Rey nuestro señor —Don Joseph Ignacio de Goyeneche-señalado con tresrúbricas.____________________________________________________________________

Decreto

México y febrero veinte y dos de mil setecientos cincuenta y nueve- Guárdese y cúmplase cuanto su Magestad se sirve mandar en esta Real Cédula, y para su observancia, y constancia de Método generalmente seguido en el Despacho de los Jueces de Residencias nombrados por Reales Cédulas para tomarlo a varios Alcaldes mayores asentándose en los Libros de los

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Real cédula para que los corregidores y justicias residan en los pueblos principales

dos oficios de mi superior gobierno, y sacándose dos testimonios de ella, y de este decreto que se pondrán en mi Secretaría de Cámara para dar cuenta a su Magestad, fórmese seguidamente por los dos secretarios de ellos, una certificación en que con toda claridad, y distinción se exprese cuanto se haiga practicado en este asunto sobre que en diferentes acciones [f6v] han dado informes verbales- El marqués de las Amarillas________

Concuerda con sus originales que quedan en el oficio de gobierno y guerra de este reino de mi cargo a que me remito, y para que conste donde convenga en virtud del mandato por el excelentísimo señor virrey de esta Nueva España en su Superior Decreto que antecede; doy el presente. México y marzo doce de mil setecientos cincuenta y nueve.

Joseph de Garroez

Damos fe de que don Joseph de Gorraez Bau [f7] mont y Navarra de quien va firmado este testimonio es escribano mayor de la Gobernación y Guerra de esta Nueva España, y como tal usa, y ejerce dicho empleo, y a todos los Decretos, testimonios, y demás que autoriza, se les ha dado, y da siempre entera fe, y crédito en juicio y fuera de él. México y Marzo doce de mil setecientos cincuenta y nueve.

Miguel de Montalván

(Escribano real y receptor)

Agustín Francisco Guerrero y Tagle Joachin Antonio Guerrero y Tagle

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Los dos documentos que a continuación presentamos fueron elaborados por el fiscal de la real Audiencia de México, Ramón de Posada y Soto, quien a través de varios expedientes expuso al Consejo de Indias e informó al ministro José de Gálvez de los abusos que cometían los alcaldes mayes y corregidores con la venta de las varas de tenientes y las consecuencias de que ello derivaban. Las denuncias que formulaba el fiscal Posada estaban muy ad hoc con los planteamientos y proyectos reformistas del ministro de Indias José de Gálvez, por lo que sus puntos de vista están estrechamente relacionados con los planteamientos que Croix y Gálvez exponían sobre la necesidad de reformar la administración e implantar el sistema de intendencias en Nueva España.1 2 El primer documento se refiere a la solicitud que el fiscal realizó a la Audiencia, el 16 de febrero de 1783, para que cesara la venta de las varas de teniente por parte de los alcaldes mayores y corregidores. Dicho documento está resguardado en el Archivo General de Indias y se ubica en la sección México, consta de tres folios.3 El segundo documento que presentamos es el bando que propuso el fiscal Posada a la Audiencia de México constituido por 12 puntos encaminados principalmente a evitar la retención de los empleos y la venta de las varas de teniente que hacían los corregidores y los alcaldes mayores. Este documento se encuentra en el Archivo General de Indias en el grupo documental México.4 Los bandos de buen gobierno o auto de bien gobierno, señala Víctor Táu Anzoategui, son autos o decretos que emiten las autoridades y que se difunden por medio de bandos,5 que era la forma más común de hacer circular las disposiciones de las autoridades encaminadas a regular la vida urbana y las costumbres de la población. Los bandos se emitían para atender aspectos muy específicos en el plano local o provincial, y en ese sentido el bando del fiscal Posada iba dirigido a evitar la retención de las alcaldías mayores y corregimientos, y la venta de varas de tenientes, por lo que establecía algunas disposiciones para evitar que se continuaran cometiendo dichos abusos, por tanto de forma específica este bando estaba dirigido a las autoridades provinciales de Nueva España. Para que se observara el cumplimiento de las disposiciones que contenía se mandó que dicho bando se pusieran en conocimiento de las autoridades civiles y religiosas, de tal suerte que toda la población pudiera tener acceso y conocimiento de ello y por tanto no se alegara ignorancia. El bando del fiscal Posada fue producto de las diligencias y expedientes que remitió al Consejo de Indias y al ministro José de Gálvez, quien resolvió el 12 de septiembre de 1783 que el fiscal tomara las providencias que considerara necesarias, y el resultado fue justamente el Bando que propuso a la real Audiencia de México, la cual no favoreció dicha propuesta.

Anexo III. Pedimento del Fiscal Ramón Posada a la audiencia de México sobre quecese la venta de varas de tenientes.1

1 AGI, México, 1646, Fs. 3. Solicitud del fiscal Posada a la Audiencia de México para que cese la venta de varas de teniente.2 NAVARRO GARCÍA, Luis, Las reformas borbónicas, pp. 51-77.3 AGI, México, 1646, Fs. 3. Solicitud del fiscal Ramón de Posada y Soto a la Audiencia de México para que sece la venta de las varas de teniente. 16 de febrero de 1783.4 AGI, México, 1871, Bando del Fiscal don Ramón de Posada y Soto para evitar las retenciones de los empleos y ventas de las varas de tenientes por los alcaldes mayores y corregidores.5 Táu ANZÓATEGUI, Víctor, [Edición y estudio] Los bandos de buen gobierno del Río de la Plata, Tucumán y Cuyo (época hispánica), Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2004, pp-17- 20.

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Anexos

F1

No 116 4 folios

[Excelentísimo señor, el fiscal de Real Hacienda y de lo civil de México remite copia de su pedimento de 16 de febrero de 83, por no haber sido bien admitido en esta Real Audiencia, y considerar muy conveniente a la buena administración de justicia, y mejor tratamiento de estos vasallos la providencia que promovía]

Excelentísimo señor

Muy señor mío: el pedimento fiscal, de que remito a V. E. copia, se dirigía al remedio de un abuso tan perjudicial como frecuente.

En el Acuerdo, en que se trató su asunto, oí bastante para comprehender, que este abuso seguirá, y otras especies que pudieran infundirme desaliento.

Se han mandado agregar autos, cédulas y expedientes; modo con que se suele salir de un negocio que incomoda y que ser quiere confundir.

Mi fin era, que se evitase, en alguna parte el principio de que dimana la opresión que causan los Tenientes y las muchas quejas, y recursos que continuamente [f1v] hay contra ellos. Pueden no ser convenientes ni oportunas las providencias promovidas, pero siempre manifiestan la rectitud de mi intención.

Nuestro señor guarde la importante vida de V. E muchos años como estos dominios necesitan. México 19 de febrero de 1783.

Excelentísimo señor

P

Beso las manos de Vuestra Excelencia su más rendido y atento servidor

Ramón de Posada

Excelentísimo señor virrey don José de Gálvez

F2

N. 116

[Pedimento fiscal de 16 de febrero de 1783, sobre que cese la venalidad de las varas de los tenientes de alcaldes mayores por ser conforme a las leyes y a la buena administración de justicia]

M. P. S. El Fiscal de S. M tiene seguras noticias de que en muchas alcaldías mayores de esta Nueva España se confieren los tenientazgos con pactos torpes en que se conciertan los tenientes con los alcaldes mayores por cantidades que vulgarmente llaman pensiones. Es tan notorio este abuso, y este desorden que no necesita de justificación.

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Pedimento del fiscal Ramón Posadas sobre cese de la venta de varas de tenientes

De aquí se sigue necesariamente que los Tenientes, no solo procuren sacar de sus territorios para mantenerse, y utilizarse, sino también para pagar pensiones tan injustas, y tan escandalosas causando imponderables extorciones a estos fieles y amados vasallos del rey, cuyos daños crecen en proporción de las sumas que indebidamente satisfacen.

En todo tiempo han sido aborrecidas en derecho estas contribuciones. El común las distingue y conoce con el nombre de crimen de ámbito, y las castigaba con diversas penas tanto en quien las daba, como en quien las recibía.

La Ley 3a titulo 4° Libro 3° de la Recopilación de Castilla las condena, y dispone que el adelantado Merino Mayor feche para la Real Cámara lo que hubiere tomado con otro tanto, y no pueda tener otro Teniente, y al que hubiese tomado el oficio por precio en que lo pierda con otro tanto para la misma Cámara no pudiendo tener más el enunciado oficio.

El Real y Supremo Consejo de [f2v] Castilla con noticia de que los Corregidores vendían las varas expidió un Decreto prohibiendo severamente este procedimiento inicuo declarando privados de oficio a los corregidores que vendieren las varas a los Tenientes, e inhabilitando a unos y otros, para otro cualesquiera oficio real, además de la pena de volver lo recibido con el cuatro tanto para la Real Cámara.

El fiscal está cubierto de confusión al considerar la publicidad, y el ningún recato, con que se procede queriendo derivarse la profunda maldad de esos excesos sobre la conciencia y el honor de los magistrados, que los saben, y los disimulan. Se cuenta con el ingreso y con las anuales contribuciones de los tenientazgos como si las Leyes y la razón las hubiesen autorizado expresamente.

No pudiendo ya desentenderse por más tiempo de delito tan abominable, pide para su remedio se sirva vuestra alteza mandar, que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores y demás justicias no pongan tenientes por precio ni por dádiva, que preceda sus nombramientos o los siga, entendidos de que volverán lo percibido con otro tanto para la real Cámara de su Magestad, y que se procederá contra los que dan y los que reciben hasta la efectiva imposición de las demás graves penas que el derecho tiene establecidas.

Que los nombrados en Tenientazgos por contribución pierdan esta, con otro tanto para la dicha real cámara, y que además sean privados sin indulgencia, ni remisión, de sus oficios, por ser así conforme a las leyes, y a las piadosas reales intenciones.

[f3]

El fiscal pide, así mismo, mande Vuestra Alteza que entre los Capítulos de residencia se inserte en lo sucesivo, precisa e inexcusablemente por artículo si el residenciado ha percibido regalía, dinero, u otra cosa alguna de cualquiera especie, o calidad ya por compra, arrendamiento, gratificación, o con otro título, de algún teniente, o de otro, por haberlos nombrado, o después, por una vez o en muchas, anualmente o de otro modo; declarando así mismo Vuestra Alteza libres de cualquiera pensión ofrecida torpemente a los Alcaldes mayores a todos los Tenientes generales, o particulares, o jueces de comisión, con prevención a todos de que administren justicia fielmente con mucho desinterés, arreglándose al arancel en la percepción de derechos, y sin acepción de personas.

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Anexos

Todo esto, y lo demás que sobre la materia hallaren conducentes las experiencias, celo y sabiduría de V.A se debe hacer entender a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores, Ayuntamientos, y otros cualesquiera jueces y justicias como también a los Tenientes confirmados, y a los demás de que se tenga noticia, aunque no lo estén, imprimiéndose al efecto a costa del Ramo de Penas de Cámara y librándose cordilleras, para que no se alegue ignorancia, ni se quiera defender en adelante tan detestable corruptela con los frívolos y débiles pretextos de la ciencia practica de los superiores y su disimulo y connivencia. México 16 de Febrero de 1783= Posada

Ramón de Posada

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No. 162

Anexo IV. Bando del Fiscal de la real Audiencia Ramón de Posadas y Soto1

Don Matías de Gálvez

Hallándose Su Magestad con noticia de que los provistos en corregimientos y alcaldías mayores retienen los títulos que se les libran por todo el tiempo que les acomoda, pactando con sus antecesores la detención de su ingreso, de las ventas que hacen de las tenencias de justicia, ya por pensiones anuales, ya por otros varios modos; de la facilidad con que se ausentan de sus jurisdicciones atentos sólo a sus utilidades y negocios, por real orden de 12 de septiembre del año pasado de 83, se ha dignado mandarme que tome las más prontas y eficaces providencias para cortar de raíz estos perjudiciales desordenes y abusos, y otros cuales quiera que se cometan contra las Leyes, contra las prevenciones que se hacen a los provistos en sus mismos títulos, y contra sus reales intenciones y deseos; que siempre han sido de que estos sus fidelísimos y regidos suavemente, y que no sean oprimidos ni vejados en ninguna forma, por aquellos mismos que son propuestos para su felicidad y amparo.

En puntual cumplimiento de esta real orden conformándose en todo con lo que pidió en su vista el señor don Ramón de Posada y Soto, primer fiscal de esta Real Audiencia he resuelto publicar este bando con las siguientes prevenciones, que quiero se observen inviolablemente.

1a

Que en adelante no habrá el menor disimulo en el tiempo señalado en las Reales Despachos expresados para su presentación en este Superior Gobierno, diligencias de su pase, habilitación, fianzas y demás.

2a

Que el tiempo de los cinco años más o menos, porque los Alcaldes mayores son provistos por el Rey, y el de dos, que regularmente se señala a los que nombran los virreyes, comienza a correr de hoy en adelante, desde el día en que hacen el juramento en la Real Audiencia, o desde que se les da en ella el pase, y se mandan asentar sus títulos en los libros, si hubieren jurado en la Audiencia de la Contratación, o en el Consejo sin el perjuicio de darse sus gracias por caducas en los casos que no tomen posesión dentro del término que por mí y por los que me sucedan se les señalare.

3a

Que este término sea el de un mes desde su pase por la Audiencia (y no indistintamente cuatro como ahora) en las jurisdicciones que estén cien leguas en contorno de esta capital, y el de dos meses en todas las que se hallen a mayor distancia.

1 AGI, México, 1871, No. 162, Bando del Fiscal don Ramón de Posada y Soto para evitar las retenciones de los empleos y ventas de las varas de tenientes por los alcaldes mayores y corregidores.

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Anexos

4a

Mando que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores y demás justicias no pongan tenientes generales, ni particulares, comisionados con nombre de jueces a prevención, cabos de justicia, ni con otro alguno por precio ni por dádiva, que preceda sus nombramientos, o los siga, entendidos de que perderán lo percibido con otro tanto para la Real Cámara de S. M., y de que se procederá contra los que dan y contra los que reciben hasta la efectiva imposición de las demás penas que para estos casos tiene el derecho establecidas.

5a

Declara que los nombrados en tenientazgos, y cargos de Justicia, por contribución pierden esta con otro tanto para dicha Real Cámara, y que además serán privados sin indulgencia ni remisión, de sus oficios en cualquiera tiempo y circunstancias que se descubriere, y probare, y que bastarán las pruebas privilegiadas por ser así conforme a las Leyes y al odio con que miran estas baraterías injustas de que se recompensaban los tenientes por medios reprobados.

6a

En lo sucesivo se insertará por nuevo artículo entre los capítulos de residencia ¿Si el principal Juez residenciado, por sí o por otro, ha percibido regalía, dinero, frutos, efectos ni otra cosa por razón de arrendamiento, venta, o por cualquier título, de algún teniente de justicia ni de otra para nombrarlos, o por haberlos nombrado, por una vez, o en muchas, anualmente, o de otro modo sea el que fuere.

7a

También declaro libres a los actuales Tenientes generales o particulares, jueces de comisión y demás, de cualquier pensiones que hayan ofrecido a los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores respectivos, y advierto a todos administren justicia fielmente con imparcialidad y con desinterés, arreglándose a los aranceles en la percepción de sus derechos.

8a

Prohíba nombrar Tenientes Generales con ningún pretexto, y que se dé curso en los oficios de gobierno a semejantes prevenciones pues solo se pondrán en adelante particulares en aquellos lugares o partidos distantes de las cabeceras, en que haya habido costumbre de nombrarlos, si continua la necesidad y hay concurso de españoles.

9a

No será confirmado por mí en estos destinos sujeto alguno que haya nacido o tenga bienes en propiedad, administración o arrendamiento en el distrito en que ha de administrar Justicia, así es conforme a derecho y conviene mucho para evitar los perjuicios que se siguen de que los tenientes ocupen con sus sementeras, o trabajos a los miserables indios contra su

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Bando del fiscal Ramón de Posadas y Soto

voluntad, y sin pagar lo justo, usurpándoles al mismo tiempo sus tierras por medios exquisitos sobre que penden expedientes.

10a

No obstante cualquier confirmación o providencia particular mía, o de mis antecesores, que pueda haber dado contra el tenor de estos dos importantes últimos artículos, declaro privados de administración de Justicia desde el tiempo en que corresponda publicarse este Bando en las jurisdicciones de afuera a todos los que la ejercieren en calidad de Tenientes generales y a los que siendo naturales, o poseyendo bienes raíces, obtengan cargos de justicia en los distritos en que se les prohíbe, y a más de esto declaro nulo y de ningún efecto cuanto actuaren los unos y los otros.

11a

Mando que los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores residan precisamente en las cabeceras de sus jurisdicciones y jamás se puedan ausentar ni salir de estas, sin licencia formal, y por escrito, de este superior gobierno, que en sus casos se dará (como antes de ahora he determinado) con previo informe del señor Regente, que fuere de este de esta Real Audiencia con limitación de tiempo y causa necesaria, en observancia de la Ley 34, del Tit. 20, Libro 5° de la Recopilación, bajo la pena de la Ley 35 del mismo título y Libro, y la de que por el mismo hecho de ausentarse sin licencia pierdan sus oficios, que desde ahora para entonces se declaren vacos, así bien que los de aquellos que se hallaren actualmente en esta capital y no se restituyan a los quince días de la publicación de este bando a sus destinos.

12

Como el disimulo, la tolerancia, la acepción de personas y otras causas han sido el origen de que hayan prevalecido estos desordenes, a pesar de unas Leyes prudentísimas y Santas, prevengo a los que toque, o pueda tocar, lo contenido en este Bando, que se arreglen puntualmente a sus disposiciones, cuya transgresión se castigará según correspondiere sin admitir frívolas escusas ni pretextos, y para que no se alegue ignorancia, se divulguen y lleguen a noticia de todos, quiero se publiquen solamente en esta capital y en todas las jurisdicciones de mi mando, remitiéndose ejemplares, luego, a los Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores, a los curas de las cabeceras de las alcaldías mayores por mano de los ilustrísimos señores Arzobispos y Obispos a esta real Audiencia y real sala del crimen, al señor asesor general, y señores fiscales de S. M. al señor Regente Presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, y a todos los ayuntamientos de las ciudades y villas de este virreinato. Dada en la ciudad de México. &a.

Ramón de Posada

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Anexo V. R epresentación de la A ud iencia de M éxico a l Consejo de Ind ias sobre la contravención de los in tendentes y subdelegados a l artículo 12 de la real ordenanza de in tendentes.1

El presente documento es la primera parte de un amplio expediente que promovieron los ministros, el regente Francisco Xavier Gamboa, oidores Baltazar Ladrón de Guevara, Eusebio Ventura Beleña, Cosme de Mier Tres palacios, Josef de Moya, Ciriaco González Carbajal, Félix Quesada y Ovejero, Luis de Chávez, Francisco Xavier Gamboa y Baltazar Ladrón de Guevara, ministros de la Audiencia de México, quienes denunciaron ante el Consejo de Indias las desobediencias que se cometían contra lo dispuesto en el artículo 12 de la real ordenanza de intendentes. Denunciaban que los subdelegados nombraban tenientes generales y particulares en los lugares donde se había dispuesto que se nombraran subdelegados y así mismo señalaban que dichos actos lo realizaban en conformidad con el intendente que les aprobaba tales actos. Los ministros de la Audiencia, con varias evidencias, demostraron que no se respetaban las disposiciones de la ordenanza, y que a la Audiencia y al virrey no se le informaba sobre el particular. Además de los inconvenientes que resultaban de que se continuara con la práctica de que los subdelegados nombraran tenientes de la misma forma en que lo hacían los alcaldes mayores, también señalaban los aspectos débiles del punto general de 13 de septiembre de 1791 con el que el virrey pretendió resolver el asunto al disponer que en las ausencias y enfermedades de los subdelegados el administrador de las rentas reales hiciera las veces de subdelegado, o en su defecto se nombra a uno de los vecinos de la mejor nota. Estas discusiones sólo abonaron a que los subdelegados continuaran nombrando tenientes.

[f 1]

Antecedente pero no se ha expedido la Cédula, porque estándose formando se sirvió la Real Orden que se acompaña con otra Carta y documento de la Audiencia de México.

[F2]

Ca. f° . 125.b No 25Consejo de 5 de junio de 1792 RemítaseA la Contaduría y sr. Fiscal

NotaEstando formada la Cédula determinada por el Consejo en el expediente que acompaña se recibió esta carta y documentos

T. C. YRemito a Vuestra Señoría de orden del Rey la adjunta representación de 29 de Noviembre del año próximo de 91en que la Audiencia de México manifiesta, con el testimonio que acompaña, los abusos contra el artículo 12 de la Real ordenanza de Intendentes en nombrar los subdelegados principales con consentimiento de estos tenientes y encargados de las jurisdicciones; para que el Consejo tome la providencia que

1 AGI. México. 1750. Expediente promovido por los ministros de la Audiencia de México sobre la contravención del artículo 12 de la Real Ordenanza de Intendentes (1791).

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Anexos

duplicados de la Audiencia y otra de 28 de Abril de este año que se trae de lo actuado nuevamente en el asunto informado por el señor Director Contador General del Departamento Septentrional en 12 de Abril de 1796.

estime justa o informe lo que se le ofreciere [f2v] y pareciere si lo considerase necesario. Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez 1° de junio de 1792

El marqués de Bajamar

Señor Don Antonio Ventura de Taranco [f3]

En carta de 1° de diciembre de 1791,, y testimonio que la acompañó, dio cuenta al Consejo la Audiencia de México que habiendo representado al virrey en 13 de octubre de él, el abuso con que los subdelegados de los intendentes nombraban tenientes y encargados que entendían en las cuatro causas, contra lo dispuesto en el capítulo 12 de la instrucción de aquellos que únicamente habilita a los mismos intendentes para nombrar subdelegados donde antes había Alcaldes mayores, resultando de esto que los subdelegados nombraban sujetos ineptos que vejaban los pueblos, sin que hubiese noticia de ellos ni de su idoneidad por la Audiencia ni el virrey, ni del motivo porque los intendentes los consentían, la contestó el virrey el día siguiente haber resuelto interinamente y hasta la aprobación de S. M. que las substituciones de los subdelegados recayesen en alguno de los Administradores de Rentas, y donde no hubiese de estos, en uno de tres vecinos honrados y de mejor nota de los pueblos, con aprobación de los intendentes.

Que volvió la Audiencia a manifestar al virrey que la providencia indicada [f3v] no decidí el punto, y después de varias reflexiones que hizo, pidió le resolviese con la posible brevedad, por ser de la mayor consecuencia, y que contestó el virrey en 28 de noviembre de dicho año de 91, que las consultas citadas corrían los trámites precisos para su decisión, la que verificada se la comunicaría a la Audiencia, quien añade en su referida carta que de continuar dicho desorden sojuzgarán los subdelegados a sus tenientes y encargados, poniendo criados y familiares y tal vez mulatos que vejen a los pueblos: que la provisional prudencia del virrey sólo era adaptable en un caso repentino, pues que no conviene que los Administradores de Alcabalas, que viven del 14 por ciento sean jueces para exigirlo según los aforos que quieran hacer, y que los vecinos honrados, rara vez podrán afianzar; por lo que no han debido los intendentes permitir que sus subdelegados nombren tenientes, sino que en todas partes haya subdelegados conforme lo previene el enunciado capítulo 12 de la Ordenanza de Intendentes.

Pasado el expediente al S. Fiscal por acuerdo del Consejo de 15 de febrero de 92, fue de dictamen este señor ministro se [f4] adhiriere a lo que por la Audiencia se solicitaba, y se recomendase al virrey el cumplimiento del indicado capítulo 12, con lo que se conformó este supremo tribunal; por otro acuerdo de 30 de abril siguiente, pero estando formada la correspondientes cédula, según anota la secretaría, se remitieron al Consejo con real orden d primero de junio de dicho año para que informe lo que se le ofreciere los duplicados de la carta y testimonio de que se ha hecho mención, y por su Acuerdo de 5 del mismo mes pasó

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

todo a la contaduría general, con unión también de otra carta de la Audiencia de 28 de Abril de 92 y un testimonio.

Este se reduce a un oficio que en 21 de dicho mes piso al virrey con inserción de los anteriores, con motivo de una consulta que recibió del Encargado de Justicia del pueblo de Zacualpan, siendo subdelegado de él, don Juan Felipe Velázquez, lo que manifestaba nuevamente los abusos de estos a fin de que tomase providencia; y en la [f4v] contestación dada por el virrey el día 23, dice que para resolver el puesto se mandó en Junta de Real Hacienda tener a la vista el expediente instruido a consecuencia de real orden sobre cumplimiento del expresado capítulo 12 de la ordenanza de intendentes y sueldos que debían señalarse a los subdelegados, por lo que se había retrasado la determinación del primero, sin que hubiese perdido instante alguno en excitarle; a vista de lo cual acordó la Audiencia manifestarle la brevedad que interesaba, por la falta de jurisdicción de los tenientes y encargados de los subdelegados que indispensablemente le pondría en la precisión de anular los autos y diligencias que actuaban en los expedientes de que se la daba cuenta.

La nueva representación de que se ha hecho mérito dirigida por la Real Audiencia de México, acredita la urgente necesidad de pronta providencia en la materia a que se contrae, demostrando que cualquiera demora la nulidad de lo que van actuando la clase de los tenientes de que se trata por el vicio en el defecto de jurisdicción con que proceden, además de los demás desordenes y perjui-[f5] cios que produce el sistema adoptado contra lo expresamente adoptado y dispuesto en el artículo 12 de la Ordenanza de Intendentes.

El señor fiscal y el Consejo en su citada providencia de 30 de abril de 1792, ya ocurrieron al remedio de tal clase de daños, pero quedó suspensa la expedición de la Real Cédula por el nuevo recurso referido de la Audiencia pero siendo este en la sustancia una nueva calificación del primero, haciéndole aún más recomendable para la más pronta ejecución de lo acordado por el Consejo en su misma citada providencia; entiende el que informa que sin la menor dilación correspondiente se expida la cédula acordada, mandando al virrey y Junta Superior, que sin perjuicio de su ejecutivo cumplimiento de cuenta con testimonio y a la mayor brevedad, del expediente que se estaba instruyendo ante la propia Real Junta, procediendo antes a su determinación, sin hacer novedad en lo que resuelva; y que además averigüe las convenciones e inteligencias secretas que haya habido entre los subdelegados y sus tenientes en cuanto a concurrirles con algunas cantidades por [f5v] razón de tales tenientazgos, haciendo que ejecutivamente devuelvan los subdelegados las cantidades que por dicha razón hayan percibido, instruyendo al Consejo con justificación de este punto, para el remedio que exija en su origen el mejor servicio del rey y de aquellos vasallos.

El Consejo con presencia de lo expuesto acordará como siempre lo más justo. Madrid 12 de Abril de 1796

Pedro Aparici

[F11]

Informe de la contaduría general de 2 de abril de 1796

[F12]

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Anexos

La Audiencia de México Señor

Informa con testimonio los No puede esta Audiencia omitir ni dejar de manifestar a abusos contra el artículo 12 Vuestra Magestad el abuso con que los intendentes toleran y de la ordenanza de autorizan en sus distritos, que los subdelegados de cada intendentes de nombrar jurisdicción, lo sean también de los pueblos en que antes tenientes y encargados de había tenientes de Alcaldes mayores, que ocurrían a las jurisdicciones por los confirmarse por el gobierno; cuando en el artículo 12 de la subdelegados principales Real Ordenanza de 4 de diciembre de 1786 manda V. M. que con consentimiento de los en esos tenientazgos se subroguen subdelegados, que lo han intendentes, esperando el de ser en las cuatro causas, y precisamente [f12v] españoles remedio que sea más de su con las fianzas que previene la Ley, y que esto debe real agrado a beneficio de practicarse por cada uno de los intendentes en la respectiva sus vasallos. jurisdicción de su mando.

De forma que los subdelegados principales lo han quedado de todo el distrito de las que antes se llamaban alcaldías mayores mudando sólo el nombre al de subdelegados; pero así como los Alcaldes mayores, han seguido los subdelegados poniendo tenientes generales en las cabeceras en que residen, y particulares tenientes en los demás pueblos cabecera donde V. M. manda que se pongan subdelegados independientes de los principales con sus fianzas y calificaciones separadas, dándose cuenta por los intendentes a los [13] virreyes para su aprobación, y avisarlo a las Audiencias, para que les conste quienes son los subdelegados en lugar de los alcaldes mayores, y en el de los tenientes que había en otro tiempo, hasta llegar el abuso de nombrar Encargados y Tenientes como antes en las cabeceras, como se manifiesta por el adjunto testimonio.

Lo que advertido en varios procesos por esta Audiencia y el haberse exigido pensiones por los subdelegados principales en el caso que consta del mismo testimonio; aunque lo representó al virrey, para que mandase cumplir el artículo 12 contestó diciendo, que provisionalmente había determinado con anticipación, que cuando faltasen los subdelegados se encargasen [f13v] las jurisdicciones a los Administradores de Rentas según el espíritu de varios artículos de la Ordenanza de Intendentes y no habiéndolos, a uno de tres vecinos los más honrados mientras V- M. resolviera lo que fuese más de su real agrado. Pero como esto no era resolver la observancia debida al citado Artículo 12 repitió la Audiencia nuevo oficio a que contestó estar corriendo el asunto los trámites ordinarios, y que avisaría su resolución.

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

En lo que indica que puede ser otra distinta de la Ley que impone el mismo artículo tan recomendado por V. M para la distinción de Gobierno, y buen régimen de los pueblos: y como sólo V. M. es quien puede alterarla (f14) Debe esta Audiencia poner en su real noticia el desorden que contra dicho artículo ha advertido en agravio de la administración de justicia, pues no sabe quien la ejerce en los antiguos tenientazgos en que debían haberse puesto subdelegados que se debían participar a la audiencia por el virrey, como le da aviso de los principales de cada jurisdicción en que antes había Alcaldes mayores.

Si en los tenientes no había imposibilidad para su nombramiento cuando antes compraban los tenientazgos, pactando con los Alcaldes mayores, así sucederá sin duda en el día con los que mudando el nombre de Alcaldes (14v) mayores en Subdelegados se han quedado Alcaldes mayores; para gobernar y poner a su arbitrio tenientes frustrando la expresa Ley y voluntad de V. M. para que haya subdelegados separados y calificados que afiancen sus obligaciones con la misma separación de las fianzas de los subdelegados principales.Y de continuarse el abuso contra el capítulo de la ordenanza sojuzgaran los subdelegados principales a sus tenientes y encargados, poniendo criados, y familiares que vejen a los pueblos, y se abrirá puerta a que todos por medio de sus tenientes repartan, y por si, sin que haya quien [15] les vaya a las manos, puesto que los intendentes toleran este desorden de nombramientos y tenientazgos, sin tener que dar cuenta al virrey, ni otra potestad, pues no hay otra que la del virrey para la calificación, que no habiéndola hecho respeto a tanto número de Encargados y Tenientes, de que algunos tal vez serán mulatos, y no españoles, como V. M manda, y estarán llenos de otros vicios, sin que nadie los pueda corregir, pues a la Audiencia sólo se le avisa los que se nombran por subdelegados principales para su noticia; pero ninguna se le ha dado hasta ahora de la caterva de Tenientes y Encargados de que abundan los intendentes.

[15v] El provisional remedio de que recaigan lo encargados en vecinos honrados, o en administradores de rentas, sólo es adaptable en un repentino caso, e interinario; porque los administradores de alcabalas que viven del catorce por ciento, no conviene que sean jueces para exigirlo conforme a los aforos que quieran hacer; y los vecinos honrados rara vez podrán afianzar. Pero en buscando los intendentes personas hábiles de que abunda este Reino, que afiancen en cada tenientazgo, no han debido ni podido

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Anexos

permitir que la subdelegación principal se quede como Alcaldía mayor con tenientes, y las personas [f16] y ministros sabios que arreglarán la ordenanza nunca pudieron dudar de que habría subdelegados en el Reino para todos los Tenientazgos de cabeceras.

Espera por toda esta Audiencia que V. M se sirva mandar llevar a efecto el artículo 12, y aplicar el remedio conveniente no sólo para que la justicia se administre con rectitud a sus vasallos; sino para el manejo de su Real Hacienda, y de los

Duplicado Ramos de Policía y de gobierno en los distritos de lasintendencias y subdelegaciones, como más fuere de su real agrado.

Dios guarde la [f16v] católica real persona de V. M los muchos años que la cristiandad ha menester. México noviembre 29 de 1791.

SeñorFrancisco Xavier Gamboa Baltazar Ladrón de Guevara Eusebio Beta BeleñaCosme de Mier Trespalacios Josef de Moya Ciriaco González CarbajalFélix Quesada y Ovejero Luis de Chávez

[f17]

29 de noviembre

La Audiencia de México

[18]

El fiscal hecho cargo del testimonio, con que se apoya por la Audiencia de México cuantos incluye la representación que dirige al Consejo con fecha de 1° de diciembre de 1791, Dice que su asunto se cine en sustancia a manifestar el pernicioso abuso con que los intendentes permiten en sus distritos, que los subdelegados sean así mismo jueces de los pueblos en que había antes tenientes de alcaldes mayores confirmados, por el gobierno, en clara contravención en lo que se dispone por el artículo 12 de la ordenanza de cuatro de diciembre de 1786, pues se manda en él a los intendentes que nombren un subdelegado en cada pueblo, que sea cabeza de partido , y donde haya habido teniente de gobernador o alcalde mayor para que administre justicia a los moradores de su recinto en las cusas que se especifican y cele con el mayor esmero, que vivan en el buen orden, civilidad y respeto, que corresponde a los propios intendentes, que los electos sean españoles y les expidan los títulos oportunos sin llevarse por esto derechos algunos para que puedan ejercer su destino a lo que se añade por la expuesta Audiencia, que noticiosa del citado desorden y de los gravísimos inconvenientes que no pueden dejar de seguirse de su curso a los naturales de aquel reino, a la recta administración de justicia, y al real erario, lo [18v] ha puesto en consideración el virrey

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

para su remedio, sin que haya conseguido más que el que la participe en su oficio de 14 de octubre de 91 haber resuelto que las sustituciones de los subdelegados procedentes de sus impedimentos, ausencias u otros justos motivos recaigan en los administradores de rentas de sus partidos, conforme al genuino espíritu de la predicha ordenanza de 4 de diciembre de 86, y no habiéndolos en uno de los tres vecinos de mayor honra, imparcialidad y buen concepto que se encuentre ínterin se decide lo conveniente en la materia por su Majestad acerca de este punto y que impuesto de su consulta de 18 del mismo mes de octubre de 81reiterada con fecha del día 23 de noviembre posterior la prevenga por su oficio de 28 sucesivo, que la avisará de lo que determine en el expediente que pende ante el correlativo a el exceso de que se trata luego que se verifique sin retenerse a reflexionar lo mucho que urge su pronto exterminio, en que carece de arbitrio para alterar lo que existe establecido por la ordenanza de 4 de diciembre de 86, por lo que concluye solicitando que el Consejo se sirva librar el despacho que conduzca a su exacto y puntual cumplimiento y acordar lo demás que sea de su agrado y gradué de correspondiente para el importantísimo logro de que se administre realmente justicia a los vasallos que residen en los pueblos sitos dentro del comando de los mencionados intendentes, y sus subdelegados, a fin de que la Real Hacienda y los ramos de Gobierno y Policía se [20]manejen en los términos convenientes.

Resulta del testimonio con que se acompaña la propuesta carta de 1 de diciembre de 91, no sólo que es cierto lo que incluye, sino que el virrey conde de Revillagigedo procedió a avisar a 9 de junio de 91 con documento a aquella Real Audiencia del convenio hecho por el subdelegado del pueblo de Temascaltepec, don Juan de Miranda y Domínguez con su teniente en el de Texupilco Don Joseph María Zubillaga por el cual se obliga este a contribuir a aquel con el importe de la tercera parte de sus emolumentos, a efecto de que instruida la propia Audiencia de ello lo tuviere presente al tiempo de residenciar al 1° y que se han puesto también tenientes por los subdelegados de los intendentes de Guanajuato- Tepeaca; Puebla Metepeque, Tetela del Río, Urecho, Huichapa, Alfaxayuca y Acatlan en los pueblos que se enuncian, evidenciándose también que, los intendentes de sus respectivos circuitos han estado tan lejos de oponerse a sus nombramientos, de evacuar por si lo que se les preceptúa por la ordenanza de 4 de diciembre de 86en cuanto a que elijan subdelegados en los pueblos donde acostumbraba haber tenientes de alcalde mayor para que gobiernen a sus naturales, y los mantengan en la obediencia y términos que se le recomiendan y o que les expidan de balde los títulos consiguientes a sus nombramientos, previos los resguardos que explica, que han consentido a sus subdelegados unos virtualmente y otros por sus decretos según se acredita por el del, [f20] ni el que se le expidan los títulos, que prescribe la ordenanza de 4 de diciembre de 86; con que no pudiéndose negar que esto envuelve en notorio menosprecio de lo que existe resuelto por su majestad para el mejor régimen de aquellos naturales, fomento de la Real Hacienda y beneficio público al propio tiempo que convence a la indulgencia, o, abandono, con que se mira todo esto por los intendentes, en lugar de cumplir con lo que les está tan encargado por la soberana justificación de su Majestad, y cooperar con cuanto penda de su arbitrio, al logro de los importantísimo objetos, a que conspira, ni de consiguiente que el virrey conde de Revillagigedo debió estrecharlos inmediatamente a ello, sin suspenderlo con ningún pretexto, por ser intergiversable el sustancial vicio, que padecen las elecciones de los predichos tenientes como hechos por quien no tiene autoridad para nombrarlos y opuestas a lo que previene la misma ordenanza [21]

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Anexos

De 4 de diciembre de 86, y que es muy verosímil, que emanen de semejantes torpes convenios a el que se confiera por el subdelegado de Temascaltepec en su informe de 30 de abril de 91, ya se deja reconocer el sólido fundamento con que la Audiencia de México avisa de uno y otro al Consejo, mayormente considerándose, que los tenientes se han de reintegrar de aquello con que contribuían a los subdelegados porque les confieran sus destinos , y conserven en ellos, además de mantenerse con el decoro que exigen y adelantar su caudal y que no es posible esto sin que vejen a sus súbditos con injustas gabelas, o por otros menos conformes medios, por

(Parecer)

lo que es de dictamen el fiscal de que se defiera a lo que se solicita por la propia Audiencia de México, que recomiende al virrey con el más estrecho encargo, que cele que los intendentes cumplan con lo dispuesto en el artículo 12 de la referida ordenanza de 4 de diciembre de 88, y que los subdelegados y sus tenientes en los pueblos que deben tenerlos, en fuerza de lo que prescribe, usen de su oficio con la rectitud y desinterés que se requiere , y no extorsionen a sus moradores con ningunas ilícitas exacciones, ni en otros términos; lo que se acordará así por el Consejo o consultará a su majestad si se contemplare necesario. Madrid 21 de marzo de 1792.

Señores: Cerda, Torre, Bustillo, Soler, Urriza, Picarto, Mangino y Surco

Consejo 17 de abril de 1792 en sala 1a

Véase en secretaria, si se ha expedido por el Consejo real cédula/

[f21v] Circular derogándose el capítulo 12 de la ordenanza de intendentes de Nueva España, o si se remitió copia de ello al Consejo de la real orden comunicada, por la vía reservada de la derogación del citado capítulo para noticia del Consejo y si se hallase alguna noticia presente.

Señores

Los mismos que el día diez y siete

No se ha hallado la real orden o cédula sobre este asunto.

Consejo 21 de abril de 1792 en la sala 1a vuélvase a reconocer más despacio, si se halla lo prevenido por el antecedente acuerdo, pues tiene el Consejo algún antecedente de que hay comunicada la real orden o cédula circular referida.

Se ha vuelto a reconocer el archivo de esta secretaría y sólo se han encontrado las dos copias de reales ordenanzas de 11 de noviembre de 1777 y 14 de septiembre de 1778 que se acompañan y la real orden original de 6 de mayo de 88 de que también se incluye copia.

Señores: Cerda, Torre, Soler, Urriza,_Pizarro, Mangino y Surco

Consejo de 30 de abril de 1792 en sala 1a

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

Con el fiscal sin consulta.

[22]

Respuesta del fiscal de 21 de marzo de 1792[f23]

La Audiencia de México Señor

Da cuenta a vuestra Majestad con testimonio de lo nuevamente actuado en el expediente formado sobre abusos de los intendentes en tolerar que los subdelegados de sus jurisdicciones lo sean también de los pueblos en que antes había tenientes para que se sirva vuestra majestad resolver lo que sea de su real agrado.

Auto

Esta Audiencia da cuenta a vuestra Majestad con testimonio de lo nuevamente actuado en el expediente formado sobre los abusos con que los intendentes toleran y autorizan en sus distritos que los subdelegados de cada jurisdicción lo sean también de los pueblos, en que antes había tenientes de Alcaldes mayores, lo que ha reclamado al virrey, quien ha contestado ser previo determinar sobre los sueldos , que por real orden de vuestra Magestad se deben dar a los subdelegados de dichos pueblos, que antes como tenientes estaban [f23v] sujetos a la cabecera, siendo así que los de ella son también subdelegados, a quienes debe darse dicho sueldo, y subsisten sin él, como debieran haberse puesto en los tenientazgos, sin dar lugar a monopolios, y nulidades, ni a que los subdelegados de las cabeceras sean unos verdaderos alcaldes mayores que sujetan a los encargados , y a los tenientes que ponen en los pueblos, en que debe haber conforme a lo resuelto por Vuestra majestad subdelegados independientes para que en su vista se sirva vuestra majestad resolver lo que sea de su real agrado.

Dios guarde la [24] la católica Real persona de V. M los muchos años la cristiandad ha menester México Abril 28 de 1792.Don Francisco Xavier de Gamboa Baltazar Ladrón de Guevara Cosme de Mier y Trespalacios Miguel Antonio Bataller y Bustos Francisco Ignacio González Maldonado Joseph de MoyaFélix Quijada y Obejero Hemeterio Cacho Calderón

24vMéxico 27 de abril de 1792

La Audiencia

F25

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Anexos

En la ciudad de México a 20 de diciembre de mil setecientos noventa y uno. Los señores Presidente, Regente y Oidores de la real Audiencia de esta Nueva España habiendo visto el escrito producido a nombre de los naturales del pueblo de San Mateo del Peñando, jurisdicción de Teposcolula, quejándose de los procedimientos del juez que ha actuado en los autos que dichos naturales siguen con los del pueblos de San Augustin de dicha jurisdicción sobre tierras; que lo es don Diego Hero, quien expresan no puede tener jurisdicción alguna, y mucho menos ordinaria; por cuanto el subdelegado que lo es don Pedro Quevedo esta avecindado en Puebla y es corriente en derecho que el subdelegado no puede subdelegar, pero que recusándolo en el todo pidieron se libre testimonio provisional, para que se abstenga del conocimiento del negocio dándoselo al administrador de alcabalas de Teposcolula o al de Tlaxiaco de la misma jurisdicción que también es Teniente, o a otro cualquiera vecino español, y decente que esta requerido.

Acordaban y acordaron que se agregue testimonio del citado escrito al expediente que se ha instruido con motivo de que algunos subdelegados de los intendentes tienen puestos Tenientes o encargados de la administración de justicia en los pueblos, o cabeceras del distrito de sus respectivas subdelegaciones, contra lo expresamente prevenido en los artículos undécimo y duodécimo de la ordenanza de intendentes; para que se pase a su excelencia con el correspondiente oficio. Así lo acordaron, proveyeron y rubricaron los señores Regente Gamboa y Oidores Guevara, Mier, Moya, Carbajal= José / Mariano V illaseca___________

(Razón)

En veinte y tres de diciembre de mil setecientos noventa y uno, se entregó a don Ignacio del Barrio testimonio del escrito y de este auto para los efectos que se expresan= Zorrilla.

(Otra)En siete de enero de mil setecientos noventa y dos, se dirigió a su excelencia el testimonio prevenido con el correspondiente oficio = Zorrilla.

(Otra) En virtud de orden verbal de la Real Audiencia se puso a su excelencia en veinte y uno de abril de ml setecientos noventa y uno, oficio de sobre carta del de diez y ocho de octubre de setecientos noventa y uno= Zorrilla.

(Oficio) Excelentísimo señor= Con fecha de Diez y ocho de octubre último paso a Vuexcelencia esta real Audiencia el oficio del tenor siguiente= Excelentísimo señor= Como los subdelegados deben ejercer no sólo el ministerio de la justicia, sino / el de las otras tres causas , y los abusos en sus nombramientos son nocivos a todos , en oficio de trece del corriente manifestó esta esta real Audiencia a Vuexcelencia con testimonio los principales que había notado por no observar los señores intendentes lo que con mayor especificación, y claridad está dispuesto en el artículo doce, pagado diez y ocho del reglamento de intendencias= Este previene que en cada pueblo de Indios, que sea cabecera de partido, y en que hubiese habido Teniente de Gobernador, Corregidor o Alcalde mayor se ha de poner un subdelegado que lo ha de ser en las cuatro causas, y precisamente español con las fianzas prevenidas por la ley: que su nombramiento ha de hacerlo con título formal, y sin derechos el intendente de la provincia, por sí sólo, y por el tiempo de su voluntad, y que se prefiera en iguales circunstancias a los administradores de rentas = Los otros conteni-/dos en el testimonio fueron haciendo ver a esta real Audiencia la inobservancia de esta real disposición

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

porque no se ha nombrado en cada pueblo de indios, donde había teniente un subdelegados, sino que sin más que haberse mudado en este nombre el de Alcalde mayor, cada subdelegado lo ha sido en todo el territorio que lo eran los Alcaldes mayores, subiendo este abuso a tal grado, que no sólo han nombrado tenientes generales, con título de encargados, como solían hacerlo los Alcaldes mayores, sino que sin autoridad, ni facultad, e ilegalmente han nombrado tenientes en aquellos mismos pueblos en que los había antes, y no debía haber sino subdelegados despachados con título formal, y aprobación de vuexcelencia, a que son consiguientes la nulidad de cuanto actúan por falta de jurisdicción en la delicada materia de justicia, otros graves daños que no es necesario decir, porque la viva comprensión de vuexcelencia los deducirá fácilmente todo esto sin su noticia, como acredita (cuando fueren necesarias pruebas para entenderlo así bastando la de su notoria justificación y celo)el hecho de haber reprobado un nombramiento semejante que llegó a su vista como manifiesta el testimonio= Dos días antes de escribir vuexcelencia el oficio de esta Real Audiencia según le comunica en el de catorce del corriente había resuelto vuexcelencia provisionalmente por punto general que las substituciones de los subdelegados por ausencias enfermedades u otro justo impedimento recaigan en alguno de los administradores de rentas y que donde no los haya se elija para tales encargos uno de tres vecinos con las calidades que expresa que propongan los subdelegados a su ingreso y aprueben los intendentes, y debe suponerse que será dando cuenta a vuexcelencia, y que se servirá comunicarlo a esta real Audiencia para que sepa quienes actúan o no con autoridad legítima= Por lo expuesto habrá ya conocido vuexcelencia que aún se haya vivo, y subsistente el más grave de los abusos y la inobservancia del título doce, y es no haber un subdelegado con título formal y fianzas en cada pueblo de indios, cabecera de Partido, en que antes había Tenientes de Alcaldes mayores, y continuar como si lo fuesen los Subdelegados contra la voluntad de Su Majestad, ejerciendo facultades que por consiguiente no tienen en todo el distrito que comprendían las alcaldías o en la mayor parte: pues podrá ser que por la extensión de algunas las hayan dividido los señores Intendentes nombrando para cada parte, pero no para cada pueblo un subdelegado= la justa oportuna providencia que vuexcelencia ha tomado tendrá su lugar y obrará todos sus efectos remediado el principal abuso, como espera esta Real Audiencia lo hará el notorio justificado selo de vuexcelencia= Dios guarde a vuexcelencia muchos años= y ocurriendo ahora haber consultado a este tribunal , con fecha del catorce del corriente Don juan Antonio Moriño, titulándose encargado de Justicia del Pueblo de Zacualpan del partido de Cuautla Amilpas, de que es subdelegado Don Juan Felipe Velásquez de León, lo cual es una nueva prueba d los abusos de los subdelegados: esta Real Audiencia estrechada de su obligación y conciencia vuelve a retardar a vuexcelencia el tenor del citado oficio a fin de que se sirva tomar la oportuna providencia = Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. México abril 21 de mil setecientos noventa y dos= Excelentísimo señor= Don Francisco Xavier de Gamboa = Baltazar Ladrón de Guevara =Cosme de Mier y Trespalacios= Excelentísimo señor Conde de Revillagigedo= concuerda con su original: doy fe= Ignacio María del Barrio------------------

(Oficio) Para proveer la Junta Superior de Real Hacienda con la debida instrucción en el expediente formado sobre el cumplimiento del artículo doce de la real ordenanza de intendentes que previene haya un subdelegado con título formal en cada pueblo de indios, cabecera de partido en que antes había tenientes de alcaldes mayores se acordó tener a la vista el instruido a consecuencia de real orden que dispone se acuda a los subdelegados con algún salario de los caudales de real Hacienda. Por esta causa se ha retardado la resolución de aquel

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Anexos

sin que se haya perdido por mi parte instante alguno en excitar los trámites para su determinación=Lo participo a Vuestra señoría en contestación a su oficio de veinte y uno del corriente = Dios guarde a vuestra señoría muchos años. México veinte y tres de abril de mil setecientos noventa y dos= El Conde de Revillagigedo= A la Real Audiencia

(Auto) En la ciudad de México a veinte y siete de abril de mil setecientos noventa y dos, los señores presidente, Regente y oidores de la Audiencia real de la Nueva España, habiendo visto el expediente formado sobre extinguir los abusos de os subdelegados en nombrar Tenientes de ellos, o Encargados de Justicia en los Pueblos o cabezas del distrito de sus respectivas subdelegaciones contra lo expresamente prevenido en los artículos undécimo y duodécimo de la ordenanza de intendentes: el próvido por este tribunal a once de octubre del año próximo pasado, en que se mandó en que en conformidad de o prevenido en el de veinte y uno de junio del propio año se hiciera al excelentísimo señor virrey la consulta acordada por esta real Audiencia acompañándose testimonio del expediente (lo que se verificó en diez y ocho del propio octubre): el otro proveído a nueve del siguiente noviembre, en que respecto a no haber tenido contestación este tribunal de la indicada consulta; se mandó que con testimonio del Informe hecho por el subdelegado de Acatlan, se pasase oficio de recuerdo a su excelencia, con lo demás que contienen: el oficio de contestación de veinte y ocho de noviembre del referido año: el otro proveído a veinte de diciembre en vista del escrito producido a nombre de los naturales del pueblo San Mateo del Peñasco, jurisdicción de Teposcolula, quejándose de los procedimientos del juez que ha actuado en los autos que dichos naturales siguen con los del pueblo de San Agustín de dicha jurisdicción, que lo es don Diego Otero, quien expresan no puede tener jurisdicción alguna y mucho menos ordinaria; por cuanto el sub-delegado que lo es don Pedro Quevedo está avecindado en Puebla y es corriente en derecho que el subdelegado no pueda subdelegar: y el otro oficio dirigido en veinte y tres del corriente a esta real Audiencia, por dicho excelentísimo virrey, en que hace presente la causa porque se ha retardado la resolución del referido expediente, y que por parte de su excelencia no se ha perdido instante alguno en existir los trámites para su determinación= Dijeron que mandaban y mandaron se dé cuenta a su majestad con testimonio de lo nuevamente obrado en este expediente y se repita oficio al excelentísimo virrey, en el que se le manifieste quedar inteligenciada esta real Audiencia por el suyo de veinte y tres del corriente del motivo que ha retardado la resolución por la junta superior de real hacienda del expediente formado sobre cumplimiento del artículo doce de la real Ordenanza de Intendentes, y que expresa que la autoridad y celo de su excelencia se interese a que se verifique con la posible brevedad, en el concepto de que los graves daños a que da ocasión la falta de jurisdicción en los encargados y tenientes de justicia de os subdelegados indispensablemente habrán de poner a este tribunal en la precisión de anual en vista de los expedientes con que se le da cuenta, los autos, y demás diligencias que actúan de pedimento de partes en materia de justicia. Y así lo proveyeron y rubricaron los señores Regente, Gamboa, y Oidores Guevara, Mier, Bataller, Maldonado Moya, Carbajal, Quijada, Chávez, Cacho.= Ignacio María del Barrio--------------

(Oficio)

Excelentísimo señor= Por el oficio de Vuexcelencia de veinte y tres del corriente en que contestó a esta real Audiencia el suyo de veinte y uno del mismo, queda inteligenciada

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Representación de la Audiencia de México al Consejo de Indias

del motivo que ha retardado la resolución por la junta superior de Real hacienda del expediente formado sobre cumplimiento del artículo 12 de la Real Ordenanza de Intendentes, y espera que la autoridad y celo de vuestra excelencia se interese a que se verifique con la posible brevedad; en el concepto de que los graves daños, a que da ocasión la falta de jurisdicción en los Encargados y Tenientes de os subdelegados, indispensablemente habrán de poner a este tribunal en la precisión de anular, en vista de los expedientes con que se le da cuenta los autos y demás diligencias que actúan de pedimento de partes en Materia de justicia Dios guarde a Vuexcelencia muchos años. México abril 28 de mil setecientos noventa y dos = Don Francisco Xavier de Gamboa= Baltazar Ladrón de Guevara = Cosme de Mier y Trespalacios = excelentísimo señor conde de Revillagigedo =concuerda con su original doy fe= Ignacio María del Barrio.

Concuerda en lo últimamente obrado en el expediente formado sobre extinguir los abusos de los subdelegados en nombrar tenientes de ellos o encargados de justicia en los pueblos o cabeceras del distrito de sus respectivas subdelegaciones que queda en este oficio de Cámara de mi cargo, a que me remito, y en cumplimiento de lo mandando por la real Audiencia de esta nueva España en el auto inserto hice sacar el presente por principal para dar cuenta a su Magestad en ocho fojas con esta la primera en pliego del sello segundo corriente y las demás de papel común, en la ciudad de México a veinte y ocho de abril de mil setecientos noventa y dos.

De oficio en lo juro Ignacio María del Barrio

Damos fe que don Ignacio María del Barrio de quien aparece firmado el testimonio que antecede, es escribano de su magestad y teniente de uno o dos de Cámara de la real Audiencia de esta Nueva España, fiel, legal y de confianza y como tal a todos los autos testimonios certificaciones y demás documentos que ante el susodicho han pasado y pasan siempre se les ha dado y da entera fe y crédito judicial y extrajudicialmente, México 28 de abril de mil setecientos noventa y dos.

(El documento está signado por el escribano) Francisco Calapiz

Escribano real y público

José Antonio Burillo escribano real y de notario

E fiscal dice que por real orden de 1° de junio de 92 se dirigió para la determinación o informe correspondiente una representación de 29 de noviembre de 91 de la Real Audiencia de México con un testimonio en que manifiesta los abusos con que los intendentes disimulan y permiten en sus distritos que los subdelegados de cada jurisdicción lo sean también de los pueblos, en que había antes tenientes de alcaldes mayores confirmados por aquel superior gobierno, contra el artículo 12 de la ordenanza de 4 de diciembre de 86, que manda se subroguen subdelegados en lugar de los tenientes de Alcaldes mayores para el conocimiento de las cuatro causas y que esto se ejecute por los intendentes en españoles y con los previos

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Anexos

requisitos, que se expresan; a lo que añade que consienten igualmente a los referidos subdelegados, que nombren tenientes particulares en las cabeceras sujetos a ellos, a su arbitrio, y sin avisar a aquel tribunal de esto para que le conste, de que se siguen los pactos reprobados, nulidades e inconvenientes, que hace presentes a S. M para su pronto y eficaz remedio y a fin de que se sirva providenciar se guarde, cumpla y ejecute el artículo 12 de la misma ordenanza, por no poderse conseguir de otro modo el exterminio de los daños que se originan de los expuestos abusos, y no ser suficiente para su logro lo resuelto provisionalmente por el virrey en el asunto en vista de los oficios que recuerda.

De esto se informó por la Audiencia de México al Consejo con igual justificación en 1 de diciembre de 91 en cuya inteligencia se acordó a 30mde abril de 92 con previo dictamen fiscal librar despacho para que el virrey celare el exacto y puntual cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 12 de la referida Ordenanza de cuatro de diciembre de 86, que los subdelegados y sus tenientes en los pueblos en que se debiesen poner conforme a lo que prescribe, usaren de su oficio con rectitud y desinterés y sin extorsionar a sus moradores con ilícitas exacciones ni en otros términos, lo que subsiste aun sin evacuase con motivo del prenotado informe de 29 de noviembre de 91 de la propia Audiencia de México que se dirigió al Consejo en 1° de junio de 92 para el fin que se ha hecho presente, y de otro que se recibió después de aquel principal, en que da cuenta con testimonio de que los subdelegados continúan en nombrar tenientes en sus distritos y de los monopolios injusticias y perjuicios que se originan de esto a la recta administración de justicia y buen gobierno y de que el virrey ha suspendido la providencia conducente a su remedio, a título de ser necesario para tomarla con conocimiento, ver expediente relativo a la asignación de sueldos a los subdelegados de los caudales del real haber.

En estos términos parece que los documentos últimamente agregados a este expediente no alteran el juicio que se formó por el Consejo de él, ni prestan mérito para que deje de llevarse a efecto su decreto de 30 de abril de 92, por lo que corresponde se proceda a la expedición del despacho necesario para que se observe exactamente el referido artículo 12 de la Ordenanza de intendentes de cuatro de diciembre de 86, según y del modo que previenen las reales ordenanzas de siete de octubre de 88 y doce de enero de 92 con prohibición de los subdelegados de que subdeleguen su jurisdicción por los inconvenientes que se expresan en los mismos informes de 29 de noviembre y primero de diciembre de 91 y 28 de abril de 92 y con encargo al virrey de que cele su cumplimiento; lo que se acordará así por el Consejo si fuere de su agrado e instruirá de ello a S. M. para lo que convenga. Madrid 14 de mayo de 1796.

Señores: Romero, Fondevila, Salcedo, Hore

Consejo de 11 de junio de 1796 en sala 1a

Con la contaduría y el señor fiscal sin hacerse consulta.

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Anexo VI. C ircu lar del in tendente de M éxico para el nom bram iento de tenientes (1807)1

El nombramiento de los tenientes y encargados de justicia de los subdelegados había sido un tema que ya se había discutido ampliamente, como lo veíamos en el capítulo IV cuando la Audiencia denunció los abusos que cometían los subdelegados al nombrar encargados de justicia, actos que eran tolerados por los intendentes2 y dicha discusión se resolvió con una real cédula de 13 de septiembre de 1791. Sin embargo ese tema no se agotó en su totalidad, por eso nos pareció importante rescatar el bando de 1807 sobre el nombramiento de tenientes que el intendente de México, Manuel de Arce, mandó que se publicara por cordillera en cada una de las subdelegaciones, donde se les informaba a los subdelegados que no estaban facultados para nombrar tenientes porque carecían de la facultad para delegar la jurisdicción, que el único que podía delegar era el intendente. Este bando se localiza en el Archivo General de la Nación en el ramo de Subdelegaciones, Volumen 51, y está contenido en un folio.

Lo interesante de este documento es que de acuerdo a la propuesta del intendente se estaba prácticamente institucionalizando la forma de hacer dichos nombramientos, ya que se seguía un procedimiento muy similar al que se seguía para la designación de los subdelegados. La importancia de este documento estriba en tres aspectos fundamentales: el primero de ellos es que hace referencia a la facultad de nombrar tenientes, en segundo lugar incide sobre la falta de legitimidad y legalidad con la que podían actuar los auxiliares de los subdelegados en los diferentes negocios, y en tercer lugar está presente la tendencia de ejercer mayor control sobre los subdelegados y sus subordinados.

[F309]

Don Francisco Manuel de Arce, Caballero de la Real y distinguida orden Española de Carlos III e Intendente de la provincia de México.

A pedimento del Promotor Fiscal se ha formado expediente en esta Intendencia, sobre los nombramientos de encargados de justicia de los territorios de cada jurisdicción, y con acuerdo del Asesor ordinario he proveído auto, y el contenido de todo es como sigue.

Señor Intendente

EL PROMOTOR FISCAL DE ESTA INTENDENDENCIA dice: Que desde su separación del Virreinato se ha observado que los Subdelegados de ésta provincia nombran Tenientes en sus respectivos partidos para que administren justicia en los pueblos distantes, sin dar cuenta a V. S. para su aprobación.

No puede permitirse ni tolerarse el que continúen con una conducta enteramente reprobada, pues la jurisdicción que ejercen, como que es subdelegada, no pueden comunicarla

1 AGN, Subdelegados, Vol. 51, Exp. 8, Fs. 309. Intendencia de México, circular para todos los subdelegados sobre que propongan para Tenientes y encargados de Justicia de su jurisdicción sujetos idóneos. 1807.2 AGI, México, 1750, Representación de la Audiencia de México sobre los abusos de los subdelegados al artículo 12 de la real ordenanza de intendentes al nombrar tenientes y encargados de justicia.

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Circular del intendente de México para el nombramiento de tenientes

á otros por concedérseles bajo unos límites sumamente estrechos, incapaz por lo mismo de extenderla á otra persona.

La facultad de nombrar dichos Tenientes es propia y privativa de los señores Intendentes de provincia, según el espíritu de los artículos 12, 9 y 11 de sus peculiares ordenanzas, en cuya virtud como jueces mayores pueden conferir el (309v) ejercicio de las cuatro causas por vía de comisión siempre que sea necesario.

Esta es la razón porque los Subdelegados únicamente les asiste el derecho de proponer tres individuos que sean de su satisfacción, para que sí lo son también de los Intendentes los aprueben, y concedan la facultad de ejercer justicia en las cuatro causas de Policía, Hacienda y Guerra, previos los informes de su conducta, aptitud y mérito que deben tomar antes de su aprobación con reservas de hombres religiosos é imparciales.

Este régimen es el que se observó por el Señor Don Bernardo Bonabia, durante el tiempo que esta Intendencia estuvo á su cargo con aprobación del Superior Gobierno, quien previno se continuase esta práctica en calidad de provisional hasta tanto que Su Magestad determine otra cosa.

El año de 91 se declaró por punto general que las substituciones de los Subdelegados por sus ausencias, enfermedades u otro impedimento justo, recaigan precisamente en alguno de los Administradores de Rentas, por ser esto conforme á lo que disponen varios artículos de la Real Ordenanza de Intendentes, y que donde no haya estos Dependientes se elija para éstos encargos uno de los tres vecinos honrados imparciales, y de mejor nota de los Pueblos, con aprobación de aquellos.

Nada de esto se práctica, pues no se hoyó otra cosa, sino es, que los Subdelegados cuando se ausentan, y también en los Pueblos distantes de la Cabecera, nombren á quien quieren, que muchas veces por no ser de la mejor conducta é instrucción causan los mayores perjuicios á los Pueblos.

Tales nombramientos, son nulos por falta de potestad para hacerlos, nulas también las causas y procesos que se instruyan en su consecuencia: y en fin, nulas cuantas personalidades hagan á nombre de la autoridad pública.

En esta atención, V. S. se ha de servir circular una Orden general á todos los Subdelegados de la provincia para que inmediatamente, y á la mayor brevedad propongan á ésta Intendencia tres individuos para cada Pueblo en que sea necesario por la distancia ú otro motivo, poner Tenientes que administren justicia, á fin de que entre ellos elegir el que sea más idóneo, en vista de que cuantos ellos tengan nombrados para éstos encargos son incapaces de poder continuar por faltarles el requisito de la aprobación de V. S. en quien reside la facultad de delegar y comisionar, por cuyo motivo luego inmediatamente que las reciban se les prevendrá los suspendan de su empleo y ejercicio, para que no perjudiquen al público con la nulidad de poderes, escrituras, testamentos y otros documentos que pueden otorgar entre tanto se practican todas estas diligencias, y cuando quieran ausentarse de su jurisdicción se les hará entender guarden en este punto lo que queda indicado por disposición general del Superior Gobierno: Y con lo que se determinare en orden á éste (f 320) particular, y las

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Anexos

resultas que hubiere, que se hagan saber al que subscribe para su inteligencia y gobierno. México 26 de mayo de 1807. = Lic. Diego Alonso de Mier

Decreto. México Mayo 26 de 1807.= Como lo pide el Promotor Fiscal. = M. Arce.= Lic. José Burillo.

Id. México 11 de Junio de 1807.= Cúmplase el antecedente Decreto de veinte y seis de Mayo, á cuya consecuencia quedarán también advertidos los Subdelegados, de que por los principios generales que prescriben que las cosas se repongan por el orden o medios con que han sido dispuestas, aunque pueden remover á los encargados que ejerzan sus empleos con autoridad de esta Intendencia, ha de proceder legítimas y justificadas causas con aprobación de ella, á cuyo efecto las deben remitir, y el que contravenga á éstas providencias con que se consulta al buen gobierno y administración de los pueblos, sin perjuicio de su responsabilidad directa por los derechos de Media Anata, y cualquiera otros que pertenezcan a la Real Hacienda, incurrirá en la multa de doscientos pesos, que a proporción se le agravará en caso de reincidencia, con cuyas adiciones y la de que cada uno envié noticia de los Tenientazgos que por costumbre antigua hubiere establecidos en su jurisdicción, correrá inmediatamente la circular acordada, para que no se retarden sus benéficos efectos, = M. Arce.= Lic. San Salvador. = Lic. José Burillo.

Y para que así lo mandado tenga su puntual y debido cumplimiento se circula a todos los Subdelegados de esta Provincia para que lo hagan publicar por Bando en las cabecera y demás lugares de su distrito, á fin de que todos los Vecinos queden enterados y lo guarden en la parte que les toque, poniendo los Subdelegados certificaciones de estar así ejecutado, la que conservarán en el archivo con un ejemplar, remitiendo otra para la debida constancia en el Expediente. Dado en la Ciudad de México a 23 de Junio de 1807.

Francisco Manuel de Arce

[Al margen: Remitida la cordillera en 1 de julio]

Por mandado del señor Intendente

Licdo. José Burillo

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Anexo VII. Convenio entre el subdelegado de Ario, capitán don Antonio Cruzado, y su teniente general, José María Mercado.

Prácticamente resultan casi nulos los testimonios fehacientes que dejen al descubierto los tratos bajo los cuales los alcaldes mayores, corregidores y subdelegados, cedían las varas de justicia a sus subalternos. Ya señalábamos cómo este tipo de situaciones sólo se evidenciaban regularmente en momentos de tensión ante la imposibilidad de la autoridad para cumplir con lo pactado, o bien por denuncias que los vecinos hacían de los abusos que cometían los tenientes. En ese tenor nos resulta sumamente interesante el convenio que se realizó entre el subdelegado de Ario, el capitán don Antonio Cruzado, y su teniente general José María Mercado. Dicho convenio se encuentra en un expediente que se promovió por descubierto del ramo de tributos del subdelegado, el cual se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Morelia en el de Ramo Hacienda.1 La razón por la que se anexó el convenio entre el subdelegado y el teniente es obvia, pues se pretendía delegar toda la responsabilidad del descubierto en el teniente y el fiador del subdelegado, pues en dicho documento queda claro que el nombramiento de Mercado como teniente general de Ario se hizo con el consentimiento del fiador Pedro María Gaona, incluso por eso cobran importancia los años a partir de los cuáles la recaudación de los tributos y demás ramos de la real hacienda correrían a cuenta y cargo del teniente Antonio Mercado.

[F6] Condiciones que han pactado el capitán don Antonio Cruzado subdelegado de la Jurisdicción de Ario y don José María Mercado, sobre el encargo de la subdelegación y agregado de Urecho.

1a. Que el citado capitán a de entregar a Mercado Título de Teniente General, durante el tiempo del empleo, esto es, los tres años que le faltan, y aprobado por el señor intendente de Valladolid, con facultad de nombrar los encargados de justicia que necesita en ella.

2a Que por dicho nombramiento le ha de entregar Mercado un mil y doscientos pesos cada un año, dándoselos en Mesadas adelantadas de cien pesos.

3a Que si a más de los tres años siguiere la subdelegación a cargo del capitán Don Antonio Cruzado, ínterin entre otro propietario, le deberá contribuir Mercado, con los mismos cien pesos cada mes conforme al pacto celebrado.

4a Que en atención a que los ramos de Real hacienda han de continuar caucionados por los mismos fiadores de don Antonio Cruzado, le ha de asegurar Mercado por medio de escritura pública que otorgue Don Pedro María Gaona.

5a Que la recaudación del año de mil ochocientos siete tanto de tributos como demás ramos de real hacienda, ha de ser al cargo de Mercado, hasta hacer el entero de ellos al referido capitán que estará en la precisa obligación de hacerlo en las respectivas cajas reales [F6v] y en los años siguientes será cargo de dicho Mercado hacer la recaudación y entero de ello.

1 Hacienda, II 1.1, 1803, Caja 7, Exp. 14, Fs. 6-v.

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Anexos

6a Que tanto por lo que hace a la recaudación y enteros, como por las actuaciones y demás providencias judiciales que haya de tomar Mercado, ha de quedar el capitán don Antonio Cruzado libre de toda responsabilidad.

7a Que bajo estas condiciones, todos los productos de la subdelegación deben corresponder a Mercado, sin que el capitán don Antonio Cruzado tenga que hablar cosa alguna sobre el particular, y por lo mismo mucho menos que pedirle cuentas en ningún tiempo, desde la fecha de este contrato en adelante.

8a Que aunque el capitán don Antonio Cruzado se le proporcione mayores ventajas, que las ya afianzadas por don José María Mercado, No ha de variar el contrato por ningún pretexto, supuesto que este ha dado la fianza a toda satisfacción y contento de dicho capitán. Ario primero de enero de mil ochocientos ocho= Antonio Cruzado= José María Mercado=.

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Anexo VIII. Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

A lc a ld ía m a y o r N om bre del teniente Lugar Fecha Cargo

V a lla d o lid / M ic h o a c á nD on Jo sep h de Terrazas y Cervantes V alladolid 1668, 1669 Lugarteniente

D on Pedro del V alle V alladolid 1701 Teniente de alcalde m ayorD on Pedro Francisco de Balcázar V alladolid 1702 Teniente de alcalde m ayor

D on Juan M aldonado V alladolid 1705 Teniente de alcalde m ayorD on M iguel Fernández de Rivera V alladolid 1706 Teniente de alcalde m ayorD on Jo sep h M artínez de M ontem ayor V alladolid 1707 Teniente de alcalde m ayorD on Fernando de Sierra y Tadino V alladolid 1710 Teniente de alcalde m ayor

D on Esteban de G am boa V alladolid 1709, 1708 Teniente de alcalde m ayor

Lic. D on A lonso Arias M aldonado V alladolid

1715, 1726, 1719, 1720,

1721,22, 23, 24, jul29,1725 Teniente de alcalde m ayor

D on A ntonio de Berrospe V alladolid 1725, 1726 Teniente de alcalde m ayor

D on Juan Antonio de la P eña V alladolid 1727 Teniente generalD on Jo sep h V entura de A rizaga y E lexalde V alladolid 1728

Teniente de alcalde m ayor interino

D on Joseph Rom ero y Valle V alladolid 1729 Teniente de alcalde m ayorD on Francisco de Barreda y N oriega V alladolid 1731 Teniente de alcalde m ayor

D on Luis Antonio Correa V alladolid 1740 Teniente general

D on Fausto A lvarez de U late V alladolid 1747 Teniente general

D on Joaquín M auleon V alladolid 1749 Teniente generalD on Ju an Antonio de M ichelena V alladolid 1752 Teniente generalD on Benito Antonio D om ínguez V alladolid 1752 Teniente generalcapitán D on Francisco de A ustri V alladolid 1753 Teniente generalD on M anuel Francisco de Ubago V alladolid 1754 Teniente generalD on M anuel Francisco de Rábago V alladolid 1755 Teniente general

D on V alerio Sánchez O seño V alladolid 1755 Teniente generalD on Jo sep h R am ón de U libarri V alladolid 1757 Teniente generalD on Baltazar de V entosa y Carrillo V alladolid 1769, 1770 Teniente generalD on Ju an M anuel de M ichelena V alladolid 1770, 1771 Teniente generalD on Ju an M anuel de M ichelena V alladolid 1772 Teniente generalD on Ju an M anuel de M ichelena V alladolid 1774 Teniente generalD on Ju an M anuel de M ichelena V alladolid 1777, 1778 Teniente general

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

Ldo. D on M atías A nton io de los Ríos V alladolid 1777 Teniente generalD on M anuel de Reyna M orales V alladolid 1778 Teniente general sustituto

D on M anuel de A m irola V alladolid 1781 Teniente general

D on José A nton io Calderón V alladolid 1784 Teniente generalD on Francisco M anuel Sánchez de Tagle V alladolid 1785 Teniente general

D on José A nton io Calderón V alladolid 1786, 1787 Teniente general

D on José A nton io Calderón V alladolid 1787, 1783 Teniente general

D on D iego de Iturria Pátzcuaro 1724 Teniente general

D on Francisco de Echenique Pátzcuaro 1729 Teniente general

D on Cristóbal de Zuasu Pátzcuaro 1731 Teniente generalD on Pedro de M eñaca y M oxica Pátzcuaro 1735, 1736 Teniente generalD on M anuel Ignacio de O laziregui Pátzcuaro 1744 Teniente generalD on Francisco de L eucona y Peña Pátzcuaro 1744 Teniente general

D on D iego de Iturria Pátzcuaro 17745 Com isario general

D on Ignacio de Cabrera Pátzcuaro 1746 Teniente general

D on Joseph Justo de M eñaca Pátzcuaro 1748 Teniente generalD on Francisco de L eucona y Peña Pátzcuaro 1745, 1751 Teniente generalD on Jo sep h Joaqu ín Beltrán de V illaseñor Pátzcuaro 1751 Teniente general

D on M anuel Ramos Pátzcuaro 1753 Lugarteniente

D on Joseph Andrés P im entel Pátzcuaro 1756 Teniente general

D on G erónim o de Z uluaga Pátzcuaro1758, 1760,

1761 Teniente general interino

D on Francisco Say de O rta Pátzcuaro 1758 Teniente general

D on M illán del M onasterio Pátzcuaro 1762 Teniente general

D on M iguel de Eguillon Pátzcuaro 1762 Teniente general sustituto

D on Joseph Pallasar Pátzcuaro 1764, 1763 Teniente generalD on Pedro Antonio de Salceda Pátzcuaro 1768 Teniente generalD on Felipe G óm ez de

Rábago Pátzcuaro 1768-1773 Teniente general

D on M anuel de A barca León Pátzcuaro 1774 Teniente general

D on Pedro M atías Pérez Pátzcuaro 1775 Teniente general

D on D om ingo Antonio de Urrutia Pátzcuaro

1766, 1777, 1778, 1786,

1787 Teniente general

D on Francisco de A rana Pátzcuaro 1782, 1783 Teniente general

D on M anuel de A lday Pátzcuaro 1788 Teniente general sustituto

D on M anuel Ignacio M artínez U ruapan 1702 Teniente

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Anexos

D on Francisco Ortiz Cortes U ruapan 1722 TenienteD on Fernando de Sierra y Tadino U ruapan 1722 Teniente

D on A ntonio de Espinosa U ruapan 1725 Teniente sustituto

D on Salvador Cervantes U ruapan 1725 TenienteD on Ignacio de A lday y U rribarren U ruapan 1726 Teniente sustituto

D on Juan de Arana U ruapan 1726 Teniente

D on A ntonio M oreno U ruapan 1727, 1778 Teniente

D on Juan M artínez de Uriarte U ruapan 1728 Teniente

D on Pedro D ávila U ruapan 1726 TenienteD on N icolás Jo sep h López de San V icente U ruapan 1729 Teniente

D on Pedro de E lorza A guirre U ruapan1730 ,1735,

1733 Teniente

D on Ignacio de Cabrera U ruapan 1748 TenienteD on Fernando Lorenzo González U ruapan 1752 LugartenienteD on Ju an M anuel de Bustam ante U ruapan 1758 LugartenienteD on Ju an Francisco G utiérrez de G andarilla U ruapan 1762 Teniente sustitutoD on G erónim o Cayetano H uerta E scalante U ruapan 1762 Teniente sustitutoD on Francisco X avier Carranco U ruapan 1762, 1764 LugartenienteD on A ntonio Eugenio Treviño U ruapan 1766 Lugarteniente

D on Pedro Carriles U ruapan 1770 TenienteD on Jo sep h M aría de A barca León U ruapan 1771 Teniente

D on Pablo de M orellón U ruapan

1774,1776,1777, 1781, 1782,

1786 Lugarteniente

D on M anuel de Castellanos U ruapan1777, dic11,

1778 LugartenienteD on Fernando D íaz de Ruilova U ruapan 1779 LugartenienteD on Jo sep h Antonio de M ercado teniente sustituto de don M anuel Castellanos U ruapan 1788 Teniente sustituto

D on M artín de AnzorenaSanta Clara del Cobre 1727, 1728 Lugarteniente

D on Juan de AchaSanta Clara del Cobre 1731, 1741 Teniente

D on Juan de la P iedraSanta Clara del cobre 1742 Com isario de justicia

D on Francisco X avier Carranco

Santa Clara del Cobre 1741 Teniente sustituto

D on Sebastián de A ram buruSanta Clara del Cobre

1750, 1753, 1754, 1755, 1756, 1750 Lugarteniente

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D on Sebastián de A ram buruSanta Clara del Cobre

1753, 1754, 1755, 1756,

1750 LugartenienteD on Jo sep h Joaqu ín de M unarriz

Santa Clara del Cobre 1759 Lugarteniente

D on Jo sep h Joaqu ín M unarriz

Santa Clara del Cobre 1761 Lugarteniente

D on Jo sep h Joaqu ín M ontanaro

Santa Clara del Cobre 1766, 1764 Lugarteniente

D on Francisco Jo sep h del Río

Santa Clara del Cobre 1774 Lugarteniente

D on Esteban D iego de Castañeda

Santa Clara del Cobre 1778 Teniente

D on Jo sep h Joaqu ín de Arriaga

Santa Clara del Cobre 1779, 1780, Lugarteniente

D on José Balb ín y P eónSanta Clara del Cobre 1786 Lugarteniente

D on Thom as A ngel Téllez G irón Cocupao 1725 Teniente

D on Joseph Gaona Cocupao 1735 Teniente

D on Pedro Sámano Cocupao 1744 Teniente

D on M anuel de la Cam pa Cocupao 1744 LugartenienteD on Blas Antonio Castellanos Cocupao 1745 TenienteD on M anuel Francisco de O tero y Cosío Cocupao 1750, 1753 Lugarteniente

D on M anuel de la Cam pa Cocupao 1766 Lugarteniente

D on M arco Antonio Garcés Cocupao1773, 1777, 1778, 1788 Teniente

D on José A lejandro de Tapia Cocupao 1778 Teniente sustituto

D on Joseph de G uevara Cocupao 1779 Teniente sustituto

D on José Balb ín y P eón Cocupao 1780, 1781 TenienteD on Jo sep h Cayetano de Lezo Cocupao 1787, 1788 LugartenienteD on D iego Salvador M artínez de Borja C ocupao 1787 TenienteD on Francisco Antonio Villagóm ez Cocupao 1785, 1786 Teniente

D on Pedro Sámano Cocupao 1744 Teniente

D on José Cayetano de Lezo Cocupao 1787, 1788 Teniente

D on Joseph Pasayo Paracho 1763 TenienteD on Felipe Antonio G utiérrez Paracho 1765 Lugarteniente

D on Joaquín de O lmedo Paracho 1766 Lugarteniente

D on Pablo M orellon Paracho 1771 Lugarteniente

D on M iguel Cardozo Paracho 1776 LugartenienteD on Francisco X avier V illavicencio Paracho 1777 Lugarteniente

D on Joseph Pasayo Paracho 1776 Teniente sustituto

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Anexos

D on Ju an Rom o Tam aris teniente de este partido Paracho 1781 Teniente

D on Joaquín V illavicencio Paracho 1781, 1783 Teniente

D on Pablo M orellón Paracho 1771 Lugarteniente

D on V icente de Contreras Paracho 1786 Lugarteniente

D on Joseph Balb ín y P eón Paracho 1788 TenienteD on Jo sep h M aría de A barca León Paracho 1773 Lugarteniente

D on Joseph de A ldazaval Angam acutiro 1711 Teniente

D on Joseph de N eve Angam acutiro 1731 Teniente

D on D iego Antonio G uzm án Angam acutiro 1736 TenienteD on Jo sep h de Castelo y Ugarte Angam acutiro

1746, 1747, 1748 Teniente

D on Fernando Jo sé de la G uerra y A yala Angam acutiro 1755 TenienteD on Pedro Jo sep h de la Parra y Leal Angam acutiro 1756 TenienteD on Ju an Ignacio Ferrari de A guiar Angam acutiro 1765 TenienteD on Francisco X avier Carranco Angam acutiro

1766, 1768, 1769 Lugarteniente

D on Félix A nton io Cagigal Angam acutiro 1769 Teniente sustituto

D on Juan Ignacio de Zuñiga Angam acutiro 1770 TenienteD on Ju an Antonio de la Concha Angam acutiro 1774 Teniente

D on N icolás de A rgote Angam acutiro 1775 Lugar teniente

D on N icolás A rgote Angam acutiro 1776 Teniente

D on Francisco Cam acho Angam acutiro 1776 Teniente sustitutoD on Jo sep h A lejandro deTagle Angam acutiro 1778 TenienteD on Ju an Antonio de la Concha Angam acutiro

1782, 1783, 1786 Lugarteniente

D on Jo sep h A lejandro deTagle Angam acutiro 1788 Teniente sustituto

D on Joseph de Y rearte Erongarícuaro 1745 Lugarteniente

D on Basilio V illegas Erongarícuaro 1766 Lugarteniente

D on M ariano Rivero Erongarícuaro 1772 Teniente

D on Joseph Sixto G arcía Erongarícuaro 1774 LugartenienteD on Ju an Jo sep h M aría de la Peña Erongarícuaro 1774 LugartenienteD on Jo sep h Barto lom é de U rueta Erongarícuaro 1775 Com isario substitutoD on Jo sep h N icolás de V illegas Erongarícuaro 1777 Lugarteniente

D on M iguel Cardozo Erongarícuaro 1777, 1778 LugartenienteD on Ju an Antonio Díaz Barriga Erongarícuaro 1779 Lugarteniente

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D on Pedro A lcántara de U rueta Erongarícuaro 1779 Teniente sustituto

D on Juan N epom uceno Soria Erongarícuaro 1781, 1786 Lugartenientedon Jo sep h Sánchez p o r don por don M iguel Cardozo Erongarícuaro 1788 Teniente

D on Juan de A nsogorri Tacám baro 1734 TenienteD on M anuel Francisco de Saldívar Tacám baro 1734 Teniente

D on Juan Joseph de Villegas Tacám baro 1745 Teniente

D on Felipe Ruiz de V illegas Tacám baro 1756, 1757 TenienteD on Jo sep h Joaqu ín M ontanaro Tacám baro 1763 Teniente

D on Joseph de Rivera Tacám baro 1763, 1766 Lugarteniente

D on Joseph de R ivera Tacám baro1768, 1770,

1771 LugartenienteD on Ju an Francisco Ansiondo Tacám baro 1774 LugartenienteD on Ju an Francisco Ansiondo Tacám baro 1775

Teniente y com isario de justicia

D on Jo sef A lejandro de Tagle Tacám baro 1777 TenienteD on V icente Ferrer de H errera Tacám baro 1779, 1781 Teniente de corregidor

D on Felipe V illegas Tacám baro 1783 Teniente sustitutoD on Francisco Cornejo H errera Tacám baro 1784 LugartenienteD on V icente Ferrer de H errera Tacám baro 1785 LugartenienteD on Ju an Francisco de Ansiondo Tacám baro 1786, 1787 Com isario de justicia

D on M anuel de O rtega Tacám baro 1788 Teniente sustituto

D on Francisco Gallegos T iripetío 1734 Teniente

D on Santiago A lfaro T iripetío 1748 Teniente

D on S im ón Ignacio de Castro T iripetío 1752, 1753 Lugarteniente

D on Ignacio de Gracia T iripetío 1764 Lugarteniente

D on Ignacio de Gracia T iripetío 1774 LugartenienteD on A gustín Fco. de A lvarado y V elásquez T iripetío 1778 Teniente

D on Juan Joseph M elgarejo T iripetío 1781 Lugarteniente

D on Ignacio Sánchez T iripetío 1786 Com isario de justiciaD on G aspar Pardo de M alabehar T iripetío 1787 Teniente

D on M artín de Segura Taretan 1721 TenienteD on Luis Antonio de Fonseca Taretan 1723, 1724 TenienteD on Pedro Antonio de Salceda Taretan 1724 Teniente

D on Francisco de Celaya Taretan 1727, 1730 Teniente

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Anexos

D on Francisco de Zelaya Taretan 1728 Teniente

D on Francisco de P eón Taretan 1751 Lugarteniente

D on Joseph M anuel López Taretan 1751 Teniente sustituto

D on Jacinto Zam ora Taretan 1756 Teniente

D on Jacinto Zam ora Taretan 1763 TenienteD on Joaqu ín de A yala y M edina Taretan 1766 TenienteD on Jo seph M anuel Pérez de A rguello Taretan 1766 LugartenienteD on M anuel Pérez de Arguello y V illafañe Taretan 1770, 1771 TenienteD on Jo seph M anuel Pérez de Arguello Taretan 1771 TenienteD on Jo sep h M anuel Pérez de Arguello V illafañe Taretan 1774 Lugarteniente

D on Carlos José de Contreras Taretan 1786 Com isario de justicia

D on José R am ón de Eguren Taretan 1786 Teniente sustitutoD on Jo sep h M anuel Pérez de A rguello Taretan 1788 Teniente

D on Joseph del Río Frío Urecho 1727 Teniente sustituto

D on Sebastián de Ibarro la Urecho 1727 Teniente

D on Felipe de Ybiricu Urecho 1749 Teniente

D on Joseph Antonio R om án Urecho 1750 Lugarteniente

D on Felipe de Iberias Urecho 1757 Teniente

D on N icolás de Castañeda Urecho 1764 Lugarteniente

D on Joseph Pasallo Urecho 1766 Tenientedon A ntonio M ateo y M aestre Urecho 1770 TenienteD on Jo sep h M iguel M aciel y O ntiveros Urecho 1771 TenienteD on Fernando Jo sep h de la G uerra Urecho 1774 Lugarteniente

D on Carlos M artínez Urecho 1777 Teniente

D on Bernardo Sierra Urecho 1786 Lugarteniente

D on M anuel Pando Ferrón H aniqueo 1753 TenienteD on Fernando Jo sep h de la G uerra y A yala H uaniqueo 1755 Lugar teniente

D on Fernando de Escalante H uaniqueo 1766, 1767 LugartenienteD on Francisco X avier de A rancibia Y saissi H uaniqueo 1770 Lugarteniente

D on Cayetano de O rozco H uaniqueo 1773 LugartenienteD on Jo sep h T iburcio Pérez de Bonilla H uaniqueo 1776 Lugarteniente

D on Francisco D íaz Quijano H uaniqueo 1786 Lugarteniente

D on V icente A rregu i H uaniqueo 1788 Teniente sustituto

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D on Jo seph O rdoñez de León Puruándiro 1723, 1724 Teniente

D on D iego Antonio G uzm án Puruándiro 1736 Teniente

D on Joseph M orras Puruándiro 1766, 1767 TenienteD on Jo sep h Antonio de M olleda y Cuerres Puruándiro 1770, 1773 Teniente

D on Joseph M orras Puruándiro 1776, 1777 Teniente

D on Joseph Bustillo Puruándiro 1778 Teniente sustitutoD on M iguel de Garandillas del Castillo Puruándiro 1778, 1779 Teniente

D on Pablo M orellón Puruándiro 1779 Teniente

D on Joseph Bustillo Puruándiro 1781 Teniente sustituto

D on Carlos Barreda Puruándiro 1781 Teniente

D on José H ilario Bustillo Puruándiro 1786 Lugarteniente

D iego G allegos Etúcuaro 1750 Teniente

D on Joseph de H erm osa Etúcuaro 1769, 1771 Lugarteniente

D on Francisco de Lazarte Etúcuaro 1753 Teniente

D on Pedro M iguel Cam acho Etúcuaro 1766 LugartenienteD on Cristóbal M arín de Q uezada Etúcuaro 1771 Teniente sustituto

D on Joseph de H erm osa Etúcuaro 1769, 1771 Teniente

D on Joseph de H erm osa Etúcuaro 1776 Lugarteniente

D on José M anuel de Arias Etúcuaro 1777 Teniente

D on Cristóbal M arín Etúcuaro 1779 TenienteD on Jo se f M anuel A rias M aldonado Etúcuaro 1779 TenienteD on Francisco X avier de Larrea Etúcuaro 1787 Teniente

D on Joseph PallasarR. de m inas Curucupaseo 1761, 62, 63,66 Lugarteniente

D on Ju an Antonio M aeda H oyo y Velis

R. de m inas de San M iguel Curucupaseo 1761 Lugarten iente general

D on Salvador D íaz Rom ero Curucupaseo 1757 Teniente

D on Joseph H erm osa Curucupaseo 1770 LugartenienteD on Jo sep h O rdoñez de León Chucándiro 1723 TenienteD on Francisco Antonio de Irribaren Chucándiro 1744 Lugarteniente

D on Juan M anuel de Castro Chucándiro 1752 TenienteD on Francisco Antonio de Iribarren Chucándiro 1753 Teniente

D on M anuel Ramos Chucándiro 1757 Teniente

D on Fernando de Escalante Chucándiro 1771 LugartenienteD on Ignacio de Soto y Saldaña Chucándiro 1778 Teniente

376

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Anexos

D on Pedro Antonio Escalante Chucándiro 1786 Lugarteniente

D on Jo sef Jacinto Robles Chucándiro 1775, 1776 Teniente

D on Joseph D ávalosSantiagoU ndam eo Lugarteniente

D on Joseph D ávalosSantiagoU ndam eo 1751 Lugarteniente

D on S im ón Ignacio de CastroSantiagoU ndam eo

1752,1753,1754, lugarten iente

D on José M anuel de TorresSantiagoU ndam eo 1778,octubre 13 teniente

D on Joseph Cristóbal RangelSantiagoU ndam eo 1781 lugarten iente

D on Ju an Francisco Arias M aldonado Indaparapeo 1748 LugartenienteD on Francisco Arias M aldonado Indaparapeo 1746 TenienteD on Ju an Francisco Arias M aldonado Indaparapeo 1748 LugartenienteD on Jo sep h M anuel de Biera y Brib iesca Indaparapeo 1755 TenienteD on A gustín V illegas y Peralta Indaparapeo 1766, 1767 Lugarteniente

D on Joseph M iguel M orras Indaparapeo 1773 TenienteD on Joaqu ín Santa A nna Sánchez

Indaparapeo y Tarím baro 1773 Lugarteniente

D on Eugenio M artínez de A m endaña Indaparapeo 1776 Teniente com isionadoD on D om ingo Jo sé de Villegas Indaparapeo 1778 LugartenienteD on D om ingo Jo sé de Villegas Indaparapeo 1784, 1786 Teniente

D on Sebastián Sánchez Ram írez N um arán 1727, Teniente

D on M anuel Ramos N um arán 1754, LugartenienteD on Francisco Fuentes Trujillo N um arán 1757 Teniente

D on M anuel Ramos N um arán 1766 Teniente

D on Joseph M artín de León N um arán 1776 LugartenienteD on Bernardo del V illar yM ier N um arán 1780, 1786 Teniente

D on José M artín de León N um arán 1788 Teniente

D on Jo sef A ntonio ChávezSan Ju an P arangaricutiro 1773, enero 20 Teniente sustituto

D on Felipe Lázaro M artínez del R incón

San Ju an P arangaricutiro 1766 Teniente

D on Felipe Lázaro M artínez del R incón

San Ju an P arangaricutiro 1776 Teniente

D on Felipe Lázaro M artínez del R incón

San Ju an P arangaricutiro 1779 Lugarteniente

377

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D on Luis Antonio TelloSan Ju an P arangaricutiro 1786 Com isario de justicia

D on Juan M anuel de Silva Tarím baro 1766, 1767 Lugarteniente

D on N icolás Ortiz Tarím baro 1776 Teniente

Joseph Sim ón de Tapia Tarím baro 1776 TenienteD on D om ingo Jo sé de Villegas Tarím baro 1779 LugartenienteD on D om ingo Jo sé de Villegas Tarím baro 1786 TenienteD on Jo sep h Reinoso Rentería

San Luis N ahuatzen 1731 Teniente

D on C laudio de Coria H uango 1724 Teniente

D on Joseph Pérez de la Busta H uango 1740 TenienteD on Jo sep h Antonio de C isneros H uango 1752, 1754 Lugarteniente

D on N icolás de F igueroa H uango 1766 Lugarteniente

D on N icolás de F igueroa H uango 1772 Lugarteniente

D on José Lázaro Franco H uango 1776 Teniente sustitutoD on Francisco de Paula Franco H uango 1776 Teniente

D on José A lonzo V illagóm ez H uango 1780 Teniente

D on Francisco N avarro H uango 1783 Lugarteniente

T L A Z A Z A L C A

D on Carlos Rosales La P iedad 1729 Teniente generalD on N icolás Enríquez de Theran La P iedad 1750 Teniente general

D on Juan Luis de Estrada La P iedad 1751 Teniente generalD on A m brosio M ariano Sámano La P iedad 1781 Teniente general

D on José Robledo T lazazalca 1769, 1772 Teniente

D on M anuel M aciel T lazazalca 1781 Teniente

Juan Z arate y M anzo T lazazalca 1785 TenienteJo sé Antonio M éndez de Torres T lazazalca 1788 TenienteD on A m brosio M ariano Sámano Yurécuaro 1781 Teniente

D on D ionisio V alentín PérezE stanciaChurinsio 1781 Teniente

D on Joaquín Otero Penjam illo 1781 Teniente

D on Francisco A cevedo Chilchota 1781 TenienteD on A sencio Jacobo Conaeras A tacheo 1781 Teniente

D on Thom as D ávalos Ecuándureo 1781 TenienteD on Jo sep h Rom án Velásquez

San Pedro Thanhuenguato 1781 Teniente

378

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Anexos

M A R A V A T ÍO Y A G R E G A D O D E Z A M O R A

D on Jo sep h G arcía V elásquez Larios M aravatío 1744 LugartenienteD on Lope del C apellán y Rosal M aravatío 1754 Teniente general

José Joaquín de V elasco M aravatío 1778 LugartenienteD on Bernardo Arias M aldonado M aravatío 1779-1784 TenienteD on A ntonio Rafael de la Peña M aravatío 1779-1784 Teniente

don José Joaquín V elasco M aravatío 1779-1784 Teniente

D on José Joaquín de Velasco M aravatío 1784 TenienteD on Jo sé A nton io V illalón y A hum ada M aravatío 1788 LugartenienteD on Ju an D om ingo Bachiareli M aravatío 1787, 1788 Lugarteniente

D on José Ignacio Bustam ante M aravatío 1788 Lugarten iente interinoD on Ju an D om ingo Bachiareli M aravatío 1787, 1788, LugartenienteD on Jo sé A nton io V illalón y A hum ada M aravatío 1788 Lugarteniente

D on José Ignacio Bustam ante M aravatío 1788 Lugarten iente interino

D on M artín de G am on V illa de Z itácuaro 1724 LugartenienteD on H eraclio Rom ero D elgado V illa de Z itácuaro 1762 Teniente generalD on Eraclio Rom ero D elgado V illa de Z itácuaro 1779-1784 Teniente general

D on José A nton io de Velasco V illa de Z itácuaro 1779-1784 Teniente generalD on H eraclio Rom ero D elgado V illa de Z itácuaro 1781 Teniente general

D on G erardo de Anchoriz V illa de Z itácuaro 1786 Teniente general

D on A ntonio Balderram aSan M ateo del R incón 1762 Teniente

D on V icente de O talSan M ateo del R incón 1779-1784 Teniente

don R am ón de EsproncedaSan M ateo del R incón 1779-1784 Teniente

don Juan BenitesSan M ateo del R incón 1779-1784 Teniente

D on M anuel de A guilar Tuzantla 1736 Lugarteniente

M artín Joseph Thellechea Tuzantla 1786 Teniente

D on José A nton io de Velasco Tuzantla 1779-1784 Teniente

D on A ntonio González Tuzantla 1779-1784 Teniente

D on A ntonio Chávez Tuzantla 1779-1784 Teniente

Antonio del Cam po V izcarra Santiago Tuxpan 1760 Lugarteniente

D on V icente Roca Tuxpan 1779-1784 Teniente

D on D iego Peram ato Tuxpan 1779-1784 TenienteD on A ntonio del Corral V elasco Tuxpan 1786 Teniente

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Tenientes generales y particulares de alcalde mayor, 1700-1787

D on Juan V icente de la Roca Tuxpan 1781 Lugarteniente

D on Jacinto Estévez Tuxpan 1789 LugartenienteD on Eugenio Antonio de la H uerta Taxim aroa 1779-1784 Teniente

D on M atías de Ribas Taxim aroa 1779-1784 Teniente

D on Ignacio José Portal Irim bo 1779-1784 Teniente

D on D iego M aciel B lancarte V illa de Zam ora 1713, oct 28 Teniente generalD on D om ingo González de Y gareda V illa

V illa de Zam ora y Jacona 1717 Teniente general

M atías Á lvarez Jacona 1752, 6 jun Teniente

D on D iego Díaz de G am arra V illa de Zam ora 1749, jun io12 Teniente general

D on Joseph de Palazuelos Zam ora y Jacona 1758 ju l 12 Teniente general

D on Á ngel Prieto de la M aza V illa de Zam ora 177? Teniente generalD on H eraclio Rom ero D elgado V illa de Zam ora 1779 Teniente general interino

D on Francisco Benito Jaso V illa de Zam ora 1779-1784 Teniente general

Zam ora D on Juan José G aribayV illa de Zam ora y su jurisdicción 1785 Teniente general

D on Juan Jo sef Tentorí Zam ora 1785,86 y 87 Teniente general

D on M artín de TellechaeReal de los Santos Reyes 1787 Lugarteniente

D on Jo sep h Antonio Benítez de M ariza

Real y m inas de Tem ascaltepec 1736, m ayo 18 Lugar teniente

T a n c íta ro y P in z án d a ro , a g reg a d o s , S in ag u a y L a H u a c a n a y M o tin es d e l O ro

D on Francisco M orquecho Tancítaro 1781 Teniente

Tancítaro D on Pedro Pérez Apatzingán 1771 Teniente general

Cayetano G arcía Apatzingán 1774 Teniente general

D on M iguel de Echenique Apatzingán 1779 Teniente general

D on A gustín Sansberro Apatzingán 1781 Teniente general

D on M iguel de G andarilla Apatzingán 1781 Teniente

D on A gustín Silva Apatzingán 1782 Teniente generalD on A lejo Antonio de Taboada y M arino Tepalcatepec 1720 Teniente

D on M arcos de Oñate Tepalcatepec 1781 Teniente

D on Luis de EscorzoSanta A na A m atlán 1781 Teniente

Francisco Jav ier de O choaSanta A na A m atlán 1785 Teniente

D oroteo C arbajal

Santa Catarina Purungueo de la jurisd icción de A rio , S inagua y La H uacana 1781 Lugarteniente

D on Pedro V élez de Chávez Paracuaro 1730 Teniente general

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Anexos

D on G regorio M atías de A rriola Carácuaro 1781 Teniente

S in ag u a y L a H u ac a n a

D on M anuel de N eira Ponce de león

A rio (Sinagua y la H uacana) 1753 Teniente general

D on Joseph M aría Rueda A rio 1769 Lugarteniente

don Juan José Castellanos A rio 1782 Teniente general

D on Cayetano García A rio 1788 Teniente general

M otines del Oro D on Juan Antonio de Y biricu M otines del Oro 1783 Teniente general

J iq u ilp a n , P e rib a n y T in g ü ie n d in

D on Jo sep h de M orellón y O seguera Jiquilpan 1780 Teniente general

D on Juan Baptista de M artija Jiquilpan 1788 Teniente generalD on D iego González de O livera T ingüindín 1757 Teniente

D on Pedro Díaz T ingüindín 1783 Teniente

D on Juan Coton Tingüindín 1788 Teniente

D on Jo sef Sim ón G odines T ingüindín 1790 Lugar Teniente

D on Francisco D íaz cano San Juan Periban 1781 Lugarteniente

D on V icente Ruíz y M aciel Patam ban 1791 Lugarteniente

T la lp u ja h u a

Joseph Joachin de Llano Tlalpu jahua 1754 Teniente general

D on Joseph de SoriaReal de T lapujahua 1771 lugar teniente

Juan A ntonio V alladolid H ucaneo 1727 Teniente

D on A ntonio de R ivera Frías Z inapécuaro 1727 lugarten iente

D on M arcos de Larrondo Z inapécuaro 18-nov Lugarteninete

C u itzeo d e la L a g u n a

D on M arcos Santos de V illa Santa A na M aya 1770, Lugarteniente

D on Joaquín de O rduñaCuitzeo de la Laguna 1770, Teniente general

D on A ntonio A lonso del Peral

Cuitzeo de la Laguna 1770, Lugarten iente general

H u im e o y Z irá n d a ro Lugarteninete

D on Josep A nton io González Z irándaro 1787 Lugarten iente sustituto

D on Juan de M endoza Z irándaro 1788 Teniente general

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Fuentes

AGI

AGN

AHMM

AHCM

AHCP

Archivo General de Indias- Audiencia de México- Indiferente general- Estado

Archivo General de la Nación (México)- Subdelegaciones- Alcaldías mayores- Civil- Criminal- Indiferente virreinal- Indios- Tierras- General de parte- Reales ordenanzas- Cedulas reales originales y duplicadas- Intendencias- Real Hacienda- Media Anata- General de Parte- Tributos- Correspondencia diversas autoridades

Archivo Histórico Municipal de Morelia- Gobierno- Hacienda- Justicia- S. XIX

Archivo Histórico Casa de Morelos (Morelia)- Justicia- Denuncias- Bienes materiales- Padrones

Archivo Histórico del Ayuntamiento de Pátzcuaro- Fondo colonial, siglo XVIII

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383

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Índice de cuadros

Cuadro I. alcaldías mayores y tenientazgos en lasegunda mitad del siglo XVIII 69Cuadro II. Tenientazgos de alcaldía mayor de la alcaldíamayor de Valladolid 83Cuadro III. Población de San Pedro Paracho, 1742­1792 88Cuadro IV. Tenientazgos de Maravatío con susdistancias 90Cuadro V. Tenientazgos de Huimeo y Zirándaro 93Cuadro VI. Tenientazgos de Jiquilpan 95Cuadro VII. Tenientazgos de Tlazazalca 96Cuadro VIII. Nombramiento de tenientes generales 121Cuadro IX. Tenientes confirmados en 1726 y 1727 123Cuadro X. Destitución de los tenientes de alcaldemayor 125Cuadro XI. Dependientes del tribunal de la acordada,1783 184Cuadro XII. Tenientazgos de la intendencia deValladolid 201Cuadro XIII. Tenientes de subdelegado en laintendencia de Valladolid (1789-1820) 218Cuadro XIV. Gratificación de los subdelegados (1792) 247

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