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El comunismo libertario y el régimen de transición Christiaan Cornelissen 1933

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El comunismo libertario yel régimen de transición

Christiaan Cornelissen

1933

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Índice general

Prólogo 4

Introducción: Generalidades 8

Capítulo I: La producción industrial 19

Capítulo II: La organización de las industriasbajo la dirección de los sindicatos obreros 27

Capítulo III: ¿Existirá moneda en una sociedadcomunista libertaria? 43

Capítulo IV: La organización de la agricultura 62

Capítulo V: Justicia y policía en una sociedadcomunista libertaria. El derecho comu-nista libertario 74

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Capítulo VI: Las artes y las ciencias. Los debe-res del comunismo libertario a su respecto 87

Capítulo VII. ¿Existirá un gobierno en una so-ciedad comunista libertaria? 96

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Prólogo

Antes de bosquejar, en las páginas siguientes, las ba-ses de una economía comunista libertaria, importa re-cordar al lector todas las dificultades que se presentanante quien emprenda una obra semejante.

La sociedad humana es y continuará siendo siempreunmosaico de formas de existencias, de usos y costum-bres más diversos, Todo se halla en Todo, decía un vie-jo filósofo chino, Lao-Tse, y no podría comprendersela composición tan sumamente compleja de una civi-lización, si uno no se diese cuenta de la coexistencianecesaria de una gran variedad de formas que se en-trelazan y que, en su conjunto, constituyen el mosaicohumano.

Una forma de sociedad evolucionada en el sentidocomunista, diferirá, en primer lugar, según los paísese incluso según las diversas regiones de unmismo país.No podría ser idéntica en España y en Rusia; diferirátambién entre diversos países de la Europa occidental,

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como España y Francia o, más aún, como Inglaterra;presentará asimismo profundas gradaciones, una vezestablecida en un país como España, si quisiera estu-diarse su aspecto avanzado desde las costas del paíshacia el centro, o desde la llanura hacia las montañas,o también desde el campo hacia las grandes ciudades.

La producción en sociedad comunista diferirá tam-bién de industria a industria, y el consumo según la na-turaleza del artículo consumido. Bajo ninguna formade civilización podría dejarse al personal de la indus-tria de la electricidad o del servicio de ferrocarriles lamisma libertad de acción que a los agricultores, pues,doquiera se presenta el peligro inmediato para la vidahumana, es necesaria una disciplina mas rigurosa.

En fin, una civilización comunista es un organismoque evoluciona como evoluciona todo en la Natura-leza, y no podría olvidarse, por tanto, que, nacida dela forma de civilización capitalista precedente, llevarápor todas partes, durante siglos enteros, las huellas desus orígenes. No podríamos describir, por consiguien-te, los principios fundamentales de una civilización co-munista libertaria sin admitir la necesidad de la exis-tencia de un período de transición, durante el cual losusos y costumbres de la antigua civilización capitalista

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ejercerían aún un fuerte influjo en todas las institucio-nes comunistas.

Del mismo modo, si queremos juzgar la posibilidadde realizar hoy el ideal comunista libertario, o acercar-nos a este ideal, tendremos que reconocer la realidadde los hechos en el sentido de que no hay que menos-preciar la potencia de nuestros adversarios principales:los capitalistas organizadores de las industrias, de lostransportes y del comercio; los propietarios de tierras,el clero que les sostiene y el Estado actual que es suinstrumento.

Una ventaja afectiva de las masas laboriosas reside,desde luego, en su fuerza numérica. Pero las clases delos capitalistas y de los terratenientes tienen a su favoruna larga experiencia —que es a veces una rutina— enla alta dirección de las empresas industriales, comer-ciales y agrícolas; en los servicios de transportes y decomunicaciones y en la administración pública.

Que el lector de las páginas que siguen se dé cuentade todas las observaciones precedentes, si compruebaque, en nuestro estudio, solo hemos trazado a grandesrasgos el desenvolvimiento de una economía comunis-ta libertaria, dejando el lugar necesario a la influenciade toda clase de factores especiales de naturaleza his-tórica, étnica, nacional o local.

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No es tan solo que nos hallamos convencidos de quelos acontecimientos del porvenir decidirán de la partede que podremos realizar nuestro ideal, sino que tam-bién estamos muy conscientes de toda la complejidadde la vida en sociedad, para querer entrar en todos lospormenores de una exposición.

No somos profetas y debemos atenernos rigurosa-mente a trazar, solo a grandes rasgos, el cuadro de unacivilización comunista libertaria.

Christian Cornelissen

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Introducción:Generalidades

El ideal de una sociedad comunista libertaria es larealización de una vida social, que se ha caracterizadomediante la fórmula: A cada cual según sus necesida-des y para cada cual según sus capacidades.

Podemos ver la prueba de que la Humanidad pue-de acercarse, y cada vez más, en el transcurso de lossiglos venideros, a este ideal, en la institución de la Fa-milia actual. Una familia feliz, una familia modelo denuestros días —ya sea rica o pobre— es estrictamentecomunista en el sentido indicado por la fórmula citadaanteriormente. El régimen bajo el cual se vive y se tra-baja es este: uno para todos y todos para uno. Los másfuertes y los más inteligentes sostienen a los niños y alos ancianos, libres para ser sostenidos a su vez cuandocaen enfermos o cuando envejecen.

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Con todo, no podríamos aceptar el principio formu-lado anteriormente sino para un porvenir muy lejano,si quiere aplicarse a toda la sociedad.

Digamos a un cristiano sincero —que los hay— quela aplicación estricta del principio del Evangelio: Si al-guno te golpea en la mejilla derecha, preséntale tambiénla otra mejilla, sería un absurdo y tendría también, conlos hombres tal como los conocemos, resultados dia-metralmente opuestos al efecto presumido. El creyen-te responderá —si es inteligente-: Lo sé muy bien, peroconsidero mi principio como un ideal lejano de un amorperfecto, ideal que sería ciertamente imposible de alcan-zar con la inmensa mayoría de los hombres de nuestraépoca, mas al cual es preciso tratar de acercarnos, sinembargo, lo más posible y en cuya dirección debemosperfeccionarnos.

De análoga manera es como comprendemos el idealdel estricto comunismo. Bien sabemos que, actualmen-te, un régimen social que no exigiese que el trabajo detodo hombre culto y en buen estado de salud pudieracontrabalancear la extensión de su consumo, hallaríadificultades prácticas insuperables. Y esto también entanto que la naturaleza humana no sea transformadaprofundamente en el sentido altruista.

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Es precisamente en los medios obreros de diversospaíses donde hemos hallado los partidarios más fer-vientes y hasta fanáticos del régimen: El que no tra-baje, no comerá.

Esto se explica por el hecho de que los obreros sabenmejor que otros que la vida es difícil, que la Naturalezano da nada si no se suministran esfuerzos, y que elperezoso que deja que otros trabajen para él, cometeun abuso.

Un solo hecho de nuestra larga experiencia de la vi-da: Durante la primera revolución rusa, en 1904-1906,éramos el propietario (de nombre) de un steamer quehabía transportado fusiles y municiones a los revo-lucionarios rusos. Estando el buque de regreso en elpuerto de Amsterdam, el propietario de los fusiles y yotuvimos la intención de dar una gratificación de cin-cuenta florines a todos los hombres de la tripulacióny una suma mayor a los cuatro oficiales. Pero habien-do dejado el barco en Italia algunos tripulantes —pararegresar más pronto por ferrocarril, el capitán habíatenido que contratar a cinco árabes en la costa nor-te de África. Ahora bien, en Amsterdam, tomando lapalabra el boatsman (patrón) en nombre de la tripula-ción, nos dio gracias por la gratificación prometida, pe-ro añadiendo que sus camaradas y él rehusaban todos

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el aceptar los cincuenta florines, si se daba también alos árabes la misma gratificación. En efecto, estos hom-bres habían dejado trabajar a sus camaradas casi solos,incluso en plena tempestad, cuando el pequeño navíohabía tenido que buscar la protección de la costa in-glesa. Es este un ejemplo en que los trabajadores noaceptarían una dádiva, bien merecida sin embargo, yse perjudicarían a sí mismos, antes que tolerar que esamisma dádiva fuese concedida a personas que no lahabían merecido.

Al cabo de más de treinta años de estudios económi-cos especiales y de más de cuarenta años de experien-cias prácticas en el movimiento obrero internacional,no vemos personalmente ningún porvenir próximo pa-ra el estricto comunismo más que en algunas esferasmuy especiales de la producción y del consumo y pa-ra artículos de primerísima necesidad: pan, ropas detrabajo y viviendas de lo más sencillo.

Estos artículos de primera necesidad podrán ser pro-ducidos siempre, por la comunidad de los trabajadores,en cantidad suficiente para que se hallen disponiblesincluso para los que no quieren trabajar.

¿Es que, ya actualmente, el agua potable de las fuen-tes comunales no está a la disposición de todos y laentrada a los jardines públicos no es libre para todos?

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En cuanto a lo que exceda de lo estricto necesario,habrá que contentarse —en un porvenir próximo, lomismo que en la actualidad— con obtener que la co-munidad preste sus cuidados, por espíritu de solidari-dad, a los enfermos y a los inválidos, a los niños y a losancianos. Este espíritu de solidaridad no exime de la fi-lantropía, sino que es la expresión de un deber socialde la colectividad con respecto a los individuos.

En resumidas cuentas, estimamos que la realizaciónprogresiva del régimen comunista será obra de unalarga educación de los hombres de generación en ge-neración. Lo mismo que los hombres en general, lainmensa mayoría de los obreros —salvo algunas ra-ras excepciones— deberán aprender también a traba-jar unos para otros, como deben aprender asimismo asustituir, poco a poco, a los capitalistas particulares enla dirección de la producción.

Todas estas observaciones atañen al comunismo. Pe-ro nosotros no somos solamente comunistas, pues so-mos también libertarios. Es decir, que pedimos la ma-yor libertad posible para todo individuo y para todaagrupación de individuos; la mayor autonomía posi-ble para cada comuna y para cada región en el seno dela nación, así como la independencia de todo pueblo,pequeño como grande, de toda nación que pueda pre-

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tender representar a una civilización de carácter par-ticular, en la medida en que no es indispensable en elinterés internacional el limitarla.

Si supiéramos que un gobierno tiránico, una dicta-dura semejante a la que impera actualmente en la Ru-sia de los Soviets se hallara en disposición de crear, enel transcurso de medio siglo, una forma de comunismoaltamente desarrollada, pero a condición de que la li-bertad individual estuviera totalmente sacrificada, pre-feriríamos el mal régimen social actual que garantizaal menos algunas libertades, a un régimen de cuartel yde trabajos forzados, como el que existe actualmenteen Rusia —régimen inadmisible en principio y peligro-so aun pasajeramente, pues corre el riesgo de provocaren las masas sometidas a la experiencia el odio al co-munismo y de hacerlas pasar para mucho tiempo a lasfilas de los reaccionarios.

Sería mejor, ciertamente, para dicha de todos, que laHumanidad pudiera evolucionar lentamente en ambasdirecciones a la vez —del comunismo y de la libertad—, que realizar, por medio de la violencia de una dicta-dura, un orden social de esclavitud, aun cuando estaesclavitud debiera acercarnos al comunismo.

En la definición de la palabra libertario dada ante-riormente, hemos subrayado expresamente dos veces

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el vocablo posible. Es que reconocemos todas las difi-cultades que se presentan, en la vida práctica cotidia-na, a la realización de la libertad y de la autonomía, enel sentido estricto de la palabra, como reconocemostodas las dificultades prácticas que se presentan en larealización del comunismo.

Tanto en una como en otra dirección, será menes-ter una evolución de varias generaciones antes de quepuedan realizarse, sobre poco más o menos, nuestrosmejores sueños sociales; es decir, antes de que losHombres, en su conjunto, hayan aprendido a tolerar-se unos a otros, a amarse suficientemente entre sí ya trabajar unos para otros y no por su único interéspersonal.

Debemos precisar también un tanto las palabrasprincipales aquí empleadas:

Admitimos, como definición del principio de la li-bertad, la dada por Spinoza: Será llamado libre aquelloque existe solamente por la necesidad de su naturalezay se halla determinado a obrar por sí solo; será llamadonecesario o más bien opresión aquello que es determi-nado por otra cosa a existir y a producir algún efectoen una condición cierta y determinada (Ética, Primeraparte, Definición VII).

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Según esta definición, el Hombre es libre en sus ac-tos cuando es él mismo el solo y único promotor deellos; es, por el contrario, no libre o se halla en depen-dencia cuando otras personas le deciden a obrar a sumanera, de suerte que no es sino parcialmente el pro-motor de sus propios actos.

Ahora bien, la Ética moderna admite que todo in-dividuo debe de permanecer libre y hallarse en dispo-sición de desarrollar su entera personalidad, hasta elpunto en que comience a entorpecer la libertad de losdemás: ya sea la libertad de otros individuos o la deuna colectividad.

Este es el principio formulado ya en agosto de 1789por la Asamblea Constituyente (Revolución Francesa),en el artículo 4º de la Declaración de los Derechos delHombre y del Ciudadano: La libertad consiste en po-der hacer todo lo que no perjudique a los demás. Así,el ejercicio de los derechos naturales de cada hombreno tiene otros límites que los que aseguran a los de-más miembros de la sociedad el goce de estos mismosderechos…

Que todo individuo duerma o vele, que coma y beba,que se dedique a los juegos, a los deportes, al paseo, alos conciertos o a los viajes, como bien le parezca —tanto tiempo como el sueño o la vigilia, la comida, los

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juegos o los deportes, los paseos, los conciertos o losviajes no lesionen los intereses de su familia o de sumedio, pues se halla en la naturaleza de las cosas queel que quiere que se respete su libertad, debe respetartambién, por su parte, la libertad de los demás.

Desde el momento en que la realización de los de-seos personales y el desenvolvimiento de la libertadindividual comienzan a lesionar la libertad y los intere-ses ajenos, se hace necesario entenderse: son precisasconcesiones de parte y parte, entre el individuo que le-siona y las colectividades o los individuos que se venlesionados.

Concesiones hechas directa y amistosamente entrelas partes, tanto como sea posible; la intervención deuna autoridad competente, como árbitro, si es necesa-rio.

El hombre que ha unido su vida a la de una mujer,viviendo ambos como esposo y esposa, ha abandonadoya, de hecho, una parte de su propia libertad en todaslas circunstancias y en todos los acontecimientos queatañen a la vida común.

Menester es que en las agrupaciones de comunistaslibertarios reine el mismo espíritu de tolerancia, de li-bertad y el derecho igual para todos que exigimos fue-ra de estos grupos en la vida social de todos los días.

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Nuestros grupos no deben ser dirigidos por cualquierdictador individualista que no se atenga a las decisio-nes de la mayoría de sus camaradas y que se apropielas obras creadas por los esfuerzos de todos. Nuestrosgrupos deben ser regidos por los principios de la demo-cracia y tener una dirección en que los secretarios, lospresidentes, etcétera, de los grupos no sean, en defini-tiva, más que los mandatarios del conjunto de sus ca-maradas. Deben ser, al menos, los representantes de lamayoría en caso de divergencia de opiniones y cuandose hallen ante el dilema práctico: que una puerta debaestar abierta o cerrada.

Contra toda dictadura individualista, lo mismo quecontra todo gobierno centralizado, los comunistas li-bertarios deben defender los principios de la libertadindividual de todos los individuos y de la autonomíalocal y regional.

El principio de la autonomía debe de ser defendidopor nosotros bajo una forma futura de la sociedad ac-tual con respecto a todas las organizaciones e institu-ciones sociales: cooperativas, sindicatos obreros, ligasde productores o de consumidores, de inquilinos o depadres de familia, asociaciones de la juventud, etc.

Bajo el término de autonomía, comprendemos la li-bertad y el derecho de las organizaciones e institucio-

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nes de los municipios, de las regiones y de las nacionesa administrar sus asuntos interiores según sus mismosprincipios, permaneciendo sumisas a las prescripcio-nes generales en vigor para todos los ciudadanos o re-glamentando las relaciones entre las organizaciones,comunas, regiones o naciones.

Por lo que atañe a la vida económica en la sociedad,debemos insistir en que se basa más y más sobre lacomuna como célula fundamental.

A nuestro entender, las comunas deberán, en lo por-venir, aprovisionar y utillar a las regiones, provincias,departamentos o naciones. Estas últimas deberán cons-tituir una verdadera Sociedad de las Naciones, de lascuales la de Ginebra no es más que una caricatura o,mejor dicho, un modestísimo e hipócrita comienzo.

La Sociedad del porvenir debe ser organizada de aba-jo a arriba en lugar de ser gobernada, como hoy, dearriba a abajo.

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Capítulo I: La producciónindustrial

¿Continuará existiendo la gran industria en una so-ciedad comunista o podremos hacer revivir el artesa-nado?

Nos hemos visto obligados con frecuencia a discutirlas cuestiones que figuran a la cabeza del primer ca-pítulo, con anarquistas de la antigua escuela, cuandoestos venían a exponernos que en la sociedad comunis-ta del porvenir las agrupaciones libres de productoresadministrarán entre sí la producción.

Aún recientemente, un viejo camarada educado enlas teorías anarquistas de Bakunin y de Kropotkin, dehace cuarenta o sesenta años, nos exponía los propósi-tos siguientes:

Todas esas industrias modernas y todo ese maqui-nismo complicado, desaparecerán. Cuando haya llega-do la revolución social y haya sido fundada una socie-

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dad socialista libre, cada uno de nosotros reunirá entorno suyo a algunos camaradas para producir en con-junto: los carpinteros y los ebanistas puertas y venta-nas, mesas y armarios; los herreros, utensilios de hie-rro y acero; los sastres, vestidos. Todos llevarán susproductos a los almacenes centrales, donde tendrán en-tera libertad para adquirir los productos agrícolas queles sean necesarios…

Pero esa famosa toma del montón en los almacenesno podría durar más que algunos días y después de es-to vendría lamiseria general —respondimos nosotros—. Después de algunas semanas no habría ya un utopistaque nos siguiera, y sería la reacción dura e implacablela que comenzaría.

Y hemos tratado de convencer a nuestro viejo ca-marada con los hechos de todos los días, con la vidareal.

Mira, nosotros vivimos juntos en un arrabal a don-de los jóvenes de ambos sexos van a bailar el sábado yel domingo. No lograrías nunca impedirles bailar des-pués de una semana de duro trabajo.

Pues que bailen.Sí, amigo mío, pero las jóvenes que van al baile quie-

re llevar medias de seda. Si esas medias de seda tienenque ser fabricadas por tus agrupaciones de producto-

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res, su producción costará, por lo menos, 125 francos,quizá 200 francos, el par, mientras que las jóvenes lascompran ahora por 12.5 francos el par. Después esasjóvenes piden para el baile vestidos que, desde luego,no son de verdadera seda, pero que tienen al menos suapariencia, como las medias. Ahora bien, la seda arti-ficial no es fabricable más que en la gran industria, ytú, amigo mío, quieres volver a llevarnos al artesana-do. Te quedarías completamente solo, felizmente, delresto.

No, —sostuvo mi viejo amigo—, no me quedaré com-pletamente solo, pues las grandes industrias sonmuy cos-tosas y desgastan mucho la naturaleza.

Hemos respondido: Pero confiesa que es, por el con-trario, en los artesanos donde hay que buscar el des-gaste de la producción de artículos de uso diario. Mi-ra, todos los días pasan por aquí autocars cargados depuertas y de ventanas para las casas que se constru-yen en la colina, debajo de los árboles. Esas puertasy ventanas son fabricadas en las fábricas en gran serie,como suele decirse. Esto cuesta una vigésima parte deltrabajo y una quinta parte del precio que costarían laspuertas y ventanas construidas por tus grupos libresde carpinteros o de ebanistas, los cuales, por encimadel mercado, ganarían la mitad de lo que ganan sus ca-

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maradas en la fábrica, trabajando con las mejores má-quinas. ¿Qué carpintero o qué ebanista querría hacertambién lo que tú propones?

Y no olvidemos—hemos añadido— que si quieres apli-car a la gran industria del transporte los mismos princi-pios que a la industria en general, no habría servicios deautocars, ni ferrocarriles, ni buques a vapor. La seda ten-dría que ser traída de Lyon, como en la época de nuestrosantepasados, en carros, y tus grupos libres de carpinterostendrían que ir probablemente a los bosques a derribarlas encinas y las hayas antes de poder fabricar puertasy ventanas.

¿Es esto desgaste?No he podido convencer a mi viejo amigo. Pero he

reproducido aquí nuestra conversación, porque, en to-dos los países, se encuentran todavía numerosos cama-radas como él que fulminan contra la gran industria,sin reflexionar un momento sobre el hecho de que hoytodos tenemos necesidades tan múltiples y tan inten-sas en comparación con la vida de miseria que han co-nocido nuestros antepasados, que ya no podemos exis-tir sin esta industria.

Sin embargo, el artesano puede hallar aún un pues-to, en sociedad comunista, en algunas raras industrias,principalmente en industrias de lujo: grabado, escul-

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tura en madera, encuadernación de libros preciosos,etc., y, sobre todo, en las industrias de reparación deautomóviles, de calzados y vestidos de toda clase, demuebles, etc. En ella, las agrupaciones libres podránhallar también, en varias direcciones un campo de ac-ción útil. Pueden asimismo ocuparse en algunas partesen la agricultura, principalmente en el cultivo hortela-rio o en la jardinería.

Pero serían incapaces de hacer cosa alguna en unade las numerosas industrias fundamentales que sumi-nistran las materias primas y secundarias de que tene-mos necesidad para la vida diaria moderna: carbones,hierro y acero, pavimentos para nuestras calles, petró-leo, nafta y bencina, caucho, vidrio, cuero y materialesde construcción, etc. Todas esas industrias son del do-minio de las fábricas y grandes talleres provistos de lasmejores máquinas y unidos entre sí por contratos decolaboración. Ocurre lo propio con varias industriasde transformación: hilaturas y tejidos de algodón y delana, fábricas de máquinas, de automóviles, de puentesde acero, astilleros, etc.

Mi viejo amigo nos decía que se hallaba demasiadoanimado del espíritu de la libertad y de la independen-cia, para poder trabajar nunca en una de esas fábricas,en uno de esos talleres o astilleros modernos.

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Personalmente, nosotros somos tan incapaces deello como él. Pero, sin embargo, seríamos también hos-tiles al trabajo en uno de esos grupos anarquistas detres, cinco o diez personas, las cuales, por lo general,no funcionan bien sino el tiempo en que un hombreenérgico se halle al frente del grupo, un hombre que,por así decirlo, es seguido y obedecido tácitamente porsus camaradas.

Personas como nuestro viejo amigo y nosotros ha-rán mejor en dedicarse, en una sociedad comunista li-bre, a alguna ocupación aislada, como redactor, médi-co o dentista o a trabajos de artista.

Pero ¿tendríamos derecho a negar, por estas razo-nes sentimentales y personales, las necesidades de lavida moderna o a tratar de hacer revivir la producciónartesana en ramas en que esta producción no tiene yaningún porvenir ni ninguna utilidad?

Para la inmensa mayoría de las masas laboriosas, nose trata, en una sociedad comunista, de hacer renacerla Edad media, sino, por el contrario, de adueñarse delas fábricas y talleres y de proseguir la producción enuna dirección designada por el personal con las máqui-nas y el utillaje más modernos.

Nuestro comunismo debe tener un ideal moderno yrepresentar un progreso desde el punto de vista técni-

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co en comparación con el régimen capitalista. De locontrario, no tendría ningún porvenir.

Nuestros camaradas anarquistas que, por amor a lalibertad y a la independencia personal, olvidasen estaverdad fundamental, sufrirían en el porvenir la suertede los anarquistas cuando la Revolución en Rusia: notendrían ninguna influencia efectiva, pero serían pre-cisamente buenos para ayudar a los socialdemócratasmarxistas y estatistas a llegar al poder. Probablementeserían fusilados o enviados al presidio después de ha-ber dado, un tanto vanamente, sus mejores fuerzas ala Revolución social.

En lugar de combatir las grandes industrias moder-nas, los anarquistas-comunistas y los sindicalistas re-volucionarios deberán, por el contrario, estudiar la al-ta dirección de esas industrias y adaptarlas al consumosocial.

Las masas laboriosas se hallan hoy en disposiciónde producir artículos alimenticios, tejidos, casas y ob-jetos de lujo de todas clases, etc., en cantidades enor-mes, cantidades cuyo volumen actual no habrían podi-do imaginarse nuestros abuelos y bisabuelos.

Ahora bien, el individualismo tiene tanta menos ra-zón de ser cuanto más fácil es de obtener. Tan instinti-vo como era para defender ferozmente bienes que ha-

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bía costado gran trabajo procurarse y además en canti-dad insuficiente para satisfacer todas las necesidades,tan instintivo es para ser liberal, generoso, con los bie-nes existentes en número excesivo y con los bienesmuy fáciles de procurarse. La producción excesiva tra-baja, en ese sentido, por el comunismo y facilitará suintroducción y generalización.

Pero todos estos productos no pueden llegar actual-mente a sus destinatarios, las poblaciones laboriosasde los diversos países, porque una ínfima minoría decada población, la clase capitalista y los grandes agra-rios, dirige la producción en las altas esferas, en su pro-pio y único interés, para realizar beneficios personalesy sin tener en cuenta las verdaderas necesidades de to-da clase de productos, necesidades que siguen sin sa-tisfacer en las grandes masas de las poblaciones.

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Capítulo II: Laorganización de lasindustrias bajo la direcciónde los sindicatos obreros

Para convencerse de que el régimen capitalista ensu conjunto sufre actualmente una crisis formidable yque se halla en vías de hundirse poco a poco, no haymás que: estudiar la situación económica actual: mien-tras que en el Canadá se queman los trigos para loscuales no hay compradores, y en el Brasil se calientanlas locomotoras en una red de ferrocarriles con brique-tas de cafés no vendibles, existen, en estos momentos,en el mundo llamado civilizado, veinticinco millonesde huelguistas involuntarios y una miseria tan inten-sa que desde hace mucho tiempo no ha conocido elmundo otra semejante.

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Las sociedades humanas han creado medios de pro-ducción siempre creciente ymasas de productos, rique-zas de todas clases, pero cuya circulación se halla obs-taculizada y malversada por el régimen capitalista ac-tual. Y, gracias a este régimen, las masas laboriosas notienen derecho a consumir lo que han producido. Engran parte, las poblaciones laboriosas carecen de todo.

La clase capitalista no ha sabido adaptar la produc-ción al consumo y, enriqueciéndose por sí misma, noha sabido enriquecer suficientemente a las masas po-pulares, para que estas puedan adquirir las mercandasproducidas.

La clase capitalista perecerá por su egoísmo y porsu ávida sed de ganancias.

¿A quién pertenecerá, por tanto, el porvenir?Los trusts y carteles, los consorcios de los empresa-

rios particulares, se han mostrado incapaces de ponerel orden necesario en el caos de la producción. Conocasión de las crisis anteriores de nuestro siglo —las de1901-1902 y de 1907-1909—, ya pudo comprobarse quela crisis hacía estragos de modo muy particular en losEstados Unidos y en Alemania, es decir, precisamenteen los países en donde las combinaciones capitalistaseran las más fuertes.

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Y la larga y cruel crisis actual ha probado mejor aúnque esas combinaciones no se hallan en situación deadaptar, en su rama, la producción al consumo socialy de evitar pavorosos conflictos.

Sin embargo —digan lo que dijeren los socialdemó-cratas marxistas—, el Estado no es capaz tampoco deprestar a la Humanidad los servicios que esta exige yque deben de dar un poco más de bienestar y un pocomás de libertad a todos. El Estado es impotente paraintervenir en la producción, excepto tal vez en algu-nas industrias especiales de utilidad pública como losCorreos, Telégrafos y Teléfonos, los ferrocarriles y losservicios municipales de las comunicaciones por tran-vías y autobuses, o como la electricidad, el agua y elgas, etc.

El Estado actual es una institución demasiado po-lítica y se ocupa muy poco de la vida económica delos pueblos. Es un observador muy superficial de lavida real y, sobre todo, es dirigido por las clases ca-pitalistas y agrarias: financieros, industriales, grandescomerciantes y propietarios territoriales.

Tan poco capaces como los trusts y carteles capita-listas, o como el Estado, son los partidos políticos olas agrupaciones anarquistas para dirigir felizmente laproducción social.

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Puede tenerse la opinión política que se quiera, serconservador, radical, republicano, socialista o anar-quista, pero hay que confesar que esto tiene muy pocarelación con la técnica de la producción. Todo partidopolítico, toda organización de afinidades que perma-nezca fuera de la producción real, tiene que fracasarnecesariamente en la dirección de la vida económica.Si los políticos, o las agrupaciones anarquistas comotales, intervienen eficazmente en la producción, soloconducirán a una dictadura y a una tiranía social, delas cuales el régimen bolchevista en Rusia y el régimenfascista en Italia ofrecen dos tristes ejemplos.

Las únicas organizaciones que serán competentes,en el porvenir, para dirigir, de abajo a arriba, la produc-ción social, son los sindicatos de los trabajadores ma-nuales e intelectuales. Tan solo ellos se hallan en con-tacto directo e inmediato con los trabajos en los esta-blecimientos industriales y comerciales, con los gran-des medios de transporte y de comunicación, con lasoficinas de administración y con las empresas agríco-las. De acuerdo con las cooperativas y otras organiza-ciones de consumidores y con los utilizadores de losmedios de transporte, podrán los sindicatos organizardefinitivamente la vida económica del porvenir.

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La comprobación de estos hechos implica para lasmasas laboriosas y para todas las corrientes proleta-rias, la necesidad de organizarse fuertemente, y esto,local, nacional e internacionalmente. Esto es una ne-cesidad para los sindicatos obreros cuando se trate deapoderarse de las fábricas y talleres y de dirigir la pro-ducción en las altas esferas; pero es también una nece-sidad para los comunistas libertarios y anarquistas enlo que concierne a todos los problemas de naturalezageneral y que no afecte a la técnica de la producciónsocial.

Si los anarquistas no se emancipan de la aversiónque muchos de nosotros sustentamos aún contra todaforma de organización seria, no podrán tener ningunainfluencia sensible en la formación futura de la Socie-dad, cuando de aquí a poco tiempo —esperémoslo así—haya probado suficientemente el régimen capitalistasu impotencia para regir la vida social moderna.

En cambio, desde el momento en que los comunistaslibertarios y los anarquistas comprendan toda la im-portancia de una fuerte organización, y que hagan entodas partes causa común con los sindicatos obreros re-volucionarios —sin pretender dominar, sin embargo, alos sindicatos—, desde el momento en que sepan obrar,juntamente con los sindicatos, sobre las bases de un

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programa común de tendencias internacionales, des-de ese momento cambiará para ellos la situación al serrealizadas las primeras condiciones de un futuro éxito.

En la que atañe a la acción especial de los sindicatosobreros con ocasión de una revolución social, estabaconvenido desde hace cuarenta años, en el movimien-to obrero internacional, que entonces los sindicatos setransformarán de organizaciones de combate para elmejoramiento o el mantenimiento de las condicionesde trabajo, en organizaciones de producción, tomandopor sí mismas la iniciativa de la alta dirección de lasempresas.

Para poder cumplir dignamente su misión social aeste respecto, los sindicatos de trabajadores manualese intelectuales deberán por de pronto —y según nues-tro parecer desde ahora— organizarse por industrias y,solo en un caso excepcional, por profesiones.

Los Trabajadores Industriales del Mundo (IndustrialWorkers of the World, I. W. W.), de América han dadoel primer ejemplo de esta organización por industrias.

El núcleo de toda gran producción, la célula econó-mica de toda vida moderna, es el establecimiento y nola profesión. Ahora bien, en un establecimiento mo-derno de mediana o de gran industria, pueden traba-jar hoy juntamente los obreros y empleados de cinco,

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diez o veinte profesiones o especialidades: peones dealbañil, herreros, carpinteros, tapiceros, pintores, tene-dores de libros, stenodactilógrafos, ingenieros y quími-cos, etc., etc.

En conjunto, los diversos trabajadores de una fábri-ca pueden conocer su establecimiento, y las federacio-nes conocer todas las fábricas similares del país a finde preparar la organización local, nacional o interna-cional de todos los establecimientos en cada rama deindustria.

Trabajadores manuales e intelectuales reunidos soncapaces de organizar la producción social en interésde todos.

¿Cuál es ahora la situación si, dentro de poco tiem-po, estalla una revolución social, la cual tendría actual-mente grandes probabilidades de ser internacional?

Al plantear esta cuestión, no pensamos en una re-volución puramente política, como las que en España,en Alemania y en otros países han sustituido la mo-narquía por el régimen republicano. Hablamos de unarevolución que ataque las bases del orden social: la pro-piedad individual.

Si de aquí a algunos meses o años estalla una re-volución social, deberemos esperar que la joven gene-ración de industriales y un número considerable de

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técnicos-ingenieros, arquitectos, químicos, etc., se uni-rán al movimiento obrero, prefiriendo ayudarnos a or-ganizar la producción en beneficio de todos antes quetrabajar para algunas decenas, centenares o millaresde accionistas-rentistas que, a decir verdad, apenasofrecen interés.

Hay que esperar que obtendremos ese apoyo puestenemos que confesar que en ninguna parte, ni aun enlos Estados Unidos, en Inglaterra o en Alemania —parano hablar del resto de Europa—, se hallan los obreroslo suficientemente preparados para tomar desde ahora,con sus organizaciones, la alta dirección técnica de lasindustrias, fábricas y talleres y del conjunto de la vi-da económica. La experiencia realizada en Italia, conla ocupación de las fábricas por los obreros, ha sidouna dura lección y trajo con su fracaso la reacción delfascismo.

Nuestra opinión general acerca de estos puntos sehalla basada en largos estudios económicos y prácti-cos. Y, para no ser mal comprendidos, debemos plan-tear claramente el problema desde el punto de vistotécnico.

Entre cien ingenieros, salidos todos de una de lasmejores instituciones técnicas (de la Escuela Centralde París, por ejemplo), no se hallarán seguramente

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veinte que fueran capaces —ni aun después de algu-nos años de aprendizaje práctico— de dirigir una fá-brica con 200 obreros y empleados sin arruinar a estafábrica en el espacio de poco tiempo.

Sabido es, en efecto, que más fácil es arruinar unestablecimiento industrial o comercial floreciente enalgunos meses, que el llevar a la prosperidad en el es-pacio de diez años a un establecimiento nuevamentecreado.

Continuemos: de veinte ingenieros capaces de diri-gir un establecimiento industrial o comercial de me-diana envergadura, no se encontrarán tres que sepandirigir por su parte, y después de varios años de apren-dizaje, una gran industria con diez o veinte mil obre-ros.

Y, para concluir, no se hallará tal vez uno solo entreellos que pudiera dirigir un cartel o un trust que reúnaveinte o cien establecimientos.

No obstante, hay que contar con la necesidad de te-ner cierto número de técnicos de primerísimo orden,de esta última categoría, porque en el porvenir y enuna sociedad comunista, la producción, la distribucióny los transportes tendrán aún mucho más que hoy uncarácter nacional e internacional que exige grandes ta-

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lentos y verdaderos genios entre los organizadores ylos administradores.

La responsabilidad de la situación actual y de la in-suficiencia absoluta de organizadores técnicos de ta-lento, radica en gran parte sobre los directores de lasindustrias y de los comercios capitalistas, así como so-bre sus gobiernos, que, de manera sistemática, todoshan tenido separados de toda influencia, a los trabaja-dores manuales e intelectuales, sobre la dirección delas empresas.

Al estallar una revolución dentro de poco tiempo,todos los pequeños y grandes potentados industrialesno tendrán más que acusarse a sí propios si las organi-zaciones proletarias deciden el militarizar a todos losjefes de empresas actuales —mantenidos todos en suspuestos bajo la vigilancia del personal— y el hacerlescomparecer ante un tribunal especial en caso de sabo-taje o de negligencia en la ejecución de sus cometidos.

Aquí, la libertad individual debe ceder su puesto an-te el interés general.

Sin embargo, si la revolución social e internacionaltarda aún, a pesar de la aguda crisis económica mun-dial que hostiga actualmente, los comunistas liberta-rios deben ayudar a los sindicalistas revolucionariosa reivindicar, en todos los países, la institución de de-

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legados del personal-trabajadores manuales e intelec-tuales reunidos- que participen en la dirección de to-das las empresas industriales, comerciales, financieraso agrícolas (todos los talleres, fábricas, etc., que traba-jen con un personal asalariado de más de cinco perso-nas).

En este caso, los delegados de las diversas seccionesde una gran empresa, habiendo tenido la ocasión de po-nerse al corriente poco a poco de la marcha general deun establecimiento industrial, comercial, etc., podránconstituir quizá, en el momento en que sea necesariasu intervención, un núcleo suficientemente importan-te de expertos para hacer realizable la puesta en mar-cha de la producción social mediante la fuerza de lostrabajadores solamente.

En tanto que las clases laboriosas —asalariados ma-nuales e intelectuales reunidos— no lleguen a produ-cir, por sus propios medios, las competencias técnicasnecesarias, permanecerán infaliblemente bajo el domi-nio de una casta especial de capitalistas particulareso de funcionarios de Estado. La diferencia entre estosdos regímenes de dominación (particular o estatista)no será considerable.

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¿De qué manera organizarán las organizacionesobreras la producción y la distribución de todas las ri-quezas sociales en una sociedad comunista?

Aquí, principalmente, será preciso repetir las pala-bras de nuestro prefacio: las condiciones de realiza-ción se diferenciarán ciertamente según las regiones,los usos y costumbres y, sobre todo, según el desarro-llo intelectual de las poblaciones y también según lasindustrias.

Pero una cosa nos parece cierta, si conocemos bienla situación en la Europa occidental y en los países de-mocráticos modernos de ultramar, y es que una de lasprimeras medidas que tomará una revolución socialvictoriosa será la de poner mano en todos los bancose instituciones de crédito, que serán todos nacionaliza-dos. El Banco de España, los de Francia, de Inglaterra,de Alemania, etc., reunirán todas esas instituciones yconstituirán los centros de toda producción local o na-cional.

En vez de hallar en un gran bulevard de París un es-tablecimiento del Crédit Lyonnais o del Banco de Fran-cia frente a una sucursal de la Sociedad General delCrédito Territorial se evitará todo despilfarro no con-servando más que un solo y único Banco Nacional, delcual pronto se hallará una sucursal al lado de cada ofi-

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cina de Correos y Telégrafos e incluso en las más pe-queñas comunas.

Otro punto interesante: cada comuna será propieta-ria de todas las tierras y de todas las casas que existano que sean construidas en su territorio, con el deberde conservarlas en buen estado y de hacer construirtodas las casas nuevas que necesite la población.

No tenemos que examinar aquí de qué modo podríarealizarse por medio de una revolución social la trans-formación profunda del orden social ni tratar la cues-tión de saber si los antiguos propietarios serán indem-nizados o no, en forma de una renta vitalicia o en cual-quier otra forma. Todas estas cuestiones dependen, enefecto, estrictamente de los acontecimientos y de losdiversos factores locales, regionales, nacionales e in-ternacionales.

La más pequeña comuna, bajo un orden social co-munista, sería varias veces millonaria y obtendría fuer-tes sumas de los alquileres de las casas y de las tierras.Las grandes ciudades serían tantas veces multimillona-rias como fueran millonarios los pueblos o las peque-ñas ciudades. Hacemos observar a este propósito que,cuando la apertura del Bulevard Haussmann en París,en otoño de 1926, los solares en este bulevard fueronvendidos al precio de 23.000 francos el metro cuadrado,

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valiendo en aquella época la libra esterlina 172 francos.¿Qué riquezas fantásticas poseería, por tanto, una solagran ciudad como París, Madrid, Valencia o Barcelo-na? Ahora bien, aquellas son riquezas ganadas todaspor el conjunto de los habitantes, pues no es el trabajode los propietarios el que hizo subir el precio del metrocuadrado en el Bulevard Haussmann hasta la suma de23, 000 francos.

Volvamos ahora a la organización de la producción:en una sociedad comunista, las industrias locales se-rían fomentadas y comprobadas por las sucursales lo-cales del Banco Nacional, lo mismo que las industriasregionales dependerían de las sucursales regionales ylas industrias nacionales del Banco Central Nacional.Para trabajos internacionales se impondrían inteligen-cias entre diversos Bancos Nacionales.

No serían mantenidos en todas partes más que losestablecimientos de la industria, de los transportes,etc., cuya vitalidad hubieran reconocido los expertosfinancieros de la comunidad. Admitida esta vitalidad,los representantes locales, regionales o nacionales delBanco Nacional tendrían una especie de vigilancia so-bre todos los establecimientos, vigilancia financieracomparable a la que los inspectores de fábricas ejer-

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cen, en nuestros días, sobre la higiene y sobre todaslas condiciones del trabajo.

Cada establecimiento importante de industria, de fi-nanza, de transportes y de comunicaciones, así comotodo servicio de administración, sería dirigido por unConsejo de administración compuesto de delegadosdel personal, contando el Consejo, por lo menos, tan-tos miembros como acciones posea el establecimientoen cuestión: administración general, diversas seccio-nes técnicas de fabricación, pedidos, expedición, etc.

El Comité de dirección, responsable ante el Consejode administración, sería elegido por el Consejo, tenien-do necesidad de ser aprobado el nombramiento del di-rector general por las autoridades financieras de la Co-munidad.

Tenemos por cierto que, durante un largo períodotransitorio, la remuneración de todo trabajo tendríalugar de manera análoga a la que se halla en vigor ac-tualmente, con la única diferencia que los salarios oemolumentos corresponderían mejor que hoy a los re-sultados del trabajo suministrado. Pero serían tomadasamplias medidas de Justicia en favor de los ancianos yde los inválidos del trabajo, por encima del mínimumde existencia al cual tendría derecho todo individuo enuna sociedad comunista libertaria.

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Las organizaciones sindicales de los trabajadoresmanuales e intelectuales cuidarían de la elaboracióny del mantenimiento de las tarifas de salarios, tarifaslocales y nacionales.

Cámaras de compensación (Clearing Houses, dicenlos anglo-sajones) regularían el aflujo de la mano deobra de una región con otra y de un país con respectoa otro, con abolición de todas las trabas aduaneras enlos diversos países afiliados a la nueva Sociedad de lasNaciones.

Para la defensa de los intereses del consumo local,regional, nacional y mundial, existirían institucionesanálogas a las existentes para la producción y la dis-tribución de las riquezas: cámaras de compensacióndomiciliadas en la Alcaldía de cada comuna o en lasproximidades de cada ciudad grande; cámaras provin-ciales y centrales para las diversas regiones y para losdiversos países. Todas estas instituciones serían reno-vadas periódicamente por los consumidores.

Las instituciones comunistas de la producción y delconsumo regularían entre sí todos los intercambios ne-cesarios de las riquezas por intermedio del Banco Na-cional directamente o de sus sucursales.

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Capítulo III: ¿Existirámoneda en una sociedadcomunista libertaria?

La cuestión que planteamos aquí se refiere a la desaber si, bajo cualquier forma de sociedad, y aun en elcaso en que la producción social se adaptara tan fiel-mente como fuera posible al consumo, se tendrá nece-sidad de unamedida de los valores, de un bien numeral,bajo cuya forma se expresan todos los demás bienes.

Al abordar este problema, hacemos observar prime-ramente que no puede tratarse aquí más que de unamoneda verdadera, de un bien que posea debidamen-te, en sí, el valor que se le atribuye. Así ocurre, en lasociedad actual, con el oro y a veces también con laplata.

No se tratará, pues, de la moneda fiduciaria o papel-moneda ni de todas esas monedas de complemento de

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cobre, bronce o níquel, etc., que tienen un curso forza-do, pero que no representan, fuera de su medio, másque una ínfima parte del valor que nos vemos obliga-dos a atribuirles allí donde tienen circulación. En cuan-to al papel-moneda, sabemos que no tiene un valorsino porque y tanto tiempo como el papel esté garan-tizado por una cantidad suficiente de oro o de plata.

La cantidad necesaria de garantía se determina ma-temáticamente, y es casi una tercera parte del valornominal del papel-moneda. Se ha podido calcular quesería imposible que más de una tercera parte del pú-blico poseedor de papel-moneda se presentase en unaépoca determinada en las ventanillas de los bancos pa-ra reclamar oro contra el papel. Con esta restricciónde una tercera parte aproximadamente, la regla queprecede es no obstante rigurosa. Y, aun antes de quesea alcanzado el nivel-límite de la garantía metálica, seobserva, en el orden social actual, que se apodera delpúblico cierta nerviosidad y que a veces se convierteen pánico, en avalancha hacia las ventanillas de losbancos. Es la especulación la que acelera la baja de lamoneda fiduciaria en casos semejantes.

Recordamos la baja formidable del franco y, peoraún, la del marco. Aun recientemente, en 1931, Ale-mania e Inglaterra han venido a demostrar que un go-

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bierno no puede disminuir a su antojo la existencia-oro del país si no quiere exponer a este al pánico. Niaun la libra esterlina inglesa, que parecía tan sólida-mente establecida, ha podido resistir a la baja desdeque la garantía-oro comenzaba a disminuir sensible-mente y a aproximarse al nivel-límite prescrito.

Por el contrario, ha podido comprobarse en los Es-tados Unidos, durante los últimos meses de la guerray en la post-guerra, que el dólar-papel valía a vecesun poco más (uno o dos centavos) que el dólar-oro,porque el papel-moneda del país estaba tan sólidamen-te garantizado, que los billetes de banco empezaban apresentar verdaderas ventajas de comodidad sobre lamoneda-oro: los Estados Unidos se habían enriqueci-do considerablemente en oro durante la duración dela guerra, y, sabiendo bien todo el mundo que se podíacambiar en cualquier momento y en cualquier canti-dad papel-moneda por oro, prefería entonces los bille-tes de Banco porque son más cómodos que el metalpara el pago de fuertes sumas.

Eliminemos ahora, antes de abordar a fondo nues-tro problema, una cuestión secundaria, pero no des-provista de importancia: supongamos por un momen-to que sea necesario un medidor general de los valo-res en cualquier forma de sociedad. ¿Se verá siempre,

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en este caso, que sea el oro o la plata, o incluso am-bos metales simultáneamente (bi-metalismo), los queserán preferidos a cualquier otro bien?

Cierto es que, en los países modernos, no podría-mos elegir como mercancía numeraria general nuecesde coco, que sirven como moneda corriente en ciertasregiones de la costa de África.

No más adecuado para el objeto perseguido seríanel ganado, la sal, el tabaco o los dátiles, etc., que em-plean aún hoy los semi-civilizados en otras partes delmundo.

En el medio de los economistas, fue propuesto al-gunas veces elegir el trigo en lugar del oro o la platacomomoneda corriente. El trigo es una riqueza conoci-da como tal en todos los países civilizados. Pero tiene,de común con todos los demás productos agrícolas, laenorme desventaja de ser perecedero. El trigo comien-za a disminuir de volumen, al secar, poco tiempo des-pués de la cosecha. Luego, su valor cambia muy rápi-damente de estación a estación, según la abundanciao la pobreza y también la calidad de las cosechas.

El trigo no podría servirnos como mercancía nume-raria, no más que otro producto agrícola cualquiera.

Por tanto, nos veremos siempre obligados a fijar losojos en un metal. Pero el hierro se enmohece fácilmen-

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te y no es lo bastante caro para su peso; para pagar enhierro algunas cabezas de ganado en los mataderos, elcarnicero tendría que llevar todo un camión lleno dehierro o de acero, y los gastos de manutención seríandesmesurados. Obligados a recurrir a uno de los me-tales preciosos, los hombres no tendrían apenas otraelección que entre el oro y la plata, con el platino, qui-zá en el porvenir, como recurrente.

Pero ¿no podría elegirse el trabajo como medidadel valor en lugar de una mercancía palpable? Estaha sido la idea propagada por algunos economistas-metafísicos de la pasada época, principalmente porCarlos Marx y Rodbertus. El valor y el precio de to-do bien se expresarían entonces en jornadas, horas yminutos de trabajo humano.

Sin embargo, trabajo y trabajo no son la misma co-sa, y Carlos Marx, deseando expresar el valor de todaslas mercancías en trabajo, fue inducido a inventar unaabstracción que es también una quimera; quiso redu-cir todo trabajo a trabajo humano abstracto (abstraktmenschliche Arbeit), o a simple trabajo social medio(einfache gesellschaftliche Durchschnittsarbeit), traba-jo al cual no se tiene en cuenta aúnmás que si es social-mente necesario. Empero, semejante trabajo nunca haexistido de otro modo más que en la imaginación de

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Carlos Marx: Este trabajo no es trabajo concreto medi-ble, y su aplicación como unidad de valor sería siempremuy arbitraria.

Es absolutamente imposible expresar una hora detrabajo de sabio, de químico o de artista en horas detrabajo de un mecánico o de un albañil. No solamen-te la posibilidad de aplicar una medida más o menosexacta deja de existir aquí, sino que también hay queconsiderar esas grandezas como inconmensurables eincomparables.

Un camarada me ha hecho observar, durante unadiscusión sobre la naturaleza de la moneda como me-dida de los valores, que esa objeción no es muy seria,pues desde hoy, decía, ha sido resuelta por los empresa-rios capitalistas. Estos hacen pasar el coste de las horasde trabajo de sus técnicos de laboratorio a los gastos ge-nerales.

Sin embargo, ¿es esta una solución? ¿Una soluciónlógica del problema que nos interesa? Y ese costes delas horas de trabajo de los técnicos, ¿es el valor real desu trabajo expresado en dinero? ¿O hay que ver, por elcontrario, en los procedimientos arbitrarios que apli-can los empresarios capitalistas una prueba del hechode que el problema es realmente insoluble?

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Observemos solo el hecho de que los contratistas ca-pitalistas continúan pagando en todas partes el mismotrabajo, por ejemplo la misma longitud de hilo produ-cida, de manera distinta a un hombre que a una mujerporque las mujeres no saben defenderse tan bien co-mo los hombres. Y si las soluciones, halladas por loscontratistas capitalistas diesen en verdad una medidaun tanto exacta del valor del trabajo humano, ¿es quelos obreros habrían tenido necesidad de organizarse ensindicatos y de librar batalla, durante más de medio si-glo, con los contratistas a fin de enseñarles, por mediode las huelgas, a modificar su manera de medir el valory el precio del trabajo y a aumentar los salarios?

Lo que es peor, aun cuando se pudiera comparar ymedir el esfuerzo intelectual de un químico y el esfuer-zo muscular de un herrero, no se tendría más que elvalor de producción de los artículos que ambos traba-jadores ofrecen a la Humanidad. Ahora bien, bajo cual-quier forma de sociedad, los productores deben contarsiempre con los juicios de los consumidores, y estosno son siempre tan indulgentes para con ellos comono lo fue, en su tiempo, Carlos Marx. En efecto, estesolo contaba con el valor de producción haciendo abs-tracción, al principio de su volumen primero sobre elcapital, del valor de uso de los bienes.

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En una palabra, tan solo en un caso especialísimopodría servir el trabajo humano comomedida de valor:sería en el caso en que un gobierno dictatorial, tal co-mo el gobierno de los Soviets rusos, declarara arbitra-riamente que una hora de trabajo de un sabio vale porlas tres cuartas partes, o por las nueve cuartas partes,de una hora de trabajo de un jornalero, etc. Si semejan-te gobierno dispusiera de las fuerzas militares y poli-cíacas suficientes para hacer detener, encarcelar o fusi-lar a los recalcitrantes, podría quizá lograr el mantenerdurante algún tiempo su régimen arbitrario y obligara trabajar a los que se estimasen lesionados. Sin em-bargo, no podemos contar aquí más que con un medi-dor de valores real, cuya medida garantiza la exactitudnecesaria.

Llegamos ahora a la cuestión esencial: ¿es que, ba-jo cualquier forma de sociedad, tendrán necesidad loshombres de un medidor de valores, de un bien que sir-va para expresar el valor de los demás bienes? Hemostenido que discutir esta cuestión tantas veces como lade la organización de la producción, principalmente enlos medios de los socialistas, de los sindicalistas revo-lucionarios y de los anarquistas.

He aquí la argumentación de numerosos camaradas:El valor de los bienes es una concepción capitalista.

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Realizada la revolución social, una vez que la produc-ción sea definitiva y armónicamente adaptada al con-sumo, los almacenes centrales suministrarán todos losproductos agrícolas o industriales que necesite la hu-manidad. No se ve la razón de ser de la concepción deun valor.

Con frecuencia hemos respondido: No sabemos loque harán los hombres dentro demil o dos mil años. Esposible que entonces nuestros descendientes procurenproducir lo más posible, sin extenuarse, no obstante, ysin tomar en el montón, en los almacenes comunales,regionales o nacionales más que lo justo de que tengannecesidad, sintiéndose felices de haber trabajado mu-cho para los demás. Pero lo que sabemos bien es que latoma del montón será imposible, durante varios siglos,con los hombres que conocemos y dándonos cuentabien de su posible evolución. Y si dentro de veinticincoaños o de un siglo el estricto comunismo será posibletal vez en el consumo, al menos para ciertos productosde primera necesidad; sin embargo, aún para esos pro-ductos, la toma del montón sería injusta e imposible deaplicar.

Por el contrario, precisamente para los productosalimenticios, vestidos, etc., que podrían estar disponi-bles entonces gratuitamente, serían necesarios el más

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severo control y las más severas medidas de los valo-res a fin de no arruinar a la sociedad en detrimento delos buenos trabajadores, sobrios y modestos.

Creemos, por tanto, personalmente, que en una so-ciedad comunista será siempre necesario, más aún queen la sociedad capitalista actual, el controlar lo que ca-da cual produce y lo que toma cada cual para satisfacersus necesidades. Y se impondrá un medidor de todoslos bienes, en forma de un bien numeral general, en elorden social con el cual podremos contar en el porve-nir, por lejano que podamos prever este porvenir.

Y no hablamos aquí exclusivamente de ese periodode transición en que una revolución social haya barri-do ciertamente las potencias capitalistas, sino en quelas tradiciones de la civilización capitalista continua-rán sobreviviendo por mucho tiempo todavía en losusos y costumbres del campo y de las pequeñas ciuda-des y, para ciertos medios, también en los centros dela industria y de las comunicaciones.

Hablamos también de un orden social socialista-comunista firmemente establecido, de una sociedad,por ejemplo, en la que existan verdaderamente alma-cenes centrales, locales, regionales o nacionales quesuministren todos los productos alimenticios, vestidos,

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etc., a los consumidores, libres de ser proveídos asimis-mo por las diversas comunas.

Tomemos, en este caso, el ejemplo de tres comunasque cuenten aproximadamente el mismo número dehabitantes y que dispongan de riquezas casi iguales.Supongamos que una, de carácter principalmente agrí-cola, logra suministrar anualmente a su almacén cen-tral, por término medio, 1.000 sacos de trigo; que lasegunda, en la cual predomina la crianza de ganado,envía 300 cabezas de ganado como sobrante de lo quedebe guardar para el consumo de sus propios habitan-tes; por último, que la tercera comuna, industrial, ceda30 autobuses o coches de ferrocarril y de tranvía.

¿Es de creer que semejante situación sería justa si30 autobuses o coches equivaliesen más bien a 10, 000sacos de trigo que a 1.000 y a 3.000 cabezas de ganadomás bien que a 300?

Las cifras comparativas solo sirven aquí, natural-mente, para expresar esta verdad: que las diversas co-munas reclamarían medidas muy severas para que lascargas de la producción y los trabajos de la manuten-ción y del transporte fueran repartidos casi de maneraequitativa. Los obreros industriales, por ejemplo, noquerrían trabajar intensamente, desde por la mañanahasta el anochecer, en las minas y en las fábricas, para

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que los campesinos pudieran divertirse en la feria. Yde manera inversa.

Sin embargo, ¿cómo saber lo que representan 1.000sacos de trigo, 300 cabezas de ganado, 30 autobuseso coches, etc., si no existe un medidor general de losvalores, teniendo en cuenta, no solo el valor de produc-ción y las horas de trabajo que representan las diversasriquezas, sino también el estado en que se encuentrany las necesidades que tiene la vida social de ellas, esdecir, el valor de uso de esas riquezas?

Tomemos aún otro ejemplo: En una ciudad existendoce tenerías. Pero en una de ellas un hombre pococompetente e insuficientemente dotado de capacida-des técnicas ha logrado ser nombrado director. Bajo sudirección, los trabajos se han aminorado hasta el puntode que las remuneraciones de los obreros, los gastos delas reparaciones, la amortización de las máquinas, etc.,sobrepasan en su conjunto a lo que la fábrica produceen cueros anualmente. ¿No habría que cerrar semejan-te establecimiento en sociedad comunista o confiar, almenos, la dirección a manos más capaces? Pero ¿cómosaber la realidad de los hechos si no existe un medidorgeneral en cuya forma puedan expresarse el coste defabricación —incluidos todos los elementos— así comoel valor de los cueros producidos semanalmente, men-

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sualmente o anualmente? ¿Cómo saber si un estable-cimiento industrial es viable cuando no se posee unmedidor general de los valores?

Uno de nuestros camaradas nos ha hecho observarque semejantes ejemplos, que podrían multiplicarse,tienen aún demasiada relación con el período de tran-sición de la sociedad capitalista en sociedad socialista-comunista. En una sociedad comunista evolucionaday definitivamente establecida, decía, no habrá ya cam-bios de un objeto por otro. El oro o la plata serían en-tonces una ayuda ficticia, pues los productos serían en-tregados directamente.

Nosotros respondimos que, aun en sociedad capita-lista, la moneda, oro o plata, no presta, con la mayorfrecuencia, más que servicios ficticios. Existen entrelos bancos cámaras de compensación (Clearing Houses),donde las diversas direcciones hacen la cuenta diaria-mente de lo que cada establecimiento debe a los demás.Luego solo es en casos excepcionales cuando los gran-des desembolsos entre particulares se efectúan aún ennuestros días al contado o contra envío de oro. Existencheques, letras de cambio y toda clase de distintos pro-cedimientos comerciales para evitar en todo lo posibleel intercambio verdadero de mercancías.

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Ahora bien, queremos aceptar que en sociedad co-munista definitivamente establecida, el envío y la re-cepción de los víveres, ropas, etc., se haga inmediata-mente y sin intercambio real de un bien numerario. Sinembargo, este bien continuará siendo, a pesar de todo,el numerario. Mientras que los envíos y las recepcio-nes no exigirán ya el intermediario directo de ese bien(por ejemplo, oro o plata), el bien en cuestión, conver-tido en un numerador ficticio, continuará expresandosin embargo, en una forma clara y precisa, los valo-res relativos de todos los demás bienes. Consideramostambién que una sociedad socialista-comunista defini-tivamente establecida, si quiere poder seguir existien-do, tendrá necesidad de una estadística especial de losvalores de las diversas riquezas mucho más severa quela que necesita la vida en sociedad capitalista.

Basamos esta opinión en el hecho siguiente: que elcapitalista particular se apercibe pronto de que sus gas-tos sobrepasan a los ingresos y de dónde procede exac-tamente el mal. Pero la enorme complejidad de unavida social en un sistema social-comunista exige unacontabilidad muy exacta, y esta contabilidad no es po-sible si no pueden expresarse claramente los valoresrespectivos de los bienes bajo la forma de uno de ellos.

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Pero si la moneda, en forma de oro o de plata, con-tinúa existiendo en una sociedad, social-comunista,¿dónde se halla entonces la diferencia, para nosotros,entre esa sociedad y la sociedad capitalista?

Para responder a esta pregunta, que nos ha sido for-mulada más de una vez, hay que preguntarse primera-mente cuáles son las quejas que tenemos actualmen-te contra el oro o la plata como numerario y que notenemos contra el trigo, el ganado, el hierro o contracualquiera otra mercancía.

Hay que advertir que el oro y la plata son mer-cancías como las demás. No es este el lugar de tra-tar la cuestión de saber de qué forma se establece, enel encuentro de los productores con los consumido-res —ya sea en sociedad capitalista o bien en sociedadcomunista—, el valor y el precio de las diversas rique-zas.

Hay que darse cuenta, no obstante, del hecho de queya hoy, en el mercado internacional del oro, en Lon-dres, se tienen en cuenta rigurosamente todos los fac-tores que entran en el precio de coste de fabricacióndel oro, incluso del coste de transporte de este desdeel África del Sur a Londres. Cierto es que los grandesproductores del oro, fuertemente organizados, no pro-ducen voluntariamente más que cierta cantidad de oro

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con el fin de mantener a este metal en un precio de-terminado. Pero los trusts, los carteles y los consor-cios aplican este mismo procedimiento a otras muchasmercancías, que el oro no presenta, desde este puntode vista —es decir, en lo que concierne a su precio demonopolio—, ninguna diferencia con los productos detodas las industrias fundamentales.

Pero siendo mercancía-numeraria, el oro se diferen-cia, en la sociedad capitalista de hoy, de todas las de-más riquezas en que el que lo posee, o quien posee suequivalente en papel-moneda, puede prestar su mer-cancía a otra persona y reclamar anualmente un inte-rés del 5 o del 6 por ciento, por ejemplo, además del ca-pital prestado. Cada suma de 100 pesetas reporta así asu poseedor 5 o 6 pesetas, sin que este tenga necesidadde trabajar para obtener esas 5 o 6 pesetas. Esto no su-cede, o sucede muy raras veces, con el ganado o con eltrigo, porque estas mercancías no son mercancías nu-merarias, es decir, que no podría uno procurarse conel ganado o con el trigo todas las mercancías que unodeseara. El que quiere construir una casa no puede ira buscar los materiales necesarios llevando vacas a lafábrica de ladrillos o a la fábrica de cemento.

Imaginémonos ahora que se halle establecida defi-nitivamente la sociedad social-comunista y que las di-

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versas comunas del país provean regularmente los al-macenes locales, regionales y nacionales de la maneraque los campesinos cooperadores abastecen en la ac-tualidad y diariamente a su lechería de la leche nece-saria.

Los bancos serán todos nacionalizados. Cada comu-na se ha hecho propietaria de todas las tierras y detodas las casas situadas en su territorio.

Supongamos ahora que nosotros, Cornélissen, reci-bimos la visita de un descendiente de un antiguo pro-pietario y que nos dice: Señor Cornélissen, he oído quetiene usted la intención de fundar una revista económi-ca y de comenzar la publicación de libros. Tendrá ustednecesidad de dinero para su instalación. Ahora bien, mifamilia ha podido salvar, en la vorágine de la revoluciónsocial, algunos cientos de miles de francos. Estoy dispues-to a prestarle cien mil o doscientos mil francos al 5 porciento. ¿Le parece bien el trato?

Es evidente que le responderíamos que, para la ins-talación de una editorial, no tendríamos necesidad al-guna de su dinero.

¿Cómome pide usted, señor mío—sería la respuesta—, que guarde yo su dinero y que, en lugar de pagarme poreste servicio (pues sería yo quien tendría la responsabi-lidad de su dinero), me propone usted que sea yo el que

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le pague? No tengo necesidad de su servicio. En la pe-queña comuna donde resido, se me conoce. La comunaes muy rica. Si necesito cien mil o doscientos mil fran-cos, podré obtenerlos gratuitamente. Naturalmente quemi editorial estaría entonces bajo la vigilancia del Ban-co comunal que examinaría constantemente mis libros.Pero esta es una inspección puramente financiera, con-tra la cual no tendría que formular objeción ninguna,pues es evidente que no tengo derecho a despilfarrar oa malversar los fondos de la comuna. Vaya usted, pues,con sus doscientos mil francos a otra parte si quiere ustedganar el 5 por ciento.

Pero, ¿a dónde? El pobre diablo no podría colocarsus fondos en casas ni comprar tierras con su dinero.No le quedaría más que esta solución: gastar su dineroen viajes, en comidas, etc., o guardarlo en su baúl espe-rando el restablecimiento de la sociedad capitalista…

¿Qué quejas podrían formularse contra el empleode moneda bajo un orden social semejante?

En resumen, deducimos que bajo cualquier orden so-cial, nos será siempre útil y necesario el poder medirlos valores relativos de las diversas riquezas, expresan-do estos valores en el de una de ellas elegida como ri-queza numeraria. Pero este hecho no implica, en modoalguno, que esta riqueza numeraria, la moneda —oro o

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plata por ejemplo— continuase necesariamente tenien-do la potencia excepcional y abusiva que hoy posee:permitir a su poseedor enriquecerse sin tener necesi-dad de trabajar y por el único hecho que la colocacióno alquiler de su moneda puede producirle intereses.

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Capítulo IV: Laorganización de laagricultura

Los problemas más difíciles de resolver por una so-ciedad comunista serán seguramente los que concier-nen a la agricultura y a la propiedad de las tierras.

En principio es inadmisible, desde luego, que la tie-rra sobre la cual debemos vivir todos pertenezca a in-dividuos en propiedad particular.

El derecho del más fuerte y el derecho del primerocupante no podrían ser reconocidos como derechospor una sociedad comunista libertaria.

Pero no existe ninguna esfera de la producción nininguna forma de vida de sociedad donde los antiguosusos y costumbres se mantengan con más tenacidadque en la agricultura y en la vida del campo.

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Principalmente en las regiones donde la poblaciónse halla diseminada, no se impedirá en ninguna formade sociedad que el campesino aislado continúe hablan-do de sus tierras, porque es él el único que las cultivacon su familia, y de su casa, porque esta se vincula in-mediatamente a su persona y a los suyos. Cuando enun país tan moderno como Inglaterra, una expresióncomoMi casa es mi castillo (My house is my castle), pue-de ser una locución corriente, habremos de prever to-das las dificultades que se presentarán ante una socie-dad comunista que haya abolido la propiedad privadade las tierras y de las casas. Observemos de paso queserá imposible el separar a la larga estas dos categoríasde riquezas —tierras y casas—, pues las tierras labora-bles y las tierras para edificar constituyen un conjunto,y la propiedad comunal de las casas llegará a ser demo-do inevitable la correlación de la propiedad comunalde las tierras.

Las dificultades que se presentan en este dominioharán necesarias numerosas concesiones, de suerteque, aun en sociedad comunista evolucionada, la situa-ción real podrá cambiar de país en país y de región enregión.

Esas dificultades serán despreciables, desde luego,en lo que atañe a las grandes propiedades: castillos, co-

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tos de caza, bosques y campos, etc., que todos habíansido acaparados desde hace siglos por algunas familiasde las clases privilegiadas. Esas propiedades volverán ala colectividad y serán nacionalizadas y confiadas a loscuidados de las comunas donde estén situadas, que lasexplotarán a beneficio de la población. Las comunasdarán a todas partes de las propiedades así adquiridas:casas, caballerizas, prados, bosques, tierras de cultivo,etc., el destino que les sea más propio, según los casos.

Muchomás delicado será el aplicar los principios co-munistas cuando se trate de hallar una solución paralas dificultades prácticas en la ocupación y en el culti-vo de las tierras poseídas actualmente por la poblaciónlaboriosa.

Si la sociedad comunista quiere merecer de veras lareputación de ser una sociedad dirigida de abajo a arri-ba, deberá dejar a los campesinos de las diversas comu-nas agrícolas el cuidado de decidir por sí mismos, enasamblea o por medio de sus delegados, de qué formadeberán ser cultivadas las tierras de la comuna.

Este principio que podrá extenderse también a lasgrandes propiedades nacionalizadas, tendrá normal-mente como consecuencia el que los labradores queestán satisfechos del producto de sus tierras querránpermanecer donde se hallan y que los individuos me-

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nos privilegiados tratarán de extender su campo de ac-ción y de actividad o de establecerse también en tie-rras no ocupadas, por ejemplo en ciertas partes de lasgrandes propiedades nacionalizadas.

En todos los casos, la sociedad comunista deberá te-ner bien separadas la propiedad en común del suelo ysu posesión por los que lo trabajen.

Es preciso que el trabajador de la tierra pueda dis-poner plenamente de lo que produce, pero sin lesionarlos intereses de sus conciudadanos. La comuna debegarantizarle la posesión tranquila de la tierra que tra-baja y de la casa que habita, pero no debe concederleel derecho, bien de vender tierras o casas o de legarlaso de abandonarlas a otras personas. En una palabra, elagricultor en sociedad comunista será el poseedor, eldetentador, el ocupante, pero no el propietario legal desus tierras y de su casa.

Los jurisconsultos romanos han caracterizado el de-recho de propiedad mediante una expresión que admi-tía el uso del bien poseído hasta en las consecuenciasextremas, incluso la destrucción. Jus utendi et abuten-di era la formula. La sociedad comunista deberá exami-nar ese derecho histórico ymodernizarlo transformán-dolo en un jus utendi, un derecho de uso solamente.Corresponde a la sociedad y a las instituciones moder-

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nas de cada país, el determinar donde acaba el uso ydonde empieza el abuso en materia de posesión.

Si estallase de improviso una revolución social, lamedida más sencilla —medida provisional— sería tam-bién el confiar, por decreto general, todas las tierras ytodas las casas a las comunas, y el prescribir que losantiguos propietarios continuasen pagando provisio-nalmente sus impuestos como el año anterior, pero ensu comuna y sin tener necesidad de pagar un alquiler.En cambio, los inquilinos de tierras o de casas deberíancontinuar pagando su alquiler a la comuna en lugar dea su antiguo propietario.

Después de esta medida provisional, la población delas diversas regiones podría efectuar, en plena autono-mía la ocupación y el cultivo definitivo de las tierras yla posesión de las casas, ateniéndose no obstante estric-tamente al principio fundamental: posesión personaldondequiera se desee; pero propiedad en común.

Los factores que establecen en la sociedad capitalis-ta, la renta territorial en su conjunto, pueden estable-cerse o dividirse en tres categorías:

1º. Los factores que deciden de la renta territorial di-ferencial, la que se basa en las diferencias en fertilidado en situación de las tierras.

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2º. Los que determinan la renta absoluta que pue-de gravitar también sobre los terrenos más fértiles osobre los menos ventajosamente situados. Estos facto-res se basan en el derecho de monopolio que ejerceel propietario de tierras, prescindiendo de las distintascualidades de las mismas; y,

3º. Los factores que representan, en su conjunto, elelemento de la pura especulación financiera, elemen-to tan poderoso en los países nuevos y que tambiénen los países de vieja civilización tiene siempre unainfluencia sensible sobre los alquileres y los precios delas tierras, principalmente durante los períodos de per-turbaciones sociales o de dificultades. Recordemos aeste respecto, la guerra de 1914-1918, así como la cri-sis de los alquileres de la post-guerra que imperó entantos países.

Ahora bien, supongamos ahora completamente abo-lido el poder económico de los propietarios del cam-po sobre las tierras agrícolas y urbanas, habiendo sidosustituido por la comunidad de los habitantes de cadaregión.

Los factores de las dos últimas categorías distingui-das por nosotros habrían desaparecido entonces enconsecuencia: en efecto, las comunas no harán espe-culación y, si poseen de hecho un derecho de monopo-

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lio sobre todas las tierras situadas en su territorio, unarenta absoluta que pesase sobre todas las tierras sin ex-cepción no podría contrariar a la población, puesto queson los mismos habitantes quienes deciden en últimainstancia de las condiciones en que serán cultivados oedificados los terrenos.

En cambio, los factores de la primera categoría con-tinuarían, desde luego, ejerciendo su acción, pues tan-to tiempo como las tierras de fertilidad y de situaciónno muy distintas rivalizasen en la producción de losmismos artículos agrícolas, la inexistencia de una ren-ta rústica diferencial y el hecho de que todo cultivadorrecogiese el producto de su trabajo y del trabajo de lossuyos, tendría por consecuencia el que los producto-res preferirían todos trabajar las tierras que dieran losmejores rendimientos.

Del mismo modo, los habitantes de una ciudad que-rrían alojarse todos en las casas mejor situadas y mássanas y en las mejor construidas.

Estando vencida la resistencia por parte de los pro-pietarios, la rivalidad entre los cultivadores de todaslas ramas y entre los habitantes de todas las comunasno podría tener fin no siendo que otra potencia econó-mica interviniese en las diferencias por rendimientode las tierras, y pudiera exigir también compensacio-

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nes por las diferencias en ventajas que representan lascasas de toda categoría por razón de ser satisfecha a in-dividuos privilegiados, sería remitida, de año en año, ala comunidad.

El trabajador de la tierra podrá gozar entonces delos frutos de su labor, sin tener necesidad de pagar untributo a una persona que no ha aportado categoríapor razón de su construcción o de su posición.

Habiendo ocupado el lugar de los propietarios ac-tuales los representantes de toda la población agrícolao urbana, podrá decirse que la renta rústica diferencialcontinuaba existiendo. Sin embargo, en lugar de ser sa-tisfecha a individuos privilegiados, sería remitida, deaño en año, a la comunidad.

Los arrendamientos y alquileres pagados a la comu-na reemplazarán, en la sociedad comunista, a los arren-damientos y alquileres pagados hoy a los propietariosparticulares.

Es de prever que en muchas regiones se aplicarán,en sociedad comunista, medidas análogas a las ya to-madas, en la sociedad capitalista actual, por algunospaíses nuevos, particularmente en Australia. Medidasque tienen por objeto el reservar a la comunidad laplusvalía de las tierras que se crea a medida del cre-

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cimiento de la población, es decir, bajo la acción detodos.

En los países nuevos, las viejas costumbres en mate-ria de producción y de distribución de los bienes se hanarraigado con menos profundidad que en los países decivilización antigua.

Ya en nuestros días, puede decirse que la mayor par-te del Continente australiano pertenece a la nación. ElQueensland ha intercalado en su Constitución la prohi-bición de vender las tierras nacionales.

¿Cómo se procede entonces en estos países?Mencionaremos, como ejemplo, el sistema aplicado

para la valorización de las propiedades rústicas en elterritorio de la nueva capital federal de Australia, enCanberra, al sur de Sydney.

Todo este territorio pertenece al Common wealthaustraliano y no puede ser comprado ni vendido.

El derecho de ocupación de uno o de varios lotesdel territorio o de la ciudad de Canberra se concedeen subastas públicas, y el postor más fuerte obtiene elderecho de ocupación por un alquiler anual que repre-senta el 5 por 100 del valor del lote cuyo importe hafijado él mismo. La Administración, la Federal CapitalCommission es la que percibe los ingresos.

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El valor del suelo —prescindiendo de losmejoramientos— debe de ser estimado de nuevoen las subastas públicas, la primera vez después deun lapso de veinte años y luego cada diez años. Laconstrucción de edificios debe ser comenzada a losdos años después de la adjudicación y terminarse unaño después, a menos que se conceda una prórroga.

Los terrenos no destinados a la construcción, los te-rrenos cultivados principalmente, se dan en arrenda-miento por un período que no exceda de veinticincoaños (véase Official Year Book of the Commonwealth ofAustralia, núm. 19 (1926), páginas 161-162).

En sociedad comunista, al aplicar la Comuna medi-das análogas deberá exigir, naturalmente, en caso decambio de poseedores de tierras, que el nuevo ocupan-te reembolse a su predecesor el valor de todas las me-joras que este ha introducido personalmente en las tie-rras en cuestión. Esto es lo que se hace, por lo demásya actualmente, en Australia.

Es evidente que nos sería imposible el describir oprever solamente los diversos sistemas mediante loscuales podrían aplicar las comunas, según la cultura dela región y los usos y costumbres de sus poblaciones,los principios generales del comunismo libertario.

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Pero nos parece clara una cosa: tanto tiempo comoen el primer período de transición de la sociedad capi-talista en sociedad comunista, continuasen siguiendolas poblaciones industriales el régimen de la remune-ración según el trabajo producido, habría que atenersea que las poblaciones rurales aplicasen en la agricultu-ra un régimen análogo: el agricultor exigirá gozar delfruto de su propio trabajo e insistirá en que se le reem-bolse por todas las mejoras introducidas por él perso-nalmente en el caso en que cediese las tierras poseídaspor él a otra persona y fuere la razón de esta cesión.

Es evidente también que, tanto en las regiones agrí-colas como en las regiones industriales y en las ciuda-des, lasmedidas de un comunismomás elevado podráncompletar el régimen general.

En efecto, la Comuna podrá ocuparse de la compraen común de toda clase de máquinas agrícolas: aradosmecánicos, segadoras; trilladoras, etc., y alquilarlas alos agricultores de los contornos. Podrá encargarse asi-mismo del suministro de los abonos y de las semillas,de los combustibles, etc., como se encargará tambiénde la entrega de los productos agrícolas a los almace-nes centrales de las ciudades y de recibir en cambio, delos centros industriales, los artículos demenaje y de co-

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cina, las herramientas, etc., que necesite la poblaciónrural.

Por último, las comunas rurales, con la misma ra-zón que las grandes ciudades, deberán crear escuelas,inclusas (N. d. E.: orfanatos), asilos para ancianos, sa-las de reunión y toda clase de diversas institucionesgratuitas para todos los habitantes.

Si el ideal comunista anima a las poblaciones civili-zadas del porvenir, existirá una especie de noble riva-lidad entre las diversas comunas, cada una de las cua-les procurará responder del mejor modo a los grandesprincipios de la ayuda y del socorro mutuos.

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Capítulo V: Justicia ypolicía en una sociedadcomunista libertaria. Elderecho comunistalibertario

Existen pocos problemas a propósito de los cualesreine en los medios de los comunistas y anarquistas,tanta confusión y tanta divergencia de ideas como enlo que atañe al derecho, a la justicia y al mantenimien-to del orden público por una policía cualquiera.

Muchas veces nos ha ocurrido oír a un camaradaindividualista exponer que la existencia de toda justi-cia y de toda policía es inmoral y condenable, porqueconstituye un abuso de poder que un individuo ejercesobre otro y por lo cual sería imposible mejorar una

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u otra institución o perfeccionar y hacer más huma-nos los diversosmedios de protección de la civilizaciónexistente:

Abolición de toda justicia y de toda policía en unasociedad nueva. En vez de mejorar el sistema penal, nohay más que demoler todas las cárceles o transformar-las en hospitales.

Ningún individuo tiene derecho a emplear la violen-cia contra otros individuos.

Y si hay individuos que ejercen violencia contraotros individuos —hemos replicado con frecuencia—¿qué hacer si nuestras hijas o nuestras mujeres sonatacadas en plena calle por vagabundos, no solo a lacaída de la noche, sino quizá también a plena luz deldía, no estando seguros los caminos ni las calles?

Buscáis dificultades: el noventa y cinco por cientode los crímenes, en la sociedad actual, se cometen con-tra la propiedad.

Hay camaradas anarquistas con quienes es imposi-ble discutir semejantes problemas. Y no obstante, de-bían de reconocer que, si los delitos contra la propie-dad disminuyen y desaparecen en sociedad comunista,pueden existir otros delitos, los de naturaleza sexual,por ejemplo, que se triplican o duplican en número.Pues cuando todo obrero y todo campesino encuentre

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más bienestar material y más horas disponibles para elreposo y para el goce, cuando hombres y mujeres yano sean viejos desde la edad de cuarenta años a causade un trabajo demasiado duro, es natural que los casosse multipliquen donde dos o tres hombres deseen po-seer a la misma mujer, y allí donde las jóvenes corranpeligro por razón de su belleza y de su frescura.

¿Por qué negar las dificultades que podrán y debe-rán presentarse en vez de tratar de resolverlas?

Nos acordaremos siempre de aquel joven camara-da individualista —que desearía que las dificultades asísurgidas fuesen resueltas espontáneamente.

No tenemos más que hacer sucesivamente la rondapor la noche —opinaba—, cuando las calles están muypoco seguras. Solo tenemos que hacernos justicia espon-táneamente, pero no en forma de una policía y de unajusticia profesionales.

Nos hemos atrevido a responder que ese nuevo ré-gimen espontáneo se llama en América el linchamien-to y que, comparada con esa solución, preferiríamosmucho más la sociedad existente donde el delincuentetiene al menos derecho a defenderse ante un tribunal,en lugar de ser ahorcado espontáneamente por gentesque se han impuesto ellas mismas como jueces.

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Y para probar que Derecho y Justicia, así como laPolicía, son perfectamente propios de ser mejoradosy perfeccionados, y que, nuevamente en estos domi-nios, no se trata en el fondo más que de quitar a esasinstituciones su carácter capitalista, parcial y arbitra-rio, hemos expuesto con frecuencia cuestiones comolas que siguen y que están tomadas en la vida de todoslos días:

¿Tenemos algo que decir contra la presencia deguardianes en los museos públicos? ¿Guardianes quevigilan para que los cuadros no sean estropeados o des-trozados por locos o por granujas?

Esto no sucederá en una buena sociedad.Por lo tanto, ¿negáis no solamente los delitos sexua-

les, sino que negáis quizá también los delitos cometi-dos por celos o por odio? ¿Negáis que un artista celo-so tenga entera ocasión, en ausencia de guardianes, dedestruir la obra de un colega más afortunado que él?

¡Buscáis dificultades!¿Y negáis quizá también que puede haber personas

que se embriaguen en la sociedad del porvenir? ¿Ten-drán derecho a cometer actos de vandalismo con losobjetos de Arte en sociedad comunista libertaria?

También hemos expuesto la cuestión de saber si esposible hacer objeciones contra los guardas de nues-

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tros parques públicos o contra los agentes de policíaque dirigen la circulación de los automóviles en las en-crucijadas a fin de evitar accidentes.

En cuanto a la primera cuestión, hemos podido ob-servar que ningún camarada individualista niega la po-sibilidad de la existencia de niños en una sociedad co-munista libertaria; pero, desgraciadamente, existen to-davía camaradas que suponen que todos los pilluelosy todas las pilluelas del porvenir serán correctos y pru-dentes como angelitos y no tendrán necesidad de guar-dianes.

Con el fin de poder aclarar los problemas que nosocupan aquí y de exponer por qué la sociedad comunis-ta libertaria tendrá su propio Derecho, su propia Justi-cia, así como sus propias instituciones penitenciariasy su propia Policía, examinemos un poco el origen detodo Derecho y de toda Justicia:

El instinto de la sociabilidad lleva al hombre a unavida regular en compañía de sus semejantes. Para sos-tener esta vida, debe obrar conforme a ciertas reglasgenerales que, poco a poco, han llegado a ser en la His-toria el origen de un Derecho usual.

Considérese ese Derecho usual entre los pueblosmás primitivos o estúdiese el Derecho escrito de lospueblos modernos más avanzados, siempre y por do-

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quiera, se ven las tendencias egoístas y las tendenciasaltruistas existentes en la naturaleza humana llegar acierto equilibrio, el cual se llama Justicia, porque es laexpresión de todo lo que es considerado como justo encierta época y en cierto grado de civilización.

Es ese equilibrio, esa Justicia lo que permite la co-existencia de los individuos más distintos en una mis-ma aglomeración de hombres, y es así la base de todavida en sociedad.

El Derecho refleja siempre el desarrollo natural deuna cierta forma de sociedad, y no existe Derecho ab-soluto. El Derecho cambia con la forma de la sociedad,el Derecho es el conjunto de las reglas que una comu-nidad determinada se prescribe a sí misma, así como acada uno de sus miembros en particular, para que seamantenido su equilibrio social.

En la base de todo Derecho—Derecho habitual o De-recho escrito— se descubren factores fundamentalesde orden económico. Es la forma con que los hombresse ven obligados a subvenir a su existencia materialque preside a su Moral y que domina, en última instan-cia, sus usos y costumbres, así como sus concepcionesde la Justicia y del Derecho que de ello se derivan.

Por tanto, si los pueblos modernos logran cambiarde manera fundamental, por medio de una Revolución

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Social, la estructura económica de la sociedad huma-na, si logran abolir la propiedad privada y substituirlapor la propiedad en común al menos bajo sus formaspredominantes: tierras, casas, medios de producción yde comunicaciones, etc., etc.; ese cambio económicotendrá necesariamente como consecuencia un cambiocorrespondiente en el Derecho público y en la Justicia.

Habremos de defender, en un porvenir comunista,los principios de la propiedad común de igual maneraque la sociedad actual defiende la propiedad privada.

En sociedad comunista libertaria, una infracción dela regla general de la propiedad en común, o la explota-ción de un hombre en servicio particular de otro hom-bre, pueden constituir un delito social con la misma ra-zón que actualmente el robo o los casos de esclavitudmantenidos por un lado y por otro.

Estaremos obligados a defender, en una sociedad co-munista, los principios de la propiedad en común y dela abolición del salariado, porque, sin esta defensa, elnuevo orden social no podría continuar existiendo.

Del mismo modo que una religión nacida de unaorganización económica y étnica determinada, puedereaccionar sobre esa organización, como el Efecto reac-ciona sobre la Causa, de igual manera el Derecho yla Justicia una vez creados y desarrollados en una for-

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ma precisa, reaccionan sobre los usos y costumbres ysobre la organización económica de la sociedad cuyaexpresión constituyen.

Las reglas del Derecho en sus formas de evoluciónmodernas, se dividen en reglas de orden negativo, estoes, represivo o defensivo, y en reglas de orden positivo,es decir, preventivo o reformador.

El progreso de la civilización está a la vista, desdeluego, para tranquilizarnos sobre ese punto: que losactos represivos por parte de la comunidad serán cadavez menos severos y crueles en una sociedad comunis-ta libertaria, al menos cuando haya pasado el períodoagitado de los comienzos.

En la Europa occidental, las masas han evoluciona-do hasta el punto de que ya no tolerarán, después deuna revolución social, la prisión celular de la sociedadcapitalista, ni los trabajos forzados, ni las crueldadescometidas contra los revolucionarios en la Rusia so-viética, donde reina el capitalismo de Estado.

Una combinación de individuos reunidos en casta,en clase social o en partido político, puede poseer lapotencia material y económica que le permita imponersu voluntad, por la fuerza, al resto de la sociedad. Queesta fuerza sea bautizada con el nombre de Justicia ca-pitalista o Dictadura del proletariado, ello no cambia

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en modo alguno la realidad: la opresión de las grandesmasas por una minoría de la población.

Esta minoría puede lograr entonces la modificacióndel equilibrio social en el sentido de que Justicia serállamado en lo sucesivo todo lo que se halla en el interésde la minoría dominante de la población, e injusticiatodo lo que se opone a los intereses de esa minoría.

La mayoría de la población puede reaccionar, en se-mejantes casos, contra la dominación ejercida por laminoría y tratar de restablecer un estado de equilibriosocial mejor adaptado al respeto de los derechos de to-dos. Sus tentativas con ese propósito se llaman una re-volución.

La Historia de la Humanidad está llena de ejemplossemejantes de la existencia de un doble Derecho: unDerecho para los vencedores y un Derecho para losvencidos; privilegios sinnúmero para la casta, la claseo el partido político dominante, o para el pueblo ven-cedor en su totalidad, y pesadas cargas que soportarpara las masas dominadas.

El progreso de la Humanidad no puede existir másque con esfuerzos continuados hechos para uniformarel Derecho y para obtener la Justicia igual para todos.

Mas seamos justos: admitamos que lográramos, ensociedad comunista, transformar las cárceles en hos-

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pitales, conforme a las exigencias de una civilizaciónfuertemente evolucionada hacia el progreso. Conti-nuará siendo cierto, a pesar de todo, que los crimina-les que sean allí tratados, no tendrán derecho a salirde allí sino bajo severas condiciones, del propio mo-do que ahora los locos no salen de sus asilos más queexcepcionalmente y bajo una estricta vigilancia.

En la Edad Media, era costumbre tratar a los aliena-dos como se trata aún en nuestros días a los criminales,es decir, encerrarlos en jaulas o en celdas sin ocuparsede su porvenir ni de su curación.

Los criminales de nacimiento, herederos de los de-fectos físicos y psíquicos de sus antepasados, son en su-ma enfermos, lo mismo que los locos; y el castigo tienetan poco influjo sobre unos como sobre otros. La Mo-ral moderna reclama, por tanto, el tratamiento de loscriminales por criminologuistas y por psicólogos espe-cializados, y no exclusivamente por carceleros más omenos despiadados.

Mas todo eso no impide que la comunidad deba de-fender siempre a los individuos sanos de cuerpo y deespíritu, tanto contra los criminales como contra loslocos. Y llegamos a la conclusión de que, si una socie-dad comunista libertaria lograse reformar por comple-to, en el porvenir, todo el sistema de encarcelamiento

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existente en nuestros días, y tratase, mejor de lo que lohace la clase capitalista dominante actual, de salvar pa-ra la Humanidad a todos los individuos utilizables, esasociedad del porvenir se verá obligada, no obstante, aponer tanto a los criminales como a los locos en estadode no causar daños a los demás hombres y mujeres.

El mejoramiento y la humanización del sistema pe-nitenciario actual es tan posible, en sociedad comunis-ta libertaría, como el perfeccionamiento de la policía.

El mayor progreso, tanto en una de esas direccionescomo en la otra, será obtenido probablemente con elensanchamiento de las medidas preventivas y con larestricción de las medidas represivas.

La reforma completa de la enseñanza y de la edu-cación, que deberán responder mejor a la vida que enla actualidad; una vigilancia severa ejercida sobre losniños abandonados, que la comuna del porvenir de-berá adoptar como pupilos suyos; los progresos de laciencia médica y de la higiene, todas esas reformas yesos progresos serán aptos, en su conjunto, para dis-minuir intensamente el número de los criminales y —esperémoslo así— también de los locos.

El maestro-educador y el médico velarán por la sa-lud de los cuerpos y de los espíritus, y mejor asegurada

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la vida material de las grandes masas de la poblaciónhará lo demás.

Si el sistema penitenciario de nuestro tiempo tienenecesidad de ser suavizado y si la policía tiene que sercivilizada y modernizada, lo mismo ocurre con las ins-tituciones jurídicas.

En una sociedad comunista libertaria debe crearseun nuevo sistema judicial, un sistema basado princi-palmente en el principio de los jurados.

A pesar de todos sus defectos actuales, los juradosrepresentan con mayor fidelidad que los jueces de ca-rrera, la opinión pública y la nueva moral, ambas enconstante evolución.

El porvenir comunista libertario corresponderá a losjurados criminales para todos los crímenes y delitos se-rios o graves. Corresponderá a jurados especiales el ar-bitrar los conflictos ordinarios entre ciudadanos y enel seno de las familias, los casos de divorcio, de infrac-ción a los derechos de los menores, etc.

El Derecho internacional será igualmente desarro-llado y ampliado en una sociedad comunista, a fin deque los conflictos entre los pueblos puedan ser resuel-tos constantemente por medio del arbitraje y sin recu-rrir a la guerra, sin la dominación de las grandes na-ciones sobre las pequeñas.

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En efecto, la sociedad comunista será más interna-cionalista de lo que lo ha sido nunca en parte algunala sociedad burguesa y capitalista, en la cual los intere-ses particulares de las clases dominantes han impresotoda la vida social de un carácter estrechamente nacio-nalista y poco humanitario en el amplio sentido de lapalabra.

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Capítulo VI: Las artes y lasciencias. Los deberes delcomunismo libertario a surespecto

El Hombre no posee solo en la Naturaleza ni el amorinstintivo de lo bello ni el deseo del Saber.

Uno de los méritos de Darwin consiste en haber he-cho resaltar con mucha precisión, en su libro sobre laDescendencia del Hombre (capítulo III), que numero-sos animales, particularmente los pájaros, poseen enalto grado el sentimiento de la Belleza.

Pero el hombre civilizado, el hombre cultivado delos tiempos modernos tiene, en todos los dominios enque se trata de ampliar sus conocimientos, lo mismoque en las Artes, enormes ventajas sobre los animales

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superiores. El desarrollo incesante de sus sentimientosle es facilitado singularmente.

Los orígenes de las artes y de las ciencias —Darwinlo ha adivinado bien— se hallan en la fuerte potenciade la imaginación del Hombre, en su admiración delo que es nuevo para él, en su curiosidad y en su in-fatigable espíritu de imitación; en una palabra, en lossentimientos más profundos del alma humana.

En el más alto grado de interés para la vida humanase halla el progreso que ha realizado la civilización, enel transcurso de los siglos, en todos los dominios de lasciencias y del Arte.

Pero el mantenimiento y la aceleración de ese pro-greso exigen enormes sacrificios, y la Humanidad y laSociedad comunista del porvenir deberán tenerlos encuenta.

El aprendizaje de que tiene necesidad un animal pa-ra preparar su albergue no iguala en modo alguno alque necesita el hombre para la construcción de las ca-sas y de los monumentos. Las innumerables variacio-nes en la Arquitectura humana en el curso de los siglosson las consecuencias de admirables esfuerzos realiza-dos por seres superiores a todos los demás en la Natu-raleza. La misma verdad se aplica a cualquier otro artehumano y a cualquier ciencia.

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En todos los dominios, siempre y en todas partes,por medio del roce constante de los espíritus ymedian-te una larga educación del hombre, desde su primerajuventud hasta la edad madura, es como se desarrollanlentamente los sentimientos estéticos y la afición porlas indagaciones científicas.

Aíslese completamente a un niño que presente losmás altos dones naturales y, una vez llegado a la edadmadura, será atolondrado, corto de entendimiento ytorpe como el semi-civilizado. Los niños de corta edadse embrutecen de un modo terriblemente rápido en elaislamiento, y si se descuida o se abandona su educa-ción.

En los diversos dominios de las artes y de las cien-cias, se comprueba mejor que en otro sitio que todoindividuo es en suma el producto de su medio y de suépoca, y que el individuo más privilegiado por donesnaturales debe también la mayor parte a aquellos so-bre cuyos hombros puede elevarse para desplegar sutalento y su genio.

Por todas estas razones, la Sociedad comunista delporvenir tendrá el derecho de pretender, lo mismo quelas sociedades precedentes, que los talentos y los ge-nios surgidos en sus medios son sus propias criaturasy que tiene derechos sobre ellos. Pero también tendrá

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deberes para con ellos y deberá tratarles mejor de loque lo han hecho las generaciones anteriores.

Los verdaderos artistas, los verdaderos sabios son deordinario indolentes y gran número de ellos son muypoco prácticos. Tan solo la vida les mueve al trabajo,y el estado de entusiasmo, de embriaguez o de distrac-ción a que pueden llegar con tanta frecuencia y quese cuentan para ellos entre los momentos más subli-mes de su existencia, es poco apto para enseñarles amirar por sus intereses materiales. Preciso es, por tan-to, que la Sociedad, que la Comunidad mire por ellosmuy particularmente.

El verdadero artista y el verdadero sabio crean sustrabajos lo mismo que crece la planta o como canta elpájaro, por la naturaleza de su ser, de sus aptitudes yde su potencia.

Talento y genio se imponen al Hombre de la mismamanera que el desarrollo moral del alma. Le hacen elservidor e incluso el esclavo de sus cualidades, de suscapacidades para crear y para realizar ensueños estéti-cos o invenciones técnicas y científicas.

El Talento y el Genio son con frecuencia amos durosy difíciles de contentar, verdaderos torturadores.

Las civilizaciones anteriores, hasta nuestros días in-clusive, han dejado con mucha frecuencia a los verda-

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deros talentos y genios en Arte o en Ciencia, vivir enla mayor miseria, apropiándose después de su muertesus preciosas obras.

O bien se les condenaba a vivir en la servidumbrede un magnate de la autoridad secular o eclesiástica;al servicio de un convento, de un obispo, de un papa,de un duque o de un rey cualquiera. Y se les condenabaa hacer, en sus obras, el elogio del que les sustentabay del cual tenían que ser los cortesanos y los lisonjea-dores.

La sociedad capitalista actual es particularmente du-ra para los que trabajan el Arte o las ciencias movidostan solo por el afán de su entusiasmo y de sus donesnaturales. Los industriales, comerciantes y financieros,apenas poseen el gusto y la delicadeza de espíritu dela antigua aristocracia. Todo lo miran demasiado ex-clusivamente desde el punto de vista del dinero y desu propio interés material, para ser mecenas de granenvergadura.

En nuestra época, en la que se encuentran fondos enabundancia para organizar combates de boxeo, falta eldinero para la construcción y la conservación de loslaboratorios.

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La sociedad comunista habrá de cambiar, por tanto,de manera absoluta la situación en que se encuentranactualmente artistas y sabios.

Deberá exigir, ante todo, tanto a unos como a otros,sinceridad y la ruptura con todos los fines interesadosque no conduzcan a la Belleza ni a la Verdad.

Pues la Historia es severa: los artistas y los sabiosque han sobrevivido más tiempo a su época y que hancontinuado interesándonos hasta nuestros días son losque sabían dar a la Humanidad el fondo de su alma. Enlas ciencias, son los que han sabido servir a la verdada pesar del odio de los clérigos, del despotismo de losreyes o de la incomprensión de sus contemporáneos.

Los comunistas libertarios pagan a todos esos ge-nios el tributo de su admiración y de su gratitud portodo lo que han hecho y sufrido en beneficio de la Ci-vilización y del progreso de las Ideas.

Pero ese tributo póstumo y esa admiración tardíapara las grandes figuras del pasado, no bastan. Los co-munistas libertarios se hallan convencidos de que elporvenir tiene que ser cambiado, de que la vida socialtendrá que ser profundamente modificada, de suerteque los artistas y los sabios de todas las categorías ha-llen en lo sucesivo más fácil la existencia de lo que loha sido para sus colegas del pasado.

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En primer lugar: todos los talentos y los genios ocul-tos en lo profundo de las poblaciones, deben de tenerocasión de manifestarse y de desplegar la plenitud desus dones naturales.

El hombre que siente en sí talentos especiales parael Arte o para la Ciencia, pero que se halla condenadoa un trabajo largo y asiduo de todos los días a fin deganar el pan cotidiano para si y para los suyos, experi-menta la amargura de una vida perdida, y su existenciaes para la sociedad una verdadera pérdida.

El talento y el genio tienen necesidad de exteriori-zarse, y si no encuentran la posibilidad de ello, si lasdotes naturales permanecen embrionarias en el almahumana, el sufrimiento moral es incurable.

Los comunistas libertarios defienden por todas es-tas razones el principio del sostenimiento pecuniariode las Artes y de las Ciencias por los municipios, losdepartamentos o provincias y las naciones.

Establecerán ante todo la enseñanza gratuita en to-dos los grados, enseñanza especial para las Artes y Ofi-cios y las diversas ramas de la Ciencia. Velarán ademáspara que se concedan becas de estudios, incluyendo lamanutención del alumno, a todos los que se distingande un modo sensible por sus dones naturales.

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Toda obra de Arte o de Ciencia digna de interés de-be ser sostenida de la misma manera por la iniciativacomunal, provincial o nacional.

Los comunistas libertarios se hallan convencidos dela importancia esencial que las Artes y las Cienciashan tenido bajo las diversas formas de civilización delpasado, y que tendrán, en más alto grado aun, en elporvenir.

Desde el momento en que las religiones pierdenmásy más verdadero influjo sobre el comportamiento delos hombres en todos los países modernos, solo que-dan las artes y las ciencias para trazar a las gentes dedistintas profesiones y de distintos caracteres y gus-tos el camino a seguir en la vida de todos los días; paradepurar y elevar sus sentimientos y sus aspiraciones;para inculcarles un ideal digno de una sociedad nueva.

El duro trabajo diario no puede satisfacer tan sololos gustos y las aspiraciones de los hombres, en socie-dad comunista menos aún que en sociedad capitalista.Realizado el trabajo diario, el sencillo espíritu ha depoder hallar en el cinema, en el Canto, en el Juego oen el Deporte, el goce necesario a la vida, del propiomodo que las personas más refinadas lo hallan en losConciertos sinfónicos, en las galerías de cuadros, en elTeatro o en la Ópera o también en la lectura.

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Los jóvenes que tengan sed del Saber les complace-rá siempre enfrascarse en el estudio de un artículo derevista o de un libro instructivo.

La sociedad comunista libertaria deberá tener encuenta todos los gustos y todas las tendencias.

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Capítulo VII. ¿Existirá ungobierno en una sociedadcomunista libertaria?

Al plantear, en su época, la cuestión de saber cuáles el mejor gobierno, Juan Jacobo Rousseau hizo ya ob-servar que se hace así una cuestión tan insoluble comoindeterminada,- o si se quiere, tiene tantas buenas solu-ciones como combinaciones posibles hay en las posicio-nes absolutas y relativas de los pueblos.

En efecto, la dirección general y superior —el go-bierno de una nación o lo que se llama en la sociedadmoderna el Estado— se establece por una larga evolu-ción, y continúa desarrollándose constantemente.

Cada pueblo tiene el Gobierno que se merece, es undicho conocido. Un anarquista individualista me decíaun día, cuando yo me llamaba sindicalista: Los presi-dentes y los secretarios de vuestros sindicatos, podéis

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llamarlos revolucionarios o reformistas, serán vuestrosfuturos amos. No existe diferencia entre ellos y los al-tos funcionarios del Estado.

Y yo hube de responder: Si han de ser vuestros futu-ros amos, será porque lo merecéis, porque no sabréissujetarlos.

De igual modo, estamos convencidos por cierto deque el Estado, en la Rusia soviética, es más despóti-co y más anti-democrático que el Estado en Inglaterra,en Francia, en Holanda o en Suiza; pero, tomando enconsideración el carácter del pueblo ruso, estamos tanciertos de que el Gobierno de los Soviets no ha podidoobrar de manera distinta a como lo ha hecho.

Si un Gobierno se muestra demasiado retrógrado enpresencia de las condiciones económicas y sociales delpaís, será arrastrado por los acontecimientos y derri-bado o bien forzado a seguir la evolución general; si,en cambio, se muestra accidentalmente muy avanza-do, bien a consecuencia de una revolución reciente oya debido a reformas legislativas muy evolucionadaspara responder a la situación general de un país, si-gue inevitablemente una reacción sobre la revolucióno también las reformas prematuras quedan como letramuerta y no se aplican o se aplican muy poco.

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Los comunistas libertarios deberán tener en cuentaesta ley general de la evolución del Estado; pues si solose preocupan de la teoría y no de las posibilidades desu aplicación práctica, su obra será estéril.

Hay camaradas entre los anarquistas que reclamanla abolición pura y simple del Estado.

Si ellos comprenden, bajo el término de Estado, elconjunto de los aparatos de administración y de coer-ción que representan los intereses de las clases dirigen-tes y sobre el cual basa hoy todo Gobierno su poderen los países modernos, esos camaradas tienen, desdeluego, razón. El Estado actual que se dice ser el repre-sentante de la colectividad, mientras que es solamenteel representante de una casta, debe desaparecer. De-be evolucionar como la Humanidad en general y serreorganizado de manera fundamental para que lleguea ser más humano, más civilizado y para representarrealmente a la colectividad.

Pero si hay camaradas individualistas que niegan lanecesidad para las diversas colectividades sociales deejercer derechos en tanto sea colectividad, si condenantoda representación de una colectividad, esos camara-das no tienen razón y difunden teorías perniciosas.

Pues no procuran darse cuenta de todas las dificulta-des, que se presentan en la vida real, cuando cuarenta

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millones de habitantes deben entenderse para vivir enconjunto en un territorio como el de Francia o el deInglaterra, o cuando cuatro millones de ciudadanos deNueva York o siete millones de londinenses, se encuen-tran reunidos en una sola aglomeración urbana.

Cuanto más densa es una población, más estricta-mente deben mantenerse, en su medio y frente a losindividuos y sus libertades, los derechos y los deberesde la colectividad.

La sociedad comunista libertaria tendrá, desde lue-go, su Gobierno, como cualquier otra sociedad.

Lo esencial consiste solamente en saber qué formatendrá ese Gobierno.

Recordemos siempre, a este propósito, que las diver-sas formas de Gobierno no tienen importancia sinotanto como respondan a las condiciones económicas,étnicas y psicológicas de una población en una épocadeterminada.

Hoy en día, en los países más avanzados, las tenden-cias hacia la soberanía de los pueblos, hacia la demo-cratización del Estado y de la civilización, dominan atodas las demás tendencias.

Incluso la Dictadura que persiste actualmente enciertos países, más atrasados, de Europa; —en Italia,en Hungría, en Rusia, en los Balcanes, en Turquía, en

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Polonia—, debe de ser comprendida como una medidatransitoria de fortuna, destinada a empujar rápidamen-te a los pueblos en cuestión por la senda de la evolu-ción general de las civilizaciones europeas.

Solamente poco a poco, en el transcurso de los siglosy a través de las formas más diversas de Gobierno deuna casta, de una aristocracia (representada esta tam-bién por un rey o por un emperador), y luego, a travésde la Monarquía absoluta y de la Monarquía constitu-cional, fue como desde fines del siglo XVIII en la Amé-rica del Norte y desde mediados del siglo XIX en Euro-pa, se ha diseñado un movimiento irresistible hacia lademocratización del Gobierno y de la vida social.

La vida democrática y su acción sobre la marcha ge-neral de los negocios públicos se ha acentuado muchoen estos últimos decenios gracias a las diversas orga-nizaciones obreras y campesinas: sindicatos obreros,cooperativas, uniones de mujeres, secciones locales departidos políticos y de ligas de todas clases, etc.

La evolución de la civilización en su conjunto haceprever un porvenir en que el Gobierno esté basado enel Trabajo, con una libertad siempre creciente para lasgrandes masas de la población laboriosa, del propiomodo que la dirección de la sociedad actual está basadasobre los privilegios que proporciona la posesión de

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Dinero o como la sociedad medioeval lo estaba sobrelos Derechos adquiridos de nacimiento por la noblezay por las familias patricias.

En otro tiempo, el Estado servía los intereses de unaaristocracia o de una clase dominante, y las grandesmasas de los individuos estaban sometidas a él. En elporvenir, el Estado solo existirá para servir los intere-ses de esas masas y habrá cambiado por completo decarácter. De un mecanismo de opresión organizada, seconvertirá poco a poco en un organismo de negocios,encargado de ejecutar la voluntad colectiva de una na-ción y de administrar sus intereses. Dirigido en otrotiempo de arriba a abajo, será dirigido en el porveniry, cada vez de abajo arriba.

La democratización del Estado y la realización deuna verdadera soberanía de los pueblos modificarátambién Justicia y Jurisprudencia, Policía, Enseñanzay Educación de la juventud y toda la vida social.

Los camaradas anarquistas a quienes no agradasenestas perspectivas, solo tienen una solución que pro-ponernos: la institución de una dictadura de camarilla.Pero las experiencias hechas en Rusia, como en Italiay en otros países, nos prueban que el remedio seríapeor que la enfermedad, peor que las desventajas de lasoberanía popular.

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La democratización acentuada de la vida social y delos Gobiernos, hará posible, en el porvenir, la funda-ción de una Federación económica y política de Esta-dos europeos y creará una verdadera Sociedad de lasNaciones.

El capitalismo moderno ha hecho que a las guerrasreligiosas y de sucesión sucedieran las guerras comer-ciales, cuya finalidad ha sido la posesión y explotación,por financieros e industriales, nacional e internacio-nalmente organizados, de plantaciones de algodón, deazúcar y de caucho, o de yacimientos de petróleo, decarbón, etc.

Sin poder decir que todas las guerras serán exclui-das definitivamente entre las numerosas naciones ypueblos del mundo, puede afirmarse, sin embargo, quelas guerras, no pudiendo servir ya a los intereses egoís-tas de financieros e industriales particulares, se habráeliminado, por esto, un factor importante de discordiaentre los hombres.

Las masas laboriosas: obreros y obreras, campesi-nos, pescadores y marinos, no tienen el mismo interésen lanzarse por miles y millones sobre los trabajadoresde otro país, que tienen los financieros industriales ygrandes comerciantes en ver a los pueblos combatir

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entre sí para que ellos puedan realizar beneficios in-dustriales y comerciales.

El porvenir bajo un orden comunista libertario queserá local, nacional e internacionalmente organizado,es rico en promesas de paz y de bienestar social. La di-visa de los déspotas iluminados del siglo XVIII: Todo pa-ra el pueblo, pero nada por el pueblo, ha fracasado, y eseste mismo fracaso el que ha modificado por completosu sentido hasta el punto que la divisa actualmente envigor sea esta: Todo para el pueblo y por el pueblo.

Ciertamente, las masas laboriosas sienten tambiéntodo el peso de los obstáculos que se alzan ante la rea-lización de una verdadera soberanía del pueblo y deun Estado verdaderamente democrático. Ellas no dis-ponen de ciertas ventajas que representa la concentra-ción de todo poder político en una sola mano: la Dic-tadura puede obrar de una manera más rápida.

Las masas deben recurrir, en toda ocasión, a los bue-nos cuidados de representantes que, con mucha fre-cuencia, piensan más en sus propios intereses que enel bienestar de sus mandatarios. Y sin embargo, estosrepresentantes son los únicos que pueden medir todala amplitud de una situación y abarcar con un mismogolpe de vista todos los peligros políticos y sociales,todas las dificultades eventuales.

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No obstante, la potencia de los pueblos reside siem-pre en la fuerza primordial y fundamental que radicaen los movimientos de las masas, fuerza que surge delo profundo de la vida social y que, con una potenciairresistible, impele hacia el progreso.

Los pueblos modernos aprenderán sucesivamente areemplazar a los individuos que los engañan por otrosy sabrán elegir, respetar y honrar cada vez mejor a losindividuos demérito. Y llegarán así a tener a su frente alos más nobles espíritus de su época, hombres muchomás dignos que el primer rey o emperador llegado oque cualquier hijo de millonario o de hombre políticoheredero de la autoridad paterna.

Los comunistas libertarios insisten sobre la necesi-dad de una descentralización tan pronunciada comosea posible del futuro Estado frente a las tendenciasde centralización que atestiguan con demasía los Go-biernos de los Estados actuales.

La descentralización de los poderes debe de ser com-pleta, allí donde la naturaleza de las relaciones mutuaslo exija, por la libre federación de las agrupaciones, aso-ciaciones, comunas, regiones o Estados interesados.

Los comunistas libertarios basan sus preferenciaspor los principios de la descentralización; de la libre fe-

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deración y de la autonomía, sobre los motivos siguien-tes de orden económico, psicológico y moral:

Los derechos a la independencia y a la libertad delmovimiento autónomo se hallan fundados, como el de-recho a la libertad individual, sobre la Naturaleza y laRazón que exigen que las organizaciones e institucio-nes sociales, lo mismo que los individuos, puedan di-rigir por sí mismas sus propios asuntos durante tantotiempo como no graviten sobre la libertad de los de-más.

Los hombres y las agrupaciones de hombres cono-cen generalmente mejor que otros sus intereses pro-pios y se muestran más activos en atenderlos con todaindependencia que si tienen que obedecer a las órdenesde algún Poder central (lo cual no excluye, claro está,directivas y sugestiones destinadas a coordinar los es-fuerzos locales con miras a un resultado más racional).

La libertad individual, la Autonomía y la libre Fede-ración crean espíritus fuertes y favorecen las iniciati-vas; mientras que una centralización extremada y ladominación del Poder central interviniendo en todaspartes, hacen serviles los espíritus y ahogan las inicia-tivas personales, locales y regionales: las masas se ha-bitúan pronto a que otros piensen por ellas tal… comolos pastores por los carneros.

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Libertad, Autonomía y libre Federación estimulan alos hombres a los sacrificios individuales y colectivos;en cambio, la Centralización de los poderes hace a loshombres indiferentes y no despierta el entusiasmomásque en los grandes negociantes y en los arribistas delPoder central.

Incluso los funcionarios de Estado más conscientesno pueden interesarse toda su vida por asuntos que noson directamente los suyos.

La Autonomía, la libre Federación y la Descentrali-zación de los poderes impulsan a los hombres a enten-derse y a unirse para satisfacer sus múltiples necesida-des. Mientras que la Centralización rompe los vínculosdirectos entre los hombres, disuelve las ricas variacio-nes de la vida social y tiende a uniformar las masasexcesivamente.

Autonomía, libre Federación y Descentralizaciónenlazan las responsabilidades de numerosas compe-tencias, cada una en su dominio propio. La Centrali-zación de los poderes, en cambio, abruma siempre aun corto número de personas —competentes o no entodos los dominios— con responsabilidades excesivas.

Autonomía, libre Federación y Descentralización delos poderes favorecen la buena armonía entre los hom-bres de todos los medios, entre el campo y las grandes

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ciudades. Pero la Centralización excesiva de los pode-res, tal como la conoce nuestro siglo, subleva al cam-po contra las ciudades, a las pequeñas comunas contralas grandes aglomeraciones, a los pueblos pequeños ya las colonias contra las naciones más poderosas.

De ese modo, la aplicación de los principios de la li-bre asociación favorece la Paz social y mundial; mien-tras que la Centralización extremada de los poderesincita a la guerra civil y a las guerras de conquista, alas feroces resistencias a toda intervención de vecinosque no dejarán de ser tiranos si logran implantarse.

Por todas estas razones; es preciso que los asuntoslocales y regionales que interesan directamente a lasprovincias de Valencia o de Cataluña, de Bretaña o dela Alsacia, del cantón de Vaux, de Sajonia o del Lan-cashire, sean arreglados localmente y no resueltos enlas altas esferas, en Madrid, París, Berna, Berlín o enLondres. La Georgia (Cáucaso) debe de ser goberna-da libremente desde Tiflis, por georgianos librementeelegidos, y no desde Moscú por rusos conquistadores.

Así es cómo la Ética moderna comprende las difi-cultades sociales y morales a resolver, cuando se basaen los derechos naturales; y así es cómo las compren-den los hombres escogidos de nuestros días, en la vidapráctica.

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Los principios generales desarrollados en estas pági-nas son suficientes para delimitar obligaciones y dere-chos de las agrupaciones sociales, y la inspección quedeben sufrir por parte del Poder central.

Las empresas colectivas pueden servirnos de ejem-plos.

La construcción y la explotación de una red de tran-vías urbanos, de una fábrica de gas, de una conducciónde agua local, de un matadero, de una piscina o de unjardín público, son empresas comunales. En ellas de-be prevalecer la autonomía del Municipio, y el Podercentral no tiene derecho a inmiscuirse en ello, salvo encaso de abuso y cuando sea lesionado el interés generalo también para dar sugestiones o para facilitar el traba-jo coordinando los esfuerzos de las diversas comunas(compras por mayor, standardización de los suminis-tros, etc.).

Un camino de hierro local, un canal o un caminovecinal que una a dos comunas, una central eléctricaque suministre fluido a una región entera y, en gene-ral, todos los establecimientos e instituciones de inte-rés regional, deben ser explotados, razonablemente, ennombre de toda la población de las diversas comunasservidas. Aquí es la autonomía regional la que se im-pone.

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Una red nacional de caminos de hierro, un conjun-to de gran comunicación que interese a más de unasola región, o también un museo excepcionalmente ri-co, son empresas e instituciones destinadas a servir auna nación entera y deben ser construidas y explota-das bajo la dirección de las autoridades competentesnacionales.

Consideremos, por último, una línea de ferrocarrilesinternacional, una empresa de navegación o de avia-ción de interés continental o intercontinental, un faroen una costa cualquiera destinado a todos los navegan-tes o un cable telegráfico transoceánico, que sirvan alcomercio de todos los países. Todas estas instituciones,aun cuando puedan ser creadas y dirigidas directamen-te por un determinado país, deben quedar sometidas,sin embargo, a una inspección y a una reglamentacióninternacionales.

Convenios internacionales deben administrar y di-rigir también, en todos los países, los servicios de Co-rreos, Telégrafos y Teléfonos; la emigración de loshombres de diversas razas hacia los países en que pue-de tenerse necesidad de ellos, y las condiciones de tra-bajo de los obreros extranjeros que residan en los di-versos países; el problema de los pasaportes y visados;las medidas de cuarentena aplicadas a los buques en

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caso de enfermedades contagiosas, y después, otrosdiversos problemas cuyo número aumenta constan-temente debido a la amplitud de las comunicacionesmundiales.

El comercio libre e internacional, exento de todoslos derechos de aduana, se impondrá como una nece-sidad urgente desde el momento en que las nacionesacuerden no continuar estrangulándose mutuamentecon regímenes rígidos de pretendida protección nacio-nal.

Los problemas internacionales afectan cada uno amillones de individuos. Pero, por esta misma razón ydebido a su naturaleza, deben hallar su solución porencima de la cabeza de los individuos, y prescindien-do de los intereses demasiado exclusivamente locales,provinciales o también nacionales, por medio de un ar-bitraje internacional en caso de conflictos de intereses.

Reflexionando detenidamente sobre el conjunto delos problemas sociales que se presentan o se plantean,se advierte que será más fácil el resolver las cuestionesen litigio de naturaleza nacional e internacional que elrespetar siempre escrupulosamente, allí donde la na-turaleza de las cosas y la Razón humana lo exijan, lalibertad individual y la autonomía regional y nacional.

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Cuanto más avancemos por el camino de la sobera-nía de los pueblos, con más energía exigirán todas lasrazas humanas, todos los hombres y todas las mujeres,su parte del festín de la vida, y las reglamentacionesgenerales de los problemas en litigio amenazarán máscon ahogar la libertad individual y la autonomía localy regional.

En los centros de comunicaciones y en las carrete-ras, en las arterias nacionales, los peatones se hallanhoy amenazados a cada momento de ser aplastadospor la vida turbulenta que les rodea. ¡Desdichados losdébiles!

De manera análoga se verán amenazadas nuestrascualidades personales y nuestras libertades adquiridas,cuando todas las costumbres, todos los derechos y to-dos los privilegios se nivelen poco a poco en costum-bres internacionales y en derecho único y uniforme.

Los comunistas libertarios y toda la élite de los hom-bres modernos, tendrán la ardua tarea de velar por laslibertades individuales para que estas no se hundan enla lucha general hacia la felicidad.

El nivelamiento de las costumbres ha de poder ser-vir, en fin de cuentas, para el despertar de una libertadrelativa, pero general, y de un bienestar quizá modesto

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durante largo tiempo aun, pero universal y generaliza-do.

Los individuos fuertes y generosos, todos aquellosque no aspiran a la dominación, pero que no quierentampoco ser dominados por otros, aceptarán la igual-dad de los derechos y de los deberes y la igualdad delas probabilidades de una vida feliz. No obstante, nodejarán menoscabar, por eso, su propia personalidad.

¿Bajo que formas políticas deberemos realizar el or-den social en sociedad comunista libertaria?

Sin pretender negar que el régimen parlamentario yel sufragio universal ofrecen cierto progreso histórico,los consideramos, en su forma actual, como institucio-nes transitorias en la evolución secular de los pueblos.

Su impotencia relativa, de la cual existen quejas entodos los países modernos, se explica principalmentepor dos razones:

En primer lugar: el Parlamento es el instrumento dedominación de la burguesía, la cual, fuerte en los nego-cios industriales, comerciales y financieros, entiendemuy poco en la política y en la diplomacia, de suerteque sus mandatarios en el Parlamento han sido cons-tantemente burlados y tratados de mal modo por lostécnicos del Poder central y de la Administración. Te-niendo la burguesía que tener en cuenta cada vez más

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las reivindicaciones de las masas proletarias y de susrepresentantes, el Parlamento se encuentra así parali-zado y sus trabajos resultan estériles.

En segundo lugar: el Parlamento tiene que ocuparsemuy exclusivamente de reglamentaciones legales. Espor excelencia el poder legislativo y no se ocupa sinoexcepcionalmente de la vida material e intelectual, dela vida productiva de las masas. No ve la vida real y susnecesidades más que a través de los textos jurídicos, delas jurisprudencias y de los precedentes administrati-vos.

Esta objeción se aplica mucho menos a los conse-jos municipales o departamentales, los cuales tienenmucho más profundo arraigo en la vida económica eintelectual de los pueblos. Por esto estimamos que lavida social del porvenir estará basada esencialmenteen la organización económica y política de la comunay de la región.

De igual modo, el Parlamento deberá transformar-se necesariamente de un colegio de políticos profesio-nales, afiliados a cualquier partido o camarilla, parti-darios ciegos de cualquier doctrina dogmática, en unorganismo de técnicos competentes en las diversas di-recciones de la vida social.

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El Senado, la Primera Cámara, hállase en nuestrosdías muy particularmente sujeta al menosprecio de lospueblos. Si los políticos de carrera son el azote de laCámara de los diputados, el Senado es la representa-ción en todos los países de los antiguos prejuicios ytradiciones, de la vejez y de la impotencia.

En los siglos pasados, cuando la vida no evoluciona-ba sinomuy lentamente, la experiencia de los hombresy de las mujeres de edad avanzada podía considerarse,mucho más que hoy, como factor útil a la buena mar-cha de los negocios públicos. En nuestros días, los an-cianos retardan. La vida se ha hecho por demás inten-sa, los nuevos descubrimientos e invenciones se suce-den con demasiada presteza, las masas se hallan muygalvanizadas, el individualismo y la dignidad personalde cada hombre y de cada mujer están por demás desa-rrollados para que los pueblos modernos no logren, enun lapso de tiempo relativamente corto, derribar to-das las barreras de clase y de casta y desembarazar-se de todos los prejuicios, de todas las tradiciones quesolo tienen a su favor la antigüedad de su existencia.Rehusamos más y más el mantener un mal hábito so-cial, o una superstición ridícula, por la única razón deque nuestros antepasados hayan practicado el mismohábito y cultivado la misma superstición.

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La orientación que la Democracia americana ha da-do, desde fines del siglo XVIII, a los países de Europay al mundo entero, ha sido completada, en estos últi-mos años, por el ejemplo de la Gran revolución rusa.Dos instituciones de esta revolución parecen predes-tinadas particularmente a seguir y a tener una reper-cusión enorme: la de los Soviets y la de los delegadosobreros de talleres y de fábricas.

Después del golpe de Estado de noviembre de 1917,el Gobierno dictatorial-bolchevista de Lenin y de Sta-lin abolió la segunda de estas instituciones y redujola primera al carácter de una caricatura política. Y noobstante, la gran idea de los soviets como base de unaAsamblea nacional compuesta por los productores orga-nizados, desde directores de fábricas, ingenieros y ar-quitectos hasta losmás simples obreros y obreras de fá-brica, hasta los campesinos y domésticas, parece tenerun porvenir en todos los países modernos, allí dondeel comunismo libertario tiene probabilidades de salirvictorioso.

Los trabajadores llegarán a ello desarrollando en to-das las industrias la segunda de ambas institucionesantes citadas, es decir, organizando, en cada taller ofábrica, en cada sección de un gran establecimiento in-dustrial, un cuerpo de técnicos capaces de dirigir en

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conjunto los establecimientos. Así es como se crea-rán órganos distintos de técnicos en cada dirección dela vida económica e intelectual: industrias, comercios,obras públicas, agricultura, ciencias y artes, justicia, hi-giene, sanidad, administración pública y enseñanza.

Un Senado de los consumidores, elegido por todoslos hombres y mujeres, adultos originarios del país oextranjeros establecidos, constituiría el coronamientode un vasto organismo construido de abajo a arriba, yharía contrapeso a los productores organizados en laAsamblea nacional.

Si las masas populares quieren realizar, en el porve-nir, su voluntad colectiva y obrar en la dirección desus intereses, les será menester adoptar siempre unaforma de existencia más fija, más rígida que la de unamultitud reunida accidentalmente o de lo que se llamacomúnmente el público, cuya cohesión es simplemen-te espiritual y de las más variables y más susceptiblesde influjo. Su unión deberá adquirir la forma de lo quese llama la agrupación, la organización. Sobre la crea-ción de un número ilimitado de agrupaciones u orga-nizaciones de productores y de consumidores deberáfundarse la sociedad comunista libertaria.

Las masas, lanzándose a la calle, son capaces dehacer obra negativa, de echar abajo instituciones de

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dominación y de explotación anticuadas; pero no po-drían hacer obra positiva, crear espontáneamente co-sas nuevas, reconstituir la vida social sobre nuevas ba-ses, sustituir las instituciones condenadas por otrasmejor adaptadas a las necesidades de las poblacionesmodernas. Para construir nuevas instituciones socia-les, no les basta a las masas populares con hallarse ani-madas de deseos colectivos ni incluso unánimes. Lasmasas deben de diferenciarse, de especializarse, cadaindividuo en su papel. Y, para la ejecución de sus pro-yectos eventuales, deberán masas poner técnicos, es-pecialistas responsables y debidamente autorizados, alfrente de sus agrupaciones.

Los comunistas libertarios deberán contar, en fin,con un problema espinoso y delicado desde el puntode vista de la civilización general.

Las organizaciones de trabajadores intelectuales ymanuales y sobre las cuales descansará la sociedad delporvenir en todos los países modernos, ¿dejarán enpos de sí masas de proletarios harapientos que, con-fundidos quizá con trabajadores de color, de civiliza-ción inferior, constituirán por todas partes una espe-cie de Quinto Estado? ¿Harán, como en otro tiempo laburguesía —el Tercer Estado—, que se elevó sobre loshombros de los trabajadores, revolucionarios, pero no

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organizados, para rechazar a sus aliados después de lavictoria? El Cuarto Estado que se halla ahora en víasde conquistar un puesto en la sociedad moderna, ¿se-rá tan egoísta y tan cruel para con los más miserablesy los más atrasados de los hombres como lo fue paraellos el Tercer Estado?

O bien, ¿asistiremos a la creación de una forma decomunismo libertario en que el cuidado de los enfer-mizos, de los lisiados, de los enfermos, de los ancianos,de los hombres y mujeres de civilización inferior, cons-tituirá uno de los primeros deberes de la colectividadde los potentes, de los sanos y de los fuertes?

En una sociedad basada sobre la potencia del Trabajo,en la cual los trabajos más pesados podrán ser ejecuta-dos por la Juventud alistada en una especie de Serviciosocial, desde el momento en que los ejércitos no exijanya las mejores fuerzas de la Humanidad para el ser-vicio militar; en una sociedad en que el maquinismoserá llevado a un sumo desarrollo, donde el ingeniero,el químico y el trabajador manual se tenderán la manopara arrancar a la Naturaleza todos los tesoros con elmínimum de esfuerzos; en una palabra, en una socie-dad moderna bien organizada, los trabajadores orga-nizados pueden y deben mostrar más generosidad y

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más nobleza como no las han tenido, antes que ellos,la aristocracia de nacimiento, el clero y la burguesía.

Este problema es tanto más angustiador cuanto quelos pueblos modernos se hallan rodeados aún, en to-dos los continentes, de razas humanas de civilizacióninferior, cuya educación será larga y penosa, y que,no obstante, no podremos continuar explotando conla misma ausencia de escrúpulos que ha demostrado asu respecto la burguesía industrial y comercial.

En la época de la caída del Imperio romano no fue-ron los bárbaros, sino más bien la élite de los países decivilización superior, la que tuvo que trazar los princi-pios conductores para la creación de un mundo nuevo.De la propia manera, en los contactos cada vez más fre-cuentes e íntimos entre el mundo oriental o africanoy la Europa occidental o América, no serán las tribusnegras o los pueblos musulmanes apenas despertadosde su letargo secular, los que habrán de levantar losplanos de una nueva civilización mundial. Esta tareaincumbirá a los trabajadores intelectuales y manualesde los países más civilizados y más evolucionados. Pe-ro estos deberán trabajar, sin excepción, por el bienes-tar de todos.

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Biblioteca anarquistaAnti-Copyright

Christiaan CornelissenEl comunismo libertario y el régimen de transición

1933

Recuperado el 20 de agosto de 2016 desdekcl.edicionesanarquistas.net.

Edición de antorcha.net.

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