26
Miguel Ángel Silgado Sánchez Historia de la Roma Imperial 4º CCLL de la Antigüedad Curso 2014/2015 Página 1

El cristianismo en el Imperio Romano

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Cómo fueron los primeros pasos del cristianismo y cómo chocó con el Imperio serán algunos de los asuntos a tratar

Citation preview

Page 1: El cristianismo en el Imperio Romano

Miguel Ángel Silgado Sánchez

Historia de la Roma Imperial

4º CCLL de la Antigüedad Curso 2014/2015

[email protected]

Página 1

Page 2: El cristianismo en el Imperio Romano

ÍNDICE:

1. INTRODUCCIÓN………………………………………….. Pág. 3

2. ROMA EN PALESTINA…………………………………… Pág. 3

3. CREACIÓN DEL CRISTIANISMO……………………….. Pág. 5

4. LLEGADA A ROMA………………………………………. Pág. 6

5. CONVIVENCIA CON EL PAGANISMO…………………. Pág. 7

6. CENSURA Y PERSECUCIONES…………………………. Pág. 9

7. TOLERANCIA Y LEGALIDAD…………………………... Pág. 14

8. CONCLUSIONES………………………………………….. Pág. 15

9. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………… Pág. 16

Página 2

Page 3: El cristianismo en el Imperio Romano

1. INTRODUCCIÓN

Si hay una barrera natural que separa al ser humano del s. XXI del hombre de época clásica1, ése es el cristianismo. La religión es un elemento presente en todas las civilizaciones de una manera u otra, pero el cristianismo no era algo que estuvieran acostumbrados a ver los romanos, pues en aspectos fundamentales no se asemejaba en nada a los cultos ya conocidos. Hay varios motivos por los cuales ocurría esto.

El primero es el hecho de ser una religión monoteísta. Tanto en Grecia como en Roma, así como en las culturas en contacto de Asia no se practicaba este tipo de creencia, sino que eran politeístas, con todo un panteón de dioses, cada uno con una función diferente. Los romanos de los s. I y II veían esto ya no como algo hiriente, sino casi vergonzoso y causa de mofa.

Todo lo nuevo a priori hace ser reticente o incluso temerlo. Al contrario que los cultos orientales, que fueron relativamente bien aceptados en Roma, el cristianismo tardo más de doscientos años en verse con buenos ojos por la mayoría de la sociedad romana. Un motivo probable de este hecho podría ser que el cristianismo era una religión de nueva creación, sin una mitología, unos edificios de culto o una serie de gobernantes o personajes importantes que la apoyaran.

Otro aspecto que el cristianismo tiene de diferente es que es una religión sotérica, es decir, que a través de ella se busca la salvación. Las religiones griega y romana no lo eran a priori, pues el hombre no se salva a través de ella. Simplemente la religión para ellos forma una parte intrínseca de la vida. De hecho, en griego no existe una palabra para definir religión.

Otro punto de diferencia entre ambas religiones es que el cristianismo era de carácter mesiánico2, es decir, un hombre en la Tierra que predicara con las enseñanzas del dios. Además, el cristianismo cuenta con un Apocalipsis, el presagio de un final inminente de los tiempos.

No entraremos, no obstante a analizar los motivos que hizo que tras esos dos primeros siglos de censura y persecuciones, el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del Imperio, pero sí vamos a seguir su desarrollo hasta ese momento. Además en este trabajo se pretende no dar muestra alguna de las inclinaciones religiosas del autor ni de su opinión para con el cristianismo

2. ROMA EN PALESTINA 1 Se entiende por Época Clásica al período que comprende desde la hegemonía griega en el Mediterráneo hasta el final del Imperio Romano de Occidente.2 Las religiones grecorromanas no eran de carácter mesiánico, no obstante tanto los emperadores romanos como los reyes helenísticos podían tomar tintes divinos. La diferencia es que no tenían el carácter salvador de Jesucristo (σωτὴρ).

Página 3

Page 4: El cristianismo en el Imperio Romano

El primer encuentro del cristianismo con Roma como es el asunto de Jesús de Nazaret. Para hablar de la figura de este hombre podemos ceñirnos a fuentes paganas o a fuentes cristianas. Dentro de las paganas, el primero que habla de él es Flavio Josefo en sus Antigüedades judías. Allí nos habla de que era un hombre que realizaba milagros y que fue crucificado por el gobernador Poncio Pilatos, a causa de las acusaciones que realizaron los hombres importantes de aquel momento en contra de Jesús.

La siguiente vez que encontramos una fuente pagana que habla sobre Jesús3 es en los Anales de Tácito. Vuelve a recordar el asunto de Poncio Pilatos bajo el mandato de Tiberio y habla del cristianismo como una plaga, llena de ultrajes y vergüenzas. Dice que muchos fueron detenidos y ajusticiados por ser seguidores de Cristo. Añade además que a pesar de ser quemados en piras por Nerón, recibían cierta simpatía por parte del pueblo, y no les repudiaban como hacían con los demás ajusticiados.

Por otro lado, Dion Casio “no sabe nada” sobre las persecuciones a los cristianos y Suetonio ni siquiera habla sobre los cristianos.

En cuanto a las fuentes cristianas, por supuesto al primer sitio que hay que acudir es a los evangelios. En ellos, como ya se sabe, lo que más se nos cuenta son los milagros, y según van siendo escritos, los milagros van teniendo más importancia.

El más antiguo de los evangelios es el de Marcos. En él, resucita a la hija de Jairo, que se encontraba en su lecho de muerte. En el de Lucas, nos hablan de la resurrección del hijo de Naín, que llevaba muerto lo suficiente como para ir camino del cementerio. Por último, el más espectacular sería el del evangelio de Juan, donde Jesús resucita a Lázaro, que lleva cuatro días muerto.

No obstante, no sólo hablan acerca de los milagros. En el evangelio de Lucas no cuenta ninguno. Habla sobre la travesía de Jesús y María desde Nazaret a Belén para acudir a un censo romano.

Es sumamente difícil encontrar entre todas las fuentes el carácter exacto de Jesús. Lo que sí que está claro es que se proclamó hijo de Dios y rey de los judíos, que fue crucificado por los romanos y que al fin y al cabo, como es obvio, sus ideales estaban basados en muchos aspectos en el judaísmo.

Con respecto al dominio de Roma en la zona, Judea se convierte en un territorio perteneciente a la provincia imperial de Siria. Judea estaba gobernada por un legado imperial que desde el 4 a.C, por nombramiento de Augusto será Herodes. La actitud de Tiberio fue de delegar sobre los hombres con poder en ese territorio, maxime cuando él muy posiblemente estaba de acuerdo con las medidas que se tomaron. Tiberio era reacio a la religión judía, por lo tanto también lo era con respecto a la cristiana.

En lo al proceso en sí respecta, se puede decir que fue iniciado por romanos por medio del derecho local, a pesar de que las fuentes, sobre todo las cristianas y por lógica, no se 3 Tácito en ningún momento lo llama Jesús, sino que lo conoce por Christus, transcripción latina del griego χριστὸς, “el ungido”, que a su vez no es más que la traducción de la palabra hebrea “Mesías”.

Página 4

Page 5: El cristianismo en el Imperio Romano

centran en los pormenores del derecho judaico. No obstante, aunque Roma fue el brazo ejecutor, la fuerza instigadora fue la de Judea. De hecho, fue en los momentos de independencia4 cuando creyeron que era el momento ideal para acabar con los seguidores de Cristo. Fue ahí cuando Roma se dio cuenta de que no podía ceder el poder ni tampoco ceder a las presiones de los instigadores judaicos.

3. CREACIÓN DEL CRISTIANISMO

El nacimiento del cristianismo no sale de la nada, sino que se basa en gran parte en el judaísmo, debido también a la fuerte vitalidad religiosa del mismo en estas fechas. No es desacertado decir, por tanto, que el éxito del cristianismo se fundamentó en las bases del judaísmo.

Las dificultades que se presentaron por todo el Imperio para el establecimiento de la Iglesia fueron realmente grandes. El pueblo entero estaba opuesto a una religión espiritual que no apelaba a los sentidos, ni tenía para él el atractivo alguno como objeto de adoración. Habiendo perdido su dominio la mitología, reinaba por todas partes la incredulidad respecto a las diversas religiones. Por otra parte, los emperadores consideraban la fe de sus antepasados como el gran baluarte del trono; puesto que el gobierno político y la fidelidad a las enseñanzas de la mitología prevaleciente se consideraban como inseparables. De aquí, es que tan pronto como descubrieron la índole antagónica del cristianismo y que atacaba el ritual complicado del templo, empezaron a hacer una oposición muy cruel, no obstante, este es un asunto que trataremos más adelante.

Para empezar, esa vitalidad ya comentada y el amplio número de grupos en los que se dividía la religión judía hacían que el cristianismo no sólo fuera comprensible sino atractivo para ciertos grupos de la población, sobre todo por sus contenidos de regeneración moral y religiosa.

El hecho de la crucifixión fue un golpe muy duro para los seguidores de Jesús que querían ver la instauración inmediata. No obstante, ellos mismos, encabezados por los doce apóstoles se instalaron en Jerusalén. Allí se formó un nuevo grupo, los helenistas, que se dieron a conocer por su hostilidad contra los sacerdotes. Comenzaron las persecuciones, por lo que huyeron y en Jerusalén permanecieron el resto de seguidores de Jesús, los llamados hebreos, liderados por Pedro.

La labor de los helenistas fue muy importante, pues fueron los primeros misioneros en aquellas ciudades por donde pasaban, siempre lejos del control de las autoridades judías (Gaza, Samaría, Sidón, Tiro, Cesarea, Chipre y Antioquía).

4 Durante el reinado de Agripa I (41-44).Página 5

Page 6: El cristianismo en el Imperio Romano

Los helenistas y los hebreos, aunque diferentes, eran seguidores de Jesús y no había una mala relación entre ellos. Hacia el 44 a.C Pedro es encadenado por el gobernador Herodes Agripa y Santiago toma el mando de la comunidad.

El hecho de que las misiones, casi sin querer, estuvieran teniendo efecto y fueran acogiendo adeptos no fue lo preocupante. Lo que sí que les preocupaba a las autoridades judías era que se granjearan el favor de gentiles y hombres importantes. Esto fue ligado al estallido de la insurrección judía contra Roma en el año 66. La entrada del general Tito en Jerusalén y su correspondiente destrucción provocó la mayor crisis de la historia del judaísmo.

De su reconstrucción se encargaron dos rabinos, que iniciaron una campaña de desprestigio y de maldiciones directamente hacia los cristianos. Esta ruptura insalvable se deja ver ya en el evangelio de Juan, además de un cristianismo muy maduro.

4. LLEGADA A ROMA

Antes que los cristianos, llegaron a Roma sus noticias. Puesto que era Tiberio el princeps que gobernaba en ese momento, fue el primero que tuvo que tomar decisiones al respecto. Poncio Pilatos escribió una carta a Tiberio explicando lo sucedido con respecto a Jesús. Tiberio no tomó una política de represalias, sino que más bien protegió a los cristianos. De hecho pretendió que el Senado le otorgara la consecratio a Cristo, lo que equivaldría al reconocimiento de su divinidad y religión. El hecho de que el Senado denegara esta petición se atribuye a que no pudieron constatar que fuera cierta la carta de Poncio Pilatos. Por otro lado, cabe decir que si Tiberio tomó ese camino de protección no fue porque creyera en el cristianismo ni mucho menos, pero él estaba al tanto de los problemas y las revueltas en Palestina, por lo que creyó buena idea tratar de legitimar esa religión.

A la muerte de Tiberio, llega Calígula. La política religiosa es completamente diferente, pues el nuevo princeps trata de imponerse como figura divina, adorado en todo el imperio por todos sus habitantes. Esto no quiere decir que Calígula persiguiera el cristianismo, sino que simplemente no se preocupó de lo que ocurría en Oriente, ni tampoco de sus religiones, sólo de imponer su persona como ser divino. No obstante, lo que se puede decir de Calígula con respecto al cristianismo es muy limitado o nulo.

A la muerte de Calígula sube al trono Claudio, que casi coincide en el tiempo con la muerte de Poncio Pilatos. Estos dos hechos hacen que el judaísmo tenga más libertad en el ámbito Palestino. La consecuencia de este hecho fueron las constantes persecuciones que sufrieron por parte de las autoridades judías, hasta el punto de ser los romanos lo que tenían que proteger a los cristianos. Claudio ante esta situación no se sitúa a favor de los cristianos, pero sí en contra de los judíos, hasta tal punto de que decreta un edicto en el 41 d.C que obliga a todos los judíos a salir de la capital del Imperio. Muchos de esos judíos tenían muchos privilegios como estar exentos del servicio militar y además formaban muchos tumultos. La expulsión no duró mucho pues pronto encontramos judíos y cristianos también en Roma.

Página 6

Page 7: El cristianismo en el Imperio Romano

Otro asunto importante es el de Pedro. Según fuentes, Pedro fue obispo de Roma sobre el 58 d.C. Esta tesis es defendida por los apologistas de Pedro. No obstante, no hacen sino ensuciar su imagen, pues dicen que fue un mero obispo cuando las otras fuentes dicen que fue apóstol y mártir en Roma.

Con respecto a Pablo, hay que decir que se encontraba en Oriente con las misiones hacia finales de los años cincuenta. Gracias a sus abundantes cartas, podemos conocer un poco mejor la situación de los cristianos en Roma: en general podemos decir que es principalmente una comunidad judeo-cristiana, para quien la ley y los Profetas y toda la tradición de Israel tiene todavía validez e importancia.

5. CONVIVENCIA CON EL PAGANISMO

La gran mayoría de la población pagana fue hostil al cristianismo. Las persecuciones se dieron desde el primer momento, aunque no a causa del mandato del emperador de turno, sino por propia iniciativa del pueblo. Cuando el cristianismo se separa del judaísmo en el s. I d.C, las acusaciones que se hacías contra los judíos se derramaron contra los cristianos. La cristiandad apareció a los ojos de los paganos como una sociedad cerrada, que se abstenía de comer las carnes de los animales sacrificados a los dioses, que se negaban a dar culto al princeps y que tenía sus propios ritos.

En diversas fuentes se recogen las acusaciones que circulaban entre el pueblo contra los cristianos. Se les califica de grupo miserable, ilícito y fanático. Se les tomaba por gentes ignorantes e incrédulas. Las calumnias más importantes eran las que procedían de los intelectuales, como Luciano de Samósata, que se jactaba de decir que adoraban a un sofista crucificado y que cualquier impostor se podía rápidamente enriquecer a su costa.

No obstante, las acusaciones provienen de tres campos diferentes: históricas, morales y metafísicas. Las primeras se centraban en la ilegitimidad de las Escrituras, en la circuncisión y en las cronologías de su “mitología”. Con respecto a las críticas político-morales, el ataque principal es el ateísmo, pues son acusados de ello al no rendir culto al panteón romano. La oposición fundamental entre el cristianismo y la intelectualidad pagana es de orden filosófico y teológico, pues decían que el cristianismo es una doctrina bárbara, con una escala de valores contraria a la grecorromana. Los cristianos defendían sobre el panteón romano bien que sus dioses no eran tal cosa, o bien que eran demonios.

A pesar de que la mayoría de acusaciones se deben a la ignorancia de los acusadores para con el cristianismo, lo que está claro es que eran absolutamente incompatibles, principalmente por el asunto de la resurrección y todos los demás que se tratan en la introducción.

Página 7

Page 8: El cristianismo en el Imperio Romano

Otro aspecto destacable es el de la filosofía. El epicureísmo no influyo en absoluto en la religión cristiana. Un punto común entre cristianos y paganos fue su oposición a la magia. La masa pagana consideraba tan funesto el epicureísmo como el cristianismo. En los pensadores cristianos tampoco influyó Aristóteles. Fueron el estoicismo y el platonismo las corrientes que influyeron más sobre ellos. El primero era panteísta, materialista e imanentista. Su moral, cuyo mejor representante era Séneca, estuvo muy cerca de la cristiana. La teoría del Logos estoica fue asimilada por los cristianos; el Logos era para los estoicos el alma universal. El Dios Logos humano intrínseco al Logos universal. Por lo tanto, se puede decir que el cristianismo sufre una romanización y una helenización.

El cristianismo, a pesar de todas estas diferencias con el paganismo, se comienza a asentar en Roma. Aunque comenzarán épocas difíciles, cada vez conseguirán más adeptos (en la clandestinidad) hasta casi obligar al emperador de turno a convertirse al cristianismo para no ponerse al pueblo en su contra.

Durante el s. II, en efecto, las múltiples comunidades cristianas recurrieron para asegurar su mera supervivencia o acelerar su expansión, a estrictas normas de disciplinas y a rituales complejos que distanciaron al laicado de su jerarquía eclesial y convirtieron a ésta en la mediación ineludible para acercarse a Dios. Eran préstamos evidentes del entorno cultural y religioso grecorromano, que alejaban a los fieles de la anunciación primitiva y oscurecían el mensaje de Jesús.

De este modo, como ya señalaron varios historiadores, el cristianismo se transformó en un ropaje externo, si no superficial, en una religión de costumbres, como lo era el politeísmo clásico, en la que los fieles apreciaban y vivían más intensamente la cáscara que la sustancia.

En el mejor de los casos, como apuntan los apologetas y polemistas griegos, el cristianismo se presentaba a sí mismo como una filosofía y una forma excelsa de vida, sin conseguir por ello, salvo contadas excepciones, la menor simpatía de los espíritus más sensibles y cultos del Imperio. Por esta razón, por las divisiones antes indicadas y por el menosprecio social y político del entorno popular, todavía a finales del s. II las propuestas cristianas parecían irremediablemente condenadas a la marginación e incluso a la desaparición.

En cierto modo, la Iglesia no hacía sino asumir la misión institucional que siempre había caracterizado al politeísmo grecorromano y paulatinamente se dispuso a jugar el papel protector del imperio que hasta ahora había desempeñado aquél en exclusiva. Desde inicios del siglo III se detectan los primeros síntomas de esta transformación y cómo la preocupación por el ejercicio del poder empezaba a igualar en importancia, y pronto a superar, a la fe y práctica de los principios evangélicos. Faltaba todavía mucho tiempo para que la iglesia católica se situara en un plano definitivamente distanciado, y a menudo enfrentado, al evangelio que vivieron y difundieron las primeras comunidades, pero las bases de esta evolución estaban ya sólidamente establecidas a

Página 8

Page 9: El cristianismo en el Imperio Romano

mediados del siglo III. El cristianismo, tras la progresiva helenización experimentada desde finales del siglo i, arraigó, pues, en Occidente a la vez que experimentaba un agudo proceso de romanización, gracias al cual el dios de los cristianos asumió las funciones que la religión romana asignaba a sus divinidades, muy especialmente la protección de la sociedad y del Estado. En un trabajo como éste no cabe entrar en detalles que exigirían, en su enumeración y estudio, un amplio tratado y que, por otra parte, son bien conocidos. Pero sí conviene subrayar, porque avala directamente la tesis aquí propuesta, cómo a lo largo del siglo III, sobre todo en su segunda mitad, se hizo cada vez más perceptible la creciente implantación del cristianismo en la administración pública, el ejército y las clases dominantes, incluyendo algunos altos magistrados y miembros de la Corte. No fue, naturalmente, ajeno a este proceso el hecho de que, a imagen de la religión romana, el cristianismo fuese en las mismas fechas patrimonializado por una élite sacerdotal, la única con potestad para presidir los ministerios y rituales, convertidos ya en el centro y la sustancia de la religión cristiano-romana.

Un cambio tan profundo en la liturgia y en los lugares de culto, fruto de su romanización, hizo que cambiara en igual medida la percepción pagana del cristianismoy su valoración de la iglesia como institución. Los primeros testimonios quenos ha legado la literatura clásica, fechados a principios del siglo II, coinciden enel menosprecio de las creencias y prácticas cristianas y, a fortiori, de sus seguidores,a los que suelen tachar de supersticiosos, incultos y contumaces. La apologéticacristiana de este siglo se esforzó, sin mucho éxito, en la refutación de estas imputaciones, una tarea que el propio Orígenes se siente obligado a realizar en suréplica a la crítica demoledora de Celso, filósofo alejandrino que en torno al 180,entre otros detalles no muy alejados de la realidad, había observado que el cristianismoestaba en esencia vertebrado por una legión de niños, mujeres, esclavos ymarginado.

Melitón, obispo de Sardes en tiempos de Marco Aurelio, reconocíaque la filosofía cristiana había alcanzado su plena madurez entre los bárbaros, sibien ya estaba extendida por todo el imperio y era un excelente augurio para elmismo. no estamos ante simples juegos literarios de una minoría ilustrada. Ampliossectores populares participaron igualmente de estos juicios negativos, conburlas descarnadas de muy diverso tipo, desde toscos graffiti, como el descubiertoen el Palatino que representaba a un crucificado con cabeza de asno, hasta la hiriente sátira de Luciano de Samósata en su Muerte de Peregrino, donde este personajese aprovecha de los crédulos e incultos cristianos para enriquecerse, no sinantes engañarlos con insólitas patrañas.

6. CENSURA Y PERSECUCIONES

Muy pronto conocidos por el gobierno romano como una de las sectas en que estaba dividido el judaísmo palestino, e identificados desde la intervención del 36 por Vitelio con el nombre de los Christiani, los seguidores de Cristo fueron considerados de forma favorable. La única persecución estatal que la Iglesia sufrió en Judea inmediatamente

Página 9

Page 10: El cristianismo en el Imperio Romano

después del proceso de Esteban y antes del 62, tuvo lugar durante el período en que la región fue confiada a un rey local, Herodes Agripa I, entre el 41 y el 44, y librada del gobierno romano. No obstante, pronto se pasó de la tolerancia a los ataques.

En el año 64 un incendio devastó 10 de los 14 barrios de Roma. El emperador Nerón, acusado por el pueblo de ser el autor del mismo, echó la culpa a los cristianos. Empieza la primera, gran persecución que durará hasta el 68 y verá perecer entre otros a los apóstoles Pedro y Pablo.

Primeramente fueron arrestados los que hacían abierta confesión de tal creencia. Después, tras denuncia de estos, fue arrestada una gran muchedumbre, no tanto porque acusados de haber provocado el incendio, sino porque se los consideraba encendidos en odio contra el género humano.

Aquellos que iban a morir eran también expuestos a las burlas: cubiertos de pieles de fieras, morían desgarrados por los perros, o bien eran crucificados, o quemados vivos a manera de antorchas que servían para iluminar las tinieblas cuando se había puesto el sol. Nerón había ofrecido sus jardines para gozar de tal espectáculo, mientras él anunciaba los juegos del circo y en atuendo de cochero se mezclaba con el pueblo, o estaba erguido sobre la carroza. Por esto, aunque esos suplicios afectaban gente culpable y que merecía semejantes tormentos originales, nacía sin embargo hacia ellos un sentimiento de compasión, porque eran sacrificados no a la común ventaja sino a la crueldad del príncipe.

Desde ese momento (nos lo atestigua Tácito) se añadió a la imputación contra los cristianos también un nuevo crimen: el odio contra el género humano. Plinio el joven, irónicamente, escribirá que con una acusación semejante se habría podido en lo sucesivo condenar a muerte a cualquiera.

Marco Aurelio (161-180), emperador filósofo, pasó 17 de sus 19 años de imperio guerreando. En las Memorias en que cada noche, bajo la tienda militar, anotaba algunos pensamientos «para sí mismo», se encuentra un gran desprecio hacia el cristianismo. Lo consideraba una locura, porque proponía a la gente común, ignorante, una manera de comportarse (fraternidad universal, perdón, sacrificarse por los otros sin esperar recompensa) que solo los filósofos como él podían comprender y practicar después de largas meditaciones y disciplinas. En un rescrito del 176-177 prohibió que sectarios fanáticos, con la introducción de cultos hasta entonces desconocidos, pusieran en peligro la religión del Estado. La situación de los cristianos, siempre desagradable, bajo él se tornó más áspera.

Las florecientes comunidades del Asia Menor fundadas por el apóstol Pablo fueron sometidas día y noche a robos y saqueos por parte del populacho. En Roma el filósofo Justino y un grupo de intelectuales cristianos fueron condenados a muerte. La floreciente cristiandad de Lión fue aniquilada a raíz de la acusación de ateísmo e inmoralidad. (Perecieron entre torturas refinadas también la muy joven Blandina y el quinceañero Póntico).

Las relaciones que nos han llegado dan a entender que la opinión pública había ido exacerbándose con respecto a los cristianos. Grandes calamidades públicas (de las

Página 10

Page 11: El cristianismo en el Imperio Romano

guerras a la peste) habían suscitado la convicción de que los dioses estuvieran enojados contra Roma. Cuando se constató que en las celebraciones expiatorias ordenadas por el emperador, los cristianos estaban ausentes, el furor popular buscó pretextos para arremeter contra ellos.Esta situación siguió también en los primeros años del emperador Cómodo, hijo de Marco Aurelio.

Bajo el reinado de Marco Aurelio, la ofensiva de los intelectuales de Roma contra los cristianos alcanzó el culmen.

Las argumentaciones de Marco Aurelio (121-180), Galeno (129-200), Luciano, Peregrino Proteo y especialmente de Celso (los tres últimos escriben sus obras en la segunda mitad del siglo segundo) se pueden condensar así:

« 'Ser salvado' de la falta de sentido de la vida, del desorden de las vicisitudes, de la nada de la muerte, del dolor, se puede dar tan solo en una 'sabiduría filosófica' por parte de una élite de raros intelectuales»

La crítica de los intelectuales anticristianos se centra en la idea misma de «revelación de lo alto», que no está basada sobre la «sabiduría filosófica»; en las Escrituras cristianas, que tienen contradicciones históricas, textuales, lógicas; en los dogmas «irracionales»; en el asunto del Logos de Dios que se hace carne (Evangelio de Juan) y se somete a la muerte de los esclavos; en la moral cristiana (fidelidad en el matrimonio, honestidad, respeto de los demás, mutuo socorro) que puede ser alcanzada por un pequeño grupo de filósofos, no ciertamente por una masa intelectualmente pobre.

Toda la doctrina cristiana, para estos intelectuales, es locura, como locura es la pretensión de la resurrección (es decir, del predominio de la vida sobre la muerte), la preferencia dada por Dios a los humildes, la fraternidad universal. Todo esto es irracional.

Durante decenios los cristianos permanecen callados. Se expanden con la fuerza silenciosa de la prohibición. Oponen amor y martirio a las acusaciones más infamantes. Es en el siglo segundo cuando sus primeros apologistas (Justino, Atenágoras, Taciano) niegan con la evidencia de los hechos las acusaciones más infamantes, y tratan de expresar su fe (nacida en tierra semítica y confiada a «narraciones») en términos culturalmente aceptables por un mundo empapado de filosofía grecorromana. Los «ladrillos» bien alineados del mensaje de Jesucristo empiezan a ser organizados conforme a una estructura arquitectónica que pueda ser estimada por los griegos y romanos.

El siglo tercero ve a Roma en una gravísima crisis. Las relaciones entre cristianos e imperio romano se invierten (aun cuando no todos lo perciben).

La gran crisis es así descrita por el historiador griego Herodiano: «En los 200 años anteriores, no hubo nunca un sucederse tan frecuente de soberanos, ni tantas guerras civiles y guerras contra los pueblos limítrofes, ni tantos movimientos de pueblos. Hubo una cantidad incalculable de asaltos a ciudades en el interior del imperio y en muchos

Página 11

Page 12: El cristianismo en el Imperio Romano

países bárbaros, de terremotos y pestilencias, de reyes y usurpadores. Algunos de ellos ejercieron el mando largo tiempo, otros tuvieron el poder por brevísimo tiempo. Alguno, proclamado emperador y honrado como tal, duró un solo día y en seguida terminó».

El imperio romano se había progresivamente extendido con la conquista de nuevas provincias. Esta continua conquista había permitido la explotación de siempre nuevas vastísimas tierras (Egipto era el granero de Roma, España y la Galia su viñedo y olivar). Roma se había adueñado de siempre nuevas minas (Dacia había sido conquistada por sus minas de oro). Las guerras de conquista habían procurado turbas inmensas de esclavos (los prisioneros de guerra), mano de obra gratuita.

Hacia mediados del tercer siglo (alrededor del 250) se advirtió que la fiesta se había acabado. Al este se había formado el fuerte imperio de los sasánidas, que acarreó durísimos ataques a los romanos. En el 260 fue capturado el emperador Valeriano con todo el ejército de 70 mil hombres, y las provincias del este fueron devastadas. La peste asoló a las legiones sobrevivientes y se propagó pavorosamente a lo largo del imperio. Al norte se había formado otro conglomerado de pueblos fuertes: los godos. Inundaron a Mesia y Dacia. El emperador Decio y su ejército en el 251 fueron masacrados. Los godos bajaron devastando, desde el norte hasta Esparta, Atenas, Ravena. Los cúmulos de escombros que dejaban eran terribles. Perdieron la vida o fueron hechas esclavas la mayoría de las personas cultas, que no pudieron ser sustituidas. La vida regresó a un estado primitivo y selvático. La agricultura y el comercio fueron aniquilados.

En este tiempo de grave incertidumbre las seguridades garantizadas por el Estado se vienen abajo. Ahora son los gentiles quienes se vuelven «irracionales», y confían no ya en el orden imperial, sino en la protección de las divinidades más misteriosas y raras. Sobre el Quirinal se levanta un templo a la diosa egipcia Isis, el emperador Heliogábalo impone la adoración del dios Sol, la gente recurre a ritos mágicos para tener lejos la peste. Y sin embargo también en el siglo tercero hay años de terrible persecución contra los cristianos. No ya en nombre de su «irracionalidad» (en un mar de gente que se entrega a ritos mágicos, el cristianismo es ahora el único sistema racional), sino en nombre de la renacida limpieza étnica. Muchos emperadores (por más que sean bárbaros de nacimiento) ven en el retorno a la unidad centralizada el único camino de salvación. Y decretan la extinción de los cristianos cada vez más numerosos para arrojar fuera de la etnia romana este «cuerpo extraño» que se presenta cada vez más como una etnia nueva, pronta a sustituir la ya declinante del imperio fundado sobre las armas, la rapiña, la violencia. 

Con Septimio Severo (193-211), fundador de la dinastía siria, parece pronunciarse para el cristianismo una fase de desarrollo sin estorbos. Cristianos ocupan en la corte cargos influyentes. Sólo en su décimo año de reinado (202) el emperador cambia radicalmente de actitud. En el 202 aparece un edicto de Septimio Severo, que conmina graves penas para quien se pase al judaísmo y a la religión cristiana. El cambio repentino del emperador, solamente se puede comprender pensando que él se dio cuenta de que los cristianos se unían cada vez más estrechamente en una sociedad religiosa universal y organizada, dotada de una fuerte capacidad íntima de oposición que a él, por consideraciones de política estatal, le parecía sospechosa.

Página 12

Page 13: El cristianismo en el Imperio Romano

Las devastaciones más llamativas las sufrieron la célebre Escuela de Alejandría y las comunidades cristianas de África.

Maximino el Tracio (235-238) tuvo una reacción violenta y cerril contra quien había sido amigo de su predecesor, Alejandro Severo, tolerante hacia los cristianos. Fue devastada la Iglesia de Roma con la deportación a las minas de Cerdeña de los dos jefes de la comunidad cristiana, el obispo Ponciano y el presbítero Hipólito.

Bajo el emperador Decio (249-251) se desencadena la primera persecución sistemática contra la Iglesia, con la intención de desarraigarla definitivamente. Decio (que sucede a Filipo el Arabe, muy favorable a los cristianos si no cristiano él mismo) es un senador originario de Panonia, y está muy apegado a las tradiciones romanas. Sintiendo profundamente la disgregación política y económica del imperio, cree poder restaurar su unidad juntando todas las energías alrededor de los dioses protectores del Estado. Todos los habitantes están obligados a sacrificar a los dioses y reciben, después, certificados. Las comunidades cristianas se ven desconcertadas por la tempestad. Aquellos que rehúsan el acto de sumisión son arrestados, torturados, ejecutados: así en Roma el obispo Fabián, y con él muchos sacerdotes y laicos. No todos los cristianos soportan la persecución. Muchos aceptan sacrificar. Otros, mediante propinas, obtienen a escondidas los famosos certificados.

En el cuarto año del reinado de Valeriano (257) se originó una improvisa, dura y cruenta persecución de los cristianos. No se trató, sin embargo, de un asunto de religión, sino de dinero. Ante la precaria situación del imperio, el consejero imperial (más tarde, usurpador) Macriano indujo a Valeriano a intentar taponarla secuestrando los bienes de los cristianos acaudalados. Hubo mártires ilustres (desde el obispo Cipriano a papa Sixto II, al diácono Lorenzo). Pero fue tan solo un robo encubierto por motivos ideológicos, que terminó con el trágico fin de Valeriano. En el 259 cayó éste prisionero de los persas con todo su ejército y fue obligado a una vida de esclavo, que lo llevó a la muerte.

Los cuarenta años de paz que siguieron, favorecieron el desarrollo interno y externo de la Iglesia. Varios cristianos subieron a altos cargos del Estado y se mostraron hombres capaces y honestos.

En el 271 el emperador Aureliano ordenó a los soldados y a los ciudadanos romanos abandonar a los godos la vasta provincia de Dacia y sus minas de oro: la defensa de esas tierras costaba ya demasiada sangre.

Puesto que no había más provincias para conquistar y explotar, toda la atención se dirigió al ciudadano común. Sobre él se abatieron impuestos, obligaciones, prestaciones (manutención de acueductos, canales, cloacas, caminos, edificios públicos...) cada vez más onerosos.

Literalmente ya no se sabía si se trabajaba para sobrevivir o para pagar los impuestos. En el año 284, después de una brillante carrera militar, fue aclamado emperador Diocleciano, de origen dálmata. Debido al desastre de las provincias, en lo sucesivo los impuestos serían pagados per cápita y por yugada, es decir, un tanto por cada persona y por cada pedazo de terreno cultivable.

Página 13

Page 14: El cristianismo en el Imperio Romano

El cobro fue confiado a una burocracia enorme que no se dejaba escapar nada haciendo imposible evadir el fisco, que castigaba de manera deshumana a quien lo hacía y que costaba muchísimo al Estado.

Los impuestos eran tan pesados que quitaban la gana de trabajar. Remedio: Se prohibió abandonar el puesto de trabajo, el pedazo de tierra que se cultivaba, el taller, el uniforme militar.

Los primeros veinte años del reinado de Diocleciano no vieron molestados a los cristianos. En el 303, como un lance imprevisto, se disparó la última gran persecución contra los cristianos. Solo el retorno a la antigua fe de Roma podía, a juicio de Galerio y sus amigos, reanimar al pueblo y persuadirlo a afrontar tantos sacrificios. Hacía falta un retorno a vetera instituta, es decir, a las antiguas leyes y a la tradicional disciplina romana. La persecución alcanzó su máxima intensidad en Oriente, especialmente en Siria, Egipto y Asia Menor. A Diocleciano, que abdicó en el 305, le sucedió como Augusto Galerio, y como César Maximino Daya, quien se demostró más fanático que él.

Solo en el 311, seis días antes de morir por un cáncer en la garganta, Galerio emanó un airado decreto con que detenía la persecución. Con ese decreto (que históricamente marcó la definitiva libertad de ser cristianos), Galerio deploraba la obstinación, la locura de los cristianos que en gran número se habían rehusado a volver a la religión de la antigua Roma; declaraba que perseguir a los cristianos ya era inútil; y los exhortaba a rezar a su Dios por la salud del emperador.

7. TOLERANCIA Y LEGALIDAD

El personaje que va a llevar a cabo el giro radical de percepción del cristianismo va a ser Constantino. Desde el principio de su reinado, manifestó sus simpatías para con los cristianos, tanto que, antes de librar en contra de Majencio la batalla de Rubra Saxa, la cual había de decidir su fortuna y asegurarle el Imperio, declaró haber visto en el cielo el signo de la cruz y la inscripción: En touto nika, In hoc signo vinces. Interpretó, pues, esta aparición como un indicio seguro de que el cristianismo era la verdadera religión y, habiendo ganado la batalla y con ella el Imperio, declaró entonces que creía en las doctrinas del cristianismo.

El año 313 promulgó un edicto de tolerancia en favor del cristianismo, poniéndolo al nivel de las religiones lícitas del Imperio, y en el 323 declaró su protección aún más categóricamente, promulgando nuestra fe como la religión oficial en todos sus dominios. Entre los decretos más notables que promulgó en favor de la Iglesia, deben mencionarse los que establecen la observancia civil del domingo; la confiscación en el Oriente de los templos paganos que pasaron a ser propiedad de la Iglesia; la emancipación de los esclavos; la inmunidad de los deberes civiles y municipales en favor del clero, y el que sirvió para dar gran impulso a la educación cristiana de sus súbditos. A fin de sostener la autoridad imperial, se emplearon varios métodos, algunos de los cuales fueron buenos y otros nocivos. Los cristianos saludaron con alegría el advenimiento de la época en la que ya podían ir por todo el mundo sin el temor de ser perseguidos; mas, por otra parte, se dejó sentir una inquietud muy fundada, porque

Página 14

Page 15: El cristianismo en el Imperio Romano

Constantino determinó todo lo concerniente al gobierno de la Iglesia y se creyó la autoridad suprema en materias de religión, como lo habían sido los emperadores durante el predominio del paganismo.

La política que siguió Constantino puso a la Iglesia en gran peligro, el cual no consistía en la dirección de sus asuntos que asumió el emperador, sino en que la hizo parte integrante del Estado y convirtió a éste en el árbitro supremo de su vida interior y exterior. Hasta entonces, la Iglesia había sido un gran cuerpo moral unido por los lazos del amor y de las creencias; pero más tarde la absorbió el Estado y su organización se confundió con la estructura política. Se debilitaron todas las fuerzas morales de ésta y la servidumbre al Estado, en que entró desde tan temprana época, inició los grandes males de las doce centurias siguientes: la superstición, la compra de empleos, las controversias furiosas respecto de futilidades teológicas, la disolución moral del clero y la ignorancia de las masas. No fue Constantino, sino Pepino, el primero que confirió al papado el poder temporal; ni se equivocó Dante cuando asentó que la protección de Constantino había sido un gran mal para la Iglesia, puesto que preparó la vía para la donación que hizo Pepino. Si Constantino se hubiera limitado a eliminar las desventajas políticas con que luchaban los cristianos, y hubiese permitido que éstos desarrollaran su gobierno y vida espiritual bajo la dirección exclusiva de Dios, habría prestado a la Iglesia un servicio de gran importancia.

8. CONCLUSIONES

El cristianismo fue algo que contra todo pronóstico y sin ser demasiado planeado, salió adelante. Tuvo que superar barreras ideológicas, sociales y por supuesto religiosas. Dudo mucho que los cristianos primitivos de primera generación tuvieran en mente ser la religión dominante en el mundo occidental durante más de quince siglos.

No obstante, hay veces que parece que algo, por muchos obstáculos que tenga, seguirá adelante. ¿Qué es lo que hace diferente al cristianismo? Probablemente nunca hallemos la respuesta a esa pregunta, y probablemente esa pregunta no tenga una sola respuesta, pero lo que está claro es que durante generaciones ha ayudado a la gente.

La cuestión es si seguirá con la misma cantidad de adeptos. Es obvio que no. En el mundo desarrollado occidental cada vez la religión en general, ya no sólo el cristianismo está más en decadencia, también por diversos motivos, abundantes y complicados de esclarecer. Por otro lado, si el cristianismo consiguió alzarse de la nada al todo dentro de uno de los imperios más importantes de la historia, indudablemente es difícil que desaparezca tan fácilmente.

La entrada en Roma, que es lo que nos ocupan estas líneas, es por tanto un proceso no excesivamente lento, heterogéneo y muy natural. Se podría decir que los cristianos fueron los buenos de la película durante muchos siglos. Fueron los perseguidos, los acosados y los hostigados durante sus primeros tiempos. El ser humano siempre actúa de la misma manera: primero se percata de que existe algo nuevo, diferente y por lo tanto peligroso, teniendo en cuenta que la religión es desde el principio de los días,

Página 15

Page 16: El cristianismo en el Imperio Romano

además de una ayuda para las personas que lo necesiten, un negocio. Y cuando un negocio funciona bien, es preciso protegerlo. ¿Cuál es la manera natural del ser humano para proteger dicho negocio? La violencia, por supuesto.

Cabe pensar en los pobres cristianos que sufrieron dicha violencia en forma de persecuciones, torturas y asesinatos. No obstante, cuando el Iglesia Cristiana ha sido al dominante y han creído ellos que otras religiones los “atacaban”, han recurrido con la misma crudeza.

Por suerte, hoy en día, en la mayoría de casos, no existe la violencia por culpa de la religión… al menos en Occidente.

9. BIBLIOGRAFÍA

- SANTOS N. Cristianismo e Imperio Romano durante el siglo I. Ediciones Clásicas, Madrid (1991)

- SORDI M. Los cristianos y el Imperio Romano. Ediciones Encuentro, Madrid (1988)

- RICHARD P. Los orígenes del cristianismo en Roma. Consejo Latinoamericano de Iglesias, Lima (1993)

- CASTELLANOS S. Bárbaros y cristianos en el Imperio Tardorromano. La adaptación de la intelectualidad cristiana occidental. Universidad de León (2006)

- MARTINES C. El derecho romano y la comunidad cristiana del primer siglo. 3º Simposio Internacional sobre a Justiça. Universidad Pontificia de Porto Alegre (2003)

- FERNÁNDEZ UBIÑA J. El Imperio Romano como sistema de dominación. Revista Polis, nº 18, Granada (2006)

- GASCÓ LA CALLE, F. El silencio sobre los cristianos en la Historia de Roma de Dion Casio. Universidad de Sevilla (1984)

- HÜBENAK F. Encuentro del cristianismo con la Cultura Clásica. Revista Polis, nº 4, Buenos Aires (1992).

- FERNÁNDEZ UBIÑA J. Genealogía del cristianismo primitivo como religión romana. Universidad de Granada (2009)

- FLETCHER J, ROPERO A. Historia general del cristianismo: del siglo I al siglo XXI. Editorial Clie (Colección Historia), Barcelona (2008)

- KAUTSKY K. Orígenes y Fundamentos del cristianismo. - TEJA R. El poder de la iglesia imperial: el mito de Constantino y el papado

romano. Universidad de Cantabria, Santander (2006)- AMES C. Religión romana y cristianismo: la mirada de Tertuliano en

Apologeticum y Ad nationes. Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba (Argentina), 2006.

Página 16

Page 17: El cristianismo en el Imperio Romano

- LOMAS F.J. Teodosio, paradigma de príncipe cristiano: consideraciones de Ambrosio, Rufino de Aquileya y Agustín sobre la imperial persona. Universidad de Cádiz, Cádiz (1990)

- Temario asignatura El Imperio romano y el Cristianismo, Unidad 2: La Herencia Clásica: el Estado romano como modelo político y administrativo. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (2005)

- ROLDÁN J.M, BLÁZQUEZ J.M, DEL CASTILLO A. Historia de Roma. Tomo II: El Imperio Romano (Siglos I-III). Cátedra, Madrid (1995)

Página 17